Revista Cinegramas - Nº.53

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METRO

FILM

GOLP-WYN

MAY£fi,


REVISTA SEMANA L DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año II.—Núm. 53.—Madrid, 15 de Septiembre de 1935

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l. día 20 d e Agctóto—^fecha que luereie reí^onlarse— se firmó un decreto regulando el trabajo de los extranjeros en nuestro suelo. H a s t a ahora, en todas las actividades del comercio, el arte y la industria, los extranjeros, que tantas reservas guardan en su patria para los que lo soi> y tienen en sus paises leyes tan duras para casos análogos, asentaban sus reales en España con un empaque, una suficiencia y un aire tal de colonizadores que no habia para ellos obstáculo grande ni pequeño cuando de conquistar puestos se trataba. L l e g a b a a tal colmo la cosa, que, en i g u a l d a d de c i r c u n s t a n c i a s , siempre era preferido para cualquier empleo un extranjero a un español, por esa propensión estúpida en muchos de suponerles, gratuit a m e n t e , una ^ m a y o r ca- ^ ^ ^ ^ pacidad, que la

Coasuelo Nieva, i « n u e v a vamp i r e s a española, que f¡f(ura en el r e p a r t o dc «Don Quintín, el amargao»

Rafael Duran y .Moisés A. Mendi, cn «Rosaría, la C o r t i j e r a » , r e a l i z a c i ó n de León Artola -

práctica se encargaba l u ^ o de desmentir. El hecho cierto, repetido hasta l a saciedad, indignaba por lo injusto y por lo antipatriótico. Nosotros hemos sentido muchas veces cómo ante un caso de éstos se enrojecían nuestras mejillas d e vergüenza y de ira. N i n g ú n Gobierno se habia ocupado d e ello con la atención que el caso merecia. España era—¡oh decantada e hidalga hospitalidad! — casa abierta, mesa dispuesta, brazos auc^edores y sonrisa en los labios para los extraños; casa cerrada, mesa lünpia, brazos inertes y gesto agrio p a r a los propios. Por eso, este decreto puesto en v i g o r los primeros días del mes corriente viene a cerrar m u c h a s heridas Miguel L i g e r o y abiertas en lo íntimo, a C a r m e n Luciano procurar s a t i s f a c c i o n e s e n u n a escena de morales y a reparar in« N o b l e z a baturra»,

editada p o r Cifesa, bajo la d i r e c c i ó n de

Florián Rey

iusticiaa

lYa

t.flnpmos

Justicias.

,ia

tenemos

« n a ley q u e nos p r o t e g e

contra la intromisión!


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Y digo y a tenemos, refiriéndome ahora al cinema, porque en este campo ia disposición del Ministerio de Trabajo ha de prestar a los elementos técnicos y artísticos españoles nnuhos buenos servicios tal como se están poniendo las cosas. A l señuelo de nuestra industria, que se anuncia próspera, van a(;udiendo de dia en día numerosos extranjero» con el deseo tenaz y constante de medrar en ella, y a que no pudieron lograrlo en su patria. Y urge, es necesario cerrar^ les el paso. El decreto del 29 de Agosto es y a una valla considerable. N o les suponemos tan ágiles de piernas comu para saltarla limpiamente, aimque alguno quizá nos sorprenda con un alarde de acrobatismo tan inesperado como audaz. Que todo puede esperarse... Nosotros—y t o d o el que nos lea habrá j w d i d o comprobarlo—creemos indispensable la ayuda extranjera en los dos aspectos: técnico y artístico; pero la ayuda de elementos capacitados y de responsabilidad en sus correspondientes actividades, no la entrada en aluvión de ineptos y de vanidosos—que, par cierto, acusa el m a y o r

Un magnífico iaterior de la producción Perojo «Es mi hombre», eon sus protagonistas Valeriano I.«ón j Mary del Carmen, en nna escena de la misma

Charito l.eon¡»,«(".a«trito» y Hoberto Font, revelación de un gran actor cinematográfico, rn la priirula «Amor en maniobras», realizada rn Bar- . celona por Mariano l,apryra X

< tliudad rnrantada> rs f el título dri brilo do- ' r u m e n t a l argumentado que realiza Tony Román para Cedric. Ved a Luisa l'rioa y Román Coñi, protagonistas, rn una rsrrna dri film

Juan d r l.anda. prolagonifta d e la priirula « M rritnrn dri expreso de Andalucía», ron (Undía. Vmcheco y (Urrido. r n un

BMtmeato del film

número—, sin más competencia que su petulancia, ni más responsabilidad que su osadía. Contra éstos hay que ir, empleando todos los medios necesarios. Contra ellos deben luchar imidos todos los que pueden ser arrojados a un latU». Para lograrlo no hay más que un camino. U n camino que y o ofrezco desde aquí a los interesados: la unión de elementos técnicoartísticos, en la que se encuentren agrupados operadores, directores, ingenieros de souido, montadores, técnicos de laboratorio, etc., etc. Y como salvaguardia y defensa de los intereses de todos, a su lado el decreto del 29 de Agosto. Esta Unión o Agrupación podía realizar uua labor interesantísima. L a de denunciar, en primer lugar, los casos de intromisión que conociese para asegurarse más prósj>erH existencia, y la de adiestrar nuevos hombres poniéndolos a su lado en el trabajo. Niituralniente que I m l i i n de estar


aniíuada, aate todo, por un amplio sentido de comprensión y por un gran cariño hacia nuestro cinema, para asi no sólo no oponerse a que un extranjero d e prestigio laborara en él, sino a procurar en cuantos casoe lo estimase preciso su ayuda, su consejo y su colaboración, q a e a la v e z que de enseñanza habría de servirles a todos de estímulo. Cualquier extranjero que pueda enseñamos algo debe ser bien recibido. En este caso, su presencia honra; pero en igualdad de circimstancias, resulta bcKíhomoso para nosotros, y la cordialidad se convierte en ultraje, porque usurpa un puesto que no le pertenece. Dice la 1 ^ en uno de sus párrafos, refiriéndose a las solicitudes de cartas de identidad: «Se

La siluf.la grácii t juvenil de Antoñita Colóme en el eróle» femenino de cF.I malvado (Jar a b e l ) , versión cinematográfica de la novela de Frrnánd c K Fiórez, llevada a la pantalU por Edgar Neriile (wn.

ufBJU)

cAlady» y Parreño en una e « craa de ú producción nacÍ4»M I «Seaenta horas en el cielo», producción Kxcluaivas . Huet, rodada en Barcelona 4

Pierre a a r e i y José B a v i e r a e * a M . < M Jaros». r e a K s a e i ^ de Willy R « r i « r , adaptación ée lm « b r a de Navarro y Torrada (K>T. t o m nLB)

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harán constar el nombre y apellidos del extranj e r o , estado, nacionalidad y lugar de nacimiento, su oficio o profesión, acompañando certificados acreditativos o, en su cano, títulos facultativos, centro del trabajo en que desea prestar sus servicios, empleo, cargo u ocupación que pretenden desempeñar, detallando, en su virtud, cuál es el trabajo que deberá realizar, si no es de nueva creación en la plaza, quiénas la han desempeñado anteriormente, y sus profesiones u oficios y m o t i v o s por los cuales se estima preciso recurrir a un trabajador extranjero.» Esto sumirá en largas meditaciones a muchos de nuestros productores cuando les sorprenda la

buena fe cualquier arrivista. ¿Qué motivos van a ser precisos para encargarle la realización de un film, la fotografié o el sonido? En muchísimos casos, el único m o t i v o ha sido llamarse P e troff o V o n Ilenlcels, pongo por apellidos exóticos, porque aquí en materia cinematográfica no.<? privamos por los nombres extranjeros. A cualquier director se le da » elegir entre im P e troff o im liópez, y se queda con el Petroff a primera vista. N o queremos citar casos que abimdan, porque ello sería enojoso para ellos y para nosotros. Otro fragmento de este decreto oportunísimo r e z a a.si:

«Sólo se podrán c o n c e d e r cartas d e identidad profesional a extranjeros cuando no exist a ningún español que h a y a expresado su deseo de realizar el trabajo de que se trate y reúna la competencia precisa para efectuarlo cumplidamente.» N u e v a perplejidad para todos: elementos artísticos, técnicos y productores. ¿ D e qué forma y ante quién v a a demostrar su competencia un español cuando ae crea capacitado para efectuar un trabajo que le roba el extranjero? E n muchas actividades podrá hacerse; pero nosotros nos referimos exclusivamente al alcance de esta ley en el campo cinematográfico. ¿Quieren decimos- -pongo por caso q u e no debe callarse—quién es Constantin L . D a v i d , realizador alemán desconocido para todos q u e ahora dirige un film corto—menguado homenaje para la gloria del Fénix—nada menos que sobre Jjope de Vega? ¿Es cierto que esta película está hecha por encaigo oficial, como se dice insistentemente? Si así es, ¿no había director español que pudiera realizarla, cuando a este señor David^—curas glorias cinematíigráficas desconocemos—ya e alcanza la ley expuesta? E^tas preguntas? debía responderla.s cumplida-, mente, de estar creada, la AgnipaxMÓn d e Técni-" eos Españoles, que tanta falta hace. D e todas formas, esliéramos que alguien satis-, faga nuestra curiosidad. l \ F. I I E R N A N D E Z - G I R B A L ^

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. ar el ruido de las suelas de 'os zapatos. Y h o y cualquier film corto le viajes provoca la admira-ión de todo espectador. Y a no se dice «latazo», '<to5>t4'»n» y «tabarra». A h o r a se emplean el «maravilloso», el «¡qué vistas!», el «¡qué be!li>!» y el «¡qué hermosa puesle .sol!» A.SÍ es la v i d a .

Si a])iuece la luna ponicnlu reflejos de plata en el igua, puede asegurarse que la película v a a terminar. Kxiste, sin embargo, en los íilms cortos documentales itro final más frecuente: si el sol empieza a hundirse en i'l horizonte, se puede apostar doble contra sencillo a que la película termina ahí, en la puesta de sol.

Como uua consecuencia inevitable, los empresarios buscan ansiosamente, afanosamente, las puestas de sol. U n a buena puesta de sol puede valorizar hasta el é x i t o estimable un programa mediocre. Se pasan unos metros de E g i p t o , Ñapóles, Viena, Holanda. Y al final se coloca una puesta de sol en buenas condiciones. Els de

en aquellos largos programas de hace unos años. Ivas mviestras más ruido sas del descontento eran de dicadas a estas películas, llamadas de viajes, que escasa mente duraban diez minu tos. Menos mal.

Befte Dovis, vestida con periódicos, o las lamentables cosas que tiene que hacer una estrella para llamar la atención. (Warner)

Con cl tiempo, no obstante, tiene lugar un hecho soi^ préndente, que vamos a r e -

gistrar. Un día, un espectador, cn medio del ruido dc las protestas, sc atrevió a lanzar cl siseo que reclama silencio.

Lo eurioso es que estos films fortos eran, eu la época del cine mudo, m-hazados sisteluátieamenle por el público, i labia varias palabras para inanifcíitar cl desagrado: " l a lazo", "lostón" y "tabarra" i-raii las más utilizadas. Parece que contra el i n somnio, estos films eran un .rcmadio infalible.

Momento en que a Barfón Mac Lañe le fué robado su perro por uno misteriosa tragedia que puede también titularse «El hombre al que mirar a una bañista le costó un perro g o r d o » . (Warner Bros) unos resultados verdaderamente maravillosos.

Tan maravillosos, que hay más dc un empresario que, a prevención dc que los documentales vengan sin esos m e tros que aseguran cl éxito, guarda en la cabina varios trozos dc puesta dc sol que no

Conocedores de esto, l o » •mpresarios rara v e z se exponían a proyectar en sus pantallas una cinta de la clase que nos ocupa. Sólo la carencia de otro material o el compromiso ineludible con una Casa distribuidora eran palancas capaces de hacei J o c l u i l tm documental corto„ Explicación gráfica de cómo debe uno proveerse de fondos con arreglo o los sistemas modernos. El hongo no es indispensable Pronto tuvo imitadores. Es más: en pocos años, los d d "chist" fueron engrosando, hasta ser más numerosos que los que les daban gusto a los pies. La vida nos reserva estas sorpresas inauditas. Sobre lodo, las puestas de sol están a la orden del día. Tampoco sc cotizan mal los claros dc luna. Pero, vamos, tanto como las puestas dc sol, no. ¿Para qué nos vamos a engañar? i

La vampiresa Blanca Vischer ensayando una escena de amor con un animal bostante más inteligente que muchos galones de la pantalla. (Fox)

lín estas condiciones, los que podemos llamar contraprotestantes se atrevieron a dar la batalla. (>uando lo: pateadores iniciaron su trabajo, loa otros se pusieron a aplaudir rabiosamente. Los aplausos consiguieron sofo-

*0 Una fotografía propia paro uf» orchivo. Lyle Talbot o el heroico c i u d a d a n o que lleva todavía sombrero de pojo, sin que hasto la fecha le haya ocurrido ninqún incidente. (Honor al héroe! (Warner Bros)


<{ue en el fondo es posible <{ue la película le siga parei;iendo, como antes, un latazo, im tostón o una tabarra, oculta hipócritamente sus sentimientos, para que los vecinos de localidad no piensen que es un inculto, un bárbaro de los cinemas. í

Escofondra protectora que han odoptodo lo mayor porte de los cantantes de ópera. (Kadiol

Fosiblrniriilr, M le preguntáis a uu espt^tador las razoneK de su entusiasmo, no os las podrá expIÍ4;ar. A nuestro jiiii'io-que lo tenemos, pese a las iras de los fanátieos-, se trata, en muehos rusos, de un eniusiasiuo fingido; pero tan bien fingido, que engaña freriienleinenle al que finge. lis el raso de ese amigo t|ue ha llegado a mentir tan bieiii 4|ur él mismo se <*r«ee sus; propias mentiras. ;

in el fondo, uno cree en ¡.i tradición, y e.stas peHcnlas le siguen pareciendo tan aburridas tH>n»o antes. Si no se enfadaran esos jovencitos de vanguardia que tienen que regalar sus artículos para fnnler publicarlos en cuaUjiiior poriodiqui-

0 '

La bicicleta tiene mucho de engañabobos. Se cree uno que lo bicicleta le lleva, y no se da cuenta de que es uno el que llevo a lo bicicleto. A lo que no se hobío llegodo es ol extremo de lyle Talbot. Después de pedoleor durante dos horos, él ho recorrido cero kilómetros, cero metros. • (Warner Bros) i

Ite James Cogney, momentos entes de llevarse por los buenos lo sortijo de uno de sus «partenaires»

lia> «iiiio empalinar a la lítiuia qur virne sin est« r e quisito. U n del agrado del es-

< ((lección de postales de la ciudad que uno visita. Y nada más.

p<>4t(ador d r hoy.

l.(» interesante sería averiguar a qué se debe este i-ainbio operado en el púl)lico. ¿Por (jué unas pelícuItis que antes eran protestadas son hoy a(ilaudidas? Es posible que todo se deba a ese aián del esj)ectador y de los literatos de vanguardia de apare<;er en t o d o momento como inteligentes de la pantalla. Siempre hemos dicho que el espectador procede por contagio. l í a c e lo que hace el vecino. Y auu-_

to de por ahí fuera, diriaiuos que no tienen -M1 m o l o r ni color. l'^inivaJen u eoni|nar la

El souorn les ha puesto un poeo de musirá, bastante mala en r«si i4MÍ«s tos ««sos, y una explieaeión inneeesaria siempre. i.,0 únieo que se lia eonst^ ^ guido ron esto es que ya no, C o d o dio nos trae uno nueva ¡ sr pueda dormir lan rieamen-j niño prodigio, l o última, por

ahora, es Sybil Jaron, Sus popas \ l « r ^ w _aMfeBfc^ están de enhorabuena y han pre- i sentado la dimisión en lo oficifKi 1 paro administrar los intereses de \ la pequeña. jAsí do gusto tener i hijos! IWarner Bros)

^

En las peliculas de cowb o y » , se distingue al bueno porque siempre monta cal)allo blanco.

jumes Cagney insultando a una vecino que se ha puesto o sacudir lo alfombra ' iWorner Bros) <

(Vivu la Marínal Soby Keeler, en pleno océano, ante un mor y un buque maravillosamente pintados. (Warner Brost

Sybil Jorón alimenta a un petu con lo mismo botello de lethc que le trajeron uno mañana 1^ Primo Camero poro el desoyun(Warner BrosI ^


p IINÁMICA, CAR A LA LUZ DE PURO LIBRE, SE. RIOSAS, Y TOMA K KATHARINE LLEGADO A ESE PUNTO DESLUMBRA, AL MOMENTO P I A FAMA, AL PARECER LA MENOR VACILACIÓN POSEE. PERO KATHARINI, HARTFORD, ESTÁ TAN SEGURA QUE AUN NO SE LA CONOC» Y COMO MUJER. MUCHO MENOS. SE HA HABLADO DE SU EXTR, CONVIERTE FUGAZMENTE, AL SOPK CREADOR, EN BELLEZA MILAGROSA CITADO SU INDOMABLE CARÁCTER QUE LE HIZO ROMPER O SUS PRIMER-' ^XIÍ COU DIRECT PRIMERAS PEUCULAS (The Í a HO/I<IOY), QUE LLEVÓ SU TÍSTICA A TRAVÉS DE INSEGURAS PRUEBÍ SABAN EL GENIO DE LA ACTRIZ. SE H SU ESTADO, SUPONIÉN'*'^' RA OTROS: "

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¿IE^'""'

'IGEN APOY» .-O—IMITACIÓN 9üe , ...AONALIDAD TAN PODEROS, PUEDE AS^URARSE QUE N O A.) - ORIGEN I N G L ^ H E P B U M ES LA

. . A GRITOS

WOOD, ALARMADO Y

DOLIDO DEL TRIUNFO

EUROPEAS GRETA GARBO Y MARLENE DIETRICH. GOLOSA VENGANZA SOÑADA LARGAMENTE. LOS DUCTORES AMERICANOS HAN PODIDO FUMARSE GANTESCO PURO » LA SALUD DE IJ» RIÑE, PREMIADA CON SICIÓN

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TERIO PARCADA FILM SUYO Y OTROS. N O SABÍ

