El Papa en la catedral de Florencia, reunido con el Congreso Nacional de la Iglesia italiana, ha reflexionado sobre los sentimientos de Jesús: humildad, desinterés y felicidad. Y ha advertido sobre dos tentaciones: el pelagianismo y el gnosticismo “La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe indicar, animar. Tiene un rostro no rígido, tiene cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna: se llama Jesucristo”. Así lo ha indicado el Santo Padre en su discurso en el encuentro con los representantes del Congreso Nacional de la Iglesia italiana, en la catedral de Florencia. Allí estaban presentes los 2.500 participantes reunidos del 9 al 13 de noviembre con el tema “En Jesucristo el nuevo humanismo”. Al inicio de su extenso discurso, el Papa ha explicado que “podemos hablar de humanismo solamente a partir de la centralidad de Jesús, descubriendo en Él los rasgos del auténtico rostro del hombre. Es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado que recompone nuestra humanidad, también de esa fragmentada por las fatigas de la vida, o marcada por el pecado. No debemos domesticar el poder del rostro de Jesús. El rostro es la imagen de su trascendencia. Es el misericordiae vultus. Dejémonos mirar por Él. Jesús es nuestro humanismo”. El Papa ha recordado que el rostro de Jesús es similar al de muchos de nuestros hermanos humillados, esclavizados, vaciados. Además, ha advertido que si no nos abajamos no podremos ver el rostro de Jesús. “No veremos nada de su plenitud si no aceptamos que Dios se ha vaciado”, ha indicado. Y por tanto, “no entenderemos nada del humanismo cristiano y nuestras palabras serán bonitas, cultas, refinadas, pero no serán palabras de fe. Serán palabras que resuenen a vacío”. Francisco ha presentado algunas secciones del humanismo cristiano que es el de los “sentimientos de Cristo Jesús”. De este modo, el Santo Padre ha presentado tres de estos sentimientos. El primero es “la humildad”. A propósito ha explicado que “la obsesión de preservar la propia gloria, la propia dignidad, la propia influencia no debe formar parte de nuestros sentimientos. Debemos buscar la gloria de Dios, y esta no coincide con la nuestra”. La gloria de Dios “nos sorprende siempre”, ha observado. El segundo sentimiento del que ha hablado es el “desinterés”. Y ha precisado que más que el desinterés “debemos buscar la felicidad de quien está cerca de nosotros. La humanidad del cristiano está siempre en salida. No es narcisista, autoreferencial”. Por esto ha advertido que “cuando nuestro corazón es rico y está muy satisfecho de sí mismo, entonces no tiene sitio para Dios”. Nuestro deber --ha añadido-- es trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor y luchar. Nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo. El otro sentimiento del que ha hablado el Santo Padre es la felicidad. “El cristiano es un bendito, tiene en él la alegría del Evangelio. En las
bienaventuranzas, el Señor nos muestra el camino”, ha recordado. Jesús habla de la felicidad que experimentamos --ha precisado- solo cuando somos pobres en el espíritu. Asimismo, el Pontífice ha indicado que las bienaventuranzas que leemos en el Evangelio inician con una bendición y terminan con una promesa de consolación. Para ser “beatos”, para gustar la consolación de la amistad con Jesucristo, es necesario tener el corazón abierto. También ha explicado que las bienaventuranzas son un espejo en el que mirarnos y nos permiten saber si estamos caminando en el sentido justo: son un espejo que no miente. A continuación, ha especificado que estos tres sentimientos nos dicen que “no debemos estar obsesionados con el poder, también cuando esto toma el rostro de un poder útil y funcional a la imagen social de la Iglesia. Por eso ha advertido que si la Iglesia no asume los sentimientos de Jesús, se desorienta, pierde el sentido. “Los sentimientos de Jesús nos dicen que una Iglesia que piensa en sí misma y en los