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Discos y Otras Pastas 85 (octubre 2019)
DISCOS Y OTRAS PASTAS
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AÑO 13 NÚMERO 85 EDICIÓN DIGITAL OCTUBRE 2019
LIAM GALLAGHER - WHY ME? WHY NOT (2019) UN ROCK STAR EN SU ZONA DE CONFORT
Liam Gallagher dejó claro con su debut como solista (As You Were, 2017) que aún tenía algo que decirle al mundo. Hoy regresa con Why Me? Why Not, un intento por culminar y afianzarse como un artista que puede subsistir por sí solo sobre el escenario.
Hace diez años que la vida de Liam Gallagher cambió para siempre. Fue en 2009 cuando Oasis emitió su último suspiro, la relación de amor-odio que sostuvo durante casi dos décadas con su hermano Noel se inmolaba en la nada. Así es como el menor de los Gallagher empezó su propio andar, sin embargo, su primer intento por regresar a la música sería desafortunado. Beady Eye -banda integrada por todos los ex Oasis, menos Noel- grabaría dos álbumes sin pena ni gloria. Aunado a varios problemas en la vida personal del cantante, la separación de la prematura banda y un retiro temporal de los escenarios, dejaban sembradas más dudas que certezas sobre la capacidad de Liam de subsistir sin su hermano mayor. As You Were fue la respuesta a todas las incógnitas alrededor de su carrera, un disco en el cual demostraba que los años de errores y sin sabores habían sido también de aprendizaje. Liam entendía sus debilidades y limitaciones, regresaba mucho más fuerte que nunca.
Este segundo álbum sigue la misma tesitura que su antecesor. Está claro que Liam ha encontrado su zona de confort. De nuevo se apoya en el productor Greg Kurstin (Kelly Clarkson y Adele) y en el escritor Andrew Wyatt (Lady Gaga, Lorde y
Bruno Mars), quienes, al igual que en su debut, hacen mucho más fuertes los puntos mediocres que el oriundo de Manchester ha tenido durante toda su carrera. Why Me? Why Not tiene un inicio brutal: ‘Shockwave’, ‘One of Us’ y ‘Once’, son tres de las mejores canciones a las que Gallagher le ha dado voz en toda su carrera. Sin embargo, conforme pasan las canciones, el disco cae inevitablemente en un abismo de monotonía del que penosamente nunca sale. El álbum es una apología total a la música de los sesenta y sesenta. Detalles que recuerdan siempre la afición casi mesiánica que Liam tiene por los Beatles en ‘Meadow’ y ‘Now That I’ve Found You’. ‘Gone’ suena a The Animals; ‘Halo’ e ‘Invisible Sun’ rememoran a Iggy Pop. Las canciones se siguen cimentando sobre hombros de gigantes.
Liam no arriesga, juega a la segura intentando replicar el éxito conseguido con su primer álbum. Lo cual hace que este disco sea una experiencia mediocre, con canciones que brillan y otras en su mayoría olvidables. Ambos hermanos se encuentran en puntos diametralmente distintos. Noel, sigue experimentando después de tres discos de estudio buscando un sonido que lo separe un escalón más de su irreprochable legado. Mientras tanto, Liam busca convencer al mundo - y a sí mismode que puede crearse una carrera valiéndose solo de su “voz” y de su presencia sobre el escenario. En ambos casos, solo el tiempo lo dirá. ENRIQUE CRUZ
Caminaba llevando el ritmo de la música que solía interpretar. Era un músico y cantante de primera línea, pero disfrutaba de la compañía de otros grandes a quienes cedía el primer plano. Y disfrutaba tocando ese Steinway al que llegó porque en una pelea salió en defensa de un amigo y compañero de banda -el tecladista y cantante Ronnie Barron- y un disparo le afectó el dedo anular. Antes había sido guitarrista y bajista. Dicen que el sobrenombre Dr John -The Night Tripper- se lo puso una doctora que practicaba el vudú. Otros sostienen que el sobrenombre lo tomó de un esclavo traído de Senegal, que años después, en pleno siglo XIX, se convirtió en un gran sacerdote vudú. Sea como fuere, el sobrenombre estuvo bien puesto, porque su caminar musical por aquellas décadas de los sesenta y setenta lo llevó por los predios del Rythm & Blues de New Orleans que asumían las atmósferas del vudú lugareño. Así se evidencia en su célebre debut Gris Gris de 1968.
