Marzo 2020 Colombia $3.000
EDITORIAL
Es tiempo de ellas Periferia Prensa Alternativa es una publicación de la Corporación Periferia Director Olimpo Cárdenas Delgado Editor Juan Alejandro Echeverri Equipo editorial Periferia El Flako, Julián Alvarán, Jazmín Grajales, Valeria Urán Sierra, Vianny Correales, Miguel Ángel Rojas Cortina y Mariam Vergel. Amigos y amigas colaboradores en esta edición: Renán Vega Cantor, Jacobo Hincapie, Esteban Valencia, Tatiana Ramírez Camacho, Mariana Álvarez, Álvaro Lozano, Mariam Vergel, Corporación ConVivamos, Juan David Villegas Katherin Julieth Monsalve, Valentina González, Átomo, Carlos Roa, Liria Esperanza Manrique López, Luis Ángel García, Juan José Díez Góez, Escuela Nacional Sindical, Fredy Henao, Martín Ángel. Portada Mujer indígena tejedora del Pueblo Arhuaco. Fotografía: Tatiana Ramírez Camacho. Centrales - Infografía Mariam Vergel Contraportada Homenaje a la Organización Femenina Popular Ilustración por: Juan David Villegas Diseño y Concepto Gráfico Periferia Impreso Taller de Artes Gráficas Periferia Registro Cámara Ccio. No. 21-008 338-21 v/ Colombia. Correo electrónico periferiaprensa@gmail.com Sede Medellín Calle 50 # 46-36 Edificio Furatena - Of. 504 Teléfono: 2310842 Periódico fundado en octubre de 2004 Las opiniones, análisis y/o similitudes expresadas por los columnistas en sus artículos, fotos, gráficos o caricaturas son libres y de ellas son responsables sus autores.
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l patriarcado ha sido la forma de organización social que nos da la autoridad a los hombres para manejarlo casi todo. Ha sido impuesto y perpetuado durante miles de años en la historia de la humanidad en detrimento de las mujeres, pero también de los bienes comunes y del planeta. La mezcla patriarcado y capitalismo son los responsables de la mayor desigualdad, discriminación, depredación y violencia jamás conocidas contra la humanidad, el planeta y contra las mujeres en particular. Este sistema patriarcal se empeñó en construir un mundo que no fuera apto para las mujeres, uno donde todo estuviera al servicio de nosotros los hombres, en especial el poder político y económico.
mínimo el 30%. Por el contrario, la política pública promueve la naturalización de prácticas discriminatorias en su contra y el aumento de todo tipo de flagelos. Las cifras son aterradoras, 796 mujeres fueron asesinadas entre enero y octubre de 2019. Pero con las cifras de Medicina Legal el panorama es mucho más crítico y preocupante. Su directora manifestó que, de un total de 40.000 mil mujeres valoradas, 20.000 están en riesgo de ser asesinadas por sus parejas o exparejas.
Para no ir lejos, en Colombia, desde que se declaró la “independencia”, las mujeres fueron reducidas a los extenuantes trabajos del cuidado de la casa, de la familia, de la alimentación y la limpieza, incluso a duras tareas del campo; durante más de siglo y medio no tuvieron derecho a la propiedad, ni al voto, ni a decidir sobre la política y la economía; pero para ellas nunca faltó la violencia en el hogar y en la sociedad.
Casi todas las cifras sobre las modalidades de violencias contra las mujeres van en aumento. Además hay que tener en cuenta los subregistros, es decir los casos en que las mujeres no reportan o no denuncian. Entre enero y octubre de 2019, fueron registrados alrededor de 19.000 los casos de violencia sexual, 34.000 casos de violencia de pareja y 13.000 casos de violencia intrafamiliar. Por supuesto que el común denominador es la impunidad, especialmente de aquellas otras violencias que los hombres ni siquiera reconocemos, por ejemplo la violencia sicológica, entre otras que no conllevan violencia física pero que pueden resultar mucho más perjudiciales y agresivas.
Según cifras del DANE, de un total de 48.258.494 habitantes que tiene el país en la actualidad, el 51, 2% son mujeres. Son mayoría y sin embargo los gobiernos sucesivos casi nada han hecho para garantizar condiciones democráticas mínimas para que las niñas, las mujeres y ancianas disfruten de una vida con dignidad.
Los hombres debemos comprometernos, en el discurso y en la práctica, con la eliminación del patriarcado y sus violencias, a través de la puesta en marcha de prácticas responsables, equitativas, solidarias y cooperativas. Pero el compromiso también tiene que venir por parte del Estado y del modelo económico, agentes que por naturaleza son violentos y opresivos.
Cabe destacar que la tasa de desempleo de mujeres en Colombia para octubre del 2019 fue de 12,6 %, mientras que la de los hombres fue de 7,2 %. Sin embargo, el valor de la economía del trabajo doméstico y del cuidado no remunerado, al cual las mujeres destinan 36,5 millones de horas al año, fue de 185.722 millones de pesos en 2018, lo que correspondía al 20% del PIB del país, cifra superior al valor agregado de las actividades económicas más relevantes del país, entre esas la industria minero-energética.
Los esfuerzos, luchas y vidas que fueron necesarias para que el 8 de marzo fuera declarado el día internacional de la mujer, hoy siguen siendo luchas importantes y necesarias. Muestra de ello es que actualmente las mujeres son protagonistas de las revueltas populares en el mundo entero. Una revolución sin un replanteamiento de la concepción que tenemos de lo femenino, y también del género, es una contradicción. Desde nuestro lugar nos sumamos a esa demanda actual e histórica. Esta es una edición con un carácter reivindicativo fundamentada en nuestra disposición a que, sin importar el mes, se denuncien las violencias de género, se reivindiquen las mujeres que el patriarcado busca invisibilizar, se propongan medidas y soluciones, y a que se piense y se narre el mundo desde una mirada femenina.
Es evidente la ausencia de medidas estructurales que promuevan el respeto por las mujeres, les brinden la libertad de decidir sobre sus cuerpos, y equiparen sus posibilidades de acceder a empleo y ocupar escenarios decisorios de la vida pública, en el Senado, por ejemplo, representan el 19,7% cuando la ley dice que debería ser
NARRATIVA
El Fénix que escribe
para no olvidar
Por: Juan José Díez Góez y Miguel Ángel Rojas Cortina
se llamaban los muchachos, cómo eran físicamente y cómo estaban vestidos. Cuando amaneció, llamó a una conocida que tenía una papelería, le pidió el favor de que le imprimiera unos carteles para pegar en el barrio y el centro. Más o menos a las 10 llegaron su familia y los compañeros de colegio de Pipe, ellos le ayudaron a empapelar postes y paredes por todo el barrio. Antes de salir para el centro otra vez, la llamó una cuñada cuyo esposo era un jubilado de la Fiscalía. Él había empezado a averiguar por su cuenta con sus antiguos colegas. Le contó que el día anterior habían bajado a dos muchachos de un bus en el mismo barrio, pero no se sabía si eran ellos. Convencidos de que eran Pipe y Cristián, se quedaron en el barrio buscando. Pidieron el apoyo de la Policía y respondieron que no los podían acompañar por la presencia de bandas criminales.
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enía 17 años, estaba a punto de terminar el bachillerato, quería estudiar administración de empresas, trabajar con su papá y hacer crecer su almacén de repuestos automotrices. Juan Felipe Henao, o Pipe, como le decía y sigue diciendo su madre ocho años después, era un muchacho sano, no salía sin permiso ni llegaba tarde sin avisar. El 10 de noviembre de 2011 tenía que presentar una prueba de inglés para poder graduarse. Cristián, un amigo cercano, le pidió la noche anterior que lo acompañara a comprar una camiseta en el Palacio Nacional en el centro de la ciudad, también le dijo que si le sobraba plata le compraba una gorra de cinco mil. Pipe aceptó, pero impuso una condición: debían volver antes de la una para llegar a tiempo al colegio. Cristián vivía a unas dos cuadras de Pipe, ambos en Belén Rincón, en el suroccidente de Medellín. Su casa quedaba en una esquina, más abajo de las escaleras donde se hacían los del combo que controlaba esa zona del barrio. En varias ocasiones había sido amenazado por bandas de otros sectores sólo por bajar a almorzar donde su abuela o por ir al gimnasio donde trabajaba. Que no lo querían volver a ver por allá, que si él vivía por allá qué tenía que hacer ahí. Cristian estaba contento porque, por esos días, el barrio estaba más tranquilo, llegó a pensar que las bandas habían hecho las paces. Pipe le dijo que no se confiara, porque uno nunca sabe.
Juan Felipe salió de la casa antes de las nueve. A eso de la una, Lucelly, la mamá, se empezó a preocupar porque no volvía para almorzar. Al rato recibió una llamada del colegio Antonio Ricaurte, era una profesora preguntando por qué Pipe no había ido a estudiar. Le contó que no sabía nada de él desde esa mañana y estaba muy preocupada. La profesora intentó calmarla: “tranquila, demás que se quedaron vitriniando allá en el centro”. Pero Lucelly sabía que él no era así. A las cuatro de la tarde no aguanto más y le contó a su esposo. Él, apenas escuchó la noticia, salió del almacén en Barrio Triste, un sector marginal, a dar una vuelta por el centro a ver si lo encontraba. Alrededor de las seis la profesora volvió a llamar, Lucelly le dijo que ya estaba desesperada e iba a poner la denuncia. Cuando llamó al 123, le respondieron que debía esperar 72 horas. Aunque desde 2005 existe el Mecanismo de Búsqueda Urgente, que no exige tiempo mínimo para atender casos de desaparición, Lucelly poco sabía de esto y no recibió ninguna asesoría para exigir la activación del recurso. Empezó a buscar por su cuenta, con su esposo y la familia de Cristian. Fueron a clínicas, anfiteatros y estaciones de policía. Lucelly pasó la noche en vela, rezando, llamando a la mamá de Cristian, asomándose al balcón cada que sentía un carro; esperaba que fuera él llegando en un taxi. Hacía frío para estar asomándose una y otra vez, la noche era muy oscura para agobiarse con la sombra del Cerro de las Tres Cruces frente al balcón. En la madrugada llegó la policía, preguntaron cómo
En medio de un aguacero, mientras buscaba a Pipe por todo Belén Rincón, empezó a recibir llamadas de gente que había visto los carteles y le sugería buscar en algunos sitios del barrio donde comúnmente tiraban los cadáveres. Fue a buscar a La Serranía, por La Portada, arriba de Rincón. Cada bolsa de basura que veía la cogía, la revisaba y la devolvía a su lugar. Palpaba la hierba esperando que le diera alguna pista. Sólo le pedía a Dios que su hijo apareciera, vivo o muerto, pero que apareciera. Después del mediodía regresó a la casa, no aguantaba más. Fue a descansar para seguir buscando. A las tres de la tarde llegó un agente del CTI. Además de hacer las mismas preguntas que la policía sobre Pipe, preguntó cuál era su rutina, si se perdía mucho o salía sin permiso. Luz Mery, la mamá de Cristián, aprovechó y bajó a la casa de Lucelly para proporcionar la misma información sobre su hijo. Una hora más tarde, el agente recibió una llamada y les informó que en el Cerro de Las Tres Cruces habían encontrado un cuerpo cuya descripción coincidía con la de Cristián… Era él. Aún no se sabía nada de Pipe. Lucelly pensó que a lo mejor se había volado, que de pronto estaba con vida y se había escondido quién sabe dónde; pensó que iba a volver. Al rato, el agente recibió otra llamada, le informaron que habían encontrado otro cadáver a siete metros de distancia, al borde de un barranco. La hipótesis de la Fiscalía fue que los victimarios le dijeron que se volara y, mientras corría, le dispararon por la espalda. Después de un tiempo, varias personas que presenciaron la escena le comentaron que cuando los dos muchachos iban en el bus, se subieron dos tipos a bajar a Cristián. Pipe intentó defenderlo, y se lo llevaron también.
