Historia de la Iglesia tomo2 (desde siglo 16)

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3.El protestantismo en los países nórdicos y orientales. Dinamarca bajo el reinado de Cristian III entre 1534 y 1559 conocerá la acción de predicadores alemanes protestantes, que serán apoyados por el rey, quien buscaba apropiarse de los recursos del clero. A Noruega, dependiente de Dinamarca, le sucederá lo mismo y se pasará también al bloque protestante. También Suecia, que se independiza de Dinamarca por la iniciativa del rey Gustavo I Vasa (1523-1560), sigue el mismo camino. En los países del Báltico, dominados por la poderosa Orden de Caballería Teutónica, el Maestro de los Caballeros teutónicos, príncipe arzobispo Alberto de Brandemburgo, se aprovecha de la reforma protestante para transformar a Prusia en un ducado hereditario personal. Tan sólo Polonia, de la mano del rey Segismundo I, consigue preservar a su nobleza de las solicitudes del protestantismo; y Hungría gracias a la acción del rey Luis II y la amenaza de los turcos. Aunque tras su muerte en la batalla de Mohacs (1526), su sucesor D. Fernando, hermano de Carlos V, hubo de ceder y dar facilidades a los protestantes para evitar que estos apoyasen a su contrincante Juan Zápolya, o bien se echasen en manos de los turcos. Así pues, los luteranos se ganaron a la población de origen alemán, mientras que los calvinistas hicieron lo mismo con la población magiar. El mismo reparto tendría lugar algo más tarde en Transilvania. 4.El protestantismo radical En 1522 en ausencia de Lutero, ya habíamos comentado como habían surgido disturbios en la ciudad de Wittemberg. Durante los mismos se corrió la amenaza de que toda la organización eclesiástica desapareciese al aplicarse de forma radical todos los principios de Lutero. Los disturbios habían sido provocados por los anabaptistas. Este movimiento, cuyo origen (Zurich o Alemania meridional) se discute, consistía en la fusión de una serie de elementos, unos radicales religiosos extendidos a todos los aspectos de la sociedad; y otros de carácter místico y socializante. Heredero de los movimientos "espirituales" de la Edad Media, acentuó aquellos aspectos del luteranismo que hacían referencia a la Iglesia como comunidad de los rescatados y aplicó la "libertas cristiana" al terreno político social. Se consideraban como un grupo de "puros", de "profetas", de "santos", verdaderamente regenerados, encabezados por un sacerdote Thomas Müntzer, adherido a la doctrina luterana y a quien Lutero nombró ministro de Zwickau (Sajonia). El temperamento exaltado de Müntzer arrastró a un pequeño grupo de "iluminados", integrado principalmente por aprendices de pañeros, que organizaron una insurrección para restaurar "el nuevo pueblo de Dios". Expulsados de la ciudad, los "profetas" se dispersaron y algunos se instalaron en Wittemberg. Allí su líder fue Andrea Karlostadio. Este impuso la "misa evangélica" de carácter utraquista, proclamó la obligatoriedad del matrimonio de los clérigos y favoreció las reivindicaciones extremistas populares. En la ciudad se produjeron escenas revolucionarias; se declaró la guerra a los estudios y se proclamó el derecho de todos a predicar el Evangelio; la propia universidad correría el riesgo de desaparecer. Una oleada iconoclasta estalló en febrero de 1522. Lutero sería, quien avisado por Melanchton, pondría orden haciendo expulsar a los "fanáticos". Los anabaptistas influyeron en la guerra de los campesinos soliviantando a estos para que tomasen las armas contra sus señores. Pero los príncipes con el apoyo moral de Lutero los aplastaron y su líder Thomas Müntzer fue hecho prisionero y tras su retractación y reconversión al catolicismo, fue decapitado en 1525. Sin embargo los anabaptistas aun resistieron en la ciudad de Münster de la mano de Jan Matthys, un panadero de Harlem. Pero católicos y protestantes tomaron la ciudad en 1535 matando y torturando a los supervivientes. Un grupo de anabaptistas moderados, llamados mennonitas por su fundador Menno, establecieron comunidades desde Francia hasta Rusia. Menno había sido sacerdote católico, pero abandonó la Iglesia. Se unió a los anabaptistas después de ver muerto a centenares de ellos, incluido su propio hermano. Los anabaptistas entraron con él en una nueva época, pues Menno aceptó todas sus ideas, aunque rechazó las formas de fanatismo. Otro grupo de anabaptistas llegaría a Inglaterra, con la mala fortuna de ir a caer en las manos de Enrique VIII, quien hizo ejecutar a algunos, decidiendo el resto huir hacia América dando lugar a los Anabaptistas americanos, Cuáqueros y Aimis. Otros grupos de Anabaptistas se dispersaron por Suiza, Alemania y Holanda. C. LA SEPARACION DE INGLATERRA. EL ANGLICANISMO. 1.El motivo y las etapas de la separación. Para estudiar el caso inglés es importante tener presente la influencia, que había tenido la predicación laicista y evangélica del clérigo John Wicleff; así como las comunidades de los lotardos adictos a la pobreza y a la espontaneidad carismática; los humanistas; y también un cierto distanciamiento en las relaciones entre la jerarquía inglesa y la Santa Sede desde hacía tres siglos. Sin embargo todo ello no había alterado la fe católica de la mayoría de la sociedad inglesa. (Opinión de J.P Sauvignac). LLorca y Gª Villoslada, en cambio,hacen incapié en la relajación del alto y bajo clero inglés que buscaba en este estado las ventajas materiales sin tener vocación para él.


Los humanistas Erasmo y Juan Colet habían escrito proponiendo la vuelta al Evangelio primitivo, contribuyendo a levantar al pueblo contra el papado y la jerarquía eclesiástica, ya que sus obras conocieron una amplia difusión en Inglaterra. En este ambiente accedió al trono Enrique VIII entre 1509 y 1547. De formación cristiana, fue durante los primeros años de su reinado un acérrimo defensor de la fe católica. Al tener noticias de la rebelión de Lutero, había ordenado quemar sus libros en Inglaterra y el mismo compondría con la ayuda de algunos obispos y teólogos una obra en 1521 dedicada al papa, en defensa de la fe: "Assertio septem Sacramentorum" en la cual refutaba las tesis de Lutero. Por ello el Papa León X le llegó a otorgar el título de defensor de la fe. Enrique VIII se había casado con Catalina de Aragón hija de los Reyes Católicos y tía del Emperador Carlos V. Esta se había casado anteriormente con Arturo, hermano de Enrique VIII, pero muerto éste a los pocos meses sin haber consumado el matrimonio, el Papa Julio II otorgó la dispensa canónica del impedimento para la boda entre ambos. De Catalina de Aragón tuvo durante los 18 años de matrimonio 3 hijos y 2 hijas. Pero sólo una niña sobrevivió, la futura reina María Tudor. El rey se enamoró posteriormente de Ana Bolena y decidió solicitar la nulidad matrimonial con Catalina de Aragón alegando que era viuda de su hermano Arturo. El clero inglés, subyugado y amenazado en sus privilegios terminó cediendo. Roma alertada por su nuncio, trató de defender la indisolubilidad del matrimonio. Para ello se dio en un principio largas al asunto, buscando con ello que se enfriase la pasión del rey por Ana. No obstante, las presiones diplomáticas de la Corte de Londres se hicieron intransigentes por lo que la Santa Sede tuvo que negarse con claridad a anular el matrimonio. En 1533 Enrique VIII contrajo matrimonio con Ana Bolena tras anular Crammer (nuevo Arzobispo de Canterbury) su matrimonio con Catalina de Aragón. El Papa Clemente VII excomulgó a Enrique VIII ese mismo año. Y el rey por su parte hizo que el Parlamento determinase que el rey se convirtiese en jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra. Al rey se opusieron algunos monjes cartujos y sacerdotes seculares, así como Tomás Moro y el Obispo de Rochester John Fischer, quienes pagaron con su vida en el martirio su resistencia al cisma. En 1536 "El acta de los 6 artículos" manifestó el interés del rey por mantener la integridad de la doctrina católica, pero "La Instrucción Real" de 1543 adoptó una vía media con el protestantismo. Enrique VIII todavía se casaría otras cuatro veces más eliminando una tras otra a sus mujeres. Su sucesor Eduardo VI (1543-1553) continuó con la reforma anglicana, dirigida por Crammer. La nueva religión suprimía el celibato eclesiástico, los compromisos religiosos, la vida monástica y las imágenes religiosas; el "Book of commow prayer" (1549) eliminaba de la liturgia el carácter sacrificial de la Misa -la renovación sacramental de la oblación de Cristo en la Cruz- y los "Cuarenta y dos artículos" de religión (1553) dan a los dogmas de la Eucaristía y la predestinación una interpretación calvinista, aun manteniendo el episcopado y conservando algunas formas litúrgicas tradicionales. El reinado de María Tudor se caracterizó por el retorno al catolicismo. Hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII, casada con Felipe II de España, la reina María actúa con firmeza ayudada por el legado pontificio Reginald Pole. María, llamada la sanguinaria, puso todo su esfuerzo entre 1553 y 1558 en reconciliar a Inglaterra con la Santa Sede. Pero a su muerte Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, se apartó de nuevo del catolicismo exasperada por la fidelidad que mostraban los católicos ingleses a su prima la reina de Escocia María Estuardo. Hasta su muerte en 1603, la reina de Inglaterra se dedicó a hacer aplicar con todos los medios a su alcance, el "Acta de Uniformidad" documento que desde 1559 prescribía la abolición de la Misa y la obligación de que todos los funcionarios prestasen juramento de fidelidad a la corona, erigida en autoridad suprema en lo temporal y en lo espiritual. De un total de 16 obispos, 15 se negaron a firmar ese juramento por lo que serían depuestos. Matías Parker, antiguo capellán de Ana Bolena, será consagrado en 1559 cabeza de la jerarquía reformada y arzobispo de Canterbury, pero el Papa Paulo IV declaró inválida esa consagración; por lo tanto, las ordenaciones y consagraciones posteriores de la Iglesia Anglicana serían nulas y sin efectos sacramentales, por defecto de sucesión apostólica, ya que faltaba la comunión con la Santa Sede de Pedro y de sus sucesores, establecidos por Cristo. Los 42 artículos impuestos por el rey Eduardo VI se convirtieron en la norma de conducta religiosa de la Iglesia Nacional de Inglaterra en 1563. Los católicos fueron expropiados y ejecutados en gran número, cuando S. Pío V excomulgó a Isabel I. María Estuardo fue ejecutada en 1587 por orden de su prima Isabel I, y su hijo Jacobo VI de Escocia se haría con el trono de Inglaterra con el apoyo calvinista, tomando el nombre de Jaime I y renegando del catolicismo (1603-1625). TEMA 3. EL CONCILIO DE TRENTO. REFORMA CATOLICA Y CONTRAREFORMA. A. EL CONCILIO DE TRENTO.