Yo supe de su virtuosismo a fines de los setenta cuando Marty Scorsese lo presentó al lado de The Band en “The Last Waltz” y nos emocionó con su sentida y sugestiva versión de ‘Such a Night’. Sí, ¡Qué tal noche!, cantaba un Dr. John lascivo e inspirado, capaz de arrebatarle la novia de ojos hechiceros a su mejor amigo.
Rendía culto a la música del lugar que lo vio nacer como a los músicos amigos. Dr John's Gumbo (su disco de 1972), solía afirmar, es una suerte de homenaje a la música que lo había alimentado en sus años aurorales -los cuarenta y cincuenta- y tocar con Eric Clapton, los Stones, BB King, Buddy Guy, los muchachos de The Band u otros grandes del amplio universo musical al que accedía con suma facilidad era para él todo un placer. Recuerdo una versión de “Layla”, al lado de un Clapton que se rindió ante el blues y el funk del pianista que desde sus teclados supo imponer su fuerte personalidad.
En junio partió Dr. John. New Orleans continúa de duelo. Y los melómanos de todo el mundo también.
Yo nunca olvidaré que este pianista y cantante genial, permitió que el bueno de Bob escribiera algunos versos para su celebérrimo “Right Place Wrong Time”. Así de generoso podía ser ante el llamado de una música que lo emocionaba y transportaba a esos rituales sureños en donde se sentía cómodo y feliz. Adiós, maestro. En mi próxima sesión de The Last Waltz, me detendré un poco más en aquel “Such a Night” que interpretaste de manera genial. Y, entonces, seguirás viviendo. ROGELIO LLANOS
LIBROS LIBROS LIBROS
PERRO DE OJOS NEGROS AUTOR: MARÍA JOSÉ CARO (PERÚ) Macarena está condenada a sufrir el mismo acoso que padeció su abuela por parte de un “perro de ojos negros”: la depresión. En casi cien páginas, la autora expone el tormento que supone estar siempre en el medio de todo por temor e incapacidad: entre la juventud y la adultez, entre la familia y el amor lejano, entre quedarse y fugar, entre el amor que tuvo y el platónico, entre Lima y Madrid. Todo esto amplificado por una constante migraña. Aquí, Caro no solo es solvente en su narración, también nos atrapa, nos absorbe, nos hace sentir como su protagonista, nos deslumbra y también nos deprime. HENRY A. FLORES
LA LITERATURA ES FUEGO AUTOR: MARIANA DE ALTHAUS (PERÚ) Cuando Vargas Llosa ganó el Nobel de literatura en 2010, a la dramaturga Mariana de Althaus se le ocurrió crear una pieza teatral que narre pasajes de la vida del escritor, desde su nacimiento hasta el momento del anuncio de la Academia Sueca. Estamos ante un libro muy emotivo, que se lee con el corazón en la mano; donde el amorvocación por la literatura y la disciplina para escribir se terminan imponiendo sobre todas las dificultades propias y ajenas que tuvo que sortear el genio arequipeño. Incluso, algunos personajes de sus novelas intervienen para completar las piezas de este puzle biográfico. Si deseas ser escritor, este libro es un buen comienzo. La obra por el momento no ha llegado a montarse, aunque en mi mente el estreno ha sido por todo lo grande. HENRY A. FLORES
VICIOGAMES
LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE: PES 2020
LO BUENO Con las bases de un notable PES 2019, el equipo desarrollador ha reforzado la simulación en términos de ritmo, velocidad de desplazamiento e importancia de los pases para llegar al arco contrario. Es el PES más realista a la fecha. Para lograr esta sensación, Konami ha refinado los movimientos de los futbolistas y ha agregado animaciones en prácticamente todas las líneas. Realizar un buen pase o un buen disparo ya no solo depende de las habilidades propias de cada jugador, también de si está bien perfilado para hacer una determinada acción. Una de las principales novedades de PES 2020 es su nueva cámara por defecto, llamada Estadio. De su nombre, se desprende que simula una transmisión de un partido por televisión, con la cámara casi estática moviéndose de derecha a izquierda para seguir las acciones. La iluminación es genial, un trabajo soberbio que destaca especialmente en los partidos nocturnos. A la par, la ambientación de los estadios es magnífica, con barras, cánticos y hasta mensajes en los altoparlantes. Todo muy cuidado para reflejar lo que se vive dentro y fuera de un partido de fútbol.
