Revista Cinegramas - Nº.39

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R E V I S T A S E M A N A L

DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año li.-Núm. 39.-Madrid, 9 de Junio de 1935

na

M

terne afi

I quenüo amigo: N o m e haii sorprendido sus palabras, ni mucho menos. P o r fortuna, y a estoy curado de espanto, y .sé que entre ujmi<;os y autores—ca>?ta apaite que cree generalmente jioseer la onmisciencia —la sinceridad es m m <'ualidad desconocida, aimtpie de su existencia se j tengan algmM>s in<licios. D i g o esto porque sus i palabras de aliento a la campaña que desde aqui sostengo en favor del cine español me sonaron a sinceras. Y no lo fué así. Aquellas felicitaciones eran pura y simplemente comedia y casan muy mal c(m las frases que pnmuncia en la «I>eña» del café cuando todas las tardes, de treo a cinco, convierte aquel rinconcito—del que tendré muy buen cuidado de librarme, y Dios m e ayude en ello—en un areópago artístico, tan presuntuoso y fatuo para los que le presencian, como tran»>«ndental e infalible para los que le componen. Y o no le censuro —me guardaría muy bien —su

oposición a mis artículos, porque p a r a el púljlico los escribo, a él me someto y «íaila uno as libre de enjuiciar las cosas según su criterio le dicte; {)ero lo que no se puede tener es dos opiniones, amigo m í o . IX»8 opmioiKís para jugarlas con maestría c o n f o r m e aiíonsejen las circuustaiu^ias. Este es un ejercicio |>eligroso y hay a él m u c h o s ¿ i c i o n a dos; pero tiene sus quiebras, p o r q u e al fin !?ul)e a flote la v e r d a d e r a de aquéllas y se hunde la fingida con e v i d e n t e q u e b r a n t o p a r a el que las alterna. Por lo tanto, resulta que a pesar de sus

elogios usted n o está conforme con lo aquí expresado respecto a la intervención de los aut<ires teatrales en el cine. ¡Magnífico! I*re(;Í8am e n t « uno de los grandes deseos que tengo es el de discutir con alguien los diferentes argumentos que llevo expuestos sobre temas que t<Kran de cerca el cine nacional; pero como hasta aliora no me ha surgido polemiísta, v o y a discutir con usted. V a m o s a ver: usted defiende a los autores teatrales—lo cual no me extraña, puesto que al defenderlos se defiende a si mismo—^y cree muy puesto en raztm que ellos colalxiri'n en el cine, y a que el teatro no les rinde el beneficio que deseait iM>r la evidente desgana del público, harto de í'ontemplar soñoliento las mismas comedias desde hatre veinte años, modernizadas con dec«»rados impreSÍonií<tas y algunas fras«« de ac-

tmt\ M « d Í M L , ra U p r l í r u U «P<M1<

rsMO raballrro» tualidad para q u e parezcan nuevas. Usted cree—^repito— que los que escriben para el teatro son indispensa})les en el cine, que este art* nuevo necesita para subsistir de sus cerebros. N o , señor, digo y o ; el cine no les necesita a ustedes para nada, p<»rque el cine es una cosa que ustedes ni sospechan siquiera. V a y a m o s punto \nn punto: ¿Quiénes son los que deben mantener el prestigio do la escena? Istedetí. ¿Quiénes han he«'ho agonizar cl teatro? UsUxies también. Pues e x t r a í a de estas dos interrogantes la )uan Ar IjiiMla y rl pequrño artor «(%ii)pila> rn una r H r r n a de la nurva produrrMtn Ae SeXrrñone» (^pilolio «Kl »«-<-rr«o d«- Ana María . q a r aHnalmrntr rnrela r n Harrrl <»na. b a j » la dirrrrión d r S a b a d o r dr Albrrirh


contestación que merecen sus propósitos de intervenir en el cine. Los que no han sabido e v o lucionar, los q u e siguen hacien<io teatro c o m o en el año noventa, los que han dejado que arrastre una agonía lenta, los que han escrito estupidez tras estupidez hasta conseguir matar a la gallina de los huevos de o r o , cuyas entrañas suponían m i n ^ inagotable, no deben colaborar en un arte j o v e n como el cinema, porque no pueden ofrecerle na<la. Es decir, sí: pueden ofrecerle l o q u e y a dieron Í Ü teatro: una puñalada por la espalda. A u n q u e usted no ipiiera, querido amigo; aunque haga sus más escandalosos aspavientos, la verdad es osa: ustedes asesinaron al teatro. Y ahora gimotean cobardemente sobre sus restos

i

(Jna e»«-«-n» de «Kl niño de las monjaH», que, dirif^ida p o r JONE BuM-h, itc r u e d a en lot) Kütudios B a lleíderoa

KlíaR. Ooldberger y l*orel»el durante el rodaje de nna esrena de «Rataplán»

PARA HOMBRES JÓVENES. L>A ESCENA SE LO AGRADECERÁ Y EL CINE TAMBIÉN. ADEMÁS, USTE^LES VJUÍ A ÉL EMPUJADOS POR SU AMBICIÓN LA INI.SMA «JUE ARRUINÓ EL TEATRO—, NO j PJR (Hmtribuir A SU DESARROLLO Y ESPLENDOR. Y j ESTO NO DEBE SER. Ftura «JUE LA INDUSTRIA CINEMATO- * GRÁFI«'« ESPAÑOLA SE CONSOLIDE HA DE ARROJJUTÍE A \ LOS INORCA«LERES DEL TEMPLO, PUES NO HARÁN SINO ' ENVILECERLA. «IJEFEIKLIUIMW AI CINE ESPAÑOL—DECÍA GNERRERO—; NO DEJEMOS QUE MUERA COMO HA MUERTO EL TEATN>.» ADMIRABLE; PERO NO OLVIDE NAÍLIE, NO OLVIDE USTED, AMIGO, QUE DE <PIIEN HAY QUE DEFENDERLE ES DE LOS UUTTIRES TEATRALES, QUE AHORA QUIEREN LLEGAR A LOS KSTUDIOS, PORQUE ELLOS SON LOS CAUSANTES DE ESA MUERTE. QUE NO LLEVEN LA DE NUESTRO CINE SOBRE SUS

Ana María (JUHlodio, eoH su >^arlenaire> Fernando de O a n a d a , en un momento eiteeniro d e «Don Vuinlín, el amargao», pelíeula ron q u e Filmófono Ke iniria r o m » editora

como plañideras alquibulas, esp<!rando cotizar sus sollozos. Dejen, tlejen al c m » en paz y no esperen ir a él contó desean, en i>lan de ttitores, portpte administrando a su pupilt» anterior y a \ iino-: l ó n i o dejaron su peculio. l)er!Ía no h a t » muchos días Jai int.» t . u c n r r >, en el banquete que los <íinematf)graf¡stas es'pañí^les dedicaron al veterano alquilador Ernesto (ionzález: «Defendamos el cine español; no dejemos que muera c o m o ha muerto el teatro.» Magnifica la advertencia en íxKra de un antf»r y bien señalado el peligro, aunque le faltó enumerar sus causas. « N o dejemos que muera (!(»mo ha muerto el teatro», decía. T r a s esta frase se encuentran j)recisamente tod»>8 los argumentos que y o tqnmgo a la intervención de los atitoreti teatrales en el cine. El teatro murió entre vulgaridad, mal gusto, rutina y mentecatez. El <'ine nM»riria igual, j»orque no v a n a ser ustetles tan presuntuostw ni nosotros tan ino<;entes :omo para i-rtíer.que han de sacar in({uietud arti.itica de donde jamás alentó, energías dt! donde no las IIUIM) y buen gust o d e donde nunca exi^ítió. Ustedes harían en el cine lo mismt» que hicieron en el teatro, [)orqne no saben bacer otra cosa: construir con material de dese<ího p;»ra ib'r con el edificio en tierra a corto plazo. N o ofrecen.

41 por tanto, ninguna garantía, ni siquiera un margen de confianza. Su labor anterior es y a im certificado de incapacidad. Empleen sus esfuerzos, si algunos les restan, en reí?ucit»r su arte propio, al que del>en nombre, prestigio y fortuna, y dejen el cine, arte j o v e n ,

aspaldas es l o que debemos desear. P o r él y no por ellos, naturalmente. Y aliora alií tiene usted, querido amigo, tela cortada para su reunión de esta tarde en el café. Le estrecha la mano, F.

11EHNANDK'/-GIRHA1.


"Cine(^rama9'"

en Londres»'

t

i L verano pasado, estando en Londres, recibí _J u n a invitación para pasar el week-end en el castillo d e Oiequers, la residencia señorial de los Astley, cerca de I^íOndres. Me llenó d e estupor el gesto de los propietarios del castillo: ni y o los conocía, ni ellos m e conocían a mí. Decidí consultar con m i mentor, la novelista Margaret K e n n e d y . E l l a m e explicaría la extraña costumbre y me aconsejaría lo que tenía q u e hacer.

lai^o, inactivo y casi siempre lluvioso? Invitando a amigos interesantes: escritores, jwlíticos, extranjeros, cazadores y pescadores de esos que cuentan fantásticas narraciones que nadie cree... P o r lo visto, Margaret K e n n e d y pensó que una periodista española como y o seria un «bicho raro» mny a propósito para amenizar un domingo puritano y gris de los encopetados señores del palacio de (7he<i[uers. En Inglaterra, el extranjero VH de sorpresa en Kn l«8 tardrf) lluviosas, junto a la mansa fogata áv leña...

Un dúo de amor con < Biae*clio», el «fo»-terrieri irlandés

A mi azorada pregunta contestó con i m a sonora carcajada. Mai^aret K e n n e d y , la popular autora de IJO ninfa constante, era asidua invitada a los parties de Chequers, y habla expresado el deseo de llevarme consigo y pedido autorización para ello. L a rígida etiqueta británica establece U G en estos casos el anfitrión se adelante a los eseos del amigo, invitando directamente al desconocido. Debo explicar a mis lectores españoles esta deliciosa costtimbre de los parties que se organizan en las residencias campestres de la aristocracia británica todos los week-ends, o sea, desde 6l sábado a mediodía hasta el lunes por la mañ a n a L o s señorones que v i v e n en las magnificas fincas de la campiña inglesa se distraen durante la semana cAzando, pescando, cultivando flores, jugando al bridge, oyendo la radio; pero en domingo, su puritanismo les v e d a estas sencillas expansionc-s ;.Cóino miitíu- f>! t^dio de un d í i

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»>v]Mf>A. l.o mismo les ocurre ;i 1 >s ingleses en el Extranjero. Cuando, al llegar a (!lie<|uers, la Kennedy me presentó a la bellísima y arregante señora de la mansión, exclamé sin poderme contener: «¡Madeleine Carroll!..» «Sí y no—^me rectificaron—. Esta gran dama no es hoy sino mistress Phillij) Astley, esposa del laureado capitán del Ejército y sportman millonario. Mañana, en los Estudios de la Gauraont British, volverá a ser otra voz Madeleine (Carroll.» Hice como que quedaba muy convencida de la doble personalidad de la estrella. Pero para mis adentros, y a hurtadillas, la estuve observando desde el punt o de vista que sabía había de interesar a mis lectores. Con el K o d a k disimulado bajo el brazo, m e dediqué a sorprender a Madeleine en diferentes momentos de su «pai)el» de gran señora de aquella mansión encantadla. V e d l a en un dtio de amor con Bizcocho, el fox-terrier irlandés que le regaló el duque de (Jloster. Aquella dulzura serena c^ue tanto conmueve en la enfermera de Yo he sxdo espia y en la heroína de Paz en la tierra se acentiia cuando Madeleine descansa en su remanso de


Jbequers del trabajo v o luntario que se impone en teatros y Fstudios. Su silueta campestre y señoril a la vez encaja maravillosamente en asta estan\pa jacobina de ladrillos añejos, menudas cristaleras y empañetados primorosos q u e rezuman un sabor centenario. En los días soleados por ese discreto .sol inglés que permite mirarlo con los ojos muy abiertos, Madeleine permanece imnóvil r o m o una flor acuática más de su nn-kery, síntesis de todos los encantos que ofret'e la tierra manejada por manos expertas. El agua duerme entre rocas s a b i a m e n t e dispuestas, p<»r dcmde trepan y se despeñan las más CHprichosas plantas salv jes. Otras veces sus ojos soñadoras se recrean en el parterre artificit>st) q u e ciñe l a c a s a como una alfoml)ra de nudo verde y jugoso, dcmde se hunden .>?ileneiosamente sus pies helénicos. 1*^ las tardes lluviosas se refugia en su sillón favorito, junto a la plácida chimenea, donde el chisporrotear de los maderos rjsinfisos hace simpática la inclemencia exterior. Al anochecer, en el riistico comedor de jn-

En el palacio hay un comedorcito d « '¡nfuetf áoade im rmnáiMica Madeteine sueña que es la « o v i a d « un p * » torcillo de égloga

(^omo una flor in¿H en el «parterre» de fíngída rusticidad...

guete, la romántica Madeleine s u e ñ a que es la novia de algún paütorcillo de égloga. T o d o es suavidad y pudorosa elegancia en el hogar de Madeleine CaiToll; esa s u a v i d a d serena, repleta de emociones contenidas, que hace inolvidable la f i s o n o m í a de la gran artista. Cuando r e g r e s a m o s a Ijondres, di las gracias de todo corazón a mi amiga M a r g a r e t p o r haberme dado ocasión d e obtener para mis l e c t o r e s estos datas í n t i m o s que tan bien retratan el fondo del carácter de la gran actriz inglesa. Margaret terminó prometiéndome que me llevaría a los Estudios durante la filmación de Treirda y rmeve escalortes, en que .Madeleine i n t e r p r e t a el róíe principal. liC tuve que jurar que permanecíería en silencio ante l a b e l l e z a varonil d e Robert Donat, sin pretender aprovechar mi condición de perimlista para pegar la hebra con el galán d e nioda. O t r o dia os contaré esta prim e r a visita mía a los Estudios de Sheperd's Bush. MARÍA

PIKI.A»

MON/ON


N

I

^IETRICH J (MABLENE)

bre rerdadero, María lf«cdalene sch. Nació en Berlín ct 37 de Ocde 1902. Es hija de un oficial de jHúsares de la Muerte: enriqueció su "cia con el Tairén geográfico de lo* s militares: Koenigsberg, Danzig, Brunswick, Stettin... Muerto su padre, el abuelo avivó su vocación musical. En Berlla, con los profeaores Flesch 7 Dessart, iá futura estrella aprendió a tocar el •iolin coi^ maestría qne le auguraba magntes de concertista. Pero a de una e«t<a, sus dedos quey la muchacha abandonó el esion^l de la música para incotno figuranta e n la Compartía Max Reinhardt. En 1933 hace aparición e n la escena, jr poco a su rostro en la pantalla u>enas e n el film ^ RobiLtscaut». En los A o s que Marlene se c o n T Í e r t e en f i(ura descomedias jr operetas. En 1925 con su compañero de profesión ieber, que por enconces iniciaba ra de director cinwiatogrifico. Un ipué* tiene u n a fi^: María. En ij|nin alterna los t m a j o s teatrales c o o m ^ cine, e impreflona películas en BerHñ, ea París y en Viena. Cuando actuaba en un teatro berlinés, en la revista i kravatten», el gran realizador ausf TOn Stemberg, que acababa de HoUjrwood, la contrató para «El á n g e l ^ i d | . Este film le uert^ de ^ l t | | | » o d , y allí se f inilvame^k cH»JMminaria lo rubio.

Pelieuias

que

ha

interpretado:

Tragedia de amor (Tragodie der Liebe), Joe May. La princesa Oh-la-la (Venus im Freuk), Robert Land. El favorito de las damas (Ich küsse ihre hand, madame), Robert Land. Flor de pasión (Die Frau, nach der man fich fehnt). Kurt Bemhardt Hombres sin ley (Le navire des hommes perdus ) , Maurice Tonmeur. El ángel azul (Der Blaue Engel), Josef von Stern-1 berg. Marruecos (Morocco ) , Josef von Sternberg. Fatalidad (Dishonored), Josef von Sternberg. El expreso de Shanghai (Shanghai express ) , J osef von Sternberg. La Venus rubia (Blonde Venus), Josef von Sternberg. EL cantar de los cantares ( Song of Songs ) , Roubén Mamoulián. Capricho imperial (The Scarlel Empress ) , Josef von Sternberg. 7"w»«om6r««t<«/aí:»<>ii (The Devil is a IVornan ) , Josef von Sternberg.

U N E Z (RICARDO)

Nombre completo, Ricardo Núñez Lissarragne. Nació en Petanxos ( L a Coniña) el 16 de Julio de 1906. Su divenión favorita desde la Infancia fué el cine, que prefería a toda clase de recreos. Soñaba con despuntar como astrélla del nuevo arte: y por eso, en cuanto tenninó el Bachillerato, que hizo en el Institut^^ de La Corufla, se t r a ^ b a Madrid, buscando oportunidades p^Kentrar en el mundo de la pantalla. Al poco trabó r^feción con el director P l ^ ^ K R e y , que sih4>sponía a filmar «El de Madrid». El realizador le sonwtíó a unas pruebas de fotogenia, y ante los resultados obtenidos no dudó en confiarle el papel de galin de la película. En sus posteriores trabajos, que pertenecen a la última época del cine sonoro en España, confirmó Ricardo Núfies su izito inicial, y en 1931 fué llamado por la Paramount para hacerse cargo del principal personaje masculino de la cinta «Las noches de Port-Said», que se rodaba en Joinville, y en la que intervenían estrellas famosas como Oskar Homolka y Renée Héríbel. Así hizo el actor español su debut en la pantalla parlante. Pero apenas terminada la impresión del film, ocurrió U bancarrota de los Estudios de Joinville, y Ricardo Núñez regresó a E s p a ñ ^ l ^ doáuie continúa sus trabajos cinematj ficoa. Es soltero, muy aficionado ^|p| dep«ttta( y de carácter alegre y ej

pOnHl

Película*

que

ha

interpretada:

El pilluelo de Madrid, Florián Pey^ Águilas de acero, Florián Rey. La h mana San Sulpicio, versión muda, rián Rey. Fútbol, amor y toros, rián Rey. 48 pesetas de tíaxit, Fer nando Delgado. Las noches de Port:l, Leo Mittler. El hombre que se i del amor, Benito Perojo. Sol en la nteve, León Artola. Susana tiene un secreto, Benito Perojo. Se ha fugad: o . Benito Perojo. Alalá, tz. Crisis mundial, Benito Rumbo al Cairo, Benito Per

Estatura, 1,70 metros. Cabello rubio oíibscuro. Ojos azules.

O

R L I S S (GEORGE) ^ Mació el 10 de Abril de 1868 en Lon^ d r e t . Trabajó durante algún tiempo, sin Bentiivasmo, en la imprenta propiedad de ^ M u piltre. Le atraía el teatro, y niño aún, ^Hatenáno en funciones organizadas por sus V a m i | ^ s . Debutó profesionalmente, a los ^ dies y ocho años, como meritorio de la modesta Compañía del Elephant and Castle Theatre, de Londres. Luego actuó en operetas: pero sus escasas dotes de cantante le obligaron a desistir de aquel género y a volver a la comedia y el drama. Tras de pertenecer a varias Compañías de ^egundo orden, ingresó como pripíier actor n la prestigiosa de Jig^Patrick CampAllí conoció a ^ H ^ B k l l o n t g o m e discreta actn^^^^^^H^ptíva e : e ^ n t e , con l a ^ ^ ^ ^ ^ I r p o c O después. Marchó a trato de cual te años: al tiempo de su"^ uno de t predilectos'd ^neojorqi ibre de su • en l l Green representó i LOS seguidos en tanteen elSt -J Aparecit^ porJ [talla en la ver de Parker uno de sus Desde entonces ha -abajos de la escena con lo tanto en Inglaterra I Unidos, hasta que parai^iidar irgías se consagró ezclusivAente del séptimo arte.

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yalir

cuanto^íüflia

Clareas ^ura,

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1,62 J|j|ltiw Cabellos grises.

