Cartas de Simon Bolivar

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Sim≤n Bolφvar, Comandante en Jefe del EjΘrcito de Cartagena y de la Uni≤n, a los ciudadanos venezolanos de la villa de San Antonio -1813 "Ciudadanos: Yo soy uno de vuestro hermanos de Caracas, que arrancado prodigiosamente por el Dios de las misericordias de las manos de los tiranos que agobian a Venezuela, vuestra patria, he venido a redimiros del duro cautiverio en que yacφais bajo el feroz despotismo de los bandidos espa±oles que infestan nuestras comarcas. He venido, digo, a traeros la libertad, la independencia y el reino de la justicia, protegido generosamente por las gloriosas armas de Cartagena y de la Uni≤n, que han arrojado ya de su seno a los indignos enemigos que pretendφan subyugarlas, y han tomado a su cargo el heroico empe±o de romper las cadenas que arrastra todavφa una gran porci≤n de los pueblos de Venezuela. Vosotros tenΘis la dicha de ser los primeros que levantßis la cerviz, sacudiendo el yugo que os abrumaba con mayor crueldad, porque defendisteis en vuestros propios hogares vuestros sagrados derechos. En este dφa ha resucitado la Rep·blica de Venezuela, tomando el primer aliento en la patri≤tica y valeroso villa de San Antonio, primera en respirar la libertad, como lo es en el orden local de vuestro sagrado territorio. Venezolanos: vuestro j·bilo es igual a la grandeza del bien que acabßis de recibir; y aunque superior a todos los sentimientos que puede inspirar la naturaleza, s≤lo le iguala el que experimenta mi alma, siendo el instrumento de vuestra redenci≤n y recibiΘndola yo tambiΘn como hijo de Venezuela, de mis compa±eros de armas los φnclitos soldados de Cartagena y de la Uni≤n. Prosternaos delante del Dios onmipotente, y elevad vuestros cßnticos de alabanza hasta su trono, porque os ha restituido el augusto carßcter de hombres". Cuartel General de la villa redimida de San Antonio de Venezuela a, 1║ de marzo de 1813.Sim≤n Bolφvar **********

LEY DE LA REP┌BLICA DE VENEZUELA Para honrar la memoria del Coronel Atanasio Girardot

(1813)

"El coronel Atanasio Girardot ha muerto en este dφa en el campo de honor... Las Rep·blicas de la Nueva Granada y Venezuela le deben en gran parte la gloria que cubre sus armas, y la libertad de nuestro suelo. Vencedor en PalacΘ de un tirano formidable llev≤ por la primera vez el estandarte de la Independecia bajo las ≤rdenes del general Baraya, a la oprimida Popayßn. Las circunstancias extraordinarias de esta batalla memorable, la harßn interesante, no s≤lo al mundo americano, sino a los guerreros valientes de todas las partes de la tierra. El joven Girardot os≤ aguardar el ejΘrcito enemigo en n·mero de dos mil hombres con setenta y cinco soldados en el puente del rφo PalacΘ. Tac≤n, el tirano de Popayßn, no dudaba subrayar con aquellas fuerzas el extenso paφs de la Nueva Granada: destin≤ setecientos hombres para desalojar los defensores del puente; pero el nuevo Le≤nidas resolvi≤ perecer antes con sus dignos soldados,


que ceder un punto al poder del enemigo. La fortuna preserv≤ su suerte de la desgracia de sus soldados que fueron todos muertos o heridos, y la victoria mßs completa premi≤ su esforzado valor y virtud. Mßs de doscientos cadßveres regaron con su sangre aquel camino cΘlebre para consagrar en caracteres terribles un monumento propio al genio guerrero del hΘroe. Hasta entonces la Nueva Granada no habφa visto un peligro mayor para su libertad recientemente adquirida, y las consecuencias del triunfo de Girardot salvaron a un tiempo a su patria de la esclavitud y del exterminio con que la amenazaba el tirano. En la actual campa±a de Venezuela, la audacia y el talento militar de Girardot han unido constantemente la victoria a las banderas que mandaba. Las provincias de Trujillo, MΘrida, Barinas y Caracas, que perecφan bajo el cuchillo o gemφan en las cadenas, respiran libres y aseguradas por los esfuerzos con que Θl ha cooperado bajo las ≤rdenes de los Jefes de la Uni≤n. Le han visto buscar en estos campos a los ejΘrcitos opresores, vencerlos intrΘpidamente, desafiando a la muerte por libertar a Venezuela. Hoy volaba a sacrificarse por ella sobre las cumbres de Bßrbula, y al momento que consigui≤ el triunfo mßs decidido, termin≤ gloriosamente su carrera. Siendo por lo tanto el coronel Atanasio Girardot, a quien muy principalmente debe la Rep·blica de Venezuela su restablecimiento, y la Nueva Granada las victorias mßs importantes; por lo tanto, para consignar en los anales de la AmΘrica la gratitud del pueblo venezolano a uno de sus libertadores, he resuelto y resuelvo lo siguiente: 1║ El dφa 30 de setiembre serß un dφa aciago para la Rep·blica, a pesar de las glorias de que se han cubierto sus armas en este mismo dφa, y se harß siempre un aniversario f·nebre, que serß un dφa de luto para todos los venezolanos. 2║ Todos los ciudadanos de Venezuela llevarßn un mes consecutivo de luto por la muerte del coronel Girardot. 3║ Su coraz≤n serß llevado en triunfo a la capital de Caracas, donde se le harß recepci≤n de los libertadores y se depositarß en un mausoleo que se erigirß en la Catedral Metropolitana. 4║ Sus huesos serßn transportados a su paφs nativo, la ciudad de Antioquφa en la Nueva Granada. 5║ El cuarto batall≤n de lφnea, instrumento de sus glorias, se titularß en lo futuro el Batall≤n de Girardot. 6║ El nombre de este benemΘrito ciudadano, se inscribirß en todos los registros p·blicos de las Municipalidades de Venezuela, como el primer bienhechor de la patria. 7║ La familia de Girardot disfrutarß por toda su posteridad de los sueldos que gozaba este mßrtir de la libertad de Venezuela, y de las demßs gracias y preeminencias que debe exigir del reconocimiento de este Gobierno. 8║ Se tendrß Θsta por una ley general, que se cumplirß inviolablemente en todas las provincias de Venezuela. 9║ Se imprimirß, publicarß y circularß para que llegue al conocimiento de todos sus habitantes. Dada en el Cuartel General de Valencia, a treinta de setiembre de mil ochocientos y trece a±os, tercero de la Independencia y primero de la guerra a muerte; firmada de mi mano, sellada con el sello provisional de la Rep·blica y refrendada por el Secretario de Estado" Sim≤n Bolφvar. Antonio Mu±oz TΘbar, Secretario de Estado ********** Proclama a los habitantes de Caracas


(1814) "Habitantes de la Provincia de Caracas: Un jefe de bandidos, conocido por su atrocidad, el perverso Boves, ha podido penetrar hasta la Villa de Cura, reuniendo esas cuadrillas de salteadores esparcidos en los caminos de los Llanos. EjΘrcitos disciplinados no han podido avasallarnos, y s≤lo han combatido para su oprobio: ┐y una irrupci≤n de viles asesinos podrφa, pueblos generosos, envilecer vuestro ind≤mito brφo? ┐Podrφan ser alguna vez infamados esos venezolanos invencibles, terror de la Espa±a, honor de la AmΘrica, admiraci≤n del Mundo? No, vuestra indignaci≤n exaltada vuela ya con una noble c≤lera, a castigar tantos ultrajes. Armaos en el instante, pueblos todos; que un ladr≤n no puede desolar ni deshonrar impunemente: corred a presentaros en La Victoria y Valencia, inflamados de ese valor sublime que os dio el imperio de Venezuela. íRepublicanos impertΘrritos! Que en el terrible campo de batalla vengßsteis con tanta gloria las vejaciones de la Espa±a... Hoy la libertad, el honor y la religi≤n insultadas por la mßs despreciable facci≤n, os llaman con sus sagradas voces. Seguid a vuestro jefe, que os ha conducido siempre a la victoria, y os ha dado la libertad". Cuartel General de Valencia, febrero, 5 de 1814. Sim≤n Bolφvar. **********