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NARRATIVA Lucelly duró casi dos meses postrada en la cama. Ni siquiera abría las ventanas, no quería enterarse de nada, ni ver todos los días el cerro donde habían matado a su hijo; le tenía bronca a la montaña. Tampoco quería toparse con la vista del colegio desde la ventana. Llegó a pasar 10 días sin comer y sin dormir. Empezó a sufrir depresión, y a tener una crisis de ansiedad y pánico. No hablaba casi, su esposo dice que parecía sonámbula. Ella sentía que su mente estaba en otro lugar. Su esposo y su hija elaboraron un duelo silencioso, no concebían hablar del tema y Lucelly no tenía con quien expresar lo que sentía. A raíz de eso, comenzó a plasmar en un diario algunos momentos que vivió con su hijo y los sentimientos que no podía exteriorizar de otra forma. Comenzó a escribir prosa y, casi sin darse cuenta, poesía. “Cuando yo esté viejita, que tenga alzheimer, léame todo lo que tengo ahí escrito porque no quiero olvidarlo nunca”, le pedía a su hija Jessica. En 2013, al terminar una terapia de duelo, una profesora de la UPB la invitó a la Fundación Parque de los Sueños Justos. Allí inició un proceso que duró casi dos años con otras madres de hijos desaparecidos. Hacían manualidades, tejían diferentes objetos y llegaron a elaborar, como método de memoria y sanación, muñecos de trapo con la figura de sus hijos. Lucelly hizo a Pipe de graduación, con la toga y el birrete. Durante este proceso empezó a sentir que podía ayudar a otras personas, “es lo que Pipe hubiera querido”, se dijo a sí misma. Se dio cuenta, además, que había sido afortunada en comparación a otras madres que nunca encontraron a sus hijos. En los dos años siguientes hizo un diplomado en la Universidad de San Buenaventura. Se reunían cada quince días, eran más o menos ochenta personas. El primer año fue un proceso vivencial, el propósito era, desde su experiencia
como víctimas, aprender a implementar mecanismos para ayudar al otro en su duelo. El segundo año fue de prácticas, Lucelly las realizó con señoras víctimas del conflicto urbano en Belén Rincón. Se identificaban con ella porque había sufrido el mismo dolor y veían en ella un ejemplo de superación. En este diplomado, Lucelly conoció a Mary Luz López, quien más adelante la invitó a formar parte del grupo Ave Fénix.
siempre con la tarea de escribir algo para compartir en el encuentro. Lucelly no ve la hora de que sea martes para encontrarse con el grupo. Para ella es como una terapia, “uno escribiendo va sacando el dolor, el resentimiento, la lágrima, hace memoria de esa persona que no está. Porque todo lo que no se nombra se olvida. Si no lo nombro a él y lo que pasó con él, es como si no hubiera existido”, dice.
Producto de un taller de escritura que realizó el Museo Casa de la Memoria de Medellín, un grupo de víctimas creó el proyecto Ave Fénix. Con el apoyo del gobierno de Canadá escribieron su primer libro, El refugio del Fénix, publicado en 2016. Mary Luz y Lina, dos de las fundadoras del grupo, ampliaron el grupo con la premisa de usar la escritura como catarsis. Juntas presentaron un proyecto al Centro Nacional de Memoria Histórica, y ganaron una beca. De ahí salió otro libro: El vuelo del Fénix, que se publicó en 2017 y del que también hizo parte Lucelly.
En uno de los encuentros, Lucelly habló de su resentimiento con el cerro donde mataron a Pipe —porque en estos espacios, además de compartir lo que escriben, buscan apoyarse en las dificultades que vayan surgiendo—, de la rabia con que lo miraba y del rencor que le tenía. Mary Luz le propuso que escribiera un poema sobre eso y, solo de esa forma, Lucelly perdonó y le pidió perdón a la montaña; pudo salir al balcón de nuevo y ver el horizonte sin sentir la zozobra de la noche en que su hijo estuvo desaparecido:
Finalizado el proyecto, las mujeres le preguntaban a Mary Luz qué iba a pasar con ellas. Mary luz es una líder de procesos con víctimas; fue víctima de violencia sexual y de la desaparición de su pareja sentimental. Se formó en atención y ayuda psicosocial, y luego lideró procesos de asociaciones de víctimas y trabajos con niños. Frente a la pregunta de sus compañeras de Ave Fénix, Mary Luz encontró una solución: la profesora Ofarley, de la Universidad de Antioquia, se contactó con ella para invitarla a una investigación sobre el impacto de la escritura en víctimas del conflicto. Mary Luz aceptó con una condición: incluir a sus compañeras en la investigación y los talleres. De ahí nació el grupo Leer Contar y Escribir con Vos, del que Lucelly hace parte igual que otras compañeras de Ave Fénix. Los martes, cada quince días, se reúnen en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, casi
“(...)El camino escarpado, se observa polvoriento, como si ardiera. Envidia siento de la montaña por abrazar y acunar tu cuerpo inerte cegado por las balas de aquel malvado ser. Mi corazón triste y adolorido no aceptaba que su hermoso príncipe yaciera en aquel lugar. Aquella que te conocía desde niño, en sus prados te vio juguetear, elevar cometas, saltar, correr. Esa, a la que fotografiaste en un atardecer fue testigo de tu vuelo, a lo más hermoso e infinito de esa inmensidad de amor y plenitud. (...)” Lucelly Durango, La Montaña
Foto de cerro de las Tres Cruces en Medellín.
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Valentina Tereshkova, un nombre en el cielo
Texto e ilustración: Valentina González Henao
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uando la misión espacial rusa Vostok 6 fue lanzada en 1963, en plena Guerra Fría donde la experimentación y la conquista espacial de la humanidad daban sus primeros pasos, retumbó en todos los lugares de la tierra el rumor de que una mujer ahora habitaba las estrellas. Valentina Tereshkova alzó entonces una bandera que traspasó naciones e ideologías políticas: la de la igualdad y la fuerza femenina.
alcanzar sus sueños, volar lejos con la fuerza de su espíritu y su pensamiento. Es por esto que después de su descenso se formó en ingeniería espacial y continua vinculada a la vida política de su país, labor en la que da una la lucha por la visibilización de las mujeres en la sociedad y la ciencia. Valentina es un nombre que ilumina a muchas otras que han quedado invisibles bajo una historia que se cuenta a medias, es un espejo para prender el fuego interno y tomar las riendas del mundo.
Valentina, nacida el 6 de marzo de 1937 en el seno de una familia obrera,es recordada en su infancia como una niña temeraria y ruda, que no le tenía miedo a rasparse al caer de los árboles. Tras abandonar la escuela comenzó a trabajar en una industria textil soviética, al mismo tiempo alimentaba su pasión por el paracaidismo y las alturas en el club de este deporte en su pueblo. Saltaba al vacío con el vigor de su juventud sin imaginar que aquella afición la llevaría a atravesar la atmósfera terrestre. En la carrera espacial, en la que Rusia y los Estados Unidos de América luchaban, como ahora, por el poderío y el dominio tecnológico del espacio, el país soviético apuntó a seguir las consignas de los fundadores del pensamiento comunista, en el que el sometimiento de la mujer se mira como la primera forma de dominación de clases y su superación como paso fundamental para alcanzar tal utopía. Se conformó entonces un grupo femenino de cosmonautas que llevarían un mensaje claro a la humanidad y al enemigo, las mujeres tendrán que abolir el capitalismo para encontrar su libertad. Tras meses de pruebas en los que su cuerpo era sometido a la fuerza centrípeta, acondicionamientos físicos y formación en dinámica aeroespacial, esta rusa de 26 años, fue seleccionada entre 400 mujeres para llevar tal bandera. Siendo la primera mujer, una obrera por fuera de las altas castas soviéticas, en emprender un viaje de tres días y 48 vueltas alrededor de nuestro planeta en la soledad de su nave. Sin embargo, el ímpetu de igualdad de este Estado duró menos que la espectacularidad de la noticia. Desde que los mandos rusos en tierra no permitieron que Tereshkova operara el programa manual de su nave, y la acusaron de desobedecer los protocolos debido a su natural “curiosidad femenina” o su debilidad, tuvieron que pasar dos décadas para que la mujer volviera a la acción entre los cosmonautas y se tomara en cuenta su papel determinante en el desarrollo científico en la Unión Soviética. A pesar de los rumores, esta cosmonauta con su valor lanzó una determinación a la humanidad: las mujeres, sin importar su origen, pueden
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FOTOREPORTAJE
Fotografía: Esteban Valencia
Soy mujer Por: Mariana Álvarez
Apenas en 1975 la ONU establece y reconoce el 8 de marzo como el día internacional de la mujer. Desde entonces han pasado 45 años en los que las mujeres, en dis ntas naciones, nos convocamos y nos vemos en las calles para dejar en claro que aún hay muchos derechos por reivindicar y que la búsqueda por la igualdad no cesa. Sin embargo, antes de que las Naciones Unidas lo proclamaran, las mujeres en la historia venían disputándose la vida y los derechos en clave de las libertades y lo que a juicio nos resulta justo y digno. Hablar de la lucha y la resistencia de las mujeres es comprender la fuerza y la digna rabia que hoy nos posee a todas. El mundo no ha venido de una cos lla, ha nacido del útero de cientos y miles de mujeres que en descendencia nos han heredado. Defender y reivindicar nuestros derechos ha par do del comprender que son violentados. Nos negamos a a rmar que es ley de la naturaleza que el oprimido sea también opresor, y es esto lo que históricamente ha levantado la lucha de las mujeres obreras, madres, esposas; las que anhelan su independencia, su libertad económica, no ser madres y dejar de ser esposas.
Fotografía: Jacobo Hincapié
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Por eso, siempre ha sido el momento de mirarnos a los ojos y decirnos lo bellas que somos. De mirar a las abuelas tejiendo, de abrazar a nuestra madre pariendo, de admirar a nuestra hermana luchando, de agradecerle a nuestra ancestra su rebeldía y rompimiento con lo que por ser mujer ya le venía impuesto. Somos nosotras quienes elegimos los días necesarios, y nunca su cientes, para palparnos los rostros y decirnos que es gracias a las que luchan que este mundo es un rincón, como diría la Pizarnik, “de piel suave y erno corazón guerrero”.
