recorrido por los pensamientos de una mente caótica-Cuento Corto-UNAH

Page 1

RECORRIDO POR LOS PENSAMIENTOS DE UNA MENTE CAÓTICA Analía Velmop Y allí estaba de pie frente al mapa, que contenía una nota indicando "usted está aquí” —sí, era consciente de mi ubicación física— mi mente vagaba entre espirales de pensamientos dispersos, observaba personas transitar de prisa y yo no compaginaba en esa muchedumbre todos inmersos en alguna clase de sistema que no comprendía —quizá con el tiempo lo descubriría—, por ahora avanzaba lentamente mezclándome con toda clase de personajes, me detuve por un instante frente al edificio con forma alabeada que me recuerda a una galleta de la fortuna, salían de él jóvenes con sus trajes azules, largos, solemnes, son fáciles de distinguir entre los aprendices sus rostros sin miedo a los retos abismales que la sociedad les plantea, parecen capaces de todo, tienen aspecto de haber estado en un campo de batalla, sin embargo todo aquí parece tan tétrico que he dudado muchas veces en cruzar ese gigantesco arco del triunfo con tintes de brutalismo y huir —¿A dónde?, no lo sé—, quizá a refugiarme de la velocidad o de lo impasible que todos se muestran exigiendo perfección y pierdo los ánimos de seguir, siento como si los minutos pasaran tan rápido que transmutan en años, como si mi columna cargara con tantas décadas como para declararme patrimonio de la ciudad, todo para terminar decidiendo que es de cobardes abandonar mis anhelos, sin embargo he fallado reiteradas veces he estado al borde del desquicio, en las noches con torres de libros a mi alrededor y yo soy un ser minúsculo como una hormiga en una metrópolis, pero he recorrido todos y cada uno de los rincones de esos libros, termino en absortes como una polilla volando hacia el fuego, pensando que he encontrado la salida a este túnel y la verdad es que este laberinto es tan complejo que me lleva por caminos lúgubres y tornasoles, desde que llegue aquí mi vida ha dado giros en todo tipo de direcciones, como si caminara dentro de un caleidoscopio, pero siento que de eso ha pasado ya mucho tiempo o he perdido la noción de mí propio ser, aquí sigo y el paisaje ha cambiado un poco, he estado durante los inviernos donde las parejas caminan tomadas de la mano con el romanticismo melancólico que simulan los colores fríos, he permanecido durante los resecos veranos que apenas dejan ver las pocas flores que sobreviven, he caminado por senderos intransitados, he obtenido vejez prematura al pasar y sentirme en la obligación de analizar mi entorno, qué sucedería si todo fuese al contrario, y si el sistema cambiase súbitamente, no entiendo eso a lo que llaman destino, en dado caso yo escribiría el mío, he vagado por cada rincón de esta ciudad, y he conocido cada


personaje unos me han dejado mejores recuerdos que otros, pero como toda cicatriz que cuenta una historia en silencio algunas es mejor obviarlas y seguir caminando sin mirar atrás, allí me sumí en la parafernalia con que se tratan todos los actos aquí —busco tiempo, es lo que más deseo—, sin darme cuenta he dejado de poseer mis días, me regalo minutos como caridad para mis asuntos porque mi agenda ha sido decidida por abstracciones en forma de porcentajes, y así sigo mi rumbo creo que todos los edificios aquí me observan, lo siento cuando camino entre ellos, todos parecen hermanos tienen algo que los unifica, aun intento decodificarlos cada vez que paso frente alguno de sus murales percibo un dejavu, del cual todos los días encuentro una forma nueva de interpretar, las máscaras que evocan un teatro en la pared blanca me recuerdan a mis catedráticos, ellos son el público y nosotros los perpetradores, de algún modo ambas partes disfrutamos en este escenario, cada una a su manera, somos como mariposas en una selva de concreto todos luchamos por sobrevivir a cualquier precio, sin embargo algunos somos como Chance en Desde el Jardín hemos llegado a un mundo desconocido nos abrieron las puertas a un torrente de conocimiento al parecer inagotable de alguna forma parecen existir leyes invisibles que nos rigen y dictan que para obtener ese conocimiento debemos transfigurar en seres fantasmáticos que caminan en modo automático cumpliendo órdenes como robots, en la obscuridad de él edificio raquítico el silencio es traducido a quietud, y el ambiente se torna perfecto para aquellos que desean soledad para ensimismarse en sus asuntos, quizás lo único que me asusta son sus grietas que me permiten ver de un salón al otro en la penumbra y con el frio suelo como sofá hay decenas de jóvenes como yo que deben estar narrando su historia, aclamando alguna deidad para salir con vida de este limbo onírico, el incesante tic tac del reloj es lo único que me trae de vuelta de mi mundo surreal donde ninguna de estas cosas que persigo tiene valor, en las entrañas de él gemelo operado del edificio raquítico con su escabrosa columna de acero por la cual subimos, en su cúspide alberga una incesante melodía capaz de calmar a cualquier fiera, es para mí una canción de cuna entre toda esta confusión, desde cualquier salón se escucha su eco susurrando lo que posiblemente son gritos mudos de sentimientos reprimidos que solo Clementina Suarez podría describir en su poema rebeldía con esas notas musicales que en la sonata se apaciguan por la interpretación que los vocalistas entonan de forma opuesta, ella declamando así: “No importa que pretendan negar la luz de mi destino, que rompan despiadadamente el encaje del sueño, que destruyan el azogue de mi espejo, que me sumerjan en la noche sin adioses, que con saña me nieguen


