Monografía de una familia

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© Familia Arango-Orozco 2011

El autor se reserva los derechos exclusivos de su contribución a este libro. Segunda edición, noviembre de 2011 Agradecimientos

Expresamos gratitud a las siguientes personas que, con su aporte económico, motivación, conocimientos y buena voluntad hicieron posible esta obra para su publicación: María Isabel Arango, Daniel Correa, Rubén y Federico Vélez, Gloria González, Luis Fernando Ángel y Olga Lucía Lora Textos

Álvaro Eduardo Arango O. Con la colaboración: María Eugenia Arango O. Fotografía

Archivos, Familia Arango-Orozco Creatividad y Desarrollo Editorial

Tu-FotoAlbum ™, 2011 bookmaker@tu-fotoalbum.com www.tu-fotoalbum.com San Antonio, TX, USA Diseño y Diagramación

Olga Lucía Lora, Tu-FotoAlbum ™ Diseño Portadas

Juan Ernesto Arango Impresión

Blurb Inc., noviembre 2011 California, USA


Hijas de la Familia Arango-Orozco

Hijos de la Familia Arango-Orozco



Contenido Pr贸logo

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I. 谩rbol geneal贸gico

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II. Antepasados

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III. Aconteceres familiares Primera Jornada

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Segunda Jornada

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Tercera Jornada

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Cuarta Jornada

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Quinta Jornada

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IV. Familias Conformadas

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V. Celebraciones y Divertimentos

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Ep铆logo 158

Bodas de Oro Matrimoniales 13 de julio de 1972

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A “los innumerables héroes desconocidos, iguales a los más grandes héroes conocidos” Walt Whitman A Don Rafael Álvarez Arango

Los Padres de la familia Arango-Orozco

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Prólogo

A

“Quien marcha una sola legua sin amor Marcha hacia su propio funeral…” Walt Whitman “Solo vive el que sabe” Gracián “Las cosas están ante nosotros ¿para qué inventarlas?... ¿por qué ir tras algo que ya tienes?” Gorana

vista de pájaro, lo que relatamos está inspirado en, con y por Jesús, María y José: El Hogar de Nazareth. A éste la gracia, el honor y la gloria. Tal ha sido nuestra referencia en la conformación de Familia, y de esto damos aquí testimonio. Aspiramos a lo mejor, y el mito de “el Hogar Perfecto” ha sido nuestro modelo. Mito inalcanzable y evasivo, como todo ideal, pero que nos exige y fortalece para muchos y constantes esfuerzos, de lo cual derivamos frutos muy sabrosos como: la solidaridad, la humildad, la paciencia, la tolerancia sin complacencias; la misericordia y la compasión por la Condición Humana. Estas virtudes nos aportan, a su vez, sentimientos de alegría, jovialidad, gentileza y salud. Sin embargo, como se verá, en algunas etapas oscuras e invernales del Camino, obramos como obra la generalidad de las familias: Con orgullo, miedo, depresión, e ignorancia, entorpeciendo las relaciones y complicando los procesos, los cuales se hubieran desarrollado sin tanto traumatismo, si hubiéramos permanecido calmos y serenos; pero no pudo ser. Humano es errar. Con todo, a partir de las crisis y por voluntad de los Inmortales que nos permiten dolernos, patalear y recuperarnos, aprendimos la lección de la fe, la esperanza y la caridad del humilde. 8

Ahora debemos preguntarnos. ¿Por qué el Hogar Familiar (Horno del Amor) ha sido tan determinante en nuestras vidas? En primer lugar, porque todos sus miembros hemos sido conscientes de su importancia para enfrentar los destinos que nos han correspondido y la Cultura a la que pertenecemos. Salir del nido y no tener ningún punto de referencia en el mar de incertidumbres que es la sociedad de mercado y consumo, con sus complejas instituciones y mundo laboral, es cosa de espanto y náuseas. La Familia da una seguridad que no tienen los solitarios, carentes de afectos íntimos. Decir Hogar es decir ternuras y Sentido de Vida. Estos solitarios merecen compasión. Son muy pobres, tanto más si carecen de medios económicos. No tener Casa (con mayúscula) es como no haber nacido. Es no tener identidad; es andar perdido y en inminente peligro de ser un perdedor. Es estar “cojo” y ser fácil presa de las “aves carroñeras”, que no faltan en el zoológico humano. Con respecto a esta razón, que por fundamental se da por sentada y se olvida en la práctica, padres y hermanos obramos, también, en su momento, con sabiduría y gratitud, al construir, más que Familia, Hogar de Tradición.


ยกPor la vida y por la muerte! Ana Cristina Franco

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prólogo

El hogar de Nazareth, Sofía, Manuel y Miguel

Página opuesta

Hogar de tradición

Tradición es nuestra segunda razón, porque de tales Abuelos, tales Padres y tales Hijos, con riqueza genética y cultural. El mundo no lo inventó nuestra generación. Hogar tenemos porque hogar es herencia y patrimonio. Así recibimos el fuego, por relevo, gracias a la formación, según la bendita manera de “ser paisas”, porque somos paisas de pura cepa, nietos de colonizadores republicanos, en el Suroeste antioqueño y sentimos orgullo de la Casta. 10

Somos hijos de Padres y Madres religiosos, sobrios, trabajadores. Hombres de carácter, algunos ilustrados, y de recias convicciones ideológicas y políticas, pero moderados. Realistas y románticos. Madres honestas y alegres, cumplidoras de los deberes cotidianos con heroica simplicidad y constancia. Los hermanos, al mirarse unos a otros, no supieron, ni saben, ni sabrán cómo vivir sin alguno. Tan hondos los tenemos y tan imprescindibles. En



prólogo

Arriba izquierda

Simón y Sebastián Arriba derecha

La cantante Olivia Abajo

Juiciosa en su Singer Página opuesta

Familia Arango-Orozco II, 2010

nuestro caso, somos diez. Hoy por hoy, cuál más querido, más atento, más cómplice… más malgeniado cuando “se la vuelan” o está deprimido. Cuál más humilde y reparador. Tenemos, pues, dos razones incontrovertibles para apostar por el hogar. Toda inversión en este esfuerzo la damos por asegurada. Hemos comprobado el buen balance y participamos de la buena cosecha… …¡Que la Madre nos dure otros años con buena salud! Como hace poco nos ha nacido un niño de nombre “Rafael”, nombre escogido por la bisabuela Olivia y bien recibido por todos, les participamos nuestra alegría. Son ya cinco los bisnietos y 50 los parientes por la rama de Gustavo y Olivia. Nació a los 5 meses de muerto su bisabuelo. Antes de compartir nuestras histo12

rias de Familia, los invitamos, queridos lectores, a escuchar un fragmento poético de la Cultura Afro, cercana en sangre y corazón… Que lo diga “la servidumbre”: pajes, sirvientas, agregados y mayordomos, empleados domésticos… Oh Raquel de Itsmina; Pacho y María, de la hacienda, “Doña María”; Bernarda de “La Esmeralda”, Chiquita de Quibdó, Ramón y José: Cocina, arrullo, canto y cuento. Dignos todos de su heroica sangre y de mejor destino… “Han pasado años de lucha y triunfo, y nos faltan muchos más… A mí que nadie me diga que no vamos a aguantar. Con este fuego gigante Ya podremos continuar: Estaremos siempre unidos; Canta la Salsa: “Pa´lante”.


familia arango - orozco, monografĂ­a

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prólogo

Nuestro último hogar en Calle 37 Nº 80B-41 Laureles, Medellín

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familia arango-orozco, monografĂ­a

Municipio de ValparaĂ­so, Antioquia

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Familia Arango-Correa

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2. Antepasados

L

a historia de nuestro apellido Arango comienza, hasta donde sabemos y podemos reconocer, en Envigado (Antioquia). De donde se dirigió, junto al Correa, de Caldas (Antioquia), hacia el Suroeste del Departamento, en las primeras etapas de “La Colonización Antioqueña”, en las últimas décadas del siglo XIX. El Arango-Correa hacía parte de la clase “acomodada”, o “pudiente” de aquellos tiempos. La familia Arango-Correa estaba conformada por Francisco de Paula Arango (Pacho), el padre, y María Antonia Correa (Toña), la madre.

Fueron sus hijos: Graciela (Yaya), Francisco (El Negro), Eduardo (Alo), María (Mía), Lucila (Hila), Adelfa (Afa), Rafael (Rafaelito), Horacio, Josefina (Mina), Ofelita y Alfonso. Los Arango-Correa se ubicaron, primero, en el “sitio” de San Pablo, hoy, corregimiento de Támesis. Compraron finca grande por los lados o riveras del Río Conde, de fuerte y limpio caudal, que provenía de las tierras altas y frías. Debió ser aquel paraje, para desmontar y sembrar café, el cultivo de moda. En los años primeros del siglo XX, la Familia pasó al reciente municipio de Valparaíso donde construyó casa

con solar y zaguán y hasta locales para avíos y mercados y arreglos de altares para “Corpus” y pesebres. La fueron remodelando y ampliando, a través de los años. La casa inicial tenía pisos de madera, luego de cemento, y, finalmente, de baldosa. Está situada a un costado de la iglesia parroquial, el que da a la sacristía, por el fondo; en la misma manzana, pero, por el Oriente, o sea, por la “Calle de los Arango”, donde, también, tuvieron casa, ya casados, Eduardo, Horacio, Francisco y Alfonso. Los Arango-Correa eran primos de los Escobar Arango, familia principal, de ideario conservador, que vivía al Occidente del parque o plaza municipal. Estas dos familias fueron protagonistas de los aconteceres del Municipio, tanto por su posicionamiento económico, como por su liderazgo. De los Arango-Correa destacamos sus grandes virtudes familiares: religiosidad, laboriosidad, ideas liberales moderadas y civismo. Todos los varones fueron miembros fundadores activos del Centro “Gómez Ochoa”, nombre que se le dio al Centro Cultural, como homenaje al general republicano del ejército de Rafael Uribe Uribe. Este Uribe nació, como veremos, en el municipio de Valparaíso, en la hacienda “Palmar”, que perteneció, también, a las 19


Yaya y Ofelita

señoritas Arango-Correa, a las solteras Yaya, Mía, Hila, Afa y Ofelita… El general “Juan Pablo” Gómez Ochoa era de Caramanta y tuvo gran influencia en la región por demócrata y promotor de la Cultura. El Centro Gómez Ochoa contó con una excelente biblioteca de autores románticos y de la ilustración alemana, francesa e inglesa, que estimularon el pensamiento liberal. El Centro construyó el cementerio municipal y realizó obras de ornato y sociales. 20

Los Arango-Correa fueron discretos al ventilar asuntos familiares; eran sin ostentación, pero sin avaricia. Común entre ellos, el autocontrol y la compostura. Las mujeres, cual más hacendosa: La buena mesa, el orden, la limpieza de la casa, los modales exquisitos, el jardín bien cuidado, hablan de su grandeza humilde. La decoración, esmerada: Vajilla de porcelana importada, que vendía en Valparaíso, su primo rico Don Jesús Arango. Platería, lámparas Art Deco; pinturas del barroco colombiano


familia arango-orozco, monografía

del siglo XVII, que junto a un crucifijo de la escuela quiteña, tenían en altar familiar, donde siempre ardió una lámpara de aceite de higuerilla. No faltaron tejidos, encajes y bordados de sus delicadas manos para manteles, servilletas, cortinas, y ropas de cama almidonadas, blancas, impecables. Los cuadros de las paredes tenían finas láminas (litografías) europeas, sobre todo, alemanas y francesas, con motivos religiosos como “Jesús ante Pilatos”; literarios como “Mefistófeles y Fausto” o “Andrócles y el león”, y de la guerra franco-prusiana, o de la primera guerra mundial, ó con motivos pastoriles o bucólicos, que eran de interés y gusto del espectador. Las mujeres, especialmente, Mía y Josefina, sabían enmarcar. Eran las más artistas de la Casa. Es de notar, que las Señoritas se distribuían el trabajo maravillosamente, aunque todas colaboraban en todo: Afa e Hila, la cocina, Yaya y Afa se encargaban del planchado de ropas. Ofelita, de la economía doméstica y las cuentas; etc. Las Señoritas Arango tampoco se quedaron atrás en servicios parroquiales: Contribuyeron al Culto, con imágenes como la de “Jesús Nazareno”, que ellas guardaban y sacaban en procesión en la Semana Santa, engalanado de azucenas y gladiolos. La señorita Sinforosa Correa, hermana de Toña, la mamá,

donó un púlpito de mármol, para la segunda iglesia. La primera, de madera, se había quemado. Hacemos remembranza de sus altares de Corpus Christi y sus pesebres, muy afamados por su diseño artesanal y profusión de flores. Toda su vida, las tías Arango-Correa vendieron cirios de cera para las “Cuarenta Horas” y otras fiestas. Fueron muchos los diezmos y estipendios de Misas que donaron para sostenimiento de la Parroquia. Fueron, igualmente, las encargadas de la logís21

De izquierda a derecha Tina, Yaya, Gustavo, Hila, Olivia, Olga y Ofelita


antepasados

Kiosco del Parque Municipal, Valparaíso

tica de los “Desayunos para los niños de Primera Comunión”, de las “pescas milagrosas” en San Isidro y Santa Ana, patrona del Pueblo, y de los regalos de Navidad para los pobres. También cosían vestidos y donaron implementos para “Las Misiones”. Ya dijimos donde está la “Otra Casa”, como todos la llamábamos. Es hora de describirla: De arquitectura tradicional “Paisa”, con techos a dos aguas, en teja española; paredes de tapia; ventanas exteriores con rejas de barrotes torneados. Se entra por el portón principal, de 22

dos alas, hasta el contra-portón. Este, por los años y el comején, desapareció en la primera remodelación. La primera pieza, a mano derecha, estaba decorada con “gemelas”, camas más modernas que los muebles de las otras piezas, en una de las cuales durmió luego Eduardo, cuando, ya casado, viajó semanalmente de Medellín, donde vivía, a Valparaíso. A esta primera pieza se entra por una puerta que hay entre el portón y el contra-portón. Casi siempre, se mantuvo cerrada, pero, ventilada con los postigos abiertos de la ventana. Como esta pieza es espaciosa, tenían allí una salita para las visitas ordinarias. Esta pieza exhibía en sus repisas, hermosas figuras de tagua, artesanías de Ráquira, (Boyacá) y del Ecuador, regalos de cuñadas y sobrinos viajeros. También, algunas muñecas de su infancia, con cabeza de porcelana y cuerpo de trapo, bien conservadas. Había un espejo de “media luna”, con su tocador, en cuyos cajones se guardaban pequeños y curiosos objetos perfumados, que hacían las delicias de los niños esculcones. Allí, en decoradas cajitas metálicas, la hermosa colección de “Cuentos de Callejas”, para niños. Esta pieza está comunicada, al interior, con el pabellón, que describiremos a continuación, no sin antes recordar que los cielos-rasos de la casa, fueron un aña-


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dido posterior, cuando apareció el “jarboar”. Labor de Don Eduardo, el hermano mayor, en la primera remodelación. Pasado el contra-portón, a mano derecha, estaba el “Pabellón de las Vírgenes”, como fue denominado posteriormente, por los sobrinos Vélez-Arango, hijos de Josefina, la única mujer que se casó. Consistía en dos piezas comunicadas, una, la del fondo, más amplia que la otra. Ambas, enmarcaban el jardín interior después de un amplio corredor, con pilastras de madera, que luego forraron en el mismo material de manera bonita y bien trabajada. La primera pieza, tenía dos catres: en ellos dormían Mía y Ofelita. Había un escaparate grande y alto; un llamativo cuadro con el retrato del “Tío Rozo”, un antiguo patriarca de la familia, de muy buen ver, por su barba venerable. Sobre una cómoda marfil y gris, hubo un fino reloj antiguo, de péndulo, de más de 150 años, que tenía un excelente registro musical. En la pieza del fondo, había tres camas: Dos de madera, para Yaya y Afa, y un catre para Hila. En un armario empotrado en la pared de tapia guardaban las Señoritas, sus ropas bien ordenadas, perfumadas con bolitas de naftalina, alcanfor u otras esencias florales. En esta pieza estaba el “Altar Familiar”, con los dos cuadros al óleo, del barroco colonial con la imagen de la

