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3 de abril de 2014
ENTREVISTA Juan Carlos Torrego. Profesor de CC. de la Educación de la U. de Alcalá de Henares
“El aprendizaje cooperativo es una estupenda herramienta para la atención a la diversidad” Manuel Menor Currás Juan Carlos Torrego Seijo es Profesor Titular en el Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Alcalá de Henares. Ahora que la calidad educativa encuentra serios problemas para no distorsionar la igualdad a que todos nuestros alumnos tienen derecho, su trabajo adquiere particular importancia: la convivencia escolar, el aprendizaje cooperativo y la mediación en conflictos. Coordina un grupo de investigación y dirige cursos de postgrado relacionados con estas actividades. También es miembro del Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar en España y dirige un Proyecto de Altas Capacidades. Entre sus publicaciones, destacan dos libros que ha coordinado recientemente. Una, en 2011: Altas capacidades y aprendizaje cooperativo (Madrid, SM). La otra en 2012, en colaboración con Ángel Negro: Aprendizaje cooperativo en las aulas (Madrid, Alianza). ¿Qué es el aprendizaje cooperativo? Es un término genérico usado para referirse a una metodología de enseñanza innovadora, que parte de la organización de la clase en pequeños grupos heterogéneos, donde los alumnos trabajan conjuntamente para resolver tareas académicas y profundizar en su propio aprendizaje. Se trata de aprovechar el potencial de la interdependencia entre iguales como fuente de motivación y de aprendizaje, y exige de los docentes una cuidadosa estructuración de la propuesta de actividades en ese entorno de aprendizaje, para que las interacciones sean realmente provechosas. David y Roger Johnson, lo han definido como aquella situación de aprendizaje en que los objetivos de los participantes se hallan estrechamente vinculados, de tal manera que cada uno de ellos “solo puede alcanzar sus objetivos sí y solo sí los demás consiguen alcanzar los suyos”. Por lo tanto, se participa de la idea de potenciar en las escuelas un enfoque caracterizado por la inclusión de todos en el aprendizaje, independientemente de las diferencias. La idea central es “aprender juntos a hacer las cosas solos”; es decir, se respeta y cuida la responsabilidad individual respecto al aprendizaje. ¿Qué fundamenta este planteamiento? Los antecedentes los podemos situar en el movimiento
humanista francés del siglo XVI que conducen, tras un complejo camino, a la enseñanza mutua de Pestalozzi, el primer paso de la cooperación intra-aula. Con los inicios de la psicología científica, a finales del XIX, se desemboca en el funcionalismo de Dewey y de ahí, pasando por las aportaciones de la psicología cognitiva de Piaget y Vigotsky, y la nueva pedagogía –con la aportación de la educación dialógica de Freire–, el énfasis en una educación popular y cooperativa de Freinet y la pedagogía institucional centrada en el desarrollo de la autogestión de Lobrot, llegamos a la concepción actual del aprendizaje cooperativo que venimos desarrollando. Claramente se sitúa en las corrientes actuales que pretenden potenciar una “escuela de todos” dentro de un enfoque de inclusión educativa y de diseño universal del aprendizaje. ¿Qué aportación pueden hacer las metodologías de aprendizaje cooperativo a un asunto tan duro como el del fracaso escolar? El fracaso escolar creo que viene motivado por la falta de cooperación y la pérdida paulatina del sentido de pertenencia a la institución escolar debido, entre otras razones, al senti-
miento de desafección originado por la experiencia de exclusión que experimentan los alumnos. El malestar en las aulas crece cuando no hay recursos para apoyar suficientemente al alumnado en sus dificultades o cuando se ignora que el propio alumnado es uno de los mejores recursos para que se produzca el aprendizaje dentro de un clima de colaboración e interdependencia positiva. Es bien sabido que la enseñanza tradicional consideraba que las interacciones entre alumnos no tenían valor educativo, por eso trataba de minimizarlas. Hoy sabemos que si se organiza adecuadamente el trabajo en equipo al interior de una clase, se puede generar un rico entorno de aprendizaje que contribuirá a potenciar un proyecto de inclusión. El aprendizaje cooperativo se convierte así en una estupenda herramienta para la atención a la diversidad, porque la ayuda entre iguales que se produce potencia que existan “muchos profesores” en el aula –los otros alumnos–, lo cual permite realizar diferentes niveles de tarea y facilita la interacción personalizada del profesor. Esto favorece, además, la intervención de los profesores de apoyo en las propias aulas dentro de un planteamiento de inclusión.
