Me llamo… Galieo Galilei

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ME LLAMO...

Me llamo... Galileo Galilei

Los descubrimientos que hice con el telescopio revolucionaron la forma de estudiar el Espacio y el lugar del Hombre en el Universo.»

A partir de 9 años Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Julio Verne Mozart Cleopatra Picasso

Miguel de Cervantes Shakespeare Marie Curie Charles Chaplin Teresa de Calcuta John Lennon Charles Darwin Gaudí Ana Frank Cristóbal Colón Agatha Christie

Me llamo... Galileo Galilei

«Fui el pionero del método científico moderno. Mis trabajos hicieron progresar la física, las ciencias de los materiales y la astronomía.

Galileo Galilei La Historia me reconoció como el padre de la ciencia moderna

www.parramon.com

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Guilherme de Almeida Jorge Miguel ISBN 978-84-342-3617-2

GALILEO


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Proyecto y realización Parramón Ediciones, S.A. Dirección editorial Lluís Borràs Edición Cristina Vilella Texto Guilherme de Almeida Revisión Técnica Albert Pla Ilustraciones Jorge Miguel Diseño gráfico y maquetación José Carlos Escobar Dirección de producción Rafael Marfil Producción Manel Sánchez Primera edición: septiembre 2009 Me llamo Galileo Galilei ISBN: 978-84-342-3617-2 Depósito legal: B-18.686-2009 Impreso en España © Parramón Ediciones, S.A. – 2009 Rosselló i Porcel, 21, 9.ª planta 08016 Barcelona (España) Empresa del Grupo Editorial Norma de América Latina www.parramon.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático, o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.


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Hola… Nací en Pisa (Italia) y me distinguí como físico, matemático, astrónomo y filósofo. En mi época se recuperó el interés por la cultura clásica griega y romana. Fue un período de entusiasmo por el saber y por los descubrimientos, que propició notables avances en las artes, las ciencias y la filosofía. Este movimiento se extendió por toda Europa y fue conocido como el Renacimiento. Inventé nuevas maneras de pensar y de investigar. Llegué a la conclusión de que las leyes de la naturaleza están escritas en el lenguaje de las matemáticas y creé un método de trabajo innovador: combiné las experiencias con mediciones cuidadosas, registros y cálculos. Fui pionero del método científico moderno. Dicen que fui el primer físico experimental. Mis descubrimientos con el telescopio contribuyeron de manera decisiva a demostrar que la Tierra no ocupaba el centro del Universo. Muchas de mis conclusiones desagradaron a la Iglesia católica, que tenía un inmenso poder, ya que consideró que mis descubrimientos iban en contra la interpretación literal de la Biblia. A pesar de que yo fui católico y fiel creyente durante toda mi vida, fui reprendido y condenado en 1633 por una comisión nombrada por el papa Urbano VIII. Sin embargo, muchos años después, acabaron por darme la razón. La Historia me reconoció como el padre de la ciencia moderna.


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18 / Me llamo... En realidad, en grandes alturas, la bola más pesada llega sólo un poco antes al suelo debido a la resistencia del aire, que dificulta un poco más el descenso de la bola más ligera. Pero si no existiera la resistencia del aire, o sea, si fuera posible realizar el experimento en un espacio sin aire, llegarían al suelo exactamente al mismo tiempo. En alturas menores el efecto es tan pequeño que oiremos el golpe de las dos esferas, al caer al suelo, al mismo tiempo. En Pisa escribí un texto llamado Sobre el movimiento, en el que expliqué los resultados de mis trabajos. Allí presenté mis conclusiones sobre el movimiento de los cuerpos en caída libre y las leyes de dicho movimiento. También llegué a una conclusión muy interesante: cuando cae una piedra, la resistencia del aire aumenta con la velocidad, y sabemos que la velocidad de la piedra aumenta durante la caída. Si la caída fuera muy larga, dicha resistencia acabaría por igualar el peso de la piedra que cayó y su movimiento pasaría a ser uniforme y rectilíneo, con una velocidad constante a la que más tarde se llamaría velocidad terminal. Evidentemente, yo no disponía de los relojes y cronómetros que más tarde se crearon, capaces de medir intervalos de tiempo muy cortos. Por eso tuve que ser ingenioso. Como el movimiento en caída libre es muy rápido, debía obtener un movimiento del mismo tipo, pero más lento y más fácil de investigar, para poder cronometrar los tiempos de recorrido de los cuerpos de acuerdo con las distancias recorridas.


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Galileo Galilei / 19 Decidí utilizar un plano con poca inclinación sobre la horizontal. Lanzaba una bola de bronce, que estaba en reposo y rodaba por el plano inclinado, y marcaba las posiciones sucesivas de dicha bola tomadas a intervalos iguales de tiempo. A falta de buenos relojes, tuve que medir los tiempos a través de la cantidad de agua que se filtraba por un orificio: cuanto más tiempo, más agua pasaba. El volumen de agua recogido después lo medía en un recipiente con graduaciones. Y ese volumen era tanto mayor cuanto más tiempo había pasado. Hice descender bolas pequeñas que rodaban por los planos inclinados y medí el tiempo que tardaban en recorrer varias distancias. Era un procedimiento ingenioso. Otras veces medía el tiempo contando las oscilaciones de un péndulo. Descubrí que, en cada plano inclinado, en el doble de tiempo la esfera recorre una distancia cuatro veces mayor; en el triple de tiempo recorre una distancia nueve veces mayor, etc. En el lenguaje moderno que luego pasó a utilizarse, mi conclusión fue que los espacios recorridos son directamente proporcionales a los cuadrados de los tiempos invertidos para recorrerlos. Y vi también que la velocidad se incrementaba de tal modo que registraba aumentos iguales en iguales intervalos de tiempo. Estas experiencias me llevaron a establecer las leyes de la caída de los cuerpos, pero todo eso fue un trabajo lento. Con los medios de que disponía, necesité más de tres años para llegar a las conclusiones matemáticas de dichas leyes.


