Benedicto 16 sacramento de caridad (castellà)

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Benedicto 16

Encíclica “SACRAMENTO DE CARIDAD”

“Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en que El me ha enviado” (Jn 6,29) “Este es el misterio de la fe” El sacerdote después de la consagración proclama así su admiración ante la conversión del pan i el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, realidad que supera toda comprensión humana. La fe es eucarística y se alimenta en la Misa. El sacramento está en el centro de la vida eclesial. Cuanto más viva es la fe, más profunda es la participación en la vida de la Iglesia. La fe se expresa en el sacramento, y el sacramento refuerza la fe. Toda reforma está vinculada al redescubrimiento de la fe en la presencia del Señor en medio de su pueblo. En el misterio pascual se realiza la Misión que Jesús ha venido a cumplir. El pecado del hombre ha sido expiado: Es el cordero que quita los pecados del mundo, frase del principio de la vida pública que se repite en la Misa, al acercarse a comulgar cada fiel, es la meta de su Misión. El amor en su forma más radical. Institución de la Eucaristía Recordando la liberación de la esclavitud en Egipto, y la inmolación de los corderos, en la Cena pascual, se anuncia la liberación futura, la esperanza de una salvación más profunda, radical y definitiva. En este contexto Jesús anticipa el Sacrificio de la cruz y la victoria de su resurrección, y manifiesta el sentido salvador de su muerte, designio del Padre desde la fundación del mundo, factor renovador del cosmos, y aquella muerte absurda, se transforma en el supremo acto de Amor. De este modo, dentro de la antigua cena judía, que ya no hay que repetir, sino hacer en memoria de Jesús esta novedad radical: corresponder a su don y representarlo sacramentalmente. No es solo repetir la Ultima Cena, sino que nos implicamos en la dinámica de su Entrega, la transubstanciación es como una fisión nuclear en lo más íntimo de nuestro ser, destinada a suscitar una transformación de la realidad del mundo entero. Hay una relación entre el don del Espíritu Santo, que infunde Jesús en los suyos que les enseñará y recordará todo, y su propia misión. Invocamos a Dios que mande el Espíritu Santo sobre las ofrendas, para que las transforme en Cristo; San Juan Crisóstomo invoca al Espíritu al celebrar la Misa, “para que al descender la gracia sobre la víctima se enciendan las almas de todos” Es necesario que los fieles sean conscientes de la riqueza de estas palabras que invocan al Padre que haga descender al Espíritu Santo y al convertir pan y vino en el Cuerpo y Sangre del señor, “toda la comunidad sea cada vez más cuerpo de Cristo” La eucaristía es constitutiva del ser y actuar de la Iglesia. En el canon segundo se dice “el espíritu Santo congregue en la Unidad a cuantos participamos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo” Resulta así la Eucaristía misterio de comunión. En la antigüedad, se utilizaba la expresión Corpus Christi, para: a)el nacido de la Virgen, b) el eucarístico y c) el cuerpo eclesial. Esta raíz de unidad contribuye al diálogo ecuménico: los ortodoxos han conservado la naturaleza integra del misterio eucarístico, y para las comunidades nacidas de la reforma, es interesante el carácter eclesial que se ha dado a la eucaristía, Eucaristía y sacramentos El Concilio Vaticano ha recordado que los demás sacramentos, las obras de apostolado y los ministerios eclesiales se ordenan a la eucaristía, que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, y al mismo Cristo, que da la vida a los hombres, invitados a ofrecer sus trabajos y a sí mismos junto con Cristo. La misma Iglesia es sacramento de salvación, y se recibe y expresa en los siete sacramentos.


