ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ – COORDINACIÓN ARQUIDIOCESANA DE COMUNICACIONES
ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ COORDINACIÓN ARQUIDIOCESANA DE COMUNICACIONES JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES 8 DE MAYO DEL 2016
SUBSIDIOS PARA SU CELEBRACIÓN 1
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I.
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 50 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Queridos hermanos y hermanas, El Año Santo de la Misericordia nos invita a reflexionar sobre la relación entre la comunicación y la misericordia. En efecto, la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está llamada a vivir la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar. Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. Y si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios. Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la «chispa» que los hace vivos. La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida 2
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y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos
de
las condenas y las venganzas, que
siguen
enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación. Quisiera, por tanto, invitar a las personas de buena voluntad a descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Todos sabemos en qué modo las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse. Esto vale también para las relaciones entre los pueblos. En todos estos casos la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar,
como
tan
elocuentemente
expresó
Shakespeare:
«La
misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe» (El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I). Es deseable que también el lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Hago un
llamamiento
sobre
todo
a
cuantos
tienen
responsabilidades
institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos, así como la oportunidad de realizar una paz duradera. «Bienaventurados los 3
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misericordiosos,
porque
ellos
alcanzarán
misericordia.
[…]
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,7.9). Cómo desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servicio de pastores de la Iglesia, nunca expresara el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humillara a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio. Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores
de
los
justos.
Nosotros
podemos
y
debemos
juzgar
situaciones de pecado – violencia, corrupción, explotación, etc. –, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca,
denunciando
la
maldad
y
la
injusticia
de
ciertos
comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído. El evangelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Esta verdad es, en definitiva, Cristo mismo, cuya dulce misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor
(cf. Ef
4,15).
Sólo
palabras
pronunciadas
con
amor
y
acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa. Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la misericordia es injustificadamente idealista o excesivamente indulgente. Pero probemos a reflexionar sobre nuestras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capacidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nunca está condicionado por el alcance de los objetivos. La 4
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casa paterna es el lugar donde siempre eres acogido (cf. Lc 15,11-32). Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente. Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común. Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo. También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa 5
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discusión o un linchamiento moral. Pido que el Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común. La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En
un
mundo
dividido,
fragmentado,
polarizado,
comunicar
con
misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad.
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II. 20 IDEAS DEL MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA 50 JORNADA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES 1. Los gestos comunican y deben expresar ternura […] Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comunicación, lleva a la apertura, no al aislamiento. […] si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios. 2. Los gestos de la Iglesia deben comunicar misericordia […] es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida […] 3. Palabras y gestos que creen puentes La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión […]. Es hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. 4. Puentes físicos y digitales Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. 5. La misericordia es un modo de comunicación […] la misericordia es capaz de activar un nuevo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakespeare: «La misericordia no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe». 6. Misericordia como remedio contra adversidades La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio.
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7. Misericordia como nuevo estilo de comunicación Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. 8. Cristo modelo de comunicación Cristo […] es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor. Sólo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia tocan los corazones de quienes somos pecadores. Palabras y gestos duros y moralistas corren el riesgo hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la libertad, reforzando su sentido de negación y de defensa. 9. La sociedad como una casa o familia Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente. Para esto es fundamental escuchar. 10. Comunicar, compartir, escuchar Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. 11. Escuchar no es ser espectador La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. […] Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. 12. Escuchar como acompañamiento Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común. 13. Escucha como quitarse las sandalias En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla
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14. La escucha como don a pedir Saber escuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo. 15. De qué depende la autenticidad de la comunicación […] los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. 16. La deriva polarizante de las redes sociales Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. 17. El entorno digital como plaza de encuentro El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. 18. La responsabilidad digital sobre el otro También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común. 19. La comunicación como proximidad La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas […] Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximidad». 20. Comunicación y misericordia como consuelo y fiesta El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra.
