La septima vida del gato

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Pepe B. ...2...3...5...6...7 Piel de Chocolate...8 fidel cruz...9 laura...15 MALDITA PAKI...17 ARMANDO...17 Laura Merchán Sánchez...20 GARABATO (diagramación)

La séptima vida del gato



Es un placer presentar este primer número de la revista (La séptima vida del gato) Hemos decidido embarcarnos en esta aventura que supone el acto de escribir, especialmente como potencia creadora. Quienes escribimos en esta ocasión llegamos aquí por diversos motivos, para algunos supone un ejercicio de catarsis, desintoxicación, quizás de experimentación; para otros será seguir su vocación, su amor a las letras o porque no hay nada más que hacer. Sea cual sea el motivo para escribir, reunirnos en torno a nuestros motivos particulares, no es más que una excusa para poder compartir-nos y leer-nos y releer-nos en un mundo que ha devenido en división, aislamiento, sordera y ritmos de vida autistas y autómatas. Romper lo monótono vestido de variedad del siglo XXI, entregarnos a la acción, sin bien ni mal, expulsar las culpas o incitarlas, poder amar, odiar, ser humanos o menos humanos, es lo que encontrará el lector en estas páginas. La añoranza de una tierra prometida ya no tiene sentido para nosotros, siempre preferimos morder la manzana de nuevo, finalmente todas las tierras prometidas han sido un fracaso. El santo Grial de la escritura en estado puro, no nos desvela, los genios los preferimos dentro de las botellas, pues reconocemos genio a aquel que se dedica a vivir.

No queda más que decir, excepto bienvenidos...

LA MEMORIA Olvido lo que no debería: Tus ojos secos, pues implícitos hay gritos… …dolores, vivos sin vida. ¡Oh, malolientes reporteros! Olvido lo que no debería, porque tus morbosos informes reducen las lágrimas y el recuerdo es menos claro. Y aun así, no puede huir de la memoria la piel calcinada de esta casta color tierra. Intratable es la fuga de tanta imagen injusta, de incontables actos indignos, de una realidad impuesta y mezquina… … candidata a derrocarse. Toda esta sangre no puede ser un barquito de papel que el infante luego desconoció… …cuando más no lo vio. Toda esta sangre, es una inmensa roca cubierta de ese moho verde oliva. Roca pesada, represiva, y atravesada… … en el río de nuestra historia.

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Pepe B.


Cosas para hacer al llegar: 1- (Al bajarse del avión) Jugar a sentirse extranjero explorador que baja de la embarcación mirándolo todo con un brillo de encontrar un nuevo mundo. 2- (Al ir en el bus o taxi) mirar por el cristal-vórtice del vehículo sintiendo cosquillas en las manos y el vientre al saber que se está a unas escasas cuadras de lugares tan hermosos y únicos, (siempre aferrados a los días de más brillo en la mirada, a las horas después del colegio, etc.) 3- (Al asistir a eventos de bienvenida) No ahorrar ni un solo beso ni abrazo para los que más te esperaban. Míralos [en especial a los que tu más quieres] directamente a los ojos y mucho antes que se desborden los tuyos con agua saláa, sonríes y los aprietas como puedas.…

Instrucciones de regreso Sugerencia para una amiga que estaba en España Puedes hacer un redescubrimiento de América, ¿sabes? Sin patrocinio de la corona española o algún conglomerado internacional de fríos Estados, te resta subir a cualquier pájaro de hierro, y dar media vuelta, no sin antes alistar toda memoria (aunque queden los ojos, labios, voces, y brazos que quisieras expropiar de la Ibérica), no sin antes haber dejado una parte de tu sombra en las plazas, calles, terrazas y demás locaciones de mérito nostalgico-romantico ya aposados en tus humos nmemisticos. Antes de volar, los expertos en partidas y regresos no prometidos, recomiendan, ceder a una hora de total silencio sobre la cama (que tantas veces te sacó del mundo), contar sonrisas como ovejas para dormir, y luego cuando solo queden las maletas hechas cerca a la puerta y las paredes vayan diciendo adiós, quedarse 5 minutos a la ventana y eternizar tantas cavilaciones ya vividas y fabricadas al frente de ese cristal-vórtice como se pueda. Si es posible y la suscrita lo desea, la noche anterior al retorno que sea particularmente agendada con música, amigos, tazas de café, y toda actividad física adicional que reporte un alto gasto de energía.