Película»

que

ha

interpretado:

Disraeli (Disraeli), Alfred E. Green. La diosa verde (The Green Goddess), Sidney Olcott. La oculta providencia (The man H'ho played god), John G. Adolfi. Calamidad con suerte (A successful calamity), John G. Adolfi. La casa de Rothschild (The House oj Rothschild), Alfred Werker. El Alttmo caballero (The last genileman), Sidney Lanfield. Wellington, el dMqtie de hfrrro (The Iron Duke).\kSavilfe.

SULLIVAN (MAUREEN)

Nació en Boyle (Irlanda) el 17 de Mayo de 1 9 1 1 . Es hija del mayor Charles J. O'Sullivan, del regimiento de Connaugh. (guando tenía dos años, ae trasladó con Mp familia a Aldershot y hiego a Brighton, en donde su padre hubo de pasar una temporada reponiéndose de las heridas que sufrió en la guerra. A los doce años ingresó como alumna interna en el Colegio del Sagrado Corazón, de Roehampton, del que fué expulsada por hacer una escapatoria a Londres para ver a una amiga. Admitida después en el Colegio Religioso de Boxmoor, allí permaneció durante dos años, y otro más -hasta cumplir los diez y ocho—en Versalles, aprendiendo franca. De vuelta en Dublín, lugar de residencia entonces de, sus padres, conoció en el Hotel Plata, con ocasión de una cena, a la que fué invitada por una antigua compañera de colegio, al director cinematográfico Frank Borzage, que rodaba en Irlanda las escenas exteriores de un film. Borzage le pidió que tomara parte como figuranta en la película, y a los pocos días encargó al «cameraman» que le hiciese unas pruebas. En vista del magnífico resultado, el célebre realizador cablegrafió a los productores de la Fox, proponiéndoles el contrato de Maureen Aceptada la oferta, y conforme el Mayor )'Sulliván con las inclinaciones de su l^ja, Maureen, acompañada de su madre, pbarcó en Southampton el 5 de Octubre ^. 1929, camino de América. S « primer trabajo fué la impresión de intei^ores del film empezado.

i iifcJio metros, ^ o « d H ^ H H o s azules.

Película*

que

ha

interpre^

La canción de mi alma (Song Heart), Frank Borzage Vn yanqui^ la Corte del rey Arturo (A Conn«f cut Vankee), David Butler. igS^ unajantasia del porvenir (Just gine), David Butler. La prince^ enamora (The Princess and the ber), Hamilton McF^adéen I yrastei ros ett Honduras (Cohens and Kelh\ in trouble), George Stevens. 7 ./> los monos (Tarzdn the Ape Ma W . S . Van Dyke. £1 alma del rasca los (Shyscrapper Souls), Edgar wyn. El asesino de Mr. Meidlaii (Payment Deffered), l-othar Mendfl Ana. la del remolcador (Tugboat Ai nie). Mervyn Le Roy. Madres de tidores (Stage mothers ) , Charles bín. Tarzdn y su compañera, G^H^ Gibbons La cena de los O f W S l H f W . S Van Dyke. Las virgeneT Wimpole S4r**t, Sidncv FranklynJ refugio. W . S. V a n Dyke. tíT CopperfüUeitlÉaxt Cukor.


co espera v e r justificada en la pantalla la exuberancia inusitada de los adjetivos encomiásticos. Todos saben que los elogios son desmesurados; pero «ellos» se las prometen muy felices, porque la protagonista, que se viste admirablemente, sabe desnudarse también con singular d«maire, y «ellas» presienten un rato feliz admirando i » v.a-onil apostura del galán de nóoda y «tomando n o t a » de los «trapos» qne lucirá la protagonista, y a que la publicidad de la Prensa y el trailer proyectado días antes les ha puesto en antecedentes de que se trata de una película de «época actual», según la estereotipada frase de teatro. L a cinta, en realidad, n o tiene Badade extraordinaria por lo que ai argnmeato y a la técnica se refiere, y no aporta, por tanto, ninguna ens ^ a m a ^ e a s i ai acerv o del séptimo arte. E3 asunto es trivial; el desarrolle, absurdo, y la interpretación, a n o d i n a .

Claudcllf Colbert, la estrella de la« elegancias, hiciciHlo un original y modernísimo t r a j e de no4— che

Certrude M i elMrl, tm sugestiva actria

de la prnUtlia, con U B » persosaiísfma «toilette» prhnaveraf

Carole Lombord, la esett^ tórica «vedette» rMbta^ viste aqní ana nov í s i m a «roke de soir» de saprema ckgai».

La belleza jr el *ekie» de las artistas de la pantaUa, factores decisivo» del éxito

H

Kn sonado los timbres anunciando el término del descanso, y el público q u e ha invadido el Joyer se r e i n t ^ r a a su localidad. «Ellos» y «ellas» —porque también «ellas» salen tdiora en los intermedios a «flanear» y a saborear con deleite el cigarrillo cómplice de su coquetería—acomódanse de n u e v o en su butaca. H e c h a la obsctuñdad, conúenza la proyección. Trátase de un film eb el que actúan ma galán famoso por su recia masculinidad y una «estrella» célebre por la elegancia de sus toilettes y el escándalo de sus excentricidades—no siempre auténticas—, lanzadas a 1ü¿ cuatro vientos del mundo por la sección publicitaria de los Estudios. H a y en la sala ese expectante silencio de las grandes solemnidades. Trátase de un film precedí ' > de gran y el públi-

reclame,


Pero, ¡qué importa! Y a el público sabía de antemano que no iba a ver una producción señera, bino im film intranscendente, que aspiraV)a tan s<')lo a halagar a las juventudes. T r a m a sencilla, escabrosamente sentimental (con el paradóji^-o sentido de ingenuo libertinaje que suelen dar alguno.^ directores a ciertas pelícidas), ambiente mundano y solución amable y confortadora. T o d o ello, claro es, servido al ritmo fácil y didzón de músicas gratas al oído y fáciles de retener en la memoria. Una película «comercial», en suma. ¿Que los verdaderos amantas del auténtico cinema se sentirían defraudados? ¡ Y qué! ¿Acaso en el séptimo arte no están i)ermitidaK esas esi-apadas hai'ia la frivolidad? Pues ésta era una de ellas, y a fe que con todas las esenciales características de este tipo de producciones. Magníficos automóviles, espléndidas orquestas de jazz, nuevos ritmos de danza, lujosos interiores decorados y amueblados con un audaz sentido ultramoderno y , sobre t o d o y con el más nimio pretexto, ¡cuánto cock- tail! Y también — éste era, en realidad, el máx i m o incentivo del film—^¡qué abnunadora p r o f u s i ó n de vestuario en los prot a g o n i s t a s ! Trajes de mañana, de «porf, de paseo, de noche... T o d a la extensa gamadel atavío desfilaba entre munnullo»

Conchita Montenegro, la joven española, convertida en estrella del cine norteamericano, vistiendo nn sencillo traje matinal

PalFH-ia l-.iiit.. la Hiinpatk|uí-

aprobatorios y admirativos de la «muchachada» espectadora a lo largo de la película, « E l » los lucía con el estudiado desgaire y la aldeana desenvoltura de casi todos los galanes de la pantalla, y ella... ¡Oh, ella!... ¡Qué suprema elegancia, qué exquisito chúr.' A l llegar a este p i m t o hemos de hacer ima confesión. N o nos satisfacen en absoluto, c o m o verdaderos amantes del cine que somos, esas películas realizadas con el exclusivo propósito de seducir a los que sólo ven en el séptimo arte ima revista de elegancia-í y una escuela de frivolidades y coqueterías, porque creemos que incluso en las películas de este t i p o ligero y simplista caben elevadas perfecciones artísticas y matices estéticos colmados de dignidad; pero hemos de confesar, porque ello es Sem-illo. dentro de su originalidad, este justo, que d e esta censura están exentos gnocioBO tniie ^<ie exhibe ca In Cote los intéq)retes, y a q n e no está e n su mano W o n d a Barrie el rehusar su complicidad en estas reprobables realizaciones, en las que la labor de ^ los protagonistas se relega al falso e inconsistente papel de bellos maniquíes. En realidad, estos films sirvtn tan sólo p a r » e v i d e n c i w dos cosas: primero, la perspicacia de l o » magnates de la producción, que al verse ^ ^ ^ ^ compelidos por mil circunstancia^, acaso disculpables—en la dudo,..a po^^H^^ sibilidad de que los delitos de leso arte admitan disculpa—, a la filmación de uno de ^étos argumentos estúpido¡,, fian el é x i t o a la apostura de un galá^ 3' a la belleza y la elegancia de una vedette, seguros/de que ni uno ni otras pueden fracasar ante el públicp, y después, el influjo podero&o, irresistible, la seduoción ovasalladora y mil veces controlada que ejercen ten el público la verdadera belleza y la auténtica ele/an(*ia de las artistas de la pantalla... ¡Triunfo de lo bello, victoria de^Ha distinción, [)oder supremo de la feminidad!

lünia y notablr actriz dr la riiicniatografía y a n qui, con un prActiro y confortable traje matinal, que puede utilizarnr tembí/in para vimfr

M.


"ÍOR ANGÉLICA" H a HA

InicÜGudbo

LÍGULA

&

cL2 l a T

A R G U M E N T O

cU

R A F A E L

¡NTERPRETADO PORy¿/í7/7 da l IMANT,'CHISPITA';

ANDA/*

I

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SEGUNDA

seri¿ O R O

NACIONAL

T U L ADA

LÓPEZ

c U H A R O

LINA YEGROi, RAAAON cLa SENAAE-

LUI^ VILLA^IUL, ANGÉLICA GOMZALEZ, ÍAIVIÜEL CRESPO

DI RECCION : SALVADOR da ALVERICH o p e r a d o r : isy goldberger C o RA C PüBLICITAS

B O

ULAN3GER

HERMANOS

PE-i

BURGO';.

I


o hay ni un st»l<t <iiti«ta <{ue iiava triunfado - si al trabajar 04m ai;iert/0 lo llamamos triunfar—sin antes atravesar uno o varios periodt)S do crisis o de ncgdí'ión pnifesional. Julién Duvivier, no vanu»s a decir que era en sus primeros tiempos un simple «tinparsa, {»ero sí un obst'uro a<;tor, la mayoría de las veces sin contrato. Si no hubiera sido por su familia, las Imbieni pasado nuiy mal :il pr¡n<'i|tio. Aun así. a cada instiuite se le int<'rpitiüiui en su v i d a barreras íiifíciles de vencer. Pero D u v i v i e r t«*nía una virtud: era un j o v e n animoso y valiente. Otro no hubiera hecho lo que él hiz«t. L a Societé de Auteurs et Ucní; de Lettrcs estaba compuesta en su mayoría por [troíesiomdcs de gran renombre. Juliéii Dtivivicr no era más qtie un a i f o r sin contrat<», a lo simio un aficion.ulo. ^ a pesar de todo t u v o la audiuia de hiu^erse b w i o con el misiu(» enq>a<{ue <pie una actriz de primera categoría. -\1 prin<-i|)io pagaba las cuotas; después, a falta de dinero, tuvf» <pie desistir de ello. Pero no por esto dejó de pasarse ni un solo día por la Socieciaxi. VA tener allí iunigos le animaba mucho a ir... l ' n día le llamaron a la secrotiu-ia. Daniel Uiclie era el sooretaric) de la Sociedati de Actores v Literatos. Duvivier no

N

Animadores

del

cinemx^

mm

Knire todas las ^randt s obras de Julién l)ut ivier, «KuniIto al llanada» destara por la simpliridad de tiu asunto y por lo admirable de su reali-zaeión

filmar los exteriores de Hnceldamn. U n mes después le confiaron a él sólo el filmaje de otro film. VA trabajo de D u v i v i e r había sido tan personalísimo, que asombró a todos los que v i e ron la proyección de Hweldama. P a r a el segimdo film t u v o niení)S suerte D u v i v i e r . T o d o su trabajo fué dastruído por un incendio. Dadas las aiMisaciones que empezaron a lanzar contra él, pasí'i un mes en completo desasosiego. Pero Daniel Riche era incansable protector de Duvivier, y gra<'ias a su influen<-ia, en adelante toilíKs fuentn tritmfo.s para el hoy fainost» realizador francé.s. P<Kleinos cosi<lerar a IJI Venus d'Arles como su primera película Después, por orden crono lógico, muchas má.s: L'Arlésienne, Les Trum lleurs de la mer, Ijes Rocquevülard, UOuragan sur la Montaña, esta última en colal>oraí'ión con Gastón .laequet. En 11)28 le hace un film famoso

«Alió Paríit!» en uno de los iiiás ilelirio.sas y mejor reulizailos «films» de Julién Duvivier

acertaba a comprender los motivos de la llamada. —Tiene asted que pagar los reciljos <iue debe si no quiere que le demos de baja. — K s que... — N a d a Es indis|>eiisable. —Venlaílonuiiente... —^Ya sé lo (pie me v a a decir. D e n t r o de u i i o > días v o l v e r é a llamarle... D u v i v i e r sali») apesadumbraílo de esta entrevista inesperiula. Perd<ír la Société de Auteurs et Gens de I ^ t t r e s era e<!hárselo el mundo encima. Gracias a .sus amistades estuvo y a a |umto de con.seguir un cmfileo. Más tarde habí.unos de ver, a travé.s de otra.s visitas como ésta, un cas»* tniriítso. .lulién Duvivier se hizo amigo de Daniel Riche. Parece increíble, pero Daniel Ui<íhe empezó por pagarle las cuotas y terminó por eiiqdearle en el T e a t r o Odeón como actor de primera fila, listo y a era v i v i r . Gaveau ora el (lire<'t<)r del (^deúu. Hieln'

era muy amigo suyo y sabía que estaba a ptmto de fundar, unido a otros S<H'Í<»S, una casa f»roductora de }>elículas. Duvivier tenía buen t i | M ) para iwtor de cine y ora j o v e n . Daniel Riche pensó en esto y d w i i l i ó hablar a ( i a v e a u . . . El caso es «pie aetoras me sobran. A h o r a nos luuM^n f a l t a <lire<;tores, que son lo.s «pie escasean en Francia. Aun así, podriam<t.s darle trabajo de a<:tor. Julién Duvivier se vio convertido en a<tor cinoniatogfico de la n o s h e a l a m a iiaiia. T o d o .so lo debía a Daniel Riche. C^trriendo los nie.scs, tantas vecies o y ó decir a (Javeau que hacían falta directores, que a él le entraron ganas de serlo. Gaveau no se atrevió a confiarle la responsabilidad total de un film. Y fue en ltM8 cuando al Itulo de Severín Mais y Ciunille Bert marchó a Burdeos para

Julién Duvivier, el genial director cinematográfico francés


da), mariage de madeinoiselle Beidemans. Le mystere de la iour Eijjel, Le turbillon de Paris, IM divine rraisiere, IM vie mirac^devse de Terese Martin, Maman Colibrí, Au Bonheur des dames... Aquí termina para Julién I h i v i vier, y quizá para Francia entera, el cinema nmdo, para empezar a ejercer su soberanía el parlante. L a producción sonora de l>uvivier empieza en Les einq gentlemen maudits, film dramático, fantástico, de aventuras, basado en una obra de Andii' Reuze. En cinco años de cinema sonoro, la cadena de films dirigidos por Julién I)uvivier, unidos a los de Kené Clair, destacan por todo el mtmdo al cinema francés como el más fuerte y de mejor «calidad. David Golder, PoU de Carotte (versión sonora con H a r r y Baur y R o bert L y n e n ) , La cabeza de un hombre, Aló, Paris!, Rumbo al Canadá, Kl pequeño rey, María Chapdelaine (la obra maestra de Duvivier, según afirma la (íntica francesa) y el último film estrenado en

El niño Robert l.ynen y Harry Baur en una esrena de «Frlirrojoii, film de Duvivier, aegún la obra de Jule Renard

en toda Francia y en el Extranjero. A q u í empieza I h i v i v i e r a mostramos su afición hacia los temas religiosos. El film a que nos referimos es Credo o La tragedia de Lourdes. L a obra de Jules R e nard, Poil de Carotte, la lleva por primera v e z a la pantalla muda. Y cierra su épo<"a de primeros filnos con La machine a refaire la vie, en colaboración <!on Henry Lepage. Contratado Julién D u v i v i e r por Márcel Vandal y Charles Delac, empieza a producir peliculas con ima intensidad que asombra: La agonía de Jerusalén, El hombre del Hispano (primera versión rau-

Otro exponrnir del genio de Duvivier e» eate maeníriro film «Kl pequeño rey, a que pertenece esta foto

Pari.s, Colgóla, son nni&stras sobradas piara conceder una personalidad internacional al cinemafrancés. Actualmente empieza a filinar Julién Duvivier IM vida privada de Napoleón. Mucha expectación produjo en Francia la versión de Abel (Janee; pero la de Duvivier .se espera con gran ansiedad, máxime siendo de corte tan distinto.

Hablemos ahora de Julién Ihivivier como cineasta y como artista. L a presencia de cbieasta la adfiuiere desde el punto y hora en que empuña el m ^ á f o n o . R i t m o , movimiento, juego d e i)lan o « . . . : todo esto está perfectamente estudiado en sus primeros films. Luego esto quiere decir que D u v i v i e r sobrevino al cinema c o n el acopio de elementalidad indis[>ensable a un metteur en scene. Ix) que a Julién Duvivier le faltaba en el (únema silenciaso para tenerlo todo completo, era una cosa: concepción estética para amoldar su pureza cineística, .sin ctrntaminacicnes extrañas, al tema, y engendrar de esta manera el arte. Claro que esta deficiencia no es extraña ni eeasurable. Los directore.'í, en los tiempos en «lue Duvivier advino al cinema, no había por qué exigirles una radicalización artística. N o era poca creación la consistente en encauzar toda una corriente desconocida, inaudita y sin otra historia que la escrita por las .^ucíesivas manifestacione.s científicas durante un limitado período, como el recorrido por el cinema desde la fecha de su nacimiento hasta que unos cuantos hombres como Canudo empezaron a otorgarle categoría de arte. De todo ello se desprende que Duvivier no sobresale como artista liasta el instante en que ' se implanta una nueva forma ; de expresión cinematográfica: el cinema .sonoro. Un poeta de<lica parte de au v i d a a dominar la técnica, a estudiar la forma y el acento, a buscar un estilo pt)ético qne, .siendo personal, no deje de ser poético. Es posible que Duvivier dedicará toda la plenitud del cinema mudo a lo mismo: a abarcar, a dominar p a r a aliondar ¡«uavemente en las entrañas de lo superficialmente cont)CÍdo y verter la siembra ade" ^ f e ^ cuada a su efectiva gradación. r^HH Todas las obras producidas j>or Duvivier durante el cinema stmoro se pueden considerar como el fruto de una experiencia bien gestada. Claro que Duvivier no ha utilizado para su aprendizaje un m é t o d o sólo; lo ha hecho con vatios al mismo t i e m p o , y a esto se debe el que en la totalidad de su obra haya cierta versatilidad a causa d e intencionados injertos artísticos. .lulién D u v i v i e r es el único valor internacional que ha llegado a serlo sin pasear su arte por el Extranjero. N o ha podido, por lo tanto, admitir influencias exóticas, que tanto han desnaturalizado a otros realizadores. Sin embargo, no hay sincretismo estético, ni la c<jnsecución escénica es l a misma en la persecución que la Policía hace al asesino en IM cabeza de un hombre; en l a resolución del problema amoroso planteado a través de Rumbo al Canadá; en el casamiento campestre d e Pelirrojo, ni en los gritos del loóo y los {)ersonajos que v i v e n en l a mazmorra de El pequeño rey. N o hay sincretismo y quizá sea esto algo que renueve la savia creadora de D u v i v i e r en detrimento de la monotonía y del estancamiento artístico de su obra. A lo mejor, vemos mañana algo diametralmCDte distinto a lo que hasta ahora lleva producido; distinto en sus Harry Baur, (>ina .Manen <• más infinitesimales maInkijinoff rn un momento nifestaciones. culminante dr <I>a fal>rza de un hombre», la película

de técnica aHombrosa reatizada por Duvivier

A . DKL A M O ALGARA


E

l 8E cristal que anuncia el descanso debería, cuando la película J última es po<M) amena, proyectarstí al terminar la sesión.

lj& palabra «descanso» tendría así una plena justificación, y hasta es posible que el cristal mereciera el aplauso de los aburridos espectadores.

