La memoria del arte “Somos nuestra memoria, somos nuestro propio museo de recuerdos�
La necesidad del hombre
de coleccionar los más diversos objetos de gran valor o consideración para disfrutarlos y en un futuro compartirlos con otros y avanzar de esta manera, dio pie a la creación de lugares específicos para cubrir estas inquietudes y proteger de manera digna y segura lo que se consideraba bello o valioso. Los lugares donde se guardan colecciones artísticas, científicas o de otro tipo consideradas de valor cultural, colocadas de manera conveniente para que sean examinadas, son, por definición, los museos. Sin fines de lucro por lo general, abiertos al público. Su finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de los objetos que mejor ilustran las actividades del hombre, o que son en lo cultural importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos. Asimismo, son sitios en los cuales se exhiben objetos u obras de arte que atraen el interés del turismo. Por último, son edificios o espacios destinados al estudio de las ciencias, letras humanas y artes literales. La palabra viene del latín museum y del griego mouseion que era el templo dedicado a las nueve musas o deidades protectoras de las ciencias y las artes. El museo apareció como un instrumento moderno de culturización en el marco del espíritu enciclopedista del Siglo de las Luces, la fundación de grandes instituciones públicas tales como el Museo Británico de Londres y el Louvre de París nacen como una creencia tangible del poder de la razón y en la capacidad del hombre para perfeccionarse a sí mismo. La memoria es la creación del poder recordar, retener las impresiones y las percepciones, si bien el museo no posee impresiones, este las crea. Cada museo es un sitio donde se cultiva el arte de la memoria, por eso el resguardo cuidadoso de todos los elementos que lo conforman es realmente fundamental.
“Parece que nuestra vida aumenta cuando podemos ponerla en la memoria de los demás: Es una nueva vida que adquirimos y nos resulta preciosa”: Montesquiei