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CAPÍTULO 1: NIRVANA

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entía la cabeza hecha un lío, habían pasado tantas cosas en los últimos meses que creía que jamás se recuperaría, mientras botaba desinteresadamente una pequeña pelota en la pared comenzó a recordar lo que había sucedido apenas unas semanas atrás. Habían asesinado de una forma misteriosa a un amigo y pretendiente suyo Tyler, un chico que desde la secundaria había estado rondándola, le había dado, como era su costumbre, largas al asunto, aunque desde luego lo quería, se encontraba por lo tanto arrepentida, como era de esperarse cuando alguien deja de hacer algo solo por capricho y después ocurre un desastre, se encontraba bajo un profundo sentimiento de culpabilidad. Y como por alguna razón todo pensamiento de muerte trae uno de vida nueva o viceversa, comenzó a pensar en su encinta madre, se había criado durante veinte años como hija única y la idea de tener a un “mocoso” en casa, como ella llamaba a los niños, la volvía loca. Más que desearlo, ya sentía que le comenzaba a estorbar, no imaginaba a un bebe dentro de su familia, tendría que dejar de hacer tantas cosas que ya le comenzaba a fastidiar, le parecía horrible el hecho de tener a un muñeco de carne y hueso lloriqueando por doquier a cualquier hora del día. Se imaginaba a si misma tapándose fuertemente la cabeza con la almohada a las 3:00 de la madrugada, pues siempre había sido una chica fatalista y algo aguafiestas. Por otro lado estaba lo que ella llamaba “padres inmaduros” siempre habían sido unos idealistas, liberales e infantiles, a su juicio, participaban según ella en cuanta marcha a favor de la paz y los animales hubiera. Quizás la juventud de sus padres, o porque los consideraba algo hippies se tomaba la molestia de asumir un rol que no le correspondía, sentía que tenía que ser la madura, la de las decisiones serias en esa casa. Un hermano… lo pensaba y no lo entendía, tomo una guitarra 2


que tenía en un estuche al lado de la cama, saco del cajón de la mesita de noche cuaderno y lápiz, comenzó a tocar. Aquello era su válvula de escape, en los momentos en que se sentía mal o agobiada por la vida, tenía la necesidad de escribir lo que sentía, de cantar, de inventar historias en su mente, de crear cualquier cosa que la mantuviera alejada de la realidad. Estaba sola y el ruido no le molestaría a nadie, aunque el ruido no era lo que más importaba, si no el hecho de que cuando empezaba a tocar sus padres subían a su habitación para escuchar atentos y emocionados lo que tocaba, a pesar de que la puerta de su cuarto estaba tapizada de letreros de “no molestar” y “déjame sola”, en contadas ocasiones les decía que era para ella un momento de profunda meditación y privacidad, aún así ellos no parecían entender el mensaje. Comenzó a escribir cosas en el cuaderno mientras con la guitarra tocaba algunas melodías. Alejó de su cara un mechón de cabello negro que le estorbaba, lo llevaba más despeinado de lo normal para alguien que dice bañarse a diario. Bajó la mirada al cuaderno, se talló un poco los ojos y los manchó más de lo que ya estaban, rasgaba algunas cuerdas y jugueteaba con la lengua, cuando decidió encender un cigarrillo, los mantenía escondidos bajo la almohada y los fumaba solamente cuando sus padres no estaban, pues debido al embarazo de su madre estaban prohibidos, llevaba apenas algunas inhaladas, cuando se oyó la voz de su madre, tiro rápidamente lo que tenía encima, corrió hacia el baño a tirar el cigarrillo y comenzó a andar por la habitación llena de humo con un desodorante ambiental. − ¡Nirvana! - se oyó desde abajo y de un salto ya estaba en las escaleras.- ¡Estamos en casa amor! – gritó su madre. No era necesario decir que estaban, pues en cuanto llegaban sus padres a casa comenzaba a tener vida. − − − −

Hola Joe… hola Cat… - dijo Nirvana aventándose en un sillón Que es ese olor amor – dijo su padre – huele a…. Encendí un incienso – se apresuró a decir Nirvana. Mmm… - dijo su padre inhalando fuertemente – recuérdame no volver a comprar esa marca… huelen algo raro… 3


− Jaja…. Si… - agregó Nirvana con una risita de nervios. − Quisiera que hubieras visto al pequeño Jimmy - dijo su madre colocando unas bolsas en la mesa en medio de la sala.- esta tan grande, amor lleva por favor las bolsas a la cocina, siento mis pies hinchados.- dijo dirigiéndose a su marido − Si… mmm. ¿Trajiste algo de comer? -pregunto enfadada − ¿No te diste cuenta?, deje un poco de hummus en el refrigerador.dijo su madre subiendo los pies a la mesa. − Me refería a algo… “comestible”, pero no importa, voy a salir con los chicos a cenar, vamos a tocar algo en el bar de André. − ¡Que emoción! ¿A qué hora? – preguntó su madre interesada, recogiéndose la espesa cabellera negra - humm… me duelen tanto los pies − No te preocupes, no tienes que ir, además, creo que no van a dejar entrar mamás- dijo Nirvana riendo un poco − Jajaja, como me haces reír Nirvana… ¿sabes por eso te puse así?... no se puede describir lo que eres… lo que siento por ti… − Ya sé, soy tu felicidad, y no hay nada que te haga más feliz que yo…- dijo de corrido y memorizado − Ahora tendré que buscar un nombre igual de hermoso para éste pequeño – dijo tocándose el abultado abdomen – − ¿pequeño? ¿va a ser niño? Creí que no querías saber… − Bueno… no lo sé aún… pero una como madre tiene presentimientos. − ¿Qué hacen nenas?- dijo el hombre entrando con unos vasos de contenido naranja. − ¿Jugo de zanahoria?, porque me martirizas de esta manera Joe le dijo a su padre poniéndose el cojín que antes le había tirado su madre en la cabeza. − Deberías tomarlo, te hace bien ¿no querrás usar anteojos o sí?dijo con una cara graciosa, pues el mismo los usaba, su cara era colorada y llevaba su cabello pelirrojo con rastros de prematuras canas recogido en una cola. Se sentó junto a su esposa y la rodeo con un brazo, mientras con el otro le ofrecía un vaso de jugo. 4


