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Clemente Castañeda

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Nancy de la Sierra

Nancy de la Sierra

Columnistas ALONSO BERNARDO TAMEZ

Enseñemos la transición democrática de México en las escuelas

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Alonso Bernardo Tamez Vélez

Me topé con el libro de “Formación Cívica y Ética” para cuarto año de primaria (2021) que edita la SEP. En las páginas 114 a 139 se explica el concepto “democracia” con lenguaje simple y dinámicas para hacer en grupos. Asimismo, se abordan las características formales del gobierno de México (representativo, democrático, federal); las elecciones como método para resolver problemas públicos; la tolerancia a visiones distintas; y los peligros del poder concentrado. Todo muy bien, pero hay una omisión crucial.

HACE UNOS AÑOS asistí a la presentación del libro de José Woldenberg, “Cartas a una joven desencantada con la democracia” (Sexto Piso, 2017). Ese mismo día comencé la serie de cartas entre el académico y la joven ficticia. El ex Consejero Presidente del extinto IFE busca que los jóvenes—quienes no vivieron bajo el sistema de partido cuasihegemónico—se familiaricen con lo que fue la transición democrática, para que sea entendida, valorada y protegida.

El autor sostiene que hubo un déficit de “pedagogía social” con respecto al camino que ciudadanos, políticos e instituciones emprendieron para que México llegara a ser la joven democracia que es hoy. Caso contrario, por ejemplo, al de España y su transición iniciada en 1975 tras la muerte de Franco, donde, para bien o para mal, el grueso del espectro político reconoce que se desmontó un régimen unipartidista, para dar paso al pluralismo competitivo.

El libro de la SEP tiene virtudes, pero cae en el error que señala Woldenberg: no se explica la evolución del sistema político; es decir, cómo pasó de ser casi unipartidista a mediados del siglo XX, a una compleja democracia a finales del mismo. Y todo, sin degenerar en violencia generalizada o guerra civil.

Con lenguaje simplificado es posible. Se puede explicar cómo un partido (el PRI) fue fundado por los “ganadores” de la Revolución en 1929; porqué y cómo excluyeron de la competencia a otros; cómo actuó la oposición; a lo que llegó el partido en cuestión para conservar el poder; como ese mismo partido comenzó progresivamente a abrir el sistema (con el apoyo en ocasiones del PAN y, después, del PRD) en aras de la estabilidad nacional; y cómo el poder federal cambió de manos pacíficamente en el 2000.

Con todos sus problemas, nuestra transición fue relativamente suave porque fue progresiva; el proceso se basó en reformas legales a lo largo de cuatro décadas. Pero si los más jóvenes no saben de dónde venimos, pueden dar por sentada la siempre frágil democracia. Y con esa poca valoración suele venir la apatía, el descuido y el colapso.

Enseñar la transición mexicana con toda su gama de grises, errores y aciertos de todos los partidos, incluido el propio PRI, sería la mejor forma de refutar lo que llamó el “negacionismo de la transición”: una postura de parte del morenismo que niega los avances democráticos de antes del 2018, borrarando así el esfuerzo de décadas de miles de mexicanos. Nuestra juventud debe conocer la verdad; no cuentos de “buenos” contra “malos”.

HISTORIAL DE ALONSO

(2010-2015)

Licenciado en Mercadotecnia, Universidad Iberoamericana, CDMX

(2018)

Curso de Verano: Historia y Relaciones Internacionales, El Colegio de México

(2018-2019)

Maestro en Comunicación Política, Universidad de Glasgow, Reino Unido

(2020-2021)

Maestro en Ciencia Política, London School of Economics, Reino Unido

PARA MÁS INFORMACIÓN:

@AlonsoTamez @AlonsoTamez1 Alonso Tamez

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