Dijérase que los documentales cinematográficos han sido heclio c(m el f>ríncipal proposito de demostrar que no hay nada en nuestro planeta que carez(;a de interés. D e no estai- animadas por ese pro¡K>8Íto, resulta in(M)mprenbible la realización de muchos de ellos. P o r q u e es que la alfarería, la fabricación de cestas de mimbre y l a caza de la penliz con escopeta, pongo |)or ejemplos, no son temas que de antemano prometan asombrar al público.

Merced a las pintorescas redacciones de los títulos aujíerpuesim llegará un día en que el aficionado al cine hablará un idio-

Cuando r n uno dr «sos filmi dr tono frivolo v li|(rro aHoma rl rostro vivaz dr Francrs Drakr, y su cuerpo rspléndido evoluciona al ritmo fácil y alegre del «jazz», la pelírula adquiere prestigios insólilos, brillos deslumbradores y animación insospechada

Cari Randall, rl eélrbre creador de tantas bellas coreográficas en las grandes revistas c i n e m a t o gráfiras nortramrríranas, aparrre aquí con algunas dr sus «girls» predilectas, a las que hace observaciones acerra dr un próximo bailable


m a parecido al español, pero incomprensible para los españoles no aficionados al cine. Quizá entonce» los aficionados al cine decidan pedir el reconocimiento oficial del nuevo idioma y ha.sta la autonomía de los salones cinematográficos...

listos bellos rostros, pirtórieos de juvenil y picara alegría, aparecen frrruentrmonte en los deslumbrantes desfiles de las grandes revistas de la pantalla

Se ha hablado mucho de la tortura que sufren las estrellas para ganar la línea. Pero aun no se ha comentado la tortura que para «perder» la línea debe sufrir M a e W e s t , la gorda oficial de la pantalla, más delgada en sus últimas producciones...

Cuando un «Noticiario» trae a nosotros algunas escenas de guerra, esa desconfianza que e.s innata en t o do buen aficionado nos hace encogemos de hombros y sonreír escépticos. ¡Si no supiéramos que de las i)elículas de guerra han sobrado tantos y tantos metros al hacer el montaje!

El cartel de « N o hay billetes» debería colocarse siempre en las taquillas de los cines: cuando se han agotado las localidades y cuando no se ha vendido ni una, causa también, indiscutible, de que t a m p o c o h a y a billetes.

' a inevitable españolada iMiiiría ser nuestro mejor iU-tículo de importmíión. L a españolarla no as sino u n a caiicatura h e c h a con más o menos acierto; pero una caricatura. En t a n t o (pie los elogios surgen en derredor do olla, el caricaturizado protesta: «¡Qué disparate! ¡ Y o n o soy así! ¡Eso es un inf?idto!»

A veces pienso, parodiando a W i l d e , que acaso estos comentarios son demasiado serios para el cine, o, lo que sería peor, que acaso el cine es demasiado serio para escomentarios. , la duda, lo más acertado es interrumpirlos, al m e nos por h o y . JOSÉ

¿Por qué no ensayar, pues, lu autocaricatura, qne tendría la virtud de complacer al autor y modelo, al mismo tiempo que le produciría un beneficio económico?

Los admiradores de í'Aarlat se lamentan de que sus [>eliculaH se distancien tanto. Se olvidan de <pie ('harlot se cree t>bligado a descubrir una artista en cada una (ie sus produeciontjs y a casarse con ella, (pie es más (ronqtli(íado aún y más peligroso.

-^i se estableciera en los L.-trenos cinematográficos la mi.sm a costumbre «pie en ios estrenos teatrales, los contribuidores al é x i t o se verían obligados—tal es su número—a desfilar por cl patio de butacas, c o m o ¡firh de revista. Un desfile brillante. A u t o r d e a r g u m e n t o , adi4JÍador, autor de guión, dialoguista, director ( l e produ(;ci('m, director de escena, su{>ervisor, cameramen, electricistas, decoradores, figurini.stas, m o distos, d i r e í l o r d e nndtitudes, asesor histórico, ayudimtes de director, jefes de montaje, i n t é r p r e t e s , maestro coniftositor o adaptador mu-

sical, director de orquesta, ingeniero de sonido, maestro de bailes...

L o s cameramen e x t r a n j e ros, cazadores expertos del «pintoresíjuismo», nos des(mbren en cada i m o de sus reportajes una nueva España, labor meritísiina que merece nuestra gratitud de buenos patriotas. ¡Ahí es nada, en.símchar nuestro suelo con la aportación de esos riiK^ones tan insospechados, pictóricos de «sabor» y carácter, rincones que s e g u r a m e n t e nosotros no habríamos llegado nunca a descubrir!

Afortunadamente, la infancia es tan corta, que los niños prodigios del cinema no duran más que unas t e m poradas. En cambio, las mujeres fatales del cinema duran i m a infinidad de años; bien es verdad que el «fatalismo» está en relación directa con la edad. He ai|ui irr»

heUínimaH

murba-

rhas selerriunadaH. drspiirfi de un concienzudo y difícil examen, para Hcr d c H l a c a d a » del f;rupo anónimo d e l a » ' girlH, como fulura» CHlrellaN del baile

SANTUGINI


utue KathUen Burke e» uno de loa valorea másperaonalet de la pantalla. La gran actriz tiene, sobre todo, una poderosa peraonaiidad, no aólo en su arte, hondo y expresivo, sino en su belleza, fina, elegante y señorial. Hay en el roatro de esta mujer una gracia enigmática y profunda, un raro encanto, que se prolonga después en su cuerpo aerpentino, de una elegancia ondulada e inquietante


S

IEMPRE, al hablar de

Cecilia Parker, con el nuevo peinado de su creación. Para sujetarel pelo, en vez de cinta, emplea una fina trenza que le rodea la cabeza y que termina en una graciosa lazada

determinada

caracteristica

de

la belleza femenil, de cualquiera de las innumerables facetas que contribuyen a realzar su hechizo, dícese de

P o r regla gener.d, la

ella que es la más im-

mujer considera plena-

portante. Y las más de

mente cumplido su de-

las veces no es así, si

ber de fémina que pres-

bien conviene atribuir-

t a a cada una de las

le una importancia ex-

facetas de su belleza

cepcional, a fin de que

la debida atención, v i -

sobre ella fije la mujer

sitando a su peluquero

su atención y su cui-

i m par de veces al mes.

dado.

Esto, para aquellas que

H o y , sin

posean

embargo,

una

cabellera

vamos a tratar de un

dócil y flexible, puede

t e m a que a ninguna de

bastar, sobre t o d o si

nuestras lectoras deja-

su peluquero se sirve

rá de parecer de autén-

de un shampooing mo-

tico y

derno,

verdadero in-

sin

jabón

y

exento d e substancias

terés: d cabello. L a Moda, que jamás

alcalinas; pero cuando

le ha desatendido, prés-

los cabellos tienen una

tale

su-

constitución seca o,, por

ma importancia, y nos-

el contrario, excesiva-

otros, fieles a sus nor-

mente grasicnta, ¿qué

mas, queremos conce-

pelu(iuero, por e x p e r t o

dérsela aquí, teniendo

y hábil que sea, podrá

en cuenta que el cabe-

cuidarlos c ( » n o es de-

llo femenil es ahora no

bido durante el breve

sólo

complemento

espacio de tiempo que

de una toilette perfecta,

suele concedérsele para

.sino uno de los funda-

ello?

actualmente

el

mentos básicos y esen-

¿Qué hacer,

enton-

ciales de la verdadera

ces?, diréis, pensando,

elegancia.

en que vuestras

acti- i

vidades n o os permiten^ Kste conjunto de cgirls» cinematográficas dispóneH T a realizar su mai^uillaje frente a los espejos de su «vestiare». Aun cuando la pantalla no recogerá aisladamente los rostros, sino los efectos generales de la evolución, ellas ponen en el cuidado de su cara, por doble razón de ser mujeres y ser coquetas, el mismo minucioso cuidado que las grandes «stars»... |

dedicar al cuidado d e ¡ vuestros cabellos más tiempo del que les dedicáis. Y , siguiendo las

1\A]IA\IA\\A/¿4M\

indicaciones de los más reputados doctores especializados, os responderemos:

Ante

todo,

cepillarlos; pero cepillarlos a diario, desen-,

DE -ÁI JED¿EEE¿O^ ^EJNMI/Ut


Igualmente es muy provechoso el masaje, no tan intenso que pi duzca dolor, del cuero cabelludo, y a que de su flexibilidad depende el buen funcionamiento de las glándulas [)ilíferas, sebáceas y sel)orreicas. Para los cabellos excesivamente grasos es inútil .solicitar de los shampooings ordinarios, por lo común demasido cáusticos, hechos a base de jabón negro y de madera de Panamá (potasa), un remedio que nun<!H jKídrán projKjrcionar. Actualmente h a y numerostjs j)roductos apropiados para ese efecto, y cualquier peluquero conocedor de su oficio podrá indicároslos. A h o r a bien—^v' esta indicación sí que requiere la má.s escrupulosa observancia -: en ningún caso y con ningún producto, por m u y eficaces que sean sus

resultados,

deben ser lavados los cabellos más de tres veces al mes. U n a m a y o r frecuencia ¡xtdría ser francamente

perjudicial, por muy

diversas

razone."- d e orden científico. En todo caso, no debe olvidar.se que una cabellera no está suficientemente cuidada por el solo hecho de que se la peine cuidadosamente a diario. Fls [ireciso atenderla con esmero, lavarla, airearla, cepillarla y contribuir a su perfección acudiendo periódicamente a las manos de un peluquero ex{)erto y concienzudo que haga con él las veces de un médico y que, según las respecítivas particularidades, le aplique aquellos productos más convenientes a su perfecta conservación y a su embellecimiento. Observad los peinados de la presente estación: todos ellos tienden a otorgar al cabello femenil la m á x i m a importancia Se hace, pues, indispensable que la mujer verdaderamente

chic

le otorgue los cuidados

más escrupulosos y procure adoptar un peinado favorecedor y moderno. MIOSOTYS IM» ojoK - venlanitas del alma femenina, 8efn''><'lp<x^<*-gozaii de la máxima atención de la mujer, y constituyen la parte m i s esencial de su tocado... Joan Blondell, la espléndida tielleza ruD i a , en una sugestiv a «negligée». Keta hermosa artriz une a sus méritos de artista el de su magni6ca y espléndida seducción... 1^

iiiiinim marañarlos cuidadosamente hasta comprobar su absoluto aislamiento entre sí—cosa más difícil de lo que a primera vista parece—para permitir que |)or ellos penetre el aire vivificador que ha de libertarlos de gérmenes nocivos: evitar, por decirlo así, su asfixia. D e otro modo, su desarrollo tropezará con dificultades de tal magnitud, que determinarán su empobrecimiento, su debilidad, su raquitismo, su ruina, en fin. Para que ello no suceda es indispensable, como esencial medida precautoria, cepillarlos, por lo menos, un par de veces a la semana. N o nos cansaremos de repetir que para desempeñar plenamente el bello papel que la Naturaleza le ha asignado, para conservar su prístina condición de sedoso y flexible, dócil y perfecto, el cabello

I

precisa de un escrupuloso cuidado, que se le libre del polvo y las

i

impurezas que sobre él se acumulan a diario y de sus propias y no-

civas secreciones. To<las estas materias forman en torno a su raíz Una capa, imperceptible a simple vista, pero de efectos destructores, y ello se e v i t a con una higiene metódica y constante, cuya base radica^—ya lo hemos dicho—en el frecuente cepillado. l i e aquí el mejor sistema para realizarlo: Divídase el cabello, por medio de rayas, en varios mechones de no excasivo espesor, y con un cepillo de cerdas fuertes y de un largo no menor de 8ei>, centímetros hágase el cepillado de cada

uno,

apoyando fuertemente el cepillo sobre la raíz y siguiendo después hasta el extremo del cabello. El «fecto es tanto más eficaz cuanto más fuertemente 8e apoye el cepillo junto a la raíz, hasta que casi llegue a producir molastia en el cuero cabelludo, pues es justamente en el nacimiento de los cabellos donde hay que evitar la acumulación de materias Perjudicialas. Cionviene mucho intensificar la opera'^i6n detrás de las orejas y en la base del cráneo, para que las débiles raí(;es de esas partes de la ca'^eza experimenten de un modo aspecial el beneficioso efe<íto de la fricción.


hOrín de

0imi^ti»dí>>/iev.i

^ár

Ann Solhrro, Edmunrf L e w r , M i i Í M » Jordán y Cregory Ratofl^ en una eaeena de «Ka hora de amarnoa»

N

O es descubrir el Mediterráneo hablar de la complicada labor que exige una película ni de la cantidad y la diversidad de elementos que es necesario reunir para lograr un buen resultado. T r a b a j o de una extraordinaria complejidad, i m film no da luego, proyectado en la pantalla, idea del esfuerzo que hay tras aquellas escenas. Eista tradicional dificultad se hace m a y o r en peliculas que, como Es hora de amamos, exigen, por su espíritu, por su t e m a y por su ambiente, una suma importante de factores. Hasta tal pimto, que bien puede decirse que son más los directores que intervienen en aquel film que los actores que lo interpretan principalmente... D a v i d Burton ha sido el director del nuevo film. A su cargo ha corrido la parte dramática de la película, su trazado general. P e r o al lado de él han trabajado otros directores, encargados de partes distintas y fimdamentales de Es hora de amamos. Así, por ejemplo, Constantine Bakaleinikoff ha sido el director musical, el encargado de hacer la partitura y a r r a l a r a ella el libreto. Stephen Goosón, du-ector general artístico de los Estudios Columbia, creó los magníficos decorados de la nueva película. H u b o un director coreográfico: K . K . Hansen, que t u v o a su cargo l a dirección y el ensayo de loo típicos bailes .suecos que h a y en el film. O . G. Borglund intervino en todo lo relativo a las canciones—también suecas—que se escuchan en la cinta. Y como hay en ésta mucho ambiente popular de Suecia, fué i m o . d e este pais, J. H e n r y K r u s e , el que cuidó en todo m o mento de que los menores detalles tuviesen la debida auntenticidad y de que la reproducción de trajes, ambientes y costumbres estuviese hecha con el m á x i m o escrúpulo. Como se v e , en esta ocasión son más los directores que los intérpretes principales de la cinta Ea ésta intervienen fundamentalmente cinco artistas: Edmundo L o w e , T a l a Bizell, A n n Sothern, Gregory K a t o f f y Miriam Jordán... Y además de atiuellos seis directores hay que contar también coú sus a3rudantes. s eces, el primer director, D a v i d Burton, ha . notado con los servicios de cuatro de esos avudantes...

f

I ..¡i

*— Ann Sothc'';; destacada figor» menina d e I co de .Ks hora a m a r n o s » , en emocionante na de este mag»"^ ro film

Uno de los mejores atractivos de Es hora de amamos es la gracia y la poesía de su ambiente sueco, magistralmente reproducido. N o ese ambiente convencional—puro artificio, imaginación arbitraria—que frecuentemente quiere dar en las películas la sensación de medios exóticos y lejanos. U n estudio meticuloso ha precedido en esta cinta a la construcción de sus fondos suecos. Interiores, figuras, danzas típicas, viejas baladas... H a y en todo ello un bello acento de verdad, para cuya consecución no se ha escatimado gasto ni detalle. Así, por ejemplo, son extras nacidos en la propia Suecia los que interpretan las danzas típicas de su pais en la película. Y había en ellos, al encontrarse en interiores que reproducían los hogares de su propio país, una honda alegría, ima emoción de nostalgia. El film se inicia en ambientes típicaHe aquí a Edoiund mente cinematográficos: estudios, soles, Lowe, que alcanza cámaras... Pasiones y vanidades de las ea «Ea h o r a de estrellas, contratos, ficción... L a estrella a m a r n o s » uno de sus m i s rotundos es Rose Porsell, bella, dinámica, inquieéxitos, en un mota. El director es K e i m e t h Lañe, que llemento de gran integ a y a en su labor a los momentos culmirés de esta penantes de la película que está dirigiendo lienU I en los Estudios. L a estrella, llev a d a por su temp e r a m e n t o inquieto y rebelde, se disgusta un día y desaparece. Su huida plantea en los i' atudios un problema de gravedad. ¿Quién puede sustittdr a Rose Porsell? Kenneth Lañe viv e horas de preocupación. Para él es como ima obsesión la necesidad de encontrar la actriz capaz de sustituir a la que se ha marchado. P e r o todos los esf u e r z o s resultan inútiles. N o sui^e la nueva estrella. El director nec e s i t a p a r a su film una mujer sueca, de gran belleza, que cante bien y que al hablar en inglés refleje su acento sueco. N o es fácil hallar una mujer de estas condiciones. L o s días pasan, la estrella no surge, y K e i m e t h L a ñ e desespera y a de encontrar la nueva actriz... Sarry Marsh, la n c v i a de K e i m e t h Lañe, hace que un día éste la lleve al circo. Cuando v a a sacar los billetes, K e n n e t h se sorprende ante la belleza extraordinaria de la taquillera. V e en ella, en su fina belleza, en la honda emoción de sus ojos grandes, profimdos, la intérprete ideal de la película que hubo de interrvunpir por ausencia de la estrella. ¡Si ella quisiera!... Cierto que la muchacha no es sueca; pero esto, con voluntad y con inteligencia, podrá ser resuelto de algún modo... L o importante es que ella quiera trabajar en el cinema... L a taquillera se llama Juana Kendale. El director comienza a hablarle para que ingrese en los Estudios, le pinta con los colores más risueños el espléndido porvenir que en el cinema le aguarda. L a dorada tentación del film, su belleza y su oro cantan al oído de la hermosa muchacha. L a gloria cinematográfica brilla ante sus ojos grandes y profundos. Y Juana K e n d a l e accede por fin a las palabras de K e n n e t h Lañe. Será artista de film. El director sonríe, satisfecho de su triunfo, y se dispone a comenzaj^su trabajo para convertir a la taquillera del circo en una estrella de la pantalla... Kenneth ¿,ane, para ello, lleva primero a la muchacha a tma familia sueca, para que v a y a aprendiendo el idioma y las costumbres de este país ' ^ r d i c o . Düf^pués vienen las pruebas ante la cámara, con excelente resultado. U n a intensa publicidad anuncia al público la próxima aparición de ' ^ a nueijÁ estrella: Sigrid Lund. Este e& el nombre actual, típicamente escandinavo, de Juana Kendale... . U n ^ i t o magnífico acompaña la incorporación al cinema de Sigrid Lund. L a nueva estrella es y a popular. Su nombre, como un clarín de triunfo; llega a los sitios más distantes... ^ tanto, Síury Marsh, la n o v i a d e K e n n e t h I>ane, recela del gran interés de éste por Sigrid L u n d . Es excesivo ese entusiasmo del director por * ' \ ^ t r e l l a . L a n o v i a no se resigna a creer que sea un interés puramente íulístico, que no haya en ello un factor más personal. Cuando Sarry M a j ^ Yp'^a Sigrid L u n d recuerda inmediatamente q u e ae t r a t a d e la billetera vista un día en el circo. L o s celos tienen y a un más firme punto d e a p o y o , ^ r ^ e n discordias y situaciones cada vez más embarazosas. Altercados y violencias v a n engendramdo en Kenneth Lañe y en Sigrid Lund un senti/jl'iento de malestar y de disgusto, que acaba un día por estallar, cuando y a ha sido invertido i m millón de dólares en publicidad de la nueva estre' El director y la actriz se retiran, rompen su colaboración y su contrato con la eiítidad productora. Sigrid L u n d desaparece de los Eistud; y son inútiles los esfuerzos de Hopper, el jefe de la entidad productora, para que el director y la estrella regresen a los estudios... Sigrid Lund está y a camino de Panamá, incorporada de nuevo a la Compañía de circo en que K e n n e t h L a ñ e la vio por primera v e z . Kl ector llega a saber ef-to, y sale en busca de la estrella que él había creado. Marcha en avión tras ella. L a encuentra, finalmente, y al ver? los dos, sus bocas se funden en un be.so apasionado: es el estallido del amor, que a lo largo de los días anteriores, y hasta m\u<A nm " ^ í a n contenido silenciosamente...