− Nir va a tocar con la banda- dijo su madre dándole un gran sorbo al jugo de zanahoria. − ¿Enserio? ¡valla!… éxito… recuerda que la suerte es para los perdedores – dijo su padre extendiéndole el vaso a manera de brindis. − Sí, eso me recuerda que debo irme, o no alcanzare a cenar – dijo Nirvana levantándose rápidamente y subió las escaleras que daban a su habitación rápidamente, bajo a los minutos con su guitarra. - ¡ya me voy ma', ya me voy pa’! − Espera… - dijo su madre levantándose, su padre la siguió- ¿no nos vas a dar un beso…? − ….Mmm…. ¡mamá!- dio un beso rápido a cada uno, tomo las llaves de su coche y salió apresurada. − Recuerda que mañana tienes que ir por los exámenes del laboratorio - grito su madre cuando subía al coche. Minutos más tarde y atravesando un tráfico de locos, llego al bar, la gente apenas empezaba a llegar, entró por la puerta plateada con el dibujo de un murciélago en ella y saludo a su amigo André mientras se ponía a conectar el amplificador en el escenario. Cuando pensaba en André, se le venía a la mente que era el mejor amigo que podía haber tenido, estando con él se sentía protegida, en confianza, podía portarse todo lo infantil que no podía portarse en casa, y André mantenía siempre su madurez y seriedad. De pronto venían a su mente pensamientos románticos con André, pensamientos que por supuesto eran inmediatamente “eliminados” de su mente, pues aquel chico dueño de ese bar, era su amigo, y conscientemente solo para eso lo quería. − Deja que lo hagan los técnicos - dijo André viendo la iniciativa de Nirvana al conectar los amplificadores. − Sabes que me gusta hacer las cosas yo sola, además, no quiero que toquen a mi bebe - dijo señalando su guitarra. − ¿Cómo va la universidad? – preguntó André, sabiendo que era inútil discutir con ella. − Nada nuevo, los maestros no hacen más que fastidiar, mis compañeros son todos unos idiotas… todo perfecto y normal como siempre… excelente diría yo. 5


− ¡Nunca dejarás de ser tu…!- dijo André sonriendo − ¡Nunca dejarás de hacer preguntas tontas! - dijo Nirvana con sarcasmo. - listo, ¿cómo suena?- dijo tocando un rápido solo. − Cada vez tocas mejor − ¡No inventes!… ¡Nunca dejarás de ser un adulador! – dijo riendo − Y tú nunca dejarás de ser mi chica preferida… - dijo André guiñándole un ojo. − ¿tu chica preferida? – preguntó Nirvana con una sonrisa retorcida. - ¡Eres un cerdo! − Bueno… mi casi preferida... está mi madre, mi tía Leonor… − ¡Eres un idiota! - dijo Nirvana riendo y aventándole un papel que tenía cerca. − Mira… ahí vienen los demás - dijo André levantándose − ¡Por fin! ¡como tardan!, ya saben que odio la impuntualidad… dijo la chica de brazos cruzados. − Hola Nir- dijeron cuatro chicos que acababan de llegar - ¿Qué hay? − Nada… intentando sobrevivir con éste patán – dijo recargándose en un hombro de André - yo ya estoy lista, deje algunos amplificadores preparados.- tres de los chicos fueron al escenario, uno se quedó junto a ella. − ¿Y cómo te ha ido Nir?- pregunto, el chico que acababa de llegar, sus ojos negros bajaron la mirada, Nirvana se puso recta y lo tomo de la mano y se alejaron de ahí ante la mirada curiosa de André. − …Si te refieres a lo de Tyler… bien dentro de lo que cabe…¿Por qué siempre tienes que ser tú el que me pregunta esas cosas? − … es que… Ayer vi a su madre, sentí pena por ella, no quise detenerme – dijo el chico con pesar - solo la salude de paso. − ¡Pobre mujer! No me puedo imaginar lo que está sufriendo… ahora en la tarde estaba pensando en él… él quería… - Nirvana no pudo continuar pues un nudo se aferró a su garganta. − Tranquilízate, - consoló el chico - él donde quiera que esté esta mejor, y te está mirando Nir… − Sí, pero ¿Qué hago yo? - dijo encogiéndose de hombros- … 6


sabes… él quería que fuera su novia, me lo había pedido dos veces, y cuando me decidí a decirle que sí, esos bastardeos lo mataron… - frunció el ceño y le fue inevitable soltar una lagrima, no le gustaba llorar, por lo que se la quito de inmediato. − si, de alguna manera todos lo sabíamos y… - dijo el chico consternado. − …Ahora vuelvo, voy al baño - dijo Nirvana evadiendo el temavoy a lavarme la cara, la gente ya está llegando. − Por cierto Nir, no te lo había dicho… hay un tipo afuera que te busca, parece tener prisa. Nirvana asintió con la cabeza sin prestar mucha atención camino por un pasillo que dirigía a los baños, ahí una pareja algo dark se besaba, no se movieron cuando ella paso, entro al baño a tropezones. El fregadero soltaba algunas gotas que hacían eco en el lugar, se miró en el espejo manchado, abrió la llave y tomo la suficiente agua como para lavarse la cara, escurría, volvió a verse. Sabía que se tenía que reponer de aquello, dio un pequeño puñetazo a la piedra del fregadero y sintió un dolor punzante en los nudillos, el dolor hacía que sus pensamientos se esfumaran, recordó que el chico le había dicho algo sobre que la buscaban y decidió salir a buscar a quien la llamaba. Salió del baño, la pareja dark aún estaba ahí y los dos se besaban ahora con más pasión. Salió del local, quienquiera que la buscaba parecía haberse ido porque no había rastro de nadie, volteo a ambos lados de la calle, no había nadie a excepción de las personas que entraban al local. Una mano le toco el hombro… ella se estremeció. − ¿Nirvana Dawson?- dijo la voz algo ronca de un hombre − Sí, soy yo, ¿para qué puedo servirle? - dijo volteándose, el hombre que estaba a sus espaldas debía medir dos metros pues la sobrepasaba demasiado. − Necesito hablar con usted… en privado - dijo muy serio, la facha que tenía era parecida a la de un detective, traía un abrigo negro y largo, Nirvana se quedó consternada. − Bueno, si es por lo del choque del otro día… - dijo Nirvana metiendo las manos en las bolsas. – ya le he dicho a la policía que no tuve la culpa… 7