propios intereses sería triste”, ha afirmado el Papa. Por otro lado, el Santo Padre ha presentado también algunas de las tentaciones que enfrentamos, en concreto ha hablado de dos. La primera es la pelagiana. Esta “empuja a la Iglesia a no ser humilde, desinteresada y feliz. Y lo hace con la apariencia de un bien". Por esto ha advertido que “el pelagianismo nos lleva a tener confianza en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas pero abstractas”. Y a menudo “nos lleva a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad”. Asimismo, delante de los males y los problemas de la Iglesia es inútil buscar soluciones en conservadurismos y fundamentalismos, en la restauración de conductas y formas superadas que tampoco culturalmente tienen la capacidad de ser significativas. La reforma de la Iglesia --y la Iglesia es siempre reformada-- es ajena al pelagianismo. Esta no se acaba en el enésimo plan para cambiar las estructuras. Significa, sin embargo, injertarse y enraizarse en Cristo dejándose conducir por el Espíritu. La segunda tentación que hay que derrotar es el gnosticismo. “Esta lleva a confiar en el razonamiento lógico y claro, el cual sin embargo pierde la ternura de la carne del hermano”, ha advertido. Por eso, ha reconocido que la diferencia entre la trascendencia cristiana y cualquier forma de espiritualismo gnóstico está en el misterio de la encarnación. ¿Qué nos está pidiendo el Papa?, ha lanzado la pregunta. “Os toca a vosotros decidir: pueblo y pastores juntos”, ha asegurado. Explicando también que “yo hoy simplemente os invito a alzar la cabeza y contemplar aún una vez más el Ecce Homo que tenemos sobre nuestras cabezas”, refiriéndose a la cúpula de la catedral. A los obispos les ha pedido que sean pastores: “esta sea vuestra alegría”. Será vuestra gente, vuestro rebaño, quien os sostenga, ha afirmado. Del mismo modo, les ha pedido que nada ni nadie les quite la alegría de ser sostenidos por su pueblo. “Como pastores no seáis
predicadores de complejas doctrinas, sino anunciadores de Cristo, muerto y resucitado. Apuntad a lo esencial, al kerygma”, ha añadido el Pontífice. A toda la Iglesia italiana ha pedido “la inclusión social de los pobres, que tienen un lugar privilegiado en el pueblo de Dios, y la capacidad de encuentro y de diálogo para favorecer la amistad social en vuestro país, buscando el bien común”. Les ha pedido también la capacidad de diálogo y de encuentro. “Dialogar no es negociar. Negociar es tratar de conseguir la propia “porción” de la tarta común. No es esto lo que digo. Sino buscar el bien común para todos”, ha explicado. A propósito les ha recordado que la mejor forma de dialogar no es la de hablar y discutir, sino hacer algo juntos, construir juntos, hacer proyectos: no solos, entre católicos, sino junto a todos aquellos de buena voluntad. Asimismo ha exhortado a que la Iglesia sepa también dar una respuesta clara a las amenazas que surgen dentro del debate público: “es esta una de las formas de contribución específica de los creyentes a la construcción de la sociedad común”. A los jóvenes les ha pedido que superen la apatía, “que nadie desprecie vuestra juventud, pero aprended a ser modelos en el hablar y en el actuar”. Este nuestro tiempo --ha precisado Francisco-- requiere vivir los problemas como desafíos y no como obstáculos: el Señor es activo y trabaja en el mundo. Para finalizar, el Pontífice se ha permitido dejar unas indicaciones a los presentes para los próximos años: “en cada comunidad, en cada parroquia e institución, en cada diócesis y circunstancia, tratad de iniciar, de forma sinodal, una profundización de la Evangelii gaudium, para extraer de ella criterios prácticos y para aplicar sus disposiciones”. Publicado por JOQUIVESA en 4:53 No hay comentarios:
Invita a seguir siempre el ejemplo del Buen Pastor