Virgen; y, el Cristo quiteño, en talla de madera, ya nombrados. También lucía un cuadrito de un grabado de “La Santa Faz”, devoción muy popular, de finales del siglo XIX. 23

Centro Cívico-Cultural “Juan Pablo Gómez Ochoa”, Valparaíso


Hacienda Palmar en Valparaíso

Volvamos al contra-portón y giremos por el corredor de la izquierda. Topamos con la sala, casi siempre en penumbras. La ventana cerrada para evitar el polvo, apenas se abría para recibir a las visitas ilustres: profesionales médicos y abogados, religiosas, sacerdotes y hasta obispos. Los últimos muebles fueron unas poltronas de los años 30, pero, los cuadros, las porcelanas y las lámparas “Tiffani” o Art Deco, eran de lo más llamativo. La sala comunicaba al interior con el “Pabellón de los hombres”. 24

Tenía cuatro hermosos y marfileños catres de hierro forjado, con aplicaciones de cobre dorado; un escaparate gris, con espejo, amplio y antiguo; un “San Vicente Ferrer”, de bulto; cuadros con temas pastoriles. Las colchas de los catres, de fabricación casera, en crochet, muy blancas y mejor tendidas. Allí dormían, Horacio, Rafaelito, el Negro y Eduardo. Este cuarto, de ambiente discreto y perfumado, olía a ausencia. El patio interior, empedrado y con eras de cemento, tenía mucha variedad


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de colores y formas por sus muchas plantas y flores bien cultivadas, sobre todo, por Yaya y Mía. En todo el centro, hubo una palma que gozaba de cierto exotismo y frondosidad. No faltó el cebadero de sinsontes, mirlas, mayos, azulejos, silgas, colibríes, torcazas, etc. Frente a la sala, está el comedor. Tiempo atrás tuvo enrejado y puertas artísticamente caladas. Las alacenas de los lados, guardaban postres, galletas, arequipes, panelitas, vinos de fruta caseros, pan de yuca, pandequesos,

y otras maravillas culinarias, que, de tanto en tanto, asaltaban los voraces sobrinos, infantes y adolescentes, para rabias, risas o celebraciones de las tías complacientes. Los muebles eran “señoriales”, estilo español-renacimiento (versión criolla) de buena madera, y torneados. El aparador, con aplicaciones y tallados de tallista, exhibía porcelana y cristal fino y platería. No faltó, allí, la nevera y el televisor. No imagina el lector, los rosarios vespertinos en el corredor, frente al 25

Casita de “Palmar”


antepasados

Casa del mayordomo Reforma de Papá.

comedor. Era cosa de unción, arrullo, seno paterno y materno, anhelo de trascendencia y contacto con lo Sagrado. Era, también, réquiem y responso, que, llevaba al Origen y conectaba con los parientes muertos. Todo un ritual. Frente al “pabellón de los hombres”, pasando el patio interior, estaba la “pieza del huésped”, con una cama para siestas y una mesa muy grande de madera, para aplanchar, primero, con pesadas planchas de carbón, luego, con eléctricas. Allí, también, estaba “la Singer” de Hila, en la que cosía la ropita de la Casa y las Misiones; el radio de tubos, lleno de ruido y el teléfono de manivela, que no pocos “malhayas” inspiraron a Afa y Ofelita, las telefonistas, cuando no había manera de comu26

nicarse con Medellín. Y, si se lograba, era imposible, por la mucha interferencia. Había que gritar, cosa molesta para personas de calidad y cortesía. Esta pieza era la de los sombreros y las ruanas; viejas ruanas de Francisco de Paula, del Negro o de Horacio, colgadas en percheros. El armario empotrado en la pared, contenía libros (La María, La Vorágine, Poesías completas de Gregorio Gutiérrez González y Epifanio Mejía, los libros en primera edición, de Doña Sofía Ospina de Navarro: “La Abuela Cuenta” y “La Buena Mesa”) revistas, como la primera “Semana” y “Visión”, algunos devocionarios y novenas y figurines de moda. Había grandes libros de contabilidad en desuso, con recortes de periódicos y de revistas, pegados, de


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interés social, artístico, histórico, culinario, moral, religioso, o, caricaturas de Rendón y Chapete. Es de destacar la colección del periódico “La Niñez”, de 1915, que hace 95 años, “El Colombiano”, publicitaba así: Hace 95 años –El colombiano, 6 de septiembre de 1915 “La Niñez” “Si quiere llevar a su hogar cada ocho días lecturas sanas, amenas e instructivas, pida una suscripción a “La Niñez”, semanario que se publica en Bogotá bajo la dirección de Martín Restrepo Mejía, en papel fino y con hermosas ilustraciones. Literatura selecta, poesías, ciencia, artes, historia, comedias y pasatiempos. Solo vale 2 pesos oro la suscripción anual de 40 números. Los niños prefieren este periódico a una caja de bombones”. Esta colección fue heredada por nuestro padre Gustavo, el hijo de Eduardo, quien la mandó a empastar, y que hoy conserva Ana María, su hija menor, en dos tomos. El armario, también guardaba la ropa de cama de la Casa y recortes de tela, para las “colchas de retazos” que enviaban a las misiones… Después, de la segunda pieza del pa-

bellón de las Vírgenes, y yendo hacia la cocina, estaba la “pieza de la servidumbre”, con tres o cuatro camas, un armario de madera, y un solo cuadro de arte popular, al óleo, miniatura de Mía, la más artista de la casa. Consistía en una joven abrazada a una cruz, mientras un mar embravecido parecía querer arrancarla y llevársela con la altura y embate de sus olas. Mía, que también era la del ordeño, en las mañanas, y algunas veces, en la tarde, fue la primera de los hijos en morir. Pacho, Toña y sus tres hermanas (Sinforosita, la Monita y Chepita) ya habían desaparecido. En esta pieza dormía, también, la lorita de Afa, en una percha. ¡Qué servidumbre aquella! Las cocineras y entroderas eran mujeres de 27

Arriba Trilladoras y Lavaderos del Palmar Abajo Granero. Primero fue de madera, con carros para secado


antepasados

Los hermanitos Arango-Orozco I Página opuesta

Primera comunión de Gilberto

quilates. Las Señoritas Arango eran maestras exigentes y no toleraban la mediocridad. También hubo “pajes”, que encerraban terneros y hacían mandados. El más recordado es Luis Eduardo, “El Mister”, por ser cuentero, hombre virtuoso y amable con los niños, a quienes picaba caña dulce y, en las noches, contaba sus cuentos a cambio de un tabaco… Y, aquí, el gran atractivo de los niños: La cocina aromada con leña de un amplio fogón, o con el aroma de café tostado en piedra molinera, o con el olor de la guayaba, de jaleas y bocadillos. La cocina tenía un reluciente banco de madera, donde más de un infante se 28

sentó a esperar buñuelos, galletas con “postrera”, empanadas domingueras, tortas de chócolo, cocadas, arequipes, afamadas sopas de arroz, sancochos, fríjoles, ajiacos, mazamorras o “claro”, chocolates espumosos con burbujas en “tecnicolor” de lo puro bien batidos y “parviados” con pan de queso o pan de yuca. Había vitrinas con postreras y manjares y una tinaja de agua fresca, que calmaba todo tipo de sed. Imposible olvidar los plátanos maduros, asados, con mantequilla y bocadillo. También, en épocas de yuca abundante, rallaban los excedentes para fabricar almidón que vendían en las tiendas. En los “poyos” o mesas auxiliares de baldosín, que estaban en el corredor del patio interior, los Arango-Correa recibieron cosechas, revueltos, verduras, carnes, gallinas, pollos, patos, conejos, curíes, dulces y quesos, de varias haciendas como Doña María, La Esmeralda, Conde o de Los Pomos. Estos mismos poyos, vacíos, servían de comedor a la peonada, que en tanto, se divertía con la lorita de Afa, que hacía sus gracias y conversaba en uno de los pilares de este corredor. El solar, que luego fue el patio interior, empedrado, tenía un frondoso árbol de mango, en todo el centro donde amarraban novillos y vacas, y terneros para el ordeño. También, al fondo, hay


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un establo en que se encerraban los terneros, y, que guardaba grandes arcones de madera, para granos (maíz y fríjol), plátanos verdes y maduros, y frutas: naranjas, mandarinas, mangos, piñas, guanábanas, anones y maméis. En un rincón, del mismo establo, se encontraban los baños de la servidumbre. Dando con un costado del establo, está el baño descapotado, otrora de la Familia. Consistía en una gran poceta, a la que se descendía por tres escalones. Qué dicha fue bañarse con tal amplitud y en tan buen clima, como el de Valparaíso. El baño permanecía soleado de diez de la mañana a las tres de la tarde. Frente al establo, al otro extremo del patio, lindando con la cocina, de la cual se podía salir por una puerta interior, se encontraba el rincón de la leña, en arrumes bien parejos. ¡Y, qué olor silvestre! Al frente de este rincón, estaba el corral de las gallinas, con un viejo limón en eterna cosecha, en el centro. Y, como el espacio era amplio, no faltó la huerta casera, con plantas medicinales, dividida con malla. De aquí, se puede salir por un zaguán que bordea la cocina. Del otro extremo del patio, saldremos por el zaguán de las bestias, pasando por el cuartito del “excusado” o letrina, que, en los primeros tiempos, apenas, consistía en un hueco, por donde corría agua, hasta el aparador de los 29


antepasados

Familia Arango-Orozco I Teresa y Eduardo

cajones del mercado que, los domingos, llenaban las tías, con toda clase de “revuelto”, frutas y dulces caseros, para su hermana y hermanos casados, de Medellín, que éstos reclamaban en “la flota”. En ellos, jamás faltaron las “boletitas” con recados y cariños, escritas por Ofelita, la relacionista de la casa. A las dos o tres de la tarde, pasaba “la línea”, por aquellos. Y, como estamos cerca al portón del zaguán, nos despedimos 30

con nostalgia y admiración, de y por los Arango-Correa (“La Otra Casa”), nosotros, sus descendientes, por la línea de Eduardo Arango Correa, y salimos a la calle, en la que los domingos, por la mañana, era un espectáculo digno de admirar los muchos bueyes (6 a 8) que llegaban arriados por Pacho o José, su hijo, de la hacienda Doña María, o por Ramón, de la Esmeralda, cargados con los cajones del mercado.


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Nuestros apellidos Arango Orozco I vienen por nuestros abuelos paternos, Eduardo y Teresa, que engendraron tres hijos: Francisco Eduardo (Yuyo); Gilberto (Tíodoctor) y Gustavo, nuestro padre. Eduardo Arango Correa: Fue, para sus hijos, todo un punto de referencia, por la autoridad que irradiaba. Dicen que el Pueblo Vasco (El Arango es un apellido Vasco) es, en general,

reservado de emociones, pero muy de fiar, por su inteligencia y bondad, amor al hogar y al trabajo. El abuelo Eduardo era serio con los hijos, pero querendón con los nietos. Cumplió siempre con la palabra empeñada. Nunca tuvimos que recordarle un antojo. Quiso mucho a sus hermanas y hermanos, especialmente a Francisco, Horacio y Rafael, de los que fue “mano derecha” en los negocios y 31

Izquierda

Francisco Eduardo (Yuyo) Centro

Gilberto (TioDoctor) Derecha

Gustavo (Tavo)



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construcciones. Sabía de café como sus hermanos, quienes, asociados con otros de la sociedad de Medellín, tuvieron en Guayaquil, Agencia “Silocer”. Pero, antes, el abuelo tuvo finca que vendió para comprar camiones afiliados a la empresa Aliadas, la cual viajaba de Medellín a Cali, por los años 30 y 40. Contaba el Abuelo, que, le tocó el acarreo del menaje, que iría por tierra hasta Cali; por tren hasta Buenaventura, y por mar hasta Buenos Aires, Argentina, del grande del Tango, Carlos Gardel, muerto en Medellín, en fatídico accidente. Alguno de sus camiones laboró, en los primeros años de la aventura avícola de sus hijos Francisco y Gustavo, en Barranquilla, al inicio de los 60, como se verá. Don Eduardo fue enamoradizo, por lo cual, no poca fortuna se fue tras las del bello sexo. En los últimos tiempos lo vimos callado. Gustaba de viajar en silencio, hasta que llegáramos a destino. No era así, cuando niños, pues no paraba de contestar nuestras preguntas, y decirnos los nombres de los pueblos por donde pasábamos, en nuestros viajes a Valparaíso. En Medellín, siempre lo vimos de cachaco y sombrero de fieltro, que dejaba al llegar a casa, donde se tomaba “sus menticas”, antes del almuerzo. Jamás lo vimos borracho, a nosotros, nos daba la pruebita, o nos traía paquetes de confi-

tes de menta. Tomaba tinto todo el día, y varias horas en la noche, para lo que disponía de un “mechero” y otros utensilios de rigor, que le proporcionaba la Abuela Teresa y colocaba en su nochero. A su manera, los Abuelos siempre se quisieron. En Valparaíso, usaba pantalones de dril blanco, gris o caqui, bien planchados, y camisa sport, de manga larga. No le faltó “la franela” Al final de su vida, le pareció que todas las comidas no tenían suficiente sal, por lo que se enojaba, que daba miedo. Sufría arterioesclerosis. Por fortuna, la Abuela fue una santa. Además de santa, la Abuela Teresa Orozco era buena conversadora, generosa y gentil. Sencilla en el vestir. De inigualable despiste y buen humor, sin extravagancias. Le gustaba la costura y el cigarrillo, hasta el punto de no tener inconveniente de hacer sus “MediasHoras” ante el Santísimo de la iglesia, fumando y haciendo “crochet”, labor que entregaba a las Misiones. Era suscriptora de la revista de los Misioneros de Yarumal “Semisiones”, que llegaba cada trimestre. Tenía las virtudes de las mujeres de su tiempo: limpia, fina y hacendosa; de genio amoroso sin zalamerías, ni contemplaciones o complacencias con la mediocridad. Amaba sus maticas, sus flores y sus pájaros. Las flores adorna33

Página Opuesta

Hermanos Arango-Orozco I


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Francisco Eduardo Página Opuesta

Gilberto

ban su sala con florero de claveles rojos, para “su Mono”, el Corazón de Jesús, de bulto, en peaña de madera, que la acompañó hasta el fin de sus días. El abuelo Eduardo lo compró para regalo de su esposa. Lo heredó, y dos veces lo restauró nuestro padre Gustavo. Hoy, por hoy, lo tenemos en la sala de nuestra Casa, 34

como una reliquia muy venerada. La Abuela Teresa, religiosa como la más, fue quien infundió y acolitó la vocación de Álvaro, al sacerdocio, que no pudo ser, por lo que murió, un tanto desilusionada. Las tardes de costurero en casa de Sofía Restrepo, su cuñada y gran amiga, esposa del Negro Francisco Arango


