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PENSAMIENTO POSITIVO El pensamiento se forma desde que nacemos, marcándonos a lo largo de toda la vida. Éstos pensamientos guían nuestra forma ser, determinando así qué tipo de información seleccionamos y en consecuencia, cómo nos vamos a sentir. Es decir, nuestra particular manera de ver el mundo e interpretar las situaciones que nos ocurren cada día, depende de cómo hayamos configurado previamente nuestro pensamiento. Cuando sentimos emociones (dolorosas o satisfactorias) normalmente vienen precedidas por nuestros pensamientos. Es típico echarle la culpa a las circunstancias, afirmando que nos pasan cosas positivas o negativas y que por eso estamos de mal humor, contentos, nerviosos o coléricos, etc. Pero esto sólo es verdad en parte. Es cierto, que una circunstancia favorable es el primer paso para encontrarnos bien o mal, pero el segundo paso y más importante es: La interpretación que nosotros hacemos de dicha circunstancia Además también influirá: La interpretación que hagamos de nuestra respuesta física a esa circunstancia Para entenderlo imaginemos un experimento sencillo; Elegimos tres personas y les ponemos ante la misma situación por ejemplo un despido laboral. La empresa no da más explicación que deberse a un recorte de personal. Observaremos como resultado que curiosamente se pueden obtener tres interpretaciones totalmente distintas: La primera persona puede pensar que es muy bueno en el trabajo, pero comprende que la empresa no se puede permitir el lujo de invertir en su campo de trabajo. La segunda que no debe ser muy buen trabajador cuando le han echado a él y no a su compañero. La tercera persona que no se sabe si habrá sido por un motivo u otro, pero en cualquier caso confía en encontrar otro buen puesto de trabajo por lo que ha de ponerse a buscar lo antes posible. Si continuamos con el experimento nos daremos cuenta de que las consecuencias de tales pensamientos serán también totalmente distintas. La primera interpretación es característica de un estilo de pensamiento positivo; Gracias a éste estilo de pensamiento, la persona conseguirá iniciar las próximas búsquedas de trabajo con un sentimiento de seguridad y por lo tanto aumentarán sus probabilidades de éxito. Esto a su vez, hará que la persona esté a gusto consigo misma y en un futuro sea más propensa a albergar una visión positiva de la vida. En el segundo caso, la persona muestra una visión negativa de la situación; En ella la persona machaca su propia autoestima disminuyendo las probabilidades de conseguir un nuevo trabajo y la seguridad en sí misma se verá más deteriorada cada vez. La
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consecuencia de éste estilo de pensamiento es que se adquiere una visión negativa de la vida que se hace crónica. El tercer caso deja al margen los juicios de valor, centrándose únicamente en su situación actual y lo que quiere conseguir. Ésta situación también favorece una adecuada actuación, pues no ataca la autoestima de ninguna manera. Como vemos, es muy difícil hacer un análisis riguroso de la realidad. Siempre existe cierto margen de distorsión. Por tanto, el experimento demuestra lo siguiente: Las circunstancias no tienen capacidad para provocar una reacción emocional en sí misma sino, que es el pensamiento el que le confiere un determinado valor. Somos nosotros los que en nuestro afán de ordenar el mundo y comprender lo que nos rodea, dejamos que nuestro pensamiento etiquete con tal emoción a cual situación. El problema se agrava cuando tomamos ese pensamiento o etiqueta como dogma de fe y lo automatizamos. Eso hace que los pensamientos “salten automáticamente” ante cualquier situación haciendo que nos sintamos mal. Los pensamientos automáticos pueden ser desde una simple palabra hasta un discurso entero. Lo que es casi seguro, es que cuando nos sentimos abatidos, deprimidos, coléricos, o con cualquier emoción fuerte, es nuestro pensamiento el que está deformando la realidad. Los pensamientos automáticos son muy difíciles de cambiar. Esto sólo ocurre cuando estamos lo suficientemente atentos como para cambiarlos en los momentos en que la evidencia desconfirma lo que creemos. Estos procesos de interpretación de la experiencia, comprobación de datos, etiquetaje, constituyen la base de las emociones. Con nuestra activación física ocurre lo mismo. No tiene capacidad por sí misma para provocar una emoción. Requiere de la interpretación para que se le otorgue un valor. La prueba es que cuando