− Acompáñeme por favor - dijo indicándole con la mano un callejón cercano. Estaba oscuro, pero ella no temió. − Aquí estamos… ahora no se ande con rodeos y dígame que quiere… - exigió la chica rompiendo el hielo. Pero apenas acabo de decir esto, sintió un fuerte golpe en la nuca, después sintió frio y su rostro contra el asfalto húmedo, no podía moverse, era como si le hubieran quitado la capacidad de mover cualquier músculo de su cuerpo, todo paso tan rápido que apenas se dio cuenta, oía voces a lo lejos, incluso le pareció escuchar la voz de su madre que gritaba alegremente su nombre, pero la voz de su madre fue opacada por el pitido que surgía de sus oídos, su madre, el pitido… después… todo se volvió negro.

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CAPÍTULO 2: LUNA

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ras haber tenido una gran fiesta la noche anterior, se levantó a las dos de la tarde, con una resaca espantosa, le dolía la cabeza, tenía náuseas y sentía que apestaba, la fiesta había terminado a las siete de la mañana. Lo primero que vio al abrir los ojos fue su abundante cabellera rubia que le cubría la cara, se levantó como pudo y a rastras por la alfombra se dirigió al baño, se estremeció al sentir el frio mármol del suelo, se agarró como pudo de lavabo y se levantó, casi se pone a gritar cuando se miró al espejo y descubrió que tenía escurrida toda la pintura de los ojos y de la boca. − Ohhhh mi Dios -dijo mirándose en el espejo y estirando un poco su cara con las manos - estoy horrible - ¡María! ¡María! – grito dirigiéndose a su empleada doméstica - ¿Esta mamá? Como nadie contesto, decidió lavarse la cara con su nueva crema exfoliante, a base de minerales del mediterráneo, una vez hecho su ritual de aseo, salió de su habitación, camino hacia la habitación contigua, no había nadie, bajó sintiendo desmayarse por las escaleras de pasamano dorado, llego a la sala y tampoco había nadie, oyó ruidos en el jardín y salió para verificar quien estaba. − Valla, hasta que te levantas querida - dijo una mujer con un gran sombrero de playa, y un vestido blanco de tirantes, bebía un líquido verdoso con una sombrilla sentada junto a la piscina. − Por favor mamá, me duele mucho la cabeza – dijo sobándose las sienes y aventándose sobre una silla de jardín que estaba cerca. − ¿Quieres que pida que te traigan una limonada o un vaso de agua con una aspirina? − No, gracias… solo voy a tomar un café – dijo, mientras ponía su antebrazo en los ojos. − Mancharas tus dientes querida…. María, tráele a Luna un vaso de agua y una aspirina - le dijo a una muchacha uniformada que acababa de llegar con unas botanas. 9


− No María – dijo Luna levantando un poco la cabeza – un café y bien cargado… La muchacha del servicio, que ya estaba acostumbrada a esas discrepancias, se limitó a asentir con la cabeza y dirigirse de nuevo hacia la cocina. Sentía que la cabeza le daba vueltas, abrió los ojos mirando al cielo y se rio ella misma de lo extraño que se veían las nubes y el sol, que parecía se caería directo a su cabeza, entonces, le fue inevitable soltar una risita… imaginó a su madre con una gran esfera amarilla en la cabeza. -

¿De qué te ríes Luna? – dijo su madre con la nariz respingada. No… de nada – dijo soltando una última risita traviesa.

A veces cuando estaba triste o enojada, o cuando simplemente se sentía mal le gustaba ponerse a nadar, en el agua. A veces se imaginaba a si misma convertida en una sirena de dorados cabellos, pero luego se ponía triste al darse cuenta de que si estuviera en el mar no habría amigas, ni novio, ni Prada o Louis Vuitton… Alejo esos pensamientos de su mente y se tiró al agua sin pensarlo, quería distraerse, no recordaba muy bien lo que había pasado anoche, pero sabía que las cosas con Arthur, su novio no habían quedado muy bien. Nadaba en la piscina tranquila, panza arriba, mirando los rayos del sol, y mirando el cielo que la mareaba, estaba en paz y concentrada, hasta que oyó la voz de Arthur. Se asustó de repente y perdió la concentración, lo que hizo que se hundiera, por desgracia, abrió los ojos abajo, y a pesar de saber nadar desde pequeña, por un momento sintió que no podía hacerlo, vio su cabello bajo el agua que ondeaba hacia su cara, escucho el eco grave del agua, pero después de un rato se tranquilizó y salió a la superficie, del otro lado de la piscina. − ¿Qué te pasa amor? - le dijo su novio. − Nada, me desconcentre - dijo tosiendo, le sorprendía que Arthur estuviera ahí tan campante saludándola, cuando bien sabía que anoche había sufrido un disgusto. − ¿No estas lista aun? – pregunto el chico salpicando un poco de 10


agua a la cara de Luna – − ¿lista para qué? – pregunto la ojiverde, no se acordaba de que había quedado con Arthur hacía algunos días atrás de recoger unos análisis de sangre que se había hecho la semana pasada. Mmm, lo había olvidado, ahora salgo - dijo y subió por la pequeña escalera que tenía al lado. Mientras se cambiaba comenzó a pensar en la actitud de Arthur, de hecho en ocasiones se preguntaba si realmente lo quería, habían pasado tantas cosas entre ellos… -

Aquí estás gatita – dijo Arthur abriendo la puerta de la habitación de Luna de repente, y tomándola por la cintura comenzó a besar su cuello. No Arthur, ¡por favor! – dijo luna terminando de ponerse un zapato. ¿Por qué no? – dijo el rubio intentando quitarle la blusa. ¡Te dije que no! – grito Luna enojada.- ¡no quiero! Mejor di que lo que no quieres es a mí – dijo el chico alejándose bruscamente de ella.