FOTOREPORTAJE
Fotografía: Jacobo Hincapié
Fotografía: Jacobo Hincapié
Fotografía: Miguel Ángel
Fotografía: Fredy Henao
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“El acto abominable de pasar por encima del otro” Por Katherin Julieth Monsalve —¿Vos para quién hiciste esa película? Le preguntó un poco perplejo Alejandro Herrera al cineasta Víctor Gaviria cuando se estrenó La mujer del animal. Margarita Gómez, la mujer que una tarde le dio la mano a Víctor y le dijo “mucho gusto, yo soy la mujer del Animal”, decidió no ver la película. Tampoco quiso entrevistas ni cámaras sobre ella. Víctor acudió a algunas proyecciones y vio a algunas mujeres intentando entrar a la sala de cine, vacilando una y otra vez, hasta que tomaban la decisión de irse. Él se atreve a lanzar una hipótesis después de escuchar tantos comentarios: “Se trata de un maltrato tan continuado en una película que nunca endulza el maltrato (mostrar la violencia como es la violencia), ni redime, ni hay un héroe”. Vi La mujer del animal en una sala casi vacía en Armenia, Quindío; mi amiga y yo usamos de paño de lágrimas al amigo sentado en la mitad. La escena de la violación de Amparo por parte del Animal nos dolió como si nuestro propio cuerpo fuera el implicado. Amigos y colegas descargaron sobre Víctor un sinfín de críticas en los momentos en que les comentaba la idea de esa nueva película, comentarios como: “ese personaje no se merece una película, una mujer tan tonta, una mujer que no es capaz de escaparse, pasiva”; “hermano, es que ella lo quería, era eso”. Entonces él, en su rol de director, se tuvo que preguntar ¿qué poesía puede haber en una película de estas tan brutal? En la historia de
Margarita y las escenas que tomó de su vida para la película: una mujer en la soledad absoluta, encerrada en lo que ella llamó “una casa para perros”, que le escribe en un cuaderno a un dios sin oídos ni ojos para ver lo que le sucede; pero sobre todo una mujer que sobrevive, y por eso cuando asesinan al Animal la gente le grita: “¡Qué viva la mujer del animal!”. La gran mayoría de mujeres del barrio donde vivía Margarita (Amparo en la película) habían sido escogidas por algún animal, todas ellas habían experimentado el sexo mediante la violación, sus hijos eran los hijos del animal. Por eso la escena en la que Amparo toma de los brazos a la bebé mientras recibe los puños y patadas del Animal es su despertar, con ese acto arrebató a esa bebé del desamor al que estaba condenada y a la repetición del ciclo de violencia y maltrato; le arrebata de las manos a los bandidos del combo una niña que iban a violar; se corta el cabello para que el Animal no la vuelva a arrastrar por el suelo, y solo la cara de espanto que pone este nos puede explicar la magnitud de la pérdida de poder que experimenta. Ella, Margarita, la mujer que no merecía ser narrada, hizo eso. —Pero lo que más me duele a mí es que nadie me ayudó. —¿Cómo así? Nosotros no nos dimos cuenta. No se acordaban. Esa fue una conversación recurrente entre Margarita, sus vecinos y familiares. Y entonces la aceptación del destino dispuesto por Dios para las mujeres es la explicación del maltrato en un lugar donde el silencio y la falta de preguntas se volvieron aprobatorios de la violencia machista. Y llega eso
que la periodista Leila Guerriero llamó “las preguntas del destino como fatalidad” que se han hecho las mujeres en contextos de este tipo, Amparo (Margarita) escribía en su cuaderno: “Dios mío, ¿qué estoy pagando?”. *** ¿De qué trata realmente esta película? Daniel Rivera Marín responde en su texto “La mujer del animal”: la brutalidad de la indiferencia, que trata del “cómo se ha hecho del abuso de la mujer un tema común y corriente, cómo de puertas para adentro se convirtió en normal el acto abominable de pasar por encima del otro”. ¿Cómo se volvió posible el acto abominable de pasar por encima del otro? Víctor dio en el clavo cuando hizo este análisis en el programa de entrevistas Proyectados: “Lo que hemos derivado como ciudadanos colombianos es en un ciudadano que siempre pasa agachado, pasivo, que permite hacer, que siempre está pensando en que debe estar cuidando su pequeña vida, su pequeña integridad; pero que nunca ese aspecto de preguntar, de reclamar, siendo un ciudadano, teniendo una palabra; la historia de violencia ha desaparecido ese rasgo nuestro”. Y remató: “El testigo también es víctima del animal”. *** En alguna oportunidad leí que la compasión es acompañar la pasión de la otra y el otro, ese es el gran aporte de esta película: una compasión que permite sentir la humillación como propia, un dolor bajito en la escena de la violación, una incomodidad al vernos en ese silencio cómplice que permite, alimenta y avala la existencia del Animal. Víctor cuenta que en los ensayos, Natalia Polo, la actriz protagonista, lloraba mucho. Cuando él le preguntaba qué le pasaba, ella respondía: “Víctor, ¿usted no ve esta humillación?”. Por su parte, ella le contó a Daniel Rivera Marín: “Se llora en casi toda la película. Me tocaba parar, me daban tiempo para trabajar interiormente”. Cuando leí esas palabras pensé que eso sería necesario para el país: tomarse un tiempo para trabajar interiormente, y allí dentro cuestionarse, cuestionarse mucho. Luego, Daniel es quien siente la compasión: “Es difícil ver a Natalia después de tanta violencia sobre su cuerpo, tanta violencia actuada, tanta violencia tan real”. Y la pregunta ya no es para quién es la película, sino para qué: para que el país silencioso, de subjetividades magulladas a punta de bala, puñal y miedo extremo, el que tuvo que tomar el camino de la indolencia para no morirse de sí mismo, experimente la pasión de una mujer violentada en un lugar olvidado de Medellín.
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El país de las mujeres
Ilustración Vanessa Gutierrez
Por Liria Manrique
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propósito de la pregunta hecha por Periferia: ¿cómo se imagina a Colombia gobernada por mujeres?, recordé la capacidad imaginativa de una de mis escritoras favoritas, la Nicaragüense Gioconda Belli, autora del libro El país de las mujeres. En el materializó un país pequeño llamado Faguas, vigilado por el volcán Mitre, el cual tenía la capacidad de erosionar las vidas de sus habitantes al tiempo que lavaba su realidad con la elección de una mujer a la presidencia nacional. Faguas era un país común, un país donde la corrupción campeaba, las oportunidades escaseaban y el gobierno enriquecía los bolsillos de la dirigencia política a costa de la pobreza del pueblo: un país como Colombia. En el libro, Gioconda ilustra la diversidad, la complicidad y la total sororidad de un grupo de mujeres que deciden a través de la creación de un partido político distinto llegar al poder. El “Partido de la Izquierda Erótica” (PIE) era una apuesta de mujeres para maternizar el país, lavarlo y limpiarlo hasta dejarlo brillante y sin manchas. Darle un vuelco a la realidad política del país. La propuesta incluía enviar a los hombres a los hogares para asumir las tareas domesticas, esas tareas que siempre despreciaron y calificaron con simplismos. El Partido de la Izquierda Erótica estableció un subsidio para que los hombres estuvieran en sus casas, mientras nutria de mujeres la fuerza pública. Todo el país se transformó: se ejecutaron proyectos comunitarios que
Pagué un precio. No me atrevería a proponerlo como un requerimiento imprescindible para que la sociedad reconozca a las mujeres y las mujeres, sobre todo, se reconozcan a si mismas, pero lo que sí sé es que en mi país significó un cambio profundo que valió absolutamente la pena… Somos más ricos, sobre todo, porque hemos eliminado la más antigua forma de explotación: la de nuestras mujeres, y así nadie la aprende desde la infancia. Hay brotes, claro; no somos una sociedad perfecta. La verdad es que reconocernos humanos es saber que siempre habrá nuevas luchas y retos, pero bueno, avanzamos. Un pie delante del otro. Gioconda Belli, El país de las mujeres
colectivizaran los cuidados de los hogares, el Estado asumió el pago de la renta social, se disminuyó el presupuesto a las armas y al poder militar, mientras se ampliaban las coberturas educativas, alimenticias y sociales de quienes habían confiado en una apuesta feminista pero incluyente. Enviar los hombres a sus casas con el fin de lograr transformaciones en el manejo del país, pretendía poner la administración de una nación bajo una mirada femenina. Las cabezas del PIE sabían que, de seguir los hombres en sus cargos, no permitirían a las mujeres desarrollar a profundidad sus habilidades, de seguro se mantendría el interminable debate patriarcal de la experiencia (masculino) sobre la improvisación (femenino). La resistencia que afrontó el PIE es la misma que afrontamos las mujeres que nos peleamos en el día a día ser tratadas igual que los hombres. Tener posibilidad de definir sobre nuestros cuerpos y aquello que afecta nuestras vidas; ser vistas como actoras validas en una sociedad donde constantemente se juega con nuestras visiones y por supuesto con nuestros objetivos, sin que ello nos cueste la vida tal cual le ocurrió a la protagonista del libro, quien luego de lograr fortalecer la economía, bajar los índices de delincuencia, e incorporar de manera masiva las mujeres en la vida pública del país, fue víctima de un atentado sicarial, orquestado por hombres, cuando hablaba en plaza pública.
Intentando hacer un símil, el atentado padecido por Viviana Sansón, la presidenta de Faguas, es exactamente lo que ocurre cuando una mujer aspira ser tenida en cuenta para direccionar su hogar, su trabajo e incluso el Estado, la respuesta siempre ha sido la agresión. Matan a la mujer que no quiere estar más al lado de un hombre violento y maltratador (tal como sucedió hace poco con las estudiantes de la Universidad Industrial de Santander); matan a la mujer que intenta liderar espacios de gobernabilidad (como hicieron con Karina García, candidata del partido liberal a la alcaldía de Suarez, Cauca); y matan a la mujer lideresa que pelea por los derechos de sus comunidades (como sucedió con Cristina Bautista, gobernadora Indígena del Cauca). Está claro que ningunear, violentar sexualmente, humillar, y matar, demuestra el temor que sienten los hombres de perder lo que ha sido siempre su zona de confort, esa capacidad de administrarlo todo, incluidas nuestras vidas. Ese miedo tiene sustento. Porque tienen razón caballeros, como en Faguas cambiaremos la realidad, convertiremos a Colombia en un país de afectos, de comprensiones, un país en el que se priorice la educación mientras le restamos importancia al trabajo esclavo, uno donde la solidaridad estará por encima de los egos, el individualismo y las venganzas en las que ustedes nos han tenido sumidas durante toda nuestra historia. Así exactamente me imagino esta nación gobernada por mujeres.
