11/7/2021
contrapicado.net - Revista de cine 'online' - Festival Internacional de Cine de Gijón 2009 - FIC Xixón 2009: En tránsito
FIC Xixón 2009: En tránsito (Festival Internacional de Cine de Gijón 2009) Un texto de Paula Arantzazu Ruiz y Ricardo Adalia Martín
No resulta extraño que el primer lugar en que nos detenemos al llegar a una ciudad, sea un bar, cafetería o restaurante. Un pequeño descanso tras el viaje para reponer fuerzas o un lugar en el que sentarse para planificar la pequeña aventura que va a comenzar, son algunas de las excusas con las que acudimos a estos espacios de encuentro. Si a esto sumamos su importancia en lo cotidiano de la vida como lugar de comunicación y encuentro social, podremos llegar a entender la importancia que van cobrando a medida que avanza un festival de cine, como punto de encuentro en el que intercambiar opiniones, tomar cafés para despertarse, esperar a la siguiente proyección y finalmente ahogar las penas al final de un largo día pegado a una butaca de cono.
La apología de estos lugares resulta oportuna en este momento por el desplazamiento que están sufriendo fuera del espacio de la representación cinematográfica. En la sección oficial de la 47 edición del Festival de Gijón hemos visto pocos bares, y los que hemos visto han pasado por alto la importancia de su función social. Quizás sea por esta razón por la que hemos pasado tanto tiempo en los bares de Gijón. Casi en un ejercicio de resistencia ante la negación del cine de unos espacios con los que está íntimamente relacionado. Los ambientes de los bares, al igual que el que hace
sentir la ciudad donde estén ubicados, son determinantes en la percepción con que se recibe un festival. Una mala película no lo es tanto, y una buena pasa a ser obra maestra, si se consigue sintonizar con la atmósfera de un local con unas cervezas en la mano y unos amigos con los que hablar. Quizás el cine, al ser siempre síntoma de la realidad, en estos momentos esté huyendo de los espacios cerrados para señalar lo que parece ser uno de los tiempos más importantes de las últimas décadas. Y quizás por eso mismo una de las constantes en las películas que reseñamos más abajo
es el desasegante movimiento de sus personajes protagonistas. Desde Beetwen Two Worlds (Vimukthi Jayasundara, 2009) (su titulo lo deja claro) hasta trash Humpers (Harmony Korine, 2009) pasando por Francesca (Bobby Paunescu, 2009) hemos seguido innumerables trayectorias que no encontraban referente alguno donde ubicarse. Aún perteneciendo a un lugar determinado, los personajes son incapaces de detenerse algún tiempo para reflexionar sobre lo que les impulsa al movimiento perpetuo.
Pero el movimiento no iba a parar al salir en la sala de cine. Desde los bares que frecuentábamos teníamos la sensación de que algo estaba llegando a su fin. Se sentía el cambio en el ambiente debido al anuncio de que Fran Gayo, el programador del festival desde 1997, dejaba su puesto para trasladarse a Argentina. Además, la Orden Ministerial que acababa de publicarse en el BOE, unida a la noticia de que Europa paralizaba de momento las ayudas al cine mientras evaluaba su legalidad, merced una impugnación del colectivo Cineastas contra la Orden, y las declaraciones del director del ICAA respecto a su intención de modificar el mapa de los festivales, del mismo modo que ha modificado el sistema de subvenciones fílmicas, provocó cierto clima de inquietud y una misma contrapicado.net/old/festival.php?id=103
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sensación de que quizá este era el último año del FIC Xixon como lo conocíamos hasta ahora.
Por estas razones, el bar se ha convertido en un referente en el que fijar un contexto que se ha puesto en marcha en un movimiento que se encamina, a corto plazo, hacia el abismo. Beetwen Two Worlds (Vimukthi Jayasundara, 2009)
En un momento de la película, dos pescadores sentados en unas rocas junto al mar comienzan a
conversar. Uno de ellos le dice al otro que le va a contar la misma historia de siempre, que cuando quiera puede detener su relato y continuarla como se le ocurra. A continuación, el primero comenzará a narrar la historia de un rey y sus tres hijos, y el segundo le interrumpirá al poco raro para fantasear en voz alta sobre la historia que ha escuchado. Esta escena que apenas ocupa cinco minutos en el metraje, interrumpirá el viaje de un personaje del que no sabemos más que ha caído al mar desde fuera del encuadre y que se dirige a un poblado escondido en las montañas. Las
imágenes que lo construyen tendrán la peculiaridad de estar alejadas de todas las lógicas narrativas establecidas ya en patrón. Cuando todas las historias han sido contadas y cada historia es irremediablemente remitida a otra, el espectador ya puede emanciparse de esa narración que estaba obligado a aceptar por el simple hecho de mirar una película. Pero si aún disponiendo de este espacio de libertad creativa no tenemos las fuerzas suficientes para hacerlo, Vimukthi ofrece la leyenda contada por los pescadores a modo de ejemplo, para que la apliquemos en la forma que consideramos oportuna a las imágenes que presenciamos.