L / F . s i L T A (jue andan por alii, viajeias del mundo surprenilente de la I | _ fantasía y del ensueño, unas señoritas (•< nfiadas en ia virtud de ciertos nusgos físicdS para conqui.star la gloria liel cine. Dicha así, escueta y .sin aclaraciones, la cosa no ])uede -ser má.< vidgar. Porcpie nadie ignara (jue en la superficie del Cdolio v i v e n muchos miljone.s de señoriTa.s (|ue cada mañ.ma. ciida tarde v <ada n o d i e .-^e luiriui iiuicluis veces al espejo, para concluir en la seguimaü üe que umgiai rustro existe tan fotogénico, tan impecable de rasgos y tan expresivo de gestos como el que les devuelve el pulido cristal. Reconozcamos que esto, al fin y a la postre, carece de importancia; el que tiene una onza, la cambia, y es muy lógico que la chica bonita aspire a ganai- por su belleza el premio de (celebridad y de fortuna que el cine otorga sin regateos a quien tiene la suerte y el mérito de interesar al productor de películas en primera instancia y al público en fallo definitivo. Que una mujer guapa-—o que se lo cree, por lo menos-—sueñe con la gloria del celuloide, es un hecho admitido y frecuente. Como lo es asimismo que todas esas muchachitas lleguen a la conclusión, tras maduras reflexiones, de que poseen belleza original y personalidad inconfundible. Piensan q u e su cara y su arte eclipsarán la nombradla de belleza y de ta ento que hoy usufractúa tal o cual estrella de primerísima magnitud.

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T o d o e s t o — r e p i t á m o s l o u n a vez m á s , p a r a q u t n o h a y a lugai' a ecjuívoco.< y no se f o i m u l e n re<liunaoione.s—pertene e t a n d e lleno a la m á s d e n s a vulg a r i d a d d e l a v i d a c o n t e n q i o r á n e a . q u e seria intento pueril de artiiuHijt;! incipiente preten<ler de.^< u b r i r l o . A q u i se t r a t a d e o t r a c isá...

Aquí se trata sencillamente de las .señoritas que fundamentan sus aspiraci'jnes en el reconocimiento de la propia falta de personalidad. Y esto s' que (xurre muy [wcas veces. Traigam(ts la ckwumentación de dos casos concretas: el de la inglesa Miki l l o o d y el de la p o l a a Rita Lorma. .-Vmbas se propcmen ingresar en el n m n i o del cine apoyándose en la misma liizón: su parecido físico sorprendente con dos estrellas ilustres: Jo ín Crawford y Greta (Jarbo. P e r o también aquí se impone aclarar la noticia. H a y mujeres y hay hombres que se ganan la v . d a en los Estudios cinematográficos [ ) o r su semejanza de t ifKj e incluso de facciones con los astros ' " ^ eminentes. N o hace mucho tiempo > I -"surgió en H o l l y w o o d una muchacha tan igual en apariencia a Anna Sten, que ésta pudo marcharse de vacaciones, de^^^^^^^^^Bl I jando a su doble ccn la misión poco divertida de servir de conejo de Indias {>ara los experimentos de maquillaje, de indumentaria y de fotografía que habían de preceder a la filmación de su próxima [telícula Por cierto que la ruptura de contrato de Anna Sten y su anuncio de regresar a Europa habrán puesto el corazón en vilo y la comida en el alero a la simpática y humilde muchachita qué sólo posee como virtud cinematográfica su parecido con la indignada estrella. L a mayoría de las grandes figuras de H o l l y w o o d tienen .su d(»ble correspondiente, en el que dés(ransan de muchos trabajos enojosos y sin lucimiento: probarse trajes del año de la Nana, aparecer de espaldas en una escena o sufrir concienzudos remojones. Y si Anna Sten tiene su doble, como lo tienen S i l v y a Sidney o Claudette Colbert., ¿|K)r qué no han de tenerlo Greta Garbo y Joan Crawíord? A |M>Har de lodo, <|uien ronlemple

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ron airnrinn ruto» dott rrlratoH no tardará rn identifíear a (^rrta. Por<|ue (;reta ex únira, prntonalÍHÍma y marnvilioMa. Y Rita '.orma, itu « d o -

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ble» polaro, no tiene de la divina

l'ero estas señoritas que se parecen suera más que la semejanza ejiede m o d o tan extraí)rdinario a Joan y rior... a Greta aspiran a otra cosa que a trabajar anónimamente, sin más compensación que robrar unos dólares a fin de semana. Ellas también quieren ser estrellas, y quieren serlo preci^amente por su parecido. Tal voz la cumbre de sus sueños sea esperar q u e un d í a todos los periódicos del mundo, y todas las fachadas de las casas, y todos los programas de los cines, repitan en clamoreo alucinante un anuncio que diga algo así:

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estreno de la mejor película del año, interpretada por dos artistas que parecen hermanas gemelas de

GRETA GARRO y JOAN CRAWFORD Y suponen, prqbablemente, que el público se volcaría en el cinematógrafo para entusiasmarse con el pastiche al mismo precio que la alhaja legítima.

Una de estas señoritas^—la falsa Greta Garbo—ha merecido los honores de la interviú. El periodista no se anduvo en rodeos para lanzarle la pregunta más substanciosa y certera:


Señorita—interrogó—, ¿su extraño parecido con Greta Garlx) se debe solameniL al don de la NatuiaJeza, o lo ax^entúa usted con artificios de peinado y de maquillaje? Y la dulce R i t a Ixtrma repuso con la más ingenua de sus sonrisas: •—Lo acentúe, claro está. Comprenda usted: empiezo mi carrera cinematográfica, y esto puede servirme... ¡Ah, R i t a I ^ r m a , atrevida e iiic(tu.M-.iente! ¡Qué pavorosa confesión la suya, que la clasifica en el fichero más terrible de la delincuencia artística: el plagio de un ros tro familiar a la Humanidad entera! R i t a Ix)rma quiere ser actriz de cine, porque, en el fondo, aspira a timar a los espectadores distraídos, a los que basta v e r el dibujo de un affiche o el rostro que asoma en una fotografía a la puerta, de un cine, para, sin detoneree a mayores averiguaciones, penetrar en la sala, dispuestos a ver a su intérprete favorito. N o son muchos quienes tal hacen, pues semejanUv impulsos resultan raros en quien para satisfacer la curiosidad, despierta de pronto, necesita depositar unas monedas como condición inevitable. Pero a esos pocos fanáticos e irreflexivos se dirige la aspiración de R i t a ! también la de Miki H o o d , la inglosita que se parece a Joan Crawford. Y ahí se advierte con claridad la insensatez de su propósito. Porque si del fanatismo y la irreflexión piensan seíA-irse para que el público v a y a a verlas en la pantalla, no olviden que el fanático es quien no tolera raixtificacionen y que el irreflexivo es el capaz de todas las atrocidades cuando de vengar su buena fe sorprendida se t r a t a

Estas dos señoritas que se v a len de su semejanza con estrellas del celuloide para intentar el el acceso a los Estudios olvidan cosas fundamentales. O l v i d a n , ante todo, que en el c i n e no tienen nada que hacer. En cuarenta años de historia, riquísimaentoda suert e de experimentos, no se dio un solo caso de triunfo logrado por el p a r e c i d o físico con determinada celebridad; cuando la semejanza existia, y el ta-

lento era aprovechable, se hizo justamente lo contrario de 1 o q u e Rita L o r m a y Miki H o o d practican: se procuró, por el i)einado y el maquillaje, borrar en lo posible 1 o s rasgos disminuidores de personalidad. A cualquier prodi tor de películas le iiit»redaría e n c a b e z a r sus p r o p a g a n d a s c o n el nombre de Greta Garbo o de Joan Crawford; pero a ninguno le ofrecerá aliciente el nombre dasconocido de una damita que se parece a Greta o a Jeán. Y , en cambio, ¡qué h o r i z o n t e s maravillosos ofrecen a estas señoritas, la polaca y la inglesa, en su país o en el Extranjero, todas las oficinas, todos los c o mercios, todas las industrias en que se admite el trabajo de la mujer! ¡Ahí es nada eso de q u e el admirador de Joan Crawford crea tenerla ante, sí en persona cuando v a a adquirir unos calcetines o a encargar imas copias a máquina! En este aspecto, t a m bién el cine tiene poai"jilidades efectivas para ellas. —^¿No sabes?-—^le diría a u n o cualquier a m i g o — . En el cine C a m o l o n c i o hay una t a q u i l l e r a igualita a Greta Garbo... Y u n o se apresuraría a sacar entraíias para aquel cine, por el gusto de v e r a la taquillera, y le daría propina abundante, en honor a las circunstan-

¿noH folografías de Joan O a w f o r d ? E<>o parece a ximple vista. Pero uo lo es. Sólo el retrato de arriba es de Joáo; el de la derecha corresponde a Miki llood, la señorita inglesa que sueña con ingresar en el cine valiéndose de su parecido con la estrella americana


Batallas de reinan en la pantalla

la (jue fué Cristina de Suecia.

I la (¡ue fué Catalina de Rusia

C

RKTA y Marlene son las dos potencias rivales de H o l l y w o o d . L o s dos baluartes que defienden sn artístico imperialisnM>, su cetro y su corona en representación, a su v e z , de los Kstudios Metro y Paramount, ( ¡ r e t a y Marlene simbolizan la pugna exi.-.tente entre las dos Empresas. Y miden sus fuerzas una frente a otra, batallando con sus armas, hechas de rostros enigmáticos y expresionismo original. ( ! reta.sobre Mari óne no le lleva otra ventaja que la de haber sido, sin saberlo, la instauradora de la «.scuela gretagarbista, la tpie camV>ió las tendencias estéticas y el aspetcto de las estrtíllas, la ( ue derrotó tupidlos ti{)os de vampiresa al estilo ( e N i t a Níddi y T'ola N e g r i , vampiresas que para .subyugar y enlcKpiecer teníiui cpie retratarse aistemáticamente envueltas en ropajes y turbantes orientales. Rste es el único avance de Greta sobre Marlene: haber creado una escuela, mientras la Dietrich rodaba aún en .\lemania bajo los auspicios de la 1 . V. \. 1 AS dos reinas del litüizo trabajan en I Iollyw<«)d . no .son americanas. S(m nórdicas, blancas, i-ul)ias y esbeltas como walkyrifis del arto cinegrafiado. El mundo se apasiona por ellas y las discute. L a entronización, el torneo artístico de la G a r b o y la Dietrich no desaparece aim cuando una avalancha de estrellas nuevas ilumine el firmamento gris. L a s dos actrices, mujeres al fin, sienten \ma por otra ese ptKpiito de restpiemor, una e n v i d i a oculta que siibcn disfrazar hábilmente a través de la interviú y do ia crónica, dándole el aspecto de la despreocufiación y de la indiferencia. y

G r e U ( U r i w . la varonil bia CríMina, la rrina te, non niuestra i velo pintado" una nueva faceta de nu arte maravillof Fn esta foto, que per ^11 último film. I Herbert M «


•'US figuras, aunque sean distintas, no podemos iNitar encontrarles ua buen parecido... A n a l i zando sus gestos, hallaremos la misma frialdad, gesto cansino, escurridizo cuerjxi, abandono, misticismo, voluptuosidad y expresión de fatiga, más acusados en Greta, menos forzados en Marlene. Los ojos de las doa estrellas son claros, brillantes y hundidos, o por lo menos así aparecen en el lienzo j)lateado. Marlene y Greta so.stienen u n a batalla de reinas jóvenes, de sonrisas vibrantes, de cuerpos finos, saí;udid(»s por un gesto temperamental; una batalla hasta en las voces, igualmente pn)fundas y ca<lenciosas... El mundo las llamaba las reinas del lienzo; pero las reinas no se resignaron a serlo como símbolo; «^uisienm tener su cetro y su corona definitiva, lanzar un golpe de Estado, vencerse a sí mismas. Greta, en Cristina de Sueña, unida al nombre de lloubén Mamoulián por un truco publicitario, una falsa noticia dando c o m o cosa hecha su boda. Marlóne, en Catalina de Rusia, unida al nombre de V o n Hternberg por el escándalo de un mentido divorcio. Su golpe de listado creó dos monarquías, reconstituyó dos épocas, y la Garbo fué la varonil Cristina, la reina del N o r t e , la princesa sabia, en contraste bárliara y literaria, que abdicaba por auKjr..., <'on un romance más o menos alter a d o , (MTN uno» hochos más o menos re>Ues; pero su frente, sus sienes pajizas ciñeron una corona, y el o b j e t i v o la capU') ataviada con un manto de armiño. Inolvidable actuación la de Greta; es, indudabl'mente, la más perfecta de su carrera estelar. Mientras en los Estudios Metro se rodaban estas escenas, el buen cineísta recordará que en los de Paranutunt la Dietrich encarnaba otra reina; más aún: una emperatriz, Catalina la Grande. El mismo mimto de armiño, sobre las sienas igualmente pajizas; los mismos subditos, idénticos primeros planos. Y los dos genios, Manxoulián y Sternberg, eximo dos generales en jefe, empuimbait al uní.sono el megáfono como una ametralla<l(na, comcj si fueran a destruir.se a la vanguardia de la lu ch a LIO.s amigos de la causa, los siorvo.s, los fanáticos, los devotos de las dos astrellas, fuercm el ftúblieo, el buen públic<», <pie «ifrece su rastro ingeruiaineiite ante el cristal «uiulrado de la taquilla: el que dejó su óbolo ])ara verlas batallar, con .sus ]x»sibilida<les artísticas, ima frente a otra. Marlene y Greta .se atar;aban ]M)r v e z primera (!aia a cara, desafiándose, empleando <'l triunfo SUPRENK» q u e uo pudieron cxmscguir, a pe.sar de su buena volunt^üi y d e 8U.s ímpetus luchadores. T o d o sigue igual: Greta e.s la Garbo, la misma do siempre, que muy p n m t o admiraremos en El relo pintado, en UNA iicción parwíida a la de aquellas Orquídeas sahajen, filias en los que la actriz cimsiguió su mejor triunfo. Marlene sigue siendo la Dietrich, la del Capricho español, la de Fantasía carnaixilesro, un tanto exótica, como de costumbre, sin hal)er cambíjulo EN lo más mínimo. ( í r e t a y Marlene siguen batidlando, sin sobrepasarse, y sus geiúos, sus productores, sus anima/loros las dejiui en el mismo j)lano. Es el máxinxj re<;lamo (pie jnieden haxrérse de sí mismas, l'ero mientras ellos siguen confisuido en la devocií'm de los súbdito.s eS|)ectadores, hay una amenaza (^iie no adivinan, una figura de la (jue no se dan cuenta, y que está avanzando, minando estas'monarquias: la que podríamos llamar una revolucionaria del arte. Un nombre: K A T H A RI.NK IIKPBI.IIN, bastante conocido hoy, pero (pie mañana puede sor el alzamiento reactivo que hunda estas mimarquías trív(jlas de Greta y Marlí-ne. L a l l e p b u n í , con .su fealdad y su figura angulosa, intenta (ieñir una coraza y llevar al lienzo la figura iluminada de Santa Juana de A r c o . Veremos entonces, cuando la c o t a de malla aprisione su cuerpo, dónde (juedará esa batalla do reinas que sostienen MARLKNK DIKTRICII y GRKTA G A R B O . . . (JKCILIA A.

MANTUA

.VLARLÉIH', LA IIIROMPARALTLE •TIT«;rprrtr DE Catalina <la Grande>, QUE ENFRENTÓ SU RREARIÓN DE LA ENQXTATRIZ runa con la TAMI>IÉII magNÍFICA QUE (;RETA Carbo HIzo DE Cristina DE Suecia

I


Jna actriz QUE ENCARNA EL MENTIDO LIGERO Y AMABLE DEL CINEMA

Temperamento y fina aensibilidad con una elegancia suprema, caract arte de esta Joven actriz de la panta lleza graciosa y delicada, sus creaci nen una personalidad de acusada cia art铆stica, que la clasi/iean brill entre ta nueva generaci贸n de estr i ' i .1 i


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g4^Jimnj^Tiu^OHle, el ací&i córnea ^ue tJueM Me^u^ádd i4i oeft^ MÍ (UíaiM, U uddMJh. €ÍM& mí fíM una de 4444^ MUJn

Buster Keatón, Tt-lma Todd y Jimmy Durante, en una graciosa escena del popular actor d e la nariz larga

La señora Evelyn Loether se querella contra Jimmy Durante por haberla hecho objeto de una burla

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Jimmy Durante, el notable actor que obtiene loa más graciosos efectos cómicos con su descomunal nariz

o a todos divierten las payasadas ni causa risa la nariz cyranesca de este cómico, que gracias a ella se ha hecho famoso. Prueba de ello es que hace poc;os días la señora E v e l y n Loether se presentó ante los Tribunales para hacer una reclamación de 5.000 dólares contra el artista, que bajó del escenario de un teatro en Pittsburgh y la puso en un gran aprieto con sus excentricidades. P e r o no contento J i m m y con eso, al ser recriminado- por su proceder se arrodilló tras los barrotes de una escalera, y entre cómico y exaltado dijo a los fotógrafos, aJ tiempo que disparaban sus máquinas: —¡Eh! ¿Qué os parece? Pues me han dicho que así he de v e r m e en un presidio. Pero no es ésa la primera v e z que al gracioso narizotas le sucede algo parecido. Y a anteriormente t u v o lo suyo con la señora de un banquero de Chicago y con otra dama apellidada Venable, que también le denunció por haber hecho que le salieran los colores en el rostro. Puede decirse que toda la biografía de J i m m y Durante se halla plagada de escándalos pintorescos. Sus lances y aventuras de entre bastidores han sido reproducidos en el celuloide varias veces. Personalmente es t o d a v í a más extravagante. T o das las carcajadas que arroja por el tobogán de su garganta son tan sonoras en la v i d a real como en la pantalla. Cuando recuerda sus años de farandulero, lo mismo que aquellos de bohemia en que acompañaba al piano a A l . Jolson en una cervecería del Bowery, famos<j arrabal neoyorquino, no puede por menos que tirar del tupé de clown, sacudiéndose al impulso de su fuerte risa de carraspera. El antiguo aprendiz de barbero, afeitándose a bordo de un submarino, mientras se filmaban los exteriores de una película, se dio un corte en su prominencia nasal. —¡Demonio!—exclamó asustado—. Si tienen que amputarme la nariz, ¡adiós mi carrera pantallesca! O t r o día que se hallaba almorzando con varios compañeros de trabajo en el restaurante de los Estudios surgió la conversación sobre los triunfos de cada comensal. —¿Tan interesante es la correspondencia de los artistas?— preguntó Jinamy. — Y a lo creo—contesta uno—. Si no fuera por ella, desconoceríamos el v a l o r que tiene nuestro trabajo para el público. Ent<mc^s el moderno Cyrano de la pantalla dio un suspiro, y frotándose su célebre nariz, que está a s ^ u r a d a en 100.000 dólares, añadió:


¡Ix) que son las cosas!... Sin embargo, casi todas las cartas 411c vo recibo .son de .luzgados, de Tribunales y Administraciones de .Justicia, cuando no d" gente que se mete con mi físico o me da .sablazos. Fué tantos años artista de cabaret, que no puede acostarse hasta después de las dm de la mañana. Aunque no tenga nada que hacer, prefiere la di.stracciAn al sueño. Compone letra y música de cuplés con facilidad, y algunos de sus números se han hecho famosos en Nueva Y o r k antes de aparecer en la pantalla. N o hace mucho dio un wmcierto de piano en el Teatro Chino de Los Angeles, y como viera que sus zapatos estaban salpicados de barro, no se le ocurrió otra cosa que limpiárselos con el telón para evitar su vergüenza. Confiesa el i>ropio .limmy qxie siempre le ha preocupado su nariz. Al principio le ocasionó muchas tribulaciones; pero bastante más ingenuas que ahora, a juzgar por lo que decimos antes. En Nueva York, (pie es la ciudad donde vino al mundo hace cuaienta y dos años, los chicos de la vecindad ae burlaban de su facha y le hacían rabiar, especialmente un grandullón, que gozaba con hacerle víctima de sus fechorías. —¡Qué bien si tuvieras dos narices para usarlas como asas! decía el pilludo, acabando por tirar de su nariz. Kl infeliz narizotas, aimtpie se quejaba, no se atrevía a levantar la vista del .suelo. Se consideraba como uno de los seres má.s