Palabras dirigidas al Congreso del Per· 13 de setiembre de 1823 "Se±or: El Congreso Constituyente del Per· ha colmado para conmigo a la medida de su bondad: jamßs mi gratitud alcanzarß a la inmensidad de su confianza. Yo llenarΘ, sin embargo, este vacφo con todos los sacrificios de mi vida: harΘ por el Per· mucho mßs de lo que admite mi capacidad, porque cuento con los esfuerzos de mis generosos compa±eros. La sabidurφa del Congreso serß mi antorcha en medio del caos de dificultades y peligros en que me hallo sumergido. El Presidente del Estado por sus servicios, patriotismo y virtud, habrφa Θl solo salvado su patria, si se le hubiese confiado este glorioso empe±o: el Poder Ejecutivo serß mi diestra, y el instrumento de todas mis operaciones. Cuento tambiΘn con los talentos y virtudes de todos los peruanos, prontos a elevar el edificio de su hermosa rep·blica; ellos han puesto en las aras de la patria todas sus ofrendas; no les queda mßs su coraz≤n, pero este coraz≤n es para mφ el paladi≤n de su libertad. Los soldados libertadores que han venido desde la Plata, el Maule, el Magdalena y el Orinoco, no volverßn a su patria sino cubiertos de laureles,


pasando por arcos triunfales, llevando por trofeos los pendones de Castilla. Vencerßn y dejarßn libre el Per·, o todos morirßn: Se±or, yo lo prometo. Se±or: yo ofrezco la victoria confiado en el valor del ejΘrcito unido, y en la buena fe del Congreso, Poder Ejecutivo y pueblo peruano; asφ el Per· quedarß independiente, y soberano por todos los siglos de existencia que la Providencia Divina le se±ale." **********

Al se±or Don Sim≤n Rodrφguez - Carta de Pativilca- 1824Pativilca, 19 de Enero de 1824 íOh mi Maestro! íOh mi amigo! íOh mi Robinson. Vd. en Colombia! Vd. en Bogotß, y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es Vd. el hombre mßs extraordinario del mundo; podrφa merecer otros epφtetos pero quiero darlos por no ser descortΘs al saludar un huΘsped que viene del Viejo Mundo a visitar el Nuevo; sφ, a visitar su patria que ya no conoce, que tenφa olvidada, no en su coraz≤n, sino en su memoria. Nadie mßs que yo sabe lo que Vd. quiere a nuestra adorada Colombia, ┐Se acuerda Vd. cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria? Ciertamente no habrß Vd. olvidado aquel dφa de eterna gloria para nosotros; dφa que anticip≤, por decirlo asφ, un juramento profΘtico a la misma esperanza que no debφamos tener. Usted Maestro mφo, cußnto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con quΘ ßvidez habrß seguido Vd. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Vd. mismo. Vd. form≤ mi coraz≤n para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me se±al≤. Vd. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede Vd. figurarse cußn hondamente se me han grabado en mi coraz≤n las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamßs borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales las he seguido como guφas infalibles. En fin Vd. ha visto mi conducta: Vd. ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y Vd. no habrß dejado de decirse: todo esto es mφo, yo sembrΘ esta planta, yo la reguΘ, yo la enderecΘ tierna, ahora robusta, fuerte y fructφfera, he aquφ sus frutos; ellos son mφos, yo voy a saborearlos en el jardφn que plantΘ; voy a gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible, privativo a todo. Sφ, mi amigo querido, Vd. estß con nosotros; mil veces dichoso el dφa en que Vd. pis≤ las playas de Colombia. Un sabio, un justo mßs, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber quΘ designios, quΘ destino tiene Vd.; sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos; ya que no puedo yo volar hacia Vd. hßgalo Vd. hacia mφ: no perderß Vd. nada; contemplarß Vd. con encanto la inmensa patria que tiene, labrada en la roca del despotismo por el buril victorioso de los libertadores, de los hermanos de Vd. No, no se saciarß de la vista de Vd. delante de los cuadros, de los colosos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios que encierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Vd. al Chimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la


almena inexpungable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderß Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creaci≤n terrena, podrß decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la naturaleza, idΘntico a su autor, serß tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo. ┐Desde d≤nde, pues, podrß decir Vd. otro tanto tan erguidamente? Amigo de la naturaleza, venga Vd. a preguntarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Vd. no ha visto en ese mundo caduco mßs que las reliquias y los desechos de la pr≤vida Madre: allß estß encorvada con el peso de los a±os, de las enfermedades y del hßlito pestφfero de los hombres; aquφ, esta doncella inmaculada, hermosa, adornada por la mano misma del Creador. No, el tacto profano del hombres todavφa no ha marchitado sus divinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudes intactas. Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd. a un vuelo rßpido hacia mφ, ocurrirΘ a un apetito mßs fuerte: la amistad invoco. Presente Vd. esta carta al Vicepresidente, pφdale Vd. dinero de mi parte, y venga Vd. a encontrarme. BOL═VAR ********* Cartas al poeta JosΘ Joaquφn Olmedo -1825Querido amigo: Hace unos dφas que recibφ en el camino dos cartas de Vd. y un poema: las cartas son de un polφtico y un poeta, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de la zona t≤rrida, todos los fuegos de Junφn y Ayacucho, todos los rayos del Padre de Manco Capac, no han producido jamßs una inflamaci≤n mßs intensa en la mente de un mortal. Vd. dispara... donde no se ha disparado un tiro; Vd. abrasa la tierra con las ascuas del eje y de las ruedas de un carro de Aquiles que no rod≤ jamßs en Junφn; Vd. se hace due±o de todos los personajes: de mφ forma un J·piter; de Sucre un Marte; de La Mar un Agamen≤n y un Menelao; de C≤rdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo y un Ayax; de Miller un Di≤medes, y de Lara un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina o heroica que nos cubre con sus alas de protecci≤n como ßngeles guardianes. Usted nos hace a su modo poΘtico y fantßstico; y para continuar en el paφs de la poesφa la ficci≤n de la fßbula. Vd. nos eleva con su deidad mentirosa, como la ßguila de J·piter levant≤ a los cielos a la tortuga para dejarla caer sobre una roca que le rompiese sus miembros traseros: Vd., pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de lunes el pßlido resplandor de nuestras opacas virtudes. Asφ, amigo mφo, Vd. nos ha pulverizado con los rayos de su J·piter, con la espada de su Marte, con el cetro de su Agamen≤n, con la lanza de su Aquiles, y con la sabidurφa de su Ulises. Si yo no fuese tan bueno y Vd. no fuese tan poeta, me avanzarφa a creer que Vd. habφa querido hacer una parodia de la Ilφada con los hΘroes de nuestra pobre farsa. Mas no, no lo creo. Vd. es poeta y sabe bien, tanto como Bonaparte, que de lo heroico a lo ridφculo no hay mßs que un paso, y que Manolo y el Cid son hermanos, aunque hijos de distintos padres. Un americano leerß el poema de Vd. como un canto de Homero; y un espa±ol lo leerß como un canto del "Facistol" de Boileau. Por todo doy a Vd. las gracias penetrado de una gratitud sin lφmites. Yo no dudo que Vd. llenarß dignamente su comisi≤n a Inglaterra; tanto lo he creφdo, que habiendo echado la faz sobre todo el Imperio del Sol, no encontrΘ un diplomßtico que fuese capaz de representar y negociar por el Per· mßs ventajosamente que Vd. Unφ a Vd. a un matemßtico, porque no fuese que llevado Vd. de la verdadera poΘtica, creyese que dos y dos formaban cuatro mil; pero nuestro Euclφdes ha ido a abrirle los ojos a nuestro Homero, para que no vea con su imaginaci≤n sino con sus miembros, y para que no le permita que lo