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II. 50 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES Puntos clave para comprenderla Las Jornadas Mundiales para las Comunicaciones Sociales cumplen 50 años. Esta nueva iniciativa fue propuesta a toda la Iglesia en 1967 por el concilio Vaticano II, en el proemio de la Constitución Pastoral sobre «La Iglesia en el Mundo contemporáneo», manifestando que la Iglesia: «Se siente íntimamente solidaria con el género humano y con su historia». Por este motivo el Concilio llamó la atención de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad sobre el vasto y complejo fenómeno de los modernos instrumentos de comunicación social, tales como la prensa, el cine, la radio y la televisión, que constituyen una de las notas más características de la civilización. En este contexto, el 50 mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tiene por tema: «Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo». Un tema que encierra y cumple una función muy grande en el Año Jubilar de la Misericordia. Reflexionando sobre el mensaje de este año nos encontramos con algunos temas muy importantes que el papa Francisco une a la misericordia. Seguidamente quiero compartir con nuestros lectores y amigos las palabras clave que no debemos olvidar con motivo de la 50 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Son palabras, temas y mensajes que el papa Francisco nos invita a tener muy presentes durante este Año Jubilar de la Misericordia. 1. Palabra y misericordia. Debemos cuidar mucho la manera de dar a conocer lo que decimos y cómo lo decimos. Cada palabra y cada gesto debe expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. Como cristiano, ¿soy consciente de la repercusión de mis palabras y gestos cuando digo y expreso lo que pienso a mi hermano sin pensar el daño que a veces puedo causar? 2. Iglesia y misericordia. Como hijos de Dios estamos llamados a comunicarnos con todos, sin exclusión. Superar la lógica que separa netamente los pecadores de los justos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que 10
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da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la chispa que los hace vivos. Como sacerdote, religioso, religiosa o consagrado, ¿pronuncio palabras con amor y acompañadas de mansedumbre y misericordia para que puedan tocar los corazones de quienes se acercan a buscar el consuelo y el perdón? 3. Política y misericordia. Es un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, para que estén siempre atentos al modo de expresarse cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Se requiere valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. El lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Como político o como persona de una institución, ¿cedo a la tentación de aprovechar las situaciones de error de los hermanos y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio? 4. Somos puentes de misericordia. Descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. ¿Somos en ocasiones puentes o barreras que separan? ¿Quiero ser puente o muralla fronteriza? 5. Familia y misericordia. Debemos considerar la sociedad humana, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevalecer, sino más bien como una casa o una familia, donde la puerta está siempre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente. Las primeras experiencias de relación en el seno de la familia en relación con la misericordia es primordial para luego actuar en la sociedad. En el hogar, ¿enseño y educo a mis hijos en la misericordia? ¿La palabra misericordia es recordada en mi familia? 6. La escucha y la misericordia. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar significa prestar atención, tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. ¿Somos sordos ante el diálogo de otro, me intereso y me preocupo por que el otro sufriente me esta comentando? 11
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7. Tecnología y misericordia. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. ¿Desde nuestros perfiles sociales y páginas web, somos responsables con el otro que no vemos pero que es real? 8. Comunicación y proximidad. El encuentro entre la comunicación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado ¿comunico con misericordia la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad? Confío que estos ocho puntos que nos recuerda el papa Francisco en su mensaje de este año, con los interrogantes que sugiero, nos ayuden a profundizar nuestra forma de comunicarnos con los demás, en todos los ámbitos pastorales y sociales en los que nos movemos, para que podamos alcanzar siempre con el otro un encuentro fecundo lleno de misericordia. P. Juan Carlos Pinto Revista Cooperador Paulino
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SUBSIDIOS LITÚRGICOS Monición de entrada El jueves pasado se cumplieron cuarenta días desde el domingo de Pascua. Durante ese tiempo Jesús resucitado se encontró con los suyos, mostrándoles la verdad de la Resurrección, y llenándolos de alegría al contemplar sus manos traspasadas, huella de un amor apasionado que, pasando por la muerte, la venció. A los cuarenta días el Señor Jesús subió al cielo, y es lo que celebramos este domingo, reunidos en familia, congregados como Iglesia, en la espera del Espíritu Santo. Además, desde hace cincuenta años en esta solemnidad de la Ascensión celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, un día para fijarnos en este tema tan importante, el de ser una Iglesia que comunique la buena noticia de Jesucristo. El papa Francisco nos invita a ver juntas la comunicación y la misericordia, sabiendo que su encuentro es fecundo. Abrámonos a la acción del Señor, que en esta eucaristía nos llama a la más alta comunicación: la comunión con Él, nuestro único Salvador.
Monición final Nosotros escuchamos hoy, como lo hicieron aquellos apóstoles de Jesús, las palabras de los ángeles: «¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse». Salimos de la eucaristía, que es lo más cercano que tenemos al cielo, y volvemos a nuestra realidad, llamados a ser testigos del Señor Jesús. Que con toda nuestra vida comuniquemos lo que verdaderamente nos da sentido. Invoquemos todos los días al Espíritu Santo, hasta que nos volvamos a reunir, dentro de una semana, para celebrar su gran fiesta, Pentecostés