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Peticiones, saludos o (re)encuentros. Marque ______ o escriba a ________ Att:______

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Pepe B.


VIAJANTES SIN MOTOR

NOSTALGIA TRANSITADA

“Para esas figuras inquietas que ruedan y ruedan”

Grises ríos de embarcaciones humeantes cruzando a tantas almas al otro extremo de la rosa, que luego cuando la jornada se enluta y el oro cae a brillar sobre otros destinos, regresan ya de una triste victoria. Por los mismos senderos asfaltados, van los dueños de una vida expropiada soñando con un cristal por almohada. Roja luz, duerme sangre mía. Parpadeo ambarino. Rugen las naves que transportan tristezas.

Es en pedal a intervalo calmado o iracundo y esgrimiendo el aire que en comunión de rabia o de amor, van a pulso de muslo y de piñón. Cortando la noche van por ahí, otra aquella, otro aquel, que de barrotes y cadenas no hicieron cárcel ni condena. Son de odios y alegrías En dos ruedas lo que suena. Bocanada de aire, pulmones llenos de ensueño, avanzan por la calle con quien sabe que empeño. Transeúntes de toda suerte, menos de química combustión, es en pedal que laten los ardorosos de corazón.

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Pepe B.

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Pepe B.


ELLA VINO A MI, COMO YO GUAYABO A ELLA.

PRUEBA DE AMOR

Perspectivas Llegó sin ser invitada, tomo asiento sin preguntar siquiera, apenas un “hola” y se instaló por 5 meses, ni un día más, ni un día menos, ni una hora después, sin otro “hola” alguna vez. No era de belleza típica, y siempre intuí que por eso mismo, toda ella era una suerte que no se podía leer (Como cuando uno es curioso y abre la mitad de un libro, o cuando se es osado y ojea las palabras del final). Una adivinanza sonriente, dulce y sujeta siempre a la voluntad, así era ella. -Advertí entonces- que por lo suave de la boca, lo avinagrada y seca en su soñar, ya se había asentado en el hemisferio derecho para un nunca más, un nunca más de siempre recordar. Llegué apresurada como corriendo de nadie, más de mi temor que de peligro alguno. Se me pareció a alguien, uno que sabía no haber conocido antes, pero aun así le fui diciendo “hola”. 5 días exactos, sin una hora más, sin una hora menos, sin otra cosa adicional después de un “chao”, el único que hubo entre los dos. No era tan simpático, y por eso intuía que quizá era más honesto. Tanto lo era que parecía un libro al viento. Una copla bella, tímida, sencilla, e inconclusa para aceptar la soledad, así era él. - Advertí entonces- no quererlo soltar. Después de pintarle tres líneas en la espalda y otras tres cerca de su santo cuore, guardé los dos vestidos, me despedí sin ninguna promesa en el adiós, y cerré la puerta como si fuera un punto final. Es Abril, me duele la cabeza, y las náuseas me pronostican que siempre lo voy a recordar.

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Pepe B.

Amaba tanto a mi amado que le propiné una cortada, para descubrir su alma con que queda calma, para ver en lo profundo, tras un costillar nauseabundo, un corazón, moribundo. Amaba tanto a mi amado, que cuando murió en mis brazos ya tan desangrado, no se oyeron más mis pasos. ¡Oh! Qué sensible es el amor qué sensible fue mi amado ahora me invade el dolor. Con la daga entre mis manos pálidas y temblorosas, siento una sombra asechar ¿Será la muerte licenciosa O mi amado al despertar?