La propuesta de Vimukthi se erige como un verdadero ejercicio de resistencia cinéfila contra las demás artes que tiempo atrás construyeron lo que hoy entendemos por cine. Alejado de la tendencia que proclama la muerte del cine, Vimukthi celebra lo que él considera verdadero nacimiento del cine, emancipando sus imágenes de las demás artes hasta convertirlas en un espacio abierto a cualquier tipo de uso.
Welcome ( Philippe Loiret, 2009)
¿No es suficientemente interesante la historia de un adolescente (Bilal) que camina 4000 Km. desde Irak hasta Francia con la pretensión de cruzar el canal de la Mancha a nado para ver a su amada? Resulta difícil de entender como el cine que se auto-etiqueta como social es capaz de obviar y destruir los grandes valores que tiene una gran aventura en solitario a base de degradarla con
digresiones narrativas a modo de subhistorias que siempre desembocan en una pequeña sentencia moralizante. Cosa que ocurrirá cuando Bilal se encuentre con Simón, un profesor de natación que le ayudará en su empresa. En ese momento la película dejará a un lado a Bilal para narrarnos como Simon encontrará en la solidaridad y en la conciencia social el remedio a los fracasos que están arruinando su vida personal. El dibujo fácil y simplista con el que esboza una realidad en la que sólo caben buenos, malos y sus acciones consiguientes, no evita para que, sin pretenderlo, se pueda utilizar como ejemplo aplicado de la idea del intrusismo y la extranjería que pone en escena Claire Denis a partir del célebre ensayo de Jean-Luc Nancy. Para ambos, un extranjero es aquel que es esperado. A diferencia del intruso, que es aquel que se introduce por sorpresa o por astucia. En Welcome todos los inmigrantes que
aparecen esperando el momento de poder pasar a Inglaterra son tratados como extranjeros bajo los preceptos de la solidaridad del dinero, es decir, dar de comer y acoger para lavar la conciencia (como hace Simon varias veces a lo largo del metraje con los amigos de Bilal). La problemática de este trato supone eliminar la diferencia cultural de ambos convirtiéndoles en un todo. Al francés porque adapta su vida al extranjero, y al extranjero porque acepta su ayuda de forma incondicional. En ese juego se construye la homogenización cultural que elimina la verdadera condición de
extranjero hasta llegar a construir una única cultura. Una única forma de pensar. ¿Cabe alguna duda entonces de porqué el parlamento Europeo le ha concedido el premio Lux a esta película? Humpday (Lynn Shelton, 2008)
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Con cada nueva cosecha de películas made in Sundance, comprobamos hasta qué punto un sistema
puede ser fiel a su idea aunque se encuentre más que agotada. Siguiendo la línea de poner en escena una pequeña historia y convertirla en extraordinaria, han logrado acabar con todas esas historias que en algún momento resultaron recurrentes. Una vez agotadas, se ha pasado a un nivel inferior donde una anécdota será dilatada por no más de 90 minutos. Y como no podía ser de otra manera, Humpday hará extraordinaria una anécdota habitual en una noche de borrachera entre colegas. En ella veremos a dos amigos (heterosexuales) en plena crisis de los treinta y tantos (cada uno por diferentes razones), poniendo a prueba su amistad con la grabación de una película porno amateur de la que serán los dos únicos protagonistas. Hasta llegar al momento final que todos podemos imaginar, iremos viendo los típicos momentos de la
vida cotidiana (como tomar un café o preparar la cena) tratados con esa excepcionalidad tan bien interpretada por los actores del método Sundance: parar ante la cámara, construir una cara de simpáticamente sorpresiva y acabar diciendo algo de forma que parezca interesante. La actuación, la puesta en escena y la realización son tan fieles al método que no se puede decir de la película nada malo. Pero tampoco nada bueno.