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ORACIÓN DE LOS FIELES PRESIDENTE: El Señor Jesús, resucitado y glorioso, ha ascendido al cielo entre aclamaciones, al son de trompetas. Tenemos, por tanto, un buen mediador a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros. No se ha olvidado de su Iglesia, y por eso podemos presentarle con confianza nuestras súplicas y nuestras necesidades en esta solemnidad de la Ascensión. 1. Por la Iglesia y por todos los que, cada uno con nuestra vocación particular, hemos recibido el encargo de ser testigos de Cristo, para que nos dejemos guiar por Él y, fieles a esta misión, nos acerquemos con misericordia y con ternura a todos. Roguemos al Señor. 2. Por todos los que tienen autoridad, y por el mundo de la política y de la diplomacia, para que su lenguaje se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Roguemos al Señor. 3. Por todos los que en el mundo sufren la pobreza, la injusticia, la marginación, la persecución o cualquier tipo de violencia; por los enfermos, los deprimidos y los encarcelados... para que encuentren en Jesús y en su Iglesia la verdad que nos hace libres. Roguemos al Señor. 4. Por todas las situaciones de ruptura y de enfrentamiento, para que el ejercicio de la misericordia pueda sanar las relaciones dañadas y vuelva a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Roguemos al Señor. 5. Por los profesionales de los medios de comunicación, para que redescubran la grandeza de su trabajo, sean responsables y fieles a los principios morales, y puedan hacerlo con libertad y seguridad. Roguemos al Señor. 6. Por los medios de comunicación de nuestra Iglesia, para que sirvan para comunicar con todos, sin excluir a nadie, acercándose a todas las situaciones con misericordia. Roguemos al Señor. 7. Por todos nosotros, especialmente por los más pequeños de nuestras comunidades y familias, para que, como consumidores y también creadores de los medios de comunicación, seamos críticos y honrados, creativos y creyentes. Roguemos al Señor. 14
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PRESIDENTE Señor Jesús, escucha nuestra oración, Tú que, resucitado, subiste al cielo y estás con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA Cada vez utilizamos más aparatos para nuestra vida diaria. Y, aunque nos los presentan como si fueran cada vez más fáciles de utilizar, casi siempre necesitamos unas buenas instrucciones (sobre todo cuando tenemos a partir de una cierta edad). Cuando miramos a nuestro alrededor, como creyentes, y vemos lo que hace la Iglesia, o lo que se dice en la televisión, en la radio, en la prensa, en Internet... de lo que hace la Iglesia, podemos pensar que necesitamos un «manual de instrucciones». ¿La Iglesia está haciendo lo que tiene que hacer? ¿O se está equivocando? ¿Los católicos debemos aferrarnos a algunas cuestiones que no pueden cambiarse o, por el contrario, tenemos que «ponernos al día» y cambiar todo según las circunstancias de la vida? Lucas nos ha contado en la primera lectura que Jesús «dio instrucciones a los apóstoles que había escogido». Y estas instrucciones no necesitan un grueso volumen para leerse y difundirse. Son muy sencillas, y el Señor las resumió con una expresión: «ser mis testigos». Ésta es la tarea de la Iglesia. Ésta es la tarea de cada uno de nosotros, bautizados, seguidores de Cristo. Ser sus testigos significa hacer lo mismo que Cristo hizo. Algo que, por cierto, también nos lo resumió Él, cuando dijo en su Ascensión: predicar «la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos». A todos los pueblos. A todo el mundo. Ésa es nuestra misión: conseguir que cada persona pueda encontrarse con el Señor Jesús, facilitar este acontecimiento que puede cambiar radicalmente la vida. Somos testigos de alguien vivo, muy vivo, que es la Vida de los hombres. Y la mejor respuesta, en libertad, al encuentro con Él, es la conversión. Sabiendo que, por su parte, nos espera la misericordia, el perdón de los pecados. Cuántas situaciones de tristeza y angustia a nuestro alrededor. Cuántas injusticias. Cuánta oscuridad en un mundo que tantas veces no mejora, sino que va a peor. Y al celebrar la Ascensión del Señor puede parecernos que Cristo se desentiende de nosotros. Y no, nada de eso. Su presencia queda garantizada por su «representante», el Paráclito que había prometido, el Espíritu Santo. ¡Es un regalo! Y su presencia queda garantizada también por la Iglesia, su sacramento de salvación, también su «representante», aunque tenga sus defectos –nuestros pecados–. ¡Es una responsabilidad! Y en esta doble dimensión de regalo y responsabilidad, de don y tarea, vivimos nosotros nuestra fe.
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En este Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el papa Francisco nos llama a recordar que «la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está llamada a vivir la misericordia como rasgo distintivo de todo su ser y actuar», tal como lo señala en su mensaje para esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Pero no pensemos sólo en las personas que se dedican a la comunicación en la Iglesia. No echemos globos al aire pensando que esto es cosa de los obispos, sacerdotes, diáconos, catequistas, profesores de Religión, quienes llevan nuestros programas diocesanos de radio, las revistas, las redes sociales... Cada uno de nosotros somos comunicadores, porque nuestra fe implica «ser sus testigos», los testigos del Señor Jesús. Como nos dice también el papa Francisco, «si nuestro corazón y nuestros gestos están animados por la caridad, por el amor divino, nuestra comunicación será portadora de la fuerza de Dios». Comuniquemos la misericordia de Dios. Pero para comunicarla, hay que vivirla. No sólo reflexionarla, pensarla, darle vueltas... no. ¡Vivirla! Y ojo: no hay mejor momento para ello que el que estamos viviendo ahora mismo: la eucaristía, la Misa. Es Cristo quien nos ha hablado en la primera parte de nuestra celebración del domingo. Es Cristo quien se nos dará, entero, en persona, sobre el altar, dentro de unos minutos. Un Dios que nos quiere tanto, un Dios que es pura misericordia... y de quien podemos aprender esa misericordia. Dejémonos llenar hoy y aquí de su amor. Renovemos nuestro compromiso de ser sus testigos, e invoquemos al Espíritu Santo, que nos dará las fuerzas que necesitamos: Ven, Espíritu Santo, y llena nuestros corazones, enciende nuestra vida, aumenta nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.
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