90 años de La Revolución Rusa Felipe Alegría y Antonio Chacón
90 años de La Revolución Rusa
Felipe Alegría y Antonio Chacón
90 años de La Revolución Rusa
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90 años de La Revolución Rusa © Felipe Alegría y Antonio Chacón
© Corriente Roja Publicaciones
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“ Hay que soñar, pero con la condición de creer en nuestro sueño, de observar con atención la vida real, de confrontar la observación con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestras fantasías. Sueños, cree en ellos” Lenin
Sumario Introducción
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El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y el bolchevismo
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Rusia y sus contradicciones
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El Partido Bolchevique
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Las fuerzas políticas
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1905: el debate sobre las lecciones de la Revolución
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Las consecuencias políticas de la Revolución de 1905
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El problema de los Soviets
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El debate sobre el carácter de la revolución
23
1914: La Guerra imperialista
27
1917: La revolución: entre febrero y octubre
29
La revolución de Febrero
29
Los Soviets
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El regreso de Lenin y las Tesis de Abril
34
Las jornadas de abril
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Mayo: Mencheviques y Social-Revolucionarios (SR) entran en el gobierno
38
Junio: midiendo fuerzas
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Julio: la experiencia con el gobierno provisional
43
Agosto: el golpe de Kornilov
47
Septiembre: el giro
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La Conferencia Democrática y el Pre-Parlamento
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Las condiciones para la insurrección
56
Octubre: la preparación para tomar el poder
59
La insurrección
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La estrategia de los bolcheviques
69
La revolución mundial
70
La construcción del Estado Obrero
74
La lucha contra la opresión
74
Las primeras medidas
76
La paz de Brest
77
La Guerra Civil
83
Del “Comunismo de Guerra” a la Nueva Economía Política (NEP)
89
La NEP
96
La muerte de Lenin
100
La lucha contra la burocracia
101
La crisis de la NEP
102
La Oposición de Izquierda y la derrota de la revolución alemana
103
La Oposición Unificada y la derrota de la revolución china
109
La victoria de la contrarrevolución burocrática
114
Síntesis y polémicas
117
Bibliografía
122
90 años de la Revolución Rusa
Introducción
Reproducimos en esta edición el presente trabajo sobre la Revolución de Octubre realizado por los compañeros del PSTU brasileño. Este texto, no sustituye el estudio de obras como la Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky o textos como El Partido Bolchevique de Pierre Broué. La pretensión del trabajo es mas sencilla: ordenar y sintetizar los elementos fundamentales de la historia del Partido Bolchevique y los principales acontecimientos que van desde febrero a octubre de 1917 y desde de la toma del poder hasta la culminación de la degeneración burocrática. Esta publicación es nuestro homenaje a la revolución de Octubre, que sigue siendo la principal fuente de inspiración de la política revolucionaria. Es nuestro homenaje al partido de Lenin y Trotsky, el artífice de aquella gesta. Si este trabajo sirve para acercar las nuevas generaciones a la experiencia de Octubre, nos damos por muy satisfechos.
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El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y el Bolchevismo
Rusia y sus contradicciones Antes de iniciar la discusión sobre la formación del partido bolchevique, analizaremos brevemente las condiciones sociales y políticas en las que se construyó este partido. En el capítulo I de la Historia de la Revolución Rusa, Las particularidades del desarrollo de Rusia, Trotsky nos ofrece un panorama para entender cuáles eran las principales contradicciones que asolaban Rusia. Decía: “El trazo fundamental y más constante de la historia de Rusia es el carácter retrasado de su desarrollo, con el retraso económico, el primitivismo de las formas sociales y el bajo nivel de la cultura que es su consecuencia obligatoria”. Y añadía: “mientras que hasta el momento mismo de estallar la revolución, la agricultura se mantenía, con pequeñas excepciones, casi en el mismo nivel del siglo XVII, la industria en lo que respecta a la técnica y a la estructura capitalista, está al nivel de los países más avanzados”. A pesar de sus trazos medievales, Rusia era un país capitalista atrasado desde el punto de vista económico e inserto en el mercado mundial dominado por el imperialismo, a través de grandes industrias fundamentalmente oriundas de capitales extranjeros. Desde el punto de vista económico era una semicolonia del imperialismo, pero el imperio zarista, también oprimía a diferentes nacionalidades, además de servir de carne de cañón para los intereses de la contrarrevolución burguesa en Europa. Así, las relaciones semifeudales en el campo, un proletariado altamente concentrado, una burguesía débil y dependiente de un Estado autocrático y opresor y un imperio decadente que sometía otras nacionalidades, formaban los principales trazos de Rusia en el período prerrevolucionario.
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El Partido Bolchevique Los rusos practicaban una economía retrasada para las pautas de la Europa occidental de la época. Entre el 40 y el 50% de los campesinos producían menos de lo que necesitaban para sobrevivir. Los campesinos ricos, llamados kulaks, eran el 12% del campesinado y poseían cerca del 25% de las tierras. La clase obrera rusa era proporcionalmente reducida en número: 10.000.000. Sin embargo, la industria rusa estaba al mismo nivel que las industrias de los países desarrollados. Trotsky señala en La Historia de la Revolución Rusa cómo la proporción de trabajadores en empresas con más 1.000 obreros era de cerca del 41,4%, mientras en los Estados Unidos de América era del 17,8%. Si considerásemos las regiones industriales, la proporción subía al 44,4% en Petrogrado y al 57,3% en Moscú. La oligarquía financiera (fusión del capital industrial con el capital bancario) controlaba la industria y estaba estrechamente vinculada a los grandes grupos imperialistas, sobre todo franceses, ingleses, belgas y alemanes. Trotsky estimaba (Historia de la Revolución Rusa) que el 40% del el capital invertido en Rusia pertenecería a extranjeros. Esos capitalistas extranjeros no tenían ningún interés en realizar cambios políticos en Rusia, de donde obtenían cuantiosos beneficios. Al contrario, la oligarquía financiera era aliada de la aristocracia rural del país, vale decir, de la nobleza: el Zar Nicolás II, príncipes, condes, barones, duques, etc., que controlaban el poder político, a través de un gobierno despótico oriental . Para que Rusia pudiese alcanzar un desarrollo económico mayor y se modernizase, tendría que adoptar medidas profundas que permitiesen el surgimiento de un mercado interno fuerte que, a su vez, abriese camino para un mayor desarrollo industrial. En la lógica capitalista, una industria fuerte y competitiva frente a las europeas sólo podría nacer de cambios drásticos en el campo, como la desapropiación de las tierras de los nobles y la supresión de las pesadas cargas impuestas por estos a los campesinos. Pero eso no interesaba a los imperialistas, que además de socios de los nobles y de la burguesía local, guardaban y querían mantener una relación con Rusia del tipo de metrópoli rica para colonia sin industria nacional. Como clase totalmente dependiente del imperialismo y de la aristocracia, la burguesía rusa era una clase incapaz de realizar las tareas democráticas y de independencia nacional que las burguesías de las naciones desarrolladas de Europa occidental ya habían realizado hacía más de 100 años en el 13
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caso francés e inglés y hacía varias décadas en el alemán. Por lo demás, la burguesía rusa se resistía a arrastrar detrás de sí al proletariado y al campesinado en una revolución contra la nobleza, porque esa lucha fatalmente cuestionaría la propia propiedad burguesa, su propiedad. Lo anterior nos permite hacer una analogía en relación con las tareas de independencia nacional, traducidas para nuestros días en el no pago de la deuda externa y en la ruptura con el imperialismo y con sus organismos políticos y económicos, tales como la ONU o el FMI: Las características estructurales de la burguesía rusa del inicio del siglo XX se asemejan a las de la actual burguesía brasileña y las burguesías latinoamericanas en general, que también son dependientes por completo del imperialismo y no darán paso alguno en el sentido de alcanzar su independencia, sobre todo frente al imperialismo norteamericano, y temen igualmente que el proletariado, en una eventual lucha revolucionaria, les arrebate la propiedad.
Las fuerzas políticas La burguesía liberal rusa era muy frágil en términos políticos precisamente porque la economía, sobre todo la industria nacional, estaba poco desarrollada. El partido de los liberales, el Partido Constitucional Demócrata, llamado Kadete –debido a las iniciales del nombre de la organización en ruso- era dirigido por el historiador Miliukov. Los kadetes reivindicaban el establecimiento de límites al absolutismo monárquico y la liberalización del régimen ruso por vías pacíficas. No apoyaban las reivindicaciones de los obreros ni las de los campesinos y acabaron aliándose a los nobles en la Revolución obrera de 1905 así como en las de 1917. Las fuerzas del movimiento de masas estaban divididas de la siguiente manera: 1. En el inicio del siglo el principal núcleo revolucionario en Rusia estaba constituido por los narodniki, o populistas. Consideraban a los campesinos como la fuerza motriz de la revolución y al mir, la comuna rural, el embrión de la futura sociedad, la base sobre la que se desarrollaría el socialismo. Odiaban el capitalismo porque la industrialización destruía los fundamentos del mir y entendían que Rusia podría saltar directamente del feudalismo al socialismo, sin pasar por la fase capitalista. 2. Originario del movimiento narodniki, Plekanov, así como otros fundadores de la socialdemocracia rusa, abogaban por la necesidad del desarrollo del 14
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capitalismo en Rusia, constituyendo una ruptura de un sector de los narodniki que se adhiere al socialismo científico. 3. En este período de consolidación de núcleos marxistas, se habían escritos muchos artículos y polémicas contra la visión de los populistas. Queremos destacar dos trabajos, el primero, ¿Quiénes son los amigos del pueblo? de 1894, de un joven de 24 años llamado Vladimir Ilich Ulianov, que más tarde escribiría El desarrollo del capitalismo en Rusia, concluida en 1899, cuando todavía se encontraba en la cárcel en Siberia. 4. El Partido Socialista Revolucionario nació bajo el impulso de militantes narodniki al inicio del siglo XX y fue su sucesor, ya que mantuvo la esperanza en la insurrección campesina y siguió alimentando el terrorismo político. A despecho de eso, bajo la presión de la Revolución de 1905, los socialistasrevolucionarios (SR) reconocían la vocación revolucionaria de la clase obrera. Proponían, en su programa, la construcción de un socialismo basado en la pequeña propiedad (una versión del socialismo utópico). Abogaban por la reapropiación de las tierras de la nobleza y su distribución entre el pueblo. Era un programa democrático-revolucionario. Se ganaron la simpatía de la intelectualidad y de la pequeña burguesía y construyeron una importante base social en el campo. 5. La organización del proletariado ruso, como no podía ser de otra forma, acompañaba el desarrollo tardío de la industria en el país. El primer grupo marxista ruso (La Emancipación del Trabajo) surgió en 1881 y fue fundado por Plekanov. Ese revolucionario tradujo las principales obras de Marx y Engels al ruso. Sostenía que la clase obrera, debido a su concentración en las regiones industriales y a sus condiciones de trabajo, sobre todo a la necesidad de cooperación que caracteriza el trabajo en la fábrica, tenía a su favor la oportunidad de alcanzar una conciencia de clase así como una organización más grande que las permitidas a los campesinos y a la pequeña burguesía. Por ello, movilizada políticamente, la clase obrera arrastraría atrás de sí el campesinado. Afirmaba que era necesario que Rusia pasase por un período de capitalismo industrial y de desarrollo de las fuerzas productivas (de aumento numérico de la clase obrera en particular), como una etapa indispensable, antes de llegar al socialismo (es lo que se llama etapismo). Plekanov también atacó sin piedad la concepción de acción individual terrorista de los narodniki y socialistas-revolucionarios, afirmando que los revolucionarios solamente podrían cumplir un papel decisivo cuando esa acción fuese desarrollada acompañando el desarrollo de las fuerzas económicas y sociales. A pesar de la importancia de las polémicas levantadas por el grupo marxista, a diferencia de los principales países europeos, en Rusia no había todavía 15
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un partido nacional. Esos partidos nacionales socialdemócratas eran un modelo y un objetivo a alcanzar para los revolucionarios rusos. Poco después, en 1898, se reúne el “I Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso”. Redacta los estatutos y un manifiesto del POSDR y elige a tres de entre ellos para componer un Comité Central. Los nueve delegados fueron apresados casi inmediatamente tras el Congreso. A pesar de ello y de que la nueva organización no llegara a funcionar de hecho, muchos grupos políticos en Rusia reivindicaban ese Partido. Así, el I Congreso no consiguió cumplir con su tarea de unificación de los distintos grupos y mucho menos establecer un centro de conexión entre las diversas organizaciones locales, el periódico del partido no pasó del primer número. Ante las dificultades de formar el Partido en el interior de Rusia, un grupo de intelectuales exiliados decide organizar en el exterior, a salvo de la represión, una organización política y editar un periódico que sería distribuido en Rusia por intermedio de una red clandestina. Se reúnen para ello Plekanov, Vera Zasúlich, Axelrod, más viejos, y Lenin y Martov, más jóvenes y recién salidos de cárceles de Siberia. El 24 de diciembre de 1901 aparece en Stuttgart (Alemania) el primer ejemplar del periódico Iskra (Chispa). Aspiraban a organizar a la clase obrera y ayudar a los diferentes grupos en Rusia a unirse y construir el soñado partido nacional. El objetivo de la publicación también era ofrecer a los grupos clandestinos un programa y un plan de acción. Krupskaya, compañera de Lenin, se responsabilizó por la difusión del Iskra dentro de las fronteras de Rusia. Después del I Congreso podemos afirmar que se inicia una nueva fase en la organización de los socialdemócratas rusos, hasta el congreso de 1903. Este período se confunde con la figura de Lenin y las batallas políticas en el interior del movimiento. En 1898, todavía en su exilio siberiano, sale a la luz un folleto (editado en Ginebra) Las tareas de los socialdemócratas rusos, donde Lenin esboza por primera vez las ideas centrales que después desarrollará mas tarde. Habla de la propaganda “de las doctrinas del socialismo científico” y de “la tarea histórica de la socialdemocracia internacional y de la clase obrera rusa.” Llama a los socialistas a “fundir toda su actividad con los problemas prácticos, cotidianos de la vida obrera, ayudar a los trabajadores a orientarse en estos problemas, dirigir la atención del proletariado hacia los abusos más importantes de que son objeto, ayudarlo a formular más exacta y prácticamente sus reivindicaciones a los patronos, desarrollar en 16
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los obreros la conciencia de su solidaridad, la conciencia de la comunidad de intereses y de causa de todos los obreros rusos como clase obrera única, que integra el ejercito mundial del proletariado.” Para ello, defendía la “organización de círculos entre los obreros, el establecimiento de relaciones regulares y conspirativas1 entre ellos y el grupo central de los socialdemócratas, la edición y difusión de la literatura obrera, la organización y el envío de correspondencia de todos los centros obreros, la edición de volantes y panfletos de agitación y su difusión y preparación de un contingente de agitadores experimentados.” Todos veían el Iskra simplemente como un periódico revolucionario de lucha contra el zarismo. Lenin, sin embargo, tenía otra idea: para él el periódico sustituiría la antigua bomba narodniki, serviría como arma, vehículo de agitación y organización, a manos de un grupo de militantes dedicados exclusivamente a la causa del socialismo. En junio de 1901, después de fracasar en sus intentos de ganar a la corriente de los llamados economicistas, inició la polémica abierta y publicó el ¿Qué hacer?.En esa obra fundamental, Lenin combate a los socialistas llamados “economicistas”. Aparentemente polemiza tan sólo con los economicistas, que afirmaban que el capitalismo todavía no se había desarrollado mínimamente en el país, que la clase obrera debía limitarse a llevar adelante la lucha por sus reivindicaciones económicas y apoyar políticamente a los liberales y que, por lo tanto, la construcción de un partido obrero no tenía ningún sentido. La publicación de ¿Qué hacer? no suscitó de inmediato diferencias entre los Iskristas, principales organizadores del II Congreso del partido de 1903, dos años después de la publicación de la obra de Lenin. Sin embargo, como veremos, los presupuestos adoptados en esta obra fueron la causa fundamental de la escisión en el seno de la Socialdemocracia rusa. Cuando los economicistas defienden que la lucha por las banderas económicas, es decir, la lucha estrictamente sindical, es la tarea fundamental de la socialdemocracia, todos los Iskristas se unen para afirmar la necesidad de la lucha política. Pero la respuesta de Lenin en la lucha contra el “sindicalismo”, lleva un matiz propio: en la lucha contra la autocracia zarista era necesario hacer alianzas, pero con la condición de que “los socialistas tengan amplias posibilidades de revelar a los obreros el antagonismo irreconciliable entre sus intereses y los de la burguesía”. 1
Imprescindible para el trabajo clandestino bajo el zarismo. 17
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Para Lenin era imposible que automáticamente, es decir, a través de las luchas sindicales, los obreros llegasen a la conciencia socialista. La política de los “economicistas” produciría sólo la dependencia política del proletariado respecto al partido de la burguesía. La necesidad del partido tenía un significado estratégico para la revolución. No era solamente la expresión de la independencia de clase, sino la forma en que el programa se concretaba, pues al final la concepción sindicalista acaba “plegándose a la teoría de la atenuación de las contradicciones sociales, proclamando que es absurda la idea de la revolución social y de la dictadura del proletariado, reduciendo el movimiento obrero y la lucha de clases a un tradeunionismo estrecho y a la lucha realista por reformas pequeñas y graduales.” De esta forma, Lenin marcaba claramente las diferencias. No había espacio para posiciones ambiguas: su concepción de partido se basaba por tanto en las tareas que debe enfrentar el proletariado en la revolución. De ahí la importancia de la teoría: “Sin teoría revolucionaria no puede existir movimiento revolucionario. Nunca se insistirá bastante sobre esta idea en un momento en que a la prédica de moda del oportunismo se une el entusiasmo por las formas más mezquinas de la actividad práctica.” Por ello insistía en que “sólo los miopes pueden juzgar inoportunas o superfluas las discusiones entre las fracciones y la delimitación rigurosa de los matices. (…) Todo lo que sea postrarse ante el movimiento espontáneo, todo lo que sea rebajar la importancia del elemento consciente, la importancia de la socialdemocracia, equivale –independientemente de la intención con la que se hace- a fortalecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros.”, Sin despreciar ninguna acción de las masas por mínima que fuera, desde la lucha sindical hasta la lucha más general, Lenin resaltaba la importancia del partido como el factor consciente en la lucha por el socialismo. Así, cuanto más poderoso sea el impulso espontáneo de las masas, de forma que se transforme en ascenso generalizado “tanto más rápidamente aumentará la necesidad de una consciencia elevada, ya sea en el trabajo teórico… ya sea en el terreno político y de organización.” Así el valor de la teoría y del elemento consciente se vuelve indispensable para la comprensión del papel del partido en el proceso revolucionario. Para ello el partido debía tener fronteras claras y delimitadas, no podía confundirse con la clase en su conjunto. Era una parte de ella, pero desarrollaba la agitación política, la propaganda y la organización revolucionaria, y 18
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solamente los que actuaban de acuerdo con ello podían ser miembros del partido. A éstos Lenin los llamaba revolucionarios profesionales. Y en las condiciones de represión de Rusia, ésta debería ser una organización clandestina, que uniese el trabajo legal con el trabajo ilegal. A partir de estas premisas, Lenin actuó en el segundo congreso del partido, que se realizó entre julio y agosto de 1903, en Bruselas y en Londres. De los 50 delegados sólo 4 eran obreros. Los delegados vinculados al Iskra constituían la mayoría. Se adoptó un programa escrito por Plekanov y Lenin. En él encontramos por primera vez la fórmula “dictadura del proletariado”, siendo “la conquista del poder político por el proletariado, condición indispensable de la revolución social”. Esa formulación obtuvo el consenso de los presentes. Sin embargo, los delegados e incluso el equipo central del Iskra se dividieron al definir quien sería miembro del POSDR (estatuto). A pesar de que las tesis de Lenin tenían la mayoría en el congreso y en el comité de redacción del periódico, posteriormente al congreso Plekanov cedió a las presiones de los mencheviques y Lenin quedó en minoría.
1905: el debate sobre las lecciones de la revolución Sobre la revolución de 1905, queremos abordar solamente los temas fundamentales que luego marcaron el proceso de 1917: los Soviets y el debate sobre el carácter de la revolución. El movimiento huelguístico que se inicia en 1905 chocó con el régimen zarista. Las principales reivindicaciones del conflicto tenían carácter político y democrático: elección de parlamentarios para la asamblea constituyente y concesión de libertades democráticas, además de la jornada de 8 horas de trabajo. Bajo ese punto de vista, la de 1905 fue una revolución burguesa. Por otro lado, la clase obrera fue indiscutiblemente su vanguardia y sus métodos de lucha marcaron la tónica: soviets, huelgas, piquetes, manifestaciones y marchas. Desde ese prisma, la de 1905 fue una revolución obrera. En su libro 1905 Trotsky hace un exhaustivo balance del ensayo revolucionario y de las causas fundamentales de la derrota: “Los patronos decidieron que la “gloriosa” (tal como denominaban ellos a la huelga de octubre) tenía que ser la última y organizaron la Unión antirrevolucionaria del 17 de Octubre. Tenían suficientes razones para 19
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hacerlo. Cada uno de ellos tuvo oportunidad de descubrir en su propia fábrica que los beneficios políticos de la revolución van de la mano de la consolidación de la posición de los obreros contra el capital. Ciertos políticos creen que el problema principal en la lucha por la jornada de ocho horas fue que provocó la división final de la oposición y transformó al capitalismo en una fuerza contrarrevolucionaria. A esos críticos les gustaría poner la energía de clase del proletariado a disposición de la historia sin aceptar las consecuencias de la lucha de clases. No es necesario señalar que la decisión unilateral de la jornada de ocho horas estaba destinada a producir una violenta reacción por parte de los patronos. Sin embargo, es pueril creer que sin esa campaña específica la aproximación de los capitalistas al gobierno bolsista capitalista de Witte no habría ocurrido. La unificación del proletariado como una fuerza revolucionaria independiente que se puso al frente de las masas populares y representó una constante amenaza para el “orden público” era un argumento suficiente en pro de una coalición entre el capitalismo y las autoridades.” Y concluye: “El proletariado no fue derrotado en la insurrección de diciembre y enero por sus propios errores, sino por una razón más real: las bayonetas del ejército campesino.” Como veremos en breve, la contradicción entre el carácter de las banderas de la lucha y su sujeto principal desafió a los mencheviques y a los bolcheviques a posicionarse definitivamente en relación a la revolución socialista.
Las consecuencias políticas de la Revolución de 1905 Los bolcheviques se habían adaptado muy lentamente a las nuevas condiciones de lucha impuestas por la Revolución de 1905. Eran buenos conspiradores, pero no habían sabido volverse agitadores y dirigentes de la multitud con la rapidez que la situación exigía. Por primera vez surgieron soviets (consejos, en ruso), que se desarrollaron por las fábricas y barrios de las grandes ciudades. Fue por medio de esos organismos soviéticos que los obreros organizaron su lucha. Pues bien, los bolcheviques primero se sorprendieron con su aparición y fuerza y después tardaron en comprender que solamente mediante la ampliación de su influencia en dichos consejos podrían dirigir el movimiento revolucionario ruso. Los mencheviques, en cambio, se dejaron arrastrar más fácilmente por la corriente de los acontecimientos y se fundieron con ella. Sin embargo, sólo un joven socialdemócrata desempeñó un papel relevante en los soviets: 20
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Trotsky, que fue Presidente del Soviet de Petrogrado, uno de los centros más importantes de la Revolución. Sin embargo, a pesar de la lentitud del partido, algunas cuestiones destacaron. Tal y como analizó Lenin en su balance del segundo congreso del partido, las diferencias aparentemente banales alrededor del primer artículo de los estatutos –sobre los criterios de militancia y la necesidad de la centralización del partido- cobraron gran importancia en la revolución de 1905. E. H. Carr lo describe así: “el motivo que había originado la ruptura en el segundo congreso produjo la impresión de que, como ambas fracciones habían aprobado de común acuerdo el programa del partido y discordado únicamente a propósito de los estatutos, el conflicto afectaba solamente a la organización y no a la doctrina. Y aunque al principio esto fuese verdad, la brecha se amplió y profundizó rápidamente. (...) Los mencheviques acusaban a los bolcheviques de transgredir el esquema evolucionista marxista al tratar de organizar, mediante un procedimiento conspirativo, una revolución proletaria sin existir las condiciones para su realización, dado que el desarrollo ruso atravesaba en ese momento una etapa burguesa. Por otro lado, los bolcheviques acusaban a los mencheviques de considerar la revolución como “parte del desarrollo histórico” y no como algo que debe ser organizado de manera consciente y que obedece a un plan deliberado. (...) Los bolcheviques eran hombres de acción decididos a organizar la revolución por procedimientos tanto legales como ilegales” La diferencia sobre cómo encarar el papel del partido en la revolución en curso ganaba fuerza con el transcurrir de los acontecimientos de 1905. Los hechos que desencadenaron la revolución condujeron a Lenin a un profundo estudio de las obras militares de Marx y Engels sobre la Comuna de París. Lenin también estudió a fondo una de las más famosas obras sobre el problema militar, De la Guerra, del famoso general prusiano Clausewitz, Dedicó varios artículos a los problemas militares de la Revolución. Pero fue un artículo publicado en febrero de 1905, titulado ¿Debemos organizar la revolución? donde discutió cómo el partido debía organizar y preparar la insurrección, a la vez que definió la diferencia cardinal respecto a cómo los bolcheviques y mencheviques definían su participación en la revolución. Los bolcheviques discutían la necesidad del sujeto político para la revolución –el partido- y consideraban al proletariado como el sujeto social, pero además de esto, también trabajaban la necesidad del sujeto militar. Así, todas las polémicas sobre la concepción del partido cobraban un 21
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sentido profundo y práctico durante la revolución. A la vez que encaraban la revolución como un problema teórico y práctico, los bolcheviques formularon un programa que los diferenciaba claramente de los otros partidos y de la burguesía liberal: a) por una Asamblea Constituyente elegida por todo el pueblo b) por el armamento del pueblo c) por la libertad política d) por la plena libertad para las nacionalidades oprimidas e) por la jornada de 8 horas f) por la organización de comités revolucionarios de campesinos Fueron dos los elementos fundamentales que caracterizaron la posición de la fracción bolchevique. El primero, el papel del partido en el proceso revolucionario. El segundo, la necesidad de movilización del proletariado, al que consideraba como fuerza motriz de la revolución, a pesar del carácter burgués de ésta.
El problema de los soviets La aparición de un tipo de organización obrera distinta de cualquier otra conocida hasta entonces, fue uno de los aspectos más importantes de la revolución de 1905. Tal y como explica Trotsky, presidente del soviet de Petrogrado en ese período: “La historia del Soviet de los Diputados Obreros de San Petersburgo es una historia de cincuenta días. La asamblea constituyente del Soviet se celebró el 13 de octubre y el 3 de diciembre las tropas del gobierno acabaron con una reunión del Soviet.” “A la primera reunión asistieron unas pocas docenas de personas; en la segunda mitad de noviembre el número de diputados se había elevado a 562, incluyendo seis mujeres. Esas personas representaban 147 fábricas y centrales, 34 talleres y 16 sindicatos. El núcleo principal de diputados –351 personas- pertenecía a los trabajadores metalúrgicos, que desempeñaron un papel decisivo en el Soviet. Había 57 diputados de la industria textil, 32 de las industrias de artes gráficas y de papel, 12 de los auxiliares del comercio y 7 de los despachos y del comercio farmacéutico. El comité ejecutivo actuaba como gobierno del Soviet. Se formó el 17 de octubre y 22
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estaba compuesto por 31 personas: 22 diputados y 9 representantes de partidos (6 de las dos fracciones socialdemócratas y 3 de los socialistas revolucionarios).” “¿Cuál era la naturaleza esencial de esa institución que en un plazo tan corto asumió un lugar tan importante dentro de la revolución y dejó la marca del apogeo de su poder?” “El Soviet organizó a las masas trabajadoras, dirigió las huelgas y las manifestaciones políticas, armó a los trabajadores y protegió a la población. También realizaron tareas similares otras organizaciones revolucionarias antes de que se crease el Soviet, así como durante su existencia y también después. Sin embargo, esa tarea no dotó a esas organizaciones de la influencia que se concentró en las manos del Soviet. La clave de esa influencia reposa en el hecho de que el Soviet creció como el órgano natural del proletariado en su lucha inmediata por el poder, tal y como lo determinó el curso real de los acontecimientos. El nombre de “gobierno de los trabajadores”, que por un lado dieron al Soviet los propios obreros y por otro también la prensa revolucionaria, era expresión del hecho de que el Soviet era verdaderamente un embrión de gobierno de los trabajadores. El Soviet representaba el poder en la medida en que el poder estaba asegurado por la potencia revolucionaria de los distritos de la clase obrera y luchaba por el poder en la medida en que el poder todavía permanecía en las manos de la monarquía político-militar.”
El debate sobre el carácter de la revolución La revolución de 1905, aunque tuviese reivindicaciones burguesas –a saber, la elección de una asamblea constituyente y la concesión de libertades democráticas- fue protagonizada centralmente por la clase obrera, que utilizó sus propios medios de lucha (huelgas, piquetes, manifestaciones, bloques, soviets, etc). Esa contradicción exigió de los mencheviques y bolcheviques nuevas explicaciones. A partir de 1903, cuando se realizó el 2º congreso del partido, y sobre todo después de la derrota de la Revolución de 1905, tanto mencheviques como bolcheviques divergían ya sobre la naturaleza del proceso revolucionario que vivieron. Los mencheviques acusaban a los bolcheviques de abandono del marxismo, ya que estos buscaban, utilizando métodos conspirativos, la revolución obrera, cuando las condiciones objetivas sólo permitían una 23
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revolución burguesa. Los bolcheviques denunciaban a sus rivales porque se negaban a preparar y organizar la revolución obrera, postergándola para un futuro lejano. Los mencheviques defendían la idea de que el desarrollo histórico por sí solo conduciría al socialismo después de una serie de etapas sucesivas, por lo que, por ahora, al partido obrero le tocaba el papel de mero ayudante de la burguesía en su lucha contra la autocracia y por libertades democráticas. Las dos alas de la socialdemocracia rusa se habían entregado con el mismo empeño a los acontecimientos revolucionarios de 1905. Coincidían en afirmar que la lucha había sido derrotada porque la burguesía se alió a la nobleza tras obtener la concesión de elecciones y porque los campesinos permanecieron pasivos. Además, la participación de los soldados y marineros había sido muy discreta en el conflicto. Realmente los capitalistas rusos se habían sorprendido por el papel de vanguardia de los obreros en la revolución y los temían justo por eso. Los obreros bien hubieran podido, después de vencer el Zar, derrotar también a la burguesía e imponer a la revolución su propio desenlace: la toma del poder, tal y como sucedió en la Comuna de París en 1871. Por ello, antes incluso de alcanzar sus principales reivindicaciones (libertades democráticas), la burguesía se alió a la nobleza rusa contra los obreros para poner fin a la movilización. Dado que los soldados y marineros tuvieron una participación pequeña en la lucha y que los campesinos permanecieron apáticos ante ella, los obreros acabaron solos y derrotados. Al final de aquellas jornadas, los mencheviques parecían seguros de que los hechos recientes habían confirmado sus análisis. Rusia se encontraba inmadura para la revolución socialista porque todavía vivía bajo un régimen monárquico. Antes de pensar en socialismo, el pueblo ruso tendría que realizar una revolución burguesa democrática, que derrumbase definitivamente a la monarquía del poder, barriese los restos del feudalismo e impusiese un régimen republicano democrático. Se trataba de una revolución democrática, semejante a la Revolución Francesa de 1789, a la que seguiría un período de desarrollo económico capitalista prolongado y de crecimiento del contingente de trabajadores. Durante esta revolución democrática y el posterior período de desarrollo capitalista, los socialdemócratas y el proletariado deberían apoyar políticamente a la burguesía liberal y ponerse bajo su dirección política. Solamente después de la formación de ese proletariado numeroso y después de su experiencia en las luchas contra la burguesía rusa por sus propias reivindicaciones, estaría puesta en el orden del día la cuestión del socialismo.