encanten con armonφas y metros, y abra los oφdos solamente a la prosa tosca, dura y despellejadora de los polφticos y de los publicanos. He llegado ayer al paφs clßsico del sol, de los incas, de la fßbula y de la historia. Aquφ el sol verdadero es el oro; los Incas son los virreyes o prefectos; la fßbula es la historia de Garcilaso; la historia la relaci≤n de la destrucci≤n de los Indios por Las Casas. Abstracci≤n hecha de toda poesφa, todo me recuerda altas ideas, pensamientos profundos, mi alma estß embelesada con la presencia de la primitiva naturaleza, desarrollada por sφ misma, dando creaciones de sus propios elementos por el modelo de sus inspiraciones φntimas, sin mezcla alguna de las obras extra±as, de los consejos ajenos, de los caprichos del espφritu humano, ni el contagio de la historia de los crφmenes y de los absurdos de nuestra especie. Manco Capac, Adßn de los indios, sali≤ de su Paraφso Titicaco y form≤ una sociedad hist≤rica, sin mezcla de fßbula sagrado o profana... Dios lo hizo hombre, Θl hizo su reino, y la historia ha dicho la verdad; porque los monumentos de piedra, las vφas grandes y rectas, las costumbres inocentes y la tradici≤n genuina, nos hacen testigos de una creaci≤n social de que no tenemos ni idea, ni modelo ni copia. El Per· es original en los fastos de los hombres. Esto me parece, porque estoy presente, y me parece evidente todo lo que, con mßs o menos poesφa, acabo de decir a Vd. Tenga Vd. la bondad de presentar esta carta al se±or Paredes y ofrezco a Vd. las sinceras expresiones de mi amistad. BOLIVAR Cuzco, 12 de Julio de 1825 ********** Cuzco, 12 de julio de 1825 Se±or don JosΘ Joaquφn Olmedo. Mi querido amigo: Anteayer recibφ una carta de Vd. del 15 de mayo, que no puedo menos de llamar extraordinaria, porque Vd. se toma la libertad de hacerme poeta sin yo saberlo, ni haber pedido mi consentimiento. Como todo poeta es temoso, Vd. se ha empe±ado en suponerme sus gustos y talentos. Ya que Vd. ha hecho su gasto y tomado su pena, harΘ como aquel paisano a quien hicieron rey en una comedia y decφa: "Ya que soy rey, harΘ justicia" No se queje Vd., pues, de mis fallos, pues, como no conozco el oficio darΘ palos de ciego por imitar al rey de la comedia que no dejaba tφtere con gorra que no mandase preso. Entremos en materia: He oφdo decir que un tal Horacio escribi≤ a los Pisones una carta muy severa,en la que castigaba con dureza las composiciones mΘtricas; y su imitador, M. Boileau, me ha ense±ado unos cuantos preceptos para que un hombre sin medida pueda dividir y tronchar a cualquiera que hable muy mesuradamente en tono melodioso y rφtmico. EmpezarΘ usando de una falta oratoria pues no me gusta entrar alabando para salir mordiendo, dejarΘ mis panegφricos para el fin de la obra, que, en mi opini≤n, los merece bien, y prepßrese Vd. para oir inmensas verdades, o, por mejor decir, verdades prosaicas, pues Vd. sabe muy bien que un poeta mide la verdad de un modo diferente de nosotros los hombres de prosa. SeguirΘ a mis maestros. Usted debi≤ haber borrado muchos versos que yo encuentro prosaicos y vulgares: o yo no tengo oφdo musical, o son... o son renglones oratorios. Pßsame Vd. el atrevimiento; pero Vd, me ha dado este poema y yo puedo hacer de Θl cera y pabilo. DespuΘs de esto, Vd.debi≤ haber dejado este canto reposar como el vino en fermentaci≤n para encontrarlo frφo, gustarlo y apreciarlo. La precipitaci≤n es


un gran delito en un poeta. Racine gastaba dos a±os en hacer menos versos que Vd., y por eso es el mas puro versificador de los tiempos modernos. El plan del poema, aunque en realidad es bueno, tiene un defecto capital en su dise±o. Usted ha trazado un cuadro muy peque±o para colocar dentro un coloso que ocupa todo el ßmbito y cubre con su sombra a los demßs personajes. El Inca Huaina-Capac parece que es el asunto del poema: Θl es un genio, Θl sabidurφa, Θl es el hΘroe, en fin. Por otra parte, no parece propio a·n que no quiere el restablecimiento de su trono por dar preferencia a la extranjeros intrusos, que, aunque vengadores de su sangre, siempre son descendientes de los que aniquilaron su imperio: este desprendimiento no se lo pasa Vd. a nadie. La naturaleza debe presidir a todas las reglas, y esto no estß en la naturaleza. TambiΘn me permitirß Vd. que le observe que este genio Inca, que debφa ser mßs leve que el Θter, pues que viene del cielo, se muestra un poco hablador y embroll≤n, lo que no le han perdonado los poetas al buen Enrique en su arenga a la reina Isabel, y ya Vd. sabe que Voltaire tenφa sus tφtulos a la indulgencia, y, sin embargo, no escap≤ de la crφtica. La introducci≤n del canto es rimbombante: es el rayo de J·piter que parte a la tierra a atronar a los Andes que deben sufrir la sin igual faza±a de Junφn. Aquφ de un precepto de Boileau, que alaba la modestia con que empieza Homero su divina Ilφada; promete poco y da mucho. Los valles y la sierra proclaman al general, pues que los valles y la sierra son los muy humildes servidores de la tierra. La estrofa 360 tiene visos de prosa: yo no sΘ si me equivoco; y si tengo la culpa ┐para quΘ me ha hecho Vd. rey? Citemos, para que no haya disputa, por ejemplo, el verso 720: Que al Magdalena y al Rimac bullicioso... Y este otro, 750: Del triunfo que prepara glorioso... La torre de San Pedro serß el Pindo de Vd. y el caudaloso Tßmesis se convertirß en Helicona: allφ encontrarß Vd. su canto lleno de esplφn, y consultando la sombra de Milton harß una bella aplicaci≤n de sus diablos a nosotros. Con las sombras de otros muchos φnclitos poetas, usted se hallarß mejor inspirado que por el Inca, que, a la verdad, no sabrφa cantar mßs que yaravis. Pope, el poeta del culto de Vd. le darß algunas lecciones para que corrija ciertas caφdas de la que no pudo escaparse ni el mismo Homero. Vd. me perdonarß que me meta tras de Horacio para dar mis orßculos: este critic≤n se indignaba de que durmiese el autor de la Ilφada, y Ud. sabe muy bien que Virgilio estaba arrepentido de haber hecho una hija tan divina como la Eneida despuΘs de nueve a diez a±os de estarla engendrando; asφ, amigo mφo, lima y mßs lima para pulir las obras de los hombres. Ya veo tierra, termino mi crφtica, o mejor dirΘ mis palos de ciego. Confieso a Vd. humildemente que la versificaci≤n de su poema me parece sublime: un genio lo arrebat≤ a Vd. a los cielos. Vd. conserva en la mayor parte de su canto un calor vivificante y continuo: algunas de las inspiraciones son originales; los pensamientos nobles y hermosos; el rayo que el hΘroe de Vd. presta a Sucre es superior a la cesi≤n de las armas que hizo Aquiles a Patroclo. La estrofa 130 es bellφsima: oigo rodar los torbellinos y veo arder los ejes; aquello es griego, es homΘrico. En la presentaci≤n de Bolφvar en Junφn se ve, aunque de perfil, el momento antes de acometerse Turno y Eneas. La parte que Vd. da Sucre es guerrera y grande. Y cuando habla de La Mar, me acuerdo de Homero cantando a su amigo Mentor: aunque los caracteres son diferentes, el caso es semejante; y, por otra parte, ┐no serß La Mar un Mentor guerrero? Permφtame Vd., querido amigo, le pregunte ┐de d≤nde sac≤ Vd. tanto estro para mantener un canto tan bien sostenido desde su principio hasta el fin? El tΘrmino de la batalla da la victoria, y Vd. la ha ganado porque ha finalizado su poema con dulces versos, altas ideas y pensamientos fil≤soficos. Su vuelta de Vd. al campo es pindßrica, y a mφ me ha gustado tanto que la llamarφa divina.