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Correa, pasaban entre la oración, el trabajo y un delicioso “algo” con chocolate, clavo y canela y bien “parviado”, o con fruta bien servida. Cuando el sufrimiento y la tristeza la elegían (o Don Eduardo se daba sus escapaditas) supo recibirlos con discreción y silencio, como si conociera los versos de “Resignación”, poema del escritor español José María Pemán, o supiera que Dios y la Naturaleza no se dejan vencer en generosidad, pues el que sacrifica es compensado. Bendito seas Señor por tu infinita bondad porque pones con amor sobre espinas de dolor, rosas de conformidad… Yo no me quejo, Señor yo sé que es goce el dolor Si se sufre por amar; y el padecer es gozar si se padece de amor… Saber sufrir y tener el alma recia y curtida es lo que importa saber; la Ciencia del padecer es la Ciencia de la Vida. En la familia de Teresa Orozco Orozco, el patriarca fue Luis Felipe Orozco Gómez, de los Orozco de los hermanos fundadores del Municipio de Támesis – Antioquia. 35


antepasados

Luis Felipe fue coronel de los ejércitos de Uribe Uribe, en la “guerra de los mil Días”. Estando en la milicia, a la que fue menos convencido que por demostrar coraje, ante desafío de paisanos, murió de fiebre amarilla. Su esposa se llamaba Dolores Orozco, vecina de Támesis. De Dolores, poco sabemos. Teresa pensaba que no valía la pena cargar a los demás, con los propios recuerdos. Al final de su vida, rompió las fotos de todos los suyos. Tal vez, hasta tuviera razón, porque, buena como era, sabía de intimidades y pudores, virtudes tan escasas en estas posmodernidades donde lo privado es público… Entonces, digamos que Dolores nos interpela desde el silencio… Cuando Teresa y Eduardo se casaron, aunque Teresa fuera de Familia de Fundadores e hija de coronel, por “oscurita” fue mirada con recelo por su suegra Toña Correa y sus hermanas (Sinforosa, la Monita y Chepita) que también vivían en Casa de Francisco de Paula Arango, el esposo y cuñado; y suegro de Teresa. Las Correas se creían “blancas”… Luis Felipe y Doloritas tuvieron tres hijos: José Jesús “Chiquín”, Sofiíta (en religión Sor María Teresa de la Orden de las Dominicas Terciarias de Santa Catalina de Siena) y Teresa. Sofiíta fue misionera y maestra de 36


familia arango-orozco, monografĂ­a

PĂĄgina opuesta

Gustavo Hermanos Arango- Orozco I

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antepasados

Primera de la izquierda Sor María Teresa (Sofiíta) Primera de la derecha Mamá Teresa

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familia arango-orozco, monografía

De derecha a izquierda Ubaldina, Mamá Negra y Olivia, con Margarita, Luz Helena, Álvaro Eduardo, y Carmen Teresa, en Valparaíso

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antepasados

Mamá Teresa y el Tíodoctor en la casa de Boyacá, Medellín

escuela, y qué maestra, entre aborígenes del Ecuador. Murió en Usaquén. Como si esto de ser misionero se heredara, podemos contar aquí, que, Francisco (Yuyo, el de Teresa) tuvo hija, primero, “Misionera de Calcuta”, hoy, Carmelita, en Italia; tal vez, Clarisa, y un nieto que trabaja en África con “Médicos sin Fronteras”. Y, hoy por hoy, nietos de Gustavo y Olivia son miembros activos de fundaciones filantró40

picas, como “Soñar Despiertos”, para niños con cáncer. Carmen Teresa, la de Gustavo, fue “Dama Gris” por muchos años. Los hijos de Eduardo y Teresa, como ya dijimos, fueron Francisco Eduardo, Gilberto y Gustavo. Por estar tan ligados al transcurrir de nuestra familia, hablaremos de los dos primeros, brevemente.


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Francisco Eduardo, el mayor, fue alto y atlético. Extrovertido, tenía alma de aventurero. Amaba los viajes y las buenas lecturas. Era conocedor de la Historia de Antioquia y Colombia, de la que recorrió gran parte de su Geografía. Amplio como no ha habido. Supo dar en vida, cuando sereno, y arrasar, cuando fue río bravo. Actualmente, sus hijos, en especial Marta y Silvia II, viven en contacto con nosotros.

A Gilberto, el médico, ya lo conocerán en nuestros aconteceres familiares a los que estuvo tan ligado. Por parte de nuestra Mamá María Olivia Orozco Osorio, las relaciones con su familia han sido constantes, menos íntimas pero cordiales y afectuosas… Cuando atardece ya, para nosotros, rememoramos las atenciones de la Abuela Josefa y los jóvenes tíos, en nuestra niñez: cuidados, enseñanzas, 41

Mamá Teresa y Yuyo


antepasados

diversiones, que nos proporcionan alegría y nos complace. Hoy por hoy, nos alegra tenerlos cercanos. Joel Orozco Ríos vecino de Valparaíso, carnicero de oficio, y heredero de “Miraflores”, finca paterna (su padre llamaba Justiniano Orozco y su mamá, Dolores Ríos) casó con Josefa Antonia Osorio Velásquez (La Negra Osorio), hija de Moisés Osorio Granada y Ubaldina Velásquez Obando, habitantes de Valparaíso. Estos, en su tiempo, casaron a los 15 y 13 años, respectivamente. Don Moisesito, en una ocasión fue alcalde y juez y médico homeópata de Valparaíso, con botica y libros de medicina general y “alternativa”, que hoy llaman. Hijos suyos fueron: Antonio, Ramón, Moisés, Francisco, Alfonso, Josefa Antonia, Uba, Inesita, Cruzana y Tere (éstas dos últimas, viven aún) y una religiosa Vicentina o Hermana de la Caridad, de nombre civil María Soledad y religioso “Sor Julia” Fue Familia de empleados oficiales, profesionales, maestros de escuela y artesanos… Propietarios de una finca en “El Líbano”, carretera arriba, subiendo a Caramanta. De ideales conservadores moderados. Joel Orozco Ríos fue un hombre caritativo y querendón, según quienes 42


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Página Opuesta

Moisés Osorio Granada y Ubaldina Velásquez Obando Izquierda

lo conocieron. Responsable hasta los cuarenta años, edad en que murió, lamentado por esposa, hijos, parientes y amigos. Al morir, dejó a María Olivia su hija mayor, de 15 años, a María Soledad (Maruja), a Nohemí (q.e.p.d), a Joel, Mario, Jorge y Teresita. Mamá Negra: no se quedó atrás en queridura. Amó a sus hijos, a quienes, viuda, sacó exitosamente adelante. Buena pariente, también, fue grata a sus amistades. Su cocina fue de fama por lo tradicional y la buena sazón. De fácil trato, aunque altiva. Piel blanca bien cuidada, hermosos ojos verdes, cabello ensortijado y porte de matrona. Mujer

valiente y de carácter. Maruja no tuvo hijos, pero sí Nohemí y Teresita. Destacamos la proximidad de nuestros primos MontoyaOrozco, especialmente Álvaro, Melba María, Liliana, Gloria, que nobles y atentos fueron con Papá y lo han sido con Mamá. Igual decir de nuestros Mario y Ángela, y de nuestras primas Ana María, Claudia, Chacha, Carolina, las hijas de Teresita… Y bien, queridos lectores, estamos listos para abrirles las puertas de nuestros trasegares entre “gente buena que camina y va cubriendo la tierra”, según poético decir de Don Antonio Machado. 43

Joel Orozco Ríos Derecha

Josefa Antonia Osorio Velásquez


antepasados

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Página Opuesta

Mamá Negra Arriba

Mamá negra con sus hijos, Jorge, Olivia, Teresita, Joel, Mario y Maruja Abajo

Mario, Olivia, Nohemi y Maruja

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Arriba y abajo

Noviazgo de Olivia y Gustavo Centro

Gustavo y Olivia, con las primas Arango Restrepo

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3. Aconteceres Familiares 1ª Jornada, de 1947 a 1958

M

edellín comenzaba la era de la industrialización masiva y de su repoblamiento urbano causado por el desplazamiento de su eterna violencia (la del 48, con la muerte de Gaitán) Los abuelos Eduardo y Teresa salieron, también, desplazados de Valparaíso, por los conservadores radicales, una noche, en un camión de transporte animal, ocultos entre el heno. Iban a linchar a Don Eduardo, y, un conservador moderado, primo suyo, le advirtió. Fue secreto familiar bien guardado, hasta hace pocos años. Hubo otras amenazas a hermanos, como a Alfonsito, quien fue obligado a cerrar su almacén de la Plaza. En fin, Don Eduardo se vino para Medellín, y alquiló casa, primero, por la calle “Boyacá”, luego, por el Barrio de San Benito. En ese entonces, Gustavo ya era novio de la mayor de la Negra Osorio; de Olivia. Gustavo estudiaba en el instituto tecnológico “Pascual Bravo” y Olivia no sólo lo veía en sus vacaciones de estudiante, sino que, ella venía con cierta frecuencia al barrio “La Floresta”, uno de los primeros barrios para obreros y empleados oficiales, en el Occidente de la “Capital de la Montaña”, donde vivía Toño Osorio, su tío ingeniero, casado con la recordada Luz 47


aconteceres familiares

Olivia, de novia Página opuesta

Gustavo, de Novio

Herrera, quien fue “reina de la simpatía”, en Frontino. Cuando Gustavo y Olivia se casaron, el 13 de Julio de 1947, en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores de la América, con plata prestada a un amigo, y en la misa de cinco de la mañana después de un noviazgo de cuatro años bien celados, a los 22 y 19 años, respectivamente, Gustavo comenzó a trabajar en la Compañía Colombiana de 48

Tabaco, Cía. Ltda.; en tanto, vivía en la casa de sus padres, con Olivia. Pronto se anunció el primer embarazo y parto de Olivia. Coincidió el embarazo con la pasada a vivir al Barrio de “Laureles” (por los “ficus” de las avenidas), al Occidente de Medellín, cuyos lotes vendía la Cooperativa de Habitaciones para empleados de la clase alta y media-alta (estratos 6 y 5), como se decía anteriormente. Este nuevo barrio


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aconteceres familiares

Olivia, con Carmen Teresa, en casa de los abuelos ArangoOrozco I. Primera casa de Laureles Circular 73B con carrera 76, Medellín, 1948

fue proyectado por el urbanista y pintor, Don Pedro Nel Gómez. Carmen Teresa nació el 8 de junio de 1948… Pues la primera casa del abuelo “Papá Alo”, en Laureles, fue en la esquina de la circular 73 B con la avenida 76. Como habitantes fundadores del barrio, la abuela “Mamá Teresa” fue primera sacristana, cuando la iglesia era una ramada, y el párroco, Víctor Widemann. Para construir la actual, en estilo del siglo XX, fue abanderada, con otras señoras, como Gracielita Saldarriaga, de las deliciosas empanadas domingueras, cuyos 50

insumos gastronómicos los conseguía de casa en casa, con gran esfuerzo por el peso de las canastas, que algunas veces, ayudamos a llevar. Las empanadas se hacían en otra ramada: en el lote de la que es hoy, “Casa Cural”. El Padre Víctor vivía en el barrio, en casa de su mamá, Doña Rosarito. Un hijo del Negro Arango Correa, Mario Arango Restrepo, casó con una hermana del P. Víctor. La primera casa era grande. Tenía seis piezas, patios y garaje, y un amplio balcón para pasearse y mirar. Poco se vivió allí. Don Eduardo vendió aquella casa por quiebra económica. Pero el saldo no era cero, por lo que compró lote, más abajo, en la misma manzana, por la misma circular 73B. Por ella vivieron, también, sus otros dos hermanos Francisco y Horacio, que habían conformado las familias Arango-Restrepo y Arango-Arango respectivamente. Alfonso y Rafael vivieron en Valparaíso, todas sus vidas. Francisco se casó con Sofía Restrepo, de Támesis; Horacio, con una prima suya: Alicia Arango Garrido, hija de Don Jesús Arango y Blanca Garrido. Alfonso se casó con Olga Velásquez y Rafael, no se casó, pero tuvo pareja estable, y un hijo “Rafaelito”. Agradecemos, aquí, a estas familias, los muchos miramientos que nos tuvieron en la niñez. Como el abuelo Eduardo tenía ta-


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lento de arquitecto e ingeniero y era excelente maestro de obra (sabía dirigir), con sus hermanos, se dio a construir las tres casas, que terminó, casi, de manera simultánea. Claro que los planos fueron de arquitecto profesional. Papá Alo dirigió también, la casa nuestra y la de Chila (Cecilia Arango Restrepo). Ninguna de sus casas en el barrio, existen ya. Fueron demolidas en “el ensanche” que, dejó a Laureles convertido en una ladrillera. Lo que más se ve hoy, son edificios de ladrillo ranurado. Pero como Don Eduardo construyó otras dos casas más, en haciendas de su hermano Horacio, aún existen la excelente de “La Esmeralda”, y la de “Jamaica”; ésta construida al final de sus días. La segunda casa de los abuelos

Arriba

La abuela Teresa, Olivia y Carmen Teresa, con las domésticas Centro

Álvaro y Carmen, en la segunda casa de los abuelos, Laureles, Medellín, 1949 Abajo

La abuela Teresa y Carmen Teresa

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aconteceres familiares

Izquierda

Álvaro y Carmen: “no me jale el pelo” Derecha

Carmen y Álvaro

Arango-Orozco fue de cinco piezas con la del servicio, dos patios, cocina, comedor, servicios y garaje. El tío doctor, estaba por sus años de internado y psiquiatría, y comenzó a ver por la economía doméstica, junto al Abuelo. En esta casa, nació el segundo: Álvaro Eduardo (5 de junio de 1949). Con los abuelos y el tío, vivimos unos tres años y medio. ¿Y, el tío Yuyo? Trabajaba en Honda. Luego se casó con Alicia Muñoz, y pronto fueron a vivir a Barranquilla. 52

Hacia 1952, más o menos, Gustavo, con el apoyo de su tío “El Negro Arango Correa”, quien le hizo un préstamo significativo, de lo cual se mostró agradecido, y con la ayuda de la Colombiana de Tabaco, que le liquidó sus cesantías y muchas horas extras, pudo construir su casa, nuestras casa, cuadra y media más arriba, por la misma 73B. Recuerda Carmen Teresa las muchas noches que subimos al lote para, sobre arrumes de ladrillos, rezar el Rosario, y cómo nos dejaban recoger cocu-


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Carmen y Álvaro, con papá y mamá

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aconteceres familiares

Mamá y Álvaro, en la finca de recreo “Fátima”, propiedad de Doña Silvia Muñoz, mamá de Alicia, esposa de Yuyo, La Estrella Antioquia, 1949 Página Opuesta Arriba

Mamá, con Carmen y Álvaro por la avenida 76, Laureles, Medellín Carmen y Álvaro, de regreso del Kínder de Laureles

yos en frasquitos de vidrio trasparente, para verlos alumbrar, más tarde, sobre nuestros nocheros. Y, para hacer más llevadera la carga económica y mostrarse agradecido, a Papá le pareció, que la casa debía tener un apartamento, en el segundo piso, para sus padres y su hermano. Así se hizo. Allí, el Médico se graduó de obstetra y comenzó a trabajar en la clínica León XIII, en ese entonces, del Seguro Social. Luego trabajó en la clínica Santa Gertrudis, de Envigado. También fue gerente “ad honorem”, de la Asociación Médica de Antioquia y de la 54