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Por su parte, los bolcheviques pensaban que, de hecho, en 1905 se había dado una revolución burguesa democrática en Rusia y no socialista. Las tareas cumplidas por ese tipo de revolución son extirpar la monarquía y acabar con la propiedad agraria de los nobles y los restos feudales. También los bolcheviques distinguían rigurosamente la revolución burguesa de la socialista. Sin embargo, creían que el sujeto social de la revolución burguesa en Rusia sería el proletariado, seguido por los campesinos y no, en cambio, los patronos. Por ello, también figuraban en la agenda revolucionaria, en virtud de su propio desarrollo, reivindicaciones obreras y campesinas. Recordemos que los bolcheviques intervinieron en el proceso revolucionario de 1905 sobre la base de tres consignas: república democrática, expropiación de las tierras de los nobles y jornada de 8 horas. Afirmaban que la burguesía no concluiría jamás una revolución burguesa que derrotase completamente al Zar, porque se moría de miedo ante el proletariado y prefería, como ocurrió en 1905, mantenerse bajo el yugo de la nobleza antes de correr el riesgo de romper esa alianza conservadora y exponerse a los golpes del proletariado. Por ello, esa tarea competía a los obreros y a los campesinos. En una obra clásica de esa época –Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática-, Lenin afirmaba lo siguiente: “Naturalmente, en esta situación histórica concreta se entrelazan los elementos del pasado y del futuro, un camino se confunde con el otro. El trabajo asalariado y su lucha contra la propiedad privada se dan también bajo la autocracia, nacen incluso bajo el régimen feudal. Pero esto no nos impide en lo más mínimo distinguir lógica e históricamente los grandes períodos del desarrollo. Todos nosotros contraponemos la revolución burguesa y la socialista, todos nosotros insistimos incondicionalmente en la necesidad de establecer una distinción rigurosa entre las mismas, pero ¿se puede negar que en la historia, elementos aislados, particulares, de una y otra revolución se entrelazan? ¿Acaso la época de las revoluciones democráticas en Europa no registra una serie de movimientos socialistas y de intentos socialistas? ¿Y acaso la futura revolución socialista en Europa no tendrá todavía mucho que hacer para completar lo que quedó incompleto en el terreno de la democracia?”. Si bien es verdad que los obreros podían luchar contra la monarquía al lado de la burguesía en alguna medida, no es menos cierto que, por la propia dinámica de la lucha de clases, rápidamente tendrían que alejarse de los patronos y levantar sus propias reivindicaciones contra ellos. Así, se justificaba plenamente que los revolucionarios debiesen mantenerse bajo la dirección de un partido estrictamente obrero e independiente de la 25
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burguesía. El papel independiente que debía desempeñar la clase obrera y el partido revolucionario en la revolución burguesa fue, en aquella época, la principal contribución de los bolcheviques para la maduración política del proletariado ruso y europeo. Lenin llamaba al régimen resultante de esa revolución “dictadura revolucionaria y democrática del proletariado y el campesinado” y representaba para él una primera fase. Esa revolución quizás pudiese en una segunda etapa –al depender del apoyo de los campesinos rusos a esa dictadura y del avance revolucionario en los países centrales de Europa- ayudar a levantar al proletariado de los principales países capitalistas europeos y realizar, bajo la dirección de los socialdemócratas, la revolución socialista mundial, deshaciendo de esa forma el dominio burgués imperialista. Así, aunque incluye una buena dosis de “etapismo”, Lenin vinculaba la revolución democrática rusa a la revolución socialista europea. Trotsky desarrolló una concepción original del proceso revolucionario ruso, distinta de las dos principales fracciones del POSDR. Trotsky, que fue aliado de los mencheviques en el II Congreso, rompió con los mismos en 1904, coincidiendo con el inicio de las movilizaciones obreras revolucionarias. Trotsky obtuvo las siguientes conclusiones de la revolución de 1905, en la que participó como uno de sus principales protagonistas: La burguesía rusa era incapaz de llevar adelante la lucha hasta el final contra el zarismo, como quedó demostrado en los hechos de octubre de 1905. La fuerza motriz de la revolución era el proletariado industrial, en alianza con los campesinos, pero éstos estaban privados de todo papel independiente en la revolución, ya que o seguían a la burguesía o al proletariado. La aparición de los soviets demostraba que la clase obrera no solamente sustentaba el liderazgo sino que la mecánica del proceso, al tomar las armas para luchar contra la autocracia y por sus reivindicaciones, la llevaría inevitablemente a un enfrentamiento con la burguesía, como ocurrió en la lucha por la jornada de 8 horas. El proletariado, armado y en el gobierno, no tendría por qué someterse a los dictámenes de la burguesía Así, para Trotsky se trataba de una revolución democrático burguesa que se convertiría en socialista por el sujeto social de la misma, la clase obrera. Así, era la fuerza motriz de la revolución la que determinaba su carácter. Esta fue la primera formulación de la Teoría de la Revolución Permanente hecha por Trotsky, estructurada alrededor del sujeto social de la revolución en curso. Trotsky no decía que el carácter de la revolución fuera socialista, como le combatían sus críticos, sino que las tareas democrático burguesas 26
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solamente serían llevadas a cabo por un gobierno obrero, y que en el curso de los acontecimientos, tomarían medidas de transición al socialismo. No era una teoría universal de la revolución sino una teoría para la revolución en Rusia, un país retrasado, pero con una fuerte clase obrera. Trotsky se oponía a la fórmula de Lenin de “dictadura revolucionaria y democrática del proletariado y el campesinado” porque no creía que fuese requisito necesario para la toma del poder por los obreros rusos el apoyo de los campesinos en lucha por la tierra. Entendía que el papel dirigente desempeñado por los obreros los llevaría a realizar tareas democráticas y socialistas a la vez. Para obtener el apoyo de los campesinos, Trotsky decía que los obreros no debían ceder al programa de estos y abandonar el suyo propio. También, al igual que los bolcheviques, veía como algo impensable que una revolución socialista pudiera consolidarse de manera aislada en Rusia.
1914: La Guerra imperialista En el año 1914 se inicia la I Guerra mundial, donde las potencias imperialistas lucharon por el control de Europa y de las colonias esparcidas por el mundo. De un lado, Francia, Inglaterra y Rusia, y del otro, Alemania, Austria e Italia. Los muertos se contaban por millones. Fue la primera vez que bajo el capitalismo la masacre era equiparable a la producción industrial, tanto por el número de muertos como por la tecnología aplicada en esa increíble matanza. El principal frente de Rusia era Alemania. El ejército ruso, mal equipado y andrajoso, encajaba derrotas humillantes. La producción agrícola sufrió mucho con la guerra. Millones de campesinos fueron incorporados al ejército, que compensaba su inferioridad técnica con carne humana. En las ciudades, los obreros eran obligados a alistarse. La producción industrial cayó y los precios se dispararon, en particular los de los alimentos. El desabastecimiento de las ciudades y del ejército extendía el hambre. Las huelgas se multiplicaban. La 1ª Guerra Mundial decretó la quiebra de la 2ª Internacional, que traicionó los intereses de los obreros y de los oprimidos de una forma vergonzosa. Los socialdemócratas alemanes apoyaron a la burguesía alemana en su guerra 27
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contra Francia por la disputa del control de otros pueblos y mercados. La socialdemocracia francesa, a su vez, dio todo el apoyo político a los planes imperialistas de la burguesía francesa, que aspiraba a dominar los mismos pueblos y mercados. En Rusia, el apoyo a la guerra entre los socialdemócratas fue inicialmente mucho menor. Así, mencheviques y bolcheviques se aproximaron en la lucha contra la guerra. Los bolcheviques adoptaron una postura derrotista y agitaron por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Para ellos, la derrota del Zar facilitaría el desarrollo de la revolución en Rusia. Martov no aceptaba esa visión y proponía una paz democrática y sin anexiones. A pesar de su oposición a la Guerra y a favor de cambiar la política de la II Internacional, Martov, líder de los mencheviques, nunca pretendió romper con ella. Al principio de la guerra, en noviembre de 1914, la dirección bolchevique fue detenida y deportada. Con los primeros choques armados, creció el apoyo popular a la guerra en Rusia y, consecuentemente, las organizaciones socialdemócratas menguaron mucho. Así, transcurrieron tres años –de 1914 a 1916- de reflujo y desorganización. Según Trotsky, el reclutamiento forzado para el Ejército de los obreros más rebeldes y conscientes de ese período llegó al 40% del total del proletariado, alcanzando sobre todo a su sector más especializado. Estos obreros fueron sustituidos por campesinos, recién traídos a las ciudades, y por mujeres. Pasados tres años de muertes, sufrimiento y decadencia de las condiciones de vida en Rusia, el Zar y el Ejército perdieron el apoyo que tenían y este último se desmoralizó completamente. La indisciplina se propagaba entre las tropas y el descontento invadía las fábricas y los barrios obreros.
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1917: La revolución La revolución de Febrero El 23 de febrero, las manifestaciones de las obreras textiles en el día Internacional de la mujer trabajadora, organizadas por los socialdemócratas, con los bolcheviques el frente, en el barrio proletario de Viborg, se habían transformado espontáneamente en una huelga de masas. Se trataba, en realidad, del inicio de una insurrección que recorrió el país. La multitud salía a las calles y se enfrentaba a la policía. En los días siguientes, los soldados que habían sido llamados para reprimir se negaban a disparar. Varios regimientos se insubordinaron. La insurrección tomaba los cuarteles, las masas ocupaban las cárceles y liberaban a los presos políticos. El pilar del Estado, sus fuerzas armadas, cedía. El día 27, la insurrección obrera y la sublevación de los soldados se unieron. La burguesía, temiendo la situación, formó un gobierno provisional encabezado por el príncipe Lvov y compuesto por Miliukov, el principal dirigente del partido kadete, que ocupó la cartera de ministro de Relaciones Exteriores y Kerensky, un abogado ligado a los SR, en la cartera de Justicia. El Zar abdicó del trono y en ese mismo día se organizaron las elecciones para el soviet de Petrogrado. Los mencheviques ganaron las elecciones y se eligió a Cheidze para la presidencia del Soviet. Rápidamente, el Soviet de Diputados Obreros se transformó en Soviet de Diputados de Obreros y Soldados. En la medida en que el ejército empezó a desintegrarse en el frente, los campesinos (que eran la gran mayoría de los soldados), sedientos de tierra y paz, depositaron toda su confianza en el partido tradicional de la revolución campesina, los SR. La dirección central del partido bolchevique se encontraba en Suiza y los cuadros con más experiencia estaban presos. Así, la primera respuesta política a los acontecimientos de febrero fue dada por el joven secretariado compuesto por Shiliapnikov, Zalutski y Molotov. El 26 de febrero los bolcheviques publicaron un manifiesto y el 5 de marzo el Pravda circulaba legalmente, llegando a 100 mil ejemplares con el segundo número. La esencia de la política de la joven dirección fue la denuncia del gobierno provisional como un “gobierno de latifundistas y capitalistas” y la 29
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exigencia de que el Soviet convocase una asamblea nacional constituyente y estableciese una “república democrática”. El 13 de marzo, con la llegada de Kamenev, Stalin y Muranov, la línea del partido sufrió un cambio brusco. El periódico bolchevique, Pravda, pasó entonces a defender una línea de presión sobre el Gobierno Provisional para que éste consintiera la apertura inmediata de negociaciones de paz. Como señaló Nahuel Moreno al sistematizar la política revolucionaria ante los gobiernos de conciliación de clases (posteriormente llamados de Frente Popular), la nueva posición suponía una ruptura con el marxismo porque sustituyó el enfrentamiento entre las clases por una teoría de los campos. En la nueva posición de Pravda ya no existían clases en lucha sino un pueblo libre. Ese pueblo libre fue el que salió victorioso de la Revolución de Febrero, es decir, no sólo los obreros y campesinos que habían hecho la revolución, sino también la burguesía liberal. Así, la política “clase contra clase” se convirtió en una política de campos. En el campo progresista se encontraban las fuerzas de la revolución: el gobierno provisional, la burguesía liberal con su partido kadete, el soviet dirigido por los mencheviques, los obreros y campesinos. En el campo contrario se encontraban los “países en guerra”. Nuevamente no se hablaba de clases sino de países. Ahora se trataba de presionar al gobierno provisional, ya que se encontraba en el campo de la revolución. Ya no se trataba de denunciarlo ni de agitar un programa de clase. El partido se dividió ante la nueva línea. Sverdlov y Goloschekin salieron contra Kamenev y Stalin. La tensión aumentó cuando al final de marzo tuvo lugar una conferencia del partido para decidir la línea de cara a la 1ª Conferencia de los Soviets. Stalin presentó una resolución que planteaba “apoyar al gobierno provisional en su actividad, solamente cuando éste siguiese por el camino de satisfacer a la clase obrera y a los campesinos revolucionarios”. Esta fórmula de “apoyo a las medidas progresivas” no guardaba ninguna diferencia básica con la fórmula menchevique. Trotsky destacaba que los bolcheviques, inmediatamente después de la derrota del Zar, exigían la adopción de la jornada de 8 horas de trabajo, realizaban detenciones de los funcionarios zaristas y emprendían la creación de una milicia obrera. Todo esto era considerado excesivo por los SocialistasRevolucionarios y por los mencheviques y les creaba problemas serios en su relación con los liberales burgueses. Los soviets, como había previsto Trotsky, renacieron tras la Revolución de Febrero. Se organizaron con mayor rapidez y cubrieron todo el país. La 30
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burguesía, tras el ejemplo de 1905, temía más a la revolución que al Zar. Ante los hechos consumados, sólo le quedó la opción de colocarse como oposición a la monarquía, para así preservar mejor sus intereses. La burguesía liberal trató rápidamente de agarrarse al poder del Estado que le entregaban los socialistas-revolucionarios y los mencheviques, que luchaban por recuperar el equilibrio sobre la ola revolucionaria. Los capitalistas formaron un gobierno provisional, presidido por un noble –el príncipe Lvov- con el apoyo de los parlamentarios, de los socialistas-revolucionarios y de los mencheviques. En este primer momento, el Partido Socialista Revolucionario y el Menchevique, que entonces controlaban los soviets, sostenían al gobierno desde fuera. Aunque todavía no se encontrase en la literatura política de esa época la expresión “frente popular”, el primer gobierno que sucedió al del Zar Nicolás II, aunque no contase con ministros socialistas-revolucionarios ni mencheviques, era lo que hoy llamaríamos un gobierno de frente popular que se basaba esencialmente en el apoyo que le daban los soviets y el movimiento revolucionario, controlados por esos partidos reformistas, cuya base social eran campesinos y obreros. También fueron gobiernos de este tipo los gobiernos provisionales posteriores que le sucedieron, esta vez sí, con los dirigentes de las organizaciones reformistas en el gobierno. El primer gobierno contó inicialmente con un gran apoyo popular, aunque eran los soviets los que tenían el poder real en Rusia desde febrero. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky relata que el Presidente del Parlamento, Rodzianko, cuando fue llamado a la Estación de Telégrafos para atender a un mensaje del Zar, que se encontraba preso en otra ciudad, dijo –con miedo a ser él también detenido por los soviets- que solamente iría si los diputados obreros y soldados del Soviet de Petrogrado le concediesen escolta. Pero ¿cómo fue posible que el poder pasara de las manos de los obreros y los soviets a las de la burguesía? Trotsky plantea en la Historia de la Revolución Rusa que en las jornadas de Febrero, mientras los soviets destruían a la monarquía y se imponían como un increíble poder, los bolcheviques dirigían a los sectores más decididos y avanzados que se agrupaban en los soviets. Pasados esos primeros días, hubieron nuevas elecciones para los soviets, inclusive el de Petrogrado. Fue entonces que se incorporaron sectores más atrasados –que no provenían de la vanguardia revolucionaria- a los consejos. Trotsky caracterizó esa nueva camada que inundó los soviets de pequeñoburguesa. Eran oradores más preparados y tenían un objetivo claro: contener la Revolución y salvar el poder burgués. Al colocarse entre los obreros revolucionarios y la burguesía reaccionaria, dieron a los socialistas 31
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revolucionarios y a los mencheviques una mayoría sólida en los soviets (es lo que Trotsky llamó democracia pequeño-burguesa) y preservaron así un cierto poder para la burguesía. Esos partidos reformistas difundían la idea de que solamente la burguesía podría, sustituyendo al Zar, convocar la asamblea constituyente y negociar la paz. Creían que era indispensable el apoyo de los aliados de Rusia en la 1ª Guerra para construir un régimen democrático-burgués en el país tras el final del conflicto militar. De ahí el mantenimiento de Rusia en la Guerra al lado de Inglaterra y de Francia.
Los Soviets En Rusia se vivió una lucha entre dos poderes. Mientras el nuevo gobierno buscaba recomponer el régimen burgués destrozado por la Revolución y detener el movimiento, los obreros y el pueblo realizaban su voluntad dinámicamente a través de los soviets. Eran dos concepciones de poder y de democracia incompatibles, vinculadas a dos clases sociales irremediablemente contrapuestas. De la solución de esa contradicción –el doble poder- dependería el futuro de la Revolución. ¿Qué eran los soviets en esa época? Los soviets eran organismos revolucionarios por excelencia. A través de ellos las masas decidían qué rumbo tendrían las movilizaciones y coordinaban sus luchas. Sin embargo no eran órganos de representación o coordinación de lucha, como un sindicato o un comité de huelga. Eran órganos de poder que rivalizaban con el Estado y sus instituciones, ya que los soviets imponían las medidas precisas para la puesta en marcha de la vida social en todas las esferas, desde los servicios públicos, hasta la defensa militar de ciudades, pasando por las cuestiones policiales y de abastecimiento del agua y alimentos. Eran, por lo tanto, organismos de poder universal de los obreros y de la revolución en la visión de Trotsky (Historia de la Revolución Rusa). Funcionaban lo más cerca posible de los lugares de trabajo en esa época. Según Pierre Broué sólo los soviets de campesinos funcionaban en base a la democracia directa ejercida por asambleas generales, los demás exigían alguna forma de representación. Esos representantes de los soviets eran llamados diputados y componían el congreso del soviet. Así, por ejemplo, 32
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los consejos de fábrica o de barrio elegían delegados para el congreso del soviet del distrito y después, según ese funcionamiento, los del distrito elegían a los del congreso del soviet de la ciudad, luego, del de la provincia y, al final de la cadena, estaba el Congreso del Soviet Pan-Ruso. El derecho de voto en los soviets no era universal ni igualitario. Los empresarios y profesionales liberales no tenían derecho a voto. El propio Lenin, en 1918, aseguraba que esa regla podría no ser la más indicada para otras naciones o en tiempos diferentes. Aunque los campesinos pudiesen elegir delegados para los congresos de los soviets, lo hacían según una proporción desfavorable en relación a la utilizada para los obreros. Por ejemplo, para los congresos del Soviet Pan-Ruso, cada 25.000 obreros elegían 1 delegado, siendo necesarios 125.000 campesinos para elegir 1 delegado (una proporción de 5 por 1 en favor de los obreros). El privilegio en la representación obrera se debía a su hegemonía en la revolución y equilibraba el mayor peso numérico de los campesinos. Esa fue una de las condiciones para que más tarde se diese la fusión de los soviets de obreros y campesinos. Los mandatos de los diputados eran revocables en cualquier momento por su base. Las elecciones eran hechas de acuerdo con la costumbre de las gentes, dispensando normas burocráticas previamente establecidas. Sin embargo la periodicidad de las elecciones para los congresos de los soviets locales era trimestral. El Congreso del Soviet Pan-Ruso tenía que reunirse al menos 2 veces al año inicialmente. Más tarde, en el 1º Congreso se decidió que se reuniría trimestralmente. Los congresos de los soviets elegían un comité ejecutivo para llevar a cabo las medidas aprobadas. Los soviets eran mucho más sensibles a los acontecimientos políticos que los órganos parlamentarios oficiales. Aunque fuesen organismos representativos, si la intención de las masas fuese más allá que la de la dirección de los soviets, y esta dirección se convirtiese así en un obstáculo conservador, las masas movilizadas podrían, sin ninguna formalidad, sustituir a la dirección indeseada por otra, que sintonizara más con sus intereses. Esa ventaja, sobre todo durante los episodios revolucionarios, era inestimable. Las diferencias partidarias se manifestaban en los soviets. La cuestión de la paz y de los alimentos para las ciudades, que escaseaban desde marzo de 1917, dividía a los diputados soviéticos y a los partidos políticos. Más tarde surgirían otras diferencias, sobre todo respecto a la permanencia de los burgueses en el gobierno y la toma del poder por los soviets.
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El regreso de Lenin y las Tesis de Abril El 3 de abril de 1917 Lenin volvió del exilio. Desde su exilio en Suiza aceleró los preparativos para su regreso a Rusia y escribió cinco cartas a la dirección del partido en Rusia –que posteriormente se han conocido como Cartas desde Lejos. Pero solamente se publicó una, la carta que llegó a Rusia el 20 de marzo, traída por Kollontai, y que apareció en la edición del 3 de abril, aunque faltando varios de los párrafos esenciales. En ella Lenin explicaba que era absolutamente inadmisible fingir desconocer y esconder ante el pueblo que este gobierno pretendía la continuación de la guerra imperialista, que era agente del capital inglés y que pretendía la restauración de la monarquía y la consolidación del dominio de los propietarios de tierras y capitalistas. En otra carta afirmaba que pedir al gobierno que decretara una paz democrática era como apelar a la virtud de los responsables de los locales de alterne. Ya en Abril, directamente en contra de la política expresada en Pravda, insistía en que no había que conceder ningún apoyo al Gobierno Provisional y que había que explicar la falsedad de todas sus promesas, particularmente en lo que respecta a la renuncia de las anexiones. Así como que era necesario desenmascarar a este gobierno, en lugar de pedirle que dejase de ser imperialista (reivindicación que sólo servía para crear ilusiones en él). Lenin llegó a Petrogrado el día 4 de Abril e inició una dura batalla política. El día 5 presentó el primer informe del documento que luego quedaría identificado como las Tesis de Abril, en una reunión conjunta de los socialdemócratas (Bolcheviques, Mencheviques e independientes) realizada en el palacio Táurida, donde el Soviet realizaba sus reuniones. En el Informe Las Tareas del Proletariado en nuestra revolución, Lenin fue interrumpido varias veces. Bogdanov, un ex-bolchevique, exclamó “¡Delirios de un loco!”. Ese mismo día por la tarde presentó las Tesis en una reunión del CC ampliado. En la edición del día 7 Pravda publicó las Tesis de Abril (Las tareas del Proletariado en la presente revolución) con una aclaración: que éstas expresaban la posición personal de Lenin, contraria a la política adoptada por el periódico. Los ejes fundamentales de las Tesis eran la continuidad de la política desarrollada en las Cartas desde Lejos dirigidas por Lenin al CC del partido: 1. Era necesario explicar la ligazón indisoluble entre el capital y la guerra imperialista, y era imposible acabar la guerra con una paz verdaderamente 34
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democrática sin luchar contra la burguesía, cuyos intereses representaba el gobierno provisional. 2. La peculiaridad del momento en Rusia consistía en el paso de la primera etapa de la revolución, que había entregado el poder a la burguesía por la ausencia del nivel necesario de conciencia y organización del proletariado, a la segunda etapa, que debía poner el poder en manos del proletariado y de las capas más pobres de los campesinos. 3. Ningún apoyo al gobierno provisional, explicando la completa falsedad de sus promesas. 4. Explicar a las masas que los Soviets eran la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras el gobierno se sometía a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo podía ser la de explicar sus errores... de forma paciente, sistemática, persistente y adaptada en especial a las necesidades prácticas de las masas. Mientras se estuviera en minoría, había que desarrollar un trabajo de crítica y esclarecimiento, propagando a la vez la necesidad que todo el poder del Estado pasara a los Soviets. 5. No a una república parlamentaria; volver a una república parlamentaria a partir de los soviets sería dar un paso atrás. Las otras tesis trataban del Programa Agrario, defendiendo la confiscación del latifundio y la nacionalización de la tierra, así como de la fusión de los bancos. Cabe también destacar que Lenin en la tesis 8 definía que no era tarea inmediata la implantación del socialismo, sino solamente iniciar el control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets. A continuación definía la necesidad de cambiar el nombre del partido y la formación de una nueva Internacional. A partir de su publicación, se inició una dura polémica. Mientras Lenin preparaba un texto más largo para la conferencia del partido, publicó varios artículos en el Pravda, La dualidad de poderes, Carta sobre Táctica, y en todos estos textos resaltaba un factor fundamental, la existencia de los soviets, que era la expresión organizada del doble poder y que modificaba el esquema anterior de la revolución en dos etapas. Insistía en que el único que aseguraba el poder en las manos de la burguesía era la política oportunista de las direcciones reformistas. En Cartas sobre Táctica realizó una dura polémica con Kamenev, que seguía afirmando que la tarea del partido era apoyar a la revolución democrático-burguesa, pues ésta todavía no se había completado. Lenin 35
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le replicó diciendo que quien hablaba entonces de dictadura democrática del proletariado y los campesinos estaba atrasado en relación a la vida... Ya que en ese momento era necesario asimilar la verdad indiscutible de que un marxista debe tener en cuenta la vida real, los hechos precisos de la realidad y no continuar agarrándose a la teoría del pasado. Como cualquier teoría, en el mejor de los casos sólo indicaba lo fundamental, sólo se aproximaba a la incautación de la complejidad de la vida. ‘Gris es la teoría, amigo mío. Verde es el árbol eterno de la vida’. Y planteaba que los ‘viejos bolcheviques’ al repetir fórmulas antiguas sin ver la realidad de que quienes ejercían el poder en las grandes ciudades eran de hecho los soviets, acababan caminando hacia el oportunismo. En la Dualidad de Poderes afirmaba que una particularidad notable de la revolución consistía en que ésta generó una dualidad de poderes. Era necesario, ante todo, explicar este hecho y entenderlo, pues sin eso sería imposible seguir adelante. Era fundamental saber completar y corregir las viejas fórmulas, en particular las del bolchevismo, que eran ciertas en lo general, como ya había quedado demostrado, pero cuya realización concreta resultó ser diferente. Nadie pensaba antes ni podía pensar en la dualidad de poderes. ¿En qué consistía la dualidad de poderes? En que junto con el Gobierno Provisional, que era el gobierno de la burguesía, se formó otro gobierno, todavía débil, embrionario, pero existente sin duda alguna, aunque en vías de desarrollo: los soviets de diputados obreros y soldados. En el documento que Lenin presentó a la Conferencia, Las tareas del proletariado en nuestra revolución, dedicaba todo un capítulo a dicho tema, La originalidad de la dualidad de poderes y su significado de clase, en el que, además de repetir los elementos anteriores, insistía en que en un Estado no pueden existir dos poderes, y que uno de ellos sería reducido a nada. La conferencia del partido (la séptima) se realizó en Petrogrado del 24 al 29 de abril (7 al 12 de mayo) y fue a Lenin a quien le correspondió el discurso de apertura de los trabajos: ”Al proletariado ruso le corresponde la gran honra de empezar [la revolución], pero no debe olvidar que su movimiento y su revolución son sólo una parte del movimiento proletario revolucionario mundial... solamente desde esta visión podemos determinar nuestras tareas.” En la conferencia participaron 131 delegados con derechos plenos (voz y voto) y 18 delegados con derecho a voz, representando a un total de 80 36
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mil miembros. Fue la primera conferencia del partido en la legalidad hecha en Rusia, la agenda de 5 días fue extensa y los puntos fundamentales contenidos en las tesis fueron aprobados por amplia mayoría.
Las jornadas de abril La industria de guerra alemana estaba destrozando al ejército ruso. El ejército entraba en crisis y la jerarquía militar cedía a la desobediencia: los subalternos se encaraban a los jefes y los desafiaban. Muchas veces los soldados atacaban físicamente incluso a los altos oficiales zaristas que los habían maltratado brutalmente en el pasado. La deserción, que había disminuido inmediatamente después de la Revolución, aumentó después de abril de 1917. Las tropas ansiaban desesperadamente la paz. Los soldados, en su amplia mayoría de origen campesino, querían volver inmediatamente con sus familias y labranzas. Pero Miliukov, Ministro del Exterior, tenía otros planes. El 23 de marzo, anunció una ofensiva del Ejército ruso, con el objetivo de anexionar partes de Turquía, Armenia, Austria e Irán (entonces llamado Persia). Esto implicaba enviar a 200 o 300 mil hombres más para los combates. El gobierno de conjunto se quedó paralizado: ni confirmaba ni desautorizaba el plan del Ministro. La reacción popular, ante un gobierno que no acababa de poner fin a la participación rusa en la guerra y después del anuncio de una nueva ofensiva, no se demoró ni siquiera un mes. El día 20 una manifestación contra la guerra reunió a obreros seguidos por unos 25 o 30 mil militares armados delante de la sede del gobierno provisional. Al día siguiente hubo una segunda manifestación aún mayor. Esta vez eran obreros convocados por el Partido Bolchevique de Petrogrado, que se reunieron delante del edificio donde se encontraba el gobierno. En la manifestación se leían carteles con la inscripción “¡Vivan los soviets!”. El General Kornilov, jefe militar de la región de Petrogrado, se presentó ante el Comité Ejecutivo del Soviet amenazando con disolver las manifestaciones por la fuerza de las armas. Sin embargo, el Soviet lo ignoró. Kornilov reunió sus tropas en el patio de la sede del gobierno mientras el Partido kadete, de la burguesía liberal, se preparaba para una manifestación en apoyo a Miliukov y al gobierno provisional. La propuesta de Kornilov se descubría como parte de una provocación burguesa. La manifestación de los bolcheviques no 37
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llegó a toparse con la de los kadetes ni con las tropas de Kornilov. Pese a ello, hubo intercambio de tiros e incluso algunos muertos. El gobierno, encubriendo a los provocadores, atribuyó los disparos a delincuentes de identidad desconocida. La impaciencia debida a que la guerra continuaba y a la desconfianza hacia los socialistas-revolucionarios y mencheviques, así como hacia la burguesía y el gobierno, aumentaba rápidamente entre las masas. Los bolcheviques seguían siendo un grupo minoritario. El Partido aún buscaba una mejor ubicación política, a la vez que preparaba su Conferencia de final de abril. La Conferencia, que se realizó del 24 al 29 de abril, además de aprobar las Tesis del 4 de Abril de Lenin, criticó el uso por parte de los militantes de Petrogrado de consignas por la deposición del gobierno provisional en aquel momento: Considerando la mayoría conciliadora que dirigía los soviets, no había todavía condiciones para que tomasen el poder y barriesen al gobierno burgués. Además, la burguesía podría utilizar esa mala política para desencadenar, con apoyo de las masas, una reacción contra la revolución y hacerla retroceder. Por otro lado apoyó el uso de consignas a favor de los soviets. Miliukov, uno de los principales miembros del gobierno, acabó viendo desautorizada su ofensiva de guerra por el Comité Ejecutivo del Soviet y por los propios liberales, así que terminó renunciando al puesto gubernamental el 5 de mayo.
Mencheviques y SR entran en el gobierno A inicios de mayo se formó un nuevo gobierno. A pesar de que Lvov seguía como primer ministro, entraron seis miembros del soviet en el gobierno: dos carteras fueron para los SR, dos para los mencheviques y otras dos para socialistas independientes. La crisis de abril y la casi explosión de una guerra civil obligaron a los socialistas-revolucionarios a ingresar directamente en el gobierno burgués, consumándose así un gobierno de frente popular clásico en Rusia. A las masas les parecía que los diputados más capaces de los soviets ahora continuarían su lucha en el interior gobierno. El Soviet de Petrogrado aprobó la entrada de los reformistas en el gobierno. Se trataría así de tener 6 ministros de un total de 15, además de Kerensky, también perteneciente a los SRs, que sería el Ministro de Guerra y Marina. Sólo los bolcheviques 38
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rechazaron dicha coalición. En la misma sesión del Soviet que consagró la coalición de las organizaciones políticas obreras y campesinas con la burguesía y la nobleza, realizada el 5 de mayo, habló Trotsky, que había conseguido entrar en Rusia en la víspera. Trotsky declaró que la política de las masas debía seguir tres directrices: ninguna confianza en la burguesía, control sobre los dirigentes y contar únicamente con sus propias fuerzas. Lo que la coalición pretendía era vaciar los soviets, ya que si los propios dirigentes de los soviets eran ministros y podían poner a su servicio la máquina estatal, ¿no sería natural el debilitamiento y la desaparición de los soviets? Tan pronto asumió su cargo, el nuevo Ministro socialista de la Guerra y la Marina anunció su plan para reanudar la ofensiva en la guerra. Kerensky esperaba que las masas lo apoyasen de forma natural. El discurso oficial mostraba dicha ofensiva como la manera de extender la Revolución y la democracia hacia otros países y alejar así al imperialismo alemán, que estaba atacando a Rusia. Por lo que se trataba de una guerra patriótica revolucionaria. Este fue el primer desafío para los soviets bajo la nueva coalición gubernamental. Pero los obreros y las tropas de la capital no se dejaron engañar con la llamada patriota y de nuevo tomaron las calles manifestándose contra la guerra y, de nuevo, se registraron choques con los defensores de la guerra.
