Revista Cinegramas - Nº.38

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R E V I S T A S E M A N A L

DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año Il.-Núm. 38. -Madrid, 2 de Junio de 1935

TOknO AL CinEIJlA ESPAÑOL

R •Hernán dez Gírba

Olly Cebaner y Manolo París en una escena d r «Poderoso caballera», película nacional, de la que es protagonista el popularísimo actor Casimiro Orlas

C

U A N D O presumíamos que el cine español había entrado con paso firme en el camino del é x i t o ; cuando t o d o eran señales de próximas victorias, promesas de un porvenir espléndido, la realidad nos hace caer desde la altura, trocando el optimismo en decepción. ¡ A nuestros productores se les ha parado el r«'oj! ¿Qué persiguen nuestros cinematografistas con esa manía de reeditar viejos films? ¿Qué ansias do renovación y de avance son las suyas cuando paran el reloj en la hora que marcó hace quince años? Rs un error completo. U n error de tan funestas consecuencias que puede dar al traste con la naciente industria ahora que se asentaba sobre base firme. Medítenlo. L a superación en cualquier manifestación artística se consigue avanzando. l*ues bien: los que ahora gobiernan el cinema español nos han descubierto una nueva fórmula de perfec(;ión: los avances en esta industria se consiguen retrocediendo. Díganlo, si no, algimas de I a « prodwíciones que actualmente se filman y las que se empezarán muy pronto. Casi todas correspcmden a la éjioca del cine mudo. P a r a completar el ciclo y sentirnos transportadlos a la antigua producción española, quitándonos de encima, al paso, algiuios años, no faltan más que Malvaloca, Kl Das de Mayo y Luis Candelas, pongamos p o r pelícidas O l i a lílscudero y l.uis desgraciadas, que a pesar Gómez ("cl Ksludiantet) de su título famoso- -ese en un momento de tan cacarea<l<i título <pie emoción de la versión sonora de »K,l niño de ustedes buscan con afán, las monjas», realizada señores p r o d u c t o r e s — , por José Itusch en los fueron tres fracasos coml^studios Ballesteros pleto.^, contribuyendo basTona Film


tante a la inestabilidad y derrumbamiento total de nuestra industria de entonces. X o alcanzamos, no liemos podido jamás alcanzar qué propósito guía a las Krapresas de producción para bacer semejantes films. ¿Quién les aconseja? Nosotros creemos que son sus enemigos los que les soplan al oído. Y lo peregrino del caso es que son ellos mi.smos los que hablan de alentar la industria, de abrir para ella nuevos C6uninos y de consolidarla definitivamente. ¡Bravos propósitos, pero tristes realidades! ¿Alentarla volviendo la vista atrás, en lugar de mirar a lo lejos? ¿Abrir nuevof. caminos cuando no hacen .'^ino andar por los que tienen las huellas de mil plantas? ¿Consolidar de<;epcionando? X o entendemos este galimatías. Tal vez es de alcance tan profundí», tan calculado y certero, que se escapa a nuestra pobre imaginación y a nuestros escasos recursos de negociante. 8in eFubargo, lo que vemos nosotros a través de tanta desorientación y falta de sentido cinematográfico, lo que presentimos peligroso para la industria que c<»n tanto entusiasmo como fe defendemos, es esa vuelta al pasado. Jamás debe volverse la cabeza para caminar por la .senda del arte. Y mucho menos como cuando en este caso detrás quedó una labor vulgar, anodina, de tan escasa contextura artística que murió lentamente entre la indiferencia de todos. Y esto—el pasado estúpido, el pasado ausente de todo—es lo que se quiere volver a estos días. ¡Seguimos sin comprenderlo! Es como si para salvar al teatro que expira entre bazofia y podredumbre fiaran las Empresas en los dramones de Echegaray, en las ingenuidades de Vital Aza y en los versos altisonantes y huecos de l^'ipez de A y a l a , así los presentaran con el más genial de los decorados y la más maravillosa postura escénica Y esto as concretamente lo que pieasan hacer nuestros productores cineraatí^ráficos. Adornar viejas cintas con técnica moderna. Vestir a la mona de seda N o quieren comprender que el film español, para triunfar, necesita, más que perfección t é c - . nica, contenido, aliento artístico, enjundia cinematográfica, que no excluye de ninguna forma BU comerciaJidad, aunque algunos lo crean así. L a técnica es la parte mecánica del cine.

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Vau iníere»«iiíe fo(o del film docunienlal «Alniadrabafi», realizada por Carlos Velo y Fernando G. .Mantilla p a r a Ciíesa

L a técnica se aprende. L o que no se estudia, lo que surge aspontáneo a través de un temperamento artístico, es la belleza, cualidad que falta en todos nuestros films. Así, la belleza es lo que ha de buscarse. Por esto, lo indispensable, lo urgente, es crearla Y no puede lograrse rebuscando en un camino harto trillado, por el que cruzaron a su placer una y otra v e z desaprensivos, osados e ineptos. T o d a Empresa vulgar, sin embargo, se transforma en obra de arte cuando es tratada por la mano del genio; pero es que aquí no ha surgido t o d a v í a Conformémonos, por lo pronto, con una labor digna, honrosa, de superación constante, poniendo todo nuestro empeño en que así sea IJO que no podíamos pasar sin el comentario que merece es ese deseo tenaz de volver a l o pa-

sado, a un pasado vergonzoso que debiéramos haber tenido muy buen (cuidado de ocultar, en vez de exhibirlo de nuevo como muestra indudable de incapacidad pasada que tal v e z pueda convertirse, por una burla del Destino, en incapacidad de hoy. Así, aconsejamos a los productores españoles: Por el esplendor de nuestro cine, por su rápido florecimiento, huyan de cuanto sea adornar con nuevas galas obras que duermen en el olvido. Busquen derroteros inéditos, vean el cine en cine y olviden lo anterior. Donde hay que poner los ojos cargados de esperanzas es en el futuro. Den cuerda al reloj, pónganle en la hora actual y trabajen con fe; que cuando con buenas obras caminen hacia el porvenir, podremos decir que el cine español es una realidad.

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ilielia obra, que Don Carloí> Arnichri*, iluslrp autor del popular saínele «Don ^uinlin, el amargan», ron l.uis Marquina, director Je la verfiión cinenialo^ráfira <le .lielia F.Htudio» de la C. K. A., y l.uisita F*teso, Lui» lleredia, José Alfayate, l>eón Lucas de la Peña y el operador Beltran, artualnicnte ite rufda en los durante un deweanHo en el rodaje


el héroe de íanlos films del Oesk, 59 ha vislo 9nvuelco en numerosos proce505 de i^ran resonancia.

He aquí eJ rostro del famoso

guerras, resultando herido numerosas veoes. Su cuerpo es una criba, hecha a fuerza de caídas, puñaladas y balazos. Puede decirse que no tiene sano ni un solo hueso. L a muerte rondó cerca de él muchas veces, sin que hasta ahora haya podido hacerlo su\'o, no obstante los artículos necrológicos que le han dedicado casi todos los periódicos del mundo. A su lado resulta pálida la v i d a de cualquier otro caballista del lienzo de aluminio. Además as un hombre a quien se le atribuyen otras particularidades que van más allá de su propia existencia, aun tomando parte de la misma. En la ciudad del cine no todos le admiran por sus j)elículas, sino también {)or los procesos ruidosos en que se ha visto envuelto. En 1931 fué llevado a los Tribunales por el propietario de im circo, que le reclamaba trescientos cuarenta y dos mil dólares de daños y perjuicios por ruptura de contrato. Dicho señor alegó que el popuar vaquero,

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Tom Miz y Oorothy Sebastián en una escena del viejo film «El gato salvaje»

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Tom M i l en '1^ venganza d T o m » , su primera película sonora, hecha en 1932

L célebre astro d e la pantalla le admiran todos los chi quillos del mundo. ¿Quién no lo recuerda cabalgando a lomos de su inseparable caballo Tony? ¿ H a y alguien que no se h%ya sorprendido ante alguna de sus proezas captadas por la cámara? Antes y daspués de la guerra v i v i ó su gran período de gloria y las más bellas leyendas de ingenua emoción. Era cuando las muchachas dulces y románticas entornaban los párpados con rubor y soñaban con el héroe en la penumbra silenciosa de los cinematógrafos que se adornaban con grandes affiches suyos. El rey de los cow-boys, antes que actor, íué oficial del Ejército americano. Peleó en varias


Todos dijeron que si, moviendo afirma¿ivamente la cabeza, y entonces Tora pintó un gran letrero, que decía: «Toni/, come esto». A continuación se fué en busca del caballo, y señalándoselo con el dedo, exclamó: —^Anda, querido, léelo. Como viera el ani-

mal un saco de cebada donde le indicó su amo, se fué sin vacilar hacia él y se hartó de «leer»... por boca del estómago. Tony, el fiel compañero de T o m , fué jubilado por su dueño después de haber hecho su primera pelicuiasonora, Lavengama de Tom. Gracias al noble e inteligente bruto, el famoso caballista ha logrado amasar en el cine una fortuna que asciende a ocho millones de dólares. M A N U E L P. D E

SUMACAHHEHA

Tom Mix haririido rvolucionar a uno de su» raballos aniarslraóo»

contento con percibir un salario de diez mil dólares semanales, le había exigido un auto para su uso personal, el mantenimiento de dos caballos y un RoUs para las personas que componían su séquito. El antiguo ranchero de Texa.s, que asistía al juicio vestido de cow-hoy, no pudo menos que sonreír al escuchar la lectura de uno de los telegramas cruzados con el empresario. Fué leído por el abogado de su demandante, y decía asi: «El trabajo no me asusta; pero necesito mucho confort.* El fallo quedó a[)elado. Transcurría el tiempo. De nuevo el ex coronel uii.ster Lack T. Miller, que era el empresario en cuestión, v o l v i ó a deman<larle ante un Jurado, pidiendo esta vez que le fueran abonados noventa mil dólares. Pero tampoco consiguió nada, hasta pasados dos años, en que T o m Mix se vio obligado a hacer efectivos sesenta mil, sin aj)e ación judicial. VA inolvidable vaquero es dueño de vma interesante colección de revólveres de seis tiros, que años a t i i s fueron propiedad de famfwos bandidos y personajes del Oeste. Acostumbra a encender las cerillas apretándolas con la uña del dedo pulgar, cosa (jue má-> de una vez le ha costado algún pequeño disgusto. A cada xma de las damas jóvenes que trabajan en su compañía les hace obsequio de un sombrero similar al suyo. I . « vienen a costar veinte dólares cada uno; pero se los gasta contento, con tal de que lo usen, aunque .sea nada más que en una escena de cualquiera de sus películas. l>leva escritos más de cien argumentos, habiendo dirigido algunos más entre los trescientos ochenta y cinco que lleva interpretados. T o m Mix compra sus lazos a un mejicano, que los hace de una planta fibrosa del desierto, y al que conoce hace cerca de veinte años. Se halla en posesión de un verdadero arsenal de calzado: más de setecientos pares de botas y zapatos, muchos de ellos con sus iniciales graba<la8. IMrante su última enfermedad recibió mil setecientos catorce telegramas del interior de los Estados Fnidos y cuatro mil .«etecientas quince cartas de otras partes del mundo, especialmente de niños. Desde entonces se ha hecho más supersticioso y amigo de su persona. Cuando le invitan a alguna fiesta nocturna es sabido que T o m M i x , al dar las < nce, ensaya una sonrisa escéptica y se despide de sus amigos con esta frase: «Es hora de retiraime, señores. Mi salud no jtermite que trasnoche.» En cierta ocasión aseguraba a un grupo de periodistas que su caballo Tony sabía leer como im párvulo. A l ver que los chicos de la Prensa sonreían incrédulos, repuso: -liCs aseguro que es verdad. ¿Quieren que se lo deumestre?

Tom Mix y Claudia D e l l d u r a n i r un descanso en la filmación de »u printera película hablada «1.a venganza de Tom»


^Car/o^JernánJez C

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ORENO (ROSITA) nbre Tcrdadero, Gabriela Vínolas y no. Nació en Pachuca (M<jico) el i8 ^ k r z o de 1911. Sus padres, españoles, ^bailarines de fama en las tres Am¿I. Cuando apenas tenia tres años de 1, ganó sus primeros aplausos formansus padres el trio «Paco, la Pila. y Viela Victoria», nombre este último cambió luego por el de Rosita MoreSe educó en los Estados Unidos, 7 ^918 registró su primer gran triunfo I bailarina en Buenos Aires. En 1921 ;ó al pais del Tío Sam; su presentauite el público yanqui fu< en un núde revista titulado «Rosita», comb para ella por Harry Delf. No hubo d importante del T a s t o territorio en S no repitiera el éxito. Los célebres emsarios Shubert la contrataron para baien «Pleasure Bound», comedia musi| , que tenia como figuras destacadas a üe Pearl, Phil Baker y Aileen StanDe 1925 a 1929 fué estrella juvenil ^^^circuito Keith-Orpheum. AI advenim B l t o del cine sonoro, United Artists la . a Hollywood para actuai^Ri cintas •das en español. No llegó in^:er ninfilm c o n tal Empresa, ^NÍliP^ ' nount, para la que ifñpciMDnó, en istudios de California y en los de trille,,dos peliculas en iD|íl<S 7 seis en blland. Terminado su cÉBÉiromiso con rarntívat, en 1931, h H B n a jira arpo r Étpitfia, 7 r e g c É l V l o s Estados para ingresar TMFTKVTACO de | a In el año actual^uT^ntrafdo ma-

Í

^ o n el prodi^HJ^netnatográfiSushaueri atura, 1,63. 5o.

gros. Cabello

PELÍCULA!

QUE

HA

Nació el S de Diciembre de 1901 en Chicago, donde su padre era contratista de obras. Al poco tiempo se trasladó la familia a una granja de Marceline (Missouri), en cuya escuela aprendió Walt a leer y escribir. Cuando tuvo nueve años se hizo repartidor de periódicos, operación que le absorbía de cuatro a siete de la mañana. Fracasado en sus deseos de ser actor, estudió dibujo en la McKinle7 High School, de Chicago. Fué cartero, vendedor de dulces 7 revistas en un tren, 7 chófer de la Cruz Roja en el frente francés durante la guerra. De regreso a Kansas trabajó con Ub Iwerks asuntos publicitarios e hi20 algunas películas de dibujos anunciadores. Una cámara vieja, que les fué prestada, 7 una rudimentaria instalación de humilde Estudio les permitieron confeccionar varios films de dibujos artísticos, qiw rendían con ganancia a treinta centavos el pie. Por entonces nació el ratoncillo que sería famoso, y que en principio se llamó Mortimer Mouse. En 1923. Walt 7 U b Iwerks se trasladaron a Hollywood, 7 con mil .dólares que les prestaron el hermano 7 el tío de Disne7 se pusieron a trabajar en lÉj^^io (almacén que alquttnoa, y sin M B T que la de dos muchacha*, contratada* | tareas subalternas; una de ellas, Lillián Bounds, no tardó en ser U esposa de Walt, y la madre de su hija Diana María. Apenaslogradoslosprimerosézitos, Ubiwerks. se separó para produdr por su «Mata U ' serie de «FUp la Rana»'(«Fltp the Frop»). y Walt arreció en sus entusiasmo»,»lentadil por la buena acogida que se ^iji^nsaBr a so* films, .singularmente a t|(l§'que tenían como protagonista al grMiliso MicAey Mouse. El cine sonoro ItRifirm^j^j

INTERPRETADO:

En inglés: Camino DE Santa FE (The Sania Fe trail). Otto Browe. SM noche de bodas (Her Wedding Night), Frank Tuttle Murallas de oro (Watts 0/ Gold), Kenneth Me Kenna. QUE se enteren las mujeres (Ladies should Listen ) , Douglas Me I^án. En español: FJ dios del mar, Eduardo D. Venturini. Galas de la . Paramount, Amor audaz, Louis Gas- ' nier y A . W . Pezet. El principe gondolero, Eduardo D . Venturini. Gente alegre: Eduardo D . Venturini. El hombre que asesinó, Dimitri Buchowetzkl. / / tillitno varán sobre la tieIfrOKlami - '1 niliiiK. El rey de los gita. ^ i ^ p k Stray#:> NO dejes la puerta amerla. Lew Sillar. Yo, tú y ella. Lew íieiler. Un capitán de cosacos, John Reinhardt. No le cases, John Reinhardt. El VUELO del amor, Frank Strayer. El día que me quieras, John Reinhardt.

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O N A T (ROBERT)

f

fació en Whitington (Manchester, Interra) el 18 de Marzo de 1905. Su pa, polaco de origen italiano, llevaba mu[ tiempo de residencia en la rubia A l , 7 con una muchacha de Manchester casado. En su niñez, Robert era nudo; a la muerte de su padre, |tor puso al mozo en tratamiento para ;ir sus faltas verbales, 7 poco desgracias a ello, pudo intervenir en J representaciones teatrales que se orInizaban en el colegio. En el papel de ksio, del «Julio César» de Shakespeare, KUTO el éxito revelador de su temperaBpto. De 1924 a 1928 recorrió el pais ^ k l a Compañía de Sir Frank Benson, ^ ^ g r a d a al repertorio shakespeariano, 7 que era actriz sobresaliente Diana ^Hrard. En Octubre de 1930 se presen^^obert por vez primera en un teatro ondres, 7 su labor fué premiada con lo* elogios. Por entender modestate que un fracase en el cine podría I v tu naciente prestigio en la escena JÉp, rechazó el ofrecimiento que desiWljrwood se le hizo para interpretar film^jttíntinuó sus^^eas teatrales,

^ H d ó dgi^o l^Hkuietud de ^lIjjS por É ^ K e p t ^ ^ ^ u e a grad ^ m p o , i n ^ » n i r JHina pelí Su t i ^ ^ k f u ^ i n desas pSo; pero haOra en el joven act i de naturalidad que llevaron al éxisus nroducciones siguientes. Cuando lab.! en Cornwail, en el verano ^kAlexaní^r Korda le llamó p a ^ He^icontratO americano, q^^fffia ceptó^lagido entre muclMvna/nbres. fatura, 1,70 rojizo.

I S N EY (WALT)

PELÍCULA»

QUE

HA

INTERPRETADO:

En Inglaterra: Hombres de maüana (Men of Tomorrow). Leontine Sagán. El cajero (Cash), Rowland V . Lee. Esta noche en Londres (That nighl in London), Rowland V . Lee La vida privada de Enrique VIII (The privóte Ufe of Henry the Eighl). Alexander Korda. En América: El conde oniecristo (The count of Monle) , Rowland V . Lee.

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consagró el éxito. La primera películs musical de Mickey que se exhibió fué] «Steamboat Willie»: poco después (febrero de 1929) se lanzaba «La d a n z a ] macabra» («The Skeleton Dance»),i primera de las S7II7 S7mphonie^ E n la primavera de 1932 asocióse W a H con el doctor Herbert T. Kalmuf, i i f l ventor del sistema de tecnicolor, j^un^H meses más tarde surgía «Arbof|* V flores» («Flowers and trees»), q u « luguraba la serie de las SÍII7 Stid-I ^nies en colores, CU70 triunfo defi^FFO sería «Los tres cerditos» («The ree little pigs»), 7 su segunda parte, «El lol 1 feroz» («The bad wolf») * principios de 1935 inicia tambiéin «Conderto de banda» («The ' concertl^la aplicación del col«' (ilms de BBckey Mouse. Son ii Me* lo* galardone* ^ue en te ' tes premian la labor de Disney.l Estatura, 1,60. Ojos 7 cabellos^ taños.

