EN
ÉL
CIRCULO
A B A J O
REVI SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año ll.-Núm. 43.-Madríd, 7 d« Julio de 1935
D
K8PUÉ8 de enjuiciar durante cerca de un año la producción nacional en sus diferentes aspectos, nos cabe una satisfacción, que exhibimos con orgullo: la de haber sido sinceros y desapasionados en nuestras opiniones. Podríi discutirse - y ello es natural y hasta nos alegra que así sea -cuanto aqui dijimos; pero de lo que nadie puede dudar es de su honraxlez. Nuestra pluma tiene, y a que no gala de estilo y elegancia de expresión, una cualidad preciadísima, que os su única riqueza: la honestidad. Siempre corrió espontánea sobre el papel sin que la empujaran el favor o la amistad; sin que al peso de la dádiva escribiera elogios, debiendo escribir censuras; sin que jamás tuviera que avergonzarse de nada. P o r fortuna, aun no ha necesitado prostituirse. P o r eso nmestra digna su
Frrnando Holdán, realizador de: «Paloma de mis mmorrn», rxplira a ion protaf;onUta8, Ana María y «Niño dr Marchenac, una escena dr la priírula para •u rodajr
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Lina Yrf;ro8 y Angélica Gonziiez en un momento escfnico de cEI serreto dr Ana Maríaa, producción que actualmente rueda en Barcriona SrIrccioneH . Capitolio 4
virginidad. F,s, pues, modesta, pero libre; torpe, pero honrada. ¡ N o t o d a « pueden decir lo mismo! Aclaramos esto porque en nuestro mundillo cinematográfico es la gentti tan perversa, que siempre supone un móvil oculto e inconfesable en cuanto se dice favoreciendo a alguno, pensando quizá, con una lógica mostrenca, que todos son como ellos: maestros murmuradores, hipócritas consecuentes y aduladores .serviles. Así, no nos extraña que al dedicar no hace mucho un articulo de simpatía y de estínuilo a uno de nuestros jóvenes direct^jres, cierto elemento del gremio dijera irónico al aludido: —¡Buen artículo ese que habla de usted! ¡ Y a le habrá costailo alguntus peseta.s! Sin duda creerá el bellaxío, cortando a los demás por el rasero de su condición moral, que todo elogio tiene aquí su precio; seguramente piensa - -por no caber otra cosa en su re<lucido cerebro— que no existe nadie capaz de elogiar desinteresadamente jxtrque asi lo cree en justicia; con toda seguridad posee un sentimiento tan bajo, que duda de lo que él no seria capaz de hacer nunca: censurar al amigo cuando yerra y elogiar al enemigo cuando acierta. Este hombre que así piensa acusa con gran relieve una mísera condición moral que no merece sino desprecio. Y es ima hierba que abunda mucho, que cubre ima buena parte del campo cinematográfico. Eu los l l a n o s tiempos del cine mudo existía eu
veces hasta el punto de tener que pedir el flamante y fuga/, productor un pitillo al más cercano, caian de nuevo los caivianes sobre él con las fauces abiertas; pero esta v e z no para aligerarle de metales soñando hipotéticas ganancias, sino para terminar la obra iniciada devorando su cadáver sobre la mesa del café, convertida en mármol de disección. Las palabras adulonas, las sonrisas hipócritas y a no contaban. IJOS caimanes se mostraban entonces tal cual eran, haciendo honor a su mote. Desde hicgo, no quiere esto decir (pie cu aijuella ciénaga—ineptitud, osadía, ambición y egoísmo—^no hubiera hombres dignos. Los había y los hay, aunque sea en cantidad ínfima, y más preciada, por tanto; pero a quien nosotros nos hemos querido referir aquí es a los otros, a los que todavía tpied»m; a los que no dejan nombre a salvo ni reputación enliiestji; a los que han hecho de la adulación su oficio; de la envidia, su manto; de la intriga, su arma, y de la vanidad, su gloria. Ellos son ima mala hierba que hay que cortar pronto y enérgicamente, porque en vez de prestigiar el cine, lo frnilc'i^ii: i-ii <h' flcvnrlo. lo hunden. Al amparo de UIU'.SMU nac ituic indu.^uiu, (jue comienza a dar sus fmto.-!, pululan muchos de éstos. N o dejemos que lleguen, porque pueden malograrla, dando ,il tí-.^tc imi lo fpie so anuncia floreciente. Matemos los cuniuntcs aiiico de (pie resuciten de nuevo, multiplicándose c(m rapidez; pregonemos a los cuatro vientos su ininoraliííad y su ignorancia; mostrémoslos desnudos para qne todos les vean. Con ello habremos prestado un señalado favor a la industria nacional, limpiándola do elementos nocivos. Y ahora ima advertencia final j>ara los buopi-
• üoii (.)uinlín. rl «niHrsriio «is<i<^ roítándosr r o n ncierlo iniiuprrabie, bajo la dirrrrió» dr l.uii> Marquina. >l«^ aquí a Alfonso Muñoz y Ana María Custodio durante lu rilninrión lir IIMH rsrrna
•Madrid una «peña»—«peña» que ocupaba todo un t u m o en la Maisón Dorée—, a la que alguien bautizó con un nombre irónico y certero: caiman'u¡, aludiendo, sin duda, a la actitud de sus componentes, que viviendo entre el agua—el camarero, un chato que fiaba hasta lo insospechado, no daba abasto acarreando botellas del Lozoya—esperaban con las fauces abiertas la llegada de una probable presa—vulgo capitalista—para devorarlo en contados momentos. Ill infeliz que caía entre los caimanes con ijiius miles de pesetas en paro forzoso por falta , de asunto útil donde emplearlas, podía consi- ] derar.se perdido sin remedio. Uno de a<pií y otro ^ de allá, le i)intaban el negocio con tan bellos y sugestivos colores, con tan gran semejanza al milagro de los panes y de los peces o a la progresión aritmética de la famosa anécdota del ajedrez, que en un dos por tres, cátate a IVriípiito hecho fraile, o lo que es lo niisHK», al incauto tertuliano convertido en productor cinematográn.-o. Al principio, todo iba bien. A l hombre—sastre, tratante cn granos, médico, arquitecto o, lo (pie es más simple, señorito adinerado -le gustaba aquello. T o d o le parecía encantador. Los hombres, muy amables—<l<m Fulano por aquí, don P^ulano por allá—, y las actrices de cine, muy guapas y muy sugestivas. Viajes en caravana para rodar los exteriores, noches enteras de estudio, su n(md)r(! en los jKsrií'xlicos -Producciones T a l -y rog(K!Íjo general, pensando en los rendimientos fabulosos; pero ello duraba poco. Salían los miles de j>esetas -desde lut^o pocas, esta es la v(írdad uno tras otro del bolsiUo dejando mostrar jironto su hondón; el ])resupuüsto inicial se multiplicaba exa«;tamont« |>or doa, escaseaba el dinero hasta para pagar un taxi, y como si estos síntomas fueran una consigna, caian de los rostros las sonrisas, disjaban de ser simpáticas las actrices y aquello iba tomando
Vélix de Pomés. orolasonista de «Rataplán», rn una rsorna dr rsla pelírula, con .Vliiruel Srñalada, Alberto Barrena y Hafael SeñalMÜi
un tono agrio de triste presagio. En un rasgo de pundonor los caimanes se sentían estafados. —¡l*ero si resulta cpie este tío no tiene dos reales! Murmuraciones, rencillas, inmoralidades, y cuando el dinero se extinguía totalmente, muchas
caces: Nuestra pluma s ^ u i r á corriendo por estas columnas, limpia y honrada-¡honrada!, señor mal pensado- -, sin más impulso (jue la conciencia del que la guía para defensa del cine español. F. I I E K N A N D E Z - G U i B A L
NK^f!\^J^'^ I
® € WAP.NEP» O L A N D á CHAP»Llt
N dia es en i'arís donde aparece su figura maciza y su rostro enigmático. En el aeródromo de Ije Bourget. un pequeño grupo de personas espera la llegada del avión de lyondres. lilueve. Cae ima lluvia fina, menuda y peráistente, que charola la culiierta de lo.-< hangares, las negras setas de los paraguas y los imjiermeables de los gendannes. Del avión desciende confundido eon los demás viajeros, c<»n su aire de burgués bonachón e inofensivo. Tnas manot; le tienden en cordial saludo. —Bienvenido, Charlie Chan. Casi simultáneamente, una V T J Z , por o) lulo telefónico, hace llegar a sitios lejanos este aviso: —Cuidado. Acaba de llegar (^larlie Chan. Otro dia es sobre la bruma de Londres donde se recorta en líneas confusa.'^ su figura. Y el (u " I I » saludo cordial. Bienvenido, Charlie (^lum. l-> idéntico aviso también: Acaba de llegar Charlie Chan. Precaución. Y es un tercer día, descendiendo do un lujaso expreso que llega a cualquier capital del mundo. Y con el saludo ol)ligado, et aviso de siempre. El aviso, que es la señal de (\w va a dar couiienzo una nueva aventura, y en ia <iue, como de costumbre—^y después de poner en tensión los nervios de los es])<'<-<IIIIIIRI'-: SULILR/I T R I I I N F I I Ü T I ' Charlie Chan. ¿Charlie Chan.', picgunUuni.^ (¿m/.a. ^.\^, recordáis? Es ese famoso detective chino, terror de todos los que viven al margen ile ia ley y bajo el amparo del crimen y el robo, y que últimamente han popularizado todas las pantallas. O Warner Oland, si queréis. Porque, en definitiva, la creación de este simpático y original detective —sin semejanza ni parecido <"on ningún otro—no es más que la-revancha que W a m e r Oland se ha tomado sobre su pasado artístico. Ese pasadc artístico en el que hay escritos con letras de triunfo los nombres de Kl doctor Fu-Manchú, <
JM expiación de Fu Manchü, Mandalay, Kl nn net amarillo, Kl expreso de Shanghai, Fatalidad, etcétera: una.s vet;es encamando tipos orientales, fríos, sanguinarios, cmeles; otras, en tipos de villano, y siempre y en totlo momentt» encamando personajes que distaban mucho de parecerse al W a m e r Oland al natural, al margen de la ficción cinematográfica. Por<{ue el gran actcr sueco—^muchos le han creído chino—es un hombre vulgannente feliz y sencillo, (basado H I I e veinte años, toda su distracción, fuera del trabajo en los sets, es jugar al golf con su mujer en la finca de campo tpic poseen en las inmediaciones de Hollywood. Es decir, W a m e r Oland es actualmente \m I X I T I I L Í F I " «in l i i < T I > r Í M . C O N I D los P I T C L I L N ' ; felices. Sin E I I I L ' . U | ^ n , l i l n f i U i i l i i r J i .--u s I l l a ¿ia.->ad:i, Ji<i.> encontramos con una historia agitada y curiosa. El detective de hoy (¡uiso ser cantajite. Pero no un cantante corriente, (^antante de ópera, nada menos. Tenía, en efecto, una bonita voz de barítono. Pero no pudo logr.ir S I T D E S E O . . S I R destino lo dispuso asi. Fué, en cambio, recién llegado a Nueva Y o r k , en unión de sus padres y hemianos, granjero, como a n t w lo fuera allá en Kuecia, su patria. Pero la agricultura y el campo no constituían para él pret-isamente una pasión. Aprendió rápidamente el inglés V estudió en Boston y Artford. Fué joyero on un taller de Providencia. Ordenanza en unn clínicía. Hasta que con la considerable fortuna de diez dólares se fué a Boston, dispuesto a conquistar .la gloria con au vo*. Y tiene al llegar un rasgo de artista bohemio y alocado: emplea los dio/, dólares en aUiuilar un armonio y [);igar.<e su primera lección de canto. l ' C K I el destino le juarca inexorablemente otro rumbo. Ingresa en ima F«scuela de Expresión como secretario. Y es entotK">s cuando se inicia su carrera artística. Por allí (lestüaii célebres actores. Observa, estudia. apren<le. Se enriquece en j
W a r n i T Oland. rn su {HTI<un«lísinia rararirri/nrión del «Irtrdive Charlio Chan. durante una esrena del último film dr rule a<lniiriit>lr urtisla. proyectado e n el Kífcaro
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conocimientos y experiencia. l < ' ^ r a como C D . parsa de algunas Compañías de fama uni\ erentre ellas, la de la gran Sarali BcrnJianU. L n din piden a la Escuela irnos comjjarsa.-. Entre los elegidos figura W a m e r . El i >npros,UIN verles, se encara con ellos y les dlcí —^^,Quién de vosoti-os sabe c.uitaí i . imo que cante. Sns compañeros le designan. Warner obtiene un éxito. En vista de ello, le ofrecen un ccmtrato. La Compañía va a hacer una larga toumée; Chicago, San Francisco, Los Angeles. (Cuarenta se manas en total. I>e ofrecen quince dólares semanales. Como duda en aceptar, pide diez y ocho. Aceptan. Y a no hay remedio: la suerte está echada. A los veintidós años vm^lvc a . X I I O V U Voriv. ^frabaja luego con una Compañía dramática junto a Alia Nazimova. Hacen el repertorio de Ibsen, principalmente IM casa de muñecas. Realiza la ilusión de casarse, y lo haw con la actriz Edith tíchem. Y también la ilusión de hacerse empro sario. Audaz aventura que acaba con los r e < I sos económicos de los esposos, poro no L U N entusiasmas. I)e nuevo la lucha por la vida, que se les ofrece agria, dura y áspera. Mientras ella trabiija en traducciones, él logra un puesto en la F>«<>uela de 1 'Wlamm:ión Willianfis College. l'nos años. Tnos aliorros. ^• de nuevo arril en alza otra vez en la bolsa de la vida y la fortuna. Y también de cara a la aventura. Sólo que ahora el éxito les sonríe. Pero por poco tiempo. La catástrofe del Titanic les priva de los mejon elementos de la Compañía. Una forzosa escapada a Canadá. Ahora como actor. 1914. Nueva York. Su agente de negocio^ ofrecíe un magnífico contrato cinematí>gráfiru. Pero W a m e r Oland acaba de obtener uno fie sus mayores triunfos escénicas con Kl carnet amarillo, y no acepta. Es la épix'a en que los actor&s de teatro consideraban rebajarse artísticamente trabajar en ol ciño. El oiiu> todaxía no ora I ' ' ' R timo arte. 1917. W a m e r Olajid ha cambiado do opuatai. El y otros actores que alior.m buscan lus cimtratos cinematográficos. El cinema y a no es una mera diversión de chiquillos. f2s algo más. l ' n arte nuevo y maravilloso que nace. Su vida en la pantalla está jaltmaíla de éxitos. En el cine mudo obtiene triunfos tan definitivos como los de /•.'/ carnet amurillo y Kl doctor FuMatwihú. Y el cine sonoro le dio margen para lucir su voz, sus cualidatles d e actor y afirmar su }>ersonalJdad on la pantalla. ^
AMICálMilL
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W a m e r Oland está tan encariñado (•on su creación de Charlie Chan, identificado de tal modo con su personaje, que en cierta («¡asión, al ir a visitar a un señor, ante la p r ( ^ m t a del criado, que le de-seonocia, repuso, muy convencido: —Anuncie usted a tíiarlie Chan, el detective.
Comentario final Y tal es la vida de este magnifico concienzudo actor, maravilloso modelo de sobriedad artística y profesor de tenacidad y energía en la lucha por el arte y por la vida, y ' ' historia, como los pu, . .>
LUCIANO
DE A R R E D O N D O
Al co
OBñE ¿A V£fíS/0.
Rl operador Creftf, Toland, mirando por el vÍHor dr la rámara, i>r diNpnnr a tomar una rsrrna rn la (|ur intrrvírnrn Fredric March y la niña Marilynne Knowlden
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AY un estudio por hacer, tan curioso como interesante y pródigo en sorpresas, que algún día encontrará su erudito correspondiente, dispuesto a lumdirse (;ntre ficheros y colecciones d e periódicos, a la busca del dato preciso, de la fecha y del nombre, Fredric March > Franrr» Drakr, o sea, Jeán Valjrán y F.ponina, en una laa eacenas últimas de «Los miseraibleB* ^ de la alusión y de la fotografía. Se trata de enumerar, analizar y c o m f)arar los distintos films que llevaron a la panTrátase de Los miserables. L a gran novela de talla los mismos temas literarios o históricos, V í c t o r H u g o , genial y apasionada, fué tentación según temperamentos y circunstancias de homde cineastas desde que el cine es cine. Francia, bres y de países, que reflejan en el celuloide toda sobre todo, le rindió sucesivos tributos, con meuna gama de sensibilidad y de criterio. Un capíjor o peor fortuna, habida cuenta de las modestulo de la obra debería responder a esta pregimtas condiciones de trabajo en que los realizadores ta: ¿ P o r qué muchos asimtos que parecen pintidel país vecino se debatieron durante muchos parados para su traslado al cine, aguardan vanaaños. Y a antes de la guerra hubo dos "versiones mente la mano amiga que se ocupe de convera la pantalla del libro inmortal; versiones que tirlos en imágejies, y , en cambio, otros se repiten apenas dejaron memoria por su buena intención, una y otra vez hasta sumar docenas de versiones y a que no por la escasa v i r t u d artística. E n readistintas, como ocurrió con Carmen, d e Merimée, lidad, la versión más importante en tiempos del o con Resurrección, de Tolstoi; argumentos que cine mudo es la producida por la Sociedad Les —dejada aparte, por su categoría incomparable, Films de France, en 1925; fué su diretitor Henri la v i d a y muerte de Jesucristo—van a la cabeza P'escourt, ayudado por Rene Barberis, y los paen la estadística superficial de insistencia en la6 peles más importantes corrieron a cargo de Gamismas historias? briel Gabrio (Jeán Valjeán), Paúl Jorge (el obispo de D i g n e ) , Sandra Milowanoff ( F a n t i n e ) , Jeán Las líneas que siguen no intentan .siquiera Toulot ( J a v e r t ) y Georges Saillard (Thénardier). abordar la sugestiva cuestión, sino tan sólo reEl film pertenece a ima época en la que Francia smnir algunos datos a la ligera, para que si algiin cultivaba con é x i t o el llamado cine-feuilleton, y dia l l í ^ a n a poder de ese erudito soñado. '< ¡ I " a este género pertenece claramente Los miserarren unos minutos de rebusca.
bles, de Fe.<r(uu-t; cuatro jornadas de largo metraje dieron a la cinta excesivo aire melodramático, soslayando la fuerza de expresión psicológica para resaltar los perfiles folletinescos. L a gran versión europea de IJOS miserables no llegó hasta 1933. Francia hizo con este film de R a y m o n d B e m a r d , en el campo del cine sonoro, esfuerzo semejante al que el Napoleón de A b e l Gance significó en la pantalla muda. U n a concepción gigantesca, un fresco enorme y vigoroso, una reconstitución de drama intimo y nacional; eso es el magnífico poema cinematográfico que el público español admiró hace unos meses, aunque reducidas para nosotros a dos j o m a d a s las tres del original, excesivamente minucioso en estampas de revolución y lánguido en ciertas escenas, tales como la buida por las cloacas. P a r a que Los miserables de R a y m o n d B e m a r d mereciesen el cálido elogio que con toda justeza se les atiibuye, bastaría la interpretación inconmensurable que de sus papeles hicieron H a r r y Baur (Jeán Valjeán), Charles Vanel ( J a v e r t ) y Odette F l o relle ( F a n t i n e ) ; una labor que ningún aficionado olvidará.
