N. 73 • ENERO/ABRIL/2016 • UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
ISSN 1657-429X
Las funciones de la Universidad Para desarrollar su misión y cumplir con estos objetivos, la libertad académica es esencial. Un buen profesor debe pensar en forma rigurosa y debe tener en cuenta una evidencia empírica sólida; pero debe disponer de autonomía e independencia para desarrollar sus actividades.
Educación para el lucro o para la libertad Ansiosas de lucro nacional, las naciones y sus sistemas de educación están descartando descuidadamente habilidades que son necesarias para mantener vivas las democracias. Si esta tendencia continúa, las naciones de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y entender el significado de los sufrimientos y logros de otra persona.
N. 73 • ENERO/ABRIL/2016 • UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
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Las funciones de la universidad contemporánea
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Educación para el lucro, educación para la libertad
ISSN 1657-429X
Por Belisario Betancur
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La filosofía en la Universidad de Antioquia
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Ética y paz: una mirada desde la filosofía de Alasdair MacIntyre
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¿Confiamos en el gobierno universitario?
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¿Cómo se refrendará la paz?
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De la jurisdicción especial para la paz
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Dónde están los actores sociales
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Amnistía, impunidad y paz
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Ética y educación: un diálogo por construir
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Por Francisco Cortés Rodas
Por Deicy Hurtado Galeano• John Fredy Bedoya Marulanda • Xamara Mesa Betancur
El acuerdo sobre las víctimas Por Kai Ambos
Por John Zuluaga Taborda
Por Gabriel Ignacio Gómez Sánchez
Por Francisco Cortés Rodas
Por Luz Marina Restrepo Uribe
“La administración de la Universidad no puede ser complaciente consigo misma, debe ser autocrítica…” Por Katalina Restrepo Hincapié
Mauricio Alviar Ramírez, Rector • María Isabel Lopera Vélez, Secretaria General Respuesta al anhelo de estudiantes y profesores de disponer de una publicación que sea canal de expresión de las disposiciones y puntos de vista de los universitarios. El contenido de los artículos que se publican en DEBATES es responsabilidad exclusiva de sus autores y el alcance de sus afirmaciones sólo a ellos compromete.
Directora: Alma Nury López Patiño • Edición y correción de textos: Luis Javier Londoño Balbín • Diseño: Carolina Ochoa Tenorio • Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia Departamento de Información y Prensa –Secretaría General– Ciudad Universitaria, Bloque 16 oficina 336. Medellín. • Teléfono 2195026. • E-mail: almamater@udea.edu.co
Las funciones de la universidad contemporánea
Por Belisario Betancur
Notas para una lectura en la Universidad de Antioquia, por invitación de su Rector el profesor Mauricio Alviar. Medellín, marzo 31 de 2016.
1.
La alta cadencia moral
Desde el pensamiento medieval de Abelardo, academias y universidades imprimieron la más alta cadencia moral e intelectual a la vida civilizada de occidente. Eran instituciones en las cuales la verdad se buscaba con pasión, integridad, desinterés y método. Definidos conforme al principio establecido por la Universidad de Bolonia, universitas magistrorum discipulorumque, los institutos universitarios enfrentaban su origen y su entorno político como problema. Fueran de procedencia pontifical o de origen real, o militar, en la búsqueda de la verdad, universidades y academias resistían las presiones del poder 2
civil, del poder militar y del poder eclesiástico, los cuales a menudo buscaban que la verdad fuera instrumento dócil a sus antojos. Los apremios que acompañan la vida universitaria, se transmutan al diapasón de los requerimientos concretos de cada época y lugar. Pero en las relaciones de la universidad con el conjunto de la sociedad, desde el siglo XII no ha habido enmiendas en la sustentación de una forma de pensamiento y de acción, cuyas bases han reposado en la esencialidad de la paideia griega y aún de la reflexión islámica, para asumir el análisis crítico de la sociedad.
2. Los objetivos nobles Por ejemplo, todavía resuenan en las salas vetustas de la Universidad Libre de Berlín, los torrentes de aplausos a un provinciano y enjuto profesor de 45 años, de la Universidad de Jena, quien en el invierno de 1807 a 1808, exaltaba la prevalencia de la razón sobre la fuerza, en mitad de la estridencia desdeñosa de las botas militares bajo la ocupación de los ejércitos napoleónicos; y alentaba a levantarse contra las armas dominantes. Era el lenguaje entre lírico y filosófico de Fichte en sus 14 Discursos a la Nación Alemana, que fueron el manantial de la recuperación de su país, incluso hasta el enardecimiento del ideario nacional-socialista del nazismo del Hitler, cerca de siglo y medio después.
3.- Oxford vs Cambridge Porque toda vida universitaria descansa en la esencialidad de la libertad de pensamiento y de expresión; y en el principio irrenunciable de que las creencias, ideas y opiniones constituyen territorio sagrado y son como un santuario infranqueable. Este postulado proviene del florecimiento cultural del siglo XII, que dio impulso germinal a las universidades de Bolonia, Praga y Salamanca. Y tiene testimonios tan emblemáticos como el de la Universidad de Cambridge, fundada para dar refugio a alumnos y profesores expulsados de Oxford en razón de ideas y actitudes que allí no se aceptaban por heterodoxas. La revolución universitaria de los años sesenta en París, tuvo más sentido del que en su momento pudo pensarse. Y aunque su etiología iba más allá de las aulas universitarias, su dramática expresión en los ámbitos universitarios del mundo, también revelaba la ineptitud de la academia para superar los diagnósticos sobre el agotamiento de los modelos de convivencia civilizada.
... todavía resuenan
en las salas vetustas de la Universidad Libre de Berlín, los torrentes de aplausos a un provinciano y enjuto profesor de 45 años, de la Universidad de Jena, quien en el invierno de 1807 a 1808, exaltaba la prevalencia de la razón sobre la fuerza...
4. Interacción entre maestros y alumnos Las universidades de alto nivel y alta calidad, hoy en día tienen objetivos múltiples: no son solamente responsables de transmitir conocimientos y formar profesionales, pues deben alentar una misión todavía más importante y es la de formar ciudadanos con espíritu crítico; con capacidad de aprender por sí mismos; con aptitud de pensar en forma analítica y rigurosa; con sentido ético y estético; y con voluntad de servicio a sus comunidades. Formar 3
mentes lúcidas de este perfil, es un proceso que toma años y que requiere un cuerpo profesoral del más alto nivel
Las universidades
de alto nivel y alta calidad, hoy en día tienen objetivos múltiples: no son solamente responsables de transmitir conocimientos y formar profesionales, pues deben alentar una misión todavía más importante y es la de formar ciudadanos con espíritu crítico; con capacidad de aprender por sí mismos; con aptitud de pensar en forma analítica y rigurosa; con sentido ético y estético; y con voluntad de servicio a sus comunidades.
Desde la época de Sócrates en Atenas, en el siglo V antes de la era cristiana, se sabe que la interacción frecuente e intensa entre los maestros y los alumnos, es fundamental para desarrollar la inteligencia y para adquirir esas competencias. Se puede utilizar todo tipo de apoyos tecnológicos y computadores; pero estos son instrumentos que ayudan a potenciar el trabajo del profesor, sin que lo puedan reemplazar. Pretenderlo, es una equivocación de su tarea primordial. Al contrario, hay que fortalecerlo con toda suerte de estímulos académicos y económicos; e impulsando las licenciaturas en educación; los concursos; los intercambios con instituciones altamente calificadas.
5. Misión de la universidad No es la primera vez en la historia del pensamiento y de la ciencia, que la universidad es escenario de la crítica social y, a su vez, objeto de crítica social. En ocasiones lo fue por marginarse de la realidad para encerrarse en la torre de marfil de la autosuficiencia; en otras, por hacer de la especialización una forma perversa de fragmentación del conocimiento, sin llegar a construir una teoría de la interdisciplinariedad y de la ética social. Ahora lo es en el más alto grado, por el ansia colectiva originada en la percepción de que la universidad en algunas partes todavía parece lejana de sus causaciones germinales. La búsqueda desinteresada de la verdad; la epistemología de esa búsqueda; y la certeza de la integridad de quien la emprende, han tenido —además de la conflictividad con el poder y con la tradición que la cobija—, la connotación del respeto a las categorías que cautelan a la persona humana. Una misión complementaria de la universidad, es la de generar nuevos conocimientos y la de buscar soluciones a los grandes problemas nacionales; a las urgencias regionales; y aún a los mínimos apremios municipales. Y digo complementaria, porque se ha verificado que los grandes investigadores, con el entrenamiento adecuado se pueden convertir en grandes docentes. Un profesor que está en la frontera del conocimiento, tiene mayor capacidad de entusiasmar a sus alumnos, que uno que simplemente repite lo mismo durante largos años, sin renovar sus conocimientos. Para desarrollar su misión y cumplir con estos objetivos, la libertad académica es esencial. Un buen profesor debe pensar en forma rigurosa y debe tener en cuenta una evidencia empírica sólida; pero debe disponer de autonomía e independencia para desarrollar sus actividades.
6. El saber desinteresado En el estudio de los temas principales, las universidades en Colombia tienen una inmensa responsabilidad. Con el debilitamiento 4
de los partidos políticos, el país requiere más que nunca grupos de investigadores que trabajen con el mayor grado de objetividad en profundizar sobre problemas estructurales que exigen una visión de largo plazo y conocimientos de diversas disciplinas. Para desarrollar tecnologías limpias; para adaptarse al cambio climático; para reformar la justicia; para mejorar la productividad y competitividad de las empresas; para el adecuado funcionamiento del sector público; para reducir el desempleo; para insertarse en el proceso de paz, el posconflicto y otros temas de la crisis actual, se requieren la imaginación y la sabiduría de la institución universitaria: el saber desinteresado de la universidad. Einstein advertía que en tiempos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento.
7. En el posconflicto En relación con el posconflicto es pertinente la referencia al pensamiento del profesor Alasdair MacIntyre de la Universidad de Notre Dame, hace algunas décadas, en su obra “Tres versiones rivales de la ética”. El brillante profesor llega a preguntarse: «¿Qué es, pues, posible?”. Y el mismo se responde: “La Universidad como un lugar de desacuerdo obligado, de impuesta participación en el conflicto, en el que una responsabilidad central de la educación superior sería iniciar a los estudiantes en el conflicto. En tal universidad, cada uno de los que se dedican a enseñar y a investigar, tendría que desempeñar un doble papel. Pues, por una parte, cada uno de nosotros estaría participando en el conflicto como representante de un punto de vista particular, ocupado por ello en dos tareas distintas, aunque relacionadas: La primera de ellas sería hacer avanzar la investigación desde dentro de ese particular punto de vista, manteniendo y transformando los acuerdos iniciales con aquellos que comparten dicho punto de vista y articulando de este modo, a través de la investigación moral y tecnológica, una estructura dentro de la cual las partes del plan de estudios pudieran llegar a ser otra vez partes de un todo. La segunda tarea sería entrar en controversia con otros pareceres rivales, haciendo esto tanto para mostrar lo que está equivocado en ese parecer rival, a la luz proporcionada por nuestro propio punto de vista, como para poner a prueba una y otra vez las tesis centrales propuestas desde nuestro propio punto de vista, frente a las más fuertes objeciones posibles, que se deriven del punto de vista de nuestro oponente”.
Un profesor que
está en la frontera del conocimiento, tiene mayor capacidad de entusiasmar a sus alumnos, que uno que simplemente repite lo mismo durante largos años, sin renovar sus conocimientos.
8. El hijo del telegrafista Otro aspecto primordial es el relacionado con el acceso a la educación de alta calidad. El país tiene que seguir invirtiendo recursos en forma creciente, para elevar la calidad en todos los niveles educativos. En el caso de la educación superior, el gobierno ha lanzado el programa ser pilo paga que busca llevar a las mejores universidades los mejores 5
alumnos, en forma independiente de su capacidad de pago.
“La Universidad
como un lugar de desacuerdo obligado, de impuesta participación en el conflicto, en el que una responsabilidad central de la educación superior sería iniciar a los estudiantes en el conflicto.
Colombia tiene grandes talentos en todas las regiones. En Aracataca, el hijo de un modesto telegrafista logró ganarse una beca para estudiar en un buen colegio de Zipaquirá. Sin ese apoyo quién sabe si ese talento se hubiera desarrollado y si hubiera escrito Cien años de soledad.
9. De arriería Aun cuando estoy muy lejos de querer compararme con Gabo, ni tengo en lo mínimo su inmensa creatividad, permítanme aludir con atrevimiento a mi propia experiencia. Tuve la fortuna de nacer sin fortuna; no era para nada evidente, ni probable, que el hijo de un arriero paupérrimo de las montañas de Amagá, pudiera llegar a ser Presidente de la República. Lo que hizo posible ese itinerario fue la educación. Desde la escuela rural donde descubrí el conocimiento, y los doctos arrieros semianalfabetos que me enseñaron a leer y escribir a los cuatro años; mi paso por el Seminario de Misiones de Yarumal; por la Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad de Antioquia; los aprendizajes saltuarios en universidades suramericanas, norteamericanas y europeas, fueron fundamentales en mi preparación para la vida. Y eso fue posible gracias a las becas que gané y que recibí. La educación suplió todas las demás carencias. Muchas gracias
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Educación para el lucro, educación para la libertad Palabras de la filósofa Marha Nussbaum al recibir el Título Honoris Causa de Doctora en Filosofía, que le entregó la Universidad de Antioquia el 10 de diciembre de 2015 en el teatro universitario Camilo Torres Restrepo. La historia ha llegado a una etapa en que el hombre moral, el hombre completo, cede cada vez más, casi sin saberlo, para dar lugar al hombre comercial, el hombre de propósito limitado. Este proceso, ayudado por el maravilloso progreso en la ciencia, está asumiendo proporciones gigantescas y poder, causando malestar en el equilibrio moral del hombre, oscureciendo su lado humano bajo la sombra de la organización sin alma. Tagore, Nacionalismo (1917)
El éxito viene a denotar el tipo de cosa que una máquina bien planificada puede hacer mejor de lo que un ser humano puede, y el principal efecto de la educación, el logro de una vida de rico significado, cae en el olvido.
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John Dewey, Democracia y educación (1915)
s realmente un gran honor para mí aceptar un doctorado honorario de esta distinguida universidad. Deseo agradecer en particular al Rector, Dr. Mauricio Alviar, al Director del Instituto de Filosofía, Dr. Francisco Cortés, a la Directora de Relaciones Internacionales, Dra. Adriana González Moncada, quien ha hecho tanto para hacerme sentir bienvenida y organizar mi viaje, y al Dr. Pablo Javier Patiño Grajales, quien ha organizado el programa para mis conferencias y hecho tanto para hacer posible esta visita. Estamos en medio de una crisis de proporciones masivas y grave importancia mundial. No me refiero a la crisis económica mundial que comenzó en 2008. Al menos entonces todo el mundo sabía que la crisis estaba ahí y muchos líderes mundiales trabajaron rápida y desesperadamente para encontrar soluciones. Tampoco me refiero a la crisis creada por el terrorismo internacional, eso también es reconocido por todos. No, me refiero a una crisis que pasa desapercibida, una crisis que probablemente sea, en el largo plazo, incluso más perjudicial para el futuro del autogobierno democrático: una crisis mundial de la educación. Dado que las democracias del mundo también están siendo desafiadas ahora por cuestiones de migración, terrorismo y comprensión mundial, esta crisis de la educación es potencialmente devastadora para el futuro de la democracia en el mundo.
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Cambios radicales se están produciendo en lo que las sociedades democráticas enseñan a los jóvenes, y estos cambios no han sido bien pensados. Ansiosas de lucro nacional, las naciones y sus sistemas de educación están descartando descuidadamente habilidades que son necesarias para mantener vivas las democracias. Si esta tendencia continúa, las naciones de todo el mundo pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y entender el significado de los sufrimientos y logros de otra persona. ¿Cuáles son estos cambios radicales? Las humanidades y las artes están siendo eliminadas, tanto en la educación primaria/ secundaria como en la técnica/universitaria, en prácticamente todas las naciones del mundo, vistas por los responsables políticos como adornos inútiles, en
pa, en la India (donde se ha centrado la mayor parte de mi propio trabajo de desarrollo), en el resto de Asia, en Australia y por supuesto en América Latina; en todas partes donde los políticos ven la educación, sobre todo, como un medio para promover el crecimiento económico.
En el otoño de 2006, la Comisión sobre el futuro de la educación superior del Departamento de Educación de los Estados Unidos, encabezada por Margaret Spellings, secretaria de Educación del gobierno Bush, dio a conocer su informe sobre el estado de la educación superior en la nación: El liderazgo a prueba: un mapa del futuro de la educación superior en los Estados Unidos. Este informe contenía una valiosa crítica a la desigualdad en el acceso a la educación superior; no obstante, su contenido se centraba completamente en la educación para beneficio económico nacional. El texto apuntaba a las o debe haber ninguna objeción a una buena deficiencias en materia educación científica y técnica, y no sugiero que de ingeniería, ciencia y las naciones dejen de tratar de mejorar en este tecnología, mas no a la investigación científica sentido. Mi preocupación es que otras habilidades, en esos campos, sino igualmente cruciales, están en riesgo de perderse al aprendizaje de coen el frenesí competitivo, habilidades cruciales para nocimiento aplicado, que sirve para generar la salud interna de cualquier democracia, y para velozmente estrategias la creación de una cultura mundial decente, capaz destinadas a la obtende abordar de manera constructiva los ción de renta. Las artes, problemas más apremiantes del mundo. las humanidades y el pensamiento crítico casi brillan por su ausencia. Al omitirlos, el informe daba a entender que no habría problema alguno si momentos en que las naciones deben cortar todas las esas capacidades quedaran en el olvido para dar lucosas inútiles con el fin de mantener su competitivigar a otras disciplinas de mayor utilidad. (El gobierdad en el mercado global; éstas están perdiendo rápino de Obama, por desgracia, no ha cambiado este damente su lugar en los planes de estudio y también énfasis.) en las mentes y corazones de padres y niños. De hecho, lo que podríamos llamar aspectos humanísticos En 2013, Pat McCrory, gobernador recientemente de la ciencia y las ciencias sociales —el aspecto creaelecto del estado de Carolina del Norte, hablando en tivo imaginativo y el aspecto del pensamiento crítico un programa conservador de la televisión nacional, riguroso— también están perdiendo terreno, debido dijo que su plan era “ajustar mi currículo de educaa que las naciones prefieren perseguir beneficios a ción a lo que las empresas y el comercio requieren corto plazo cultivando habilidades útiles y altamente para darle empleo a nuestros hijos”, y luego dijo que aplicables, adaptadas a fines lucrativos. los cursos tradicionales de humanidades, por esa razón, ya no recibirían fondos. Señaló la filosofía y los Analicen estos dos ejemplos, ambos tomados de estudios de la mujer como dos áreas inútiles y que no los EE.UU., pero ejemplos similares surgen en Euro-
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serían financiadas. McCrory realmente no tiene poder para decidir lo que se financia, no sin respaldo legislativo; y claramente ignoraba nuestras estadísticas de empleo recientes, que muestran que el desempleo entre los estudiantes de ciencias informáticas es mayor que entre los estudiantes de humanidades; aun así, sus palabras reflejan una opinión generalizada.
avanzar, mejorar su calidad de vida? Por una parte, significa simplemente aumentar su producto interno bruto per cápita. Esta medida del logro nacional ha sido durante décadas el estándar utilizado por los economistas del desarrollo en todo el mundo, como si se tratara de un buen indicador de la calidad de vida general de una nación.
Hay cientos de historias como ésta y oigo nuevas cada día. Dado que el crecimiento económico es buscado tan ansiosamente por todas las naciones, se han planteado muy pocas preguntas, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, acerca del rumbo de la educación y, con ella, de la sociedad democrática. Con el afán de la rentabilidad en el mercado global, están en peligro de perderse valores preciosos para el futuro de la democracia.
La meta de una nación, dice este modelo de desarrollo, debe ser el crecimiento económico: sin preocuparse por la distribución y la igualdad social, ni por las precondiciones de la democracia estable, ni por la calidad de las relaciones de raza y de género, ni por la mejora de otros aspectos de la calidad de la vida de un ser humano, como la salud y la educación. Una señal de lo que este modelo obvia es el hecho de que Sudáfrica bajo el apartheid solía
El afán de lucro sugiere a los políticos más preocupados que la ciencia y la tecnología una nación puede crecer muy bien, mientras son de crucial imporque la población rural pobre sigue siendo analfabeta tancia para la salud fuy sin recursos básicos de informática, mediante tura de sus naciones. No debe haber ninguna obla formación de una élite técnica que haga el jeción a una buena eduestado atractivo para los cación científica y técniinversionistas extranjeros. ca, y no sugiero que las naciones dejen de tratar de mejorar en este sentido. Mi preocupación es disparar los índices de desarrollo a lo más alto. Había que otras habilidades, igualmente cruciales, están en una gran cantidad de riqueza en la antigua Sudáfririesgo de perderse en el frenesí competitivo, habilica, y el viejo modelo de desarrollo recompensaba dades cruciales para la salud interna de cualquier deese logro (o buena fortuna), haciendo caso omiso de mocracia, y para la creación de una cultura mundial las impactantes desigualdades distributivas, el brutal decente, capaz de abordar de manera constructiva régimen del apartheid y las deficiencias educativas y los problemas más apremiantes del mundo. Estas hade salud que iban con él. bilidades están asociadas con las humanidades y las artes: la capacidad de pensar de manera crítica; la Este modelo de desarrollo ya ha sido rechazado capacidad de trascender las lealtades locales y acerpor importantes pensadores del desarrollo, pero sicarse a los problemas mundiales como un “ciudague dominando una gran cantidad de formulación de dano del mundo”; y la capacidad de imaginar compolíticas. A los defensores del viejo modelo les gusta prensivamente la situación del otro. afirmar algunas veces que la búsqueda del crecimien-
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Plantearé mi argumento siguiendo el contraste que ya he sugerido con mis ejemplos: entre una educación que produzca lucro y una educación para una ciudadanía más incluyente. Para pensar en educación para la ciudadanía democrática tenemos que pensar en qué son las naciones democráticas y por qué luchan. ¿Qué significa entonces para una nación 10
to económico por sí sola genera las otras cosas buenas que he mencionado: salud, educación, política y libertad religiosa. Por ahora, sin embargo, al examinar los resultados de estos experimentos divergentes, hemos descubierto que el viejo modelo realmente no genera las cosas buenas que proclama. La libertad política y religiosa no realizan un seguimiento del
crecimiento, como lo ha demostrado al mundo el impresionante éxito de China; tampoco los logros en salud y educación están, por ejemplo, claramente correlacionados con el crecimiento económico, como podemos ver en los estudios de campo comparativos de los diferentes estados de la India producidos por los economistas Amartya Sen y Jean Drèze. ¿Qué tipo de educación sugiere el viejo modelo de desarrollo? La educación para el crecimiento económico necesita de habilidades básicas, alfabetización y aritmética. También necesita que algunas personas tengan habilidades más avanzadas en ciencias de la computación y tecnología, a pesar de que la igualdad de acceso no es extremadamente importante: una nación puede crecer muy bien, mientras que la población rural pobre sigue siendo analfabeta y sin recursos básicos de informática, mediante la formación de una élite técnica que haga el estado atractivo para los inversionistas extranjeros. Los resultados de este enriquecimiento no alcanzan a mejorar la salud y el bienestar de la población rural pobre, y no hay razón para pensar que el enriquecimiento requiera educarlos adecuadamente. Ése fue siempre el primer y más básico problema con el paradigma PNB/cápita del desarrollo: se deja de lado la distribución, y puede dar una alta calificación a naciones o estados que contienen desigualdades alarmantes. Esto es muy cierto de la educación: dada la naturaleza de la economía de la información, las naciones pueden aumentar su PNB sin preocuparse demasiado acerca de la distribución de la educación, siempre y cuando creen una élite competente en tecnología y negocios. Después de eso, la educación para el crecimiento económico necesita, tal vez, una familiaridad muy rudimentaria con la historia y con los hechos económicos, por parte de las personas que van a pasar la educación primaria en primer lugar, quienes probablemente sean una élite relativamente pequeña. Pero se debe tener cuidado, no sea que la narrativa histórica y económica lleve a cualquier pensamiento crítico serio acerca de la clase, acerca de si la inversión extranjera es realmente buena para la población rural pobre, acerca de si la democracia puede sobrevivir cuando se obtienen estas desigualdades tan enormes en oportunidades vitales básicas. Así que el pensamiento crítico no sería parte importante de la educación para el crecimiento económico. He hablado sobre el pensamiento crítico y sobre el papel de la historia. Pero ¿qué pasa con las artes,
tan a menudo valoradas por educadores progresistas democráticos, tanto en naciones occidentales como no occidentales? Una educación para el crecimiento económico, en primer lugar, despreciará estos aspectos de la formación de un niño, ya que no parecen conducir directamente al crecimiento económico. Por esta razón, en todo el mundo, los programas de artes y humanidades, en todos los niveles, están siendo eliminados a favor del cultivo de los programas técnicos. Pero quienes educan para el lucro harán más que ignorar las artes, les temerán. Ya que una afinidad cultivada y desarrollada es un enemigo particularmente peligroso de la torpeza, y la torpeza moral es necesaria para llevar a cabo programas de enriquecimiento que ignoren la desigualdad. Hablando de la educación en la India y Europa, Tagore dijo que el nacionalismo agresivo necesita nublar la conciencia moral, por lo que necesita gente que no reconozca al individuo, que hable jergas de grupo, que se comporte y vea el mundo como los burócratas dóciles. El arte es el gran enemigo de esa torpeza, y los artistas no son los servidores confiables de ninguna ideología, incluso uno simplemente bueno. Ellos siempre piden que la imaginación vaya más allá de sus límites habituales, para ver el mundo de nuevas maneras. La famosa universidad de Rabindranath Tagore en la India (fundada en 1928), VisvaBharati, “Todo el Mundo”, se basó en las artes y las humanidades, porque él quería crear la base para una nueva nación en la que la comprensión amable de las diferencias conformaría la política y en la que las naciones formarían parte de una comunidad global cultivada. Su idea era un experimento radical; es muy poco usual hoy en día con los políticos apuntando al éxito nacional. Por lo tanto, quienes educan para el crecimiento harán campaña en contra de las artes como ingredientes de la educación básica. Este asalto se está llevando a cabo en todo el mundo. ¿De qué otra forma podríamos pensar en el tipo de nación y el tipo de ciudadano que estamos tratando de construir? La principal alternativa al modelo basado en el crecimiento en los círculos internacionales de desarrollo, y con el que he estado asociada, se conoce como el paradigma de desarrollo humano. De acuerdo con este modelo, lo que importa son las oportunidades, o «capacidades» que cada persona tiene, en áreas clave que van desde la vida, la salud y la integridad física hasta la libertad política, la participación política y la educación. Este modelo de desarrollo reconoce que cada per11
sona posee una dignidad inalienable que debe ser respetada por las leyes y las instituciones. Una nación decente, como mínimo, reconoce que todos sus ciudadanos tienen derechos en estas y otras áreas, y elabora estrategias para poner a la gente por encima del nivel umbral de oportunidades en cada una. Este modelo encaja bien con las aspiraciones que se persiguen en las constituciones de muchos países modernos. A pesar de que los Estados Unidos se diferencian de muchos en no brindar protección constitucional de los derechos económicos y sociales, el modelo de desarrollo humano todavía corresponde con la antigua idea americana de que un gobierno sólo es legítimo si da a sus ciudadanos oportunidades para disfrutar de «La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.» Si una nación quiere promover ese tipo de democracia humana, sensible a las personas, una dedicada a la promoción de oportunidades para “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” para todos y cada uno, qué habilidades necesitará producir en sus ciudadanos. Por lo menos las siguientes parecen cruciales: • La capacidad de deliberar bien acerca de los problemas políticos que afectan a la nación, para examinar, reflexionar, discutir, y debatir, sin deferir de la tradición ni de la autoridad. • La capacidad de pensar en el bien de la nación como un todo, no sólo del propio grupo local, y para ver la propia nación, a su vez, como parte de un orden mundial complicado en el que problemas de muchos tipos requieren de una deliberación transnacional inteligente para su resolución. • La capacidad de preocuparse por la vida de otros, de imaginar lo que las políticas de muchos tipos significan en cuanto a las oportunidades y experiencias de uno de sus conciudadanos, de muchos tipos, y para la gente fuera de su propia nación. Antes de que podamos decir algo más acerca de la educación, sin embargo, necesitamos entender los problemas que enfrentamos en el proceso de hacer de los estudiantes ciudadanos democráticos responsables, que posiblemente implementen un plan de desarrollo humano. ¿Qué hay en la vida humana que hace que sea tan difícil sostener las instituciones democráticas igualitarias, y tan fácil caer en jerarquías de varios tipos o, peor aún, en la hostilidad de proyectos de grupos violentos? Sean cuales sean 12
estas fuerzas, en última instancia es contra ellos que la verdadera educación para el desarrollo humano debe luchar: por lo que deben, como lo he planteado, siguiendo las ideas de Mohandas Gandhi, comprometerse con el choque de civilizaciones dentro de cada persona, como el respeto por los demás se enfrenta a la agresión narcisista. El choque interno se puede encontrar en todas las sociedades modernas, en diferentes formas, ya que todas contienen luchas por la inclusión y la igualdad, ya esté el centro neurálgico de estas luchas en los debates sobre la inmigración, o en la reconciliación de las minorías religiosas, raciales y étnicas, o en la igualdad de género o en la discriminación positiva. En todas las sociedades, también, hay fuerzas en la personalidad humana que militan contra el reconocimiento mutuo y la reciprocidad, así como fuerzas de compasión que dan a la democracia un fuerte apoyo. Entonces, ¿Qué sabemos hasta ahora sobre las fuerzas de la personalidad que se oponen a la reciprocidad democrática y al respeto? En primer lugar, sabemos que la gente tiene un alto nivel de respeto a la autoridad: el psicólogo Stanley Milgram demostró que los sujetos experimentales estaban dispuestos a administrar un nivel muy doloroso y peligroso de descarga eléctrica a otra persona, siempre y cuando el científico de guardia les dijera que lo que estaban haciendo estaba bien, incluso cuando la otra persona estaba gritando de dolor (que, por supuesto, fue falsificado por el bien del experimento).1 Solomon Asch, anteriormente, mostró que los sujetos experimentales están dispuestos a ir en contra de la clara evidencia de sus sentidos cuando todas las otras personas a su alrededor están haciendo juicios sensoriales que se encuentran fuera del objetivo: su investigación muy rigurosa y confirmada tantas veces muestra el servilismo inusual de los seres humanos normales frente a la presión de grupo. Tanto el trabajo de Milgram como el de Asch han sido usados de manera efectiva por Christopher Browning para iluminar el comportamiento de jóvenes alemanes en un batallón de policía que asesinó judíos durante la era nazi.2 Tan grande fue la influencia tanto de la presión de grupo como de la autoridad en estos jóvenes, que muestra, que los que no lograban convencerse a sí mismos de disparar a los judíos se sentían avergonzados de su debilidad. Pero otra investigación demuestra que la gente de apariencia normal está dispuesta a involucrarse en
comportamientos que humillen y estigmaticen si su situación está configurada de una manera determinada, poniéndolos en un papel dominante y mostrándoles que los otros son sus inferiores. Un ejemplo particularmente escalofriante implica niños en edad escolar cuyos profesores les dan a entender que los niños con ojos azules son superiores a los niños con ojos oscuros. Sobreviene un comportamiento jerárquico y cruel. El profesor entonces da a entender que ha habido un error y que de hecho los niños de ojos oscuros son superiores y los de ojos azules inferiores. El comportamiento jerárquico y cruel simplemente se invierte: los niños de ojos marrones parecen no haber aprendido nada del dolor de la
la gente está bastante incómoda con los signos de su propia animalidad y mortalidad: la repulsión es la emoción que vigila la frontera entre nosotros y otros animales. En casi todas las sociedades, no es suficiente mantenernos libres de contaminación por productos de desecho corporal que son, en el lenguaje de los psicólogos, “recordatorios animales.” En cambio, las personas crean grupos subordinados de seres humanos que son identificados como repugnantes y contaminantes, diciendo que son sucios, malolientes, portadores de enfermedades y así sucesivamente. Se ha trabajado mucho en cómo figura esa actitud en el antisemitismo, el racismo, el sexismo y la homofobia.
¿Qué más sabemos? Sabemos que estas fuerzas cobran mucho n casi todas las sociedades, no es suficiente más poder cuando la mantenernos libres de contaminación por productos gente es anónima o no se reconoce un responde desecho corporal que son, en el lenguaje sable. Las personas acde los psicólogos, “recordatorios animales.” En túan mucho peor bajo cambio, las personas crean grupos subordinados el abrigo del anonimato, como partes de una de seres humanos que son identificados como masa sin rostro, que repugnantes y contaminantes, diciendo que son cuando están vigilados sucios, malolientes, portadores de enfermedades y y deben rendir cuentas como individuos. así sucesivamente. Se ha trabajado mucho en cómo (Cualquiera que haya figura esa actitud en el antisemitismo, violado el límite de veel racismo, el sexismo y la homofobia. locidad, y luego ralentizado al ver un coche de policía en el espejo discriminación.3 Quizás el experimento más famoso retrovisor, sabrá cuán generalizado es este fenómede este tipo es el de Philip Zimbardo en la prisión no.) En segundo lugar, las personas se comportan de Stanford, en el que se encontró que los sujetos mal cuando nadie levanta una voz crítica: los sua los que se les asignaron al azar los roles de guarjetos de Asch aceptaron el juicio erróneo cuando dia de la prisión y preso comenzaron a comportarse todas las otras personas a las que consideraban de manera diferente casi de inmediato. Los prisiocompañeros en el experimento (y que estaban realneros se hicieron pasivos y depresivos, los guardias mente trabajando para el experimentador) coinusaron su poder para humillar y estigmatizar. Creo cidían en el error; pero si una sola persona decía que este experimento fue mal diseñado de numealgo diferente, se sentían libres para seguir su prorosas maneras, y es por lo tanto menos concluyente: pia percepción y juicio. En tercer lugar, la gente se por ejemplo, Zimbardo dio instrucciones elaboradas comporta mal cuando los seres humanos sobre los a los guardias, diciéndoles que su objetivo debía ser que tienen poder están deshumanizados y des-indiinducir sentimientos de alienación y desesperación vidualizados. En una amplia gama de situaciones, la en los prisioneros.4 gente se comporta mucho peor cuando el «otro» se representa como un animal, o sólo como portador Otra investigación sobre la repulsión, acerca de de un número en lugar de un nombre. Al pensar en la que he pensado escribir un libro sobre el papel cómo podríamos ayudar a los individuos y a las sode la repulsión en la desigualdad social, muestra que
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ciedades a ganar el choque interno de civilizaciones en cada persona, haríamos bien en pensar cómo utilizar estas tendencias para nuestro beneficio.
la educación universitaria, pero por supuesto estas habilidades necesitan ser cultivadas a partir de una edad mucho más temprana.
