ser uno mismo

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INDICE PRÓLOGO. página 7 INTRODUCCIÓN. página 13 LA CONEXIÓN DE NUESTRO CUERPO CON EL SER. página 34 AHORA, LA CREACIÓN. página 48 ¿QUÉ SOMOS? página 67 EL EGO. página 81 EL ALMA. página 95 ¿QUIÉN ERES? página 121 LA EXPERIENCIA DE LA MEDITACIÓN. página 131 LA FELICIDAD. página 159 LA CONEXIÓN DE NUESTRA CONCIENCIA CON EL UNIVERSO. página 171



Pr贸logo Ahora eres libre de elegir c贸mo vivir.

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Confío en que las palabras escritas en este libro puedan ser experimentadas como plenas de sentido. Por esto aconsejo escuchar las meditaciones guiadas del CD antes de leerlo y comprender la distinción de términos y experiencias esenciales para reconocer el mensaje que se transmite en el texto. En el mundo actual la experiencia de Ser esta reemplazada por el Yo que piensa. Reencontrar el sentimiento consciente de Ser Uno Mismo es un aprendizaje permanente que ocurre ahora y en cada momento que estamos despiertos a nuestra presencia, que no pasa y que es nuestra esencia. Vivimos en un mundo donde aparentemente se ha buscado la felicidad en el afuera y se ha fracasado.No está en los objetos ni en las comodidades sino en la relación que usted establece con usted mismo. ¿Se trata como un objeto? ¿O está sujeto, fijado a traumas, carencias y frustraciones del pasado? En la prehistoria el ser humano se comunicaba con golpes y señales del cuerpo. Luego

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empezó a comunicarse con el sonido proveniente de su boca al cual le fue asignando una serie de significados, estos se transformaron en palabras y en lenguajes, los cuales ahora usamos para comunicarnos. Cada palabra o término nos une y expande el conocimiento que impregna cada percepción, pero también pueden crear confusión, malos entendidos y separación. No podemos entender a otro ser humano si no habla el idioma que conocemos. Pero podemos amarlo. Se puede amar sin entender. Hace más de dos mil años el ser humano intenta amar y aplaza la experiencia de amarse a sí mismo. La nueva conciencia valora lo común en todo ser humano, la simple y profunda presencia del sentimiento conciente de estar vivos y de ser humanos. La sabiduría de Ser no es de nadie y surge cuando dos o más personas se unen con una meta en común. El ser uno mismo que se intenta transmitir se reconoce en cada ser humano en esta simple experiencia que los invito a realizar.

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Espero que pueda transformar su percepción para lograr un mayor conocimiento de la naturaleza de la mente. El conocimiento intelectual puede combatir la ignorancia, pero solo el sentimiento no conceptual y luminoso de la claridad nos conecta con un nuevo espacio de felicidad de ser humanos. No me considero escritor, la inspiración de los capítulos surgieron de introducciones grabadas en grupos de meditación, a partir de las cuales se genero el texto de este libro gracias a Paula López Cabanillas, Graciela Díaz e Ignacio Lóizaga. La revisión fue hecha por Julia V. Iribarne y Jorge De Vitta. Gracias a ellos este libro llegó a usted. Agradezco especialmente a Josefina Robirosa por los cuadros que ilustran los capítulos del libro y a Sofía Abboud por sus fotografías.


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Introducción Si no es Aquí ¿Dónde? Si no es Ahora ¿Cuándo?

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Este libro está hecho de palabras e imágenes, que al ser interpretadas producen en usted pensamientos, conocimiento y conciencia. El propósito es que encuentre el origen de sus pensamientos, de su conciencia, y deje de creer que usted es aquello que piensa, que es el pensamiento. Deje de creer que usted es aquella oración que se formula en su cabeza, que es tan volátil y circunstancial. Aprenderá a conectarse con su verdadero Ser, creando así la base de un bienestar al cual siempre puede conectarse, que no es más que su esencia, sin agregados. A menudo creemos que somos esas oraciones que se formulan en nuestra mente porque nuestros pensamientos tienen un enorme poder magnético. ¿Qué es lo que está magnetizado? ¿Qué es lo que se pega al pensamiento? Eso es el ego. El ego es un “yo” con enormes delirios de grandeza y cualquier cosa que lo amenace restándole importancia lo pone en estado de alerta. El ego vive con miedo a perder. Y se defiende. ¿Con qué? Con pensamientos. Puesto que el ego es solo un pensamiento, el arma que usa para defenderse y perpetuarse también

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surge de los pensamientos, y con ellos estructura sistemas de defensa, planea el futuro, traza tácticas y estrategias para las guerras que vendrán. Y todo eso lleva horas de actividad mental que nos producen en muchos casos estrés y ansiedad. Los residuos de esta actividad mental son los que muchas veces nos apabullan a la noche y nos hacen imposible ir a dormir tranquilos. A menos que podamos descubrir y conectarnos con quiénes somos en esencia, se vuelve imposible vivir en paz y relajados. Creer que somos algo que en realidad no somos podría ser nada más que un simple error. Debemos averiguar si somos ese ego que intentamos defender, o si solo es una idea formada en nuestra mente, un pensamiento acerca de uno mismo que no es real y que no nos deja en paz y en silencio. Si usted ha estado “cargando” insatisfacción, angustia, desasosiego, miedos, desánimo, stress, ansiedad; como si fueran una valija pesada que le produce dolor de espalda, dolor de cabeza y agotamiento ¿Qué haría? Lo primero que le sugiero es que suelte la valija pesada, obsérvese, distíngase en su conciencia y sepa que usted no es esa carga; permanezca conciente de sí mismo sin identificarse 15


con todo ese sufrimiento, no tema perder sus miedos ya que no lo protegen de nada. No tenga miedo de ir sin nada. La nada no lastima ni es peligrosa. Usted es una buena persona y es hora de que lo disfrute. Al terminar este libro y aplicar sus prácticas, por más de que esté circunstancialmente triste, de mal humor, o con miedo, ya habrá encontrado su Ser, y Ser Uno Mismo es estar en conexión con una fuente de felicidad incondicional. Para entender el título “Ser Uno Mismo” hace falta comprender cada concepto por separado y la unión de los tres:

Ser Es justamente Ser, y no es un estado, no es un “estar” en uno mismo. Es la apreciación de sí mismo en un sentimiento consciente de unidad, que se distingue del intelecto en tanto no reconoce diferencia entre uno y el resto. De esta apreciación surge un estado de paz y unión que se expresa como amor incondicional hacia sí mismo que también es el Todo y crea la felicidad. Así como el Ser 16


no puede ser pensado, tampoco se lo puede “tener”, no hay posesión, porque no hay “otro” a quien poseer, se es lo mismo y se crea así el estado de sentirse íntimamente “acompañados”, como un sentimiento de “estar en Dios”. Por último, el Ser (a diferencia del yo), no cambia y nos constituye más allá del tiempo y las circunstancias, por eso es eterno, sin tiempo cronológico, y vive en el Ahora que nunca muere. El Ser es lo que percibimos cuando hay ausencia de pensamientos.

Uno Significa la unión, ser uno es ser íntegro, completo, no estar partido, no tener la mente partida o desenfocada. También significa estar en unión con el universo y con todo lo que tenemos en común con aquello que nos rodea, porque después de todo estamos hechos de energía y de átomos, nos constituye la misma esencia.

Mismo

Si desarrollamos un estado muy sutil de concien-

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cia podemos llegar a sentir lo “Mismo” que tenemos entre todos, lo mismo que compartimos, que está en usted y en mí. Otros términos que son empleados en este libro en un sentido que puede no resultarle familiar son:

Yo

Es la percepción de sí mismo en un pensamiento, una idea de lo que somos que se identifica con el cuerpo. Su creador es la mente que habita el pasado o el futuro pero nunca el presente puesto que el presente perecedero siempre cambia; mientras que el pasado o el futuro pueden quedar fijados a su antojo, cristaliza la vida que pasó y la que vendrá en pensamientos. Por la separación que crea con el mundo que lo rodea se condena a la soledad y la propaga en cada relación que entabla con otros “yoes”, también percibidos como aislados entre sí, mientras trata en vano de superar el aislamiento que solo existe en su mente.

Ego 18


Es la estructura defensiva que creó la mente a partir del sentimiento de un yo aislado. El ego descalifica al Ser y lo ignora creando siempre tensión, angustia y miedo para perpetuar y sostener la idea de lo que es. Como su creador es la mente, todo lo juzga, y aunque se podría esperar que en su propio altar viviera siempre satisfecho; verdaderamente vive en la insatisfacción, condenando todo lo que no se ajusta a sus expectativas (que es casi todo, incluyéndose a sí mismo). Siempre se siente atacado. Por eso al actuar se defiende, se resiste a cualquier cambio.

Pensamiento Es un producto de la mente que representa simbólicamente la realidad utilizando palabras (significantes), que siempre son limitadas y nunca pueden alcanzar a transmitir la totalidad real del Ser, porque este trasciende el intelecto. El Ser es lo que percibimos cuando hay ausencia de pensamientos.

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Sentimiento Es una experiencia psíquica creada en la conciencia que surge desde dentro hacia fuera y crea como consecuencia una presencia que vive en el “ahora”.

Emoción Es una experiencia sensorial reactiva, que surge desde afuera hacia dentro. En ella intervienen funciones de la mente como la memoria asociativa, la cual desdibuja nuestra presencia en el “ahora”, distorsionando nuestra percepción. Se crea así una suerte de adicción que nos hace repetir una y otra vez lo mismo que ya hemos vivido en el pasado. Este libro es una guía para encontrarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de que no hace falta nada más para ser completamente felices. El método que propone es la meditación, la cual permite conectarnos con lo más puro de nuestro Ser para dejar de estar felices y empezar a ser felices. Para continuar y poder comprender los capítulos

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que siguen, hace falta saber que existen dos niveles de conciencia: una profunda y otra superficial. Un nivel de conciencia que vive el presente libremente, y otra que está apegada al futuro o al pasado. A la que vive el presente, el Acá y Ahora le decimos el “Ser” o el “Sí Mismo”, es nuestra esencia, lo más profundo de nuestro Ser y a la cual trataremos de conectarnos a través de la meditación. Nuestro Ser es nuestra Alma, es puro, es amor, es consciente de elegir, libre para crear su propia realidad, vive satisfecho. Es incondicional y profundo. El nivel opuesto de conciencia, es nuestro Ego, el Yo, que vive en relación al pasado o al futuro, con culpa y con carga. Desea siempre otra realidad, está insatisfecho y siempre piensa que lo mejor está por venir. Es lo que se conoce como el Yo, Mío, Tuyo, vive en la confusión, en las apariencias y en el miedo. Es condicional y superficial. Lamentablemente nuestra cultura se ha olvidado del Ser, de nuestra esencia y vive en la lucha, a la defensiva, en la carencia y con miedo a perder, reforzando el ego. Pero en la vida todo comienza y termina, mientras el Ser

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permanece entre todos los cambios de forma continua y expansiva. Está entre todo lo que se percibe, es lo que no cambia. Descubrir esa referencia es permanecer despierto en el lugar donde se esté, siendo plenamente libre, conviviendo entre todo lo exterior cambiante, y el Ser, la raíz inmutable. Por ejemplo, su mente es la que lee esto, pero el conocimiento verdadero no surge de la mente sino de la conciencia del Ser, que ya está en usted antes y después de la lectura. El ser humano adulto normal se reconoce a través de su mente, pensando en sí mismo como un “yo” y vive la realidad creyendo que el sí mismo es ese “yo soy”, con bienestar o malestar. Cuando uno se encuentra a “sí mismo”, descubre que el Ser no era “yo”. Ese “yo” no es más que una conciencia que escucha los propios pensamientos, reconoce las emociones y sentimientos y también reconoce que “tiene” un cuerpo, “tiene” sueños, está despierta o dormida y participa del universo que habita en sí misma y se expande “afuera”, en el Universo.

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¿Cuándo encontramos el Ahora? Cuando nos conectamos desde la conciencia con nuestra esencia, cuando nos despertamos y captamos lo real. Nos sentimos siempre acompañados. ¿Cuándo lo perdemos? Cuando nos distraemos pensando, en el pasado o en el futuro que solo son ideas.

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Actitudes que Sanan Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de sanarse a sí mismo y, a la vez, de crear una respuesta sanadora en el prójimo y en el ambiente. En este libro vamos a definir esta respuesta teniendo presente los tres niveles que nos componen: • Un primer nivel físico que tiene que ver con el cuerpo. Todos tenemos este cuerpo que es lo más grosero que nuestros sentidos físicos nos informan que somos. Por ello es bueno valorar y sentir el cuerpo como una presencia digna de cuidado. Generalmente nuestra cultura nos enseña a cuidar el cuerpo bañándonos, peinándonos, arreglándonos y vistiéndonos. El cuerpo cambia permanentemente y vive en un presente perecedero. Sentir conscientemente el cuerpo, sentir la respiración, es la primera puerta para reconocer la conciencia que nos sostiene. ¿Quién respira? ¿Qué nos inspira? • En el segundo nivel está nuestra mente, o sea que el nivel mental de sanación ocurre frente a nuestros propios pensamientos, y son ellos los que dan respuesta

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también a muchas experiencias que pueden o no causar malestar o bienestar. El bienestar surge de la conexión natural con la conciencia de sí mismo. Todo pensamiento comienza y termina. ¿Quién los escucha? ¿La conciencia es la base que sostiene el pensar? • El tercer nivel es la esencia del ser humano: el amor. Sin embargo, por nuestra educación y en nuestra formación lo hemos sustituido por “tener” amor. El amor expresa la presencia del alma. Psicológicamente el alma impregna la mente de luz y de un sutil sonido. Con la meditación, al dejar de pensar y permanecer lúcidos y atentos, surge esta experiencia. El amor vive en el ahora. Somos libres ahora de elegir cómo vivir. Desde que nacemos vivimos en el espacio del Ahora que nos tiene a nosotros. El espacio del Ahora es atemporal (eterno) y multidimensional, encontrarlo es despertar a la iluminación, al origen de la creación que es luz y sonido.


Vivir en el ahora ¿Qué es el Ahora? Es vida, luz, sonido, amor, atención, paz, unión, ser uno. Vivimos siempre en el Ahora que nos tiene a nosotros. Si ni la mente, ni el intelecto, ni los pensamientos pueden “tener” el ahora, ¿adónde está?

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La metáfora real del Ahora: el cielo en la tierra. Lo imposible en el Ahora: El juicio, la culpa, la duda, la angustia, el miedo, la separación, la ilusión. Ahora eres libre de elegir cómo vivir. Solo la felicidad se abre ahora.

A través de este libro intentamos activar la respuesta interna que haga visible e impulse ese sentimiento de amor que es lo que somos, para reflotarlo y evitar la represión, la negación y la búsqueda de las “cosas” que lo sustituyen (lo que llamamos “sustitutos del amor”), abordando la meditación como el método capaz de guiarnos para encontrarlo y desarrollar las técnicas que el libro enseña para poder permanecer en ese estado.


Amarse a sí mismo ¿Puedes conocer la respuesta al preguntarte “¿Quién soy?”. Viviendo la lucidez plena del ahora y al permanecer en la totalidad de tu Ser. La conciencia humana en sí misma es amor cuando se sana de todos los miedos que los pensamientos aislados originan. El ser humano actual confunde su verdadera identidad con lo que hace y con lo que tiene. Soy arquitecto, soy músico; mi auto es parte de mí. No somos haceres humanos. El “hacer” como el “tener” no llevan a la felicidad plena, solo pueden ofrecer ciertos momentos placenteros, pequeños triunfos. Esta visión es resistida en nuestra cultura, porque ella nos dice que hay que estudiar y formarse con esfuerzo para poder “hacer” y “tener” en busca de un buen resultado. El esfuerzo está alimentado por el enorme anhelo de “llegar a ser” algo que fundamente, refuerce, satisfaga al ego, al supuesto “Yo”. La meta a la que se quiere llegar siempre está en el futuro cuando los resultados demuestren su aprobación, su juicio; y no en el Ahora. Así el ser humano se ata a estos resultados y juicios, invirtiendo su vida en llegar -algún día- a merecer la felicidad. 28


San Agustín define la felicidad como el encuentro con la verdadera sabiduría. Aristóteles preguntaba si el ser humano podría encontrar el sentimiento de felicidad y permanecer en su esencia. Lo paradójico es que este sentimiento no se puede lograr, a no ser que profundices en un plano muy sutil que habitualmente pasa inadvertido para tu mente. El amor solo puede vivirse, no pensarse; el “amarse a sí mismo” es el desafío cultural más grande que el ser humano hoy puede plantearse. La mejor definición de quién somos es la de ser el que escucha nuestros propios pensamientos. No somos los pensamientos que tenemos y que cambian, no somos lo que pensamos, sino que somos el que escucha los pensamientos. El acto de escuchar es el acto humano que nos acerca más a nuestra esencia. Escuchar incondicionalmente es amar. Escucharse a sí mismo sin enjuiciarse, sin evaluación, sin reacciones que surjan del pasado, es amarse a sí mismo.


