Subsidio de Oración Septiembre 2015

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Septiembre de 2015

Subsidios de Espiritualidad para Agentes en Pastoral de Adicciones

Propuesta de Oración Desde la Comisión Arquidiocesana de Pastoral de Adicciones queremos ofrecerles un subsidio mensual para que como equipos parroquiales puedan dedicar un momento a encontrarse con Jesús. Estamos convencidos de que para que esta tarea dé fruto, es indispensable poner en el centro el vínculo con Jesús, que es quien nos da la fuerza y nos ilumina en este camino. Con este deseo, les dejamos este material y esperamos que sea provechoso para su tarea apostólica.

Para rezar juntos, les proponemos la reflexión que el P. Pablo Viola presentó en Radio María el día viernes 04 de septiembre, en el programa “Entre Nosotros”.

Evangelio según Marcos 10, 46-52 Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti? Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. Palabra del Señor r

Para tener en cuenta:  Jesús va acompañado de una multitud y de sus discípulos: Discípulos comunidad de aquellos que lo siguen por el camino y desean aprender de sus enseñanzas, de sus acciones, de su manera de pensar, de sentir, de entender la vida, de interpretar los hechos, los acontecimientos. Son aquellos que desean sostener un vínculo verdadero y real con la persona misma de Jesús. Es la comunidad de aquellos que se dejan interpelar por el Señor y que viven en una sana tensión de cambio y conversión hacia la vida. Los discípulos revisan constantemente sus criterios, sus


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razonamientos, sus sentimientos, sus maneras de comprender lo que les pasa y lo que acontece en el mundo. Se descubren parte de un Pueblo que anhela justicia, paz y fraternidad. Esperan que Jesús les muestre el camino de la vida que tanto desea su corazón. La multitud son aquellos que se mueven y actúan como masa sin forma, como vela que va para donde la lleva el viento. Son aquellos que se manejan por sus emociones pasajeras y circunstanciales: por una foto impactante y dolorosa que se viraliza un día y por otra foto acogedora que hace lo propio al día siguiente. La masa es inestable, líquida, pasajera, carece de la solidez de los vínculos. No tiene una adhesión al proyecto de Jesús ni pretende sostener una relación real y sincera con él. Lo sigue porque se siente a gusto y lo hará mientras eso siga pasando. No siguen a Jesús porque le crean, sino porque él puede solucionarle sus problemas, sus miedos, sus inseguridades, su vida. Cristo es para ellos una “Bayaspirina” que se consume en el momento del dolor de cabeza. La multitud o masa no tiene la conciencia de ser Pueblo. Son una suma de individualidades amontonadas e inconexas. No se sienten parte de ningún proyecto común, ni les interesa.  Bartimeo es mendigo y es ciego. Es decir, es pobre y, desde el punto de vista religioso de la época, con su fragilidad, con su límite pone de manifiesto que Dios no lo mira con agrado, que Dios lo maldice. Aquellos que lo ven, pero no lo conocen, desconfían de él porque piensan que “algo habrá hecho para sufrir esta maldición”. Esta manera de comprender la situación del ciego, desemboca en la exclusión del hermano frágil, del débil. Bartimeo es descartable para la sociedad de su tiempo. No sirve, no es capaz de producir nada y mucho menos de consumir. ¡Bartimeo, por lo tanto, no existe! Los criterios y dinámicas sociales de su tiempo lo dejan fuera, al costado. Bartimeo es su ceguera, su mendicidad. Esto lo hace sospechoso ante los ojos de los demás. Se aplica sobre él una visión reduccionista en la que la persona se pierde y queda eclipsada por sus errores, por sus imperfecciones. Se hace imposible la inclusión, la integración social.  Bartimeo implora, invoca y llama a Jesús reconociendo en él a aquel que puede devolverle su dignidad. La que la sociedad no ha sabido darle, descartándolo y arrojándolo a un costado del camino. El ciego grita desde las márgenes, desde la orilla, desde el descarte. Con sus gritos llama la atención. Este se hace súplica, se hace clamor. Se hace pedido de auxilio. Sus gritos hacen notar que las cosas no están tan bien como parecen. Que alguien está quedando afuera de la fiesta. Sus gritos son molestos, inapropiados, fuertes, hasta violentos, alteran el orden social impuesto y la emotividad dulzona y anestesiante de la multitud. Desde lo más profundo de su ser brota estruendosamente el grito. El pobre Bartimeo no ha encontrado otra forma de hacerse escuchar, de hacerse reconocer como persona. Nadie lo ha escuchado, nadie lo escucha. Es el grito su única arma para irrumpir en el núcleo y en la trama de la historia. Es su única herramienta y estrategia para integrarse en el camino y caminar con los demás. Con su boca bien abierta, con sus dientes manchados y careados surge e irrumpe la súplica, el pedido de auxilio y el íntimo deseo de ser tratado como alguien y no como algo, no como un objeto que adorna o afea el paisaje de las calles, de la esquina, del barrio, de la ciudad, de la patria.