Homilía del Papa ayer en la ordenación episcopal de monseñor Angelo De Donatis Reflexionemos atentamente sobre la alta responsabilidad eclesiástica a la que son llamados estos nuestros hermanos. El Señor nuestro Jesucristo enviado por el Padre, para redimir a los hombres envió a su vez en el mundo a los doce apóstoles, para que llenos del poder del
Espíritu Santo anunciaran el evangelio a todos los pueblos reuniéndolos bajo un único pastor, los santificaran y los guiaran a la salvación. Con la finalidad de perpetuar de generación en generación este ministerio apostólico, los doce se valieron de colaboradores apostólicos transmitiéndoles a ellos con la imposición de las manos, el don del Espíritu recibido de Cristo, que confería la plenitud del sacramento del orden. Así, a través de la ininterrumpida sucesión de los obispos en la tradición viviente de la Iglesia se ha conservado este ministerio, ministerio primario y la obra del Salvador sigue y se desarrolla hasta nuestros tiempos. En el obispo, circundado por sus presbíteros está presente en medio de ustedes, el mismo Señor Nuestro Jesucristo, sumo sacerdote 'in eterno'. Es Cristo de hecho que en el ministerio del obispo sigue predicando el evangelio de la salvación y a santificar a los creyentes mediante los sacramentos de la fe. Es Cristo que a través de la paternidad del obispo hace crecer nuevos miembros en su cuerpo que es la Iglesia. Es Cristo que en la sabiduría y prudencia del obispo guía el pueblo de Dios en la peregrinación terrena hasta la felicidad eterna. Acojan pues con alegría y gratitud a este nuestro hermano que nosotros obispos con la imposición de nuestras manos asociamos al colegio episcopal. Rindan a ellos el honor que se debe a los ministros de Cristo y a quienes dispensan los ministerios de Dios, a quienes les es confiado el testimonio del Evangelio y el ministerio del Espíritu para la santificación. Acuérdense de las palabras de Jesucristo a los apóstoles: 'Quién le escucha a ustedes, me escucha a mí, quién les desprecia a ustedes me desprecia a mí, y quien me desprecia a mí desprecia a aquel que me ha enviado'. En cuanto a ti, hermano queridísimo, elegido por el Señor, reflexiona que has sido elegido entre los hombres y para los hombres, has sido constituido en las cosas que se refieren a Dios. Episcopado es, de hecho, el nombre de un servicio, no de un honor. Al obispo le compete más el servir que el dominar, según el mandamiento del Maestro: quien es el más grande entre ustedes se vuelva como el más pequeño, quien gobierna como aquel que sirve. Anuncia la palabra en toda ocasión, oportuna y a veces no oportuna. Advierte, regaña, pero siempre con dulzura, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Tus palabras sean sencillas, que todos entiendan, que no sean largas homilías. Me permito decirte, acuérdate de tu padre, cuando estaba tan feliz por haber encontrado cerca del pueblo otra parroquia donde se celebraba la misa sin homilía. Las homilías sean precisamente la transmisión de la gracia de Dios. Sencillas, que todos entiendan y todos quieran ser mejores. En la iglesia a tí encomendada, y aquí en Roma de forma especial, quiero confiarte los presbíteros, seminaristas, tú tienes ese carisma. Sé fiel custodio y dispensador del misterio de Cristo, puestos por el Padre a la cabeza de su familia. Sigue siempre el ejemplo del Buen Pastor que conoce a sus
ovejas y por ellas es conocido y por ellas no dudó en dar su vida. Con tu corazón, ama con amor de padre y hermano a todos aquellos a quien Dios te confía. Como he dicho, sobre todo a los presbíteros y diáconos, seminaristas. Pero también a los pobres y a los indefensos y a quienes tienen necesidad de acogida y ayuda. Exhorta a los fieles a cooperar al empeño apostólico y escúchalos con gusto y con paciencia, muchas veces es necesario mucha paciencia. Pero el Reino de Dios se hace así. Recuerda que debes tener viva atención hacia quienes no pertenecen al rebaño de Cristo porque también esos se te han confiados en el Señor. Acuérdate que en la Iglesia católica unida en el