La vida psíquica La mente abarca la totalidad de la vida psíquica. Los pensamientos conscientes del intelecto expresan el contacto superficial que se manifiesta en la realidad siempre cambiante. Hay pensamientos subconscientes que permanecen latentes en la memoria y constituyen el conocimiento del lenguaje, ideas, imágenes e impulsos inconscientes, los que Sigmund Freud ha descubierto y describió extensamente, que están reprimidos pero se manifiestan a través de síntomas: fobias, paranoia (sentimiento de persecución, de ataque y defensa), obsesiones, conversiones psicosomáticas histéricas, culpa, depresión, manía. Los pensamientos subconscientes influyen notablemente en nuestra conciencia en dos fuentes de energía claramente definidas: el amor o el miedo. El amor, “Eros”, es la pulsión de vida, de unión, de confianza, que nos permite disfrutar y gozar de nuestra presencia, solo se siente de adentro hacia fuera. El miedo, “Tanatos”, es la pulsión de muerte, de separación que nos hace vivir permanentemente a la de-

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fensiva y se encuentra solo en la mente. Surge de afuera hacia dentro, por frustraciones, traumas y desilusiones. Sigmund Freud insistió en su teoría radicalmente ligada a la vida sexual infantil y su desarrollo, marcando fijaciones en las etapas oral, anal, y fálica o genital que permanecen en el inconsciente creando los síntomas neuróticos a través de las pulsiones de miedo. Estos síntomas los he desarrollado en dos libros previos. El primero, “Psicoanálisis Actual”, editado por editorial Legasa en 1987 y, el segundo “Actitudes que Sanan”, editado por Legasa en 1991 donde se integraron las desviaciones de la personalidad con los conocimientos de la meditación. En este nuevo libro “Ser Uno Mismo” se explican los conceptos que hacen a la pulsión de vida y su integración con el desarrollo de la conciencia en salud. La pulsión de vida crea la conciencia de Ser, alineada a un nuevo espacio y sincronizada al ahora, un tiempo real que permanece más allá del cuerpo y de la mente. Trascendiendo la dualidad del amor-odio o amormiedo, Eros-Tanatos, que siempre está cambiando en ciclos desde un pasado hasta un supuesto futuro, existe otra

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energía creadora en el Ahora: la conciencia en sí misma. Esta energía no tiene ni pasado ni futuro, es una energía sin tiempo, está más allá de los orígenes y permanece sin cambiar ya que no puede estar amenazada. Nada real puede estar amenazado, nada irreal existe 1.

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Un Curso de Milagros



La conexi贸n de nuestro cuerpo con el ser La cosa m谩s incomprensible del mundo es que el mundo sea comprensible. EINSTEIN 34


Lo importante del Ser es invisible al cuerpo y se encuentra en un nivel inmanifiesto. Por esto el cuerpo no vale por lo que ofrece al afuera. Nuestro cuerpo es lo que nuestros limitados sentidos físicos señalan que somos. Sin embargo todos sabemos que “tenemos” un cuerpo y que la conciencia del Ser surge de nuestra mente. La conexión más evidente del sentimiento consciente de Ser a través del cuerpo es con la sexualidad. Reconocemos la energía erótica que transforma el cuerpo notablemente “haciendo el amor “. La unión del orgasmo sexual es quizás la experiencia de completud más común que todo Ser Humano puede vivir. En ella no hay “distracciones” ni pasado ni futuro. Solo se activa el gozo del ahora, pero se termina pronto, cuando acaba el acto sexual. ¿Podemos hacer el amor con nosotros mismos? Todos queremos “amarnos a nosotros mismos”. Pero no podemos, ya que no sabemos qué es el Sí mismo. Solo reconocemos el cuerpo que es lo más grosero que podemos percibir con nuestros limitados sentidos físicos. Por suerte existen otros cuerpos con el mismo Sí mismo. 35


El primer despertar es una especie de enamoramiento donde reconocemos el sí mismo en una sola persona que se idealiza creyendo alcanzar el cielo juntos “haciendo el amor”. Somos solo cuerpos que al unirse reconstruyen el uno mismo. Pero luego esta experiencia se acaba y todo termina en drama. El amor que nos constituye en el sí mismo surge de nuestra pareja como espejo. Luego, en nuestra evolución lo tenemos que redescubrir en la esencia de nuestra presencia. Otros buscamos el sí mismo en el reconocimiento de los demás intentando ser famosos como actores y creyendo que la mirada del otro nos da un poder. Pero no podemos ver a nuestro sí mismo. Corremos permanentemente, buscamos el tiempo, pero el tiempo nos tiene a nosotros. Todos viajamos a otros países o nos vamos de vacaciones pero no nos percatamos de que existe otro paraíso que ya está en nosotros y que ese viaje se produce al quedarnos quietos sin movernos, sin hacer nada. El traslado de la Tierra en el espacio crea el tiempo terrenal, pero debemos vivenciar que existimos en el tiempo celes-

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tial ahora y siempre. ¿Cuál es la razón que nos hace creer que no podemos permanecer en el ahora? La falsa creencia acerca de que no somos suficientemente buenos para “merecer el cielo”. Nos creemos deudores o culpables de no sentir amor o confundirlo con el placer sensorial. Buscamos sentir más afuera con masajes, perfumes o disfraces. Experimentamos el cuerpo pero sin vivir el sentimiento que comenzó entregando ese cuerpo al otro sin dejar de permanecer en el sí mismo. Con la escucha de los pensamientos descubrimos que pensamos igual, que todos somos uno y nos podemos perdonar. Nos perdonamos por habernos olvidado de quienes somos y lo recordamos en nuestro corazón para re-membrar –en inglés remember-, ser miembros del mismo Uno. ¿Podemos usar los sentidos para conectarnos con una conciencia expandida, continua, clara y gozosa? No se trata de sentir placer físico, a pesar que evolutivamente atravesamos una etapa masturbatoria autoerótica. Se trata de vivir conectado con un sentimiento gozoso. 37


Estamos constituidos por los mismos elementos de la naturaleza. La tierra se conecta con el olfato y los perfumes más sutiles, creando amor. El agua se conecta con el gusto y en su sabor nutre de sabiduría los sentimientos. El aire se conecta con el tacto, produciendo ternura y el sentimiento de calidez en nuestra piel interior. El fuego se conecta en la vista, dando luz y claridad a la mente. El akasha (El quinto elemento. Éter o vacío) nos constituye en luz y sonido que en nuestra mente producen un sentimiento resuelto. Un sentimiento más sutil, más fino que permanece ante la escucha y el oído, creando liviandad y transparencia en la conciencia.


Dar sentido a los sentidos

¿Qué sentido tiene su vida? Hay un propósito en su conexión con el universo que es distinto al propósito que tiene el cuerpo. Experimentando nuestro cuerpo creemos que tenemos la vida y el tiempo, pero lo real es que la vida y el tiempo nos tienen a nosotros. Nos contienen y nos acompañan en un permanente cambio e interconexión con el universo. Esto nos causa incertidumbre, temor y a veces dolor y sufrimiento si no encontramos el verdadero sentido o propósito que surge de la conexión de nuestra conciencia de Ser humanos. Con el cuerpo hacemos o tenemos. Nos hace vivir separados, con la certeza que nuestra individualidad única y extraordinaria, necesita de una respuesta más profunda e invisible para no sentirse sola. La conciencia del Ser vive perteneciendo a un orden trascendente que se extraña ante la separación de los cuerpos y nos lleva a ser miembros de un “cuerpo universal.”. Remembrar el lugar al que pertenecemos y participar de dicho orden superior nos hace ser parte del todo, conectados con el amor. Podemos encontrar múltiples razones para ser in39


felices y seguir buscando hacer o tener otros tiempos o pasatiempos, vivir en el pasado o futuro. O podemos encontrar una razón para ser felices y ser uno mismo ahora. ¿Como vivir nuestro Ser en todo momento y en todo lugar? Somos guionistas, directores, productores y actores de nuestra propia vida. Podemos recrearnos, crecer, confiar y crear una nueva respuesta con el propósito de vivir conectados con nuestro Ser. Siempre nos acompaña un espacio creativo en el ahora. Este espacio está habitualmente “dormido” en nosotros. Hay que despertarlo o siempre sentiremos una deuda. Creeremos que luego, en un futuro, algo ocurrirá para comenzar a vivir. Cuando tengamos tanta plata o cuando hagamos tal viaje. El viaje ya empezó ahora y lo único que no viaja y que no cambia es el Ser. Es la luz interior que nos ilumina como un sol todoconciente. Ese ahora es la propia conciencia expandida que surge de adentro hacia fuera. Para conectarnos con esa nueva conciencia y distinguir nuestro Ser, no tenemos que juzgar ni reaccionar, sino simplemente ser respon40


sables de comenzar a disfrutar y gozar de su presencia libremente. Todos los sentidos confluyen en la mente y crean estĂ­mulos que producen percepciones sensoriales o pensamientos.

MAPA

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Los pasos que indicamos a continuación, en vez de llevarnos a continuar en la lucha, defendiéndonos con temor a lo nuevo y siempre creyendo que lo mejor está por venir, nos invitan a captar nuestra presencia en un nuevo tiempo interior, el ahora, así como a formar parte de la conciencia del Ser. 1) Sienta su presencia física con su cuerpo experimentando uno de los cinco sentidos de que dispone para conectarse en este momento con su presente. El olfato, oliendo una flor o un sahumerio. El gusto, saboreando una fruta. La vista, observando cualquier objeto luminoso que esté a su alcance. El tacto, sintiendo el aire en sus bronquios o en su tráquea. El oído, escuchando el sonido más sutil que pueda registrar o el sonido de su propia respiración, como un suspiro, inspirando y exhalando. En esta experiencia usted está reconociendo su yo e identificándose con su cuerpo. 2) Ahora usted puede responder de dos formas para crear la respuesta a estos estímulos sensoriales. La más conocida es reaccionar con pensamientos que asocien esta experiencia al pasado y mantenerse en la mente

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pensante, intelectualizando la experiencia, permaneciendo en un tiempo lineal que asocia la experiencia presente con el pasado o el futuro, creando el ego. El ego permanece en una conciencia superficial y relativa que siempre evalúa y cree que la experiencia que está viviendo tiene que tener otra forma o debe ser de otra manera. Así es como uno descalifica los sentimientos más profundos. Habitualmente, lo que no podemos comprender lo enjuiciamos y el juicio crea cierto temor, pues condiciona una actitud defensiva. Si me defiendo es porque me siento atacado. Esto me acarrea miedo y vivo en una lucha, creyendo que tengo que hacer algo más para saldar la deuda del pasado, sintiéndome separado. De esta manera usted se defiende de sentirse parte y participar de la totalidad de la experiencia. Solo percibe pero no puede apreciarlo. No puede intervenir interconectado desde el sí mismo. 3) Para crear la respuesta que permite distinguir el intelecto superficializado en el tiempo y registrar el espacio interior del Ser, nos conectamos al estímulo sensorial

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y a la experiencia del cuerpo, creando por unos instantes una respuesta reactiva. No evalúa la experiencia actual desde el pasado sino que permanece en su mundo interior, transformando el tiempo lineal en un espacio interior que no cambia, que siempre está acompañándonos en el sentimiento conciente del ahora. Es el espacio del Ser. Es una cognición no conceptual, un conocimiento sin pensamientos que surge en nuestra conciencia de adentro hacia fuera. Distingamos el intelecto que siempre reacciona con pensamientos y soltemos esos pensamientos con desapego valorando lo que habitualmente pasa inadvertido: Nuestra presencia interior. Para que esto ocurra en primera instancia siempre vamos a necesitar escuchar nuestros propios pensamientos, ocupando como un segundo lugar, sin reaccionar y sintiendo cierta incertidumbre. La certeza la desconocemos pues la experiencia nos tiene a nosotros. Si podemos mantenernos en indefensión surgirá una nueva seguridad. Al entregarnos a ser libres en esa incertidumbre nos hace pertenecer a una nueva conciencia de interdependencia. La sabiduría omniciente del mismo orden que nos produce respirar, dormir o despertarnos 44


nos asiste y nos guía a través de una intuición verdadera. En la incertidumbre surge la libertad de la creación. Si soltamos nuestros miedos podemos responder con amor y vivir sin repetir el pasado. Descubrir lo nuevo con paz interior más allá de lo que ocurra afuera para Ser el cambio que queremos ver en el mundo exterior. Es sentir la pasión de la vida acompañados con compasión. La alineación al espacio interior me ordena y crea sincronicidad en la que participa el universo. Esta conexión habitualmente es resistida por el ego que no reconoce vivir con paz interior. Al integrar la percepción de los sentidos con nuestra presencia y contemplar el ahora que se manifiesta como un nuevo espacio en nuestro cuerpo, surge una conciencia luminosa que disuelve la separación en una nueva vivencia de unión. Somos luz, somos sonido y somos la vida que brota como un río inagotable de éxtasis que nos desborda de ilimitada riqueza.


La confusion entre lo real y lo percibido

En la siguiente imagen, todas las líneas rojas son paralelas pero nuestra percepción indica lo contrario. Consideramos que es real lo que vemos y le damos carácter de “verdadero”.

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Podríamos verlo de esta manera: las líneas rojas representan el ego., una falsa creencia de que somos lo que percibimos; un cuerpo. No creemos que el ego es un invento nuestro, en absoluto. No consideramos que nuestra percepción de las cosas se transforma cuando entran a jugar factores… como en la imagen los cuadritos azules y amarillos que al producir tensión entre ellos separándose o uniéndose “empujan” hacia arriba o hacia abajo las líneas rojas (totalmente rectas en realidad). Si es tan fácil confundirse con respecto a algo tan simple, tal vez, basados en las percepciones, creamos cosas de nosotros mismos totalmente equivoadas. Factores como la muerte o la impermanencia, que crean una enorme tensión, conjugados con la ignorancia y la distracción en la que vivimos sumergidos, nos llevan a formar una imagen de nosotros mismos y de la realidad totalmente distorsionada y equivocada.


