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Pravia Arango

A L A GALER

Pravia Arango

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ecuerdo con la imprecisión que me proporciona la memoria gastada y con la pereza que tiñe la vejez que me encantó el libro de Natalia Ginzburg, Léxico familiar. Y me gustó porque ilumina esos sistemas de comunicación que moldean, definen y cohesionan a una familia. Un ejemplo clarificador, mi familia cercana me llamaba Cayé; pues bien, el día que me llamaron por mi nombre y dejaron de lado el hipocorístico supe que algo había cambiado para siempre. Y no me faltaba razón.

En 2019 Luis Landero publica Lluvia fina y la gente entendida, la que se entera y está en el ajo, la califica como “la novela española del año”. Acabo de leerla y me parece muy interesante y merecedora de traerla al escaparate de Oceanum.

¿Dónde está la miga de la novela?

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En Lluvia fina, Landero explora, a modo de la Ginzburg, no las palabras, sino las microhistorias que entretejen una familia. Esas historias, que presentan algún punto en común, pero sobre todo que aparecen ahormadas, deformadas o recreadas a través del espejo de cada individuo; por ejemplo, Landero nos muestra a un personaje masculino visto por dos miradas femeninas contrapuestas: ese hombre es percibido como un pervertido sexual con tintes pederastas por una hermana mientras que la otra lo ve como alguien con rica fantasía e imaginación, con tintes inocentes y “piterpanescos”. ¡Hombre / mujer! (elijan la exclamación a su gusto) cómo es eso. Vale. Aclaro con algo muy reciente. Con los festines navideños aún circulando por el aparato digestivo, podemos decir que a cada individuo de la unidad familiar se le han quedado restos entre los dientes. Todos proceden de la misma ingesta, pero cada uno los “procesará” a su modo. Veamos. Unos chuparán con fruición esa hilacha de pavo que se ha alojado en un espacio intermolar; otros hurgarán con un palillo para rescatar y deshacerse con un soplido rápido, disimulado y egoísta, de la hebra de marisco; habrá quien rápidamente se liberará en privado de ese grano de turrón que descansa entre los dientes centrales de abajo y lo hará con asco y aprensión; hasta alguno puede pensar que el trozo de jamón “Joselito”, gloria pura en los entremeses, ha devenido en incordio puro para estropearle un trago de champán.

En fin. Comidas familiares. Historias familiares. Restos familiares. Historias que en Lluvia fina nunca son inocentes, y no lo son porque están muy permeadas por las emociones de cada uno con respecto a los otros. Microhistorias familiares que conforman / deforman el grupo; sucesos a base de pequeñas ruindades. Envidia, avaricia, lujuria…; la lista de los pecados capitales. Claro que sí, la Iglesia católica con su mirada larga y paso corto. La Iglesia católica como el Gran Fondo Monetario Internacional (GFMI) del mercadeo de pasiones y debilidades humanas.

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