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Piel de Chocolate


Ganges I Comienza a opacarse el día en este pequeño pueblo olvidado de la misericordia de los hombres. Las motos pasan veloces de un lado a otro de la vía, dejando una polvareda a su paso mientras que los niños que juegan descalzos sobre esta, los insultan en una actitud natural y casi despreocupada. Doña Cleo, se apresura a hacer entrar a sus dos críos. Con sus ojos grandes y sus escleróticas blancas que contrastan con el color oscuro de su piel, vigila alerta el curso de las personas y las cosas a su alrededor. Les llama primero, con dulzura, pero al notar su indiferencia les arranca de sus juegos con un alarido impregnado más de miedo que de furia. Alex, el mayor, nota el tono alterado de la madre, se desentiende de la pelota, objeto de su diversión, y le reclama al menor por su desatención. “Wilmer, recoja el balón! Rápido! Vea que mi mamá se puso brava!” El pequeño, de ocho años, pero tan espigado que simula unos diez, se abalanza sobre el balón y se despide de sus amigos. Pronto, el mismo ritual es replicado por las madres de la cuadra, las cuales, como lobas aullando, convocan a sus hijos mientras estos, como cachorros, corren entre temerosos y juguetones a su lado. El flujo de gente en el pequeño pueblo de Socorro, pasa del bullicio al vacío total en menos de quince minutos. Las casas de un solo piso son el decorado común del pueblo, a excepción de la alcaldía, desolada hace ya varios meses, el hotel del pueblo y la iglesia, las construcciones más elevadas. A pesar de la calma, o mejor, a causa de ella, se puede escuchar aún algún que otro motorizado despistado que no recordó la sentencia. II 4 de Mayo de 2001 Son pasadas las doce. El pueblo está en un silencio oscuro, temeroso. Se

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siente el palpitar del corazón en el pecho, mientras que la tensión va en aumento. Una brisa fría recorre las calles del pueblo bajando desde la cordillera. Es como si el pueblo mismo exhalara después de haber contenido largamente la respiración. Un murmullo de botas se escucha a lo lejos, como el repiquetear de una llave abierta. El ruido seco se hace más intenso al pasar los minutos mientras se empieza a acompañar de órdenes entre voces apagadas. Primero una ráfaga, corta, rápida, atraviesa como un puñal el silencio entumecido de la noche. Abre en dos las posibilidades de la muerte. Una segunda, más larga y contundente empieza una cadena de destellos que atraviesan de lado a lado el pueblo. Empiezan los gritos, la algarabía, los hijueputazos. No han pasado más de diez minutos cuando suena la primera explosión. Una pipeta ha caído, resuena cerca. Los muros de ladrillo cocido se estremecen mientras las tejas de zinc rugen sobre sus cabezas. Todo es tan presente, tan inmediato. El tiempo pasa como la metralla por sobre sus cabezas. No ha quedado más remedio que esconder a los niños debajo de las camas, improvisado fortín mientras que Cleotilde se esconde bajo la mesa. Una segunda explosión sacude el pueblo, cerca de la iglesia. Esta, otrora refugio infranqueable, ya no es suficiente para protegernos de la ira del hombre. La casa de dios ha perdido el pulso frente a las balas y pipetas del hombre. El cura, hombre piadoso pero humanitario, fue exhibido públicamente días atrás en la plaza del pueblo, asido al árbol central, mientras su relleno decoraba los alrededores, como serpentina esparcida después del festín. Su sonrisa estaba artificialmente prolongada, dejando ver el contenido de su boca, de modo carnavalesco y horrible. El motivo, tener algo qué decir. La metralla cesa después de lo que parece una eternidad, sin embargo, no han pasado más de cinco minutos. Luego el silencio, luego el vacío. III Carlos había sido un joven destacado en la escuela. Si bien terminó la primaria ya en medianías de su adolescencia, destellos de inteligencia se despedían de sus ojos con una gran intensidad. Conoció a Cleotilde mientras trabajaba