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“Las mujeres necesitamos tiempo libre para organizarnos y protestar ” : Ángela María Robledo Por Escuela Nacional Sindical
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n su visita a Medellín, la excandidata vicepresidencial y excongresista Ángela María Robledo se reunió con organizaciones sociales y de mujeres que buscan crear una mesa municipal de economía del cuidado. Robledo, quien prefiere los rótulos de feminista, pacifista y ciudadana, también fue invitada a una conversación sobre el Paro Nacional. La Escuela Nacional Sindical conversó con ella sobre las movilizaciones realizadas a lo largo y ancho del país, y las que estan programadas para los próximos días. Con Angela María también hablamos sobre la economía del cuidado y la Mesa Intersectorial del Cuidado. Pregunta: ¿En qué consiste el Sistema Nacional de Cuidado y cuál es su importancia? Respuesta: Este sistema es un dispositivo institucional que concreta una aspiración de toda persona: ser cuidado y cuidar en condiciones de dignidad. Judith Butler, importante autora feminista, dice que la base del cuidado es reconocer que no somos nada sin el otro, sin la otra. Y para que eso sea una realidad nos tenemos que cuidar y tenemos que ser cuidados, esa es la base. Resulta que esa tarea de cuidado en el mundo la hemos hecho sobre todo las mujeres, porque naturalizaron que el cuidado de la prole, de los viejos, los enfermos, nos toca a las mujeres porque, en nuestra condición de creadoras de la vida, nos cayó esa responsabilidad. Pero eso no ha sido así toda la vida. Ocurrió cuando el mundo del trabajo y la revolución industrial dividió el espacio privado y público. Señaló que el espacio privado, las casas, lo doméstico, es reproductivo; mientras que lo político, los proveedores, es lo público. Ahí empieza la gran desigualdad. Si bien frente al cuidado hay una igualdad, frente a la valoración y la responsabilidad del cuidado hay una desigualdad. Los sistemas de cuidado en el mundo buscan resolver esa desigualdad. En Colombia tenemos la ley 1413, en la que se aplicó una pregunta: ¿en qué usas tu tiempo? Se encontró que las mujeres duplican a los hombres en su tiempo de cuidado no remunerado, y le aportan cerca de 160 billones de pesos a la economía. Hay que distribuir las tareas del cuidado entre los adultos de la casa, que éstas no solo estén sobre los hombros de las mujeres. Pero también hay prácticas en algunos lugares en donde, vía pensiones, vía cuota moderadora para la atención en salud, y vía reconocimiento a las cuidadoras, hay un tema de redistribución porque toca lo económico. Pensamos en las
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mujeres del sector rural o de la periferia de las ciudades que hacen un trabajo descomunal, ya que muchas veces tienen que buscar leña para cocinar, sus manos se desgastan lavando. El peso del trabajo hay que reducirlo, esa es la tercera "r". Yo agrego una cuarta “r”: la representación y la participación política, formulada por una feminista muy importante, Nancy Fraser. El tema del cuidado es político, porque hay una infraestructura de cuidado para las mujeres, que implica el aporte de salud, educación, cultura y económico; se nos devuelve a las mujeres en la reducción y en el tiempo libre. ¿Y ese tiempo libre para qué? Para que las mujeres nos organicemos, podamos disfrutar de nuestra vida, independientemente de que sean madres, abuelas, tías, cuidadoras. Para hacer con ese tiempo libre lo que nos venga en gana; tener tiempo para salir a la calle, para revelarnos, protestar. Es un tema profundamente político. P: ¿Cuáles son los avances que hay en el país en materia de este sistema? R: La Mesa Nacional que se creó en el 2014 tiene 3 nichos: producción del conocimiento, incidencia política, y comunicación y pedagogía. Ya ha empezado a desplegarse en las regiones con autonomía y apuestas propias. Salió la conformación de la Mesa Intersectorial de Economía del Cuidado de Antioquia y Medellín, y me alegra profundamente. Desde la Mesa Nacional hay una propuesta de acompañamiento en autonomía a la mesa que va a trabajar aquí. Y lo que entendí también con la presencia de Natalia y Juliana, las secretarias en el departamento y la ciudad, es que se va a
generar un canal de comunicación para que, vía planes de desarrollo, se den los primeros pasos para conformar estos sistemas de cuidado. Es algo nuevo, no tiene referentes anteriores. Por eso encontrarle factibilidad política y presupuestal va a ser difícil. Pero ya hay una infraestructura en las ciudades para el tema del cuidado, hay que articularla. Hay una propuesta de transformarnos culturalmente en nuestras masculinidades, en nuestras feminidades. Hay una voluntad política que va a sumar y hay un sector empresarial, que ha sido un poco esquivo para vincularse al tema del cuidado. Este sector cumple un rol fundamental porque comprende hombres y mujeres que a su vez cuidan, especialmente mujeres que tienen 2 y 3 jornadas. Esto no es un hecho ni gubernamental ni estatal, es de la ciudadanía y del sector empresarial, tan importante en una apuesta como estas. P: ¿Cuál es su opinión sobre la propuesta de la exministra de trabajo de fomentar el trabajo por horas? R: Yo dije, un poco irónicamente, que con dos horas semanales del trabajo de Alicia Arango sería suficiente para este país, por todo el daño que nos quiere hacer. La verdad es que la exministra de trabajo es la mentirosa mayor. Salió, tanto ella como Duque y Marta Lucía Ramírez, a decir que era mentira que iba a haber una reforma laboral. Tenemos un país donde el sector informal alcanza el 60%, pero la vía para generar condiciones de formalización no es volver todavía más precario el mundo laboral. Yo le pregunto a la señora Arango, quien seguramente ya tiene garantizada su pensión, ¿cuánto se va a demorar un joven que termina la
universidad o su estudio técnico para hacerse a una pensión digna para su vejez? No hay que olvidar que toda la propuesta va atada a los Beneficios Económicos Periódicos (BEPS), que es otra forma de precarizar el mundo del trabajo. Un mundo que está en crisis en todas partes, no sólo en Colombia. La exministra habló de los ingenieros, pero pudo hablar de las enfermeras, los médicos, de tantas formas de trabajo digno que hay en Colombia, y al cual aspiran millones de jóvenes. En lugar de esperar una formulación respecto a una educación que forme para el trabajo que está cambiando profundamente con las plataformas virtuales, con la inteligencia artificial, etc. Pero lo que esta señora hace es un llamado a precarizar más el trabajo, que es una razón más para estar en las calles. Aún no han dicho cómo sería la reforma pensional. Lo que seguramente hará este gobierno neoliberal es fortalecer los fondos privados de pensiones. Cuando Chile, el país del cual copiamos el sistema pensional, no sólo está en un estallido social, sino que se está devolviendo, está debilitando los fondos privados de pensiones. P: Ahora hablemos del paro ¿cómo ha visto las movilizaciones en este 2020? R: Creo que hay leerlo como una continuidad del paro que viene del año pasado, que tuvo un receso explicable: la navidad y el año nuevo, que dentro de nuestras prácticas culturales se celebran masivamente. El 21 de noviembre millones de personas en una pluralidad gigantesca, como nunca la habíamos tenido en las movilizaciones en Colombia, salimos a las calles. Para algunos es un estallido social, para
otros un despertar ciudadano. Lo que ocurrió el 21 de enero hay que mirarlo en esa continuidad y en el marco de unas grandes tensiones respecto a las reivindicaciones, las representaciones, y a la emergencia de múltiples agendas más cercanas a la cotidianidad de los ciudadanos y ciudadanas. Cruzado todo eso por las luchas sindicales y estudiantiles, que de tiempo atrás, y por décadas, se han hecho en Colombia. Celebro que las colombianas y colombianos estén en las calles protestando, convocando el cambio, la urgencia de vivir con dignidad. Por otro lado, la invitación es a que esa movilización pacífica continúe este año. Ya el gobierno puso de presente dos de los temas que decían que eran mentiras y que están en el corazón de la movilización: la reforma laboral y la reforma pensional. P: ¿Cómo cree que el gobierno debería tramitar esa inconformidad que hay en las calles? R: Le hemos dicho que negocie. Siempre hemos estado dispuestos a conversar, la conversación es maravillosa, a las mujeres sí que nos gusta conversar. Aquí se necesitan decisiones contundentes, eso es lo que hemos sentido en las calles, que los jóvenes, los niños y las niñas, los adolescentes sienten que tienen un presente precario y que el futuro no existe para ellos. Creo que esta movilización tiene componentes antisistema capitalista, y eso se va a demorar. Pero por lo pronto, se necesitan reivindicaciones y logros para abordar problemas tan complejos como el mundo laboral.
P: ¿Cuál es su mensaje para la ciudadanía movilizada? R: Tenemos que seguir en la calle. Hay un enorme debate sobre la agenda inicial, que empezó con 13 puntos, pero mucho más puntual sobre los 104 puntos, en los que prácticamente se vislumbra un país distinto. ¿Cómo manejarlo? Hay que insistir en algunos de los puntos de la agenda para que este gobierno negocie, y para eso necesitamos seguir en las calles pacíficamente, recurrentemente, periódicamente. Pero al mismo tiempo, hay que empezar a vislumbrar en esa amplia agenda de los 104 puntos una plataforma política que nos permita, no sólo un cambio de gobierno, sino un cambio de sistema político, económico, cultural y social. P: ¿Cuáles son los retos en los planes de desarrollo y la inclusión de temas como la implementación del acuerdo de paz? R: Yo he dicho que el 2019 es oxígeno para el acuerdo de paz. Sabiendo que la paz va más allá del acuerdo con las FARC. Fue un pacto con la sociedad, que no se está cumpliendo y los gobiernos nuevos que llegan son oxígenos para esa tarea. De una u otra manera en sus planes de campaña estaba el tema de la paz, y es en los territorios donde se hacen y materializan las apuestas del cumplimiento de la paz. A nivel nacional la exigencia continúa, porque por constitución deben cumplirse los acuerdos con las FARC. Por otro lado, está la negociación incipiente, difícil y precaria con el ELN.