“Ahora”, La creación “Ahora” es el único tiempo que existe e insiste en ser reconocido. 48


“Ahora”, es el espacio-tiempo adonde todos estamos siendo creados. El cuento que sigue fue creado en otro “Ahora”, sin embargo al leerlo lo recreamos en nuestro propio “Ahora”, haciendo comprobable la constante del presente en el Ser Humano. Todos los personajes de este cuento son observaciones de vivencias personales o tendencias propias que provienen de distintos caminos que cualquier ser humano puede recorrer ya que habitualmente vivimos la vida como personajes, detrás de mascaras, bajo creencias y suposiciones. En este caso nos podemos sentir representados con distintos roles porque nos identificamos como personas a través del hacer o el tener humano. Había una vez un pequeñísimo planeta que giraba alrededor de una estrella en una de las muchísimas galaxias del universo: El planeta Tierra. El cosmos todavía estaba en expansión. Billones de soles poderosos en constelaciones se lanzaban hacia lugares impredecibles, pero finalmente confluían en un espacio más lento que el tiempo y más allá del pasado, presente o futuro. Un

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espacio peculiar llamado Ahora. Los habitantes habían olvidado que eran uno con el Universo. Que formaban parte de la Creación. Vivían sin preocuparse; percibían un orden único y superior del que formaban parte sin apartarse y eran seres plenos de gracia, ilimitados, unidos por el ritmo unívoco de sus corazones y sin embargo, cada uno de ellos era único, extraordinario. Estaban formados de aire, tierra, fuego, agua, y de un quinto elemento: su luminosidad interior, que se formaba permanentemente a través de cierto sonido. Pero al desconocer quienes eran, fueron cayendo en falsas creencias, se dejaron llevar por ilusiones y visiones que los deslumbraron sin iluminarlos. Hablaban sin darse cuenta que el sonido los constituía. Dejaron de oírse porque no sabían que la esencia de la palabra era lo que los hacia vivir, amar y percibir y solo se escuchaban. Daban valor a lo superficial, a la apariencia (que para ellos era la realidad), a lo cambiante que aparece y desaparece. Habían dejado de Ser, y de ser Uno. Perdieron así el “ahora” atemporal y eterno; les

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pesaba el pasado, les angustiaba el futuro y el presente ya no era una presencia sino un instante que se les escapaba siempre, creyendo que el tiempo estaba en relojes y calendarios. Y al encerrarlo y dividirlo en horas, minutos y segundos se habían encerrado a sí mismos sin darse cuenta. Su luminosidad y visión interior se encegueció al ver solo en el afuera una luz que suponían era tan únicamente exterior. Sus sonidos terminaron encerrados en términos extraños, lenguajes que representaban las realidades cambiantes; mientras lo real no cambiante, permanecía inmanifiesto, escondido detrás de tantos idiomas, personas y realidades relativas. Las palabras representaban superficialmente a las cosas pero carecían del sonido trascendental. Sus cuerpos eran tubos ambulantes con orificios de entrada y salida. Pero la mayoría ignoraba que esa delicada complejidad natural solo funcionaba bien si los rodeaba ese universo creador que se expande y se recrea sin cesar en la atemporalidad vibrante del ahora. Desarrollaron un polo cefálico creyendo percibir intelectualmente lo real; sin embargo su atención siempre era parcial, se51


cuencial y superficial. Fragmentaban el todo en pequeñas partes sin poder integrar una totalidad. Su integridad se disgregó y sus corazones se transformaron en corazas. Por todas las distorsiones, por las fisuras, las palabras y convicciones que los encerraban y enfermaban, se puede dividir a estos seres en distintas categorías. Antes de relatarlas conviene señalar algo increíble: todos buscaban fuera lo que tenían dentro; querían encontrar en lo externo su enorme e ignorada riqueza interior. Jerarquizaban la visión exterior sobre la interna y por ello creían que la única forma de unión era física, hipertrofiando sin darse cuenta, a la sexualidad. Y al salir de sí mismos se enajenaban; creaban yoes, caracteres, personalidades, a imagen y semejanza de… otros. En un principio eran completos, enteros e íntegros, pero al simplificarse en lo ajeno a sí mismos, se sintieron incompletos. Se convirtieron en seres solo sexuados, solo mortales, solo hombres o mujeres. Al buscar la unión física trataban vanamente de reconstruir en esa dualidad su unidad original. Concebían gozar a través de placeres temporales y efímeros y perdieron así el goce más profundo y universal: el de permanecer en presencia de sí 52


mismos. Tenían miedo de sentir su propio corazón y todo lo ponían en la razón. ¡Tan tremenda fue su distracción! Sus actividades fueron competitivas, trataban a la vida como si fuese un juego perverso en donde las cosas se ganan o se pierden si uno gana o pierde. Porque las cosas comenzaron a ser más importantes que ellos mismos, se perdieron en objetos y objetivos materiales. Distorsionaron el deporte; que siempre se pegue, se patee, se emboque, derrotando enemigos reales e imaginarios; batiendo records; obligándose a triunfar como si en ello les fuera la vida; y en efecto, la vida se les iba. Algunos, para ser más que otros, se encremaban o enmascaraban la cara; otros creían que el cuerpo se esfumaba bajo hábitos negros; otros convertían sus yoes en autos, y los cambiaban todos los años, otros enceguecían con el brillo de sus joyas; todos hablaban por hablar. Habían perdido sin saberlo el Don de la palabra. Y con el tiempo se generaron subespecies de enajenados. Hablaré de ellas.

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Los Yopris Los yopris eran yo primero. Estaban convencidos de ser imprescindibles y de que nada funcionaría sin sus controles y perversiones. Nada –y menos aún otro yopripodría ser superior a ellos. Ni siquiera Dios. Dolorosamente afectados por la omni-impotencia, no podían vivenciar su potencia real. Como se sentían desvalorizados recurrían a mecanismos para creerse cada uno de ellos, el único ocupante del trono y del altar. Pero ese poder ficticio los cargaba de responsabilidades y de culpas, ya que si algo funcionaba bien era por ellos pero si algo fallaba también era por ellos. Nunca estaban satisfechos ni con el éxito, ni con el fracaso. La “omni-responsabilidad” los obligaba a ser eminentemente cerebrales y se quedaban hundidos en interminables dudas y cavilaciones. Para escapar a ese laberinto se encerraban y trataban de encerrar a los que los rodeaban en monótonas rutinas: comían por reloj y no por ganas; el tiempo libre donde podrían haber encontrado placer y diversificación para sus energías, era dividido en fines de semana. Iban volvían a la misma hora de los mismos lugares para ver quién llegaba

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primero. Se pasaban la vida corriendo, de acuerdo a lo que indicaban las agendas, de un continente a otro, pero siempre en contacto con sus trabajos. Así eran también sus vacaciones: miraban la puesta del sol pero no la veían; visitaban paraísos terrenales pero no estaban allí sino en sus oficinas, de las cuales en realidad nunca salían. Sus vidas eran memorandums que en lugar de recordarles algo apuntaban al futuro. El presente era apenas un momento en el que adquirían objetos que no les servían. No sabían qué hacer con ellos, pero si otro yopri lo tenía, ellos también debían tenerlo; y si nadie lo tenía ellos lo tenían primero. Cuando envejecían los invadía una terrible avaricia; no podían dar porque para ellos dar era perder. Los yopris, yo primero, tenían un lema: “me toca a mí”.

Los Damis-Damis Eran los que más fuertemente sentían la falta del Uno original, la carencia de la completud. Sufrían por ello pero buscaban con cualquier objeto externo rellenar ilusoriamente esa carencia. Y como por supuesto, ningún 55


objeto puede suplir esa falencia, querían ser siempre más. Se ilusionaban sin poder renunciar a sus deseos para luego desilusionarse sin poder resignarse. Eran de una avidez realmente extraordinaria; dependían del amor y de la bondad de los otros, pero los fatigaban: dame a mí, dame a mí; quiero más, quiero más; a mí y a nadie más. Cualquier detalle, por ínfimo que fuera, bastaba para encender la ira, la envidia y los celos. “Dame más, dame más” exigían persiguiendo metas, objetos, objetivos, cargas, honores, reconocimientos, sin poder detenerse, mendigando en todo momento. Querían exactamente lo que No tenían. Por eso quedaban siempre huecos y vacíos con ojos salientes mirando hacia fuera, tratando de captar y capturar lo que ellos no tenían pero que, según su visión, otros sí tenían Eso sí: En sus urgencias por poseer carecían de tiempo; no había ahora posible. Les crecían las manos para acaparar, apoderarse y consumir. Cuanto más consumían más hambre y más sed tenían, cuanto más acaparaban más cosas les faltaban y por dentro estaban vacíos. Se agredían por no mirarse a

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sí mismos. Agredían a los que les daban por dar poco, y a los que no les daban. Competían para desplazar a otros damis-damis en el trabajo insalubre donde vivían juzgando y culpando. “¡Viste, viste!”, decían en busca de reconocimiento, pero los otros no veían y ellos no se reconocían a sí mismos. Hablaban tanto que aturdían, se aturdían y les crecía la boca y la lengua. Hablaban, pero no decían nada.

Las Princesitas de Maryi Había muchísimas entre las mujeres. Pero también había hombres que eran Agathas o princesitas de Maryi. Tenían un punto en común con los Damis-Damis. También decían viste, viste. Y del viste pasaban al Vístete: ¿Viste como está vestida? ¿Y desvestida? Por eso era esencial en sus vidas el espejo. En ellos se estudiaban todas las partes del cuerpo, porque aunque no lo sabían tenían el cuerpo dividido y querían inconscientemente unificarlo, para ser Un Cuerpo. Ignoraban que la fragmentación estaba en otra parte; que tenían rota la capacidad de compartir y disfrutar. Nunca estaban contentas porque solo valoraban la apariencia y sufrían porque algunas partes de 57


su cuerpo no se parecían al ideal físico. Entonces consultaban médicos, iban al dietólogo, hacían gimnasia, se daban masajes, se cubrían la piel con distintas cremas para el día y la noche, se pintaban y volvían a pintarse para ser Agathas, o gatas perfectas. También sufrían porque no querían envejecer; para ellas la madurez era un castigo impensable. Creían ser solo cuerpo y pretendían una perpetua juventud. Como conocían el amor en la unión de dos cuerpos sus parejas no duraban mucho. En sus mentes, eran también espejos y si no les devolvían la imagen de sus bellezas superficiales los dejaban. Tenían miedo de comer para no perder la línea y muchas veces las aquejaba la anorexia y por consiguiente la desnutrición. Las Agathas solían juntarse entre ellas para hablar mal de las otras: “Viste que mal se viste”, y luego, en otras horas se juntaban con las otras para criticar a las primeras: Nadie se salvaba de las princesitas embrujadas.


Solo puedes hacer el cambio en el Ahora El pasado es una idea y el futuro seguirรก siendo el Ahora en otro tiempo

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Las Princesitas Hogareñas Eran una variante de las anteriores que proyectaban a la casa sus sobrevestidos egos. Se pasaban el tiempo aspirando, encerando, lustrando, limpiando, ordenando y luego, enfundaban los muebles para que no los tocara el polvo y colocaban caminitos sobre el parquet reluciente. Cubrían lo que brillaba para que siguiera deslumbrando, pero como de todos modos no se veía, no disfrutaban de nada. No invitaban a nadie para que no ensuciaran y prohibían jugar a los chicos para que no mancharan o desordenaran.

Los Jusgantes Ellos vivían todo el tiempo atrapados en su pasión: juzgar. Partían constantemente la realidad sin comprender la totalidad de los hechos, y vivían con miedo a ser juzgados. Había varias clases: • Los oyentes espectadores: Oían pero no escuchaban y miraban a los demás como si estuvieran de más. El mundo era para ellos una inmensa pantalla de televisión;

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una representación que a veces los divertía y a veces los aburría pero que nunca los afectaba. • Los auyentes: Estos se escuchaban entre si con indiferencia y no participaban en nada, salvo cuando aullaban sus violentísimas criticas y ahuyentaban a otros. Se quedaban solos con sus aullidos. • Los fulchos: Seres muy contentos con sus egos, pero vacíos por dentro. Tenían miedo y culpas y buscaban sin saberlo, un castigo. Trataban de llenar el vacío con comida y bebidas fuertes y terminaban rechonchos. Los demás les escapaban por más simpáticos que fueran. Aunque los fulchos sabían muchos chistes, daban y pasaban siempre algo de sus miedos; y eso a nadie le gustaba. Buscaban compañeros para compartir sus apetitos gordos, pero si los encontraban les duraban poco. Entonces decían: “Los otros no saben vivir”. Había muchos otros, diversificadores en sus enajenaciones:

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• Los chunis y los sancios que padecían como chicos el “síndrome de la cara linda”. Siempre estaban rebién pero pensando en el otro (o la otra), salteándose a sí mismos. Desconocían el orden que comienza con el “Ámate a ti mismo” para poder “amar al prójimo”. Era por lo tanto un amor partido, superficial, que dependía de los otros y en el que se perdían como reflejos sin consistencia. Para los demás estaban siempre bien, pero los acechaban por el vacío y el desamor a sí mismos, la depresión y la melancolía. • Los chulilitos y los bolchos eran bochinche ros y ruidosos. Les gustaba estar siempre en desacuerdo y gritarlo. Los demás sin embargo, se reflejaban bien en ellos y se sentían con un extraño bienestar. Al lado de los chulilitos y los bolchos, cualquiera parecía equilibrado, calmo, tranquilo, silencioso. Era un efecto de espejo al revés. • Los bobo´s rebosaban ego pero no se daban cuenta. Se autodestruían bebiendo alcohol y fumando. Excitados por la bebida; se reían de pavadas y se tiraban humo en la cara mutuamente. Era el deporte más loco y 62


antideportivo que se hubiese inventado jamás. Pero aunque parezca disparatado no podían vivir sin ahumarse, bebiendo y perdiendo hasta la noción del tiempo cronológico. Creían que el aire era humo y se hacían humo. • Los yo-yoes eran como el juguete yo-yo. Solo reconocían en sus cuerpos lo de arriba -la cabeza- o lo de abajo -el falo-. Estaban siempre arriba o abajo. No tenían término medio; blanco o negro, todo o nada. Carecían de matices, ignoraban la gama de colores, las maravillosas variantes del sonido, los amaneceres, las tristezas y las alegrías suaves, la delicadeza de lo neutro. Estaban siempre partiendo el mundo en dos, pero al elegir una mitad y olvidarse de las medias tintas, cuando creían ser Uno eran totalmente medio. • Los punchos futurizaban. Todo estaba por delante, a-delante. Para estar seguros del delante, tenían antes que cuidar su patrimonio. No sabían que el patrimonio tan querido les venía de su propio amor al padre. Ese amor se había convertido en papeles con muchos ceros a la derecha. Pero como no podían ser sinceros, sin el amor 63


al padre se quedaban en cero. Todos vivían en sus mentes, pero era un mundo demente pues corrían detrás del tiempo, creyendo que luego en un supuesto futuro iban a encontrar su presencia. Luchaban por un espacio de “poder” que supuestamente siempre estaba ahí, fuera de ellos. Para alcanzarlo construían realidades imaginarias que no eran más que símbolos de poder, sustitutos del amor. Idealizaban sus símbolos: el dinero o el sexo. Confundían el placer con la felicidad. Creían que el amor solo se podía hacer con el cuerpo ya que no conocían que el amor es un estado de conciencia, que comienza al escucharse a sí mismo, distinguirse de sus propios pensamientos y reconocer que el tiempo y la vida no se pueden tener. Creían que su esencia era el cuerpo. Los gordos y obesos, pensaban que solo eran eso y comían creyendo que eran flacos. Los anoréxicos o delgados, pensaban que ocupaban un gran espacio pero su cuerpo era en realidad el espacio de su alma. Los depresivos se creían pequeños y contraídos. Los paranoicos se veían partidos en pequeñas partes que los perseguían. Pero todos se creían tan importantes como 64


para ser los elegidos para sufrir. Por suerte un grupo recordaba que eran miembros de ser uno, y re-membraron que nunca se habían separado de la unidad. Finalmente dejaron su mente y viajaron de la cabeza al corazón, perdieron el tiempo y encontraron el ahora en un nuevo espacio. Descubrieron que lo invisible es lo importante y la indescriptible belleza de ser humanos no se puede percibir con los ojos del cuerpo. Sintieron el poder milagroso de la tranquilidad al comunicarse sin miedos y valoraron la conciencia expandida, clara, vacía y continua que en todo momento surge de la sabiduría omnisciente. Esa sabiduría que solo se puede intuir a través del amor.



¿Qué somos? Creemos que somos lo que tenemos o lo que hacemos.

