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«Aunque soy famoso gracias a mis cuadros, he de decir que parte de mi celebridad la debo al hecho de haber conocido a muchas personas interesantes y de haber vivido muchísimos años, en una época apasionante y de una gran riqueza cultural. He tenido una vida intensa, en la que la pintura, las mujeres y los toros han sido mis principales pasiones, y en ocasiones mi perdición.»
A partir de 9 años
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www.parramon.com
Eva Bargalló Violeta Monreal ISBN 978-84-342-2760-6
Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Julio Verne Mozart Cleopatra Miguel de Cervantes Shakespeare Marie Curie Charles Chaplin Teresa de Calcuta Charles Darwin John Lennon
Soy el arte del siglo XX
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Proyecto y realización Parramón Ediciones, S.A. Dirección editorial Lluís Borràs Ayudante de edición Cristina Vilella Texto Eva Bargalló Ilustraciones Violeta Monreal Diseño gráfico y maquetación Zink Comunicació S.L. Dirección de producción Rafael Marfil Producción Manel Sánchez Cuarta edición: febrero 2008 Picasso ISBN: 978-84-342-2760-6 Depósito Legal: B-863-2008 Impreso en España © Parramón Ediciones, S.A. – 2005 Ronda de Sant Pere, 5, 4ª planta 08010 Barcelona (España) Empresa del Grupo Editorial Norma de América Latina www.parramon.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático, o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.
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Hola... Aunque soy famoso gracias a mis cuadros, he de decir que parte de mi celebridad la debo al hecho de haber conocido a muchas personas interesantes y de haber vivido muchísimos años, en una época –buena parte del siglo XX– que ha sido una de las más prolíficas desde el punto de vista cultural. Viene a ser como terminar un viejo libro y empezar otro repleto de nuevas ideas, con una mirada puesta en el futuro. Los nuevos representantes de la cultura hemos aprendido de nuestros predecesores, pero también hemos puesto en duda sus conocimientos y hemos buscado un nuevo lenguaje más acorde con los tiempos modernos. Pero, por desdicha, también ha sido una etapa de guerras cruentas, sociedades heridas de muerte y pueblos enfrentados entre sí. Todo esto lo he vivido de primera mano, e incluso he sido uno de sus protagonistas. Mi carácter inquieto e independiente, unido a mis dotes innatas para la creación artística, me ha empujado a buscar nuevos lenguajes de expresión, sin comprometerme con ninguno, y ha hecho de mí el mayor artista del siglo XX. ¡Por lo menos eso dicen los entendidos! ¡En fin!, no me puedo quejar. He tenido una vida intensa, en la que la pintura, las mujeres y los toros han sido mis principales pasiones y, en ocasiones, mi perdición, y mi recuerdo siempre perdurará en las mentes de todas aquellas personas que se detengan ante una obra firmada por mí.
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Un tesoro encerrado entre cuatro paredes La primera comunión no fue el único cuadro que presenté en un certamen. En junio de 1897 volví a probar fortuna con el óleo Ciencia y caridad y lo exhibí en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid. ¡Obtuve una mención honorífica! Este reconocimiento a mi trabajo me animó a matricularme en la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando, de larga tradición académica. Sin embargo, los conocimientos que allí se impartían no eran de mi agrado. En mi fuero interno sabía que podía romper con los moldes de la pintura academicista que se enseñaba en los centros oficiales y quería demostrar que el arte no tiene un lenguaje único, que sus formas y su estilo no se pueden someter a unas normas que ponen límites a la creatividad y la imaginación del artista. La libertad y la autonomía recién estrenadas en Barcelona influyeron en mi decisión de no cumplir a rajatabla con los rigores del horario académico y dedicar el máximo tiempo posible a pintar por mi cuenta y conocer las pinturas que colgaban de las paredes del Museo del Prado. Este antiguo palacio fue mi refugio preferido durante mi corta estancia en Madrid, pues el ambiente cultural que se respiraba en esta ciudad a finales del siglo XIX no era el mismo que el de Barcelona. Han tenido que transcurrir unas cuantas décadas y mucha historia para que Madrid finalmente alcanzara la capitalidad cultural que se merece. Asimismo, quiero aprovechar esta ocasión para agradecer a los responsables del Museo del Prado la oportunidad de que mis obras se exhibieran al lado de otras realizadas por pintores
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Picasso / 19 que tanto aprecio, como Velázquez, Miró o Gris, en una exposición sobre el retrato español de los siglos XV al XX. Y a riesgo de parecer vanidoso deseo también felicitar a sus organizadores por haber elegido, entre otros, el retrato que hice de Gertrude Stein en 1906. Se cuenta la anécdota de que cuando Gertrude vio la obra finalizada y expresó sus dudas sobre el parecido con ella, yo le respondí: «No se preocupe, ya se le parecerá usted». Pero reemprendamos el hilo de la historia. En junio de 1898, aún en Madrid, enfermé de escarlatina. El destino me devolvía a mi querida Barcelona, aunque no por mucho tiempo, ya que hasta 1904, cuando me afinqué definitivamente en París, estuve viviendo allí de forma intermitente.
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La piedra y la arcilla Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial estuvieron marcados por el cambio. Mi relación con Dora Maar se había roto y ahora compartía mi vida con Françoise Gilot, la madre de mis dos hijos Claude y Paloma. El punto final a los conflictos bélicos que tanto dolor habían engendrado y mi nueva situación familiar me devolvieron la alegría de vivir y de nuevo florecieron en mí sentimientos de esperanza y solidaridad. Como siempre, mi obra y mi vida son testigos de esta transformación: en agosto de 1948 participé en un congreso sobre la paz que se celebró en Polonia y en enero de 1949 realicé una litografía, La paloma, que fue elegida como cartel para otro congreso sobre la paz que se efectuaría en abril de ese mismo año en París. Pero ¿qué es una litografía? ¿Lo sabéis? Para los lectores que lo ignoran, la litografía es un sistema que permite reproducir mecánicamente dibujos que han sido realizados con lápiz y tintas especiales sobre una piedra o una plancha de cinc. Gracias a esta técnica, que aprendí en el taller del impresor francés Fernand Mourlot, la obra de arte dejó de ser un objeto elitista al alcance de unos pocos y se popularizó, pues el precio de una reproducción litográfica es muy inferior al de un original. Mi relación con la litografía fue larga y fructífera; prueba de ello es el extenso número de obras en blanco y negro y color que realicé mediante esta técnica y que hoy en día podéis contemplar reproducidas en muchos libros.
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«Aunque soy famoso gracias a mis cuadros, he de decir que parte de mi celebridad la debo al hecho de haber conocido a muchas personas interesantes y de haber vivido muchísimos años, en una época apasionante y de una gran riqueza cultural. He tenido una vida intensa, en la que la pintura, las mujeres y los toros han sido mis principales pasiones, y en ocasiones mi perdición.»
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Eva Bargalló Violeta Monreal ISBN 978-84-342-2760-6
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