1.El Concilio de Trento bajo el pontificado de Pablo III y Julio III (De LLorca-Gª Villoslada). Paulo III (1534-1549), de la familia Farnesio, nacido en 1468 y cardenal diácono en 1493 por nombramiento de Alejandro VI. Hasta 1509 llevó una vida desarreglada, tuvo tres hijos naturales. En 1515 es ordenado sacerdote y después obispo. Ya para entonces su vida había cambiado completamente y se entregó de lleno al cumplimiento de sus deberes. Si bien su vida continuaría siendo mundana a la manera de los Farnesio. No se adhirió a los hombres del Oratorio del Amor Divino, pero se manifestó partidario de la reforma y la renovación. En 1534 por voto unánime del cónclave es elevado al Solio Pontificio. Inmediatamente procede a reformar la curia y el colegio cardenalicio. También realizó actos de nepotismo nombrando a sus dos nietos Alejandro Farnesio y Guido A. Sforza de Santafiora. Sin embargo la mayor parte de los cardenales que nombraría serían personas capacitadas y partidarias de la reforma. El 27 de agosto de 1535 nombró una comisión de reforma compuesta por los cardenales Piccolomini, Sanseverino, Chinucci, Simonetta, Cesi, tres obispos y presididos por el cardenal Contarini, quien al igual que Chimucci habían sido nombrados cardenales 3 meses antes por Paulo III. Su misión era la de reformar el clero romano. El 2 de junio de 1536 se promulgaba la bula de convocación del concilio en la ciudad de Mantua. Aconsejado por Contarini, Paulo III concibió la idea de que una comisión de reforma redactara un plan concreto , completo y detallado de reforma. Para ello fueron llamados a Roma Juan Pedro Caraffa, Gregorio Cortese, Juan Mateo Giberti, Sadoleto, Fregoso (de Italia) y Reginaldo Pole (de Inglaterra). A ellos se añadieron Aleander (conocedor de los asuntos de Alemania y el gran erudito Tomás Badía. Presididos por Contarini, desde noviembre de 1536 celebraron una serie de sesiones que concluyeron en febrero de 1537 con la elaboración de un "Dictamen de los cardenales y demás prelados de la Iglesia Romana". Ya en diciembre de 1536 el Papa había nombrado nuevos cardenales partidarios de la reforma, entre ellos a Caraffa y Reginaldo Pole. Y a la vez que se preparaba el concilio, Pablo III puso la ejecución de la reforma en manos de cuatro cardenales Contarini, Caraffa, Simonetta y Guinucci. Estos comenzaron por la Dataría (organismo de la economía pontificia), después de la Cancillería, la Penitenciaría y los tribunales de Justicia, e igualmente la Rota. En 1541 se emprendió la reforma de la predicación y al año siguiente la reforma se oriento hacia los empleados de la curia. Incluso se llegaron a iniciar trabajos para urgir la obligación de residencia de los obispos (en Roma había 80 obispos forasteros residiendo por aquel entonces). Además se renovó el tribunal del Santo Oficio o Inquisición. Y en 1543 se publicaba el índice de libros prohibidos (las universidades de París y de Lovaina ya lo poseían). LAS PRIMERAS CONVOCATORIAS: MANTUA Y VICENZA: El 2 de junio de 1536 se publicó la bula de convocación del concilio que debía comenzar en Mantua el 23 de mayo de 1537. Sin embargo el duque de dicha ciudad puso obstáculos para que se celebrase en la misma por lo que se escogió la ciudad de Vicenza anunciando el concilio para le año siguiente. Hacia allí partieron los legados pontificios,tres cardenales Campegio, Simonetta y Aleander. Pero apenas 5 obispos se presentaron en Vicenza. El Papa presionado por Carlos V y Francisco I pospuso el concilio para 1539 y después lo suspendería indefinidamente, ya que Francisco I no mostró mucho interés por el mismo y el propio Carlos V se dejó llevar por la política de coloquios religiosos. Este en el Interim de Ratisbona de 1541 tuvo que hacer demasiadas concesiones a los protestantes, hecho que indignó al Papa, que protestaría por la actitud del Emperador. En 1542 se convocaba de nuevo el concilio pero esta vez en Trento, al negarse Venecia a ceder Vicenza para la celebración del concilio. Tras la paz de Crespy en 1544, se convocaba el concilio de nuevo para el 25 de marzo de 1545 con la bula Laetare, Hierusalem. Fueron nombrados legados del Papa Juan María del Monte, Marcelo Cervini, y Reginaldo Pole. La asistencia de prelados fue escasa por lo que el Papa hubo de publicar la bula Decet nos en la que urgía la asistencia personal de los obispos y fijaba la inauguración para el 3 de mayo. Sin embargo no se inauguraría hasta el 13 de diciembre. Los protestantes con Lutero a la cabeza dejaron claro desde un principio que no asistirían al mismo. LA APERTURA DEL CONCILIO: Por fin el tercer domingo de Adviento de 1545 se inauguró el concilio. Asistían 4 cardenales, 4 arzobispos, 21 obispos y 5 generales de órdenes religiosas entre ellos el de los agustinos Seripando. Otras figuras de relieve en el concilio fueron el obispo de Jaén Pedro Pacheco, Tomás Campeio, los jesuitas Laínez y Salmerón, los dominicos Melchor Cano y Domingo Soto, los franciscanos Alonso de Castro y Andrés Vega. 1ª SESION: en el concilio se volvió al sistema de voto individual otorgado a cardenales, obispos, arzobispos y generales religiosos así como a 3 abades benedictinos. También se designaron los cargos dentro del concilio. 2ª SESION: comenzó el 7 de enero de 1546 participaron 42 miembros. 4 Cardenales, 4 arzobispos, 36 obispos, 3 abades y 5 generales de órdenes religiosas. Durante la sesión se organizó el método de trabajo a través de comisiones. Se produjo un largo debate sobre el orden con que debían tratar los asuntos dogmáticos y los disciplinares. Siendo


partidarios los españoles de anteponer los disciplinares y los enviados del papa preferían tratar primero los dogmáticos. Se llegó al acuerdo de tratarlos a la vez. En esta sesión se acordó dar al concilio el título de general y ecuménico. 3ª SESION: Se celebró el 4 de febrero. Proclamaron el credo niceno-constantinopolitano base de las creencias y dogmas cristianos. Y se elaboró un programa de reforma. También se estudió el tema de las fuentes de la revelación y sobre la autenticidad de los libros canónicos. Mientras tanto Carlos V reunía otro coloquio en Ratisbona lo que dio lugar a tensiones con el papa. 4ª SESION: 8 de abril de 1546. Se proclamó el primer decreto consistente en una lista de libros del Antiguo y Nuevo Testamento que constituyen la Biblia. El segundo decreto del concilio contiene disposiciones sobre el uso la interpretación de la Biblia. Aprobaron el texto de la Vulgata como el oficial de la Iglesia. 5ª SESION: 17 de junio de 1546. Se aprobó el decreto dogmático sobre el pecado original (todo hombre nace con él y sólo se perdona mediante el bautismo). Se excluyó a la virgen María de esta afirmación insinuando su Inmaculada Concepción. Además se aprobó un decreto de reforma que contenía dos partes: la primera sobre la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la teología y en general de la religión; y la segunda sobre la predicación los domingos y días solemnes. El día 21 de junio se propuso y trató el tema de la justificación preparándolo para la 6ª sesión. También se preparó el decreto sobre la residencia. 6ª SESION: comenzó el 13 de enero de 1547, en ella se publicó el decreto sobre la justificación y el de reforma sobre la residencia de obispos. En el primero se decía que el hombree recibe la Gracia Proveniente sin ningún mérito suyo, pero él puede seguirla o rechazarla, pues posee verdadera libertad. Por otra parte debe colaborar, siguiendo la invitación de la Gracia. En el segundo se inculcaba a los obispos la estricta obligación de residencia al igual que a los presbíteros. 7ª SESION: 3 de marzo de 1547. Se aprobó un decreto dogmático que proclamaba el número de los sacramentos, su eficacia intrínseca y sus ministros. Del Bautismo se dice que es verdadero sacramento que regenera la naturaleza humana caída y así mismo declara otras propiedades fundamentales. Del mismo modo proclama la Confirmación como verdadero sacramento distinto del Bautismo. Otro decreto establecía las cualidades a tener por los prelados antes de ser elegidos. SESIONES 8ª,9ª Y 10ª: Un brote de peste hizo que le concilio se trasladase a Bolonia. Medida que no fue del agrado de Carlos V. El 11 de marzo de celebró la 8ª sesión en la que se decidió el traslado a Bolonia. Las tensiones entre el papa y el emperador se fueron incrementando hasta el punto de retirar el papa las tropas de los Estados Pontificios que combatían con Carlos V en Alemania. Poco después Carlos V obtenía en Mülberg un gran victoria frente al elector de Sajonia y Felipe de Essen que caerían prisioneros. La victoria supuso un aumento de su prestigio del que se sirvió para presionar en orden a un retorno del concilio a Trento. Mientras tanto, en Bolonia se trabaja en el sacramento de la Penitencia, la Eucaristía y otros asuntos doctrinales. La sesión 9ª, 21 de abril, hubo de prorrogarse hasta el 2 de junio y ese día de nuevo en la décima sesión hasta el 10 de septiembre. El distanciamiento entre Pablo III y Carlos V tras la Dieta de Ratisbona, así como el acercamiento del papa a Enrique II de Francia, dio lugar a que el concilio terminase suspendido indefinidamente en septiembre de 1549. Un mes más tarde se moría Pablo III. Julio III sucedió a Pablo III. De origen humilde,era intachable en su moralidad privada, conciliador y piadoso. Al subir al solio pontificio manifestó al Emperador y a Enrique II su intención de continuar la reforma de su antecesor. Seis cardenales trabajarían intensamente: Cupis, Caraffa, Cervini, Crescenzi, Pisani y Pole. 2.LA CONFIRMACION DE LA REFORMA CATOLICA LA REAPERTURA DEL CONCILIO El 14 de noviembre la Bula Cum ad Tollenda de 1550 levantaba la suspensión del concilio. SESION 11ª Y 12ª: celebrada el 1 de mayo de 1551 era meramente formularia. Al igual que la siguiente del 1 de septiembre que sería protocolaria. Los franceses ponían obstáculos a la celebración del concilio. Su rey Enrique II veía con malos ojos e entendimiento entre el papa y el emperador.


13ª SESION: 11 de octubre de 1551. Se trató sobre la Eucaristía. Se proclamó la presencia real de Cristo y sus características; la transubstanciación; el culto y veneración que se le debe y la facultad de reservarlo en las Iglesias y llevarlo a los enfermos; la recepción sacramental y real de Cristo en la comunión; la obligación de recibirla; la debida preparación para la comunión. Al mismo tiempo se condenaban las doctrinas contrarias de la presencia meramente virtual o simbólica y la llamada teoría de la impanación. También hubo un decreto de reforma en el que se incluyó una serie de disposiciones sobre la jurisdicción de los obispos. Se permitió a los protestantes presentarse al concilio y respondió al rey francés que el concilio mantendría su carácter general y ecuménico aun cuando Francia permaneciese ausente. 14ª SESION: celebrada el 25 de noviembre, en ella se aprobó el decreto dogmático sobre la Penitencia y la Extrema Unción. Estableció la necesidad y la institución de la Penitencia, así como l diferencia que existe entre este sacramento y el del Bautismo. Además declaraba el concilio la necesidad de la confesión verbal de los pecados, como de institución divina, para obtener el perdón y que no basta la confesión interior hecha a Dios. De la Extrema Unción se proclamó su institución divina y su carácter de verdadero sacramento. También se dieron disposiciones sobre la indumentaria del clero y las fundaciones piadosas. 15ª SESION: 25 de enero de 1552. Durante esta sesión se produjo la traición de Mauricio de Sajonia. Los teólogos protestantes empezaron a presionar exigiendo la suspensión de las discusiones hasta la llegada de los restantes teólogos protestantes; que se volviesen a tratar todas las cuestiones ya discutidas; que se pusieran por base los decretos de Constanza y Basilea sobre la superioridad del concilio sobre el papa, y, que los cardenales y obispos quedaran libres de su juramento de fidelidad al papa. Incluso se llegó a hablar de que el papa debía presentarse para ser juzgado por el concilio. En febrero de 1552 los padres conciliares en vista de los acontecimientos comenzaron a dispersarse. La guerra había estallado y Mauricio de Sajonia había intentado apoderarse de Carlos V. 16ª SESION: Julio III viendo la situación decidió suspender el concilio. Como de hecho se hizo el 28 de mayo. En Alemania se llegaba a la tregua de Passau y más tarde en 1555 a la paz de Augsburgo. Marcelo II (Cardenal Cervini) sustituyó a Julio III, pero se murió a los 21 días de su elección 10 abril al 1 de mayo 1555. Paulo IV (Cardenal Caraffa) 1555-59, sucedió a Marcelo II, enemigo de los españoles, fue un hombre piadoso y partidario de continuar las reformas. Pero pensaba que debía prescindir del concilio para abordar la reforma de la Iglesia. Durante su pontificado hizo la guerra contra España aliándose con Francia. El emperador Carlos V había abdicado en su hijo Felipe II, y de paso había puesto fin a las guerras contra Francia firmando un tratado de paz (Tregua de Noucelles). Carlos Caraffa, nepote de Pablo IV procuró a todo trance romper esa tregua y de hecho lo conseguiría, pero la derrota francesa en San Quintín el 10 de agosto de 1557 y el cerco de Roma el 27 de agosto por las tropas españolas del Duque de Alba, obligó al papa a solicitar la paz. A partir de éste momento Pablo IV se desentendió de la política, que dejaría en manos de Carlos Caraffa, para dedicarse a los asuntos religiosos. Carlos Caraffa junto con sus hermanos se dedicó a llevar una vida placentera cargada de escándalos. Cuando el papa se enteró de ello les hizo juzgar y despojar de sus cargos. El papa siguió trabajando por la reforma, y en concreto por la residencia de los obispos. 3.Pío IV y la conclusión del concilio de Trento. Juan Angel de Medici sería elegido Papa con el nombre de Pío IV. Su nepotismo fue más moderado. El más significativo de sus nepotes fue S. Carlos Borromeo, que resultó un hecho gloriosos en el pontificado de Pío IV y de la Iglesia. S. Carlos Borromeo fue su mano derecha durante todo su pontificado. El nuevo papa trabajó para reunir de nuevo el concilio estando sometido a presiones de España que quería que éste fuese una continuación del anterior; de Francia que pedía uno nuevo, en el que se admitiese a los protestantes; y del Emperador Fernando I que se inclinaba por la independencia del nuevo concilio. Pío IV, para evitar la celebración de un concilio nacional en Francia, adelantó la reapertura del concilio de Trento. Durante este tiempo tuvo lugar el juicio contra Carlos, Juan y Alfonso Caraffa acusados del asesinato de la esposa de Juan, Violante de Alife. Tan sólo Alfonso se libraría de la pena de muerte. Carlos y Juan tras confesar su delito, murieron cristianamente.


