Guau guau listo

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ยกGuau Guau Ayuda!

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¡Truenos de Gaia!

1. Soledad peligrosa Caía la noche en la Patagonia, y una niña llamada

Koshpy se abría paso por entre inmensas montañas, campos de hielos y lagos. Mientras avanzaba, el viento arreciaba, moviéndola de un lugar a otro. Era un viento helado que venía de los glaciares y penetraba hasta Los huesos. Para colmo, el camino se ponía cada vez más oscuro, quedando únicamente iluminado por la luz de la luna… Koshpy escuchaba el sonido solitario de sus pasos, recordándole que era la única persona transitando por el lugar. Por primera vez en su vida se sentía sola. Miraba el horizonte y se preguntaba: “¿cómo se sentirán las personas que no tienen un lugar a donde ir? ¿Cómo será que no haya nadie que te quiera? ¡Debe ser terrible!” Imaginaba la situación, y se entristecía… Era exactamente como ella se encontraba en aquel momento, caminando por un lugar oscuro, con mucho frío y completamente sola. En el cielo, las estrellas, la luna, y galaxias lejanas parecían perderse en el infinito... Pero los astros, a pesar de la inmensidad del cosmos, se acompañaban entre sí. Intentaba olvidar esos pensamientos de abandono. La hacían sentir mal. “Quizás por eso hoy me quede jugando hasta tarde en la escuela” pensaba.

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Prefirió concentrarse en avanzar rápido, porque ya era de noche y su mamá estaría preocupada. Por suerte ya se veía su casa. Repentinamente se escuchó un ruido, a solo unos metros de donde la niña estaba. —¡Uuurrg!

Koshpy se detuvo y miró para todos lados, pero no vio a nadie. Instintivamente apresuro el paso para distanciarse lo antes posible de aquel gruñido que la atemorizaba. Pero nuevamente lo escuchó, ahora mucho más cerca. —¡Uuuurrrgg!… ­­ Koshpy sintió acelerarse los latidos de su corazón y cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera huir de aquel lugar. Pero al abrirlos miró aterrada las luces de su casa en la lejanía...

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—¿Qué hago? —pensó—. Si huyo, la criatura, o lo que sea, me atrapará… Entonces, osadamente, se dio vuelta, para enfrentarla. ¡No había nada! Solo se divisaban unos árboles y el campo... El resplandor de la luna le indicaba que estaba sola en medio de la penumbra. Confundida, volvió a cerrar los ojos e intento salir corriendo hacia su casa. Pero recordó que se había prometido a sí misma no esconderse más de los problemas. Y pensó, temblando: —¡Me gustaría que todos mis problemas desaparecieran! ¡Y no tener que cerrar mis ojos para esconderme de ellos! Quiso controlarse, no caer en el pánico, porque sabía que eso era peligroso. —¡Tengo que tranquilizarme! ¡Debo lograr cal-marme! En eso estaba, cuando se escuchó una especie de aullido mucho más alto. —¡Uuuuuurrgg! ¡Koshpy se estremeció desde la punta de los pies a la cabeza! Después se quedó quieta, como paralizada.

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Tuvo un recuerdo terrorífico, sobre historias de leones y zorros que bajaban de los cerros. Un escalofrió le recorrió el cuerpo. —¡Trzzz! —Algo se movía a través de los matorrales —¿Qué hago? ¿Arranco o me quedo? ¿Por qué no soy capaz de decidirme? ¿Qué me está sucediendo? En ese momento la criatura estaba a punto de alcanzarla. ¡Debía zanjar la situación ya! Se animó a correr. —A la una, a las dos y….

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2. Desafiando lo desconocido En el instante que se disponía a huir, divisó una estrella fugaz que se abría paso en medio de la noche, iluminando el cielo. Aquella estrella la hipnotizó y recordó a su abuela, quien le decía “cuando veas una estrella fugaz, desde lo profundo de tu corazón, pide tres deseos, ya que las estrellas fugaces avivan los sueños y traen buena suerte…” De repente, Koshpy decidió quedarse quieta. Ya no sentía tanto miedo, y optó por ir al encuentro de la criatura y encararla. Se quedó esperándola en medio del camino, pero nada apareció. Resolvió ver qué era aquello que la atemorizaba y, saliéndose de la ruta, avanzó hacia el lugar de donde surgían los alaridos, sabiendo que cada paso que daba se apartaba más de su casa. Entrando en la oscuridad, sentía que desafiaba a la noche. Era una prueba de coraje que nunca había enfrentado. Entendía que se exponía al peligro, y que no tendría quién la ayudara. Sin embargo, intentaba dominar el miedo, caminando enérgica. Apurada pidió su primer deseo… que pudiese llegar a salvo a su casa. —¡Arrrrrrrrrrrrrr!

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Pero cuando comenzó a correr se escuchó nuevamente: —¡Au, auu, auuuu! Koshpy se detuvo ¡Eran gemidos de ayuda! —¡Alguien llora! No sabía qué hacer, pero sintió que tenía una responsabilidad. No podía marcharse indiferente ante aquel sonido de dolor, así que a pesar del temor regreso. Con mucho cuidado se acercó al lugar; pero al llegar, no encontró nada. De pronto súbitamente sintió el gruñido a su espalda: —¡Grrrrrrr! —¡Estoy liquidada! —pensó. Quiso desmayarse, queriendo evadir lo que sucedía, pero algo ocurrió que la hizo volver fulminantemente en sí. —¡Ya no más! —dijo, y se dio vuelta para enfrentar cara a cara a la bestia. Pero la sorpresa fue desconcertante: ¡de nuevo no había nada!

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Tremenda sorpresa —¿Qué está ocurriendo? —se preguntó asombrada. —¡Grrrrr! —se sintió fuerte el sonido frente a ella, pero no se veía criatura alguna. —¡Qué está pasando! —exclamó. En ese momento, algo le tocó los pies. —¡Aaaaaaaa! —gritó pegando un salto.

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Pero Koshpy no se dejó dominar por el miedo. Con mucho esfuerzo logró controlarse y se quedó. Aquello daba la impresión de ser un cuerpo tendido entre los matorrales, pero no lograba verle la cara. Koshpy se movió un poco hacia un costado y sucedió que la luna, con la intensidad de su brillo, le permitió observar. Fue en aquel momento cuando las miradas de la niña, y la criatura al fin se encontraron, quedando ambos encandilados, sin reacción alguna, contemplándose el uno al otro. La criatura tenía sus ojitos llorosos, grandes orejas y una nariz pequeña. Una mitad de la cara era de color café, y la otra de color negro. —¡Eres un perrito! Exclamó Koshpy. El perro emitió un débil “Ugggrrrr…”. —Te entiendo, tienes mucho dolor y no te puedes mover. —¡Auuu!—contestó. —¡Tus ojos!… ¡Estás sufriendo! —¡Eres un perrito! Exclamó Koshpy. El perro emitió un débil “Ugggrrrr…”. La niña pudo sentir que un tremendo dolor invadía al perrito. Lo acarició y le dijo: —Amigo, ya no estás solo, tu dolor ahora también es mío. No te abandonaré, no me es indiferente tu sufrimiento. Intentó tomarlo, pero el perrito se quejó. Estaba malherido. —Amigo, ¿cómo te llamas?

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—Amigo, ¿cómo te llamas? El perrito respondió con un frágil “¡Guau!” —Al parecer, estás más grave de lo que pareces. ¡No te quiero perder! Angustiada decidió pedirle a la estrella fugaz su segundo deseo: —Por favor, ¡que no se muera! Valientemente y con mucho cuidado tomó al perrito en sus brazos, dirigiéndose de prisa hacia su casa. De un momento a otro, su vida había cambiado. Ya no estaba sola ante la noche, las estrellas y el universo. Ahora llevaba a alguien en sus brazos que necesitaba ayuda urgente y sentía la obligación de socorrerlo.

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Ayudando a un extraño En la mitad del trayecto, una piedra la hizo tropezar y cayó con el perrito al suelo. A pesar del dolor, en ningún momento lo soltó. Koshpy sentía como le ardían los codos y las rodillas. Algunas lágrimas se le escaparon, pero intentó no llorar, pensando “¡Debo salvar al perrito!”. Temía que fuese demasiado tarde. Logró ponerse de pie con mucho esfuerzo y caminar. Las ganas de ayudar hacían que continuase a paso firme. Cuando llegó a la entrada de su casa, gritó: —¡Mamá, mamá! ¡Ayúdame! En seguida la puerta se abrió.

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—¡Hija, por qué te demoraste! ¿De quién es ese perro? —¡Lo encontré a una orilla del camino! ¡Está moribundo! ¡Debemos hacer algo! —¿Qué te ocurrió? ¡Vienes con las rodillas heridas! ¡Y tus codos! ¡También están heridos! ¡Iré por el botiquín! Mientras su mamá iba al baño, Koshpy dejó al perrito sobre el sofá. El pobre apenas se movía… —¡Resiste, amigo! Por favor, no me abandones. —¡Hija permíteme ayudarte! ¡Déjame ver tus brazos...! —¡Mamá, el perrito necesita ayuda! —Pero, hija. ¡Míralo! Ya no se puede hacer nada…. ¡Está todo perdido! ¡Se morirá! —¡Mamá no te pongas pesimista! —Hija, ¿qué harás? ¿Intentar ayudarlo? No creo que sirvamos para esto. —¡No digas eso, mamá! ¡Aun lo podemos salvar! —¿Pero cómo? —¡Podemos pedir ayuda! ¡Llamemos a un veterinario! —La madre se tomaba la cabeza… —¡Está bien! Ya que insistes. Mientras tanto, acomódalo en la cocina, que es un lugar donde no pasará frio… y déjame curarte las rodillas. —¡Gracias, mamá!

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—¿Qué fue lo que ocurrió, hija? Koshpy le contó a su madre todo lo sucedido antes de llegar a la casa. —¿Y cómo te accidentaste? —Tropecé cuando lo traía, había que ayudarlo, no podía dejarlo abandonado. —¡Te serviré algo de comida y te irás a descansar mientras llega el veterinario! Koshpy cansada por las emociones vividas, se recostó sobre su cama, quedándose rápidamente dormida. —¡Din don! —sonó el timbre de la casa.

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—Buenas noches. ¿Usted es el doctor del perrito? —El mismísimo. ¡Mucho gusto! —Adelante por favor, el perrito está por acá… —Ok, lo voy a examinar inmediatamente… El doctor le revisó la respiración, los ojos, la boca… —¡Señora, no hay duda alguna! ¡El perrito ha sido envenenado! Tiene dolor intenso, y problemas respiratorios. Al parecer es demasiado tarde, las posibilidades de que sobreviva son mínimas. Además, está en pésimo estado y completamente desnutrido. Todo indica que es un perro vago, de unos cuatro meses de edad. De todas maneras le voy a poner una inyección, pero le advierto que ya no hay mucho que hacer... —¡No puede ser, eso sería terrible! Mi hija llegó con el perrito en brazos y malherida a la casa. ¡Está muy preocupada! Esperare hasta mañana. —Como quiera, pero ya le advertí: el perrito no tiene muchas posibilidades de sobrevivir. —Está bien… gracias, doctor por su sinceridad. —No hay de qué. Ojalá se salve, pero para serle franco, se ve difícil. Hasta luego.

La madre cerró la puerta y se puso a llorar. Fue hacia la pieza de Koshpy, se sentó a un costado y comenzó a acariciarla. La niña se despertó: —Mamá, ¿qué sucede? 14


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—Estuvo el veterinario, dijo que el perrito está grave.... ojalá se salve. —¿Qué te dijo? —Sólo eso, que lo veía muy mal; además tiene otros inconvenientes... —¿Cuáles? —Presenta problemas de desnutrición. Puede que sea un perro vagabundo, sin hogar. —¡Pobrecito, ojalá se recupere y mañana amanezca mejor! —El doctor le puso una inyección, ya que tenía una infección importante, al parecer lo habrían envenenado, dijo que mañana regresaba. ¡Ahora acuéstate, que ya es muy tarde! —¡Buenas noches, mamá! ¡Ten confianza en que el perrito vivirá! —Su madre guardó silencio y cerró la puerta.

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Desahogando secretos Koshpy se daba vueltas en la cama, intentando dormir, pero no podía. Si había sido envenenado, ¿qué personas tan malvadas querrían hacer algo así? Además, ¿si es vagabundo y no tiene familia?, ¿o intentaron deshacerse de él? Quizás cuántas situaciones de dolor y angustia ha tenido que pasar, como las que yo pasé, mientras caminaba hacia mi casa. ¿Cómo se sentirá de estar solo en la vida, sin nadie que lo quiera, o se preocupe de él?… Koshpy se imaginaba la situación y se entristecía… ¡Pobrecito!… ¡Cómo estará!... Sin que su mamá escuchara, se fue a la cocina a ver cómo se encontraba el perrito. Entró en cuclillas para no despertarlo, pero fue en vano. Apenas el perrito la sintió, de inmediato comenzó a mover la colita. —¡Hola, amigo! ¿Cómo estás?… No sabes cuánto me alegra tenerte conmigo. ¿Cómo te llamas? ¿Tienes algún nombre?… El perrito no se movía ¿Quieres un trozo de pastel? Se lo acercaba, pero el perrito le movía la cabeza hacia otro lado. —Entiendo, no te sientes bien... me quedaré acompañándote. Pasaba la noche y Koshpy se mantuvo a su lado, preocupada de que su nuevo amigo estuviera bien. En un momento le dijo:

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—¿Amigo, estás despierto? El perrito movió la colita. —¿Tienes nombre? El perrito se quedó quieto. —No te preocupes, te buscaré un nombre que sea bonito y que te dé energías aquí en este libro de significados de mi abuela… déjame ver…. Este me gusta, es original “Wuimkoi” significa “Perro Chico”; me agrada, lo encuentro auténtico. Además te pondré de segundo nombre “Soñador”, porque junto a ti, perrito, siento que he podido volver a soñar. Creo que eso ayudará a que te mantengas con vida. Desde que apareciste en mi vida, aunque haya sido poco tiempo, siento que todo cambió, me llené nuevamente de esperanzas… Wuimkoi Soñador. Te colocaré junto a la estufa, y con estos trapos de lana te acurrucaré en una esquinita, te acomodaré, con mucho cuidado la cabecita y la espalda. ¿Cómo te sientes ahora? El perrito movía la cabeza. —Te contaré quien soy. Mi nombre es Koshpy, y vivo en esta casa, con mi mamá. A mi padre no lo alcancé a conocer, y mi abuela Ane falleció el año pasado. Ella era mi mejor amiga, le contaba mis secretos, era quien me ayudaba a enfrentar mis miedos, la extraño demasiado... lo que más me gustaba de ella era el cariño que me entregaba. Este cintillo que llevo puesto fue su último regalo. Mi abuela fue quien le sugirió a mamá llamarme “Koshpy”, en honor a los Selk’nam y Aónikenk, pueblos 17


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milenarios de la Patagonia, que utilizaban ese nombre, y su significado es “Flor”. Mi abuela me decía que la flor es la expresión de la vida, sobre todo en los lugares más inhóspitos, y en los momentos más difíciles; la flor es como se manifiesta la energía cósmica en el planeta, la fuerza que recorre el universo. El perrito suspiraba. —Así es amigo, es una leyenda hermosa, ojalá esa fuerza mística pueda ayudarte en tu recuperación, ya que tu nombre “Wuimkoi” también pertenece a aquellos pueblos.

Después de la muerte de mi abuela, pareciera como si todo en la casa fuese mal, sin duda nos afectó su partida. Mi mamá ya casi no habla, se alimenta mal, todo lo ve negativo, pasa triste. Le he preguntado qué le sucede, le he dicho que estoy preocupada por ella, y me dice que esté tranquila, que ya se le pasará. Esta situación me ha generado un tremendo malestar que me angustia mucho. ¡No sé cómo ayudarla! Woimkoi, ¡temo perder a mi mamá!,¡Ya no sé que hacer! He intentado olvidarme de este problema que tanto me atormenta, hacerlo desaparecer para siempre, pero es

peor ¡Ufff!... Koshpy respiraba profundo y cerraba sus ojos, pero volvía bruscamente en si dando un salto… rodar por sus mejillas.

—Disculpa, amigo que me emocione tanto, se supone que debería mostrarme fuerte para poder darte ánimo, pero este llanto que me nace, lo siento en el alma, esto que te acabo de decir es primera vez que se lo confieso a alguien. ¡No sabes cuánto me está inquietando la salud de mi mamá!