Siga Vd., mi querido poeta, la hermosa carrera que le han abierto las Musas con la traducci≤n de Pope y el canto a Bolφvar. Perd≤n, perd≤n, amigo; la culpa es de Vd. que me meti≤ a poeta. Su amigo de coraz≤n, BOL═VAR **********

Discurso del Libertador al Congreso Constituyente de Bolivia -1826"íLegisladores! Al ofreceros el Proyecto de Constituci≤n para Bolivia, me siento sobrecogido de confusi≤n y timidez, porque estoy persuadido de mi incapacidad para hacer leyes. Cuando yo considero que la sabidurφa de todos los siglos no es suficiente para componer una ley fundamental que sea perfecta, y que el mßs esclarecido Legislador es la causa inmediata de la infelicidad humana, y la burla, por decirlo asφ, de su ministerio divino ┐quΘ deberΘ deciros del soldado que, nacido entre esclavos y sepultado en los desiertos de su patria, no ha visto mßs que cautivos con cadenas, y compa±eros con armas para romperlas? íYo Legislador!...Vuestro enga±o y mi compromiso se disputan la preferencia: no sΘ quiΘn padezca mßs en este horrible conflicto; si vosotros por los males que debΘis temer de la leyes que me habΘis pedido, o yo del oprobio a que me condenßis por vuestra confianza. He recogido todas mis fuerza para exponeros mis opiniones sobre el modo de manejar hombres libres, por los principios adoptados entre los pueblos cultos; aunque las lecciones de experiencia s≤lo muestran largos perφodos de desastres, interrumpidos por relßmpagos de ventura. ┐QuΘ guφas podremos seguir a la sombra de tan tenebrosos ejemplos? íLegisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recφprocamente se combaten, y ambos os atacarßn a la vez: la tiranφa y la anarquφa forman un inmenso ocΘano de opresi≤n, que rodea a una peque±a isla de libertad, embatida perpetuamente por la violencia de las olas y de los huracanes, que la arrastran sin cesar a sumergirla. Mirad el mar que vßis a surcar con una frßgil barca, cuyo piloto es tan inexperto. El Proyecto de Constituci≤n para Bolivia estß dividido en cuatro Poderes Polφticos, habiendo a±adido uno mßs, sin complicar por esto la divisi≤n clßsica de cada uno de los otros. El Electoral ha recibido facultades que no le estaban se±aladas en otros Gobiernos que se estiman entre los mßs liberales. Estas atribuciones se acercan de gran manera a las del sistema federal. Me ha parecido no s≤lo conveniente y ·til, sino tambiΘn fßcil, conceder a los Representantes inmediatos del pueblo los privilegios que mßs pueden desear los ciudadanos de cada Departamento, Provincia y Cant≤n. Ning·n objeto es mßs importante a un Ciudadano que la elecci≤n de sus Legisladores, Magistrados, Jueces y Pastores. Los Colegios Electorales de cada Provincia representan las necesidades de las infracciones de las leyes, y de los abusos de los Magistrados. Me atreverφa a decir con alguna exactitud que esta representaci≤n participa de los derechos de que gozan los gobiernos particulares de los Estados federados. De este modo se ha puesto nuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo; y el Gobierno ha adquirido mßs garantφas, mßs popularidad, y nuevos tφtulos, para que sobresalga entre los mßs democrßticos.


Cada diez Ciudadanos nombran a un Elector; y asφ se encuentra la naci≤n representada por el dΘcimo de sus Ciudadanos. No se exigen capacidades, ni se necesitan de poseer bienes, para representar la augusta funci≤n del Soberano; mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad, y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del Poder P·blico. El Cuerpo Legislativo tiene una composici≤n que lo hace necesariamente armonioso entre sus partes: no se hallarß siempre dividido por falta de un juez ßrbitro, como sucede donde no hay mßs que dos Cßmaras. Habiendo aquφ tres, la discordia entre dos queda resuelta por la tercera; y la cuesti≤n examinada por dos partes contendientes, y un imparcial que la juzga: de este modo ninguna ley ·til queda sin efecto, o por lo menos, habrß sido vista una, dos y tres veces, antes de sufrir la negaci≤n. En todos los negocios entre dos contrarios se nombra a un tercero para decidir, y ┐no serφa absurdo que en los intereses mßs arduos de la sociedad se desde±ara esta providencia dictada por una necesidad imperiosa? Asφ las Cßmaras guardarßn entre sφ aquellas consideraciones que son indispensables para conservar la uni≤n del todo, que debe deliberar en el silencio de las pasiones y con la calma de la sabidurφa. Los Congresos modernos, me dirßn, se han compuesto de solas dos secciones. Es por que en Inglaterra, que ha servido de modelo, la nobleza y el pueblo debφan representarse en dos Cßmaras; y sin en NorteamΘrica se hizo lo mismo sin haber nobleza, puede suponerse que la costmbre de estar bajo el Gobierno inglΘs, le inspir≤ esta imitaci≤n. El hecho es, que dos cuerpos deliberantes deben combatir perpetuamente; y por esto SieyΦs no querφa mßs que uno. Clßsico y absurdo. La primera Cßmara es de Tribunos, y goza de la atribuci≤n de iniciar las leyes relativas a Hacienda, Paz y Guerra. Ella tiene la inspecci≤n inmediata de los ramos que el Ejecutivo administra con menos intervenci≤n del Legislativo. Los Senadores forman los C≤digos y Reglamentos eclesißsticos, y velan sobre los Tribunales y el Culto. Toca al Senado escoger los Prefectos, los Jueces del distrito,Gobernadores, Corregidores, y todos los Subalternos del Departamento de Justicia. Propone a la Cßmara de Censores los miembros del Tribunal Supremo, los Arzobispos, Obispos, Dignidades y Can≤nigos. Es del resorte del Senado, cuanto pertence a la Religi≤n y a las leyes. Los Censores ejercen una potestad polφtica y moral que tiene alguna semejanza con la del Are≤pago de Atenas, y de los Censores de Roma. Serßn ellos los fiscales contra el Gobierno para celar si la Constituci≤n y los Tratados p·blicos se observan con religi≤n. He puesto bajo su Θgida el Juicio Nacional, que debe decidir de la buena o mala administraci≤n del Ejecutivo. Son los Censores los que protegen la moral, las ciencias, las artes, la instrucci≤n y la imprenta. La mßs terrible como la mßs augusta funci≤n pertenece a los Censores. Condenan a oprobio eternos a los usurpadores de la autoridad soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores p·blicos a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres, El fiel de la glora se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los Censores deben gozar de una inocencia intacta, y de unavida sin mancha. Si delinquen, serßn acusados hasta por faltas leves. A estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservaci≤n de nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar contra sus profanadores. El Presidente de la Rep·blica viene a ser en nuestra Consitituci≤n, como el Sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquφas se necesita mßs que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decφa un antiguo, y moverΘ el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En Θl estriba todo nuestro orden, sin tener por esto acci≤n. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie da±e.