Luna agacho la cabeza y puso una mano en el hombro de él. -

No, Arthur… no es eso…. Es solo.. me siento mal, es todo – dijo intentando justificarse. Si… últimamente, siempre te sientes mal, no hay problema… soy capaz de soportarlo, solo espero que no se agote mi paciencia, te espero abajo. – dijo y salió de la habitación azotando la puerta.

A veces lo pensaba y le abrumaba el saber que lo que creía era cierto, Arthur era un hombre frívolo, pedante, controlador, capaz de obtener lo que quisiera a cualquier precio, su familia millonaria y de negocios le habían enseñado a el que cualquier cosa se puede comprar con dinero. No sabía si era amor o costumbre, pues llevaban algunos años juntos, pero cada vez que intentaba dejar a Arthur algo pasaba. El padre de Arthur y socio del padre de Luna, había planeado su boda dentro de dos años, cuando ella tuviera veintiuno, y a pesar de que Luna se había rehusado al principio, termino cediendo. 11


A veces creía que éste matrimonio más que ser la unión dos personas que se aman, era una transacción de negocios. Por eso a veces se escapaba y gozaba a lo grande de la diversión, como toda una socialité, en ocasiones, no le importaba nada más que divertirse al máximo, era envidiada por muchas, lo tenía todo, una excelente posición económica, un novio apuesto y atractivo, era jefa de la fraternidad a la que pertenecía, porrista consagrada, y sin contar que poseía una enorme belleza, pero cuando estaba sola en su habitación, se daba cuenta de que en realidad no tenía nada. Su padre nunca estaba en casa, cuestiones de negocios, decía el, su madre una autentica criticona, que la había hecho pasar durante la adolescencia un trastorno alimenticio severo, cuando no estaba en casa asoleándose, estaba con sus amigas tomando un té, o haciendo "obras de caridad", sabía que detrás de esas obras se escondía un nombre, Julio, el presidente de la asociación, con el que sospechaba, salía desde hace meses. Lo único que la mantenía fuerte eran sus hermanos, era la cuarta de cinco hermanos, solo ella y su hermano menor Ben, eran producto del actual matrimonio de sus padres, sus tres hermanos mayores eran los hijos del primer matrimonio de su padre, había quedado viudo a los pocos años de casarse. Terminando de arreglarse bajo hacia donde estaba Arthur, y se encaminaron al hospital en el flamante convertible negro que manejaba el chico. Parados en un semáforo en rojo un vagabundo improvisadamente vestido de payaso se puso a hacer malabares. − Pobres… - dijo Luna viéndolo con pena- …a veces me da lastima − ¿lastima? - pregunto Arthur viéndolo con cara de asco deberían ponerse a trabajar enserio- y apenas cambiado el semáforo a verde arranco el carro a gran velocidad, casi llevándose de paso al payaso vagabundo. 12


− Buenos días señorita - dijo Luna cuando estaban en el hospital vengo por unos laboratorios que me hice la semana pasada − ¿A nombre de quién perdón? - dijo la señorita del mostrador muy amablemente. − Luna Fox Barduzzi - dijo y volteo a ver a Arthur que parecía enfadado. Después de que la recepcionista buscara entre hojas y en su PC con el ceño fruncido hablo… − Lo siento, no encuentro su nombre en los archivos − ¿Cómo qué no?, si apenas la semana pasada me los hice, además estoy registrada aquí desde hace muchos años- dijo asomándose al escritorio de la recepcionista. − Lo siento, es que no viene − ¿Escribió bien el nombre? - pregunto Luna desconcertada − Si, le aseguro que… − El segundo apellido es Barduzzi, B-A-R-D-U-Z-Z-I - deletreo pensando que había un error. − Lo siento ya le dije que no está, por más que busco no está, no hay ningún expediente con su nombre. − ¿Qué pasa? - dijo Arthur rascándose con la llaves del coche la cabeza. − No encuentran mi nombre, es ridículo, quiero hablar con el director de este hospital, llevo años tratándome aquí, se supone que es el mejor, y salen ahora con esto…no pretendo hacerme otros análisis, le tengo horror a las agujas y sale ahora con que… − Si quiere hablar con el director, espere un momento en la sala de espera, lo voy a llamar.- dijo la recepcionista con una sonrisa nerviosa y tomando el teléfono. - con la línea 235 por favor – dijo al teléfono. Le daba coraje aquella confusión, porque sabía que tenía que ser una confusión, recordaba claramente el día en que se hizo los estudios, había sido tan traumático para ella ver cómo iban llenando poco a poco los tubos de ensayo con su sangre, casi se desmaya, no pretendía hacérselos de nuevo. No paso un minuto después de que la recepcionista colgara cuando un hombre con un traje muy elegante negro llego a donde ella estaba, llevaba puestas unas gafas oscuras, aunque estaban adentro. 13


− Luna Fox - dijo sacando una mano de su bolsillo y extendiéndola para que luna la tomara, ella correspondió el saludo. − Si soy yo, usted debe ser el director − Si, así es, voy a pedirle que me acompañe por favor.- dijo con un tono rudo y amable a la vez. − Vamos Arthur, aquí está el director – dijo − Será mejor que me acompañe sola - dijo el hombre, voy a hacerle unas preguntas y unos pequeños estudios, no se preocupe, no es nada de cuidado, ni utilizare ningún método invasivo, no se preocupe- dijo mientras caminaba. Arthur pareció agradecerle al hombre no tener que ir y se sentó en una silla, comenzó a leer una revista que estaba por ahí. Caminaron hacia adentro del edificio, para luego entrar en unas escaleras algo estrechas, tuvieron que caminar bastante, y bajar otro tanto. Entraron a una habitación que parecía cualquier cosa menos consultorio médico u oficina de director. Pero Luna ingenua como siempre, jamás de paso por la mente que aquello pudiera ser medianamente peligroso. El lugar estaba algo lúgubre, pero conservaba la elegancia del resto del hospital. El hombre comenzó a hacerle preguntas acerca de su historia clínica, enfermedades de pequeña entre otras cosas que Luna creyó innecesarias para resolver su problema, según el director del hospital eran para buscar más coincidencias en los archivos. Pasaron alrededor de diez minutos y la recepcionista arriba, parecía desesperada, un hombre obeso y de baja estatura llego a la recepción y le dijo algo, ella señalo hacia donde se encontraba Arthur en una posición muy cómoda. − Disculpe la tardanza -dijo el hombre obeso a Arthur − ¿Disculpe? - pregunto extrañado. − ¿Dónde está la señorita que requiere la aclaración? - pregunto ansioso − ¿Luna?, ya está hablando con el Director de este lugar, no se 14


