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Miguel María Michelagnoli se despide del Mineiro

Miguel María Michelagnoli

se despide del Mineiro

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Miguel María Michelagnoli anuncia que deja el fútbol activo, por lo tanto, colgará los botines en el equipo Mineiro del Club Centenario, aunque su camino seguirá ligado a las canchas. «Con amigos, ya más para disfrutarlos a ustedes que a este hermoso deporte». Así lo manifestó con unas emotivas y profundas palabras, expresando también que la decisión obedece al cuidado de su salud. «Tengo la espalda baja adolorida, de hecho, siempre ha sido una debilidad de mi cuerpo. Llevo 50 años exigiéndole, más allá de sus posibilidades. Entrenar duro ha sido para mí un desafío de disciplina a pagar por el valioso fruto de jugar en un buen nivel».

Michelagnoli no solo se puso la camiseta del Mineiro para jugar en nuestro Club, sino también —como muchos lo recordarán— fue jugador del Olimpia, donde se destacó en la época dorada del club, cuando el Franjeado ganó la Copa Libertadores, Copa Interamericana y otra Intercontinental. Igualmente, vistió la casaca de Nacional, Cerro Porteño y Guaraní. Con la Selección Paraguaya, Miguel María anotó su primer gol en la victoria de 3-1 contra Bolivia, el 28 de agosto de 1980, en un amistoso jugado en Santa Cruz. Durante su vasta trayectoria, fue convocado en la clasificación para la Copa Mundial de España, año 1982.

Con humildad, señala que no ha llegado «al estrado de estrella que me propuse y en un país con fútbol de alta talla». Menciona una de las citas memorables del poema Desiderata, cuyo autor oficial y reconocido es Max Ehrmann, y que dice: «Abandona con donaire las cosas de la juventud». «Me atendré a esta máxima, por lo tanto, formalizo así ante personas que valoro mi apartamiento del fútbol».

De esta manera, les expresa a sus amigos: «La gratitud por haberme insuflado energías a esta edad, con su aliento teñido de admiración. Esto último, me mantuvo motivado en la llama de la competición».

Para Michelagnoli, el deporte colectivo en especial es el atajo fácil para descubrir a la persona. «Por ello, si fuere un compañero, un campeonato sobraría para saber sus capacidades y prendas de ser humano. Y si fuera

un rival de medio pelo, en un par de partidos al menos, me enseñaría lo que nunca debo hacer».

Michelagnoli recuerda con cariño a sus mentores de juventud, al padre Aurelio Villamayor y al director técnico Walter Chamorro. «Alisaron mi camino con consejos y admiración hacia mis aptitudes y estuvieron siempre a mi lado».

También evoca al primer equipo con el que jugó en el Club Centenario, «el inolvidable San José» y a «Carlos Codas, mi amigo Eugenio Sanabria y Osvaldo (su hermano), Juanchi, mi amigo, y su hermano José Sosa; mis primos Luis Aníbal y Carlos R.Ayala, J.Palau, IaMorra, J.Valdovinos, Silvio Ferrario, Luis Vaesken, Eduardo Campos y Eduardo Martínez, protagonista este último en la cancha y dirigente a la vez. Imagino, a veces —y quizás me equivoque—, que a cualquier pintado equipo actual del Club, le ganaríamos caminando».

Michelagnoli continúa con su agradecimiento y despedida diciendo que «si bien no deseo caer en romanticismo, quise darme el gusto de hablarles a mis compañeros de aventuras de esta última etapa de mi vida. Jugaremos en breve, quizás mi última final con Mineiro. Ahí me formé y gané más campeonatos que en otras ligas».

De cara al futuro, estará en esta última etapa con el deseo de proponer con el Deportivo Recoleta, un club diferente. «Ya elegí, años atrás, servir y devolver lo mucho que me brindó el fútbol. Creo firmemente que las divisiones menores —aunque no fue mi caso— son el camino del mejoramiento para cualquier equipo. La formación en valores y educación integral como ser humano ayudarán a que progresemos con jugadores inteligentes. Aborrezco a los padres hinchas que enseñan malos modales a sus hijos en las canchas del Club Centenario».

Haciendo un recuento de su camino, revela que ha jugado y vivenciado cientos de canchas hermosas y otras tantas de tierra y gramados deficientes. «Pisé vestuarios indignos para cualquier persona. Claro está, para mí eso nunca importó. Mi romance siempre ha sido con la pelota y de niño muchas noches con ella dormía. La enceraba esmeradamente con grasa de vaca para, a tempranas horas, poder ir a jugar los sábados con los amigos del colegio, en ese patio de baldosas inolvidable».

Sobre ese transitar admite: «He conocido y disfrutado a jugadores y personas fabulosas. También sufrí de adolescente la frialdad y casi desprecio de quienes como compañero me veían como a un chico rico y desubicado en ese lugar. De ellos, también he aprendido, aunque más no sea un reflejo de lo que no he de hacer. Confieso que el fútbol me regaló recuerdos preciosos, como haber jugado contra Brasil, y junto a Saturnino Arrúa y Juvencio Osorio, fue un trofeo para mi alma de niño cerrista».

«Logros he tenido —añade— y quizás la mirada cariñosa que mis amigos me brindan hoy, obedece a que ven en mí un reflejo de lo que a ellos les hubiese gustado vivir. Y ello, no me vanagloria. Mi gran fortuna recogida han sido mis amigos, unos cuantos, y puertas abiertas en cualquier casa o despacho importante».

Aconseja que «enseñar valores básicos del deporte se empieza temprano con los niños. No hablar y respetar al árbitro, alentar al compañero en el error, no lastimar con intención al rival y aceptar con gracia la derrota, aunque duela. ¿Habrá algo más simple que eso?».

Sueña con un partido de despedida en el Club. «Celebraría en pobre medida de cariño las muchas jornadas de alegría que ahí he vivido, y que también he ofrecido. Aplazados estamos los paraguayos en rendir gratitud a exjugadores que dieron lustre a nuestro país y a clubes. Muchos de ellos, glorias vivientes, viven en indigna indigencia habiendo dado sus carreras enteras a sus colores. Poco les interesa a los dirigentes de nuestro deporte la suerte de ellos, mientras persiguen sus mezquinas metas de figuración y dinero fácil. No quiero cerrar en tono agrio este mensaje. Por ello, recuerdo con cariño, a un gran amigo y alma de la camiseta de Mineiro, Gustavo Couchonal».

Cierra su despedida, «con el aprecio indecible a mis amigos del querido Mineiro».

Miguel María Michelagnoli deja huellas imborrables en nuestro querido Club Centenario, en el fútbol paraguayo, en los aficionados. Sin duda, siempre estará en el corazón de todos.

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