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como ayudante de construcción, ella, mesera del restaurante de Socorro, le había impactado desde la primera vez que le sirvió a la mesa. Su matrimonio, celebrado a finales de Octubre de 1995, no reunió más que a la familia y un par de amigos. Dos gallinas representaron el festín mientras que la cerveza era la reina de la noche. Carlos combinaba su trabajo con el liderazgo comunitario, en especial desde la fatídica noche en que la creciente arrasara con las casas que estaban a la orilla de Río Palmares. Su rápida acción, junto con otros hombres del pueblo por auxiliar a las personas desfavorecidas, fue ampliamente reconocida en esos días aciagos y dolorosos. Desde entonces se volvió sujeto de consulta a la hora de tomar cualquier decisión en el pueblo. Gracias a sus propuestas, se construyó el primer parque para los niños y se mejoraron la plaza de mercado y el muelle. El comercio con pueblos cercanos aumentó y se proyectaba una salida terrestre a la ciudad. Con el crecimiento del pueblo, crecieron los problemas. Una tarde, a mediados de Junio de 1999, rayando la una, la actividad diaria de Socorro se vio paralizada por la llegada de una cortina de humo que se abría paso violentamente por la calle principal hasta llegar a la plaza. Tras esta, el caos irrumpía dejando paredes rayadas con su nombre, como testimonio de su poder, invisibilizando el poder ya establecido. La estación de policía que allí había, y que constaba de un par de agentes suficientes para asegurar el control de tan diminuto pueblo, fue atacada y en menos de dos horas de esta no quedaba nada. Los policías fueron ajusticiados como legitimación del nuevo orden. Se convocó a la comunidad y se les advirtió de las nuevas reglas de juego. Nadie podía estar en las calles después de la puesta del sol. Cualquier decisión debería ser consultada con cualquiera de los jefes. Cualquier intento de colaborar con los otros sería castigado ejemplarmente. Muchos de los que escuchaban ni idea tenían de quienes podrían ser esos otros de los cuales se les acusaba cómplices. Nadie dijo nada. A las siete ya todos estaban en sus casas. O al menos eso se creía. Al día siguiente fue notable la ausencia del Alcalde. Dijeron que había decidido marcharse por voluntad propia. Muchos esa noche nunca más se volvieron a ver. Dicen que se fueron por voluntad propia.

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El río Palmares prontamente dejó de ser frecuentado. Las mujeres lavanderas encontraban en su lecho lo que el río les devolvía. Como prendas que se les hubieran escapado llegaban los cuerpos, o partes de ellos, a sus manos. El río les devolvía lo que la violencia les quitaba. La gente del pueblo se mantuvo “tranquila”, hasta que lo indignante pasó. Marina, de trece años de edad, apareció muerta a las afueras del pueblo. Su cuerpo indicaba que había sido violada. Las mujeres del pueblo, atemorizadas, empezaron a temer por sus cuerpos y sus vidas. Las niñas no podían salir a la calle sin ser admiradas como trofeos por el nuevo orden. Cleotilde le cuestionaba a Carlos si no era preciso salir de este pueblo, ahora maldito, infecto por una plaga. Carlos, si bien consideraba la situación insoportable, no podía verse en un lugar que no fuera Socorro. Allí estaban sus raíces y todo lo que consideraba su mundo. Decidió que si no podía marcharse, debía procurar que su mundo fuera mejor, dejar la cobardía. Tranquilizó a su mujer con una mentira que ninguno de los dos creía, “Todo estará mejor, ya verás que sí”. Astutamente, Carlos empezó a generar cadenas de mensajes con sus vecinos y amigos más cercanos. No era preciso reunirse en un lugar, pues los ojos de ellos estaban posados sobre toda la vida del pueblo. Incluso el número posible de agregados se redujo, pues el miedo hacía que muchos no quisieran participar. Había que hacer algo. Esto no podía seguir así. El nuevo grupo comunitario, los agregados, empezó a ser los ojos paralelos de esos otros que eran inquisidores y omniscientes. Su misión, garantizar cierta tranquilidad a sus esposas y sus familias. Pero una noche Carlos no llegó. Ellos se dieron cuenta y entonces fueron otros diez los que tampoco lo hicieron esa noche. A la mañana siguiente el temor gobernaba a Socorro. Por altavoces fueron convocadas las personas a la plaza. Cuando esta estuvo llena, no hubo quien no se atreviera a ir, hicieron desfilar a los acusados. Se les leyeron los cargos. Desobediencia y apoyo a los otros. Después el tribunal dictó sentencia. Las balas de fusil atravesaron sus cuerpos y después, en presencia de todos, fueron desmembrados y puestos en una carreta. Se dejaron en la plaza. Pasaron tres días hasta que un grupo de madres, la mayoría entre los sesenta y setenta años, se atrevieron a abandonar su encierro y enterraron los cuerpos.