Antes de comenzar, quiero abordar una objeción La otra cara del choque interno es la capacidad que sin duda ya está en sus mentes: “¿Pero qué hay creciente de los niños de ser compasivos, de ver a otra de conseguir un trabajo?” Las familias hacen sacrifipersona como un fin y no como un simple medio. cios para la educación superior, y quieren garantías Como lo ha demostrado el psicólogo Paul Bloom, nide que sus gastos darán lugar a oportunidades de ños de tan sólo un año de edad tienen la capacidad empleo. Ya he dicho que, de hecho, al menos en de tomar la perspectiva de otra persona, pero en un los EE.UU., a los estudiantes de humanidades les va primer momento esta capacidad se utiliza para conmuy bien en el mercado laboral y mejor que a los trolar los movimientos de los demás, especialmente estudiantes de ciencias de la computación. Pero yo de los padres. Sin embargo, a medida que pasa el no quiero basar mi argumento en las vicisitudes del tiempo, si todo va bien, los niños sienten gratitud y mercado. Aquí puedo decir que tenemos motivos amor hacia seres distintos que apoyan sus necesidades, y por lo tanto llegan a sentir culpa por su propia agresión y verdadera l modelo de artes liberales ha sido bien desarrollado preocupación por en América Latina principalmente por distinguidas el bienestar de la otra persona. A meuniversidades jesuitas, que han reconocido desde dida que la preocuhace tiempo el valor del estudio de la filosofía y pación se desarrootras humanidades a nivel universitario. Pero las lla, conduce a un deseo cada vez mauniversidades públicas no siempre han seguido este yor de controlar la ejemplo. Esperemos que aquí en Colombia, donde hay propia agresión: el un interés entusiasta por la filosofía, esta distinguida niño reconoce que sus padres no son universidad asuma el liderazgo en la defensa sus esclavos, sino de una preparación rica para la ciudadanía. seres independientes con derecho a sus propias vidas. Estos reconocimientos son típicamente para estar muy orgullosos de la sabiduría inherente inestables, ya que la vida humana es un asunto inal modelo estadounidense de educación superior. En cierto y todos sentimos ansiedades que nos llevan a la mayoría de países del mundo, el estudiante debe querer más control, incluyendo el control sobre otras elegir un solo tema en el ámbito universitario y papersonas. Aquí es donde la educación es crucial: una sar todo el tiempo en él: así, ya sea toda la literabuena educación puede llevar a los jóvenes a sentir tura o ninguna literatura, ya sea toda la filosofía o genuina compasión por las necesidades de los deninguna filosofía. Teniendo en cuenta esa elección más, y puede conducir a verlos como personas con extrema, no es de extrañar, en el entorno económiderechos iguales a los suyos. co actual, que muchos padres y jóvenes se aparten Ahora que tenemos una idea del terreno en el de las humanidades, a pesar de la evidencia de que que opera la educación, podemos volver a las ideas los empleadores valoran realmente las habilidades que he mencionado antes, diciendo algunas cosas que producen —e incluso de la parte teórica de la provisionales e incompletas, pero aún radicales en ciencia— y se aferran más estrechamente a estudios la actual cultura mundial, acerca de las habilidades preprofesionales. Pero los EE.UU., junto con Corea del Sur, Escocia, y, en parte, los Países Bajos, y junto que una buena educación cultivará. Me centraré en
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con un número creciente de nuevas universidades en muchos otros países, toma un camino diferente. Ofrecemos una educación que involucra un tema importante, que a menudo, aunque no siempre, será entendido como preparación para una carrera. Pero combinamos esto con un componente de artes liberales, que está pensado como preparación para la ciudadanía y la vida. El modelo de artes liberales ha sido bien desarrollado en América Latina principalmente por distinguidas universidades jesuitas, que han reconocido desde hace tiempo el valor del estudio de la filosofía y otras humanidades a nivel universitario. Pero las universidades públicas no siempre han seguido este ejemplo. Esperemos que aquí en Colombia, donde hay un interés entusiasta por la filosofía, esta distinguida universidad asuma el liderazgo en la defensa de una preparación rica para la ciudadanía.
Valores para una ciudadanía democrática Tres valores son particularmente cruciales para una ciudadanía democrática decente. El primero es la capacidad socrática de autocrítica y pensamiento crítico acerca de las tradiciones propias de cada uno. Como sostiene Sócrates, la democracia necesita ciudadanos que puedan pensar por sí mismos, en lugar de deferir a la autoridad; que puedan razonar juntos sobre sus opciones, en lugar de simplemente negociar sus argumentos y contra-argumentos. Él se comparó a sí mismo con un tábano en la parte posterior de la democracia, que comparó con “un noble, pero lento caballo”: estaba picándolo para que se despertara y llevara a cabo su negocio de manera más responsable. El pensamiento crítico es particularmente crucial para la buena ciudadanía en una sociedad que tiene que luchar a brazo partido con la presencia de personas que difieren según la etnia, la casta, la religión y profundas divisiones políticas. Sólo tendremos la oportunidad de un diálogo adecuado, que atraviese fronteras, si los ciudadanos jóvenes saben cómo participar en el diálogo y la deliberación en primer lugar. Y sólo sabrán cómo hacerlo si aprenden a examinarse a sí mismos y a pensar en las razones por las que son proclives a apoyar una cosa en lugar de otra; en lugar de, como sucede a menudo, ver el debate político simplemente como una forma de jactarse, o conseguir una ventaja para su propio lado. Cuando los políticos
traen propaganda simplista a su manera, ya que los políticos de todos los países tienen una manera de hacerlo, los jóvenes sólo tendrían esperanza de preservar su independencia si saben cómo pensar críticamente sobre lo que escuchan, poniendo a prueba su lógica e imaginando alternativas para la misma. Los estudiantes expuestos a la instrucción en pensamiento crítico aprenden, al mismo tiempo, una nueva actitud frente a los que no concuerdan con ellos. Aprenden a ver a quienes no están de acuerdo no como enemigos a ser derrotados, sino en cambio, como personas que tienen razones para lo que piensan. Cuando se reconstruyen sus argumentos, puede resultar que incluso compartan algunas premisas importantes con su propio “lado”, y ambos entenderán mejor de dónde vienen las diferencias. Podemos ver cómo esto humaniza al “otro” político, haciendo que la mente vea al oponente como un ser racional que puede compartir por lo menos algunos pensamientos con el propio grupo. La idea de que cada uno asuma la responsabilidad de su propio razonamiento e intercambie ideas con otros en un ambiente de respeto mutuo a la razón, es esencial para la resolución pacífica de diferencias, tanto dentro de un país como de un mundo cada vez más polarizado por el conflicto étnico y religioso. Es posible, y esencial, fomentar el pensamiento crítico desde que se inicia la educación. Sin embargo, durante la formación universitaria se puede enseñar con nueva sofisticación y rigor, a través de cursos de ética filosófica y el estudio minucioso de grandes textos tales como los diálogos de Platón que muestran el valor de esta capacidad y desafían a los estudiantes a participar en el mismo. Consideremos ahora la importancia de esta habilidad para el estado actual de las democracias pluralistas modernas, rodeadas de un potente mercado global. En primer lugar, podemos reportar que, incluso si sólo estuviéramos apuntando al éxito económico, no sólo a corto sino a largo plazo, los principales pensadores de negocios han hecho énfasis en que los ejecutivos entiendan bien la importancia de crear una cultura corporativa en la que voces críticas no sean silenciadas, una cultura tanto de la individualidad como de la rendición de cuentas. Por estas razones, China y Singapur, que por cierto no están buscando producir ciudadanos democráticos, han tenido recientemente reformas educativas masivas para introducir un pensamiento mucho más crítico 15
en todos los niveles del currículo, a pesar de que no se muestran contentos cuando el pensamiento crítico se filtra en el ámbito político. Pero nuestro objetivo, lo he dicho, no es simplemente el crecimiento económico, así que dirijámonos ahora a la cultura política. Como he dicho, los seres humanos son propensos a estar al servicio de la autoridad y la presión de grupo; para prevenir atrocidades necesitamos contrarrestar estas tendencias, produciendo una cultura de disidencia individual. Asch encontró que cuando una sola persona en su grupo de estudio defendió la verdad, otros le siguieron, por lo que una voz crítica puede tener grandes consecuencias. Al hacer hincapié en la voz activa de cada persona, también promovemos una cultura de rendición de cuentas. Cuando la gente ve sus ideas como su propia responsabilidad, es más probable, también, que vean sus obras como su propia responsabilidad. La “Vida examinada” de Sócrates despierta la conciencia moral. La segunda característica clave del ciudadano democrático moderno, diría yo, es la capacidad de verse a sí mismo como miembro de una nación y un mundo heterogéneos; entender algo de la historia y el carácter de los diversos grupos que lo habitan. El conocimiento no es garantía de buen comportamiento, pero la ignorancia es una garantía virtual de mal comportamiento. Estereotipos culturales y religiosos simples abundan en nuestro mundo, por ejemplo, la ecuación simplista del Islam con el terrorismo, y la primera manera de comenzar la lucha contra estos es asegurarse de que desde una edad muy temprana los estudiantes aprendan una relación diferente con el mundo. Ellos deben entender poco a poco las diferencias que entorpecen la comprensión entre grupos y naciones y los intereses y necesidades humanas compartidas que hacen esencial la comprensión, si se busca resolver problemas comunes. Esta comprensión del mundo promoverá el desarrollo humano sólo si él mismo se inculca buscar el pensamiento crítico, el pensamiento que se centra en cómo las narrativas históricas se construyen, la forma en que pueden estar sesgadas y lo difícil que es ordenar pruebas dispersas. La historia se impartirá con un ojo puesto en pensar críticamente sobre estas cuestiones. Al mismo tiempo, las tradiciones y las religiones de los grupos principales en la propia cultura y en el mundo, se enseñarán con el fin de promover la comprensión de la complejidad y variedad de 16
creencias y prácticas. Esta es una buena manera de llegar a ver a las personas que sostienen una posición religiosa o política menor no como formas inminentes de amenaza, sino como seres humanos plenos que tienen razones complejas para lo que hacen, y que merecen respeto, aún si estamos de acuerdo con ellos o no. En términos curriculares, estas ideas sugieren que todos los estudiantes universitarios deben aprender los rudimentos de la historia del mundo y deben tener una comprensión rica y no estereotipada de las principales religiones del mundo, y luego deben aprender a indagar con mayor profundidad en al menos una tradición desconocida, adquiriendo de esta manera herramientas que luego pueden utilizar en otros lugares. Al mismo tiempo, deben aprender sobre las grandes tradiciones, mayoría y minoría, dentro de su propio país, centrándose en la comprensión de cómo las diferencias de religión, raza y género han sido asociadas con diferentes oportunidades de vida. Todos, en fin, deben aprender bien al menos una lengua extranjera, así: al ver que otro grupo de seres humanos inteligentes ha contado el mundo de otra manera, que toda traducción es interpretación, le da al joven una lección esencial de humildad cultural. Estoy muy impresionada con el énfasis en el aprendizaje de idiomas en el plan de estudios de la universidad, y me gustaría que universidades estadounidenses hicieran tanto énfasis. La tercera habilidad del ciudadano, estrechamente relacionada con las dos primeras, es lo que yo llamaría la imaginación narrativa.5 Esto es la capacidad de pensar en lo que podría ser estar en los zapatos de una persona diferente de uno mismo, ser un lector inteligente de la historia de esa persona, y comprender las emociones y los deseos y los anhelos que ese alguien podría tener. Como he observado, la imaginación moral, siempre bajo el asedio del miedo y el narcisismo, es propensa a entorpecerse, si no se refina enérgicamente y se cultiva a través del desarrollo de afinidad y preocupación. Aprender a ver a otro ser humano no como una cosa sino como una persona completa, no es un logro automático: debe ser promovido por una educación que refine la capacidad de pensar acerca de lo que puede ser la vida interna de otro, y también para entender por qué no es posible captar plenamente ese mundo interior, por qué una persona es siempre hasta cierto punto un enigma para el otro. Esta capacidad brinda
un apoyo crucial tanto al pensamiento crítico como a la ciudadanía mundial. Se promociona, sobre todo, a través de la enseñanza de la literatura y las artes.
tretenimiento”, en el que la cultura estadounidense podría “sortear los inconvenientes y remolinos “que se interponen entre nosotros y nuestro ideal democrático. Su novela tiene la “visión interna” del lector Al igual que con el pensamiento crítico, aquí tamde blanco como su tema y su objetivo. El héroe cobién el cultivo de la imaginación es esencial no sólo mienza diciendo que él es invisible para la sociedad para la ciudadanía, mi énfasis en esta charla, sino blanca, pero dice que esta invisibilidad es un defecto también para el crecimiento económico a largo plaimaginativo y educativo de su parte, no un accidente zo. Si la gente aprende sólo para aplicar las habilibiológico propio: su “visión interna” requiere cultivo; dades aprendidas de memoria, no van a ser capaces y Ellison, obviamente, pensaba que su novela podría de innovar. La innovación necesita imaginaciones caser una parte de ese cultivo. A través de la imaginapacitadas. Por esta razón, una vez más, China y Sinción podemos tener una especie de visión de la exgapur, interesados principalmente en el crecimiento, periencia de otro grupo o persona, que es muy difícil han reformado recientemente su sistema educativo de lograr en la vida diaria, en particular cuando en para incluir mucho más el arte y la literatura. Pero nuestro mundo se han construido separaciones claal pensar en cómo pueden florecer las democracias, ras entre los grupos, y las sospechas que hacen difícil podemos ver que necesitamos las artes y las humacualquier encuentro. Parte de la idea de Ellison era nidades de manera más urgente, ya que la comprenque habitar en el mundo interior de un personaje de sión amable entre los grupos es tan esencial. raza diferente sería una poderosa manera de minar la repulsión, la cual era una gran parte del racismo estaLas artes pueden cultivar la simpatía de los estudounidense, con sus prohibiciones en los comedores diantes de muchas maneras, mediante el compromicompartidos, fuentes de agua potable y piscinas, por so con diferentes obras de literatura, música, bellas no hablar de la prohibición de matrimonios interraciales. La empatía es un tipo uera de los EE.UU., muchas naciones cuyos planes de intimidad mental con el de estudio universitarios no incluyen un componente otro, y una herramienta de gran alcance hacia el camde artes liberales están ahora luchando para bio de comportamiento.
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construir uno, ya que reconocen su importancia en la elaboración de una respuesta pública a los problemas de pluralismo, miedo y sospecha que sus sociedades enfrentan.
artes y danza. Pero el pensamiento tiene que ofrecerse según los que sean los posibles puntos ciegos de cada estudiante, y los textos se deben elegir en consecuencia. Ya que todas las sociedades tienen en todo momento sus puntos ciegos particulares, grupos dentro de su cultura y también grupos en el extranjero, que son especialmente propensos a ser tratados con ignorancia y torpeza. Las obras de arte pueden ser elegidas para promover la crítica de esta torpeza, y una visión más adecuada de lo oculto. El gran novelista afro-americano Ralph Ellison, en un ensayo posterior sobre su clásica novela El hombre invisible, escribió que una novela como la suya podría ser “una balsa para la percepción, la esperanza y el en-
Balance de las capacidades de ciudadanía
Hagamos un balance. ¿Cómo están las capacidades de la ciudadanía en el mundo de hoy? Muy mal, me temo. El tipo de educación que recomiendo va razonablemente bien donde lo estudié por primera vez, concretamente en los currículos de secundaria y universidad en la parte de artes liberales de los Estados Unidos. De hecho, es esta parte del plan de estudios en instituciones como la mía, que atrae en particular el apoyo filantrópico, porque los ricos recuerdan con placer el tiempo cuando leían libros que les encantaban, y perseguían cuestiones no concluyentes. Ahora, sin embargo, hay una gran tensión. En el New York Times, el presidente de la Universidad de Harvard, Drew Faust, informa que la crisis económica ha reforzado la imagen de que el valor de un título universitario es en gran parte instrumental, y que los lí17
deres universitarios están abrazando cada vez más un modelo de mercado en su misión, en consecuencia, reduciendo las artes liberales. En una reciente visita a Stanford, me encontré con que las artes liberales son un gran problema allí, gracias a la preferencia por la capacidad técnica que es endémica de la cultura de Silicon Valley, pero instigados, creo, por los errores cometidos por varias generaciones de administradores, que han alimentado la ansiedad de los padres y los estudiantes por puestos de trabajo con fines de lucro en lugar de una ciudadanía responsable. Fuera de los EE.UU., muchas naciones cuyos planes de estudio universitarios no incluyen un componente de artes liberales están ahora luchando para construir uno, ya que reconocen su importancia en la elaboración de una respuesta pública a los problemas de pluralismo, miedo y sospecha que sus sociedades enfrentan. He estado involucrada en este tipo de discusiones en muchos países, y el hecho de que mi libro sobre la educación liberal esté traducido actualmente en veinte idiomas es muy emocionante para mí; sin embargo, es difícil decir si se producirá una reforma en dirección a las artes liberales, ya que hay muchas presiones en la otra dirección. Así que las universidades del mundo tienen grandes méritos, pero también grandes retos y problemas en aumento. Los políticos tienden a tener imaginación a corto plazo, y no están pensando bien, a menudo, sobre lo que es necesario para crear democracias estables y fructíferas.
¿Qué vamos a tener, si estas tendencias continúan? Naciones de personas con formación técnica que no saben cómo criticar la autoridad, útiles creadores de lucro con imaginaciones torpes. Las democracias tienen grandes potencias racionales e imaginativas. También son propensas a algunos defectos graves en el razonamiento, al parroquialismo, la prisa, la dejadez, el egoísmo, la deferencia a la autoridad y la presión de grupo. Una educación basada principalmente en la rentabilidad en el mercado global magnifica estas deficiencias, produciendo una torpeza codiciosa y una docilidad técnicamente capacitada que amenazan la vida misma de la democracia y que sin duda impiden la creación de una cultura mundial decente. Si el verdadero choque de civilizaciones es, como creo, un choque dentro de la persona individual, todas las sociedades modernas están perdiendo rápidamente la batalla, ya que se alimentan las fuerzas que conducen a la violencia y la deshumanización y dejan de alimentar las fuerzas que conducen a cultivar la igualdad y el respeto. Si no insistimos en la importancia crucial de las humanidades y las artes, éstas se desplomarán, porque no generan dinero. Sólo hacen algo que es mucho más valioso que eso, hacen un mundo en el que vale la pena vivir, las personas que son capaces de ver a otros seres humanos como personas llenas, con pensamientos y sentimientos propios que merecen respeto y simpatía, y naciones que son capaces de superar el miedo y la sospecha en favor del debate comprensivo y motivado.
Notas 1. Para un resumen conciso de la investigación de Milgram y Asch de, véase Philip Zimbardo, El efecto Lucifer: cómo la gente buena se vuelve mala (Londres: Rider, 2007), 260 a 75. 2. Christopher R. Browning, Ordinary men: Reserva Policía Batallón 101 y la solución final en Polonia (New York: Harper Collins, 19930. 3. Reportado en Zimbardo, 283-5. 4. Ver mi crítica de Zimbardo, Times Literary Supplement, 10 de octubre 2007, 3-5. 5. Ver Cultivando, ch.6.5
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La filosofía en la Universidad de Antioquia Por Francisco Cortés Rodas Director del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia
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l Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia conmemoró en 2015 40 años del Programa de Filosofía y 25 del Instituto de Filosofía. La Universidad de Antioquia ha tenido desde su creación una relación estrecha con el pensamiento filosófico, pero no será sino hasta 1962 cuando empieza a tomar rumbo un proyecto que, iniciando con la Sección de Filosofía, se consolidó con la aprobación del Programa de Filosofía en 1975, y que en 1990 da origen al Instituto de Filosofía. En este ensayo se presentará primero una reflexión sobre el papel de la filosofía en la sociedad y luego se hará una breve historia del Instituto de Filosofía.
1) El papel de la filosofía en la sociedad i) Grecia es el lugar donde se crearon la democracia y la filosofía y donde están por tanto nuestros propios orígenes. Filo20
sofía y política nacen juntas, en Grecia, determinadas por una misma tendencia, la tendencia hacia la autonomía individual y colectiva. En la medida en que la fuerza espiritual de la política y la filosofía siguen presentes, Grecia es para nosotros un lugar de inspiración. Platón en el libro V de la República dice que “a menos que los filósofos reinen en los Estados [….] y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, [….] no habrá fin de los males para los Estados, ni tampoco para el género humano” (Platón, República, L V 473d). Los filósofos deben asumir el control político de la ciudad para poder salvarla de la miseria y el caos, decía Platón. Esto es posible a partir de una unidad entre el poder político y la filosofía, unidad que casi nunca se ha dado. Pero, la articulación sistemática de las virtudes debe producir el cambio de una sociedad dominada por las pasiones y deseos de sus ciudadanos a una sociedad do-
minada por la razón. En la medida en que la armonía de las partes del alma es formada por medio de la paideía se requieren los filósofos como maestros razonables y racionales. El filósofo, según Platón, debe estar dotado “por naturaleza de memoria, facilidad para aprender, grandeza de espíritu y de gracia, y debe ser amigo y congénere de la verdad, de la justicia, de la valentía y de la moderación” (L VI 487a). Como modelo de filósofo, Platón nos presenta a aquel hombre que defiende la relación de la filosofía con una comprensión de la justicia: Sócrates. Para Platón, Sócrates representa la integridad moral, la moderación, la valentía. Los filósofos que Platón se imagina no gobiernan por el mero afán de poder, sino con un sentido de responsabilidad por el bien común. ii) En la historia de la universidad moderna ha sido casi siempre la filosofía la que ha definido su orientación fundamental y propuesto los problemas básicos de lo que debe ser la educación. Kant entendió que la universidad debía pensarse a partir de una “idea de universidad”, la cual consiste en la búsqueda de la verdad, la práctica de la libertad y ejercicio de la razón en la perspectiva de la realización del bien común, y el aseguramiento de los demás bienes y valores de la cultura. En la Contienda entre las facultades de filosofía y teología Kant defiende la filosofía frente a las otras facultades y hace una apología de la filosofía. La filosofía, entendida como ejercicio de la razón, que no se atiene a intereses sino que busca la verdad, y que, por tanto, genera y exige libertad. La filosofía radica esencialmente no en la posesión de la verdad, sino en la búsqueda de la verdad. La filosofía consiste en la búsqueda del conocimiento universal, en la búsqueda del conocimiento del Todo. La filosofía, como lo enseñó Platón, inicia con las opiniones y avanza hacia el conocimiento del Todo. “La filosofía consiste en el intento de reemplazar esas opiniones referentes al Todo por un conocimiento acerca del Todo” (Strauss, 82; 2014). El conocimiento de todas las cosas es el conocimiento del mundo natural, del mundo social y de la experiencia de lo que me está permitido esperar. Estos elementos constituyen el Todo y es de lo que se ocupa la filosofía. Karl Jaspers, uno de los pocos filósofos alemanes que enfrentó con la crítica filosófica al nacionalso-
cialismo, pensó la transformación radical de la universidad a partir del ideal ilustrado de la autonomía. La universidad debe, por esto, ser un organismo con autonomía propia. “Esta vida propia, cuya libertad autoriza el Estado, se basa en una idea imperecedera, supranacional y mundial: La universidad reivindica para sí la libertad de enseñanza. Esto implica que debe enseñar la verdad al margen de deseos o mandatos que pretenden restringirla desde dentro o desde fuera” (Jaspers, 2013; 17). Ortega y Gasset, quien también enfrentó con la filosofía la pretensión del gobierno dictatorial de destruir la universidad, —de matar la inteligencia—, propuso una idea que permanece en la historia: “La sociedad necesita, además de buenos profesionales y científicos, asegurar la capacidad en otro género de profesión: aquella que cree de nuevo en la universidad la enseñanza de la cultura o sistema de ideas vivas que el tiempo posee. Esa es la tarea universitaria radical, que la filosofía y las humanidades deben realizar” (Ortega, 2010; 38). iii) Una y otra vez se plantea la pregunta: ¿Qué papel deben jugar los filósofos en la universidad y en la sociedad? ¿Cuál es nuestra función en el proceso de formación de los estudiantes? y ¿Qué puede aportarle la filosofía a la universidad y a la sociedad? “La filosofía alude a una actividad que sigue siendo insustituible en la vida humana: es una reflexión sobre lo importante. Nadie podrá responder a esta pregunta acerca de lo importante, sino la filosofía. La filosofía es una forma de reflexionar sobre los intereses principales de la vida cotidiana de una manera abierta y persuasiva. A los filósofos profesionales quizá nos compete dominar los grandes argumentos del pasado, estudiar a muchos autores. Pero debemos ofrecer lo mejor de todo ello con la libertad y la sencillez propias de una conversación” (Villacañas, 2012; 18). La transformación que se ha dado en la universidad entre sus grandes áreas del conocimiento en los últimos tiempos ha generado un reto muy importante para la filosofía. Desde el siglo XVII se ha producido una separación entre la ciencia y la filosofía y cada vez con más fuerza la ciencia ha adquirido una supremacía. Para algunos científicos y filósofos de la ciencia, es una opinión fuertemente arraigada que la ciencia ha hecho el mundo moderno y que es ella la que ha formado su cultura. El hombre moderno piensa en términos científicos, y pensar de otra manera, afirman los científicos, es pensar de forma inadecua21
¿Qué debe hacer la educación desde una perspectiva
filosófica? Debe formar las capacidades comunicativas, sensitivas, racionales del individuo mediante el conjunto de disciplinas que corresponden a las llamadas artes liberales, y debe servir, en el contexto de la formación universitaria, para el cultivo del ideal de la sabiduría humana. La educación humanista y liberal es la escalera por la que intentamos ascender desde la situación de la ignorancia hasta la ilustración y el conocimiento profundo de todas las cosas.
da, absurda: “Para bien o para mal, la ciencia está en el centro de cada dimensión de la vida moderna. Ella ha formado la mayoría de las categorías en términos de las cuales pensamos” (Shapin, 2008; 10). Hay que decir que la ciencia, que ha alcanzado un reconocimiento universal, ya no posee un vínculo fundamental con la sabiduría. En conexión con esto se ha generado una creciente especialización. La ciencia y sus complicadas y sofisticadas explicaciones se convierten en un asunto de expertos para expertos. La consecuencia es que el especialista se transforma, casi por regla general, en un ignorante en asuntos políticos, históricos o sociales. ¿Cómo puede una educación liberal enfrentar la estrechez de la especialización sin caer en la simpleza de cosas tales como cursos generales de civilización o videos sobre historia, política, antropología, etc.? En esto hay entretenimiento, pero no educación. Para poder superar esta limitación del espíritu, la universidad debe adoptar un programa básico de formación humanista que comprenda la lectura de los grandes libros de los autores clásicos en literatura, historia, filosofía, matemáticas, física, biología. Los tiempos han cambiado realmente, pero las transformaciones políticas, sociales y la supremacía de una idea de universidad centrada en la investigación, no pueden invalidar la tradición del humanismo y la filosofía, o hacerla irrelevante para el hombre contemporáneo. Las habilidades científicas y técnicas son una manifestación maravillosa de las capacidades humanas. Pero ellas no pueden ser elogiadas a expensa de las humanidades, como sucede actualmente. Las ingenierías y las ciencias naturales no son mejores que la historia o la filosofía. La sociedad necesita de las dos, a menudo en combinación. “Para des22
empeñar bien su función, las instituciones educativas deben adjudicar un rol protagónico a las artes y a las humanidades en el programa curricular, cultivando un tipo de formación participativa que active y mejore la capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otro ser humano” (Nussbaum, 2010; 132). iv) ¿Qué debe hacer la educación desde una perspectiva filosófica? Debe formar las capacidades comunicativas, sensitivas, racionales del individuo mediante el conjunto de disciplinas que corresponden a las llamadas artes liberales, y debe servir, en el contexto de la formación universitaria, para el cultivo del ideal de la sabiduría humana. La educación humanista y liberal es la escalera por la que intentamos ascender desde la situación de la ignorancia hasta la ilustración y el conocimiento profundo de todas las cosas. Esta educación es el esfuerzo necesario para fundar una sociedad que pueda alcanzar su autonomía. Así, la educación en las artes liberales, se puede entender como una preparación para la sabiduría. Para John Locke, la educación liberal consiste en la adquisición de una familiaridad con la literatura clásica, “considero, escribe, que el latín es absolutamente necesario para un señor” (Locke, 1986; 93). Según John Stuart Mill, “la superioridad de la literatura clásica para los fines de la educación se atribuye al hecho de que ella nos transmite la sabiduría de la vida. … Al cultivar las lenguas antiguas como nuestra mejor educación literaria, asentamos a la vez una base admirable para la cultura y la ética filosófica” (Mill, 1931; 51). “Cien páginas —no, diez páginas, de Herodoto— nos introducen infinitamente mejor en la misteriosa unidad de la identidad y la variedad de los asuntos humanos que muchos volúmenes escritos en el espíritu que predomina en nuestra era” (Strauss, 2007; 43).
En la vertiente educativa, formativa, de la noción de humanitas, “el animal humano debe ser moldeado, cultivado, por medio de prácticas, disciplinas, artes que desarrollen la palabra, la vista, el oído, el saber, de manera que pueda obtenerse y afinarse progresivamente un ideal de vida humana que sirva de referente normativo, en el sentido que hemos visto aparecer la voz humanitas como humanidad, humanitarismo, philantrophia” (Giusti, 2010: 41). La voz humanitas tiene que ver con la apelación a un sentimiento de respeto y reconocimiento hacia los otros, por el solo hecho de ser humanos, el cual se forma mediante la paideía. Es importante recordar nuevamente que tanto Platón como Aristóteles insistieron en la educación desde la infancia, paideía. “Al desarrollo innato de la naturaleza, hay que irlo acompañando con otro proceso en el que esa naturaleza va preparándose para ser habitante también del dominio de la cultura, de la sociedad, de las palabras. Esa “habitación” constituye precisamente el ethos. Cuando la paideía ha podido intervenir en el desarrollo de la naturaleza, el ethos se va adecuando a algo más que los meros instintos de pervivencia. En la paideía se integran las experiencias de la comunidad y el poder del lenguaje para admitir o rechazar aquellos contenidos que, de alguna forma, gravitan sobre los conceptos” (Lledó, 1994, 71). El sentido de la filosofía como humanidad, formado por medio de la paideía, es lo que hace que la filosofía sea una reflexión sobre lo importante. Y los problemas a los que nos referimos como lo importante, solamente podrán ser respondidos por la filosofía. La universidad está profundamente vinculada con la filosofía, con el proceso por el cual el hombre natural se forma para ser un miembro de la sociedad, de las palabras, de la polis.
2) Breve historia de la filosofía en la Universidad de Antioquia La filosofía, como disciplina académica ha estado presente en la Universidad de Antioquia desde la época del Colegio de los Franciscanos, a principios del siglo XIX, sujeta en esa época a la concepción de educación del período colonial. Hacer filosofía en nuestra sociedad, que ya en el siglo veinte aspiraba a ser moderna, supuso desarrollar unas condiciones institucionales y materiales que se plasmaron en la idea, según la cual la universidad
debía tener una facultad o un departamento de filosofía, autónoma e independiente. Esta perspectiva de creación tuvo varios momentos. Según Javier Escobar, en la década del 60, llegaron, “los aires de reforma a la Universidad de Antioquia, cuando, bajo el influjo del modelo norteamericano de universidad, se crearon, en 1962, los Estudios Generales, aquella institución que buscaba abarcar la totalidad de los saberes humanísticos y científicos, a fin de dar una primera base o sustento académico a los futuros profesionales que, sólo al concluir su periplo por esta dependencia, pasaban a desarrollar los estudios propios de su carrera. Y allí, en aquel gran conglomerado de disciplinas, cuya administración se hacía mediante una serie de departamentos que asumían el manejo de los diversos saberes, halló la filosofía un nuevo nicho administrativo e institucional en el presente siglo, que habría de resultar, a pesar de las modificaciones que sufriría con el transcurso de los años, más duradero que aquel otro mencionado arriba: se creó un Departamento de Humanidades, compuesto de una serie de secciones, entre las cuales figuraba ella. La antigua reina, devenida esclava, hallaba su propia buhardilla en el edificio, aunque viviendo con estrecheces” (Escobar, 1998; 559). La idea de realizar un programa de filosofía se la propusieron los fundadores de este proyecto en los inicios de la década del setenta del siglo pasado. El programa de filosofía fue creado en la Sección de Filosofía del Departamento de Humanidades de la antigua Facultad de Ciencias y Humanidades impulsado por un pequeño grupo de profesores liderado por Beatriz Restrepo Gallego, quien en ese momento era la jefa del Departamento de Humanidades. De este modo, la filosofía como organismo institucional y académico, comenzó a abrirse paso en la Universidad de Antioquia y en el año de 1974 estos profesores le propusieron a la Alma Máter el primer programa de filosofía con clara intención investigativa. Mediante los Acuerdos 14 de mayo 13 de 1975 del Consejo Directivo y 5 de junio 25 del Consejo Superior se creó el programa de Licenciatura en Filosofía y Letras, con un área mayor en filosofía y una menor en letras (literatura y lingüística). El Icfes otorgó una licencia de funcionamiento en 1975 (Acuerdo 210), que permitió el ingreso de los primeros dieciocho estudiantes, y luego con la aprobación del programa en 1979 (Acuerdo 317 del Icfes), se otorgó el título de Licenciado en Filosofía y Letras. 23
Una de las características distintivas de los
profesores que iniciaron este proyecto, la cual ha permanecido en el tiempo, es el espíritu de independencia e identidad propias, su interés por la calidad académica y su vocación por el estudio y la educación de los estudiantes.
