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SAN TARCISIO
Acólito y mártir - Patrono de los Acólitos Tarcisio significa: "Valeroso" (Tarsus = valor). San Tarcisio era un acólito o ayudante de los sacerdotes en Roma, en el siglo III, siendo Emperador Valeriano, quien tenía fama de duro y sanguinario. Valeriano se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos. Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los cogían de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pequeño Tarcisio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño y decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora, que "ojalá -decía élfuera ahora mismo". Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda que algunos hermanos se encontraban encarcelados por profesar ser cristianos, los cuales no tenían sacerdote y que por lo mismo no podrían fortalecer su espíritu para la lucha que les esperaba, sino recibían el Cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables y jóvenes fornidos. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos. Uno de los que se ofrecía era Tarcisio, acólito. Ante tanta inocencia y ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Papa Sixto: - "¿Tú también, hijo mío?" - "¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años". Ante tan intrépida fe el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarcisio, de apenas once años, con esta recomendación: - "Cuídalas bien, hijo mío". - "Descuide, Padre, que antes pasarán por mi cadáver; que nadie ose tocarlas". Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. - "Hola, Tarcisio, juega con nosotros: necesitamos un compañero" - "No, no puedo. Otra vez será", mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho y proteger aquella carga 'preciosa'. Y uno de aquellos mozalbetes exclama: -"A ver, a ver qué llevas ahí escondido".
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Y otro: "Debe ser eso que los cristianos llaman 'Los Misterios'", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama sangre. Todo inútil. Ellos no salen con la suya. Tarcisio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo... Al momento, pasaba por allí Cuadrado, un fornido soldado que estaba en el período de catecumenado y conoce a Tarcisio. Huyen corriendo los niños mientras Tarcisio, llevado en brazos por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas de San Calixto, en la Vía Appia. Al llegar, ya era cadáver, pero aún sostenía fuertemente las Sagradas Formas contra su pecho, las que sólo soltó ante la presencia del Papa Sixto, para que las reservara en el Tabernáculo. El libro oficial de las Vidas de Santos de la Iglesia, llamado "Martirologio Romano" cuenta así la vida de este santo: "En Roma, en la Vía Apia fue martirizado Tarcisio, acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el Sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarcisio quería cumplir aquello que dijo Jesús: 'No arrojen las perlas a los cerdos', y se negó a responder. Los paganos lo apalearon y apedrearon hasta que exhaló el último suspiro, pero no pudieron quitarle el Sacramento de Cristo. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarcisio y le dieron honrosa sepultura en el Cementerio de Calixto". Desde entonces el frío mármol guarda aquellas reliquias del "mártir de la Eucaristía", sobre las que escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: "Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban, a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo, a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio, mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo". La Iglesia Católica ha tenido muy especial cariño a este joven que con tanto amor llevaba la Comunión a los prisioneros y con tan enorme valor supo defender la Santa Eucaristía de los enemigos que intentaban profanarla.
San Tarcisio: mártir de la Eucaristía, pídele a Dios que todos y en todas partes demostremos un inmenso amor y un infinito respeto al Santísimo Sacramento donde está nuestro amigo Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad.
No echéis a los perros lo sagrado ni a los cerdos lo muy valioso porque se volverán contra vosotros. (Jesucristo).
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1. INTRODUCCIÓN A LA LITURGIA
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omenzamos nuestra formación con el estudio del termino “Liturgia” dando una breve explicación de su procedencia y significado.
• Significado de Liturgia Para entender el significado de la liturgia, es muy importante primero que recordemos lo que celebramos en ella. Estamos tan acostumbrados a ir a misa, y los monaguillos estamos tan acostumbrados a ayudar en la misa, que algunas veces se nos olvida lo importante que es lo que estamos celebrando. En la liturgia celebramos el Misterio de Cristo. Pero, ¿qué quiere decir esto exactamente? Como sabemos el hombre abandonó a Dios tras desobedecerle en el paraíso, y Dios, en vez de olvidarse de nosotros, estableció una Alianza con su Pueblo. Esta Alianza culmina con la venida de Jesucristo. Dios estableció un plan en el que su propio Hijo vendría al mundo, haciéndose hombre y muriendo en la cruz y, de esta manera, nos abriría las puertas del cielo. Este es el gran Misterio. “Cristo con su muerte, destruyó nuestra muerte, y con su resurrección, restauró nuestra vida”. Gracias a la liturgia podemos anunciar este gran acontecimiento para que todos los hombres sepan que Cristo ha venido a salvarnos.
• La Palabra Liturgia Liturgia viene de la palabra griega “Leitourgia” que a su vez esta compuesta de “Leitos” que significa popular, del pueblo y “Ergon” que significa obra. Por tanto se refiere desde hace mucho tiempo a una obra que pertenece a la comunidad y no de utilidad privada. -
En la iglesia la liturgia es el culto público que damos a Dios.
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La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde nace toda su fuerza.
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Toda celebración litúrgica es acción sagrada por excelencia, por que es obra de Cristo. Jesús es quien dirige la liturgia.
Por lo tanto, la palabra significa “obra o quehacer público”, “servicio de parte de y a favor del pueblo”. Quiere decir que, nosotros los hombres, tomamos parte y ayudamos a Dios en su obra. Es decir, en la misa no sólo recordamos todos juntos que Cristo un día nos salvó, sino que los hombres ayudamos a Dios en esta gran misión de la salvación. Cada misa revivimos el sacrificio con el que Cristo nos abrió las puertas del cielo. Además, rezamos juntos unos por otros, conocemos mejor el Evangelio, aprendemos el camino para ser santos y damos a conocer a los que no saben esta buena nueva.
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¡Por eso es tan importante nuestra labor de acólitos!. Si vivimos la celebración eucarística sabiendo que ayudamos a Dios a salvar a los hombres en cada misa, nos esforzaremos mucho más por prepararnos mejor y hacer nuestro trabajo con responsabilidad y mucha ilusión.
• La Liturgia: fuente de Vida, Oración y Catequesis La liturgia, obra de Cristo y de la Iglesia, es un signo visible de la comunión entre Dios y los hombres. Por ello, la vida litúrgica implica una participación consciente y activa de TODOS que nos reunimos para vivir en comunidad, orar y evangelizar. Es en la liturgia en donde debemos encontrar la fuerza para ser santos y ayudar a Jesús a (a través de la Eucaristía) a salvar a los hombres y transformar sus corazones. En resumen la misión de los acólitos es muy importante ya que somos los que estamos en primera línea ayudando al sacerdote en la vivencia de la vida litúrgica y tenemos que transmitir su importancia a todos los fieles de nuestras Iglesias.
• Algunas Definiciones Para comenzar a entender lo que es la liturgia, veamos algunas definiciones: -
L. Beaduin: “La liturgia es el culto de la Iglesia”. Esto es el primer esbozo de la teología litúrgica.
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O, Casel: “La liturgia es la acción ritual de la Obra salvífica de Cristo, o sea, es la presencia, bajo el velo de los símbolos, de la Obra Salvífica de la Redención”. Aquí se toma lo dicho anteriormente y se integran otros componentes, llamándoles componentes esenciales de la Celebración o Misterio: o La existencia de un acontecimiento primordial de salvación. o La presencia del mismo acontecimiento por medio de un rito. o Gracias a la presencia ritual, cada hombre en cada tiempo, actúa como propio el acontecimiento primordial de Salvación.
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Pío Xll, en “Mediator Dei“: “Culto público que Nuestro Redentor, Cabeza de la Iglesia, tributa al Padre y que la Comunidad de los fieles tributa a su fundador, y por medio de Él al Padre”, o más brevemente: “La Liturgia es el culto público total del cuerpo místico de Cristo, cabeza y miembros”. Esta definición surge en un período difícil y de mucha controversia, donde tiende a dejar de lado cualquier intento de novedad en lenguas y ritos, recordando la fidelidad de la normativa litúrgica. Otro punto importante es, que la Liturgia, antes de ser acción de la Iglesia hacia Dios, es acción de Cristo en la Iglesia, de modo que la Iglesia primero es sujeto pasivo de la liturgia y luego pasa a ser sujeto activo. Por lo tanto, la liturgia es el elemento constitutivo de la Iglesia no proviene de una ley, sino de la Misión Apostólica.
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Concilio Vaticano ll: “La Liturgia se considera como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo, en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y así, el Cuerpo místico de Cristo (cf. Constitución Sacrosantum Conciliun: Nº7)
• Lo que no es Liturgia - La liturgia no es un espectáculo sagrado, un culto exterior: Esto sucede cuando solo nos preocupamos por lo externo, es decir el arreglo de las flores, la ubicación de los monaguillos etc, olvidándonos de que es obra de Cristo. 2
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- No es liturgia el cumplimiento legal de unos ritos: Muchas veces solo vamos a la iglesia por cumplir, por tradición, por que me toca participar como monaguillo, por que me toca llevar las ofrendas, por que me obligan mis padres etc. - La liturgia no es un culto privado: No se trata de una vida espiritual individual en la cual cada quien busca la realización de sus gustos y hasta procura realizarlos en privado. Recuerda: La liturgia es acción Comunitaria debemos sentirnos como Familia. La liturgia es un encuentro con Cristo, es el culto que damos a Dios Es obra de Cristo.
• Celebración de vida Siempre, en los diversos ámbitos de nuestra vida existirán motivos papa celebrar; ya sea cumpleaños, bautizos, aniversarios, fiestas de fin de curso, navidad, año nuevo, matrimonios, etc. Celebramos lo que es importante en nuestra vida, invitamos a otros no para que nos festejen o celebren, sino a participar de un acontecimiento singular, los invitamos a Celebrar juntos. La verdadera celebración está impregnada de la vida y genera vida. Es un acto vital por excelencia, en donde Dios se hace presente por medio del amor, la alegría y la fraternidad. Los cristianos también buscamos la celebración como una acción de nuestra vida, lo hacemos a través del encuentro fraternal con las personas que integran la comunidad y con Cristo Resucitado. Lo característico de la celebración es que todos participen. Nadie es celebrado (sólo cuando está muerto). Así como en una fiesta de cumpleaños todos deben ser sujetos de la celebración, lo mismo ocurre con la Eucaristía: no es sólo el sacerdote quien celebra, la celebración es obra de todos. Hay que revelarse contra la pasividad, la asamblea no puede estar reducida a preguntas y respuestas. La celebración es una actitud vital, un modo de estar insertado en la realidad y de relacionarse con ella. El que tiene espíritu festivo irradia alegría, deseos de vivir; esto provoca y crea un ambiente de fiesta.
• La Fiesta es vida Vemos que al hablar de fiesta no es tan fácil definirla, ya que podemos decir que la fiesta es absolutamente vital para la vida humana. Como una afirmación exuberante de la vida que exige un contraste con la monotonía de ritmo diario. Juan Mateos define la Fiesta como: “La expresión comunitaria, ritual y alegre de experiencias y anhelos comunes, centrados en un hecho histórico pasado y contemporáneo” (Cristianos en fiestas, Pág. 276). Podemos decir, que por experiencia propia las fiestas siempre tienen un motivo y un contenido, no es un rito vacío, algo sin sentido. Al contrario, es un acto vital, un modo de estar en el mundo. Cuando estamos en fiesta manifestamos intensa y singularmente nuestro modo de vivir, ponemos en común nuestro sentimiento; se hallan todas las personas y las cosas que están junto a nosotros y celebramos con gozo y alegría. Celebrar o hacer fiesta es un acto de afirmación del mundo y de vida: “La fiesta auténtica es una afirmación, un sí a la vida, un juicio favorable sobre nuestra existencia y la del mundo entero, por eso para poder celebrar una fiesta, la vida tiene que tener sentido; si la existencia se considera como un absurdo, como una mera frustración, celebrarla resulta imposible” (J Mateos, Cristianos en fiesta, Ed. Cristiandad, pág. 254). 3
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La fiesta es un acontecimiento, tanto por su preparación como por su forma de realizarse. Es un acontecimiento extraordinario que se diferencia de otros, y eso lo manifestamos en gestos muy festivos: el baile, la música, los juegos, los saludos. Hoy en día son muchos los que han reemplazado la fiesta por la diversión. Basta con analizar algunas fiesta. La cosa es pasarlo bien como sea, compramos algo para tomar, un poco de música y listo... y así va degenerándose la fiesta verdadera, viene el exceso, la borrachera, el huir de la realidad, el mal humor, la grosería y la ordinariez. Esto, sin lugar a dudas NO es afirmación de la vida, sino evasión, no crea unión, sino vacío y soledad. En la fiesta sucede todo lo contrario, la fuente de ella está en la apertura, en la sensibilidad, en la capacidad para atender al otro. LA FIESTA SE VIVE.
• La Eucaristía es una Fiesta “La liturgia es la fiesta de la comunión eclesial. En la cual el Señor Jesús, por su misterio pascual, asume y libera al Pueblo de Dios y por él a toda la humanidad, cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios” (Puebla 918). La liturgia, dice Puebla, es una fiesta. La fiesta litúrgica es la afirmación de la vida desde el sentido nuevo que nos ha dado Cristo. Es la Celebración de la fe, de la alegría y del gozo de la resurrección. Es la gran fiesta de la unidad, de tener algo en común, de crear nuevos lazos de vida comunitaria. La eucaristía es la fiesta de la Pascua del Señor. No se trata de una simple expresión de vitalismo, ni siquiera de la alegría que brota de sentirse en fraternidad. La raíz de la fiesta litúrgica es el Paso del Señor que así como pasó una vez y se comprendió hasta la muerte y resurrección, así sigue pasando ahora, para asumir y liberar por su muerte y resurrección la historia del pueblo de Dios y conducirla a la plenitud del Reino. La comunidad cristiana no puede vivir sin la fiesta de la eucaristía, lo mismo que la eucaristía no puede tener lugar sin la comunidad. Este es el lugar privilegiado para encontrarnos como hermanos, para celebrar en un ambiente festivo nuestra Fe. Esto es bueno como teoría, pero veamos la realidad: ¿Son de hecho las eucaristías dominicales una fiesta? ¿Sentimos el corazón en fiesta cuando participamos en ellas?. La verdad es que existen muchas dificultades. Hay desconocimiento de lo que se celebra y de lo que significa la auténtica fiesta, mucha gente va a misa los domingos porque así está mandado, otros van por rutina. Se ve poca participación, ya sea en los cantos, las oraciones o las lecturas. Cabe destacar aquí el esfuerzo de muchas comunidades juveniles que cada día van aportando su creatividad y van dando más colorido, más vida y alegría a nuestras celebraciones litúrgicas.
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2. EL AÑO LITÚRGICO
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ada Domingo, “el Día del Señor”, la Iglesia recuerda la resurrección de Cristo. En este día, los fieles se reúnen para escuchar la Palabra de Dios y para participar en la Eucaristía. A fin de poder vivir más intensamente los grandes momentos de la vida de Jesús, la Iglesia instituyó el “año litúrgico”. Podemos distinguir dos grandes ciclos en el año litúrgico: • El Ciclo de Navidad, que comienza con el tiempo de Adviento y culmina con la Epifanía. • El Ciclo Pascual, que se inicia con el miércoles de Ceniza y culmina con el Domingo de Pentecostés.
• Ciclo de Navidad El ciclo 1. 2. 3.
1.
de Navidad comprende: Adviento. Navidad. Epifanía.
El año litúrgico comienza a finales de noviembre o principios de diciembre, con la espera de la venida del Salvador. Durante cuatro semanas preparamos nuestro corazón esperando la venida de Jesús. Este período se llama ADVIENTO. “Adviento” significa: “venida, llegada”. Quiere celebrar la triple venida de Jesús. Nuestra fe afirma que Jesús es el que vino (nacido de la Virgen María), el que viene (Hoy, en los signos de los tiempos), el que vendrá (con gloria, al final de la historia). Es Jesús ayer, hoy y siempre. El Adviento consta de cuatro domingos antes del 25 de diciembre y de dos períodos: - desde el primer domingo hasta el 16 de diciembre; - desde el 17 hasta el 24 de diciembre (tiempo de la novena al Niño Dios). El adviento es un tiempo de alegre espera; la espera de la llegada del Señor. Por eso escucharemos en los textos y cantos las palabras: “Ven, Señor; ven pronto, no tardes”; “El Señor ya viene, está cerca”, etc. Las grandes figuras que la liturgia nos presenta es este período son: - el profeta Isaías, - Juan Bautista, - La Virgen María que espera, prepara y realiza el adviento del Señor. Sincroniza bien este mes con la espera navideña: el obrero espera el aguinaldo, el estudiante espera los buenos resultados de su año escolar, la familia espera las vacaciones, el comerciante espera el balance, esperamos todos el año nuevo y el mundo espera paz. En Chile tenemos la suerte de tener el “Mes de María”, que empieza el 8 de noviembre. Es ya una preparación remota de la Navidad y empalma con el adviento. En adviento se usa el color morado. El tercer domingo de adviento, llamado “Gaudete” = Gozo, se utiliza el color fuccia o rosado, indicando una alegría pasajera, pues Navidad se acerca. 1
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Además, durante este tiempo no se dice ni se canta el Gloria, pero se sigue cantando el Aleluya antes del Evangelio.
2.
La fiesta de la NAVIDAD es el final y la coronación de este tiempo de espera. El tiempo de Navidad empieza en las vísperas del 25 de diciembre y dura hasta el Bautismo del Señor inclusive. Durante este tiempo la Iglesia celebra también la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José (último domingo del año), que es un ejemplo para todas nuestras familias.
3.
El día de los Reyes Magos es la fiesta de la EPIFANÍA. Es la fiesta de la manifestación y revelación de Dios: Cristo es la luz de todos los pueblos.
El tiempo de Navidad termina con la celebración del Bautismo de Jesús por Juan Bautista. El Bautismo del Señor se celebra el domingo después de la Epifanía. Dios nos envía a su Hijo Unigénito, encarnado. Al finalizar el Tiempo de Navidad (que se inició el 25 de diciembre), finaliza también el Ciclo de Navidad (que comienza el primer domingo de Adviento).
A los domingos que caen fuera de los tiempos litúrgicos especiales o “fuertes” – es decir Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua –, se los llama “los domingos durante el año”. Son 33 o 34 según el año. Este tiempo es llamado también: “el tiempo ordinario” (o también tiempo de la Iglesia). Así es: fuera de estos períodos privilegiados o “fuertes”, los demás domingos se llaman “ordinarios”. Pero es sólo un nombre porque sabemos que, en realidad, ningún domingo es “ordinario” o”corriente”: Cada Domingo nos recuerda el primer día de la semana cuando María Magdalena encontró la tumba vacía. Cada uno de estos Domingo “durante el año” nos ayuda, a través de las lecturas, a comprender mejor a Jesús y su mensaje de amor. El “tiempo de la Iglesia” es, pues, el tiempo que transcurre entre Pentecostés y Adviento y entre Epifanía y Cuaresma. Desde el tercer domingo durante el año se sigue el Evangelio según uno de los evangelistas: Mateo es el guía para el ciclo A, Marcos para el ciclo B, y Lucas para el ciclo C. San Juan es el evangelista para la parte capital del año litúrgico, a saber: la cuaresma y los domingos de Pascua.
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• Ciclo de Pascua El ciclo de Pascua comprende: 1. Cuaresma 2. Tiempo Pascual
1.
Cuarenta días antes de la Pascua de Resurrección empieza la CUARESMA. Es el tiempo de preparación a la Pascua de Resurrección, desde el Miércoles de Cenizas hasta la tarde de Jueves Santo. El miércoles de cenizas recuerda a cada cristiano su situación de pecado y la necesidad de convertirse. Estamos invitados a hacer justicia con nuestras limosnas, la oración y el ayuno. El tiempo de la cuaresma es desde luego un tiempo de conversión. Nos recuerda los cuarenta días que Jesús vivió en el desierto y su lucha contra las tentaciones. La cuaresma abarca cinco domingos más el domingo de Ramos. La Cuaresma es un período de liturgia sobria. Se utiliza el color morado, no se dice ni canta el Gloria y tampoco el Aleluya; ni se ponen flores en el altar. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén se recuerda el DOMINGO DE RAMOS, primer día de la SEMANA SANTA y de su Pasión.
•
El corazón del ciclo de PASCUA es el triduo pascual: los tres días desde la noche del Jueves Santo hasta la noche del Domingo de Resurrección. En este manual no hay lugar para describir todos los ritos litúrgicos del Triduo. Los acólitos tendrán que estudiar detalladamente la estructura de cada celebración en los rituales especiales que existen. La Última Cena que Jesús celebró con sus discípulos en JUEVES SANTO es la fiesta de la Eucaristía, el primer sacrificio eucarístico en que recordamos su institución. En la mañana del Jueves Santo se celebra la Misa. Es la Eucaristía en que el Obispo consagra el óleo de los enfermos y el santo crisma. Con el fin de dar la oportunidad a los fieles de participar en la celebración, se traslada a veces la Misa Crismal al día anterior. La Misa vespertina de Jueves Santo es una Eucaristía festiva. Es también la fiesta del sacerdocio, de todos los sacerdotes. Después de la Comunión, la Sagrada Reserva es llevada en procesión solemne hacia un lugar donde se hace oración durante la noche. Luego se desnuda el altar, mientras se escucha el relato de cuando Jesús ora en el huerto de los Olivos. En VIERNES SANTO recordamos la muerte de Jesús en la cruz para salvarnos. La liturgia de este día es de una sobriedad muy elocuente. Es el día de la Pasión del Señor y no se celebra la Eucaristía. Puntos culminantes de la liturgia de Viernes Santo son el relato de la Pasión según san Juan, la Oración Universal y la Adoración de la cruz. El rito de la Comunión empieza con el Padrenuestro. En este día comienza propiamente la celebración de la Pascua, el “paso” de Jesús a través de la muerte a la resurrección. Viernes Santo es el primer acto de este “paso”. La cruz es la victoria del amor sobre la muerte y el pecado. Este es un día de ayuno y de abstinencia, es decir: disminuimos la cantidad de alimento y nos abstenemos de comer carne. Es también un día de silencio y de recogimiento interior. El SABADO SANTO es un día de silencio, sin música ni adornos. En este día se suelen organizar retiros para profundizar el misterio pascual.
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La VIGILIA DE PASCUA (del sábado al domingo) es la celebración de la muerte y resurrección de Cristo. Ésta es la noche santa, la noche que recuerda la victoria de Cristo sobre la muerte, la noche en que la Iglesia desde su comienzo espera la segunda venida del Señor. Esta vigilia significa harto trabajo para los acólitos. Ellos tendrán que estar presentes en las reuniones preparatorias del grupo litúrgico. Primero, los fieles reunidos escuchan las lecturas de la Palabra de Dios que les recuerdan la historia de la salvación desde la creación hasta la resurrección de Jesús. Se enciende el cirio pascual, imagen de Cristo, quien ilumina el mundo. La noche culmina en la celebración de los sacramentos de la Pascua: el Bautismo, por el cual el hombre muere con Cristo para luego resucitar con Él a una vida nueva (Rom 6, 8), y la Eucaristía, en la cual los Apóstoles reconocen al Señor en la fracción del pan.
2.
EL TIEMPO DE PASCUA dura siete semanas. Comienza con la fiesta de la PASCUA DE RESURRECCIÓN. Los cincuenta días después de Pascua se prolongan como un solo día de fiesta, como un solo gran domingo. Y durante todo este tiempo la Iglesia canta la alegría del Cristo Resucitado. Las fiestas más importantes de este tiempo son la Ascensión y Pentecostés. La ASCENSIÓN celebra el regreso del Cristo Resucitado a la Casa de su Padre. Así abre para todos nosotros el camino hacia el Padre Dios. Se confirma y manifiesta de manera solemne a Jesucristo como Señor del Universo. PENTECOSTÉS cierra el tiempo pascual. Celebra la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Jesús no deja abandonados a los suyos. Al contrario: les envía los dones necesarios. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha. Según san Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, es el día en que nace la Iglesia.
Recordemos: el “Ciclo de Pascua” se inicia con la Cuaresma (miércoles de ceniza) y finaliza con Pentecostés. El Tiempo Pascual se inicia el Domingo de Resurrección, y finaliza en Pentecostés.
Después de Pentecostés hay algunas FIESTAS grandes que transcurren en el año litúrgico: LA SANTÍSIMA TRINIDAD: un tributo de honor al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo al culminar el tiempo pascual. CORPUS CHRISTI (la fiesta del CUERPO y de la SANGRE de CRISTO): se celebra el segundo domingo después de Pentecostés. En este día se suele llevar el Santísimo Sacramento en procesión solemne. El viernes después de esta fiesta, la Iglesia celebra el SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
Aquí sigue la segunda serie de DOMINGOS DURANTE EL AÑO. Los domingos durante el año toman de nuevo el hilo del Evangelio que habíamos comenzado antes de Cuaresma. El Año Litúrgico termina con la fiesta de CRISTO REY.
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• Domingos, Ferias y Grados de Celebraciones Después de haber conocido las grandes líneas del Año Litúrgico, conviene que expliquemos algunos términos con que se van a encontrar al consultar el calendario litúrgico.
FERIA: La litúrgica distingue entre el DOMINGO (cuya celebración empieza en las Vísperas del sábado) y las FERIAS, que son los demás días de la semana. Los días en que no se conmemora a ningún santo generalmente también se llaman “ferias” y la Misa que se celebra en esos días se llama: “ Misa de feria “. Las ferias pueden ser corrientes o privilegiadas. Las ferias privilegiadas son las de Adviento y de la Cuaresma.
MEMORIA, FIESTA, SOLEMNIDAD: Luego los acólitos se encontrarán también con indicaciones como “memoria“ (libre u obligatoria), solemnidad, fiesta... Y es que la litúrgica distingue tres grados en sus celebraciones: -
Las MEMORIAS son celebraciones discretas que tan sólo se agregan a la celebración que corresponde al día. La memoria es obligatoria o libre. La obligatoria debe celebrarse si no está impedida; la libre se observa o no, según la oportunidad o la devoción.
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Las FIESTAS son celebraciones de mayor importancia, pero que se realizan totalmente en el día asignado a la fiesta.
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Las SOLEMNIDADES son las celebraciones aún más importantes: 1. Siempre empiezan en las “Vísperas“, es decir, la tarde del día anterior. 2. A veces tiene “vigilia“, es decir, tiene Misa propia el día anterior: Navidad y Pentecostés. 3. A veces tienen “Octava“, es decir, la celebración se prolonga durante toda la semana que sigue: Pascua y Navidad. Las solemnidades pueden ser de día fijo o de día variable: Las solemnidades de día fijo son las siguientes: • • • • • • • • • •
Santa María, Madre de Dios: 1 de enero. Epifanía: 6 de enero (se traslada al domingo). San José, esposo de la Virgen María: 19 de marzo. Anunciación de Señor: 25 de marzo. Nacimiento de San Juan el Bautista: 24 de junio. Santos Pedro y Pablo: 29 de junio. Asunción de la Virgen María: 15 de agosto. Todos los Santos: 1 de noviembre. Inmaculada concepción de la Virgen: 8 de diciembre. Navidad del Señor: 25 de diciembre.
Las solemnidades de día variable son las siguientes: • • • • • • •
Pascua. Ascensión. Pentecostés. Santísima Trinidad. Corpus Christi. Sagrado Corazón de Jesús. Cristo Rey. 5
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Junto a las solemnidades, hay también un cierto número de fiestas y memorias del Señor, de la Santísima Virgen y de los santos que se celebran en día fijo, tal día de tal mes. Se encuentran todas en el calendario litúrgico. Hay celebraciones con el grado de fiesta o solemnidad propias de la diócesis y de cada una de las iglesias. Los religiosos añaden al titular de la orden o del fundador con el grado de solemnidad o de fiesta, según el caso. Así, distinguimos también entre solemnidades, fiestas y memorias marianas. Para mayor claridad serán enumeradas a continuación:
SOLEMNIDADES MARIANAS: • La Inmaculada Concepción: 8 de diciembre. • Santa María Madre de Dios: 1 de enero. • La Anunciación del Señor: 25 de marzo (fiesta del Señor y conjuntamente de María). • Nuestra Señora del Carmen: 16 de julio y último domingo de septiembre. • La Asunción de la Virgen: 15 de agosto.
FIESTAS MARIANAS: • Natividad de la Santísima Virgen María: 8 de septiembre. • La Visitación de la Virgen María: 31 de mayo. • La Presentación del Señor: 2 de febrero (Fiesta del Señor y conjuntamente de María). • Ntra. Sra. de Guadalupe, patrona de América Latina: 12 de diciembre.
MEMORIAS MARIANAS: • La Virgen de Lourdes: 11 de febrero. • Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor: 5 de agosto. • La Virgen Reina: 22 de agosto. • La Virgen del Rosario: 7 de octubre. • Presentación de María en el templo: 21 de noviembre. • Corazón Inmaculado de María: sábado después del segundo domingo después de Pentecostés.
Los mismos grados se pueden distinguir en las conmemoraciones de los santos. Algunas son solemnidad (la de san José, de los santos Pedro y Pablo, de Todos los Santos). Otras se celebran como fiesta (la de los apóstoles, de los Evangelistas, de san Esteban, de san Lorenzo, de los Santos Inocentes). De los demás se hace memoria, a veces libre, a veces obligada.
• Los Días de Precepto Llamamos “días de precepto“ o “fiesta de guardar“ a fiestas religiosas que no caen en día domingo, pero en las cuales debemos participar en la celebración Eucarística igual que en todos los domingos. En Chile, estos días son: • • • •
La Asunción o el Tránsito de la Virgen: 15 de agosto. Todos los Santos: 1 de noviembre. La Inmaculada Concepción: 8 de diciembre. La Navidad: 25 de diciembre.
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2.1. TIEMPO DE ADVIENTO
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a Iglesia, para comenzar el año litúrgico, celebra la llegada de Cristo con los hombres con una gran fiesta a la cual llamamos Navidad. Esta fiesta es tan importante para los cristianos que la Iglesia, antes de celebrarla, prepara a sus hijos durante el período conocido como Adviento. Ya desde tiempos remotos la Iglesia acostumbra tener esta preparación.
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¿Qué es el Adviento?
Es el período de cuatro semanas en que la Iglesia se prepara, en una actitud de esperanza y alegría, para celebrar el nacimiento de Jesucristo. La palabra Adviento significa “llegada” y claramente indica el espíritu de vigilia y preparación que los cristianos deben vivir. Al igual que se prepara la casa para recibir a un invitado muy especial y celebrar su estancia con nosotros, durante los cuatro domingos que anteceden a la fiesta de Navidad, los cristianos preparan su alma para recibir a Cristo y celebrar con Él su presencia entre nosotros. Durante el Adviento los cristianos renuevan el deseo de recibir a Cristo por medio de la oración, el sacrificio, la generosidad y la caridad con los que nos rodean, es decir, renovamos nuestra vida procurando ser mejores para recibir a Jesús. La Iglesia, durante las cuatro semanas anteriores a Navidad, y especialmente los Domingo, dedica la liturgia de la Misa a la contemplación de la primera “llegada” de Cristo a la tierra, de su próxima “llegada” triunfal y la disposición que debemos tener para recibirlo. El color morado de los ornamentos usados en sus celebraciones, nos recuerda la actitud de penitencia y sacrificio que todos los cristianos debemos tener para prepararnos a tan importante evento. La familia, como Iglesia doméstica, procura reunirse para hacer más profunda esta preparación. En todas estas reuniones el sentido de penitencia y sacrificio se enriquece por la esperanza y el espíritu de fraternidad y generosidad que surge de la alegría de que Dios pronto estará con nosotros.
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¿Qué podemos hacer en casa?
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Para crear el ambiente espiritual propio del adviento, podemos preparar en casa, junto a los hijos, la "Corona de Adviento".
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Aún no es muy conveniente preparar el pesebre con el nacimiento, ya que es más propio de la Navidad, que vendrá después.
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El adviento es un tiempo de espera gozosa. Podríamos colocar un cartel que diga algo así: "Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro, nosotros esperamos tu Nacimiento"
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También para crear el clima espiritual entre los miembros de la familia, podemos colocar un cartel con las palabras del canto de adviento: "Despertemos, llega Cristo".
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Que cada uno al comenzar este tiempo, el primer domingo, luego de rezar juntos y encender la primera vela de la corona, escriba en una tarjeta cuáles serán sus metas en este adviento. La Iglesia en su oración nos dice que nos preparemos por medio de las buenas obras. 1
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Ficha 3
Historia del Adviento
La palabra Adviento proviene del latín "Adventus" que significa la venida. En un principio con este término se denominaba al tiempo de la prepara-ción para la segunda venida de Cristo o parusía y no el nacimiento de Jesús como ahora lo conocemos. Haciendo referencia a este tiempo la primitiva Iglesia meditaba sobre los pasajes evangélicos que hablan del fin del mundo, el juicio final y la invitación de San Juan Bautista al arrepentimiento y la penitencia para estar preparados. No se sabe desde cuando se comienza a celebrar. En los antiguos leccionarios de Capua y Wursemburgo hacen referencia al Adventu Domini. En los leccionarios gregoriano y gelasiano se encuentran algunas plegarias con el título de Orationes de Adventu. Más tarde comienzan a aparecer las domínicas ante Adventum Domini, en las cuales al término adventus se le asocia con la preparación a la Navidad. A pesar de que esta temporada es muy peculiar en las Iglesias de Occidente, su impulso original probablemente vino de las Iglesias Orientales, donde era común, después del Concilio ecuménico de Efeso en 431, dedicar sermones en los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación. En Ravena Italia - un canal de influencia oriental a la iglesia de Occidente - San Pedro Crisóstomo (muerto en 450) daba estas homilías o sermones. La primera referencia que se tiene a esta temporada es cuando el obispo Perpetuo de Tours (461-490) estableció un ayuno antes de Navidad que comenzaba el 11 de Noviembre (Día de San Martín). El Concilio de Tours (567) hace mención a la temporada de Adviento. Esta costumbre, a la cuál se le conocía como la Cuaresma de San Martín, se extendió por varias iglesias de Francia por el Concilio de Macon en 581. El período de seis semanas fue adoptado por la Iglesia de Milán y las iglesias de España. En Roma, no hay indicios del adviento antes de la mitad del siglo VI AD, cuando fue reducida - probablemente por el Papa Gregorio Magno (590-604) - a cuatro semanas antes de Navidad. La larga celebración gala dejó su presencia en libros de uso litúrgico como el Misal de Sarum (Salzburgo), que era muy usado en Inglaterra, con su domingo antes de Adviento. La llegada de Cristo en su nacimiento fue cubierta por un segundo tema, que también proviene de las iglesias galas, su Segunda venida al final de los tiempos. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno. Este entretejido de temas de los dos advientos de Cristo da a la temporada una tensión particular entre penitencia y alegría en la espera de Cristo que está por "venir".
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Ficha 3
Espíritu del Adviento
El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia. Comienza el domingo más cercano al 30 de noviembre (día de San Andrés) que es el inicio del año litúrgico; terminando con las vísperas de Navidad. Durante este tiempo se cuenta con cuatro domingos de Adviento. Del 17 de Diciembre al 24 la misma liturgia intensifica la preparación de los fieles para vivir los días de Navidad, con una "Novena al Niño Dios". •
Triple finalidad:
Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida. Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor. Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos. En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por ésta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección: Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores. Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo. •
Algo que no debes olvidar
El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad. El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor. En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo. Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo. Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas. •
Cuida tu fe
Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano. De esta forma viviremos la navidad del Señor ocupados del Señor de la navidad. 3
Ficha 3
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Tiempo de Adviento Tiempo de Adviento, Tiempo de espera. Dios que se acerca, Dios que ya llega. Esperanza del pueblo, la vida nueva. El Reino nace, don y tarea. Te cantamos Padre bueno a la esperanza. Con María, ayúdanos Señor, a vivir generosos en la entrega, a ofrecer nuestra vida como ella, a escuchar tu Palabra en todo tiempo, a practicar sin descanso el Evangelio, ayúdanos a vivir solidarios con los que sufren, con quienes hoy como ayer en Belén no tienen lugar. Te cantamos Padre Bueno a la esperanza. Con los pastores de Belén, ayúdanos señor a vivir la Vigilia de tu Reino, a correr presurosos a tu encuentro, a descubrir tu Rostro en medio del pueblo, a no quedarnos "dormidos" en la construcción del mundo nuevo. Te cantamos Padre Bueno a la esperanza. Con los ángeles de Belén, ayúdanos Señor, a cantar al mundo entero tu Presencia, ¡ Dios-está-con-nosotros ! Construyamos la paz entre los hombres, Edifiquemos la Justicia entre los pueblos. Te cantamos Padre Bueno a la esperanza. Con Jesús niño-Dios, ayúdanos Señor, a abrigar la esperanza que nace en cada Adviento, a escuchar los clamores de tu pueblo, a regar con nuestras vidas la semilla de tu Reino, a ser Mensajeros de tu Amor, a construir comunidades de servicio y oración. Navidad, fiesta del hombre. Navidad, fiesta de Dios. Queremos ser tus Testigos, danos la fuerza Señor.
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Ficha 4
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2.2. TIEMPO DE NAVIDAD
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a Iglesia en su misión de ir por todo el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad. En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos es camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo. La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Esta sección busca apoyar esta tarea de la Iglesia ofreciendo una serie de breves artículos en los que se muestra la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.
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Origen de la Fiesta de Navidad
Entre las fiestas que explican el misterio el misterio de Cristo, fuera del ciclo pascual tenemos las fiestas de Navidad y Epifanía. Hoy existen con dos nombres diversos: la del 25 de diciembre, Navidad y la del 6 de enero, Epifanía. La distinción y coexistencia de ellas data de finales del s. IV y principios de s. V. Al principio, en la primera mitad del s. IV las dos fiestas eran una única celebración de Encarnación del Verbo, pues mientras este misterio se celebraba en Oriente el 6 de enero con el nombre de "Epifanía", en Occidente el Natalis Domini (nombre que le daban en Roma) era celebrado era el 25 de diciembre. El día de Navidad aparece en Roma en el documento llamado Cronógrafo Filocaliano que data de 336. Tratándose de un calendario litúrgico parece cierto que la indicación no sea una simple muestra histórica sino el dato de una fiesta en cuanto se considera que las demás fiestas parten del 25 de diciembre. Fuera de Roma en África, el nacimiento es atestiguado ya por Optato de Milevo (360 A.D.) festejando también la adoración de los magos con la fiesta del 25 de diciembre. En Oriente la fiesta del nacimiento comienza aparecer al final del siglo IV, En el 380 Gregorio Nacianzeno la introduce en Constantinopla (In Sancta Lumina, PG 36, 349). Un discurso tenido el 20 de diciembre por San Juan Crisóstomo, en ese tiempo sacerdote de Antioquía, nos informa que la primera vez en el año 386 se celebra el nacimiento en aquella ciudad el 25 de diciembre como fiesta distinta de la Epifanía (del 6 de Enero) que era una fiesta venida de Roma. 1
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Ficha 4
Pero ¿realmente el nacimiento de Cristo fue el 25 de diciembre? Según la tradición que encontramos en el tratado Solstitis et aequinoctitis (s. IV) Jesús sería concebido en el mismo día y mes en que sería muerto, o sea el 25 de marzo; por lo tanto el nacimiento caería el 25 de diciembre. Mas esta tradición parece que no está en el origen de la fiesta y más bien sería una tentativa de explicación sobre una base de misticismo astrológico muy en boga en ese tiempo. Otra explicación que históricamente parece más probable es la que ve en la fiesta del nuevo sol, o sea la Natalis Invicti, como se decía entonces. El culto al sol estaba en gran auge por el mitracismo y fue de una última gran ofensiva contra el cristianismo precisamente en el siglo IV. Así fue un gran honor para los emperadores del siglo tercero, entre ellos Aureliano, quien erigió un gran templo en honor al sol en Roma en campo Marcio, teniendo como símbolo el sol, por la gran ofensiva continuada bajo Aureliano el Apóstata (335). La fiesta por excelencia del sol fue así el solsticio de invierno en cuanto representaba la anual victoria del sol sobre las tinieblas y caía el 25 de diciembre. El cronógrafo (el 354) señala el nacimiento de Cristo, el 25 de diciembre en el mismo día que el calendario civil señalaba Natalis Invicti. Inspirada por las escrituras y por las circunstancias ambientales, la simbología de la luz y del sol como referencia a Cristo fue muy desarrollada y consagrada por los cristianos. Podemos citar algunos textos bíblicos como el salmo 18 "Ha hecho del sol su morada", "resurgirá para nosotros el sol de justicia" (Mal 4, 2), "Vendrá a visitarnos el sol, símbolo de Cristo y el mismo rezar vueltos hacia el oriente estaba difundido entre los cristianos en el momento en que se celebraba el nacimiento astronómico del sol, en presentar también al verdadero sol: Cristo. San Jerónimo queriendo explicar que el nacimiento de Cristo debe ser celebrado el 25 de diciembre dice: "Hasta aquel día (25 de diciembre) crecen las tinieblas y desde aquel día disminuye el error y viene la verdad. Hoy nace nuestro sol de justicia" (Sermón, in Anecd. Mared III 2, 297). Y San máximo de Turín (mitad del s. IV) afirma: "En un cierto Y tiene razón en este día el nacimiento de Cristo vulgarmente dicho el nuevo sol ... Con gusto aceptamos este modo de hablar porque con el nacimiento del Salvador resplandece no sólo la salvación del género humano, sino también la luz del sol" (Sermón 2, PL. 57, 537).
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Fiestas durante los días de Navidad
Después de la celebración anual del misterio pascual, nada tiene en mayor estima la Iglesia que la celebración del nacimiento del Señor y sus primeras manifestaciones: esto tiene lugar en el tiempo de Navidad. El tiempo de Navidad Abarca desde las primeras vísperas de Navidad hasta el domingo después de Epifanía, o sea, el primer domingo siguiente al 6 de enero, inclusive. La misa de Vigilia de Navidad es la que se utiliza al anochecer del día 24 de diciembre, ya sea antes, ya sea después de las primeras vísperas. El día de Navidad se pueden celebrar tres misas, conforme a la antigua tradición romana, es decir, por la noche, al clarear la aurora y de día. Navidad solamente tiene la octava, ordenada de esta manera: a) el domingo de infraoctava (que le sigue al 25 de diciembre) tiene lugar la fiesta de la Sagrada Familia. b) el 26 de diciembre es la fiesta de San Esteban, el Protomartir (primer martir). c) el 27 de diciembre, la fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista. d) el 28 de diciembre la de los santos inocentes. e) Los días 29, 30 y 31 son infraoctava. f) el día primero de enero - octava de Navidad- se celebra la solemnidad de la Virgen María Madre de Dios, en la cual conmemora también la Iglesia la imposición del santísimo nombre de Jesús. El domingo que caiga entre los días 2 y 5 de enero, es el domingo II después de Navidad. La Epifanía del Señor se celebra el día 6 de enero, a menos que se le asigne un domingo que caiga entre el día 2 y 8 de enero. El domingo siguiente al 6 de enero se celebrará la fiesta del Bautismo del Señor. 2
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Ficha 4
¿Qué nos enseña la Navidad?
La Navidad es una de las fiestas más importantes de la Iglesia porque en ella celebramos que el Hijo de Dios se hizo hombre para abrirnos las puertas del Cielo, para enseñarnos el camino para la vida eterna. La Navidad, a pesar de ser una fiesta cristiana, se ha popularizado en todo el mundo. Efectivamente, hasta los no creyentes celebran "las fiestas de diciembre", como se les dicen. Los regalos, los pinos adornados y los Santa Claus abundan en esta época y el gasto familiar se eleva a las nubes. Por desgracia, el verdadero sentido de celebrar el nacimiento de Cristo se ha transformado en un mero intercambio de regalos, tal como lo hacían los paganos griegos y romanos para las fiestas de la Saturnalia, es decir, el inicio del invierno.
Emmanuel significa Dios con nosotros. La celebración de la Navidad nos recuerda que Dios no está lejos, sino muy cerca de nosotros. En Navidad, celebramos al Niño Jesús que es Hijo de Dios. En Él, Dios nos mostró su rostro humano, para salvarnos y amarnos desde la tierra. Jesús es el Hijo unigénito de Dios, imagen perfecta del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Personajes de Navidad: La celebración de la Navidad es un momento privilegiado para meditar en el texto evangélico de San Lucas 2, 1-20, en donde se narra con detalle el Nacimiento de Cristo. Podemos reflexionar las virtudes que encontramos en los diferentes personajes involucrados y luego, aplicarlas a nuestra vida: María nos enseña a ser humildes, a aceptar la voluntad de Dios, a vivir cerca de Dios por medio de la oración, a obedecer a Dios y a creer en Dios. José nos enseña a escuchar a Dios y hacer lo que Él nos diga en nuestra vida, aunque no lo entendamos y a confiar en Dios. Jesús nos enseña la sencillez. A Dios le gusta que seamos sencillos, que no nos importen tanto las cosas materiales. Jesús, a pesar de ser el Salvador del mundo, nació en la pobreza. Los pastores nos enseñan que la verdadera alegría es la que viene de Dios. Ellos tenían un corazón que supo alegrarse con el gran acontecimiento del nacimiento de Cristo. El 25 de diciembre se celebra la Navidad. Dios se hizo hombre para abrirnos las puertas del Cielo y enseñarnos el camino para la vida eterna. Jesucristo es luz, amor, perdón y alegría para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La Sagrada Familia nos da ejemplo de la aceptación de la Voluntad de Dios, viviendo con sencillez, humildad y alegría el nacimiento de Jesús en el Portal de Belén.
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Ficha 4
Pensamientos para leer en Navidad
Si en tu corazón hay un poco más de amor, es Navidad. Si has decidido perdonar a alguien, es Navidad. Si buscas a Dios de verdad, es Navidad. Si aumenta el gozo de tu fe cristiana, es Navidad. Si en tu alma florece la esperanza, es Navidad. Si trabajas por la justicia entre los hombres, es Navidad. Si tienes deseos de vivir y los comunicas a los demás, es Navidad. Si sabes sufrir con amor, es Navidad. Si eres perseguido o se ríen de ti por causa del Evangelio, es Navidad. Si te alegras de ser hijo de Dios en la Iglesia, es Navidad.
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Ficha 5
2.3. TIEMPO DE CUARESMA
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a Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. La Cuaresma (quadragesima) dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo, con la Misa vespertina. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección. •
40 días
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades. La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión. •
Miércoles de Ceniza
Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte. 1
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Ficha 5
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia. Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo. •
Tradición
En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto. Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación. Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza. •
Ayuno y abstinencia
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y ayuno el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad. Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia. El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana. No es Ia renuncia por Ia renuncia: sino para el mejor y más equilibrado desarrollo de sí mismo, para vivir mejor los valores superiores, para el dominio de sí mismo.
En Cuaresma se usa el color morado. El cuarto domingo de cuaresma, llamado “Laetare” = Alegría, se utiliza el color fuccia o rosado, indicando que la cuaresma está por terminar y se acerca la Pascua. Además, durante este tiempo no se dice ni se canta el Gloria, ni tampoco el Aleluya antes del Evangelio.
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Ficha 5
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2.3.1. La Semana Santa Los más grandes misterios de nuestra redención, es decir, la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, fueron celebrados cada año por la Santa Madre Iglesia, desde la época apostólica. De ahí que aquella especial semana litúrgica fuese llamada, por la importancia de los misterios que ella conmemora: 'Santa', y fue enriquecida con ritos cada vez más espléndidos y piadosos. Dos partes tiene la Semana Santa: la primera, desde el Domingo de Ramos hasta el Jueves Santo; la segunda, el Triduo Sagrado: Viernes, Sábado y la Vigilia Pascual. Estas solemnidades son el centro del año litúrgico y la fuente de nuestra vida espiritual, pues no se trata sólo de “recuerdos históricos”, sino de realidades vivas: el “paso” (eso es “pascua”) de Dios en medio de su pueblo, el “paso” de Cristo de la muerte a la vida, para no morir jamás. De allí que debemos dar importancia a la Semana Santa, pues sus ritos “no sólo tienen una especial dignidad, sino que poseen también una singular fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana”. La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua. Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. •
Domingo de Ramos: Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Este día llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan y participamos en la misa. •
Jueves Santo: Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicialidad. En la Última Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su Cuerpo y su Sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar al Huerto de los Olivos. Ahí pasó la noche y fue donde lo apresaron. •
Viernes Santo: Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilatos; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y con la Liturgia de la Adoración de la Cruz. •
Sábado Santo o Sábado de Gloria: Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir "la tarde y noche anteriores a una fiesta". •
Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua: Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida. 3
Ficha 5
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¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?
El pueblo judío celebraba la fiesta de pascua en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto, el día de la primera luna llena de primavera (otoño en otras partes), es decir, entre fines de Marzo y principio de Abril de nuestro calendario. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año solar de nuestro calendario moderno. Es por esta razón que cada año la Semana Santa cambia de día, pues se le hace coincidir con la luna llena. En la fiesta de la Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y ensaladas de hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la liberación de la esclavitud. Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del pecado y de la muerte.
Finalmente, con la solemne Vigilia Pascual, se da inicio al Tiempo Pascual (cf. ficha 6)
Para vivir el perdón Ante las dudas sobre ti respondiste con el perdón. Ante la persecución y las muchas murmuraciones respondiste con el perdón. Ante Ia insidia y la impía ofensa, respondiste con el perdón. Ante Ia infamia de Ia conspiración contra el Justo, respondiste con el perdón. Ante Ia traición y el dolor que conlleva, respondiste con el perdón. Madre de Ia Misericordia, tu corazón bondadoso rebosa de clemencia, por ello te imploro que me obtengas el perdón por los muchos males que he hecho, y también, ioh Madre! enséñame a perdonar como que ante tantos males que te hicieron, hasta arrebatar de lado a tu divino Hijo, siempre respondiste con el más magnánimo perdón. Amén.
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Ficha 6
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2.4. TIEMPO PASCUAL
E
l Tiempo Pascual se inicia en la solemne Vigilia Pascual, celebrando el Domingo de Pascua. Este es el día más importante del año, y la celebración principal en la Iglesia. Toda la vida litúrgica está centrada en esta Fiesta, y a partir de este centro se fijan las otras celebraciones durante el año. •
Vigilia Pascual
Llega la noche...la vigilia pascual, velada de oración; se abre la esperanza de un nuevo mundo, esta noche sagrada se prepara para recibir el alba del nuevo día, del nuevo sol, de la nueva vida. Es una noche feliz. La noche Santa por excelencia. La Iglesia pretende que, en esta noche de la Resurrección, el pueblo cristiano pase una “Santa Vigilia”, que celebra el paso de las tinieblas del pecado a la Luz de la gracia. Desde los tiempos más antiguos, esta noche es “una vigilia en honor del Señor” (Éxodo 12, 42). Está ordenada de tal manera que, según la recomendación del Evangelio (Lc 12, 35 ss.), los fieles, teniendo en mano sus lámparas encendidas, sean semejantes a hombres que esperan a su amo, a fin de que, a su “vuelta”, los encuentre vigilando y los haga sentar a su mesa. La celebración litúrgica comienza en la iglesia a oscuras: las tinieblas de estar sin Jesús, privados de la esperanza en Dios. Se hace fuego fuera del templo y en él se enciende una sola vela, el gran cirio pascual, símbolo del Señor cuya luz ilumina la noche del hombre. Con esta llama los fieles van encendiendo sus propias velas. El ámbito se convierte en un mar de luces. Cada uno tiene en la mano el signo de lo que en su interior se produce: luz pura, no por sí mismo, sino por Jesús. Este mismo día, Jesús resucitado se aparece delante de algunos de sus discípulos. "Vayan y avisen a los demás que he resucitado". De uno a otro, empezó a circular el anuncio feliz de la resurrección. De la resurrección depende la fe. Cristo ha vencido a la muerte!, es la luz del hombre nuevo, que nace a la vida nueva para mostrar el camino. Es el fuego que trae calor y luz a la vida del creyente. Es el nuevo sol que disipa las tinieblas de una vida sin sentido. Él es Uno con el Padre. Es la verdad. La vida, el Amor!. Por esta razón, después de un rito de acción de gracias por la luz (que constituye la primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia prolonga su vigilia meditando las maravillas que, desde los orígenes, el Señor ha realizado por su pueblo, confiada en su Palabra y en su promesa (segunda parte o liturgia de la Palabra), hasta que, próxima el alba de la resurrección, junto con los nuevos miembros que le han nacido en el bautismo (tercera parte) sea invitada al banquete que el Señor le ha preparado por su muerte y resurrección (cuarta parte). •
Domingo de Resurrección
Es el día de mayor Gloria en el año. Es el día en que Jesús ha resucitado y ha vencido a la muerte, para darnos Vida. Antes de la muerte de Jesús, el cielo estaba cerrado, nadie podía llegar a él. Dios lo había cerrado y expulsado del paraíso a Adán y Eva, pero les prometió que enviaría a un Salvador. Todos esperaban a ese Mesías prometido, pero al venir al mundo, no lo reconocieron. El viernes santo Jesús fue condenado a morir en la cruz. Era necesario que el Mesías padeciera para que todos nuestros pecados pudieran ser perdonados. 1
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Ficha 6
Ahora, nosotros debemos estar inmensamente felices: Gracias al pecado de nuestros primeros padres, Dios nos envió a tan grande Redentor, a su propio Hijo. Gracias a que Jesús murió y Resucitó por nosotros, podemos llegar al cielo y contemplar el rostro de Dios eternamente. Jesús ha resucitado y ha vencido a la muerte. Quiso quedarse en medio nuestro y nos dejó la Eucaristía, el Sacramento de nuestra Fe, la celebración de la Vida. Transmitamos esta Feliz noticia... no dejemos de dar a conocer el inmenso amor que Dios nos tiene y de anunciar a Jesús, que vive en medio nuestro. ¡Alegría! La Pascua invita a esta disposición de ánimo, para ello requiere gran desprendimiento de uno mismo y fe sólida. Es la más pura alegría... "si en alguna parte del mundo hay alegría, es en el corazón puro. Seamos como Él, semilla de vida y felicidad para otros y seremos testigos de su resurrección todos los días. Los Evangelios relatan modesta y sencillamente la mañana del Domingo, donde las mujeres que fueron al sepulcro alcanzan a ver un "joven" vestido de blanco, el color de la santidad de Dios. El sepulcro está vacío... Jesús, "¡ha resucitado!", ¡el Señor Vive!. Este día, anunció la vida, cuando se aguardaba la confirmación de la muerte. Apariciones visibles, signos de su presencia invisible; unión por la fe que reconoce esta presencia de Jesús. Es la fiesta más importante de la comunidad cristiana. Resurrección de Cristo y resurrección de los fieles a una nueva vida, fiesta del hombre nuevo. Todo domingo es rememoración de la Resurrección del Señor, pero el día en que el Señor Resucitó es el centro y cumbre de la vida cristiana. El Domingo de Pascua hizo domingo a todos los domingos.