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¡Guau, guau! —Le respondía Wuimkoi intentando animarla. Te entiendo. Es verdad ¡ahora también te tengo a ti! ¡Gracias por el apoyo! Lo necesitaba. Wuimkoi, tal vez no tuviste la suerte de nacer en un lugar en donde te quisieran... Quizás la vida se te ha hecho difícil… ¡Pero el destino hizo que nuestras vidas se cruzaran! ¡Y aquí estamos! ¡Saldremos juntos de esto! ¡Nos ayudaremos el uno al otro! ¡Nunca más volverás a estar solo! ¡Te lo prometo! El perrito movia levemente la colita. —Hoy cuando te encontré, vi una estrella fugaz en el azul oscuro de la noche, mi abuela me contaba que si aquello ocurría, se pedían tres deseos, y si estos nacían de lo profundo del corazón, podían hacerse realidad. Algo extraño me sucedió al ver la estrella fugaz. En el momento no supe que deseos pedir, así que los guarde para darles buen uso. Pero ya gaste dos: pedí que pudiese llegar a salvo a mi casa y que no te murieras… mi último deseo he decidido regalártelo para que tú lo ocupes, supongo que tendrás a alguien por ahí que te echará de menos, o que querrás ayudar… Mi abuela me enseñó que la generosidad es uno de los valores más hermosos que existen, y si uno puede ayudar a alguien en la vida, mejor aún. Es más, creía que la energía, la naturaleza, los deseos estaban íntimamente relacionados. Guarda el deseo que te he regalado en lo las cosas bien, nos ayudará a salir adelante! El perrito respondía con un débil ¡Guau! Al rato… Koshpy y Wuimkoi, se quedaron dormidos. 19


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Se inicia la amistad Al otro día, los rayos del sol que pegaban en la cara de Koshpy, la despertaron. La niña había pasado la noche en la cocina. Miró hacia un costado y ahí estaba el perrito. Una sonrisa se dibujó en su rostro. ¡Wuimkoi! ¿Cómo estás? ¡Wuimkoi Soñador! ¡Despierta! Pero, por más que lo acariciaba, el perrito no reaccionaba… Se dio cuenta de que algo pasaba. —¡No está respirando! En seguida lo comenzó a mover, el perrito estaba tieso, sin signos vitales. Koshpy empezó a desesperarse. —¡Vamos! ¡Qué pasa! ¡Wuimkoi! ¡Wuimkoi Soñador! Se le quebró la voz, y comenzó a llorar. Estaba perdiendo al amigo que recién había llegado a su vida; entonces logró controlar su desesperación y, convencida, gritó: —¡Wuimkoi! ¡Wuimkoisito! ¡Reacciona! Algo ocurrió que el perrito pudo conectarse con la niña. Volvió en sí dando un salto…

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—¡Perrito! ¡Estás bien! ¡Solo fue un susto!... ¡Pensé que te perdía!… El perrito movía la cabeza y Koshpy le daba besos. —¡Guau, Guau! —¡Qué gran noticia que te encuentres mejor!... ¡No sabes lo contenta que estoy! ¡Me siento tan feliz!, ¡Quiero que me acompañes en todas mis andanzas!, ¡Necesito a alguien que me cuide! El perrito, movía la colita, había encontrado a alguien que lo quería. ¡Din don! Se escuchó que tocaban el timbre. —¡El veterinario! —Hola, muy buenos días. ¿Cómo están? ¡Pero qué bien, se recuperó! Sin duda que está mejor, pero igual debemos cuidarlo… ¿Lo quieres adoptar, Koshpy? ¿Te quieres quedar con él? —¡Sí, le he puesto nombre, se llama Wuimkoi! —¡Qué bonito nombre, felicitaciones…! —¡Guau, guau! Respondía el perrito, ya que había encontrado un hogar. Pasaron los días y el perrito parecía recobrar fuerzas, pero en ocasiones también decaía. Koshpy lo alentaba, dándole ánimo, diciéndole que lo necesitaba, que era muy importante para ella tenerlo a su lado. Estas palabras calaban hondo en el corazón de Wuimkoi, quien se dio cuenta de que no estaba solo en el mundo ¡Había alguien que lo amaba! El perrito retribuía ese a21


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mor que sentían por él con más amor, acariciaba a Koshpy, dándole lengüetazos en las mejillas y sobre todo en el cuello, provocándole incontables carcajadas. Wuimkoi sabía que la risa le hacía bien a Koshpy, la ponía contenta y esa alegría lo contagiaba a él.

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7.

Salida accidentada Fue así como, lentamente, el perrito comenzó a recuperarse. Poco a poco los pasos dejaron de ser temblorosos, se alimentaba con más ganas, hasta que pudo saltar y correr. Y el gran día de sacarlo a pasear llegó. Ese día se decidió bañarlo. A primera hora, el perrito miraba cómo Koshpy, y su mamá, preparaban la tina, algo sucedería y tenía que ver con él. —¡Ya, Wuimkoi, al agua! ¡Te vamos a bañar! Al escuchar aquello, el perrito rápidamente despareció del lugar. —¡Vamos, Wuimkoi, que te va a gustar! ¡Ven, por favor!...... ¡Wuimkoooy! El perrito, de a poco, se acercó hasta la puerta, y confirmo que era cierto lo del baño con agua. ¡Se echó a temblar!… —¡Wuimkoi! ¿Dónde estás? dijo la mamá. Este corrió a su cama y saltó sobre ella. Cayó de espaldas con los pies hacia arriba y se hizo el dormido . —¡Acá estas, perrito! ¡Hija, ven, por favor! —¡Al parecer, está durmiendo profundamente! ¡Pero está temblando! Qué extraño… 23


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—¡Wuimkoi, despierta! —gritó Koshpy, riendo a la vez. Wuimkoi pegó un salto. —¡Tranquilo, mi perrito! Todo estará bien, solo será un baño con agua tibia. ¡Estoy haciendo esto porque será tu primera salida! ¡Vamos a ir de paseo! Al escuchar eso, Wuimkoi se puso a correr. ¡Mira cómo está de contento, mamá! —¡Sí, hija, pero se nos está haciendo tarde! ¡Ya, Wuimkoi, al baño! El perrito nuevamente se acurrucó en su cama haciéndose el dormido, lo que causaba la risa de Koshpy. —¡Wuimkoi, si no te va a pasar nada! ¡A la una, a las dos y a las tres! Entre ambas lo tomaron y lo pusieron en la tina, si bien en un comienzo puso resistencia, ya que entrar en contacto con el agua era nuevo para él y le daba miedo, tuvo que resignarse. Le dieron una buena ducha con agua caliente y jabón, para después secarlo. Quedó muy limpio. —Vamos hija, que estamos atrasadas. —¿Dónde iremos, mamá? —Vamos a la tienda de don Luis, porque es allí donde trabaja el veterinario que lo atendió. Una vez en la tienda, le compraron champú para perros y un collar antipulgas. Además, pidieron que su nombre apareciera tallado en el collar junto a un 24


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número de teléfono. Después le dieron las gotas para desparasitarlo. Wuimkoi estaba feliz, pero aún quedaba algo: la vacuna antirrábica. —Solo será un pinchazo, perrito, no dolerá —dijo el doctor. Sin darse cuenta, Wuimkoi quedó al día con su salud. Para Koshpy era un día muy importante. Había llegado el momento de presentar el perrito con sus amigos. Se subió a su bicicleta y le dijo: —¡Wuimkoi! ¡Sígueme! El perrito se fue corriendo detrás de la niña rumbo a la plaza. Ahí estaban Pari, la pelirroja. Ílan, el de cintillo; Jenák con su gorro y Péipi, el más pequeño. Miren, es Koshpy —dijo Ílan— y viene con el perrito del cual nos habló. Todos los niños salieron a recibirla. —¡Hola, Koshpy! —saludó Pari. —¡Hola! ¿Cómo están? —¿Este es el perrito? —Así es, se llama Wuimkoi. —¡Felicitaciones! ¡Es muy bonito! —dijo Péipi. —¡Gracias! Lo quiero mucho. Wuimkoi rápidamente se abalanzó sobre sus nuevos amigos, quienes lo saludaban y cariciaban afectuo25


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samente y acariciaban afectuosamente. —¡Qué simpático eres! —exclamó Jenák. Wuimkoi corría y saltaba alrededor de los niños, sin parar ¡Estaba feliz! —¡Es muy cariñoso y juguetón! —comentaba Koshpy. —¡Oye, Wuimkoi! —Le dijo Pari— te presentaremos a Kel, que es la perrita guía del grupo, y la que nos protege de los peligros. Una perrita mestiza, parecida a un pastor alemán, pero más bajita, educadamente se acercaba a Wuimkoi. Ambos perritos se saludaron. —Qué bueno, se hicieron amigos fácilmente. —¡Ni se imaginan lo contenta que estoy! Ustedes saben lo de mi abuela, y este perrito ha traído mucha alegría al hogar. —¡Koshpy, nos alegra mucho verte así! Todos se acercaban y la abrazaban. —¡Gracias, se los agradezco! —¡Desde ahora Wuimkoi es un miembro más del grupo! —¡Sííííí! ¡Qué bueno! —decían los niños. —Muy bien. ¿Qué haremos hoy? —preguntó Koshpy. —Iremos hacia el río a ver qué sucede —respondió Jenák— Ílan y Péipi dicen que descubrieron un basural 26


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de desechos tóxicos, que podrían ser químicos de alguien que irresponsablemente los botó a las aguas, contaminando el torrente, y poniendo en peligro a los animales que allí viven. Así es. —Comentó Ílan— Eran envases que flotaban, y pensamos que pudiesen ser desechos tóxicos, porque llevaban fórmulas y nombres raros en la parte de afuera. Además, Péipi dice que en un envase vio el símbolo de la muerte… No se me ocurre qué otra cosa pudiese ser... ¿Verdad, Péipi? —Cierto, amigo. ¡Y ahora, antes de venir hacia acá, vi otros envases! —Pues bien, ¡qué esperamos! ¡En marcha! —dijo Jenák. Todos, en sus bicicletas, enfilaron hacia el lugar. Iban pedaleando decididos, cuando en medio del trayecto apareció un perrito tirado, a un costado del camino. —¡Miren! —exclamó Koshpy. El perrito saltaba y se movía de un lado a otro. Le salía espuma por la boca. —¡Está con convulsiones! —gritó Pari. —¿Qué hacemos? ¡Va a morir en cualquier momento…! —¡Resiste, perrito, sé un guerrero, da la pelea hasta el final! —lo alentaba Péipi. —¡Sí, resiste, guerrero! Decían los demás niños... 27


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—¡Cuidado!... Bruscamente los niños tuvieron que hacerse a un costado. Un auto, que por poco los embiste, pasó acelerando a toda velocidad. Dentro iba una señora que les gritó riendo: —¡Lo atropellaron! —¿Qué dijo? —”Lo atropellaron” —respondió Ílan— ¡Pobrecito, está moribundo! ¡Debe estar quebrado entero! ¡Hay que moverlo de acá! ¡Y llevarlo donde lo puedan ayudar! —¡No, no lo muevan! —Les advirtió Pari— gritará de dolor. Lo mejor que podemos hacer es ir a alguna casa que esté cerca, para pedir ayuda. —¡La casa de la profesora! —Propuso Jenák— ¡Está a un par de cuadras! —¡Au! ¡Auu! ¡Auuuuu! —Lloraba Wuimkoi mirando al perrito. —Algo no está bien —pensó Koshpy— tengo una extraña sensación. —¡Veamos cuán quebrado está!... ¿Quién se atreve a tocarlo? —pregunto Ílan. —Yo —dijo Pari... —Hazlo con mucho cuidado, ya que te puede morder.

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¡Guau Guau Ayuda!

Pari se disponía a palpar al perrito cuando Wuimkoi se anticipó acercándose. Después de olerlo comenzó a aullar: —¡Auuuuuuu! ¡Auu! ¡Auu! ¡Auuuuuuuu! —¿Qué raro, que nos querrá decir? Algo ha ocurrido — murmuro Jenák. Koshpy finalmente decidió tocarlo. El perrito respiraba con problemas y tenía dolor... —¡Vámonos, tenemos poco tiempo! —dijo asustada— ¡Yo lo trasladaré! ¡Que alguien lleve mi bicicleta! ¡Rápido! ¡Hacia la casa de la profesora!

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8.

Acercándose a la verdad Koshpy tomó el perrito en brazos, y caminó apurada, mientras sus amigos se adelantaron en las bicicletas. Los niños llegaron desesperados gritando: “¡Profesora Margarita! ¡Profesora Margarita! ¡Por favor, ayúdenos!” —Pero, ¿qué sucede, chicos? ¿Por qué están tan alterados? —¡Profesora, hemos encontrado a un perrito agonizando, a un costado del camino! —¿Dónde está? —Koshpy lo trae... Koshpy apareció con el perrito moribundo. —¡Hija, déjame ayudarte! ¡Rápido! ¡Por acá! ¡Adelante niños! ¡Pongámoslo en el sofá! ¿Qué le ha sucedido? —Dicen que lo atropellaron... pero al parecer, no tiene nada quebrado —dijo Koshpy. —Llamaré al veterinario enseguida. Esperen un momento… ¡Me dice que vendrá lo antes posible! ¡Pobrecito! ¡Pero, qué terrible!… ¿Dónde lo han encontrado? Koshpy se adelantó para explicarle: —¡Junto a la carretera! ¡Es posible que haya sido envenenado!

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¡Guau Guau Ayuda!

—Mientras llega el veterinario, vayan a investigar si hay algún otro perrito moribundo o veneno. ¡Yo, cuidaré a este perrito! ¡Estará bien! ¡Confíen en mí! —¡Gracias, profesora Margarita! Los niños de inmediato en sus bicicletas se dirigieron a la carretera y revisaron minuciosamente el lugar, pero no había rastro de nada. —¡Vamos al río, a ver si es que encontramos los envases! —dijo Péipi. —¡Sí, buena idea! ¡Aun alcanzamos! —le respondió Koshpy. Ílan, que iba adelante pedaleando embalado, se detuvo y les dijo a sus amigos: —Hasta acá podemos llegar en bicicleta, las piedras y los desniveles hacen imposible continuar. Ahora debemos caminar por la orilla del río, hasta toparnos con la laguna. Sin perder tiempo, los niños marcharon hasta el citado lugar, en donde a los pies de una montaña se formaba una gran laguna, que se unía al río, impidiéndoles avanzar. —Al otro lado es donde vimos los envases… —¡Hasta aquí llegamos!, ¡No podemos seguir! ¿Cómo cruzaremos...esto? ¡La laguna es inmensa!, ¡y esa quebrada que se interna hacia la montaña!, ¡Es imposible atravesarla! —dijo Jenák preocupado.

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—¡Sí es posible! —Respondió Ílan— subiendo por este cerro de atrás, un poco más arriba, hay un sendero; que nos llevará a la cima de la montaña. Ahí es donde la tierra tiende a juntarse. Allí podremos saltar la quebrada y alcanzar el lugar donde vimos los envases. ¡Vamos!... Con un poco de temor y curiosidad, los niños siguieron a Ílan y a Péipi por un camino, que sin saberlo, les traería muchas sorpresas.

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9.

Una aventura inesperada Después de ascender el cerro, entre las piedras, la arena, los matorrales, y cuando creían que el cruce estaba cercano, asomó un camino que los llevó hacía un espacio desierto, sin vegetación, con forma de volcán: era la cima de la montaña. Exhaustos, lograban alcanzar la cumbre, en donde solo se escuchaba un silbido, que parecía venir desde el mismo centro de la tierra. ¡Aquí es! —indicó Péipi. Al acercarse, el suelo comenzaba a levantarse, y el lugar iba tomando forma de precipicio hasta llegar a un límite, en el cual, si se daba un paso más, era el final y ya no había retorno. Aparecía ante ellos la quebrada. Esta era intimidante. Un aire helado surgió desde las profundidades. Al mirar hacia abajo, se divisaba el agua, que tranquila y en silencio esperaba por algo o alguien . Perplejos y sin decir palabra alguna, Koshpy, sus amigos y los perritos contemplaban la abertura de tierra. Incluso Wuimkoi se animó a lanzar un ¡guau!, el cual, producto del eco, se escuchó varias veces más… “¡guau!... ¡guau!... ¡guau!” —¿Este es el punto de cruce? —preguntó Jenák— ¡No creo que podamos saltar todos!

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¡Truenos de Gaia!

—¡Es demasiado ancho! —se quejo Pari. —¡Parece un abismo! —opinó Koshpy. —Yo y Péipi ya lo hicimos —dijo Ílan— ¡Miren! Sin previo aviso, Ílan tomó vuelo y saltó. Todos miraron estupefactos cómo volaba por el aire, venciendo el precipicio. Los niños no alcanzaron a reponerse cuando escucharon otra voz: —¡Ahora! —gritó Péipi, quien corriendo tomaba velocidad y conseguía dar un gran salto. Asombrando a todos. Wuimkoi, al ver a los niños saltar, corrió tras ellos, Koshpy se agarró la cabeza: —¡Wuimkoi! ¡Noooo! Pero el perrito, de un gran brinco, alcanzó el otro lado. —¡Vamos! ¡Ya somos tres! ¡Salten sin miedo! —alentó Ílan a sus amigos. —Ahora es el turno de Kel —sugirió Péipi— —¡Sí, vamos, Kel! ¡Tú también puedes! —la animó Pari. Kel iba, tomaba vuelo, y se devolvía. La perrita después de varios intentos se tiró al suelo… —¡Oh, bueno! —Dijo Pari—. Está bien… Entiendo… ¡Iré yo primero! 34


¡Guau Guau Ayuda!

Antes de saltar, Pari miró nuevamente la quebrada, que misteriosamente parecía transformarse en un abismo, confirmando la impresión de Koshpy. —¿Qué sucede si caigo? —¡Mejor ni imaginarlo! —Le gritó Ílan desde el frente. —¿Pero qué haré si caigo? —Tendrás que nadar hacia un costado, porque allá abajo hay agua —le respondió Koshpy. —¡Pero no sé nadar! —¡Eso no ocurrirá! ¡Desde ahora todos saltaremos protegidos! — Dijo Jenák, quien de su mochila sacó una cuerda lo suficientemente larga como para atravesar la quebrada. Con agilidad se la ató a Pari en su cintura, para después lanzarla hacia el otro lado. —Ustedes, chicos —les indicó Jenák a Ílan y Péipi— sostendrán la cuerda con firmeza. Cuando Pari llegue, se aseguran de tomarla enseguida, así saltará sin peligro. —Pari, ¡debes saltar con decisión! ¡Te estaremos esperando! —le decía Ílan. —Pues entonces, ¡aquí voy! La niña tomó vuelo y saltó, pero el impulso fue insuficiente. Atónitos todos veían como a pesar del esfuerzo, Pari se quedaba a medio camino y el abismo se la devoraba, arrastrando a Ílan y a Péipi.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Noooo! ¡La perdimos! —Gritó Koshpy. —¡Logró alcanzar la pared! —Dijo Jenák— quien en medio de la oscuridad divisó el color rojizo del pelo de su amiga. ¡Chicos resistan! A duras penas y rasguñando la tierra, Pari se mantenía aferrada a una muralla, sintiendo con terror cómo los vientos que venían del interior la querían succionar. —¡Ayúdenme, por favor! —Decía horrorizada, observando cómo su vista se perdía en las profundidades, desde donde surgía un silbido ensordecedor, seguido de vientos helados que la remecían por completo, haciéndola zigzaguear por el borde. Ílan y Péipi aferrados a la cuerda, lograban sostenerla. Pero de a poco eran empujados hacia el precipicio. —Pari, desesperada, intentó escalar, pero al pisar perdió el equilibrio. Cayó de espaldas y quedó pendiendo solo de la cuerda. —¡Pari, resiste! —dijo Koshpy. —¡Necesitamos ayuda! —gritó Ílan. Wuimkoi aullaba angustiado, temiendo lo peor. —¡No, por favor no me dejen caer!