el pan, la sal y el agua. No esperen que por ello me doble dócilmente, aunque la carne sea siempre la carne mis entrañas ya casi son de acero”. Mi alma intransitable me permite colocar un pie frente al otro como autómata, fluyo en la dirección hacia la cual todos caminamos frente al pretencioso edificio solitario con esa plaza y ese parque —como invitándome a quedarme—, todos parecen felices y cómodos allí, es decir lucen como alguna colección de muñecos en trajes costosos y maniquíes en vitrinas, ni un cabello fuera de su lugar parecen haber estandarizado un estilo para que los demás apreciemos adonde pertenecen, recuerdo que una tarde me senté en esa plaza a leer mientras esperaba por alguien, los minutos fueron eternos cuando un libro llegaba a mis manos debía consumirlo hasta la última palabra, a falta de algún don camaleónico para encajar en cualquier lugar debía refugiarme en esas pilas de papel impreso —para mí sinónimo de placer—… pagina 23 Réquiem para dos extraños de Nery A. Gaitán, “Mi humanidad solo era un maderamen carcomido a punto de derrumbarse…” —interrupción abrupta, prefería la compañía de mi libro pero había esperado tanto que ya me sentía parte del paisaje—, intercambiamos palabras una vez terminado el asunto cada quien emprendió marcha en dirección opuesta, no sé porque ya no podía permanecer allí se había ido la magia, debía buscar un lugar donde seguir degustando mi lectura, había un edificio más alejado aún, también pretencioso pero de este salían más hombres que mujeres todos con apariencia de profesar intelecto y perfección, vaya que me asustaba recorrer el largo estacionamiento para subir a la torre luctuosa que lucía como si se alimentase de sueños, la dualidad entre el bullicio y el mutismo de algunos me dejaba renuente, comenzó en un espacio totalmente blanco impasible, a medida subía entre cada nivel se marcaba una línea invisible como una frontera entre un país y otro al igual que sus habitantes en la cumbre encontré a los objetos de mi admiración era como un museo al mismo tiempo un bosque lleno de criaturas creando coloridas estructuras, camine entre ellos sin que me notaran me di cuenta que me dispersaba entre tanto artilugio, era algo así como un cuento de hadas con toda clase de castillitos pequeños donde debían de vivir los personajes de mis libros y lo eran, de papel pero eran esos edificios. “…Y abandonó la estancia donde habíamos representado el grotesco ensayo del deseo. La próxima vez, repetí en tono sombrío; sabiendo que el único lecho que me aguardaba, era el de la última y definitiva soledad.”


Ese párrafo me remontaba a este punto donde me detuve a contemplar un edificio incrustado cínicamente entre mi línea visual como obligándome a prestarle atención, más hombres de vestimentas costosas y un libro negro en sus manos, yo lo percibí como las leyes que regían su conciencia, reunidos en pequeños grupos conspirando en su forma de hablar ambigua que no entendía, era algo como una logia con un conocimiento superior, sí, se lo dejaría al cosmos, algún día se revelaría todo lo que necesito saber, por ahora me aproximaba a mi refugio, donde se leía: “Destruyeron cuidadosamente mi patria y escribieron su nombre en libros secretos.” Roberto Sosa. Esa frase me podría mantener pensando días completos, la leía con diferentes entonaciones, cuando estaba a solas la repetía cuestionándome, — ¿Mi patria?— al fondo en lo que percibía como mi fuerte, ningún problema entraba de la puerta hacia adentro, el mostrador y la persona que me atendía como de costumbre, supongo que era la única a la que me obligaba a darle una sonrisa, pero no cualquiera, era como diciéndole: no se aburra de verme aquí, quería obligarle a que entendiera que este lugar era confortable para mí, me sentía como infante en la dulcería, ¡Ah! Podía saborear detrás en todos esos estantes, libros esperando por mí, solo debía decidir cuál quería, eso dependía de que animo me sentía, los comentarios acerca de este, alguno en específico los obligatorios en cada clase, colecciones enteras de todo tipo, aprovechable, yo quería ser como una enciclopedia saber de todo un poco. La persona en el mostrador sabe mi rutina, habitualmente saludo por inercia, digito en el ordenador quien es el autor, título de la obra y ¡Voilà!, anoto el código, casi nunca hay contratiempos, me lo puedo quedar algún periodo, y luego regresar, por otro. —Buenos días… tecleo, Franz Kafka, Metamorfosis. —Ejecutamos la misma rutina, le facilito el código, espero el libro— Ubico un espacio libre, y dispongo mi adquisición sobre este. —Bueno— pensó—; ¿Qué pasaría si yo siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas las fantasías? Más era esto algo de todo punto irrealizable, porque Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho… Suena mi teléfono móvil —Hola, buenos días, —Sí, lo olvide, —llegaré en unos minutos, — estoy cerca. Veo en la pantalla de mi teléfono 11:55 am ¡Ah! Ya es hora, debo apresurarme o llegare tarde, parece que tener prisa no era un enigma. Siempre es cuestión de tiempo.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.