Fotografía primera

La fotografía primera.

Parece ser, el saber que se busca. En un sentido radical de esta expresión, la fotografía primera parece ser “lo buscado”, y además, lo buscado mediante un “tanteo”. Desde el primitivo sentido, puramente clasificador de la metafísica, la fotografía primera busca el “saber” que pretende penetrar en lo que está situado más allá, detrás del ser físico en cuanto tal. Remite al afán de trascender lo dado, lo obvio, lo convencional. Intenta ocuparse de la fotografía como fotografía (la fotografía en tanto que fotografía y lo que le pertenece), de sus determinaciones, principios, etc.

Ocuparnos de “lo que es” la fotografía y en el orden de su conocimiento. La estructura del término pretende indicar que el objeto de la fotografía primera es “algo” que se halla más allá del ser físico, si lo que se halla más allá del ser físico nos es inteligible, entonces la metafísica será la reflexión (mediante el “tanteo”) de lo nouménico, la fotografía en sí, desde la mayor abstracción subjetiva posible, en cuanto encierra no sólo la suma de sus partes substanciales y accidentales, sino que también comprende sus fluctuaciones. La zona de encuentro (y desencuentro) entre lo ordinario y lo extraordinario; subraya la tensión entre los opuestos. Palpa el temblor de la conciencia ante su propio misterio. Nos libera de la parte que trata la técnica-mecánica, que es física, aquella física como la considera Bacon, ciencia de las causas materiales y eficientes, es decir una fotografía segunda, más inclinada a edificar reflexiones inertes y perderse en el intento de dominar los entes, a través de engranajes, que a examinar los supuestos e implicaciones de los conceptos usados. Considerar la palabra metafísica como algo que está adherido a la vida misma, y se manifiesta por una actividad orgánico-espiritual en procura de dirigirse a “algo” más allá, ese punto donde la fotografía y la nada confluyen.