“El aprendizaje cooperativo potencia en las escuelas un enfoque caracterizado por la inclusión de todos en el aprendizaje, independientemente de las diferencias”
Ahora que se pretende que las escuelas potencien un tipo de enseñanza más activa y que desarrollen competencias para afrontar los retos de hoy, ¿qué aporta esta metodología? Esta demanda ya ha sido recogida por instituciones internacionales como la OCDE y también en el marco europeo. En las últimas leyes de Educación de nuestro país se manifiesta que entre las competencias básicas que deben alcanzar los estudiantes es crucial la capacidad de relacionarse bien con otros, cooperar, trabajar en equipo, y manejar y resolver conflictos. Pues bien, estas competencias solamente se consiguen, de forma profunda, implicándo-
nos en actividades conjuntas significativas, esto es, trabajando de forma cooperativa y persiguiendo objetivos escolares beneficiosos para todos. Por tanto, aprender cooperativamente es un modo oportuno para favorecer el aprendizaje, y también es una condición para que el desarrollo de capacidades y competencias propuestas en los currículos se alcance. En este escenario, ¿qué implicaciones presenta esta metodología de trabajo de cara a la actividad de un profesor? Como la propuesta didáctica es distinta, esto hace que el profesor, una vez que está estructurada la tarea, actúe como mediador y facilitador del aprendizaje de los alumnos. Los profesores que utilizan el aprendizaje cooperativo afirman que inicialmente tienen que realizar un mayor trabajo de planificación y de organización de actividades y que tienen que estar muy presentes en el desarrollo de las tareas, estructurándolas mucho. Pero que, conforme se va implantando, aumenta el nivel de autonomía del alumnado, lo que facilita la labor del profesor para que pueda realizar una atención más personalizada. Podemos decir que el papel de gestión del aula por parte del profesor, y siempre bajo su supervisión, es compartido con los alumnos. Él
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ENTREVISTA tiene que enseñar a cooperar, ayudar a resolver conflictos, dudas, observar a cada alumno y a cada grupo, y proporcionar reconocimiento. En este enfoque, ¿qué sucede con el currículo, los programas tradicionales y las culturas escolares dominantes? Obviamente deja de tener sentido el profesor que se dedica a la transmisión de contenidos a través de clases magistrales: se ha de convertir en facilitador del aprendizaje. Hoy, con los avances de la sociedad del conocimiento, ningún profesor puede competir con la información que se puede encontrar en la Red. En este mismo contexto, las asignaturas estancas y enciclopédicas que presentan una idea fragmentada del conocimiento tampoco tienen sentido dentro de un enfoque de cooperación. Muy al contrario, se pretende que los docentes trabajen en colaboración con sus colegas dentro de lo que se vienen denominando comunidades profesionales reflexivas. Se supera el planteamiento individualista –más en consonancia con una función de la escuela como reproductora de las pautas sociales dominantes–, y se va a una más crítica y transformadora del conocimiento. ¿Qué sucede con la acción tutorial? Partiendo de que esta es una responsabilidad compartida y que todo profesor es tutor y orientador, la acción tutorial puede convertirse en espacio privilegiado para promover el sentido de comunidad y las buenas relaciones en el centro, y generar espacios de cooperación. Es el espacio en que alumnado y profesorado pueden evaluar los aspectos problemáticos en la relación y dedicarse conjuntamente a afrontarlos. El entendimiento entre ambos y la dedicación de los tutores a sus clases se convierte en un elemento básico para el aprendizaje y la convivencia de todo el centro. Para ello es necesario fomentar el sentimiento de grupo y el trabajo de equipo. También es muy conveniente que se establezcan momentos de comunicación individual entre alumnos/as y tutores/as, al igual que entre estos y las familias. ¿El profesorado y las familias presentan dudas e inquietudes sobre este enfoque? ¿Cuáles son las principales? A veces, algunos profesores dicen que les preocupa no poder acabar el temario al tener que realizar menos actividades. Nosotros les decimos que efectivamente se realizan menos actividades, pero al ser más significativas se produce un aprendizaje más auténtico, ya que implica un procesamiento más profundo de la información. Y todos sabemos que “avanzar más temario” no supone que los
alumnos realmente lo aprendan. A este argumento a veces se une el de la falta de tiempo para diseñar unidades didácticas cooperativas o las condiciones ambientales de la clase. Por ello, hay que destacar la importancia del trabajo en equipo por parte del profesorado, para ir poco a poco generando recursos, materiales y programaciones. A otros profesores les preocupa que se produzca mucho ruido en clase, pues los alumnos hablan entre ellos. Obviamente, el aprendizaje está basado en la interacción y si esta no se produce, puede que no se produzca el aprendizaje. De todos modos, el nivel de ruido va disminuyendo conforme se va aplicando adecuadamente el aprendizaje cooperativo. No es poco habitual que se oiga también esta frase: “la sociedad es competitiva, no es cooperativa; por lo tanto, ¿no será mejor enseñar a competir en lugar de a cooperar?”. A este argumento se puede contraponer que una “competencia” muy valorada en el campo profesional es saber trabajar en equipo. Y, por supuesto, ya contamos con una abundante producción de investigación educativa que demuestra que se aprende más y mejor en entornos cooperativos que en competitivos o individualistas. Educamos para que los alumnos sean “competentes”.