La posibilidad de llegar a la Eucaristía cima de la vida cristiana, centra toda la misión de la Iglesia. Por esto hay que subrayar la relación que hay entre Bautismo, Confirmación y Eucaristía, Se nos bautiza y confirma para la Eucaristía, que perfecciona lo recibido en el bautismo, que nos ha incorporado a Cristo. Es pues la plenitud de la iniciación cristiana. La iniciación es camino de conversión que se corre con la ayuda de Dios, y con referencia a la comunidad eclesial. El adulto pide el bautismo; a los niños les piden el bautismo los padres, de ahí la importancia de la familia en esa iniciación, es decisiva esa iniciación de los niños para la familia que debe ser ayudada por la comunidad en su tarea educativa. La pastoral debe valora este primer encuentro con Cristo, que para tantos queda grabado en la memoria. Eucaristía y sacramento de reconciliación Los padres sinodales afirmaron que el amor a la eucaristía lleva a preciar mejor el sacramento de la penitencia. Los fieles viven en una atmósfera donde se borra el sentido del pecado y se olvida la necesidad de estar en gracia para acercarse a la comunión. La superficialidad hace olvidar y no puede comprender el Amor de Dios. Dentro de la Misa se expresa la conciencia de pecado y la misericordia de Dios. Además el pecado comporta también una dimensión de herida a la comunión eclesial. Por esto esa reconciliación se restablece plenamente al comulgar.

Misterio a celebrar “No fue Moisés quien os dio pan del cielo, es mi Padre quien os da el verdadero Pan del cielo” El esplendor de la Verdad hace resplandecer el misterio pascual- Cristo nos atrae, nos llama a la comunión.- Dios se deja entrever en la armonía y el Amor, El sabe transformar lo oscuro de la muerte en la gloria de la resurrección, Es la manifestación de la gloria divina; la belleza de la liturgia es parte de este misterio: el cielo se asoma a la tierra. La belleza de la liturgia no es un adorno: es un elemento constitutivo. El Cristo total: “No solo nos convertimos en cristianos, sino en Cristo, mediante la eucaristía. Si lo recibís dignamente, vosotros sois lo que recibís. Cristo es la cabeza y está en el Cuerpo” San Pablo dice que lo que transmite, no es su doctrina personal, sino lo que ha recibido; la celebración implica la Tradición, la Iglesia celebra el misterio siguiendo el mandato de Cristo, a partir de la experiencia de Jesús resucitado y del impulso del Espíritu. El día de la resurrección se reúnen los cristianos para la fracción del pan. El sínodo insistió en no separar el arte de celebrar rectamente, de la participación plena y activa de los fieles. Celebrar bien con obediencia fiel a las normas litúrgicas es la mejor premisa para que la vida de fe de los creyentes se asegure y los llame a vivir como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa. Todos participan en la liturgia, pero los que han recibido el Orden, obispos, sacerdotes y diáconos deben considerar la celebración como su deber principal. El papel del obispo es decisivo, la comunión con él es condición para que la eucaristía sea legítima, él es el promotor y custodio de la vida litúrgica en su propia iglesia, y de la unidad de las celebraciones de su diócesis; deben todos comprender el sentido de ritos y textos; las misas celebradas por el obispo deben ser ejemplo y modelo para todas las celebraciones de su territorio. El respeto de las formas, del rito, ornamentos y decoración del lugar sagrado favorecen la celebración eucarística. Los responsables de la pastoral se esforzarán en dar a conocer, libros, lecturas y el Misal Romano: no debe darse por descontado que son conocidos pues a menudo no es así. La riqueza de los textos ha sido y será camino para los fieles a lo largo de los milenios. La liturgia: palabras canto gestos, silencios, colores de los ornamentos y movimientos del cuerpo son su lenguaje y abarcan todo el ser