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T E N (ANNA)

Nombre verdadero, Anna Petrovna Stenski. Nació en Kiev el i . » de Diciembre de 1909. Se educó todo lo esmeradamente que permitía la situación económica de su casa; el padre era «maitre d'hótel», 7 no profesor de baile en la Opera, como se ha dicho. Anna trabajó por primera vez de actriz, encamando la heroína de un cuento de Andersen, en velada escolar. La guerra sumió a la familia Stenski en miseria 7 hambre: niña aún, Anniuschka — así la llamaban — vendía manzanas por la calle. El padre murió, 7 la hija pudo conseguir un puesto en la Redacción de «La Verdad de Kiev». Como el sueldo no bastaba a las necesidades de su hogar, ae colocó tanrbifa^ en un restiurcuite, donde trabájatela H K b a s horas a cambio de la comida pfll^pll hermana 7 su madre enferma. En 1 9 » i n g r e s ó en una de las Compañías teatrales del Proletkult, <iue, dirigía SUpnisl^wsky. A f U Í da por el cine, siguió l&Qfrsos d e l | ^ u d ^ i a of¡( lal recién fundada, 7 e s M i ó Murante tres años a las órdenes de Irilijinov 7 Eisenstein. En los Estudios Mejrab^ A o m , de Mmcú, interpretó sus primeras Kelícu^l^ •fcanzam}o categoria de pror tagonista con 4lÍÍÉK't^"^i'iU<»i ^ u n k^to cu7a versi ÚFO Elissa ^^^Mt.rAutorizada GobWno soviético para residir en i anjero, logró su celebridad en films ane». A fines de 1933, el productor 7 ^ui Sanuel Goldwjn vio un retrato d_^ella « 1 el «New York Times», 7 decidió contjwarla para Holl7wood. Está casada d e | K l 9 3 3 con el doctor Eugen Franket, tr^~'' QuitecU^MBiLombre.

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PEIÍEUTA*

En Rusia: El viento, Sabinskj muchacha de cartón, Barnett. E\ net amarillo, Fedor Ozcp. El Tschervinkov. El águila blanca, tozanov. En Alemania: Salto me (Trapeze), K A . Dupont. TwmiJHp (Sturme der Leidenschaft), Roben Siodmak. Karamazoff el asesino (Die Brüder Karamazoff), Fedor O z / En América: La dama del (Nand). Dorothy Arzner. Viti de nuevo (We Uve again), Mamoulián. Noche nupcial (Th¿ ding nighl), King Vidor.


El contenido armó nico y la suprema estilización de la Moda actual..

A

CENTÚASE cada v e z más el prepósito ecléctico de la M c d a , cual si esforzárase en complacer a todas y cada una de las mujeres que a ella acuden de consuno en solicitación del a t a v i o que mejor pueda armonizar con su t i p o de belleza, que mejor pueda servfr a sus propósitos de realzar sufe seducciones. Nunca, com o ahora, hase advertido en laa gala& femeninas una tan amplia y profusa diversidad, y de ello deben felicitarse nuestras actuales mujercitag, a las q u e esta profusión de modalidades, dentro, claro es, de las respectivas tendencia^ y orien-

Nada tan práctico y elegante a la vez para las actividades matinales como este favorecedor modelo que viste Maureen O'Sullivan

La señoril prestancia de Kay Francis, la hermosa «vedette», halla en este elegantísimo atavío la máxinsa culminación

Certrude Michael realza su belleza con este modelo, pleno de distinción y sencillez

taciones, permite una más fácil y cómoda selección de los modelos de su predilección. E s t a encantadora diversidad nótase etpecialmente en los trajes de noche, no y a en la silueta, que continiía afectando dos m o dalidades tan opuestas y antagónica^ como son la linea s ^ u i d a y e&cueta, y la de amplios vuelos en la falda, que dan a la figura femenina el aspecto de flores invertidas' sino en los descotes, que son imas veces cerrados y reducidos, como los de un a t a v i o colegial, y otras dejan la espalda casi totalmente al descubierto, lie-


calzado, que debe ser elegido, no como un accesorio de menor importancia, sino como complemento fundamental y decisivo para el resultado perfecto del conjunto. En general, y teniendo en cuenta que los trajes de noche responden casi siempre a evocaciones y reminiscencias de vieja» épocas, el calzado ha de seguir idéntica tendencia, y de ahí que la sandalia goce de la máxima predilección de nuestras mujeres, y que impere en esta modalidad de calztido, en relación directa con el auge que la Moda le otorga, la misma diversidad, idéntico eclecticismo que reina para las elegancias de la estación presente. Otro elemento primordial que la M o d a destaca es la colaboración de las flores en el tocado femenino para las fiestas nocturnas, hasta el punto de que a poco que en ello fijéis vuestra atención notaréis que rara v e z las creaciones lanzadas por los grandes modistos para las grandes solemnidades carecen de estos bellos motivos florales, que prestan a les rostros femeninos una ingenua y juvenil seducción.

Carole Lombard y Joín Renneit, las admiradas artistas d « la pantalla, exhiben aquí dos elegan tísimos y modernos trajes de noehe

gando a prescindir, en ocasiones, hasta de las sutiles y brevísimas hombreras. Merced a esta innovación, el torso femenino puede ocultar&e o exhibirse a voluntad, sin que en uno u otro caso pueda atribuirse a gazmoño recato ni a desmesurada liberalidad lo que en realidad no significa otra cosa que sumiso acatamiento de los dictados de a M o d a Otra tendencia muy acusada de la elegancia primaveral—tendencia que de día en día v a acentuándose, por fortuna—es la de extremar hasta un limite insospechado la belleza de los detalles y la armonía más sutilmente estilizada de los conjuntos, dentro de la más amplia fantasía que puede imaginarse. Fantasía que, por otra parte, no excluye la simplicidad y la sencillez, base eterna y fundamento inconmovible del buen gusto y de la auténtica elegancia. Nótese, en efecto, cómo en las actuales creaciones de la Moda los bocetistas hanse preocupado no sólo de «lanzar» un modelo de vestido más o menos audaz, más o menos afortunado, sino de crear, al propio tiempo que un modelo original, los detalles complementarios que presten a su obra la armonía indispeasable a las nuevas orientaciones de la elegancia, la relación exigida e inexcusable entre todos los elementos que constituyen la toilette. Las joyas, el peinado, el traje, los zapatos, han de responder unáninieraente al conjunto deseado. Esta loable tendencia de la Moda, que evidencia incontestablemente el refinamiento y la estilización imperantes en la época actual, destácase singularmente en los trajes de noche, en los rúales la fantasía de los modistos tiene vastos horizontes para manifestarse. Así, segi'in el traje que se lleve, ha de ser el peinado, detalle fundamental que toda mujer debe atender escrupulosamente s>i aspira a que el conjunto de su toilette merezca con justicia la denominación de elegante y quiera librarse de incurrir en el feo pecado de anacronismo, francamente intolerable, no y a para nuestro sentido histórico, sino para el buen gusto. Este refinamiento en la armónica reconstitución de un estilo cualquiera no se reduce, como ya hemos dicho, al peinado y al vestido, sino que alcanza también al

jeán Arthur luciendo un original pijama de lana en blanco, negro y amarillo, que da a su fig u r a una silueta exótica y original


Fernando Roldan, realizador de la nueva película' española i Paloma de mis amores», original de Mauricio Torres, con música de los maestros Modesto i Romero y Ramón Monloya J

«Niño de Marcbena», famoso ceanUor», revolucionado r del arte andaluz, que interpreta anualmente «Paloma de mis amores». incorporación a la pantalla de este genial artista ha producido gran expectación e interés en los medios cinematografíeos

La bellísima bailarína Ana María, intérprete insuperable del primer «role» femenino en la nueva película española «Paloma de mis amores»


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S E R E N A

en cocía

D Í A Z

cutís dormido

Despierte la belleza de su cutis con la finura de los aceites de un iabón puro como el Heno de Pravia. Friccione bien con la espuma. Poco a poco, los poros se limpian, la piel cambia, se afina, renace; cobra lozanía y luce, al fin, una hermosura gemela de la de la estrella admirable de la Fox Film. P A S T I L L A ,

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MADRID - B U E N O S

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es lo que ha hecho Pieio Colombier, el veterano y mañoso realizador galo, en Gedeón, Trampa y Círmpañia, estrenado en el Palacio de la Músi' E O R , mucho peor que la verc a Tenemos a Carlomagno—la maggonzosa servidumbre confesanífica sátira social, d e s p i c a d a a sol da tácitamente en la adaptay campo abierto—, metida ahora en ción de novelas y obias dramáticuatro paredes. En las paredes sórdicas es la versión sonora de pelícudas de una tienda que ncs recuerda las mudas. —por el ambiente y la figura de mujer j o v e n mal avenida con aquellas IJO primero revela pereza intelecestrecheces^—el drama de Teresa Ratual, falta de inventiva y desprecio quin. Demasiados a n t e c e d e n t e s . del arte cinematográfico, al que se Contribución a lugares comunes litele niega personalidad propia y se le rarios y , lo que es más sintomático reduce a la simple categoría de reaún, de agotamiento, copia, copia flejo, glosa o comentario de la lite(pie el realizador hace de sí mismo. ratura épica y dramática. En este L a farsa que ha recibido prestada de sentido de independencia y afirmaunos comediógrafos es igual, en el ción del propio carácter es más fondo, a la de Carlomagno: el proejemplar el último film de caballistagonista de este nuevo film, Raitas o la última pantomima de Laumu—admirable actor—, lo fué tamrel-Hardy que todas las versiones bién del otro; y la moraleja «El má.s de comedias y novelas llevarlas a [lícaro es el que no lo parece», viene la pantalla. a ser idéntica en ambcs films. DonL o menos que puede pedir el de no se copia el realizador es preKrijritlc Heliii. torada ron la riáüira boina vasra. diiranir su estanria en nuestro país nnema, como arte nuevo, es que cisamente en las cualidades cinemapara el rodaje de la pelírula "l'n amor en Kspaña", que se estrena el |>róxiiiin limos se le reconozca su personalidad y se en el Monumental tográficas propiamente dichas. Carlo considere desligado de formas, , lomagno ama los escenarios naturamodos y achaques literarios viejos les, y Gedeón, Trampa y Compañía siente debilicomo el mundo. A nuevo arte, nueva mentali\ o , no podemos estar conformes con esta mardad teatral por los decorados. dad y nueva estética. cha atrás de un arte que, en realidad, t o d a v í a Y todavía peor que esa sei"vidumbre literaria, no ha acabado de nacer a la plenitud estética En fin, ¿para qué seguir? El cinema no es oso, como detííamos al principio, es el recrearse en de sus facultades portentosas. .\las y audacia le ni lo será nunca. Como el diablo de la cruz, debe su propia imagen, vuelta la cabeza hacia atrás, sientan mejor que el retroceso narcisista o la rehuir de novelas, comedias, versiones y escenocomo un Narciso que anduviera de espaldas. creación en un pasado lleno de ensayos y tangrafía. ¿Tan prendado está el cinema de sus primeros teos, más que de aciertos definitivos y dignos pasos que en v e z de seguir adelante cree necesade «reedición». Sin embargo, l^s productores- en España y rio reproducirlos, y a las huellas mudas unir la P o r eso debía llamarse a las versiones .sonoras, en el mismísimo Hollywood—no opinan así. Por donoridari, como si gritase con el micrófono: por acertadas que fuesen, «anticinema». Ks decir, eso hay tan poco cinema y tanta comedia foto«Miren, señores, qué maravilla de arte produje negación de juventud, cuquería de viejo agotado g r a f i a d a Tres, nada menos que tres comedias hace siete u ocho años.» que para mantenerse en plano de actualidad desen fotografía se han estrenado el lunes: Hembra, Y la maravilla de arte no es, por ejemplo, empolva viejos laureles y retiñe apolillados peren el Callao; Viudas habaneras, en Rialto; Fácil Varíete o Fausto, sino un film anoflino, que en gaminos; «refritos» que desdicen del cinema como de amar, en el Palacio de la Prensa. el Ebctranjero .se llama o puetle llamarse A belinas zapatillas de orillo en pies de un andarín. Hembra, interpretada por Kuth Chatterton, sarse tocan, y aquí, La hermana San Simplicio o nos muestra—¿con ésta cuántas veces?—a la Currito de mis culpas. mujer que se cree ser más mujer cuando precisaPorque—no siempre hemos de ser nosotros los También hay versiones de versiones. Vei-siomente deja de .-^eiio; cuando fuma, ama y razona peores—esta manía de exhumar celuloide nyines disimuladas o, al menos, «variaciones sobre como un gendarme, hasta que un galán, que se ( i o y andar a asjjaldas al momento actual hace un mismo tema», como se dice en música. Eso espera desde el principio de la película, llega y , tantos estragos en la producción ex' con un beso más traidor que el áe tranjera como en la nuestra, apenas Judas, hace tabla rasa del feminisviable todavía y y a con marcados mo. Muy nuevo, como ustedes ven. instintos de cangrejo. Y muy cinematográfico; sobre todo, P^tas consideraciones nos las suel beso. giere el film Sorrel e hijo, estrenaViudas habaneras es una «cosa» do en el Avenida. N o es de las peoentretenida, ligera de ropa y tal, en res resurrec(;iones que hemos visto. la que se lucen Joan Blondell y Después de siete años conserva elasGlenda Farrel. Preciosa la Blondell ticidad y calor. N o s hallamos ante y simpatiquísima la Farrel. Con ellas un cuerpo v i v o . Menos mal. Y viese defiende el director, y sus primene transformado con una técnica de ros planos—¡hombros de la Blonúltima hora; esa Iniena técnica indell!^—no .se los supera el mismísimo glesa que emj)ieza a imponer sus leGriffith, inventor délos {¡rimeros [¡layes en la cinematograifía eurofiea. tios, según di(-en, auncpu" es mentira Buen traje, cctrte inglés para vestiiFácil de «wjar—^íenevieve Tobír al resucitado film y que n o deseny Adolfo Menjou—«s una comedií tone. vodevilesca, de tan inofensiva traza nudos

y

moral

P

Pero dentro o debajo <le la irrep r w h a b l e técnica, ¿qué hay? I n a repetición—^y lo más triste—, una confesión tácita de pereza, de desgana, de infecíundidad. T o d o menos esa lucha denodada (pie es la creación artística, suprema inquietud, sin la que no hay arte posible, y que responde al grito esforzado de D'Annunzio: O rinnorarsi o moriré.

«pie podría titularse: D>Htrinal de ca sados o Kl peligro de los deraneos, i iVi a la ventana te asomes. Lfícciói de moral en confortables interioren que podría servir muy liien fiar ilustrar nna (•(mforoiicia do! padi Labiiiii sobre Deberes de los mnyugí en el ""iii ¡ninnln • i i^iiami. I na esrrna dr lü realizari(%n de C. Pabst rrinien en la noche", que se estrena el lunes en el Cine de la Prensa

ANTONIO G l ' Z M A N

.MERIN


LA9 NU&VA? NCURA^ D&L CINTMA

Katherine de MiUe es una de las figuras femeninas incorporada más reciente­ mente al cinema. Es muy joven y muy bella: hay en eUa esa gracia fina y elás­ tica de lasju entudes auténticas. Es hija del gran director Cecil B. de Mille, a cuya sombra se va formando su temperamento artístico, fía trabajado con Mae ^Testen *No es pecado». Y con Loreta Voung en 'Las cruzadas*, la nueva gran pebcula dirigida por el padre de la nueva estrella. He aquí el rostro de Kathenne de MiUe, certeramente evocado por el lápiz del gran dibujante Herreros


fllTplGbiscií-o

d9 artQ

CAUTA AHIKUTA A L MIMSTHO l»K I I A C I K M I A Kxcpipnlísiiiio spñor: .M«MÍesiamenlo, p»'ro i»on la constancia tic la convicción, viene r.IXEÍíRAMAS. desde su primer número, pidiendo a los Poderes públicos justicia para el cinema nacional, ahriiinailo de impuestos. (!oii las opiniones uiitorlxadiis de cuantos elementos significan algo en nuestra naciente cinematografía, liemos demostrado, una y otra vex, la equivocación fiscal «|ue supone en contra de lo practicado en iodos los países — el perseguir con impuestos a una industria y un arte que pugnan por librar a nuestro país de la dependencia • la cinematografía extranjera.