Sé que PES 2020 no puede competir en número de licencias contra FIFA 20, pero la estrategia de Konami ha sido muy interesante. Ha dado duros y certeros golpes a la competencia, asegurándose exclusivas que empañan lo ofrecido por EA Sports. El caso más resaltante es el de la Juventus, pero no es el único: Boca Juniors, River Plate, Colo-Colo, Flamengo, entre otros, aparecerán en FIFA 20 con nombres ficticios o simplemente no estarán incluidos en el juego. La licencia -no exclusiva- con la selección peruana se mantiene, con el agregado de que suena nuestro himno antes de un partido.
rearmar un ataque. En cuanto a la jugabilidad en sí, debo cuestionar la inusitada efectividad de los tiros libres. Entiendo que auténticos monstruos como Lionel Messi o Cristiano Ronaldo no fallen una, pero esta efectividad la tienen incluso lanzadores no tan diestros. Un reajuste es justo y necesario. Creo que el apartado gráfico de este PES llegó a su techo en esta generación, ya que, salvo el tema de la iluminación no hay gran diferencia respecto a lo ofrecido en PES 2019. Solo los jugadores escaneados en 3D están representados al milímetro, los demás no se parecen en nada a sus pares de carne y hueso. Las cinemáticas del final de un partido y las que salen cuando logramos un campeonato son prácticamente un calco de la anterior versión. Los comentaristas de los dos últimos PES se mantienen, en todos sus idiomas, con casi las mismas frases y comentarios. Pero, entre los narradores argentinos Rodolfo de Paoli y Diego Latorre, hay un desnivel notorio. Mientras De Paoli ‘vive’ el partido con mucha intensidad, Latorre es demasiado parco, hasta lacónico. Por último, las plantillas están desactualizadas, con clubes licenciados que tienen jugadores que ya cambiaron de equipo. Konami ha anunciado en sus redes sociales que habrá parches y actualizaciones.
este apartado.
LO FEO Hay una clamorosa falta de opciones para el juego offline. No hay una sola modalidad nueva, manteniéndose los sempiternos modos Amistoso, Cooperativo, Copa, Liga y Entrenamiento. De hecho, los retos en los entrenamientos son casi los mismos que del año pasado, algo que habla a las claras de un descuido en
CONCLUSIÓN: “Konami ha tocado el cielo y el infierno con eFootball PES 2020. Es su producto más redondo a nivel jugable, reflejando fielmente lo que es un partido de fútbol. Lo conseguido en este apartado es sobresaliente. No obstante, el juego tropieza con problemas endémicos de la franquicia, como la falta de opciones offline, licencias, y un apartado gráfico/técnico que parece haber llegado a su techo en la generación. ¿Es el mejor PES a la fecha? Sí.” FERNANDO CHUQUILLANQUI https://rpp.pe/blog/mas-consolas
LO MALO En las muchas horas que jugué, me topé con ciertos problemas de inteligencia artificial. Por ejemplo, los laterales algunas veces no saben ‘leer’ las jugadas y demoran en reaccionar para correr al espacio vacío o
El Reino cuenta una historia ficticia sobre la corrupción y la política, inspirada en la realidad española y mundial, que el director Sorogoyen refinancia con elementos del thriller investigativo y de persecución, para emprender un relato inteligente, a un ritmo trepidante, con buen oído político y un conocimiento profundo de los mecanismos narrativos y de la puesta en escena.
