Dorotea de Chopitea

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Dorotea de Chopitea, madre de los pobres. Pedro Nicolás Chopitea, natural de Lequeitio (Vizcaya), había emigrado a Chile en 1790. Contrajo matrimonio con Isabel Villota, una joven criolla. Formaron una familia rica en bienes y en virtudes cristianas, comprometida a usar sus riquezas en beneficio de la gente pobre que le rodeaba. Dios bendijo el hogar de Pedro e Isabel con numerosos hijos. Dorotea fue una de las últimos en llegar a la gran familia. Nació y fue bautizada, en Santiago de Chile, el 5 de junio de 1816. En ese año, los chilenos comenzaron a reivindicar abiertamente la independencia de España, que consiguieron en 1818. Al año siguiente, debido a los disturbios políticos que podían comprometer a sus hijos mayores, don Pedro se trasladó con su familia a España, fijando su residencia en Barcelona. Pero conservó una tupida red de relaciones con los ambientes políticos y económicos de Chile. En la amplia casa de la calle de Montcada de Barcelona, la pequeña Dorotea (tres años) fue confiada, de modo especial, a los cuidados de su hermana Josefina (doce años). Le dio todo su afecto y se dejó guiar con docilidad. Al cumplir los trece años, aconsejada por Josefina, eligió como director espiritual al sacerdote Pedro Naudó, de la parroquia de Santa María del Mar. Durante cincuenta años fue su confesor y su consejero en los momentos delicados y difíciles. Este celoso sacerdote las educó, con amabilidad y fortaleza, a "despegar su corazón de las riquezas". A lo largo de toda su vida, Dorotea consideró las riquezas de su familia no como una fuente de diversión y disipación, sino como un gran medio, puesto en su manos por Dios, para hacer el bien a los necesitados. Su confesor les hizo leer muchas veces la parábola evangélica del rico Epulón y del pobre Lázaro. Y como signo distintivo cristiano, les aconsejó vestir siempre con modestia y sencillez, sin aquellas cascadas de cintas y volantes de seda que la moda del tiempo imponía a las jóvenes de la burguesía. Dorotea recibió en familia la instrucción necesaria. En el Proceso Apostólico, Rómulo Piñol, uno de sus biógrafos, atestiguará: "Recibió la instrucción que en aquel tiempo se daba a las muchachas de


familia rica. De hecho, más tarde, ayudó muchas veces a su marido en su profesión de comerciante". Joven esposa y compañera fiel A los dieciséis años, Dorotea vivió el momento más delicado de su vida. Estaba prometida a José María Serra, un joven comerciante de veintidós años, mas de su matrimonio se hablaba como de un acontecimiento futuro. Pero su padre tuvo que regresar a América para defender sus intereses y, poco después, la madre, Isabel, se preparó para atravesar el Atlántico con los hijos más jóvenes y reunirse con él en Montevideo. De repente, Dorotea se encontró ante una decisión fundamental para su vida: romper el profundo afecto que le unía a José María y marchar con la familia, o casarse a los dieciséis años. Con el permiso de su madre y el consejo de don Pedro Naudó, optó por el matrimonio. Dorotea era una jovencita espigada, de carácter fuerte y decidido, con pruebas evidentes de madurez. El "te amaré para siempre", jurado por los dos esposos ante Dios, se fue desarrollando en una afectuosa y sólida vida matrimonial, alegrada con seis hijas: Dolores, Ana María, Isabel, María Luisa, María Jesús y Carmen. Cincuenta años después del "sí" pronunciado en la iglesia de Santa María del Mar, el propio señor Serra afirmará que, en todos estos años, "nuestro amor creció de día en día". Dorotea es la señora de la casa, en la que trabajan varias familias de empleados. Es la inteligente compañera de trabajo de su esposo, quien, en poco tiempo, adquiere prestigio y fama en el mundo de los negocios. Está a su lado en los momentos de éxito y en los de incertidumbre o fracaso, que a ratos hacen la vida amarga y dura. Lo acompaña en los viajes a la Rusia del zar Alejandro II, a la Italia de los Saboyas y a la Roma del Papa León XIII. En este último, Dorotea tiene ya sesenta y dos años. Viaja también con ellos su sobrina, Isidora Pons, la cual declara en el Proceso Apostólico: "Fue recibida por el Papa. Se me ha quedado grabada la deferencia con la que León XIII trató a mi tía, a quien ofreció como regalo su blanco solideo". Cariñosa y fuerte Los empleados, en casa Serra, se sentían como parte de la familia. María Amenós afirmó bajo juramento: "Tenía para con nosotros un afecto de madre. Se preocupaba de nuestro bien material y espiritual con un amor concreto. Cuando alguno enfermaba, procuraba que no le faltase nada, se ocupaba hasta de los detalles más insignificantes. Respecto al salario que nos daba,