El sentido de los Huevos de Pascua: En muchos países es tradicional la costumbre de festejar la Pascua con huevos; esa tradición existe en muchos pueblos cristianos; parece tener un origen simbólico que partiría de la Iglesia primitiva, relacionando la resurrección del Señor, con la salida del pollito del cascarón, el nacimiento de un nuevo ser de la oscuridad a la luz. Entre la gente de la época, el huevo se veía como símbolo místico del origen de los seres y del mundo. Los primitivos católicos, en Pascua, ofrendaban estos huevos a los clérigos, para que a su vez los repartieran entre las personas de su familia. En la Edad Moderna se ha introducido tanto en los Católicos como entre Protestantes, la costumbre de pintar de varios colores los huevos de Pascua, adornados con gran lujo y hacer con ellos objetos de pastelería que sirven de regalo. En algunas regiones es el regalo que los padrinos hacen a sus ahijados. En China, muchos siglos antes, se celebraba la fiesta de la renovación de la naturaleza por el calor de la primavera. Se preparaban huevos cocidos o huevos duros, los cuales se pintaban también y eran objetos de regalo entre parientes y amistades. Esto se realizaba ya en el año 1000 A.C. Hemos de esperar, que hoy en día, podamos darle el verdadero sentido a estos ‘huevitos’ de chocolate: ¡Alegría, regalos, golosinas!... todo para mostrarnos unos a otros la ALEGRÍA inmensa de que Jesucristo haya vencido a la muerte y nos haya dado verdadera vida... y vida en abundancia.
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Ficha 6
Tiempo Pascual
Nuestra Iglesia, desde el día Glorioso de la Resurrección comienza a vivir el “Tiempo Pascual”, tiempo en el cual se nos invita a la alegría de la Resurrección. Durante esos días queremos ‘empaparnos’ del Amor de Dios, que todos sepan que el Señor ha Resucitado, y ha vencido la muerte para darnos verdadera Vida. La Fiesta de Pascua no es flor de un día. La celebramos durante cincuenta días, es decir, durante ocho Domingos: “Los cincuenta días después de Pascua se prolongan como un solo día de fiesta, un gran Domingo” (Misal. Nuevo calendario N° 22). Pero durante el tiempo pascual no celebramos sólo que Jesús Resucitó. Celebramos mucho más: que Jesús vive para siempre en la gloria del Padre y que vive – gracias a su Espíritu – entre nosotros. Las principales fiestas de este tiempo son la Ascensión y Pentecostés. Es lo que Jesús resucitado dijo a sus discípulos: “Recibid el Espíritu Santo”. El Espíritu, luz y fuerza de Dios, es quien hace posible que continúe vivo Jesús entre nosotros. Vivo y comunicativo en la misa, en los sacramentos, en su Palabra, en el amor de cada día, en la esperanza que nos impulsa a construir su Reino entre los hombres y mujeres, ahora y aquí. Por eso el tiempo de Pascua es el tiempo del Espíritu Santo. No sólo en la fiesta final de Pentecostés, sino todo él. Es tiempo del Espíritu, tiempo del sacramento de la confirmación, tiempo de esperanza.
Diez días antes de Pentecostés, es decir, cuarenta días después de la Resurrección; los católicos celebramos la Ascensión de Jesús, es decir, cuando Él sube, por sus propios medios, al cielo, en donde vive y reina para siempre. La fiesta de la Ascensión del Señor no supone ruptura alguna en la celebración de la Pascua. Es una mirada de creciente admiración hacia el cielo y una apertura de los corazones en la espera del Espíritu.
Cincuenta días después de haber comido la Pascua, el pueblo celebraba, en el día de Pentecostés (palabra que en griego significa cincuenta), la ‘fiesta de las semanas’, que señalaba el comienzo de la cosecha de trigo, y a la cual, por el tiempo de Jesús, se había asociado el recuerdo de la promulgación de la Ley sobre el Sinaí. Fue el día de Pentecostés cuando Jesús envió al Espíritu Santo sobre sus discípulos, según la promesa que les había hecho (Hch 2). Muy pronto los cristianos celebraron los cincuenta días que separan la Resurrección de Pentecostés con gozo y alegría, como si fuera un solo día de fiesta, o mejor, como “un gran Domingo” (San Atanasio). Con la idea de recalcar ese carácter de solemnidad, los Domingos de este tiempo se llaman “Domingos de Pascua”, en la misa de la víspera de Pentecostés recordamos que el Señor “ha querido que la celebración de la Pascua acabase el día de Pentecostés” La liturgia expresa festivamente la alegría de la Resurrección, en cantos, adornos y signos. El color propio de todo este tiempo es el Blanco. Además de la presencia del Cirio Pascual, que brilla junto al ambón en todas las celebraciones, la característica principal del tiempo pascual consiste en la repetición del canto del Aleluya (aclamación que quiere decir “Alabad a Dios” y que resuena en el Apocalipsis como himno de los redimidos). Es que los cincuenta días de la celebración pascual son un anticipo de la felicidad del cielo, “del tiempo de gozo que vendrá pronto, del tiempo del descanso, la felicidad y la vida eterna” (San Agustín). Es fundamental demostrar durante este tiempo una adhesión más profunda y personal a Jesucristo resucitado, por la fe y los sacramentos. No debemos olvidar que somos testigos de la Resurrección por la palabra y por las acciones que realicemos en nuestra vida personal, familiar y social. 3
Ficha 6
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Oración al Espíritu Santo Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo, te adoro y te doy gracias, te amo y te pido perdón por las veces que te he ofendido en mí y en mi prójimo. Dame luz, santidad y espíritu misionero. Que conozca a Cristo Maestro, asimile su Evangelio y siga las enseñanzas de su Iglesia. Que con la Virgen te invoque, te espere, te reciba y me deje guiar por Ti. Amén.
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Ficha 7
3. ELEMENTOS SIMBÓLICOS
S
omos seres humanos, es decir, seres compuestos de cuerpo y espíritu, de elementos externos y de elementos internos. Por consiguiente, nuestra actividad, también la liturgia, ha de ser externa e interna. Por eso empleamos signos, gestos, palabras y diversas acciones como expresión de la correspondiente actitud interior. La concurrencia de lo externo con lo espiritual ayuda a captar mejor la realidad y a enriquecer la vivencia.
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Signo y Símbolo.
Signo y símbolo son dos realidades distintas: -
El Signo es una señal, una realidad externa, que remite a otra realidad distinta, bien determinada, clara, comprendida racionalmente. Hay signos naturales y signos convencionales. Los signos naturales llevan su significado en lo que son. Ejemplo: el humo, que indica fuego; la sonrisa, que expresa alegría. Los signos convencionales significan lo que las personas hemos convenido que signifiquen. Ejemplo: señales de tránsito, de peligro (una calavera), etc.
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El Símbolo es un elemento sensible que remite a una realidad de otro orden, percibida en forma más intuitiva que racional, es decir, a una realidad no captada plenamente en el orden del razonamiento. El motivo por el cual la realidad simbolizada no es percibida con precisión racional, es que tal realidad afecta a lo más radical de nuestra propia persona o a algo trascendente. Y lo más radical, lo más profundo, escapa de nuestro raciocinio; esas realidades son experimentadas, sentidas, vividas, pero no razonadas.
Al no estar situado en el plano ordinario de lo racional, el símbolo no emplea el lenguaje corriente, sino un lenguaje figurado: el lenguaje simbólico. Pero no es ajeno a la razón, porque signo y símbolo se corrigen mutuamente, es decir, evitan que caigamos en el ámbito estrecho de lo que nosotros podemos razonar o en el exceso contrario: el ámbito de lo imaginativo desligado de la razón. Y, al mismo tiempo, se complementan uniendo esos dos mundos.
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La liturgia necesita símbolos.
Puesto que el símbolo es el lenguaje propio de las experiencias profundas y de lo trascendente, la liturgia los necesita. Sin símbolos no podría referirse ni experimentar o vivir lo más profundo. Quedaría en lo superficial. Cuando en la liturgia se quiere explicar todo (es decir, razonarlo), se elimina de ella la mayor riqueza. Cuando se quiere tener todo muy claro, sólo se ve la superficie. En es caso, “el precio de la claridad es la pérdida de profundidad” (P. Ricoeur). Lo que se muy claro es sólo la corteza. “El racionalismo es un enemigo de la celebración y de la ciencia litúrgica” (P. Fernández). En algunas celebraciones se suceden sin cesar las explicaciones de todo. Eso perjudica grandemente la vivencia de la liturgia.
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Ficha 7
3.1. ELEMENTOS NATURALES EMPLEADOS EN LA LITURGIA
L
a Iglesia, en su liturgia, muestra el sentido de misterio que envuelve a toda la creación; en los elementos naturales ve el reflejo de Dios y a través de los mismos expresa su actitud ante las tres personas de la Santísima Trinidad.
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Luz:
La Luz es uno de los elementos simbólicos más importantes en el ámbito religioso. Expresa la realidad de las cosas que son como recreadas al pasar de la oscuridad a la luz. Simboliza al mismo Cristo –que dice de sí: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12)– y la fe. San Juan habla más de 30 veces de la luz en su Evangelio y en su primera carta. La liturgia menciona muchas veces la luz y la emplea constantemente (Cirio Pascual, velas, otras lámparas) •
Fuego:
El fuego habla de lo que consume (sacrificio), del calor que saca de la pesadez (acción del Espíritu Santo) y de lo que hemos dicho de la luz. •
Agua:
Simboliza ante todo la fecundidad (tierra regada contrapuesta al desierto) y limpieza. Jesús habla del nacer “del agua y del Espíritu” (Jn 3, 5). Es otro de los elementos muy utilizados en la Escritura, especialmente por San Juan (unas 20 veces en su Evangelio). La liturgia la emplea en el Bautismo, en la Eucaristía, en el oficio de difuntos, en bendiciones y en aspersiones varias. •
Incienso:
Es una resina que al caer sobre ascuas o fuego desprende un olor agradable. También al incienso se lo menciona numerosas veces en la Biblia. Se emplea en la Misa en días solemnes incensando el altar, las ofrendas, el Santísimo, a los ministros y a la asamblea. Se inciensan asimismo el Cirio Pascual, los cuerpos de los difuntos, la Cruz y las imágenes de los santos, etc. Es sigo de honor y de la oración que se eleva a Dios (Salmo 140). •
Ceniza:
Es signo de la caducidad de las cosas (en eso queda lo que se ha quemado) y, por lo mismo, invitación a la penitencia, a vivir teniendo como valor lo imperecedero. Se emplea el Miércoles de Ceniza, al comienzo de la Cuaresma. •
Ramos:
Expresan alegría y triunfo, vida y resurrección. Se bendicen el Domingo de Ramos para ser utilizados en la procesión que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén antes de su Pasión. •
Sal:
Sazona los alimentos y los conserva. De ahí que se la considere expresión de acogida y hospitalidad y, sobre todo, de fidelidad. Por eso se empleaba al pactar las alianzas (cf. Lev 2, 13; Núm 18, 19). Jesús dice que los suyos son “sal de la tierra” (Mt 5, 13). San Pablo aconseja que la palabra de los cristianos “sea siempre amable, sazonada con sal” (Col 4, 6).
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Ficha 7
3.2. POSTURAS Y GESTOS EN LA LITURGIA
H
ablamos con todo el cuerpo. Gestos y movimientos son vehículo de comunicación. El ser humano, por su misma constitución espiritual y corporal, sólo se expresa plenamente cuando a la actitud interna se une el gesto externo. Pero las posturas y los gestos no sólo expresan actitudes, sino que también las fomentan. Esto se ha vivi do en todas las épocas; en nuestros días la liturgia renovada da particular importancia al cultivo de la interioridad, haciendo que el cuerpo no sólo no distraiga, sino que ayude. El gesto que expresa una actitud es lenguaje simbólico. Dice otra cosa, dice algo que está más allá de lo expresable con palabras. Lo primero que ha de tenerse en cuenta es que todas las posturas señaladas para la asamblea, ante todo significan y fomentan el sentido de comunidad y de unidad de todos los participantes (cf. OGMR 20).
•
De Pie:
La postura de pie expresa la dignidad del hombre como señor. Es la postura del resucitado, diferente al esclavo o al que está abatido por el mal. En los momentos más importantes de la Eucaristía nos ponemos de pie: Al inicio junto con el canto y la procesión de entrada hasta el final de la oración colecta. Cuando se aclama el Evangelio y durante su proclamación, por que se trata de la lectura más importante. Durante el Credo y la Oración Universal. En la gran Plegaria Eucarística y la preparación a la comunión. Padre nuestro, gesto de la Paz, Fracción del Pan. Y la Bendición final.
•
Sentado:
La postura sentada representa la actitud de quien preside, de quien tiene autoridad y en enseña. A la vez representa a quien escucha, medita y aprende. Es la actitud de María de Betania, hermana de Lázaro que “se sentó a los pies del Señor” y estaba atenta a su palabra escuchando y meditando lo que el Señor le decía (Lucas 10, 38-42). En la celebración eucarística nos sentamos: En las lecturas antes del Evangelio incluyendo el Salmo. Allí estamos escuchando y meditando lo que se nos está comunicando. En la homilía, durante la presentación de las ofrendas. Después de recibir la Comunión, meditando, en una actitud de recogimiento. También lo hacemos después de la comunión.
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De Rodillas:
Es una postura muy expresiva que nos hace ser pequeños ante Dios. Su sentido apunta a la sencillez y la humildad. Expresa, además, el pedir perdón, tal como el hijo pródigo que se arrodilló ante su padre (Lc 15) También es una postura penitencial y de adoración. Expresa una actitud interior ante la grandeza de Dios. El mismo Jesús en el huerto de los olivos “doblando las rodillas oraba al Padre” (Lucas 22, 41) San Pablo nos dice que: “al nombre de Jesús toda rodilla se doble” (Filipenses 2, 10). 3
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•
Ficha 7
Caminar:
Debiera ser un signo muy expresivo en nuestras celebraciones litúrgicas. Caminar, desde los movimientos sencillos, hasta las marchas y procesiones, indica disponibilidad y decisión. Como Iglesia vamos hacia delante, tal como dice el canto: “somos un pueblo que camina y juntos caminando...” En las diversas celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia, tanto los ministros como la Asamblea han de darle importancia a este gesto. En el caso de nuestra Eucaristía se debe cuidar este gesto ya sea en la procesión de entrada, al momento de salir a proclamar las lecturas, en la presentación de ofrendas, en la procesión para recibir la Comunión y en la despedida. “Somos la Iglesia peregrina de Dios”
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La Señal de La Cruz:
Es uno de los gestos más repetidos por los cristianos y es, además nuestro símbolo universal que se ha empleado desde los tiempos antiguos. Es un signo de pertenencia y seguimiento a Jesucristo. El mismo extendió sus brazos en la cruz tal como lo señala la segunda plegaria Eucarística. También este signo nos ha de recordar en algún modo nuestro bautismo. Así lo hacemos al comenzar la Eucaristía, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo como pueblo de bautizados, seguidores de Jesucristo. También antes de la lectura del Evangelio como signo de acogida a la Palabra (decimos: Purifica mi mente, mis labios y mi corazón) y al final de la Eucaristía.
•
Genuflexión:
Es un gesto de respeto, de humildad y de adoración. Es un símbolo de nuestra adoración al Señor, especialmente ante su presencia en el Sagrario. Siempre, al entrar a una capilla o donde se encuentre el Santísimo que nos recuerda la presencia viva y real de Cristo, hemos de tener una actitud de fe y de respeto. El gesto que mejor expresa esta actitud es la genuflexión. En nuestra celebración Eucarística el sacerdote que preside realiza este gesto al comienzo, después de consagrar el Pan, después de consagrar el Vino, terminada la oración para la comunión y al final de ella.
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Postración Total:
Postrarse en el suelo es, sin duda, una postura muy significativa. Este gesto lleva la humildad y la adoración a su expresión máxima. Ya en el Antiguo Testamento, Moisés había empleado este gesto postrándose delante del Dios de la Alianza. (Éxodo 34, 8) Los mismos discípulos de Jesús “que estaban en la barca se postraron delante de El diciéndole: ¡Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios!” (Mateo 14, 33) Actualmente, en nuestras liturgias, los que van a ser ordenados para recibir la gracia del Espíritu se postran. También el sacerdote el Viernes Santo expresa su fe y humildad postrándose en el suelo al comenzar la celebración.
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Ficha 7
La Imposición de Manos:
Es, sin duda un gesto muy hermoso y significativo. Expresa muchas cosas: bendición, perdón, transmisión de una fuerza, poder de Dios, y consagración. Depende en algunos casos de las palabras que se emplean al realizar el gesto. El mismo Jesús imponía sus manos para sanar o resucitar (ver Lucas 4, 40). También lo hacía para bendecir, en este caso a los niños, como lo describe el evangelista Marcos: ”Jesús los abrazaba y luego ponía sus manos sobre ellos para bendecidlos” (Mc 10, 16). En la actualidad este gesto se utiliza en todos los sacramentos. De este modo se nos recuerda que siempre dependemos de la fuerza de Dios. También se puede emplear este gesto al interior de las familias, especialmente para bendecir a los hijos y los padres.
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Elevar las Manos:
Es, también, un gesto importante dentro de nuestra liturgia. Aunque por lo general lo emplea el que preside, perfectamente puede ser un gesto de toda la asamblea. ¿En qué momentos? Puede ser al rezar o al cantar el Padre nuestro, al canto del Gloria, acompañando alguna aclamación en la Plegaria Eucarística, también cuando se cante algún Salmo o el mismo “Bendecid a Dios... levantad las manos hacia el Santo lugar”. San Pablo le da importancia a este gesto y nos aconseja diciendo: “Quiero que los hombres oren en todo lugar; que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni discusiones” (1° Timoteo 2, 8)
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Golpearse el Pecho:
Es un gesto que expresa una actitud interior de arrepentimiento y humildad. Significa que reconocemos nuestra propia culpa y que tenemos la intención de cambiar. Se hace en el acto penitencial al rezar el “Yo confieso” diciendo “..por mi culpa, por mi gran culpa...” En el Evangelio de Lucas se muestra la actitud del publicano “que no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mi que soy un pecador” (Lucas 18, 13). Es un gesto simbólico ya que pretende expresar nuestra condición de pecadores. No se trata de golpearse con fuerza sino levemente, pero golpearse.
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Los Besos:
Los besos son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, veneración y también de reconciliación. Es un gesto muy expresivo, especialmente en nuestra cultura. En Cuanto a la celebración Eucarística el Misal nos dice: “según la costumbre tradicional en la liturgia, la veneración del Altar y del libro de los Evangelios se expresa con el beso” (IGMR 232). También este gesto en el momento de la paz, tal como los primeros cristianos que se daban el “ósculo de la paz” (San Justino, mitad del siglo II). En otras celebraciones, como el Viernes Santo, besamos la cruz como signo de adoración, durante el mes de María besamos los pies de la Virgen, también en algunas ocasiones se besan las manos de los enfermos; en el sacramento de la Reconciliación se emplea en señal de perdón, El Jueves Santo, a veces, el sacerdote o el Obispo besa los pies de algunos fieles, etc.
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Ficha 7
3.3. COLORES EN LA LITURGIA
L •
a finalidad de los distintos colores en las vestiduras y ornamentos litúrgicos es expresar el sentido propio de cada fiesta o celebración. En esa línea, podemos también incluirlos entre los elementos simbólicos.
Blanco:
El blanco es un color de alegría y de fiesta. En la liturgia simboliza la luz, la gloria, la inocencia. Es el color más adecuado para celebrar: La Navidad y Epifanía Los cincuenta días de la Pascua Las fiestas de los Ángeles y Santos no mártires Dentro de la Liturgia, el blanco reemplazará a cualquier otro color. •
Rojo:
Es el color más perecido a la sangre y al fuego y su simbolismo va en ese mismo sentido. El color rojo expresa muy bien el martirio o sacrificio de Jesucristo. Es el más adecuado para celebrar: Domingo de ramos (pasión) y Viernes Santo Pentecostés Fiesta de la Santa Cruz, apóstoles, evangelistas y Santos Mártires. •
Verde:
Es un color vivo que indica tranquilidad, paz, esperanza. El color verde es el más adecuado para celebrar las 34 semanas del tiempo de la Iglesia (o tiempo ordinario como se llama). Vale decir, después de Epifanía hasta miércoles de cenizas y después de Pentecostés hasta Adviento. •
Morado:
Este color es símbolo de penitencia, de sencillez y humildad. Es un color que invita al retiro espiritual, al recogimiento, a una vida más austera y sencilla. El morado es el color más adecuado para celebrar: El Adviento y la Cuaresma Las liturgias penitenciales, unción de los enfermos También reemplaza al negro de los difuntos ya que este no se utiliza en la liturgia actual. •
Rosado:
Es un color poco empleado en nuestras celebraciones, simboliza la alegría, pero una alegría pasajera, de ciertos días, de ciertos momentos. El Misal Romano lo recomienda para ser empleado el tercer Domingo de Adviento (“Gaudete”) y el cuarto Domingo de Cuaresma (“Laetare”). Ha costado para que entre en la Liturgia, pero su simbolismo es necesario y útil ya que nos anuncia que una gran alegría se aproxima, sea entre la Cuaresma para recordarnos la Pascua o entre el Adviento para anunciarnos la Navidad. •
Azul – Celeste:
Estos colores, aunque no aparecen en el Misal Romano, lo utilizamos mucho para las fiestas religiosas que tienen que ver con la Santísima Virgen. Nos podemos dar cuenta en las procesiones que hace el pueblo al Santuarios o Templos Marianos, muchas comunidades llevan una cruz azul y algunas llevan cintas azules o celestes. A lo largo del año existen variadas fiestas en honor a la Santísima Virgen, es bueno que cada comunidad, de acuerdo a su estilo y posibilidades, pueda utilizar estos colores especialmente para las grandes fiestas como la Inmaculada Concepción, la Asunción, Santa María Reina, La Visitación. © Portal de los Acólitos en Internet – www.acolitos.net Su uso y reproducción están permitidos para fines de uso Pastoral. Documento gratuito – Prohibida su venta y comercialización.
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Ficha 8
4. LUGARES Y ESPACIOS DE CELEBRACIÓN
L
os primeros cristianos de Jerusalén al principio seguían yendo al templo. Pero de pronto se dieron cuenta de que su oración no encajaba con la de quienes todavía estaban esperando al Mesías. De modo que dejaron de participar de las celebraciones del templo. En ese entonces no se consagraban lugares para el culto, sino más bien la comunidad o Iglesia reunida era la que daba el carácter religioso al lugar. Más tarde, por la estrechez y otros inconvenientes de las casas particulares, se construyeron edificios ex profeso para las reuniones, con lo que en parte se trasladó a ellas el antiguo concepto del templo. Pero lo que influyó sobre todo en darles ese carácter de templo fue el hecho de depositar en ellas las reliquias de los mártires y particularmente la Eucaristía. Esas construcciones se hicieron también antes de la conversión de Constantino y del Imperio. Después de este acontecimiento surgen, además, grandes basílicas. Lo que nunca ha de olvidarse, es que el sentido primero del local es que sirva para la reunión de la asamblea.
4.1. TEMPLOS PARA EL CULTO. •
Iglesia es “un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobro todo pública, del culto divino” (CIC 1214)
•
Catedral es la Iglesia principal de la diócesis; la "iglesiamadre". Es la iglesia donde el obispo tiene su sede episcopal o "cátedra".
•
Basílica. El nombre viene de basileus (= rey, en griego). Se da ese nombre a algunas iglesias de mayor importancia. Gozan de una especial unión con Roma. Son iglesias privilegiadas del Santo Padre, porque significan algo muy especial para los cristianos del lugar (lugares de peregrinación, iglesia dedicada a un santo protector, resultado de una promesa, etc.). Las cuatro basílicas mayores se encuentran en Roma: San Pedro en el Vaticano, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Mencionamos también la Basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén, donde fue sepultado Jesús.
Catedral de Melipilla, Chile.
•
Iglesia parroquial es la que está destinada al servicio de los fieles de una parroquia. La administra un Párroco. Es la iglesia “de la vecindad”, según el sentido original de la palabra.
•
Santuario es una iglesia (u otro lugar sagrado) al que por motivo de peculiar piedad a algún misterio del Señor, a la Virgen María o a algún santo, acuden en peregrinación muchos fieles. Deben tener la aprobación del obispo del lugar.
•
Capilla es la iglesia o lugar de culto destinadas a un grupo particular de fieles. Así un hospital, un colegio, un seminario, una comunidad religiosa, una población o una localidad en el campo pueden tener su propia capilla.
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Ficha 8
4.2. LUGARES Y ESPACIOS LITÚRGICOS
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Atrio
Es el pórtico o espacio por el que accede al templo. A veces está rodeado de columnas. Es un lugar intermedio que favorece el paso gradual de la calle al lugar sagrado.
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Ábside
Es la parte del templo situada en el extremo de la iglesia opuesto a la fachada. A menudo es semicircular, y en él se colocan el altar y los demás elementos propios del presbiterio: ambón, sede del presidente, sillería (en templos importantes).
•
Cripta
Es una estancia subterránea que tienen algunas iglesias. Se emplea para sepultar a personajes importantes de la Iglesia, como los Obispos. Antiguamente, también eran sepultados grandes personajes de la historia de un país.
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Lugar para el coro
Es el espacio en el que se sitúa el pequeño grupo que anima el canto de la asamblea. Por eso su lugar no debiera ser un espacio separado en un segundo piso (como muchos lugares en donde recibe el nombre de coro), sino que está en la nave dentro o al lado de la asamblea.
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Sacristía.
Es la sala adjunta a la iglesia en la cual se guardan los ornamentos y objetos necesarios para el culto y es, también, el lugar donde los ministros se revisten. Muchas veces, a un costado de esta, existe una contra-sacristía, lugar destinado a guardar mobiliario y tareas que pueden ensuciar los ornamentos, como arreglo de flores, preparación del incienso, limpieza de velas, etc.
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Confesionario.
Es un pequeño recinto, generalmente de madera, que principalmente divide un ambiente en sectores, conectados por ventanas con rejillas; en él se instala el sacerdote a recibir las confesiones de los fieles. Actualmente, a veces se disponen lugares en forma de pequeña oficina, más aptos para una relación personalizada entre penitente y confesor. Pero debe haber confesionario con rejilla para quienes lo deseen. 2
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Vía Crucis.
Son catorce o quince cruces de madera, adheridas a otros tantos cuados (o sin ellos) y clavadas a regular distancia en los muros de la iglesia. Representa las estaciones del camino de la cruz o de la Pasión del Señor y nos recuerdan la Vía Dolorosa. El Vía Crucis regularmente es de 14 estaciones, pero algunas veces se le agrega la ‘Resurección’ como decimoquinta estación.
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Nave.
Es la parte de la iglesia donde se constituye la asamblea en las celebraciones (bancas, pasillos, etc.).
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Piletas de Agua Bendita.
Son un recipiente con agua que previamente se ha bendecido y que está a la entrada de las iglesias, para que los fieles se mojen los dedos en ella y puedan hacer la señal de la cruz al entrar y al salir.
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Pila Bautismal.
Es una fuente de agua bendita. Antiguamente, debía haber una pila en las puertas de las iglesias; actualmente no es obligatoria la existencia de estas pilas. La pila bautismal contiene el agua bautismal y generalmente se divide en dos partes: la pila propiamente dicha con el agua para bautizar, y la otra menor llamada piscina que recoge el agua que se usa al bautizar. En las iglesias más grandes y antiguas es colocada en el ‘baptisterio’ (o bautisterio) que es el lugar donde se bautiza. Cuando existe este lugar, allí se coloca normalmente el cirio pascual que se enciende durante la celebración de bautismos.
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Cirio Pascual.
Es un gran cirio que se enciende en la gran Vigilia Pascual, en las vísperas del Domingo de Pascua de Resurrección; y el cual se mantiene encendido durante todo el tiempo pascual. Este cirio está hecho de cera pura de abeja y simboliza a Cristo, Luz del Mundo. En el cirio pascual se pueden observar: 1. Las letras Alfa y Omega. Esta son la primera y última letra del alfabeto griego muertos.
respectivamente. La expresión “Yo s
2. Las cifras del año. Todos los cirios Pascuales llevan las cifras del año actual, las cuales nos hacen recordar el tiempo en que estamos viviendo, como punto de partida el nacimiento de Nuestro Señor, y que gozosos esperamos la segunda venida de Cristo. 3
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3. Una cruz. En los cirios se encuentra grabada una cruz, el principal objeto de devoción de los católicos, manteniendo siempre vivo el recuerdo de la redención. 4. Cinco granos de incienso. Estos representan las cinco llagas de Nuestro Señor, y son colocados en los extremos y al centro de la cruz.
Según las indicaciones del Misal, en la Liturgia de la Luz de la Vigilia Pascual, un acólito lo presenta al Sacerdote y éste va dibujando la cruz, las letras y los números que corresponden al año. Al hacer estas acciones el sacerdote va diciendo: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
Cristo ayer y hoy Principio y fin Alfa Y Omega Suyo es el tiempo y la eternidad A el sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Trazo vertical de la cruz Trazo horizontal de la cruz Graba la letra Alfa Graba la letra Omega Graba la primera cifra del año Graba la segunda cifra del año Graba la tercera cifra del año Graba la cuarta cifra del año
También el sacerdote al clavar los cinco granos de incienso (en las extremidades de la Cruz y en el centro), dice: 1. Por sus llagas santas 2. y gloriosas 1 3. nos proteja 4 2 5 4. y nos guarde 3 5. Jesucristo nuestro Señor. Amén. Después de esto se enciende el cirio pascual.
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Imágenes
Aunque en el Antiguo Testamento estaban prohibidas por el riesgo de politeísmo que en aquel ambiente implicaba, en la Iglesia han sido utilizadas desde los primeros siglos, como se advierte en las catacumbas y luego en los distintos templos. A veces se exagera el número de imágenes de santos, que, al menos psicológicamente, vienen a desequilibrar el sentido geocéntrico y cristocéntrico. Por eso, el Concilio Vaticano II (cf. SC 125) y la Ordenación General del Misal Romano (OGMR 278), señalan que su número no sea excesivo, que estén dispuestas en orden y que no distraigan de la verdadera celebración. (También que no haya más de una imagen del mismo santo).
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Presbiterio.
Antiguamente indicaba el consejo del obispo con los presbíteros. En la actualidad, designa la parte de la iglesia que rodea el altar mayor y que llega hasta las gradas, por las cuales se sube a él. Algunas veces está separado de la nave con una barandilla o comulgatorio.
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Altar.
El Altar es uno de los elementos más importantes y significativos de la liturgia cristiana. Es el símbolo de Cristo como Piedra Angular. Además simboliza un ara de sacrificio, pero sobre todo, es la Mesa del Señor, en la que más que inmolarse una víctima: “se hace presente”. Sin duda que actualmente, tiene mucho más relieve reconocer el altar al igual que el apóstol, como la mesa del Señor (1 Co 10, 21). Las características esenciales que se dan de todo altar cristiano son: a) Ser y aparecer como una mesa. b) Estar separada de la pared para que se pueda estar cara al pueblo. c) Constituir el centro de la atención de toda la asamblea. d) Ser único, dedicado sólo a Dios. e) Sin imágenes ni reliquias sobre su superficie. En el Antiguo Testamento, el altar era un monumento o piedra sobre los cuales se ofrecían sacrificios. La primera mención de un altar se encuentra en Gén 8, 20 y fue cuando Noé después del diluvio edificó un altar y ofreció holocaustos. Abrahán también edificó un altar cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22, 9). Los patriarcas erigieron altares en los lugares en donde Dios se les manifestó, para conmemorar los favores recibidos (Gén 12, 7-8; 13, 18; 26, 25; 33, 20; 35, 1-7). Las Escrituras no dicen nada del material o de la forma de dichos altares. En el Nuevo Testamento, el primer altar cristiano fue la mesa en la cual Nuestro Señor, en la Última Cena, instituyó la Misa. En la Basílica de Letrán se conservan reliquias que se cree son partes de esa mesa-altar. Antiguamente, las misas se hacían de espaldas al pueblo. Una instrucción emitida por el Concilio Vaticano II el 26 de septiembre de 1964, fijó varios cambios en el altar, principalmente el de su libre colocación, de manera de que el sacerdote pudiera presidir la Misa de frente a la comunidad. Los manteles del altar: antiguamente eran tres paños de lino que cubrían el altar en que se celebraba la Santa Misa; el de encima llegaba hasta el suelo por ambos lados. Simbólicamente representaban el sudario en que fue envuelto el cuerpo del Señor. Actualmente, el Misal Romano señala que “sobre el altar ha de ponerse por lo menos un mantel por reverencia a la celebración del Memorial del Señor y el banquete en que se distribuye el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (OGMR 268). El desmantelamiento del altar, es un signo conmemorativo del despojo de las vestiduras de Jesús en el Calvario. Se hace el Jueves Santo después de la Misa. El sacerdote quita todo lo que haya sobre el altar, excepto las velas y el crucifijo (si hubiese). Debajo del altar (no en un hoyo hecho en el mismo altar) se colocan reliquias de santos como expresión de la “comunión de los santos”. En toda Misa existen dos mesas: la Mesa de la Palabra y la Mesa del Pan. No estaría mal hacer notar a la asamblea el inicio de la segunda Mesa. Resulta mucho más significativo llevar un jarro con vino y llenar el cáliz en el altar a la vista de los fieles. Se trata de preparar la mesa. El altar, al representar a Cristo como piedra angular de la Iglesia, es besado al inicio de cada celebración. Se recomienda que sea completamente de piedra e inamovible. 5
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Sede.
Cuando nos referimos al lugar de la celebración litúrgica y las cosas que lo componen, la mayoría de las personas piensan inmediatamente, en forma espontánea, en el altar. Otros se imaginan el ambón y muy pocos la sede presidencial. Cuando hablamos de sede, muchos se imaginan algún lugar de reunión, la secretaría, la sede del club... En este caso nos referimos al lugar donde el sacerdote se sienta para presidir la celebración. Sede significa asiento. Lo primero que debemos tener clarísimo, es que la sede es mucho más que un lugar para sentarse; es un lugar simbólico porque desde la sede es el mismo Jesucristo quien preside la asamblea en la persona del ministro. Cristo se hace presente como Rey y como Profeta de su Iglesia. Lamentablemente en muchas comunidades este lugar pasa desapercibido porque no se le ha descubierto su significado. El Misal cuando se refiere a la sede dice lo siguiente: “La sede del sacerdote celebrante debe significar su ministerio de presidente en la asamblea” (OGMR 275). La sede debe aparecer claramente como el lugar donde Jesucristo reúne a su Iglesia y actualiza el anuncio de la salvación. Es aquí donde debemos poner todo nuestro empeño para darle realce a la sede y preocuparnos para que la asamblea entienda y asuma el simbolismo que tiene esta silla presidencial. Es importante, entonces, que aparezca como un lugar estable frente a la asamblea al igual que el altar y el ambón, y no como un simple objeto que se retira cuando ya no es necesario. Debe haber un esfuerzo por hacer que esta “silla” sea distinta a la que usan los que concelebran u otros ministros, porque en algunas partes son todas iguales. La sede presidencial debe ser considerada como un lugar privilegiado para el Señor y nunca como la silla de honor reservada para el curita. Esta ha de ser vista por la asamblea como aquella sede en la que se sentará el Hijo del hombre y ante el cual se congregarán todas las naciones (Mt 25, 31).
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Cátedra.
Es el trono o sede del obispo desde donde enseña a su pueblo. Por lo tanto, la Cátedra está ubicada solamente en la Iglesia principal o Catedral de una diócesis. Una Catedral, entonces, recibe este nombre porque allí se encuentra ubicado el trono o cátedra del obispo. Esta sede es utilizada por el obispo de la diócesis o arquidiócesis, desde donde el Pastor congrega y enseña a su rebaño. Los demás sacerdotes, al presidir alguna celebración en la Iglesia Catedral, no pueden utilizar la cátedra, puesto que está reservada para el pastor de la comunidad. Por esta razón, los sacerdotes o ministros utilizan una sede secundaria, ubicada generalmente a un costado del altar mayor, pero siempre dentro del presbiterio.
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Ambón.
Es el lugar destinado a la proclamación de la Palabra de Dios. La liturgia de la palabra hunde sus raíces en la liturgia sinanogal del Pueblo judío; así también el ambón es una herencia recibida de Israel. En el Antiguo Testamento podemos leer la narración de una primera celebración de la Palabra en la que el ambón aparece ya como algo muy destacado: “Esdras el escriba, estaba de pie en una tarima de madera que habían construido... Y abrió el libro, a la vista de todo el pueblo, pues se hallaba en un punto elevado” (Nehemías 8, 4-5). 6
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A través de este relato podemos notar cómo el pueblo israelita proclama la Palabra. El libro de la Escritura aparece en un lugar elevado y visible. El nuevo Misal establece que la dignidad de la Palabra de Dios, exige que en las Iglesias haya un sitio adecuado para la proclamación de la Escritura, hacia la cual con facilidad se dirija la atención de los fieles durante la liturgia de la Palabra (OGMR). Tres son las características que subraya el Misal al respecto: 1. 2. 3.
Que la Palabra de Dios se proclame desde un lugar (no desde un mueble que se quita y se pone); Que se trate de un lugar adecuado a la dignidad de la Palabra; Finalmente, que no se limite a tener sólo una buena acústica, sino que sea visualmente destacado.
No se trata de un simple mueble que cuando termina la celebración lo quitan. Así como el altar queda en la capilla al finalizar la Eucaristía, así también el lugar de la Palabra debe permanecer siempre en su sitio. La presencia simultánea del altar y del ambón recordará constantemente a la comunidad las dos mesas en que se apoya la liturgia cristiana: la Palabra y el Sacramento. Generalmente en las iglesias se observa un ambón, pero en la medida de los posible, lo recomendable son dos ambones. En tal caso el que está a la derecha del celebrante se reserva para las lecturas y conviene que sea más adornado; el otro será para el animador de la Misa. Es bueno recalcar que, al momento de proclamar la Palabra lo hagamos desde un libro grande, debidamente forrado, y no desde una simple “hoja dominical”. Si no, ¿para qué sirve un bonito ambón?
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Sagrario.
Es una pequeña caja o armario donde se guarda al Santísimo Sacramento en una Iglesia. En los primeros siglos nació la costumbre de reservar las especies sacramentales. Se guardaban primeramente en las casas y luego en los Templos. Así estaban dispuestas siempre para los enfermos. Era natural que los fieles expresaran su veneración y adoración ante la presencia del Señor en ese entonces. Ahora, con mayor fe sabemos que es Dios mismo sacramentado quien habita en este lugar. Es, por lo tanto, el lugar más importante de toda la Iglesia, aún más que altar. Este fue el origen de los sagrarios o tabernáculos. Hechos de diferentes formas o estilos. Pero, no debemos perder de vista que el fin primario y principal de la reserva de las sagradas especies en la Iglesia fue la administración del viático. Los fines secundarios son la distribución de la comunión en las Iglesias fuera de la misa, y adoración de nuestro Señor Jesucristo oculto. Sólo a partir del siglo XII la Iglesia organizó un culto eucarístico público, después de las controversias sobre la presencia real. Durante mucho tiempo se adoptó la costumbre de reservar el Pan de Vida en una pequeña torre o en una paloma eucarística suspendida encima del altar. También las especies eucarísticas se reservaron en la Sacristía. A partir del siglo XVI se introdujo la costumbre de fijar establemente el Sagrario sobre los altares. La historia de la conservación del Santísimo Sacramento tuvo una última etapa cuando se fijó el Sagrario sobre el Altar mayor de las Iglesias (vale decir sobre el más importante). Esto se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.
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Ahora el Misal Romano dice: “Se recomienda insistentemente que haya un lugar para la reserva de la Sagrada Eucaristía en la Capilla, que sea idóneo para la adoración privada de los fieles. Si esto fuera posible, se pondrá el Santísimo Sacramento conforme a la estructura de cada templo, en otro sitio que sea verdaderamente noble y esté debidamente adornado. Y solamente en un Sagrario, sólido e inviolable (OGMR 276-277). Algunos prefieren que el Sagrario esté en una capilla aparte, para que sea un lugar de oración y adoración personal y comunitaria. Claro está que en muchos templos se encuentra ubicado cerca del altar principal. Lo importante es que exista un Sagrario que los fieles reconozcan fácilmente. Es bueno que los fieles sepan que allí encontramos al amigo, al confidente, al que dijo: “Vengan a Mí los que se sienten cargados y agobiados porque Yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
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Lámpara del Sagrario.
Es una lámpara que se encuentra al lado del sagrario y que debe estar encendida ante este a toda hora. La Lámpara encendida es la señal de que el Santísimo Sacramento está presente en el Sagrario. Antiguamente las leyes litúrgicas de la Iglesia requerían el uso de aceite de oliva o cera de abeja en dicha lámpara. Sin embargo el obispo local podía permitir el uso de otro aceite vegetal. Actualmente muchas de estas lámparas son eléctricas. Por esta razón, y en el caso que un corte muy largo de suministro eléctrico afecte a los Templos, temporalmente se debe encender una lámpara de aceite o una vela en reemplazo de la lámpara eléctrica.
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Credencia.
Es una mesa o repisa junto al altar o a un costado de este, en que se colocan las vinajeras, la campanilla, el lavabo y los otros objetos litúrgicos que no deben dejarse sobre el altar.
Muestra Fotográfica: Catedral de Melipilla - Chile.
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5. VESTIDURAS LITÚRGICAS
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estiduras Litúrgicas es el nombre genérico de los vestidos que revisten los ministros sobre los trajes civiles o los hábitos religiosos durante las celebraciones litúrgicas. Los distintos vestidos tienen una función pedagógica ya que sólo sirven para distinguir las diversas categorías de ministros y para indicar el carácter festivo de cada celebración y, sobre todo, para hacer comprender que se está realizando una acción sagrada.
5.1. LOS VESTIDOS DE LOS MINISTROS: HISTORIA Ya en la liturgia de los judíos se concedía importancia a veces exagerada a los vestidos de los celebrantes. Se veía en ellos un signo del carácter sagrado de la acción, de la gloria poderosa de Dios y de la dignidad de los ministros. Así se describen, por ejemplo, los ornamentos litúrgicos de un sumo sacerdote: "cuando se ponía su vestidura de gala y se vestía sus elegantes ornamentos, al subir al santo altar, llenaba de gloria el recinto del santuario" (Ecclo 50,11). En los primeros siglos no parece que los ministros cristianos significaran tal condición con vestidos diferentes, ni dentro ni fuera del culto. Lo hacían con vestidos normales de fiesta, con las túnicas grecorromanas largas. Pero poco a poco se dio una evolución: se estilizaron los hábitos normales hasta adquirir una identidad de vestidos litúrgicos. A medida que el traje civil fue cambiando -acortándose- se prefirió que para el ministerio litúrgico continuara usándose la túnica clásica. Con ello a la vez se denotaba el carácter diferente de la actividad celebrativa, la distinción de los ministros y el tono festivo de la celebración. Fue a partir más o menos del siglo IX cuando se “sacralizó" con mayor fuerza el tema de los vestidos, buscándoles un sentido más bien alegórico, interpretando cada uno de ellos en sentido moral (el alba indicaba la pureza, la casulla el yugo suave de Cristo, etc.) O como referencia a la Pasión de Cristo o como imitación de los sacerdotes del AT y a la vez se empezó a bendecir los ornamentos y a prescribir unas oraciones al momento de revestirlos.
5.2. VESTIDOS ACTUALES Actualmente es distinta la costumbre respecto a los varios ministros de la celebración: mientras el organista y los cantores no se revisten, los lectores y ministros de la comunión lo hacen a veces (dependiendo del lugar y del párroco); los monaguillos generalmente tienen su vestidura especial; pero los que como norma se revisten son los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos. El vestido litúrgico básico para estos ministros ordenados es el alba, blanca túnica, a la que se va buscando dar una forma más estética, de modo que no requiera amito (porque cierra bien el cuello) ni cíngulo (porque adquiere una forma elegante). Sobre el alba los ministros ordenados se ponen la estola, esa franja de diversos colores que los diáconos se colocan en forma cruzada, mientras que los presbíteros y obispos lo hacen colgándola por ambos lados del cuello. Además del alba y la estola, el presbítero o el obispo que preside la Eucaristía se reviste la casulla (como el "poncho" americano actual). La casulla es el indumento litúrgico que ha venido a caracterizar sobre todo la celebración eucarística. Mientras que se va perdiendo la "dalmática" (que vendría a ser como una casulla con mangas) que llevan los diáconos. A partir del Concilio Vaticano II, se han hecho distintos esfuerzos de reducir algunos vestidos y signos para dejar los esenciales. De esta manera, les queremos presentar aquellos que son más utilizados… 1
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5.3. VESTIDURAS LITÚRGICAS Ornamentos (del latín ornamentum, adorno, ornato) es el nombre común que se da a las vestiduras sagradas. A continuación mencionamos las más importantes:
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Alba.
(En latín: blanca) El Alba es una vestidura de lino blanco que cubre desde el cuello hasta los tobillos, con mangas ajustadas y ceñida por un cordón. Se pone después del amito (este es opcional). La usan los sacerdotes, diáconos, seminaristas y los acólitos parroquiales (estos últimos con el fin de ayudar y asistir al sacerdote y a los ministros en la Misa y en los actos de culto). Sobre el Alba, los sacerdotes usan la estola y la casulla (esta última en el caso que presida la celebración o acompañando a quien la preside). La Túnica es semejante al alba, pero es de color más oscuro (crema, café, etc.).
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Cíngulo.
(Del latín cingulum, cinturón) Es un cordón grueso que usa el sacerdote (y aquellos que utilicen albas), que se coloca alrededor de la cintura sobre el alba, durante la Misa o en los actos litúrgicos. Está tejido con hilo de lino o seda y se usa para sostener el alba en su sitio. Puede hacer juego con el color de los ornamentos o ser sencillamente blanco. El cíngulo es símbolo de penitencia, de castidad y justicia, y recuerda también el látigo con que Jesús fue azotado en la casa de Pilato.
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Alba Casulla.
Es una vestidura de lino blanco que cubre desde el cuello y hasta los tobillos (al igual que el alba), pero no se distinguen claramente las mangas, pues es un manto amplio. Tampoco lleva ceñido el cíngulo a la cintura. El alba casulla se usa para los sacerdotes que acompañan al que preside alguna celebración litúrgica. Sobre el alba casulla se coloca únicamente la estola, pues con esta vestidura no se utiliza la casulla.
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Amito.
(Del latín amicire, envolver, cubrir). Es una vestidura rectangular hecha de lino blanco, como de 75 cms. de largo por 60 cms. de ancho, con dos cintas largas en los extremos superiores. El sacerdote y diácono que ofician Misa la usan debajo del alba. En su origen se usaba probablemente como protección alrededor del cuello. El amito lleva una crucecita y antiguamente se le adornaba con una pieza de bordado; éste ha sobrevivido en algunos ritos. Simbólicamente el amito representa el “yelmo de salvación”. Hoy en día, no es obligatorio, pero en muchas partes aún se sigue utilizando. 2
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Estola.
(Del griego stolé, vestido) Es la insignia litúrgica común a los diáconos, sacerdotes y obispos. Se desconoce con exactitud su origen, pero lo más probable es que derive de “orarium”, nombre con que era conocida la estola en la antigüedad. Este era un paño fino que se usaba alrededor del cuello como corbata de caídas largas y servía para enjugar la boca. Más tarde fue una insignia de los predicadores y sólo bajo esta forma se ha de entender la traducción del texto Ecli. 1,5. El término estola se empezó a usar en Italia a fines del siglo VI; mientras tanto se fue perdiendo el nombre de orario, hasta que en el siglo XII se olvidó completamente, y con esto también su verdadero significado. Poco a poco se fue acortando y ornamentando hasta llegar a la forma actual de larga chalina a fines de la Edad Media. Sin embargo, en España una resolución del III Concilio de Braga (675) mandaba que los sacerdotes se cruzaran la estola sobre el pecho, diferenciándose así de los obispos, en quienes colgaba directamente del cuello. En la disciplina actual la estola es del mismo material y color de los ornamentos litúrgicos, y es usada en la administración de los sacramentos, en las Misas y celebraciones litúrgicas. Los diáconos la usan diagonalmente sobre el pecho y la espalda, (desde el hombro izquierdo hacia la derecha) con sus dos extremos juntos en el lado derecho.
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Estolón.
(Del griego stolé, vestido) Es una vestidura propia de los sacerdotes. Consiste en una pieza larga de tela de unos 25 cms. de ancho (igual que la estola), pero con un trozo de tela que cuelga desde el cuello hacia la espalda (es como una “Y” invertida). El Estolón lo usan los sacerdotes sobre el alba casulla (pueden usar también una estola en vez del estolón), cuando acompañan a quien preside una Celebración Litúrgica.
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Casulla.
(Del latín casula, cabaña) Vestido propio y distintivo del sacerdote, que usa únicamente para el Santo Sacrificio de la Misa. Fue desde el principio un manto amplio, igual en todo a la pennula de los romanos. Como, a pesar de su majestad, esta era incómoda para los ritos litúrgicos, se empezó a recortar en los lados hasta la altura de las manos, dejando igualmente largas las caídas de delante y atrás. En el siglo XV se recortó más hasta la altura del codo, y finalment e a partir del siglo XVIII aparece reducido hasta los hombros. Hoy se vuelve a la forma primitiva del siglo XV, y aún del siglo XIII. La casulla debe ser de material precioso, seda, raso o damasco, tisú de oro o plata y puede ser ornamentada con bordados de hilos de oro, plata o seda de colores diversos. Significa el yugo de la Ley de Jesucristo; y el sacerdote recita la siguiente oración al revestirla: “Señor, que dijiste: Mi yugo es suave y mi carga ligera, haz que yo sepa llevarlo de tal modo que consiga tu gracia”. 3
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Capa Pluvial.
(Del latín vulgar ‘plóvere’ = llover, porque originalmente fue empleada para protegerse de la lluvia en las procesiones). Es una vestidura semicircular que cubre al sacerdote desde los hombros hasta los tobillos, sujetándose por delante con un broche. Se usa en las procesiones, en las Bendiciones con el Santísimo Sacramento; y hoy en día se usa algunas veces para celebraciones como el Bautismo, Matrimonio, Confirmación y funerales. La capa llamada pluvial puede ser de seda o de raso con los colores litúrgicos. Su uso es facultativo, es decir, libre o voluntario.
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Paño Humeral.
(Del latín ‘umerus’= el hueso que va entre el hombro y el codo). Es una vestidura rectangular, de a lo menos un metro de largo por 45 cms. de ancho. Puede ser de seda o de raso, generalmente dorada. Es utilizado por los sacerdotes, diáconos o ministros en las exposiciones del Santísimo Sacramento. Una vez expuesto Jesús Sacramentado en la custodia, cuando se procede a la bendición solemne con el Santísimo, el sacerdote o quién corresponda, se coloca sobre sus hombros el paño humeral, de forma que tape sus manos para que sujete la custodia durante la bendición y evite el contacto directo, pues allí se encuentra el mismo Jesús presente en el Sacramento. También se utiliza este paño en las procesiones donde se transporta el Santísimo Sacramento, como la fiesta de Corpus Christi o al finalizar el año litúrgico con Cristo Rey.