Foto tomada de www.laizquierdadiario.com
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DESDE LA PERIFERIA
Barrios y paz: el esfuerzo colectivo en la nororiental de Medellín Por Corporación Con-Vivamos Fotografía: Luís Ángel García
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OMINGO 16 DE FEBRERO Desde muy temprano todos y todas tuvieron clara su labor. Cocinar, pintar, estampar, cortar y coser eran las tareas básicas que niños, niñas, jóvenes y adultos se dividieron para cumplir con el objetivo principal del día: instalar en lo alto de la montaña un enorme trapo con el mensaje “Somos convite, somos barrios, somos paz”. Y así decirle a la ciudad y decirse a sí mismos que no tienen miedo, y que en colectivo, como lo han hecho siempre, seguirán construyendo la paz en su territorio. En La Honda, un barrio habitado en su mayoría por personas que le huyeron a la guerra, la historia no ha sido tan fácil. Por eso desde el 7 de febrero, cuando los y las pobladoras escucharon fuertes explosiones que derribaron una torre de energía, los ánimos han estado caldeados. El hecho, cuya responsabilidad se atribuyó al ELN, tuvo como respuesta una reorganización y mayor control de las bandas criminales, la militarización del territorio, y excesivos rumores que aumentaron la zozobra. A la mente llegaron algunos recuerdos dolorosos: cuando tuvieron que dejarlo todo en sus lugares de origen para empezar de nuevo en una ciudad desconocida, o cuando las fuerzas militares, tiempo después, instalaron el miedo en el barrio con la Operación militar Estrella VI, bajo la excusa de exterminar las milicias armadas de esta zona. Migrar y poblar la ladera "Es por el desplazamiento y por el terrorismo
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de Estado que estos barrios existen. Nosotros estábamos en los campos, donde teníamos la vaca, el marrano, la gallina, y vivíamos de la naturaleza. Pero nos tocó venir a amontonarnos en los barrancos, en las periferias, porque el terrorismo de Estado nos sacó de nuestra tierra". Así explica el surgimiento del barrio Luis Ángel García Bustamante, líder comunitario y uno de los fundadores de La Honda. Corría 1995 cuando Carlos Castaño, comandante para entonces de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, anunció su llegada al Urabá antioqueño, hecho clave en el desarrollo de la estrategia paramilitar que colmó de sangre este departamento, y que permitió la reactivación y configuración para 1997, en las Autodefensas Unidas de Colombia. Urabá, al ser uno de los principales centros operativos de los paramilitares, vivió años de terror. Solo en 1997, según cifras de la Unidad de Víctimas, 122.935 personas se desplazaron de la región portuaria, de las cuales miles llegaron a Medellín buscando refugio. La administración municipal no tuvo la capacidad para atender a esta población, por lo que fueron las organizaciones sociales y de derechos humanos de la ciudad las que proporcionaron atención básica y realizaron acompañamiento. La Cruz, en la zona nororiental de Medellín, fue uno de los barrios que recibió más desplazados provenientes de Urabá. En 1998, y ante la magnitud de la situación, la Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (ANDAS) adquirió un terreno para
entregárselo a algunas de las víctimas. En ese predio de 15.000 metros, que apenas era un cafetal, empezaron a ponerse las primeras piedras de lo que hoy es el barrio La Honda. “Todo lo que usted ve aquí lo hicimos nosotros. Empezamos con los convites para el banqueo y para cargar el material desde La Cruz, porque el carro apenas subía hasta allá. Todo, la arena, las varillas, el cemento, lo cargamos nosotros. Luego, nosotros mismos hicimos también la carretera. Ahí se juntaban 80, 100 personas, mujeres, niños, hombres, todos con las palas, los machetes, con la olla haciendo el sancocho”, recuerda Luis Ángel, quien ya tenía una amplia experiencia de liderazgo con la Unión Patriótica en el Urabá, y no dudó en ponerla al servicio de este naciente barrio de ladera. Como Luis Ángel, muchos otros desplazados traían consigo una experiencia organizativa y de liderazgo, producto de la fuerza que desde hacía algunos años habían tomado procesos como la Unión Patriótica en la región y el país. En el barrio que crecía se fueron juntando. “Uno se encontraba con esa gente acá y eso le daba a uno como otra esperanza”, dice Carmen Cecilia Restrepo, integrante de la Corporación de Víctimas y Sobrevivientes del Conflicto Armado, e hija de otro de los líderes de la UP fundadores de este barrio, quien fue asesinado años después. “Además de los enseres, eso también migró con ellos, migró la experiencia, y esta fue puesta en el barrio ―explica Oscar Manuel Cárdenas, líder comunitario e integrante del
DESDE LA PERIFERIA colectivo Raíces, quien conoce con propiedad los repertorios de organización comunitaria que se han forjado en La Honda―. Lo primero fue la construcción de comités de trabajo, relacionados con necesidades, por ejemplo de una escuela, de las calles, las casas, o de gestionar, de moverse en la ciudad y buscar protección. En el 2002 vino la creación de la Junta de Acción Comunal, aunque no fuéramos reconocidos como barrio. Luego, en el 2003, en La Cruz se hizo lo que fue el primer Plan de Desarrollo Comunitario de la ciudad, en el que participó La Honda, y del que surgió la Red de Instituciones y Organizaciones Comunitarias que funcionó hasta el 2013”. Entre tanto, decenas de acciones colectivas se realizaron en el barrio y en la ciudad, junto con habitantes de otros asentamientos, para visibilizar el problema del desplazamiento. La más emblemática fue quizá el bloqueo en el año 2000 a la Curva de Rodas, el basurero de Medellín en ese entonces. La acción tenía como objetivo, entre otros, denunciar las condiciones de vida precarias en alrededor de 35 asentamientos urbanos y exigir soluciones por parte de la administración municipal. Por esto es que Luis Ángel, Carmen y todos los antiguos habitantes, líderes y lideresas del barrio, insisten en que nada, nunca, ha sido regalado. La ciudad impuso la violencia militar en los barrios En medio de estos esfuerzos comunitarios por construir, habitar y sobrevivir, la guerra no dejaba de pisar sus talones. “También nos tocó vivir muy fuerte la violencia de la ciudad, la violencia de los barrios”, dice Carmen. Grupos de delincuencia común azotaban la ciudad, lo que sumado al abandono estatal fue el caldo de cultivo para la aparición y fortalecimiento de las milicias urbanas. En la zona nororiental hicieron presencia, mayoritariamente, las milicias de las FARC. El Estado, con Álvaro Uribe en la presidencia, y Luis Pérez en la Alcaldía, respondió con operaciones militares tristemente recordadas, como la Mariscal y la Orión en la Comuna 13, y otras no tan recordadas, como la Estrella VI en la nororiental. Para esta última, las fuerzas militares conformaron un grupo de aproximadamente 1.000 hombres, entre los que había miembros de la Policía, la Fiscalía, el DAS y la Cuarta Brigada del Ejército, que irrumpieron en barrios como La Cruz y La Honda. El 13 de enero de 2003 empezó la barbarie. “Fue una operación que duró tres días, sin contar los días de inteligencia. En esos tres días hubo allanamientos, que luego se determinó que habían sido ilegales, hubo también detenciones arbitrarias, muchas personas fueron condenadas y después de pagar cárcel fueron asesinadas, otras estuvieron apenas unos días y luego fueron asesinadas. Entonces no fueron solo esos tres días, sino un montón de acciones conexas que le hicieron mucho daño a la población en general”, explica Oscar.
Fueron detenidas unas 100 personas. Más de la mitad eran líderes y lideresas comunitarias reconocidas por su gestión en estos barrios, la mayoría pertenecientes al Movimiento Social de Desplazados de Antioquia (Mosda) que estaba en pleno auge. Muchas familias se desplazaron nuevamente, y en La Honda, un barrio con apenas cinco años de vida, hubo desesperanza. Pero fue su misma capacidad organizativa la que ayudó a paliar los efectos de esa guerra. “La gente no se quedó callada ―dice Oscar―, y en este espacio que sirvió de albergue a la población desplazada, hicimos junto con otros asentamientos de la ciudad una Declaratoria de Refugiados Internos por la Paz y los Derechos Humanos”. Esa declaratoria, que fue en rechazo a este tipo de acciones militares, sirvió para que se reconocieran como un territorio de paz, y sus esfuerzos en adelante se enfocaran en ello.
Sueños de Papel, “esta es nuestra manera de seguir unidos y de mostrarle a la gente que si estamos juntos somos más, y que por encima de que lo que pasó, nosotros somos comunidad, somos arte, y estamos generando territorios libres de violencia”. La Red Comunitaria se pronunció exigiendo al Alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que las decisiones en materia de seguridad se tomen en conjunto con los habitantes del barrio para evitar la estigmatización a la que han sido sometidos siempre; que se implementen medidas para evitar nuevos hechos de violencia; que se atiendan las situaciones de riesgo y vulneración a los derechos humanos, y que sus necesidades y formas de habitar el territorio sean tenidas en cuenta al momento de planear la ciudad.
La fuerza comunitaria es más grande que el miedo La Operación Estrella VI fue el preámbulo del accionar paramilitar que desde entonces, e incluso luego del proceso de desmovilización, siguió imponiendo la violencia en la zona. Hoy los combos controlan el microtráfico, la movilidad en el barrio y hasta la canasta familiar. El Estado, por su parte, no ha reconocido a La Honda como un barrio, por lo que el acceso a los derechos sigue siendo limitado. La respuesta comunitaria no deja de ser contundente. Acciones colectivas, Juntas de Acción Comunal, espacios culturales, y expresiones organizativas amplias como la Red Comunitaria de La Cruz y La Honda mantienen vivo el tejido social y la esperanza. Los jóvenes, niños y niñas que heredaron estas luchas, y hoy son los protagonistas de un convite que empezó hace más de 20 años. La Casa para el Encuentro Luis Ángel García, el lugar colectivo construido desde los inicios de La Honda, y posteriormente nombrado así como homenaje en vida a este líder, es el espacio donde se reúnen para pensarse y construir el barrio que sueñan. Ahora trabajan por reconstruir su memoria, caracterizar sus condiciones actuales de vida, y exigir un proceso de reparación colectiva por los daños que ha generado tanto la violencia como el abandono estatal. A pesar del temor y los recuerdos removidos tras las detonaciones del 7 de febrero, para estos pobladores y pobladoras nunca dejó de estar claro que nada podía paralizarlos. Como lo expresa Wendy Vera, líder juvenil del barrio e integrante de la biblioteca comunitaria
*** Al final de la tarde el trapo quedó instalado en la montaña, cerca al lugar donde ocurrieron las detonaciones y donde una bandera del ELN apareció ese día. Aunque cinco días después fue retirado en circunstancias desconocidas, el mensaje “Somos convite, somos barrios, somos paz”, se propagó también por medio de estampados y se repitió insistentemente durante la acción, hoy resuena más que el mensaje estruendoso que por décadas han querido imponer los que se benefician con la guerra.
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Carta abierta a los alcaldes Por Sebastián Castro
“ independientes ”
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eñor Daniel Quintero: Me dirijo a usted, fiel encarnación de la crisis ética y política del país.