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Todo el mundo esperaba las represalias por este hecho feroz, pero no llegaron, o al menos ese día, no llegaron. Entre desgarros de dolor, las madres cavaron y enterraron la semilla que había germinado dentro de ellas. Era una especie de retorno, una especie de sanación después de la devastación. Entre las semillas, Carlos, entre las madres, Cleotilde. IV Una noche los estruendos empezaron y no se fueron. Al parecer ellos ya no estaban solos. Tuvieron un enfrentamiento. Los temidos otros, con quienes fueron confundidos en los últimos meses por fin se aparecieron, como un espectro en medio de la noche. Ni el ejército ni la policía se habían hecho presentes en el último tiempo, habían sido olvidados. Y estos otros al parecer podían ser igual o más terribles que ellos. Las pipetas eran un instrumento que no se conocía. Devastador, mortal. En las últimas semanas los combates se habían intensificado. Cada vez se veía menos la presencia de ellos en las calles del pueblo. De día se respiraba una tranquilidad pesada que se reflejaba en los rostros de los socorrenses. En las noches, se descargaba esa mentirosa calma en el zigzaguear de las pesadas botas, en la metralla y en las detonaciones. Cada noche la violencia se recrudecía y se hacía más intensa. Al principio, solo eran unas cuantas escaramuzas, cortas, cada noche. Pero pronto se volvió cuestión de días enteros. Pronto, ellos empezaron a cambiar sus conductas, les estaban dando duro. Una mañana, a eso de las diez, ellos empezaron a entrar a las casas y sin preguntar empezaron a llevarse a muchachos. Jóvenes de todas las edades. Por fortuna, ese día Alex y Wilmer no fueron reclutados. Desde entonces el celo de Cleotilde por sus hijos se intensificó. Alex, de doce años, era una presa deseable para las fauces de la guerra. Pero su suerte les duró poco, dos días después, pese a los lamentos de su madre, Alex y Wilmer le fueron arrebatados. Pasaron días sin que ella supiera nada de ellos. Una noche, los rugidos nocturnos cesaron y la calma mentirosa volvió al pueblo. Pasó un día, luego otro. Las calles se volvieron a poblar. Ellos al parecer habían logrado resistir y hacerse con la posición. Pasaron dos meses antes de que Cleotilde volviera a ver a su hijo Alex. Vesti-

