Tercer Encuentro Interdepartamental de Historia
CASILDA. Titulo de la ponencia:
“Los Gorini”. Una mirada sobre los almacenes de Ramos Generales en tiempos de colonos. Autor: Profesor Pablo Ezequiel Sapei. Centro de estudios históricos “Del Carcarañal” Responsable Programa Histórico de la Ciudad. Municipalidad de Capitán Bermúdez. Mayo de 2010. Humildes predecesores de los pomposos centros comerciales, articuladores de la vida social y económica de la pampa Argentina, hoy subsisten en la memoria de los viejos pobladores o como herrumbres testimonios de un tiempo de colonos. Los “Almacenes de Ramos Generales” herederos de las antiguas pulperías, impusieron su impronta a una época comercial que se extendió por mas de medio siglo, convirtiéndose en verdaderos puntales del crecimiento de los “noveles” pueblos del sur santafesino. Tanto en Capitán Bermúdez como en Fray Luis Beltrán, funcionaron importantes almacenes como “20 de Septiembre”, “Almacén Central” o “de Regodesebes. Introducción: Los denominados “Almacenes de Ramos Generales”, fueron emprendimientos surgidos a finales del siglo XIX, al calor del proceso de colonización y fomento de la inmigración extranjera e impulsado por las transformaciones socioeconómicas que generaba la expansión y consolidación del modelo agro exportador en nuestro país. Su denominación provenía de la gran variedad de rubros comerciales que abarcaban y a mediados del siglo XIX, estos nuevos espacios de sociabilidad de las comunidades rurales vinieron a reemplazar a las antiguas pulperías, surgidas en el Río de la Plata en tiempos coloniales. Bautizados con el apellido de sus dueños, que en muchos casos terminaba opacando al nombre de fantasía que pudiera ostentar, cada pueblo o paraje de esta vasta llanura cobijo a estos emprendimientos comerciales. De allí que se hayan ubicado generalmente en los cruces ferroviarios, frente a las estaciones, o en los empalmes, al ser el ferrocarril el transporte más económico y popular para la época. La mayoría de sus clientes fueron las personas asalariadas que no poseían tierras y los pequeños propietarios, que generalmente contaban con escasos recursos, muchas veces comprometidos por malas cosechas o los bajos precios del cereal y que tendrán necesidad de crédito. Por ello, van a ser los dueños de estos almacenes los que correrán con el riesgo de otorgar préstamos a 1
los productores agropecuarios para la compra de alimentos, calzado, ropa, semillas, herramientas, entre otros productos ya que el sistema bancario aún no estaba implementado. Dichos almacenes fueron llamados así por la variedad de rubros comerciales que abarcaban, comenzaron a surgir alrededor de 1880 y se convirtieron en verdaderos puntales de crecimiento de los pueblos. Casi siempre fueron locales amplios y provistos de todo lo necesario para abastecer a una sociedad volcada a la actividad rural. Con el correr del tiempo se convirtieron en ámbitos de reunión, sobre todo para los hombres, en los cuales se compartían bebidas, juegos, además de informaciones políticas, sociales, culturales, etc. Fueron centros emblemáticos en lo que se reflejaba un estilo de vida característico y donde se desarrollaron gran parte de las relaciones sociales que se cimentaban. Por ello, en este avance de pocas páginas en torno a un programa de trabajo que aún esta en ciernes, hemos optado por delinear algunos trazos de uno de los tantos almacenes de ramos generales que nutrieron el surgimiento de los pueblos santafesinos. Nuestra primera mirada, descansará en el surgimiento de un almacén de ramos generales en la actual ciudad de Capitán Bermúdez. Más es preciso dejar en claro, que este relato es solo una ínfima parte de un proyecto de investigación, que concebido desde la multidisciplinariedad y la integración, desea analizar a los Almacenes de Ramos Generales, como articuladores de la vida económica y social del sur santafesino, no solo al interior de cada comunidad, sino también con Rosario como eje radial; en el cual se cuentan arquitectos, historiadores, arqueólogos y antropólogos, han decidido tomar como punto de partida, el departamento San Lorenzo y dos ciudades del mismo: Roldan y Capitán Bermúdez. Esta elección descansa, entre otras cosas, en la importancia que tuvieron los ferrocarriles (El Central Argentino, en lo referente a Roldan, el