humano. Su sobriedad y sencillez es más que las inoportunas añadiduras, Al servicio de la celebración se ponen expresiones artísticas. Asimismo el arte sacro, pintura y escultura debe orientarse al sentido de estas celebraciones. Los seminaristas deben tener formación de historia del arte, y gusto por la belleza, para reforzar la devoción y el asombro ante los misterios de Dios. El pueblo de Dios ha compuesto y sigue componiendo música, que son patrimonio de la fe y del amor. No sirve cualquier canto para la liturgia, se ha de evitar géneros poco respetuosos con el sentido del misterio: texto, melodía y ejecución han de ser apropiados al tiempo litúrgico y la identidad de la celebración. Los padres sinodales han pedido valorar el canto gregoriano, como propio de la liturgia de Roma. Unidad de la Misa La Eucarística y la liturgia de la Palabra no son cosas yuxtapuestas. Forman un único acto de culto, la Palabra lleva a la fe y a la comunión. La proclamación de esta Palabra debe hacerse con atención, por lectores instruidos, la Palabra es el Verbo, referencia a la Persona de Cristo, y a su presencia y permanencia sacramental. El estudio y conocimiento de la palabra de Dios permite apreciar y vivir mejor la Eucaristía: desconocer la Escritura es desconocer a Cristo. Para ello debe ayudarse a los fieles a apreciar el tesoro de los leccionarios- lectura meditada y no olvidar la tradición: la liturgia de las Horas: rezo de los Salmos, y del oficio divino. La necesidad de esmerarse en la homilía, para mejorar en los fieles la comprensión de la palabra de Dios, lleva a que los ministros deben prepararla bien y evitar discursos genéricos o abstractos, deben ceñirse a la vida de la comunidad y a la celebración eucarística, debe ser sustento y vigor de la Iglesia. La finalidad es instructiva y exhortativa. Los temas han de ser los del compendio del catecismo, sobre todo los cuatro pilares: 1.-profesión de fe-2.-celebración del misterio-3.- vida de Cristo-4.oración cristiana. Las ofrendas: en el pan y vino que llevamos al altar está la creación entera, asumida por el Redentor que la transforma y presenta al Padre. También llevamos todo el sufrimiento del mundo, precioso a los ojos de Dios, colaboración que Dios pide a los hombres para realizar la obra divina, y dar sentido a todo lo humano. La pregaria eucarística es el centro y cumbre del Misa, los cánones nos vienen de la Tradición y tienen una riqueza espiritual y doctrinal inagotable. Los fieles ayudados por el misal contemplan la institución en la última cena y saben que se realiza el sacrificio de la Cruz, En un tiempo de conflictos, el rito de la paz tiene sentido y un gran valor, se dirige a sensibilizar el deber de la Iglesia de pedir este don para la familia humana, como portavoz de este anhelo y dirigirlo al que puede pacificar los pueblos cuando fracasan todas las iniciativas humanas. Sin embargo, el Sínodo recomienda moderar las exageraciones de este gesto y limitarse a dar la paz a los más cercanos con sobriedad. El Papa pide a los responsables autorizados a dar la comunión- en caso de necesidad real- para que comulgar sea un encuentro personal con el Señor Jesús. Las comunidades han de atenerse a los documentos emanados recientemente. Y aconseja que después de la comunión se valore además de un canto oportuno, el recogimiento y el silencio en el tiempo de acción de gracias. En ocasión de bodas, funerales y misas a las que acuden personas poco a nada practicantes, e incluso casos de fieles que no pueden participar de los sacramentos por su situación familiar, o simplemente no bautizados es preciso expresar breve y eficazmente las condiciones para comulgar, y si no se puede garantizar esta claridad, será conveniente sustituir la Eucaristía con una celebración de la Palabra.


