No se cómo definir, ni analizar todo lo que ha ocurrido hoy. Desde que abrí la puerta de mi despacho y la vi allí, de pie, frente a mí, enfundada en ese vestido. Su pelo rubio recogido en un simple moño como siempre, sus ojos grises escondidos bajo esas horribles gafas. Hasta el instante en que no pude resistir la tentación de alzarla entre mis brazos en ese solitario parking, girando sobre mí mismo. Sujetándola firmemente con mis brazos, bajo sus perfectas nalgas. Si, pude sentirlas perfectamente, pero cuando otra parte de mi reaccionó a ese contacto, supe que si no la soltaba, estaría completamente perdido. Si ella no hubiese roto el contacto de nuestras miradas, se perfectamente que la hubiese besado allí mismo. Gracias a Dios, ella tuvo la cordura que yo no tuve. Porque sé perfectamente, que me la hubiese tirado allí mismo. Tan fácil como alzar su falda, apartar sus minúsculas braguitas, y me hubiese internado en ella de una sola estocada, apoyándola contra mi coche. Solo de pensarlo me he puesto duro como una roca. Estoy solo, sentado en su mesa de la oficina, con una copa de whiskey en mi mano, y pensando en ellas. Sé que con Isabel lograría quitarme de un plumazo a Claire de mi cabeza. Desde que sé que vive en Madrid, me descubro pensando donde estará, con quien. ¿Tendrá novio?. ¿E Isabel?. Ayer cuando vi como la sujetaba ese imbécil, me dieron ganas de partirle la cara. Solo de pensar que la tuvo entre sus brazos, en contra de su voluntad. Cierro los ojos y me recreo recordando los acontecimientos del día.