unios en nuestros r > s i u u i u s * u r r t i i u a u a M i-Aiiiafiisr %-u . . . . „ En estas condiciones, ¿qué puede esperar el cinema español? El cinema españ«>l, cuyo desarrollo de vuecencia importa tanto a España. En el Consejo Nacional de Cinematografía tiene V. E. un órgano adecuado de información y asesorainienlo. Dígnese V. E. escucharle, rompiendo el tra-j dícíonal desdén de nuestros gobernantes por las cuestiones que a cineniatografla se refieren, y se convencerá V. E., si es que no está conve ncido, de que el cinema j español pide lo menos que puede pedir en su patria: consideración de los Poderes públicos para librar batallas de arte en conilieiones de igualdad con la cintstografía extranjera. 1.a justicia de tal petición es evidente, señor inínisiro, y, sin duda, asi lo apreciará V. E. con su claro sentido de la equidad. Viva V. E. niuclios años. ANTONIO ( i ( Z M A \ dos los países los cinemas nacionaSe ha dicho en todos los tonos y Aquí, ílonde se protege la venta Toda ayuda por parte fiel Estado | les. Sólo el nuestro—con f>edir tan (on razones que no admiten réplica: do un saco de castañas pilongas, a la industria española de cinemajKM'o—sigue desatendido por el Esel Estado se ha dtwíntendido lasta jMtngo })or ejemplo a rumiar, .se tografía nos parece poca, teniendo tado y a merced exclusivamente de aliora de cuantos pr(A>lem.iri se re|)ersigue con impuestos al jMibiwito presente que en casi todos los ¡(riíses l;i iniciativa privada. fieren a la industria cinematográcinema esj)añol, que no se mete con del l'niverso los distintos ívohiernos La tenaz fica nacional. Al menos, v a aplazannadie, a no sor con el bolsillo de los se preíxjupan con extraordinario c a m p a ñ a de do sine die reprodtictores. a los que Dios y el pi'iinterés del ciClNKOHA-M AS soluciones de blico ayude, jM)r(pie el Estado los traH ^ ^ H ^ ^ M ^ M i nema, (;on el as tan justa y extrema urta peor que Hollywood a los extras. fin de que care(;(íge de tal gencia, como Y y o no ccmiprendo esa conducta da uno de ellos modo el ame s t a d e la de nuestros gobernantes. Porque, sea mejor al biente y la opie x e n c i ó n de vamos a ver: ¿Cómo consideran al resto del de las nión unánime impuestos a cinema? ¿Como arte o como indusdemás potendel mundo ciuna industria tria? Si lo consideran como arte, cias. nematográfico y un arte (jue es decir, c-omi> manifestación de beNo come s p a ñ o l , que empiezan a v i lleza, no me explico semejante desprendemos, vuelvo a jirevir, que serán alen en im Parlamento dtmde la bej)ues, cómo en guntamie coveneros de rilleza ha llegado a .ser un culto y l-^ipaña el cimo al princi(pieza si no se d(mde la hemos viste exaltada vanematógrafo les ciega deslio: ¿Es |M)sirias veces al bantuí azul. Por ejemesté tan dejaconsi(lerada)le que nuestros gobernantes no |»lo, en el caso del señor Samper. do de la mano m e n t e y con un e<pi¡vocadi) y ]>remacomprendan la necesidad, por in[So te sonrías, lector: y a sé que y o de los Poderes |túbl¡eos, que no sólo turo afán de recaudación ojniesto en j terés patriótico, de haberse eco también hubiera hecho carrera.) no quieren escuchar nuestras razonaab.^oluto al jiropio interés de la de e.^ta campaña? das queja.s, n'mo que hasta parece lo Y si consideran al cinema sólo Hacienda, que, lu(>go, cuando núes- ' Ijuif Morales, miran con desdén, como .si .se traI orno industria, <pie lo traten, al tra cinematografía .sea una realidad (¡érente de RiesgoFilm. tase de un asunto sin trans<'endenmenos, cnm igual .s»>licitud (pu; a las más (jue una esperanza, .-¡e )>enef¡cia. sardinas en con-serva y le apliquen ciará en mayor grado con los i m - ' He leído opiniones anteriores que la tarifa correspondiente, especifiSoy, por lo tanto, de opinión que puestos directos e indirectos sobre abogan per la abolición de todo inicando el concepto del tributo: «i»eel cine nacional debe estar exento un cinema fhneciente y las mil inpue.sto, pero que rehusím, c(m voz l í e n l a s e n de todo gravamen (pie le impida dustrias auxiliíu-es que han de surdel «ingenio.so hidalgo», una prolata». <le.senvolver8e con la riii)idez y degir en torno suyo. tección oficial. Sí, señor: cencia necesarias. ¡Xo, sei'ior! Impedir o dificultar este desarrouna c o s a u El capital, que tantas muestras Fuera el imllo aliora es, por lo menos, y no haotra. L o (pie está dando de interés en el asunto j)ue.'*to y venblo y a de razones más elevadas, en no puede hadel cinema, siempre encuentra el ga la j)roteclius que entra el patriotismo, un incerse en justimomento negro del negocio al vt^rse cit'm en l a forterés mal entendido. Es, lo diré en cia es tratar al amenazado de una serit; de im|tuesma más inmeuna sola frase, qtierer (cosechar antes cinema como tos que hacen imposible la competidiata. T o d o s de que maduren las siembras. siprtKluctores, ción con la industria extranjera. sabemos ( p i e direct »res, acEl obrero español del cinema, existen pája¡{¡cardo Marta Vrgoiti. tores y esjKictíxlos los que componemos la faroh que, aun Fundiulor y ('(m.tejero delegado tadores, cuanmilia cinematográfica e.sj)añola, escuestos en lide Filmófono. tos ha(;enios ciperamos que el t e t a d o escuche una )ert¡id stdire ne y lo pagan, vez nuestras quejas y las atienda una suj)erficie fuésemos respon.>ables de los suceen la forma más conveniente. jtluna, no |)ue,'.Pero es posible (pie no lo comsos de .\sturiiLs, Y si al lector le La supresión de los gravámenes, den levimtar el vuelo, ^'e('(l^itiu^ prendcm? El cimíma nacional, al parece (pie estoy demasiado políla proteiíción conístante del Entallo el |)unto desde donde puedan «dopedir ([ue le libren de trabas fi.stico en mis compartu'iones, considedebe notarse pronto, pues no hemos j a r s e Oler». cales, asf)ira a una cosa jnintn, a un ro que todos llevamos dentro un do olvidar que el i-inema es, no .sólo Ksfos pájaros .son los (pu* destrato de favor (pie cu todos los paíparlamentario y (pie, una vez en mi una fuente incalculable de ingresos, pués cruzíui el .Xtlántico. O el Meses eurojwos ha tomado estado levida, he ({iierido consumir un turno sino también el medio más rájtido y diterráiieo. O el estuiKpie del l\egal: coiLsideriwión a la industria en contra de los |>iMlre> de la patria: eficaz de difusión cidtural de t<Klo tiro. Es igual. propia, para tpie, en su casa, j>utída todo lo pa(lr(\s (pie ellos (piieran y les país civilizado. José Lui^ Sfienz de Heredia. defender.se de la competencia ih; un dejen, pero (pie, en sus rela(íioncs Juan Muñoz. Director de ¡¡nducciófi rival |M)deroso. Mucho más ipie esta con 1^1 cinífina nacional no i>asan IHreiior (le distribución de los Fstudios lialirsterns. *consideraci(')n» lum logrado en u> ' de i»adra.stros. Miguel higero. de Atlantic Films.


^'presenta el pretender modificar ta silueto ajustándose e x a g e r a d a m e n t e la faja o el corset. Todas las seiíoras soben lo imposible q u e es lograr un resultado con este procel'i'niento, puesto q u e las^ presiones forzadas sólo consiguen un desplazamiento d e la g r a s a y su concentración en diversos lugares, especialmente en los b o r d e s d e la foja («neumáticos»), q u e producen no sóloef ectos ingratos a la vista, sino q u e ponen más en evidencia un defecto q u e todas desean ocultar. Una fojo bien ajustada es muy conveniente, pero sus efectos sólo son perfectos sobre un cuerpo del q u e se ha eliminado d e antemano la g r a s a tuperflua. Para lograr este ñn existen varios procedimientos d e d u d o s o resultado: régimen alimenticio, ejercido, medicamentos itocivos, e t c j pero únicamente existe un método * « n o y eficaz: GELÉE MITZA. . GELÉE MITZA no es un p r e p a r a d o d e perfumería, sino que es un principio cienhlico aplicado a combatir la enfermedad d e la g r a s a q u e omenaza lot mejores años d e la ^ " ¡ • r . Lo o b e s i d a d es, en efecto, un fantasma q u e a m a r g a muchos caros bonitas. GELÉE MITZA alejará definitivamente ese fantasma reduciendo rápidamente oquellot portes '^cesivomente desarrolladas y devolviendo al cuerpo sus proporciones normales. GELÉE MITZA actúa mediante fricciones sobre las partes q u e se d e s e a n a d e l g a z a r , sin d a ñ a r lo piel ni molestar lo más mínimo. GELÉE MITZA te p r e p a r a en un laboratorio solvente por químicos especializados, y es lo único que lleva unido la eficacia con lo talud. .

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L A B O R A T O R I O D E L D R . V I L A D O T , Sección C . 5, C o n s e j o d e C i e n t o , 303, B A R C E L O N A DE VE-\TA EN LOS PRINCIPALES CENTROS DE ESPECÍFICOS Y PERFUMERÍAS DE ESPAÑA


C

UANDO el ilustre auX tor de Canción de cuna llegó a Hollywood, la producción española que alU se realizaba poseía todos los defectos y ninguna de las virtudes. Puesta en manos de algunos elementos desaprensivos, a los que el viento de la ambición, y no el deseo de honrarla, empujófa Oinelundia, sus obras estaban carentes de las más indispensables condiciones que ha de reunir cualquier empresa artística En ellas no había más que ambición, apetitos bastardos, ansias de dólares, vanidad excesiva e ineptitud manifiesta, sin contar, claro es, por ser esto harto sabido, que en aquellos films se hablaba una jerigonza absurda que algunos afirmaban muy seriamente era l e i ^ a española. Cada película era un fracaso, cada diálogo dicho ante la cámara originaba un amplío debate entre los escritores (?) sudamericanos y los pocos espa; ñoles que luchaban tan brava como ineficazmente por defender el castellano; y mientras el público en España s ^ í a rechazando cinta tras cinta que eran un verdadero agravio—aun tenemos que soportarlos, aunque no de v i v a v o z , pero sí en las bárbaras traducciones de los subtítulos—, en los departamentos españoles de la Warner, de la F o x , de la Columbia, de la Metro y de la Paramount se continuaba la producción de terribles esperpentos, de malísimas traducciones de films yanquis, en los que la osadía de los improvisados directores se juntaba con la de los dialoguistas, para llegar a un resultado final que nuestro peor enemigo hubiera aprobado sin vacilación. P o r fortuna, todo aquello está muy lejos. En Hollywood hoy se produce poco en español; pero le que de allí viene trae y a una garantía para nosotros. L a de no ser versiones d e films y a n q u i s , sino obras españolas realizadas por escritores nuestros con solvencia y prestigio artístico. Y esto se lo debemos a Gregorio Martínez Sierra, espíritu selecto, artista de corazón y eterno caminante por las rutas de lo bello. El consiguió dignificar la producción española de Hollywood, rodeándose de tan buenos elementos como Catalina Barcena, José I ^ p e z Rubio y Enrique Jardiel Poncela; y si a la hora de la marcha de aquellos Estudios donde dejó la huella de su magnífica labor de dignificación depuradora, no pudo realizar todos

Gregorio Marlinez Sierra, el ituí'tre escritor español, cuya labor en Hollywood tanto ha contribuido a prestigiar la producción hablada en castellano, v de cuyo regreso a K»paña puede esperar mucho la cinemaiografia nacional

los proyectos que en lo intimo acariciaba, cúlpese a la incomprensión de íos productores y no a sus deseos.

• •

—¿Quiere decirme, don Gregorio, algo de su labor en Hollywood? — Y o no he hecho allí sino aprender, practicar, estudiar el cinema, conocer sus secretes y adaptarme a él. En definitiva: ponerme en condiciones de realizar películas después de cursar esto que pudiéramos llamar estudios preliminares. Siempre huí de todo cuanto fuera improvisación. P o r eso, al dedicarme al cinema, que me atrae por su amplio horizonte artístico y ou extraordinaria expansión, he procurado aprender antes. Mi labor en H o l l y w o o d y a la conoce usted; mejor dicho, la conocen todos. Unas cuantas comedias nüas llevadas a la pantalla—Mowá, PrimoCatalina Barcena y Gregorio Martinex Sierra en su casa de Hollywood

vera en otoño, La viuda romántica. Yo, tú y ella—^y un argumento escrito expresamente—La ciudad de cartón—, todas interpretadas por Catalina Barcena, y en las que y o actué como supervisor. —¿Cuál ha sido su última película? —Jtdieta compra un hijo, que ha hecho Catalina con Luis Alonso. —¿Eso es una comedia de Honorio Maura y usted? —Justamente, l^na comedia que estrené en Eslava. — Y a que de comedias hablamos, ¿por qué es<e afán de querer llevar el teatro al cinema? — Y o no rechazo totalmente el llevar al cine las obras teatrales, porque entre ellas hay comedias que son perfectamente cinematográficas. El acierte está en saber seleccionarlas. N o ignoro que el ideal es escribir directamente para el film; pero esto es peligroso. —¿Peligroso? ¿Por qué, don Gregorio? —Por una razón muy sencilla: porque hay que crear el escritor. El cine tiene su técnica, su forma de hacer, como la tienen el teatro y la novela, y hay que adaptarse a e l l a IJO que no se consigue en ningún caso sin una preparación. —Entonces, ¿usted cree que tienen que nacer escritores para el cinema? — N o , nacer no; especializarse en él. Y o no soy de los que creen que se nace periodista, autor dramático, novelista o poeta. N o ; se nace artista, única y exclusivamente artista; luego busca uno mismo la manifestación que esté más acorde con su temperamento y condiciones. En España puede haber muy buenos autores cinematográficos. —¿Pero entre los escritores consagrados o entre los nuevos? —Entre los que mejor se adapten a esta modalidad. —Bien; pero, ¿usted qué prefiere, un argumento escrito para el cinema o una comedia? —Sin duda ninguna, lo primero. L o que pasa, amigo mío, es que los productores eligen el título conocido, la obra que le suene a la gente. Piensan que asi les dará más dinero, aunque y o creo que están en un error. •—No obstante, usted ha llevado a la pantalla dos comedias suyas que no han conservado el título de la escena. — S í , efectivamente, y un asunto original. La ciudad de fortón,que para muchos y para mí.


desde luego, es lo mejor que hemos hecho en Hollywood, y y a ve usted, la.s tre.s fueron muy bien, sin necesidad de ¿ijioyar su éxito en títulos conocidos. —¿Dónde cree que ha de hacerse el cine español, en Hollywooí » aquí? —El cine español ha de hacerse en España, ayudado, naturalmente, por los elementos extranjeros (pie hagan falta. —¿Limitada su colaboración h a s t a qué punto? —^Hasta donde .sea necesario. N o sé por qué e.se hincaj)ié de hacer cine sólo con elementos propios. En Hollywood trabajan hombivs de todos los países, y en otro aspecto de la vida esa colaboración es natural y hasta in(ü.spensable. En París, en I>ondres, en Nueva Y o r k y en Madrid existen edificios, obras de ingeniería, fábricas e industrias divei'sa.s creadas jMjr extranjeros. En el cine ha de (nninir, debe (Xíurrir otro tanto, l'n nacionali.sino exagerado puede .senios perjudicial. L o interesante es hacer un cine personal, con estilo, sin copiai- a nadie, como lo han hecho los rusos y los alemanes. Crea usted que me produce una impresión desagradable ver en algunas películas españolas u n plano copiadi de e.ste film yanqui, una escena de otro francés, un truco de otro alemán. Entonces, me pregunto, ¿qué ha me.sto aquí el director? í ' n a labor (ie recopi ación, l ' n p(x¡uito de aípií v otro de allá. —¿Cómo estima entonces qne debe encauzarse el cine español? — Y a lo he dicho: con personalidad, con estilo propio, ayudado ¡)or arti.stas que vayan a él por vocación, por entusiasmo, y organizar la producción artística y económicamente hasta con.seguirlo, aunando elementos dispersos para llevar una acción común, que redundaría en beneficio de todos. — ¿ C o n una producción periódica? —Eso es. Luego y a .se iría depurando ella por sí sola. L o que no habría de abandonarse e r a la f o r m a c i ó n de n u e v o s elementos, poniue aqui, que tan dados somos a la improvisación, es necesario no olvidar que el cinema tiene una parte mecánica que hay que aprender y dominar. —¿Usted confía en el esplendor de nuestra p r o d u c c i ó n nacional? —^¿Porqué no? Y o quiero aportar a ella modestamente t o d ' i cuanto pueda, y ojalá que la realidad bupereamis proyectos, ( | u e son muchos. —¿Según esto, el cine le ha ganado a usted definitivamente? — N o diré tanto. Desde luego ahora desearía trabajar en él 8olan\ente. Teatro quizá también, pero más tarde. — u n a pregunta indi.spensable, don (iregorio: ¿qué opinión tiene de Hollywood? — H o l l y w o o d es una ciudad dedicada al tr.il>ajü y tiene dos facetas acusadísimas. 1,'na, la de los que alcanzaron la gloria del cine y tratan de manteneroc en sus puestos p o r todos los esfuerzos imaginables. Otra, la de los que esperan <!on ansiedad su momento, que para muchos no llega jamás. En los que trabajan, en los actores famosos, la industrialización intensa del cine

(pues Hollywood no es más quel una enorme fábrica), ha mata-' do en ellos toda in(piietud. N o " piensan sino en trabajar aprisa, en hacer muchas películas, en ganar muchos miles de dólares y en que su rostro no deje d e ! i aparecer ni un solo día en las pá- ] ginas de las revistas y en las j |)antallas de los cines. Es una \ fiebre de p r o d u c c i ó n angu.s-! tiosa j —Su vida en Hollywood le ha-; brá dado ocasión de conocer a j muchas estrellas famosas. ¿Quiere darme su juicio sobre alguna-s? l —Generalmente el público cree ] que son completamente diferen- j tes a como aparecen ante sus' ojos; pero esto no es verdad. Ga- ' nan, efectivamente, a través de ! la fotografía y el maquillaje, pe- i ro rara vez dejan de ser agradables persoiii'lmente. Ix) que sí suele estar el público es equivo- j cado sobre la iinjiresión que de ] un actor recibe ante la pantalla, j Maurice Clievalier, por ejemplo, : parece petulante, atrev¡<lo, mu- ; jeriego y conqui.stador; pues no. j Chevalier, particnlai-mente, es un ' hombre tímido, incluso con las i mujeres. Charlnt e.s serio, respe-' tuoso, muy corrtwto, m u y inte- j ligente, muy amigo de todo lo es- I f>añol y muy aficionado al fia- : Martínez Sierra |ia:.eiiii>l<> |>«r l o » -olfHílo- ancli-ne.s tiel l'rotlo m a d r i l e ñ o meneo, i)orque en su casa tiene con n u r K t r o compañero Hernández Cirbal ror. conis vario discos de cante jando. L a que es una mujer interesante es C«race Moore, la Aliora acaba de obtener un éxito clamoroso con es}iosa tle nuestro compatriota V alentín P a r e r a Una noche de amor, que ha sido la película del año en Estados Unidos. — ¿ Y Greta y Marlene? — A Greta Garbo la v i dos veces en los Estudios de la Metro, y personalmente es igual que aparece en la pantalla. Dice la gente que cultiva por po«e la misantropía; pero la verdad es que Greta está enferma. Tiene una anemia invencible, y los médicos la han recomendado aliorre todo esfuerzo fuera del set. Marlene, en cambio, es más comunicativa, aunque no tan bella como en el film. Desde luego, y puede usted decirlo, "as grandes estrellas son todas simpáticas, modestas. Allí, como en todas partes, el meíiiocre es el vanidoso, y el elevado, el sencillo. — ¿ Y los españoles? —Luis Aloaso y Antonio Moreno son dos buenos artistas, a los que y o aprecio mucho. Rosita Díaz, a quien aguarda mucho porvenir en el cine, ha triunfado plenamente en la Angelina de Jardiel. Conchita Montenegro vuelve a brillar después de un breve eclipse, y Rosita Moreno a(^-aba de obtener un gran éxito en la jielícula que ha realizado en N u e v a Y o r k con Carlos Gardel. F. H . - G .

Ma rtí nez Sierra, con Dorethea Wieck (a su i z q u i e r d a ) y lon principales intérpretes de la versión ingles» de «tJanrión de runa que fué filmada en 11». Ilvwoud


don una mudfiéd/íÉí penoc/Is4ü

l>rHaparcrida

de

apasionada del checoeslovaco aceptó con entusiasmo. Cuando se acercaba la fecha en que los dos artistas iban a casarse, un contrato inesperado desde Ijondres llegó para í'rancis, una proposición para actuar en el Winter Garden. Betty fué quien insistió con mayor a b n ^ a c i ó n para que Ijcderer partiera y perfeccionara sus conocimientos del idioma inglés. Se casarían a su regreso, no cabía la menor duda, y la confiada mujercita dejó partir al hombre que no volvió jamás. A los dos años Francis Lederer era el ídolo del Piccadilly Square, mientras en Alemania B e t t y , convertida en Ellisabeth Bergner, era la estrella predilecta de los escenarios berlineses. El tiempo pasa veloz, raudo, para los que viven bajo la magia de la ficción artística, para los

la

vida de Franeii Lederer la grácil Steffi Dunna, y a el galán habia p o s a d o » u « O Í O S en una muchacha de nombre cél e b r e l Anita Looa, sobrina de la famo-

sa novelista.. \jtócrer se enamora de nuevo y, según él, para siempre...