Al comienzo, en el filme todo es alusión. En la primera secuencia, en un restaurante lujoso de un hotel frente al mar, un grupo de amigos departen y celebran sus triunfos como grupo, sentados en una mesa redonda como en Camelot, el reino perfecto e imposible; gastando bromas, dejando entrever sus picardías y el éxito de sus operaciones. Luego la cámara en mano y el plano secuencia muestran los encuentros y desencuentros de esos mismos personajes en la ciudad, en un yate o en bares; hablando de negocios, política y proyectos familiares. No se ve ni se menciona la corrupción, las pingües ganancias o el tráfico de influencias; pero, se presumen, se deducen de las conversaciones y los estilos de vida de quienes, más que empresarios o políticos, parecen nuevos ricos. Pero hacia el minuto quince o veinte, cuando ocurre una denuncia periodística contra uno de los miembros de “El Reino”, todo es frontal, directo y resonante; a partir de ese momento se activa una montaña rusa de conspiraciones, juegos políticos, procedimientos judiciales, mecánica partidaria, lealtades, deslealtades y lucha para salvar el propio pellejo, que hacen
de El Reino una cinta apasionante.
El actor Antonio de la Torre, que es una mezcla de Daniel Craig, Fernando Fernán Gómez y Alfredo Landa, ofrece una actuación consagratoria como Manuel López Vidal, el político corrupto implicado en las investigaciones policiales y en las denuncias periodísticas; con un hogar formado, una vida lujosa y una posición expectante dentro de su partido político; que debe urdir su defensa y, como el antihéroe que es, enjuagarse mostrando a la opinión pública la maquinaria corrupta y añosa de El Reino, que le precede y que compromete a toda la clase empresarial y política de España e, incluso, a la realeza. Manuel López Vidal, encumbrado, denunciado y vilipendiado, es una suerte de Lazarillo de Tormes del partido político sin nombre, que aprende a defenderse y conoce el valor, los riesgos y lo vano de la lucha contra la corrupción; porque el poder protege al poder, como se escucha a lo largo del filme.
La última media hora del filme es un tour de force espectacular que, sumado a otros atributos cinematográficos y narrativos, nos llevan a concluir que la película, por ser tan de este tiempo, por su estrecha conexión con los problemas del Perú, por estar desmarcada de los tópicos y la buenas intenciones al uso, ha sido estrenada con gran acierto en nuestro país. El cine español no es solo Almodóvar, Alex de la Iglesia, Albert Serra o Santiago Segura. ÓSCAR CONTRERAS
LA GUÍA PARA SABER TODO SOBRE THE BEATLES
Si de verdad queremos conocer todo, “y cuando digo todo, es todo” sobre los cuatro de Liverpool, este es nuestro libro, un trabajo del segoviano José Luis Gilsanz Román indispensable para beatlémanos, fans, seguidores, estudiosos de la banda o amantes de la buena música, que cuenta además con una preciosa portada diseñada por el artista Álvaro Ortega, en la que se recogen diferentes momentos de la breve e intensa carrera del grupo, desde la trepidante carrera del inicio de “A Hard Day’s Night”, hasta el mítico concierto en la azotea de Apple Corps, del que ya se han cumplido cincuenta años. Este escrito “no es un libro de lectura al uso”, en realidad se trata de una completísima guía repleta de datos y curiosidades para la que el autor ha hecho un trabajo de recopilación tremendo, porque, aunque hoy en día exista la Internet, no todo lo que aparece en el libro podemos encontrarlo allí. Además, su autor nos ofrece la información perfectamente recopilada y ordenada. José Luis explica que todos los datos que se ofrecen en “La Guía The Beatles” están contrastados a través de diferentes fuentes. El libro se cierra en 1970, año de la separación de la banda. Posterior a esa fecha solo se ha incluido la discografía del grupo que se ha publicado luego de su separación. En el libro también se incluyen grabaciones en solitario anteriores a la ruptura y las grabaciones del StarClub de Hamburgo recogidas en 1962 y publicadas en 1977.
José Luis Gilsanz explica que una parte importante de los datos empezó a recopilarlos en su juventud. Lamenta no haber podido ver a los Beatles en sus conciertos españoles del año 1965, “era aún un niño y vivía en Segovia”. Aunque ya era fan del grupo y siguió su estancia en nuestro país a través la atípica prensa musical de la época, en unos años en los que en España vendían más las versiones de los Mustangs que las grabaciones originales. Terrible. Hacia 1980 el autor se hizo con el primer libro en español dedicado al grupo, con lo que amplió su recopilación de datos.