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Presencia Real

La mente superficial percibe el Universo de afuera hacia adentro. La conciencia humana de Ser crea el Universo de adentro hacia fuera. Nuestra propia presencia habitualmente pasa inadvertida para nuestra mente, ya que hemos sido entrenados para mirar hacia afuera. Hay que distinguir mirar, que implica una actitud de enfocar una parte, y ver, que es la visión panorámica, que incluye todo y como en un juego de palabras, es darse a sí mismo una ver-dad. En el ver hay una apreciación, en el mirar puede ocurrir una gran confusión. La primera gran confusión que tenemos es con lo exterior. En el reino animal existe la identificación, es decir, se produce mimetismo con los objetos percibidos y las situaciones del afuera. Los insectos y los peces adquieren el color de la piedra más cercana, muchos se mimetizan con una flor del mismo color. Esta tendencia a identificarse con el mundo exterior todavía la tenemos los seres humanos, nos “mimetizamos” con el mundo exterior. Nos identificamos con nuestros pensamientos, que son exteriores a nuestra

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esencia, y creemos que lo real surge de las ideas. Lo primero que hacemos al “ver” dentro es justamente dejar fuera el afuera, e intentar conectarnos con nuestro mundo interior, permaneciendo bien atentos con la intención de estar lúcidos. La presencia real siempre se vive en el ahora, donde no existen el pasado y el futuro: Se experimenta la conciencia del espacio presente. Para esto hay que vaciarse, soltar la tendencia habitual de interpretar la realidad desde el pasado y no distraer la mente creyendo que vamos a encontrar en el futuro algo mejor. Lo mejor es ahora, insistamos en reconocerlo. Dejemos de buscar “más ahí”, en otro tiempo y en otro lugar para encontrarnos “ya acá”; con menos carga, menos ansiedad y sin miedos.


Estar Humano - Ser Humano Habitualmente creemos que somos lo que hacemos o lo que tenemos, por eso nos definiría mejor llamarnos “haceres humanos” o “teneres humanos”, porque parecería que nos olvidamos de “ser humanos” con plena conciencia. Ante la pregunta ¿Cómo estoy?, nos preocupamos por el “Estar” y no por el Ser. El “estar” es algo manifiesto, y por eso la pregunta “¿Cómo estás?”. Para conectarse con el “Ser” uno tiene que repensar y sentir la propia conciencia. Si se siente bienestar o armonía, significa que esa conciencia más superficial del “estar” ya está en alineación con el Ser. La buena noticia es que el Ser es amor, luz, paz y todos los seres humanos tenemos esa inagotable condición. Sin embargo, nos olvidamos de eso. “¿Cómo estás? estoy preocupado, estoy ansioso…”. Claramente esto describe un estado, pero no es lo que en realidad soy, sino como estoy. Tengo una referencia interna de Ser y eso es lo que me sobra, en realidad no es lo que soy, sino cómo estoy. Pero no soy eso, no soy la ansiedad, no soy la depresión, no soy la culpa, no soy la angustia, todo

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eso es un extra al que llamamos “ego”, ese nombre que le ponemos a la cáscara que separa lo que está adentro de lo que está afuera. Creemos que somos el ego, la cáscara. Un ego que hay que amar, perdonar, aceptar y soltar para trascenderlo. Pero el ego siempre se defiende y se resiste, nunca se rinde. Parecería que todos tenemos que llegar a sufrir a partir de nuestros propios juicios una cierta angustia para llegar a renacer a lo que trasciende el juicio y que es Amor


La evolución de la conciencia mental

Nuestra alma nunca cambia, el cuerpo acompaña cambiando siempre y la mente recorre un reconocimiento de sí misma a través del proceso de evolución. Inicialmente el recién nacido vive en una atemporalidad con energía ilimitada desde donde surge su cuerpo que comenzó en una célula germinal. El bebe comienza a distinguir las sensaciones de placer o displacer desde la unidad con su madre, sonríe conectado con experiencias físicas agradables y llora cuando surge el displacer. La energía que uno puede constatar en la presencia de un recién nacido es la misma energía que da vida y que abre a la sabiduría omnisciente, se une a la belleza, al amor, la bondad y la compasión. Para recuperar la vivencia de dicha experiencia el ser humano adulto necesita reconectarse con su esencia dejando de pensar, permitiéndose vivir un estado de lucidez sin pensamientos.


El Universo habita en nuestra conciencia Somos creadores de la realidad.

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Las etapas evolutivas de la conciencia Envejecer madurar o evolucionar es natural, pero parece ser que en nuestra cultura envejecer es obligatorio, madurar o evolucionar es optativo. Inicialmente siempre somos un cuerpo y no tenemos conciencia de nada. Acto seguido, lo que se reconoce es el amor. El primer infante, cuando tiene conciencia de sí mismo, lo primero que reconoce es el amor. Cuando perdemos ese contacto, evolutivamente, es cuando empezamos a pensar y a sustituir ese amor por formalidades o pensamientos que el lenguaje produce. Intelectualmente ocurre lo que el psicoanálisis describe como la represión primaria, con la que se bloquea el recuerdo del amor y se crea el intelecto a partir de la energía sustitutiva del amor por pensamientos. Por eso se lo llama al sujeto “tachado”, porque al reprimir, “tacha” su conexión con el amor y se cree individual, único, y se convence de que tiene que recrear toda una dimensión que ya está hecha. Por más que usemos nuestra mente con mucha inteligencia y mucha sabiduría, por más conocimiento que se tenga, mentalmente no se

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puede sustituir el amor. Cuando el individuo crece, cree que tiene que producir en su vida una serie de pasos en el afuera, que inevitablemente lo llevan al sufrimiento y al dolor, al stress, a la tensión a través de los propios juicios. El problema es creer que hay algo que se puede perder. Surge el miedo a la separación; la falta de “sí mismo” que se proyecta afuera como ansiedad. Se pierde la conexión consigo mismo y la ese error nos lleva afuera; creemos que tenemos que reconquistarla en el mundo exterior. Empieza a surgir el mensaje: hay algo que está ahí afuera, que me preocupa y que puedo perder; pero en realidad lo que se pierde es la conciencia de alma, la conciencia de sí mismo. En la etapa de la adolescencia se carece de esa conexión interior y uno vive proyectando los deseos en el afuera, creyendo que vamos a tener algo mejor en el futuro, con una computadora nueva, una casa nueva, una pareja nueva o tener determinadas experiencias que nos van a dar la felicidad de afuera hacia dentro, incluso a través de experiencias afectivas, encuentros de sentimientos, placeres que siempre son temporarios pero son siempre 75


formas. Nuestra cultura está basada en la convicción permanente de que la solución va a venir de afuera hacia dentro. Va a ser política, económica, social o individualmente a través de sexo, poder, dinero o de tener más cosas. Esto lleva a un estado de situación destructivo que hace que la gente invariablemente se enferme, se frustre, sufra angustia, estrés, depresión. Es a partir de ese “yo siento” que se intenta volver un camino hacia atrás, hacia una conexión más honesta, de adentro hacia fuera, recuperando esa sana inocencia y teniendo fe y confianza en ese sí mismo. Apreciarse a sí mismo, sentir y reconocer ese sí mismo equivale no solo a ver sino a valorar los ojos que ven; dejando de lado la mente que “funde, pega lo ajeno y por tanto nos enajena”. El desarrollo de lo que es propio y auténtico hace engrandecer el alma y a partir de ese sentimiento surge un encuentro diferente con el mundo exterior y con los demás. En ese encuentro el yo empieza a convertirse en nosotros. 76


Pero en ese proceso nos encontramos con muchos otros que habitan en nosotros, nos reconocemos a través del otro. Cuando llegamos al reconocimiento inicial de sí mismo, pensamos en yo yo yo. Somos un yo-yo. Inicialmente el yo reside en la cabeza, después el yo en el sexo, el yo en el corazón. “El yo consiste en amarse a través de una imagen, y en desear ser esa imagen, en conseguir serlo para tener seguridad de ser; pero ser una imagen, ser una virtualidad, ser un reflejo, es no Ser. El yo, antes que nada, antes que yo, es un no ser, una virtualidad. El yo es un ser que no es”2 . Cuando vemos que no podemos con el yo empezamos a vivir el otro: la pareja, el hijo, el padre o la madre. Ya hay un nosotros pero expandido y enajenado en el otro. Cuidamos a nuestro padre, nuestro hijo o nuestra pareja. Existe ese nosotros que también es parcial. Es un nosotros ego-céntrico. La conciencia de sí mismo en esencia no cambia; es nuestra identidad real. Lo real permanece abierto a reconocerse a sí mismo. El sí mismo es conciencia que se asombra cuando se mira al espejo con arrugas, o más bajo o cuando mira una foto y se reconoce distinto. Nuestro intelecto cambia y el cuerpo viaja en el Lóizaga, A. M., Psicoanálisis Actual, pag. 57s.


espacio envejeciendo, pero estĂĄ en nosotros el ir o no evolucionando. Somos seres libres para elegir ser autĂŠnticos y permanecer conectados con el sentimiento de estar satisfechos con lo que somos o estar siempre condicionando nuestros sentimientos a una imagen falsa de sĂ­ mismo que surge del afuera, de modelos o creencias que nos hacen ser haceres humanos o teneres humanos.




El Ego El Ser lo invita a resignarse, a desear lo que ya es. Desea lo que eres y lo que ya tienes y tendrรกs plenitud.

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El ego nunca desea lo que ya tiene. Vive separado e insatisfecho pues padece de soberbia y orgullo creyendo que lo importante es solo hacer y tener resultados que nunca lo satisfacen. El Ser lo invita a resignarse, a desear lo que “ya es” y valorar lo que ya tiene para estar “contenido” y contento con la meditación; sin embargo el egot va en contra del sentimiento de paz. Siempre hay una razón, una excusa por la cual la experiencia de meditación es resistida: el trabajo, los hijos, los nietos, la salud, el dinero. Hay infinidad de excusas para no meditar. O bien puede ocurrir que uno se encuentre muy tranquilo, no tenga ningún problema y se disponga a meditar; entonces el ego comienza a sabotear: “mejor antes voy a hacer tal cosa” o “voy a terminar esto”. Siempre hay algo más “antes”. Empezamos a poner en práctica el sonido y comienzan los pensamientos: “mi hija; las vacaciones; el auto”. La meditación es una muy buena ocasión para permitir dejar surgir todos los pensamientos que estaban escondidos debajo de la alfombra. De todos modos, el ego aparece y descalifica la meditación, la desvaloriza: “no

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vale la pena que sigas meditando, primero arregla el auto, las vacaciones, llama a tu hija”. Seguimos con el sonido… expansión… éxtasis… “Lo logré… ah! no!…qué dolor de espalda tengo, yo creí que se me había pasado, mejor me levanto y cambio de posición”. ¿Por qué ocurre esta resistencia? ¿De dónde proviene? Ella se origina en nuestra identificación con el ego.


Nuestro ego se sustenta

en el deseo de no tener paz, en el deseo de infelicidad.

El deseo nace de buscar en forma equivocada el estado original de Ser, y nos enajena en insatisfacciones y frustraciones. La satisfacción esta dentro de nosotros, en el no desear la necesidad, al encontrar y no buscar. Se puede superar la frustración esencial que nos lleva a la búsqueda de la satisfacción solo en situaciones externas, si uno se rinde a vivir con el deseo satisfecho en la propia presencia de sí mismo, en el Ser, en esa paz plena de claridad que trasciende nuestro pensamiento. Nuestra mente está educada culturalmente para no estar satisfecha, para desear. En la mente siempre falta algo. Uno habitualmente ve que eso que falta supuestamente lo tiene o lo está viviendo otro, o que está “ahí”, en otro lugar, en otro momento. En ese caso la conexión directa con el sentimiento que crea la experiencia de la meditación resulta desvalorizado y descalificado.


El Deseo de infelicidad El deseo de infelicidad proviene de la identificación con nuestra mente/ego. El ego nos presenta un falso deseo de felicidad. Todos los seres humanos deseamos ser felices, pero al estar identificados con ese ego, continuamos alejándonos de la felicidad. El ego desea la infelicidad, ya que en la conexión plena con nuestra conciencia de ser, el ego se desactiva. Por eso enmascara ese deseo de infelicidad que lo constituye, guiándonos hacia falsas “fuentes” de felicidad, mostrándonos un camino que dirige nuestra atención hacia logros externos. Seguimos identificados con nuestro ego y al no reconocerlo caemos nuevamente en sus falsedades. En este círculo vicioso deseamos ser felices y cada vez estamos más frustrados e insatisfechos. La meditación es el momento de conectarnos con una paz y felicidad que van más allá de lo que ocurra en nuestro exterior. Ya somos paz y amor. Practiquemos llevar la atención a distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y permanente y lo permanentemente cambiante e inestable.

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Volvamos constantemente a nuestro Ser más allá de lo que nuestro ego nos diga. Insistamos en la meditación que nos conecta con esa sabiduría omnisciente que nos muestra lo real y verdadero.

Permanecer presentes es el camino.


Desear no desear Propongo entonces el no desear, que equivale a desear únicamente la disolución del ego, del “yo”. En el lugar de la disolución yoica deseada no hay nada que perder o que ganar. El ego es tan solo un mecanismo para cosificar el cuerpo, y se disuelve en la experiencia de la meditación; en la plenitud de la nada abierta al infinito, más allá del pensamiento. Es muy extraño pensar que sin hacer nada y a su vez permaneciendo bien despiertos bien atentos podemos lograr paz interior y amor. El efecto de la meditación es crear esa respuesta de plenitud, de no deseo, de satisfacción, de paz interior y de amor.


No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos. Es porque no nos atrevemos que las cosas son difíciles. SÉNECA

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El amor es un estado de conciencia. Sin embargo, siempre vamos a creer que el amor viene de afuera; pero lo que viene de afuera son los “sustitutos” del amor, y nosotros creemos que tiene valor todo aquello que pueda crear en nosotros esa experiencia. El ego cree que si acepta el amor perderá poder; por eso se resiste siempre con intención de mantener su delirio de “omni-impotencia” – cree que es el centro de un mundo partido por su mente en todas partes, pero en ninguna parte puede estar plenamente satisfecho. El ego baja sus resistencias cuando comprende que puede estar “sostenido” en su totalidad, aceptando el Ser y puede, en lugar de “partir”, formar parte de la presencia donde “acá” y “allá” son uno. Se resiste a perder el “ahí”, donde cree que “ganará” lo que pierde “acá”.


Carta al ego3 Querido Ego, se que eres omnipotente, ilógico y egocéntrico. No importa, te amo igual. Sé que eres mentiroso, pues ofreces una verdad que no tiene valor y confunde; juzgas todo lo que es diferente a ti y siempre cambias, por lo que juzgas siempre. Nunca estás satisfecho con el éxito ni el fracaso, vives en una guerra sin triunfos en el pasado o el futuro. Ahora te pido que te rindas; mi Ser siente que es suficiente y se resigna a ser feliz; aunque sigas atacando ya no me voy a defender más ni sentirme culpable de nada. Mi respuesta será ser responsable de mi propio estado interior. Siempre me comparas con el prójimo, me descalificas y me desvalorizas. Mi verdadero Ser es incomparable, distinguido y extraordinario. Aunque soy uno más, no pretendas hacerme sentir importante para afuera buscando ser reconocido por otro. Mi importancia surge desde adentro, al poder ser honesto con humildad y amar al prójimo como a mí mismo. Ya no pretendo cambiarte y te acepto como eres, con tus equívocos y errores. Sé que te extrañas frente a los cambios y tienes miedo. No te preocupes, mi Ser es 3 Lóizaga, A. M., Actitudes Que Sanan, pág. 119.


maravilloso y está protegido eternamente por una misteriosa luminosidad en sintonía con un orden superior perfecto. Mi misión es extender esta fuente creadora al poder ser, pensar, decir y hacer permaneciendo alineado en el amor. Sé que si hago el bien me adosarás segundas intenciones egoístas. No importa, seguiré haciendo el bien. Sé que condicionarás mis objetivos a obtener un resultado y recibir algo a cambio. No importa, per maneceré centrado en mi intención con desapego en cuanto al resultado. Sé que puedes destruir en un segundo lo construido en años; no importa, seguiré construyendo. Sé que estás resentido y que te niegas a recibir mi ayuda. No importa, insistiré en hacerlo pues tu agresión la percibo como un pedido de ayuda. Sé que tus críticas, esfuerzos y exigencias provienen de tu ignorancia al no poder reconocer la única fuente de amor y energía con gozo, liviandad y alegría. Ego, aunque ya no eres importante, no me abandones, pues tu participación la considero esencial para

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cumplir con mi humilde misi贸n ya que eres mi mejor maestro para distinguirme y crecer sin enjuiciarme ante las crisis exteriores. Sin juicio s贸lo hay amor. Conf铆o en que a partir de ahora puedas respetar mi gratitud y vivir en gracia. A-Dios. Descansa en paz mientras vivas. Alberto Loizaga (Inspirado en la Madre Teresa)




El Alma Somos seres espirituales en una experiencia terrenal. Somos luz y sonido. Seguiremos siĂŠndolo con o sin cuerpo.