Tras estos sucesos Pío IV tomó medidas para la reanudación del concilio. Nombró secretario del mismo a Masarelli, que ocupaba el cargo por 3ª vez. Después nombraba legados suyos a los cardenales: Hércules Gonzaga, Púteo, Seripando, Hosio y Simonetta. 17ª SESION: 18 de enero de 1562. La mayor parte de los representantes eran españoles. Comenzaron discutiendo el Indice de libros prohibidos y más tarde la posibilidad de conceder a los protestantes un salvoconducto para que acudiesen al concilio. 18ª, 19ª y 20ª SESIONES: 26 de febrero de 1562. Trataron la obligación del derecho de residencia por parte de los obispos, pero tras una larga discusión no se llegó a ningún acuerdo. A la sesión decimonovena llegaron los franceses exigiendo que el concilio no fuese nombrado continuación del anterior, idea a la que se oponían los españoles. Además el partido español estaba por tratar el tema de la residencia de los obispos antes de tocar otras cuestiones. En la sesión vigésima se suprimieron algunos artículos dogmáticos que hacían referencia a la Comunión, y acerca de la reforma trataron de las sagradas órdenes. 21ª SESION: 16 de julio. Se trato de nuevo el tema de la Comunión bajo las dos especies, dejando clara su no necesidad (tan sólo una es suficiente). En esta sesión los franceses solicitaron en un Memorial el uso del cáliz por parte de los fieles, así como , el matrimonio de los sacerdotes. Al final se proclamó la comunión bajo una sola especie. 22ª SESION: 17 de septiembre. Se declaró el carácter sacrificial de la Misa en un decreto dogmático. Se dio la doctrina sobre las Misas, el canon, las ceremonias y la Misa privada. También se dieron normas sobre la conducta de los clérigos. Se trató la cuestión del origen divino del episcopado y su eminencia sobre las otras órdenes sagradas. Pero al final de un largo debate no se llegó a ninguna conclusión. Los italianos afirmaban que el poder del obispo no era de origen divino, sino delegado del romano pontífice. Además desde la llegada al concilio del cardenal de Lorena, Carlos de Guisa, y otro grupo de obispos y legados franceses inclinó el concilio del lado de los conciliaristas. Las disputas fueron en aumento de día en día. 23ª SESION: 15 de julio de 1563. Definieron el origen divino del sacramento del orden. Se trató de formular la cuestión sobre el origen divino del episcopado, pero al final se terminó omitiendo toda expresión sobre si dicho origen era divino o indirecto, y se declaró simplemente que los obispos son sucesores de los apóstoles, que fueron ordenados por el Espíritu Santo para regir a la Iglesia y que son superiores a los simples presbíteros. Por otro lado, se inculcó a los obispos la obligación de la residencia. También se estableció la necesidad de erigir seminarios diocesanos y las cualidades y condiciones de los que habían de ser admitidos al sacramento del orden. Por último se definió la sacramentalidad del Matrimonio. 24ª SESION: 11 de noviembre de 1563. Se proclamó la sacramentalidad del Matrimonio. Se declaró su indisolubilidad, pero se permitía la separación, que no ruptura del lazo matrimonial, en caso de adulterio. Se declararon válidos los matrimonios privados con el consentimiento de las dos partes, pero se establecía a partir de entonces la presencia de dos testigos. Junto a ello, se establecieron las condiciones para nombrar obispos y cardenales (elección de los más dignos). Luego se señaló la obligación de celebrar cada 3 años sínodos provinciales y anualmente sínodos provinciales y anualmente sínodos diocesanos; prescribe la visita pastoral, la predicación, la instrucción de la juventud, la visita a las parroquias y dio otras disposiciones prácticas. 25ª SESION Y ULTIMA: 3 y 4 de diciembre de 1563: La enfermedad de Pío IV que hacía temer por su salud, llevó a poner fin al concilio pese a la oposición de España, que consideraba que aun habían de tratarse temas sobre la reforma. Se proclamó la doctrina católica sobre el Purgatorio (se confiesa su existencia y la ayuda que los fieles podían prestar a las benditas ánimas). Se aprobó un decreto sobre la invocación y veneración de las reliquias y los santos, y así mismo de sus imágenes. El tercer decreto se refería a la reforma monástica poniendo especial incapié en la disciplina. El cuarto habla de la reforma general de la Iglesia empezando por los cardenales. A los príncipes temporales se les encomendaba el cumplimiento de las disposiciones y prescripciones de la Iglesia, empezando por ellos mismos. También hubo un decreto que proclamaba el poder de la Iglesia para otorgar indulgencias, así como su utilidad, a la vez que se condenaban todos los abusos y se pedía moderación a la hora de concederlas. Se recomendó la mortificación de la carne prescribiendo los ayunos y la observancia de los días de fiesta. Además un tercer decreto del día 4 confiaba al papa la preparación y publicación del Misal y Breviarios corregidos, así como de un catecismo y de un Indice de libros prohibidos. Las actas finales fueron firmadas por 4 legados, 2 cardenales, 3 patriarcas, 25 arzobispos, 167 obispos, 7 generales de órdenes religiosas, 7 abades, 19 procuradores de 33 prelados ausentes y los 19 embajadores. B. LA RENOVACION DE LA IGLESIA TRAS EL CONCILIO DE TRENTO.


1.La Actuación de la Reforma Post-Tridentina. (De LLorca-Gª Villoslada) El gran mérito del Concilio de Trento consistió en definir con toda precisión los puntos fundamentales del dogma católico, sobre todo en los aspectos más peligrosos y controvertidos. La segunda obra trascendental del Concilio fue la de adoptar unos decretos de reforma. Deseada por muchos, carecía esta reforma, ya iniciada en algunas zonas católicas, de una base jurídica amplia y verdaderamente eficaz. Con estos dos instrumentos se consiguió detener el avance de la herejía y por otro lado renovar a la Iglesia, que iniciaría desde este momento un movimiento de avance y conquista. El 30 de julio de 1564, el Papa Pío IV publicó la Bula Benedictus Deus en la que aprobaba los decretos del concilio y acto seguido envió legados a todos los príncipes cristianos para que aprobasen la obra del concilio. Hizo redactar un símbolo conforme las decisiones doctrinales tridentinas y lo prescribió para toda la Iglesia; además, siguiendo la invitación del concilio, hizo redactar una lista de libros prohibidos. En Roma erigió uno de los primeros seminarios tridentinos, hoy universidad Gregoriana, que entregó a los jesuitas. Bien pronto los príncipes cristianos iniciaron la aceptación de las decisiones de Trento. Sin condición ninguna las aceptaron inmediatamente Venecia y los demás estados italianos, mientras el rey de Portugal no sólo las aceptaba, sino que daba por ellas las más sentidas gracias al romano pontífice. Después de algunas dificultades, Polonia las aceptó igualmente. Felipe II las admitió para España y todos sus dominios. El emperador Fernando I y su hijo Maximiliano II no publicaron hasta 1566 su aceptación oficial. Más dificultad hubo en Francia, donde se admitieron sin limitación alguna los decretos dogmáticos, rechazando los disciplinares; pero, de hecho, los obispos los fueron introduciendo en todas partes. Multitud de sínodos provinciales fueron promulgando en las diversas naciones cristianas todas las disposiciones tridentinas, que se convirtieron bien pronto en sustancia de la legislación católica. 2.Instituciones educativas, caritativas y pastorales. (J.P. Savignac). El Humanismo y el Renacimiento habían atacado, por primera vez en la historia de la Iglesia, los fundamentos de la vida monástica, por su insistencia febril en exaltar la acción y las conquistas temporales, en detrimento de la contemplación y del sacrificio escondido. Lutero llevó esta tendencia hasta su conclusión lógica cuando, impresionado por los ataques irónicos de Erasmo de Rotterdam contra "la falsa piedad", suprime la obligación de los votos sencillos y solemnes así como el celibato eclesiástico, lo que produjo en los años sucesivos una oleada de deserciones entre las vocaciones tibias o maleadas en las órdenes más antiguas. Precisamente en ese momento es cuando surgen nuevas fundaciones, entre las cuales predomina la forma práctica y canónica de sociedades de sacerdotes seculares que se centran en la oración, en la lucha interior y en el servicio directo a los hombres, con una fraterna vida de comunidad. Las numerosas iniciativas surgidas con anterioridad al Concilio de Trento, fueron acogidas en él favorablemente, de tal manera que se codificó el derecho de estos nuevos religiosos; a partir de 1588 todos pasaban a depender de una nueva Congregación Pontificia. EDUCATIVAS: Una de las nuevas fundaciones que más importancia tendrá en la reforma de la Iglesia Católica, será la de los jesuitas. A la muerte de S. Ignacio en 1556, había 1.500 vocaciones en los noviciados de la Compañía de Jesús, y doce provincias se organizaban bajo el gobierno de Diego Laínez y después bajo un antiguo Virrey de Aragón, S. Francisco de Borja. Su fervor y audacia no sólo pondría freno en muchos países a la expansión protestante, sino que incluso llegaría a recuperar territorios protestantes para la Iglesia Católica. Tampoco nos podemos olvidar de los Escolapios de San José de Calasanz dedicados a la educación en la piedad y las letras a los niños pobres. CARITATIVAS: Ya hemos hablado de S. Felipe Neri, florentino, fundador de los Oratorianos (Oratorio del Divino Amore) dedicados a visitar a los enfermos de los hospitales, a los prisioneros de las cárceles, a ocuparse de los peregrinos pobres, del catecismo de los niños y del trabajo de los jóvenes desocupados; todo ello unido a un amor sublime por el sacramento de la confesión y a la devoción al Santísimo Sacramento. Los Oblatos de S.Ambrosio reciben de su fundador, prácticamente la misma fisonomía espiritual y la misma finalidad. El napolitano Camilo de Lellis funda la Compañía de los Servidores de los enfermos. PASTORALES: S. Juan Leonardi, primero farmacéutico y luego sacerdote, reúne una comunidad de clérigos para catequizar a la juventud y formar a los adultos, para que no se dejen atraer por la visión Luterana de la existencia.


La Santa Sede estimulará por todas partes la aparición de estas casas de formación: Pío IV ya había fundado el Seminario Romano en 1564, como habíamos dicho, y los jesuitas añaden a sus colegios de segunda enseñanza en Alemania convictorios para los clérigos que se destinada al sacerdocio. Los principales artesanos de la santidad del clero secular en el siglo XVII son los euditas, los sulpicianos de Monsieur Olier y los sacerdotes de la Misión de S. Vicente Paul, quien comienza de modo empírico, creando casas de retiro en las que tanto los futuros ordenandos, como los ya ordenados, pueden pasar algunas semanas o algunos meses de oración y de estudio; más tarde, la formación completa en filosofía, en apologética, en teología y en pastoral, siguiendo planes coherentes y completos, se generaliza bajo la autoridad de los obispos y culminará en el siglo XVIII. Las misiones populares renacerán en Italia de manos de los barnabitas, capuchinos y ambrosianos. Como resumen se puede decir que en la vida religiosa se nota, en toda Europa, un doble movimiento: las órdenes antiguas, removidas en su gran mayoría por la crisis protestante, engendran nuevas ramas que vuelven a la observancia del espíritu fundacional; algunas veces, esas ramas se independizan totalmente de las estructuras anteriores, si no encuentran acogida o impulso dentro de estas. 3.La espiritualidad de la reforma católica y la piedad popular. Si los protestantes, imitando a Lutero, buscan casi exclusivamente las fuentes de su vida espiritual en la Biblia, en las obras de S. Agustín y en la mística renana de finales de la Edad Media, la espiritualidad católica del siglo XVI se pone claramente como meta el disciplinar con realismo y empuje la inteligencia, el corazón y la voluntad, para llegar a una unión con Dios que pasa a través del desprendimiento total de sí mismo. Los caminos de la vida interior atraen a muchos, porque desembocan fundamentalmente en una alegría sobrenatural, que es el fruto mayor de la contemplación y que Dios otorga solamente al alma dispuesta a recibirlo sin resistencia. Quien intenta seguir el método de oración de S. Ignacio de Loyola se da rápidamente cuenta de que es muy ordenado y algo voluntarista; el de Santa Teresa de Avila y el de S. Juan de la Cruz ponen en primer plano el amor afectivo a la Cruz y la unión habitual del alma con Jesucristo Redentor. Fray Luis de Granada y Juan de Avila siguen más tarde el mismo camino, dando a conocer hasta el fondo, por su propia experiencia, la efusión del alma que saborea el calor de la intimidad divina. Los recelos antimísticos de la Inquisición real, que sigue vigilante ante los menores síntomas de desviaciones y de excesos, no son obstáculo para que florezcan las escuelas de espiritualidad; en Italia, sus manifestaciones se revisten de un tono especialmente benevolente, amable y familiar: fuerza de los sentidos y del fervor, libertad de inspiración, amor ardiente por la Iglesia, tales son los rasgos particulares de las experiencias místicas de María Magdalena de Pazzi, de Catalina de Ricci y de Felipe Neri. Catalina Pazzi, de familia noble florentina, entra a los 16 años (1562) en un monasterio del Carmelo no reformado, con el nombre de María Magdalena de Pazzi, y ofrece su vida a Dios por la renovación espiritual de la Iglesia; a través de unas purificaciones interiores voluntarias o pasivas muy dolorosas, ella recibe directamente unas enseñanzas del Señor semejantes a las de Catalina de Siena en el siglo XIV, unas confidencias divinas recogidas en varios volúmenes hasta su muerte en 1607. Florentina es también la joven Catalina de Ricci (1522-1590), que entra en el convento de las dominicas de su ciudad natal a los 14 años. Y allí lleva sin particularidades una vida de fidelidad a la obediencia, a la pureza y a la oración, de tal intensidad, que se traduce en unas experiencias místicas extraordinariamente realistas y serenas. Estas corrientes del Sur de Europa llegan a Francia un poco más tarde, recién acabadas las guerras de religión, y las traducciones de obras extranjeras preparan antes con éxito el terreno, como las de un capuchino inglés, antiguo puritano, llamado Benito Confeld (1562-1610). Con los escritos de S. Francisco de Sales, los franceses descubren la sencillez y la rica interioridad que pueden ser patrimonio de todas las almas, aun las que están inmersas en las ordinarias ocupaciones del mundo, adaptando a las peculiaridades de cada circunstancia personal, los mismos medios ascéticos practicados por los religiosos; con los tratados de Pedro de Berulle, la incorporación sacramental y espiritual a Jesucristo se hace el centro de la dignidad de la vida cristiana, tanto para los clérigos como para los seglares; esos maestros inspiran rápidamente a muchos otros escritores de espiritualidad, entre los cuales destacan el predicador jesuita Lallemant y una superiora de las Ursulinas Madre María de la Encarnación (1599-1672), valiente y perseverante misionera en Canadá, autora de bellísimas páginas de literatura religiosa. En la piedad popular la devoción privada, propia de la devotio moderna, deja paso a la piedad familiar y comunitaria. A ello contribuye el favor popular hacia el culto de Adoración, de alabanzas y de reparación por medio de la Misa, de la Visita al Santísimo, del rezo del Rosario, del Angelus, de la oración en familia; las procesiones populares , la enseñanza renovada del catecismo y de la práctica de la confesión. La formación catequética doctrinal y