La despedida: “ite Missa est” relaciona la Misa y la misión cristiana en el mundo, expresa la naturaleza misionera de la Iglesia, el pueblo debe profundizar en esta dimensión constitutiva de la Iglesia, i será bueno que los textos para la oración sobre el pueblo expresen esta relación. La participación auténtica a la que invitaba el Concilio Vaticano II, activa plena y con fruto, se ha logrado en esto un progreso en el sentido deseado por los padres conciliares, pero debe aclararse que participar no es actividad externa como leer o cantar, se trata de algo más profundo: mayor toma de conciencia del misterio y su relación con lo cotidiano, instruirse con la Palabra, reparar fuerzas en la comunión y ofrecerse a sí mismos. El papel del sacerdote es insustituible, es la cabeza de la reunión y representa a Cristo y en nombre del obispo dirige, ayudado por un diácono (preparar el altar, proclamar el evangelio, distribuir la comunión y la oración de los fieles) Llos laicos preparados y los religiosos pueden colaborar en otros servicios. Hay diversas funciones pero debe haber claridad sobre las tareas específicas del sacerdote. Existen abundantes directrices acerca de lo que puede hacerse para incorporar otras culturas en los ritos de la misa, Dios quiere encontrarnos en nuestro contexto, pero hay que seguir las normas de Ordenación del Misal Romano, y las exhortaciones postsinodales que dio Juan Pablo II. El Papa espera que las conferencias episcopales, de acuerdo con la Sede, favorezcan un equilibrio de criterios en los cambios. La asistencia superficial, sin silencio o recogimiento, que no lleve a una conversión continuada, y a un examen de la propia vida, no es participar en la Misa, también para una participación activa debe haber confesión sacramental cuando sea necesaria, y tomar parte en la vida de la Iglesia, con compromiso misionero en la sociedad, y acercarse a comulgar, que no debe interpretarse como un derecho de los fieles ni como una rutina. Pero la Misa sin comunión sigue siendo válida y significativa; para los que no pueden comulgar y para todos, la devoción de la comunión espiritual es elogiada y recordada por Juan Pablo II, y otros maestros de vida espiritual. Respecto a los cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia Católica, deseamos poder celebrar con ellos la eucaristía, pero el respeto al sacramento nos impide hacerlo un medio para la unidad…Con dolor y esperanza pedimos a estos cristianos que comprendan y respeten nuestra convicción basada en la Tradición de no poder admitirlos a la comunión eucarística si falta la comunión eclesial. No tienen sentido las celebraciones con ministros que no están en comunión con los católicos, pero en situaciones excepcionales, indicadas en el Catecismo podría admitirse a los sacramentos a no-católicos en orden a la salvación. Radio y televisión ofrecen posibilidades de participación en la eucaristía, por ello debe exigirse que se respeten todas las normas litúrgicas en las emisiones televisivas, así como los lugares dignos donde se celebre la Misa. Estas retransmisiones, salva casos muy especiales, no permiten cumplir el precepto dominical: la imagen representa la realidad pero no la reproduce. Es loable que los ancianos y enfermos participen de esa forma de la Santa Misa, pero no lo es la actitud de los que quieren dispensarse de ir al templo en la asamblea viva de la Iglesia. Es importante la atención a los enfermos, tanto hospitalizados como los que están en sus casas. El Sínodo se ha referido a la frecuencia con que puedan comulgar y reforzar así con los propios sufrimientos unidos a los de Cristo, la misión de la Iglesia. También se refirió a evitar los posibles obstáculos arquitectónicos para los discapacitados, i procurar que los discapacitados mentales (bautizados y confirmados) reciban la comunión. Cristo ha dicho que la visita a los presos es obra de misericordia, pues tienen necesidad especial de ser visitados por el Señor en la eucaristía, sentir la cercanía de la comunidad


en este período tan doloroso, que puede favorecer la reinserción social. El Sínodo pide que esta pastoral sea la adecuada. El sínodo agradece a los que atienden a los emigrantes, que dejaron sus países y sería bueno que hubiera en esta labor sacerdotes de su rito e idioma. En circunstancias particulares extraordinarias se tienen grandes celebraciones y concelebraciones. La Asamblea sinodal se preocupa de la dispersión que puede haber y de falta de coordinación que haga difícil la participación plena de presbíteros y fieles. Pero estas grandes liturgias a menudos internacionales han de ser valoradas debidamente, y ha repetido el Sínodo las normas del Concilio Vaticano II, que fuera de la homilía, las lecturas y la oración de los fieles, para reforzar el carácter universal de la Iglesia se celebre en latín y se use el canto gregoriano; sería interesante que los fieles lo conozcan y puedan participar en él. Celebrar la Eucaristía en grupos pequeños para favorecer participaciones más activas y fructuosas pueden tener valor formativo, pero perderían este carácter si fragmentaran la unidad de la parroquia. El Sínodo recomienda atención para que las celebraciones animadas no lleven al ritualismo: no sería coherente con las disposiciones interiores de los fieles. La liturgia tiene su eficacia propia si está bien celebrada: conocimiento de la vida de Jesucristo crucificado y resucitado; comprender los símbolos contenidos en los ritos; relacionarlos con la vida diaria, pensamientos afectos y compromisos: transformar la vida propia. Para ello las iglesias deben movilizar a cristianos formados que aporten renovación en la catequesis para que los fieles con fe adulta den testimonio en la sociedad. Por último, es muy bueno fomentar el sentido del misterio: arrodillarse en los momentos adecuados, la genuflexión, respetar la majestad infinita de nuestro Dios. S Agustín dice que pecaríamos si no adoráramos, antes de comer el Pan. Pues este sacramento además de la Comunión tiene otro papel; madurar una acogida profunda y verdadera en la adoración personal y comunitaria, que nos hará ver la misión social de los fieles de romper barreras entre hermanos. Los padres sinodales recomiendan fomentar la adoración perpetua; y que sean conocidos los templos donde está organizado, y agradecen a cofradías, asociaciones y otras entidades que viven estas prácticas. El papa pide que los fieles encuentren tiempo para rezar ante el sagrario, y a las parroquias que cuiden las tradicionales procesiones, y congresos eucarísticos, que también hoy deben vivirse. Es necesario que se vea dónde está reservado el Señor, con la lamparilla encendida. Si no hay capilla del Santísimo, debe procurarse no poner delante la sede, debe estar en el presbiterio bien visible. Misterio que se ha de vivir: la vida cristiana tiene forma eucarística. No es el alimento el que se transforma en nosotros sino nosotros los que nos transformamos en El. “Quien me coma vivirá por Mi”. Se nos hace partícipes de la Vida divina, nos atrae hacia El, nos une a El. La eucaristía es por tanto la fuente y cima de la vida eclesial. Este sacrificio- hacer sagrado- que lo es también de los fieles que se ofrecen como hostias, expresa la densidad implicada en la transformación de la realidad humana que Cristo nos gana. “Ya comáis ya bebáis hacedlo todo para gloria de Dios” En cada acto de su vida el cristiano expresa su culto a Dios, y está llamado a ser imagen del Hijo de Dios. El culto debe estar en todas las circunstancias, vivido dentro de la relación con Cristo, como ofrenda. Ya san Ignacio de Antioquia hablaba de que los cristianos vivían según del Domingo, para señalar la importancia de la eucaristía en el cambio de su vida, la radical novedad de Cristo que ha de ser renovación para todo fiel.