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¿Cómo crecimos en el vientre de nuestra madre, durante nueve meses, antes de nacer y cómo comenzamos a hablar con sonidos? ¿Por qué surgen los sonidos del lenguaje que permite que nos comuniquemos? Somos luz, sonido, y seguiremos siendo luz y sonido, con o sin cuerpo. La vida humana es un misterio tan incomprensible como la muerte. Como médico clínico he asistido a cientos de pacientes a vivir cómodamente su muerte como la culminación de esta etapa de la vida, dejando el cuerpo vacío, el cadáver, como un resto que lo acompañó tal como la placenta acompaña el nacimiento de un nuevo individuo y se desecha con la primera respiración, al cortar el cordón umbilical. De un ser acuoso nace un ser aéreo con un cuerpo formal. ¿Cómo será la primera respiración del ser que deja su cuerpo aéreo para participar de ser conciencia libre? Sin tiempo y sin espacio físico, la única experiencia humana que puede intuir tal misterio atemporal y aespacial es la nueva conciencia del Ahora y que se logra con la meditación.

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Los invito a disfrutar este capítulo, pero para “entenderlo” primero tienen que conocer lo que luego se va a reconocer.

Escuchen el CD e intenten meditar. Cada ser humano es único y tiene potencial ilimitado. Distingue quién eres, de lo que haces y lo que tienes. Tu vida tiene un propósito, está conectada con el universo. Lo que tú crees crea la experiencia de ti mismo. El pasado no es tu futuro. Eres mucho mejor de lo que piensas, eres lo mejor que tienes. Cambia tu mente para cambiar tu vida. Solo a través de la experiencia uno aprende. El resto es información. El alma no se puede pensar, se distingue del intelecto. La presencia del alma explica la razón por la cual un animal con una mente a veces tan primitiva y destructiva como la del ser humano puede alcanzar el sentimiento de 97


paz interior, bondad, gozo, alegría y ser consciente de su propia felicidad. El alma es un puente permanente que observa el río de la vida pasar y no cambia en su esencia. Tiene luz y sonido. La luz del alma es como un sol que está quieto en el universo y nuestro cuerpo y nuestra mente son como la Tierra, están en permanente movimiento, sin embargo, si solo percibimos con los ojos del cuerpo creemos que lo que se mueve es el Sol. Los cambios en el espacio y sus movimientos crean la conciencia del tiempo. Cuando la experiencia del alma se hace presente, el tiempo se detiene. El alma vive en el ahora. Es eterna (sin tiempo). Ahora es el único tiempo que existe e insiste en ser reconocido. Si no es aquí ¿dónde? si no es ahora ¿cuándo? No puedes cambiar a otros ni al mundo exterior si no comienzas a cambiar tu propia conciencia. El universo habita en tu conciencia y desde tu percepción eres el centro de la creación.

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Toda agresividad es un pedido de ayuda propia o ajena. Lo único que comienza y termina son tus pensamientos. No eres una víctima del mundo o de tu historia, solo puedes ser víctima de tu propia mente. El perdón es el desapego de las apariencias y lo falso. Es el don del amor. Nunca estás solo. Hay un propósito en tu conexión con el universo. Cuando me encontré a mí mismo, no era yo. Encuéntrate a ti mismo y tendrás todo lo que deseas. Desea lo que ya tienes y tendrás la plenitud. El alma es invisible a los ojos del cuerpo pero puede reconocerse en nuestro interior por sus efectos: paz, expansión, luminosidad, plenitud, amor y compasión. Cuando sientas esto es porque estás alineado con el alma. El alma y el Ser son lo mismo.


El lenguaje del alma El lenguaje intelectual no capta la presencia del alma porque se maneja en términos simbólicos, con palabras, que son parte del intelecto. Otro es el “lenguaje” del alma. El lenguaje del Alma son los sentimientos que surgen al escuchar sonidos puros, como las vocales: A-E-IO-U. La experiencia que vamos a desarrollar es un nuevo acto psíquico para quienes no han meditado antes. De acuerdo con nuestro concepto, la experiencia de la meditación implica permanecer conscientes y lúcidos respecto a nuestro Ser, a nuestra alma. Para eso primero debemos tener una idea de lo que es nuestra Alma. En este acto psíquico hay tres espacios que constantemente ocurren en nuestra experiencia de conocimiento, uno es el conocedor, otro lo conocido y un tercer espacio es el conocimiento que une el conocedor (sujeto) con lo conocido (objeto).

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El conocedor es el Ser, que siempre es in-manifiesto, esto significa que no está a la vista, que tenemos que encontrarlo profundizando. Por eso al principio meditamos con los ojos cerrados, porque es necesario conectarse con un espacio libre interior que habitualmente pasa inadvertido. En nuestra percepción física, siempre miramos hacia afuera, observamos el mundo exterior para hacer algo. Uno puede tener mucho conocimiento, mucha información o puede hacer muchas cosas conocidas, pero siempre, culturalmente, habrá pasado por alto el significado del Ser. Esto se debe a que nuestro conocimiento se basa en el intelecto, en los pensamientos. Un pensamiento es el espacio de conocimiento más básico que podemos tener. Hemos hablado del conocedor (el pensador, el sujeto), lo conocido (objeto) y el conocimiento (el pensamiento mismo). ¿Pero con qué pensamos? El pensamiento usa el lenguaje formado por sonidos, estos sonidos en lingüística se llaman significantes. ¿Por qué usamos una técnica de meditación con

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sonidos? Es debido a que el lenguaje se compone de sonidos y la primera barrera que vamos a tener en la experiencia interior van a ser nuestros propios pensamientos que están conformados por sonidos. Ahora vamos a empezar a vivenciar estos sonidos básicos puros. Son cinco tipos distintos de sonido y consisten en las cinco vocales conocidas A-E-I-O-U. Ustedes van a observar que en nuestro Ser, en el sentimiento físico de estar conscientes, lo físico es siempre un instrumento del cuerpo grosero, de lo que somos, porque somos cuerpo, mente y alma. El sonido físico nos permite conectar una primera instancia de presencia física con lo mental. Esta presencia física conectada con nuestra mente puede actuar como lazo, como un entretejimiento con el alma. Sabemos que el cuerpo tiene un camino. Nace, crece; tenemos musculatura, tenemos belleza física. La mente también tiene un camino. Tenemos un conocimiento cultural propio de ella, pura información. En la meditación entramos al camino del alma. Estas vibraciones de los sonidos nos conectan para crear ese espacio libre, trascendente, claro, amoroso, que es la conexión con el alma. 102


Al meditar queremos hacer visible nuestra alma, trascender nuestra mente, sentir y darnos cuenta de nuestra mente pero vivir la experiencia del alma. El alma se manifiesta por dos aspectos que la mente puede captar. Uno de esos aspectos es el sonido. El alma tiene sonido, tiene vibración. El cuerpo akáshico, al que se le dice cuerpo del alma, está constituido por sonidos y luz. Entonces, ahora con los ojos abiertos, tratemos de imaginarnos frente a nosotros una vela encendida que irradia luz. Usando la mente podemos crear el recuerdo de una vela prendida. Si usas tu mente estarás usando la luz de tu mente. Pero hay otra luminosidad que surge del alma. Al final de este libro vamos a ver si todos podemos captar esa otra luminosidad que no es focal, no es una mirada, sino que es la luminosidad básica de la conciencia humana, puesto que la conciencia humana es luminosa. Como instrumento para llegar a ella, vamos a usar algunos de estos sonidos que hoy vamos a empezar a conocer. El sonido surge de lo físico, pero va a atravesar la mente y esta mente lo va a resistir. Toda esta experiencia,

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culturalmente es resistida, ¿Por qué? Porque la ex-istencia humana genera una superficialidad que la in-sistencia tiene que neutralizar. Parece un juego de palabras, pero significa que vamos a tener que atravesar e insistir en la experiencia para sentir la conexión con lo invisible. Es como una semilla que brota activamente y que está profunda en la tierra. Cuando cultivamos la tierra y la cuidamos, genera un efecto: Florece en la primavera. Para que florezca en la primavera tenemos que insistir en activar esta experiencia. La repetición mental del sonido hace que se active un sentimiento. El cien por ciento de los seres humanos que han hecho esta experiencia obtienen resultados. Lo único que puede evitar que la experiencia resulte es que no la hagan. El sonido tiene vida propia. Cuando uno lo repite y lo recuerda, lo pone en marcha y se deja llevar, el sonido también puede cambiar. O sea que es una semilla que cultivada, depositada en la conciencia, produce efectos. Más

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allá de brotar y de acelerarse o desacelerarse, el mantra es una experiencia con la que simplemente hay que fluir. No es concentración, es simplemente repetición mental suave, dulce e insistente. Los sonidos, a su vez, son algunos mantras conocidos. Estos mantras tienen vocales unidas a consonantes. Mientras la consonante tiene peso y nos baja, la vocal es del espíritu y nos eleva. El mantra es un instrumento que usamos como vehículo para recordar nuestra presencia y para rememorar nuestra unión, nuestro ser. Al meditar comenzamos a activar la repetición del mantra, del sonido más sutil y fino que intenta trascender la mente y llevar el cuerpo al alma. El sonido del mantra es un pensamiento sutil que intenta crear directamente la apertura de la mente hacia el alma. Para aquellos que se preguntan qué es el alma, la respuesta es que el alma es conciencia pura. Es luz sonido sutil. Cada uno puede amarse desde el centro de su mente. Quienes no pueden dejar de pensar, pueden crear la intención de amarse desde le centro de su mente.

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El mantra se repite mentalmente con dulzura, con suavidad, dejándose llevar por esa repetición. Intenten permanecer plenamente conscientes y atentos. Mi sugerencia es que insistan con ese sonido el tiempo suficiente como para crear un canal de apertura. Este proceso es como un viaje sin distancias hacia adentro; eso genera una apertura que los mantiene alineados y enfocados en esa experiencia de sí mismos. El sonido lo usan solo cuando meditan e idealmente se repite como mínimo diez minutos para que tenga efecto. Si no tienen diez minutos para meditar no se pongan a repetir el sonido. Si tienen esos diez minutos entonces vale la pena. Es como zambullirse; si disponen de tiempo, entonces se preparan para hacerlo y se zambullen. Finalmente en la escucha sutil del sonido se crea ese cambio que es cualitativo. Es un cambio que expande la conciencia y en la que se observa el resto desde lo alto. Estén conscientes de sí mismos, intentando sentir el efecto de esta vibración grosera, sonora, del cuerpo e intenten conectarse con su propia conciencia libre, ex-

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pandida, clara, vacía y resuelta. Comenzamos a tener la conciencia suelta; es como si hubiéramos hecho un primer masaje para relajar, para soltar la mente. Estamos haciendo una introducción teórica y luego vamos a profundizar en la experiencia viva, un conocimiento que no es conceptual. El conocimiento no conceptual es una cognición directa, lo cual significa conocer algo por medio de la experiencia. El sonido interior es la herramienta fundamental que vamos a usar para vivir esta experiencia. Pero antes hace falta distinguir un aspecto fundamental de la meditación, que es la diferenciación entre nuestra presencia de ser y la de estar. El estar significa que podemos estar con bienestar o con malestar, y lo que va a determinar en el fondo esa distinción entre bienestar y malestar es cómo pensamos. De acuerdo a nuestros pensamientos va a ser nuestra realidad. Si mi mente está en paz, con tranquilidad, con armonía, lo que yo percibo afuera es paz, armonía y tranquilidad porque la mente es como la lente con la cual yo percibo. Si esta lente está sucia mi percepción se distorsiona, si la mantengo en su estado luminoso, claro y puro, entonces, simplemente va a dejar traslucir ese Ser.


Eres quien escucha tus pensamientos. No eres lo que piensas.

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Los sonidos básicos del alma Las vocales constituyen la base de todos los idiomas y son un canal de acceso al alma.

A AAA La repetición de la “A” surge al inspirar profundamente por la nariz y exhalar por la boca semiabierta, lentamente pero tratando de vaciar todo el aire de los pulmones. Debemos llevar el aire al centro del pecho y al final hacer una contracción con los músculos abdominales para vaciar todo el aire. En las meditaciones, siempre comenzamos con el sonido “A”. La “A” es la vocal que más placer produce y genera la vibración que puede crear amor, apertura, gozo. Crea bienestar, neutraliza el motor de la mente que es el miedo, el temor, la indiferencia y el displacer y que son a su vez los opuestos del amor. “A” es la apertura del corazón y es lo que más nos invita a recuperar el amor. Se opone a todo aquello que cierra. El principal motor que

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cierra esa apertura es nuestra mente. Entonces, cuando pronunciamos la “A” prolongadamente, se está abriendo un canal que ya no es mental. Cada vez que disfrutamos algo y que abrimos nuestra conciencia a estar alertas, a sentirnos a nosotros mismos surge una “A”. La “A” también es el sonido del orgasmo, o sea que es un efecto que neutraliza el displacer. Pero estos sonidos que estoy diciendo ahora, ya los conocen porque es la respuesta natural al placer. “A” es la apertura. El efecto de la “A” también es de limpiar y crear blancura, y la naturaleza de la mente es luminosa, clara, blanca, radiante. Blanca por la ausencia de otros colores que pertenecen también a la mente pero que se van alineando en esa claridad.

E EEE Inspirar hondo por la nariz hacia la frente y exhalar por la boca con una “E” grave que sale de lo profundo de la cavidad de la garganta. Este segundo sonido viene del cuello. Marca un límite y permite soltar y neutralizar lo que es la agresión, la ira, la bronca y el rencor. 111


Los sonidos mántricos de los niños que comienzan a meditar en la preadolescencia o adolescencia siempre incluyen la “E” porque arrastran una ofensa. La ofensa de crecer y de ser conscientes de haber perdido esa infancia que los conectaba con su lugar más puro. Pero cuando uno los educa, sobre todo con la educación actual de miedo y agresión, van perdiendo esa conexión. Los sonidos mántricos tienen la “E” o el ENG. Desde el poder milagroso de la tranquilidad en la cavidad de la garganta vamos a decir una “E” que neutraliza la agresividad y sana todo lo que tiene que ver con rencores y con ofensas. La “E” perdona.

IIII Inspire por la nariz intentando llevar el aire cargado de luz hacia la mente. Mantenga las cejas hacia arriba, sintiendo que una energía antigravitatoria nos sostiene desde lo alto. Al exhalar mantenga la “I” lo más prolongadamente posible y contraiga los músculos del diafragma y abdominales inferiores. 112


Casi todos los mantras van a tener el sonido “I”, entonces, es bueno reconocer que esa “I” empieza a elevarnos. El lugar desde donde se piensa esa “I” es desde el entrecejo, el tercer ojo. Genera en sí mismo una acción antigravitatoria, el cuerpo es pesado pero el alma es liviana, nos eleva. El sonido más puro, más elevado y que crea más sintonía para meditar es la “I”. La “I” genera unión, genera elevación y profundidad; por eso neutraliza la mente que habitualmente está en la superficialidad. La mente común es inquieta, es pegoteante. Todos nos distraemos con pegotes mentales. A veces obsesiones, a veces apariencias falsas. La mente percibe la apariencia como un mono inquieto, nos hace pensar que estamos separados unos de otros y al mismo tiempo todos tenemos cierto nivel de ansiedad. La ansiedad surge de una creencia falsa acerca de que lo mejor está por venir. No vivimos en el ahora asentados, sintiendo nuestra presencia y reconociendo que estamos vivos ahora, capaces de elegir ahora nuestra conciencia. En cambio creemos que tenemos que sacrificar este momento para lo que va venir en el futuro. Entonces vivimos en la falsa creencia de que tenemos que 113


sacrificarnos ahora para lograr algo futuro. Allí surge la “I” que nos conecta con el ahora, que nos ayuda a rendirnos al ahora. La “I” neutraliza la ansiedad y la separación. Crea sutileza, es un sonido que permite profundizar; tiende a lo profundo y tiende a la verdad, a ver la verdad.