Kn

« U n a fiesta

en Holl]rwo<Kla

Con Buster Keatón, en el mismo film

infortunados de la tierra. Procuraba apartarse de su (;amino; pero el amiguito de marras siempre le perseguía. Vn (üa el tirón fué tan fuerte, que en él se desportaron los instintos de «¿Campe(')n?... ¡Naricfts!» N o .se figuraba que podía pegar tan , duro, ni el otro tampoco. Á coiutecuencia de la }>aliza que le propinó, anduvo varios días hecho imos zorros y con un ojo a la funerala Pero ése no fué el incidente más feliz de su v i d a Su mayor goce lo e.xperimentó al cabo y a de muchos años, (íuando el susodicho .sujeto le mandó una carta redat^tada en los siguientes términos: «Mi inolvidable amigo .íimmy: H e pagado por ver tu nariz en la pantalla, y no puedes imaginarte con la alegria (jue lo he hecho. Por arpiel famoso rruUch, por nuestras travesuras y bromas de niños, te agradeceré me permitas ir a HollywotMl p a r a frotar tu prominencia nasal, a v e r si rae trae suerte.» Para el Narigudo, la risa es algo .semejante al (ístornudo..., MÁO (lue bate cosquillas en el estómago, en v e z de la luu-iz. Pero sin la risa no podría vivir, aunque dejara de estornudar. Eso lo decimos n(»sotras. MANI K l . P. O K S O M A C A R R E R A


//

^

rz rz/e/vo

M « í Reiahardt dirigiendo a lo8 grandes actores James Cagney y Joe E. Brown en una escena de cEI sueño de una noche de verano»

DE UNA MOCHE DE VERANO" do ShakesfiGore, Qn la pantalla, con mdsica do

llQndQlssfion. Max t{einliardt,el (craii director, que ha realizado, como sólo él podía hacerlo, la adaptación cinematográfica de la famosa obra de Shakespeare «El sueño de una noche de verano»

James Cagney, Hugh Herbert, h'rank Me Ilugh y otros actores,) uno de ios mejores « o m e n t o s de esta película

c/dnc".. dicte/Jfméll ¿¡recto Una de las bellezas que decoran las escenas de esta nueva producción, llamada a marcar un verdadero acontecimiento en la vida cinematoeráfica

L

A nota culminante de la v i d a cinem a t o g r á f i c a en H o l l y w o o d es ahora la filmación—^próxima a ser acabada—de la inmortal creación shakespeariana El sueño de una noche de verano. Fs nada menos que el ilustre M a x Reinhardt, Max R e i n h a r d t d i r i g i e n d o a los m a q u i J I a d o r c N e n la t a r e a d e cola figura máa gloriosa de la locar a James Cangey una cabexa de burro dirección escénica actual, el que ha realizado la conversión al cinema de una de las mejores obras de Shakespeare. L a incorporación del gran director al cinema es—apenas hac-e falta de(ñrlo -una conquista valiosísima del .séptimo arte. Con una gran libertml de acción y disponiendo de cuantiosos medios materiales, Max Reinhardt realizará en H o l l y w o o d , s^uramento, ima espléndida labor, caracterizada por esa dignidad estética que ha acompañado siempre al trabajo del ilustre director escénico. Inicia Max Reinhardt esa labor cinematográfica con la adaptación al celuloide de una obra de Shakespeare. Shakesj>eare, en el c i n e m a Solamente un director de la jerarquía de Reinhardt podía atreverse a empeño de tal magnitud. H e aquí cómo Reiidiardt ha justificado su acercamiento a Shakespeare: «Shakespeare es uu autor que no ha envejecido. En su época era un autor popular, que explotaba cada posibilidad t.écnica para ponerse al alcance de las grandes masas. El hecho de que nuestros ))erfeccionamientos mecánicos no existiesen ent(mces no implica que Shakeajjeare los hubiera desdeñado, sino al contrario. H o y Shakespeare habría trabajado para el cine. S<' ría absurdo en nuestros días limitar las obras .shakespearianas a las posibilidades reducidadel teatro. Si Shakesj^eare viviese en nuestro tiem[M), querría que sus obrtis so pusieran al alcanc e d e todos—sin que .se cambie jiara ello el sentido ni el diálogo—, y habría recurrido para ello a los ro •urso>.: dol cini-. La cámara nos permite ])rescntar cuivnto Sliakespenrc sólo i>odía sugerii-. Si J


el Estudio diez veces más grande que un escenario teatral, nos parece limitado, podemos trasladamos al Iterior l í a v " a r a clda esc'ena « n \ n g u l o detenninado que le da toda su naturalidad q^e en e teatro el espectador ha de ver toda la obra desde un ángulo único. En el cine son posibles todo., l o . puntos de v í ^ t l E Í t a « e x i b i l i d a d de la cámara es la que hace del cine la forma de espectáculo más popular del mundo y , por consecuencia, la que mejor conviene a Shakespeare.»

Max Keinhardt, conocedor profundo de la labor de Shakespeare, ha e l ^ i d o para su incorporación al cine-j ma El sueño de una noche de verano. Esta obra se adapta perfectamente a las condiciones exigidas por to-j da buena creación cinematográfica: enredo, v i v e z a , diversidad, fantasía, acción interesante, diálogo escaso... H a y en ella una serie de magníficas situaciones, un margen constante para la imaginación. El elenaento fantástico tiene una fundamental intervención en este film, llamado a ser uno de los grandes acontecimientos de la historia cinematográfica. Natm-almente, Reinhardt ha procedido en su labor con una absoluta fidelidad al t e x t o de Shakespeare. N i una sola línea se ha añadido a lo que el poeta inglés escribió. Todas las palabras que dicen los personajes de la película están exactamente en la comedia. Sólo una innovación introduce Reinhardt, tras de prolijos estudios: la de dar en eí film esposa al personaje Botton, que en el drama no tiene mujer. P e r o este nuevo personaje no habla y ha sido creado sólo para dar mayor eficacia cinematográfica a ciertos pasajes. Prestigiosas figuras de la critica y la inva'rtigación literaria han respaldado con su autoridad esta única innovación de Reinhardt en la adaptación del drama shakespeariano.

Max Reinhardt, con un ayudante suyo, examinando la maqueta del trono que aparece en una de las más bellas escenas de «F.l sueño de una noche de verano»

La bellísima Olivia de Havilland, una de las principales intérpretes de esta adaptación cinematográfica de ia comedia inmortal de Shakespeare

He aquí a Olivia ile tlavillaii.l - que interpreta el papel de H e m i i a - c o n otro de lo« e»pléndid.«i traje» que luce en «F.l sueño de una noche de verano»

L a música de Mendelsshon ea el comentario lírico a la acción de la f)elícula D e este modo, tres nombres gloriosos en la historia del arte—Shakespeare, Mendelashon, Reinhardt- -sej vunen en una misma creación.. > a a v A vy>> El gran director ha seleccionado con una gran atención escrupulosa todos los factores que han colaborado en el nuevo film. Como ayudante suyo en la realización de la película, t u v o junto a sí a W i l h e l m Dieterle, que fué antes discípulo de él y logró ser, más tarde, un excelente director cinematográfico. lx)s figurines para El sueño de una noche de veraru) han sido hechos por M a x R é e , c^ue viene colaborando con Reinhardt desde hace tiempo en los trajes para las obras que monta el gran director. L a famosa bailarina Bronislava Nijinska, directora de los ballets de la Opera de París, ha dirigido los conjuntos coreí)gráficos del film. Cuatrocientas bailarinas intervienen en distintos momento» d e la película. Nombres ilustres del cinema integran el reparto dado ]K)T Reinhardt a su film: «íeán Muir, O l i v i a de H a v i l l a n d , Dick Powell, James C a ^ e y , Joe E. Brown, Mickey R o o n e y , A n i t a I<(mise, Víctor Jory... Reparto excefwional, c u i d a d o s a m e n t e .seleccionado por Reinhardt, como correspondía a la j e rarquía del film que iba a ser interi)rptado. E.sta es la nueva película (pie ahora se termina de realizar en H o l l y w o o d , con el m á x i m o lujo y c(jn un entusiasmo como pocas veces se ha sentido en aquellos Estudios. M a r c a r á El sueño de una noche de verano una fecha histórica en la v i d a del cinema. T o do el mundo asi.stirá con su máxnna atenL. ción a este debut del glorio.so Max Reinliardt como dire('tor cinemat o g r á f i c o , en una cinta con p a l a b r a s de Shakesjíeare y m ú B i c a de Mendelsshon.


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TEMPERA

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miUdbiMmnmícum

ESTA PELicuiAoíeMORALIDAD DUDOSA)


Fallo del IV Concurso Internacional del mejor film * Amateur t'l'l.'t ARGUMENTO

16 — 9'5 — 8

.

Primero: L'home important, Kspaña. Segundo: Atom vecnosti, Checoeslovaquia. Hadrova ancka, Checoeslovaquia. Se.gundo: Sísifo, España. Primero: lÁselotee Feiert Geburstag, Alemania. DOCUMENTALES

16

";„. Primero: Sur un marche normana, Francia. — Segundo: Vom triglad sur Adriit. .\lemania. 9'5 Primero: A l'ombre de la hidte, Ki.uicia, — Segundo: F,xposition Universelle 1935, Bélgica. 8 ™„. Primero: Desierto. Segimdo: Jus de Touraine, Francia. — Tercero: Ferien 1934, Alemania. TEMA LIBRE

16

Primero: B]ine kleine konigstragodie, Alemania. — Segundo: L o volta al mm, España, ") Vnmero: Ainsi souffla le veid, Francia. — Segundo: Reflejos, España. 8 "¡„. Primero: Atmosphere, Francia. FILMS EN COLORES

Ui

I'ranero: Desierto. - i g u n d o : Concameau, Francia. Tercero: IJCS quatre snisotis, Suiza. 9'.') ,„. Primero: De.siorto. — Segundo: Revija boja, Yugoeslavia.

Estos resultados dan a Francia diez puntos, considerándola como la mejor clasificada. Siguen en orden Alemania, con seis puntos, y España,

Del film «Cerámica Berra», de Ensebio Ferré

con cinco; Che< eslovacjuia, tre.-^, y Bélgica, Y u g o e.slavia y Suiza, un p u n t o cada una. IV (Concurso Internacional del mejor film t Amateur» 19:15 Y a han terminad •> 1 o s actos del programa ofic ia 1 del 1\ C o n c u r s o Internacitmal del mejor Film de « A m a teur» llK{í> y del P r i m e r Congreso de Cineastas «Amateurs». H a n tenninado, y aun nos queda dentro Del film «Un rampamf uto San Mauriri< de los ojos t o d o el esplendor que celona, en donde los cineastas y delegados fueron han tenido. Buen recuerdo d e b e r á n llevarse recibidos en nombre de la ciudad por el primer del Concurso y del Congre.so de Barcelona los teniente de alcalde, señor Jaumar. A n t o r i o r m e n - ' cinea.stas y los congresistas extranjeros. Buen te habló el señt>r don Pabh» Vila, por la entidad recuerdo también será para nosotros su visita. organizadora. Por los delegados extranjeros conL a gran cantidad do naciones inscritas oficialtestó, agradeciendo la act>gida que .se les dispenmente en el Cimcurso y Congreso habían despersaba, el señor Pierre Boyer, de F r a n c i a Del Sidón tado en todos los .sectores cinematográficos y arde Ciento ])asaron los cineastas y congn>sistas al tísticos un interés justificado, que iba en amnento de sesitmes, en donde fueron ob.sequiados con a cada lista de films extranjeros que anuiutiabtuí un lurwh, desputS? del cual fueron mostradas las su envío a Es{>aña. Y t o d o este interés se ha trabellezas arquitectónicas y pictóricas de la casa ducido, como era lógico, en brillantez y entusiasa los delegados extranjeros, a«'oinpañtMlos siemmo en todos los actos celebrados. [>re de un gran núniero <le cineastas esj>añoles y Auncpie algunos de los delegados extranjeros dirigentes de t<Klas las entidades de cinema. eran y a en Barcelona desde imos días antas, la Antes de esta r w e } H ' i ó n fué nombrado en receptúón en el Centro Excursioni.sta de Cataluel C. E. de C. el .Furado del Címcurso, el cual se ña, Sección de (Snema, club a cuyo cargt) iba la eompnsi» por los deh>gados extranjen>s y {H)r cioi^anización, se celebró el jueves día 16, a las neastas de todos los clidís y representantes de seis de la tarde. L a recefK;ión oficial t u v o lugar la Prensa cinematográfica. la mañana s i g u i ó t e , en el Ayuntamiento de Bar-

Manuel Amat hablando ron un protagonista de su film • Poema homeopático»

Formando una numerosa caravana de automóviles, l»xs delegados extranjeros y los de los clubs españoles, junto con los orgtmizadores y un gran niimero de cineastas, se dirigieron el doming o por la mañana hacia Sitges, en cuya población fueron recibidos por una representarúón del Ayuntamiento. Visitaron los congresistas el Cau Ferrat, casa del insigne eserit«>r y pintor Santiago Kusiñol, hoy (Convertido en museo. En el Hotel Terramar les fué servida una espléndida (íomida, después de la cual pasaron los congresistas a reunirse en otro salón del mismo Terramar, y en cuya reuni(')n quedaron aprobadas muchas disposicirmes de interés, que serán tema piu-a otros artículos v e n i d e r o una vez tengamos copia de ollas. Como .sea que Francia es la nación (pie mayor m'imero de premios ha ganado en el I V Concurso Intemiu-ional del riiejor F i l m « A m a t e u r » 1935, a ella le fué ofrecida, como obligaban las bases, la organización del próximo. El señor B o yer, delegado franríés, agradeiñó la ofetta; pero teniendo en cuenta (!l deseo de A l e m a n i a de orgfuiizarlo, coincidiendo con las Olimjiíadas d e . 1936, que tendrán lugar en Berlín, cedi(') sus d(>-í rechos a esta nación. P o r la noche del mismo domingo se celeoro i


I ) « «Kl hoiiif iniporlanlr . film de l>omeii<-r (;iiiiénez

el gran banquete que los organizaílores ofrecían a los delegados extranjeros y al Comité de honor, compuesto por los señores presidentcb de todos los clubs de cinema existentes en nuestro país. El acto t u v o una brillantez extraordinaria, y resultó animadísimo. Ofreció el banquete el señor Lluis de Quadras, presidente de la Sección de Cinema del ( ^ n t r o F^xcursionista de Cataluña. llaV)laron:por Francia, Fierre Boyer; por H o landa, el señor K r e i g , y |>or Alemania, el señor Plaumann. Cerró los parlamentos el señor don P a b l o Vila. l x ) S comensales fueron filmados por algunos cineastas amateurs, después de le cual pasaron a la terraza, prolongando hasta las dos de la noche un acto que por la camaradería reinante no hubiéramos querido se terminara.

El lunes, tal como se había anunciado, una selección de los mejores films extranjeros "fué

ESTE

proyectada en sesión de gala en honor a los delegados. El interés que había despertado el Concurso Internacional se tradujo en un lleno absoluto. Asistió a la sesión el consejero de Cultura de la Generalidad de Cataluña, señor Duran y V e n t o s a Vimos también a los cónsule? de los paíoes participantes al Concunw). I>os films proyectados fueron los siguientes: Kx-positvm Vniverselle 1935, de Kené Van W y l i c k , B^'lgiíca; FauKt, de Oktavian .Vliletic, de Yugoeslavia; Ixi vie est un réve, de monsieur y madame Monier, de Francia; Sonho infantil, de F . Ponte e S o u s a , de Portugal; Stormy Wooather, de P . Keynders, de Holanda; Another Day, de I^eslie P . Thatcher, del Canadá; Trois peíits tours, de Pierre Boyer, de Francia; Eine Kleine Ktmigstragodie, de Richard Grosohopp, de Alemania. Tt)doH los films fueron acogidos con grande^ aplausos por el público, el cual destacó con entusiasmo el último film.

Nuevo Secreto DIO

A sus

LABIOS

Belleza Natural M U C H A S mujeres hermosas no se dan cuenta d e que los lápices ordinarios recargan sus labios de pintura dándoles un aspecto vulgarque los hombres aborrecen. Es natural que para embellecerse use usted un lápiz d e labios . . . j pero no pintura! Hay un lápiz T A N G E E que embellece sin pintar... y vivifica el color natural de.sus labios. T A N G E E no es pintura. T A N G E E es anaranjado en la barrita, pero apliqueselo y verá cómo cambia de matiz hasta que adquiere el tono grana que más favorece a su rostro. Su efecto es seductor y, además, protege, suaviza... y es duradero. También hay un tono oscuro : El Theatrical. „ SIN R E T O Q U E Loi labios « n r e l o q u e casi siempre parecen marcnifos y a v e j e n t a n el rostro. PINTADOS; Evite el p a r e c e r pintarrajeada A los h o m b r e s les d e s a g r a d a este a s p e c t o C O N T A N G E E Se a v i v a el c o l o r natural, r e a l s a la b e l l e s a y evita la a p a r i e n c i a d e pintura.

Del film «Lluvia», de Juan Pratf)

La C r e m a C o l o r e T A N G E E lambipi c a m b i a d e matii al a p l i c a r s e Está hecha a base d e c o l d cream, que p r o t e g e . . . y es impermeable.

A las cinco de la tarde del mismo lunes, en el salón de sesiones del Palacio de la Generalidad, se celebró, bajo la presidencia del señor I>urán y Ventosa, consejero de Cultura, la sesión de < lausura del Concurso y del Congreso, dándose lectura de las conclusiones aprobadas en ia sesión anterior en Sitges y proclamándose los resultados del ConcurNO. P o r la entidad organizadora habló el señor don P a b l o V'ila, y en nombre de los cineastas franceses, Boyer; j)or los alemanes, Plaumann; por los holandeses K r e i g , y por los cineastas madrileños, Daniel Jorro. Cerró la sesión el consejero de Cultura, expresando su deseo de que lo& delegados extranjeros se lleven un grato recuerdo de su estancia entre nosotros, y terminó asegurando a los cineastas amateurs de nuestro país ol conem>o del Gobierno. D . S. B .

PRENSA P r i n c i p e

enjca^dador P O P

'NOTICIARIO ESPAÑOL Sr. D. FEOmCO BONFT -Apenodo 202 Madrid. Incluyo 9n sclloi d « correo Pial. 1.90 poro muestras de lépiz, rouge, compacto y polvos Nombre Callo N." Población frovincio Esrriba ciato y (»nví© ni sobrn cerrado

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P

O R fin, v a a rodar M . Ijconoe Perret su proyectado film Koenigxmark. A pesar de los deseos de todos, no será Charles Boyer rjuien encame el role del teniente Vignerte. Charles se encuentra perfe<'tamente en Estados Unidos. K a t h e r i n e He[»hrnn, Claudette Colbert y Loretta Young, hilvanando a su lado los éxitos de los tras primeros films, han hecho el milagro. Y Charles no .se decide a perder la oportunidad (pie le brinda en estos momentos el Destino. Pero, en cambio, Francia (conoce ya el nombre de la protagonista en el papel femenino; la princesa Aurora será Elissa Landi. ¿Elissa Landi? ¿Por qué no? Elissa ha hecho y a su equipaje y corre a estas horas camino de El Havre. I)e El H a v r e a Paris. Elissa habla perfectamente el francés. Elissa Landi rodará por primera v e z en un Kstudio parisién.