F

RANCIS Lederer, casi desconocido en Europa, es popularisimo en A m é r i c a Eknigrante del arte, ha sabido imponerse en la Meca cinelándica, llevando en sus venas algo de ese romanticismo húngaro, de esa nueva sensibilidad que contrasta con el tipo del galán cien por cien americano, atlético, de hombros anchos y apariencia-deportiva. Francis Lederer es quizá el único galán que cuando llegue a nuestro público, aunque bajo un aspecto totalmente distinto en su parte física, nos recordará la galantería y la plástica que impuso en el lienzo Rodolfo Valentino cuando creaba sus personajes galantes y enamorados. Francis Lederer, hoy el dueño de H o l l y w o o d , no quiere ni puede sustraerse al romance, lo lleva en él, lo siente. Es galán por convencimiento y por costumbre. Los archivos biográficos nos luentan que Francis Lederer nació en Praga (Checoeslovaquia) el día 6 de Noviembre d « 1906^; Ija fecha no nos cabe ponerla en duda. El año le retrocederemos. L a juventud de los astros ^ un tema puramente convencional que en algu-

nos momentos tiene ribetes de inverosimilitud. Francis Lederer no puede ser un galán joven, no lo es. Es un hombre. Un actor de fama consolidada en las tablas. Por lo tanto, hay que ponerse en razón. Su romance sentimental comienza en el año 1924, cuando era artista de la escena en Berlín, adonde le habia llevado su inquietud d e bohemio. En esta época el nombre de Lederer iba unido al de ima damita joven de su Compañía, dulce, tímida y enamorada del actor. Se llamaba B e t t y Bergner y tenia esa belleza enfermiza de los temperamentos sensibles, capaces de los heroísmos máximos. B e t t y tenía el alma de actriz, despertaba en su cuerpo una fibra temperamental que sacudía a los públicos, que les hacia vibrar, y triunfaflora en una sola temporada, se elevó a la c a t ^ o r í a de primera dama. Francis Lederer aprendía de esta mujer excepcionalísima. Estudiaba con e l l a Y los amores que comenzaron como ficción en las tablas terminaron en realidad. Lederer la pi<lió en matrimonio, y la actriz

que luchan frente a frente con la v i d a H o y Elisabeth Bergner es una de las actrices mejor consideradas de Europa por el público y la Prensa, una inolvidable Catalina de Rusia, una estrella que encamó la famosa zarina con tal perfección, que logró casi anular la personalidad que más tarde )>retendi6 ofrecemos Marlene Dietrich. El ceni» ds la popularidad brilla para la Bergner después de haber interpretado este rcle con el acierto y la precisión que lo realizó, teniendo como oponente al no menos conocido Douglas Fairbanks, Jr. El vuelo de Francis licderer a H o l l y w o o d es una de tantas emigraciones doradas que llevan a cabo los astros del viejo mundo, una atracción hacia el imán del dólar, que les sujeta. En plena ciudad loca, Francis Lederer, después de su debut se enamora—nada menos—que de Joan Crawford, la divorciada más interesante de A m é rica. L e fascinan sus ojos imiiensos, sus labios grandes, húmedos; el aspecto de trágica sensualidad que promete su mirada. Y la O a w f o r d , que se hallaba en el momento


difícil del despecho y de la desorientación, acepta su compañía en las soirees alegres, en los bailes de algarabía mundana. Y la opinión comenta por qué les v e juntos, popularizando así el nombre de Francis I^derer. E n el mismo sel de los Estudios R a d i o , donde se rodó el film anteriormente citado, llegó una muchachita hvingara, de carne ambarina y ojos n ^ r í s i m o s . Cuerpo de tanagra y cejas ligeramente orientales. Era chatita, graciosa, despreocupada e ingenua. Se conocieron durante el rodaje de la obra, y Francis l>ederer, caprichoso e inconsecuente, se enam o r ó . J o a n Crawford v i o con despecho que ima actriz nueva, que una mujercita desconocida, le arrebatara su rf)mántico flirt, y sin r e s i s t i r m u c h o , le dejó, p a r a aceptar de nuevo al irónico e indolente Franchot T o n e . Steffi Dunna era el nombre de la tanagra moderna. P e r o aquel idilio tampoco pudo s e r duradero; f u é una pasión d e bohemios enamorados, que soñaron entre acordes y lamentos de v i o lín tzigano, y al despertar se encontraron rodeados de material técnico y trepidante algarabía de voces. Sus compromisos les obligaron a permanecer alejados uno^ d e 1 otro. Steffi Dunna tenía tantos adoradores...; Francis Lederer.una buena dosis de an\or propio, y una riña baladí y pasajera les separó, les aisló.

\ a en H o l l y w o o d , y ruando lederer iniciaba, con éxito, un intenso « f l i r t » con /

Joan C r a w f o r d . surgió en los tudios una nue-

va actriz. Stefn Ounna era su / nombre, y fué poco después / el segundo gran amor de Francis L e derer...

Loos no le desp r e c i a ; mujer al fin, le sonríe; pero no le considera el galán perfecto ni el h o m b r e r o m á n t i c o q u e le e s t i m a r o n las otras m u j e r e s . A n i t a admira al a r t i s t a y acepta al camarada. Ea feliz caminando a su lado, sin coquetería alguna y sin rebuscados fingimientos. En Mary Ann L o o s i t o d o es perfectamente' Francis Ivederer es natural. Fsi su literatud e los hombres enai m p r e s i o n i s t a de morados d » l amor, muchacha moderna comás que de la mumienzan a filtrarse, a jer. Cuando desapafundirse, unas imágereció de su v i d a la nes de delicada sensigrácil Steffi, y a el bilidad. A c t u a l m e n t e galán moderno hae s t á eocribiendo un bía posado sus ojos guión que debe protaen u n a muchacha gonizar el actor. Este que enfundada e n asegura que se casaría un trajecito de decon ella si Mary A n n porte y un sweater le aceptara. L o s últide lana, que con el mos rumores de H o l l y r o s t r o desmaquillaw o o d a n u n c i a n una do y un ademán reboda que nosotros no suelto de despreocunos atrevemos a recopación, h a b í a vi.sto ger como cierta. algunas veces toSus amores, no obsmando notas breves tante, son interesantes y apuntes por los Hacia el año 1924, cuando Francis l^ederer era artista de la en extremo, huyen de ángulos del Estudio. escena en Berlín, su nombre iba unido al de Betty Bergner, lo vulgar. L a prestanuna damita de gu Compañía, dulce, tímida y enamorada del A q u e l l a muchacia romántica del checha del cuaderno tacoeslovaco artista y el quigráfico, simpátigesto audaz y despreocupado de la j o v e n escritoca, indiferente, lleva un nombre de alto abolenra se unen en una armonía de contraste que sería go literario: A n i t a Ix)os, y es sobrina de la faencantador tuvieran un fin positivo. P e r o quizá mosa A n i t a Loos, autora de aquella célebre es mejor que su flirt quede como leyenda de la novela traducida a todos los idiomas y llevada al lienzo cuando é.ste era discretamente silente; IMS caballeros las prefieren rubias. Mary A n n Loos, la sobrina, tiene veinticuatro años, y dice no le interesa el amor. Su único afán es llegar a ser algo, empuñando su pluma con la energía de un hombre. Desconoce en absoluto la coquetería, habla con naturalidad, y al reír exhiben sus labios desmaquillados una hilera de dientes sanos y blanquísimos. Francis Lederer se ha enamorado de nuevo, y esta voz asegura es para siempre. Mary Ann

l-.ste es el rostro del famoso actor checoeslovaco Francis l^iderer, que ba condensado en el de Mary Ann Loos todos su amores, y que, según se dice, contraerá pronto matrimonio con la joven periodista, inteligente y buena, que le prendió en la sencillez de su encanto...

ciudad bruja; la realidad se convertiría en un inmediato divorcio, y entonces adiós al romance. Y no creemos que Mary A n n , la mujercita inteligente, se resigne a que sus amores con Francis Lederer queden c o m o un chismorreo más d e H o l l y w o o d . Aunque en esto el tiempo tiene la palabra. CECILIA A . M A N T U A Barcelona, Mayo de 1935.


M

EUVYN L e R e y es el atlminible, el j o v e u y el maestro por excelencia. Admirable, por ser el tipo de artista enamorado del cinema sonoro y por no haberlo sido del mudo porque no supo serlo. L e R o y prwlujo films para el cinema silente ñoños e intranscendentes, como La señorita sin, miedo y Yo quiero un millonario. IJO R o y reconoció su equivocación, y parece qne la liizo adrede. Parece que dijo: «Este no es mi cine. Con esta mudez me asfixio. Cuando llegue el otro, el cinema que y o espero, trabajaré como fo pienso qne debo trabajar.» Estas frases quizá las pronunciara L e R o y en 1928. EU cinema sonoro llegó un año después y se reafirmó con potencia tres años más tarde, cuando las pantallas nos mostraron obras colosales y cuando L e R o y , aquel L e R o y conscientemente mortecino del cinema silencioso, dio al mundo la más grande obra del cinema yanqui. P o r esto, por su irreductibilidad en el cinema mudo y por su conducta de titán en el sonoro, M e r v y n L e R o y es admirable.

D o s características particularizan a M e r v y n L e R o y , que le hacen inconfimdible y acentúan más su vídor cinematográficío: la movilidad y la violencia. N a d a tan m o v i d o , tan dinámico como un film de I^e R o y ; nada con tanta violencia como los personajes y como las situaciones creadas por estos. L e R o y no emplea símbolos para damos la sensación del tiempo y del movimiento, sino imágenes maravillosamente montadas. Y , sin embargo, nadie ha demostrado una capacidad tan grande como en Soy un fugitivo, film de alto contenido y de asombrosa realización. E l personaje central es un presidiario fugitivo, Robert EUiot Buras, que se escapa de t o dos los sitios y recorre todos los Estados de América. El departamento de Fulton, en Georgia, le persigue, y B u m s marcha a Europa, r ^ r e s a a N u e v a Y o r k , v a a Chicago..., viaja errante y fugitivo por todas las ciudades de la Unión, a medida que la Policía le sale al paso y aumenta sus tribulaciones. M e r v y n L e R o y se encuentra, en la m a ^ r í a de las veces.

' l > o s Ki-t;tiiiil<i><>. o(ri> ilt* los f i l m s ii(liiiirahlf> «le M i T v y i i L e l { o y pro(a!;oiii/nilo por u i i n l ( ; . KobiiiHÓii

ante este solo personaje y ante unos decorados inexpresivos si no se les anima creando un ambiente. Tiene que dar vueltas a la manivela y hacer rodar con agilidad el celuloide; tiene que hacer transcurrir los años, cambiar constantemente de escenarios, seguir a B u m s en sus andanzas a través del presidio, de sus anécdotas en los lugares que frecuenta, de sus múltiples oficios: ; ladrón, albañil, estudiante, ingeniero... Y L e ! R o y lo hace con una maestría insospechada = R i t a obra, en manos de otro realizador, hubiera \ resultado empfdagosa, pesada y estática; e n \ manos de Mer^ y n L e R o y es toda nna clase de ^ cinema digna de figurar en la memoria de todos. Soy un fugitivo es la obra de la movilidad y de la violencia, porque es la historia de un hombre amedrentado y perseguido por la Justicia injusta del Estado de Georgia. En Hampa dorada (Little Cesar), L e R o y estudia e interpreta la violencia de los gangsters, y al lado del pequeño coloso Eklward G. Robinsón consigue aciertos tan grandes como H o w a r d H a w k s al lado de Paul Muni, teniendo en cuenta el año en que fueron realizados los dos films. Dos segundos no es la película del gángster astuto y avispado, ni del presidiario instruido en todas las mañas de la vida por una amaina experiencia, sino del obrero rudo e ingenuo, inculto y confiado, con la bondad del optimismo y la violencia trágica de la muerte. Dos segundos es el tiempo que tarda la silla eléctrica en chuparlo

y carbonizarle la sangre, y en esta cantidad ínfima de tiempo, en que se le estremecen las fibras de t o d o el cuerpo, se estremecen también las fibras de la memoria, por donde pasan con velocidad de bólido los momentos más felices y dolorosos de la v i d a del obrero. En esta obra, más rica en contrastes parciales que en su contenido total, basta la labor realizativa de M e r v y n IJC R o y para imprimir el dramatismo, que otros directores no logran no siendo mediante la ayuda interpretat i v a y f>ersonal de los actores. N o ocurre así en Vampiresas 1933, film n e g a t i v o en todo y tan propio de un L l o y d Baccn que todavía nos resistimos a creer que lo haya realizado M e r v y n L e R o y . N o s parece una mentira y un absurdo que se suba a la cima artística y de creación en Soy un fugitivo, para después despeñarse sin contemplaciones de ninguna clase e ir a parar al abismo superficial d e Vampiresas 1933. Este film nos demuestra que en el mundo del cinema existen las coacciones y la inacción tctal cuando no conviene una cosa. L e R o y avanza... e inopinadamente retrocede hasta lo inverosímil. P e r o L e R o y vuelve a avanzar con fuerzas, y escala unos peldaños más en Tres vidas de mujer, aunque sin alcanzar ni con mucho la plataforma que abandonó al realizar Soy un fugitivo. Tres vidas de mujer es un film basado en una superstición, y por este hecho su argumento nos I resulta pobre y desnaturalizado. A l g o así como | aquella película suya No place to go, interpretada i


es suscitada por la acción, por la resonancia objetiva del hecho; no porque dentro haya el drama

psicológico que

mático por adaptarse al temperamento único de los dos actores: Merie Dressler y Wallace Beery, pero de grandes valores artísticos. L a escena de la caldera no hay director ni actores que la igualen. El mundo cambia, en el género de Cabalgata, es decir, en el género de empolvar y maquillar la cara de .,;(.)uéhay Nellie?.. film adlos actores, de añadirles pelucas y de encorvarles hasmirable «le Mervyn l.,e Roy, el más movido de cuantos ba ta hacerles viejos artificialmente, es un desacierto torealizado, teniendo en cuenta tal de M e r v y n L e Hoy, por ser su contraelemento. las limitaciones del escenario la de Paul Muni. Se sale de sa Anula línea artística <:omo se salió, pro- ^ cediendo de otra forma, en Vampiresa.'! 1933. Esperamos de M e r v y n I>e R o y Duro de pelar y Sweet Adeline, sus • dos últimos films producidos y no estrenados en Iv>paña. Quizá veamos en ellos al L e R o y de siempre, al violento y dinámico; al admirable, j o v e n y maestro del cinema yanqui. A pesar de sus errores. L e R o y será siempre una esperanza para tpiienes ejercemos el control riguroso sobre sus obras; para quienes las estudiamos con el ojo avizor de las inquietudes de nuestro tiempo DEL AMO A l / Í A R A

por Mary Astor, que apenas so vio on España, con la técnica habitual de L e R o y y con la que ha empleado en ¿Qué hay, Nellie? Cuando Brad rompe los cristales des la ¡luerta con la (íuía do Teléfonos y vuelca las mesas del ilespaxího en donde lleva la sección de El Correo de Cupido, esta escena v iolenta la comparamos en emoción a aipiella en donde la muchacha de Tres vidas de mujer escribe unas [)iilal)ras con el carmín de sus labio.s en el camisón d<( d(jrmir y se tira por la v e n t a n a L a finalidad es <{ue lean lo que ha escrito y salven 8 su hija del síícuestro, a cuenta de su muerte. Violencia extremada y brutal es ésta, ' como la caída <lel obrero del rescacielos en Dos segundos, pero únicamente realizable por Merv y n L e R o y . Escenas muy parecidas a éstas hemos visto en los films del ()e.ste, c u a j ^ o un v a quero incendia una casa, vuela un-fuente o arroj a iil «malo» por un |)reci])icio. Pero en l a « películas del íjcstc no hay coufcuido, y la emoción

• Hoy un fugitivo», obra punzante y de un violento realismo, es el film más grande que ba prod u c i d o el cinema yanqui, y cuya reaUamciim se 4ebe • Mervyn Ix- Roy

Mervyn l.e Roy, en el centro, al lado de Irene Dune y reunido ron los intérpretes que bao trabajado en «Dulce Adelina», al finalizar la realización


La artista de las elego^^s mía fuerte personalidad. Y a todos nos es familiar su cara iluminada por una gracia peculiar, risueña y tierna, aunque con sus

nances

y sus labios siempre hinchados, como si se pasara los días llorando muqho^

Y , sin embaído, nada hay tan alegre como el temperamento de esa mujer. Se la considera como la más j o vial de las artistas, y jamás su esposo. N o r m a n Foster. le ha acusado de mal genio, que se sepa. Y eso que en N o r t e américa suelen ser siempre los maridos los que acusan a sus respectivas mujercita» de las cosas más atroces.

y ponderada, que si se concreta en el fino perfil de su bello rostro, se exalta también en sus maravillosaa piernas, parejas de las de Marlene. ¿Quedan en el cinema otras pantorrillas que puedan ser comparadas con las de estas dos grandes «fors.'

Su robtro... A l contemplarlo en la

pantalla

siente uno la delectación de ese rostro gracioso —de una gracia aniñada-—, lleno de bondad y de ternura, en su expresión ingenua. Sabido es que

YA ima anfitriona exquisita, y su risa, c o m o su humoC e e i l B . d e .Mille, el célebre rismo, se contagian a cuantos son invitados de la gran actriz en su suntuosa residencia de H o l m b y Hills, cerca C08 y de ingeniosos juegos de agua y timbres de alarma, nar algún chasco a más de un visitante amigo.

el cinema ha creado im t i p o determinado d e belleza, que pudiéramos llamar standard, y que han copiado hasta nuestras simpáticas

tobilleras.

Sin embargo, el perfil de Q a n d e t t e Colbert está lleno de acentos propios. Una mujer inteligente y de temperamento como es ella no iba a someterse—como no se ha sometido

ínt^ramente

a la mayoría de las grandes estrellas, le costó lo suyo. N o se suelen encontrar así como así ni la gloria ni la rique-

chas «cosas» de Hollyn^ood, dígase lo que se

za. Verdad que Claudette Colbert es mujer de grandes empeños. H a y en ella latente un espíritu de rebeldía que

quiera—al influjo de l o genérico, que tiende a

la hace la eterna descontentadiza, y nunca está de acuerdo con lo que la suerte le depara. Cuando en N u e v a

crear tipos hiunanos en serie, del mismo modo que lanza productos industríales

de H o l l y w o o d ; casa, por cierto, llena de resortes eléctrino t a n t o en prevención de ladrones como para proporcio-

Se ha dicho que Claudette Colbert fué al cine para ganar una apuesta entre sus amigos. L o cierto es que, como

ningún valor auténtico de la pantalla a las mu-

r•

realizador de las ^•"í'-* manejo del arco a Claudette Colbert

Y o r k recibía, como gran actriz de teatro, el halago del público—no se avenía a ser admirada quizá más c o m o

cualquier cen-

mujer que como artista—, renunció a su gloria, y a conquistada, para luchar y triunfar de nuevo con su talento y

tro de fabricación racionalizada. Ellla impuso

belleza en el arte de la imagen. Y nos ofreció sus nmgnificas inter-

un t i p o de belleza: que por algo tiene una recia, ^

pretaciones, que van del papel de graciosa ingenua a una expresividad hondamente dramática, para culminar en esa obra maestra de Frank Capra, modelo de auténtico cinema, que se titula Suctdib una noche... Junto a Clark Gable, el actor que con su recia personalidad ha anulado a tantos falsos ídolos, Claudette Colbert se mantiene con la jerarquía de su arte propio, personalísimo también, con calidades y matices en su actuación que permiten contrastar sus valores con los de aquel coloso de la pantalla. Y ese triunfo se halla en El lirio dorado, en ImiUición de la vida, el film de John M . Sthal, donde ella luce toda su elegancia y talento, que pone de manifiesto en todas sus interpretaciones.