P e r o he aquí que a los pocos meses de logiar Francia tau señalado triunfo con ese film espléndido, H o l l y w o o d se apresta a llevar a la pantalla el mismo a.sunto. Darryl J. Zanuck, el entusiasta animador de la novel productora Twentieth Century, reúne en t o m o suyo un g m p o de valores cinematográficos y les explana su idea. El trabajo se emprende con rapidez y actividad; en Diciembre de 1934 comienzan las tareas de filmación; en Febrero de H)35 queda impresionado todo el negativo; un mes mas tarde, la película está montada y lista para su exhibición; en Abril se celebra su opening neoyorquino; en M a y o v i v e la historia en la [)antalla del T í v o l i londinense. ¿ Y España? ¿ Y Francia? N i España ni Francia verán ese film, probablemente; la entidad parisina productora de la versión de R a y m o n d B e m a r d con.siguió, s ^ ú n parece, asc^irarse por crecido número de años la exclusiva para su obra en esos y en algunos otros países. Mucho habremos de lamentar esta circunstancia que nos priv a de conocer película tau atrayente.
IMS elogios más calurosos se han rendid' esta cinta por críticos de todas las nacionahdudes, sin que faite en el ooncmso la v o z de los franceses, que entre reparos y desilusiones basadas en patriotismo, no dudan para calificar la vei"sión americana de Los miserables como acierto de interés, de animación, de dramatismo y de fuerza expresiva. Es la s ^ u n d a vez, desde que el cine rompi hablar, q u e l o s cineastas americanos se ocupan del libro d*» Víctor Hugo. L a primera se r e m o n t a al verano de 1929, precisamente cuando se inició la era del sonido en la pantalla. Pero entonces sólo se trató de una cinta breve, de un rollo, que sus productores^—^la casa Paramount —calificaron, no sin ineverencia, de sketch. El film, titulado Los candeleros del Obispo, se reducía al episodio que servia para rotularlo. Fué dirigido por N . McKiunel y tuv o como intérp)rete a Walter lluston, que hizo un buen Valjeán. Pero como casi tiKlas las cintas de aquella hora de titubeos y torpezas originadas por la <:liarlrs I.<iU)(htoii. el total t r a n s f o r m a c i ó n iria^níriro policía Javert, en l a técnica del .sépsii|ir)Miio acierto de la versión americana de <l.oii timo alte, Ix)s candelemiserables» ros del Obispo p a s ó sin pena ni gloria, y su mención no tiene otro relieve que el dato hist«irico.
riñes para el vestuario; Alfred Newman sul)ra\ musicalmente las situaciones con su pericia tumbrada. El rejiuito larguísimo, de noi conocidos la mayoría, conq>rcndo en los puestos más importantes a l''i-cdrich March (Jeán Valjeán), Charles Laughton ( J a v e r t ) , Marilyni; Knowlden (Coselti-, niña), Rochellc Iludson (Co setto), Sir Cedric líurdwicke (el Obispo Digne), John Beal (Maiiu.s^^ Francés Drake (Eponine), ' Florence Eldridge (Fantine), Feídinand Gottschalk (Thénardier), Jane K e r r (Madtuue T h é n a r d i e r ) y John C u r r a d i n e (Enjolras).
t,erven<;ión .se coix wle en i;l guión, sino tamb. [>or el mérito cnonuc con <iuc el actor ingli anima su jx-i-scmajc, superando la lab:»r de cuant<j.^ le njdcan, sin (pie se (ís<:a|>(; el rn mo
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• i,^ 1 .lil auiuii aii.i í j i í . i | ' H . ; '
muchos films estupendos, no le txi el papel, se rinde a menudo bajo ol peso de la rc.sjKin.sa'íi lidad artística que se !e confió. Fredric .Mairb es demasiado joven, demasiado elegante, den siado fino ]>ara traducir la emoción m d a y pu derosa del héroe, cuya complexión y fuerza hercúlea bastan a delatar su identidad. Un critico litiga a hacer un chiste a su (.osta: le llaUn comentarista ha dima «Do»í Juan Valjeán». cho que la película debiera El film atiende, sobre todo, a presentar la lutitularse, en verdaxi. Variacha encarnizada entre el antiguo presidiaino reciones sobre *JJOS miseradimido y el policía, .símbolo de 1 lad ciebles*, por Charles iMughUm. ga y obtusa. Se han suprimido pi - y epiPorque Laughton, encamasodios, que en la versión francesa al(!anzan seción original y magnífica mejante i'itoi'iirí, ;i 1:' l l . r l niiVOdel sombrío polizonte, d o lista. mina todo en el film, no Así, p o i ejt.'iiii'ii), ( i a \ l o c h e , el liiav i> r l . a p l l l o sólo por la importancia de ilusionado de rebelión, n o existe en el film ameprimer plano que a su in ricano; el fuego de las I
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Calidad e importancia muy otras, naturalmente, son las de la versión de IJOS miserables salida en la última hornada. L a adaptación ha corrido a cargo de W . P . Lipscomb, experto escenarista; la dirección confirióse a Richard Boleslavsky, el gran realizador eslavo que tiene en su haber films tan notables por lo que a su cometido atañe, como Hasputin y la Zarina y El relo pintado; Gregg Toland manejó la cámara; Richasd D a y l)Ocetó los decorados; Omar K i a m hizo los figu-
I J I dramática pareja de <il.o.<i m i > e r » L > L E > » ; < ; | I M R L R Ljiuiehion y tredrirli March, o sea, el sentido cie<:» de la autoridad » el espíritu i^eiuToso y humano
presencia en la acción; Fantine y los Thónard son jKKío más que «extras» distinguidos; E{>unina es la amante de un Marios (pie más bien parece remedo de los idealistas del 79. Comienza la historia con el delito de Valji para llevar mi panecillo a su casa, y conelí con el suicidio do Javert, liberación final del <lo.-diebado per.-;eguido. Para (pie la pi(M"e<iencia yanqui no se olvide, el film incurre en las acostumbradas ligerezas históricas; el ejemplo nn'destacado es conducir en 18U) a Valjeán a u galera que recuerda la defíen-Hiir,galera pert( ne(,'ieiite a un .-i.^tenia U'niteneiario iiboÜiln en Francia en tiempos do ..uis X \ ' . . . André Lang, que escribió el guión i. ¡ sión francesa de Ijos miserables, ha visto en l.i dres el film de Hollywood y ha expresado .-u o j i nión favorable a sus méritos. <d-o.-; devotos de Hugo no podv;'n niígar que el aliento del ü;r.iu poeta atravie'» 1. efeetivamento, U atnió.-fer il.l drama cineiualü^rál'ieo», dice cíai nobU riflad. Jeán Valjeán, e n cu>.> cerebro arde la famon» y ma(:nífira «Tein|.e.rad bajo un cráneo», empuña -tUr. célclm-scandelabros ítmibolico-i «te sil „ M . - , n y Ida. caracterización de Fredrich March en etita escena es rnu\ notable
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11 Y el
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) o c o después do terminar * la Gran Guerra, cuando el cine americano se imponía en el mundo entero al compás de las galopadas de sus cou'-boys, trabajaba en los Estudios de la Paramomit un actor que empezaba a popularizarse, a pesar d e i n t e r p r e t a r siempre tipos de villano. Su nombre era Wallace Beery. L a figura que había creado era una de las más peculiares del cinema yanqui: Ijandido del Oeste, robabesos de muchachas rubias y acérrimo enemigo de los viejos coloilizíxdores de pelo largo y blanco. J'oro la causa de .su popuIM," '
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que fuera el actor-tipc para esta clase de papeles, ni en que los v i v i e r a d e l modo más realista posible. N a d a de esto. L o s villanos, en aquellos tiempos, eran atrozmente vi llanos: rayaban casi en la ferocidad. L a únicít sonrisa que podía escaparse de sus labios era la portadora de la ira. Y el único sentimiento que les estaba pennitido inspirar aJ espectador era el odio. ^ Wallace Beery, por el contrario, era im villano jovia alogie. despreocupado y fanfarrón. En aquellcs tiempos, además, los villanos vestían impecablemente: altos sombreros de fieltro, negras americíuias y ceñidas polainas. Y Wallace Bccr}-, no sabemos por q u é razón misteriosa, iba siempre en mangas de camisa y se sujetab los pantalones con una sim])le cuerda. Como es lógico, los niños se reían de ól; las muehacha.s sentiiientídes le odiaban, por tomar a broma cosas que a ellas les |i ii<fi;in extremadamente serias, y los buscadores de ingenuas emocione le tachaban, desilusionado)ayaso y de histriói v u l g a r . T o t a l : que Wallace B e e r y consiguió hacerpopular por oi arriesgado procedimiento de 1 impopularidad. Los productores, al comjirobar todo esto, no tuvieron más remedí" (pie r e c o n o c e r ci Beery u n villan frustrado. Sus crueldades e n g e n d r a b a n carcajadas. El público se reía con él, pero no se emocionaba, (jue era después de tod( el sentimieníi q u e m á s dólai-c[)rodueía a las editoras cinematográficas. P o r tanto, é s t a s decidieron sustituirlo por otro villano niás auténtico, y convertirlo en actor cómico. Wallac-e Beery, actor cómico. ¡Gran momento de la pantalla cómica y a n q u i ] Reclutas a retaguardia, unas ^ ^ H H J l ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ voces; Reclutas sobre ^^^^H^^^^^^^^^r otras; Reclutas detectives y Reclu¡UMK^^^^^^^^^T bomberos, en distintas ocasio ^ ^ j ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ nes, Wallace Beery \^ su ccmpañei inseparable R a y m ron una de las páginas m cinema cómico americano. Su gi'acia s(}lo fiuode definirse El arte prodigio.so de Wallace Beery ha creado tipos perfecto», de ini- con la palabra estupendo. E r a una poíiible superación, y ha mostrado gracia gruesa, de gusto a veces anIe las cámaras la guma inagotal>le hasta dudoso, pero siempre sorde expresiones que su rostro salMprendente y rotunda. Cuando W a fingir con maestría sin igual. Ile aquí tres elocuentes muestras de la llace Beery se empeñaba, no hariqucTia expresiva de Wallace Beery bía más remedio (jue reír. I*ara conseguirlo se i)aseaba en calzoncillos por la Quinta A v e n i d a o insultaba, incons(;ientemente, a su general. Cualquier cosa. L<o inevitable era que el público soltaba siempre una carcajada sonora e incontenible. P o r esto, cuando la Paramount creyó haber agotado la serie d los reclutas, decidió no deshacer la pareja formada por W*ery y TTiittiiii, l):i( iéii'!o!i.s ÍTilerpretar dos nuevas peliculas: Esposas a
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medias y A tiro limpio. Que fueron, a la par, dos nuevos éxitos, y que, sin embargo, pusieron fin a su labor. ¿Por qué? P o r culpa de dos hongos que aparecieron aquellos (lías en los Estudios de l l a l Roach. T>e dos simples hongos, algo mejor conservados que,el que usaba Charlot, debajo de los cuales daba la casualidad que se encontraban Stan Laurel y Oliver H a r d y : la pareja cómica más popular del cinema, que deshizo, con su sola presencia, toáas las que entonces existían. ( H e aquí el pasado de Wallaee Beer}'. El ayer remoto, perdido y a en el torbellino de la historia del cinema. Simples recuerdos, fríos y sin emoción, por haber estado se-
pultados, durante año.s, (>n el n de cualquier fich(>ro.)
•
•
En el Congreso Internacional de Cinematografía celebrado durante el lasado año en Venecia, y al eme conzurrieron, con sus mejores films, la.« más importantes editoras del mundo. Wallaee Beery fué jiroclaniado el mejor actor por su labor en / Vira Villa! Este es el presente de Wallaee Beery. P a r a describirlo no es necesario abusar de la literatura. Basta con limitarse a exponer los hechos. Walla<;e Beery empozó a marchar hacia el triunfo en el preciso instante en que parecía iniciarse su fracaso. Cuando, perdida su popularidad com o cómico, se vio obligado a interpretar papeles que aparentemente no respondían a su psicología. Aparentemente, nada más. Porque la realidad ha sido bien distinta. L a retdidad fué el film, de W i l l i a m W e l l m a n , Mendigos de la vida—aguafuerte espléndido de la vida do los vagabundos nortesunericanos—, en el que encamó un t i p o complicado, cómico mías veces y dramático hasta el patetismo otras, que le valió un contrato con la Metro, donde es actualmente el actor más prestigio.so y mejor pagado. Recordar sus princijiales tipos es el m a y o r elogio que de él puede hacerse. El sherif, socarrón y comprensivo, de Billy the Kid; el presidiario, infantil y salvaje, de la versión inglesa de El presidio; el marinero, siempre borracho, pendenciero y excelente camarada, de Paso al marino. La fruta amarga y Ana la del remolcador; el financiero de Gran Hotel; el viejo boxeador, derrotado por su propia vida, de Champ; él gángster de Los seis misteriosos; el pirata cínico, pero humano, de La isla del tesoro; el matón del viejo N u e v a Y o r k de El arrabal, y el estupendo Pancho, de ¡Vira Villa!, son las primeras figuras que se vienen a nuestra imaginación, poi ser las de más fuerte colorido. En todos estos films, además, Wallaee Beerj' no so limita a interpretar un tij)0, sino a crearlo, infundiéndole una psitiología especial... avasalladora simpatía. W a l l a e e Beery, lo nuMün i uando encama a un bandido que a un hombre de buena fe, sabe adoptar un gesto blando e inocente que lo identifica eon el espectador. Hasta cuando comete mi (irimen parece justificarse con una expresión de jiena y fatalidad que mueve a la indulgencia.
1
!
Arriba: t i gran arlor yanqui ama, «obre todo, ia vida del hogar, y la roniparte con 8 U bella esposa, que aquí aparece retratada junto al célebre artista
\ la izquierda: Kl espíritu infantil y bonachón de Wallaee prende rápídanienó* en los cantaradas de trabajo, altos o bajos. Ved aquí al estupendo creador de Pancho Villa fraternizando con unas bellas «);irl»>. del elenco coreof^ráfico de los Estudios
Abajo: He aquí el niaf;nírieo <bun):alow> de \\'allaee Beery, en Beverh Hills, en el quo el célebre artista refuf^a sus ocios. una de las más bellas residencias de la ciudad del cine, y en ella guarda W'eery - gran cazador -los incontables t r o f e o s de sus Proezas veoatorías
GIL
' e r n a m
B
RETA N O
B
(FAUSTINO)
«Nací en Madrid et 30 de Octubre de 1885. Desde chico, mi ilusión era no trabajar: veía que quienes .trabajaban iban mal vestidos, y en cambio vestían bien quienes no hacían nada. Pensí en el toreo; los toreros apenas trabajaban un par de horas de vez en cuando, y ¡vaya tíos ristiendol Pero pronto comprendí que el sólo hecho de acercarse al toro exigía trabajo ímprobo, y entonces decidí de dicarme al teatro, en donde podría lucirme con traje de luces y no ser torero Era la profesión ideal: poco más de tres horas de quehacer, cantando, riendo, diciendo cosas graciosas. Fui actor... Y me encontré con que es el oficio en que más se trabaja, entre estudios, ensayos y repreaentaciones. Debuté en un teatrito de la Prosperidad, luego anduve por esos pueblos de Dios como barítono de una CompaAia que por toda orquesta llevaba un armonium. En e) teatro seguí muchos añof, ganando puestos, haata que empecé a alternar las tareaa de! escenario con las del cine. Ocurrió esto porque una noche de Agosto madrileño, el Guadarrama soltó la espita del frío: yo, que no trabajaba desde nueve meses antes, me lancé a la calle con una preciosa capa bordada que tenía: al pa:sAx por la Gran Vía. un señor corpulento y barbudo se atmlanzó sobre mí, gritando: «|Ese es el Copitas!» Se trataba de Pérez Lugin autor 7 director de «Currito de la Cruz», «pie buscaba intérprete para un personaje da su película Al día siguiente me hicieron una prueba, en la que sudé tinta; pero me contrataron j puda coantr. Y sigo romiinilo todavía.»
Pelhula»
que
ha
interpretado!
Cumio de la Cruz, Alejandro Pérez l.ugin El médico a ptUos. Sabino A. Micón. Kl patio de los naranjos. Guillermo Hernández Mir Hl héroe de Cascorro. Bautista. / Vtva Madrid, que es mi pueblo!, Pemando Delgado. La canción del dia, O. B Samuelsón ULonUesl.
EsUtura: 17 ,a metro*. ^ d M M | | | ^ bello castaño e n t n M M A f l i ^ ^ ^ ^ ^ ^ l
M
Pelíeula*
que
ha
interpretador
La tsla de las almas perdidas (Island 0/ Lost Souls), Erle C Kenton. El asesino diabólico (Muders in the Zoo ) , Edward Sutherland El paso del ocaso (Sunset Pass ) . Henry Hathaway. En mala compañía (Good dame). Marión Gering. Un aventurero audat (Bulldog Drummond Strikes Back), Roy del Rath. Tres lanceros bengaJIes (Lives of a Hengal Lancer). Henry Hathaway.
Es Estatura: 1,67 metros. Ojos pardos. bsUo castaño.