Cooperativa Médica. Gilberto Arango Orozco fue el primer profesional de la familia, desde los Arango-Correa. La primera profesional fue la odontóloga Eugenia Arango Restrepo. Luego hubo abogados en casa de Horacio, Josefina y Francisco. En casa de Alfonso hubo arquitectos, artistas y filósofo. En su primera época, Laureles era un barrio con estilo, arborizado y con anchas circulares, avenidas y calles, que aún conserva. (Somos buenos para conservar el pavimento. Cuestión de costos, cuando el comerciante es rey.) El barrio tenía hermosas mansiones de arquitectura contemporánea del siglo XX, motivo de orgullo y atención, no solo de sus honrados y distinguidos moradores, sino también de los vecinos que disfrutábamos pasear por sus calles, para observarlas discretamente. Nuestra casa era un tanto más recogida. Tenía tres piezas y la del servicio, pero un amplio patio interior, comedor, sala y baños. El patio de ropas daba a la pieza del servicio, donde vivieron Luz Ángela, Ana, Lola, Gabriela, etc. Más que sirvientas, nanas y cómplices de juegos infantiles. Allí, también, tenía nuestro padre Gustavo, un banco y herramientas para labores de carpintero, los fines de semana cuando hacía camas y muebles, muy profesionales, para sus primeros hijos. Álvaro fue su aprendiz,


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aunque era un niño. En el comedor, que tenía una serie de ventanas que giraban y era amplio y fresco porque daba al patio interior, cosía la Mamá, en su máquina “Singer”. Todavía la conservamos. Primero fue de pedal, luego se le adaptó pedal eléctrico. En esta casa nacieron: Luz Helena, el 6 de septiembre de 1951; Margarita María, el 23 de diciembre de 1953; María Eugenia, el 3 de abril de 1956; Olivia María, el 8 de junio de 1957, pero éste fue el primer parto atendido en clínica. La niñez fue época feliz para las her-

manas mayores y para el hermano. No se podría decir lo mismo para la mamá que debía atender a su Kínder y a su esposo. Ahora, apenas, dimensionamos su amor y su entrega, y le estamos reconocidos. Carmen y Álvaro estudiaban en el Kínder de Laureles, de la Parroquia de Santa Teresita. Las pequeñas, se dedicaban a aprender conductas y a desarrollar habilidades, en el jardín infantil de la Mamá, cómplice de juegos y educadora. Alegre y extrovertida, como es, (le place aún cantar y hasta tiene buena voz y afinación) patrocina, todavía, paseos, 55


nombre del capítulo

Gustavo y Olivia, con Luz Helena y Margarita, de brazos, Medellín, 1953 Página Opuesta De derecha a izquierda

Álvaro, Gabriela Quintero (la empleada), Carmen Teresa y Mamá, cargando a Margarita, Medellín, 1953

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encuentros, fiestas y celebraciones. Es de fama su “arroz con leche”, motivo de muchos encuentros. Sin embargo las “pelas y pellizcos”, en horas de correcciones, algunas arbitrarias, eran de temer. El Papá peló menos, pero era de furibundos correazos, que algunas veces no se correspondían con la causa, y menos con la nobleza y generosidad que le caracterizaban, por ejemplo, cuando debía de sacar la plata del bolsillo, para el antojo, el paseo, o la fiesta. No faltó la ida al “Bosque de la In-

dependencia” (hoy, Jardín Botánico) a ver a “La Muñeca”, una dama excéntrica que se paseaba y bailaba por ahí, haciendo las risas de los circunstantes, y a montar en canoas por el lago o en trencito. También tuvimos matinales cinematográficos en el Lido, el Opera y el teatro América. Cuando estaban de gira, íbamos al Circo Ruso o a los espectáculos de Patinaje en el hielo “Holydays on Ice” En el carro del tío Médico, de Don Horacio o Don Francisco, el Negro, 57

Carmen y Caridad (sobrina de mamá Teresa), quien carga a Margarita


nombre del capítulo

De izquierda a derecha

Luz Helena, Carmen cargando a Margarita, y Álvaro Página opuesta Izquierda

Carmen Teresa y Álvaro, Con una vecinita, en el patio de nuestra primera casa, Medellín, 1952 Derecha

Carmen y Álvaro Centro

Luz Helena Abajo

Margarita, en la ventana de nuestra primera casa, en Laureles

dábamos la vuelta a Oriente o íbamos a Caldas a comprar obleas o subíamos hasta “Sierra Morena”, estadero que tenía juegos infantiles, o hasta el Sena, para degustar derivados de la leche. En la cuadra, fuimos los primeros en tener televisión. De esa época, Álvaro recuerda los documentales de presentaciones de Jazz, antes de abrir la emisión, y Carmen Teresa, las películas de “Lassie” y el “Club del tío Alejandro”. Más tarde veríamos a “Rin Tin Tin” y a “Bonanza”. Y, ¿quién se quedó sin oír en la Radio “la vuelta a Colombia”, “Montecristo”, “Kabir, el Árabe” o “la Serenata del Mediodía”, que le encantaba a Mamá y es58

cuchábamos a la hora de la siesta? Música y en qué oírla, no ha faltado: desde la típica Colombiana, pasando por el pop, la zarzuela (que mucho le gustaba a Papá) hasta la Música clásica, predilección de Álvaro. Papá, también gustaba de oír las noticias, los discursos presidenciales y el conteo y registro de votos, en elecciones. Familias vecinas y amigos de esta primera jornada fueron: Don Fernando y Doña Inés Agudelo, los Velásquez de Don Crispiniano y Doña Enriqueta Gómez; las Gómez (Mila, Pula y Malisa) hermanas de Doña Enriqueta y primas de Mamá Teresa, como los Velás-


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quez lo son de Mamá; Don Fernando Vélez y Doña Nelly Gil; las Señoritas Posadas (Uva, Gabriela y Tota); Don Germán Lince y Alicia Hoyos e hijos, Luis Germán y Jorge Mario; Don Pedro María Mejía y su señora Laura; la familia de “gallinazo”, amigo destacado de Papá en la Colombiana de Tabaco y su señora Sofía Restrepo, gran educadora. Tenían una familia muy bonita y gentil. Los Tamayo de Don Antonio y Doña Oliva; los Saldarriaga de Gracielita (Pastor, Marta, etc. Gracielita fue la segunda sacristana de la Parroquia y amiga distinguida de Mamá Teresa); los Arreola, cuyo papá era directivo

del “Club Independiente Medellín”; el Doctor Correa, Doña Feliza y María Victoria; Don Julio Correa, Señora y familia (de trasportes Tratam, de Amagá). Las tamesinas Restrepo e Hincapié Restrepo, parientas de Sofía Restrepo, la del Negro. Las Hincapié vivían con Soledad Orozco, prima muy querida de Mamá Teresa. Muchas familias quedan sin enumerar, pero, por limitación de espacio, no por desmemoria o ingratitud. Como el Kínder de Laureles sólo alcanzaba a primero de primaria, Carmen Teresa pasó al Inmaculada Auxiliadora y luego al San Juan Bosco, interna, por 59


aconteceres familiares

Mamá recién casada Página Opuesta

Carmen “Juniniando” con Papá y Mamá.

“brincona”, colegios de las Hermanas Salesianas. Álvaro ingresó a la primaria de la U.P.B. El mercado grande de la casa se compraba en la Plaza de Cisneros, todavía en antiguo local que existió frente a la estación de Ferrocarril de Antioquia. Luego, se compró el mercado en “La Proveeduría” (en el segundo parque, donde hoy se encuentra la sede de “La Tomás Luis de Victoria”, centro coral y musical). Las telas se compraban en “El Tía”, “El Ley” o en “Parisina”, en el Centro o en “Medellín”, como se decía. Los tenis donde Don Salomón Zardivia, un judío que tenía almacén en el Barrio. La leche y la Coca-Cola se vendían en coches tirados por caballos, que se anunciaban con campana. Los zapatos se remontaban donde “Alicia y David”, cerca a la fábrica de Telsa, de los Ravinovich. La parva llegaba a la puerta de la casa en canastos con mantel de cuadros, de la Panadería Laureles, que aún existe en el primer parque. Acontecimientos muy sonados en la Familia y en el Barrio, fueron: La muerte y entierro, muy sentidos, de Don Francisco Arango Correa, primero de los hermanos, en desaparecer de la estirpe primordial. La muerte y entierro de la prima Silvia I, hija del tío “Yuyo”, en su primer año de vida. La enfermedad y muerte de Don Luis Vélez, padre 60

de Gonzalo, esposo de Josefina, abuelo de los Vélez-Arango. La enfermedad y muerte de Don Vicente Vargas, patriarca del clan de “los Vargas de Doña Romelia”, vecinos, ya, en Medellín. La de Don Jesús Arango, patriarca de los Arango Garrido (padre de Humberto Arango, papá, de los Arango Ossa, de Doña Julia). Pero, no sólo hubo sucesos de muerte; también, los hubo de vida: Los matrimonios de Chila y Amparo Arango Restrepo, de interés social, familiar e infantil. El matrimonio de Bernardo Duque, con Tere Osorio, tía de Mamá. También, Carmen y Álvaro hicieron su Primera Comunión, el 8 de Diciembre de 1955. Para el Barrio fue de trascendencia el triunfo de Doris Gil Santamaría, como “Señorita Colombia”, y el “escándalo Nadaísta” en “EL Jardín del Arte”, de la mexicana, artista y mecenas de la Cultura, Doña Antonieta, cuya casa estaba justo al frente de la Iglesia de Santa Teresita, que, por ese entonces se encontraba de “Gran Misión” y atendía a la Virgen de Fátima, de visita desde Portugal. “Es María la Blanca Paloma que vino volando”… En “costeleison”, (Constellation de Avianca) y que recibió en el aeropuerto, Rojas Pinilla, el dictador…



aconteceres familiares

Recordamos las idas semestrales al odontólogo. Aquí la gratitud se la lleva Eugenia Arango Restrepo, que, generosa y paciente, nos trabajó muchos años. Cuando nos comportábamos, Papá y Mamá nos regalaban cuentos o juguetes. ¡Los paseos a Valparaíso, inolvidables! Paseos a “La Esmeralda”, con agotadoras montadas a caballo, en arreos de ganado para su baño en el tanque de 62

garrapaticida. Asistencia al “Kínder de Taísa”. Subida a la Piedra de la Virgen del Perpetuo Socorro, para rezar el rosario. También íbamos a la finca de “Las Toro Ríos”, unas señoritas de muchos modales y calidad: Jovita, Gabriela y Alicia, parientas de Mamá. O, bajábamos al “Motor” de los Escobar, a comer panela del trapiche o “blanquiao”. En Navidad, gozábamos cuando nos dis-


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Montando los bueyes de doña Margarita Vélez, Valparaíso Página opuesta Izquierda

Teresita con Luz Helena y Carmen Derecha

Carmen Álvaro Eduardo

frazaban de pastores y había pólvora, vaca loca, banda de música, pesebres a visitar en la iglesia y las casas del pueblo. Los de más ingenio eran los de Doña Marta y Lucero (esposa e hija, respectivamente) de “Don Quicho”, el concejal que fue asesinado en la violencia. Ni en Valparaíso faltaron “los traídos”. Entones, regresábamos cargados de cajas con juguetes regalados o comprados

con monedas recogidas entre tíos y tíos abuelos… De vuelta, en Laureles, fueron sobresalientes las caminadas a los “tejares de Belén” por mangas de futuros barrios, llenas de guayabos y de ganado lechero, y, por tanto de boñiga que recogíamos para las matas, cuando no nos ensartábamos en guerras con boñiga…

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aconteceres familiares

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familia arango-orozco, monografía

Las relaciones de Papá y Mamá fueron, en general, armoniosas, con uno que otro altibajo causado por las quedadas de papá hasta el amanecer trabajando horas extras, en la Colombiana de Tabaco. Era lo que decía. Algunas veces lo vimos con unas copas de más por haber pagado la deuda de la casa, o por otros motivos. El licor no fue su fuerte, no tanto por virtud, como por temor al guayabo. Tenían, también, sus crisis de celos, pero más fue la persistencia y la confianza. Muy sentidos los dos se dejaban de hablar, luego de discutir. ¿Dignidad u orgullo herido? Váyase a saber… Pero, siempre, al final, la reconciliación. Fueron creciendo los hijos y odiándose-amándose los padres, hasta que sonó la hora del cambio. “Muchas cosas pierde el Hombre que, a veces, la vuelve hallar. Pero les debo enseñar, y es bueno que lo recuerden, si la vergüenza se pierde, jamás se vuelve a encontrar…” José Hernández. “Martín Fierro” El tío Francisco, de Barranquilla proponía vender la casa de la 73B, e írnos a “La Arenosa”, a comprar 21 hectáreas de tierra, entre Baranoa y Polo

Nuevo, para ser pioneros de la industria avícola, en Colombia. Promovían la inversión (con publicidad e información técnica en filmaciones de 8 mm, que presentaban en los hogares, como cine entretenido para la chiquillada) las empresas Finca y Purina, que, por supuesto, elaboran el “cuido” para los animales. Vendimos la Casa. Los Abuelos alquilaron el primer piso de la casa-doble de Chila Arango Restrepo, la casada con Alfredo Guzmán, que tenía casa al lado de la de sus padres, el Negro y Sofía. Mientras nos íbamos, alquilamos en la esquina de la calle 35 con la Avenida Jardín, en un segundo piso. Muy vecina nuestra fue la Negra Osorio, cuando se vino a Medellín con los hermanos de Mamá. Estando en esta casa fue derrocado el dictador Gustavo Rojas Pinilla (en 1957) En el carro del “tío Doctor”, manejado por Papá, salimos a tocar pito y a festejar, después de haberse conjurado una posible guerra civil. A Barranquilla, llegaron primero, Papá y Mamá, con Luz Helena, Margarita María, María Eugenia y Olivia María. Carmen y Álvaro, permanecieron con los Abuelos y el tío Gilberto, en Medellín… Entonces, veamos cómo transcurrió la siguiente jornada. 65

Página Opuesta

Carmen Teresa y Álvaro Eduardo, frente a la casa de Chila Arango Restrepo, la hija del negro Arango Correa y Sofía Restrepo


aconteceres familiares

El tĂ­o Gilberto, con Carmen y Ă lvaro, antes de viajar a Barranquilla. MedellĂ­n, 1958

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2ª Jornada, de 1958 a 1960 No fue una época muy feliz para nuestra Familia, aún cuando, el primer año fue el de la ilusión y las novedades. Carmen y Álvaro llegaron a Barranquilla, seis meses después, cuando terminaron de estudiar. Para todos, el viaje a Barranquilla fue el primero en avión; (en Avianca o en “Ras”, Rutas Aéreas Sam, de la sociedad Aeronáutica de Medellín, luego “Sam”, a secas). Todo un acontecimiento de nervios y asombros. La Mamá estaba desolada con la venta de la casa de Medellín. El proyecto le pareció una locura. Sin embargo, y muy a su pesar, se sometió a la voluntad de su marido, educado por el cine Hollywoodense y Mexicano, de los años 30 y 40. También, por el cine Argentino, Gardel a bordo. De donde se deduce que, “donde manda capitán, no manda marinero”… Se fue el caimán para Barranquilla. Punto. Llegaron los que salieron, a una ciudad en la que no tenían (ni echarían) raíces. Íbamos de alquiler. Los primeros lo hicieron en la parte alta, no muy urbanizada, todavía, del barrio “El Porvenir”. Como la casa estaba ubicada entre dos solares, por temores de Mamá, poco duraron allí y pasaron a la Cr 43, una o dos cuadras

más abajo del Seminario Mayor, de Barranquilla, regentado por los Padres Salesianos, en aquel entonces. El barrio, de clase media, tenía casas aireadas con zaguanes a ambos lados, amplio solar trasero y paredillas discretas que las separaban de las vecinas. Cuando ya todos nos encontramos en la casa de la 43, tuvimos la fortuna de que ésta lindara en la parte trasera con el patio de la casa de los tíos, Francisco y Alicia Muñoz. Por las paredillas brincábamos en busca de los primos (Eduardo, Silvia (II), Marta y el Negro II) para jugar en el patio de su casa o ellos brincaban para jugar en la nuestra. Ambos solares tenían altas palmeras de coco, bajo las que nos entreteníamos. Al Seminario íbamos por la Misa, o el Catecismo dominical, en las tardes. Allí se afianzó nuestra devoción a María Auxiliadora, que tanto nos ha sido en nuestras crisis personales y familiares. Son de notar los paseos que hicimos a la “Granja Avícola San Francisco, Ltda.”, que parecía una fábrica en sus instalaciones gallineriles. Había una oficina central en un segundo piso. El primero era depósito de insumos y herramientas agrícolas y avícolas. De este edificio central, partían, a lado y lado, el montaje de los gallineros. A un costado, estaba el depósito del nutrimento de animales, y una gran incubadora 67


aconteceres familiares

De izquierda a derecha

Con los primos ArangoMuñoz, Luz Helena, Eduardo, Silvia II, Margarita y Gilberto Germán “el negro” Q.e.p.d. Casa de la carrera 43, Barranquilla

eléctrica, muy sofisticada para la época. A la finca se iba por la carretera de “La Cordialidad”. Salíamos por el barrio “Las Delicias”, famoso por su tanque de agua en lo alto de una torre. Al topar con Baranoa, había una carretera que desviaba a Polo Nuevo. Antes estaba la finca de “Los Manzzini”, italianos ricos, dueños de una conocida empresa de pastas y espagettis. A la entrada de la Avícola había “un quiebrapatas” y una puerta de hierro, y, por supuesto, el aviso publicitario. La carretera interna, entre pastizales, llevaba a un frondoso mango donde bajábamos el equipaje traído por la camioneta de Papá, una G.M.C. 1950. 68