vínculo de la caridad estás unido al colegio de los obispos y tienes que llevar la solicitud de todas las Iglesias, socorriendo generosamente a las más necesitadas de ayuda. Cercanos al inicio del Año de la Misericordia, te pido, como hermano, ser misericordioso. La Iglesia y el mundo necesita mucha misericordia. Tú enseñas a los presbíteros y seminaristas el camino de la misericordia. Con palabras, sí, pero sobre todo con tu actitud. La misericordia del Padre que siempre recibe, siempre hay sitio en su corazón. Nunca echa a nadie. Espera. Espera. Esto te deseo, mucha misericordia. Vela con amor por todo el rebaño, en el cual el Espíritu Santo te pone a regir la Iglesia de Dios. En el nombre del Padre, en nombre del cual hace presente la imagen. En nombre de Jesucristo su Hijo de quien eres constituido maestro, sacerdote y pastor. Y en nombre del Espíritu Santo que da vida a la Iglesia y con su poder sostiene nuestra debilidad. Publicado por JOQUIVESA en 4:49 No hay comentarios: lunes, 9 de noviembre de 2015
"Familiarizarse con la Biblia"
'Palabra y Vida'
(Lluís Martínez Sistach)
El 18 de noviembre de 1965, el Concilio Vaticano II -que enfilaba ya la recta final- aprobó una de las cuatro constituciones que forman su eje doctrinal: la constitución dogmática sobre la Revelación divina, titulada en latín Dei Verbum -la Palabra de Dios. Si la constitución sobre la
liturgia quería acercar el culto cristiano a los fieles, la constitución sobre la Palabra de Dios quería acercar la Biblia a los católicos. Esta era la gran novedad del documento conciliar que se aprobó hace ahora cincuenta años. Los cristianos debemos leer y conocer la Palabra de Dios. Para cualquier cristiano es primordial conocer más y más la revelación que nos llega por la Sagrada Escritura y por la gran Tradición de la Iglesia, con la interpretación auténtica del Magisterio eclesial. La Palabra de Dios se pronuncia y se escucha en el seno de la Iglesia como su lugar propio, pero con el fin de que la escuche el hombre y la mujer de cualquier parte y época e influya salvíficamente en la historia de la humanidad.
Por ello, la misión de divulgar la Palabra de Dios es una de las más necesarias en la Iglesia de nuestro tiempo. La Biblia es un tesoro de sabiduría divina y humana, viva expresión del designio de salvación del Dios misericordioso que ha salvado a la humanidad en y por Jesucristo.
En la constitución conciliar sobre la Palabra de Dios se lee: "La Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras, como también ha venerado el Cuerpo mismo del Señor. Por ello, especialmente en la sagrada liturgia, nunca deja de tomar el pan de vida de la mesa, de alimentarse de él y de distribuirlo a los fieles, tanto el pan de la Palabra de Dios como el Cuerpo de Cristo."
La lectura pausada y hecha oración de la Biblia es muy necesaria para el hombre y la mujer de hoy. Aunque tengamos la tentación del desánimo, del cansancio, del abandono, del negarse a nadar contra la corriente, la lectura de la Palabra de Dios, sobre todo del Evangelio, "donde brilla gloriosa la cruz de Cristo, nos invita insistentemente a la alegría" -dice el Papa Francisco en su exhortación Evangelii Gaudium. Con motivo del cincuenta aniversario de este importante documento del Concilio Vaticano II, invito una vez más a todos los cristianos a amar, leer y conocer la Biblia y a familiarizarse con su mensaje. Y me complace destacar y recomendar una iniciativa de la Asociación Bíblica de Cataluña y el Centro de Pastoral Litúrgica, que consiste en una edición mayor de la Biblia, con el texto de la Biblia Catalana Interconfesional, con el fin de que el libro de la Palabra de Dios tenga en lugar visible y de honor en las iglesias y los hogares cristianos. Por eso, a esta nueva
edición le han dado el título de Biblia de la Comunidad. + Lluís Martínez Sistach Cardenal arzobispo de Barcelona Publicado por JOQUIVESA en 2:48 No hay comentarios: domingo, 8 de noviembre de 2015