El Presidente de Bolivia participa de las facultades del Ejecutivo Americano, pero con restricciones favorables al pueblo. Su duraci≤n es la de los Presidentes de Haitφ. Yo he tomado para Bolivia, el Ejecutivo de la Rep·blica mßs democrßtica del mundo. La isla de Haitφ (permφtaseme esta digresi≤n) se hallabaa en insurreci≤n permanente: despuΘs de haber experimentado el imperio, el reino, la rep·blica, todos los gobiernos conocidos y algunos mßs, se vio forzada a ocurrir al ilustre Peti≤n para que la salvase. Confiaron en Θl, y los destinos de Haitφ no vacilaron mßs. Nombrado Peti≤n Presidente vitalicio con facultades para elegir el sucesor, ni la muerte de ete grande hombre, ni la sucesi≤n del nuevo Presidente han causado el menor peligro en el Estado: todo ha marchado bajo el digno Boyer, en la calma de un reino legφtimo. Prueba triunfante de que un Presidente vitalicio con derecho para elegir el sucesor, es la inspiraci≤n mßs sublime en el orden republicano. El Presidente de Bolivia serß menos peligroso que el de Haitφ, siendo el modo de sucesi≤n mßs seguro para el bien del Estado. Ademßs, el Presidente de Bolivia estß privado de todas las influencias: no nombra los Magistrados, los Jueces, ni las Dignidades eclesißsticas, por peque±as que sean. Esta disminuci≤n de poder no la ha sufrido todavφa ning·n gobierno bien constituido: ella a±ade trabas sobre trabas a la autoridad de un Jefe que hallarß siempre a todo el pueblo dominado por los que ejercen las funciones mßs importantes de la sociedad. Los Sacerdotes mandan en las conciencias, los jueces en la propiedad, el honor, y la vida, los Magistrados en todos los actos p·blicos. No debiendo Θstos sino al pueblo sus dignidades, su gloria y su fortuna, no puede el Presidente esperar complicarlos en sus miras ambiciosas. Si a esta consideraci≤n se agregan las que naturalmente nacen de las oposiciones generales que encuentra un Gobierno democrßtico en todos los momentos de su administraci≤n, parece que hay derecho para estar cierto de que la usurpaci≤n del Poder p·blico dista mßs de este Gobierno que de otro ninguno. íLegisladores! La libertad de hoy mßs, serß indestructible en AmΘrica. VΘase la naturaleza salvaje de este continente, que expele por sφ sola el orden monßrquico: los desiertos convidan a la independencia. Aquφ no hay grandes nobles, grandes eclesißsticos. Nuestras riquezas eran casi nulas, y en el dφa lo son todavφa mßs. Aunque la Iglesia goza de influencia, estß lejos de aspirar al dominio, satisfecha con su conservaci≤n. Sin estos apoyos, los tiranos no son permanentes; y si algunos ambiciosos se empe±an en levantar imperios, Dessalines, Crist≤bal, Iturbide, les dicen que deben esperar. No hay poder mßs difφcil de mantener que el de un principe nuevo. Bonaparte, vencedor de todos los ejΘrcitos, no logr≤ triunfar de esta regla, mßs fuerte que los imperios. Y si el gran NapolΘon no consigui≤ mantenerse contra la liga de los republicanos y de los arist≤cratas, ┐quiΘn alcanzarß, en AmΘrica, fundar monarquφas, en un suelo incendiado con las brillantes llamas de la libertad, y que devora las tablas que se le ponen para elevar esos cadalsos regios? No, Legisladores: no temßis a los pretendientes a coronas: ellas serßn para sus cabezas la espada pendiente sobre Dionisio. Los Principes flamantes que se obcequen hasta construir tronos encima de los escombros de la libertad, erigirßn t·mulos a sus cenizas, que digan a los siglos futuros c≤mo prefirieron su fatua ambici≤n a la libertad y a la gloria. Los lφmites constitucionales del Presidente de Bolivia son los mßs estrechos que se conocen: apenas nombra los empleados de hacienda, paz y guerra, manda el ejΘrcito. He aquφ sus funciones. La administraci≤n pertenece toda al Ministerio, responsable a los Censores, y sujeta al vigilancia celosa de todos los Legisladores, Magistrados, Jueces y Ciudadanos. Los aduanistas y los soldados ·nicos agentes de este ministerio no son a la verdad, los mßs adecuados para captarle la aura popular; asφ su influencia serß nula. El Vice-Presidente es el Magistrado mßs encadenado que ha servido el mando: obedece juntamente al Legislativo y al Ejecutivo de un gobierno republicano. Del primero recibe las leyes; del segundo las ≤rdenes: y entre


estas dos barreras ha de marchar por un camino angustiado y flanqueado de precipicios. A pesar de tantos inconvenientes, es preferible gobernar de este modo, mßs bien que con imperio absoluto. Las barreras consitucionales ensanchan una conciencia polφtica, y le dan firme esperanza de encontrar el fanal que la guφe entre los escollos que la rodean; ella sirven de apoyo contra los empujes de nuestras pasiones, concertadas con los intereses ajenos. En el gobierno de lso Estados Unidos se ha observado ·ltimamente la prßctica de nombrar al primer Ministro para suceder al Presidente. Nada es tan conveniente, en una rep·blica, como este mΘtodo: re·ne la ventaja de poner a la cabeza de la adminstraci≤n un sujeto experimentado en el manejo del Estado. Cuando entra a ejercer sus funciones, va formado, y lleva consigo la aureola de la popularidad, y una prßctica consumada. Me he apoderado de esta idea, y la he establecido como ley. El Presidente de la Rep·blica nombra al Vice-Presidente, para que administre el estado, y le suceda en el mando. Para esta providencia se evitan las elecciones, que producen el grande azote de las rep·blicas, la anarquφa, que es el lujo de la tiranφa, y el peligro mßs inmediato y mßs terrible de los gobiernos populares. Ved de quΘ modo sucede como en los reinos legφtimos, la tremenda crisis de las rep·blicas. El Vice-Presidente debe ser el hombre mas puro: la raz≤n es, que si el primer Magistrado no elige un ciudadano muy recto, debe temerle como a enemigo encarnizado; y sospechar hasta de sus secretas ambiciones. Este Vice-Presidente ha de esforzarse a merecer por sus buenos servicios el crΘdito que necesita para desempe±ar las mßs altas funciones, y esperar la gran recompensa nacional el mando supremo-. El Cuerpo Legislativo y el pueblo exigirßn capacidades y talentos de parte de este Magistrado; y le pedirßn una ciega obediencia a las leyes de la libertad. Siendo la herencia la que perpet·a el rΘgimen monßrquico, y lo hace casi general en el mundo: ┐cußnto mßs ·til no es el mΘtodo que acabo de proponer para la sucesi≤n de Vice-Presidente? ┐QuΘ fueran los prφncipes hereditarios elegidos por el mΘrito, y no por la suerte; y que en lugar de quedarse en la inacci≤n y en la ignoracia, se pusiesen a la cabeza de la administraci≤n? Serφan sin duda; Monarcas mßs esclarecidos y harφan la dicha de los pueblos. Sφ, Legisladores, la monarqφa que gobierna la tierra, ha obtenido sus tφtulos de aprobaci≤n de la herencia que la hace estable, y de la unidad que la hace fuerte. Por esto, aunque un prφncipe soberano es un ni±o mimado, enclaustrado en su palacio, educado por la adulaci≤n y conducido por todas las pasiones, este prφncipe que me atreverφa a llamar la ironφa del hombre, manda al gΘnero humano, porque conserva el orden de las cosas y la subordinaci≤n entre los ciudadanos, con poder firme, y una acci≤n constante. Considerad, Legisladores, que estas grandes ventajas se re·nen en el Presidente vitalicio y VicePresidente hereditario. El Poder Jucial que propongo goza de una independencia absoluta: en ninguna parte tiene tanto. El pueblo presenta los candidatos, y el Legislador escoge los individuos que han de componer los Tribunales. Si el Poder Judicial no emana de este origen, es imposible que conserve en toda su pureza, la salvaguardia de los derechos individuales. Estos derechos, Legisladores, son los que constituyen la libertad, la igualdad, la seguridad, todas las garantφas del orden social. La verdadera consitutici≤n liberal estß en los c≤digos civiles y criminales; y la mßs terrible tiranφa la ejercen los Trbunales por el tremendo instrumento de las leyes. De ordinario el Ejecutivo no es mßs que el depositario de la cosa p·blica; pero los Tribunales son los ßrbitros de las cosas propias -de las cosas de los individuos- . El Poder Judicial contiene la medida del bien o del mal de los ciudadanos: y si hay libertad, si hay justicia en la Rep·blica, son distribuidas por este poder. Poco importa a veces la organizaci≤n polφtica, con tal que la civil sea perfecta; que las leyes se cumplan religiosamente, y se tengan por inexorables como el Destino.