Mal día para pescar (Álvaro Brechner, 2009)
Hay películas en las que se hace notorio su caducidad desde sus minutos iniciales, cuando presencias el reciclaje desganado de una formula que quedó obsoleta en el pasado. Utilizando una estética que se acerca al realismo fantástico, Álvaro Brechner, en su primera película, pone en escena la arquetípica formula de dos buscavidas que en el pasado vivieron tiempos mejores y que en la actualidad se dedican a vagar con la esperanza de reecontrarse con lo que fueron y superar las
secuelas que les quedaron en su descenso a los infiernos de la vida. Jacob van Oppen, antigua estrella de la lucha libre sumida en una crisis existencial, y Orsini, su manager tramposo, forman la pareja que viaja por algunos de los lugares más recónditos de América del Sur, retando a las gentes de cada lugar en el que se detienen, para incitarles a luchar con El campeón por una recompensa de por medio. Pero el excesivo romanticismo con que se mira a estos
dos personajes y la forma que tienen de vivir a pesar de todo, además del aire melancólico hacia esos tiempos que fueron mejores, convierten la película en un elogio de lo kitsch en su peor acepción. En el comienzo del metraje se señala un suceso que debemos entender como única explicación al sufrimiento interior de Jacob van Oppen que vamos ir presenciando. Su cuerpo, a diferencia del de Mickey Rourke en El luchador (Darren Aronosfy, 2009), no será el lugar en el que se establezcan los testigos que podrían haber dado algún matiz diferente a su llanto unidimensional que adorna la banda sonora durante casi la mitad del metraje.
Francesca (Bobby Paunescu, 2009)
Una única referencia al comportamiento racista del alcalde de Verona y a la nieta de Musollini bastó para que esta excelente película no fuera admitida a competición en el pasado Festival de Venecia. Francesca huye del activismo o la justicia social, para hacer una de las reflexiones más lúcidas e
inteligentes sobre las relaciones existentes entre la vieja Europa y la nueva de los países del Este, con Italia y Rumanía de por medio. Aunque Francesca es un nombre puramente italiano, la chica a que da nombre no puede ser más
rumana. Durante todo el metraje la cámara la acompañará en los preparativos de su marcha definitiva al país en el que sueña trabajar. Con un pulso narrativo sobrio, construido a base de largos planos secuencias, veremos como es la vida del espacio físico y el entorno humano que rodea a Francesca. Ambos no pueden ser más italianos (u occidentales). La forma de vestir o de comportarse dibuja la mentalidad de un país que quiere vivir por encima de sus posibilidades mirando más hacia el exterior que a su propio interior.
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Si para un rumano el retrato que hace Bobby Paunescu le resultará duro al comprobar el alto grado de colonización al que está sometido por lo peor de las culturas europeas que aspiran a igualar, para un italiano (y demás países afines) no lo será menos al observar la imagen y estilo de vida que se han dedicado a exportar. Quizás el racismo nazca en el momento que la imagen exportada de uno mismo regrese para golpear al que la fabricó de forma imprevista. Frontier Blues (Babak Jalali, 2009)
Esta película, por no llegar a tiempo la copia en 35 mm que se debía proyectar, pasará a la historia del festival por ser la primera que durante la dirección de José Luís Cienfuegos es expulsada de la
competición oficial. Su director, Babak Jalali, antes de que su película se pasara en DVD pidió sentidas disculpas porque la copia había quedado retenida en aduanas. Tras el pase, la broma de que también las debería haber pedido a su conclusión por la película que había realizado era generalizada. Situándose en un pueblo fronterizo entre Irán y Turkmenistán en el que ocurren pocas cosas (por no
decir ninguna) la cámara tratará de encontrar los flujos de vida ocultos en la rutina construida sobre la repetición cinematográfica. Así, aparecerán las tensiones de los que quieren emigrar del lugar pero se ven incapacitados por cierto tipo de circunstancias, junto con las provocadas por los que llegan al lugar con interés etnográfico y su mirada distorsionadora de la realidad. En su lucha contra ese tipo de mirada es donde falla su planteamiento, al utilizar el plano fijo y el falso documental buscando la referencia constante al cine de (cómo no) Abbas Kiarostami, del que solo puede tomar prestadas imágenes (como las de dos hombres en una moto con una maceta) sin poder encontrar
ningún tipo de profundidad con ellas. El rey de la evasión (Alain Guiraudie, 2009)
Es realmente difícil encontrar en un festival una comedia que huya de contar un suceso freak o recurra a cierto humor escatologico. Basándose en la naturalidad de sus personajes y anclándola en un entorno rural, Alain Guiraudie consigue hacer un verdadero ejercicio de libertinaje cinematográfico sin caer en ningún momento en el mal gusto. Arnaud es un representante comercial de maquinaria agrícola, cansado de su trabajo y sumergido en
plena crisis de los 40, ni siquiera encuentra motivación en su vida de soltero gay. Pero una noche salva a una chica de 16 años de una violación y su vida da un giro radical. El enamoramiento de la chica le hace replantearse su vida y su condición homosexual. Ante la negativa del entorno a la relación entre ambos, deciden escapar de él provocando una delirante persecución a través de bosques, ríos y montañas.