ña, y asociado a este planteamiento podemos sumar el valor añadido que obtienen sus hijos con el aprendizaje de la solidaridad y la cooperación, que son tan útiles para las relaciones interpersonales y sociales.
“La utilización de métodos cooperativos en el aula también puede completar de forma adecuada un desarrollo equilibrado del alumno con altas capacidades” Desde mi punto de vista, la principal dificultad viene de la inseguridad que produce todo cambio metodológico, que conlleva un temor a “perder” el control directo de la gestión de la clase. Pero sucede al contrario. Desde la experiencia acumulada en la Universidad de Alcalá organizando formación con esta metodología, constato que, contando con la preparación necesaria y siguiendo una secuencia de implantación adecuada, se superan estos miedos iniciales y es mucha la satisfacción que recibe el profesorado al comprobar que mejora su desarrollo profesional, al tiempo que está siendo protagonista del impulso de unos valores tremendamente educativos, como los asociados a la cooperación, en sus alumnos. Y las familias, ¿qué plantean? Fruto del desconocimiento inicial escuchamos cosas como “si mi hijo se dedica a enseñar a otros no va a aprender”. Es fácil de responder, pues sabemos que el que más aprende es el que ense-
¿Existen algunas experiencias y buenas prácticas que podamos conocer que puedan servir de buenos ejemplos? Contamos con algunos ejemplos donde comprobar que este enfoque se hace realidad. En base al compromiso de nuestra Universidad con este planteamiento, hemos establecido una colaboración con cooperativas de enseñanza que participan de este planteamiento, como es el caso del centro Ártica, la cooperativa Gredos San Diego, los centros de La Salle y varios centros públicos. Se está desarrollando este planteamiento dentro de un proyecto piloto para atención de alumnos con altas capacidades, en que participan la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, la Fundación Pryconsa y la Universidad de Alcalá. ¿Cómo se plantea este enfoque? La singularidad de la aportación que realizamos desde la Universidad dentro de este proyecto se sitúa dentro de un enfoque edu-
cativo de inclusión y, al igual que ya conocemos propuestas didácticas orientadas a realizar una atención específica de los alumnos con altas capacidades en un contexto extracurricular, nuestra contribución consiste en reconocer esta realidad, ir un poco mas allá y realizar una propuesta de atención a estos alumnos en el marco del aula ordinaria, con una metodología de aprendizaje cooperativo que permite diferenciar el aprendizaje del alumnado en función de su diversidad. La utilización de métodos cooperativos en el aula puede completar de forma adecuada un desarrollo equilibrado del alumno con altas capacidades en múltiples aspectos, que seguramente solo se pueden conseguir en un contexto normalizado de escolarización, al mismo tiempo que beneficia al resto del grupo clase y mejora el clima de convivencia. ¿En qué medida la Universidad está comprometiéndose con este nuevo enfoque a través de la formación inicial y permanente del profesorado? Desde la Universidad no podemos mantenernos al margen en un momento en que la escuela tradicional deja de responder a las necesidades que demanda la sociedad y que surge el aprendizaje cooperativo como opción metodológica que responde a las necesidades de una sociedad multicultural y diversa como la nuestra. Estamos potenciando este enfoque y entre la oferta de estudios se incorpora esta metodología didáctica. En concreto, en los grados de formación del profesorado en Magisterio se ha puesto en marcha una mención dedicada a la inclusión educativa y, además, en postgrado hay
una propuesta pionera consistente en un curso dirigido a formar expertos universitarios en aprendizaje cooperativo (http://www3. uah.es/convivenciayaprendizajecooperativo). El equipo docente de estos cursos posee amplia experiencia en este ámbito de formación. Ya van siete ediciones que han permitido atender a un gran número de profesionales interesados en obtener una alta cualificación para desarrollar en las aulas estas metodologías. Desde la Universidad de Alcalá, también estamos proponiendo formación y cursos en los centros, orientados a sensibilizar y crear las condiciones básicas para la puesta en marcha de proyectos de aprendizaje cooperativo. ¿Y que se está haciendo en el campo de la investigación? Por suerte, existe una profusión de investigación en este campo. En nuestra Universidad, desde el grupo de investigación que lidero sobre inclusión y mejora educativa, se está potenciando una línea fructífera de investigación y generación de conocimiento que posteriormente se revierte a la formación. El equipo ha desarrollado numerosas publicaciones para favorecer la puesta en marcha de proyectos cooperativos y de convivencia en los centros, tanto en ediciones clásicas como disponibles a través de Internet, y disponemos de un espacio web donde están accesibles nuestros trabajos. La relación entre la investigación, la formación permanente y las tareas de asesoría en conexión con las “buenas prácticas” de innovaciones en este campo, se está revelando como un contexto de producción muy fructífero y privilegiado.