sacramental será ahora más intensa y completa. Disminuyen en el calendario los días festivos no laborables para evitar desórdenes por vagancia y alcoholismo. Y en el terreno del arte surge el barroco cargado de expresividad, esplendor y grandeza al servicio de las verdades dogmáticas. TEMA 5º LA IGLESIA EN EL SIGLO DEL ABSOLUTISMO. A. CONTRAREFORMA Y PROTESTANTISMO DESDE LA PAZ DE AUGSBURGO HASTA LA PAZ DE WESTFALIA.(de LLorca-Gª Villoslada). 1.Las guerras de religión en Francia. Tuvieron una aproximación aproximada de 40 años (1562-1598). La nobleza francesa deseosa de apoderarse de los bienes de la Iglesia al igual que sus iguales en Alemania, favoreció la introducción en Francia del calvinismo. A la muerte de Enrique II su esposa Catalina de Médicis ocupó la regencia. Por aquel entonces ya en Francia habían empezado a introducirse los calvinistas, pese al celo puesto por Enrique II y antes por su padre Francisco I en impedirlo. Catalina se sirvió en un principio de los hugonotes para contrarrestar el poder de la noble familia de los Guisa. Aunque los protestantes prefirieron acercarse a los príncipes de Borbón, Antonio, rey de Navarra; su hermano Luis Condé, el condestable Montmorency y el almirante Coligny. En 1559-60 los hugonotes habían organizado la conjuración de Amboise, contra el rey, menor de edad, Francisco II y los Guisa. Pero descubierta la conjura, se publicaron varios edictos en los que se insistía en la persecución de la herejía. Tras la muerte de Francisco II, Catalina de Médicis, su madre, volvió a ocupar la regencia durante la minoría de edad de Carlos IX (1560-1574). La reina volvió a la política de equilibrio de fuerzas, favoreciendo un coloquio en Poissy entre católicos y hugonotes en el que no se alcanzó ningún entendimiento. Entonces Catalina publicó un edicto de tolerancia en el que se concedía libertad de culto a los hugonotes excepto en las ciudades. Sin embargo el edicto ordenaba también a los hugonotes devolver todas las Iglesias a la Iglesia Católica, por lo que se volvieron a producir actos de violencia. Condé reunió entonces un ejército hugonote y emprendió una campaña bélica de destrucción. Derrotado más tarde en Dreux 1562 y hecho prisionero por el duque de Guisa, quien más tarde se dirigió hacia Orleans, en donde se hallaba refugiado Coligny. Durante el asedio de la plaza el duque de Guisa fue asesinado por un calvinista y su muerte junto con la de Antonio de Borbón algo más tarde, hizo que se calmase temporalmente el conflicto. A ello hay que añadir además la concesión de libertad dada a Condé por parte de Catalina de Médicis y más tarde la firma del tratado de Amboise en 1563 por el cual se hacían amplias concesiones a los hugonotes. Una reunión en Bayona entre los católicos franceses y los enviados del rey Felipe II de España con objeto de establecer una alianza, solventó a los hugonotes que trataron de apoderarse de la familia real. La emboscada preparada para tal efecto se descubrió a tiempo y dio lugar a la segunda guerra en 1567. Durante la misma los hugonotes realizaron matanzas de católicos en Nimes (la Miguelada). En la batalla de Saint-Denis los católicos resultaron victoriosos, pero perdieron en ella a Montmorency. El 23 de marzo de 1568 se llegó a la paz de Lonjumeau, por la que se repitieron las concesiones hechas anteriormente a los hugonotes. La tercera guerra 1569 comenzó con éxitos para los católicos del duque de Anjou, hijo de María de Médicis y futuro Enrique III. Los hugonotes fueron derrotados en Jarnac, allí perdería su vida Luis de Condé, que sería relevado por Coligny, por Enrique de Navarra, hijo de Antonio de Borbón, y por Enrique el hijo de Condé, como jefes de los hugonotes. Los celos de María de Médicis y Carlos IX frente a los duques de Anjou y de Guisa, dividieron a las fuerzas católicas permitiendo rehacerse a los hugonotes de Coligny. Este derrotaría en Arnayle-Duc a los católicos e impondría la paz de S. Germán, por la que se llegó a conceder una amnistía completa, la libertad de cultos, con la sola excepción de París; acceso a todos los cargos públicos e incluso cuatro importante fortalezas. Coligny obtuvo del rey Carlos IX, el matrimonio de la hermana de éste (Margarita) con Enrique de Navarra. El 18 de agosto de 1570 se celebró la boda y el 24 de agosto se desencadenó en París durante la noche de S. Bartolomé la matanza de Coligny y de todos los nobles hugonotes que habían acudido a la boda (más de un millar). La matanza había sido ordenada por Catalina de Médicis y dirigida por Enrique de Guisa al fracasar un atentado contra la vida de Coligny, por temor a las represalias de los partidarios de éste. Carlos IX y la corte dieron la explicación de que se había


descubierto un complot contra la vida del rey y que la matanza no había sido más que una medida preventiva. El propio Papa Gregorio XIII que había organizado una serie de actos para celebrar el acontecimiento, lamentó profundamente la matanza cuando se enteró de la verdad de los acontecimientos. La cuarta guerra comenzaría poco después. Enrique de Anjou atacó en 1573 la fortaleza de la Rochela, pero sus ataques fueron rechazados. Posteriormente era elegido rey de Polonia lo que daría lugar a que pusiese fin a la lucha y concediera a la nobleza libertad de religión. Los católicos se dividieron a partir de este momento en dos facciones, una partidaria de continuar la lucha contra los hugonotes y otra partidaria del diálogo con los mismos. El 30 de mayo de 1574 moría Carlos IX y era llamado a ocupar el trono Enrique de Anjou, que regresaría de Polonia para dicho fin. Fue coronado con el nombre de Enrique III (1575-1589) y puso fin a una sublevación de hugonotes que se denominaría la V guerra. Mediante la paz de Beaulieu se renovaban las concesiones a los hugonotes. Los católicos disgustados por las cesiones hechas a los herejes formaron una Liga Católica a cuyo frente colocaron a Enrique de Guisa. En 1577 en la asamblea general de Blois se declaró la religión Católica única en toda Francia y se suspendieron las últimas concesiones hechas en la paz de Beaulieu. Con esto se dio comienzo a la sexta guerra, que se terminaría bien pronto con el edicto de paz de Poitiers, de septiembre de 1577, por el cual se les concedía tolerancia, pero no libertad de culto. A los tres años estalló la séptima guerra en la que los católicos tomarían la fortaleza de la Fére. Tras ello la paz de Fleix devolvería la fortaleza a los calvinistas. En 1584 se moría el hermano del rey, Francisco de Alençon o de Anjou, por lo que se plantea el problema de la sucesión al trono. Como el rey Enrique III no tenía sucesión, Enrique de Navarra era el pariente más próximo , por lo cual proclamó entonces sus derechos. La Liga Católica, disuelta por Enrique III, se reorganizó ahora con vigor bajo el mando de Enrique de Guisa, proclamando su decisión de no admitir como rey de Francia a un hereje. Por esto se propuso al cardenal de Borbón, tío de Enrique de Navarra, como sucesor. Enrique III atraído por la Liga Católica promulgó el Edicto de Nomours, de 1585 por el que se revocaban todos los privilegios a los protestantes y se les planteaba la alternativa de convertirse o emigrar. Gregorio XIII no quiso aprobar esa conducta; Sixto V sólo se avino a publicar el 9 de septiembre de 1585 una bula por la que se excluía de la sucesión a la corona de Francia a Enrique de Navarra y al príncipe de Condé como manifiestos herejes. La octava guerra y última, también llamada de los tres Enriques estalló bien pronto. En ella se destacó Enrique de Guisa por lo que el rey celoso por sus triunfos mandaría asesinarlo. Después huyó de París ante el temor de un levantamiento popular y acudió del lado de Enrique de Navarra que avanzaba con su ejército hacia París. Pero sería asesinado por un dominico fanático llamado Jacobo Clemente. Extinguida la línea de los Valois, la que ahora tenía más derecho al trono era la de los Borbón y su representante Enrique de Navarra. Mientras tanto los católicos apoyaban a el conde Carlos de Mayenne, tercer hermano de Enrique de Guisa y Felipe II de España, pretendía el trono para su hija Isabel Clara Eugenia. Enrique de Navarra decidió entonces pasarse al catolicismo, "París bien vale una Misa" llegaría a decir. El 15 de julio de 1593 fue absuelto de sus censuras por el arzobispo de Bourges y luego hizo profesión de fe. Sin embargo las guerras contra la Liga y contra Felipe II no concluirían hasta la paz de Vervins de 1598. Ese mismo año también, el Edicto de Nantes concedía a los calvinistas libertad de religión en todo el reino, con ligeras limitaciones; así mismo les permitía el acceso a los cargos públicos y hacía otras concesiones, pero les imponía la obligación de observar exteriormente las fiestas y culto católicos y atenerse a la legislación católica del reino. Enrique IV fue asesinado en 1610. Su hijo Luis XIII sólo contaba con 9 años de edad y su madre María de Médicis se hizo cargo de la regencia. Los calvinistas organizaron desórdenes negándose a secundar el edicto de Nantes. Entonces Luis XIII, una vez alcanzada la mayoría de edad, con la ayuda de su ministro Armando du Plessis de Richelieu sometieron a los hugonotes en 1625 y nuevamente en 1628 tras la toma de la Rochelle. En el edicto de Nimes de 1629 se renovaba sustancialmente el de Nantes, pero únicamente en los puntos religiosos. En lo político quedaba de hecho anulado. 2.El protestantismo en los Países Bajos, Polonia, Hungría y Suecia. LOS PAISES BAJOS: Cuando en 1555 Felipe II hereda de su padre Carlos V las 17 provincias de Flandes, estaban en vigor las leyes contra la herejía dadas por aquel. Los protestantes aprovecharon estas circunstancias para agitar los ánimos contra el gobierno español, presentándolo como contrario a las libertades territoriales.