STAIRE
(JEANETTE)
Estatura: i,6a. Ojos y arta 11 Cabello ív, 1'. v r n T i a n o . Ifow"-
(KATHI.EEN)
Nació en Hanimond (Estado de India- i na, Estados Unidos) el 6 de Septiembre ; de 1914. Pertenece a humilde familia, que i se vio y se deseó para sufragar los gastos : de educación de la futura actriz. Desde i niña, Kathleen se singularizaba porque, | al revés de lo que es común en la infancia, i prefería la lectura y la música a los ale- ; gres juegos que hacían las delicias de sus ' amistades. En el colegio ocupaba siempre • lugar de honor, tanto por su afición al estudio cuanto por su inconmovible for- i malidad. Llegada a la adolescencia, gustó ' de la vida tranquila, del aislamiento: nun- | ca le interesaron otros deportes que la na- , tación y el ciclismo. Quería ser actriz, [ cataron sus intentos para conse- : 9f otra de sus viejas ilusiones es dar • 'la vuelta al mundo como solitario tripu- ' [lante de un velero. En 1932 se escapó > > su caá» con unos pocos ahorrillos y fué Los Angeles para presentarse al con< convocado por la Paramoimt entre 1 jóvenes norteamericanas, a fin de en- Í ^ntrar encarnación del tipo de «mujer ^ ntera». Más de sesenta mil muchadias : piraban a salir victoriosas: el jurado ^ lificador, compuesto por los directores j st Lubitseh, Cecil B. de Mille, Roi^^én , Mamoulián, Norman Taurog, Stuart Wal- 1 ker y ErJe C. Kenton, después de sucesi- ! vas selecciones eliminatorias, proclamaron el triunfo de Kathleen por su exótica beMeza, de trazos felinos. En segundo lugar e adjudicaron puestos a Lona André, : Verna Hilüe y Gail Patrfck. |
ACDONALD
Nació en Filadelfia (Pensilvania). el 18 de Junio de 1907. Es la tercera hija de Daniel MacDonaId, antiguo contratista de obras, que intervino activamente en la política del Estado. A los seis años, Jeanette empezó a estudiar canto y baile, con áni mo de compartir la profesión de su hermana Blossom. Fué discipula de Al White, y trabajó en numerosas funciones de aficionado*. En 1921 fué con su padre a Nueva York, en donde vivía entonces su hermana, actriz de la Compañía de revistas de Ned Wayburn, en el Teatro Capítol. Presentada a Wayburn, éste consintió que Jeanette actuara como meritoria: el éxito inmediato hizo lo demás. Trabajó durante algún tiempo en revistas, logrando que se le oafiaran papeles importantes: en <.pf 5 ' r zosas se dedicó a posar p a c ^ nerciales, y fué asimisii^ i.iq. ana casa de i M j a i . Ingresó luego'en la Compañía de IÍ Greenwích Vi)la(*. y no tardó ea alcanzar puesto de estrella Cuando re^esentaba la comedia •Tjsical «Angela» rué solicitada por ia tmount para hacer un film con Ri:d Dix, oferta que no pudo aceptar por imnedfrselo su contrato teatral. Pero ld|Bchivos del Estudio había quedado •>aSba que se tomó de Jeanette, y í Lubitseh tuvo conocimiento de ella ha a filmar «El desfile del amor»; isfizo al director alemán, que t^ir ^iieció a la muchacha un contrato por dos aftos, merced a lo cual Jeanette pudo rescindir su comptomiso e ingresar en la constelación cinematográfica.
U R K E
\
Pelieula*
que
ha
interpretado!
El desfile del amor (The love parade), Emst Lubitseh. El rey vagabundo (Thevagaliond hing ) , l.udwig Rerger. Náufragos del amor (Let's go native). Leo Mac Carey. La noma 66 (The Lottery Bride) Monlecarlo. Krnst Lubitseh. UHa hora contigo (Onehour wilhyon), Ern.st l.iibit:iL'h. Ámame esta noche (Love me ímighl), Roubén Mamoulián. El gato y el vtolin (The Cat and the Fiddie ) .WWUam K. Howard La viuda alegre (The Merry Widow), Ernst Lubitseh. / t»*. Maneta! (Nauhty Marietta). W . S Van Dyke
(FRED)
Nombre verdadero: Fred AusterUtz. Nació en'Omaha ( Nebraska, Estados Unidos) el 26 de Noviembre de 1905. Desde niño sintió invencible vocación por la escena, y a los ocho años apareció por primera vez en variedades con su hermana Adela, contratados por el Orpheum Circuit con doscientos dólares de sueldo semanal. No tardaron en presentarse en Broadway con gran éxito, y enseguida pasaron al Winter Garden para intervenir en comedias musicale;. En pleno triunfo, Fred y su hermana marcharon a Londres, en donde permanecieron varios meses como figuras destacadas de importantes teatros. En 1931, Adela Astaire se casó con lord Cavendish y se retiró de su profesión artística. Fred, ya solo, continuó su carrera, apuntándose éxitos sin interrupción. Su primer trabajo para ta pande danza de «Alma de contrato con ta i por siete años de 1 cinta para esta ei i Río Janeiro», bi i nombradía, I la interpí a la vez que e^no > y okttto. Se rumoreó cierto ! él y Ginger Rogers, su compañera en ese film, pero poco antes de que ella se casase con Lew Ayres, Fred lo hizo (verano de I934),j(¡0nla niillonaria Phyllis Livingston Pafter.' Tiene aseguradas sus piernas !Ion de dólares. Sus ^•-poftes V ,on el tenis, el golf y •owo. Le entusiasma la lectura de loo ICOS inglese*. Ulla fué Crawford riña». El productoli duración; tida<
liailinili
Oatura: 1,75 metros. Ojo» y cabello* obscuros.
Petieulat
que
ha
interpretado:
••lima de baxlartna (Dancing Lady ) , Kobert Z Leonard Volando hacia Rio Janeiro ( Flying down to Rio). Thornton Freeland . L a alegre divorciada (The Gay Lhvorcee). Mark Sandrich. Robería. Otto Harbach Top hat
R A * . . :
Servicio exclusivo del «Sabuni International Syndicate> Hollywood
(California)
Propiedad Prohibida
L j
A imjOrtaucia de los extras latinos que lu-
la gran ayuda de él durante t uatro meses (pie
tienen la ventaja de contar
chan por abrirse paso en los diferentes
duró la filmación de dicha pelicula, no hizo di-
Mario,
ta
asegurada reprodnrrión
nuevamenti
este valioso elemento, para la filmacioi
Estudios de H o l l y w o o d ha sido, al fin, re-
ferencia ni con aquellos que no habían trabajado
de la película La rosa del rancho, la cual se ht
I iiaucida por los productores cinematográficos.
ni un solo día en películas por largo tiempo, fiján-
empezado a filmar bajo la dirección del d i u c t o i
Pero a quien verdaderamente se debe y deben
dose tan sólo en las necesidades, distribuyendo
Marión Gering.
casi todos esto que podría llamarse milagi'o es
por igual a todos el trabajo. El mismo caso su-
Mario:
sencillamente lo nombramos así por el
cedió al filmarse la producción Rumba, pues em-
afecto que sentimos por él al saberlo un gran
pleados del Casting Director, del mismo Estudio,
número de teléfono de extras de
amigo de tf>dos. Mario,
no obstante sus años de trabajar en esas ofici-
gorías, sexos y edades, ascñende a más de siete
contratado por la Casa Paramount Pictures para
nas, han tenido la necesidad de recurrir a
mil; no obstante
seleccionar los verdaderos
tipos españoles (pie
para obtener ttunbién su apoyo. Mencionar cada
trabajaron en la película Tu rujmbre es tentación,
uno de los casos en que Mario prestó esta clase
gentileza, que es muy difícil en H o l l y w o o d en-
eon
las
de ayuda sería interminable; basta decir que en
contrar caballero con todos estos méritos.
fuertes exigencias del notable dire(;tor .loscph
toda ocasión qtie se trata de escoger tipos lati-
Juan Mari es español; nació en la ciudad d e
vfin Stenberg. que difícilmente, y sólo (rono<ien-
nos Mario es el indicado, como sucedió en Ahora
Ibiza, Islas Baleares, y lleva en este pais muchos
sfrtf una señora, película de Mae West, de la Pa-
años trabajando en la.s tablas como directo
nc,)no. [)odría desempeñar puestos tan im|)()rtan-
ramount. a.sí como el Estudio de la l ' o \ Film
técnico en |)rodueciones teatrales, teniendo aui-
tes e(jmo Juan Mari lo<rró tener al I.KIH de este
para filmar la producción
síran diret^toi
Mism, a Mario st^ agradece y dcln la elección
(pie todo H o l l y w o o d desea pagar a Mario
de los tipos argeiitino.s.
-11 bondad, esperando llegue al ¡luesto tan ele-
hace algimos meses, fué
.Marlene Dietrich, logrando satisfiu;er
I fondo el verdadero ambiente liispancame-
Mario,
que es el nomine eon «pie lo bautiza-
ron i»(»r eariñf' tod'»s 1<ÍH estros
ipie reiúbieron
Umirr
Úf
Mario
Pampas
Fn la acliialidad lo.s Estudios de la l'ar.uiioiint
Mario
se ha convertido en un benefactor tan
popular y deseado, que posee una lista donde 11
ser Mario
todas e.I
un hombre activo
en toda la palabra, uo deja de ser todo bondad y
plios conocimientos en la eineniatt)grafia. })or lo
v a d e que le eorre.-poiKle.
toda;
i.
w
A Grupo de asistente» a la inau(nirarión olirial de los Estudios Cinematoerálicos «Roptrncei, verificada dias pasados, l-^stos nuevos Ksludios, cuya espléndida inslalariún significa un positivo avance de la industria cinematográfica en España, han iniciado sus actividadea eon el rodaje de mi h o m b r e . , de Arniehr», bajo la dirección de Benito Perojo. Son protagonistas de este film Mary del Cannen y Valeiiano León (FOT. coalas)
1 MAÑANA
PICARO
\
L U N E S la producción policíaca i
£1 n)isterio del castillo LA SUAV
Un film vibrante, lleno de intensas
DE UN ROSTRO NÁCARA": UNA MUJER, PUEDE USTEO
VISNli
Nac.
emociones PRODUCCIÓN
' ' B A V A R I A FILM'' Tonos blanc rachel, rosado, moreno, bronceado y ;:re.
DISTRIBUIDA POR
''FEBRER Y B L A Y ' '
bcdaS y díi/cicícJ^.
i',
F.ntrc escena y escena de «Casino de París», Ruby Keeler descansa junto a su marido, Al Jonson. j Y qué bien se les nota en las caraa que son matrimonio!
tógrafo, no digamos que m u y discreto, ha c o n s ^ u i d o , en el transcurso de una fiesta nocturna celebrada en Beverly Hills, una divertida f o tografía,' en la que la ex esposa de George Brent aparece sentada sobre las rodi-
La hora del (é enlre don niujercf) es siempre un poco también la hora de las eonñdelieias y de las murmuraciones. Ilay. pues, que suponer que Joan Rlondell y Glenda Farrell se habrán dedicado a «cortar algiin trajc) a sus «entrañables» amigas y «queridas» compañeras
Dolores del Rio dispuesta a darse un baño, y Kveret llorton diciéndole que no se tire, que está
llovieudo mucho
A
de U ^ a r a L o n dres un hombre más bien gordo, lo que no tiene n a d a de p a r t i c u l a r , pues es cantante de ópera, además de actor de la pantalla. A l descender del avión, Richard Tauber ha saludado a los periodistas y amigos levantando la mano, como si estuviera en el teatro (íantando Eigoletto, y les ha presentado a su bella acompañante. El será cantante de ópera; i)ero no todo han de ser desgracias en la vida. La bella actriz inglesa Diana Napier había realizado con él el viaje en el avión. Antes habían pasado juntos las vacaciones en Suiza. Ellos están y a al borde del precipicio, en el que, de común acuerdo y con un cura a la vista, se disponen a caer. L a pobre Diana tendrá qiu' soportar dentro de poco, a la hora de levantarse, esas cosas tan raras que hacen lo cantantes mientras Wega el desayuno: «00,00000,00000,0 00000,0,0,00000,00,0», «a,aaaaa,aaaa,a,a.» «¡Qué mal teng o hoy la garganta!» CABA
• i i ' T « d'voreio del que ya se empieza a h a b l a r es el de
Charlie
Chaplin
y
Paulette
llas de un chino falsificado, que no es otro que el actor Cliíten W e b b , disfrazíido de ciudadano del Celeste I m p e rio para asistir a la fiesta. Todos liis síntomas ammcian que uu nuevo idilio acaba de nacer bajo el cielo de H o l l y w o o d . N o es la primera vez, desde luego, que R u t h y Cliften asisten juntos a una reunión; pero sí (js la primera v e z que ambos son sorprendidos en una actitud que no es precisamente la más apropiada para hablar de política o de negocios. N o estamos muy lejos de la verdad, pues, si decimos que Cliften W e b b v a a seguir por algún tiempo haciendo el chino—-y ahora de verdad—al lado de la exquisita Ruth Chatterton, mujer de expe-
William Cargan, empeñado en cenar con su secretaria, y ésta -Joan Blondell — contestándole que no, que ella se acuesta a las ocho y son rn punto
(loddard, y aunque ellos demuestran en lodas parles .ser tau feliees eunio el primer día, eomo los murniuradorcts se han de entretener algo, se entretienen eon l'aiilette y (Charlie. A hacer raso de lo que diee la gente, el carácter v a riable de CJiaplín será la causa de su separación. Ya veremos lo que pasa. ^
( ) t r a estrella, no muy primaveral tampoco, |M5ro, vamos, bastante más lejos del otoño que la protagtmista de L a viudo, alegre, tiene intrigados estos días a los chismosos de H o l l y w o o d . Un fo-
\ la playa. Dorothy Tree y Margaret Undsay exhiben, del brazo dr I vil- Talbot, dos elegantes modrios para dar rnvidia a las amigas
las castañas y IÍUS pelirrojas. En fin, que a la hora de contestar a la encuesta, él se ha acordado de toda.s, menos de su mujer.
S<> ijinura eusintos son los país4>s en los <|iir ha nacido, según los periótliros, Lily i ) a inila; pero la inquielanlo estrella, tal vez porlu(|u('!sa, se propone ahora eslahlecer un nuevo "rettord". .Muy pocos saben el número exacto de esposos que ha tenido Lily, y no falta quien aseyure que sería más rápido y mucho más f á cil averiguar «I número rxaeto de littiiibres que no han estado easad«»s con Lily Damita.
Pat O'Kririi, ron un mazapán rn ta rubezn, sorpmitlido por el fulógrafo con cuatro pruebas de infidelidad conyugal
.'TA
Kúrl>ara Stanwyck dispuesta a dedicarle un retrato a su compañero l'al O'Brien, a quien de la emoción se le ha apagado el puro
liiiicia y de experiencias, (jue ha tenido y a dos maridos y , por lo visto, se dispone a la conquista del tercero.
francesa. «¿Qué nmjeres prefiere usted?» El sonriente j o ven, para contestar a esta >regunta, ha ahierto más de o corriente su famosa sonrisa, ha entornado los ojos —más de lo acostiunhrado también-—, y ha terminado por decir que a él le gustan Joan Crawford, Marlene Dietrich, Ginger Kogers, Marie Glorie, etc., etc., hasta completar toda la lista de actrices jóvenes del cinema. A g o tada la lista, ha empezado otra por países. A ól lo gustan las inglesas, las francesas, laa checoeslovacas, las alemanas, y asi sucesivamente ha.sta agotar Europa, Asia, África, A m é r i c a y Oceania. Después ha confesado que siente especial predilección por la rubias, las morenas.
Tenemos que decirles también que Willian Powell repai^ te sus mejores sonrisas entre Jeán ilarlow, Muriel Evans y Kalrhyu Sargara; que (ie<»rge Itaft está enainoradilio de Virginia Pine; que iXornia Shearer prepara los pañiües de tm nuevo enviado de París, y que L no ha celebrado ningún inatri^9iioni«» en lo que va de Julio el twarqués Henry de la Falalse.
P e r o si quieren ustede* saber quién es el marido verdaderamente ejemplar, he aqui su nombre: I l e n r y Garat. I l e n r y Garat, a (luieo muchos suponen soltero, ha sido interrogado para una encuasta fK»r una i)eriodista
El hecho es que Lily, inieiiIras no haee películas, se entretiene haciendo inatrinit»nios. £1 último, hoy por hoy,
Entre viaje y viaje, ambos se han presentado en una fiesta de H o l l y w o o d . Esto, que tiene todos los caracteres de una promesa jaiblica matrimonial, es actualmente la comidilla de H o l l y w o o d . ¿Se casará Mae con el boxeador? ¿Sí? ¿No? ¡Oh, qué duda más horrible!
Y vamos eon los divorei«>s. f.ary (irant, que se había r e eoneiliado con su esposa, Virginia Cherrill, emprende otra vez el camino de Heno, por indieatÜb de ella, que no juu'de .soportar que su legíti-
I l primer rubio platino di- la pantalla, O n é Raymond, esperando a que se marche O n e v i e ve Tobín, que les está estropeando el plan a V.rné y a Bárbara Stanwyck
lo acaba de eelebrar eon un joven aetor irlandés llamado Erroll FIynn, que trabaja desde haee pocos lueses en H o l lywood ¡Te has eaídtt, pollol
f r a n r i s l.ederer hojea nuestra revista, a c o m | M i ñ a d o d e nuestro querido compañero Víctor José Sabuni, contratado como doble del excelente actor. ¡Mal debe estar cl oficio de periodista en Hollywood!
más propicio para el amor. •Mae Murray, en efecto, acaba de hi)>otecar su corazón con un galán de perfil nada helénico, y a que esta vez se trata de un boxeador. Cansada de príncipes más o menfts vistosos, de esos (jue contraen matrimonio con las estrella.s de la pantalla para ser exhibidos ante las visitas, Mae Murray, ex ingenua adorable, se dedica a viajar en compañía del robusto M a x Kosenbloom, que a.spira al campeonato mundial. El mar. Sobre el mar, unas gaviotas. Y en la cubierta del barco, como si se tratara de ima escena más de sus peliculas, Mae Murray y su adorador de turno ))asean en yate su amor eterno, (pie durará, por lo menos, algimas semanas.
Y a lo dijo A r m a n d o Duval: todo el año es {)rimavera en el cortizón de los enamorados. A s i , n a d a t i e n e d e e x t r a ñ o que una estrella—nada primaveral, por cierto—se encuentre aliora ni más ni menos »jue en pleno mes de M a y o , que es, a lo que parece, el mes
íl I)o> honiltr<'- que i'ulrarán a casa de puntillas para que no se entere la mujer. Ceorge Brent y Warren William convertidos en dos alegres noctámbulos para AM vida es sabrosa»
1110 esposo ante Dios y ante la ley se dedique a un "flirteo" demasiado asiduo eon .Sandra itaiiilieau. ¡(Ib, el infiel! Itit^ Virginia que ('.ary padece un amor eon interiniteneias. I n termitencias que eaiiibian de nombre. 1.a última inlerm»tenria es .Sandra. Lo que Vii^ ginia «liee de Sandra no lo quieran ustedes saber. D(t\ C I P I D O F E U \ AXDEZ
Los cuidados d e Jessie M a t t h e w s , la e n c a n t a d o r a estrella d e la Gaumont-British,
se reflejan en la admirable tersura de su cutis. El maquillado femenino - e l propio de la pan talla o el corriente en sociedad- exige una compensación: el uso de un buen jabón, como el Heno d e P r a v i a , que cada día limpie a fon do los poros y renueve la lozanía de la piel. Las morenas, por su piel más grasicnta, deben extremar ese cuidado. Al lavarse, friccione bien con la espuma fma y suave de este jabón de belleza. Libres los poros, la piel reacciona y recobra su flexibilidad y su tersura.