ferrocarril Fives Lille o Santa fe, en el caso de Capitán Bermúdez). Se toma como parámetros temporales para el estudio, una fecha de inicio, que a modo de mojón en el camino, se inicia en 1880, fecha en la cual comenzó a proyectarse el modelo agroexportador y con este el auge de las casas de ramos generales: y una fecha de cierre, en derredor del año 1948, cuando por medio de una disposición nacional se fomento la creación de cooperativas y cambian las reglas de juego en cuanto la comercialización de cereales. Es evidente que estas casas de ramos generales, lograron intercambios comerciales que modificaron la vida interna de las localidades donde se establecieron, creando de ese modo diferentes vínculos (económicos, financieros y sociales) que se extendieron más allá de los límites de su localidad. Los almacenes, en síntesis, constituyeron ese espacio público y privado de interacción en el cual las relaciones humanas de la campaña se cimentaron, transformándose en centros emblemáticos 2
de un modelo social y de un esquema de producción que, algunos tipificaron como “La pampa gringa”. Sus genes: la pulpería. Si debemos buscar sus antecedentes, de seguro que nos toparíamos con las “pulperías”, aquellas casas de abasto, donde tenían todo para vender y que fueron tan características de la campaña bonaerense y de toda la América hispánica en los tiempos de la colonia y de la primera mitad del siglo XIX. Ya en marzo de 1600, el cabildo porteño impuso una multa a un pulpero por haberle vendido vino a indios y negros. El origen de la palabra es variada y tiene varias corrientes: según la Real Academia Española, el vocablo es un americanismo deriva de la palabra “pulpo” y que significa “tienda donde se venden diferentes géneros para el abasto”. Pero la corriente mas aceptada plantea su origen en la creencia de que en estos establecimientos se vendieran “pulpos” cuando en realidad se vendían “pulpas” de fruta, también están aquellos que sostienen que la palabra es una variante de la pulquería, lugares del México Colonial en el cual se expendía el pulque y que cumplía las mismas funciones que en Sudamérica cumplieron las pulperías y de ahí la confusión y una tercera opinión, quizás la mas simplona, sostiene que como esos locales “tenían todo tipo de artículos, el encargado tenia que actuar con sus manos “como un pulpo” para cumplir todos los pedidos. La pulpería podía estar instalada en el poblado o ciudad, indispensablemente en alguna esquina o podía estar situada a campo abierto y ser propiedad del estanciero (refugio de sus peones y puesteros) o a la vera de alguna huella o camino rural. En estas pulperías rurales, donde en pequeñas estanterías se abarrotaban elementos para vender (botellas de aguardiente, cajones de tabaco, tercios de yerba, fardos de cuero vacuno, etc.1 No podía faltar mesas y bancos en los cuales los parroquianos jugaran a las cartas, compartieran alguna bebida o se aprestaban a escuchar a un paisano tocando el changango2 Todas las pulperías de campaña contaban con un mostrador de un metro de ancho como mínimo y una reja que se extendía del piso al techo, todo con el fin de proteger al pulpero de los asaltantes y de las riñas que se producían en el lugar ya que era común que los gauchos sostuvieran duelos criollos, por el amor de una mujer o cualquier otra rencilla personal, que se libraban con armas blancas (llamadas facones). Además de las actividades comunes a toda pulpería también eran usuales los juegos de bochas, y la organización de carreras de caballos llamadas cuadreras, realizándose apuestas (llamadas pollas) que habitualmente culminaban en peleas entre los clientes. El comienzo de la caída en desgracia de las pulperías, en especial las rurales de la campaña bonaerense pueden hallarse en las disposiciones que desde el gobierno se emanaban para combatir la llamada “vagancia” y transformar paulatina pero traumaticamente al gaucho en peón. 1
En aquellos tiempos las medidas que se utilizaban para la venta de artículos eran las siguientes: media arroba (8.065 litros), asumbre (2.02 litros) media asumbre (1.008 litro) cuartillo (0.0504 de litro) y medio cuartillo (0.252 de litro) 2 Pequeña guitarra hecha de madera de mala calidad y con pobre sonido, que normalmente se encontraba en la pulpería a disposición de quien quisiera “rasgar sus cuerdas”.
