Tesis, Ausencia 2014

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AUSENCIA

Ana Isabel Pantoja Grijalba DIRECTOR

Mario Opazo

Universidad Nacional de Colombia

Escuela de Artes Plรกsticas y Visuales Sede Bogotรก 2014



Son dos hombres que conoces los que te toman la palabra; tú, distante, aunque te plantees cercano, inmutable y preciso; o eso distingo al verte, pero ahora no escucho, y tú, no ves antes como ahora la distancia que te rodea. Se sienten legítimos entre sus disonancias, sin embargo tu palabra permea, diluyendo el espacio en formas mas auténticas. ¿No es difusa tu presencia, ahora que el discurso es más legítimo que tu palabra? Estabas en medio de dos potencias, y ahora tiendes a desvanecerte…. pero te niegas.



Introducción. ¿Cual es el punto de inflexión donde colinda un sentido social y el sentir familiar?, desde la comodidad de mi hogar, solo la reminiscencia de un viejo registro permanece. Hace algún tiempo empecé a recolectar fotos y registros de audio, objetos de la casa que cimbraban en mi psiquis un momento de especial añoranza. Con el cariño que una vieja foto pueda despertar, venia una incertidumbre hacia ése instante. Una leve curiosidad se acrecentó en mí, estos archivos políticos que rodearon mi infancia (por el desempeño que mi padre ha realizado como líder cívico durante su vida en mi ciudad natal, en Ipiales-Nariño), seguían a mi alrededor; pero yo estaba ausente, tan silente como los mismos anaqueles donde ciertos registros empezaban a guardar entre sí una pátina de moho, o en el mejor de los casos, un vacío prístino completamente inadvertido. Asumo que escuchar las intervenciones en radio, ver las fotografías de marchas, congresos, y elecciones desde pequeña, transformaron un suceso público en un evento familiar; y por tanto, cada reacción pública en un desconcierto particular. Éste video es un pequeño fragmento de un universo de menos de doscientos mil habitantes. Un registro que busca en su reiteración decir algo más de sí mismo; escudriñando la inercia contagiosa de quien esta “fuera de campo”, señalando mi impotencia y la urgencia de comprender al menos, mi propia temporalidad.


Autor desconocido. Paro cívico, Ipiales. 1978. Análoga, 8,9cm x12,3cm.

La política se distancia de mi, tanto como ésta foto lo hace de mi tiempo actual. Un registro, un archivo, un encuadre; tres personas, dos graban la voz del otro…


Escucho una grabación en la cual mi padre habla de la búsqueda de diversas perspectivas en la juventud, las cuales la motiven; la de él, una perspectiva idealista revolucionaria en una universidad pública de los años sesenta; la nuestra, una aversión, resultado de discursos silenciados y políticas maltrechas, con mas de 30 años de vigencia. Si, como diría José Ortega y Gasset: “uno es uno y sus circunstancias”, y la nuestra tiene que entenderse a sí misma, más allá de la inmediatez de su propia existencia. Entonces, ¿dónde nos encontramos, si la urgencia de transmitir algo posee la urgencia de no ser escuchado? La fotografía aparece como elemento de partida para el video que realizo, lo que me hace pensar en la aproximación que hago a ella, ésta, no es la de un retrato; aunque en ella aparecen inermes tres personas en la parte central, ellos se muestran sin posturas impuestas por un retratista, o por la misma señalización que nos auto asignamos en ese tipo de fotos. Soy consciente que la postura o la forma aparece después de tomada la foto, lo cual es un elemento que me atrae hacia la misma. No se trata entonces de lo que creemos ser ante la cámara y lo que vemos finalmente en el papel lo que me inquieta, ya que reconozco que no soy yo en la foto (al menos no en esta), que ése no es mi instante, y aun así, encuentro un espacio que trasciende ése instante, ése lugar que entre las personas de la foto y yo se construye a partir de la mirada; aunque no nos estemos mirando, allí encuentro algo inquietante e intento ver mas allá de ese tiempo encapsulado, aparentemente muerto. Ellos eran conscientes de su entorno como yo del mío en este momento, sin embargo, ahora lo que nos vincula, o nos separa, es esa ventana en que se ha convertido el borde mismo de la fotografía. ¿Dónde cabe entonces la necesidad de ver y de escuchar? ¿De detener un momento, saborearlo y volverlo contemplación?