Junio: midiendo fuerzas A mediados de junio, el Ejército ruso avanzaba sobre las líneas alemanas. Los alemanes habían retrocedido momentáneamente, para preparar un contraataque más potente. Y eso fue lo que hicieron. A mediados de julio, los militares rusos se vieron obligados a reconocer que la ofensiva militar había sido un fracaso. Lógicamente, los generales enaltecieron su virilidad y su inteligencia técnica, para luego atribuir la causa de su derrota al caos provocado por la Revolución. Como consecuencia, en la tropa crecieron la deserción y la insubordinación. A la vez que todo iba de mal en peor en el frente de combate, en el campo ruso se daba nada menos que una revolución agraria. En junio de 1917 los socialistas-revolucionarios adoptaron en su Congreso una resolución condenando las apropiaciones arbitrarias de tierra, antes de que la Asamblea Constituyente deliberase sobre el tema. Sin embargo, la revolución en 39
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el campo continuó su marcha, haciendo oídos sordos a los SRs. Los comités agrarios organizaron la toma de tierras y su distribución masiva. Los campesinos realizaron su Congreso soviético y eligieron además un Comité Ejecutivo. Los campesinos seguían así los pasos de los obreros y de los soldados. Desde entonces, las cuestiones más importantes pasaron a ser debatidas en sesiones conjuntas del Comité Ejecutivo del Soviet de los obreros y soldados y del Comité Ejecutivo del Soviet de los campesinos. Los bolcheviques, en su Conferencia de finales de abril, decidieron luchar por el campesinado. Sin embargo, no capitularon al programa de los socialistas-revolucionarios, que dirigían a las masas campesinas. Los bolcheviques no descartaban incluso la posibilidad de que los campesinos acompañasen a la burguesía en un momento revolucionario crítico. La situación económica se deterioraba en relación al mantenimiento del esfuerzo de la guerra. Las grandes ciudades no tenían ni para comer. A Petrogrado y a Moscú, por ejemplo, llegaba sólo el 10% del pan necesario. No había ni mantequilla ni azúcar. La burguesía realizaba lockouts y sabotajes de la producción en el intento de sofocar la revolución. El partido bolchevique exigió que el Comité Ejecutivo del Soviet determinase la detención de 50 o 100 de los principales burgueses de Rusia en represalia al boicot de la producción. Pero el Soviet rechazó la sugerencia. La íntima relación entre la economía y la política, que siempre había sido ocultada, ya que se le atribuían al Estado motivaciones místicas, como el bien común, el interés público, los valores de la Patria… se mostraba de forma clara ante los ojos del pueblo. Las masas empezaban a percibir los intereses materiales de las clases sociales antagónicas detrás de los agentes políticos y las frases huecas. En relación a la conciencia de clase, es necesario señalar que, aunque es cierto que los espectaculares hechos revolucionarios enseñaron mucho y de forma muy rápida al pueblo, fue la presencia y el trabajo tenaz del partido bolchevique los que permitieron que el nivel de conciencia de las masas se desarrollase hasta llegar a la conclusión de que ellas mismas tendrían, por medio de los soviets, que tomar y ejercer el poder político. Los bolcheviques, como veremos, eran hábiles dirigentes de las masas en el proceso revolucionario: indicaban el mejor rumbo a seguir, advertían de los peligros y las trampas mortales que los explotadores, los SRs y los mencheviques esparcían por el camino. Y ya en el momento decisivo, el del todo o nada, encabezaron la insurrección y entregaron las llaves 40
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del Palacio de Invierno, sede del gobierno de Rusia, a las manos de los soviets. No vacilaron y ejercieron la única dictadura revolucionaria del proletariado en la historia. Anticipando un poco las conclusiones, opinamos que las masas rusas, dotadas en efecto de todo aquel heroísmo e ímpetu, incluso teniendo ante sí a un enemigo relativamente débil, como era la burguesía rusa, por sí solas, sin la dirección de un partido revolucionario, no hubieran llegado a conquistar el poder. Inicialmente, los bolcheviques sólo crecieron y superaron a los reformistas en las fábricas. A comienzos de junio, los bolcheviques se volvieron más influyentes que los conciliadores en Petrogrado. Crecieron mucho también en los comités de Moscú. Los Comités de fábrica, dicho sea de paso, sobrepasaron en conciencia y actividad a los soviets. Dentro de los sindicatos, que además habían conocido un gran aumento en el número de afiliados, también proliferaron los bolcheviques en detrimento de los socialistasrevolucionarios y de los mencheviques. Y así después los bolcheviques se volvieron mayoría en otros soviets. El Partido Bolchevique realizó una intensa propaganda antes de la toma del poder de Octubre, “explicando pacientemente” –según la famosa expresión acuñada por Lenin- el carácter de clase del gobierno y la naturaleza imperialista de la guerra, la necesidad de no confiar en la burguesía, de fortalecer la fracción bolchevique en los soviets, etc. El partido pasó, sólo en Petrogrado, de 15.000 integrantes en abril de 1917 a 72.000 en junio de aquel mismo año. El 3 de junio se reunía en Petrogrado el 1º Congreso de los soviets de Rusia. El Congreso representaba a cerca de 20 millones de obreros, soldados y campesinos que componían los soviets en toda la extensión de Rusia. Los bolcheviques sumaban menos de 20% de los diputados elegidos. El Partido no podía perder la oportunidad de ganar a los obreros y soldados más avanzados de Rusia –los de Petrogrado- sobre el conjunto de los diputados soviéticos y contagiarlos con la política revolucionaria. Por ello convocaron una manifestación pacífica durante el Congreso. La consigna principal, definida por la dirección del Partido para el evento, era “¡Abajo los 10 Ministros capitalistas!”, que traducía la política de oponer los reformistas a los burgueses y hacer explotar la coalición o, en el caso de que los conciliadores mantuviesen a la burguesía y a la nobleza en el gobierno, ayudaba a las masas a romper con los conciliadores. Sin embargo, durante la preparación de la manifestación en las fábricas y cuarteles, los obreros y 41
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soldados decidieron levantar otra bandera más en la manifestación: “¡Todo el poder para los soviets!”. El Comité Ejecutivo del Soviet, controlado por los mencheviques y SRs, por más desorientado que estuviese, no podía permitir tal manifestación y el Congreso votó una resolución prohibiendo cualquier acto público durante 3 días. Ante esta decisión del Congreso, y teniendo en cuenta la hipótesis de represalias violentas por parte de la burguesía, que podrían transformar la manifestación pacífica en el inicio de una insurrección, el Partido retrocedió y canceló la manifestación. El retroceso de los bolcheviques fue aceptado por los obreros y soldados, pero no sin protestas. Las masas de Petrogrado se estaban desplazando hacia una posición a la izquierda del Partido Bolchevique. Lenin, más tarde, reconocerá que los bolcheviques no consiguieron percibir ese movimiento espontáneo de las masas hacia la izquierda. Esa desatención de cara al ánimo de las masas tuvo una rápida repercusión. A partir del conocimiento de la propuesta de manifestación de los bolcheviques para presionar el Congreso de los Soviets, los socialistasrevolucionarios y mencheviques cambiaron completamente de actitud en relación a ellos. De adversarios, pasaron a encararlos como a los peores enemigos de la revolución, como a un Partido que estuviese planeando un golpe de estado. Importantes líderes reformistas, conocedores de que los bolcheviques tenían una inmensa influencia entre los soldados de la Capital, pasaron a exigir que el Soviet de la Ciudad tomase medidas para desarmar a los bolcheviques, y así sustituir las tropas de Petrogrado por otras dignas de confianza. Tanto respecto a la prohibición de la manifestación de los bolcheviques por el Congreso de los Soviets, como en la exigencia del traspaso de tropas militares de Petrogrado por los reformistas, se veía hasta que punto llegaba el doble poder en Rusia. Por otro lado, era evidente que se aproximaba un momento decisivo que marca todas las grandes revoluciones: saber en mano de quien están las armas. La Revolución de Octubre estaba madurando. Ante la renuncia de los bolcheviques a la manifestación, las tropas de Petrogrado permanecieron intactas de momento. Hubo un retroceso mutuo. El Congreso aún resolvió convocar, por sí mismo, una manifestación para el día 18 de junio, con el fin de medir fuerzas y derrotar al Partido Bolchevique. Sin embargo, en la manifestación del día 18 los bolcheviques superaron a todos sus enemigos e inundaron Petrogrado con banderas rojas exigiendo 42
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“¡Abajo los 10 ministros capitalistas!”, “¡Abajo la ofensiva!”, “¡Todo el poder a los soviets!”. A partir de los episodios de junio, el Partido Bolchevique se volvió una fuerza política visible en toda Rusia. Esto ya exigía y exigiría todavía más y más precauciones tácticas a los revolucionarios. Rusia seguía en la 1ª Guerra y el gobierno se endeudaba absurdamente para mantener el esfuerzo militar. La ofensiva militar había fallado en toda su extensión y las tropas rusas sufrían revés tras revés. La miseria del pueblo aumentaba. El Partido había demostrado que superaba a los socialistasrevolucionarios, mencheviques y kadetes en Petrogrado. En esta situación, los obreros y soldados se preguntaban: ¿Por qué diablos no tomamos el poder ahora mismo? ¿Por qué no le damos una paliza al gobierno y le entregamos el poder al Soviet? ¿Por qué no realizamos la paz y distribuimos la tierra entre los campesinos? Las conocidas como Jornadas de Julio, que se produjeron entre el 3 y el 5 de julio de 1917, demostraron categóricamente que las masas de Petrogrado y también las de Kronstadt estaban a la izquierda de los bolcheviques y que su paciencia estaba acabándose.
Julio: la experiencia con el gobierno provisional De nuevo, espontáneamente, los cuarteles se agitaron a inicios de julio. El día 2 de julio cuatro ministros kadetes abandonaron el gobierno. Se rumoreaba la noticia del envío de tropas de Petrogrado para el frente de combate. Aparentemente fueron estos los hechos que llevaron a los soldados a inclinarse por la realización de una manifestación armada. Los cuarteles de la región, uno tras otro, se adherían a la manifestación. Los dirigentes bolcheviques, en el interior de las unidades militares, no conseguían contener el clamor por la demostración armada. Hay que tener en cuenta que entre los obreros había bastante menos entusiasmo. El 3 de julio el Partido Bolchevique de Petrogrado, en medio de su Conferencia, fue informado de la decisión de realizar la manifestación armada por los militares que la estaban organizando. Los dirigentes bolcheviques entendían que una manifestación como aquella sólo se justificaría si fuese fuerte y lo suficientemente amplia como para tomar y –derrotando después a todos los enemigos de la revolución- mantener el poder político. Según la dirección del Partido no había todavía condiciones para realizar ese golpe final. Según Trotsky, en su Historia de la Revolución Rusa, los bolcheviques 43
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de la capital dijeron que los regimientos que organizaban la demostración de fuerza no actuaban con camaradería en relación a los bolcheviques, ya que el Partido se oponía a la manifestación teniendo en cuenta las condiciones políticas del momento, y que entregarían al Comité Ejecutivo del Soviet un documento proponiéndole que tomase el poder en sus manos. En seguida, el Comité Central del Partido Bolchevique refrendó la decisión de los militantes de Petrogrado. Pero fue inútil. En la tarde del 3 de julio, soldados y obreros tomaron las calles en dirección a la sede del Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia, esta vez reforzados por los marineros de Kronstadt. Ante este hecho, los miembros del Comité Central del Partido Bolchevique, que habían estado presentes en la Conferencia, revisaron la posición y se orientaron de cara a que el Partido tomase la delantera de la manifestación. Apelaron, sin embargo, a que se evitase el uso de la fuerza. Cuando los manifestantes supieron de la nueva posición bolchevique, la aplaudieron con entusiasmo. Los carteles y las pancartas eran los mismos de la manifestación del 18 de junio: “¡Abajo los ministros capitalistas!”, “¡Abajo la ofensiva!”, “¡Todo el poder para los soviets!”. Durante la movilización, los manifestantes recibieron disparos provenientes de las casas localizadas en el trayecto y retrocedieron. Los tiroteos y escaramuzas entre los manifestantes y las tropas leales al Comité Ejecutivo continuaron por toda la ciudad, con lo que, naturalmente, hubo muertos. Por la noche nuevas tropas gubernamentales llegaron a Petrogrado. Los manifestantes levantaron barricadas y se enfrentaron a los militares gubernamentales de igual para igual, hasta obligarlos a retroceder. Ante la sede del Comité Ejecutivo del Soviet, un ministro llegó a ser detenido durante breves instantes, sin embargo, a petición de Trotsky, fue liberado. Por la noche representantes de los manifestantes fueron finalmente admitidos y escuchados en la sesión del Comité Ejecutivo. Exigieron que los capitalistas saliesen del gobierno y que el Soviet tomase el poder y distribuyese la tierra. La sesión era interrumpida a cada instante. Sin embargo los conciliadores, alegando que las circunstancias de entonces no lo permitían, se recusaban a ceder a los manifestantes y se agarraban a la burguesía. Finalmente, en la noche de 4 de julio, los propios bolcheviques pidieron a las masas que se dispersaran y que evitasen en la medida de lo posible más violencia. En la madrugada del día siguiente, cuando los manifestantes ya se habían retirado, llegaron a la sede del Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia las tan deseadas tropas leales a él y al gobierno. Las Jornadas de Julio, al no poder realizar las aspiraciones de los soldados, costaron caro a los revolucionarios, sobre todo a los bolcheviques. El 44
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gobierno, una vez que el revuelo había pasado, resolvió mostrar que, a pesar del sofoco, aún respiraba. Los regimientos militares más revolucionarios de Petrogrado se disolvieron: se transfirieron cerca de 90.000 soldados para otras guarniciones, otros tantos fueron acusados judicialmente. En el campo de batalla, la alta oficialidad encontró fuerzas para reintroducir los castigos físicos a los soldados acusados de indisciplina. Se impuso la pena de muerte en el frente de combate. Los obreros fueron desarmados y encarcelados. Kamenev y Zinoviev fueron presos. Trotsky, que aún no integraba el Partido Bolchevique, fue apresado. Otros bolcheviques fueron empujados a la clandestinidad, incluso Lenin, que permaneció escondido desde el 6 de julio hasta la toma del poder, el 25 de octubre. La sede utilizada por el Partido fue tomada por el gobierno y la del periódico destruida por los militares. Las sucesivas publicaciones que intentaron sacar los bolcheviques fueron interceptadas. El Partido se vio de golpe, desde mediados de julio, prácticamente de nuevo en la ilegalidad. Aprovechándose de la nueva situación favorable, la prensa burguesa publicó la noticia de que Lenin actuaba siguiendo órdenes y a sueldo del espionaje alemán. Evidentemente no había pruebas. Sin embargo, incluso los mencheviques, aunque no se creían dicha invención, no movieron siquiera un dedo para defender al calumniado. Tras los conflictos de julio, el verdadero poder se desplazó a los jefes militares y a la gran burguesía y los kadetes. En el otro polo, los soviets salieron de las Jornadas de Julio muy debilitados. Los conciliadores, en sesión conjunta del Soviet de Rusia, aprobaron la conversión del gobierno provisional en gobierno de salvación de la revolución, ya que ésta estaba en peligro, según decían, debido a la acción de los bolcheviques y de los alemanes. No se detuvieron ahí, sino que además dotaron al gobierno de poderes ilimitados. La resolución fue aprobada con la abstención del sector bolchevique perplejo. Fue bajo esa coyuntura adversa que se dio el 6º Congreso del Partido. En él, tal como plantea Historia de la Revolución Rusa, se discutieron las cuestiones vitales de la toma del poder y del papel de los soviets. En este congreso también se oficializó la entrada de la organización Interdistritos de los Socialdemócratas Internacionalistas Unificados, (Mezhrayonka) cuya principal figura era Trotsky. Esta organización contaba con cerca de 4 mil militantes y destacados revolucionarios como Lunatcharsky, Ryazanov, Yoffe, Malnuilsky, Uristky y muchos otros. En este congreso se contabilizaron 200 mil militantes en 162 organismos partidarios.
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Los delegados al Congreso decidieron suprimir, temporalmente, de la agitación partidaria la consigna “¡Todo el poder a los soviets!”, que había ocupado el papel central en el período inmediatamente anterior. En este momento, Lenin descarta la perspectiva de que los Soviets bajo la dirección de los SR y mencheviques puedan asumir el poder. En un artículo escrito el día 10 de julio, La situación Política, afirma: “los dirigentes de los soviets y de los partidos eserista y menchevique (...) traicionaron definitivamente la causa de la revolución poniéndola en manos de los contrarrevolucionarios (...) Todas las esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución rusa se desvanecieron para siempre. La situación objetiva ahora es ésta: o la victoria completa de la dictadura militar o el triunfo de la insurrección armada de los obreros (...) La consigna de “Todo poder a los soviets” era la consigna del desarrollo pacífico de la revolución, posible en abril, en mayo, en junio y hasta el 5-9 de julio, es decir, antes que el poder efectivo pasase a las manos de la dictadura militar” Y en un texto posterior, A propósito de las Consignas, sigue el mismo raciocinio con mayor profundidad: “Cada consigna debe emanar siempre del conjunto de las peculiaridades de una determinada situación política. Y hoy, después del 4 de julio, la situación política de Rusia es radicalmente distinta de la que imperó desde el 27 de Febrero hasta esta fecha. (…) .durante el período ya finalizado de la revolución predominaba la llamada ‘dualidad de poderes’ (...) durante este período el poder se mantenía en estado de desequilibrio. Era compartido por un acuerdo voluntario entre el Gobierno Provisional y los Soviets. Las armas estaban en las manos del pueblo (...) tal era lo profundo de la cuestión. La consigna de “Todo el poder a los Soviets” significaba el paso inmediato, que era realizable directamente por la vía pacífica. Era la vía de desarrollo pacífico de la revolución, que desde 27 de Febrero hasta 4 de julio fue posible y, como es natural, la más deseable para todos, pero que hoy es absolutamente imposible. Al parecer no todos los partidarios de la consigna ‘Todo el poder a los Soviets’ comprendían suficientemente que se trataba del desarrollo pacífico de la revolución.Y al decir pacífico no nos referimos solamente a que nadie, ninguna clase, ninguna fuerza importante, podría (desde 27 de Febrero hasta 4 de julio) oponerse e impedir el paso del poder a los Soviets. Eso no es todo. El desarrollo pacífico podría haberse realizado también en el sentido de la lucha de clases y de los partidos dentro de los soviets, si éstos hubiesen asumido oportunamente el poder del Estado (…) El giro del 4 de julio consiste precisamente en que, a partir de este momento ha habido un cambio brusco en la situación objetiva. El equilibrio inestable del poder cesó y el poder pasó a las manos de la contrarrevolución. Mantener ahora 46
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la consigna [Todo poder a los Soviets] equivale objetivamente a engañar el pueblo... El problema fundamental de la revolución es el problema del poder. A esto debemos agregar que precisamente las revoluciones nos muestran a cada paso como se revela la cuestión de saber donde está el verdadero poder formal y efectivo. (... ) tenemos que decir que el poder está ahora en las manos de una camarilla de militares...“ En tales condiciones, era impensable que el poder pasara al proletariado por la vía pacífica. Sería necesaria una insurrección en el futuro. Pero ¿bajo qué consigna? ¿Qué organismos dirigirían esa lucha? Sin duda el poder debía pasar a los obreros y campesinos pobres. Pero, en aquellos días, no era posible identificar qué organismos servirían para obtenerlo. Tal era la postración de los soviets, que Lenin, aunque aún los mantenía entre las cartas que tenía en la mano, en el ámbito interno del Partido llegó a pensar en la hipótesis de que el papel antes jugado por ellos pudiese, a partir de entonces, caber a otros organismos de la clase, como los sindicatos y los comités de fábrica, que estaban a la izquierda de los soviets. Sin embargo, en la agitación, el Partido Bolchevique pasó a trabajar con la política de que el poder pasara a los obreros y campesinos pobres, sin definir qué organismos de las masas serían capaces de encarnar ese poder. Ese problema no podía ser resuelto por el Partido, que tenía que esperar a que las masas lo señalasen.
Agosto: el golpe de Kornilov La ofensiva militar rusa en la región de Galitzia fue estrepitosamente derrotada con un gran número de bajas. Una nueva crisis ministerial llevó a la renuncia de Lyvov y el nombramiento de Kerensky como primer ministro. El General Kornilov fue nombrado por el Partido Kadete para el alto mando militar. Kornilov exigió que la pena de muerte se extendiese del frente de combate a las tropas de la retaguardia y que las vías de tren fuesen sometidas al estado de sitio. El Ministro-Presidente de Rusia, Kerensky, acató las exigencias del General e incluso le concedió el mando supremo de las tropas. Trotsky, en Historia de la Revolución Rusa, plantea que la asunción por Kerensky del programa de Kornilov le enfrentaba gravemente tanto a los soviets, como a los socialistas-revolucionarios y a los mencheviques. Pero 47
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esas durísimas medidas eran deseadas por los aliados imperialistas de Rusia en la guerra, por la burguesía rusa y por la alta oficialidad del Ejército. La derrota de la revolución y la superación del doble poder, que minaban la economía y el esfuerzo de guerra de Rusia, exigían un golpe de Estado que llevase al poder a una dictadura militar. La excusa para el golpe era la necesidad de derrotar el plan del Partido Bolchevique de entregar Rusia a Alemania. Kornilov era el favorito de la burguesía liberal y de los kadetes. Kerensky creía que él mismo debía ponerse al frente del golpe, ya que, aparte de aceptar el programa de la burguesía y de la alianza militar que Rusia integraba, gozaba del apoyo de los conciliadores instalados en los soviets, y además, ya se encargaría él de censurar, en el momento oportuno, los excesos derechistas de los generales. Sin embargo, había una diferencia importantísima entre los dos movimientos golpistas: Kerensky necesitaba exterminar el bolchevismo completamente y los soviets parcialmente, además de mantener el gobierno encadenado a su antojo; Kornilov, sin embargo, destruiría sin piedad a los bolcheviques, los soviets y, continuando adelante, sustituiría el gobierno provisional por otro. Los problemas en la Guerra empeoraron. El 21 de agosto los alemanes tomaron la importante ciudad de Riga, algo muy grave teniendo en cuenta la gran proximidad entre la capital de Letonia y Petrogrado, capital de Rusia. La burguesía responsabilizó a los obreros por no trabajar y a los soldados por no luchar por la derrota de la Revolución. En cuanto Riga se rindió, Kornilov ordenó al comandante de las tropas que ahorcase a algunos soldados incluso durante la retirada, como forma de demostrar a la nación que la rebeldía de los soldados y de la revolución eran las causas de la derrota. Para el general, la influencia bolchevique sobre las tropas y la incontenida Revolución alejaban al pueblo de las glorias militares y de la tranquilidad social. Kerensky no se quedó atrás y, el 26 de agosto, hizo autorizar al gobierno un aumento del 100% en el precio del pan, intentando ganar apoyo de los latifundistas y nobles y negar cualquier compromiso con las masas. El 28 de agosto, Kerensky, decidido a obstruir el camino de Kornilov en beneficio de su propia versión golpista, expulsó a Kornilov del cargo para el que lo había nombrado. Kornilov, todavía confiado, decidió no acatar la orden y dar continuidad a su propio plan contrarrevolucionario. Kornilov consiguió mover las tropas que le eran leales inicialmente. Los ministros kadetes, astutamente, renunciaron y dejaron el camino abierto al golpe. Kerensky se sumergía en una insalvable indecisión y el gobierno, casi en harapos, se paralizó por completo. El día anterior, 27 de agosto, ante los rumores de que Petrogrado sería ocupada por las tropas de Kornilov, el Soviet de Petrogrado se había reunido 48
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con los sindicatos y comités de fábrica y decidido formar un Comité Militar Revolucionario para defender la Capital. Este Comité Militar Revolucionario condujo la resistencia al golpe mucho más que el Comité Ejecutivo del Soviet. En un tiempo muy corto se formaron milicias obreras, los soldados instruyeron a los obreros en el manejo de armas, los comités de barrio controlaban las acciones de los gubernamentales, se levantaron barricadas y se extendieron alambradas por toda la Ciudad. Los ferroviarios impidieron el movimiento de las tropas de Kornilov. Cualquier orden de los golpistas, transmitida por el teléfono o por el telégrafo, fue interceptada e informada al Comité Militar. Los sindicatos armaron a sus bases hasta donde les fue posible. En resumen: las masas tomaron como propia la lucha contra el golpe. Los bolcheviques, aunque todavía eran minoritarios en los soviets, volvieron a ser la vanguardia incontestable de la resistencia y constituyeron la mayoría de la dirección del Comité Militar. Kornilov y Kerensky habían planeado desarmar a los marineros de Kronstadt en cuanto Petrogrado fuese retomada por el bolchevismo y derrotada. Sin embargo, el golpe y la oposición al golpe evitaron que ninguna medida punitiva pudiese ser llevada a cabo contra los marineros estacionados en Kronstadt. Kornilov sólo era reconocido por los altos oficiales. No disponía de infantería ni de cualquier apoyo entre los soldados y campesinos. De ese modo, todo parecía conspirar contra el General. Incluso las tropas con las que él más contaba huían de la lucha. Ante el cada vez más probable fracaso de Kornilov, los comandantes militares de todos los frentes de batalla acabaron abandonándolo y alineándose con el gobierno provisional. Kornilov, el 30 de agosto, ya estaba liquidado, sin que hubiese sido derramada una sola gota de sangre. Kerensky aún intentó salvar al General y refrendar sus órdenes en lo que se refería a la Guerra, pero, por insistencia de los soviets, fue obligado la detenerlo e iniciar una investigación contra él y los demás conspiradores. Pese a ello, no hubo sanción alguna. Esos mismos golpistas intentaron estrangular la Revolución más adelante. Los bolcheviques, desde julio, eran el principal objetivo de una intensa campaña de calumnias, persecuciones y encarcelamientos, promovida por los burgueses y por los altos oficiales militares. Los conciliadores eran cómplices de la infamia que caía sobre los bolcheviques. Sin embargo, cuando llegó el intento de golpe patrocinado por Kornilov, los socialistasrevolucionarios y los mencheviques, con la soga al cuello, no tuvieron más remedio que pedir ayuda a los bolcheviques. Aún así, los comandados de 49
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Lenin no se plantearon vengarse de los socialistas-revolucionarios y de los mencheviques en ese momento. Al contrario, se pusieron en el campo militar de éstos y contra Kornilov. El Partido revolucionario sabiamente no cambió el cálculo político y la rigurosa evaluación de las fuerzas en combate por odios ni simpatías. Sin embargo, no dieron jamás apoyo político a los reformistas. Los bolcheviques bien sabían que también tendrían que derrotarlos pronto. Sin embargo, había un límite entre luchar contra el intento de golpe y apoyar al gobierno de Kerensky. Acerca de la táctica exacta para esta situación, Lenin, desde su escondite en Finlandia, dirigió una carta al CC: “Incluso ahora, no debemos sostener al gobierno de Kerensky. Sería faltar a nuestros principios. Y entonces dirán ¿no hay que combatir a Kornilov? Claro que sí. Pero entre combatir a Kornilov y apoyar a Kerensky hay una diferencia, un límite, que ciertos bolcheviques traspasan, cayendo en el ‘conciliacionismo’, dejándose arrastrar por el torrente de acontecimientos”. Pero para Lenin, esta posición de principio debía enfrentar la nueva situación abierta con la derrota del intento de golpe, por lo que continúa la carta al CC en términos más precisos sobre la táctica: “¿En que consiste el cambio de nuestra táctica después de la sublevación de Kornilov? En que cambiamos la forma de nuestra lucha contra Kerensky. Sin debilitar un ápice nuestra hostilidad contra él, sin retirar una sola palabra dicha contra él, sin renunciar al objetivo de derribar a Kerensky, decimos: tenemos que tener en cuenta el momento; no vamos a derribar a Kerensky en este momento; ahora encaramos de otra manera la tarea de luchar contra él, o más precisamente, hacemos que el pueblo (que lucha contra Kornilov) vea las debilidades y las vacilaciones de Kerensky. Antes también hacíamos eso, pero ahora pasa a ser lo fundamental, en ello consiste el cambio.” Y continúa: “Así, el cambio consiste en que pongamos en primer plano la intensificación de la agitación a favor de lo que podríamos llamar ‘exigencias parciales’ a Kerensky: que detenga a Miliukov [máximo dirigente del partido Kadete], que arme a los obreros de Petrogrado, que llame a las tropas de Kronstadt... que disuelva la Duma del Estado… que legalice la entrega de las tierras de los latifundistas a los campesinos, que implante el control obrero sobre el trigo y las fábricas, etc, etc. Y estas exigencias no debemos presentarlas solamente a Kerensky, no tanto a Kerensky, sino a los obreros, soldados y campesinos ganados en la marcha de la lucha contra Kornilov. Seguir animándolos y alentándolos a que liquiden a los generales y oficiales que se pronunciaron a favor de Kornilov, e insistiéndoles en que exijan inmediatamente la entrega de la tierra… sugerirles la idea de la necesidad 50
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de detener a Rodzianko y Miliukov… A los SR de ‘izquierda’ son a los que más debemos empujar en esta dirección.”
Septiembre: el giro A finales de agosto, después del fiasco del General Kornilov, la situación política dio un espectacular giro. Lenin expresaba la nueva situación abierta después del intento de golpe de la siguiente forma: “Toda revolución significa un giro brusco en la vida de las grandes masas populares… Durante la revolución millones y millones de hombres aprenden en una semana mucho más que en un año de vida rutinaria y monótona. Es en estos giros bruscos de la vida de todo un pueblo en donde se percibe con especial claridad los fines que persiguen las distintas clases sociales, de que fuerzas disponen y con que medios actúan.” Así, al inicio de septiembre, el partido captó este giro brusco en la consciencia de las masas que se reflejó en el fortalecimiento del bolchevismo más allá de sus baluartes tradicionales. La burguesía y su principal partido, los kadetes, habían demostrado su verdadera cara ante las masas con el intento de golpe. Los campesinos estaban impacientes y además la guerra seguía consumiendo la vida de miles de soldados. Los soviets recobraron su inmensa fuerza. Si antes hacían la vista gorda ante los ataques realizados contra los obreros, soldados y bolcheviques, ahora volvían a ser los auténticos órganos de lucha contra la burguesía. Se habían vuelto, de nuevo, el poder real en Rusia. Sólo faltaba saber si los conciliadores, aún en mayoría, querían ese poder soviético. Durante esos días todavía había muchos bolcheviques en las cárceles, Trotsky incluido. El periódico del Partido estaba prohibido e intervenido. Los socialistas-revolucionarios y los mencheviques, justo después de la derrota de Kornilov, adoptaron una resolución contra la admisión de representantes de la burguesía (kadetes) en el gobierno. Lenin, en esa precisa coyuntura, el 1 de septiembre, redactó un artículo conocido como Acerca de los Compromisos, donde afirmaba que nuevamente los soviets tenían a las tropas a su disposición y que les era posible tomar el poder por la vía pacífica. Que esa oportunidad era rarísima y que podía perderse en unos días. Propuso que el Partido volviera a agitar la consigna de poder de antes de julio (¡Todo el poder a los Soviets!) y que los socialistasrevolucionarios y mencheviques tomasen el poder por medio de los soviets 51
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y respondieran ante ellos. Tal y como se refleja en Sobre los Compromisos (V. I. Lenin Obras Escogidas en Tres Tomos): “El compromiso consistía en que los bolcheviques, sin pretender participar del gobierno (imposible para un internacionalista sin la realización efectiva de las condiciones de la dictadura del proletariado y del campesinado pobre), renunciasen a la presentación inmediata de la reivindicación del paso del poder para el proletariado y para los campesinos pobres y a los métodos revolucionarios de lucha por esta reivindicación. La condición, por sí misma evidente y no nueva para los socialistas-revolucionarios y mencheviques, sería la plena libertad de agitación y la convocatoria de la Asamblea Constituyente sin nuevos aplazamientos en un plazo lo más breve posible.” Hay una nota en dicha edición que aclara que el propio Lenin afirmó que ya no era posible el compromiso en el momento en que su artículo fue publicado, el 6 de septiembre, ya que los reformistas ya se habían recuperado del efímero veto a la presencia de los kadetes en el gobierno, se habían reconciliando con la burguesía y se disponían a gobernar con ella. Trotsky plantea en la Historia de la Revolución Rusa que esa propuesta de Lenin que fue lanzada a los reformistas para colocarlos ante la “inevitable” toma del poder por los soviets, era un intento de debilitar la resistencia de sus adversarios. Los conciliadores rechazaron la propuesta. Esa política de exigencia repercutió fuertemente, sobre todo en la base del propio Partido Bolchevique. Incluso después del intento de golpe de la burguesía emprendido por Kornilov, los conciliadores se habían negado a tomar el poder en nombre de los soviets y vuelto a los brazos de los patronos. Esa recusación demostró definitivamente que, de ahí en delante, sólo los bolcheviques lucharían por la revolución. Justo después de la negativa de los socialistas-revolucionarios y mencheviques, la situación política dio otro salto: en Rusia, uno tras el otro, los soviets más importantes empezaron a pasar a manos de los bolcheviques. Desde que las masas derrotaron a Kornilov en septiembre, teniendo al Partido Bolchevique al frente, su influencia aumentó explosivamente. Las masas movilizadas, luchando hombro con hombro con los militantes bolcheviques, se adherían a sus consignas. Se rompió el prejuicio contra los revolucionarios radicales. Se rompió el cordón de aislamiento que les había impuesto el gobierno después de las Jornadas de Julio incluso en el frente de batalla. Cuando un soldado bolchevique llegaba al frente de combate, inmediatamente los soldados le pedían que él les contase lo que pensaba el Partido sobre la revolución, la paz, Kerensky, la distribución de las tierras… y se adherían a los puntos de vista del Partido. Las masas adoptaron el programa bolchevique. 52
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En contrapartida, los socialistas revolucionarios y sobre todo los mencheviques se hundieron en crisis. El ala izquierda del menchevismo, cerca de 10.000 militantes, se diluyó completamente al final de septiembre. La sesión del Soviet de Petrogrado del 31 de agosto, que terminó en la madrugada del 1 de septiembre, casi por unanimidad, votó una resolución a favor del traspaso del poder para los soviets, tal y como querían los bolcheviques. La base de los conciliadores abandonó a su dirección, que cosechó sólo 15 votos. Otros soviets, como el de Moscú y el de Finlandia, al inicio de septiembre votaron mociones contra el gobierno provisional. El 9 de septiembre se renovó la dirección del Soviet de Petrogrado. Los bolcheviques tuvieron 519 votos a favor de una dirección proporcional, donde ellos eran la mayoría, contra 414 de los conciliadores que proponían mantener la dirección anterior, registrándose 67 abstenciones. Esta victoria de los revolucionarios repercutió en toda Rusia. Más aún teniendo en cuenta el hecho de que los bolcheviques detentaban una fuerza todavía mayor junto a las masas. Es necesario insistir aquí en la actuación anterior del Partido, que fue la que le garantizó dichas conquistas. El 26 de julio el Partido realizó el su 6º Congreso, el cual, en realidad, fue un congreso conjunto con la organización dirigida por Trotsky –la organización Interdistrital- que colaboraba con los bolcheviques desde antes de la detención de Trotsky. Este y su grupo pasaron a integrarse oficialmente en el Partido en ese Congreso. Los 175 delegados representaban a 176.750 miembros. En Petrogrado eran 41.000, siendo 36.000 bolcheviques, 4.000 de la organización Interdistrital y 1.000 de la organización militar. En Moscú el Partido sumaba 42.000. Los demás se esparcían por las principales regiones del País. En ese Congreso, el Partido advirtió al movimiento de masas para que no cediese ante la provocación burguesa, que pretendía llevarlo a la lucha abierta prematuramente. El Partido sabía que las fuerzas revolucionarias se acumulaban en la acción, pero no estaba dispuesto a correr aventuras ni insensateces. Por otro lado, dicho Congreso afirmó que cuando la crisis desplazase a los segmentos sociales más pobres de las ciudades y del campo al el lado de los obreros a nivel nacional, la correlación de fuerzas entre las clases permitiría la toma del poder por el proletariado. Ese momento tendría que ser considerado según la medida de meses y no de años o décadas. Por lo tanto, el Partido necesitaba prepararse. 53
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Ante ese crecimiento estruendoso de los bolcheviques, la consigna “¡Todo el poder para los Soviets!” quería decir, a partir del comienzo de septiembre, en concreto, que el poder pasaría a los bolcheviques. En ese momento ya no era posible una transición pacífica y el Partido entraba en la vía de la insurrección armada.