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Antes que desaparición, fue una lenta agonía la que signo la suerte de las pulperías rurales. No obstante, muchos de sus atributos, funciones y servicios fueron heredados por los comercios de Campaña: el fiado, el pago en especies y el adelanto de dinero, la oferta de servicios y de bienes prolongaron su vida bajo el umbral del almacén de ramos generales Almacenes. Algunos apuntes generales. Hoy ya no quedan almacenes. Solo sobreviven algunas despensas o granjitas barriales, arrinconadas por las modernas pautas de consumo expresas en los grandes centros de compras o en supermercados de diversos tamaños. Otros eran los tiempos en los cuales, plaza, iglesia, estación y almacén eran las postales que identificaban como un DNI, cada pueblo, paraje o caserío de esta vasta geografía Argentina. Hoy, sus siluetas han sido ganadas por la herrumbre, por la soledad o el olvido; algunas reconvertidas y muy pocas preservadas. Acercarnos a sus historias, es el camino que comenzamos a delinear en estas páginas. Construcción antigua, sencilla pero sólida, paredes sin revocar, frescas y vigorosas sustentadas por grandes ladrillos de arcilla cocida o de tierra apisonada,
techos altos, pisos de madera
sostenidos por tirantes que cruzaban de cimiento a cimiento, ocultando algún sótano que actuaba a modo de deposito, ventanas y puertas de dos hojas, angostas y descoloridas con gruesos picaportes de hierro, con una puerta de ingreso que presidía la esquina sobre la cual se desplegaba en ángulo recto, la amplia superficie del almacén. Extensos mostradores, estanterías inabarcables y cajones cerrados de madera, de amplias tapas superiores rebatibles, destinadas a cobijar yerba mate, azúcar, fideos, legumbres, sal fina y gruesa, vendidas a granel, bordelesas o toneles, constituían el mobiliario básico de un Almacén. Es que en ellos se podía encontrar de todo, desde alimentos hasta artículos para sustentar los “vicios” (vino, tabaco, naipes o papel para armar cigarros), pasando por clavos, golosinas, ropa o muebles básicos3. Muchos de sus carteles ostentaban en letra menor la frase “Anexo despacho de bebidas”4, lo cual implicaba contar con pequeñas mesas rectangulares de madera, diseminadas por el salón, que convirtieron al Almacén en ámbitos de reunión, sobre todo para los hombres, en los cuales se compartían bebidas (ginebra, caña etc.), juegos (truco especialmente), además de informaciones políticas, sociales, culturales, etc. Un ejemplo de la variedad de artículos posibles de ser encontrados en un almacén, podemos rastrearlo en el testimonio que brinda, Elvira Manzino cuyo padre fue titular de un almacén de ramos generales denominado “Las Encadenadas” en la localidad de Villa Cañas “ mi papá vendía 3
Se vendía además de lo ya mencionado, artículos de ferretería, talabartería, bazar, maquinarias agrícolas, materiales para la construcción, sulkys , carruajes, artículos de cristalería, librería, zapatería, armas, muebles, equipamiento para el campo como por ejemplo alambres, postes, tranqueras, bebederos, etc. y otros artículos para las actividades rurales. 4 Algunos complementaban sus rubros con anexos de carnicería y/o panadería.