preocupe. − ¡Imposible! - dijo el hombre sorprendido.- no recuerdo haber ido con nadie − ¿A qué se refiere? - cuestiono Arthur más extrañado que antes − Yo soy el director del hospital, ¡acabo de llegar!, estaba en una junta… Abajo en la habitación el hombre seguía cuestionando a Luna y anotándolo todo en unas hojas que traía. − Ahora, voy a ver cómo trabajan sus pulmones, necesito que respire esto − ¿Qué es? - pregunto viendo un pequeño inhalador que le extendió el hombre, era tan despistada que no sospecho nada − Es oxígeno, cuando se aspira es más fácil poder oír cómo trabajan los pulmones, ahora aspírelo – dijo en tono autoritario y puso el estetoscopio en la espalda de Luna. Inhalo fuertemente como había dicho el hombre. Después de inhalar comenzó el hombre comenzó a hablarle, este le preguntaba cómo se sentía, y otras cosas que Luna no entendía, cuando menos lo pensó la habitación parecía ser un carrusel que da vueltas, se sentía mal, era una sensación extraña, como de no estar o de estar flotando, sabía que algo andaba mal, quiso gritar, pero era como si su garganta no le respondiera, como si su voz se sumiera en una abismo, ya era demasiado tarde, su vista se nublo, todo fue borroso, luego gris y poco a poco perdió la conciencia, cuando menos lo pensó, sintió el frío del escritorio contra su cara, lo último que vio al igual que al levantarse, fue su espesa cabellera rubia.

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CAPÍTULO 3: ALEX

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e dolía verlo partir, estaba diciéndole adiós con la mano cansada, no sabía cuándo volvería a verlo y eso le lastimaba profundamente, intentaba mantener la sonrisa que ya estaba temblorosa hasta que el estuviera fuera de su vista. Mario había decidido entrar a una universidad lejana buscando su sueño, le habían otorgado una beca y ella no iba a ser el motivo por el cual el no cumpliera esa meta. Después de que el avión partió, se quedó sola en la sala de espera del aeropuerto, quería desde luego pensar. Después de un rato abrió la pequeña caja azul que tenía en su mano, un pequeño detalle de despedida, era un camafeo Alex lo abrió, y encontró en él una foto de ella y Mario juntos, le fue inevitable soltar una pequeña lágrima. No quiso estar más ahí y salió por la puerta principal en busca de un taxi, hacia viento, y la cabellera pelirroja se aferraba en despeinarse, así que se recogió una cola, y tomo el primer taxi que se paró enfrente de ella, dentro un hombre regordete con una boina blanca, se veía simpático. El clima pronosticaba una lluvia, sintió pena por Mario. − Buenas tardes señorita ¿A dónde la llevo? - le dijo el taxista cuando ésta hubo entrado en el taxi. − A la calle DaVinci - dijo mirando por la ventana. − Parece que va a llover ¿no?- pregunto el taxista queriendo parecer simpático − Sí, hay turbulencia… − Siempre es difícil despedirse - dijo el hombre volteando a verla por el retrovisor. − Si… muy difícil - contesto algo ida, más prestando atención a una señora a la que se le había volteado el paraguas que el taxista. Parecía que era la hora pico, pues el tráfico estaba horrible, se oían 16


los claxon de los coches, en un intento desesperado por querer apresurar a los demás, el taxista hizo lo suyo. No faltaba mucho para llegar a su casa. Así que decidió decirle al taxista que ahí la dejara, una porque quería caminar y otra por que no quería ser grosera, y el taxista ya la estaba hartando con su plática sobre el clima. Después de pagar al taxista la suma correspondiente se bajó del taxi y comenzó a caminar por la acera. Justo detrás de donde vivía conectada por una puerta en el patio se encontraba una biblioteca, que era propiedad de su abuelo. Toda su vida se había criado en aquel magnifico lugar lleno de libros, entre el olor a perfume y madera, entre libros de todas clases, adoraba el aroma de un libro al ser desempacado, y el peculiar aroma que despedían los libros viejos. Decidió pasar un rato a la biblioteca, antes de llegar a casa con su madre, como imaginó por el clima, casi no había gente, solo un grupo de universitarios que sospechaba hacían su tarea. Entro empujando con fuerza la puerta de cristal de la entrada, y la chica del mostrador la saludo amablemente. − Hola Alex - dijo con gracia − Hola Candy, ¿Dónde está mi abuelo?- pregunto − En la bodega, - dijo alegre y entornando los ojos - han traído libros nuevos, los está desempacando. − Voy con el - dijo, y camino entre algunos estantes de libros, bajó unas escaleras de madera que conducían a la zona de libros antiguos, caminó por el piso de madera hasta el final de los estantes, hasta toparse con una puerta marrón, toco despacio, pero abrió de inmediato la puerta. El anciano que estaba adentro le sonrió amablemente, tenía unas gafas puestas a la mitad de la nariz con unos ojos amables y el pelo blanco como las nubes. − Hola abuelo - dijo con tristeza − ¿Se ha marchado ya? - pregunto mirando por arriba de sus anteojos − Si, ya se fue - y tomo una caja para comenzar a desempacar ella también. 17