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Dalmática:
(Del latín Dalmatica vestis, túnica o vestido de Dalmacia) La dalmática es la vestidura litúrgica exterior del diácono. Se utiliza en las misas solemnes, en las procesiones y bendiciones, excepto cuando estas procesiones y bendiciones tienen carácter de penitencial, como en Adviento. Es así porque desde los primeros tiempos la dalmática se ha considerado una vestimenta festiva. La dalmática es una túnica con mangas anchas; alcanza las rodillas, está cerrada delante, y está abierta por los costados hasta el hombro. No hay ninguna regulación acerca del tejido de la dalmática; generalmente se hace de seda en correspondencia al de la casulla del sacerdote con la que debe estar de acuerdo en su color, ya que las ordenanzas referentes a los colores litúrgicos incluyen las dalmáticas. Puesto que la dalmática es la vestidura exterior distintiva del diácono, cuando es ordenado por el obispo, se viste con ella, y mismo tiempo le dice el obispo: "El Señor le cubra con la vestidura de la salvación y con la vestidura de la oración, y le cubra con la dalmática de rectitud para siempre."
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Sotana.
(Del latín subtanam, vestido) La sotana es una vestidura talar generalmente negra, de mangas largas, que usan los sacerdotes y clérigos que no son miembros de una Orden religiosa con hábito propio. La sotana es negra para los sacerdotes (excepto en los países de clima muy cálido, en donde se permite la sotana blanca), morada para los obispos y prelados, roja para los cardenales, y blanca para el Papa. Pero para uso ordinario, tanto los obispos como los prelados y cardenales, con excepción del Papa, usan sotanas negras con vivos del color propio de su dignidad. Antiguamente, en los países donde gozaban de completa libertad religiosa, la sotana estaba prescrita para la calle. Hoy ya no es obligación utilizarla; muchos sacerdotes se visten con ropas de colores sobrios con el cuello romano (no obligatorio para algunas Órdenes religiosas).
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Roquete:
(Del latín rochettum, roquete, hábito) Especie de alba corta, hasta la altura de las rodillas, que se usa sobre la sotana o el hábito religioso. También es llamado sobrepelliz. El roquete forma parte del hábito coral del obispo y también lo llevan los sacerdotes para la celebración de los sacramentos, para la predicación y las bendiciones. Lo visten también los acólitos siempre sobre el alba o la sotana. Hoy en día, su uso ya no es obligatorio, y al igual que la sotana, ha disminuido su uso considerablemente.
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Birrete.
(Del latín biretum, bonete) También llamado Bonete. Es un gorro cuadrado con tres aristas en la parte alta y generalmente con una borla (pompón) en el medio. Su forma varía según los países, en unos tiene tres y en otros cuatro aristas. El color de este gorro varía; cada sacerdote usa el color propio de su dignidad, pero para uso regular el birrete es negro con la borla del color propio. Antiguamente lo usaba todo el clero (excepto monjes y frailes) al entrar y salir de la Iglesia en las funciones sagradas y en ciertos momentos durante esas funciones (como al cantar los salmos del Oficio Divino). Actualmente, muchos siguen utilizándolo. Su uso no es exclusivamente litúrgico; tuvo su origen en un gorro al que le añadieron las aristas para facilitar el ponérselo y quitárselo. También se lo llama birreta o tricornio y, en el caso de los cardenales, capelo.
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Manípulo:
(del latín manipulus, puñado, manojo) Ornamento litúrgico, hoy fuera de uso, que el sacerdote llevaba colgando de la muñeca izquierda y que en su origen posiblemente era un pañuelo o una pequeña toalla destinada a secarse el sudor durante las celebraciones litúrgicas. Su forma era muy parecida a la Estola, pero más pequeña y corta. 5
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5.4. VESTIDURAS PROPIAS DEL OBISPO •
Solideo:
(Del latín solus, solo, y Deo, a Dios) Se conoce también con el nombre latino pileolus. Es un pequeño birrete de forma redonda y cóncava y cubre la coronilla de los obispos. El color es blanco para el Papa, rojo para los cardenales y morado para los obispos. Antiguamente, los sacerdotes usaban uno de color negro, el cual ya no utilizan. El Papa, los cardenales y los obispos, usan el solideo en todas las celebraciones litúrgicas de la Iglesia; sólo se lo quitan frente al Señor Sacramentado, es decir, en las misas desde el Rito de la Consagración hasta terminado el Rito de Comunión, en las exposiciones del Santísimo, y en procesiones con Este mismo (Corpus Cristi, Cristo Rey). De quitárselo “sólo a Dios” deriva su nombre.
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Mitra:
(En latín: tocado asiático) Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Es un ornamento eclesiástico, propio de obispos y cardenales. Consta de dos hojas rígidas, una anterior y otra de atrás, que se levantan de una base circular hasta terminar en dos puntas o ápices. Dos listones o “ínfulas” cuelgan de la parte de atrás y caen sobre los hombros . La mitra debiera ser ocupada por los obispos o cardenales en todas las celebraciones religiosas, pero puede omitirse en misas comunes (no así el solideo).
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Báculo:
(Del latín baculum, bastón) Es el callado pastoral del Obispo, que significa su poder y su deber de gobernar y cuidar a los fieles, como un Pastor guarda su rebaño. Es la insignia litúrgica propia del obispo como pastor de la comunidad; lo recibe el día de su ordenación y lo usa cuando preside una celebración en su diócesis. También los abades reciben y utilizan este símbolo de servicio pastoral. El báculo del Papa está rematado con un crucifijo y se lo llama cruz pastoral. Generalmente es de metal, pero también puede ser de madera; y al igual que la Mitra, puede ser omitido en misas comunes. El uso del báculo data del siglo VII.
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Anillo Episcopal.
(Del latín anellus, anillo) Insignia propia de los obispos. Simboliza su desposorio con la Iglesia local o diócesis, la unión del Obispo con la Iglesia. También pueden usarlo algunos abades y abadesas. Los esposos cristianos se intercambian anillos, comúnmente llamados alianzas, al darse el consentimiento matrimonial. Los obispos lo usan todos los días del año, excepto el viernes santo. 6
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Cruz Pectoral.
(Del latín pectus, pecho) Es una pequeña cruz que cuelga sobre el pecho (de allí su nombre) y está suspenda del cuello por una cadena o cordón. Antiguamente solían ser relicarios que contenían trozos de la Veracruz o huesos de mártires. Su forma es de cruz latina. Pueden usar cruz pectoral, el Sumo Pontífice, los Cardenales, Obispos, Abades y ciertos prelados y canónigos. Aunque el uso de cruces pectorales se remonta al siglo VI, parece que éstas no llegaron a constituir un ornamento episcopal de uso general hasta el siglo XIII. Los Obispo la llevan sobre la vestimenta diaria, y en la Misa pueden ponerla sobre la casulla.
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Esclavina o Muceta:
(Diminutivo de mucia; de almucia, resultante del latín amictus, lo que envuelve o cubre, manto) Pequeña capa o esclavina ajustada que cubre las espaldas y el pecho, forma parte del hábito coral de obispos y canónigos. Los rectores de basílicas pueden llevarla de color negro con botones rojos, también otros prelados pueden usarla como signo de su autoridad en la comunidad. Esclavina sobre hombros •
Palio Arzobispal.
(Del latín pallium, manto, toga) Una banda circular de lana blanca de 5 cms. de ancho que se usa alrededor del cuello, y lleva bordada unas cruces de color negro. Tiene dos colgantes de 25 cms., uno al frente y el otro en la parte de atrás. Se coloca sobre la casulla, y lo usan el Papa en ciertas celebraciones litúrgicas, y los arzobispos en su propia diócesis. El palio del Papa significa la plenitud del oficio pontificio, y a la vez lleva 3 trozos de metal en forma de clavos, simbolizando los tres clavos con los que fue crucificado Jesús (se colocan sobre tres de las cruces). El Palio de los Arzobispos simboliza su participación en este poder del Papa. Los Palios los preparan las Oblatas de San Francisco de Roma, y la lana que se usa se toma de corderitos bendecidos en la Iglesia de Santa Inés en la fiesta patronal. Una vez confeccionados, los Palios son bendecidos por el Papa en la fiesta de San Pedro y San Pablo, y se guardan en un cofre en la Basílica de San Pedro, hasta ser entregados a los Arzobispos del mundo.
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Palio alrededor del cuello
Gremial
(Del latín gremium, regazo.) Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo, en las consagraciones de templos y altares con el Santo Crisma. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse. Su forma es muy similar al Amito, pero regularmente lleva mangas. Está destinado a labores que podrían ensuciar los ornamentos. 7
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Ficha 9
¿Cuáles son las insignias propias de un PAPA? Las insignias del Papa son las ordinarias de cualquier Obispo, ya que es el Obispo de Roma. Sólo cambia el color de dignidad (blanco) en la sotana, esclavina y solideo. Podemos nombrar, entonces: - La Sotana Blanca. - La Banda de Seda Blanca, adornada con el Escudo Papal. - El Solideo Blanco en la cabeza. - El Anillo del Pescador. (Pastor Supremo de la Iglesia). - El Pectoral. (Un crucifijo de oro en el pecho, sobre la Sotana Blanca). - La Capa Roja. - Las Sandalias color Vino (ya no se usan) - La tiara: Mitra alta ceñida por 3 coronas (ya no se usa)
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Tiara:
(En latín: gorro de los orientales; en persa y en griego significa “corona”.) Especie de mitra circular con triple corona que, desde el siglo XII hasta Paulo VI, usaban los obispos de Roma como insignia propia. Corona o tocado alto que utilizaban los papas. Está circundada por tres coronas y lleva encima la cruz. La primera corona simboliza el episcopado universal del papa, la segunda, su primacía de jurisdicción y la tercera, su influencia temporal. Se ponía en la cabeza del papa en su coronación y se utilizaba solo en celebraciones no litúrgicas. Su origen es data aprox. del 1130 AD. Pablo VI fue el último Papa que fue coronado con la tiara, ya que El Papa Juan Pablo I en el año 1978 se negó a ser coronado y finalmente fue derogada.
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Ficha 10
6. PAÑOS Y LIBROS LITÚRGICOS
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os paños y libros en la Liturgia tienen un especial significado. Si bien los primeros ayudan en el servicio Eucarístico y de los Sacramentos, especialmente en el altar y en directo contacto con el Señor Sacramentado; los libros quieren facilitar el desarrollo de las celebraciones y alimentarnos con la “Palabra”.
6.1. LOS PAÑOS DE USO LITÚRGICO •
Corporal
(Del latín corporalis, referente al cuerpo) Pieza cuadrada de lino blanco sobre la cual reposa el cáliz y la patena con la hostia durante la Misa. También se apoya sobre él la custodia o el copón en la exposición del Santísimo Sacramento. Tiene generalmente unos 40 cms. de lado, y en el centro lleva la mayoría de las veces una cruz roja bordada. Se coloca doblado en 9 partes sobre la Palia (en el cáliz). Durante el ofertorio se desdobla y se coloca sobre el mantel del altar, en el centro. Sobre el corporal deben colocarse el cáliz y la hostia, pues durante la consagración, las especies sobre el corporal se transformarán en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Después de la comunión, y una vez purificado el cáliz, se dobla nuevamente y se vuelve a colocar sobre la palia.
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Purificador.
(Del latín purificatorium, que purifica) Es un pequeño paño rectangular de lino que usa el sacerdote en la Misa para limpiar el cáliz, la patena y sus dedos. Suele tener una cruz bordada o estampada en el centro. En la primera parte de la Misa (antes del ofertorio), el purificador se coloca entre el cáliz y la patena. Muchas veces le llaman también manutergio, aunque no es lo mismo. Una vez usado, debe tratarse con mucho cuidado hasta que haya sido lavado, porque lo más seguro es que hayan quedado impregnadas las especies consagradas (hostias y/o vino).
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Palia.
(Del latín palliolum, pequeño palio) Es una pieza de lino cuadrado, de unos 12 cms. por lado, y reforzada generalmente con cartón en el interior. La Palia es usada para cubrir el cáliz durante la Misa y proteger su contenido del polvo, insectos, etc. La Palia puede llevar ornamentación solamente en la parte de arriba, y lo más común es una cruz bordada en el centro. 1
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Manutergio:
(Del latín manus, mano, y tergere, enjugar, secar) Paño de lino blanco con que el celebrante principal se seca las manos después del lavabo. Algunas veces, se utiliza una toalla blanca, no muy grande, y así se muestre el real sentido del lavabo.
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Conopeo o Velo del Copón
(Del griego konopeíon, velo, mosquitero) También llamado cubrecopón. Es una pieza circular de tela dorada o seda, que se usa para cubrir el copón cuando contiene formas consagradas. En la actualidad no es obligatorio el uso de este velo.
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Velo del Cáliz:
(Del latín velum, velo, manto, tela, toldo, cortina) Es un velo bordado del mismo color y de la misma tela de la casulla, con que se cubre el cáliz desde el principio de la Misa hasta el Ofertorio, y después de la purificación (abluciones) hasta el fin. Este velo generalmente es de color del Oficio del día. Actualmente no es obligación usarlo.
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Velo o Cortina del Sagrario.
(Del latín velum, velo, manto, tela, toldo, cortina) Antiguamente el Sagrario debía estar cubierto por un velo o una cortina del Sagrario. Este velo podía ser de seda, lana, lino o algodón. El color del velo podía ser siempre blanco, o del color del Oficio del día; sólo el negro no estaba permitido. Hoy en día ya no es obligatoria esta cortina, pero aún se utiliza en algunas Iglesias, en especial en aquellas que el Sagrario se encuentra en el Altar mayor, y ahí se realizan muchas bodas, misas de exequias u otras.
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Palio.
(Del latín pallium, manto, colgadura) Especie de toldo sostenido en sus puntas por cuatro pequeños fierros o varas, en forma de lanza, para permitir la tensión del toldo. Es de color blanco o dorado, y es llevado por cuatro o más personas que acompañan a un ministro, quien se ubica al interior de este. Suele usarse en las procesiones eucarísticas, fuera o dentro del templo, para indicar la dignidad real, la majestad infinita, de Jesucristo presente, real y sacramentalmente, en las Especies consagradas. Antiguamente, también se usaba para acompañar en las procesiones y proteger de las lluvias o el sol al ministro que portaba las Sagradas Formas.
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6.2. LOS LIBROS LITÚRGICOS •
Misal.
(Libro de la Misa. Del latín Missio, envío) Libro de altar en el que se contienen los textos eucológicos, las moniciones y las indicaciones para la celebración de la Eucaristía. Antiguamente venían en latín; hoy en día aparecen en la lengua autóctona del pueblo. El misal debe utilizarse con mucho respeto, pues contiene las diversas fórmulas para celebrar una Misa, además de diferentes Oraciones Eucarísticas a utilizar por el sacerdote. El misal es el libro necesario para que se realice la Santa Misa.
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Leccionario.
(Del latín lectio, lectura, lección) Es un libro que contiene una serie de lecturas o lecciones. Aquí aparecen todas las lecturas de las misas, en diferentes tiempos litúrgicos y los diferentes ciclos que existen. Las lecturas son tomadas de la Biblia y colocadas en el leccionario para mayor facilidad, pues aquí ya están repartidas según su uso en las diversas celebraciones, o a lo largo del año, o según las circunstancias. Es el libro del ambón. En Chile son actualmente varios los tomos de leccionarios: Leccionario Dominical, con las lecturas para los domingos, que contiene los tres ciclos A – B – C Leccionario Ferial, para los días ordinarios (ferias “per annum” o durante el año, es decir: para las 34 semanas). Leccionario Santoral, con las lecturas correspondientes a las fiestas de los santos, es decir, con las misas del Propio y Común de los Santos. Leccionario para misas votivas, rituales y para diversas circunstancias.
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Evangeliario.
(Libro del Evangelio: del griego eu, buena, y angélion, noticia) Es un libro similar al Leccionario, pero contiene sólo los Evangelios Dominicales de cada ciclo. Pretende destacar de una manera especial la Vida de Jesús entre nosotros, relatada en los Evangelios. Contiene las mismas enseñanzas de Cristo. Normalmente tiene una presentación hermosa, con dibujos y bordes especiales.
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Rituales.
(Del latín ritualis, ritual) Son libros pequeños que contienen el desarrollo de los sacramentos y hasta lecturas para los mismos. Por ejemplo: Ritual del Bautismo, del Matrimonio, de los enfermos, de Exequias (funerales).
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Oficio Divino (Liturgia de las Horas):
(Del latín officium, servicio, y divinus, de Dios) Oración pública de la Iglesia, fuente de piedad y alimento de la oración personal. Su fin es la santificación del día, por medio del rezo de salmos, himnos, cánticos, preces y oraciones y de la escucha atenta y meditativa de la Palabra de Dios, de las enseñanzas del Magisterio y de autores eclesiásticos. El Oficio o Liturgia de las Horas es también conocida como “Breviario”. Es un libro en varios volúmenes con los salmos y otras oraciones para las distintas horas del día. Lo emplean los presbíteros, los religiosos y religiosas y los laicos que lo desean. La vida de los monjes, en la antigüedad, comprendía en principio 8 “horas” diarias para la oración: Nocturno: hacia la medianoche. Laudes (muchas veces unidos al nocturno) hacia las 3 a.m. Prima: hacia las 6 a.m. (más exactamente a las 7 a.m.). Tercia: hacia las 9 a.m. Sexta: hacia el mediodía. Nona: hacia las 3 p.m. Vísperas: hacia las 6 p.m. Completas: hacia las 9 p.m. Así más o menos cada 3 horas, se suspendía el trabajo o el sueño, para ir a la iglesia a cantar la alabanza divina. Más tarde el Oficio Divino se impuso a todos los presbíteros y diáconos, aún no religiosos. No se exigió que cada “hora” fuera celebrada a su hora. Pero se aconsejaba rezar Laudes, Prima y las Horas menores en la mañana, y Vísperas y Completas en la tarde. Los Maitines y Laudes podían anticiparse, a partir de las tarde del día anterior. El Concilio suprimió Prima. Redujo Tercia, Sexta y Nona a una sola hora. Y permitió rezar el Oficio Nocturno a cualquier hora del día. Además acortó el Oficio y lo modificó bastante.
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Pontifical:
(Del latín pontificalis, pontificio) Contiene el texto y las rúbricas de ciertas funciones solemnes reservadas a los Obispos, tales como la Confirmación, la Ordenación, la Consagración Episcopal, la Dedicación de templos, etc.
Otros libros: Existen muchos otros libros utilizados en la Liturgia, pero que no son obligatorios o necesarios, sino que aprobados por particulares Conferencias Episcopales. Entre ellos podemos mencionar el Libro del Salmista (contiene los salmos), el Cantatorio (cantoral de Gregorianos), Mesa de la Palabra (moniciones para la Misa), Oración de los Fieles (contiene peticiones para todo el año litúrgico), y muchos otros.
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Ficha 11
7. VASOS SAGRADOS Y UTENSILIOS
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asos sagrados, es el nombre genérico que se da al cáliz y a la patena para la celebración de la Eucaristía. Por extensión también se llaman así a los diversos recipientes que se utilizan en la celebración litúrgica: copones, crismeras, custodias, vinajeras, tecas, etc. Deben estar confeccionados de materiales sólidos, preferentemente irrompibles e incorruptibles, que se consideren nobles según la estima común de cada región. Los vasos sagrados de metal oxidable deben ir dorados en su parte interior, pero los de metal inoxidable no requieren ningún baño de oro.
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Cáliz:
(Del latín calix; del griego kýlix, copa, vaso) Es una copa preciosa que se usa para el vino que se consagra en la Misa. Por estar destinado al uso sagrado es generalmente de oro o de plata, pero en casos extremos pueden usarse metales inferiores, como latón, etc., pero nunca bronce. En todo caso el interior debe estar dorado. Durante los siglos IV y V, se permitieron cálices de cristal; hoy no se permiten. El Cáliz tiene generalmente entre 20 y 30 centímetros de alto, con una base amplia, y muchas veces una protuberancia entre la base y la copa para facilitar su manejo. Los cálices los consagra el obispo ungiéndolos con el Sagrado Crisma. A causa de su consagración no pueden ser manipulados por cualquier persona.
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Patena del Cáliz:
(Del griego phátne, pesebre) Disco de oro o plata dorada, ligeramente cóncavo, de unos 12 centímetros de diámetro, en la cual se ofrece la Hostia en el ofertorio de la Misa, y se la coloca después de la fracción.
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Copón o Píxide:
(Del griego pyxís, caja) Es un vaso sagrado con cubierta o tapa, también llamado antiguamente ciborio o píxide. Es de forma parecida al cáliz y en él se guardan las formas consagradas para distribuirlas a los comulgantes o reservarlas en el sagrario. La parte interior del copón debe ser dorada y la cubierta debe estar bien ajustada. Aunque no está prescrito, generalmente tiene una pequeña cruz sobrepuesta en la cubierta, para que el sacerdote o los ministros la levanten fácilmente. Hoy en día se usan para el mismo fin unos recipientes o patenas especiales. 1
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Vinajeras:
Son recipientes de vidrio o metal, incluso algunas veces de madera, en forma de jarrita o botella, con tapa para guardar el vino y el agua que se utilizan en la Misa.
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Custodia:
(En latín: guarda, conservación) El Ostensorio o Custodia es un receptáculo de metal en que se expone o se lleva en procesión el Santísimo Sacramento; la Hostia consagrada se pone en un viril o luneta, encajado en la custodia. El tipo de custodias más usual ha sido siempre en forma de sol, aunque hubo algunas en forma de torre. De acuerdo con las posibilidades de cada Iglesia, la custodia es de oro o de metal dorado o plateado. Una vez colocada la Hostia consagrada al interior de la custodia, esta no puede ser manipulada por cualquier persona, pues contiene algo muy importantísimo: al mismo Jesús presente en la especie del pan. Cada vez que el sacerdote o el diácono deseen tomar la custodia con la Hostia en su interior, deben colocarse el paño humeral, por medio del cual levantan o transportan la custodia.
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Crismeras:
(Crisma = del griego chrío, ungir; y de Cristo: el Ungido) Es una especie de vasito con tapa. Sirve para guardar el crisma, uno de los tres óleos Santos. El crisma es una mezcla de aceite de oliva y bálsamo, que el obispo consagra después de la primera ablución en la Misa que se celebra en las iglesias catedrales el día Miércoles Santo. El crisma se usa en la bendición de la pila bautismal y en la unción de los que reciben el Bautismo, la Confirmación y las Sagradas Órdenes. Se emplea también en consagrar obispos, iglesias, altares, cálices y patenas.
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Acetre:
(Del árabe satl, vasija con asa) Es similar a una jarra, pero con una gran manilla para su manejo. Puede ser de cristal o de metal y en su interior tiene al agua bendita. Esta agua se bendice en la Vigilia Pascual o en la ocasión según se necesite. El agua bendita se emplea en muchas ocasiones: Bautizos, Domingo de Ramos, funerales, y en casi todas las bendiciones de personas, lugares y cosas. La Iglesia exorciza el agua en nombre de las tres Personas de la Santísima Trinidad, quitándola así del poder del diablo, e invoca sobre el agua bendita el poder de desterrar y suplantar, por la presencia del Espíritu Santo, la influencia de los demonios o ángeles caídos. Muchas veces se le mezcla sal para significar su preservación del mal.
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Ficha 11
Aspersorio:
(Para Asperjar = del latín aspergere, rociar, esparcir) En, muchas veces, una especie de manzana hueca de metal, con numerosos y pequeños agujeros, provista de un mango, con la que se distribuye por gotas el agua bendita. Se llama también ‘hisopo’, porque antiguamente se usaba una rama de hisopo (una planta) para asperjar o rociar con agua bendita.
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Portaviático:
(Del latín portare, llevar; y viaticum, provisiones o dinero para un viaje; de via, camino) Es una caja, regularmente de forma circular, que sirve para llevar la comunión o ‘viático’ a los enfermos. También se le llama “Teca” (del griego théke, caja).
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Incensario o Turíbulo:
(Del latín incensare, quemar, incensar) Es una vasija de metal en forma de vaso, en el cual se quema el incienso durante las celebraciones litúrgicas solemnes. También se le llamaba turíbulo. Tiene una tapa que lo cubre y pende de unas cadenas, de manera que, al balancearlo, el turiferario pueda difundir el olor del incienso por toda la iglesia. El uso del incensario se suspendió por algún tiempo en la Iglesia Occidental a causa de su íntima asociación con los cultos paganos, pero siempre fue usado en la Iglesia Oriental. El incienso que se utiliza hoy es polvo o granos de resina, gomas vegetales o substancias semejantes, que al quemarse dan un humo y olor agradable. El término incienso se aplica tanto a la sustancia como al humo que produce. Se utiliza para el culto, en las solemnidades litúrgicas como Misas solemnes, bendiciones, etc., se esparce dicho polvo en el incensario sobre carbón vegetal encendido. El incienso se guarda en la naveta, y se pasa al incensario con una cucharita. Simbólicamente representa el celo que debe arder en el corazón del cristiano, en tanto que su olor suave significa la fragancia del cristianismo y la ascensión de la oración ante el trono de Dios. El Salmo 140, 2 pide: “como el incienso suba hacia Tí mi oración”.
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Naveta.
(Del latín navícula, como nave, embarcación) Vaso que sirve para contener el incienso (sustancia). Se usa en la Misas solemnes, en la bendición, y en algunas otras funciones de la Iglesia. La naveta tiene generalmente una cucharita para poner el incienso en el turíbulo o incensario. Se le da el nombre de naveta por la forma parecida al de una nave.
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Campanilla.
(Del latín vasa Campana, recipiente de Campania) Conjunto de pequeñas campanas, o campana con mango para uso manual, cuya finalidad es “llamar la atención” de la asamblea e indicar la presencia Eucarística; es una expresión de alegría. Como ahora la Misa se celebra de cara al pueblo no son necesarias para llamar la atención, salvo en las celebraciones multitudinarias o en grandes templos. El Misal prescribe el uso de esta campanilla en la Elevación de la Misa. También es bueno tocar la campanilla en el momento de la Plegaria Eucarística, específicamente en la primera Epíclesis (cuando el sacerdote extiende la manos sobre el cáliz y la hostia), pues es en ese momento donde se debe colocar de rodillas. En algunos lugares, se toca también en el Gloria y en el Santo. Las campanillas se ocupan también en las exposiciones del Santísimo.
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Lavabo.
(Del latín lavabrum, bañera) Se le atribuye este nombre a lo que vulgarmente llamamos la jarra con el lavatorio, ya que es la primera palabra de la oración dicha por el sacerdote en la Misa cuando se lava las manos, después de ofrecer el pan y el vino. Muchas veces el lavabo consta de una jarra y un platillo pequeño, que se usa para recibir el agua que se vierte sobre los dedos del sacerdote durante el lavabo. Pero también puede ser solo un platillo con agua en su interior, en donde el sacerdote untará sus dedos, sin necesidad de una jarra. En ambos casos, el lavabo debe ir acompañado del manutergio o toalla para secar las manos.
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Patenas.
(Del griego phátne, pesebre) Anteriormente describíamos lo que era la patena del cáliz. Ahora te hablaremos de otras patenas, pero que son similares a la anterior (de ahí su nombre). Las patenas son una especie de platillos o bandejas usualmente doradas y con una asa o mango para una mayor facilidad al tomarlas. Esta se coloca debajo de la barbilla del que comulga para recoger cualquier partícula que pueda caerse y así evitar que el Cuerpo de Cristo quede en el suelo. También se les llama patenas a unos pocillos metálicos (algunas veces son de madera), los cuales cumplen la función de copones, es decir, contienen a la hostia para luego ser administrada en la comunión.
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Hostia.
(En latín: víctima del sacrificio, ofrenda) El término designa la hostia consagrada que es el Cuerpo de Cristo, la víctima del Santo Sacrificio de la Misa. Solamente las formas consagradas, grandes o pequeñas, deben llamarse hostias, porque solamente éstas son el Cuerpo de Cristo. Algunas veces, impropiamente, las formas son llamadas hostias aún antes de la consagración de la Misa.
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Cirios.
(Del latín cereus; vela de cera; candela) Cuando se desarrolla una acción litúrgica se encienden velas sobre o en torno del altar. Antiguamente tenían una función práctica: iluminar; hoy sólo sirven para simbolizar a Cristo-Luz del mundo (particularmente cumple esta función el cirio pascual) y significar la fe y la oración de los fieles en presencia del Señor. Existe otro simbolismo en las velas de cera de abejas: convencidos de la virginidad de las abejas, los primeros cristianos consideraban la cera como representando la carne del Cuerpo de Jesús, que nació de la Virgen Madre. El pabilo de la vela se consideraba como el símbolo del alma de Cristo, y la llama como la divinidad que domina sobre ambos, el cuerpo y alma.
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Ciriales o Hachones.
(Del latín cereus; vela de cera; candela) Candeleros grandes (largos) llevados por los acólitos en las Misas solemnes, en las procesiones, cuando se lee el evangelio, y al final de la Misa. Para dar mayor realce a Misas solemnes, opcionalmente, algunos hachones pueden ser utilizados por los acólitos durante la consagración (desde el Santo) y hasta la doxología final (antes del Padre Nuestro).
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Crucifijo.
Cruz que lleva, en relieve, la imagen de Jesús crucificado. Es uno de los principales objetos de devoción de los católicos, porque es la imagen más apropiada para excitar la piedad, manteniendo siempre vivo el recuerdo de la redención. Antiguamente el crucifijo era necesario para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y debía colocarse en todo altar al celebrarse este misterio, excepto cuando estaba expuesto el Santísimo. Debía ser de tamaño conveniente de tal manera que sobrepasara la altura de los candelabros. Actualmente ya no es necesario un crucifijo para celebrar la Misa, pero opcionalmente algunos sacerdotes aún lo utilizan.
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Ficha 11
Cruz Procesional.
Tal como lo dice su nombre, es una cruz que se utiliza en procesiones, y en las celebraciones litúrgicas importantes. Esta cruz puede ser de madera o metálica, y habitualmente corresponde a un crucifijo con una base inferior larga, para que al ser llevada por los acólitos pueda ser divisada por todo el pueblo reunido. Esta cruz procesional, debiera ser acompañada, ojalá por dos ciriales, uno a cada lado, para así resaltar y dar fiel testimonio de que es la prueba más impresionante del amor de Cristo hacia los hombres. Algunas veces se puede usar como cruz procesional una simple cruz de madera, como por ejemplo, la cruz de la nueva evangelización.
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8. EL SACRIFICIO DEL ALTAR: LA SANTA MISA
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a Santa Misa es uno de los “misterios” de nuestra Fe, que fue instituido por Jesucristo, en la Última Cena. Es el encuentro o asamblea de los creyentes, que quieren alimentarse de Dios, primero a través de su Palabra y luego con la Eucaristía. La Eucaristía es un Sacramento que contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. A la Eucaristía, como celebración, también podemos llamarle la Santa Misa, Acción de Gracias, Cena del Señor, etc. ya que ella es redención y santificación para todos quienes la celebran. La Misa es por encima de todo un sacrificio, que hace presente, para nosotros hoy, el Único Sacrificio de Jesús en Cruz, por el cual el hombre y el mundo son restituidos a Dios. “Él se ofreció a sí mismo en sacrificio de una vez” (Heb 7, 27). El sacrificio de la Misa es de forma incruenta, es decir, sin derramamiento de sangre. La Víctima Divina se ofrece a sí misma bajo las apariencias de pan y vino, como lo hizo en la Última Cena, cuando instituyó el Sacrificio Eucarístico y celebró la primera Misa. Al instituir la Eucaristía, Jesús tuvo tres finalidades: - Dar a su Iglesia un Sacrificio visible y digno de la Majestad de Dios; - Ser alimento espiritual de nuestras almas; - Permanecer en medio de nosotros. Cristo nos invita a que lo acompañemos en cada Eucaristía, a fin de que vivamos con Él “su muerte y resurrección”, el misterio de su inmenso amor por nosotros. En la Misa, no hay que dormir, porque tenemos un papel extraordinario que ejecutar, pues somos actores con Cristo. ¿En qué sentido?. El Papa Juan Pablo II nos habla del retorno, de la restitución del mundo a Dios, lo que significa construirlo según el querer de Dios. A eso va la Misa con su sentido cósmico, que es de presentar, de ofrecer el mundo a Dios. San Pedro decía a los primeros cristianos: “Ustedes son piedras vivas... entréguense para la construcción del Templo espiritual en que, por Cristo, se ofrece sacrificios agradables a Dios” (1 Pedro 2, 4). La Misa nos invita por tanto, a ser constructores de la Iglesia, al servicio del mundo.
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Para empezar
Es bueno dejar en claro que todos los presentes “celebramos” la Misa, es decir somos todos celebrantes. El sacerdote es quien “preside” en la persona de Cristo esta celebración eucarística. Entonces, debemos expresarnos bien al decir “...nos ponemos de pié para recibir a nuestro celebrante “principal” o Presidente. El sacerdote, al igual que nosotros, celebra la Eucaristía, pero además es quien la preside (En verdad, es Cristo quien preside la celebración en la persona del sacerdote). Ya sabemos, entonces, que para cualquier persona es correcto decir: “Hoy fui a celebrar la Misa”.
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Ficha 12
Cuando nosotros entremos a una Iglesia, debemos hacerlo con mucho respeto, ya que el que habita en la Iglesia es Dios. Por esto mismo, y antes que todo, debiéramos saludar “al Gran Dueño de Casa”, y la mejor forma de hacerlo es doblando nuestra rodilla derecha hasta que toque el suelo; este gesto se llama Genuflexión, y se hace sólo en el caso que en la Iglesia o Capilla esté reservado el Santísimo Sacramento en el Sagrario. Si entramos a una Iglesia donde no existe sagrario, o este último existe, pero está vacío, entonces se hace una Venia, que es una pequeña inclinación con la cabeza mirando hacia la Cruz. La Santa Misa se inicia cuando el sacerdote entra en procesión (antes del saludo), y termina una vez que el sacerdote ya se haya retirado; la Misa se continúa celebrando en la vida. Debemos participar de “toda” la Misa, pues esta debiera ser una prioridad en nuestras vidas; dominicalmente debiéramos preocuparnos de llegar a la hora para participar de la mejor forma. Además, no debemos retirarnos antes de que el sacerdote lo haga; es de muy mal gusto y una falta de respeto el participar de la misa “a la carrera”; incluso, cuando el sacerdote, antes de la bendición, le toca informarnos a cerca de actividades o celebraciones, muchos prefieren retirarse en ese momento, ¿Cómo no se darán cuenta de su propia imprudencia?.
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Valor de la Santa Misa
Para agradar a Dios, obtener cualquier gracia, expiar las culpas cometidas, alcanzar misericordia y consuelo en las aflicciones de la vida, agradecer los beneficios recibidos, aliviar las Benditas Almas del Purgatorio, etc., el mejor medio es la Santa Misa. La Misa es un medio divino, supremo, infinito, puesto a nuestra disposición por la inmensa bondad de Dios, para “elevar” nuestra miseria humana. Participar en Misa es como si estuviéramos en el Calvario en aquellos preciosos momentos en que Jesús derramaba toda su sangre, y moría por nuestro amor. ¡Qué momentos tan preciosos para pedir gracias!. El Padre Celestial no puede menos que concederlas, si son para mayor bien de nuestra alma. “El que toma parte devotamente en la Santa Misa y está exento de pecado mortal, merece más que si fuese en peregrinación por todo el mundo y diese todos sus bienes a los pobres” (San Bernardo). “La participación devota de una sola Misa, nos aprovechará más que mil Misas que se nos apliquen después de nuestra muerte. La Misa es infinitamente superior a todo otro acto que tenga por objeto la remisión de nuestras culpas y de la pena que por ellas merecemos” (San Jerónimo). El mejor modo práctico para oír la Santa Misa, es seguir al sacerdote y participar activa y piadosamente de ella. El Señor al celebrar la primera Misa, “La Cena Pascual”, rodeó el acto de gran respeto y dignidad. Con igual reverencia debe asistirse a la Misa. Por la misma se perpetúa el Sacrificio de la Cruz; es memorial de la muerte y Resurrección de Cristo: Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad (no es un simple recuerdo, sino que hace presente hoy el sacrificio de Cristo; esto significa memorial). El cúlmen de la participación en la Santa Misa es la comunión, Banquete Pascual en que se recibe como alimento a Cristo, el autor de la Gracia.
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8.1 LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA El más grande de los sacramentos es la Eucaristía. En el volcó Dios su amor y su poder divinos, ya que, si en los otros sacramentos actúa la fuerza de la Pasión de Cristo que nos salva, en el sacramento de la Eucaristía se encuentra presente el mismo Señor Jesucristo, autor de la gracia. El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, “constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento” (Cc. de Trento: DS 1740). Los tres evangelios sinópticos y San Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, San Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (Jn 6, 33-35). En el evangelio de San Juan, Jesús hace una reflexión muy profunda acerca de este tema y nos da dos razones para explicarnos porqué Él es el Pan de Vida: Primero: Jesús es “el Pan de Vida”, por su Palabra que abre la vida eterna a los que creen (Jn 6, 26 - 51). Es decir, Jesús es “el Pan de la Palabra” que hay que creer. Segundo: Jesús es “Pan de Vida” por su carne y su sangre que se nos dan como verdadera comida y bebida (Jn 6, 51 - 58). Con estas últimas palabras, Jesús anuncia la Eucaristía que Él va a instituir durante la última Cena: “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo” (Lc 22, 19). “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él” (Jn 6, 55 - 56). Está claro entonces que no debemos quedarnos solamente con “el Pan de la Palabra”. Jesús nos invita también a “comer realmente su Cuerpo” que es “el Pan Eucarístico”. El discurso de Jesús sobre “su Cuerpo, Pan de vida” (Jn 6, 51 - 58) lo pronunció después de la multiplicación de los panes y, en esta oportunidad, por primera vez, el Señor habló acerca de la Eucaristía: “El pan que Yo daré es mi Carne, y la daré para la vida del mundo” (Jn 6, 51). Cuando Jesús dijo estas palabras, muchos de sus discípulos lo abandonaron, diciendo que ese modo de hablar era intolerable (Jn 6, 59 - 66). Pero Jesús NO dijo que estaba hablando en sentido figurado. Jesús insistió: “En verdad les digo: si no comen la Carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen verdadera vida” (Jn 6, 53).
Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm, dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre: 3
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Ficha 12
Llegó el día de los ácimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; (Jesús) envió a Pedro y a Juan, diciendo: “Id y preparadnos la Pascua para que la comamos”... fueron... y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso en la mesa con los apóstoles; y les dijo: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios”... Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío”. De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros” (Lc 22, 7 - 20).
Al decir: “Esto es mi cuerpo...; esta es mi sangre”, Jesús convirtió el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Aquello que antes era pan, es ya el Cuerpo de Cristo. También, en la última Cena, dio Jesús a sus apóstoles el mandato de recordar y revivir estos gestos sagrados: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Fiel a este mandato de Jesús, la Iglesia desde aquel momento hasta ahora realiza continuamente estos signos sagrados que hizo Jesús en la última Cena. Y la Iglesia cree que el Pan consagrado en cada Eucaristía es a la vez figura y realidad del Cuerpo celestial de Cristo: un memorial vivo de Cristo. Los católicos creemos que: Jesucristo es el único y verdadero Sumo Sacerdote (Heb 4, 14); que todo el pueblo cristiano, por voluntad de Dios, es un pueblo sacerdotal; y que dentro de este pueblo sacerdotal algunos son llamados a participar del sacerdocio llamado ministerial o pastoral, como un servicio al pueblo sacerdotal. Aunque los apóstoles todavía no hablaron de sacerdocio ministerial, ya estaba esta idea en germen en la Iglesia Primitiva. La Iglesia NO inventó el ministerio apostólico sino el mismo Jesús. Él llamó a los Doce apóstoles (Mc 3, 13 - 15) y les encargó ser sus representantes autorizados: “Quien los recibe a ustedes, a mí me recibe” (Lc 10, 16). La misión de los apóstoles fue encomendada con estas palabras: “Les aseguro: todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt. 18, 18). Este “atar” y “desatar” significa claramente la autoridad de gobernar una comunidad y aclarar problemas en el Pueblo de Dios. Recordemos que Jesús en la última Cena, dio a sus apóstoles este mandato: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Es eso lo que celebra la Iglesia en la Eucaristía. Y en una de sus apariciones, Jesús sopló sobre sus discípulos y dijo: “A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados” (Jn 20, 23). Dirigir, enseñar y administrar los signos del Señor, he aquí el origen del sacerdocio ministerial. Poco a poco la comunidad cristiana va aplicando y evolucionando en este servicio apostólico según la situación de cada comunidad. Por supuesto que este sacerdocio pastoral participa del único sacerdocio de Cristo y no tiene nada que ver con los sacerdotes del Antiguo Testamento (o sacerdotes judíos de la Antigua Alianza). Nuestros actuales pastores, los sacerdotes de la Nueva Alianza, por una especial vocación divina son los ministros de Cristo y dispensadores de los ministerios de Dios (1 Co 4, 1).
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8.2 EL DOMINGO: DÍA DEL SEÑOR
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al vez muchos católicos más de alguna vez se han hecho la siguiente pregunta: ¿Por qué he de acudir a misa en Domingo y no en el día que yo prefiera?. A quien así reclama, será bueno recordarle que la mentalidad individualista está reñida con el cristianismo. Tanto que hoy se viene repitiendo que “un cristiano solo no es cristiano”. El Concilio Vaticano II afirma que la Iglesia “celebra todos los Domingos el Misterio Pascual en virtud de una tradición apostólica que se remonta al día mismo de la resurrección de Cristo... A ese día se le llama, con razón, el día del Señor o Domingo” (S.C. Nº 106). Los primeros cristianos oraban cada día en privado; invocaban a Cristo y le agradecían gozosamente el don de la salvación. Pero el Domingo se reunían en asamblea para hacerlo juntos, en familia, animándose a serle fieles. Era la fiesta semanal del grupo de los creyentes en honor del Señor Jesús. Desde sus orígenes, la Iglesia ha sido muy fiel a la práctica de celebrar el Domingo como el “día del Señor”. Es un día en que nos reunimos como hermanos para compartir la fe, la esperanza y, principalmente, la Pascua del Señor en la Eucaristía, cumbre y fuente de la vida cristiana. Enseña el Concilio: “En efecto, este día los fieles deben reunirse para que, oyendo la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, se acuerden de la pasión, de la resurrección y de la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que los ha regenerado por una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (S.C. Nº 106). Precisamente, durante los primeros siglos, se fue configurando el sentido del Domingo como día dedicado al Señor, caracterizado, principalmente, por la celebración de la Eucaristía. Desde un comienzo fue el día de fiesta por excelencia para la comunidad, llamado también “el primer día de la semana” como lo confirman varios textos y relatos como el pasaje de los Hechos de los Apóstoles: “El primer día de la semana estando nosotros reunidos para partir el pan...” (He 20, 7-12). Sin duda la resurrección de Cristo, ocurrida el primer día de la semana (ver Lucas 24, 1-7), constituye la razón de ser el Domingo, pero no por el hecho en sí, sino a causa del significado, la fuerza y repercusión que tuvo en la comunidad de los primeros discípulos. Los cuatro evangelistas concuerdan en que la Resurrección de Cristo tuvo lugar en “el primer día de la semana”, que corresponde al día Domingo de ahora (Mt 28, 1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1. 19). Podemos decir con certeza que el Domingo es una de las pocas celebraciones que están directamente ligadas con los primeros discípulos de Jesús y, aparece, desde el principio, como un día de culto al Señor, el centro de la fe cristiana. Hay dos razones fundamentales para celebrar este día de la Resurrección: 1. Con su muerte y Resurrección, Jesús comenzó la Nueva Alianza y terminó la Antigua Alianza. Durante la última Cena, Jesús proclamó: “Esta copa es la Alianza Nueva, sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes” (Lc 22, 20). Los discípulos de Jesús poco a poco se dieron cuenta de que en esta Nueva Alianza la ley de Moisés y sus prácticas tendrían otro sentido (fueron superadas). 2. La muerte y Resurrección de Cristo significan también para los primeros cristianos la Nueva Creación, ya que Jesús culminaba su obra precisamente con su muerte y Resurrección justo en el día Domingo, que será desde entonces “el día del Señor”. 1
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Nosotros también hemos recibido la promesa de entrar con Cristo en este reposo (Hebreos 4, 1-16). Entonces, el día Domingo, “el día del Señor”, será el verdadero día de descanso, en que los hombres reposarán de sus fatigas a imagen de Dios que reposa de sus trabajos (Hebreos 4, 10 y Apoc. 14, 13). De ahí en adelante la fe de los cristianos tiene como centro a Cristo Resucitado y Glorificado. Y para ellos era muy lógico celebrar el “Día del Señor” (Domingo) como el “Nuevo día” de la Creación (Is 2, 12). No cabe duda, que para los primeros cristianos, la celebración de la Cena del Señor era el centro de la fiesta, la cual NO nació de ninguna normativa legal. Cuando ser cristiano equivalía ser candidato al martirio, no hacía falta ninguna ley obligatoria. La ley llegó tardíamente. Después de varios siglos; cuando decreció el fervor de los cristianos. La fiesta había brotado espontáneamente. Como expresión de fe. Como exigencia de amor y gratitud que impulsaba a festejar al Salvador; a sintonizar con Él, recordando sus gestos y palabras, y a sentirlo cercano, presidiendo la comida fraterna en la que todos participaban. Es importante tener presente que el Domingo es, ante todo, la Pascua semanal, el día del memorial de la muerte y resurrección de Cristo, que los cristianos hemos de anunciar celebrando la Eucaristía. En este aspecto, es fundamental tener claro que “Domingo, Asamblea y Eucaristía” forman una unidad: “Nunca la asamblea es más signo vivo de la Iglesia que cuando celebra la Eucaristía en el día del Señor”. En este sentido, es muy impresionante el testimonio de un grupo de cristianos que, a comienzos del siglo IV, nos hacían ver la importancia de la convocatoria cristiana y el sentido profundo del día Domingo. La narración la expresa muy bien el cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Recogemos una pequeña parte de ella, fundamental para nuestra reflexión y nuestra práctica de la Eucaristía dominical. Veamos: “Ocurría el año 304, durante la persecución del emperador Diocleciano. Oficiales romanos sorprendieron a un grupo de unos 50 cristianos, durante la celebración de la Eucaristía dominical, para tomarlos prisioneros. El pro-cónsul dijo al presbítero Saturnino: - Has obrado contra las normas de los emperadores y de los Césares, ya que has reunido a todos estos aquí. El redactor cristiano añade que la contestación del presbítero llegó bajo la inspiración del Espíritu Santo: - “Ciertamente, hemos celebrado lo que es del Señor”.
Con esta frase se traduce la palabra latina “Dominicus”. No es fácil, dice, traducirla a otro idioma, a causa de muchos sentidos. En primer lugar significa el Día del Señor; pero también indica su contenido, es decir el sacramento del Señor, su Resurrección y su presencia en la celebración eucarística. Volviendo al acta del interrogatorio, el pro-cónsul insiste en el porqué. La respuesta del presbítero es impresionante: “Hemos hecho lo que no podemos dejar de hacer, lo que es del Señor”. Así expresa claramente y con convicción de que el Señor está por sobre los señores. Este conocimiento da al sacerdote y a los fieles allí reunidos gran seguridad en aquel momento en que la total inseguridad y la falta de protección eran evidentes para la pequeña comunidad cristiana. Pero casi más impresionantes son las respuestas que dio Emérito, el dueño de casa, donde se había celebrado la Eucaristía dominical. A la pregunta de porqué él había permitido una reunión prohibida, contestó:
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“En primer lugar, los que se reunieron eran mis hermanos, a los que no podía cerrarles las puertas. El pro-cónsul insiste nuevamente: - Tenías que haberles prohibido la entrada. “No podía”, contestó Emérito, pues sin el día del Señor, sin el Ministerio del Señor, no podemos vivir”. Frente a la voluntad de los Césares se opone clara y determinantemente la conciencia cristiana. Esto no significa una obediencia pesada frente a una norma de la Iglesia entendida como algo externo. Es la expresión de un deber interior y, al mismo tiempo, una necesidad y un deseo. Orienta hacia lo que se ha convertido en algo tan importante que debe ser realizado, incluso, bajo el peligro de muerte.
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Precepto Dominical
En el siglo IV, con el emperador Constantino, comienza la paz para la Iglesia. Y, al ser favorecida oficialmente y cesar las persecuciones, el número de cristianos crece considerablemente. Los pueblos se convierten masivamente. Por decreto imperial del año 321, el Domingo queda declarado día festivo para todo el imperio romano. Se facilitaba así la asistencia a la celebración eucarística dominical. De hecho, sin embargo, la situación empeoró. Como las conversiones en masa no eran siempre demasiado sinceras, fue decayendo el fervor religioso. Por otra parte, la población se entregaba a fiestas y diversiones a veces nada edificantes, con descuido de la asistencia a la asamblea eucarística. Y no faltaban tampoco patrones que abusaban, obligando a sus servidores a trabajar en domingo. Esto es lo que, en la edad media, llevó a la Iglesia a implantar el “Precepto Dominical”. Desde entonces, el cristiano cumple oficialmente la ley de santificar el domingo acudiendo a la misa y absteniéndose de trabajos serviles. Pero declarar obligatoria una cosa, por buena que sea, nunca ha sido la mejor manera de conseguir que se la aprecie. Incluso una fiesta dejaría de ser fiesta para quien se viera forzado tomar parte en ella. a En este caso se verifica y se comprueba claramente lo que la 1 carta a Timoteo (1, 9-10) asegura: que la ley no se promulga para los buenos, sino para los rebeldes. Efectivamente. Los buenos, los auténticos -como ya queda dicho- cumplían sin necesidad de ley. Y tampoco la necesitan después de implantada; porque, impulsados por el amor, van mucho más lejos que la letra de la ley y no sólo participan en la Eucaristía los domingos, sino todos los días que sus obligaciones se lo permiten. En cambio los mediocres y rebeldes, atentos únicamente a no caer bajo el peso de la ley, encuentran fácilmente excusas para eludirla de no haber sanciones a la vista. Hay que subrayar estos datos, que deben preocupar a cuantos se desentienden de la misa dominical. Porque no es culto individual, sino la fiesta familiar. La fiesta del Cristo total -Cabeza y miembros- que, como sacerdotes de la humanidad y de la creación, ofrecen oficialmente en nombre de ellas el homenaje digno de Dios. Una fiesta (el cumpleaños de la madre, por ejemplo), no se celebra cuando a cada invitado se le ocurre. Tiene su fecha señalada y reclama la presencia de los miembros del grupo. No acudir a la cita denota enfriamiento en el amor hacia el homenajeado y, sobre todo, hacia el grupo. Acusa desinterés por él. Por lo tanto, quien no participa habitualmente en la Misa dominical pudiendo hacerlo buenamente, ¿cómo se librará de la nota de desamor y desinterés por Cristo y por la Iglesia, sobre todo si lo cree demasiado sacrificio y exigencia?. “Quien ama se sacrifica... Los sacrificios a que me someto no son sacrificios. El amor lo endulza y aligera todo” (Santa Teresa de Los Andes). 3
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El católico, al habituarse a faltar a misa sin causa justificada, se automargina. Poco a poco va sintiéndose extraño a los suyos y, olvidando el lenguaje cristiano, comienza a asimilar criterios poco evangélicos; a desentenderse de los problemas y preocupaciones de la Iglesia; a prescindir de los demás. De ese modo, preocupándose únicamente de su salvación individual, viene a forjarse un cristianismo a su manera, a la medida de sus gustos. Que importante viene a ser, entonces, la asistencia y participación de los cristianos, sean éstos adultos, jóvenes o niños, en la Misa dominical. Claro está que han de asistir no por obligación o porque así está mandado, sino por una necesidad interior de reunirse con otros hermanos en torno a la mesa del Señor. El Domingo es entonces, el día en que los cristianos se reúnen, se reconocen y son reconocidos, vale decir que, además de celebrar la Misa, tenemos la oportunidad de santificar el día del Señor, ya sea tomando contacto con la naturaleza, realizando convivencias con la familia y los amigos, visitando y compartiendo con los más necesitados: enfermos, ancianos, encarcelados, etc. Un buen cristiano debe testimoniar ante los demás acerca del verdadero sentido que el Domingo tiene haciendo referencia al Señor en todo lo que hace. Debe saber perder el tiempo en la práctica del bien. Impresionantes son las palabras de los primeros cristianos: “Sin el día del Señor no podemos vivir”. Hermoso sería que los cristianos de hoy repitiéramos con total convicción: “Sin el día del Señor nuestra vida no tiene sentido”.
