“Enséñanos Señor tus caminos”
Dios nos llama siempre • ¿Recuerdas que la semana pasada el Evangelio nos presentó una serie de trabajadores:
• unos todo el día, otros medio día y otros sólo una hora y todos recibieron la misma paga?
• Eso quiere decir que el llamado de Dios es para todos, y siempre, no hay privilegios ni méritos, el privilegio es precisamente que Dios nos llama y quiere que trabajemos en su viña.
• La actitud de los que “reclamaron la paga recibida” nos lanza al Evangelio de hoy: Dios nos llama pero nuestro “si” se hace un “no”, al dudar de la paga: su amor por nosotros. • Si revisamos nuestra historia descubriremos momentos en que hemos equivocado la respuesta. Pero Dios sigue llamando. Su amor es un amor de oportunidades, no de amenazas.
La indecisión: • Esas oportunidades de amor que nos da el Señor las perdemos debido a nuestra indecisión. Por eso no crecemos espiritualmente.
• Nos cuesta decidirnos quizá porque permanecemos en la actitud de los que “reclaman la paga” y no valoran más bien la paga. Así es muy difícil realizarse como cristiano auténtico.
Las apariencias engañan • ¿Quién no desea actuar correctamente? • Sin embargo, a la hora de la verdad, las obras no se corresponden con esos buenos deseos.
• Entonces nos engañamos: creemos que estamos diciendo sí al Señor por lo que deseamos, pero le estamos diciendo que no por lo que actuamos.
Percibir la llamada • Dios llama y su proyecto consiste en amar: trabajar en la viña es donarse, entregarse por el Reino. Pero hasta que no se dé una entrega efectiva que beneficie al amado (al prójimo), no hay propiamente amor. • Puede haber proyecto de amar. Pero si no pasa de ser un deseo, no hemos percibido realmente lo profundo de la llamada de Dios.
• Moverse casi únicamente por la utilidad, por el gusto, por el éxito, nos lleva, antes o después, a desistir en el empeño inicial, por decidido que pareciera: porque nos convertimos en la medida de nuestro esfuerzo, en lugar de que sea Dios quien nos impulsa a la perfección.
• Hay que revisar nuestras buenas intenciones, porque pueden ser insuficientes. • Hasta que se conviertan en actos concretos de amor desinteresado de “trabajar para Dios” en favor de los hermanos, es que diremos verdaderamente “sí” a Dios: como María, como los mártires, como los santos.
Amar verdaderamente es actuar el sí
“Tengan todos una misma manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones….” (Filp).
• Porque decirle sí al Señor es vivir coherentemente mis palabras y mis acciones como una sola unidad. Si estamos divididos, o confundidos, o indecisos, no amamos realmente el proyecto de Dios.
Superar el “miedo al sí” para dar fruto • Es normal sentir temor e inseguridad ante la llamada de Dios. Incluso, el mismo miedo puede ser señal de verdadero compromiso, puesto que si “todo da igual”, no produciría inquietud de dar frutos.
• Se supera el no cuando aceptamos el riesgo de amar: riesgo puesto en Dios. • Se supera el no cuando tomamos decisiones definitivas y fundamentales, pues son las únicas que hacen posible alcanzar cualquier cosa importante en la vida: ¡¡y la salvación es muy importante tomarla en serio!!
• Debemos educarnos y educar para las decisiones definitivas. Muchos hoy quieren todo “a medias”, “probar si funciona”. • Si queremos decir “si a Dios con sinceridad”, tenemos que madurar el amor, para no desfigurarlo. • El Dios de la vida se alegra cuando reorientamos nuestras opciones con el deseo de cosechar vida eterna. • Para Dios no hay prisas ni plazos terminantes. Alarga las oportunidades, regala su perdón y acoge con alegría a todos.