Lo hilarante de la situación radica en que la negativa a la relación se debe a que medio pueblo está enamorado de Arnaud y su vida libertina. Su reconversión a la heterosexualidad y a una vida familiar convertiría la zona donde se desarrolla la acción en un lugar tan aburrido como el de los pueblos de las películas de Bruno Dumont. La diferencia entre ambos directores, aún partiendo del mismo sustrato geográfico y humano, es el sentido humor que atraviesa toda la obra de Alain Guiraudie.
Wakanarai (Masahiro Kobayashi, 2009)
Como en The Rebirth (2007), el japonés Kobayashi vuelve a poner en escena largas tomas que se repiten a modo de ritual patético para mostrar el hastío del protagonista y su alienación ante un conflicto que no sabe cómo solucionar. La película comienza con un negro sobre el que se funden los títulos de crédito y oímos una canción que entona la salida al final del túnel. Confiamos ya desde su inicio que llegará el alivio. Kobayashi, no obstante, tardará en enseñar la redención. El camino hasta llegar al consuelo será arduo y, sobre todo, muy sufrido. En Wakanarai, el nipón ha querido homenajear al errante Antonie Doinel. Se encarga de citarlo ya al
final del largometraje, pero mucho antes, cuando Kawai (Yuto Kobayashi, el hijo del cineasta) aparece en escena, uno tiene en mente a Jean-Pierre Léaud. Kawai vive sólo mientras su madre contrapicado.net/old/festival.php?id=103
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agoniza en el hospital, no va al colegio y es despedido de su trabajo en un supermercado. Obviando ciertos puntos del todo inverosímiles en la historia, Kobayashi, cámara en mano y lente pegada al cuello de su protagonista, sigue el periplo kafkiano del chaval y su búsqueda del padre ausente, que los abandonó. A diferencia del Doinel de Truffaut, Kawai tiene aquí un objetivo, plantarle cara a su progenitor. Se funden en un abrazo y el espectador contempla por fin un poco de luz al final de ese túnel de penalidades por el que transita la película. Sin embargo, el futuro del chico es igual de desesperanzador que el de su antecesor francés: si Doinel se perdía en ese horizonte negruzco al
final de Los cuatrocientos golpes (1959), Kawai consigue subir esa curva ascendente, pero cuyo horizonte es un espeso, inabarcable y desubicado bosque. Go Get Some Rosemary (Josh Safdie y Benny Safdie, 2009)
Los Safdie también ahondan en el abandono familiar en este mumblecore que sigue dos semanas en
la desordenada vida de Lenny, un proyeccionista en Nueva York, de unos treinta y cuatro años, que se queda al cargo esos días del cuidado de sus hijos gemelos. Aquí hay mucho Jarmusch y no tanto Andrew Bujalski y no sólo por la aparición de Nueva York como escenario, sino por el pulso con el que está narrada esta especie de caída urbana a los infiernos del protagonista. La desordenada vida de Lenny es registrada sin juicios morales, aunque el espectador no puede más que quedar aterrorizado ante la idiotez con la que actúa del personaje, capaz de darle pastillas somníferas a su pareja de hijos, entre otras lindezas. Go Get Some Rosemary es una crónica desencantada sobre lo que quedó de ese undreground
neoyorquino del que proviene. Abel Ferrara hace un cameo como vagabundo violento, los hijos gemelos de Lenny son los hijos, en la vida real, de Lee Ranaldo de Sonic Youth, y Ronald Bronstein y su look podría ser un trasunto estético de Jarmusch. Personajes que en menor o mayor medida han contribuido en la creación del mito y que aparecen o bien aburguesados, por una parte, o bien a la deriva.