Los ocho profesores cofundadores fueron: Beatriz Restrepo Gallego, Freddy Salazar Paniagua, Alejandro Alberto Restrepo Restrepo, Carlos Másmela Arroyave, Javier Escobar Isaza, José Manuel Arango Pérez y Javier Domínguez Hernández. Una de las características distintivas de los profesores que iniciaron este proyecto, la cual ha permanecido en el tiempo, es el espíritu de independencia e identidad propias, su interés por la calidad académica y su vocación por el estudio y la educación de los estudiantes. Estos elementos hicieron posible en los años siguientes la formación de sus profesores a nivel doctoral en universidades europeas y norteamericanas, y abrió paso más adelante también al ofrecimiento de programas de maestría y doctorado. La Maestría en Filosofía fue creada mediante Acuerdo Superior 140 de mayo 25 de 1990 y el Doctorado en Filosofía mediante el Acuerdo Superior 141 de mayo 25 de 1990. Es importante destacar que fue el primer doctorado aprobado en la Universidad de Antioquia. Las políticas de formación doctoral que la Universidad ha impulsado en las últimas décadas han permitido el crecimiento del número de doctores. El Instituto de Filosofía ha tenido un desarrollo exitoso en este aspecto, pues la mayoría de sus profesores lograron culminar sus estudios de maestría y doctorado. Esta autonomía e independencia que sus profesores han tenido se debe a que desde el inicio la selección de los profesores se hizo con criterios de calidad e investigativos, y no por razones políticas y partidistas de izquierda o de derecha, como ha sucedido en algunos momentos de la historia de la Universidad, ilustrados de forma objetiva y magistral por la profesora María Teresa Uribe. En esos períodos críticos y difíciles, la orientación política determinaba en gran medida la posibilidad de ingreso de un profesor a la Universidad. En contra de esto, el Instituto de Filosofía ha buscado seguir un principio universitario y liberal: lo que define a la universidad es el hecho de ser una 24
institución comprometida con el conocimiento y con el desarrollo cultural y científico. A la Universidad no le corresponde realizar actividades políticas de tipo partidista relacionadas con el problema del poder y es parte de la preservación de su autonomía el que ella no se convierta en un campo de batalla en la lucha por el poder. En la Universidad puede y debe haber política pero si ella respeta los espacios de acción de la academia, la ciencia y no recurre a la violencia. En los años ochenta la Universidad realiza un cambio importante en su organización administrativa, abandonando el principio rector de los estudios generales, para crear, junto con otras dos facultades nuevas, la Facultad de Ciencias Humanas, que reunía los departamentos de Filosofía, Historia, Lenguas Modernas, y Español y Literatura. En este contexto, y en el marco de la Ley 30 de 1992, se creó un nuevo programa, con un área mayor en formación filosófica y otra menor en otras disciplinas. A final de los años ochenta, el Departamento de Filosofía, adscrito a la Facultad de Ciencias Humanas, planteó la posibilidad de un cambio institucional; en esos años la Universidad hizo viable la formación de institutos, y así se crearon el Instituto de Estudios Regionales —INER—, el Instituto de Estudios Políticos y el Instituto de Filosofía, como organismos con una clara y decidida orientación hacia la investigación. El Instituto de Filosofía se crea mediante Acuerdo Superior 166 del 19 de diciembre de 1990, e inició con los mencionados fundadores y con ocho nuevos profesores que ingresaron. La Sección de Filosofía tenía 4 profesores de tiempo completo en 1968, en 1973 el número aumentó a 8 profesores e inició el programa de Licenciatura en Filosofía y Letras en 1975 con 18 estudiantes. El Instituto comenzó en enero 22 de 1991 con 204 estudiantes. En el 2015-1 eran 597. En Filosofía: 291, en Licenciatura en Filosofía: 154, en Licenciatura en Filosofía en el Carmen de Viboral: 70, en Li-
cenciatura en Filosofía en Caucasia: 27, en Maestría en Filosofía: 28, en Doctorado en Filosofía: 27. La actual planta profesoral del Instituto es de 31 profesores, de ellos 20 con doctorado, 2 con maestría, 2 con pregrado y 7 ocasionales; además 15 profesores de cátedra. La investigación ha sido el elemento estructurador del Instituto. Desde la formación de los profesores en la maestría y el doctorado se ha desarrollado un proceso de cualificación educativa que ha repercutido en la calidad de la docencia y en la creación de nuevo conocimiento. El Instituto ha planteado en sus prácticas y hábitos académicos que la investigación no debe exigir la disociación entre docencia e investigación. Los profesores deben ser investigadores para poder ser capaces de transferir la actitud investigativa a sus estudiantes, tanto en el pregrado como en el posgrado. Por esto el Instituto ha defendido en el proceso formativo la vinculación entre investigación y docencia. Los campos más relevantes de docencia e investigación del Instituto son la filosofía griega, ética y filosofía política, historia de la filosofía, historia de las ciencias, filosofía de la ciencia y las epistemologías contemporáneas, la epistemología de las ciencias sociales, la estética y la filosofía del arte, la filosofía francesa contemporánea, la hermenéutica y la fenomenología contemporánea, la ética ecológica, la filosofía analítica y la filosofía de la mente. El Instituto de Filosofía ha contribuido con el fortalecimiento de la relación de la universidad con la
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sociedad y la cultura a través de la extensión. Los programas más destacados de extensión son el Aula abierta y las Lecciones de noviembre que entretanto son un referente cultural para la Universidad y la ciudad. Los profesores del Instituto han buscado que la filosofía salga del espacio estrictamente académico, proyectándose hacia el público en general con estos programas de extensión, con el programa radial “Hablemos de filosofía”, y mediante artículos de opinión publicados en el periódico Alma Máter, en la revista Debates y El Colombiano. El Instituto de Filosofía ha contribuido en el proceso de regionalización que la Universidad de Antioquia ha liderado en proyección social y en impacto comunitario y regional. El programa de regionalización del Instituto tiene cinco cohortes en la Seccional Oriente y dos en la Seccional Bajo Cauca. Los profesores del Instituto han publicado más de 650 obras, entre libros, artículos, traducciones, etc., desde 1994 hasta hoy. Han contribuido también con la creación de vida cultural en la Universidad y en la ciudad con la organización de foros, simposios y congresos nacionales e internacionales. Cabe destacar el III Congreso Iberoamericano de Filosofía y el V Congreso Nacional de Filosofía. La Revista Estudios de Filosofía, creada en 1990, ha llegado al número 52, y se ha consolidado nacional e internacionalmente por su calidad y cuidado editorial. La Revista cuenta con un comité editorial de carácter internacional y ha publicado artículos de verdadera trascendencia filosófica. Los estudiantes han creado también la revista Versiones, que ha publicado 7 números.
mientos sobre la educación, Madrid, Akal. Lledó, E., (1994), Memoria de la ética, Taurus, Madrid. Mill, J.S., (1931), On education, Cambridge University Press, Cambridge. Nussbaum, M., Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Katz, Buenos Aires. Ortega y Gasset, J., (2010), Misión de la universidad, Madrid, Alianza.
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El doctor en filosofía de la Universidad de Bradfor, Inglaterra, Paul Anthony Chambers*, disertó en torno de “Ética y paz: una mirada desde la filosofía de Alasdair MacIntyre, invitado por la Comisión Institucional de Ética de la Universidad de Antioquia, el 8 de abril de 2016, a la cátedra pública Guillermo Hoyos Vásquez. DEBATES presenta una versión de su conferencia.
Ética y paz: una mirada desde la filosofía de Alasdair MacIntyre
C
uando yo llegué a Colombia, para hacer mi trabajo de campo para mi doctorado en estudios de paz, fui a Bogotá a buscar unos libros; fui a las librerías grandes, la Lerner, la Nacional y… no me acuerdo del nombre de la otra, una librería inmensa. Empecé a buscar los textos filosóficos, y me sorprendió no encontrar ninguno de MacIntyre; ni siquiera “Tras la virtud”, que es su obra maestra. Y leyendo sobre el tema del conflicto armado y, en particular, la preocupación por lo que se ha llamado una ética ciudadana, una ética pública, me enteré de que quizás en Colombia se lee más a Habermas, a Honneth; y a MacIntyre casi nadie lo leía. Mi invitación es que pensemos en leer algo sobre la filosofía de MacIntyre, porque es supremamente interesante. El español no es mi lengua materna. De antemano, pido disculpas. Hay unas citas en inglés, pero la mayoría es en español. Leyendo a Guillermo Hoyos, encontré esta cita sobre la paz que me parece muy interesante. Es de Luis Jorge Garay: “La paz debe ser aprehendida como el fin inmediato y a la vez último de un ordenamiento político que resulta del acuerdo y entendimiento entre los diferentes grupos y sectores de la sociedad, en el que las diferencias de intereses y posiciones sean resueltas a través de la convicción y no de la imposición de unos frente otros a través de la violencia, el poder coactivo o incluso la fuerza. El proceso societal de definición de un nuevo ordenamiento político debe abordar todas y cada una de las instancias de la dinámica de destrucción social de Colombia, en las esferas económica, política, social y cultural”.La filosofía de MacIntyre nos brinda unas claves éticas y epistemológicas, claves interpretativas, para entender qué significa este reto inmenso. Vamos a llegar a un acuerdo con las Farc, lo cual me parece muy positivo, un hito histórico; pero realmente el trabajo arduo empieza en la construcción de lo que se ha llamado el posconflicto o el posacuerdo. 27
Quiero mostrarles la relevancia de ciertas tesis de MacIntyre. Es un filósofo controversial y sus tesis son provocadoras. Mi argumento es el siguiente: la crisis colombiana se puede entender como la expresión más cruda de la crisis ética y política de la época moderna y posmoderna diagnosticada por MacIntyre.
Incoherencias éticas Este diagnóstico de MacIntyre explica las incoherencias éticas tanto del Estado como de los grupos armados en Colombia.
El discurso de la
paz y los derechos humanos padece los mismos problemas que el discurso ético político liberal y Estado-céntrico. El neoaristotelismo revolucionario de MacIntyre apunta a una política de resistencia comunitaria al Estado y al capitalismo, y hasta podría implicar formas de anarquismo.
Las soluciones basadas en la construcción del Estado, la formulación de una ética ciudadana en clave habermasiana y la educación en valores, son incoherentes y perpetuarán el problema fundamental. El discurso de la paz y los derechos humanos padece los mismos problemas que el discurso ético político liberal y Estado-céntrico. El neoaristotelismo revolucionario de MacIntyre apunta a una política de resistencia comunitaria al Estado y al capitalismo, y hasta podría implicar formas de anarquismo. Al menos en Inglaterra, en el Reino Unido y en Estados Unidos, ha habido un renacimiento, una resurgencia de interés en el trabajo de MacIntyre; algunos lo están tildando de filósofo revolucionario. Enrique Dussel, el gran filósofo argentino de la liberación, está en desacuerdo; pero yo sí creo que las propuestas de MacIntyre son bastante radicales, llegan a la raíz de muchos de nuestros problemas. Es lo que voy a intentar argumentar. ¿Quién es Alasdair MacIntyre? Es un filósofo moral escocés, nacido en Glasgow, Escocia, en 1929; o sea que es de la misma generación de Chomsky, y de Guillermo Hoyos, creo. Era marxista, algo que se nos olvida mucho, y parte de la nueva izquierda en el Reino Unido, que incluía al gran historiador Edward Thompson, Perry Anderson y Tariq Ali. Su primer libro fue publicado en 1953, “Marxism: an interpretation”; y luego siguieron libros sobre teología, Freud, Hume, historia de la ética, Marcuse, Hegel. MacIntyre es un intelectual; él aborda muchísimos temas, tiene una mirada muy compleja. Y un tema que está a lo largo de toda su obra es el de la posibilidad de ejercer agencia moral y política racional, y de resistir el capitalismo y el liberalismo. Él no es un filósofo conservador realmente; a pesar de su apego a la tradición católica, él tiene un concepto bastante pluralista de lo que es una tradición. Igualmente, aunque él insiste en que el marxismo ha brindado críticas válidas de la sociedad capitalista, concluye que el marxismo es deficiente como ciencia social y como alternativa moral al capitalismo. Su obra básicamente se plasma en estos libros: “Tras la virtud”, que salió en 1981; Whose justice? Which rationality?, que salió en 1988;“Three rival versions of moral inquir”, donde hay una propuesta bastante radical para reorganizar la institución de la universidad, que salió en 1991, y“Dependent rational animal”, en 1999.
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Y hay un hilo conductor claro en su argumentación en toda esa obra, y digamos que él se ha ido poniendo más radical con cada progreso en su obra y en su edad, también.
¿Cuáles son las tesis de MacIntyre? Básicamente él argumenta que es imposible construir consensos éticos y políticos racionales en las sociedades modernas. ¿Por qué? MacIntyre dic, que la argumentación moral entre los individuos y también en las grandes instituciones y en nuestra vida, tiene la característica que partimos de premisas inconmensurables Cada argumento se construye de una forma racional internamente, las premisas se siguen lógicamente; o sea, cada paso es un avance lógico de sus premisas, y la conclusión se sigue. Pero, no hay una forma de sopesar dos argumentos diferentes, porque parten muchas veces de premisas para él inconmensurables. Entonces, él pone el ejemplo cuando hablamos de que el Estado tiene una política. Por ejemplo, en mi país (Reino Unido) están construyendo un ferrocarril de alta velocidad. Eso quiere decir que el Estado tiene que comprar unos predios, básicamente obligar a la gente a vender sus predios; y pareciera violar el derecho a la propiedad privada. Así que, pensando en términos de derechos, lo que va a hacer el Estado es que va a violar ese derecho; pero la justificación se hace con base en un argumento utilitarista —se dice que va a maximizar la felicidad o bienestar de la mayoría—, al final de cuentas. MacIntyre dice que es imposible sopesar y poder llegar a saber cómo podríamos escoger entre esos dos argumentos. En su obra maestra “Tras la virtud”, él resalta el argumento entre John Rolles y Robert Nozick. Rolles piensa que, por ejemplo, es legítimo subir los impuestos a los sectores más pudientes para que haya una distribución más equitativa de la riqueza. Entonces él se preocupa por esa distribución final, el patrón último de la distribución del ingreso y de la riqueza. Nozick, sin embargo, dice que elevar esos impuestos sería una violación de los derechos inalienables de los individuos. MacIntyre pregunta: ¿Cómo podemos saber cuál es el argumento que se debe adoptar? Y
dice que no hay forma de saberlo, que las premisas son inconmensurables entre sí. Debido a eso, entonces, lo que tenemos simplemente son formas histriónicas de argumentación, simulacros de racionalidad en el proceso de toma de decisiones, que en últimas termina en la imposición de una de las conclusiones. Ya que no hay una forma de convencer al otro de manera racional de adoptar mi postura moral y política, lo que me queda es la exposición, la retórica, la persuasión emocional o incluso la fuerza, en últimas. No estoy aquí para desentrañar y dilucidar todo el argumento de MacIntyre, que es muy complejo; pero reduciéndolo, simplificando mucho, llegamos a esta realidad de la fragmentación de los conceptos y la argumentación moral debido a la pérdida de la noción de un telos, un fin último y, con eso, la pérdida de la noción de la excelencia humana, de que hay una forma de vida más apropiada para nosotros como seres humanos. Dice que debido a ese rechazo al esquema clásico aristotélico, lo que tenemos es una confusión, una fragmentación de conceptos. Y dice que el proyecto ilustrado de buscar justificar los preceptos éticos y de justificar las teorías éticas en últimas fracasó. O sea, ese proyecto de tratar de justificar racionalmente y de manera universal los conceptos morales, las teorías morales ha fracasado, según MacIntyro; y lo que tenemos es un mejunje de conceptos sin determinación racional. Seguimos utilizando el lenguaje moral, que implica una noción de autoridad, de convicción racional; pero él dice que, debido a ese cambio en el esquema clásico, la pérdida de un telos, no tenemos forma de llegar a una conclusión racional. Es decir que para MacIntyre no hay progreso en el campo de la filosofía moral; no estamos avanzando, estamos confundidos, perdidos. Yo creo que sí podemos observar eso empíricamente; cuando miramos y analizamos los discursos morales y políticos hoy en día, yo creo que ese diagnóstico es interesante.
Emotivismo ¿A qué lleva eso? El resultado de eso es que las expresiones morales equivalen en efecto a expresiones de preferencia personal; lo que se llama el emotivismo. 29
Según MacIntyre, el emotivismo entraña dejar de lado cualquier distinción auténtica entre relaciones sociales manipuladoras y no manipuladoras. Pero seguimos persistiendo en el uso del lenguaje propiamente moral. Entonces, ¿por qué utilizamos el lenguaje de la moral? ¿Por qué no simplemente decir “yo quiero que usted haga eso” y ya? Yo prefiero el aborto, ¿usted no?
Ya que no hay una
forma de convencer al otro de manera racional de adoptar mi postura moral y política, lo que me queda es la exposición, la retórica, la persuasión emocional o incluso la fuerza, en últimas.
Pues, no utilizamos el lenguaje moral de esa manera. Fuera de los emotivistas, los filósofos emotivistas, nuestra conducta cotidiana no es así. Entonces, parece que nosotros pensamos que los términos morales gozan de un cierto prestigio, una cierta distancia con los sentimientos personales, y eso de por sí es interesante. MacIntyre dice que eso es un indicio de que queremos ser racionales en ese aspecto de nuestra vida. Que aspiramos a que a través de la argumentación ética racional podamos criticar nuestra realidad y convencer a otros para que se comporten de cierta manera, para implementar una política, etc. Pero MacIntyre dice que, en últimas, debido a la historia que él narra, a esa fragmentación del esquema clásico, mantenemos esa tendencia de pensar en el lenguaje moral como en términos impersonales, pero lo que encubre es la voluntad nietzscheana de poder. En relación con esta condición fragmentada y emotivista de la moral, encontré esta cita de Guillermo Hoyos, que dice: “el positivismo jurídico y el escepticismo valorativo tienen el mismo origen: la desesperanza de poder obtener algún tipo de criterio a partir de formas de argumentación racionales. Ante la imposibilidad aparente de encontrar los verdaderos fundamentos de la moral, se impone cierto positivismo normativo, muy cercano a formas de dogmatismo desacreditadas por la modernización”. Eso es muy interesante y muy relevante para un país que, según Antanas Mockus, tiene más abogados por kilómetro cuadrado que cualquier otro; o sea, nuestra fe en la ley es un tipo de fetichismo. ¿Cuántas reformas hacemos? ¿Cuántas leyes promulgamos? La noción del imperio de la ley, “the rule of law” (el Estado de Derecho) como respuesta a la problemática de la crisis ética, de la violencia en Colombia, es también problemática. Por ende, MacIntyre diría que hay un problema de justificación, que se ha fetichizado la ley, precisamente por lo que dice Hoyos y precisamente debido a lo que dice MacIntyre sobre el problema con el lenguaje moral hoy en día, y la inhabilidad de justificar racionalmente nuestras posturas y argumentos éticos y políticos. MacIntyre dice que el liberalismo político no es una tradición coherente y el comunitarismo no es una opción atractiva. Muchos han tildado a MacIntyre de comunitarista. Pero él no es comunitarista, y ahorita les voy a explicar porqué.
El liberalismo ¿El liberalismo básicamente qué pretende? Pretende que el Estado sea neutral con respecto a concepciones del bien; en nombre de la “tolerancia”, la idea es que el Estado provea un marco ético jurídico en el que las concepciones del bien de los ciudadanos se puedan desarrollar sin 30
infringir los derechos de unos y otros. Así que el liberalismo prioriza la justicia, las reglas de interacción y la distribución de derechos y deberes sobre el bien. Para el liberalismo, la multiplicidad de concepciones del bien y la imposibilidad de decidir racionalmente cuáles se deben priorizar o convertirse en un proyecto político nacional, hace que la política tenga que ser un asunto de acordar, legitimar e implementar un conjunto de reglas de convivencia, y no un proyecto basado en una concepción gruesa del bien. Tal argumento parece convincente. Entonces, ¿por qué MacIntyre es tan crítico del liberalismo? MacIntyre dice básicamente lo siguiente: Que el Estado en realidad nunca es neutral respecto a concepciones del bien; inevitablemente tiende a favorecer algunas concepciones sobre otras; por ejemplo, la industrialización, la ideología del crecimiento económico, lo que llamaba el anarquista Edward Abbey la ideología de la célula del cáncer, y el consumo, etc. Y en realidad, el Estado neoliberal provee incentivos para que las personas conceptualicen la vida y vivan de tal manera que tienden a apoyar el modelo económico y político dominante. Para MacIntyre, el liberalismo, como está institucionalizado, precisamente debido a la deformación de la ética, que ha prohibido que las virtudes florezcan y que los ciudadanos puedan evaluar y criticar racionalmente el orden político liberal, se ha convertido en una oligarquía que excluye a la gran mayoría de la participación en la toma de decisiones y, lo más importante, en el establecimiento de los parámetros y supuestos dentro de los cuales las decisiones políticas y económicas se toman. Entonces, él dice que la burocratización del poder es una forma de legitimar los fines arbitrarios del Estado en nombre de la pericia y la eficiencia. Pensemos en cómo se toman todas las decisiones sobre desarrollo, o sea, los planes de desarrollo. Nosotros como ciudadanos, muchas veces, simplemente tenemos que aceptar esos parámetros; o sea, no podemos argumentar sobre las primeras premisas, los primeros principios; esa sería la crítica de MacIntyre. Tenemos que adaptarnos a unos parámetros éticos, normativos, y no podemos cuestionarlos. Tenemos que limitarnos a eso.
Que no hay consenso dentro del liberalismo sobre la forma racional de acordar, legitimar, e implementar las normas de convivencia y las justificaciones de políticas públicas, precisamente debido a la historia de la fragmentación y confusión de la ética que MacIntyre narra en “Tras la virtud”. Así que en realidad, la arquitectura del liberalismo es un conjunto de reglas y conceptos sacados de diferentes teorías de la tradición liberal desde Kant, pasando por el utilitarismo de Bentham, Mill y Hayek que son inconmensurables incluso entre sí; lo cual lleva a que haya la apariencia de procedimientos racionales, cuando en realidad se están imponiendo arbitrariamente unas respuestas y decisiones incoherentes. Que no hay foros adecuados para debatir sobre ética y política. El supuesto liberal de que es imposible determinar cuáles concepciones del bien son preferibles, para MacIntyre no es una verdad conceptual sino una afirmación basada en la observación empírica, y hasta el momento ningún concepto del bien, ninguna visión de la vida se ha reivindicado sobre las demás. Sin embargo, para MacIntyre esto no significa que no sea posible que algún concepto o visión de la vida logre algún día demostrar su superioridad racional y práctica. Obviamente, es una afirmación o argumento bastante problemático; pero es interesante lo que plantea. Para MacIntyre, el liberalismo lleva a la deformación del ser y la capacidad de este para actuar (la agencia moral). El ahistoricismo de la concepción del ser según el liberalismo, su abstracción basada en la insistencia de que lo único de importancia para ser un agente moral es su autonomía y habilidad de presentar sus intereses, y de escuchar y procesar los intereses de los demás, lleva a la institucionalización de la amnesia histórica y política, y por ende, a la protección del status quo. Bajo tal perspectiva, la historia no puede incidir en nuestras deliberaciones, en el presente, sobre lo justo. Eso es un correlato, él diría, del derecho de la prohibición de conceptos del bien en el debate público. Para MacIntyre, esto deforma la agencia moral y lleva a que los individuos modernos no se sientan como mínimo moralmente responsables por los acontecimientos del pasado, que indudablemente han incidido para bien y para mal en las opciones de vida disponibles para la generación de hoy. Entonces, MacIntyre dice: éste es el individualismo expresado por esos estadounidenses modernos que niegan cualquier responsabilidad 31
en relación con los efectos de la esclavitud sobre los estadounidenses negros cuando dicen “yo nunca he tenido ningún esclavo”.
¿Qué nos dice? Dice que la irracionalidad de la ética moderna conlleva a la irracionalidad de la política moderna de apego a los partidos políticos.
Yo creo que eso es interesante cuando pensamos el tema de la memoria histórica. ¿Cuál es nuestra responsabilidad histórica frente al pasado? Yo creo que hay una tendencia en el liberalismo a descartar el pasado Yo estuve en una marcha en Bogotá hace varios años. Hubo dos marchas, una en contra de las Farc y yo salí en la otra que era en contra del paramilitarismo. Recuerdo que yo estaba reunido con unos compañeros del movimiento de paz, y detrás de nosotros venía un grupo inmenso de sobrevivientes de la UP. Y el comentario dentro del grupo en el que yo me encontraba era: “mira, ellos están atrapados en el pasado; tenemos que dejar eso atrás”.
El Estado de Derecho y el debate parlamentario proveen simulacros de debate racional y gobernanza, pero para MacIntyre encubren la voluntad de poder de intereses colocados… Realmente hoy en día si miramos, por ejemplo, en Inglaterra, lo que se llama la política, allá es una broma.
O sea, hay esa tendencia; yo creo que eso es bastante fuerte no solamente aquí, sino también en Inglaterra. Margaret Thatcher quería que nosotros nos olvidáramos del pasado, de las luchas, de las luchas de los sindicatos, de las comunidades mineras. Entonces, yo creo que no se puede desvincular eso de lo que narra MacIntyre en cuanto a lo que ha afectado la coherencia de la ética. El Estado no puede ser utilizado para crear una comunidad política al estilo de los comunitaristas. El comunitarismo postula que una política del bien común se puede promover a través del Estado. Para MacIntyre eso no es posible, intentarlo sería peligroso. Kelvin Knight, que es la autoridad principal sobre la obra de MacIntyre en el mundo angloparlante, dice: “MacIntyre, como Marx, se refiere a la idea de ciudadanía como una máscara ideológica, usada por una institución que es estructuralmente incapaz de admitir sus ciudadanos al tipo de razonamiento compartido que sería necesario para la formación de un verdadero ‘propósito compartido’ y de una ‘comunidad política’. Entonces, eso es lo que diferencia a MacIntyre de Michael Sandel, de Michael Walzer y Amitai Etzioni, que son los comunitaristas que asumen la legitimidad del Estado, y cuyos análisis sociológicos yo creo que no son tan acertados como los análisis de MacIntyre y otros”. Para MacIntyre, entonces, la política moderna es una guerra civil continuada por otros medios, basada en la búsqueda de bienes “externos” y fines, deseos e intereses no cuestionados y/o que no pueden ser cuestionados racionalmente. 32
Hoy en día los partidos políticos expresan abiertamente que quieren obtener el poder; no se preocupan por la verdad ni la justicia de sus políticas. Entonces, el partido opositor, que no está en el poder, no se cuestiona que posiblemente eso se debe a que sus políticas son injustas o socialmente dañinas; más bien cuestiona sus estrategias, sus comunicaciones, su presentación. Asimismo, la incoherencia de la razón práctica moderna, el rechazo al concepto del bien común y de la política entendida como una búsqueda de la mejor forma de vivir, de la excelencia humana, hacen que sea imposible criticar los fines, deseos e intereses que persiguen los partidos políticos. Con tal que esos fines, deseos e intereses no infrinjan los derechos de los demás, y se adecuen a las normas y procedimientos del sistema, el juego sigue adelante. Entonces, MacIntyre dice que la política moderna gira alrededor de los bienes externos: poder, dinero, status; es la expresión de intereses y deseos individuales agregadoe. Según él, la política antigua se concebía al contrario, como una práctica en la que había estándares compartidos de valoración basados no en los bienes externos, sino en los bienes internos de las prácticas. Los bienes internos son bienes inmateriales, como los retos intelectuales, la creatividad, la búsqueda de la excelencia.
La importancia de las prácticas ¿Qué entiende MacIntyre por práctica? Porque eso es un punto muy importante para su argumento. Por práctica, él entiende “cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la misma mientras se intentan lograr los modelos de excelencia que le son apropiados a esa forma de actividad y la definen parcialmen-
te, con el resultado de que la capacidad humana de lograr la excelencia y los conceptos humanos de los fines y bienes que conlleva, se extiende sistemáticamente.” Básicamente, las prácticas requieren el disciplinamiento de los deseos y de la “autonomía” del individuo. Para MacIntyre, el ajedrez sería el modelo de una práctica en este sentido. Al participar en ella, en la práctica del ajedrez, yo debo aceptar las normas y reglas ya existentes para poder disfrutar los bienes internos que posibilita y las ventajas de disfrutar de la competencia del juego, de los retos intelectuales; no se trata de pensar en lo que me puede brindar si yo gano; es pensarlo como un fin en sí mismo, en ese sentido. Es decir, yo debo educar mi deseo. Entonces, si yo quiero criticar y modificar algo en la práctica del ajedrez, yo lo haré a la luz y en los términos de los estándares ya existentes; un tipo de crítica inmanente, podríamos decir; no con base en meros caprichos individuales. La práctica me provee con criterios objetivos para criticar y evaluar. Entonces, yo sí puedo criticar la práctica, pero no es con base en una postura arbitraria; eso es lo que le preocupa a MacIntyre. MacIntyre fue muy crítico después de la caída del Muro de Berlín; muchos exestalinistas salieron a criticar la Unión Soviética y las prácticas de Stalin, ¿pero con base en qué? O sea, simplemente cambiaron de lado; de pronto escogieron el discurso liberal de derechos humanos, y empezaron a criticar. MacIntyre escribió un artículo excelente sobre eso. Esa posición es, dice, en últimas arbitraria; es la expresión de una voluntad individual, que no tiene anclaje en ninguna práctica o discurso moral coherente; en últimas, es una crítica moral incoherente que se adecúa a la dinámica ideológica del momento. Eso se encuentra en muchos otros casos. Eso es interesante. Entonces, según MacIntyre, la política de la polis, la polis griega, era una práctica, o una metapráctica, en la que se organizaban las otras prácticas: los juegos, las artes, el teatro, etc., orientadas en torno al concepto del bien común y el telos; la política se entendía como la metapráctica cuyo objetivo era ordenar la vida social de las prácticas; la política entendid, de esta manera es, también, una búsqueda de lo bueno y lo mejor.
Una ética de la virtud
“el positivismo
jurídico y el escepticismo valorativo tienen el mismo origen: la desesperanza de poder obtener algún tipo de criterio a partir de formas de argumentación racionales. Ante la imposibilidad aparente de encontrar los verdaderos fundamentos de la moral, se impone cierto positivismo normativo, muy cercano a formas de dogmatismo desacreditadas por la modernización”.
Las prácticas requieren y desarrollan las virtudes, las cualidades de carácter que me permiten descubrir, y que parcialmente constituyen mi bien individual y el bien común. Pero él dice: la política moderna liberal no puede ser una política basada en una ética de la virtud; gira en torno a los bienes externos, y premia la adaptabilidad, la presentación, la astucia. Por ende, no debe sorprendernos que la política en Occidente sea corrupta, hipócrita y peligrosa. Entonces, sí; habría que hacer unos cambios estructurales importantes para que la política no nos diera personajes tan perversos, como un Tony Blair, por ejemplo, y muchos otros que se nos vienen a la cabeza. 33
Ahí hay un problema de formas de ser. No es solamente que no estén siguiendo las reglas; hay algo más perverso allí, y esa yo creo que es la relevancia de este tipo de ética, que se preocupa por nuestras cualidades como individuos y no solamente por las reglas.
Para MacIntyre,
el liberalismo, como está institucionalizado, precisamente debido a la deformación de la ética, que ha prohibido que las virtudes florezcan y que los ciudadanos puedan evaluar y criticar racionalmente el orden político liberal, se ha convertido en una oligarquía que excluye a la gran mayoría de la participación en la toma de decisiones y, lo más importante, en el establecimiento de los parámetros y supuestos dentro de los cuales las decisiones políticas y económicas se toman.