El tío Yuyo tenía otra más moderna, Ford. Allí se cuadraba la camioneta, y se organizaba el fogón para el sancocho. Cerca, había un corral de pavos. José, el agregado, todo servicial, nos prestaba su burro para montar. Unas veces íbamos con los primos Arango Muñoz, otras, con nuestros vecinos Escolar o Restrepo; algunas más, con compañeritos de estudios. Hacíamos viajes al “Jagüey”, lago que quedaba cerca de la casa de “Petra”, la hija del mayordomo. La caminada era buena. La casa estaba al interior de la Hacienda. Por el camino del paisaje sabanero, no desmontado, aún, era común encontrar una culebra mapaná, cascabel, rabo de ají, o cazadoras, lo cual aumentaba la adrenalina y daba


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magia al paseo. De pronto, por los claros de desmonte, se veían “rozas” de maíz y frijol y pequeñas chozas para guardar herramientas o escamparse los labradores. Volviendo a “La Oficina”, encontrábamos una nevera llena de gaseosas para los niños, y cervezas para los grandes (Águila o Club Colombia). Tampoco faltaba la leche de ordeño, con la que el Abuelo Eduardo nos preparaba el mejor café con leche, en sus visitas. Este segundo piso tenía dos hamacas colgadas para las siestas y, en un anaquel, la colección de culebras de Papá, en frascos de vidrio con formol. Mirando por el balcón del frente, veíamos un hermoso y técnico cultivo

de papaya. Hubo abundante cosecha, pero sin comprador. Tan bajos estaban los precios. El sólo transporte era un costo adicional, por lo que comimos, un tiempo, bastante papaya. Lo mismo sucedería más adelante, con los pollos, que “ni señoras en dieta”. Aparte de papaya, hubo potreros con “pangola” para un ganado que nunca tuvimos, aunque sí, cerdos en suntuosas porquerizas. Todo técnico… Oh loca fantasía, ¡qué palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría No sea que saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza Quiebre su cantarillo la esperanza. 69

María Eugenia, Olivia María y un vecinito, en la camioneta de la granja “avícola San Francisco, Ltda.”, casa de la carrera 45, Barrio Porvenir, Barranquilla


acontereceres familiares

No seas ambiciosa, De mejor o más próspera fortuna, Que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro: Mira que ni el presente está seguro. Samaniego, “La lechera” De Barranquilla, sus barrios “El Prado” y “Boston”, sus Bocas de Cenizas, su acueducto, su liberalismo ilustrado y la cultura de su gente buena y hospitalaria, sin dejar de lado el “Peto”, los “bollos de maíz y de angelito”, y, por supuesto, “El Carnaval”. Como hay tiempo para todo, estando en los gozosos, nada preludiaba los dolorosos. En la G.M.C, conocimos el Mar… (Oh! el Mar y su brisa) Puerto Colombia, Galerazamba, Luruaco, Cartagena… Santa Marta, donde montamos en “Ferri”, visitamos lo histórico, “el Rodadero” y se nos vinagró el fiambre En uno de los viajes a Cartagena, Papá, Mamá y Carmen Teresa, invitados por Jorge Ossa, hijo de Don Juan Felipe Ossa y Doña Benilda Gómez, de Valparaíso, familia amiga de bisabuelos, abuelos y padre, quien comerciaba en Barranquilla, fueron a uno de sus reinados, dejando encargada, de comprar la leche, a Luz Helena. Luego de jugar a las Mamás, a escuelita, monopolio, estrella China, parqués, o a montar 70

en bus, con los taburetes del comedor en fila y Álvaro de chofer, Luz Helena propuso comprar “cucas”. Llegó la hora de almorzar. No había leche. Hicimos el reclamo, pero, esta fue la respuesta, muy celebrada, de la encargada: “Ah si. ¿Quieren cucas y leche? O cucas, o leche”. Claro, también quedaron con nosotros Itala y Myriam, dos hermanas, de “San José de Saco”, municipio del Atlántico, excelentes empleadas domésticas, a quienes quisimos y recordamos. Estudiamos en el excelente Colegio del Prado, de la Señorita Mayito Blanco Jiménez, de muy grata recordación para Álvaro, Carmen Teresa y Luz Helena. Pero esto ya sucedía en la casa que, un año después, nos cedió Gerardo Ossa, el hermano de Jorge, quien trabajaba en la “Singer” y se iba por traslado. Esta casa estaba situada, también, en “El Porvenir”, en la avenida 45. Nos pasamos por economía. Nuestros vecinos fueron una familia Restrepo, paisa, de muchos hijos, con los cuales compartimos, en ocasiones, la pobreza. Papá y Mamá los socorrieron con muchas caridades. Ellos correspondieron con su amistad. Estando en esta casa, que también era cómoda, los tiempos se tornaron color de hormiga: Crisis económica, igual, malentendidos entre los hermanos Gustavo y Francisco, entre nuestros


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padres, entre los hijos y los padres, y entre nosotros los hijos. Conflicto, nerviosismo, depresión, la misma cosa. María Olivia quiso aportar a la economía familiar y tomó la iniciativa de vender ropa interior femenina, a las amigas. Oh furor el de Don Gustavo: “La esposa cuidará de sus hijos y le está prohibido trabajar. Punto”. Y punto fue. Tal vez, los dos abortos naturales de Mamá, que casi se la llevan, fueron causados por el estrés de esos años. También, un día, de regreso de la finca, encontramos la casa saqueada.

Los cacos se entraron por el techo a robarse las joyitas de Mamá… Adiós argollas de matrimonio, etc. Luego, Papá tuvo un serio accidente en la finca, al accionar un fogón de ACPM. Se quemó cara, brazos y pecho; por fortuna, no hubo la necesidad de hospitalización. Tampoco había con qué, ni Papá lo hubiera permitido. Como estoico, creía en la regeneración natural. Hasta la Abuela Teresa, en una de sus visitas, por luxaciones, hubo de regresar a Medellín, con chaleco de yeso. ¿Cuál fue la causa de la debacle

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De izquierda a derecha

Maruja, Mario Garcés, papá y mamá en las Fiestas del Buey, Valparaíso Atrás

las Escobar Arango y Doña Margarita Vélez, 1961


acontereceres familiares

Página opuesta

Mamá, con Francisco Eduardo (Pachito) y Ana María (Nana), en el patio interior de la casa de Valparaíso

económica? El escaso equilibrio entre la inversión y el ahorro. ¡Ahorro para qué! Las avícolas eran inversión segura: el negocio del futuro. Igual, influyó la subida de los precios de los alimentos para pollos. Veamos más de cerca como se fue dando la crisis: Los hermanos Arango-Orozco I, hicieron grandes inversiones en esta aventura de la que eran pioneros. Construyeron con sabiduría, galpones y chiqueros dizque para toda la vida. ¿Qué será para toda la vida? Francisco, el gerente, vivió rico y se sintió rico. Cultivó demasiadas relaciones públicas, mientras Gustavo trabajaba como loco, para sostener nueve bocas, con la de la empleada. Y, para colmo de desventuras, los “huevos de fábrica” tenían poco mercando por falta de “cultura avícola”, pues todo el mundo tenía “gallinas felices”, en los corrales de sus solares. Apenas se iniciaba la sociedad de consumo masivo. Breve. La avícola “San Francisco”, quedó como “el Poverello”, con una mano atrás y otra adelante. La compró una de las patrocinadoras: Finca o Purina. Los hermanos, nerviosos, se dieron a discutir en grande. Gritos van, insultos vienen, reclamos se hacen, mucho melodrama, y nada de sangre… Francisco, dijimos, era extrovertido. Gustavo, introvertido y más noble. Difícil combi72

nación, aunque casos se dan, más no era éste. Ambos estaban en sus treinta. De esta manera, Papá Gustavo, decidió regresar con la familia, no a Medellín, pues no había dinero para ciudad costosa, sino a Valparaíso, su terruño. Si se hubiera visto la llegada: Parecíamos “Circo Pobre”. En fin, tuvimos la fortuna de contar con el apoyo de la Familia Arango-Correa y de la Familia Arango-Restrepo (Jorge, Tina, hermanos). ¡Dios los guarde! Vivimos, pues, en casona de los Arango-Restrepo, que estaba en desgreño por falta de mantenimiento, pues era depósito de café, de la agencia de Jorge. Agencia heredada de El Negro por la Familia. Lo primero que hizo Papá, fue acondicionarla. Pero esta historia se cuenta en la próxima jornada. Basta decir que el regreso fue muy aplaudido por los hijos y la Mamá, aunque ésta tuviera sus timideces y reservas, al parecerle triste y aburrido regresar a “pueblo pequeño, infierno grande”. Sin embargo, la verdad sea dicha, la acogida no pudo ser más generosa y la estadía más placentera, hasta cuando soplaron los vientos del cambio… 


familia arango-orozco, monografĂ­a

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aconteceres familiares

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familia arango-orozco, monografía

De izquierda a derecha

Beto, Tavo, Margara, Mamá, Olga Velásquez, con su hijo Fabio, Ana María y Papá. Gabriel Jaime Arango Velásquez, observa en el Centro de los concurrentes

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aconteceres familiares

3ª Jornada, de 1961 a 1976

Marcela y Pachito, en la casa del barrio Simón Bolívar, en donde murió la abuela Teresa.

La curva del optimismo y la felicidad renacían. Los primeros años, limpios y serenos, como el Primer Día de la Creación. Las relaciones de los Papás eran inmejorables hasta el punto de re-enamoramiento. Estaban en sus cuarenta, y regresó la primavera. Sentían recuerdos de infancia y juventud, y algo les decía que había algo por lo cual valía la pena vivir o morir. Los hombres y mujeres, en la luna, tienen “luna de miel”. El re76

sultado fue cuatro nuevos hijos: Gustavo Adolfo Arango Orozco, Tavo, el 5 de julio de 1961; Gilberto Arango Orozco, Beto, el 18 de septiembre de 1963; Ana María Arango Orozco, Nana, el 10 de octubre de 1965 y Francisco Eduardo Arango, Pacho, el 29 de julio de 1971 Algunas nubes ocultaron la dicha: Carmen Teresa y Álvaro se quedaron estudiando en Medellín, con Mamá Teresa y el tío Gilberto, en casa de alquiler a donde se mudaron, por la calle 35 con la Cr 80, arriba de la avenida Jardín. Fue por corto tiempo, pues luego se pasaron a la casa del barrio Simón Bolívar, que “Tío” mandó a construir al arquitecto Caputti, arriba de la 80, por la calle 41. En esta casa, murió años después, la abuela Teresa. En 1965 había muerto el Abuelo Eduardo Arango Correa, todavía en la casa alquilada a Chila Arango Restrepo; murió de un infarto fulminante, después de bañarse al regresar de Valparaíso. El gran Abuelo había sido el “amigable componedor” entre los hermanos Francisco y Gustavo. Aclimató las cosas, y nos proporcionó lo necesario para que viviéramos en Valparaíso. También, mucho hicieron la Abuela y el tío. Que Dios lo tenga en su memoria y marque, con su impronta, la nuestra. Valparaíso, hermosa mesetita de ho-


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rizontes amplios y verdes como la generosidad y la esperanza de sus gentes. ¡Te protege el monte tutelar de Potrerillo! Permitan nombrar, aquí, algunas familias de amoroso recuerdo: Los Correa Ángel (Doña Ana Eva, Matilde y Ana…) Los Gómez Vélez, de Don Indalecio y Doña Margarita; Los Santamaría (Doña Rosita, Don Gustavo, Chila y Estela); Los Arango-Garrido y Arango-Ossa ya nombrados; los Cadavid (Fabio, Fanny y Nubia); los Vélez de Doña Matilde y Don Emilio (Rodrigo, Marina, Gilma, Javier, Bernardita, Alicia…), los Escobar-Arango (Pacho, Lucía y Carmelita), los Arango-Escobar (Nury, Betty, Rubí); los Sierra (Hernán y Guillermo), los Álvarez de Don Joaquín y Doña Sola Arteaga (Balmore, Henry), los Ángel de Don Miguel y Doña Rocío Garcés; los Atheortúa Escobar, los Toro, los Henao; los Echeverri, los Londoño, los Vargas, los Quijano, los Baena, los Vélez, los Betancur, los Naranjo; los Arango-Velásquez y los Montoya-Orozco… Antes de habitar la casa del Negro Arango Correa, ésta ya conservaba, guardada en la sala, la imagen de Jesús Nazareno, reliquia familiar donada por los Arango-Correa, a la Parroquia y que se exhibía procesionalmente en todas las Semanas Santas. Tuvo cabello natural, pero, más tarde fue restaurado con

Última foto del gran abuelo Eduardo Arango Correa

peluca modelada en yeso, con poca fortuna. La cara, hermosa, conmovía por su dulce expresión de dolor. Con esta imagen tenemos anécdota sabrosa de nuestro hermano Gilberto: Se le ocurrió, al muchacho, ponerse la túnica del Nazareno, la que vestía en tiempo ordinario, en la urna, que nuestro Papá le había mandado a hacer. La imagen, más cachaca, estaba en la iglesia, para la celebración de la Semana Santa. La sala, donde estaba la urna, tenía una amplia ventana, que 77


aconteceres familiares

Papá y mamá en el recibo de la casa de Valparaíso

se mantenía abierta de par en par. Gilberto se colocó la corona de espinas y fue a “pistiar”, a ver quién venía. Bajaba Abelardo el celador del colegio, que ya funcionaba en la esquina de abajo (hoy, Casa de la Cultura). Sabiendo Gilberto que Abelardo era admirador y devoto del Nazareno, pues, con frecuencia se detenía frente a la ventana para rezarle un padrenuestrico, se metió a la urna y tomó la posición y expresión que ameritaba el caso… Pues bien, apareció el devoto, se dispuso a la oración, cuando 78

vio que la imagen se movía y le echaba la bendición… el susto fue mayúsculo, y por poco muere el sereno que salió corriendo… Hablando de la casa de tapia y techos a dos aguas con tejas españolas, no diremos su color y número de piezas. Basta decir que su comedor era grande como para una familia de muchos miembros, aunque ya había perdido sus puertas y calados de madera. Los muebles del comedor, de moderno estilo, fue regalo del tío Gilberto. La mesa del