El 20 de febrero del 2020, usted, otro de los decepcionantes “independientes”, demostró con quiénes se compromete a la hora de gobernar —evidentemente no con quienes fuimos sus votantes... quienes nos dijimos que “¡era el mal menor!”. Así de mal está todo. Es importante explicarle por qué es una barbaridad lo que hizo. Por qué está mal que viole la autonomía universitaria, que viole ese recinto con la violencia de los esbirros del orden por el orden. Que vuelva inseguro el único lugar donde tenemos el privilegio de refugiarnos de la violencia de una sociedad podrida por la muerte. ¿Le preocupa la violencia?, ¿le preocupa el terror? ¿Se da cuenta que le escandalizan más unos explosivos artesanales que el asesinato de un joven de 15 años la semana pasada en San Javier? Eso pasó un par de horas antes del
asesinato de un hombre de 30, aparentemente por cruzar una frontera trazada por los violentos que ostentan el poder y que también tienen explosivos. Señor alcalde, ¿por qué no les manda al valiente y heroico ESMAD? Esto en medio de las guerras que las anteriores administraciones no han sido capaces de detener con todas sus operaciones y que parecen acolitar de [la operación] Orión hacia acá. Mientras desenvuelve su show, a nadie le queda duda de que Medellín está repartida en feudos, fiel y terrible representación del orden en Colombia. Solo se les pide a los respectivos señores que mantengan el control y garanticen cierta seguridad —nunca se fue aquello de la donbernabilidad, con sus respectivos cambios de apelativo. Incluso, permiten que se peleen insignificantes fronteras de sus territorios, pues al fin y al cabo no amenazan el orden institucional, no importa mucho a quién se lleven por delante. La ideología de mantener en orden el negocio (o la vuelta) es la misma, y todo está bien mientras se mantenga la apariencia de orden para mostrar, ¿no? Lo que
importa es que aquí los muertos no hacen tanto ruido como las papas bomba. Compañero, —su sonrisa abierta significa que le puedo llamar así, ¿cierto?— hablemos de la universidad pública. A muchas personas les suena a simple egocentrismo aquello de que es difícil comprenderla si no se la ha habitado. Allí se da algo único que parece no darse en las privadas, instituciones de gran calidad académica, sin duda, pero donde tanto los fines como la composición humana varían significativamente. Quizás debido a las condiciones materiales de muchos de los que llegamos a ella —por mérito y no por privilegio—, realmente la sentimos como una segunda casa. Uno resulta amando cada espacio de la universidad pública. En la universidad pública se come, se duerme, se hacen amigos, se conversa, se comparten ideas, se debate, se hace pereza, se vive, se ama; Fotografía: Edinson Iván Arroyo pero también pasa que uno se ve confrontado y se siente incómodo: ese es el aprendizaje más significativo. Uno se encuentra con personas de todas partes y siente que tiene un deber con la universidad, que no es simplemente un usuario o un cliente. Uno se siente seguro, seguro como no se siente en su otra casa donde la muerte espera en cualquier esquina. ¡Y claro que estudiamos! ¿Vos lo sabés, no? Siempre presumiste de que venías desde abajo. Estudiamos entre todo lo demás porque quienes crecimos en las barriadas sabemos que solo podemos estudiar en la universidad pública, que ella es nuestra esperanza y nuestro lugar. Y no se trata solo de las condiciones materiales. No me refiero solamente a la incapacidad de pagar una universidad privada; algunos nos ganamos becas estatales que nos permitirían estudiar en cualquier universidad, y aun así la buscamos a ella. Cuando uno ha crecido viéndole la cara poco amable a este país, le cuesta encerrarse en una burbuja bonita, llena de futuro y de salvación individual. Solo la universidad tiene ese ambiente, ese espíritu de creer en que la educación, las ciencias y las artes son la solución —o al menos una gran parte— a los problemas del país; y pensar que nosotros podemos ser los protagonistas de esa solución, no solo los que siempre han protagonizado el problema. Compañero Quintero, ¿en qué clase te enseñaron que los problemas de esta sociedad se solucionaban con pie de fuerza? Así los vienen “solucionando” hace décadas, ¿siglos? Y nada. Y uno cree en eso de la educación, en eso que creías hace unos meses,
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porque ver crecer a tus compañeros y llegar a creer que esto tiene arreglo. Una ingenuidad. Pero así es la universidad pública, es la utopía que aloja utopías. Y uno convive con el “tropel” aunque no esté de acuerdo con él, porque ocurre mientras el resto de la existencia universitaria lo hace. No se entromete con las actividades cotidianas ni las deportivas y, muchas veces, tampoco con las clases. Rompe la calma, llama la atención y se difumina. Hasta que llega el orden. Uno aprende a convivir con la manifestación violenta llamada “tropel” porque uno conoce peores violencias. Por ejemplo, la protagonizada por el ESMAD. Cuerpo liderado tras bambalinas por vos, el hombre fresco, aparentemente descomplicado, de camisa y blue jean que parece cercano a todos. Que al medio día es sensato convirtiendo un metro ligero en uno pesado y en la tarde le da por violar la institución que en una democracia liberal tiene la función de ser el caldo de cultivo de la sociedad, y que por tanto debe estar libre de la intromisión de los caprichos del gobernante de turno. ¿Quién te está hablando al oído? Vos y yo sabemos que nadie es independiente, que siempre dependemos de los otros, ese es uno de los aprendizajes de la universidad pública, ¿o vos a qué universidad fuiste? No. Es claro que usted no es mi compañero, ni el de ninguno de los que gaseó hoy en aras del falso orden que rige a esta ciudad. Señor alcalde, muchos decían hoy mientras los gases de su horda nos obligaban a salir llorando de
los salones, que usted pasó por la universidad pública sin comprender nada. Esto es evidente ahora que se ha reafirmado en su bárbaro error y ha anunciado que lo repetirá. No ha sido el primero en no comprender... ojalá no sea el peor, pues la macabra competencia es reñida. Pero déjeme explicarle algo: ¿por qué el estudiantado de la Universidad de Antioquia nunca ha atendido ni atenderá a una orden de evacuación? En el momento en que el ESMAD ingresó, los capuchos ya no estaban. Quizás eran infiltrados, quizás no, lo que importa es que, a pesar de los gases, los estudiantes se quedaron haciendo presencia. ¿Por qué? Porque lo público desarrolla el valor de la responsabilidad con lo público, más allá de las diferencias políticas. Y usted está agrediendo lo público. No está agrediendo a los explosivistas, ellos realizan su acto y se van. Su medida es un mal chiste. Usted está agrediendo uno de los resquicios que ha sobrevivido a la privatización de los espacios de socialización y de desarrollo de lo humano, de un “progreso” que no es solo económico. Usted está agrediendo uno de los únicos lugares donde “sabemos” que nadie nos va a hacer daño indiscriminadamente, hasta que llegue el ESMAD. Usted “tiene” que garantizar “el orden”, pero para hacerlo está dispuesto a violentar a cientos de personas. Usted está agrediendo a las personas que se forman en el espacio que encarna la utopía de un país mejor. Señor alcalde, uno comprende que no es fácil gobernar en este país, menos en esta ciudad. Que lo deben estar presionando de muchos lados, que debe favores por pagar. Algo
similar le debe estar ocurriendo a Claudia. Nótese que la ingenuidad me alcanza todavía para tenerles buena fe. El truco de la “independencia”, de la política luego del fracaso de los partidos, es la promesa de complacer a todos. Pero eso es un riesgo demasiado grande. A las alas retardatarias de la sociedad, ustedes —Claudia, Daniel— nunca les han gustado y nunca lo harán, por más que copien la mano dura y la seguridad demoníaca. Al final siempre se toma partido y siempre se le rinde cuentas a alguien. A diferencia del “Presidente”, ustedes todavía pueden enderezar. ¿Para quiénes van a gobernar? El cuento de “gobernar para todos” parece que solo significa gobernar para los mismos, para los de la billetera gorda y la mano en el pretil. Señor alcalde: recupere la dignidad y retire ese protocolo, se lo pido encarecidamente. Respete la universidad. Recuerde sus años en ese recinto que vigila La mujer creadora de energía, de Rodrigo Arenas Betancourt. Y si sigue en la línea que va, está bien. Entonces las cosas están claras. Usted es uno más, nada ha cambiado. Pero no olvide que algo que tampoco cambia es que aquellos que hemos habitado la universidad pública —habitar es diferente a solo transitar por ella, a usufructuarse de ella— no sabemos qué significa abandonarla, por más que usted, un personaje pasajero, dé orden de evacuar. ¿De cuándo acá a uno le ordenan que se vaya de su casa?
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Homo Botanicus Por Álvaro Lozano - Colectivo Alebrijes
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ara los medievales el hombre es una planta invertida cuyas raíces se extienden hacia el cielo y las ramas hacia la tierra. Las plantas fueron sagradas antes que los animales y el hombre, antes que apareciera el celoso Dios de Israel. Las plantas dominan la tierra y estarán cuando no estemos aquí. En 1783 José Celestino Mutis, Eloy Valenzuela, Pablo Antonio García, Francisco Antonio Zea, Jorge Tadeo Lozano y Francisco José de Caldas, iniciaron la primera expedición botánica sin saber que sería el germen de nuestra independencia. Pablo Morillo “el pacificador” expropió toda la investigación que envió inmediatamente a Madrid para ser archivada junto con los horrores de la conquista y los cantos de los señores del Dorado. Las plantas fueron y serán nuestro tesoro ancestral. Homo Botanicus del director colombiano Guillermo Quintero trata de comunicarnos, siempre de manera tranquila y serena, el mundo de las plantas en Colombia, la fascinación que siempre ha despertado y la búsqueda del botánico Julio Betancur y su alumno Cristian Castro por clasificar cada especie. El documental fue rodado durante casi cuatro años en los bosques de niebla de los Andes colombianos y en el Herbario Nacional de Colombia. La primera imagen que vemos es la de dos hombres marchando entre la espesura de los bosques andinos. Caminan con mirada atenta buscado alguna especie nueva. Una voz en off los conecta con Mutis y los primeros expedicionarios del antiguo Reino de la Nueva Granada. Se avanza entre el sonido de los pájaros y los insectos que guardan el tesoro de las plantas. Julio y Cristian se han olvidado de la cámara a fuerza de convivir con ella durante años, ahora trepan algún árbol en busca de una orquídea, la cual envolverán cuidadosamente como una “elegida” para ser congelada en el tiempo. No es solamente un ejercicio mecánico o racionalista, la toma de cada especie constituye un ritual que nos revela esa dimensión que hemos perdido enclavados en junglas de cemento, entre el ruido del tráfico y las promesas de progreso. Las plantas también son una excusa para la amistad, recordar las canciones del festival de San Remo y tomar una cerveza. Después veremos su nueva casa en Bogotá: la Universidad Nacional. Algunas se reproducirán en el herbario, mientras otras reposarán entre incontables especies en el archivo. Literalmente son millones y se han recogido a lo largo del siglo pasado mientras Colombia se debatía en innumerables guerras civiles o se desangraba en lo que de manera eufemística se conoce como “El Conflicto”. Las plantas han guardado la memoria de una nación desangrada. Así cada una, engarzada en una hoja de cartulina, clasificada, nombrada y conservada, es ahora parte de ese pasado que quiere ser negado. A finales de febrero en la Cinemateca de Bogotá se entregó el Premio Hernando Salcedo Silva de los Cineclubes Bogotanos. La ley de cine desconoce esta práctica o la invisibiliza bajo el mote de la “piratería” y la ilegalidad. Para los cinéfilos buscar una imagen es como buscar una planta, contemplarla en toda su belleza y mostrarla al mundo es parte de la emoción de acercarse a la gran pantalla. La película ganadora ha sido Homo Botanicus. En la sala Capital hemos podido conversar con Julio y Cristian que nos transmiten la extrañeza de oírse a sí mismos y verse convertidos en fotogramas. Las preguntas inevitablemente nos llevan a cuestionarnos sobre las razones para buscar en medio de la selva parte de nuestra memoria. Las plantas y las imágenes nos han unido un día lluvioso. Las plantas seguirán allí cuando todo quede en silencio, cuando aceptemos, tal como lo sugería Humbold, que existen misterios que solo están allí para ser contemplados.
