LITERATURA
Los cuentos de Somerset Maugham, el escritor más solo del mundo PÁG. 21
URBANISMO
El mito de la Castellana PÁG.
19
CIENCIA
La sumisión a la mayoría PÁG.
22
vidaculturaideas AHORA
1 - 7 DE JULIO DE 2016
ALGO HUELE A PODRIDO EN ESCANDINAVIA PRODUCCIONES PROPIAS. Silueta de una de las protagonista de ‘El puente’. SVT / ZDF / DR / ZDF / NRK Sobre estas líneas, cartel promocional de ‘The Killing’. DR / ZDF / SVT / NRK / NORDVISION Debajo, un fotograma de la serie danesa ‘Borgen’. DR FIKTION A la izquierda, un momento de ‘Occupied’.TV2 NORGE / YELLOW BIRD
Empieza el tiempo de pactos y, como sucedió durante la campaña, muchos mirarán a ese oasis político llamado Escandinavia. Sin embargo, la región tiene tantos problemas como maneras de mostrarlos en la pequeña pantalla
L
RUBÉN ROMERO / P. A. RUIZ
os nacionalistas catalanes califican a su tierra como “la Dinamarca del sur”; Albert Rivera repite una y otra vez que su proyecto de país es “ser como Dinamarca, no como Venezuela”; Suecia pervive como Tierra de Promisión del Estado del bienestar para unos socialistas que siguen añorando la figura paternal de Olof Palme; Podemos se vanagloria de haber publicado “el programa electoral más leído de la historia”, imitando el catálogo de muebles de una multinacional sueca; y el PP utiliza el sistema educativo finlandés para atizar a docentes y alumnos españoles. Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega… En un mundo arrasado por la crisis, son la aldea de Astérix donde el Estado del bienestar parece resistir a los envites de la austeridad económica, la Disneylandia de los servicios públicos. Precisamente uno de ellos, el de la radiotelevisión pública, laminado y desprestigiado como está en España, ha producido uno de los grandes fenómenos audiovisuales de principios de siglo: el de las series de televisión. Producciones en lenguas con apenas 5,5; 9,5 y 5 millones de hablantes (danés, sueco y noruego, respectivamente), financiadas y emitidas por las cadenas estatales, son vistas y disfrutadas en todo el mundo, con un éxito que ha provocado la venta de sus argumentos para su posterior remake estadounidense. A la cabeza está Borgen (DR: 20102013), serie danesa sobre una políti-
ca que se convierte en presidenta del gobierno del país pese a que su partido es la tercera fuerza más votada. Sin embargo, el relato que articula Borgen es la excepción que mantiene esa idea de Arcadia feliz y civilizada escandinava que persiste en el argumentario de nuestros políticos. Ficciones televisivas nórdicas como Bron/Broen, Bedrag o Okkupert plasman otras visiones que evidencian inquietantes grietas en el modo de vida nórdico. En lo que constituye un magnífico ejemplo de sinergia entre las industrias culturales de un país, todas beben de una rica tradición de literatura negra, nacida en los 60 en Suecia con la pareja Maj Sjöwall y Per Wahlöö, continuada por su compatriota Henning Mankell (cuyas narraciones ya han sido objeto de varias adaptaciones televisivas, tanto en inglés como en sueco) y convertida en fenómeno de grandes superficies comerciales gracias al éxito planetario de Stieg Larsson y su chica milenarista a la que le gustaba jugar con mecheros y bidones de gasolina. Sjöwall y Wahlöö, confesos marxistas, dieron al subgénero del Nordic Noir su inefable componente de denuncia social, a la manera de Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Esa es una de las notables características de las series de televisión escandinavas. Según Eva Noprup Redvall, la gran especialista del Nordic Noir televisivo, la cadena pública danesa (DR), desencadenante de la moda televisiva escandinava, considera condición esencial para la producción de ficciones seriales televisivas su naturaleza de “doble relato”, esto es: “historias que no solo sean entretenidas, sino que planteen grandes cuestiones éticas y sociales”. Entre los temas de controver-
sia que protagonizan las series se encuentra la presencia de la mujer en puestos de poder, la inmigración, la corrupción política (aunque en España nos parezca mentira, también la sufren los países nórdicos) o el auge de la ultraderecha. O lo que es lo mismo: echar un vistazo a sus series es sentarse a mirar los problemas de su sociedad y descubrir que ni somos tan distintos y que el norte de Europa no es el ejemplo de una sociedad ideal.