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 Sus gritos interpelan a los discípulos y a la multitud. Lo hacen callar, lo retan: su comportamiento es inadecuado, no corresponde, nos altera, nos cuestiona, nos saca de la armonía que tanto nos ha costado construir. Estamos tranquilos con lo que tenemos y disfrutamos. Sus gritos causan preocupación y, en nuestras vidas, en nuestro camino, no hay tiempo para eso. Estamos demasiado ocupados en sostener el clima edulcorado, dulcificado y el paisaje color de rosas en el que vivimos. No tenemos tiempo de detenernos y ocuparnos de otra cosa que no seamos nosotros mismos y nuestros propio bienestar y autorrealización. Estamos apurados por llegar a lo que tenemos que hacer, vamos rápido y no hay tiempo de detenernos a pensar, reflexionar, dialogar, escuchar, mirar, contemplar, no hay tiempo de reconocer al otro como alguien. Si quiere ser alguien que se comporte como nosotros y si no puede comportarse como nosotros, lo sentimos mucho pero esta fuera. Si no puede tener lo mismo que nosotros lo sentimos mucho pero está fuera, si no tuvo la gracia de tener las posibilidades que tuvimos nosotros lo sentimos mucho pero que se quede al borde el camino, y si necesita que lo escuchemos que suba una foto en la red, en YouTube, en el face y le prestaremos atención por un día, siempre y cuando se viralice, y lo haremos hasta que otro viralice otra. Pero que no nos pida que lo escuchemos porque estamos demasiados ocupados con nuestras emociones placenteras y dulces. Estamos demasiado ocupado en consumir aquello que nos hace ser, porque para nosotros consumir es ser.  Pero Jesús nunca renuncia a marcar la diferencia, nunca renuncia a hacer presente el Reino. Él interpreta el grito del ciego como lo que es: UN CLAMOR, un pedido de auxilio. Cristo discierne en el comportamiento de Bartimeo un llamado del Padre que le invita a salir al encuentro de la persona. El primero que escucha el llamado es Jesús, y respondiendo a ese llamado, sale al encuentro de todos los descartados, de todos los excluidos del camino. Cristo no se pierde en la imperfección del pedido. No se queda en la superficialidad de los hechos. Va a lo profundo de las cosas. Considera la manera de gritar del ciego y su comportamiento como manifestación de un deseo profundo de ser escuchado y considerado como alguien, de ser mirado, de ser tenido en cuenta.  El ciego es llamado: Sus gritos han llegado a oídos del Señor. Jesús los ha discernido como un llamado del Padre y ahora es Cristo el que llama a Bartimeo. Se producirá el encuentro transformador y sanante. El hombre ha sido escuchado. Cuantas veces, habrá rezado Bartimeo aquel salmo que dice “El Señor escucha al pobre que lo invoca”. Cuantas veces lo habrá rezado buscando en Dios los oídos atentos que no encontró en sus hermanos. Los mismos que no le dieron otra alternativa que gritar para hacerse escuchar. Hoy se hace realidad su deseo más profundo: ser escuchado, ser tenido en cuenta. Nunca nadie le había preguntado ¿que deseaba? ¿Qué necesitaba? ¿Qué quería expresar con sus gritos? Siempre lo habían juzgado desde una religiosidad del deber ser, la religiosidad de los comportamientos correctos. Nunca nadie lo había tratado como alguien. Y cuando el Hijo de Dios caminó por los caminos de este mundo, cuando el mismo Dios se hizo tan cercano que ensució sus pies con el polvo de nuestros caminos, su vida cambió para siempre.  Lo que marcará la diferencia entre la multitud y los auténticos discípulos de Jesús, será que los segundos se dejarán enseñar por el Maestro y aprenderán una nueva manera de vincularse, de


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interpretar los gritos, mientras que la masa, la multitud, buscará la manera de eliminar, de reprimir al ciego. Interpretará la acción de Jesús como una pérdida de tiempo. Muchos se irán y otros los seguirán un tiempo más, mientras duren las emociones placenteras. Pero los discípulos aprenderán que detrás de los gritos se esconde una promesa. Y cruzaran los ríos, surcaran los mares y construirán puentes para que se produzca el encuentro milagroso de los hombres. Para que nadie quede afuera del camino.

Para la Reflexión:  Adicciones: ¿Qué expresan? Este tema ¿es simplemente una cuestión de comportamientos inadecuados o está poniendo de manifiesto algo más respecto de nuestro estilo de vida consumista? ¿podríamos decir que las adicciones son un grito, cómo el del ciego? ¿Somos Discípulos o Multitud?

Para terminar, podemos concluir nuestro momento rezando un Padrenuestro y pidiendo a Ceferino Namuncurá, patrono de la Pastoral de Adicciones en Argentina, que interceda por nosotros en nuestro servicio y por todos aquellos a quienes estamos llamados a cuidar y servir.


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