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¡Guau Guau Ayuda!

La niña permanecía colgando, y los nudos comenzaban a flotar. —¡Ya no podemos aguantarla! —dijo Péipi. Entonces Kel corrió velozmente, y de un gran salto cruzo la quebrada. Rápidamente la perrita instruyó a Wuimkoi y ambos comenzaron a tirar de la cuerda junto a Ílan y Péipi, hasta que pudieron detener la caída. —¡Chicos, espérenme! —gritó Jenák, quien corriendo, se despegó de la tierra, abrió sus brazos y planeó por el aire, logrando atravesar, rápidamente se unió a los niños y a los perritos. —¡Tiren sin detenerse! ¡Debemos sacar a Pari a toda costa! ¡Vamos! Con mucho esfuerzo, tiraron de la cuerda sin parar, rescatando a Pari. —Pari, ¿te encuentras bien? —Preguntó Ílan. —¡Sí, muchas gracias! —¡El susto ya pasó! —le dijo Péipi, aliviado. Pari, estremecida por lo ocurrido, miraba preocupada hacia el otro lado, en donde aún se encontraba Koshpy. —¡Koshpy, solo quedas tú! —gritaron todos. Wuimkoi le ladraba a Koshpy sin parar, alentándola a saltar, pero la niña miraba a su alrededor incrédula. ¡No había nadie más! ¡Se había quedado sola! Y el abismo silbaba más fuerte que nunca, desatándose en el lugar una ventolera que levantaba tierra por todos lados. 37


¡Truenos de Gaia!

Jenák, ágilmente, le lanzó la cuerda, y Koshpy, con nerviosismo, la atrapó y amarró firme a su cintura. Mientras revisaba los nudos, sentía cómo el viento la sacudía, volviendo nuevamente a tener aquellas sensaciones de angustia que tanto le molestaban. Un escalofrío le recorrió el cuerpo e intentó cerrar los ojos para borrarse del lugar, queriendo evadir el problema. —¡Por ningún motivo! —se reprochó. Miró hacia abajo, desafiando al abismo, hasta divisar en lo profundo los movimientos del agua. Subió la vista, y vio a sus amigos que la animaban. —¡Chicos, prepárense! ¡Voy a saltar! ¡A la una!, ¡a las dos! y… ¡a las tres! Koshpy tomó vuelo y saltó convencida, volando por los aires, abrió sus ojos más que nunca, enfrentando a las ráfagas de viento sin temor, observando cómo lograba superar el abismo; sorteándolo sin dificultad. Sin embargo, el aterrizaje fue difícil; al tocar la superficie, perdió el equilibrio y rodó. Pero después de un par de vueltas por la tierra, se puso de pie, sin mayores inconvenientes.

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Koshpy!— los niños se fueron sobre ella y la abrazaban. —¡Lo lograste! —Le dijo Pari, emocionada. —¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! —Wuimkoi, de un salto caía en sus brazos, el perrito feliz le daba lengüetazos y ladraba sin parar. —¡Gracias chicos, los quiero mucho!— íntimamente, Koshpy sentía una alegría inmensa, ya que había conseguido imponerse a sus miedos. —¿Y ahora qué? —Preguntó Jenák. Péipi habló: —Detrás de esos árboles hay una bajada hacia el río. Es ahí donde vimos los envases. De inmediato los niños se dirigieron al lugar. Al llegar, divisaron a unas personas a lo lejos. —Miren, hay alguien. ¡Son niños! —Exclamó Ílan— ¡Están recogiendo los envases! —¡Hey! ¡Hola! Apenas escucharon los saludos, los niños arrancaron de inmediato. —¿Por qué hacen eso? ¡Hola! ¿Por qué huyen? —Les gritó Péipi extrañado y salió corriendo tras ellos. —¡Guau, guau! —Wuimkoi y Kel rápidamente se motivaron y lo siguieron.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Noooo! ¡Péipi, Wuimkoi, Kel aguarden! —Gritó Koshpy—. ¿Qué hacemos? —¡Sigámoslos! —Respondió Ílan ya corriendo, secundado por Jenák. A toda prisa se inició una persecución vertiginosa por un costado del río. Koshpy se abría paso con todas sus fuerzas, por entre las piedras y los matorrales, temía perder contacto con Péipi y los perritos; más cuando a su lado la apariencia del río había cambiado, creciendo el caudal de forma considerable. Ahora el río rugía indomable con mucha más potencia, tornándose peligroso. Repentinamente, los ladridos ya no se sintieron más, tranquilizando por un momento a la niña. “Se cansaron de seguirlos”, pensó. Pero los ladridos se volvieron a oír enseguida, transformándose en pedidos de ayuda... “¡Auu! ¡Auuu! ¡Auuuuu!” Se escuchaba a lo lejos… ¡Péipi, Wuimkoi, Kel! ¡No puede ser! ¿Qué habrá ocurrido?, pensó preocupada.

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¡Guau Guau Ayuda!

10.

Batalla de fuerzas Los aullidos de auxilio no paraban. Se podía sentir la tensión en el ambiente, algo no andaba bien. Koshpy avanzó angustiada, pensando lo peor. Acercándose un poco más, sus temores se hicieron realidad: uno de los niños que huía, había caído a un pantano. —¡Ayúdenme, por favor! —gritaba. Ílan fue el primero en reaccionar: —¡Hay que hacer algo rápido, se va ahogar! ¡Jenák, la cuerda de emergencia! Jenák sacó la cuerda de su mochila y se la pasó a Ílan. Este se acercó lo más posible al pantano y se la lanzó al niño. —¡Vamos, amigo! ¡Tómala! —¡No puedo! ¡No logro alcanzarla! —¡El pantano es demasiado grande! —Exclamó Jenák—. La cuerda no llega ni a la mitad de donde el niño se encuentra, y se está hundiendo. ¡No tenemos mucho tiempo! Haremos una cadena, entre todos, tendremos que entrar al agua; y una vez que estés más cerca, Ílan, le lanzarás la cuerda nuevamente. Ílan tomó con fuerza la mano de Jenák, y este la de Koshpy, y así se sumaron Pari y Péipi.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Ay! —gritó Péipi al sentir un empujón. Rápidamente se volteó, sonriendo. Eran Kel y Wuimkoi, quienes también querían ayudar a tirar; y se habían agarrado de su pantalón. Ílan, nervioso, antes de entrar miró hacia atrás, viéndolos a todos unidos. Aquello le dio la valentía para comenzar a ingresar en las turbias aguas del pantano. Sabía que debía tener mucho cuidado, ya que se internaba en aguas peligrosas. En ese instante recordó historias sobre hombres y animales que habían sido tragados, sin que se volviera a saber nunca más de ellos. Apenas entró, el agua le llegó a la cintura. No alcanzó a avanzar ni un metro y ya le tocaba el cuello… desde ahí, lanzó la cuerda. —¡Allí va la cuerda, amigo! ¡Intenta tomarla! —le gritó al niño. Pero a este ya solo se le veía el cabeza. Absorbido casi completamente por el pantano, por más que intentó agarrarla, no pudo. —¡Me hundo! —gritó desesperado. ¡Lo perdemos! —dijo Jenák— ¡Tendré que entrar al agua!, ¡Acércate un poco más, Ílan! ¡Solo faltan un par de metros! —¡Está bien! Ílan, Intentando acercarse lo más posible y respirando apenas, ya que el agua le cubría casi entera la cara, gritó “¡Ahora, amigo!” haciendo un gran esfuerzo lanzó nuevamente la cuerda…

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Vamos, tómala! exclamó, sin escuchar respuesta alguna. El niño ya no se veía, había sido comido por el pantano. ¡Vamos, por favor! —dijo Koshpy, desesperada. Pero no había respuesta. Entonces Ílan, desafiando al pantano con sus manos, dio un gran golpe en el agua. El lodazal vibró y todos los niños mantuvieron un silencio expectante. A medida que pasaban los segundos la angustia aumentaba, el niño no aguantaría mucho rato sumergido, se ahogaría. Justo cuando la desesperanza comenzaba a abrirse paso, se sintió un tirón… ¡El niño había conseguido agarrar la cuerda!… —¡Lo tengo! ¡Tiren! —gritó Ílan. De inmediato, Jenák, Koshpy, Pari, Péipi, Wuimkoi y Kel comenzaron a arrastrar a Ílan y al niño hacia afuera. —¡Tiren! —gritaba con toda su fuerza Jenák. De a poco, el cuerpo de Ílan comenzó a salir del agua. —¡Tiren sin parar! —volvía a gritar Jenák. —¡Ayyyy!, ¡con cuidado! —decía Péipi, mirando molesto a Wuimkoi y Kel, quienes sin quererlo, al tirar más fuerte de su pantalón, lo volvían a morder. Al llegar a la orilla, cuando el rescate era ya un hecho, los niños, que estaban exhaustos, pararon de tirar. —Descansemos un momento —dijo Péipi. 43


¡Truenos de Gaia!

—¡Vamos solo un poco más! —insistió Jenák. —Es solo un par de respiros, solo un momento —Sugirió Pari. En ese instante y desde la nada. Una neblina apareció sobre el pantano, y el agua comenzó a moverse. Los niños miraban desconcertados cómo el pantano parecía tomar vida. De las profundidades, un sonido ensordecedor comenzó a subir, agitando las aguas, hasta explotar en la superficie “¡Wuaaaagggshhh!” se escuchó, mientras saltaba agua en todas las direcciones. —¡No puede ser! ¿Qué es eso? —dijo Koshpy. —¡Ayúdenme! —Gritó el niño, antes de comenzar a ser arrastrado violentamente hacia adentro. —¡Se lo lleva! —¡Noooo! Entonces Wuimkoi y Kel, percibiendo que rondaba el mal, en un acto de intuición, corrieron decididos a enfrentar lo que fuese. Tomando la delantera, ingresaron a las turbulentas aguas, desafiando al pantano y mordiendo la cuerda con valentía, comenzaron a tirar sin parar. Pero el pantano contraatacó lanzando una nueva explosión: “¡Wuagshhh!” explosión: “¡Wuagshhh!” Aquello no intimidó a los perritos, que estaban dispuestos a todo con tal de rescatar al niño, lanzándose hacia aquello, mordiendo el agua “¡Guau, guau, guau!” Iniciándose una batalla de fuerzas. 44


¡Guau Guau Ayuda!

—¡Miren! —dijo Koshpy— ¡Unámonos! —¡Con todo! —gritó Ílan. Los niños, al ver que los perritos no se achicaban de luchar contra aquellas energías oscuras, se lanzaron al ataque, pero esta vez las fuerzas que lograban en conjunto eran diferentes. Por más que las aguas se movieron, los niños consiguieron imponerse,venciendo al pantano en su propio territorio. La neblina había desaparecido cuando terminaron de arrastrar al niño hacia la orilla. De inmediato lo socorrieron, y al ver que estaba demasiado débil, sacaron de una mochila agua y comida.

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Un pedido de auxilio Koshpy que miraba extrañada al niño que se alimentaba de forma desesperada, le preguntó: —¿Cuál es tu nombre? —Me llamo Marcel. —Yo soy Koshpy ¿Dónde vives? —¡Me siento mal por lo que me pasa! —respondió el niño. Y se puso a llorar. —No importa, Marcel, nosotros te ayudaremos. —Al otro lado del bosque, junto al río, en una casa que tiene un molino de agua, es donde nosotros… —Marcel volvió a llorar y se quedó en silencio. Ílan lo consoló: —¡Vamos, amigo, arriba el ánimo! ¡Si no te sientes cómodo para hablar no importa, igual estaremos contigo! Koshpy, sus amigos, los perritos y Marcel, exhaustos, se quedaron viendo el atardecer y descansando junto al río. El rescate había sido agotador. Mientras se recuperaban, vieron cómo desde un árbol caía un pajarito al río. Su madre lo intentaba rescatar, una y otra vez en forma desesperada, pero la fuerza de la corriente se lo impedía, finalmente la madre, que no daba más del cansancio, parecía rendirse. Pero otro pajarito apareció para brindar ayuda. La madre, 46


¡Guau Guau Ayuda!

que no daba más del cansancio, parecía rendirse. Pero otro pajarito apareció para brindar ayuda. La madre pudo recuperar energías y entre ambos finalmente lograron salvarlo. Tras observar la escena, Koshpy comentó. —¿Se fijaron que con la ayuda de ambos pudieron rescatarlo? ¡Al igual que nosotros! ¡Esa es la clave, ser solidario! Péipi le respondió entusiasmado: —¡Así es! ¡Si nos ayudamos los unos a los otros, lograremos sacar esto adelante! Además contamos con Wuimkoi y Kel, que también nos apoyan ¡Todos somos un equipo! ¡Y también te ayudaremos a ti Marcel! —¡Guau guau! —Wuimkoi y Kel ladraron, tratando de indicar algo. —Y ¿Marcel? ¿Dónde está?... extrañada.

—Pregunto Koshpy,

—¡Se marchó! ¡Huyó cuando mirábamos a los pajaritos! —le contestó Jenák. —¿Por qué habrá hecho eso? Huir, después de que le salvamos la vida… —dijo Péipi molesto. —¡Qué raro! Me surgen muchas dudas —expresó Koshpy. Ílan comentó: —¿Se han dado cuenta de que a Marcel y a los otros niños que huyeron, nunca los hemos visto en la escuela? 47


¡Truenos de Gaia!

—Al parecer son un poco extraños —dijo Jenák, intentando entender su actuar —Quizás viven de un lugar a otro… pero, ¿por qué se esconden?… lo que nos confesó Marcel cuando se puso a llorar, nos quiso expresar algo, pero no pudo, aquello era un pedido de auxilio, pero debe tener miedo… —¡Tenemos que hacer algo! —dijo Ílan. —¡Vamos donde la profesora Margarita para que nos ayude! —propuso Koshpy. ¡Es una excelente idea —dijo Jenák— además algunos estamos empapados, nos resfriaremos si no nos cambiamos de ropa! Los niños regresaron de inmediato, pero se dieron cuenta de que existía un gran problema: nuevamente había que saltar la quebrada. Koshpy exclamó asustada: —¡Miren, hay un tronco caído!… ¡Lo utilizaremos de puente! ¡Nos servirá para no tener que volver a saltar! ¡Vamos, chicos, carguémoslo! —Así, los niños se llevaron el tronco hasta llegar al precipicio. —Debemos pararlo, ponerlo a un costado de la quebrada, y dejarlo caer hacia el frente. Será más fácil — propuso Pari. —¡Entonces hagámoslo! —respondieron todos decididos. Entusiasmados con la idea, pararon el tronco, y lo ubicaron a un costado de la quebrada. En un segundo,

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¡Guau Guau Ayuda!

y de forma sincronizada, lo empujaron dejándolo caer… ¡Trrrrrrr! se escuchó al estrellarse la madera y golpear el suelo. —¡Eeeeeeh! ¡Lo hicimos! —Gritaban los niños, ya que habían logrado formar un puente para cruzar la quebrada. —¿Aguantará? —Para mayor seguridad, debemos pasar de a uno — propuso Jenák. —Me da miedo, prefiero saltar —dijo Péipi. —¡No, Péipi!, es mejor atravesar por el tronco. —Lo sé, Jenák, pero es que se puede quebrar. —Si pasamos de a uno, eso no sucederá —comenzó a decir Jenák— es más seguro que saltar y caer; además abajo ya no llega la luz, está oscuro, si alguien cae se puede ahogar. —¡Síganme! Yo seré el primero —exclamó Ílan. —¡La cuerda! Le gritó Jenák indignado. Ílan, quiso devolverse. Pero perdió el equilibrio, logrando sujetarse del tronco con sus manos y quedar de rodillas en la mitad del cruce. —¡Uff! —Suspiro asustado. De inmediato Jenák le lanzó la cuerda, se la amarró y atravesó la quebrada sin mayor problema. —¡Vamos chicos, recuerden que debemos usar la cuerda de emergencia! —dijo Jenák.

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Pari, muy nerviosa pero resuelta, se amarró la cuerda y cruzó el abismo sin trastabillar. De esa manera fueron pasando ordenadamente, y con mucha precaución, Jenák y Péipi. Faltaba solo Koshpy. —¡Hazlo, amiga!, ¡Pero con cuidado! ¡Es fácil! —gritó Pari. —No sé qué me sucede, tengo un presentimiento ¡Prefiero saltar! —¡No, Koshpy es peligroso, además estas cansada! ¡Es mucho más fácil atravesar por el tronco! ¡Vamos, hazlo! —le gritó Jenák. —Está bien, chicos. ¡Aquí voy!... ¡A la una, a las dos, y a las tres! Koshpy se anudó la cuerda a la cintura, abrió sus ojos, y con decisión comenzó a avanzar por el tronco, sin mayor dificultad... Pero “¡Trrrrrkkk!” Se escuchó un sonido ¡y el tronco se rompió, desplomándose. Con la niña hacia las profundidades de la tierra! ¡Amiga, no! —dijo Pari asustada. —Por favor, ayúdenme—. Gritó Koshpy, mientras colgaba de la cuerda. ¡Vamos, tiren! —indicó Jenák desesperado. —¡Aaaaaa! —Se escuchó rugir a Ílan, quien sacando fuerzas sobrehumanas comenzó a recoger a su amiga.

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¡Solo un poco más! —dijo Pari— quien ya casi lograba alcanzar la mano de Koshpy, pero “Tsss” Se escuchó y la cuerda se rasgó. —¡Noooo! —Se alcanzó a oír la voz de Koshpy, mientras caía, perdiéndose en las profundidades del abismo.

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12. Un reencuentro preocupante —¡Koshpy! ¡Koshpy! ¡Nooo! ¡Koooshpy! —Gritaban todos desesperados, sin poder creer lo que había sucedido. “¡Au! ¡Auu! ¡Auuuu!” lloraba Wuimkoi sin parar. —¡Debemos bajar por el cerro, darnos la vuelta e intentar entrar a la quebrada por la laguna! ¡De inmediato, síganme! —dijo Jenák, resuelto. Los niños rápidamente corrieron hacia la desembocadura de la quebrada en busca de su amiga, temiendo perderla para siempre. En medio de la oscuridad, los vientos y un silbido ensordecedor, Koshpy abría sus ojos, y volvía en sí, preguntándose dónde estaba. —¡Guauu! ¡Guauu! —Se escuchaban unos ladridos, a lo lejos, desde arriba. —¡Es Wuimkoi! ¡Y está llorando! En ese instante se sintió un ruido —¿Quién anda ahí?— Preguntó. Repentinamente, se vieron unos ojos brillantes que la observaban desde una esquina, para luego desaparecer. Enseguida los ojos volvieron a aparecer frente a ella, acercándose de forma amenazante. —¡Aaaaaa! —gritó Koshpy asustada. 52


¡Guau Guau Ayuda!