“Lo reconocieron en la Fracción del Pan” (Lc 24, 35)
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8.3. NOMBRES DE ESTE SACRAMENTO La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le llama: Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras “eucharistein” (Lc 22, 19; 1 Co 11, 24) y “eulogein” (Mt 26, 26; Mc 14, 22) recuerdan las bendiciones judías que proclaman - sobre todo durante la comida- las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación. Banquete del Señor (1 Co 11, 20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (Ap 19, 9) en la Jerusalén celestial. Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (Mt 14, 19; 15, 36) sobre todo en la última Cena. En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24, 13-35) y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (Hch 2, 42. 46; 20, 7. 11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forma un solo cuerpo en él (1 Co 10, 16-17). Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia. Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor. Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también Santo sacrificio de la misa, “sacrificio de alabanza” (Hch 13, 15), sacrificio espiritual (1 P 2, 5), sacrificio puro y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza. Santa y divina liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario. Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (común - unión: 1 Co 10, 16-17); se la llama también las cosas santas (“ta hagia; sancta”) -es el sentido primero de la “comunión de los santos” de que habla el Símbolo de los Apóstoles -, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad, viático... Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles (envío= “missio” en latín) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana.
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8.4. LOS FINES DE LA MISA La Iglesia, al celebrar la Eucaristía -el “sacrificio puro, inmaculado y santo”- reactualiza el acontecimiento central de nuestra fe: la muerte y resurrección de Jesucristo, el sacrificio ofrecido por la salvación del mundo. Al no tener nosotros nada digno del Padre, él lo pone en nuestras manos como el don más preciado, para que lo hagamos nuestro “como el instrumento supremo por el que se distribuyen a los fieles los méritos de la cruz” (Mediator Dei). Sus fines son idénticos a los del sacrificio del Calvario. Los principales son cuatro: 1) Fin latréutico, o de alabanza. Latría significa el culto de adoración que sólo se tributa a Dios. La misa es el acto de culto más sublime, el más agradable que podemos ofrecer a Dios, porque lo hacemos por medio de Cristo. En la Eucaristía nos reconocemos hijos suyos por Cristo y con Cristo y proclamamos su soberanía sobre nosotros y sobre toda la creación. “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás” (Lc 4, 8) 2) Fin eucarístico, o de acción de gracias. “Ríos de gracia bajan desde el cielo -decía San Bernardo-; ríos de acciones de gracias deben tornar allá”. Debemos sentir una apremiante necesidad de expresar nuestra gratitud al Señor por todas las maravillas que obra en nuestro favor, principalmente por haber entregado a su Hijo para nuestra salvación, y por el don de su Espíritu que ha derramado en nuestros corazones. Pero sólo a través de su mismo Hijo podemos tributarle las debidas gracias. Unidos, pues, a Cristo en la misa, le expresamos agradecidos la alegría desbordante de sentirnos salvados. “Bendición, gloria, acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos” (Apoc 7, 12). 3) Fin propiciatorio o de reparación. No se trata de aplacar a Dios. No lo necesita. Es el Padre que está esperando el regreso del hijo pródigo para contagiarle su alegría por haberlo recuperado. La humanidad, mediante la respuesta generosa del Hijo, primogénito y cabeza de los hombres, ya ha retornado al Padre, quien, en Cristo, ha reconciliado al mundo consigo. Se trata, pues, de dejarnos reconciliar con El, de liberarnos del poder del pecado, gozando de esa alianza y comunión que Cristo nos mereció (2 Co 5,18-20). “Fue traspasado por nuestras iniquidades y por sus llagas fuimos nosotros sanados” (Isaías 53, 5). 4) Fin impetratorio, o de petición. Santa Teresa nos dice: “No perdáis tan buena sazón de negociar como es la hora después de haber comulgado”. En la misa dirigimos al Señor una serie de peticiones. Le pedimos por la Iglesia, por sus pastores, por la paz, por los que sufren, por los vivos y difuntos... Al hacerlo, nos reconocemos necesitados de su bondad. Y la misa es sin duda la mejor ocasión para llegar al fondo de su corazón, ya que Dios, siempre Padre, se tiene que mostrar mucho más generoso cuando sus hijos, en familia, juntos, nos ponemos a su disposición al ofrecer a su Hijo, “siempre vivo para interceder por nosotros” (Heb 7, 25). “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá” (Lc 11, 9). Recuerda: - Fin latréutico: Adorar a Dios reconociéndolo como Creador y Ser Supremo - Fin eucarístico: Darle gracias por todos los beneficios recibidos de El - Fin propiciatorio: Moverlo a perdonar los pecados con que lo ofendemos - Fin impetratorio: Pedirle los favores que necesitamos
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9. MOMENTOS DE LA SANTA MISA
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a Misa es el mejor alimento para nuestro espíritu. Es el banquete por excelencia. Al igual que las familias que se reúnen en torno a la mesa, de esa manera los bautizados celebramos la Misa.
El lugar destinado a la los alimentos se llama “Mesa”. Una mesa no recibe su nombre por su forma, ya que pueden haber redondas, cuadradas, rectangulares, con patas o con una base, etc. Se llama mesa por el uso que se le da: “es el lugar donde nos reunimos a alimentarnos”. De esa manera, cuando salimos de camping, y ponemos la comida sobre un mantel, el mantel pasa a ser nuestra mesa. Los cristianos nos reunimos en cada Eucaristía para alimentarnos de Dios. Primero nos alimentamos de su Palabra y luego de su Cuerpo y su Sangre. Esto configura las dos mesas que existen en cada Misa, y en general, los dos momentos fundamentales de la misma. En el primer momento de la Misa nos alimentamos de Dios por medio de su Palabra. Nos reunimos alrededor de una mesa llamada Ambón. Este momento recibe por nombre Liturgia de la Palabra.
El ambón es la MESA de la Palabra
En el segundo momento, nos alimentamos de Dios mismo, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Es decir, nos alimentamos de la Eucaristía. Nos reunimos en torno a segunda mesa llamada Altar. Este momento recibe por nombre Liturgia de la Eucaristía. Ambos son indispensables en la celebración eucarística. Los dos se complementan y “están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto” (SC 56). “Quitar a la celebración eucarística la Liturgia de la Palabra no es separar una parte, es mutilar un organismo” (L.A. Schökel). Por esta razón es que creemos que es mejor hablar de “momentos” y no de partes. En muchos textos aparecen explicaciones hablando de las partes de la Misa. En realidad, la Misa es UNA sola parte, constituida por distintos momentos. Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía son los dos momentos fundamentales de toda Santa Misa, a los cuales se les añaden los ritos iniciales y finalmente, los finales. Recordemos que los momentos de la Misa son sólo dos. Ambos tienen la finalidad de alimentarnos y nos reúnen en torno a una mesa distinta. Pero para estudiar y entender mejor la celebración, se añaden dos más.
El altar es la MESA de la Eucaristía
Es decir, la estructura general sería: Momento I. Mesa de la Palabra
Momento II. Mesa de la Eucaristía
1. Ritos iniciales o introductorios 2. LITURGIA DE LA PALABRA 3. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA o Liturgia Eucarística, 4. Ritos finales o conclusivos.
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9.1. LOS RITOS INICIALES Todos estos Ritos tienen por finalidad constituir la asamblea, congregarla para la escucha de la Palabra de Dios y la oración. Durante todos los ritos iniciales la comunidad debe permanecer de pie.
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Canto de Inicio.
El canto, en la Misa, va dirigido a Dios; con el canto cada persona y la comunidad reunida alaba a Dios. El canto de ent rada no es una obligación, pero es una forma muy bonita de comenzar la celebración con alegría. El canto abre la celebración y tiene una triple finalidad: 1º Inicia al espíritu de fiesta; 2º Expresa la alegría de reencontrarse los hermanos entre sí y con su Padre Dios; 3º Acompaña la procesión (marcha). Se inicia la Misa cuando el sacerdote entra en procesión hacia el Altar. Esta procesión representa a la Iglesia que peregrina por el Mundo. Lo importante en el canto no es cantar bien, sino que es la forma como yo canto, si lo hago para Dios o para causar molestias. San Agustín decía: “Cantar es Orar dos veces”. Con el canto nos unimos para formar una familia, celebrando el día de fiesta de todos los cristianos: el Domingo, “día en que resucitó Jesús”.
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Saludo.
El sacerdote se ubica frente al altar, de inmediato lo besa. Esto es porque el altar representa a Cristo. El altar es el centro de la celebración eucarística: Mesa del Señor (1 Co 10, 21). Por eso es saludado. En algunas celebraciones más solemnes, también se inciensa el altar. Luego, se persigna “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Al hacer la Señal de la Cruz renovamos nuestro bautismo, reconociendo que somos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. El sacerdote saluda a la asamblea en representación de Cristo, ya que es un hombre consagrado a Dios. Cuando el sacerdote saluda en la persona de Cristo, nuestros pensamientos deben estar elevados al cielo, en la persona de Dios Padre. Por el saludo, el que preside entra en comunicación con la asamblea. Es “un modo” de presencia del Señor. Luego de persignarnos, dice el sacerdote: “La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes”. Nosotros decimos: “Y con tu espíritu”. Otra forma de iniciar el saludo es: “El Señor esté con ustedes”. Respondemos de la misma forma anterior: “Y con tu espíritu” 2
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Rito Penitencial.
Es el momento en que pedimos perdón dentro de la Santa Misa, por todas nuestras faltas cometidas. Se pretende despertar el deseo de reconciliarse con los hermanos y con el Padre; derribar los muros que nos separan. Nuestras faltas pueden ser pecados de pensamiento, de palabras, de actos y también de omisión. Las faltas de omisión son las más frecuentes, ya que así engañamos a la conciencia. También podemos decir que las faltas de omisión es no hacer lo que debo, sino lo que se me antoja, y no lo que le gusta a Dios. La Virgen María es la que intercede por nosotros delante de Dios. Por eso la llamamos Medianera. El sacerdote nos invita a purificar nuestra alma: “Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados”. En este momento el sacerdote puede rezar con nosotros el “Yo confieso” o utilizar otras fórmulas penitenciales. Todas ellas finalizan: “Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. R: “Amén”. Para concluir el rito penitencial, se puede rezar o cantar una oración de perdón. A este le llamamos Kyries. KYRIES: Son aclamaciones dirigidas a Cristo hecho Señor, incluye la petición de perdón, pero predomina la alabanza, el homenaje. Son invocaciones a Cristo para que acuda en nuestro auxilio: “Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad”.
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Gloria.
Es un himno antiquísimo que viene del siglo II, con el cual la Iglesia congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero que nos ha salvado y le presenta sus súplicas. Su característica es ser un himno trinitario, es decir, que alaba a las tres personas de la Santísima Trinidad de manera separada cada una (personas distintas), pero en un solo canto (un solo Dios). El Himno del Gloria se canta o se reza solamente los días Domingos y las Fiestas religiosas. El Gloria no se canta ni se reza en Adviento ni en Cuaresma. Himno de Alabanza (Gloria) Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea: Sacerdote: Asamblea:
Gloria a Dios en el cielo, Y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, Te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre: Tú que quitas el pecado del mundo, te piedad de nosotros. Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros: Porque sólo Tú eres Santo. Sólo tú Señor. Sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo. En la gloria de Dios Padre. Amén. 3
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Oración Colecta.
Condensa y reúne las intenciones y deseos de todos con una sola plegaria dicha por el que preside. o
o
La oración colecta debe ser de la siguiente forma: 1 La dice el Presbítero; 2 La o o dice en plural (en nombre de la comunidad); 3 La dirige al Padre; 4 Por medio de Cristo. Cuando el sacerdote solemnemente dice: “Oremos”, todos los que celebran la Misa deben unir sus intenciones en oración. El pueblo es invitado a orar; en silencio se da cuenta de la presencia de Dios y formula sus súplicas. En esta oración, la Iglesia manifiesta cada día de una manera especial su oración. Esta puede ser en una solemnidad de un Santo, en una Fiesta de Cristo, o en una Fiesta de la Virgen María. Luego el sacerdote concluye esta oración con la invocación a la Trinidad.
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9.2. LITURGIA DE LA PALABRA
N
os alimentamos de Dios a través de su Palabra. Es un diálogo entre Dios y su Pueblo. Cada vez que Dios nos habla, nosotros le respondemos. La Liturgia de la Palabra es un momento importante. Dentro de la Eucaristía viene a ser la “primera mesa” de la celebración, luego vendrá la segunda, la mesa del pan. Las dos juntas y equilibradas constituyen nuestro encuentro dominical cristiano. En este momento de la Misa tomamos asiento para escuchar que Dios nos va a hablar con su Palabra, a través de los Profetas, de un Salmista, de un Apóstol y por medio de su propio Hijo Jesucristo. a
a
Los días domingos y festivos religiosos, hay tres lecturas (la 1 , 2 y el evangelio) y un salmo. Durante la a semana sólo hay dos lecturas (1 y evangelio) y un salmo. En la Liturgia de la Palabra, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y le ofrece alimento espiritual. Cristo por su Palabra se hace presente en medio de los fieles, ellos contestan con cantos y aleluya. Estas lecturas debemos escucharlas como si fuera una carta que Dios nos envía a nosotros, es decir, sentir que lo que está diciendo el lector te lo dicen a ti personalmente. En la Palabra de Dios podemos ejercer nuestra libertad, ya que Dios no nos obliga; podemos escuchar o ignorar lo que se lee. La Virgen María nos enseña a escuchar la Palabra de Dios con una actitud de mucho respeto y con alegría. Cuando alguien escucha o lee la Palabra de Dios ocurre en su vida algo misterioso, recibe un regalo que se llama “gracia”, ya que la Palabra de Dios es viva, eficaz y penetrante.
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Primera Lectura.
Dios nos habla en la Sagrada Escritura por medio de su Profeta. Esta lectura es tomada, generalmente, del Antiguo Testamento. En la primera lectura se puede ver cómo Dios actúa y se preocupa por los israelitas, como los guía, como les habla y les ayuda en muchas dificultades. También podemos ver como los Profetas anuncian la venida del Mesías.
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Salmo Responsorial.
El pueblo responde con la Palabra inspirada. El salmo es la “respuesta” y la meditación del pueblo por esta primera lectura. El salmo es un canto de alabanza, de acción de gracias, de arrepentimiento, o de petición. Cada canto es una poesía; estos son parte del Antiguo Testamento.
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Segunda Lectura (Domingos y festivos).
Dios nos habla a través de sus apóstoles. Esta segunda lectura es tomada del Nuevo Testamento, de las cartas de los apóstoles enviadas a las primeras comunidades cristianas. Los apóstoles fueron los discípulos de Jesús. Él los eligió para llevar su mensaje de salvación a todos los hombres y para fundar la Iglesia de su Padre en la Tierra. Los apóstoles fueron doce: Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, el que lo traicionó (Mt 10,2-4) Al concluir las lecturas, el lector dice: “Palabra de Dios”, lo que significa “esto es cierto” porque viene de Dios. Entonces todos nosotros contestamos: “Te alabamos, Señor”.
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Aleluya.
El pueblo responde con una aclamación. Cuando termina la segunda lectura, nos ponemos de pie para aclamar el ALELUYA, que es un canto como a respuesta del pueblo a la lectura proclamada anteriormente (2 lectura). Aleluya significa “alabad al Señor”, “alegría” y este no se canta en Cuaresma.
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Evangelio.
Dios nos habla a través de las Palabras de su Hijo. El evangelio, tal como lo indica su nombre, está tomado de los Evangelios ubicados en el Nuevo Testamento. Este el momento más importante de toda la Liturgia de la Palabra. Evangelio significa: “Buena Nueva o Alegre Noticia”. El Evangelio es la Buena Nueva de Dios, a través de su Hijo Jesucristo, donde libera a los hombres del pecado y abre el camino hacia la Vida eterna. En el Evangelio es Cristo mismo quien nos habla y nos invita a seguirlo; nos muestra que Dios Padre nos ama. El Evangelio es uno sólo: el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, relatado por cuatro autores o evangelistas. Es así como los días Domingos están divididos en ciclos de tres años: al A con Mateo, el B con Marcos y el C con Lucas. El Evangelio de Juan se proclama en días y tiempos determinados en los tres ciclos, especialmente en Cuaresma y Pascua. En los Evangelios está escrito desde el nacimiento de Jesús, su vida, sus enseñanzas y sus milagros. Todos los relatos evangélicos culminan con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El Evangelio en la Misa sólo pueden leerlo el sacerdote o el diácono, en representación de Cristo. El sacerdote antes de leer el Evangelio reza esta oración: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios Todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu Santo Evangelio”. 2
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Cuando el Evangelio es proclamado por el diácono, primero debe pedirle la bendición al sacerdote que preside la Eucaristía, le dice: “Bendíceme, Padre”. Entonces el sacerdote lo bendice con una oración muy parecida a la que él reza cuando lee el evangelio; le dice al diácono: “Que el Señor esté en tu corazón y tus labios para que puedas anunciar dignamente su Santo Evangelio”. Al anunciar el Evangelio, todos quienes celebran la Santa Misa deben hacer la Señal de la Cruz, en la cual debemos hacer tres pequeñas cruces con el dedo pulgar de la mano derecha: una sobre la frente, otra sobre la boca y la otra en el corazón. El sacerdote o el diácono que lee el Evangelio, además, hace una Cruz sobre el evangelio. El Evangelio se nos anuncia: “Lectura del Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San...”. En ese momento hacemos la Señal de la Cruz y a la vez respondemos: “¡Gloria a Ti!, Señor”. Cuando el sacerdote o el diácono termina la lectura, mostrando el Leccionario o el Evangeliario, dice: “Esta es Palabra del Señor”.
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Aclamación.
El pueblo responde con otra Aclamación. Finalmente, como respuesta a esta Buena Nueva, respondemos “Gloria y Honor a ti Señor Jesús”. Posteriormente se canta algo breve, pero significativo, agradeciendo estas “Palabras de Vida”. Esta es la Aclamación final del Evangelio. Tomamos asiento y ponemos mucha atención a la Homilía.
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Homilía.
Dios nos habla por medio de su Iglesia. En la Homilía o Prédica, el que preside actualiza el Mensaje de la Escritura para iluminar la vida, las situaciones que vivimos. Es la conversación familiar en la mesa. El sacerdote nos explica el significado de las lecturas (en casos extraordinarios también puede hacerlo el diácono), con referencia al Misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes. La Homilía es el alimento de la vida cristiana. Es uno de los elementos más antiguos de la liturgia de la Palabra, es la herencia de la liturgia Sinagogal Judía. El sacerdote puede hacer la Prédica desde el mismo ambón, lugar desde donde fue leído el Evangelio. También puede hacerla en otro lugar del presbiterio, e incluso y si está a la vista, puede hacerla desde la sede. Pero ojalá nunca se haga desde el altar mismo, como muchos sacerdotes lo hacen, ya que aún no debemos centrar la atención en la mesa que vendrá más adelante. Esto sólo confunde y no permite resaltar el cambio de las mesas. Las lecturas y el salmo, son escogidos por la Iglesia para dar un mensaje en un determinado tiempo del año litúrgico.
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Profesión de Fe: El Credo.
El pueblo responde con el Símbolo de los Apóstoles. La asamblea se pone de pie y recita el Credo. Se sienten unidos por una misma fe. El Credo es nuestra profesión de fe, que resume y proclama la doctrina de la Iglesia Católica. Éste es un resumen de las Verdades de nuestra fe, que además recibe el nombre de “Símbolo de los Apóstoles”. No es obligatorio rezar el Credo en las misas comunes de semana, esto dependerá sólo de quien preside la celebración.
CREDO Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.
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Oración de los Fieles (o Universal)
Y finalmente el pueblo eleva sus intenciones a Dios. Iluminada por la Palabra de Dios, la comunidad se abre al mundo con sus angustias y esperanzas. En la oración universal se pide a Dios por todos nuestros hermanos y por todas nuestras necesidades. El pueblo ejercita su oficio sacerdotal y ruega por las necesidades de la Iglesia, por el mundo y sus gobernantes, por los que sufren, por las vocaciones sacerdotales y religiosas, por la comunidad local, por los difuntos, etc. Estas peticiones son hechas por quien preside la Santa Misa, y/o por el guía de la Celebración, o por cualquier persona que celebre la Misa. Al finalizar cada petición, se debe decir: “Roguemos al Señor” u “Oremos”, a lo que el pueblo responde: “Escúchanos Señor, Te Rogamos”.
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9.3. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
D
e la Palabra se pasa al Sacramento. La comunidad en un momento de calma dispone la mesa y el corazón. Es el momento de iniciar la segunda gran Mesa de la celebración, el segundo gran momento: la Mesa Eucarística, llamada altar. Este momento, llamado Liturgia de la Eucaristía o solamente Liturgia Eucarística, quiere alimentarnos de Dios a través de su Cuerpo y su Sangre, es decir, de Dios mismo. Preparamos una nueva mesa, y nuestra atención está en el altar. Allí se dispondrán los dones, se prepara la ofrenda y posteriormente, por las palabras del Sacerdote que son las mismas que utilizó Jesús en la última Cena, y por la acción del Espíritu Santo, se hará presente el Señor. El pan y el vino se transubstan (transforman, convierten) en Dios verdadero. Es el mismo Jesús que nació hace dos mil años de María Virgen, quien ahora está delante de nosotros. Su presencia sacramentada, engaña todo nuestro ser, porque vemos, olfateamos, gustamos y palpamos dones de pan y vino. Pero sabemos que realmente, después de la consagración, ya no son más pan y vino, sino que son nuestro Señor. Queremos que el Señor venga a alimentarnos para darnos vida, para fortalecer nuestro espíritu, para hacernos parte de Él.
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Ofertorio (presentación de los dones)
Es la preparación del altar y del ofrecimiento del Pan y Vino, como símbolos de todo el universo y del trabajo de los hombres. Otra razón, y la más importante por la que se usa Pan y Vino es porque fue lo que usó Jesús en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía. En este momento la comunidad toma asiento y acompaña con el canto esta ofrenda. El sacerdote extiende sobre el altar un pequeño mantel blanco llamado Corporal sobre el cual se colocan las ofrendas: estas son el Cáliz con el Vino y la Patena con la Hostia. Es bueno dejar en claro que la preparación del altar también puede ser realizada por un diácono. Toda esta parte de la Misa, y hasta el inicio del Rito de Comunión sólo puede presidirla un sacerdote. En el caso de la ausencia de este y cuando el diácono (o un ministro) sea quien presida alguna celebración, debe pasar al Rito de Comunión. El nombre que recibe la celebración, entonces, es una Liturgia de la Palabra o Liturgia Eucarística, pero NUNCA la Santa Misa. También en este momento se presenta la ofrenda de la comunidad, que es fruto del esfuerzo del trabajo, ofrenda que se representa en dinero. Este es como acción de gracias por todos los beneficios brindados por Dios a los hombres.
OFRENDA DEL PAN: El sacerdote al levantar la patena con la hostia, lo hace para ofrecer a Dios lo que después será el Cuerpo de Jesús. En este ofrecimiento el sacerdote reza (en voz alta si no hubiera canto) la siguiente oración: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora Te presentamos: él será para nosotros pan de vida”, respondiendo el pueblo: “Bendito seas por siempre, Señor”. Junto con el Pan, presentamos nuestras buenas acciones que hemos hecho durante la semana. 1
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OFRENDA DEL VINO: Con la ofrenda del vino, presentamos a Dios nuestras faltas cometidas. Antes de levantar y ofrecer el vino, el sacerdote le agrega unas gotas de agua al vino, lo que representa a cada uno de nosotros. Esto quiere decir que nosotros participamos del sacrificio de Cristo. Al poner agua en el cáliz, el sacerdote dice: “El agua unida al vino, sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”. Las gotas de agua en el cáliz simbolizan la participación de nuestra naturaleza humana con la naturaleza divina de Cristo. Estas gotitas de agua junto con el vino, al transformarse en la sangre de Cristo, nos limpian de nuestras faltas. En el ofrecimiento del vino, al igual que el ofrecimiento del pan, el sacerdote reza la siguiente oración: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora Te presentamos: él será para nosotros bebida de salvación”. Entonces, nuevamente el pueblo responde: “Bendito seas por siempre, Señor”. Después de la presentación de las ofrendas, el sacerdote se inclina (generalmente juntando las manos), y dice en secreto: “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor Dios Nuestro”. En algunas Misas más solemnes, cuando se ocupa incienso, en este momento, es decir, una vez ofrecidos el pan y el vino, pero antes de proceder a lavarse las manos, el sacerdote inciensa las ofrendas, indicando que la oblación de la Iglesia y su oración suben al trono de Dios. Además, se inciensa el Altar, en donde se realiza el Sacrificio de la Misa. Algunas veces el sacerdote y los fieles también son incensados; esto constituye un sacramental. Inmediatamente procede a lavarse las manos y dice: “Lávame, Señor, de mis culpas y que quede yo limpio de todo pecado”. Al decir estas palabras, está pidiendo a Dios que limpie su corazón y purifique su alma para celebrar el sacrificio de Cristo. A continuación, el sacerdote nos recuerda que el sacrificio de la Misa es ofrecido por todos, dice: “Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso”. Todos los presentes responden: “El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia”. Terminado esto, el sacerdote invita a rezar una oración que se llama Oración sobre las Ofrendas, con la cual se prepara la oración o plegaria eucarística.
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Plegaria Eucarística y Consagración.
Es el punto central y culminante de la celebración. Esta es una Plegaria de acción de gracias y de consagración. Es bendición a Dios y alabanza llena de admiración al Señor por la obra de la salvación. Con las palabras y acciones de Cristo, se renueva la última cena en la cual él instituyó el Sacramento de su Pasión y Resurrección, la alianza nueva y eterna. La plegaria eucarística (llamada “anáfora” por los orientales y “canon” en la liturgia romana) es un gran diálogo de oración con Dios. Además NO es propiamente un conjunto de oraciones, sino una sola oración, un todo, compuesto de los siguientes elementos:
- Prefacio: La Iglesia da gracias al Padre, por Cristo en el Espíritu Santo, por todas sus obras, por la creación, por la redención y la santificación. Esta es una gran oración de alabanza, de acción de gracias; y es la oración más hermosa que el hombre puede dirigir a Dios. 2
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Al iniciar el prefacio, el sacerdote (S) comienza con un saludo, al cual el pueblo (P) va respondiendo: S. El Señor esté con ustedes P. Y con tu espíritu. S. Levantemos el corazón P. Lo tenemos levantado hacia el Señor. S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios P. Es justo y necesario. Es en ese saludo donde la comunidad nuevamente debe ponerse de pie. Y el sacerdote continúa el prefacio: “En verdad es justo y necesario....”. El prefacio termina con una aclamación: el canto del Santo.
- El Santo: Con este culmina el prefacio y nos unimos así a la alabanza que hace la Iglesia celestial, con los Ángeles y Santos, cantando tres veces: “Santo, Santo, Santo es el Señor”. En este momento, con este canto de alabanza, se une el Cielo y la Tierra, cantando al Señor un himno de Gloria. Es el canto más importante de la Santa Misa, ya que en este nos unimos todos a cantar junto con los Santos y los Ángeles.
- Primera Epíclesis: Es una invocación o llamado al Espíritu Santo para que consagre el Pan y el Vino. En este momento todos deben ponerse de rodillas, cuando el sacerdote extiende las manos sobre el cáliz y la hostia, ya que en ese momento el sacerdote por medio de la Iglesia pide a Dios Padre que envíe su Espíritu Santo sobre el pan y el vino, para que los transforme en Cuerpo y Sangre de Cristo. El sacerdote cuando extiende las manos sobre las ofrendas, dice: “Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad: por eso te pido que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo nuestro Señor” (oración eucarística II). En este momento Jesús se hace presente por fuerza del Espíritu Santo para quedarse con nosotros como alimento para darnos su vida.
- Relato de la Institución: La Eucaristía fue instituida por Jesús en la Última Cena, cuando celebró la Pascua con sus apóstoles. Todos los presentes somos invitados a revivir en forma sacramental ese momento. El sacerdote que repite las Palabras de Jesús representa a Cristo mismo. El Señor se hace presente bajo la forma de pan y vino, ofreciéndose a Dios Padre por nuestra salvación, y por este modo, hacemos una sola ofrenda con Él. En cada Misa presenciamos nuevamente el ofrecimiento de Jesús al Padre, se reactualiza el ofrecimiento de Cristo por cada uno de nosotros. Esto ocurre cuando el sacerdote pronuncia las siguientes palabras: “El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias lo partió y lo dio a su discípulos diciendo...”. Es por ello que hoy cada uno de nosotros somos uno de sus discípulos.
- Consagración del Pan: Cuando el sacerdote repite las Palabras que dijo Jesús para consagrar el pan, Jesús se hace presente en la Hostia Consagrada. El milagro de la consagración se produce cuando el sacerdote dice: “Tomad y comed todos de Él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”. En ese momento el sacerdote muestra la Hostia a la asamblea y luego, dejándola sobre la patena, la adora con una genuflexión.
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El milagro que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se llama TRANSUBSTANCIACIÓN, que es la conversión del pan en el Cuerpo de Jesús y del vino en su Sangre. Cada vez que la Hostia Consagrada sea elevada, podemos pedir a Jesús que aumente en nosotros la fe, la esperanza y la caridad. En ese momento, muchos prefieren adorar a Cristo, diciendo: “Señor mío y Dios mío, Señor mío y Dios mío”.
- Consagración del Vino: Después de consagrar el pan, el sacerdote toma en sus manos el cáliz con el vino y lo consagra por la fuerza del Espíritu Santo, convirtiéndolo en la Sangre de Jesús, y lo hace empleando las mismas palabras dichas por Jesús en la Última Cena. Después de consagrar el pan, el sacerdote continúa diciendo: “Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos diciendo: Tomad y bebed todos de Él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración Mía”. Cuando el sacerdote eleva el cáliz, adoramos la Sangre de Jesucristo, y al igual que en la elevación de la Hostia Consagrada, podemos pedir a Jesús que aumente en nosotros la fe, la esperanza y la caridad. En ese momento, muchos prefieren adorar a Cristo, diciendo: “Señor mío y Dios mío, Señor mío y Dios mío”. Después de la consagración la Hostia es el Cuerpo de Jesucristo vivo y verdadero, con su Sangre, Alma y Divinidad. En el cáliz después de la consagración, está también todo entero Jesucristo. Finalizada la consagración no quedan ni pan ni vino, sólo las apariencias: olor, color, sabor, forma, etc. Jesús que cambió al agua en vino (Jn 2) puede también cambiar el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre. Jesucristo está todo entero en todas y cada una de las partes de la Hostia, así como en todas las Hostias del mundo (aún siendo una parte muy diminuta, y casi imposible verla con la vista humana). Al consagrar separadamente bajo las dos especies, se representa la Muerte de Cristo, en que su Sangre se separó del Cuerpo. También se representa la comida y bebida, que son alimento completo del cuerpo.
ACLAMACIÓN: La consagración culmina con una adoración a Cristo presente en el Altar, es una proclamación del misterio de nuestra fe. El sacerdote dice: “Este es el sacramento de nuestra fe”. En esta aclamación se contesta: “Anunciamos tu muerte. Proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”. Al finalizar esta aclamación la asamblea, que estaba de rodillas, puede volver a ponerse de pie, cuyo gesto acompaña la proclamación de la resurrección de Jesús. Algunas personas, voluntariamente, permanecen de rodillas hasta finalizada la doxología final (antes del Padre Nuestro).
- Anamnesis: La Iglesia realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada Pasión, su gloriosa Resurrección y ascensión a los cielos. Anamnesis significa volver a la memoria, hacer presente algo que ocurrió tiempo atrás: “Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la Pasión salvadora de tu Hijo, su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa....” (Oración eucarística III). Esta termina con nuestro agradecimiento a Dios por habernos regalado el don de la fe, y por permitirnos estar en su presencia: “...esperamos su venida gloriosa, Te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo” (O. E. III). Otro ejemplo, el anamnesis en la oración eucarística II, es el siguiente: “Así, pues, Padre al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, Te ofrecemos, el pan de vida y el cáliz de salvación, y Te damos gracias porque nos has elegido para servir en tu presencia”. 4
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- Ofrenda del Sacrificio: Cristo es la única ofrenda de la salvación. La Iglesia ofrece a su Hijo a Dios Padre. En este momento, Cristo está limpiando las faltas de nuestro corazón y nos vuelve a la amistad con Dios: “Te ofrecemos, el pan de vida y el cáliz de salvación” (O. E. II). Ofrezcamos al Padre la víctima: “Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad...” (O. E. III). Lo que continúa ya es la segunda epíclesis.
- Segunda Invocación al Espíritu Santo: Esta segunda epíclesis se realiza para que todos los que recibimos a Cristo formemos un solo espíritu. Continúa la oración iniciada en la ofrenda del sacrificio: “....tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos un solo cuerpo y un solo espíritu” (O. E. III). “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo” (O. E. II).
- Intercesiones Comunión con la Iglesia: El sacerdote nos invita a unirnos en la oración con toda la Iglesia, haciendo peticiones por la Iglesia misma: El Papa, Obispos, por el clero, los fieles, y por los difuntos. En este momento toda la Iglesia se une en un solo corazón; se invita a todos los fieles a unirse en oración por los más necesitados de ella. Oremos por nuestros Pastores: “Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la Tierra; y con el Papa N., con nuestro obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a tu perfección por la caridad” (OEII) Oremos por nuestros difuntos y por los necesitados espiritualmente: “Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro” (O. E. II). Oremos por nosotros, para gozar de Dios en el cielo en compañía de los Santos: “Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los Apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos por tu Hijo Jesucristo, compartir la Vida Eterna y cantar tus alabanzas” (O. E. II).
- Doxología Final: Aquí la Plegaria Eucarística resume la alabanza a Dios Padre. El sacerdote, elevando el cáliz con la patena, los cuales contienen el Cuerpo y Sangre de Jesús, dice: “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Con nuestro “Amén” nos unimos a la solemne alabanza de la Santísima Trinidad. Algunas veces, el coro canta un solemne Amén, en el cual todos debemos tomar parte de esta alabanza. Amén significa: así sea, ciertamente, yo me comprometo con esto.
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9.3. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA (segunda parte)
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Rito de la Comunión.
Es un momento muy importante dentro de la celebración, es la comunión con el Cristo que se nos da bajo los signos de pan y vino. Toda la celebración eucarística conduce hacia este momento. Este conjunto de signos manifiesta el aspecto de Cena Pascual. En el rito de la comunión podemos notar claramente los siguientes momentos:
- Padre Nuestro: Todos somos invitados a rezar la oración por excelencia, que el mismo Cristo nos enseñó. El sacerdote añade un motivación antes de rezar el Padre Nuestro: “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir...”, en ese momento somos invitados a rezar la oración de los hijos de Dios: El Padre Nuestro, que es signo de filiación, la plegaria del Señor, la plegaria de los hijos al Padre. Padre Nuestro, que estás en cielo, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. No nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal. Amén. Muchas personas desean emplear con gestos esa “disposición”, esa “entrega” hacia el Padre. Por esto algunos elevan sus manos en esta oración, otros las abren una sobre la otra, mientras otros prefieren “disponer” su corazón. Estas posturas son buenas y lindas, pero no deben olvidar su verdadero valor. Además, en la liturgia no está prescrito en el Padre Nuestro esta postura, pues es quien preside la celebración quien ofrece y recoge todas nuestras súplicas. Generalmente, la elevación de las manos, es un signo de quien preside la Eucaristía.
- Rito de la Paz: Con este gesto se implora la paz y la unidad para la Iglesia y la familia humana entera en caridad, antes de participar del mismo Pan. En este rito de la paz, el sacerdote pronuncia algunas oraciones, pidiendo la paz en el mundo entero. Este rito culmina con el saludo de la paz de todos quienes celebran el Santo Sacrificio de la Misa. Este rito se inicia pidiendo al Señor que nos libre de pecado y nos dé la paz: “Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Inmediatamente, la asamblea proclama la gloria de Cristo, respondiendo: “Tuyo es el Reino, tuyo es el poder y la gloria por siempre, Señor”. 1
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En la siguiente oración, el sacerdote nos recuerda el mensaje de paz expresado por Jesús a sus apóstoles, además de pedir para la Iglesia unidad y Paz: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles ¨La paz os dejo, mi paz os doy¨ no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”, a lo que todos juntos respondemos “Amén”. Dios quiere que recibamos su paz: “La paz del Señor esté siempre con ustedes”, nosotros respondemos: “Y con tu espíritu”, pero por sobre todo, desea que la compartamos con otras personas: “Deséense fraternalmente el saludo de la paz ”. Solamente esta última invitación a transmitir la paz puede decirla, también, el diácono. Unos a otros nos deseamos una vida llena del Señor y de su paz. La paz se debe dar únicamente a los que están a nuestro alrededor, aunque no los conozcamos, ya que esto significa desear la paz a todos los presentes en la Misa. El gesto de la paz es signo de la fraternidad hecho por toda la asamblea. Debe llevar a trabajar por la paz y la unidad. Este saludo de la paz, en las misas de los días de semana, puede ser omitido por el sacerdote; no así el rito de la paz.
- Fracción del Pan: Significa que nosotros que somos muchos, en la comunión con Cristo nos hacemos un solo Cuerpo. Es un momento muy expresivo y simbólico (debería serlo), toda la asamblea participa del único pan que es Jesucristo. Se hace un solo cuerpo manifestando significativamente la unidad y la fraternidad en torno al Señor. Después de deseada la paz, el sacerdote toma la Hostia, la parte encima de la patena y deja caer un pedacito en el cáliz, y dice en voz baja: “Esta unión del Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo sea para nosotros prenda de vida eterna”. La unión del Cuerpo con la Sangre de Cristo se llama INMIXTIÓN. El sacerdote hace los mismos gestos que realizó Jesús en la Última Cena, y se aclama el Cordero de Dios. Recordemos que cada trocito de la Hostia contiene en su totalidad el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo. El gesto de partir la Hostia, se expresa en el gesto que realizó Jesús en la Última Cena, al querer que todos comieran del mismo pan.
- Cordero de Dios: Mientras se hace la fracción del Pan, nos dirigimos a Cristo con el título que le dio San Juan Bautista: CORDERO DE DIOS. Este se puede rezar o cantar. El sacerdote dice después, con las manos juntas y en voz baja: “Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma cuerpo y como remedio saludable”. Inmediatamente partida la Hostia, el sacerdote la eleva y la muestra a la asamblea; y añade las palabras de Juan Bautista en el río Jordán: “Este es el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo...”, y agrega: “Dichosos los invitados a esta cena”.
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Ficha 17
Con mucha humildad, y reconociendo que no somos dignos, decimos las palabras del Centurión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Es el momento en que el sacerdote comulga con el Cuerpo y Sangre de Cristo. “El Cuerpo y la Sangre de Cristo guarde nuestra alma para la vida eterna. Amén”.
- Sagrada Comunión: Es el momento en que la celebración llega a su objetivo final. Signo de amor y caridad. Los que comemos un mismo pan formamos un solo cuerpo. Signo de incorporación a Cristo y a la Iglesia. “Dichosos los llamados a esta Cena” (Apocalipsis 19, 9) “Donde nos compenetramos con Cristo y entre nosotros mismos”, realizando así el designio divino de reunir el universo entero bajo una sola cabeza: Cristo (Efesios 1, 10). El Señor nos dirige un invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 53). La comunión aumenta la unión con Cristo. Conserva, aumenta y renueva las gracias del bautismo. Te separa del pecado ayudándote a no cometer más pecados futuros. Reaviva tu amor hacia los demás. Realiza la unión de todos los cristianos con Cristo, haciéndolos una sola familia. Nadie es digno de recibir a Jesús, porque Él es el Santo de Dios, pero por su infinita misericordia se compadece de nuestra pobreza de espíritu y quiere ardientemente que lo recibamos. Para comulgar a Jesús, debemos estar en gracia de Dios, esto significa no haberlo ofendido gravemente. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: “Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Co. 11, 27-29). Entonces, quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. También, el que va a recibir a Jesús, debe creer firmemente de que Él está presente en la Sagrada Hostia. Además, el que va a comulgar, debe guardar ayuno por lo menos una hora antes, exceptuando a los enfermos, a los ancianos y a los niños más pequeños (el agua y las medicinas no rompen el ayuno).
- Canto de Comunión: La unión de voces expresa la unión espiritual; La procesión de los que reciben el Cuerpo de Cristo se llena de alegría. Si no hay canto se recita una antífona.
- Acción de Gracias: Finalizada la comunión, y mientras el sacerdote Purifica el cáliz, es decir, mientras consume todas las posibles partículas existentes en el cáliz y en la patena, debemos tener un pequeño momento de recogimiento, que algunas veces es acompañado por un canto. Este es el momento de una acción de gracias, momento de silencio, en el cual cada uno conversa personalmente con Dios.
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- Oración después de la Comunión o Final: El sacerdote, si lo desea, antes de iniciar esta oración, puede leer una pequeña antífona tomada de oraciones y salmos (Antífona después de la Comunión). El Sacerdote nos invita a elevar todos juntos nuestra oración de agradecimiento en una sola. Dice: “Oremos”, y nosotros nos ponemos de pie. En este momento el sacerdote dice una pequeña oración para que los frutos del Misterio celebrado sean copiosos. La oración finaliza: “...Por Jesucristo Nuestro Señor”. Respondemos “Amén”.
EUCARISTÍA Es misterio. Es sacramento. Es sacrificio. Como misterio, se cree. Como sacramento, se recibe. Como sacrificio, se ofrece. Se propone al entendimiento como misterio. Se da al alma como alimento. Se ofrece a Dios como homenaje. Como misterio, anonada. Como sacramento alimenta. Como sacrificio, redime. Como misterio, es admirable. Como sacramento, es deleitable. Como sacrificio, es inefable. Como misterio, es impenetrable. Como sacramento, es presencia real. Como sacrificio, alimenta. Como sacramento, es sabrosísimo. Como sacrificio, es valiosísimo. Como misterio, debo meditarlo. Como sacramento, debo gustarlo. Como sacrificio, debo apreciarlo sobre todo. Es misterio de fe. Debo creerlo. Es sacramento de amor. Debo amarlo. Es sacrificio de Dios. Debo confiar en él. Como misterio se esconde, en el Sagrario. Como sacramento, alimenta es convite, es comunión. Como sacrificio, se inmola, es víctima, es la Santa Misa. ¡Oh misterio Adorable! El Sagrario será mi refugio. ¡Oh Sacramento Dulcísimo! Comulgar será mi mayor deseo. ¡Oh Sacrificio Estupendo! La Misa será mi prioridad de vida.
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9.4. RITOS FINALES O CONCLUSIVOS
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s un momento breve y sencillo, pero significativo. Este es el último momento de la Santa Misa. Aquí el sacerdote, después del saludo, nos da su bendición, con sus ojos y sus manos elevadas hacia el cielo, imitando el gesto de Jesús. Esta bendición se hace invocando a la Santísima Trinidad. Antes de la bendición, es oportuno dar aquellos avisos que llevan a edificar la comunidad. La inclusión es una forma poética, por la que al final vuelve al principio. No es rara en los salmos, por ejemplo, en el 102, que empieza y termina diciendo: “Bendice, alma mía, al Señor”. También ocurre así en la Misa.
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Saludo y Bendición Final.
Al finalizar la misa, en efecto, se vuelve al saludo de su comienzo: “El sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo: El Señor esté con ustedes; a lo que el pueblo responde: Y con tu espíritu”. Y si la celebración se inició en el nombre de la Santísima Trinidad y en el signo de la cruz, también en este Nombre y signo va a concluirse: “En seguida el sacerdote añade: la bendición de Dios todopoderoso –haciendo aquí la señal + de la bendición–, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes”. Y todos responden: Amén”. El saludo y bendición final es lo central de la despedida. Es una bendición descendente que significa en el Antiguo Testamento, la efusión de Dios hacia la creación como fuente de vida, de fuerza vital, fecundidad. Se acompaña del signo de la cruz que es como el gesto de la “imposición de las manos”. Algunas veces, quien preside puede hacer una bendición solemne, es decir, extiende sus manos hacia la asamblea, indicando la imposición de las manos, y lee tres pequeñas oraciones bendicionales, al final de las cuales hacemos nuestro acto de fe respondiendo “Amén”.
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Despedida y envío (Misión).
Son las palabras finales. La comunidad convertida, sale a realizar su misión, dando testimonio de Cristo en medio del mundo. La palabra Misa, que procede de missio (misión, envío, despedida), ya desde el siglo IV viene siendo uno de los nombres de la eucaristía. En efecto, la celebración de la eucaristía termina con el envío de los cristianos al mundo. Así como Cristo envía a sus discípulos antes de ascender a los cielos (cf. Mc 16, 15; Mt 28, 19), ahora el mismo Cristo, al concluir la eucaristía, por medio del sacerdote que actúa en su nombre y le visibiliza, envía a todos los fieles, para que vuelvan a su vida ordinaria, y en ella anuncien siempre la Buena Noticia con palabras y más aún con obras. “Pueden ir en la Paz de Cristo”, es una fórmula de envío. Este envío puede ser realizado, también, por un diácono. Respondemos a la despedida y al envío: “Demos gracias a Dios”. Entonces el sacerdote, según costumbre, venera el altar (como al principio de la Misa) con un beso y, hecha la debida reverencia o venia, se retira (OGMR 124-125). Al terminar la celebración comienza una tarea para cada uno: somos enviados como Apóstoles a construir su Reino. La Misa se continúa celebrando en la Vida. 1
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9.5. RESUMEN LA EUCARISTÍA
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Estructura general de la Misa RITOS INICIALES • Canto de entrada • Saludo • Rito Penitencial • Gloria (Dmgos o Fiestas) • Oración Colecta
LITURGIA DE LA PALABRA • Primera Lectura • Salmo • Segunda Lectura
LITURGIA EUCARÍSTICA • • -
(Dmgos o Fiestas)
• Evangelio • Homilía • Credo • Oración Universal
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Ofertorio Plegaria Eucarística Prefacio Santo Relato de la Institución y Consagración Anamnesis: Memorial de Cristo. Rito de la Comunión Padre Nuestro Rito de la Paz Fracción del Pan Cordero de Dios Comunión Acción de Gracias Oración Después de la Comunión.
Momento o Mesa de la Palabra: - Nos alimentamos de Dios por medio de su Palabra. - La mesa donde nos alimentamos es el Ambón. - Nos muestra el camino de santidad.
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RITOS FINALES • Bendición • Despedida y Envío
Momento o Mesa de la Eucaristía: - Nos alimentamos de Dios en la Eucaristía (su Cuerpo y su Sangre). - La mesa donde nos alimentamos es el Altar. - Alimento y fuerza para nuestra alma.
Reflexionemos
¿Qué hago yo en la Misa? Oro: Oraciones al comienzo – Gloria – Credo – Padre nuestro – Cordero de Dios. Escucho: Lecturas bíblicas – Homilía – Oración Eucarística (Canon) Presento: Las ofrendas de pan y vino Sacrifico: El Cristo que murió en la cruz lo ofrezco al Padre Eterno Recibo: El cuerpo y la sangre de Cristo en la Comunión
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Ficha 18
Resumen del Catecismo de la Iglesia Católica (Nº 1406 al Nº 1419)
Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come este pan, vivirá para siempre... el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna... permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 51. 54. 56). La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia. La celebración eucarística comprende siempre: la proclamación de la Palabra de Dios, la acción de gracias a Dios Padre por todos sus beneficios, sobre todo por el don de su Hijo, la consagración del pan y del vino y la participación en el banquete litúrgico por la recepción del Cuerpo y de la Sangre del Señor: estos elementos constituyen un solo y mismo acto de culto. La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica. Es Cristo mismo, sumo y eterno sacerdote de la Nueva alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico. Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: “Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre...”. Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad. En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales. El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia. La sagrada comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. La Iglesia recomienda vivamente a los fieles reciban la sagrada comunión cada vez que participan en la celebración de la Eucaristía; y les impone la obligación de hacerlo al menos una vez al año. Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar, es preciso honrarlo con culto de adoración. “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor”. Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santísima Virgen María y a todos los santos.
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Ficha 19
10. HISTORIA DE LA SALVACIÓN (primera parte) 10.1. Dios hizo el Cielo y la Tierra • La Biblia: un conjunto de libros La Biblia no es un libro, sino un conjunto de libros. Los que relatan los hechos, que sucedieron antes de Cristo, forman el Antiguo Testamento. Los que relatan los hechos que sucedieron desde Cristo para acá, forman el Nuevo Testamento. Puedes tomar el índice de alguna Biblia y allí encontrarás la lista completa de todos los libros, que constituyen la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, etc. Además, verás como estos libros pueden ser citados también en forma abreviada: Gén, Ex, Les, etc. Para poder manejar la Biblia, otro dato importante es el siguiente: cada libro de la Biblia se divide en capítulos y cada capítulo se divide en versículos. Los números grandes señalan los capítulos y los números chiquitos señalan los versículos. Así que, para citar alguna parte de la Biblia, hay que señalar el libro, el capitulo y el versículo, o los, versículos, según el caso. Ejemplo: Jn 3,16. Se lee así: Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 16. • Génesis: origen Es el primer libro de la Biblia y quiere decir “origen”. Presenta el origen del Pueblo de Israel, del capítulo 12 en adelante. Del capítulo 1 al 11 presenta la respuesta a las grandes interrogantes, que se ponen todos los hombres de todos los tiempos y de todas las culturas acerca de Dios y del origen del mundo, del hombre, de la mujer, del sexo, del matrimonio, del trabajo, del dolor, etc. • Lenguaje Para poder entender el significado verdadero de lo que se encuentra en los primeros capítulos del Génesis, hay que saber distinguir entre ropaje (manera de expresarse, lenguaje) y enseñanza. En realidad, los primeros capítulos del Génesis presentan en una forma poética, artística, mediante imágenes maravillosas, enseñanzas muy importantes. Es muy parecido a lo que se hace ahora, cuando se quieren presentar ciertos conceptos, o se comunican ciertos mensajes mediante el teatro, el cinema, la novela, los cuentos o la poesía. No hay que tomar las palabras al pie de la letra. Hay que saber descubrir lo que un episodio o escena bíblica quiere decir. En resumen: los primeros once capítulos del Génesis no son un catecismo, que presenta las verdades así como son. Para poder descubrir el significado profundo de cada mensaje, hay que examinar atentamente cada símbolo, imagen o cuento. • El Universo Pues bien, ¿qué dice la Biblia abarca del universo con todo lo que contiene? Dios, un solo Dios, está al origen de todo. Dios hizo todo lo que existe (Gén 1,1). ¿Cómo? No como el carpintero hace la silla, sirviéndose de la madera, los clavos, la sierra y tantas otras cosas más. No Dios hizo todo lo que existe, con el solo poder de su Palabra (Gén 1,3). Y todo esto está presentado según la mentalidad de los antiguos, y en una forma poética para dar a entender que todo lo que existe encuentra en Dios la razón última de su existir y nada escapa a la acción creadora de Dios. • El hombre: rey de la creación y colaborador de Dios Cuando todo ya está listo, Dios crea al hombre como rey de la creación (Gén 1,26). Lo crea a su imagen. En efecto, al hombre Dios le da algo especial, que no tienen ni los animales, ni las; cosas. Le da “aliento de vida” (Gen 2,7). Por eso el hombre es diferente de los animales y de las cosas, y tiene el dominio sobre todo lo que existe (Gén 1,26b.28b 29-30; 2,19-20). Dios crea al hombre sexualmente definido, como macho o hembra; por lo cual el sexo de por sí es algo bueno; lo mismo la procreación (Gén 1,28a), que se ejerce en el matrimonio (Gén 2,18) y consiste en la unión para siempre de un solo hombre con una sola mujer (Gén 2,24). 1
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El hombre y la mujer tienen la misma dignidad, porque tienen el mismo origen (Gén 1 ,7; 2,23). En este aspecto, la Biblia rechaza la idea de la mujer como un ser inferior al hombre, una especie de ser intermedio entre el hombre y los animales. El hombre además de ser el representante de Dios en este mundo y el rey, de todo el universo, es llamado a ser su colaborador en la obra de la creación. Mediante al trabajo (Gén 1,28; 2,15), hará progresar la tierra, haciendo de ella un lugar siempre más habitable. El cultivo de los campos, la construcción de las casas y las vías de comunicación, el desarrollo de la ciencia y las artes... todo servirá para lograr su madurez humana y espiritual en su gran hogar, que es el universo entero. • Orden y paz Los primeros dos capítulos del Génesis nos presentan la obra de Dios, así como salió de sus manos, en orden (Gén 1,31) y paz (Gén 2,6-15). Los primeros seres humanos vivieron con un gran equilibrio interior, sin ningún tipo de pasiones (Gén 2,25).
