fjelen Cjahacji
REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año II.—Núm. 52.-MadrÍd, 8 de Septiembre de 1935 campaña, para bien del séptimo arte, y perdone no firme la presente, para evitarme perjuicios, por ser mi apellido muy conocido en el mundo del arte teatral y cinematográfico.» ¿Autor? ¿Actor? ¿Director?... N o sé. A pesar de su rúbrica, q u e a m i m e recordaba algo, no logré identificarle. O t r o fué un director español. D e su carta amable agradecí mucho estas frases: «Quiero aprovechar esta ocasión para felicitarle sincera y cordialmente por sus escritos. N o sé, mejor dicho, sí sé que éstos no han de reportarle la gratitud de los demás; pero usted hará muy bien en no pensar más que en sus lectores y en su conciencia. L o que no encuentre entre los más interesados, lo encontrará en el público y en su propia estimación.»
En iorno d cinema nacíona
^fiemo/'
L
A Dirección de C I X E O R A M A S ha querido J que hoy, fecha en que se cumple el primer aniversario de nuestra revista, se haga pública una idea acanciaaa por ena aesae hace tiempo. Y ha querido también que sea y o , desde este lugar, el que la exponga, como culminación de m i campaña en pro de la dignificación y esplendor del cine español. Semana tras semana he venido enjuiciando los
V a y a , pues, mi gratitud a todos. Y entremos en el objeto de este artículo, y a que con motiv(j del aniversario de
Antoñita Colonir y Antonio Viro, protagonistas d r «F.l malvado Caravrli-.film rraiizado bajo la dirrrción dr Kdgar Nrvilir, rn Barcrlona r o T . uriLMs
distintos aspectos del cine nacional. Algunos sinsabores y disgustos m e ha producido; pero también he recibido la gran satisfacción— y éste es para mí el mejor premio—de estar continuamente animado a persistir en ella por lectores cariñosos. D e toda España, y aun de América, he recibido cartas de aliento y estímulo. Y el fruto de mis trabajos, tan llenos de entusiasmo como carentes de ambición personal, ha sido muy halagador para m i . A l e j a d o de toda pasión, sin rencor contra nadie, he procurado animar a los jóvenes y señalar a los antiguos el camino a s ^ u i r . Rstx) ha sido todo. P e r o pecaría de olvida«lizo y descortés si no expusiera desde at|uí mi g r a t i t u d a todos los q u e me han inyectado ánimos cuando la falta de fe me hacía flaquear. De entre ellos quiero destacar a dos. Uno se ocultó en el anónimo. Desde Barcelona recibí una carta, sabrosa, por cierto, y que y o estimé mucho. Su final era éste « P r i s t a cn su^
F e r n a n d o dr G r a n a d a , José A l f a y a t e , Ana Maria Custodio j- Alfonso M u ñoz, rn una escena rulniinantr de «Don (,)uintín, rl amargao», primera producción Filmófonn realizada en los Katudios d e la C K. A . , bajo la direccióndel.uis Marquina «tiO horas en el cielo», película producida para F.xclusivas Hurt, y de la que son personajes centrales Tina leonesa y cAlady»
CINEGRAMAS
he
te-
nido la necesidad de recordar algo de lo pasado para cobrar entu- . siasmo en lo futuro y ; seguir analizando con \' t o d a ecuanimidad y ausencia de pasión los<
Celia Escudero y <E1 Estudiante» en una escena de «El Niño de las Monjas», realizado por José Butch en los Estudios Ballesteros
Estrellita Castro en ua a p a s i o n a d o momento del film «Rosario Artola», realizado en los Estudios Roptence, bajo la dirección de León Artola, para Ernesto Conzálea
loayor atracción comercial; al q u e marque, en fin, un j)aso destacable en el desarrollo hacia la superación de nuestro cine. Mas no croo que deba limitarse el Concurso sólo a esto, sino que debe existir también un galardón que premie el esfuerzo de otras actividades del film, que pueden resultar admirables, aunque la obra, en su tota idad, no esté conseguida. Esta distinción hacia un artista, operador o actor la considero necesaria y justa. A s i , pues, deben instituirse cinco premios más: cinco medallas de plata que destaquen al mejor intérprete femenino, al mejor intérprete masculino, a la mejor fotografía, al mejor argumento y a la mejor dirección. D e esta forma, C I N E O R A M A S habrá premiado cada año lo más digno de elogio de nuestra industria.
mil y un problemas que en el momento presente—crítico y , sin duda, decisivo para el cine español—tiene planteados nuestra industria. Es deseo de la Dirección de C I N K O R A M A S conceder anuahnente i m galardón al mejor fihn español. L a idea es magnífica, porque ello puede ser estímulo y ansia de superación para todos. L a s películas espai'iolas no han tenido m m c a el a p o y o desinteresado de nadie. Sólo se sometían al público, juez supremo que dicta el fallo inapelable; pero esto no era justo. Y no lo era porque el púb ico se equivoca muchas veces. P o r eso los q u e pretendemos con innegable buena fe encauzar el cine español por los derroteros que él se merece, sin otro impulso que el de nuestra {)lmna, debemos mirarlas con t o d o interés, para v e r d e sorprender aim en la más modesta tm atisbo, un momento de buen arte cinematográfico que la haga digna del e k ^ i o y el estímulo. Y esto quiere C I N E D R A M A S que sea su (íran I*remio anual: estímulo. Como la Dirección de la revista aim no lia dictado las bases \WT las {^ue este Concurso ha de r ^ i r s e , y o m e v o y a permitir dar, abusando d e la benevolencia que aquí se me guarda, c o m o una
Una esrrna d r <(;runirte», film documental de José .María Castrllví, realizado por Armando Sevilla y Juan Fortuny con la coUboraeíóa del Asilo Naval Español
especie de guión que, factible de modificaciones V cambios, sirva de pauta, aunque imperfecta. Primeramente, puede concederse el (Irán I*remio, consistente en ima medalla de oro, al mejor film español. O sea: al que reúna en sí las más puras esencias cinematográficas, y , si es posible,
Respecto a si ha de ser condición indispensable, el presentar los films al Concurso por sus p r o - ! ductores, y o estimo (jue esto no os necesario,] E l Jurado q u e se nombre—Jurado secreto d e ] critica, y no por votacüón pública—puede muy bien ir v i e n d o cada film en su estreno, tomar sus
notas iniiivtdualraente, y reuniree, al final, para verificar por votación las eliminatorias y proclamar después las peliculas dignas del premio. Tampoco creo pertinente el no permitir que los extranjeros puedan optar a estos premios, si por sus merecimientos se hacen a ellos acreedores. N o . N i en los galardones que c<.ncede la .A.cademia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, ni en el Gran Premio de la Cinematografía Francesa se hace esta eliminación; aun más: la primera incluye entre las producciones que pueden conquistar la recompensa a todas las de habla ii^lesa, estén produíidas en petados Unidos o Inglaterra. Como ejemplo bien reciente está el Concurso de hace dos años, en el que fué distinguido con el codiciado trofeo el film inglés La vida privada de Enrique VIH.
Queda, pues, expuesto el proyecto, que pronto será realidad. Ahora, la Dirección de C I N E G R A M A S tiene la palabra. Y o he cuníplido y a con el encargo, y muy gustoso, por cierto, F. I I E R N A N D E Z - G I K B A L
Y y a puesto a pedir, solicitaría también dos premios más para películas de corto raet r a j e ; p e l í c u l a s que cumplen a maravilla un fin admirable, i)ar« el que no hay que regatear recompensa: el de la educaí'ión. Podían éstos ser dos medallas de plata, con las que se premiaran el mejor film documental y el mejor film instructivo. Y todo esto, claro está, realizarlo al finalizar la témpora/!a, cuando las obras han recibido y a el refrendo del público y pueden juzgarse en frío, sin el apa.sionamientoque llev a en sí cada estreno, ateniéndose en c a d a caso a su valor.
Anjcrtira González, nueva figura de la cini nacional, que en «El secreto de Ana .María», film dirigidu por Alberich para Selecciones (^pitolio, realiza una magnífica y admirable labor
Alejandro Noya y <Alady» en un divertido momento lir I película «Kl Paraíso recobrado», que ha sido realisada bu jo la direrción de Xavier Gflell ror. cotr&s
f
« \ n i o r rii maniobras» rs un gracioso film dirigido por Mariano L,apeyra. al qur corresponde esta esrena, en la que aparecen t^harito l>ronfs, Koberto Fonl, Rafael Ijibra y Gastell Rodrigo ror. LArtrtA-rau
Fjtlrellila Gastro, U popular y admirable artista, cuya destacada y brillante intervención en «Rosario, la Gortijera» rs objrto de los más lisonjeros romentarios. «Rosario, la Gortijera>, ruyo rodaje acaba de finalizarse, ha sido realizado rn los Kstudios Roptence, bajo la direrrión de l^ón Artola, para Krncsto Gonaáiez
CAP-RICÜOS
DEL
^
'.ncarna. hnos^ duadrof céhbber
P
ARA todos, ShirJey Temple viene siendo el jguete,
la
actrieita
menuda
y graciosa
ARA dueña de todas las simpatías. En sus crea-
ones cinematográficas se encuentra siempre una ogre v i v a c i d a d , un magnífico dinamismo infan1. Ella 68, desde luego, la artista que mejor ha íertado a interpretar y simbolizar el
alma, la
legría y el encanto de la infancia. Otros pequéis artistas desprenden do B U trabajo una sensaón de esfuerzo, de artificio y , a la larga, de dor. E n Shirley Temple, por el contrario, todo ee pontáneo y sincero, sencillo y natural. N o pareuna farsa aquello que la pequeña actriz intereta: j ^ a c e s u p r o p i a vida, p o r la gran verdad
C ó m o interpreta Shirley T e m p l e el cuadro de Kmilio Henouf mano que ayuda». A b a j o , el cuadro, c o n servado e n la G a l e r í a de Roueo
in que Shirley realiza su traoajo. ¿Acabará Shirley, como tantos otros pequeños artistas, al acabar su infancia? A l nacer la mujer, ¿morirá en ella la ac1.a admirable interpretariún que S h i r l e y T e m ple hace d e l cuadro de S i r Joshua Reynolds « L a edad de la inocencia». Abajo: e l c u a d r o , c o n servado e n l a G a l e r í a Narional de L o n d r e s
triz que es hoy? Parece y a un signo necesario y general que los actores niños sólo lo sean en su infancia. ¿Dónde está el caso del actor infantil que después, hombre y a , sigue trabajando? El hecho podrá tener todas las interpretaciones y atenuaciones que se quiera; pero es así, cierto e indudable... ¿Acabará, por tanto, Shirley, como tantos otros pequeños artistas, aJ acabar su infancia? ¿Se cumplirá en ella la ley que viene siendo hasta ahora general?
Quizá la menuda actriz v a a significar en el
mundo del cinema la excepción a ese hecho. Porque nunca las gracias y laa calidades del arte se han dado en un pequeño artista con la diversidad y la seguridad que en Shirley Temple. Ella es—apenas
hace falta decirlo—^una
actriz de
positivas
realidades, de triunfos alcanzados y a . P e r o es también—^y esto importa más todavía—una actriz llena de maravillosas posibilidades, de promesas formidables, que al cumplirse harán de esta actrieita de hoy uno de los perfiles más admirables del futuro cinema.
lilla es para todos el juguete, la cosa menuda y alegre, «gracia y simpatía», como dice el título de una de sus peliculas famosas. P e ro en Shirley hay también un temperamento indudable de actriz honda, toda pensamiento y emoción, rica en recursos expresivos y en calidades estéticas de alto rango. Kl público—o su mayoría, al menos—ve en ella el juguete; pero en ella hay más, mucho más... Shirlev Temple, hace poco, ha querido reproducir fotográficamente algunos cuadros famosos. Entre ellos están El primer sermón y El segundo sermón, de Millais, conservado en L o n dres; IM edad de la inocencia. de Reynolds, conservado también en Londres; L'i mano que ayuda, de Emile Renouf, conservado en liouen... Es un viejo empeño de las gentes este de querer reproducir humanamente las creaciones d la pintura. Se podrían recordar ejemplos innumerables. ¿Cuántas veces se habrá querido interpretai plásticamente el cuadro famoso de la emperatriz Eugenia y sus damas, por Winterhalter? Y , sin embargo, el empeño quedó frustrado casi siempre. L a interpretación resultaba pobre y falsa. El nuevo cuadro—un cuadro «humano» o «humanizado»—daba una total sensación de artificio, de cosa extraña e incompleta, antinatural, contraliecha... N a d a tan pobre como eeas figuras o esos grupos que pretendían acercarse a la vida y la emo-
%W
^_Sh¡rlej- Tenipir inirrprela—magnífica de actitud y de expresión el cuadro de J . l-~ MillaÍH <Su primer sermón», c u y o o r i g i n a l - v e d l e a la d e r e c h a - s e c o n s e r v a e n e l C u i l d h a l l , de l.«ndres
V
L a m i s m a encantadora pequeña a c triz en el cuadro, también de .Millais, <Su segundo sermón», c u y o o r i g i n a l - c o n s e r v a d o también e n el C u i l d b a l l , de L o n d r e s - s e v r e n la parte superior, a la i z q u i e r d a
ción de algunos cuadros célebres. V e d , sin embargo, esos lienzos interpretatU» por Shirley Temple. V e d el original y , después, su reproducción humana y actual }>or la pequeña actriz. El acierto de interpretación es rotundo. Los cuadros están reproducidos con fidelidad, con atenta minuciosidad de detalle y de composición. ¿ P e r o no hay al mismo tiempo en ellos como im espíritu nuevo, como un acento distinto, como una emoción recién creada? liO hay, indudablemente, y ello no es sino la huella de la actriz maravillosa que v i v e — m á s allá del juguete—en la pequeña Sliirley... 1^ expresión alcanza en esos lienzos humanizados y cor()oreizados por la chiquilla un rango magnifico. Contemplad esas caras, esos gestos... En ellos Shirley no es la actricilla menuda y graciosa, viva7, y alegre, que conoce, sobre todo, la gente. Es más, nmcho más. Es, cuajado en unas expresiones, todo un temperamento indudable de actriz honda, en la que se hermanan estéticamente pensamiento y emoción. ¿Acabará Shirley Temple, como tantos otros pequeños artistas, al acabar su infancia? ¿Se cumplirá en ella la ley que viene siendo general? Contemplar estas interpretaciones humanas que la chiquilla ha hecho de algunos célebres cuadros extranjeros equivale a una respuesta negativa, Shirlr-x ^^l^ -A^Wbará cuando su infancia acabe..
Alegre, ligero y despreocupado, Fred Astaire encarna insuperablemente el sentido moderno y optimista dc todo un género cinematográfico, en el que el gran bai' larín es primera figura indiscutible...
L
0 8 tictores tienen un rasgo, que hacen re saltar ante el público: un ángulo que po dría dibujarse como característica, algo así como las manos de la H e p b u m , el sombrero de Chevalier, los ojos miopes de Joan Crawford, la silueta d e K a y Francis, la sonrisa de la Sid ney y el frac de Fred Astaire. Hasta hoy, un frac no simbolizaba en el lien zo más que una noche de gran gala en ima E m bajada cualquiera, en una soirée importante. I x ) vestían I ^ w i s Stone y Adolphe Menjou, el pri mero con g r a v e elegancia de lord; el segundo, con estético cuidado de gentleman cuarentón. Ahora el símbolo de Fred Astaire en el lienzo es su frac y su chistera, o bien lá chistera y el frac son el símbolo de Fred Astaire. Raras veces hemos visto que un americano vistiera con elegancia esta prenda, de puro abo lengo europeo. Valentino, el malogrado galán, supo lucirF r e d Astaire, lo así, como Clive Brook, El fuera de los F*americano es el hombre ideal tudios, retratado
junto a su madre, a la que él adora apasiona-
damente...
.
,
andar en mangas de camisa, porque tras ella se ,
,
marcau los contomos de sus
exhibiéndoles en sus vitrinas de luz entre el aparato enloquecedor de las comedias musicales. Desde N u e v . Y o r k pasaron el charco hacia Londres, causando una formidable sensación en la escena y en los Circulo sociales. E n Londres detúvose, se truncó, aquel compás nunca perdido
de los dos bailarines. Ixird Ca
vendish se enamoró de Adela, la graciosa danzarina de los pies alados, casándose con ella y arrebatándole su compañera a F r e d Astaire, que se encontró solo ante un mundo y un ritmo que tras la gracia de sus pasos firmes y breves había llevado siempre la estética de unas piernas esbeltas de mujer. A su regreso a N u e v a Y o r k trabajó en la obra La alegre divorciada,
pieza teatral que ha sido la sensa-
ción del B r o a d w a y , y tal fuó su é x i t o , que H o l l y w o o d le llamó desde los Estudios Metro, para que junto a Joan Crawford actuara en Alma de
bailarina.
L a grácil estrella subrayó el arte de F r e d Astaire, y los Estudios R a -
^^^l^ataron
seguidamente para actuar en Volando
hacia
Río
Ja-
U m P m i P e consiguió aquel é x i t o clamoroso que todos conocemos.
La alegre divorciada y Robería son la continuación de su gracia fácil, optimista, de su
arte
inconmensurable,
que F r e d A s t a i r e ha tenido la suerte de hallar otra
ya
parte-
naire que se acopla maravillosamente a su danza. G m g e r Rogers, la rubia del día. Tiene, además, un contrato d e siete años con la R a d i o , cuya Empresa ha asegurado sus pies y piernas nada menos que en i m millón de dólares. E n Octubre de 1934 se casó con Phillis L i v i n g s t o n P o t t e r , riquísima heredera, d( la que ha confesado no se divorciará nunca, y que no perm i t e que un solo reportero gráfico la capte con su objetiv o . Dice F r e d Astaire: « M i baile, para el mundo. M i mujer, para m í . » Esta es la v i d a sencilla d e F r e d Astaire. El galán de los pies rapsodas y el frac simbólico. P o r su elegancia y su sprit, un cock-tail a lo Chevalier y a l o Menjou. H u m o r i s m o é ironía. A r t e genuino de nuestra época: F r e d Astaire. CECILIA
bíceps de atleta. Es como si nos imagináramos
a Weissmuller, P a t O ' B r i e n ,
Richard D i x , Clark Gable d e frac. E n cambio, F r e d Astaire, americano de pura cepa, lo exhibe con la elegancia de un inglés
y
el
m o v i m i e n t o ágil
de un
A.