'La caridad no se hace con lo que sobra sino con lo necesario'
El Papa en el Ángelus Queridos hermanos y hermanas, buenos días con este bonito sol. El pasaje del Evangelio de este domingo se compone de dos partes: una en la que se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo; la otra en la que se propone un ideal ejemplar de cristiano. En la primera parte, Jesús critica a los escribas, maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, codicia e hipocresía. A ellos les gusta “que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Mc 12,38-39). Pero bajo apariencias tan solemnes se esconden falsedades e injusticias. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad para “devorar los bienes de las viudas” (cfr v. 40), que eran consideradas, junto a los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y menos protegidas. Finalmente, los escribas “hacen largos rezos para hacerse ver” (v. 40). También hoy existe el riesgo de asumir estas actitudes. Por ejemplo, cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios, y sin embargo se antepone a Él la propia vanidad, el propio beneficio. Y en esta línea se coloca la segunda parte del Evangelio de hoy. La escena ambientada en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar donde la gente echaba las monedas como ofrenda. Hay muchos ricos que echan muchas monedas, y hay una mujer pobre, viuda, que pone apenas dos monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la atención de sus discípulos sobre el fuerte contraste de la escena. Los ricos han dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo,
mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha dado “todo lo que tenía para vivir” (v. 44). Por esto --dice Jesús-- ella ha dado más que nadie. A causa de su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere hacer las cosas a medias con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, tiene todo; se sienta amada totalmente por Él y a su vez, lo ama totalmente. Bonito ejemplo esta viejecita, bonito ejemplo. Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener mucho dinero y estar vacío. No hay plenitud en tu corazón. Pensad esta semana en la diferencia que hay entre cantidad y plenitud. No es una cuestión de cartera, sino de corazón. Hay diferencia entre cartera y corazón. Algunos tienen, hay enfermedades cardíacas, que hacen bajar el corazón a la cartera y eso no va bien. Amar a Dios “con todo el corazón” significa fiarse de Él, de su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres sin esperar nada a cambio. Me permito contaros una anécdota que sucedió en mi diócesis anterior. Estaban en la mesa una madre con los tres hijos, el padre estaba en el trabajo. Estaban comiendo chuletas a la milanesa. En ese momento llaman a la puerta, uno de los hijos va, pequeños, 5, 6, 7 años el más grande, y viene y dice ‘mamá hay un mendigo que pide comida’. Y la madre, buena cristiana, les pregunta ‘¿qué hacemos?’ ‘Le damos de comer, mamá’. ‘Vale’. Toma el tenedor y el cuchillo y quita la mitad de la chuleta a cada uno. ‘Ah, no, mamá, así no, toma del frigorífico’. ‘No, hacemos tres bocadillos así’. Y los hijos han aprendido que la verdadera caridad se da, se hace, no de lo que nos sobra sino de lo que es necesario. Y estoy seguro que esa tarde han tenido un poco de hambre, pero se hace así. Frente a las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos de algo como estos niños, de la mitad de las chuletas, de algo indispensable no solo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no solo lo que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida y sin reservas nuestro talento, no después de haberlo utilizado para nuestros fines personales o de grupo. Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los discípulos, la hace subir a la cátedra y la presenta como maestra del Evangelio vivo. Por la intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad feliz y gratuita.