Eso es importante, porque ha habido nuevas corrientes del marxismo; en el Reino Unido ha habido un resurgimiento del pensamiento marxista. Para MacIntyre, el marxismo ha fracasado debido a su apego al Estado y a lo que él llama el ethos moderno. Dice que realmente el marxismo es como el espejo del liberalismo; en últimas, él criticaba a los marxistas por tener una ética según la cual el fin justifica los medios. MacIntyre, de hecho, predecía el debilitamiento del movimiento sindical, debido a que cada vez más reducían sus demandas en torno a mejores salarios y condiciones de trabajo dentro de los parámetros del capitalismo —bienes externos—. Pues, fíjense en lo que ha pasado con el movimiento sindical en Inglaterra; Inglaterra tenía el sindicato quizás más poderoso de Europa a comienzos de los 80, el sindicato de los mineros (National Union of Miners), que tenía una potencia, una fuerza impresionante. Y miren lo que pasó con Thatcher; Thatcher logró destruir ese movimiento. Y ahí es cuando hay una tensión en el pensamiento de MacIntyre. Los movimientos obreros en resistencia que fueron los últimos en rendirse fueron los mineros galeses. MacIntyre ha mostrado que las formas de solidaridad y sus formas de resistencia, solamente fueron posibles gracias a que ellos en parte entendían su vida comunitaria de esta forma; había prácticas sociales importantes. No sé, aquí en Colombia no se ve, pero el rugby es un deporte muy típico de Gales, y para MacIntyre el rugby es una práctica que desarrolla una serie de virtudes donde tú descubres tus valores, donde tú descubres la necesidad del otro y la necesidad de ciertas virtudes y principios de acción. También hubo otras prácticas. Gales tiene una fuerte tradición de coristas; ese es otro ejemplo de una práctica macIntyriana. MacIntyre da a entender que esas virtudes y esa forma de vida, orientadas más en torno no a los bienes externos, sino a los bienes de la comunidad y a los bienes internos, eran necesarias para la resistencia de esas comunidades. Pero ¿qué pasó? En últimas, fueron destruidas, o sea, la industria minera se acabó en Inglaterra por capricho de una política neoliberal. Entonces, eso nos hace pensar: ¿hay formas de resistir eso? MacIntyre dice que sí todavía; pero esas formas de resistencia son muy aisladas, se encuentran en lugares muy marginalizados. La pregunta es si las comunidades mineras británicas fueron aplastadas, ¿cómo esperar que las comunidades marginalizadas que resalta MacIntyre vayan a poder resistir el neoliberalismo y los Estados que lo imponen? Para mí, ese es el lado débil de la propuesta de MacIntyre. MacIntyre dice que los sindicatos en Inglaterra y en Estados Unidos se han ido reduciendo, han sido reducidos y esos individuos se han dejado seducir, por los bienes externos. Es un proceso complejo, pero eso es lo que ha pasado. MacIntyre dice lo siguiente:
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“As marxists organize and move toward a power they always do and have become weberians in substance, even if they remain marxists in rhetoric. For in our culture we know of no organized movement towards power which is not bureaucratic and managerial in mode.” Es una advertencia. MacIntyre piensa que la lógica de la política moderna hace que los movimientos masivos se olviden de las virtudes y de la consistencia ética. Obliga a los individuos a pensar en términos utilitaristas. Eso tiene eco, digamos, con esas críticas y ese debate sobre si era posible cambiar las sociedades sin tomar control del Estado… Hubo un sociólogo irlandés, John Holloway. Él estaba muy a favor de los zapatistas y decía que el camino no era tomar el poder. El camino de los zapatistas no era como que un grupo vanguardista tomara el poder. Yo creo que MacIntyre comparte un poco esa postura. Y la otra mirada era la de Tariq Ali, que decía que eso es para intelectuales de café. Fíjense —decía— en las diferencias de resultado entre el proceso bolivariano en Venezuela y lo que han hecho los zapatistas. Ahora bien, MacIntyre dice que es necesario establecer una base ética para nuestra actividad política. Entonces, él es crítico tanto de la derecha como de la izquierda. Para mí, es un pensador muy independiente. Pero simpatiza más con la izquierda que con la derecha. Pero dice que miren, fíjense en qué está la izquierda hoy en día. Había un partido político importantísimo en Inglaterra, muy pequeño, que se llama Socialist Workers Party (el partido de los trabajadores socialistas). Y ese partido efectivamente ya no existe; fue el 2003, cuando Inglaterra invadió a Irak, cuando decidió bombardear de una forma totalmente ilegítima, en mi opinión, a ese país, que surgió un movimiento social en contra de la guerra, un movimiento de paz; y uno de los componentes más importantes de ese movimiento fue el partido socialista obrero. Pero ese partido ya colapsó internamente por pugnas, por problemas de corrupción y falta de ética en torno a alegaciones en contra de un miembro de su comité central… todo lo de siempre. Y MacIntyre dice: “miren, es porque precisamente no hay un con-
cepto ético suficientemente fuerte como para apoyar la actividad política”. Se convierte en un asunto de que el fin justifica los medios, y esa es la crítica que yo he escuchado mucho también en relación con la izquierda y muchos sectores de la izquierda aquí.
Vivir sin el Estado Entonces, dice que la alternativa que necesitamos es una política de resistencia al Estado y otras formas de imposición, sean neoliberales o leninistas, basada en la búsqueda de un bien común, nutrida por las virtudes practicadas en comunidades más pequeñas. Bueno, suena a utopía, muchos dirán. Pues sí, necesitamos las utopías, yo creo, y hoy en día, con la política aplanadora del neoliberalismo y la crisis medioambiental necesitamos ya realmente cambiar nuestros supuestos; y es una invitación a pensar, vivir, sin el Estado. Pero MacIntyre no valora lo local en sí mismo. Entonces, él se defiende de esos ataques que dicen que es un romántico que quiere vivir en el pasado. Y dice —si me permiten de nuevo otra cita en inglés—: “It is a mistake to suppose that there is anything good about local community as such. Because without the virtues of just generosity and of shared deliberation, local communities are always open to corruption by narrowness, by complacency, by prejudice against outsiders, and by a whole range of other deformities, including those that arise from a cult of local community”. Muy acertado. Yo creo que en eso María Teresa Uribe, la gran socióloga colombiana, estaría de acuerdo. Pero hay diferencias interesantes entre lo que postula María Teresa Uribe con respecto a una ética para tiempos mejores, como ella lo decía, y los postulados de MacIntyre. Entonces, él no favorece lo local porque sí; no es una visión romántica, más bien es una visión crítica. Y hay otras visiones parecidas en Estados Unidos. Fíjense en las comunidades de los Amish Si uno mira su forma de vida, cómo viven, ve que son radicales; y no están destruyéndose en cuanto al medio ambiente. Pero si uno postula eso como ejemplo de vida a seguir en el debate intelectual liberal, profesional de hoy en día, se burlan de uno 35
por postular algo así. ¿Cómo así que vivir como ellos, nosotros tan sofisticados y tan urbanizados? Pero es que hay que mirar un poco más a fondo.
problema desde la perspectiva de MacIntyre es que tal teoría sufre de la fragmentación e inconmensurabilidad que narra en “Tras la virtud”.
Entonces, MacIntyre no es un amante de lo local porque sí.
Es interesante también pensar que nosotros, por ejemplo, diagnosticamos que hay grandes problemas con el Estado. Pensemos en la parapolítica, toda la corrupción, etc. O sea, hay graves problemas con todos los Estados. Pero ¿qué hacemos nosotros los científicos sociales? Hacemos recomendaciones para políticas públicas. O sea, asumimos un tipo de racionalidad pura con la que operan los políticos, y es que diagnosticamos ciertos problemas, pero en otro momento nosotros nos olvidamos de esos problemas y les presentamos a esos mismos gobernantes, cuyas patologías hemos diagnosticado; y decimos: “simplemente miren esto, impleméntenlo, por favor, y así será mejor el mundo”.
Metodologías positivistas MacIntyre dice que las metodologías positivistas en ciertas corrientes dominantes de las ciencias sociales imponen una visión reduccionista e ideológica del mundo social. Él dice que la ideología de la autoridad burocrática incorpora los supuestos de tal metodología, lo cual sirve para legitimar al Estado y sus políticas públicas. Él dice: “Methodology functions so as to communicate one very particular vision of the social world and one that obscures from view the fundamental levels of conceptualization, conflict, contestability and unpredictability as they constitute and operate in that world.” (Knight, The MacIntyre Reader, p. 64) Entonces, él critica la imbricación entre la academia y el Estado porque sirve para legitimar la manipulación de las personas en nombre de la pericia gerencial y la eficiencia. En el campo de los estudios de paz, hay una corriente positivista muy fuerte; entonces, analizan el mundo, lo dividen en categorías, y construyen las variables de una forma teórica que implica alguna postura ética en últimas, alguna valoración, alguna forma de conceptualizar la naturaleza humana. Entonces, hacen ese tipo de estudios y dicen, el ejemplo clásico sería: bueno, ¿por qué existe la insurgencia? ¿Por qué existen insurgentes en el mundo? Entonces, los “expertos” dicen: “ah, es por la codicia, no por la injusticia.” Pero lo hacen sin hacer trabajo de campo; lo pueden hacer con sus aparatos estadísticos y con la construcción de sus variables independientes. Y dicen que la razón por la cual las Farc surgieron es porque son actores que buscan maximizar su utilidad, o sea, que buscan enriquecerse; no tiene nada que ver por ejemplo con injusticia; es porque son actores que básicamente buscan su propio bien. Pero tal forma de conceptualizar a los insurgentes no solo es reduccionista sino que implica una teoría ética, una filosofía de la acción, que describe y explica su actuar. El 36
¿Pero por qué me van a escuchar a mí, si esos problemas son como MacIntyre dice que son? Mi recomendación para una política pública no es neutral; incorpora supuestos éticos e ideológicos. ¿Por qué me van a escuchar a mí y no a otro? ¿Cuál es la justificación? Quiero hablar de eso un poco más. Primero, la ética de las ciencias sociales: Guillermo Hoyos dice: “La razón práctica se incorpora en nuestros discursos de las ciencias sociales”. En eso está de acuerdo con MacIntyre. Hay una concepción ética; o sea, hay una teoría acerca de qué es lo que mueve a los actores sociales a la acción, y hay supuestos valorativos. Listo, de acuerdo. Pero yo discrepo de lo siguiente que dice Guillermo: “Los relatos de las ciencias sociales en general desarman los ánimos, relativizan las posiciones dogmáticas y autoritarias, contextualizan las tradiciones, motivan a la tolerancia y conducen al pluralismo; llevan a reconocer las diferencias”. Para mí es todo lo contrario, de hecho. No sé; depende de cómo uno lo mire. Les doy un ejemplo: En 2004, dos economistas colombianos que estaban en ese entonces trabajando en la Royal Holloway University, de la University of London, hicieron un análisis de los primeros 18 meses del gobierno de Uribe, y esos economistas —es interesante que fueran economistas— básicamente se dedicaron a analizar las dinámicas del conflicto armado; no se preocuparon tanto por los derechos humanos ni por
otras cosas; lo que les preocupaba era si había habido menos muertos en el conflicto. Construyeron una base de datos sobre los eventos bélicos en el conflicto, y utilizaron para sus propósitos la base de datos Noche y Niebla, del Cinep, que es una de las bases de datos más importantes de Colombia sobre la violencia política. Uno puede observar: bueno, esto pasó, equis actor fue involucrado… Entonces, hay un esquema clasificatorio, y el Cinep ha sido acusado de tener sesgos ideológicos. Estos economistas utilizaron los datos crudos del Cinep, y luego, además de aceptar simplemente esos datos crudos sobre las dinámicas del conflicto, ellos emplearon otra metodología, para verificar la veracidad y la limpieza de los datos, y declararon en el estudio que esos datos no tienen sesgo. Muy interesante. Entonces, siguieron con el análisis de las dinámicas del conflicto armado colombiano en los primeros 18 meses del gobierno de Álvaro Uribe, y llegaron a la conclusión, entonces, de que todo iba bien, era mejor. Entonces, las políticas de Uribe están llevando a que haya menos muertos. Eso, por ende, es algo bueno —juicio valorativo—, y tan seguros estaban de sus conclusiones, que escribieron una carta abierta en el periódico liberal más importante de Inglaterra, The Guardian, donde dijeron: “Nosotros hemos hecho un estudio científico, y nosotros le rogamos al gobierno británico enviarle apoyo al gobierno de Uribe”. Javier Giraldo, el sacerdote jesuita que es el arquitecto principal, intelectual, de la base de datos Noche y Niebla, en 2003, publica un libro —“Guerra o democracia”, yo creo que se llama— donde, al final, dice que la política de Uribe es peligrosísima; implicando que nadie debe acercársele a él; no deberíamos apoyarlo. Entonces, ahí tenemos ese problema: por un lado, unos economistas con sus metodologías y sus conclusiones decían que todo iba bien, que todo estaba mejor bajo el gobierno de Uribe, que apóyenlo, y por el otro, el autor principal de la base de datos, cuyos datos utilizaron esos economistas, llegó a una conclusión diametralmente opuesta. Entonces, ¿qué está pasando? Eso es algo interesante. Yo creo que tiene que ver con esa problemática de las dimensiones éticas, valorativas e ideológicas en las ciencias sociales.
No hay neutralidad Hay otra cosa que dice Guillermo que es interesante. En un foro sobre bioprospección, que quizás para otros es biopiratería, dice: “Es importante buscar el “moral point of view” —él utiliza el término en inglés, que dice que es una frase bella—, el punto de vista moral para que no prime el punto de vista económico”.
según MacIntyre, la
política de la polis, la polis griega, era una práctica, o una metapráctica, en la que se organizaban las otras prácticas: los juegos, las artes, el teatro, etc., orientadas en torno al concepto del bien común y el telos; la política se entendía como la metapráctica cuyo objetivo era ordenar la vida social de las prácticas; la política entendid, de esta manera es, también, una búsqueda de lo bueno y lo mejor.
Yo estoy de acuerdo, y MacIntyre estaría de acuerdo; si no que para MacIntyre no hay tal cosa como el moral point of view. Ese es el problema: ¿Cuál moral point of view? ¿Cuál punto de vista moral tiene más justificación? ¿Qué deberíamos hacer entonces frente a estos grandes problemas, o sea, a los transgénicos? Entonces, lo que ha pasado es que ya tenemos una cosa que se llama ética aplicada, y se ha fragmentado. 37
No hay una visión integral de la problemática, por las razones que MacIntyre diagnostica. Si miramos, por ejemplo, la situación de derechos humanos, vamos a ver que neutralidad no hay. Por ejemplo, e informe del “embrujo autoritario” —yo creo que salió también en 2004—, fue una crítica a toda la política de seguridad democrática de Uribe. Y tiene sus énfasis, tiene sus sesgos; pero igual los informes de Human Rights Watch. Cuando uno analiza estos últimos, uno ve un cambio en el discurso.
Para MacIntyre,
entonces, la política moderna es una guerra civil continuada por otros medios, basada en la búsqueda de bienes “externos” y fines, deseos e intereses no cuestionados y/o que no pueden ser cuestionados racionalmente.
Recuerdo que yo vine a Colombia la primera vez en el 97; pero casi decido no venir con base en un informe que sacó Human Rights Watch en el 96. No me acuerdo del título, pero era escalofriante. Básicamente decía que el Estado colombiano trabajaba de la mano de los paramilitares; tenía un discurso condenatorio contra el Estado colombiano. Pero, es interesante notar cómo han ido cambiando los discursos y los informes de Human Rights Watch pues ya son mucho más suaves; y van suavizándose por varias razones, una de las cuales, quizás la más importante, fue lo que ocurrió en Venezuela en el 98, con la llegada al poder de Hugo Chávez. Human Rights Watch empieza a cambiar su énfasis y, cuando uno lee sus informes, que dicen que utilizan métodos rigurosos, que es un tipo de ciencia, uno se da cuenta de los sesgos que tienen. Entonces, en este informe de “Aprenderás a no llorar”, se enfocan solamente en las Farc, hay un sesgo fuerte; y ¿por qué se justifica? Ellos han sido criticados también por su postura… Básicamente hay una puerta giratoria entre el Departamento de Estado de Estados Unidos y Human Rights Watch. Esa organización ha sido criticada por más de 100 antropólogos, sociólogos, politólogos estadounidenses, por toda la basura que ha publicado contra el gobierno de Chávez. Pero, dicen que lo hacen con métodos científicos, con base en investigaciones serias. Hay un problema entonces: ¿cuál interpretación de la situación de los derechos humanos debemos escuchar? ¿Cómo se puede justificar?
Los principios morales Iván Orozco publicó un libro interesante en 2005. Se llama “Sobre los límites de la conciencia humanitaria. De la paz y la justicia en América Latina”. El libro es muy provocador, muy interesante. Iván Orozco básicamente critica el movimiento de derechos humanos “Nunca más” por ser demasiado inflexibles en lo que exigían en relación con la justicia transicional. Entonces, Orozco decía que, el problema es que este grupo de derechos humanos tiene una epistemología moral platónica; ellos creen que los principios morales se descubren, que los principios morales se encuentran allí en algún ámbito objetivo, al cual podemos tener acceso. La realidad, dice Orozco, es que los principios morales son construcciones históricas contingentes. Él criticó fuertemente el movimiento y dice: “mira, los principios de la justicia transicional tienen que ser flexibles, tenemos que perdonarnos, 38
tenemos que hablar de reconciliación, etc. Mientras que “Nunca más” tenía una línea más dura, decía que había que castigar a los que habían incurrido en violaciones de derechos humanos, y crímenes de lesa humanidad. La pregunta es ¿cómo se podía justificar la postura de Orozco? ¿Cuál es el estatus de su posición? Es otro ejemplo de una posición arbitraria en últimas. Él dice que epistemológicamente los principios éticos no se descubren sino que se inventan. Bueno, digamos que es así. Entonces, podemos inventar cualquier cosa. Entonces, yo voy a inventar una política sobre la justicia transicional que va a favorecer a los paras, ¿sí? Para muchos eso es lo que hizo Uribe. Entonces, los principios morales son así y asá. Esa confusión ética, que precisamente ha diagnosticado MacIntyre, lleva a ese tipo de incoherencias. Una posición muy fuerte en contra de un grupo de derechos humanos y en contra de una política pública por la cual estaba abogando ese grupo, pero un silencio respecto a la justificación de su propia postura. Entonces, para mí ese fue un momento como revelador. ¿Qué está pasando aquí? Hay una relevancia de los problemas en filosofía moral para las ciencias sociales y para los análisis del conflicto, y las recomendaciones para políticas públicas. Y otra cosa interesante. Hay un economista —yo creo que de la Universidad de los Andes o de la Nacional, no me acuerdo—, Marco Rubio. Él fue muy crítico de Fals Borda y de Germán Guzmán, de Camilo Torres y de la gente de izquierda que criticaba al Estado. Entonces, él decía básicamente que había un prejuicio en ciertos estudios liderados o llevados a cabo por gente crítica del Estado, y dice que ellos han tenido un prejuicio en contra del Estado siempre, y que eso no es justificable. Dice Rubio: “Lo que este prejuicio refleja es la naturaleza esencialmente normativa de tales análisis, que parten de la premisa de que unos intereses son menos legítimos que otros”. Ese sí es el nudo del problema. ¿Cómo decidimos sobre cuáles son los intereses más válidos? Según MacIntyre, no estamos en posición de hacer eso. Entonces, lo que pasa es que eso se decide con base en el uso de la fuerza, o de la retórica o de la manipulación.
Los supuestos ¿Recuerdan este debate que ahora mencionaba? ¿Por qué existe la insurgencia, por qué ha surgido? Alrededor de 2000 empezó a circular la idea de que antes se miraba a los grupos insurgentes como actores colectivos con agravios, que habían surgido por la injusticia y por asuntos de pobreza, de violación de derechos, de represión, opresión, etc. Paul Collier, economista del Banco Mundial, hizo un estudio (Greed and grievance; economic agendas in civil wars) dentro de esas corrientes positivistas, de 60 guerras civiles alrededor del globo. Y básicamente lo que él hizo fue diseñar unas representaciones; las variables, digamos, eran representaciones de la realidad, eran lo que se llaman “proxies”. Para decidir si realmente era la injusticia la que movía, lo que generaba las insurgencias, o si era la codicia. Pero él operaba con un esquema teórico no neutral: el esquema de la elección racional. Simplificando, dice que los actores, o sea, los individuos, en el momento de elegir entre diferentes opciones, lo que hacemos es escoger la que más va a maximizar “nuestra utilidad”. Es un discurso económico; es una visión muy reduccionista del ser humano. Pero eso se desaparece de la vista en el estudio, ese es el supuesto; que cuando uno empieza a desentrañar el estudio, uno se encuentra ese supuesto, que es altamente cuestionable. Pero este se plantea en términos rigurosos, neutrales, de la ciencia social, con toda la pericia y todo el prestigio. Entonces, con base en esas construcciones —en últimas arbitrarias— llega a la conclusión de que, lo que explica el alzamiento de las insurgencias no es la pobreza, no es la desigualdad, no es la injusticia, no es la falta de democracia; sencillamente se debe a que son actores que buscan maximizar su utilidad; ellos son, en últimas, empresarios del crimen. ¿Y luego qué hace? Hace una recomendación para políticas públicas; y eso entra ahí en el discurso público; se legitima, y claro, gobiernos como el de Uribe estaban felices con eso. Entonces, no es una casualidad que empiece también a surgir eso de la “narcoguerrilla”, el “narcoterrorismo”, de que han perdido su ideología... O sea, hay algo de verdad en esas afirmaciones; pero cuando se convierten en generalizaciones, ese es el peligro. 39
Entonces, si miramos otro estudio, “Revolutionary social change in Colombia”, de James Brittain —que salió el 2013—, si no estoy mal, él tuvo una mirada totalmente distinta de las Farc y del surgimiento de ese grupo armado. Entonces, la pregunta es, ¿cómo decido yo? ¿Si vamos a hablar de educación, con cuáles criterios podemos decidir? ¿En ciencias sociales cuál lectura es la correcta? Y ésa sería la pregunta de MacIntyre. Otro ejemplo, también en 2004 —hubo muchas cosas que ocurrieron en 2004— salieron dos libros. En Estados Unidos, el periodista Geoff Simons, muy halagado nada menos que por Noam Chomsky —este historiador es serio, muy riguroso— sale con este libro: “Colombia, una historia brutal”. Y cuando uno lee ese libro, hay categorías, hay conceptos, como: liberación, opresión, lucha de clases, una historia sangrienta… y así por el estilo; es una mirada histórica muy particular. En el mismo año, salió otro libro histórico, de Eduardo Posada Carbó, historiador colombiano que creo que estudió en la Universidad de Oxford; o sea, es de la élite. Miren el título: “La nación soñada”. Es mucho más romántico. Y sus términos son diferentes; él no habla de lucha de clases, liberación, opresión… Más bien, lo que él dice es que Colombia tiene unas instituciones democráticas sólidas, unas tradiciones civiles… O sea, es muy interesante; no digo que se pueda desestimar fácilmente. El punto no es ese; el punto es la diferencia en las dos miradas… casi inconmensurables, uno diría y según MacIntyre. Entonces, ¿cómo podemos decidir cuál versión histórica es la correcta? Eso es cuando entra el asunto normativo, ético, valorativo. Para Posada Carbó (y otros) el Frente Nacional no fue un ataque, una limitación de la democracia, no fue una restricción de la democracia; sino que fue una condición necesaria para el desarrollo de la democracia. Pero, si usted habla con otros, dicen: “claro que el Frente Nacional es la razón por la cual surgieron algunos movimientos guerrilleros; por la restricción de la democracia”. Y el debate normativo, valorativo, también sigue con todo ese discurso alrededor de lo que se llamaban los factores objetivos o factores subjetivos de la guerra. Entonces, hay unos que dicen que “no, que 40
los factores objetivos no han existido; nunca han existido”. Eduardo Pizarro es partidario de eso; lo que hay son decisiones arbitrarias, subjetivas; así de sencillo. Y todo eso implica un aparato conceptual, epistemológico, valorativo, en últimas, que hay que desenredar, hay que mirar; porque si no, seguimos atrapados en la confusión. Y yo pienso que este debate sobre las causas es también muy importante; cuando lleguemos finalmente al posacuerdo necesitamos incluso entender qué es lo que causó este conflicto en primer lugar, para poder estar atentos a posibles brotes y reinicios de violencia. Esos discursos son importantes. Cuando alguien dice contundentemente “no hubo factores objetivos; solamente factores subjetivos”, ¿es verdad o no? ¿Cómo podemos saber? El exdirector del Cinep dijo que el papel de las ciencias sociales es desenredar los intereses que han causado la violencia en Colombia. Eso no puede ser un asunto neutral. Tenemos que identificar actores y responsables, y eso no puede ser un asunto neutral. Entonces, ¿cómo lo haríamos? Esa serío la cuestión.
Vacío cultural Creo que también en 2004 salió una publicación de unos filósofos colombianos sobre la filosofía y la crisis colombiana. ¿Qué es la crisis colombiana? A ver. Se ha hablado obviamente de la violencia y la degradación del conflicto, que eso es parte de la crisis. Y en el posconflicto la pregunta es cómo vamos a deslegitimar el uso de la violencia. ¿Es otro argumento moral inconmensurable? Como diría MacIntyre, ¿no tenemos forma de decidir sobre eso racionalmente? ¿Entonces qué? ¿Cómo podemos deslegitimarlo? Ese sería uno de los problemas. Parte de la crisis es lo que se ha llamado la anomia, el irrespeto por la ley y la atomización social. Hubo un estudio interesante, llevado a cabo por Antanas Mockus y Jimmy Corzo en uno de los barrios periféricos de Bogotá, sobre si los jóvenes de estos sectores de la ciudad acataban las normas, la ley; o sea, cuáles eran sus percepciones sobre la ley y la necesidad de obedecer la ley —Mockus siempre estaba a favor de que todos obedeciéramos la ley de manera incondicional, un poco autoritaria—.
Los resultados de su investigación empírica fueron interesantes a la luz de las tesis de MacIntyre. Ellos resumen los resultados de las percepciones de esos jóvenes en Bogotá. Dicen: Se podría afirmar que los miembros de cada uno de los tres grupos —habían dividido a los jóvenes en tres grupos: anómicos, semi-anómicos y cumplidores, según su tendencia a querer acatar las normas sociales y las leyes— “se sienten radicalmente gobernados por su conciencia; la ley es para los demás y a mí me guía sobre todo mi conciencia, resulta ser un buen balance de la ecología de interacciones, alianzas y justificaciones esbozadas”. Es muy interesante ese hallazgo. Ese encaja perfectamente con la tesis de MacIntyre, de que hoy en día no hay un referente común para nuestras decisiones éticas personales, ni colectivas. Entonces, ¿qué es lo que nos queda? Mi preferencia personal, que pareciera, lleva al relativismo, al todo vale. Y cuando miramos ciertos comportamientos en el país, es como que “realmente hay una crisis ética, pero no de la forma como hablaban los católicos en el siglo XIX”. Hay algo más preocupante. ¿Cuál es el otro elemento de esta crisis colombiana? La crisis de la legitimidad del Estado. María Teresa Uribe dice, en alguno de sus textos: “el Estado representa a la Nación y en ella reside su soberanía. Por ello, la legitimidad del Estado capitalista; es decir, el reconocimiento que la dominación moderna puede esperar, está definido en lo fundamental por la identidad nacional y por el consenso formado a propósito de los principios filosóficos que rigen el Estado de derecho.” Pero agrega: “Si la identidad nacional es débil, es decir, si se encuentra fracturada o constituida por una gran heterogeneidad sociocultural, más difícil será para el Estado ganar legitimidad”. Eso concuerda totalmente con el diagnóstico de MacIntyre. Según María Teresa Uribe, en Colombia la complejidad de la geografía del proceso de independencia, y la construcción del Estado, hizo que una conciencia nacional y un sentido de lo público, de la res pública no se lograra establecer de forma suficientemente fuerte para poder articular y unificar los diversos estamentos y clases sociales alrededor de un proyecto hegemónico.
cuando lleguemos
finalmente al posacuerdo necesitamos incluso entender qué es lo que causó este conflicto en primer lugar, para poder estar atentos a posibles brotes y reinicios de violencia.
En vez de los referentes de la modernidad como hilo conductor, por ejemplo, la relación abstracta ciudadano-Estado, derechos negativos, separación de la religión y la política, y un concepto más universal de identidad, predominaron, dice Uribe, los referentes locales y particularistas, mediados por los partidos políticos liberal y conservador. Entonces, para esta socióloga, debido a esto “se configuró un gran vacío ético y cultural que constituye el origen de la disgregación de nuestro actual tejido social”. Eso es en “Nación, ciudadano y soberano”. Es muy interesante ese diagnóstico. Entonces dice: “En lugar de ciudadanos, ese proceso creó copartidarios miembros de partidos, clientelas, clubes políticos” y otras organizaciones del mismo estilo. Entonces, para ella, se instauró una mentalidad sectaria y dogmática que, según varios analistas, ha permanecido en el imaginario social y político más allá del aparente fin del bipartidismo. 41
Entonces, quizás por eso, ese diagnóstico es la razón por la que no se lee a MacIntyre. Porque MacIntyre precisamente valora —no porque sí, como lo pudimos ver— valora lo local, los particularismos, esas redes más pequeñas, y según Uribe, eso ha sido parte del problema. Yo quiero, pues, debatir eso. Es bastante interesante. Entonces, la propuesta de Uribe para superar el problema ¿qué es lo que busca? Busca reconstruir la ética tras la acción comunicativa de Habermas. Más adelante voy a hacer una crítica a esa postura.
La imposición ética
... él critica la
imbricación entre la academia y el Estado porque sirve para legitimar la manipulación de las personas en nombre de la pericia gerencial y la eficiencia.
Otro elemento de la crisis colombiana es lo que se ha llamado la bancarrota de la cultura política y la imposición e inconmensurabilidad ética. Rodolfo Arango, en el texto “La filosofía y la crisis colombiana”, dice: “el problema es que un número apreciable de personas y de grupos sociales están persuadidos de la justicia de sus fines; por lo que no escatiman en la legitimidad de los medios empleados para alcanzarlos”. Es interesante. En su estudio clásico sobre la violencia en Colombia, Umaña Luna, Guzmán y Orlando Fals Borda dicen —su análisis del conflicto es interesante y encaja para mí con lo que dice MacIntyre—: “Los grupos o partidos enfrentados han concebido el poder como una herramienta para imponer sus respectivas utopías, utopías muchas veces excluyentes, como la que exigía por una parte la separación de la iglesia y el Estado versus la que imponía un Estado clerical, la que abogaba por la absoluta libertad de enseñanza y pensamiento versus la que requería la enseñanza y el pensamiento controlados.” Y agregan: “Dado que se vieron las incompatibilidades de esos valores y se comprobó que la única vía para imponerlos era a través del Estado, se sentaron las bases para el conflicto interpartidista. Y entonces siguen: “Con base en la evidencia colombiana, el conflicto puede entonces definirse como un proceso social que se desarrolla cuando dos o más partes tratan de imponer valores excluyentes en medio de la escasez de puestos y recursos, con el fin de influir en la conducta de los grupos, y determinar así la dirección del cambio social en esos grupos”. Pues, para mí ese es el diagnóstico de MacIntyre. Ese deseo de controlar la conducta del otro, de decir “yo sé qué necesita usted”, eso es muy leninista. Y esa sería una crítica a la actuación de las Farc. Yo recuerdo que en una de las revistas académicas más importantes del marxismo en Estados Unidos, The Journal of Peasant Studies, una científica social marxista criticó fuertemente al Consejo Regional Indígena de Cauca, del movimiento Nasa, del suroeste del país, porque según ella, ellos se preocupaban solamente por su propia comunidad, y ellos no sabían, no entendían, que el problema de su opresión era precisamente la estructura de poder nacional. Entonces, por eso ella le daba más razón a las Farc que al movimiento indígena. Decía básicamente que las Farc tienen el derecho a hacer su lucha armada, porque ellos han identificado —debido a cierta capacidad, cierto conocimiento experto que tienen— las causas de la opresión indígena. Es decir, es un tipo de imposición que utiliza el conocimiento científico social para justificarse. Es un fenómeno tanto de la izquierda como de la derecha.
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Lo que pasa es que aquí en Colombia, yo creo que el problema es que la izquierda veía que la derecha imponía su realidad en el marco de la guerra fría. O sea, Estados Unidos imponía su visión del mundo, con un discurso de derechos humanos y democracia, etc. Pero yo creo que hay algo problemático en la respuesta de algunos intelectuales colombianos. Fals Borda, que fue fundador de la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional en 1959, decía: “así como la burguesía hizo su revolución incluyendo su ciencia como elemento coadyuvante, podía deducirse que es posible configurar una contra-sociedad en la cual la clase social determinante sea aquella opuesta a la dominante —en este caso y por definición, el proletariado—; es entonces fácil concluir que el proletariado como clase también puede desarrollar e imponer su propio sistema de interpretación de la realidad; es decir, su propia ciencia”. O sea, la imposición en vez de la convicción. La idea de Fals Borda y otros científicos sociales comprometidos —para mí legítimamente—, era “bueno, no podemos persuadir a la clase dominante, no podemos persuadirla a través de la argumentación racional y la convicción, lo que hay que hacer es básicamente construir nuestra interpretación de la realidad, de nuestras necesidades, e imponérsela”. Pero, yo creo que eso es muy problemático, ¿no? Y ciertamente, desde un interés por la paz y la no violencia, eso es muy problemático. Ahí es cuando yo veo mucha relevancia de la filosofía de MacIntyre. Camilo Torres decía en 1964: “Es posible que en Colombia se estén gestando dos subculturas cada vez más disímiles, independientes y antagónicas; cada una —básicamente las élites y el proletariado, quería decir— tiene sistemas de valores, de conducta y de actitudes diferentes que comienzan a ser antagónicas y entre los cuales se está cerrando toda comunicación posible”. O sea, si vamos a hablar de una comunicación entre visiones inconmensurables de la vida, ¿cómo vamos a hacerlo?
¿qué entendemos por paz? y ¿cómo justificamos una visión de paz sobre otra? Hay mucho lugar común liberal, la paz liberal. ¿Podemos cuestionar realmente el modelo neoliberal? ¿Eso es parte de la visión de la paz? Pues, para mí es claro que el Gobierno quiere la paz neoliberal. Entonces, la preocupación es por una posible pacificación del país en vez de una verdadera construcción de la paz. Yo entrevisté el otro día a dos indígenas de la comunidad Nasa. Esas comunidades han tenido muchos roces con las Farc; pero expresaron su preocupación por el retiro de las Farc, lo cual me sorprendió, porque también las han criticado y han buscado sacarlas, lo mismo que a otros —entre ellos el Ejército— de sus territorios. Ellos dos me dijeron que estaban preocupados porque, en efecto, las Farc han representado un tipo de barrera para la explotación de las multinacionales, según su visión. Es muy interesante que dos indígenas hayan dicho eso, o sea, sobre esas preocupaciones respecto al posconflicto. Entonces, uno debería seguir adelante pero yo sería muy crítico y muy escéptico frente a las posibilidades de construir la paz. Yo creería que quizás vamos a ver más bien la pacificación de luchas sociales, habiéndose legitimado el gobierno colombiano ante los ojos de la mal llamada “comunidad internacional”. Vamos a ver problemas graves.
Las soluciones de analistas Ahora, estas son las soluciones según varios analistas que quiero mirar con ojo crítico: Construir un Estado liberal fuerte. Como hemos visto, para María Teresa Uribe y otros, el problema principal es la falta de legitimidad del Estado central y, por ende, la solución radica en tratar de construir un mínimo de consenso respecto al proyecto de construcción de Estado.