—¡Tranquila, soy yo, Marcel! —¿Marcel? ¿Qué haces aquí?—¡Wuimkoi, estoy bien! ¡Espérame, ya voy! —Los seguí para asegurarme de que se fueran a salvo, y cuando te vi caer, corrí enseguida a ayudarte, este arbusto te salvó, tuviste suerte. —Gracias por preocuparte… —¿Es tu perrito el que llora? —¡Así es! —Dile que no baje. Que ya vas, se puede caer, y quizás no tenga la misma suerte… —¡Wuimkoi, estoy bien! ¡Espérame, ya voy! El perrito se tranquilizó al escuchar la voz de Koshpy. —¡Ven, sígueme! —dijo Marcel. —Pero, ¿y el agua?… —Solo es un pequeño arroyo, conozco este lugar de memoria. Es más, la laguna es un espejismo, no tiene casi nada de profundidad, podrás salir caminando a través de ella. ¡Vamos! Marcel guió a Koshpy por la quebrada hasta llegar a la laguna, a un costado del río. —¡Muchas gracias! —No te preocupes. ¡Solo cuídate, y no ronden más estos lugares! ¡Mira, por ahí encontrarás a tus amigos! 53


¡Truenos de Gaia!

—Solo es un pequeño arroyo, conozco este lugar de memoria. Es más, la laguna es un espejismo, no tiene casi nada de profundidad, podrás salir caminando através de ella. ¡Vamos! Marcel guió a Koshpy por la quebrada hasta llegar a la laguna, a un costado del río. —¡Muchas gracias! —No te preocupes. ¡Solo cuídate, y no ronden más estos lugares! ¡Mira, por ahí encontrarás a tus amigos! —¡Marcel, no te vayas! ¡No sé cómo agradecerte!... —¡Tienes que marcharte! ¡Son perversos! ¡Siniestros! ¡Secuestran niños! ¡Es gente muy malvada! ¡Tienen hasta bestias!, ¡Tienen armas para asesinar! ¡También dicen que existe un monstruo! ¡Y es enorme! ¡Terrorífico! ¡Tienen un bastón de poder que les da fuerzas sobrenaturales! ¡Mejor márchate, salva tu vida! A veces es mejor no saber, porque muy cerca ronda el mal. ¡Y en cualquier instante te puede atrapar! ¡Lárgate y no vuelvas!, ¡Llévate a tus amigos y no les digas nada!…. —¿Te volveré a ver? —Lo siento, es demasiado tarde. Ya saben que hay sospechas, la misión ya fue cumplida, mañana apenas anochezca desmantelarán la casa y nos llevarán a otro lugar, junto a los animales que agarraron. ¡Sigue tu camino y cuídate! ¡Adiós! Corriendo, Marcel se perdió entre la vegetación por un costado del río.

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¡Guau Guau Ayuda!

Koshpy trataba de imaginar todo lo que Marcel le había contado tan abruptamente. Pero el grito de los niños llamándola interrumpió sus pensamientos. —¡Koshpy!, ¡Koshpy! ¿Dónde estás? —¡Aquí estoy, chicos, por acá! —¡Es Koshpy! ¡Está viva! —¡Allá viene! ¡Al otro lado! ¡Cuidado con la laguna! —¡Tranquilos, si no me sucederá nada! Los chicos, asombrados y sin entender, miraban cómo Koshpy atravesaba la laguna caminando sobre el agua. Al llegar, todos se acercaron a abrazarla. —¡Koshpy, estás bien! ¡Estábamos muy preocupados por ti! ¡No sabes cuánto te queremos! —le decía Pari emocionada. —¿Cómo saliste? —preguntó intrigado Ílan. —Tuve suerte, caí sobre un arbusto, Marcel apareció y me prestó ayuda… Me dijo unas cosas sobre la gente que vive al otro lado…. Que eran… ¡gente malvada! —¡No te preocupes, lo solucionaremos! —dijo Jenák. —¿Y Wuimkoi, dónde está? —preguntó Pari. —¡Wuimkoisito! ¡Wuimkoi Soñador! —Exclamaba Koshpy lanzando un grito al cielo que parecía escucharse por todo el valle. El perrito, al oírlo, bajó corriendo a toda velocidad en busca de su amiga, abriéndose paso por entre el cerro. Koshpy, al divisarlo, también corría a su 55


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encuentro, ¡perrito de mi vida! ¡aquí me tienes! ¡estoy bien! De un brinco, Wuimkoi saltaba en los brazos de la niña, lengüeteándola sin parar, y oliéndola por todos lados. De inmediato, partieron raudamente a reunirse con Margarita. Le contaron la historia de los envases de veneno en el río, el encuentro con los niños, y las advertencias que le hizo Marcel a Koshpy. —¡No puedo creer que esos niños estén en esas condiciones, que los tengan amenazados, que trabajen como esclavos, y anden abandonados por la vida, sin nadie que los defienda!… ¡Marcel me confesó que mañana en la noche se van, huyen con los niños y los animalitos! ¡Y se marcharán como si nada, impunemente! Koshpy lloraba y abrazaba a la profesora. Ílan dijo indignado: —¡Tenemos que hacer algo, no nos podemos quedar así! —Ya lo hice, apenas me confirmó el veterinario que Guerrero, el perrito, había sido envenenado, di aviso a la policía. Vinieron para la casa a tomar testimonio, y fueron a ver qué ocurría. Quedaron de avisarme a la brevedad, porque me vieron muy afligida, pero no han vuelto —les respondió Margarita. —¿Cómo se encuentra el perrito? —preguntó Koshpy. —Hace un instante me llamó el veterinario ¡Guerrero se encuentra fuera de peligro!

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Eeeeeeeh! ¡Qué buena noticia! —Niños, ya se ha hecho muy tarde. Vayan a cambiarse de ropa, aliméntense y descansen. Nos juntamos mañana. Haremos una reunión. Todos sin dudar en que el consejo de Margarita era el más apropiado, partieron hacia sus casas. Había sido una jornada cansadora y con muchas emociones, lo mejor era dormir, porque mañana necesitarían energías, todo indicaba que se venían momentos cruciales...

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13.

Enfrentando los problemas Al otro día la primera en llegar fue Koshpy. —Profesora Margarita, quería conversar con usted un momento. —¿Qué sucede? —Yo en mi casa también tengo problemas, quizás no tan graves como esos niños, pero igual me preocupan. —Por favor, cuéntame… —Es un problema que me angustia, he intentado esconderlo, pero cada vez se vuelve una carga más pesada, que ya no me deja vivir en paz. —¿Qué ocurre? Confía en mí. Koshpy comenzó a contarle a Margarita lo que le ocurría. —En mi casa existen problemas y pienso que van en aumento… ¡Es mi mamá!, ¡La veo tan mal! ¡Me siento impotente al no poder ayudarla! ¡Si solo supiera cómo hacerlo!, Desde que mi abuela falleció, un silencio se ha ido apoderando de la casa…. Cuando llego de clases, la encuentro con los ojos llorosos, le pregunto ¿Mamá, que te pasa? No me dice nada… Le digo: ¡Mamá, te amo! ¡Te quiero mucho! ¡Y la abrazo!... Me dice, ¡Yo también, hija! Pero vuelvo a mirar sus ojos, y tiene la mirada extraviada. ¡Sé que no se encuentra bien!…

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¡Guau Guau Ayuda!

Luego le ayudo a preparar el té, y no habla nada está cabizbaja, es como si algo la dominara. Además, come muy poco, como si cada día necesitara menos energías… Hace unos días la descubrí llorando en su pieza a escondidas. No sé cuánto tiempo llevará en esto, sé que se esconde en su pieza para que no la vea sufrir… y cuando eso ocurre, me ubico del otro lado de su puerta y también lloro con ella… ¡Siento que la estoy perdiendo!, ¡Tengo mucho miedo a que se enferme y no la vea nunca más!… Ahora, gracias a la llegada de Wuimkoi, ha cambiado en algo la situación, pero tengo una gran angustia. ¡Me siento tan mal! —¡Koshpy, dame un abrazo!… ¡Gracias por tu confianza!, Sin duda que tu mama está sufriendo. Cuando la tristeza se apodera del corazón, la desesperanza llega, y todo es color gris. El pesimismo provoca que las ganas de vivir disminuyan y la melancolía crezca. Finalmente, las penas no pueden ser expresadas, y uno acaba enfermándose. La profesora se quitó los anteojos y continuó: —Koshpy, tu mamá requiere ayuda urgente, sola no va a poder salir adelante, necesita desahogarse, expresar sus dolores, y que la orienten para poder salir de esa enfermedad. Gracias por contarme tu problema, yo encargaré de que reciba la ayuda que necesita, enviaré a una amiga que sabe de esto de inmediato a tu casa. Además, lo de tu mamá te está afectando a ti también, cuando algo te angustia y te inquieta, ¡debes avisar!¡lo peor es esconderlo! ¡Cuando la comunicación se pierde, es peligroso! ¡No debes permitir que el amor que 59


¡Truenos de Gaia!

sientes hacia ti mismo y hacia los demás se extravié! ¡Apóyate en mí!, ¡Yo te ayudaré a resolver tus problemas, y que recibas el cuidado necesario! —No sabe lo aliviada que estoy ahora, intenté equivocadamente esconder el problema, pero se volvió una pesadilla, ahora que lo enfrente y sé que me ayudaran a resolverlo, siento que todo cambió. ¡Gracias, profesora! ¡Sabía que podía contar con usted, la quiero mucho! —Koshpy, ¡yo también te quiero mucho! ¡Quédate tranquila, que te voy a ayudar a salir de esto! ¡Ahora necesito que me acompañes al río! Hace un momento, una vecina me contaba que aparecieron unos envases de veneno flotando aquí en el muelle, a solo una cuadra de la casa. ¡Vamos a mirar!

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14.

La maldad acecha Mientras tanto, al otro lado de la montaña, internándose por el bosque, río arriba, se tramaba a toda prisa un plan malévolo. —¡Quiero que enfermen! ¡Nunca llegarán a ser como nosotros! —dijo Envichiux, sonriendo— ¡Bien, niños, ahí está su pago, elijan! ¡Hay diferentes tipos de cigarros! —¡No queremos veneno! ¡Queremos comida! ¡Tenemos hambre! —le respondió Marcel. —¡Entonces quedarán encerrados y morirán de hambre! —¡Envichiux, nos traicionaste! ¡Nos prometiste un techo —¡Está bien! ¿Quieren comida? ¡Mañana tendrán que salir a esparcir la toxina, por todos lados! ¡Vuelvan a sus celdas! ¡Traigan el veneno!... ¡Ahora! En ese momento, entraron Jacin y Muerfelia, riendo, con un barril que tenía el signo de la muerte impreso. —¿Sabes por qué hacemos esto, Jacin? ¿Te has preguntado alguna vez por qué hacemos todo esto? —No, jefe… —¡Porque tengo rabia contra el mundo! ¡Siento un odio hacia la vida, en especial hacia lo más indefenso y…! —¡Les deseamos el mal a todos sin excepción!, ¡Que se hundan con nuestro resentimiento!— Interrumpió Muerfelia. 61


¡Truenos de Gaia!

—¿Y ustedes no tienen familias o alguien que los quiera? —Preguntó Jacin. —¡No preguntes tonterías! ¡Nosotros somos tu familia! ¡A mí con Muerfelia nos expulsaron de nuestras familias, porque éramos “virulentos, mal intencionados”! ¡Nos abandonaron! Si bien ya éramos adultos, ¡No nos quisieron comprender ni menos ayudar! ¡Elegimos otro camino, la vida fácil, los vicios y el egoísmo pudo más! ¡Y ahora esta es nuestra familia! ¡Yo, Muerfelia, Márcio, la bestia, los niños…. las mascotas, el veneno y tú! — dijo Envichiux y se largó a reír. —¡A ti con Márcio los recogimos de un basural! — recordó Muerfelia— ¡Vivían con las ratas! ¡Estaban moribundos! ¡Y los acogimos!, ¡Los salvamos!, ¡Les dimos la oportunidad de vivir! —Pero lo del veneno no está bien, ¡No están generando vida, están matando! —¡Así son los negocios! ¡No digas estupideces! — contestó Envichiux, enojado. —¿Acaso quieres volver a vivir con las ratas, Jacin? ¡Muerfelia y yo decidimos lo que está bien y lo que está mal! ¡Nos molesta que la gente ame a los animales! ¡Siendo que a nosotros, nadie nunca nos amó! —¡Esto lo hacemos por antipatía, envidia, je, je, je! —¡Y por dinero! —Agregó Muerfelia—. ¡El efecto que produce esto es parecido a cuando las personas fuman, toman alcohol o se drogan!... ¡Mueren de a poco!

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¡Guau Guau Ayuda!

¡Mueren lentamente! ¡Ojalá a nosotros no nos ocurra lo mismo! ¡Porque en este negocio no hay vuelta atrás! ¡Hicimos un trato! ¡Un pacto! ¡Y no podemos fallar! ¡Existen personas con mucho poder, que viajan por la noche! ¡Brujos chupa sangre! ¡Y les interesa que este trabajo se haga bien y rápido! ¡Debemos limpiar los bosques y el campo de animales! ¡Si no lo logramos, aquellos seres son capaces de comernos vivos! ¡O llevarnos con ellos a las tinieblas! —¡Márcio! ¿Dónde estás? —¡Aquí estoy! ¿Me llamaban? —Márcio, trae un poco de azufre y lo viertes en la pócima ¡Y tú, Jacin! Necesito el olor a comida para que la pócima no huela a veneno —ordenó Envichiux a sus ayudantes. —¡Márcio, qué hiciste! ¡Eso no es azufre! ¡Es ácido!…. ¡Noooo! ¡Vertiste el ácido en la pócima! La espuma de la mezcla que Envichiux preparaba comenzó a subir rápidamente. —¡Márcio! —gritó Envichiux— ¡Ayúdame a soplar! ¡Sopla! Que no se suba la espuma… ¡Así nooo! ¡BOOM! Se sintió una gran explosión en el lugar. Todos saltaron lejos, mientras se producía una humareda. —Cof, cof, cof… ¡Márcio, estúpido casi nos matas! — Vociferó Envichiux, que apenas podía hablar por la tos. —¡Tontos brutos, por poco vuelan la casa! —chilló Muerfelia.

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¡Truenos de Gaia!

—¿El veneno? ¡Este es! ¿El sabor a comida para que caigan en la trampa?, ¡Acá esta! ¡Pásame el azufre…! —¿Dónde está? —contestó Muerfelia, con el humo no veo nada. —Busca sobre la mesa —replicó Envichiux. —Ahí lo tienes. —¡Muchas gracias! ¡Ahora un poco de azufre… y listo! —¿Muerfelia, de dónde sacaste el azufre? —preguntó Envichiux. —¡De donde me dijiste! ¡De acá de la mesa! —¡Te equivocaste! ¡Ese era el ácido! ¡Maldición! ¡Ayúdame a soplar! Que no suba la espuma… —¡Jacin y Márcio! —Gritaba Envichiux aleteando con sus brazos— ¡No se queden mirando! ¡Ayúdennos! ¡Soplen! ¡Soplen! ¡Que no suba la espuma, si no, volaremos en pedazos! ¡Con más ganas! ¡Soplen! Envichiux, al darse cuenta de que la espuma irremediablemente seguía subiendo, gritó desesperado: —¡Muerfelia, corre! Asustados, todos corrieron a refugiarse tras un mueble, esperando una nueva explosión. Pero esta no ocurría… —Jefe, parece que no ocurrió nada —comentó Jacin.

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¡Guau Guau Ayuda!

Márcio, tímidamente, se atrevió a mirar, comprobando que seguía todo igual. Envalentonado, dijo: —¡Esperen aquí, voy a inspeccionar! —¡Yo te sigo! —dijo Jacin. —¡Márcio, Jacin, aléjense! ¡Que para esto no sirven! —Les gritó Envichiux— ¡Muerfelia! ¡Anda tú mejor a ver qué ocurre! —¡Cobarde, siempre eres el último en todo! —Solo se subió la mezcla. ¡Pero ya está bajando! — Dijo Márcio. —¡Vamos, Envichiux! ¡Ya pasó! ¡Sal del escondite, miedoso! —chillaba Muerfelia. Molesto, Envichiux salió de detrás del mueble. —¿Qué raro? ¿Qué habrá sucedido? ¿Por qué no habrá explotado… y? —¡Déjame ver el libro del veneno! —Lo interrumpió Muerfelia. —¡Miren, al agitarlo nuevamente se sube! —dijo Jacin, que se encontraba junto a la mezcla. —¡Déjame ver! —vocifero Envichiux empujándolo. —¡Nooooooo! —gritó Muerfelia.

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¡Truenos de Gaia!

¡BOOM! Se produjo una gran explosión y todos saltaron lejos. La casa a duras penas se mantenía en pie. Los delincuentes quedaron con la cara negra y el pelo quemado. Entre medio del aturdimiento y el humo del veneno desparramado, Muerfelia se quejaba: —¡Maldición, entre ustedes tres van a arruinar todo!, ¡Ya no nos queda veneno! ¡No podremos hacer nuestras maldades! ¡Necesitamos más! ¡Iré a buscar lo que queda a la bodega! ¡Trío de imbéciles!, ¡Ordenen el desorden! —¡Jacin, ayúdame a limpiar! ¡Que está todo alterado! —dijo Envichiux mientras se levantaba. —Por supuesto, jefe, tiene que estar todo limpio porque nos podemos enfermar. Pero, jefe, estaba pensando, ¿no nos enfermaremos con el veneno que nosotros mismos fabricamos? —No preguntes tonterías. —¡Envichiux!... ¡Envichiux! —se escuchó la voz de Muerfelia que gritaba. —¡Qué sucede! —¡Mira a quién encontré! ¡La guinda para la torta! ¿De dónde apareció ese gato? —pregunto Envichiux. ¡Es el hijo de Orfelia que en paz descanse! Estas últimas palabras las dijo Muerfelia con una risa que puso a todos con los pelos de punta. 66


¡Guau Guau Ayuda!