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10.2. Los hombres desobedecen a Dios y causan la división en el mundo • ¿Quién tiene la culpa? Nos preguntamos: Si todo lo que hizo Dios era bueno, ¿por qué entonces en el mundo hay odios, envidias, divisiones, y un sin fin de cosas malas? ¿Quién tiene la culpa? La Biblia nos da la respuesta: Nosotros tenemos la culpa de todas las cosas malas que hay en el mundo. • ¿Por qué nosotros tenemos la culpa? Porque desde el principio nos rebelamos contra Dios (Gén 3). El demonio engañó a los primeros hombres y nos sigue engañando a nosotros. Así los primeros hombres desobedecieron a Dios, creyendo que iban a ser iguales a Dios (Gén 3,5). Al contrario, una vez que desobedecieron a Dios, se quedaron tristes y llenos de vergüenza (Gén 3, 7). Igual pasa con nosotros, después de haber hecho una cosa mala. • Después del pecado, ¿Dios abandonó a los hombres? No. Dios nunca abandona a los que pecan. Dios prometió un Salvador (Gén 3,15). Aquí vemos el gran amor de Dios para con nosotros. Primero nos creó y nos nombró jefes de todo lo que hay en el mundo; después, cuando nos rebelamos contra El, nos prometió un Salvador, Y este Salvador no iba a ser uno cualquiera, sino su mismo hijo que pagaría por todos nuestros pecados. • Hacia el abismo Con el pasar del tiempo, los hombres se alejaron siempre más de Dios, cometiendo pecados siempre más graves. Por envidia Caín mató a su hermano Abel (Gén 4,1-16); por orgullo, Lámec mata a quien le hace una herida y amenaza con ser vengado setenta y siete veces (Gén 4,23-24); la maldad y la violencia llenan el corazón de todos los hombres (Gén 6, 11-13). Es lo que pasa con cada uno de nosotros, después de haber dado el primer paso en el camino del pecado. Al principio hay, alguna resistencia después todo se hace más fácil. Es como cuando una piedra empieza a rodar desde la cumbre de una montaña: cuanto más avanza, tanto más aumenta su velocidad. • El diluvio: un castigo inútil Muchas veces nos preguntamos: “Por qué Dios nos castiga a la humanidad, para obligarla a enderezar su camino?” Todo seria inútil - contesta la Biblia-. El hombre de por sí no tiene la fuerza necesaria para levantarse y seguir el camino del bien. Es necesario que Dios intervenga directamente en la vida del hombre, lo tome de la mano, lo levante y lo guíe hacia el bien”. Para dar a entender esta verdad, la Biblia nos presenta el episodio del diluvio, como un castigo para purificar a la humanidad y obligarla a cambiar su ruta (Gén 6-8). ¿Y qué pasa? Que después del castigo todo regresa como antes (Gén 9,20-27). • La Torre de Babel: ¿Es posible una salvación sin Dios? Para evitar una disgregación total, el hombre intenta una solución en la ciencia y la técnica. Unidad y paz sin Dios. Pero esto es imposible: Dios no lo permitirá nunca. Por eso interviene y confunde las lenguas. Así cada uno toma su camino, poniendo de manifiesto una tragedia presente en la humanidad desde el primer pecado y llevándola hasta sus últimas consecuencias (Gen 11,1-9). Cuando más el hombre se aleja de Dios, tanto más experimenta su desequilibrio interior y, se aparta del hermano y de la misma naturaleza. ¿Tendrá alguna posibilidad de salvación? Claro. Mediante una intervención directa de Dios. • El problema ecológico El hombre fue puesto por Dios por encima de toda la creación (Gén 1,26). Pues bien, con el pecado el desequilibrio afectó también el ejercicio de este poder. En lugar de ayudar todo lo creado a perfeccionarse según el plan de Dios, el hombre, por descuido, soberbia, egoísmo, afán de lucro va causando la muerte de los ríos, los bosques, la atmósfera, etc. También en este aspecto notamos la presencia destructiva del pecado. 3
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10.3. Abraham, nuestro padre en la Fe Con el capítulo 12 del Génesis empieza la Historia de la Salvación en sentido estricto, con personajes, lugares y tiempos bien definidos. Dios interviene para salvar al hombre, escogiendo a Abraham. De él saldrá un pueblo y de este pueblo saldrá el Salvador. • Fe y obediencia Abraham vivía en Ur de los Caldeos alrededor de unos mil ochocientos años antes de Cristo. Era muy rico, tenía mucho ganado y mucha gente a su servicio. Cuando llegó a unos 75 años de edad, Dios le habló y le dijo: “Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre y ve a la tierra que Yo te indicaré. Allí te haré padre de un gran pueblo y en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gén 12, 1-3). No era fácil para Abraham obedecer a Dios: tenía que dejar su tierra y sus amigos, sin saber adónde iba. ¿Qué haríamos nosotros en su lugar? Tal vez no le haríamos caso a la Palabra de Dios, para seguir viviendo como antes, a nuestro gusto. Sin embargo, Abrabam no hizo así. Tuvo fe en Dios y obedeció. • Tierra de Canaán Así que Abraham se marchó con su esposa Sara, su sobrino Lot, sus sirvientes y su ganado. Dios lo guiaba. Cuando llegó a Canaán, Dios le habló otra vez y le dijo: “Esta tierra yo se la daré a tu descendencia” (Gén 12,7). La tierra de Canaán corresponde al actual estado de Israel. Naturalmente era una tierra que estaba habitada por otra gente. ¿Cómo haría Dios para dársela a sus hijos? Nosotros tal vez hubiéramos dudado. Pero Abraham no dudo de la Palabra de Dios (Gén 15,1-6). • Isaac, el hijo de la promesa (Gén 17,4-5. 15-16; 18, 1-15; 21,1-7) Dios le había prometido a Abraham que sería el padre de un gran pueblo (Gén 12,2). Pero ¿cómo sería posible ser el padre de un gran pueblo, si su esposa Sara no podía tener hijos y ya era anciana? Sin embargo, también en este caso Abraham creyó en Dios y Sara tuvo un hijo, que llamó Isaac. Así Abraham se dio cuenta de que Dios cumple siempre su palabra. • Sacrificio de Isaac (Gén 22,1-19) La gente de aquel lugar tenía la costumbre de sacrificar a sus dioses seres humanos, hombres o mujeres. Entonces, Dios puso a prueba otra vez el amor de Abraham. Quiso ver si el amor de Abraham hacia El era por lo menos igual a el amor que tenían los cananeos para con sus dioses. Entonces, Dios le ordenó a Abraham que le sacrificara a su hijo Isaac, matándolo y quemándolo en su honor. El sufrimiento de Abrahan fue muy grande. Sin embargo, obedeció. Cuando ya estaba para matar a su hijo, Dios le habló diciéndole que no lo hiciera, ya que le bastaba conocer su obediencia. • Enseñanza para nosotros El Pecado es la desobediencia a Dios; la fe es la obediencia a Dios. Adán y Eva empezaron el camino del pecado (Gén 3); Abraham inicia el camino de la salvación, mediante su fe. Tenemos que imitar su ejemplo, poniendo en Dios toda nuestra confianza y obedeciendo a su Palabra. Así también nosotros seguiremos el camino de la salvación. • El pueblo de Israel Isaac tuvo dos hijos: Esaú y Jacob (Gén 25,21-34;27), cuyo nombre Dios cambió en Israel (Gén 32,29). Israel tuvo doce hijos. que dieron origen a doce grandes familias o tribus del Pueblo de dios. Este período de la, Historia de la Salvación se llama la edad de los Patriarcas, es decir de los padres o fundadores del Pueblo de Israel. A causa de una gran hambre, que hubo en la tierra de Canaán, Israel con sus doce hijos, se trasladó a Egipto, donde vivió feliz y contento los últimos años de su vida. • Historia de José (Gén 37-50). Teniendo tiempo a disposición, sería muy importante leer todo lo que se refiere a la historia de José, un hijo de Jacob que superó muchas dificultades para realizar su vocación como salvador de toda su familia. Fue Objeto de envidia de parte de sus hermanos (Gén 37,2-1 1), fue vendido (Gén 37,12-36), fue acusado injustamente (Gén 39,3-23), etc. hasta que se reconoció su inocencia y fue elevado a la dignidad de virrey de Egipto teniendo así la oportunidad de ayudar a su pueblo. Una auténtica figura de Cristo que sufre, mueve y resucita en favor de su pueblo. 4
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10.4. Dios libera a su pueblo y le da una ley y una patria • Esclavitud en Egipto (Ex 1) Durante 400 años los israelitas vivieron en Egipto sin mayores problemas. Aquí empezaron a llamarse hebreos (que significa extranjeros). Los egipcios al ver que los hebreos se multiplicaban mucho y no se mezclaban con la gente del lugar, empezaron a perseguirlos, sospechando que algún día pudieran causar problemas a la nación, como por ejemplo apoyando alguna invasión extranjera. Los obligaron a trabajar como esclavos y les ordenaron matar a sus hijos varones recién nacidos, echándolos al río Nilo. • Dios se acuerda de la promesa hecha a Abraham “El pueblo de Israel sufría bajo esclavitud. Gritaban y su clamor llegó hasta Dios. Oyó Dios sus lamentos, y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios con bondad a los hijos de Israel, y los atendió” (Ex 2,23-25). Una enseñanza para nosotros: cuando sufrimos alguna injusticia, es necesario que por lo menos nos acordemos de Dios y le pidamos su intervención. • Dios llama a Moisés (Ex 3) Moisés era un hombre perteneciente al pueblo de Israel. Dios lo había salvado de las aguas del río Nilo y después de muchos problemas fue a parar a la península del Sinaí. Pues bien, encontrándose lejos de su tierra, Dios le habló, invitándolo a regresar a Egipto para pedir al faraón que dejara libre al Pueblo de Israel. El faraón no le hizo caso, hasta que Díos lo castigó de muchas maneras. • Dios libera a su pueblo (Ex 12,3-14) El último castigo fue la muerte de todos los primogénitos de los egipcios, desde el hijo del faraón hasta el hijo del más humilde habitante de Egipto. Se salvaron solamente los hijos del pueblo de Israel, porque, que sus casas estaban señaladas con la sangre del cordero, según lo que había mandado Yahvé. Entonces el faraón dejó libre a los hebreos. Moisés los guió hacia la tierra del Sinaí. “Yahvé iba delante de ellos señalándoles el camino de día iba en una columna de nube; de noche en una columna de fuego” (Ex 13,21) Después que el Pueblo de Israel se fue de Egipto, el faraón se arrepintió y mandó los soldados para que los hicieran regresar. Entonces Dios abrió las aguas del Mar Rojo para que pasaran los Hijos de Israel; llegando los soldados del faraón, se cerraron otra vez y murieron todos los soldados (Ex 14,19-31). • Dios hace un compromiso con su Pueblo (Ex 19,1-6; 20,1-17). En el monte Sinaí, Dios hizo un compromiso o Alianza con su pueblo. Dios se comprometió a ser como un padre para su pueblo, defendiéndolo de los peligros y llevándolo hasta la tierra prometida. El pueblo se comprometió a ser como un hijo para Dios, obedeciendo a sus mandamientos. Esto sucedió alrededor del año 1250 antes de Cristo. • Desierto y Tierra prometida Durante 40 años el Pueblo de Israel vivió en el desierto (Dt 8,2), meditando la Ley de Dios y preparándose para la conquista. En este lapso murieron los principales artífices de la liberación y la Alianza. Josué fue elegido por Dios para dirigir al Pueblo de Israel en la conquista de la tierra de Canaán (Jos 1,1-7), que empezó con la toma de Jericó (Jos 6). Poco a poco, con la ayuda de Dios, los israelitas lograron penetrar en el territorio cananeo, quitando a sus antiguos habitantes las tierras más pobres y tratando de convivir con ellos como mejor se pudiera. El territorio conquistado fue dividido entre las tribus de Israel. • Enseñanza para nosotros Toda liberación y toda conquista son al mismo tiempo don de Dios y fruto del esfuerzo del hombre. Y todo esto a nivel personal y comunitario. Cuanto más un hombre o un pueblo está consiente de su dignidad, tanto más lucha para que dicha dignidad no sea pisoteada por los demás. 5
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10.5. Los Jueces y los Reyes • Los Jueces (Juec 2,11-23) Durante unos doscientos años, el Pueblo de Israel fue gobernado por los ancianos, que conocían la Ley del Señor y trataban de hacerla respetar. Cada tribu tenía sus ancianos. Cuando había un peligro común, como en caso de una guerra, entonces se unían todas las tribus bajo el mando de algún hombre señalado por Dios. Este podía ser un gran pecador, sin embargo, Dios le daba la fuerza para guiar al Pueblo hacia la victoria (Juec16) • Saúl, primer rey de Israel El Pueblo de Israel se dio cuenta de la necesidad de ser gobernado permanentemente por una autoridad central, que unificara todas las tribus. Por eso pidió un rey (1 Sam 8), Dios le dio a Saúl. Este tenía que ser representante de Dios sobre todo el pueblo. Estamos alrededor del año 1030 a.C. No obstante todo, Saúl se hizo indigno de la elección divina (lSam 13,5-14; 15). Por eso Dios lo rechazó, señalando a David como nuevo rey, un pastor de Belén (lSam 16,1-13; 2Sam 1). Estamos alrededor del año 1010 a.C. • David, pecador y santo (2 Sam 11 y 12) El rey David era muy valiente. Luchó en contra de los enemigos y los venció hasta poner en paz, todo el reino. Sin embargo, también él se olvidó de Dios y para quedarse con Betsabé, hizo matar a su esposo Urjas, cometiendo así dos pecados muy graves. Dios lo regañó mediante el profeta Natán. David se dio cuenta del mal que hizo y le pidió perdón a Dios de todo corazón (Sal 51). Dios le perdonó todo y desde entonces el rey David se portó muy bien, observando la Ley del Señor y alabando continuamente a Dios. A él se debe la composición de la mitad de los salmos, oraciones sublimes que utilizó el mismo Jesús y que aún ahora. • Un reino eterno (2 Sam 7,8-16) La Promesa más grande que hizo Dios, a David, fue que gobernaría su pueblo un descendiente suyo para siempre. El descendiente de David seria Jesús y su Pueblo seríamos nosotros, el nuevo Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia de Cristo. • El templo de Salomón (2 Cro 6,14-42) Cuando murió el rey David, tomó el lugar su hijo Salomón, que recibió de Dios el don de la sabiduría. La obra más grande que realizó, fue la construcción del famoso templo de Jerusalén, que fue realizada según las indicaciones del mismo Dios. Es muy importante conocer la oración, que hizo Salomón con ocasión de su consagración (2Cro 6,18-21). • División del Reino En seguida también el rey Salomón se alejó de Dios por haberse casado con mujeres paganas, que extraviaron su corazón (I Re 11,1-13). Consecuencia: Dios lo castigó mediante la división del Reino (I Re 12,1-24), que se realizó a su muerte. Samaria quedó como capital del Reino del Norte y Jerusalén quedó como capital del Reino del Sur.
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10.6. Los Profetas hablan en Nombre de Dios • Una misión difícil (Is 6,8) Para formar religiosamente a su pueblo, Dios se sirvió de algunos hombres en especial, llamados profetas. Estos eran elegidos por Dios y enviados para hablar en su nombre. En realidad, ser profeta significa hablar en nombre de otro, y en nuestro caso, hablar en nombre de Dios. Puesto que muchas veces los profetas tenían que regañar a las autoridades, a los sacerdotes y al pueblo en general, representaban un estorbo para todos y por eso muchos fueron asesinados. • Contenido profético Se divide en dos aspectos: denuncia del pecado (Jer 1,10a) y anuncio de la salvación (Jer 1,10b). Si falta cualquiera de estos, aspectos: se trata de un falso profeta, que habla por su cuenta y no en nombre de Dios (Ez 13,6-19). • Amós, el profeta de la justicia Social (Am 5, 10-24) En aquel tiempo, como ahora, había mucha injusticia en contra de los pobres. Entonces, Dios amenazaba con sus castigos: “Sentencia de muerte dictaré contra Israel por sus crímenes sin número. Porque venden al inocente por dinero, y al necesitado por un par de sandalias. Pisotean a los pobres en el suelo y les impiden a los humildes conseguir lo que desean” (Am 2, 6-7). • Oseas, el profeta del Amor de Dios (Os 6,1-6; 11, 1-6; 14,2-9) Dios amó al Pueblo de Israel desde el principio. Lo liberó de la esclavitud, lo defendió, lo hizo grande. Y después, ¿qué pasó? Que el pueblo se olvidó de Dios y se fue tras otros dioses. Entonces, Dios castigó a su pueblo para que se arrepintiera y volviera a El. Así pasa con nosotros. Cuando Dios nos castiga, lo hace para que podamos regresar a El. Lo hace por amor (Os 2,13-23). • Isaías el profeta de la Santidad de Dios y del Mesías (Is 1,1-20; 6; 53, 3-12; 58, 1-10) Es, el más grande de los profetas. Presenta a Dios como el Santo, delante del cual no podemos presentarnos a causa de nuestros pecados. Sin embargo, Dios es bueno y perdona purificando nuestra alma. Otro aspecto importante del profeta Isaías es la presentación del Mesías como el siervo de Yavé, que va a sufrir mucho para salvar a todo el pueblo de sus pecados. • Jeremías, el profeta de la Fuerza de la Palabra de Dios (Jer 1,4-10; 7,3-10; 15,10-21; 20,7-13) Jeremías es un caso muy interesante. No quería ser profeta, porque el pueblo trataba mal a los profetas. Pero la Palabra de Dios fue más fuerte que él, como un fuego ardiente que no podía apagar (Jer 20,9). El pueblo no quiso escuchar su palabra y no se convirtió, hasta que Dios lo castigó con la destrucción de Jerusalén. • Culto exterior Uno de los aspectos más criticados de la vida religiosa del Pueblo de Israel fue el culto. En realidad, por lo general se trataba de un culto esencialmente exterior, sin una verdadera participación interior (Is 29,13). Es lo que está pasando también ahora: misas, bautismos, fiestas, bodas, quince años... ¿Y el conocimiento del verdadero Dios’? ¿Y la obediencia a sus mandatos? No hay tiempo. • Pocos profetas ¿Por qué hoy en día existen tan pocos profetas? Porque la misión del profeta es muy difícil y tiene que enfrentarse a muchos peligros. Por eso muchos prefieren estar muy bien integrados al sistema y vivir del presupuesto. ¿Acaso muchos no se dan cuenta de la graves deficiencias presentes en la sociedad? Claro que se dan cuenta, pero prefieren callar para evitar problemas y seguir con su vida cómoda de siempre. • Todos somos responsables Aparte de algunos que tienen el don de profecía de una manera muy especial y que están llamados a “abrir caminos”, todos en nuestro pequeño mundo tenemos que hacer algo para vivir nuestra vocación profética. No le echemos siempre la culpa al papa, a los obispos y a los sacerdotes, si vemos que ciertas cosas andan mal dentro y fuera de la Iglesia. 7
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10.7. Dios castiga a su pueblo • El pueblo no escucha la voz de los profetas Mientras los profetas hablaban en nombre de Dios, el pueblo seguía en el camino del pecado, la injusticia, el culto puramente exterior y la idolatría. Es lo que sigue sucediendo ¿ahora: mientras el papa, los obispo, y los sacerdotes tratar de dar a conocer al pueblo la voluntad de Dios, este no les hace caso y prefiere vivir la fe a su modo. • Se pierde la independencia política Y llegó el castigo. El año 721 a.C., cayó el Reino del Norte, conquistado por Asiria, y desde entonces desapareció para siempre. Los asirios se llevaron a la gente más capacitada y en su lugar pusieron a gente pagana, llegada desde lejos. Los dos grupos se mezclaron y surgió un nuevo pueblo, con costumbres paganas e israelitas. Por eso vemos como en el Nuevo Testamento se despreciaban tanto a los samaritanos, por tener precisamente costumbres y creencias paganas, e israelitas. • El pueblo se arrepiente (Lam 1; Dan 9,4a-19; Ez 3,16-21; 34; 36,22. 30) Encontrándose lejos de su tierra, sin rey y sin templo, y viendo el gran resplandor de las religiones paganas, muchos perdieron completamente su fe en el Dios de Israel. Otros, al contrario, se dieron cuenta de la causa de un castigo tan grande y se arrepintieron. Lo mismo pasa ahora. Frente a una intervención de Dios, no todos reaccionan en la misma manera; los que de por sí están buscando a Dios, entienden el significado del acontecimiento y se acercan a él; mientras los demás no entienden nada y se alejan siempre más. Es lo que está pasando con el problema de las sectas: los que de por sí están buscando a Dios, al ver los estragos causados por las sectas, cierran filas alrededor de la jerarquía y tratan de fortalecer su fe con el estudio y un mayor compromiso, mientras los demás de plano lo dejan todo y se pasan con ellas, todo y se pasan con ellas, aprovechándose de cualquier pretexto (algún mal testimonio, ayuda económica, presión psicológica, etc.) • El pueblo consigue la libertad y renueva su Alianza con Dios (Es 1,1-8; Ne 8,1-12; 9,6-37). En el año 538 a.C. Ciro, rey de Persia, después de haber conquistado Babilonia, concedió a los hebreos la libertad para regresar a su tierra. Puesto que en su mayoría pertenecían a la tribu de Judá, desde entonces los hebreos o israelitas empezaron a llamarse judíos. Los que habían seguido siendo fieles al Dios de Israel, poco a poco empezaron a regresar a la tierra de sus padres, organizándose en todo tres grandes caravanas: la primera encabezada por Zorobabel (año 520-515 a.C.), la segunda por Esdras, (año 458 a.C.) y la tercera por Nehemías (año 445 a.C.). Bajo la guía de Esdras y Nehemías se restauraron el templo y las murallas de Jerusalén y se renovó la Alianza. • Nace el judaísmo Con el regreso a Jerusalén de parte de los desterrados en Babilonia no renació el Reino del Sur. El territorio correspondiente al Antiguo Reino del Sur fue considerado como una provincia, dirigida por un gobernador que dependía de un rey extranjero. Esta situación hizo surgir un nuevo tipo de organización, que tenía validez solamente al interior del pueblo de Israel: el judaísmo. El templo de Jerusalén, el sumo sacerdote y los libros sagrados (llamados ‘la ley y los profetas”) constituían el centro de la vida religiosa y cultural del pueblo judío, un pueblo “santo”, es decir consagrado a Dios. En cada pueblito había la sinagoga, como centro de encuentro para la pequeña comunidad. El sumo sacerdote, acompañado por el Sanedrín o Consejo de los Ancianos, estaba reconocido como la suprema autoridad; los sacerdotes se dedicaban al culto y los escribas a la profundización e interpretación de la Ley de Dios.
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10. HISTORIA DE LA SALVACIÓN (segunda parte) 10.8. Los sabios de Israel y los pobres de Yahvé • Los profetas y los sabios Se trata de Personajes muy diferentes. Los profetas fueron luchadores, que se opusieron directamente al pecado, despertando reacciones muy fuertes, que llegaron a causar hasta su propia muerte. Los sabios, al contrario, fueron hombres prudentes, que trataron de aplicar la Ley de Dios a las diferentes circunstancias de la vida (Pro 24; Ecl 3). Los profetas pueden ser comparados a una tempestad, que lleva agua abundante, pero que al mismo tiempo puede causar destrozos, enormes, mientras los sabios pueden ser comparados a una llovizna delicada, que lleva poca agua, pero que penetra lentamente en la tierra y la fecunda, sin casi dar a conocer su presencia. Los primeros acompañaron la historia de Israel desde el inicio de la monarquía hasta el regreso de Babilonia (año 1000 - años 450 a.C.); los otros actuaron desde el regreso Babilonia en adelante. En realidad, después del regreso de Babilonia hubo apenas tres profetas menores: Ageo, Zacarías y Malaquías. • Fariseísmo y nacionalismo judío La experiencia del exilio fue muy dura para el Pueblo de Israel. Meditando sobre la causa, que provocó un castigo tan tremendo de parte de Dios, tomaron conciencia de que en el fondo se trató de una desobediencia a la Ley de Dios, proclamada por los profetas. Consecuencia: “Si queremos evitar un nuevo castigo, tenemos que conocer y poner en práctica escrupulosamente la Ley de Dios”. Y con esa mentalidad se llegó hasta la exageración. En lugar de dar importancia a lo que realmente la tenía, se empezó a dar una importancia excesiva a las interpretaciones, a los detalles y al culto exterior. Así surgió el fariseísmo. Muchos opinaban que, poniendo en práctica escrupulosamente la Ley de Moisés, Dios tendría compasión de su pueblo, enviándole al Mesías, considerado como un guerrero capaz de liberar al pueblo y restablecer el Reino de Judá. • Los pobres de Yahvé (Sof 2,1-3; 3,11-12) Otros pensaban distintamente. Eran los pobres de Yahvé. Estos tenían plena confianza en Dios. Sabían que Dios ama a su pueblo y estaban convencidos de que algún día lo salvaría, sin importarles cuándo ni cómo. Siempre en el pueblo de Dios hubo personas así. Muchas veces la misma pobreza material y el mismo sufrimiento pueden ayudar a crear esta actitud en el creyente (Sal 91 y Sal 22,2-12: este último salmo fue rezado por Jesús mientras estaba crucificado). • Confianza en Dios El rico pone su confianza en sus cuentas bancarias; el atleta en sus músculos y en un buen entrenador; la esposa en el esposo y viceversa; los ciudadanos en autoridades realmente competentes, responsables y honestas, etc. Esta es la manera común de pensar y que, sin embargo, no responde a la voluntad de Dios. Dice Dios: “Maldito el hombre que confía en otro hombre, que busca su apoyo en un mortal y que aparta su corazón de Yahvé. Bendito el que confía en Yahvé y en El pone su confianza” (Jer 17,5-7). El pobre de Yahvé es uno que pone en Dios toda su confianza. • Los Macabeos (1Mc 1,41-2,48; 2Mc 7) Siendo Judea una provincia, que dependía de un poder extranjero, cambió muchos dueños, hasta que en el año 197 a.C. pasó a las manos de los Antíocos de Siria. Estos querían imponer a los judíos la cultura griega, que era pagana. Como siempre, no faltaron los que por interés aceptaron el cambio. Otros, al contrario, se rebelaron, hasta provocar una insurrección general, guiada por la familia de los Macabeos. La guerra duró desde el año 170 hasta el año 130 a.C. Y por fin los judíos lograron la tan anhelada independencia política y establecieron una alianza con Roma, el estado más poderoso de aquel tiempo. Así resurgió el Reino de Judá. • Roma El año 63 a.C. el general Pompeyo ocupó Jerusalén e impuso el dominio romano. Esta situación hizo resurgir en el Pueblo de Israel el deseo de una pronta llegada del Mesías, que se realizó mediante el nacimiento de Jesús. 1
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10.9. Dios envía a su Hijo como Salvador • El drama del pueblo judío El pueblo de Israel espera al Mesías. Este llega y el pueblo lo rechaza. ¿Por qué? Porque Jesús no responde a la imagen de Mesías, que el pueblo se ha forjado. Es que Jesús no acepta ser proclamado rey y de este mundo (Jn 6,15; Mt 21,5.9; Jn 18,36). De ahí viene el drama: Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron (Jn 1,11) • Los pobres de Yahvé, Hijos de Dios Pero algunos aceptan a Cristo y lo siguen, no obstante todas las dificultades. Se dan cuenta de que Jesús viene de Dios y eso les basta. Son los pobres de Yahvé. Frente a la evidencia, renuncian a todo razonamiento hueco. Y qué les pasa? Se transforman en hijos de Dios (Jn 1,12). ¿Por qué? Porque Jesús es el hijo único de Dios por naturaleza. Al aceptar a él, reciben su misma vida, su mismo Espíritu y se transforman en hijos adoptivos de Dios. ¿Y por qué Jesús es el hijo único de Dios por naturaleza? Porque existe desde un principio en Dios Padre. Es su imagen, expresión, palabra, manifestación, concepto, idea... hijo. Por medio de El, Dios Padre hizo todas las cosas. Y cuando llegó la hora, lo envió a este mundo para salvarnos (Jn 1,1-3; 3,16). • María (Lc 1,26-56; Mt 1,18-25) Es el medio privilegiado, del que Dios se sirve para que su hijo tome la naturaleza humana. Descendiente del Rey David como José, con el cual está comprometida, acepta ser la madre de Jesús por obra del Espíritu Santo (Lc 1,36), sin preocuparse por los riesgos a los cuales tiene que enfrentarse, precisamente por estar comprometida con José (Mt 1,18-25). • Nacimiento de Jesús (Lc 2,1-20) Aclarado el problema, José recibe a María en su casa (Mt 1.24). Llegados a Belén, por el censo, nace Jesús en un establo, no habiendo lugar en la posada (Lc 2,7). Es la suerte de los pobres, que Jesús quiere compartir desde un principio y para los cuales quiere ser “buena noticia” (Lc 2,10). • Circuncisión y presentación al templo (Lc 2,25-35) Según la ley de Moisés, Jesús es circuncidado a los ocho días. También es presentado al templo para ser rescatado, como hijo primogénito (primer hijo), de acuerdo a la misma ley, para recordar la muerte de los primogénitos de Egipto, cuando los primogénitos de Israel quedaron a salvo. Aquí encontramos a dos “pobres de Yahvé”: Simeón y Ana ejemplo de fe y de paciencia en la espera del Salvador. Jesús es presentado como “piedra de escándalo” (Lc 2,34) y María con el alma traspasada por una espada (Lc 2,35). • Nazareth (Lc 2,39-52) Muchos preguntan: ¿Dónde vivió Jesús desde la infancia hasta no empezar la vida pública? Respuesta: En Nazareth (Mt 2,23; Lc 2,39.51). Lo de la India es puro cuento para despistar a los ignorantes. Desde los doce años, Jesús empieza a cumplir con la obligación de ir cada año a Jerusalén para la fiesta de la Pascua (Lc 2,42). Y crece y se desarrolla como cualquier hombre (Lc 2,40.52). Es la parte humana de Jesús, Dios y hombre verdadero. Para la sociedad es el hijo de José, el carpintero (Lc 4,22), mientras nosotros sabemos que su verdadero padre es el Padre Celestial, puesto que en Cristo hay una sola persona, la del Verbo eterno, en dos naturalezas: la divina y la humana. María le dio la naturaleza humana. • Exageraciones Acerca de la vida privada de Jesús, a lo largo de la historia se han ido formando dos tipos de exageraciones, acentuando o el aspecto divino o el aspecto humano de Jesús. Los que acentúan el primer aspecto, hablan de muchos milagros o hechos maravillosos sucedidos a Jesús durante su vida privada y especialmente durante su infancia (Evangelios apócrifos): los que acentúan el segundo aspecto, afirman que Jesús antes de empezar su vida pública, estuvo en la India o en Egipto, donde aprendió todo lo que después enseñó a los demás. Naturalmente, se trata de pura imaginación, sin ningún fundamento histórico. 2
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10.10. Jesús presenta su programa • Juan el Bautista Prepara el camino a Jesús (Mc 1,1-8) Según la invitación del profeta Isaías, era necesario preparar el camino para la llegada del Enviado de Dios. Los Pobres de Yahvé estaban listos para preparar el camino. Así que, cuando escucharon la palabra de Juan el bautista, se acercaron a él, para recibir el bautismo de agua en señal de arrepentimiento. Una vez que reconocían sus pecados y le pedían perdón a Dios, su alma quedaba limpia y dispuesta a comprender el mensaje de Cristo (Mc 1,15). • Jesús recibe el bautismo en el Espíritu Santo (Mc 1,9-11) A veces se oye decir: “Tu bautismo no vale. Tienes que bautizarte otra vez en el río, porque Jesús fue bautizado en el no Jordán”. Pues bien, hay que saber que existen dos bautismos: uno de Juan el bautista y otro de Jesús. El de Juan el Bautista era en señal de arrepentimiento, sirvió para preparar el camino a Jesús y se acabó con la muerte del mismo Juan; el de Jesús empezó con el mismo Jesús, consiste en recibir el Espíritu Santo” y es el que interesa a nosotros. Jesús recibió los dos bautismos: el de Juan y el que instituyó él mismo, es decir “en el Espíritu Santo”. En el río Jordán, recibió el bautismo de Juan, como representante de la humanidad pecadora (Is 53) y fuera del agua recibió el bautismo “en el Espíritu Santo” (Mc 1,10-11). También los apóstoles fueron bautizados “en el Espíritu Santo’ el día de Pentecostés (Hech 2,3-4), mediante “lenguas de fuego” En efecto el agua y el fuego son símbolos del Espíritu Santo (Jn 3,5; Le 3,16; Mt 3,11; Hech 2,3-4). No importa si se usa poca o mucha agua; la realidad es el Espíritu Santo. El verdadero bautismo es en el “Espíritu Santo”. • Las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) Muchos piensan poder encontrar la felicidad en la riqueza, el poder o el placer. Jesús no piensa así. Su enseñanza es muy diferente. Por eso son muy pocos los que se comprometen a seguir realmente sus huellas. Tú ¿tomaste alguna decisión al respecto? Piénsalo bien. Ciertamente tendrás que superar muchas dificultades, si te decide a ser un verdadero discípulo de Cristo. Sin embargo, te aseguro que solamente así encontrarás la verdadera felicidad. • Sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16) Los que siguen a Cristo, son como la sal. Pues bien, ¿para qué sirve la sal? La sal sirve para preservar la carne y el pescado de la corrupción, y sirve también para dar sabor a los alimentos. Los que siguen a Cristo tratan de ser en el mundo como la sal, preservándolo del pecado que lleva a la muerte, y buscando la manera de apoyar y dar sabor a todo lo bueno que hay. También son luz del mundo. Mediante sus buenos ejemplos, enseñan a los demás la manera de cómo vivir amando a Dios y al prójimo, y así ser felices. • Amar a todos los hombres (Mt 5,38-48) La gente piensa que se tiene que amar a los amigos y odiar a los enemigos. Cristo no enseña así. Nosotros tenemos que hacer como hace nuestro Padre que está en el cielo. Dios manda la lluvia para todos. Así nosotros tenemos que amar a todos, hasta a los enemigos, y pedir a Dios por ellos. • Hacer el bien sin decirlo (Mt 6,1-8) Para expresar nuestra fe, tenemos que hacer obras buenas. Pero no tenemos que hacerlas delante de la gente, para que nos vean. Lo importante es que Dios nos vea y nos dé el premio. Así también cuando oremos. No tratemos de ser vistos por los demás. • El árbol y los frutos (Mt 7,15-20) Muchos quieren enseñar lo que es bueno. Para saber si dicen la verdad, veamos sus frutos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. Si examinamos la vida de muchos políticos, escritores o predicadores, veremos que es un verdadero desastre. Ni modo. Son falsos profetas. ¿Quién no conoce la vida tan depravada de José Smith el fundador de los mormones, o de Charles Tase Russel, el fundador de los Testigos de Jehová? Y pensar que sus seguidores los consideran como “grandes profetas”. Es que se olvidan de las palabras de Jesús: ‘El árbol se conoce por sus frutos” (Mt 7,19). 3
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10.11. Jesús funda la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios • Antiguo y Nuevo Pueblo de Dios Al antiguo Pueblo de Dios pertenecían solamente los descendientes de Abraham según la carne, es decir los que constituían el Pueblo de Israel. En aquel tiempo, el Pueblo de Israel y el Pueblo de Dios eran la misma cosa. La circuncisión era el acto de admisión en este Pueblo. Se realizaba a los ocho días de haber nacido el niño (Gén 21,4). Al contrario, todos tienen derecho a pertenecer al Nuevo Pueblo de Dios, es decir a la Iglesia Fundada por Cristo, sin distinción de raza, lengua, cultura, ideología o color. La puerta para ingresar a este Nuevo Pueblo de Dios es el bautismo (Mc 16,16; Hech 2,38; Hech 2,41). • Con el cuerpo y con el corazón Para ser un verdadero miembro de la Iglesia de Cristo, no basta con tener el propio nombre registrado en el Libro de Bautismos, es necesario poner en práctica la Palabra de Dios. De otra manera, uno no alcanza la salvación. El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre roca firme (Mt 7,21-29). • El sembrador (Mt 13,1-9. 18-23) Continuamente Dios siembra su Palabra en el corazón de los hombres. Pero es necesario tener un corazón bien limpio para que la Palabra de Dios crezca y dé frutos. Como se hace con un campo; para poder sembrar y recoger frutos, es necesario tener el campo bien limpio de las malas hierbas. • Buenos y malos (Mt 13,24-30.36-43) En la iglesia de Cristo, que es el germen y el instrumento del Reino de Dios, hay de todo: gente comprometida a seguir el camino de Dios y gente sin ningún compromiso. Al final tendrá lugar la separación entre, los unos y los otros. Los que hayan hecho el esfuerzo por seguir el camino de Dios, recibirán el premio y los demás el castigo. Por mientras, nadie tiene derecho de juzgar y condenar a nadie. En efecto, mientras estemos en vida, aún es posible cualquier cambio: la hierba mala puede volverse en trigo y el trigo en hierba mala. Por eso, Jesús invita a los bueno a perseverar y a los malos a convertirse. • El Reino de Dios crece siempre más (Mt 13,31-33) No tenemos que desanimarnos, si vemos como en todas las iniciativas buenas son siempre pocos los que se comprometen. Así son las cosas de Dios. Sin embargo, con el pasar del tiempo se nota como el Reino de Dios avanza: la semilla se hace planta y la levadura fermenta la mesa. • Unidos a Cristo (Jn 15,1-8) Dice Jesús: Sin mí, no pueden hacer nada” (Jn 15,5). Como los sarmientos tienen que estar unidos a la vid, para poder dar fruto, así también nosotros tenemos que estar unidos a Cristo para poder dar fruto. ¿Cómo? En una manera especial mediante la oración (Ef 6,18: Col 1,3; 1Tes 5,17; Rom 15,30; 1Col 7,15; 1Tim 2,1; 1Tim 5,5), la confesión (Jn 20,23) y la Eucaristía (Jn 6,48-59). • Los pastores de la Iglesia Para que su obra pueda continuar hasta el fin del mundo (Mt 28,20), Jesús escoge a doce hombres, los prepara (Mc 3,13-15) y los envía (apóstoles = enviados), dándoles tres poderes: anunciar el evangelio (Mc 16,15; Mt 28,18-20), celebrar el culto de la Nueva Alianza (Lc 22,19-20) y guiar al Nuevo Pueblo de Dios (Mt 18,18; Jn 20,2 1-23). Corno jefe de los doce apóstoles y de toda la Iglesia, Jesús escoge a Simón, a quien pone el nombre de Kefas piedra, roca = Pedro (Jn 1,42). El será la piedra que estará a la base de la Iglesia (Mt 16, 18), el que va a fortalecer la fe de todos (Lc 22,3 132), el pastor supremo del rebaño (Jn 21,15-17) y el que contará con toda la autoridad para guiar a la Iglesia (Mt 16,19). Mediante la imposición de las manos, los apóstoles transmiten a sus colaboradores (obispos, presbíteros y diáconos) el don del Espíritu Santo, que los capacita a desempeñar los distintos ministerios (1 Tim 3,1-15; 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6-7; Hech 6,6, Tit 1,5; 3,10-11). Con el tiempo estos se transforman en continuadores de la obra, guiando al Pueblo de Dios. 4
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Ficha 20
10.12. Jesús muere y Resucita por nosotros • Nueva Alianza Como un nuevo Moisés, Cristo realiza la Nueva Alianza entre Dios y el Nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia. Sufriendo y muriendo en la cruz, Jesús paga por nuestros pecados y sella la Nueva Alianza (Mc 14,32-15,47). Este es el acto fundamental de toda la historia y tiene dos tipos de celebraciones rituales: antes y después del Calvario. • Última Cena (Lc 22,14-20; Jn 6,49-54) Un día antes de morir, Jesús anticipa en un rito la Alianza del Calvario. Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, el que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Después de la cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: “Esta copa es la Alianza Nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes” (Lc 22,19-20). Así se cumple la promesa, hecha mucho tiempo antes: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día (Jn 6,54). • Santa Misa (1Cor 11,23-29) Aceptando el mandato de Cristo: “Hagan esto como recuerdo mío” (Lc 22,19), pronto los primeros cristianos empiezan a elaborar la Cena del Señor, en que se revive la Nueva Alianza del Calvario pasando por la última Cena. Cada vez que se repite este rito, Jesús se hace presente en su pueblo, con su Cuerpo y con su Sangre, intercediendo por nosotros y entregándose como alimento. Esto se hará “hasta que Cristo venga” (1Cor 11,26). • Resurrección de Jesús (Mt 28,1-15; Lc 24,13ss; Jn 20,19-29) Al tercer día, después de haber muerto, Jesús resucita glorioso. Muriendo, destruye nuestros pecados y resucitando nos proporciona una vida nueva. • Ascensión al cielo (Hech 1,3-11) Después de cuarenta días, Jesús regresa al Padre. Su misión está cumplida. Los hombres están a salvo. • Misterio Pascual Todo esto se llama ‘Misterio Pascual’. Mediante Jesús, el verdadero cordero de Dios, el Nuevo Israel pasa (pascua = paso) de la esclavitud del pecado a la libertad de los Hijos de Dios. El la medida en la cual cada uno de nosotros vive el misterio pascual, uniéndose íntimamente a Cristo muerto y resucitado, pasa del pecado y de la muerte a la vida de los Hijos de Dios. • Cumplimiento Así se cumple la promesa, que Dios había hecho a Abraham: En ti serán benditas todas las razas del mundo (Gén 12,3). Y también se realiza la promesa, que Dios había hecho a nuestros primeros padres: Haré que haya una enemistad entre ti y la mujer, tu descendencia y la suya. Esta te pisará la cabeza, mientras tu te abalanzarás sobre tu talón (Gén 3,15). Jesús es el descendiente de la mujer y de Abraham, que aplasta la cabeza del demonio y es bendición para todos los pueblos. 5
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Ficha 20
10.13. La Iglesia en marcha • Jesús manda su Espíritu (Hech 2,1-13) Para que todo hombre se salve, es necesario que crea en Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Cristo, antes de subir al cielo, ordenó a los Apóstoles predicar su mensaje a todos los pueblos (Mt 28,19-20). Sin embargo, les mandó también que esperaran en Jerusalén la llegada del Espíritu Santo, para que recibieran el Poder de predicar, de manera que su palabra fuera llena de fuerza para mover los corazones y ellos mismos fueron testigos de Cristo (Lc 24,45-49). Los Apóstoles obedecieron a Cristo y esperaron durante diez días la llegada del Espíritu Santo. Una vez llenos del Espíritu Santo, empezaron a predicar. Aquel día tres mil gentes creyeron en Cristo, entrando a formar parte de la Iglesia (Hech 2,41), Así es cuando la fuerza del Espíritu Santo acompaña la acción de un discípulo de Cristo. • Los primeros cristianos viven el programa de Cristo (Hech 2,42-47; 4,32-35) En los Evangelios encontramos la enseñanza de Jesús que nos dice cómo tienen que vivir los discípulos de Cristo. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles vemos cómo los primeros cristianos pusieron en práctica las enseñanzas de Jesús. Es muy importante notar como la experiencia de Dios en el Espíritu Santo lleva a un cambio total, que abarca el aspecto espiritual y también material. Y todo esto influye en un cambio de la entera sociedad. Querer hacer lo contrario, es decir, querer empezar por un cambio de estructuras para llegar a un cambio interior, es un grave error, que ha causado muchas decepciones. • Enseñanza de los Apóstoles. Si uno quiere ser cristiano, tiene que seguir conociendo siempre más el Mensaje de Cristo. No basta convertirse una vez y ya. Para el discípulo de Cristo, la Palabra de Dios tiene que ser el pan de cada día. De una manera especial se tiene que tratar de seguir las explicaciones que dan los que están encargados de enseñar a todo el pueblo la Palabra de Dios, como son el Papa, los obispos y los sacerdotes. • Unión. Con el pecado vino al mundo la división. Con la obediencia a Dios en Cristo, tiene que venir la unión. Donde hay unión verdadera, allá está Dios. Teniendo un “solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef 4,4-6), es natural que lleguemos a ser “un solo corazón y una alma sola” (Hech 4,32). • Cena del Señor. Obedeciendo a la orden del Señor, los primeros cristianos se reunían a celebrar la Cena del Señor. Fue el recuerdo que les dejó Jesús. Por eso insistimos tanto en la asistencia a la Santa Misa. Los que no aceptan la Santa Misa, no quieren aceptar lo más importante que nos dejó Jesús. En la Santa Misa el nuevo Israel celebra los hechos más importantes de la Vida de Cristo, mediante los cuales Dios nos salvó. • Oración. Para ser verdadero cristiano, uno tiene que acostumbrarse a hablar con Dios. Esto es rezar. Se tiene que decir todo a Dios. Especialmente se tiene que dar gracias a Dios y alabarlo. • Ayuda mutua. No basta ser hermanos en Cristo; hay que ser hermanos también en la olla y en los frijoles. Por lo menos este es el ejemplo, que nos viene de los primeros discípulos de Cristo, guiados por los mismos apóstoles. Querer reducir la vida cristiana solamente al espíritu, sin tener en cuenta el cuerpo, es un error. • La Iglesia se difunde por el mundo (Hech 8 en adelante) El odio que los malos tuvieron en contra de Cristo, siguió en contra de sus discípulos. Mataron a San Esteban, el primer mártir de la Iglesia. Después muchos se fueron a vivir en otros lugares, especialmente en Samaria y Judea. Allá aprovecharon cualquier oportunidad para predicar el mensaje de Cristo. Los Apóstoles, siguiendo las instrucciones de Cristo, se repartieron por todo el mundo, enseñando la Palabra de Dios. • Espíritu Misionero Si hoy las sectas están causando estragos en la Iglesia de Cristo, es por falta de espíritu misionero. Cada uno quiere vivir su fe a su manera, sin una auténtica experiencia de Dios y sin un verdadero empuje hacia los demás. Es necesario un cambio de actitud a nivel personal y eclesial. Es necesario un “Nuevo Pentecostés”, según una feliz expresión del Papa Juan XXIII. 6
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10.14. La Iglesia espera el regreso de Cristo • Cristo, el Vencedor Cristo es el vencedor del pecado y de la muerte. Pero, ¿cuántos lo saben? Muchos no lo aceptan. Pues bien, llegará el día en que Cristo se manifestará como es, en toda su gloria. Entonces, también los discípulos de Cristo recibirán parte de su gloria (Col 3,3-4). • Cristo hará resucitar a los muertos (Mt 22, 29-30) Nosotros tenemos el cuerpo y el espíritu. Cuando morimos, e] cuerpo se pudre, pero el alma vive. En el día de la resurrección, Dios dará otra vez un cuerpo que se unirá al espíritu. Será un cuerpo diferente del que tenemos ahora. Un cuerpo fuerte, que ya no podrá enfermarse; ágil para moverse de un lado a otro, etc. (1Cor 15,42-44). • Cristo reunirá a los salvados que están dispersos (Mc 13,27) La dispersión es consecuencia del pecado. Una vez que el pecado quede vencido para siempre, Cristo reunirá a todos los salvados de cualquier rincón del mundo. Entonces, se hará la unión completa del Pueblo de Dios. • Cristo nos Juzgará a todos (Mt 25,31-46) Mucha gente trata de juzgar a Cristo y condenarlo. A uno no le gusta un mandamiento de Cristo; a otro no le gusta otro mandamiento; cada uno tiene su manera de pensar y cree que está bien. Pues bien cuando Cristo vuelva, veremos quién tiene la razón. Nos juzgará especialmente sobre el mandamiento del amor. Quien haya hecho el bien al prójimo, será llevado a la gloria; el que haya hecho el mal, será condenado. • Nadie conoce el día (Mt 24,36; Mc 13,32) Ha habido siempre grupos de protestantes, que para atemorizar al pueblo, han dicho que ya estaba por llegar el fin del mundo. Lo hacían para asustar a la gente y obligarla a pasarse a su lado. Hablan sin tener en cuenta la Biblia. Allá se dice claramente que nadie conoce el día de la venida del Señor. • Tenemos que estar prevenidos (Mt 24,42-51) Cristo va a volver algún día: será el día de nuestra muerte para cada uno de nosotros y el día del Juicio Final, para todo el mundo. Sobre este punto no hay duda alguna. Tenemos que estar listos para recibirlo y darle cuenta de lo que hayamos hecho, como fieles administradores de los dones que Dios no ha dado. • Ven, Señor Jesús (Rom 8,18-23; Ap 22,12-21) Con el pecado de los hombres, todo el mundo recibió el castigo; con la liberación de Cristo, todo el mundo espera la gloria. Después del regreso de Cristo, va a empezar una nueva vida para todo el mundo. Por eso los discípulos de Cristo esperan con confianza el regreso glorioso del Señor. Si tratamos de seguir a Cristo, no tenemos que estar tristes pensando en el día de nuestra muerte. Será la primera ocasión en que veremos a Cristo cara a cara. Será el día de nuestro verdadero nacimiento a la vida verdadera con el Padre Celestial, Jesús nuestro hermano y Salvador, el Espíritu Santo que nos da la fortaleza en las pruebas, María Santísima Madre de Jesús y Madre nuestra, y millares y millares de hermanos nuestros que habrán lavado sus vestiduras en la Sangre de Cristo. ¡Ven, Señor Jesús¡
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Ficha 21
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11. CRONOLOGÍA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
ANTIGUA ALIANZA
PRE-HISTORIA DEL PUEBLO DE DIOS
v CREACION “ Y D I O S V I O Q U E T O D O E R A B U E N O ” (Gén 1, 31)
Dios crea todo por amor: • El, es el origen del Universo • El, es el origen del Bien • Y el origen del Hombre
v PECADO Y PROMESA
CONSECUENCIA DEL PECADO: RUPTURA:
Con Dios Con los demás hombres Con la naturaleza.
“... el pecado fuerza de ruptura obstaculizará permanentemente el crecimiento en el amor y la comunión...” (Puebla 281). Sólo en Cristo podremos ser liberados de toda clase de mal y de pecado.
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Ficha 21
v ABRAHAM • •
Dios lo llama y Abraham responde con fe. Con su fe nace una nueva manera de entender la vida del hombre y su historia.
1800 AC º Promesa de una tierra. º Promesa de un gran pueblo º Promesa del Mesías- salvador Estas promesas recibieron perfecto cumplimiento en Jesucristo. ISAAC- JACOB- JOSE
v LOS ISRAELITAS ESCLAVOS EN EGIPTO
1700 AC
ALIANZA
PATRIARCAS Y JUECES
ANTIGUA
ES EL PADRE DE LA FE
TIEMPO DE: • Crecimiento numérico • Opresión • Toma de conciencia de Pueblo. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído las quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos... Moisés anda, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas”. (Ex 3, 7-10).
v EXODO Y PASCUA Paso del Mar Rojo: PRESENCIA DEL SEÑOR EN LA LIBERACIÓN DE SU PUEBLO.
1300 AC “Este día será para ustedes un gran día y lo recordarán año tras año y lo celebrarán como una fiesta en honor de Yahvé” 2
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v LA ALIANZA DE DIOS CON SU PUEBLO EN EL SINAI-MOISES
1200 AC
PATRIARCAS Y JUECES
ANTIGUA
“Si de veras escuchan mi voz y respetan mi Alianza, los tendré por mi Pueblo entre todos los pueblos... Los tendré a Ustedes como mi nación que me es consagrada”. (Ex. 19, 5-6)
v SAMUEL
1000 AC
REYES Y PROFETAS
ALIANZA
ULTIMO JUEZ Y PRIMER PROFETA • Llama a Israel a volver a Yavé, el único Dios y a servirlo con sinceridad. • Llama a quitar los ídolos y dioses extranjeros (recuerda la alianza). • Logra unir nuevamente a Israel como un solo gran pueblo.
v REY DAVID “Te fui a buscar al campo y te saqué de atrás de las ovejas para hacerte jefe de mi pueblo” (2 Sam 7, 8)
“...Si hace el mal yo lo corregiré y le pegaré como se hace con los niños, pero lo seguiré queriendo... Tu descendencia y tu reino estarán siempre presentes ante mí. Tu trono estará firme hasta la eternidad”. (2 Sam 7, 14-16)
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v DIVISION EN ISRAEL
935 AC CRISIS DE FE Y PODER
ALIANZA
REYES Y PROFETAS
ANTIGUA
• REINO DE ISRAEL, al Norte, capital Samaria. Profetas de este reino: Elías, Oseas, Amós. • REINO DE JUDA, al sur, capital de Jerusalén. Profetas de este reino: Isaías, Miqueas, Jeremías.
v EL PROFETA EN ISRAEL
Habla al pueblo en nombre de Yavé. • Recuerda la alianza. • Denuncian las infidelidades. • Anuncia al Mesías-Salvador.
v EL EXILIO
• El año 721 A. C. los asirios destruyen el reino del Norte y los israelitas son deportados a Nínive; • El año 587 A. C. Nabucodonosor destruye el reino del Sur, capital Jerusalén y los israelitas son llevados cautivos a Babilonia. • Profetas del tiempo del Exilio en Babilonia: Ezequiel, 2° Isaías • Los israelitas de este tiempo reflexionan, toman conciencia de su Dios Yavé, de la Alianza, de la Ley y de los Profetas. 4
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Ficha 21
REYES Y PROFETAS
ANTIGUA ALIANZA
v ISRAEL
• Mira hacia el pasado y proyecta sus esperanzas hacia el MESÍAS Y LIBERADOR. • El año 538 A.C. los israelitas regresan a Jerusalén.