La crisis colombiana hoy en día, creo, ha crecido en desigualdades, corrupción y profundización del neoliberalismo.
Entonces, en vez de los consensos locales, mediados por el clientelismo y formas tradicionales de sociedad y comunidad, hay que hacer un tipo de pedagogía ciudadana basada en principios éticos universales, y buscar espacios participativos para entablar debates entre ciudadanos.
¿Hay paz en Centroamérica? Yo creo que hay un problema con ese discurso de paz; es lo que MacIntyre llamaría un concepto esencialmente debatible;
Uribe y otros, creo, abogan por la construcción del Estado porque creen que al construir consenso sobre la legitimidad del Estado central, podemos su43
perar la violencia generada por concepciones parroquiales del bien y el choque de intereses particularistas. Entonces, en el contexto del posacuerdo y el posconflicto, tal hipótesis recobra importancia.
Según María Teresa
Uribe, en Colombia la complejidad de la geografía del proceso de independencia, y la construcción del Estado, hizo que una conciencia nacional y un sentido de lo público, de la res pública no se lograra establecer de forma suficientemente fuerte para poder articular y unificar los diversos estamentos y clases sociales alrededor de un proyecto hegemónico.
Dice Uribe: “cuanto más logren superar los proyectos políticos, las particularidades expresadas en las identidades de lo vivido e integrarlas en la conciencia de lo nacional, mayores serán las posibilidades de la legitimación del Estado, de controlar los conflictos y de disminuir las distintas manifestaciones de la violencia”. Es una visión bastante fuerte. O sea, la construcción del Estado va a reducir la violencia en últimas. Para otros, es precisamente el Estado y el pensar nuestras relaciones sociales a la luz del Estado, lo que genera los problemas y los conflictos. Entonces, yo creo que hay algo de verdad en los importantes análisis de Uribe y otros. Sin embargo, para mí han llevado a mirar el problema principalmente como uno de la falta de la culminación del proyecto modernizador y de la construcción del Estado moderno. Mi tesis es que la obsesión por el Estado en Colombia, principalmente en la ciencia política y los análisis del conflicto armado, y la opinión ampliamente compartida de que —citando a Gustavo Duncan, por ejemplo—, dice él, “la creación del Estado moderno liberal es hoy la única opción viable”, yo creo que se debe a una mirada idealizada de los Estados supuestamente “civilizados” europeos y norteamericanos. Yo creo que desde aquí miramos a los Estados “civilizados” como si fueran panaceas de consenso y diálogo racional y abierto; pero nada más lejos de la verdad. Simplemente tienen esos Estados la gran ventaja de haber engañado al público por varios siglos más que en Colombia y el resto de Latinoamérica, y de haber enterrado a las víctimas de la construcción del Estado hace ya tantos años, que la amnesia histórica, la manipulación y el lavado de cerebro dan la falsa impresión de su racionalidad, legitimidad y superioridad. Entonces yo creo que ahí hay un problema con eso. ¿Cuál es la otra solución? Educación en “valores” para la sociedad civil. Guillermo Hoyos dice: “Para reconstruir la sociedad hay que rediseñar un tipo de educación que forme inclusive bajo el fuego y en tiempos de guerra, ciudadanos pluralistas capaces de comprometerse con el bien común desde una concepción de lo público íntimamente relacionado con lo privado”. Pero, como hemos visto, para MacIntyre, ¿cuál bien común? ¿Quién lo va a definir? y ¿la educación para qué? ¿Para qué tipo de sociedad? Es en últimas un juicio de valor muy fuerte. ¿Vamos a inculcar los valores anticapitalistas? No creo. ¿En las cátedras de paz vamos a abogar por una democracia directa participativa? ¿Vamos a inculcar los valores anarquistas? O sea, sin tener ese debate de fondo, estamos hablando palabras vacías. Y yo creo que estamos apoyando simplemente un sistema; creo que muchos vamos a compartir la crítica
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del sistema educativo, no solamente aquí en Colombia sino también en otros lados. ¿Para qué es la educación? Y Hoyos habla de la educación. Él dice que hay que cumplir con el objetivo principal de la educación; como si hubiera un objetivo principal de la educación. Eso depende del contexto social. O sea, la educación no es un asunto abstracto; es para un modelo de sociedad muy particular. ¿Qué otro elemento hay? Diálogo participativo basado en la ética comunicativa. María Teresa Uribe dice que una ética para tiempos mejores —es el título de un libro publicado sobre el tema— será una en la que nos dejemos “seducir por la argumentación del otro, donde la única fuerza coactiva sería la fuerza de la argumentación, la fuerza con la que el otro me convenza; donde yo cedo parte de mis intereses y de mis anhelos, en tanto que reconozco los intereses y los anhelos del otro”. Pero yo digo que eso es sociológicamente imposible, sin hablar de todo el diagnóstico de MacIntyre. ¿Cómo vamos a convencernos sobre diferentes formas de vida, tomando en cuenta este diagnóstico? Y, si hemos sido condicionados por el clientelismo, por la corrupción, etc., ¿cómo podemos esperar tener debates tan abstractos y tan formalistas? ¿En qué espacios vamos a tener esos debates? Una última cita, en inglés, pero es importante. MacIntyre dice, según el marco liberal de moralidad, de ética: “Detachment from and disinterestedness towards all social particularity and positivity is … a defining mark of morality. It follows that morality can be formulated and understood independently of any considerations which arise from highly specific forms of social structure. Ignorance of sociology and history will not be a defect in the student of morality as such.” (MacIntyre, Does applied ethics rest on a mistake?, 1984, p. 498). Eso para mí es muy interesante. O sea, la ignorancia de la sociología y de la historia no será un defecto en el estudiante de ética como tal. ¿Por qué eso es interesante? En ese libro sobre la filosofía de la crisis colombiana, la filósofa Ángela Uribe Botero hace una reconstrucción, un tipo de modelo de argumentación habermasiana. Ella toma el conflicto entre los indígenas U’wa, el Estado colombiano y la petrolera Occidental (Oxy Petroleum); y los U’wa no quieren la incursión de la explotación en sus territorios.
“Los grupos o partidos enfrentados han concebido el poder como una herramienta para imponer sus respectivas utopías, utopías muchas veces excluyentes, como la que exigía por una parte la separación de la iglesia y el Estado versus la que imponía un Estado clerical, la que abogaba por la absoluta libertad de enseñanza y pensamiento versus la que requería la enseñanza y el pensamiento controlados.”
Entonces, es muy interesante la propuesta de Ángela Uribe, que dice: “¿Cómo vamos a resolver este conflicto?”. En su modelo, Habermas se imagina como señalando a los U’wa que la idea de la discusión es llegar a un acuerdo que sea el mejor para todos y que no proteja intereses particulares y privilegiados. Entonces, cuando el portavoz de los U’wa responde a esto mediante la elaboración de una narrativa histórica de la injusticia contra su pueblo, el Habermas imaginado replica: “Lo que dice no me parece un buen punto de partida si queremos tener éxito. En nuestro intento por sentar las reglas de juego para que tenga lugar un acuerdo justo, no es pertinen45
te que usted exhiba el memorial de agravios que viene con la historia de las relaciones de poder entre las comunidades indígenas y los gobiernos en América Latina. Le propongo entonces que se perciba usted mismo como parte constitutiva de las instituciones públicas”. Para mí, ya es un caso probado. Eso es neutralidad según la interpretación de un filósofo de la acción comunicativa, Habermas. “No. Usted no puede hablar de la historia. Olvídese de eso. Eso no es relevante para decidir sobre lo justo actualmente. Tenemos que abstraernos más; y usted, además, tiene que percibirse como un componente integral de las instituciones públicas”. O sea, muy ideologizado, ¿no? Muy preocupante, yo diría. Y otra solución: Construir una cultura de paz que defienda los derechos humanos. Suena bonito; pero, ¿qué entendemos por eso? Y yo diría que hay que tener sospecha de muchas cosas que dicen las Naciones Unidas. O sea, son recetas, de que esos son sus derechos… Eso sería muy bonito, pero se abstraen de la realidad y de los problemas filosóficos que hemos mirado. Y finalmente, muy fuerte esto:
*Paul Anthony Chambers es coordinador de la Maestría en Derechos Humanos y Cultura de Paz, y de la Especialización en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali.
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Fortalecimiento de la ley y el aparato jurídico. Obviamente, eso va de la mano de, y asume, la legitimidad del Estado; y no se pregunta, digamos, por la legitimidad de la ley. Hay una cosa que yo encontré en una sentencia de la Corte Constitucional. Entonces, mi pregunta es: ¿la Constitución será neutral frente a concepciones del bien realmente? Dice: “en efecto, el capital extranjero en nuestro país interviene activamente en vastos sectores de su economía, finanzas, industria, comercio, etc., lo cual sin lugar a equívocos, trae grandes beneficios para el país y particularmente para las empresas nacionales, en cuanto colabora decididamente con su crecimiento, desarrollo y expansión”. O sea, la neutralidad, digamos, del Estado, y la Constitución, y todo eso, es muy cuestionable. Entonces, para concluir. La conclusión que he tratado de argumentar y de demostrar es que la filosofía moral de MacIntyre es sugestiva como clave interpretativa, para entender las raíces de los conflictos valorativos y del conflicto colombiano, y que brinda ideas provocadoras para pensar los retos de la paz y el posconflicto. Muchas gracias.
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Por: Deicy Hurtado Galeano Investigadora principal John Fredy Bedoya Marulanda Coinvestigador Xamara Mesa Betancur Joven investigadora Instituto de Estudios Políticos
¿Confiamos en el gobierno universitario? Un análisis de las percepciones sobre el gobierno de la Universidad de Antioquia
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n los estudios sobre cultura política, además de analizar los conocimientos, actitudes y comportamientos políticos de los individuos, resulta de vital importancia conocer cómo son evaluadas las instituciones y los gobernantes por parte de los ciudadanos, es decir, qué percepciones han construido sobre su actuación y qué tanta legitimidad le confieren a sus decisiones. En la investigación Reconstrucción de universos políticos universitarios. Un estudio basado en el enfoque dimensional de la cultura política, esta es una de las dimensiones exploradas y sus resultados pueden contribuir al debate político que la reciente coyuntura de la Universidad ha abierto sobre el gobierno universitario. Un punto de partida básico es qué entender por gobierno universitario. Para esto la ciencia política ofrece una definición sucinta que puede aplicarse a este caso: gobierno es la capacidad de guiar y orientar la vida en común y de ejercer el poder. Si bien se ha planteado que esta capacidad es propia de los Estados y de las ciudades, hay autores como Robert Dahl (1993) que insisten en que se presenta y se puede estudiar en otro tipo de asociaciones —llámense grupos, empresas, universidades—, es decir, en estos micro espacios políticos también es importante indagar por la forma de gobierno existente, su conveniencia y deseabilidad. Además de esa definición básica, es necesario entender quiénes son los actores y cuáles son las estructuras que configuran el gobierno universitario, así como las relaciones de poder que estos tejen. Finalmente, también cobran relevancia las percepciones que sobre dicha actuación
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construyen los diversos actores universitarios —estudiantes, profesores, empleados—. Los datos que a continuación se presentan se focalizan, justamente, en las percepciones que la comunidad universitaria tiene sobre el gobierno de la Universidad, entendido como ese espacio donde convergen Consejo Superior Universitario (CSU), Consejo Académico (CA) y el Rector. Para esto, se usaron específicamente los grados de confiabilidad que expresan profesores, estudiantes y empleados sobre quienes ejercen la función de gobierno, los mecanismos institucionales y formales para la elección de autoridades —por ejemplo, el Rector— y los actores a quienes se les concibe como clave en la resolución de problemas comunes.
Estos resultados, más que certezas, abren múltiples preguntas sobre las orientaciones de la población universitaria en relación con los diferentes componentes del gobierno. Por ejemplo, sería válido preguntarse si este efecto se debe a un cuestionamiento generalizado de los individuos hacia cualquier forma de representación y de gobierno, tal como se viene constatando también en los sondeos internacionales y nacionales de cultura política —un efecto de contaminación— y que algunos teóricos han nombrado como el declive de la representación política y del reconocimiento de la autoridad por parte de los ciudadanos (Cheresky, 2012); o puede ser que este resultado, sumado al constante reclamo de inclusión,
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Ante la pregunta ¿confiamos en el gobierstos resultados, más que certezas, abren no universitario?, y al inmúltiples preguntas sobre las orientaciones de dagar por la percepción la población universitaria en relación con los que tienen los actores universitarios sobre las diferentes componentes del gobierno. Por ejemplo, instituciones de gobiersería válido preguntarse si este efecto se debe a un no universitario, uno de cuestionamiento generalizado de los individuos los resultados que sorprende es la poca conhacia cualquier forma de representación y de fianza que manifiestan gobierno, tal como se viene constatando también en el Consejo Superior en los sondeos internacionales y nacionales de Universitario, en el Consejo Académico y en el cultura política —un efecto de contaminación— Rector, pues menos del y que algunos teóricos han nombrado como 50% de los entrevistados el declive de la representación política y del confía en ellos (véase gráfico 1). Este resultado reconocimiento de la autoridad por parte puede comprenderse de los ciudadanos (Cheresky, 2012); como un detrimento de la legitimidad de las decisiones provenientes de los diversos órganos, que evidencia la necesidad de cambios en los procedipuede obedecer a diversas circunstancias: falta de mientos para la conformación de las estructuras de conocimiento sobre su funcionamiento, composirepresentación y de gobierno, que aun cuando se ción y procesos para la toma de decisiones; la ausenreconoce su capacidad de acción e involucramiento cia de canales de comunicación entre el gobierno y en los asuntos políticos —tal como se muestra más los actores universitarios; el distanciamiento existenadelante—, son estructuras que han dejado demate entre los órganos y la comunidad universitaria. Sin siadas voces por fuera del debate y de la incidencia embargo, las instancias de gobierno no son las únicas en la toma de decisiones, y que reclaman ser recomal libradas en este ejercicio, también algunas organocidas como portadoras de intereses y perspectivas nizaciones representativas de los estamentos univerválidas y pertinentes para ser debatidos en el espacio sitarios son vistas con recelo por parte de la mayoría público universitario. (véase gráfico 1). de entrevistados —entre ellas, las organizaciones y colectivos estudiantiles, las de empleados no docenLas percepciones sobre la confianza en los órgates y las de jubilados—. nos de gobierno se comprenden mejor cuando se 49
cruza con el conocimiento que estudiantes, profesores y empleados tienen sobre los mismos y los referentes con que los ligan. Por ejemplo, al preguntar sobre quién preside el Consejo Superior Universitario, el 29,2% respondió que el Gobernador de Antioquia, que ejerce como su presidente; por su parte, el 28,6% respondió que Mauricio Alviar —el Rector— es quien gobierna la Universidad. Pese a esto, llama la atención los encuestados que señalan que la Universidad es gobernada por agentes externos, tanto institucionales (Gobierno nacional 3,6%, Gobernador de Antioquia 7,4%, políticos 0,4%), como privados (empresarios 1,6%, capuchos 0,7%). Cifras que ponen en entredicho lo que algunos medios de comunicación —internos y externos— plantean: que la Universidad es gobernada por actores externos. Si bien es cierto que fue baja la confianza en los órganos de gobierno y se presentó un conocimiento relativo sobre quienes ejercen esta función, el 86% de los universitarios otorgaron gran importancia a la elección de autoridades del gobierno. Esto sugiere que, dado el tamaño y la complejidad del demos universitario, mecanismos como la elección de autoridades y la representación cuentan con legitimidad; no obstante, las que sí parecen estar profundamente cuestionadas son las formas tradicionales para lograr conformar dichas instancias de representación, pues cerca del 60% se inclinó por la elección del rector con la participación directa de estudiantes, profesores y empleados, mientras que la designación por parte del CSU no alcanzó el 3%. En otras palabras, la comunidad universitaria estaría haciendo un evidente reclamo por una mayor inclusión de actores a la hora de elegir a quien rige los destinos de la Universidad (véase gráfico 2).
Gráfico 1. ¿Qué tan confiable son para usted…? (muy confiable)
Fuente: tomado de Hurtado, Rojas y Zapata (2015).
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Ahora conviene analizar la percepción que tiene la comunidad universitaria sobre el grado de involucramiento de los actores y órganos de gobierno en la reflexión y búsqueda de soluciones a los problemas de la Universidad. En efecto, estudiantes, profesores y CA fueron considerados como los más involucrados (79%, 74% y 72%, respectivamente); disminuyó levemente respecto a otros actores como el Rector, el CSU, los jefes de departamento y los decanos (69%, 68%, 62%, respectivamente); mientras que cayó aún más cuando de los empleados administrativos se trataba (53%). Algo que permite matizar lo que hasta ahora se ha presentado es la percepción sobre los mecanismos idóneos para la resolución de problemas comunes en la Universidad, pues entre quienes admiten haber tramitado problemas comunes, existe un evidente reconocimiento de los mecanismos formales e institucionales como la vía expedita para hacerlo: 22% eleva solicitudes y peticiones ante la dependencia correspondiente; 21% acude a las autoridades universitarias; 24% participan en asambleas estamentales. De hecho, la apelación a otros mecanismos informales o directos es mucho menor: participación en manifestaciones, marchas y protestas (17%); asistencia a reuniones y conformación de mesas de trabajo (14%), uso de medios virtuales (9%); ocupación de espacios de la Universidad (7%); acudir a asociaciones y agremiaciones (5%). Finalmente, los medios violentos no constituyen para los universitarios mecanismos expeditos para resolver problemas comunes, ya que no alcanza al 1%. Estos resultados muestran que las vías institucionales fueron las preferidas por los estamentos y que el desacuerdo se centra en a quiénes se incluye o se excluye en el trámite de los problemas comunes y en la toma de decisiones.
Gráfico 2. En la elección de rector, ¿qué considera como lo más conveniente para la universidad?
Fuente: tomado de Hurtado, Rojas y Zapata (2015).
En efecto, al indagar por lo que requiere la Unilos órganos de gobierno (46%); muy probablemenversidad para ser un espacio democrático, el 43% de te esto también indica que esa mayor confianza en los entrevistados planteó que los diversos estamenquienes constituyen la esencia de la relación ensetos deben ser incluidos en la toma de decisiones. En ñanza-aprendizaje y de la comunidad académica, es concreto, refirieron asuntos como: abrir o propiciar lo que hace urgente repensar los mecanismos para espacios y mecanismos de participación; permitir la su inclusión en los procesos democráticos: informavotación de todos los estamentos en la elección de ción, deliberación y decisión. directivas y en la toma de decisiones; mejorar el diáEn todo caso, lo que estudiantes, profesores y adlogo y la comunicación entre los estamentos; generar ministrativos expresan es el reto de pensar la Uniconfianza entre los miembros de la Universidad; resversidad como un espacio político democrático en peto y tolerancia hacia los demás; garantizar la libre el que la comunidad política se ve a sí misma con expresión y las ideas de otros; mejorar la informala capacidad y la responsabilidad de participar en ción y los canales de comunicación. Este resultado, la construcción de su propio orden y en la orientasumado al 13,1% de los encuestados que piensa que urge una inalmente, los medios violentos no constituyen para mayor participación y compromiso de los los universitarios mecanismos expeditos para resolver estamentos, y a que problemas comunes, ya que no alcanza al 1%. Estos solo el 3,4% de los uniresultados muestran que las vías institucionales versitarios expresara la necesidad de cambiar fueron las preferidas por los estamentos y que el la estructura de repredesacuerdo se centra en a quiénes se incluye o se sentación, es lo que excluye en el trámite de los problemas permite argumentar que en la Universidad comunes y en la toma de decisiones. de Antioquia existe una mayor predisposición a profundizar la democracia participativa y delición del destino de la institución. Se trata de actoberativa, con la transformación de las estructuras de res universitarios que legitiman los procedimientos gobierno representativas. institucionales para la tramitación de los problemas y para la elección de autoridades académicas, pero En síntesis, los resultados de esta investigación pomantienen las distancias necesarias frente a quienes nen en evidencia que el rumbo y la búsqueda de ejercen el poder y las decisiones que toman. Paresoluciones a los problemas de la Universidad no es ce constatarse una deslegitimación de la democracia percibida por los entrevistados como una tarea de basada en la representación indirecta —autoridades competencia exclusiva de los órganos de gobierno, designadas— y que estaría en ciernes una suerte de menos si se trata de los unipersonales; por el conretorno a la autonomía y a la autorrepresentación trario, es una tarea en la que están y deberían seguir como características de una democracia universitaria comprometidos actores clave de la vida universitaque, parafraseando a algunos autores, se encuentra ria como los estudiantes y los profesores. Tal vez por en estado de mutación (Cheresky, 2012) o de metaeso los universitarios encuestados expresaron mayor morfosis (Manin, 1995). confianza en profesores y estudiantes (70%) que en
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Referencias bibliográficas Cheresky, Isidoro. (2012). Mutación democrática: otras ciudadanías, otras representaciones. En: ¿Qué democracia en América Latina?
(pp. 23-54). Buenos Aires: Clacso, Prometeo. Dahl, Robert. (1961). Who governs? Democracy and power in an american city. New Haven: Yale University.
Hurtado, Deicy; Rojas, Didiher y Zapata, Olga. (2015). Caracterización y análisis del gobierno universitario. El caso de la Universidad de Antioquia. Medellín: Instituto
de Estudios Políticos, Oficina de Desarrollo Institucional, Universidad de Antioquia. Manin, Bernard. (1995). Los principios del gobierno representativo. Madrid: Alianza.
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¿Cómo se refrendará la paz? La cátedra pública de formación ciudadana Héctor Abad Gómez, que promueve la Rectoría, la Facultad de Medicina y la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia tuvo como invitada en abril de 2016 a Bernardita Pérez Restrepo, abogada constitucionalista, conjuez de la Corte Constitucional y profesora de la Alma Máter, quien disertó a cerca de los mecanismos de refrendación de los acuerdos derivados de los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, en La Habana. DEBATES reproduce apartes de la intervención.
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reo que la ocasión para la cátedra de formación ciudadana que se ocupe sobre el proceso de paz es decididamente importante para todos. Así que el tema venía de manera extraordinaria y con un cariño muy entrañable para la cátedra de formación Héctor Abad Gómez. Me voy a referir al tema de la siguiente manera: En primer lugar, voy a hablar de dos antecedentes importantes, que es necesario tener en cuenta para que podamos hablar del proceso de paz. En segundo lugar, me voy a referir al significado que tiene y que hay que decir y recabar bien, acerca de haberse sentado
en una mesa de diálogos con la guerrilla de las Farc. En tercer lugar, a los acuerdos allí plasmados de manera muy sintética. Para referirnos finalmente a la refrendación: qué significa, qué alcance tiene, qué es lo que vamos a refrendar, porqué hay que refrendarlo, y el futuro sobre esta refrendación. Para después darle lugar al público a que participe, llene esta discusión de ideas, de aportes, de inquietudes, y también de incertidumbres; porque de eso también se trata.
Sociedad civil y Estado Estamos muy próximos a cumplir 200 años de independencia, de haber dejado de ser colonia española; y creo que en estos casi 200 años, que estamos 53
a tres de celebrar semejante efeméride de libertad, no hemos logrado construir la paz. Son 200 años de historia política, de guerras, violencias y, prácticamente, ausencia de Estado; lo que por supuesto nos preocupa muchísimo para el futuro, pero también la necesidad de saber que eso hace parte de nuestra realidad política para que pensemos firmemente en la construcción de una sociedad civil y de un Estado. Mencioné que era necesario tener en cuenta dos episodios históricos de manera muy especial, del siglo XX, y que son necesarios para poder entender lo que hoy está sucediendo. Me voy a referir en primer lugar al proceso de la violencia en Colombia que concluyó con el plebiscito de 1957.
Por cierto, para ese plebiscito, la población femenina fue más alta que la masculina: 1’817.000 mujeres, en diciembre del 57, votaron afirmativamente ese plebiscito. Era un plebiscito por la paz, por acabar la violencia política en Colombia, un acuerdo liberal-conservador, que se suponía que daría final a esta violencia fratricida de los años 40 y 50. Es muy importante resaltar en el plebiscito lo siguiente: El plebiscito acordó, es decir, los ciudadanos votaron en el artículo 13 de dicho plebiscito, de manera específica, que nunca más la ciudadanía volvería a participar en un proyecto de reforma a la Constitución. Un absurdo total, y yo creo que esto estuvo mal, políticamente reprochable. ¿Cómo acordar la ciudadanía que queda amordazada para el futuro?
Cuando se suscitó el problema denominado la violencia en Colombia —fue un nombre que acuñó muy especialmente quien hizo una obra maravillosa sobre esto, el sociólogo Orlando Fals Borda—, y llegamos al momento histórico del plebiscito, donde hubo un acuerdo entre el partido liberal y conservador causante de la violencia bipartidista, una violencia política porque procedía de un debate político entre ideales, ideologías, liberales y conservadoras, respectivamente.
Este problema signó la política del país posteriormente; de un lado, ese acuerdo de auto-mordaza por el pueblo y, en segundo lugar, el acuerdo bipartidista liberal-conservador de que en el ámbito de lo público y en lo político sólo obtendrían participación y ocupación de cargos públicos los liberales y conservadores, por cuotas políticas, por mitades, durante 16 años, y posteriormente, de manera indefinida, el partido que ganara las elecciones le daría participación política equitativa al otro.
Hubo un momento de acuerdo que se llevó a un plebiscito ciudadano, en el que por cierto las mujeres tuvimos históricamente la primera oportunidad política de participación, tras haber obtenido el voto ciudadano en 1954.
Entonces, éste fue un acuerdo político excluyente, y precisamente ese momento histórico coincide con la creación de las Farc, de los movimientos en general de izquierda en el país, que venían teniendo en ese momento gran auge en Latinoamérica. Perdieron
Son 200 años de historia política, de guerras,
violencias y, prácticamente, ausencia de Estado; lo que por supuesto nos preocupa muchísimo para el futuro, pero también la necesidad de saber que eso hace parte de nuestra realidad política para que pensemos firmemente en la construcción de una sociedad civil y de un Estado.
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oportunidad de participación política, fueron silenciados por el acuerdo del plebiscito y, entonces, de manera muy lamentable para lo que ha sido nuestra historia, para lo que nos ha tocado vivir a todos los acá presentes, se constituyeron en un grupo insurgente al margen de la ley; con todas las violencias dramáticas que han causado en la historia de los casi 60 años. Este momento del plebiscito es muy importante en este doble sentido que manifesté. De un lado, porque, como les he dicho, fue un acuerdo para que nunca más participara el pueblo políticamente… Absurdo; hoy lo leemos y nos parece increíble que esto haya sucedido. Y en segundo lugar, la exclusión a los demás. La Constitución del 91, que es el otro momento que quiero resaltar, inició con un proceso que se llamó de séptima papeleta, que surgió precisamente porque estaba prohibido que el pueblo opinara para la reforma constitucional. Entonces, se propició un movimiento denominado constituyente. Ese proceso constituyente, y quiero hacer mucho énfasis en este punto de asamblea constituyente porque las Farc han entendido con vehemencia hasta hoy que ese es su único punto de vista en torno a cómo refrendar la paz. Entonces, quiero mencionar lo que pasó con nuestra Asamblea Constituyente del 91.
Asamblea constituyente del 91 Esa asamblea empezó con una séptima papeleta en abril del año 90, de unos movimientos estudiantiles; empezó con las universidades de La Sabana y del Rosario; luego se unieron Los Andes, la Nacional, la de Antioquia, es decir, universidades importantes del país. Pero ese movimiento muy rápidamente fue filtrado por el narcotráfico, por Pablo Escobar Gaviria; y es algo que no podemos dejar de mencionar porque él tuvo mucho qué ver con la convocatoria a la constituyente. Él financió la séptima papeleta bajo la condición de que se incluyera en los debates constituyentes la no extradición. Eso es algo que los estudiosos ya de este tema histórico, de hace 25 años precisamente, no podemos dejar de mencionar porque hace parte de nuestra realidad política. Ese proceso constituyente fue controlado por el gobierno de turno. Recordemos todas las tragedias políticas del año 89 y 90, la masacre a movimientos políticos, a candidatos presidenciales; y entonces, era
el momento de la candidatura presidencial de César Gaviria, que conjuntamente con el Gobierno hicieron una especie de alianza de contener esa constituyente. Eso también hace parte de nuestra historia, que no la hemos contado debidamente; pero tendremos que hacerlo: el Gobierno trató de limitar esa asamblea constituyente; porque por supuesto, una asamblea constituyente es verdad que inicia un proceso político pero nunca se sabe dónde va a terminar. Se contuvo la asamblea constituyente, se intentó limitar, se estableció un temario, se convocó a unas elecciones de constituyentes, se establecieron unos requisitos muy rigurosos para ser constituyente, pero la Corte Suprema de Justicia de entonces, en octubre del año 90, desamordazó esa asamblea. Es decir, ante la limitante que había puesto el Gobierno y el recién elegido presidente, César Gaviria, la Corte Suprema de Justicia, en octubre del año 90, dijo: “esa asamblea no tiene límites de temario, ninguno; el Gobierno no lo podía establecer. Y en segundo lugar, para ser miembro de esa asamblea constituyente, no es requisito tener altos cargos en el Estado ni tener una larga experiencia profesional y pública; basta ser ciudadano”. Cuando elegimos esa asamblea constituyente, en diciembre, nos dimos cuenta de que quedó conformada de una manera muy plural, de un modo muy interesante. Miren, lo que empezó muy limitado terminó siendo un verdadero proceso constituyente: 70 delegados; el partido liberal y el partido conservador no lograron obtener mayoría; el M-19, que recién había hecho dejación de armas y había hecho un pacto con el Gobierno; el EPL también; el EPL participó con voz pero sin voto, y el M-19 tuvo un importante número de curules en esa asamblea. Eso significó que no pudo haber una coalición mayoritaria entre liberales y conservadores; de ahí que el resultado de esa asamblea haya sido bastante interesante, una constitución que tiene unas bases políticas ideales. Es decir, casi que un proyecto constitucional, una utopía política, casi que para ángeles. Es una constitución que garantiza el pluralismo político, el reconocimiento a todos los individuos que habitamos el país, sin discriminación por el origen, la raza, el sexo, la orientación sexual, ideológica, filosófica, de religión. 55
Una constitución que reconoce el multiculturalismo, una constitución que obliga al reconocimiento de la igualdad de trato, y le impone al Estado el deber de actuar para garantizar la igualdad, una constitución que establece la libertad económica con límites en pro del Estado social de Derecho, y una constitución que se compromete con la paz y dice “la paz es un derecho pero es un deber de obligatorio cumplimiento”. Esas son las voces por ejemplo del artículo 22.
Después, una voz contradictora que dijo “no hubo paz; fue una farsa real” —como efectivamente lo fue—, entonces, lo que hay es que eliminarlas, hay que hacer la guerra frontal a las Farc; y tuvimos dos períodos presidenciales en esta línea.
Una constitución que dice que el Estado tiene el deber de asegurar una finalidad de justicia social, es decir, la utopía política está en la Constitución; no necesitamos hacer otro pacto político, porque creo que en condiciones más ideales que los que ella establece, casi que ninguna constitución del mundo lo tiene.
Recordemos un poco el año 2012, cuando el presidente manifestó su inicio de diálogos de paz. En ese momento, hubo mayoritariamente un consenso ciudadano, no manifestado en las urnas, pero a través de los medios de comunicación, una gran apología: “ah, está bien. Ya vimos que no los derrotamos; sentémonos a dialogar con ellos”, e inició otra discusión: “está bien, dialoguemos”.
Ahora bien, ustedes dirán ¿y por qué a 25 años de haber realizado este pacto político, no se ha materializado?
Voluntad ciudadana Las normas mandan, ordenan, pero las normas por sí solas no transforman la sociedad; se necesita voluntad política ciudadana, y esta voluntad no se ha materializado. En los últimos 25 años, con estos mensajes de paz, de solidaridad, de Estado social, de vigencia de un orden justo, son todavía utopías, no realizadas; lo que esperaríamos es que efectivamente podamos empezar a materializarlas. Las normas entonces del mandato constitucional del 91 no se han cumplido, y porque no se han cumplido no es que haya que cambiarlas; lo que hay es que realizar acciones efectivas para su cumplimiento. La pregunta es ¿estos diálogos de paz podrían ser una de esas voces, de esas voluntades políticas para el cumplimiento de estos fines estatales?
Diálogos de paz Frente a los diálogos de paz tenemos que decir varias cosas. Las políticas públicas gubernamentales, después de la vigencia de la Constitución del 91, han sido muy visibles. De hecho, leemos hasta en las caricaturas que las Farc han elegido todos los presidentes desde la Constitución del 91. De alguna manera, sí. Recordemos el caso Pastrana. Se tomó la foto con Tirofijo; y entonces con voces de paz y acuerdos con las Farc, elegido presidente. 56
La guerra no terminó. Viene otro gobierno que devuelve esa idea guerrerista, y dice “hay necesidad de diálogos de paz”.
Pero la pregunta que se quedó ahí, y a la que no le dimos satisfactoria respuesta, es ¿cómo dialogamos? ¿En condiciones de igualdad con las Farc? ¿O los sentamos a dialogar, los obligamos a dialogar? ¿O los hacemos rendir? Porque las voces fueron distintas. Sin embargo, leyendo prensa, opinión, de la época en que estos diálogos iniciaron, hubo voces disidentes, y la voz más fuerte fue el Centro Democrático, que siempre manifestó: “lo que tenemos es que rendirlos, o a lo sumo hacer algo parecido a la Ley de Justicia y Paz”, que fue un acto de rendición de los paramilitares; y aceptar una justicia de transición, pero una justicia punitiva penal. En estos diálogos de paz no se le ha dicho con claridad a la opinión pública, no se le dijo ni entonces ni hoy, y creo que es el tema central en cuanto a la refrendación, cómo dialogamos con las Farc. Cuando nos sentamos a dialogar con otro, ¿en qué condiciones estamos dialogando? ¿En condición de pares? ¿O en condición de sujeción de una de las partes que se sienta a negociar? Yo creo que este es el asunto central y es el que hoy tiene profundas disidencias; porque las voces no fueron claras, no han sido claras hasta hoy, y entonces hay un profundo desconcierto en la ciudadanía. Yo creo que los diálogos, y es lo primero que tenemos que aceptar y que debe ser así, son en condiciones de igualdad; es decir, el Estado reconoció que no fue capaz de derrotar a las Farc y las Farc, que no fueron capaces de asaltar al Estado y, por tanto, tomarse el Gobierno.