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ropa de trabajo para toda la gente de campo; botas, botines, el botín Patria, además había remedios para friccionar para el catarro, sombreros, pañuelos de gaucho, maletas para juntar el maíz, monturas para sulkys, recados, pecheras... Al empezar el verano y el invierno, iba una vez a Rosario y otra a Buenos Aires a hacer compras de: ropa, aceite italiano, pescado enlatado. A esto luego lo mandaban en tren; por ejemplo del molino harinero enviaban cantidades de fideos en barricas de madera: los moñitos, los mostacholes. También enviaban por tren un vagón de vino en bordolesas. Al llegar la carga, el jefe de estación nos avisaba y mi papá la iba a buscar en un breque grande. A partir del año 35 empezaron a venir los viajantes de las casas mayoristas de Rosario” 5 Comercios que no solo brindaban a los colonos abastecimiento de comestibles o esparcimiento, también proveían de los elementos necesarios para la producción agrícola ganadera, contando entre sus dependencias, con un “corralón”, lindero en muchos casos, al edificio principal. Allí se acopiaban cueros, granos o lana, o se guardaban alambres, postes para alambrar, leños, etc. Galpones que también daban cobijo a los carros, los caballos o hasta un Ford A, con el cual se hacían repartos a los hogares de los clientes mas alejados o más antiguos. 6 Algunos vendían combustibles, la nafta llegaba en tambores y el contenido volcado en depósitos subterráneos, situados al pie del surtidor, el cual con una altura que rondaba los dos metros y ubicado en el cordón de la vereda, pegado al camino, necesitaba ser bombeado a mano. En la parte superior del surtidor, un depósito de vidrio cobijaba al combustible, para su destino final, un recipiente o el vehículo que busca abastecerse; una operación que debía repetirse tantas veces fuera necesaria hasta completar los litros requeridos por el cliente. Como en una postal que se repetía, en cada uno de estos comercios, el caer de la noche o entrada la madrugada (en aquellos almacenes con despacho de bebidas) pesadas persianas de chapa acanalada o portentosos barrales de madera, con sus ruidos característicos, marcaban el final de la jornada. Casi todas las veredas eran de tierra, pocas eran de ladrillos, al igual que los caminos y añosos árboles (paraísos, en su mayoría) eran mudos gendarmes del silencio que inundaba la noche y auspicios testigos de la mañana que se iniciaba, bien temprano ya, cuando el encargado reiniciaba el diario ciclo de la vida pueblerina, levantando las persianas, abriendo las ventanas y pronto los árboles se aprestaban a su silenciosa función, cobijar con su sombra a los vecinos, a los clientes, a sus sulkis, a sus caballos, en fin a todos aquellos que buscaban el amparo de su fresca sombra, especialmente en las calurosas tardes de verano.
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Elvira Manzino, testimonio extraído del articulo Almacén de campo, publicado en la revista PAN 3 invierno de 1998 .www. villacan.com.ar/pan/rev3/almacen.html. 6 Aquellos almacenes que contaban con corralones, pudieron dedicarse no sólo a proveer de materiales para el trabajo agrícola, sino también a comprar productos de la zona, convirtiéndose entonces en verdaderas barracas de acopio de cueros, cereales y/o lanas, que les permitía a sus dueños intermediar en el negocio de la exportación.
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Caballos, sulkis o chatas trasladaban a los clientes hasta el comercio, ya sea para hacer las compras, compartir alguna copa o asistir a los bailes que también se solían organizar, por eso no era extraño, que aprovechando el cobijo que ofrecían los árboles situados en la vereda, se colocaran palenques o argollas aseguradas al piso, para atar a los animales, mientras duraba la permanencia en el local. El movimiento comercial que exhibían los Almacenes era importante y la clientela numerosa. Las cuentas se arreglaban, en especial con los colonos o propietarios rurales, a fin de cada año, después de las cosechas. Los comercios mas importantes contaban con caja fuerte, más la mayoría guardaba el dinero en un cajón y al final de la jornada se “contaba el dinero” y se entregaba en la oficina administrativa o “escritorio”, la inflación no carcomía las mentes de los almaceneros, la libreta era testigo de las compras y la honestidad y la palabra eran el sello distintivo de las transacciones comerciales, cualquiera fuera el monto. Sobre el particular, es importante rescatar la descripción que Carina Frid realiza en torno a la conexión entre colonización, redes comerciales, explotación agrícola, en el cual afirma esta autora, el sitial ocupado por los Almacenes de Ramos Generales es de vital importancia. “los pioneros del comercio nucleado en los almacenes de ramos generales, cuyo listado encabezan los fundadores de los más perdurables y sólidos emporios comerciales del hinterland agrario de Santa Fe y sur de Córdoba diseñaron una exitosa producción mercantil destinada a potenciar la escala y dimensiones del crédito a la producción y del negocio de intermediación agraria pampeana.”7 Posteriormente afirma “las historias locales coinciden en señalar el carácter pionero de la instalación de negocios generales como avanzadas del gran comercio mayorista e importador de Rosario en los distritos de las colonias agrícolas, abriendo nuevos puntos de venta o hasta instalando sus propias sucursales” El final: La década del 40 marcará el final de los Almacenes de Ramos Generales, entendidos estos en su doble faz, como proveedor de insumos para la población rural, fundamentalmente y como nexo comercial, entre el productor agrario y los puertos de exportación. El ascenso del peronismo significará, un cambio en las reglas de juego económico, con la puesta en marcha de un modelo sustentado en la promoción del mercado interno, el estimulo a la producción industrial y la intervención del estado como actor social regulador de las relaciones económicas, laborales y sociales.