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DISTINTA

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del


DOS después, en Un aplauso para ti (título provisional), la verdadera, la defin i t i v a K a t h a r i n e Hepburn. Recibí algrmas cartas hace tiempo, cuando hablé de ella por primera v e z (de una manera puramente impresionista, lo confieso), pidiéndome datos sobre su v i d a privada, sobre su familia, sobre sus amores... H a s t a hoy no he podido complacer a mis lectores, porque estas búsquedas son de una dificultad formidable, y más tratándose de una mujer como K a t h a r i n e , que ha hecho un arte perfect o del hermetismo y del disimulo. T e n g o amigos sagaces en H o l l y w o o d , que m e demuestran su amistad al oficiar de detectives de aquellas artistas que m e interesan. Y uno de ellos acaba d e descubrir nada menos q u e el secreto amor de K a t h a r i n e Hepburn. Gracias, buen amigo. Cuando leas estos renglones, escritos a vuela plumn en m i «oficina» bohemia del Café Internacional, teniendo tu preciosa carta delante, sabrás sonreírte con igual satisfacción q u e un policía que sirve una confidencia sensacional desde la sombra de su anónimo. K a t h a r i n e H e p b u r n tiene una debilidad, una suprema debilidad, el «talón d e Aquiles», q u e anula su imponente fortaleza: está enamorada... Con un viejo amor sin esperanza ninguna. U n amor lejano, que fué su primer amor precisamente... EJI amor de la adolescencia: bello, imperioso, ciego, sin razón y sin límites; bárbaro e inexplicable como la propia v i d a ; fatal y caprichosa c o m o la propia Naturaleza... Ella, la rebelde magnífica, la triunfadora que hoy puede dormir so bre los más blandos y suaves laureles, la genial dominadora de los públicos, sufre de amor, t o d a v í a , por un hombre que no se merece una sola lágrima de sus ojos fantásticos. P o r el amor de un hombre vulgar, que la ha olvidado, que no ha sabido recoger la feminidail maravillosa d e la actriz ni la ternura palpitante de la novia rendida. U n hombre cualquiera, q u e no da mérito algimo a la celebridad de la que fué, en sus brazos, una engañada más... Se conocieron en una biblioteca pública. El acudía a estudiar sus asignaturas de ingeniero, que no podía comprarle la familia modesta. EJlla, inquieta siempre, leía obras clásicas del teatro inglés, no porque no hubiera podido comprarlas con su dinero —tenía todo el que quería, y quería mucho—, sino

porque

se a

encontraba

cham-

gusto bajo la

bre de cristal y ante el

te-

pupitre de madera sobada... N o fueron amigos. E l primer día que cambiaron unas frases ocasionales y corrientes cambiaron también el primer beso... N o volvieron y a a la biblioteca. Buscaron los parques silenciosos o los arrabale.» perdidos...

no fué ingeniero. Ella olvidó a los clásicos y aprendió

que se ha nacido para ser esclavo d e alguien, con un ilógico placer de hundirse en la nada y dejarse morir d e ilusión, d e cara al infinito... Los amores aquellos duraron poco más de un año. El hombre amado halló en su senda otra mujer más atractiva, más dentro de sus necesisidades, más en consonancia con su vulgaridad. K a t h a r i n e le vio del brazo d e su rival afortunada, y ella, tan soberbiamente rebelde, no t u v o un suranque de rebeldía... «Soy fea. Ella es bonita, aunque tal v e z no sea inteligente. Puede estar tan enamorada como y o . . . » , pensó. Y supo retreparse, en un callado y sublime sacrificio, en un supremo vencimiento, sin una sola queja. Entonces nació la actriz. T o d o el f u ^ o d e su pasión truncada volcóse, con ímpetu de incendio precipitado, sobre el arte de expresar los sentimientos, transmitiéndolos, por sugestión, a los espectadores de la farsa. D e ahí su convicción d e que ella no representaba, sino que v i v í a , y que aquello—su arte bárbaro y puro—era la v e r d a d . D e ahí su rebeldía pererme y deslumbrante como un sol... D e ahí el asombro legítimo del m i m d o ante la pelirroja K a t h a r i n e Hepburn. H o y , como ayer, la señorita H a r t f o r d es esclava de su amor primero, simple, ridículo, desgraciado, que ella considera como el más bello sueño d e su v i d a : el que no ha de realizarse nunca. A m a t o d a v í a aJ mal estudiante de ingeniero, perdido en el fárrago aventurero de Norteamérica, con t <»dos los fervores de su alma sublime, capaz de interpretar todas las sensaciones femeninas. N o sabe de él, aunque lo intenta sin cesar, con un afán de mono'manía H V

K a t h a r i n e está convencida de que no ha d e v o l v e r l e a v e r jamás. Els un pre."-

V

timiento de esos que imposibilitan el más débil r a y o de esperanza. Aquel hombre

que no la supo apreciar ni comprender, ése será siempre su ídolo oculto. A l re-

I K a t l i « r i „ , . p i r i i s H . . . I j i ¡..i.r(>r.-l,. ; r r , , i „ | ,1,. SoiiLT.- i i i l a '"I -11 l i l l i i i i a « r c a c i ó i i iirr- M I , , s „ , „ . r , i ( . , „ , | a , l „ ,.„ f a r . o í o n . - s ,1.- . • „ , . r t ' Í H V „ „ px.-nI". s i l , .MHbari:,.. d.- ,1,1 r „ . « , i <o r r i , „ . , i i , i o . r x l r « - „ , V , a , i t . -

incurable. T a l v e z se h a y a casado. T a l v e z se h a y a muerto. Y , sin embarf^n.

cuerdo de sus besos insinceros y de sus palabras vulgares dedicará sus horas de trabajo, de lucha y d e triunfo... P a r a él serán, en el silencio de sus horas solteriles, rius fi-ases más bellas de ternura y de sacrificio. P a r a él levantará su propio pedestal de mujer célebre, desde el que se le ofrecerá de rodillas y los brazos en cruz, como una mártir...

SANTIAGO

AGUILAR


Warner I.ros. firjt ITatlonal Ă­ilnvĂ­ f i E


A

X T E todo, señalemos en mía ficha la trayectoria cinematográfica d e Jacques Feyder:

Pelíeulas mudas: 1914.

1918.

1919. 1920. 1923. 1924. 1924. 1925. 1926. 1927. 1928. 1929.

F e y d e r debuta en la Caaa Gaumont c o m o asistente de Gastón R a v e l . Desde sus debuts hasta R u e d a una multitud de films de corto metraje, interpretados por Suzanne Delvé, A n d r é Roanne, Biscot, etc. Lu falla de ortografía ( G a u m o n t ) . L o Atl/mtida (rodada en A r g e l i a ) . Crainquebille (Consortium Central de París). Visages d'enfants (rodada en Suiza, en la Valais). La imagen (rodada en V i e n a ) . Gribiche (Albatros-París). Carmen (exteriores nadados en España. Albatros-París). Therese RaqMÍn (rodaila on Berlín). Les nouveaux messiertra (Albatros-París). El beso (producido en H o l l y w o o d con Creta Garbo. I<'ilm M e t r o - G o l d w y n ) .

Pelíeulas habladas: 1980. 1931. 1932. 1932.

El Si

espectro verde ( H o l l y w o o d , M . - G . ) l'empereur Savait "^Ca (Hollvwot M.-G.) ^ El hijo del Rajah ( H o l l y w o o d , M . - G . ) El ayudante ( H o l l y w o o d , M . - G . )

1932.

Anna Christie (versiones alemana y sueca, con Greta Garbo. H o l l y w o o d , M . - G . ) 1933. LeGrandJeu ( I x « Films de F r a n c e , P a r í s ) . 1934. Pensión Mimosas (Films Señores T o b i s , P»rís). 193,5. La kermesse fieroique (Films Sonores T o b i s . París). O sea, un promedio de un film anual, que v a grabando vigorosamente sus huellas en la historia del cine. Acaso lo más impersonal de su obra sean los films realizados en H o l l y w o o d . P e r o antes de su marcha a los Estudios de la Metro, los films de Keyder daban siempre el tono a la cinematografía europea. D e regreso de los talleres <!aliEornianos, F e y d e r vuelve a producir en í > a n c i a y ofrece, con Le Grand Jeu y Pensión Mimosas, los films índice de la producción francesa durante 1933-1934.

H o y , F e y d e r rueda en los Estudios T o b i s li. Epinay un gran film histórico. Si el cinema ha marcado una influencia manifiesta sobre la |)intura m o d e m a , la pintura flamenca del x v i i ha logrado uuareinvindicación, influyendo, a su v e z , el cinema, y , más particulanncnto, esta películaque .Jacíiues F e y d e r prejiara cn estcjs momentos con el título de I-AI kermesse heroique. Efectivamente, el escenario, basado en ima narración de Charles Spaak, constante colaborador de F e y der y uno de los mejores, si no el mejor, es(;enaristas frimceses, al ser trasladado a las imágenes v i v a s del C Í H ' T ' I I '•I'MII'/'HIIÜCtini

do eficazmente en las pinturas de Teniers, Pourbus, Debos, Julién Breughel—uno de los principales personajes de La kermesse heroique—y de los maestros menores de la escuela flamenca de la época. N o solamente el decorador o el realizador han tratado de reconstrair cinematográficamente escenas perpetuadas por los pinceles de los pintores del x v n , sino que el pn)pio escenarista, al arrancar sus personajes de la pictórica flamenca, ha determinado una sucesión de plasticidades cinegráficas cuyos antecedentes son pura y netamente pictóricos.

Invitados por el ser\^icio extranjero de la T o bis, hemos asistido durante toda una tarde a la t o m a de vistas de varias escenas del futuro gran film. Ixis exteriores de los Estudios Tobis, que fueron una veces gran fábrica en / Vira la libertad!, panorámica parisina en Bajo los techos de Paris, se han convertido hoy en i m pueblo flamenco de Ifilf). cierto que en el cine hay una gran cantidad de camouflage, y que todos sus castillos, sus pueblos y sus edificios son de pacotilln. P e r o no es menos cierto que esta pequeña > dad de B o o m , en Flandes, y en épocas de doun nación cí^pañola, ha sido reconstmída con materiales mucho más sólidos que el cartón jiiedra. Los edificios, los decoaBdos, el canal, la t o n e , en su m a y o r parte, han sido construidos no como para obtener fotografías de conjunto, sino como para recibir multitudes en sus balcones, lanchones en sus aguas y campana.s en sus campanarios.


Feyder ha querido, por encima de todo, dar a su film ei mayor realismo histórico posible. En lo que a ambiente y decorados se refiere, podemos afirmar, a priori, qm La Icermesse heroique será una obra que se ajustará fielmente a la realidad historie; Ijázaro Meerson, especializado en decoraciones cinematográficas, ha a.sumido la dirección de los trabajos de reconstrucíáón y decorado, y su nombre, a las órdenes o en estrecha colaboración con Jacques í'eyder, es por sí solo una garantía.

El asunto gira en t o m o a una aventura española en tierras de Flandes, y tiene como protagonistas al Duqne de Olivares, al burgomaestre K o b u s de W i t t e , su mujer, Cornelia, y su hija, Siska; al pintor Julién Breughel, un inquisidor español; un carnicero, una panadera, un enano, etc., etc. El burgomaestre quiere casar a su hija con el carnicero. Este se ha dicho: « Y o amo a Siska. Siska no me ama, seguramente: pero el burgomaestre es comerciante en ganados, y y o soy carnicero. El rae entregará la mano de su hija.» Eíectivament*, el Vjurgomaestre promete al carnicero ln mano de Siska. Pero, por otra parte, Julién Breughel piensa: « Y o amo a Siska. Siska me ama. Dentro de un rato—^ya lo combinaré con ella—pediré su mano a su padre.» Cornelia conoce los amores de su hija. Cornelia es una mujer dulce y resuelta que sabe dirigir .su casa y cuidar de sus hijos. Siska se casará con Julién Breughel; es su madre quien lo a s ^ u r a .

l.oiii> j o l i v e t . I-I (^raii liii|iii-i(i<>r. en u n a c - r r n n tlt-t n u e v o fitm «le Kt'vdtT

Cuando llegamos al Estudio, Jacques Feyder rueda precisamente la esceña en que el joven pintor viene a pedir al burgomaestre la mano de su hija. En ima mesa amplia, el señor de W i t t e trabaja. Sentado junto a ella, lleno de inquietud y de vacilaciones, .hilién Breughel espera el momento de disparar sus palabras. Cuando el padre de Siska v e junto a su mesa al joven, se dirige a un servidor, a quien dice: —Extienda un vale de veinte Iui.ses paia el señor Breughel. Dichas estas palabras, se levanta y se dirige a la puerta. El pintor le sigue. l í a ' im esfuerzo y habla: —Señor burgomaestre, y o no he venido por dinero. ¡ H e venido a pedirle la mano de su hija! El señor burgomaestre dibuja un respingo. ¿Cómo? ¿Un artista tiene la pretensión de pedir la mano de su hija? —Se ha equivocado tisted. Mi hija no será nunca su esposa. Esta escena, simple entre todas, ha exigido varias horas de estudio en sn impresión, sin contar lasque había consumido anteriormente la preparación del decorado. Feyder es un homV>re de ciertas exigencias. El se conoce bien. Cuando un periodista le p r ^ n t ^ haí;e años por qué manchaba a América, Feyder contestó: —Porque no puedo traba-

Vlí'riiÉ»*. i*n *'l '<róli')) tif biiri^oiiiuc-tr**

jar en Francia. T r a t e de encontrarme un contrato. Y después: — D i g a uste«i que y o no soy im diretítor interesante para los comanditarios. Y o no pue<lo aceptar no importa qué film a rodar ni cómo. Y o soy exigente. Y o quiero pf»der comenzar una (>rícena tantas veces como lo crea necesario y hal.ií/arcí Mcrr I er reconstruir el decorado tres veces, si creo que -on.dcrorBiloi Mii'hfline tiebo hacerlo así. * JaiMjuf * t (') rliHiri'l e n el der. ilircrtor Al verle dirigir hoy esta pequeña escena, he|in|>el lie S M , , lie « I . a kertnt'-mos pensadi> en estas viejas palabras de Feyder, Hc Uer<>i<j«e» y reconocido la gran verdad que hay en ellas. Feyder no puede aceptar cualquiera proposición que se le haga. El no puede perder su autoexigencia ante el primer comerciante que se le acei que, Claro que sus cosas tienen también sus límites; pero F e y d e r conoce el secreto \ el porqué de esta limitación. N o en balde muchas veces ha preguntado a sus colaboradores: —¿Es diñcil la censura en estos momentos? Uno de estos colaboradores ha dicho posteriormente que en la cabeza de Feyder bidlia, por aquellos tiem^KW, un escenario cinematográfico en el que los obreros de una fábrica proponían ciertas reivindicaciones a su patrono.

Las lluvias continuadas de estos días en Paris UCKS han impedido ver rodar a Feyder los primeros metros exterit>re8 de sus grandes decorados. D e todas formas, pudimos v e r dentro de sus trajes, fielmente reproducidos, a .lean Murat en el role de Duque de Olivares; a Fran^joise Rosay (madame Feyder), en el de Cornelia de W i t t e : a Alerme, en el de Burgomaestre; a I » u i s Jouvet, en el del Gran Inquisidor; a Beniard Lancret, en el del pintor Breghel; a Micheline Óieirel, en el de Siska; a L y n e Clevers, en el de la panadera, etcétera. La kermesse heroüjue puede ser un gran film francés de 1985. E l nombre de Feyder y el de sus colaboradores lo detemiinan así desde el momento en que se ha visto los medios que la Casa productora ha puesto en sus manos. Porís, Septiembre de 1935.

JUAN

PIQl^EHAS


':(^rmascn Londres

DONAT en

Madrleine Carrol y Robert Donat en una eaeena de g r a n emoción de .Shepherd's Bush», durante la cual .Madeleine trata de desasirse de las esposas q u e la sujetan a Donat, qur duerme

p

FOR fin llegó el dia tan deseado! l A p e n a s pade (luimii- la nutiif anterior. Daba vueltas en la caiua pensando que no sólo iba a v e r otra v e z a la encantadora Madeleine Carroll, que tan amablemente m e había obsequiado en su residencia « T h e Chequers»; iba a penetrar en los Elstudios d e Shepherd's Bush, de donde han salido tantas m a r a v i l l a s cinematográficas, y lasí but mt least iba a ver, a hablar quizá con el último grito en galanes: R o bert Donat. Para ser completamente sincera, he de admitir que esto último era lo que más me cosquilleba, mientras el coche de mi amiga Margaret Keimedyatravesaba el interminable barrio de Kensington, para llegar a lo que hace años era realmente Shepherd's Bush, lo cual viene a decir que allí los pastores andaban a saltos de mata. A la izquierda: Holirii Donat, el apiieMto galán de la (Uumonl-Krilifih, en una esrena dr «Shrplirrti's Bush», |>rlírula rn la qur rl nolalilr arlista rralixa una labor adniirablr p o r l o d o s ronrrptot,. Arriba: el dibujantr Kobrrt Oonat, visto por lirrreros i

Aunque he visitado Neues Babel, cn Berlín, la kolosal ciudad del cine flanqueada por el Gnmewald wagneriano, donde parece oírse la flauta de Sigfredo, y H o l l y w o o d , la gigantesca fábrica de sxieños de celuloide, no dejaron de impresionarme, precisamente por su sobriedad y falta de aparato inútil, los hermosos talleres de la Gauraont British. ¡ Y qué orden, qué silencio, qué eficiencia se palpan allí! Instintivamente anda una de puntillas. Me sentía una intrusa cn aquel santuario del arte, donde se hacen las películas con la escrupulosidad, la minuciosidad q a e caracterizan a todo lo made in Kngland. Margaret Kennedy anda por los fótudios como en su propia casa. ¡ N o faltaba más! ¡Una mujer que ha dado al cine una obra como La ninfa constante! Sin preámbulos ni esperas, en

un periquete, estábamos mezclados con el per- •' sonal de la Casa. Ckm un simple aUó! lanzado a ; Alfred Hitchcock, diret^tor de la película c^ue se estaba rondando, Margaret se colocó en pnmera fila, y y o , a su lado, con el aplomo que da el ser amiga de una celebridad. L a escena que se estaba rodando era de lo más intrigante: Madeleine CaiTollo y Robert Donat se hallaban esposados, pero no por el llanto lazo del matrimonio, sino por unas sólidas esposas de metal reluciente dignas de Scotland Y a r d , que los unía por las muñecas. Robertt) dormía vestido sobre la cama, en una postiu-a de abandono que lo hacía parecer un niño cansado de jugar que se ha pintado el bigote... ¡Con que éste era el famoso lioberto! Mi primera impresión fué más bien decepcionante. Demasiado bonito... Algunos han dicho afeminado, pero no es verdmi. Aniñado, sí. Sus facciones tienen la suavidad de las de esos niños pintados por Lawrence. Como en ese momento tenía los ojos cerrados, no podía verle osos «ojos claros, inorónos, que de dulce mirar scm alabados»... Madeleine forcejeaba por soltarse la muñeca tiol grillete que la sujetaba al dormido con ese realismo intenso que yn le conocemos como rasgo esencial de su arte. A una voz del director, Robortí> saltó de la cama y sonrió a l ^ r o m e n t e a su compañera de fatigas, que hace un instante le miraba con horror. A<piclla sonrisa mo ganó por completo. Era

una sonrisa de chico bien educado. A l venios, Madeleine Carroll le cogió por el brazo y lo traj o para presentárnoslo. «Aquí tiene usted a una española que ha v e nido a Ixjndres con el único objeto de conocerlo a usted», le dijo Margaret K e n n e d y a Roberto, guiñándome un ojo maliciosamente. Era inútil protestar; además, habría sido cruel, pues R o berto abrió mucho los ojos, asombrado. Se lo i había creído en serio. Esto me dio ocasión para i ver en toda su magnitud los ojos azules de que 1^ habla. ^ realmente. Y con- ] 11 con su ( . ; 10 y sedoso, que los ' hace parecer aún más claros de lo que son. M e hizo pensar en esos pastores protestantes muy guapos que salen en las comedias inglesas. Su aire tímido me animó a pregimtarle dué había sido antes, en la casi seguridtid de qne confirmaría mis sospechas. Y en parte las confirmó al decirme qne había sido «recitador desde púl]>itos y tablados». L u ^ entró en la magnífica Compañía teatral de sir Frank Benson, y de ahí pas<') a la de Diana W y n y a r d . Más tarde fué a Hollywood, donde, a fuerza de maquillaje y de rellonoh, le dieron la hombría y las proporciones del conde de Montecristo, su primera película. IJOS que le hayan visto en ésta, apenas lo reconocerán en 39 escalones. Aqui es él mismo, sin trampas ni mixtifii < iones. Y está mejor, mucho mejor. En Montecristo ¡msieron demasiado guapo, y los trajes de aquc lia época contribuyeron a ese afeminamiento que le hají criticado. En 3.9 escalones os un muchacho, un «tipazo» nada empalagoso, que por su simpatía se hace perdonar el físico perfecto con que le obse<j[uió la Naturaleza, unos dicen ingles.' otros, frsmcesa... Aquel día vimos rodar las escenas finales de 39 escakmes, que a estas fechas y a se ha dado en sesión privada, con asistencia del ministro d e Estado, sir John Simón, por ser su yerno John Buchan, el autor de la n o v e l a El argmnento, con ser de espi(maje, no adolece do los trucos tan resobados y a . En primer lugar, es un espionaje en tiempo de paz y . . . , pero no, no quiero destripar la anédota de esta cinta llena de sugestivo interés. L a labor en olla de R o b e r t o está matizada con la suprema maestría de un actor y a consagrado. N u e v o héroe del lienzo de plata que puede encamar las más bellas aventuras. M e han dicho que la ptilícula ha sido vendida para España. Es im film que gustará a todos los públicos, por lo imprevisto del argumento, por la faena exquisita de Madeleine Carroll, que no falla nunca, y por presentar a un nuevo galán, de una simpatía y atractivo poco comunes. MARÍA