Clive Brook también a Europa. Y llamado por Alexander K o r d a . IJOS norteamericanos se quejan de que el protagonista de Cabnlgatn no permanezca en los Estudios yantjuis más allá de cinco o seis meses. Clive Brook formará pareja con Madeleine Carrol en El dictador, que se filmará en Elstudio londinense. London Films está construyendo un Piítudio que constará de tres escenarios, un edificio de administración general, varios teatros de proyección, grandes cuartos para el montaje, un laboratorio, camerinos individuales y colectivos, dormitorios suntuosos, restaurante, sala de recreo, gabinetes especialmente equipados para la l^rensa, o t e , etc. Korda no descansa. Su am))ici(')n es hacer [Hílículas c a d a v e z má.» extrat'rJiUarias, sin (sscmtimar el menor sacrificio. El nuev o Estudio de London Films será m o d e l o en Europa, y podrá cinlearse dignamente con los yanquis. L a misma entidad productora ha designado a ¿Vnthony A.squith para que dirija el njdaje de Isabel de Inglaterra, el nuevo film histórico que prepara l^ondres. Registrará los hecho.s m á s importantes de la vida de a()uella soberana, a través de un argvunento esiirito por Phillip Uidsay, consejero técnico de IM vida privada de Enrique VIII. United Artists distribuirá la producción. Lazzy bonnes es otra cinta, que acaba de terminarse en Londres, con un reparto integrado [H)r Claurenee Lace, Bernard VedoU y Tau Hunter, bajo la dirección de -Miehael PoweI. The big sjdas, dirigida por Leslie Hiscto, incluye en el reparto a Frank Petrugell, R o y Royston, Margaret Tllen y Peray Parsons. Lapra la Plante interviene en el n u e v o film Kainy day sue. ¿Otro personaje ameri<cano en Europa? Douglas Fairbanks, júnior. Trabaja actualmente en lx>n(lres con (iertnide Lawrence en la adaptación inglesa de IM vie de bohéme. Pero todavía hay más noticias de la Inglaterra (jue enfrenta su maravillosa intensidad cinegráfiíca a la invasión americana Jack Hilton, el extraordinario director de onjuesta- <lireetor de jazz más propiamente- > v a a debutar en los Estudios londinenses, interviniendo en una película con el titulo ¡Oh, escuchen la rmpiesta! Au.stin -Melfíml y Graliam ( ^ t h ruedan El correo de los sueños, con John .Mills y (Jreta Mosheim, ex star de la pantalla gícrmana en la época del mudo. Get ou fot es la nueva prctdución para T ( m i Wallas e Ivonne A m a u d . La British líominions edita u n film, ¿Dónde está Jorge?, dirigido por Jack Raymond; también jugará papel importante en su edición Siduey Howard, que acaba de rt^resar de I^^ipto. ^on Chicago es otra comedia satíriíca, on la que intervendrán varios ases de la pantalla cóuiica inglesa L<mdon Films da los últimos toques a IM conquista del aire, (jue, similar en importancia a' Whiter Mankind (Dentro de cien "•ños), será, a juicio de los expertos, la más grande producción aérea Varios países—entre ellos Ing aterra, naturalmente—han cedido sus pi-

lotos, sus aparatos, sus adelanto», para contribuir al éxito de la nueva cinta, que dirige John Monk Sanders. Sanders e3í!ril)ió los guiones de Alas y La escuadrilla del amanecer, entre otras. (Estados Uui(i().-> no prescinde de él cuando hay neceoidml de lanzar una film del aire.) Pero aun hay más. L a .\nglo-.í\mericana Reuters-Litd, presidida por el capitán A . G . N . Dixey, diputado de la Cámara de los Comunes y uno de los fundadores de London P'ilms, ha iniciado las negociaciones para adqnirir los Estudies (^nsolidated, de Elstree, donde Alexander K o r d a rueda La IHmpinela escarlata. L a referida Compañía cuenta c(m un capital de de p>eseta& íara distribuir pelícuas inglesas en los Estados Unidos. Uno de .sus mejores técnicos es Peter W i t t , (jue fué campeím a l e m á n de tennis. En el caso de que el éxito sonría a los pn>ye(!tüs fie la A . A . R . L . , se ampliaría su ca[>ital en treinta millones de pesetas. Y como final británico, ¿otra ex{H>rt.ación yan(jni en Londres? Sí, señores. Femenina. Deliciosamente femenina; se trata de Greta !^issen, la picara rubia que filma ( o n Hebert Bienón Honours Easy. G r e t a ha v e n i d o a

ñO.mum

Europa expresamente

para tomar

parte en la

cintH.

.Meiuania a la vista. En Berhn se acaba de estrenar Peer fíynt, la famosa obra teatral de Ibsen. Hans .Mliors ha tenido un éxito como protagonista. L a jiarte fotográfica, cuidada por KarI Hoffmann, ha sido también muy del £ ^ a do de A l e m a n i a VÁ Film Kurier asegura que «de .\ueva Y o r k a Moscú no hay un íu;tor que {>ueda igualársele a Hans Albors en ese papel». Con Haas trabajan, entre otros, Olga Tschechova, Lucie Hoflieh y Ell''n Frank. Invitación al baile es otra [>ro<lu(!ción lanzada por Berlín. De protagonista, W i l l y Domgraf-Fassbaendor. E x celente v o z de barítono y apuesta figura: las alemanitas retozan en j)lateas de cinema ante el nuevo actor. Elisa llliardy MargfJt Koechlin trabajan a su lado. Cari Platen y Eugen Rex encaman los tipos cómicos. El rey viejo y el rey joven es el nuevo f i l m de Fjnil Jannñigs; síntesis de V \ nn trozo de la hi.storia ^

de Pnisia, el conflicto entre Federico <iuillerW mo I y su hijo, que ^ ™ habría de ser después Federico el Grande. Kmil Jannings .se apunta un éxito en el pajtel de rey prusiano. El j o ven rey lo desempeña W e m e r Hinz, actor de teatro en H a m b u i ^ o , y (jue debuta en la pantalla al lado de Jannings. Hans Stoinhoff e.s el dire<'t«»r. En el Ufa Palast atiaba de ser estrenado FA rey viejo y el rey joven; y Ja<<|urliiu> Kraiirril, «ve- aseguran todos qne es deiie. femeniDa del Mm el más grande film que

no;i-d¡v^cTl"i:± í;;::

halanzadoAlemania en todos loS tiempos. Dorothea Wieck, después de FA secuestro sensacional, bajo el chauvinis^ M o n a <;oya. I . bella v vanqui. vuelve a rieganliHima urulaconiHia ,,A, . de u p r u d u r e i ó n Max i^rlm. El rayo de oce PTeiffer «I.OH exposoH ool- ro es SU nueva cinta, en teros» compañía de K a r I Ludvvig 1 )iehl, Friedl 11 arlin y .\lexander (íolling. .\«daces carreras automovil¡.stas, a v i o n e s entre tormentas, vuelos sobre el Océano, trama palicíaca. He ahí el guión de El rayo de acero. Henry (íarat ha llegado a la capital germana, donde prepara IMS tres hermanas de T(rmazini, i>rimero de los films c(mtratados; en el sí^undo trabajará en compañía de Lilián H a r v e y . no.,

realizado i.or KarI llartl

Muchas cosas había de Europa esta semana. Pero el espacio es acotada). Tiene CINKORAMAS otros mil aspectos (jue no puede descuidar. Para final, unas noticias on d(»s líneas: Albert Pr> jt^an |)re|)ara en París Moútés y Salomón, con Simona! Simón. K a t e de N a g y rodará Mademoiselle Elsa, también en París y cuando liaya terminado Ruta Imperial. L a Paramount parece que.se ha de<!Ídido a rfMlar tres films en F>spaña. Y a Ijondres llegan noticias de qu€ Charlie Cliaplín ha terminado su última cinta. Como ustedes saben, Paulette Goddard es la compañera de Charlie en su «producción número 5 » . LUIS DE A L D A O L A


P A L A C I O

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S I C A

'"La •wnibra de la duda"

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A K A q u e un film policÍHiM» sobrwuja al pu bliiio no bastan y . i truenos y relámpag o s , o j o s fosforescentes y m a u l l i d o de gatos. Iintern:i sordas, caserones eii cantados y asesioü tos a granel. Conti. eso y mucho lUii está provenido el espectador de cine, y ni la sutileza e i n v e n t i v a del propio C^mán l ) o y l e , ni las macabras caracterizaci<mes lie Boris Karloff, 1< intrigan, le asombran o le espantan.

l'ero lo mejor del programa esta vez son los d<K-iiiiientales: C<m la cámara en el forultt del mar, rcidiy.iuión maravillosa del .sueño de V'erne en VeinU' mil leguas de viaje Kuhmarino, e Isla flotante, servicio jtostal aéroo do Alemania a la Argentina. Dos documentales diestros y amenos que instruyen y haivn stiñar un | X K H > , trayendo a la sala el hálito del mar, la v i d a submaiina, íe<'imda y Muprendente, y <Í1 ore»» de montañas \ paisajes <pie tal v e z no veremos nimca. \ \ documento se une la emoción, y la lección

española, que tiene de española los paisajes y «dobles». Pero <M)mo el hambre de un gigante, segú" expresión del pjvdie (iracián, es hartíizg»» de "i" enano, estos lMK!a«lillos cúiematográfi<!os do '* U . F . A . sobre nuestro pai.sajc, y especialnicn** sobre nuestro «cante», resultaríjuí plat<) dcmasi»' do fuerte piua la mayoiía de las pnxluciúoneS imlígenas. Véase, p<ir ejemplo, el m o d o <le introducir, pegar o yuxta|H»ner arbitrarimnente, la dan^*

l i e m o s llegado a la saturmñón de la curiosidad, estado alarmante «pie no jiresagia na<la bueno para profbictores, artistas y empresario.s. I'arocfí que al .sentarse en la btit)u-a el esinn-ta^lor se jura a sí mismo, MMÍ» THH-e, no dejars*' «convencer» por nada ni |M>r nailie, y <-umple su juramento a m a r a v i l l a El pi'iblic<» <le hoy es impasible o a|)arenta .serlo. T n a esfinge, ante la ptuitalla, a<ii saría más vibra<'iones coniiales (pie ol sei'ior a quien en ta^^piilla le han entr»sga<lo u n papelito aztil, verd<' »> rosaílo. l'afK'lit^is qtw^ vicHieii a .ser c<mio una e.s<j[uebi <le defuiK'iou del entusiasmo. Y en efwíto, jK>r lo q u e al entu.siasmo .se refiere, el eS{)ectador entra ntuert*» en la s a l a ('aso extraño, al revés de lo <{ue suctMle <um los «ttros difuntos, éste empieza a helarse |M>r el « i r a z ó n y [M)r las extremidades torácicas -fKir eso túnica aplaude—; lo únií-o que le <pieda v i v o son los pies, y ¡ay!, da <'on fre<"ueiM'ia indubitables muestras de ello. N o , no es tiem|>o d e fáciles triunfos. I » « prol<» salieii, y iM)r eso atiobím . S I L S films con los elementos más dispares, pr<K'o<l¡endo por aciimiilwíón <le efe<'to,s. Y así, en IAI Mmhra de la duda, a los misterios, • rimenes y sorpresas pro|>ios del génen» policíaVÁi, le añaden un niiígnifiíMi estudio de mujer excéntrica y mill<maria, «pie viene a mr en a<pie1 afnlti«nt« viciado d « folletín «wimo una ventan aJjíerta p<ir donde entra a t.irrentes el airo di recto, cargaílo cxm efluvios d e observan-ion, dr simpatía y de humorismo. Constance (.'ollier, axlinirablo y j o v i a l característica de la es<-iicla <le María Dresler, es I i oncai-gada <le « l i r e a r » con su arte este film p<ilicíaco, redimido de vulgari<lad gracias a e l l a

duct4»res

\ \ « r i H T Olmid «'ii una esronii d.l film polirínro -I"! \al«>r <!«• Charlie Chaii-, iiui-v« aventura del faoHMW detective chino

P R K N S A

"L'n eriincn en la n*M*h«»" t)tro drama policiiU'o. \

« i M i i o el

di- cosas se «'onviorte en rtwreo de arte, cualidiul rara v e z (Htii.segiiida en los «"ímipleincntos d e lalioratoi'io o eu l«>s mcrajiieiite iiiforiiiativos, (;HKÍ siempre, e.so sí, con un semestre de retraso.

po-

i>ie vi«iH* s«'>lo, se es<;uda con el nombre de I*ab.st, aunque el insigne realizador no t u v o en él m á s a i l c ni part^í ipie la di un compIjuMcnte padrinazgo, en vís|)era.-í de embarcar;-'i |)ara Améri<;a Natanson es el director de e.-rt,a pelicnila, liquidación de stock a final de tempor.ida. Dentro de su género, uo obstante, el film es discreto, con marcado carácter de comedia, sin violencias nu>lodramáticas y no exento de interés v emoción en algunas escenas.

MOMMKVTAL -• I II amor en l>|Miña'* Sin duda, ajirovechimdo una exiíurs' i ó n d e B r i g i t t o j Helm a tierras de | .\íri<ía ¡Ulterior—co- J

nio su p a i s a n o e l | i'onde de Keyserling, I)ara elogiarnos, llama a l a P e n í n s u la—, y ajtroveihando ttmibién la historieta de un t i m o c o nocido, la r . V. A . ha improvisatlo una película

y el canto andaluces a la acción, hasta con^ tirios jM»r j>riinera v e z , que y o sej)a-~en m o t i \ " lietcnuinantes del desííniace. Kl folklore se utili/* on e.-te fin no como adorno o bmibrtxpiines de' asunto, ni siquiera c o m o lunbieiite, y m e n " ' ' CíMUO excitante <lel aplauso fácil, sino w n i c v volunta*] ci«-ga que inqKmen su fatalismo y mezclan con los otros personajes. P o n p i e nad» nleno^ «pie un «personaje» en las últimas esceñas, el protagonistji, el <pic de<ñde son el can^P y el bordoneo de la guitarra... E s o que en nr tros escenarios y en nuestra piuitalla vienen pi «ligiUido el X i ñ o Tal y el maestro Cual, sin inn' «runa ilación con la comedia o la pelí<'ula, dond* van iii'-rustado.s. A u m p i e sólo fuera por esta n"'' vindicaxíión del «cante j o m l o » , ¡ n c o q w r a d o limtalla <^omo elemento ilrainático y no coi MH-ana-da de humo echada a los ojos del espeitailor, IJn amor en Ksjxiña merece más notoried."' l:i M U Í - -e le ha dado en su estreno. ANTONIO G U / M A N

MKKINO


In plebiscito de arte

Pues, señor — y va de cuento - , un día bajó a la líerra ia diosa Teíais, eon su e<«pada y !*u balanza, y convo«"ó a todos los gobemantP!^ del mundo para distribuir entre ellos unos cuantos kilogramos de virtudes políticas y de sentido eoniún, que, en una caja de oro. le había entregado su hermana Minerva. Aeudiernn los gobernantes, y la cauta Justicia, después de asegurar con una fuerte guardia la eaja de oro. les habló así: — Ya ctMiiprendrréís (jue cuando os recibo en este lugar y no en (linehra es porque se trata de una cosa muy seria, señores míos... (intento de fuga en la m a yoría, bostezos y melancolictas miradas a la caja de oro. en los demás.) ¡Quietos! — prosiguió la diosa, esgrimiendo la espada. Al que se desmande o intente con un diseurso dormirnos a todos y escaiiiolear la eaja, le doy un golpe... de Estado que le va a haeer pupa. Por eneargo de mi jefe, el barbudo Júpiter, vengo a repartir entre vosotros algunas friolerillas que os harán falta para el buen gobierno de los pueblos. Con que ¡hala!, a formar eola, que se haré tarde y no quiero que me coja la noche por esas nubes de Dios. ¿Eh? ¿Qué es eso? ¿Por «jué le da usted codazos a su vecino, señor nipón? ¡ A ver, a ver, separen a ese "monsiú" y a ese alemán, que se van a eomer eon la vista! ¡ Debía darles vergüenza! ¡Orden! ¿Estamos? (Signe un sileneio relativo y nna pausa que aprovecha la Justicia para abrir la eajita de oro.) Aquí — tUee señalando a la caja se guardan todas las dotes de gobierno. Vayan pidiendo lo que más necesitan; pero sin alborotar, que no estamos en ningún Parlamento. ¡ l'sted, el primero de la fila, pida por esa boea! — Y o - - demandó el aludido — desearia medio kilo de talento, para gobernar mejor a mi patria. —¡Concedido! — exclamó la Justicia. Y echando mano a su balanza, pesó escrupulosamente quinientos gramos de extracto de substancia gris. —¡Otro! —Yo pidió el segundo - me contentaría con un cuarto de kilo de probidad. —¡Magnífico! Te lo voy a pesar enseguida. Serás célebre por tu honradez, y tu pueblo liquidará los presupuestos eon superávit. ¡Otro! En fin, por no cansar, diré que fueron desfilando ante la Justicia todos los gobernantes del mundo, i.os unos pidieron prudencia; los otros, espíritu de Justicia; los otros, fortaleza: los otros, templanza. Y la diosa Temis, como el más ser\icial de los mancebos de botica, fué sirviendo a cada uno el específico mortal o intelectual que reclamaba. Llegó el tumo al gobernante español, que, por costumbre, se había quedado el último, y ¡oh, terrible imprevisión!, la diosa no había guardado nada para él. —^¿Nada? — preguntó, desolado, el Benjamín. —¡Nada! —suspiró la Justicia, bajando los ojos, ruborosa. —^¿Y cómo voy a gobernar así? — lamentó el desventurado. —¡Es verdad! ^Cómo vas a gobernar? La diosa medito un momento, y de pronto, dándose con el índice en la nariz, exclamó, jubilosa: i — ¡ Ya está! Volverás con las manos vacías: pero vov a darte un consejo que vale tanto como lis cuatro virtudes cardinales: te harás el sordo. —¿El sordo? —Sí; BO te enterarás de nada. Serás feliz en tu sordera. Y cuando te demuestren que dos y dos son cuatro, darás la callada por respuesta. —^¿Pwo V si gritan mucho? —Seguiros haciéndote el sordo. Ya que no puedes gobernar, permanece, al menos, qnietecito: así harás menos daffo. —Comprendo. 7\iuestro hombre puso los ojos redondos de admiración, y no pudo seguir de entusiasmo. —Serás el gobernante-tapia. Desde entonces, es inútil pretender que nuestros gobernantes nos oigan. -¡Oh!... Y colorín, colorado...

Aceptamos resignados cualquier película en idioma extranjero aunque sea rematadamente mala, y , en cambio, sfimos demasiado exigentes con las producciones nacionales, coartando de este modo t o d a iniciativa e interés d e l o s productores. D e b e m o s tener en cuenta que la película española empieza, y qtie cuando llegue a la perfección será r i q u e z a p a r a el país, evitará la salida de nuestro dinero, y los Kstudios que entonca, se han de multiplicar darán trabajo ({ue remediará en mucho la crisL. o b r e r a Durante la presente temporada se han producido muchas películas españolas, demostrando con ello tenacidad y amor a la lucha desde el momento en que sin a p o y o de nadie y con dinero escaso se enfrentan con las gigantes firoducciones extranjeras, })ensando que una v e z D a v i d derrÜM'» a (¡oliat. V¡a. ttnlas ellas hemos visto aciertos estimables. Y si han fracasado en algo ha sido por falta de dinero, cfuno « e aprecia en muchas, l ' n a fieliinila que hubiera sido im é x i t o , yit«2 dio* mn^fínaiña, no lo fué porque aún faltaban cien mil pesetas para la confección de la m i s m a Y así la

m a y o r í a P o r q u e en cuanto el gast o ha sido .suficiente surge la obra buena. Alií tenemos FA negro que tenía el alma blanra, verdadero éxit o aplaudido hasta por los enemigos más acérrimos del cinema español. Y [Hir el mi m o dolor m í o como español siento la lucha tenaz que los españoles hacen a la película nacional. Espiíña debe prosperar on la cinematografía, y para ello esperamos la ayuda del Gobierno y el aplauso de todos los españoles. Vicente

Vara,

te del Cine

representanRialto.