F r e d Astaire, americano cien por cien, sabe llevar el frac con la elegancia de un i n g l é s y la agilidad de un «sportman»
sportman. Pies
f á c i l e s , l o s d e F r e d Astaire.
Actuación
perfecta.
Risa
espontánea.
R i t m o en la m á x i m a modernidad. A l e gría que no estriba precisamente en la tendencia optimista de la obra. Comicidad que no surge t a m p o c o de unos ribetes de caricatura. F r e d Astaire, el supremo bailarín de la pantalla, elegante como un lord alegre y despreocupado, tiene siluetado alrededor d e su frac el irónii cosmopolitismo del hombre que ha v i s t o muchos
horizontes, acostumbrado
a
pisar el dancing, el hall
del hotel, y que sabe mantener el equilibrio en sus graciosas borracheras de champán caro, el millonario q\u> dispendia una fortima sin recordar exactamente cuándo manda a su amiguita flores o perlas. BVed Astaire es una figura popular en el mundo del celuloide; comenzó en Volando hacia Rio Janeiro con su carioca, a la que ha seguido con el continent-al en L a alegre divorciada. Sus pies hablan. N o es una figura litersuria anómala. Insisto, sus pies hablan, dibujando sobre el parquet complicados arabescos de frivolidad. F r e d Astaire ríe bailando, v i v e bailando, enamora bailando; para él, el celuloide es una danza sin fin, cu mo lo ha sido su v i d a . F r e d Astaire no confiese su edad. ¿Para qué? N o nos hace falta saberla. L o s hombres que tienen un ángulo artístico definido no tienen edad. N a c i ó un 26 de N o v i e m b r e , en la ciudad de O m a h a (Nebraska). H i j o do la farándula, aprendió los primeros balbuceos del arte frivolo junto a las primeras
palabras.
Su
hermanita Adela, un año m a y o r que él, le acompañaba, y juntos, en una fraternidad de sangre y de danza, lucharon, esgrimiendo las armas de su juventud.
El B r o a d w a y neoyorquino les aplaudió
ruidosamente,
I
MANTUA
í
M
ONTGOMKRY (ROBERT)
(MARINA)
Naci6 rn San Vicente de Castellet, pueblo que dista dos horas de Barcelona, el 31 de Julio de 1903. Recién cumplidos tos cuatro años de su edad, quedó huérfana dc padre, j con su madre y hermanas se instaló en la Ciudad Condal. Necesitada de ganarse la vida, muy niña aijn, posó como modelo de pintor para cat>ecttas infantiles, y más tarde los pinceles de renombrados artistas catalanes se sirvieron de ella en calidad de modelo de tipos regionales: pese a su origen catalán, fué utilizada muchas Teces para enramar tipos andaluces. En Barcelona hizo su ingreso en el mundo del cine como protagonista de la versión al celuloide de una obra de Ancel Guimerá. Su acierto interpretativo le asefuró un puesto envidiable entre las actrices del cine mudo espaAol, puesto que conservó en diversas producciones filmadas en Barcelona. En busca de horizontes mát amplios, en 1931 se trasladó a Madri4- Durante una temporada, los pintores madrileños copiaron sus trazos y su figura en la teta: pero no tardó en consafrarse definitiva y exclusivamente a las tareas cinematográficas, interpretando peUculas que se cuentan entre los mayores éxitos de la pantalla muda española. Con categoría de estrella, sufrió l » | l o r a de perplejidad que produjo la apatüáón det cine sonoro. Pero no tardó en Confirmar en la nueva modalidad sus méritos temperamentales y expresivos, tanto en cintas directas como en doblajes. Está casada, desde el 5 de Octubre de 1934, con el ez matador .0 toro* Francisco Diaz, «Pacorro*.
Peiíeuia*
que
ha
interpretadot
En Barcelona: La htja del mar, AdriánGual. Flor silvestre, Unaapuesta original. El martirio del vivir. Corazones y aventuras. La moza del cantar, Amichatis y Mantua. En Madrid: La hija del corregidor, José Bnchs. La sobrina del cura, Luis R. Alonso. El médico a palos, Sabino A. Micón. Gigantes y cabezudos, Florián Rey. El cura de aldea, Florián Rey. Luis Candelas o el bandido de Madrid. Armando Guerra Don Quijote de ¡a Mancha, I.au Lauritzen. Agustina de Aragón, Florián Rey. Sierra de Randa, Florián-Kev.
Estatura, 1,62 metros. Ojos y cabello castaño ot>scuro
B
Estatura, 1,03 metros. Ojos azules obaCabaSo rubio.
iros.
Películas
que
ha
interpretadoi
El presidio (The Ftig House), George Hill. La indomable (Untamed), Jack Conway. Novias ruborosas (Our Blushing Brides), Harry Beaumont. Inspiración (¡nspiration). Clarence Brown. El conquistcuior irresistible (Bul the Flesh is Weah), Jack Conway. Deslices (Kiptide ) , Kdmund Goolding. El misterioso seAor X (The mystery of Mr. X), Edgar Selwyn. El refugio (Hide-Out), W S Van I>yke La rubia del Follies (Blonde of the Follies), Edmund Goulding. Honduras de infierno (Hell Below j , Jack Conway. Amantes fugitu'os ( Fugitive lovers } , Richard Boleslavsky. Cuando el diablo asoma (Forsahing all Olhers). W . S. Van Dyke. Vanessa (Vanessa: her love Slory). Willianí K. Howard. Fuera las damas ( ' more ladies). M . E. Griffitb.
EsUtura, 1,80 n*«|»s- Ojos azules. Cabello castaño. ^1
LONDELL (JOAN)
Nació en Nueva York, el 30 de Agosto de 1909 Es hija de un empresario teatra que durante veinte años gozó de gran fama en los Estados Unidos como productor de género voderilesco. Por la profesión de su padre. Joan conoció desde niña toa encantos y las tribulaciones de la vida en les escenarios. Estudió en varios «'Olegios, aprovechando la<i temporadas que en cada ciudad pasaba la Compañía, y antes de cumplir los diez años hizo su primera aparición ante el público. Un dfa, distieltas tas huestes de su padre, marchó a Nuera Yotk y recorrió los teatros de Broadway « a busca de trabajo. Ta que no otra oosa, consiguió un puesto de corista, y durante largo tiempo malvivió ia misma vida que años después encarnafiM. para ) « pantalla en diversos films. Algunas veces obtenía ingresos extraordinarios sirvjeBdo de modelo a un fotógrafo de publicida/l y a «nos dibujantes de «alf iches», Su silueta semidesnuda se r^itió en millares de «íluncios. Llegó a Hollywood con una CM^iaflia teatral, en ta que figuraba Jaroesi^|^iC''*T> quien no tardó en ingresar en ||fk Estudios de peliculas. A ella, en cambio, no le interesatia el cine, y prefería la modestia de su sueldo de co- ° rista áiskinguiáa a los oropeles inciertos de I4 |i)ai|talla. Sin embargo, poco después se le ofreció la oportunidad de ganarse unos dólaies en tm film, y ta aceptó; enseguida, un odntrato ventajoso venció sus últimas resistencias. Está casada con el 9perador cinttiuitográfico George Bames, y su orgullo lUpremo es su hijito Norman.
Nació en Beacón (Estado de Nueva York) el 31 de Mayo de 1905. Su padre era un opulento hombre de negocios. Estudió en el aristocrático Colegio de Pawling, e hizo con su familia varios viajes a Europa. La muerte de su padre, ocurrida cuando él tenia diez y siete aftos, sumió a la familia en ruina absoluta, y lo mismo Robert que su hermano hubieron de apencar con cualquier oficio para ganarse la vida. Fué jornalero en los depósitos de una es. tación ferroviaria, y poco después, fogonero en un tren de nwrcancias. Mientras cultivó ambas humildes actividades dormía en los furgones de las locomotoras que no estaban de servicio. Trabajó luego como marinero; desempeñó la plaza de secretario de un periodista, y llegó a ser el hombre de confianza de un empresario teatral, • quien convendó para que le permitiese e n c a m a i u n papel en cierta revista de gran espectáculo. El éxito le acompafló desde el primer día, y durante tres afloa actuó en Nueva York, primero, en el (enero musical, y luefo, en comedias. Su nombre consiguió notoriedad importante, aprovechada por los productores cinematográficos para hacer de él un astro de la pantalla. Su entrada en el mundo del celuloide hfzose con todos los honores: RoI>ert Montgomery fué inmediatamente el galán de Joan Crawford, de Greta Garito y de Norma Shearer. En 1938 contrajo matrimonio con miss Elizabeth Alien, que nada tiene que ver OM la actriz cinematográfica del mismo iMtnbrr y apellido.
V
Pelíeula»
que
ha
interpretadot
Una mujer de despacho (Office Wife). Asi es Broadway. Sidney Lanfield. Central Park, John G. Adolfi. Tres vidas de mujer (Three on a match ) Mervyn I-e Roy. Mi posado (My post), Roy del Ruth. Vampiresas de 1933 (Gold Diggers of 1933). Mer^ vyn Le Roy. Hombre de leyes (Lamryer Man), WiUiam Dieterle. ¡QtU semana! (Convention City). Archie Mayo. Desfile de candilejas ( Footlight Parade). Lloyd Bacón. Viudas habaneras (Havana Wtdows). Ray Enright. Coprickos (Smarty), Robert Florey. Ya si tu número (I've got your number), R. Enright. Música y mujeres (Dames), R. Enright. La mujer triunfa (Traveling Sales lady ) . R. Enright. Kansas City Princesa Willidm Keighiey.
ON STROHEIM (ERICir
Nació en Vierui el 33 de Septiembre de 1885. Su padre era coronel del 6." Regimiento de Dragones, y su madre, canuircra de la emperatiz Isabel. Siguió la carrera militar, y en 1902 salió de >a Academia con el título de segundo teniente de la Cat>aller<a austríaca. Fué herido en 1908, durante las rerueltas originadas por la anexión de Bosnia y Herzegossna. Estuvo un año con el cargo de oficial de la Guardia det Palacio Imperial de Viena, y a consecuenciaa de historias de galantería escandalosa emigró a Norteamérica en 1909. A lo largo de cinco años (levó una existencia azarosa y precaria: mozo de picadero en Passadena, marinero en el «Tahoc Lako» por treinta y cinco dólares al mes, barrendero, instalador de vías férreas, etc. Escribió una comedia en un acto, que logró estrerur, interpretándola él mismo. En 1914, et gran David W . Griffitb le aWió el secreto de los Estudios cinematográficos, haciendo de él su ayudante y animándole a escribir argumentos. Cinco años después, e n i 9 i 9 , Cart Laemmle, presidente de Universal Pictures, le acepta el argumento de «Maridos ciegos», y le encarga Ae su dirección. Realizador concienzudo y verdadero artista, gastó siempre muctra más de lo propuesto para cada película: así se originó su descrédito comercia] en Hollywood, y se vio obligado, para ganarse la vida, a trabajar como actor: no puede olvidarse, sin embargo, que algunas de las cintas animadas por él fueron éiritos taquilteros considerables. En 1954 publicó una novela titulada «Paprika», que aspira a convertir en película. Estatura, 1,63 metros. Ojos aztiles. Cabellos castaños.
Películas
que ha
dirigido:
Mandos ciegos (Blind Hushands), Esposas frivolas (FooUsh Wives), Avaricia (Greed), La viuda alegre (Tke Merry Widow). versión rauda Caballos de madera (Merry-Go-Round). terminada por Rupert Julián. La marckanupcial(Tke Wedding March ) . Luna de miel (Honeymoon ) , segunda parte de la anterior. La reina Kellv (Queen Kelly ) , Walhing Down Broad•ray, arreglada y modificada por Alfred Werker con el título de / «0/0, kermanita! (Helio, Sister) Peliemlat que ha interpretadot Físposas frivolas. La marcha nupcial. Luna de miel. El gran domador (Tke Greal Gabbo), James Cruze. Tres de cara a Oriente (Tkree faces East), La escuadrilla deshecha (The lost Sqtutdron ) . George Archaimbaud. nio lii me deseas (Asyoudesire mr). • irge Fitzmaurice. La esfinge ka ha-
Un comentario y una película:
C
O N m o t i v o de celebrarse este año el primer Centenario de la muerte de Vincenzo Bellini, Italia, su patria, ha querido glorificar al genio musical—uno de los líricos más puros que han existido en la tierra—, dedictuido a su memoria diversas fiestas de arte. Un siglo hace que murió Bellini, y el mismo tiempo ha pasado desde que se represent ó por primera v e z en el T e a t r o de los Italianos, d e P a r í s , su ópera Puritanos. Nuev e óperas había escrito antes el joven maestro de Catania, que no soñaba en su juventud sino con ser modesto maestro de Canto en su patria chica. Nueve óperas que hicieron su nombre popular en el mundo. Con ellas logró
en la pantalla
Busto dr Bellini, por- el escultor Dantón
la gloria inmortal, librándose de la influencia rossiniana, que anuló a tantos músicos de su época, y así pudo decir en sus comienzos, cuando estudiaba música bajo la protección de la duquesa de San Martino, en el Conservatorio de Ñapóles: «Quiero probanne a mí mismo para ver si soy capaz de escribir algo distinto con las mismas siete notas. Quiero probar a expresar de otro modo las pasiones humanas.» Y Bellini fué único, personal. El divino arte era su refugio espiritual. Tocando al clavicordio el grandioso Stahat, de Pergolesi—músico que, con Mozart, Beethoven y I l a y d n , componía el cuadro de sus devociones—-, solía exclamar, lleno el n)8tro de lágrimas: — ¿ C ó m o no llorar ante esto poema? ¡Si y o pudiera escribir una sola melodía digna de ól, no me importarla morir joven! Y j o v e n nmrió. Luego de sus grandes éxitos—El pirata, Sonámbula, La Straniera, Norma — , ocho meses después del estreno de Puritanos, en una tarde tormentosa del mes de Septiembre, expiraba solo, en un retiro silencioso \apartado. Cuando llegaron sus amigos, Bellini yacía ya sin vida. Chopín le amortajó, lleno d e emoción, y Rossini mandó extraer de aquel pecho helado el corazón aun caliente. París se cubrió de luto, y Catania lloró desconsolaílamente la pérdida del genio. Bellini bajaba al sepulcro a los treinta y La casa de Bellini. I J I alcoba donde nació está hoy convertida en museo cuatro años de edad.
Phillis Holmes, intérprete de Bellini en «(^asta diva»
H o y la pantalla trae, animada por fuerte aliento artístico, una evocación de Bellini. N o s referimos al film Casta diva, modelo de buen gusto, de arte y de emoción. El cine se ha incorporado al ritmo de la m o derna literatura, y al igual que ésta, se compla'ce en novelar hechos históricos y vidas de hombres famr)sos. Uno de los éxitos más grandes de estos últimos tiempos ha sido la evocación de Sehúbert en JJO sinfimia incompleta, film ac|uí c o n w i d o por el estúpido título de Vuelan mts canciones; pero ésta no asentaba su argumento en la v i d a del famoso músico, sino que era un conflicto ideado alrededor de su figura, una justificación literaria, más bien, de por qué quedó incompleta la sinfonía famosa. Casta diva no es eso. Casta diva se ciñe lo más posible a la verdad histórica; y así, nos narra un episodio sentimental acaecido realmente en la existencia, tan breve como gloriosa, del maestro de Catania, variada, claro está, en muchas ocasiones por justificadas razones de estética cinematográfica; pero tratada con un acierto, una emoción y un fervor hacia el autor de Puritanos, poco frecuente en obras de esta índole.
un argmnento cinematt^ráfico verdaderamente magnifico; lleno de serena armonía, la intriga v a surgiendo lógica y espontánea, sin forzamientos ni artificiosidades, hasta culminar en un final simWJico, lleno de espiritualidad y de belleza. H a sabido jugar a maravilla todos los momentos de la anécdota para conseguir una obra admirable, .Muchos son los personajes reales que en Casta diva aparecen fielmente evocados. Eintre ellos merecen destacarse el de Rossini; el de Florimo, condiscípulo de Bellini en el Conservatorio, y luego su confidente leal; el del poeta Felice Romani, autor de los libretos de Norma, Sonámbula, El pirata y otras óperas del maestro, y ha^sta el de Giuditta Turina (en la película llamada, no sabemos por qué, Giuditta Pasta), célebre cantante que ocupó muchas horas en la vida amorosa del músico, refugiados ambos en las bellezas de Moltrasio y el lago de Como. L a dirección de Carmine Gallone es perfecta. Sin malabarismos de cámara ni virtuosismos exagerados, acierta en todo momento a transmitir al espectador la emoción que en el argumento alienta, l i a puesto Gallone en este film todo su amor de italiano, en honor de xm genio de su patria. Y lo ha conseguido. Creemos que Casta diva es una de sus mejores obras. Claro es que a ello le han ayudado muy eficazmente los mtérpretes. Marta í ^ g e r t h alcanza un éxito resonante interpretando la muchachita todo espiritualidad, amor y sacrificio, y Phillips Holmes hace t m a extríK)rdinaria creación en el papel de Bellini, al que se asemeja mucho en lo físico. Casta diva es, pues, una obra cinematográfica de gran belleza. Cuando Ricardo Wagner luchaba, con s u ira iconoclasta, contra el melodrama lírico italiano, salvó de ella a Norma con estas palabras: tJíellini es una de mis predilecciones; s u música es toda corazón, y está ligada intimamente a la palabra. L a música que y o aborrezco es la v a g a , la indecisa, la que descuida la poesía y la situación.» A l g o de esto podrán decir los espectadores refiriéndose a Casta diva, una de las obras cinematográficas de más profunda emoción artística que se nos ha dado ver. F. I I . - G
Martha Eggerth en la esrena final de (f'asla diva>. Magdalena Karoaroli muere « I tiempo que Bellini trinnfa run «Norma»
Magdalena Famaroli existió realmente, y sus . iiiiires con Bellini nacieron al calor de un aria dulce y suave—Doien/c immagine di Filie mia—, que, compuesta por el entonces alumno del Conservatorio de San Sebastián, se cantaba en las calles de Náptdes, haciendo las delicias de'todas las parejas «le enamorados. Magdalena v i v i ó tal cual nos la muestra Casta divar para sacrificar su amor y su juventud a la m a y o r gloria del amado. Bellini, arrastrado por su impetuosidad juvenil, vio en ella su ideal, su inspiradora; pero luego, cegado {>or las luces del triunfo, célebre, rico y codiciado por las mujeres, olyidó el casto amor de la muchachita na|>olitana. Ocho años después, cuando, hastiado de tantas y tantas avontin-as amorosas, quiso refugiarse cn el cariño puro «le Magdalena, del que aun {|uedaba un rescoldo en su pecho, y a era tarde. Magdalena habia muerto esjierando inútilmente la v\ielta del amado. Muchos valores posee Casta diva. Uno de los mayores es, sin duda, el escenario. Wsdter Reisch, su autor, ha escrito sobre la anécdota
1 Cnatro personajes famosos r n una t-srrna del film «Casta diva». F#lij Homani (IVier GaHtharne), Vinzenzo Vellini (Pliillips Holmes), Itossini (Kdmund Brenz) > Giuditta Turina (BcniU Hume)
Fvelyn Laye, protagonista de «Kl ere púseulo», gana, en l.«ndres, la respetabilísima suma de t.lMO libras por semana
Madeleine Carroll, otra de las estrellas robadas a Hollywood, con Roberi Donat, en un momento de la pelirula t39 escalones»
JÍÚ^ CÍM.