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O Y por hoy, podemos asegurar que el « nema amateur es la úniea Evjouela eon que o<mtamo8 en ííapaña para aprender lacer cinema. I>os creadores de ella han sido mi grupo de jóvenes inteligentes y ansiosos de cultura, que sienten el cinema y (lue han conseguido atraer hacia sí la atención de todos los ifirionados del planeta. \sí como el nombre de España no cuenta para ouda en la cinematografía ))rofesional, en la amateur figura cutre las primeras del nmndo. Pero precisamente por esta importancia que ha adquirido, considerando cuanto vale y cuanto interesa conservar el prestigit) de esta nuestra única escuela de Cmema, debemos p<memos al servicio de ella para orientarla por cl lai^o camino que tiene que rc(;orrer. Nuestros cineastas amateurs son habilísimos cameramen y conocen la técnica cinemática como cualquier profesional; algunos, aparte de su gran visión cinematcjgráfica, posee admirables disposiciones para dirigir, y hasta e-stán familiarizados con la literatura; éstos son los mcno«. de manera que la cinematografía amateur, a |

La nena Moniblanr Kodorrda en el papel de lulita «le la |ielírula ilel grupo famateur» madrileño c¿bgoíi»mo espirilual!'», producción KodoKIms

comenzar ima í)bra se debe pensar en la colaboración. El cine es esto, señores: colaboración. Y la obra de los anmteurs estaría más completa si no hubieran pasado por alto este pequeño detalle. Ahora parece que dentro le las entidades que intej,ran la Federación Catalana de Cinema Amateur se le va a dar desde la próxima temporada una gran imfM)rtancia a la colaboración. La AsoUna ettcena del iiini del ^ r u p o «aiiiHleur» de Maiirid «Mi primer film», producciación de Cinema Amateur ción de Koiislilm». Intérprete, .\lf. Real organizará unos cursillos en los que uitervendrán los vasar de sus merecidos triunfos, no cuenta nada más lores más destacados de la cinematografía nació que con cameramen, lo cual quiere decir ({tie nal y todos los elementos extranjeros de reconocida autoridad que se encuentren en nuestro" existe el peligro del estancímtiento. país. Se crearán también seccioneíí de técnica Los amateurs, o lo ignoran o se olvidan que fotográfica, interpretación, maquillaje, etc., etc. los films de contenido se fabrican en colaboración. Se olvidan también que sin una di.s<'iplina En Tarrasa tampoco desconocen el valor de la subordinada y im acoplajuiento perfecto no es colaboración. Los Amigos de las Artes presenposible hacer buen cúiema. El cinema es colatarán este año el film de más lai^o metraje roboración. Por esta falta de colaboración no tedado hasta la fecha, y timibién de mayor amplinemos aún en España un cinema representa; tud en cuanto a asunto, escenario y cantidad de v o . Y hay ([ue tener muy en cuenta que en cinepersonajes que en el mismo intervienen. Esto ma, y a sea amateur, y a sea profesional^^ aptgj^jjft^ demuestra que los inteligentes aficionados de

Üel film «Cíviíizacióni, de Víader y Arrufat

De «Kl hombre que yo he matado», de Pontietí, Arrufat y Serra y Uller

Tarrasa tienen una visión perfecta del cineniii saben aprovechar el valor de la colaboración. Porque liacer un film de 16 milímetros con más de (í(X) metros, y figurando en dicho film más de cuarenta personajes, no hubiera sido posible realizarlo como hasta hoy lo han venido haciendo los amateurs. IJOS aficionados madrileños recordarán que en la primera exhibición de film.s nmafeurs catalanes efectuada el pasado Junitj en la sala del Cine Fígaro, se destacó im film que aun sin contener apenas valores de orden técnico, llamó la atención, general. Era un film de paso de 9,5 míHmetros, que llevaba por título El hombre que yo he muerto. F«ste film es producto de la colaboraiíión de tres jóvenes que hacían cinema por vez primera. Pero estos muohafihos, que tienen un concepto clarísimo del cinema, antes de dar la primera vuelta a la manivela de .su pe<iueña cámara habían realizado un guión y estudiado escena por escena todo el film. Sin olvidaí claro está, de la interpretación. Fsto, que debía estar fijo en la mente de todos, se olvida con demasiada facilidad. Nosotros no nos cansaremos de escribir aconsejando la colabora<;ión a los amateurs, porque estamos seguros do que con ello ganará su obra y el prestigio artístico de España se vigorizará.

Rodaje de una escena del film «amateur» «La medirina»

CARRASCO DE L A i U B l A

Una CHceiiu del mifimo film, realizado por pur Poiutetí y Serra y Uller


La tez fina y juvenii de Glenda Farrell, de la Warner Bros., denota cuidados exquisitos, por su perfección y tersura. Pero una tez suave y fina no es sólo un don de la ju­ ventud que hay que conser­ var celosamente. Es también el resultado de un buen método. Lavarse con un jabón de absoluta confianza como el Heno de Pravia, puro, elaborado especialmente con aceites finos, es un seguro de juventud para la piel. Un cutis bien cuidado no envejece; a través del tiem­ po, conservará inalterables su lozanía y su belleza.

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HEKO E PRAVIA P E R F U M E R Í A M

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Siguiendo las normas actuales, la moda otoñal signe inspirandoBe en on sentido de ai—*""^ elegante y de práctica didad L mismo tiempo que en las cumbres montañeras han comenzado a engancharse vellones de nubee, en el hasta ahora claro horizonte marítimo han comenzado a surgir las brumas precursoras del otoño, y la piel de los bañistas semidesnudos se ha crispado en un estremecimiento de frío. Las lucecitas de v i v o s colores que loe escuetos

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femeninos fingían en la dorada arena de la playa han comenzado a apagarse, y* los lujosos salones de los casinos —mundanos templos de la frivolidad—empiezan a quedarse desii ' > las postreras estridencias de\jazz. Apenas si el postumo atractivo de los concursos hípicos y los circuitos automovilistas retiene aún, con el estéril afán de prolongar unos cuantos días más la delicia del verano, a algimos veraneantes. La j o m a d a esfival languidece, y en un plazo brevísimo habrá muerto del todo. Hay que pensar en reintegrarse a los quehaceres habituales, en los que el verano abre aniialmente un paréntesis encantador, y en reanudar la existencia de todos los días. Para acjuellos felices mortales ' u y a existencia no tiene otro deber que el de gozarla intensamente, el cambio de estación no significa sino un simple cambio de ambientes, una renovación de placeres, una evolución de las fiestas. Para ellos, t o d o el año no ee sino eso: una fio'-ta incesante que varia de I Mito según la época. Para «ellas», para las bienaventura-

Arríbat Sylvia Sidney^ lucteado un orífpnal y ^ sngeatívo pijama

A la i x q u í r r d a í Kalharíne De Mille, la b e l l a hija del famoso direc-

tor, m o s t r a n d o u n bolso y un « p a ñ u e l o » construídiM e o n m a l l a m e tálica

K » U siluelai Wendy B a r r i e vistiendo un sencillo y delicioso trajecito dc crespón estampado


transformación en el sentido' general de la Moda; pero tan lev e , tan ligero, tan apenas perceptible, que sólo revisando estudiando a fondo las colecciones presentadas por los graodes costureros para la p r ó x i m a estación puede advertirse. L a tendencia más acentuada gira, por fortuna, en t o m o a las v i e jas reminiscencias; pero esto, realmente, no es una auténtica novedad, sino más bien una acentuación de los estilos que han prevalecido durante t o d o el año. L o que sí se nota, dentro de la norma ant^s expresada, es una estilización cada día más depurada de todas la.s tendencias, de tal suerte, que hast a las más remotas evocaciones están influenciadas por el perfil de sencillez, de práctica comodidad que inspira la v i d a actual en todos sus aspectos. A decir verdad, hay que felicitarse de ello, porque ni nuestros días—dinámicos, agitados, activos—permitirían la incondicional adopción de los viejos atavíos, ni la estractura de nuestras féminas — desenvuel-

También es muy lindo este modelito que visle Franres Urake, en «georgette», con sugeotiraa estampaciones poli-

das fémioas cuya holgada posición económica les libra del agobio inexpresable del mañana mcierto, el otoño trae consigo nuevos encantos atractivos inéditos. En estos momentos, las Casas de Modas las brindan el feérico espectáculo de sus desfiles suntuosos de modelos, durante los cuales su '• insaciable a v i d e z de novedades les brindará, acaso, la creación soñada. En este afán rivalizan actualmente todos los costureros de fama, disputándose una efímera soberanía. ¿Qué novedades excepcionales aporta el otoño en p i m t o a elegancias? N a d i e sabría decirlo, porque, en realidad, nada ha cambiado de m o d o sensacional. N i la línea, ni los tejidos, ni los complementos han experimentado un cambio radical. T o d o está igual, parece que fué ayer, pudiéramos decir, rebordando una célebre frase d e nuestra Úrica. Obsérvase—¿cómo no?—-cierto prurito d e

Crace Moore (en silueta) exhibe a<juí un sugestivo modelo otoñal, realicado en lanilla de menudo dibajo. El cuello, los guantes y el bolso son de finísimo antílope negro

Otra vei l<'rances Drake. En esta foto brinda a la curiosidad de las lectoras un sugestivo «lailleur> de l a n i l l a blanca, que completan los zapatos de ante « beige« y el breve sombrerito en paja Panamá

tas, ágiles, libres de toda traba que simule o deforme la escultura de sus cuerpos—haría posible tal propósito. Sencillez, confort y estilización. H e aquí el espíritu de la M o d a actual. Inútil decir que nuestras mujercitas de hoy acogen gozosamente tal inspiración, sin advertir, de seguro, que son ellas quienes imponen la M o d a , y no la M o d a quien se inqK)ne a ellas. Trajes, pieles, sombreros, calzado, j o y a s , experimenta la decisiva influencia de una estilización m a r a v i llosa, deliciosa y sugestiva, t a n t o más cuanto que n a d a h a y e n e l l a q u e obscurezca ni anuble la belleza de la mujer. Antes al contrario, pai rec* advertirse un afán,

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un deseo, por todos conc e p t o s plausible, de realzar la refinada hermosura de la «mujer 1935», creando para ellas las galas que mej o r se ac:omoden al espíritu de nuestros días y al nuevo concepto d e ía b(>lle7.a femenina.


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Kriirik I.Inyd. <-l <'<>I f b r c d i r r c l o r crciidi)r d f tanta'* Ix-llaij (>bra<t c i i K M n a l o g r i i firao

l'nn I-M'I-MH <lf «I.n pln/.a d<- IScrkcIcv);. f i l m " " d e F r a n k I.Inyd. ins|>iradu c n u n |>iMinaiiii<Mi l o il<.XIIMTI l . i i i « l e i i i

N la historia del cinema nos encontramos j con realizadores coroo Frank L l o y d ; realizadores obscuros durante su larga v i d a cinematográfica, y sólo elevados por la fama en plena madurez del cinema sonoro. Para mi, por lo menos, todavía es un misterio sin explicación ({ne un artista tarde tantos años en adquirir categoría, en adquirir potencia. N o lo sería si fuésemos a decir de Frank L l o y d que se ha dedicado al cinema de un modo irregular, indolente y no profesional. Pero teniendo la evidencia de que este director trabaja para la pantalla desde hace muchos años, y teniendo también en cuenta la celeridad con que otros animadores se han destacado en su primera obra, no me explico cómo Frank L l o y d ha permanecido pasivo y mudo en manifestaciones artísticas de primer plano hasta 1933, en que realiza Cabalgaia. Frank L l o y d nació en Glasgow, Scotland ( I n glaterra), en Febrero de 1889. Se educó en un colegio piiblico de su pueblo, donde su padre trabajaba como ingeniero industrial; pero deseoso de aventuras y de emociones, a los quince años abandonó el hogar paterno, para ingresar como actor en ima Compañía ambulante de comedias musicales. Ea 1907, con cierta cantidad de dinero ahorrado en sus andanzas artísticas, marcha al Canadá. Al principio está desorientado: no sabe qué oficio emprender; pero unos meses de permanencia, y se hace constructor de obras. En 1909 consigue una plaza como telt^afi.sta en una Compañía del P i t a d o . Frank L l o y d emprende muchas profraiones, y de todas se cansa. Ea asta época abandona el empleo que consigne

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como telegrafista, y dice que quiere ser marino. Todos sus deseos se van realizando. Marcha a Norteamérica. Su inten(;ión es embarcar en Nuev a Y o r k . Pero alguien le dice que en IJOS Angeles se pone en práctica y toma incremento un aparato raro, que parece juego de locos. Esta idea vaga adquiere tal cuerpo en el ánimo de Frank L l o y d , que corre tras de ella. Llega a Ixw Angeles en 1913. Ese aparato raro, que le describe la gente sin dar pelos ni señales de lo qne es, no es otra cosa que el cinema. Frank L l o y d no se extraña de nada. Es un aventm-ero, un jovenzuelo inquieto, y esto le basta para que se le acoja con una simpatía inusitada entre el coro de audaces que trabajan en el cinema. Debuta ese mismt»

año en la Universal, entidad cinematográfica en embrión, apenas importante si la comparamos con lo que es en la actualidad. Cari Laemmle se encarga de hacerle actor/ Empieza a producir films de im rollo; primero, como actor, y más tarde, como actor y director. Cuando su veteranía es mayor y puede presumir de cierto prestigio técnico, entra exclusivamente como director en Morosco-Pallas Pict tires (\)mpany. Después, a lo l a i ^ de los años, produce para productores y Casas productoras como Samuel Goldwyn, Joseph M . Schenk, Sol I.«8ser, F^irst National Studios y Fox Film Corporation. Sus producciones de corto metraje no las citamos, porque no tienen nic^iin valor. Entre las de gran metraje, consi-


deramos las mejores a Adoration, Dark Street, Divine Lady, The Sea Haw, Weary River, Drag, Young Nowheres, Son of the Gods, Sin Flood, The iMHch, Age for Love, Eaat ÍAfnn, El diluvio. El hijo de la parroquia. La llama eterna, Madame X., Hijos del Divorcio, El gavilán de los mares. Cárcel redentora, ündesirable Tjody, Vidas truncadas, Cavalgade, Berkeley Square y Hoopala. En 1 9 ^ Frank L l o y d ganó el primer premio de la A c a d e m i a de Artes y Ciencias Cinematográficas de H o l l y w o o d por su obra Divine Lady, que en Pyspaña se tituló Trafalgar. Sin embargo, cuando «an no había dirigido Cabalgata y La plaza de Berkeley, le preguntaron que cuál de sus obras le parecía mejor. F'rank L l o y d contestó sin titubear que East Lynne, film realizado para la F o x con A n n Harding, Clive Brook, Conrad Nagel, Cecilia Ijoftus y Beryl Mercer, como protagonistas. Actualmente v i v e en HoUyTvood; pero se pasa grandes temporadas en su ranching de ^\^littier (California). Como todos los realizadores de H o llywood, tiene sus manías y sus predilecciones; algunas de ellas son extravagantes, aunque estén en cierta relación con su trabajo, y otras, absurdas. P o r ejemplo, es un gran supersticioso, y sn superstición se la puede inspirar cualquier muchacho que silbe. Otra de las cosas: al igual que liubitsch con su famoso puro, él no puede trabajar si antes no le ejecutan, con música y canto, la popular canción norteamericana Home Sweet Home.

l i i H «•*c»'iiu <lp la ::raii * |>olíciila (le I r a n k l . l o y d « ( " . a h a k ' n i a . .(nif iiiii f a m o s a *<• l i i / o «MI p m - o l i i M u p o en f I m u n d o i-nlcr o . ct .olialí:a(a f s la l i i « t o ria d f l s i ; : ! » \ \ . v i \ i d a p o r

una familia iludrM

En su v i d a íntima tiene dos aficiones infantiles: juega con la gran colección de animales que tiene, y se dedica en los ratos de ocio a leer novelas de aventuras policíacas. Este es PVank I J o y d , visto a través de su v i d a y visto también a través de su obra, sonsiderada externamente.