Era de esperarse, conforme a las ideas del dφa, que prohibiΘsemos el uso del tormento de las confesiones; y cortßsemos la prolongaci≤n de los pleitos en el intrincado laberinto de las apelaciones. El territorio de la Rep·blica se gobierna por Prefectos, Gobernadores, Corregidores, Jueces de Paz y Alcaldes. No he podido entrar en el rΘgimen interior y facultades de estas jurisdicciones; es mi deber, sin embargo, recomendar al Congreso los reglamentos conciernentes al servicio de los departamentos y provincias. Tened presente, Legisladores, que las naciones se componen de ciudades y de aldeas; y que del bienestar de Θstas se forma la felicidad del Estado. Nunca prestarΘis demasiado vuestra atenci≤n al buen rΘgimen de los departamentos. Este punto es de predilecci≤n de la ciencia legislativa y nos obstante es harto desde±ado. He dividido la fuerza armada en cuatro partes: ejΘrcito de lφnea, escuadra, milicia nacional, y resguardo militar. El destino del ejΘrcito es guarnecer la frontera. íDios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos! Basta la milicia nacional para conservar el orden interno. Bolivia no posee grandes costas, y por los mismo e in·til la marina: debemos, a pesar de esto, obtener alg·n dφa uno y otro. El resguardo militar es preferible por todos respectos al de guardas: un servicio semejantes e mßs inmoral que superfluo: por lo tanto interesa a la Rep·blica, guarnecer sus fronteras con tropas de lφnea, y tropas de resguardo contra la guerra del fraude. He pensado que la constituci≤n de Bolivia debiera reformarse por perφodos, seg·n lo exige el movimiento del mundo moral. Los trßmites de la reforma se han se±alado en los tΘrminos que he juzgado mßs propios del caso. La responsabilidad de los Empleados se se±ala en la Constituci≤n Boliviana del modo mßs efectivo. Sin responsabilidad, sin represi≤n, el estado es un caos. Me atrevo a instar con encarecimiento a los Legisladores, para que dicten leyes fuertes y terminantes sobre esta importante materia, Todos hablan de responsabilidad, pero ella se queda en los labios. No hay responsabilidad, Legisladores: los Magistrados, Jueces y Empleados abusan de sus facultades, porque no se contiene con rigor a los agentes de la administraci≤n; siendo entre tanto los ciudadanos vφctimas de este abuso. Recomendara yo una ley que prescribiera un mΘtodo de responsabilidaad anual para cada Empleado. Se han establecido las garantφas mßs perfectas: la libertad civil es la verdadera libertad; pero las demßs son nominales o de poca influencia con respecto a los ciudadanos. Se ha garantizado la seguridad personal, que es el fin de la sociedad, y de la cual emanan las demßs. En cuanto a la propiedad, ella depende del c≤digo civil que vuestra sabidurφa debiera componer luego, para la dicha de vuestros conciudadanos. He conservado intacta la ley de las leyes la igualdad-: Sin ella perecen todas las garantφas, todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de humillaci≤n, a la infame esclavitud. Legisladores, la infracci≤n de todas las leyes es la esclavitud. La ley que la conservara, serφa la mßs sacrφlega. ┐QuΘ derecho se alegarφa para su conservaci≤n? Mφrese este delito por todos sus aspectos, y no me persuado que haya un solo Boliviano tan depravado, que pretenda legitimar la mßs insigne violaci≤n de la dignidad humana íUn hombre poseφdo por otro! íUn hombre propiedad! íUna imagen de Dios puesta al yugo como el bruto! Dφgasenos ┐d≤nde estßn los tφtulos de los usurpadores del hombre? La Guφnea no los mandado, pues el Africa desvastada por el fraticidio, no ofrece mßs que crφmenes. Trasplantadas aquφ estas reliquias de aquellas tribus africanas, ┐quΘ ley o potestad serß capaz de sancionar el dominio sobre estas vφctimas? Transmitir, prorrogar, eternizar este crimen mezclado de suplicios, es el ultraje mßs chocante. Fundar un principio de posesi≤n sobre la mßs feroz delincuencia no podrφa concebirse sin el trastorno de los elementos del derecho, y sin la perversi≤n mßs absoluta de las nociones del debeer. Nadie puede romper el santo dogma de la igualdad. Y ┐habrß esclavitud donde reina la igualdad? Tales contradicciones formarφan mßs bien el


vituperio de nuestra raz≤n que el de nuestra justicia: serφamos reputados por mßs dementes que usurpadores. Si no hubiera un Dios Protector de la inocencia y de la libertad, prefiriera la suerte de un le≤n generoso, dominando en los desiertos y en los bosques, a la de un cautivo al servicio de un infame tirano que, c≤mplice de sus crφmenes, provocara la c≤lera del Cielo. Pero no: Dios ha destinado el hombre a la libertad: El lo protehe para que ejerza la celeste funci≤n del albedrφo. íLegisladores! HarΘ menci≤n de un artφculo que, seg·n mi conciencia, he debido omitir. En una constituci≤n polφtica no debe prescribirse una profesi≤n religiosa: porque seg·n las mejores doctrinas sobre las leyes fundamentales, Θstas son las garantφa de los derechos polφticos y civiles; y como la religi≤n no toca a ninguno de estos derechos, ella es de naturaleza indefinible en el orden social, y pertence a la moral intelectual. La Religi≤n gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sφ mismo: s≤lo ella tiene derecho de examinar su conciencia φntima. Las leyes, por el contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino fuera de la casa del ciudadano. Aplicando estas consideraciones ┐podrß un Estado regir la conciencia de los s·bditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio o castigo, cuando los tribunales estßn en el Cielo, y cußndo Dios es el Juez? La inquisici≤n solamente serφa capaz de reemplazarlos en este mundo. ┐Volverß la inquisici≤n con sus teas incendiarias? La Religi≤n es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula porque imponiendo la necesidad al deber, quita el mΘrito a la fe, que es la base de la Religi≤n. Los preceptos y los dogmas sagrados son ·tiles, luminosos y de evidencia metafφsica; todos debemos profesarlos, mas este deber es moral, no polφtico. Por otra parte ┐cußles son en este mundo los derechos del hombre hacia la Religi≤n? Ellos estßn en el Cielo; allß el tribunal recompensa el mΘrito, y hace justicia seg·n el c≤digo que ha dictado el Legislador. Siendo todo esto de jurisdicci≤n divina, me parece a primera vista sacrφlego y profano mezclar nuestras ordenanzas con los mandamientos del Se±or. Prescribir, pues, la Religi≤n, no toca al Legislador; porque Θste debe se±alar penas a las infracciones de las leyes, para que no seas meros consejos. No habiendo castigos temporales, ni jueces que los apliquen, la ley deja de ser ley. El desarrollo moral del hombre es la primera intenci≤n del Legislador, luego que este desarrollo llega a lograrse, el hombre apoya su moral en las verdades reveladas, y profesa de hecho la Religi≤n, que es tanto mßs eficaz, cuanto que la ha adquirido por investigaciones propias. Ademßs, los padres de familia no pueden descuidar el deber religioso hacia sus hijos. Los Pastores espirituales estßn obligados a ense±ar la ciencia del Cielo: el ejemplo de los verdaderos discφpulos de Jes·s, es el maestro mßs elocuente de su divina moral; pero la moral no se manda, ni el que manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse en dar consejos. Dios y sus Ministros son las autoridades de la Religi≤n que obra por medios y ≤rganos exlusivamente espirituales; pero de ning·n modo el Cuerpo Nacional, que dirige el poder p·blico a objetos puramente temporales. Legisladores, al ver ya proclamada la nueva Naci≤n Boliviana, ícußn generosas y sublimes consideraciones no deberßn elevar vuestras almas! La entrada de un nuevo estado en la sociedad de los demßs, es un motivo de j·bilo para el gΘnero humano, porque se aumenta la gran familia de los pueblos. íCußl, pues, debe ser el de sus fundadores! -ííy el mφo! viΘndome igualado con el mßs cΘlebre de los antiguos-, el Padre de la Ciudad eterna! Esta gloria pertenece de derecho a los Creadores de las Naciones, que, siendo sus primeros bienhechores, han debido recibir recompensas inmortales; mas la mφa, ademßs de inmortal tiene el mΘrito de ser gratuita por no merecida. ┐D≤nde estß la rep·blica, d≤nde la ciudad quΘ yo he fundado? Vuestra munificencia, dedicßndome una naci≤n, se ha adelantado a todos mis servicios; y es infinitamente superior a cuantos bienes pueden haceros los hombres.