S
E hunde Hollywood? ¿ D e s p a rece como tma nueva Atlántida en el mar proceloso de la lucha económica? Es posible. P o r lo menos, eso se dice, ese temor existe, ese mal ven los ojos avizores del mundo cineraatográfico. Se a s ^ u r a que se ha entablado una lucha a muerte contra la ciudad del celuloide y que el cataclismo puede sobrevenir. Y se culpa de la posibilidad do éste a los legisladores del Estado de California. Fistos propusiertm un nuevo impuesto de un 35 p<jr 10() en todos lí)6 ingresos cinematográfi<!t)s que excedieran de i m millón de dólares. Y estos ingresos, que se ocultan, que no se quieren decir, son muchos, rauchisimos millones. Baste saber, para calcularlos, que en la producción de 1934 al 35 se invirtieron 166 millones de dólares, y que solamente en los Petados IJni-
Olro momrnto dr tRI vidrnte», film de la Gaumont Kritish, en el que tiene destacadísima intervención Fay W r a y , la «slar» reconquistada por F^ropa™
dos asistieron al cine semanalmente setenta millones de personas, o sean 3.640 millones de personas en todo el año. Puede, pues, pensarse que las ganancia.s fueron fabulosas; pero los magnates de la industria que hiciemn y sostienen Hollywood no admiten una intromisión en sus negocios, y ante la amenaza, pensaron en t o d o . En todo: hasta en la destrucción de H o l l y w o o d . Antes que ceder, prefieren la destrucción del templo. Y si el g o bernador, a cuyo triunfo cooperar» m, frente a Cpton Sinclair no cede- - y medios tienen e influencia para obligarle indirectamente a dimitir—, están dispuestos a trasladar \m talleres a otro Estado. ¥JÍ decir, a destruir la ciudad dorada del cine, a hundirla, a que desaparezca. Y a se ha hablado de N u e v a Y o r k , de N u e v a Jersey, de Florida. lias dos primeras tienen el iní-onveniente del clima y la ventaja d e los l'itudios, que en amlíos F^stailos ae levantan>n en la é}>oca llamada silenciosa, y , además, en N u e v a Y o r k tienen sus oficinas los magnates de la industria y los distribuidores; la F'lorida, además
de su clima ideal y la proximidad a N u e v a Y o r k , tiene una Cámara de Comercio que cede los terrenos para los Piíttidios, presta ol dinero para la construcción d e cuantos edificios sean necesarios y exime del pago de impuestos durante cincuenta años. l ' n n e g w i o . U n nego<'io que ha sentado contó puedo HU|H)ner8e al Estado de California, y que seguramente hará que éste piense muchísimo antes de decñdirse a imponer el nuevo impuesto. ¿Pen» será esto ba.stante-—el 1É cho de que las cosas continijen en el estado que .se hallan-—para que Hollywm)d P O se himda? ¿ L a cíonvulsión de la ciudad del cine oliedeí'e a ese impuesto, o depende d e otras causas que los creadores de aquélla no quieren ver o tratan de tx-ultar? Muy probable. Casi segtiro. La causa está en Inglatena. El enemi-
go de H o l l y w o o d , con sus millones de áureos dólares: es la libra esterlin N a d a más ni nada menos. La esterlina lueha oon el dólar. L a batalla se ha entablado entre la.s li>s monedü-s. Ixid magnates de la industria norteamericana sufren una violenta agn sión i)or parte de los ingleses. Rstos ponen sus esterlinas frente al dólar y so llevan a los artistas. Uno tras otro. A los mejores, a los más famosos. (iastar sin tino es el lema de h>s ingleses; un p n K ' c d i m i e n t o , una táctique paref;e darles excelentes resultados. Hasta el año lí)33 la producción inglesa era insignificante; pero desde entonces, como si hubieran llegado a la conclusión de que la única m: ñera de g>mar dinero era la de invadir el mercado muncüal, y el mejor raudo de realizar esta i n . a s i ó n emplear nombres y a creados por H o l l y w o o d , empezaron a conquistar esos nombres con el brillo de sus libras esterlinas. Y el inagotable cuerno de la abundancia no se abrió sólo para las estrellas de primera magnitud. B r o t ó también para astros de menor cuantía. Para todos los que prf>ce<lieran de H o l l y w o o d . Como si so tratara de alejarlos de allí, de arrastrarlos. Y los arrastraron. Hasta tal extremo, que durante el año 1934-35 algimas de las más importantes estrellas norteamericanas han trabajado ante las cámíu-as británicas. Charles Laughton, que aimque inglés de nacionalidad, en H o l l y w o o d llegó a la cumbre cinematográfica, fué uno de los primeros grandes n mbres «pie se cmí)learon en Inglaterra. 8u interpretación de I^a vida privada de Enrique VIII, dirigida por Alexander K o r d a para la London Fi!n)s P r o ductions, inició la emigración de estrellas. Un poco, porcjue la ciudad del cine, atil)orrada de ellas, les hace v e r a la mayoría oli.scuro, cerrado el poi • nir, y otro poco por el brillo del oro. hln el primer <:aso está A n n a M a y Wong, que sufrió varias derrotas en ilollj'woftd, y en Inglaterra, con tres f)clículas, fué la figura más sobres: liciitc del mundo cinematográfico: y en el scirtindo, mncli;!-; cstrcllis v : i s de prinjera magnitud. A Cliarles Farrell, el creador de El séptnnii iii'lu, ¡v djcroii t-n in^Uiterra libras por valor de Ta.fKK) dólares por s\i actuación en Enanurrándose, y la misma cantidad por rodar Ahdnl Wamtdpara la British Inte; national Productions; y aunque rescindió el contrato por no estar conftjrin (!on el reparto, se contrató en la Vogue Productions, la cual muestra si mo interés en que trabaje en sus lístudios este actor que y a no se col i zaba en H o l l y w o o d . Douglas Fai banks ,Jr. no era aceptable y a , según opinión de los pu ductores nort.eamericanos. Los ingleses se lo llevaron con un salario dn veces m a y o r que el que ganó en H o l l y w o o d ; filmó Catalina la Grande, y en tonces sintieron los califomianos un gran interés por él. V o l v i ó a la ciuda del cine, apremiado por bus constantes llamadas; hizo una película, y se v o l v i ó a Ix)ndres, donde se le considera como un astro de primera magnitud. Otro astro es George Arliss, también inglés de nacimiento, pero hecho en H o l l y w o o d . L a libra esterlina le arrastró. H i z o El Dnqiie de Hierro eu tres semanas, percibiendo 50.000 dólares semanales. V o l v i ó a H o l l y w o o d , para regresar a Londres, donde le asperaba el prot agoni.sta de La inda del de
VeoTge .-VrlioM, iiigléti He i i a r i n i i r n l o . fué raptado p o r el o r o yanqui, y rn ilolly n o o d l o g r ó fama cinrniatográfira. Ahora, F.iiropa le ha reronquiütado con el s e ñ u e l o d e la libra, ropio-iameiitr p a e a d a . . .
l na inquiríante esrena dr -1,1 honil>r<- qur sabía demasiado^, 4e la Gaumont itritish. Kn este film actúan varios artistas qur rn los Kstudios europeos percibe salarios no sólo roniparabirs, sino superiores • p e n o res a lus que percibían rn los Kstado i nidos
RolN*rl Donat, uno dr los prolagonista» de «.39 escalones»
Y a I^iglaterra han ido: ( l i c v a lier, que cobró 150.000 dólares |)or la j)clícula Ella canta en el baño; Kay W r a y , (pie imanaba dinero en Ilollyw(H)d, y , sin end)argo, pasó el Atlántico, arrastrada por la libra esterlina; Douglas Fairbanks (padre), que filmó El último amrrr de don Juan, con un sueldo de 10.000 dólares semanales y un tanto por ciento elevado en lo ípie produzca la pelicula; David Manners, a quien arrebataron de la ciudad del cinc jmra filmar Contrabando: Phillips Holmes, que fué a rodar Coartada en diez minutos, y regresó a H o l l y wood, para volver luego a Londres; W i l l i a m Cargan y Adrienn Ames, Y tantos otros.
.Nova Pilbeam, figura central de «l.,a mej o r amiga»
tor Ijivingston. A Lilián H a r v e y le h a hetího un contrato para tres pelicul i. la British International, con un salario de 240.000 dólares, Marisera Mar.sh. cuando tennifió su contrato c(m la W a r n e r Brothei recorrió sin é x i t o todos los F*studios de H o l l y w o o d . Se la consideraba un fracaso. Y en Inglaterra t u v o dos papeles de estrella en Amor a seguml" irista y en Sobre los muros del jardín. Y entonces fué la ciudad del cin la q u e la llamó c o m o estrella, y la Columbia la que le firmó i m l a r g o contrato. A Sally Hlane lo tKmrrió lo mismo. F.ra letra nuicrta cn Cinelandia, y , en cambio, en Inglaterra los productores le dieron 2.0(K) dólares semanales. ^' regresó a H o l l y w o o d de estrella. Tainbión pasó a Londres, y cobró por valor de 150.000 dólares, en libras e.sterliníis, por filmar Pimpinela Escarlata, Leslie H o w a r d . Y si la London Films encuentra un buen argumento para él, volverá.
(^arl Ksniond. qur figura drslarndumrntr en el reparto de «Idi canción del rrepúsculo»
X o se puede, pues, poner en duda que los ingleses se han lanzado a la conquista de las estrellas de H o l l y w o o d , y con ellas, a la liii'lt:! ii'ir el tncrfado mtindia! llij.;ial el ra es f.-t- ijjeiiii^u U i ri-
blc que hace tambalearse a la dorada ciudail del cinc. Su producción se ha extendido en dos años con líl misma violencia que se extendió la norteamericana de 1920 a ]í»30. de continuar así, arrollará a aquélla. H o l l y w o o d os aún la capital lul cine; pero f r e n * a ella se alza Londres. La libra esterlina de cara al dólar. VÍCTOK ( l A l U R O . V I X )
¡o bella artista de la Warner Bros.
Cómo a g r a d e c e el cutís el uso de un buen j a b ó n
Ese
cutis
admirable
renombrada cuidados tinuos.
estrella, y
¿ L o envidia
puro,
de
finísimo.
c o n la
agradecerá;
conusted?
Pravia.
Es
Friccione
espuma.
Su
bien
cutis
lo
día
pare-
y más
suave.
A B O
N
más
cada
la
denota
inteligentes
Use el Heno
cerá
de
terso
LA DEL C U T I S DE A L A B A S T R O
HENO
ERFUMERIA M A D R I D
.
B U E N O S
GAL A I R E S
Cómo las estrellas del cine cuidan su rostro durante los meses del estío
P
OR considerarlo de gran interés para nuestras lectoras, curiosas siempre por saber cómo las grandes vedettes del cinema cuidan su belleza en general, y especialmente la perfección de su rostro, reproducimos hoy algunas declaraciones interesantes en tal sentido. Para Gail Patrick, no hay tratamiento que supere las virtudes de la «máscara» de clara de huevo.. «Este tratamiento—dice—, útilísimo durante t o d o el año, liácese indispensable durante los meses de intenso calor. Para remediar la fatiga del rostro, después de haberlo sometido a
A
Como si la célebre actriz pretendiera dar al olvido su sombrío y raracterístico perfil de \ampiresa y mujer fatal, empiezan a llegar de Hollywood fotografías de Marli-ne, como esta que publiramos. rn la que la célebre <stiir> se nos muestra con los escuetos atavíos de las «girls» dinámicas y juveniles
una intensa j o m a d a de aire, de sol y de agua, en los meses estivales, no hay sistema de m a y o r eficacia, l i e aqui cómo procedo: Después de haber limpiado bien el rostro con cold-cream o jabón muy imtuoso, aplico sobre él el blanco de huevo, realizando un ligero masaje sobre los lugares predilectos de las arrugas, que son, como es sabido, los pómulos, en su parte próxima a los ojos; la frente y las comisuras de los labios. El emplasto seca rápidamente y produce cierta leve tirantez en la epidermis, no perjudicial en absoluto. Antes al contrario, adviértese cómo los poros se cierran y cómo la circulación se estimula y vivifica. Al quitar la pasta^—^lo cual debe hacerse con agua 1.a singular belleza de Jeán Parker alcanza con este atuendo playero sugrsiiones encantadoras... Sobre la fina arena, las figuras f e m e n i n a s c o b r a n inusitados prestigios d e c o r a t i v o s ruando rubren la armonía plástica de gu humana escultura del modo sucinto y tentador que lo bace Jeán Parker...
fresca—, siéntese ima rejuvenecida diez años. Y , lo que es aún mejor: el espejo, al devolver n u e s t r a i m a g e n llena d e lozania, nos hace creer que la sensación de rejuvenecimiento ee una bella realidad...»
los dedos, y más tarde m e dieron el consejo de emplear una phuna china, l i e adoptado este último procedimiento, porque, en realidad, despu-s de ensayarlos todos, he comprendido que es el mejor. En cuanto al cuidado especial de mi rostro, he d e confesar que no le atiendo excesivamente; tal v e z porque mis años son tan escasos que no han marcado en él la menor huella de fatiga, y también porque, hasta ahora, n o he ] experimentado en ningún nu)mento, ni en los intensos días de trabajo en los Estudios, ni en las j o m a d a s deportivas, a las que soy m u y aficionada, síntoma algxmo de molestia en la piel. Sólo t o m o , cotidianamente, una precaución, que considero en extremo práctica y p m d e n t e , y consiste en aplicar alguna crema bien grasa en los sitios donde las arrugas suelen hacer su más [jronta aparición.» L a opinión de Jeannette Mac D o n a l d sobre el
June Kniglh. para c u n i i e r v a r i ó n de HU belleza, rulliva intenxainenle (odos los deportes. Uno de sus predilectos es el remo. V e d l a aquí bogando briosamente con el depurado estilo de un avezado batelero
S y l v i a Sidney, c u y o cutis impecablí produce envidia aun entre las mujeres de H o l l y w o o d , t a n bellas, tiene una epidermis extremadamente sensible, hasta el punto de que un químico produce especialmente para ella determinados p doctos para el cuidado del cutis. Después de antedicho, parecería lógico que para contrarr tar los efe<'tos que el aire, el agua y el sol—t mentos los tres de los que es ferviente amadora empleara algún producto igualmente especi N a d a de eso. Antes al contrario, su sistema puede ser más simple ni más al alcan(;e de cualquier mujer. Trátase, sencillamente, de una pasta, no m u y densa, que obtiene por sí misma desliendo en agua templada una parte de levadura, y con la que embadurna su rostro durante diez minutos. Con ella, la piel del rostro siéntese estimulada, y recobra, al ser desprovista de la pasta, su fragancia y su tersura... Phyllis BrooLs, la j o v e n estrella de la Universal, tiene también sus ideas personales acerca de los cuidados de la piel. S ^ ú n su p m i t o de vista, las artistas recién l i b a d a s al mundo del cinema deben <íon.sagrar a la atención de s u belleza mucho más tiempo que el que dedican al mismo menester las estrellas y a consagradas. « E n cuanto a mí—;aíirma—, soy de las que siguen estrictamente cuantas indicaiñones se me hacen para la conservaci<)n de la beUeza de mi piel, ('laro es que sólo adopto aquellas cuya eficacia he comprobado; pero no dejo «le poner en prácti«;a ni una sola. P o r ejemplo: cierto día m e dijeron que el mejor sistema de apli«'ar el rouge para los labios era el de servirse directamente de la barra. Kn otra ocasií'm me aseguraron que no había mejor niétodo de aplicación que el de
Otra fotugrafia dr r e i n r r u » . Ijtta vez. junto a los bogadores, hay unas bellísimas muchachas dr airr intrépido. Trátase dr una esrena dri sugestivo film «Caravana de bellezas», proyectado hace poro en la pantalla madrileña
tema que nos ocupa es la siguiente: « L a buena circulación de la sangre bajo la piel de nuestro rostro es el más evidente síntoma del buen estado de nuestra salud y la garantía cierta de conservar el cutis en su m á x i m a pie nitu«l «le fragancia. Por lo «|ue a mí se refiere, y durante todos los «lias del año, empico un viejo sistema de revulsión, que consiste en pelliz<;ar muy suave, muy dulcemente, m i rostro, durante algunos minutos, antes de acostarme. Con este pr«>ced i miento estimuU) e intensifico la circulación de la sangre y experinienU) la grata sensax-ión de las ligeras vibraciones que produce mi sistema. Para evitar o retardar^—creo que aun por ba^tanfi tiemix)-—la apari<!ión de las armgas, suelo aplicar alrededor d e mis ojo. una crema od fcor, q u e «íoiuservo durante toda la noche. Durante el verano, una de mis gran«les pre«K:upaci«)nes son las man«)s, que sufren indeciblemente, y «'omo ningima otra parte de mi «uerjx», los rigores del sol. Paia contrarr(istar tistos efe«"tas, las s«)meto, fri«'«*ionándolas suavemente una rxintra otra, a im intenso y dilatado masaje, dos veces al día, con una buena crema, y antes «le lavarla.'* añtido un p«)co de aceite «solar», que yo obteng«) i»ers«malmente a base «le aceite animal.»- M .
l iiiK-oiifrri-iiriailurmiCe el t r a l i a j o d « ' filiiiarióri; a IH d<*r e r l i a , el p r e s i d c i i t e lie lus f e r r o c a r r i l e s aleinaiies. G o l l w i t / « • r : al c e i i l r o , A r i licrt M u g , u n o d e los p r i n c i pules p r o luj¿uiiisla>¡ a la izquierda, Willy Zielk e . el « r c g i s s e u r » , y al f o n d o , cl o t r o prini'ipul pri>ta<;unÍKla, la l u c o i i i o l o r a « S 3 6 n.' |ue tanipocu podía a l i a r al ( r u l a r s e d e c ó m o r e a l i z a r uiiu nueva escena
?