Frank L l o y d , además de ser i m buen profesio- j nal, además de dominar la técnica cinematográfica con la perfección de im experto consagrado por muchos años, es un gran artista, con muchas virtudes de filósofo. Con esto no v o y a negar la versatilidad de su obra, ni v o y a afirmar la riqueza de contenido de todos los temas que h a estudiado. En El Düuvio, para mí su mejor y más sencilla obra del cinema mudo, y muchas de cuyas escenas las copia por completo F'élix E. Feist en la versión que con el mismo título ha hecho para la R a d i o Pictures, plantea cosas transcendentes y de una aguda concepción psicológica, mientras que en Hoopala pareí-e oné f]m\- \

dica ante el último deseo cinematográficu de Clara B o w . Si vemos estas dos películas y establecemos nna comparación que se relacione con los años en que ambas han sido producidas, con facilidad jiodemos observar que el salto a la inversa dado por Frank L l o y d es desconcertante. Y , en cambio, si prescindimos de films intermedios producidos con tan mala fortima como Hoopala, e iniciamos nuestras apreciaciones en El gavilán de los mares, para seguir en Trafalgar, continuar en Drag y East Lynne, y finalizar en Cabalgata y IM plaza de Berkeley, en este caso, Frank L l o y d senos antojaría, con razones sobradas, como uno de los mejores realizadores •yanquis. Este hecho es indudable. Frank L l o y d es, además, im v a l o r serio y profundo. Casi todas sus obras son históricas: El hijo de la parroquia, segi'm la obra de Carlos Dickens; El gavilán de tos- mares, Trafalgar, East Ijynne, Cabalgata y La plaza de Berkeley. Y en sus reconstrucciones históricas, tantíi del vestuario como de la elección de personajes y del ambiente, ese ambiente turbio de yireXmj^

l a s t I . y i i n o n . f i l m inl<T|ir.la<lo por \ i m I l a r d i i i i : . C l i » <• B r o o k \ C o n r a d N a ü t ' l . d f q>ii''" K r a n k l . l o y d o p i n ó r?i lo-, p r i n i i - r o - t i f m p o s d f I r i n f mn s o n o r o ip era BU ui«Jor o b r a

de forzados en galeras de El gavilán de los nutres, aparece meticuloso, reflexivo y documentado. Es también un v a l o r profimdo, por el hecho que l tenemos de él de compenetrarse y desarrollar ^ la profundidad de un pensamiento de A l b e r t j Einstein, defectuosamente abarcado por Jóhn j L. Balderstón: « V o y en una barca por un tor- ¡ tuoso río. L o s árboles que v i antes son el pasado, i El campo que distingo ahora es el presente. L o • que se encuentra detrás de la próxima curva es el porvenir. Sólo puedo v e r el presente. P e r o si me elevo por medio de un aeroplano más arriba de las montañas y de los árboles que m e impiden la visión, veré, al mismo tiempo, pasado, presente y porvenir » Esta teoría, expuesta por Standish de una manera tan confusa y abstracta que al pronto nos pareí-e una fantasía de la m a y o r imponderabilidad, Frank L l o y d la desarrolla en el cinema de una manera tan maestra y personal, i{tte todo el film está lleno de .sutilidades, de sorpresas, de dramatismo y de una comicidad tan intensamente fina c o m o inédita hasta aliora en lil pantalla. El pensamiento de Einstein no es de realidad, como todos sus descubrimientos físicos, sino de contenido. Y siendo así, Frank L l o y d nos hace v i v i r momentos de una verosimilitud y de una realidadextraordinarias. Menos meritoria es, en proporción, su labor en Cabalgata, y con esto damos un volumen gigantesco a La plaza de Berkeley, puesto que Cabalgata es, quizá, una de las obras de más difícil realización. Sintetizar en la pantalla la historia de la H u m a nidad desde 1899 a 1933, referida solamente en los episodios de la v i d a en que interviene una familia inglesa, es tarea compleja, por la cantidad de años, de situaciones, de escenarios, de hechos y de personajes que tienen que desfilar bajo la inteligencia del realizador. P o r eso a mí se me antojó Cabalgata imperfecta desde el punto de vista histórico; pero, en cambio, es una imperfección perdonable desde el punto de vista cinematográfico. Donde se abarca mucho tiene que haber errores innegables. Cabalgata es nna gran obra, aimque de valores muy distintos a La plaza de Berkeley. N o menosprecio la obra de Frank L l o y d , por lo tanto, si digo que la última o « -uperioT a la primera.

A. D K L AMO A L t i A K A


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1

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ENRIQUE

D I R E C C I C ^ N S A N T U G I N I

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ROMEA, SANTIAGO ORDUÑA y

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C O L O M É , ALBER*

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n a d o sirven los bueno*

cremas y el buen

colorete

si después no protege su' cutís con unos polvos

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colidod. - Los Polvos Tangee son impalpables e invisibles Además, Lápiz de

como

Tangee,

el

famoso

CAMBIAN

M A T I Z y se asimilan al

color noturol de codo rostro. - Evitan el

brillo

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siento d e la nariz y lo barbilla,

don

maquillaje

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cutís uno suavidad y finura insospecfiados. Cojo tomoño corrienfc:

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TAN FAMOSOS COMO LOS LAPICES


I

MACINAHIA hasta <• i e r t O punto, nada más. Imaginaria on sus fases finales, j)efo no en esos retratos de la infancia de Shirley Temple. Toda su vida e^s iuin, dichosHrnento. infamóla. Claridad, imn-encia y sonrisa de infancia. I na infancia que, como i natural, no bastan a disinmiar los trajes largos hasta el pie ni las tocax y bus gafas de abuelita. Son vida real e historia auténtica e-sas primei;is iuíágones <lo la pwpiei'ia actriz. sobre ella no se p r o y w t a b a el cinema. F>a la .suprema y magnífica ignorancia de los primeros días de su vida. Tenía su rostn) entonces esa misma encantadora inexpresión y osa misma falta de fijeza <iue se acusan en el rostro <le t < M Í o s los chiquillos de esa edad. Kn el retrato ini<'ial de esta galería de expresiones de Shirley Temple pare<;e a[)untar y a la .sonrisa quo ha de ser más tarde la grai^ia mejor de la pequeña actriz y la clave de su gran triunfo en la pantalla. La expresión v a perfilándoí^o, v a ctmcretándor a meilida que Shirley crece. Y o no hay en el rostro aquella primitiva falta de fijeza que hace iguales a todos los niños. Nace, entre balbuceos, juegos y sonrisas, ima personalidad. VX pelo ensortijado enmarca el rostro de la chiquilla. De sus gestos como de sus ademanes se desprende una simpatía arrebata<lora. Esa simpatía conquistará un ílía para Shirley la a<lhesión y el entusiasmo de todo el mtmdo. Yft C P A U rogtro, ihuninándolo, llenándolo de

L'olpes de a g u j

un resplandor diáfano, la sonrisa, su gracia mejor, la clave de su triunfo. Y entre sus manos, una muñeca. Una muñeca sencilla, humilde. N o es maravillosa su expresión ni su vestido es lujoso. Pero es la primera muñeca... Pasarán los días. Entre las manos de Shirley habrá muñe<!as numerosas, magníficas, de rostros casi humanos, de trajes costosos. Shirley jugará con ellas, alegremente. Y sin embaído, n\ás de vma v e z sus manos y su corazón irán a aquella otra muñeca sencilla, humilde, de un rostro vulgar y un traje pobre. Era la primera muñeca. Y las cosas primeras—primer cigarrillo, primer amor...—^tienen la emoción de lo inolvidable. En ese gesto sonriente de la chiquilla está y a lo que la ha de hacer j)opular en todo el mundo. Su sonrisa es y a la sonrisa de la actriz cinematográfica. Periódicos y pantallas de t o d o el nmndo rej>ro(bicirán esa sonrisa, llena de luz y de candor. Millares do hombres y de mujeres sentirán asa fascinación do \\\ b d c n e n f r e . i b i n i : ! ¡le Shirley Temple. I j O que h i U i ; a i H v j \ i n a i i u - i i U c m c j n u m a l el arte de Shirley es que en ella el trabajo cinematográfico no ha destruido la pura emcnáón infantil. Sabidi) es—^lt' s i e m p r e - h i u o en otros actores de esa edad el trabajo anula al niño y la emoción cinematográfica domina a la diáfana .sensación infantil. Se des¡)rende, inevitablemente, cierta tristeza, cierta j>esadimibro. de eso trabajo de los chiquillos ante la cámara «ineraatográfiiía. Parece como si fuese nna infancia truncada, i n c o m p l e t a . . En Shirley, no. N i un sólo momento deja de ser la niña. Cu>mdo su film acaba, la sensación es de alegría, do diáfana y total alegría, sin esa cierta tristeza que el trabajo de otros niños deja en el público. Shirley v i v e plenamente su infancia, hasta cuando ol ca])richo la viste galas de mujer, como en esos otros retratos que quieren imaginar y a horas posteriores- y lejanas todavía---de su v i d a Shirley, con traje de soirée; Shirley, con trajo de novia; Shirley, con trajo de abuela... Y siempre, bajo la distinta indumentaria, una misma y pura emoción infantil; aquella sonrisilla graciosa, que en la abuela se hace gesto tranquilo \ curioso... Por aquello de que en los viejos y los niños hay un vinculo do hermandad espiritual, esa estampa imaginaria de Shirley-abuela está más cerca de olla nii'ia (pío las que ofrwon a la pequeña actriz ccm galas do soirée o do novia. L a lámpara proyecta su luz blanca sobro la labor. L a costura, entro las manos, y los ojos tras unos cristnlo»s con aro do metal. ¿Qué rtM-uorda Shirley mientra* la mano va recorriendo la tela a finos

.Qué pcnsamientij. llenan la fronte de ' sta abuela hipotéti,1 en la hora siloniosa de la labor? Mientras la aguja > A haciendo su trabajo, el recuerdo do Shirley va h a c i a iquellos dias bajo I U H soles de A I N I L I . 1 , , , I , ¡u> i„nudios. Ella—abue^I hoy—ííantaba entonces, y bailaba, y reía. Aqi lias canciones y a([uellos bailes suyos desíilai>AII luego jHir las pantallas <le todos los países. Shirley era popular, querida por todos, con un amor que tenía mucho de m im o paternal. « L A amiga pública número uno» se la había llamado... . \ l g o , .sobro todo, encantaba en ella: su sonrisa, su gran sonrisa limiinosa, por lo (pie ol mundo se le había rendido... Shirley-abuela v e pasar on cabalgata los i cuerdos de Shirley-niña. Dicen quo a veces recor dar es v i v i r do nuevo. Sliirlcy-abiiela v i v o otra vez la gloria do Shirley-niña... Y ahora, como entonííos, le parece volver a v i v i r la v i d a agitada de los Estudios, las horas de triunfo, los instantefelices en que su menor deseo se cumplía. Pero Shirley-abuela es sólo un capricho fotográfico. Sólo Shirley-niña tiene realidad, y la tendrá aún durante mucho tieinp(v. Está lejos, venturosamente, aquel momento de re<íordar, de mirar hacia atrás... H o y , los ojos candidos y diáfanos de Shirley pueden mirar todavía hacia adelante. H a de pa.sar mucho tiempo antes de <|ue para ella lU>guo esa enux'ión melancólica de ' cordar la gloria lojaiiM...

1


emigrantes del AM'pKiiie arle

del arte, un grupo de sores humanos que en pos de 1» j m o d e m a tierra de promisión o del dólar invaden el cénit cinematográfico. Einigrantes exilados de oro, que v i v e n en un destierro forzoso hecho de magníficos hoteles, elegancia, interviús, cenas en el Ambassadors y noches de fiesta. ¿Qué sería del séptimo arte? ¿Qué sería de ese celuloide difundido intemacionalmente si no fuera por la avalancha de extranjeros que todos los años llegan a H o l l y w o o d con su bagaje artísticos de nuevos estilos, formas, psicologismos y costumbres? H o l l y w o o d es una ciudad que guarda en su interior de maravilla el encanto de todos los países civilizados y el extracto del costumbrismo que cada nacionalidad lleva en sí. Y H o l l y w o o d tiene en sus Estudios, grandes como urbes, en el seno de esa ciudad de cartón, donde todo se falsea, donde todo se miente, tan .sólo una verdad positiva: el d^lar, que atrae al artista de todo el mnndo. En sus vías amplias ha v i s t o pasar a Greta Garbo lánguida y fría; waikiria del N o r t e adormecida en el fondo de su temperamento, aquella Greta que nació en el pais de las noches eternas, de las nieves perpetuas, frías como su mirada verde-gris. A su lado, Lars Hanson, Nils Asther Sirtn Dnnr, ínglrxa y Greta Nisaen; ellos, atletas fuertes de piel dorada; ella, cosmopolita, con , su belleza profimdamente sensual. Marlene Dietrich, la alemana grande y fuerte que H o l l y w o o d ha transformado en exótica. Diana W'ynard, Clive Brook, Leslie H o w a r d , Jane Baxter, Margot Grábame, austeros, aristócratas e intransigentes, como corresponde a su nacionalidad inglesa. Charles Boyer, L i l y Damita, Maurice Chevalier, simpáticos, humoristas y alegres como buenos franceses. Dolores del R í o , Lupe Vélez, Luis Alonso, ardientes, batalladores y apasionados, coroo auténticos descendientes de la América latina. A n n Stenn, Gregory Ratoff, Olga Tchekowa, extraños, complicados y misteriosos como su descendencia eslava. Paúl Lukas, Ricardo Cortez, Elisabeth Bergener, austríacos y semitas. Elissa L a n d i , aristocrática, distinguida, como la sangre azul de la vieja Europa que lleva en sus venas. Steffi Dunna y Francis Lederer, húngaros, checoeslovacos, románticos y nómadas como su raza; R o s i t a Díaz, María A l b a , GattJina Barcena, España en H o l l y w o o d , sin la pandereta y el mantón; una B ^ a ñ a d e espirittialismo, arte y gracia; y otros muchos, y otros, y otros más, que pululan en el

pantalla americana llevó todo el lánguido m e r i d i o n a l i s m o de su país, de sns galanes, mandolinistas a la hora del amor, titanes en el momento de la lucha. Valentino tuvo infinidad de imitadores americanos, todos ellos convencidos de superarle. N i n g u n o le pudo igualar. E r a el espíritu de su tierra de sn alma, lo que conmovió cinc o Continentes. Y los emigrantes invaden los Estudios M e t r o , R a d i o , Paramount, W a m e r , F o x , imponiendo su personalidad mediante gestos que graba el celuloide con sus prensas de luz. Gestos qne captados a través de una visión futurista son: la mirada cálida de Dolores del R í o , la sobriedad de Clive Brook, la frialdad de la Garbo, el exotismo de Marlene, la altivez de la W y n a r d , la risa grotesca de Chevalier y el dominio de Paúl .Muni. Emigrados desterrados del arte: ¿Qué sería del cinema sin v o sotros? ¡Qué sería de H o l l y w o o d sin el cosmopolitismo de vuestros caracteres, que dan tanta fuerza y v i g o r , que son la energía mot r i z d e la producción americana! CECILIA A. . \ U N T U A

^ MIGRANTES

E

D e izquierda a dereehai Clive Brook, iuglés; V í c t o r Barconi, italiano, y (harlea Boyer, francés

anónimo, que actúan en la interminable fila de los l ^ o n a r i o s extras, v i v i e n d o sus ambiciones de emigrados luchadores y no desarrollándolas precisamente en el hotel de primer ordra, en el salón de baile, ni en el interior de un rolls. Emigrantes de oro son los otro.s que dan valor y relieve a la producción americana. Aunque a H o l l y w o o d le duela, aunque a los magnates de la cinematografía les hiera, por ese poquitín d e orgullo muy a lo yanqui. ¿Qué sería del cinema sin ese tropel de mujeres y hombres que hemos nombrado? ¿Qué sería del séptimo arte sin su maravillosa mezcolanza de temperamentos que ha importado a H o l l y w o o d ? Fl primer galán del cinema mudo, el malogrado K o d o l f o Valentino, era italiano, y a la


uenca. ULLAVAN

S

LVAREZ RUBIO

A

(MARGARET)

Nació en Norfolli (Estado de Virginia) e) i6 de Mayo de 1911. Su educación fué un constante sacrificio para sus mayores, nada sobrados de recursos. Apenas salió del colegio, y obligada por las circunstancias a ganarse 1* vida, eligió la profesión teatral de acuerd' ron sus más poderosas inclinaciones. Sv. i>:i>Riaíí*, en eso< años de a d a l e « M | d | ^ s absoI|||MMte Tulgar,

f^^f^KK^i'^ '^^^V*'^

pareja T aficióllíy a^Hl^scénícas^HR que faltan purinazgos capaces de destacar su nombre en poco tiempo. Perteneció a v a rias Compañías teatrales de ÍnfimojfiMen,| con las que recorrió gran parte dePterritorio de Norteamérica. Por pudp premodesto ida de arti^B un mei tfiatrito sentatft en Nueva Vork Critica y !co supieroVapi tardanza fperíoridad de la triz sobre compañeros de pasó m iempo sin que sen pr mes para traslada) seos dc categoria. Pero por e ees o c u r S ^un hecho transcendents John M. Wjk, gran director, iba a re? lizar « P » ^ j H | fué ayer», y quería qi Irene Duní|M interpretara. Pero «^BC' Irene estMBKntratada con otra en nfmd productoiSTv romo entre las estrellas profesionales d f l cine no encontraba le persona ideal, director dióse a !a biuíit >" los teatroadc Nueva York. Así se efif tó desde «pa buUra con Margaret Si •án, a ta. <iue en la misma noche ofreció im cotMÉto importante. En E " c ^ M | la jqiJBPstrella se ha casado co^P'tlliam ealizador de su terce»

Pelieulat

que

ha

interpretado:

Parece que fué ayer (Only Yesterday). John M . Stahl. Y aAora. ¿ijué? (Little man, mas now?), Frank Borzage. Una chica angelical (The Good Fairy), William W y i e r Rose, King Vidor.

So Red

the

I

I

Nació en Madrid el 7 de Junio de 1900. Empezó la carrera de Derecho, que at>andonó en 1918 para seguir su vocación teatral. Ingresó en el Conservatorio de Música y Declamación, y en dos años concluyó los tres de aprendizaje, coronados por el tná* alto galardón que el Conservatorio otorga: el Premio extraordinario de DeclamacíAo. Y sobre ello, un gran prestigio entre profeútes y alumnos como recitador poético^dtoirable. Enseguida figuró en puesto de ^ ^ e r galán con las CompaCarmen Diaz, Impulsado por Eugenia Zuff^ para el recisu afición y si Irid en tal actital poético, debí TSfftiio éxito • íidad en el Teatro' Pelieulat que ha interpretado: É » Berta do al que por F-n América: Los que danzan, Wi erman en la CUiam McGann Drdcula, George Melrecorrió toda la Penínsul! ^láaifl. 7 •sangre, Arthur Grelarruecos, ysolicitado poco después ni^^H en MHteamérica, para actuar "^^^Ki llcjasyvotos (muda), anco recitales: los dos últimos fueron en Rafael s a U anto del ruisela Umvcrsidad de California y en la BiAor. Cario» n. El 113, RabUóíiaílNpiilar de Los Angeles. Los profael J Sevm , luctore» c\neiA»tográficos de Hollywood, que en esa épOOl mostraban gran interés parlas películas habladas en castellano, se ^ ^ ^ ^ fijaron en «el juglar español», como la celonia latina de Los Angeles UeRpMjamar a Alvarez Rubio, y le contratüíoS^W actuar en el cine. Ya el actor habfa hecho un film mudo en España, y en la niwv. oportunidad triunfó rotundamente con éxitos que culminaron en «Drácula». obra que popularizó su nombre. Desde entonces se consagró exclusivamente al séptimo arte, especializado en papeles dramáticos.

R

I E C K (DOROTHEA)

Nació en Davos (Suiza) el 3 de Enero de 1905. Su padre era pintor muy apreciado; su madre, pianista notable, por su abuela Clara Schumann-Wieck, también pianista famosa, desciende del inmortal compositor. Pasó su infancia en Sueciaj en Fríburgo de Brísgovia y en Grunewald^ Cuando tenía catorce años, conoció eq Davos, durante el veraneo, a) célebre poeta Klabund, y éste aconseió a los familiares de Dorothea que llevaran a ésta a la Academia de Helleteau paia «prender baile, música y de$^|mación. Oflt años des-. pues, termin«4B^"s estudi* la Academia de H^SBtayx, mar Munich para p a s a r í ^ H ^ p o r a d lia amiga^l^^H^ivers, bávara «sl^^^Tun cursillo autores dramáticos, y tormo en la exe' sión qii'- los alumnos realizaron a VieTia para «<;; f ir a las representaciones que Max ReiidMrdt dirigía rn el Josephs'adter. DecidítjB ser actriz, se presentó a Reinhardt, hiz^Kos ensayos y debutó a las órdenes der^^kente animador en U obra de An INO matarás». A' rabo de Ivió a Munich, enviad.n po rhardt al Teatro Cívico de FalckenbergT L a ñ o más tarde acep'ó el contrato que ta 'ofrecía el Scht^spielhaus de Francforti ocho añosJ Emelka Sd lia no llegA as de unifor^l : Hollywood,! bunt: ngresó á : et ba.4

. Ca-

^^^HBllb ^^B^^^^ • jPI^^"" "

'

Película*

interpretado:

ira, 1,63 metros. Oíos pardos. Ca-

azule

w

(PABLO)

Película»

que

ha

interpretado:

En Alemania: J'erdI mi corazón en Heidelherg (Jch hab'met» Herz in Hfidelberg verloren ¡. Werner Fuetterer. El abonado no contesta (Teilnekmer antworlet nichi), Hudolf Kafscher y Marc Sorkin. Muchachas de uniforme (Madchen in Umform ) , Leontine Sagán. (Milagro? (Anna und Elitabeth), l'rank Wvsbaí Rayo de acero (ner Sthklerne Straht J, l'rank W e n z 1er. Lisselotte, Cari Grohlich En H o -

llywood; Canción de cuna (Cradle Song), Mitchell I.eisen. Un secuestro sensacional (Miss Fane's Baby • • S / o / « « J , Alexander H a U .