A S
L LA
perfumería
3 O
H E N O DE P R A V I A
g a l . MADRID - b u e n o s
AIRES
ilenieA^cMil
.1,
mostración al canto. ¿Qué fin se persigue al cultivar la marcha a pie? Fortíilecer el músculo, tonificar al organismo con un ejercicio violento al aire libre ^ ' ^ y contribuir por medio de pól a la eliminación de las " g l o s a s s u p e r f i n a s , ¿no? Pn,e* para lograr este fin, cuafijuier época del : buena, y aun nos at veremofe a afirmar ninguna como la a'' más propicia. P o r otra parte, este aspecto de la física no debe adoptarse en ningún caso sin el aaepso los médicos; y si la opinión de éstos es favorable al método elegido, su práctica no debe limitarse a tal o cual estación, sino hacerla extensiva a todas ellas hasta que sus resultados, beneficiosos o inútiles- -que también suelen serlo en determinadas ocasiones—•, aconsejen su supresión. Se trata, en suma, de un régimen curativo y no de un entretenimiento ni de un deporte. Y ahora, hechas estas aelaraeicmes a modo de justificaaión Uel t i t u l o rpie eneabe/.a h o y iiiiesrro rraoajo, seanos permitido entrai- de lleno en el tema qu-? hoy ha de inspirar nuestra crónica. ¿Cómo debe praetiearse ia mareha? H e aquí el extremo esencial de este ejercicio físico. A n t e t o d o , es preciso adaptar con toda exactitud la respiración a la marcha. Sin ello, la finalidad perseguida será no sólo estéril, sino contraproducente. El mejor método para lograrlo es contar los pasos y acomodarlos a la respiración. Así, por ejemplo, si se comienza a andar con el pie izquierdo, la enumeración de los pasos se contará precisamente al posar en el suelo el pie derecho. Cada v e z que el pie derecho toque el suelo, deberá contarse: «uno, dos, tres...» Conviene no olvidar que la enumeración de los pasos ha de ser hecha en el momento de la espiración, y jamás en el de la inspiración. Es en extremo conveniente inspirar rápidamente y espirar con bji cambio, esta bella mucbacha, llamalentitud. De e s t e da F.Iranor Powell, desconocida aún modo s e obtendrá para los amantes del cinema porque acaba d e incorporarse a l e l e n c o d e uno de los más famosos F.studios de Hollywood, no suele practicar ningún deporte violento. Su profesión es lo sufícientemente agitada para suplir cualq u i e r otro ejercicio conveniente a la salud. Ks dicen la mejor bailarina de «claquette» del mundo
A M etMHKl* U CMteMplaeMa de
f«l* 4e KaUríae De Mille
— U bella bif* del fawáaa directov > i w l « g i á f i e » ea aieMpre un eapedáealo grato a loa Ofoo y al feapirUa, esta vez se la brio' danaoa a Meatroa leetorea eaoao fcrvieate e u M v a d o n del «foottag>. Saele |»na«icor eaie e)rrcieio, aaf caoaa atrae dcfrtea, coa H eacueto Iraieeito que atpif la ven ustedes
C
hayáis leido, queridas lectoras, e I ttttilo precedente, acudirá de seguro a vuestros labios esta exclamación: —Pero ¿a quién se le ocurre con estos calores hablar de la conveniencia de andar y de correr? ¡Hay que estar loco píira aconsejar semejante ejercicio on esta época! Y , sin embargo, lectoras amadas, no lo estamos. DeUANtK)
lina (>sf>ir:u-ión iiiotVMÍica. jiista, pitM-isa, csuia dos dobles pasos. Por o\ «•outrari*». ta inspinu-ión lia do .ser n'ipida, onérgica, «lo una sola vo/,. (^uuido s«^ baya logriulo ooniprobnr ol dominio al>soluto do ostt* niót«Nlo, cl («íuorxo nodaiá ro<iuoid«> al mininio y la oficacia do los rosultalos scn'i st>qtrcndcntc. .\hora bion: si al ensayar csU- si.su-ma .so iropieeactm alguna dificidtad y no se logra el aniielado acoplamiento entre el ritmo respiratorio y el de la marcha, no debe intentarse, para aicanzarlo. mi esfuerzo excesivo. Ello seria perjudicial y nocivo. En este caso, si ia fe en el ejercicio subsiste, deberá recurrirse a un buen profesor de marcha, que en breves lecciones proporcionará el ritmo apetecido y conveniente. Por otra parte, si sólo se pretende andar algunos kilómetros a paso de marcha exclusivamente, esta aconoodaoión entre los movimientos y la respiración no tiene demasiada importaiK'ia, si bien reduce el esfuerao; pero, en cambio, es absolutamente indispensable si se pretende adquirir cierta práctica y cierta regularidad para correr cómodamente alguna distancia a modo de saludable régimen de tonificación y adelgazamiento. .\ISunos consejos para correr .\ndar de un modo rítmico no requiere excesiva prepara<;ión. Otra cosa muy distinta es correr de un modo r ^ u i a r , conveniente y saludable. Para esto sí hace falta un verdadero método y una gran fuerza d e voluntad. En realidad, para mía mujer ferviente del deporte, dotada de la indispensable tcnacidafl, el ideal será hacer algunos centenares de metros corriendo, alternándolos con la marcha a pie. A l principio, la aoea será en extremo difícil y agotadora. Pero si durante un kilómetro estable*» el sistema de correr cien metros y andar doscientos, hallará que en pocos días habrá adquirido un entrenamiento capaz de soportar, sin demasiada fatiga, una carrera de un par de kilómetros. A ello contribuirá, en primer término, no el caprich<», sino el deseo auténtico d e lograr la capacidad necesaria d e encima ()ara realizar el régimen liberalmente adoptado sin una excesiva merma de Miergías y sin un e x e c r a d o agotamiento. En ningún caso debe solicitarse del organismo un desgaste desmesurado, tanto más cuanto que no ae trata d e obtener velocidades de record, sino simplemente de conseguir la cadencia, el ritmo y la regularidad convenientes a la salud. Si desde el pimto de vista del perfecto estado del organismo la marcha a pie equivale a 100, el correr significa 1.000. Con ello, aparte de su evidente conveniencia para el más perfecto funcionamiento del organismo, se obtendrá una considerable economía de tiempo, toda vez que quince minutos de carrera equivalen a dos horas y inedia o tres d' marcha a pie. -M.
I Grarr Itradiry guapa y xupeirtiva. romo pacdr vrrsr - r s una inquieta actririta de la pantalla, ágil y valerosa, q u r gusta d r los atuendos exótiro y d r los caprichos fotográficos. . \ q « í la timen ««(rdes, delicioaamentr ataviada, empuñando un terrorifiro pistolón v en ana artitad realaaentr espantable. VM realidad, la únioo •erdaderanacnte aterratlor ea sa «neantadera sonrisa
adveaimienlo del cinema en color ha obligado a introducir ciertas •odificaeiones rn el m a q u i l l a j e oaaal de los artistas. VM nuestra foto. Francés D e e , figura destarada de «Becky Sharp», inicia a su hermana Margaret, que en este film empieza sus actividades ante la cámara, en loa seeretofl del «make-up. para et cine en colores
lebisaro d8 artQ
UNA
IDEA
¿Vamos a ver, señores produetores y distribuidores de pelíeulas españolas, s¡ esto se arregla? Kstá visto que Doña Hacienda, la obesa ¡nquilina de ese caserón sombrío que hay en la calle de Alcalá, a mano izquit-rda según se sale de la Puerta del Sol, tiene el tímpant» más duro » | U 0 un embargo eon aeuniulaeión de costas. O sea, que está "teniente" de ambos oídos, y no se entera, aunijue le pinchen eon un alfiler. Y está visto también, señores cineastas, que nuestras razones caen en saco rolo. Así vamos a pasar años y años; se acabarán las obras del Teatro de la Opera; nos enteraremos incluso de lo que opina Gil Robles sobre el cambio de régimen; y nosotros eontinuaremos eon nuestro plebiseito "per saeeula saeeuloruin, amém". Kste latín es una asoi-iaeión de Ideas. ¡ Como he mentado a tíil Kobles! IMgo, pues. <|ne Doña Haeienda no tiene trompa de Eustaquio, o, al menos, a la trompa se le ha eaído la boquilla y no hay medio de que las vibraeíone^
.\hüra que se discute en el Parlamento un proyecto pzra solucionar el paro obrero, debía tenerse también en cuenta el paro de los actores, obreros del arte. Y un medio de solucionar este paro forzoso, tan lamentable como cualquiera otro en lo que afecta a las personas, y más transcendental que ninguno en lo que se refiere ;I 1 < cnMnr >
país, sería proteger 1 a producción de pel í c u l a s nacionales h a s t a . n V er t i r nuestros Estud i o s e n colmenas de arte, en vez de procurar su ruina con impuesto.odiosos y exc e s i v o s , que, lejos de beneficiar a la Hacienda pública, la perjudican, porque van lo trabaj o e iniciativas jn que es t a n t o como (iegar para siempre fuentes de rifjueza. N o entiendo de estas cosas; pero creo que la prosperidad de una n;,,ción no depende de la cuantía de los impuestos que pesan sobre los ciudadanos, sino del esta,do floreciente de sus industrias. Dificultar el desarrollo de é.stas con impuestos prematuros y desproporcionados ed {lerjudicar a la larga la economía "(•ni.!':ii.
Casimiro
Ortos.
I -o más justo y lo más natural sería que el Estado, atendiendo en todo lo posible a su obligación, estudiara un arreglo que evitase, si no en su totalidad, en una gran parte, toda esa serie de impuestos y recargos que aprietan hasta estrangularla a la producción cinematográfica nacional. Y o creo que una protección, debidamente estudiada [)or elementos cinematográficos de todos k s factores importantes de (^sta industria, podría hacer resurgir nuestro arte cinematf)gráfico, que actualmente se encuentra algo aletargado, a pesar de haber hombres iite
románticos y abnegados que dan su dinero y su saber a un negocio como éste, en que hay que luchar en desigualdad bien notoria con la producción extranjera. N o debemos olvidar que desde que el cine comenzó en España a (estacarse, todos los que liemos at;tuado más o menos directamente cn él solicitamos una protección más o menos acertada, pero siempre beneficiosa. N o s o t ' o s no debemos pedir una protecc ón como la que disfrutan los italianos o los franceses, pues ésta es perjudicial, no sólo para el arte, sino para los elementes sanos qne actúan en él. Debemos stJicitar que se defienda, que se quiten gravámenes molestos y excesivos; pero nunca crear un organismo defensor, en el que engo la completa seguridad de que veriamos caras desconocidas, elementos advenedizos, que sólo mirarían ) l o - intereses del mejor postor. E n la temporada iiro.vtud v e remos dentro del cinema cosas y casos muy raro.s. N o s encontraremos ante una bwli i cnearnizddd. en la q u e saldm victorioso e 1 más f u e r t e y el más capacitado. Ivos americanos tienen bien jreparadaesta ucha;cuentan con el dinero, que e n estos t i e m p o s lo es todo. Si 1 o s productores, distribuidores, actores y demás componentes de la familia cinematf)gráfica española no se unen en un e s t r e c h o lazo, podemos d a m o s p o r vencidos. Claro es que esto no es de esperar y más suponiendo que el Estado sea el primero que v e la necesidad de ayudíUTlOS.
H a y que tener presente que el dólar posee una fuerza formidable y un brillo que deslumhra a lapersonas de todas las clases sociales. P o r consiguiente, de no poner todos nuestro granito de arena, nada
acústicas que recogen sus orejas pasen al cerebro. Lo diré en tóriniuos vulgares, para que me entiendan hasta los recaudadores: que le hablamos a una tapia de cemento armado. Y siendo esto así, como lo es; neeesitando nosotros que nos oigan, y no siendo ello posible por la sordera comprobada de la que debía ser nuestra interloeulora y ha resultado un poste, propongo a l o s produetores, «listribuidores y cineastas, en general, que se abra una suscrip<'ión para comprar a Doña Haeienda una trompetilla. ¿Qué les parece la idea? . \ d i | U Í r i d o el instrumento aeústíeo, se lo enviaríamos a la buena señora eon un tarjeton que dijese, por ejemplo: "Trompetilla de honor que la Cinematografía Kspañola, en sn afán de haeerse oír, regala a Doña liaeienda, con todo respeto y fina voluntad." Yo pneabezaría la suseripeión eon la euota máxima de ¿."ü eéntiinos. ¡Anímense, señores! ¡A ver si haeemos algo que luzea!
dinero sin recurrir a los intentos de arte de los ciudadanos.
tendría de particular que en la temporada entrante nos viésemos postergados y destrozados do una manera desastrosa L a Prensa cinematográfica, aun exponiendo sus propios intereses, está ayudando de mi m o d o admirable a la exención por parte del Estado de toda clase de graváme-
Jidián Antcmio Ramírez, Escritor cinematográfico.
nes.
Vna felicitación p a r a ella y una demostración sincera de agradecimiento. Antimio Escritor jefe
de
Solazar,
cinematográfico,
de
jnropaganda
Atlantic
de
Films
¡
H a y síntomas de un posible nacimiento de einema naciinal. Se con.strayen Estudios, se constituyen entidaíles productoras, se trazan prc^ramas de trabajo relativamente intenso e incluso -los financieros sueñan con ganancias. En fin, una industria en toda regla. Indudablemente, tenemos el deber moral de cooperar al florecimiento de esta indus^ ^ ^ ^ ^ Se pide un alivio en las -^m^t c a r g a s oficiales que pesan sobre ella. Pues p r o p o r ciónesele e s e alivio. Ello ha d e redundar ^ ^ ^ ^ s i n ninguna • duda en beneficio de 1» industria. P e r o el cinema español necesita algo más (pie no consideran los que sólo v a n al ntjgocio. Necesita una inyección de anhelos artísticos, de afanes desinteresados, d e juventud. I Si este cinema en embrión toma como estímulo e| arte, llepnr:^ incluso a ser n ^ o c i o . ¿Necesitan para ello la liln i LU UM de esa tara? Pues, ¿qué hace el Estado que y a no 1:^ sujjrime? Sin pretensiones de arbitrista le diré que ly muííhos sitios d e donde sacar
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N o y a im plebiscito, sino un; protesta unánime que demuestre al Gobierno la necesidad cpie teiiemode que se ayude a la producciór. nacional, en lugar de entorpecer sii marcha, pa'-a poder demostrar h que se puede hae(!r cuando el oami n o esté libro d e l o s obstáculos de hoy, en esta España, donde hasta ahora todo han sido di idtades a una industria y un arte que eomo el cine se inicia en nuestra ¡ i i t r i a , y que p o r esta razón c r e o s e ebe suprimir el iiiipue.slo ilel 3,7-"). por tanto iiien>ce el afioyo de KIOS.
Fernando Roi)<) de Cifesa. El cinema español, al pedir que lo declaren exento de tuda tributaón, aspira a una co.sa justa que en • 'dos los países europeos ha tomado e s t a d o legal: consideración a la industria p r o p i a para que, e n su casa, pueda defenderse do la competencia de un rival poderoso. Mucho más q u e esta « c o n s i deración» han logrado en todos los países los i nemas nacionales. Sólo el nuesR(J, con pedir tan j>oco, sigue desatendido f>or el Pistado y a merced \elusivamente de la iniciativa pri. ada. Jidio Ijópez Cañedo, Director de Producción de Fono-España^ ^
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ei ta frase que oirá usred d e los labios d a mujeres c u / o silueta produce admiración por lo deliciosa perfección do sus Ifnoos, d e mujeres q u e han p r o b a d o GELÉE MITZA
Y es que GELÉE AAITZA es diferente a todo lo q u e existe paro odolgazar. Et el rotultodo odmiroble d e laboriosos estudios reolizodos en loborotorios ájt olta reputación por científicos especiolizados. GELÉE MITZA troto la graso como una enfermedad más del organismo y no losiono, ni siquiera parciolmente, porte olgufta del cuerpo. GELÉE MITZA es un tratamiento externo, y por medio d e fricciones roaliza el milagro d e a d e l g a z a r lo porte del cuerpo q u e se desee, lo cual permito modif)icar las líneos imperfectas con facilidad. GELÉE MITZA suprime la necesidad d e ejercicios violentos, d e regímenes insanos y d e medicamentos nocivos para el organismo. Toda mujer celosa de su salud y d e su be lleza d e b e rectificar su silueta usando GELÉE MtTZA, que no requiere preparación alguna, no doña ni irrito lo pi«l y es sumamente «conómico. La rapidez d e acción d e GELÉE MiTZA es tal, q u e o voces en uno sola noche se observo la reducción de I o 2 cms. en el contorno d e la pantorrilla. Pido hoy mismo el folleto explicativo d e Estética Mitzo, que enviamos gratuitamente, en el cual hallará usted, entre otros detalles curiosos, los proporciones que corresponden o su estatura. Precio: 18,75. Contra envío d e 19,55 por giro postal se remite por correo certificado.
I.ABORA1 O R I O
DOCTOR VILADOT, See<¡ón C. 5, Consejo de Ciento, 303. BARCELONA
DE \ \ \ \ \ I \ LOS PRINCIPALES CENTROS DE ESPECÍFICOS Y PERFUMERÍAS DE b^iPAÑA
Los eleinrnios téenie<»s y la distrilMielóii
Lna hom de respoiisahilidad para el cinema español
Niiem editora nacional El capital rspañol aiilr el (*iiit>iiia
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iRANTK mucho tieuipo, ci capital español ha venido contemplando casi impasiblemente la magnificencia con que el cinema se desarrollaba en otros países. Era inútil la lecci6n que nos daban esas otras pantallas. y ha^ta la que nos ofrecía nu&stro púb ' al acoger con verdadero entusiasmo las contadas producciones españolas que se le ofrecían. Industria en progresión creciente, con eco inmediato en la devoción popular, no acertaba, sin embargo, a despertar de un modo sistemático el interés del capital. Este permanecía como de espaldas a toda esa gran fiebre que el público sentía por el cinema. Sólo esfuerzos aislados, creaciones efímeras, que no respondían a un verdadero plan de producción, a una verdadera campaña nacional de cinema. Y en tanto, los millones seguían saliendo de España, y el público se entregaba apasionadamente a la producción extranjera. ¿Cómo es posible que nuestro capital no haya comprendido que una buena parte de ese dinero que v a a otros países podía quedar en el nuestro, con el beneficio consiguiente para todos? Norteamérica, Francia, Inglaterra, Alemania nos daban la lección: el cinema rei>resentaba allí uno de los factores fundamentales en la riqueza nacional. Afortunadamente, este estado de desinterés o de incomprensión está pasando ya. En la última temponula, el público la res|M)ndido como nunca a algunas de las producciones espamdas que se le han ofrecido. Hasta tal punto, que algunas de estas cintas han supera<lo en nuestro país los ingresos de la más cotiza<ia producción extranjera. Esto ha determinado, naturalmente, ima poderosa a<*tividad en nuestras entidades productoras, y pueile decirse, en verdad, que es aliora cuando nuestro cinema empieza. España está • hoy ante el gran momento dcí su einema. De la aventura a la responsabilidad. I n a nueva editora eineniiitográfiea ¿Recordáis ¡M Dolorosa? Ella m a n ó una de las páginas mejores de nuestro cinema. FAX la cinta se habían fundido las calidades cinematográficas con unas excelencias técnicas no frecuentes en la produeeión. Aquella película señaló la entrada en el cinema de una editora valenciana: P. C. E. (Falcó y C.*) N o una entida<l de esas formadas para una sola película, a la ligera, sin plan y sin organización, sino ima entidad responsable, fuerte, cou conciencia clara del papel que corresponde al capital ou el actual momento de nuestro cinema. Basta y a de ensayos, de improvisaciones, de pequeños esfuerzos hc<íhos a la buena de ÍMos. L a hora es, para cuant^is se acercan al cine, de serie<lad y de responsabilidad. Hay que ir a los planes organizados, a las grandes campañas. Es decir, a que la producción ofrezca una línea, una continuidad, y haya tras ella un pensamiento, ima capacidad...