Entonces, también nos tenemos que bajar de ese gran optimismo
que tenemos, en que vamos a hacer la paz en Colombia; vamos a terminar quizá, siendo muy optimistas y contando con que sí, que las dos partes van a ser fieles a lo acordado, se va a hacer dejación de armas, se va a hacer reinserción social, se va a hacer control al proceso de paz, en fin, en el mejor de los escenarios, vamos a terminar una de las guerras que tenemos; pero no es la paz, es una de las paces. Pero, que sin un proyecto político bilateral para el futuro de este grupo insurgente, que tanta violencia ha suscitado en el país, sin un proyecto bilateral en condición de iguales, no tendríamos una visión clara del mundo político para los ciudadanos en Colombia. Y creo que lo que nos quieren preguntar para refrendar la paz, o lo que debemos tener claridad, es que no se dialoga con las Farc en condiciones de desigualdad, sino que el Estado hace una especie de rendición y las Farc también. Ahora bien, ¿hacer la paz con las Farc es hacer la paz, así con artículo definido? No. Creo que es otro punto central en el que tenemos que decir “esa no es la paz; es una de las paces que es necesario hacer en Colombia; pero no es la paz”. Entonces, también nos tenemos que bajar de ese gran optimismo que tenemos, en que vamos a hacer la paz en Colombia; vamos a terminar quizá, siendo muy optimistas y contando con que sí, que las dos partes van a ser fieles a lo acordado, se va a hacer dejación de armas, se va a hacer reinserción social, se va a hacer control al proceso de paz, en fin, en el mejor de los escenarios, vamos a terminar una de las guerras que tenemos; pero no es la paz, es una de las paces. Hay otros grupos, también insurgentes. En buena hora, ya esta semana el Eln ha dicho que también quiere hacer un proceso de paz que, con toda seguridad, con esta experiencia, será un proceso más expedito. Son muchas las otras paces que tenemos que hacer. En Colombia hay muchas violencias, violencias provocadas por la desigualdad social, por la discriminación que hacemos a los demás, por el repudio al no incluir a otros en la vida social, por la desigualdad de oportunidades que tenemos los ciudadanos colom-
bianos; pero también por la corrupción cohonestada y propiciada desde la misma institucionalidad estatal. La corrupción es uno de nuestros grandes males, el narcotráfico… En fin, son muchas violencias y, por tanto, son muchas las paces que tenemos que hacer; una de ellas es la paz con las Farc. Leí en la prensa con mucha sorpresa la carta que envió el excomisionado de paz del gobierno de Uribe al Centro Democrático diciéndole “alinéense en el proceso de paz; es necesario para la Colombia del futuro, el proceso de paz”. Es decir, en lo fundamental, todos estamos de acuerdo con la paz con las Farc; en lo que no estamos de acuerdo es en el qué y en el cómo, y esos son los acuerdos necesarios que hay que realizar. Entonces, de un lado quiero dejar como sentado de manera muy clara que ni la paz con las Farc es la paz en Colombia sino apenas una de las paces, y que los diálogos con las Farc se han establecido. Y si al presidente se lo preguntáramos y lo obligáramos a contestar, y que no nos saliera por la tangente: ¿usted cómo se sentó a negociar con las Farc? ¿Bajo el entendido de que son iguales en un diálogo? Tendría que decir sí. Esto nos asusta, pero es una realidad que tenemos que entender para que este proceso avance.
Temas de los acuerdos Es muy importante mencionar ahora los temas que las Farc y el Estado entendieron que eran necesarios para que avanzara un proceso de paz entre ellos. Yo los invito a que abran la página web, le pregunten al señor Google simplemente “temas de acuerdo con las Farc”, y ustedes encuentran un documento manuscrito allí, de cuatro páginas, donde las Farc 57
y el Estado dicen cuáles son los temas que ellos entienden que son necesarios para hacer una paz entre los dos. Y quiero recordarlos para que entremos al tema de la refrendación y entonces podamos discutirlo. Primer tema, desarrollo agrario integral. Este tema tiene unos subtemas que de ninguna manera constituyen —para que no existan preocupaciones sobre esto— un régimen comunitario de propiedad privada o expropiación de la propiedad privada. El proyecto que hay allí, que parece que es uno de los temas más avanzados, el desarrollo agrario integral, está delimitado por asuntos de participación de los campesinos en la propiedad privada; pero de ninguna manera constituyen una expropiación a la propiedad privada en Colombia. Otro tema es la participación política. No está referido a la participación política exclusiva de las Farc; sino cómo ya incluir en la participación política, cómo elevar mecanismos de participación política, para que los ciudadanos, todos los ciudadanos, podamos acceder efectivamente a la participación política. Los que estamos hoy aquí reunidos hacemos participación política; esto es un acto de ellos. Pero, la mayoría de nuestros ciudadanos, no es que no les importe, sino que no pueden acceder a la participación política. Piensen ustedes en el campesino que ordeña cinco vacas al día, en la mañana y en la tarde; ni siquiera el día de elecciones puede salir a votar, porque tiene que ordeñar sus vacas. En Estados como el suizo o el francés, el Estado regula esta participación durante varios días, y subsidia a los ciudadanos para que puedan salir a participar. Se trata de instaurar mecanismos de participación efectiva. El otro tema es la solución al problema de las drogas ilícitas. El tema que está planteado entre el Gobierno y las Farc sobre la solución a las drogas ilícitas es cómo las Farc van a aceptar dejar de producir. Hicieron una especie de acto de reconocimiento de que ellos se volvieron narcotraficantes. Esto es una realidad. ¿Cómo salir del narcotráfico? ¿Cómo regular el tema en Colombia de las drogas ilícitas? 58
Y los otros dos temas básicos son: ¿cómo se finaliza el conflicto? y el último punto, que es el que nos concierne, ¿cómo se implementa, se refrenda y se verifica el proceso de paz? Entonces, si ustedes lo advierten, muy brevemente, los temas con los que las Farc y el Estado se sintieron cómodos en la negociación, que entienden, que son los temas de fin del conflicto Farc y Estado: es el tema agrario, el tema de las drogas ilícitas y la participación ciudadana. En síntesis, esos fueron los temas elegidos para la finalización de este conflicto entre las Farc y el Estado. ¿Por qué el tema de la refrendación resulta tan importante? En primer lugar, porque esperamos que en algún momento el presidente Santos sí sea serio y cumpla lo que le prometió a la ciudadanía: “no haré la paz de manera definitiva sin oír a la ciudadanía colombiana”. Eso nos dijo desde la primera vez que él se expresó en torno al proceso de paz. Yo quiero que los ciudadanos refrenden la paz; pero en la mesa de diálogos con las Farc, definió específicamente este último punto que está en la mesa hoy de La Habana: implementación, verificación y refrendación.
Refrendación El que nos concierne es la refrendación porque el Estado, unilateralmente, sin acordarlo con las Farc, ha hecho tres actos jurídicos en torno a la refrendación. El primero fue una reforma constitucional que se llama Marco jurídico para la paz. Ese marco jurídico para la paz está referido a la justicia de transición; es decir, cómo las Farc van a hacer inclusión política y social, cómo incluirlos, cómo ajusticiarlos, por decirlo de manera coloquial. ¿Deben ajusticiarse? ¿Deben, como decimos también coloquialmente, pagar por los actos realizados? Se hizo una reforma constitucional que se llama Marco jurídico para la paz, que se tramitó en este mismo año 2012 y que la Corte Constitucional refrendó, bajo el entendido de que los crímenes de lesa humanidad no podían perdonarse sin ninguna contribución; es decir, dejó sentadas las bases para una justicia especial de transición con límites, establecidos hoy básicamente por el Derecho Internacional Humanitario.
Después, el Gobierno tramitó una ley de referendos por la paz; esa ley tuvo una importantísima decisión de la Corte Constitucional también, pero la ley no ha sido sancionada por el Gobierno. Y finalmente, hoy está en la Corte Constitucional el proyecto de ley estatutaria en torno al plebiscito por la paz, donde se baja el umbral para la participación y para votar la paz. Y quiero aquí tocar el punto central. ¿Qué es lo que se pretende refrendar? ¿Los acuerdos de paz de La Habana? ¿Es decir, los cinco puntos centrales acordados que están en diálogo con las Farc, o el acuerdo de paz? No está claro, no nos han dicho a los ciudadanos realmente qué es lo que se pretende refrendar. En el proyecto de ley de plebiscito dicen que son los acuerdos, lo que quiere decir que el acuerdo de paz —y pongo acento en el acuerdo de paz— no necesita refrendación. ¿Está legitimado? Yo no creo que esté legitimado; creo que ése es el punto más controversial. Los acuerdos. Una ley de plebiscito o de referendo por mandato constitucional, por orden constitucional —y en esto no cayó en cuenta el Gobierno—, la Constitución exige que cuando al pueblo se le consulte el referendo o plebiscito, hay que darle la oportunidad al ciudadano de que elija qué temas acuerda y en qué temas está en desacuerdo. Y el acuerdo en La Habana dice específicamente “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.
Entonces, si la ley de plebiscito pretende consultar separadamente los temas, obtendremos consensos y disensos, y por tanto, si nada está acordado hasta que todo esté acordado, pues no habrá acuerdo de paz. Yo creo que la forma jurídica, las leyes, son un instrumento, las leyes no son la paz. Las leyes no son la paz. Pues la Constitución decretó la paz como un derecho y como un deber, y eso fue hace 25 años; ahora en julio va a ser 25 años. Entonces, la ley no es el acuerdo de paz; la ley es un instrumento, el derecho es un instrumento social de organización, de civilidad, pero no es ni la civilidad misma, ni los acuerdos de paz. O sea, el derecho está en función de la paz, pero no es la paz misma. De suerte que el derecho tampoco puede entorpecer el proceso de paz. Esto es muy importante; porque ahora por decisiones propiamente jurídicas, leyes o sentencias de la Corte, no se nos puede decir que la paz no es posible. Pues, esto sería una total ridiculez, es absurdo políticamente. Entonces, la ley simplemente tiene que facilitar y darle legitimidad en torno a la civilidad de estos acuerdos. De suerte que el proyecto de refrendación, que es el que tanto hoy nos preocupa y que la verdad es muy importante, es un proceso de refrendación, en lo fundamental, sobre el acuerdo de paz; y yo creo que es bajo el entendido de que nos sentamos a negociar con las Farc en condiciones de igualdad.
Yo creo que la forma jurídica, las leyes, son un
instrumento, las leyes no son la paz. Las leyes no son la paz. Pues la Constitución decretó la paz como un derecho y como un deber, y eso fue hace 25 años; ahora en julio va a ser 25 años. Entonces, la ley no es el acuerdo de paz; la ley es un instrumento... 59
Porque el Estado ni las pudo derrotar ni las Farc pudieron derrotar al Estado, y hay que terminar esa guerra e iniciar un proceso de reconciliación, que es apenas, como he dicho, uno de los procesos de reconciliación que se hace necesario hacer.
Sujetarnos a la posibilidad —yo personalmente lo veo así—, de una asamblea constituyente que puede tardar años en su ejecución, es vivir una zona de penumbra inmensamente larga y muy dañina políticamente.
Fundamentalmente es esto; porque esos acuerdos que contendrán un documento extensísimo, de difícil comprensión para los ciudadanos, pues no lo podemos llevar a la refrendación al detalle, porque nos tendrían que preguntar separadamente con qué puntos estamos o no en acuerdo y en disenso.
¿Para qué —diría yo— una asamblea constituyente para hacer una nueva constitución si tenemos unos fundamentos constitucionales inmensamente valiosos, de alto contenido ciudadano, de participación ciudadana?
El Gobierno ha propuesto el plebiscito. Ése es el último instrumento que ha presentado. Pero, hay que decir aquí otro asunto que enrarece el panorama. Las Farc han dicho desde el principio que la única forma de refrendación que ellos ven posible, una única forma, es una asamblea constituyente. Esto ¿qué significa? Que el Gobierno ha actuado unilateralmente proponiendo mecanismos de refrendación, pero que ahora en la mesa de La Habana lo tendrá que acordar con las Farc. El Gobierno no quiere marcharle a una asamblea constituyente. Una asamblea constituyente es compleja, muy prolongada en el tiempo, tiene muchas dificultades políticas, por el ejemplo que ya puse, porque una asamblea constituyente se sabe dónde inicia el proceso pero nunca se sabe dónde termina. Entonces, es un proceso político de altísima complejidad política, social, de grandes efectos económicos, de un gran impacto nacional e internacional. Quiero poner este ejemplo no más: Cuando Pablo Escobar financió la séptima papeleta, y obtuvo que la constituyente le aprobara la no extradición, a los cuatro años Estados Unidos nos impuso volver a instaurar la extradición. ¿Con esto qué quiero decir? Que es que este proceso también necesita el reconocimiento internacional. No estamos solos en el mundo; vivimos un mundo hoy globalizado, donde también es necesario que todos los demás interlocutores del ámbito internacional refrenden y reconozcan este proceso.
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Quizá hay que hacer unos ajustes a la institucionalidad, y los mecanismos están para hacerlo. Pueden acordarse, inclusive en la mesa de La Habana; pueden acordarse en la mesa con el Eln, pero pueden acordarse también en otros ámbitos en los que es necesario celebrar un proceso de paz, como he dicho, de muchas paces que tenemos que hacer. Y quiero concluir con un ejemplo que hay en la agenda pública hoy: Vivian Morales acaba de recoger 2 millones 800 mil firmas para promover una reforma constitucional para prohibir constitucionalmente la adopción por parejas del mismo sexo. Yo le quiero preguntar a Vivian —para concluir con esto— si eso es un acto de paz. Con prescindencia de lo que pensemos individualmente sobre este tema, que no es fácil; pero esto manda también un mensaje de exclusión a aquellas personas que tienen una opción sexual diferente. No es propiamente un acto de paz. Yo creo que es necesario hacer paces con todos aquellos que hemos excluido históricamente en nuestra sociedad colombiana y que son efectivamente fuentes de violencia. Entonces, esto lo que comporta es tomarnos en serio un proceso de paz, uno de éstos; las paces son muchas, la paz es plural y, por tanto, son muchas las formas de hacer proceso de paz. Hoy nos convocaba hablar de proceso de paz con las Farc; pero no podemos dejar de lado y fundamentalmente, que necesitamos hacer muchísimas paces para que podamos un día tener paz. Muchas gracias.
Justicia transicional y derecho penal internacional
En marzo de 2016 el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia organizó el “Simposio internacional sobre justicia transicional y derecho penal internacional”, a propósito de los diálogos de paz que adelantan el gobierno nacional de Colombia y las Farc en La Habana, Cuba. DEBATES reproduce apartes de las intervenciones de los profesores invitados al simposio, Kai Ambos, John Zuluaga, Gabriel Ignacio Londoño y Francisco Cortés.
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Justicia transicional y derecho penal internacional
El acuerdo sobre las víctimas* Por Kai Ambos**
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o que quiero hacer es hablar un poco sobre el acuerdo de víctimas, el último, el número cuatro de la mesa de negociación; un documento de sesentaitrés páginas. Y lo primero que uno tiene que entender es que este es un acuerdo que no existe en otro país. Con todo lo que se puede decir en términos de críticas de negociación, el hecho de que se haya llegado a un acuerdo en el tema más delicado, o sea, justicia —porque se ha mal llamado acuerdo de víctimas cuando en realidad trata de la justicia— es un resultado positivo. Si ustedes recuerdan, había dudas sobre si las Farc iban a aceptar ciertos temas que se tocan en el acuerdo, y hace cuatro o cinco años nadie habría pensado que se llegaría a este momento. Yo creo que estos procesos de negociación, en Colombia y en otros países, tienen que ponerse en contexto histórico. Desde esa perspectiva, para un extranjero es un gran éxito, un inmenso logro. Por eso existe un apoyo internacional muy grande al proceso. El apoyo doméstico no tanto. Es decir, hay una contradicción entre la falta de apoyo doméstico y el apoyo internacional. Como saben, el Gobierno ha logrado una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dando el aval al proceso, lo cual ya en sí es un gran logro por parte de la diplomacia colombiana. Teniendo en cuenta sobre todo que en el Consejo, con sus quince miembros y sus cinco permanentes, casi nunca se ponen de acuerdo. Con todos los conflictos que tenemos hoy —Siria, Afganistán, Irak, Ucrania—, hay siempre vetos de Rusia, China o Estados Unidos, pero el hecho de que el Consejo sin mucha discusión haya votado unánimemente, es de resaltar. Este es un punto importante e interesante para nuestra discusión. ¿Cómo se explica —y les pregunto como un alemán que desconoce la realidad de Colombia— que exista tanto apoyo internacional a la negociación, pero internamente haya una oposición tan grande? Esto es difícil de entender para un extranjero. En estos días salió algo sobre el proceso de paz en Colombia en el New York Times y las palabras eran “ese proceso será modelo”, y si leen editoriales internacionales verán que todo el mundo es muy positivo. En cambio vemos la realidad en Colombia y encontramos dudas, problemas, temas como la refrendación, detalles. Lo indudable es que existe una diferencia entre la visión colombiana y la visión internacional. Seguramente acá, internamente, la gente de Antioquia tiene una visión diferente a la de Putumayo; la de Santander
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Justicia transicional y derecho penal internacional
difiere de la de Bogotá; las ciudades verán el proceso diferente al campo y viceversa. En Colombia existe una cierta tendencia a dos temas de interés: acuerdo penal internacional (Estados Unidos, narcotráfico, extradición) y penas. (…) El acuerdo de sesentaitrés páginas no es solo penas. Es un texto que habla también de un sistema integral de justicia transicional y de justicia y paz. El acuerdo es muy pretencioso en decir que lo que se va a crear es un sistema. O sea, no es sólo decir “cómo vamos a tratar al secretariado de las Farc, ¿pena o no pena?, ¿qué duración tendrían que pagar?”. No, se dice es sistema integral que tiene varios componentes como la famosa jurisdicción, que nadie sabe cómo se va a crear, ni cuántos jueces va a haber en total, ni cómo se van a elegir. Otro componente es la Comisión de la Verdad, una unidad de investigación que ni el propio Fiscal sabe cuál sería el papel de la Fiscalía en esta comisión. ¿Se utilizarán los estamentos actuales de la Fiscalía para investigar y suministrar información? ¿O habrá una nueva unidad? Y en caso de sí, ¿de dónde vendría? Es imposible pensar, desde lo estructural, que se va a crear algo nuevo más allá de la jurisdicción especial. Esta misma jurisdicción especial es algo que no existe en estos momentos. Es básicamente crear de ceros algo. Este crear algo totalmente nuevo es algo que diferencia este proceso de los anteriores, que básicamente usaban lo que había. Es una jurisdicción especial que innova, en el sentido de que Colombia permite magistrados internacionales; claro, son una minoría, solo cuatro frente a dieciséis colombianos. En algo como esto estamos en la piedra de toque del acuerdo. Eso sí, se pueden escribir muchas cosas en papel, pero la implementación del acuerdo será su verdadera prueba. Un tema que no ha sido definido ni por el Ministro de Justicia, ni por el Fiscal, ni por el Presidente, ni por nadie, es el de la elección de los magistrados. Y esos magistrados no van a trabajar solos en ese tribunal. Tendrán todo un equipo de asistentes, como la Corte Constitucional o como la Corte Suprema de Justicia… La Comisión de la Verdad era una vieja demanda de los organismos de derechos humanos en Colombia. En procesos anteriores nunca hubo una comisión de este tipo. Existían comisiones históricas, comisiones de investigación, pero un organismo por la verdad está ahora en este acuerdo. Aquí también existe la pregunta sobre quiénes serán los integrantes de esta comisión de verdad. Todos ustedes como sociedad civil tienen una responsabilidad, tendrían que exigir que este proceso de selección debe ser transparente y tiene que ser imparcial. Hay algunos criterios en el mismo acuerdo: imparcialidad y autoridad de los jueces. Pero ustedes saben, mejor que yo, que estos criterios de pueden debilitar en los procesos de selección. Yo creo que aquí la sociedad civil tiene la gran responsabilidad de no aceptar que la negociación se haga en el Club El Nogal entre cocteles. Si el tribunal se elige por medios no democráticos, sería la muerte del propio tribunal, ya que este depende de la legitimidad de sus integrantes. Si esa jurisdicción especial tiene magistrados no reconocidos por los colombianos, esto sería un fracaso.
La Comisión de
la Verdad era una vieja demanda de los organismos de derechos humanos en Colombia. En procesos anteriores nunca hubo una comisión de este tipo. Existían comisiones históricas, comisiones de investigación...
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¿Qué se podría hacer, si hablamos de la parte de justicia social? Lo innovador en cuanto al tribunal es que Colombia acepta algo de tribunal mixto, lo cual este país nunca había aceptado. Colombia siempre tuvo una postura de resistencia en cuanto a intervenciones internacionales. Ahora hay una aceptación a una cierta internacionalización, a una cierta “intromisión” (si quieren, entre comillas), aceptando magistrados internacionales. Ese es un paso bastante grande. Para Colombia, no para otros países. Un asunto interesante es el por qué se aceptaron cuatro magistrados internacionales. Puede ser un argumento que estriba en términos del argumento enemigo-amigo, idea que maneja cualquier grupo de resistencia como las Farc: yo no puedo aceptar un juez colombiano; porque en la lógica del conflicto armado ese es mi enemigo, ese Estado no es mi amigo, yo he luchado contra él durante cuarenta años. En la lógica del grupo de resistencia armada no estatal aceptar que el Estado haga un tribunal, es ilegítimo para ellos. Entonces para ellos ha sido un tipo de seguro, de garantía aceptar magistrados internacionales.
cos de manera pública. Pero también tengo que explicarle a la sociedad cuáles son los alcances, cuáles los problemas. Uno podría tener una estrategia más transparente, para evitar especulaciones.
Evidentemente tampoco sabemos exactamente cómo se ha negociado. Este es otro problema, porque no es transparente el proceso. El gobierno ha hecho una política pública sobre ese tema. Negocia en La Habana. Si tienen cómo llegar a la isla pueden reportear, si son de un país garante pueden llegar e informarse, pero no es algo que realmente se comparta con el pueblo colombiano, con la sociedad. Esto hasta un punto es lógico, porque este tipo de negociaciones no son públicas. No se negocia sobre la paz o sobre la coalición de partidos políti-
Un acuerdo como este tiene un número de palabras que requieren interpretación, pero es necesario gente que sepa interpretar. En nuestro sistema son los jueces. O sea, los jueces de la jurisdicción especial van a tener problemas de interpretación. Claro, el acuerdo va a ser interpretado con un estatuto que tal vez será más comprensible, pero de todos modos hay una necesidad de interpretación; no es claro el derecho en ese sentido, el acuerdo deja muchas cosas abiertas. En ese sentido aquí se necesitan jueces creativos que puedan interpretar.
*Apartes de la intervención en el “Simposio internacional sobre justicia transicional y derecho penal internacio-
penal, derecho procesal penal, derecho comparado y derecho internacional de la Universidad de Göttingen,
nal”, Medellín, marzo de 2016. **Catedrático de derecho
Uno de los problemas más grandes es que mucha gente habla del acuerdo, pero no lo lee. ¿Cuánta gente ha leído el acuerdo? ¿Cómo se puede hablar de algo que no se ha leído? Hay quien dice: “este acuerdo es malo porque tiene penas mínimas para esos tipos”, y, si alguien les pregunta sobre si lo han leído, responden: “no, pero yo he leído en tal periódico un resumen del acuerdo y ahí lo dice”. El acuerdo tiene vaguedades que dejan fórmulas interpretativas abiertas. Entonces usted va a escuchar al representante de las Farc en Madrid diciendo: “ese acuerdo nos va a permitir nunca ir a la cárcel”; después puede escuchar a un representante del gobierno colombiano decir: “se prevé que vayan a la cárcel”. O sea, sobre el mismo acuerdo hay por lo menos dos interpretaciones, ¿por qué?, porque el texto usa palabras sumamente abiertas y normativas, que se prestan para interpretaciones diferentes.
Alemania, y director del Centro de estudios de derecho penal y procesal penal latinoamericano.
Justicia transicional y derecho penal internacional
De la jurisdicción especial para la paz*
Por John Zuluaga Taborda**
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oy a discutir el procedimiento de la jurisdicción especial para la paz y las competencias de dicha jurisdicción. Al final me voy a concentrar en la discusión sobre los posibles rendimientos de una jurisdicción especial para la paz y voy a plantear una crítica muy concreta sobre la compatibilidad de los mecanismos de selección y priorización de la jurisdicción especial para la paz, con el artículo transitorio 66 de la Constitución Nacional, específicamente su inciso cuarto que regula el alcance de criterios como la gravedad, la representatividad y el máximo responsable. En el fondo es un intento orientado a identificar cómo con este proyecto de jurisdicción (jurisdicción especial para la paz) se deja constancia de otro escenario más al que se expande el derecho penal, como condición de transición. Dicho más concretamente, se trata de una aspiración a la que se le ha anticipado el proceso penal como condición de su concreción, pero sin el desarrollo claro de las condiciones materiales para su realización. Estamos claros que hay diferentes fuentes para entender la jurisdicción para la paz. Primero hubo un comunicado, el veintitrés de septiembre de 2015, al que posteriormente se opuso, por decirlo de algún modo, el acuerdo de víctimas publicado el quince de diciembre del mismo año. Yo voy a partir de la lectura del acuerdo y voy a hacer mis reflexiones de lo presentado en esa segunda fecha, que desarrolla el sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición. 65
Justicia transicional y derecho penal internacional
La jurisdicción especial para la paz se incorpora como un nivel adicional de investigación en juzgamiento de los crímenes cometidos en el marco del conflicto armado. Se podría entender como una tercera generación de justicia transicional, si se asume que la misma se instala junto a la jurisdicción ordinaria y al proceso de la Ley de Justicia y Paz (o la ley 975). Según el numeral 9 del acuerdo, la jurisdicción especial para la paz es una jurisdicción especial que ejerce funciones judiciales de manera autónoma y preferente sobre los asuntos de su competencia, en especial las conductas consideradas graves infracciones al derecho internacional humanitario, DIH, o a los derechos humanos. En los términos del numeral 46 de la jurisdicción especial para la paz se distinguen los órganos que la compondrán. Se encuentran: una sala de reconocimiento de verdad y responsabilidad, determinación de hechos y conductas; un tribunal para la paz; una sala de amnistía o indulto; una sala de definición de situaciones jurídicas para los casos no amnistiables; y una unidad de investigación y acusación cuando no haya reconocimiento colectivo o individual de responsabilidad. En los términos del numeral 45, se distinguen dos procedimientos en la jurisdicción especial para la paz. Uno, en casos de reconocimiento de verdad y responsabilidad; dos, en caso de ausencia de reconocimiento. Con esto queda claro que es el reconocimiento de verdad y responsabilidad el factor determinante para definir el tipo de procedimiento y la sanción a aplicar; específicamente se reconocen los numerales 28 y 47. Este reconocimiento puede ser pleno, puede ser tardío o puede ser nulo. En el primer caso habrá una sanción de
cinco a ocho años de restricción de la libertad; en el segundo escenario, una sanción de cinco a ocho años de cárcel; en el último caso, ante la ausencia de reconocimiento, hasta veinte años de cárcel. En cuanto a las competencias, podemos distinguir en la delimitación material de la jurisdicción especial para la paz, crímenes internacionales como genocidio, crímenes de lesa humanidad y, además, graves crímenes de guerra. Acá la pregunta sería ¿qué no son graves crímenes de guerra? Pero también, según el numeral 40, se distinguen otros tantos: toma de rehenes, privación de la libertad, tortura, ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, etc. Este listado acoge la delimitación que había introducido la sentencia C-579 de 2013, que a su vez incorporó las observaciones que hizo la Fiscalía en la Corte Penal Internacional en uno de sus comentarios-seguimientos al caso colombiano. En todo caso, se trata de una delimitación objetiva, es un listado de delitos y de esa manera se delimita materialmente la jurisdicción especial para la paz. En cuanto a la competencia en razón de la persona, la jurisdicción especial para la paz, según los números 32 y 63, aplica para todas las personas involucradas de manera directa o indirecta en el conflicto armado. Aquí se encuentran dos experiencias procesales: por un lado, se acoge ese modelo de sometimiento, el de la Ley de Justicia y Paz, especialmente el escenario de la versión libre donde se confesaba con plenitud la verdad y la responsabilidad de los sometidos; por el otro, de cierta manera, un modelo contradictorio que se ha recogido en lo que llaman en Colombia un modelo de sistema procesal penal acusatorio, que se aplicará en los casos de ausencia de reconocimiento de verdad y
En un reciente informe, presentado por el
Fiscal General de la Nación, se advierte que a la jurisdicción especial para la paz llegarán 10.329 miembros de las Farc, de los cuales se aspira que diez mil salgan beneficiados con amnistía o suspensión del proceso a prueba; 7.500 miembros de la fuerza pública y 4.359 civiles.
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Justicia transicional y derecho penal internacional
responsabilidad. En todo caso, no será como en la Ley de Justicia y Paz, donde a partir de la estructura misma de la ley se derivaron cláusulas de exclusión en los casos de no contribución. Al contrario, ahora la continuidad del sujeto procesal, la persona que reconoce o no reconoce que está en la jurisdicción especial para la paz, es preponderante frente a la pretensión de verdad y la permanencia del mismo, del sujeto, prima sobre el logro de la verdad. De tal manera que el reconocimiento es prescindible ante la ausencia o presencia del reconocimiento; habrá para el sujeto un proceso en la jurisdicción especial para la paz. De esta propuesta de procedimiento se podrían mencionar muchos cuestionamientos. Entre los más discutidos o más referenciados, podrían estar los siguientes: ¿Cómo se interpreta la expresión causas más graves y representativas como factor de selección? ¿La definición de máximo responsable es compatible con el artículo transitorio 66 y 67 de la Constitución nacional? Respecto al sistema triple de sanción, ¿a qué se refiere, por ejemplo, el reconocimiento tardío?, ¿es una frase procesal? ¿Qué son condiciones especiales de reclusión? ¿Cómo se eligen los magistrados de la jurisdicción especial para la paz? ¿Hasta qué punto el secuestro y el narcotráfico son delitos conexos al delito político? La ambigüedad en la delimitación del objeto procesal, que arrastra este dualismo procesal, sometimiento o contradicción, seguro impactará los rendimientos de la jurisdicción especial para la paz. No solamente porque esta jurisdicción propone abordar todos los delitos del conflicto armado, sino además por la necesidad que habrá de investigarlos y juzgarlos ante la falta de reconocimiento. A la desbordada dimensión de aplicación material y a la subespecialización procesal dentro de la jurisdicción especial para la paz, se suma el retorno del escriturismo como una de las formas para reconocer verdad y responsabilidad. Véase los numerales 47 y 48g del acuerdo. El retorno del escriturismo significa un replanteamiento, entre otras cosas, a esa capacidad de realizar los principios como inmediación, concentración y publicidad, que de alguna manera ya se habían logrado, tanto en el sistema acusatorio colombiano, como en la misma Ley de Justicia y Paz. En ese sentido, con la despersonalización de estos procesos, de la verificación crítica que propicia la oralidad, la vocación reductora de
la discrecionalidad, del arbitrio que permite la oralidad, perdería contenido. Pero no se trata solo de las claves procesales y judiciales para el procedimiento de los crímenes vinculados al conflicto, sino además de la dimensión de los casos a judicializar. En un reciente informe, presentado por el Fiscal General de la Nación, se advierte que a la jurisdicción especial para la paz llegarán 10.329 miembros de las Farc, de los cuales se aspira que diez mil salgan beneficiados con amnistía o suspensión del proceso a prueba; 7.500 miembros de la fuerza pública y 4.359 civiles. Esto corresponderá a la suma de 48 millones de folios, 32.433 procesos y 110.086 hechos criminales, para 16 colombianos y cuatro extranjeros, o sea, los magistrados. Además de unos costos altísimos. Se habla de tres mil funcionarios, por un valor de dos billones de pesos, y para las investigaciones de contexto de 1.670 funcionarios, con un costo de un billón 468 mil millones de pesos. Al dilema de la dimensión de casos y hechos a procesar, se suma que en la jurisdicción especial para la paz no se encuentran cláusulas relativas de forma concreta a la selección y priorización de casos, como parámetros de compensación procesal a esta dimensión desbordada de casos que llegarán a la jurisdicción. Se concibe como un modelo maximalista, además, que intentará encontrar verdad ante el reconocimiento o la falta del mismo. El acuerdo concibe, en todo caso, de una manera tangencial, que la sala de definición de situaciones jurídicas podrá determinar mecanismos de selección y priorización; véase el numeral 50c, así mismo el numeral 50g. Cuando digo que el acuerdo descuida la incorporación de cláusulas de selección y priorización, quiero decir lo siguiente: primero, que no establece parámetros para concentrar esfuerzos de investigación en el esclarecimiento de patrones y contextos de macrocriminalidad, y que no hace énfasis en casos emblemáticos. Uno de los problemas a resolver, uno entre tantos en este ámbito específico, es hasta qué punto la jurisdicción especial para la paz es susceptible de integración normativa, con otros parámetros legales de selección y priorización. Concretamente dicho, hasta qué punto puede ser vinculante el artículo transitorio 66, inciso cuarto, de la Constitución con la jurisdicción especial para la paz. Como hemos discutido antes, este artículo incorpora a nivel constitucional los criterios de selección 67
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Me parece que la jurisdicción especial
para la paz se perfila como una jurisdicción con sobrecarga del aparato judicial; una burocratización quizá excesiva de la solución del conflicto y una ineficiencia anticipada del sistema.
y priorización como inherentes a los instrumentos de justicia transicional. Con la pregunta no voy a plantear un juicio de constitucionalidad a la jurisdicción especial para la paz. Es un cuestionamiento sobre hasta qué punto en esta jurisdicción es posible la puesta en marcha de estrategias de selección y priorización, frente a qué casos y bajo qué criterios. Para intentar aproximar una respuesta a esta pregunta, voy a abordar dos niveles ya clásicos de selección y priorización. No se discute por ejemplo, una delimitación objetiva, en tanto la competencia de razón material ya define claramente que se ocupará la jurisdicción especial para la paz de crímenes internacionales, los más graves, y otra lista objetivataxativa de delitos. El primero que quiero abordar es la gravedad y representatividad. El acuerdo no contiene una definición concreta sobre qué es un delito grave y representativo. ¿Qué es la gravedad y representatividad como un criterio de selección? Para ello hay dos formas de comprensión. Por un lado, se podría entender una lista de delitos, como la que incorpora el numeral 40 del acuerdo; el asunto es que en este caso no se constituiría exactamente un criterio de selección y priorización, precisamente porque lo que se hace con este numeral es la delimitación de la aplicación material de la jurisdicción especial para la paz. Por otro lado, está el antecedente más inmediato que es el de la directiva 01 de 2012, con la cual la Fiscalía orienta las prácticas de investiga68
ción en materia de justicia transicional. Allí se define claramente qué es la gravedad, la cual se entiende como el grado de afectación a los derechos fundamentales y la modalidad de ejecución. Así mismo la representatividad que se define teniendo en cuenta la capacidad de ilustrar una abanico de hechos y de dinámicas de comisiones de crímenes. Esta segunda perspectiva es más relativa. Va más allá de una delimitación objetiva con una lista de delitos, y valora el contexto del hecho punible. Frente a esta concepción se podrían presentar las siguientes críticas: está claro que se incorpora la gravedad y representatividad como un criterio de selección, aunque no se define exactamente qué es lo que significa. A ello podríamos decir que es discutible la deficiente delimitación objetiva del criterio de gravedad y representatividad, al tratarse de una jurisdicción que se va a concentrar preponderantemente en agentes del Estado y civiles, ya que de los 10.300 miembros de las Farc, 10 mil serán beneficiados con amnistía o suspensión del proceso a prueba. La priorización deberá operar más enfáticamente en los casos de no reconocimiento de responsabilidad y de verdad. En ese sentido es un vacío que ya se encuentra en la propia jurisdicción especial para la paz y que en la discusión sobre la integración normativa de esta jurisdicción, con parámetros legales como el marco jurídico para la paz y otras prácticas y marcos normativos, deberá resolver.