La Conferencia Democrática y el Pre-Parlamento Los conciliadores, con la intención de recuperar el terreno perdido frente a los bolcheviques y necesitando diferenciarse tanto de Kornilov y de los kadetes como de Kerensky, que estaba muy desgastado, convocaron a partir del 14 de septiembre un evento denominado Conferencia Democrática. Además de las fuerzas políticas reunidas en los soviets, con una exagerada representación de sus cúpulas, comparecieron delegados de las cooperativas rurales y de otras organizaciones, como las de la administración local, llamadas zemstvos. Aunque no hubiese manera de impedir la participación de los soviets, los conciliadores redujeron al máximo su peso en la Conferencia (y también el de los bolcheviques, claro está) por medio de unos criterios artificiales de elección de los participantes. Lo que deseaban era, en realidad, construir otra base política que les sustentase dócilmente y que fuese capaz de envolver, absorber y destruir a los soviets. Los conciliadores intentaban la vía de la institucionalización de la revolución, es decir, la vía de la democracia burguesa para cerrar la lucha por el poder. Los bolcheviques, pese a ello, atraían cerca de un tercio de la platea durante las votaciones. Los socialistas-revolucionarios y los mencheviques se mostraban impotentes y no conseguían conformar una mayoría sólida para aprobar ninguna resolución. Kerensky fue denunciado y atacado desde todos los lados por haberse envuelto en el intento de golpe. Nadie le defendió. Los conciliadores, que habían rechazado tomar el poder, provocaban, de forma irónica, a los bolcheviques a hacerlo. Solamente al final de la Conferencia, después de que Kerensky afirmara que rechazaba participar en un gobierno integrado sólo por los socialistasrevolucionarios y mencheviques, la Conferencia consiguió salir del atolladero. Los conciliadores aprobaron la siguiente resolución: la Conferencia debía colaborar en la creación de un nuevo poder; el gobierno se comprometía a 54
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designar una representación de la Conferencia; esa representación, indicada por los partidos, respetaría el peso de las fuerzas políticas allí presentes, siendo incluso incorporados algunos representantes de la burguesía, que no estaban presentes; y se constituyó un Pre-Parlamento. Ese Pre-Parlamento designó al nuevo gobierno, en el cual la burguesía tenía participación. El PreParlamento era una especie de consejo de Estado. Los bolcheviques, naturalmente, se opusieron a la resolución. Sin embargo, ante su aprobación en la Conferencia, tuvieron que decidir si participaban o no del Pre-Parlamento. Este fue uno de los momentos más críticos del proceso revolucionario. Trotsky lo explica de la siguiente manera: “dirigir la revolución proletaria o limitarse al papel de oposición en el Parlamento burgués, tal era la alternativa en la que se encontraba nuestro partido”. Trotsky, que formaba parte del Comité Central desde que ingresó en el Partido, se oponía a la participación y proponía el “Boicot al Pre-Parlamento!” como bandera de lucha. La cuestión fue sometida a la apreciación del Comité Central el 20 de septiembre. Trotsky fue apoyado por la mitad de los miembros de la dirección, incluidos Sverdlov y Stalin. En la otra mitad se encontraban Kamenev, Rikov y Riazanov, entre otros. Ante el empate, se convocó una Conferencia partidaria para pronunciarse sobre la divergencia. La Conferencia aprobó la participación en el Pre-Parlamento el 22 de septiembre. La mayoría de la dirección del Partido Bolchevique, desgraciadamente, se dejó seducir por el “canto de sirena” de la reacción democrática. Una vez vencida la contrarrevolución de Kornilov, la burguesía y los reformistas buscaban derrotar a la revolución, superponiendo el Pre-Parlamento a los soviets, para finalmente poder aplastarlos. Lenin, que sólo pudo participar del debate con retraso, se manifestó el 23 de septiembre, por carta, en apoyo a la posición de Trotsky. Kamenev argumentando a favor de la participación en el Pre-Parlamento afirmaba: “El boicot al Pre-Parlamento es, en resumen, un llamamiento a la insurrección, es decir, a la repetición de las jornadas de Julio. Sólo por llamarse pre-Parlamento, nadie osaría boicotear tal institución.” Trotsky describía los debates en los siguientes términos: “La Conferencia Democrática (14-22 de Septiembre) y el Pre-Parlamento a que dio origen, señalaron una nueva etapa en el desarrollo de las divergencias. Mencheviques y SR buscaban ligarse a los bolcheviques a través de la legalidad parlamentaria burguesa. La derecha bolchevique simpatizaba con esta táctica. Ya vimos como los derechistas concebían el desarrollo de la revolución: los soviets transferían progresivamente sus funciones hacia las instituciones cualificadas (municipalidades, zemstvos, sindicatos 55
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y, por último, Asamblea Constituyente), abandonando, asimismo, la escena política. Por la vía del Pre-Parlamento, el pensamiento político de las masas se encaminaría hacia la Asamblea Constituyente, coronando la revolución democrática. Sin embargo, los bolcheviques ya estábamos en mayoría en los soviets de Petrogrado y de Moscú; nuestra influencia en el ejército crecía día a día. Ya no se trataba de pronósticos, ni de perspectivas, sino de la elección de la vía por la cual era necesario encaminarse.” Sin embargo, los bolcheviques no se sentaron ni por un momento en las butacas del Pre-Parlamento. Sin perder tiempo, los organismos de base del Partido habían pasado a votar en contra de la participación en el PreParlamento masivamente. Corregido el error oportunista de la dirección, el boicot se hizo mayoritario en el Partido en una reunión del Comité Central el 5 de octubre, con un único voto en contra, el de Kamenev. El 7 de octubre Trotsky advertía en la apertura del Pre-Parlamento e informaba que los bolcheviques no lo integrarían y que lucharían para que el poder fuese traspasado a los soviets. Era la ruptura definitiva de los bolcheviques con los conciliadores. Así, resuelto el dilema de dirigir la insurrección o conformarse con los puestos parlamentarios en la democracia burguesa, sólo restaba preparar la insurrección, sin embargo las diferencias no finalizaron con la votación de boicot al Pre-Parlamento.
Las condiciones para la insurrección ¿Y cómo repercutían esos hechos en el interior? Rusia era un país agrario, por lo que eran los campesinos los que iban a decidir el futuro de la Revolución. Ya fuese con azadas o con fusiles en las manos, que era el caso de los campesinos convertidos en soldados por la 1ª Guerra, eran éstos, considerando su supremacía numérica, quienes desequilibrarían la confrontación entre el proletariado y burguesía. Si la burguesía y los conciliadores mantenían el apoyo del campo, los obreros, los bolcheviques y la Revolución se perderían sin ninguna duda. Así, era determinante para los bolcheviques obtener el apoyo de los campesinos y, teniendo en cuenta la situación de guerra, también el apoyo de los soldados. El movimiento en el campo era esencialmente la lucha contra la servidumbre del campesino. Se volvía así principalmente contra la explotación practicada por los nobles y latifundistas ricos contra los campesinos, debido a los valores altísimos que se cobraban a los campesinos por el arrendamiento 56
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de las tierras. En segundo lugar, destacaba la lucha de los obreros agrícolas contra los nobles y campesinos ricos por mejores condiciones de trabajo. Los objetivos del movimiento campesino, en uno y otro caso, eran justamente los nobles y latifundistas ricos. La violencia y la sangre siempre resaltaban. En la medida en que la revolución avanzaba, el campesino, ya fuese el arrendatario o el obrero, se percataba de que, por encima de todo, lo que estaba en cuestión era la posesión de la tierra y de sus frutos. Esa lucha se traducía en la toma de las cosechas y equipamientos agrícolas, en la devastación de las huertas, en el desapropiamiento de los pastos, maderas y provisiones. Era la misma casa del enemigo la que se saqueaba y quemaba. El levantamiento campesino alcanzó tal envergadura en septiembre y octubre de 1917, que no había un sólo noble seguro de sus bienes. Los socialistas-revolucionarios dirigían políticamente a los campesinos. El centro del programa de ese Partido era la toma de las tierras de los nobles y su distribución para el pueblo. Cuando la Revolución chocó violentamente contra la propiedad de la tierra de los nobles y latifundistas en septiembre y octubre, la burguesía se opuso terminantemente a cualquier ataque a la propiedad de las tierras. Lo cual era lógico ya que muchas de las propiedades estaban hipotecadas a los bancos, que no debían sufrir ningún perjuicio. Así, los socialistas-revolucionarios se mostraron solidarios con los burgueses y renunciaron a su propio programa, e incluso intentaron restringir el levantamiento campesino. Además, se plantearon que los millonarios a los que les fueron tomadas y saqueadas las tierras debían ser indemnizados. Esa traición acabó alejando a los campesinos de sus dirigentes. Los campesinos tomaron el camino de la insurrección como la única salida que les permitiría cumplir el programa abandonado por los socialistas-revolucionarios. Así, el movimiento campesino seguía el mismo camino que el movimiento obrero: las ilusiones en el gobierno provisional y en sus dirigentes conocieron su apogeo, para más tarde ser sustituidas por el odio al gobierno y la desilusión hacia los socialistas-revolucionarios. Sin embargo, esa experiencia se dio con un evidente retraso. El movimiento campesino fue muy influenciado por los obreros y por los soldados. Los obreros y soldados mantenían el vínculo con la aldea, de donde vinieron y a la que visitaban con frecuencia. Particularmente los soldados, cuando estaban de permiso o habían sido alejados de la línea de combate por insubordinación o también cuando desertaban, eran una poderosa fuente de politización de los campesinos e impulsores de sus luchas. Por esa vía, poco a poco al inicio y a borbotones en los meses de lucha más intensa, la política de los bolcheviques penetraba en el campo. 57
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Los bolcheviques no descartaban la posibilidad de que los campesinos siguieran mayoritariamente a la burguesía en el momento decisivo de la Revolución. Por eso insistían en construir soviets de obreros agrícolas y otras organizaciones independientes compuestas por los campesinos más pobres, que serían aliados naturales de los obreros. Sin embargo, exceptuando la región del Mar Báltico, no existían ni los soviets ni las organizaciones independientes tan deseadas por el Partido. Aunque la táctica de organización del movimiento en el campo adoptada por los bolcheviques no surtiese mayores efectos, la opción de no rebajar su programa, esencialmente apoyado en los obreros y presentarlo a los campesinos, se demostró correcta. Con el avance de la Revolución, al final de 1917, cuando la agitación bolchevique despertó a los campesinos ruidosamente, el Partido Socialista Revolucionario quedó atrás, abandonado. De entre sus militantes, los que se encontraban más a la izquierda, presionados por la realidad, se pasaron al lado del levantamiento campesino, detrás de los bolcheviques, y formaron un nuevo agrupamiento: los SocialistasRevolucionarios de Izquierda, bajo las ruinas del anteriormente poderoso Partido Socialista Revolucionario. Otra cara de la política bolchevique que se reveló acertada en la prueba de la Revolución fue la afirmación de la autodeterminación de los pueblos. Rusia estuvo y sigue estando compuesta por diversas nacionalidades. Los gran-rusos, aunque ni siquiera llegaban a constituir la mayoría de la población, históricamente ejercían una violenta opresión sobre las demás nacionalidades. Todavía hoy en día, esos conflictos existen y son muy intensos (como por ejemplo con los chechenos). El Partido respetaba el derecho de una determinada nacionalidad a separarse del Estado ruso en el caso de que así lo desease. No es que defendiese la separación, al contrario, se oponía la ella. Sin embargo, denunciaba los actos de violencia y opresión cometidos por el Estado, frenando así a los separatistas. También afirmaba que debía ser la propia nacionalidad la que decidiera sobre su futuro. Esa política permitió que las nacionalidades oprimidas adquiriesen la confianza necesaria en los obreros rusos, que eran la vanguardia revolucionaria. Por otro lado, internamente, el Partido Bolchevique resistía a todo tipo de nacionalismo. Todo militante, independientemente de su nacionalidad, decidía y se sometía a la política del Partido y, en la estructura partidaria, no se admitía el más mínimo criterio nacional o federativo. El Ejército ruso estaba prácticamente descompuesto al inicio de octubre. La indisciplina se incrementaba, las represalias contra los oficiales eran violentas y las deserciones se multiplicaban. La flota del Mar Báltico se 58
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rebeló contra el gobierno. El caos era de tal orden, que el 20 de octubre el propio Ministro de la Guerra, Verhkovsky, declaró ante el Pre-Parlamento que se debería instaurar la paz inmediatamente. Después de la salida del Pre-Parlamento, de las derrotas militares que se acumulaban y de su penetración en el campo, los bolcheviques habían pasado a ser escuchados ávidamente por las masas en todos los rincones de Rusia. Los agitadores no conocieron ya más descanso. La platea, fábricas, regimientos, talleres, escuelas, labranzas, conversaciones de amas de casa, etc, llegaban a las mismas conclusiones que los agitadores bolcheviques. Los soviets asumían más y más tareas, sobre todo el control obrero de la producción. Así eran ya los soviets, realmente, el único poder en Rusia. En el 1º Congreso de los Soviets, en junio, se acordó que cada tres meses se realizaría un nuevo Congreso. Ante el crecimiento de los bolcheviques, los conciliadores temían convocar el 2º Congreso, que debía realizarse en septiembre, ya que se veían en minoría. Así, aplazaban todo cuanto podían la convocatoria del Congreso. Los bolcheviques, ante la resistencia del Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia, realizaron una intensa agitación para que se convocara el 2º Congreso. Esta campaña fue seguida de un proceso de adhesión de numerosos soviets a las posiciones de los bolcheviques. Contrariado, pero impotente ante la increíble ola bolchevique, el Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia, marcó el inicio del Congreso para el 25 de octubre. Ante la insurrección campesina y la victoria bolchevique en el soviet de Petrogrado y Moscú, Lenin escribió desde Finlandia: “Después de haber conquistado la mayoría en los soviets de diputados obreros y soldados de ambas las capitales, los bolcheviques deben y pueden tomar en sus manos el poder del Estado… pues la mayoría activa de los elementos revolucionarios del pueblo de ambas capitales es suficiente para llevar tras de sí a las masas, vencer la resistencia del enemigo, derrotarlo, conquistar el poder y sustentarlo.” Se abría así en la dirección una nueva lucha política ante la preparación de la insurrección.
Octubre: La preparación para tomar el poder. En julio, el 6º Congreso del Partido ya había anticipado que en unos meses podría estar en el orden del día la toma del poder. Sin embargo, el camino 59
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desde entonces hasta la toma efectiva del poder era desconocido, peligroso, lleno de trampas minuciosamente preparadas por los enemigos y muy propicio para engaños entre los propios dirigentes bolcheviques. En septiembre, después de que los bolcheviques ganaran mayoría en los soviets de Petrogrado y de Moscú y ante el levantamiento campesino, Lenin identificó que ya estaban maduras las condiciones para que la insurrección obrera tomase el poder en Rusia. El líder de los bolcheviques militaba clandestinamente porque había una orden de cárcel contra él. Por ello pasó a dirigirse a los miembros del Comité Central y a otros dirigentes mediante cartas, proponiendo que el Partido tomase el poder lo más rápidamente posible. Efectivamente: que el Partido, y no los soviets, tomase el poder. Trotsky plantea, en Historia de la Revolución Rusa que Lenin exigía que el Partido, ante la crisis que se había instalado en la Conferencia Democrática de mediados de septiembre, se apoyase en los soviets que ya habían conquistado y en los efectivos militares y obreros que pudiese reunir, organizase un estado-mayor de la insurrección, detuviese a los miembros del gobierno provisional, derrotase a los enemigos militarmente, arrestase al estado mayor del Ejército y controlase los edificios públicos importantes de Petrogrado. Sin embargo, aunque las condiciones objetivas –externas al Partidoestuviesen maduras, era imposible para los bolcheviques tomar el poder en los inicios de septiembre de 1917, justo porque todavía faltaba en su dirección lo que a Lenin le sobraba: el grado de resolución indispensable. No hay que olvidar que la mitad del Comité Central incluso votó por la participación en el Pre-Parlamento, así como que la Conferencia aprobó dicha participación el 22 de septiembre. El Comité Central no hizo caso a Lenin. Para Lenin la toma del poder en julio era prematura, y esperar a noviembre era demasiado tarde. El día 12 de septiembre empezó a escribir una serie de cartas destinadas al CC, (recopiladas con el título de ‘Los bolcheviques deben tomar el poder’) donde explicaba las razones fundamentales que obligaban a los bolcheviques a actuar rápidamente. La primera carta insistía en que no se trataba del ‘día’ de la insurrección, de su ‘momento’ en el sentido estricto de la palabra. Ya que esto sería decidido únicamente por la voluntad común de los que tenían contacto con los obreros y los soldados, con las masas. De lo que trataba era de conseguir que la tarea quedase clara para el partido: había que poner en el orden del día la insurrección armada en Petrogrado y Moscú. Lenin terminaba afirmando que el CC debía recordar las palabras de Marx, que decía que la insurrección es un arte. 60
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No es por otro motivo que la carta escrita los días 13-14 de septiembre, tenía el título “El marxismo y la insurrección”. En esta carta, al contrario de lo que se habla sobre la táctica de los bolcheviques, se aprecia claramente que Lenin dio muchísima importancia al tema de que estaban ante una revolución consciente, pero que esta conciencia de las masas, no se expresaba en los partidos tradicionales ni en las instituciones creadas para desviar la revolución como el Pre-Parlamento, pero sí en la voluntad de las masas. Lenin plantea que: “Para que la insurrección triunfe, no debe apoyarse en una conjura, de un partido, sino en la vanguardia de la clase. Esto en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el entusiasmo revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, debe apoyarse en el momento crítico de la historia en que sea mayor la actividad de la vanguardia del pueblo, en el momento en que sean mayores las vacilaciones en las filas del enemigo y en las filas de los amigos débiles, inconsecuentes e indecisos de la revolución. Estas tres condiciones, al plantear el problema de la insurrección, son precisamente las que diferencian al marxismo del blanquismo. Lenin continuaba explicando que en los días 3 y 4 de julio los enemigos pusieron al partido ante la decisión de ir o no a la insurrección, pero explicaba que “no se podía deducir que fuese conveniente tomar el poder en aquel momento, pues en ese momento no existían las condiciones objetivas necesarias para el triunfo”. A partir de este punto la carta iniciaba una comparación de las condiciones en julio y las que se imponían a mediados de septiembre: “1) …hoy tenemos la mayoría en ambos Soviets. Esta mayoría es únicamente fruto de la historia de los meses de julio y agosto… 2) [en julio] faltaba el entusiasmo del pueblo. Hoy después de la Korniloviada, este entusiasmo existe… la situación de las provincias y la toma del poder por los Soviets en muchos lugares [confirma el entusiasmo]. 3) …las vacilaciones de los enemigos son gigantescas. Nuestro principal enemigo, el imperialismo… empieza a vacilar entre la guerra hasta la victoria final y una paz por separado con Rusia. Los Kadetes perdieron la mayoría del pueblo” Éste es uno de los elementos fundamentales que después Trotsky retomó en la Historia de la Revolución Rusa, cuando afirmaba que en julio no se mantendrían en el poder: “en algunos momentos tuvimos Petrogrado en nuestras manos, [pero ]nuestros propios obreros y soldados no estaban dispuestos en aquel momento a luchar y morir por la capital; les faltaba todavía el ‘enfurecimiento’ que existe hoy, el odio ardiente tanto a los Kerensky como a los Tsereteli [jefe menchevique]”.
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Y más adelante sintetizaba: “la mayoría de la clase que constituye la vanguardia de la revolución nos sigue, la vanguardia del pueblo es capaz de llevar tras de sí a las masas. Nos sigue la mayoría del pueblo… Estamos en una situación ventajosa de un partido que sabe firmemente cuál es el camino, en medio de las vacilaciones de todo el imperialismo y de todo el bloque menchevique-SR.” El 29 de septiembre de 1917 Lenin escribió un artículo público, seguido de una carta a los miembros del Comité Central de su Partido que, no por casualidad, se titulaba “La crisis maduró”. En el texto reservado a los miembros del Comité Central, Lenin recordaba que los bolcheviques ya tenían la mayoría en Petrogrado y Moscú. Mencionaba además que la situación europea era favorable a la toma del poder en Rusia, en virtud del levantamiento de los marineros de la flota militar alemana de agosto de 1917, que se rebelaron por el fin de la guerra y por la insurrección en Alemania. También hablaba del encarcelamiento masivo de dirigentes socialistas en Italia. E insistía en que los bolcheviques no podían esperar más y tenían que tomar el poder antes del 25 de octubre, justo cuando fuera abierto el Congreso de los Soviets de Rusia: “Esperar al Congreso de los soviets es una completa idiotez, pues significa hacer la vista gorda semanas, y las semanas e incluso los días ahora lo deciden todo. Esto significaría renunciar cobardemente a la toma del poder“. Acto seguido Lenin trazaba un plan para la insurrección inmediata y remataba su documento afirmando que debido a los diversos errores de la dirección del Partido, entre ellos haber decidido participar en el Pre-Parlamento y otras divergencias, se veía obligado a dimitir del Comité Central, a fin de preservar la libertad de exponer sus opiniones divergentes de cara a la base del Partido. Lenin pidió su dimisión del Comité Central con el fin de proteger su flanco de futuras acusaciones por romper el centralismo democrático. La dirección del Partido aún se resistía a las apelaciones Lenin. En pocas semanas, el Comité Central del Partido Bolchevique cambió su ánimo. Los días 9 y 10 de octubre, el Comité Central se reunió, contando con la presencia de Lenin. Éste defendió una acción inmediata del Partido de cara a la toma del poder en los próximos días. Advirtió que el enemigo podía preparar un golpe utilizando las tropas del frente, por lo que cabía la posibilidad de que el 2º Congreso de los Soviets ni siquiera se realizase, así que no se podía esperar más. El día 10 de octubre se aprobó la resolución sobre la insurrección presentada por Lenin por 10 votos contra sólo 2: los de Kamenev y Zinoviev. Según la resolución, la revolución socialista mundial había avanzado en Europa, siendo recordados los eventos internacionales apuntados en el panfleto “La Crisis Maduró”; las condiciones rusas para 62
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la insurrección ya habían madurado plenamente, por lo que todas las organizaciones del Partido deberían orientarse para la insurrección. Lenin sostenía en la resolución aprobada que el Partido tomase el poder y que sus organizaciones locales resolviesen las cuestiones de la insurrección. Ni siquiera citaba ya el 2º Congreso de los Soviets. Según Trotsky, en la Historia de la Revolución Rusa, la toma del poder debía culminar alrededor del día 15 de octubre. Después de consolidado el poder, el Partido lo entregaría a los soviets. La votación aplastante a favor de la insurrección, no obstante, escondía una resistencia a la toma del poder aún grande entre la dirección del Partido y dudas tácticas acerca de cómo realizarla. A pesar de la decisión tomada, el poder sólo pasaría a los obreros, soldados, marineros y campesinos entre los días 25 y 26 de octubre. Por otro lado, sería incorrecto decir que la insurrección solamente ocurrió después del Congreso. En realidad se puso en marcha antes y se consolidó en su transcurso.