Hojeo La cámara lúcida, me es claro que la inquietud que me embarga va mas allá del artificio, y se embarca en lo indecible del instante, asombro al cual hace alusión al principio del libro: “Un día hace mucho tiempo, di con una fotografía de Jerónimo, el último hermano de Napoleón (1852), Me dije entonces, con un asombro que después nunca he podido despejar: <<Veo los ojos que han visto al emperador>>. A veces hablaba de este asombro, pero como que nadie parecía compartirlo, ni tan solo comprenderlo(la vida esta hecha así, a base de pequeñas soledades), lo olvidé.” 1

Prosigue hablando del deseo ontológico que le embarga la fotografía, el rasgo que la separa del resto de imágenes. Para mi, por ahora al menos, es una excusa que reúne ciertos aspectos inclasificables (extrañeza) lo que me señala empezar mi trabajo a partir de ella. Es entonces donde identifico una urgencia. “Lo que la Fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: La fotografía repite mecánicamente lo que nunca mas podrá repetirse existencialmente.”2

Indudablemente lo que vemos es así, una verificación de ése instante, sea montaje o una copia de sí, con “aura”, en términos de Benjamin, o sin ella. Pero, ¿y si ese momento es malinterpretado?, ¿no estaría acaso creando la ausencia del momento mismo? Es en la repetición de ése mismo instante (ése estar que ya fue) que la urgencia de romper ese marco que colinda lo verificable (momento pasado en nuestro tiempo) con lo indecible, me es necesario. Como si fuese una actitud del propio soporte lo que amarrase la fotografía a su estado de “subsistencia”. Empiezo a romper la forma que en un principio captó mi atención; ya no sólo la forma del recuadro si no las formas que dentro de él ocurren. De éste modo el movimiento y la velocidad discurren a un llamado natural; pues ése instante “estático” empieza a transformarse deviniendo en tiempo: en nosotros mismos. 1 Barthes, R. La cámara lúcida Nota sobre la fotografía. 6 a ed. España: Paidós, 1989. pág. 29 2 Ibíd. pág. 31


Barthes hace una distinción de fotografías otorgándoles a las que le son interesantes una cualidad de emotividad y de extrañeza, mas allá de que ellas retratasen un momento particular en su vida o en la historia. “constaté que había algunas que provocaban en mi un júbilo contenido, como si remitiesen a un centro oculto”3

Él se referirá más adelante a dos formas de percibir la fotografía; a manera de esclarecer el grado de interés que recrea en nosotros ciertos elementos que son afines entre una fotografía y otra, o que por el contrario, nos inducirán esa suerte de extrañeza que llama nuestra atención. Estas aproximaciones son: el studium y el punctum, el primero como un gusto superficial que designa si nos gusta o no algo, mientras que el segundo, aquello que nos punza, va más allá de la superficie y se queda con nosotros incluso cuando dejamos de ver la foto: “Lo que puedo nombrar no puede realmente punzarme. La incapacidad de nombrar es un buen síntoma de trastorno”4

Ése espacio intangible y oculto es el que me inquieta, otorgándole vida de nuevo, entendiendo su velocidad. Lo que empieza a moverse en la imagen transcurre lentamente, como escudriñando el espacio que en un principio no emergía, y ahora, se devela contradiciendo el silencio de la misma foto. Una sutil animación secunda ése momento de contemplación, el espacio contemplativo deja de ser archivado, el movimiento resquebrajaba su fijeza encontrando un nuevo discurso.

3 Ibíd. Pág. 49 4 Ibíd. Pág. 100


No pude si no pensar que la figura de mi padre debía desvanecerse, como tantas veces su presencia se había apartado del discurso, en la incredulidad de su entorno, en la ausencia del otro; la imagen pedía disiparse en un movimiento gradual y a la vez imperceptible, cautivada a reanimar algo que pareciera mantenerse oculto para ése ojo infatigable; como si una infinidad de estelas denotasen más certeza que la propia realidad.


Proyecci贸n continua realizada en la Universidad Nacional de Colombia, duraci贸n original 17 minutos, 3000 x 489 px.


El tiempo dota de brevedad a cualquier suceso. Por mayor repercusión que éste pueda tener en su momento, éste es, efervescente y efímero, por eso mismo suele reclamar mayor atención cuando nos es preciso. Soy silente, me “ausento” como lo hace la mayoría, entonces, pienso en Bergson: cómodamente notamos el cambio cuando éste crece lo suficiente para llamar nuestra atención. “si el estado que permanece idéntico, es mas variado de lo que puede creerse, a la inversa, el paso de un estado a otro se parece más a un mismo estado que se prolonga mas de lo que se imagina: la transición es continua”5 Pienso en el tiempo cantidad, dado por un desarrollo en el espacio, y en el cualitativo de los sueños, ése que se “siente” según Bergson, dejando a un lado las intervenciones físicas exteriores. Aquello me lleva a mi expectación con respecto a la foto, ¿Es acaso ese tiempo que es sentido pero no manifestado el que me genera inquietud? (¿quizás demasiado sutil para mis torpes sentidos?). No es mi intención dar respuesta acerca del origen de estas imágenes, pero sí de situar ciertas sensaciones que generaron su desarrollo. Identifico por ejemplo mi inasistencia a estos momentos. Aún hoy en día descubro que me empiezo a sentir apática ante su presencia: por ello los señalo. Sí, es un pequeño residuo de ése instante el que esparzo, dilato y degusto; aquí, allí, en ese instante y en el ahora. A veces me pregunto si estoy dilatando mi tiempo y no ya el del registro: ¿Es que acaso sin dar un discurso me he convertido en la foto? Reitero, y me olvido. Incapaz de asir el tiempo, de asir una forma que a cada instante ya no es la misma, que desde un principio nunca ocurrió. Entonces escucho, atenta el detrás, a ése registro inaudible que intenta darle forma a mi abstracción.

