MEMORIA PREMIOS NACIONALES DE CULTURA UDEA

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CONSEJO SUPERIOR UNIVERSITARIO Luis Alfredo Ramos Botero

Gobernador del Departamento y Presidente de la Corporación

Alberto Uribe Correa

Rector

Manuel Santiago Mejía Correa

Representante del Presidente de la República

Gabriel Burgos Mantilla

Representante de la Ministra de Educación Nacional

Elmer de Jesús Gaviria Rivera

Representante del Consejo Académico

Gabriel Agudelo Viana

Representante Profesoral

Manuel Antonio Ballesteros Romero

Representante de los Egresados

Luis Fernando Arango Arango

Representante del Sector Productivo

Luis Javier Arroyave Morales

Representante de los ex Rectores

Luquegi Gil Neira

Secretario General

CONSEJO ACADÉMICO

Rector Alberto URIBE CORREA Vicerrectora de Extensión María Helena VIVAS LÓPEZ

Alberto Uribe Correa

Rector

Jairo Humberto Restrepo Zea Vicerrector de Investigación

Óscar Sierra Rodríguez Vicerrector de Docencia María Helena Vivas López Vicerrectora de Extensión

Rubén Alberto Agudelo García

Vicerrector Administrativo

Francisco Londoño Osorno

Decano Facultad de Artes

Coordinación General María Adelaida JARAMILLO GONZÁLEZ

Sara María Márquez Girón

Decana Facultad de Ciencias Agrarias

Mauricio Alviar Ramírez

Decano Facultad de Ciencias Económicas

Frank Uribe Álvarez

Editor - Coautor Alberto GONZÁLEZ MASCAROZF Diagramación y Retoque Fotográfico Juan Camilo VÉLEZ RODRÍGUEZ Recopilación Textos Periodísticos Ana María GUTIÉRREZ GARZÓN Corrección de Textos Verónica ECHEVERRY ALVARÁN

Decano Facultad de Ciencias Exactas y Naturales

Luz Stella Correa Botero

Decana Facultad de Ciencias Sociales y Humanas

Edison Neira Palacio

Decano Facultad de Comunicaciones

Hernán Darío Vergara Mesa

Decano Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Marta L. Salinas Salazar

Decana Facultad de Educación

Beatriz Ospina Rave

Decana Facultad de Enfermería

Elkin Libardo Ríos Ortiz

Decano Facultad de Ingeniería

Elmer de Jesús Gaviria Rivera

Decano Facultad de Medicina

Álvaro Cardona Saldarriaga

Decano Facultad Nacional de Salud Pública

Carlos Mario Uribe Soto

Decano Facultad de Odontología

Luz Marina Carvajal de Pabón

Decana Facultad de Química Farmacéutica

Jorge Luis Sierra Lopera

Representante Profesoral Consejo Académico

Luquegi Gil Neira

Secretario General

Invitados

Fotos Archivo Periódico El Mundo Archivo Periódico ALMA MATER Impresión D’vinni S.A. Derechos Reservados

Martiniano Jaime Contreras

Vicerrector General

Hernando Velásquez Echeverri

Director de Posgrado

Jaime Ignacio Montoya Giraldo

Director de Planeación

Pastor Acevedo Herrera

Director de Asesoría Jurídica

Claudia María Rivera Osorio

Directora de Control Interno

ISBN 978-958-714-344-7

Sebastien Longhurst Delorme

Director de Relaciones Internacionales

Ana Lucía Sánchez Gómez

Directora de Bienestar Universitario

Las imágenes en esta publicación tienen derechos de autor y no pueden ser reproducidas en modo alguno sin autorización expresa de la Universidad de Antioquia