—Pero, ¿Esa gata no se la habías regalado al Conde? —¡Por eso te digo, que en paz descanse! ¡Este gato es el único que sobrevivió al río entre sus hermanos! ¡Lo encontraron en la desembocadura, aferrado a un tronco! ¡Me pregunto si tendrás de nuevo la misma suerte! ¡Y ahora, Gatito, te unirás a mis queridos y pequeños regalones! a falta de veneno… ni se imaginan lo que les espera. “Mmmm ¡Au, au!” los perritos aullaban. Habían escuchado las amenazas y tenían mucho miedo. —¡Verán lo que es el sufrimiento, malnacidos! ¡No merecen existir! —vociferaba Muerfelia. —¡Grrrrr! ¡Guau! ¡Guauu! ¡Guauu! Ladraban los perritos indignados. —¡Me los comería a uno por uno! Pero no me gustan los perros, ni menos los gatos. Estoy en una encrucijada. ¿Qué hago? ¡Ya sé! Practicaré mi deporte favorito… ¡Iré a tirarlos a todos al río! ¡Y después pasaré a comprar más veneno! —Muerfelia comenzó a reír de manera desencajada— ¡Uno por uno veré cómo se los lleva la corriente! ¡Cómo se ahogan en el río!… ¡Jacin, pásame la bolsa mortuoria! —¡Ahí tiene! ¡Con gato incluido! —el rufián agarro al gatito y lo lanzó dentro. Pero en el momento en que Muerfelia tomaba a los perritos para meterlos en la bolsa, estos comenzaron a morderla con fuerza.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Pequeños bastardos! ¡Qué se creen! ¡La muerte les espera! Los perritos lucharon con valentía, pero la infame se las arregló finalmente para tomarlos y echarlos en la bolsa. Adentro, los perritos lloraban de miedo, estaban aterrados… —¡Chicos malos! ¡Voy a terminar una misión y vuelvo! —Avisó la malvada con una terrible sonrisa. —¡Así se habla, Muerfelia! —le respondió Envichiux. Dentro de la bolsa, los perritos estaban desesperados. El único gatito presente, con un fuerte “¡ñau!” intentaba calmarlos, con sus garras les explicaba que cuando se abriera la bolsa debían atacar con todo, aquella era la única posibilidad de sobrevivir.

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¡Guau Guau Ayuda!

15.

Una visita a la crueldad Muerfelia llegó para lanzar su carga al río. ¡Quería tirar a los perritos y al gatito con bolsa y todo! Pero se arrepintió. Comenzó a hablar sola: —Esta bolsa representa mucho para nosotros, es “la bolsa mortuoria”. ¡La bolsa de la muerte! ¡Y por ustedes no la perderé! ¡Así que tendré que darme el placer de arrojarlos a uno por uno! La desquiciada levantaba la bolsa, continuando con su terrible monólogo. —¡Oigan cómo se escucha el rugir del río! ¡Estos son sus últimos momentos de vida! ¿Qué piensan, miserables? ¡Se les acabó la suerte, ya no hay más chances! Y a ti, gato, la vida te dio otra oportunidad, porque sin duda que lo tuyo es un milagro. ¡Pero tu hora final ha llegado! ¡Te apodaré “Infeliz”! Seguirás el mismo destino que tu madre. ¡Adiós, Infeliz! ¡Despídete de este mundo cruel! Cuando Muerfelia abrió la bolsa, el gatito le gritó “¡Ñauuu! ¡Greeee ñauuuu!”, que en idioma gatuno vendría a ser algo como: ¡Jamás me rendiré, defenderé mi vida hasta el final! Y de un salto trepó hasta la cabeza de la malvada, hundiendo las garras sobre su cara. De inmediato los perritos intentaron escapar, pero la loca, entre gritos alcanzó a cerrar la bolsa, sosteniéndola apenas. “¡Ayyyyyyy gato desgraciado!” Gritaba de dolor mientras corría de un lugar a otro, intentando violentamente sacárselo. Pero el gatito no aflojaba. La vida le había enseñado que algunas 69


¡Truenos de Gaia!

personas eran muy malas. Sabía del peligro que cría y que otra vez en el río no tendría la misma suerte. —¡Maldito gato! ¿Cómo te atreves? ¡Mi cara está toda rasguñada! —¡Ñauuuuu! —El gatito no daba respiro, atacándola sin cesar. —¡Ya no doy más! ¡Mi cara! —Muerfelia caía de rodillas. Pero a pesar de todo logró tomar al gatito del cuello para comenzar a ahorcarlo. —¡Te voy a dejar sin respiración, maldito gato! ¡Muere! El gatito, exhausto y sin oxígeno, intentaba no soltar sus uñas del rostro de la asesina. ¡Quizás pudiste resistir el ahogo en un río caudaloso e indomable, pero ahora no vas a poder resistir a una vieja cruel y fea! ¡Te mataré! Aquellas palabras, hicieron reaccionar a los perritos que comenzaron a morder la bolsa hasta romperla, atacando la mano y el brazo de Muerfelia sin parar. Cuando esta vio la hinchazón que tenía se desplomó en el suelo de la impresión. Pero donde hay maldad, nunca se sabe. Era tanto el odio que Muerfelia tenía contra los animales, y el resentimiento acumulado contra la vida, que sacó energías negativas y, asombrosamente, logró ponerse de pie. Lanzando un grito ensordecedor, arrojó lejos al gatito que quedó aturdido en el suelo, para después, 70


¡Guau Guau Ayuda!

con una cara endiablada, quitarse a los perritos y encerrarlos nuevamente en el saco. —¡Cómo se atreven! ¡Han roto la bolsa mortuoria!, ¡Les daré un escarmiento!… Les decía a los perritos, quienes observaban expectantes a través de las aberturas del saco. ¡Ha llegado el momento, despídanse de este mundo cruel, malditos perros y gato! ¡Se ahogarán en el río! ¡El primero, como dije en un comienzo, serás tú, “Infeliz”! Muerfelia tomó al gatito y lo levantó, para arrojarlo lo más adentro posible. —¡Ahora!…Gritó, lanzándolo al río. Pero una mano se interpuso. Era Koshpy, quien, armándose de valor, lo atajó. —¡Jamás te permitiremos matar animales! —¿Qué? —chilló Muerfelia dándose vuelta—. ¿Cómo te atreves, mocosa? ¡Devuélveme el gato! —¡Eso no será posible! —dijo Margarita con firmeza. —¿Y quién eres tú? ¡Otra defensora de los animales! ¿Te crees más fuerte que yo? ¡Ya verás! ¡No saben el error que han cometido! La malvada se abalanzó contra Margarita, quién intentó esquivar el ataque. Pero Muerfelia era gigante, prácticamente la doblaba en tamaño. —¡No eres rival para mí! ¡También te lanzare al río! — Gritó la infame. 71


¡Truenos de Gaia!

Y le dio a Margarita una patada en las costillas, tirándola al piso. Muerfelia, que además era muy fuerte, levantó con un solo brazo a la profesora para arrojarla al río, pero Koshpy embistió a la perversa golpeándola en las canillas con todas sus fuerzas, logrando que perdiera el equilibrio y cayera de espaldas en la tierra. Muerfelia, adolorida y a maltraer, se puso de pie. —¿Quién te crees, niña engreída? ¡Al río te empujaré! En ese momento se escuchó un fuerte maullido. Era el gatito, que volviendo en sí, gritaba: —¡Ñiauuu! Y se arrojó nuevamente a la cara de Muerfelia. —¡Noooo! ¡De nuevo, noooo! Muerfelia, al intentar sacarse al gatito de encima, soltó la bolsa mortuoria, la cual se abrió. Los perritos liberados, en vez de huir, siguieron la misma táctica de Koshpy y se lanzaron con todo sobre las canillas de la retorcida, mordiéndola sin parar. —¡Nooooo! ¡Mis pies! ¡Mi cara! ¡Qué dolor más terrible! Margarita, que se había levantado del suelo, le gritó a Muerfelia: —¡No le permitiremos que haga estas maldades! ¡Esto hasta acá nomas llega, señora! ¡En la vida todo se paga! ¡Ahora me toca empujar a mí!

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¡Guau Guau Ayuda!

La profesora, con un pequeño toque, desestabilizó a Muerfelia, que nuevamente cayó de espaldas mientras continuaba siendo mordida y arañada. Revolcándose en el suelo de dolor, se puso a llorar de rabia. Había sido derrotada.

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¡Truenos de Gaia!

16.

Hora de desiciones Muerfelia desde el suelo miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba rodeada por Koshpy, Margarita, el gatito y los perritos. Intimidada, rápidamente se paró y huyó gritando: —¡Malditas! ¡Ya tendré la oportunidad de vengarme! ¡Guarden silencio! ¡Si no, les va a pasar algo terrible! Al comprender lo que sucedía, Koshpy y Margarita tomaron a los animales marchándose del lugar. Inmediatamente se reunieron con los chicos, para decidir qué hacer. Junto a ellos, también estaban Kel y Wuimkoi. —¡Es increíble! —comenzó a hablar Margarita— No lo puedo creer. ¡Qué persona tan malvada! Aun así la derrotamos. —Pero las atemorizada.

amenazas...

—le

recordó

Koshpy,

—Debemos tener cuidado y no caer en su juego —le contestó Jenák. Margarita respondió: —Las amenazas nunca hay que esconderlas. El guardar silencio hace que la amenaza crezca y se aprovechen de ti. Hay que enfrentar los problemas y buscar una solución, que siempre va a existir. Podemos enfrentar a la gente que nos amenaza sin caer en su territorio,

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¡Guau Guau Ayuda!

solucionando el problema como corresponde, usando nuestras armas que son las de ganar… ¡Oigan! ¡Acá no estamos en un lugar donde no exista la ley! ¿Acaso ellos tienen el poder para manipularnos? ¡Eso no es así! ¡Nos están intimidando para asustarnos y que de esa forma guardemos silencio! ¡Eso se llama chantaje y no permitiré que suceda! No tenemos para qué caer en su estrategia, hagámoslos jugar a nuestro juego, y en nuestro territorio. ¡Tenemos todas las de ganar! —¡Pero estamos contra el tiempo! ¡Ya va a anochecer y se marcharán! ¡Tenemos que hacer algo, no nos podemos quedar sin hacer nada! —intervino Ílan ansioso. Esperaremos hasta que llegue la policía con noticias, es lo mejor ¡aunque no sé nada de ellos desde ayer! dijo Margarita, inquieta. —¡Se marcharán impunes! —indicó Koshpy con el ánimo recobrado. —¡Debemos actuar ahora! —decían todos al mismo tiempo. —¡Cálmense chicos!, No dejen que por culpa de la impulsividad se realice una mala estrategia. Lo primero es cuidarnos y planear de la mejor manera lo que haremos. —¿Obligarán a los niños a envenenar perritos? — Preguntó Péipi. —¡No nos podemos quedar así! —Respondió Ílan. —Tranquilícense, niños, es muy peligroso arriesgarnos con esas personas enfermas que disfrutan con la 75


¡Truenos de Gaia!

crueldad. Es mejor hacer el rescate con la policía. —Dicen que tienen un “bastón de poder” —recordó Koshpy. —¿Qué es eso? —preguntó Margarita. —Una especie de lanza, que les da poderes sobrenaturales. Además poseen armas, ¡Hasta tienen bestias! —¡No crean esas cosas, niños! ¡Con el miedo se manipula y se abusa de la gente! —¡Y se llevarán a los niños!… Dijo Jenák. ¡Les traspasarán su odio! ¡Su resentimiento! Expresó Pari, angustiada. ¡Se saldrán con la suya esos asesinos! Dijo Ílan, indignado. —Calma, chicos. Qué insólito que la policía no aparezca... Desde ayer la comunicación con el cuartel se perdió… —decía Margarita preocupada… Pasaban los minutos y todos observaban impacientes cómo se iba la tarde, hasta que el sol comenzó a esconderse, señalando que el tiempo se acababa… Margarita se levantó y dijo: ¡Maldición!, Está bien, niños, pero les advierto: iremos solo a investigar. Necesitamos pruebas, hay que confirmar los envenenamientos; conozco otro camino para llegar al lugar que dicen, pero hay que atravesar el bosque. —¡Péipi, tú eres el más pequeño! ¡Te quedarás 76


¡Guau Guau Ayuda!

custodiando la casa mientras llega la policía y le informarás de todo, para que nos vayan a buscar! ¡Dale agua y comida a las mascotas rescatadas! Péipi, cabizbajo asumió la responsabilidad que le había asignado su profesora, quien gritó decidida: ¡Vamos, chicos, en marcha!…

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¡Truenos de Gaia!

17.

Avanzando contra el miedo Así, entre la preocupación que sentían por los niños secuestrados, y el miedo a enfrentarse con personas malvadas, fueron avanzando en dirección hacia el bosque. La convicción de que su ayuda era fundamental, les daba el valor necesario para vencer los temores que experimentaban. A paso firme, tomando la iniciativa, iban Margarita y Koshpy, transmitiéndole seguridad al grupo. De cerca les seguía Jenák, que observaba atentamente todo lo que ocurría en los alrededores. Más atrás venía Pari, junto a Kel y Wuimkoi. Cerraba el grupo Ílan, quien decidió asumir la responsabilidad de proteger las espaldas de sus amigos. Con mucho cuidado, se fueron internando en medio de la espesura verde. Los últimos rayos de sol se colaban entre las ramas de inmensos árboles, que parecían abrazarse unos a otros, dándoles la bienvenida. Un par de truenos y relámpagos hacían retumbar el cielo, indicándoles que el tiempo estaba cambiando. Aparecían enormes raíces que abrían la tierra en todas las direcciones, las lechuzas y los grillos ya comenzaban a cantar, colmando el lugar de sonidos extraños… distintas criaturas de las sombras iban despertando… uno que otro pájaro se veía que pasaba apurado, como si algo fuese a suceder… empezaba a caer la noche y la oscuridad poco a poco se iba apoderando de todo Mientras recorrían el bosque, un eco se comenzó a sentir cada vez más fuerte. Aquel sonido venía acercándose velozmente. Todos se detuvieron y se miraron, intentando

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¡Guau Guau Ayuda!

explicarse lo que ocurría. En segundos, el sonido se transformó en un ruido atronador. Algo o alguien parecía venirse encima. —¡Ese sonido no es de un animal!, ¡Es algo mucho más gigante! —susurró Ílan. —¿Qué será eso? —Preguntó Koshpy, asustada por el silencio que solo era interrumpido por el extraño eco. Wuimkoi y Kel se pusieron nerviosos. Ambos presentían que algo iba a suceder y comenzaron a aullar “¡Auu! ¡Auuuu! ¡Auuuuuu!” —Mantengan la calma —dijo Jenák tratando de tranquilizar al grupo. Sin darse cuenta, los niños, la profesora y los perritos se fueron juntando, apoyando sus espaldas entre sí, formando un círculo para defenderse ante lo que se venía. A esas alturas, el ruido era ensordecedor y surgía de todos lados. —Siento que mis piernas están comenzando a temblar —dijo Pari. —¡Las mías también! —le respondió Koshpy. —¡No, niñas, no son nuestras piernas, es el suelo el que está comenzando a moverse! —les dijo Margarita abrazándolas. ¡Trrrjjjj!”, retumbó. Un sonido estrepitoso sacudió el bosque completo y el color del cielo cambió de azul a negro.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Aquel monstruo que se mueve por la noche ya nos ha dado caza! —Exclamó Ílan, desesperado. —¡Cuidadooo! —gritó Pari. Los niños y los perritos comenzaron a impacientarse. —¡Qué ocurre! —¡Todos al suelo! —gritó Margarita. Desde todas partes, aparecieron murciélagos que volaban ágilmente, en diferentes direcciones, cubriendo el cielo. Eran los reyes de la noche. Algunos subían, otros bajaban, dejando en evidencia que la oscuridad les pertenecía. —¡No puede ser! ¿Qué haremos? ¿Nos atacarán? — preguntó asustada Pari. —¡Mantengámonos juntos y no nos ocurrirá nada! — insistió Margarita. —¿Pero no son los que chupan la sangre? —preguntó Koshpy. —No todos son iguales —respondió Margarita —Mira, ya se van. —¡Cuidado! ¡Vienen más! —gritó Ílan. —¡Miren! —observó Koshpy—. Y la figura de una sombra con forma de brujo, pareció verse entre los murciélagos. —Vamos, chicos, nos está pillando la noche, y el bosque se está poniendo peligroso. Tenemos que apurarnos — dijo Margarita. 80


¡Guau Guau Ayuda!

De inmediato, todos caminaron junto a la profesora. Los niños, por más que intentaban concentrarse, miraban hacia arriba, por el temor a ser atacados por los murciélagos. Para colmo, repentinamente se oscureció y fue imposible seguir avanzando. —¿Qué hacemos? —preguntó Jenák. El lugar se había transformado en un territorio amenazante. De pronto, divisaron a la distancia un claro de luz y decidieron ir hacia allá. En ese momento, Ílan se tapó la boca y se puso a saltar. Pari le preguntó: —¿Qué sucede? —¡Vi pasar algo!… No te podría decir qué, pero no era un conejo. —No seas miedoso, Ílan y apurémonos. Quizás fue solo la sombra de alguna rama o algún animal… Ílan, intrigado por lo que había visto, volvió a mirar para atrás, divisando nuevamente una figura que parecía esconderse. —Pari, Koshpy. —¿Qué sucede Ílan? Estás temblando —le preguntó Koshpy. —Volví a ver algo… ¡Y no era un conejo!… caminaba en dos pies…. —No seas fantástico, Ílan, que esas cosas me dan miedo… 81


¡Truenos de Gaia!