JESUCRISTO CENTRO DE LA HUMNIDAD 5
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v MARÍA
ENTRE EL 7 Y EL 5
v JUAN EL BAUTISTA
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ALIANZA
PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS
NUEVA
NACE JESÚS
MARÍA, esperaba al Mesías con un corazón siempre abierto a la palabra; dispuesta a decir siempre “SI” a Dios. Recibe el Anuncio del Ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti... por eso tu hijo será Santo y con razón lo llamaran Hijo de Dios” (Lc 1, 35).
Predicaba en el desierto: “Preparen el camino del Señor. Cambien su vida y su corazón, por que está cerca el reino de Dios”. (Mt 3, 2-3).
v JESÚS ANUNCIA E INICIA SU MISIÓN
• • • • • •
“El Espíritu del Señor está sobre mí... me envió a traer Buena Nueva a los pobres, A anunciar a los cautivos su libertad y a Los ciegos que pronto va a ver. A despedir libres a los oprimidos y a Proclamar al Año de Gracia del Señor”. (Lc 4, 18-19). 6
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Ficha 21
NUEVA
PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS
v LAS BIENAVENTURANZAS
CAMINO DE VIDA PARA EL CRISTIANO. Jesús anuncia el Reino de Dios. “Felices los pobres, por que de ustedes es el Reino de Dios...” (Lc 6, 20).
v LA ÚLTIMA CENA
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JESÚS ES CRUCIFICADO Y RESUCITA
ALIANZA
JESÚS nos dejó: • LA EUCARISTÍA • EL SACERDOCIO • EL MANDAMIENTO DEL AMOR. “... Esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes... esta es la copa de la Nueva Alianza que será derramada por ustedes”. (Mt 26,17-29).
v MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS NUEVA VIDA.
“Ha resucitado tal como lo había anunciado... y ya se les adelanta camino de Galilea; allí lo verán” (Mt 28, 6-7).
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Ficha 21
“Vayan al mundo entero y anuncien el Evangelio a toda la Creación” (Mc 16, 15)
v ASCENSION DEL SEÑOR “El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto subir” (Hech 1, 9-11).
v PENTECOSTES
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NUEVA
JESÚS ES CRUCIFICADO Y RESUCITA
v ENVIO A SUS APOSTOLES
Presencia del Espíritu Santo: NACE LA IGLESIA. “Se llenaron todos del ESPÍRITU SANTO” (Hech 2,4)
PENTECOSTÉS
ALIANZA
EL ESPIRITU SANTO “Está entre los hombres y acompaña la Historia” EL ESPÍRITU SANTO “Es gran animador de la Iglesia” El la Guía, la anima y la hace fecunda. EL ESPIRITU SANTO Nos recuerda las palabras de Jesús. “Ilumina a los pastores de la Iglesia “, de El reciben el don de Guiar, De enseñar y de santificar A todo el Pueblo”.
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Ficha 21
v PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS
PENTECOSTÉS 36
v LA IGLESIA PERSEGUIDA
“Y eligieron a Esteban: Hombre lleno de Fe y del Espíritu Santo...” (Hech 6, 5). El Diácono Esteban primer mártir cristiano. La Pasión y Muerte de Cristo continúa en Esteban, Santiago, Pedro, Pablo...
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PABLO Y BERNABE EN ANTIOQUÍA
ALIANZA
MUERE ESTEBAN
NUEVA
“Acudían a las enseñanzas de los Apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. Tenían un mismo espíritu. Vivían todos unidos, compartían cuando tenían, repartían sus bienes de acuerdo a lo que cada uno necesitaba. Alababan a Dios con alegría y gozaban de la simpatía del pueblo” (Hech 2, 42-47).
v UNA IGLESIA PARA EL MUNDO
“La Palabra de Dios iba creciendo y se difundía... mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: sepárenme a Bernabé y a Saulo, y envíenlos a realizar la misión a que los he llamado. Ayunaron, pues, e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron”. (Hech 13, 2-3)
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Ficha 21
v LA EVANGELIZACIÓN
PA BLO Y BERNABE EN ANTIOQUÍA
NUEVA
“YO ESTOY CON USTEDES HASTA QUE SE TERMINE ESTE MUNDO”. “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Bautícenlos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. (Mt. 28, 19-20).
v ESPERAMOS LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR
ALIANZA
“Las naciones caminarán hacia la luz, y los reyes de la tierra vendrá a traerles sus riquezas, sus puertas permanecerán abiertas todo el día porque allí no hay noche...” (Ap 21, 24-25).
“EL APOCALIPSIS ES UN MENSAJE DE APOYO Y ESPERANZA. VA QUITANDO EL VELO, PARA QUE EL PUEBLO DESCUBRA, DENTRO DE LOS ACONTECIMIENTOS DE LA PERSECISIÓN, LA BUENA NUEVA DE LA LLEGADA DE DIOS QUE VIENE A LIBERAR”.
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Ficha 22
12. ORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA
L
a Iglesia es una organización y organismo fundado por Jesucristo para continuar su obra santificadora en la tierra, para gobernar, enseñar su doctrina a todos los hombres y hacerlos partícipes de los frutos de la Redención. Cristo encargó a los apóstoles, bajo el primado de Pedro, que gobernaran y enseñaran a toda la Iglesia; les confió la Misa y los sacramentos como medios de santificación de las almas, y les prometió su presencia y asistencia continua al decirles: "Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo" (Mt 28, 20). La Iglesia es, pues, la unión de Cristo con la humanidad en una sociedad jerárquicamente organizada. Como la Iglesia es una sociedad que tiene a Cristo por fundador, y como sus miembros pueden tener vida solamente gracias a Él, por Él y con Él, se la llama con razón "Cuerpo Místico de Cristo", expresión sacada de la doctrina paulina (1 Cor 12, 4 ss; Ef 5, 29 ss; Rom 14, 4) Debido a su origen divino, la Iglesia tiene, además, las siguientes notas: - Unidad, pues todos los miembros forman un solo cuerpo unido a la misma cabeza, Cristo; - Santidad, pues está santificada por su unión con Dios; - Catolicidad, porque Dios la fundó para todos los hombres de todos los tiempos; y - Apostolicidad, pues conserva intactas y propaga de igual manera las verdades reveladas a los apóstoles, de quienes recibe sucesivamente el nombramiento de sus autoridades. De entre todas las denominaciones cristianas, la Iglesia Católica es, y siempre ha sido la única que puede identificarse por estas notas inconfundibles. No ha habido sociedad, institución, reino, imperio o civilización que haya durado tanto manteniendo incólumes sus fundamentos. Sólo Cristo pudo y puede obrar el milagro continuo de la presencia santificadora de su Iglesia en la tierra. Después de haber recibido la fuerza del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, los Doce salieron a anunciar la Buena Nueva al mundo. Gracias a su predicación, se formaron cada vez más grupos que, bajo el pastoreo de Pedro, buscaron la manera de convertirse y seguir a Jesús, a quien habían llegado a conocer. Así nació la Iglesia. La Iglesia no es sólo un grupo de personas. Es una comunidad viva y animada por el Espíritu Santo. Todos los bautizados forman parte del Pueblo de Dios y cada uno recibe una misión. Este aspecto es subrayado mucho por el Concilio Vaticano II. Así puedes encontrarte en tu propia parroquia con catequistas, lectores, los que visitan enfermos, etc. Todos los cristianos están llamados a dar testimonio de Cristo en su vida diaria, familiar y profesional. Entre el pueblo de Dios algunos reciben incluso una misión sagrada por la Ordenación, en cualquiera de sus tres grados: los diáconos, sacerdotes y obispos.
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Ficha 22
Organización y Gobierno
Como sociedad estructurada, la Iglesia Católica está organizada y gobernada especialmente en base a jurisdicciones correspondientes al Papa y a los obispos. El Papa es la cabeza suprema de la Iglesia. El tiene la primacía de jurisdicción así como el honor sobre toda la Iglesia. Los obispos, en unión y subordinados al Papa, son los Sucesores de los Apóstoles para el cuidado de la Iglesia y para continuar con la misión del Señor Jesús en el mundo. Ellos sirven al pueblo de su propia diócesis, o iglesias particulares, con autoridad ordinaria y jurisdicción. Ellos también comparten con el Papa, y entre ellos, la común preocupación y esfuerzo por la buena marcha de toda la Iglesia. Los obispos de estatus especial son los patriarcas del Rito Pascual, que dependen sólo del Santo Padre, son cabezas de los fieles que pertenecen a estos ritos alrededor del mundo. Los obispos son responsables directamente ante el Papa, por el ejercicio de su ministerio al servicio de su pueblo en varias jurisdicciones o divisiones de la Iglesia alrededor del mundo. Pueden ser: Arzobispos residentes y Metropolitanos (cabezas de arquidiócesis), Obispos diocesanos (cabezas de diócesis), Vicarios y Prefectos Apostólicos (cabezas de vicarías apostólicas y prefecturas apostólicas), Prelados (cabezas de una Prelatura) y Administradores Apostólicos (responsables temporales de un jurisdicción). Cada uno de estos, en sus respectivos territorios y de acuerdo a la ley canónica, tienen jurisdicción ordinario sobre los párrocos (que son responsables de la administración de las parroquias), sacerdotes, religiosos y laicos. También dependen directamente del Santo Padre los Arzobispos y Obispos titulares, órdenes religiosas y congregaciones de Derecho Pontificio, institutos y facultades Pontificias, Nuncios del Papa y Delegados Apostólicos. Asistiendo al Papa y actuando en su nombre en el gobierno central y administración de la Iglesia están los cardenales de la Curia Romana.
12.1.
LA JERARQUÍA
La jerarquía ministerial es la designada ordenadamente de acuerdo a los rangos y orden del clero para velar por la vida espiritual de los católicos, por el gobierno de la Iglesia y por la misión de la Iglesia alrededor del mundo. Las personas pertenecen a la jerarquía por virtud de ordenación y misión canónica. El término "jerarquía" se utiliza también para designar un conjunto determinado de obispos. Por ejemplo: la Jerarquía de América Latina, la Jerarquía de Chile.
•
El Papa, Cabeza de la Iglesia
“Papa” es un término que significa “Padre”, y se da como título al Obispo de Roma, quien es el sucesor de San Pedro, y como tal Vicario de Cristo, cabeza visible de la Iglesia y maestro de los fieles. La palabra “Papa” se usó en los primeros siglos como título especial para los obispos, pero por decreto de Gregorio VII (1073) se reservó como título oficial del Sumo Pontífice. San Pedro, cuyo primado sobre la Iglesia fue establecido por Cristo (Mt. 16, 18-19; Jn 21, 15-17), puso su sede en Roma a eso del año 42 d.C., y por lo tanto la Sede de Roma fue el centro de la cristiandad. La conexión entre Roma y el Papado está documentada en los escritos de San Ignacio de Antioquía (siglo I), San Ireneo de Lyon (siglo II), Tertuliano (siglo III) y otros testimonios de la Iglesia primitiva; además, fue mandato de Cristo que Pedro se estableció en Roma para dirigir la Iglesia, y por lo tanto la unión entre el Papado y la sede episcopal de Roma no puede romperse. 2
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Ficha 22
Como sucesor de San Pedro, el Papa es jefe y maestro de todos los fieles; y por lo tanto ejerce un poder universal y supremo. Cuando define solemnemente verdades de fe o moral, conforme a su suprema autoridad apostólica, para que sean acatadas por la Iglesia Universal, sus enseñanzas son infalibles. El Papa es Infalible porque el Espíritu Santo lo asiste de manera muy especial para que no cometa errores cuando habla solemnemente ("Ex Cathedra") como jefe de la Iglesia Universal. Es infalible en materia de Fe y Costumbres. Todo lo cual quiere decir que, por una gracia especial del Espíritu Santo, no puede enseñar doctrinas contrarias a la Doctrina de Cristo. Los títulos del Papa son: Sucesor del Apóstol Pedro, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano. El Papa imparte sus enseñanzas, como garantía de la fe común, mediante encíclicas, cartas apostólicas, mensajes, discursos, etc., y en algunas ocasiones bajo forma de definiciones doctrinales infalibles. Tiene en la Iglesia Católica la plenitud del poder legislativo, judicial y administrativo. Es el juez y legislador supremo, que promulga las leyes para toda la Iglesia y da dispensas de las leyes canónicas. Solamente el Papa puede erigir o modificar obispados; nombrar, trasladar o destituir obispos; convocar, dirigir y disolver Concilios generales. Concede indulgencias del tesoro de la Iglesia, inflige penas y castigos, como por ejemplo la excomunión, y se reserva la absolución de ciertas censuras. En los primeros siglos, el Obispo de Roma, así como los demás obispos, era elegido por el clero y por el pueblo de la ciudad, con la presencia de los obispos vecinos, y el candidato elegido era consagrado por el Obispo de Ostia. En la actualidad la elección se hace en el Cónclave, por escrutinio secreto.
La Elección del Papa: Entre la muerte de un Papa y la elección de un sucesor – plazo de tiempo que se denomina sede vacante – la Iglesia es gobernada por el Colegio Cardenalicio y encabezado por el decano de los Cardenales, el Camarlengo. Su función es la de convocar el Sagrado Colegio de los Cardenales para la elección del nuevo pontífice dentro de los 20 días de la muerte del predecesor. Según una disposición de Pablo VI, tienen derecho a participar a la elección los Cardenales que no hayan rebasado los 80 años de edad, cumplidos los cuales no pueden elegir ni ser elegidos. Esta elección del Papa se denomina “Cónclave”, del latín “cum clave”, es decir con llave. Los Cardenales permanecen BAJO LLAVE en la Capilla Sixtina del Vaticano, sin poder salir y sin que nadie extraño pueda entrar. Siguiendo un ceremonial especial, los Cardenales invocan al Espíritu Santo para que les inspire quién debe ser elegido Papa. Las votaciones son en absoluto secreto y poniendo a Dios por testigo. Cada Cardenal elector escribe en una papeleta el nombre de su candidato. Para que un Cardenal sea elegido Papa necesita de los dos tercios más un voto. Una vez que el designado haya aceptado la votación, comienza inmediatamente a ser la Autoridad Suprema de la Iglesia, aún antes de asumir oficialmente (antigua coronación). Luego de que el nuevo Papa elige el nombre con el cual gobernará a la Iglesia, recibe el acto de obediencia por parte de todos los cardenales, que se postran ante él y le besan el pie. Realizados todos los rituales y los actos internos y precedido por la aclamación: “Habemus papam” (“Tenemos Papa”), el nuevo pontífice se acerca al balcón de la fachada de la Basílica de San Pedro, desde el cual procede a dar la apostólica bendición ‘urbi et orbi’ (a Roma y al mundo). Unos día después, hay una solemne celebración del inicio del Pontificado, que se lleva a cabo en la Plaza San Pedro, con la asistencia de Reyes, Príncipes, Gobernantes, Jefes de Estado, Embajadores, Diplomáticos, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Religios as y Fieles de todo el mundo. 3
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Ficha 22
Ese día el Santo Padre comunica a la Iglesia y al Mundo las ideas maestras de su Pontificado y recibe los honores de la Guardia Suiza. Dentro de esa Santa Misa el Papa vuelve a impartir la Bendición "URBI ET ORBI". Ordinariamente, el Papa dura desde su elección hasta su muerte. Ha habido excepciones, cuando el Romano Pontífice ha abdicado a su dignidad, pues no requiere más aprobación que la suya. Aunque los Papas han permanecido fieles a su tarea de Pastorear al mundo, a pesar de su edad y problemas de salud. Hasta ahora, desde San Pedro hasta Benedicto XVI, la Iglesia ha tenido 265 Papas, de los cuales 212 han sido italianos y 81 canonizados. A lo largo de la historia, ha habido 38 antipapas, que son quienes se han proclamado Sumo Pontífice, sin haber sido legítimamente elegido. Por tanto son Impostores, carecen de Autoridad y no son Sucesores de San Pedro. El Papa, es llamado el “VICARIO DE CRISTO" en la Tierra, que significa "Hacer las veces de Cristo", enseñando, gobernando, dirigiendo, animando y sirviendo a todos los fieles. Cristo ya murió, resucitó y subió al cielo, pero deja en su lugar aquí en la tierra al Papa, que tiene una especial asistencia del Espíritu Santo para poder cumplir con esta misión de representar a Cristo y acompañar a su Pueblo como el Pastor a su rebaño.
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Cardenales
Los Cardenales son elegidos por el Papa para servir como sus principales asistentes y consejeros en la administración central de los asuntos de la Iglesia. Colectivamente, ellos forman el Colegio Cardenalicio. La más alta dignidad de la Iglesia después del Papa. Como príncipe de la Iglesia nombrado por el Papa, el Cardenal tiene precedencia sobre todos los demás prelados y clérigos. Color de dignidad: rojo (color más parecido a la sangre). Existen en la Iglesia tres categorías de cardenales: - cardenal-obispo (titular de una Iglesia sub-urdicaria), - cardenal-presbítero (titular de una parroquia de Roma), y - cardenal-diácono (titular de una diaconía). El título de Cardenal fue reconocido por primera vez durante el pontificado de Silvestre I (314-335). El término viene de la palabra latina cardo, que significa "bisagra". La creación de cardenales se lleva a cabo por decreto del Romano Pontífice a quienes elige para ser sus principales colaboradores y asistentes. Al principio, el título de Cardenal se atribuía genéricamente a las personas al servicio de una iglesia o diaconía, reservándolo más tarde a los responsables de las Iglesias titulares de Roma y de las iglesias más importantes de Italia y del extranjero. Desde tiempos del Papa Nicolás II en 1059 y gradualmente hasta 1438 con el Papa Eugenio IV, este título adquirió el prestigio que lo caracteriza hoy. El Colegio Cardenalicio fue instituido en su forma actual en 1150: cuenta con un Decano -el Obispo de Ostia, que conserva la Iglesia que tenía antes en título-, y un Camarlengo, que administra los bienes de la Iglesia cuando la Sede de Pedro está vacante. El Decano se elige de entre los cardenales del orden episcopal que tienen el título de una Iglesia suburbicaria (Canon 352, par.2) -las siete diócesis más cerca de Roma (Albano, Frascati, Ostia, Palestrina, Porto-Santa, Ruffina y Velletri-Segni). Como consejeros del Papa, los cardenales actúan colegialmente con él a través de los Consistorios, que convoca el Romano Pontífice y se desarrollan bajo su presidencia. Los Consistorios pueden ser ordinarios o extraordinarios. En el Consistorio ordinario se reúnen los cardenales presentes en Roma, otros obispos, sacerdotes e invitados especiales. El Papa convoca estos Consistorios para hacer alguna consulta sobre cuestiones importantes o para dar solemnidad especial a algunas celebraciones. 4
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Ficha 22
Al Consistorio extraordinario son llamados todos los cardenales y se celebra cuando lo requieren algunas necesidades especiales de la Iglesia o asuntos de mayor gravedad. Desde 1059, los Cardenales han sido los únicos electores del Papa a quien eligen en cónclave, siguiendo las últimas orientaciones de la Constitución Apostólica de Juan Pablo II "Universi Dominici gregis", del 22 de febrero de 1996. Durante el período de "sede vacante" -de la Sede Apostólica-, el Colegio Cardenalicio desempeña una importante función en el gobierno general de la Iglesia y, tras los Pactos Lateranenses de 1929, también en el gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano.
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Arzobispos
ARZOBISPO es el nombre que recibe un Obispo con el título de una Arquidiócesis. Su Color de dignidad es el propio de los obispos. Es METROPOLITANO el Arzobispo de la arquidiócesis central de una provincia eclesial que contiene varias diócesis. Tiene todos los poderes del obispo en su propia arquidiócesis y supervisión, y jurisdicción limitada sobre las demás diócesis (llamadas sufragáneas). El palio conferido por el Papa, es el símbolo de su status como metropolitano. ARZOBISPO TITULAR es el que tiene el título de una arquidiócesis que existía en el pasado pero ahora existe sólo en título. No tiene jurisdicción ordinaria sobre una arquidiócesis. Lo son, por ejemplo los arzobispos en la Curia Romana, Nuncios Papales, Delegados apostólicos. ARZOBISPO AD PERSONAM es el título honorífico personal a modo de distinción concedido a algunos obispos. No tienen jurisdicción ordinaria sobre una arquidiócesis. ARZOBISPO PRIMADO es el título honorífico dado a Arzobispos de las circunscripciones eclesiásticas más antiguas o representativas de algunos países o regiones. ARZOBISPO COADJUTOR Es el asistente del Arzobispo gobernante y tiene derecho a sucesión.
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Obispos
Miembro del clero que al ser consagrado por otro obispo, recibe la plenitud del sacerdocio. Como sucesor de los apóstoles, tiene por encima de los poderes de los presbíteros, la facultad de conferir los sacramentos de la Confirmación y del Orden Sagrado. Los obispos actúan unidos al primero de ellos, el Papa (obispo de Roma), para dirigir las Iglesias locales o diócesis. Les incumbe la misión de enseñar, gobernar y santificar a los fieles de su jurisdicción. El único superior a un obispo a cargo de una diócesis es el Papa. Su Color de dignidad es el burdeo. Los sínodos son reuniones extraordinarias de obispos a las que cita el Papa; o también reuniones extraordinarias a la cual cita el obispo dentro de su diócesis. La Conferencia Episcopal es la reunión de los obispos de un mismo país. El término "Obispo" originalmente significaba guardián (del griego 'epíscopos', el que vigila), y en tal sentido se encuentra el 1 Pe 2, 25.
El OBISPO DIOCESANO es aquel que está a cargo de una diócesis.
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Ficha 22
El OBISPO TITULAR posee el título de una diócesis que existió en el pasado y ahora sólo existe en título; es normalmente obispo asistente (auxiliar) de un obispo diocesano o arzobispo. OBISPO COADJUTOR es el obispo asistente (auxiliar) de un obispo diocesano, con derecho a sucesión. El VICARIO EPISCOPAL es un asistente que puede ser o no un obispo, designado por un obispo residencial como su delegado en una parte fundamental de la diócesis, para un determinado tipo de trabajo apostólico. El NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS se realiza luego de un proceso determinado de selección que varía según las regiones y los diversos ritos católicos, pero la aprobación final en todos los casos está bajo la decisión del Santo Padre. El SINODO DE LOS OBISPOS es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo. Fue creado por el Papa Pablo VI el 15 de Septiembre de 1965 con el Motu Propio Apostolica Sollicitudo, se aprobó su Reglamento el 8 de Diciembre de 1966, que fue ampliado en los años 1969, 1971 y 1974." (D.C. 342) El sínodo depende directa e inmediatamente del Papa, quien tiene la autoridad de designar la agenda, llamar a sesión y dar a los miembros autoridad de deliberar y aconsejar. El Papa se guarda el derecho de elegir al Secretario General, Secretarios Especiales y hasta el 15% del total de los miembros.
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Los Sacerdotes
Son hombres consagrados al servicio de su ministerio en medio del pueblo de Dios. Son los colaboradores más directos de los obispos. Su Color de dignidad es el negro. Son los administradores de los sacramentos: Bautismo, Eucaristía, Unción de los enfermos, Matrimonio, Penitencia. - Presbíteros: son los sacerdotes del clero secular o más conocidos como "Diocesanos", pues son el clero propio de una Diócesis bajo un Obispo. - Reverendo Padre: son los sacerdotes religiosos, es decir, pertenecientes a una Congregación u Orden Religiosa.
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Diáconos
Son hombres, casados o solteros, consagrados al servicio de su ministerio como colaboradores de los sacerdotes. No tienen color de dignidad. El diaconado puede ser "permanente", administrado a un hombre casado o soltero, ordenado por toda la vida. O también puede ser "transitorio", como paso hacia la Ordenación Sacerdotal. Estos deben ser célibes, es decir, no casados. El diácono es instituido para ayudar en la Eucaristía, en la Predicación de la Palabra de Dios y en la ayuda fraterna y la caridad. Puede administrar los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio y presidir los funerales (sin Eucaristía).
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Ficha 22
12.2. LAS AUTORIDADES DEL VATICANO El Papa tiene muchas cosas que hacer. Eso de ser el Pastor Universal de la Iglesia, entre otras muchas responsabilidades no es nada fácil. Si bien es cierto que cuenta con la ayuda del Espíritu Santo y que Cristo le prometió que nunca le dejaría solo y que las puertas del infierno no prevalecerían en contra de la Iglesia, el Sumo Pontífice necesita ayudarse de hombres y mujeres, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles del pueblo cristiano para llevar adelante el gobierno de la Iglesia Universal. Muy numerosas y diversas son estas obligaciones que comporta dicho gobierno, y para ello el Papa se ayuda de lo que hoy en día se llama la Curia Romana. La Curia Romana es el conjunto de Dicasterios y Organismos que ayudan al Romano Pontífice en el ejercicio de su suprema misión pastoral, para el bien y servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, con lo que se refuerza la unidad de la fe, de la comunión del Pueblo de Dios y se promueve la misión propia de la Iglesia en el mundo. Se le da también el nombre de Santa Sede. La Curia Romana ha sido reformada por Juan Pablo II en la Constitución apostólica del 28 de junio de 1988 y dicha constitución se llama "Pastor Bonus" (Buen Pastor). Está organizada a través de Dicasterios y Organismos.
Bajo el nombre de Dicasterios se agrupan: - La Secretaría de Estado. Ayuda de cerca al Sumo Pontífice en el ejercicio de su misión suprema. La preside el Cardenal Secretario de Estado y se divide en dos secciones: la sección de asuntos generales y la sección de relaciones con los Estados. - Las Congregaciones - Las Comisiones - Los Tribunales - Los Consejos Pontificios - Las Oficinas
Bajo el nombre de Organismos están: - La Prefectura de la Casa Pontificia que se ocupa del orden relativo a la Casa Pontificia y dirige a todos los clérigos o laicos que constituyen la Capilla y la Familia Pontificia. - La Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice que le corresponde preparar todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas y otras funciones sagradas que celebre el Sumo Pontífice u otro en su nombre, y dirigirlas según las prescripciones vigentes del derecho litúrgico.
Otras instituciones que están vinculadas con la Santa Sede El Archivo Secreto Vaticano, la Biblioteca Apostólica Vaticana, Las Pontificias Academias, la Tipografía Políglota Vaticana, la Librería Editorial Vaticana, L’Osservatore Romano, la Radio Vaticano, el Centro Televisivo Vaticano, la Fábrica de San Pedro (que se dedica a la conservación y decoro de la basílica de san Pedro, así como a la disciplina de los peregrinos que entran en ella para visitarla) y la Limosnería Apostólica que ejerce en nombre del Sumo Pontífice el servicio de asistencia a los pobres. ¿Muchos o pocos Dicasterios y Oficinas? Los justos y necesarios para ser el Pastor de la Iglesia Universal.
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Ficha 23
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13. LOS MANDAMIENTOS •
Una mirada a la historia
Dios, llamado también Yahvé, prometió a Abraham una descendencia y una tierra donde vivir. Esa tierra fue el país de Canaán. Así nació el pueblo de Dios, formado por Abraham y sus descendientes (los israelitas). Con el tiempo, los israelitas emigraron a Egipto en donde, durante algunos años, estuvieron muy bien. Pero, después las cosas les salieron mal. Fueron perseguidos por el Faraón que era la máxima autoridad de los egipcios, e incluso tratados como esclavos. Estando en esa situación Dios los ayudó y, por medio de Moisés, los sacó de Egipto y los condujo nuevamente a Canaán, librándolos de la esclavitud. Durante el camino, en el Monte Sinaí, Dios hizo una alianza o pacto con el pueblo israelita. Para eso les dijo: "Yo seré su Dios y Ustedes serán mi pueblo". Los israelitas se comprometieron a cumplir esa alianza. Entonces Dios le entregó a Moisés un Decálogo que contenía las 10 leyes fundamentales que ellos debían cumplir como pueblo de Dios. El Decálogo era el conjunto de leyes del pueblo de Dios, algo así como la constitución de un país. Su cumplimiento significaba que los israelitas eran fieles a la alianza pactada con Dios. Moisés escribió el Decálogo en dos tablas de piedra que se guardaron en un cofre o ARCA. Esta arca fue llamada "Arca de la Alianza" y era el símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. La salida de Egipto es el hecho más importante del Antiguo Testamento. Este hecho da a entender que el pueblo de Israel se lo debe todo a Dios. En este caminar por el desierto, los israelitas se demoraron 40 años. Moisés, que era quien los guiaba, murió poco antes de llegar a la tierra prometida de Canaán. Le sucedió Josué: Con él los israelitas cruzaron el Río Jordán y tomaron posesión de la tierra que Dios les había prometido. Todo esto está narrado en el Libro de la Biblia llamado Éxodo, que significa “Salida”. Por lo tanto, el pueblo judío hasta la venida de Jesús se guió por el Decálogo o mandamientos o leyes dadas por Dios a Moisés. Jesús cumplió los mandamientos y lo hizo por amor a su Padre. Así también nos pide a nosotros también cumplirlos.
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El camino que Dios nos muestra
Los diez mandamientos son camino de felicidad, de paz, de armonía, de serenidad, de amor, de limpieza, de honradez. Y sobre todo, son el modo de demostrar a Dios que de verdad le amas, le pones contento, y demuestras que eres su hijo bueno. Hoy en día, muchas personas han eliminado a Dios de su vida. Como que en ocasiones nos estorba y preferimos borrarlo, en vez de sentarnos a reflexionar por qué nos pide ciertas cosas. Unas de las cosas que Dios nos pide es cumplir con los mandamientos que Él nos entregó. Los Mandamientos son un camino para llegar al Cielo y ser felices. Cuando los cumplimos, vivimos en paz. 1
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Ficha 23
Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo debe de ser nuestra actitud para con Dios y los siete siguientes nos enseñan nuestra actitud hacia el prójimo, con los que nos rodean. Hoy debe volver a resonar fuerte la voz de Dios que dice: “No tendrás otros dioses que yo”. “Amaras al Señor, tu Dios, con todo el corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas y a Él sólo servirás” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “Maestro, -le preguntaba el joven del Evangelio a Cristo- ¿Qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?”. Y Jesús le responde: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 16-17).
13.1 LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS I.
Adorar y Amar a Dios sobre todas las cosas
Este mandamiento nos dice que Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas, debemos amarlo, respetarlo y vivir cerca de Él. Esto lo podemos hacer a través de la oración y los sacramentos. Es decir, amar a Dios como un hijo ama a sus padres. Amarlo más que a las cosas que tenemos y preferirlo a todo lo que nos rodea, pues todo es obra suya. Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas: 1. Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama. 2. Confiar en Dios porque es mi Padre y me ama infinitamente 3. Amar a Dios más que a nada y a nadie en el mundo. Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar: ¿Estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre? ¿Vivo sólo para las cosas temporales, de la tierra?
II.
Respetar el Nombre de Dios (Traducción: No tomarás el nombre de Dios en vano).
Este mandamiento nos manda respetar el nombre de Dios y todas las cosas sagradas. Para cumplir este mandamiento, debemos usar el nombre de Dios con mucho amor y respeto. Debemos de cuidar y respetar todas las cosas que tienen que ver con Dios, así como respetar al sacerdote y a las personas consagradas a su servicio. Debemos hablar de Dios con cariño y respeto, alabándolo y dándole gracias. Muchas veces juramos por Dios para afirmar algo que no es importante e incluso que hasta puede ser falso. Eso es faltarle el respeto a Dios. Para saber si cumplimos con este mandamiento nos podemos preguntar: ¿Uso el nombre de Dios de una manera cariñosa y con respeto? ¿Respeto las cosas de Dios (capilla, Biblia, rosario, etc.)? ¿Trato de manera respetuosa a los sacerdotes y personas consagradas al servicio de Dios? ¿He cumplido con las promesas que he hecho? ¿He jurado en falso? ¿He cumplido las promesas que he hecho a Dios?
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III. Santificar el Día del Señor (Traducción: Santificarás las fiestas) Este mandamiento nos manda dedicar los domingos y los días de fiesta a alabar a Dios y a descansar sanamente. Para cumplir con este mandamiento, debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia indique, y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen. También, debemos dedicar este día a las cosas de Dios y a la familia. El pueblo de Israel santificaba especialmente el día sábado (Ver Decálogo). La Iglesia ha dedicado el Día Domingo como día dedicado al Señor, porque Cristo resucitó día Domingo. Cuando se nos dice "Santificar las fiestas”, se nos dice a nosotros los cristianos, santificar especialmente el Día Domingo y las fiestas religiosas que la Iglesia ha decidido que sean "fiestas de guardar". Este precepto obliga gravemente desde que se tiene uso de razón, a los siete años. Si de siete días de la semana, Dios se reserva uno solo, es un desprecio a Dios negarle el homenaje de adoración que se le debe cada domingo. Para saber si cumplimos bien con este mandamiento, podemos preguntarnos: ¿Voy a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia? ¿Hago un esfuerzo por estar cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir? ¿Pienso en Dios los domingos? ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?
IV. Honrar padre y madre (Traducción: Honrarás a tu padre y a tu madre) Este mandamiento nos manda honrar y respetar a nuestros padres y a quienes Dios le da autoridad para guiarnos y cuidarnos en nuestras vidas. Para cumplir este mandamiento, debemos escuchar, respetar y amar a los padres y a aquellas personas que tengan autoridad sobre nosotros (abuelos, tíos, sacerdotes, maestros, autoridad civil). Este mandamiento nos pide: A los padres: amar, educar, vestir y alimentar a los hijos; sobre todo darles un buen ejemplo. A los esposos: amarse, soportarse, ayudarse. A los hijos: amar, obedecer, respetar y ayudar a sus padres, principalmente en la vejez o enfermedad Para saber si cumplimos con este mandamiento podemos preguntarnos: ¿Ayudo material o espiritualmente a mis padres? ¿Soy agradecido con mis padres? ¿Los acompaño en su vejez? ¿Les demuestro amor? ¿Soy agradecido con ellos? ¿Los acompaño en sus enfermedades?
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V.
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No matar (Traducción: No matarás)
Este mandamiento nos manda respetar nuestra propia vida y la del prójimo, cuidando de la propia salud, porque la vida humana es sagrada. Se trata de no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral. Para cumplir este mandamiento, debemos servir a la vida cuidando nuestra salud, para no caer en vicios como el alcoholismo o la drogadicción. El suicidio es un atentado contra la propia vida. Con respecto a la vida de otros, debo evitar las críticas y el dar a conocer a todos los defectos ajenos, es decir, las calumnias. El maltratar físicamente a las personas, atenta contra la vida ajena. El aborto es dar muerte a una vida en el vientre de la madre. La vida es el don más precioso de Dios. Debemos evitar todo lo que pueda dañarla. La vida nos fue dada por Dios y sólo El puede quitarla. Esto significa también que no sólo no debemos ni podemos atacar, ni herir con palabras ni con objetos a nadie y menos matarlo, porque todos somos hermanos. Pero también quiere decir que debemos cuidar nuestra propia vida, procurando no enfermarnos, comiendo lo que realmente nos alimenta, no consumiendo drogas que dañan nuestro cuerpo y nuestra mente. Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar: ¿He hablado mal de los demás? ¿He maltratado a alguien físicamente? ¿He caído en algún vicio? ¿He atentado contra mi salud?
VI. No cometer acciones impuras. (Traducción: No cometerás actos impuros) Este mandamiento nos manda conservar la pureza del cuerpo y del alma. Para cumplir con este mandamiento, debemos procurar la limpieza interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma ya que es un tesoro muy grande que debemos conservar. Nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo, hechos a imagen y semejanza de Dios. Dios puso en el ser humano la mutua atracción de los sexos para que amándose un hombre y una mujer, den satisfacción a sus deseos carnales y como consecuencia de esa relación vengan los hijos. Para los católicos estas relaciones solamente son morales entre quienes han contraído el sacramento del matrimonio. Con la ayuda de Dios y el esfuerzo personal es posible practicar la bella virtud de la castidad. Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar: ¿He cometido adulterio o fornicado? ¿He visto algún tipo de pornografía? ¿Me he permitido tener pensamientos y deseos morbosos? ¿He dominado mis pasiones? ¿He practicado la homosexualidad? ¿He practicado la masturbación?
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Ficha 23
VII. No Robar (Traducción: No robarás) Este mandamiento nos manda respetar las cosas de los demás y utilizar las nuestras para hacer el bien. También, nos manda respetar y cuidar la Creación. Para cumplir este mandamiento, no debemos apropiarnos de lo que no sea nuestro y debemos evitar causar daño a lo que tienen los demás. Respetar la Creación y usar las cosas para hacer el bien. Pagar lo justo a las personas que empleo y cuando soy empleado cumplir con el trabajo para el que fui contratado. Hay que estudiar todas las materias y aprovechar la inteligencia que Dios nos dio y la oportunidad que nos brinda de estar en una escuela, estudiando. No puedo robar el tiempo del estudio para dedicarlo a otras actividades. Todo debe estar organizado para cumplir los deberes y también entretenerse. En definitiva, debo construir un mundo más justo. Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos preguntamos: ¿Devuelvo las cosas que encuentro y no son mías? ¿Cuido las cosas que me prestan? ¿Cuido las cosas que tengo? ¿Cuido y respeto la creación? ¿Comparto mis cosas con la gente necesitada?
VIII. No levantar falso testimonio ni mentir (Traducción: No dirás falso testimonio ni mentiras) Este mandamiento nos manda ser sinceros y no mentir. Nos pide decir siempre la verdad. Mentir es decir algo falso, es engañar. Hay muchas formas de mentir, por ejemplo: decir una cosa por otra, decir las cosas a medias, callarse cuando hay que decir la verdad, etc. Para cumplir este mandamiento, debemos decir la verdad y no engañar a los demás ni hablar mal de ellos. Para saber si cumplimos con este mandamiento, me puedo preguntar: ¿Estoy acostumbrado a ser sincero? ¿Acostumbro resolver mis problemas sin mentir? ¿Hablo bien de las demás personas?
IX. No consentir en pensamientos impuros (Traducción: No consentirás pensamientos ni deseos impuros) Este mandamiento nos dice que no debemos pensar ni desear cosas inmorales. Nos pide pureza de corazón para ver todas las cosas con los ojos de Dios. Pureza de corazón, sea yo soltero o casado. Para poder vivir este mandamiento, necesitamos vivir la virtud de la pureza. Esta virtud nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Practicar la castidad, cuidando lo que vemos, lo que oím os, lo que decimos, etc. Cuidar el corazón de todo aquello que lo pueda manchar.
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Ficha 23
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar: ¿He tenido pensamientos inmorales? ¿He vivido la virtud de la castidad en mi vida? ¿He cuidado la pureza de mi corazón? ¿He propiciado situaciones que me pongan en peligro para tener pensamientos y deseos impuros?
X.
No codiciar los bienes ajenos (Traducción: No desearás los bienes ajenos)
Este mandamiento nos manda ser generosos y no dejar lugar a la envidia en nuestros corazones. Para poder cumplir este mandamiento debemos ser felices con las cosas que tenemos y no tener envidia si alguien tiene más que nosotros. Debemos disfrutar y agradecer lo que tenemos y alegrarse porque el otro tiene algo hermoso y bueno. Preguntémonos si estamos cumpliendo con este mandamiento: ¿Soy feliz con las cosas que tengo? ¿Agradezco y cuido las cosas que tengo como un regalo de Dios? ¿Me pongo feliz por mis amigos cuando consiguen algo que yo no tengo? ¿Me pongo feliz cuando a los demás les pasan cosas buenas?
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Características de los Diez Mandamientos
Los diez mandamientos tienen estas características: 1.
Son inmutables: no pueden cambiarse. Nadie puede cambiarlos, pues los ha establecido Dios. Y cuando Dios dice una cosa, no la cambia por nada, pues es infinitamente sabio y perfecto. Son inmutables; perdurarán en el siglo XXI, XXX, LX, etc. Dios no cambia de opinión fácilmente; cuando da una norma, es tan perfecta que no puede cambiarla. Sería una contradicción en Dios. ¿Te puedes imaginar a un Dios arbitrario que juega con nosotros, a costa de sus caprichos y conveniencias?
2.
Son absolutos: tienen carácter absoluto, no dan pie a ningún relativismo, ni a ningún tipo de ética de la situación. ¿Sabes qué es el relativismo, o como dijo el Papa Benedicto XVI al iniciar su Pontificado, “la dictadura del relativismo”? Es la doctrina que dice que todo es relativo y depende del punto de vista de cada uno. No se puede aceptar esta doctrina, pues hay cosas y valores fundamentales, innegables y absolutos. Los mandamientos no se pueden recortar, aminorar, rebajar. Otra cosa es ver si es materia grave o materia leve. Lo que fue pecado y estuvo mal ayer, será pecado hoy y mañana y siempre.
3.
Son universales: es decir, valen para todos los hombres. Ningún hombre está exento de cumplirlos. Valen para el hombre de campo y de la ciudad, para el hombre instruido o menos instruido; para el niño, el joven y el adulto; para el europeo, africano, asiático, americano y para el hombre de Oceanía; para el que se encuentra en una isla perdida del Pacífico, como para quien vive en una gran metrópoli.
4.
Son actuales: son para ayer, para hoy, para mañana. Son de ayer, de hoy y de siempre. Aunque los reveló Dios hace más de tres mil quinientos años, sin embargo siguen vigentes, actuales. Son para ti y para mí. No han pasado de moda. Nunca pasan de moda. 6
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Ficha 23
¿Por qué cuestan?
Cuestan por una sencilla razón: porque por culpa del pecado original estamos inclinados al mal, a lo más fácil, placentero, cómodo. Y los mandamientos ciertamente no estimulan a nada de esto. Los mandamientos apuntan a lo más noble que hay en ti: el superarte, el subir la montaña de la perfección y felicidad. Los diez mandamientos nos marcan una vereda por la que debemos caminar para llegar a la felicidad verdadera, a la realización personal, y esta vereda es estrecha, por momentos fatigosa, y siempre cuesta arriba. Sólo los que aman y tienen voluntad se deciden a subir esta cuesta.
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¿Qué frutos experimentarás al cumplirlos?
¡Benditos mandamientos! Quienes los viven, experimentan estos frutos: Te hacen libre y te liberan de tantas ataduras y esclavitudes. Limpian tu corazón de deseos innobles. Te permiten dar a Dios lo que es de Dios, y a los demás lo que es de ellos. Quita peso innecesario de tu mochila para caminar ágil hacia Dios. Gracias a los mandamientos puedes crear la civilización del amor, de la fidelidad, del respeto, de la justicia. Te llevan a la realización humana y cristiana. Tanta paz proporcionan al alma. Y te hacen vivir la fraternidad entre todos. Pero sobre todo, pones contento a Dios tu Padre, tu Señor, tu Amigo. El pecado no es, en absoluto, el centro de la religión cristiana. Es, para los creyentes, lo que las vallas para el corredor de obstáculos, lo que el trampolín para el saltador en piscina, algo que hay que conocer y superar. Nosotros no somos sólo gente que huye del mal y del infierno. Somos gente que sube y camina hacia Cristo. Es Él quien nos interesa. Es Él nuestro centro.
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Un nuevo Mandamiento
Jesús cumplió los Mandamientos y nos enseñó a cumplirlos. Pero, con su venida a este mundo, perfecciona la Ley, dándonos un nuevo Mandamiento, el Mandamiento del AMOR: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado". O bien, "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Hay personas que cumplen los mandamientos por costumbre, por conveniencia y también por miedo a un castigo. Para un cristiano hay un motivo mucho más importante, el mismo motivo que tuvo Jesús para hacer siempre el bien: es el AMOR a Dios y a los hombres. Por lo tanto, podemos resumir todos los Mandamientos, en este: “Ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”.
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Ficha 23
13.2 LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA
Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más generales de la Santa Madre Iglesia son cinco:
1.
Participar en la Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. Se debe asistir a Misa no sólo por que es obligación, sino para manifestar nuestro amor a Cristo. Asistir a Misa en domingo y días festivos es grave obligación desde los siete años. El domingo es un día de alabar a Dios y no de ofenderlo. Faltar a Misa es un pecado mortal. No debe convertirse el día de la alabanza en el día de la ofensa.
2.
Confesarse por lo menos una vez al año
3.
Comulgar por lo menos una vez al año Sobre el segundo y el tercero la Iglesia, por nuestro bien, nos obliga a confesar y comulgar, por lo menos una vez al año; pero el deseo de la Iglesia es que nos confesemos varias veces al año y comulguemos frecuentemente. Las personas que desean estar íntimamente unidas al Señor comulgan diariamente.
4.
Ayunar y abstenerse de carne cuando lo manda la santa iglesia Los días de penitencia con ayuno y abstinencia son dos: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. El ayuno consiste en comer menos de lo ordinario para hacer penitencia.
5.
Contribuir al mantenimiento de la iglesia La Iglesia somos todos y por consiguiente los cristianos deben responsabilizarse de sus gastos. Quienes pudiendo, no pagan la “Contribución a la Iglesia “, no se puede decir que están comprometidos con ella.
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14. LOS SACRAMENTOS: SIGNOS DE VIDA
I. A la luz de la realidad Nadie ignora que el «viento norte» trae lluvia; que la banderita roja en los caminos indica peligro; las lágrimas señalan dolor o emoción; los surcos en el campo indican futuras siembras, el árbol en flor nos habla de los frutos venideros... Los seres humanos necesitamos comunicarnos y para eso, utilizamos no sólo los signos, sino también gestos y palabras, Ej.: Cuando el bebé tiene hambre llora y la mamá entiende ese lenguaje. A veces incluso usamos los tres lenguajes juntos. Los padres al entregar la licencia cuando los hijos finalizan su estudio lo abrazan, le dan un regalo y le expresan su alegría (signo, gesto, palabra). El ser humano es sociable, necesita comunicarse; a través de su cuerpo expresa las ideas, los sentimientos, las vivencias de su espíritu. El hombre y la mujer de hoy son creadores de símbolos. Estos pueden expresar toda la riqueza de su interioridad, como ser: las manos que se estrechan simbolizan solidaridad; el abrazo, la alegría del encuentro; el corazón, amor. Pero también desvían la atención hacia bienes aparentes, pasajeros. Para promover algún bien de consumo, los Medios de Comunicación Social suelen utilizar mujeres bonitas, ambientes ricos, dinero fácil... en resumen el que consume ese producto es una persona feliz, con todos sus problemas solucionados, sin preocupaciones. Toda esa escenificación ritual y simbólica, son como los «sacramentos profanos». Recordemos que todo signo o rito está compuesto de dos elementos, la cosa, gesto o dibujo y la realidad que quiere expresar. Si esta realidad desaparece, la cosa, el gesto o el dibujo pierden su valor, están vacíos de sentido. Por ejemplo si en la carretera el peligro fue solucionado y no se sacó el letrero o la banderita roja, éstos dejaron de tener sentido. No todos los signos son auténticos; pueden ser frutos de la rutina, mecánicos; inspirados por el interés, la hipocresía, la costumbre social...
SIGNOS Y “SIGNOS” 1. Anota algunos signos que usamos en nuestra vida diaria y piensa el significado que éstos tienen para ti. 2. Anota 3 signos que han dejado de tener significado para la mayoría de las personas.
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II- A la luz de la Sagrada Escritura También Dios usa símbolos para comunicarse con la humanidad. El mundo, las cosas, los hombres y mujeres están empapados de la vida de Dios. Por eso, son sacramentos, son signos de la presencia de Dios entre nosotros. La máxima expresión de sacramento es Jesucristo, porque es la perfecta imagen de Dios invisible encarnada en un hombre concreto. “...Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14) “Mucha gente se cruzó con El sin verlo, ni oírlo, sin ni siquiera darse cuenta de su existencia. Y cuando Jesús pasó de la muerte a la vida, a nadie impuso su resurrección. Sólo lo vieron (y lo ven) aquellos que aman, creen y esperan”. También decimos que la Iglesia es el sacramento de Cristo porque es la encargada de hacerlo visible y presente en el mundo después de su Ascensión a los cielos. La Iglesia es el lugar escogido por Jesús para manifestarse. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo” (Mt 18,20). Ella como madre, atenta al crecimiento en la fe, la esperanza y el amor de sus hijos utiliza símbolos visibles, concretos que son los SIETE SACRAMENTOS que resumen y actualizan la salvación de Cristo en las distintas etapas de la vida. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento; Dios entra en contacto con la humanidad, sirviéndose de los mismos modos con que hombres y mujeres nos comunicamos entre nosotros, es decir, con gestos, palabras y signos. Uno de los más frecuentes es el fuego, se manifiesta así a Moisés en la zarza ardiente (Ex 3,1ss.); al pueblo en la columna de fuego (Ex 13, 21-22) El rayo es “el fuego de Dios” (2 Rey 1, 12). Jesús también emplea signos para comunicarse: acoge, por ejemplo, a los niños y los presenta como signos de las condiciones para entrar al Reino de los Cielos (Mc 10, 15); cura al paralítico, al ciego de nacimiento, los escoge para significar su poder de perdonar los pecados; emplea el símbolo de la vid y los sarmientos para indicar la necesidad de la comunión con El. La diferencia entre los signos utilizados por Dios y los utilizados por nosotros está en que los de Dios no sólo significan la salvación, sino que la producen.
LENGUAJE SIMBÓLICO DE JESÚS 1. Lee Lc 24,13ss, anota ¿cuál es el signo que hace que los discípulos reconozcan a Jesús? 2. ¿Qué significan estas palabras de Jesús? - “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14, 9) - “Tuve hambre y me dieron de comer” (Mt 25, 35) - “El que me recibe a mí, recibe a Aquel que me envió” (Mt 10, 40)
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III. A la luz de las enseñanzas de la Iglesia 1. ¿Qué son los Sacramentos de la Iglesia? Jesús continúa viviendo y salvándonos mediante su Espíritu de amor presente en la Iglesia. Los Sacramentos son acciones del mismo Jesucristo que se prolongan a través del tiempo, en signos sensibles y eficaces, que nos dan o nos aumentan la gracia. a) Son Signos, porque la gracia sobrenatural que contienen no puede ser expresada racionalmente con las palabras o gestos. b) Son eficaces, no sólo significan la gracia sino que la comunican. c) Sólo Cristo puede unir lo espiritual con lo material. d) Son un encuentro responsable y personal. La Iglesia enseña que la eficacia de los sacramentos no es automática como la de una inyección o de un remedio; sino lo fundamental en quien lo recibe, es la fe en Dios y en Jesucristo Salvador. Exigen cooperación: el don de Dios es gratuito, pero su validez depende de nuestra intervención. e) Manifiestan y construyen a la Iglesia. El sacramento no sólo sirve al que lo recibe, sino también a toda la comunidad cristiana que se construye, se alimenta, crece y se unifica en Cristo a través de los sacramentos. f) Los sacramentos son celebraciones, es decir, acciones rituales, comunitarias y solemnes que expresan el sentido gozoso de la existencia humana.
2. Siete manantiales de vida eterna. “Los sacramentos de la Nueva Ley son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos”. (CEC 1210) “Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana...” (CEC 1212)
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IV. Institución, división y ministros de los Sacramentos En el sentido etimológico, la palabra latina “sacramentum” es un sustantivo que se deriva del adjetivo “sacer” – “sacra”, “sacrum” – que significa algo que santifica (“res sacrans”) y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa oculta, sacra, o secreta).
1. Institución de los Sacramentos: Todos los sacramentos fueron instituidos por Cristo. Él determinó la gracia y el signo sensible correspondiente para cada uno de ellos. Esto fue definido por la Iglesia en el Concilio de Trento como verdad de fe. Los sacramentos instituidos por Cristo fueron siete, ni más, ni menos. Todos ellos corresponden a las diferentes etapas de la vida de un cristiano: nacimiento, crecimiento, curación y la misión que cada cristiano tiene (ver os CEC N 1113 – 1210). En cierto modo, es una semejanza entre las etapas de la vida natural y la vida espiritual. Aunque en ninguna parte de la Biblia encontramos un texto que hable de todos ellos juntos, encontramos diferentes pasajes que hablan de ellos de manera clara y explícita: •
Bautismo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 29). “Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la Creación. El que crea y sea bautizado, se salvará, el que no crea, se condenará” (Mc 16, 15-16). “Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 5).
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Confirmación: “Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hechos 8, 17; 19, 6).
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Eucaristía: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, lo partió, y dándoselo a sus discípulos, dijo: ‘Tomad, comed, este es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas las gracias se la dio, diciendo ‘Bebed todas de ella’” (Mt 26, 26-27). “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y les dijo: ‘Tomad, éste es mi cuerpo’” (Mc 14, 22)
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Reconciliación: “Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18, 18). “A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedaran retenidos” (Jn 20, 23).
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Unción de los Enfermos: “expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y se curaban” (Mc 6, 13). “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor” (Sant 5, 14).
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Orden sacerdotal: “No descuides el carisma que hay en ti, que se comunicó por intervención profética mediante la imposición de manos del colegio de presbíteros” (1Tim 4, 14).
