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Edificar a través de la dadivosidad

Edificar la fe a través de la dadivosidad

Através de la práctica del arte de la dadivosidad, podemos flexionar nuestros músculos espirituales. Podemos aprender lo que significa entregarnos completa y totalmente. A través de la dadivosidad, podemos edificar nuestra fe.

Principio #1 – Mi dinero no es mi dinero

La Biblia hace algunas declaraciones muy claras acerca de las posesiones materiales. Esencialmente, todo se reduce a un hecho sencillo: Dios creó el universo y todo en el mismo es suyo, incluyendo tu casa, tu automóvil y tu cuenta bancaria.

«Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras» (Santiago 1:17).* «Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo» (1 Crónicas 29:11, cursiva agregada).

Principio #2 – Dios pide una porción de vuelta

Una vez que hemos decidido que todo lo que poseemos pertenece a Dios, es una progresión natural querer devolver algo. A través del diezmo, podemos comenzar a actuar en relación con la gratitud y la acción de gracias que sentimos.

Diezmar es devolver al Señor una décima parte de nuestros ingresos. En los tiempos bíblicos, cuando los ingresos se derivaban principalmente de los cultivos, el diezmo se pagaba con productos. En el equivalente de hoy, el diezmo es una décima parte del dinero que ganamos. La Biblia lo pone muy claro. «Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas» (Proverbios 3:9).

Principio #3 – Actitud vs cantidad

Las Escrituras registran la conmovedora historia de la viuda y sus dos moneditas (Marcos 12:42). Jesús, sentado en el patio del templo, obviamente fue tocado por la ofrenda de esa mujer. Claramente no tenía nada que ver con la cantidad que dio. Dio dos monedas de cobre, una cantidad pequeña e insignificante que habría sido superada por cientos de otras ese día. Ella no recibiría una mención especial en el boletín del templo agradeciéndole por su generosidad. Y realmente, ¿qué diferencia hicieron sus centavos? Aparentemente, mucho. Siglos después, todavía estamos aprendiendo del acto fiel de esa mujer. La cantidad es irrelevante. La actitud es lo que importa.

Principio # 4 - Ofrendas: Usar el dinero para el bien

Si bien el diezmo es importante y una actitud correcta es esencial, no es la suma total de lo que Dios espera de un cristiano. En la Biblia, leemos que la gente llevaba ofrendas a Dios. Algunas de las ofrendas eran ofrendas de expiación en el sistema de sacrificios; sin embargo, otras eran ofrendas de alegría y acción de gracias por las bendiciones otorgadas por el Señor. De hecho, la viuda estaba con toda probabilidad trayendo lo que podría llamarse una ofrenda «voluntaria» al templo. Es la práctica de la iglesia recolectar ofrendas como parte de su servicio de adoración para ayudar en su labor. Este principio bíblico sigue siendo significativo.

«El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya» (1 Corintios 16:2).

«La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo» (Santiago 1:27).

Principio #5 – ¿Cuánto?

En el corazón del asunto está la pregunta subyacente «¿cuánto?» ¿Cuánto debe dar un creyente a la iglesia? Tal vez el mejor principio se puede encontrar una vez más en la Biblia. «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría» (2 Corintios 9:7).

Está claro que la decisión de cuánto dar es una que se hace en el corazón de cada uno y que la postura del corazón es lo que cuenta. Una vez más, la cantidad es secundaria a la actitud.

«No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6:19-21). ¿Dónde has guardado tu tesoro?

*Todas las citas de las escrituras son de la Nueva Versión Internacional.

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PERIODICALS

«Los dones han sido conferidos a la iglesia y no a una familia».

LEWIS CHRISTIAN, PRESIDENTE DE LA DIVISIÓN EUROPEA, 1934 Durante casi 15 años, Elmshaven (la foto arriba), el hogar en California de Ellen White, fue el centro de desarrollo de la iglesia adventista en la costa oeste. Después, en julio de 1915, su voz se quedó en silencio. Qué hacer con sus escritos se convirtió en un problema enormemente complicado para la iglesia. En 1937, la colección literaria finalmente se trasladó a Washington, DC, pero el viaje no se emprendió fácilmente. El camino de Elmshaven a la costa este fue largo y sinuoso, y a veces el camino fue bastante escabroso. La década de 1930 fue testigo de un conflicto significativo dentro del liderazgo de la iglesia sobre el contenido de las bóvedas del White Estate y qué hacer con él. El debate a veces fue doloroso e incómodo. Pero finalmente todos estuvieron de acuerdo en que el residuo del don de profecía no pertenecía solo a una familia. El recurso espiritual residente en la colección de escritos de Ellen White pertenecía de una manera especial a toda la iglesia. En La contienda por el legado profético el Dr. Gil Valentine relata la intrigante historia del conflicto y una consciencia teológica madura que condujo gradualmente al desarrollo de nuevos arreglos estructurales para el White Estate, asegurando que los escritos de Ellen White continuasen siendo una bendición para la iglesia.

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