Después del ángelus, el Santo Padre ha indicado: Queridos hermanos y hermanas,
sé que muchos de vosotros os habéis preocupado por las noticias que han circulado en los días pasados a propósito de documentos reservados de la Santa Sede que han sido robados y publicados. Por esto quisiera deciros, sobre todo, que robar estos documentos es un delito. Es un acto deplorable que no ayuda. Yo mismo había pedido hacer ese estudio, y esos documentos, mis colaboradores y yo ya los conocíamos bien y se han tomado medidas que han comenzado a dar frutos, y también algunos visibles. Por eso quiero aseguraros también que este triste hecho no me distrae ciertamente del trabajo de reforma que estamos llevando adelante con mis colaboradores y con el apoyo de todos vosotros. Sí, con el apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva con la oración y con la santidad cotidiana de cada bautizado. Por eso os doy las gracias y os pide que sigáis rezando por el Papa y por la Iglesia, sin dejarse molestar sino yendo adelante con confianza y esperanza. Hoy en Italia se celebra la Jornada de la Acción de Gracias, que este año lleva por tema “El suelo, bien común”. Me asocio a los obispos en el desear que todos actúen como administradores responsables de un precioso bien colectivo, la tierra, cuyos frutos tienen una destinación universal. Me siento cercano con gratitud al mundo agrícola, y animo a cultivar la tierra de tal forma que se cuide la fertilidad para que produzca comida para todos, hoy y para las generaciones futuras. En tal contexto tiene lugar en Roma la Jornada diocesana para el cuidado de la creación, que esta año se enriquece con la “Marcha por la tierra”. Mañana, en Florencia, inicia el 5º Congreso Eclesial Nacional, con la presencia de los obispos y de los delegados de todas las diócesis italianas. Se trata de un evento importante de comunión y de reflexión, en el que tendré la alegría de participar también yo, el próximo martes. Os saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular a los estudiantes franceses de la región parisina, a los fieles de Japón y de Polonia, como también a los de Scandicci. Saludo a los representantes de la Orden de los Predicadores --dominicos-- que ayer abrieron el octavo centenario de la fundación. A todos os deseo un buen domingo. ¡Y no os olvidéis de rezar por mí! Buen almuerzo y hasta pronto.
Publicado por JOQUIVESA en 11:26 No hay comentarios:
La generosidad de la viuda
XXXII Domingo Ordinario Reyes 17, 10-16: “Con el puñado de harina la viuda hizo un panecillo y se lo llevó a Elías” Salmo 145: “El Señor siempre es fiel a su palabra” Hebreos 9, 24-28: “Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos” San Marcos 12, 38-44: “Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos” “¡Eso es una locura! Es quedarse expuesto a todos los peligros y abrir con ingenuidad las puertas a los desconocidos”. Son las objeciones de quienes escuchan con admiración los métodos y caminos de “Los Traperos de Emaús”, en su terca misión de transformar la sociedad: “Dar todo, dar a todos, abrir la puerta y compartir la mesa”. Dicen no tener nada porque se han dedicado a recoger lo que la sociedad ha desechado, pero tienen un techo, un trabajo y una comunidad y lo arriesgan todo abriendo el corazón a quien llega a sus puertas. “Como muestra de confianza entregamos la llave de la casa al que solicita su admisión”. Así, dando todo, encuentran la fuerza para levantar a hombres y mujeres marginados por la sociedad. Sólo tienen “la basura” que recogen, seleccionan y ofrecen. Sus ganancias las entregan con generosidad a quien llega y quien más lo necesita. Las enseñanzas de Jesús parten de la vida, a veces resaltando lo positivo y a veces denunciando las injusticias y las mentiras que perjudican a la vida de sus discípulos. San Marcos nos presenta a un Jesús observador y crítico que pone en evidencia el fuerte contraste que existe entre la conducta de los escribas y la de la viuda pobre. Jesús ve más allá de las apariencias, penetra en el interior y nos obliga a fijar nuestra mirada en los pequeños, en los desconocidos, en los sin nombre, en esos hombres y mujeres que, aparentemente, no tienen nada pero son los que van construyendo el Reino. Desde su mirada misericordiosa contempla con dolor la ostentación de los ricos, pero también las pequeñas monedas que se pierden en la oscuridad de las