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OPINIÓN
Debilidad estratégica de los Estados Unidos: eficaz contraofensiva iraní Por Renán Vega Cantor
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ras el asesinato del general Qassem Soleimani el 3 de enero, Irán anunció que ese crimen no iba a quedar impune y respondería militarmente a los Estados Unidos en cualquier momento y en cualquier lugar. La prensa occidental, vocera incondicional de Estados Unidos y de sus crímenes, argumentó que esas eran fanfarronerías, que las amenazas no iban a pasar del papel. Pero en el mes de enero se presentaron dos hechos resonantes en lo que puede llamarse la contra-ofensiva de Irán, a los que ni los Estados Unidos ni sus voceros mediáticos le concedieron importancia, intentando ocultar su alcance y no mostrar un flanco de debilidad del imperialismo estadounidense. El primer hecho fueron los ataques con misiles que se realizaron desde Irán a bases militares de los Estados Unidos ubicadas en Irak. El primero se presentó el 8 de enero contra las bases de Ain al-Asad, las que habían sido visitadas por Donald Trump en 2018 y donde se encontraban drones tipo Reaper, los mismos que fueron utilizados para asesinar a Soleimani. Poco después se presentó otro ataque iraní en la región del Kurdistán iraquí. Aunque en su momento se informó de las respuestas militares, se les desestimó como algo anecdótico, y se aseguró, incluso por parte del propio Donald Trump, que ningún estadounidense había sido rasguñado. Con los días se empezó a establecer la magnitud del ataque. Irán sostuvo que habían muerto unos 80 soldados de los Estados Unidos, que otros 200 habían resultado heridos, y que la base había sido reducida a cenizas. Estados Unidos ha negado que tuviera alguna perdida humana, pero le ha tocado admitir posteriormente, y a cuenta gotas, que 16 de sus soldados resultaron “con gravísimas heridas por quemaduras y metralla”. Al margen de las cifras, quedan claras algunas cosas: los ataques fueron más contundentes de lo que se reconoce y los misiles de Irán alcanzaron sus objetivos sin que fueran derribados por las defensas anti-aéreas de los Estados Unidos. Esta es una muy mala noticia para el imperio, porque claramente quedó en evidencia su vulnerabilidad defensiva ante un ataque con los misiles que posee Irán, muchos de los cuales han sido hechos por Rusia. Aunque Estados Unidos estaba advertido del ataque, no pudo hacer nada para impedirlo y no logró derribar los misiles, con lo que queda un pésimo precedente que, de seguro, sus adversarios han tomado nota de primera mano. Existe un segundo hecho que en la prensa occidental ha pasado de agache y sobre el que se hacen pocas menciones. Aconteció el 27 de
enero en Afganistán, cuando cayó, así se dijo en un primer momento, un avión de los Estados Unidos en la remota provincia de Ghazni, a 150 kilómetros al sur de Kabul, capital de ese país. En un principio se dijo que era un avión comercial que se había estrellado. Rápidamente se desmintió que fuera un avión de pasajeros y se precisó, por fuentes externas a los Estados Unidos, que era un avión militar de espionaje. Se trataba de uno de los cuatro Bombardier BD700, comprados a Canadá y equipados con una sofisticada tecnología y transferencia de señales conocida como el Nodo de Comunicaciones Aerotransportadas del Campo de Batalla (BACN). Según el analista argentino Guadi Calvo, la aeronave “traduce y retransmite comunicaciones en tiempo real en el campo de batalla entre las tropas de tierra y las aeronaves en Afganistán. [Es] capaz de transmitir comunicaciones de voz, vídeo, fotografía, utilizando diferentes tipos de redes de comunicación. El avión derribado vuela por encima de los 12.000 metros, con autonomía de más de doce horas de vuelo”. No se trata un avión del montón, es un artefacto especialmente adaptado para facilitar la carnicería de los Estados Unidos. Lo significativo es que dicho avión vuela a una altura en la cual no pueden llegar los misiles que tienen los talibanes, quienes luego de su caída se proclamaron como los autores de tal hazaña. Pero hay más: luego de su derribamiento, las tropas especializadas de los Estados Unidos no pudieron llegar al sitio para recuperar los restos, temerosos de que rusos o iraníes llegaran antes y se apoderaran de los secretos del BACN. Sin embargo, hay un dato más rinbombante, una noticia a la que no se le ha dado la importancia que tiene: en el avión derribado viajaba el jefe de la CIA en la sección de Irán, el
mismo que había participado en la organización del asesinato de Soleimani, tres semanas atrás. Michael D'Andrea, un “asesino profesional” al servicio de los Estados Unidos, con un impresionante prontuario: ingreso a la CIA en 1979, participó activamente en el programa de torturas que Estados Unidos desplegó después del 11 de septiembre de 2001, día en que fueron derribadas las Torres Gemelas. Lo conocían con varios alias: el 'Ayatolá Mike', el 'Principe Oscuro' y 'El Enterrador'. Estaba al frente del programa de asesinatos con drones en Yemen y Pakistán que concretaron la muerte de cientos de personas inocentes. Eran tan criminal, que su nombre fue revelado en el 2015 por el New York Times, pues en las operaciones que lideraba fueron asesinados con un dron dos cautivos occidentales de Al Qaeda, el estadounidense Warren Weinstein y el italiano Giovanni Lo Porto. El 28 de enero murió un “halcón de la CIA” que había participado en el asesinato del general Soleimani. ¿Puede eso considerarse como una coincidencia? Difícilmente, porque un avión como en el que viajaba D'Andrea, no se cae todos los días, ni de repente, y tampoco puede ser derribado por cualquier grupo armado. Para hacerlo se necesita inteligencia y cierta tecnología, que en este caso puede presumirse, con bastante seguridad, que las dos cosas procedieron de Irán de forma indirecta o directa. Otro pésimo antecedente para los Estados Unidos que demuestra su vulnerabilidad, pese a que la propaganda mediática todos los días diga lo contrario. Lo único bueno de la noticia es que tenemos un asesino menos de la CIA haciéndole mal al mundo. ¡Siempre es que Ala es grande!
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de feminismo popular en el puerto petrolero Por Juan Alejandro Echeverri sentimientos encontrados. Generó hasta ruptura de amistades. A pesar de lo doloroso, aunque las llamaran hijas malagradecidas, era una decisión política necesaria. Para Yolanda, no fue solo un proceso entre la OFP y la iglesia, sino que terminó siendo un proceso de la ciudad y de toda la región. —Lloramos muchas veces. Muchas veces cerrábamos las puertas de la sede principal y decíamos: no somos capaces. Teníamos que seguir respondiendo a un mundo político que a veces no entendíamos. Y que a veces nos exigía más de lo que en el momento podíamos dar.
De no ser porque las mujeres de los barrios mandaban a sus hijos al comedor comunitario con un papelito que decía “nos amenazaron”, “los paramilitares están en el barrio”, “no se asomen porque las van a matar”, hubieran muerto más integrantes de la Organización Femenina Popular. Sin esas alertas tempranas y esos mecanismos comunitarios de autoprotección, no estaría próxima a cumplir 48 años la organización que, según su la directora, entiende que la lucha de clase y de género “no es una lucha contra los hombres”. De hecho fueron dos hombres, dos sacerdotes, Floresmiro López y Eduardo Diaz, los que gestaron la OFP en 1972 en la zona nororiental de Barrancabermeja, la capital y puerto petrolero del Magdalena Medio, región compuesta por 30 municipios de cuatro departamentos. “Así como llegaban a barranca camionados de hombres para trabajar en la petrolera, también llegaban camionados de mujeres para ejercer la prostitución. Un mito en ese entonces decía que la prostitución era una forma para que los hombres pudieran estar en la región”, cuenta Yolanda Becerra, directora y cofundadora de la OFP. Por fortuna, la de Barrancabermeja era una iglesia comprometida con los pobres y con los problemas de la ciudad, una iglesia que bebió de los postulados de la teología de la liberación, que tomaba partido ante las injusticias sociales. A través de la pastoral social la iglesia dedicó su prédica a la formación de católicos y sujetos políticos, a parir e iluminar procesos sociales.
Entre ellos uno orientado al autocuidado, la capacitación, la recuperación de la dignidad de la mujer, a la vez protagonista en la construcción de los puestos de salud, en la pavimentación de las calles, en los reclamos por una vivienda digna y servicios públicos de calidad; uno que reivindicaba sus propios derechos, pero también reivindicaba los derechos colectivos. —Era una iglesia menos institucional. Más de vivencia. Era una iglesia, comprometida en las transformaciones sociales; una iglesia que vivía entre el pueblo 24 horas. Una iglesia que generaba una espiritualidad que iba de la mano con la lectura de las realidades y con las necesidades particulares de cada territorio, del país —sostiene Yolanda. La OFP, que en sus inicios se llamó clubes de amas de casa, fue madurando y evolucionando su apuesta de feminismo popular bajo la tutela católica. A la par de ese crecimiento, al interior de la diócesis de Barrancabermeja el padre Eduardo Díaz comenzó a plantear que la iglesia no podía formar organizaciones para sí misma, sino que “tenía que construir organizaciones autónomas para la vida”. En ese momento, 1986, la Organización Femenina Popular era una adolescente de 15 años, y Diaz, quien fue señalado como fundador del ELN, debió exiliarse. La dirección de la diócesis cambió, la postura del sacerdote tomó fuerza al interior de la iglesia y de la OFP que decidió materializar su autonomía. —Esos procesos de autonomía no son fáciles. Son muy importantes, son de grandeza política, pero también traen dolores. Generó
Era la primera vez que la OFP, sin el amparo de la iglesia, tenía que tomar decisiones y defender sus posturas en escenarios políticos de articulación. Por ejemplo en la coordinadora popular que aglutinaba los sindicatos, los movimientos cívicos y campesinos, las juntas de acción comunal, y toda expresión política y alternativa de la ciudad y la región. En la coordinadora confluían más de 10.000 personas, era allí donde se definían los paros cívicos y se organizaba el 1 de mayo, conmemoración del día del trabajador que en ese entonces, según Yolanda, era “arrollador”. Definiendo en qué escenarios nacionales participar, con quién construir relaciones políticas, haciendo sus propias lecturas, poco a poco la OFP fue forjando su carácter, y las mujeres que llevaban la batuta, entre ellas Yolanda, se dieron cuenta de que sí eran capaces. Superado el trauma de la independencia, era prioritario encontrar la manera de generar los recursos que antes suministraba la iglesia. La organización también comprendió que necesitaba replantear sus escenarios y formas de acción. El trabajo que antes hacían en las parroquias, empezaron a desarrollarlo en las casas de la mujer que alquilaron o construyeron en Yondó, Antioquia; San Pablo, Sur de Bolívar; y Barrancabermeja y Sabana de Torres, Santander. —Nos dimos cuenta que las mujeres necesitamos un referente físico, no solo para la vida privada, sino también para la vida política. En esas casas dictaban cursos, ofrecían atención jurídica y psicológica, se reunían a pensar sus proyectos productivos, atendían los comedores comunitarios, gestaban un proceso íntimo que luego irrumpiría en lo público. La OFP tejía su base social y al tiempo lograba convocar mujeres que tenían otras ocupaciones o que estaban inmersas en otras dinámicas pero que participaban en el escenario político y público, es decir en las movilizaciones y plantones. También había hombres: —Desde el comienzo la OFP entiende que es una
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lucha por los derechos de las mujeres dentro y fuera de la casa. Pero que los cambios y las transformaciones se hacen con ellos. En nuestro trabajo como mujeres hemos tenido hombres aliados muy importantes. No quiero herir susceptibilidades, hay muchos hombres que han sido nuestros compañeros de camino —reitera Yolanda.
Báez' y 'Julián Bolívar' intentaron acabar con el movimiento social y destruir cualquier tejido político y organizativo bajo el argumento de la lucha contrainsurgente. El 23 de diciembre de 2000 el paramilitarismo se tomó Barrancabermeja y conformó los diferentes comandos que tantas vidas le arrebataron a la ciudad y a la región.
En 1998, la OFP tenía 3.500 mujeres afiliadas y muchos hombres aliados, pero llegaron los paramilitares…
La OFP fue le encargada de algo que no estaba en sus planes: ser voceras de las denuncias, de la resistencia y de la vida en Barrancabermeja. Las organizaciones sociales, blanco del paramilitarismo, tuvieron que bajar el perfil, diluirse con el río Magdalena, columna vertebral de la región. Sin importar que esto las pusiera bajo una amenaza permanente, las casas de la mujer se convirtieron en espacios humanitarios. La gente amenazada que lograba huir de sus casas y salvar su vida, “corría a las casas de la mujer”. El barrio Pablo Acuña, construido en el suroriente de Barrancabermeja por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), fue desalojado por completo. La mayoría de las mujeres del barrio pertenecían a la OFP. El refugio de ellas y sus familias fue la casa de la mujer de la zona, donde vivieron tres meses.
