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La vida al servicio de otros

Martha Serena es coordinadora en los Centros de Referencia para el Envejecimiento Activo (CREA) de Fundación Astur, y docente en los cursos de atención a la dependencia. Viaja todos los días cuatro horas de Florida a Montevideo, para atender las necesidades de los más vulnerables y, especialmente, para pasar tiempo con ellos.

Sus jornadas de trabajo más largas comienzan a las 5:00 AM. Sale 6:30 desde Florida, donde reside, hacia Montevideo, y llega nuevamente a su casa a las 8:00 de la noche.

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Martha estudió enfermería y ejerció durante 35 años la profesión. En la década del 2000 emigró a España donde su vocación de servicio por los adultos mayores la llevó a formarse como recreadora social de personas mayores y tallerista de estimulación cognitiva.

«Ellos mismos nos cuentan que a veces van al médico para estar en la sala de espera y conversar con la gente, porque hay días que no tienen con quien conversar», relata.

Martha tiene 72 años y, por lo tanto, como ella misma dice, también forma parte del «grupo de las personas mayores». Pero al estar física y cognitivamente saludable, siente que puede aportar para brindarles una mejor calidad de vida a quienes se encuentran en situación más desfavorable.

«Siempre tuve una empatía especial por las personas mayores, me interesa escucharlas, siempre las vi muy vulnerables», expresa.

Por esa misma razón es que cuando volvió de España en 2009, comenzó a buscar trabajos vinculados a los adultos mayores. Fue así que estuvo dando talleres de recreación y estimulación cognitiva a través del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en varias localidades: Durazno, Sarandí del Yí, Villa del Carmen, y Florida.

En 2012 fue becada por la Fundación Astur para realizar el curso de «Formación de formadores de cuidadores de adultos mayores», curso en el que participaron docentes del Centro de Humanización de la Salud, Religiosos Camilos (España).

También hizo un diplomado de especialización en «Humanización de la salud y de la intervención social».

«A partir de ahí no me separé más de la Fundación, llevo 12 años trabajando como docente en los cursos de atención a la dependencia», relata.

Los Centros CREA buscan promover la calidad de vida de las personas mayores, a través de un programa integral de envejecimiento activo con alcance individual, familiar y comunitario.

En este sentido ofrecen actividades en diferentes áreas de interés: sociales y culturales, ejercicios físicos y cognitivos, interacción con la comunidad, viajes cortos de turismo y talleres específicos (como por ejemplo, de prevención de caídas y accidentes domésticos).

Hasta 2021 funcionaron dos Centros CREA, uno en el Reducto y otro en Belvedere, donde las personas del barrio se anotaban y hacían las actividades que eran de su interés.

Actualmente está en funcionamiento un CREA en los Complejos Habitacionales del Banco de Previsión Social (BPS), ubicados en la calle Mariano Sagasta casi Santa Lucía.

A diferencia de los CREA de Belvedere y Reducto, donde las personas se acercaban al lugar para participar de las propuestas, en este caso se trabaja dentro de la misma comunidad.

«Estamos dentro de dos complejos con gente muy mayor, algunas personas de más de 90 años, muy necesitada de actividades porque no se pueden movilizar. Le ponen muchas ganas a todo, son un ejemplo», manifiesta Martha.

«A la gente que está en su casa, que no puede moverse, que está sola, que no tiene compañía le hace mucho bien conversar con pares que tienen las mismas preocupaciones, las mismas tristezas», reflexiona.

Según su opinión, «Centros CREA tendría que haber en todos los barrios, en el interior profundo, allí hay mucha gente mayor que no tiene la posibilidad, la gran mayoría, de ir a clubes y pagar una cuota».

En este sentido aclara que «se pueden formar Centros CREA en cualquier lugar del país, teniendo una infraestructura adecuada para personas mayores».

Energía vital y cable a tierra

Además del tiempo que le insume su trabajo en el Centro CREA, Martha se deja espacio para estar con su familia. En Florida, con su compañero, tiene dos hijos, seis nietos y un bisnieto. Los domingos cuando van de visita llegan a ser 18 personas.

«Mi familia es mi cable a tierra, me hacen sentir viva», dice.

Una de las cosas que más le gusta hacer, es cocinar, más lo salado que lo dulce, y algo que dicen le queda muy bien es la lasaña.

«Imaginate, cada vez que viene mi familia son 160, 170 empanadas, pero todos me ayudan», comenta.

Otra de las cosas que quiso hacer durante toda su vida fue aprender a pintar al óleo, y este año finalmente comenzó a estudiar.

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