OOOO Inhale por la boca entreabierta inflando el abdomen, bajando el diafragma, distendiendo el ombligo, largue una “O” como un gruñido prolongado y grave. Ahora nos conectamos con el ombligo, el ombligo es una zona de enorme sabiduría, de la intuición, del saber omnisciente que se experimenta en las vísceras. En el ombligo también digerimos todo el sufrimiento y el dolor que desgraciadamente acontece a nuestro alrededor. La “O”, al venir del ombligo, es visceral y responde al dolor, al pesar, a la reactividad y al sufrimiento. La “O” activa el perdón. ¿Que es el perdón? Es la llave para 114


sanar ofensas y rencores. Casi todos nosotros pensamos que algo pudo ser mejor en nuestra vida, que nosotros podemos ser mejores. Sin embargo somos lo óptimo, somos lo mejor que existe en nuestra naturaleza. En relación con nuestra imagen de nosotros mismos, siempre creemos que algo anda mal. Sin embargo, la llave del perdón es soltar. La definición del perdón en el Centro de Actitudes que Sanan, es no desear un pasado mejor y es estar siempre resuelto. ¿Qué significa estar resuelto? Es soltar, perdonar, es simplemente tener desapego, poder soltar y sentir que algo ya se resolvió, sin juzgar.

U UUU Inspire por la boca hacia el abdomen llevando el aire hacia la base de la columna sacra, permaneciendo con los músculos abdominales contraídos. Al exhalar largue una “U” prolongada manteniendo los músculos abdominales inferiores contraídos.

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La “U” surge de la base de la columna vertebral. Es lo más profundo. Es el sentido de “fundamento”, podemos fundar algo nuevo a partir de esta experiencia en nuestra vida. La “U” libera de una culpa que siempre es falsa. Somos responsables, no culpables. Pero a veces nos creemos víctimas o culpables de algo. Para poder liberarnos de la culpa a veces se necesita de la “U”; sentirla en el cuerpo, en la zona baja de la columna, en la zona visceral. Cuando nos conectamos con la “U” se disuelven todas las culpas. Es el sonido de la redención que disuelve, que sana, que crea gracia. Es como bajar a todos los infiernos para renacer, para ascender. Entonces regenera nuestra propia capacidad de ser dignos de la gracia. La culpa es fruto del ego, de la omnipotencia del pensamiento, pero cada vez que hacemos un juicio surge la inocencia o la culpabilidad y desgraciadamente hacemos muchos juicios que crean esa falsa culpa. Pronunciemos la “U” para liberarnos y dejar surgir esa redención.


MANTRAS La experiencia con los sonidos cantados o verbalizados en voz alta permite conectarse con la presencia del cuerpo que siempre vive en el ahora. Pero para profundizar y disolver las distracciones de la mente es necesario usar sonidos pensados sin la necesidad de mover la lengua. La principal distracción que tenemos en la meditación son los pensamientos cargados de significados que nos llevan al pasado o al futuro. El sonido del mantra permite soltar las distracciones y permanecer atentos a lo esencial de nuestra presencia sin pensamientos. Se piensa como el sonido más sutil, más suave, y se repite sin esfuerzo mental ni concentración. No es una repetición obsesiva sino que es una escucha sutil y pasiva pero insistente. Como ejemplos de sonidos mántricos pensados vamos a comentar alguno de ellos destacando que, una vez elegido, lo protejan siempre ya que al exponerlos demasiado hacia fuera estos sonidos pueden perder el poder de su efecto. Pierden potencia con el mal uso. Dejan de tener pureza y poder de clarificar las distracciones. Simplemente cada uno recuerde su sonido y por largos períodos de tiempo use el mismo. 117


Estos sonidos se piensan en la posición sentada (no acostada) manteniendo la columna alineada en un eje vertical, los ojos cerrados y durante un lapso de entre 15 y 20 minutos sin cortes. Debemos aceptar todo lo que ocurra en ese lapso de tiempo como algo que forma parte de la experiencia de la meditación. Nuestra atención no está en ninguna parte, sino en la totalidad de la experiencia. La práctica aconsejada es permanecer observando los pensamientos que surjan espontáneamente; distinguiéndose como un observador neutral de su propio intelecto. La “A”: abre y distingue, separando el intelecto de nuestra presencia. La “I”: profundiza y se une a la conciencia en sí misma, purificando y clarificando la mente. Conjugar el sonido de la “A” y la “I”, “IAM” o “AIM, pueden ser excelentes para crear estabilidad. Si quiere pensar más sutilmente puede usar un “SH” como la “H” o la “J” pero deben estar al principio. Estos sonidos son puros y permiten vibrar en una frecuencia que ya está creando un efecto. “SHIAMMMM” o “SHAIMMMM” (La “SH” se escucha como se usa en inglés, “YA”) Para


aquellos que necesiten el intelecto, puede utilizar el sonido “YA IN”, donde “YA” recuerda el ahora e “IN” en inglés nos recuerda el adentro, lo profundo. Es un viaje sin distancias desde el intelecto al corazón. Otro sonido que genera un espacio en la mente para dejar surgir el alma, es el sonido “HUME”, se escucha como un “JIUM”). La “JI” nos eleva el espíritu y la “UM” nos conecta visceralmente y pacifica cualquier angustia de separación. Sana la fractura entre el cuerpo y el alma. Trae el alma al cuerpo y alinea la mente. Conecta el cero al uno, y somos uno con el infinito silencio. Los sonidos cantados o mantras verbalizados producen calma mental, pero la mente todavía está en un plano dual porque existe la escucha y lo escuchado. Cuando el sonido es finalmente pensado, se disuelve como una gota en el océano unificando la escucha y lo escuchado en una experiencia única de amor. Es Ser Uno Mismo.



¿Quién eres? La respuesta no está en tu mente.

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Para reconocer el mensaje de este capítulo es necesario haber tenido la experiencia previa de poder mantener la lucidez y estar despierto. Es necesario que hayas sentido tu presencia entre todas tus distracciones o pensamientos. Para esto puedes escuchar el CD o intentar con los sonidos del capítulo del Alma. Eres luz. Eres paz. Eres gozo. Eres amor. Eres único, extraordinario e incomparable y sin embargo, en el sí mismo surge la misma experiencia en ti que en mí. No hay un “yo soy eso, yo siento eso” sino que estás en contacto con tu esencia, que es amor. Es conciencia pura y luminosa de la que emergen esas características. Mientras estés en contacto con la fuente, su contenido no es contenido, es inagotable. En nuestro encuentro profundo, el fundamento de nuestro Ser trasciende el plano relativo cambiante que nos divide en partes, para permanecer nuevamente en un sentimiento abierto, expansivo, infinitamente luminoso, claro. Misteriosamente vacío pero lleno de sentido. La primera respuesta es que surges de un espacio nuevo. Ese espacio es ahora, y ahora es un tiempo eterno. 122


Si te abres a sentir tu cuerpo ahora, puedes darle más ternura, sentir su calor. En cada inspiración, sentir que hay más espacio. En un transcurrir más lento, sentir que recibes lo que ya tienes. Te hallas en un estado de suficiencia que te permite estar satisfecho contigo mismo. Ese sentimiento es la puerta para poder dejar de pensar. Para dejar de buscar afuera e ir hacia dentro. Eres lo más importante que tienes. Eres lo más importante que estás haciendo. Te estás haciendo a ti mismo. Te estás reconociendo como creador de cómo vives cada instante, cada momento. Y finalmente tienes la oportunidad de sentir y reconocerte en esa esencia que no tiene comienzo ni fin. El verdadero despertar surge cuando observas tu mente y te permites distinguir el intelecto de la trascendencia, de la conciencia trascendente que habita en ti. Simplemente permanece en la escucha, permanece en esa conciencia que va reconociendo todas las distracciones. No hay nada mejor ni más alto que el sí mismo. Cuando encuentres ese lugar interior, fúndete suavemente en él y permanece.

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Vive esa conexión profunda e íntima de ti mismo que surge desde adentro, desde un sentimiento, desde una quietud, desde tu espacio. Esa conciencia eres tú. Disfrútala. Gózala. Siente la capacidad para manifestarla como luz, como amor, como paz, como bienaventuranza. Observar y sentir nuestra propia alma crea una respuesta. Quien pueda reconocer su alma va a continuar recibiendo más y más pero quien permanezca solo en la mente va a seguir atado a carencias.


Nuevamente preguntamos: ¿Quién eres? La respuesta no está en tu mente. La respuesta es conciencia. Conocimiento de ser humano. Surge de la escucha. Eres quien escucha. La voz ahora está en tu mente, y sin embargo, la mente es solo un instrumento que te permite percibir el sonido y su contenido. Claramente puedes distinguirte de tu propia mente. Puedes observar los pensamientos que pueden surgir y a la vez permanecer consciente, lúcido, plenamente despierto entre las percepciones que escuchas y entre tus propios pensamientos. Esta nueva apreciación genera gratitud y desde la gratitud la gracia que nos acompaña.


Somos seres espirituales, almas, teniendo una experiencia terrenal. Cuanto antes tengamos la experiencia y el encuentro con el sentimiento de amor y de paz, antes vamos a reconocer, recordar y rememorar la esencia que somos. La dimensión de la luz y el sonido constituyen lo que en oriente se llama el akasha. Akasha suena como “acá” y “ya”. Ahora y acá”. En inglés es: now and here, que es lo mismo que decir “no where”, o sea: en ningún lado y en ningún momento. Porque esta dimensión nunca se puede encontrar con símbolos o representantes intelectuales. Por lo general se busca donde no está: Ahí, allá y en el futuro, y nunca ahora y acá; siendo el ahora y acá la puerta de entrada a ese “vacío” intelectual, a la vacuidad que es plenitud. Cuando meditamos estamos enfocados en esa experiencia unidireccional, dirigidos al vacío. Cuando uno medita habita en esa vacuidad que es la totalidad del universo. Si encontramos algo que no sea la presencia vacua estamos partiendo la realidad y viviendo solo en fragmentos, en partes. Eso es distracción. Y formar parte de la totalidad es atención. 126


Cuando uno integra la atención con una buena intención genera un estado de conciencia trascendente que es lo que queremos vivir. Estamos más allá del tiempo, mas allá del pasado y del futuro para solo vivir el ahora que surge de ti mismo. Ese es el único tiempo real que existe. El ahora. El ahora se repite e insiste para ser reconocido. La eternidad es el “no-tiempo”, es el ahora que permanece acá desde que usted comenzó a leer estas palabras. Usted es quien escucha el pensamiento que surge ante los signos de lo escrito y vive en un eterno ahora. Usted no comenzó ni va a terminar. La eternidad no es un tiempo que permanece, sino que es la ausencia del tiempo lineal pasado-presente-futuro. La mente no lo puede captar pues esa mente intelecto, solo comprende las partes, los fragmentos, los símbolos de lo real.

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¿Quién sueña? ¿Quién escucha? ¿Quién ama? ¿Quién es pensado? ¿Quién respira? La mente vive en la dimensión limitada de los sentidos: No ve su propia nuca, no ve los ojos que ven La vieja conciencia “duerme” y sueña. Es su cuerpo que es inspirado por la vida que surge al espirar. El Ser vive acá y ahora y forma parte de sí mismo. No tiene contenido, sino que es continente. Vive contento. Espira y vive.




La experiencia de la meditaci贸n Meditar es regresar a donde no sabiamos que ya estabamos.

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En esta experiencia vamos a disfrutar la alegría de estar en el mundo y de ser felices sin una razón. Recuperaremos nuestra inocencia y la capacidad de sentirnos amados por nosotros mismos. Para ello vamos a dejar de estar “distraídos”.


¿Qué es meditar?

Meditar es dejar de pensar. Es sentir la esencia. La meditación es una experiencia vivencial que nos lleva a un conocimiento directo, no conceptual. La meditación no puede ser vivida desde el intelecto sino que solo puede ser vivida desde la experiencia. Por ejemplo si alguien nos pregunta ¿Sabes lo que es una manzana? Si la probaste, lo sabes desde la experiencia, porque la comiste. Pero si hubiera que explicarlo con palabras es más complejo. Reconocer una manzana desde el intelecto es otra cosa. Siempre va a faltar la experiencia de comer esa fruta para saber lo que es. Lo mismo ocurre con la meditación. Solo el que la experimenta puede reconocerla y saber que es. Al final del camino uno tiene la certeza de que es real. Al meditar intentamos volver al origen creador. El acto más simple y creativo que un ser humano puede vivir es un pensamiento. En el encuentro de un pensamiento existen tres aspectos que se conjugan: El conocedor, que es el pensador. El sujeto que está pensando el pensamiento: Tu Ser. Lo conocido, que es lo pensado: al meditar usamos 133


un mantra que es un sonido puro que constituye una esencia que se auto digiere a sí misma y se disuelve sola. El conocimiento en sí mismo, que es el pensamiento: el objeto escuchado por nuestra mente durante la meditación. Si mientras meditamos estamos pensando en lo que tenemos que hacer después, nos estamos distrayendo. El acto de crear un único pensamiento sutil es la esencia creativa que configura un nuevo ser. Durante el día nuestra conciencia es habitada por nuestros propios pensamientos que se multiplican desordenadamente formando creencias y suposiciones que, al identificarnos con ellas nos dominan y se adueñan de nuestros sentimientos. En un nivel grosero, denso. Hay pensamientos conscientes y en un nivel sutil, casi imperceptiblemente como hablando en voz baja, hay una enorme cantidad de pensamientos que habitan en nosotros, que nos atraviesan y que habitualmente no son nuestros, sino que los absorbemos de afuera (por ejemplo de los medios: televisión, diario, Internet, revistas). También pueden surgir del inconsciente pero no son pensamientos elegidos libremente. No nos damos cuenta de que están hasta que empezamos a escuchar nuestra mente a 134


través de la meditación. Escuchamos lo que pensamos y creemos que somos aquello que pensamos, que es tan volátil y cambiante. En la experiencia de la meditación, llegamos a la vivencia de nosotros mismos desde un lugar diferente, un lugar donde permanecer, donde la mente puede distinguirse del plano del pensamiento habitual y donde podemos ser conscientes de nosotros mismos. El proceso de la meditación consiste en aprender a soltar el pensamiento. Con aceptación y desapego dejamos de someternos a su poder para trascenderlos, observarlos desde arriba y distinguirnos del intelecto. Meditar es verse a sí mismo. Es despertar a reconocer que uno es el observador que está viendo y al mismo tiempo es la luz con la cual puede ver. La conciencia en sí misma, es a-espacial y a-temporal. Nuestra esencia, nuestra propia identidad. Es el aspecto más cercano que podemos sentir conscientemente en función de lo que somos. Somos la escucha, somos quien escucha. Durante la meditación aceptamos que nuestra mente quiera hacer que creamos algo, pero no

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nos detenemos en lo que ella nos muestra sino en la experiencia que estamos teniendo.