películas, instrumentos, grabaciones, incluso un sinfín de curiosidades como las casas donde vivieron, sus apariciones radiofónicas, sus lugares en Londres, su estancia en España, o un completo listado de familiares, amigos, empleados o novias. Llena de curiosidades, como que en el total de la carrera de los Beatles hay más composiciones de Lennon que de McCartney; o comparaciones entre la discografía oficial inglesa, con catorce discos, y la americana, con veintitrés. Resulta casi increíble el dato sobre la enorme cantidad de conciertos que ofrecieron, teniendo en cuenta que su última gira la hicieron en 1966. Agotador fue su nivel de trabajo, a los conciertos había que añadir las grabaciones de singles y discos y la composición, además de su participación en programas de radio y televisión, todo tipo de promociones y el rodaje de sus películas. Otra curiosidad es la grabación en un solo día de once temas o el día y medio en que tardaron en grabar un álbum completo. Brutal.
José Luis confiesa que sus principales fuentes han sido los libros “The Complete Beatles Chronicle” (Lewisohn), “Los Beatles, día a día” (Miles), “Revolution in the Head” (McDonald) o las publicaciones de Jordi Sierra I Fabra. A partir de 1997 aparece un incipiente Internet que pronto se llenaría de información sobre nuestros héroes, pero para entonces José Luis ya tenía mucha información recopilada. También, se ha apoyado en el Sgt. Beatles Fan Club de Zaragoza, disuelto en 2017, tras veinticinco años de intensa actividad y haber contado con más de 1 900 socios en todo el mundo.
OCTUBRE 2019 Aquí podemos encontrar de todo. Como explicaba Jesús Ordovas durante la presentación madrileña del libro, incluso una dirección que nos “contagiaría del genio Beatle”, el bar que está enfrente de donde se situaba el mítico The Cavern, que curiosamente aún existe y se llama Grapes. O nos puede resultar muy útil para viajar a Liverpool sin andar merodeando para encontrar los lugares Beatles, tal y como le sucedió a él la primera vez que fue a hacer un reportaje a Liverpool con la tele: “no sabíamos dónde estaban las casas en las que vivieron los Beatles en su infancia y juventud, ni la calle Penny Lane, Strawberry Fields o St. Peter’s Church”. Todo lo podemos encontrar en “La Guía The Beatles”, una labor acometida por José Luis Gilsanz que realmente impresiona.
Siri tiene el aspecto de uno de esos prodigios indios del ajedrez. Rostro inocente y nombre impronunciable. No disimula la molestia que le causa mi presencia. Me cuesta encontrar la razón de esa incomodidad, hasta que descubro que soy el único obstáculo entre él y el curry que espera detrás de la recepción del Morro Bay Beach Inn. Solo recobra cierta naturalidad cuando advierte que soy argentino y me pregunta si mañana veré el partido. Aprovechó la oportunidad para ganarme un late check out, que me asegure una pantalla a la hora en que la selección se juegue la clasificación contra Nigeria. Siri cree en el milagro, pero su deseo de suerte con los dientes apretados desmiente su exceso de confianza en Messi. Señala mi camiseta de Chris Isaak. Le pregunto si le gusta. Me dice que es bonita, que por sus colores adivinó que yo era argentino (la prenda que llevo puesta matiza tonos verdes y amarillos). Le aclaro que me refería a Isaak, a su música. Me dice que no lo conoce. Menciono “Wicked Game”, pero antes de prolongar el malentendido, me adelanto y le pido que me ayude a encontrar un lugar donde comer.
* * * Morro Bay pudo ser el escenario que inspiró a Peter Benchley cuando imaginó que un tiburón gigante podía alterar la apacible existencia veraniega de un pueblo costero, a la vez que salvar su propia vida, la de sus editores y unos cuantos productores de Hollywood. Sin embargo, mientras camino sus calles en busca de comida, el paisaje se parece más al escenario de “La Niebla” de Stephen King. Entre el espesor de la bruma solo se distinguen las chimeneas de la central de energía, tan desmesuradas como el peñón que da nombre a esta playa a mitad de camino entre Pasadena y Napa.