El gobernador de Holanda y de otras provincias del Norte, Guillermo de Orange, casado en segundas nupcias con la hija del protestante Mauricio de SAjonia y afiliado secretamente al calvinismo, fue uno de los principales instigadores del levantamiento popular, junto con los condes de Egmont y Horn. Aprovechando el espíritu de independencia , que tendía a la formación de nuevos estados, y el espíritu de tolerancia o libertad religiosa. La nueva gobernadora Margarita de Parma (1559-1567) había sucedido al cardenal Granvela, pero no supo cortar los primeros brotes de rebelión que se fue extendiendo cada vez más. Guillermo de Orange recibiría ayuda desde un principio de Luis de Nassau, su hermano y príncipe alemán, así como de otros príncipes alemanes. En noviembre de 1565 constituyó una alianza con otros nobles flamencos para defender las libertades regionales. Y en 1566 presentaron un memorial a Margarita con una serie de reclamaciones entre ellas la de suprimir las leyes contra la herejía. Margarita respondió suavizando los edictos, pero, no conformes, los calvinistas promovieron disturbios en varias ciudades. La gobernadora tomó severas medidas de represión y Guillermo de Orange hubo de refugiarse en Alemania. Mientras tanto Felipe II envió al Duque de Alba con un poderoso ejército y plenos poderes con el objeto de hacer justicia de todo lo ocurrido. Cuando el duque llegó a Flandes hizo juzgar y ejecutar a Egmont y Horn, así como a otros dirigentes, estableciendo después un régimen de extraordinario rigor. Guillermo de Orange y otros jefes protestantes comenzaron a hacer incursiones en Holanda, desde Alemania, Francia y aun Inglaterra. De tal manera que en 1573 el duque de Alba, pese a sus victorias, era sustituido por Luis de Requeséns (1573-1576). El nuevo gobernador otorgó una amnistía general en 1574 y trató de persuadir por todos los medios a los rebeldes. Su muerte en 1576 le alcanzaba sin haber mejorado la situación. Aprovechándose de su muerte los jefes rebeldes lograron unir las provincias del norte y del sur y en noviembre de 1576 proclamaron la pacificación de Gante, por la cual se declaraban independientes, con Guillermo de Orange como jefe, y se prometía mutua ayuda con el objeto de expulsar a los españoles. D. Juan de Austria, el vencedor de Lepanto y hermano bastardo del rey licenció a las tropas españolas y trató de pacificar el país, pero bien pronto hubo de aliarse a la nobleza católica y con el apoyo de las provincias valonas pudo reemprender la guerra. Muerto en 1578, su sucesor fue Alejandro Farnesio (1578-1582), hijo de Margarita de Parma, gran militar y diplomático formó la Unión de Arrás con los católicos del sur en 1579. A esa Unión respondieron los rebeldes con la Unión de Utrecht, más tarde pacto de Utrecht del que saldría la formación de la República de las Provincias Unidas, hoy Holanda. A su frente se colocaba a Guillermo de Orange quien en 1580 prohibía el culto católico y excluía a los católicos de los cargos públicos. A su muerte en 1574, fue sucedido por Mauricio de Nassau. En 1598 Felipe II cedía el territorio cierta independencia bajo la regencia de su hija Isabel Clara Eugenia y de su esposo el archiduque Alberto de Austria, si bien al no tener descendencia el territorio volvió a manos de la corona española. No obstante el norte del territorio era prácticamente independiente a la muerte de Felipe II en 1598, pero no fue reconocido como tal por Felipe III hasta 1609 en la tregua de los 12 años y definitivamente en 1648 en la paz de Westfalia que pondría fin a la guerra de los 30 años. POLONIA: En 1563 se realizó la unión de Polonia y Lituania. El reinado de Segismundo II Augusto (1548-1572) fue catastrófico para el catolicismo en Polonia. El rey sentía simpatía por el protestantismo, incluso llegó a mantener correspondencia con Calvino. El rey permitió la llegaba al país de los protestantes. Pero la acción de los nuncios apostólicos por un lado, que lograron que el rey aceptase en 1564 el Concilio de Trento y el establecimiento de colegios jesuitas por otro, permitió detener la expansión protestante. Tras la muerte de Segismundo II Augusto, los protestantes obtenía en agosto de 1573, por la paz de Varsovia, iguales derechos que los católicos. Enrique de Valois (futuro Enrique III de Francia), durante su corto reinado en Polonia había sido forzado a admitir dicha paz. Pero continuó durante su reinado la obra de los jesuitas y el nuncio Commendone y el cardenal Hosio contribuyeron eficazmente al éxito de la reforma católica. El nuevo rey Esteban Báthory (1576-1586) consolidó la restauración católica. La renovación fue completada por Segismundo III (1587-1632) en cuyo reinado se produjo la unión de los rutenos con la Iglesia de Roma en el Concilio de Brest de octubre de 1596 pese a la oposición del patriarca de Constantinopla Cirilo Lukaris. Durante el reinado de Ladislao IV (1632-1648) se trató de llegar a un entendimiento con los protestantes en el coloquio religioso de Thorn en 1645 que resultó ser un fracaso.


SUECIA: Al concluir el reinado de Gustavo Vasa (1560-1648), el luteranismo había llegado a un dominio absoluto en Suecia. Su hijo Eurico IV (1560-1568), ganado para el calvinismo, intentó introducirlo; pero los luteranos se levantaron en armas y, tras enconadas luchas entre calvinistas y luteranos, estos lograron la victoria y destronaron al rey, quien murió envenenado en la cárcel. Su hermano y sucesor Juan III (1568-1592), casado en 1562 con la princesa católica Catalina, hermana del rey Segismundo Augusto de Polonia, manifestó cierta inclinación al catolicismo y fomentó la inteligencia con Roma. Influido por el jesuita Warszewieki en 1574, comenzó a proceder con más rapidez y decisión. Al año siguiente estableció una liturgia muy semejante a la católica que fue aceptada generalmente. No obstante, la oposición de Carlos de Südermannland y de los luteranos dio lugar a que el rey enfriase sus relaciones con los católicos. Sucedido por Segismundo (1592-1604), que desde 1598 era rey de Polonia, hasta su llegada al trono, su tío Carlos Südermannland tomó las riendas del gobierno tratando de devolver plenamente el predominio absoluto al protestantismo. En la dieta de Upsala 1593 abolía la liturgia anterior e hizo proclamar la confesión de Augsburgo. Años más tarde Segismundo era destronado al oponerse a estas medidas, siendo proclamado rey su tío con el nombre de Carlos IX (1604-1611). A este le sucedería a los pocos años Gustavo Adolfo (1611-1632), que introduciría a Suecia en la guerra de los 30 años inclinando la guerra del lado de los protestantes hasta que su muerte en el campo de batalla, cambiaría la situación. Su hija Cristina de Suecia (1644-1654) se destacó por su talento y actividad. LLamó a Suecia a hombres eminentes, como Grocio y Descartes; pero habiéndose convertido al catolicismo tuvo que renunciar al trono y se dirigió a Roma donde fue honrada y agasajada por los papas. HUNGRIA: con el emperador Rodolfo II (1576-1612) se inicia con la ayuda de los jesuitas una restauración católica. Pero en seguida los actos de violencia provocados por los príncipes en Transilvania obligan a conceder a los luteranos y a los calvinistas de Hungría y de Transilvania libertad de culto sobre todo tras la paz de Viena de 1606 y sobre todo con la de Linz del año 1645. Las medidas de mayor importancia en la restauración del catolicismo, fueron realizadas por el cardenal Pedro Pazmany, arzobispo de Esztergom y primado de Hungría, el cual descendía de una familia calvinista. Hábil diplomático y de basta cultura, dotado de una personalidad convincente y espléndido orador, convirtió al catolicismo a más de cincuenta familias de nobles. Favoreció en gran medida la instrucción religiosa de grado superior. Y gracias a sus desvelos la mayoría de la dieta Húngara volvió de nuevo a ser católica. Durante el imperio de Leopoldo I (1658-1705), Hungría y Transilvania tras la victoriosa guerra contra los turcos del 1683-99, se vieron libres de sus enemigos y se encontraron de nuevo ligadas con vínculos más estrechos a la casa de los Habsburgo, entonces fue posible reconquistar también en Transilvania a un buen número de protestantes y a una parte de los greco-ortodoxos a la Iglesia Católica. Así pues, tras largas y enconadas luchas, la Iglesia Católica, pudo mantener el territorio Húngaro de su lado al igual que ocurría con Polonia, Austria, Bohemia y Moravia. 3.Protestantismo y contrarreforma en Alemania. Fernando I (1556-1564) procuró desde un principio favorecer en todo lo posible al catolicismo. Pero la continua amenaza de los turcos le obligaba a buscar el apoyo de los protestantes quienes se servían de su debilidad para obtener ventajas. Trató de trabajas por la unión de las dos confesiones, pero la dieta de Worms de 1557 en la que tomaron parte Melanchaton y S. Pedro Canisio, resultó completamente estéril. Su sucesor Maximiliano II (1564-1576) mostró debilidad frente a los protestantes, ante la que reaccionaron los católicos a cuyo frente se situó Alberto V de Baviera y tras él su hijo Guillermo el Piadoso (1579-1597), quien puso a Baviera a la cabeza de los principados alemanes católicos fieles a Roma y sirviendo además de modelo en su reforma a otros territorios. El nuevo emperador Rodolfo II (1573-1612) se manifestó más decidido en la defensa del catolicismo. Durante su imperio la reforma católica se introdujo en Augsburgo, Baviera, Fulda, Münster, Wurzburgo, Paderborn y otros territorios. Los protestantes reaccionaron rompiendo el reservado eclesiástico, pues los príncipes de Brandemburgo, Sajonia, Mecklemburhgo y Pomerania se anexionaron por la fuerza dichos territorios e introdujeron el culto protestante. De este modo fueron protestantizadas las diócesis de Lübeck, Minden, Osnabrück, Halberstadt y otras, si bien debemos observar que algunas, como Osnabrück, fuero luego reconquistadas para el catolicismo. Los avances del protestantismo dieron lugar a que en 1570 siete décimas partes de Alemania fuesen protestantes. Aunque las luchas entre los luteranos y los calvinistas, así como la reacción de los católicos hicieron que la balanza de fuerzas volviera a equilibrarse. En Colonia, el arzobispo y príncipe elector Gebhard Truchsess von Waldburg ocupaba el cargo desde 1577, era hombre enteramente aseglarado, y sólo tras duras batallas había conseguido la aprobación de Roma. Pero en 1579 se casó con Inés de Mansfeld, que, a su vez era canoniquesa de Gerveshein y con la que ya hacía tiempo mantenía relaciones ilícitas. Desde 1582 hizo abierta profesión del protestantismo, y, empujado por los familiares de Inés,


emprendió la más ruda batalla por introducir el calvinismo en Colonia, transformando aquel territorio eclasiástico en protestante reformado. Era un caso de flagrante violación del reservado eclesiástico. Pero tanto el cabildo como el Consejo de Colonia se opusieron y eligieron al archiduque Ernesto, hijo de Alberto V de Baviera, para la Iglesia de Colonia. Excomulgado y depuesto Gebhard por el Papa Gregorio XIII en abril de 1583, se hubo de llegar a una verdadera guerra (guerra de Colonia), en la que, con el apoyo del príncipe de Parma y de las armas de España y de Baviera, consiguió Ernesto la posesión de Colonia. Algo parecido sucedió en Estrasburgo en donde los protestantes apoyaban la candidatura de Juan Jorge de Brandemburgo, mientras los católicos elegían a Carlos de Lorena Obispo de Metz. Tras una larga lucha triunfó el candidato católico. Los protestantes al final del imperio de Rodolfo apoyaron a su hermano Matías gobernador de Austria en una guerra que mantuvo contra Rodolfo. La victoria sonrió a Matías (futuro emperador) pero hubo de hacer concesiones a los protestantes. Otra guerra en Bohemia y Silesia obligó a Rodolfo a conceder a los Checos por medio de la carta regia del 9 de julio de 1609 libertad absoluta de religión, y a la Iglesia Evangélica el derecho de erigir iglesias y celebrar su culto conforme a la confesión de Bohemia. Paulatinamente se fueron formando por un lado la Unión protestante de Anhausen en 1608, a cuyo frente se situó al príncipe elector del Palatinado, que al ser calvinista fue rechazado por los príncipes luteranos de Sajonia y Brandemburgo que prefirieron mantenerse fieles al emperador. A pesar de ello la Unión contó con la ayuda de Francia y Holanda. Mientras del otro lado en 1509 se formó la Liga Católica, a cuyo frente estaba Maximiliano I de Baviera. La guerra estuvo a punto de estallar a la muerte del duque Juan Guillermo de Kleve pues ambos bandos se disputaban el territorio. Los príncipes protestantes del Palatinado, Neuburgo y Brandemburgo se apoderaron del territorio sin esperar la solución del emperador. Los católicos por su parte ocuparían Fülich. Y ello dio lugar a la alianza protestante con los franceses de Enrique IV. Pero la muerte del rey francés y la del príncipe del Palatinado Federico IV en mayo y septiembre, respectivamente de 1610, permitió que la Unión y la Liga llegasen a un acuerdo, por el cual el nuevo príncipe del Palatinado-Neuburgo que del Luteranismo había pasado al catolicismo, y el príncipe de Brandemburgo, que del Luteranismo se había pasado al calvinismo se repartieran el territorio disputado. 4.La Guerra de los 30 años (1618-1648) y la paz de Westfalia. Al final del reinado de Rodolfo II, la situación era sumamente confusa y amenazadora. A pesar de los progresos católicos las conquistas no eran estables. Matías, hermano del emperador apoyaba a los protestantes. Contra la voluntad de Rodolfo II había entrado militarmente en Bohemia y había ocupado Praga en 1611. El emperador forzado por las circunstancias decidió abdicar, viéndose falto de fuerzas para hacer frente a la situación, muriéndose al año siguiente. El nuevo emperador Matías 1612-1619 fue elegido como tal gracias al apoyo prestado por los católicos y por el príncipe elector de Sajonia,pese su apoyo inicial a los protestantes. Por ello Matías se comprometió con la causa católica. Sus primeras medidas de gobierno estuvieron encaminadas a poner en práctica la reforma católica en Austria, Hungría y Bohemia. Para ello contó con la ayuda del cardenal Melchor Klesl. El cierre de iglesias luteranas y calvinistas así como la prohibición del culto protestante dio lugar a que un grupo de protestantes se rebelase en Bohemia, organizándose un levantamiento en Praga bajo la dirección de Matías Thorn. El día 23 de mayo de 1628 los protestantes, a quienes el emperador había prohibido convocar una asamblea, se apoderaron de la fortaleza de Praga y arrojaron a la fosa por la ventana a los dos representantes imperiales Martinitz y Blawata. Con ello se inició un régimen de terror hacia todo lo católico. La rebelión se extendió por toda Bohemia y a ella se unieron los señores protestantes de Austria y la Unión protestantes de Alemania que envió tropas en su apoyo. En estas circunstancias falleció Matías el 20 de marzo de 1619 empeñado hasta el último momento en llegar a un acuerdo. Fernando II (1619-1637) nieto de Fernando I, había sido educado por los jesuitas y fue un defensor de la causa católica desde el principio. Durante su imperio tuvo lugar la primera y segunda fase de la Guerra de los Treinta Años, los llamados periodos Bohemio-Palatino (1619-1623) y el Sajón-Danés (1623-1629). En el 1º la Liga Católica con el apoyo de España y la del príncipe elector de Sajonia, que era luterano, los católicos derrotaron en la batalla de la Montaña Blanca a los protestantes de Federico V (príncipe del Palatinado) jefe de la Unión protestante, que había sido coronado en Praga como rey de Bohemia (paso previo para hacerse elegir emperador) el 15 de octubre 1619. La victoria católica permitió introducir la reforma de Trento en Bohemia, Moravia, Austria y los demás territorios hereditarios imperiales. EL SEGUNDO PERIODO DE LA GUERRA EL SAJON-DANES (1625-1629): Por presiones de los franceses que no podían permitir el aumento del prestigio de las Habsburgo, el conde Mansfeld, Cristian de Braunschweig y Jorge de Baden-Durlach, continuaron la guerra apoyando al rey del Invierno (Federico V). Mas nuevamente fueron vencidos por Tilly, general de la Liga Católica entre 1622 y 1623. Entonces se les unió Cristian IV rey de Dinamarca y duque de Holstein, y, apoyado por Jacobo I de Inglaterra y Holanda. De este modo, se inició el 2º periodo de la guerra.


