LA LIBERTAD -La perseverancia requiere una respuesta libre y generosa a la gracia de Dios. -La libertad, en la tierra, tiene siempre sus límites. -Dejarse condicionar por el amor de Dios. S.Josemaría. “Hijas e hijos míos, sé que todos vosotros habéis venido a la Obra porque os ha dado la gana, decididos a entregaros, a quemar las naves, de modo que en el corazón, en el pensamiento y en la voluntad no haya otro afán que Dios y el bien de las almas. Los que lleváis ya algún tiempo en la Obra habéis visto, con agradecimiento, cómo tantas almas se entusiasman y vibran con el espíritu del Opus Dei, que enseñamos y procuramos reflejar en todas nuestras acciones, vulgares y corrientes en apariencia, pero que realmente son heroicas. Me habéis oído decir muchas veces que comenzar es algo, pero que perseverar es todo. Por eso os quiero prevenir ahora contra una tentación que quizá sientan algunos hijos míos cuando llega el momento, que necesariamente tiene que venir, de notar que en el Opus Dei hay cruz. Porque Dios nos pide a todos una abnegación plena, y a veces el pobre hombre de barro -de que estamos hechos- se rebela; sobre todo si hemos dejado que nuestro yo se interponga en el trabajo, que ha de ser para Dios. A esos hijos míos, que quizá entonces se encuentran como obligados a llevar la cruz (cfr. Matth. XXVII,12). me gustaría decirles al oído: si scires donum Dei! (Joan IV, 10), ¡si conocieras el don de Dios! Hijo, ¿por qué no lo entiendes?, ¿por qué pareces ignorar el gran regalo que te ha hecho llamándote a su servicio precisamente a ti, cuando hay tantas almas mejores que la tu y más entregadas, que responderían con generosidad más plena? l. En esta última semana de Cuaresma, el Evangelio de la Misa recoge la larga conversación de Jesucristo con los fariseos en Jerusalén, con ocasión de la fiesta de los Tabernáculos. Y cuenta San Juan que, a pesar de la oposición de los escribas y fariseos, al decir estas cosas, muchos creyeron en E1 2. A estos judíos creyentes dirige Jesús la última parte de su discurso: si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres 3, Palabras que hemos de tener siempre presentes, de modo especial si alguna vez pretendiera insinuarse en nuestra vida un conflicto entre la libertad y la entrega. S.Josemaría, nos puso claramente en guardia frente a este falso dilema. “Es lógico, hijas e hijos, que haya límites en nuestra actuación de hijos de Dios, a la vez que nos sentimos y somos verdaderamente libres. Los límites y protecciones de las autopistas, que impiden a los coches salirse del camino, sólo podrían parecer contrarios a la libertad a quien no quisiera verdaderamente llegar a donde conduce la carretera. Unicamente una persona sin juicio quiere que no haya limitaciones en su camino, como un conductor de automóvil que dijera: ¿por qué ponen estas barreras?, y las saltara pasándose al otro lado. Ese hombre no es más libre por eso, pero además atropella la libertad de los otros, y terminará perdiéndose”4 Aseguraremos, con la ayuda de Dios, la perseverancia si día a día respondemos fielmente a las pequeñas exigencias de la entrega. Concédenos, Señor, perseverar en tu servicio para que, a lo largo de los días, el pueblo que te sirve fielmente crezca en número y santidad 5. “A VOSOTROS, hijas e hijos míos, la formación que recibís en la Obra, mientras os hace cada vez más sencillos y descomplicados, os da rectitud de criterio, que se traduce en la unidad de vida, y en una gran libertad, con las limitaciones lógicas de la entrega a Dios según una vocación especifica, que no tiene otro fin que el
servicio a Dios y a las almas. “Por ejemplo, ahora no sería bueno que repitierais lo que hice yo, durante tantos años,
con los primeros: ir por los hospitales, para atender a los enfermos, limpiarles, lavarlos. A eso tuve que renunciar porque no es compatible con esta otra labor que es el trabajo que el Señor me pide ahora. Y vosotros igual: al elegir santificaros en el lugar que el Señor os ha puesto, tenéis que prescindir de otras cosas buenas, pero que ya son vuestro camino”. Padre, me preguntaréis, entonces ¿estamos condicionados?, ¿no tenemos libertad? Mirad si hay en la tierra, hijos, alguna persona que sea libre en el sentido de que o tenga limitaciones de ninguna clase. Nuestras madres están condicionadas por el amor a nuestros padres y a nosotros. Este hombre está condicionado por su profesión, aquél por sus ambiciones de gloria, el otro por su sensualidad, como lo estaríamos nosotros si no guardásemos la vista, si no tuviéramos la preocupación de evitar las ocasiones, y de ser humildes. Condicionado está el militar, el profesor, y el campesino; condicionado está el empresario y el obrero... Todos, todos: el enfermo, el