Mito o verdad, o ambas cosas, las andanzas antropófagas de los tiburones no hacen mella en los cientos de surfers que cada día surcan las aguas del Pacífico en estas costas. Me acerco a la orilla. Veo a dos jóvenes algo alejados del epicentro de la escena, que a esta hora del día está en el mar. Con sus figuras de semipesados dibujan torpes sombras munidos de unos guantes de sparring algo anticuados. A un costado, una guitarra casi descartada sobre una roca. Más allá, en ese afán por abarcarlo todo, una longboard clavada en la arena húmeda también los denota principiantes en el arte de remontar olas. Chris Isaak les diría que jugar en el agua resulta más divertido que esquivar golpes en la cabeza. Se los diría con razón. Era 1979 cuando un intercambio universitario lo llevó a Tokio. Entre las clases y la guitarra, despuntaba el hobby familiar haciendo guantes en el gimnasio. Le rompieron siete veces la nariz, pero aún hoy se ufana de no haber sido noqueado jamás. Después de ser noqueado por Sonny Liston, Floyd Patterson le dijo a Gay Talese: “No es una mala sensación…no duele, y sientes el afecto de todo el público, pero luego esa sensación te abandona, caes en la cuenta de dónde estás, qué
haces ahí, lo qué te acaba de pasar, lo que sientes es una herida confusa, y lo único que quieres es una trampa en medio de la lona…una trampa que se abra y te caigas por ella”. El mismo vacío que describen los músicos después de un show.
*** Hasta Santa Cruz se suceden San Lucas, Soledad, Salinas. Luego, antes de llegar a Napa, seguirán San Francisco y Sausalito. Entre las olas suaves de la Bahía de Monterey, un pesquero transporta la pesca del día. Esta ciudad dominada desde su playa por un parque de atracciones omnipresente, fue la cuna del surf y es mi anteúltima parada hasta el destino final del viaje. Entro en el Santa cruz Diner en el 909 de Ocean Street. Recorro con mi mirada las paredes atiborradas de objetos y reparo en una diminuta reproducción de “La gran ola de Kanagawa”, esa captura del segundo previo al caos, el momento en que la espuma se rompe. Tal vez sea en este sitio donde Isaak descubrió su pasión por el surf durante los ratos libres que le dejaba su trabajo de camarero. Esa época en la que dormía en la parte trasera de una pick up aparcada frente a la playa. Quizás aquí haya nacido el concepto de Baja Sessions, esa oda al road trip por la costa californiana más allá de Tijuana, hasta un lugar con más cactus que gente. Su modesto giño a la cultura surfer.
OCTUBRE 2019 *** Tarde de un día radiante. Me asomo al Uptown Theatre. Un coqueto edificio art deco enclavado frente a la enésima iglesia presbiteriana. Ocho décadas y un par de reaperturas, la última luego del terremoto que afectó a Napa hace apenas cuatro años, y de cuya reconstrucción Francis F. Coppola fue benefactor. Viñedos y arte, una combinación irresistible para él. En la calle lateral reluce el Tour bus donde anoche, y sin quitarse su gorra de béisbol SWAT, entre bocados de sándwich de sardinas y dando sorbos a un batido de palta, el Cantante vio Loving You. Una vez más se rindió ante la historia de Deke Rivers, ese cadete algo impulsivo que en un abrir y cerrar de ojos pasa de descargar cajas de cerveza a derrochar talento a fuerza de voz y carisma. Para Deke, solo se trata de responder sin esfuerzo al llamado inapelable del oráculo: “levántate y canta”, simplemente eso. Hay
una guitarra que no precisa ser enchufada o afinada, no hace falta ensayar con la banda, ni preguntar “¿En qué clave está la canción?”. Solo levantarse y cantar. La gente aplaude.