Dos generales imperiales destacaron en el desarrollo de las operaciones bélicas, Alberto von Wallenstein que derrotaba en Dessau a Mansfeld en 1626 y Tilly que derrotaba a Cristian IV en Lutter en agosto del mismo año. Muertos Mansfeld y Braunschwig, Cristian IV firmó la paz de Lübeck en 1629 por la que renunciaba a inmiscuirse en los asuntos alemanes. La victoria permitió además, promulgar el Edicto de Restitución por el que se renovaba el reservado eclesiástico y la obligación de restituir a los católicos todos los territorios tomados después de 1555. EL TERCER PERIODO EL SUECO (1630-1635): Francia celosa del incremento del poder de los Habsburgo y Suecia que veía humillada la causa protestante, decidieron continuar la guerra. El rey de Suecia Gustavo Adolfo puesto en contacto con Richelieu recibió de él ayuda económica para intervenir en la guerra. En la dieta de Ratisbona de 1630, los enemigos de los Habsburgo habían presionado para que se procediese a licenciar al general Wallenstein y a sus hombres. Precisamente poco después en junio de 1630 el ejército sueco de Gustavo Adolfo desembarcaba en Usedom. A su encuentro acudiría el general Tilly con las fuerzas de la Liga, pero fueron derrotados por los suecos en Breintenfeld y al año siguiente de nuevo en el Lech, en donde encontraría la muerte el general Tilly. Tras estas victorias el rey sueco invadiría y saquearía buena parte de Alemania introduciendo el protestantismo y cometiendo todo tipo de atropellos contra los católicos. Fernando II en situación desesperada solicitó subsidios del Papa Urbano VIII, quien trataba en vano de apartar al rey francés del lado protestante, pero el papa no le concedió la ayuda solicitada por considerar que la guerra era más política que religiosa. Entonces el emperador llamó nuevamente a Wallenstein, quien se enfrentaría a Gustavo Adolfo en Lützen el 16 de noviembre de 1632. Allí moriría el rey sueco pese a la victoria de sus armas. Su canciller Oxenstjerna pudo unir a todos los príncipes protestantes y continuar la lucha hasta que un ejército español derrotó a los suecos y protestantes en la batalla de Nordlingen. Por la paz de Praga de 1635 se decidió mantener el Status quo, los territorios se quedaban en manos de quien los poseía en ese momento y además se restablecía el reservado eclesiástico otra vez. CUARTA ETAPA LA FRANCESA (1635-1648): Viendo Richelieu que sus aliados eran derrotados uno tras otro, decidió meter a Francia en la guerra. Fernando II se moría en 1637 y su sucesor Fernando III (1637-1657) continuó la lucha. España fue apartada de la guerra por medio de los levantamientos de Cataluña y Portugal en 1640 auspiciados por Francia e Inglaterra. Alemania arruinada por las continuas campañas bélicas, va a terminar solicitando la paz de manos de su emperador Fernando III, así se firmaba en 1648 la Paz de Westfalia que ponía fin a treinta años de guerra. Mediante la paz se proclamó el derecho de reforma como competencia de los príncipes, el luteranismo y el calvinismo recibían el derecho público de religión del estado de forma oficial, y Francia pasaba a ocupar el primer lugar como potencia hegemónica en Europa tras derrotar a la España años más tarde en Rocroi y firmar con esta la paz de los Pirineos 1659. La consecuencia más importante de Westfalia, como afirma LLorca-Gª Villoslada fue la creciente decadencia del prestigio católico y, sobre todo, un amplio indiferentismo religioso, que condujo a la Ilustración racionalista del siglo XVIII con todas sus consecuencias. Inocencio X protestó por medio del breve Zelus domus Dei, pero sus quejas fueron desoídas por las potencias católicas exhaustas por la guerra y por Francia que obtenía importantes ventajas en Westfalia. TEMA 6 LA IGLESIA GRECO-RUSA EN LOS SIGLOS XV-XVIII. 1.La Unión de Ferrara-Florencia. (De José Orlandis). En la Cristiandad Medieval existían algunos grandes temas que jamás dejaron de considerarse actuales. Estos eran: la cruzada; la reforma de la Iglesia y la unión con los griegos. Las relaciones entre las dos cristiandades latina y griega, nunca del todo interrumpidas por el Cisma del siglo XI, resultaron desfavorablemente afectadas por las cruzadas. Los occidentales criticaron la falta de apoyo de los orientales y éstos a su vez criticaron los excesos de los cruzados a su paso por tierras de Bizancio e incluso la toma de Constantinopla en la IV Cruzada por parte de los cruzados no dejaría de ser una grave afrenta para los griegos. Los obstáculos para rehacer la unidad cristiana no eran, pues, todos de orden doctrinal o disciplinar; más aún, la principal dificultad residía en el arraigado sentimiento antilatino existente entre los cristianos griegos, especialmente en los monjes y las clases populares. A lo largo del Medievo hubo varias tentativas de unión. En el siglo XIII el Papa Inocencio IV y el emperador griego de Nicea Juan III Vatatzés intentaron lograr la unión de ambas iglesias, pero la muerte de ambos frustró la tentativa. Otro intento tendría lugar en 1274 durante el II Concilio de Lyon. Miguel Paleólogo había reconquistado Bizancio a los latinos en 1261 y trató más tarde de restablecer la unidad de la Iglesia. El Papa Gregorio X sería proclamado el 16 de enero de 1275 Pontífice Supremo y Papa Ecuménico. Aunque el grueso del episcopado, del clero y


del pueblo griego no estaba a favor de la unión. A la muerte de Gregorio X sus sucesores no dieron muestras de tener el mismo amistoso espíritu conciliador hacia los griegos. De ahí que la unión, a los 7 años de haberse logrado, constituyó un fracaso. El propio Miguel VIII moriría en 1282 excomulgado por las dos Iglesias. Y su hijo Andrónico retornaría al Cisma. La Unión de Florencia data del siglo XV. La Iglesia Occidental acababa de superar el cisma de Occidente y los nuevos pontífices Martín V y Eugenio IV anhelaban terminar con el Cisma de Oriente. El Concilio de Basilea pretendió llegar a un acuerdo con los griegos, pero su emperador Juan VIII prefirió tratar con el Papa Eugenio IV. Así, tras el decreto papal de traslación desde Basilea a Ferrara, el Concilio se inauguró en esta ciudad el 2 de enero de 1438, para ser continuado en Florencia a causa de la aparición de un brote de peste en Ferrara. El Concilio de Ferrara-Florencia fue el más serio esfuerzo jamás realizado para conseguir la unión. La delegación que llegó a Italia procedente de Bizancio contaba con más de 700 personas y a su frente venía el propio emperador Juan VIII, junto con el Patriarca de Constantinopla José II y los representantes de los demás patriarcas orientales, incluido el metropolita Isidoro de Kiev, en nombre de la Iglesia Rusa. La figura más destacada de la representación ortodoxa fue el arzobispo de NIcea, Bessarión, claro partidario de terminar con el cisma. En el Concilio se fueron abordando todos aquellos temas en los que había disparidad entre ambas Iglesias y todos se superaron. El 6 de julio de 1439 la Bula de Unión -Laetentur Coeli- fue proclamada en la Iglesia de Santa María dei Fiori, de Florencia. Todos los padres griegos y latinos presentes dieron su aprobación, con la sola excepción de Marco Eugenio de Efeso. La unión sin embargo, también resultaría efímera. Comenzó a ser rechazada en Rusia. Allí el metropolita Isidoro de Kiev la proclamó a su llegada a Moscú, pero fue mandado arrestar por el príncipe Vasili, que prohibió a la Iglesia rusa aceptar cualquier unión con los latinos. En el Imperio Bizantino, los obispos griegos de retorno de Florencia encontraron un clima popular adverso, que se enrareció todavía más a consecuencia de la violenta campaña antiromana lanzada a su regreso por Marco Eugenio de Efeso. Juan VIII no se atrevió a proclamar la unión. Su hermano y sucesor Constantino XI sí se decidió a proclamarla el 12 de diciembre de 1452 en la catedral de Santa Sofía, pero la reacción del clero y los monjes fue la de solventar a las masas: "¡Reine sobre Constantinopla el turbante de los turcos, antes que la mitra de los latinos!". La caída de la ciudad el 29 de mayo de 1453 ponía fin a la unión, ya que los turcos se preocuparon de potenciar de nuevo el cisma. 2.Las tentativas de unión en el siglo XVI y XVII. (De J.P.Savignac). Después de la caída de la ciudad de Bizancio, la Iglesia Ortodoxa, nacida con el cisma de Miguel Cerulario en el siglo XI, disfruta de hecho de una amplia tolerancia por parte del Islam. El sultán de Constantinopla reconoce oficialmente al Patriarca la jurisdicción espiritual sobre los bautizados de Asia Menor y de los Balcanes. El Papa Gregorio VIII trató de restablecer la unión en 1573 pero el pueblo y el clero griegos, permanecieron insensibles, al igual que los nestorianos de Asia Menor y los monofisitas coptos de Egipto. La Iglesia Ortodoxa, sin embargo, permanecerá fiel a la doctrina católica en cuanto a la dogmática, a los sacramentos y a la moral, rechazando de plano las tentativas de unión que Melanchton ofrece al patriarca de Constantinopla Ioasaph II en 1559, y que los calvinistas ofrecen al Patriarca Jeremías II en 1575. 3.La creación del Patriarcado de Moscú. En Constantinopla la Ortodoxia, ya no es más que una minoría empobrecida y sin influencia en la vida civil; en Moscú será donde cobre vitalidad la Iglesia Ortodoxa. El gran príncipe Iván III había tomado por esposa en 1472 a Sofía, sobrina del último emperador de las orillas del Bósforo, Miguel VIII Paleólogo, y se considerará como el lógico heredero de la tradición cultural y religiosa bizantina; por lo demás, desde hacía siete siglos había relaciones estables y abundantes entre los dos países por medio de las pintorescas caravanas de mercaderes que van lentamente a buscar a Rusia pieles, trigo, hierro y llevan allí productos manufacturados griegos. Durante el reinado de Iván IV el terrible (1533-1584) Rusia se convierte en gran potencia. Iván IV consigue liberar al país de los sangrientos saqueos de los tártaros, tribus nómadas de origen turco y mongólico establecidas a lo largo del río Volga y que presionaban sobre Europa desde el siglo XII. Además el monarca logra imponerse a la nobleza y al clero, dominándolo por la fuerza. La tentativa de unión con la Iglesia Católica que Gregorio XIII ofrece al zar, no surtió ningún efecto. A partir de 1613 accede al trono la dinastía de los Romanov, una familia de nobles y ricos boyardos moscovitas, que vence al usurpador Boris Godunof y hace elegir zar a Miguel III, bisnieto de Iván IV, por la clase media de la población. La monarquía se apoya claramente en la influencia espiritual de la Iglesia Ortodoxa, consolidada y dotada de un Patriarcado completamente independiente de Constantinopla, el mismo que ha pasado ya de kiev a Moscú en 1328; el zar impone al país una confesión de fe ortodoxa elaborada en 1618 por el metropolita de Kiev, Pedro Mogtala. 4. La Iglesia Ruso-Ortodoxa bajo Pedro I el Grande y Catalina II.