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comedor parecía de junta de gran empresa, con pesado vidrio transparente, encima. Papá compró nuevos muebles de sala. Y, sin embargo, lo mejor era la cocina con su comedor auxiliar, el patio trasero y el baño descapotado. Qué fritos de menudencias, al desayuno; qué natillas, qué fríjoles, qué mazamorras, qué mazorcas asadas; qué mondongos y sancochos, qué arepas, buñuelos, y chocolates parviados! La leche era abundante, como los jugos de ricas frutas…

Hacemos remembranzas de “las García” y de “Fabiola”, la hija de “Palillo”, auxiliares domésticas de primer orden. También recordamos a Susa, que traía el queso fresco y a Laurita, que llegaba por los talegados de ropa para lavar. Al fondo del patio, en el solar que daba al paredón de la casa de Mario y Maruja, los tíos maternos, Papá construyó un corral de gallinas ponedoras, al estilo costeño. Vivimos, por un tiempo, de la venta de huevos y de pollos. También hizo en el solar, a un costa79

En el patio interior de la casa de Valparaíso Izquierda

Marcela, Pacho y Ana María Derecha

María Eugenia, y Olivia María, con Pacho; sentada, Ana María


aconteceres familiares

do, dos marraneras muy “cucas”. Tuvimos pájaros, una potranca que tomaba tetero y se paraba al pié de la nevera para que le dieran más, y, que, Ana María acostaba en su cama. Recordamos a la “Geiza”, una mansa yegua de baja estatura, muy apreciada y montada por los niños. Hubo conejos, tortugas, perezoso. Qué fiestas las que hicimos, ya adolescentes. Qué paseos no programamos: A Pescadero, a bañarnos en el río; a la Piedra de la Virgen; a la Pintada, a los Farallones, que escalamos varias veces, a la piscina de Memo Garcés, el hermano de Mario. Paseos en “La Gaviota”, la línea de Mario, a Caramanta. En la Gaviota viajábamos de Medellín a Valparaíso, en viajes de ocho horas, cuando no se varaba. Paseos a caballo a “la Esmeralda”. Sin olvidar, el paseo en tren de Medellín a la Pintada. Cosa de ensueño. En el transcurso, muchas fueron las celebraciones familiares, como los 15 años de Margarita María. Nuestro Papá Gustavo tiró la casa por la ventana. También celebramos los 25 años de Matrimonio de los padres. Buenos tiempos de “Bonanza Cafetera”: pasantes, licor, músicos, comilona y francachela. “Mayeilei”! Para todos hubo. Casanderas las hermanas Arango-Orozco, cuál mejor y más bonita. Mamá dice que quedaron preguntando por más. A Carmen Teresa se la llevó 80


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Página opuesta

Ana María (Nana)

Darío Tamayo, hijo de Doña Otilia Betancur y Don Libardo, de los Tamayo de San Pedro de los Milagros, Antioquia. Darío es ingeniero electricista de la U.P.B. A Luz Helena, Carlos Eduardo Atheortúa Escobar, zootecnista de la U. Nacional, hijo de Luis Carlos y de Alicia Escobar Arango de Valparaíso; Margarita, tuvo algunos pretendientes en Valparaíso, pero, al fin, casó con Gilberto Cardona, empleado del Banco Cafetero de Medellín, donde fueron compañeros. Gilberto es de Salamina, Caldas. El mercado de la casa se compraba donde Aníbal García; la carne, donde Guillermo Montoya, padre de los pri-

Arriba

Mamá con Niko Abajo

Mamá con Mao “…y dice que no le gustan los perros”

mos Montoya Orozco; la ropa y demás, donde Gustavo Escobar Arango o donde Betty Arango Escobar; la leche la proveían las haciendas “Palmar”, de las Arango-Correa, “La Esmeralda”, de los Arango-Arango, y, “Carmaná”, en el río Conde, de los Arango-Restrepo; y “Doña María”, y “Los Pomos” proveían el revuelto y las frutas. 81


aconteceres familiares

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Álvaro, en 1961, terminó primaria en el Calazans de Medellín, como Carmen Teresa, en el San Juan Bosco. Los dos no vivieron en Valparaíso, pero nos encontrábamos en vacaciones, y ¡buenas vacaciones! Serenata de Luna Llena, en el “Alto de la lechería”, en la manga de los Arango-Correa, donde pastaban los terneros y las vacas. Acontecimientos para destacar en esta tercera jornada fueron: El terremoto de las ocho de la mañana, en diciembre del 64, tumbó iglesia, casas, y averió otras, como la nuestra. Hasta hubo muerto. Una prima de mamá que, oraba en la iglesia, hija de Moisés Osorio Jr., hermano de Josefa Antonia. El abuelo Eduardo, poco antes de su muerte, que dijimos, fue abanderado de la reconstrucción de las casas de los pobres, y de la capilla del “Colegio de las Hermanas”, para el culto, junto con el Padre José Heredia, de grata recordación, mientras llegaba el P. Rafael Fernández para la reconstrucción de la tercera iglesia del pueblo. Hubo otro temblor en el 68, pero menos dañino. Avanzando, los muchachos y “La Niña” estudiaron en las escuelas y en el “Colegio Rafael Uribe Uribe”, que apenas se iniciaba, luego de suspensión o retraso de muchas décadas. Sólo tenía hasta cuarto de bachillerato, ó decimo

grado. Pero, Gabriel Jaime Arango Velásquez, nuestro admirado primo filósofo, nieto de un gran Maestro, Don David Velásquez y de Doña Graciela Peláez, padres de Olga, casada con Alfonso Arango Correa, puso toda su alma pedagógica en el esfuerzo de reconstruir colegio, en las afueras del Municipio, con todas las especificaciones arquitectónicas y educativas, impulsando la cultura entre sus paisanos… Pero ésta es otra historia. 83

Toda la familia en Valparaíso, incluida Marcela y su papá, Darío Tamayo


aconteceres familiares

Gustavo y Olivia, en sus bodas de plata matrimoniales, en Valparaíso

En los últimos años, las cosas volvían a ponerse difíciles: Papá pasó de tener gallinas y pollos, a hacerse ferretero, con Darío Tamayo, el esposo de Carmen Teresa. Hubo ferretería, pero, de escaso futuro. Antes, fue comprador de café en agencia de la Federación de Cafeteros. Trabajo extenuante, de mucha responsabilidad que, le causó muchos desvelos. Más tarde, pasó a administrar la hacienda “Palmar”, de las tías Arango-Correa, que hasta entonces, había 84

administrado el abuelo Papá Alo. Coincidió sus primeros años de administrador con “la Bonanza Cafetera”, de Alfonso López Michelsen. Pura quimera. Hubo plata y optimismo exagerado. Palmar, en su momento, fue hacienda piloto y obtuvo mejor cosecha del Municipio, superando a otras de más cuadras. Lo cual, permitió el dinero para la segunda remodelación de la “Otra Casa”. La primera, como dijimos, le tocó a Don Eduardo. Las


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aconteceres familiares

“Compuestas y vanidosas” Margarita María Página Opuesta

Ana María

reformas del patio (alzando eras) y la adición de dos baños en los corredores, y, contiguos a las salidas del zaguán de las bestias, respondieron todas, a la ya evidente vejez de las tías. Hay que decir aquí, para hacer justicia, que Papá fue un gran administrador de lo ajeno y de una contabilidad 86

impecable; claros y ordenados sus libros de cuentas. También, en Palmar, se invirtió en mejorar. Sin embargo, no se ahorró para la bajada. Y, la bajada no pudo ser peor: La sociedad colombiana, y hasta el campo, entraba en la “posmodernidad”, con cambios (buenos y malos) en todas


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las áreas: revolución de pensamiento y costumbres; revolución científica y tecnológica, con “el hombre en la luna”, y la contaminación y la corrupción, en la Tierra; la revolución sexual, con su píldora anticonceptiva y sus movimientos feministas y de diversidad; la revolución teológica, con el Concilio Vaticano II y

la Teología de la liberación. Don Gustavo, cuando se creyó “mandamás”, le dio por incursionar en la política, y fue hasta presidente del Concejo Municipal, lo cual no le ahorró problemas, disputas y dolores de cabeza. Papá olvidó el Hogar, por “trabajar y trabajar y trabajar”. Los amigos lo ex87



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plotaron más de lo debido… Le llegó el sueño de “El Anhelo” (¿o la ambición?) su última empresa, en Valparaíso. Afortunado con unos milloncitos ganados con la lotería de Medellín, hizo “Heladería la Rioja” y compró lotes en los que edificó dos “apartamentos”. Todo muy bonito. Papá heredó del abuelo, su talento… Pero… Ya no había esposo ni papá. Se puso de mal genio y vivía a las carreras. No fue falta de amor. Todo lo hizo por nosotros, pero, sin nosotros. Poseído por los sueños, era un romántico, no tuvo en cuenta que su familia había crecido. Éramos jóvenes ya, descubriendo la vida y con otros intereses. También, lo dejamos solo. Pensó que ya no tenía familia. Desmotivado, comenzó a deprimirse. Álvaro Eduardo, que, luego de terminar su bachillerato, ingresó a estudiar filosofía en la U.P.B. tuvo “la angustia de la comprensión”. Más de una vez lo vimos desafiar la “autoridad” paterna, pero, la autoridad, perdida en el “yo mando”, no podía ver ni reaccionar. Hubo celos y controles para todos. Mamá, mujer de carácter, se defendió, como pudo y, sin embargo, Don Gustavo, con mal genio, y algo de melodrama, le ganó la partida. Un día, la Mamá Olivia desertó y fue a refugiarse donde su mamá Josefa Antonia, que, como dijimos ya vivía en

Medellín, con Teresita, la menor, ya casada… Mas el amor de Olivia por sus hijos, la hizo regresar al otro día… Oh, Mamá, cuánto te debemos. Qué heroica has sido en los malos tiempos. ¿Cómo podremos agradecer tu sacrificio, tu constancia, tu fidelidad? Empero, bendito “Palmar” y bendito “Anhelo”. El Palmar era hacienda de trabajo, con beneficiadero, Pelton para la electricidad, tolva, trilladora, lavaderos y, en un principio, secaderos manuales que salían al sol de un granero ventilado. Más tarde, hubo secadora eléctrica. En el granero, mujeres campesinas seleccionaban los granos, corriente, federación y guayaba. Como contábamos, en esta hacienda, kilómetro y medio más arriba, había nacido el General Rafael Uribe Uribe, en casa que fue quemada, ya en posesión de la familia Gómez, uno de cuyos miembros era tísico. Más después, los Gómez vendieron a las Arango-Correa. Las tías Arango, por insinuación de nuestro padre, concejal, vendieron barato el lote a la Municipalidad, que allí colocó fea estatua pedestre del General, mártir de la democracia. Allí se encuentra, hoy por hoy, el “Museo Histórico del Municipio”, cuyo fundador es nuestro primo segundo, el arquitecto Alfonso Arango Velásquez. Decíamos que la finca era de traba89


aconteceres familiares

Pacho, con el maestro

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aconteceres familiares

Papá y mamá, orgullosos de los triunfos de sus hijos. Bachillerato de Gustavo Adolfo

jo, pero, Papá la convirtió en finca de recreo para nosotros, cuando mejoró una vieja casita de agregado, a la entrada de la misma. Era de “bareque”. Papá la hizo habitable. Estaba situada con vista a “los farallones de la Pintada”, en hermoso valle del río Cauca. Era casa con dos piezas medianas y una pequeña, cocina independiente y baño descapotado, aunque pequeño. Todo muy pintoresco y muy paisa. Allí hubo rumbas, serenatas, jumas y lunas de miel. Fue refugio de aturdidos y can92

sados de afujías citadinas. Álvaro, con su ser de “solo” y de poeta, cosa admirable, por demás, fue quien más la disfrutó. Según cuenta, allí afinó a escribir y a leer las obras de Don Miguel de Unamuno y de Walt Whitman, en amplio corredor enchambranado de macana. Es de notar “El chorro de los enguayabados”, resumidero de un tanque que represaba el agua de la Pelton. Y el sendero pintoresco que salía a un potrero, cuadra arriba, que tenía un tanque de agua veredal, tapado con loza de cemento, en el cual nos asoleábamos sin sombra, para más tarde refrescarnos en el frío chorro de su resumidero. Aguas limpias, no como las de los tanques de finca de la Costa, que olían a podrido, por azufradas, con ser que nos bañábamos, en ellas, los chicuelos, con mucha fruición. Palmar está cerca del Pueblo, a diez minutos. Se ven la torre de la iglesia y algunos techos; se veía la Ceiba, por un costado de la casa. Papá mandó a aplanar este lote aledaño y lo cercó de “liberales”, aprovechando la máquina que hizo la carretera de entrada. Antes, la entrada era a caballo, o a pié. Allí sembró frutales y sombríos. Hubo huerta, mulas, ganado bovino y porcícola. Los cafetos eran tipo Colombia y pajarito, con sombrío de ricos guamos… Hasta que llegó el “caturro”, con su “rolla”, que fue atropello ecológico, pues fue


familia arango-orozco, monografĂ­a

PapĂĄ, orgulloso de su Ăşltimo hijo y de su primera nieta, Marcela

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aconteceres familiares

Izquierda

Natalia y Cristina, en “El Anhelo” Centro

En el inolvidable “Palmar” Derecha

Gilberto, en “El Anhelo”

mucho lo que deforestó, porque no necesitaba sombrío… Pero, esta tragedia, fue poco lo que nos tocó, pues ya íbamos de salida. Recordamos a muchos mayordomos, muy queridos por nosotros: Ramón y Bernarda, de “La Esmeralda”; Pacho, José y María, de “Doña María”, finca de Horacio y Alfonso Arango Correa, famosa por sus tarros de arequipe, con cascaritas de limón, hecho con leche pura de ordeño. A Gavino, de “Los Pomos”. Recordamos al finado Octavio Rúa, a Gabriel Naranjo y a Emilio García, en “Palmar”. A todos ellos, gracias y que sean felices donde estén. “El Anhelo” era un lote de dos cua94

dras un tris más arriba de la casita del “Palmar”, y detrás de ella. Era un terreno que las Tías Arango-Correa regalaron a Papá y otro poquito que compró a Hernán Sierra, propietario de la colindante “Grecia”. Allí, Papá hizo una “Comuna Familiar”, con cocina colectiva. Tenía el diseño, hasta donde iba, de un pueblito miniatura. Consistía en la cocina y tres cuartos a la manera de “casitas” de colores diferentes: Una para los hombres, otra para las mujeres, y una tercera, para las familias conformadas. También tenía un establo. El mundo no se detiene y los años, tampoco: Murieron Rafael, Afa y Ho-


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racio. Luego, Hila, Yaya y Ofelia. A sus sesenta, Papá comenzaba a envejecer, y no lograba sostener a dos familias: la de Valparaíso y la de Medellín. Los tiempos cambian de nuevo. Papá fue buen comprador, pero mal vendedor. Desmotivado por lo que dijimos, casi regaló cuanto poseíamos. Vendió heladería, apartamentos y “Anhelo”. También encontró comprador para el “Palmar” de las Tías, que ningún otro sobrino tuvo interés de administrar. Con ese dinero, las Tías ArangoCorrea, pudieron vivir sus últimos años, bien atendidas, y descansar en paz. “La Otra Casa” la heredaron los Vélez-Arango. Los otros sobrinos here-

daron locales adyacentes. A Papá le tocó uno que escrituró a nuestro Gustavo Adolfo, en el que construyó apartamento, que, en ya esporádicas idas a Valparaíso, ocupamos en familia y disfrutó la suya, hasta venderlo luego. En tanto, nuestro tío Gilberto, le escrituró a Papá la casa de “Simón Bolívar”, en Medellín, en que, los mayores vivimos con Mamá Teresa, hasta su muerte. Como en ese entonces teníamos nuestro primer carro de agencia, un R-4 verde, muy duro para el trabajo, los que quedaban en Valparaíso, se vinieron en él a Medellín… 

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aconteceres familiares

Arriba Papá y mamá y su des“Anhelo” Centro

Mamá, en la cocina de “El Anhelo” Página opuesta

Papá y su “Anhelo”

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aconteceres familiares

Luz Helena y Carlos Eduardo, en la casa de la calle 37con carrera 80 B, Medellín

4ª Jornada, de 1976 a 2010 Pero no regresaron precisamente a la casa de Mamá Teresa en el barrio “Simón Bolívar”. El tío Gilberto le escrituró otra casa a Mamá, en Laureles: Cl 37nº 80-B- 41, frente al muro de Telsa, hoy El Éxito. La abuela Teresa alcanzó a conocerla, pero luego falleció: (14 de agosto de 1975) Entonces, los Hermanos resolvieron 98

vender la casa del barrio “Simón Bolívar” y nos recogimos todos, incluyendo al tío, en la nueva casa. Aunque la casa tiene amplios espacios sociales, las cuatro piezas (con la del servicio) son medianas, en relación con lo acostumbrado. La pieza más grande se hizo para el tío. Da a un patio interior, silencioso y agradable. Hay otros patios, en el recibo de entrada y el de ropas, contiguo a la pieza del servicio. Resultábamos estrechos, pero, educados para compartir, ni se notó. Lo que no significa que no faltaran conflictos y roces de convivencia. Carmen Teresa y Luz Helena tenían ya rancho aparte, y, pronto, Álvaro se independizó, trabajando en “Edinsa”, en el Colegio Miguel de Unamuno, de Laureles; y con Adolfo Vélez; luego viajó a Bogotá, Boyacá y el Huila, hasta que volvió a Casa, para quedarse, en 1990. Así, pues, la Familia se sostuvo del trabajo de Papá y de Gustavo Adolfo. Gustavo y Papá emprendieron un taller de mecánica automotriz en el garaje doble de la casa. Es de notar que Carmen Teresa había regresado de Montería y vivía, en propiedad horizontal, en el segundo piso de nuestra casa. El tío Gilberto, dio el aire. El tío escrituró, como se vio, la casa a su cuñada… Véase la calidad de persona que era el “Tío Doctor”. Todo lo dio en vida… ¡Cuánto nos quiso!