Los padres sinodales reafirman la importancia del precepto dominical: la fe peligra si no se hace memoria de la victoria pascual. Perder el sentido del domingo es perder el sentido de la libertad. En las comunidades en que falta el cura, y las distancias hacen imposible acercarse a iglesias con sacerdote (aunque suponga sacrificio) deben los fieles reunirse para hacer memoria del Día del Señor, distintas de las reuniones eucarísticas con Misa; debe entonces encomendar la Palabra de Dios a personas formadas responsables y debidamente autorizadas por la autoridad competente. La facultad de distribuir la comunión, corresponde concederla al obispo, que valorará la conveniencia de esta opción. El ministerio de los sacerdotes es insustituible por los laicos y esto debe quedar claro; solo las palabras del sacerdote son eficaces para la transubstanciación. El bien incomparable de la eucaristía hace pedir al Papa que los sacerdotes estén disponibles para atender en lo posible a estas comunidades. La unión dominical con Cristo ha de ser unión con nuestros hermanos- comunión de los santos- el cristiano ha de descubrir su dimensión comunitaria, a través de la parroquia, y se pide a las comunidades particulares- asociaciones, movimientos eclesiales- que favorezcan a los fieles su pertenencia a la comunidad parroquial, nunca fragmentarla. La tendencia al individualismo y a aislarse, no es cristiana. La eucaristía hace posible, día a día, la transfiguración del hombre a imagen de Dios; todo lo que hay en el, pensamientos, afectos, palabras, y obras, encuentra en este sacramento la forma adecuada para ser vivido en plenitud. “Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios” El culto a Dios no queda relegado a un momento particular sino que impregnará cualquier aspecto, es un nuevo modo de vivir las circunstancias de la existencia: la vida del hombre es la visión de Dios. El domingo, ya en los primeros años, los fieles se reunían el día del Señor para la eucaristía, para hacer memoria radical de la liberación traída por Cristo, que es más que dejar los trabajos cotidianos. El Sínodo advierte sobre el perder el sentido del Domingo: la encíclica de Juan Pablo II “Dies Domini” subraya 3 aspectos: el día de la recreación, de la comunidad y del descanso. Aunque se cumpla el precepto el día antes, el domingo no debe quedar vacío de sentido, las parroquias deben organizar peregrinaciones, actos de caridad, catequesis etc El trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre, y debe organizarse conforme a la dignidad de la persona, y al servicio del bien común, y el hombre no debe dejarse dominar por el trabajo, ni convertirlo en definitivo de su vida. En el día dedicado al Señor debe comprender el sentido de la actividad laboral y de su vida entera. No es solo dejar de trabajar (como el sábado judío) pero contiene la obligación de descansar.


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