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(lón? ¿Qué elementos colaborarán en ella? A la gentileza de don Daniel Falcó y don Salvador Alarcón debemos unas cuantas noticias acerca de lo quo será esa próxima campaña cinematográfica. -—El objetivo principal de nuestra entidad—va exponiendo el señor Falcó—será ir produciendo sin pausas, sistemáticamente. Y queremos que nuestra labor abarque todos los aspectos de la cinematografía, sin limitarse exclusivamente a un solo tipo de películas. —¿Qué producciones serán las más próximas? —En este mes de Julio editaremos tres documentales de diversas provincias españolas. Y a finales de ese mismo mes quedará terminada nuestra primera película do dibujos animados, debidos a la pluma, tan llena de ingenio, del dibujante Muro. Esta cinta ofrecerá la novedad do presentar ante el público tipos acusadamente españoles. Las pruebas, celebradas en Barcelona, de estos primeros dibujos han obtenido un verdaden) gran éxito.
—^Hemos adquiri<l<; taiiibtón—dice aliora Salvador Alan;ón—la exclusiva do IM dama de las camelias para varias regiones. ICu los Estudios Trilla L a Kiva, <ie Harcelona, se está terminando el diálogo en español de osa cinta. — Y en cuanto a elementos técnicos, ¿con quiénes cuentan ustedes? —En primer término, con ol gran Jeán Oremillón. Este prestigioso director técnico, verdadero apasionado de las cosas de España, será nuestro director técnico de producción. Actualmente se encuentra en Berlín, dirigiendo una película de la IJ. F . A . Para supervisores y directores de las distintas películas se contará con la colaboración de directores y técnicos espanMlc; — ¿ Y en cuanto a la distribución? —Para España se encargará de ello la 1'. L. i:,., por medio de sus representantes eu las diversas regiones. Un escollo que ha conseguido resolver favorablemente nuestra entidad es la colocación de su material en el Extranjero. Para ello se está en nt^ociaciones con una gran marca americana, que adquirirá para América toda nuestra producción. —^¿Y el mercado europeo? —Quedará bajo el control de una entidad alemana, que asegura a nuestra editora una cifra importante por cada cinta, encargándose con esta garantía de su distribución en Europa,
Las pelíeulas de largo metraje De una pelíeula a una gran organízaeión —^¿Y los films de lai^o metraje? —Comenzará su edición a partir de la segunda quincena de Agosto. Y esta producción tendrá un ritmo de eontinuidiui, sin pausas largas, que i desorientan a los di.stribiiidores, a las salas y al j público. El nxiajo de estas cintas irá alternando | con el de otras cortas, que unas veces serán cómicas y otras de carácter musical. —¿Cuál será la primera película de gran metraje? — L a primera superproducción de la P. C. E. será hecha sobre un argumento de nuestro director de explotación, Salvador Alarcón: un guión intensamente dramático, que refleja de un v i v o palpitante, einoi'ionante, la angustia que una <l(>lon»sa injusticia pnNluce en la Humanidad. VJS un tema de actualidad vibrante y amarga, que, a mi juicio, ha de herir profunilamente la sensibilidad del público. - - ¿ Y después do esta primera cinta? —Haremos una gran come<lia musical, de envergaxlura, cuyo guión está también terminado. Después, una película de carácter hist<')rico.
H e aquí, rápidamente expuesto, algo de lo que hará y de lo quo será la P . C. E. Como se v e , hay un plan y hay una organización. N o se trata esta vez de esa improvisación y esa ligereza tan españolas, de esa aventura que casi siempre fué nuestro einema. Don Daniel Falcó—prestigioso capitalista valenciano, inteligente, decidido y tenaz, con una visión rápida, segura y moderna de las cosas—ha acertado a crear, secundado por el entusiasmo del joven periodista Salvador Alarcón, una entidad cinematográfica de verdadera fuerza y de largo porvenir, l » que un día fué esfuerzo ai.slado al servicio do LM Dolorosa, ha cuajado y cristalizado ahora en una organización poten te, de vasto programa y noble ambición. L a cn ción de la nueva entidad e<]uivale a la compren sión de los rumbos <]iie exige hoy el momento de nuestni cinema, lejano y a de las improvisaciones y de las aventuras. L a c i n e m a t o g r a f í a española exige y a — y éste es el objetivo de la P . C. E.—un sentido de capacidad y de responsabilidad.
En este sentido, la nueva editora se ofrece a nosotros con las mej<»res garantías. Su provecto de camj)aña para la t-«>inporada próxima está y a ultimado. El jiresupuesto aprobadu en firme se eleva a la cifra de cinco millones de pesetas. Su director-gerente es don Daniel P'alcó: hombre dinámico, c<m una visión <!ertera y nueva de los aspijctos y las in<piietiides de nuestra hora. En él so funden <;apaci<iad, tenacidad y entusiasmo, condiciones sin las cuales no será fecunda una victoria. A su laclo, como director de explotación, está <hm SalvH<h>r Alanjórí, figura hien conocida en los mcniios periodísticos valencianos, y de cuya juventud y do cuyo fervor cabe esperar una labor verdaderamente interesante. Los díreetores de la P. G E. exponen »u projirama ¿Cómo será la labor de la nueva editora v a lenciana? ¿Qué características tendrá su produc-
E l dir<:etor de explotación de la P. C . E,.. .tenor A l a r c ó n , leyendo el «décou|>aífe, de la p r ó x i m a pelicula q u e editará la importante productora valenciana
en la pantalla, sin reparar en que el actor latino tiene que trabajar, invariablemente, en piezas teatrales y en un ambiente que no es el suyo, y que no corresptmde a su psicología. La.s maneras severas del teatro inglés y yanijui, enormemente severo, y casi se diría simple, se han hecho universales. El actor español no puede trabajar con ventaja sino en ]>apele8 que so iidapten a sus modales, donde la gracia y la simpatía no resulten una cosa into erable. D e todos los papeles ([ue Luana ha he<ího en el cine, uno do los que han sido más aplaudidos fué ei que hizo al lado de Bertha Singerman en la producción de la Casa h'ox Narfa más que una mujer. Allí t u v o ella la oportunidad de domostramos en todo lo que vale la gracia y la vivacidad tan españolas que Luana Alcañiz posee en grado superlativo. Interpretando el papel de una muchat>ha llena de picara simpatía, una muchacha de los bajos fondos, de moral libre, alegría extraordinaria e imaginación tropical, Luana logró maravillosamente grandes resultados. Algún día olvidará H o l l y w o o d su locura desesperada de convertir al cine español en mi cinema calcado sobre el norteamericano, y hará de nuestras películas películas españolas, y no peliculas en español, t ^ t o n c e s nuestros tipos y la psicología de nuestra raza verterán su fuerza natural y encantadora en la producción cinematográfica de H o l l y w o o d . líntonces sorprenderá a los auditorios el anorme valor que tiene en la pantalla una muchacha latina del tipo de Luana Alcañiz. L a última película en que ha trabajado Luana es Julieta compra un hijo, producción F o x , con Catalina Barcena, y supervisada por Martínez Sierra. En la actualidad. Luana acaba de concluir la filmación de una película en nuestra lengua, producida, supervisada y dirigida por el notable actor mejicano Ramón N o v a r r o . VA nombre de esta película es Contra la corriente, y tiene en su favor, el prestigio del famoso actor hispano. L a pantalla do miestra lengua ofrece t o d a v í a perspectivas brillantes. Actualmente so prepara Colmnbia Pictures a filmar vma serie de peUculas ou español. Entre nuestras actrices, pocas tienen la habilidad y la juventud de Luana Alcañiz. El cine le brinda un futuro magnífico. E^ta chiquilla española, fascinadora, como lo han sido siempre las panderetas y las castañuelas y el ritmo misterioso de la música hispana, es una de las promesas de nuestro cine. Hablando con ella siente uno la enorme satisfacción de apreciar en todo lo que vale la inclinación artística de nuestra raza, siempre proverbial. Luana sonríe; el sol de California comienza a ofrecer las primicias de la prunavera. «Trabajar en el cine es probablemente uno de los más grandes placeres en el mundo, pero tiene también sus inconvenientes.» «Tiene \mo que preocuparse de mil cosas que el público no conoce...» En la v i d a no existe la felicidad c o m p l e t a Y Luana, sin embargo, es una imagen incomparable de la felicidad. En sus bellos ojos claros juegan todas las esperanzas, y cuando soiurie, olvida uno los pesares de ia existencia y se olvida de H o l l y w o o d , de los Estudios, del cine v de toda la universal monotonía de la palabra trabajar. VÍCTOR J O S É S A B I Í N I
E
L nombre de Luana Alcañiz es demasiado conocido por el público c i n e m a t c ^ á f i c o de nuestra J lengua. Sus triimfos on la pantalla son del dominio de todos. Entre las actrices del cine nuestro ninguna tiene su encanto juvenil de intenso sabor español, ninguna tiene la extraordinaria simpatía de esta muchacha de ojos luminosos y sonrisa deliciosa. Luana comenzó su carrera en el teatro, y desde su iniciación ha progresado con asombrosa rapidez. En el teatro, interpretando con gracia singular y verismo extraordinario los bailes típicos de nuestra raza, alcanzó merecida popularidad. Su primera aparición en las tablas la hizo cuando sólo tenia catorce años. V e r bailar a Luana Alcañiz es admirar en toda su maravillosa expresión el ritmo, el fuego y la expresión de España. Naturalmente que su belleza física contribuye a ello, y considera uno entonces el error de los que preconizan la inferioridad de las muchachas latinas en el teatro. Esta muchacha, que tiene toda la melodía ágil de las músicas de Granados, pasa por la escena como u » sueño de v i d a y de alegria, y con las castañuelas mágicas vibran los corazones de cuantos aman
Keproducimus aquí la foto que Luana Alcañiz ha tenido la gentileza de dedicar a (:i.\K(>KAMAS y a sus lectores. A la derecha» ana rereutísinia foto de Luana Alcañiz
Luana AU-añix, ron (Silb e n l i a U n d ( L u Í 8 Alonso), en una escena de «Julieta compra un hijo», adaptación cinematográfica de la comedia de Honorio .Maura
el arte, que es v i d a y movimiento. Un dia, bailando en un teatro de la gran ciudad cosmopolita del Hudson, i m productor de cine la vio y comprendió al momento el valor inmenso que tendría en la pantalla, y la contrató |)ara ha<!er tres ámis. Como resultado de estas tres f)elículas. Luana fué contratada por la Casa P'ox, donde trabajó por es{)acio de un año. Durante este año filmó / > / misma barro, que es tma d e las películas qtie más é x i t o han tenido en nuestros teatros, y Kl último de los Vargas. De/wíwmo fcarro, por t)u inten.so sabor humano, está m u y cerca de la psicología latma, y dejó para la Casa F o x enormes réditos, contribuyendo en forma definitiva al éxito de i..uana. Además de estas dos peliculas, hizo varios shorts, que tuvieron é x i t o también. P o r estos tlias prepa-
raba la Metro-Goldwyn-Mayer la filmación de El presidir), famosa obra cumbre de la cinematografía hispano-parlante. Luana fué contratafla por la Fox para que hiciera la j)rincipal ¡jarte femenina, y lo mismo «K-Urrió cuando la casa First National Pictures filmó en español La dama atrevida, en la liltima de las cuales trabajó con el gran actor de nuestra lengua Kímión Pereda. Durante el mismo año trabajó para la Casa Columbia Pictures en F'l pasmlo acusa, l ' n análisis somero de las producciones en que ha trabajado Luana Alcañiz es la mejor prueba de su alto valor artístico. Por aquellos tiempos el cine en español tropezaba con la falta de preparación de nuestros actores. & a tremendamente difícil hacer el reparto de una película. Y Luana figuró contó leading lady en una serie de films qne representan céreamente casi lo mejor que filmó H o l l y w o o d en español. Al concluir el año. Luana partió para N u e v a Y o r k . A l cabo de tma semana de encontrarse allá, fué contratada para aparecer en el short de A l .lolson, formando parte del elenco de la (>«npañía de un actor cuyo solo nombre representa uno de los más grandes valores teatrales y cinematográficos de los Estados Unidos Esta producción teatral se llama Wander Bar, y fué más tarde filmada con gran éxito, como saben los lectores. Después, Luana Alcañiz v o l v i ó a Hollywood y trabajó con Catalina Barcena en Primavera en otoño, filmada j w r el departamento español de la Gasa, F o x y supervisada por don Gregorio Martínez S i e r r a Ahora <pie este Estutho es, se puede decir, el tinic o que mantiene ima pnxlucción en español organizada de im m o d o estable. Luana ha trabajado con éxito en muchas de sus películas. A l concluir Primavera en otoño. Luana se marchó a España, donde fué recibida (-on enorme éxito. Durante su permanencia en España trabajó en todas las regiones de la Península y filmó una película para Miguel H e t a , tituladaA/i(7t/€/in. Luana es, sin disputa, un producto maravilloso de la raza y posee todas nuestriis caracteristicas en forma admirable. Entre ollas descuella la v i v a c i d a d . Siempre se ha discutido la superioridad de los actores sajones
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PUBUCITAS
No necesita, en realidad, presen tación esta admirable Kay Fran cis. en quien se unen belleza, arte ^'lefrancia. La deliciosa «star» < una de las actrices venladerantente completas, y su labor ofre•iiempre el doble encanto de la artista y de la mujer mamo M H u n w »
eiNJEMA
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ouAVÍA no se sabe si el haber sido actor W i l l y Forst ha significado como un medio, como una eta{>a ineludible para llegar a la c a t ^ o r í a de director. Y o , por lo menos, no lo sé, ni he tratado de averiguarlo. En W i l l y Forst hay dos casos abiertos a la verdad, y si los estudiamos, podemos encontrar en ellos una respuesta satisfactoria. En el cinema europeo tenemos que proceder por deducciones la mayoría de las veces, si nos queremos enterar de algo. El cinema europeo es sobrio, sereno y callado, como esos trozos de Naturaleza que poseen todos los encantos y nadie los admira ni los conoce. L a publicidad a))cnas existe para los directores y para las estrellas. Si se sabe algo de ellos, es que ellos mismos vociferan su fama con el altavoz de su arte. T o d o lo contrario que en Norteamérica. Si ^.--cí^S Willy Forst hubiese sido yanqui ^ ^ ^ g 0 | a f | cuando era actor y mostro sus deseos de ser dir e c t o r , todo el mundo se hubiese enterado a los
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ANISADORM
cinco días del cambio de su profesión. Además, con toda profusión de detalles. Recuerdo que a Lionel Barrymore le ocurrió idénticamente igual en los tiempos del cinema mudo. Era actor, ammció su decisión de hacerse realizador, y esto bastó para que los departamentos publicitarios europeos y americanos extendiesen la noticia por los cinco Continentes. En el cinema europeo no hay posibilidad de saber nada de nadie. IJOS departamentos publicitarios demuestran un mutismo extraño con un arte tan escandaloso como el cinema, cuya velocidad de'acción traspasa miles de kilómetros diariamente. Alguien dice <pio este mutismo es debido a que no hay elencos propios en los Estudios europeos: grupos de actores y realizadores que per-
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calminarión d e l ge• i * de Willy F*n< i | « e d¿ pUamada ea eae BMravillwMi fílai ae llama < Vuelan mi* caaeiones». al q u e corresrula lieroMea folo
Willy Forst, actor a d m i r a b l e y d i r e c t o r g e n i a l , a c u y o d a a l i s B M a a a r a v i l l o s o y e x c e p c i o n a l d e b e la c i n e m a t o g r a f í a actual i n t e r p r e t a c i o n e s m a g n í f i c a s y r e a l i z a c i o nes s u p r e a u s
t tenezcan a ima misma entidad productora. A l g o h hay de eso, desde luego, y tal v e z sea un beneficio que recaiga en provecho del cinema. Supone n muy poco el coger ima biografía standard de un realizador y divagar en t o m o a ella. Supone más —^y es más serio—coger la personalidad, estudiarla y extraer de ella incluso consecuencias de origen exacto que no se puedan hallar sin adquirir una debida documentación. Atendiendo a esto último, vamos a suponer los dos casos, en uno de los cuales no ^ ha tenido más remedio W i l l y Forst que situarse para llegar a ser realizador. Wijly Forst ha podido ser un aficionado al principio, que, al igual que otros directores, no haya escatimado medios para aprender el oficio de metteur en scene. U n medio puede haber consistido en ser actor. Otros realizadores han sido fotógrafos, carpinteros, esconaristas y actores de conjunto. W i l l y Forst no se ha conformado con cualquier cosa. l i a necesitado llegar a colocarse en la categoría de un verdadero «astro» para quitarse de delante de la cámara y ponerse detrás. Otros, en su mismo puesto, han l i b a d o a men o s , precisamente p o r q u e han considerado a estos oficios como pequeñas etapas, de las cuales no se podía prescindir para U ^ a r al fin deseado. Por otra parte, W i l l y Forst ha podido ingresar cn o n Estadio sin otras pretensiones que las de aspirar a ser acto^. N o siempre la afición hacia una cosa determinada nace con muchos años de antelación. A veces no nos damos cuenta ni nosotros mismos de que nos agrada una cosa, y sólo la apreciamos cuando el azar nos ha puesto en trance de manifestamos a ella con una capaci-
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lento qne ha dado W i l l y Forst a todos los movimientos y a todos los hechos de É Schubert es el apropiado a la I naturaleza de un personaje. Schubert piensa, se mueve, procede y se desenvuelve en toda la película con la parsimonia, con la abstracción de un artista romántico que no v i v e nada más que para su arte y que le distrae lo que le rodea. Schubert es el ser abstracto, la encarnación de su obra sinfónica, con una presencia que apenas es perceptible y que sólo es comprendida por quienes comprenden su música. Por eso W i l l y Forst hace que los niños le tiren papeles a la cara en la escuela; por eso hace que una mujer se ría de él con on encanto y una sinceridad animal, y por eso esta misma mujer termina comprendiéndole al finaJ, y le concede, cuando y a no tiene remedio, la categoría de genio que antes le negó. W i l l y Forst ha penetrado en el espíritu de Schubert a través de VueUtn mis canciones, a pesar de los defectos indudables que y o mismo he señalado en este film. Mascarada es otra obra abstracta, con menos cuerpo, por carecer de ello sus personajes. W i l l y Forst conserva elj
dad inédita que de antemano la teníamos reservada. T a l v e z W i l l y Forst no pensó nunca en sor director. Pero, puesto en el trancre de serlo, lo ha llegado a ser con mía madurez radical y iw^ativa en las primeras andanzas profesionales de otros realizadores. I^a primera obra de W i l l y Forst es acabada y perfecta, cual si hubiese hecho muchas otras más. Y es por eso: el haber sido actor antes proporciona la jiráctica y la experiencia suficientes para enfrentarse con la realización de una obra cinematográfica, f)or muchas exigencias profesionales que ésta requiera. W i l l y Forst ha sido actor, y parece que le agrada continuar siéndolo también en plenas funciones de director. Fué mi gran actor y a en El principe de Arcadia y en Peter Vos; lo ha vuelto a ser, después de realizar Vuelan mis canciones, en María lAiisa de Austria. (.Qué n<sesidad tenía W i l l y Forst de ponerse a las órdenes de K a r l Harti? F^to quiere decir que la carrera de director le ha sorprendido en una afición posterior, y que al querer dejar de ser actor, uo ha podido, y lia preferido duplicarse en sus funciones. Queda esclarecido, por l o tanto, t<Klo lo que tratábamos do saber al principio. Willy P'orst no ha llegado a ser actor por necesidad y como medio de llegar a ser director. Actor h a s i d o obedeciendo a una vocación original. Director ha llegado a ser aprovechando las enseñanzas procuradas por la j)ráctioa de esa vocación, en beneficio de una afición provocada por su mismo desarrollo profesional.