sano, el alto, el bajo, el deportista y el baldragas que no se mueve por nada... Todos están condicionados. Al elegir una cosa, otras muchas -también buenas- quedan excluidas, pero eso no significa que falte libertad: es una consecuencia necesaria de nuestra naturaleza finita, que no puede abarcarlo todo; aunque al elegir en cada momento a Dios -que es el fin último también del orden natural-, en El de algún modo se tiene todo (cfr. Eccli. XLIII, 27). Y ésto en lo humano, en lo terreno. En lo espiritual, con más motivo. Hijos míos: buscar una falsa libertad que ignore las consecuencias de las obligaciones que hemos contraído por amor, porque nos dio la gana, no es ni libertad ni siquiera parte de la libertad: es señal de que se ama el libertinaje, de que el corazón se ha desordenado. Por eso os pido siempre que obréis con voluntariedad actual, para que cada día y en todo instante confirméis la elección que habéis hecho, porque Dios os llamó y vosotros dijisteis que sí, por una razón sobrenatural de amor incondicionado. Hijos míos, ¿no vale la pena que nosotros nos dejemos libremente condicionar por el Amor y el sacrificio? Cuando tantas cosas se tambalean, y el diablo ha desatado una tempestad tremenda contra la Iglesia de Cristo, ¿no es una maravilla que nosotros nos entreguemos de lleno al Señor, que nuestra vida entera esté condicionada por ese afán de amar a Dios y de servir a las almas? Un límite que nos lo hemos impuesto nosotros mismos, con la gracia divina, porque nos dio la gana” 6. Si un hombre no se deja vincular por afanes nobles y limpios, con los que acepta las obligaciones de una familia, de una profesión, de unos deberes ciudadanos...; si un hombre no tiene iniciativa para tomar esas decisiones, la vida misma se encargará de imponérselas, contra su voluntad. Después vendrá la reacción de rebeldía, de violencia, de abandonarse por un camino que no es cristiano. Cuando todo eso sucede, esa alma queda todavía más condicionada que la que voluntariamente quiso aceptar unos compromisos, que en apariencia coartaban su libertad; en apariencia, porque en ese momento era libre, como seguirá siendo libre su lealtad. “De otro modo -no lo olvidéis, hijos queda el alma más esclavizada, con cadenas que en alguna ocasión parecerán de oro, pero que no dejan de ser cadenas. Y, en otras, serán de hierro mohoso”.
“Os he contado ya otras veces la triste impresión que me produjo ver un águila dentro de una jaula de hierro, con un pedazo de carroña entre sus garras. Aquel animal -que en las alturas es todo majestad, dueño de los aires, y mira de hito en hito al sol- encerrado en la jaula daba asco y pena a la vez, por las mil diabluras que le gastaban unos niños. Hijos míos, creedme, todas nuestras rebeldías desordenadas nos llevan a la jaula y a la carroña, al envilecimiento, a perder la potestad de subir. Sólo entregándonos con humildad podremos decir con San Juan de la Cruz: volé tan alto, tan alto que le di a la caza alcance”. No es cosa material, exterior. Se puede estar prisionero en la celda más horrenda e inhumana, y ser libre, aceptando la voluntad de Dios y amando el sacrificio, con el pensamiento en todas las almas de la tierra. ¡Cuántos mártires de la fe en nuestros días han volado así como las águilas, con el cuerpo entre hierros y el alma libre para amar a Dios sin límites! “No contempléis nada sólo con ojos humanos, hijas hijos míos. No miréis con la nariz pegada al muro, porque entonces no veríais más que un poco de pared, algo de suelo y la punta de vuestros zapatos, que ni siquiera estarán limpios porque se habrán manchado con el polvo del camino. Alzad la cabeza, y veréis el cielo, azul o nublado, pero esperando vuestro vuelo. Los obstáculos de la sensualidad, de la soberbia, de la vanidad; en una palabra, de la idiotez humana, no son tan altos que puedan, si nosotros no queremos, cegamos por completo la vista. Además, con la gracia de Dios, nos los saltamos como se los salta un torero o un buen deportista. La Obra os está dando una doctrina maravillosa, de modo que el que no recibe la formación debida es porque no quiere; medios no le faltan. Hijos, en el Opus Dei no hay nadie que se niegue descaradamente a aprovechar los medios de formación, pero podría suceder que alguno, por soberbia, no entendiera la bondad de un determinado criterio. Si dejamos que el yo enrede, es más fácil que nuestra cabeza vea limitaciones donde se nos pide que pongamos amor. Pero con un poco de buena voluntad, y la gracia de Dios que no nos falta, la inteligencia se vuelve más clara y todo se arregla. Y habremos vencido una batalla más “7. Acudimos a la Virgen, pidiéndole la perseverancia en nuestra entrega. Sancta Maria, Ancilla Domini, ora pro no bis!