CXmnAriW Colbcii, ronsiderada como la acirix más elegante de Hollywood, confirma en cada nuevo film la justicia del calificativo

P e r o Claudette Colbert—^ya lo he dicho—se resiste siempre a ser encasillada en la representación" de un tipo de mujer determinada. Su arte es vario,

hay un nombre en el cinema que pueda ser veneración, es ése:

rico en facetas, y su flexi-

Claudette Colbert. Es grato siempre para el

bilidad le permite inter-

cronista, o para el simple aficionado, dar en la cons-

])retar toda la gama del

telación del firmamento cinematográfico—^y perdó-

temperamento

neseme el tópico—con una estrella que refulge con

Se cansó d e

destellos que ofrecen el fulgor y la pureza del dia-

papeles de ingenua, y puso

pronunciado

con toda

humano. representar

He aquí el rostro de Claudette Colbert. con su peculiar gracia a n i ñ a d a , su bondad, su ternura, su ingenua expresión que encanta y deleita al esperta dor apenas aparece en ' pantalla

mante de calidad. A n t e t o d o , el arte de Claudette

a prueba su fibra dramá-

Colbert es puro y honrado—¡y eso sí que es una rea-

t i c a En Kl signo de la Cruz es P e -

'id

pea, y en Cleopatra—otra de las

He aqui a t'.laudettc t^olbert ron un suntuoso atavío pleno de elegancia y distinción, cualidades ambas que se aunan felizmente en la exquisita personalidad de la insuperable protagonista de «Sucedió una noche...»

do de las grandes concepciones de

lidad magnífica!—, y sin osas impurezas teatrales de muchos otrofl actores, que o\ no ocupan

un

primer plano en la pantalla—por lo menoe para los auténticos aficionados--, gozan de gran fiopularidad. El arte de esta gran actriz francesa de la Paramount ofrece, ciertamente, motivos, más

que

nmchos,

para ser

muchísimos

admirada, para ser

sa

extravagancia

barroca

y horrible.

Claudette

Colbert es siempre la distinción. Es la línea airosa

mientos de masas ante la cámara— es la he<'hicera Circe del N i l o , la bella reina egi|K;ia que seduce y

Y sobre todo, por encima de to-

HoUyTvood--, una elegancia serena, espiritual, ex-

t o quieren aturdimos con sus atavíos d e suntuo-

carácter hi.^órico y de los movi-

co A n t o n i o .

cia—se ha di(;ho que es la mujer más elefante de

desde luego, c<m que no pocas estrellas de peor gus-

obras de ese enamora-

encadena a Julio César y a Mar-

exaltada. Esa estatua v i v i e n t e resiune la elegan-

quisitamente femenina, tan lejana de esa otra falsa,-

fastuosas

«na*.^' de una bella mujer, •«iunf "«Imirable que no fía el Hur, """«'usivamente a su bermoUn ','""'» que se sirve de ella como ««leed'*'"*"'" *" '*'•"'••• * «"n su personificación de «Cleopatrav

do, la gracia de esta mujer excepcional y su rostro aniñado y belhi, la seducción de su exquisita

fe-

minidad.. F. F E K K A R I

BILLÜCII


ficarH MAÑANA PROGRAMA

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y su popularidad

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11 primer ctia de redaje de "Don Qumiin, el aman^ac " o

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¿ U n esi-enario para llene Ciair?

H

AY que madrugar. H e aquí la primera dificultad que el cinema presenta a los artistas de teatro... y a los periodistas. Pero, en fin, el sacrificio por la profesión y la afición—esta vez de la mano, como héroes de un cuento de Perrault—puede convertirs*í en placer. L a mañana trae un despertar de lágrimas. I^a lluvia fina de Mayo saca brillos al impermeable y deja mate el betún de los zapatos. Pasan las churreras y los traperos con un matiz de novedad. Míwlrugar, no cabe duda, es darse de cara con la ciudad inédita que huele a café tostado y a vaho

Fernando de Granada, Ana María Custodio y Alfonso Muñoz, en el film de Luis Marquina «Don (Quintín, el amargao», primera produrción española de Filmófono

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0

Fl magnífiro decorado de José María T o rres en el nuevo film nacional «Don Quintín, el

a m a r ^ a O ü , di-

ríase el propio de una producción de Rene Clair

X

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^

-

de t a h o n a Nos sentimos más ligeros, más capaces de pensar en algo útil que en las horas pesantes y negras del cabaret o del parchessi. Tiene honores de viaje el trayecto a los Estudio.-» de la Ciudad Lineal. Pasado el poblado de las Ventas, la curva de la avenida de Arturo Soria nos trae frescos olores de jardín, que descubren a la cuitada señorita Primavera bajo los tristes ropajes otoñales. Esta avenida de hoteles con rótulos cursis—Villa Florita, Villa Paca—no se parece ¿verdad, Jardielito Poncela? a Culver City; pero se acerca al Hollywood madrileño que soñó Sobrevila.. (¿Os acordáis de Nemesio M . Sobrevila, el director vasco de El sexto sentido?) Los Estudios cinematográficos de l a C . E. A . , a la v i s t a Tras la verja, un cancerbero sin uniforme, pero con barba respetable, nos cierra el paso. Exactamente igual que en Cinelandia L a ilusión es perfecta. Fuera, una triple hilera de autos aguanta pacientemente el sirimiri. Pasamos al hall que da acceso a las galerías de rodaje, con la cartera bajo el brazo; pero no tenemos facha — ni ficha — d e ministros. Unos grandes letreros repiten: «Silencio», la palabra s a g r a d a — e l tabú — del cinema sonoro. Pasamos al set. Y p r i m e r a sorpresa.

¿Qué es esto? ¿Hemos vuelto a salir a la calle, en un juego de laberinto de feria? Pero no. E^ta calle que pisamos tiene los faroles encendidos. Es de noche. Una noche de barrio^ bajos, tan típica, tan castiza, que está pidiendo cohetes de verbena y flor de albahaca T o d a la gran nave del Estudio, de punta a punta, se ha convertido en un trozo del Madrid de Carlos Amiches. En el centro de la calle, una fuente chata, con farola de tres brazos. H a y muestras de tiendas, bocacalles que asoman, portales de un siglo, ropa colgada, balcones con los visillos de cretona corridos—atalaya de las «cotillas» del barrio—, aceras tortuosas y adoquines que y a quisiéramos para andar por la villa del oso, etc.: ¡como que son de corcho y se les puede pisar impunemente!... Un prodigio de decorado para el )rimer film nacional de Filmófono. Estrechamos a mano de su autor, José María Torres. El Estudie tiene, en este momento, un matiz grato, delicioso, sugeridor. L a calle, iluminada con pericia de contrastes, espera a los intérpretes, a los tipos del archipopular saínete que ha tenido su asiento triunfad en todos los teatros de España El decorado, que es el más importante de cuantos recordamos haber v l « t o en los Estudios nacionales, parece, entornando la vista, para no leer los rótulos castizos que campean sobre las tiendas, iina decoración de Rene Clair, un escenario para Rene Clair...

f

Dos figurantes protagonistas Las nueve. Luis Marquina mira su cronómetro de pulsera, para cerciorarse de la h o r a D a unas órdenes sin gritar, sin afán de que sepamos que es el director de la película, o sea, la suprema autoridad dentro del Estudio. Además, Marquina no se viste «de director» tarapoc(v. un traje claro,


hoy pisa estos madrileñísimos Estudios. (Como nosotros, testigos de vista, somos los únicos que no pintamos nada aquí.) I j s t o todo. Se hace un ensayo. El micrófono, balanceándose en su largo mástil, eomo un diminuto simio en una liana, recoge las primeras frases de la adapttición del archipopular saínete de Carlos Amiches y el maestro Guerrero. L a escena tiene una iluminación bien contrastada, que recorta las figuras sobre el fondo del decorado. Lucas de la Peña da el visto bueno del sonido. ¡ A rodar! Suenan los timbres sordos que reclaman silencio. Peña grita: «¡Motor!» Y suena la claqueta, subrayando el número de la escena que se va a impresionar con la advertencia de «primera», por si hubiera una o más repeticiones. Contenemos larespiración. Nadie fuma Todas las miradas convergen sobre los protagonistas, bañados en luz. L a escena es sencilla y sale admirablemente, con plena sensación de realidad. Marquina exclama: «¡Buena!» Si^ apagan los arcos. Se h a b l a Se mue-

ven las figuras que antes permanecieron inmóviles como estatuas. Nuevo desplazamiento. L a cámara sonora os conducida al lado opuesto de la nave. Ahora el director requiere a sus activos régisseurs: « A ver, los figurantes que os encargué anoche. ¿Están listos?» Martín y Cejuela asienten. El segundo de ellos, o sea, el popular Cejuela, hombre que conoce al dedillo el anecdotario de nuestra cinematografía, desaparece un momento y vuelve seguido de dos hombres vestidos con irreprochable propiedad de soldados de artillería Deben ser figurantes acostumbrados y a a trabajar, porque andan con soltura por entre los cables tendidos y los soportes. El director se acerca a ellos, les mira de arriba abajo y hace un signo de aprobación. Les explica brevemente lo que han de hacer y se ensaya la escena. Bien. A rodar, inmediatamente. N u e v o sumergirse en el silencio, catarata de luz, respiraciones contenidas, claqueta.. Marquina está satisfecho. Llama a Martín: «¡Muy bien estos dos figurantes! Así da gusto. Y visten de tal forma, que parece que acaban de dejar el cuartel...» Cejuela no puede contener la risa: «¡Como que los hemos cazado a lazo en el cuartel de la Montaña' Son dos quintos que valen cualquier cosa...» Nos acer-

Ana María Custodio se asoma al balrón. rn la noche de barrios bajos madrileños... Parece que van a oírse cohetes verbeneros y a olerse perfumes de albahaca en «sta íntima escena, llena de sabor, de <D«n Quintín, el amargao»

de mañana; cabeza desnuda y gafas. H e aqui Un hombre que se atreve a dirigir films sin uniforme, sin exotismos. Un director español. V a a comenzar el rodaje de Don Quirúin, el amargao dentro de un momento. Está dispuesto todo. El ingeniero de sonido, León Lucas de la Peña, en el control; José María Beltrán, operador, en la máquina o cámara; Fernando Guerrero, electricista, al cuido de los arcos y de la instalación; los régisseurs Martín y Cejuela, de un lado para otro, con el dinamismo propio de su cargo enciclopédico; Manolo N o v o a , al pie de su trípode, para hacer las fotografías fijas... Dos artistas hay en el platean esta mañana, que puede ser memorable en la historia de nuestra producción cinematográfica: A n a María Custodio y Alfonso Muñoz, principales intérpretes de Don Quin*»n, el amargao. Acaban de ser maquillados por Mr. Kraff, el único extranjero que

l>a priuieru eücena rodada para «Don Quintín, el amargao» por sus prtitagonistas Ana María Custodio y Alfonso Muños

camos a dar c^arrillos a los dos reclutas que acaban de recibir el bautismo cinematográfico. Son dos muchachos avispados, que no se sorprenden por nada. Conversan y fuman con nosotros, fuera de la nave, camino del hall, sin darle importancia a Sevilla ni al Guadalquivir. D i cen que esto del «cini» es una juei^a que trae locas a las «gachís», pero que no tiene ningún mérito. Cobran con gesto displicente y salen cogidos del brazo. Les preguntamos que adonde van, y responden que al Mercado de Olavide, donde tienen cit a con dos cocineras... Nos quedamos en la puerta de la verja, hasta que desaparecen, avenida abajo, los dos figurantes improvisados que se han portado como protagcmistas mejor que muchos protagonistas... SANTIAGO

AGUILAR

Una clásica bronca, reproducida con sorprendente verismo en los Kstudios de la C. A. para la primera pelírula nacional de Filmófono, «Don Quintín, el amarraos


rectores reclamaban de ellas no sólo temperamento artístico y facciones fotc^énicas, sino también, y muy principalmente, elegancia en la figura, armonía en las hnea» y gracia en los movimientos; algo, en fin, que había de tener un sentido nuevo, un concepto inédito, posiblemente alejado de las normas clásicas y tradicionales de la belleza femenina; pero evidentemente imprescindible para el triunfo. El cine precisaba, exigía, por decirlo así, la mujer cinematográfica Y la tuvo. N o existió—¿cómo iba a existir?—tal milagio; y si no hubo, no fué el cinema, sino la mujer misma quien lo realizó, poniendo al servicio del pro[X)sito su fe encendida, su firme perseverancia. L o que sucedió después todos lo sabemos. El cine, colmado de aires nuevos, pictórico de [oersonalidad, con el ímpetu de su aite vigoróse e inédito, se impuso al mundo e impuso, a la vez, todos los valores que habían contribuído a su entronizamiento. C!onvengamos que el tipo de mu-

u e n m La

obesidad, implacable

enemigo de

la

mujer

F

RECUENTEMENTE Se Oye dccif que el advenimiento del cinema ha realizado el milagro de crear un nuev o estilo de belleza femenina, y ello no es absolutamente cierto. L a realidad es que el cinema, expresión suprema del refinamiento, de la estilización, del buen gusto, precisaba, para conseguir el triunfo que presentía, la aportación de elementos adecuados para dar la batalla con seguridades de victoria. Y , como no podía menos de suceder, estimó que el más valioso auxiliar para la conquista del éxito e r a l a mujer. Pero no la mujer en el sentido genérico, sino un tipo de mujer que, como el arte en que había de brillíir, poseyera su finura, su estilización, su refinamiento. N o fué fácil el empeño, porque la mujer, al advenir el cinema, carecía de la indispensable preparación estética exigida por el séptimo arte; pero su fino instinto advirtió bien pronto que los di-

Betty Furness en dos faiMMi de 8U rotidiano maquillaje. Mi«8 Furness — rostro juvenil, silueta estilizada, arte lleno de promesas - ea una d r las nuevaa figuras del «écran» de más brillante porvenir

T o b y U'ing muestra aqui el enranto de su rostro apicarado y la seducción de su cuerpo joven y magnífíco. T o by W i n g es ya mistress Coogan, y actualmente goza de las delirias de una luna de miel

jer que se ha dado en denominar cinematográfico, en general, no existía. L o creó el cine o, mejor aiin, se creó a sí mismo para mejor .servirle, con un rendimiento, con una adhesión tales, que hoy, nadie lo negará, alcanzan a todas las mujeres jóvenes del planeta, cuya más íntima y secreta aspiración se cifra en parecerse a tal o cual estrella Por nuestra parte, hemos de reconocer que el anhelo es lícito, y hasta nos atrevemos a considerarlo posible si a ese deseo recóndito v a unido el propósito firme de lograr la apetecida sem*»ianza. Perseverancia y voluntad son las cualidades indispensables para conseguirla, aparte, 'aro es, (le las esencialmente físicas. El primer enemigo con que ha de luchar toda mujer deseosa de rectificar su línea, de corregir sus defectos, de acercar-


se, por decirlo así, a las normas estéticas impuestas por la «mujer cinematográfica», es la obesidad. El exceso de grasas, todas lo sabéis, no es otra cosa que una verdadera y auténtica enfermedad, pues al manifestarse, evidencia que las fimciones orgánicas se realizan irregidarmente. Existe pju-a cada persona—hace poco hemos publicado en estas mismas páginas unas líneas acerca de ello—un peso corporal racional, científico, en relación con su estatura y su constitución, denominado, técnicamente, «peso fisiológico». U n equilibrio perfecto entre la constitución, la estatura y el peso evidencian el regular funcionamiento del organismo. A h o r a bien: la alteración más leve de este régimen debe poneros en g u a r d i a L a obesidad acecha, y hay que darla la batalla. ¿Cómo? Con decisión y perseverancia. T o d a s conocéis-—CINEORAMAS se ha ocupado reiteradamente de tan importante tema—los tratamientos de alimentación indicados para e v i t a r la acumulación de grasas. Cultivadlos. P e r o hacedlo con voluntad, con tenacidad. Sin ellas, t o d o He aquí un l»ello escorzo de Dorolhy Jordán, la deliciosa actriz del cinema, obtenido por el íotóprafo durante la partida de «tennis» <jue niiss Jordán juega a ,„..JIÍIICMl... ,

'

empeño será inútil. Justamente la primera fase de la lucha contra la obesidad—la del adelgazamiento—es la que requiere m a y o r p e r s e v e r a n c i a , porque obliga a severidades de alimentación, a ejercicios ginanásticos relativamente i n t e n s o s , t a n t o más molestos y desagradables cuanto mayor h a y a sido vuestro abandono. «¿Qué otra curación puede haber para la gordura que el adelgazar?», diréis. Cierto. Esta, es la finalidad perseguida; pero no por ello deja de haber en el régimen curativo determinadas etapas a las cuales es preciso someterse de un m o d o inexorable, tanto más cuanto que, en realidad, los fenómenos que producen la obesidad no desaparecen si el organismo es propenso a e l l a Es frecuente que las personas obesas, cuando, después de un intenso tratamiento, logran reducir las acumulaciones de grasa y alcanzan el peso científico que conviene a su organismo, se consideren totalmente curadas y vuelvan a incurrir, creyéndose totalmente curadas, en las faltas—en los excesos diríamos mejor •— que determinaron su g o r d u r a Grave y peligrosísimo error, pues es precisamente enton-

ces—cuando se han experimentado en toda su benéfica eficacia los resultados del régimen^—cuando han de procurar por todos 03. medios que el mal no se reproduzca, siguiendo las prescripciones complementarias del tratamiento seguido. Cierto que ninguno de ellos suele ser agrá-1 dable y fiue acaso el que impone la curación ¡ de la obesidad sea uno de los más molestos por lo que encierra de restrictivo para la alimentación y de duro y fatigoso para los ejercicios físicos q u e l e complementan; pero si el régimen curativo es molesto y penosa su observancia, ofrece, en cambio, la anhelada compensación de alejar desde su comienzo todas las dolencias que la obesidad puede producir y de restablecer en algunos meses el equilibrio de tma salud perfecta. Y lo más interesante: determinar la perfección de lineas que tanto suelen envidiar a «la mujer cinematográfica».