i JO más fácil en cinema es apropiarse un sistema estético, un estilo, una serie de concepciones artísticas, y empezar a realizar películas sin más variante «lue el tema y sin más modificación que algunas cosas que le sirven de envase. Bisto se repite mucho en Norteamérica. Son contadísimos los realizadores personales. I.,a mayoría de ellos
« M a s r a r a d » fué otro gran arirrto dr Willy Knnit y la consagración de Paula W r s s r l y . Vrdia aquí rn una rsrrna dr aqurlla magnífica prlícula, inolvidaolr para l o s b u r n o s amantrs del einrma
Willy í'orst aparece todavía como actor en rata rserna dr «María Luisa dr A u s t r i a i , después dr habrr-
se rrve-\»Ao romo un formidable rralizador k
nada ha puesto, sino que todo lo ha copiado. ÍTnicamente un K i n g Vidor, un Merwyn L e R o y y un Mac Sthal deben su arte a su propia capacidad. Y el caso de W^illy Forst, al parecer exento de una teoría artística cimentada por él mismo, se prestaba mucho a la apropiación de ideas y de prccedimientos. Precisamente por el hecho de haber sido actor, W i l l y Forst se rozaba mucho eon maneras que muy bien podía haber estereotipado, sin ser suyas. Pero muy lejos estuvo siempre de eso. Su obra será defectuosa, será incompleta; pero personalisima e insólita En Vuelan mis cancúmes y en Mascarada parece que no hay ritmo, y si lo hay, es muy decadente. El ritmo
mismo lugar que en Vuelan mis canciones. Dominan las sutilezas más intranscendentes, más pueriles, de la psicología, y les da el volumen extraordinario del hecho más liurnanainente dramático. Así es Mascarada: un pequeño incidente, cuya profundidad artística lo eleva a la cate*^ ria de gran suceso. W i l l y Forst, en Mazurca, en Clo-Clo y en tu das sus producciones, será igual por logido un solo camino. L a linea de su pt, ato queda unánimemente trazada en todas sus producciones. Y esto es lo que naás revela la personalidad propia y vigorosa de su temperamento. A . DE1> A M O A L t i A R A
- A Jm
1 1 1 1 IlECANCIA
dibles atenciones, hará posible la compaginación de ambos lógicos deseos. Escribiremos una carta soticitando los informes necesarios, y la respuesta no se haI rá taxtlar. Y así ha sido. H e aquí, lectoras amigas, los informes que nuestra comunicante de París nos transmite acerca de la orientación otoñal de la moda: «Las colecciones que los costureros exhiben en estos momentos están compuestas por dos elementos bien distintos; los modelos para las playas y los balnearios aristocráticos, por una parte, y las primeras indicaciones para el otoño, por otra. Chanel muestra toda una serie de modelos de playa, luminosos, alegres, optimistas, con escandalosos descotes en la espalda, realizados sobre lanas íioísimaks, levísimos tailes y livianos tejidos de lino. A l gunas telas multicolores son verdaderas fiestas para los ojos, por la oriflaraia de sus tonalidades, no exentas, a decir verdad, de finura y distinción. Las robes de soir son realmente maravillosas por la feminidad que las inspira y la linea ingrávida, casi fugitiva, que prestan a la !ueta. En cuanto a Lucién Lelong, i n j u s t a m e n t e considerado como deeiassé por haber iniciado la confección de vestidos en serie — ¡oh, la inflexible tiranía de la crisis!—, forzoso es rec o n o c e r que presenta aciertos extraordinarios. Su colección de entretiempoes realánciito maravillosa y confirma su prestigio, pese a sus muchos detractores. Cierto que. obligado por las cir-
Eu pleno estío, ios costureros franceses * lanzan t sus colerriones para ei otoño
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HENAs los primeros calores del estío han dejailo sentir sobre nosotros su implacable dureza, cuando ya la.s grandes Casas de la costura anuncian la exhibición de sus colecciones para el otoño. Jeán Patou, Chanel, Lucién l.elong, Schiaparelli y tantos otros, apréstanse a la encarnizada lucha... ) lite, la recepción de su.s amables tarjetas, in\i .~. a admirar sus coleccicmes para la próxima estación, nos conturban un poco... Nos hallamos, al recibirlas, en el solemne momento de cerrar los equipajes para reaUzar nuestra acostumbrada toumée estival por las playas de moda, y su lectura nos llena de indecisión. <Qué hacer? ¿Suspender nuestro viaje de recreo para sumergimos en ese intolerat)le homo que es París durante el verano? I-a perspectiva, a decir verdad, no es muy grata. l*or otrk parte, el concepto de nuestra obligación ante las lectoras de Í^INECRAMAS nos inquieta y adivinamos su gesto decejxionado al ver cómo las semanas transcurren sin que a las p á g i nas de su revista predilecta asomen, por lo menos, algunas leves .sugerencias a c e r c a d e lo que la moda francesa ha creado i>ara la estación otoñal... ¡Terrible M e m a ! ¿Qué hacer?... I inalmente, y no sin grandes me<litaciunes, hemos i'-grado hallar el anhelad'i término medio que ñus permita gozar de las delicias d e l verano junto a las playas pnxlilectas, sin <l«'jaT d<- si-rvjr la curiosidad de las lectoras d e Cinkíka.m.v*- l ' n a intíiligentt- amiga nuestra, retí l'arís durante el estio pt)r inelu-
Tre» eleeaiili->iiuo* > ni<Ml<-ruo» trajes de organdí, ei tejido más en boga para la presente estación, y r « y a pomposidad presta al atavío fe uu singular atractivo mu redor t^loría Swanson e i b i b e en esta foto un original testido de deporte, realizado en lana eulor claro. < '.onsta <te «tos pteaas: falda y hlnsa. I.as aMngas van sajetas a la muñera « ^ n un motivo semejante al que adorna al perbo, y qur afecta la forma d e cartucheras, l'nas rintas ru^as son la única guarnición de estos adornos
cunstancias, HA iniciado una sección tle robes d'editton, piru no es menos cierto que su colección <le auténticos modelos es insuperable. H a y , pues, que juzgarle, no por sus trabajos de serie, sino por sus auténtica.s creaciones, pí)r sus modelos exclusivos, cuya contemplación justifica su fama. Los trajes de niañana, de sport, de paseo, de noche, que exhibe, son, como siempre, bellísimos, y llevan el inconfundible cachet de su célebre creador. En cuanto a nuevas tendencias, ninguna excepcional. La moda, pt)r esta vez, al menos segi'in el concepto de Lelong, no sufrirá alteraciones sensibles. Patou, ahora, ha desdeñado un poco las opulencias de anteriores añus, y ha inspirado sus concepciones en un sentido mesurado, sobrio, casi austero. I-a colección para la saison otoñal la constituye, casi totalmente, una grau profusión de modelos de trajes de noche, cuyo lujo esencial está supeditado, no a los detalles de la confección, sino a la calidad de las materias empleadas. Imaginad los tejidos más suntuosos, más ricos, más proceres, y hallaréis la psicología de sus modelos. Toda ornamentación suntuaria, toda magnificencia en los adornos, ha sido proscrita. Ricas telas, lineas severas, austeridad absoluta, impregnan sus creaciones. Tal vez, a modo de contraste, ha procurado que las tonalidades de sus modelos sean luminosas y brillantes, como nunca lo fueron, y, en tal sentido, acaso se le pueda acusar de cierto abuso en el empleo del color naranja, aunque las más de las veces vaya combinado con la severidad del negro, y también el excesivo empleo de las flores de nácar en colores violentos y las pomposas camelias rojas o verdes,,. Sin embargo, toda mujer chic ha de sentirse cautivada especialmente por dos modelos de robes realmente maravillosos. Su creador, con un sentido altamente poético, los denomina La nuit de Longchamp y Cantiléne .. El primero es un tailleur de celhphane negro y el segundo, un vestido de georgette blanco estampado, con grandes flores multicolores y complementado por una airosísima y breve capa, realmente seductora. Schiaparelli, por su parte, se ha dejado llevar esta vez de su c.^tiberante inventiva, y sobre los p<)mpt>sos atavíos de Luis X V ha lanzado una «erie de míxlelos colmados de reminiscencia^
lie aquella época. N o nos atrevemos a afirmar que en esta ocasión la fortuna le haya acoml>anado plenamente. Su peculiar audacia y su excesiva confianza en sí misma, que frecuentemente la lleva a creerse infalible, han llevado a madame Schiaparelli, en esta ocasión, a un evidente desacierto. Por fortuna, su talento indudable y su exacto sentido de la verdadera elegancia bailarán pronto el desquite.» Hasta aqui, nuestra amat corresponsal. D e la justeza de sus juicios y de su evidente buena fe no podemos dudar. Trátase de una dama distinguidísima y habituada a desenvolverse en medios donde la elegancia constituye casi un rito, y por ello no hemos vacilado en transmitir sus opiniones a nuestras lectoras. Acaso en números sucesivos podamos brindarles nuevas primicias acerca de lo que será la moda femenina, según el concepto parisién de la elegancia, en el otoño, si, como nuestra comunicante nos ofrece, prosigue en días sucesivos sus visitas a las grandes casas de costura. MIOSOTYS
Ife aquí una muestra del sentido optimista y alegre de la moda actual. Trátase de un lindo vestido de «crepé» estampado en vivos colores, con una breve cola que le da una gracia singular. Lo porta Marina Schubert, driicioaa actriz del <ecran>
É
Soledad V á z q u e z D i e z O a a u t<nrcii
Agustín García Salcedo G a U n joTca
Emilio llorcajada Pl0t4 O a U n loTcn
G r e g o r i o Martín Mi A c t o r d < caarráácctteerr
Í^H
Mae West quisiera hombres^.
conocer a siete
Mae West teriiunaba en unos Estudios de Holly^vood el rodaje de su i>elícula Ahora soy una seüora. Y en una conversación periodística dijo que eran muy pocas las personas que le interesaba conocer. Pero que entre estas escasas personas había siete hombres con los que le gustaría vivamente trabar amistad. Esos siete hombres son; ol multimillonario Rockefeller, el príncij)e de Cíales, Mustafá Kemal I'achá, el jugador de baseball Dizzy Deán, el detective de la Policía secreta de Chicago Mclville H . l^rvis, a quien se debió la captura y muerte del famoso l>iHinger; el escritor James Branch Cabel y míster Oliva Dionne, padre de las cinco gemelas nacidas en el Canadá. ¿Por qué este interés de Mae West hacia los siete hombres? Ella aclaró después el porqué de sus preferencias. — M e gustaría conocer a Kockefellcí —^habló la star—para preguntarle el secreto de vivir tantos años, a jxsiar de tener tanto dinero. Y al príncipe de G a les, porque se ha pasado cuarenta años buscando una mujer que le convenga, y a ío mejor se interesa }X)r mí... Y a Mustafá Kemal Pach.\ jxjrquc (juiero agratlecerle, en nombre de tcKias las mujeres del mundo, lo <|ue ha liet:ho jwr nosotras. N o podemos olvidar «(ue él, en su país, suprimió los harenes y quitó el velo con que las mujeres turcas ocultal>an su rostro... — ¿ Y Melville H . Purvis? — M e fa.scina, como me fascina cuanto se refiere a la lucha entre cl detective
líente. El caso de Purvis es quizá e l | p á s interesante, por lo peligroso que ef^ Dillinger. — ¿ Y James JSranch Cabel? —Escrilie libros muy interesantes. Y quisiera preguntarle si algunas de sus frases quieren decir lo que yo me figuro... —Finalmente, mister Oliva Dionne... —¿Qué mujer no sentirá curiosidad por un hombre que ha sido padre de cinco chiquillas al mismo tiempo?...
Et autor irónico y el productor "erudito" U n productor francés hablalia hace poco con un autor de fino humor, y le pedía un tema de film. — N o sé, no sé...—le respondía el autor—. Quizá pueda usted hacer una cosa interesante de una obra que se representó en el Atelier hace algún tiempo. — ¿ Y cómo se llamaba? ¿Recuerda usted?... —Si. Las aves, de Aristófanes. Y el productor, sintiéndose incomprendido, concretó su jiensamiento: — N o , amigo mío, no me comprende usted... N a d a de documentales... IA> que yo quiero es un film de acción...
Vuelve al cinema "Charlot"
una espesa de
.Mildred Harris fué una de las esposas legitimas de Charlie Chaplin. En los días del cinema mudo obtuvo algunos éxitos estimables. Ahora volverá al cinema, y su nuevo debut será interpre-* tando un imixirtante papel de la cinta Corderos negros. Mildred Harris debutó muy pronto en el cinema; tenía solamente trt' años. Abandonó la pantalla m u y poco después de su matrimonio con Charhe Chaplin. Su vuelta al cinema será definitiva, si l a actriz obtiene en esta nueva salida el éxito que espera.
Contemplar, en ostaK horas ardientes de Julio, esta fotografía, casi equivale a .sentir la caricia del agua. Hasta el nombre de la estrella contribuye a amortiguar el calón «e trata dr Dolores del Kío
Clark fiable, eombatido pulpito
desde
un
H
OPDALK es una pequeña ciudad del Estado americano de Ohío. En una iglesia, el pastor William arremetió furiosamente, desde lo alto del pulpito, contra Clark (íable, del que dijo que merecía las iras tlel cielo «porque con su ejemplo corrompía a la juventud desíle las escenas amorosas de sus películas». Otra de las frases dichas por cl ¡jastor fué esta: «Por el contrario, seria admirable que el actor hubiese puesto su talento al servicio de la Religión.» ¿Qué es lo que quería decir con esto el buen pastor? ¿Aca-so que Clark G a ble debería haber filmado Quo Vadis? ¿O quizá que el artista debería interpretar sus escenas de amor de un modo más... ortodoxo?... El público no dejó s«!guir al pa-stor. Interrumpió la plática en son de protesta y empezó a marcharse. Muchos oyentes dijeron al predicador que no debería meterse en aquel terreno. Y otros se marcharon con esta frase concluyente; «<"lark Gable ha expresado siempre sus sentimientos amorosos de la manera más noble...» U n detalle; en Hojxlale es donde nació Cark Gable. Y allí, naturalmente, se le adora.
| j i mujer quf ríe (nuestra Conchita Sopervía) y la mujer que endurece su gesto (Kvelyn Laye . Kl camino de la sonrisa y el camino del drama ante esc hombre coya mirada va de una a otra mujer, en una escena de <I..a canción del crepúsculo). ¿Cual de las dos? En realidad, la expresión del hombre es casi la de ao decidirse por ninguna de las dos sirenas...
Aquello fué para raí un descubrimiento magnifico, Y desde entonces la he visitado cuatro veces. Sevilla es la ciudad más graciosa, más seductora del mundo. Este año pasé allí la Semana Santa, presencié el paso de las procesiones, fui a los toros... En una corrida, el matador me brindó un toro. Ante «nf quedó su capa de rojo y oro, Y al devolvérsela, le puse unas palabras en una tarjeta mía, prendida con un alfiler: «Una corrida es algo terrible, pero indescriptiblemente hermoso...»
"(Carnet«< einematográñeo: Estudios, eontratos y proyectos L a nueva película de Claudette Colbert será dirigida por Gregory L a Cava, y se titulará Ella se ha casado con el patrón. E n Francia se va a rodar La chaparrtta, un film en colores, cuya música será de Tata Nacho, el popular autor de La cucaracha. E n Viena será filmado Clo-Clo, con Marta Eggerth y Tourjansky en los principales papeles. U n nuevo film de Mae West: ¡Aleluya, yo soy una santa! Jeannette MacDonald será la protagonista de una comedia musical titulada También los americanos saben cantar, cuya música será escrita por algunos compositores de fama. Con la MacDonald trabajará Nelson E d d y .
Crarc Moore iiiistrehH l'arera— ha llegado a K.uropn, en un viaje de vararionr». La actriz acaba de obtener un gran triunfo en <Vua noche de amor». Mirntrao la «star» atendía algunos quehaceres en la Costa A/ul, Valentín Parera, el esposo, volaba a K>paña para dar un abrazo a IOH ainiiios...
"lMi(>key-- > AU glorioso antepasado El descubrimiento lo ha hecho en Egipto un sabio profesor, director del Museo Real de Arte y de Historia de Bruselas. Según él. Mickey, el héroe magnífico de los dibujos animados, tuvo un antepasado glorioso, nada menos que mil doscientos años antes de Jesucristo. Durante unas excursiones recientes se ha encontrado un papiro, en el que hay dibujado, entre un grupo de faraones, un Mickey, en una actitud muy característica de la famosa creación de W a l t Disney. Como se ve, el abolengo del héroe de los dibujos animados no puede ser más glorioso.
Conehila Montenegro regresa de H o llywood Conchita M o n t o n e r o , nuestra gentilísima compatriota, vuelve a Europa. Regresará de Hollywood para interpretar en l-"rancia el principal papel femenino de La vie parisienne. Este film, inspirado cn una famosa opereta de Offenbach, será realizado en dos versiones: francesa e inglesa. Además de los motivos de la famosa obra de Offenbach, la cinta llevará una partitura de Jaubert. Los intérpretes serán M a x Dearly y Georges Rigault.