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Matrimonio: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre”. (Mt 19, 6). “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y a su Iglesia” (Ef. 5, 31-32).
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2. División de los Sacramentos
2.1. Sacramentos de Iniciación: Son los que ponen los fundamentos de la vida cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía. “La participación en la naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles que han renacido por el Bautismo, se fortalecen con el Sacramento de la Confirmación y finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así por los sacramentos de iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad” (CEC Nº 1212).
2.2. Sacramentos de Curación: Son los que curan, así como Cristo, médico de cuerpo y alma curó y perdonó durante su vida terrena y quiso que la Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación. Esta es la finalidad de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos. (Cfr. CEC Nº 1421)
2.3. Sacramentos al Servicio de la Comunidad: Los sacramentos de Iniciación fundamentan la vocación a la santidad y la misión de evangelizar al mundo. El Orden y el Matrimonio, son los que van ordenados hacia la salvación de los demás. Ayudan a la salvación personal, pero ésta se logra por medio del servicio a los otros. (Cfr. CEC Nº 1533 – 1534).
3. Ministros de los Sacramentos Cada uno de los siete Sacramentos puede ser presidido por algún ministro, ya sea consagrado o laico. A continuación les presentamos un breve cuadro ordenado por Sacramento, que nos muestra quienes son ministros ordinarios (que les corresponde por su grado), o bien ministros extraordinarios (en ocasiones, según caso de necesidad y con la respectiva delegación del Obispo o Sacerdote).
Ministro Sacramento Bautismo Confirmación Eucaristía Penitencia Matrimonio Ordenación Unción
Ministro laico
Diácono
Presbítero
Obispo
E -E -E ---
O -O -O ---
O E O O O -O
O O O O O O O
O= ORDINARIO E= EXTRAORDINARIO
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14.1. SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA
I. El Bautismo: Es el primer sacramento de la iniciación cristiana: nos incorpora a la Iglesia, nos comunica la vida de los hijos de Dios y nos limpia del pecado.
1. Un poco de historia: En las primitivas Comunidades Cristianas cuando todavía los cristianos eran pocos, se recibía el Bautismo en la edad adulta. La celebración se realizaba en la “Vigilia Pascual” (sábado santo), en una ceremonia festiva, de hondo sentido comunitario que terminaba en la celebración eucarística. Hoy, la Iglesia en la noche Pascual bendice el agua bautismal y en algunas comunidades se celebran bautizos. ¿Por qué actualmente se bautizan niños y no esperan la edad adulta? Es lógico que en una familia donde todos los miembros son cristianos, también lo sean los niños, miembros de esa familia. Si bien éstos no pueden vivir su fe conscientemente los padres y padrinos se comprometen a irlos educando en la fe, hasta cuando el niño llegue a la edad madura y responsable. Entonces libre y conscientemente “confirmará” su compromiso cristiano, en el sacramento de la Confirmación.
2. Efectos del Bautismo: • Nos incorpora a la Iglesia, Pueblo de Dios El Bautismo es el sacramento de la Fe que nos hace miembros del Nuevo Pueblo de Dios. Por él somos una sola cosa con Jesús, como brotes de un mismo árbol, como los sarmientos de una misma vid. (Jn.15, 5). Lo anterior nos lleva a vivir lo que afirma Lucas de las primeras comunidades cristianas: se aman como hermanos, procuran tener un solo corazón y una sola alma, sin discriminaciones', diferencias, privilegios... (cf. Hech. 4,32). Sólo en la fe de la Iglesia puede crecer cada uno de sus miembros: el bautizado necesita de una comunidad que lo acompañe en el crecimiento de su vida cristiana. • Nos hace Hijos de Dios Por el Bautismo Dios, mismo comunica a quien se bautiza su propia luz, su propio amor, la semilla de su propia felicidad, por último su propia vida. La comunicación de esta vida divina, don gratuito de Dios, se realiza de 2 maneras: - Envía a su Hijo Jesús para ser Dios-con-nosotros. - Envía al Espíritu Santo para ser Dios-en-nosotros. Por lo tanto, el Bautismo se da en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. • Morimos con Cristo al pecado y resucitamos con El a una vida nueva. Los símbolos usados en este sacramento nos hacen descubrir su sentido hondo y espiritual. El “sumergirse” en el agua significa la unión con Cristo en la muerte, mientras que la “salida” del agua expresa la unión con El en la resurrección. El morir con Cristo es morir al hombre viejo, pecador; el resucitar con El, significa nacer a la vida de la gracia que le hace capaz de creer en Dios, de esperar en El y de amarlo mediante las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad)... (cf. CEC 1266) •
El Bautismo nos hace participar en el sacerdocio común de los fieles. 1
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3. ¿Quiénes pueden bautizar? Dice el Catecismo Católico en el Nº 1256: “Son ministros ordinarios del bautismo el obispo, el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la intención requerida, puede bautizar. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar, y emplear la fórmula bautismal trinitaria”. Lo corriente en nuestras Comunidades Cristianas es que religiosos(as) y ministros estén delegados por el obispo para bautizar.
4. ¿En qué consiste el rito del Bautismo? “El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es decir: “...Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
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BAUTISMO VIDA NUEVA Pregunta en tu Comunidad Cristiana o Parroquia ¿qué se necesita para bautizar a un niño o a un adulto? ¿Qué tarea te corresponde como Bautizado? ¿Qué signos usa el celebrante para significar la Vida Nueva en el bautizando? ¿Cuál es el rol que la Comunidad Cristiana debiera tener frente al nuevo bautizado?
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II. La Confirmación Es el segundo sacramento de la iniciación cristiana, que nos infunde el Espíritu Santo como a los Após toles el día de Pentecostés.
1. Un poco de historia En los primeros siglos de la Iglesia, la Confirmación y el Bautismo constituyeron una sola celebración. Costumbre que hasta hoy conserva la Iglesia de Oriente. En Occidente, con el deseo de dar mayor importancia al compromiso bautismal de los adultos, se reserva al obispo este sacramento.
2. Los efectos de la Confirmación • • • • •
La confirmación ayuda a asumir personalmente el Bautismo, marca con un carácter imborrable que une al confirmando más estrechamente con la Iglesia. Nos asocia íntimamente a la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo, constituyendo una sociedad más justa y fraterna. Nos une más firmemente a Cristo. Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo. Nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, con nuestras palabras y obras, (cf. CEC Nº 1303) La confirmación es un sacramento en el que Jesús nos da, de una manera especial el Espíritu Santo con todos sus dones, para fortalecer nuestra fe y hacernos testigos suyos.
3. Ritos y símbolos más importantes de la Confirmación Estos son signos y gestos sencillos y humanos que nos ayudan a expresar en forma visible: - Que Dios nos da su Espíritu y - Que nosotros nos comprometemos a dar testimonio de nuestra fe. En este sacramento queremos “confirmar” ante Dios y la comunidad, presidida por el obispo, que asumimos conscientemente nuestro Bautismo. Sin esta intención los ritos pasan a ser gestos vacíos. La Confirmación es generalmente dada durante la Santa Misa lo que contribuye a subrayar la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana. En resumen, el rito de la Confirmación consiste en: a) El Credo. b) Imposición de las manos. c) Unción con el crisma y las palabras del celebrante: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. Cada padrino presenta a su ahijado(a) al obispo, éste les unge en la frente con el crisma, haciendo la señal de la cruz mientras dice «N»... recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». Cada uno responde Amén. La unción con el crisma es el signo más importante de este Sacramento. CON EL ESPÍRITU PROTAGONISTAS EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO 1. Averigua otros significados del aceite y su uso en las personas. 2. ¿Por qué la Iglesia lo utiliza como signo?
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III. La Eucaristía La Eucaristía es el punto culminante de los sacramentos de la iniciación cristiana. 1. ¿Qué es la Eucaristía? Es el mayor de los sacramentos porque en él la presencia de Cristo es más plena. Y en él celebramos y actualizamos el Misterio Pascual de Jesús (su muerte y resurrección). La Eucaristía cristiana tiene su origen en la Ultima Cena de Jesús con sus apóstoles, durante la fiesta de la pascua Judía. Cristo la transforma en su propia pascua y en esa cena instituye el sacramento de la Eucaristía que es: Pascua, memorial, sacrificio y alimento. “Durante la cena, Jesús tomó pan, y después de decir a l bendición, lo partió; y dándoselos a los discípulos dijo: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo”. Tomó luego una copa y después de dar gracias, se los dio, diciendo: “Beban todos de ella, porque esto es mi sangre, la sangre de la alianza, derramada para la multitud para el perdón de los pecados” (Mt 26, 26-28). La palabra “Eucaristía” quiere decir “acción de gracias”. Recuerda la costumbre judía de bendecir en la mesa las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación (cf. CEC 1328). También los primeros cristianos llamaron a esta celebración Fracción del pan. Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf. Mt 14,19; 15, 36; Mc 8,6-19), sobre todo en la última Cena (cf. Mt 26,26; 1 Co 11, 24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf. Hech 2, 42-46; 20, 7-11). 2. La Liturgia de la Eucaristía “Comprende 2 grandes momentos que forman una unidad: - La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal; - La liturgia eucarística, con la presentación del pan y el vino, la acción de gracias consecratoria y la comunión. La Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística constituyen juntas “un solo acto de culto” (SC 56); en efecto la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es la voz de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor” (cf. DV 21) (CEC 1346). 3. Los ministros de la Eucaristía Son el obispo y el presbítero quienes representan a Cristo, cabeza de la Iglesia. El celebrante puede ser acompañado por otros sacerdotes, diáconos, ministros laicos... y por todo el Pueblo de Dios presente que con sus oraciones, cantos y gestos participa de la celebración. DESCUBRE Y PROYECTA 1. Lee Hech. 2, 42-47 a) Constata los efectos que producía en los primeros cristianos la “Fracción del pan”. b) Relaciona lo anterior con tu comunidad. 2. ¿Qué nombre le daban los primeros cristianos a la Eucaristía? 3. ¿Cómo proyectarías la Misa en tu vida diaria? © Portal de los Acólitos en Internet – www.acolitos.net Su uso y reproducción están permitidos para fines de uso Pastoral. Documento gratuito – Prohibida su venta y comercialización.
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14.2 LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN
Los sacramentos de iniciación cristiana nos dan la nueva vida de Cristo. Dada la fragilidad humana muchas veces rompemos la amistad con Dios por el pecado debilitando así nuestra vida de fe. Pero la infinita misericordia de Dios, así como perdonó al hijo pródigo, sigue perdonándonos. “Jesús que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf. Mc 2,1-2), quiso que su Iglesia continuase con la fuerza del Espíritu Santo su obra de curación y salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: Del sacramento de penitencia y de la Unción de los Enfermos” (CEC 1421)
I. Sacramento del Perdón o de la Reconciliación Es el sacramento por el cual Jesús nos perdona los pecados por medio de la Iglesia. Al instituir Jesús el sacramento del Perdón después de su Resurrec ción, pronunciando estas palabras. “Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados les serán perdonados y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn 20, 22-23), únicamente estaban presentes los apóstoles. Por eso es que la Iglesia Católica sólo reconoce a los sacerdotes como ministros del Perdón. En el Evangelio vemos como Cristo: - llama a la penitencia (Mc 1,15) - perdona al que se arrepiente de sus pecados (Lc 7,48; Jn 8,10-11; Lc 23, 43) - confía a su Iglesia el poder de perdonar (Jn 20,22-23).
1. Un poco de Historia Cuando Jesús otorga a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados no les indica la forma cómo hacerlo, sólo les dice que perdonen. Por eso, en el correr del tiempo es el sacramento que más ha variado en sus formas litúrgicas. Al principio la confesión comenzó siendo “pública” y sólo se confesaban los pecados de: homicidio, adulterio, robo, apostasía... Más tarde, al extenderse el cristianismo se quiso suavizar esta forma de confesión y se nombró a un representante de la comunidad -el obispo y posteriormente un sacerdote- para que escuchara en privado la confesión y absolviera en nombre de Dios y de la comunidad al penitente.
2. El perdón Sólo Dios puede perdonar. El sacerdote perdona en nombre de Dios al pronunciar la fórmula sacramental: “Yo te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” mientras hace el signo de la cruz sobre el penitente, Dios es el que perdona, siempre que el pecador esté bien dispuesto.
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3. Los actos necesarios en esta celebración -
Contrición o dolor que es lo más esencial. La Confesión de los pecados. La Satisfacción o reparación del pecado. La absolución que el sacerdote expresa en nombre de Dios y de la Iglesia. (Antes de la celebración del sacramento conviene hacer un. examen de conciencia).
4. Tres formas de celebrar este sacramento. a) “Rito para reconciliar a un solo penitente; todo se hace en privado. b) Rito para reconciliar a varios o muchos; la confesión de los pecados y la absolución se hacen en forma individual; todo lo demás en forma comunitaria. c) Reconciliación de muchos con confesión y absolución comunitaria. Esta forma está reservada a casos excepcionales, y exige que los pecados graves sean confesados posteriormente”.
5. Los efectos de este sacramento Nos Reconcilia: - con Dios: perdona todos los pecados y produce una verdadera “resurrección espiritual”. - con la Iglesia: todo cristiano al ser perdonado fortalece y anima a su comunidad y a la Iglesia. - con uno mismo: devuelve la paz a la conciencia y la alegría al recuperar la amistad con Dios. - con los demás: invita a perdonar, pedir perdón y entrar en comunión con todos. - con la naturaleza: con el universo creado por Dios, invitándonos a la alabanza y a gozar de la creación.
II. La Unción de los Enfermos 1. Jesús y los enfermos Jesús manifestó un especial cariño hacia los enfermos. Sanó a muchos y mandó a sus discípulos que curasen y ungiesen enfermos como signo que el Reino de Dios estaba ya acercándose (Mc 6,1213; Lc 9,1; 10, 1; Mt 10,1). Este no fue un consejo de Jesús, sino un mandato expreso, por eso los apóstoles desde el principio pusieron en práctica esta orden. Dice San Marcos: salieron a predicar la conversión, sacaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban (Mc 6, 12). El Apóstol Santiago escribió: “Si alguno está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y, en el nombre del Señor, le unjan con óleo, y cuando oren con fe, el enfermo sanará y si ha cometido pecados, les serán perdonados” (Sant 5,13-15).
2. Nosotros y los enfermos Al visitar a un enfermo o un anciano que pide ayuda, escuchemos la voz de Jesús que se identifica con ellos. “Estuve enfermo y me visitaste”. Respondamos con cariño y con compañía. 2
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Llamar al sacerdote para pedir el sacramento de la Unción es una forma de ayudarlo. No esperar que el enfermo se agrave, ni pensemos en el sacramento como un rito mágico. La Unción no es una medicina, es un sacramento. Es un momento de encuentro entre el enfermo con Dios y con la Iglesia. La Unción de los enfermos es el sacramento por el que Dios a través de su Iglesia ofrece su gracia a la persona en situación de enfermedad grave. No es sacramento de moribundos, sino para quienes, por enfermedad grave o por vejez, están en peligro de muerte. Su finalidad no es la recuperación física porque siendo sacramento es de orden espiritual, pero muchas veces se recupera la salud como efecto de la mejoría espiritual.
3. La gracia especial del Sacramento de la Unción “La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos: - la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia; - el consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; - el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la Penitencia; - el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; - la preparación para el paso a la vida eterna”. (CEC 1532)
4. El signo esencial de la celebración de este sacramento Consiste en la unción en la frente y las manos del enfermo o en otras partes del cuerpo unción acompañada de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide la gracia especial de este sacramento” (CEC 1531)
5. Ministros de este Sacramento “Sólo los sacerdotes (presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción de los enfermos; para conferirlo emplean óleo bendecido por el obispo, o, en caso necesario, por el mismo presbítero que celebra”. (CEC 1530)
6. El Viático “A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Jn. 6, 54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía, es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13, 1).” (CEC 1524)
¿NECESITAMOS CURACIÓN? 1. ¿Por qué crees tú que estos dos sacramentos son llamados por la Iglesia “sacramentos de curación”? 2. ¿Quién es el que cura o sana? 3. Consulta en un Vocabulario Católico, la palabra Viático. 4. ¿Cómo podemos aliviar a los enfermos y ancianos de nuestra familia o comunidad? 3
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14.3 LOS SACRAMENTOS PARA EL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
I. El Orden Sagrado Es el sacramento por el que se confiere a un hombre el ministerio sacerdotal “ordenado”. La gracia del Espíritu Santo propia de este sacramento es la de ser configurado con Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor de quien el ordenado es constituido ministro, (cf. CEC 1585) “La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el bautismo, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama “sacerdocio común de los fieles”. A partir de este sacerdocio y al servi cio del mismo, existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad”. (CEC 1591)
1. Un poco de Historia Narra San Lucas que Jesús pasó una noche entera en oración, antes de elegir entre los discípulos sólo a doce (Lc 6, 12-13). Estos permanecieron junto a Jesús durante todo el tiempo de su vida pública, aprendiendo de El hasta sus gestos. A ellos Jesús les dio “poderes” muy especiales: expulsar los demonios, curar enfermedades, anunciar el Reino de Dios y sanar enfermos (Lc 9,1). San Mateo cuenta que les dijo: “Todo lo que ustedes aten en la tierra, será atado en el cielo y lo que ustedes desaten en la tierra, será desatado en el cielo”. En la Última Cena, a estos mismos doce les ordenó: “Hagan esto en memoria mía”, refiriéndose “a consagrar el pan y el vino”. También recuerda el Evangelio estas palabras de Jesús “como el Padre me envió, asilos envío Yo a ustedes”. Los Doce serán sus enviados para continuar la evangelización en el mundo entero. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos que la Iglesia primitiva está siempre presidida por los apóstoles, los que enseñan, orientan, reprenden.
2. Signos y ministro de este Sacramento Actualmente en la Iglesia Católica se sigue la tradición de los primeros cristianos: el obispo, sucesor de los apóstoles es quien “impone las manos”, al nuevo sacerdote, a su vez, le entrega: un cáliz, una patena y los ornamentos sagrados. Estos significan que su misión es la de “presentar” ofrendas, pan y vino, en nombre de toda la comunidad. También le unge las manos porque van a servir al pueblo. Le repite las mismas palabras de Jesús a sus apóstoles: que le otorga el poder de perdonar los pecados, y le entrega la Biblia, símbolo de que es enviado a proclamar la Buena Noticia. Los ministros consagrados Es imposible pensar en una Iglesia sin sacerdotes, como también es imposible pensar en una Iglesia sin pueblo sacerdotal de bautizados. 4
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Ficha 26
En la Iglesia y para el servicio del Pueblo de Dios, el sacramento del Orden considera 3 órdenes distintas: - Episcopado, plenitud del sacramento del Orden. - La Ordenación de los presbíteros, cooperadores de los obispos. - La Ordenación de los Diáconos en orden al servicio. “El sacerdocio ministerial de los Presbíteros que, ejerciendo según su parte de autoridad el oficio de Cristo Cabeza y Pastor, reúnen en nombre del Obispo, a la familia de Dios, con una fraternidad alentada unánimemente, y la conducen a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu. Mas para el ejercicio de este ministerio, lo mismo que para las otras funciones del presbítero, se le confiere la potestad espiritual, que, ciertamente, se da para la edificación de la Iglesia”. (P.O. Nº 6).
II. El Matrimonio 1. Un poco de historia Históricamente y en diferentes culturas y religiones se ha considerado el matrimonio como la unión íntima de una pareja, como un proyecto de vida reconocido y aceptado por la sociedad, y duradero para siempre. Hay una relación íntima entre lo personal (amor de la pareja), lo comunitario (los hijos y la familia) y lo social (relación con la sociedad). Pero hay más, siempre se ha visto que el matrimonio tiene un sentido religioso. Los primeros cristianos se casaban según las costumbres y leyes de su época y lugar. Los judíos seguían las costumbres de sus padres; los griegos respetaban las normas de los lugares en los que les correspondía vivir su fe. A partir del siglo V se va desarrollando el rito de la bendición nupcial como rito propio de la Iglesia para las parejas cristianas. Para los bautizados el matrimonio tiene un significado cristiano, los novios se casan ante Dios y la Comunidad.
2. El Sacramento del Matrimonio Es el sacramento en que Jesús, por medio de la Iglesia santifica la unión del hombre y de la mujer; les da gracia para que se amen como esposos cristianos, e hijos para el Reino de Dios. Por este sacramento hombre y mujer se dan y se reciben el uno al otro, constituyendo una comunidad de amor mutuo para apoyarse y complementarse y para tener hijos y formar una familia. “En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de bodas (cf. Jn 2,1 -11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Cana. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo” (CEC 1613). La entrega mutua de los esposos, su fecundidad y su apertura a los demás es símbolo de que “el amor es más fuerte que la muerte” y lo más importante en la vida. Al bendecir la pareja en la celebración del Matrimonio, el sacerdote suplica al Señor que la pareja pueda expresar y vivir su amor en salud y enfermedad, en alegrías y tristezas y que sea ella y sus hijos los constructores de una Nueva Humanidad, la célula de una sociedad renovada que anticipe de alguna manera el Reino de Dios. 5
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Ficha 26
3. Signos y ministros del Matrimonio El centro de una celebración matrimonial es el consentimiento mutuo. El “Sí, quiero” de los cónyuges es el gesto inicial de un amor que se quiere vivir. Para expresar mejor la alegría y la esperanza de este acontecimiento están los gestos, los ritos, los cantos, los anillos..., las flores, las luces, los vestidos, el beso, los aplausos. Todo esto debe ser la expresión externa de lo que se quiere significar. “El protagonismo es de los que se casan. Ellos son los ministros y los sujetos. El sacerdote es un testigo, que hace presente en forma oficial a la Iglesia... pero la Iglesia son todos los que participan de la Celebración”. “...El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la Alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza” (cf.DS 1800; cf.CIC can.1055,2) (CEC, 1617)
SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD 1. Escribe el nombre del sacerdote que: te bautizó: ……………………………………………………………….. te dio la primera absolución: ……………………………………………… te dio la primera comunión: ………………………………………………. te confirmó: …………………………………………………………………. te casó: ………………………………………………………………..……. Agradece con una oración a Dios Padre por el don del sacerdocio ministerial que hizo posible la presencia de Cristo en tu vida. 2. Lee y relaciona los siguientes pasajes con el sacramento del Matrimonio: Gen 1, 26-28; Ef 5, 25-26; Ef 5, 31-32.
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Ficha 27
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Cuadro Resumen de los Sacramentos Sacramento
Acontecimiento humano
Nacimiento.
Signo
Rito o gesto
Agua.
«Yo te bautizo en el Derramar agua nombre del Padre y del sobre la Hijo y del Espíritu cabeza. Santo.»
Pan y vino.
Consagración del pan y del vino en la Misa.
INICIACIÓN CRISTIANA
Bautismo
Alimento para la vida espiritual.
Eucaristía
Paso a la vida adulta.
Confirmación
Palabras o fórmula
Unción con crisma.
Unción en la frente con el crisma.
Don que se recibe
Frutos
- Somos Cristianos, - Hijos adoptivos de Dios, Nuevo nacimiento - Miembros de la e incorporación a Iglesia, la Iglesia. - Templos del Espíritu Santo, - Perdón de los Pecados .
Acontecimiento salvador de Cristo
Citas Bíblicas
Pascua: paso de la muerte a la vida.
Mt 28, 19
«Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será Cuerpo y Sangre entregado por ustedes. de Jesús. Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre.»
- Acrecienta nuestra unión con Cristo. - Perdona los pecados veniales y preserva de pecados graves. - Fortalece la unidad de la Iglesia.
Última Cena.
Lc 22, 19-20
Fuerza para ser «Recibe por esta señal el testigo de la don del Espíritu Santo.» buena Noticia.
- Nos da el Espíritu Santo. - Nos incorpora más firmemente a Cristo. - Hace más sólido nuestro vínculo con la Iglesia. - Nos asocia a su misión y nos ayuda a dar testimonio de la Fe cristiana por la Palabra acompañada de las obras.
Pentecostés.
Hch 8, 14-17
SERVICIO A LA COMUNIDAD
CURACIÓN O SANACIÓN
Sacramento
Acontecimiento humano
El pecado personal, el fracaso del ser humano.
Signo
Absolución.
Frutos
Acontecimiento salvador de Cristo
Citas Bíblicas
- Perdona los pecados - Nos reconcilia con la Iglesia.
Redención.
Jn 20, 23
Jesús curando enfermos.
Mc 6, 12-13
Cristo sacerdote.
Jn 20, 21-22
Rito o gesto
Palabras o fórmula
Don que se recibe
Imposición de las manos.
«Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.»
Unción de los enfermos.
- Unión a la Pasión de Cristo. - Consuelo, Paz y ánimo para soportar «Por esta santa unción y los sufrimientos. por su bondadosa Fuerza y ayuda en Perdón de los misericordia, te ayude el el dolor y la pecados. Señor con la gracia del enfermedad. - Reestablecimiento Espíritu Santo!» de la salud corporal - Preparación para el paso a la Vida Eterna.
Perdón, amistad con Dios.
Reconciliación
Enfermedad grave o vejez.
Óleo de los enfermos.
Unción de los enfermos
Consagración de la vida al servicio de la Iglesia.
Imposición de Imposición de las manos del las manos. obispo.
Orden Sagrado
El consentiEl amor de los miento esposos. mutuo.
Matrimonio
El sí de los esposos.
«Te pedimos, Padre todopoderoso, que Ministerio, servicio confieras a estos siervos a la Iglesia. tuyos la dignidad del presbiterado.»
- Poder para ejercer su servicio en el pueblo de Dios, mediante la enseñanza, el culto divino y el gobierno pastoral.
- Da la gracia de amarse con el amor que Cristo amó a su «Yo te quiero a ti como Iglesia. esposo/a y me entrego a - Perfecciona el amor ti, y prometo serte fiel Ayuda para la humano de los Unión de Cristo con en las alegrías y en las comunidad de vida esposos. su Iglesia. penas, en la salud y en y de amor. - Reafirma su unidad la enfermedad, todos los indisoluble. días de mi vida.» - Los santifica en el camino de la vida Eterna.
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Mt 19,4-6
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Ficha A
EL SERVICIO EN EL ALTAR
• ¿Qué es un Acólito? Los acólitos son ministros, niños o jóvenes, que asisten al celebrante principal, en todas las celebraciones litúrgicas y procesiones. Los monaguillos, como eran llamados anteriormente, desempeñan diversas funciones en el altar con el objeto de ayudar al orden y belleza litúrgica, además de incentivar la participación, la devoción y el recogimiento de los fieles. "El acólito ocupa un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien sirve en la Misa, se presenta a una comunidad. Experimenta de cerca que en cada acto litúrgico Jesucristo está presente y obrante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y dar gloria a Dios. Jesús está presente en las palabras de las Sagradas Escrituras. Jesús está present e sobre todo en la Eucaristía en los signos de pan y del vino. Él actúa por medio del sacerdote que in persona Christi celebra la Santa Misa y administra los Sacramentos" (Juan Pablo II, 02 de agosto de 2001 - milésima audiencia general) El 'grupo de acólitos" puede ser una escuela de servicio, fraternidad y amistad, sobre todo en lugares donde existen pocos movimientos juveniles. Además, el grupo de acólitos es un posible camino para hacer entrar a Dios en el corazón del niño o del joven. "...vuestro compromiso en el altar no es sólo un deber, sino un gran honor, un auténtico servicio santo" (id). Pero también esta comunidad puede ser una cuna de futuras vocaciones. Nadie negará que la Iglesia ha podido "cosechar" muchas vocaciones dentro de los grupos de acólitos. Como todo cristiano, el acólito está llamado a Anunciar a Jesucristo y a dar testimonio de Él en todas partes, a amarlo y seguirlo toda la vida... "Vuestro servicio no puede limitarse al interior de una Iglesia, el testimonio debe irradiarse en la vida de cada día: en la escuela, en la familia, y en los diversos ámbitos de la sociedad" (id).
• El Acólito es Servidor y Testigo de Jesucristo El acólito es destinado al servicio del altar y ayuda del sacerdote y del diácono", dice la Introducción General del Misal (nº 65). La palabra 'clave' en esta frase es la palabra "servicio". El acólito está llamado a servir, muy en especial en la celebración eucarística. La palabra "servir" es un término bíblico de mucho contenido e inspira respeto. Aquí no se trata de un servicio esclavizante o humillante, sino un privilegio noble de poder servir. Se trata aquí de "servicio religioso". Cristo y el prójimo sirven. También la comunidad creyente y el mundo sirven: todos los cristianos están llamados a servir. El acólito tiene el privilegio de expresar y vivir esta vocación en el servicio de la liturgia.
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Ficha A
Pero de esta nobleza de su función, fluye también el deber de cumplir esta tarea de servicio de una manera constante, digna, alegre y devota. Y eso sólo es posible si conoce bien su tarea. Al mismo tiempo, el acólito es el testigo de Jesucristo. Da testimonio de su fe en Jesús, no sólo dentro de la Iglesia sino en toda su vida: en la familia, en la escuela, en las actividades deportivas, etc. En todas partes se siente orgulloso de ser cristiano e irradia amor hacia el Señor y hacia los demás, a través de todo su comportamiento. Sacará fuerzas del contacto frecuente con los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, para dar testimonio de Jesús y vivir como Él lo desea. A través de la oración diaria, será capaz de mantenerse fiel al Señor.
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Ficha B
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EL EQUIPO LITÚRGICO
E
n primer lugar, me parece importante convencernos que un Equipo Litúrgico es realmente una necesidad y un medio muy eficaz para preparar mejor nuestras celebraciones. Lamentablemente en algunos lugares no se le ha reconocido su verdadero papel ya que se cree que se trata simplemente de un grupo de personas preocupadas de ver los cantos de la Misa y designar a los que han de leer las lecturas bíblicas en tal o cual celebración. ¡Un equipo litúrgico, si bien debe preocuparse de estos detalles, tiene una responsabilidad mucho mayor!. Por otro lado, es de justicia mencionar que, felizmente, son numerosas las parroquias y, también los colegios que han dado el importante paso de contar con un grupo de personas que se reúnen para compartir, reflexionar y preparar las celebraciones litúrgicas de su comunidad. Esto, sin duda, es un buen signo de acogida a la renovación litúrgica planteada por el Concilio Vaticano II en su documento Sacrosanctum Concilium. En el Misal Romano se contempla la existencia del Equipo litúrgico sin asignarle un título determinado. Leemos: “La preparación afectiva de cada celebración litúrgica hágase con ánimo concorde entre todos aquellos a quienes incumbe, tanto en lo que toca al rito como al aspecto pastoral y musical, bajo la dirección del que está a cargo de la Iglesia (párroco, rector del colegio) y oído también el parecer de los fieles en lo a ellos directamente les atañe”. I.G.M.R. Nº 73 Y en otra parte del Misal podemos descubrir que la existencia de equipos litúrgicos queda perfectamente legitimada: “La eficiencia de la Celebración aumentará, sin duda, si se saben elegir, dentro de lo que cabe, los textos apropiados, lecciones, oraciones y cantos que mejor respondan a las necesidades y a la preparación espiritual y modo de ser de quienes participan en el culto…El sacerdote, por consiguiente al preparar la Misa, mirará más bien al espíritu común de la asamblea que a sus personales preferencias. Tenga además presente que una elección de este tipo estará bien hacerla de común acuerdo con los que ofician con él y con los demás que habrán de tomar parte en la celebración, sin excluir a los mismos (fieles en la parte que a ellos más directamente corresponde” (Misal Romano Nº 313). • Tener gente preparada Para formar el equipo litúrgico en una comunidad parroquial o escolar, es necesario contar con la presencia del párroco o responsable directo de la pastoral y con personas que realmente tengan capacidad, tiempo e interés para preparar mejor las celebraciones litúrgicas de la comunidad. En lo posible, esté integrado por aquellos que desempeñen funciones en la liturgia: lectores, coro, encargados de colecta, ministros de la comunión, “animador”, acólitos, sacristán, etc. Además se puede incorporar gente de los distintos grupos que participan en la comunidad, para que también hagan su aporte y se sientan representados en las diversas celebraciones que se realicen. Vale la pena insistir en la formación y capacitación doctrinal, pastoral y técnica de los integrantes de este equipo. El ideal es que todos hayan realizado algunos cursos de formación, especialmente en lo que se refiere a la liturgia. • Estar bien organizado Un equipo de liturgia no puede funcionar aislado de las otras instancias de la parroquia o colegio. Es importantísimo que tenga una presencia asegurada en el Consejo Pastoral de la Comunidad, ya que necesita estar abierto a los otros campos de acción pastoral juvenil, bautismal, comunidades de base, etc. Además, ha de participar de la comunidad, sea ésta parroquial o escolar. 1
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Ficha B
ASPECTOS IMPORTANTES A TENER EN CUENTA Sea cual sea la composición de este equipo, vale la pena que nos detengamos en algunos criterios que nos permitirán realizar un trabajo más efectivo y prestar un mejor servicio a la comunidad. Veamos: a) Tener espíritu fraternal. El equipo ha de realizar su trabajo de conjunto dentro de un ambiente agradable y fraterno. Poco sentido tiene un grupo en que sus integrantes se andan peleando y descalificando constantemente. Se debe insistir en la buena relación de quienes participan en el equipo litúrgico. Cada persona tiene algo que aportar y tiene una responsabilidad de acuerdo a su vocación y sus capacidades. La unidad del grupo es fundamental para llevar a cabo las tareas que se proponen. b) Ser representativos de la Asamblea Una de las tantas preocupaciones de este equipo es hacer oír la voz de la Asamblea, o mejor dicho sus voces, ya que la Asamblea es diversa. Para ello es necesario, conocer bien la realidad de quienes asisten a las celebraciones y estar atentos a sus inquietudes y sugerencias. No hay que olvidar que las personas que integran el Equipo Litúrgico no son los dueños de las celebraciones. Muy por el contrario, oyen las voces de la Asamblea y luego cumplen con su hermosa labor de preparar y animar cada liturgia celebrada en comunidad. c) No olvidar que cada celebración es distinta. Este es un criterio a tener en cuenta a la hora de comenzar los preparativos de cualquier celebración litúrgica. Cada una de ellas posee características diferentes de acuerdo al tipo de personas que asiste. No es lo mismo una Misa con niños que otra integrada por adultos o sólo jóvenes. Son distintas aún cuando se lleven a cabo el mismo día. En algunos casos habrá que emplear elementos más festivos, más cantos, signos y gestos expresivos. En otros, el ritmo será más tranquilo y pausado, especialmente con gente que no está acostumbrada a participar activamente en las celebraciones. Lo fundamental es tratar de ser siempre fiel a la asamblea y no imponerle cosas que no le incomoden. d) Darle calidad a las Celebraciones. No está demás mencionar que un buen equipo litúrgico puede hacer aportes valiosísimos a cada celebración. Lo importante es darle, a cada una de ellas, mayor calidad y profundidad, de tal manera que resulten creativas, vivas y auténticas. Incluso la liturgia de cada Domingo ha de tener presente la realidad que se está viviendo a nivel familiar, comunitaria, nacional. Los textos litúrgicos parecen estáticos. La vida es siempre cambiante. Un equipo litúrgico debe tener las antenas siempre extendidas para ver cómo hacer presente la vida concreta, en sus diversas manifestaciones, en el seno de las asambleas litúrgicas. Si esto no llegará a ocurrir, un equipo litúrgico se limitaría a ser un organizador de ceremonias novedosas y bonitas. e) Tener creatividad Es indudable que después del Concilio Vaticano II, se ha logrado una mayor creatividad en las celebraciones litúrgicas. Junto con dar profundidad y calidad – en el sentido anteriormente expuesto – es muy conveniente que el equipo litúrgico tenga suficiente imaginación y creatividad para expresar ese misterioso encuentro del Dios invisible, siempre activo y cercano, con la comunidad reunida. Hay que preparar cada celebración con cariño y mucho espíritu creativo. Sólo así serán siempre más vivas, participadas, interesantes y significativas, adaptadas siempre a cada comunidad. En muchos lugares se piensa que ser creativos en la liturgia es hacer algo fuera de lo normal, novedoso, audaz. Ciertas “Chorezas” en la liturgia no tienen nada que ver con la creatividad. Creatividad es buscar formas de darle más vida a la celebración, potenciar cada momento, es vitalizar los signos y crear actitudes interiores en la asamblea. El equipo litúrgico ha de ir buscando la mejor manera de que la asamblea pueda relacionarse con Dios y con los demás, ya sea en la procesión de entrada, el acto penitencial, las lecturas, las ofrendas, la comunión… La clave está en ayudar a los fieles a descubrir el “paso” del Señor por su vida y salir a su encuentro.
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Ficha B
¿QUÉ HACE EL EQUIPO LITURGICO? A continuación veremos cuáles son las tareas concretas debe realizar un equipo de liturgia y daremos variadas sugerencias para que pueda cumplir bien su función dentro de la comunidad. ¿Les parece?... Sin duda una de sus principales tareas es la buena preparación de las celebraciones que se lleven a cabo en la comunidad. Ahora, si nosotros pensamos objetivamente en muchas comunidades parroquiales y escolares es bien poca la importancia y el tiempo que se suele dedicar a la preparación de las liturgias. Un profesor, antes de dictar sus clases, se prepara, ¿no es verdad? Lo mismo hace un buen cantante, un actor u otro artista antes de subir al escenario. Ellos despliegan un gran esfuerzo dedicando a menudo horas para que todo les resulte bien. Pero… ¿y qué pasa con nuestras celebraciones? ¿Qué pasa con nuestras Eucaristías? ¿Pueden resultar profundas y significativas si no se las ha preparado previamente con suficientemente detención? Creo, sinceramente, que el equipo litúrgico debe tomar muy en serio su papel, especialmente en lo que se refiere a la preparación de las celebraciones, sobre todo de la Eucaristía, que es lo más grande que posee la Iglesia y constituye un momento privilegiado en la vida de la comunidad cristiana. Para una mejor preparación de la liturgia, es imprescindible tener presente lo siguiente: 1.- Claridad del Objetivo: En cada celebración lo más importante es tener clarísimo “que se celebra”, mientras que el “cómo” hacerla varía y se puede adaptar con cierta facilidad. Por lo tanto es imprescindible que, dentro del equipo, se reflexiona en forma seria y responsable, acerca de lo que queremos conseguir en cada celebración. Hay que tener muy presente el acontecimiento que se celebra y su relación con las lecturas correspondientes, así como también, los acontecimientos que suceden en nuestra sociedad y dentro de la misma comunidad parroquial o escolar. 2.- ¿Cómo lograr los objetivos? Una vez que tengamos claro el objetivo, debemos formularnos la siguiente pregunt a: ¿cómo lograrlo? Para ello, es fundamental tener una visión de conjunto de la liturgia y del tipo de asamblea que va a participar, es decir, tener presente la realidad y las características del grupo: edad, madurez en la fe, número de personas. También habrá que ver en qué condiciones se desarrollará la celebración en cuanto al espacio, la decoración, los cantos, los signos, las palabras, los gestos. Lo importante es realizar celebraciones que permitan una participación activa, consciente y fructuosa como lo señala el Concilio Vaticano II (S.C. Nº11). 3.- ¿Cuál momento resaltar más? Algo que debemos tener clarísimo es que la Celebración Eucarística no podemos entenderla como una repetición mecánica de ritos y palabras. Es una estructura viva que tiene su ritmo propio y una fuerza interior que va desde la procesión de entrada hasta el momento de envío final. Dentro de las tareas de preparación, es muy bueno que el equipo litúrgico se preocupe de pensar y ver a qué momentos le darán mayor énfasis en una determinada celebración o en otras diversas celebraciones: ¿la acogida?, ¿el acto penitencial?, ¿las lecturas?, ¿las ofrendas?, ¿el abrazo de paz?, ¿la fracción del pan?, ¿los silencios?, etc… 4.- Evaluación Tan importante como preparar cada celebración es realizar, además, la tarea posterior de evaluar. Lamentablemente, esta labor se descuida, se toma a la ligera o nunca se hace. Una evaluación seria y objetiva ayudará a enriquecer aún más cada liturgia y a darnos cuenta de qué manera llega ésta a los fieles. Es bueno y necesario analizar los momentos de la celebración; ver cómo estuvo, por ejemplo, la procesión de entrada, ¿desordenada?, ¿no se hizo?, ¿los cantos fueron los más adecuados?, ¿la fracción del pan, pasó inadvertida?, etc. También será buenísimo consultar, de vez en cuando, a los fieles al término de la celebración, acerca de qué momentos le ayudaron a vivir más intensamente la liturgia, cuáles le produjeron mayor distracción. 3
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Ficha B
PREPARACIÓN DE LA EUCARISTÍA Una de las tareas concretas que más frecuentemente le corresponde realizar a un equipo litúrgico es la preparación de las Misas Dominicales. Para eso, es imprescindible tener claro cuáles son los servicios que se requieren y qué personas que han de intervenir en los distintos momentos de la celebración. De esta forma, cada uno, sabe con tiempo de su papel y aporta lo mejor de sí para que la celebración cumpla con su objetivo. Entre los servicios más conocidos podemos mencionar los siguientes: •
Servicio del Altar. Son personas que cumplen con un servicio concreto y específico en el altar: Diácono Acólito Encargado de preparar los elementos del altar antes y después de la celebración (sacristán)
•
Servicio de la Palabra. Son personas que asumen un papel relacionado con la proclamación de los textos, locuciones, animación, introducciones, oraciones u otras lecturas que se requieran. Diácono Lectores Salmista Animador.
•
Servicio del canto. Son personas que tienen directa relación con la elección y ejecución de los cantos. Coro Instrumentistas Salmistas
Además de estos servicios, me parece clave el aporte que hacen personas de la comunidad o de la misma asamblea antes, durante y después de la celebración. Veamos: •
Servicio de la asamblea. En esta función estarían, entre otros: Ministros de la comunión Encargados de acoger a la gente cuando llega a la celebración. Personas a cargo de la ambientación, el orden y la limpieza. Responsables del diario mural, los avisos y carteles a la entrada o en algún lugar destacado. Personas a cargo de la colecta. Encargados de los niños más pequeños mientras los padres participan en la Eucaristía. Personas que lleven las ofrendas y que, en lo posible, tengan algo que celebrar ese día (aniversario de matrimonio, cumpleaños, etc.). Encargados del sonido, la acústica, la luz.
Lo importante es que todas estas personas sepan, con anticipación, cuál será su labor concreta en esta variedad de servicios que le ofrece la comunidad a través de su equipo litúrgico. El equipo Litúrgico parroquial ha de incluir en su campo concreto de acción todos estos servicios, estableciendo, si es posible, unas planillas con las personas y su responsabilidad. Esto ha de hacerse para cada Celebración, de manera especial para la Eucaristía. Lo importante es que todos sepan claramente los diferentes roles que les corresponden dentro de la celebración. Al momento de confeccionar esta plantilla y designar las distintas responsabilidades, es bueno que esté presente la totalidad del Equipo Litúrgico, y así preocuparse de confeccionar los materiales, además de la elección de los cantos y los signos de cada celebración. Finalmente, me parece fundamental que, este equipo se preocupe por la formación litúrgica de sus integrantes y también de los fieles que asisten a las celebraciones. ¡Animo! y a seguir trabajando por una de las cosas más grandes y hermosas que posee nuestra Iglesia: la liturgia, “Cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. Nº10) © Portal de los Acólitos en Internet – www.acolitos.net Su uso y reproducción están permitidos para fines de uso Pastoral. Documento gratuito – Prohibida su venta y comercialización.
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Ficha C
EL MINISTERIO DEL LECTOR entró día sábado en la Sinagoga. Cuando se levantó para hacer la lectura, le pasaron el libro del Jesucristo Profeta Isaías, desenrolló el libro y halló el pasaje en que se lee: “El Espíritu del Señor está por sobre mí porque él me consagró. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y devolver la luz a los ciegos; a despedir libres a los oprimidos. Y a proclamar el año de gracia del Señor”. Para poder leer un texto bíblico proclamándolo con dignidad dándole el realce que se merece, es necesario entender un poco la liturgia de la Palabra. En primer lugar, tendríamos que decir que la Liturgia de la Palabra es una Celebración, por lo tanto debemos tener en claro, de que las lecturas no se ponen para adornar las Eucaristía, ni mucho menos para hacer tiempo mientras llega la gente. Siendo una celebración se debe vivir como un acontecimiento actual que nos recuerda y a la vez actualiza la fuerza salvadora de Dios en la Historia.
• Antes del sacramento, la Palabra: -
-
-
El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús Resucitado, tuvo dos momentos muy expresivos, En el camino les narró las Escrituras, explicándoles su sentido para que entendieran lo que de El decían; Y luego, comió con ellos, partiendo el pan y dándoselo.
Lo reconocieron en la “fracción de pan”. Pero luego comentaban entre ellos. ¿Acaso no ardía nuestro corazón cuando hablaba y nos explicaba las escrituras? En este relato, nos podemos dar cuenta de que es todo un símbolo este doble encuentro con el Señor, que se repite en nuestra celebración Eucarística. La Palabra y el Sacramento. La Liturgia de la Palabra se debe tomar como la primera mesa de la celebración, luego vendrá la segunda, la mesa del pan. Las dos juntas y equilibradas constituyen el encuentro dominical cristiano. La Palabra debiera ocupar siempre un lugar importante en la comunidad, de tal manera que al proclamarse provoque en la asamblea una respuesta de meditación y acogida y suscite una sincera actitud de fe en el interior de cada persona. Lamentablemente sucede con frecuencia que cuando asistimos a una misa, muchas personas llegan después de las lecturas bíblicas, o bien, se da el caso, que mientras están leyendo los textos algunos se pasean, otros conversan, la niña o el niño mira coquetamente al que está enfrente y no se pone atención a la Palabra. Al final se repite mecánicamente Te Alabamos Señor.
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Ficha C
1. LOS LECTORES Leer las lecturas no es propio del sacerdote que preside la celebración sino de otro ministro: “El lector”. Ojalá laicos comprometidos que asistan Domingo a Domingo a la Eucaristía, o aquellos que participan más activamente en la Parroquia. No es bueno, o mejor dicho, es pésimo que el Curita lea todas las lecturas. Felizmente, esto ya casi no ocurre en nuestras comunidades. El lector (hombre o mujer) cumple un papel fundamental en la liturgia de la Palabra, además de responsabilizarse por leer bien deberá provocar un clima especial en la asamblea, de tal manera que la Palabra de Dios sea bien recibida. Un lector debe tener clara conciencia de que para leer bien se requiere una preparación. No se trata de leer por participar, si es por eso es bueno saber que también es participación escuchar atentamente la lectura. En lo posible, debemos tratar de que en nuestra comunidad, exista un pequeño grupo de lectores que se organicen y ensayen las lecturas, ojalá en el mismo lugar de la celebración, personas que vayan superando el miedo y aprendan a leer sin apresurarse, de tal manera que sean ellos mismos los que sean ellos mismos los que después vayan preparando a otros en este servicio tan importante.
• Lo que se debe evitar: No es difícil encontrarse con personas que con muy buena voluntad se ofrecen para leer los textos en alguna celebración. Esto, muchas veces resulta un desastre, porque sencillamente no saben cómo hacerlo. El error está en que nadie se atreve a decir nada y dejan que estas personas lean salga como les salga. La Palabra de Dios es demasiado importante como para tomarla a la ligera, y la asamblea merece que le sea entregada con bastante claridad. Otra de las cosas que se deben evitar es llamar a leer los textos bíblicos a lectores espontáneos, resulta incómodo para la misma persona que se elige y la celebración pierde categoría. Las lecturas deberán distribuirse antes de que se inicie la celebración y los lectores tenerlas antes de salir a leer. También existen personas que se ponen excesivamente nerviosas al enfrentar la asamblea, les da miedo el micrófono (si es que hay), temen a las miradas de la gente y se esconden detrás del libro sin mirar al frente. Leen demasiado rápido, no vocalizan, no respetan puntos ni lectura, etc. En síntesis, no hallan la hora de terminar para volver a estar en segundo plano, ya que en el momento de salir a leer, pasan a ocupar el primer plano frente a la asamblea (aunque la Palabra del Evangelio lo es). Todas estas cosas se deben tratar de evitar antes de iniciar la Lectura de la Palabra.
2. TÉCNICAS DE LECTURA. Para que podamos mejorar nuestro servicio pastoral ayudar a otros para que se animen a proclamar la Palabra en las celebraciones, veremos unas sencillas técnicas de lectura que nos serán de gran utilidad. 1.
La lectura comienza siempre con estas palabras: Lectura del libro del Profeta…, (o tomada del libro…); o en el caso de la segunda: Lectura de la carta del Apóstol… En lo posible, no se debiera decir primera lectura o segunda lectura, (ese es el papel del Animador o el que introduce los textos). 2
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Ficha C
Finaliza la lectura, luego de una pausa, el lector debe decir Palabra de Dios; es una expresión de aclamación que invita a la respuesta del pueblo: Demos gracias a Dios - Te alabamos, Señor - Gloria y Honor a Ti a Señor Jesús. 2.
Si tú eres el lector, deberás concentrarse antes de leer. Hazlo convencido de que estás cumpliendo un servicio a tus hermanos. Hazlo con fuerza interior, y sobre todo con Fe. Recuerda que eres tan sólo un instrumento de Jesucristo.
3.
Cuidar los aspectos técnicos. Antes de salir a leer, deberás preocuparte de que la lectura sea la que corresponde al día, porque en muchos casos sale alguien a leer, y la hoja del libro por cualquier motivo se ha dado vuelta, no se fija y se lanza a leer lo que sea, ¡pobre sacerdote que ya tenía preparada su homilía! Lo mejor en este caso es parar la lectura y buscar la que corresponde (Debemos reconocer los errores a tiempo).
4.
Cuando vayas a leer, fíjate si el micrófono funciona o no (si es que está muy arriba, muy separado, o muy abajo). Si no lo hay, procura ensayar antes en voz baja, de manera que cuando te llegue el momento de leer tengas la seguridad de que todos te escuchan.
5.
No salgas corriendo cuando tengas que leer en el ambón o atril, tampoco cuando termines la lectura. Controla tus nervios. Antes de comenzar, párate frente a la asamblea, mírala… así lograrás un silencio importante y la preparas a escuchar la Palabra. Si quieres puedes tomar el libro en la mano y… ¡a leer se ha dicho!
6.
Lee atentamente. El apuro es el defecto principal en la mayoría de los lectores, al menos en los jóvenes. Leer a prisa denota un sentimiento de inseguridad y miedo, controlarse es difícil, pero algunas de estas propuestas te pueden ayudar:
7.
a)
Ensayar antes de las lecturas: Si puedes, como decía anteriormente, hazlo en voz alta y un par de veces. Búscale el sentido que tiene el texto, ensaya la entonación que debes darle a cada frase y cuáles son las que debes resaltar más. ¿Te das cuenta lo importante que es ensayar antes de la lectura? Con toda seguridad si lo haces, a la hora de leer te sentirás más tranquilo y seguro.
b)
Puntuación. Es fundamental respetar los puntos y las comas, los signos de exclamación o interrogación. Debes saber distinguirlos. Muchos se lanzan a leer arrasando con todo, sin respetar las reglas de la puntuación, poco les importa si la gente entiende o no lo que van expresando.
c)
Importante: En los puntos puedes hacer una respiración completa, y en las comas una inspiración. Esto ayudará a que la gente escuche y capte mejor lo que la lectura quiere decir. Muchas veces creemos que estamos leyendo demasiado lento, pero la asamblea no es así.
Vocalizar bien. No tropezar con las palabras sucede a menudo que algunos lectores se equivocan al pronunciar las palabras, lo fatal es que se cortan y no hallan qué hacer, se ponen rojos como tomate creyendo que toda la asamblea lo está apuntando con el dedo. Así destruyen la lectura. Hay que cuidar que esto no suceda. Pronuncia de manera clara y distinta cada sílaba, mueve la boca, que te oigan, no hace falta forzar mucho la voz. Recuerda que esto no es una conversación de las que tenemos muchas veces con amigos en la calle o a la salida de la parroquia. Esto es diferente. Aunque estén presentes muchos de tus amigos, se acerca más a una actuación frente a un público y debes esforzarte porque salga bien. Es bueno tener un colaborador en el fondo del lugar donde se realizará la celebración, éste a través de una señal te puede decir si se escucha, si vas bien o no. Así estarás más tranquilo y consciente de que la gente te pone atención.
8.
No bajar la voz. Otro defecto que se tiene a la hora de leer es el de bajar la voz al final de cada frase. Supongo que más de alguna oportunidad has ido al cine, o tal vez has visto películas por televisión, quizás varias veces habrás notado que la película está cortada y que le faltan varias partes importantes. 3
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Ficha C
Esto te molesta mucho y debes tratar de imaginar o adivinar lo que falta. Algo similar sucede en este caso, al bajar la vos en los finales puedes robarle una parte al texto. La asamblea lo necesita todo para entender la lectura, lo mismo que se necesita ver una película completa para cantarla y disfrutarla mejor. Todos sabrán que estás leyendo, pero tú debes hacerlo como si hablaras con naturalidad. Trata en lo posible de hacer una interpretación del texto (actuarlo). 9.