El enemigo interior
Como en Millennium, la trilogía de Stieg Larsson, casi todas las series de televisión escandinavas recientes tienen como telón de fondo la destrucción del Estado del bienestar y/o su crisis por el auge de la extrema derecha. En la primera temporada de El puente (Bron/Broen, DR/SVT: 2011-), la policía debe enfrentarse a un asesino autodenominado Terrorista de la Verdad que pretende llamar la atención de la opinión pública sobre cómo se está desmantelando la protección social a los más desfavorecidos. En la sueca Bla Ögon
Estas series beben de un rica tradición de literatura noir nacida en Suecia y convertida ya en fenómeno Desde la emisión de The Killing, la BBC ha servido de puente para las producciones nórdicas
(Blue Eyes, SVT: 2015), el clima político del país se ve convulsionado ante el nacimiento de un partido ultranacionalista y de una célula terrorista de ultraderecha. Son retratos ficcionales poco amables que reflejan la estupefacción ante una realidad que va avanzando amenazante: el partido Demócratas de Suecia obtuvo en las últimas elecciones generales, celebradas en septiembre de 2014, un porcentaje de casi el 13% de los votos, provocando una de las mayores crisis de gobernabilidad del país, solventada por un acuerdo in extremis del Ejecutivo rojiverde, que gobierna en minoría, con la Alianza, una agrupación de cuatro formaciones de centro-derecha. En Dinamarca la agrupación conservadora Partido Popular Danés, acusada por muchos de ser un partido de extrema derecha, se convirtió en las anteriores elecciones europeas de 2014 en la opción más votada (logrando el apoyo de casi el 27% de la población con derecho a voto), mientras que en los comicios generales de hace un año logró ser la segunda fuerza política del país, con un 21% del sufragio. Esta situación no ha sido pasada por alto por los creadores televisivos. Así lo ve Alex Haridi, creador de Bla Ögon, tal y como confesó al portal especializado NordicNoir. tv con motivo del estreno de la serie en Reino Unido: “La ancianita agradable que se siente a tu lado en el autobús puede albergar ideas realmente fascistas. Esa es nuestra verdadera pesadilla”.
El enemigo exterior
Paradójicamente, gran parte del éxito de las series escandinavas se debe a la emisión de sus producciones por otro país tan impermea-
ble a la influencia externa en los últimos tiempos como Reino Unido. La historia del Nordic Noir hubiera sido muy diferente si Tony Blair no hubiera reducido el presupuesto de la BBC con la renovación de la Royal Charter en 2007, impidiendo al operador público competir con la Sky de Murdoch y obligándola a buscar productos más baratos que las series estadounidenses. Así fue como consiguió emitirse The Killing (Forbrydelsen, DR: 2007-2012), y su sorprendente éxito (¿una serie criminal danesa en casa de Agatha Christie?, ¿una serie subtitulada en la patria del todopoderoso y universal idioma inglés?) dejó en unos números paupérrimos de audiencia a la glamurosa Mad Men de AMC. Desde entonces, la BBC ha servido de puente para las producciones nórdicas y, quien más quien menos, ha intentado que su país repitiera el éxito de la protagonista Sarah Lund (y de sus jerséis de lana, que causaron furor entre los televidentes). Los 90 millones de coronas que costó Occupied (Okkupert, TV2: 2015) la convirtieron en la producción más cara de la historia de Noruega, pero también en la más polémica, hasta el punto de que casi provoca un conflicto diplomático. Occupied es un ejercicio de política-ficción ideado por el exitoso novelista Jo Nesbø: Rusia decide invadir Noruega con el objetivo de proseguir la extracción de los combustibles fósiles que el gobierno de Los Verdes pretende prohibir. Sobrevuela aquí no solo el terror a que el país se someta a la influencia política que ejerce Vladimir Putin, sino también la actitud euroescéptica de una país que ni quiso ni quiere entrar en esa Unión Europea que, en la ficción, permite la invasión
por razones económicas. Los motivos que Nesbø esgrime sobre qué le condujo a crear un relato tal parecen confirmar el miedo ante la amenaza de que su modélico y envidiado sistema de vida esté en peligro en un mundo globalizado: “El problema de Escandinavia es que creemos que todo va a seguir siempre igual. Debemos aprender de otros países. Solo hay que fijarse en la Yugoslavia de los 90, que era un país democrático en la buena senda y fue llevado a una guerra civil por Slobodan Milosevic en apenas seis meses”. Tras su estreno en octubre de 2015, la Unión Europea no dijo nada, pero la embajada rusa envió una protesta formal al Gobierno noruego en la que lamentaba “que en el 70 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, los autores hayan olvidado la heroica contribución a la liberación del norte de Noruega de la ocupación nazi y hayan decidido, en la peor de las tradiciones de la guerra fría, asustar a los espectadores noruegos con una inexistente amenaza del Este”.