trash Humpers (Harmony Korine, 2009)
El enfant terrible del indie norteamericano regresó al certamen donde años ha paseaba sin poder aguantarse de pie. Esta vez se le homenajeaba con una retrospectiva, a la que acompañaba el estreno de su último trabajo, trash Humpers, una oda a la fealdad que poseyó el dudoso honor de ser también la que menos gustó. Probablemente ese debía ser el objetivo de un trabajo que sigue a tres
personajes tapados con caretas que se dedican a follar containers de basura, árboles, robar coches, beber hasta casi morir (o matar) y raptar niños. El reverso del sueño americano en todo su tenebroso potencial. Pese a que Korine no crea que haya una intención de denuncia en esta obra, no cabe duda de esa búsqueda de cierta poesía en la maldad, lo erróneo o lo marginal responde a una política antes que transgresora, de evidencia. Korine no acusa, sino muestra. Y lo que podría parecer una mala broma,
a muchos les pareció, se revela como un ejercicio necesario en torno al potencial de la reversibilidad de la imagen digital. El uso del VHS como formato, una especie de capricho tecnológico, según explicó el director en la rueda de prensa, en vez de una cámara digital le otorga fealdad estética, pero no supone un paso atrás. Todo lo contrario, ante el camino cada vez más pulcro del digital, Korine nos recuerda que la imagen electrónica es el espacio donde se vindican los juguetes rotos (o perversos) resultantes del exceso de celuloide bienintencionado. 13 Most Beautiful… Songs for Andy Warhol’s Screen Tests by Dean & Britta
El otrora miembro de Galaxie 500 y de Luna, Dean Wareheim, se dejó caer junto a Britta Philipps en el escenario de la Laboral para mostrar su trabajo sobre los famosos screen tests de Andy Warhol, rodados entre 1964 y 1966 a gente como Nico, Dennis Hopper, Lou Reed o Ann Buchanan, el célebre screen test en el que Buchanan no pestañea en ninguno de los cuatro minutos en que es filmada, mientras, ya hacia el final, se le escapan un par de lagrimas de sus ojos impertérritos.
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Así dio inicio el concierto, una iniciativa que surgió del Museo de Andy Warhol en Nueva York, y del que la pareja ha seleccionado trece de más de cien screen test. filmados originalmente en silencio y plano estático, con cámara de 16 mm en blanco y negro, Warhol retrata rostros en toda su fuerza icónica, llamados, como fueron, a cobrar vida en la posteridad. Dean & Britta, así pues, musicaron estas caras llenas de contraste a partir de un setlist que incluyó tanto temas propios como ajenos: piezas más latentes, como las dedicadas a Freddy Herko, Incandescent Innocent, y a la citada Ann Buchanan, Ann Buchanan Theme; hasta más intensas como It Don´t Rain In Beverly Hills, de los neoyorquinos Tadpoles, para Eddie Sedgwick; el instrumental de Luna Herringbone Tweed para Dennis Hooper; Not A Young Man Anymore de The Velvet Underground para Lou Reed; y la emotiva I ´ll Keep it With Mine, la canción que Bob Dylan le regaló a Nico para su debut Chelsea Girls.
Palmarés: - Mejor Película: La pivellina de Tizza Covi y Rainer Frimmel (Italia/Austria) - Mejor Director: Lynn Shelton por Humpday (Estados Unidos) - Mejor Actriz: Patricia Gerardi por La pivellina (Italia/Austria) - Mejor Actor: Mark Duplass y Joshua Leonard por Humpday (Estados Unidos) - Premio Especial del Jurado: Le roi de l’evasión de Alain Guiraudie (Francia) - Mejor Guión: Philippe Lioret, Emmanuel Courcol y Olivier Adam por Welcome (Francia) - Premio “Gil Parrondo” a la Mejor Dirección Artística: Gustavo Ramírez por Mal día para pescar (España/Uruguay) - Premio FIPRESCI: Francesca de Bobby Panescu (Rumanía)
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