Cordรณn umbilical
Noe Vรกsquez Reyna / Antonio de la Fuente Zavala
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Acotaciones Ediciรณn diciembre 2019 Papalota Negra Editorial c papalotanegra https://issuu.com/papalotanegra www.papalotanegra.com Escribiente Noe Vรกsquez Reyna Ilustrador Antonio de la Fuente Zavala @a_antoniodelafuente_z_
Cordรณn umbilical
Primero fue el infierno. Cuentan que en medio de las llamas se siente frío y que, desde allí, se puede ver al el diablo cabeza abajo, con piernas gigantes y peludas. Él las vio como tentáculos, y no del diablo, sino de un dios escurridizo y anónimo de un pueblo cristiano. Después fue el silencio. A él no le constan los gritos. Percibió los congelados rostros que no se resignaban a perder piel, a evaporar lágrimas. El fuego siempre tiene hambre, como cachorros, como hormigas que encuentran los restos de pan o de una oreja.
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El incendio se originó en un salón, corría el viento. Las ventanas centroamericanas dejan que corra el viento, el calor, el sonido, pero jamás podrán utilizarse como metáforas de libertad. Los barrotes encarcelan todo, hasta la imaginación. No sabe quién tenía los cerillos. Muchas fumaban: la ansiedad escala desde los tobillos hasta las espaldas en confines como ese. Él no sabe si fue una sábana o un colchón lo que fungió como hoja de eucalipto sobre una vela.
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Él hubiese preferido el olor a eucalipto en lugar de aquel que lo inundaba todo: una grasa animal sin condimentos. Él recuerda el olor. Lo guardará como lo hacen las paredes de los campos de concentración y quienes han besado un cadáver.
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Él estuvo ahí, protegido, en medio de las llamas y de los cuerpos adolescentes retorcidos. Otros como él, en sacos amnióticos, no contarán los vestigios de ese día. Ellos, aún inacabados, también se derritieron y luego formaron cenizas.
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Pasaron horas, minutos y zancudos entre que se esfumaran evidencias y que el Ministerio PĂşblico encontrara cuerpos apilados en el salĂłn quemado. La acusaciĂłn no termina de ser contundente. El tiempo es un dios, que a diferencia del cristiano, no se pone careta de buena persona.
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Su paso es cicatriz, tangible y con textura. Luego fueron las cruces en la plaza, colocadas manteniendo la mirada hacia al Palacio Nacional. El cordón umbilical del testigo presencial del incendio fue cortado después de que se colocaron las cruces y mientras se hilaba la acusación. En países como este dicen que Dios bendice a quienes no abortan. Nadie tiene en los labios el olvido ni la precariedad después de haber sobrevivido al fuego y el haber nacido.
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“Las ventanas centroamericanas dejan que corra el viento, el calor, el sonido, pero jamás podrán utilizarse como metáforas de libertad.” Noe Vásquez Reyna