Conoce la historia con GM2 - Marqués de Portago, leyenda de romance y velocidad

Conoce la historia con Marqués de Portago, leyenda de romance y velocidad

Transcurría el 12 de mayo de 1957, cuando por las carreteras de Italia se disputaba la prueba automovilística de resistencia Mille Miglia (Mil Millas). Alfonso de Portago, primer español en pilotar un Ferrari, luchaba por la tercera plaza en una lucha fratricida. No había un segundo que perder pero, al llegar a uno de los avituallamientos, decidió reducir la velocidad de su vehículo y hacer una parada para besar a su amada, la actriz y estrella de Hollywood Linda Christian. Ante el estupor de los integrantes de su equipo, aquella imagen quedó inmortalizada por la prensa gráfica y se convirtió en una icono de la cultura popular. Fue el último beso de Portago, el auténtico “Gentleman Driver”.

Alguien cuyo nombre oficial es Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, puede ser cualquier cosa menos un tipo convencional. Descendiente del conquistador de Florida Álvar Núñez Cabeza de Vaca y amigo del Rey Alfonso XIII, el XI Marqués de Portago fue un noble español que nació en Inglaterra, murió en Italia y fue enterrado en Francia. Fue un hombre apuesto, aristócrata y con don de gentes (dominaba además varios idiomas), y que vivió una vida de amor, lujo y tragedia. Desde temprana edad, mostró un espíritu indomable, con querencia por los deportes de riesgo. Primero destacó en la hípica, convirtiéndose en un notable jinete. Llegó a disputar la prestigiosa carrera de obstáculos Grand National, pero no logró finalizarla. También probó fortuna en el bobsleigh, un deporte olímpico de invierno. Representó a España en los Juegos

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Olímpicos de Cortina D’Ampezzo de 1956, ocupando el 4º puesto en la prueba doble y el 9º en la cuádruple. Además, era un magnífico piloto de aviones. Habitual de las fiestas de la alta sociedad, a los 21 años se casó con la norteamericana Carroll McDaniel, con quien tuvo dos hijos. Pero ello no puso fin a su azarosa vida sentimental. Tuvo una hijo extramatrimonial con Dorian Leigh, la considerada primera supermodelo internacional, y un sinfín de sonados romances. Sin ir más lejos, las comparaciones con el actor James Dean, han acompañado a Alfonso de Portago incluso más allá de su existencia.

Su pasión por la velocidad, le llevó a comenzar a correr en coche. No sabía siquiera cómo cambiar una marcha y, sin embargo, en seguida se sintió fascinado por el bramido de los motores. Dicho y hecho, compró un Ferrari, y empezó a inscribirse en pruebas de turismo y gran turismo junto a su gran amigo Nano da Silva, el primer piloto brasileño de la historia. Los triunfos no tardaron en llegar y en 1956 fue fichado por Enzo Ferrari, convirtiéndose en el primer español en pilotar un bólido de la escudería más legendaria del panorama automovilístico. Participó en cinco Grandes Premios de Fórmula 1, debutando el 1 de julio de aquel mismo año en Francia. Logró un total de cuatro puntos del Campeonato del Mundo de 1956, siendo segundo en el Gran Premio del Reino Unido y quinto en el de Argentina. Habilidoso y audaz al frente del volante, Alfonso de Portago tenía talento, algo reconocido por una leyenda como su compañero en Ferrari Juan Manuel Fangio, quien detectó en el aristócrata potencial para llegar a ser campeón del mundo. Sin embargo, su conducción era un tanto alocada, lo que le llevó a verse involucrado en varios accidentes. Algo especialmente peligroso, teniendo en cuenta los escasos niveles de seguridad de la época. Algo que no obviaba nuestro protagonista, quien de manera premonitoria llegó a afirmar que para un piloto, “la muerte bien puede acontecer el próximo domingo por la tarde”. Y llegó la Mille Miglia, la carrera más popular de Italia y una de las más peligrosas de cuantas se celebraban a mediados del siglo XX. Más de 1,600 km desde el norte del país hasta llegar a la Roma. No era del agrado de la mayoría de pilotos, pero la gloria que esperaba al ganador ejercía de poderoso imán. Incluso alguien que no rehuía el peligro como El Marqués de Portago llegó a confesar días antes de la prueba que la iba a disputar bajo presiones de su escudería. Tras la escena anteriormente descrita del beso para la eternidad con su amante Linda Christian llegó el fatídico desenlace. En la última parada, en Bolonia, a menos de dos horas de Roma, los mecánicos detectaron que la barra de sujeción de la rueda delantera izquierda estaba rota, lo que provocaba que el neumático rozase el chasis. Sin embargo, decidieron continuar. A menos de 50 km de la llegada, la rueda izquierda de su Ferrari 335 S reventó cuando circulaba a 250 km/h. Alfonso de Portago, junto con su copiloto Edmund Nelson, fallecieron en un accidente que además segó la vida de diez espectadores e hirió a más de treinta, al volcar el coche sobre el público. Aquella fue la última edición de la Mille Miglia. A raíz de aquel fatídico accidente se adoptaron nuevas medidas en pos de la seguridad de los pilotos. Alfonso de Portago vivió deprisa y murió joven, a los 28 años. Sin remordimientos, siempre hizo lo que su corazón le dictaba. La mayor parte de su leyenda es real, Alfonso de Portago fue un hombre de carne y hueso que dejó esta vida un domingo por la tarde.

____ Juan Manuel López Fuentes

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