tenemos experiencia sobre un tema (eje: una inyección) no le damos importancia, simplemente sentimos dolor, pero nos parece comprensible y llevadero. Sin embargo, cuando ocurre algo que desconocemos y no le encontramos explicación, buscamos activamente razones en nuestro entorno para poderlo etiquetar. La etiqueta finalmente, dependerá de la respuesta emocional que observemos en nosotros mismos, es decir, se puede llegar a padecer ansiedad por ejemplo, diciéndose cosas a uno mismo al asociar nuestra activación fisiológica con pensamientos de peligro, provocando una respuesta emocional de angustia y entrando en un círculo que causa más ansiedad o preocupación y a su vez más activación fisiológica y más ansiedad o miedo. Muchas veces, nuestras atribuciones son correctas, pero otras veces nos equivocamos y deformamos la realidad, dado que entre el suceso y la emoción que genera, existe una charla interior automática que nos hace sentir mal. Por éste motivo hay que recordar que nuestro pensamiento está actuando en nuestra contra cuando pensamos cosas tales como que no vamos a conseguir las metas que queremos (sin
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que lo hayamos intentado) que nos engañan (sin tener pruebas objetivas de ello) o cuando tenemos miedo (sin que exista un peligro real) De ahí se concluye que; La activación física por sí misma no tiene por qué producir emociones, son nuestros pensamientos acerca de ésta los que le atribuyen un valor emocional Los pensamientos distorsionados son:
Inflexibles Automáticos Dogmáticos Catastrofistas Degradantes Perfeccionistas Poco realistas…
Los pensamientos realistas son:
Flexibles Permiten excepciones Críticos Se puede comprobar Contemplan nuestras necesidades y sentimientos Nos dan libertad
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SABIENDO ESTO...¿QUÉ PUEDO HACER? Siempre puede surgir una oportunidad que nos invite a la reflexión. Analizar cómo se han formado nuestros pensamientos y por tanto, por qué nos sentimos así constituye un buen comienzo. Lo mejor es aprender a conocer cómo pensamos, para mejorar y ser más felices. ¡Esto es muy importante! Ya que el cambio es posible. Como resultado de esta reflexión nos iremos dando cuenta de la línea de pensamiento en que nos movemos, es decir, si tendemos a ser más positivos o negativos, a dudar o reafirmarnos, etc. Si podemos cambiar las atribuciones e interpretaciones, también cambiaremos los sentimientos que no nos benefician como son los de temor, depresión, ansiedad, ira…ya que el pensamiento precede al sentimiento Entonces… ¿Cómo lo puedo alcanzar éste objetivo? Mediante un pensamiento positivo, que es tan sólo una de las formas de percibir nuestra realidad y la del mundo que nos rodea. La realidad se nos presenta de una determinada manera, lo que varía es la interpretación que nosotros hacemos de ella. Por eso, hay que aprender a descubrir los pensamientos que nos ayudan y los que nos hacen daño con claves y ejercicios que permitan reconocerlos. Desde hoy tendremos en cuenta el “efecto de la palabra”. Con esta expresión hacemos alusión a los sentimientos que pueden provocar en nosotros determinadas palabras, pensamientos y frases hechas, que muchas veces son tópicas y las solemos decir sin más. La palabra ejerce su efecto no sólo a nivel consciente sino también inconsciente Es fundamental para tener una óptica de la vida más positiva, eliminar frases como las siguientes: “Me encuentro fatal” “Estoy hecho polvo” “Parezco tonta” “Vaya mierda de día” ”Esta es una vida de perros” “No tengo tiempo para nada” ”Eso yo no puedo hacerlo” “No puedo con eso” “Así no puedo seguir” “Esto es muy difícil”… Estas frases influyen negativamente en nosotros y además no reflejan objetivamente la realidad, ya que ésta es mucho más compleja. Cambiando nuestras palabras cambiamos nuestra mente Todo esto es posible si se quiere. Además pronto se empieza a disfrutar de los beneficios que conlleva. Hay que tener en cuenta que siempre se está en continuo cambio y que nunca es tarde para cambiar.
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La excusa de la edad no vale, tampoco creer que ya se ha llegado lo suficientemente lejos y que no es posible mejorar, o que hacerlo conlleva mucho esfuerzo, ya que con voluntad todo está a nuestro alcance. Por lo tanto, sólo queda desechar las frases del tipo: “Genio y figura hasta la sepultura” “cuando tu vas yo vuelvo” “a mi edad ya nadie me va a hacer cambiar”... ya que ejercen un efecto perjudicial en nosotros.