A I M l

Nombre verdadero, Jules-Auguste-César Muraire. Nació en Tolón el 18 de Diciembre de 1883. Fué un pésimo estudiante, y sufrió la expulsión de varios colegios de su ciudad natal, sobre todo por su maestría para tocar la trompeta en las horas de clase. En vista de ello, su padre le tomó como aprendiz en su taller de tapicero. Apenas edó traste con el y qui mático. De' mentabl Casino de T< e años tenía s co: de apuntador.! Ihai Ha. Hizo una ón nía de pantomimí' inglesas, con ^% que pausó mucha hanihrc y muchas fatigas Desistió de sus ilusn.nes escénicas para dedicarse al comcrno de la sal al por mayor, pero un año más tarde volvió al teatr<^y logró su primer triunfo por la " posición de un tipo dc carácter. En 191 e presentó ante «i M ^ ^ o de París coi ta comedia de '^•^^¡^^if. su nom' rtístico, lir definí ente al que habla de I aureola de popuverdadero, emi» teresado laridad. i.aicM| 1 it'y. muy por el noTétíMPr. llevó al V, letés. Dera, marchó al rer»te. y clarada la secuencia de u la herida, en 1915, a i profesión. Su gloria apunfué devuelto entonres en plqpa realitada con' dad, culi en su interpreta US», que ha re r de veces. En t rimera vez sus d' dó en ser primei france.sa. metros. Ojos

L'Agence (este

film

que

ha

Cacahouette, Koger l.ión no

llegó

a

estrenarse).

Mam'zelle Sitouehe, Marc Allegr' • La chocolatería (Le petite chocolau re).

Marc Allegret

Marius,

Marcvl

Pagnol. Las alegrías del escuadrón (Les galles de l'escadrnn ) , Maurice Tourneur. Fanny, Marc Allegret. Teodoro

y Compañía (Thtndore ei Cte). I'ii-re Colombicr. Carlomagno (Ckarlemagne), PiereColombier.GerfwJji, Trampa y Compañia (Ces Messieurs de la Sanie), Vibre Colombier. Tartarln de Tarascón, Kaymond H c m a n l . Minuií. place Pigalle, Roger Richebé. Tetii;" una idea (Jai une idee). Roger I' chebé Caspard de Besse, André Hi gón.




NA película DE _A .LECION ESPAÑOLA A

PENAS t e r m i n a d a su intervención directa en el montaje de Gólgota, Julién D u v i v i e r ha comenzado la realización de ima nueva película en territorio africano. L a hiclemencia del clima, la aridez del paisaje, son demasiado ricas en emociones para que un hombre como él, cinemista de los pies a la cabeza, se conforme con un solo ensayo, y en ese ambiente tan propicio al desarrollo del drama ha situado la acción de su obra, adaptación de una novela de Pierre Mac Orlan. Veamos lo que el autor dice a este propósito en Pour vous:

A bordo, desde Ci-

t^n"rL':^^eZ en piei Rene Pigni^res y Jeán Cabín. Sentados: Julién Duvivier y el autor de la novela, P i e r r e

Mac Orlan

Esta es la confesión d e " ° ^^^^^^^^ Satisfecho, sin reservas mentales.» ^

^

P o r primera v e z , quizá, también, en la historia brev e del cinematógrafo, un escritor n o sólo se muestra satisfecho de la forma en que se ha realizado la adap«Cuando, hace cinco años, tación d e una obra suya, escribí mi novela titulada sino que, con su firma, y en La bandera—así, en espaun tipo de letra más destañol—, qaise hacer v i v i r en cado que el nonnal, lo dice un marco excepcional, parpúblicamente. ticularmente pintoresco, a 1^ «iroiipe» de Julién Duvivier disponiéndose a trabajar en el territorio español del RifT algrmos aventurems escoClaro es que en este r a gidos. E-stos tipos habían concurre la feliz circunstannacido de una cierta expecia de haberse puesto al v i v i d o , desde las seis de riencia de l a v i d a y del comx'imiento d e 1» habla un gran director, inla m a ñ a n a h a s t a las Legión extranjera de Rspaña, que y o había escapaz de desvirtuar el nertudiado en Dar Riffien, su campamento en 1929, vio, la fibra espirittiil do ocho de la noche, en las si no recuerdo mal. L a guerra en el K i f acababa ima pieza literaria, \ filas de la quinta banentonces; pero los aventureros de Millán Astray, critor comprensivo } n dera, rodeados por dos o fundador del Tercio, guardaban aún el recuerdo to, que ha sabido acepi tres docenas de francede las duras j o m a d a s vividas alrededor de D a r desde el primer mtmiento la ses al servicio de España Drius. suprtjsión de aquellos matiy por los demás legionaces psicológicos imposibles rios. Eatre la novela y el film, la diferencia no es de traducir en gestos. Si los Las montañas rifeñas mucha. Duvivier ha comprendido perfectamente literatos que no «piensan» constituyen im marco la atmósfera en que se desarrolla un pequeño dra1 en el cinema ni, por tanto, m a íntimo que era preciso traducir a imágenes, digno de la muerte d e « v e n » el cinema, pudiesen evitando el empleo del método psicológico que Gilieth, el héroe del film. Jeán Cabín, r l legionario e s p a ñ o l , uno de los adaptarse un día a las exiconviene a una obra literaria. Otras varias escena.s fueprotagonistas de «La bandera» gencias de la cámara, del ron tomadas en Xauen, A m i juicio, por haber estado siguiendo hora mismo m o d o que lo ha hetras hora la impresión de los exteriores, la peuna pequeña ciudad áracho Pierre Mac Orlan, d^aparecerá el peligrt) de lícula es tal como y o la hubiera realizado si las be-andaluza, perfectamente disimulada entre I< que se entablen pleitos como los que han sucedido facMltades inherentes a un director cinematodjebels. al estreno de algunas películas, en las cuales, hongráfico m e hubiesen permitido llevar a cabo este \JOS escenarios de la película dan una visiuii radamente pensando, se dejaba a muchos autores trabajo. , de Marruecos no conocida aún y que no puede en mejor lugar que el que hubiesen octipado en la En D a r Riffien. campamento de la L e g i ó n compararse con los paisajes tradicionales popuopinión del público, de haberse seguido fielmente española donde Duvivier ha rodado las primeras larizados por el propio cinema.» el derrotero marcado en el original. Bien ea verescenas de La bandera, Gabín. L e Vigán y . \ y m o s Y , para terminar, resume Mac Orlan en el elodad que np todos los adaptadores se llaman Duvi—^los t res protagonistas—se han incorporado a la gio a todos los elementos «que han contribuido vier, y sería injusto negar que en el cinema todt v i d a cotidiana de los legionarios. N o existe la a formar la personalidad de este film, cn que la depende del realizador, pues lo m i s m o c a b e l o g r a i menor diferencia entre su labor y la acción c o pasión cede siempre ante las leyes de la fataun film extraordinario de una idea trivial y fralectiva de la quinta bandera d e f T e r c i o , la que lidad». casada en el terreno literario, que una pelícnlí ostenta la.s armas del Gran Capitán, que día por «Legionarios de Riffien—concluye—, y vosmediocre inspirada en L a Divina Comedio. día, durante t r e s semanas, ha prestado im otros, Gabín, I^e Vigán y A y m o s : habéis conocido • T a m b i é n es una suerte para nosotros ( p i e M concurso valiosísimo a los proyectos de I^n durante unos días un destino arbitrario. En unas un nombre del prestigio y de la solvencia artísvivier. cuantas cajas de hoja de lata permanece todavía tica del realizador de L o cabeza de un hombre y P o r primera v e z , quizá, en un film de e.^ia uiencerrada una misteriosa película, cuya revelaPelirrojo (Poil de carotte) el que garantice de dole, un grupo de m i quinientos soldados auténción sobre la pantalla estoy ansioso de conocer. antemano el é x i t o de una película cuyo arguticos ha seguido dócilmente la inspiración liPero tengo la seguridad de que no podré estar mento se dasanolla entre un puñado de valientes teraria de un metteur y de un escritor, estrechaen la butaca con la indiferencia de un espectador que tantas ¡láginas gloriosas llevan escritas en el mente unidos; pero en una peücula como ésta cualquiera. H a y dema.siada verdad mezclada libro de nuestra historia tiolonial, y que no han era preciso emplear m m gran parte de verdad con la trama literaria de este film para (]ue la merecido aún, en serio, la atención de los cinepara crear esta atmósfera de violencia desesporaem(x;ión pueda ausentarse del espíritu. mistas españoles. da y sentimental. Me es difícil hablar de esta obra sin elogiar a Conüratulómonos, pues. <)(• clin \ r-iicrciiicGabín, ! . « V i g á n y Aymus han creado tret* Julién Duvivier, a quien conozct) desde hace inolvidables siluetas de legionarios. Durante las siete años j a quien he esperado pacientemente Aí-KHKDo MI R A L L E S tres semanas que se invirtieron en el rodaje han para que tomase La bandera entre sus manos.

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dnimddo^

Arríha: C u s l a v Frolirh, el no4abili»iimo f¡mI á n germano, a p a r e c e ea •Barcarola», de l a L ' F A , jimto a ¡ i d a B a a rova, la g u a phima y admirable « 8 I a r > alemana

que las t4>risionaban con sus rayos convei-gentcs. Enfrente, una cámara a punto de filmar. Ningún operador ni aparato. U n movinúento de relojería ponía en ni cha, cada minuto, el curioso dispositivo. T r a s sesenta .segimdos de silencio se percibía un ligero bordoneo. Súbitamente se ilmuinaban todos los proyectores, inundando la luz el esqueje y la raíz, que habian realizado un imperceptible progreso. Ua cámara funcionaba eléctricamente; la película avanzaba una imagen, captaba una nueva etajia de la vida de la planta y v o l v í a a inmovilizarse. Pasado un segundo, todo v o l v í a a quedar fitra vez a obscuras y en 8Ílen<;io. U n minuto más tarde, los proyectores volverían a iluminarse, el film A la ixquierda: Oon mlM» d i o - avanzaría un nuevo cuadro y así seguiría el prtxíeso durante diez, quince o ses s r d i v i e r treinta días, según tarde en desarrollarse el objeto estudiado. Autolen», la U F A máticamente, todo el giáfico de la vida vegetal aparecerá concentraba r e a l i z a d o do en el film, y en la pantalla se dibujará luego con sorprendente eleuna admirable gancia elimpuiso vital de la flor o de la raíz, obedientes al genio de l:i obra, plena de ariertos técniespecie. <-OH, y u n f i l n Así es como se ejecutan estos magníficos films de Historia Natural, que delicioso, c o l constituyen maravillosas síntesis y que el procedimiento de aceleración mado d r finísimo h u m o r . hace absolutamente perceptibles. En otro pabellón cercano se realizaljan análogos trabajos de paciencia. En una vasta celda de paredes de cristal, disimuladas con tableros de maO D O S hemos visto con cuánto cuidado ejecutan los alemanes los dedera, se pro<iu<:ía un milagro desconcertante. Ilabi6ndt>se propuesto los corados de sus fibns—dice el periodista Emil Vuillermoz—. Este naturalistas alemanes estudiar la vida secreta de una república de hoimicuidado—agrega—sube de p u n t o cuando se trata de filmar películas' gas, crearon una primavera artificial para decidir a las infatigables obredocumentales. En los Estudios de la Ufa, por ejemplo, existe un pabellón ras a que empezaran su trabajo más }>ronto. Después de haber capturado destinado e.xclusivamente a este objeto. N a d a más curioso que este tauna reina y un regimiento de trabajadoras, pusieron a su disjtosición las ller donde se registra el crecimiento de las plantas. Existe en él im inveragujas de pino, hierbas secas y demás materiales de constmoción, cuidadonadero cuyos cristales son rojos como rubíes en fusión. A l parecer, la ' liento sele<'ci<mados. que éstas tienen costumbre de reunir para tnlificar luz roja asegura a los v ^ e t a l e s un crecimiento mucho más rápido que mi.smos mi.steriosos csctmdrijos. El sol artificial do los siinliglits y una la luz blanca. calefaíción eléctrica sabiamente dosificada no tardaron 011 engañar a las I*^ el momento de visitarlo el (Cronista estaban impresionándose dos «asunobreras, que .so apresuraron a comenzar on Marzo ol trabajo (jue .«olían emtos». Un jacinto apartaba las motas de tierra para ir en busca de la luz, pezar en Klayo. surgía del suelo, crecía, hinchaba sus flores y las abría con un movimiento El tabi<iue do vidrio .so habia h w b o «ipa«o medianlo unos tableros de m a de gra<!Ía y elegancia infinitas. El otro era el proceso de nna raíz que dera quo (ran<niilizaidii los s o r \ ¡ c i o K <lo arquílo<'1iira do la tribu. I.as liormi-: horadaba metf'Klicamcnte su c a m i n o subterráneo y ejecutaba utt trabaje» de gas aniontonaron sus materiales contra d¡<-ho^ tabi<|ues y (omou/aron

T

fof»o cn

las p r o f u n d i d a d e s

«Iel s u b s u e l o .

has d o s plantas apart^ihm instaladas .sobre un pe<iucfn» chapitel en el centro del inve,rna<len). Alrt^ltMlor de ellas apar»!< ía?i diversos pn>y(H')4ir««

a iM'iforar sus canaliza<-ion<>K intoiioros y a pioj»arat sus cámaras para la puesta, los graneros, el giti»<«-oo do las ninfas y < «autos adiui-J r a b i e s .soivicios i-oniporl;-.--11 o i g a i i i ' / , ; i c i ó i i s<M-i;d \ o<'onómi<-a. i-n la t u a l (


ao se deja nada al azar. L a i c o s tubos de v i d r i o , , unidos por junturas de caucho, daban a aquel pueblo laborioso la ilusión del descubrimiento de túneles que conducían a la tierra de promisión. A l final de los corredores las hormigas hallaban el líquido azucarado que recogían con avidez. Otras canalizaciones conducían a ese no mans land donde ellas tienen costumbre de instalar sus cementerios. E i i efecto, cuando una hormiga muere, sus compañeras la transportan inmediatamente a un campo de reposo situado a cierta distancia del hormiguero. Todos los cadáveres de las hormigas se encuentran alineados, allí, lejos de la ciudad obrera. T o d o se calculó para anticiparse a los deseos del genio de la especie. 1 Así, al cabo de algunas semanas, el hormigue- 1 ro se hahaba en pleno funcionamiento y po(ha ofrecer un tema de estudio por demá.-' completo. Bastaba con hacer resbalar un poco el tablero de madera tras el cual aparecía emplazada la cámara para poder fotografiar t o d o el mecanismo interior del hormiguero colocado a plena luz. U n trabajo sencillamente maravilloso. U n poco más lejos, aparato de tomar vista en ristn aparecía un hombre encaramado sobre lo alto de una gran jaula, cerrada por un enrejado metálico. Estaba impresit)nando el despertar de un v a m p i r o . Este extraño mruciélago de pelaje rojo y espeso, cuya boca aparecía aunada de una dentadura impresionante, también había sido sometido al engaño de una primavera artificial. ÍA)S anzuelos de sus alas y de sus garras, anquilosados, lo mantenían como incrustado a la rama de un árbol. R e p i c a d o sobre sí mismo, en la letargía del invierno, parecía enteramente privado de vida. P e r o la tibieza del clima que lo bañaba le daba la impresión de que había llegado el v e rano. L a mañana en que llegó el aludido cronista, algunos estremecimientos anunciaron que su letargo iba a terminar. El operador espiaba los movimientos del animal y los fijaba en la película. Las alas se distendían lentamente, entreabría un ojo. El cuerpo, siempre adormecido, parecía coiuo i)aralizado. N o hay que perder un solo temblor para re(•onstriiir la curva exacta de su despertar. Este puede durar horas, aca.so días. P e r o la paciencia del hond.re no tiene límite v el misterio de la Naturaleza no escapará al ojo inquisidor del objetivo. Estos films, denominados culturales, ofrecen un interés considerable. El Gobierno alemán estimula su realización de mil maneras distintas, ora con premios, y a adquiriéndolos a gran precio para las escuelas. Señalemos, en fin, otro terreno de combate extraordinariamente interesante de la cinematografía alemana: el de los dibujos en colores. Alemania es el país más adelantado en lo que se refiere a la industria de materias colorantes. L a nueva técnica de dibujos animados que acaba d e lanzarse en dicho país obtiene un gran partido de esta superioridad técnica. Apartándose sistemáticamente del procedimiento seguido por W a l t Disney, cuya fantasía no tiene rival, pero cuyos colores son bastante discutibles, los técnicos alemanes han querido utilizar en estado puro y en tintas llanas los colores do un brillo desumbrante. IJOS autores de dibujos animados utilizan una m a t e ria luminosa tan rica como la d e los vidrieros de la E d a d Media.

Arriba: El tema de Juana d e A r c o ba sido n u e v a mente llevado a la pantalla. D i r e c tor e intérpretes bao log r a d o realizar una labor c o l m a d a de emoción estética En el centro: O t r o bello instante d e fLos d i o s e s se divierten*. Técnicamente este film es irreprochable A b a j o : Con tKI barón gitanoii,film de la Ufa, la cinematografía g e r m a n a se a p u n t a otro éxito rotundo

]0s, azules, violeta, naranja y verdes de un esplendor tal que por sí solos constituyen y a un encanto p a r a la vista. L a yuxtaposición de estos tonos ha sido compaginada con un buen gusto y atrevimiento realmente maravillosos. H a s t a la fecha, esta nueva técnica del dibujo animado se ha limitado a los dibujos publicitarias. Verdad es que los industriales alemanes que utilizan los films de entreacto para su propaganda dan muestras de un conocimiento del arte del anuncio muy superior. A p a r t e de realizar im dibujo de un v a l o r artístico, admirable, omiten de propio intento toda serie de calificativos ditirámbicos, de largas parrafadas, que suelen ser la distintiva de los films anuncios. Música clásica, de la más famosa, y dibujos artísticos, de colorido magnífico e inspiradas escenas. A l final, una o dos palabras con el nombre de la entidad a quien el público debe tan preciado regalo. Técnica habilísima, porque cuanto menos palabras mejor se graban, y al espectador le queda, además, el agrado de un buen recuerdo.