A<II.T-. i:i Asuilii e r u cl nuiíilire Hi- lu priiiu-rn l u c o n i o t o r a alemuna q u e circul ó e n t r e N'urciilierg y Kürdi, precursora d e u n a lar^fu s e r i e que culmina, a lu» c i e n a ñ o s , en lus \ a f a m o s o s « \ ulndor e s » d e lus f e r r o c a r r i l e s ulciiiHiies
de detalles maravillosos, que presencia satisfecho un alto personaje alemán, a quien Zielke atiende soUcito... de cuando en cuando. P o r ejemplo, cuando deja de rodar y cuando esta-^ blece tm b r e v e descanso, mientras la «18.507» y j Aribert r ^ r e s a n j u n t o a los aparatos a t o d a mar- ] cha desde el lugar al que han ido «completamente solos». El escenario es curioso y difiere mucho de lo corriente, y Zielke tiene la seguridad de estar realizando un film interesante en el que ha pensado muchas veces. 'i
A
ver!... ¡ L a « S . 3/6, número 18.507», a escena!... Y W i l l y Zielke, el conocido regisseur, ¡ aguarda la aparición de la aludida, que t a r d a ) en llegar, con cierta nerviosidad. A l fin sui^e l a í «18.5(y7», que ha estado bebiendo agua muy cerca del grupo técnico d e los cineastas. E s la estrella. L a que lleva sobre sí toda la importancia del film. Viene acoraptüiada de Aribert. M o g , el ^alán que comparte con ella la principal interpretación de la película que se realiza. L a estrella parece fatigada y resopla de tm
m o d o poco e l ^ a n t e , como si quisiera estropear algún micrófono. E n cambio, él, Aribert M o g , aparece sonriente y satisfecho, y u n t a n t e sorprendido de la excesiva cantidad de agua que la t o m a d o su compañera de arte. Sin embargo, qtiiere comprender..., estamos en verano y e l l a ] está algo gniesa, quizá demasiado. Además, asta j «que arde» por dentro. N o porque esté de mal humor, sino porque si estuviera «fria» no podría trabajar. Y comienza la escena, una escena breve, que es el eslabón d e una serie de primeros planos y
El film se ha concluido hace m u y poco tiempo. Y hasta se ha estrenado y a en Berlín, con gran éxito. Se trata de un triunfo más de la técnica del cinematógrafo germánico al servicio de la técnica del ferrocarril. Alemania quería, con ocasión del centenario de la v i d a ferroviaria en su territorio, disponer de una película en la que se recogiesen todos los aspectos de los servicios ferroviarios del Reich, sin olvidar las naturales evocaciones al pasado y la comparación entre los primeros pasos de este sistema de transporte y los actuales. Y , evidentemente, lo ha logrado plenamente.
C!on el título de La bestia de acero, W i l l y Zielke | ha dado cima a un curioso film, dechado de tecnicismo y de simplicidad, en el que la verdadera protagonista es una modernísima locomotora quo lleva la marca «S. 8/6, número 18.507». conducida por el actor Aribert Mog. Y a no es sólo el film sov^iótico el de la iniim u ción de la ausencia de estrellas. Alemania acaba de trazar esta película, donde en t o m o a la vida del ferrocarril los verdaderos protagonistas no son los actores, sino las locomotoras, los vagones, las vías, las estaciones y los depósitos de máquinas. Zielke ha trabajado con entusiasmo. El ha escrito el escenario, él ha dirigido el film y él mismo ha hecho la fotografía. Y como era lógico, y más tratándose de Alemania, ha tenido todo el apoyo quo requería su alta empresa. P o r primera vez en la historia del cinema se ha constraido un tren de cinco unidades que ha circulado libremente por todo el Reich para alojar todos los aparatos del film y a su personal. Este tren ha sido un auténtico laboratorio rodante que durante seis semanas circuló por A l e mania a la caza de detalles y lugares necesarios a la pelicula. l fno de los vagimes estaba destinado a la producción de fluido para el g m p o electrógeno y los aparatos sonoros; otro, a almacén: otro, a albergar una cocina eléctrica, un despacho y un dormitorio para Willy Zielke. Otro de los vagones de este tren especial era una platafomia, de las llamadas de bastidor quebrado, para poder impresionar desde ella de modo que ios choques bmscos de todo tren no perjudicaran el rodaje de la cinta, a cuyo objeto fué constraido el vagón de manera apropiada. Zielke ha dicho, hablando de su film, reci<, temente: « E n la película so han tomado escenas nunca vistas, muchas veces con exposición de la vida, aunque y o no deba referimie a este extremo. A t a d o a los topes, en plena velocidad, he podido impresionar el balanceo de los coches. También m e he acurracado sobre las medaa, que giraban en vertiginosa carrera, y en esta postura he filmado el paisaje, las señales, los carriles, las traviesas y el paso sobre los desvíos del carril.» Esta película, que tiene unos 2.500 metros, recoge aspectos de la vida ferroviaria que hasta ahora no se habían llevado a la pantalla. Puentes, talleres, estaciones, altos hornos, depósitos..., todo lo que es el ferrocarril. Para evocar a aquel tren que circuló por primera v e z en Alemania, entre Nuremberg y Fürth, el memorable 7 de Diciembre de 1885, se ha reproducido la primit i v a estación de FOrtb y el propio ferrocarril do entonces. L a escena de la inauguración de la línea es un modelo en su género. Y para reproducir el tren se solicitó la cooperación de Rodolfo Loher, que con sus setenta y dos años gloriosos de ingeniero ilustre aparece en el film y fué quien en 1006, por e n c a g o de la Asociafñón Alemana de Ferrocarriles, reprodujo tma de las primeras locomotoras, que aim se conserva en im Museo de Londres.
t i Iren egpeeial, verdadero laboraforio «•ineniatü)frHfic«» r o dante, o o i i s t r a í d o expresnmente para filmar cl.a liesliii de a r e r o > , d e \ \ ill> Zielke
« l . a bestia Av « c e r o » i i a r f d e la unión f i l t r e el h i e r r o y rl
furgu. U r H()ui u n a r s c r i i u d e l tiliii
L a paramera de Fróttmaning, próxima a Munich, ha sido testigo de estas escenas históricas.
El cinematógrafo al servicio de la ciencia y de la técnica avanza cada v e z más. Como el otro, el del arte, el de los argumentos dramáticos o cómicos, no se detiene en su marcha extraordinaria. Este film de W i l l y Zielke es nna demostración palmaria, que además ha dejado reducido a la mínima expresión aquel ensayo pretencioso de Abel Gauce, que se tituló La rueda, y que en Francia se consideró como una cosa notable, sin serlo ni aun en el momento de rodarse la película. Las fotografías que ilustran este artículo dan una ligera idea de lo que es la última obra cinematográfica de Zielke. El ha dicho, y no se ha equivocado: «Deseo captar en la película el alma del ferrocarril, la v i d a desconocida al lado y sobre la v í a . » Su éxito ha sido rotundo. ALFREDO
SERRANO
Iniprntionaiido una rsri-nn d e l f t - r r o r a rril |>riinitiv<>. r u a n d o nuil ln l o r o i i i u l o r n , con « u s lialnií»'iiir->. r s p r r i e d r iniiIrliiK. r i i i p r c i i d i n >us p r i n i r r o s p a s u » Iriilus fOT». f. c. *
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José L ó p e z Galán |ovn
«Solano de R í o s » Galin {oven
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« D i o n dos
Brujos»
G a l á n joven
M a n u e l García Cali a r d q ^ ^ Galán
jova
P A L A C I O DE L A MÚSICA "Vain'ssa"
A
LLÁ por los años de gracia de 1887 -juliileo de la reina Victoria—, cuando T e n nyson es el poeta favorito de las damas inglesas y Osear W i l d e , t o d a v í a adolescente, sueña en su nueva filosofía estética; cuando el puritanismo, que había reducido la música y el teatro a motivos de gaita y fansapueriles, empieza a desfallecer, y , por lo mismo, se aferra más desesperada mente a sus ultimobaluartes aristocráticos; cuando una viejecita que llegó a ser casi centenaria, empuñando el doble cetro de reina de Inglaterra y emperatriz de la India, se presenta a recibir el fervoroso homenaje de sus subditos vestida de negro, «como una hiunilde provinciana que v a a tonuir el té a casa de unf»s amigos»; cuando la vida inglesa se resume en el hogar apacible, quieto y confortable, defendido por invisibles, pero impenetrables muros de austeridad; cuando, en fin, la so<'iedad británica está a tono con las novelas de Dickens. y l o s nombres de Shellev, Stenie y Byron siienan en la high hfe a rebeldía y tienen algo de sftocfcing, algo de violencia y de mal gusto; en ese tiempo, más alejado de nosotros por el csj)íritu (pie poi los años, se desarrolla la acción de Vanessa, ad mirable estudio de caracteres o, mejor, análiside una sociedad en stis tres elementos constantes: el conservador, el de transición y el revolucionario; dos jóvenes quo se aman, que llegarían al sac^rificio sin desfal ecimiento, que abominan en su corazón de los injustos prejuicios y atado ras sociales, pero que en el momento decisivo no se atreven a violarlos; una tradición implaca ble, que las observa con cien ojos y les conmiii a someterse y a sacrificarse en aras de un pretendido deber, y una voluntad recia, indepen diente, irónica y volteriana, que se pone d^ espaldas al pasado y c \ ' it i i la juventud a s e guir su camino. Lucha eterna, drama d c lodos los tiempos que seguirá planteándose n)ientras haya serc humanos, cualestpiiera que sean las ideas qji, dominen en el mundo. lx)s revolmúimarios d . ayer serán (!onser\'adores numana. Y el draní^ subsistirá, transportado de e.scala, pero idcnti( • siempre. l i O difícil, en este phmo ambicioso, c m o v e r las figuras con propiedad, y cuando \ . pertenecen a la Historia, c o m o ocurre en Vanessa, presentarlos de acuerdo con la psicología y el ambiente, la temperatura interior y el medií e x t e m o en tpie se desenvolvían. Eso es lo que Willian H o w a r d , dire<>tor di \'anessa, ha logrado plenanientc. Con un podci de evocación <pie |)arece transmitir a la cámara la facultad de retroceder en el tiempo, resu(>it; un nmndo fenecido y lo trae a los ojos del esper tador lleno de vida, palpitimte de a<;tualidad. L o quo fué v u e l v e a sor netamente, sin tembliM de dibujo, sin desmayo de colorido, sin torpe/ amicrónica. Costumbres, fiestas, veliículos, tru jes, preocupaciones, ideas, moral pública y pn vada, la que se siente y la qne se lleva como uniforme social; los espíritus v su atmósfei-a; cl drama y su decorado; la vicia de entonces y su enUrurage, reviven en la pantalla y persuaden con
s u presencia. N o es un «así debieron ser», s i n i «ellos son». ¿Qué inqwrta alguna lentitud en el desarrollo, alguna ingenuidad o convencionalisnio en la trama? \jo innegable es que nos hallamos ante tm espejo maravilloso que refleja la v i d a dc hace medio siglo en Inglaterra, v i d a tim op esta a la
P e r o dejemos esto y pasemos también go por la realización de Marión Gering, ha querido sujicrarse asta v e z , pensando y quizá esté en lo cierto, que no podía otra cosa de una comedia i n t r a n s c e n dente, cuyo é x i t o de bía btiscarse, no en los planos, .sino en la-s situaciones pre píamente teatrah
de larque no quizá, hacerse
Donde hay q u e detenerse admirados y rendir acatamiento es ante S y l v i a Sidney, que de un papelito de princasa intrusa ha hecho una cración que, en a i i e , merece tratamiento de majestad, más que de alteza. Y v o l v a m o s a un tema tratado hace muy )ocos días. Méritos acendrados obligan a alajanza. Sylvia Sidney depura su arte cada día; parece que el tiempo, lejos de amanerarla, como a otras, la estiliza, dejnirándola dc afectación y hasta de sombra profesicmal, para damos la \ i fión pura y directa de un espíritu sincero y profundamento e m o t i v o , (pu> sin grandes conmociones, sereno, claro y luminoso, como im r a \ ( ) de sol hecho sonrisa, se asoma a los ojos de la actriz para derramarse en t o m o suyo. H a l o dc luz delicada que ni hiero ni deslumhra, pero cautiva. N(t es llamarada dc genio; es claridad difusa dc simjiatia y emoción. L a s<mrisa de Sylvi: Sidney, ingenua, con algo de malicia infantil > de bondad que comprende, acaricia y perdona recuerda, según diría Clarín, no la mujer con (|uien se duerme, sino la amada con quien se -iieña. P o r la inter|)retación de S y l v i a Sidney, l'riusa por un mes adquiere categoría de film arI isf i(>o. Angela Salloker. protagoniüla fie la versión alemana de «Sania Juana de Arco», de la Ufa
PHENSA •Música en ol a i r e "
actual, <]ue esos cincuenta años están más lejos de nosotnts, de nuestras concepciones sociales al menos, que la (irecia <h> Pcric es, con su distancia de vcintii'inco centurias. Ilelén 1 layes y Robert .Montgomery encarnan admirablemente, ccm su amor rebelde y resignado a la v e z , la época de transición quo señalábamos. Y la protesta resucita, audaz y confortadora, por caso paradójico, está a cargo de una anciana a la que da vida artística, c(mio ella sabe hacerlo, .May Robson, la mejor característica, uiuerta Marie Dressler, de lapimtalla americana. O t t o K r u g e r y Lewis Stone realzan el reparto de Vanessa. MADIUn-PAItiS iTiiieesa por un
mes'
,'.Asunto? Una fanta.sía tan inverf)sím¡l como simpática. Sustitución de una princesa por una meritoria que anda a caza de un papelito on la faránchda teatral, y le cae el de hija de rey en la farándula de la vida. Si allá van leyes do quieran reyes, allá v a n princesas do quieran banqueros sin e^sc^nipulos. Y aso, en pleno N u e v a Y o r k , a la luz de la Prensa, de la diplomacia y de la política. ¿Dónde hay vendas para tapar tantos ojos? El l i e n z ) que haría falla para ello sólo ]>uede tejerse en un telar: el capricho de un autor.