f Blanca Viseber l y June Lang, dos verdaderas preciosidades cinematográficas, en una fingida e s c e n a de m o n t a ñ i s m o . Ni montaña, ni nieve, ni cielo nuboso, ni riesgo en deslizarse sobre la superficie f a l s a mente nevada. Sólo una c o s a es ciertai la belleza de las dos deportistas

lly L grácil y flexible b e l l e z a recientemente incorporada a la pantalla c a l í f o r n i a n a , se e x h i b e aquí ea una sugestiva « p o se» y en un atavie más sugestivo aún


MIGUEL


na &tjgarüJiadán aióe/tAdda FILMS

t^W

\A N nuestros ¡uuhientes cinematografieos era, f u n d a m e n t a l m e n t e , un problema d e distribución. L J la Hailio P'ilms no necesita cédula de Ix)s servicios de una buena organización distribuidora—^y éste es presentación. Tiene un crédito amplio el caso de la Radio Films — van, en primer término, al público. y sólido, i'imentado con firmeza, conseguiEste es el prinier beneficiado en una distribución de crédito y do merced a una labor inteligentemente dide solvencia. Uuando una marca distribuidora se ha impuesto rigida. l.ia extensión de ese crédito habla con 7or sus aciertos y sus éxitos, el público sabe y a que toda película máxima elocuencia de lo que la H . K . O. ha llegado a signifia por esa entidad repartida es una garantía de interés. N o hay esa car en la cinematografía. inseguridad, esa desconfianza que inspiran las cintas distribuidas lX)r una marca que no selecciona de un niodo riguroso su mateEl cinema, opio y fiebre de nuestro tiempo, es un arte de expanrial. ¿Película procedente de sión, un arte que necesita la Radio Films.' N o es avenpara hu vida los horizontes turado el pronóstico, no hay universales. Un cinema loen él riesgo de equivocación: cal, sin perspectivas, sin capelícula de interés. Cojamos minos, se asfixiará por sv el caso inmediato, más a la propia limitación, por lo anmano. Ahí están, triunfadogosto de ese Jiorizonte suj'o. ras desde su estreno en MaN o basta crear. Es preciso, drid, películas de tipo tan además, dar a lo creado una distinto y de éxito tan igualvida amplia, una larga difumente extraordinario como sión, una universalidad. El JMS cuatro hermanitas y Voesfuerzo empleado en una lando hada Rio Janeiro. Una buena película será estéril si distribuidora que proporciodespués eoa película no es na en una misma temporada distribuida con acierto y su dos éxitos de esa calidad es emoción o su sonrisa no lley a una espléndida garantía gan a todas las tierras, a las para el público. Y es que pasalas de todos los países. ra los directivos de la entiOrear, es cierto; pero desdad el cinema, en este sentipués, inseparablemente, nedo, está considerado casi cocesariamente, difundir, dismo im servicio público: de tal tribuir. De tal modo, que en modo están compenetrados la cinematografía creación y ciney pueblo, pantalla y muldistribución no son cosas distitud. Exige, efectivamente, tintas, sino que son, en verel cinema fervor y atención dad, dos partes de una misFnrhada dr la O n t r a l de Itarrelona de servicio público... ma realiíiad superior. Un interés igual a ese es el que RafUo Films ofrece a los exhiRadio Films—un nombre que encierra nna total garantía de éxibidores. Rxtos saben perfectamente que una cinta distribuida por to—ofrece al público, a los exhibidores, a los productores, su magesa marca tiene un positivo interés y ofrece el mayor número de nífica organización: su red de corresponsales en toda España, en probabilidades de éxito. Para los exhibidores que buscan material Barcelona (central), Madrid, Valencia, Bilbao y Sevilla. Esa gran distribución suya ha sido muchas con destino a sus locales, la busveces factor de decisiva importtmca y la selección de cintas pueden cia en el éxito de cintas ({ue han ser a veces im verdadero problerecorrido triunfalmente las |)antama. Porque no todas las distriUas y que han despertado el misbuidoras tienen para el material mo eco de fervorosa admiración cinematográfico el mismo espíritu en salas de .-itios muy distintos. riguroso, ese concepto, en relación L a organización y el crédito de con el espectador, de servicio púRadio Films pueden ser en los amblico... Esto determina en los exbientes cinematográficos españohibidores, lógicamente, un estado les un impulso excepcional. Porde desconfianza y de vacilación, que muchas veces se ha dicho, de incertidunibre, que puede trapor voces autorizadas, tanto naducirse en pérdidas para el negocionales como extranjeras, que cio, no sólo en tangibles pérdidas el problema de nuestro cinema económicas, sino—lo que en oca-

Sr'iíilfn 1^ -1^

Ln aíiperlo de la i«ecci/>n de Contabilidad

i— Departamento de programación

Serrión de ron-—* trol de la Central


Despacho de la Dirección de la sucursal de Madrid Despacho de la Dirección, en Barcelona

Sección de programación de la sucursal de Madrid cción de programación ae • • ...

Sala de pruebas de la sucursal en Madrid

ciones admirables de la R . K . O.—y ello es la mejor garantía de su gran organización distribuidora—, ofrece ahora a los productores de F^paña esta organización. Naturalmente que la Radio Films—porque así l o exige su rango, su crédito y su tradición—no puede ofreí;er a su mercado cinematc^ráfico, junto a las grandes creaciones extranjeras, sino las cintas nuestras que tengan una positiva calidad artística y un interés indudable. El cinema español está aJiora en su gran momento, en la hora que puede decidir, definitivamente, sus nunbos próximos. Una gran organización distribuidora, como esa que R a d i o Films ofrece a los productores españoles, puede ser de una excepcional eficacia el é x i t o de \ma película acertadamente distribuida marcará, por consecuencia, ur avance de nuestra producción. Vean, por tanto, nuestros productores la importancia que para ellos tiene el disponer d e una orgímización com o esta que la R a d i o Films les ofrece

Biones importa

más aún—en daños para el crédito... Esta es la enorme importancia que para los exhibidorea tiene una organización distribuidora de !a jerarquía y de la solvencia de la Radio Films. Y estas razones, en cuanto al público y en cuanto a los exhibidores, ¿no abonan y a también el interés que finalmente tiene esta organización para los productores? Apenas hace falta, en realidad, destacar lo que a éstos conviene una buena distribución de sus producciones. (Recordemos, de nueva, que por muchos se ha afirmado que el problema de nuestro cinema era un problema de distribución...) U n a producción que cuente con el amplísimo radio de acción de que para su material dispone la Ra<lio Films lleva y a andado el cincuenta por ciento en el camino de su éxito. Producción encomendada a esta entidad no es producción muerta, agotada apenas nacida. Es, por el contrario, cinta que tiene ante sí tm magnífico horizonte, una red interesantísima para su expansión. Irá a todos los públicos, tendrá un largo eco de publicidad, no habrá local al que no l l ^ u e el interés que la nuev a cinta puede ofrecer... El productor, que v e cómo su pel í c u l a se e x t i e n de y logra una resonancia cada v e z mayor, duplica para una nueva cinta el esfuerzo — espléndidamente compensad o — y , por el lógico engranaje de las cosas, esta distribución determina un natural mejoramiento en 'a producción de después. Con lo cual se habrá confirmado eso de que el p r o b l e m a d e nuestro cinema es Aspecto del vesKbulo de la sucursal de Madrid un problema de distribución... R a d i o Films, que distribuye entre nosotros las produc-

Un aspecto del despacho de la Gerencia de Va-f lencia

Un aspecto de las ofici-"^ ñas de la sucursal de Sevilla

Este es el triple aspecto y el triple interés que para España ofrece R a d i o Films: una magnífica organización dis_ ' - ^ ^ ^ ^ tribuidora puesta al • Hil servicie del públi—'-i^'í- ' co, de los exhibidores y de los productores. E l crédito cons ^ u i d o y la fuerza de los hechos prueban plenamente, mejor que nada, la excelencia de aquella organización, curtida en cien combates y a la que aguardan todavía nuevas y constantes v i c t o r i a s . Ea bien de España —porque puede significar un gran impulso a su producción—, en bien del público — s e r v i d o fervorosamente — y en bien, íinahnente, del cinema, la gran sirena de nuestro tiempo... Virta de Us oncia*»

Valencia La sección '*—de ConUbilidad de la sucursal de SevilU

Una d e p e n - _ ^ d e n c i a de la sucursal de Bilbao

Rl despacho de U Direeción de U sucursal de Sevilla


J

j ACQI:K8 F'eyder, el gran realizador del pais v e c i n o , atribuye a la censura los errores del cine francés. «Que se nos dé—pide— una censura más am|>Iia. Q u e I a censura tenga el valor de determinar lo que está permitido y lo que no lo está. Que nos prohiba casi todo, pero que lo haga lealmente, y y a se las entenderá con el resto...»

haber contaban obras cuales eran La Cenicienta, La Pasión de Cristo, Las curio.sidades de Holanda o IJOS mararillas del Canadá, inspiradas exclusivamente en manantiales de be-. Meza y de buenas cositowk^w...^

. . j

Peroyae.staba en pie la campaña, y si tardó en iniciarse, no ocurrió Vienen e s t a s j»alalo mismo ¡>ara tradubras p o c o después de cirse en rápido increotras, muy importanmento. Así ocurrió que tes, de Rene Clair, soen N u e v a Y o r k la Sobre el mismo tema que (íiedad de Protección a apasiona en Francia y la Infancia solicitó y se traduce a diario en obtuvo intenención juartículos, e n informadicial contra un cine ciones y en caricaturas. de la Primera A v e n i d a Rene Clair solicita del q u e proyectaba E l Estado garantías para gran proceso de Thuw, ?1 arte de la pantalla. cinta q u e reproducía, Pero garantías que no con pelos y .señales, las 3mpe<iueñez<'an su [KIetapas d e u n asunto i e r í o d e belleza ni su <iue por entonces apaj x t r a o r d i n a r i o tesoro sionaba al país: el adulsxpresivo. « L a vieja terio cometido por la cuestión de la censura esposa de un millona(>rrta Garbo y (.eorjte Fawcetl en una esrena que la rensura española suprimió de la antigua ver>ión de «Ana —escribe Rene Clair— rio y I a muerte d e 1 karenina» debe r e c i b i r solución amante, que el esposo menos estúpida que la acribilló a balazos al .sorprenderle in fraganti. En P r o v i d e n c i a , las actual. El derecho común que se aplica al teatro alas voladoras. D e la calidad de sátiro quu era liosas llegaron a más: el Clan Murphy, Asociay al perio<lisnio |)uede convenir j ) e r f e K ; t a m e n t e al Juanito había en el film huellas inequívocas: ción puritana de Rhodes Island, decidió evitarse cine. P o r lo menos, cabría clasifiííar los filnus en el malvado dedicábase en un parque público, zarandajas jurídicas y practicar el castigo por su dos categorías, al modo de Bélgica, a fin de que manteniendo una contumacia de todo punto remano, y a este fin asaltó sin contemplaciones el las Ligas familiares que actúan en nombre de la probable, a introducirse debajo de unos fabuloLyric Theatre, en que se exhibían películas coninfancia no impidan a los ciudadanas mayores sos sombreros, adornados con toda clase de flosideradas como inmorales. de edad la visión en el lienzo d e espectáculos res y frutas, sin q u e faltara algún que otr<» pápara adultos.» jaro, [)ara robar besos a unas señoritas <pic Y fueron los mismos productores de películas, tenían en el borde d e la falda barro de diversas representadlos por las cabezas visibles de la Moestaciones, y que recataban públicamente sus tion Pictures Patents Company, cpiienes se digargantas en unos cuellos de tul mantenidos en rigieron a los Poderes públicos solicitando el estaElsto de la censura, preocupaiñón añeja de cimolesta tiesura merced a ballenas invisibles que blecimiento de una censura j>revia, j)referible neístas de todos los países, tiene sus inc(>nveno lo eran para nadie. en todo caso a las arbitrariedades o a la ignorannientes y sus ventajas. Y suele resultar de .su A la defensa del cine salió George Kleine, uno cia de alcaldes y policías que en nombre de una aplicación más daño que p r o v c H ; h o |)ara el piesmoral no del todo clara, cometían desafueros de los primeros distribuidores de películas q u e tigio del cine y su debido desarrollo. inimaginables, como precursores <le aquellos hubo en los Estados Unidos. Y K l e i n e adujo que Hasta lí)07,'a nadie se le ocurrió p<mer trabas agentes de la autoridad españoles que hace unos no se podía calificar de inmoral al cine, en cuyo de ninguna especie para la excuantos años se incautaron en hibición de aquellas bandas breuna librería de los ejemplares ves e indecisas. Pero en 1907. de cierto tratado de ccmfección un periodista de la Chicago Tride cock-tails, por sonarles esta bune denunció como conwptopalabreja de modo sospechoso res de la juventud a los lófl y por lucir la portada del libro salones declicados a la proyecuna figura femenina sentada en ción de film.s. Se harúan constar alto taburete ante el mostrador en la denuncia los títulos pecade un bar. minosos: El barómetro de CupiA l principio, la censura amedo, La amante del viejo, IA)S niricana marchaba bien, sin más ños ladrones, ¡ Cuidado, que vieriesgos graves que los derivados ne mi marido!. Bandidaje mode su propia complicaf;ión en derrw. El bigamo. Alegrías del la práctica. Pues ocurre «pie allí divorcio... el ejercií'io de la censura no coTal v e z estuviera escondido iresponde al Gobierno fedfíral, en el etcétera de la lista negra sino a los gobernadores de cada aquel terrible Juanita d sátiro, EíTtado, y por ello las películas que hizo nuestras delicias cuanhan de someterse nada mcuios do, muchos años después, se ex(pie a cuarenta y siete censores, humó como prototi|K) de época (jue juzgan y dictaminan con en un «Gráfií-o Paramount». S(> arreglo a criterios que rara vez trataba de la historia inmoracoincidirán en todos los puntos lísima <le un conquistador aude vista, por mucho que se esdaz, con bigotes conmovedores, fuercen en atenerse a normas alto cuello de celuloide (que desimplistas. Y resulta de ello que bía hacerle sufrir mucho) y un la cinta considera<la ab.solutaksla e-<-ena, en la que aparore reunido el Consejo de Ministros de un psís imaginario, en el film ti canotier de paja c o n amplias mentc moral en Peiisilvania o francés « L a B a n c a X e m o i , fné supriniida por la c e n s u r a


Margucrite Viel, según una célebre comedia satírica de Ixtuis Vemeuil, e interjiretado por Alice Tissot, Mona Goya, Bergerón, Charles Fallot y Hred .March. L a cinta es la historia de un sinvergüenza que sabe procurarse amistades influyentes y manejarlas con habilidad, y que gracias a ello consigTie los triunfos más extraordinarioo. I>a censura puso v e t o terminante a una do las escenas mejores del film: quinientos metros em los que se simula un Consejo de Ministros. Aunque la acción trartscurro en im país imaginirio, se temía que el público pudiera hallar parecidos peligrosos. A l fin y al cabo, el asunto Stavisky llenaba todavía muchas páginas en lob periódicos. «Ante todo—se justificaba el censor^—, hemos de evitar los desórdenes en las salas, ofender la susceptibilidad de países extranjeros, preocuparnos de la influencia de las imágenes en la infancia... ¡Tarea ingrata! Estamos seguros de que siempre habrá descontentos.»

- ¡Ah! ¿Se drdira U!<trd a prodiirir prlírula» rortas? — .\o... Eg<o era un film de dos mil metros que me devuelve la censura. (Caricatura de J. Blandean, en «Pour Vous»)

en California, ofrecerá tal vez a.spectos graves para el censor de Nebraska o para el de Carolina del Sur.

Censurar películas no es, no puede ser tarea grata para nadie, y menos para quien tenga espíritu refinado y liberal, entendida afpií la palabra «liberal» en sentido de arte y no de política. Sobre el censor de París, M . Edmond Sée—escritor y crítico de merecido renombre—, cayeron, hace ahora exactamente un año, los encrespamientos indignados de cineastas y hombres de letras, j>or haber suprimido toda una escena en un film francés: La Banca Nemo, dirigido por

I^as tijeras del censor, nueva arma de Damocles, que pende amenazadora sobre las cabezas de directores, de productores, de distribuidores de films, son muy buenas y son muy malae a la v e z . El mismo Kené Clair, que nunca se distinguió por reaccionari&mo o cavemicolismo, según aquí se dice, reclamaba del ELstado una censura cinematográfica que defienda los corazones y los espíritus, de igual modo que los Poderes públicos defienden los cuerpos al perseguir el tráfico de estupefacientes. Porque el cine, qne es arte por encima de todo, constituye el medio de expresión más poderoso e influyente de que disponen los humanos. Y cuando el arte sirve para encubrir con destreza propósitos malsanos, hay que defender de él a la sociedad. Que es una manera de mantener la debida vigilancia para que el arte no deje de serlo, envenenado por bastardas intencionas. CARLOS DE M A D R I D

L'n ambiente ) unos tipos «españoles» en la película inglesa de Douglas Fairbanks «Kl último amor de don Juan», cuya proyección en nuestro país ba prohibido la censura

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Del mundo de .

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OBRK el fondo iuagnífi>'o y l)rillaiite de París. K a t h e de N a g y , con su aire de muchacho, con su fina y estilizada silueta de mujer moderna y elegante, en la sala W a g r a m — K a t h e es una apasionada de los deportes—, en la Paramount, en la R e x , en el café de la Opera, en los Campos Elíseos, en el Bosque de Bolonia, en todas partes, en fin, ha sido señalada la piesencia de la gran actriz alemana. L o s periódicos la acogieron con v i v a simpatía, dedicándola cariñosos comentarios. Y las revistas, por su parte, registraron su paso con bellos documentos gráficos. X o . N o pasó inadvertida, por cierto, la fina estrella de la Ufa en la ciudad de los brazos abiertos. Viaje de turismo y placer. P o r lo menos oficialmente. Según ella, con el único propósito de descansar. Según los rmnores que su presencia ha levantado, quizá para trabajar en los Estudios franceses a las órdenes de un célebre director galo. Quizá también para dar un adiós ^ a París antes de partir para H o l l y w o o d . Pero esto úl\ t i m o no parece muy verosímil. P o r lo menos, K a t h e lo ha n ^ a d o rotunda y terminantemente. H a dicho: — N o pienso por ahora marchar a H o l l y w o o d . A H o l l y w o o d iré tan sólo cuando m e ofrezcan un contrato que y o conceptúe interesante. U n contrat o que me satisfaga plenamente. Y hasta aliora no me lo han ofrecido. En unos meses no pienso abandonar París. Son tan bonitas las mañanas del Bosque de Bolonia. Y estoy tan necesitada de descanso. Dejemos que los curiosos y el tiempo pongan en claro si su estancia en la capittd parisina es, en efecto, una fuga del agotador trabajo de Ids Estudios, un viaje de placer o un posible cambio de ambiente artístico. Y dejemos esto, que de momento tiene una relativa importancia, para recordar, con m o t i v o de su paso por Francia y su paso, también muy reciente, por nuestras pantallas encamando la princesa china de Turandof, cómo llegó K ^ t h e al cinema. Y no sólo por simple curiosidad periodística, sino porque en los comienzos de su v i d a de artista hay un hecho, si no desconocido, j | por lo menos poco divulgado. Porque K a t h e llegó al cinema después de ^ fracasar en el periodismo. En efecJ to, antes de soñar con el estreJl Hato cinematográfico, K a t h e de N a g y quiso, ambicionó ser una gran periodista Y lo intentó; pero sin fortuna Y para fortuna del séptimo arte. E^la misma lo ha recordado ahora en París, en una deliciosa ,j charla, plena de hum o r i s m o , a n t e un grupo de amigos y ante unas copas de Oporto. —^¿Cierto entonces, madame? —Rigurosamente cierto. Y o quise ser periodista, pero fracasé. Mi debut y mi fracaso fué en un gran dia, rio húngaro. Y o había t escrito un artículo

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muy serio, m u y triste, casi trágico. I ^ mandé al periódico con una gran ilusión. Cuando a los pocos días lo cogí en mis manos, una indefinible emoción se apoderó do mí. ¡Oh la emoción y la atracción de la letra de imprenta! L o abrí nerviosamente, y , en efecto, allí estaba publicado mi trabajo. P e r o qué de<.'e[x;ión, ¡en la página infantil! Y o sentí entonces todo el dolor de la incomprensión. Pero no por eso desistí en mi propósito. Y ^^n^í^^spués, otros trabajos seguían el rumbo del anterior. Pero no c o - ' rrieron igual suerte. N o me los publicaron. ¡ N i aun en la página infantil! Y no pasó mucho tiempo sin que me los devolvieran, acompañados de unas corteses lineas, en las que después de hacer grandes elogios de mi talento —- ahora sospecho que irónicamente—, se m e aconsejaba estudiar, *¿ leer, escrif' bir mucho I antes d e f-": publicar.