− Eso tenía que pasar querida - dijo el anciano - todo el mundo persigue un sueño. − Lo sé - dijo la chica por lo bajo y encogiendo los hombros pero… parece que todos consiguen el suyo, yo en cambio, ni siquiera sé si tengo uno. − El problema es que no te lo has planteado - dijo el anciano con una leve sonrisa. − El problema es que mi vida es demasiado normal… nunca me pasa nada interesante. − No existe normalidad cuando se quiere algo, - dijo mirándola cuando tienes lo que quieres, cada instante insignificante, parece excepcionalmente diferente, además un poco de normalidad no le viene mal a nadie… cuantos años busque yo un poco de normalidad… − ¿Qué dices abuelo?, siempre has tenido lo que quieres, y siempre has sido… bueno… tú siempre has sido normal. − No. No, no ha sido así, no era así, ahora tengo una vida que muchos considerarían normal y hasta aburrida…pero, veme aquí, un anciano de setenta y cinco años, en muy buenas condiciones debo agregar...- dijo esto último riendo y Alex también sonrió - he viajado por ríos y lagos, conocido pueblos escondidos, escalado las más altas montañas, viendo los más temibles monstruos, y vivido cien vidas… − ¿Por los libros?- pregunto con la cara retorcida – sabes que es por los libros abuelo… − ¡Y que tiene eso de malo! Los libros son mi vida, te aseguro que se mucho más de computadoras que esos universitarios que están haciendo la tarea allá arriba. − ¡Abuelo!- dijo Alex riendo y levantándose los anteojos. − Sabes… - dijo el anciano con pesar - te pareces mucho a tu abuela, cuando era joven claro, los mismos ojos azules y pequeños y esa sonrisa tan tierna… - dijo acariciándole un poco la barbilla – oh… si tu quisieras podrías hacer maravillas con esa sonrisa, ¡cómo me gustaba que tú abuela sonriera! ¡como la extraño Alex! - dijo con un profundo dolor, tocándose el pecho y encorvándose un poco. 18


Alex dejo de hacer lo que estaba haciendo para ayudar a su abuelo, no era la primera vez que le pasaba, y entre más años pasaban, más frecuentes se estaban haciendo esos pequeños achaques. − Siéntate abuelo, has trabajado muy duro por este día, es hora de que descanses un poco, yo termino de hacer esto. − Está bien, está bien - dijo el anciano - sabes querida, he decidido algo, ¿Recuerdas la colección de libros del sótano, el estante “Z”? − Claro, son los libros que no están abiertos al público, los que están bajo llave ¿no? − Esos mismos, he decidido que de cumpleaños te voy a dar un libro de ahí, sé que siempre te han llamado la atención, y después será todo tuyo… como no me queda mucho… − No seas dramático abuelo, tú no te vas a morir nunca, tengo abuelo para rato… - dijo Alex abrazándolo. Ambos rieron, pero detrás de sus sonrisas se escondía la amargura, sabían que lo que su abuelo decía era cierto. Alex no imaginaba que sería de ella sin su abuelo, tenía a su madre, pero la vida sin él sería simplemente insoportable, su padre había muerto antes de que ella naciera, y su abuelo había ocupado ese lugar especial que solo le corresponde a quien nos da la vida. Recordaba con alegría las historias fantásticas, de detectives que le contaba su abuelo cuando niña, todas esas aventuras que decía haber vivido, aunque ella siempre supo que realmente su abuelo no tenía nada especial, lo único que le había pasado a su abuelo era el haber vivido en aquella biblioteca toda su vida. Tanta normalidad en su vida le parecía en ocasiones, desesperante. A veces deseaba de todo corazón ser diferente a los demás, lo único que la volvía diferente era su inteligencia, pero eso en vez de mejorar las cosas lo empeoraba, pues era considerada una nerd, era tan igual a todo el mundo. Su cabello rojo, sus pecas, sus ojos azules, sus lentes, su ropa, todo en ello gritaba "normal", tenía una madre normal, un abuelo normal… bueno, un poco loco, pero normal al fin de cuentas y además su vida transcurría sin ningún cambio, sentía que jamás le pasaba nada 19


especial. Lo único interesante que le había pasado en los últimos días, fue la despedida de Mario, que más que interesante era triste, y la toma de muestras de laboratorio que le había hecho el Doctor de cabecera, como seguimiento anual. Su vida era rutinaria, a pesar de su corta edad. Termino de desempacar los libros y etiqueto algunos, dejo de hacerlo porque se volvió muy noche y llovía a caudales. Como su casa estaba justo atrás de la biblioteca, y una puerta conectaba las construcciones, muy frecuentemente su abuelo se quedaba dormido en la biblioteca y en la madrugada se iba a su casa. El anciano se quedó dormido en la cómoda silla, Alex lo tapo con una manta y acomodo una almohada que le puso, las tenía ahí para esas noches en vela. Después de darle un beso en la frente y quitarle los lentes, subió hacia la sala principal, ya no había nadie, y Candy, la chica del mostrador estaba dormitando. Tomo un libro de historia y fue al mostrador a anotarlo. − Ya te puedes ir Candy voy a llamar un taxi para ti – dijo Alex parece que mi abuelo va a dormir aquí, yo voy a cerrar - Candy se levantó asustada y apresurada. − Oh, no, no es necesario, mi novio está ahí afuera en el coche, gracias, - dijo recogiendo sus cosas. − Anote el libro que me voy a llevar para que no lo busques mañana. – agregó Alex − Ok, gracias Alex, hasta mañana - y dicho esto salió por la puerta de cristal. Alex apago las luces de abajo y dejo prendido el foco cercano al mostrador del piso principal. Se preparaba para activar la alarma, cuando un hombre en la puerta de cristal la asusto. Llevaba puesta una gabardina negra, y era extremadamente alto, debía de medir dos metros, tenía pinta de detective, el hombre toco el cristal. − Lo siento, está cerrado - dijo Alex nerviosa, al hombre no pareció importarle, pues abrió la puerta y entro. − Buenas noches - dijo con voz ronca, 20