—Te lo juro, Koshpy, sus ojos brillaban en la oscuridad. —Ílan, dame tu brazo que me estoy comenzando a asustar. —Yo iré última, Koshpy —dijo Pari— ¡Para que no se asusten! —¿Qué ocurre niños? ¡Debemos avanzar rápido! Wuimkoi comenzó a ponerse nervioso. —“… mmmmm… ¡Auuuu!” —¿Qué pasa, Wuimkoi? Algo le ocurre, nunca había estado así. Pari se acercó a Margarita. —¡Profesora, Ílan dice que está viendo algo que lo sigue! —Ílan, no es el minuto de hacer bromas. —Pero si no estoy bromeando. ¡Es en serio! En ese momento, Koshpy se dio vuelta y también vio pasar algo. —¡No puede ser! ¡También lo vi, tenía gorro! ¡Y forma humana!... ¡Es un duen…! —¡Shhhh! No menciones su nombre —la interrumpió Jenák—. ¡Que podemos quedar hechizados! —¡Silencio, niños! ¡Mantengan la calma! ¿Por qué dices eso, Jenák? 82


¡Guau Guau Ayuda!

Todos comenzaron a caminar más rápido. —¡Se acerca! ¡Apúrense, más aprisa! —¡Corran, allí viene! —gritó Ílan. Urgidos, se dirigieron rumbo al claro de luz que se veía adelante. Pero cuando llegaron, el bosque se terminó abruptamente. El claro de luz se transformó en un acantilado sin camino alguno. Estaban atrapados. —¡No puede ser! —Dijo Jenák—. ¡Tengan cuidado con caer al precipicio! —¿Dónde está la criatura? ¡No la veo! —dijo Margarita. —¡Ahí se movió algo! ¡Está aquí! ¡Viene hacia nosotros! —gritó Pari. —¡Chicos, pónganse detrás de mí, yo los protegeré! Los niños, aterrados, se escondieron detrás de la profesora, mientras Kel y Wuimkoi se ubicaron a los costados, formando un escudo para defenderse ante lo desconocido. Expectantes y con mucho miedo, esperaban que apareciese aquello que los seguía. De pronto, de un matorral volaron unos pájaros. —¡Viene por este costado! —exclamó Jenák. —¡Aaaaa! —Los niños gritaron y se replegaron. —¡Viene por este otro lado! ¡Cuidado!

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¡Truenos de Gaia!

Todos, sin pensarlo dos veces, se cambiaron de lugar, intentando evitar a toda costa a aquel ser fantástico. Las ramas se meneaban cada vez más violentamente. ¡Nooo, viene directo frente a nosotros! —gritó Koshpy, aterrada. En ese momento, algo los inmovilizó. Incrédulos, se miraban unos a otros. Parecían estar hechizados. No podían creer lo que ocurría. Mágica y súbitamente, un silencio se apoderó del lugar. Todos esperaban expectantes que apareciera la criatura. Entre las ramas, una mano se abrió camino. —¡Esa mano no es humana! ¡Sus dedos son más largos! ¡Aaaaaaaa! —gritó Pari. De a poco fue apareciendo una figura de ojos brillantes, con aspecto de mago pero de tamaño más pequeño, cubierto hasta la cabeza por una capa. La criatura se acercaba sin caminar, parecía desplazarse por sobre el suelo. —¡Se los dije, es un duende, viene flotando! —dijo Jenák, entre sorprendido y burlón. —¡Tenías razón, es un duende! —¡No puede ser! ¿Qué hacemos? —dijo Pari. —¡Ojala sea un duende bueno! —¿Qué es lo que buscará en nosotros? —agregó 84


¡Guau Guau Ayuda!

Jenák— ¡Aún podemos arrancar! —¿Por dónde? ¡Estamos atrapados! —Interrumpió Pari— ¡Está levantando los brazos! ¡Nos va a atacar! Todos los niños gritaban de miedo, y los perros ladraban sin parar. A medida que el duende avanzaba, ellos retrocedían. El duende extendía sus brazos intentando tomarlos, pero los niños se alejaban, hasta quedar al borde del precipicio. ¡Es el final, saltemos! —gritó Ílan. —¡No, niños, mantengan la calma! Yo los defenderé —dijo Margarita decidida— ¿Qué es lo que quieres, duende? ¿Qué es lo que buscas? La figura se paró frente a ellos y se sacó la capa: —¡Por favor no se asusten! ¡Soy yo, Péipi!... Los niños dieron un gran suspiro y cayeron de rodillas en el suelo de lo aliviados que se sintieron. —¡Péipi!, ¿Qué haces acá? —preguntó Margarita. —¡Péipi, casi nos matas del susto! —le dijo Koshpy. —Discúlpenme si los asusté, pero, ¡también quiero ayudar!, Sabía que por ser el más chico no me traerían. Así que decidí seguirlos a una distancia prudente, pero nunca pensé que los haría pasar un mal rato. Además le dejé una nota a la policía. —Está bien, pero nunca vuelvas a hacer esto. —le 85


¡Truenos de Gaia!

explico Margarita. —Péipi, qué bueno tenerte acá con nosotros —le dijo Ílan dándole un abrazo. —¡Debemos apurarnos! No podemos pasar la noche en medio del bosque, los relámpagos brillan cada vez más seguidos, y la tormenta se puede desatar en cualquier momento —indicó Margarita. La poca luz que aún quedaba le proporcionaba un color rojizo al cielo… ¡Miren, allá abajo está el río!, —gritó Pari. ¡Quizás no estamos tan lejos del escondite de los malhechores! —comentó Koshpy. ¡Por aquí podemos descender! —dijo Ílan— Al divisar un sendero. Iniciaron la bajada Margarita junto a Ílan, seguidos por los demás. De repente, se escuchó un grito: —¡Noooo! —¡Rápido, apúrense, ocurrió algo! —exclamó Koshpy. Al bajar, Koshpy vio que Margarita estaba en el suelo. Había tropezado, torciéndose un tobillo. —¡Profesora! ¿Cómo se encuentra? Le preguntó. —Me duele mucho… Intentaré ponerme de pie, ¡ayúdenme! 86


¡Guau Guau Ayuda!

De inmediato los niños la ayudaron a pararse, pero aunque lo hicieron con mucho cuidado, Margarita sintió un intenso dolor: “No puedo caminar”, murmuró… presintiendo que ya no podría continuar… —¡Necesito descansar el tobillo!… —dijo con voz desconsolada y se sentó en el pasto… ¡Miren, allá hay alguien! Podemos pedir ayuda… — indicó Péipi. A lo lejos se divisaba una persona… terminando de cargar una carroza tirada por caballos… —Deben tener cuidado —les advirtió Margarita. —Tiene razón, acerquémonos a inspeccionar sin que nos vea, los perros se quedaran cuidándola. —sugirió Jenák. Los niños se movieron silenciosamente hacia el lugar y se escondieron detrás de unos matorrales… —¿Quién será ese hombre de boina? —Pregunto Ílan.

—No lo sabemos, no podemos confiarnos, es muy extraño lo que hace al cargar, fíjense. Observa detenidamente para todos lados… Algo esconde — contestó Jenák. De repente escucharon un sonido. Era agua, que escurría de un manantial. —¡Miren al fondo! ¡Un molino! —señalo Péipi. —¡Y detrás hay una casa! —Indicó Koshpy— es la descripción que dio Marcel. Una casa con un molino de agua, escondida al otro lado del bosque. 87


¡Truenos de Gaia!

—¡Silencio! —dijo Pari. —Los caballos levantaron sus orejas, nerviosos, alertando al hombre de que alguien rondaba el lugar… —¡Al suelo! —Gritó en voz baja Ílan—. Todos se camuflaron. El hombre quedó mirando fijamente hacia los matorrales, mientras revisaba las amarras de los caballos, que se movían inquietos. Una vez que terminó de arreglar la carroza, pareció irse, pero volvió rápido y amenazante con un rifle en sus manos. Se acercó a menos de un metro de donde estaban los niños, hizo el amague de querer disparar sobre la espesa maleza, pero en vez de aquello, palmoteó fuertemente sus manos“¡Pa pa!, ¡Pa pa!” Se escuchó… De la nada salieron volando dos pájaros que hicieron un ruido estridente. El hombre, que parecía no convencerse, permaneció mirando detenidamente los alrededores hasta que de un solo salto, se dejó caer sobre los matorrales —¡Caballos miedosos! —dijo—, inspeccionando minuciosamente el lugar… —¡Eran solo conejos los que aplastaron el pasto!— Terminó de vociferar. —Para después darse media vuelta y marcharse hacia la casa. —¡Ufffff! —Respiraron todos aliviados. En el último momento habían decidido cambiarse de lugar, escondiéndose tras un sauce. No habían sido descubiertos, pero cada vez tenían más interrogantes…

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¡Guau Guau Ayuda!

18.

Territorio riesgoso Impacientes, los niños resolvieron iniciar el asalto final. El camino a la casa parecía despejado. —¡Miren! —gritó Péipi horrorizado, al divisar a una criatura humanoide de gran tamaño. El ser parecía volar sobre el agua y se dirigía hacia los niños. —¡Calma!, —dijo Jenák—, es el efecto del viento sobre el agua que parece darle movimiento, pero no se mueve. Observen, solo es un muñeco anclado a un palo, puesto sobre el estanque del molino… Parece un espantapájaros, pero no lo es —comentó Ílan. Parece un monstruo que ha sido hechizado o muerto, condenado para siempre en su estado —agregó Pari. Aquello, no está para espantar pájaros —murmuró Koshpy. Puede que no —sospechó Jenák—, quizás está para asustar a gente curiosa como nosotros. ¡Sigamos adelante con el plan! ¡No podemos perder más tiempo! Tras el molino se encontraba la casa. Los niños quedaron encandilados por su hermosura. como nosotros. ¡Sigamos adelante con el plan! ¡No podemos perder más tiempo! Tras el molino se encontraba la casa. Los niños quedaron encandilados por su hermosura. 89


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¿Será posible que el veneno se haga en esa casa que se ve tan bonita? —preguntó Péipi. —Chicos, las apariencias engañan, acuérdense de que existen personas que dan la impresión de ser bondadosas y muy simpáticas, hacen regalos, andan bien. vestidas, buscan ganarse la confianza de uno… pero en realidad, tienen malas intenciones… —les recordó Ílan. —Debemos confirmar que estén Marcel junto a los otros niños, no tenemos mucho tiempo. —indicó Jenák. —Presiento mucho peligro —murmuro Koshpy. —¡Necesitamos arriesgarnos, ya estamos acá! —dijo Pari—. ¡Hay que salir de la duda! Nos acercaremos a la casa por un costado y los más hábiles irán a mirar. ¡Entonces hagámoslo! —propuso Ílan. Sin hacer ruido, agachados entre la maleza, uno por uno se fueron aproximando. No había ningún perro ni guardia custodiando el lugar; la casa era extraña, las ventanas de la parte de atrás estaban cerradas. Intentaron entrar por la puerta, pero estaba con llave y solo quedaba mirar por el ventanal principal, que estaba iluminado, dando indicios de que había alguien en el lugar. —Péipi, tú eres el más pequeño —le indicó Jenák—. Acércate lo más que puedas e intenta mirar, nosotros te observaremos detrás de aquellos arbustos, por si algo pasa.

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Péipi, yo te acompañaré! —le dijo Koshpy. —¡Pero Koshpy, es peligroso! —le contesto Jenák. —¡Descuida, no me sucederá nada! Además, si bien yo soy más alta, no tenemos tanta diferencia en porte con Péipi, atacaremos el lugar por sorpresa. Rápidamente, Koshpy y Péipi corrieron, intentando camuflarse con la vegetación que rodeaba la casa. Lograron ubicarse bajo el ventanal principal, en donde respiraron aliviados. Habían dado el primer paso del plan. Ahora faltaba la segunda parte: mirar con mucho cuidado. Péipi lo intentó primero, pero no pudo ver nada Al interior había unas plantas que dificultaban la visión. Koshpy pensaba “Ya nos hemos arriesgado demasiado; seguramente esas personas están tramando algo”, ¿O quizás el veneno viene de otro lugar, y son solo prejuicios? Debo salir de la duda, ¡No aguanto más!”. Valientemente, la niña se abalanzó contra el ventanal y miró. Lo que vio la dejó horrorizada: había dos policías reducidos y maniatados en una esquina. Sobre una mesa, los delincuentes manipulaban el veneno. En el suelo había perritos amarrados, aparentemente secuestrados. En ese momento, uno de los perritos la divisó y ladró desesperado, pidiendo ayuda. Todos los demás perritos comenzaron a hacer lo mismo. Koshpy quedó hipnotizada mirándolos. Luego se agachó y se tapó la boca….

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—¿Qué ves, Koshpy? —Le preguntó Péipi. —Tienen cachorros y están fabricando veneno… ¡Tienen amordazados y encadenados a los policías! —¡Quién anda ahí! ¡Saca el rifle de inmediato, Envichiux! Era Muerfelia quien gritaba, advertida por los ladridos de los perritos. —¿Qué hacemos, Péipi? —Preguntó Koshpy, sin saber realmente qué hacer. —¡Por acá, apúrate! escondámonos debajo de la casa… —¡No podemos! ¡El espacio es demasiado pequeño! En ese instante se sintió un crujido. La puerta se abría lentamente. —¡Péipi, al suelo! “¡Paf!” se sintió fuerte… era el sonido de la puerta al azotarse contra la pared… Koshpy y Péipi se encontraban atrapados frente a la casa, intentando confundirse con la maleza. —¿Quién anda ahí? Mi olfato no me engaña… ¡Alguien anda por aquí! ¿Quién está ahí? —gritaba Muerfelia. —¿Hola quien anda por ahí? —preguntó Envichiux, haciéndose el amistoso.

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¡Guau Guau Ayuda!

De a poco se fueron acercando al lugar exacto donde estaban Koshpy y Péipi, hasta quedar frente a ellos. —¿Quién anda por aquí….? ¿Quién eres? —preguntó Muerfelia. —Péipi, tapémonos los oídos… —¿Dónde está? ¿No se habrá intentado esconder debajo de la casa? —¡Las trampas ya los habrían atrapado! —le dijo Envichiux— de todas maneras voy a revisar con la linterna. Envichiux alumbró con su linterna por debajo de la casa, pero no vio nada raro. —Koshpy, creo que voy a estornudar… —¿Qué cosa? —¡Que voy a estornudar! —Nooo, Péipi, aguántate, por favor —Es que ya no puedo más… —¿Quién anda ahí? —Se sintió la voz de Envichiux— ¡Apenas lo vea le disparo! —¡Aaaaaaagggggrrr! —¡Péipi, no!

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—¡Aaaaaaaachuu! ¡Puffff Pufff! “Bang Bang”. Envichiux dio dos disparos al aire. —¡Quien haya sido, ya no se acercará! Un temblor recorrió los cuerpos de los niños. —¡Entrémonos, Muerfelia! Son esos zorros nuevamente…. ¡Habrá que tirar veneno en el bosque! —Pero algo raro pasa, Envichiux… Mi olfato es agudo, alguien anda escudriñando por ahí… —¡Los caballos están nerviosos! —se oyó una voz desde dentro de la casa. —¡Maldición! ¡Desaten las cadenas del ático! ¡Suelten a la Bestia! ¡Déjenla libre! ¡Que salga a cazar! ¡Hace rato que no come!, ¡Algo encontrará! —Gritó Envichiux, molesto. “¡Paf!” se escuchó un portazo. Los niños huyeron en el instante. “¡Juauggh!” se sintió un alarido que hizo retumbar el cielo, para después oír el sonido de cadenas que se azotaban contra el suelo. —¡Bajen la rampla! —ordenaba Muerfelia a gritos— ¡Espero que me traigas a los intrusos vivos o muertos! ¡Esta vez caza algo! ¡Si no llegas con nada te mato!