alcancías. Para Él no puede pasar inadvertida la insignificante ofrenda de la viuda. El contraste es manifiesto y Jesús se muestra juez implacable de los que hacen ostentación de su dinero, poder y generosidad, y al mismo tiempo, insobornable defensor de los más pobres. Ante la escandalosa pobreza, un mundo que se desbarata y una hermana madre tierra que gime, los poderosos ofrecen vistosas soluciones y detrás de sus propuestas, esconden intereses egoístas y fraudulentos rescates. Ya lo denuncia el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Si”, acusando a quienes fingen y proponen soluciones pero no arriesgan nada y son los pobres quienes tienen que sacrificar sus pocas pertenencias y son exigidos sin misericordia. Acusar y no
comprometerse hoy igual que ayer. Los nuevos escribas y fariseos se echan sobre las pobres pertenencias de los pobres. Pero Jesús, cuando dice “¡Cuidado!” , nos lo dice también a nosotros que tenemos el corazón muy propenso a la riqueza, a la fama y al placer. Dos viudas, pobres, humildes, hoy nos reclaman nuestros tibios compromisos y nuestra muy condicionada participación. Para construir el Reino se necesita entregar todo. Ellas no sabrán mucho de teologías, pero saben de generosidad; ellas no comprenderán de sistemas económicos ni de teorías ambientalistas, pero saben ofrecer todo lo que tienen; ellas no disertarán sobre nuevos sistemas y brillantes soluciones, sólo viven la fraternidad. La viven a plenitud y con una confianza inmensa en el amor de Dios que ve el interior del corazón y que reconoce la bondad de los pequeños. La generosidad de “estas viudas” y las viudas y pobres de hoy, es también la base de la solidaridad. No se trata de dar lo que nos sobra o ya no necesitamos; no se trata de deshacernos de la basura que estorba en nuestras casas y que “a lo mejor al otro le puede ser útil”. No se trata de una ayuda que humille, sino de un compromiso que promueva la hermandad. Siguiendo el ejemplo de Jesús, y también el de la viuda, la solidaridad implica un intercambio entre iguales aunque poseamos diferente; una entrega de lo que da vida, una donación de nuestro tiempo y de todo lo que somos nosotros. Uno es generoso no cuando se atiene a todas sus posesiones para sentirse seguro, sino cuando ofrece aquello que también a él le hace falta. Ciertamente es una revolución en nuestro pensamiento y en nuestras ambiciones, pero la propuesta de Jesús es revolucionaria o deja de ser verdadera. Jesús no propone la mediocridad y la indiferencia, Él mismo se ha entregado a plenitud. Hay otra enseñanza que nos deja esta viuda pobre: hacer nuestras tareas a plenitud y no en la mediocridad. Hay muchos que van “sobreviviendo”, “pasándola”, “dejándose llevar por los vientos”, pero sin vivir plenamente. Si contemplamos a Jesús, lo descubrimos viviendo y dándose sin medida, sin cálculos. Dando todo lo que tiene y dándose todo entero; vaciándose, anonadándose y agotándose, sin nada para sí mismo. Por eso se entrega en un pan: triturado, para que todos lo coman y tengan vida. Hoy hay gente que vive así. Que les gusta dejarse llevar por la explosión de su generosidad, que llenan cada momento con su entusiasmo y su alegría, aunque tengan los bolsillos vacíos. No se trata de huir artificialmente de una situación de crisis, sino que es la única manera de vivir cristianamente la crisis: compartiendo en la fe, en la generosidad, y no dejando que muera la esperanza. Sólo uniendo lo poco, casi nada, que tienen miles de personas generosas se logrará crear un mundo nuevo. Conozco personas a quienes la crisis y la pobreza les ha dejado un carácter agrio y las ha dividido y las colocado en pleito con sus cercanos; y recuerdo, con admiración, familias que gracias a una crisis económica han descubierto que tenían muchos más valores que
compartir y a quienes su amor los sostiene y alienta. Nuestra aportación a un mundo mejor, nuestra generosidad, por ser tan pequeña, parece que no solucionará los graves problemas, pero desencadena la esperanza y la alegría por hacer, mantiene viva la débil llama del amor. Actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de demostrar que el amor vence al odio, a la indiferencia y a la injusticia. Ayúdanos, Padre bueno, a que dejando en tus manos amorosas todas nuestras preocupaciones, nos entreguemos con mayor libertad y generosidad a la construcción de tu Reino. Amén.