Elegido en 1620 para la sede patriarcal de la Iglesia Ortodoxa Oriental, el griego Cirilo Loukaris, éste escoge por propia iniciativa al poco de ser elegido, una profesión de fe íntegramente calvinista; pero la Iglesia Ortodoxa se le opuso sistemáticamente y victoriosamente. La Confesión ortodoxa del metropolita de Kiev, Pedro Moghila, es una verdadera adaptación del Catecismo Católico de S. Pedro Canisio, aprobada por el Sínodo de Constantinopla en 1643. Los griegos siguen sin reconocer la autoridad del Soberano Pontífice; no le atribuirán más que una primacía de honor, pero no una supremacía doctrinal y disciplinar; no obstante, se mantienen totalmente fuera de la influencia protestante, y el sentido de la tradición patrística y conciliar, así como la adhesión a las fórmulas dogmáticas del Concilio de Trento. En 1589, con motivo de la visita a Moscú del Patriarca de Constantinopla Jermías II, éste otorga a Moscú el patriarcado sobre todas las Rusias. Los Ucranianos influidos por los jesuitas escogieron la unidad con Roma y en 1596 se separaron de Moscú para unirse a la Sede de Pedro. Siendo conocidos a partir de entonces con el nombre de uniatas. Pedro el Grande (1682-1725) fue sometiendo durante su reinado a la Iglesia Rusa al poder de los zares. Es más, con sus ambiciones territoriales se fue apoderando de varios estados como Ucrania, Polonia, etc., y en todos ellos introdujo la organización de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Desde fines del siglo XVI se habían roto las relaciones con la Santa Sede y fueron inútiles las tentativas realizadas para reanudarlas. Los pocos católicos que vivían en Rusia estaban bajo la protección de las embajadas de las potencias católicas. Los jesuitas intentaron varias veces introducirse, pero pronto tuvieron que abandonar la región. Con Pedro el Grande, sin embargo, brillaron grandes esperanzas, pues, habiendo tenido él ocasión de conocer a los católicos en sus viajes por Europa, se había puesto en contacto con ellos. De hecho tenía consigo a algunos, como el general Gordón, el médico Carbonari y el agente austríaco Pleyer, los cuales le ayudaron eficazmente a levantar a Rusia. Eco de estas esperanzas fue la actividad de Leibniz, quien propuso al zar sus planes internacionales de unión de todas las iglesias. Con sueños de imperialismo bizantino, proponía a Pedro el Grande, como sucesor de los emperadores orientales, la convocación de un concilio ecuménico para la unión. Estas eran ciertamente ideas que bullían en la mente de Pedro el Grande cuando planeaba y ejecutaba la reforma de la Iglesia Rusa, transformando su régimen patriarcal en sinodal e Iglesia del Estado. Pero las ideas de Leibniz apenas tuvieron eco en Francia y fracasarían al igual que las ideas reformatorias de Prokopowitz de unir la Iglesia Rusa a la Anglicana en 1723. Catalina II (1762-1796) princesa alemana protestante, se había pasado al cisma en 1744. Casó con el príncipe Pedro y por abdicación y asesinato de su marido llegó al trono. Se llamaba Sofía Augusta Federica y tomó el nombre de Catalina Alejandra II. Esta zarina clarividente y enérgica, se rodeó de prestigiosos políticos e hizo de Rusia la admiración de Europa. En sus relaciones con la Iglesia, su ministro Panin patrocinaba la coalición de todas las potencias nórdicas protestantes contra las católicas. En cambio, Potemkin, sucesor de Panin y omnipotente durante veinte años al lado de la zarina, tendía a la amistad con las potencias vecinas, consiguiendo tejer una red amistosa por medio de los diplomáticos. La ortodoxia rusa veía en la emperatriz a su señora natural, y la astuta dama no se desdeñaba de besar en la frente a los altos dignatarios eclesiásticos ni de asistir piadosamente a los actos de culto, mientras por otra parte sostenía correspondencia con Voltaire y Diderot. Su política territorial fue afortunada; se apoderó de Crimea y parte de Besarabia; hizo grandes conquistas en el Cáucaso, y con los tres repartos de Polonia anexionó varios millones de católicos. Este punto importante, el de los rutenos anexionados a Rusia, es el que más nos interesa. Al hacerse la anexión, Catalina había prometido respetar la libertad religiosa, paro pronto la realidad demostró otra cosa. Comenzó por propalar que la unión de los rutenos con la Iglesia Católica en 1595 había sido forzada; después halagaba a los unidos o católicos de rito oriental, concediéndoles bienes con perjuicio de los latinos. Esto no bastaba, pues los unidos, satisfechas sus aspiraciones, renovaron su obediencia a Roma; ya que no pensaban en rusificarse. Estos unidos radicaban en los obispados de Polozk, Wilna, Livonia y Esmolensko. Fue entonces cuando por medio de un decreto de la emperatriz, todos los católicos de rito griego quedaron bajo el arzobispo de Polozk, en vez de estar sometidos al de Kiev, y sus iglesias fueron entregadas a los cismáticos. Se premiaba e imponía por la fuerza el paso al cisma. Por cuenta propia designó al canónigo de Wilna Estanislao Siestrencewitz como cabeza suprema de todos los católicos de Rusia. Este pensó fijar su sede en Mohilew, donde la iglesia de los jesuitas le serviría de catedral y su colegio de residencia episcopal. Posteriormente la zarina se negaría a publicar en Rusia en 1773 el breve de Clemente XIV que suprimía la Compañía de Jesús, presionando al Papa para que aceptase sus caprichosos nombramientos. Como Clemente no accedió a ello entonces la zarina llegó a amenazar con prohibir a los católicos su religión si el Papa no accedía a sus deseos. Así pues, en 1778, Pío VI confirmó en su cargo a Siestrencewitz, y sólo entonces el nuncio fue recibido solemnemente en San Petersburgo. OTRAS IGLESIAS ORTODOXAS: En 1709, una parte de los árabes bautizados de rito Bizantino, los melquitas, volvieron a la unión con Roma; separándose de los monofisitas de Asia Menor, aceptando los decretos del Concilio de Calcedonia del año 451 sobre las dos naturalezas de Cristo.


TEMA 4º LA EVANGELIZACION DE AMÉRICA. (De Pedro Borges Morán) A. Principios fundamentales: En la evangelización de América se contaba ya con la experiencia de la evangelización de Canarias y de los territorios reconquistados a los moros en España.) B. La Evangelización Americana: 1. Conquista, colonización y evangelización. Desde el descubrimiento del Nuevo Mundo en el primer viaje, ya Colón tenía intención de llevar la evangelización a las nuevas tierras. Este interés fue claro también por parte de la Corona Española que puso los medios para que se llevase a cabo, y no sólo en América sino también en Filipinas. Pero no toda América fue evangelizada por los españoles, Brasil conocería la fe de manos de los portugueses, que por las mismas fechas difundían la fe por Africa y Asia. Los franceses por su parte evangelizaron el Canadá y los Igléses lo que hoy conocemos por los Estados Unidos de Norteamérica. LA EVANGELIZACION ESPAÑOLA. Cuando se descubre América, la Iglesia Española contaba con la ventaja de que ya había sido reformada y tras el Sínodo de Sevilla se adoptará un modelo de organización para desarrollar la labor de la naciente Iglesia Americana. La Santa Sede legitimó a través de las Bulas Alejandrinas (de Alejandro VI)(bulas Inter Coetera, que fueron dos con el mismo nombre y promulgadas ambas en 1493), la Evangelización y la Conquista de América. Mediante estas bulas se daba y confería a la corona española una misión evangelizadora, aunque no exclusiva. En su organización, la Iglesia americana se adaptó plenamente al sistema seguido por la Iglesia Católica siempre y en todas partes, pero con la diferencia fundamental de que no fue una Iglesia pontificia, en el sentido de que directa o indirectamente estuviera dirigida por el papa, sino que adoptó la forma de Iglesia "regiovicarial" caso hasta entonces único. El neologismo regiovicarial quiere significar el hecho de que esta Iglesia estuvo dirigida en el orden disciplinar por los reyes españoles. El hecho entrañó repercusiones de gran trascendencia, porque los monarcas ejercieron la dirección hasta sus últimas y mínimas consecuencias. A esta situación se llegó por dos vías paralelas: las concesiones pontificias, que otorgaron a los reyes una serie de facultades que se designan con el nombre oficial de Patronato real, y la práctica regia tolerada por la Santa Sede, que suele recibir el nombre de Vicariato. 2.Agentes e instrumentos de la evangelización: el Patronato , las órdenes religiosas y el clero secular. LA ORGANIZACION Los sumos pontífices otorgaron a los reyes españoles un derecho de patronato sobre la Iglesia americana (1508), cuyo contenido no especificaron, más una serie de facultades concretas, entre las que cabe destacar el derecho (que revistió la forma de obligación) al envío de misioneros (1493), a la percepción de los diezmos (1501), a la presentación de todas las dignidades eclesiásticas (1508), a la edificación de catedrales (1508) y a la estructuración de las diócesis (1518). Revestidos de estas amplísimas facultades, los reyes figuraron desde un principio, oficial y legítimamente, como patronos de la Iglesia americana, término que se utilizó, a falta de otro y por razones exclusivamente de similitud, para designar una realidad superior de hecho a la del tradicional patronato eclesiástico. En virtud de este hecho, los virreyes americanos figuraron también oficialmente como vicepatronos, por delegación de la Corona, de la misma manera que cuantos otros actuasen en nombre de ésta, en vitud de su oficio, extendían asimismo su intervención al campo eclesiástico. Respecto al Vicariato Regio, hay que decir que, sin serlo oficialmente, porque nunca se les nombró, los monarcas actuaron como si fueran vicarios, delegados o sustitutos del papa, aunque con la tolerancia del pontificado. En el ejercicio de este vicariato tolerado, los reyes utilizaron sobre todo al Consejo de Indias, al igual que en los restantes asuntos americanos. La Santa Sede sólo intervenía en los aspectos relacionados con el orden sacerdotal o para la solución de aquellos casos en los que los propios monarcas estaban interesados.


Sin embargo éste sistema no satisfacía ni a la Corona ni a la Santa Sede. La Corona intentó imprimirle una forma más ortodoxa mediante la creación de un patriarca de las Indias occidentales con residencia en Madrid (1513) o de un patriarca en Nueva España y de otro en el Perú (1560). Aunque ambas propuestas cayeron en vacio porque no hubieran sido más que simples instrumentos legitimados en manos de los reyes. Por su parte la Santa Sede quiso modificar la situación mediante el envío de un nuncio a Indias (1568-88), propósito que chocó con la resistencia invencible de la Corona, porque ello hubiese supuesto permitir una intervención más directa de Roma en América. La encargada de dirigir a la Iglesia sobre el terreno, a iniciativa propia o poniendo en práctica las directrices de la Corona, era la jerarquía eclesiástica. En conformidad con la tradición eclesial, esta jerarquía fue doble: episcopal o de orden y religiosa o simplemente disciplinar. La jerarquía estuvo integrada por los obispos y los arzobispos. Su nombramineto se realizaba siguiendo los trámites del derecho de presentación de que gozaba la Corona. A iniciativa propia o aceptando sugerencias de ultramar, el Cosejo de Indias consultaba una terna de nombres al rey. Para su selección se basaba en tres criterios fundamentales: su formación teológica, por los problemas que se le plantearían en América; su experiencia de gobierno, por las delicadas situaciones que tendría que afrontar, y su ejemplaridad de vida. El monarca seleccionaba a la persona que consideraba más apta, cuyo nombre proponía a la Santa Sede. Aceptado y nombrado obispo por ésta, el interesado recibiría oportunamente, a través del Consejo de Indias, las bulas de nombramiento. De esta manera, desde 1511 hasta 1600 llegó a haber en América un total de 214 obispos, de ellos ninguno indio, nueve criollos y 142 procedentes de las distintas Ordenes religiosas. El obispo contaba con el apoyo de su Cabildo catedralicio, a quien tenía que dar cuenta de su actuación. La jerarquía religiosa era independiente en gran parte de los obispos, y estaba integrada por los superiores de las Ordenes religiosas. Entre los jesuitas, el prepósito general, residente en Roma, conservó siempre la facultad de intervenir directamente en América, y lo hizo muy a menudo. En cambio, los agustinos y mercedarios nunca sobrepasaron al respectivo vicario general residente en España. Entre los franciscanos y dominicos también intervino el general (ministro o maestro respectivamente), residente en Roma, pero la tónica fue que estos religiosos dependieran directamente del comisario o vicario general, residente en España y mediatizado por el Consejo de Indias. LA ORGANIZACION TERRITORIAL Dejando a parte las provincias religiosas, por ser circunscripciones territoriales trazadas para el régimen interno de las Ordenes religiosas, en la Iglesia Americana distinguimos en primer lugar las diócesis. Su creación sigue el ritmo y los pasos de la pacificación de los diversos territorios. En su proceso se pueden distinguir tres etapas: la de aceleración, desde 1511 hasta 1520, circunscrita al circumcaribe, en la que surgen siete diócesis; la de intensificación, en la que, tras diez años de inactividad, desde 1530 hasta 1548 se pueblan de obispos los grandes territorios conquistados; finalmente, la de estabilización, de 1552 a 1577, en la que sólo se añaden nueve diócesis a las ya existentes. Hasta 1546, el metropolitano de todas las diócesis americanas fue el arzobispo de Sevilla. En 1546 se crearon los arzobispados de Santo Domingo (Caribe, Florida y norte de Venezuela), de México (Nueva España y América Central) y de Lima (Panamá y resto de América del Sur), a los que en 1564 se les sumó el de Santa Fe. Toda diócesis estaba integrada por parroquias o doctrinas, dependiendo de que la población estuviera integrada predominantemente por hispanocriollos o por indios convertidos. Las parroquias, con o sin anejos tenían por titular al párroco, preferiblemente del clero secular, pero a veces religioso, por insuficiencia numérica de clero diocesano. Las doctrinas a cuyo frente se encontraba el doctrinero (párroco de indios), en la mayoría de los casos religiosos, solían constar de cabecera o pueblo principal y de un número desigual de aledaños, anejos o estancias. Tanto las parroquias como las doctrinas dependían directamente del obispo, aun cuando los párrocos y doctrineros dependieran también del propio provincial en el caso de que fueran religiosos. Los territorios de indios en vías de cristianización, lo mismo si estaban situados dentro de una diócesis que si rozaban sus límites o estaban alejados de ella, recibían el nombre de misiones. Sus relaciones con el obispo eran prácticamente nulas, debido a la exención y demás privilegios de los religiosos, que, como norma, eran quienes evangelizaban el territorio. Al igual que las parroquias y doctrinas, también las misiones solían contar con una o varias misiones principales y varias anejas, atendidas desde las primeras. En general, las misiones de un territorio caracterizado étnica o geográficamente solían correr al cargo de la misma Orden. Una vez cristianizado, el territorio pasaba a convertirse en doctrina, sin que en el siglo XVI existiera ninguna norma al respecto. LAS ORDENES RELIGIOSAS A diferencia de lo que sucede en las Iglesias ya definitivamente establecidas, pero coincidiendo con lo que ocurre en casi todos los territorios de misión, en la Iglesia americana del siglo XVI se dio un claro predominio numérico y operativo de clero religiosos sobre el diocesano.