*** Esta casa, en la que ahora estoy hablando con Dora Saldarriaga, era un prostíbulo antes de que la arrendaran. Los alrededores eran tierra virgen, tierra en bruto. Esta zona, el nororiente, era la zona roja de Barrancabermeja, aquí quedaban las cantinas, los prostíbulos, lo maligno. Luego la casa fue un salón de belleza, y después un puesto de Policía donde encerraban, por uno o dos días, a los hombres que capturaban en las recuperaciones de tierra. La gente, por las buenas o por las malas, empezó a hacer sus casas en esos baldíos, comenzaba a construir estos barrios mansos. “Eran poquitos los que cogían”, me dice Dora, porque los hombres dejaban a las mujeres cuidando los lotes cuando sabían que se acercaba la policía. “Cuando eso había hacia la mujer mucho respeto. A las mujeres no les hacían nada”. La casa está pintada de blanco y morado. Aquí, el Sena dicta clases de artesanías, cocina y manipulación de alimentos, y la OFP dicta clases artísticas a más de 100 niñas, niños, y jóvenes. Las puertas se abren los siete días de la semana. Se producen aceites de esencias aromáticas, y están las mesas, sillas y cocinas necesarias para un comedor comunitario. Mientras conversábamos afuera, alrededor de 25 mujeres hablaban sobre el bazarte del 8 de marzo en el salón principal, actividad que realizan bimestralmente, en la que venden sus pollos de engorde, masato, artesanías, aceites, ropa usada, sancocho, carne asada, y todo aquello que hacen. —Nosotras no queremos ser cola, queremos ser cabeza —me dice Dora, a quien no le gusta la palabra feminismo porque siente que, como el machismo, es una palabra que pasa por encima del otro. Dora calcula que hace parte de la OFP desde hace 32 años. Quería “superarse”, salir de la rutina cotidiana y del encerramiento de la casa. Se capacitó en unos de los cursos que ofrecía la parroquia, hizo parte de los clubes de amas de casa, y le gustó el espíritu colectivo de esos grupos. Con los años, la OFP vio en ella capacidad de liderazgo y le encomendó la coordinación de la casa y de los procesos en el nororiente de Barrancabermeja. —La OFP es un bus que lleva una ruta determinada, la gente se sube y se baja. En la OFP yo he aprendido que no se nace mujer, sino que se aprende a ser mujer. Una mujer que conoce sus derechos, sus valores, que los posesiona, que los evidencia, que se penetran tanto en nuestro ser que los hacemos vida. *** La violencia era una antes del 18 de mayo de 1998, y otra después de que ese día asesinaran a 7 personas y desaparecieran otras 25. Entre 1998 y 2006, los paramilitares del Bloque Central Bolívar, comandados por 'Macaco', 'Ernesto
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Las mujeres de la OFP también buscaron, por agua y por tierra, a los desaparecidos. Lo hacían en compañía de otras organizaciones, pero “nosotras poníamos la cara”. La orden de los paramilitares era tirar los cuerpos al río, y la orden de las autoridades era no sacarlos de allí, a quien lo hiciera le abrían un proceso penal. Pero ellas se ponían batas negras, se embarcaban en la chalupa de la Defensoría, recuperaban los cuerpos y los entregaban en la armada. —Salvamos muchas vidas de gente que estaba amarrada. Gente que la tenían para asesinarla. Permanentemente recibíamos denuncias buscando nuestro apoyo para salvar a sus hijos. Hicimos unas conexiones nacionales para poder sacar la gente; jóvenes, sobre todo, que son más irreverentes y que no cumplían con los manuales de convivencia —explica Yolanda. Era tal el control paramilitar, que en Barrancabermeja instauraron un manual de convivencia que castigaba con la muerte a los jóvenes de cabello largo, a los que tenían aretes, a
las prostitutas, a los homosexuales, a las lesbianas, a quienes salieran a la calle a ciertas horas, y a quienes vistieran de ciertos colores. —En barranca hubo algo que no pasó en muchas partes del país. En barranca quitaron muchas viviendas los paramilitares. Llevaban a la gente a las notarías y las hacían firmar. A muchas viviendas llegaban y les decían “tienen dos horas, tienen ocho horas, para que desocupe”, porque ya llevaban una familia para vivir ahí. Para la OFP los símbolos y los sloganes fueron fundamentales en la denuncia y resistencia a la muerte. Para reconocer que el miedo es algo inherente, para aprender a administrarlo, colectivizarlo, y convertirlo en organización, movilización, en fuerza. Las mujeres, revestidas con batas negras, marchaban con cajones vacíos para simbolizar a los desaparecidos. También hacían vigilias por la vida, carrozas del miedo, encendían velas en las avenidas de la ciudad, denunciaban todo tipo de crímenes en La moana, un programa que transmitían por el canal local Telepetroleo; hacían conversatorios sobre el miedo en colegios, sindicatos y comunidades; y en los embarcaderos de los municipios en los que desarrollaban trabajo de base, ponían vallas que “hablaban por nosotras”, vallas con frases en contra de la guerra y a favor de la vida. —El lenguaje simbólico —para Yolanda— es muy potente. La simbología fue una buena forma de hacer la denuncia, de hacer la movilización, de llegarle al corazón a la gente común y corriente, de hacer consciencia. *** El 6 de febrero de 1996, los paramilitares le dieron una hora a Emerita Torres y a los demás habitantes para que salieran de la vereda San Francisco de Yondó. Huyeron con lo que tenían puesto, “dejando todo tirado, dejando las costumbres, dejando nuestro territorio”. Meses después Emerita regresó a Yondó, comió de una de las ollas comunitarias que durante tres años organizó la OFP y desde entonces hace parte de la organización. Eran alrededor de 150 familias que se beneficiaban del ágape. La OFP aportaba los alimentos, y cada día una familia, ya fuera en la casa de la mujer, en las calles del barrio, en el parque, o en una cancha, cocinaba para las demás.
Actualmente Emerita es la coordinadora de las 30 mujeres que hacen parte del proceso organizativo en Yondó. Es quien defiende sus derechos y reclama una atención digna para aquellas diagnosticadas con cáncer, un fenómeno que afecta a muchas mujeres de los municipios de la región donde hay extracción petrolera, y por lo cual la OFP demanda la construcción de una clínica de la mujer en Barrancabermeja, o un hospital de tercer nivel con un pabellón específico para tratar esta y otras enfermedades que las aquejan. Emerita es quien, desde hace cuatro años, le está pidiendo a la administración municipal que construya la casa de la mujer incluida en la reparación colectiva a la que se comprometió el Estado. Es quien se lamenta por las precarias condiciones sociales de Yondó, municipio en el que se deben pagar hasta dos millones de pesos para acceder a un trabajo en alguna de las empresas subcontratadas por las petroleras. También es ella la que cosecha la citronela, esa planta verde acintada que cada viernes, mientras es destilada y convertida en aceite, inunda la casa del nororiente de un olor pegajoso. —Si yo no hubiera conocido a la OFP, mi vida hubiera sido diferente. He sentido mucho apoyo. Si a una le duele un pelo, le duele a todas. Esta es mi familia: ellas son mis hermanas, mis tías, mis primas —dice la fornida Emerita, mientras sudamos por la resolana que azota por estos días a la efervescente barranca. *** —Somos conscientes que para construir en este contexto tenemos que buscar aliados y aliadas. En la OFP ha sido muy tejedora la comida, de la olla comunitaria —me dice Kelly Campo. Las reivindicaciones femeninas que promulga la OFP son alimento que se comparte entre vecinas, que se hereda entre las familias. La mamá, las tías, y los primos de Kelly también hicieron y hacen parte de la OFP, cuya capacidad de convocatoria, según ella, reside en ese feminismo “arraigado a su contexto popular, construido a la par de los movimientos obreros, de los movimientos sociales”. Kelly es una joven con menos de 25 años que hace, luego se nombra. Habla con una serenidad musical, pero con propiedad y contundencia, con conocimiento de causa. Kelly está al frente del proyecto de economía feminista popular de la OFP. Coordina a las 250 mujeres afiliadas y embarcadas en un proyecto productivo, que quiere articularlas en una red regional de productoras y consumidoras. La iniciativa contempla, hasta el momento, la producción y comercialización de huevos y chocolate orgánico, y la destilación de plantas aromáticas para obtener y vender aceites, desinfectantes y repelentes naturales. —Nosotras tenemos las capacidades y queremos formar empresa; y hacer cosas para tener una independencia económica que signifique calidad de vida para nosotras. Podemos construir un modelo que sea justo, más solidario, que sea más colectivo —manifiesta Kelly. Kelly también está al tanto y hace parte de la escuela de arte cultura y sociedad con la que la OFP quiere restarle base social a la guerra,
puesto que el territorio, dice ella, sigue teniendo dueño. A Barrancabermeja volvieron los patrulleos armados en los barrios. El microtráfico y el agiotismo van en aumento. Los actores se han reconfigurado y han cambiado las manifestaciones de la violencia. Años atrás resultaba facial identificar quiénes eran, qué hacían, y cómo lo hacían. Hoy los actores se desdibujan en el contexto de inseguridad social que se vive en Barrancabermeja. —Nosotras nos dedicamos a curar las heridas de los cuerpos. ¿Pero que pasaría si en vez de curar heridas en los cuerpos que van a tener cicatrices de por vida, más bien nos dedicamos a construir nuevas personas que no causen esas heridas? *** —Hacíamos lecturas de contexto permanente, pero esas lecturas eran coherentes con lo que hacíamos. Nosotros nunca nos reunimos para no hacer. Nosotros así afuera a la luz de la muerte, en medio del dolor, nos reuníamos para encontrar cómo hacer —expresa Yolanda al otro lado del teléfono. Esa fue la clave para que la OFP, cuyas decisiones siempre fueron respaldas por la base, sobreviviera a la peste armada. Sin embargo, en 2008, eran evidentes las cicatrices, el desgaste. Las amenazas y los hostigamientos que los armados emprendieron contra Yolanda escalaron a su entorno familiar. Yolanda se bajó temporalmente del bus, pero “la organización lógicamente continuó con muchas dificultades”. Apareció en el seno de la OFP un fenómeno: muchas mujeres empezaron a sufrir problemas de salud. La organización, entonces, tuvo que diseñar la ruta de reconstrucción que duró hasta el 2012: —El Estado —cuenta Yolanda— le ofreció la reparación colectiva a la organización, reconociendo que por acción u omisión es responsable de todo lo que pasó. No fue fácil tomar esa decisión, porque no creemos en el Estado, nos daba mucho miedo. La OFP aceptó la propuesta estatal de resarcir los más de 140 crímenes registrados contra la organización. Pusieron condiciones y definieron
criterios para su ejecución. Lo pactado, que en este momento “está parado totalmente”, se ejecutó en un 52%. Eso permitió reconstruir la confianza y el tejido social, forjar nuevas alianzas, repoblar las sedes, revivir áreas de trabajo, recuperar parte del equipo, y recuperar Sabana de Torres, el único municipio del que salieron durante el hostigamiento paramilitar. En este momento son 2.017 mujeres afiliadas a la OFP, enfrascadas en una dicotomía. La única forma de que el proceso no muera es promover la llegada de nueva energía femenina, tanto a la base como al equipo de conducción para que releve esas células antiguas. Son dos fuerzas contradictorias que si no logran dialogar armónicamente pueden generar un corto circuito. Los vientos jóvenes suelen ser partidarios de replantearlo todo pasando por encima de la historia, y la fracción más veterana recela de los cambios y se aferra a las formas y los modos de hace 20 años. ¿Cómo hacer ese dialogo intergeneracional? ¿Cómo construir sobre lo construido? —La otra discusión —reconoce Yolanda— es que la OFP no es una ONG, es un proceso de base. Ha sido muy difícil la despolitización de las mujeres. ¿Cómo hacer hoy proceso de base?, ¿cómo organizar las mujeres hoy? ¿Cómo hacer una formación política donde las mujeres se sientan felices, que la sientan necesaria, que convoque… que sea una necesidad de las mujeres y no una necesidad de las que conducen? No vale la pena pensar qué sería de Barrancabermeja y el Magdalena Medio sin la OFP. La historia de la ciudad y de la región es la historia de esas mujeres que, consciente o inconscientemente, llevan 48 años construyendo un feminismo propio, popular, “no europeo”. Las preguntas y reflexiones que ahora ocupan a la organización no son una amenaza, son la esencia de un proceso que está en permanente reflexión y construcción, y que está convencido de que solo las mujeres son “capaces de transformar el mundo con la razón y el corazón”.
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Organi zaciรณn Femenina Popular (1972 - 2020)