John Jairo Arboleda Céspedes

Director Programa de Regionalización

Ángela María Arango Rave

Directora Escuela de Microbiología

María Teresa Múnera Torres

Directora Escuela Interamericana de Bibliotecología

Medellín, Colombia. Diciembre de 2009

John Jairo Giraldo Ortiz

Director Escuela de Idiomas

Fanny Mejía Franco

Directora Escuela de Nutrición y Dietética

Eufrasio Guzmán Mesa

Director Instituto de Filosofía

Iván Darío Uribe Pareja

Director Instituto de Educación Física y Deporte

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Agradecimientos Agradecemos de manera especial a las siguientes personas que con la gestión realizada, desde sus diferentes responsabilidades administrativas y académicas, aportaron a la creación, desarrollo y consolidación de los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia. Rectores 1968 a 2008 Eduardo Uribe Botero, Samuel Ciro Giraldo, William Rojas Montoya, Luis Fernando Duque Ramírez, Luis Eduardo Mesa Velásquez, Bernardo Trujillo Calle, Antonio Mesa Escobar (E), Jorge Elías Peláez Vallejo, Eliseo Moreno Pareja, Luis Carlos Muñoz Uribe, Jesús Arturo Aristizábal Guevara, Antonio Yepes Parra, Guillermo León Calderón Gallego (E), Óscar Madrid Botero, Héctor Jairo Gómez Montoya (E), Darío Valencia Restrepo, Santiago Peláez Valdez, Saúl Mesa Ochoa, Luis Javier Giraldo Múnera (E), Eduardo Cano Gaviria, Luis Javier Arroyave Morales, Luis Pérez Gutiérrez, Rafael Aubad López, Álvaro Gaviria Ortiz (E), Jaime Restrepo Cuartas, Alberto Uribe Correa. Directores y Vicerrectores de Extensión 1968 - 2008 Carlos Jaime Noreña Mejía, Luz Mariela Sorza Zapata (E), Luis Javier García Isaza, Ana Lucía Sánchez Gómez, Efrén Barrera Restrepo, Clara Inés Giraldo Molina, Héctor León Zuluaga Tobón, Lavive Rebaje de Álvarez, Margarita Berrío de Ramos, María Helena Vivas López. Jefes del Departamento de Extensión Cultural 1968 - 2008 Carlos Castro Saavedra, Luz Elena Zabala Jaramillo, Carlos Uribe de los Ríos, Priscilla Burcher de Uribe, Luis Fernando Calderón Álvarez, Zulma Orozco Santamaría, Mauricio Hincapié Acosta (E), María Adelaida Jaramillo González. Directores del Museo Universitario 1968 - 2008 Eduardo Zuluaga, Graciliano Arcila Vélez, Beatriz Restrepo Gallego, Luis Fernando Vélez Vélez, Jairo Estrada, Ricardo Saldarriaga, Aníbal Vallejo Rendón, Roberto León Ojalvo Prieto, Diego León Arango Gómez. Comité Asesor Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia María Elena Vivas López, Vicerrectora de Extensión Luquegi Gil Neira, Secretario General María Adelaida Jaramillo González, Jefa Departamento de Extensión Cultural Diego León Arango Gómez, Director Museo Universitario Jorge Iván Franco Giraldo, Jefe Departamento de Publicaciones Francisco Londoño Osorno, Decano Facultad de Artes Edison Neira Palacio, Decano Facultad de Comunicaciones Lucelly Villegas Villegas, Directora Instituto de Estudios Regionales Doris Elena Aguirre Grisales, Asistente Dirección Departamento de Publicaciones Adriana Lucía Rendón Ríos, Coordinadora Cultural Departamento de Extensión Cultural Asimismo, a quienes con su apoyo decidido también hicieron posible este libro: Margarita Berrío de Ramos, Ex Vicerrectora de Extensión; Marta Lucía Jaramillo Noreña, Secretaria Departamento de Extensión Cultural; María Mercedes Morales Osorio, Secretaria Departamento de Información y Prensa; Francisco Javier Bergaño Arenas y Luis Eduardo Ospina Rodríguez, Estudiantes de Periodismo. Periódico EL MUNDO: Guillermo Gaviria Echeverri, Director; Irene Gaviria Correa, Editora General; Jairo León García Uribe, Jefe de Redacción; Carlos Alberto Gil Valencia, Gerente General; Nancy Flórez Arenas, Jefa del Centro de Documentación. Periódico EL COLOMBIANO: Ana Mercedes Gómez Martínez, Directora Periódico EL ESPECTADOR: Fidel Cano Correa, Director Periódico EL TIEMPO: Roberto Pombo, Director Revista CAMBIO: Rodrigo Pardo García Peña, Director