La insurrección Desde la salida de los bolcheviques del Pre-Parlamento, la amenaza de insurrección se respiraba en el aire. El gobierno se dio cuenta de que necesitaba urgentemente disponer de tropas 100% leales a él en Petrogrado que, a fin de cuentas, era su sede. Para alcanzar dicho objetivo, recurrió a la excusa de que tenía que sustituir las tropas que luchaban en el frente por las guarniciones de Petrogrado, que se encontraban más descansadas. El Soviet de la ciudad, comprendiendo las verdaderas intenciones de Kerensky, rechazó la propuesta, alegando que el traspaso de los efectivos tenía naturaleza política y no militar. Para superar la encrucijada, los mencheviques en el Soviet propusieron la creación de un comité de defensa revolucionario destinado a examinar la necesidad del traspaso de las tropas. Los bolcheviques aprovecharon la propuesta menchevique y la tomaron para sí. Sin embargo, le dieron al nuevo Comité la finalidad, más o menos disfrazada, de ser el estado mayor de la insurrección en la capital. El 12 de octubre, el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado aprobó el estatuto de su brazo militar: el Comité Militar Revolucionario. El estatuto intencionadamente era ambiguo. Los bolcheviques todavía no podían hablar abiertamente de la ofensiva insurreccional y la escondían tras propuestas llamadas defensivas. Los conciliadores habían percibido la maniobra bolchevique y se habían negado a participar del Comité. El órgano militar, de ese modo, quedó 63
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integrado por bolcheviques, sus simpatizantes y sólo un militante orgánico de los socialistas-revolucionarios de izquierda que, de hecho, seguía a los bolcheviques. El Comité Militar Revolucionario, aunque naciese por decisión del Soviet y contase, por lo tanto, con el aval del órgano revolucionario que las masas reconocían, se apoyaba únicamente en las organizaciones militares bolcheviques. El Comité era presidido nada menos que por Trotsky. Los bolcheviques, el día 10, decidieron trabajar por la insurrección. Sin embargo, su dirección se encontraba ante problemas bien difíciles: ¿Cómo debatir los actos conspirativos de la insurrección en el interior de los soviets, justo bajo de la nariz de sus enemigos, los socialistas-revolucionarios y los mencheviques, que al mismo tiempo integraban el gobierno provisional? El funcionamiento democrático y la composición proporcional a la fuerza de los partidos se mostraban incompatibles con la conspiración. Más aún ¿cómo llamar a las masas a la insurrección sin hacerlo a través de los soviets, que eran en los que las masas confiaban? Al final, ¿no sería más rápido llamar, por sorpresa, a la insurrección directamente en nombre del Partido? Por otro lado, ¿no atraería esa actitud la desconfianza hacia los bolcheviques de otros posibles aliados, como los Socialistas Revolucionarios de Izquierda o incluso de los luchadores que no estaban ligados a un determinado partido? Había ventajas y desventajas para cada una de las salidas visibles de cara al problema de la insurrección y de la conspiración. La cuestión de cuando provocar la insurrección se ligaba con la de quien debía llamarla. Según Trotsky, esos problemas no admitían una solución general única. La mejor táctica dependía de la situación política específica. En Historia de la Revolución Rusa mostró cómo el mismo Lenin, que se había inclinado categóricamente por la toma del poder por el Partido en septiembre, al final de octubre ya reconocía que el poder podía ser tomado por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado. Sin embargo, no perdía de vista que si surgían dificultades que retardaban la insurrección, el Partido debía, en su propio nombre, dar el último golpe al gobierno provisional. La fórmula encontrada por el Partido en Petrogrado, de formar el Comité Militar Revolucionario, integrado y basado casi exclusivamente en las fuerzas de los bolcheviques, donde no intervenían ni los mencheviques ni los SRs, pero que había sido creado por el Comité Ejecutivo del Soviet de la Capital, encajó como un guante en el desenlace de la Revolución. El Comité Militar Revolucionario conspiró para derribar a Kerensky y entregar el poder al 2º Congreso de los Soviets de Rusia. El Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, aunque fue creado por el Soviet el 12 de octubre, solamente comenzó a organizar la insurrección el 64
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20 de aquel mes. A partir de ese momento, rápidamente y no por obra de los bolcheviques, sino de los propios soldados organizados en el Comité, se pudo descubrir exactamente la posición de cada unidad militar de Petrogrado y de la proximidad en relación a la insurrección. El Soviet aprobó el armamento de los obreros por medio de la distribución de las armas del arsenal del Ejército en la ciudad. Cuando fueron preguntados por el gobierno provisional sobre quien había ordenado la distribución del armamento y de la munición, los dirigentes del Soviet dijeron simplemente: “Trotsky, el Presidente del Comité Militar Revolucionario del Soviet”. Se constituía, de ese modo, la Guardia Roja, que llegó a contar con decenas de miles de obreros armados, y que se encontraba también subordinada al Comité Militar Revolucionario. Así, toda la capital se preparaba para la lucha. Los bolcheviques eran ampliamente mayoritarios entre los soldados y marineros en Petrogrado, Moscú, Kronstadt, Finlandia, etc, aunque la situación en los frentes de combate más distantes de esos centros no les era tan favorable. Esa coyuntura daba condiciones a los bolcheviques para planear la toma de Petrogrado y la destitución del gobierno de Kerensky. Y eso fue a lo que se dedicaron. La organización de la insurrección en lo que se refiere a la parte conspirativa fue puesta en manos de los militares bolcheviques. Las operaciones empezaron a las 2 horas del día 25 de octubre con la ocupación por los soldados, marineros e integrantes de la Guardia Roja de instalaciones públicas, tales como correos, telégrafos, la central telefónica, la estación ferroviaria, la central térmica, el servicio de abastecimiento del agua, los almacenes de abastecimiento de alimentos, los arsenales militares, el Banco del Estado y también de las grandes gráficas. No hubo lucha y los primeros prisioneros se entregaron resignadamente. El apoyo a la insurrección, al Soviet y a los bolcheviques era tan sólido que no hubo necesidad ni de barricadas ni de intensos tiroteos ni de movimiento súbito de tropas. Todo ocurrió sin que corriese apenas sangre. A las 10 horas, aunque todavía no se había tomado la sede del gobierno provisional, el Palacio de Invierno, el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado divulgó un boletín anunciando la victoria, la destitución del gobierno y el traspaso del poder al propio Comité. A las 12 horas el Pre-Parlamento fue evacuado y sus miembros se dispersaron sin resistencia. Pero la rendición del Palacio de Invierno aún no se había consumado. El 2º Congreso de los Soviets de Rusia, cuya fecha de inicio estaba prevista para el mismo día 25, fue instalado antes de que el Palacio de Invierno fuese ocupado por los insurrectos. Evidentemente hubo retrasos en el inicio de los trabajos, ya que todos querían saber bajo que gobierno transcurría 65
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la reunión. En la apertura se contaron 650 delegados con derecho a voto. Los bolcheviques, como se esperaba, conquistaron la mayoría: 390 votos. Más tarde vinieron más delegados y el número de participantes llegó a 900. Se mantuvieron los bolcheviques en mayoría: en una primera votación, se contaron 505 votos por el pase del poder para los soviets, contra 162; así mismo estos 162 votos se dividían unos pretendiendo que los kadetes siguiesen en el gobierno, otros contrarios. Los conciliadores hicieron varios discursos exigiendo el fin de la insurrección y asegurando que si fuese derribado el gobierno, los bolcheviques no sostendrían el poder más que algunos pocos días o que Rusia ingresaría en una guerra civil. Como sus amenazas no surtieron el efecto inmediato deseado, se desanimaron y fueron abandonando el Congreso de los Soviets. Los delegados socialistas-revolucionarios se dividieron: los de izquierda permanecieron en el Congreso, los otros se fueron. Cerca de la mitad de los mencheviques –unos 70 delegados- también dejaron el Congreso. A las 2 horas y 10 minutos del 26 de octubre, cuando la sesión de apertura del Congreso ya invadía la madrugada, el gobierno provisional se rindió. La rendición costó muertos y heridos de ambos bandos, que se esparcían por los pasillos del Palacio de Invierno. Los ministros fueron detenidos, excepto el Ministro-Presidente Kerensky, que había huido al frente en la mañana del día 25. Kamenev anunció ante los delegados que el gobierno provisional acababa de ser depuesto y citó el nombre de los ministros detenidos. Asimismo comunicó también que varios regimientos, mandados por Kerensky contra Petrogrado, aún en la periferia de la ciudad, acababan de declarar su apoyo a la insurrección. Los bolcheviques propusieron, y fue aceptado, un manifiesto dirigido a la población aclarando que un nuevo Estado acababa de nacer, que el gobierno provisional había sido depuesto, que el Congreso de los Soviets tomaba el poder para sí, que el nuevo gobierno presentaría una propuesta de paz inmediatamente, entregaría la tierra a los campesinos, controlaría la producción, adoptaría un régimen democrático para los soldados y convocaría la Asamblea Constituyente. Respecto a la composición del nuevo gobierno, los socialistasrevolucionarios de izquierda aún no se disponían a integrarlo, debido a que su ruptura con Kerensky todavía era muy reciente. El Comité Central bolchevique decidió, al no aceptar sus aliados, formar un gobierno sólo con sus cuadros. Las primeras medidas fueron destinadas a acabar con la guerra, distribuir las tierras y a instalar el nuevo gobierno. El Congreso abolió la pena de muerte, determinó la liberación de los soldados y campesinos presos por 66
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motivos políticos, concedió la libertad de agitación, los altos funcionarios del gobierno provisional fueron destituidos de sus cargos y se decretó prisión para Kerensky y Kornilov. El Congreso aprobó una declaración del gobierno planteando una paz democrática, sin anexiones territoriales ni indemnizaciones y la presentó a las demás naciones contendientes del conflicto, así como a sus pueblos. Se abolió la diplomacia secreta. Se propuso una tregua inmediata que permitiera iniciar las negociaciones de paz. Se hizo un llamamiento en particular a los obreros franceses, ingleses y alemanes a que luchasen por la paz y presionasen a sus propios gobiernos, a la vez que luchaban contra toda explotación. En lo que respecta a la cuestión agraria, Lenin propuso, en nombre de los bolcheviques, la expropiación sin derecho a indemnización alguna, de las tierras de los nobles, del Zar y de las iglesias, incluidos los utensilios y el ganado arrendado, que pasaron a quedar a la disposición de los soviets y los comités agrarios, legalizando así el levantamiento campesino. Las tierras de los campesinos pobres, así como las de los ricos (los kulaks) no sufrieron la confiscación. Por lo que se mantenía la propiedad privada de la tierra en la Rusia soviética. Lenin incluso añadió en la tribuna que, aunque el programa de los bolcheviques para el campo fuese diferente, los obreros y su Partido no podían imponérselo a los campesinos. Ya que era erróneo adoptar un programa que diese la espalda a las ansias de los propios campesinos y que desconsiderase su experiencia política. Sin embargo, ese decreto sobre las tierras fue acompañado de directrices generales para la realización de una reforma agraria que iba más allá, mencionando la revocación de la propiedad privada de las tierras, reconociendo el derecho de todos los ciudadanos a utilizar las tierras y proponiendo el fin del trabajo asalariado en el campo y la explotación igualitaria de las tierras. Por último, se enfrentó el problema del nuevo gobierno. El poder gubernamental pasaba a ser ejercido por un colegio de comisarios del pueblo. El órgano fue llamado Soviet de los Comisarios del Pueblo. Concentraba las funciones ejecutivas y legislativas. El control de las actividades del gobierno fue confiado al Congreso de los Soviets y a su Comité Ejecutivo Central. Como los socialistas-revolucionarios de izquierda todavía contaban con la posibilidad de atraer a los conciliadores para el nuevo poder, y quedando fuera de él les dejaba en una mejor posición para alcanzar dicho objetivo, decidieron no integrar el gobierno soviético. Los bolcheviques componían el Soviet de los Comisarios del Pueblo, donde figuran Lenin, Trotsky, Rikov, Stalin y otros. Kamenev era el presidente del Consejo Ejecutivo Central del Soviet y Zinoviev el redactor 67
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del periódico del Soviet. El Congreso designó al nuevo gobierno soviético bajo una tempestad de aplausos. Nacía así el primer Estado Obrero. Terminado el 2º Congreso del Soviet, un gran número de incertidumbres recorrían de Rusia. ¿Conseguirían los bolcheviques, contando sólo con cierto apoyo de los socialistas-revolucionarios de izquierda y de los mencheviques internacionalistas, mantenerse en el poder? Por todos los lados se comentaba que Kerensky había conseguido reunir un gran ejército… ¿tendría fuerzas para doblegar a los obreros? ¿Y Kornilov?, ¿cómo actuaría? La burguesía y los conciliadores, haciendo de la cámara municipal de Petrogrado, una madriguera contrarrevolucionaria, patrocinaban todo tipo de ataques al Estado obrero. El 29 de octubre, Kerensky invadió con tropas cosacas la ciudad de Csarcoie-Selo (los cosacos eran colonos del sur de Rusia que habían recibido donaciones de tierra de los zares a cambio de la obligación de defender la frontera y eran guerreros muy feroces), enfrentándose a una resistencia mínima –los soldados que apoyaban a los bolcheviques habían dejado la ciudad en dirección hacia Petrogrado, llevándose consigo la artillería. En Moscú la lucha fue sangrienta y equilibrada. Después de que los militares contrarrevolucionarios expulsasen a los bolcheviques del Kremlin, los contendientes llegaron a una tregua. Todos aguardaban la suerte del combate decisivo que debía de ser librado en las inmediaciones de Petrogrado. A todo esto, por todo el interior de Rusia llegaba la noticia de que un gobierno obrero se erguía, así como del conflicto armado entre los partidarios del antiguo y del nuevo régimen. También en Petrogrado hubo combates. Los guardias rojos vencieron a sus oponentes en el centro de la ciudad y recuperaron las posiciones que habían sido tomadas por asalto por los partidarios del gobierno depuesto. Pero Kerensky, proveniente de Csarcoie-Selo, podía invadir la capital en cualquier momento. Las tropas soviéticas no lo esperaron y partieron al encuentro de su enemigo. El choque de las tropas de Kerensky con las de Petrogrado se dio en la noche entre el 30 y el 31 de octubre en la localidad de Pulcovo. Trotsky, que había acompañado a los combatientes, telegrafió a Petrogrado anunciando que el ataque de Kerensky había sido rechazado. Según el registro de John Reed en el libro Diez Días Que Estremecieron El Mundo: “Kerensky intentó lanzar las fuerzas contrarrevolucionarias contra la capital, pero fue definitivamente repelido. Kerensky reculó y nosotros avanzamos. Los soldados, los marineros y los obreros de Petrogrado demostraron su voluntad de consolidar, con las armas en la mano, la autoridad de la democracia. La burguesía intentó aislar al ejército revolucionario. Kerensky intentó aniquilarlo, valiéndose de 68
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los cosacos. Estos dos planes le fracasaron completamente. La gran idea del dominio de la democracia obrera y campesina estrechó las filas del ejército, templando la voluntad. De ahora en adelante, el país entero quedará convencido de que el poder soviético no tendrá una existencia efímera“. En seguida, las tropas soviéticas avanzaron y tomaron Csarcoie-Selo, desbaratando la resistencia de Kerensky y Kornilov. Los combates se reanudaron en Moscú y causaron pérdidas humanas y materiales muy grandes. Se prolongaron hasta los primeros días de noviembre, cuando los bolcheviques retomaron el pleno control sobre la ciudad.
La estrategia de los bolcheviques Los acontecimientos que se desarrollaron tras la toma del poder demostraron la fuerza de la revolución socialista. Esa fuerza residió en el hecho de que tuvo una dirección consciente. Lo que queremos decir con una dirección consciente reside en una afirmación simple: el partido bolchevique estaba armado con una estrategia y cada paso táctico se relacionaba con este objetivo. Lo dicho arriba no ignora en absoluto que en el marco de esta estrategia, los desafíos que se presentaron para la República de los Soviets no excluían la existencia de fuertes polémicas en el interior del partido. Al contrario, desde el problema de la disolución de la Asamblea Constituyente, pasando por la paz de Brest, hasta las tácticas a utilizar en la guerra civil y posteriormente la NEP, fueron escenario de luchas políticas, fracciones, amenazas de rupturas… Pero la cuestión que se impone para el balance histórico de la Revolución Rusa, empezando por la explicación del surgimiento del estalinismo, de la burocracia y, en los días de hoy, la restauración del capitalismo, es esclarecer en qué se equivocaron los bolcheviques. Todos los críticos de la revolución hacen su balance histórico sin considerar lo esencial para este balance: ¿cuál era la estrategia fundamental de los bolcheviques al llegar en el poder? Haciéndolo así la mayoría de los críticos actuales del bolchevismo acaban por repetir los viejos argumentos de los jefes de la II Internacional. Por ejemplo, Goerender, afirma que el estalinismo es tan solo una continuidad del bolchevismo. Percibe en el estalinismo una 69
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consecuencia natural de la política de los bolcheviques en el poder. En el mismo sentido opinan organizaciones procedentes del propio trotskismo, como el Secretariado Unificado, cuyo balance histórico de la revolución rusa y de la restauración del capitalismo les ha llevado a retirar del programa la Dictadura del Proletariado. Siguiendo los mismos pasos, nuevas teorías niegan completamente la necesidad de tomar el poder, como Holloway, que excluyen cualquier perspectiva de lucha por el socialismo que tenga como período transitorio la conquista del poder. El estalinismo reciclado, por su parte, justifica al estalinismo como una necesidad histórica y, al mismo tiempo,críticos con la estrategia de expropiación de la burguesía, plantean un “nuevo socialismo” capaz de convivir con el mercado, cuyo modelo actual serían Cuba y China. La mayoría de estos autores, cada uno a su manera, consideran distintos aspectos del problema aislándolos: unos atribuyen el proceso de burocratización al carácter del Estado, al régimen de la dictadura del proletariado; otros plantean la necesidad de una convivencia prolongada entre mercado y planificación. Pero antes de ir a los acontecimientos que marcaron la trayectoria de los bolcheviques en el poder, vamos a considerar un aspecto que ninguno de los autores abordan en profundidad: la estrategia de los bolcheviques.
La revolución mundial Los primeros cinco años de poder soviético estuvieron marcados por una lucha titánica para mantener y consolidar el poder de los soviets. Lenin dividía este período de acuerdo con las tareas centrales que estaban planteadas: ”Para sostener una cadena debemos tomarla por el eslabón fundamental. No se puede elegir artificialmente un eslabón cualquiera. ¿Cuál era el quid en 1917? Salir de la guerra, que era lo que exigía todo el pueblo y eclipsaba al resto. (...) ésta era la necesidad fundamental de todo el pueblo. ¿Dónde estaba el quid durante los años de 1919 y 1920? En la defensa militar. (...) En 1921, el quid estaba en retroceder de forma ordenada. Por eso era necesaria una severa disciplina (...) Y ahora [1922] ¿dónde está el quid? (...) Llegamos a la conclusión de que el quid de la situación está en las personas, en la selección de las personas. (...) llegamos a una situación que 70
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debe ser juzgada con serenidad en el sentido político: avanzamos tanto que no podemos ni debemos mantener todas las posiciones.” Informe político al XI Congreso del PC(b)R, Obras Completas. Tomo 45. pág.117118. Para Lenin el partido pudo conducir correctamente la lucha porque identificó la tarea central de cada uno de los períodos arriba citados y concentró todas sus fuerzas. Cuándo avanzar y cuándo retroceder, hasta dónde avanzar, estos fueron los temas que se discutieron apasionadamente entre los revolucionarios. Sin embargo, avanzar y retroceder no dejan de ser movimientos tácticos, la proporción del avance y del retroceso debe ser definido de acuerdo con una estrategia determinada, pues si no es así no se llega a ninguna parte. Lo que se debe tener en cuenta en la sucesión de acontecimientos y en la respuesta que se dio ante cada una de las situaciones, es que estaban siendo realizadas en consonancia con una estrategia fundamental. En su obra sobre la Historia de Rusia Soviética, E. H. Carr, sintetiza la estrategia con las siguientes palabras: “Lenin había establecido las condiciones necesarias para la transición al socialismo; apoyo de los campesinos y de la revolución europea, y la esperanza en la realización de estas condiciones eran la base de su optimismo”. La revolución bolchevique (1917 -1923) Vol.1 pág. 264. Cualquier analista serio, al referirse a los primeros años de Rusia Soviética, debe tomar como base para discutir los resultados inmediatos y futuros, tanto las condiciones objetivas en las que se desarrollaba el ejercicio del poder, como los objetivos fundamentales de tal ejercicio. Así podemos definir que en el frente interno, la lucha del partido bolchevique para mantener el poder y consolidarlo tenía como eje la destrucción de la vieja máquina estatal burguesa al servicio de la represión y la construcción de un nuevo poder, un nuevo tipo de Estado. Las bases fundamentales del programa estaban desarrolladas en la obra de Lenin El Estado y la Revolución. Pero la incorporación de la clase obrera a través de los Soviets a la administración del Estado estaba determinada por el nivel del desarrollo de la sociedad heredada, es decir, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, el nivel de industrialización y el nivel cultural. Vencer estas dificultades era imposible solamente desde el punto de vista interno, de ahí que en esta relación dialéctica entre la revolución nacional y 71
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internacional, el poder soviético necesitaba de la revolución mundial como el aire que se respiraba, al tiempo que la consolidación de la república era un factor que impulsaba la revolución mundial. Esta estrategia fue expresada por Lenin desde antes de la toma del poder, en las Tesis de Abril y en la polémica con los “viejos bolcheviques” sobre el carácter de la revolución en curso. La desarrolló también el mes de septiembre en el artículo ¿Podrán los bolcheviques mantener el poder? y en varios documentos y artículos más. La revolución debía ser la antesala de la revolución europea. En el apéndice de Historia de la Revolución Rusa, Trotsky demostraba a través de casi una decena de citas hasta que punto estaba el tema de la revolución internacional vinculado a la estrategia del partido. Las intervenciones de los delegados en los congresos, demostrado por las actas de los mismos, incluso la “Declaración de los Derechos de los Trabajadores y de los Pueblos Explotados” proclamaban que esa era la tarea de la nueva estructura: “el establecimiento de una organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países... El poder soviético procederá con decisión a lo largo de esta línea hasta la victoria completa de la insurrección internacional de los trabajadores contra el yugo del capital”. Así, lo que salta a la vista es que el tema de la revolución mundial no era un elemento más dentro de los debates sobre el futuro de la URSS, sino la pieza fundamental discutida e incorporada no solamente por el Partido, sino también por los soviets, y se trataba de una tarea consciente y necesaria. Tras la toma del poder, el debate sobre el desarrollo y el ritmo de la revolución internacional fue uno de los puntos centrales para firmar la paz de Brest. Pero lo fundamental fue expresado por Lenin en el folleto Éxitos y dificultades del poder soviético, publicado en 1919: ”No podemos vencer definitiva y completamente a escala mundial solamente con Rusia. Únicamente venceremos cuando el proletariado triunfe en todos los países o, al menos, en los países más adelantados (...) Solamente entonces podremos decir seguro que la causa del proletariado triunfó, que alcanzamos nuestro primer objetivo: la derrota del capitalismo. Alcanzamos ese objetivo en relación a un país, y ahora está planteada una segunda tarea. Si el poder de los soviets es una realidad, si la burguesía fue derrotada en un país, la segunda tarea es a lucha a escala internacional, la lucha en otro plano, la lucha del estado proletario en medio de los estados capitalistas”. Obras Completas. Tomo 38. pág.46
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Así la victoria del proletariado ruso era una victoria táctica, en el marco de la estrategia fundamental: la derrota del capitalismo. Para ser consecuente con esta política el bolchevismo creó el instrumento necesario para esta lucha, para la derrota del capitalismo a escala internacional: la III Internacional Y para que no quede ninguna duda con respecto a este tema, el propio Lenin explicaba: ”En comparación con los países adelantados, fue más fácil para los rusos empezar la gran revolución proletaria, pero les será más difícil continuarla y llevarla hasta el triunfo definitivo, en el sentido de la organización completa de la sociedad socialista”. La III Internacional y su lugar en la Historia, Obras Completas. Tomo 38. pág. 326 Así, mantener el poder de los soviets, profundizar la construcción del Estado Obrero fortaleciendo la participación de las masas en la administración estatal, construir la alianza con los campesinos y desarrollar la revolución mundial fue la política emprendida por los bolcheviques hasta la muerte de Lenin. La estrategia de los bolcheviques en el poder estaba relacionada con la tradición marxista en lo que concierne al socialismo y es precisamente lo que la mayoría absoluta de la izquierda mundial trató de “olvidar”. Lenin establecía la concepción del socialismo y las tareas planteadas para la república de los Soviets, de la siguiente forma: ”El socialismo es inconcebible sin la gran técnica capitalista que se basa en la última palabra de la ciencia moderna; sin una organización estatal armónica que someta a millones de personas a la observación de una norma única en la producción y distribución de los productos. Nosotros, los marxistas, hablamos siempre de ello, y no vale la pena gastar ni siquiera dos segundos hablando con gente que no comprendió ni siquiera eso (...) A la vez, el socialismo es inconcebible sin la dominación del proletariado sobre el Estado: esto también es elemental. (...) La revolución proletaria victoriosa en Alemania rompería de golpe, con extraordinaria facilidad, toda la cáscara del imperialismo (...) haría realidad de una forma segura la victoria del socialismo mundial, sin dificultades o con dificultades insignificantes, si se toma, naturalmente, la escala del ‘difícil’ desde el punto de vista histórico universal y no desde el punto de vista pequeñoburgués y de círculo”. Sobre el infantilismo izquierdista. Obras Completas. Tomo 36. págs. 309-310. Así la estrategia de los bolcheviques nunca fue la construcción del socialismo en Rusia, para Lenin, la llave del desarrollo de la revolución rusa estaba en el desarrollo de la revolución mundial y en los términos que se impone la cita anterior, en la ruptura del eslabón de la cadena imperialista, 73
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pues ahí se concentraban las condiciones materiales para que la humanidad pudiese saltar del reino de las necesidades básicas. Por lo que la revolución alemana era la pieza fundamental de esta estrategia.
La construcción del Estado Obrero La lucha contra la opresión Los primeros años de la Revolución, a pesar de las limitaciones, fueron un período de progreso cultural en diversos aspectos de la vida social. Es necesario destacar uno en especial, la lucha contra el machismo: “El proletariado no llegará a emanciparse totalmente si no conquista para las mujeres una libertad completa.” Esta frase, expresada por Lenin en 1920 (A las Obreras. Obras Completas. Tomo 25), sintetizaba el criterio con el cual la República entendía la lucha contra la opresión. Mientras la mayoría de las naciones burguesas negaba los derechos mínimos a las mujeres, tales como el divorcio, el aborto y hasta el mismo derecho al voto, el Estado Obrero, en sus primeros años de existencia, reconoció la igualdad jurídica, es decir, formal, entre hombres y mujeres y ofreció al mundo un increíble ejemplo, retirando así la basura de la discriminación de las mujeres de la legislación nacional: derechos políticos iguales a los de los hombres y principalmente el derecho de votar y ser elegida sin restricción alguna; el derecho al trabajo y el principio de a trabajo igual, igual salario; estabilidad en el empleo durante el embarazo y durante el primer año de vida de los hijos; baja por maternidad (8 semanas anteriores y posteriores al parto); dispensa para lactancia y derecho al subsidio correspondiente; medidas especiales de apoyo a las madres adolescentes; seguridad social; derecho a la jubilación (reforma) y pensión por ancianidad, apoyo en las situaciones de enfermedad y en situaciones derivadas de accidentes de trabajo; cuidados médicos y medicamentos cualificados y gratuitos para todos; uso de la tierra sin distinción de sexos, con lo que las mujeres, al contrario de lo que preveía la legislación anterior, pasaron a tener derechos sobre la tierra (Decreto de Tierra, 8 de noviembre de 1917, punto 6); institución de la boda civil como el único reconocido ante la ley; legalización del divorcio, con formalidades 74
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simplificadas y por solicitud de uno de los cónyuges; legalización del aborto terapéutico gratuito ante la simple solicitud de la mujer. El avance legislativo, sin embargo, fue encarado sólo como un primer paso en la emancipación. La igualdad de hombres y mujeres ante la ley no significaba la igualdad de hecho. Hay una inmensa distancia entre la igualdad formal –aquella que reconoce la ley- y la forma en que el derecho es ejercido realmente en la vida cotidiana por la mayoría de la población, en virtud de las desigualdades sociales. La abolición de la propiedad privada creaba las condiciones para iniciar la lucha contra la opresión en un nivel superior. El combate por la igualdad de hecho imponía que todos los sectores explotados y oprimidos tomasen su lugar en la construcción del Estado, en particular las mujeres. El Estado Obrero debería ser, por lo tanto, expresión no solamente de los explotados económicamente, sino también de los oprimidos, de los que sufren la doble opresión: además de la explotación capitalista, de las otras ideologías como el machismo, la homofobia, el racismo, la xenofobia, etc. Por ello, la lucha contra la opresión significaba impulsar la participación de todos los sectores en la vida política. La forma en que el Estado Obrero Revolucionario encaró la lucha contra la opresión demuestra, en un sentido profundo, la superioridad de la democracia obrera sobre la democracia burguesa. La incorporación de la clase obrera y de los sectores oprimidos en la administración del Estado fue mucho más que una mera representación de estos sectores en un régimen burgués parlamentario: la mayoría de la población debía romper la barrera de la representación formal e incorporarse a la vida política de los soviets. Por ello, la lucha contra la opresión empezaba con la garantía de la igualdad jurídica formal, pero el paso decisivo era crear las condiciones sociales para que el proletariado por regla general y las mujeres en particular pudiesen romper la condición de opresión secular que les reservaba el papel de esclavas domésticas y/o les imponía la doble jornada. La colectividad debía tomar para sí las tareas que la sociedad anterior había reservado para las mujeres. Así, el Estado debía garantizar las maternidades, las guarderías, las lavanderías públicas, los jardines de la infancia, los restaurantes públicos en los barrios, organizaciones deportivas y escuelas. La liberación del trabajo doméstico no estaba reservada a una minoría que pudiese pagar por él, sino a millones de mujeres. Todo lo anterior dependía del desarrollo de las fuerzas productivas y de la elevación de nivel cultural. Era necesario romper la estructura de la familia 75
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heredada del capitalismo, pero esta familia no podía ser abolida por ley. Su defunción debía ser el resultado, primero de una lucha consciente para reafirmar la plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y después, del desarrollo de una base material que permitiese que los derechos fuesen ejercidos por las amplias masas femeninas. Las conquistas del Estado Obrero en ese terreno, es decir, en el reconocimiento de derechos de los oprimidos y su incorporación en la administración estatal, fueron completamente deshechas por la burocracia que más tarde asumió el poder en Rusia. El análisis hecho por Trotsky, en La Revolución Traicionada, demuestra como la burocracia monopolizó las tareas de la administración pública, alejando de ellas a las masas y a los oprimidos, en particular las mujeres. La burocracia rusa, para ello, revitalizó y se apoyó en todas las ideologías burguesas para así mantener a la mujer oprimida. Este gran retroceso se expresó en la propia legislación que terminó prohibiendo el aborto.
Las primeras medidas Después de nacionalizar los bancos y confiscar los depósitos de alimentos para entregar el pan a las ciudades, el Consejo de los Comisarios del Pueblo, ante los ataques y mentiras de la prensa burguesa, confiscó las gráficas y los stocks de papel. Sólo los periódicos de los partidos soviéticos pudieron circular libremente. La confiscación de los medios burgueses de impresión dividió seriamente a los bolcheviques. Rikov (Comisario del Pueblo para el Interior), Shiliapinikov (Comisario del Pueblo para el Trabajo), Noguin (Comisario del Pueblo para el Comercio), Miliutin (Comisario del Pueblo para la Agricultura) y Teodorovich (Comisario del Pueblo para el Abastecimiento) dimitieron de sus cargos. Otros, aunque no dimitiesen, manifestaron su discordancia. Este es un aspecto importante del debate sobre el tema de la Democracia Obrera, ¿cómo garantizar la libertad de prensa? La democracia burguesa tiene como eje de su democracia la propiedad privada, la posesión o no de la propiedad define el grado de democracia y de libertad que el individuo tiene en el interior de la sociedad. La democracia soviética se construye sobre otras bases: la colectividad. Así, al expropiar las máquinas impresoras y el stock del papel, el soviet 76
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puso exactamente lo mismo a disposición de “todos los ciudadanos” que, organizados, tuviesen un determinado números de afiliados. Hay, entonces, una profunda diferencia entre estatalizar un medio de comunicación en un Estado burgués y expropiar el mismo bajo la Dictadura del Proletariado. En el Estado Obrero Revolucionario, la expropiación de los medios de prensa y su puesta al servicio del conjunto de la sociedad es la garantía de la democracia. El control de los trabajadores es el contenido y la forma de esta democracia. Las sesiones de la Asamblea Constituyente estaban marcadas desde antes del 2º Congreso de los Soviets y se debían realizar en un breve plazo. Había todavía ilusiones de que la Asamblea Constituyente pudiese resolver problemas importantes del país en una perspectiva revolucionaria. Sin embargo, se trataban sólo de ilusiones, ya que el nuevo poder, nacido del proletariado y de la Revolución, podía enfrentar y resolver mejor esos desafíos. Esto se esclareció de forma rápida para las masas. Los bolcheviques hacían política para las masas y daban la debida importancia a la conciencia de las mismas. Tanto es así que, ante las ilusiones en el poder constituyente, decidieron convocar la asamblea constituyente. Desde su inicio propusieron que la Asamblea reconociera el poder de los soviets, encarnado en el nuevo gobierno. Cuando quedó claro para el pueblo que los conciliadores, que tenían la mayoría en la constituyente, rechazaban acatar las decisiones de los soviets, los bolcheviques, a partir de los soviets, cerraron la Asamblea Constituyente, con el apoyo popular. El poder quedaba así entregado por entero a los soviets.
La paz de Brest Justo después de la derrota del contraataque de Kerensky y del cese de la Asamblea Constituyente, el principal problema era la negociación de la paz. Ésta era indispensable para satisfacer a los soldados y campesinos, que no aguantaban más. Además, la paz se imponía como condición para que el nuevo poder obrero ganase algún aliento hasta que los obreros de Europa y del mundo realizasen nuevas revoluciones y pudiesen socorrer al primer Estado Obrero, que enfrentaba ciertamente inmensas dificultades, debido a su atraso económico. Los rusos, cumpliendo la resolución del 2º Congreso Pan-Ruso de los Soviets, habían propuesto la paz para los países envueltos en el 77
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enfrentamiento. Todos habían recusado la negociación, excepto Alemania. Las negociaciones de paz bilaterales se dieron en la ciudad de Brest-Litovsk. El nuevo Estado ruso propuso que el armisticio respetase las posiciones en que se encontraban ambos ejércitos. El jefe de la delegación rusa era Trotsky, que era el Comisario del Pueblo para Negocios Extranjeros. Los alemanes rechazaron la propuesta rusa y exigieron la entrega de Polonia, Lituania, Rusia Blanca y la mitad de Letonia a cambio de la paz. Y dieron diez días para que el nuevo Estado decidiese si aceptaba o no la oferta. Los bolcheviques, al tratar las negociaciones de paz, se sumergieron en una grave crisis, que casi llevó al partido a la división. ¿Era posible para el Estado Obrero recién creado negociar y sellar acuerdos con países imperialistas, aún más cuando el enemigo exigía la entrega de regiones tan vastas e importantes como las pretendidas por Alemania? ¿No debían los bolcheviques, por respeto a sus principios, llevar adelante los combates y, apelando a la movilización de los obreros de los países imperialistas, transformar la 1ª Guerra Mundial de imperialista en una guerra revolucionaria? ¿Adoptar una política diferente no significaba abandonar sus principios? ¿Finalmente, los obreros, soldados y campesinos rusos se encontraban en condiciones de desarrollar una guerra revolucionaria en aquel momento? En Mi Vida, Trotsky plantea que tanto él como Lenin coincidieron en las cuestiones fundamentales que rodeaban las negociaciones de paz de BrestLitovsk. Ambos concordaban en que Rusia no tenía condiciones de llevar adelante una guerra revolucionaria, es decir, una batalla con el objetivo de imponer estados obreros a otras naciones. También entendían que era lícito hacer pactos con el imperialismo. Los dos revolucionarios también estaban de acuerdo en que la posición de los bolcheviques en esa cuestión tenía un enorme significado educativo para las masas de Europa y del mundo y sabían que repercutiría sobre todo en la clase obrera alemana, ya que era con Alemania con quien los rusos estaban negociando. Lenin sostuvo, en dicha ocasión, que Rusia debía rechazar la propuesta alemana y ganar algún tiempo, con el fin de mostrar que el país sólo entregaría parte de su territorio si fuese obligado a ello. Sin embargo, ante un ultimátum alemán, Rusia debería capitular y aceptar la imposición. Trotsky sugirió una salida algo diferente. Según él, los rusos debían romper las negociaciones con los alemanes, pero sin embargo, debían acatar la imposición en el caso de que los enemigos usasen la fuerza, pero eso sí, sin firmar ningún tratado de paz. En el otro polo de la polémica estaba Bujarin. Éste propuso que se llevase adelante la guerra con el objetivo de propiciar la explosión de otras revoluciones en Europa. La dirección bolchevique estaba mayoritariamente 78
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alineada con Bujarin a mediados de enero de 1918. Bujarin, el 21 de enero, venció la primera votación interna, obteniendo 32 votos, contra los 16 dados a la propuesta de Trotsky y los 15 de la de Lenin. Trotsky aseguraba que en la base del Partido la ventaja de Bujarin era incluso mucho mayor. Rusia no permitió la conclusión de las negociaciones y la guerra fue adelante. En realidad, el ejército alemán fue adelante e impuso por la fuerza lo que estaba reivindicando en la mesa de negociación. Estos hechos militaban objetivamente a favor de la posición de Trotsky. El 25 de enero, en una nueva votación, la propuesta de Trotsky fue aprobada en un foro que reunió a las direcciones de los bolcheviques y de los socialistas-revolucionarios de izquierda. Los rusos abandonaron las negociaciones. No se sabía si Alemania conseguiría reunir fuerzas suficientes para mantener la ofensiva contra Rusia ni como repercutiría una invasión alemana a los obreros alemanes. Aún así, las tropas alemanas realizaron un nuevo ataque. Rusia, ante el hecho consumado del avance militar alemán, de la evidencia de que era consistente y de que no había habido resistencia por parte de los obreros alemanes, decidió volver a las negociaciones. Trotsky votó con Lenin por el retorno a Brest-Litovsk y vencieron por 6 a 1 (voto de Joffe) en el Comité Central, registrándose 4 abstenciones. El Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia también aprobó la firma de la paz. Los bolcheviques ganaron el tiempo que pudieron, con el fin de permitir que las masas europeas percibiesen, en la medida del posible, que ellos no podían seguir resistiendo ante el fuego alemán. El ejército alemán impuso por la fuerza su voluntad, e incluso una nueva exigencia: la evacuación de las tropas rusas de Ucrania, de Livonia y de Estonia, que también fueron cedidas por Rusia. Aunque perdiese parte considerable de su territorio, en especial algunas de las más desarrolladas en la industria y en la agricultura, los rusos firmaron el tratado de paz con los alemanes el 3 de marzo de 1918. La paz de Brest-Litovsk coincidió con la transferencia de la capital a Moscú. Esta ciudad, al encontrarse más al este, era más segura para ubicar al gobierno soviético. Ese debate se dio en medio de una crisis interna grave. El Partido estuvo a punto de dividirse. Dirigentes importantes, Bujarin entre ellos, dimitieron del Comité Central para así poder defender la guerra revolucionaria en la base del Partido. La dirección partidaria de Moscú llegó a desautorizar al Comité Central mientras éste no convocase un congreso extraordinario para debatir la propuesta de paz. Trotsky presentó una resolución, que fue 79
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aprobada por el Comité Central, confiriendo total libertad de expresión en el interior del Partido. El periódico de los bolcheviques de Moscú lanzó una campaña contra el tratado de paz. La fracción de Bujarin, a la que se sumó Radek, editó un periódico, en Petrogrado, que se definía como el órgano de los “comunistas de izquierda”, el 4 de marzo de 1918. El periódico vio la luz el mismo día en que se reunía el tan reivindicado 7º Congreso. En dicho Congreso, la oposición a la paz fue derrotada. La coincidencia sugiere que lo que realmente pretendían sus organizadores era romper el Partido. La economía rusa iba de mal en peor. La producción industrial caía. Los obreros, en una gran ola, iban tomando medidas para el control de las empresas. Desde marzo de 1918 la escasez de alimentos aumentaba. El gobierno requisaba los stocks de alimentos de los campesinos, ya que esa era la única manera de detener rápidamente el hambre que se abatía mortalmente sobre los obreros y las masas urbanas. Los campesinos, a su vez, se resistían a las confiscaciones forzadas y almacenaban a escondidas los cereales esperando a que se les ofreciesen mejores precios. Para Lenin era indispensable un período que permitiese la recuperación de la producción. La República de los soviets tendía a entrar en un compás de espera. Los bolcheviques se veían obligados a aguardar nuevas revoluciones, en especial la alemana, y a esperar a una coyuntura internacional más apropiada. Ante tal caos, y a propuesta de Lenin, los bolcheviques tomaron medidas enérgicas para detener la desorganización de la industria: se mantuvieron los antiguos administradores capitalistas de las empresas, fueron atendidas las exigencias de los técnicos y expertos de las fábricas y se instituyó un sistema de incentivos, controlado por los sindicatos, a fin de estimular el aumento de la productividad. Lenin apoyó la gestión individual de las fábricas, centralizada por un único administrador, en detrimento de la gestión colectiva, propuesta por otros dirigentes. Bujarin no aceptó las medidas, ya que veía en ellas un serio retroceso. Sumadas a su política contraria a la paz y de llevar adelante la guerra revolucionaria contra el capitalismo, propuso la nacionalización total de la economía y el control de la producción por los comités obreros. Los seguidores de Bujarin, en el fondo, veían en el camino señalado por Lenin el riesgo del abandono del internacionalismo obrero y de la adopción de una política parecida a la que más tarde se definió claramente: la coexistencia pacífica con el capitalismo. Fue por ello, porque se veían en medio de una discusión de principios, que se resistieron tanto.