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Otro criterio el cual quisiera discutir es el de los máximos responsables. La jurisdicción especial para la paz define la responsabilidad por mando, para agentes del Estado y a su vez para miembros de las Farc. La jurisdicción especial incorpora dos definiciones. Una en el numeral 44 para agentes del Estado, otra, en el numeral 59, para los miembros de las Farc. Frente a esto, incorpora tres elementos definitorios de la responsabilidad por mando: uno, que se tenga el control efectivo de la respectiva conducta; dos, que haya un conocimiento basado en la información a su disposición, antes, durante y después de la realización de la conducta; y que medie el alcance para prevenir, y, de haber ocurrido el hecho, promover investigaciones procedentes o tomar medidas correspondientes. Esta definición difiere completamente de la que se desprende del artículo transitorio 66 del inciso cuarto de la Constitución, delimitada por la Corte Constitucional en la sentencia C-579 de 2013, donde fue muy claro que un máximo responsable es aquella persona que tiene un rol esencial en la organización criminal para la comisión del delito, es decir que haya dirigido, tenido el control o financiado la comisión
de delitos. Lo más interesante es que bajo los criterios de control efectivo y conocimiento suficiente de la conducta, pareciera que la noción de máximo responsable se equipara a la de autor, de acuerdo al criterio del dominio del hecho, lo cual excluiría a los determinadores como máximo responsable. La pregunta es si la responsabilidad por mando no se funda en el rango o jerarquía, ¿serán en algún momento responsables altos oficiales de las fuerzas armadas o del mismo secretariado de las Farc? Para cerrar, quiero dejar estas conclusiones. Me parece que la jurisdicción especial para la paz se perfila como una jurisdicción con sobrecarga del aparato judicial; una burocratización quizá excesiva de la solución del conflicto y una ineficiencia anticipada del sistema. No concibe, la jurisdicción especial para la paz, un proyecto de selección y priorización como esquema de compensación procesal. Al enfoque que plantea el reconocimiento máximo de verdad y responsabilidad, y sin duda distorsiona la idea de proceso penal, que debería entenderse como un momento apenas formalizado y limitado para definir un conflicto propio del monto de los delitos.
*Apartes de la intervención en el “Simposio internacional sobre justicia transicional y derecho penal internacional”, Medellín, marzo de 2016. **Egresado del programa de Derecho de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Es magíster de la Universidad de Göttingen, Alemania, donde también adelanta un doctorado.
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Dónde están los actores sociales*
Por Gabriel Ignacio Gómez Sánchez**
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nicialmente ese proyecto parte de una perspectiva, quizá, más externa de la que presentaban los anteriores ponentes. Es una perspectiva más sociopolítica y sociojurídica, y parto de una aproximación diferente a la justicia transicional. No solamente en términos institucionales o como simple expresión de mecanismos institucionales que responden a las demandas sobre justicia o rendición de cuentas, sino que también se entiende como un campo social y ahí me baso un poco en la perspectiva constructivista, donde hay un conjunto de actores —con múltiples discursos, intereses, capitales, relaciones de poder— que se están disputando su visión sobre lo que es el conflicto, la transformación de los conflictos, los contenidos de los derechos de las víctimas, en un espacio social supremamente turbulento como el colombiano. También trato de ir más allá de la tensión entre justicia y paz, e intento proponer una reflexión: ¿quiénes son los actores?, ¿quiénes defienden las agendas?, ¿quiénes son los actores que promueven nuevos discursos, nuevas mentalidades y que en el fondo dan contenidos a eso que denominamos “derecho de las víctimas” o contenidos que tienen que ver con reconciliación o paz? En ese sentido, ¿son élites políticas?, ¿son partidos políticos?, ¿son instituciones? Entonces, ¿qué pasa con los actores sociales?, ¿dónde quedan los actores sociales? En un caso como el colombiano, ¿dónde están quedando los movimientos so-
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ciales?, ¿dónde están quedando las comunidades?, ¿dónde está esa parte de la población que ha padecido el conflicto? De allí la relevancia de actores no estatales. En la investigación que hice antes, con motivo de la desmovilización paramilitar, fueron muy relevantes los movimientos sociales, las redes de activistas y, sobre todo, las redes transnacionales de derechos humanos; la presión internacional aquí juega un papel bastante relevante.
la época de la hegemonía del discurso de seguridad democrática, donde hay una utilización y una manipulación del lenguaje de justicia transicional a través de mecanismos que fueron considerados como legalización de la política. Pero, hubo también, y esto fue muy interesante, la resistencia por parte de las redes de derechos humanos; no solamente movimientos locales, sino sus alianzas con organizaciones transnacionales por medio de distintos mecanismos: movilización política y a través de la judicialización de los derechos.
En ese sentido, miramos que el campo de justicia transicional no es simplemente ese campo donde se nos presenta la tensión entre las necesidades poPero vamos concretamente al caso colombiano, líticas de paz, convivencia y coexistencia pacífica, con lo que tiene que ver con este nuevo contexy los reclamos de justicia y rendición de cuentas. to. Entonces, lo que estoy tratando de ofrecer es un Fueron bastante evidentes, y han sido bastante evimarco interpretativo para mirar cómo fue que llegadentes, en el contexto comparado, sobre todo desmos a este acuerdo de justicia. Definitivamente hay de perspectivas de ciencias sociales —sociología, un cambio de contexto, y eso va a influir bastante, antropología— han ido haciendo más visible los repor el resquebrajamiento de la doctrina de seguriclamos de los actores sociales. Por ejemplo, procedad democrática gracias al desgaste de sus postulasos de localización, los procesos de justicia o de redos, la pérdida de poder de esta doctrina, la pérdida solución de conflictos en escenarios locales; cómo riñen y entran ay una barrera tajante y clara entre el derecho y en tensión, por ejemla política. Hay una intensificación de esas relaciones, plo, prácticas tradicionales de resolución de hay, si se quiere, una politización del derecho y una conflictos frente a los judicialización de la política. De ahí que discursos de derecho sean tan problemáticos estos acuerdos. internacional. Entonces, ahí trato de tener en cuenta también las reivindicaciones de este grupo de actores, o sea, de la credibilidad de la generación de símbolos que son las tensiones entre élites políticas y actores que decían que no había conflicto armado, sino amenahan sido marginados. za terrorista, y que no teníamos enemigos políticos, sino enemigos absolutos que había que destruir por Dentro de las preguntas que me mueven en esvía bélica. Todo eso entra en una fase de erosión hatas investigaciones están ¿cómo incidieron en la cia final de la primera década del nuevo siglo. Adeconfiguración y desarrollo de estos mecanismos de más, hay reclamos de movimientos sociales como justicia transicional? Y, ¿qué relaciones se presentan indígenas, por la paz, feministas, que estaban desde entre derecho y política? Hay una barrera tajante y hace bastante tiempo presionando por el acuerdo clara entre el derecho y la política. Hay una intenhumanitario y, claro, en el nuevo contexto empezasificación de esas relaciones, hay, si se quiere, una mos en Colombia a intentar pensar en ese acuerdo politización del derecho y una judicialización de la humanitario, lo que antes era impensable. Recordepolítica. De ahí que sean tan problemáticos estos mos que hace unos diez años era una locura un proacuerdos. Ahora, rápidamente venimos de un conceso de paz, daba más rendimiento político hablar texto que era la hegemonía del discurso de seguride la guerra y de destruir a los terroristas; pero ahora dad; en ese contexto es donde entra el lenguaje de el contexto es otro, ya que no solamente hay un justicia transicional en Colombia. Mejor dicho: la reconocimiento del conflicto armado, sino que tamjusticia transicional en Colombia entró, no como el bién lo que hubo fue un reconocimiento de límites. resultado de un consenso, sino como continuación de una contienda política, más concretamente, en Si vamos a entrar a un proceso de paz, no todo es
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forma de nominar al enemigo, que es el enemigo absoluto que hay que destruir o desmovilizar por vía bélica; este discurso también desconoce o nieEn el sentido político fue muy claro el resultado ga la existencia de ese enemigo como uno ético y de la agenda que se trazó, un ejemplo que ilustra político, con quien se puede negociar. Durante la esto es el hecho de que el modelo económico y primera década hubo un desconocimiento de los político no entra en la negociación. Los dos priderechos de las víctimas, de quienes no se hablaba. meros puntos fueron la reivindicación de las Farc, Si ustedes recuerdan las discusiones, no había una pero no eran mucho más ambiciosos. Ahora, en el preocupación propiamente por las víctimas. Ahora campo de reconocer que había límites jurídicos y se retoma el tema de las víctimas, pero de manera éticos que decían “ya no podemos aspirar a las amselectiva, entonces este tipo de discurso hace prenistías generosas de las décadas de los ochenta y dominar esos intereses políticos de contención y le los noventa”, en ese sentido se reconoce que hay da unas funciones al derecho, sobre todo bélica, de estándares internacionales que impiden ese margen confrontación, pero también, si se quiere, de nede maniobra en una negociación política. Este esgociación y beneficios a sectores cercanos. No es quema lo que muestra es que lo que hemos tenido extraño que a la vez que han utilizado la idea de rechazar el proceso de paz porque sería promover impunidad, a la vez están promoviendo el urante la primera década hubo un fuero penal y la expansión del fuero penal. desconocimiento de los derechos de las víctimas, negociable en dos sentidos: en un sentido político y en un sentido jurídico y ético.
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de quienes no se hablaba. Si ustedes recuerdan las discusiones, no había una preocupación propiamente por las víctimas. Ahora se retoma el tema de las víctimas, pero de manera selectiva, entonces este tipo de discurso hace predominar esos intereses políticos de contención y le da unas funciones al derecho, sobre todo bélica, de confrontación, pero también, si se quiere, de negociación y beneficios a sectores cercanos. en los últimos años es precisamente la tensión entre múltiples discursos políticos, que van a incidir en el alcance que le vamos a dar al diseño de esos mecanismos y de pronto algunas concepciones de lo que es esa relación entre derecho y política. Hay un discurso de fuerte oposición al procesos de paz, sobre todo oposición política de algunos sectores como el Centro Democrático, algunos sectores cercanos a los militares, en fin, donde continuaron con la idea del discurso de amenaza terrorista; es decir, hay una configuración y una manera de entender el conflicto armado en Colombia que niega precisamente el conflicto, denominándolo como terrorismo; también hay una 72
Del otro lado, encontramos la posición cercana a las Farc que entra en un proceso de paz, reconoce el conflicto armado, reconoce la necesidad de la negociación, comienza a trabajar políticamente su representación como actores políticos, trata de disminuir las acciones bélicas, trata de generar un impacto social, intenta mostrarse más como actores políticos. Pero la visión que va a tener sobre el derecho, uno, va a ser muy precaria en materia de reconocimiento de víctimas; dos, va a apuntarle más al derecho como negociación y a la idea de mecanismos políticos consistentes en amnistías generosas. Como ven, estas son dos posturas bastante opuestas y uno diría que en los puntos intermedios hay una constelación de posturas, pero que yo sintetizo en estas dos posiciones. Posiciones que básicamente coinciden en el reconocimiento del conflicto armado, reconocimiento del enemigo político, la búsqueda de la solución negociada, reconocimiento de los derechos de las víctimas, pero hay una diferenciación que fue y ha sido bastante intensa, y que se va a concretar precisamente en el diseño de mecanismos jurídicos.
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Por un lado hay una perspectiva maximalista, si se quiere, de derechos humanos, que ha entendido los tribunales, la existencia de procesos penales y de mecanismos de castigo como los mecanismos fundamentales de la justicia transicional. Ante todo, lo que argumentan es que hay que respetar unos estándares internacionales en material internacional de derechos humanos, derecho internacional humanitario y derecho penal internacional. De alguna forma, muchas de sus luchas han estado muy allegadad a los procesos de resistencia contra las dictaduras, pero la dificultad —y aquí se generan tensiones— es qué pasaría en los contextos de proceso de paz. Hay un texto de Iván Orozco Abad que dice que lo que ha habido en el caso colombiano es una tensión entre peleas de familia, entre los movimientos de paz y los movimientos de derechos humanos. Algunos de estos últimos lo que han hecho es maximizar la idea de castigo y retribución por encima de, digamos, la posibilidad de convivencia y resolución pacífica del conflicto. Ahora, desde la década pasada comenzaron a mostrarse posiciones intermedias, tanto en organizaciones de derechos humanos como en organizaciones de paz. Perspectivas moderadas que decían que es cierto, que hay que respetar los estándares internacionales, los derechos de las víctimas; decían que no podemos hacer concesiones con regímenes o mecanismos de impunidad; lo que ocurre es que en el contexto colombiano, con esta historia trágica que tenemos, tampoco podemos supeditar o poner en riesgo las posibilidades de un acuerdo en nombre de visiones maximalistas en materia retributiva. Entonces, lo que dicen es que se debe ceder en dosis de castigo, en dosis de punibilidad y eso sí, lograr estándares más altos en verdad, en reparación y en garantías de no repetición. En ese tipo de línea po-
demos encontrar a Human Right Watch, Amnistía Internacional, Comisión Colombiana de Juristas. Ellos han celebrado los mecanismos innovadores que promueven en el proceso de paz. Lo que dicen es que sí hay que ser muy respetuosos con esos estándares internacionales.
*Apartes de la intervención en el “Simposio internacional sobre justicia transicional y derecho penal internacional”, Medellín, marzo de 2016.
variana, donde también adelantó una especialización en derecho administrativo; hizo una maestría en instituciones legales en la Universidad de
**Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, abogado de la Universidad Pontificia Boli-
De otro lado, están algunas organizaciones The international center for transitional justice (ITCJ), algunas organizaciones de paz, que lo que han tratado de decir es que hay que disminuirle al componente de retribución, para explorar otros sentidos, otros contenidos. ¿Cómo lo hacen? Por ejemplo, argumentos contextuales que estriban en el contexto colombiano, con ese nivel, con esa complejidad y esa historia, es imposible que un aparato de justicia logre procesar a todos los que estuvieran involucrados. Llevar a cabo todas esas investigaciones, además con tantas restricciones institucionales y presupuestales, desde un punto de vista práctico, es imposible. Por eso habría que apostarle a mecanismos de priorización y selección. Otra postura es la que, por ejemplo, sacó el ITCJ en unos informes que se preguntan si en un proceso de paz la pena sí cumpliría con su finalidad, funciones relacionadas con prevención general, prevención individual, resocialización; ¿en ese contexto sí se cumplen? Entonces, después de hacer el análisis, lo que dicen es que finalmente no tendría sentido en un contexto de proceso de paz, donde precisamente se está desmovilizando un actor, donde se está comenzando a construir unas nuevas bases para la organización política de la sociedad, no tendría sentido insistir tanto en la pena y en el castigo. Lo otro es que el acuerdo tiene cosas bien interesantes, y yo creo que también hay que hacer esa lectura política, y es la insistencia por ejemplo de algunos elementos de justicia restaurativa.
Wisconsin y más adelante hizo su doctorado en Arizona State University donde trabajó temas relacionados con justicia transicional.
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Amnistía, impunidad y paz* Por Francisco Cortés**
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stamos a un par de meses de la firma de un acuerdo de paz con las Farc, el cual va a tener un profundo significado en la vida política del país. Significado que no ha sido apreciado en su sentido político fundamental por una parte de la sociedad colombiana. El efecto inmediato del acuerdo de paz será poner bajo el orden político y estatal a la organización militar más poderosa y destructora que ha enfrentado al Estado y a la sociedad colombiana; organización que ha ejercido en partes importantes del territorio, durante largo tiempo, el monopolio de la coacción física. Si el acuerdo se consigue y, además, se consigue otro con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), daremos un gran paso en el proceso de afianzamiento en el Estado de monopolio de la fuerza, la unidad territorial y la soberanía estatal.
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Después del acuerdo sobre los primeros puntos de la agenda de negociación entre los delegados del gobierno y los de las Farc, el asunto probablemente más complicado ha sido el de la impunidad frente a los graves crímenes cometidos por los miembros de las guerrillas. Aquí voy a analizar la aseveración hecha por críticos del proceso de paz, según la cual este no constituye más que una política de impunidad. A partir de la reconstrucción del marco jurídico para la paz y de la sentencias de la Corte Constitucional (C-579 de 2013 y C-577 de 2014), buscaré fundamentar que las razones para alcanzar la paz no tienen como consecuencia que los graves crímenes cometidos por los miembros de las Farc quedarán impunes.
nifica, por ejemplo, que los ataques y violaciones de los derechos humanos contra la población civil en Argentina, Chile, Siria, Ucrania, Palestina y Colombia no han tenido consecuencias penales, ni para los jefes de Estado ni para los militares ni para los paramilitares ni para las guerrillas involucradas en estas masacres y graves crímenes. Significa también que las violaciones de los derechos humanos, o delitos de lesa humanidad encubiertos, iniciados o promovidos por el Estado en distintos países del mundo, quedan sin castigo. La definición jurídica de impunidad, cito a Kai Ambos, “implica la no persecución penal de conductas, acciones y omisiones que encuadran en principio en el derecho penal nacional material y que pertenecen a la criminalidad común, pero que por razones más bien fácticas que normativas no resultan castigadas”. En el Estado de derecho la perspectiva dominante en el tratamiento de las conductas criminales afirma que cuando los criminales no son juzgados, declarados culpables y castigados, ellos gozan de una forma de impunidad que sugiere que ellos están por encima de la ley. La idea aquí es que el imperio de la ley requiere que ninguna persona esté por encima de ella, y que todos estén sujetos al mismo tratamiento frente a esta. Enjuiciar a criminales reafirma el principio de que nadie está más allá del alcance de la ley y que los ciudadanos tienen derechos. El argumento del Estado de derecho es que, dice el profesor Ambos, “si un Estado tiene el deber de perseguir los crímenes, es de pura lógica concluir que no puede eximirlos de castigo, por ejemplo, mediante una amnistía que permita la impunidad”.
La impunidad es un hecho frecuente que se ha dado de múltiple formas en todo el mundo. Sig-
Para los críticos más radicales del proceso de negociación, los delitos atroces y crímenes de guerra
Justicia transicional y derecho penal internacional
en Colombia no pueden quedar en la impunidad tras el proceso de paz. En este sentido, afirman que los conceptos desarrollados en el marco jurídico para la paz, como sistema extrajudicial de justicia transicional, mecanismos extrajudiciales y máximo responsables, son la expresión de una política de impunidad que el gobierno está impulsando para negociar la terminación del conflicto armado interno, sin reconocer la situación de las víctimas y las responsabilidades de las Farc frente a la vulneración de los derechos humanos. Aseveran por esto que el marco jurídico para la paz es claramente una ley de impunidad. La pregunta es, ¿el marco jurídico para la paz es efectivamente un instrumento de impunidad? Cito de nuevo al profesor Ambos: “Por leyes de impunidad se conocen las disposiciones de amnistía o indulto a favor de determinadas violaciones y violadores de derechos humanos, así como otras disposiciones especiales que impiden la penalización”. A la luz de esta definición, podemos analizar el marco jurídico para la paz. El gobierno propuso una estructura jurídica para la paz en la que se contemplan una serie de condiciones para la negociación en el contexto de la justicia transicional, construidas en el marco de los parámetros de la justicia internacional penal y de los derechos humanos. El marco jurídico para la paz introdujo en la Constitución los artículos transitorios 66 y 67, y con esto propuso los límites jurídicos conforme a los cuales se pueden realizar negociaciones para poner fin al conflicto armado colombiano. El mencionado marco normativo plantea que en situaciones de terminación de un conflicto armado la mejor forma de enfrentar graves violaciones de los derechos humanos es mediante los mecanismos extrajudiciales de justicia transicional, es decir, mediante la articulación de las exigencias de justicia con las de verdad, reparación y garantías de no repetición. Por medio de esta reforma constitucional se establece cómo debe darse la investigación y judicialización de los integrantes de grupos armados y organizados al margen de la ley. Para realizar estos objetivos, el proyecto determina, citando al artículo primero inciso primero, “que los instrumentos de justicia transicional tendrían como finalidad prevalente la terminación del conflicto armado interno y el logro de la paz estable y duradera, garantizando la seguridad de todos los colombianos”. Para ser efectiva la investigación de los procesos de justicia la ley establece la posibilidad de clasificar y priorizar los distintos delitos, para que la rama judicial se concentre en la investigación y sanción de quienes tuvieron la mayor responsabilidad en la ocurrencia de los hechos más graves. Se determinan, vuelvo al mismo artículo que estaba citando, “criterios de priorización y selección de casos para ser juzgados por medio de mecanismos judiciales y no judiciales; se podrá ordenar, además, la renuncia a la persecución penal de los casos que no sean seleccionados o priorizados”. En suma, en el marco jurídico para la paz el gobierno planteó la idea de que solo algunos de los guerrilleros, los que han cometido los actos más atroces, deberían ser castigados, pues sería imposible investigar y sancionar a los ocho o diez mil combatientes que se reinserten.
... en el marco
jurídico para la paz el gobierno planteó la idea de que solo algunos de los guerrilleros, los que han cometido los actos más atroces, deberían ser castigados, pues sería imposible investigar y sancionar a los ocho o diez mil combatientes que se reinserten.
Contra el acto legislativo 1 de 2012 se presentaron varias demandas de inconstitucionalidad; analizaré de forma muy breve las dos decisiones con las que el tribunal constitucional respondió a estas demandas: las 75
Justicia transicional y derecho penal internacional
sentencias 579 de 2013 y 577 de 2014. La sentencia 579 declaró la exequibilidad del acto legislativo 1 de 2012. El problema jurídico planteado y decidido por la Corte Constitucional fue el de si representaba una sustitución de la Constitución la posibilidad de que se utilicen los criterios de selección y priorización para la investigación del juzgamiento y la sanción de los más graves crímenes contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, cometidos por los máximos responsables y se renuncie a la persecución de los demás. Es decir, si con estos elementos se sustituye un pilar fundamental de la Constitución Política consistente en el deber del Estado colombiano de garantizar los derechos humanos.
... el propósito de
alcanzar una paz, estable y duradera, puede, dice la sentencia, conllevar a limitaciones en ciertos contextos de principios, como la justicia y el derecho correlativo de las víctimas a la justicia, pues de lo contrario la paz sería un ideal inalcanzable.
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La Corte Constitucional mostró que el hecho de que la investigación penal solamente se concentre en algunos responsables delitos, que constituyen graves violaciones de los derechos humanos y del DIH, no representa una sustitución de la Constitución. Para desarrollar su argumentación, la Corte realizó el análisis estricto del juicio de sustitución por medio del modelo de la ponderación. Para esto estableció inicialmente las dos primeras premisas del silogismo: primero, obligación del Estado de perseguir y sancionar aquellas conductas que hayan generado violaciones a los derechos humanos; segundo, obligación de garantizar el goce efectivo de la paz. Luego, mediante un ejercicio de ponderación, sopesó los principios y valores contenidos en ellos. La Corte considera que no hay ninguna renuncia del Estado respecto a sus obligaciones, al modificar la estrategia de juzgamiento caso por caso, por un sistema que permita agrupar las graves violaciones de derechos humanos en macro procesos e imputarlas a sus máximos responsables. Tampoco hay renuncia del Estado a sus obligaciones cuando se centra en los máximos responsables y la imputación a ellos de todos los delitos, que adquieran la connotación de crímenes de lesa humanidad, genocidio o crímenes de guerra, cometidos de manera sistemática. Así mismo, la Corte autorizó la renuncia condicionada de la persecución judicial penal y la aplicación la suspensión condicional de la ejecución de la pena, sanciones extrajudiciales, penas alternativas y modalidades esenciales de ejecución y cumplimiento de la pena. No será, señala la Corte, la sustitución de la Constitución. En relación con la utilización del mecanismo extrajudicial de justicia transicional, la Corte afirma a partir de un ejercicio de ponderación entre preceptos y valores contenidos en los principios constitucionales de justicia y paz, que el deber de perseguir y sancionar es un principio ponderable y no una regla rígida, por lo que cumplidas las condiciones de dejación de las armas, el reconocimiento de responsabilidad, el restablecimiento de los derechos mínimos de las víctimas a la verdad, a la reparación integral y garantizada la no repetición de los graves crímenes, los miembros de la guerrilla podrán recibir un tratamiento especial. La Corte afirma, en las sentencias 370 de 2006 y 579 de 2013, que la paz representa un valor de gran peso constitucional, que es un derecho fundamental y un deber de obligatorio cumplimiento, que tiene por tanto una elevada valoración cuando se lo somete a un juicio de ponderación. En efecto, el propósito de alcanzar una paz, estable y duradera, puede, dice la sentencia, conllevar a limitaciones en ciertos contextos de principios, como la justicia y el derecho correlativo de las víctimas a la justicia, pues de lo contrario la paz sería un ideal inalcanzable.
Justicia transicional y derecho penal internacional
En la sentencia C-577 de 2014 se plantea como elemento central la participación política de grupos armados al margen de la ley, desmovilizados colectivamente en virtud de un acuerdo de paz; este asunto debe articularse con otro asunto fundamental: asegurar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, además de la búsqueda de la reconciliación nacional. Esto exige un análisis del artículo 67 transitorio a la luz de las normas constitucionales e internacionales; el problema con la aplicación de este artículo radica en que los crímenes de guerra, de lesa humanidad o delitos como el terrorismo o el narcotráfico, podrían ser considerados conexos del delito político. De este modo, la decisión del tribunal en esta sentencia fue declarar la constitucionalidad del artículo 67 transitorio como norma que desarrolla el marco jurídico democrático con el artículo 66 transitorio, al determinar que para el caso de desmovilizados seleccionados y condenados en el marco de justicia transicional debe garantizarse el cumplimiento del deber de investigar, juzgar y sancionar las graves violaciones a los derechos humanos, de acuerdo con las condiciones establecidas en el acto legislativo 1 de 2012. Uno de los aspectos más importantes de esta sentencia, escribe Diego Tarapués, “es que tanto en esta, como en el marco jurídico, se asume la necesidad de ampliar y fortalecer tanto la democracia como la participación política, en aras de lograr la reconciliación tras la suscripción de un acuerdo de paz”. Es absolutamente relevante entender las limitaciones que existen para la justicia en una situación transicional. Hay que considerar que el deber de investigar y juzgar a todos los responsables por violaciones de los derechos humanos y el DIH, el cual es un compromiso fundamental de la Constitución, sería válido en una sociedad normal, pero no en una sociedad en transición, en donde es prácti-
camente imposible de cumplir. No hay incompatibilidad, considero, entre los valores de justicia y paz en la medida en que pueda mostrarse que el marco jurídico para la paz y las otras sentencias que hemos referido en ellas la verdad está vinculada con cierta forma del reconocimiento público de los actos criminales, con la reparación de las víctimas y la no repetición de la violencia. Para alcanzar la paz y poder fortalecer la democracia, es necesario que los miembros de la sociedad perdonen y estén también dispuestos a la reconciliación. Muchas personas consideran que es muy difícil que en una transición de la guerra a la paz se piense que la justicia y la búsqueda de la paz se puedan ver como procesos paralelos, beneficiándose mutuamente. La tendencia normal y mayoritaria es suponer que si los criminales no son procesados y juzgados, ellos quedan libres de toda culpa y responsabilidad y que la justicia no ha sido realizada. Sin embargo, tanto en el marco jurídico, como en las sentencias y en los otros elementos normativos planteados en este proceso, se defiende la tesis según la cual en este proceso transicional los violadores de la ley podrán ser juzgados, pero obtendrán un tratamiento especial. Es necesario, entonces, entender de manera más flexible la tesis penal del retributivismo, según la cual los perpetradores de delitos atroces no queden en la impunidad. La impunidad solamente se da cuando los criminales quedan libres de toda culpa y responsabilidad, no cuando ellos están sujetos a un sistema alternativo para averiguar quién es el criminal, poder acusarlo públicamente y establecer las responsabilidades. Es claro que una justicia transicional concebida de esta manera, orientada a la búsqueda de la verdad y por tanto de la responsabilidad de los autores de las atrocidades cometidas, no equivale a la impunidad, que resultaría de una amnistía política generalizada e incondicional.
*Apartes de la intervención en el “Simposio internacional sobre justicia transicional y derecho penal internacional”, Medellín, marzo de 2016. **Director del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Magíster en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Doctorado en Filosofía de la Universidad de Konstanz, Alemania.
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Ética y educación: un diálogo por construir
Por Luz Marina Restrepo Uribe
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Una educación ética es el único mecanismo para obtener la perfección, destino último de los ciudadanos. La misma solo es posible si enseñamos en la diferencia, la pluralidad y el imperativo absoluto de respetar a los demás. En memoria de Sergio David Urrego, 1997-2014”
Placa en memoria de Sergio Urrego instalada en el Colegio Gimnasio Castillo Campestre (Bogotá) ordenada por la Corte Constitucional en sentencia que profirió este organismo el 3 de agosto de 2015 y en la cual el alto tribunal amparó “los derechos a la intimidad, el buen nombre, la igualdad, la no discriminación, el libre desarrollo de la personalidad, la educación y el debido proceso de este joven”. Los magistrados concluyeron que Urrego fue sometido a un proceso disciplinario irregular, que constituyó una forma de acoso escolar y el cual pudo “haber incidido en la decisión que tomó de acabar con su vida”. El alto tribunal, además, ordenó al colegio Gimnasio Castillo Campestre, donde estudiaba Urrego, realizar en sus instalaciones un acto de desagravio en el que se reconozcan “las virtudes de Sergio, su legado y el respeto que se le debía brindar a su proyecto de vida”. Publicado en elespectador.com, Bogotá, 11 de noviembre de 2015 ************* Aproximarse al concepto de educación desde una perspectiva ética, parte de aceptar que éste es un encuentro entre dos sujetos que se reconocen en sus semejanzas y diferencias, donde ambos están mediados por la palabra, la misma que se juega al azar del acontecimiento, para construir entre ambos un ahora desde la experiencia del pasado que los antecede, con la esperanza puesta en una propuesta ética que se resista al mal, “para que el mal no tenga la última palabra” (Ortega, 2013a, p.11). 79
La palabra labra, la palabra construye sentido, contribuye al
encuentro de los sujetos donde cobran vigencia los ideales de libertad, justicia, igualdad y dignidad humana; fomenta en el educando su capacidad reflexiva y crítica, su posibilidad de pensarse como sujeto histórico capaz de interpretar la realidad y proponer otras maneras de ser, pensar y hacer de ciudadano, a sabiendas de que no se está solo y que su destino está ligado al de otros seres que comparten con él un tiempo y un espacio.
Es necesario empezar por descubrir el concepto de educación a partir de las implicaciones intersubjetivas que se producen entre educador y educando, donde ocurre la experiencia formadora como parte del proceso de reconocimiento y acogida de la persona concreta del otro, en medio de su realidad histórica (Ortega, 2013a, p.4, 5). En este sentido, la educación puede entenderse como formación, dado que los sujetos, en los distintos escenarios donde despliegan su accionar, están construyendo su ser más esencial.