era más elevado que el que se daba a los empleados de otras familias". Entonces no existían contratos sindicales ni seguros, y aún no había adquirido sentido peyorativo la palabra paternalismo. Doña Dorotea fue hija de su tiempo, pero, sobre todo, de ese cristianismo que nos hizo a todos hermanos. De carácter fuerte y recio, ese mismo carácter fue el campo de batalla en el que Dorotea luchó durante toda su vida para adquirir la humildad y la calma que la naturaleza no le había regalado. Si grandes eran sus impulsos y su capacidad, grande fue también su fuerza para vivir siempre en la presencia de Dios. Frente a Él descubrimos y vivimos nuestra verdadera dimensión. En sus apuntes espirituales de esos años escribe: "Pondré todo mi empeño en que, desde la mañana, todas mis acciones estén dirigidas a Dios". "No dejaré la meditación ni la lectura espiritual sin grave motivo". "Haré todas las acciones desde Dios y por Dios, renovando frecuentemente la pureza de intención...". Comprometida social y eclesialmente En los últimos decenios del 1800, Barcelona es una ciudad a la que está llegando la "revolución industrial". La periferia se llena de gente muy pobre. Faltan asilos, hospitales, escuelas. En los Ejercicios Espirituales de 1867, Dorotea, entre los propósitos, anota: "Mi virtud predilecto será la caridad hacia los pobres, aunque me cueste grandes sacrificios". Y Adrián de Gispert, su sobrino, testificará: "Me consta que tía Dorotea fundó hospitales, asilos, escuelas, talleres de artes y oficios, y muchas otras obras. Me acuerdo de haber visitado algunas en su compañía". Mientras vivió su marido, él le ayudaba en estas obras caritativo-sociales. Después de su muerte (1882), salvaguardó, ante todo, el patrimonio de las cinco hijas supervivientes; luego, sus bienes "personales" (la riquísima dote, los heredados personalmente y los que su esposo quiso inscribir a su nombre) los empleó en los pobres con una cuidadosa y prudente administración. Otro testigo afirma bajo juramento: "Después de haber provisto a su familia, el resto lo dedicó a los pobres por entero". Sintonía plena con Don Bosco Como nuestros lectores saben, el título de su Causa de Beatificación resume toda su vida: "Madre de familia y Cooperadora Salesiana".