El enemigo global
Las guerras ya no son internacionales, sino planetarias. Las enciclopedias cuentan que el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente se firmó en Estocolmo en 1972 y desde entonces la sensibilidad ecologista no ha dejado de crecer en el área de Escandinavia: son pioneros en el uso de la bicicleta como medio de transporte, con Copenhague a la cabeza de las mejores ciudades para este tipo de desplazamiento; adeptos de Pasa a la página 18
AHORA | 18 | 1 - 7 DE JULIO DE 2016
SERIES vidaculturaideas Viene de la página 17 la agricultura orgánica, y Noruega y Suecia figuran entre los 10 países con más conciencia verde según el Índice de Desempeño Ambiental, con Finlandia y Dinamarca muy cerca en el ranking. Una preocupación extrema con todo lo que tiene que ver con la degradación de la naturaleza que, en las ficciones televisivas, se traduce en relatos que critican el capitalismo salvaje, practicado en un vicio muy familiar en nuestras latitudes: la constante especulación y recalificación de terrenos naturales.
No faltan los ejemplos: en el thriller Follow the Money (Bedrag, DR: 2016) se descubre que energías limpias como la eólica están controladas por tipos muy sucios; en Jordskott (SVT: 2015) el mensaje ecologista alcanza tintes fantásticos cuando la protagonista, una policía, descubre que el caso de desapariciones de niños que está investigando está ligado a un bosque en peligro de ser talado, motivo del conflicto entre vecinos y una multinacional. Midnight Sun (SVT/Canal+: 2016), ambiciosa coproducción francosueca que se estrena este oto-
ño, retrata un choque de culturas en el Ártico entre una urbanita policía parisina (Leïla Bekhti) y su compañero sueco de origen lapón (Gustaf Hammersten). En su presentación en París en el reciente festival Séries Mania, uno de sus creadores, Björn Stein, puso de relieve el mensaje ecologista de la serie, encarnado en la agonizante etnia protagonista: “Los suecos sabemos más de los indios del Oeste que de los samis”.
El enemigo de al lado
Tal vez lo más sorprendente de las series escandinavas es des-
cubrir que, a pesar de considerarlos una sociedad abierta y libre de prejuicios, las relaciones entre cada uno de los países de la zona se nutren de recelos. Así lo refleja Bron/Broen, cuyo punto de partida fronterizo —un cadáver aparece sobre el puente de Oresund que une Dinamarca y Suecia: de abdomen hacia abajo está en Dinamarca y tronco y cabeza, en Suecia— sirve de excusa para que descubramos sus peculiaridades nacionales: el policía danés es, a ojos de los suecos, el clásico chapuzas del sur con cierta
tendencia a la vagancia; la agente sueca es una eficiente profesional con el dudoso atributo de la gente del norte de carecer de cualquier tipo de empatía hacia el resto de seres humanos. El puente de Oresund se presenta como un artefacto narrativo destinado a mostrar que aquello que debería unirnos en realidad nos separa. Como la realidad siempre supera a la ficción (escandinava), en los últimos meses el puente mutó de metáfora en desoladora noticia: ese prodigio de la ingeniería se convirtió en un reflejo de la ver-
gonzante manera de tratar el problema de los refugiados cuando Suecia decidió restringir su tráfico para impedir su entrada a principios de año, los mismos a los que los daneses decidieron requisar todas sus pertenencias al entrar en el país. Cuando se rodó la primera de sus (hasta la fecha) tres temporadas su protagonista, Sofia Helin, ya lo advertía: “En los 70, éramos inocentes, pero hemos perdido esa candidez. La sociedad se ha convertido en un lugar mucho menos idealista y todo depende del dinero que tengas en tu bolsillo”.