La estrella euenta sus impresiones de España
t^reta, la eterna, ha vuelto a Kuropa. ¿Quien reconocería en ella a la mujer terrible de tantos films!* Aquí es más una sufragista, una deesasesliidiaoles extranjeras con el abrigo varonil casi hasta los pies
Kuth Chatterton, la gran estrella, está de nuevo en Hollywood, de regreso de su viaje a España. V a a filmar ahora dos nuevas películas: Una pluma en su sombrero y Dama moderna. Pero en su casa y en los Estudios, Ruth Chatterton apenas sabe hablar sino de España, de la emoción y la belleza de España. Amigos y periodistas no cesan de oír sus impresiones y sus elogios de la tierra española, —Hace cuatro años—dijo la estrella—fui a España por primera vez.
Una vez más, Oriente y Occidente S4- unen rn una película. Me aqui a Ana May W o n g y a John Loder en un momento del film inglés «Cabo de Java», que será representado en Madrid la próxima temporada
MAnilll)-PARlS
interpretación, excelente, sobresaliendo Evelyn L a y e , muy espiritual; Kamón N(»varro, más natural que de costumbre, y Una .Merkel y Charles Butterworth, graciosa ella y pesadito él.
"Gloría de un día"
L
Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood otorgó a Katharine I lejtbum, por su labor en esta película, el premio correspondiente a la mejor interpretac i ó n de films estrenados en 1938. Con la Hepb u m compartían el galardón Charles L a u g h t o n y May Kobson, por sus inolvidables creaciones en La vida privada de Knrique VIII y Dama por un dia, respectivamente.
PALACIO IIE LA Ml'.SICA
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1 la llegado con retraso este film. Con el suficiente retraso para no sorprendemos, porque el arte personalísimo de Katharine y a está arraigado entre nosotros y no necesita el marbete de un premio oficial para abrirse camino en la estimación del público. Su portentosa creación en IMS tres hermanitas- -rodada, después de 6'íorio de un día—habló ¡tor ella mucho mejor que todos los galardones académicos. Fuera de la intérprete, Gloria de un dia no ucne valores exceiK-ionales. Diriase que escenario y realización se limitan a servir de motivo y marco al lucimiento de la estrella « H e aquí tma buena ocasión de lucimiento—parecen decirle—; ajirovéchala. Nosotros somos tus servidores y nada más. Y o , el asunto, te daré ima anécdota casi biográfica, en un ambiente que te preocupaba desde niña; tus .sueños de entonces van a revivir en una ficción, y v o y a evocar también aquellos ingenuos ensayos que a solas, en un rincón de tu casa o ante el espejo de tu alcoba, hacías de las obras de Shakespeare, ambicionando la gloria de las grandes actrices. T o d o lo que has v i v i d o y sentido en tus años de adolescencia, aquel mimdo intimo y espiritual de ilusiones juveniles, vendrá a pedirte que lo revivas en la pantalla. Eso es fácil para ti; basta un pequeño esfuerzo de tu memoria, ayudada por tu temjieramento.» Y la realización, a su vez, le dice: « N o quiero distraerte con hallazgos técnicos ni audacias de cámara; en el clarobscuro de una realización discreta destacará mejor la v i v a imagen, toda espíritu, de tus recuerdos y emociones.» Y así es. Katharine vuelve a vivir su adolescencia con tal verismo y seni^illez, que su labor no parece obra de estudio. Acaso, andando el tiempo, logre momentos más brillantes en su carrera de actriz; pero jamás vivirá como ahora la realidad de sus pro})io8 sueños, aquellos sueños que la inquietaban y esperanzaban cuando no era más que ima muchacha indisciplinada y voluntariosa que jugaba a hacer comedias y pasaba de una a otra Compañía como una verdadera meritoria-relámpago. Por todo esto, Gloria de un dia nos parece una película singular, que tiene tanto de documento como de arte. Y t>mto de curiosidad como de risa tiene El campeón de pega, film de Buster K e a t ó n , (jue se exhibe como complemento. El padre, la madre y una hermana de raro de ¡mío toman parte en el film. Película familiar, « ( m o ustedes ven, en la que el público se divierte de lo lindo gracias a Buster y a todo su árbol genealógico.
"Oro eo la nioutaila" ¿No lo decíamos hace un ])ar de números? «Ahora es cuando empieza lo mejor de la temporada. ¡Alerta, cineastas!» 1 lemos acertado. . Y Jiara demostrar^ . lo, allí está Oro en la mmdaña, que es oro puro de cinema auténtico, de ese cinema sin concesiones a la pradencia mercantil; cinema que raras ve<es nos e» dado admirar en la pantalla, {Kírque no obedece a otras normas que las del arte, reñido casi siemjire con los números. Para jiroducir este cinema se necesita estar un (>o<|UÍtin locos, tocados de la manía de la belleza, y tiharse a volar con ia cámara, como si la pehcula virgen, en vez de acetato de celulosa, tuviera })lumas de águila.
Feler Lorre. «•! gran a d o r inglén, ea KU rarartrrización dr ~'V,l hunibrr qur sabía demasiado», impresionante pelíeula realizada bajo la direeriñn de Alfred ililcbrock en los tjttudios t^auniunl-Krilisb
Frecuentemente atribuimos al director pecados que no son suyos. Y con más frecuencia todavía silenciamos la abnt^ación del productor Hue pone .'^u dinero en manos de un loco realizatlor de cinema puro. ^Vliora, y o quiero hacer el elogio del productor de Oro en la rmmtaña. Sin él, Arnold Frank—el operador de IJUZ azid y iS'. O. S.—no hubiera podido realizar este maravilloso jioema en imágenes, cuyo escenario natural es el Mont Blanc. Más loco estaba el a b u r a d o productor que el exaltado artista. Porque éste iba a lo suyo, a la creación de belleza, mientras que aquél faltaba a su obligación de capitalista: el empleo pmdente del numerario. Pero no todas las locuras son perniciosas. Y en estas rares calaveradas financieras de un productor que se mete deliberada e impradentemente en empresas de arte jmro, suele haber sor})resas como ia de Oro en la riurntañu, (>elicula de minorias y al mismo tiempc de gran público. Porque, sin perjuicio de sus acendrados valo- j res cinematográficos, tiene una fuerza espectacular grandiosa y sublime. I>a fuerza cósmica en < aci ion; el desperezo aterrador del cataclismo. A n t e un esi>ectáculü asi, todos los demás ceden en importancia Y si a ese grandioso y apasionante dinamismo se ime, como sucede felizmente en Orí» en la nunúaña, un drama sobrio, hondo y emotivo, el interés sube de punto y la obra ha llegado a su máxima exjiresión artística Esta segunda cualidad será la nota distintiva entre un film de arte, es decir, un poema como este que comentamos y un documentíd, jH»r magnifico que sea. El jirimero es la N a t m a l e z a interpretada por la poesía; el segundo es la Naturaleza vista por la cámara
"En los tiempos del vals"
Una opereta con alma, es decir, una cometlia humana con apariencias de frivolidad. L a acción, en Viena; los protiígonistas, un archiduque y una bailarina de ía Opera. A m biente, el vals, origen remoto de la ley de Vagos. «¿Han visto ustedes a nadie que t r a b a j e o y e n d o música?», preguntaba un filósofo. Fondo del cuadro, estancias palaciega» y vistt>»o8 uniformes. Total, lo de siempre en esta clase de films. ¿ L o de siempre? Si, por lo que se refiere al trUourage: un emperador con barbas a lo Francisco José y irnos subditos frivolos y gahmtes que se imaginaban el mundo como un enomie almacén de violines. Pero avanzando un poquito más, cuando los fotogramas han bogado un buen espacio en la corriente plácida por donde discurrieron todas las operetas que en la pantalla han sido, se tuerce de pronto la orilla de la banalidad, y descubrimcs un paisaje lleno de emociones, donde muere la opereta para dar paso a una comedia sencilla y conmovedora, mi poc^o romántica también, hasta el punto—¡oh, vergüenza!—de damos motivos para recordar la exclamación de Musset:
/>c seul bien que me reste au monde est d'avoir quelquefois pleuré. Si no fuera muy cursi, diríamos que a esta emoción finid se llega por un camino de flores bordeatlo de ingenio y de g r a c i a IJ& dirección es buena y siempre ágü. Y la
| ¡
Y para que Oro en la rrumtaña sea un acierto en todo, .sus intt'rpretes— los primeros, Sepp Kist, Brigitte l l o m e y y Ernst Nansen -se olvidim de .ser iwtores para transformarse en héroes de un poema que parece v i v i d o y no representado. A M O N I O 01 Z M A . N
MERINO
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Juan A . Sarrias
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A d o r de carácter
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«Currinchi»
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«El Cato Félix» Daaia (ovca
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David I ^ p e z Martín A c t o r d « carácter
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Raúl Veiaaeo Biv G a U n ¡oven
Ricardo d e Cárcer A c t o r hitaatU
Purita de Orduña
Francisco Casado
Manuel Teilcas
A c t r l t d « carácter
Galán (ovea
G a l á n jovca
Pascual Rico Con: Actor inlanlil
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Expósito R¡vi< D a m a iovca
« U i Minfa» D a a i a tovea
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dicen eKúÁ^¿a iodo el I nuinde.
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recibido la sigiiiente caria, firmada por varias gentiles lectoras: «Señor director de C I N K O R A M A S . Muy distinguido señor nuestro: Tenemos una gran satisfacción en dirigimos" a usted para felii-itarle de toflo corazón por las frases y espaíúos dedicados al infortunado Carlos Gardel en su prestigiosa revista, en su último número. El profundo ])e.sar que la trágica e inesperada muerte del pobre Gardel nos ha producido ha sido nútigado en parte por su revista, atenta sienqire a los acontecimientos cinematográficos de actualidad; por ella hemos sabido detalles ignorados del gran artista desaparecido, que nos han emf>ci<mado, como t o d o lo suyo. Bien niere<'e Gardel, mejor dicho, su memoria, que le dedique usted otra infonna«;ión, en<>argándosela al señor Aguilar. EMOS
critor moderno, que .sabe lo qne a nosotras nos gusta, y (!uyos reportajes leemos a m entusiasmo siempre. Además, fué amigo del desgracñado fiarlos, y eso basta para ({ue le tengamos verdadera simpatía. Dígale que escriba más sobre «el rey del tango», como le llamaban con justicia, y se lo agradeceremos. N o s supo a poco lo anterior. Gracias, señor dirwtx>r, nmchas gracúas. fe usted un p e r f w t o (caballero, y sabemos que nos c<jmj)lacerá. V al señor Aguilar, nuestra devoción de lectoras que'le siguen a través de cuanto escribe para nosotras, adivinando nuestnis pensamientos... Y dígale que diga en su reportaje ue la sonrisa de Carlos Gardel valía todo el oro el
inundo...»
Es, i)ues, el presente un reportaje a potii-ión
de nuestras lectoras, no satisfechas con lo quo sobre Carlos Gardel, otro elegido de los dioses que se v a , dijimo,<, ordenando nuestros recuerdos. YAVÍ efecto, más detalles sabemos sobre el artista desaparecido; pero no nos pareció p m d e n t e fatigar a los lectores neutrales—^los que leen nuestra revista sin ima preferencia determiimada, [K)r informarse en general--con una continuación. Pero la mujer, no cabe duda, pue<le mucho en los países civilizados y cíinsigue casi siempre lo que se propone. V a l e r o de Bernabé, nuestro querido director, es hombre al a^^ia en cuanto las lectoras de su revista le i)iden algo. N o ha tarda<lo ni minutos en llamamos por teléfono y encargamos ol segundo rei)ortaje sobre Gardel, asi que ha leido la espontánea carta, llena de sinceridad tVíuienil y deliciosa. Nosotros nos dÍ8-j
ponemos a rumplir las órdemis del director lo mAs rápida y perfectamente posible. Ksta v e z hay tpie confesarlo, con placer verdadero. Carlos (Jardel fué mi amigo atento que hablaba español, con su acento y sus giros porteños, en la Babel parisina, y cpie nos ju-ompañó por los bulevares nimorosos entonándonos, a mezza vare, un trozo de ópera o el «refrán» de un tango inédito. Fué un amigo alegre, sencillo, met<klico, que parecía no advertir su fama deslumbrante y creciente, ni los hondos suspiros de las admiradoras. Gardel .sonreía siempre, casi siempre. .AJiora recordamos lo que nuestras amables comunicantes afirman de su sonrisa única: ima sonrisa que «valia todo el oro del mundo...» Todo el oro del mundo puede ser la juventud, puede ser la simpatía. Simpatía y juventud habia en la sonrisa del desaparecido Carlos... Dijo Guido da Verona de « A z y a d e h , la mujer pálida»: «Su boca es lo más j o v e n que tiene... Cuando ríe, no llega a los v e i n t e . » IÁ> mismo podía decirse de Gardel, hombre que había pasado de la cuarentena hacia tiempo, y que, sin embargo, tenia una sonrisa resplandeciente y clara, de muchacho de veinte años. U n a sonrisa milagrosamente juvenil, que hacia parecer más negro su pelo y más blancos sus dientes... I .a Prensa de estos últimos dias ha registrado (los intentos de envenenamiento que han tenidit por móvil la nuierte de Gardel. La señorita Suncha (íallardo, de diez y nueve años, en Sím Juan de Puerto Kico. y la señorita Kstrellita del Kigal, de veinte, en N u e v a Y o r k , han rendido aj la memoria del ídolo el único tributo que a su; trágico fin le faltaba para asemejar.se del todo al de un elegido de los dioses, .\mbas muchachasl nc» han consumado su propósito; pero su gesto] desesperado se ha transmitido de confín a con-';i fin. y la United Press le ha concedido categoríade actualidad palpitante. N o cabe duda de que Carlos Gardel era un ídolo de las mujeres, el* último ídolo de ellas, tan impresionables y tornadizas en sus gustos... H a sido más su muerte que su vida la que lo ha revelado, ha habido dos admiradoras (pie han 1 dolor a un punto espectacular y escandaloso, no hay que olvidar que serán millares y millares las (jue lleven hoy. silenciosa, pero aniai-gamente.
11 luto en el corazón... Infinidad de muchachas le habla hispano y . lo que es miis raro, de otras razas muy distintas a la suya, lloran hoy la espantosa desgraiúa qne ha privado al mundo del mejor cantor argentino y de im actor cinematográfico que se iba imponiendo en los secretos del .séptimo arte... (Jardel fué el ídolo de las parisinas, no se olvide; y sus larguísimas actuaciones en el Kmpire y otros locales de la Ciudad Luz .son tanto de admirar cuanto fueron conseguidas por un artista que cantaba en un idioma extranjero: las mujeres se lo rifaban en París, y ocurrió lo propio cuando t u v o que pasar a Londres, Berlín y Viena. Y luego, cuando llamado jM>r la N a tional Broadcasting Company fué a N u e v a Y o r k a cantar por radio y su v o z se extendió por las ocdiocientas estaciones de los Estados Unidos, le llovieron las cartas, las citas, los-regalos y las declaraciones de amor... Gardel era mi personaje romántico, que conturbaba los sueños de las girls, un poco ahitas de música «negra», y a él acudían las irredentas soñadoras, <pie sólo comprencÜan el ritmo dulce y embriagador de los tangos, adivinando cl contenido de su letia. Una vieja multimillonaria se prendó de Garlitos hasta el punto de no dejarle v i v i r a sol ni a sombra; valida de sus dólares, que por do(piier sembraba, aquella enamorada tenaz se le aparecía a Gardel en los {>asillos del hotel, en el ascen.sor, en el salón de ensdyo de la Broadcasting, en todas partes, l 'na noche, al ir a ac(M?tarse, Carlos descubrió con asombro, sobre la almohada de su lecho, m í a corona de laurel, formada con esmeraldas y brillantes; címtemplaba la fabulosa j o y a , cuando v i o salir de debajo de la cama a su vieja admiradora... Gardel no se ablandó por ( I princi}>esco obsequio, y pu.so a la multimi-
toarlos (iardrl rn una rscrna srnlimrnlal de su p r l m r r a produrrión rinrmatográfira. «Lurrs de Buenos Aires», realizada en Joinville
llonaria en la |>uert,a, en compañía, (ilart» está, de la corona de esmeraldas y brillantes...
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1 hílaos ido preguntímdo a varias muchiuhas •I j K i r q u é de su rendida admiración hacia el trovero argentino y estrella del cinema hispannamericimo. Antes que por su persona, ellas se han intcnssado {Kir su v o z , rica en matices varoniles, que les producía calofríos de emoción insuperable en sus íurastres y cadencias. Primero, la v o z . Después, la sonrisa.. Rsas eran las armas con que Carlos Gardel vencía a la fémina de España. Y creemos que también a la de otras naciones, porque las mujeres, en el fondo, son las niismas^—Eva es eterna y universíd-—, salvo ligeras variaciones que puedan dar el clima o la cultura. De las cinco peliculas que se han estrenado aquí, interj>retadas por «el rey del tango», las que más han gustado a las mujeres han sido Luces de fíueruts Aires, la primera, la de la brillante revelación, y Melodía de arrabal, en que se contiene el tango más dramático que se ha escrito y cuya interpretación fué un triunfo de apoteosis... N o c(mocemos t o d a v í a sus dos últimas producciones, filmadas en H o l l y w o o d : Tango Bar y El dia que me quieras. Sus admiradoras nos han pedido dat(»s sobre ellas, p a i a distraer .su impaciencia enorme, <\ue ha de durar hasta el día del estreno en Xladrid. Podemos decir a nuestras gentiles lectoras—porcjue nos lo suponemos: no hay muchacha moderna y aficionada al cine que no lea C I N K O R A M A S h» único que ^ sabemos: Carlos (Jardel, el último ¡dolo de las^ mujeres, fué estilizado, espiritualizado, en Holly- ¡ wood, por las imuios expertas de los ma(}uilla-< dores, masajistas y electricistas. A Gardel leí faltaba el complemento de I h i l l y w o o d . (Cuesta^
abajo y Tango en Broadway fueron realizadas en N u e v a Y o r k ) . Y H o l l y w o o d , con tixlo interés, acababa de crear un Gardel de atracción definit i v a y arte perfecto. El mismo, al verse reproducido en la panttüla, rec<m(KÍó que tenia una nuev a personalidad. H o l l y w o o d transforma hombres y cierebros, almas y facciones. Y habia transformado a Carlos (Jardel, aprovechando hasta el colmo sus diversas y buenas cualidades de artista, mimándole como mi favorito de la fama... Como un ídolo de las mujeres, que muy a poco de su ¡,doria inmarcesible, lo mismo que ttxios los verdaderos ídolos de carne y hueso, ha sido robado por la Muerte, esa gran envidiosa, v i e j a caprichosa y terrible, que se enamora de todo lo bueno y d e t o d o lo l»ello que se da en la V i d a . . SANTIAOO
AGUH.AR
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Biblioteca de
vil de los gangsters sobre la cinta de la carretera, llegaba al ruinoso castillo. — ¡ V a y a , vaya; no está del todo mal escogido el sitio!—pensó al verlo—. Difícilmente se puede encontrar una casa más escondida ni tampoco más siniestra. E n verdad, que ese viejo castillo infunde terror. Dejó su automóvil a unos cincuenta metros de distancia y se fué acercando poco a poco al ruinoso ca-^ serón. i — V a m o s a ver—dijo por lo b a j o — q u é cara tienen los inquilinos de esta covacha. D e seguro que v a a sa-
Iir a abrirme algún diablo con periña, cuernos, r a b o y todas esas cosas que asustan a los chicos. Hizo sonar el timbre de la puerta, y a los pocos instantes un criado, con un gesto de gran asombro reflejado en el rostro, apareció ante Dick. Pero, al verretrocedió rápidamente y llamó; -Señorita Nedda; señorita í í e d d a . . . N e d d a apareció en la puerta; pero tras ella se apercibían claramente los cuchicheos de los tres gangsters y del doctor, alarmados, sin duda, por la presencia^' de este inesperado visitante. ¿Sería acaso algún detective avisado por alguien de lo que ocurría en el castillo?