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DISTORSIONES MÁS COMUNES EN NUESTRO PENSAMIENTO Dado que son los pensamientos los que dirigen los sentimientos, tendremos cuidado con no caer en las distorsiones de pensamiento más habituales que se especifican a continuación: ¿ERES DE LOS QUE SIEMPRE LES PASA LO PEOR? Es muy probable que simplemente estés exagerando. Muchas veces esto se debe a los pensamientos automáticos (pensamientos que por su uso frecuente saltan ante cualquier estímulo o situación sin dar lugar a la reflexión) Soluciones: Imagina que estás subiendo en un globo y desde esa misma perspectiva, piensa en la importancia que tiene ese mismo suceso. También puedes pensar en la importancia que tendrá cuando pase un determinado espacio de tiempo, una semana, un mes… ¿TIENDES A GENERALIZAR? Si te sorprendes usando a menudo palabras como: nunca, siempre, todo, nadie… es muy probable que estés dentro de este saco, además es frecuente en la generalización pensar que las cosas son o blancas o negras, olvidando que existe toda una gama de grises entre medias. Es decir, éste pensamiento tiende a atrapar entre dos puntos de vista poco realistas: “nunca me hace caso, siempre hace lo que le da la gana” Soluciones: Piensa que es muy difícil que algo sea perfecto o imperfecto, los matices también existen. Concédete triunfos parciales y busca frases que te ayuden a afrontar la situación, como por ejemplo: “desde luego no estoy en el mejor momento pero e incluso el propio Einstein suspendió matemáticas antes de ir a la universidad” ¿VIVES PREOCUPADO? Las preocupaciones son normales y adaptativas ya que previenen futuros problemas y anticipan sus soluciones. Pero ¡ojo! cuando esto sucede en exceso, se deja de ser realista y se pasa a ocupar gran parte de nuestro tiempo entorpeciendo con la solución. Soluciones: Pregúntate en qué porcentaje esas preocupaciones pueden convertirse en realidad y céntrate en la probabilidad de que no ocurra. Busca soluciones que den respuesta a tu problema, después, ensaya esas soluciones en tu imaginación y cuando acabes, apártalo de tu mente, con la tranquilidad de que si ocurriese lo que temes, estás preparado para afrontarlo. Otra opción que te sorprenderá es escribirte una carta y enviártela. Verás la cantidad de veces que nos preocupamos por cosas que no llegan a suceder.
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¿ERES CATASTROFISTA? Es fácil darte cuenta si usas con frecuencia las palabras: “y si…” Eje: “y si suspendo” “y si me echan del trabajo” “y si luego va y me deja” “y si hago el ridículo” Con este tipo de pensamiento se tiende a exagerar todo lo que sucede y a verlo de manera poco realista, las menudencias se convierten en desgracias y todo nos puede llevar a un miedo generalizado que no nos permite actuar. Soluciones: Reajusta tus pensamientos basándote en “hechos” o “datos demostrables” para conseguir una perspectiva más razonable. Si crees que la solución a tu pregunta no podría ser respondida aunque emplearas un mes entero en pensarla, no merece la pena dedicarle ni un segundo más. ¿TENGO EVIDENCIAS PARA MI CONCLUSIÓN? Es frecuente sacar conclusiones con demasiada rapidez y sin tener los datos precisos para hacerlas, como si se supiese de antemano lo que va a suceder. También es frecuente la lectura de pensamiento “para qué le voy a pedir trabajo, si seguro que no me lo va a dar” “no sé para que se lo voy a pedir, si me va a decir que no” Soluciones: Pregúntate por las pruebas que tienes y si serían válidas ante un juzgado. Párate unos minutos y reflexiona. ¿ESTARÉ DESECHANDO LO POSITIVO? Piensa que no podemos atender a todos los estímulos que nos llegan, la mente actúa como un filtro, el peligro es que ese filtro seleccione únicamente lo negativo de las situaciones. Eje: “en aquella situación lo que sucedió fue porque tuve suerte” “Me eligieron para algo tan bueno porque necesitaban a alguien rápidamente”.
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Finalmente recuerda: No se trata de ser más positivo, sino más realista. ¡Ya será un cambio muy positivo! CLAVES PARA UN PENSAMIENTO PREDOMINANTEMENTE POSITIVO: Ser selectivos y recordar los acontecimientos positivos del pasado Centrarse en ver el presente Mirar al futuro dirigiendo la atención a lo que se puede hacer, en lugar de obcecarse en cosas que probablemente no ocurran Ver las amenazas como desafíos y los problemas como soluciones Pensar que el mundo es coherente y que tus acciones contribuyen a ello
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