Las órdenes encargadas de la evangelización de América en el siglo XVI fueron la de San Francisco y la de la Merced, desde 1493; la de Santo Domingo, desde 1510; la de San Agustín, desde 1532, y la Compañía de Jesús, desde 1566. A las cinco se las considera y denomina Ordenes misioneras americanas, no porque se limitaran a la evangelización, sino porque el peso de esta última recayó casi exclusivamente en ellas. Tras una previa selección y la aprobación por el Consejo de Indias, se embarcaban en grupos o expediciones bajo el mando de un superior y con destino a un territorio misional determinado. Sus gastos corrieron a cuenta de la Real Hacienda en proporción cada vez mayor, conforme fue avanzando la centuria. Aunque también hubo misioneros que sin gozar de la subvención regia, se trasladaron a América. Las órdenes religiosas contaron con excepcionales privilegios, que en algunos casos recortaban las facultades episcopales. También hubo órdenes no misioneras en América, con carácter esporádico pasaron por América religiosos de todas las Ordenes, algunos tan conocidos como Bernardo Boil y el ermitaño Ramón Pané. Sin embargo, los únicos que llegaron a establecerse permanentemente fueron los carmelitas descalzos. Tampoco prosperaron las religiosas. Hubo monasterios femeninos en las principales ciudades americanas, pero en conjunto representan poco dentro de las dimensiones de la cristianización. EL CLERO SECULAR El clero diocesano contribuyó a mantener en la fe a los ya cristianos. Su número fue más o menos el de una cuarta parte del clero americano. En un principio procedía mayoritariamente de la Península, aunque a medida que se pusieron en marcha los seminarios americanos, el clero criollo fue sustituyendo al peninsular. El clero nativo: ni entre los religiosos ni entre el clero diocesano llegó a haber en la América del siglo XVI un sector suficientemente numeroso de sacerdote nativos como para poder hablar de un estamento especial. Los franciscanos de Nueva España fueron los primeros en intentar fomentar esta posibilidad y no dejaron de cifrar halagüeñas esperanzas en su colegio de Tlatelolco (1536). Pero las esperanzas resultaron fallidas, y tanto los franciscanos como los demás religiosos, a la vista de las experiencias iniciales, teminaron por abandonar en toda América la idea del acceso de los indios al sacerdocio. Simplemente, no existía aún el necesario poso o tradición cristiana en el ambiente, y se abrigaban serias dudas sobre la perseverancia o la futura ejemplaridad del indio sacerdote. Por idéntica razón, sólo que subida de grado, pasado un primer momento favorable, tampoco se confirieron órdenes sagradas a los mestizos, cuya fama adversa motivó que se llegara hasta prohibir expresamente su ordenación (1578), cosa que no se hizo en el caso de los indios. LOS LAICOS La presencia de estos fue transcendental por lo que supuso de apoyo a la evangelización, a pesar de los inconvenientes anejos a las conquistas armadas y los excesos de pobladores determinados. Supuso también, sobre todo desde la segunda parte de la centuria, una fuente de vocaciones sacerdotales (religiosos y clero criollo), que contribuyeron a aliviar la perenne necesidad de sacerdotes. Finalmente, constituyó un campo de cultivo al que la jerarquía y el clero tuvieron siempre que atender para mantenerlo en su vivencia del cristianismo. A este núcleo hispanocriollo se le fue uniendo, desde el punto de vista religiosos, el cada vez más nutrido de los indios que iban abrazando el cristianismo. Entre los dos formaron el pueblo cristiano, comunidad religiosa en la que los indios gozaron, por su novedad en la fe, de ciertos privilegios (exención de diezmos durante diez años, limitación de los días festivos, etc.) respecto de los hispanocriollos. El progresivo aumento de estos últimos y el rápido descenso de los indios influyó evidentemente en la labor de su mantenimiento en la fe. A los españoles y criollos se les consideró siempre, tanto en las esferas oficiales como en el ambiente americano, colaboradores en la cristianización del indio, en el sentido de que no la obstaculizaron con sus malos ejemplos, e incluso en las primeras épocas fueron ellos los que catequizaban a los indios en las llamadas encomiendas. Tampoco podemos olvidar que los españoles antes de casarse con una nativa procuraban primero que se convirtiese al cristianismo. A los indios, en cambio, se les consideró más bien (y no era poco) como receptores de la fe, aunque a veces se convirtieron en verdaderos apóstoles, sobre todo en el caso de los niños auxiliares de los misioneros. 3. Los elementos de la Iglesia Americana: diócesis, universidades y centros de formación teológica. De las diócesis ya hablamos en el punto anterior. LA EXPANSION DE LA FE La Iglesia se fue extendiendo por América en virtud de dos factores: el aumento demográfico y la expansión geográfica de los hispanocriollos (cristianos), por una parte, y la labor evangelizadora de los misioneros, por otra. El


primer factor corresponde al campo de la evolución demográfica de la población blanca, por lo que aquí se prescindirá de él. El segundo ofrece los dos aspectos fundamentales del proceso cronológico-geográfico seguido por la evangelización y de los factores de diversa índole que intervinieron en el hecho de que el indio abrazara el cristianismo. El misionero, en pos del conquistador fue la tónica general de la evangelización hasta 1573. La evangelización de un territorio comenzaba apenas cometido éste. Desde 1573, fecha en la que se prohibieron definitivamente las conquistas armadas, la evangelización siguió avanzando, ya no precedida, sino solamente respaldada por los hombres de armas. Los varios casos de penetraciones pacíficas o evangélicas realizados o simplemente intentados con anterioridad a 1573 (Cumaná-Chichirivichi, Florida, Chichimecas, Verepaz) son precisamente la excepción que confirma la regla. Debido a este sistema, propiciado por la Corona, hasta 1573 el proceso cronológico-geográfico de la evangelización es prácticamente el mismo de la conquista. Con dos llamativas consecuencias: la existencia de muy pocos mártires y la rapidísima expansión de las Ordenes misioneras. Desde 1573, la evangelización pierde el ritmo acelerado de los años anteriores para adoptar el sistema de ir ampliando poco a poco su campo de acción a partir de territorios ya evangelizados. Es una labor de lenta prolongación. Debido precisamente a esta lentitud y a la relativa brevedad de este período, el mapa de lo evangelizado en el siglo XVI coincide en sus trazos generales con el mapa de lo sometido políticamente a España. DIFICULTADES Y VENTAJAS PARA LA CRISTIANIZACION La primera dificultad con la que se encontraron los propagadores de la fe estuvo en la diferencia de idioma entre los nativos y ellos mismos. Aunque la pronta elaboración de gramáticas por parte de los primeros evangelizadores, allanó el camino a los que llegaron después. Otra dificultad consistió en la diseminación de la población indígena, problema que se palió concentrando a estos en poblados. Y finalmente los hechiceros, de gran prestigio entre los indios, que opusieron también firme resistencia a la cristianización. Además hubo una serie de claras ventajas, como por ejemplo la actitud de los caciques generalmente favorables a la evangelización, postura que dio lugar a que muchos indios se convirtieran. Además la autoridad y el ejemplo de los misioneros atrajo en gran medida a los indios. El propio cristianismo como religión humana y culta frente al salvajismos de las religiones indígenas cargadas de sacrificios humanos, terminó resultando a los indios más atrayente que sus antiguas creencias. METODOS DE APOSTOLADO 1. La catequización: durante los primeros momentos de la cristianización al desconocerse el idioma de los indios se recurrió a la elaboración de catecismos historiados a base de dibujos y a la mímica. Aunque fue una etapa breve, ya que los misioneros, además de ser hombres cultivados, estaban acostumbrados a lenguas más difíciles que las americanas. El sometimiendo de los indios posibilitó reunirlos en el caso de los adultos tres días a la semana y a los niños diariamente a fin de catequizarlos, conducta que la Corona convirtió en ley en el caso de los encomenderos (1503, 1512, 1526, 1528, 1537, 1543). La enseñanza constaba de dos partes. La primera el aprendizaje memorístico de las oraciones repitiendo las oraciones una y otra vez. La segunda la explicación de la doctrina cristiana en sus diferentes aspectos. 2. La persuasión: una vez estudiado el modo de ser del indio y excogiendo el mejor modo de evangelizarlo, los misioneros comenzaron por tratar de ganarlo afectivamente hacia la propia persona y hacia la religión que predicaban. El segundo paso consistió en capacitarlos para ser cristianos es decir en hacerlos primero hombres. Para ello procuraron que vivieran en poblados en casas unifamiliares, con un sistema familiar estable, vestidos, aseados, libres de vicios degradantes y hasta sabiendo comer y beber pulcramente. Un tercer paso fue el de convencerles de la falsedad de sus dioses basándose en el argumento de que si fueran tales no se dejarían destruir. 3. Los métodos pastorales: una vez convertido para mantener en la fe al indio y seguir cultivándolo para que viviera la religión lo más inténsamente posible. Para ello se recurrió al doble medio universal de la Iglesia Católica: la administración de los sacramentos y la predicación. Si bien a propósito de la administración de los sacramentos hubo polémicas entre las órdenes religiosas ya que unas eran partidarias de administrarlos lo antes posible y otras creían que era oportuno ampliar la catequización previa de los indios. LA DEFENSA DEL INDIO Por regla general, los eclesiásticos y los religiosos, tendieron a proteger al indio de reales o imaginados malos tratos, no sólo porque, en su calidad de profesionales del cristianismo, tendían a defender al débil, sino porque los


abusos de los cristianos (españoles) perjudicaban gravemente la labor de cristianización. Su defensa del indio revistió el doble carácter de oficial y de privada. Por el hecho de estar revestidos de autoridad, todos los prelados eclesiásticos tenían obligación, impuesta por la Corona, de velar por el indio. Merecen resaltarse la intensa actividad desarrollada en este sentido por Bartolomé de las Casas y la obtención por Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, de la Bula por la que el papa Paulo III zanjó la controversia sobre la naturaleza y derechos humanos de los indios (1537). LA LABOR CULTURAL En el campo de la cultura, la Iglesia realizó una gran labor, exclusiva de ella en algunos aspectos, en la educación y en la producción literaria. En el terreno de la educación, las escuelas elementales de indios, fomentadas en todas partes desde el comienzo mismo de la evangelización, garantizarían el carácter cristiano de los futuros adultos. Mucho más, debido a la influencia que estaban llamados a ejercer, si los educandos eran hijos de caciques, motivo por el cual su educación cristiana fue objeto de especial atención. Los colegios o centros de formación más avanzada, tanto los destinados a los indios (Santa Cruz de Tlatelolco, por ejemplo) como a mestizos (por ejemplo, San Juan de Letrán), perseguían idéntica meta, sólo que a nivel más elevado, con la circunstancia de que fueron además como ensayos de seminario. Las universidades, en cambio, ya no estaban enfocadas hacia la sociedad india, sino hacia la hispanocriolla, pero partiendo también del principio de que la cultura, en este caso la superior, era vehículo de cristianismo. LA EVANGELIZACION PORTUGUESA EN EL BRASIL. Por el tratado de Tordesillas de 1494 a los portugueses se les otorgó en América una zona de influencia, lo que hoy es Brasil. (posiblemente los portugueses ya habían llegado también a América). Los primeros evangelizadores en estas tierras fueron los franciscanos, aunque la labor más importante la realizarían los jesuitas que llegarían a Brasil en 1549 durante el gobierno de Souza. En 1551 el Padre Manuel di Nóbrega solicitó la creación de un episcopado brasileño situado en la ciudad de San Salvador de Bahía. El primer obispo Sadiña tuvo problemas con los religiosos y terminó sus días en el estómago de los nativos. En 1553 los jesuitas crearon un centro de formación para el clero brasileño que pasaría a ser uno de los más importantes de América y en donde se formaría la mayor parte del clero de las misiones guaraníticas. Los portugueses no contaron al principio ni con imprentas ni con universidades que facilitasen la labor evangelizadora. En 1609 los religiosos consiguieron que se suprimiera la esclavitud del indio en todo el Brasil (en la zona española no existía por haber sido prohibido ya por los Reyes Católicos). En 1653 se constituyó una provincia jesuítica en Brasil. Uno de los personajes más destacados en la evangelización brasileña fue José de Anchieta, considerado el apostol de Brasil. A finales del siglo XVI aparecieron los Carmelitas en Brasil.


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