P e r o y o no quise soportar esta nueva injusticia. D e s i s t í . Resueltamente. Y así fué c ó m o perdió el p e r i o d i s m o ¡una g r a n p e r i o dista! Y fué precisamente entonces cuando K a t h e de N a g y se lanzó a la conquista de la gloria cinematográfica. El cine era otra de sus grandes ilusiones. Puso en conocimiento de su padre su firme decisión. Este, acostumbrado a sus caprichos y rebeldías, no la hizo mucho caso. P e r o K a t h e insistía una y otra v e z . Entonces su padre concibió un plan de un rudimentario maquiavelismo. P e r o dejemos que sea la propia K a t h e quien nos cuente este curioso incidente de su v i d a . — M i padre, aun en contra de su v o luntad, me llevó a la Escuela de Cinema que nosotros tenemos allá en Hungría. P e r o y o ignoraba algo muy imjortante. Que halla hablado con anterioridad con el director de la Escuela y había convenido con él que en los primeros ensayos trataría de desengañarme y convencerme de que no servía para el arte cinematográfico. Pero ™ c u S t ' d o lo^contrario. Desde el primer dia m e animó y alentó con sus palabras y consejos. M i padre había sufrido un terrible error psicológico. El de creer que hay alguien capaz de renunciar a los ingresos seguros que proporciona una nueva a l u L a . Y o estaba encantada. E l , seguramente, tEdo lo contrario, pues que un d i a - a l cabo de tres m e s e s - ^ presentó en la Escuela para llevarme de nuevo a casa. Aquel día precisamente m e h a b í a n r e p a r t i d o m i primer role. ¿Qué hacer? Y o no quería renunciar a mis ilusiones y sueños cinematográficos. N o había más que una solución: la huida, la higa. Y la puse en práctica. Me escapé a Berlín con la sola compañía de no m u c h a s monedas. P e r o K a t h e pagó 8U locura. En BerUn la es-

He aqui a Kathe de N a Ry y a Pierre Blanchard en una escena de «FJ d i a b l o embotellado», último film de la deli<:ada actriz alemana, y cuyo rodaje, realizado en los b^tudios de la ^fa, ba finalizado recientemente

«Turando!, princesa de China», marcó otro brillante éxito en la triunfal carrera de Kathe de Nagy

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peraban días amargos, días de lucha, de oficina en oficina, en btisca de un empleo. Un pequeño calvario, al precio del que logró sus sueños de gloria. Un periodista amigo suyo la presentó un día a vm director. Este la sometió a la prueba m á » terrible q u e se puede someter a una artista: la del orgullo y la vanidad. Abandonó el Estudie, triste y desengañada. Tanto, que no quiso acudir a la primera llamada telefónica. N i a la segunda. N i a la tercera. Hasta que, por fin, accedió a someterse a una nueva prueba. Eran doce las candidatas, y aunque K a t h e t u v o la impresión de que había u n a v e z más perdido su tiempo, y a que la atención de todos estaba fija en ima de sus rivales, dos días después se la confiaba un role en el film TJOS hombres antes del matrimonio. Y el cinema europeo e n c o n t r ó , a partir de este ins-

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tante. una de sus más fehces ees de esa caza del cinema emropeo ligero, amable, sua^ emente mtencio nado y finamente picaresco. H p H c « d P 7 a v su gracia ágil Su belleza suave, su aire desenvuelto, su dehcade^a y muy femenina, se ajustaban P « r f « « * ^ ° í « * «fj^^'^^ V' ~ 1 ^" ^ píritu burlón e inquieto ritmaba con el género firívolo de "P^^^* J Al marchar a América Lilián H a r vey, se d i j o q u e K a t h e sería su sucesora. P e r o bien pronto se vio que K a t h e no sería nunca la sucesora de nadie. K a the de N a g y acusó enseguida, a través de sus matices y su espíritu sutil, y sus sucesivas y triunfales creaciones, una i n c o n f u n d i b l e personalidad. L a deliciosa estrella que un buen día quiso ser periodista no necesitaba para brillar acogerse a resplandor d e glorias ajenas. L e bastaba con su luz propia. LUCIANO DE

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ENSAYE VO.ESTE TRATAMIENTO 6RATIS N O GASTE DINERO EN BALDE Pido ntwMtrat y una racata q w « I* hará pare uitad tola el famoso Dr. Klaítzmann. Indiqu* « d a d , color y calidad dal cutis, color dal cabello, etc. DiriíoM al Concesionario para E s p a ñ a , seKor J. P. Casonovas, SMcMn * 117, Apartado 20. BAOALONA. ( M a n d e 50 cinlimos en sellos paro |gastos de franqueo)

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Itichard Arlen, con su hijo y >u esposa, a su llegada a la estarión Wnff'rl.H. ,1. I ondres

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B/b/iotoca de

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AMOR

CÜVB^ffOLmaA le encontró sentado e n l a mesa y abriendo p o r sí m i s m o el c o r r e o . — ¿ Q u é desea usted? — P o n e r m e a su disposición. —¿Cómo? — M i amiga K a t e está enferma... - ¿ Y qué?... — M e ha r o g a d o que la sustituya p a r a que no se retrase su trabajo. — E s t á bien; siéntese usted. Y hasta e l m e d i o d í a e s t u v o d i c t á n d o l e c a r t a s , sin p a r a r un m o m e n t o , c o m o no fuese p a r a dar órdenes por teléfono. E l almacén e n t e r o parecía t r a s t o r n a d o . Las dependientas se hacían cruces. L o s jefes de servicio andaban d e cabeza... A q u e l l o era un acontecimiento. U n cataclismo, un ciclón se había desencadenado e n e l almacén, y nadie comprendía las causas. N o q u e d ó menos sorprendida K a t e cuando e n t r ó e n el despacho d e l señor H o m e m a n n . —¿Quién es usted?—le p r e g u n t ó g a l a n t e m e n t e e l negociante. — U n a a m i g a íntina de E l l e n . — ¿ Y el m o t i v o de su visita?... — E l l e n se halla indispuesta... — ¿ Y v i e n e usted a sustituirla? —Sí, señor. — M u y bien; siéntese... E x a m i n e esa carpeta sin apresurarse... Y o salgo ahora; t e n g o que ir a casa d e mi sastre. Cuando v u e l v a , si es que v u e l v o esta mañana, despacharemos. Y se marchó. Cuando aquel día se encontraron en la pensión K a t e y Ellen sostuvieron la siguiente conversación: — ¿ Y bien?... — ¡ H e pasado de H e r o d e s a Pilatos!—se l a m e n t ó Ellen. — | Y y o lo mismo! —¿Qué t e ha d i c h o el señor H o r n e m a n n ? —Que tenía una consulta con su sastre. — ¿ Y se fué? —Inmediatamente. —¡Es extraordinario! — Y a ti, ¿qué acogida t e han hecho en casa d e l señor H o f e r t ? —jEse señor es un bruto! — ¡ Y o m e v u e l v o loca! — M e ha t e n i d o trabajando, sin I j v a n t a r c a b j z a , cuatro horas seguidas. —¿Qué mosca le ha picado? — N o sé. L a señora Schultze se m e z c l ó e n la conversación. — E f e c t i v a m e n t e , es incomprensible—comentó. — ¡ E s diabólico!—concluyó E l l e n — . C r e o que nos han hecho m a l d e o j o .

C o m o se v e , lejos d e mejorar, l a situación se había complicado. E l l e n t u v o q u e sufrir en casa d e H o f e r t una tiranía m a y o r que la d e H o r n e m a n n . El fabricante de pianos, un corderillo en o t r o t i e m p o , se habla c o n v e r t i d o en l o b o . N o dejaba pasar asunto sin e x a minarlo d e t e n i d a m e n t e , al m i s m o t i e m p o que dictaba j notas, cartas y t e l e g r a m a s a su secretaria hasta dejarla extenuada. L a bondadosa señora Schultze no v o l vía de su asombro. E n cuanto a K a t e , no comprendía aquello... H o r n e m a n n e m p l e a b a l a m a y o r p a r t e d e l día e n v i s i t a r sastres y peluqueros, y un buen día se

N o había duda. N o se t r a t a b a d e su a m a n t e , que parecía una española y había cumplido y a los treinta. M u y j o v e n . . . , m u y rubia... y m u y morena, había dicho la empleada. E s t a descripción t e n t ó la curiosidad d e l comerciante de pianos. M a q u i n a l m e n t e se a r r e g l ó e l l a z o de la corbata, y con t o n o solemne ordenó; — E s t á bien. Q u e entre esa señorita. P a s ó K a t e . Y apenas c o n t e m p l ó al señor H o f e r t , e x c l a m ó sorprendida: — ¡ Q u é coincidencia! H o f e r t , reconociendo en ella a la señorita q u e le habla asistido cuando su d e s v a n e c i m i e n t o e n el Coq d'Or, balbució: — ¿ E n qué p u e d o serle útil, señorita? — V e n g o de p a r t e d e l señor F l i n c k . —¿Flinck? ¿Quién ese ese señor? — ¿ P e r o n o le conoce usted? — E s la primera v e z que o i g o ese n o m b r e . — ¡ P e r d o n e usted! Y o no sabía... K a t e , desconcertada, bajó t r i s t e m e n t e la cabeza. Y H o f e r t , a quien la belleza de la muchacha entusiasm a b a p o r m o m e n t o s , m u r m u r ó dulcemente, cogiénd o l e las manos. — V a m o s , señorita, tranquilícese usted. H a g a el f a v o r d e explicarse. ¿Dónde v i v e ese señor Flinck? —Es vecino mío. — ¿ Y p o r qué le ha d i c h o q u e v e n g a a v e r m e ? — P a r a que usted m e acepte en calidad de secretaria. — P u e s la ha e n g a ñ a d o . — ¡ E l miserable...! — L e r e p i t o q u e se tranquilice. Su visita no será inútil. Precisamente t e n g o necesidad de una secretaria. H e aquí mis condiciones: mil doscientos francos al mes y quince días d e vacaciones al año. ¿ L e p a r e c e bien? K a t e e s t u v o a p u n t o d e desvanecerse. ¿Que si le parecía a q u e l l o bien? N o v a c i l ó un m o mento. — A c e p t o — e x c l a m ó espontáneamente—. ¿Cuándo d e b o empezar a prestar mis servicios? —Mañana mismo. Se instalará usted en este despacho. E n m i misma mesa. F r e n t e a mí, y en confianza, señorita. Conque hasta mañana. Cuando K a t e desapareció, H o f e r t se puso a pasear por el despacho, frotándose las manos y diciendo: — R e a l m e n t e , esta chica es deliciosa y llega en el m o m e n t o o p o r t u n o p a r a desimpresionarme de la señora Bobrinski. H e hecho bien en a d m i t i r l a . P o r m i l doscientos francos al mes t e n d r é una a m i g a encanta dora. El amor de las señoras casadas es peligroso. N a da, m i resolución es inquebrantable: c a m b i o d e táu;tica. K a t e corrió a su casa, deseosa de comunicar su buena suerte a la señora Schultze y a E l l e n , al m i s m o t i e m p o que su más profundo desprecio al miserable T e d d y . L e había p e r d o n a d o l a escena d e l Coq d'Or; p e r o esta burla n o se la pasaría. — ¡ E l m u y cínico!—pensaba—. ¡ L e arañaré! ¡ L e arañaré! ¡ P o b r e T e d d y ! N o tenía suerte en sus relaciones con Kate. Cuando e l l a l l e g ó a su casa, el p o r t e r o le e n t r e g ó una c a r t a dirigida a su n o m b r e . C o m o el sobre no tenía sello, preguntó: —¿Quién ha dejado esta carta? — E l señor F l i n c k . —¿Cuándo?

— H a r á cerca de una hora. —¿Sin decir nada? — N o , señorita. N e r v i o s a , abrió la misiva, y l e y ó : «Señorita K a t e : L e deseo la m a y o r suerte e n su nuev a colocación. M e v e o obligado, por asuntos profesionales, a ausentarme durante unos quince días. Se me confía una investigación delicada a algunos centenares de k i l ó m e t r o s de la capital. T e n g o la convicción de que a m i regreso recibiré muchos elogios de su j e f e p o r la inteligencia con que usted desempeña el cargo.» L a j o v e n r o m p i ó en cien pedazos la carta y subió la escalera t e m b l a n d o d e indignación: — ¡ E l m u y cínico! ¡ Y encima se burla! P e n e t r ó c o m o una t r o m b a en la pensión. —¿Qué le ha ocurrido, niña? L l e g a usted e m o c i o nada, le p r e g u n t ó la señora Schultze. — ¡ E s t o y furiosa! — ¿ P o r qué m o t i v o ? — ¡ E s e c a n a l l a d e F l i n c k se ha burlado d e mí! —¿Cómo? — ¡ N o c o m p r e n d o qué se propone al burlarse d e mí de ese m o d o ! E n el cabaret se p o r t ó de una manera incorrecta; y h o y acaba de j u g a r m e una b r o m a p e sada. —¿Qué dice usted? — ¡ L o q u e o y e ! M e ha d a d o la dirección d e una casa cualquiera, c r e y e n d o que, al presentarme allí, haría el ridículo. P e r o las cosas se han p r e s e n t a d o de o t r o m o d o . P o r una casualidad p r o v i d e n c i a l , el d i r e c t o r pensaba t o m a r una secretaria formal, y me ha elegido a mí. M a ñ a n a e m p i e z o a prestar servicio. L a señora Schultze c o m e n t ó : — E s o es l o esencial. Y refiriéndose a la b r o m a de T e d d y , añadió: —Sin e m b a r g o , es v e r g o n z o s o el proceder d e ese pjlicía. — ¡ E s indignante! C o m o el cobarde p a y a s o no se a t r e v e a presentarse ante mí, p r e t e x t a una ocupación urgente y se ha desterrado por quince días. Se imagina q u e para entonces le habré perdonado. Y se equivoca. Y o le d e m o s t r a i é que c o n m i g o no se juega. — ¡ B a h ! — e x c l a m ó la señora Schultze, que le t e n í a horror a las discusiones—. N o se indigne de ese m o d o , querida. Después d e t o d o , T e d d y ha sido v í c t i m a d e su maquinación, puesto que usted está colocada. —Sí; eso es lo esencial. Continuó el diálogo, y K a t e acabó p o r recobrar su buen humor.

A l día siguiente, K a t e se e n c a m i n ó a la . \ v e n i d a d e los T i l o s , donde estaba e l almacén d e l señor H o f e r t . El fabricante de pianos había d a d o orden al personal para que se tratase a K a t e con el m a y o r respeto. E l se propMsnía ganar así la simpatía de la j o v e n , en beneficio d e sus p r o y e c t o s amorosos, y K a t e se q u e d ó deslumbrada cuando vio que a su p a s o se inclinaban todos los dependientes. N o se llenó, sin e m b a r g o , de v a n i d a d . R e s p o n d i ó sencillamente a los saludos obsequiosos de sus compañeros, y, según las órdenes d e l j e f e , se instaló e n el despacho d e é s t e . H o f e r t , que acostumbraba

a trasnochar, se levan-

tó tarde. L l e g ó a las once, recién a f e i t a d o y perfumado. K a t e había a b i e r t o el c o r r e o

i


Biblioteca de C Ü f l C ^ l t U l U S l A — H e e x a m i n a d o la correspondencia—dijo—, y la q u e es u r g e n t e la he c o l o c a d o aquí. H o f e r t t e m p l ó su ardor con un g e s t o amistoso: — N o se apresure, señorita. A n t e t o d o , ¿está c o n t e n t a en mi casa? —Enormemente contenta. —Eso basta. En cuanto a la correspondencia, mis j e f e s de s e r v i c i o se ocuparán de despacharla. Y d e s p l e g ó un p e r i ó d i c o d e deportes. — L a s carreras de caballos me apasionan. ¿ Y a usted? — M e son indiferentes. — Y a procuraré q u e se aficione a e l l a s . —Es poco probable. — ¿ N o ha i d o usted j a m á s a ninguna? —Confieso q u e no. — A c o m p á ñ e m e . H a y una prueba d e i m p o r t a n c i a . — E s a no es m i misión. M i d e b e r es q u e d a r m e aquf p a r a v e l a r p o r los intereses de la Casa. — ¡ H u m ! E s t a muchacha es un p r e m i o d e v i r t u d ] —^pensó H o f e r t — . N o a l a r m e m o s su pudor, porque,' a la larga, conseguiré l o q u e m e p r o p o n g o . Y c a m b i ó de conversación. Cuando K a t e v o l v i ó a casa, la señora Schultze q u i s o saber la impresión q u e su pensionista t r a í a d e l trabajo. — ¿ V i e n e usted contenta?—le p r e g u n t ó . — N o sé. —¿Cómo? ¿ T a n difícil es saberlo? — V e n d r á m u y cansada—intervino E l l e n . — A l contrario—confesó K a t e — . N o he hecho absolutamente nada en t o d a la mañana. — P u e s t e e n v i d i o , hija, p o r q u e y o no p a r o un inst a n t e . E l señor H o r n e m a n n no me d e j a respirar. N i cuando está al t e l é f o n o deja de d i c t a r m e notas... E s t o y literalmente abrunada de t r a b a j o . ¡ A h , q u é gana t e n g o de encontrar un d e s t i n o más descansadol... C o m o e l t u y o , p o r e j e m p l o . D e v e r d a d q u e la v i d a e s t á mal o r g a n i z a d a . T ú sueñas con una ocupación v e r t i g i nosa, y te t o c a e s t a r cruzada de b r a z o s ; y o , nacida para descansar, t e n g o q u e estar c o m o una mercenaria desde la mañana a la noche. C r e o q u e m o r i r é d e cansancio. D u r a n t e una semana, la e x c e l e n t e señora Schultze no h i z o o t r a cosa q u e oír l a m e n t a c i o n e s de sus pensionistas. L a una se quejaba de p e r m a n e c e r ociosa e n el despacho, y la otra, de q u e no la dejaban en paz ni un solo segundo. L a rebelión latía en aquellos corazones, y la señora Schultze se esforzaba en apaciguarla. T o d o e n v a n o . A d e s p e c h o d e sus sabios consejos, lo que tenía que llegar, llegó. U n a mañana, K a t e d e c i d i ó hablar e n é r g i c a m e n t e al señor H o f e r t . E l c o m e r c i a n t e de pianos acababa precisamente d e planear una p e q u e ñ a escaramuza contra la v i r t u d de su bonita secretaria. Con una flor en el ojal, y e m b u t i d o en un t e ' n o flamante de c o l o r claro, e n t r ó en su oficina con el c o r a z ó n en la boca. — B u e n o s días, s e ñ o r i t a — d i j o — . L a m a ñ a n a es deiciosa, y t e n g o deseos de respirar e l aire del c a m p o .