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do de camuflado y con un fusil en la mano, le reconoció desde el otro lado de la plaza. Sin dudarlo, atravesó el trayecto que la distanciaba de su hijo, todo un océano sin daberlo, mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas. No sabía si era alegría o espanto lo que motivaba su llanto. Al llegar frente a su hijo, le miró a los ojos, inquisitiva. Este le volvió la mirada, pero ya no era él. Esa mirada tierna, con la que solía acariciarla ya no era la de ese ser que pretendía parecerse a su hijo, ese no era su Alex. Este fingió no reconocerla y siguió junto con su escuadrón. La pena de Cleotilde se hacía cada día más grande, su soledad era, irónicamente, la presencia más potente, la de sus amados que la acompañaban cada día. Una noche, Cleotilde escuchó golpear a la puerta. Ella se acercó a ésta pero cuando fue a abrirla una voz familiar le advirtió, “Mamá, no abras! Soy yo, Alex.” Entre susurros y bañada en llanto la madre le contestó desde su lado de la puerta, “Sí, hijo, soy yo”. “Mamá! No me puedo demorar. Sólo vengo a decirte esto. Wilmer murió hace varios días.” El silencio se apoderó de repente de la conversación. Pero la voz del hijo rompió el silencio de nuevo, “Me trasladarán para otro territorio, así que muy seguramente nunca más me verás. Te quiero.” Un ruido de botas se alejó anunciando el final de la conversación. Cleotilde quedó catatónica, detrás de la puerta. Ni siquiera se movió de su lugar durante toda la noche. Las lágrimas habían cesado. Todo lo que un día constituyó su alegría se había marchitado por el martirio de la guerra. No bien hubo despertado el día, acudió a la tumba de su querido Carlos a despedirse. Luego emprendió camino a río Palmares dejándose llevar como aquellos cadáveres que solían encontrar su destino en el lecho del río.

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fidel cruz


SOY Odio, -o mejor, siento un particular comezón en el pecho- la gente que se toma las cosas en serio. Gente, humano, hombre, mujer, niño, niña, bebe, beba –todo hay que especificarlo hoy en día-. Aquella que se esfuerza demasiado y lo demuestra, por mantener a toda costa una imagen. Para quien cada palabra y acto no puede tener otro origen que la justificación vivencial, trascendental.

Ya de por si vivir trae suficiente ser para que se ande encarnando en “formas de ser”. Yo ya soy, ¿para qué descargar energías en darle forma, contenido e imagen? ¿No tengo, entonces, personalidad? Categoría. ¿No tengo, entonces, decálogos? Doctrina. Hice una guía detallada de vida a eso de los 15 años, sólo recuerdo uno de los items: Consumir torta de chocolate una vez al mes. Mi personalidad, la dejo fluir, no la ato, y si esto quiere decir una carencia, entonces soy carente. Tengo en cambio todo lo que, ni más ni menos, soy (Como la luna). Y asi, todo lo que puedo ser en cada momento.

Una coherencia que raya con la falacia. Hacerse a reglas del tipo “yo soy asi” ¿Eso habla mal de ellos, o de mi? No niego que Cortázar me increpa, me dice que a pesar de todo he seguido un camino. Mas no estoy aquí para justificarlo. Ese camino, por lo demás y sin alardear, ha sido interno, externo solo en sus consecuencias y errores evitables pero inevitables. Pero yo no juego a determinarme -sino solo cuando estoy borracha-. Y finalmente siempre vuelvo a la imposibilidad sentimental, sanguínea de establecer mi “yo soy asi”. No tengo certezas, ni “políticas correctas” de ser. Todo claro, en un sentido ideal, ya que respondo a una realidad. Aun asi, ese sentido ideal (ahora te comprendo, Castoriadis), odia los estereotipos, el empeño casi enfermizo de seguirlos, de demostrarlos, de fotografiarlos, de poetizarlos, de comentarlos. El esfuerzo puesto en “ser” me confronta fatuamente.

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lAURA


Porque hasta el más rebelde ha devenido en banalidad En caricatura. Poema intervenido a dos manos, y a cinco personalidades, versión 1. (Lo pusimos en negrita para que pareciera el título) (Lo leímos mentalmente antes de enviarlo) (Si no lo publican saldrán de mi lista de mejores amiguitos) (Se lo haré saber a mi querido diario) Ya no sabemos, qué decir, en este hijueputa mundo (cántelo con confianza mi llave, con el guarguero)…(ya nadie sabe qué decir, sólo comentar) (Yo no soy un hombre, soy un comentario) Existen más de mil millones de terabites, diciendo, Quién tienes que ser. Estoy ansioso (Superansioso dirían otros, como para adornar el diagnóstico) ¿Quién gusta de mí?, ¿Quién me fotografea? (Fe de erratas: El corrector de Word no nos permite esta palabra) ¿Quién me comenta? ¿Soy popular? ¿Soy mainstream? Soy, soy, soy, soy, soy, soy, soy, soy, soy ¿Quién soy? ¿Contenido o imagen? ¿Cuál contenido? ¿Cuál imagen?... si quisiera serlas todas al mismo tiempo