− Lo siento, está cerrado- dijo Alex de nuevo − Bueno, - dijo el hombre - entonces no entiendo como conseguí entrar. − Debo pedirle que se retire por favor – dijo Alex con una fingida amabilidad− Solo quiero hacerle unas preguntas − Ya le dije que se valla - dijo casi chillando - o voy a llamar a la policía. − Ja, ja, ja - rio el hombre con satisfacción ¿y quién crees que maneja a la policía? Parecía que el hombre se había molestado por lo renuente que se mostraba Alex, y aventó a Alex contra el mostrador y la tomo por el cuello, algo cayo del mostrador, pues se oyó un fuerte ruido, la chica intento forcejear, pero el hombre era evidentemente más fuerte que ella. Alex chillo, pero no tenía fuerza para gritar por el pánico. El hombre la agarro más fuerte aun, casi ahorcándola, Alex tomo su muñeca con sus manos, veía la calle, pero no había nadie. Un carro negro con vidrios polarizados se paró en la calle enfrente de la biblioteca, un hombre de traje negro muy elegante bajo del coche, traía unas gafas negras a pesar de ser de noche. − Ayuda - pidió casi en susurro, pues no podía hablar. El hombre de lentes soltó una risita y le extendió algo al otro. − Toma, hazlo con esto - dijo extendiéndole un aerosol - a la otra casi la matas con ese golpe en la nuca. Alex no podía moverse. Con la mano que tenía libre el hombre roció el aerosol sobre la cara de la chica tres veces. − ¡Estúpido! - dijo el hombre de gafas - solo era una vez. Alex quiso forcejear, pero era inútil, se sentía más débil que antes, poco a poco fue cayendo, quedo sentada recargada en el mostrador, vio tirado en el piso el libro de historia que había tomado del estante, estaba abierto por la mitad, debió haberse caído durante el forcejeo. Se estaba durmiendo, y no podía dominarlo, lo último que vio fue una frase en el libro acerca del siglo XV… después todo fue negro… todo fue silencio. 21


CAPÍTULO 4: MÓNICA

Se sentía sudada y lo único que quería era darse una ducha, el partido que había jugado había sido todo un éxito, y todo gracias al gol que metió en el último minuto. El sabor a victoria era increíble, de seguro harían una reunión por aquel triunfo, se metió a los vestidores, un grupo de chicas se estaba bañando y otras se cambiaban, cuando entro varias la felicitaron por el gran juego, pero ella lo único que quería era limpiarse, estaba tan llena de lodo hasta las narices que se sentía pesada, la ligera lluvia del día anterior, había dejado la cancha como un lodazal. Se quitó espinilleras, taquetes, calcetas, su camiseta con el número diez, y soltó su larga cabellera castaña de la liga que la sujetaba. Se metió a bañar, se sorprendió por toda la suciedad que caía al piso de la ducha. Comenzó a pensar en que tenía que ir a ver a su padre ese día, pues la había invitado para una comida, y de pronto se sintió triste por no poder disfrutar del festejo del partido, aunque pensaba tramar algo para no perderse las dos citas. Desde que su padre y su madre se habían divorciado, solo veía a su padre uno o dos fines de semana al mes, pero los deberes de los últimos dos meses habían impedido que lo pudiera ver, y su padre tenía planeando esta comida desde entonces. Siendo la única mujer de tres hermanos y siendo la más pequeña, se sentía con algo de responsabilidad hacia su padre. Sus dos hermanos habían decidido huir de la situación y cada uno vivía en ciudades lejanas, disfrutando de la vida, de ser jóvenes y tener todo un futuro por delante, se escribían correos a menudo. Su madre que había sido el motivo del divorcio, se había casado con un hombre muchos años mayor que ella. Ahora Mónica tenía un padrastro que parecía su abuelo, jamás entendería a su madre. Salió de bañarse, y noto que al caminar algo le molestaba, tenía un pequeño raspón en la rodilla, comenzó a tararear una canción, mientras 22


hurgaba en un pequeño botiquín que tenían. Las chicas ya habían salido. − − − − −

Qué bien cantas - dijo una voz de hombre detrás de ella ¿Qué?, ¡cómo puedes! Estaba a punto de quitarme la toalla. ¡Adelante! - dijo el hombre en tono coqueto. Por favor… salte - dijo más picara que preocupada Está bien, está bien…- dijo aquel joven con las manos en alto, y salió del vestidor con paso lento. − Rápido… - dijo Mónica una vez − Ok, ok- dijo, y camino con paso firme. Era Mark, el entrenador, lo conocía desde que era una niña, era cinco o seis años mayor que ella, y llevaban dos años saliendo, habían rentado un apartamento para vivir juntos, y se encontraban en plena mudanza. Se sentía feliz con él, la divertía tanto y la confianza entre ellos era plena. A pesar de las cosas que habían pasado en los últimos años, con el divorcio de sus padres, podía decirse que se sentía feliz, sentía que su vida en los últimos meses se había tornado de un color rosado. Se cambió y salió apresurada, con la larga cabellera aun mojada. En la puerta ya la esperaba Mark, le dio un gran beso, rodeándola con los brazos. − ¿Ya te dieron el sobre de los estudios? - pregunto Mark cuando iban en el carro − Si, aquí traigo el sobre − ¿Ya lo abriste? - pregunto viendo la carretera − No, se supone que lo va a ver el doctor, él es el que me los va a interpretar. − ¿entonces te dejo directo con él? − Si, por favor, ¿vas a poder ir por mi después? -cuestiono − No, creo que no amor, tengo que ir con la abuela. - dijo con pesar − ¿Se puso mal otra vez? − Si, al parecer esta vez se cayó de una silla. − Pobre, pero bueno…. Ya se pondrá mejor… así es esto, gira por aquí, - dijo señalando una calle – vas a dar vuelta a la 23