La técnica En cada meditación comenzamos sintiendo, en primer lugar nuestra presencia física y aceptando la realidad tal cual es. En la aceptación surge una conexión con la realidad presente. Esta actitud desarticula al ego y a la mente, que siempre están sintiendo que debería ocurrir algo más, o algo distinto para llegar a estar plenamente satisfechos. Es la demanda del deseo que siempre nos lleva a creer que la realidad tendría que ser de otra manera. La técnica de meditación consiste entonces en aquietar en primera instancia nuestro cuerpo. Esto se logra manteniendo una postura cómoda, con la espalda derecha y la cabeza en un eje vertical. El cuerpo está relajado y cómodo. Luego aquietamos la mente mediante la repetición suave e insistente del mantra, que nos permite disminuir la carga psíquica y trascender los pensamientos que nos atraviesan para finalmente conectarnos con el alma. El camino es muy simple: Se trata de aceptar y soltar todo lo que aparezca. Aunque aparezca el éxtasis,

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lo suelto; aparece una fuente brillante de luz, una energía radiante que se expande, la suelto. Siempre suelto e insisto en el sonido. No hay problema en tener una mente inquieta durante la meditación. Estoy limpiando lo que emerge, por eso suelto. La respuesta es siempre la misma, no importa si lo que surge causa bienestar o malestar, si es producto de nuestra imaginación o si surge de nuestra naturaleza más pura; la respuesta a todo lo que aparece es la aceptación. Aceptamos, observamos y lo dejamos ir, lo soltamos. No hay buenas o malas meditaciones. Si comenzamos la meditación y empieza a sonar el teléfono, eso forma parte de ella. Si nos proponemos meditar quince minutos, todo lo que ocurra en el transcurso de esos quince minutos es meditación, porque la experiencia es una totalidad. Me entrego siempre a repetir el sonido. Cuando noto que estoy distraído con algo, repito el sonido de una manera muy dulce. No se trata de aferrarse al sonido con esfuerzo y concentración. Es como esos jabones finitos de los hoteles que cuando uno se está ba-

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ñando, de pronto se fue… y yo estoy limpio. Permanezco siempre con la intención de volver al sonido y esto logra un efecto que produce un sentimiento de plenitud, de éxtasis, de irradiación… Ya soy. Esa experiencia se mantiene afuera de la meditación. Uno termina de meditar y se pregunta ¿Qué pasó? Pasó que me conecté con mi propia esencia, mi propia conciencia. ¿Y dónde está eso? Está alineado al sentimiento de Ser. Salgo de la meditación ¿y dónde está eso? Sigue estando, pero ya estoy distraído, estoy en un plano físico, en un plano mental, en un plano emocional. Igual esa energía continúa, no se pierde porque nos constituye. Hay que sumar los planos sin que obstruyan esa conexión. Se medita dos veces por día. A la mañana y a la tarde, destinando al menos quince minutos a la experiencia. La primera vez al despertar antes de desayunar; y otra al atardecer, cuando la luz del día se va yendo y antes de ingerir alimentos.


El Efecto El efecto de la meditación siempre es beneficioso para la mente, para el cuerpo y para la comunidad. Es una experiencia de sanación. Neutraliza todos los extremos y corrige naturalmente las heridas. Así como el cuerpo sabe cómo cicatrizar una herida, en la meditación se limpian los sufrimientos de la mente. Toda meditación nos conecta con un sentimiento expansivo que no tiene límites ni formas. Eso mismo crea gozo, que se distingue del placer porque no cambia. El placer puede transformarse en displacer y tiene que ver con el cuerpo. El gozo en cambio tiene que ver con la conciencia y con permanecer en la conciencia del Ser con entusiasmo resuelto. Si uno investiga el origen de las palabras descubre que el entusiasmo surge del amor. Y la esencia del Ser es el amor. Si nos sentimos amados, con la capacidad de amar intacta, tenemos entusiasmo. La meditación nos impregna de un sentimiento de unión, de esperanza, de fe, de constatar que hay algo que no puede ser amenazado, de la experiencia de Ser. Cuando gozamos de nuestra presencia podemos vivir la 140


experiencia del entusiasmo. La primera actitud de toda meditación es de alabanza, de celebración. Es un encuentro de júbilo, de gozo y de contento. Luego surge la gratitud, la gracia que nos lleva al amor. Es un momento de amarse a sí mismo. El sentimiento de amor crea expansión, gozo, alegría, unión. Simplemente intentamos conectarnos con el amor incondicional, un amor hacia lo que somos. No dejamos nada afuera, amamos esta encarnación tal cual es, y nos sentimos amados en todo momento y en todo lugar. Exactamente tal cual somos.


Nuestra principal distracci贸n es el sonido de nuestro pensamiento.

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La Resistencia Siempre vamos a encontrar que en toda meditación hay una resistencia: El ego va a querer sabotear la experiencia. La única manera de neutralizarlo es observándolo, amándolo y soltándolo, ejercitando el desapego que es la capacidad de no aferrarse al ego. No quedarse fijado a ninguna parte, simplemente fluir, dejar ir, soltar. Cuando se deja ir el ego, lo que resta es lo que somos: Amor. El primer paso para sabotear al amor es un juicio. Por lo tanto los invito a no juzgar, a no evaluar la experiencia, a entregarse a vivirla y descansar en lo que resta. Descansar en el Ser. Atentos a la naturaleza de nuestra mente, pero sin presionarnos, sin desconcentrarse y sin concentrarse demasiado. Sueltos. Lúcidos. Despiertos. Intenten permanecer plenamente atentos frente a todo lo que ocurra en nuestra mente, simplemente aceptando las distracciones como parte del proceso. En la meditación intentamos estar bien conscientes de nuestra presencia y todo el resto. Todo lo que surja lo aceptamos, lo observamos y lo dejamos ir. Tenemos la resolución de tener el encuentro con lo que resta y simplemente entregamos todo lo que nos sobra. A cambio re143


cibimos lo que ya somos. Las bendiciones ya estĂĄn dadas y simplemente disfrutamos de nuestra conciencia libre, clara, vacĂ­a, de nuestro Ser.


El Espejo Nuestra naturaleza es similar a la de un espejo, que es capaz de reflejar cualquier imagen, infinitas imágenes, sin alterar ni en lo mas mínimo su verdadera esencia. Las imágenes pueden reflejarse pero no dejan marca alguna en él. El espejo no es bello porque se refleje en él una flor, así como tampoco es feo si lo que se refleja es basura, porque el espejo mismo no puede ser juzgado por las imágenes que muestra. Está totalmente vacío de imágenes y sin embargo es lo que es. Ahora imagina un espejo. Intenta verlo sin distraerte en las imágenes que puedan estar reflejándose. Trata de verte a ti mismo de la misma forma. Ve en ti mismo la capacidad que tienes de pensar, de sentir y de percibir; como si esto solo fueran reflejos que imprime tu mente. Los pensamientos son sonidos que nos distraen y obstaculizan la posibilidad para profundizar y captar nuestra verdadera esencia. A través de la meditación, cuando calles tus pensamientos, podrás percibirte plenamente y distinguirte de ellos. Al principio tomarás conciencia del incesante movimiento mental y si alguien te preguntara 145


de quién son esos pensamientos, sin dudar responderías: “Míos”. Si te preguntasen quién pensaba dirías: “Yo”. Ni los pensamientos que bombardean tu mente son exactamente tuyos ni el que piensa eres exactamente tú. Sin embargo están en ti de la misma manera que las imágenes que se reflejan en el espejo no son el espejo pero están en él. Ese “Yo” que creemos ser, también es nada más que un pensamiento que ni siquiera proviene de su propia fuente. Es la acumulación de identificaciones, recuerdos, pensamientos de otros y apreciaciones ajenas que asumimos como propias. Es un Yo aislado que nos hace vivir en la carencia. De algún modo buscamos lo que ya tenemos y deseamos ser lo que ya somos.


El Mantra

Durante la meditación repetimos el mantra. Recuerden este sonido mentalmente sin mover la lengua. Recuérdenlo como el pensamiento más sutil, más suave, más dulce. No debe significar ningún esfuerzo. Se repite sin concentración, simplemente como una repetición mental. Puede acelerarse, puede desacelerarse, puede cambiar de amplitud. Sin embargo, nuestra intención durante la meditación es permanecer soltando cualquier otra experiencia y siempre volver al mantra. Activen el recuerdo del sonido y déjense llevar, aceptando todo lo que ocurra pero siempre volviendo al sonido. Un mantra es un sonido carente de significado. Es un sonido que no representa nada y que “resuena” en su repetición. También se compara el mantra con “una semilla que da frutos cuando se la planta en lo profundo de nuestra mente”. Como la semilla que se deja crecer sola absorbiendo la potencialidad de la tierra, el mantra no se utiliza, no se manosea, no se comenta, no se gasta. No se lo repite en voz alta, no se lo repite en voz baja (salvo cuando el practicante está recién iniciado). El man147


tra simplemente se piensa y nos dejamos arrastrar por la vibración, inocentemente. El meditador se ubica como ‘the watcher over the hills’ [el observador sobre las montañas], como aquel que entregado a la placidez observa con calma benevolente el agitarse del mundo. Para el meditador el reino supremo es vacuidad absoluta y las ideas son nubes que opacan la claridad iluminada del cielo despejado”4. Al contrario de la mente que está en contracción dividiendo la realidad y parcializando los pensamientos, cuando profundizamos la meditación encontramos un lugar interno que está siempre en expansión. Es luminoso, está en paz, es espacioso, coherente, ordenado. Desde ese lugar siempre estamos formando parte de nuestra propia trascendencia. Estamos conectados con la naturaleza de nuestro Ser.

4 Lóizaga, A. M., Psicoanálisis Actual, pág. 206


La totalidad, la plenitud En la meditación partimos desde esa mente (que parte las partes) para llegar a la totalidad. Intentamos descansar en esa totalidad creando un espacio libre, vacío de juicios, de complicaciones, de suposiciones, e inclusive vacío de mí mismo. Un vacío en mi propia historia. Lo que surge en ese momento es algo que se renueva, que se recrea, donde puedo elegir siempre desde un mismo lugar, que es el ahora, el acá y ahora. Acá y ahora es una puerta de entrada permanente, en la que nuestra mente puede abrirse a un nuevo sentimiento. Este sentimiento inicial, lamentablemente, incluye cierta tristeza. Es porque hay un hacer que es deshacer hábitos y que genera un duelo, una tristeza que abre el corazón y se cae en un vacío donde el sí mismo se extiende en algo impersonal. Desde esa visión impersonal y atravesando ese pequeño duelo, uno va creando un “nosotros”. El duelo es de la individualidad, es una creencia del yo. Atravesando el duelo de la individualidad se puede sentir amor y en ese amor hay paz. Allí pueden descansar y re-crearse en un sentimiento compasivo, en una felicidad que incluye

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la fe, la confianza en uno mismo, la esperanza y la iluminación. Finalmente en esa iluminación es donde surge siempre felicidad, luz, amor. Ya no es más “mi” luz, “mi” felicidad o “mi” amor. Es la felicidad, es la verdad. No es algo que yo supongo o que yo tengo. Es algo que Somos y en ese Ser podemos descansar. Al meditar uno cree que es para uno, pero la experiencia no se limita a eso. Inicialmente lo hacemos para estar mejor, para conocernos más. El punto central es intentar reconocerse en ese sí mismo, en el Ser. El meditador sabe que cuando recorre un camino de profundización y se encuentra a sí mismo, ese sí mismo no es yo. Cada vez que se medita y se profundiza se disuelve mi yo. No es más para mí, no hay más mío ni tuyo.


La Motivación La motivación altruista es esencial para todos los que queremos llegar a sentir paz, bienaventuranza, amor, alegría, contento. Lo paradójico es que uno comienza a meditar para estar mejor con sí mismo. Sin embargo está demostrado que los cambios que produce el meditador en su entorno son muy beneficiosos para la comunidad. Si hay un número suficiente de meditadores en una cárcel o en un instituto psiquiátrico baja el nivel de agresión automáticamente. La verdadera motivación es ser el cambio que queremos ver en el mundo exterior. En sí misma la experiencia es trascendente. Trasciende nuestras propias limitaciones en el universo. Al despojarnos de todo lo superfluo que nos sobra nos encontramos con un aparente vacío que en realidad es plenitud. Es una presencia luminosa, de claridad y trascendencia. Todos la tienen pero no la reconocen. Cuando sacamos todo lo que nos sobra nos encontramos vacíos, en la nada y conectados al mismo tiempo. Un vacío que es como el vacío del espacio, en el cual todo puede suceder, convivir sin fricciones, sin estrés.

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Finalmente soy eso innombrable porque supera la mente, la trasciende, y lo maravilloso es que todos compartimos eso, la misma esencia. Eso es amor, es energĂ­a divina.


Extracto del libro del Psicoanálisis Actual5 Meditar es el opuesto del concepto cartesiano “pienso luego existo” y se acerca al concepto del psicoanalista Lacan “pienso donde no soy” o mejor dicho “soy donde no pienso”. La meditación no es la entrada a un lugar inaccesible para otros ni tampoco el privilegio de una sola persona que llega a esa trascendencia para luego relatar “lo que vio” a los demás seres humanos que vivimos en la sombra, sino que invita a todo el que quiera ejercitarla a penetrar en un estado de alerta máxima, a una plácida lucidez, a un estar despierto en vigilia, a llegar a la paz profunda. Meditar no es concentrarse en un fin, en una meta, en un logro, ni tampoco en poner la mente en blanco ya que toda concentración se basa en el apego. En la meditación no hay apego a pensamientos ni ideas ni emociones ni significados preestablecidos. Meditar es estar entre las ideas, más allá y más acá de los conceptos. Es estar sin el peso de los símbolos y de las imágenes que nos provee la sociedad y la cultura. 5 Lóizaga, A. M., Extracto del Libro Psicoanálisis Actual, capitulo “Psicoanálisis y Meditación Trascendental”

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Meditar no implica tampoco rechazar, discutir, polemizar, criticar ideas, símbolos, imágenes, conceptos: es estar en el medio. En la meditación no se trata de elegir entre esto o lo otro; entre lo menos malo y lo mejor, entre objetos alternativos que se buscan para colmar sensaciones de pesar o de vacío. Y no ocurre así porque la meditación no busca: Encuentra lo permanente. No hay otro territorio para la felicidad. Meditar es experimentar la sensación de carecer de límites y barreras; trae una sensación de atemporalidad, de eternidad. Se trata de una experiencia subjetiva que no responde a credo alguno. No es una religión con sus complejos rituales y cultos. No impone ninguna creencia. Su mística implica hallar la trascendencia silenciosa de lo externo en el instante en que UNO es todo y “YO” nada. Yo soy eso, tú eres eso, todo es eso. Meditar es llegar calmamente a lo absoluto inmanifiesto; a lo incontorneable, porque no hay límite, ni fronteras, ni contornos, ni forma; a lo latente donde fluye la savia de la vida. Meditar es entregarse al recogimiento y al silencio al arribar a lo eterno del presente atemporal, 154


es permanecer en lo profundo y quieto de un océano mientras las olas en la superficie se aquietan y se encrespan. Aquel que está arriba de la colina y abajo del océano sabe que no hay arriba, no hay abajo, no hay adentro, no hay afuera. La lucidez que proviene de la meditación se funde con la vacuidad que escapa al mundo de los conceptos. Las representaciones desaparecen para dar lugar a la presencia y a la cualidad inmanifiesta de la conciencia pura. Finalmente se disuelve el observador con la experiencia de observación; en la contemplación mantenemos la conciencia del observador con lo contemplado. La meditación así experimentada disuelve la soberbia del Ego, del Yo y nos permite permanecer en el espacio sin espacio, en la vacuidad, con desapego de las ideas. Es la limpieza mental manteniendo una apertura que no se engancha en ninguna dirección. Es también la ruptura del tiempo cronológico. No hay peso del pasado, no hay exigencias del futuro ni un presente tironeado por ambos. Es regresar adonde no sabíamos que ya estábamos. Los meditadores pueden gozar de la simpleza; pueden hallar placer en la tersura del presente; pueden 155


permitirse disfrutar el jugo de los d铆as, el fruto de la vida. El meditador sale de la meditaci贸n pleno de nada; rebosante de nada, abierto al misterio y a la paz de ser. Puede hacer lo que quiera porque ha comenzado a Ser. Puede tener todo el tiempo porque el tiempo le sobra. Puede hacer y tener porque prefiere Ser. Sabe, al fin, que Ser es un Ser sin adjetivos, sin acciones y sin posesiones. La meditaci贸n es la 煤nica en dirigirnos al lugar de nuestro Ser permanente, de nuestro permane-cer.




La Felicidad La gran paradoja de la felicidad es que es feliz quien no tiene miedo a perderla.