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Luz Helena y Carlos Eduardo, luego de una temporada en “la Tablaza”, Caldas, Antioquia, en hacienda de Don Tulio Ospina, fueron a Cartagena a vivir en la hacienda “El Ceibal”, de Proleche, donde Carlos creció en experiencia como zootecnista y ganadero. Nosotros disfrutamos, con ellos, sabrosas temporadas vacacionales. Luego, al crecer, un tanto, sus dos hijos: Juan Felipe y Carlos Esteban (Teby), vivieron en la Ciu-

dad heroica. Después, para alegría familiar, regresaron todos al apartamento que compraron en Laureles, en edificio cercano a la iglesia de Santa Teresita, donde viven actualmente. Los muchachos, nuestros sobrinos, estudiaron en el “San José” y luego se profesionalizaron, ocupando puestos importantes en distinguidas empresas, Juan Felipe como ingeniero de sistemas, y, Teby, como negociante internacional. 99

Carmen Teresa y Darío recostados en el Dodge, del tío Gilberto, frente a la “otra casa”


aconteceres familiares

Papá y su Mercedes 50, en el garaje de la casa, donde se inició el taller de Gustavo Adolfo

Así lo hicieron, primero, sus primos Tamayo Arango: Marcela, como abogada, Juan Eduardo, como ingeniero de producción y Natalia, como administradora de empresas. Los Atehortúa heredaron de los Escobar Arango y Atehortúa Escobar, a “Aguabonita”, finca ganadera de “La Pintada”, Antioquia, próxima a la de recreo, de Luis Fernando Ángel, María Eugenia y Antonia, la hija, a las que vamos con frecuencia y regresamos nostálgicos por los buenos recuerdos… Como debemos reconocimiento a las Familias de parientes y vecinos, saludamos con cariño a los MontoyaOrozco, a los Muñoz-Arango, a los Arango-Velásquez, a los Duque-Osorio, a los Acosta-Orozco, Arango-Restrepo, Arango-Arango, Vélez-Arango. Recordamos a nuestros vecinos solidarios y tolerantes: A los Elejalde, del Doctor y Doña Luz Helena; a doña Tere Chalarca; a Alicia Hoyos e hijos. Al pueblito de Valparaíso, apenas regresamos, por aquello del “pudor de la nostalgia”… Es nuestro deseo que tenga futuro y mejores condiciones que las actuales… Pero, volvamos, un tanto, en la memoria: Los muchachos sacaron su bachillerato en el Miguel de Unamuno, donde Álvaro trabajó por ocho años. Las muchachas (Luz Helena y Mar100



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garita) estudiaron en el “Santa María del Rosario”, María Eugenia en la “Presentación”. Hubo fiestas de bachillerato. Olivia María, también se casó con el odontólogo Luis Fernando Franco, del cual se separó posteriormente, dejándole una hija maravillosa, de nombre Ana Cristina. Gustavo Adolfo casó con Beatriz Díez, y tienen tres hijos: Juliana, la que hace poco nos dio a Rafael; Juan Pablo, bachiller, que hoy por hoy, trabaja con su papá, en el Taller, y Juan Esteban que cursa su bachillerato. Gustavo Adolfo, separado luego de Beatriz, hoy, tiene por compañera a toda una dama: Lucelly Cuartas. Gilberto casó con Marta Mesa Peláez, quienes nos regalan con dos hijos inteligentes y nobles, que van terminando su bachillerato: Guillermo y Susana. Gilberto es empleado calificado, de muchos años, (30) en el “Éxito”. Margarita, habíamos dicho, casó con Gilberto Cardona, de cuyo matrimonio son: Sebastián y Simón, dos universitarios muy lucidos. No menos lucidos son los bisnietos que nos dieron los hijos de Carmen Teresa: María y Sofía, de Marcela y Efraín Gómez; Manuel y Miguel, de Juan Eduardo y Bibiana Moreno. Natalia se casó con Alejandro Rendón. Por ahora, sin hijos. 103

Papá y sus nietos


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MamĂĄ y sus nietos

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Como sabemos que “no es verdadero amor, lo que Amor no aúna”, y que es “imposible separar lo que el Amor ha unido”, podemos afirmar que nuestras relaciones han sido monogámicas y estables. Las familias “alternativas”, que entre nosotros, también se dan, son buenas y ejemplares. Seamos claros: la familia tradicional –diferente a Familia de Tradición- no siempre es lo más recomendable. Este concepto está en crisis. Si nosotros logramos mantenernos como Familia u Hogar, tal vez sea por circunstancias, destino, vocación, o buen ejemplo de bisabuelos, abuelos y padres. “Todo es relativo”, afirmamos, como liberales y tolerantes. Es el momento de hacer homenaje a nuestras cuñadas y cuñados, gente honorable, solidaria y familiar, cumplidora del deber hogareño. Que los placeres y dones del Hogar sean con ellas y con ellos. ¿Pensaron que habíamos olvidado los paseos a “Carmentea” en Santa Rosa de Osos (Antioquia), Vereda “Las Ánimas”…? No puede ser. Íbamos en el Mercedes negro, modelo 50, último carro de Papá. El R-4 ya era historia y fue vendido. Gozamos en Santa Rosa, a pesar del frío, explorando sus alrededores, admirando su divisa, bañándonos en quebrada limpia, con buen charco y buen verano. Ya la vendieron, pero los

Tamayo Arango tienen finca en Tarso, y cabaña en Tolú, donde vamos a ser atendidos y felices. Como son muchos los momentos gratos que no logramos enumerar, mejor, consideremos la frustración y amargura colectiva que produjeron las tres “décadas perdidas” por la estupidez humana: Años 70,80 y 90. Todos los valores, en todas las áreas e instituciones estaban “patas arriba”. Las familias no logramos sustraernos a los acontecimientos de la droga, el narcotráfico, las autodefensas, la guerrilla, el secuestro, el terrorismo, la corrupción y el desgreño estatal, y el estropicio de la moral y de la ética. Adoramos el becerro de oro de la nueva sociedad mercantil y consumista, mal llamado “neo-liberalismo”: Cambiamos lo fino por lo burdo, el estilo, por la vulgaridad; las residencias y mansiones por colmenares; los colores luminosos de la ciudad, por el ladrillo ranurado; la buena convivencia y la cortesía por la desconfianza y la indiferencia; la fiesta y la celebración, por la rumba; el rosario, por las confrontaciones religiosas e ideológicas; el patrimonio y la tradición, por la chavacanería de los billetes; la armonía con la Naturaleza, por la depredación. Hartos de tontería, apenas comenzamos a enderezarnos. Las relaciones, de los Papás y los 105


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Mamรก y sus yernos, con Tavo y Pacho

Pรกgina opuesta

Mamรก, sus nueras y algunas de sus hijas

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Página opuesta

Mamá, en la cabaña de los Tamayo-Arango, en Tolú Arriba

Mamá y Carmen Teresa, En “La Leyenda”, de los Tamayo-Arango, en Tarso, Antioquia Página siguiente

El tío Yuyo y el tío Gilberto

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hermanos no podían estar más desquiciadas; Mamá, a punto de manicomio con el Taller en su casa. La depresión era evidente. El tío Francisco, que igual, tenía su familia en crisis, vino a apoltronarse a nuestra casa. Y no hubo autoridad sino tres cabezas autoritarias y discutidoras: la de Papá y la de los dos tíos. Con el tío Gilberto era suficiente: A fuer de dadivoso, nos dimos a la pleitesía, estimulada por Papá que exigía rendir todos los honores. El control de todos impedía el desarrollo del proceso familiar. Jóvenes ya, no respetamos jerarquías. Así, un buen día, Mamá hizo el reclamo, y Yuyo se fue a vivir al taller de Gustavo. Mientras tanto, Álvaro enfrentaba al “tío Doctor”, a quien le dio buenas razones para que se fuera a vivir solo. Razón por la que compró apartamento cerca de Santa Teresita, cómodo y apropiado, donde vivió contento sus últimos años, asistido por sus preferidas, Carmen Teresa la “heredera” y por Luz Helena. El tío Gilberto murió el 25 de febrero de 1990, después de enfermedad y agonía corta y tranquila, por la buena actitud del paciente. Tenía 66 años. Que en paz descanse, porque fue bastión fundamental en nuestra vida familiar… La Niña Ana María, también se casó: lo hizo con Luis Fernando Arbo-

leda Bustamante, contador y antiguo empleado de “Suramericana de Seguros”. Tienen dos hijos muy pintosos y trabajadores, Santiago a punto de graduarse, que ya trabaja en la empresa de “cerámicas Corona”, y Felipe, estudiante de Ingeniería Industrial. Hoy por hoy, Ana María es la ecónoma de nuestra casa, que todos sostienen. Ella es la del mercado, la droga y los servicios, como Margarita María, la de las consultas médicas… Queda “Pachito” soltero, que estudió en la Universidad, sosteniéndose con propio esfuerzo y trabajo y algo de ayuda que podía brindarle Mamá. Al graduarse como tecnólogo en obras civiles, en Eafit, fue Secretario de Obras en una administración Municipal de Valparaíso. Allí vivió en la casa de la tía Maruja. Luego, terminó ingeniería y trabajó en “el Metro”. Más tarde, implementó oficina, en nuestra casa, en lo que fue Taller de Gustavo Adolfo, para trabajar independiente, con buenos resultados. Sin embargo, regresemos al taller, que Mamá ya no se resistía, ni por ella, ni por los vecinos, que, imaginábamos abusados en su comprensión y tolerancia. Así, Gustavo Adolfo con préstamo de unos señores Gómez, y mucho ahorro, pudo comprar local para el Taller, en el Barrio Lorena, detrás del Éxito de 111


aconteceres familiares

Olivia, con Marleny Cuartas, su auxiliar

Página opuesta

“Mayeilei”, en guambiano, para todos hay

Laureles… Pero, Olivia, ya deprimida, comenzó a sentirse sola y concluida su misión. La casa le parecía demasiado grande y clamaba por un apartamento para “recogerse”, tal y como estuvo de moda. Por fortuna, Álvaro, educado para pensar, luego de su retiro de un año en los Monasterios Benedictino de Santa María de la Epifanía, de Usme (Cundinamarca) y de Ecce homo, de Villa de Leyva (Boyacá) regresó a participar del nuevo rumbo del acontecer familiar. En uso de sus facultades mentales y 112

civiles, asumiendo consecuencias, decidió colaborar en la reconstrucción familiar. Le costó perder su libertad, pero ganó la que más le gusta: la libertad interior, tal vez, la única real. Sufrió incomprensiones, pero no le importó. Sabía que la Familia es la mejor trituradora de “egos” e importancia personal. Aprendió a ser humilde y a pensar y obrar en equipo. Recibido con reservas, como era apenas natural, ocupó la pieza del tío Gilberto, que también fue la de los mu-


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“Muy majas�

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chachos, y, ahora, estaba vacía. Álvaro no tenía dinero ni trabajo, y ya estaba en sus cuarenta. Más, como las tribulaciones materiales no han sido su desvelo, por la fe que tiene en la Divina Providencia, apareció el favor no buscado de un exalumno del Unamuno que le regaló con qué colaborar en el mantenimiento de la casa. Demostró, pues, a Papá y a Mamá, que la vida apenas comenzaba. De esto hace veinte años. Nos dijo que aún faltaba mucho por “acomodar” y mucho que rendir. Que dejáramos de funcionar como una calculadora, vendiendo la casa, cada que había crisis en el Taller. Que la casa era lo último que nos quedaba, y que en lugar de ambiciones futuras, nos concentráramos en administrar mejor, los bienes reales que teníamos como regalos del Altísimo. ¿Regalos o préstamos? Que dejáramos de vivir de quimeras, y pensáramos más bien en la “Calidad de Vida” Entonces, todos nos volvimos “Realistas-Franciscanos”. Pensar que creemos que los poetas son unos soñadores. Error. Son los que más ven, y los más aterrizados. También, nos tocó envejecer. Hay lugar para recordar la muy conocida estancia del poeta español Jorge Manrique (1440-1479).

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“Ya maduras”

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Han muerto los Arango-Correa y los Arango-Orozco I. Francisco Eduardo murió el 6 de enero de 2008, en Cartagena, al cuidado de sus hijos que no lo abandonaron: “La cigüeña cuando es vieja Pierde la vista –y procuran Cuidarla en su edad madura Todas las hijas pequeñas Apriendan de las cigüeñas Este ejemplo de ternura…” Del: “Martín Fierro” Recordatorio de la muerte del tío Francisco Eduardo (Yuyo)

“Recuerde el alma adormida, Avive el seso y despierte, Contemplando, Cómo se pasa la vida, Cómo se viene la muerte, Tan callando…”

La casa de los Arango-Correa en Valparaíso, casi se cae de la depresión y la soledad, pero fue reconstruida por los herederos Vélez-Arango bajo la dirección del primo arquitecto Alfonso Arango Velásquez. Hoy, está alquilada. Los Vélez la habían desocupado y los demás Arango, discretos y conformes, no preguntaron por el destino de los múltiples y valiosos objetos que la embellecían. En tanto, Mamá volvió a sentirse viva. Papá madrugaba al Taller para llevar la contabilidad. Aquí agradecemos la consideración de Gustavo Adolfo y su tolerancia con el Viejo. Los fines de semana, sin embargo, se hacían difíciles porque Papá no salía de casa y Mamá debía encerrarse con él a ver televisión, que a ella poco entrete118

nía. En sus setenta, se le notó el aburrimiento. A pesar de todo, no faltaron, ni aún faltan los “Sábados Felices”, cuando nos encontramos en la tarde, a tomar el algo. Juguetearon y disfrutaron y crecieron los sobrinos, tomándose la casa, sin ser especialmente dañinos. Nos complacimos en ellos, de niños. Por fortuna, la casa los acogió con amplitud. Han sido fáciles para la negociación. En el taller hubo algunos conflictos por mutua terquedad de Gustavo Adolfo y Papá. Poco antes del retiro del Papá, a sus ochenta, la economía de la casa volvió a tener dificultades. A Gustavo Adolfo le crecían los hijos y era duro llevar dos cargas. Papá se volvió depresivo e intenso. A Mamá se le contagió “la moridera”. Se estaba “paralizando”. Sufrió enfermedad de origen nervioso, hasta el punto de clínica. Tuvo que aprender a caminar de nuevo. A Álvaro Eduardo, también se le dañó el genio, y, estuvo a punto de tirar la toalla, sobre todo, cuando Mamá le salía con inmadureces. No lo hizo. Lo motivaba la solidaridad de sus hermanas, que han sido serviciales y nobles consejeras. Como el ejemplo es la mejor lección para lograr el cambio, por fin, fuimos despertando al cariño de siempre y a la solidaridad. Todos colaboramos al mantenimiento de la casa y el ingeniero Francisco remodeló techos y cocina.