Las relaciones entre el Rstado y el cinema español provot;an inevital>les conflictos. Chiando im Kstado persiste en régimen <le ficciones, sin línea económica, desconociend<í sus propios resortes, y ni una sola decisión de Gobierno público se basa en razones té<;nicas, el cinema, (jue por el tesón de la iniciativa privada nace dentro d e ese antiestado, no tiene con él más relación ;|ue la de nuev o contribuyente. Raz(mes do i m a . m e c á n i c a muy luipleja (pie afe<!tan j>or igiial al cerebro de los dirigentes, a la calidatl d e la maquinaria y al sentidoi y efectividad de los cai)ital¡stas, han limitado el desarrollo de la cinemat t ^ a f í a esj>añola, del mismo mcjdo que limitan la producción de automóviles o de fterfumes. Dentrn de pocos años, si la aplicación del re-

lieve y el color no perturban a nuestros técnicos, la producción de films en Ks{»aña con(pii.stará los valores humiuios, rai;iales y universales cpie le faltan; la*- nonuas de una distribución potente le darán la .solidez cí)mercial q u e necesita para perfeccionarse. F^ntoníes el F r a i l o y el c i n e m a plantearán sus cíonflictos más decisivos: i m puestos directos e indirectos, tarifas aduane r as, c o n t r o l de films para exportación, protección a ¡Os i n v e n t o s , mito del cinem a educativo, derechos de autor, concursos y premios oficiales de m á x i m a .solvencia. Problemas bien conocidos de los cineastas, que siqKmen el estudio de ima ley cinematográfica que actúe con previsión y eficacia. P o r ahora opino, como todos los interesados <|ue el impuesto del 3,75 por 100 sobra la producción nacional es injusto y debe suprimirse. P e r o no creo que su importancia sea máxima, poirpie no afecta a las raices de la industria ni es c l a v e de la produ(!ción. Lüs ]:)erjuicios ectinó111 icos que pro<luce subsisten por desidia de los atareados niagnaU'S del cine que saben muy bien có m o cinco telefoniizos a cinco dipu-

A. G.

tadas amigos o varias horas perdidas en una subsecretaría oficial son suficientes para conseguir au desaparición fulminante. Carlos

Velo, realimtdor cinematográfico.

Si los gobernantes españoles tuvieran un concepto exíU'to de lo que debe ser la economía de un país, haííe mucho tiemjx» que la indust ria cinematográfica española contaría con la protección del Pistad o . P e r o un listado sin estadistas es natural se produzca como lo h a c e el españ o l en e s t e asunto. I x ) práctico y lo lógico sería estimular capital de~

1

FIA

I I

J a r a n d o l s naciente industria libre de impuestos y de gabelas. T i e m p o habría para que el F'isco cayera sobre ella cuando y a por su pujanza no corriera peligro de morir asfixiada, como pue<le ocurrir ahora. Pero v á y a n l e ustedes con estos cuentos a los etíonomistas de pan llevar que disfrutamos. I.O que dirían ellos: «¡Allá películas! R. Martínez de la Rita, escritor.


\ l \ A R Y del ('annen, la más joven síor espay ñola, la que más rápidamente, apenas nacida al mundo del cinema, ha conocido la popularidad; Mary del Carmen, la de la fina figura de muñeca y el rostro de una magnifica expresión, es una admiradora a{)asionada de los geniales «actores» que inteqiretan las películas de dibujos. Durante unas horas, Mary del Carmen, muñeca humana, ha convivido con los muñecos de artificio. casualidad les ha reunido, y se han hecho amigos. Y se han cambiado confidencias. T-¿T': • - ^ , . : • :, ' a Greta Gaibo?—-ha suspirado la deliciosa Bett y , poniéndose en jarras y entornando sus bobalicones ojos en un desmayo de mujer fataL

¥Á encuentro ha sido en loe Estudios de Ciudad Lineal, con m o t i v o de la filmación de la nuev a película de Cifesa titulada Rumbo al Cairo. En este film hay una escena que figura un festival l)eDéf¡co, con diversas tómbolas, asistidaf^ por lo más selecto de la buena sociedad mallorquína Entre las tómbolas, Benito Perojo ordenó instalar una de muñecas. Y allí fué donde Mary del del Carmen encontró reunidos a sus saladísimos «compañeros»: El G a t o Félix, B e t t y , Bímbo, Scrappy Morca, Mosquito, L a Carioca, Mickey, Roenueces, etc., etc. Mary del Carmen no pudo reprimir un grito de a l e g r i a —^¿Qué hacéis aquí? ¿Quién os ha llamado? Nadie respondió. E n esto se dejó oír una v o cecita, que parecía un lloro y que p a r t í a de debajo del mostrador. — S i n o s Silcas de este cajón, te cfjutaremos todo. Y las manos d e l a estrella elevaron a la sup e r f i c i e a los g r a c i o s o s Laurel-Hardy. —¿Vosotros también? —^Nosotros también. ¿Qué pasa? —^Pero ¿cómo habéis podido llegar hasta aquí? — E n un cesto. —^¿Desde América? — ¡ A m o s , anda, so

pasma! Usté y y o somos madrileños; pero que muy madrileños. ¿ N o lo has notao en a fraseología? Entonces se sufX) la verdad. Todos estos muñecos se fabrican en Madrid. Mary del Carmen, como la mayoría de los españoles, pensaba que los «traían» de Alemania. —Si quieres conocer a nuestro «papá», vuelve la cabeza y lo verás hablando con Benito P e rojo.

Conociólos a G'ro.s- en un círculo de carácter cinematográfico. A l a .sazón, Gros era un «envenenado» más de cine. Soñaba con ser artista de la p a u t ó l a . Y no lo consiguió, acaso porque no tuvo paciencia para esperar. Dejó, al fin, sus ambiciones de cineísta para r e i n t ^ r a r s e a sus lápices y a sus pinceles. Porque Gros, antas que nada, es un excelente dibujante y un buen pintor. En el hogar del artista había una mujer y una nifia Y poco dinero. Pero Gros estaba tan enamorado de su esposa y de su hija, qtie nadie pudo descubrir en él un átomo de decaimiento. Sus ojos y sus labios reían siempre leales y o p timi.stas. Una tarde, la nena dejó este mundo, y los ojos de Gros pasearon por Madrid dos lágrimas de amargo renunciamiento. L a hija muerta dejó en el hogar del artista el frío de una i>ena honda. Y dejó también unos

Para Mary dri Carmen, la nuev* estrella española, el jugar eoé los muñecos que invaden su ho^ Kar es « a o 4e n s placeres pre:|

hkáá

muñequitos rotos, de fieltro, que habían sido los tínicos juguetes de la pequeña. ¿Qué poder misterioso influyó en Gros, que le hizo ver en aquellos juguetes una prolongación v i v a de su hijita? E3lo fué que nuestro hombre se dedicó a restaurar los muñequitos de la hija mfdograda L a restauración quedó tan perfecta, que los amigos le animaron. —¿Por qué no ensayar a fabricarlos nuevos? Así s i n t i ó el fabricante de hoy. L a pintura y loa d i l m j n j no daban para vivir, y 'Tro? nocidió probar fortuna. Se desjtidió de ^ B C, donde estaba colocaflo, y se dedicó a fabricjar muñecos. Debtitó con d e d e b r a d o perro de Xaudaró. T u v o un éxito. Y cuando menos lo esperaba, se sintió acariciado por la F o r t t m a L o que había empezado como culto a la hija muerta se transformaba en negocio. El despacho triste y mudo se o o n v i i t i ó en taller; luego, en fábrica

H a n pasado unos años, muy pocos. Gros y su esposa v i v e n hoy en espléndida holgura económica. Sin embargo, en las horas pálidas de la noche, cuando el artista pugna por imprimir a sus muñecos la gracia m á x i m a de la comicidad, Gros y su esposa piensan en la ausente. Y no es extraño adivinar en l a s muecas grotescas d e Miokev la huella de unas lágrimas.


Estos seis, para r^alárselos a las lectoras ¿IJC pare<'e bien? Gros, qne continúa siendo un enamorado del cine, aplaude la iniciativa de Mary del Carmen. Cort(>s ha impresionado varias [»lacas. Sobre un c a b a l l e t e , un lienzo pintado al óleo. Es el retrato de la hija que se llevó la muerte. —¿Es su hija? — L o fué. H o y es de la tierra. Y la nmñeciuita de carne y hueso, que ha venido a «veTD cómo se fabrican los muñecos de «trapo», o y e , entri.stecida, la historia de aquella otra muñeca que cerró los ojos f)ara siempre hace imos años. — . \ ella le del.o tofiu lo (¡ue hoy sov musita el artista. Mar\'- del (urinen n<» s.ibc ( ( i i c cKiitcstar. 1*^ sus divinos diez y seis años, pletóricos de optimismos y de felicidaíl y de triunfos, no cabe la idea de la muerte. N o ol>stante, en su almita virgen vibra un sentimiento maternal. —Ix)s hijos no del)crian morir, ¿verdad? (le

Mary 4vi Carmen rWttm eamplarMa la fábrica dr donde salen lu» brlliis miiiirr<>> que lanío la entiii«iii-.muii

(^NEORAMAS.

liectf>ra: L a estrella de Rumbo al Cairo ha pedido para ti seis lindos muñecos al arti.sta (rros. Y el arti.sta Grog los ha (concedido, ebrio de alegria CiNKORA-MAS te felicita y se felicita N o damos las gra»-ias ni a la l>ellisinm Mary del Carmen ni a (iros, ponpic sabemas (pie ellos no las admitirían. En España y en CTNEORAMAS somos asi, lectoras. MAIKKIO

TORRFAS

Al deMpertar, .Mary del C a r n i r n tiene para los inuñrros que duermen rn su misma alroba unos mimilos |^

eannoHOS

lie

I .Mary del Carasrn dialogando ron su muñero preferido

—¿Puedo v e r cómo hace usted los muñecos?—ha preguntado la estrella Mary del Carmen a Gros. —Mañana mismo. Y Mary del Carmen, la gentil estrella de la pantalla española, ha sido una muñeca más entre los lindos muñecos de trapo. —¿Cuál le gusta más? —^Todos—ha respondido la monísima Mary del Carmen. —Pues llévese los que guste. —¿De veras? L a protagonista de Rumbo al Cairo empieza a separar muñecos y más muñecos. Luego nos mira y rectifica. —Todos, no. Me (conformo con tmo. Pero Mary del Carmen ha separado siete.

POTS. COUTHS


^ R E P O R T A J E de

RUGBY


SIEMPIt£ Biblioteca de

12 aseguro

que

no se le

exigirán

responsabilidades.

Hofert, asombrado, no sabía qué decir. A l fin, balbució: — ¿ N o se burla usted de mí? —Si no sigue mis instrucciones al pie de la letra, me veré en la triste njcesidad de cumplir mis amenazas — P e r o ¿por qué me exige usted eso? —Porque el corazón tiene razones que la inteligencia no comprende V basta de discusión ¿Acepta usted, sí o no? — ¡ M e obliga usted!... —¿Hasta la noche, entonces? —¡Qué remedio!

• •• Hacia las ocho de la noche, Kate, Ellen y la señora Schultze llegaron a casa de Hornemann, quien las acogió con extremadas muestras de cortesía. Se mostró incluso amable con su antigua secretaria Ellen, y las condujo a un salón brillantemente iluminado, donde esperaban algunos Íntimos amigos. Después de las presentaciones de rigor, la señora Schultze se dedicó a observar el lujo que la rodeaba. Jamás había visto tanta riqueza junta. — L a Providencia favorece a Kate—murmuró ai oído de Elleu. —Todo eso es demasiado hermoso para que dure— iiisiniiO la joven. ¿S.^rá usted capaz de estar celosa, querida? —.Vo, señora Schultze—. Deseo a K a t e una felicidad sin límites. Pero todo esto me asusta. —Con tal de que el señor Flink cumpla su promesa...—^pensaba. Desde su conversación de la mañana no había vuelto a ver al detective, y su djsaparición le iaquiátaba. ¿Cuáles serían sus propósitos? Kn este momento, un maitre d'kotel, con frac y guantes blancos, pronunció tsatralmente la frase de rigor: —La señorita está servida... Y formando parejas, los invitados entraron en el comedor. El señor Hofert llegaba en aquelltjs instantes al domicilio del s *ñor Hornemann y proguntaba al portero: —¿El señor Hornemann está en casa? —Sí, señor. ¿Quiere darme su nombre? — N o es preciso. Anuncíele que deseo hablarle inmediatamente. — E s que el señor Hornemann se sienta en estos momentos a la m j s a . —¡Me es igual! Dése prisa y anuncíele mi presencia. — E s que tengo orden de... Hofert¿Quiere dio unausted violenta patada en perder! obedecer, s el suelo, gritando: ¡ M e fastidia tanta orden, y no tengo tiempo que ese - caso, me anunciaré yo! si o no? ¿No?... ( E n Y dio un empellón al pobre diablo que empezó a vociferar: — ¡Carlos!.. ¡Juan!... ¡Francisco! ¡Un loco e s t á ar mando escándalo aquí! Los criados acudieron a contener a Hofert, de lo que resultó un espantoso estrépito y vocerío, que llegó al salón.

EL

AMOR

C^fU^mmO^ —¿Qué ocurre?—preguntó la señora Schultze, inclinándose sobre Ellen. — N o sé—respondió la joven, persuadida de que aquello era obra de Teddy. Los invitados se miraban con asombro. E l ruido aumentaba j w r segundos Y Hornemann, indignado, rechinaba los dientes. ¿Quién era el miserable que osaba promover aquel alboroto y turbar la solemnidad de la fiesta? Pero pronto supo a qué atenerse Hofert, abriéndose pa.so a través de los domé.<ticos, penetró en el comedor, y plantándose frente a Hornemann, le gritó furioso: —¡Miserable!... E l insultado se levantó, lleno de asombro: —¿Miserable yo? Los concurrentes se quedaron de una pieza. Y fiel a las recomendaciones de Teddy, el fabricante de pianos reprochó en términos violentos a su rival el haberle privado de su sscretaria. L a discusión se envenenó, y platos, vasos y sillas rodaron por la alfombra. L a señora Schultze, asustada, se llevó tías sí a K a t e y Ellen, y no pararon de correr hasta la calle. —¡Qué desgracia! ¡Qué desgracia!—repetía la excelente señora. Elleu era demasiado inteligente para no sospechar que todo aquello era obra de Teddy, y se dejó conducir dócilmente al exterior. L o esencial era que Hornemann no había entregado a K*te la sortija de desposada. El aire de la noche hizo reaccionar a la señora Schultze. — N o s hemjs precipitado—dijo—y hemos procedido de una m i n e r a incorrecta. El porvenir de K a t e está en peligí'). Volvamos a reunimos con el señor H o r nemann. Ellen se alarmó. ¿Volver a casa de su antiguo jefe?... Esto equivalía a hacer traición a Teddy, y replicó con

ener-

gía: — N o piense mted en eso, señora Schultze. —Pues ¿quién nos impide volver? Y a habrá pasado el alboroto. —¿Usted qué sabe? Al contrario, debemos tomar un laxi y regresar a casa. Mañana será otro día. —¿Y qué dirá el señor Hornemann? — N o s abrumará a excusas. Descuide usted. L a señora Schultze iba a responder, cuando una sombra avanzó hacia ellas. Continuó acercándose y reconocieron a Teddy. Se dirigió a Kate, sombrero en mano. —¿Usted?—exclamó, indignada, la joven. —Sí, yo. Déjeme uited explicarle... Y estuvo tan elocuente, que no hubo más remedio que perdonarle y . . ante los ojos asombrados d é l a s e ñ o r a Schultze, a quien Ellen mantenía a alguna distancia, acercó su rostro al de K a t e y murmuró amorosamente: — ¡ Q u e r i d a mía! Aquí abajo es siempre el amor el que triuafa... ¡Siempre el amor! FIN

presentó enfundado en

un chaquet de corte irrepro-

chable, y preguntó: —¿Cómo me encuentra usted, señorita? — M u y . . . elegante—respondió K a t e . —Su opinión es muy valiosa para mí. — M e lisonjea usted... Y el negociante añadió: —Pienso casarme. —¿Con quién? —Adivínelo usted. Kate le tniró extrañad — N o acierto a comprender. —Calma, señorita... Contémpleme... y reflexione. —Seguiré sus consejos sin comprender nada. — ¡ E s usted cruel! U n golpe de sangre acudió al rostro de la joven.

—¿Hornemann?—exclamó Ellen. —SI..., Hornemann. —¿Entonces?... —Entonces... yo no sé qué responderle. —¿Tú le amas? — N o le conozco

bastante para responder a

esan

pregunta. — ¿ Y te ha pedido la mano de pronto? —Sí..., de pronto. ^ — E s muy rico—insinuó la señora Schultze. —Indudablemente. — E n el caso de usted, yo no dudaría. E l dinero no hace la felicidad, pero contribuye a ella. —Entonces, ¿usted cree que debo aceptar? — Y o no dudaría un segundo. — E s que tiene veinte años más que yo.

—¿ N o comprende usted que la amo?— continuó Hornemann—. H a s t a a h o r a , mi única ilusión era juntar una fortuna, y, de pronto, he comprendido lo abatido de mis deseos. ¿Dinero? Eso no lo es todo en la v i d a . Quiero crearme un hogar... Conducirme r e a l m e n t e como un hombre... L e repito que la amo, señorita K a t e . ¿ Q u i e r e usted ser mi esposa? K a t e parpa dea, asombrada. Y no esperando s e m e j a n t e declaración, s ó l o acertó a balbucir: — Dispénseme... N o puedo responder de un modo categórico... Tengo que consultar a mi familia. — A l menos, déme una esperanza. — L e sacaré pronto de dudas. —Sí, muy pronto. Gracias... —Ahora, ¿me permite usted retirarme? —Como usted quiera. Obre enteramente a su gusto... K a t e salió del despacho y vagó por las calles hasta la hora del almuerzo. N o sabía qué determinación adoptar. Los acontecimientos la traían desorientada. Y cuando entró en la pensión, la señora Schultze le preguntó afectuosa; —¿Está usted enferma, hija mía? — N o , señora Schultze. —Entonces, ¿qué le ocurre? —Estoy muy emocionada. — ¿ P o r qué? — A c a b a n de pedirme la mano. —¿Quién? — E l señor Hornemann.

— L o s maridos de cierta edad son los cíjinpañeros más seguros. L o sé por experiencia. Créame usted, hija; más vale unir nuestra existencia a la de un hombre experimentado que a la de un galancete que nos traicionará a los pocos días de las bodas. Ellen intervino: —¿Un

hombre

experimentado?...

¿Hornemann?