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Presentación

Hito cultural Para la Universidad de Antioquia es motivo de orgullo presentar a la comunidad universitaria, a los antioqueños y a todo el país, la Memoria de los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia, certamen que se ha constituido en hito cultural de gran realce en la historia de los estímulos y reconocimientos a la vida y obra de Alberto Uribe los creadores e investigadores del país. Correa Los Premios son uno de los más importantes Rector proyectos culturales del Alma Máter, se articuUniversidad de lan a la misión y a la visión institucionales conAntioquia signadas en el Plan de Desarrollo 2006-2016, en cuanto son expresión del compromiso con la “generación y divulgación del conocimiento en los diversos campos del saber y la preservación y revitalización del patrimonio cultural”, y con hacer de la Universidad “un auténtico escenario de la diversidad y el diálogo intercultural, en el marco del respeto por el pluralismo y el ambiente”. El fortalecimiento y consolidación de este proyecto, y ahora la presentación de su memoria, es la muestra del gran compromiso que tiene la Universidad de Antioquia con el desarrollo cultural del país y sus creadores. Este libro, realizado con la calidad que caracteriza las producciones editoriales de la Universidad, narra cuarenta años de historia a través de la voz de sus propios participantes, de las imágenes y de los reportajes que quedaron en la memoria de los más importantes periódicos del país, de un recorrido por el origen y desarrollo de cada uno de los premios que han sido convocados, creando así un texto de valor literario e histórico. Este aporte a la consolidación de la memoria, la creación y la investigación cultural en el país, nos anima a continuar la tarea de proyectar los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia como un programa emblemático que representa los más altos ideales del proyecto educativo y cultural de la Universidad de Antioquia.

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Huella de una Universidad que se hace cultura en su cotidianeidad Por María Adelaida Jaramillo González1

Preludio Los Premios Nacionales de Cultura de la Universidad de Antioquia recogen la impronta de una universidad que se asume como proyecto cultural. Ellos expresan la polifonía de voces que desde las diversas expresiones del arte y la cultura han permitido construir sentidos y renovar en el tiempo las estéticas y las miradas a los problemas que las diversas convocatorias han avocado. Los Premios son también polifonía de sueños y de esfuerzos, sudor de creación, espacio para conocer la multifacética riqueza de Colombia y de Antioquia, motivo para reconocernos en el otro creador que nos invita al diálogo, que nos incita a sentir, que nos provoca la mirada, que suscita el análisis, que interpela la memoria, que nos deja servida en la mesa la más suculenta creación para que el paladar la disfrute y la goce. La investigación es otro de los espacios en los que se reedita la creación cultural; en ella se da el encuentro de la crítica y la formación del gusto, y se escenifica el pensamiento puesto en obra al servicio de la construcción del conocimiento como materia creadora. Creación del conocimiento que busca comprender los duelos, las realidades, las expresiones y la marca de un país que como el nuestro, se niega a hundirse en la penumbra del dolor y del olvido y encuentra en la riqueza de sus expresiones el color de su presente y la base de su futuro. Los Premios, proyecto sostenido por más de cuarenta años, son la Caja de Pandora que no se agota en el tiempo, que se renueva en la medida en que los creadores la abren para que de ella salgan nuevos aires que recreen la cultura y la aviven en el tiempo. Ellos van encontrando en cada convocatoria la savia que los nutre y los hace crecer año tras año; son también espacio para la lectura de la realidad cultural colombiana, son, en fin de cuentas, espacio para recrear la historia del pensamiento y para hacer de la Universidad de Antioquia una universidad comprometida con el arte y la cultura.

Momentos en el tiempo Los años sesenta marcaron el desarrollo de hechos relevantes para la cultura en la Universidad de Antioquia como el Martes del Paraninfo y el Primer Salón Nacional de Artistas Jóvenes, que dio apertura a uno de los más importantes proyectos culturales de nuestra Alma Máter. Se crea igualmente

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en 1970 el Abril Artístico. Ambos se transforman y dan lugar a la creación en 1989 del Salón Nacional de Artistas, cuya denominación cambia en 2001 para convertirse en el actual Salón Nacional de Artes Visuales. Plantea el libro Memoria Institucional de Extensión2, que:


Presentación

…en 1979, y como resultado del inesperado recibimiento por parte del público, de Gaceta, una publicación literaria que se crea durante la rectoría de Luis Carlos Muñoz Uribe, la dirección académica de Gabriel Darío Restrepo Posada, y por la “sugerencia” de la profesora Elena Correa, “buscando llenar uno de los vacíos que en lo concerniente a la promoción de la cultura en la Universidad de Antioquia” 3 hubo además envío masivo de poesías de poetas jóvenes. Por todo esto se decidió convocar al Primer Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, con el objetivo de “estimular la producción poética contemporánea y hacer pública divulgación de los escritos de autores vivos.4 Se instaura pues en 1979 el premio que “se concederá cada año como un aporte a las letras y a la cultura colombianas”5, premio que se institucionaliza por la Resolución Superior 158 del 8 de octubre de 1983, y se reglamenta mediante la Resolución Rectoral 10 del 3 de diciembre de 1985. Con posterioridad, en el año 1982, la Universidad de Antioquia crea el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento, mediante el cual se buscó “exaltar la vida y obra de los más destacados cultores del género poético en Colombia”. La elección de los ganadores se realiza, no por concurso, sino por la selección que realiza el jurado escogido por la Universidad. Dicho Premio fue institucionalizado mediante la Resolución Superior 158 del 28 de octubre de 1983. Posteriormente, mediante la Resolución Rectoral 1071 del 3 de diciembre de 1983, éste es reglamentado. Mediante el Acta 590 del 2 de noviembre de 1995, del Consejo de la Facultad de Artes de la Universidad, se creó el Premio Nacional de Dramaturgia como un homenaje al desaparecido profesor universitario y dramaturgo antioqueño Luis Carlos Medina Carreño. En el año 1996 se crea el Premio Nacional de Fotografía, que se convoca hasta 1999, y se integra desde entonces a los Salones Nacionales de Artes Visuales. Más adelante, en 1997, se crea el Premio Nacional de Música en la modalidad de Composición Musical, mediante la Resolución Rectoral 8690. Un año más tarde, en 1998, se crea el Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística mediante las Resoluciones Rectorales 9932 y 9933.

En 1998, las diversas convocatorias que adelanta la Universidad se reúnen bajo el nombre de Premios Nacionales a la Creación en las Artes y en las Letras Universidad de Antioquia, pero cada uno de ellos mantiene la particularidad de su reglamento. En 1999, surgen el Premio Nacional de Cuento y el de Novela, creados mediante la Resolución Rectoral 12898. El Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales, el Premio Nacional de Danza y el Premio Nacional de Video se crean en 2001 mediante la Resolución Rectoral 14372, reglamentación que por primera vez unifica los criterios de convocatoria, selección y premiación, la cual fue luego complementada y ajustada mediante la Resolución Rectoral 15523 de 2002, llamándose desde entonces Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia. En estas resoluciones se establecieron las siguientes áreas y modalidades de convocatoria: a) Literatura: Poesía por Concurso, Poesía por Reconocimiento, Novela y Cuento b) Artes: Danza, Música, Dramaturgia, Salones Nacionales y Bienales c) Estudios Culturales: Ensayo en Estudios Culturales d) Comunicaciones: Reportaje y Crónica Periodística e) Audiovisuales: Video En octubre de 2008, con motivo del cuadragésimo aniversario de los Premios, se publica una recopilación de los nombres que han hecho huella en su historia: ganadores, jurados, coordinadores, normativa, entre otros, datos que dan cuenta de la cantidad y calidad de los ganadores que han sido reconocidos por la Universidad. En 2009, como fruto de la evaluación realizada a las convocatorias con respecto a su pertinencia y actualidad, y con el fin de innovar las convocatorias y darles un mayor sentido de actualidad, de acuerdo con los desarrollos de los procesos culturales, mediante la Resolución Rectoral 27593 de marzo de 2009, se redefinen las convocatorias a los premios y se reagrupan en 7 categorías y 16 modalidades, así: a) Premio Nacional de Cultura por Reconocimiento. Cada año el Comité Asesor

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de los Premios propondrá el área en la cual se convoca el Premio b) Premio Nacional de Literatura. Modalidades: Poesía, Novela, Cuento, Dramaturgia o Ensayo

1- Salón Nacional de Artes Visuales (1968,1972-1977, 1989-2008. Este Premio fue suspendido entre 1969 y 1971 y entre 1978-1988)

c) Premio Nacional de Artes. Modalidades: Música, Teatro o Danza

2- Premio Nacional de Poesía por Concurso (1979-2008)

d) Premio Salón Nacional de Artes Visuales. Se convocará bienalmente en un lenguaje específico, que será definido por el Comité Asesor de los Premios.

3- Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento (1982-2007) 4- Premio Nacional de Dramaturgia (1996-2006)

e) Premio Nacional de Comunicaciones. Modalidades: Medios Radiales, Medios Audiovisuales, Medios Escritos, Medios Digitales o Virtuales.

5- Premio Nacional de Fotografía (1996-1999)

f) Premio Nacional de Estudios en Cultura. Se convocará cuatrienalmente en un tema específico, definido por el Comité Asesor de los Premios.

7- Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística (1998-2008)

g) Premio Nacional de Gestión Cultural. Se convocará cuatrienalmente en un tema específico, definido por el Comité Asesor de los Premios.