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Frid Carina “Del Puerto Al Almacén Rural: Circuitos Comerciales Y Producción Lanar En El Sur De Santa Fe (18601890). Además afirma “al mismo tiempo que los almacenes de ramos generales se multiplicaban en el espacio pampeano, se extinguía la pulpería asociada a la comercialización de bienes vinculados al predominio de la estancia del vacuno y del ovino, convirtiendo de este modo la actividad mercantil en epifenómeno de la producción agraria.
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En lo concerniente al panorama económico y mas específicamente en lo que atañe a los ingresos que generaban la exportación agrícola ganadera, el Estado peronista, a través de la promoción del IAPI, monopolizará la comercialización y exportación de granos, amparándose en la bonanza de los precios internacionales resultantes de la coyuntura que ofrecía la confrontación mundial. Política que se tradujo en la obligación de los productores agrícolas de entregar sus cosechas al IAPI, que como agente estatal, les imponía un precio uniforme para luego encargarse de colocar los granos y carnes en el mercado internacional, negociando con las grandes exportadoras. La diferencia entre precios internacionales y lo pagado por el Estado se constituyo en el sostén financiero del peronismo para llevar adelante sus políticas de promoción industrial y de subsidio social, educativo o sanitario. Este nuevo contexto, impacto fuertemente en los sectores, que hasta ese momento, habían actuado de nexo entre el productor y las exportadoras: los almaceneros de ramos generales y acopiadores de cereales. Quienes en muchas localidades del sur de Santa Fe, constituían una sola entidad8. Hasta ese momento, estos emprendimientos eran instrumentos básales de las economías locales, ya que proveían a los trabajadores rurales víveres, herramientas, dinero en efectivo y almacenaban sus granos. A cambio los productores se veían obligados a entregarles la cosecha en forma de pago por las deudas generadas durante el tiempo de siembra. A partir del peronismo, el estado absorbe el almacenaje viéndose obligados los acopiadores a alquilarles sus instalaciones. Sobre el particular sostiene Evangelina Tumini “así la fuente de ganancia se ve alterada por la aparición del estado como agente de comercialización. Lo que queda claro es que tanto durante los años de libre mercado como de intervención estatal, los productores se veían obligados a vender su producción al puesto impuesto por quienes gozaban del monopolio de la comercialización, ya sea almaceneros y acopiadores o bien el estado” 9 Almacén de Ramos generales en Capitán Bermúdez. Capitán Bermúdez, cobijo aquellos Almacenes de Ramos Generales, puntales del surgimiento y desarrollo de los pueblos de la campaña santafesina; continuadores de las antiguas pulperías y forjadores de una impronta comercial sostenida en la palabra empeñada, en la libreta de fiado y en la confianza mutua. Hoy, solo perdura la memoria, viejas fotos, algunos recuerdos y edificios reconvertidos en supermercados. Pero también subsiste este escrito, incompleto y sencillo, que busca invitar a recordar, aquellos tiempos de pantalones cortos, bolsas de mandado y compras a granel, cuando las madres mandaban a sus hijos, con las monedas justas, a desafiar esos altos mostradores para comprar fideos, pan, vino o otros enseres cotidianos. 8
Abundan ejemplos en numerosas localidades del sur santafesino, sur de Córdoba y norte de Santa Fe, en el cual familias de inmigrantes recién arribados al país, instalan un almacén de campaña , que a medida que progresa y se convierte en rueda de auxilio del productor agrario, anexará como actividad económica el acopio de cereales, con instalaciones para ese fin (silos, etc.) 9 Tumini Evangelina “ Acopio de cereal y almacenes de ramos generales en el sur de Santa Fe (1880-1970) racionalidad empresaria y configuración del mercado regional en II jornadas “Investigaciones en la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas. Noviembre de 2007.