FMwin Burke, ol director de este film, sient( el paisaje y ]»enetra en cl alma pueblerina. I a primera parte de Música en el aire así lo demuestra. I^js montes de Baviera, las sencillas ccstumbres, los amoríos, las ferias y diversiones aldeanas... A q u í está bien mister Burke. Comf)rende, siento ^ describe con arte brío toda-* astas cosas. Es un poeta rural que canta, en f' togramas, églogas idilios dignos de ai tología o, en este caso, do cinemateca. Poro dol ambienle bucólico salta a la ciudad, y allí se pierde en un laberinto peor que el de Creta, del que no aciertan a sacarle con lucimiento ni (íloria Swaivson. ni John Boles ni Douglas Mimtgomery. Nuastro director, deengañado, regresa a la aldea, un poco a t u r d i d t o d a v í a por el ajetre<i dc la cixulad. Dc sucr • que aunque está en lo .suyo, no acierta a dar su ((bra la jugosidad y la g r a i i a dc antes. Por estas razones, Música en el aire es vn iilm bueno a ratos, y a ratos... queda un poco en aire, .según reza el título. ANTONIO GUZ.MAN MERINO
vToQ/q^lorTQ y irTunJ-o oa
Y solución. E l tiene la mujer capaz de sustituir a P e l l y , como si en realidad fue años, quizá a la decena no lleguen, el nombre de l,ora ella misma: lyoretta. Se lo propone a M e r v y . .-..avía no se había escrito en la historia del cinema. Sin — N o .se desespere, señor. Si usted dice que desea, porque le es absolutafrecuente ver aparecer en el lienzo iluminado ima silueta mente indispensable, ima mujer como P e l l y , y o tengo la mujer que pueiie sussus mismos ojas bellos de claro y luminoso mirar, su mis¡a tituirla. Mi petiueña hermana I/iretta es su v i v o retrato. A regañadientes acep^™ gordezuelos y sensuales, su misma grácil figura e idéntica i ta Mervy IjO K o y que se presente cn el Estudio para verla. | | p c a d e z a y finura de líneas. Sie llamaba IVIly Ann Y o i m g , y era su hermaY cuando l>oretta regresa, fatigada y aburrida del cotidiano trabajo, se enR mayor. Y tan parecidas eran, que la una con respeí-to a la otra era su v i v o cuentra « o n (jue la está (\sperando la noticia, la magníficn noticia. 'rato. —Dos horas más tarde rae presentaba ante él- nlice^ ; puede suptmer c«>n —Como que gracias a este asombroso pare«'ido con mi hermana mi triunfo qué ilusión y ccm íuánt«) temor. Pero este último «juedó bien pronto d<ísvH>é rapidíittilo. necido al oírle ox«lamar ctm júbilo y asombro: « E s realmente inesperado. Se —^Y merecido. diría que os la misma I'elly en jienwma. ¡Magnífico, señorita, magnífi«'o!» Pasé — N o lo niego. Pero on sus comienzos fué más hijo de felices casualidades y de su íle.spach«) al departamento «lo pniebas, «hmde tamp«>(^> mo aband«mó ini favorables circimstancias. Nosotros vivíamos en l/os Angeles, y . como era lóbuena suerte. Y unas horas d«í8pu«>s regrosaba triunfante a casa enarlKilan<lo iMj esperar, la vecindad con lfollyw(H>d jje ilejó sentir on nosotras. En n«ysen la mano «;omo ima bun«lera mi primer contrato. • ra* .s6lo, porque .Jack, el hermano v a m n , uo sentía otra pasión que la de los Pero este sorprendente e inesperaílo triimfo de Ixiretta plantea de nuevo deportes. En cambio, tanto Pelly como y o estábamos desluinbradas, fascinaIH) g r a v e conflicto en el seno familiar. El viejo William no habia abdicado «le das con el lujo, la riqueza y la popularidad de las vedettes del cinema. L a s dos sus ideas. N o estaba tampoco soñábamos con ser estrella'». P e r o (tispuesto a ceder ante la realide momento fué Pelly la más dad y la fuerza de los hechos. afortunada, ya que vio conver Seguía sin ver claro el porvetidos en realidad sus deseos. nir de aquel maravilloso juegí — ¿ Y por qué no? de luces y sombras que era el ci—^Yo era la más pequeña, \ nema. Se imponía, por lo tanto tenía que aceptar resignada lo el sacrificio de una de las hcr con-sejos y mandatos de nuestr. manas. P o r otra parto, Pelly padre, (pie se oponía a ellos. taba un p«x;o desengañada, Oi ~ El padre de l o r e t t a era, sin ilusi(mada. duda, por a(|uel tiempo un ca^i Por el contrario, íxiretta ^ i curioso. Y a gunas de sus teovia sus más felices horas. Y asi rías, verdaíleramonte peregrina^. un ilia l*olly, on un rasgo de g e Por ejemplo, esta que impidió iiorosi«lad y cariño, anuncia a si de momento el triimfo de la pe ])a<lro su dtM-idid«) pronAsitf) d( quena Ix)retta. El séptimo art» retirarse y dejar a la pequeñi verdadera maraviMa del siglo, no Ixtretta «jue triunfo, ya cjue tie K« el film .Olive of I n d i . . h . , e , r e „ . . de g r . n - " 7 * " " ^ ¡ • ; ' ¿ ; Í ¡ ; . ' ; X M . H e . q „ i un bello momento de dieh. pr..d«ee.«n. en l> que I . bell. I.orett. acababa de convencerle, a pesar no belleza y talento j>ara olio j realica una labor brillanlixima de que por aquel entonces se ga naba la vida c<mío encargado di la oficina del dire<'tor (Jeorge Melford. Ix) consideraba (^omo un capricho propio de una scxíiedad nueva. Para él, el cinema no era. en definitiva, más q u e una mod:i pasajera. Y era |M»r ello por I' 'pie no quería quo sus dos hijadedicasen ol cine. - Y no me quedó más remedio que esperar. Esperar y con^^^^^^^^ fiar a la suerte mi porvenir cinematográfico. Y aceptar una modesta plaza de merümógrafa '11 una casa comercial. I^ero el repiqueteo nervioso \ ¡aonótono do la tnáquina de es cribir no amortiguaba ni dormía Kouaid t.olman, l.oretia Vooiig v Mauriri» Chevalier «leparleu «mipablenirnte eu sus sueños y arabici<m<«. Más amena charla durante un dcHcanHo en el rodaje de «t;i¡ve of India., pelírula dr la bien los avivaba y dosfKírtaba qur non figuras prinripalrs los do» artistas primrramrntr nombrados FOT. UHlTUn »»Tt<iTS más, - Y o confiaba en mi suerte. ha sabido «ontpii.star I Tenía fe ciega en olla. Sin embargo, t«)daí. las noches imploraba ol auxilio diconfianza do directores \ vino. pr«»du«'tor«ís. —Un poco pueril, ¿verdad?—-dice riendo- . Ahora quizá jiueíla paro<íerlo Y así fué «'ómo llegó así, visto friamtüite a través de la doblo «listancia de los años y de l«)s éxitos. al «íúiema esta singular y Y o no .sé «pié imfirtwión «causaría «!n el (^iehí una peticit'm de esa. naturaleza. bella artista, que es hoy Pero, «Ifísdo lu«(go, no debió ser mala, y por allá arriba y a debían tener noticias en día una de las estrede lo «pie ora una star, y a cpie al fin logré lo que quería. llas más jóvenes o inte—¿Se produjo el milagro? r(«sant(^ «lo la pantalla - N o tanto. Dejémoslo en feliz casualidad. ameri«:ana, y en «'uya aun lio a<iuí, según la pnipia l/iretta, (íóm«> .seprínlujo el suceso que lo abrió las «íorta |»er«) y a brillante ¡mertas del cinema. carrera hay escritos .Media tarde. lia casa del viejo William está vacia, sola. VAUts, los viejos, con letras de triunfo Itis en sus negocios; Pelly, en el Estudio, nidando unos interiores, y Ixiretta, en siguientes títulos: Herolti lir aquí dos rostros birn | l4»retta Vounx. la su trabajo. Porque, el fiequeño Ja«-k, himditlo en un sillón, «piieto, inmóvil y an Zoo, IJC retour de liulldoy íhummond, Shanghai, IM jtarade blanche, y máe canógrafa a quien u « conocidos de loa amantes medio adí)rmecid«>, es, más «jue una persona, un.i sombra agazapa«la en ol muertM'iontomento, Clire of India, con Ronald Colman, y Cali of the Wild, coD inesperado avatar rndel einema. Son l.oretta ble. Do pniiit«> suena, nervioso y apremiante, ol timl)ro d(íl teléfono. rumbró hasta las más Clark (¡able, y quo muy on breve vtíromos «m nuestras pantallas. Voung y Clark Cable, que Sfígundos «lofljuiés, «le un lado del hilo tolefóni«:«», el po<iueño .Ia«'k. Del otro altas rimas dr la popu¿A qué edad debutó on el cinema? aparecen juntos r n ia pelaiio, ol célebre diro<"t.or M e r v y IA> R o y . .Mervy l i e R o y , «jue reclama «:i>n laridad de la fortuna y Debuté muy j«»v(!n. Tendría diez y seis años. lírula «Cali of thr W i l l . . de la gloria. Su roatro urgencia la presem^ia do Pelly, a la que necesita para una nueva (lelícula. Kn rste film, el arte, piePoro esto y a no tiene importancia. inrnnfundible asoma .Jack va<!ila. Pelly tiene «lue salir al siguiente día [lara ro«lar unos exteriores on Mia jHirtennires de La parade blanche han establecido un record «lificil deno de personalidad.de lx>sirmpre rn los films el C«>lorad«>. P o r fin, .so do<"ide a dar una respuesta negativa. L a v o z del gran retta Voung alranya su Iriunfadorrs superar. director se quiebra en matices de c«mtrar¡edad. N u e v a va«ila«ñón del petpioño máxima culminación Eran necesarios seis babys de siete a quince días para poder rodar una es Jack. l í a brotado en su mente una idea luminosa que es también ima audaz
na en l a q u e tan sólo tenía que aparecer uno; pero c«>mo existo una ley quo prohibo que los babys eat«'>n más do veinte minutos bajo la luz d e los sunlights, era preciso se fueran renovando bajo la severa vigilancia «le seis policías. Pues bien: estos par<en«itre.s mios p«)drán decir el dia «le mañana que «lebutanm cuando tenían ¡siete días!, marca difícil de mejorar, ¿no le parece? - - Y de sus otrf>s partenaireji más tTe«itlitos, ¿cuál prefiere? — ¡ í ) h ! Es dificil contestar. T(K1OS SOU excelentes artistas. —¿Qué films lo agra«lan más? — I J O S n'Áes d e gran omtK'ión. 1929. 193,'». Dos fechas. Que abren y cierran —hasta el momento presente—la v i d a artística de Ixiretta Y o u n g . 1929. lx>retta es prcK-lamada liaby Star. 193.^. Ixíretta ctmvertida en nitilante estrella, y en pose y c«m indumentaria im poco ll.v m a t i v a , y «icultando sus bollos «tj«)s tras unas gafas ob.scuras, pasca ptir París y declara ante los periodistas: — Y f ) amo mucho a Paris. V e n g o de visitar la Exposición italiana, donde me han dicho <pie hia más bellas cosas .so encuentran aquí. Y , eja efecto. E l Ijouvre, la T«>rre Eiffol, el arco de la Estrella, L a Opera, to«lo es muy bell«). Sin embar g o , las Casas de M«)das .son algo maravill«>so. Y o quisiera verlas t«>das, comprarlo t«)do, llevármelo todo. Ni más ni momis que una más de las golondrinas cinematográficas que durante ol «istio llenan las calles parisinas y «pieman sus alas de ilusión en las Petras de fuego de ese nombre mágico: París. LUCIANO
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Alfred Santell, el admirable director yanqui, en cuyo acervo artístico figuran verdaderas obras maestras de la cinematografía
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I hay hombres que hayan sido precoces de niños y conserven su inteligencia de mayores, uno de ellos, sin duda, es Alfred Santell. Son casos aislados. Tolstoi decía que son muy pocas las inteligencias infantiles que logran conservar su vigor de mayores. T a l vez haya en esto una razón de orden biológico. Pero Alfred Santell es una excepción realmente extraordinaria. Su carácter es d e ima entereza, de ima claridad y de un temple verdaderamente viril. L o asombroso es que todo esto no se halle en su obra en las mismas proporciones que en su v i d a privada. Todos los que conocen personalmente a Alfred Santell dicen lo mismo; es el artista que escatima sus reservas—de inteligencia, de arte, de criterio—, como si algún dia pensase entregarlas todas acumuladas en un sola obra. Alfred Santell nació en San Francisco
Hopkins y de terminar la carrera de arquitecto, ganó su primer premio literario en un Concurso organizado por la Biblioteca Camegie, de Los Angeles. L a capacidad de trabajo y el rendimiento de Alfred Santell eran únicos en muchachos de su edad. Animado por el entusiasmo que le .produjo su primer éxito literario, empezó a escribir, en calidad de profesional ya, obras para el teatro. El estreno afortimado de una de ellas en un gran teatro de ÍJOS Angeles le valió un empleo directivo, y fué cuando dejó los estudios definitivamente. Y a no habia más que un remedip: seguir el camino del arte y asegurarse en adelante el medio de v i d a de esta forma. Comprendiendo esto Alfred Santell, y percatándose de las limitaciones que surgían en el cada día menos ingente teatro, escribió un libreto para el cinema y lo envió a los Estudios K a l e m . El trabajo fué aceptado. Así tuvo lugar el acercamiento de Alfred Santell hacia el séptimo arte. Porque atmque estalló la guerra, y durante la intervención yanqui participó de los horrores del frente, cuando v o l v i ó lo hizo directamente al cinema, con una plaza de supervisor en la Universal. E n 1920 y a era todo mi director de escena, con una gran película en el haber de sn obra, titulada The Marriage Whirl e interpretada por Corinime Griffitli.
.Polly, la chica del circo, es una película que Alfred Santell realizó para la Metro esUndo todavía en vigor el contrato firmado con la Fox
de California el 14 de Septiembre de 1895. A los cinco años y a iba a la escuela pública de San Francisco. A los seis intervino en un acto de protesta celebrado contra el asesinato del presidente Me Kinley; fué designado como orador para que se dirigiera a los niños. A los ocho tocaba admirablemente el violín y el piano, aleccionado por su padre, ^ue era compositor. A los once años
ingresó en la escuela Wilmerding de A r t e del Instituto Mark Hopkins, de San Francisco. Este trabajo lo desarrollaba al mismo tiempo que la carrera de arquitecto. En los ratos de ocio, ejemplarmente aprovechados por Alfred Santell, escribía versos y se asimilaba las lecciones musicales de su padre. Cumplidos los diez y ocho años antes de abandonar e l j n g t i t u t o Mark
A raíz de este triunfo, que le hizo famoso i n - ' mediatamente a fuerza de suscitar en la crítica las más encontradas opiniones y de dirigírsele los peores ataques, fué contratado por la First National, para la que produjo su primera obra maestra del cinema silencioso: Classified. Después, The wheel of Chance, SJmc Girl, La midinette neoyorkina. De telefonista a millonaria, The Gorila, Subway Sadie, Dancer of Paris, Orchids and Ermine, Just Another Blonde, Little Sliej)herd of Kingdnm Come, La rueda de la fortuna y Ttte Patent Ijeather Kid (El mundo que nace)
En Marzo de 1929 firmó un contrato con el vicepresidente de la P"'ox Films, Mr. Winfield Sheehan. A esta Productora pertenecen Romance of rio Grande, The Atizaría Kid, The Sea Wolf, Body And Sotd, Daddy long Legs, Sob Sister, Rebecca of Sunnybrook Farm y Casa de refugio, que aqui en España se la ha titulado Esclavitud. Estando t o d a v í a en v i g o r el contrato con la F o x , Alfred Santell filmó para la Metro-GoldwynMayer Polly of the Circus, en virtud de un acuerdo habido entre las dos editoras. Desde entonces no nos ha vuelto a llegar a España ninguna obra de Alfred Santell. T r a b a j a JOCO y estudia mucho. Su lectura predilecta es a Filosofía, y el deporte, el tenis, el golf v ol campo. Alfred Santell v i v e en Malibú Beach, ( a . s i t a tan retirada de H o l l y w o o d que no tiene ni teléfono. L a s obras primitivas de Alfred Santell son modestas de contenido y acertadas de realización. Esto último es lo que más le califica como un director excepcional. El gorila es un film policíaco alrededor de un mono, bastante parecido a Doble asesiruUo en la ccUle Morgue, De telefonista a millonaria, una comedia entretenida, de gran comicidad, interpretada por Colleen Moore y Jack Midhall: vma muchacha que era telefonista de una fábrica de yesos, pasa a serlo de un gran hotel, y después se hace millonaria al casarse con un muchacho a quien creía desposeído de fortuna. L o midinette necryorkina es un fílra sentimental, con el fondo y la finura que da a sus obras Alfred Santell, desarrollado entre unas girls de teatro. Y El mundo que nace, interpretado por Molly O ' D a y , Richard Barthelmess y Arthur Stone, es una pelícida de guerra parecidísima a El gran desfile, pero inferior. A q u í no es el inválido, el que viene mordido en su conciencia y en su cuerpo de la guerra, sino el muchachote optimista que después de jugarse la v i d a todos los días en el frente tiene la fortuna de v o l v e r sano y salvo a dar a su novia el beso del happy-ending final. Alfred Santell es un ex combatiente, y estando su obra inspirada en la intervención yanqui mediante una experiencia personal, no llega ni con mucho al film del K i n g Vidor, modelo del cinema hasta que Pabst y V í c t o r T r i v a s realizaron lo más defin i t i v o y acabado en el género. L a s mejores obras de Alfred Santell son Rebeca y Esclavitud; sobre todo esta última, por la que hay que juzgarle. í ¿ t a m o s acostumbrados a v e r la aplicación que se da a la presencia femenina en el cinema. Todi\s son feli-
He aquí una rscena de «Rel>eca». Con este film se acusa netamente en la labor de Alfred Santrll una ética de franca superación artística, una evolución decidida hacia más elevadas alturas técnicas, estéticas e ideológicas
«Polly, la chica del circo». Escena del film de Alfred Santell, en d o n d e aparece Marión Davies como protagonista
ees, con esa felicidad de la que lo tiene todo asegurado, y ninguna sugiere nada más que vulgaridades a los reM lizadores yanquis. L a belleza en una mujer parece qu( signo de amor y de verticalidad. U n a mujer bella no ; ne derecho a la t r í ^ e d i a ; nimca anda torcida, sino ([ acierta en las cosas más difíciles, y todo es dicha y alegría en su existencia. A esto nos tiene acosttimbraidos el cinema yanqui. Muy pocos directores, como Me Sthal, abordan el tema de la mujer guiados de una intención tan real que no raye en el optimismo ni en el pesimism o . T a n pocos, que Alfred Santell nos ha asombrado con Esclavitud, el exponente más fuerte que nos podía legar un realizador yanqui. Recuerdo La trata de blaruMS, de Manfred N o a , y Mercada de mujeres; pero estos films, además de ser de una concepción falsa, respondían a un t e m a específico y tratado y a por infinidad de novelas. Esclarfitud, como Tres páginas de un diario, '1' Pabst, está cargada de razones simples, sin ras e inéditas t o d a v í a en el cinema. N o solamente nos dice, eon una exquisitez artística admirable, que una mujer puede ser lanzada a la pi titución tan sólo con que un hombre la abaim ne después de enamorarla, sino que es una acusación tremenda contra esas Casas yanquis, inhumanas hasta la herejía, que representando ser un refugio para esas muchachas que arrastran con pena lo que la Sociedad les niega saborear con alegría, son uha cárcel donde se llega hasta al crimen. El film de Alfred Santell está lleno de sugerencias, y aunque el tema general es tan vulgar—^vulgar no quiere decir manoseado^—que todos los días lo vemos en la realidad, lo que adquiere más valor es lo episódico, conseguido con un acierto que difícilmente pueda superarse. Esclavitud puede figurar entre las trrandcobras del cinema contemporáneo. Y su realiza dor, Alfred Santell, también. Desde El mundo que nace en adelante—Childs, Rebeca, Polly, la chica del Circo...-^hasta Esclnvitud, la obra de Alfred Santell ha mejorado cendentemente en calidad artística y en conu nido. T a l v e z la p r ó x i m a película que nos v e n g a a España de él sea t o d a v í a superior a Esclaiñtud. Cuando un realizador, con el entusiasro" profesional de Alfred Santell, con su energí con el fino sentido selectivo que le anima, tarda en producir ima obra, es que no encuentra con facilidad quien le financie el tema que ha gido. ¡Ojalá sea éste el m o t i v o , y oinlií lli^tri vencer todas las dificultades! A . DEL AJVÍO A L G A R A
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lírá t 8 « e grarioso Iraje de organdí blanco ha sido diseñado y hecho por Betty Furness
cn ta? tonalidades dd alavío cmcniñoc ^-^^ Patricia
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geati inentc su blanda belleza...
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Fn nuestra crónica anterior bablábamos del «pareo», nueva «tenue» de playa que ha alcanzado un graa aug(^ lie aquí a .Martha Merrill vistiendo un «pareo» _^
K a(|uí uua pregunta ({ue sólo, podrá .ser contestada cuando liaya tran.s<urri<lo algún tiempo y se advierta si, en efecto, la toma directa del color natural f>or las taimaras del a i e m » acusa determinada predilección por ciertas tonalidades. Pero, en U K I O caso, cabe |)ensar en que ello sea f)osible si se tiene en cuenta que el cinema a<'tual ha ejen;ido una positiva influencia en la evolución de las iuo<las femcjúnas. V siendo ello asi, (.|)i>r <^ué no jiensar en la (Risibilidad de qtie la elegancia .siga, con idéntica sumisión que ha-^ta aliora las pre dilecciones de la lente del cintiuia policromo?
--abido es que Clara Jiuw—hoy relegada a la obscuridad después de haber brillado con f u l g o r e s deslumbrant e s — d i j o , e n cierta ocasión, que las estrellas de cine no son, en realidad, sino como las hacen ser sus vestidos, sus tocados y sus maquillajes. Y aun cuando no compartanaos de im modo absoluto el criterio de la ex popular pelirroja, hemos de reconocer q u e la belleza de las actrices de la pantalla, y aim sus triunfos artísticos, est á n supeditados, en una buena parte, al acierto de los modistos, de los peluqueros y d e los profesores d e cosmética. H o y , más que nunca, el cuidado en el modo de vestir, la audacia o el acierto d e los costureros, la elección del tono de las telas, contribuyen, sin duda alguna, a la aportación de nuevos encantos, de seducciones inéditas, en t o m o a las .ssííCeÜM. dtíl film. .