Berlín acoge una muestra sobre la cultura del pueblo precolombino y repasa su relación con el cuerpo, los animales o las divinidades
EXPOSICIÓN
EL ARTE DE LOS MAYAS
SÍMBOLOS. De izquierda a derecha, y de arriba abajo: incensario maya y friso de un trono del Palacio Cantón de Mérida, Yucatán. INAH. MUSEO DE SITIO DE PALENQUE ALBERTO RUZ LHUILLIER, PALENQUE Hombre con tocado. INAH. MUSEO REGIONAL DE ANTROPOLOGÍA CARLOS PELLICER CÁMARA. VILLAHERMOSA, TABASCO Abanderado y figura con tocado extraíble. INAH. MUSEO REGIONAL DE ANTROPOLOGÍA PALACIO CANTÓN, MÉRIDA, YUCATÁN Incensario. INAH. MUSEO REGIONAL DE ANTROPOLOGÍA. PALACIO CANTÓN, MÉRIDA, YUCATÁN Lateral de un trono. INAH. MUSEO DE SITIO DE POMONÁ, TENOSIQUE, TABASCO
L
FRANCESC ARROYO
os mayas, el lenguaje de la belleza es el título de la exposición que se puede ver hasta agosto en el Edificio Martin Gropius, en Berlín. Está formada por unas 300 piezas procedentes de México, muchas de las cuales se exponen por primera vez en Europa. La muestra forma parte de un conjunto de actividades organizadas en colaboración por los gobiernos alemán y mexicano y ha contado con el asesoramiento y la participación del Instituto Nacional de Arqueología e Historia de México. Las obras están siempre acompañadas de paneles informativos en alemán e inglés. También se ha editado un catálogo que recoge diversos estudios sobre el periodo que se expone, que va desde el siglo V antes de Cristo hasta la llegada de Colón a aquellas tierras. Uno de los textos informativos señala que el arte es, con frecuencia, mensajero de la memoria. Pero las piezas que han sobrevivido, en buena parte debido al azar, pierden en el museo su significado original y pasan a ser objetos de observación curiosa o de interpretación historicista. La mayoría de ellas relatan las preocupaciones y formas de vida del hombre de entonces, que guarda no pocas similitudes con el de hoy: desde el interés por la muerte a la voluntad de representar los mecanismos del poder con la voluntad de perpetuarlo.
La muestra incluye elementos de origen arquitectónico, figuras, vasijas, ornamentos, etcétera, que explican tanto la cosmovisión de los pueblos mayas como aspectos de su vida cotidiana, la relación de los hombres entre sí, con los dioses y con la naturaleza, al tiempo que reflejan también la función social del arte, puesto con frecuencia al servicio de los poderosos que lo promueven.
Del cuerpo a la divinidad
Se halla dividida en cuatro partes. En la primera se analiza la visión del cuerpo humano, a menudo convertido en lienzo que se adorna con pinturas efímeras, con tatuajes definitivos o con escarificaciones (cicatrices que modifican el aspecto de la piel de por vida). Elementos todos ellos que buscan transmitir la relación del individuo con el poder social o divino. En la segunda parte, el cuerpo sigue siendo el centro, pero se presta especial atención a los adornos que se le añaden, desde los tocados hasta el vestido, desde los pendientes y colgantes hasta diademas y coronas, una vez más convertidos en símbolos de estatus social y de dominación. Y es que en el pasado una de las más claras funciones del arte era la simbólica. Tanto la arquitectura como los atuendos de los individuos y las identificaciones de los gobernantes con poderes naturales o sobrenaturales eran instrumentos que difundían la base del poder, las formas en que se justificaba y también los peligros que derivaban de su cuestionamiento.