Mi desesperaci≤n se aumenta al contemplar la inmensidad de vuestro premio, porque despuΘs de haber agotado los talentos, las virtudes, el genio mismo del mßs grande de los hΘroes, todavφa serφa yo indigno de merecer el nombre que habΘis querido daros, íel mφo! íHablarΘ yo de gratitud, cuando ella no alcanzarß jamßs a expresar ni dΘbilmente lo que experimento por vuestra bondad que, como la de Dios pasa todos los lφmites! Sφ: solo Dios tenφa potestad para llamar a esa tierra Bolivia... ┐QuΘ quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad, que al recibirla vuestro arrobo no vio nada que fuera igual a su valor. No hallando vuestra embriaguez una demostraci≤n adecuada a la vehemencia de sus sentimientos, arranc≤ vuestro nombre, y dio el mφo a todas vuestras generaciones. Esto, que es inaudito en la historia de los siglos, lo es ßunmßs en la de los desprendimientos sublimes. Tal rasgo mostrarß a los tiempo que estßn en el pensamiento del Eterno, lo que anhelabais la posesi≤n de vuestros derechos, que es la posesi≤n de ejercer las virtudes polφticas, de adquirir los talentos luminosos, y el goce de ser hombres. Este rasgo, repito, probarß que vosotros erßis acreedores a obtener la gran bendici≤n del Cielo -la Soberanφa del Pueblo- ·nica autoridad legφtima de las Naciones. Legisladores, felices vosotros que presidφs los destinos de una Rep·blica que ha nacido coronada con los laureles de Ayacucho, y que debe perpetuar su existencia dichosa bajos las leyes que dicte vuestra sabidurφa, en la calma que ha dejado la tempestad de la Guerra." Lima, a 25 de mayo de 1826 BOL═VAR **********

Mensaje al Congreso Constituyente de la Rep·blica de Colombia -1830"Conciudadanos: SΘame permitido felicitaros por la reuni≤n del congreso que a nombre de la naci≤n va a desempe±ar los sublimes deberes de legislador. Ardua y grande es la obra de constituir un pueblo que sale de la opresi≤n por medio de la anarquφa y de la guerra civil, sin estar preparado previamente para recibir la saludable reforma a que aspiraba. Pero las lecciones de la historia, los ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte a±os de revoluci≤n, han de serviros como otros tantos fanales colocados en medio de las tinieblas de lo futuro; y yo me lisonjeo de que vuestra sabidurφa se elevarß hasta el punto de poder dominar con fortaleza las pasiones de algunos, y la ignorancia de la multitud; consultando, cuando es debido, a la raz≤n ilustrada de los hombres sensatos, cuyos votos respetables son un precioso auxilio para resolver las cuestiones de alta polφtica. Por lo demßs hallarΘis tambiΘn consejos importantes que seguir en la naturaleza misma de nuestro paφs, que comprende las regiones elevadas de los Andes, y las abrasadas riberas del Orinoco: examinadle en toda su extensi≤n, y aprenderΘis en Θl, de la infalible maestra de los hombres, lo que ha de dictar el congreso para la felicidad de los colombianos. Mucho os dirß nuestra historia, y mucho nuestras necesidades: pero todavφa serßn mßs persuasivos los gritos de nuestros dolores por falta de reposo y libertad segura. íDichoso el congreso si proporciona a Colombia el goce de estos bienes supremos por los cuales merecerß las mßs puras bendiciones!


Convocado el congreso para componer el c≤digo fundamental que rija a la rep·blica, y para nombrar los altos funcionarios que la administren, es de la obligaci≤n del gobierno instruiros de los conocimientos que poseen los respectivos ministerios de la situaci≤n presente del estado, para que podßis estatuir de un modo anßlogo a la naturaleza de las cosas. Toca al presidente de los Consejos de Estado y Ministerial manifestaros sus trabajos durante los ·ltimos dieciocho meses: si ellos no han correspondido a las esperanzas que debimos prometernos, han superado al menos los obstßculos que oponφan a la marcha de la administraci≤n las circunstancias turbulentas de guerra exterior y convulsiones intestinas: males que, gracias a la Divina Providencia, han calmado a beneficio de la clemencia y de la paz. Prestad vuestra soberana atenci≤n al origen y progreso de estos trastornos. Las turbaciones que desgraciadamente ocurrieron en 1826, me obligaron a venir del Per·, no obstante que estaba resuelto a no admitir la primera magistratura constitucional, para que habφa sido reelegido durante mi ausencia. Llamado con instancia para restablecer la concordia y evitar la guerra civil, yo no pude rehusar mis servicios a la patria, de quien recibφa aquella honra, y pruebas nada equφvocas de confianza. La representaci≤n nacional entr≤ a considerar las causas de discordias que agitaban los ßnimos, y convencida de que subsistφan, y de que debφan adoptarse medidas radicales, se someti≤ a la necesidad de anticipar la reuni≤n de la gran convenci≤n. Se instal≤ este cuerpo en medio de la exaltaci≤n de los partidos; y por lo mismo se disolvi≤, sin que los miembros que la componφan hubiesen podido acordarse en las reformas que meditaban. ViΘndose amenazada la rep·blica de una disociaci≤n completa, fui obligado de nuevo a sostenerla en semejante crisis; y a no ser que el sentimiento nacional hubiera ocurrido prontamente a deliberar sobre su propia conservaci≤n, la rep·blica habrφa sido despedazada por las manos de sus propios ciudadanos. Ella quiso honrarme con su confianza, confianza que debφ respetar como la mßs sagrada Ley. ┐Cußndo la patria iba a perecer podrφa yo vacilar? Las leyes, que habφan sido violadas con el estrΘpito de las armas y con las disensiones de los pueblos, carecφan de fuerza. Ya el cuerpo legislativo habφa decretado, conociendo la necesidad, que se reuniese la asamblea que podφa reformar la constituci≤n, y ya, en fin, la convenci≤n habφa declarado unßnimamente que la reforma era urgentφsima. Tan solemne declaratoria unida a los antecedentes, dio un fallo formal contra el pacto polφtico de Colombia. En la opini≤n, y de hecho, la constituci≤n del a±o 11.║ dej≤ de existir. Horrible era la situaci≤n de la patria, y mßs horrible la mφa, porque me puso a discreci≤n de los juicios y de las sospechas. No me detuvo sin embargo el menoscabo de una reputaci≤n adquirida en una larga serie de servicios, en que han sido necesarios, y frecuentes, sacrificios semejantes. El decreto orgßnico que expedφ en 27 de agosto del 28 debi≤ convencer a todos de que mi mßs ardiente deseo era el de descargarme del peso insoportable de una autoridad sin lφmites, y de que la rep·blica volviese a constituirse por medio de sus representantes. Pero apenas habφa empezado a ejercer las funciones de jefe supremo, cuando los elementos contrarios se desarrollaron con la violencia de las pasiones, y la ferocidad de los crφmenes. Se atent≤ contra mi vida; se encendi≤ la guerra civil; se anim≤ con este ejemplo, y por otros medios, al gobierno del Per· para que invadiese nuestros departamentos del Sur, con miras de conquista y usurpaci≤n. No me fundo, conciudadanos, en simples conjeturas: los hechos y los documentos que lo acreditan son autΘnticos. La guerra se hizo inevitable. El ejΘrcito del general La Mar es derrotado en Tarquφ del modo mßs esplΘndido y glorioso para nuestras armas; y sus reliquias se salvan por la generosidad de los vencedores. No obstante la magnanimidad de los colombianos, el general La Mar rompe de nuevo la guerra hollando los tratados; y abre por su parte las hostilidades: mientras tanto yo respondo convidßndole otra vez con la paz; pero Θl nos calumnia, nos ultraja con