N o hay que olvidar tampoco que las artistas d e la pantalla, obligadas tanto por su prestigio de mujeres chic como por la índole de su trabajo, han de vestir siempre con arreglo a los últimos dictados de la M o d a o, por mejor decir, a sus últimas profecías, y a que los modistos y los bocetistas, al crear el vestido que ha de ser exhibido en la pantalla, sienten la preocupación de que el film para el cual realizan sus creaciones no ha de proyectarse, en muchos casos, sino después de seis o más meses de haber sido ejecutados los modelos, y que en muchos sitios la peUcula no será conocida sino al cabo de i m año, o más, de su terminación.
tos fotográficos de un determinado pliegue, y , en suma, hasta qué punto favorece o no a la star esta hechura o aquella línea. Pues si todos estos detalles han de ser tenidos en cuenta para la realización de las peUculas actuales, cabe sospechar—y conste que hipotetizamos desde un punto de vista absolutamente de neófitos en la mat e r i a - -que el cinema en color agudice y extreme los problemas que el cinema gris tiene y a planteados, y que aun cuando la lente recoja con fidelidad absoluta todas las gamas de color, la práctica aconseje la predilección de ciertas tonalidades, de determinados colores, que sean, por decirlo así, más «simpáticos» a la cinta sensible. Y nada tendría de extraño que cuando esta preferencia se acuse a l o largo de las películas en color que se nos v a y a n ofreciendo, y se advierta de un modo evidente la frecuencia con que un color determinado aparece en la pantalla, nuestras bellas amantes del cine sigan el rumbo que les marca su espectáculo predilecto y adopten y pongan en boga los que muy bien pudiéranse denominar colores «cinematográficos». En cualquier caso, no ha de transcurrir mucho tiempo sin que nuestra pregunta quede sin respuesta. El cine en color marcará bien pronto su huella en todas las pantallas del mundo, y en un plazo brevísimo se advertirá si en efecto sus gamas de color influyen en las tonalidades del a t a v í o femenino, y si a u influencia es tan positiva y absoluta como lo fué la que el cine en blanco y negro hizo sentir en cuanto se refiere a la modificación de la silueta y la orientación de las elegancias. MIOSOTYS
Puede decirse, pues, sin asomo de exageración, que la artista de cine v a , por l o menos, seis meses «delante» de la Moda. N o en la v i d a real, que ello s e r í a absurdo y extravagante, sino en la mentida v i d a de la pantalla. Otro factor muy importante q u e debe ser tenido en cuenta, y que, en cierto m o d o , justifica la pregimta con
Francés Drake luciendo un sencillo trajecito estival, gracioso d « línea y sumamente distinguido
He aquí una elegantísima y •eñoril «toilette» de entretiempo. 1-* viste Claire D o d d , nuevo rostro del cine-
que encabezamos estas lineas, son las inmutables leyes ópticas del cinema, las cuales, incluso para el cinema en blanco y negro, la artista se v e obligada a respetar de m o d o inexorable, siguiendo fielmente las instrucciones de los elementos técnicos y artísticos que intervienen en la realización del film. H a y que n o o l v i d a r c ó m o « d a » cada color, qué telas tienen más bella «caída», c ó m o reflejan la luz, qué lado del v e s t i d o resulta más elegante, cómo ae pueden sacar mayores efec;
Este traje de noche, admirable de línea y distinción, hace aun más interesante la original h e r m o s u r a de Joan Crawford
H • M
Jeán Muir e» la principal figura femenina de cAY aueño de una noche de verano», la magnifica realización de Max Reinhardt. Ved en eeta página a la encantadora actriz, certeramente evocada por el lápiz de Herreros, y durante un ensayo con Reinhardt. Para aquella cinta, y sirviendo un propósito eminentemente artístico y no un simple afán comercial, se ha reunido una cantidad verdaderamente extraordinaria de elementos. *EI sueño de una noche de verano» ea la nota culminante de la vida cinematográfica. (Diiuio DB Hiiiaeitos) Í
Alice Tissol, cn el centro, eu una e*eena de «11 ftait une foia>
I- nombre de lieonce Perret es apenas conocido por la gran masa de espc<'t adores del cinema. En los manuales o historiografías cinematográficas do Francia se cita su nombre muy de pasada, jtmt<t a media docena de directores franceses de tercera fila. Pretender encontrar en los libn)s de cine o en las revistas «inde[>endientes» estetizantes artículos dedicados exclusivamente a la obra de IxHmce Perret, es tarea inútil. Si se le quiere encontrar es preciso dirigirse a las revistas corporativas o publicita- . rias, en donde los gabinetes informativos de las grandes productoras vierten las afM)logias de sus asalariaxlos: artistas, autores y realizadores. Sin embargo, la personalidad de Perret es vasta e interesantísima como el propio cinema. Su nombre se une al del cine en 1907 y no se separa de él más que ctiando muere. Perret ha dado al cinema todo su tiempo. El cinema le ha dado a él todas sus posibilidades. Entre estos dos elementos ha qtiedado una obra de más de quinientas peli<mlas, que no serán citadas }M>r los historiadores del cine como films-etapas, pen> que han rellenado la curva (iomercial de treinta años de industria cineiuat<jgráfica. Ijecmce Perret era un realizmlor neta y exclusivamente (iomercial. Si en alguufis de sus obras se encuentran fragmentos o pasajes de factura artística es pon(iic el comen'io ne<-«'sita también, a veces, engalanarse con be<:huras a tísticas. Quiere des-irse «jue no era él ni sns ne<'esida<les expresivas ({uienes exigían al cinema manifestaciones de arte, sino el valor comercial de stis pelícmias. Si Madame. Sans (lene y KtienigKniark —por ejemplo -se destacan sobre el cinema fran(íés y sobre toda la obra do Ijconc^ Perret, es |)orque la primera película es hija de una colaboración francoamericana (es una produíuñón europea d • .1. L . Lasky j>ara Paramount), y la segimda, el primer film francés r/e (jrand misse en scene. Perret, cuando ba dado arte a sus pelícuJ
lino de los más reciente» retratos dr |>eonre Perret, el célebre director franela, cuya muerte significa uoa sensible pérdida para el cinema galo
ca en que Perret ha realizado la mayor parte de su obra y la actual, afirmaremos—para mayor kk^jPr comprensión de todos—que I.oon^^•L ce Perret es el predecesor más exac^^^^•i. to e inmediato de este otro reali^ ^ ^ K ^ ^ zador francés que es Julién DuviB^^Í|BM| vier. L a frecuencia con que el cinema industrial les utiliza, les sitVia y califica como sus mejores servidores. El heíího de que Leoncí Perret haya podido realizar 500 películas en veinticinco años (hay sus primeras bandas de 150, 200 v ÍMKI metros) y d> que .lulién Duvivier realice un promedio anual de cuatro películas francesas, cuando la mayoría de los direct<jres pasan dos o tres años ]>aiaencontrar quien les financie un film, determina el s(mietimiento previo de estos realizadores a las Empresas fois», de i4-nn<'e industriales. Y cium<io se sabe que Jeán M a x y (>ab« .Moiray r n otra ritrena dr «l.e ^ail une un film artístico de primera clase Perret. para Path^ Natán no es (íasi nunca comercial y muy ptK^as veces logra amortizarse, .se sabe y a - aun las, es ponpie el arte era mi elemento comercial. sin haberla visto—cuál es ol carácter general de Por encima de todo, Perret, pnidujese para su la obra de Pcrrot y Julién Duvivier. pnipia firma o para otra cualquiera, era un diPara mayor <'birida<l. diremos to<lavía que rector comercial. (\ian«U> estab «H'ÍH S U S découpacuando tJancc, .Marcel L ' H e r b i e r , Jeán Epsqes no se detenía cn los momentos culminantes tein, Albert Cavalcanti y otros viejos estetas de sus |»elí<"ulas más <pie «mando e>ifos momentos se de<'idieron a arrinconar sus teorías y se sose convertían en el cUru (;omercial de las mismas. metieron a los comer(;iantes del cine, éstos, que Señalando las diferencias existentes entre la ó ] ) "
habian huido siempre de ellos y boicoteado; sus obras en todos los lugares en donde les fué] posible, comenzaron a utilizarles sin reparo al- i guno, hasta el o x t i c m o de hacer de todos los «puros» y de te dos los «imlependientes» sus alia-1 dos comerciales más eficaces. Estos hei-hos d e - , terminan con toda objetividad cuál es el papel ] exacto del realizador cinematográfico en núes- • tros viejos sistemas. El número y la calidad de í sus obras tiene una relación inmediata con el > g ado de sometimien o rpie haya observaílo. D e i estas (onset uencias indi.scutibles se deduce q u e Leonce Per; et ha astadt) sometido en todo mo- • mentó a los productores cinematográficos de ] Europa y de í i t a d o s l'nidos. 5 Dijimos antes que la pers<malidad de Perret ] e a vasta e interesante como el pri>pio cinema, p irque para nosotros el cine no es solmnente a i t e . El cine, desde antes de nacer, era y a una ; manifestación cnqiujada p(»r la técnica indus- 1 trial perfetH-ioniuia de finales del x i x . Quiere de- ; (•irse, \H)T lo tanto, que el cinema no ha podido ] ser sólo arte. Por el contrario, se ha extendido \ sobre todas las numifestaciones de la industria, la cidtura y la política que le ha rodeado. Ixionce^ Peri-et, que se une al cinema unos años después i de su aparición y evoluciona con su crecimiento, \ ha tocado los temas más esenciales que el cine, i embridado por la realidad cotidiana, se veía ] obligado a sujetar. i Y de la misma forma que le encontramos en ; Berlín en 1917, produciendo películas para la i Agencia francesa de la Casa Gaumont, colaboran- ¡ do eficazmente en la penetración comercial y r cultural francesa, le vemos en 1015, camino de , Estados Unidos, m misión de proj)aganda, b a j o i los auspicios del Ministerio de Bellas Artes. Es i durante los años duros de la Gran Guerra, y ' Ivtíonce Perret realiza tres grandes films de propa- ; ganda pro aliados. Sus títulos nos denmestran : con toda claridad el o b j e t i v o que les animaba: ; No olvidemos nunca, lAifayette, henos aquí y Es- . (relias de la Gloria. Ignoramos si fué con el dinero que produjeron 1 estos films o ctin otro de origen francés, lo cierto \ es que Leonce Perret, excepción única entre todos í k)s realizadores franceses en Estados Unidos, lo- i gra emanciparse de la tutela financiera de los j americanos y funda su propia Casa de producción i (Perret-Pictures-Productions) en 1916, Desde es- " ta fecha a 1922, en (|ue regesa a Francia, realiza veintidós películas, todas ellas basadas en ] obras de escritores franceses. i .\1 regresar a Francia, Leonce Perret trae los ¡ métodos de trabajo que ha adquirido en A m é - | rica y quiere sacarles el mejor partido. El cine j francés, en estas fechas, apenas entra y a en Es- ; tados Unidos. Sin embargo, Perret cree que es ] posible su exportación a base de producir—en i
el sentido espectacular— , por lo menos, como los americanos. Rs decir, pehculas de gran envergadura: «superj)roducciones». Pero Perret se ha dado cuenta de otra cosa. El sabe lo sensibles que son los aniericanos a los temas históricos y aristocráticos de Europa, y está seguro de que un film de gran empaque, situado en cualquiera de estos medios, puede abrirse todavía im amplio mercado. EÍfectivamente, se encara con ima obra tle Pierre Benoit y pone en escena Koenigsmarck, historia de prín cipes herederos, princesas secuestradas y poetas. Letmce Perret no se etiuivocó en sus cálculos: Koenigsmarck o b t u v o un éxito extraordinario en t o d o el m i m d o , menos en Alemania, en donde fué prohibido por la censura. En vista de este é x i t o , Leonce Perret pone en marcha mía producción francoamericana, en combinaiñón con la Paramount: Madame Sans Gene. Ea\ ella intervienen las grandes figuras que han visto la Revolución francesa desde bastidores. N o se trata de una reconstrucción más o menos exacta de la revolución, sino de sus conse<:uencias en los medios cortesanos, y m á s tarde i m p e riales. L a importancia que se le ha concedido a esta película es enorme. Buena prueba de ello nos la ofrece la Paramount al enviar a Gloria Swanson, su mejor estrella en aquellos momentos, p a r a interpretar el film bajo las órdenes de liconce Perret.
de 1925, y Perret, para obtener el concurso fi-^ nanciero de la firma yanqui, se v e obligado a; estable<'er dos versiones: una escrita por un esce- ] narista americano, para el público americano; otra, estable<ida por él mismo, para el público europeo. ' Esto e i j u i v a l e a d e j a r d e lado las exac- • titiides históricas y a hacer las ctmcesiones e x i - j gidas | i o r los productores. \ El cinema stmoro y parlante encuentra a l ^ n - • ce Perret en París, CSiando Francia comienza a i abrirse camino en este sentido y Osso establece | su propia firma y abandona la Paramount, ¡ liConce Perret produce Arthur, el primer film ] Osso y primera opereta francesa. Arthur es un í film sin transcendencia alguna. Comercialmente ' hace un poco m i d o porque es la prhnera pelicu- i la de una firma (pie ajiartíce con gran empaque ] en el men;ado. I)esde los Films Osso pasa a • Pathé N a t á n y dirige Aprés Vamour, con Gaby ¡ Morlay y Víctor Francen. A esta producción de ! Pathé siguen otras para la misma Casa: II étaii | une Jais, con G a b y Morlay y André Luguet, y 1 Sapho, inspirada en la obra de Daudet, c o n Marie ^ Marquet cn el primer papel. Separado de P a t h é , . realiza, bajo el titulo general de Une soirée á la . Comedie- Fran^aise, un espectáculo en el que se \ reproduce teatralmente una obra de Moliere y j
Madame Sans Gene es el grau é x i t o comercial de su momento. Justo es decii- cjue jiara s u r e a l i z a c i ó n I^eonce P e r r e t no so h a encontrado sóK L a Paramount le ha remitido, con Gloria Swanson, algunos de sus m e j o r e s técnic o s . E s a finales
Marir .Marqurt «-n el papel prinripal de iSapho», film de l.«once Perret, para Pathc Natán
l na esrena de «Arthur», primera opereta cinemalográfira franrrsa, realizada por I .ronce Perret para los Films Osso
se hace la historiografía de la Comedia. Francí La muerte le ha cogido cuando se disponía .i realizar una versión monumental, hablada en francés e inglés, de Koenigsmarck, cuyos derechos jioseía. L a imjKirtancia que Perret concedía a esta realización nos l a señala el hecho d e haber contratado para la versión inglesa a los artistas americanos J o h n l^odge y Elisa Landi. Maurice T o u m e r , (pie fué con Ixíonce Perret el primer dire<'tor francés cjue influyó stíiisiblenientc en el (ñnema americano, h a sido el encargado d e realizar materialmente el film que liCímce Perret había dejado completamente preparado. O i n Ijctmce Perret, repetimos, muere uno de los artesanos más fecundos del cinema francés y imo d e sus más adicto servidores. Perret, autor, intérprete y realizador d e una gran parte de sus films, h a sido el formador d e un gran número de los cineastas franceses d e este momento. N o solamente h a sido el captador- para el cine—de las figuras más salientes del teatro francés, sino el preparador de varios directores actuales. Abel Gance, por ejemplo, y a interpretaba en 1908 el role de Poquelín, en u n a película titulada A f o liére, a las órdenes de I>oonce Perret. JUAN
Paris
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c h e . N i e v e O A T I N E , a l le-j yantarse. Rouge OATINE^ como
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¡PRONTO! ¿ D O N D E ?
Jn flécalo dG artQ La exención de impuestos al cinema español
EL MIiNlSTUO DE HACIENDA SE HACE ECO DE NUESTRA CAMPAiS'A
L
A Sociedad de Autores Cinematográficos J tomó el acuerdo de sumarse a esta campaña de C I N K O R A M A S , scgi'm saben nuestros lectores. Y con ima actividad que merei-e calificarse de ejemplar, en el espacio de un mes ha realizado gestiones de indudable eficacia: consiguió la adhesión del Consejo Naci<mal de <;ünematografía, visitó al ministro de Hacienda y le ha interesado en nuestras justas dem,mdas. Documentos hablan: En sesión extraordinaria, convocada al efecto, el director-gerente de la Sociedad de Autores Cinematográficos, don José F o m s , cuyo entusiasmo e inteligencia están prestando a nuestra campaña una colaboración decisiva, presentó al Consejo Nacional de Cinematografía la siguiente piopuesta: «Como representante de la Sociedad de Autores Cinematográficos en el Consejo Nacional de Cinematografía, tengo el honor de solicitar del mismo que se tome ol acuerdo oficial de que el Consejo colabore di etítamente cerca del njinistio de Hacienda en la campaña iniciada por el periódico C I N K O R A M A S , y apoyada por la Sociedad de Autores Cinematográficos, segón acuerdo de su Jimta directiva, a fin de cimseguir que la producción nacional disfnit de la exención del impuesto del 8,7.> por 100 con que actualmente so halla gravada.» El Consejo acogió con v i v a simpati ' la propuesta, y acordó estudiar, en s< sión ordinaria, el m o d o de llevarla efecto. A\ mi.smo tiem{)o, el .señor Forns. c . n la Junta directiva de la Sociedad d e A u tores Cinematogiáficos, visitó al ministro de Hacienda para exjwnerle las justas pretensiones de la cinematografía nacional. El ministro se manifestó propicio < satisfacerlas, y pidió, para resolver en justicia, antecedentes de la cuestión. Resultado de ello fué la siguiente carta:
una obra patriótica y se favorece a la industria y cd arte español, es que en dicho proyecto de ley se arfada un articulo adicional eximiendo por completo del impuesto a las películas de fabricación nacimal, etdendiendo por esto a aquellas que hayan sido rodadas en España, con artistas españoles, dirigidas por directores españoles y que los auiores sean españolea. Crea, señor ministro, que lo que solicitamos es justo y equitativo, y que dentro de nuestros proyectos en el seno del Consejo de Cinematografia creado en el Ministerio de Hacieruia hemos de procurar que'la cinematografía represente para la Hacieruia y el Estado español el ingreso a que legítimamente debe aspirarse. Mucho le agradeceré me tenga usted al corriente de la tramitación de este asunto, y por ello le anticipa las gracias su siempre admirador y buen amigo.
