C U A D E R N O
C R Í T I C O
Señor
Rohena Gera debuta con un delicado amor fou que le sirve para reivindicar un feminismo silencioso, pero firme.
E
n Señor, los mimbres del género romántico le sirven a Rohena Gera para mostrar un fresco de las múltiples asimetrías —clase, género, casta— que conforman la sociedad hindú contemporánea. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, sobre todo si tenemos en cuenta que el terreno de los romances prohibidos ha sido un sustrato habitual para este tipo de retratos subrepticios de lo social, y que la fotogenia de dos amantes condenados a estar separados a causa de orígenes socioeconómicos opuestos es un buen vehículo para hacerle llegar al público mensajes sobre las desigualdades de un lugar, comunidad, país, etc. A fin de cuentas, el sentimiento amoroso suele ser proporcional al tamaño de los obstáculos a superar, más aún en pantalla grande. Con todo, los tópicos del amour fou no deberían eclipsar la pericia de esta cineasta debutante a la hora de hilvanar figura y fondo, hasta hacerlos uno solo, y en saber plasmar esas cuestiones atravesando por completo a la protagonista, Ratna, una chica viuda de pueblo que 60
trabaja de sirvienta en el apartamento de un joven de buena familia en Mumbai. En la mirada de Gera hay un delicado ánimo subversivo, aunque pueda parecer una paradoja. Y esa voluntad conduce la película hacia espacios inesperados, por poco vistos. Los primeros compases de Señor, no obstante, parecen indicar que la cinta tomará el camino contrario y que acabará en el cajón como enésima revisión del mito de Cenicienta. Los paralelismos son evidentes, especialmente en el personaje masculino, un príncipe azul de una integridad tan intachable que en ocasiones resulta hasta cursi. Hay una explicación, por supuesto: todo apunta a que ese personaje inmaculado —e inverosímil— funciona como espejo que refleja cuánto de miserable es la situación de la mujer en la India y cuánto de valiente es Ratna, autosuficiente económicamente tras enviudar, capaz además de costear los estudios de su hermana pequeña a la vez que está dando sus primeros pasos como aprendiz de modista. «Todo el mundo tiene derecho a soñar», le dice el joven a la protagonista, excusando un anterior comentario condescendiente con respecto a las aspiraciones profesionales de la chica. Es una línea de diálogo que puede provocar diabetes, pero, como contrapunto, Gera
nos regala más adelante una sobrecogedora imagen de la contención del deseo, igual o más triste que esa sentencia melancólica y algo paternalista. Es inevitable vincular Señor con la nueva ola del feminismo global, habida cuenta de los escollos de género que tiene que superar la indomable protagonista, abriéndose camino de manera silenciosa en un mundo que la condena por ser mujer, pobre, viuda y sin estudios; aunque el filme de Gera huye, por fortuna, de proclamas y posiciones de trinchera. Más bien lo contrario: cuando ya es imposible ocultar los sentimientos, también aparecen los prejuicios y la realidad se impone, con toda su complejidad. Al menos, la realidad que nos enseña los ojos de la protagonista, consciente de su posición inferior, de lo mucho que puede perder si demuestra su amor e inflexible, por tanto, a dejarse seducir por los violines. Es en este último tramo de la cinta, en la que Gera modula la variación de la narrativa romántica al invertir roles y aspiraciones, ya que aquí el enamorado temerario es el hombre, cuando Señor logra desligarse de lugares comunes hasta alcanzar una voz propia y llevarnos de la mano hasta una resolución verdaderamente justa con el significado de amor. • Paula Arantzazu Ruiz
© S U RTSEY F I L M S
de ROHENA GERA con TILLOTAMA SHOME, VIVEK GOMBER, GEETANJALI KULKARNI ESTRENO EL 27 DE SEPTIEMBRE