El Cantante recuerda su propio derrotero a la fama, mucho más agreste del que ese joven interpretado por Elvis recorre en la película que acaba de ver. Recuerda los eternos madrugones de su padre para ir rumbo al aserradero, o el trabajo nocturno de su madre en la fábrica de patatas fritas, mientras él pasaba la noche pegado al auricular de su vieja Silvertone de madera sintonizada en el 99.3 de la emisora local KJOY (Lite Rock. Less Talk!). Recuerda cuando a los trece se compró su primera grabadora y empezó a escribir sus propias canciones, acompañado de una armónica e intentando imitar a Hank Williams, Lefty Frizzell o Whitman Slim. Recuerda su foto sosteniendo una guitarra pegada en el tablón de anuncios de la tienda de música de Stockton. Recuerda la sonrisa socarrona de los empleados de la tienda cuando vieron que citaba a los desconocidos Connie Francis y Troy Shondell, como sus influencias. Además de Elvis y Jerry Lee Lewis, claro. Pero Stockton no era exactamente una meca para los músicos, y cuando buscó una banda de respaldo, el grupo de talentos locales no era más que un puñado bien escaso. Pero ahora cuando avanza entre el público con su propia versión de “Doin the Best I Can”, por un instante de alguna manera difusa, él también se ve como una encarnación del Héroe de la Clase Obrera. Ve a Elvis reconociendo en el joven Deke el reflejo de su propio ascenso al Olimpo.
"¡Hice otros trabajos! - piensa el Cantante-, de esos en los que miras el reloj cada 5 minutos, y media hora dura una eternidad, y ahora toco música para vivir, soy Mr. Lucky!"
Cuando seis canciones más tarde arremeta con “Pretty Woman”, la memoria de Orbison merodeará como la sombra que le rememora sus días de gira con el crooner melancólico por excelencia. Sin duda, sus días más felices. Pero el recuerdo también lo enfrenta con la eterna comparación de aquellos que insisten en verlo como la vuelta a la vida de Big “O”. A veces cree que Bertolucci lo convenció para aceptar el papel de Dean Conrad, ese padre atribulado del Pequeño Buda, solo por esa escena en que le dice al Lama Norbu: “No creo en la reencarnación”. Y apenas transcurrida una cuarta parte del show, la sinuosa
guitarra filtrada por un sonido de cuerdas MIDI que abre “Wicked Game” le recuerda el aporte esencial de ese heredero silencioso de Duane Eddy y Link Wray que es su amigo James Calvin Wilsey, en ese momento ni siquiera imagina que su viejo compañero de andadas morirá seis meses después. Pero hace veinticinco años que Cal ya no es el dueño de esa guitarra, y aunque Hershel Yatovitz lo hace muy bien, desconoce ese ingrediente oculto que todo clásico lleva en sus entrañas, y que incluso su creador no podría develar, porque él tampoco lo conoce, simplemente lo interpreta. Aún puede escucharse el eco del aliento que el Cantante lanzaba antes de que Wilsey arremetiera con su solo… ¡Enférmales Cal!
Por un momento, esa sinusoide sónica lo transporta a la atmósfera de un western crepuscular y evoca al Colorado Ryan de “Rio Bravo”. Un Ricky Nelson inspirador, gastando cuerdas al son de “Get Along Home, Cindy" para deleite de Chance, Dude y Stumpy. Cómo le hubiera gustado interpretar ese papel, piensa el Cantante. Por eso huyó discretamente de ese universo flotante en el que su amigo David Lynch decidió vivir. Pudo eludir algunos compromisos, pero el Agente Chester Desmond estaba hecho a su medida, solo había que caminar con el fuego y eso le resultaba tan familiar como la devoción de Johnny Cash hacia June Carter hecha canción llameante, o su propia versión de los hechos “…El Mundo se prende fuego y nadie puede salvarme excepto tú...”. Pero se dejó extinguir lentamente, como se dejó extinguir Julee Cruise, otra chispa esparcida por la combustión creativa del genio de Twin Peaks.
Él siempre quiso ser el Capitan Bullit y protagonizar con su propio Chevy Nova ´64 la legendaria persecución por las empinadas calles de San Francisco, o ponerse en la piel del Sr. Rubio, ese maleante solo concebible por un Tarantino hambriento, para quedarse con la oreja de su rehén cual trofeo de un torero con traje espejado de 17 libras. Desde que era un estudiante en la Stagg High School supo encontrar un mundo distinto al que le ofrecían, quería vestir sus camisas hawaianas, trajes de lana estilo años cuarenta, viejas chaquetas Letterman, zapatos puntiagudos y diseñar su futuro de rock star, cuando camino al trabajo en la Stockton Box Company, su padre lo dejaba en la escuela a las 5 AM.