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Juauugh! —Gruñía la criatura, que partía rauda, a paso firme. —¡Viene tras nosotros, Koshpy, hay que correr más rápido! —gritaba Péipi asustado. Ambos se habían quedado atrás del resto del grupo, que huía adelante. Péipi y Koshpy corrían con todas sus fuerzas, pero el sonido de las cadenas se escuchaba cada vez más cerca. —¡Más rápido, Koshpy! ¡Ya casi nos alcanza! —decía Péipi, desesperado. Finalmente, los rezagados se toparon con Ílan. Este los condujo a donde se encontraban escondidos. Ílan, al divisar a la distancia a la bestia murmuró: —Es demasiado enorme, eso no es un perro. Wuimkoi, presintiendo el peligro, al ver que la bestia alcanzaba a los niños, decidió salir a enfrentarla. —¡Wuimkoi qué haces, te matará! —Gritó Koshpy. —¡Vámonos, Koshpy, corre! ¡No podemos hacer nada! ¡El perrito nos está dando tiempo! —Dijeron los niños. Wuimkoi, valientemente, se quedó esperando la llegada de la criatura. Al principio se escuchaba un ruido que poco a poco se transformó en un crujir metálico que se abría paso entre los árboles. El perrito comenzó a temblar, atemorizado por el sonido. Al ver una figura negra de fondo dio un salto, sosteniéndose apenas 95


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por los nervios que lo dominaban, pero al acordarse de que aquello venía persiguiendo a Koshpy recobró su entereza. El perrito sabía que no tenía muchas posibilidades de vencer a la criatura. Sin embargo, avanzó decidido a enfrentarla. La bestia apareció en toda su magnitud. Era un animal enorme, de color oscuro y ojos brillantes. Su armadura de metal y cadenas la hacía ver aún más espeluznante. Wuimkoi, al ver con quién se enfrentaba, comenzó a retroceder; luego, contra todo pronóstico, decidió tomar la iniciativa y atacar. Dio un gran salto para morder a la bestia en el cuello, pero fue arrojado lejos. A duras penas volvió a ponerse de pie, lanzándose de nuevo al ataque, pero esta vez también fue rechazado… Al darse cuenta de que no tenía opciones, intentó comunicarse: ¡Guau, guau! Lanzó un ladrido en tono suave. —¡Juuagrr! ¡Agrrrrrrrrrr! —respondió la bestia. —¡Guau, guau! Volvió a ladrar Wuimkoi, en tono amistoso. Al momento del último ladrido, Wuimkoi estaba siendo acorralado contra un barranco. En ese preciso instante apareció Kel, quien arriesgadamente atacó a la bestia, se subió a su lomo y comenzó a morderla firmemente sin parar “¡Juuagr!” rugió la bestia enfurecida, y de un solo zarpazo arrojó lejos a la perrita, la cual quedo tirada en el suelo. —!Juuuaggrr! —La criatura dio un alarido hacia el cielo, para después centrar su mirada nuevamente en Wuimkoi, arrinconándolo contra el barranco. El perrito 96


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se quedaba sin opciones y la bestia estaba a punto de saltar sobre él… —¡Somos un equipo! —Se escuchó fuerte—. Era Pari, y junto a ella aparecieron todos los niños contra atacando, rodeando al animal por su espalda. En ese instante, Wuimkoi aprovechó de salir de la encerrona ubicándose, al lado contrario, junto a Koshpy. Ahora era la bestia la que estaba arrinconada contra el barranco. La criatura, al verse repentinamente cercada, mostró sus grandes colmillos, intentando intimidar, pero los niños no se amedrentaron y se mantuvieron en sus posiciones. El animal, sorprendido, mostró sus enormes garras, lanzando zarpazos en todas direcciones, pero todos permanecieron sin temor alguno, con la mirada fija sobre la criatura, que desconcertada ante el valor de los niños, comenzó a retroceder. “¡Trrkk!” Se escuchó el crujido de unas ramas que se rompían justo bajo sus garras. Asustada quiso huir por el barranco, pero fue interceptada por Kel, quien le cerró la salida. La perrita, obligó al animal a permanecer en su ubicación. “¡Trrkk! ¡Trrrrrkkk!” Se volvió a escuchar, y la bestia caía en una fosa de varios metros de profundidad, golpeándose violentamente y llorando de dolor “¡Auugh Auuugh Auuugh!” ¡Ha caído en su propia trampa! —dijo Jenák. —¿Cómo se encontrará? —Se preguntó Koshpy, acercándose lentamente hacia la fosa—. Miren, se le salió la armadura de su cabeza. ¡Es un puma! De inmediato, todos los niños se asomaron a mirar. —¡Esa trampa no la hizo el puma! —dijo Margarita—, que apareció cojeando, para sorpresa de todos. 97


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—¿Quién la hizo? —preguntó Jenák. —¡Los secuestradores! —dijo Margarita enfadada—. Pobre animal, los capturan cuando son crías. A la madre posiblemente la mataron, desde entonces este puma ha sufrido maltratos. —¡Si actúan con esa lógica perversa, también deben utilizar y matar a los animales del bosque! ¡Y los niños están en peligro! ¡Es gente muy mala, con mucho odio! —explicó Margarita. —¿Cuántos delincuentes habrá en la casa? — preguntó. —Divisé dos rufianes manipulando el veneno y la vieja loca junto a un hombre. A los policías los tenían amarrados, como prisioneros —dijo Koshpy. De inmediato, todo el grupo se dirigió a la casa. —Miren, en el molino hay alguien sacando agua — observó Jenák—. Apurémonos, debemos neutralizarlo antes de que entre a la casa. Péipi saludó a la persona que allí estaba: —¡Hola, señor!, Disculpe, es que me perdí…y… —¿Qué es lo que buscas?— El hombre, amenazante, se acercó a Péipi para agarrarlo. En ese momento Ílan, Jenák y los perros lo embistieron por un costado haciéndolo caer al suelo, aturdido. Rápidamente lo amarraron y le colocaron un paño en la boca.

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Wuimkoi, Kel, vigilen el otro lado de la casa! —ordenó Ílan—. Los perritos, obedientes y entendiendo lo delicado de las circunstancias, cumplieron avivadamente con su misión. Cuando parecía que la situación estaba bajo control, el hombre rompió las cuerdas y se levantó. Los niños se abalanzaron para maniatarlo, pero el rufián los lanzó lejos. —¡Ahora yo los amarraré, niños sin respeto! —Eso jamás lo permitiré —dijo Margarita, irrumpiendo en el lugar. Se puso delante de los niños y le advirtió: ¡Primero tendrás que pasar por sobre mí! El hombre, riéndose, le contestó: —¿Me desafías? ¡Sufrirás, estúpida! ¡Aaaaa! El hombre intentó lanzar un puñetazo directo a la cara de Margarita, pero esta con gran habilidad logró esquivarlo. Aprovechando el impulso del rufián, tomó su brazo y le respondió con un codazo, el cual dio de lleno en la cabeza del malhechor. Este lanzó un segundo golpe que Margarita pudo interceptar, doblándole la mano y torciéndole el brazo al bandido, el cual cayó de rodillas. Margarita aprovechó el momento para darle una patada de lleno en la boca. Asustado y confundido ante la destreza de su rival, el cobarde huyó hacia el bosque, sin decir palabra alguna. —¡Mi pie! ¡Ya no doy más del dolor! —Se dirigió a los niños y les dijo: ¡Tengan mucho cuidado! ¡Liberen a los policias!

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19.

Pelea entre héroes y villanos Era entrada la noche y solo la luz de algunas estrellas iluminaba el cielo, la tormenta parecía rodear el lugar. Los niños deducían que a esas alturas era imposible regresar por ayuda; además, Margarita estaba herida, por lo que la misión se complicaba. Con mucha precaución, los niños ingresaron a la casa… —¡Los policías! —Dijo Jenák. De inmediato intentaron liberarlos…

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡Están encadenados a unos fierros y no reaccionan! No hay nada que podamos hacer por ahora… ¡Rescatemos a los niños! Sugirió Ílan. Dentro de la casa se encontraron con los perritos, amarrados y apretados dentro de una jaula. —¡Hola amiguitos, venimos a salvarlos! —los saludó Koshpy— ¡Cómo los tienen así! ¡Esto no puede ser! —¡Guau guau, guau guau! —¡Los perritos gritaban de alegría! Justo cuando se aprestaban a sacarlos, sorpresivamente una malla cayó sobre los niños, atrapándolos… —¡Este es su final! —gritó Muerfelia— ¡Hasta aquí han llegado! ¡Han mordido el anzuelo! ¡Los tengo a todos como quería! ¡Ahora son míos! —¡Esta malla se pega al cuerpo, nos inmoviliza! —dijo Pari, quien por más esfuerzo que hacía, no podía sacársela de encima. —¡No podemos quitarla, nos paraliza! —Exclamó Ílan, desesperado. —¡Están atrapados en esa tela, es de araña! —Les gritó Muerfelia— ¡Me la hicieron mis regalonas y ahora ustedes serán su comida! —¡Tafffff! —Se escuchó un fuerte golpe que silenció la risa de la malvada y que echó la puerta abajo. Corriendo velozmente y abriéndose paso por entre la casa, aparecieron Wuimkoi y Kel, quienes fueron directamente sobre Muerfelia. Al ver que no podía atrapar a Wuimkoi, Muerfelia 101


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las emprendió contra Kel, quien también sorteaba los palos con gran agilidad. Entonces Muerfelia, encolerizada, —¡Malditos perros! —Dijo asustada— ¿De dónde salieron?

En ese momento solo tenía una escoba para defenderse. Ambos perros la rodearon, y comenzaron a atacar al mismo tiempo por diferentes lados. Muerfelia, por más que lo intentaba, no podía contra la velocidad de Wuimkoi y Kel, que en uno de sus ataques le rajó el vestido. —¡Perros desgraciados! ¡Por qué no los envenené antes! ¡Los voy a aniquilar! Muerfelia, gracias a la escoba consiguió que ambos perros se alejaran, ¡Wuaaaa! Gritó, dejándose caer sobre Wuimkoi, con toda su rabia. Pero este logró esquivar los golpes moviéndose ágilmente de un lugar a otro. comenzó a dejar caer la escoba cada vez más rápido, pensando que alguno de los golpes daría en el blanco. —¡Malditos perros! ¡Qué se han creído! ¡Ahhhh! ¡Tomen! Con la seguidilla de golpes fallidos, Muerfelia comenzó a fatigarse, y cuando quiso descansar, para poder tomar un respiro… Wuimkoi de un mordisco le arrebató la escoba. Muerfelia reaccionó intentando recuperarla, y comenzó a forcejear con el perrito. —¡Miserable, qué te crees!

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¡Guau Guau Ayuda!

En eso, Kel la atacó en las canillas “¡Ayyyyy” Gritó, soltando finalmente la escoba. Cuando eso ocurrió, Wuimkoi saltó sobre la matona botándola, dejándola aletargada en el suelo. —¡Uiiiuiii!— se escuchó un silbido. Era Koshpy, que llamaba a Wuimkoi. —¡Rápido, amigos, por acá! —les gritó Koshpy— ¡Ayúdennos! ¡Hay que romper las cuerdas! Ambos perritos, fueron rompiendo con sus dientes la resistente tela de la malla. En el instante que estaban a punto de finalizar, Koshpy gritó: —¡Cuidado, se está levantando! Muerfelia se tomaba la cabeza. Mareada, logró ponerse de pie e intentó recuperar la escoba. En eso estaba cuando gritó: —¡Noooooo! A la carga iban otra vez Wuimkoi y Kel, quienes se abalanzan sobre la bandida tirándola al suelo. Con esta última caída, Muerfelia quedó tendida sobre el piso, sin señales de reaccionar. Los niños terminaron de romper la malla. El primero en salir fue Ílan, quien ayudó a sus amigos a zafarse. Aprovecharon la misma malla para atar a Muerfelia, que cuando despertó se vio encerrada en su propio invento. —¡Ahí tienes, malvada, un poco de tu propia medicina! —le dijo Koshpy.

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—¡Miserables perros, cómo se atreven a vencerme!, ¡No aguantaré que me falten el respeto de esa manera!, ¡les daré un escarmiento!… ¡Al igual que a ustedes, niños intrusos! ¡Están encerrados, no hay cómo escapar! ¡La casa se ha cerrado como un candado! ¡Se han metido en la boca del lobo! Se escucharon unas voces… —¡Por favor, ayúdennos por acá! ¡Ayudaaaa!— Koshpy se acercó a ver lo que ocurría. Las voces venían desde una pieza contigua, se asomó por encima de una ventana y cuando miró no lo podía creer. —¿Amigo, eres tú? ¿Marcel? —¡Si, soy yo, Marcel! Junto a dos niños más. ¡Apúrate! ¡El ático! ¡Arriba! bajando un fierro, desde allí se destraban todas las puertas, el acceso es por ese pequeño espacio, sobre ustedes. ¡Necesitarán la escalera! ¡Rápido, antes de que se den cuenta! Velozmente, Koshpy y los niños se dirigieron en busca de la escalera. —¡Para dónde creen que van! ¡No tienen escapatoria! En ese momento, aparecieron Envichiux y Jacin para enfrentar a los niños. —¡Siempre hay una escapatoria! —le respondió Koshpy— ¡Necesitamos apoderarnos de la escalera! —Jacin, ¡rápido, bloquea la escalera y el ático! —gritó Envichiux. —¡Por aquí no pasarán! —les advirtió Jacin, mientras

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buscaba desesperadamente algo. —¡Maldito rifle, dónde estás! Gritó, para después reír… Je, je, je, con esto será suficiente, niños. El criminal sacó un enorme sable y los amenazó: —¡El que se acerca, se muere! Con el sable rompió la malla y liberó a Muerfelia. —¡Porfiados! ¡Les dije que se habían metido en la boca del lobo! Wuimkoi, en un abrir y cerrar de ojos, corrió y de un salto le arrebató el sable a Jacin, el arma salió disparada por una ventana. —¡Aaaaaa!, ¡perro de porquería! ¡Mi mano! Enseguida, los perritos rodearon a Envichiux y Muerfelia, quienes asustados retrocedieron, despejando el lugar. —¡Vamos ahora! —gritó Koshpy— ¡Tomen la escalera! Todos los niños se dirigieron al fondo y lograron tomar la escalera, pero faltaba subir al ático y ahí se encontraba Jacin que con la mano ensangrentada bloqueaba la subida. Los niños lo embistieron con la escalera. Intentaron sacarlo del lugar, pero el bandido se defendió comenzando un forcejeo. —¡Jacin, resiste, nos van a vencer! —Vociferaba Envichiux—. ¡Si se abren todas las puertas es nuestro fin! Jacin por más que batallo, fue derrotado, y huyo como un cobarde. La escalera fue puesta en posición y Péipi trepó velozmente hacia el ático, de un gran salto alcanzó 105


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el fierro, y se colgó con todo su cuerpo. Todas las puertas se abrieron. —¡Nunca permitiré que unos miserables niños me derroten! —amenazó Envichiux—. ¡Continuaremos nuestra historia en otro lugar! ¡Lánzala! ¡Boom! Se sintió. Muerfelia tiro una bomba de humo, y los bandidos desaparecieron, escapando por unos pasillos. Tras ellos partieron Koshpy, Ílan y Pari. Mientras tanto los demás chicos, entre medio de la humareda, intentaban reanimar a los policías, para sacarlos del lugar. ¡No se muevan! ¡Manos arriva! —Dijo desde el fondo, un hombre de boina— ¡Al que se mueva lo mato! — Apresurado cerró la única puerta, le dio un par de vueltas con una llave y ¡bang! de un certero disparo tapo la cerradura. ¡Mi nombre es Márcio! —Decía, envalentonado con un rifle en la mano— ¡Si se fijan, esto no es un sable! ¡Y tú perro maldito, que te atreviste a herir la mano de Jacin! ¡Yo seré a la última persona que verás en este mundo! ¡Despídete! ¡Bang! Se escuchó un disparo, sobre Wuimkoi, pero el perrito esquivó el tiro. El hombre, estupefacto, no lo podía creer. Intentó dispararle de nuevo, ¡Tkk! Pero el proyectil no salió. —¡Maldición!— dijo, intentando disimular que no le quedaban balas; pero cuando se disponía a cargar el rifle, Kel y Wuimkoi, que no tenían un pelo de tontos, se arrojaron sobre él, tirándole lejos la boina. Márcio solo alcanzo a defenderse de los perros, usando el rifle 106


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De inmediato, Jenák también se lanzó al ataque. A su vez, Péipi arremetió por la espalda del bandido, colgándose de su cuello. Wuimkoi y Kel lo mordían sin parar en los brazos y piernas. Márcio daba unos gritos desgarradores de dolor “¡Aaaaa! ¡Aaaaaggggg!” Cayó de rodillas, sin embargo, no soltaba el rifle. ¡Sáquenme a los perros! —gritaba. En una lucha brutal le quitaron el rifle, el cual se rompió en dos, para después inmovilizarle las manos. Los gritos ya no se escuchaban. Se sumaron los niños liberados y terminaron de someterlo. Quedó en el suelo, amarrado y amordazado. —Vamos, rápido —dijo Marcel— Hay que quitarles el bastón de poder… —¿Qué es eso? —Preguntó Jenák. —El bastón de poder, es lo que le da las fuerzas para manipular a niños y animales. Se dice que Envichiux se lo robó a un hechicero, que no es humano… le apodan el Conde. El bastón de poder es un arma muy peligrosa. —¡Maldición, la cerradura con el disparo quedó inutilizable, no se le puede introducir ninguna llave, hay que echarla abajo! —exclamó Péipi— ¡Solo podremos lograrlo entre todos! ¡Vamos! En otro lado de la casa, Ílan y Pari, lograron dar alcance a Muerfelia por un pasillo. La bandida, como no podía seguir huyendo por el cansancio, decidió enfrentarlos: alzó sus brazos para intimidarlos:

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alzó sus brazos para intimidarlos: —¡Guaaaaaaa! ¡Me acordé de que en este lugar tengo guardada una sorpresa!…. ¡Un arma secreta! De un lugar del pasillo sacó un látigo, lo sacudió contra el piso para hacerlo sonar: “¡Tzzz! ¡Tzzz!” Los niños, intimidados, retrocedieron. —¡Ahora sabrán lo que es el dolor! ¡Sufran! —vociferó la perversa— Lanzando un latigazo al cuello de Pari, pero falló. De inmediato, le tiró otro latigazo, pero Ílan la protegió, recibiendo el impacto en una pierna. Inmovilizado recibió otro latigazo de lleno en la espalda. Ílan se quiso desmayar de dolor. —¡Vamos Ílan, apóyate en mi! —le rogó Pari que intentaba sostenerlo. —¡Si hay algo que odio es la solidaridad! ¡Ahora sí que han desatado mi ira! —gritó Muerfelia que se precipitó al ataque dominada por la rabia, tirando latigazos sin cesar. Los niños se movían de un lado a otro, intentando esquivar los latigazos, pero el cansancio los vencía. —¡No lo permitiré más! —dijo súbitamente Ílan, quien, malherido, decidió enfrentarla. —Pari, hazte a un lado… —¡No Ílan, ten cuidado! —¡Tú, bruja!, ¡Solo tú y yo!…. —¡Será un placer! —dijo la despiadada. 108


¡Guau Guau Ayuda!

Ílan y Muerfelia se encontraron de repente parados frente a frente, listos para iniciar un duelo a muerte. —¡Despídete, niño! Muerfelia hizo sonar el látigo “¡Tzzz! ¡Tzzz!” Lo levantó lentamente, para dar el azote final. —¡Muereeee! —chilló la infame, quien con toda su fuerza dejó caer su látigo sobre Ílan. —¡Jamás sucederá aquello! —Respondió el niño, quien lograba detener el azote interceptándolo, sacrificando su mano. Rápidamente aseguró el control del látigo. Muerfelia intentaba recuperarlo, pero Ílan no lo soltaba. —¡Devuélveme el látigo! —vociferó la malvada, que de un brusco tirón sacudió a Ílan. —¡No te lo devolveré! ¡Nunca más podrás hacer daño! ¡Bruja desquiciada! Mientras Ílan resistía con toda su fuerza, Pari caminó decidida hacia la bandida. —¡Este es tu final, bruja trastornada! —gritó empujándola fuertemente hacia atrás. Muerfelia perdió el equilibrio, cayendo al suelo…. ¡Nooooooo! —gruñó, mientras Pari le arrebataba el látigo. Inmediatamente Ílan se arrojó encima e inició una lucha cuerpo a cuerpo. —¡No dejes que se ponga de pie! —gritó Pari. Ambos niños intentaron mantenerla en el piso, decididos a 109


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luchar hasta el final. Pero Muerfelia, demostrando toda su fuerza, con un gran alarido pudo levantarse. —¡Niños, estamos como al principio! —¡Pero el látigo ahora lo tenemos nosotros! —le respondió Ílan— ¡Ya no nos puedes hacer daño! Muerfelia bajó la cabeza y comenzó a gemir: —¡No puede ser! ¡No puede ser posible! ¡Nooooo! ¡Otra vez no! ¡Malditos! —¿Qué ocurre? —se preguntaron Ílan y Pari. Desde el fondo, aparecieron corriendo Wuimkoi y Kel, quienes arremetieron sin tregua alguna contra la malvada, lanzándola una vez más al suelo. Muerfelia estaba fatigada y no daba más: —¡Sáquenme a los perros, por favor, me rindo! Los niños la terminaron de reducir y la amarraron con su propia arma. —¡Ya nunca más podrás causar daño, bruja! ¡Te hemos vencido! —le dijo Pari. Al final solo quedaba libre Envichiux, quien, ocultándose en unos pasadizos secretos, había llegado a unas catacumbas. Ansioso, buscaba algo, prendió unos candelabros para iluminar el lugar y de repente se encendió una hoguera. “Je, je, je” se escuchó una risa malévola.