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Los socialistas-revolucionarios de izquierda tenían la misma opinión que Bujarin sobre la paz y le propusieron una alianza en los soviets contra Lenin. Bujarin también temía las consecuencias de una ruptura del Partido Bolchevique. Por ello recusó la oferta de los socialistas-revolucionarios de izquierda. Todos parecían percibir que el riesgo mayor que corría la Revolución era la ruptura del Partido. Se garantizó toda la democracia interna y se concedió derecho de expresión en el interior del Partido a Bujarin, a fin de que las posiciones diferentes no cristalizasen. En el Congreso partidario de marzo de 1918, aunque se mantenían las divergencias, fueron aprobadas la política de paz y las medidas económicas sugeridas por Lenin. En mayo, los “comunistas de izquierda”, como se llamaban a los seguidores de Bujarin y Radek, perdieron la mayoría en Moscú y en la región de los Urales, donde habían sido muy fuertes. En junio, los socialistas-revolucionarios de izquierda, con el objetivo de devolver a Rusia a la guerra y reanudando sus tradiciones terroristas, planearon un levantamiento en Moscú y asesinaron al embajador alemán. El gobierno de los soviets detuvo a los terroristas y Bujarin participó en su represión. Bujarin y su fracción permanecieron en el Partido, que recobró su cohesión interna. Ese atentado repercutió negativamente en la puesta en marcha democrática de los soviets, como se verá más adelante. Surgieron nuevas divergencias entre los bolcheviques. En el interior de esa corriente que divergió de Lenin, apareció un segundo grupo, capitaneado por Osinsky, denominado Centralismo Democrático. Éste criticaba también el exceso de centralización y el autoritarismo en las decisiones del Partido. Este grupo acabó imponiendo la constitución de una Comisión de Control en el Partido, destinada a contener los excesos cometidos por la dirección. Incluso en una situación adversa como ésta, las palabras de Lenin no dejaban margen de duda: cuando existen divergencias deben ser claras, los avances son considerados como tales y los retrocesos, también. Lenin defendía la necesidad de firmar la paz con el imperialismo de la siguiente forma: ”Instauramos y consolidamos la República Soviética, un nuevo tipo de Estado, incomparablemente más elevado y democrático que las mejores repúblicas parlamentarias burguesas. Implantamos la Dictadura del Proletariado, apoyada por los campesinos pobres (…). Despertamos la fe en nuestras propias fuerzas y encendemos el fuego del entusiasmo en millones de obreros en todos los países. Lanzamos en todas las partes 81
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el llamado a la revolución obrera internacional. Desafiamos a los bandidos imperialistas de todos los países. (...) Fuimos obligados a firmar una paz de“Tilsit”. No tenemos por que engañarnos a nosotros mismos. Debemos tener el valor de mirar frente a frente a la verdad, amarga y desnuda. Tenemos que medir por completo, hasta el fondo, el abismo de la derrota, del desmembramiento [cesión de territorio] vasallaje y humillación que nos han impuesto hoy. Cuanto más claro comprendamos esto, tanto más firme y templado será el acero de nuestra voluntad de liberación (...). La principal tarea de nuestros días”. Obras Completas. Tomo 36. pág. 83. Esta forma clara de llamar a las cosas por su propio nombre caracterizó siempre a Lenin, las derrotas debían ser comprendidas como tales y las condiciones de la paz firmada debían ser encaradas tal y como se presentaban: como un retroceso. Sí era posible retroceder siempre y cuando la estrategia fundamental quedaba comprendida y asimilada. La fortaleza del Estado Obrero estaba en la conciencia de la acción de las grandes masas, éste fue el concepto de Estado fuerte de Lenin, que se basaba, por lo tanto, en la Democracia Obrera como régimen. Al firmar la paz, el congreso del partido votó cuáles serían las tareas fundamentales para ese período. En el informe político, Lenin trataba entonces de precisar que: ”Para nosotros es importante incorporar a la administración pública del Estado a todos los trabajadores sin excepción. Esta tarea presenta dificultades gigantescas, pero la minoría, el Partido, no puede implantar el socialismo. Quien puede implantarlo son las decenas de millones de seres cuando ellos mismos aprendan a hacerlo. (...) Es posible que hagamos mal lo que es necesario hacer, pero debemos incitar a las masas a que hagan lo que debe ser hecho”. VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia. Obras Completas. Tomo 56. pág.59. En el inicio de abril de 1918 el Comité Central desarrolló el eje general de la política aprobada en el Congreso extraordinario, que votó la firma del acuerdo de paz y el texto resultado de este debate escrito por Lenin, Las tareas inmediatas del poder soviético –que fue publicado y transformado en tesis. Las tesis sintetizaban las tareas fundamentales, pero era en el texto donde la caracterización de la situación de la joven república estaba más desarrollada. El centro de la tarea era empezar a gobernar de hecho, controlar la economía y disminuir las privaciones: “La situación que describimos, debido a una paz extremadamente dura y efímera, a una ruina penosísima, al paro y el hambre que nos legó la guerra 82
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y al dominio de la burguesía (...): todo eso indiscutiblemente generó un cansancio inmenso y llegó incluso a agotar las fuerzas de las grandes masas trabajadoras. Estas masas exigen imperiosamente –y no pueden exigir menos que eso- cierto descanso. Las tareas que nos están puestas en el orden del día son el restablecimiento de las fuerzas productivas, arruinadas por la guerra y por las maniobras de la burguesía; curar las heridas infligidas por la guerra, por la derrota militar, la especulación y por los intentos de la burguesía de restablecer el derrotado poder de los explotadores; elevar el nivel económico del país; mantener con firmeza un orden elemental”. Las tareas inmediatas del poder soviético, Obras Completas. Tomo 36. pág.179. El partido, con Lenin en primera fila, veía entonces un gran cansancio de las masas así como la necesidad profunda de ganar tiempo para organizar el Estado, incorporar a las masas… organizar, organizar y organizar era la tarea fundamental. La necesidad de este respiro fue considerada la pieza fundamental que llevó a la firma de la Paz en las condiciones impuestas por los imperialistas alemanes, hasta incluso el ritmo de las expropiaciones se disminuyó. El eje fundamental era organizar los ramos económicos ya expropiados, mejorando así la relación y el cambio de mercancías con el campo y el abastecimiento de las ciudades. La consigna que daba sentido a la política de organización era control, y las tareas fundamentales delineadas en los primeros meses de 1918 fueron Profundizar el control obrero y Aprender el arte de la economía. El joven Estado necesitaba tiempo. Lenin en varias ocasiones afirmó que la paz duraría poco, pero no imaginó que sería tan poco. En mayo de ese mismo año se inició la guerra civil.
La Guerra Civil En mayo de 1918 estalló la Guerra Civil, que se prolongó durante dos años y medio, hasta noviembre de 1920 y marcó definitivamente el destino de la Revolución Rusa. Ante el ataque de la burguesía imperialista en consonancia con la burguesía local, el gobierno, en detrimento de la planificación anterior de retardar las expropiaciones, se vio obligado a hacer justo lo opuesto y aceleró la expropiación. La resistencia burguesa debía empezar a romperse en el plano interno, atacando a su poder económico. En este 83
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libro trataremos sólo superficialmente la Guerra Civil, ya que lo que en realidad nos interesa es su repercusión sobre el proletariado ruso y el Partido Bolchevique. Los generales y altos oficiales monárquicos que se fueron, perdonados ingenuamente por los bolcheviques bajo la simple promesa de que no dirigirían sus armas contra el nuevo Estado, condujeron una buena parte de las acciones contrarrevolucionarias en la Guerra Civil, al conformar los ejércitos blancos. Las naciones imperialistas, sobre todo Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón e Inglaterra –hasta donde los obreros ingleses se lo permitieron- además de financiar a los guardias blancos, tomaron iniciativas directas contra el nuevo Estado Obrero. Trotsky era, desde marzo de 1918 cuando se concluyó la paz, el Comisario del Pueblo para la Guerra. El conflicto se inició en mayo de 1918, cuando 50.000 soldados checos y voluntarios rusos, por iniciativa de los antiguos aliados franceses en la 1ª Guerra Mundial, invadieron Rusia por el oeste. Miles de soldados desembarcaron en suelo ruso y tomaron varias ciudades, inclusive Omsk. El éxito de esta invasión llevó a los franceses e ingleses a unirse y, bajo el falso pretexto de defender a Rusia de una nueva invasión alemana, desembarcaron en Murmansk en julio y en Vladivostok en agosto, más de 100.000 soldados. Varias ciudades importantes fueron tomadas, entre ellas Kazan. En el norte intervinieron tropas norteamericanas y serbias. En septiembre, los rusos rechazaron a los invasores, bajo el mando de Trotsky, y recuperaron las ciudades tomadas. En el sur, el general zarista, Denikin, armado por los ingleses, montó un ejército, que fue conocido como el Ejército Blanco, en contraposición al Ejército Rojo de los soviets. Los invasores llegaron a estacionarse a sólo 15 km de Petrogrado en 1919. Este fue el período más crítico de la Guerra Civil. Sin embargo, los bolcheviques resistieron heroicamente y expulsaron a los blancos. En Siberia, al este, los rusos combatieron a los japoneses, que se habían aliado a los cosacos. En marzo de 1920, Polonia, que había sido entregada por los rusos a los alemanes, invadió a Rusia por el oeste. En septiembre, ante el contraataque del Ejército Rojo, los polacos fueron obligados a firmar un armisticio. Los alemanes, financiados con dinero francés, reanudaron la ofensiva en Ucrania, la cual fue detenida por los rusos en noviembre de 1920. Sólo entonces finalizó la Guerra Civil. ¿Cómo fue formado el Ejército Rojo sobre los restos de las tropas zaristas y cómo consiguió la victoria? Antes de nada, tal y como lo definió Deutscher, hay que insistir en que se trataba de un ejército de clase, un ejército de la clase obrera y de los campesinos. Trotsky se dirigía directamente a las grandes fábricas y en ellas realizaban asambleas donde sus dotes de agitador revolucionario demostraban la necesidad de la defensa de la 84
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revolución. Los principales regimientos tenían como estructura básica a los obreros, y una vez que éstos fueron formados, se pasó al reclutamiento de los campesinos. Después de esto, como tercera fase, Trotsky convocó a cerca de 30.000 oficiales zaristas, casi todos contrarios al régimen de los soviets, para organizar la defensa del País. No había a mano otros comandantes expertos con los que Trotsky pudiese contar. Por cautela, detrás de cada uno de estos militares graduados, Trotsky mantenía a un comisario político, que, al menor indicio de traición del oficial vigilado, se lanzaría contra él. Los comisarios políticos también eran responsables de mantener alta la moral de las tropas. Sin embargo, para mantener el fuego contra tantos ejércitos enemigos y en un frente de combate tan extenso, no bastaba sólo recurrir a soldados profesionales y a oficiales del viejo régimen, los bolcheviques fueron obligados a convocar a los obreros de las ciudades industriales para que se desplazasen hacia las fronteras del país y ayudaran así a dirigir el Ejército Rojo. Todos los recursos políticos y humanos de los soviets fueron movilizados. Esta era la única posibilidad para no sucumbir al cerco de la burguesía rusa y del imperialismo. “La República es un campamento fortificado. Vivimos bajo el régimen de la dictadura militar del proletariado”, escribían Bujarin y Preobazhensky. Rusia y el nuevo régimen comenzaron a emplear sus últimas energías y a perder a sus más expertos cuadros políticos, así como a su vanguardia obrera revolucionaria, en esa desesperada batalla. Y al decir “perder”, nos referimos a la pérdida en el sentido biológico del término: ¡una inmensa parcela de la vanguardia y de la propia clase obrera rusa murió en combate! Los métodos de Trotsky no contaron con el apoyo unánime de su Partido. Al contrario, numerosos dirigentes se opusieron al formato profesional dado por el Comisario del Pueblo para la Guerra, prefiriendo el modelo de organización de las milicias obreras y de los grupos guerrilleros, intentando dotarlo de una validez universal. No admitían que los comandantes fuesen elegidos por el estado-mayor del Ejército Rojo y exigían la elección de los comandantes por los comandados. No admitían que los soldados fuesen comandados por oficiales que habían servido al Zar. Contradijeron, igualmente, la férrea centralización de las acciones militares y la dura disciplina impuesta a los combatientes, inclusive con la vuelta de la pena de muerte para cohibir la insubordinación. Ese movimiento se denominó “Oposición Militar”. La Oposición Militar era dirigida por Smirnov y Frunze, pero contaba con Stalin en los bastidores. Trotsky enfrentó a la Oposición Militar, mostrando que la plataforma de la agrupación carecía de sentido político y no se 85
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justificaba en el terreno técnico, porque sólo un país con economía y cultura muy superiores a las de Rusia de entonces podría utilizar tales métodos con éxito. En un extracto de La Revolución Traicionada –Qué es y hacia dónde va Rusia- de Trotsky, se muestra claramente el fundamento del pensamiento del jefe del Ejército Rojo. Trotsky planteaba el 1 de abril de 1922 lo siguiente: “Yo no dudo que un país con la economía socialista desarrollada, que fuese llevado a hacer la guerra con un país burgués, tendría una estrategia completamente diferente. Pero eso no nos da razón para sacarnos de la chistera hoy tal estrategia proletaria… desarrollando la economía socialista, elevando el nivel cultural de las masas… enriqueceremos, sin duda alguna, el arte militar con nuevos métodos, pero para eso, es necesario aprender continuamente de los países capitalistas avanzados, y no intentar deducir una nueva estrategia con métodos especulativos de la naturaleza revolucionaria del proletariado.” Trotsky derrotó a la Oposición en el 8º Congreso partidario por 174 votos contra 95. En el principio de la Guerra Civil, el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado creó una policía política para combatir a la contrarrevolución y al sabotaje: la Cheka. Ésta, ante la profundidad de la Guerra Civil, se convirtió en una comisión extraordinaria con la misma finalidad y pasó a gozar de gran autonomía. Solamente prestaba cuentas al Soviet de los Comisarios del Pueblo y al Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia. Estaba dirigida por Dzerzhinsky y, según sus propias palabras, actuaba como un órgano de represión a la burguesía. Era el “terror rojo” que se abatió indistintamente sobre los elementos burgueses. En esos dos años y medio, las necesidades impuestas por la Guerra Civil acabaron generando lo que se conoció como el comunismo de guerra: la industria fue nacionalizada y estatalizada, el comercio privado desapareció totalmente, destacamentos de obreros armados fueron a las aldeas y requisaron los granos para poder alimentar a las ciudades y a los soldados, no existía recaudación de impuestos ni una estructura administrativa capaz de organizar las requisiciones, los sueldos caían, la inflación era gigantesca, no había ni siquiera moneda alguna circulando y los pagos se realizaban en especie. Bujarin y Preobrazkensky, en el libro el ABC del Comunismo, sostenían que la contrarrevolución no llegó al punto de destruir el Estado soviético únicamente porque los invasores tuvieron que dedicarse a enfrentar a sus propios obreros y masas populares que se levantaron contra ellos, 86
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llegando incluso a realizar revoluciones como en Hungría y Alemania, aunque finalmente fuesen derrotadas. Además, los bolcheviques, fieles a sus tradiciones internacionalistas y aprovechando el impacto de la Revolución Rusa y la influencia de que gozaban ante sectores socialdemócratas en Alemania, en Hungría, en Italia, en Francia, en Suecia, en Noruega, en Inglaterra e incluso en los Estados Unidos, sin olvidar Brasil y muchos otros países; en marzo de 1919, en Moscú, fundaron la III Internacional. Esta organización, en sus primeros años de vida, impulsó la revolución en todo el mundo. Después del fin de la Guerra Civil, gran parte del territorio que Rusia había cedido a Alemania al final de la 1ª Guerra Mundial fue recuperado. El 22 de diciembre de 1922 se fundó, teniendo Moscú como centro político, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas –la URSS. Más de una decena de repúblicas europeas y asiáticas se unieron bajo esa denominación. Por razones didácticas, continuaremos empleando el término “Rusia” aunque nos refiramos a la Unión Soviética. Por la misma razón, seguiremos llamando Partido Bolchevique a su sucesor, el Partido Comunista. La sangría de los soviets fue brutal. Durante la Guerra Civil, según Pierre Broué en el libro El Partido Bolchevique, los soviets dejaron de lado cualquier discusión sobre la represión desencadenada por la Cheka y sobre la Guerra Civil, y pasaron a dedicarse exclusivamente a las cuestiones administrativas locales. Así Kamenev describió de la siguiente manera la puesta en marcha de los soviets en ese período: “Sabemos que durante la guerra, los mejores trabajadores abandonaron las ciudades masivamente y que muchas veces de ello resultó una situación que exigía crear un soviet en determinada provincia o ciudad, dándole base para una puesta en marcha regular. Lentamente, las asambleas del soviet, considerado como organización política, languidecieron, pues la gente se ocupaba de tareas puramente técnicas. Las asambleas generales del soviet se celebraban en escasas ocasiones y, cuando se reunían los diputados, su única misión consistía en ser informados de una circular, escuchar un discurso etc.” En otra cita de la obra citada de Broué, Zinoviev defendía la dictadura del partido sobre los soviets del siguiente modo: “El poder soviético no habría durado tres años, ni siquiera tres semanas, si no fuese por la férrea dictadura del partido comunista. El control del partido sobre los órganos soviéticos y sobre los sindicatos era la única garantía sólida de que ninguna camarilla o grupo de presión pudiera imponerse y de que sólo prevalecerían los intereses del proletariado en su totalidad.”
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La guerra Civil extendió sus efectos maléficos sobre el Partido y lo modificó para siempre. Broué en el libro citado plantea lo siguiente: ”Preobrazhensky no escandaliza a nadie al sugerir que se decida la desaparición de un partido que, en su opinión, resulta inútil, pues los comunistas son los dirigentes reconocidos del Estado. Osinsky propone que se legalice la situación existente de hecho, sugiriendo para ello la fusión del Soviet de Comisarios del Pueblo con el Comité Ejecutivo [del Soviet de Rusia] en un único órgano colegiado que debería incluir a todos los miembros del Comité Central del partido: este plan se llevó a la práctica en la Letonia soviética bajo la dirección de Stuchka.” Los órganos del Estado suplantaban y asimilaban a los del Partido en virtud de la coyuntura adversa atravesada por la Revolución. Hay que reconocer que el Partido y los soviets ya flaqueaban antes del ascenso de Stalin al poder y de la muerte de Lenin. El 17 de marzo de 1919 fallecía el gran organizador Sverdlov, quedando así un enorme vacío en la dirección del Partido. El 8º Congreso decidió que el Partido recuperase su disciplina y definiera claramente sus fronteras. El Congreso reconocía que los soviets estaban funcionando muy mal, sin embargo entendía que solamente ellos volverían a funcionar como pretendía el Partido, que era su motor, si éste se curaba. El Partido debía funcionar así de manera estrictamente disciplinada como la fracción comunista en los soviets. El Comité Central debería reunirse al menos cada dos meses. Y en el intervalo de esas reuniones, un Buró Político del Comité Central dirigiría el Partido y deliberaría sobre las cuestiones urgentes. Este Buró podía transferir dicha función para el Comité Ejecutivo, integrado por Lenin, Trotsky, Kamenev, Bujarin y Stalin. También se formó un Buró de Organización del Comité Central. Stalin participaba de ambos burós. También se creó un Secretariado del Comité Central, encargado de la puesta en marcha general del Partido. El órgano crecería año tras año y en 1921 ya contaba con 600 funcionarios. Se rehicieron los eslabones entre el Comité Central y los órganos locales. Las circulares del Comité Central pasaron de 71 en 1919 a 253 en 1921. El Secretariado del Comité Central rápidamente consiguió identificar a todos los militantes. El Buró de Organización y, más tarde, el Secretariado, debido al control de los cuadros partidarios de que disponía, pasó a influenciar la elección de los dirigentes de los soviets y de los sindicatos. Stalin asumió la dirección del Secretariado. El 9º Congreso delegó en ese órgano la función de nombrar y transferir a los dirigentes partidarios para cumplir las tareas, 88
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negando el criterio histórico anterior, de elección de los dirigentes por la base. La composición social del Partido se modificó drásticamente durante la Guerra Civil. Algunos datos aportados por Pierre Broué, en El Partido Bolchevique, ilustran ese cambio ya en 1919: se volvió difícil encontrar algún militante que conociera El Capital, de Marx, u otra obra marxista fundamental. En marzo de 1919 el Partido contaba con 250.000 miembros. Muchos elementos oportunistas ingresaron en el Partido en esa época. En marzo de 1921 el Partido ya contaba con 730.000 militantes. En 1919 sólo el 8% de los militantes había ingresado en el Partido antes de febrero de 1917 y aproximadamente el 20%, antes de octubre del año de la Revolución. El nivel cultural decayó enormemente. En 1919 sólo el 5% tenía educación superior y el 8% educación secundaria. En octubre de 1919 el 53% de los militantes trabajaba en el Estado y de éstos, el 8% lo hacía en el aparato del Partido y de los sindicatos, el 27 % servía al Ejército. Mayor porcentaje aún detentaban cargos de oficial. La inmensa mayoría de los cuadros partidarios ejercía funciones de autoridad pública, es decir, de gobierno. Estos nuevos militantes se adhirieron al Partido durante los difíciles años de la Guerra Civil. Habían sido educados de forma distorsionada por el propio Partido. Para ellos, según una expresión famosa de Radek, el Partido era “ante todo, un ejército, una fuerza de choque, y sólo después, un partido político”. Los sueldos que se les pagaban a los cuadros del Partido, incluso a los comisarios del pueblo, equivalían a los de los obreros cualificados. Vivían muy modestamente y no gozaban de ningún privilegio. Zinoviev, por ejemplo, miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Rusia, llegó a perder a un hijo por inanición. Sin embargo, un gran número de dirigentes gubernamentales empezaba a alejarse de clase obrera, aunque hubiese iniciado su militancia junto a los obreros.