* * * Otro show quedó atrás. El Cantante se pasea por los rincones de su casa. Una vivienda cómoda frente al
mar desde donde puede ver aprendices de surfers y púgiles anónimos. Se siente Mr. Lucky. Pasea su bajón por los pasillos interminables. Algunas agujas de sol se clavan entre las rendijas de las persianas caídas. Lleva la guitarra colgada por la espalda como un Elvis Made in Las Vegas o un Johnny Cash en el ojo de un huracán de furia. El mástil apuntando al piso. Hay vinilos apilados en el piso, algunos de los que compraba con su madre en las tiendas de segunda mano. Ya no tienen sus tapas, o están manchadas por una humedad salina, que en algunos casos intervino con criterio artístico las portadas originales. A veces, en cuclillas y sin quitarse la guitarra colgante, aún se entretiene manipulando las perillas de su vieja radio como el comandante de una nave cósmica sin rumbo.
El Cantante dice que no cree que vaya a ser especialmente recordado. Solo quiere hacer bien su trabajo. No gasta mucho dinero, no tiene hábitos caros. ¡Ah! ¡Y ya compró su tumba! Cuando murió su padre le compró una, y entonces pensó que más le valía comprar otra para su madre. Y había una tercera, así que dijo “deme las tres”. Le advirtieron que
en las lápidas solo podía escribirse el nombre. Está a solo cien metros de donde creció, al lado del sitio donde nació, donde su padre trabajó toda su vida. Estará al lado de ellos y habrá una piedra que ponga Chris Isaak. Eso es todo, dice el Cantante, ese es el final de la historia.
*** Llegando a Los Ángeles, el rumbo de los incendios va decidiendo mi propio camino. Estoy a unas pocas calles del Westwood Village Memorial Park, el cementerio donde enterraron lo que Frank Zappa dejó el día en que murió. Pienso en Zappa y su propio incendio. Aquel que azotó el Casino de Montreaux durante su show e inspiró el inmortal “Smoke on the Water” de Deep Purple, el riff de Ritchie Blackmore, la letra de Ian Gillian. Mucho antes de morir, Frank tenía listo su epitafio: “Recuerda que la información no es conocimiento. El conocimiento no es sabiduría. La sabiduría no es verdad. La verdad no es la belleza. La belleza no es el amor. El amor no es la música. La música… la música es lo mejor.”. En su lápida no dice nada. En el Westwood Village Memorial Park no permiten inscripciones sobre las tumbas.
NOVEDADES DISCOGRÁFICAS NOVEDADES DISCOGRÁFICAS
SHURA Forevher Luego de su aclamado debut Nothing’s Real (2016), Shura apuesta a lo seguro y vuelve a colaborar con el productor Joel Pott para este segundo álbum repleto de canciones pegadizas, optimistas, con algunas dosis de AutoTune. “Religion” y “The Stage” saben a Motown, podrías escucharlos todo el día sin aburrirte. En muchas canciones, las cuerdas y los teclados están en constante disputa. Aquí conviven el pop, la electrónica, lo disco, lo lo-fi, la sicodelia, los sintetizadores, los arreglos infecciosos y hasta algunos diálogos. Un disco para los audífonos y también para los pies. Siendo una artista originaria de Manchester, sorprende lo bien que ha asimilado la música del otro lado del Atlántico. Una especie de Janet Jackson en plan electro pop y con espíritu sicodélico. HENRY A. FLORES
THE BLACK KEYS Let’s Rock Cinco años después del notable Turn Blue y cuatro álbumes seguidos junto al productor Danger Mouse, el dúo de Ohio, vuelve a la carga por su propia cuenta (composición, ejecución y producción). El resultado: un álbum más roquero y guitarrero, como un regreso a los primigenios tiempos aunque sin tanto blues pero manteniendo el rock de garaje sesentero y con algunos riffs más cercanos a AC/CD o a CC Revival. “Shine a Little Light” es una especie de oración para encontrar fuerzas antes una mala situación, pareciera hablar del divorcio del cantante (“Have you ever tried to love someone who wasn't even there?”). Es un álbum menos variado que sus trabajos anteriores, pero musculoso y de similar impacto. Esta vez no hay una sumatoria de fuerzas diversas, es un solo certero puñetazo de rock clásico que te pega en la cara sin piedad, sobre todo a aquellos que claman que el rock está muerto. HENRY A. FLORES