denuestos. El departamento de Guayaquil es la vφctima de sus extravagantes pretensiones. Privados nosotros de marina militar, atajados por las inundaciones del invierno y por otros obstßculos, tuvimos que esperar la estaci≤n favorable para recuperar la plaza. En este intermedio un juicio nacional, seg·n la expresi≤n del Jefe Supremo del Per·, vindic≤ nuestra conducta, y libr≤ a nuestros enemigos del general La Mar. Mudado asφ el aspecto polφtico de aquella rep·blica, se nos facilit≤ la vφa de las negociaciones, y por un armisticio recuperamos a Guayaquil. Por fin el 22 de setiembre se celebr≤ el tratado de paz, que puso tΘrmino a una guerra en que Colombia defendi≤ sus derechos y su dignidad. Me congratulo con el congreso y con la naci≤n, por el resultado satisfactorio de los negocios del Sur: tanto por la conclusi≤n de la guerra, como por las muestras nada equφvocas de benevolencia que hemos recibido del gobierno peruano, confesando noblemente que fuimos provocados a la guerra con miras depravadas. Ning·n gobierno ha satisfecho a otro como el del Per· al nuestro, por cuya magnanimidad es acreedor a la estimaci≤n mßs perfecta de nuestra parte. íConciudadanos! Si la paz se ha concluido con aquella moderaci≤n que era de esperarse entre pueblos hermanos, que no debieron disparar sus armas consagradas a la libertad y a la mutua conservaci≤n; hemos usado tambiΘn de lenidad con los desgraciados pueblos del Sur que se dejaron arrastrar a la guerra civil, o fueron seducidos por los enemigos. Me es grato deciros, que para terminar las disensiones domΘsticas, ni una sola gota de sangre ha empa±ado la vindicta de las leyes: y aunque un valiente general y sus secuaces han caφdo en el campo de la muerte, su castigo les vino de la mano del Altφsimo, cuando de la nuestra habrφan alcanzado la clemencia con que hemos tratado a los que han sobrevivido. Todos gozan de libertad a pesar de sus extravφos. Demasiado ha sufrido la patria con estos sacudimientos, que siempre recordarmos con dolor; y si algo puede mitigar nuestra aflicci≤n, es el consuelo que tenemos de que ninguna parte se nos puede atribuir en su origen, y el haber sido tan generosos con nuestros adversarios cuanto dependφa de nuestras facultades. Nos duele ciertamente el sacrificio de algunos delincuentes en el altar de la justicia; y aunque el parricido no merece indulgencia, muchos de ellos la recibieron, sin embargo, de mis manos, y quizß los mßs crueles. Sφrvanos de ejemplo este cuadro de horror que por desgracia mφa he debido mostraros: sφrvanos para el porvenir como aquellos formidables golpes que la Providencia suele darnos en el curso de la vida para nuestra correcci≤n. Corresponde al congreso coger dulces frutos de este ßrbol de amargura, o al menos alejarse de su sombra venenosa. Si no me hubiere cabido la honrosa ventura de llamaros a representar los derechos del pueblo, para que, conforme a los deseos de vuestros comitentes, creasΘis o mejorasΘis nuestras instituciones, serφa Θste el lugar de manifestaros el producto de veinte a±os consagrados al servicio de la patria. Mas yo no debo ni siquiera indicaros lo que todos los ciudadanos tienen derecho de pediros. Todos pueden, y estßn obligados, a someter sus opiniones, sus temores y deseos a los que hemos constituido para curar la sociedad enferma de turbaci≤n y flaqueza. S≤lo yo estoy privado de ejercer esta funci≤n cφvica, porque habiΘndoos convocado y se±alado vuestras atribuciones, no me es permitido influir en modo alguno en vuestros consejos. Ademßs de que serφa oportuno repetir a los escogidos del pueblo lo que Colombia publica con caracteres de sangre. Mi ·nico deber se reduce a someterme sin restricci≤n al c≤digo y magistrados que nos dΘis; y es mi ·nica aspiraci≤n, el que la voluntad de los pueblos sea proclamada, respetada y cumplida por sus delegados. Con este objeto dispuse lo conveniente para que pudiesen todos los pueblos manifestar sus opiniones con plena libertad y seguridad, sin otros lφmites que los que debφan prescribir el orden y la moderaci≤n. Asφ se han verificado, y vosotros encontrarΘis en las peticiones que se someterßn a vuestra


consideraci≤n la expresi≤n ingenua de los deseos populares. Todas las provincias aguardan vuestras resoluciones: en todas partes las reuniones que se han tenido con esta mira, han sido presididas por la regularidad y el respeto a la autoridad del gobierno y del congreso constituyente. S≤lo tenemos que lamentar el exceso de la junta de Caracas de que igualmente debe juzgar vuestra prudencia y sabidurφa. Temo con alg·n fundamento que se dude de mi sinceridad al hablaros del magistrado que haya de presidir la Rep·blica. Pero el Congreso debe persuadirse que su honor se opone a que se piense en mφ para este nombramiento, y el mφo a que yo lo acepte. ┐Harφais por ventura refluir esta preciosa facultad sobre el mismo que os la ha se±alado? ┐OsarΘis sin mengua de vuestra reputaci≤n concederme vuestros sufragios? ┐No serφa esto nombrarme yo mismo? Lejos de vosotros y de mφ un acto tan innoble. Obligados como estßis, a constituir el gobierno de la Rep·blica, dentro y fuera de vuetro seno, hallarΘis ilustres ciudadanos que desempe±en la presidencia del Estado con gloria y ventajas. Todos, todos mis ciudadanos gozan de la fortuna inestimable de parecer inocentes a los ojos de la sospecha, s≤lo yo estoy tildado de aspirar a la tiranφa. Libradme, os ruego, del bald≤n que me espera si contin·o ocupando un destino, que nunca podrß alejar de sφ el vituperio de la ambici≤n. Creedme: un nuevo magistrado es ya indispensable para la Rep·blica. El pueblo quiere saber si dejarΘ alguna vez de mandarlo. Los estados americanos me consideran con cierta inquietud, que puede atraer alg·n dφa a Colombia males semejantes a los de la guerra del Per·. En Europa mismo no faltan quienes teman que yo desacredite con mi conducta la hermosa causa de la libertad. íAh! ícußntas conspiraciones y guerras no hemos sufrido por atentar a mi autoridad y a mi persona! Estos golpes han hecho padecer a los pueblos, cuyos sacrificios se habrφan ahorrado, si desde el principio los legisladores de Colombia no me hubiesen forzado a sobrellevar una carga que me ha abrumado mßs que la guerra y todos sus azotes. Mostraos, conciudadanos, dignos de representar un pueblo libre, alejando toda idea que me suponga necesario para la Rep·blica. Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no deberφa existir, y al fin no existirφa. El magistrado que escojßis serß sin duda un iris de concordia domΘstica, un lazo de fraternidad, un consuelo para los partidos abatidos. Todos los colombianos se acercarßn alrededor de este moral afortunado: Θl los estrecharß en los brazos de la amistad, formarß de ellos una familia de conciudadanos. Yo obedecerΘ con el respeto mßs cordial a este magistrado legφtimo, lo seguirΘ cual ßngel de paz; lo sostendrΘ con mi espada y con todas mi fuerzas. Todo a±adirß energφa, respeto y sumisi≤n a vuestro escogido. Yo lo juro, legisladores; yo lo prometo a nombre del pueblo y del ejΘrcito colombiano. La Rep·blica serß feliz, si al admitir mi reuncia, nombrßis de presidente a un ciudadano querido de la naci≤n, ella sucumbirφa si os obstinaseis en que yo la mandara. Oφd mis s·plicas: salvad la Rep·blica: salvad mi gloria que es Colombia. Disponed de la presidencia que respetuosamente abdico en vuestras manos. Desde hoy no soy mßs que un ciudadano armado para defender a la patria y obedecer al gobierno; cesaron mis funciones p·blicas para siempre. Os hago formal y solemne entrega de la autoridad suprema, que los sufragios nacionales me han conferido. PertenecΘis a todas las provincias: s≤is sus mßs selectos ciudadanos: habΘis servido en todos los destinos p·blicos: conocΘis los intereses locales y generales; de nada carecΘis para regenerar eta Rep·blica desfalleciente en todos los ramos de su administraci≤n. PermitirΘis que mi ·ltimo acto sea recomendaros que protejßis la religi≤n santa que profesamos, fuente profusa de las bendiciones del cielo. La hacienda nacional llama vuestra atenci≤n, especialmente en el sistema de percepci≤n. La


deuda p·blica, que es el cangro de Colombia, reclama de vosotros sus mßs sagrados derechos. El ejΘrcito, que infinitos tφtulos tiene a la gratitud nacioanl, ha menester una organizaci≤n radical. La justicia pide c≤digos capaces de defender los derechos y la inocencia de hombres libres. Todo es necesario crearlo, y vosotros debΘis poner el fundamento de prosperidad al establecer las bases generales de nuestra organizaci≤n polφtica. íConciudadanos! Me ruborizo al decirlo; la independencia es el ·nico bien que hemos adquirido a costa de los demßs. Pero ella nos abre la puerta para conquistarlos bajos vuestros soberanos auspicios, con todo el esplendor de la gloria y de la libertad!" Bogotß, enero 20 de 1830 Sim≤n Bolφvar ************

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