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“Parceros” Santiago y Felipe, con María y Manuel

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Papá, es su última Eucaristía

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Aprendimos a querer la casa y a verla como patrimonio común. Comenzamos a remar en la misma dirección. La enfermedad y muerte de Papá comenzó cuando se jubiló a sus ochenta. Fue lenta y progresiva durante tres años, hasta el 2 de marzo de 2010, que abrió, para decrecer, el círculo de los Arango-Orozco II. Por fortuna, este proceso físico, lo llevó a la salud espiritual y mental. Murió reconciliado con Dios, su esposa, hijos, parientes, amigos y la Vida, como si todas las cuentas, al final, le hubieran cuadrado. Murió satisfecho, enamorado de su mujer y de su obra. Las hijas menores, Margarita, María Eugenia, Olivia María y Ana María, fueron sus mejores enfermeras y demostraron gran dedicación. Papá nos hace falta, pero la vida no es solo vida, sino muerte. Luego de algunos días, murió en la Clínica Saludcoop. Lo enterramos, después de cremación y misa, en los osarios de la iglesia de Santa Teresita, donde su hermano Francisco, en vida, había recogido las cenizas de todos los solteros de la Familia ArangoCorrea. Todos los descendientes tienen allí las cenizas de sus muertos, y nosotros aspiramos al reposo de las nuestras junto a la muy amada estirpe. Gracias a Mamá, a los hermanos y hermanas, que sin protagonismos y sí mucha entereza y caridad, enterraron al Viejo. 121


aconteceres familiares

Papá, lector

En el entierro de Papá supimos de la consideración, buena voluntad y opinión en que nos tienen parientes y amigos. Con humildad, nos sentimos honrados y agradecidos. Cosa determinante para soledades y tristezas es que heredamos de bisabuelos, abuelos y padres, la pasión por la buena literatura. No faltaron bibliotecas, y los periódicos El Tiempo, El Espectador, y alguna vez, El Correo, Sucesos o El Mundo, y revistas como Life, Selecciones; en Barranquilla “Bohemia y Bohemia libre” revista cubana. Para las mujeres, hubo “Cosmopolitan” o “Vanidades”. Siempre hemos leído “El Colombiano”. Ahora lo hacemos por favor de Pacho, que lo compra. Fundamental, en nuestra niñez, fueron, la enciclopedia “El Tesoro de la Juventud”, de editorial Jackson y el “Nuevo Tesoro de la Juventud” de Editorial Cumbre (1986) y los “Cuentos de Callejas”, colección de clásicos infantiles, y “La Cabaña del tío Tom”. Templados en la fragua del dolor, aprendimos a buscar y a esperar lo inesperado. Volvimos a rezar el Rosario en Familia y tenemos grupo de Oración, dirigido por nuestro hermano menor, Francisco Eduardo, hombre carismático y de fe profunda y combativa. Destacamos en todos, la virtud de la flexibilidad. Hemos sobrevivido 122


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como Familia Unida, porque nos hemos sabido aclimatar a costumbres y circunstancias; hemos dejado lastres de tiempos pasados; hemos aprendido a vivir sin apegos ni juicios definitivos o absolutos. Hemos visto que un problema tiene múltiples soluciones y que ningún ensayo debe ser rechazado u omitido. Hemos abolido los prejuicios sociales y dejado el capote de provincialismo. Somos y nos sentimos más universales. Hemos dejado toda rigidez y damos por sentado que un proceso vital debe ir con la esperanza y la inquietud de la búsqueda. Hemos aprendido a escucharnos y a no descartar a ninguno por pobre o débil. Hemos comprendido el sentido de la verdadera democracia: el respeto a la libertad y dignidad del Otro. Nos hemos educado unos a otros. Hoy somos más felices porque amamos y somos amados. No hay miedo, no hay inseguridad, y sí optimismo. Optimismo que queremos contagiar a las familias de nuestro Pueblo, de nuestra Ciudad y nuestro Barrio, para hacer Patria y Universo-Mundo. Creemos que estamos más preparados para afrontar las crisis y mejor armados contra la dureza de la enfermedad y la muerte, que se avecinan. Aprendemos a no cantar victoria antes de tiempo y a ahorrar, sin obsesiones, para las vacas flacas. Nuestro se125

Mamá y sus nietos Páginas siguientes

Mamá con sus nietos y bisnietos


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guro es el Dios Amor, constante y fiel. Bendito amor de Hogar que no falta en riqueza ni pobreza, ni en salud, ni en enfermedad, ni en muerte. Papá nos enseño a leer en Tobías, capítulo cuarto: “Respeta a tu Madre, no la abandones un solo día de tu vida. Dale gusto en lo que quiera, y no la contraríes nunca” Que la Madre sea: Nuestra Señora, la Señora Tierra y la Señora Olivia. Que todos los que leen alcancen mayoría de edad, después de los cincuenta. Somos un proceso que no debe frustrarse. Nuestro Hogar, finalmente, ha vuelto a ser lo que era en un principio: Una Casa pequeña, aunque grande de otra manera, por su humildad, perdón y cariño. Una Casa como la de Nazareth, que tan hermosamente expresa el Cantautor español Ricardo Cantalapiedra, en estos versos que obsequiamos a nuestros amables confidentes: En casa de mi amigo había alegría / y flores en la puerta. A todos ayudaba en sus trabajos/ sus obras eran rectas. 127


Mi Amigo nunca hizo mal a nadie / llevaba nuestras penas. Mi Amigo nunca tuvo nada suyo / sus cosas eran nuestras. La tienda de mi Amigo era la Vida / amor era su hacienda. Algunos no quisieron a mi Amigo / lo echaron de la Tierra. Su ausencia la lloraron los humildes/ penosa fue su ausencia. La Casa de mi Amigo se hizo grande / entró la gente en ella. En Casa de mi Amigo entraron leyes / y normas y condenas. La Casa se llenó de comediantes / de gentes de la feria. La Casa de mi Amigo está muy limpia / pero hace frío en ella. Ya no canta el canario en la mañana / ni hay flores en la puerta. Han hecho de la Casa de mi Amigo/ una oscura caverna, Donde nadie se quiere ni se ayuda/ donde no hay primavera. Nos fuimos de la Casa de mi Amigo / en busca de sus huellas, y ya estamos viviendo en otra casa / una casa pequeña, donde se come el pan y bebe el vino / sin leyes ni comedias, y ya hemos encontrado nuestro Amigo / y seguimos sus huellas”.

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5ª Jornada, anexo para herederos De repente, llega la hora del crepúsculo, el invierno, la tristeza, la nostalgia, la ancianidad, la enfermedad, la muerte y el adiós. Desde ahora, la miramos con los ojos abiertos. De penas, enfermedades ligeras y espaciadas, sabemos. De vejeces, apenas. ¿De muertes? Las ajenas. Pero, aquí, debemos saber de mi muerte, la tuya y la nuestra… Hablemos, entonces, del futuro. Seamos discretos y contemos con el “Principio de Incertidumbre”, pero hablemos al natural… Si nos vamos ya jubilados y agradecidos por y de los años, debe temperarse todo dolor, aún si la muerte es la de la Madre. Mejor, que haya “Fiesta de Silencio”. Considerando que la Madre muriese, seguiremos solidarios, menos comunicados, tal vez, pero unidos desde donde la vida nos haya situado. Se comprende: Con la muerte de los Padres, se apaga el hogar. Muere la Célula Madre, pero continúa el proceso, en las nuevas familias, que también son Células Madre, y cada uno, en diversas circunstancias y a su hora, dará su vida por el progreso familiar, a través de la muerte, el precio de vivir. La invitación es al heroísmo, a no 131

“Somos muchos” En “La Leyenda”, Tarso


aconteceres familiares

algo. Consolidar lo que posee. O aumentarlo. Cuidar de los suyos. Cada uno trata de hacerlo, lo mejor que sabe. No puede hacer otra cosa. Pero no hay que esperar nada al final de la carrera. ¿Sabes que hay al final de la carrera? La vejez. Nada más. De modo que hay que aprovechar el sudor… Acuérdate de eso. Después, todo acaba muy de prisa…

“De tal madre, tales hijas”

defraudar la Vida, y a vivir con Sentido… porque el Amor es consentirse y consentir. Se conoce por lo sentido de los sentidos. Asociemos ideas, connotemos, veamos acepciones: Consentir, también es aceptar y obedecer. Obedecer es confiar, abandonarse, dejarse ir, no estar, porque el que decide es Otro. ¡Que dicha la nuestra ser Otro, trascendernos en lo más sublime nuestro: El Amor Sublime! Escribamos, pues la Canción del Amor Sublime, hasta el final. Que nada sobre, que nada falte. Que nadie sobre, que nadie falte. “No hemos sido ni mejores, ni peores que los demás… Lo hemos intentado. Eso es todo. Con toda nuestras fuerzas. Toda generación lo intenta. Construir 132

Nos sentíamos felices, cuando estábamos rodeados de los hermanos. Cuando estábamos juntos nos comíamos el mundo. Pensábamos que seguiría así hasta el final. Nos engañábamos. La vida continuó, y el tiempo se encargó de transformarlo todo, imperceptiblemente.” Lâurent Gaudé, “El Sol de los Scorta” Álvaro cuenta que una señora amiga suya, Doña Josefina de Prada, de Potrerillos-Gigante, Huila, le insinuó regresar a Casa “a cuidar de sus padres”. Le hizo caso, a sabiendas de que (como está consignado en el comportamiento animal) debería ocupar, como Jesús, “el último lugar” y en la Casa, habitar “La Pieza del Servicio”… Es un decir. Feliz quien acompaña a sus padres, porque suya es la mejor herencia. Razón por la que Álvaro acompaña-


familia arango - orozco, monografía

rá a Mamá hasta el final: para que tenga Casa… Hogar. Para que no vaya de Herodes a Pilatos sin nada ya que pueda llamar “mío”, sin poder reconocerse, aunque los hermanos y hermanas le ofrecieran todo lo que es de ellos. Claro que, “al final”, llega el desprendimiento, y dejamos lo mío, por lo nuestro. ¿Despojo o ganancia? Dice Mamá que, quiere reducirse un poquito en otra casa. Le decimos que todavía no hay necesidad. Esta es nuestra Casa y todos le hacemos compañía. Pero, también queremos respetarle sus decisiones y ver lo que le convenga, a ella, en primer lugar, y a nosotros, en consecuencia. Responsables con la Vida y con la Muerte, hacemos votos para que nuestros herederos siempre piensen que uni-

dos lo tendrán todo, y desunidos, nada. Que no les falte metas y acciones en la “Fami-empresa”: La familia como empresa, la empresa como Familia. Un buen lema. Les recordamos, sobre todo, que a partir del conocimiento de sí mismo, sepan ocupar su lugar, sin prisas, sin atropellos, sin envidias. Cuenten con nuestra bendición, y la de Jesús, María y José, el Hogar de Nazareth. Si entienden esto poquito, lo demás viene por añadidura. No olviden el Reino de Dios, su Misericordia y su Justicia. Sean y dejen ser, sin meter mano ni lengua, en lo que no va ni viene…“Pasar de largo es cordura”. Aprendan a respetar intimidades y derechos… Y no olviden a los más débiles y pobres.

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Mamá con los hombres de la casa


4. Familias conformadas

Familia Tamayo-Arango

Carmen Teresa & DarĂ­o, Marcela, Natalia y Juan Eduardo 134


Familia AtehortĂşa-Arango

Carlos Eduardo & Luz Helena, Juan Felipe y Carlos Esteban

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familias conformadas

Familia Cardona-Arango Gilberto & Margarita, Sebasti谩n y Sim贸n

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familia arango-orozco, monografテュa

Familia テ]gel-Arango

Luis Fernando & Marテュa Eugenia, Antonia

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familias conformadas

Familia Franco-Arango Luis Fernando & Olivia, Ana Cristina

Familia Arango-Diez Gustavo & Beatriz, Juliana, Juan Pablo y Juan Esteban.

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familia arango - orozco, monografĂ­a

Gustavo Adolfo & Lucelly Cuartas

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familias conformadas

Familia Arango-Mesa

Gilberto & Marta Cecilia, Guillermo y Susana

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familia arango-orozco, monografĂ­a

Familia Arboleda-Arango

Luis Fernando & Ana MarĂ­a, Santiago y Felipe

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5. Celebraciones y divertimentos

Navidades

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celebraciones y divertimentos

Felices Navidades

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familia arango-orozco, monografĂ­a

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celebraciones y divertimentos

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familia arango-orozco, monografía

Página opuesta

Arriba

Día de la Madre Abajo

Día de la Prenda Asado en Telsa

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Cabalgatas en todos los tiempos

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En la “Costa” “Playa, brisa y mar…es el regalo de la tierra mía”…

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Paseos en la Costa



celebraciones y divertimentos

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familia arango-orozco, monografĂ­a

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Peregrinación al Cristo de Buga Página Opuesta

Mamá, Papá, Margarita, Maruja y Mario Papá y mamá en la Habitación del Hotel



familia arango-orozco, monografía

Página opuesta Arriba

Paseo a la represa Guatapé, Antioquia Abajo Paseo memorable

Don Rafael Álvarez Arango, con sus tíos Juan Pablo y Juan Esteban

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Epílogo

“Si no se habla de una cosa es como si no hubiese sucedido nunca. Es simplemente la expresión, la que da realidad a las cosas”. O. Wilde

El objetivo de esta monografía no es la vanidad. Es expresarnos con verdad y expresar verdad que genere confianza en otros Hogares que van de Camino o Proceso, entre buenos pasos y embarradas. También deseamos contribuir a la Memoria Colectiva, como ya lo han hecho con mejor acierto, generosidad y buen ejemplo, distinguidas familias del Barrio Laureles, como los Vélez González, de Doña Guillermina y Don Alfonso; y, los Jaramillo Echeverri, de Doña Olga y Don Alfonso Jaramillo, entre otras… La Historia no es única. Hay otras historias y otras perspectivas, igualmente válidas. En consecuencia, faltan muchas historias por contar, pero… “… aquí me despido yo que he relatado a mi modo (Bienes) que conocen todos pero que naides contó.” Final del “Martín Fierro” Muchas gracias, y que el futuro se las depare buena…

“Alabado sea el Hogar de Nazareth”

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Padre Nicolás Sánchez Cortéz

“Todos nos congregamos a una Mesa: Vivamos en justicia y caridad”




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