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Al igual que en muchos sitios de la provincia, el tendido de vías férreas, la construcción de una estación de trenes, permitirá el arribo de nuevos pobladores a estos parajes, estimulará el asentamiento de los mismos en espacios linderos con la estación y significará un estimulo, más que importante, a la incipiente vida comercial y productiva que comienza a surgir. No en vano la construcción, en 1892, de las estaciones del ferrocarril Fives Lille 10 tanto en Puerto Borghi como en Juan Ortiz significará la pronta radicación de estos Almacenes en los antiguos parajes del Espinillo y Los Paraísos. Hasta ese entonces, el abastecimiento de la población rural dispersa era satisfecho en parte, por las vituallas que podían adquirirse en la posta de Vicente Silva, a la vera del camino nuevo a San Lorenzo (hoy ruta 11), en el boliche conocido como “de La media legua”11 o en el Almacén de Ramos Generales “La Española”, primero en su tipo en San Lorenzo, propiedad de Nicolás Landetta y que funcionaba en la esquina de las actuales calles Moreno y Av. San Martín.12 Pero será recién en 1909, con el arribo al entonces paraje El Espinillo, estación Juan Ortiz, del matrimonio italiano conformado por José Gorini y Carolina Ternardi, que este incipiente villorrio contará con su primer Almacén de Ramos Generales, el cual llevará por nombre “20 de Septiembre” y estará ubicado en la intersección de las calles Pellegrini y Av. San Lorenzo ALMACÉN “20 DE SEPTIEMBRE” La historia de este almacén, es antes que nada un relato de inmigrantes italianos, con trazos de penurias, bagajes de ilusiones, carencia de recursos, portadores de travesías, impregnados de tristes partidas y esperanzadores arribos. Una tierra, un idioma, una historia quedaba atrás; un futuro, un sitio nuevo, un renacer se vislumbraba en el horizonte. El iniciador de esta crónica, llevo por nombre José Gorini y vino a este mundo un 30 de abril de 1877 en la comuna de Sommo, provincia de Pavia, en la Lombardia Italiana 13. Sus padres fueron Luis Gorini y Raquel Corvi, Carlos, Rosa y Elisa fueron sus hermanos. Junto con sus padres y con tan solo 19 años de edad arriba a la Argentina, el comienzo del nuevo siglo lo encontrará en la zona rural de San Nicolás de los Arroyos, realizando tareas rurales.
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Compañía francesa de ferrocarriles que tenderá las vías entre Rosario y Santa Fe, luego pasará a denominarse Compañía santafesina de trenes y tras la nacionalización en 1946 recibirá el nombre de Ferrocarril Belgrano. 11 Se lo conocía con ese nombre, ya que estaba situada a media legua (2.5 km aprox.) de la colonia Ricardone y a media legua del pueblo Juan Ortiz, en la intersección de dos caminos rurales, perteneció a la familia Torelli y en la actualidad no quedan rastros del mismo. Detento gran importancia, mientras existió la Colonia Ortiz, nombre que se le otorgó a la zona rural resultante de la parcelación y loteo de la estancia Los Paraísos. En la actualidad supone un área que abarca los campos situados al oeste de la Autopista Brig E. López y al sur del núcleo urbano de Ricardone 12 Fundado en 1868, luego “le sucedieron Ramón Mérica, Pedro Hierro, Ramón Rodríguez y Juan P. Hierro y empezó a llamarse a partir del 1 de septiembre de 1925 Rodríguez, Hierro y Compañía, cerro sus actividades en el tardío año de 1962” extraído de Historia de San Lorenzo de Roberto I. Biraghi, pág. 351. Editorial Almafuerte. 1981. Debe agregarse que Amador Argumedo y Domitila Silva, quienes heredaron la Posta de Silva, también tuvieron un almacén de ramos Generales en la ciudad de San Lorenzo, en la casa conocida como la de Arcos, en las actuales Richieri y Av. San Martin. 13 Sommo, pequeña aldea italiana, situada a 80km al sur de Milan, cuenta actualmente con 1000 habitantes y al igual que la ciudad de Capitán Bermúdez, su santo patrono es San Roque.