CÍM^ftOUnáXA —Señorita—dijo Dick Bartlett—, siento mucho molestarla. ¿Pero me permitiría usted hablar por teléfono desde aquí? —¡Cuánto lo siento!—contestó ella, haciendo un movimiento como para cerrar la puerta— pero, vea usted; nuestro teléfono no funciona. N o hemos podido servimos de él en toda la mañana —Pero ahora.—insistió Dick, más deseoso que nunca de entrar en el viejo casi ron por ver si un ruido, una señal, cualquier cosa, le confirmaban la presencia aquí de R u t h — , ahora... es posible que íuncinne d?
nuevo. H a y veces que las averías de los teléfonos se arreglan solas. — N o lo crea usted, caballero—respondió N e d d a en un tono que no admitía réplica—. L o que debe usted de hacer es ir hasta la próxima aldea, que está a_solo unos kilómetros de aquí y telefonear allí. Y sin decir más, cerró la puerta con una sonrisa de satisfacción, mientras pensaba: « N o es tonto que digamos este muchacho; no es tonto; pero mejor es que no entre nunca aquí. Su presencia en este sitio es bien extraña, y mucho más extraño todavía su deseo de telefonear. Pero, en fin, hay que reconocer que • - un muchacho guapo »
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mo de no acordarse del último minuto pasado, entrañará infaliblemente su propia condenación. Y la mía. Y o le ruego, en su propio interés, que tenga usted en cuenta esto. Es una imprudencia demasiado grande la que usted ha cometido aceptando esconder aquí a la muchacha que han ido a secuestrar. Tenga usted cuidado, no le vaya a costar demasiada caro, más caro que la misma suma que usted v a a recibir por su complacencia. Y o no sé el premio que usted habrá convenido con esos tres gangsters; pero... —Pero—interrumpió el doctor Frank, indicando con un gesto contraído de su boca que estas consideraciones no tenían ante sus ojos más que un relativo interés—lo que me interesa no es el dinero que voy a recibir, aunque, por otra parte, hay que vivir, amiga mía, y mis experiencias me ocasionan grandes gastos; pero lo que ahora me interesa, lo que ahora me interesa, es la muchacha misma. ¡La muchacha misma! ¿Lo entiendes, Nedda? No; esto tú no lo puedes comprender. Pero Nedda no pareció inmutarse ante esta declaración sorprendente del doctor Frank. Antes bien; hizo un gesto desdeñoso, le miró luego con una mueca de repugnancia y continuó: — N i lo entiendo ni me interesa mucho el entenderlo, la verdad. L o que sí comprendo, y esto no me lo v a a negar usted, es que dentro de pocas horas usted va a volver a ejercer sobre esta desgraciada su poder diabólico. Usted v a a arrancarle la memoria: v a a asesinarla en vida. Y de este modo usted ^ va a cometer dos acciones perversas: una, respecto de la misma muchacha. Otra, respecto de esos hombres miserables que le sirven a usted y que le pagan. E l doctor Frank denotó ante estas palabras de Nedda una irritación sin límite. L a miró con unos ojos de fuego. Y con un gesto seco, con un movimiento brusco de su mano, dio a i"
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tender a ; u secretaria y amiga que su paciencia había terminado. — O i g a usted—le dijo—; como secretaria, yo tengo pagados de sobra sus servicios y no estoy de.scontento de usted; pero, como amiga, como amiga, me resulta usted extremadamente molesta. Mire usted; no hay nada más fastidioso, voy a decírselo de una vez, que esta constante crítica que usted hace de mis actos. Antes me pareció creer que mis experiencias despertaban su curiosidad, que la divertían, que la interesaban. Entonces no las encontraba usted ni demasiado frecuentes ni demasiado atrevidas. H o y , es posible que la fatiguen, que la molesten; pero esto me trae sin cuidado, ¿k) entiende usted? Y , en último término, le ruego que me deje en paz. Me traen sin cuidado todas las habladurías, .sépalo usted de una vez. Usted conoce mis esfuerzos, y me parece que también mis éxitos. D e modo (jue, en lo sucesivo, usted se guardará muy mucho de volverme a hablar sobre el asunto. Y después de un silencio amenazante, el doctor Frank .se volvió hacia ella y dijo cn un tono sombrío: — M e parece que usted tiene demasiado miedo a morir.
Capítulo V I I U n a hora más tarde llegaban Ruth Dale y sus raptores a la clínica del doctor Frank en el automóvil de lujo <iuc habían utilizailo para su captura.
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Itibliuloca (le
Mientras que la transportaban a una pequeña habitación, instalada en el primer piso, el doctor Frank cambió en voz baja algunas palabras con los gangsters. Luego, vistiéndose rápidamente su blusa blanca y adoptando un aire de fingida preocupación, avanzó con ellos hasta la cabecera del diván, donde, completamente dormida todavía, estaba acostada la muchacha. Finalmente, aplicó a su nariz unos frascos de sales, friccionó con un líquido obscuro su frente y le hizo la respiración artificial. B a j o los efectos de estas extrañas manipulaciones, Kuth Dale, poco a poco, empezó a mover sus dedos, t entreabrir sus labios, a lanzar débiles quejidos. Poco poco también empezó a recobrar su memoria, a ex(Xírimentar, en íin, los primeros síntomas de su vuelta a la plena consciencia. Pensaba... Creía recordar algo... Borrosamente, surgía en su memoria el departamento de un coche de primera; frente a ella iba un joven de rostro extraordinariamente simpático al que ella se esforzaba por no sonreír. Después, Miss Ruth Dale veía el comedor del coche restaurante; unos naipes sobre la mesa; «uno, dos, tres, cuatro, cinco..., hay una joven a quien unos gangsters intentan secuestrar; pero la muchacha triunfa y estos gangsters van a la cárcel». D e pronto, los ojos de Miss D a l e se abrieron por mpleto. Miró en derredor suyo con el gesto asoniDrado del que despierta de un sueño profundísimo. ¿Estaba soñando? ¿Es que se habría quedado dormida sobre la butaca de su departamento y todo esto no era más que una pesadilla provocada por la fuerte impresión del telegrama del notario y por sus mismos juegos de adivinación con las cartas? Ruth pensó en todas estas posibilidades durante un breve segundo. Incluso, antes de incorporarse, tuvo la idea fugaz de que el tren hubiera sufrido un choque o un descarrilamiento, motivo por el cual ella se encontraría en esta clínica y asistida por aquel doctor de blanca blusa y rostro tranquilizador. Pero de pronto en su memoria se hizo la luz con una claridad absoluta. Se vio a sí misma caminando por el pasillo del vagón de lujo; en uno de los departamentos, unos débiles quejidos de mujer enferma, y al intentar auxiliarla, unas manos vigorosas que... —¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Socorro! Gritó una vez, tres veces, con toda la furia de su desesperación; intentó arrojarse al suelo desde el diván donde se encontraba, luchar otra vez—como lo tiabía hecho en el mismo departamento del ferrocarril-—con sus secuestradores. Pero la voz ronca de uno de los bandidos, precisaiiente la de aquel que se habia disfrazado de mujer >ara hacerla caer en la trampa, le dejó ahora aterrorizada: —Cierre el pico, señorita; déjese de dar esos gritos histéricos y estese tranquila, que le tendrá mejor cuenta. Después de todo, no le vamos a hacer ningún mal. Y , además, que grite usted o que se calle es lo mismo, porque aquí nadie la va a oír. Y acercándose más a ella, hasta el punto de que -11 boca quedaba sólo a unos centímetros de sus ojos, ntinuó: —Nuestro deseo, señorita, no puede ser más laudable. V e a usted: lo que nosotros deseamos es protegerla contra cierta gentucilla que andan detrás de su fortuna. Y , claro, nosotros hemos pensado que la mejor forma de apartarle a usted de todos esos i)eligros que la rodean es que nosotros mismcxs le quitemos esa
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fortuna. D e ese modo, volverá usted a sentirse completamente libre y completamente tranquila. ¿No lo cree usted así? Mientras en el rostro de Miss Dale se dibujaban un gesto de terror y otro de terrible repugnancia, los otros dos gangsters, divertidos con. la p>esada broma de su compañero, se rieron a carcajadas. — E s claro, es clares—dijo uno de ellos—, los dis-| gustos caerán ahora sobre nosotros. ¡Una cosa horri-| ble! Pero, en cambio, usted se verá libre de todo esto.\' — E n suma—añadió el tercero de los bandidos—, usted no está aquf, señorita, más que de una manera provisional y simplemente para cumphr algunas pequeñas formalidades que... Y al decir esto, tendió a R u t h Dale un documento, en el cual, como fácilmente puede suponerse, sólo faltaba su firma para ser valedero. Pero Ruth Dale lo rechazó con un gesto decidido, gritando;
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— E s t á bien—resp>ondió R u t h — ; el porvenir dirá — | Y bien! ¿Qué se han creído ustedes? ¿Que van a la última palabra. asustarme? Están ustedes equivocados. Y para que —Exactamente, señorita; tiene usted razón. E l porustedes salgan de su error, voy a decirles... E n fin, venir lo dirá—repitió el gángster con una perfecta corni aunque me maten ustedes conseguirán nada de tesía. mí. Ahora bien; ándense ustedes con cuidado. Mi desLuego, seguido de sus otros dos cómplices, del docaparición, en las circunstancias actuales, no pasará tor y de Nedda, que también había asistido a la esinadvertida. ¡Todavía quedan espléndidos calabocena, salieron todos de la habitación, dejando a la zos para las gentes como ustedes! A menos, a menos secuestrada entregada a sus reflexiones y a su di.sique ustedes prefieran sentarse en la silla eléctrica. mulado terror. U n jwco sorprendidos por esta inesperada violen— A l g ú n día—dijo uno de ellos al cerrar la puercia conque supo defenderse a sí misma Miss Dale—en ta—será menos intransigente. su situación, otros hombres hubiesen temblado, se — E s o mismo opino yo—corroboró otro—. Y si no, hubiesen estremecido ante las palabras de la joven—, la cosa es muy sencilla: la haremos pasar a la habitalos tres bandidos acertaron a conservar, no obstante, ción de Icis firmas espontáneas. su sangre fría. U n o de ellos—el que había hablado el último—tomó nuevamente la ptalabra: i —Como usted quiera, señorita; pero, de todos m o - | Entretanto, Dick Bartlett, guiado más por su buedos, nosotros la tendremos encerrada aquí hasta q u e ; usted se tome la pequeña molestia de firmar. • na estrella que por las huellas dejadas por el iii»om(')-
SOY i'N KUoiTivo ( Valencia ) . I.a última fx-licula representada en Madrid de l'aul Muni fué cQ'"' Í"'v, Sellie?, y su reparto es el siguiente: Brand: Paul Muni; Gerry: Glenda Farrell; Barney D a w es: Douglas Dumbrille; Brownell: Koberto Barrat; Shammy: Ned Sparks; Sue: Pat Wing; l'"ullertón: Kob e r t Cavanaugh; O'Connell: E d w a r d Ellis; Graham: Bert')n Churchill; Sheldon: Geo Meeker; Louis: Sidney Miller; Evans: James Donlan; Danny: George Chandier; D w \ e r : Milt Kilbcc; Mistress Canfield: Marjorie ( i a tesón; Durkín: Donald Meek; Grace: Kathryn Sergrava; N a than: l-'rank Keicher; Kosa: Dorothy L e Baire; L e o Harold: Huber. Escriba a l'aul Muni a Warner-First National Studios, Burbank (Cahfornia). Ivl. CURIOSO IMPKRTINHN I ' (Madrid).--]ekn Harlow ii. ció en Kansas City (Estatlo <!>. Montana) el día j de Marzo de i g i i . Tiene el cabello rubio platino (químico) y mide i ,66, Está contratada)X)r Metro-Goldwyn-.Mayer, Culver City (Cali• fornia), Kl reparto de la película Votando hacia Rio Janeiro es el siguiente; Belinda de Kezend( Dolores del Kfo; Koger lif)inl G e n e Kaymond; D o n Juh Raúl Roulién; Ginger Bell: Gin ger Kogers; Frcí', Avres: l'Ycil \staire; D o ñ a KIma: Blanche lidirici; Señor de Rez-ende: \ \ alter Walhcr; Colored Singer: Etta Moten; Greek; Roy d'Arcy, Maurice Black y Armand Cáliz; Mayor: Paúl Porcasi; Bauker; Reginald Barlow, H a y varias letras en español de La Carioca ; una de ellas y a se ha publicado en números anteriores, y dos más que a continuación le d'. y son como sigue: Aprende a bu: lar ¡a Carioca,—que en todo el mundo hoy se loca:—hasta del tblues» te olvidarás—y la Carioca bailarás.—Tened la."; (rentes bien pegadas—v, con las mano.'; enlasadas,—de amor y dicha soñará.\ V dulcemente cantarás.— ¡li<i. lar—siempre asi la Carioca—y sume.lodía entonar.— ¡Soñar! cov su ritmo, que evoca,—y que jamás podré en la vida olvidaí Y la otra es: En el pais de mis amores,—país de ensueños y de (¡ores,—la gente habla del amor —con un candor—angelical, .'¡llá el amante se estremece cuando, galante, nos ofrect toda una vida de pasión—<. .. ilusión y candidez.—Carioca, no me seas esquiva:—-Carioca, tuyo es mi corazóyi;—Catioca, quiero darte mi vida;—Carioca, si tú quieres darme con fe tu amor. -AsYAOL (Toledo).—No, no, señor; no es necesario dar el nombre; igual le contesto; pero debía usted ponerse otro seudónimo, pues éste parece el nombre de un esjiecífico. Las películas que me pide ya se pubhcaron en números anteriores; no así los repartos, que se los daré, como usted dice, por «etapas». E l reparto de Sor Angélica es el siguiente: Carmelita (Sor AngéUca): Lina Yegros; l'ernando: Ramón de Sentmenant; Gloria Fontana: Ida Delmas; Facultades: Luis Villasiul; D o ñ a Irene: Enriqueta Torres; Teodora: Tina Conesa; Matilde; Teresa Manano; D o n Andrés: Emilio Pcrelló; María «la Clara»; Enriqueta V i llasiul; Alfredo: Alfredo A l b a lat, y el niño, Arturito Girelli. Casa productora: Orphea Films.
muchacha: Jane Keitli; Un mu chacho: Rolxjrt Alden. Pued usted escribir a la mayoría <1< los artistas a estas dí>s dirc-ccio nes; C, E. A , , Barquillo, lo, C. 1. F. E. S. A , , Avenida de E d u a r d o D a t o , 34, .Madrid.
Direetor: l''rani:iscu Gargallo. El reparto de l'írfa.s' rolas es el siguiente: Marcela: Lupita T o var; Irene; Maruchi Fresno: A n drés Borja: Enrique Zabala; Juan Gras: l'Y-rnando Fernández de Córdoba; Catalina: Cándida Lozano; Paco; José lsl)ert; Carlitos: niño Arturito Girelli; l'ernandito: niño Paijuito Alvarez; Carmen; .María Anaya; Campesina: Dolores \'alero; A l vear: Manuel París; U n músico: .Manufl . \ r b ó . Producción Inca l'ilms. Director: Ensebio Fernández A r d a vín, -Muy agradecido por el envío de la canción. U N A MORKNA y UNA RUBIA BKRCIANAS (Ponferrada ) . — I^i canción titulada «Ojos negros», de la película Romana rusa, es como sigue: Ojos negros que fase' nan,—ojos vi gros que doni ¿ nan,—ojos n, gros, dulct ojos, — ta II crueles y tan piadosos. — Ojos negros que arrebatan,--o}os negros que me matan, — ojos negros, dulces ojos, — triste vida de mi c razón. — V o\ cruzando por la vida deslumbrada—bajo el fuego abrasadoi de tu mira-, 'la.— Voy cruzando por la vida — como una pobre sombra—perdida. —En el fondo de mi alma— ya no brilla— »iús ^ue el rayo seduclor—de tus pupilas: —en el fondo de mi alma,— donde siempre tu amor vivirá. — Ojos negros que fascinan, —ojos negros que dominan,— ojos negros, dulces ojos,— tan crueles y tan piadosos; — ojos negros que arrebatan,-— ojos negros que me matan,— OJOS negros, qué encantadores— son tus ojos,— triste vida de mi coraión.
PEDRO P É REZ (Santander ) . Supongo que el que ga-
ne la aj)iu;sta mo í;nardará un «cachito». El reparto de Palacio flotante es el siguiente: Doctor T h o m a s B c r n h a r d : George B r e n t ; Miss . M o r g a n : Z i t a Johann; Sybil Bernhard: Vivienne Osbf)rne; Milli Stern: Alice White; Louise Marhcim: V e rree Teardale; Edward Thorndyke; C Auvrey Smith; .Vlex Stevenson: Frank Morgan; Doctor Veith: Wallis Clark; Madre de Mille: Gladys Gale; Schultz: ByUy Bevan; E.vl.: Theexlore von
Barón von Luden; Henry Víctor; Slattern: Leni Stengel; Hermano de Milli: Jerry Tucker; W a l rus: Knute Krickson; Gogctter; Michael Mark; Fritz: Henry Wadsworth; Capitán Frederickson: E, H , Calvert; Hermana de Milli: Rosita Butler; Cuñado de .Milli; R a y Borzage; Príncijx; Vladimir: Barry Norton; P u r ser: Ralph Remley; Freda; Dolores Tama; Stewardess; Lenore Nova; Madre de Freda: Bárbara Barondess; Primera muchacha: Joyce Compton; Segunda
JOSÉ TOMÁS FRA.NCO (Alicante).—Mi felicitación por su carta, pues demuestra usted ser buen aficionado. Escriba a Di lores del Río a W a r n e r Broa First National Studios, Burbank (California); a K a y Francis, a l . misma dirección que Dolori del Rio; a Kathe de N'agy, Mai tha Eggerth v Brigitte Helm, Studit)s U , F, A , , ' l V r l í n (Ali mania). pues con seguridad s> las remiten las cartas donde s encuentren. R,
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