Educación y palabra La educación entendida como proceso está ligada al lenguaje y a la palabra como encuentro de semejantes en un horizonte de sentido, a partir de lo que cada quien pone en juego en el escenario donde se lleva a cabo el diálogo, soportado en un pensamiento ético (Ortega, 2013a, p.3) que limita el discurso del otro como agente dominante, para acceder a otras posibilidades de resolver el conflicto que pudiera surgir más allá de prácticas violentas y destructoras. Sujeto y lenguaje son las posibilidades en las cuales se escribe la vida; por eso, la palabra como mediadora de la acción puede ser la propuesta para que ambos construyan el mundo de la vida, donde ella se ponga en evidencia, se juegue su destino de ser para una comunidad de hablantes que la requieren para intercambiar los sentidos de su existencia, en un movimiento de búsqueda recíproca. La palabra labra, la palabra construye sentido, contribuye al encuentro de los sujetos donde cobran vigencia los ideales de libertad, justicia, igualdad y dignidad humana; fomenta en el educando su capacidad reflexiva y crítica, su posibilidad de pensarse como sujeto histórico capaz de interpretar la realidad y proponer otras maneras de ser, pensar y hacer 80
de ciudadano, a sabiendas de que no se está solo y que su destino está ligado al de otros seres que comparten con él un tiempo y un espacio. Ortega (2013b-p.6) sostiene que así como no hay un lenguaje y un discurso que sean neutrales o inocentes, tampoco hay una educación que lo sea, en tanto allí concurren distintos paradigmas, que intentan convencer de la validez de sus postulados para acceder al conocimiento. De esta manera, los sujetos que intervienen en el proceso formativo tendrán que llegar a acuerdos para lograr un diálogo de intersubjetividades que, mediado por la ética, reconoce en el otro un mundo de posibilidades para acogerlo como realidad socio-histórica (Ortega, 2013b-p.7). Hay que recordar que con el lenguaje los sujetos acceden a la facultad de simbolizar, de representar lo real con un signo, y además de comprender e interpretar ese signo como parte de la realidad. En esta medida el individuo construye sentido para su existencia, se abre al mundo, deviene ser para un semejante que lo nombra y lo inscribe de esa manera en un espacio y tiempo dado, el lugar donde acontece la vida con sus múltiples relaciones y contingencias. Desde esta perspectiva la palabra fomenta en el educando su capacidad reflexiva y crítica, su posibilidad de pensarse como sujeto histórico capaz de interpretar la realidad y proponer otras maneras de su ser - sentir - pensar - hacer, en la cual se involucran conceptos como palabra, ética y educación, donde la apuesta está en una educación formadora que trasciende los límites de la escuela y fomenta una actitud ética ante la vida. La palabra conlleva un compromiso para quien la pronuncia, que en muchos casos va más allá de su propia humanidad. Por eso, una ética de la palabra como la plantea Gusdorf (La palabra, 1971, p.25) en la experiencia cada día renovada, expresa una exi-
gencia de verdad. El hombre de palabra no paga con palabras sino con su propia persona. De ahí que siguiendo a este pensador, el paisaje cultural de la humanidad está hecho de palabras instituidas, palabras dadas, palabras sostenidas o palabras deshechas.
Educación contra ética Existen pruebas fehacientes que demuestran cómo la educación ha operado en un ámbito deshumanizante; alejada de la ética ha contribuido en la reducción de los individuos a solo categorías económicas. Relatos como el de Primo Levi demuestran hasta qué punto la formación humanística, el conocimiento y los ideales de la ciencia moderna sucumbieron a las temibles garras del mal. Como sostiene Ortega “El cultivo de la razón no ha ayudado a hacer frente a la cultura del silencio que imponen los ideales totalitarios” (Ortega, 2013b, p.9), los mismos que en el proceso formativo han optado por prescindir de la ética. En las escuelas no se enseña porque no está explícitamente integrada en los planes de estudio, y en la universidad porque se vuelve una asignatura baladí, que no suscita importantes discusiones que permitan a los individuos y futuros profesionales asumir posiciones éticas. La ética resulta incómoda para la educación. Unas veces se la confunde con moral y se termina en los terrenos de las ideologías y las religiones, y otras se desconoce su capacidad de decir e interpretar el mundo, de generar actitudes críticas y reflexivas que permitan acceder a otras maneras de ver, sentir, pensar y habitar la realidad propia y ajena, donde cada quien asume el riesgo de una ética como respuesta y actitud ante el sufrimiento del otro. El proceso de subjetivación que propicia la educación basada en la razón ilustrada ha llevado a convertir a los individuos en meros instrumentos, donde lenguaje y palabra son asumidos por la modernidad
para vaciar de contenido, no solo la educación sino los ideales de justicia y dignidad humana (Ortega, 2013b-p.10), a lo cual el autor agrega que ni el conocimiento del bien, ni la buena voluntad kantiana han sido suficientes para alcanzar una conducta ética. Solo la experiencia del mal, del sufrimiento del otro, el rostro y la vulnerabilidad del “huérfano y la viuda” que demandan una respuesta, hacen posible el surgimiento de una ética como responsabilidad compartida por todos. Algunos autores como Mélich plantean la noción de la compasión como una propuesta que se hace cargo de manera responsable de una pedagogía de la alteridad, entendida como un discurso y una práctica de los sujetos que intervienen en el proceso educativo, que más allá de este escenario plantea una ética de los singulares, de seres de carne y hueso, únicos e irrepetibles (Mélich citado por Ortega, 2013b-p.11). De ahí que decir educar es decir otro en una relación de alteridad mediada por una relación ética entre educador y educando, desde el reconocimiento y acogida del otro en sus expresiones más singulares. Pero como dice Mélich citado por Ortega “no hay posibilidad alguna de lo humano, y por lo tanto de lo inhumano, al margen de las relaciones, de los condicionantes, de las raíces que cada uno tiene con el mundo, con su mundo”. (Ortega, 2013b-p.13). De ahí que decir educación es decir ética como acontecimiento que involucra a los sujetos del proceso que en él intervienen, desde la palabra que abre al encuentro del otro, que no se reclama deudora de los grandes principios o metarrelatos. Educación contra ética es una propuesta anclada en los paradigmas de la razón ilustrada, que la modernidad ha tratado de actualizar en su versión instrumentalizada de los deberes de instruir a los individuos para hacerlos útiles a la sociedad. Apropiación de saberes sin anclajes éticos; ciencia como ideal,
La ética resulta incómoda para la educación. Unas veces
se la confunde con moral y se termina en los terrenos de las ideologías y las religiones, y otras se desconoce su capacidad de decir e interpretar el mundo, de generar actitudes críticas y reflexivas que permitan acceder a otras maneras de ver, sentir, pensar y habitar la realidad propia y ajena, donde cada quien asume el riesgo de una ética como respuesta y actitud ante el sufrimiento del otro.
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razón contra ética, y al final violencias y crueldad para soportar los paradigmas del desarrollo económico, político y social.
Ética como cuidado de sí y de los otros La ética como acontecimiento ético que proponen Bárcenas y Mélich va al encuentro de la apuesta que hace Lévinas de una ética de la compasión, que nace de la experiencia del rostro del otro, de su capacidad de asombro ante el dolor y el sufrimiento de ese otro, semejante o no, que comparte conmigo un destino similar, donde nada de lo que le concierne me puede ser ajeno. (Ortega, 2013b, p.16) Para Lévinas la conciencia de que nadie está en su casa conlleva el recuerdo de una servidumbre a partir de la cual se reúne la humanidad que, en palabras de este autor, alcanza su punto de quiebre cuando sostiene, en relación con el cuidado de sí foucaultiano, que el yo solo cuida de sí, solo si es cuidado de sí; es decir, si sus semejantes contribuyen a fomentar los límites a las ansias de dominación y violencia que anidan en el alma humana. Una posición ética conlleva la no indiferencia y la respuesta frente a la demanda del otro en términos de corresponsabilidad frente a ese otro considerado como sujeto, que no es del todo autosuficiente y autónomo, pero que sí tiene cierto margen de posibilidad para elegir entre hacer el bien o el mal. La ética que propone Lévinas no se atiene a principios ni a grandes y elocuentes metarrelatos; es más próxima de los sujetos en sus experiencias cotidianas, donde tiempo y espacio son tributarios de una historia que
Referencias Gusdorf, G. (1971). La palabra. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión. Mélich, J-C. (203). “La sabiduría de lo incierto. Sobre ética y educación desde un punto de vista literario”. Revista Educar. España. No. 31 p.33-45. Ortega, P. (2003). “Educar es responder a la pregunta del otro”. Redipe. Boletín Informativo de la Red Iberoamericana de Pedagogía N°. 824. ISSN 2256-1536 p. 15-28. Ortega, P. (2013). “La pedagogía de la alteridad como paradigma de la educación intercultural”. Redipe. Boletín Informativo de la Red Iberoamericana de Pedagogía N°. 827. ISSN 2256-1536 p.12-30.
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concierne a los sujetos y a su vulnerabilidad frente al poder avasallador (Ortega, 2013b, p.18). El modelo educativo que propone Lévinas es una propuesta que parte de la hospitalidad y acogida del otro en su radical otredad como diferente y extraño a mí, desde su peculiar manera de habitar, vivir y compartir el mundo, y donde el educador tendrá que emprender su tarea pedagógica más allá de posturas adoctrinadoras para construir ciudadanía. La asimetría, la responsabilidad y la no indiferencia como criterios éticos en la formación de la intersubjetividad, están planteando a los individuos que intervienen en el proceso formativo, más allá del aula de clase, la necesidad de reconocer en el rostro del otro un sujeto capaz de establecer diálogos y hacer acuerdos que trascienden la cotidianidad de su existencia, y por tanto es proclive a la compasión frente al sufrimiento y dolor que padece el otro, en un ámbito donde la cordialidad está implicando al otro en su radical diferencia. Postular una ética como responsabilidad frente al otro parte también de compartir el concepto de educación como aceptación y acogida del otro, desde su otredad como extraño y extranjero en un mundo que también le es ajeno, y donde el yo descentrado de sus aspiraciones egoístas, es capaz de acceder al “cuidado del otro” porque aprendió a cuidar de sí desde la perspectiva de la solidaridad y el respeto, donde cada quien es responsable de sí y ayuda al cuidado de su semejante, el mismo que le pone límites a las ansias de poder y destrucción que anida en el alma humana.
L Entrevista al profesor Carlos Enrique Restrepo del Instituto de Filosofía y miembro de la Comisión sobre planes y gobernabilidad de la Asamblea General de Profesores de la Universidad de Antioquia
“La administración de la Universidad no puede ser complaciente consigo misma, debe ser autocrítica…” Por Katalina Restrepo Hincapié*
a Universidad de Antioquia ha implementado a la gestión los procesos de rendición de cuentas. Por este proceso no se entienden sólo las audiencias públicas promovidas por la administración, sino un elemento que transversaliza todos los procesos de la Universidad, y que va desde la planeación hasta el control social de la gestión por parte de todos los grupos de interés. ¿Cómo evalúa usted los procesos de rendición de cuentas en la Universidad de Antioquia? —En la Universidad de Antioquia la rendición de cuentas es una práctica reciente, que se ha dado en los dos últimos periodos bajo la administración del rector Alberto Uribe Correa. Antes de eso nunca se habló de rendición de cuentas en la Universidad. Lo que conocemos de la rendición de cuentas son las audiencias públicas o algunos informes de gestión y una serie de videos institucionales. En mi opinión, antes que un proceso participativo, la rendición de cuentas se ha quedado en ese plano de la imagen pública de la administración. Lo que hemos conocido en la Universidad como rendición de cuentas es el programa que la Universidad llamó Contar lo que hacemos, que básicamente son unos videos institucionales que funcionan como un sistema de propaganda. De hecho es una de las percepciones que tengo: los medios institucionales, los periódicos universitarios, el sistema de comunicaciones de la Universidad de Antioquia, y las prácticas de rendición de cuentas como la serie de videos Contar lo que hacemos están funcionando básicamente como un sistema de propaganda. Me parece tremendo que en estos medios no haya una mirada autocrítica de la Universidad; hay más bien una intención deliberada de posicionar a la Universidad y a la administración correspondiente en los mejores lugares, dando por sentado que hay una administración exitosa, que hay unos logros permanentes, pero 83
pocas veces en esos medios se permea la mirada autocrítica de la Universidad. Me parece que eso hace mucha falta, sobre todo en esa parte en la que la rendición de cuentas implica audiencias públicas o comunicación a la población en general sobre los resultados de la gestión. ¿Considera usted que la Universidad fomenta la participación de sus grupos de interés en la vida institucional? ¿Cuenta con escenarios para ello? ¿Se dinamiza la corresponsabilidad en la gestión institucional?
De este modo,
la democracia universitaria hay que entenderla en términos del sistema de representación que, en general, funciona; es decir, los estamentos y, en especial, los profesores, tenemos representantes en prácticamente todas las corporaciones (consejos superior, académico, de facultad, etc.).
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—Esta es una cuestión relativa al lugar de la democracia en la Universidad. La democracia universitaria es un asunto que está reglamentado. La Universidad tiene un corpus de normas, producto de lo que en su momento se llamó la reestructuración de la Universidad (1986-1993), proceso bajo el cual se expidió todo el cuerpo normativo que rige la vida de la Universidad y a sus respectivos estamentos. En ese momento, que era de una fuerte agitación política, se realizó en la Universidad una discusión muy grande, que entre otras cosas actualmente se revive acerca de cuál es la actividad principal de la Universidad. Los estatutos universitarios definieron que la actividad principal de la Universidad es académica y sólo secundariamente política, que la actividad política no puede intervenir o desencaminar esa actividad principal de la Universidad que es la academia. En esa medida, cuando los estatutos de la Universidad definidos en ese periodo hablaron de democracia universitaria, entendieron por democracia la participación, y definieron los mecanismos de participación sobre el modelo de la democracia representativa, esto es, por vía de representantes de los estamentos en las instancias de gobierno universitario (consejos, comités, etc.). Allí habría representantes, y por democracia universitaria el Estatuto entiende eso: una serie de mecanismos representativos. El problema de la democracia universitaria es que está definida en esos términos. Sin embargo, el Estatuto dice que no desconoce otros mecanismos de participación, o más bien, otros mecanismos democráticos como son las vías asamblearias (estudiantiles, de profesores, de trabajadores, etc.). Digamos que están reconocidas en los estatutos como prácticas democráticas, pero el Estatuto General se cierra mucho frente a otras prácticas y, en especial, frente a la posibilidad de mecanismos plebiscitarios. Entonces tenemos tres cosas: la democracia universitaria es participación por vía de representantes; admite otras expresiones de esa democracia, por ejemplo, las expresiones asamblearias; pero en cambio no admite mecanismos plebiscitarios o de democracia directa. De este modo, la democracia universitaria hay que entenderla en términos del sistema de representación que, en general, funciona; es decir, los estamentos y, en especial, los profesores, tenemos representantes en prácticamente todas las corporaciones (consejos superior, académico, de facultad, etc.). En todas estas instancias siempre está contemplada la figura de la representación estudiantil, pero esa es la más polémica porque nunca se surte: la mayoría de las dependencias y de las instancias de gobierno cuentan con la figura de representante estudiantil sólo de forma nominal porque los mismos estudiantes son reacios a ese tipo de participación que en realidad es muy complicada. Por eso digo que el tema de la democracia universitaria queda condicionado por los estatutos a ese mecanismo de participación por vía de representación, lo cual es muy cuestionable, pues muchas veces hemos visto cómo los representantes terminan catapultados desde allí a cargos en el aparato ad-
ministrativo de la Universidad. Eso se ha dado, es muy poco decoroso, pero ha ocurrido. Ese es el hecho por el cual los estudiantes son reacios a la representación, porque termina siendo un arma de doble filo. Ahora bien, en lo que atañe a los procesos de rendición de cuentas, también hay que pensar en las prácticas de democracia universitaria, no en el sentido de que la Universidad involucre a los estamentos presentando con ellos los resultados de la gestión de manera conjunta, sino que la construcción misma de los procesos de la Universidad se dé mediante mecanismos más amplios de participación que los definidos por los estatutos, en los que la vía de la representación es demasiado estrecha. ¿La Universidad de Antioquia tiene mecanismos para dinamizar ese control social que deben ejercer los estamentos frente a la gestión institucional? —Como digo, la consecuencia de lo que está definido como democracia universitaria en términos de participación deja un margen muy estrecho para que haya procesos verdaderamente democráticos en la Universidad. La administración entiende que es ella la encargada de realizar la gestión y que lo puede hacer de manera inconsulta. Es cierto que la función ejecutiva implica la toma de decisiones y que no todo tiene que ser sometido a consulta de la comunidad universitaria, pero decisiones muy importantes como las que tienen que ver, por ejemplo, con las reformas universitarias, con reformas de los estatutos, con reformas de prácticas que atañen a todo el cuerpo de los universitarios, tendrían que ser más democráticas y no sólo en términos de la participación por vía de representantes que es lo que establece el Estatuto General. Tendría que haber para ello otro tipo de mecanismos. Incluso yo no descartaría las vías plebiscitarias: a mí me parece que eso puede ser una expresión de democracia muy importante en la Universidad. Entonces lo que tenemos es una administración muy llevada de su parecer, muy encerrada en el fuero de sus delegatarios, para quienes la toma de decisiones no siempre es por vía concertada ni de participación de la comunidad universitaria, sino muchas veces incluso a espaldas de ella. Eso deja la sensación de que, en la práctica, la democracia universitaria sigue siendo muy débil, y me parece que en los últimos años se ha insistido en ese reclamo: que tiene que haber una mayor participación y no solamente mediante los mecanismos de representación. Pero la administración no siempre está abierta a esa posibilidad y a esas dinámicas, y creo que no las promueve. La administración más o menos se apertrecha en lo establecido por la definición de democracia universitaria que está en los estatutos y se da por satisfecha con ese mecanismo que, como en el caso de los estudiantes, no se ocupa. En eso los estudiantes han sido muy estratégicos porque, a pesar de no ocupar la representación, han mantenido un mecanismo como la Asamblea General como el portavoz oficial de la voluntad general del estudiantado. Ha habido otra práctica que ha surgido recientemente que es la de las comisiones: cuando hay un asunto en litigio entre la administración y los estamentos, siempre después de una presión muy fuerte, casi como una conquista, la administración accede a que se conformen unas comisiones negociadoras. Ese es un mecanismo que vimos funcionar recientemente, por ejemplo, en el tema de la reforma del examen de admisión de la Universidad. También este mecanismo es importante, pero no suficiente. Me parece que las comisiones siempre tienen que estar en ese caso articuladas a una movilización de los estamen-
Es cierto que la
función ejecutiva implica la toma de decisiones y que no todo tiene que ser sometido a consulta de la comunidad universitaria, pero decisiones muy importantes como las que tienen que ver, por ejemplo, con las reformas universitarias, con reformas de los estatutos, con reformas de prácticas que atañen a todo el cuerpo de los universitarios, tendrían que ser más democráticas y no sólo en términos de la participación por vía de representantes que es lo que establece el Estatuto General.
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tos, sea el profesoral, sea el estudiantil, sea el de los trabajadores, y que debe haber esa sinergia entre los representantes comisionados para las negociaciones y las demandas particulares de una movilización coyuntural.
La Universidad tie-
ne grandes virtudes, la gestión indudablemente consigue logros y resultados que son destacables, pero eso no significa que se deje de mirar las fallas.
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Respecto al control social, cito el ejemplo que sirve para dar mi percepción. En la coyuntura de la reforma al examen de admisión y del paro que vivió la Universidad de Antioquia, la Asamblea Departamental convocó al rector Mauricio Alviar a una audiencia que la Asamblea llamó de “control político”1. En rigor, el rector Alviar fue citado a una rendición de cuentas, a la cual compareció, y en la que lo primero que dijo fue que él asistía allí en calidad de autoridad académica de la Universidad de Antioquia como rector y como universitario, y no como sujeto de control político ni de control social. En respuesta, uno de los diputados convocantes, Jorge Gómez del Polo Democrático Alternativo, sostuvo que la Asamblea le recordaba al rector que él era sujeto de control social y político por la Contraloría, por la Procuraduría, por la Asamblea Departamental, y por otras instancias del ente territorial al que está adscrita la Universidad. Entonces me parece que la negativa del rector Alviar para aceptar un control político sobre su gestión es un caso ejemplar de que no hay una dinamización del control social por parte de la administración respecto a su gestión; al contrario, hay una negativa expresa, manifiesta, y me parece que proviniendo del rector como una de las máximas autoridades universitarias, esta negativa frente a una demanda de control por parte de la ciudadanía a través de sus diputados deja un mensaje muy claro de que no hay una dinamización de esas formas de participación. De hecho, en la coyuntura actual, ha sido una constante que tenemos una administración universitaria muy autosuficiente, que desoye sistemáticamente las demandas de los demás estamentos, con unas actitudes muy autoritarias, y en ese sentido, antidemocráticas. Y precisamente en ese escenario es donde las demandas por democracia universitaria se han hecho más fuertes, lo que incluye también los mecanismos de control social y de rendición de cuentas, más allá de lo que se ha querido hacer de estos mecanismos, concebidos solamente como un sistema de propaganda. Insisto en que tenemos ese problema: la rendición de cuentas se ha convertido en propaganda institucional y me parece que las administraciones deben ser suficientemente autocríticas. La Universidad tiene grandes virtudes, la gestión indudablemente consigue logros y resultados que son destacables, pero eso no significa que se deje de mirar las fallas. Actualmente tenemos problemas estructurales muy graves y que son ignorados o desconocidos por la administración. Por ejemplo, en el último Plan de Acción Institucional 2015-2018, hay temas muy sensibles y que son prácticamente ignorados: por ejemplo, el tema del desproporcionado y creciente número de profesores contratados bajo la modalidad de servicios por horas cátedra. Esas son situaciones estructurales que afectan muchos otros campos de la Universidad, que repercuten en otros temas como el de la regionalización, por citar sólo un caso. En esos asuntos yo creo que la Universidad tiene que ser crítica y tiene que tomar medidas. Lo otro es que ante estos problemas estructurales no hemos visto que la administración haya emprendido soluciones reales. Me parece más bien que la administración se ha desentendido de estas cuestiones urgentes privilegiando, en cambio, otros problemas, y encima utiliza su sistema de comunicaciones para mostrarnos que este es el mejor de los mundos posi-
bles, muchas veces ignorando las demandas y los problemas estructurales que implicarían un mayor compromiso por parte de la administración en términos de las prioridades y directrices de la gestión. La Universidad habla de un diálogo permanente a fin de que el resultado en este momento sea un Plan de Acción construido colectivamente… —Sí, pero no hay tal diálogo. Me parece que la administración se ufana mucho de una disposición al diálogo, pero eso no se traduce en un diálogo real. La administración se ufana en decir que no es soberbia, así lo consigna el citado Plan de Acción Institucional, y sin embargo, las decisiones que afectan a la comunidad universitaria en general y, con ello, a la comunidad del departamento, de la ciudad y del país como es el caso del examen de admisión, se imponen discrecionalmente, aún a pesar del rechazo generalizado de la comunidad universitaria. Lo preocupante es que las decisiones se abran paso a como dé lugar, ufanándose de un diálogo y una participación en las instancias de decisión que terminan siendo casi nulos, y donde encima de todo la administración se rehúsa al control social como lo demostró en el caso de la audiencia ante la Asamblea Departamental. Me parece que en eso las demandas de democracia universitaria están más que justificadas, sobre todo porque en el Plan de Acción del que estamos hablando se anuncian reformas de todo el cuerpo normativo de la Universidad, reformas que se deberían dar entre 2015 y 2018, que afectan a todos los estamentos. La administración habla allí de una meta de cumplimiento de un 100% de esas reformas para el año 2018, pero no se anuncia el contenido de esas reformas, se las está programando de manera inconsulta. Y si con un asunto relativamente manejable como es el examen de admisión tenemos la crisis por la que atraviesa la Universidad de Antioquia en la actualidad, ¡qué diremos en el momento en el que se toque todo el cuerpo normativo, por ejemplo, una reforma al reglamento estudiantil que no consulte y no atienda a los problemas que le plantea dicho estamento! Me parece que esas cosas tienen que hacerse de manera más transparente. En ese sentido, sí creo que en el tema de la rendición de cuentas lo que finalmente se le reclama a la administración es mayor transparencia, que esté más volcada a la comunidad universitaria, que la administración se haga más de cara a los universitarios y no solamente bajo el fuero decisional de las altas instancias del aparato administrativo. ¿Para usted que es la transparencia? —Frente al tema de las reformas tiene que haber claridades en términos de la exposición de motivos. La transparencia me parece que se juega mucho allí, en la exposición de motivos de las acciones que impulsa la administración, sobre todo cuando se trata de reformas estructurales o funcionales de la vida de la Universidad.
... la Universidad
debe valorar positivamente los conflictos, los escenarios disensuales, que son también provechosos para la dinámica de la Institución en la medida en que abren los espacios de deliberación. En ese sentido, no hay que pensar sólo en el lugar del consenso sino también en el valor del disenso para la vida institucional.
¿Piensa que la Universidad garantiza el acceso a la información por parte de sus grupos de interés? —La Universidad tiene un sistema de comunicaciones y de información amplio y abierto. Sin embargo, en la medida en que predominan en él esos intereses que he llamado propagandísticos, el problema se juega más en la manera en que esa información es presentada a la comunidad. Me parece que en ese punto los sistemas de información de la Universidad son 87
Me parece que
la rendición de cuentas no puede tener como objetivo primordial fines propagandísticos, que su cometido fundamental no puede ser la conservación de la imagen institucional, sino la autoevaluación crítica de la gestión. Sin ese componente, la rendición de cuentas no tiene otro impacto que el de “contar lo que hacemos” y el de la autojustificación, limitándose a una mirada narcisista de la administración, pero sin redundar en el perfeccionamiento y sin impactar en las soluciones que puedan significar un mejoramiento de la vida institucional.
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muy tendenciosos. Si tú visitas el portal de la Universidad de Antioquia en internet, tú te imaginas que allí no pasa nada, que eso es un reino de paz. Si buscas conocer la situación de la Universidad a través de su portal, te das cuenta de que, en la manera en que allí está presentada la información, los conflictos internos son invisibilizados. Si necesitas saber sobre el paro de la Universidad de Antioquia eso nunca lo vas a encontrar en los medios institucionales: te toca acudir a los medios alternativos, porque la administración pareciera querer desconocer y presentar a la comunidad otra realidad. Es en ese punto donde se hace necesario forzar la red de la información institucional. Permanentemente hay que forzarla. ¿Por qué? Porque es un sistema de propaganda en el que la administración siempre queda muy bien ante la comunidad, y en el que no hay ese componente de autocrítica que ya he mencionado. Creo que esta reflexión se la deben plantear muy seriamente los comunicadores, y no solamente los que desempeñan su función en la Universidad, sino en general en todo tipo de instituciones. De modo que, para responder finalmente la pregunta, la Universidad sí cuenta con los mecanismos de información, pero la manera en que ésta es presentada me parece siempre tendenciosa, en la medida en que invisibiliza los problemas y los conflictos por los que pasa la Institución. ¿Usted piensa que la Universidad de Antioquia promueve un diálogo permanente entre los estamentos como parte de la construcción de una cultura de la transparencia? —Los estamentos de la Universidad demandan esto permanentemente, pugnan porque haya esa construcción colectiva en una dinámica de diálogo. Ahora, que si la administración promueve o no ese diálogo, por lo menos se ufana públicamente de hacerlo, pero en las dinámicas reales que son sobre todo las de la negociación de conflictos, creo que no. Entre otras cosas porque parece que la administración universitaria y el sistema de opinión pública promovido por la administración parecen más interesados en negar el conflicto. Hay una especie de tendencia higiénica de no querer el conflicto, de negar el conflicto, de no aceptar las situaciones de conflicto. Pero la Universidad debe valorar positivamente los conflictos, los escenarios disensuales, que son también provechosos para la dinámica de la Institución en la medida en que abren los espacios de deliberación. En ese sentido, no hay que pensar sólo en el lugar del consenso sino también en el valor del disenso para la vida institucional. El Estatuto General que fue formulado durante el período de la reestructuración (1986-1993) reconocía este carácter conflictivo de la Universidad y lo valoraba positivamente. El Estatuto considera que la Universidad tiene dinamismos necesariamente polémicos, los cuales valora y reconoce: admite que haya litigio, que no siempre tenemos que estar de acuerdo, que podemos estar en desacuerdo y que de lo que se trata es más bien de darle la expresión a esos desacuerdos, reconocer la existencia del disenso. Quizá la construcción colectiva de la Universidad, de políticas concertadas, tenga que pasar necesariamente por este reconocimiento, en lugar de pretender negarle su lugar al conflicto, y de negarle los espacios de toma de palabra a esos conflictos. Entre otras cosas, esa ha sido una de las grandes lecciones de la teoría hegeliana y del marxismo: que la contradicción y el conflicto son propios de la vida social. Por eso me parece cada vez más necesario reconocer los conflictos, admitirlos, prestarles oídos, en lugar de desoírlos
sistemáticamente como parece ser el espíritu de la administración. ¿Qué es para usted la rendición de cuentas? —No sabría decirte exactamente, porque sólo conocemos como rendición de cuentas los procesos de audiencias públicas y de presentación de informes de gestión. Fuera de eso no conocemos otras prácticas de rendición de cuentas. En términos generales, en el espíritu de lo que ha sido nuestra conversación, creo que es una práctica de control social sobre la gestión de las instituciones, especialmente de las que tienen responsabilidades públicas, porque les atañe de modo inherente rendir ante el pleno de los ciudadanos sobre las prácticas relativas a la gestión. Lo ideal es que esas prácticas incluyan una participación mucho más amplia que la definida únicamente por vía de representaciones. ¿Cuál es su percepción sobre el proceso que realiza la Universidad? —Me parece que es insuficiente, que hay que avanzar mucho más en la construcción de esas prácticas de rendición de cuentas de cara a lo público. Puede que haya unos protocolos definidos, unos sistemas más o menos ya establecidos, unos estándares que establecen en qué pueden consistir esos procesos… Pero me parece que, en uso del principio de la autonomía, la Universidad puede construir mecanismos más expeditos, prácticas mucho más abiertas, y sobre todo, vías democráticas que satisfagan mucho más las demandas de los estamentos, sobre todo en situaciones coyunturales y de conflicto como las que atravesamos hoy.
¿Cree usted que el proceso de rendición de cuentas contribuye al fortalecimiento de la confianza y la imagen institucional? —Sí, pero no creo que deban ser esos sus objetivos. Me parece que la rendición de cuentas no puede tener como objetivo primordial fines propagandísticos, que su cometido fundamental no puede ser la conservación de la imagen institucional, sino la autoevaluación crítica de la gestión. Sin ese componente, la rendición de cuentas no tiene otro impacto que el de “contar lo que hacemos” y el de la autojustificación, limitándose a una mirada narcisista de la administración, pero sin redundar en el perfeccionamiento y sin impactar en las soluciones que puedan significar un mejoramiento de la vida institucional. ¿Cuáles serían las recomendaciones que usted le haría a la Universidad a fin de lograr procesos más sólidos y permanentes de interlocución? —Básicamente mi recomendación es dar lugar a la mirada autocrítica. Creo que la gestión no puede ser complaciente consigo misma de modo permanente, no puede desconocer las fallas. ¿Por qué no reconocer abiertamente las fallas en lugar de querer ajustar a toda costa la gestión a indicadores de excelencia? Hay que encontrar la manera de ampliar las expresiones democráticas en la Universidad, multiplicando los mecanismos de participación para que la construcción colectiva no sea simplemente un cliché o un eslogan, sino que efectivamente se traduzca en una interlocución y en una vocería por parte de los estamentos en sano disenso con la administración y con la gestión.
*Estudiante de la Maestría en Gobierno, Universidad de Medellín 10 de diciembre de 2015 1. Asamblea Departamental, sesión ordinaria N°14, noviembre 3 de 2015. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=nTwqa7Ryz0g Algunas de las intervenciones relativas a la citada sesión se pueden consultar en los siguientes enlaces: https://www.youtube.com/watch?v=ftBgQgl5d54 https://www.youtube.com/watch?v=e6RsFxSc11A
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Jhonatan Correa Las ilustraciones —De la serie: Inocencias trastocadas, tinta sobre papel, dimensiones variables, 2015-2016— de la edición 73 de DEBATES son de la autoría de Jhonatan Correa, quien en la actualidad cursa el octavo semestre de la Licenciatura Educación Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia. Como parte de su experiencia artística ha integrado varias exposiciones colectivas, ilustrado artículos de periódicos y revistas y participado en eventos nacionales e internacionales. Colectivas 2013. Exposición colectiva “Imaginarios”. muro del Artista, Biblioteca de la Ciudadela Universitaria sede Robledo, Universidad de Antioquia, Medellín, 5 de octubre al 10 de noviembre de 2013. 2013. Participación en la convocatoria de libro ilustrado, con la obra EL MININARIO, lata de sal, Madrid, España, diciembre de 2013. 2014. Proyecto colectivo “Laboratorio vivo”, Corporación Escuela de Artes y Letras Institución Universitaria, Bogotá, 21 al 26 de octubre de 2014. 2015. Exposición colectiva “Los muchos gestos del dibujo”. Biblioteca Central Universidad de Antioquia, Medellín, 6 al 28 de marzo de 2015. 90
2016. Narrativa de una línea, una exposición de dibujo colectiva. Biblioteca Pública Héctor González Mejía, Medellín 14 de abril 2016. 2016. IMAGENPALABRA, Salón de ilustración, exposición colectiva, Crealab, Medellín, mayo de 2016. Publicaciones 2015. Publicación en el periódico Alma Máter, Universidad de Antioquia, Nº 649; 150 años de Alicia en el país de las maravillas, con la ilustración A L I C E. 2016. Publicación en Revista de estudios políticos, Universidad de Antioquia, Nº 48, con la serie de ilustraciones Dream house 2015. 2016. Publicación en revista Leer y releer, Universidad de Antioquia, Nº 79, con dos series ilustradas, Inocencias trastocadas y Locus suspectus, respectivamente. Participación en eventos 2011. MDE11 Enseñar y aprender, lugares de conocimiento en el arte. Mediador y asistente de producción en el proyecto LA CASA BLANDA de Floating lab collective. Medellín. 2014. Conferencia: Discusiones en aula-arte contemporáneo, Laboratorio vivo, organizado por Corporación Escuela de Artes y Letras Institución Universitaria Bogotá, 4 horas, 22 de octubre 2014.
ISSN 1657-429X
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9 771657
429001
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