¡Qué error! —¿Cómo?—dijo, indignada, la señora Schultze. — E s más infeliz que un adolescente. Desde que vino al mundo no ha tenido más pensamiento que el de amontonar dinero. Y volviéndose a K a t e ; —Querida, no destruyas tu vida... Conozco a Hornemann. H e sido su secretaria durante tres años. S te unes a él, serás desgraciada. — P e r o ¿por qué?—protestó la .señora Schultze. — K a t e hará lo que quiera. Y o rehusaría. —¿Rehusar? E s o sería una locura. Y la señora Schultze defendió tan ardientemen


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BibUoteea de SIEMPRE

te la causa del maduro galán, que K a t e , al día siguiente, le telefoneó: —Alió!... Aquí, K a t e . — M i s saludos... ¿Cómo sigue usted.' —Bien... U n poco fatigada. Dispénseme si no acudo hoy a l despacho. — E s natural... Descanse, señorita... —Allól... ¿Me oye usted? —Estoja a sus órdenes. — H e meditadlo toda la noche sobre la proposición de usted... — ¡ O h , señorita!... ¿Y qué, qué... me dice? —Pues q u e consiento en ser su esposa. U n a oleada de sangre subió a las mejillas del señor Hornemann. Sus manos se aferraban al micrófono, y con voz medio estrangulada pudo decir: —Señorita, di.spénseme si no encuentro las palabras adecuadas al caso. Su decisión me produce una alegría tan grande, que... que soy incapaz de expresarla en estos momentos... L e agradezco infinitamente la confianza que deposita en mí... Desde ahora, mi vida no tendrá más que un solo objeto: procurar su felicidad, proporcionándole u n a vida de reina... E m plearé todos los instantes de mi vida en conseguir ese ideal.. L e juro... L a alegría le trastornaba el cerebro. Quería seguir hablando, y no encontraba palabras capaces de exprei r sus sentimientos. Kate abrevió su delicioso martirio: —Señor Hornemann — le interrumpió gentilmente—. H e meditado mucho sobre las consecuencias de mi determinación, y si no estuviera convencida de que usted me ama, no accedería a ser su esposa. Adivino todo lo que usted quiere decirme... Es inútil eternizar nuestro diálogo por teléfono. Además, le repito que estoy fatigada, después de t o d a una noche d e cavilaciones... H a s t a pronto. — H a s t a pronto, señorita. Hornemann continuó todavía en el TL-leloiio, como enajenado. Parecía un colegial en su primer amor. L a s palabras de K a t e acababan de trastornarlo. Se creyó un Romeo, y maquinalmente se arregló el lazo de la corbata, sacando para ello un espejito de mano que llevaba en el bolsillo. El cristal reflejó sus cabellos, que empezaban a blanquear, y murmuró, esbozando u n a sonrisa: — N o importa. Con un poco de tinte... Y se propuso consultar con urgencia a su peluquen Cuando Ellen regresó a la pensión y la señora Schul ze le puso al corriente de la resolución de Kate, la jo ven se dirigió presurosa a la alcoba de su amiga — ¡ A h , querida mía!—suspiró, abrazándola afectuo.tmente —Pero ¿por q u é te afliges?—preguntó K a t e — . Y o -.toy encantada — E s o es lo q u e me asusta T u desilusión será más terrible —¿Mi desilusión? —Sí, llegará muy pronto, y has hecho mal en seguir los consejos de la señora Schultze. Ella prtKede de bue".a fe; se imagina que el azar, por una t r a m a d e vodeIL. te ha abierto un camino de rosas... T u aventura LA. trastorna. Ella, en su pobre opinión, cree que el habitar en un suntuoso palacio lleno de servidumbre es el bien mayor a que puedes aspirar... Sin duda, lo confieso, eso es agradable... Pero olvida—y tú lo olvidas también—<jue se puede languidecer de hastío en medio de los esplendores de u n a vida brillante en

apariencia. T ú serás j o v e n todavía cuando el señor Hornemann sea un anciano lleno de achaques. Te condenará entonces, por celos, a un triste aislamiento Y llevarás una existencia espantosa... Ellen acabó con acento casi suplicante: —¡Créeme: invoca un pretexto cualquiera p a r a romp3r! Kate permaneció unos segundos pensativa, y, a l fin, dijo: — E s demasiado tarde, Ellen. Además, estoy persuadida de que exageras... Tranquilízate... E l señor H o r nemann no es un monstruo. A l contrario, es él quien capitulará.

• ••

Hornemann precipitó las cosas. En cuarenta y ocho horas arregló sus documentos y preparó los esponsales, organizando un gran banquete para solemnizar el acontecimiento. L a señora Schultze sacó de sus baúles el mejor vestido... Solamente Ellen continuaba sombría. Estaba persuadida de que su amiga cometía una falta irreparablePero ¿qué hacer p a r a impedirlo? Kate, desvanecida por la fortuna de Hornemaní! estaba decidida a unir su suerte con la de su ex jefe. Ellen empezaba a desesperar, cuando T e d d y regresó del viaje. Y atropellando todas las conveniencias, fué a visitarle —¿Usted, señorita Ellen?—dijo el detective. —Tengo que ponerle al corriente de muchas cosa — H a b l e pronto. — K a t e se casa T e d d y tuvo que apoyarse en el muro p a r a no caer. —¿Kate se casa? ¿Con quién? — E s una historia inverosímil, señor Flink. —Expliqúese usted; se lo ruego. Ellen habló sin vacilar. —¿Recuerda usted haber buscado una CUN«,<i<.ion a K a t e antes de emprender el viaje? —Sí; tuve ese honor. -7-Kate fué a la dirección que usted le DIO, y allí no la esp.Taba nadie. —¿Qué me dice usted? — L a pura verdad, señor Flink. . N o aparente ahora caer de la luna... Por razones que no comprendo, usted quiso burlarse de K a t e . —¿Burlarme de Kate? ¿Qué significa esto, señorita? —Sí, señor Flink; usted quiso burlarse de Kate. Pero todo esto no tiene importancia. Ellen refirió al policía, sin darse tiempo p a r a respirar siquiera, t(xla la historia que va conoce el lectot Teddy se pasaba la mano por la frente para coni liar sus ideas, que parecían bailar una zarabanda den tro de su cerebro. L a historia de K a t e , y sobre todo sus consecuencias, le desorientaban... E n vano se esforzaba p o r comprender la responsabilidad que él podía tener en todo aquello. —Resumamos — b a l b u c i ó — . ¿Dónde diablos fu. K a t e a buscar el empleo que yo le busqué? —Usted lo sabe t a n bien como yo: a casa d e H o f e r i —¿El fabricante de pianos? ¿Se burla usted de mi? —^Dios me libre. L e aseguro q u e usted la envió al almacén d e pianos. E l detective protestó con vehemencia: —¡Nunca! ¿Enviarla yo allí? ¡Nunca' H a y en la aventura de su amiga extrañas anomalías que yo pondré en claro. ¡Se lo prometo! Y empezó a pasear por la habitación como un loco por su jaula. D e pronto se volvió y dijo:

EL

AMOR

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—Procedamos con método. Sacó la cartera del bolsillo y la examinó cuidadosamente. —¡Ah!—exclamó enseguida—. Tengo la clave del igma. M e equivoqué de dirección. N o e r a a casa de Hofert donde y o pensé dirigir a K a t e , sino a casa de mi amigo Felder. que debe tenerme p o r informal. E l embrollo se aclara... Y ocurra !o que ocurra, K a t e no se casará con Hornemann. Y o se lo Juro. ¿ Y sabe usted por qué? — N o , señor Flink. —Pues porque yo ia amo. U n a última pregunta I'uándo son los esponsales? - E s t a noche. E n casa de Hornemann. - B a s t a N o diga a nadie lo que hemos hablado. 1 le repito que, ocurra lo que ocurra, K a t e no se casará con Hornemann. ¡Ah. una recomendación! N o se alarme por nada de lo que esta noche suceda. H a s t a luego, señorita Ellen. Después de esto, T e d d y tomó el sombrero y b a j ó de cuatro en cuatro las escaleras. Llegó a la calle y tomó un auto. —¡Avenida de los Tilos!—ordenó al chófer—. pare usted frente al almacén de pianos de Hofert. L'n cuarto de hora más tarde, el auto se detenía fíente al almacén. —Deseo ver al jefe—manifestó el detective a la de pendienta que le atendió, al mismo tiempo que le en tregaba su tarjeta:«Teddy Flink, detective particular.» Hofert, intrigado, le recibió al momento. —¿Qué tiene usted que comunicarme, señor? — A l g o m u y urgente y especia! — L e escucho. — U s t e d es e) amante de la señora Bobrinsky. Hofert palideció. —¿Yo?... ¿Yo?...—balbucía — N o lo niegue Hace poco tuv J ..IICC ^UA I,ITA CON ella en el cabaret Coq d'Or, y se libró usted de un escándalo gracias a la torpeza del marido.. V e r á que estoy bien informado. E s t o sentado, tejiga presente que aunque no le hayan cogido a usted en delito fia grante, todavía sé yo el modo de acarrearle mucha molestias. Y si no se presta a mis exigencias, no vacilaré un momento en poner por obra mis amenazas. —¿Un chantaje?—se lamentó H o f e r t — . ¿Cuánto —Se equivoca usted Y o no quiero dinero. —¿Qué es lo que desea entonces? — ¡ U n servicio! — E s t o y a su disposición. — E s muy sencillo. Usted ha leüiüu, en calidad de secretaria, durante unos días, a la señorita K a t e Schlager. —Exacto. — E s t a señorita, por un cúmulo de circunstancia que sería muy largo de explicar, pasó al servicio D un cierto señor Hornemann, cuya dirección es ésta. L a señorita Kate v a a contraer matrimonio con Hornemann, y es absolutamente preciso impedir esa unión — ¿ Y qué puedo yo hacer en este caso? —Simplemente, presentarse en casa del señor H o r nemann y promover un escándalo. — P e r o ¿con qué pretexto? —Reproche con vehemencia a Hornemann el q u e se haya conducido como un hombre poco deliéado al privarle de una empleada modelo .. E ! resto es eos mía. U n a palabra más: tenga usted cuidado de meU mucho ruido... E s necesario que rompa alguna vajilla... Pero no se inquiete; y o corro con los gastos, y le


V .\Y FRANCIS, UNA MORENA NA RUBIA A l.O JEAN HARLow (VUUna).—Pasadas sus indicaciones a quien corresponden, y espero que las complacerán. Estas señoritas desearían saber la letra de algunos de los recitales que Henry Garat canta en la película Se fué mi mujer. SOLICITAN CAMBIAR CORRESPONOKNCIA CO.\ LECTORES DE « C I N E G R A M A S » LOS SEÑORES S I GUIENTES. l>>n José Rodríguez Cobos, calle «le Huert«> Monjas, i8. Málaga. Vkm Juan Márquez Salgado. Albareda, 14, Coria del Río (Sevilla), y C h i b Cineasta «.\mateur». Purísima, núm. 3, Es«:uela de Comercio (Alcoy). IT.N' TRAJANO (Mérida).— Madge Evans tiene de estatura cinco pies y tres pulgadas, y es natural de Ix)s .\iigeles (Caüíomia). F'scriba a Metrt>-(k>ldwyn-Mayer, H«)ll>'w«M)d (California).

UNA ENTUSIASTA I»E José MOJICA (Murcia).—I.a canción de la película Una semana felicidad ya se public«'> en números anteriores. L a letra de Cuesta ahajo, de la película «leí mismo título es: Si arrastré por « / í mundo—la vergüenza de haber sido—y el dolor de ya no ser... — Bajoel ala del sombrero- cuantas veces embozada—una Idgrima asomada—yo no pude contener.— Si crucé por los caminos,—como paria que el destino—se empeñó en deshacer.—Si fui flojo, *i fui ciego,—sol > quiero que hoy comprendan—el valor que •

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representa—el coraje de querer.— Era para mi la vida entera—como un sol de primavera,—mi esperanza y mi pasión.—SaUa que en mi pecho no cabla—toda la humilde alegría—de mi pobre corazón.—Ahora, cuesta abajo en mt rodada.—las ilusiones pasadas—yo no las pude arrancar.— Sueño con el pasado que añoro,— el tiempo viejo gu- lloro—y que nunca volverá.—J'nr seguir tras de su huella—yo bebí tncansablemente-'rn mi copa de dolor.— Pero nadie comprendía—que si todo yo lo daba,—a cada vuelta dejaba ~ pedazos de corazón.— Ahora, triste en la pendiente,—• solitario y ya vencido- -yo me quiero confesar. —.Vi aquella boca mentía- y el amor que me o/reda, —por aquellos ojos brujos—yo habría dado siempre más.—Era para mi la vida enttra-—como un soldé primavera, mi esperanza y mi pasión.—Sabía que en el mundo no cabía- toda la humilde alegría de mi pobre corazón.— Ak ra, cuesta ahajo *n mi rodada, las ilusiones pasada» yo no las puedo arrancar. -Sueño con el pasado que añoro—el tiempo viejo que lloro—y que nunca volverá

La lt-tr,i lili t.iiigo Buenos Aires, de la misma película, es: Mi Buenos Aires querido,— cuando yo te vuelva a ver—no habrá más pena ni olvido.—El

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farolillo de la calle en que nací— fué el centinela de mis promesas de amor;—bajo su quieta ¡ucecita yo la vi—a mi pebeta luminosa como un sol.—Hoy que la suerte quiete que te vuelva a ver,—ciudad porleña de mi único querer—, y oigo la queja de un handeneán,—dentro de mi pecho pide rienda el corazón.—jifi Buenos .4 tres,—tierra florida,—doruie la vida—terminaré,—bajo tu amparo—no hay desengaños,—vttelanlos años,—se olvida el dolor.— En caravana—los recuerdos pasan—con su estela-—dulce de etnoción :—que al evocarte—se van las penas—-del corazón.—La ventanita de mis calles de arrabal,—donde simríe una muchochita en flor,—quiero de nuevo yo volver a contemplar,—porque sus ojos acarician al mirar.—En la cortada más maleva una canción—dice su queja de coraje y de pasión ;—una promesa—y un .ít4sfñrar -horró una lágrima de pena aquel cantar.—Mi Buenos .4ires querido,—cuando yo te vuelva a ver —no habrá más pena ni olvido. ; FRANCISCO LOZANO (Madrid ).—El presidente del Consejo de Administración deC. E. A. es don Rafael Salgado. UNA ESPASOLITA AFICIONADA AL CINE (Cádiz ).—No pue-

do decirla el motivo de no recibir contestación a las cartas que manda a los artistas pidiéndoles fotf>Rrafías. Quizá la causa de no contestarla en esa fecha ha sido por haber estado enferma. Escriba a M a r y «Icl Carmen a Narváez, 9. Madriil. . \ las otras artistas, no realizan en la actualidad ninguna película; pero las puetle escribir al teatro domle actúen cuando vea esta respuesta. ANTONIO GARCÍA (.Alicante).—\^ dirección de C. I. F. E . S. A. es: Aveni«la de Eduardo Dato, número 34, Madrid, y Exclusivas Diana, Príncipe. 18, .Madrid. Su otra pregunta no comprendo su «lefinición. BLAS P . SANTANA (Santa Cruz de Tenerife ).—Ix)s Estudios que desea saber, su dirección son las siguientes; C. K. A . , Ciudad Lineal. M a d r i d . Ballesteros Tona l'ilm, Miguel de Vargas, 1, .Madrid. Orphea, Parque de Montjuich, Flarcelona. A este señor le interesa alquilar una « a m a r a tomavistas, tipo cine mudo, que sea de fácil manejo. Mandar condiciones a Santo Domingo, número i, San ta Cruz de Tenerife (Canarias). MARAVILLA (Albacete).—Harold Lloyd nació el 20 de Abril de 1893, en Omaha (Estado de

Nebraska). Desde lueRo, las gafas que usa en sus films no ti«> nen cristales, para e\itar el reflejo de la luz. Sus mejores películas son: El mimado de Itt abuelila, ¡Ay, mi madre!, Cinemania, ¡Ay, que me caigol, El hombre mosca. El estudiante novato, y El hermanito. VA reparto de .4si ama la mujer es el siguiente; Sadie; Joan Crawíonl; Tommy; Gene Raymond: . M i c h a e l : Fraitchot Tone; Brennan: Edward A r lutld; I>«>lly: lísther Ralston; Stogge; Earl O x f o r d ; Opal: Jeán t)ixon: PheIps: Leo Carroll. IMrigiila por Clarence Br«>wn. Vuelva a escribir cnando guste. .M ARIANNE (Madrid ) . — D e ninguna manera nos nK>l<»tamos por las advertencias que nos hace. Se lo agrad«H:emos sinceramente, pues así n t e demuestra un gran interés por nuestra Revista. 1.a (telícula de King Vidor titulada Nuestro pan cotidiano es completamente distinta a la titulada El pan nuestro de cada día. El reparto de Capricho español o Carnai'oi en España es el siguiente; Concha Pérez; .Marlene W e trich; ,\ntf>nio Calvan: César Romero; Vh>n Pascual: Lionel .\twill: l)»m Paquito; Edward Everett Hortón; Señora Pérez: Alisón Skipw«»rth; l>r. Méndez: Morgan Wallatx'i Morenito; Don Alvarado ; Tuerta : Tempe Pigofí; C o n d u c t o r : Laurence Grant. Dirigida por Josel Von Sternberg. El otro reparto no lo tengo. Vuelva a escribir cuando guste. R.

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liesiikado del

Concurso

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LLOYD BREMEN

de iVIavo

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R acncrdo con las hases publicadas opor tunamente, .se procedió a clasificar las 17.88!! soluciones recibidas para el Concurso de Abril, y sólo en ima, de la señorita R a mona Bolet, de Tarrada, figuraba exactamente el níimero 36.806, favorecido con el premio mayor en el .sorteo d e la Ix>tería NatñonaJ icelebrado el 1." de Junio. Así, pues, los doce bustos de Brigitte H e l m corresponden a dicha señorita y a las once personas cuyas soluciones más se aproximaron al gordo, que .son las siguientes: Señorita Ramona Bolet, Carretera de M<mcada, 157. Tarrasa (Ban^elona).

\ M J O S A COMM.COKACIOX. úiiira |HrMinali<la<< rinrmatográfira rotnlecorada por S. S. el l'a|Mi ron la Ordrn dri Sanio Srpuirro. ronrrdiiia Mtlamrnlr por

Nerviriott a la Sania ('ruz. ba sido rl dirrrior dr la Paramount Mr. t:rril B. I>r Mitir. Ka r l rrntro dr la rwn-

drrorarión hay inrruxtada una astillita dr la autrntira Santa i'.ru-i, qur fuf drHrubirrta por loo t'.ruzado* rn rl siglo XII. l->tr urUHarional hallazgo ri> r l Irma qur sirvr dr basr a la priírula «l.aN Cruzadas», r n rurso dr produrrión. l a rundrrorarión Ir ha sido ronrrdida a Dr MilIr por su priirula «Kl rey d r les reyes»

INSTANTANI:AS Mauíice ( í i e v a l t e r acal>a de confesar que-las diez mujeres más ía8<*inaílora.'< (iiie lia c o i u k í í d(» son («reta GarlM», Marlene Dietrich, I » r e t t a Y o u n g , Madeleine Carrjll, íHara B o w , Annabelia, K a y Francia, la [teriínlisfa Clare Brokaw, N o r m a Shearer y la condesa de Maigret.

Ilelén Mack, ingenua actriz de h>s Estudios de I'aramount, acalta de contraer matrimoni*» « a la HollywíKid». VÍ> deiñr, se ha escaftado en avión a San Francinwi con (iiarlcs C. Irwin, homlm^ de neg<x;ios n e o y o r q u i » » , en donde se convirtieron en marido y mujer. I>o q u e hoy día causa sor]r>resa en la ciudad (jnesca es cuándo se aniin-

«IFC 1» boda.

Entre las novelas tuuonieas en curso hay q u e anotar la de H o w a r d Hughes y Marián .Marsh, la de Carole ¡.«imbard y el escritor Rol)ert Hiskin, la de Patricia Ellis y Fred Keating y ia de Janet Gaynor y el dentista I . 8. Veblén.'

Señorita Catalina Anglada Camps, Módico Pons, 16. Alayor (.Menorca). Don Ángel Gil .limza, calle de las Armas, i:}. Zaragoza. S<»ñorita Conchita Hernando, General Pardiñas, 64. Madrid. Señorita I^olita Martínez Cortecero, calle < i-ón. Hotel Central. Jaén. Señor don Jemnimo Rodríguez, Salmerón, 1. Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Señor «Ion líafael Pagues (íarriga. Plaza del Carril, 7. Gerona. Sefior don Francistxj Silvestre T e v a , Paseo Pablo Iglesias, Montcófar (Castellón). Señor <t<>n RaiiWm Martínez Cían-ia, calle Galdón, 1. l>.'rc;a (Murcia). Señorita María CVuz Quintana, Licenciado Calderin, 6. Telde ( I ^ s Palmas). Señorita Mary Reyes Planas, V í a Manñala, 6. I'trera (Sevilla). Señorita .Mertsedes Giménez, Gragea, 3 duplica<lo. Córdoba. Rogamos a as personas favorecidas que pasen a recoger sus premitis (por sí o p<*r perdona autorizada) a Hermosilla, 78, de nueve a una y de cuatro a seis). VM su defecto, deben der;imus |x»r es<;rito el nombre y diretx'íón adonde quie- , ren les sean remitidos. Perderán su derecho las personas ABUNDANCIA I< amor, saInd jr nqucta por meque no reclamen sus dio di la raaiación cósmica. premios en el plazo Pida hrforaej: U T I L I D A D . A»aita«a I » . Vie* (ea#aAa>. de un mes.

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