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La felicidad es una experiencia de conciencia donde interviene en primera instancia el amor. No necesitas tu historia para vivir feliz. La felicidad acontece sin historias. No ocurre en el pasado ni en el futuro. Integra todos los tiempos sin historia, sin héroes, sin vencedores ni vencidos. El ego siempre nos hace creer que la felicidad nos va a llegar en el futuro por hacer más cosas o tener más tiempo para vivir. El ego necesita darse cuenta de que ya vive en el ahora y puede perder el tiempo y ser feliz. No puedes perder la vida, pues no la tienes, sino que te tiene a ti. Así como una madre tiene a su bebé sin darse cuenta de su propia gestación. Si eres consciente de esto despertarás a reconocer que también eres la conciencia y que puedes dar el “ti mismo”. Al darlo aquí y ahora comienza la felicidad. El verdadero amor es el que otorga libertad.

No basta con adquirir la sabiduría, es preciso usarla. CICERON

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La sabiduría surge de una conciencia luminosa, que da luz para unir, para pertenecer, para lograr y resolver el camino de la confianza. El camino es con desapego. Pero desapego no significa vivir sin sentir amor por alguien o sin sentir placer. No es un desapego que rechaza las emociones. Es un desapego que las vive en libertad sin estar atrapado en ellas. El camino de la felicidad es uno solo y está constituido por dos características madres: Amar y soltar. Lo que constituye el sentimiento de felicidad es la capacidad de disolver nuestros miedos y nuestros temores. Es crear una respuesta donde existe una unión con alegría, con fe y con clarividencia, viendo claro lo verdadero y soltando lo falso. El temor surge del sentimiento de separación, de sentirnos separados de todo, de vivir en las partes. La vivencia del Ser se produce cuando se sacrifica el sentimiento de separación para permanecer unidos. Somos el que percibe lo percibido. Todos tenemos que lograr la actitud de estar lúcidos, atentos y conscientes participando de esta experiencia y sintiendo nuestro cuerpo. Así podremos crear un sentimiento de paz, de luz y de expansión.

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Todos creen que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que tener suerte puede ser cuestión de talento.

LEONARDO DA VINCI

Habitualmente creemos que las experiencias de felicidad son causadas por circunstancias que surgen como exteriores a nosotros. La felicidad solo se recrea, no se puede “tener”. No se puede consumir, solo se puede crear y el único lugar donde sucede es acá. Acá podemos, en primera instancia reconocer la distracción, creando la atención dirigida a nuestra presencia. Podemos creer que el afuera nos tienta, e incorporar el afuera en la conciencia. Es lo que analíticamente se llama introspección. Dejamos de mirar para ver. Para sentir y cuando soltamos la individualidad, cuando soltamos el ego que quiere atrapar esta experiencia, surge el Ser. A este sentimiento se lo reconoce por sus efectos: En el momento en que sien162


tas paz, amor, alegrĂ­a, clarividencia, puedes permanecer. No hay nada mĂĄs que buscar. Simplemente se trata de encontrar en el interior esa experiencia.


Permanecer en la felicidad Para poder permanecer en el sentimiento de felicidad tenemos que lograr permanecer en el Ser. Para ello necesitamos encontrar una contención en nuestro interior. Un respaldo. Esta contención surge de poder rendirnos a confiar en el sí mismo, en nuestra esencia. Si bien aprendemos a lograr este encuentro con nosotros mismos, habitualmente la dificultad reside en ese permanecer. Para lograrlo es necesaria esa confianza. Nuestro ego busca en las cosas materiales, en el cuerpo. Cuando una persona ignora lo que es ser feliz, busca tener felicidad. Cree que la va a lograr con un auto nuevo, o con la familia o inclusive en la experiencia de un encuentro amoroso. En cambio para sentir y vivir la capacidad de permanecer en el sentimiento de felicidad, es preciso hallar ese lugar donde todo lo que es continente nos sostenga para que podamos formar parte de la totalidad. Ustedes son el contenido y el continente. El contenido es como el té de una taza. Lo rico de la taza es el té. El cuerpo y la realidad visible son el contenido primario. El continente es nuestra conciencia. Pero entonces, ¿cómo

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nos sentimos contenidos? ¿Cómo logramos confiar? En definitiva, ¿cómo permanecemos en el Ser, ya que la dificultad está en que inmediatamente surgen distracciones, tentaciones, sustitutos, símbolos y pensamientos? La clave para permanecer en el Ser es confiar en el conocimiento real de que no hay nada que perder. Solo son nuestros pensamientos los que generan el error de sentirnos separados y con miedo a perder algo, lo que sea.


Hay una sola raz贸n para la infelicidad: tu propia mente con apego. Hay una sola raz贸n para la felicidad: el amor con desapego.

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Vivir resueltos Es habitual que las personas que meditan atraviesen la necesidad de tener que renunciar a algo, una suerte de rendición. Esto significa rendirse y renunciar a cualquier otra cosa que nos ofrezca la promesa de encontrar un sustituto del amor que ya somos. Necesitamos rendirnos y confiar en lo que realmente somos. Hay algo en nuestra historia que nos hace dudar de entregarnos a nosotros mismos. Es como si hubiera una buena disposición, una buena intención pero cuando nos entregamos a soltar, a estar “resueltos”, a tener desapego y dejar de pensar, surge el temor al descontrol. La desconfianza que está latente nos hace querer “controlar”. Cuando nosotros aceptemos tener la intención de volver a ser como un recién nacido o un recién concebido, podremos vivir nuestra propia presencia desde un lugar de máxima inocencia. Insistiendo en estar bien despiertos, lúcidos y recreando lo verdadero. Vivenciando lo profundo que nos constituye, de raíz, entonces el encuentro que ocurre internamente en nosotros estará resuelto. Es maravilloso pensar que todos nuestros conflictos, toda nuestra problemática, todos nuestros miedos ya 167


están resueltos. Nuestra única misión en la meditación es volver a nuestro origen resuelto olvidándonos de nosotros mismos pero recordando el corazón y rememorando la experiencia de pertenencia de la cual surge la conexión. El único miedo que hay que perder es el miedo a perder el miedo. Siempre hay una gran resistencia a la felicidad y a escuchar verdades. Para encontrarse hay que saber como perder, como resolver y como entregar esa resistencia. La meta de Ustedes es permanecer lúcidos y conscientes. Perder todo lo que surja y cambie dentro de uno mismo. Pierdan ese uno mismo, lo que resta es el cero. En resumen: Sería bueno que cada uno de nosotros pudiésemos investigar si somos capaces de conectarnos con un sentimiento de felicidad que surge del amor. Para poder sentirlo debemos tener desapego. El camino al desapego consiste en rendirse y confiar. Aparentemente en esa conexión surge una pérdida que es la pérdida del ego. Lo que buscamos es un encuentro profundo que disuelve la separación, pero para ello tenemos que disolver lo que 168


creemos que es nuestra presencia. Elige ser feliz en lugar de tener razón. Parece paradójico que uno primero tenga que encontrar la presencia para después poder perderla. Eres lo más importante que tienes cuando aprendes a perderte. El sufrimiento y el dolor existen para que puedas aprender a soltarlos y reconocer que la causa de todos tus miedos es la ignorancia de ti mismo. El conocimiento de ti mismo te permite aceptar que no hay nada que perder. Acepta tu responsabilidad, eres único y capaz de hacerte feliz.



La conexi贸n de nuestra conciencia con el unvierso El Universo habita en nuestra conciencia. Somos creadores de la realidad que vivimos.

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Nunca estás solo. Hay un propósito en tu conexión con el universo. Existe un propósito en tu cuerpo al participar de los ciclos del universo. Tu cuerpo late con el corazón y vive con la respiración en ciclos de expansión y contracción. Habitualmente nos despertamos al amanecer con la luz del sol. Tenemos más lucidez conectados con la luz del día. A la noche nos dormimos pero nuestra conciencia permanece conectada a la luminosidad de la mente a través de los sueños. Cada sueño tiene un mensaje, un sentido. Sigmund Freud señala las imágenes de los sueños como la vía regia del inconciente que expresa los deseos reprimidos. Nuestra mente tiene luz interior ya que con los ojos cerrados o abiertos podemos crear imágenes luminosas y al meditar descubrimos que detrás de nuestros pensamientos o imágenes la naturaleza pura de la mente es clara. O sea que la base del intelecto es lucidez. Existe una sabiduría omnisciente que se puede vivir con los sentimientos y es mucho más profunda que a través de conceptos mentales. Es una inteligencia no condicionada a objetos y surge cuando estamos bien despiertos, alertas, lúcidos y sin pensamientos. Es la vía regia de la conciencia 172


para reconocer el ser invisible a los ojos del cuerpo. La mente y el intelecto parten la realidad con símbolos del lenguaje. Al meditar tomamos conciencia de que somos parte de una totalidad que nos trasciende. Cada ciclo de la vida es un pulso de luz y sonido que se materializa en la conciencia. La conciencia de la sabia del árbol, la conciencia del pez en el océano, o la conciencia de ave en el espacio participan del mismo orden que la conciencia humana. El mismo orden que regula la homeostasis (equilibrio perfecto de la circulación, de los pulmones, etc.) influye en la conexión mental que impregna y crea la luz interior, el sonido de los pensamientos que escuchamos con nuestra mente y da un sentido a nuestra vida. El principal propósito que tenemos con nuestra conciencia es darnos cuenta de que nuestra vida tiene un propósito. Dado que no existe un ser igual a otro, cada ser humano es único, extraordinario e incomparable. Sin embargo en lo profundo todos compartimos la misma esencia consciente.


¿Cómo sabemos que estamos conectados? Cuando sentimos que el universo habita en nuestra conciencia. Cuando estamos conectados permanecemos en esta conexión al ahora eterno donde hay presencia pura, luminosa y radiante. Permanecemos en el silencio abierto y expansivo, donde todo lo que quieras preguntarte a ti mismo o a un maestro va a tener su respuesta dentro de ti mismo, en el silencio. A pesar de que con el cuerpo percibido por nuestros sentidos físicos creemos estar separados, el universo invisible a los ojos del cuerpo, el universo del Ser, habita en nuestra conciencia. Todo lo que percibimos en el afuera finalmente es parte de nuestra mente. Por otro lado hay apariencias superficiales y cambiantes que nuestra mente crea. Lo hace para vivir en el conflicto, con miedo, en la creencia de que siempre algo nos falta, en la carencia, con ataques y defensas. ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Quién sabe? Las apariencias engañan y cada detalle de tu vida tiene una razón para que vuelvas a preguntarte ¿Quieres vivir en el conflicto y querer tener razón o vivir conectado con el orden invisible, en tu propia seguridad, con la in-

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certidumbre de un futuro pero con la certeza de ser feliz en tu corazón? Esto crea un nuevo comienzo. Quizás no podemos cambiar la realidad exterior, pero siempre podemos cambiar la manera de conectarnos con lo real o con lo falso. Aprender con desapego, crecer en libertad y vivir como si fuera el primero y último día de nuestra vida. “Ahora” es este primer pensamiento, el primer momento que permanecerá siempre. Dentro de ti, ahora y siempre, en todo lugar y en todo momento. Vivir expandiendo y extendiendo tu conexión natural y espontánea con el sí mismo. Confiando que nada puede ser superior al sí mismo que es igual en mí y en ti.


La agresión se puede percibir como un pedido de ayuda. En vez de juzgar la agresión e identificarse con el agresor, se lo puede aceptar compasivamente y no darle el poder de modificar nuestra paz interior. Esto significa no permitir que el miedo que podamos percibir en el otro cause temor en nosotros. El agresor es víctima de su propia ira o rabia y muchas veces no tenemos la omnipotencia para cambiar el mundo exterior. Pero siempre podemos cambiar nuestra respuesta sin reaccionar inconscientemente. Podemos elegir responder sin permitir que el sufrimiento o el dolor ajeno afecten nuestro amor y ser responsables de cambiar dicha percepción y permanecer con paz interior. No debemos crear sufrimiento ni tampoco recibirlo. Nuestra mente viaja constantemente en el tiempo: Del pasado trae culpas; del futuro, miedos. Pero en el ahora y acá, en este espacio, nuestra mente puede reconocer el Ser y liberar las culpas y los miedos. Ahora simplemente puedes permanecer confiando en ti mismo, que es lo necesario para conectarte con tu

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propia felicidad. Puedes confiar en un universo abundante. Puedes estar seguro en la indefensión sin defenderte, y puedes estar en paz en la incertidumbre. Ya nada te falta. Puedes ser inocente y sentir el contento, la alegría del desapego. La prioridad es ser paz, luz, y amor ya que esta es nuestra verdadera identidad. Cuidamos esta conciencia, que nos alinea y soltamos el control del afuera con todo desapego. El afuera queda fuera percibiéndolo con nuestros sentidos físicos, con el cuerpo. Lo percibimos siempre distorsionado y con una visión limitada si no estamos conectados con el Ser.


驴Ad贸nde estamos conectados?

Donde todo el mundo es una imagen de ti y de tus propios pensamientos.

Donde no importa que no sepas qu茅 deseas, puedes permanecer en la incertidumbre, en una posici贸n verdadera de ser, de sentir.

Donde no hay comienzo de tiempo, solo comienzo de cada pensamiento.

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Donde encontramos una dimensi贸n en la cual tenemos pleno control de nosotros mismos.

Donde nadie puede herirte, donde los pensamientos se disuelven.

Donde surge lo impersonal, donde eres luz e iluminas lo que miras.

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Donde eres sabio y capaz de crear sabiduría, inteligencia y riquezas hacia todos los demás.

Donde eres feliz y capaz de hacer feliz a los demás.

Donde nunca estás solo. Si eres amoroso y generoso nunca te falta nada.

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Donde eres inocente y vives el amor incondicional divino que nunca te ha condenado.

Donde ya no necesitas nada, donde no existe el deberĂ­a, el deber ser, o el deseo.

Donde existe la plenitud, donde todo es suficiente.

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Donde hay seguridad y puedes permanecer indefenso.

Donde eres abundancia y eres poderoso al ser humilde de coraz贸n.

Donde eres creativo y te creas a ti mismo con todo lo que necesitas, en libertad, en tu Maestr铆a, en el gozo infinito, en la pureza en expansi贸n.

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Donde nada puede estar separado de lo demás.

Donde la separación y el miedo no existen.

Donde nada ni nadie es superior, ya que estás en lo mejor, en lo más alto del sí mismo y nada puede ser superior a ese sí mismo.

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Donde no hay juicios, porque los juicios siempre son parciales, subjetivos, falsos.

Donde puedes se単alar lo que ya eres.

Donde en todo momento y en todo lugar aprendes a permanecer en el Ser en ese mismo ahora.

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Donde eliges cómo vives. Quizás no piensas elegir lo que te sucede en el cuerpo y en el mundo exterior pero sí eliges lo que quieres vivir dentro de ti mismo. No son los hechos los que te afectan sino las interpretaciones de los hechos, que puedes cambiar eligiendo tus pensamientos. Al evitar juzgar lo que no se compren de se perdona sin juzgar.

Donde cada pensamiento, palabra o acción tiene un efecto que es sentir y expandir amor. El amor surge al sentir unión sin temor y sin miedo a sentir la entrega o confianza a una nueva respuesta que nos libera del pasado. El amor crea la liberación del pasado. Solo se ama en la presencia del ahora.

Donde está la gracia, la unión, donde ya no hay más destrucción, no hay más ausencia. Hay paz, compasión y simplemente puedes estar y sentir esa presencia.

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Esta dimensión que escuchas es real, es fruto de una experiencia y en ella puedes permanecer. El propósito del tiempo es hacer fácil y simple esta experiencia.

La felicidad, riqueza y plenitud surgen y son consecuencia de una actitud plena y abundante. Simplemente quitando todo lo que nos sobra, vivenciamos esta vivencia del Ser.

Todo es eso, tú eres eso, yo soy eso. Eso es el propósito de nuestra conexión con el universo.


Centro Actitudes que Sanan, asociaci贸n sin fines de lucro fundada en 1990 para ayudar a familias o personas que atraviesan situaciones limites o enfermedades terminales. Contactos: albertoloizaga@gmail.com o actitudesquesanan@gmail.com






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