A ^ u PALACIO^^ MÚSICA ^ C ^ W

LUNES

TAROE, I N A U G U R A C I Ó N

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T E M P O R A D A í¿e

OfOÑO

síUN&f temfUe la /uvdlqlom ax:¿dk uy^znjÍL¿

9fm juvJiuxím ¿Imcei, VERSIÓN ClN£MATOGRAF/CA«¿e eoL OBRA CUMBRE cU^ , , . EL GR.AN ESCRITOR PORTUGUÉS

Una marüvillora realleacm ¿ e LEITAO-c¿e BARROS llJUlOb ÁJU sufmno ínit/ies. £í alm/i y. las oosiumined (urdujjuiescur IkvQdascilja (uintaUa my ana jQ/úcdota. esadJta en le lias Imágmef Intérpretes D'EQA,

principales:

Maria

quín ALMADA, Carlos

DE

Leonor

CASTELAR, María

OUVEIRA

JoaPAULA,

y

Maria

MATOS

EXCLUSIVA c¿t V A L C A R C E

B A RREN A

9.

/a.CORüÑA

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<üfiju¿¿utv c/ucuú/rri


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P A L A C I O DE L A MÚSICA

tada por Virginia Bruce. T a m b i é n merece des tacarse el trabajo de Robert T a y l o r ,

"Entre el amor y la muerte"

[

A Medicina es un sacerdocio. D e acuerdo. j P o r eso, porque es sacerdocio, se da en ella el pecado dc simonía. Clínicas famo,13 hubo y hav regentadas por galenos discípulos de Simón et Mago. Muchos libros y poca ciencia; gran atuendo de material quirúrgico y escasa conciencia profesional. Llegará un día en que se legisle a fondo contra los grandes industriales de la Medicina. Mientras, habrá que conformarse c o n protestas románticas como la de Entre el amor y la muerte, film agudo de intención y l o g r a d o de forma. Frente al merctmtilismo y la impericia, la vocación, el estudio y la asepsia moral de los v e r d a d e r o s doctores, más numerosos y abnegados de lo que una sátira literaria ca.si ininterrumpida, y no tan justa c o m o ingeniosa, ha hecho creer al vulg o . ¿Cabría en la Biblioteca Nacional todo lo que se ha escritf) contra los médicos? Hasta Cervantes, el noble Cervantes, que no admitía la raummrac'ión, «aunque haga reír mucho..., y si puedes agradar sin ella te tendré por muy di.creto», c l a v a un aguijón en el asendereado cuei po de los hijos de llijiócrates: « E l juez nos put de torcer o dilatar la Justicia; el letrado, sosten tar por su interés nuestra injusta demanda; e! mercader, chuparnos' la hacienda; f i n H l m e n t c . todas las personas con quien de necesidad tratamos nos i)ueden hacer algún daño; pero quitarnos la v i d a sin <piedar sujetos al temor del castigo, ninguno; sólo los médicos nos pueden nuitar, y nos matan, sin temor y a pie quedo, sin desenvainar otra espada que la de un recipe; y no hay descubrirse sus delitos, porque a4 m n mentó los rneten debajo de la tierra.» V e r d a d e^ [ue en la mi.sma obra—El licenciado Vidriera—y unos renglones antes, recuerda la sentencia del Eclesiástico: Altissimvs de tena creaíñt medicinam, et trir prud-ens non abhorrevit illa» Con lo que rinde a la Medicina y a los médic(;a buenos el mere<ñdo elogio. Este es el procedimiento seguido en el film • |ue comentamos: distinguir entre el mercachifle, por m u y ilustre que sea, y el estudioso, por modestamente que se halle situado en la jerarquía profesional. Pero no creas, lector, que nos encontramos ante un film de tesis, árido, seco y engolado como una conferencia académica. A l contrario, se trata de una comedia de-senfadada, irónica, mordaz y de buen humor, como un chico atolondrado, simpático y un poco irreverente, que, en medio de sus 'li i M u m s . d i i c i : ! \'iM'(1;idi'-j c o n i o (>uños. L a dirección o? e . x c c i u i i U ' c u ^cuoiai. l ' t T o el montaje se muestra demasiado respetuoso eon algunas escenas innecesarias. L a propiedad escénica es admirable, y la fotogriifí i m r tecta. Entre los intérpretes, el más aceri-uiu, .su» duda, Chester Morris, que encarna el espíritu noble, entusiasta y arrebatado de amor a su profesión, lo que no impide otros amores menos abstractos hacia una linda enfermera, represen-

IIIALTO "Vampiresas 1936" Solemnidad artística. Inauguración de temporada y presentación de im film que es un prodigio de técnica. Después de Vampiresas 1933, de Wonder-Bar y Desfile de candilejas, parecía imposible superar las fantasías coreográficas de estas sucesiones de cuadros en que la cámara, convertida en lámpara de Aladino, da plasticidací a los sueños de una nueva Hchehorazada. Parecía imposible, y ahí está Vampiresas 1936, para demostrar (jue las posibilidades del cinema son infinitas y que sus realidades exceden a las ensoñaciones del más imaginativo de los poetas orientales. ¿Hasta dónde llegará la cinemat{)grafía? Es un mundo de sol, un paraíso de quiméricas bellezas, presentido antes por la poesía y que, poco a poco, v a explorando la cámara para someterlo al imperio del arte. Mundo nuevo, que ha venido a revolucionar y : usanchar la geografía i v i i i v i t ' i n l d c l n < i i p t n j n ü . ^ concepciones estéticas. Los exploradores y ci 1111^111,-.!,uUnch mas uuduces del nuevo continente artístico; los Colombos, Pinzones y Pizarros de la gran aventura cinematográfica son los americanos, para los que no hay ensenada oculta, ni isla desierta, ni peligroso arrecife en hi luminotecnia y eu la acústica, en el trucado y en la sensitometria, a la que no se arrojen con d e n o d a d o espíritu de conquista. Son 1 o 8 pionniers, 1 a a v a n z a d a incansable y victoriosa de los progresos del laboratorio a])licados a la pjmtalla; el espíritu pmiítico frente al e s p e c u l a t i v o europeo. A q u í se proyecta; allí se realiza sobre el terreno, y se nos dice: «1 'stedes estudian; nosotros practicamos. Vean eso...» Y nos envían Footligth Parade, Wonder-Bar, y , ahora, Vampiresas i.9<36, que es la úbiinii p.'ilnlini dc ln t c c nica cinematográfica. Podrá negarse al cinc i u n c i n a i m ü n j i u c i u d transcendente, complejidad espiritual, sentido poético sostenido y constante; lo que una crítica seria no puede regatearle es el afán de exjiloiación y el sondeo práctico de la técnica erizada de dificultados. Cuando todo esté recorrido palmo a palmo y se haya dominado en absoluto el inst m m e n t o de expresión, los americanos podrán decir: «Hemos perfeccionaílo el idioma de la nuev a poesía; aliora, escribamos los poemas.» Y está próximo el día en que se pueda hablar así. Vampiresas 1936 es un resumen de los últimos hallazgos ile la técnica cinematográfica; el instrumento a ptmto de perfección. ¿Qué nos importa lo deniás? N i el reparto excelente, ni laí> escenas cómicas en las que abunda, ni la fastuosa presentación de algunos cuadros, ni su relación más o menos ostensible con otros films anterio^e^ que están en la memoria de todos, es cosa dc momento. Como revista o comedia con números de revista, no pasa de ser un espectáculo agrá dable. L o excepcional en eat^, film ea lo.utro, loe

" jrodigios de cámara, aíjuellas sinfonías core<jgráicas indescriptibles y , por ejemplo, aquel rostro recortado en la obscuridad, tan neta e inexpli(•ablemente, que ni aun pensando en la « T r u c a » mede uno comprenderlo. ¿Pero cómo se h ' c e eso, )Í08 mío, cómo se hace? Viendo Vampiresas 1936, cree uno sin dificultad que un cerebro genial, ayudado j u i r la técnicta do (pie allí se hace gala, podría .sencilliunonte hacer milagros de poesía no ¡¡resentidos ni p o r los héroes m i t o l ó gicos que robaban el fuego a los dioses. El director do este film es Busby Borkcic\. _\ sua principales intérjuetcs: Dick Powell, (íloria Stuart, (Jlenda Farrell, Dorothy Daré, A d o l | ' Menjou \- I f n L ' h Herbert.

ALKAZAH "¡dolos de Buenos .\irps" Película argentina en la que se cum))h' la promesa evangélica: « L o s últimos serán los primeros». Porque siendo la última producción bonaerense que ha llegado a nosotros, en calidad es la primera entre sus hermanas. Puede d e c i r s e q u el cinema argentln». empieza en este film. N o es fruto sazonado t o d a v í a ; jiero agridulce y todo, < grato al p a l a d a r . Una trama ingeniosa por lo sencilla; una dirección acertada casi siempre, aunque con el fetichismo de los big clase up. o planos de cabeza, barajados sin soltura; una interpretación buena en un extenso reparto, y en la que se acusa con trazos originales una pareja de gran eficacia cómica: Olinda Bozán y T i t o Lusiardo; una fotografía diáfana y un sonido impeiíable en voces, modulaciones, ruidos e instnunentos, como si en esta película el micrófono se hubiera propuesto demostrar que no hay dificultad acústica para él. H e m o s dicho que la trama es ingeniosa a fuer de sencilla. Parece que se buscó adrede la simplificación de decorados, sin que esta parcjuedad influyera en cl desfile de tipos diversos y números musicales ad lilntum. A l g o así como im escenario giratorio donde en un solo montaje quedara instalado el film; síntesis de varias decoraciones o escaparate de escenas distintas, avenidas sin esfuerzo en un mismo y único ambiente. Y se pensó en una sala de emisión de la R a d i o . Allí, entre cuatro paredes cubiertas con cortinas, podían dasfilar el mundo y sus misterios. Y , en efecto, desfilan ante el micrófono simulado todt)S los tipos, músicos y cantores que el director quiere. ¿Quién puede tachar de impropiedad cuanto allí ocun-e, por original o extraordinario que sea? T o d o cabe en'una sala de emisión. Desde el drama al idilio, a la opereta y al v o d e v i l . Y siempre con un solo decoratlo. N o cabe m a y o r ingenio ni más economía. Brindamos el sistema a nuestros paisanos. Salvo este h o n o r a la pintura fresca y al aire libre, Iddos de Buenos Aires es una pelíeula amable, discreta, alegro, entretenida, que merece anotarse c o m o el m a y o r acierto de la produe(Món argentina enviada a España. ANTONIO G U Z M A N M E R L \ ( )


D

OMÍNGUBS! Rodiño, periodista, es<TÍtor, poeta, viajero incansable y trabajador ejemplar, es el prototipo de la actividad, del entusiasmo y del optimismo; perf) un optimismo consciente, reflexivo, que es quizá su mejor condición. Esta cualidad es el motor potente que empuja con ímpetu las empresas todas de su vida, cara al éxito siempre; la que pone en marcha su vohmtad para conseguir cuanto se propone. Narrar la vida y las actividades de Rofliño no es cosa fácil. Dedicado al periodismo y a la literatura desde su juventud, marcha en 19^ ^

En rÍQ U C DOMÍNGUEZ RODiKiO

CONS^mO J£FED^LA C.LA.QXPONF m

PROYECTOS- DF PRODUCCIÓN

En el año 1921 abandona Alemania, y recorre toda América dando conferencias y realizando, como enviado del Ministerio de t i t a d o , unos estudios de índole económica. A ñ o y medio después vuelve a Madrid y entra en El Imparcial como subgerente de la Empresa y director de los famosos LuTies, cuando éstos aun tenían el prestigio y la importancia que les diera su fimdador. Años después, al comenzar la decadencia del popular diario, abandona Madrid y torna a Alemania como agregado de Prensa a la Embajada española, redactor de L o Voz y comisario general de la Exposición Internacional de Barcelona para Alemania y los países del N o r t e de Europa hasta 1933, en que ingresa en C. E. A . con el cargo de director administrativo. Y desde este momento no piensa sino en cine. Abandona la pluma y pone todos sus entusiasmos en la producción. Y hoy es.

teresante de su campaña es la confe<!CÍón de films cortos. Pues bien: para su satisfacción, sepa usted que la D . E. S. A . , y a creada, lo ha iniciado con todo cariño y entusiasmo, '^'a le hablai-é de esto luego. — M e alegra cuanto usted dice, pero no todos piensan lo mismo. N o ha faltado productor que catalogó mis artículos como perniciosos para la buena marcha del cine español. — A pesar de eso, persista en su campaña _\ no desmaye. Sepa que muchos estamos con usted. —^Yo he de seguir insistiendo; pero, entretanto, los editores, ¿qué hacen? ¿ N o cree usted que y a es hora de atacar la producción en serio y dejarse de chispazos aislados? —Ese es el camino, y la nueva sociedad Hispania Tobis, con el apoyo de la C. E. A . y bajo su inspiración, v a a realizarlo en breve, editando siete u ocho peliculas anuales. I ^ interesante era crear el Eistudio, y éste íimciona de una forma perfecta, como lo han demostrado todos los filnis realizados en él. Aliora contamos con un nuevo plateau, que será inaugurado en Noviembre próximo, y pronto podrá ser utilizado el moderno

Don Knriqíie Doniín^curz Kudiño duran)*' la «-nirrtista qur c e l e b r ó díatt panado» con n u e a i r o c o m p a ñ e r o Hern á n d e z (;irbal, y en la cual bizo las inleresanlísimaH declaraeioneH que recogemott en eala información acerca d e la producción española

a Alemania como redactor de La Vanguardia, de Barcelona. De 1914 a 1918 pasa a ser corresponsal de guerra del mismo periódico, y durante los cuatro años inolvidables v e de cerca toda la horrible tragedia, corriendo de un lado a otro por los amplios f r e n t e de los Imperios centrales. Comparte el dolor con los soldados en las líneas avanzadas; vuela sobre los campos enemigos; atraviesa en submarino el msr de Mármara, desde los Dardanelos al Bosforo; escribe miles de crónicas repnKlucidas por muchos periódicos europeos y americanos, y celebra entrevistas famosas, entre ellas las de Hindenburg y el kaiser. Firmado el armisticio, fija sn residencia en BerUn, como redactor de El Imparcial. Presencia y comenta las diversas revoluciones europeas ciue siguieron a la gran catástrofe, y luego hace un largo viaje por Rusia. Más tarde descubre en Riga la tumba de Ganivet, cuyos restos consigue sean repatriados, merced a una intensa campaña periodística. Por entonces comienza a interesarle el cinema. CouíX'c a Lubitsch y a Joe .May; presencia el rodaje de Madame Dubarry, film quf consagró mundialmente a P o l a Negri, y 6Ü mismo tiempo entra en relación con Max lieinhardt, el mejor director escénico del mundo, eorporeizador incomparable de las obras de Shakcs|)eeare, y con su primer intérprete Alejan<ho .Moissi. Este artista conoce algunos poemas suyos escritos en lengua germánica con el título de Riímos interiores, y entusiasmado los incluye en algunos de sus re<.:it;ilc.s.

Don F.nrique Domín)(Urz Rodiño, con rl subdirector dr llispania Tobis, don Luis Garrido, y alto prrsonai de dirfaa entidad

con don Rafael Salgado, el más firme puntal de esta sociedad. Tal es el hombre.

Y o , personalmente, tenía desde hace mucho tiempo grandes deseos de hablar con Domínguez Rodiño, de contrastar mis opiniones con las suyas, de saber, en fin, cómo pensaba respecto a la producción española. P o r eso solicité de él esta entrevista. Y lo primero que recibí fué ima gran sorpresa —Vengo siguiendo—me dice—su campaña en pro del cine español. Estoy de acuerdo con usted en to<lo. Cuantos peligros ha señalado son reales, y la única forma de conquistar los mercados y consolidar nuestra industria es producir con calidad, como usted indica. Otro aspecto muy in-

y al)undante material de iluminación qne hemos traído de América, así como la transparencia, procedimiento éste indispensable y a en todos los Estudios. — Y una vez iniciada la producción, ¿la distribuirán por cuenta propia? —Justamente. Son dos aspectos del negoiu, que deben ir unidos constantemente. N o es posible producir sin contar con una amplia red de distribución, y no puede existir tampoco esta organización si no se cuenta con mi número de films producidos de forma periódica. Ambas cosas se complementan, se funden en un todo. Una apoya a la otra. Por eso, tras nuestro deseo de fundar Hispania Tobi.s, existe el que (uidiéramos llamar nuestro gran deseo, nuestra gran empresa: la producción española. —Perfectamente; pero, ¿esta nueva distribni


dora y prodiu-tora liinifaii'i sus a<-tivi(lados > lamonte a nuostro país? — N o . .Vpovada «oiuo está i>or Tobis, bi Km prosa má> imt>tMtaiito do Europa on estas (ios ramas, nuestros fihns rmirronin todoí» los países dol viejo Continente. L a Casa Tobis, iH)seedora de la patente de sonido Tobis Klaugfilm, miya setio radica en .\nisterdam, tiene la siguiente importantísima organización indei^ondiente en cada capital, aunque ayudada por ella en su totalidad: en Ixjndres, distribución y im teatro propio para exhibir sus films; en Paris, Estudios, producción y distribución; en Berlín, tres productoras—eí grupo de Estudios más importante de Europa—, con una labor de cincuenta a sesenta films anuales y distribución; en Praga, hstudios, producción y distribución; en Viena, los antiguos Estudios Sascha modernizados, producción y distribución; en Zurich y Bruselas, distribución solamente, y en cuanto a España, la C. E . A . , con sus Estudios, Hispania Tobis y la D . E. S. A . , tres Sixjiedades exclusivamante españolas y totalmente independientes entre si y con relación a la Tobis, pero íntimamente ligadas a ella para un fin común. T o d a esta organización internacional puede ser de gnm utilidad a nuestra producción, porque el intercambio de films se efectúa de una forma perfecta y ventajosa para todos. Así nosotros, por medio de Hispania Tobis, que cuenta y a con central en Madrid, al frente de la cual figura Lms Garrido, cuya competencia y actividad es bien conocida, y una red de sucursales propias por toda la Península, distribuiremt)s una selección de lo producido en Paris, Berlin, Praga y Viena, y todos ellos se harán cargo de los films que nosotros editemos. Asegurada de eata forma » u ex-

cn el numdo. ¡CVtmo no ha de ser asi, si Es] 11.1 toda (w una fu«»ntc de belleza, con mi caudal inmcn.so o inagotable! —Para tinlo oso son necesarios buenos elementos tócnicos y artísticos. ¿Cuentan con ellos? Esa ha sido otra de nuestras grandes {)re(.( upaciones: la formación de personal capacitado. Ilaíáa ello han ido empleados buena parte de nuestros esfuerzos. Y crea usted (pío me encuentro satisfechísimo de los resultados. H o y , C. E. A . — d e la que es alma don Rafael Salgado, hombre admirable, de una clarividencia y un entusiasmo extraordinarios—posee elementos de los que se muestra orgullosa. Entre ellos quiero destacar a Miguel Poreyra, director técnico de los Estudios, hombre joven e inteligente, de una gran capacidad; a Eusebio F. Ardavín, director artístico y uno de los mejores directores con que cuenta hoy nuestro cine; a León Lucas de la Peña, ingeniero de sonido, que nada tiene que envidiar a sus colegas internacionales; a Luis Marquina, también ingeniero de símido, en quien hay, además, un gran director; a í M u a r d o G . Maroto, jefe de montaje y director de mucho porvenir, creador de un nuevo género en el eine español, con sus parodias celebradísimas; a José Maria Torres, magnifií^o decorador y artista sin par; al jefe de iluminación. Guerrero, uno de los mejores hombres de C. E. A . ; a Ángel del R i o , montador y operador, para el que ninguna actividad cinematográfica tiene secretos; a Ricardo Torres, operador en el que tengo puestas grandes esperanza»; a N o v o a , el veterano y gran fotógrafo; a Esteban Muñoz, jefe de servicios técnicos; a Custodio, jefe de proyeccionistas-; a Jacobo R i v a s , secretario de la Sociedad y uno de mis - f"i.íi-i.L-ta.-, entrañables y cfií-a* coln-

¿ Y lu D . E. S. A . qué proyectos abriga? L a D . E. S. A . , ScKÍedtd !ndej)endiente de C. E. A . y de Ilis[>ania Tobis, aunque ligada a nuestros proyectos, compuesta j>or los señores Suñer, Salgado y y o , con el señor Pedrol como secretario, ha emprendido con toda intensidad la (X)nfección de material corto en sus diferentes aspectos. Exactamente lo que usted ha pedido desde CINKORAMAS tantas veces. Mostrar P^spaña al mundo a través de sus industrias, sus costumbres, sus monumentos y su arte. Estos films, realizados de una forma bella y eminentemente cinematográfica, se harán también en versiones extranjeras para hacerlos llegar a las lenguas más importantes. Además, queremos apoyar a los jóvenes—directores, operadores, autores— que lo merezcan y que éstos films cortos sirvan, como usted ha dicho, de escuela p a r a l a formación de nuevos elementos técnico-artísticos. L a ¡¡roducción la han iniciado y a Carlos Velo y Fernando G. Mantilla con cinco películas: Tarragona, Galicia, Santiago de ComposUla, La Alhambra y L o « faraoneg del Albaién. Y a éstos seguirán otros dire<-tores jóvenes con obras de gran interés doíiimiontal. — E l proyecto es en .sus tres partes^—prodn ción grande, producción corta y distribución de una gran amplitud y de un indudable gi éxito. Y o se lo auguro desde lut^o. — N o creo equiv(K;arme. Confío plena, ab;lutamente, en el triunfo. }*ero a<juí surge la preocupación eterna: necesitamos hombres; hombres jóvenes con capacidad, con ansias de aprender, con temperamento artístico. Crear nuevos elementos, porque en sus manos ha de apoyarse el futuro de nuestn» cine. Durante largo rato seguimos hablando. Y la v o z de Domínguez R o d i ñ o suena incansable, llena de brío, de entusiasmo y de fe, martilleando constante en lo que es su gran ilusión: producción española. — \lú \uu oncaiiiinodos todos mis pensamientos, todos mis esfuerzos—dice al despedirme. . F. H . - G .