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El 12 de abril de 1902 en la ciudad de Rosario, José contraerá enlace con Carolina Ternardi, de origen lombarda como él. Carolina había nacido el 2 de febrero de 1882 en Bozzolo, provincia de Mantua.14 Hija de José Ternardi y Catalina Conti, con tan solo 13 años y en compañía de su madre, una tía y sus hermanos Josefa, Adela y Batista, dejaran su tierra natal para emprender un largo y tortuoso viaje a América. Los escasos recursos con los que contaban solo le permitieron llegar en barco hasta Santa Catalina en Brasil, luego en un tren de carga arribaran a la Argentina, con una primera parada en Mendoza para desempeñarse en la vendimia y luego llegaran a Rosario, para desempeñarse como arrendatarios rurales. El joven matrimonio, tras trabajar arduamente y sin suerte como jornaleros rurales, recibe el ofrecimiento de Enrique Manfredini (casado con la hermana de Carolina) para trasladarse a un campo cercano en calidad de arrendatarios o bien instalar un almacén de ramos generales en un local que este poseía en la zona conocida como Paraje El Espinillo, estación Juan Ortiz. Así fue que en 1909, José y Carolina, junto con sus cuatro hijos Antonio, Adelaida, Enrique y Carlos establecen un Almacén de Ramos Generales con el nombre de “20 de septiembre” en la intersección de Av. San Lorenzo y Pellegrini, en el actual barrio de Villa El Prado15, Un comercio que pronto, se convirtió junto a la estación del ferrocarril, en el centro de la vida social de la novel población. Fue despacho de bebidas, escenario de bailes y reuniones. Mabel Gorini, nieta de José, en un trabajo aún no publicado, rescata los relatos familiares sobre aquellas tertulias: “cuenta mi padre que los días jueves, sábados y domingos funcionaba allí un salón de baile donde concurrían los jóvenes de las localidades cercanas y la zona rural. A las doce de la noche se les servía chocolate con vainilla a las mujeres, al tiempo que los hombres bebían cerveza, vino, caña o ginebra” luego agrega “los carnavales eran otro motivo de gran festejo, se bailaba al son de una gran pianola, a la cual tras introducir una moneda y elegir la pieza se le daba cuerda, permitiendo de ese modo que los acordes llenaran el ambiente”. Una postal característica, de aquellas noches, eran los caballos, sulkis y carros apostados fuera del negocio, a la vera del polvoriento camino de tierra, que era la actual avenida San Lorenzo, antes de ser pavimentada. En 1928 al tiempo que formalmente nacía el pueblo de Juan Ortiz, la familia Gorini traslada su comercio a un terreno próximo a la estación del ferrocarril, el almacén de la antigua esquina del 20
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Bozzolo, pequeña aldea de la provincia de Mantua, cuanta con 4000 habitantes y un vasto patrimonio renacentista con palacios del siglo XVII. 15 José y Carolina tuvieron 11 hijos: Antonio Vicente (nació en Rosario en 19 de julio de 1903), Adelaida Maria (20de abril de 1905 en Rosario), Enrique Pablo (2 de noviembre de 1906 en Rosario), Carlos (6 de junio de 1908 en Rosario), Anita María (1 de diciembre de 1910, nacida en Juan Ortiz registrado en San Lorenzo), Lucia Raquel (13 de diciembre de 1912), José Pablo, (27 de enero de 1914, falleció trágicamente en marzo de 1934, con 20 años), Alberto José (12 de octubre de 1916); Elena Pascualina (19 de abril de 1919), Prima Adelaida y Segunda Ana Gorini (25 de noviembre de 1922, únicas hijas del matrimonio que aún viven)