Habiendo tenido noticias -por su yerno, don Narciso Pascual de BofaruIIde Don Bosco y su Obra, el 20 de septiembre de 1882, al mes escaso de la muerte de su esposo, le escribe diciéndole que Barcelona era una ciudad "eminentemente industrial y mercantil", y que su joven y dinámica Congregación encontraría amplio campo de trabajo entre los muchachos de los suburbios. Y le ofrecía una escuela para aprendices. El Beato Felipe Rinaldi, segundo Director de la Obra de Sarriá, que llegó a Barcelona en 1889, escribe: "Fuimos a Barcelona llamados por ella, porque quería proveer especialmente a los jóvenes obreros y a los huérfanos abandonados. Adquirió un terreno con una casa, de cuya ampliación se preocupó. Yo llegué a Barcelona cuando la construcción ya estaba acabada... Contemplé con mis propios ojos muchos casos de ayuda a niños, viudas y ancianos, desocupados y enfermos. Oí decir también que, muchas veces, prestaba a los enfermos, personalmente, los más humildes servicios..." Tras la llegada de los Salesianos, en 1884, pensó confiar a las Hijas de María Auxiliadora una escuela materna: era necesario pensar en los niños de aquella periferia. "Don Bosco no pudo ir a Barcelona hasta la primavera de 1886 -escribe Luis Cástano-, y las crónicas cuentan ampliamente los triunfales recibimientos que le dispensaron en la Ciudad Condal, y las afectuosas y respetuosas atenciones con las que doña Dorotea, sus hijas, sus nietos y parientes rodearon al santo". En esos días, Dorotea pudo comprobar cómo sus preocupaciones y proyectos en favor de la juventud pobre y abandonada coincidían plenamente con los de Don Bosco... En carta del 5 de febrero de 1888 al comunicarle el fallecimiento de Don Bosco, su primer sucesor, el Beato Miguel Rúa le escribe textualmente "Nuestro queridísimo padre ha volado al cielo, dejando sumidos en el dolor a sus hijos. Demostró siempre una viva estima y un afecto agradecido a nuestra "madre de Barcelona -como él la llamaba- . Es más, antes de morir aseguré que iba a prepararle un buen sitio en el cielo". Aquel mismo año, doña Dorotea entrega a los Salesianos el oratorio y las escuelas populares de la calle Rocafort. Poco después, la última obra que ofrece a la Familia Salesiana es el Colegio de Santa Dorotea, en Sarriá, confiado a las Hijas de María Auxiliadora. Para su adquisición faltaban 70.000 pesetas. Y ella se las da a don Juan Branda diciendo: "Ahora veo que Dios me quiere verdaderamente pobre". Ésa era


la suma que se había reservado para vivir modestamente sus últimos años, junto con María, su fiel camarera, ya anciana... Cristiana heroica El Viernes Santo de 1891, en la fría iglesia de María Reparadora, una de sus obras predilectas, mientras presidía la mesa petitoria de la colecta para los Lugares Santos, contrajo una pulmonía. Tenía setenta y cinco años, y en seguida se vio que no superaría la crisis. Acudió don Rinaldi y estuvo largo rato a su cabecera. Más tarde, escribió: "En los pocos días que continué viviendo, no pensaba en su enfermedad, sino en los pobres y en su alma. Quiso decir algo, en particular, a cada una de sus hijas, y las bendijo a todas "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", como un antiguo patriarca. El último día, mientras estábamos alrededor de su lecho encomendándola al Señor en un cierto momento levantó la mirada. Su confesor le ofreció el crucifijo para que lo besara. Todos los presentes nos arrodillamos. Doña Dorotea se recogió, entornó los ojos y expiró suavemente". Era el 3 de abril de 1891. Sus restos reposan en el Santuario-Parroquia de María Auxiliadora de Sarriá. Juan Pablo II, el 9 de junio de 1983, la declaró "Venerable", es decir, "cristiana que practicó en grado heroico el amor a Dios y al prójimo". Oración: Señor Jesús, que dejaste a tus discípulos el mandamiento nuevo del amor fraterno e infundiste en la Venerable Dorotea de Chopitea una caridad ardiente en el servicio a los pobres y marginados, concédenos, por sus ruegos, la gracia de luis..., a fin de alcanzar su pronta Beatificación. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Amen L’alcalde, marit d’ella JM Serra era cossí germà del meu besavi. Es va suspendre el procés quan la mucama va dir que el que tindria que ser canonitzat era el marit, que la va aguantarmandona- un bon grapat d’anys Recentment els salessians l’han tornat a obrir.


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