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1 ..iiiiiij;,!,/. Aodind, ron don Mifjnrl Prrryín, i

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lo* tXudioa C. E. A., de Cindad Lineal pansión es como Hispania Tobis producirá en C. E. A . de siete a ocho peliculas anuales de calidad intemacicBaal, digna» de competir con el resto de la producción europea, más el material corto que realice D . E. S. A . —M£^;nífíco todo eso. —En el Extranjero piden, desean films españoles. Existe una gran curiosidad sobre nuestro pais porque conocen su glorioso historial artístico. Y en el aspecto cinematográfico, España no puede ser una excepción. Y o , que, como usted sabe, soy optimista por convencimiento, creo que el cine español conquistará un primer pues-

M 1 M- Marquina y rl prlSonal áe

mooiHACióN ORÁricA db coitís

boradores, y a todos, en fin, de los qne allí trabajan, destacando también la colaboración sincera, cordial y comprensiva de los autores dramáticos y compositores que figuran en el grupo de consejeros de C. E. A . Naturalmente que a estos elementos técnicos y artísticos se unirán todos los de valor que estimemos precisos, —^¿ABÍ, pues, C. E . A . entra en un nuevo período de actividad? —Con toda ilusión puesta en lo que ha sido siempre su deseo: la producción española Y ansiosos de superamos en cada o o r a ¡Si viera usted el entusiasmo que noa anima a todos!


fígaro OKDI^íAWA CREACIÓN

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I

SÓLITA

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CaroU- Lombard, bello y vivo exponentc de la mujer 1935, interrumpe au repoao frente al sol para dejarse retratar con objeto de que. una vez más, puedan ustedes admirarla

Í

Kxlhrr Itrodeirt ha sidaí prorlaiiiada ruiiiu la m u jer dr mib perfecta escultura de liollyvkood, y amiguitas y compañeras de la elegida com• m e b a n Ua armónicas jtroporciones de Eatber, por si el Jurado se equivocó».

1

/.« mliiHable delicia del baño de viento, cuya eficacia avalan los más célebre» médicos higienistas

A

si como el baño de sol, d. tan ran<no abolengo, ha cobrado aliora su auge máximo, el baño de viento, que figura en las más viejas terapéuticas como eficacísimo sistema de combatir determinadas afecciones, empieza ahora a aclimatarse entre aquellos que gustan de v i v i r en ]»leno aire las horas de asueto o de libertad de que disfrutan. Y a juzgar por la acogida entusiasta ((ue ha merecido de «ellas» y de «ellos», no es aventurado augurar que en breve plazo los baños de aire disputarán a los de sol, tan generalizados, su hegemonía. Por otra parte, el baño de viento tiene sobre el de sol — sin entrar en discusión acerca de las beneficiosas propiedades curativa de cada uno — la ventaja de que puede tomarse en toda época, y aun en los días desapacibles, adoptando, claro es, las debidas precauciones. Viento. .\ire. A i r e templado de los días claros, transparentes y soleados; aire fresco y sutil de las cumbres serranas; aire fuerte, bravio y iod.ado que el mar envía hacia la playa; aire saturado de algas, que nos envuelve después de debatirse violentamente contra los acantilados... ("luaKiuiera de ellos es saludable, beneficioso y eficaz. L a sucesión de temperaturas distintas intensifica y estimula la actividad de las papilas de la piel y ac-túa sobre ellas como un verdadero masaje. En los baños de mar, la permanencia de veinte minutos dentro


i

I.

de lana, de un jersey, de alguna prenda, en fin, que en un m o m e n t o determinado pueda ser necesaria. T a n pronto como se note el menor síntoma de frío, debe utilizarse la prenda que se lleve a previsión, y a que el tomar baños de aire no quiere decir, ni mucho menos, que se «pesque» alguna congestión pulmonar o un enfriamento. P a r a conseguir que el baño de v i e n t o se prolongue lo más posible, cuantos busquen en el aire puro un medio más de conservar su salud, deben dormir con las ventanas del dormitorio abiertas de par en par, contrarrestando, claro es, los efectos de la temperatura con la ropa de cama que su tolerancia del frío o del calor les aconseje. N o ha de olvidarse q u e los baños de aire no pueden ni deben ser tomados ilimitadamente. Antes al contrario, su práctica no es siconsejable durante más de quince o v e i n t e días sin interrupción, y sólo de v e z en cuando en el transcurso del año. P e r o siempre precedidos de un período de aclimatación o entrenamiento. El baño de aire. Dejar que el aire limpio y pruo de los claros y dilatados horizontes bese nuestro cuerpo casi desnudo, que lo bañe, que lo i m p r ^ n e , que gire en derredor suyo, quo le sature de los bravios aromas del m a r y de los fuertes e intensos perfmnes montañeros. Que estimule y active la circulación de la sangre, que, en suma, aciunule al organismo nuevas energías, ansias renovadas de vida, deseo de lucha. Que sea c o m o una nueva fuente de salud en la que el cuerpo fatigado halle nuevos estímulos. MIOSOTYS He aquí una fo-

— ¿laboratorio!*,

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¿8antuario?-y la

Hensarional:

Marlene

Die-

t r i r h , la e n i g m á -

tica Marlene Dietrirh, ha per-J m i t i d o q u e el f*

lógrafo penetftl rn su « b o u d o i n i

del agua U ^ a a hacerse excesiva para muchos bañistas, y en cuanto a los baño de sol, son indispensables muchos días de entrenamiento para poder resistir .sut; rayos, sin perjuicio de la salud, más de media hora. El baño de aire, en cambin puede durar, a v e c e s , t o d a una j o m a d a . Desde por la mañana, en vuestras h: bitaciones íntimas, debéis comenzar la práctica del baño de v i e n t o , permaneciendo total o casi totalmente desnudos. L a toilette, asimismo, debe hacerse desprovistos de ropa. Seguidamente, y después de un intenso masaje que estimule la circulación de la sangre y produzca en vuestro organismo i m a v i o l e n t a reacción, salid a la intemperie, con i m a in- ' dumentaria lo más sucinta posible (un short, ima camisa o una bluj*" sa sin mangas y unas sandalias cómodas), y dirigios al campo, aM mar, a la montaña... Es lo mismo. E l v i e n t o es igualmente sano e n r todas partes cuando se respira libremente, y tanto da que s u ^ efectos nos alcancen en la p l a y a como en la cima de un m o n t e . Sus beneficiosos efectos nos llegarán de todas suertes. Cuandoj os halléis en plena práctica del baño de aire, debéis tener e cuenta las siguientes observaciones: A la sombra, prescin<ii¿ del sombrero. N a d a tan grato ni tan saludable como que o l v i e n t o acaricie los cabellos y refresque nuestro cerebro l i b n f l mente. Cuando los baños de aire se tomen en la playa, h l ] ^ | que renovar frecuentemente el aceite «solar» con que d ^ f l embadurnarse el cuerpo, para e v i t a r la c m d e z a de loa rayos d e sol. Durante la j o m a d a se debe permanecer desnudo casi por completo, con obj e t o de que toda ella sea un constante y rtmovado baño de viento. N o hay que olvidar, sin embargo, que es absolutamente indispensable ir p r o v i s t o de una capa

itorprenda, con su indolente gesto habitual, en ^esa «irnnur> innima y hasta ahodeMT» ñor ida drl mundo..

I Renier y Casey, pénlicas y bellezax iilálicas, s r í-Muestran en |U foto ligeriI de ropa y esMas d e map i i a j e . . . i», in persuaI de su herBManrat-


j„ pe lbs ictio É f f j t ó g ^ üoa consta la buena voluntad del señor Chapapríeta, y nosotros, como vamos a visitarle esta semana. Y las partes interesadas en el pleiLa verdad no es eosa fungíbir que se eonsuma eon «I uso. Por eso, vunos to, ¿cuándo lo harán? Hay que eomparetrer, señores, hay que eotnparecer para que el pleito no a repetir una vez más lo que hemos dieho eieato: la exeneión do impuestos al einema español está virtualmente lograda. El ministro de Haeienda se llalla ai§a estacionado, o se sobresea, o se falle en rebeldía con costas del 7,50 a los dispuesto a haeer justicia a nuestra produeeión; pero "a instaneii tie p«rte", ifatribuldores. L'stedes veráu. Es la eentésima papeleta de citación que p a porque-tanibién lo hemos dieho repetidaí^ veces-no es eostumbre que la H a - samos a lt>s productores y distribuidores. A. G. cienda acuerde "de oficio" suprimir impuestos. H A Y QUE

COMPARECER

Este impuesto, que nació a raíz del Congreso Hispanoamericano de Cinematograña, fué justo en su principio, aunque luego se desnaturalizó. Y fué justo porque tuvo como causa de su creación un fraude que dañaba grandemente al Erario. Consistía este fraude en que se hacían entrar películas extranjeras sin pagar derechos de .\duana8, dicieiulo que era para vigionarltu. Una vez en España est^s peUculas, se hacía tm contratipo y se reexpedían al pais de origen, para luego sacar del contratipo tantas copias oomo fueran necesarias y explotarlas en España sin haber satisfecho Icis derechos de Aduanas. I)e este manejo tuvo noticias fidedignas el ministro de Hacietida, y por considerarlo ptmto menos que inevitable, instituyó el impuesto de que nos ocupamos, qne, en su nacimiento, era del 15 por lOt). pagado yor mitad entre los importadores y os cinematógrafos. Estos pn)te8taron; se atendió la protesta, v quedó reducido a! 7,:>0 por Í(¥X' Y ahora viene lo monstruoso: un impuesto que nació, en cierto modo, para proteger ia industria nacional naciste, se aplicó como compensación de esta rebaja a todas las películas, sin exoe{Áaar las nacionales. Esto es lo qne no debe tolerarse. Ija peUcula española., hecha en España y por artistas, técnicos y trabajadorefe españoles, con capital español, debe estar exenta de toda clase de imptiestos. Y no sólo las peliculas españolas, sino la maquinaria y material necesario de forzosa importación, jKtr no produc-irse en nuestro país, para la confección de estas peUculas. Ltum Artola, direetar. El mejor eiubaja<lor de i<«s Goftara la difusión de la «cultura, «istumbres, turistmi, etc., eU-., es la cincmaüigrafía. Asi, vt^tHis a todas las uacioiujs preocuparse |)or bÍOTHM

crear tma produtx-ión propia y nacional. Como a tal embajador, el Estado debe librarle de todo a q u e llo que signifique u n a traba p a r a el buen éxito d e sus gestiones. Por 1 o tanto, y a que el Estado español parece no estar decidido a proteger esta industria, lo menos que puede hacer es demostrar un p o c o de inten'librándole de todo tributo. Creo un deber del Gobierno el reflexionar sobre el trabajo que la cinematografía proporciona a obreros y artistas. Un cariñoso saludo a CINEORAMAS, deseándole suerte en esta dificil cami)aña. Rafael Etcriña, diredorgermte 4e loe Edmáioe Cir nematográfioos Roptemee. Se asombran machos de que el Estado español se encoja de hombros, indiferentwoente, a las insistentes llamadas que se le hacen en nombre del cinema Asombrarse de eso es, realmente, desconocer la tradición y cmt en un inextricable pecado de ingenuidad. Y sin embargo, aun conociendo esa tradición nieltmcólica,es necesario Uamar, una y o t r a vez,

a la

puerta del Estado, p a r a q u e ese gesto indiferoite se c a m b i e ea aliento y hasta

en

{Mxttec-

ción. El ejemplo nos llega de fDen.Hsyque pedir, « • primer término, la supresión de ese hiperbólico impuesto sobre nuestra producción, y después, tma acción coordinada del Estado en favor de nuestro cinema Es preciso tr a una labor eficaz, utjast^iente, inteligente. Nada recibi(> luwta alHtra el cinema del Estado; jieru es precisamente ahora

cuando nuestra producción, ya en tm derrotero seguro y ante un despejado horizonte, puede alzarse ante ese Estado y reclamar, con títulos de total justicia, la atención negada hasta hoy. El indiferentismo oficial debe i^uñalarse a sí mismo, cambiándose por una acción alentadora y razonadora, por una efusión noble y Intima. Joaé Montero Alonso, Redactor de Prensa Gráfica. Ante todo, felicito a CINEORAMAS {Kjr la campaña emprendida en pro de la cinematografí.i nacional. Es verdaderameii e di;loroso ver que mientras en otros países so mima a esta industria, ya flor cíente e n ellos, en España no solamente oo se la tiene en consid ración, s i n o que la ahogan eonimpue8to.-i,

apenas nacida Creo, por lo tanto, que no sólo deoe el Estado librarla de todo género de impuestos, sino que debe protegerla decidida y generosamente. El incremento de la cinematografía podría ser un arma muy eficaz para remediar el paro obrero. AtUomio F. Booes, ingeniero jefe de Sonido de loi Estudios Roptence. Ija. exención de impuestos al cinema español es necesaria en estos momentos, en que, rodeado de dificultades, desconfianzas, inexperiencias y un rival podenm) como l a ci^^^^^^^^^^^ nemato . a l í ex Iránjer , 1 cinema rapa ñol ini ia bus primer s pasos. C mo no se trata me amente de una industria, sino también d e uo arte, el Estado está obligado a procnrar su desarrollo, e n v e z de difi-

cultarlo con ímpue>t<«s excesivos e

incomprensibles. Y si hasta ahora no ha hecho nada en su favor, es, sencillamente, porque no se ha dado cuenta de la importancia de esta industria-arte, que en todos los países goza de un trato merecido de favor. ¿Cabe atribuir a otra causa este desvío del Estado? Octavio F. Roces, subd rector-gerente y jefe de Laboratorio de los Estudios Rop tence. {Nad i de mpuestos! Porque un impuesto, aun siendo insignifi(-ante, puede servir de j) etexto para presentar malas películas. La cinematografía nacional, que c o n 8\i pobretería artística, técnica y financiera no corresponde al favoi- con que la acoge el piiblico, tiene la vital necesidad de n o poder disculparse, y por esto, sólo por esto, merece no sufrir la menor traba. ¡Y nada de favor! El favor os el pan de los incapaces, y. en general, enerva, da laxitud, a b r e rampa d e descenso hacia el dolce far niente. Para nuestro cinema serí un peligro el auxilio oficial; en cambio, resultaría beneficiado con importantes c ncursos, celebrados anualmente, para premiar e<^'onómi'-amente a los autores de los mejores film. El premio es estímulo y justicia; el auxilio, por el contrario, 8up(me favor y enervamiento. Ahora bien: los críticos cinematográficos no necesitamos la disculpa. D «de luego, jiedimos que nuestro cinema, recién nacido, se vea libre de gravámenes; pero no hemos de olvidar que, con impuestos o sin ellob, lo que el cine nacional nec-esita del Estenio es la formación de ingenieros, ojieradores, etc.; personal técnico bien capacitaflo. Y de iHtsotros, defensa horra de person;'lismos, en itrinier lugar, y en segundo, critica severa y bien intencionada. /. García Pnuias. redadorjefe de *{iuiri<f{ty de espectáculos .


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Bibiioteea de

¡Pobre conde Marenzi! Todos sus bellos sueños acababan de irse al agua. Adiós pesca a caña; adiós veladas en zapatillas, junto al fuego; adiós lecturas agradables junto a Arlette en la cabana de Italia. E n cambio de esto, tendría que luchar ahora, durante varias semanas seguidas, con esta especie de dragón con faldas... ¡ Y lo terrible era que no había más remedio que someterse! Entretanto, la señora Vécart abría melancólicamente su estanco. Su yerno acababa de advertirle la desaparición de Arlette. Betty no se encontraba tampoco por parte alguna. ¿En qué iba a parar todo esto. Dios mío? D e pronto, Betty entró como una exhalación en el estanco, gritando: — M a m á , mamá, Arlette no se marchará ya. —¡Pobre hija mía! N o se marchará..., porque se ha marchado ya. —¿Cómo? —Sí, hija mía; su marido acaba de decírmelo. E l pobre está desolado. —Entonces yo no entiendo una palabra de todo esto.

tJMftCUnJOA —Pues bien; y o voy a explicártelo todo—dijo R o berto, que acababa de entrar en el estanco de puntillas—. T u hermana se ha escapado con mi padre. Y yo..., yo vengo a pedirte que te escapes conmigo también para un bello viaje que durará... toda la vida. —Bueno—contestó tranquilamente Betty, abrazándose a su cuello. Todavía no habla vuelto en sí de su desorientación la señora Vécart, cuando una nueva pareja hizo irrupción en el estanco: eran Arlette y su marido. —(Querida mamá, querida mamá!—gritó Antonio alborozado—. Arlette ha vuelto, y para tenerla alegre me la llevo a practicar unos deportes de invierno... —^Entonces esto quiere decir, Arlette, que vas a ser formal de una vez—inquirió la señora Vécart. — L o vas a ver y no lo vas a creer, mamá. —Bueno, pues entonces os presento a estos dos novios: Betty y el conde Roberto Marenzi. Vamos a dejarles un momento solos, porque tienen muchas cosas que contarse. Y uniendo la acción a la palabra, salió del estanco llevándose por delante a la pareja reconciliada.