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Una coherencia que raya con la falacia, hacerse a reglas del tipo “yo soy así” ¿Eso habla mal de ellos, o de mí? … ¿qué me preocupo por esto? No solo en la red social puedes ser quien quieras, Existe una comunicación más allá de todo esto… con mayores posibilidades de Ser Se llama esquizofrenia No niego que Cortázar me increpa, me dice que a pesar de todo he seguido un camino (No que hijueputas tan trascendentales). Mas no estoy aquí para justificarlo (Exijo pacto juramentado con sello notarial, a la nueva usanza, ya que olvidaron la foto tomados de gancho de otrora) (Porque todo pasado fue mejor) (Para eso estamos los historiadores, para que el pasado no se repita) (Seguramente). Ese camino, por lo demás y sin alardear, ha sido interno, externo solo en sus consecuencias y errores evitables pero inevitables. Pero yo no juego a determinarme -solo cuando estoy borrach(arroba) (por ser políticamente correcto)-. Y finalmente siempre vuelvo a la imposibilidad sentimental, sanguínea de establecer mi “yo soy así”. No tengo certezas, ni “políticas correctas” (otra vez con lo mismo) de ser. Todo, claro, en un sentido ideal, ya que respondo a una realidad. Aun asi, ese sentido ideal (ahora te comprendo, Castoriadis), odia los estereotipos, el empeño casi enfermizo de seguirlos, de demostrarlos, de fotografiarlos, de poetizarlos, de comentarlos. El esfuerzo puesto en “ser” me confronta fatuamente.

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Ya de por si vivir trae suficiente “ser” para que se ande encarnando en “formas de ser” (Bla bla bla). Yo ya soy (ahora soy un niño grande), ¿para qué descargar energías en darle forma, contenido e imagen? (Ñeeeee) ¿No tengo, entonces, personalidad? Categoría. ¿No tengo, entonces, decálogos? Doctrina (Eso es lo al parecer le gusta a la gente juete ventiao jueputa en esa cola). Hice una guía detallada de vida a eso de los 15 años, sólo recuerdo uno de los ítems: Comer torta de chocolate una vez al mes. Mi personalidad, la dejo fluir, no la ato, y si esto quiere decir una carencia, entonces soy carente. Tengo en cambio todo lo que, ni más ni menos, soy (Como la luna) (como por meterle poesía). Y así, todo lo que puedo ser en cada momento, es lo que seré (tan tan).

jardines y silencio Te enseñaron que el silencio es la forma ideal de no incendiar el árbol y has dejado crecer en tu jardín hierbas incomprensibles. La naturaleza sabia inunda tu cuerpo y ata tus manos mientras los frutos absolutos rojos caen. Te enseñaron que el silencio es la fórmula precisa y vas llenado tu corazón de sentencias indecibles, tiernos improperios, la caricia de la duda. Has callado tanto que ya no sabes, has perdido el sentido de nombrarte.

Por: Maldita Pakistaní con bombas atadas a su cuerpo, o como se le conoce en el bajo mundo “Maldita Paki”. Príncipe del Maíz y de todas las regiones del interregno del oriente antioqueño y sus subsidiarios, Conde de la aguapanela con blanquiao en ayunas, Cónsul de la prosperidad y las buenas costumbres, Barón de todas las tierra que ve allá mami, Archiduque del bocadillo con queso, Patrono de la mazamorra y del aguardiente (con sus derivados espirituosos y alegres como la tapetuza), Padre, hijo y Albeiro Usuriaga, y simplemente Armando, a quien le pusieron un verbo por nombre.

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Laura Merchán Sánchez (Bogotá, 1989) 20


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