a nuestra campaña, hemos visitado al señoi Foms. — E s t o y seguro—^nos ha dicho-—de que la exención de impuestos al cinema español será una realidad dentro de poco. Virtualmente está concedida, porque el señor Chapatrieta, en la conversación que tuvimos el honor de celebrar con él, se manifestó decidido a resolver este pleito de interés nacional. Y y a sabemos que la resolución, en este caso, quiere de<'ir supresión de gravámenes injustos. L a Sociedad de Autores Cinematogiáficos, a la que tengo la honra de representar, nt) cejará en su entusiasmo hasta lograrlo. Visitaremos al ministro cuantas veces lo re«juiera la gestión emprendida. Y si a nuestro esfuerzo se axuna el de los productores y distribuidores, a quienes pienso acudir para que, con su innegable influencia y prestigio, robustezcan nuestras peticiones, la resolución, o mejor dicho, la justicia al cinema nacional, será inmediata. Por la Sociedad de A atores Cinematográficos, —Así lo creo y o también y así lo he escrito reEL DIRKCTOR-OKRKNTK petidas veces. Si los distribuidores y productores Firmado: J O S É F O R N S quisieran... —¿Pues no han de querer? — D i g o que si quisieran molestarse un poco y hacer im par de visitas al ministro... —¿Cómo no, si d e ello depende el porvenir de nuestro cinema? Invitaré a los señores productores y distribuidores, v verá usted cómo esto se arregla enseguida. P e r o , hombre, si es lo más sencillo del mundo; si el ministro no .se ha ocupado de ello porque nadie se lo re<'uerda. "N" ésa es nuestra misión: recordárselo una y otra v e z , hasta que t o m e estado legal en «la reforma de las disposiciones tributarias» d e que habla el señor Cliapaprieta en la carta que ha tenido a bien dirigirme. Como usted v e , el momento e> decisivo. Si n o l o aprovechamos... —Seria imperdonable. —I.,ü seria, si, señor. Pero no lo será, Excelentísimo señor don -Joaqtún Chal)orque no creo que me dejen solo. Esta hoii José Fortiü, a i i r r r t o r - i r r r r n l f d»- la Seriedad d«- AiitorrA C i n e n i a t o ^ paprieta. misma semana me pondré al habla con Rráfirofi, r n cuya a c t i v i d a d c i n t c l i g r n r i a ba r n c w t i l r a d o n u e s t r a cam-J Presente. . todos. Mire usted: aquí tengo algunos p a ñ a r n f a v o r de la p r o d u r r i ó n r i n r m a l o c r á f i c a r l a p o y o m i » e n t u s i a s nombres... ta y U c a l a b o m e i ó n máa f r r r o r o a a fot. coar»! M t distinguido y admirado amigo: Ya El señor F o m s coge tm memorándum que al tener el gusto de ser recibido ptrr que hay junto al teléfono y nos muestra usted, en uniónde mis compañeros de Junta, nos Y aquí está la inmediata respuesta del miuna nota escrita a lápiz. pidió qiie le enviásemos utuí ruda referente a la penistro: Ideemos: «Telefonear a los señores U r g o i t i , tición que, de palabra, le formulábamos, tengo el Salgado, Ballesteros, Herrera-Oria, Ernesto GonMadrid, 12-8-935. honor de exponerle nuestro deseo en el sentido de zález, P o r t a g o . . . » que la producción española sea eximida del 3,75 Señor don José Foms. •—Ya verá usted—dice el señor F o m s antes per Iw que la grava actualmente. de que acabemos de leer—<'ómo estos señores Mi querido amigo: He recibido su carta del dia Este impuesto que grava a la producción cinemadan la batalla decisiva y...-—se interrampe ptu-a 10, que estudio en este rmtmento, porque lo hago tamtográfica, tanto rujcvonal como extranjera, data de sonreír—le sacan a ustetl de apuros. bién de la reforma de las disposiciones tributarias. una le^ dictada por el señor Comer, el cual, sin -—¿A mí?—exclamo, sin comprender. Queda suyo bum amigo, con un saludo afectuoso. duda, informado de la cantidad de millortes que por^ —Claro, hombre. Después d e varios meses d' el concepto del cine saliai» pora «í Extremjero,] E l Ministro dr Hacienda hostilidades contra el Siete y Medio, y luego buscó con este mrdivo un ingreso para la Hacontra su hijo y sucesor Tres y P i c o , y n tendrá Firmado: Joaquín C i i a p a p r i b t a cienda. usted ganas de (cambiar de tema. Con posterioridad, los fdquiladores y Empresa* Gomo puede apreciar el lector, el astmto se — ¡ N o hl sabe usted muy bien!—suspiro. hicieron variar gestiones cerca fie ese Ministerio, y lleva «a sangre y fuego». Y si es ejemplar la acY c o m o v o y a ponerme melancólico, el señor lograron que et señor Marr<tco redactase un pro tividad de la Sociedad de Autores CinematoF o m s , con un tacto exquisito que le acredita de yecto de ley reduciendo dicho impuejito al 3,75 gráficos y su director-gerente, no es menos plauhombre de mtmdo, desvía la cuestión hacia tema>por 100. Creo que este proyecto de ley se halla ya sible la del ministro contestando a vuelta de coalegres. en la Comisión correspondiente de las Cortes: pero, rreo y dejando entrever entre lineas la resolución Y a lo saben los señores productores y distridesde luego, aun no ha sido aprobado. favorable que todos deseamos, por e<iuidad, pribuidores. T o d o está dispuesto para ganar la Como, según le dijimos a usted, la producción mero, y también c o m o satisfacción moral debida partida. Así se «las |>onÍan a F e m a n d o V I I » . española representa un porcentaje insignificante a nuestra producción. Si aliora no se animan a dar una tacada—la dentro dd total material cinematográfico que se P a r a darle las gracias por el a p o y o ejemplar última—, es que n o quieren hacer carambola. explota, nue.<(tro deseo, por creer que con ello se hace —sí, subrayamos su ejemplaridad'—que presta A._.G.,^._
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ZA CidN DE Cinema v teairo
Gloria Stuart y James Cagney en una escena d e la cinta rAquí . viene la A r m a d aa \
KI gran James Cagney en uno de los más d i v e r t i d o s momentos de «Aquí viene la Armada»
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^ O N numerosas y fundamentales las características que separan al cinema del teatro. Son dos géneros absolutamente distintos, aunque a veces el cinema parezca influenciado por el teatro y , viceversa, en la escena aparezcan las huellas del film. U n o de esos rasgos diferenciales de los dos géneros es la bri-" llantez escenográfiíia y espectacular, sin fronteras en el cine, y en el teatro llena de limitaciones por todos conocidas. En la escena hay un tope del cual no se puede pasar; todos los buenos deseos, todas las audacias, todos los sueños escenográficos se estrellan ante la forzosa limitación material que impone un escenario (y eso que hoy los escenarios giratorios dan nuevas posibilidades al t e a t r o ) . P e r o en el cinema todo es posible: dentro de una misma cinta cabe la más rica diversidad de ambientes. Son posibles los desfiles más suntuosos e imponentes, los escenarios más complejos y distintos, los alardes de magnificencia real más maravillosos. Frente al paisaje de artificio que el teatro ofrer ce, el cinema da el paisaje auténtico y vivo, en toda su belleza y t o d a su verdad, sin mixtificaciones ni convencionalismos. Recordamos esta fundamental diferencia entre los dos géneros a propósito de una pelicula americana que llega ahora precedida del interés y del crédito que rodea siempre a las grandes creaciones: Aqui viene la Armada. El teatro no hubiese podido realizar este film; hubiese podido reflejar algo de su humor, algunos de sus ti-
IJL sonrisa de James C a g n e y y de Pat ' O'Brien en esta cinta, llena de alegría y de dinamismo
Gloria Stuart y James Cagney en un instante del diío de amor que I interpretan en esta 4. nueva película
pos, algunas de sus escenas. P e r o no t o d o lo q u e constituye su soberbio fondo: el mar, la magní-! fica flota americana, los barcos gigantescos quei se posan majestuosamente sobre las aguas y son en ollas el airón del poderío naval do un pueblo. l'ara la filmación de Aqui viene la Armada, >us realizadores han podido contar con la colaboración de la escuadra americana: acorazados, cruceros, destroyers, submarinos, desfilan a lo largo de las escenas del film. Nunca el cinema ha conseguido ofret^er una serie tan perfecta y acabada de cuadros de mar como en esta cinta. Con algo, además, que da un v a l o r excepcional a las escenas de esta película: la aparición del dirigible Macón, cuya trágica pérdida rcf i i c r d i aún el mundo entero. La sombra emocionante del "Macón" Se v e en el film a los oficiales y los marineros de los barcos de gueiTa del Pacífico. Se v e también a los tripulantes de aquel Macón dramáticamente célebre. Tiene la película un extraordinario v a l o r documental, porque atpiellas maniobras que realizan los tripulantes del dirigible en la cinta son las últimas que efectivamente judieron realizar. P o c o después de aquellos vueos para la película, el Macón emprendía su vuelo final, del que y a no había d e v o l v e r .
L'no de los mejores aciertos de James Cague) es su labor en esta cinta, llamada a ser uno de los grandes éxitos del año. Ved aquí al gran actor junto a Gloria Stuart, la encantadora rubia protagonista del film
¿Comprendéis toda la honda emoción que hay por esto en las sonrisas y las expresiones de todos aquellos muchachos que no habían de tardar mucho tiempo en ir hacia la muerte? Aqui viene la Armada es, en este sentido, un documento histérico, de profimdo valor e m o t i v o y sentimental. Sus e,scenas no podrán sor vistas, en esa parte en que se alza sobre el mar la mole imponente del Macón, sin un lógico sentimiento de tristeza. Los inlérpreles de una gran einta Sobre este gran ambiente v a desarrollando la cinta su trama de burlas, de .sonrisas y do desenfados. Difícilmente se hubiese encontrado para una fielicula de este tipo im intérprete tan justo y tan perfecto como el gran actor James ('agney. El es el quo lleva el jioso de la interpre tación. El es, una vez más, ese personaje alegre, aventurero, peleador y dinámico que tantas veces hemos v i s t o sonreír y triunfar en la pantalla. James Cagney se ha creado una personalidad, y cada nueva cinta suya es una más v i gorosa afirmación de ese acento propio, inconfundible, que tienen las creaciones del gran üctor. Otro excelente actor, P a t O'Brien, acompaña principalniente a James Cagney en la interpretación de Aqui viene la Armada. Entre los papeles femeninos sobresalen los de Gloria Stuart y Dorothy T r e e . L a dirección—de L l o y d Bacón— ha sabido imir los valores de trama, de humor y de emoción a los yalores de alarde escenográfico con indudable acierto. D e tal modo, que cada parte es complementaria de la otra, y ni el argumento es ahogado por la presentación, ni ésta es un postizo, un añadido extemporáneo.
James Cagney, ni más ni menos que un marinero auténtico, en la escala de un buque, sobre el Océano, no en esos barcos convencionales de los lístudios cínematográncos_.
£sf|ueiiia jont^tlólieo de una pelicula F'iestas ^ly luchas en los barcos de guerra. Enemistad entre un muchacho de tierra-—el papel de James Cagney^—^y el oficial de uno de esos buques. Desafíos, golpes, puñetazos... Cliesty —^tal es el nombre de aquel personaje—se alista en la A r m a d a para poder estar cerca de su rival y esperar el momento oportuno para desquitarse de los fracasos pasados. Pero el desquite no llega. L a disciplina es férrea, inflexible, y no toleraria la menor desobediencia a ella por parte de C!hesty y en contra de un superior como el oficial Biff. Entre los dos hombres, para hacer más dura la enemistad, se alza ima mujer, la encantadora D o r o t h y . N a turalmente, el oficial Biff, valiéndose de su superioridad jerárquica sobre el otro muchacho, llena de obstáculos el amor de Chesty y Doro-» thy. T o d o ello v a lógicamente engendrando un sentimiento de desgana y de rabia en Chesty. ¿Qué le importan a él y a la disciplina y las jerarquías? Una y otra v e z baja el muchacho a los calabozos. Esto mata cn el muchac:ho sus ilusiones y sus estímulos, hasta que cierto hecho por él realizado un día le gana la devoción de uno de sus jefes. Este, con el afán de protegerle, le logra el traslado a un gran dirigible. Esto no es solamente una mejora material, sino que significa, además, el alejamiento de Biff. Chesty marcha cantando alegremente hacia su aeródromo. Y a es suya la confianza de los jefes. L e s ha conquistado a fuerza de simpatía, de desenfado y de bondad. Hasta su aeródromo llegan un día algunos de sus antiguos compañeros, en excursión de prácticas. Y entre ellos, Biff. Se r e a v i v a la vieja enemistad. i IJOS dos, en un accidente, logran salvarse al j mismo tiempo. Esto les acerca, y sobre el viejo < rencor surge la llama de una nueva ami.stad. U n ^ abrazo d e reconciliación sella aquellas dos vidas hasta entonces enemigas. ¿ L a amistad nada más, como final de la cinta? N o . Aqui viene la Armada tiene un clásico final de pe icula. Chesty y D o r o t h y se casan. Y una vez más el amor marca la palabra postrera de una cinta. Pelicula sonriente, pelicula grata. Aquí viene la Armada es como un arquetipo del género cinematográfico dinámico y amable. T o d o es en ella ligero, ingrave, con ese humor—hecho de ingenuidad y de travesura—tan norteamericano. Si a este v a l o r de gracia y de interés se une en la cinta aquella otra cali\ lo largo de las dad de presentación, se comescenas de «Aquí prenderá la excepcional jerarviene la Armaquía de Aqui viene la Armadas c o r r e una sana alegría, un da. Si quisiéramos dar plásbuen humor ticamente una idea de ésta, constante y conpondríamos, en primer térmitagioso, lie aquí no, la gran sonrisa de James a la gentilísima (.loria Stuart y Cagney, destacada sobre un fonal gran actor Pat do de mar, por el que los buques O ' B r i e n en un de guerra norteamericanos van momento de la desfilando majestuosamente. nueva cinta
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El poder fascinante de un r o s t r o impecable no tiene rival en el arte de agradar. Siempre su rostro aparecerá impecable c o n el uso de
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Juan. Está bien. Tome usted asiento, señora duquesa. —Muchas gracias, mi querido conde. Y Betty, desenvuelta y coqueta, se sentó graciosamente sobre el sillón que le ofrecía Roberto, delante de una mesa magnifica, cubierta de flores y de platos finísimos. Roberto escanció la botella de champagne sobre la copa de su acompañante. — E l champagne forma parte del programa cuando una mujer viene a la casa de un hombre, ¿no es verdad?—preguntó Betty. —Sí, claro; eso es. Y después, después viene lo que sigue... —¿Lo que sigue? ¿Y qué es lo que sigue? — E s muy sencillo; el hombre abraza a la mujer. — ¡ A h , ya! —¿Estás de acuerdo, verdad? —¡Claro! Cuando se va a casa de un hombre hay que ir dispuesta a todo. —Entonces... Y levantándose de su asiento, Roberto intentó abrazarla por la cintura sin miramiento alguno; pero Betty se libró de sus brazos echando rápidamente hacia atrás todo su cuerpo, mientras explicaba: —Déjeme. Y o estaba de acuerdo en eso del abra?o; pero era sólo en broma. —¿En broma? Exageras, querida. ¿Crees tú que se puede venir así a mi casa? «Buenos días.» «Buenas tardes.» « V o y . » «Me marcho.» Quieres tomarme el pelo, ¿verdad? Y abalanzándose sobre Betty, la abrazó fuertemente, intentando besarla en la boca. —Déjeme, déjeme—protestó ella—. M e hace usted daño. Déjeme o pido socorro a gritos. —Grita cuanto quieras. Me trae sin cuidado. L o único que me importa es tenerte aquí... —Usted se equivoca. Déjeme. Se lo ruego. Entonces usted no trae aquí a las mujeres sino para...? —¿Que yo traigo aquí a las mujeres? Amiga mia, recuerda que has venido aquí por tu absoluto capricho. Pero, en fin, ahora estás aquí y te retengo de grado o por fuerza. Como más te guste.
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—¿Te vas? ¡Ah, muy bien! Hasta la vista. Encantado de hahierla conocido, señorita... Betty no sup>o qué hacer en el primer momento. Roberto había avanzado hasta la puerta, dejándola libre el paso. ¿Era, pues, necesario marcharse? ¡De ningún modo! Betty tenía allí una importante misión que cumplir, y no se iría hasta que hubiera conseguido todos sus propósitos. Asi, que fingió quedarse un rato meditativa, y, al fin, dijo: — Y bien: no me voy H e reflexionado y... Sí, me quedo. Aunque usted me eche de su casa. Y a puede usted llamar una docena de criados... A Leopoldo, al que quiera. Estoy decidida a pasar la noche aquí con usted, y la pasaré. — N o es posible. Por última vez se lo repito, señorita: vayase de aquí. — N o ; no pienso irme. Imagine usted lo que quiera. Por ejemplo, que mi madre me va a pillar al volver; que hay una barbaridad de chinches en mi cama; que yo estoy enamorada de usted... — N o quiero imaginarme nada. Y , por último, ¿qué es lo (jue quieres de mí exactamente? ¿.Me lo quieres decir de una vez? — ¡ O h , Dios mío! Si ya se lo he dicho: dormir aquí. — V a m o s a ver: ¿dónde vives tú? — E n ningún sitio. ¿Me va usted a poner en medio de la calle ahora, a medianoche? — N o ; realmente, si no tienes dónde dormir, quédate. Te acostarás en mi habitación. Y yo, yo me quedaré aquí. — ¡ A h ! Eso, nunca. Nos acostaremos en la misma habitación. Roberto se la quedó mirando fijamente. — E s curioso todo esto—dijo al fin—. ¿Qué edad tienes tú? —Diez y ocho años. —Pues tienes una alegre experiencia de la vida. —¡Oh, sí! Y o conozco sus bellezas y sus dolores. —¿Qué has visto tú de dolores hasta el presente? ¿Con qué cosas molestas te has tropezado tú en la vida? —Con el profesor de francés, con el colegio... —Pues bien: sepa usted que soy lo suficientemente — ¿ Y agradables? ¿Qué co.sas agradables has enfuerte para resistir sus ataques. contrado? —¿Fuerte? L o que pasa es que tú me rechazas por — ¡ A h ! Las vacaciones. ser fiel a tu amigo. — ¿ Y desde que no vas al Instituto? - ^ N o ; eso sí que no; le aseguro que no tengo nin—¡Oh! N o se lo puedo decir. Desde ayer tarde, gún amigo. cuando estuvimos juntos en aquel restaurante... — N o es posible. N o es posible que usted no tenga • —¡Betty! un amigo con esos ojos, con ese estujjendo cuerpo, Roberto se sentía poseído por una inexplicable emocon esas piernas... En fin: no creo ni una sola de sus ción. E r a imposible que tanto candor, que tal deliciopalabras. sa ingenuidad cupieran en el alma de una aventurera — ¡ A h ! ¿Entonces es que usted está celoso? Pues que se dedicaba a robar abrigos de pieles. Se encontrabien, sí; tengo un amigo. ba feliz a su lado. Toda la historia de M . Tonichek le — ¡ A h , ah! parecía más absurda de minuto en minuto. «Después —^Mi amigo es un conde, una rara especie de vertede todo—pensó—, quizá no se trate más que de una brado. fwbre desgraciada.» Por lo tanto, era preciso ir organizando las cosas para pa.sar la noche. —¿Sí? Pues abrázame. — N o es posible. Y o soy una chica formal. —Entonces—dijo, dirigiéndose a Betty—, ¿que va—¿Formal y vienes a pasar la noche a casa de un raos a hacer aquí hasta mañana por la mañana? hombre a solas? — N o s contaremos cuentos. O si no, jugaremos a la — E s la primera vez. Y o estoy aquí en visita de sogallinita ciega. bremesa. — B u e n a idea. Sí; será la primera vez que yo jugaré a la gallinita ciega a estas horas. —^Una visita de .sobremesa no dura una hora. —o bien, espere usted: esto parece una plaza, ¿ver—Sí, claro; todo lo más, unos minutos. Pero... En dad? Jugaremos a los guardias y a los ladrones. Y o fin..., ya me voy. Bueno, me marcho. soy la ladrona, y usted es el guardia. Apague usted la Betty creyó que Roberto impediría esta fuga preluz y no la encenderá hasta que me haya pillado. cipitada; pero éste, penetrando su intención, fingió V sin esjjerar la conformidad de Roberto, Betty una indiferencia que no .sentía.