L A A V E X T U U A DE U N A NOCIIE

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huyó por la habitación como un relámpago. Se esconCompadecido, la instaló sobre un cómodo canapé, dió detrás de los muebles; se tapaba con cojines; pero la tapó con una manta y la arrulló como si fuera una su vestido blanco la delataba en la obscuridad, y R o niña. Y Betty, mimada así por el hombre al que ella berto pudo atraparla inmediatamente rejjetidas vequería ya, se durmió dulcemente, sin enterarse sices. En una de ellas, intentó besarla de nuevo; pero quiera de que él también estaba enamorado. Petty protestó a gritos; —Déjeme. N o vale. Tiene que encender la luz. — N o la encenderé. T e tengo en mis brazos. N o te soltaré. CAPITULO V — E s usted un tramposo. ¡Socorro! N o me bese. E n este momento el ruido de una puerta abierta L a tía Virginia estaba furiosa por una aventura que de pronto descendió desde el piso superior, y la tía Virle había sucedido aquella mañana. Cuando había enginia, en camisa de noche, apareció sobre el hall que trado de improviso en casa de su sobrino, el día and a b a al salón. terior, traía puesta una pelliza que databa de lo meKoberto y Betty no tuvieron más que el tiempo nos treinta años antes. Completamente pasada de preciso para ocultarse detrás á>? un sillón, desde don- moda, daba a la pobre vieja un aspecto extravagante le podían admirar sin ser vistos la extravagante que hacía recordar la figura de un leñador tirolés. L itlette de la vieJA arpía: una larga camisa de noche, de Su sobrino, por pura condescendencia, le había dipeí cal, cerrada hasta el cuello; un gorrito blanco crucho que la tal pelliza era de una elegancia suprezado de través sobre su cabeza; u n » blu.sa ridicula atama; pero ella—mujer al fin— se percató de que esto da por una cinta. no era más que una burla sangrienta. D e modo que a Betty estuvo a punto de soltar la carcajada. media mañana preguntó a su sobrino: —¿Qué e> eso?—preguntó. —Oye, ¿sabes tú si el peletero Tonichek sigue vi— U n antepasado; una vieja tía que tendremos nue viendo en el mismo sitio? ¿Sí? Bien; voy a verle. 'l.írar unos cuantos días. ¿Crees tú que podrá hacerme un abrigo que me vaya - E s bonita. ¿Verdad que es bonita? bien? Entretanto, la tía Virginia aparecía cn el hall visi— Y a lo creo; él es capaz de todo. blemente encolerizada. El temblor de su mano se —¿Cómo? transmitía a la vela que llevaba para alumbrarse, pro—Sí, sí... Quiero decir que es el mejor peletero de duciendo en la habitación sombras y claridades fantoda Viena. tásticas. A l fin, sin pcxlerse contener, gritó: — ¡ A h . ya! —¿Pero quién cs el que mete un escándalo seme— A h o r a que yo no te aconsejo que vayas allí. jante? D e b e de ser el mismo diablo en persona. Por —¿Por qué, querido sobrino? supuesto, no permaneceré ni un minuto más en esta —¡Oh! casa. Q u e me preparen mis maletas. A q u í no hay — Y a no soy joven... Estoy hecha una facha... medio de dormir. — N a d a de eso. Y bufando furiosamente, se volvió a su habitación. —Déjate de galanterías tontas. Y o sé cómo estoy Betty y Roberto estaban en el primer momento asusya... tados; pero cuando la tía Virginia hubo desaparecido, — P e r o luces todavía la ropa, querida tía... pudieion reírse durante un largo rato a mandíbula — D e acuerdo; pero yo no quiero sentirme molesta. batiente. En fin, voy a ver a ese peletero para darme cuenta Roberto estaba decidido a aclarar la situación. Por de sus habilidades. V o y a encargarme un abrigo de un lado, empezaba a sentirse prisionero de los encanpieles. tos de esta deliciosa criatura; del otro, quería saber Y minutos después la estrafalaria vieja entraba en exactamente si Betty era o no una ladrona vulgar. la tienda de Tonichek como en un país conquistado. — D i m e francamente, Betty: ¿Dónde has cogido tú Tonichek y su dependienta apenas si pudieron conel abrigo de pieles que traías cuando has venido? tener a duras penas la risa al verla. Pero esta risa hizo —¿Por qué? explosión al fin cuando la tía Virginia, con una voz —Ese abrigo no puede ser tuyo. E s demasiado caro hombruna y autoritaria les pidió que le mostraran para una mujer como... ¿O es que eres una aventulos mejores abrigos de pieles que hubiera en la tienda. rera? —¿Para usted, señora?—preguntó Tonichek. Betty acabó por darse cuenta de su imprudencia; —Claro que para mí. ¿Para quien quiere usted que pero, en suma, era mejor confesarlo todo de una vez; sean? — E s cierto; ese abrigo no es mío. Se lo he cogido a —Perdón, señora; yo pensé..., yo creí... mi hermana Arlette. Y ella me ha dicho que era —Usted no tiene nada que pensar, ni creer que... usted el que se lo había comprado. Sí; como se van — E s t á bien, señora. a marchar de viaje mañana por la mañana... P o r eso: —Enséñeme sus abrigos. por impedir ese viaje le estoy persiguiendo a usted L a dependienta, conteniendo la risa, le empezó a desde ayer por la tarde. mostrar algunos; p)ero la vieja protestó inmediataAsí, todo quedaba exphcado con perfecta claridad mente. a los ojos de Roberto. Betty—pensaba él—ha queri— N o , no; nada de entenderme con la dependienta. do salvar el honor de su famiUa impidiendo el viaje Atiéndame usted, señor mío. de su hermana. Se acordaba ahora de que su padre Tonichek, haciendo de tripas corazón, le presentó le había hablado de una nueva conquista, una bur enseguida un magnífico abrigo de cibelina. guesita con la que pensaba irse a Italia. —¿Cuánto vale esto?—preguntó la tía Virginia. —Escucha—dijo al fin—; te creo. Pero y a que de— P a r a usted, señora, dos mil quinientos chelines. cididamente no quieres dejarme, no tendremos más —¿Dos mil quinientos chelines? Usted está loco, remedio que dormir los dos en este salón. Y te promeamigo mío. ¿O es que me ha tomado usted por una to que entonces no me marcharé. Vamos, ven aquí. nueva rica?


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Itiblioleea de

LA AVENTUHA I»E UNA NOCHE

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—Señora, teniendo en cuenta su figura... —^Dígame, si so atreve, que yo soy una mujer mal conformada... — L e j o s de mí tal pensamiento... — ¡ A h ! E n fin, no me gusta. Enséñeme otras cosas. A l décimo abrigo sacado por Tonichek, la tía Virginia halló uno de su gusto. Pero le estaban tan extraordinariamente cortas las mangas que Tonichek y su dependienta la tuvieron que convencer de que era preciso arreglarlo antes, tarea en la que se invertiría un par de días. — N o puede ser—rugió la tía Virginia—. Y o tengo que marchar mañana mismo y quiero llevármelo. — E n ese caso—volvió a ofrecer Tonichek—espere usted un momento. Y entrando a la trastienda salió de ella poco después con un abrigo de pieles antiquísimas, de cabra de Mongolia, que tenía retirado de la venta por inservible. —líjese usted en éste, señora; estoy seguro de que le tentará admirablemente. — A ver, traiga usted. V o y a probármelo... ¡Oh, sí; tiene usted razón, me va muy bien! M e quedo con él. ¿Cuánto vale? -^Trescientos chelines, y hace usted un negocio estupendo. —Está bien—dijo la tía Virginia—. Pero yo no puedo pagárselo ahora mismo. N o he traído bastante dinero encima. — E s o no tiene importancia; usted me firma la factura y ya iremos a cobrársela a su casa. — M u y bien. Pues mándemela usted enseguida al palacio Marenzi. Y o soy la condesa Marenzi. U n rayo, cayendo a los pies de M . Tonichek, no le habría producido una emoción semejante. ¡Con que la condesa Marenzi! D e modo que se trataba de toda una banda de ladronea, organizada en toda regla. ¡Ahora vería este estrafalario fantcismón! — ¡ A h ! , ¿con que es usted la condesa Marenzi?—gritó furioso. —Naturalmente... ¿Quién quiere usted que sea yo? —¿Usted? Pues bien, usted va a venir ahora mismo conmigo a la Comisaría. Y diciendo y haciendo, intentó cogerla por el brazo. —¿A la Comisaría yo? ¿Yo? Usted está completamente loco, amigo mío. Y de un vigoroso puñetazo le arrojó contra el mostrador, mientras seguía vociferando: — A n d e ; vuelva usted a cogerme otra vez. Avise a la Comisaría. Y o soy la condesa Virginia Mareiui, ¿me entiende usted? Y en cuanto a su abrígo de pieles, su ridículo abrigo..., se lo puede usted ginrdar. Y con el aire majestuoso de una reina salió de la tienda, dejando a Tonichek con la boca abierta y sin saber qué partido tomar. A l día siguiente, Arlette, que se había escapado subrepticiamente de su casa, esperaba llena de nervosismo al conde Marenzi en el tren que debía llevarles hacia los bellos cielos de Italia. Este, en efecto, no tardó en aparecer, — H o l a , querida amiga—exclamó al verla, después de haberla besado galantemente la mano—. ¡Qué alegría de encontrarte al fin aquíl — L a alegría es para mf, querido conde. —¡Eres encantadora! Pero ya verás, ya verás qué felices vamos a ser los dos juntos. T e he alquilado una deliciosa oatMiña de pescadores a la orilla del mar...; allí seremos el uno del otro en plena soledad. N a d a de palacios..., nada de cosas mundanas..., nada de cabarets... Sanas distracciones..., buenas lecturas..., paseos por la orilla del mar... Y por la tarde pescaremos a caña y haremos deliciosas veladas en zapatillas y junto al fuego. Mientras hacía esta enumeración de los «placeres» que les aguardaban bajo los bellos cíelos de Italia, el conde no se había dado cuenta de la transformación que había sufrido el rostro de Arlette. ¿De modo q u e ^ p e n s a b a ella—yo he dejado a mi marido, con el que me aburro mortalmente, para venir a caer en la misma vida fastidiosa y monótona con un viejo achacoso? ¡Ah, no, eso sí que no! Eso no estaba hecho para ella. Ella quería dejarlo todo, pero por algo que valiera la pena, no para ir a aburrirse como una ostra al lado de este hombre reumático. Aprovechando la oportunidad de que el conde había descendido del vagón para comprar los periódicos, Arlette tomó sus maletas y se precipitó en un taxi, que diez minutos después la dejaba en su casa. A l montar nuevamente el conde en el tren apenas si tuvo tiempo de preguntarse cuál podía ser la causa de la desaparición de Arlette, porque, en efecto, un minuto después se presentaba allí la tía Virginia, la cual, como sabemos, había decidido marchar aquella misma mañana hacia sus propiedades de Schenegg. —¡Hola!, querido—le saludó al entrar—. N o se puede negar que eres un miembro de nuestra familia. ¡Oh, qué dehcadeza la tuya, habiéndote anticipado a sacarme el billete y a guardarme un buen asiento junto a la ventanilla!


la con su amor, etc. Puede escribirla a Paramount Studios, Hollywood (California).

FÁCIL f Barcelona) .~Ks usted joven y tiene gran entusiasmo..., pruebe en nuestro Concurso fotogénico, enviándome el cupón con los datos exigidos, y la fotografía que tengo en mi poder es valedera para el Concurso. RAÚL R E Y (Utrera).—No es Miguel Fleta el que trabaja en esa película, y sí es Klanquita Pozas quien desempeña ese papel en la peUcula Crisis mundial. Este señor desearía conocer la letra de las d()s canciones que canta Fernand Gravey en la película El hijo improvisado. Muchas gracias a quien las envié. MARI GONZÁLEZ (Madrid). N o son hermanos los dos artistas que me menciona. F:1 reparto de Torero a la fuerza es el siguiente: Eddie: Eddie Cantor; Rosalie: I.yda Roberti; Ricardo: Robert Young; Anita: Ruth Hali; Pancho: John Miljan; Alonso Gómez: N o a h iieery; Pedro: J. Carroll Naish; Crawford: Robert Emmelt O'Connor; José: Stanley Fields; González: Paul Pocasi; Dalmores: Julián Rivero; Martha Olicier: T h e r e s a Maxwell Conover; Deán: Walter Waiker; Red: Ben Hendricks, Jr.; Sidney Franklin: Sidney Frankiin. Dirigida por Leo M e Carey. U N PACI.'ISTA HISP.^NOAROENTINO (I.u^o).—Cuando escribo estas líneas no sé yo (ni con seguridad la Casa productcjra) cuándo se va a estrenar esa película; pero tenga la seguridad que antes de fin de año se pa.sará en Madrid.

\NTONIO CARRETERO MORA1.KS ( Valencia). Para eso es mejor escribir a una Ca.sa prtv ductora (apañóla, por si les interesa el argumento. .\.NT,EL CARBO.NERA (.Uhacete).—Recibí su canción, lo cual se lo agradezco mucho; y la fotografía, si no se ha publicado, es que será defectuosa. VENTURA SÁNCHEZ (Cartagena) V A . ARTILKS (Granada). Sí, se han recibido. MARIANNE (Madrid ) .—Solamente tengo en mi poder la carta on que me envías las canciones, lo cual te lo agradezco mucho. El reparto de La feria de la vanidad es el siguiente: Becky Sharp: Miriam Hopkins; Amelia Sedley: Francés I>ee; Marqués de Stcyne: Cedric H a r d wicke: L a d y Bareacres: Billie Burke; Miss Crawley: Alisón Skipworth; Joseph Sedley; Nigel Bruce; Rawdon Crawley: Alan Mowbray; George Osborne: G. P Hontley, Jr ; Pitt Crawley: William Stack; Sir Pitt Crawley: George Has.sell; Duque de Wellington: William Faversham; G e n e r a l Tufto: Charles Kichman; Duquesa de Richmond: Dorio Lloyd; W i lliam IXíbbin; (>>lín Tapley; LonI Tan]uin: Leonard Mudie; Briggs: M a y Beatty; Bowles: Charles Coleman; I.ady Blanche: Bunny Beatty; Mi.ss Flowery: l'inis Bartón; El Príncipe Regente: Olaf Hytten; lifme: Pauline Garón; Sedlev's Page:

James tlambone Robinsón; .\Ii.ss Pinkerton: Elspoth Dudgeon; L a criada: Tempe Pigott; I.a<iy Jane Crawley: Üttola Nesmith. Dirigida por Roubén Mamouhán. El reparto de Gtacia y simpatía es el siguiente: Shirley: Shirley Temple; Eddie Elli-son: James Dunn; K a y Ellison: Claire Trevor; l ^ r r y Scott: Kay W a i ker; Jane: Dorothy Libaire; Welch: Alan Dinehart; Trigger Stone: Ralf Harolde; l'lannigan: James Flavin; .Mr. Carson: Richard I'ucker: Mrs. Carson: Olive Tell. Dirigida por H a r r y Lachman. Como tú sabes, son innumerables los films interpretados por Gary Cooper y Charles Farrell, y en esta sección {bien a pesar mío) no te los puedo dar, pues f)cuparían un espacio considerable; ahora que si tienes interés por alguno, dfmelo. y si tengo el reparto, con mucho gusto te lo daré. Esta señorita desearía de mis «ayudantes» la facilitasen la canción que canta en la película Verónica Franciska Gaal y las canciones de la jx>Ifcula FJ novio de mamá. M u chas gracias a <|uien lo envíe E L JEREZANO X . \ Jerez de la Frontera), -^o, no, la mayoría de los exteriores de esa pelicula están realizados .en } ¿ r celona y Sitges. A l señor Her-

nández Girbal puede escribirle a la misma dirección que envía en esta carta. El reparto de Éxtasis es el siguiente: Eva: H e d y Kiesler; Emilio: Zomir Rogoz; Adán: Aribert Mog; Padre de Eva: l^eopold Kramer. Realizada en los Estudios ('«oigo-Film y dirigida por Ciustav Machaty. N o se ha deciílido nada todavía en el asunto de la encuademación, pero hay muy buenas impresiones, .\gradeciAos a sus elogios.

TOMÁS C . ( Bilttao) Y o tamJKÍCO tengo noticias de lo que hava ocurrido; pero tenga la se guridad que cuando escribí) estas líneas todavía no se ha celebrado. VIARÍA LUISA J Burgos). IAÍ siento mucho, .señorita; pero esas canciones no pertenecen a ninguna [telícula, y. por lo tanto, no «encajan* en esta sección. Pídame otra cosa..

R. L I B R I S ZAPATILLA ( ttua, Baleares ) . Sylvia Sidney nació en N u e v a Y o r k el 8 de .\gosto de S e i w l l M , S « » » r » » : | U « b « c a coii»«ío qoc AGRÍDÍCEiQio. Tiene el pelo rít*l N o prctcadiis TABDLTCCRC» soto con p r o d u c t o de locador; debéis también reconstituir T o í í t r o organismo; castaño obscuro y para ello precisa toméU E U P A R T O L , Tlgoriíador único los ojos verde-azul. para EL sexo femenino. Con el E U P A R T O L desaparecerán manchas, rojeces, Mide cinco pies y espinillas, ARRAGIS PREMATVRAS; obtencuatro pulgadas, y dréis OB cutU LIMPIO. E U P A B T O L ENdnreceri niestros senos, desaparecienpesa loo libras. do ia f l a d d c i T caimiento de éstos. Gary Cooper fué l E U P A R T O L , secreto de n e s t r a bellel a l E U P A H T O L cnra molestias T desquien la «descubrió» arreglos mensnales, DETCMÉNDOOS say quien la propuso LUD y hermosura. M a d r e s , no i b a n d o n é U la edad criUca... U pubertad DE para realizar con vuestras hilltas; ayudadles con E U P A R él la película Las T O L . Putnras madres. d e b é U lomar E U P A R T O L desde el quinto mes; tendréis un r l p i d o Y leilz parto, hitos sacalles de la ciudad, nos y robusto* (meforaréU la r a í a ) . Muchas ya conocéis donde tuvo un jx»Innumerables serelcios prestados pot este gran preparado; si lo Ignoráis, probadlo y os coneenceréis. sitivo é x i t o . Sus principales films son: Pescada en la calle, Madame Butterfly, Una tragedia humana. El milagro delate. Os presento a mt esposa, So.7.50

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malte N a c a r a d o

de Rosas

hemos de convenir que

"CARPE" para hacer desapare-

los

cer en el acto las pecas, man-

artistas

americanas

son las que van mejor maqui-

chas, granos, puntos negros, po-

lladas.

ros gas,

dilatados, pequeñas arruetc., y conservar durante

Fíjese en las fotografías de esta

todo el día un cutis suave y

revista o en las que se exhiben

mate, tan precioso como el de

a la entrada de los cines, y no

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verá en el rostro de ninguna de

admiramos.

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"CARPE", exactamente igual al

están

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