5 Bergson, H. Memoria y vida. España: Alianza Editorial, 2004, pág. 14


Al parecer un hiss, una leve interferencia entre palabras entrecortadas, dice más que todo lo que escribo. Allí nace un significado menos ruidoso y pausado, llenando el espacio, jugando con nuestra articulación. Que sean ahora los espectadores, ésa multitud endémica, la zona aleatoria de sentido; que hagan lo que nos hemos acostumbrado a hacer… complacernos. Que sean nuestros pensamientos el sonido del video… un “silencio” incontrolable, o un murmullo de vetustas frases. ¿Debo acaso colocar un foco en todo esto?, la voz que transmite reanima, aunque no comunica realmente. Me alejo de las palabras, las creo innecesarias; no soy buena escuchando discursos pero estos me abaten… ¿Conoces esa sensación? Falta de vitaminas, o una ignorancia sujeta a la apatía que te roba la elocuencia y te arroja al conformismo. Acaso niego la acción del habla y me diluyo con el aletargamiento de mi propia sordera. Lo cierto es que ya no siento que la escucha valga realmente. Un grito mudo, un gesto, un vacío que nos deja la negación de las palabras. Es la incredulidad un discurso prolongado dibujando una dicción maltrecha. La impotencia de comprender un espacio y un tiempo aparentemente inacabado, acumulándose en su propia inmanencia. Siento a través de ésta imagen la misma transición de estados al contemplar la vida de mi padre, una acción pública, una interminable espera de que algo cambie. A veces me encuentro ciega al trascurrir del tiempo, ausente totalmente de lo que me rodea, como si una droga me hubiese privado de mi ser. Quizás esto es un pequeño agujero que indica algo más detrás de sí; como las capas de pintura en una pared, el musgo en la piedra, o las golondrinas en el cielo, pero, ¿qué es?




El mundo (la foto, el video) esta lleno de disonancias sutiles, que debemos a veces extrapolar para sentir lo singular de su periodicidad efímera, y convivir con ellas. Paul Virilio hablará de la picnolepsia en La estética de la desaparición, como un fenómeno de masas que pasa irreflexivo, ya no es solo el afectado quien lo padece e inadvierte fragmentos de su realidad, si no todos. Al crear ausencias momentáneas e inconscientes en nuestro mundo consciente, creamos nuestra propia relación con el tiempo y por ende con nosotros mismos: “Cualquiera podrá vivir una duración que será la suya propia y de ningún otro, en virtud de lo que podamos denominar la conformación incierta de sus tiempos intermedios; y el ataque picnoleptico podría considerarse como una libertad humana.” 6 Es mi tiempo traspuesto lo que enmarca la ausencia de manera tal, que es la “aparición” de la ausencia lo que genera el espacio, o dicho de otra forma, la horizontalidad del video. Éste espacio que se muestra como espacio reflexivo retrae el instante y conlleva a disolver las otras dos figuras. Es éste momento que discurre lento, provisto del acontecer diario, lo que me permite discernir en mi ausencia y pensar que el ser en ése instante ha producido inadvertidamente un cambio. “Es nuestra duración lo que piensa, la primera duración de la conciencia seria la velocidad que le es propia durante el recorrido de su tiempo. Entendida así, la velocidad seria la idea causante , idea anterior a la idea.”7

6 Paul Virilio, La estética de la desaparición. Pág. 22 7 Ibíd. Pág. 23


No hay por tanto manifestación de un lugar específico, ya que el espacio creado no es reconocible con ningún otro. El expandir de ése no lugar (el cual nosotros otorgamos), es el que juega con nuestra desaparición. Creo finalmente, que es un espacio inconsciente lo que se percibe, denotando una velocidad propia. Escudriñando el lapso infinito, negando su ausencia; como un estado de éxtasis que buscamos perpetuar en un nuevo encuentro aunque éste ya no sea el mismo. La extrañeza abraza el instante que se balancea entre lo familiar y lo oculto, intentando salir de la inmediatez de la imagen, de la inmediatez de mi propio ser: cual coleccionista resinificando despojos, éste tiempo transcurre en mi propio espacio. “Mirar lo que uno no miraría, escuchar lo que no oiría, estar atento a lo banal, a lo ordinario, a lo infra ordinario. Negar la jerarquía ideal que va desde lo crucial hasta lo anecdótico, porque no existe lo anecdótico, si no culturas dominantes que nos exilian de nosotros mismos y de otros, una perdida de sentido que no es tan solo una siesta de la conciencia , si no un declive de la existencia.”8 Rasgo la superficie de mi conmoción. La intuición hacia mi propia vida es lo que me ha traído a este momento de trece minutos y catorce segundos, quizás en expansión, así que seré tan exacta como el tiempo para cada cual ha sido.

8 Ibíd. Pág. 40


Paro c铆vico, Ipiales. 1978. Intervenci贸n digital.


Ausencia, videoarte https://vimeo.com/134426641


- Portafolio https://issuu.com/panisbel/docs/portafolio

panisbel@gmail.com


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