Del “Comunismo de Guerra” a la Nueva Economía Política La situación desesperada por la que pasaba Rusia durante la Guerra Civil y su aislamiento político y comercial, provocaron en el interior del Comité Central del Partido un debate sobre como conducir la economía. Trotsky, en diciembre de 1919, es decir, en plena Guerra Civil y encontrándose ya la industria nacionalizada y controlada por el Estado, presentó un documento, denominado “Tesis Sobre la Transición entre la Guerra y la Paz”, en el que 89
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proponía la “militarización del proletariado”. Trotsky creía que los proletarios no podían quedar vagando por Rusia, al contrario, el Estado debía determinar dónde trabajaría cada obrero, así como el Ejército Rojo definía dónde debía combatir cada soldado. Así, proponía que el trabajo fuese obligatorio y que patrullas punitivas reprimiesen a los que “desertasen” de las actividades profesionales. Incluso sostenía que hubiese un estímulo salarial a favor de los obreros más productivos. Defendía además que el Ejército Rojo interviniese directamente en el terreno económico cuando fuese necesario. Según Trotsky, no cabía papel independiente alguno a los sindicatos y a las organizaciones económicas obreras en la conducción económica del país. Los sindicatos y las organizaciones similares debían obediencia completa al Estado, ya que éste, al fin y al cabo, tenía naturaleza obrera. Entendía así que Rusia era demasiado pobre y retrasada como para adoptar otra salida que la alejase del caos al que se aproximaba. Los obreros aún no tenían condiciones de ocupar el papel que les aguardaba el futuro: la autogestión de las empresas. Esa política quedó conocida como “comunismo de guerra”. Bujarin, que estaba próximo a Trotsky en ese momento, sugirió que las organizaciones sindicales se integrasen a los órganos estatales, a fin de velar mejor por la disciplina en el trabajo. Es preciso señalar, en honor a la verdad histórica, que Trotsky, durante ese debate, aclaró varias veces que el “comunismo de guerra” solamente resultaría si la mayoría de los trabajadores lo apoyase voluntariamente y que, por lo tanto, en definitiva, no habría contradicción entre él y la democracia obrera. Hay que resaltar también que la mayoría de la dirección bolchevique concordaba, en líneas generales, con esa concepción de Trotsky, lo cual permitió que se practicase durante meses. Fue más tarde cuando Lenin y otros dirigentes expresaron diferencias con la posición de Trotsky. Aunque incluso ahí lo hicieron de forma limitada respecto a la independencia de los sindicatos frente a las organizaciones estatales y respecto a su papel educativo y no coercitivo de cara a las masas. Y así se dio la “Plataforma de los Diez”, publicada en enero de 1921 y suscrita, además del mismo Lenin, por Kamenev, Zinoviev, Tomsky, Stalin…. El documento de Trotsky estaba reservado a los miembros del Comité Central. Sin embargo, sin permiso, Bujarin lo divulgó en la prensa. Esto desencadenó un debate tenso. La posición de Trotsky fue criticada severamente por los sectores sindicales del Partido, que veían en ella una ofensiva más burocrática y antidemocrática. En el calor de ese debate se formó un agrupamiento político que se oponía tanto al “comunismo de guerra”, como a la creciente burocratización del 90
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Partido, y que presentó una plataforma alternativa. La Oposición Obrera ya se veía venir en el 8º Congreso del Partido, pero fue en el 9º Congreso, realizado entre el 29 de marzo y el 4 de abril de 1920, donde se mostró más definidamente. Conforme consta en el libro Oposición Obrera 1920– 1921, de Alexandra Kollontai, la Oposición nacía de la divergencia sobre “¿quién desarrollará las potencialidades creadoras que podrán servir a la reconstrucción de la economía? ¿Serán los órganos de clase unidos a la industria por lazos vitales –es decir, los sindicatos de las fábricas- o el aparato de los soviets, que está separado de la actividad industrial y cuya composición social es heterogénea?” Cuando Kollontai se refería a la composición heterogénea de los soviets, hacía mención al hecho de que gran cantidad de elementos, como comerciantes, especialistas, campesinos y otros tipos de pequeñoburgueses hostiles al comunismo se habían instalado en los consejos. La Oposición entendía que debían ser los sindicatos. Según la dirigente, “Este es el quid de las tesis de la Oposición: La organización de la economía social es una prerrogativa del Congreso Pan-Ruso de los Productores –formado por los sindicatos del comercio y de la industriaque eligen el cuerpo central dirigente de toda la vida económica de la República” Tesis de la Oposición Obrera. Kollontai aseguraba que si el hecho de que el Ejército Rojo se hubiese apoyado en oficiales zaristas no ocasionó perjuicios en el terreno militar, todo ocurría de forma diferente en la economía, sobretodo cuando la cuestión económica se destaca por encima de la militar, teniendo en cuenta que la Guerra Civil llegaba a su fin. También criticaba la política del Partido de alejar a los obreros y sus sindicatos de la gestión de la industria y entregarla a especialistas y técnicos formados en el capitalismo. Así como acusaba a Lenin y a Trotsky de desconfiar de la clase obrera y de su capacidad creativa. La dirigente bolchevique denunciaba a la dirección del Partido por retirar de las fábricas y de los sindicatos a los mejores activistas y enviarlos a los más variados puestos de la República; por abandonar a los obreros que quedaban en la industria, y por rechazar sus reivindicaciones, lo que causaba un mayor divorcio entre el proletariado y el Partido. Según Broué, Kollontai y su tendencia proponían la inmediata adopción de las siguientes medidas a favor de la clase obrera: “igualdad de sueldos, distribución gratuita de alimentos y productos de primera necesidad a los obreros de las fábricas y la progresiva sustitución de sueldos en dinero por sueldos en especie.” Las tesis de Lenin, apoyadas por Zinoviev, Stalin y la mayoría del Comité Central, salieron victoriosas en el 10º Congreso, consiguiendo 336 votos, 91
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contra 50 para la propuesta de Trotsky y Bujarin y 18 para la de la Oposición Obrera. A pesar de las enérgicas medidas adoptadas, la economía continuaba decayendo. Se estimaba que la producción fabril y minera había caído en 1921 hasta el 20% de los niveles de antes de la 1ª Guerra, con muchos productos esenciales sufriendo una caída aún más pronunciada. La producción de algodón, por ejemplo, cayó hasta el 5% y la de hierro hasta el 2% de los niveles de antes de la Guerra. Los campesinos respondieron a la confiscación de su producción negándose a cultivar el suelo. En 1921 la extensión de las tierras cultivadas encogió hasta el 62% del área de antes de la 1ª Guerra, y la cosecha era sólo el 37% de lo normal. El número de caballos disminuyó de 35 millones en 1916 a 24 millones en 1920, y el ganado cayó de 58 millones de cabezas hasta 37 millones durante el mismo período. En el cambio, el dólar americano, que se cotizaba a 2 rublos en 1914, subió hasta 1.200 en 1920. Las condiciones de vida de las poblaciones urbanas eran pésimas, incluyendo los salarios. En 1920 los sindicatos calculaban que los gastados absolutamente indispensables eran de 2,5 a 3 veces mayores que los sueldos. En virtud de esa penuria, la población urbana abandonaba las mayores ciudades rusas. Petrogrado perdió en 3 años más de la mitad de sus habitantes (57,5%). En el mismo período, el 44,5% de los habitantes de Moscú la abandonaron. La heroica clase obrera disminuía visiblemente en términos numéricos. Considerando su nivel de conciencia política, el retroceso también era muy grande. En realidad, inmediatamente después de la Guerra Civil, no existía ya una vanguardia obrera en Rusia. Ni siquiera se podía decir que hubiese un proletariado industrial propiamente dicho en el país en aquella época. Por las ciudades vagaba una inmensa masa de obreros sin empleo o subempleados. En 1921 una ola de hambre devastó las ciudades y también el campo. Según la estadística oficial, 36 millones de campesinos pasaban hambre, llegándose incluso a registrarse casos de canibalismo. Si durante los años de la Guerra Civil se exigió la máxima cohesión partidaria, lo cual era fácil de comprender y justificar; pasado el período crítico del conflicto, las divergencias no paraban de surgir en el interior del Partido. Se formaron la Oposición Militar, el grupo Centralismo Democrático y la Oposición Obrera. Aún había otras divergencias internas en el Partido, aunque no llegasen a generar tendencias o fracciones nacionales. Sin embargo, otra peligrosa oposición a los bolcheviques estaba a punto de explotar. La situación era desesperada. Los días 24, 25 y 26 de febrero 92
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de 1921 los obreros de Petrogrado realizaron una huelga. Exigían el fin de las confiscaciones de alimentos, una mejora en el abastecimiento de las ciudades y la supresión de las milicias de trabajo. Los dirigentes de la huelga también exigían que se limitase la acción represiva de la Cheka. El 24 de febrero, el Soviet de Petrogrado eligió un Comité de Defensa. A sólo 30 km de Petrogrado, la guarnición marítima de Kronstadt apoyó el movimiento de los huelguistas. Los marineros de Kronstadt exigían lo siguiente: convocatoria de elecciones para los soviets por votación secreta y precedida de un período de campaña electoral; libertad de prensa y de reunión para los sindicatos obreros y organizaciones campesinas, así como para los partidos anarquistas y socialistas; convocatoria de una conferencia, independiente de los bolcheviques, reuniendo a los obreros, soldados y marineros de Petrogrado, Kronstadt y región hasta el 10 de marzo; libertad para los presos políticos socialistas y de los presos en virtud de la participación en el movimiento obrero y campesino; revisión de los procesos de detención; abolición de las secciones política de educación y agitación en el interior de la fuerzas armadas; igualdad en las raciones de alimento destinadas a los trabajadores; derecho de los campesinos a disponer de sus tierras y de sus ganados y libertad de producción para los artesanos que no utilizasen trabajo asalariado. Kronstadt, próxima a Petrogrado, era una fortaleza estratégica y disponía de gran cantidad de armamento y munición. Lo más grave era que el levantamiento no estaba aislado. Un ejército, dirigido por el anarquista Majnó, controlaba Ucrania. En la región de Tambov, un ejército con cerca de 50.000 combatientes, dirigido por el socialista-revolucionario Antonov, desafiaba a los soviets. Esas dos insurgencias armadas, junto a la de Kronstadt, eran las más importantes. Sin embargo, existían cerca de 50 focos más en las regiones rurales de resistencia ante el nuevo gobierno. La rebelión de Kronstadt, por su ubicación estratégica, podía potenciar las demás revueltas, y dañar a Petrogrado. Además, los últimos tiros de la Guerra Civil se habían dado apenas tres meses antes. El gobierno soviético veía en esa inestabilidad una posibilidad real de que los ejércitos blancos reanudasen el ataque. Los bolcheviques, inicialmente, no recurrieron a las armas e intentaron negociar con los marineros. Sin embargo, sus portavoces, enviados a Kronstadt, Kusmin y Vassiliev, acabaron siendo detenidos por los rebeldes. El gobierno no podía aceptar esa situación y decidió sofocar la rebelión de la guarnición por la fuerza. El 5 de marzo, el Comisario del Pueblo para la Guerra exigió la rendición de los rebeldes. La cual fue rechazada. Trotsky 93
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nombró a Tujachevsky como encargado de recuperar el control sobre Kronstadt y se pusieron a su disposición cerca de 50.000 soldados. El 7 de marzo comenzó el combate, que no terminaría hasta 10 días después, con la victoria del gobierno. La represión del Ejército Rojo fue despiadada. Tras la derrota de los marineros rebeldes, entre los cuales se contaban muchos bolcheviques, se prosiguió con el fusilamiento de centenares de militares por las calles de la ciudad. Los marineros estaban dirigidos por corrientes políticas anarquistas. Después de ese desenlace sangriento, los anarquistas se alejaron para siempre de los marxistas y de los bolcheviques. Lenin, refiriéndose a la insurrección de Kronstadt, dijo lo siguiente en el 10º Congreso del Partido Bolchevique: “Aquí tenemos una manifestación del democratismo pequeñoburgués que reclama libertad de comercio y clama contra la dictadura del proletariado. Sin embargo, los sin-partido están sirviendo de estribo, escalón, pasarela para los guardias blancos.” El Partido Bolchevique, Pierre Broué. Este Congreso se realizó en marzo de 1921 y coincidió con los combates en Kronstadt. Sin embargo, hubo otra coincidencia mucho más emblemática: también en marzo de 1921 fue derrotada la Revolución en Alemania. El Partido Comunista Unificado de Alemania, sección de la 3ª Internacional, aunque no fuese la dirección mayoritaria del proletariado, tenía 350.000 militantes. Orientado por la política ultraizquierdista de la Internacional de la época, protagonizó una precoz, mal preparada y finalmente fracasada huelga general insurreccional. Perdió dos tercios de sus miembros después de la aventura, cayó su influencia y sufrió un gran aislamiento. El sueño de los bolcheviques de romper el cerco del imperialismo a una Rusia atrasada y muy escasa de técnicos y especialistas, por medio de la victoria de la revolución en un país avanzado, se convirtió en pesadilla. Tanto el capitalismo como la burguesía pudieron recomponerse y estabilizar la situación política en el centro de Europa. Y para ello contaron con el apoyo imprescindible del Partido Socialdemócrata Alemán, que ayudó al gobierno a reprimir al movimiento obrero y a asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebcknech. Rusia se quedó así aislada. La principal consecuencia de la derrota de la Revolución Alemana sobre la Revolución Rusa fue percibida rápidamente: los bolcheviques no podrían contar con la perspectiva de nuevas revoluciones a corto plazo; al contrario, tendrían que adoptar tácticas defensivas mientras no cambiase la situación y llegara un nuevo ascenso obrero. Lenin consideró el año 1921 como el momento más crítico de la revolución. Junto a la dolorosa derrota de la revolución alemana, en el frente interno, a 94
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pesar de que la victoria militar sobre la contrarrevolución estaba consolidada, la situación de la economía era caótica. El hambre y el desabastecimiento marcaban la vida en las ciudades. En el campo, a pesar del apoyo mayoritario a la lucha contra el ejército blanco, hubo una profunda ruptura de la alianza con los campesinos debido a la necesidad de abastecer al ejército y a las ciudades, mientras la miseria crecía. El reflejo de este cuadro en el partido fue el aumento de la tensión interna del debate, fraccionamientos y crisis. La coyuntura exigía de la clase obrera, de los campesinos y del partido, fuerzas inconmensurablemente superiores a las del momento de la revolución. El Congreso llamaba al partido al orden y Lenin defendía categóricamente que se realizase un retroceso, al igual que lo había defendido en 1918, antes de que todas las fuerzas se hubiesen agotado por la guerra civil. El contenido de las resoluciones del X Congreso consistió en una nueva retirada, que se expresó tanto en las variaciones en el régimen del Partido como en la NEP. El retroceso era un tema complicado, sobretodo para los revolucionarios que están acostumbrados a avanzar: “Para nosotros estaba claro que, precisamente porque estábamos avanzando con tanto éxito y obteniendo tantos triunfos extraordinarios a lo largo de tantos años (¡y todo ello en un país increíblemente arruinado y carente de las premisas materiales!), para consolidar este avance, ya que habíamos conquistado tanto, era completamente indispensable retroceder. No podíamos mantener todas las posiciones que habíamos conquistado; pero, por otro lado, solamente y gracias al hecho de que las mencionadas conquistas fueron impulsadas por el entusiasmo de los obreros y campesinos fue posible que nos apoderásemos de algo tan inmenso. Solamente por eso tenemos tanto terreno y nos fue posible retroceder tanto, e incluso ahora podemos recular mucho sin perder lo que es realmente lo fundamental y principal. El retroceso por regla general se realizó con bastante orden, aunque hubieron algunos gritos de pánico, entre las cuales se encontraban los de la “Oposición Obrera”(¡y en ello consistió su enorme daño!), que produjo entre nosotros desidias parciales e infracciones de la disciplina y del orden de la retirada. Lo peor de la retirada es el pánico. (...) cuando se avanza, aunque la disciplina no sea firme, todos avanzan con ímpetu y se lanzan adelante por su propio impulso. Al contrario, en el retroceso, la disciplina debe ser más consciente y es cien veces más necesaria, porque cuando un ejército retrocede, no ver con claridad dónde se debe parar, es ver solamente el retroceso, y en ciertas ocasiones, bastan varios gritos de pánico para que 95
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todos se pongan nerviosos”. XI Congreso. Obras Completas. Tomo 45. pág. 95. Tal era la táctica que Lenin definía para seguir avanzando en los objetivos estratégicos fundamentales: mantener el Estado Obrero en medio de la más alarmante situación interna, recomponer la alianza con los campesinos y desarrollar la III Internacional. Por ello, la esencia de las medidas que se tomaron en este congreso se definía por el eslabón conductor que explica Lenin, ¿cómo retroceder preservando las posiciones fundamentales? ¿Hasta dónde retroceder? Y esto exigía del partido claridad y disciplina, sin embargo el Partido estaba fraccionado. El congreso votó la prohibición de las fracciones y tendencias, una medida considerada provisional por la necesidad de organizar el retroceso, tal y como planteaba Lenin.
La NEP (Nueva Política Económica) Tras la derrota anterior de la revolución alemana, Alemania se encontraba de nuevo en 1923 ante la posibilidad de la toma del poder y, nuevamente, se desperdició la oportunidad. Por otro lado, la alianza forjada con los campesinos a partir del decreto de nacionalización de las tierras sufrió una profunda ruptura durante la guerra civil y el comunismo de guerra. Y esto, a pesar del amplio apoyo que las masas campesinas depositaron en el régimen de los soviets en la guerra contra el ejército blanco, ya que la victoria de este último hubiese representado el retorno de los antiguos señores. Sin embargo, la requisición forzada de la producción agrícola y el hambre que se extendía en el campo, crearon una situación de peligroso aislamiento del régimen. Este cuadro exigía una nueva política. El fundamento de la Nueva Política Económica, la NEP, fue expuesto por Lenin en el 10º Congreso: ”Donde la clase está suficientemente desarrollada, la transición del capitalismo al socialismo es posible. Nosotros estamos enfatizando (…) que en Rusia la situación no es ésta, que en Rusia tenemos una minoría de trabajadores en la industria y una enorme mayoría de pequeños propietarios de tierras. En un país así, la revolución social puede conseguir su éxito final sólo bajo dos condiciones: primero, con la condición del apoyo oportuno de una revolución social en uno o varios países avanzados… La otra condición es un acuerdo entre… el proletariado que mantiene el poder estatal y la mayoría de la población campesina… Sólo un acuerdo con los campesinos puede salvar la revolución socialista en Rusia hasta que empiece la revolución en otros países”. Obras Completas. Tomo 44. 96
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En esto residía la esencia de la NEP. Muchos autores solamente consideran las medidas de restablecimiento del mercado y de acumulación capitalista a través del comercio, pero esto era solamente la forma económica del restablecimiento de una alianza política que debía sustentarse sobre bases materiales concretas. En el 4º congreso de la Internacional Comunista, Lenin explicó en profundidad los objetivos centrales de la NEP en sus informes Cinco años de la Revolución Rusa y las perspectivas de la revolución mundial y su establecimiento en el tiempo. Recordando las definiciones fundamentales del CC de abril de 1918 que tuvo como centro disminuir la velocidad y concentrarse en la organización de la producción y de la administración estatal, explicó que las medidas de expropiación fueron en realidad defensivas. Lenin explicó las partes constituyentes de la economía soviética, que fueron delimitadas en su informe de 1918: 1. la forma patriarcal de la agricultura, es decir, la más primitiva; 2. la pequeña producción mercantil (en ella se incluye la mayoría de los campesinos que venden cereales); 3. el capitalismo privado; 4. el capitalismo de Estado; y 5. el socialismo, añadiendo: ”¿Cuál era el elemento predominante? Está claro que en un ambiente pequeñoburgués, predomina el elemento pequeñoburgués”. Obras Completas. Tomo 45. pág. 296. Y continuaba: ”en 1921, después de haber superado la etapa más importante de la guerra civil y de haberla superado de forma victoriosa, nos enfrentamos con un grado de crisis política interna –yo supongo que la mayor- de la Rusia Soviética. Esta crisis interna puso al desnudo el descontento, no solamente de una parte considerable de los campesinos, sino también de los obreros. Fue la primera vez, y confío que será la última en la historia de la Rusia Soviética, que las grandes masas de campesinos estuvieron contra nosotros (...) La causa consistía en que habíamos avanzado demasiado en nuestra ofensiva económica y no habíamos asegurado una base suficiente, las masas ya sentían lo que aún no habíamos formulado concientemente (...): que el paso directo a formas puramente socialistas era superior a las fuerzas que teníamos y que si no estábamos en condiciones de retroceder para tareas más fáciles, la bancarrota nos amenazaría”. Informe al IV Congreso de la IC, noviembre de 1922. Obras Completas. Tomo 45. pág. 299. Según Lenin, este avance profundo obligado por las circunstancias, daba un margen para el retroceso y restablecimiento de la alianza con los 97
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campesinos. Una vez más, la estrategia seguía tomando como referencia la dialéctica entre lo nacional y lo internacional y cómo la revolución buscaba formas de sobrevivir a partir de que el principal poder político estaba en manos del proletariado. La NEP sustituyó las confiscaciones de la producción de los campesinos por un impuesto en especie. De esta forma, el centro de la política económica de la NEP fue permitir que la inmensa masa de campesinos, que constituía el grueso de la economía rusa, pudiese vender libremente sus productos en el mercado. El resultado inmediato fue restablecer el abastecimiento de las grandes ciudades. La libertad de comercio reactivó el mercado y trajo de vuelta el uso de la moneda en las transacciones comerciales, que había sido prácticamente abolida en el período del comunismo de guerra. A la vez, se toleraba el empresariado privado en pequeñas y medianas industrias, bajo control estatal, y permitía la inversión extranjera. En definitiva, se trataba de un intento de superar el caos económico por el que pasaba Rusia, poniendo fin al comunismo de guerra, es decir, a la política de “fortaleza sitiada”, por medio de concesiones y de una liberalización del mercado. La NEP empezó a dar sus frutos. La agricultura se desarrollaba. Aunque la mayoría de los campesinos vivía precariamente, los kulaks acumulaban excedentes. En 1922, la cosecha de trigo se recuperó y alcanzó tres cuartos de la producción de antes de la 1ª Guerra Mundial. Hubo una mejora en el abastecimiento de alimentos de las ciudades, que volvieron a crecer. La industria también se desarrolló: de 1921 a 1922, creció un 46%, aunque todavía significase sólo un cuarto del nivel de antes de la 1ª Guerra. Pero lo fundamental fue que se restableció la confianza de los campesinos en el régimen. La agitación política en el campo cesó en un país de mayoría campesina, y esta conquista no era un tema menor. Sin embargo, tanto en los informes para la Internacional como en la mayoría de sus escritos desde 1922, cuando la salud se lo permitía, Lenin declaraba que la NEP estaba vinculada a la estrategia de disminuir el aparato del Estado, que era ineficiente y estaba mal organizado. Al mismo tiempo, insistía en que ”la salvación de Rusia no está solamente en una buena cosecha en el campo –esto no basta-, tampoco está solamente en el buen estado de la industria ligera que abastece a los campesinos con bienes de consumo –esto tampoco basta-, necesitamos, además, una industria pesada. (…) La industria pesada necesita de un subsidio del Estado. Si no lo conseguimos, pereceremos como Estado civilizado, sin decir, pereceremos también como Estado Socialista.” Informe al IV Congreso de la IC, noviembre de 1922. Obras Completas. Tomo 45. 98
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Todas estas definiciones estratégicas sintetizadas por Lenin en este período, en común con el partido y los soviets, tenían un significado especial, en la medida en que la política del partido a partir de 1923 caminaría en un sentido opuesto. En 1922 tanto en el informe a la Internacional y hasta su último texto, Mejor poco y bueno, un auténtico título antiburocrático, Lenin trató el tema de la administración del Estado poniendo el centro en la disminución y la eficiencia del aparato. Abordó el tema en el plenario del Soviet, demostrando cómo a pesar de todas las votaciones para que se disminuyese el aparato, éste continuaba creciendo. Abordó los problemas culturales que impedían que los obreros tomasen en sus manos las tareas de la administración con eficiencia. E hizo votar que una de las tareas fundamentales de los comunistas, si no la fundamental, era el estudio cotidiano de todos los temas concernientes a sus tareas. Así, eligió como consigna: “medir siete veces antes de cortar”. Restituida la alianza con los campesinos, se completaba así uno de los elementos fundamentales de la estrategia observados por E. H. Carr. Sin embargo, el segundo eje, la revolución internacional, no avanzaba. La propia alianza con los campesinos, a partir de 1923, empezó a sufrir una nueva sacudida. En Mejor poco y bueno, Lenin continuó desarrollando los ejes centrales del discurso a Internacional: la lucha contra el crecimiento del aparato estatal y contra las “deformaciones burocráticas” del partido. En dicho trabajo, Lenin propuso la disminución del aparato burocrático: “mediante un régimen estricto de economías en el Estado, conseguir que todo el ahorro, por insignificante que sea, se ponga al servicio del desarrollo de nuestra gran industria mecanizada, de la electrificación, de la extracción hidráulica, etc (…) Es así que vinculo en mi pensamiento el plan general de nuestro trabajo, de nuestra política, de nuestra táctica y de nuestra estrategia, con las tareas de la Inspección Obrera y Campesina (IOC) reorganizada (…) Solamente depurando al máximo nuestra administración, reduciendo al máximo todo lo que no sea absolutamente indispensable en ella, nos mantendremos con toda seguridad. Y, además, estaremos en condiciones de mantenernos en un nivel que se eleve continuamente y avance sin interrupción en el sentido de la gran industria mecanizada, y no al nivel de un país de pequeños campesinos”.
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La muerte de Lenin Una grave enfermedad alcanzó a Lenin seriamente. Desde el final de 1921 hasta el inicio de 1924, permaneció semiparalizado. Se encontraba frecuentemente incapaz de hablar. Era víctima de vómitos incesantes y terribles dolores de cabeza. De mayo de 1922 a marzo de 1923, Lenin sufrió tres infartos. El 26 de mayo de 1922 fue víctima de un atentado, en el que fue tiroteado. La bala se alojó en su cuello, muy cerca de la columna vertebral. Fue obligado a alejarse completamente de sus tareas durante cerca de medio año. Su militancia, desde el final de 1922 hasta los primeros meses de 1923, estuvo marcada por la ruptura política con Stalin y por el inicio de una lucha contra la burocracia que éste dirigía. Lenin denunció una tendencia a restringir el papel de los miembros de los soviets: “Tenemos que combatir a esa tendencia haciendo que todos los miembros de los soviets participen de la dirección de los asuntos.” Lenin, con su salud muy dañada, denunció el método burocrático y violento con que Stalin reprimió un caso de indisciplina partidaria en la República de Georgia, donde la mayoría de los bolcheviques georgianos se opuso a la institución de un gobierno único en el territorio del antiguo Imperio Ruso, en sustitución de los gobiernos de las federaciones independientes. Incluso llegó a pedir públicamente la salida de Stalin de la Secretaría General en un artículo en el Pravda del 6 de febrero de 1923. Lenin planteaba que había que acabar “con la burocracia no sólo en las instituciones soviéticas sino también en las del Partido”. Lenin propuso a Trotsky una alianza con el fin de retirar a Stalin del Secretariado y le pidió que denunciase el burocratismo y la violencia con que Stalin había intervenido en Georgia en el 12º Congreso. Ese fue el último combate de Lenin, que permaneció inconcluso, ya que falleció el 21 de enero de 1924, justo después del cuarto infarto.
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La lucha contra la burocracia La república soviética permanecía aislada y Lenin planteó la necesidad de dar un paso atrás para poder mantener el estado obrero. Hay que tener en cuenta que la dirección del partido bolchevique, cuando propuso estas medidas, dejó claro ante las masas el carácter y el sentido de dicho retroceso táctico, al mismo tiempo que afirmaba la continuidad de la estrategia revolucionaria. Sin embargo, a partir de 1923, la dirección del partido comenzó a hacer de la necesidad virtud. Ya a finales de 1922, Bujarin, en una carta al buró político, propuso el fin del monopolio del comercio exterior. Para Lenin, esta política significaba que: Bujarin asume la defensa del especulador, del pequeñoburgués y del campesino rico contra el proletariado industrial, que no está en absoluto en condiciones de construir su industria, de hacer de Rusia un país industrial, a no ser que ésta esté protegida, no con una política aduanera sino exclusivamente a través del monopolio del comercio exterior (Sobre el Monopolio del Comercio Exterior. Obras Completas. Tomo 45. pág. 353). Stalin y la mayoría del Buró estaban a favor de la propuesta de Bujarin. Lenin encargó la defensa de sus posiciones a Trotsky, que consideraba el tema como un problema de principios. La dirección quiso postergar el debate y la resolución del tema. Lenin se puso beligerante hasta que la dirección, con Stalin a la cabeza, retrocedió y aceptó sus proposiciones. Este episodio decía mucho sobre el período abierto en 1923: la posición favorable a acabar con el monopolio del comercio exterior expresaba una capitulación frente a las nuevas fuerzas sociales que se ponían en marcha en Rusia y que comenzaban a reflejarse en la composición social del partido. El control de los dirigentes por la base, que ya venía siendo sustituido por el funcionamiento burocrático, desapareció sin dejar vestigio. Según Pierre Broué, los congresos y las conferencias cedían sus prerrogativas a los comités. Los comités, a su vez, transferían sus competencias a las burós y éstos entregaban sus derechos a los secretarios. Los secretarios, contrariando las decisiones congresuales, nombraban personalmente a los dirigentes partidarios y no presentaban cuentas a la base, sino sólo al aparato del partido y al Secretariado. Según Broué: “Se genera una auténtica jerarquía de secretarios autónoma, caracterizada por un acentuado espíritu corporativo.” Esos secretarios se convertían en responsables de los 101
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nombramientos de los jefes del partido, de los soviets, del ejército, de las fábricas, de las cooperativas, de los sindicatos, etc. Entre los secretarios se formó “una pirámide de secretarios” en la que los de arriba mandaban y los de abajo ejecutaban sin cuestionar la orden. Según Broué, “En 1922, casi todos los puestos decisivos ya están ocupados por una capa, los apparatchiki. A la cabeza están Molotov, Solz y Stalin”. El 4 de abril de 1922, Stalin llegó a la Secretaría General del partido y se inició el reinado de los burócratas. En este contexto, el debate interno fue perdiendo cada vez más el carácter de disputa de ideas en el interior del partido. El nuevo cuerpo de dirigentes ya no actuaría en adelante de acuerdo con la estrategia bolchevique que fue el norte de la revolución, sino de acuerdo con los intereses materiales de esta nueva capa y cediendo a las presiones sociales de las clases y sectores de clase ajenos a la clase obrera. Al dejarse de lado la estrategia de la revolución mundial, la táctica fue en zig-zag. Desde la capitulación ante los campesinos ricos y el mantenimiento de la NEP como si fuese la verdadera estrategia, hasta la colectivización forzada, los vaivenes de la nueva capa dirigente tenían un hilo conductor y éste ya no era la revolución mundial ni la destrucción del capitalismo, sino su autopreservación.
La crisis de la NEP (“Nueva Política Económica”) El crecimiento económico producido por la adopción de la Nueva Política Económica (NEP) no fue armonioso. El precio de los productos industriales aumentó sin parar, alejándose de los precios agrícolas. El crecimiento económico en la industria, en función del interés de la iniciativa privada, reanimada por la NEP, se concentró en determinadas empresas, manteniéndose un inmenso contingente obrero desempleado. El XII Congreso del partido debía abordar estos temas. Se presentaron dos alas en la dirección del partido: por un lado Trotsky, encargado del informe sobre la política económica, que acuñó la famosa imagen de la “crisis de las tijeras”, donde preveía el incremento de los precios industriales con respecto a los precios agrícolas. La distancia entre las dos hojas de la tijera era la expresión del aumento de la productividad en el sector agrícola, mientras la industria de base, la llamada industria pesada, seguía con una producción inferior a la de 1914. La 102
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posición de Trotsky, enfrentado al sector que encabezaba Preobrazhensky y proponía un cambio brusco, era mantener la NEP y construir la planificación a partir de los sectores estratégicos, responsables de la producción de bienes de capital, que debían recibir un fuerte subsidio del Estado. La mayoría del buró político de aquel período no estaba dispuesta a ningún cambio. Éste era el primer congreso en que Lenin no estaba presente y pesaba mucho su ausencia. Trotsky, por su parte, tampoco llevó la polémica hasta el final. El resultado fue una solución de compromiso, un compás de espera. Sin embargo, las previsiones de Trotsky llegaron mucho más pronto de lo que se esperaba. Al final de 1922 el desequilibrio económico produjo otra crisis, típica del modo de producción capitalista. La caída en los precios de los productos agrícolas llevó a los campesinos a retener la producción y a comercializar solamente una parte de la cosecha. Los precios industriales se dispararon, rebajando los sueldos de los obreros, con lo que se inició una oleada de huelgas. El Comité Central creó un “comité de las tijeras” encargado de proponer soluciones a la crisis. En realidad, la solución no tocaba los problemas estructurales, pero apaciguaba, como una buena solución burocrática, la crisis entre los sectores en pugna: realizó una reforma monetaria que disminuyó la inflación; aumentó los salarios urbanos y compró el excedente de la producción agrícola garantizando a los campesinos ricos el mantenimiento de su renta. Esto vació el discurso de la oposición a la política económica y mantuvo la esencia de la política aplicada.
La Oposición de Izquierda y la derrota de la revolución alemana Sin embargo, la tensión política aumentaba. En octubre de 1923 Trotsky presentó un documento al Comité Central, que fue tomado como bandera de la corriente de oposición a la burocratización del partido y a la política económica adoptada por la dirección, que beneficiaba a los campesinos ricos y a los nuevos hombres de negocios renacidos con la NEP, los nepmen. El documento que lanzó la Oposición de Izquierda se llamó “Plataforma de los 46”. Dirigentes importantes, como Radek y Preobrazhensky, estaban entre esos 46. La “Plataforma de los 46” fue seguida de otros artículos de Trotsky, publicados en Pravda en diciembre del mismo año. Más tarde, en enero de 1924, esos artículos fueron publicados por separado en forma de 103
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panfleto, bajo el título “El Nuevo Curso”, donde se afirmaba que no había un ambiente democrático en el partido. Textualmente decía lo siguiente: La burocracia del aparato del partido se ha desarrollado en proporciones inauditas merced de la utilización del método de selección llevado a cabo por el Secretariado. Creó una amplia camada de militantes que se introdujo en el aparato gubernamental del partido, renunciando por completo a sus propias opiniones dentro de la organización o, al menos, a su manifestación pública, como si la jerarquía burocrática fuese el ente encargado de producir la opinión del partido y sus decisiones. Esto generó un autoritarismo que, según las palabras de Trotsky, era “10 veces superior al de los peores momentos de la Guerra Civil”. Trotsky exigió que el partido regularizase la situación y amenazó recurrir al conjunto del partido en el caso de que el Comité Central se negase a hacerlo. Planteó que el partido debía intentar apoyarse en una agrupamiento estable con el fin de dirigir el Estado, pero que en un partido con 500.000 miembros era imposible evitar las diferencias. Sobre este asunto, Pierre Broué escribió que las diferencias siempre se habían hecho presentes en el partido bolchevique y que su superación y el mantenimiento de la unidad partidaria se debieron sobre todo a la política correcta que nació de la discusión interna. Es necesario recordar que Lenin toleró muchas veces las tendencias y las fracciones e incluso las impulsó él directamente. También creía que si el propio curso de los acontecimientos aún por venir confirmaba la política adoptada, las diferencias se superarían. La prohibición de las fracciones, adoptada en el 10º Congreso, según entendía Trotsky, solamente podía tener un “carácter excepcional” en el ámbito de la verdadera democracia. La Oposición de 1923 seguía la lucha contra la política económica de la mayoría. Había en el país una capa de nuevos comerciantes (los nepmen), que prácticamente monopolizaba la comercialización de diversos productos agrícolas y especulaba en el mercado, causando el aumento desmesurado del precio de esos productos. Proponía que el Estado interviniese más en el ámbito económico, y que elaborase y aplicase un plan de desarrollo de la industria. Ese plan del estado, inicialmente, debía privilegiar a la industria pesada, a la fabricación de productos de consumo y a la de máquinas agrícolas para el campo. La financiación de esas inversiones se costearían a través de un impuesto progresivo sobre las capas más ricas de la población: los campesinos ricos (kulaks) y los nepmen.
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Así, incluso manteniendo los mecanismos de mercado que impulsaron el desarrollo de la economía, la Oposición aspiraba a que el Estado utilizase esos mecanismos con el objetivo de permitir lo que Preobrazhensky llamó “acumulación socialista primitiva”, es decir, aumentar la oferta de empleo para los obreros desocupados, así como reducir los desequilibrios entre el campo y la ciudad y entre los más pobres y los más ricos. La Oposición de Izquierda no se resignaba a que no hubiera un plan estatal de desarrollo económico. Se puede decir que ese plan, exigido por Trotsky y sus compañeros, fue el precursor de los futuros planes quinquenales, que hicieron conocer a la URSS un gran desarrollo económico. Hay que señalar que la Oposición jamás pretendió un ataque fulminante contra los campesinos ricos. Al contrario, proponía el mantenimiento de los mecanismos de mercado durante bastante tiempo y aseguraba que la superación de los desequilibrios solamente se daría de forma paulatina, según los términos del plan gubernamental. La discusión en el Comité Central entre los que exigían más democracia y un plan de desarrollo estatal para Rusia (Trotsky, Radek, Preobrazhensky y otros) y la troika (como quedó conocida la alianza de Stalin, Zinoviev y Kamenev para enfrentar a la Oposición), que pedía más disciplina y sumisión y se vanagloriaba de defender a los campesinos, fue durísima. Trotsky fue acusado de fraccionalismo y su grupo fue acusado de “trotskismo”. Stalin, Zinoviev y Kamenev se oponían al plan de industrialización acelerada, planteado por Trotsky y adoptaron, al mismo tiempo, una postura de defensa del aparato del partido contra las acusaciones de burocratismo. Más tarde, Bujarin, que era crítico de la troika, se unió a ella. Bujarin persiguió a las oposiciones en el interior del partido y alentó que fuesen denunciados todos los que se opusieran a la política de la mayoría. El Comité Central apoyó mayoritariamente a la troika. La posición de Trotsky era claramente mayoritaria en los organismos partidarios del Ejército Rojo. Trotsky también era acompañado por casi la totalidad de la Juventud del partido. Según Pierre Broué, en el partido bolchevique, las ideas de Trotsky llegaron a contar con el apoyo de la mayoría del partido. Pero Stalin y sus aliados tenían en su arsenal un arma poderosa y la usaron de una forma muy eficaz: llevaron a cabo el desmantelamiento y la pulverización de la Oposición a través de los nombramientos y destituciones y las calumnias. Usando los nombramientos, el Secretariado aisló a Trotsky. La troika destituyó al responsable del Pravda por mencionar que 105
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las calumnias y las acusaciones infundadas estaban siendo usadas como método en el debate por parte de varios compañeros. Mandó a sus más destacados aliados a las embajadas en China, Alemania, Francia o Austria. Antonov-Ovseienko, responsable del Ejército Rojo, donde la posición de Trotsky era mayoritaria, fue destituido bajo la acusación de haber expedido una circular sobre la democracia en el partido sin someterla previamente al Comité Central. Los miembros más importantes del partido ligados a Trotsky en Petrogrado y en Moscú, fueron transferidos a localidades distantes varios centenares de miles de kilómetros. Los indecisos, bajo amenaza directa o tácita del Secretariado, se vinieron abajo, alejándose de Trotsky. Hay que tener en cuenta que, como las fracciones estaban formalmente prohibidas, el grupo de Trotsky no podía organizarse como tal ni beneficiarse de las garantías democráticas previstas para la protección de las fracciones y tendencias partidarias. Eso facilitó la dispersión de los cuadros por la burocracia. En virtud de la fragmentación que sufrió el grupo de Trotsky y por el desánimo y la misteriosa enfermedad que le abatió a el personalmente en el tramo final de esa batalla, su postura quedó representada muy en minoría en la Conferencia posterior. Trotsky, en los años siguientes, restringió su participación en las reuniones del buró político, del que era miembro. El 21 de diciembre, acatando una orden médica, se alejó de Moscú con el fin de recobrar la salud. En el ámbito mundial, las derrotas del proletariado se daban una tras otra, sin parar. Nuevamente, el proletariado alemán había despertado una inmensa expectativa en Rusia. Alemania, derrotada en la I Guerra Mundial e impuesto el Tratado de Versalles, quedó debiendo una altísima indemnización a la victoriosa Francia. Cuando, debido a una fuerte crisis económica, Alemania se vio obligada a retrasar uno de los pagos de la deuda, el valle del Ruhr, principal concentración industrial alemana, fue ocupado por los franceses. La economía alemana se degradó aún más. La inflación y el paro alcanzaron índices increíblemente elevados y se formó un caldo de cultivo para una victoria revolucionaria o para el crecimiento del fascismo. Respecto a la situación de la clase obrera alemana en ese momento dramático, Alicia Sagra, en la Historia de las Internacionales Socialistas, esboza el siguiente cuadro: Empezaban a aumentar las luchas callejeras entre obreros comunistas y socialdemócratas contra las bandas nacionalistas y nazis. Las huelgas eran permanentes, había manifestaciones de desempleados continuamente y los choques con la policía se intensificaban. En junio, julio y agosto se realizaron huelgas de 106
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masas de los obreros de la ciudad y del campo. Hasta que al final una huelga general dirigida por el Partido Comunista Unificado (sección de la III Internacional) provocó la caída del gobierno, el 11 de agosto. Se formó un nuevo gobierno encabezado por Stressemann y el Partido del Pueblo (ligado a los principales capitalistas) e incluyendo al partido socialdemócrata. La burguesía volvía así a utilizar a los dirigentes socialistas cuando la situación se ponía al rojo vivo. Sin embargo, las cosas no mejoraron [...] El gobierno hacía lo imposible para abolir la jornada de ocho horas y para prohibir las manifestaciones de izquierda. Los principales capitalistas hablaban de que habría guerra civil en pocas semanas. Los socialdemócratas empezaron a perder influencia por estar en el gobierno. En contrapartida, los 300.000 militantes del Partido Comunista Unificado dirigían huelgas y movilizaciones por todo el país, su fuerza crecía en los sindicatos y, sobretodo, en los comités de fábrica. Desde junio, Trotsky venía insistiendo en la Komintern (Internacional Comunista) que se debía preparar al partido alemán para disputar el poder y se ofrecía para viajar personalmente para Alemania. Zinoviev, como presidente de la Internacional no apoyó la posición de Trotsky, y Stalin aconsejó que ‘los alemanes se contengan y no ataquen’ porque ‘si el poder en Alemania, por decirlo así, cayese en las calles y los comunistas lo agarrasen, tal operación terminaría en un fracaso y en un colapso’. [Carta de Stalin a Zinoviev y Bujarin, citada por E.H. Carr en El Intervalo.] Así, por la política de Stalin y de la III Internacional, el partido alemán dio media vuelta y se negó a luchar por el poder, desperdiciando una oportunidad histórica. Esta derrota abatió profundamente el ánimo de las masas rusas. Al inicio de los años 20, también fueron derrotados los obreros búlgaros. En 1924 fracasó la sublevación en Estonia. La huelga general en Inglaterra fue liquidada. Los comunistas polacos capitularon indignamente ante el golpe de estado de Pilsudsky. Después de la derrota de las posiciones de Trotsky, todos los cuadros importantes que sostuvieron las mismas posiciones, tanto en Rusia como fuera de ella, fueron atacados, acusados de infamias de todo tipo, desmoralizados y alejados de sus partidos.