Fijarse en el cambio de situaciones: Veamos un ejemplo. La resurrección de Lázaro, Juan 11. Si te fijas en la parte cuando Jesús le dice a sus discípulos que Lázaro había muerto y que todos deben ir a verlo, prosigue el relato… Entonces Tomás, apodado el gemelo, dijo a los otros discípulos: Vamos también nosotros y moriremos con El. Y continua: Cuando llego Jesús, Lázaro llevaba… Si te das cuenta en esta lectura hay un cambio de situación, por lo tanto no se debe leer el texto de corrido. Jesús y sus discípulos se trasladan a otro lugar, a otro sector geográfico del que se encuentran, eso tú tienes que hacerlo notar a la asamblea.
10.
Cuando estés leyendo, no te olvides de mirar a la asamblea. Hazlo como si conversaras con la gente (actuando, exagerando si es preciso). Expresa a través de tu mirada lo que vas leyendo, no es bueno estar mirando todo el tiempo el libro, ya que desde atrás, sólo se ve una cabeza con un montón de pelos desde donde sale una voz con tono distorsionado. Es muy importante leer con la cabeza en alto, así se puede mirar fácilmente a la asamblea, la voz resulta más clara y el tono más elevado. Si es necesario, puedes tomar el libro en las manos y levantarlo, de esta manera no tendrás que bajar tanto la cabeza.
• Otros detalles: a) En el momento de leer, procura hacerlo por adelantado. Esto significa que debes recoger con la vista toda la frase escrita, grabarla en la mente e ir diciéndola a la asamblea, por lo tanto sin mira el libro. Tal vez sea necesario que vayas siguiendo la lectura con tu dedo para que luego no te pierdas al volver al libro e iniciar el nuevo párrafo (ésta es una opción tuya). b) Recuerda tu postura corporal. Debes imponerte dignamente erguido (no rígido), cabeza levantada, contento de poder anunciar la Buena Nueva a tu comunidad. Aquí no se trata de permanecer firmes, ni tampoco leer con las manos en los bolsillos, sino tratar de buscar una postura que evoque respeto, reflexión, alegría. Es fundamental que tus actitudes y tus gestos vayan creando un clima de seriedad frente a la asamblea reunida. c) Cada lectura es una interpretación. Trata de conocer siempre a qué género literario pertenecen, (canto, himno, relato, parábola, conversación, plegaria, etc). Te darás cuenta que cada uno exige un tono de voz diferente, un timbre de voz y una modulación adecuada.
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Ficha C
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• En resumen: -
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Eres tan sólo un servidor que está ejerciendo un misterio profético. Concentración, convencimiento de que el Espíritu Santo actúa en ti. Preparar bien la lectura y el lugar donde vas a leer (acústica, micrófono, libro, etc). No salir corriendo a leer, tampoco bajar apurado. Leer a ritmo lento, ensayar la lectura, distinguir puntos y comas. Vocalizar. Pronunciar bien, dicción clara. Regular el volumen de la voz, que se oigan los finales de cada frase. No bajar la voz. Leer con naturalidad. Interpretar el texto. Retener el contexto de la lectura en tu mente. Tener en cuenta la expresión corporal, tu postura frente a la asamblea. Conocer el género literario que presenta el texto. Para leer las lecturas es importante poner dedicación y esfuerzo, así todo saldrá bien. Procura que tu voz no suene como si tu boca estuviera llena de bolitas o como si tuvieras una papa caliente en ella. El mejor tipo de voz es aquella que no ofrece ninguna característica particular dominante, y sin embargo, es firme y hace sentir su presencia. No es un murmullo que no se alcanza a oír, ni un estampido que ensordece as la gente. Debes poner sentimiento en la voz. Los buenos actores se compenetran en su papel y sienten verdaderamente lo que dicen, se identifican con el personaje y el público cree en ellos. ¿Cómo lo hacen? Principalmente con la voz, el énfasis en ciertas palabras, el cambio de tono o acento, las inflexiones y matices de la voz reflejan el carácter y el sentido del personaje. Cuando te corresponda leer tu texto, hazte las siguientes preguntas: ¿Qué quiero transmitir?, ¿una escena fría, compasiva, cálida, amistosa?, ¿enojo, sorpresa, ternura, alegría, tristeza? Trata de vivir la lectura que transmites, habla con acento de sinceridad, con una dicción clara y no demasiado rápido.
“La Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo. Penetra hasta la raíz del alma y del espíritu”… (Hebreos 4, 12).
Preguntas para reflexión: Cuando asistes a una celebración ¿le das importancia a la Liturgia de la Palabra? ¿Sí – no? ¿por qué? Qué sientes al leer un texto bíblico? Tomando en cuenta todos los puntos aquí descritos, ejercita las siguientes lecturas: Lc. 15, 11-32; Jn. 8, 1-11.
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Ficha D
INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS
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as introducciones son un elemento auxiliar de la Liturgia de la Palabra (bien usadas son importantes). Están destinadas a facilitar y captar mejor las lecturas, a suscitar los sentimientos con que es necesario unirse a las palabras del Salmo, a unir los diversos elementos. En pocas comunidades se logran realizar, ya sea por falta de lectores, porque no se preparan, o por diferentes motivos. Lo ideal es que no sean leídas por el mismo lector que proclama la Palabra, ya que así se confunde y perdería relieve la lectura; lo puede hacer alguien dedicado expresamente a ello.
• ¿Como tienen que ser? Sobre todo sugerentes, interesantes; han de abrir el apetito, provocar el gusto. No debiera ser un resumen de la lectura (que pretenda decir por anticipado lo que la lectura misma dirá), ya que así le quitará el aspecto de sorpresa que la asamblea espera. Tampoco debiera ser una introducción superficial, rutinaria, formalista, como si se tratara de algo obligado; si es así, mejor será suprimirla. La introducción como la celebración es un arte. Es el arte de provocar, suscitar el deseo, las ganas de algo, en el caso de la asamblea, escuchar. Es el arte de despertar el interés, de crear un clima de simpatía, de facilitar la comprensión de la lectura misma, de producir inclusive una afinidad afectiva. Deben ser muy breves y sencillas, pero sugerentes, partiendo de los oyentes, de lo que sienten y piensan. Es bueno situarse en la realidad de cada comunidad y dentro del contexto histórico que vivimos. Deben tratar de introducir en la Palabra, mediante unos puntos suspensivos o una interrogación. Veamos por ejemplo un par de lecturas del quinto domingo de Cuaresma ciclo C, de hecho estas lecturas se usan muchísimo en las comunidades por la extraordinaria riqueza que en sí misma contienen.
Ejemplo 1: Estando ya la comunidad reunida y dispuesta a escuchar la Palabra, comienza la introducción. Ninguna técnica, ninguna sabiduría, ninguna riqueza podrá reemplazar nunca la experiencia fundamental de conocer profundamente a Cristo, amarlo junto a nuestros hermanos y seguirlo. ¿Somos capaces de decir no al individualismo, no a la injusticia, no a la mentira? ¿Buscamos cambiar, mejorar, ser auténticos? ¿Buscamos a Jesucristo en nuestra vida personal y comunitaria? ¿Cuál es nuestra meta?
Se deja un momento muy corto de silencio, entra el lector, mira a la asamblea y dice. Lectura de la Carta del Apóstol Sn. Pablo a los Filipenses (3, 8 – 14).
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Ficha D
Ejemplo 2 (para otros textos): Jesucristo rompe con la ley injusta de los hombres; para optar por la de Dios. El perdona y busca la reconciliación de los hombres venciendo así el pecado. El nos habla y nos invita a caminar en libertad. No tenemos respeto por el otro, emitimos juicios en su contra y lo condenamos sin ofrecerle ni siqiera la posibilidad de cambiar. -
¿Es esto lo que Jesús quiere de nosotros? ¿En qué medida actuamos así en la vida? ¿Somos capaces de acoger al hermano reconociendo que todos somos pecadores?
El lector: Lectura del Santo Evangelio Segùn San Juan (8, 1-11). En esta línea se pueden hacer muchas introducciones; lo importante como decíamos anteriormente, es despertar un interés, que sean capaces de sugerir, cuestionar, preparar a la lectura de la Palabra.
Ejemplo 3: El poder de Dios se manifiesta claramente en la sencillez y en la debilidad de sus mensajeros. Su fuerza interpela cada día nuestra labor como catequistas. -
¿Nos sentimos acompañados por El?
Lector: Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1 Cor. 1, 25 – 31).
Ejemplo 4: En el mundo de aquellos hombres Jesús es reconocido como el Señor que actúa, que empuja, que libera… En el trabajo aquellos pescadores reciben la invitación a una nueva tarea. Hoy el Señor nos pide, disponibilidad, confianza, sencillez. Lector: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc. 5, 1 – 11).
Ejemplo 5: San Pablo nos hace una clara invitación a no ser cobardes, a hablar con firmeza y a luchar incansablemente por la verdad y la justicia teniendo como fundamento el Evangelio… ¿estamos dispuestos? Lector: Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses (Filip. 1, 27 – 30).
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Ficha D
Ejemplo 6: Jesús nos invita a vivir una profunda experiencia de amistad y nos ofrece su amor gratuito. El nos elige a cada uno por nuestro nombre… ¿Nos sentimos sus amigos? Lector: Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Juan 15, 8 – 17). En esta línea se pueden hacer muchas introducciones; lo importante, como decíamos anteriormente, es despertar un interés, que sean capaces de sugerir, cuestionar y preparar a la lectura de la Palabra.
Al animar una celebración o hablar ante una asamblea es necesario utilizar un lenguaje claro y sencillo, un lenguaje en que los presentes se sientan interpretados e interpelados. Siempre deberíamos fijarnos en la expresión oral, tanto al dirigirnos a una asamblea como cuando hacemos reuniones con los grupos. Debemos preocuparnos de que nuestro lenguaje no sea sólo un barniz de palabras bonitas. Con un lenguaje sencillo y directo podremos comunicar más fácilmente a los demás lo que realmente queremos decirles.
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Ficha E
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LA HOMILÍA
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na lectura atenta del Evangelio nos descubre las actitudes comunicativas de Jesucristo, su gran capacidad no sólo de despertar el interés de la gente, sino más aún, de atraerlos hasta tal punto que lo seguían día tras día sin preocuparse por el alimento para sus cuerpos (Marcos 8, 3); (Mateo 15, 32). La energía del lenguaje nos permite descubrir en Jesús a un hombre de carácter que apunta sin vacilaciones al objetivo. En verdad les digo, que cuando lo hicieron con alguno de éstos mis hermanos pequeños, lo hicieron conmigo (Mt. 25, 40). Se adapta perfectamente a los intereses, a las culturas y a las costumbres del pueblo. Evitó la terminología difícil y abstracta, utilizando un lenguaje sencillo, fácil de entender, tocando los sentimientos y la imaginación de sus oyentes. La riqueza variada del lenguaje y las formas con las que Cristo se comunicó, nos ayuda enormemente para nuestra acción dentro de la comunidad ya que toda la celebración es una estructura dialogada, es comunicación. Uno de los momentos claves para hacer uso de este lenguaje dentro de la celebración eucarística es la Homilía, sermón o prédica, que se hace después de las lecturas.
LA HOMILIA La Homilía constituye un aparte de la celebración ni más ni menos. Es sin dudad una parte importante porque puede aportar un elemento de actualización de lo que celebramos, un elemento que ayude a la vivencia cristiana. No es protagonismo ni rutina, sino un servicio a la vida cristiana de quienes asisten a vivir la celebración, por lo tanto no puede apagar lo que es más importante, la Liturgia de la Palabra y la celebración de la Eucaristía.
Dice Puebla: La Homilía como parte de la Liturgia, es ocasión privilegiada para exponer el misterio de Cristo en el aquí y ahora de la comunidad, partiendo de los textos sagrados, relacionándolos a la vida concreta. Su preparación debe ser esmerada y su duración proporcionada a las otras partes de la celebración (Nº 930)
Para el animador es importante saber lo que es la Homilía, porque tal vez en más de alguna oportunidad, le corresponderá crearlas y darlas a conocer ante la comunidad. Según las normas litúrgicas, la Homilía es tarea del presidente de la celebración, pero en muchos lugares ha dejado de se cosa de los curas; ya que la hacen los laicos, diáconos o religiosas. Por eso es bueno que como animador tengamos clara conciencia de su preparación y podamos emplear este lenguaje de celebración. En muchas comunidades las homilías se preparan en grupos; los que representa un gran enriquecimiento para los integrantes y para la comunidad en general.
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Ficha E
• Algo más sobre la Homilía Es una proclamación explicada y adaptada de la fe cristiana, del anuncio del Evangelio, de la Fe de la Iglesia. Tenemos que ver dónde nos situamos, ya que la homilía inmersa es una pastoral amplia, es un lugar privilegiado para evangelizar. Los que escuchan deben sentirse tocados, impactados, correspondidos. Hay que ayudarlos a captar y vivir la Palabra de Dios en medio del contexto histórico actual. La Homilía no es una lección, ni son opiniones personales del predicador; es una palabra de vida inspirada por el Espíritu de Dios, debe ayudar y comunicar esperanza. Es fundamental entonces; no tanto pronunciar la homilía, sino PREPARARLA. En muchas oportunidades nos ha tocado escuchar homilías improvisadas, sin pies ni cabeza y que se dan vuelta en lo mismo. Sermones interminables y que no dicen nada; esto es particularmente grave cuando los asistentes escuchan domingo a domingo el mismo predicador. La Homilía debe ser corta, ir directamente al grano, en lo posible no debe durar más de 8 minutos. Lo ideal sería escribirla, aunque a muchos les basta tener sólo un esquema con alguna frase especialmente importante ya escrita, lo que también es bueno. Algo que siempre se debe evitar es la improvisación. Es importante en una homilía tener claro el fondo y la forma, vale decir que el mensaje penetre y se represente en la gente, para esto debemos preguntarnos lo siguiente: - ¿Cuál es el mensaje de la lectura? - ¿Cuál es la situación de la gente? Se debe poner el máximo de atención al lenguaje, que sea sencillo y que llegue a los otros. - El lenguaje es un tono, un clima, un sonido, un gesto nuevo, moderno, encierra una gran fuerza. - Del lenguaje depende que nos entiendan y nos atiendan, que nos comuniquemos y también que sorprendamos. - En el lenguaje e necesario trabajar tanto como en los contenidos. Conocemos montones de personas que tienen cosas interesantes que decir, pero fallan en el lenguaje. Poco a poco debemos ir creciendo en esto, ensaya, escribe homilías, hazlo con la fuerza del Espíritu y tomando en cuenta la situación de la gente.
• Algunos Géneros Estos géneros nos servirán para hacer una homilía de una línea profética: -
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Anuncio: Exultante, alegre, esperanzador, luminoso, evangelizador, educador. Denuncia: Agresivo con amor, acusatorio, interpelador. El que lo anuncia tiende a separarse del pueblo, por ejemplo: Ustedes deben ayudar a la gente sencilla, acompañarlos en sus penas… Esto es peligroso porque la gente dirá: ¿Y tú?, cambia cuando uno se incluye, Nosotros debemos… De autocrítica: De predicación, de examen de conciencia en al comunidad (en qué situación nos encontramos), dar los medios para que nos autocritiquemos, hacer ver (es muy propio para lo penitencial). Interpretación: Ayudar a los demás a darse cuenta de lo que acontece a la luz de la Palabra, invitar al mensaje que lleva a la historia, abrir los ojos del sentido. 2
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Ficha E
• Ejemplo de homilía Homilía del quinto domingo de Pascua ciclo C. (Jn. 13) En el corazón de la experiencia cristiana siempre está el amor; es lo que más necesitamos para la vida, lo que buscamos afanosamente y lo que pedimos de todos los que nos rodean. Es el mayor don que recibimos de Dios. El amor entre hermanos restaura las heridas, desarrolla la amistad, la creatividad, la personalidad, potencia los valores del hombre, nos une y nos hace gustar la vida. Buscamos incansablemente esta experiencia básica y fundamental: Amar y ser amados. Cuando Jesús se despide de sus amigos el día antes de morir deja como testamento y tarea por cumplir, sólo esto: Ámense entre ustedes como yo los he amado; este es mi mandamiento, que se amen. El distintivo por el cual los hombres nos reconocen en el mundo como discípulos de Jesús y que hace presente su espíritu, es el amor que nos tenemos unos a otros. Sin embargo, hemos tapado este amor con nuestros propios intereses, se nos ha regalado en forma gratuita el don del amor y lo estamos farreando, desperdiciando. El amor no se reduce a los mandatos o cumplimientos de preceptos; no basta el venir a misa domingo a domingo, haber nacido en un hogar cristiano el recibir los sacramentos. Debemos revisar nuestra actitud ante nuestros hermanos, debemos preguntarnos constantemente ¿qué mundo estamos preparando a la nueva generación? ¿qué tipo de vida ofrecemos a los demás? Hoy en día atravesamos por una oscuridad tremenda, el aire está viciado, hemos ido perdiendo auténticos valores, nociones básicas de respeto, justicia, libertad, bien común. Muchos llevan años viniendo a esta comunidad y ni siquiera existe una preocupación por conocer al otro que se ha sentado tantas veces al lado o enfrente de mí. Si hasta el abrazo de la paz nos cuesta darnos, nos da temor estrechar la mano con confianza, con seguridad. Nada sabemos de aquellos que llevan uno, dos, tres años cesantes, o del abuelo que vive solo, abandonado en una mediagua sin recibir cariño de nadie. Tampoco sabemos que mujeres, madres de nuestra comunidad pasan diariamente por momentos críticos, como aquella señora que con el cansancio a cuestas recorre diariamente lugares para hacer uno o dos lavados de ropa ajena con el fin de dar de comer a sus hijos. Condenamos a los jóvenes que están parados en las esquinas o a los que tomaron presos por reclamar sus derec hos inalienables o expresarse libremente en su colegio o universidad. Claro, a veces resulta más fácil en nuestro silencio. A veces es más fácil quedarse en casa y sentarse a mirar TV, escuchar música o ir a encerrarnos a un cine, pero… ¿es esto amor?... frente a todo lo que sucede, tanto en nuestra comunidad como en la sociedad misma nadie puede declararse totalmente inocente, todos tenemos cuotas de responsabilidad. Los padres tienen mayor responsabilidad que los hijos; y los que tienen el poder tienen mayor culpabilidad que aquellos que no tienen influencia. Todos tenemos responsabilidad en las acciones y en las omisiones, hay silencios culpables y palabras que hacen daño. Por eso necesitamos ir dando ir dando pasos concretos de renovación y purificación para encontrar la salida. Ser cristiano en cualquier histórica, es ser HOMBRE NUEVO. Cuando seamos capaces de solidarizar con el cansancio de esa madre y de tantas otras que están sufriendo terriblemente, de comprender la actitud de aquellos jóvenes y la de nuestros propios hijos, cuando reconozcamos que en el amigo, el vecino, el obrero, en fin, en cada hombre a un hermanos, estaremos despertando a un AMOR VERDADERO. Hay una necesidad urgente de personas capaces de amar, ¿estamos dispuestos a hacerlo? El cambio es claro y atrayente, es imposible encontrarlo en nuestras pobres fuerzas humanas, pero es posible descubrirlo apoyado en Jesucristo, que nos trae cada día una esperanza nueva. 3
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Ficha E
Tenemos un gran desafío, por muy duras que sean las pruebas y las dificultades que diariamente debemos enfrentar, no nos cansemos nunca de amar a nuestros hermanos, de entregar nuestro tiempo, nuestra inteligencia y la vida si fuese necesario para servir a los demás.
Preguntas para reflexión: ¿Cumplimos el mandamiento de amarse unos a los otros? ¿Cuál es nuestro desafío?
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Ficha F
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LA ASAMBLEA
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egún lo que ya conocemos, la asamblea es el sujeto de la celebración, es decir, ella es quien celebra. Pero no basta que un grupo de cristianos estén juntos en un rito religioso para que sean asamblea. La asamblea es una unidad externa e interna, física y espiritual. Mientras el conjunto de personas que concurren en el mismo lugar no viva y sienta la mutua comunión, no hay asamblea eclesial. La asamblea es el conjunto de fieles que, unidos en caridad, realizan una celebración litúrgica. Lo más frecuente es que en la reunión dominical haya personas que viven ese espíritu de comunión, mientras que otras están simplemente con los demás, pero no forman propiamente parte de la asamblea, porque no están unidas de espíritu. Con esta noción de asamblea se advierte ya la importancia del tema. Está relacionado directamente con la caridad, es decir, con la esencia del cristianismo.
• La asamblea, expresión de la Iglesia. La Iglesia la constituimos todos los miembros del Cuerpo de Cristo extendidos por el mundo entero, además de quienes nos han procedido y pasaron ya al más allá. Ese inmenso cuerpo nunca puede estar físicamente reunido. Pero cada uno de los grupos que se reúne en asamblea expresa la Iglesia; es epifanía o manifestación de la Iglesia entera. Iglesia significa connotación. Todos estamos convocados a la asamblea. Esta sólo se realizará en plenitud en la gloria, pero ya hemos de sentirnos como en tensión hacia la asamblea celebrativa. Es que nadie debe contentarse con alabar personalmente a Dios: hemos de querer alabarlo todos al unísono, en voces y corazones concordes, como en una gran sinfonía. Por ese mismo sentido globalizante, la asamblea es signo de la unidad del género humano que Dios desea. La Iglesia tiene vocación de catolicidad, de universalidad. Y nunca lo expresa mejor que cuando ora, cuando celebra. De ahí que con razón se puede afirmar: “De todos los signos que posee la liturgia, es la asamblea el principal y el previo a todos los demás. Por esta razón es el principal signo de la Iglesia” (C. Floristán).
• Historia de la asamblea: Antiguo Testamento Dios es Trinidad, es decir, comunión de personas. Al hombre lo ha creado a su imagen: lo ha llamado a la unidad en el amor. Por eso ha fundado la familia, expresión de lo que ha de buscarse entre todos los hombres: la humanidad entera debiera vivir como una gran familia. En el orden de la historia de la salvación, de modo particular desde la elección de quienes habían de preparar la venida del Salvador, Dios quiso que sus fieles constituyeran un pueblo. Elige a un hombre, Abraham, para que sea padre de un gran Pueblo. Más tarde, a Moisés para que sea caudillo de su Pueblo. A David y otros reyes para que rijan a su Pueblo. A los profetas para que sean su voz en el mismo en el mismo Pueblo… Y con ese Pueblo establece la Alianza, en la cual todos los miembros han de sentirse hermanos: herir o hacer cualquier injusticia contra un hermano es ofender al Señor que ha hecho alianza con él. “Haré de ustedes un reino de sacerdotes y una noción santa” (Ex 19, 6). 1
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Ficha F
En el Antiguo Testamento son notables las asambleas del pueblo. En los momentos cumbres se reúne la “asamblea de Yahvé”. Todos tienen que peregrinar tres veces al año a Jerusalén: no basta que cada cual, ni siquiera cada familia, ore por su cuenta; además, algunas veces han de hacerlo todos unidos en Jerusalén.
• En el Nuevo Testamento Jesús anuncia que edificará una Iglesia (= asamblea) (Mt 16, 18), y muere para “reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11, 52). En la Epístola a los Hebreos se hace una magnífica descripción de la asamblea de los llamados a la vida eterna (cf. Heb 12, 18-21). Es clara la intención de Jesús de que sus discípulos vivan en unidad. Habla de su Iglesia, del rebaño que debe tener un solo pastor, promete y concede a Pedro la misión de dirigirla… Los Apóstoles reúnen a los convertidos, los agregan por el Bautismo, los dirigen, velan por la unidad de las distintas Iglesias; se reúnen en el llamado “Concilio de Jerusalén” para regular los asuntos que podrían dividirlos. San Pablo es celoso en fomentar la unidad y armonía en las asambleas, por lo cual reprende a quienes son foco de división o de celebraciones inadecuadas, incluso –lo que parecería temerario- supedita el uso de los carismas (que vienen del Espíritu Santo) al provecho de la asamblea (cf. 1 Cor 14, 39).
• En la Iglesia primitiva después de los Apóstoles El libro Doctrina de los Doce Apóstoles (de hacia el año 90) indica que los cristianos deben reunirse para “partir el pan y dar gracias” (14, 1). San Ignacio de Antioquia, martirizado hacia el año 110, advierte: “Cuiden de tener asambleas frecuentes para ofrecer a Dios su Eucaristía y sus alabanzas”. Y es severo contra quienes no acuden: “No venir a la asamblea es acto de orgullo y excomulgarse a sí mismo”. El pagano Plinio el Joven, por el año 112, escribe que los cristianos se reúnen en un día determinado para cantar a Cristo como a Dios. Hacia el año 150, san Justino narra cómo los cristianos de las ciudades y de los campos se reúnen en asamblea para la Eucaristía. De lo más llamativo es el martirio de los mártires de Abitina, ciudad del Norte de África, en la cual, 12 de febrero del año 304, cuarenta y nueve cristianos, hombres, mujeres y niños, son sorprendidos y llevados ante el Juez. Allí confiesan: “No podemos vivir sin la celebración dominical”.
• Pérdida del sentido de asamblea “La Iglesia sin asamblea sería una contradicción” (P. Girelot), pues Iglesia es convocación, es asamblea. Por eso ha mantenido a lo largo de los siglos la urgencia de reunirse en el día del Señor. Pero los fieles fueron perdiendo el sentido de esta importancia en la misma medida en que iba decayendo el fervor primitivo. Entonces la Iglesia, ante la incapacidad de los fieles de tomar conciencia de la importancia de celebrar juntos los sagrados misterios, llegó, muy a pesar suyo, a imponer con mandato la participación en la asamblea los domingos y las fiestas principales. No ha de olvidarse que el mandato no es ideal, sino un remedio, ya que cumplir una obligación por miedo al castigo no es suficiente para entrar de veras en el espíritu de asamblea. El que está sano no necesita medicinas y despliega su vida con mayor plenitud.
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Ficha F
• El Espíritu de asamblea Para entrar plenamente en la asamblea es necesario poseer espíritu comunitario, espíritu de Iglesia. Y eso es condición para poder estar unidos a Dios. Quien no siente interés por el hermano, no puede encontrar a Dios. Quien está en la reunión desinteresado de los demás, no forma propiamente parte de la asamblea que dialoga con Dios. Como hemos visto, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos quiere unidos de corazón. Muchos tal vez piensan que están hablando a Dios y hablan a un ser que no es el auténtico Dios, sino una caricatura que se hacen de él: Sólo el que ama al prójimo entiende a Dios y llega a él. Si no poseemos espíritu comunitario, nuestra vida espiritual no puede ser auténtica. Al prójimo hemos de esforzarnos en verlo como Dios lo ve: con amor. En caso contrario no vivimos la verdad. Esto es muy exigente. Felizmente exigente. La exigencia es un don con el que Dios nos descubre dónde están la verdad y el bien.
• Cómo conseguir el Espíritu de asamblea Lo primero que se requiere es tener claras las ideas. Eso es lo que hemos tratado de explicar en los párrafos precedentes. Luego, es imprescindible el esfuerzo. No basta quererlo en el momento de la reunión, sino en toda la vida, pues la vida espiritual es una sola, es una unidad que no se puede vivir de un modo en la Iglesia y de otro modo en la casa o en la calle. Toda vida espiritual requiere esfuerzo, tanto más, cuanto más principiantes e imperfectos somos. Con el progreso viene la mayor facilidad, porque entonces dejamos mejor que el Espíritu de Dios trasforme nuestra actitudes, es decir, nuestro modo de ser. En tercer lugar se requiere vivir en la celebración lo más conscientemente posible la actitud de unión. Esa actitud se manifiesta y se expresa en la simpatía, en la acogida al encontrarse, en los saludos y gestos, antes, durante y después de la celebración. La liturgia no tiene por qué ser una celebración de una seriedad triste e incomunicada. La iglesia es la casa de la comunidad y debemos sentirnos cómodos en ella, sin dejar de tener en cuenta que también e la casa de Dios, de un Dios que es Padre. Han de combinarse debidamente naturalidad, fraternidad y respeto.
• Fomentar el espíritu de asamblea Dado que todos somos responsables de la celebración, todos hemos de procurar que se desarrolle y crezca el espíritu de asamblea. ¿Qué haces para ello? Además de cultivar sin cesar el espíritu de caridad, según lo ya expuesto: a.
Participar en las respuestas o diálogos, en el canto (salvo quien no tenga oído musical o su voz sea tal que deteriore la belleza del conjunto), en las acciones o en los gestos corporales, en el silencio cuando corresponda (cf. SC 30).
b.
Hacer todo y sólo lo que cada uno le corresponde, es decir, dejar al presidente de la celebración o a otros ministros lo suyo y cumplir bien lo que debe realizar la asamblea a lo que nos toca, si desempeñamos algún ministerio. La constitución conciliar sobre Sagrada Liturgia lo dice muy claramente: “En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo lo que corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas” (n. 28).
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Ficha F
c.
Estar dispuesto a colaborar en algún servicio concreto, según las propias cualidades, y realizarlo con fe y con esmero, preparándose para ello. Estos servicios pueden ser, entre otros, arreglar el altar y el local, actuar como acólito, acoger a quienes llegan, proclamar alguna lectura, cantar o proclamar el salmo responsorial, formar parte del coro que anima el canto de la asamblea, etc. Tales servicios han de realizarse con esmero, y nadie debe apegarse a ellos, sino que debe estar dispuesto a dejar actuar a los demás para que también otras personas más capaces participen.
d.
“Los acólitos, lectores comentadores y cuantos pertenecen al coro desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y el orden que conviene a tan gran ministerio y les exige con razón el pueblo de Dios. Con este fin, es preciso que cada uno a su manera esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente” (Constitución de Sagrada Liturgia, n. 29).
En todos estos servicios o ministerios la persona que los realiza ha de cuidar el vivir la celebración. Existe el riesgo de que quien desempeña un ministerio se trasforme en algo así como en un actor de teatro, que actúa simplemente para los demás. En al celebración todo ministro es un miembro es lo que se está celebrando. Por ejemplo, quien lee debe recibir también él mismo el mensaje que proclama; quien canta, más allá de la técnica, debe vivir con doble intensidad lo que canta, etc. El presidente de la asamblea tiene en sus manos las mayores posibilidades de hacer que los participantes se sientan asamblea. Si descuidad su función propia, será el principal responsable de que no se viva tal espíritu. Su influencia se hace sentir en el modo de saludar, que no se ha de ser regido, sino natural, y en la comunicación en todo momento; en el modo de proclamar el Evangelio y, sobre todo, la Plegaria Eucarística, en el tono de la homilía… Debe presidir sin complejos de superioridad y sin apocamiento; ha de saber prever todo para no entorpecer la acción (por ejemplo, tener elegidas y señaladas las oraciones, y no estarlas buscando mientras recita otras oraciones o rompiendo e ritmo forme a quienes desempeñan distintas funciones; animar a los tímidos y moderar a los propensos a hacerse ver, etc. La asamblea es un conjunto y cada uno de sus miembros en particular son también responsables de que este espíritu sea vivo y vaya creciendo en la comunidad de la que forman parte. Nunca ha de olvidarse que quien celebra es la asamblea. Ella es el sujeto de la celebración. Por su actitud interna y por la participación externa, cada uno debe colaborar para que los participantes no se sientan espectadores, sino sujetos activos, y para que todo ofrezca la bella imagen de la familia de Dios que se siente en fiesta en diálogo con el Padre. Los medios externos hacen la celebración más armoniosa, más bella. Pero no ha de olvidarse que su finalidad no es la estética, sino la vivencia comunitaria del misterio que se celebra.
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Ficha G
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CANTO Y MÚSICA, parte I
1.
Un gran valor humano y religioso
a) Valor humano La música y el canto se cuentan entre las actividades humanas más universales y más valiosas. Incluso cuando pudieran parecer un tanto superficiales por su grácil movilidad, son expresión más profunda y trascendente. Es que la música y el canto son arte: por lo tanto, son un lenguaje, una expresión y una comunicación más completa, global y profunda que el lenguaje ordinario, encerrado en la razón. Esta riqueza lo es ya en el plano humano. Las personas cantan u oyen cantar desde las canciones de cuna de las mamás hasta los cantos fúnebres, pasando por los cantos de victoria, los de las narraciones épicas y las líricas, entre las cuales ocupan un lugar preclaro los cantos de los enamorados. ¿Cómo expresaríamos todos esos sentimientos sin el canto?
b) Valor religioso Nuestro valor religioso se inserta en lo humano. La expresión religiosa emplea lo que humanamente poseemos y somos; y no puede despreciar ningún auténtico valor humano. Una religiosidad que prescindiera del canto, tendría una expresión menos completa. Más aún: si, como arte, son expresión más plena de lo profundo y trascendente, como canto y música poseen una esencial sintonía con lo religioso, que es una dimensión que ha de penetrar profundamente al hombre en su individualidad y en su relación comunitaria y que lo abre a la trascendencia. Si la vida humana necesita del canto y de la música en su dimensión natural, con mayor razón los necesita en su dimensión religiosa. Incluso se puede decir que el arte musical es especialmente privilegiado en el afán de asumir y expresar las vivencias religiosas. “El canto es un importante punto de contacto entre el Evangelio y la cultura. No se puede implantar sólidamente la fe si se prescinde de él”. “La música –afirma una experimentada contemplativa- por ser la más pura, la más inmaterial de las artes, es camino privilegiado para conducir a Dios, que es belleza”. “En el canto todo el ser participa en la oración, las menores fibras del cuerpo se unen al alma para hablar a Dios o de Dios hasta alcanzar el umbral en el que, en una cierta plenitud, la alabanza se hace adoración silenciosa” Por eso es muy apta para la oración litúrgica: “La música está más próxima del culto divino que la mayor parte de las otras bellas artes, como son la arquitectura, la pintura o la escultura. Estas tratan de preparar un marco digno a los ritos divinos. Aquella, al contrario, ocupa lugar principal en el desarrollo de las ceremonias y de los ritos sagrados” (Pío XII, Enc. Musicae sacrae disciplina). Y el Concilio Vaticano II afirma: “La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne” (SC 112).
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2.
Ficha G
Finalidad del canto litúrgico
“La música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados” (SC 112). Con estas palabras el Vaticano II señala la finalidad básica: estar íntimamente unida a la acción litúrgica. De hecho no se trata de que algo externo o ajeno se una, sino de que el canto litúrgico es liturgia. Como decíamos con el capítulo 6 al hablar de l simbolismo y del arte, en la expresión cantada de un himno, un salmo, una antífona… no se puede separar la palabra ni la actitud de la melodía. Esta forma un todo con ella. Y tiene el mismo fin: rendir culto a Dios en expresión comunitaria o eclesial. Dicho fin lo cumple la música en forma propia, expresada en un triple efecto: a) b) c) -
confiere a la oración una mayor delicadeza; fomenta la unanimidad; confiere mayor solemnidad al rito. Aunque no sale en el número citado, ha de señalarse también el espíritu festivo.
Es propio del arte –y el canto es arte- expresar con más belleza y hondura y llevar la expresión a niveles más elevados. El canto posee gran fuerza para unificar los espíritus, es decir, para fomentar la unanimidad, tanto si se realiza al unísono como si se hace a voces, ya que éstas han de ir concordadas entre sí. Basta advertir lo que sucede en un grupo que canta la canción nacional o en los miembros de un club que entonan el himno de su equipo. En la liturgia hay diversos medios para expresar la unidad (respuestas comunes, las composturas idénticas…); pero normalmente el medio más poderoso es el canto (hablamos de los medios externos, pues la espiritualidad es la esencia de esa unidad). La mayor solemnidad es inmediatamente perceptible: el canto da relieve al rito. Aunque hoy somos menos sensibles a la solemnidad, no cabe duda de que nos gusta en determinados actos o momentos. Es todo caso, la finalidad intrínseca del canto es expresar la vivencia religiosa en el nivel específico del arte, es decir, en ese nivel que sobrepasa lo meramente racional. Una expresión cantada dice más, expresa con mayor profundidad lo que puede decir la palabra corriente.
3.
Breve mirada a la historia
En el Antiguo Testamento se menciona abundantemente la actividad de cantar, y existe todo un libro de oraciones para ser cantadas: el de Los Salmos, así como numerosos otros salmos e himnos esparcidos en diversos libros. La oración judía, tanto en la casa como en la Sinagoga y en el Templo, comprendía cantos. Actividades como las peregrinaciones a Jerusalén o la Cena de Pascua, contaban con cantos ya señalados: los salmos graduales o “de subida” y el Hallel Menor y el Hallel Mayor. En el Nuevo Testamento aparecen cánticos, himnos y numerosas invitaciones a cantar, especialmente en algunas Epístolas y en el Apocalipsis. Pablo y Silas, estando presos en Filipos, rezan cantado hacia la medianoche (cf. Hech 16, 25). San Pablo invita: “Canten y toquen para el Señor de todo corazón” (Ef. 5,19). “Canten a Dios himnos y cánticos inspirados con un corazón agradecido” (Col 3,16). Hacia el año 112, Plinio el joven, gobernador de Bitinia (en el actual Turquía), cuenta en carta al emperador Trajano que los cristianos “se reúnen ante el amanecer y cantan a Cristo, a quien consideran como Dios”. Como excepción, apareció, por los siglos IV y V, una efímera corriente adversa de ciertos monjes orientales que rechazaban el canto por un pretexto de austeridad. Esa tendencia fue pronto combatida por grandes Padres de la Iglesia como San Basilio y san Crisóstomo. Nos han legado magníficos elogios e invitaciones a la música, entre otros, san Atanasio, san Ambrosio, san Agustín. El canto en la liturgia ha sido practicado y alentado a lo 2
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Ficha G
largo de toda la historia de la Iglesia. Durante los dos primeros siglos se cantaron sobre todo himnos no bíblicos; luego predominó el empleo de los salmos y también se siguieron utilizando himnos. Al principio en la liturgia cristiana no se empleaban instrumentos. El pueblo cantaba los himnos e intervenía en los salmos con la antífona o estribillo, ya que no podía recordar el salmo entero. En la medida en que la melodía se hace más artística y más complicada –lo cual acontece desde el siglo IV-, el o pequeño grupo de cantores va substituyendo a la asamblea. En las piezas que nos han llegado se advierte, por el grado de dificultad técnica, en qué casos es más abundante o más escasa la participación del pueblo. A partir de la época carolingia (fines del siglo VIII) y hasta el siglo XIII, el pueblo vuelve a participar más ampliamente, hasta que retorna la complicación por el siglo XIII. Desde el siglo XVI toma fuerza la polifonía, que tuvo desde ese siglo grandes maestros. Sus magníficas composiciones tienen el inconveniente de no permitir la intervención del pueblo. En su época y en los siglos siguientes, ese inconveniente no era considerado, pues la liturgia era apreciada ante todo por su exuberancia externa. Desde la mitad del siglo XIX y durante el XX, al compás del interés por la liturgia y del Movimiento litúrgico propiamente tal, se incrementa la participación cantada del pueblo. Primero con cantos paralelos a la acción del presidente y, desde la renovación litúrgica del Vaticano II, integrados, ya que la acción de la asamblea es acción litúrgica de pleno derecho. En nuestros días, con el empleo de las lenguas vernáculas, ha sabido necesidad de crear todo el repertorio. La creación en las diversas lenguas ha sido tan copiosa, que han aparecido miles de cantos nuevos. Ahora, sin cerrar la puerta a nuevas composiciones, urge la selección, pues en esa abundancia hay mucha música y mucha letra mediocres, poco dignas del culto. El canto requiere también cierta estabilidad para que pueda ser asimilado y vi vido.
4.
Normas de la Iglesia
Dada la importancia que tiene y el riesgo que, como cualquiera otra actividad humana, corre el arte, la Iglesia se ha preocupado de dar normas que aseguren su calidad y adecuación. En los primeros siglos fue fomentando el canto y, el rito romano, creó una música propia: el canto gregoriano. En los últimos tiempos de la Edad Media y sobre todo en el Renacimiento, aparece la polifonía clásica, y entra también en la liturgia. Es música de gran riqueza, pero pronto siguieron advertencia, sobre todo por la excesiva complicación y la desfiguración del texto (ya Juan XXII en 1325; luego, el Concilio de Trento). Siguió la polifonía moderna, que produjo enorme cantidad de Misas y otras piezas. Para poder ejecutar la polifonía hubo necesidad de coros especializados, se acentuaron la pasividad del pueblo (antiguamente surgieron coros de clérigos para las piezas difíciles del gregoriano, ahora fueron coros de laicos). En tales circunstancias, varios papas, al mismo tiempo que reconocen la riqueza de esa música (capacidad expresiva y festiva, solemnidad), llaman la atención sobre sus fallas o riesgos (imposibilidad de participación activa del pueblo, transformación en espectáculo más que celebración religiosa auténtica, efectismo de solistas, duración inadecuada al momento de la liturgia…). Hasta el siglo XX, las referencias a la música en documentos oficiales fueron muy escasas. En cambio, en ese siglo han aparecido numerosos documentos eclesiales en los cuales se trata ex profeso de la música y del canto en la liturgia. Se han preocupado del tema san Pío X, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, el Concilio Vaticano II y, copiosamente, la documentación pos-conciliar. Hasta 1947 los documentos se ocupaban del tema en relación con abusos, por lo que tenían un tono más bien negativo. Posteriormente, sobre todo tras el Vaticano II, aunque también hacen referencia a las desviaciones, el tono es en general positivo: se parte de la riqueza del canto y de la música, de su utilidad y necesidad en la liturgia, de su función específica, de los cantores, directores, compositores, de la formación musical y también litúrgica de los compositores, directores, miembros de los coros… se insiste constantemente en la participación cantada de la asamblea. 3
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Ficha G
Podemos enumerar algunos de los documentos oficiales sobre música y liturgia: -
El motu propio Tra le sollecitudini (san Pío X, 1903). Constitución Apostólica Divini Cultus (Pío XI, 1928). Encíclica Mediator Dei (Pío XII, 1947). Encíclica Musicae sacrae disciplina (Pío XII, 1958). Instrucción De musica sacra (Congregación de Ritos, 1958). Carta Iucunda laudatio (Juan XXIII). Constitución del Concilio Vaticano II Sacrosanctum Concilium (1963). Después del Vaticano II, en 1967 apareció la Instrucción Musicam sacram, del Concilium y de la Congregación de Ritos, y la generalidad de los documentos de alcance general se refiere a la música y al canto en los oportunos lugares; entre estos documentos se pueden mencionar las Introducciones a la Misa y a la liturgia de las horas, el Directorio para Misas con niños, la Ordenación de las Lecturas, etc.
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Ficha H
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CANTO Y MÚSICA, parte II
1.
Formas del canto en la liturgia
1.1 Módulos de cantar en las celebraciones a) Formas breves. Aclamaciones, diálogos, respuestas Esta forma de canto se emplea mucho en la liturgia porque: a) es un modo fácil de cantar; b) la liturgia se desarrolla en dialogo frecuente entre el presidente y la asamblea. Algunas intervenciones de la asamblea son como exigidas por la misma naturaleza del desarrollo litúrgico, por ejemplo las aclamaciones (pero ha de tenerse en cuenta que una aclamación dicha en la forma corriente de hablar ya no es aclamación, pues ha perdido la característica de vida y agudeza de la aclamación). Los diálogos cantados dan relieve externo e interno al texto. Las letanías representan un intermedio entre el diálogo y la aclamación. b) Cantilación La cantilación es un recitativo cantado, modo fácil de destacar un texto. Antiguamente era incluso necesario para hacer más audible e inteligible el texto, y se empleaba en casi todas las culturas en discursos, en los recitados de los bardos medievales, etc. Es muy probable que Jesús dirigiera sus discursos con una elevación de voz cercana al canto. La cantilación es de un solista, lo cual permite cierta libertad o improvisación melódica. En sí esta forma estiliza la palabra, por lo cual es más objetivante, menos interiorizante. Se emplea sobre todo en lecturas y en oraciones presidenciales como el prefacio, las oraciones breves, etc. Aunque sea de solista, con cierto estudio y ensayo se puede realizar en grupo, por ejemplo en partes de la Plegaria eucarística en Misa concelebrada. El canto recitado de los salmos, en la forma tradicional, es una especie de cantilación, aunque la variedad de tonos lo aproxima al canto propiamente tal. c) Canto propiamente tal. Es el canto en el cual se despliega la melodía en forma variada y sujeta a ritmo y medida. Es la forma que espontáneamente imaginamos cuando oímos hablar de canto. A él corresponde de lleno lo que se afirma de la riqueza y valor del canto.
1.2. Clases de música empleadas en la liturgia a) El gregoriano Su origen no es claro. Parece que proviene del estilo y formas del canto de las sinagogas judías y e influencias de la música griega, de la que tomó el sistema diatónico8sin los medios tonos de bemoles y sostenidos). Nació en la Iglesia y en ella se perfeccionó. El nombre le viene del papa san Gregorio Magno (590-604). No es que este Papa lo creara. Lo que hizo san Gregorio fue disponer sus piezas en la liturgia, componer buen número de ellas y dar al conjunto la forma definitiva que habría de conservar. Se caracteriza por su honda resonancia íntima; es muy apto para sugerir lo trascendente. Ha sido muy alabado por famosísimos músicos, que le reconocen una poderosa fuerza. El Concilio Vaticano II afirma: “La Iglesia reconoce al canto gregoriano como el canto propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas” (SC 116).
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Ficha H
Pero con igualdad de circunstancias sólo se da en asambleas en las que se comprenda el latín, del que el gregoriano no es inseparable (los intentos de aplicarlo a otras lenguas han tenido fortuna, aunque en las piezas silábicas sencillas la dificultad no es tan absoluta). b) La polifonía clásica y moderna Polifonía es el canto a varias voces sin acompañamiento de instrumentos. Desde su aparición al final de la Edad Media y su cúspide en autores como Palestrina (1525-.1594), Lasus (1532-1594) y Vitoria (1540-1611), continuando con otros muchos autores en los siglos posteriores, ha entregado numerosísimas obras de gran belleza, que son como un intento por elevar la voz humana a la máxima expresividad. Por eso el Concilio añade en el número recién citado: “Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera de excluirse de la acción litúrgica” (SC 116). El riego mayor de esta música es impedir la participación activa del pueblo. Por eso habrá que limitarla a pocos y bien pensados momentos y, en otros casos, interpretarla en diálogo con canto al unísono de la asamblea. c) Canto popular Si el sujeto de la celebración es la asamblea, lo lógico es que en ella se emplee ante todo el canto popular. Con razón afirma el Concilio: “Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas… resuenen las voces de los fieles” (SC 118). El canto popular ha de ser sencillo, lo cual no quiere decir que no sea de calidad artística, aunque habrá de renunciar a ciertos recursos más refinados. Es imprescindible que en la comunidad haya algún técnico que enseñe y dirija el canto… y que corrija los defectos que se van deslizando en la ejecución. Y tendrá que limitarse el repertorio a lo que el pueblo pueda aprender y mantener sabido. Por lo demás, popular no significa que sea música sin fuerza. La música auténticamente popular tiene “garra”. “Cuando se da en la `diana´ de uno de estos cantos que `entran´ bien – porque son populares y aptos para grandes masas-, crecen el clima y el entusiasmo de la asamblea. Se nota incluso en el mayor volumen de voz”. El coro de cantores es parte de la asamblea y debe animar el canto de ésta. Es difícil que el canto no languidezca si se carece de coro. Pero ha de tener cuidado para no desplazar al pueblo, en lugar de animarlo. Es bueno que el coro realice algunas más difíciles, así como a veces las estrofas, incluso para dar mayor variedad y agilidad. En todo caso, el pueblo participará siempre con el estribillo.
2.
Cualidades de la música y del canto
Aquí nos limitamos a la música y al canto popular. Y sus cualidades están indirectamente expresadas en los acápites precedentes. Por eso podemos ser breves. a) Elegante o inspirada. Lo popular no excluye la inspiración ni la elegancia. Quizá tiene el reto de expresarlas sin recurrir a los medios más refinados. Pero la sobriedad se hermana bien con la belleza. La inspiración no se fuerza: la genialidad percibe en el alma del pueblo lo que lo interpreta en el fondo de su ser y de sus anhelos, en este caso, de sus anhelos religiosos. b) Relativamente fácil. El compositor ha de renunciar a lo que resulte excesivamente difícil para una asamblea común y, dentro de ese marco, utilizar sabiamente su capacidad creativa y su técnica. c) Vigorosa. Lo popular no tiene por qué ser meloso ni sensiblero. El auténtico sentido religioso es de por sí fuerte; no se refugia en el sentimentalismo. 2
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Ficha H
d) Actual. No ha de estar desfasada con las tendencias de la época. Cada época traduce en los estilos artísticos lo que le llega al fondo de su ser. Eso ha de reflejar igualmente la música religiosa. Pero no ha de olvidarse que lo clásico es lo que perdura a través de los siglos y de las distintas culturas. Por eso ha de combinarse la actualidad con el buen empleo de lo clásico o tradicional. El pueblo no desea cambiar tanto como los jóvenes ni lo necesita. Ha de buscarse un equilibrio en el cual las diversas generaciones, renunciando a algo propio, consigan mejor lo que es común a todas y no se estanquen en lo desfasado. e) Adaptada a la liturgia. No toda música se adapta igualmente a la liturgia. Por ejemplo, ciertas músicas y ritmos modernos.
“A propósito de los ritmos modernos –básicamente dependientes del jazz o del rock-, si la música litúrgica muestra cierta prevención hacia ellos, ésta se basa precisamente no en lo insólito de los mismos o en su modernidad, sino en el hecho de que generalmente, “a más ritmo, menos melodía”, menos expresión verbal. Estas músicas suelen machacar las palabras, desfigurarlas, disolverlas, servirse de ellas como simple apoyatura o soporte fónico, como pretexto de una expresividad más bien rítmico-somática que verbal. Aquí sería decir una palabra sobre el valor psicodélico del ritmo y su utilización en la liturgia: El canto moderadamente rítmico puede resultar eficaz para afirmar unánimemente una idea, un sentimiento, una actitud, o simplemente para unificar y lograr la ejecución acorde de un canto por la asamblea. Pero si el ritmo se convierte en frenético u obsesivo, arrastra y despersonaliza al participante, el cual puede así entrar en un estado de trance ambiguo o reprobable. La música no es, pues, mala o buena por antigua o por moderna, sino por el grado de su capacidad para expresar la vivencia religiosa auténtica. Naturalmente, componer o seleccionar música para la liturgia pide entrar en lo más profundamente que se pueda en el sentido de la liturgia.
3.
Los instrumentos musicales
El Vaticano II señala que ha de tenerse en gran estima el órgano de tubos, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las celebraciones y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales (cf. SC 120). Fue el primer instrumento introducido en la Iglesia y el que ha perdurado siempre. Luego se fueron admitiendo otros, principalmente de cuerdas. Hoy en principio no queda excluido ninguno. Dice el Concilio: “En el culto se pueden admitir otros instrumentos… siempre que sean aptos o puedan adaptarse al culto sagrado” (SC 120). El sentido o adaptación sagrada se percibe en distintas formas según las diversas culturas. Por eso es la autoridad eclesiástica territorial la que debe decidir. Hoy vemos que es normal el uso de guitarra, batería y otros instrumentos que en otras épocas hubieran resultado escandalosos. En los salmos se menciona repetidas veces toda clase de instrumentos, como puede verse, por ejemplo, en el salmo 150. No ha de olvidarse que la juventud constituye una cultura más afín en los diversos países o continentes que con otras edades de su misma patria. En esto ha de tenerse en cuenta lo que dijimos a propósito del repertorio de cantos: siempre ha de tratar de lograrse el equilibrio entre la apertura hacia los otros y la delicadeza para con quienes sienten distinto. La caridad es la única norma segura.
4.
Vivencia del canto
El canto litúrgico es liturgia tanto en su música como en su letra. Por tanto, ha de vivirse como toda la celebración. Sin embargo, tiene su carácter propio, que es ser arte. Por tanto, su vivencia implica situarse en ese ámbito experiencial superior al razonamiento, sin que éste quede anulado.
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Ficha H
Quien vive lo que canta entra más fácilmente en la esfera de lo espiritual. Sucede algo similar a lo que experimentamos al admirar un paisaje o una pintura, o al vivenciar una amistad o cualquiera de esas situaciones en que nos sentimos en una atmósfera distinta. El canto no es simplemente una oración en forma más bella, más animada, menos pesada… No se trata de cantar para llenar vacíos den la celebración o para hacer el rito más interesante. Es relacionarse con Dios en una esfera humana superior. Cantar la liturgia es una forma superior de orar. No es exactamente “orar dos veces”, porque no es cuestión de número; sino de niveles de profundidad. Cantar es orar con mayor profundidad y mayor altura; es orar mejor. Por supuesto, todo esto que decimos no se refiere al simple hecho de cantar, sino a la genuina oración cantada.
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