Reúne unas 300 piezas procedentes de México, muchas de las cuales se exponen en Europa por primera vez La mayoría de ellas relatan las preocupaciones y formas de vida del hombre de entonces
El factor de propaganda del arte es claramente perceptible en la tercera parte de la exposición, destinada a la relación entre el hombre maya y los animales de su entorno, con frecuencia mitificados. Y también en la representación de los símbolos del poder militar, expresado en la representación de diversas figuras de cautivos humillados y sometidos. Los nobles y los dioses aparecen relacionados con los poderes que se atribuyen a los animales. Incluso, en ocasiones, el nombre con el que se les designa los vincula a ese animal. Así, el jaguar, el felino más temido entre los cazadores, se halla profusamente representado en adornos que portan los gobernantes y en inscripciones de sus nombres que remiten tanto al propio animal como a sus garras, sus zarpas, su piel o a la relación que se le atribuía con el sol, a la vez que con los poderes del submundo. Algunos jaguares muestran posturas humanas, al tiempo que hay dirigentes con actitudes propias del felino. También figuran los monos, animal asociado a la escritura y a los escribas. Pero la cercanía entre el hombre y el mono hace que este pueda convertirse en objeto ritual de sacrificios, como puede verse en un incensario procedente de Toniná, en cuya parte superior hay un simio estrangulado rodeado de semillas de cacao, una de las plantas más representativas de los mayas, junto al maíz. Los reptiles, que en algunos de los relatos mayas se hallan vinculados al origen del mundo y al mar primordial, pueden aparecer con sus propios atributos o con los de
varios a la vez. Es el caso de la serpiente, animal sagrado, símbolo del poder e insignia de los poderosos cuando aparece en soledad, pero que puede también ser representada con atributos de cocodrilo, a veces con dos cabezas: una alude al mundo celestial y otra al terreno. La serpiente era también un símbolo de la conexión entre el cielo y la tierra y de la fertilidad, tanto humana como agrícola. Si la tercera parte ya insinúa la conexión entre el hombre, sobre todo el gobernante, y los poderes cósmicos, la cuarta se concentra en los aspectos de las divinidades mayas. Se recogen aquí diversas máscaras y adornos hechos con piedras verdes como el jade y la crisoprasa. El jade tenía también una función funeraria, se adornaba con una pieza la cabeza de los muertos para propiciar el tránsito del alma por el mundo de los difuntos, que para ellos no tenía en absoluto un carácter tétrico. Al contrario, el jade era también representación del aliento vital. Los dioses tenían aspectos diferentes y, como los nobles, podían ser representados como jóvenes y como ancianos. En forma simple y naturalista, o provistos de los símbolos de poder. Una de las vasijas encontrada en Mayapán representa a un dios creador cabalgando sobre una tortuga, que evoca la superficie de la tierra, y emergiendo de las fauces de un cocodrilo. Otra, expuesta a su lado, representa al dios que controla la lluvia, de ahí que tenga un rayo en la mano. El submundo, al que los mayas creían poder acceder a través de
grutas, era un lugar húmedo y laberíntico, habitado por los muertos, pero no un espacio y un tiempo de castigo, porque un día volverían a la vida. Las figuras, vasijas, estelas y otras piezas de carácter funerario tenían carácter sagrado, de forma que si se rompían no eran desechadas sino enterradas ceremonialmente. Quizás por eso se han conservado algunas piezas de enorme complejidad artesanal, a pesar de que la arcilla con la que fueron elaboradas, no siempre cocida, es un material perecedero.
El edificio
Posdata: el visitante que acuda al Edificio Martin Gropius quizás espere una construcción vinculada a la Bauhaus. En absoluto: fue construido en 1881 por Martin Gropius, tío de Walter Gropius, este sí vinculado al importante movimiento arquitectónico y de diseño alemán. Sufrió serios daños durante los bombardeos de 1945 y fue restaurado en la década de los 60, primero, y más tarde en 1998 y 1999. La construcción, destinada a museo desde el primer momento, imita el estilo renacentista y merece, por sí misma, una visita.
Die Maya – Sprache der Schönheit Hasta el 7 de agosto en el Edificio Martin Gropius de Berlín