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La troika, de Stalin, Zinoviev y Kamenev, y Bujarin publicaron una serie de artículos en la prensa contra Trotsky, oponiéndose a lo que llamaron “trotskismo”. Al final de 1924 pasaron a atacar la teoría de la Revolución Permanente. El Comité Central decidió el 17 de enero de 1925 alimentar esa campaña contra Trotsky y comenzó a atacarlo en los documentos partidarios. Trotsky fue apartado de la Comisaría del Pueblo para la Guerra. En esa época, Zinoviev y Kamenev intentaron expulsar a Trotsky del partido y no lo consiguieron por poco. Aunque la situación económica hubiese mejorado bastante desde la implantación de la NEP, en 1925 la agricultura continuaba muy retrasada y la industria pesada estaba completamente ausente en Rusia. Los kulaks se enriquecieron todavía más. En nombre de sólo el 3 o 4% de los campesinos, acumulaban el 50% de las tierras y el 60% de las máquinas. En 1925 hubo una grave crisis de desabastecimiento de productos agrícolas. El gobierno se vio obligado a suspender la exportación de cereales y la importación de máquinas y materias primas para la industria. Así, el kulak contribuyó a retardar todavía más el crecimiento de la industria y subordinarla a sus intereses. Preobrazhensky, en medio de esa nueva crisis de abastecimiento, escribió una serie de artículos sobre economía y política, reanudando muchos de los puntos de vista que había expresado cuando integró la Oposición de Izquierda, que quedaron resumidos de la siguiente forma: Rusia realizó la revolución, sin embargo, debido a que permaneció aislada, siguió siendo un país económicamente atrasado. Por ello, no podía beneficiarse de las ventajas del socialismo, ni tampoco aprovecharse de las del capitalismo. Preobrazhensky concluía con que se debía evitar la alianza del kulak con los capitalistas internacionales porque era muy peligrosa para el Estado Obrero. Preobrazhensky afirmaba que en el período de transición vivido por Rusia actuaban fuerzas objetivas. La primera fuerza era la necesidad del monopolio socialista para enfrentar a los monopolios capitalistas. Lo cual implicaba el control estatal de la industria y del comercio exterior y la creación de una base tecnológica, indispensable para el desarrollo industrial como un todo. Solamente cuando el Estado controlase las grandes empresas, fijando una política de precios favorable a la industrialización, podría desarrollar la industria. Si el Estado pagase al campesino un valor menor del que tenía el producto, podría disponer de recursos para la industrialización acelerada de Rusia, conforme a un plan de gobierno, empezando por la industria pesada. Añadía que esa centralización de la economía en las manos del 108
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Estado podría generar la formación de un enorme “aparato monopolista”, compuesto por técnicos y políticos, que se alimentaría de las tendencias burocráticas, que, a su vez, frenarían el desarrollo económico. Contra eso, el partido debía desarrollar una acción política junto al proletariado con la finalidad de construir una verdadera democracia obrera, que dotase a la clase trabajadora de instrumentos de defensa contra el Estado. Bujarin respondió ferozmente a la formulación de Preobrazhensky. Afirmó que significaba explotar al campesino y que amenazaba la alianza de estos con los obreros. Afirmó que esa centralización estatal sólo llevaría a la creación, a partir de la clase obrera, de una nueva clase explotadora. Bujarin defendió que el socialismo, sobre una base tecnológica atrasada, debía avanzar a pasos pequeños, mínimos, que fueran arrastrando al campesino.
La Oposición Unificada y la derrota de la revolución china La troika ya se había dividido cuando Stalin, al contrario de Zinoviev y Kamenev, impidió la expulsión de Trotsky del partido. En octubre de 1925, después de que Zinoviev se manifestase contra la posición de Bujarin en la cuestión campesina, el Comité Central recusó la propuesta de discutir el asunto, rompiendo una antigua tradición bolchevique de facilitar el debate. Se realizó el 14º Congreso del partido, en el que aumentó el cuestionamiento a Stalin. Zinoviev calificó como muy peligrosa la alianza entre el kulak, la burguesía que nació de la NEP y la burocracia que se apoderaba del partido y del Estado. Reconoció que, al lado de Stalin, había destituido y enviado al exterior a muchos dirigentes que se habían aproximado a las posiciones de Trotsky. Confesó que el Buró Político había realizado diversas reuniones, de las cuales Trotsky, aún habiendo sido reelegido para el organismo, no fue informado. También manifestó que en esas reuniones, la troika, actuando como fracción secreta, definió políticas y ejerció una disciplina para que fuesen seguida en las reuniones de los organismos regulares del partido, lo que constituía un claro caso de expulsión de los mismos. Otros delegados plantearon que los militantes que se oponían a la política de la dirección se callaban en las reuniones por miedo a ser enviados a localidades distantes o expulsados del partido. Esas amenazas, traslados y expulsiones, decía Krupskaia, la compañera de Lenin, impedían a la militancia hablar y actuar sinceramente. Stalin fue criticado por resolver
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administrativamente las cuestiones y concentrar en sus manos el control del partido. Bujarin, durante esos días, permaneció al lado de Stalin, que atribuyó las críticas que recibió a la amenaza del mundo capitalista contra Rusia. Zinoviev y los principales cuadros de San Petesburgo, entonces denominada Leningrado, fueron destituidos de la dirección, acusados de la falsificación de las actas de elección de delegados al Congreso. La anterior Oposición, animada por las propuestas de Trotsky, Radek y Preobrazhensky, así como la Oposición actual, inspirada en las críticas de Zinoviev a Stalin, se apoyaban en plataformas muy parecidas: denunciaban la alianza del kulak con los nuevos ricos nacidos de la NEP y con la burocracia, que degeneraba al partido bajo la dirección de Stalin y su camarilla. Kamenev también se unió al grupo de oposicionistas y, junto con Zinoviev, concluyeron que Trotsky y la 1ª Oposición –la de 1923- tenían razón. Zinoviev y Kamenev admitieron que la creación del término “trotskismo” tenía la intención únicamente de alejar a Trotsky del poder. Los tres hicieron un acuerdo político alrededor de las tesis de Trotsky. Entre 1926 y 1927 se unieron Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Preobrazhensky, Krupskaia, Joffe, Serebriakov, Krestinsky y muchos otros dirigentes históricos bolcheviques, denominándose “Oposición de Izquierda” u “Oposición Unida”. Eran mucho más fuertes que la 1ª Oposición y reunían cuadros mucho más capaces que los de la camarilla burocrática de Stalin. La Oposición Unida de 1926-1927 era la legítima heredera del bolchevismo y de la Revolución de Octubre. Sin embargo, tal y como plantea Broué: “Los llamamientos a la energía revolucionaria, a la responsabilidad, a la entrega y a la lucha por la verdad dejaron indiferentes a toda una serie de hombres cansados y poco escrupulosos, que aspiran a alcanzar seguridad y un cierto bienestar. Nadie quiere oír hablar de la revolución permanente si eso significa revolución continua e ininterrumpida, pues la guerra y la revolución dejaron recuerdos de una infinidad de sufrimientos atroces, de decenas de miles de muertos, agotamiento, hambre y desolación.” La mínima mejoría en las condiciones de vida y el acceso a una cierta satisfacción material, imposibles hacía mucho tiempo, que habían sido generados en los últimos años por la NEP, parecían embriagar a muchos. El “socialismo en un solo país”, teoría formulada por Stalin en septiembre de 1924, era más del gusto de una inmensa camada de cuadros acomodados. Los oposicionistas de izquierda advertían que el camino propuesto por la burocracia y su alianza con los kulaks y los “nepistas” devolvían a Rusia al capitalismo. En aquella época, la Oposición tenía la convicción de que 110
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el riesgo de un retorno al capitalismo era inminente. La Oposición opinaba que había un abismo entre el partido y las masas y otro entre la burocracia dirigente y los militantes. Esta situación aumentaba aún más el riesgo del retorno al capitalismo y la destrucción del régimen soviético. El programa de la Oposición Unida de 1926-1927 partía de las consideraciones económicas y políticas de Preobrazhensky acerca del programa de industrialización estatal, modernización de la base tecnológica del país y contención de las distorsiones resultantes de la NEP, mediante una prolongada y sistemática política obrera, que atrajera el apoyo del pequeño y mediano campesino. El programa culminaba con la defensa de los intereses de los trabajadores soviéticos, la mejora de sus condiciones de vida y el aumento significativo de la participación de los trabajadores en las decisiones económicas. La Oposición Unida de 1926-1927 defendía también: Contra el paro y contra cualquier rebaja salarial proporcional, por una mejora inmediata en las condiciones de gerencia de los obreros, contra la mala utilización burocrática de la campaña de racionalización, por el verdadero control obrero de salarios y normas, por la independencia efectiva de los sindicatos y de la dirección de fábrica y por el derecho de huelga. La oposición actuó unida inicialmente. Sin embargo, el aparato partidario ejerció una presión increíble sobre ella. La cercó y la oprimió. Durante los años 1926 y 1927 la Oposición resistió. La burocracia acusó a sus integrantes de actuar fraccionalmente. Expulsó a gran parte de sus dirigentes. Ese cerco acabó avivando las diferencias internas de la Oposición, que perdió su fuerza inicial. Primero, se alejaron de la Oposición Unida los militantes que ya no creían que el partido pudiese recuperarse. Los que permanecieron se dividieron entre los que renunciaban a la lucha y se sujetaban a la burocracia y los que seguían luchando por la plataforma de la Oposición. Al final de esos dos años, la Oposición explotó. La derrota de la Oposición coincidió y fue muy influenciada por otro revés histórico del proletariado. Si la Oposición de 1923 fue alcanzada por la derrota de la Revolución Alemana, ahora el golpe vino de Oriente, de China, y se consumó con la masacre de Cantón de diciembre de 1927. Como plantea Alicia Sagra en la Historia de las Internacionales Socialistas, China vivía un profundo proceso revolucionario, atravesado por la lucha contra la ocupación imperialista de ingleses, japoneses y norteamericanos, las revueltas campesinas y la movilización de la joven y combativa clase 111
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obrera china. Chiang Kai Shek era el dirigente del principal partido burgués nacionalista, el Koumintang, enfrentado, tambien militarmente, a las tropas extranjeras de ocupación. Era, por tanto, admisible que el partido comunista chino hiciese un frente único con el Koumintang contra los imperialistas. Sin embargo la III Internacional fue mucho más allá de la unidad de acción antiimperialista, al imponer la sujeción política y, más aún, la propia entrada de los comunistas en el Koumintang. La III Internacional alimentó de forma desmedida las expectativas en el papel de Chiang Kai Shek, llegando incluso a reconocerlo como miembro honorario. Para mantener la alianza política con Chiang, la Komintern mandó a los comunistas chinos que detuviesen el ascenso obrero y campesino en el marco de los acuerdos con el Koumintang. Pero Chiang Kai Shek traicionó la confianza de los comunistas. En enero de 1927, durante su avance militar, atacó abiertamente a las organizaciones sindicales y campesinas. En marzo de 1927 el partido comunista organizó una manifestación pacífica con cerca de 100.000 trabajadores contra un anterior ataque del Koumintang a sus sedes y a su periódico y la manifestación fue disuelta por las ametralladoras de Chiang Kai Shek. El 15 de julio expulsó a los comunistas del Koumintang.Ante la postura de Chiang Kai Shek, la Internacional dio un giro de 180º. Pasó a decir que la guerra conducida por el Koumintang había dejado de ser revolucionaria y se había vuelto contrarrevolucionaria, y mandó a los comunistas chinos preparar levantamientos. El partido comunista chino realizó una serie de acciones ultraizquierdistas. Los órdenes delirantes de Stalin fueron obedecidas y el partido comunista chino preparó una insurrección en Cantón en diciembre de 1927. El Koumintang respondió con su conocida furia y asesinó a cerca de 6.000 valientes combatientes revolucionarios. La derrota brutal de la revolución china, sumada al nuevo desánimo que trajo a las masas rusas, selló la suerte de la Oposición. Ese durísimo golpe que sufrió la clase obrera mundial fue utilizado hábilmente por la burocracia para apretar todavía más el nudo contra la Oposición y contra la revolución de octubre. En Rusia, la base del partido era completamente diferente de la que derribó al Zar y a Kerensky. La mitad de los militantes eran analfabetos y no comprendían ni las citas de Marx y Engels usadas en los debates. Según señala Alicia Sagra, el partido ruso pasó de 472.000 miembros y candidatos a miembros al inicio de 1924 a 1.078.000 en 1926. Esos nuevos militantes habían sido educados contra el “trotskismo” y estaban dispuestos a votar lo que el aparato ordenase. El kulak seguía concentrando rentas y propiedades rústicas. La industria rusa sólo llegó en 1926 al nivel de producción de antes de la 1ª Guerra Mundial. 112
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La III Internacional, rompiendo con las políticas de sus cuatro primeros congresos, abandonó completamente la perspectiva de la revolución mundial. La política del socialismo en un sólo país exigía no sólo ese abandono, sino también una política sistemática para evitar que la revolución estallase en otro país. En enero de 1927 el partido hizo un censo y constató que había una proporción del 30% de obreros, 10% de campesinos, 8% de militares y 38,5% de funcionarios. Al año siguiente, se descubrió que, en realidad, cerca de un cuarto de aquellos obreros eran funcionarios del Estado. Hubo una inmensa migración de la clase obrera hacia el aparato del Estado. La Oposición Unida fue empujada hacia una actuación clandestina dentro del partido, mientras se esforzaba para huir de las garras de la policía política –la GPU-, sucesora de la Cheka. Stalin, después de derrotar a la Oposición Unida, resolvió enfrentarse al ala de derecha del partido, que reflejaba los intereses del kulak y los nepmen. El objetivo era concentrar aún más poder en su persona. La burocracia decidió romper con el kulak y atacarlo con contundencia. El gobierno adoptó medidas extremas: expropiación de los stocks, incautaciones, congelación de precios, vigilancia del precio del pan y prohibición de su comercialización directa en aldea. ¿Por qué Stalin atacó el kulak? Trotsky explica ese aparente cambio de rumbo en la política de la burocracia en su obra Stalin: El crecimiento de las relaciones burguesas amenazaba no solamente la base social de la propiedad, sino también la base social de la burocracia; tal vez ésta hubiese deseado rechazar la perspectiva socialista de desarrollo en favor de la pequeña burguesía, pero en ningún caso estaba dispuesta a renunciar a sus propios derechos y privilegios en beneficio de esta misma pequeña burguesía. Tal fue la contradicción que produjo el conflicto extremadamente violento que estalló entre la burocracia y los kulaks. El giro de Stalin contra el kulak produjo una ruptura con sus antiguos aliados: Bujarin, Rikov y Tomsky. Ellos se autocriticaron y se acercaron a Trotsky. Esos dirigentes, al haber roto con Stalin, perdieron sus puestos, como ya era costumbre. Esa sería la última polémica que vio la luz en el interior en el partido. A partir de entonces, los congresos no fueron más que órganos sin vida destinados a refrendar acuerdos previamente acordados por las camarillas burocráticas que sustituían a las fracciones y a las tendencias de 113
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antes. En el Comité Central, los diferentes sectores de la burocracia se ponían de acuerdo o se aniquilaban entre cuatro paredes sin que la base partidaria supiese lo que ocurría ni el porqué.
La victoria de la contrarrevolución burocrática La prohibición de las fracciones, adoptada con carácter excepcional en 1921 a propuesta de Lenin, ante las dificultades extremas enfrentadas por el Estado Obrero en el período álgido de guerra civil, se convirtió en una regla sagrada e inmutable del 15º Congreso en adelante. La burocracia, a partir de entonces, presentó el monolitismo del partido como si fuese la esencia del bolchevismo desde los tiempos de Lenin, lo cual era una mentira grotesca. Alrededor de 1930, Stalin dominaba completa y solitariamente el partido. Tomsky fue el último viejo bolchevique en ser apartado del Buró Político del partido. Sólo permanecieron Stalin y otros hombres formados ya en el espíritu burocrático. El Secretario General dominaba completamente el partido y no había posibilidad alguna de que el Comité Central lo contrariara en lo más mínimo Stalin fue un dirigente sin gran lucidez ni grandes ideas. Sin embargo, era un trabajador muy organizado y tenaz, que sabía como utilizar el esfuerzo ajeno. Tenía un talento especial para permanecer en la sombra, aguardando pacientemente el mejor momento para tirarse a degüello y derribar a los líderes que se hacían visibles a los ojos de todos. Tras las medidas tomadas por Stalin, los kulaks sembraron menos granos. El precio del trigo subió un 20% en 1928. El kulak continuaba controlando la agricultura. El gobierno, ante el boicot de las cosechas, el incremento de precios y el hambre que llegaba a las ciudades, en virtud de la catastrófica situación de la agricultura, se vio empujado a colectivizar la tierra. En el segundo semestre de 1929, los bienes de los kulaks fueron expropiados y, tanto a ellos como a sus familias, se les prohibió integrar las cooperativas. Al menos 10 millones de personas, clasificadas como kulaks y contrarrevolucionarias, fueron alejadas de sus casas por la fuerza. Las residencias, el ganado y las aves fueron colectivizados a la fuerza. Los campesinos ricos se sublevaron y, cuando pudieron, quemaron sus propiedades y mataron a los animales. Inmediatamente eran detenidos por la GPU y enviados a Siberia, donde fueron sometidos a trabajos forzados. La extrema violencia que se empleó en esa expropiación tiene pocos ejemplos parecidos en la historia de la humanidad. La producción agrícola cayó abruptamente de 1930 a 1931. El hambre asoló el campo ruso. No hubo trabajos estadísticos, aunque el propio Stalin admitió 114
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más tarde que entre uno y varios millones de seres humanos murieron de hambre. Se aplicó la pena de muerte para los ladrones de cereales. Volvió el racionamiento de alimentos a las ciudades. En plena crisis mundial del capitalismo, en 1929, Rusia aplicó una política de industrialización acelerada. Era necesario producir tractores, máquinas, acero y combustible masivamente para crear una industria, pero también para reanimar la agricultura, que se sumergía en el caos. La industrialización del país debía haberse realizado antes, preparando así las condiciones para la colectivización de la tierra. Sin embargo, no fue así y los dos procesos se dieron al mismo tiempo. El modo improvisado y brutal con que los burócratas colectivizaron la tierra, acabó inhibiendo fuertemente el crecimiento económico. El efecto fue un aumento de la inflación, que produjo una pérdida de cerca del 40% del poder de compra de los salarios al inicio de los años 30. En 1931 empezó a darse una mayor diferenciación salarial. Cerca del 75% del proletariado cobraba a destajo. Había todavía un sistema de incentivos por la producción. En esos casos, cerca del 20% de los asalariados se embolsaba el 40,3% de la masa salarial. Los expertos más privilegiados llegaban a recibir entre 80 y 100 veces más que los obreros. El valor de los sueldos en 1932 correspondía a la mitad de lo que fue en 1928. Se exigía una disciplina opresiva de los trabajadores. La menor falta era castigada con el mayor rigor. En 1932 se adoptó la cartilla de trabajo, donde todas las faltas del trabajador se iban apuntando. La presentación de esos documentos era obligatoria en la contratación de los trabajadores. El control se hacía por la dirección de las empresas. La mera ausencia al trabajo por un único día podía ser castigada con el despido. En agosto de 1932 se publicó un decreto que castigaba con pena de muerte a aquel que robase la propiedad estatal. Las condiciones de trabajo eran pésimas. Fue esa inhumana explotación de los obreros ejercida por la burocracia, asociada a la ausencia del lucro capitalista privado, a la economía planificada y al control estatal del comercio exterior asegurados por el carácter obrero del Estado, que se amasó el gran desarrollo económico ruso en ese período. Por su parte, la GPU creció inmensamente en virtud del elevado número de agentes necesario para la represión de los kulaks. Esa policía secreta estaba directamente controlada por Stalin. La policía investigaba a toda la sociedad. La GPU se convirtió en el órgano policial de aniquilación de cualquier oposición al gobierno. La necesidad del Estado de reunir recursos para desarrollar la industria, sobre todo la industria pesada, fue una excusa excelente para que la 115
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burocracia tomase de los campesinos y de los obreros los recursos que sostenían sus privilegios materiales. En 1936 el partido contaba con el 97% de los administradores de fábricas y el 40% de los ingenieros-jefes. Trotsky calculaba que cinco millones de personas (incluidos familiares que nada producían) ordenaban, administraban, dirigían y distribuían recompensas para los altos funcionarios del Estado. Había más de dos millones de burócratas en los sindicatos y en el partido. Otros cinco o seis millones se integraban en la aristocracia obrera, con quien compartían los privilegios. La burocracia siguió persiguiendo ferozmente a sus adversarios. Al inicio de los años 1930, Zinoviev y Kamenev fueron expulsados del partido. Siguió una campaña todavía más intensa de difamación y expulsión de cualquier militante que hubiese opuesto la menor resistencia a la política oficial. Se enfrentó a unos militantes contra los otros y se amenazó de muerte a aquellos que no se denunciasen recíprocamente. Toda la militancia estaba aterrorizada. No se conocen los números verdaderos, pero estudiosos de ese período de la historia rusa indican que habrían sido detenidas más de siete millones de personas y que entre siete y doce millones habrían sido condenadas a trabajos forzados. El partido se encontraba ya completamente desfigurado y no quedaba el menor trazo de la organización de Lenin. Más del 90% de los cargos más importantes del Estado y del partido eran ocupados por cuadros que ingresaron en la organización después de la muerte de Lenin. La generación revolucionaria había sido exterminada.
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Síntesis y polémicas Una primera cuestión fundamental que se plantea en este 90 aniversario es: ¿Fue posible ejercer una democracia sin parlamento? ¿Es posible que las fábricas produzcan sin patrón? ¿Es posible que la administración del Estado sea realizada por obreros y obreras anónimas que hasta entonces habían sido educados bajo la obediencia? Octubre demostró que esto era posible y necesario. A 90 años de esta revolución, permanece más vigente que nunca, tan vigente como la necesidad de acabar con el capital. Una segunda cuestión es: ¿Fueron los errores de los bolcheviques los responsables de la burocratización? Lenin innumerables veces comenzaba sus informes demostrando la cantidad de errores y equívocos cometidos, pero lo primero que buscaba era comprender la naturaleza social de esos mismos errores: No hay dudas que cometimos y cometeremos muchísimos errores. Nadie puede juzgarlos ni verlos mejor que yo. Pero ¿porque cometimos tantos fallos? La razón es simple: Primero, porque somos un país retrasado; segundo, porque la instrucción en nuestro país es mínima; tercero, porque no recibimos ninguna ayuda de fuera, ni uno de los países civilizados nos ayudó. (...) Y cuarto, por culpa de nuestra administración pública”. Obras Completas. Tomo 45. pág. 307. Algunos de los que reniegan del legado de la revolución de octubre atribuyen el desvío de la revolución a los errores de los bolcheviques. Por ejemplo, el Secretariado Unificado considera la prohibición de las fracciones en el X Congreso bolchevique, utilizada posteriormente por Stalin, como un profundo error de origen. Otros toman el programa de la Oposición Obrera (encabezada por A. Kollontai) como la política correcta; y algunos enfatizan las vacilaciones iniciales de Trotsky, que no utilizó el testamento de Lenin en el XII Congreso. No se trata de afirmar que los bolcheviques fueran infalibles, pero la crítica superficial termina por conceder una importancia decisiva a los posibles errores de recorrido, como si estos tuviesen un papel decisivo en el cuestionamiento de la estrategia de la revolución y en llevarla a la degeneración. Después, de las críticas superficiales se acaba pasando a cuestionar la esencia misma de la estrategia bolchevique: la lucha por el poder, la concepción del partido y de la Internacional. Con esta forma de encarar el problema, se acaba concluyendo que el estalinismo fue una consecuencia 117
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del leninismo. Pero el marxismo siempre intenta explicar la naturaleza de los fenómenos políticos por sus causas sociales. Este es el método con el cual Lenin explicaba el carácter de los errores cometidos por los bolcheviques, que parten de una causa social profunda: el profundo retraso económico y cultural de la sociedad. Este factor ligaba el destino de la revolución a una estrategia, el desarrollo de la revolución mundial. No había en este terreno término medio: o se imponía la revolución o el retraso económico y el agotamiento de las masas acabaría por derrotar la revolución. Todos los retrocesos y avances propuestos por Lenin estaban siempre vinculados a la estrategia última de expansión de la revolución. Los errores de recorrido que cometieron los bolcheviques, sin entrar aquí en cuáles fueron y en el papel de cada uno, fueron cometidos por una dirección con un carácter de clase determinado que actuaba de acuerdo con una estrategia determinada. El bolchevismo tenía una estrategia, la lucha por la destrucción del capitalismo, que solamente podía llevarse a cabo a escala internacional. El Estado resultado de la Revolución de Octubre, pese a su trascendencia histórica, era, en este sentido, solamente la expresión concreta de una realidad concreta: El bolchevismo es solamente una tendencia política, estrechamente fundida con la clase obrera, pero no es idéntica a ella. Y en la Unión Soviética, además de la clase obrera, existen cien millones de campesinos, varias nacionalidades y una herencia de opresión, miseria e ignorancia. El Estado construido por los bolcheviques refleja no solamente el pensamiento y voluntad del bolchevismo, sino también el nivel cultural del país, la composición social de la población, la presión de un pasado bárbaro y un imperialismo mundial no menos bárbaro. Presentar el proceso de degeneración del Estado Soviético como la evolución de un bolchevismo puro, es ignorar la realidad social en nombre de solamente uno de sus elementos, aislado mediante un acto de lógica pura (León Trotsky) El Estado Obrero estaba preso de las condiciones sociales y mientras impulsaba la solución internacional a su retraso, era también prisionero de éste. Desde este punto de vista, el estalinismo fue la victoria de unas relaciones sociales atrasadas en el plano interno, favorecidas por el retraso de la revolución mundial. Fue la expresión en el campo político de victoria de la contrarrevolución. 118
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El hombre construye su propia historia pero, como explica Marx, no la construye a su gusto. Aunque la construcción de la dirección revolucionaria es condición fundamental para la destrucción del capitalismo, dicha dirección opera en condiciones históricas determinadas. Por eso, El bolchevismo siempre se consideró a sí mismo un factor histórico, el factor ‘consciente’, fundamental pero de ninguna manera [el factor último] decisivo. Jamás caímos en el pecado del subjetivismo histórico. Para nosotros, el factor decisivo –sobre la base de las fuerzas productivas existentes- era la lucha de clases, no a escala nacional, sino a escala internacional (León Trotsky). Todos los análisis superficiales sobre la victoria de la burocracia dejan de lado el elemento fundamental: que el estalinismo fue la expresión superestructural de la victoria de la contrarrevolución internacional en el interior de la joven república de los soviets. Frente a los que ante la degeneración, reniegan de la revolución, Trotsky contesta así: En esencia, lo que dicen estos caballeros es que el partido que no cuente en sí mismo con la garantía contra su propia degeneración está mal. Con este criterio, el bolchevismo está condenado, pues no tiene talismanes. Pero el criterio es erróneo. El pensamiento científico exige un análisis concreto: ¿cómo y por qué se degeneró el partido? La victoria stalinista fue todo menos pacífica. Después de las purgas, la línea que separaba el estalinismo y el bolchevismo no fue simplemente una línea sangrienta, sino todo un torrente de sangre. La aniquilación de toda la vieja generación bolchevique, de un sector importante de la generación intermediaria -la que participó de la guerra civil- y del sector de la juventud que asumió seriamente las tradiciones bolcheviques, demuestra que entre el bolchevismo y el estalinismo existe una incompatibilidad no solamente es política, sino física. La victoria de la burocracia y su reaccionaria teoría del socialismo en sólo país creó la ilusión de que sería posible la convivencia del Estado Obrero con el imperialismo por un tiempo indefinido, sin que la burocracia atacase las bases sociales que instauró la revolución. Las circunstancias históricas después de la derrota del Nazismo llegaron incluso a confundir a los revolucionarios agrupados en la IV Internacional sobre la naturaleza de clase de la burocracia. Una burocracia cuya continuidad a largo plazo a la 119
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cabeza del estado obrero se mostró incompatible con el mantenimiento de la propiedad nacionalizada. Martín Hernández explica los mecanismos de la restauración del capitalismo y cómo la burocracia llevó adelante esa tarea (11). Antes de la victoria de la contrarrevolución burocrática, Lenin planteaba en 1919:“No vivimos simplemente en un estado, sino en un sistema de estados, y la existencia de la República Soviética junto a los estados imperialistas por un período extenso es inconcebible. Al final, uno u otro deberá vencer.” De ahí que la tarea militante central consista en la construcción de la Internacional revolucionaria. Esta es la principal conclusión de la Revolución de Octubre. El desarrollo de la lucha de clases internacional dictó los ritmos y los rumbos de un fenómeno inédito en la historia: la apropiación del primer Estado Obrero por parte de la burocracia. La política de coexistencia pacífica de esta burocracia con el imperialismo no modificó la previsión hecha por Lenin: al final, la burocracia, convertida en agente del imperialismo, acabó restaurando el capitalismo. Rescatar la revolución de octubre, sus enseñanzas, para las nuevas generaciones de revolucionarios es hoy, después del estallido del aparato stalinista internacional, una tarea fundamental. Por eso queremos acabar con estas palabras en las que Lenin sintetiza el significado de esta obra gigantesca de la clase obrera: Cuando empezamos en aquella época nuestra revolución internacional, no lo hicimos con la convicción de que podríamos anticipar su desarrollo, sino que fueron una serie de circunstancias las que nos obligaron a iniciar esta revolución. Nuestra idea era: o la revolución internacional viene en nuestra ayuda, y en este caso nuestras victorias están totalmente aseguradas o, si no, haremos nuestra modesta tarea revolucionaria con la conciencia de que, en caso de derrota, habremos servido a la causa de la revolución, y nuestro experimento servirá para ayudar a otras revoluciones. Estaba claro para nosotros que sin el apoyo de la revolución internacional una victoria del levantamiento proletario sería imposible. Incluso antes de la revolución, así como después de ella, nuestra idea era: inmediatamente, o de cualquier modo muy rápidamente, la revolución comenzará en otros países, en los países capitalistas más desarrollados, o en el caso contrario, pereceremos. A pesar de esta conciencia, hicimos todo para preservar el sistema soviético en todas las circunstancias y a 120
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cualquier coste, ya que sabíamos que estábamos trabajando no sólo para nosotros mismos, sino para la revolución internacional.
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