L A A V E N T U H A DE U N A NOCHE C A P I T U L O IV Betty estaba irritadísima de esta conducta de su hermana, que estaba a punto de dar al traste con la reputación de la familia Vécart. Pero se había propuesto el día anterior estorbar esta locura de su hermana y había de conseguirlo por encima de todo. Pcira ello Betty tenía su plan, consistente en ir a buscar al conde Merenzi e impedirle a toda costa que se reuniera con Arlette. A l salir aquella tarde, Betty se apoderó furtivamente del abrigo de pieles de su hermana y se lo
puso por encima de su fuK^ vestido de muselina, hasta adoptar un aire de encantadora mujer del gran mundo. Y poco después llamaba a la puerta del palacio Marenzi pidiendo ver al joven conde. Este no pudo ocultar su sorpresa al encontrar tranquilamente sentada sobre una butaca del salón a la misteriosa muchachita que imprevistamente le había abandonado la noche anterior. —Según parece—empezó él— usted me viem. ver.
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-Sí; las mujeres se atreven a todo—respondió betty. Roberto, vivamente intrigado, se abalanzó sobn ella, pretendiendo besarle la mano; pero Betty hizo un rápido movimiento de retroceso y estorbó los pro pósitos del conde. Su natural pudor de muchacha de masiado joven y su amor propio se resintieron de qui el conde pudiese p>ensar poder permitirse con eUa ta mañas osadías. — Y o no soy una dama del gran mundo—protes tó—; no se me besa la mano. —¡Oh! Y o no tenía la intención de molestarla,
pero confiese usted que todo esto es bien misterioso. Ayer usted se escapó sin decir una palabra; hoy se presenta aquí sin avisar. ¿Qué es lo que quiere usted de mí exactamente? — E n dos palabras: pasar la noche en su casa. ¿Eso le extraña tanto? — N o , en absoluto. Quítese su abrigo. L a h a c usted más vieja. — ¡ A h , bien! \ ' Betty, al quitárselo, apareció encantadoramente
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bella y elegante con su traje de fina muselina. Roberto no pudo ocultar su admiración. — L a encuentro a usted así deliciosa. ¿Pero no quiere usted sentarse?
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L A A V E N T U R A D E U X A XOCHE — N o ; no estoy cansada. Déjeme ver su palacio. ¿Oj es que no se puede ver? ] Y sin esperar a que Roberto la acompañara, se í puso a pasear por la habitación admirando los retra- ¡ tos de los antepasados; riéndose de la toilette, comple-' tamente pasada de moda, de una remota heredera; subiendo y bajando por las escaleras como una cier- • va en libertad. Roberto la seguía con los ojos, encontrándola encantadora y luchando con el deseo de abalanzarse sobre ella para cubrirla con una lluvia de besos. Pero antes necesitaba saber qué era lo que se proponía esta mujer, y por averiguarlo... —¿Es que piensa usted pasear toda la noche así? —Ciertamente, aunque sin hacer tanto ruido para no despertar a los criados. ¿A qué hora se levanta usted? — M u y temprano, porque yo tengo que salir de viaje. N u e v o quid pro quo. Nosotros sabemos, en efecto, que el joven conde debía marchar a hacerse cargo de las haciendas de su padre. Pero, para Betty, este viaje no podía ser otro que el proyectado con su hermana; y aunque Roberto se esforzó en persuadirla de que se iba a Schenegg, a treinta kilómetros de Viena, ella no se dejó convencer, expresándole su intención de quedarse allí con él hasta el día siguiente por la mañana. Estaban en plena discusión cuando Leopoldo, el ayuda de cámara, anunció a Roberto la visita de T o nichek, el peletero. Roberto hizo pasar a Betty a una sahta contigua, mientras hacía entrar al furioso comerciante. —¿Qué desea usted?—le preguntó cuando estuvo delante. —Señor conde, y o estoy completamente enfadado, muy enfadado. Figúrese usted que se han aprovechado de su honorabilidad para hacer un robo escanda-
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loso. ¿Puedo preguntarle yo, señor conde, si está usted casado? — N o . Explíqueme de qué se trata. E l peletero se limpió el sudor de la frente con su gran pañuelo de seda. — A c a b o de ser víctima de un timo repugnante, y si esto no se resuelve, estoy dispuesto a ir a la Comisaría. Se me ha robado un abrigo, una maravilla, lo mejor que tenía en la tienda. Pero..., pero, ¡diablo!, mírelo usted ahí. Y Tonichek, como un loco, se precipitó sobre el abrigo que Betty había dejado sobre un sillón momentos antes. Roberto se quedó con la boca abierta. ¿De modo que esta muchachita deliciosa no era otra cosa que una ladronzuela? ¿Pero qué demonios de relación podía haber entre este abrigo y su casamiento? M. Tonichek se encargó de aclararle bien pronto el misterio: —Esa señorita se presentó en mi peletería como la condesa Marenzi. N o hay duda, señor conde: es una aventurera. Roberto, horriblemente torturado por esta increíble noticia, no quería rendirse, sin embargo, a la evidencia, y siguió pidiendo más precisos detalles. ¿Estaba este hombre bien seguro de lo que depía? ¿No era todo una rara coincidencia para...? pero no; el peletero seguía afirmando que no cabía ningún error. Y , además, su nombre y su dirección constaban en el interior del abrigo. — E s t á bien, señor Tonichek—acabó por decir R o berto—; terminemos de una vez. Y o le ruego que no haga usted nada por el mo mentó. Déjeme a mí aclarar este asunto. —Entendido, señor conde. — Y si otra vez una nueva condesa Marenzi vuelve a su casa, póngala simplemente en la puerta. — N o me olvidaré, no. Y el grueso peletero salió bufando de la estancia. Roberto, entretanto, sufría. ¿Qué era esta mujer? ¿Una aventurera? ¿Una simple chicuela que se quería aprovechar de él? Cuando entró en la habitación contigua la encontró encaramada en una silla contemplando un cuadro al óleo. —¿Qué hace usted ahí arriba?—le preguntó. —Estov mirando a su tía Amelia. Y al mismo tiempo me estaba preguntando dónde se acostará usted. — ¡ A h ! Ese sitio no puede usted verlo. Es usted demasiado peligrosa. Betty esbozó una sonrisa irónica, al tiempo que decía: —¿Miedo de mí? — N o tengo miedo de nadie. Y menos de una chiquilla como usted.
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Betty descendió de la silla en que estaba encaramada. — E s muy bonita su casa, amigo ni lo. Se ve claramente que es usted un hombre m u y rico. — N o tengo deudas, por lo menos. — Y o , tampoco, y, sin embargo, soy pobre... Roberto la miró fijamente a los ojos. — P e r o vamos a ver—dijo, después de una pausa—: ¿Quién eres tú exactamente? — L a pobre Betty, usted lo sabe, , —Eres tú la que lo dices.
—Usted no me cree. E n realidad, no es extraño. Con sus castillos, con sus parques, con sus autos, con toda esta riqueza... ¡Ah! Pero ya comprendo: usted me toma por una comunista. O piensa que soy una engañadora. —Puede ser. Hasta hace un momento yo te tomaba por una deliciosa criattira que... Pero ahora yo estoy seguro de que eres una mujercita de cuidado. —^Tiene usted rjizón. Y o soy una mujer de cuidado. Pero le aseguro que usted no me atrapará en su casa. — L e j o s de mi tal idea. P o r el contrario, ahora mismo voy a pedir la cena. Y llamando a Leopoldo, le ordenó: —Leopoldo, ¿quiere usted servir cena para dos? Betty adoptó de pronto un delicioso aire de seriedad, —¿Quiere usted creer—dijo—que es la primera vez que yo ceno con un hombre a solas? — E s un poco extraño. — ¡ A h ! N o sabe usted lo que me molesta su incredulidad, señor conde. — E n fin: tú quieres jugar a la ingenua dependienta que cena por primera vez con un enamorado D o n .
IOS L E C T O R E S D K « C L N E G R A -
.s» (Colmenar de Oreja).— Escriban a l<'ernando Roldan a C. I . F . E . S. A . , Avenida de Eduardo Dato, 34, Madrid. Estos señores desearían conocer la canción « Á m a m e mientras brillan las estrellas», que canta José Mojica en la película El caballero de la noche. Muchas gracias a quien la envíe,
i FARAÓN (Madrid).—Escriba a las siguientes direcciones: a Bela Lu.gosi y Paúl Lukas, en Universal Studios, fniversal City (California); a Paúl Muni, James Cagney y R u d y Vallee, en Wamer-I-irst-National Studios, Burbank (California). UNA BASI.>.TA (VillanuevaJ.—La biografía que me pide se publicará pronto, mucho más extensa de las que se publican en esta Sección por falta de espacio. Encadenada: Director: Cía rence Brown. Reparto: Dianí Lovering: Joan Crawford; Miki.Bradley: Clark Gable; Richard F'ield: Otto Kruger; Johnnie Smith: Stuard Erwin; A m > : tfna O'Connor; Mrs. Field: -Mariorie Gatesón; Pablo: .\kim imiroíí. /•;/ sueño de una noche de verano: Dirigida p o r M a x R e i nhart y William Dieterle. Reparto: Bottom: James Cagney; L y sander: Dick Powell: Flute: Joe E . Brown; Helena: Jeán Muir; Oberón: Víctor Jory; Hippoli'ta: Verree Tea.sílale; Theseus: lan Hunter; Quince: Hugh Herbert; Snout: Frank Me Hugh; Titania: .A.nita Louise; Puck: Mickey Rooney; Hermia: Olivia de Havüand.
KOSTKA (Madrid).—Muy gustoso le doy los reparti>s quila interesan, y puede volver escribirme, que no me molestar.i nunca. finiré naranjos: Director: Monta Bell. Reparto: I>eonora: Greta G a r l » ; don Rafael BrulI: Ricardo Cortez; Remedios: Gertrude Olostcad; Pedro Moreno: E d w a r d Connelly; Cupido: L u cién 1 ittlefield; Doña Bernarda BruU: Martha Maffox; Doña Pepa: Lucy Beaumont; Don Matías: Mack Swain; Don Andrés: Tully Mansball; IsabeDa; I ilián I^ighton. El velo pintado: Director: Richard Boleslavsky. Reparte Katrin: Greta C.arbo; Waitci Fane: Herbert Marshall; Jack Townsend: George Brent; General Y o : Warner Oland: Herr Koerber; Jeán Hersht>lt; Fraii Koerber: Beulan Bondi Mrs. Townsend: Katherine Alexander; Olga: Cecilia Parker; L a criada china: S o o V o n g ; Waddington: Forrester Harvey. Anna Karenina: Producción M e t r o - G o l d w y n - M a y e r , i<}35. Director: Clarence Brown. Reparto: A n n a Karenina: Greta Garbo; Vronsky: Fredric March; Sergei: Freddie Bartholomew; Kitty: Maureen O'Sullivan; Condesa Vronsky: M a y Robson; Karenin: Basil Rathbone; Stiva: Reginald Owen; Yashvin: Reginald Denny; D o -
lly: Phoebe Foster: Levin: Gyles I s h a m ; G r i s h a ; Buster Phelps; Anna's Maid: Klla Kthridge; Lili: Joan .Marsh; Vronsky's Valet: Sidney Braccy; Tania: Cora Sue CoUins; Butler: Joe E. Tozer; Tutor: G u y D ' E n nery: Cord: Harry .\llén; Princesa Son^kino: Marv I'"orl)es; Mme. Kartasoff: Ethel Griff>es; Matve: Harr>' Beresfonl; 'licmadora: Sarah Padden. doy también este último reparto, con la seguridad que !• MITERESARÁ TANTO I-ONVI
grafías de artistas cinematográficas (distintos tamaños) por novelas de buena literatura moderna. Dirigirse a Rubio González. Ricardo Castro, núm. 8, All>acete.
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ires. TTN M F . L I I . 1 . K N S E (Melilla).— L O he dicho ya infinidad de veces, y no me cansaré de repetirlo: por correspondencia NO se puede hacer usted ni nadi. artista cinematográfico. Dcsil. luego que con esa estatura PUEde usted ser artista de cine; m.\ bajo que usted es Charlot, v íi jese hasta dónde ha llegado.
LA
NISA
D E L RUIOO
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drid ).~¿C6mo
cree usted que la tenía olvidada si cuando llegaba una carta suya a mis manos parecía que habían roto una vajilla en l a habitación:' Me parece muy bien que sc presente al Concurso, «feísima», y que, por lo tanto, escribirá PRONTO. MANI'1.1.
te).—Este
KIM.i Albaceseñor cambiaría foto-
fR A L T O
OJOS NEGROS (La Laguna de Tenerife). -Muy agradecido por S U S molestias, y sin ninguna por mi parte, inserto lo que usted desea: Esta señorita desea mantener correspondencia cinematográfica con lectores de C I N E G R A M A S . Escribid a <?7ÍW negros. Lista de Cxirreos, L a 1.aguna de Tenerife (Canarias). Mándenos su dirección particul.-ir para enviarla el número de C I N E G R A M A S que .solicita. LA DAMA MISTKRIOSA (Barcelona).—Tenga usted nn «poquitín» de paciencia, pues la mayoría de las fotografías se publicarán: lo que pasa es que hay una enormidad, y se van publicando por orden riguroso de recepción. UNA
ADMIRADORA
DE
GENÍ
R A V M O N I ) . — L o s sellos de diez centavos puede usted adquirirlos comprando vales internacionales en cualquier Estafeta de Correos, y luego, cambiar éstos por su e q u i - _
ii-ncia en sellos del país que se litsca. Escriba a (íené R a y mond a R . K. O . Radio Pictures, 780 Gower St., Hollywoo<l (California), que es el Estudio donde ha interpretado su última película, titulada Hooray For Love. Vuelva a escribir cuando tenga alguna duda, pues con mucho gusto volveré a contestarla. JULIO
OSUNA
(Madrid).—
La mayoría de las películas que me describe se estrenarán en Noviembre o Diciembre de este año; con seguridad las españolas. Aves sin rumbo: Director: Antonio (iraciani. Reparto: Alberto: Agustín Irusta; Satélite: Roberto Fugazot; Osear: L u cio Demare; Náyade: Trini Moreno; Leontina: Kitty Moreno; El italiano: Vicente Padula; Sirena: María Severini; T)on Torcuato: Amadeo I.lauradó; Georgito: Alberto Serrate; Tirso: Modesto Cud. R
I.IHRIS
Lea usted los martes
MUNDO GRÁFICO
MIEUCOLESJl
INAUGURACIÓN ^^TE/IAPORADA
CON LA SENSACIONAL PR.ODUCCKÍN
W A R N E R
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B R O S .
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LA «VISTA <¿e P R E V I S T A S , fi MAS MARAViaOSO CONJUNTO E S C É N I C O . / a C O M E DIA MAS E S P E C T A C U L A R ^ D I V E R T I D A . DICK POWEU. ADOLPHE MENJOU.GLOWASÍl/ART ALICE BRADY • GLENDA FARRELL* =
Recibimos dioriomente infinidad d e ortículos y c a r í o s e n q u e n u e s t r o s res
exponen
muchas
lecto-
temos y observaciones,
d e ellos
muy oportunos. N o
siéndonos posible contestar a esta nu meroso
correspondencia,
nuestros
comunicantes
rogamos a
n o interpreten
c o m o d e s c o r t e s í a lo f a l t o d e r e s p u e s t a particular.
T A R I F A S D E S U S C R I P C I O N E S PARA
C i n e ^ r ama§i (Apañe* ta ¿ a a I M doala^M)
Madria, Pravincla* y Paaesiaaes
Bsaaialat:
Un a ñ o
Pt«s. 2 3 , -
S « i s m c t «
María Cattelar, la nurva aclrii del rinema portueué«. dr gran Irmprramrnto artíslieo, que triunfa plenaiiientr en la notable realizarión dr Irrita» dr Barro», «1.a» pupilas dri señor Rector», que presenta en esta temporada a nuestro públiro el nuevo distribuidor [)on Vicente Valcarre, de La Corana
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Rubia
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A ñ a d a nuevos encantos o su cabello.
Si u s t e d d e s e o
q u e su c o -
b e l l o c o u s e a d m i r a c i ó n , Irtvese lo c a b e z o > fcs
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Madeleine Ozeray y llenrj KolUn. qur «•nraniau los papeles dr Flor dr María y buidorrs Bruñidos. Ksta obra marstra « I J O » misirrios dr París», qur en breve será presentada en f'jipaña por Distribuí) de la rinrmatogratía francesa ha sido rralixada por I-'. Candera
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