S I K M P It E

AMOR

— ¿ Y c ó m o ha sido eso? — Q u e r í a , c o m o o t r a s muc h a s v e c e s , q u e m e quedase hasta m u y tarde... L e he echad o en c a r a su tiranía... P r e f i e r o c o m e r pan seco a n t e s q u e t o l e r a r semejante e x p l o t a c i ó n . U n p r e s i d i a r i o está m e n o s suj e t o que y o . . .

— R e s p i r e t o d o el aire q u e quiera, señor. Sin e m bargo, antes de marcharme, t e n g a la bondad de inform a r m e sobre una cuestión u r g e n t e . — C o n mucho gusto... — ¿ P o r qué m e ha c o n t r a t a d o usted? — ¿ Q u e p o r q u é la he contratado? — S í . ¿ L e e x t r a ñ a mi pregunta? —Mucho. — P u e s es m u y lógica. H a c e más d e una semana q u e t e n g o e l honor de ser su secretaria, y t o d a v í a no he e m p e z a d o a trabajar. T e n g o la impresión d e hacer en esta Casa e l p a p e l de figurante, y eso no entra en m i carácter. D u r a n t e mis r a t o s de ocio, que han sido muchos, he p o d i d o m e d i t a r sobre ciertas cosas. Y t e n g o la impresión de q u e la bondad de usted da lugar a un desorden inaudito, en e l q u e t o d o s le roban. Su p e r e z a le cuesta sumas considerables... Y creo m i o b l i g a c i ó n a d v e r t í r s e l o a usted, aunque m i franqueza pueda acarrearme un disgusto. A d e m á s , e l d e b e r d e un j e f e e s dar e j e m p l o , cosa que no ocurre en este caso. A p e n a s v i e n e usted a la oficina. ¡ E s t o es escandalosol Y así c o n t i n u ó hasta la hora de la salida, sin q u e el i n f o r t u n a d j H o í o r t . a t u r d i d o y a s o m b r a d o p.or el chaparrón, acertase a proferir una sola palabra. K a t e v o l v i ó a su casa desconcertada también. C o n su cólera contenida d u r a n t e m u c h o t i e m p o , había a b i u m a d o al jefe con e x c e s i v o s rep.'c ches. Y a h j r a , arrepentida de su v i o l e n c i a , anunció a su p a t i o n a : — N o p u e d o continuar en m i puesto, a no ser q u e el señor H o f e r t insista e'í e l l o . — ¿ P o r q u é razón? — P o r q u e le he d i c h o c u a t r o v e r d a d e s . Y refirió l o que había p a s a d o . Sus explicaciones exasperaron e l d e s c o n t e n t o d e E l l e n . H o r n e m a n n le p a r e c í a odioso, y se propuso, a su v e z , ser enérgica y no dejarse e x p l o t a r niás t i e m p o . A q u e l l a misma t a r d e se r o m p i e r o n las hostilidades. H o r n e m a n n recibió una comunicación telefónica i m p o r t a n t e , y cuando c o l g ó el a p a r a t o d i j o fríamente a Ellen: —Señorita, prepárese p a r a t r a b a j a r hasta bien tard e . H e de d i c t a r l e algunos despacho i urgentes, y e s

—En suma—exclamó K a t e — , las dos e s t a m o s en e l m i s m o caso p o r razones contrarias. E s t a frase hizo t e m b l a r a la SL'ñora Schultze. —Hijas mías—dijo—, tengo una idea magnífica. Y se v o l v i ó a E l l e n . — ¿ E l señor H o r n e m a n n n o t e ha despedido aún? — N o ha a r t i c u l a d o ni una palabra. — I g u a l q u e el señor H o f e r t después d e m i arenga—especificó K a t e . — T o d o v a bien. Ellen, que indispensable q u e usted m i s m a los d e p o s i t e e n e l úl- < a m a e l t r a b a j o con m o d e r a c i ó n , d e b e o c u p a r e l puestimo correo. ( t o d e K a t e . Y K a t e , q u e se d u e l e siempre de p e r m a —¡Cuánto l o siento!...—exclamó Ellen. ¡ necer i n a c t i v a , q u e s u s t i t u y a a E l l e n . — ¿ E h ? ¿Se niega usted? I — ¡ B r a v o ! — e x c l a m a r o n las muchachas. — D e ningún m o d o . L e recuerdo s i m p l e m e n t e q u e i — P e r o ¿cómo l o a r r e g l a r e m o s ? — o b j e t ó K a t e — . N e la oficina se cierra a las seis y media, y q u e a las seis cesitamos e l c o n s e n t i m i e n t o d e nuestros jefes respecy media e x a c t a m e n t e m e m a r c h a r é a m i casa. j tivos. — ¡ E s t o e s demasiado! i — S i m p l i f i q u e m o s las cosas con un ardid f e m e n i n o . — ¡ R e c l a m o mis derechos! * Ellen se presentará en la oficina d e l señor H o f e r t d i — N u n c a m e ha hablado usted así. ciendo q u e K a t e está e n f e r m a y q u e le ha r o g a d o q u e — E l p r i m e r paso es e l que cuesta. Y p u e s t o q u e esla sustituya. K a t e p r o c e d e r á d e l m i s m o m o d o c o n t a m o s en hora de confidencias, p e r m i t a que le d i g a , el señor H o r n e m a n n , y cuando pasen cuéirenta y o c h o señor H o r n e m a n n , q u e t r a b a j a usted con e x c e s o y horas, e s t o y c o n v e n c i d a de q u e la situación habrá q u e eso perjudica a su salud. A los cuarenta años t o t o m a d o e s t a d o l e g a l . H o f e r t l l e v a r á a E l l e n a.las cad a v í a p e r m a n e c e usted s o l t e r o . Se e n t r e g a a la labor rreras de caballos, y H o r n e m a n n d a r á gracias al c i e l o con t a l e n c a r n i z a m i e n t o , q u e no se ha d a d o usted p o r haberle proporcionada la secretaria d e sus sueños. cuenta d e q u e en e l m u n d o e x i s t e n satisfacciones más L a c o m b i n a c i ó n d e la e x c e l e n t e señora Schultze paagradables q u e la de a m o n t o n a r monedas. ¿De q u é le recía, a p r i m e r a v i s t a , magnífica. P e r o la buena seños i r v e a u m e n t a r p r o g r e s i v a m e n t e su cuenta en e l B a n ra no contaba con las consecuencias d e l discurso co? D e nada. L l e v a usted un chaquet de la época g r e c o - de K a t e n i con las reacciones d e las palabras de r o m a n a . Cuando se sienta usted en la t e r r a z a de un Ellen. café, es q u e pasa a l g o e x t r a o r d i n a r i o . M o r i r á usted U n a v e z solo, H o f e r t m e d i t ó p r o f u n d a m e n t e . rico, e v i d e n t e m e n t e . P e r o ¿qué se habrá usted l l e v a K a t e le había d i c h o : d o q u e c o n t a r al o t r o mundo? P o r l o q u e a m í se r e « T e n g o la impresión de q u e la b o n d a d d e usted d a fiere, no q u i e r o i m i t a r l e . A las seis y media t e r m i n a e l lugar a un desorden inaudito, e n e l q u i t o d o s l e roban. t r a b a j o r e g l a m e n t a r i o , y a esa hora m e marcharé. Su p e r e z a le cuesta sumas considerables...» H o r n e m a n n la m i r ó a p r e t a n d o las mandíbulas. N o d a b a c r é d i t o a l o q u e oía. ¿Qué era aquello? ¿El mund o se v e n í a abajo? Y c o m o en aquel m o m e n t o e l reloj marcaba las seis y media, E l l e n se l e v a n t ó d e su mesa, se puso e l somb r e r o y desapareció. — E s t o . . . — b a l b u c i ó é l — , esto... ¡ E s t o es f o r m i d a ble!... ¡ E s t o es fantástico!... F a n t á s t i c o o no, E l l e n se había m a r c h a d o . A l llegar a su pensión, la chica se d e s p l o m ó sobre una silla. — ¿ Q u é le ocurre, querida? — i n q u i r i ó la señora Schultze. — H e t e n i d o una discusión c o n m i j e f e . —¿Grave? — L o suficiente p a r a q u e m e despida.

P o r su p a r t e , H o r n e m a n n r e f l e x i o n ó sobre las r e v e laciones d e E l l e n : « L l e v a usted un chaquet de l a época g r e c o r r o m a na. Cuando se sienta usted en la t e r r a z a de un café, es q u e pasa a l g o e x t r a o r d i n a r i o . M o r i r á usted rico, e v i d e n t e m e n t e . P e r o ¿qué se habrá usted l l e v a d o q u e c o n t a r al o t r o m u n d o ? » N a t u r a l m e n t e , estas, palabras habían p r o d u c i d o su efecto. H o f e r t se había d i c h o : — A l buen entendedor... Y Hornemann: — E n e l fondo, n o s o y más q u e un i m b é c i l . E l l e n t i e ne razón... A s í , cuando esta ú l t i m a p e n e t r ó al día siguiente en e l despacho d e l señor H o f e r t , con gran e x t r a ñ e z a suya.


ONOFRE LÓPEZ L . HUET (Oviedo).—Muy al contrario, usted no me molesta nunca. Don E n r i q u e H u e t , Paseo de Gracia, 66, Harcelona, es donde tiene u.sted que dirigir su carta, y me alegraré que le resuelva sus deseos. UNA MALAGUEÑA (Málaletra d e los valses d e la pelícuga ).—Muy agradecido a sus la Erase una vez un vals, que elogios, y espero q u e n o sea la interpreta Martha E g g e r t . M u última v e z que me escriba. A chas gracias a quien l o e n v í e . José VIojica y Martínez Sierra puede escribirles a F o x StuENRIQUEGARCÍA (Madrid ) . — dios, 1.401. N . W e s t e r n . A v e . , Mae W e s t nació en B r o o k l y n Hollywood (California). José ( N u e v a Y o r k ) , y R o s i t a Díaz Mojica nació en San ( i a b r i e l nació en M a d r i d . (Méjico) en el año 1901. A n JOSÉ MORENO (Sevilla).— tes de dedicarse al cine fué R o s i t a M o r e n o nació en P a n cantante de ópera, actuando en chuca ( M é j i c o ) en el año 1912; los principales teatros americatiene, por lo tanto, veintitrés nos con p o s i t i v o é x i t o . H a inaños. N o s o t r o s no p o d e m o s proterpretado las siguientes pelícuporcionarle las fotografías q u e las: Ladrón de amor, El precio solicita, y lo siento. de un beso. La ley del harén. Hay que casar al principe. Mi último , UNA MORENA Y UNA RUBIA anior. El caballero de la noche, ' BERCIANAS (Ponferrada ).—EsEl rey de los gitanos. La melodía \ tas dos «tonterías» de niñas soprohibida. La cruz y la espada. licitan d e algún lector a m a b l e ¿Atendida? (supongo que lo son t o d o s ) la letra de la canción «Ojos neU N CERVANTINO DE ALCÁZAR g r o s » d e la película Romana i>E SAN JUAN.—Complacido, rusa. porque usted mismo reconoce que m e sería imposible. K0ESIGSMARK (Cáceres).— Muchas gracias pwr sus elogios, MACEAN (.4 Imendralejo ) . — y espero que cuando v e a su Escriba .a M a e W e s t a P a r a o b r a la elogie d e igual manera mount Studios, H o l l y w o o d (Caque usted hace de CINEORAlifornia). A Jeán H a r l o w , a M e MAS. t r o - C o l d w y n - M a y e r , Culver CiA . RENDUELKS (Giión).— ty (California). Escriba a M a r y del Carmen M e r i n o a C. E . . \ . , B a r q u i l l o , 10, ISIDRO LACAL (Ceuti).— M a d r i d . I ^ s canciones que soMuchas gracias por el e n v í o de licita y a se publicaron. Escriba la canción. Las películas d e a R o s i t a Lacasa a Cifesa, A v e Clark d a b l e y a las habrá v i s nida de E d u a r d o D a t o , 34, M a to publicadas en números andrid. teriores. Este señor desearía la

JOVEN ANDALUZ (.Málaga). Escriba a Claudette Colbert a Paramount S t u d i o s , HoUyw(X)d (California). UNA ILUSIONADA.—Si, además de ilusión, tiene usted v o luntad y amistades en su familia relacionadas con la que usted aspira, láncese y no «esjiere al m a r i d o » . N o la i m p o r t e n o poseer belleza para triunfar, pues con ser solamente una buena artista, con eso la basta. ROTHSCHILD (Albacete).—Y y o encantado por tener noticias suyas. Escriba a L u p e V é l e z a M e t r o - G o l d w y n - M a y e r , Culver C i t y (California), pues aun cuando n o está contratada e p la actualidad, seguramente la recogerá J o n n y Weissmuller. Escriba a T h e l m a T o d d a R . K . O . R a d i o Pictures, 780 G o w e r St. H o l l y w o o d (California). Insista en escribir a R a q u e l R o d r i g o a las señas que y a sabe, y si no tiene respuesta, escriba a Cifesa, A v e n i d a d e E d u a r d o D a to, 34, M a d r i d . TRINI ARIZA (Fernán-Núñez).—Mándenos su dirección particular para poderla enviar el r e g a l o . CARMEN ARAGÓN (Madrid). Y . . . v u e l v o a repetirla l o m i s m o . A veces, ustedes leen noticias en

revistas americanas (jue no son verdad, sino asuntos puramente publicitarios que lanzan las Casas productoras. E s t a señorita e n v í a para quien lo solicitó la canción de R o s i t a Moreno en la p>elícula El rey de los gitanos, q u e es c o m o sigue: Alegre quizá — la mañana será — para otros..., mas no para mi.—Un dia más llegó,—y veo sólo aqui— el tedio, el vacío—en que vivo sola;—sin amor, mi vida está;— mi ideal, ¿cuándo vendrá.'—Un palacio bien puede ser—cárcel dorada,—sin dicha, sin nada.— Sin amor espero yo el ideal—que mi alma soñó;—mas un día vendrá—en que a mi alma llegará— el amado de mi corazón. Muchas gracias por sus molestias, y m e tiene a la recíproca. GLORIA - ROSA (Madrid).— C o n t e n t í s i m o al saber q u e ley e n d o el «Consultorio» pasa usted un rato agradabilísimo. P a r a cambiar correspiondencia cinematográfica con lectores d e la revista es necesario saber su dirección. N o r m a Shearer nació el 10 d e A g o s t o d e 1904 en M o n t r e a l ( C a n a d á ) . D e b u t ó en el cine en el a ñ o 1921. T i e n e el cabello castaño y los ojos azules. M i d e 1,59 y pesa 54 kilos. Casada el 29 d e S e p t i e m b r e con I r v i n g T h a l b e r g , productor cinematográfico. T i e n e n un hijo. Correspondo a sus saludos.

CLUB CINEASTA «AMATEUR» (Alcoy).—Escriban a Imperio .\rgentina a Cifesa, A v e n i d a d e E d u a r d o D a t o , 34, M a d r i d . Stan L a u r e l nació en U l v e r s t o n (Inglaterra) el 16 de Junio de 1898. O h v e r H a r d y nació el 18 de E n e r o de 1895 en A t l a n ta ( E s t a d o de Georgia, Estados ITnidos). Escriban a los dos a Hal R o a c h Studios, C u l v e r C i t y (California). EL HOMBRE QUE SE REÍA DEL AMOR ( VHiena ).—Para muchos años. I g n o r o si . \ n t o ñ i t a Colomé contesta a las cartas q u e la escriben. Puede hacerlo a C. E . . \ . , B a r q u i l l o , 10. M a d r i d . N o t e n e m o s a la v e n t a ningún retrato d e artista. D e v u e l v o su cariñoso saludo. NicKY (Madrid).—¿Molest a r m e porque m e t r a t a n con entera confianza? M u y al contrario: y si usted m e l o permite ( q u e y o se lo p e r m i t o ) , e m p i e z o a tutearla. O í d o a la caj a . Pues las respuestas que « t e » interesan son las siguientes: N a n c y Carroll m i d e cinco pies y dos pulgadas y pesa 106 l i bras; A n n D v o r a k , cinco pies y cuatro pulgadas y pesa 108 libras Jeán Harlow, c i n c o pies y c u a t r o pulgadas y lio libras d e peso; M a d g e E v a n s , cinco pies y tres pulgadas y 106 libras d e peso; G a i l P a t r i c k , cinco pies y dos y m e dia pulgadas, y pesa 104 libras, y Constance Bennett, cinco pies y c u a t r o pulgadas y 102 libras de peso. E s p e r o q u e éstas « t e » dejen «archisatisfecha» E l asunto de la Grafologfa nc p u e d o contestarte en esta Sección. R.

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t r . . u e s Dny y B.rry Mackay e„ el .li.er.l.lo . v . u d e v i l l e . «Ay, p . p i . , su prin.er . r . b a j o p . r . I . G . u m o n . Bri.i.h, pelicul. que diMribuirí en Kspañ. Atl.n.ie Films


H a y novelas que son inmortales, y de éstas, ninguna como L a dama de las camelias, de I )umas. Por tercera vez será llevada a la pantalla, y en esta nueva v e r s i ó n , Margarita Gduthier será encamada p e r la mi.smísima (Ireta Garbo.

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John Barrymore se dispone a filmar el Hamlet, en Londres. En H o l l y w o o d nu le encuentran y a «en t i p o » .

IMFEIIZ EK A M O U S ? l.xiMfn

L a estrella de la buena suerte vuelve a alumbrar a Eric v o n Stroheim. El famoso actordirector de la era silenciosa, que nos diera tan espléndidas peliculas como La muda alegre y El cortejo nupcial, actuará como director técnico en la nueva cinta de la Garbc, Anna Karenina.

de la indignación de Roger Prycjr, pretendiente a la mano de la joven a( triz. Según parece, aquél quiere continuar, en la v i d a real, la novela amorosa que con Ann representó ante las cámaras.

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