EL HOMBRE EN EL BOSQUE Cuando era pequeña, esta chica a la que le ocurrió la historia y su hermano, dos años menor, solían quedarse solos en su casona familiar mientras sus padres trabajaban. Vivían en el campo, en una casa grande, y uno de esos días decidieron salir a jugar fuera y terminaron paseando por el bosque, al norte del pueblo de donde vivían. Un día ambos niños vieron a un hombre sentado en una piedra. En lugar de tener miedo, la curiosidad les hizo acercarse. Aquel hombre era un anciano que vestía una túnica larga y blanca, igual que su larga barba, que le llegaba hasta el pecho. El hombre les vio y les hizo un ademán para que se acercaran. Los niños, confiados, se acercaron al extraño, y curiosamente se sintieron muy a gusto desde el primer momento, como si transmitiera su propia paz. Sin hablar, el anciano con pinta de profeta, alzó las manos y con gesto de preocupación las posó sobre la frente del pequeño, el hermano menor (de seis años). Cerró los ojos y murmuró algo que ninguno de los dos niños pudo entender. Después se alejó de los niños y desapareció en el bosque. Al día siguiente aquel hombre fue encontrado muerto por causas naturales bajo un árbol.
AYÚDAME Una familia acababa de mudarse a una nueva casa cerca del bosque. Es una casa más grande, en un pueblecito tranquilo, los niños tienen sitio para jugar y los padres están tranquilos,... Todos estaban muy a gusto en su nuevo hogar. El padre trabajaba y debía ausentarse de casa una semana de cada dos por motivos laborales. Una noche, mientras la madre leía en el salón, el hijo mayor no estaba en casa, pero la hija más pequeña ya dormía. Cuando Carlos, el hijo mayor, volvió a casa le comentó a su madre algo que le tenía preocupado de hace días. Y es que llevaba días observando a Caterina, su hermana pequeña, mientras dormía y ésta actuaba de forma extraña por la noche desde que se habían mudado a la nueva casa. La pequeña hablaba durante su sueño y estaba muy agitada y nerviosa. Su madre no había observado nada, pero dijo que empezaría a hacerlo a partir de ese momento. Cuando Carlos se marchaba a la cama, pasó delante de la habitación de su hermana para echar una ojeada, y la vio sentada en la ventana mirando fuera. Enseguida bajó a advertir a su madre. Subieron los dos y al verla su madre pensó que probablemente la niña era sonámbula. La volvió a poner en la cama. Pero la historia se repitió noche tras noche y la pequeña niña llegaba incluso a salir fuera de la casa para jugar en la parte trasera de la casa, en el patio. La madre cada vez estaba más inquieta a causa de su comportamiento y decidió hablarlo con su marido a su vuelta. Ambos propusieron llevarla al psiquiatra y que la tratase. Pero la niña continuaba yendo al patio trasero, a intentar hacer en el suelo agujeros con su pala. Cavaba, cavaba... siempre cavaba sin cesar. Y siempre en el mismo sitio. Los padres llegaron a preguntarle a la niña dormida porqué hacía eso. La niña respondía que alguien le pedía ayuda.
LA CASA ABANDONADA En un pueblo de la Comunidad Valenciana ocurrieron estos hechos cuya noticia llegó hasta el periódico. A mí me lo contó alguien del mismo pueblo. Cinco chicos se reunieron en una vieja y solitaria casa abandonada en mitad de tierras de huerta con el fin de hacer espiritismo. Lo prepararon todo, comenzaron, y como en cada sesión que se precie, uno de ellos, el portavoz, hizo la cuestión de inicio: "Si hay alguien que te moleste aquí, dinos quien es y se irá". El vaso indicó dos nombres, los dueños de los nombres se miraron sorprendidos y se despidieron de los otros tres. Volverían al pueblo caminando. Ya se verían más tarde. Dejaron a los otros tres con su sesión de espiritismo y conversaron por el camino. Cuando llevaban unos cien metros andados escucharon un ruido y se giraron: la casa caía derrumbándose sobre los tres chicos que se habían quedado en la sesión espiritista.