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en Villa el Prado, quedaría bajo la propiedad de Augusto Badalotti inicialmente y luego pasaría a manos de la familia Alsina16. La nueva ubicación mucho más amplia y cómoda, ocupaba la ochava de Mendoza (actual Presidente Perón) y camino nuevo a San Lorenzo (ruta nacional 11, actual Av. San Lorenzo) hasta casi la mitad de la cuadra. El frente del inmueble, sobre Av. San Lorenzo era ocupado por el almacén, con sus paredes cubiertas de altas estanterías y sólidos mostradores de madera, contaba con un deposito de mercaderías y un amplio sótano para cobijar las bordelesas de vino. Lindando con el negocio, se encontraba la vivienda familiar, con un amplio comedor, dos habitaciones y un altillo donde tenían su dormitorio los varones. Una galería cubierta, tapizada por una parra de cuyas uvas se elaboraba vino casero, unía la casa con la cocina, separado del resto se encontraban los sanitarios y rodeándolo todo, un patio amplio, generoso y arbolado, con portón de salida sobre calle Mendoza y con una edificación en los fondos de la propiedad, en la cual vivía la familia de Carolina (su madre y hermanos) Los Gorini cumplían con todos los requisitos que debían reunir un un almacén de ramos generales para ser considerado como tal. Además de alimentos, despachaban bebidas, vendían materiales de construcción y artículos para el campo (semillas, herramientas, etc.), elementos de bazar, ferretería, portaban el primer surtidor de combustible en la puerta de su negocio 17, vendían carbón y leña por el portón lateral de la vivienda, organizaban bailes y poseían el primer teléfono público de la por entonces estación Ortiz, era el “11 Sarratea”. La integración de los hijos varones adultos al negocio familiar, implicará la adquisición de un camión “Internacional” con el cual realizarán los repartos a domicilio. José Gorini, como muchos de aquellos primeros vecinos de Juan Ortiz, fue un activo miembro de la comunidad, participo en la concreción del edificio de la escuela primaria Nº 223, fue miembro de la comisión de fomento, promotor del cementerio local y de la concreción del edificio comunal. Dejemos que Mabel Gorini nos trace algunas pinceladas de su abuelo “fue respetado y querido, ayudaba a quienes no tenían dinero para poder pagar sus deudas, esperaba a que se levantará la cosecha para cobrar lo adeudado, suministro los materiales necesarios para construir hogares o sembrar parcelas con la única garantía de la palabra dada”. La muerte trocará su vida, a los 74 años un 24 de septiembre de 1951, Carolina lo sobrevivirá varios años más, falleciendo el 16 de junio de 1965 a la edad de 83 años. En 1951 con la muerte de José Gorini, el negocio pasa definitivamente a manos de Antonio, su hijo mayor y Alberto, denominándose Gorini Hnos., dificultades sucesorias familiares, forzaran la 16
A fines de la década del 70, la edificación será demolida, convirtiéndose en un terreno baldío hasta albergar en la actualidad un negocio de ventas de automóviles 17 Según relataban Prima y Segunda Gorini, los celebres mafiosos rosarinos Juan Galiffi (Chicho Grande) y Francisco Morrone (chicho chico) escapando de una persecución policial tomaron por asalto el surtidor de combustible obligando a que se les suministre el combustible para continuar su huida hacia la localidad de Serodino.
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venta del inmueble de calle Mendoza y San Lorenzo, trasladándose el almacén al solar de Av. San Lorenzo 575. Tiempo después, los hermanos se separan, Antonio continuará con el bazar y la ferretería, mientras que Alberto seguirá adelante con la venta de comestibles, zapatillería y perfumería. El almacén de Ramos Generales definitivamente queda atrás, un nuevo periodo en el emprendimiento familiar se inicia, del cual sobrevivirá hasta hoy, lo relacionado con el bazar y la ferretería quedando en el camino los otros rubros. Antonio será sucedido por su hijo Oscar, quién junto a su esposa Gladys Tombolini, aún continúan al frente del negocio. En los años 80 y con la irrupción de la cuarta generación encarnada en la persona de Oscar Gorini (h), los rubros de caza, pesca, camping y aire libre se sumaran al emprendimiento.
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