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34 / Me llamo... El primer cuerpo celeste que observé fue la Luna, el 30 de noviembre de 1609. No era perfectamente esférica, lisa y uniforme, como afirmaba Aristóteles. En realidad, lo que vi fue que la superficie de la Luna estaba llena de cráteres, valles y montañas, y que se parecía más a la Tierra de lo que yo hubiera imaginado.

Descubrí que la Luna no tiene luz propia, sólo refleja la luz que recibe del Sol, igual que ocurre con la Tierra. Hasta que no hice estas observaciones, no estaba claro si la Luna y los planetas tenían o no luz propia, lo que generaba dudas que eran motivo de debate constante. Además vi, antes del cuarto creciente, que la parte de la Luna no iluminada por el Sol no aparece totalmente oscura y que presenta una ligera luz grisácea que demostré que era consecuencia de la luz solar reflejada de la Tierra a la Luna. Al final, la Tierra era un astro errante como los demás planetas y no tenía ningún estatuto especial. Observando los picos de las montañas lunares, que se llenan de luz que desciende hasta sus valles a medida que la fase de la Luna crece, descubrí un método geométrico para calcular la altura de esas montañas a través de la observación telescópica. Las estrellas aparecían más brillantes pero no se veían mayores que sin telescopio. Me quedé impresionado con la enorme cantidad de estrellas que el telescopio me permitió descubrir.


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Galileo Galilei / 35 Además de las estrellas visibles a simple vista, surgían muchas otras, a centenares, en la misma parte del cielo. Junto a las tres estrellas famosas del cinturón de Orión, el telescopio me permitió ver más de ochenta sólo en esa pequeña región celeste. En las Pléyades pude observar treinta estrellas cuando normalmente sólo conseguimos admirar siete.

Orión

Con la ayuda del telescopio, examiné minuciosamente la Vía Láctea. Descubrí que no era más que una montaña de innumerables estrellas agrupadas en aglomerados. Independientemente de la parte hacia la cual estuviera orientado el telescopio, había una enorme cantidad de estrellas a la vista. También vi pequeños grupos de estrellas muy pequeñas, ordenadas de forma maravillosa. Los antiguos decían que la Vía Láctea era una «emanación celeste», pero yo mostré una realidad muy distinta. En la noche del 7 de enero de 1610, empecé a observar el planeta Júpiter. Me fijé en tres pequeñas estrellas, muy brillantes, junto al globo de este planeta, una al este y dos al oeste. Las noches siguientes continué con las observaciones.


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Galileo Galilei / 51 Es cierto que yo había obtenido la autorización de Urbano VIII para escribir el libro siempre y cuando no mencionara nunca que el heliocentrismo era más que una simple hipótesis de cálculo. Pero el Papa se sintió engañado y consideró que había desobedecido el compromiso asumido en 1616. En esa orden (o decreto), de la que ya os he hablado, sólo se exigía que me comprometiera a «no ratificar ni defender» la teoría de Copérnico. Reconozco que fui un poco más allá… Sin embargo, el sistema geocéntrico no estaba de acuerdo con mis observaciones y no podía callarme. La situación empeoró y el libro fue prohibido en 1632, meses después de haber sido publicado. Pero ya había ejemplares circulando por Europa, difundiendo las novedades, y las traducciones no tardaron en aparecer. Se me conminó a ir a Roma a defenderme de las acusaciones ante la temible Inquisición, también conocida como Tribunal del Santo Oficio. Como estaba enfermo, procuré posponer la ida y ganar tiempo, pero el Papa insistió e incluso amenazó con mandar a encadenarme... En 1633, ya con sesenta y nueve años, tuve que ir a Roma. Pero mi juicio no fue tan sencillo como parece. En el tribunal me enseñaron un documento, sin duda falsificado, sin firma ni sello, que decía que yo me había comprometido a «no ratificar, ni defender, ni enseñar, ni escribir» sobre la teoría de Copérnico. Me quedé preocupado, pues el cardenal Bellarmino había fallecido en 1621 y ya no podía confirmar el compromiso de 1616. Por precaución, me llevé un documento escrito y firmado por el cardenal Bellarmino (que yo le había pedido en mayo de 1616 porque sospechaba que ya muchos conspiraban contra mí), en el cual contaba la verdad de los hechos. Ese documento fue reconocido como auténtico, pero no fue considerado en el juicio.


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Los descubrimientos que hice con el telescopio revolucionaron la forma de estudiar el Espacio y el lugar del Hombre en el Universo.»

A partir de 9 años Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Julio Verne Mozart Cleopatra Picasso

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«Fui el pionero del método científico moderno. Mis trabajos hicieron progresar la física, las ciencias de los materiales y la astronomía.

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