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La puerta del lugar se comenzó a cerrar, pero alguien alcanzó a entrar. “¡Puf!” Se escuchó la caída de un fierro que trancó la puerta. El malhechor se puso una túnica negra, cubriéndose la cabeza; lentamente caminó hacia una especie de altar, se inclinó de rodillas y con ambas manos tomó un bastón. —¡Al fin te tengo! ¡Debes salvarme! ¡Dame tu fuerza! ¡Deseo tu poder! —dijo, y el bastón comenzó a iluminarse, emitiendo un sonido que se hacía cada vez más fuerte— ¡Me estoy cargando de energía! ¡Seré invencible! ¡Arrasaré con estos intrusos! En ese momento apareció Koshpy. —Envichiux, ¡Ya no hay escapatoria, ríndete! —¡Estás acabada pequeña engreída! ¿Cómo te atreves a venir a desafiarme en mi propio reino? ¡Este es tu fin! El rufián levantó el bastón, que comenzaba a iluminarse. —¡Ahora! Desde el bastón se disparó un rayo de color rojizo, el cual impactó a Koshpy. —¡Nooooo! —gritó. La niña rechazó el rayo con su mano. Una lucha sin tregua comenzó. El poder del bastón era inmenso y empujaba a Koshpy hacia atrás. Pero esta, con mucho esfuerzo, consiguió contrarrestar ese poder, manteniéndose de pie frente a su enemigo.

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¡Truenos de Gaia!

—¡Qué te has imaginado chica! ¿Crees que tienes más poder que yo? ¡Mira de lo que soy capaz! La descarga de poder se intensificó hasta arrojar lejos a Koshpy. La niña quedó tirada en el suelo agonizando. Con sus últimas energías, intentó pararse, pero no pudo. Estaba debilitada y su final era inminente. Envichiux se acercó y le dijo: —Muchacha, fuiste valiente en venir hasta aquí con tus amigos, pero esa virtud no te asegura nada. Creíste 4m m ¡Quiero la descarga de todo el poder del bastón ahora! El bastón se volvió a iluminar emitiendo un rayo mucho más potente. Debilitada, Koshpy, desde el suelo alcanzó a anteponer sus dos manos intentando resistir la descarga. —Ya ni se te escucha la voz. ¡Adiós pequeña! —le gritó. —¡Jamás permitiré que te salgas con la tuya, criminal! Increíblemente, a pesar del poder de la descarga, la niña se puso de pie y protegiéndose con ambas manos, consiguió equilibrar las fuerzas y acercarse de nuevo hacia el perverso. —¡No puede ser! ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué sucede? ¡Noooo! ¡Aléjate!... Koshpy logró alcanzar el bastón, iniciándose una disputa... Comenzaron a brotar sonidos y colores por todo el lugar. Envichiux, que era más fuerte, logró imponerse y

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¡Guau Guau Ayuda!

hacer retroceder a la niña, arrinconándola e intentando lanzarla al fuego. —¡Muchacha engreída, sabrás lo que es el dolor! ¡Arderás entera! ¡Despídete, te quemarás viva! Koshpy bajó la guardia, exhausta de cansancio. —¡Ya no doy más! El bandido tomó distancia y una vez más le descargó el poder del bastón. La niña, disminuida intentó mantener el equilibrio, sabía que si se caía era su fin. —¡Estas moribunda, chiquilla estúpida! ¡Ahora arderás, solo falta el empujón final! —¡Quizás no tenga tu fuerza! ¡Pero sí soy más inteligente que tú! —le respondió Koshpy, desafiante. Envichiux se abalanzó con el bastón sobre Koshpy que logró hacerse a un lado y utilizar la misma fuerza del criminal, para impulsarlo hacia el fuego, quemándole la cara. —¡Nooooooo! ¡Agggggg! ¡Qué dolor! Inmediatamente, Koshpy lo atacó intentando quitarle el bastón, pero Envichiux no lo soltaba. —¡De ningún modo te lo entregaré! De un empujón la rechazó, consiguiendo liberarse con el artefacto. —¡Cómo te atreves, chiquilla insolente! ¡Pagarás con tu vida! 113


¡Truenos de Gaia!

En ese momento, el malvado le enterró a Koshpy el bastón en el pecho. —¡Noooo! —Koshpy se tocó el corazón y agregó— ¡Maldito embustero, mentiroso, charlatán!… ¡Ni todo tu malvado poder, ni tu odio me vencerá! La niña sacó fuerzas insospechadas. Le arrebató el bastón al desquiciado y lo rompió en su pierna. Múltiples explosiones y sonidos comenzaron a escucharse en el lugar. Al ver el bastón partido en el suelo, Envichiux gritó desesperado: —¡No! ¿Qué has hecho? ¡Has destruido el bastón de poder! ¡Todo se ha acabado! Rendido, se inclinó de rodillas tomándose la cabeza. —¡No puede ser posible, esto es el final! —vociferó, echándose a llorar. Una sombra huyo, rompiendo los únicos ventanales del techo… Cuando todo parecía que había concluido se sintió un nuevo sonido que desconcertó a la niña. —¡Agggggrrrrr! —¡Shhhh! ¿Qué es eso? —dijo Koshpy angustiada. Se escuchaban unos pasos que se acercaban rápidamente. ¡Eeeegggrrrrrrhhh! 114


¡Guau Guau Ayuda!

Apareció un monstruo con aspecto de gigante, que caminaba cabizbajo. —¡Es el monstruo del molino! ¡El espantapájaros! — Pensó Koshpy. —¡Asesínala! —ordenó Envichiux. El monstruo levantó la cabeza, revelando su verdadero rostro. Tenía un aspecto horripilante. Mitad bestia, mitad humanoide. Ojos rojos, grandes colmillos, la cara llena de pelos y unas enormes garras. —¡Monstruo, mátala! ¡Es una orden! —¡Eso jamás lo permitiré!— gritó Koshpy, decidida— ¡Nunca más volverán a hacer daño! Koshpy, acorralada en una lucha desigual, se dispuso a enfrentar al monstruo, a pesar de lo difícil de la situación, y del dolor en su pecho, se mantuvo firme y valerosa. Estaba decidida a no echar pie atrás. Sin embargo, el monstruo iba haciendo retroceder poco a poco a la niña contra la pared, hasta que se arrojó sobre ella intentando atraparla con sus garras. —¡Agrrrrrrhh! Koshpy, aprovechando la altura del monstruo, se escabulló entre sus piernas. —¡Greeeeahhh! —exclamó rabioso el horripilante, levantando sus brazos. Cuando el monstruo se dio vuelta para poder atrapar a Koshpy, ya no se encontraba sola. A su lado se hallaban 115


¡Truenos de Gaia!

Wuimkoi, Kel, Pari, Ílan, Jenák, Péipi y Marcel. —¡Guau, guau, indignados.

guau!

—Ladraron

los

perritos,

—¡Usemos la cuerda y lo botamos! —propuso Péipi. Ílan, junto a Jenák, tomaron la cuerda, y atacaron al monstruo por ambos costados con el objetivo de tumbarlo, pero no lo lograron, siendo rechazados. ¡Eeeeeghrrrrrrrr! —bramó el monstruo levantando sus brazos para amedrentar a los niños, que retrocedieron. —¡Debemos rodearlo con mucho cuidado! —indicó Koshpy. El monstruo, al sentirse atacado, reaccionó y sacó un arma terrorífica. Eran dos grandes bolas de acero con puntas, encadenadas a de cada uno de sus brazos, y si alcanzaban a alguien podían destrozarlo. —¿Qué haremos ahora? No podemos atraparlo —dijo Ílan. —¡Guauuuuu!— ¡Wuimkoi, no! —gritó Koshpy, al ver que su perrito se arrojaba raudamente sobre el monstruo. Este intentó golpear a Wuimkoi con una bola de acero, pero falló. La suerte estaba a favor del perrito, que mordió con fuerza la cadena del monstruo, inmovilizándole un brazo. De inmediato Kel, atacó. La perrita consiguió evadir la segunda bola de acero, logrando neutralizar el otro brazo de la criatura.

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¡Guau Guau Ayuda!

—¡No le tengan miedo! —exclamó Koshpy— ¡Miren! ¡Los perritos lo están venciendo! ¡Y somos muchos más!, ¡Amigos! ¡Ahora es el momento! ¡Todos al ataque! —¡Eeeeeeh! —gritaron los niños, enfervorizados. Todos juntos se lanzaron contra el monstruo, que al ver el ataque masivo al que se enfrentaba retrocedió para huir, pero rápidamente fue alcanzado. “¡Agrrrrrrhhh!” gruñó, intentando liberarse, pero los niños y los perritos ya no le temían a nada, sabían que juntos eran invencibles. El monstruo pese a su resistencia, cayó derribado. Entonces fue cuando los niños pudieron constatar que de monstruo no tenía nada. ¡Miren! —Dijo Jenák, usa zancos para aumentar su tamaño…. —¡Y su rostro no es tal! ¡Lleva puesta una máscara! — Observó Pari. —¡Quitémosela! —propuso Ílan— ¡Miren! Es el tipo del sable. —¡Jacin, definitivamente eres un imbécil! —gritó Envichiux. Wuimkoi aprovecho la oportunidad, y volvió a morder al bandido en la mano herida… —¡Nooo! Se quejó Jacin de dolor. En ese mismo instante llegó la profesora y la policía. Rápidamente redujeron a Envichiux y sus secuaces, para después registrar el lugar entero. —Había otra persona o algo que huyó, rompiendo el 117


¡Truenos de Gaia!

techo, como si hubiese salido volando, se llevó los restos del bastón de poder. Mi instinto me dice que esta historia no termina aquí. —pensó Koshpy. —¡Quedas detenido, Envichiux! —¡Sí! ¡Los hemos vencido! —Decían los niños, saltando de felicidad. —¡Guau guau! ¡Guau guau! —ladraban alegremente Kel y Wuimkoi. Entonces, Koshpy, tomándose el pecho, desmayada. Todos corrieron a socorrerla.

cayó

—Koshpy, por favor… —dijo Pari, asustada. —¡Vamos, Koshpy, despierta! —La animaba Ílan. —¡No tiene pulso! —indicó Margarita. —¡No puede ser! Koshpy, Koshpy… —¡Tranquilos! Haré lo posible por reanimarla. Soy especialista. —Dijo uno de los policías. ¡Aprieta! Uno, dos y tres…. Nueve, diez, once… Catorce, quince, dieciséis. ¡Vamos, Koshpy! —Decían los niños desesperados. Veintiocho, veintinueve y treinta. ¡Aprieta! —Ahora respiración boca a boca ¡Vamos, niña! Una y dos… ¡No nos abandones! ¡Vamos! ¡Ahora!, una y dos… ¡Noooo, Dios mío! ¡No tiene signos vitales! El policía seguía intentando reanimar a la niña, pero ya 118


¡Guau Guau Ayuda!

había pasado bastante tiempo y Koshpy no reaccionaba. —¡Vamos, inténtelo nuevamente! —Le decían los niños, angustiados. ¡Aprieta! Uno, dos y tres... Después de unos minutos, el policía con los ojos llorosos les dijo: —Lo siento, hice lo que pude. ¡Perdónenme, niños, pero se ha marchado! —¡Nooo, Koshpy! —Todos desconsolados por su amiga...

los

niños

lloraban

—¡Esperemos al equipo de primeros auxilios!, ¡quizás se puede revertir! —Dijo Margarita, llorando— Deben sentirse orgullosos por lo que han hecho, pudieron salvar a los perritos, otros animales y lo más importante, a los niños. Entre la gente apareció la mamá de Koshpy, quién había sido avisada. —¡Hija! ¡Noooooooo! Hija mía, ¿por qué, por qué no te hice caso cuando quisiste ayudarme? La madre lloraba de rodillas a los pies de Koshpy. Margarita y el policía intentaban consolarla. —Al parecer, fue un ataque al corazón —dijo el policía— ¡Esta niña vivió muchas emociones fuertes en el último tiempo! A las personas que iban llegando al lugar se les pidió que se hicieran a un lado. Llegó el equipo de primeros auxilios. Los paramédicos pidieron ver el cuerpo. 119


¡Truenos de Gaia!

Después de examinarla y hacerle un par de ejercicios de reanimación solo pudieron decir: —¡Ya no hay nada que hacer! —¡Hija, noooooo! —Gritó la mamá de Koshpy, desesperada. —Llévense a la señora —dijo un paramédico. Solo quedaba Wuimkoi junto a Koshpy.

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¡Guau Guau Ayuda!

20.

Cree en ti mismo Wuimkoi miraba al cielo, buscando un consuelo, recordando cuando Koshpy lo había salvado y la súplica que había hecho la niña por él. No podía entender lo sucedido, pero Koshpy yacía inmóvil. Todos veían cómo Wuimkoi no se resignaba. El pobre perrito intentaba mover a la niña para que reaccionara, pero su amiga se había marchado para siempre. Wuimkoi comprendió lo sucedido y se puso a llorar… aulló al cielo una y otra vez, implorando por un milagro que no llegaba, la vida era injusta. El destino estaba escrito, se había logrado salvar a los niños y los perritos, se había acabado con los envenenamientos y el sufrimiento de los animalitos, pero el costo había sido la vida de su amiga. Wuimkoi aullaba al cielo pidiendo explicaciones, ya que nuevamente estaba solo frente al mundo. Todos con gran tristeza miraban a Wuimkoi, que seguía llorando sin parar. La gente pensaba: “Pobre perro, se le ha ido su amo, quedo huérfano, sin familia” “Auuuuu Auuuuuu” se escuchaban los lamentos de Wuimkoi, que no quería aceptar lo ocurrido. Pero el aullido del perrito era especial, no se daba por vencido, parecía como si creyera en lo imposible. Había un sentir en su corazón que le indicaba que debía seguir aullando. De repente una estrella apareció surcando el cielo. Nadie entendía lo que le ocurría a Wuimkoi, quien con más ganas aullaba y saltaba de un lugar a otro. Pero este perrito guardaba un secreto, sabía que aquella estrella era quien le había dado una oportunidad en la 121


¡Truenos de Gaia!

vida, y aún quedaba por pedirle un último deseo, y ese deseo se lo había regalado nada menos que Koshpy. Wuimkoi había aprendido que, en la vida, si uno pelea, si cree en sí mismo, puede lograr lo imposible, vencer a la adversidad. Ilusionado, dejó de saltar y de aullar y se quedó quieto, miró a la estrella y pidió el deseo. Entonces, con mucho cuidado se acercó a Koshpy y la acarició, le dio lengüetazos en ambas mejillas, pero esta no reaccionaba. En ese instante recordó los momentos alegres que pasaron juntos y las caricias en el cuello que a Koshpy tanto le gustaban y le hacían reír. Entonces le lengüeteó el cuello y repentinamente Koshpy dio un sobresalto, abrió los ojos y sonrió, mirando al perrito le dijo: —¡Wuimkoi, gracias por cuidarme! —¡Miren, Koshpy está viva! —gritó Péipi. Todos los niños corrieron a abrazarla. El milagro se había producido. Koshpy había vuelto a la vida. —¡Hija mía! —Gritó su madre, abriéndose paso—. ¡Gracias a Dios, estás a salvo! ¡No sabes cuánto te amo! —¡Te quiero mucho, mamá! Ambas se abrazaron fuertemente, en un gesto que sellaba un renacer en la relación entre madre e hija, y sucedió que el amor rompía los caparazones que se habían creado por la tristeza en el hogar. —Hija tenías razón, no me encuentro bien, pero debido a tu preocupación, me ayudaran a recuperarme.

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¡Guau Guau Ayuda!

—Mamá, aprendí que es mejor enfrentar los problemas y comunicarlos, ya que si se esconden, se vuelven una carga muy pesada y angustiante. —¡Koshpy, déjame darte un beso! ¡Niña hermosa! ¡Nunca perdí la fe! —le dijo Margarita, quien cojeaba llorando de emoción. —¡Gracias profesora por creer en mí! —¡Koshpy, eres nuestra heroína, los hemos derrotado! —le dijo Ílan. —Gracias, chicos, pero esto solo pudo ser posible por el trabajo en equipo y la unión de todos. ¡Miren! —¡Caminen, delincuentes! —Se escuchó decir— ¡Ya nunca más podrán hacer daño! —¡La indiferencia y la avaricia los terminó volviendo locos! —gritó Marcel. Koshpy y sus amigos vieron cómo pasaban esposados Envichiux, Muerfelia, Jacin y Márcio. Los niños habían vencido a los criminales. —Profesora, los niños rescatados ya fueron contactados con sus familias y vendrán a buscarlos, pero hay un niño que no tiene a donde ir. Es Marcel —notificó el policía. —Yo lo adoptaré, lo haré parte de mi vida. La verdad es que yo tampoco tengo a nadie, y con el apoyo de los niños saldremos adelante —dijo Margarita, emocionada.

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¡Truenos de Gaia!

—La felicito, profesora, es usted muy generosa, es un ejemplo para todos —expresó el policía. —¿Y qué haremos con todos estos cachorros? — pregunto Jenák. —¡Guau, guau, guau, guau!… —¡Son nuestras nuevas mascotas! —dijo Koshpy. —¡Eeeeeeeeh! —Gritaron los niños. ¡FIN!

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ยกGuau Guau Ayuda!

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