derecha, ahí está- dijo y le dio un beso, se bajó del carro y cerró la puerta tras ella. Se encontró a los pies de un hospital, empujo la puerta para entrar, de pronto sintió un nudo en el estómago, no sabía por qué, pero toda su vida había sido muy supersticiosa, y aquello, no le parecía una buena señal. Había vivido rodeada de gente que parecía para los demás extraña, su tía se dedicaba a adivinar la suerte de los demás. Varias veces había intentado leerle la mano, pero como Mónica siempre le decía que no le dijera las cosas malas, había omitido demasiadas cosas. Lo que si le había dicho su tía era que ella tenía una gran sensibilidad para los sucesos paranormales. Ya de pequeña había soñado con la muerte de su abuela paterna, lo curioso no fue eso, si no que tres meses después su abuela murió. Llevaba semanas soñando cosas extrañas, y no lo había consultado con su tía, pero cada vez que tenía un sueño se levantaba con ganas de vomitar, su sensibilidad atacaba su estómago. Lo que veía en el sueño no era muy claro, primero escuchaba la voz de una mujer, gritaba un nombre, no podía entenderlo, pero era extraño y después se ponía a cantar. Todo el sueño era en tercera persona, la voz parecía provenir de atrás pero cuando volteaba no había nadie, después un hombre con ropa blanca aparecía a su lado, tenía la cara borrosa, por lo cual no lo identificaba bien, llevaba puesto unos anteojos y le decía cosas extrañas, después una puerta blanca con unos números. Esta mañana al levantarse había soñado eso y ésta vez había anotado en la pequeña libreta que llevaba siempre los números de aquella puerta. Esa sensación extraña que sentía al levantarse, fue la misma sensación que le dio cuando abrió aquella puerta de cristal del hospital, aunque el hecho de que fuera tan supersticiosa casi la hace darse la vuelta, entro al hospital con paso firme, camino hacia donde se encontraba una recepcionista. − Disculpe señorita, tengo cita con el Doctor Battista. − Si permítame, - dijo la recepcionista con una sonrisa - ¿a nombre de quién perdón? 24


− Mónica, Mónica Victors.- dijo reclinándose un poco en el mostrador − Si, así es, en unos momentos la atiende, ahora esta con un paciente. Si gusta esperar, por favor - dijo indicándole con la mano la sala de espera. Se sentó en uno de los sillones azules que estaban en la sala, miro a su alrededor, de todos los que estaban ahí ella debía de ser la más sana, pues entre la gente que esperaba estaba un niño con un brazo roto, en espera de entrar a urgencias, una señora que se retorcía en su asiento, un anciano al que no dejaba de salirle sangre de la nariz y al que atendían en la misma sala, esperando que se desocupara una camilla de urgencias. Se daba cuenta al ver aquellas escenas que la gente sufría. Se puso a leer uno de los periódicos que estaban encima de la mesa, lo dejo al ver tantas cosas que estaban pasando, en los periódicos y noticias no hacían más que publicar muertes, asesinatos, robos, violaciones. Comenzó a sentirse mal, cuando vio que salió del consultorio un hombre de traje negro y con unas gafas oscuras, por un momento sintió que la había visto. La recepcionista le había hecho una señal y se levantó para entrar al consultorio, sintió el estómago hecho un nudo. Cada vez que entraba a un consultorio le daba nauseas, solo el olor que despedía, aunque no era malo, la hacía ponerse nerviosa, era una aroma muy característico de los hospitales. El doctor le hizo una seña para que cerrara la puerta y se sentara, se veía algo consternado. Después de darle las buenas tardes, extendió la mano para recibir el sobre, Mónica no entendió la señal pues estaba muy nerviosa, hasta que le dijo por segunda vez que le permitiera el sobre, lo saco apresurada de su bolsa. − Bueno señorita Victors, está aquí solo por un chequeo ¿Verdad?dijo abriendo el sobre − Si, solo eso, es mi chequeo anual. − Ok, ¿Qué tenemos aquí?- dijo con voz baja, casi para sí, revisando de arriba abajo los resultados y sacando una segunda hoja anexa a los resultados. − ¿Hay algo malo doctor? - dijo prematuramente algo preocupada 25


− No, es que… espera un momento- dijo esto último casi en un susurro. Y tomo el teléfono y marco algunos dígitos, Mónica sintió pánico. Al parecer la persona en la línea no estaba muy contenta de que el doctor hablara, la frente del doctor sudaba. − Hay una…- fue lo que alcanzo a escuchar Mónica que dijo el doctor, pues los nervios no la dejaban pensar. - ¡claro que estoy seguro! − Doctor - dijo Mónica preocupada - ¿Todo anda bien?- el doctor colgó. − Sí, no se preocupe, es solo una duda que tuve. Con los resultados todo marcha perfecto. − ¡Creí que algo andaba mal! - dijo riendo nerviosa − No, solo le voy a pedir que espere unos momentos, necesito que traigan una documentación. − Oh, si está bien - dijo Mónica más relajada, pero el nervio del estómago aún no se iba. Pasaron algunos incómodos minutos en los que ninguno de los dos hablo, el doctor no dejaba de sudar profusamente y eso ponía cada vez más tenso el ambiente. Mónica le dio una leve sonrisa fingida al doctor, este ni se inmuto. De pronto la puerta se abrió fuertemente, Mónica no volteo, estaba pensando en otras cosas, las palabras que dijo el doctor la sacaron de su ensimismamiento. − Lo siento señorita, no es mi culpa - dijo el doctor secándose el sudor de la frente con manos temblorosas. Mónica volteo para ver qué era lo que pasaba, pero ya era demasiado tarde lo único que alcanzo a ver fue un par de zapatos negros reluciente, pues una tela cubrió su cabeza, quiso gritar, pero no pudo, la tenían sujeta por la parte de atrás, quería quitarse aquello de la cabeza, pero era imposible, la fuerza con que la sujetaban era mayor a la de ella, sintió que la tomaron de los brazos hacia atrás, estaba completamente inmóvil, después, sintió un pinchazo en el cuello, de lo 26


que parecía una jeringa. A los pocos segundos, comenzó a sentirse débil, quitaron la bolsa de su cabeza, veía borroso, y vio al doctor recargado hacia atrás de su silla con la boca y los ojos abiertos, parecía que le había dado un ataque. Todo a su alrededor daba vueltas, pareció escuchar la misma voz de su sueño que repetía aquel nombre extraño de una manera alegre. Esta vez escucho claramente el nombre… Nirvana, después todo se volvió negro...

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