Los retos que nos quedan La reforma a los Premios Nacionales de Cultura contempló no solo la redefinición de las áreas convocadas, sino también el replanteamiento de la forma como las producciones culturales ganadoras se ponen en circulación y se entregan a los diversos públicos. En tal sentido, la gestión de los Premios no termina con la ceremonia de entrega de los reconocimientos y estímulos a los creadores, sino que continúa con la puesta en diálogo o en escena de las creaciones, mediante eventos de carácter académico y cultural que favorezcan el acercamiento de los diversos públicos a las obras y a sus autores. Pretende igualmente la Universidad, abrir el espacio para hacer de los Premios insumo para el desarrollo de investigaciones en las materias convocadas, promover el desarrollo de la crítica, los encuentros de creadores que han hecho parte de las múltiples convocatorias, la elaboración de catálogos del Salón Nacional de Artes Visuales, la integración de los Premios a las dinámicas de la cultura regional, el desarrollo de lecturas de los textos literarios por parte de sus autores en diversos escenarios que permitan integrar a los autores con los lectores, entre otros.

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Periodos de convocatoria

6- Premio Nacional de Música en Composición, Musicología e Interpretación musical (1997-2007)

8- Premio Nacional de Cuento (2000-2008) 9- Premio Nacional de Novela (2000-2006) 10- Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales (2001-2007) 11- Premio Nacional de Danza (2003) 12- Premio Nacional de Video (2003-2006) A partir de 2009: 1- Premio Nacional de Cultura por Reconocimiento 2- Premio Nacional de Literatura- Modalidad Novela 3- Premio Nacional de Artes-Modalidad Danza 4-Premio Nacional de ComunicaciónModalidad Audiovisual

Notas 1. Jefa del Departamento de Extensión Cultural: 1994-1995; 2000-2009. 2. Toro Constanza, y otra. Memoria Institucional de la Extensión. Vicerrectoría de Extensión. Documento inédito. Agosto de 2009. P.xx 3. Sin autor. Historia del Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. S.f. p 1. En: Premio Nacional de Poesía. Reseña histórica. Archivo Central Universidad de Antioquia, caja 01325-007. C.C 6510 4. Ibid. p 2 5. Ibid.


Presentación

Memoria Recorrer la senda trazada por los Premios de Cultura Universidad de Antioquia es una experiencia que gratifica y emociona, aunque también desvela elementos que ameritarían un amplio debate sobre la extraña transmutación del periodismo cultural en Colombia. Caminar sin afanes ese trayecto que comprende los años 1968 a 2008, es constatar que una idea lúcida que surgió espontánea hace cuatro décadas tuvo la vitalidad suficiente para perdurar y reproducirse sin atrofias.

Alberto González En el ámbito de las ciencias sociales y humanas, la Mascarozf arqueología de rescate tiene como objetivo recuperar y Jefe Departamento conservar restos arqueológicos cuya importancia resulta de Información y vital para efectuar la reconstrucción de un periodo cultural Prensa y determinar estilos de vida, comportamientos y conductas Universidad de de las sociedades. Sin pretender que esta Memoria conlleve Antioquia tales alcances, sí hace parte de los propósitos que alentó su realización recuperar y conservar testimonios periodísticos que dan visibilidad a una tarea que se ha cumplido en forma colectiva. En ella han dejado su impronta los cientos de participantes en cada modalidad de los Premios, los jurados calificadores, la prensa regional y nacional y, por supuesto, la Universidad de Antioquia. Esta Memoria ennoblece a la Rectoría, a la Vicerrectoría de Extensión, al Departamento de Extensión Cultural, al Museo Universitario y a la Editorial Universidad de Antioquia, pues el nutrimento de los Premios no ha sido otro que la valoración y el respeto por el talento y la creatividad de quienes encaran como compromiso de vida expresar la belleza a través de la palabra escrita y hablada, la música, la plástica, la dramaturgia, la fotografía, la danza. De igual forma están incluidos quienes generan, divulgan y preservan el conocimiento a través de los estudios culturales y las investigaciones periodísticas.

Para tejer esta Memoria fue necesario repasar el contenido de miles y miles de páginas de periódicos, cada vez más sumidos en el olvido de los archivos que los engavetan. También fue necesario repasar, una a una, cientos de fotografías en papel, cuyas imágenes el tiempo amarillea y desvanece. Ese olor a papel de antaño; esa emergencia de imágenes que delatan estilos, gustos y costumbres de época; esas fotografías que devuelven la vida a aquellos que la perdieron; esa lectura refrescante de textos narrativos, notas y entrevistas, sirvieron de aliento para llevar a feliz término ésta, sin duda, bella obra, que rinde un homenaje y expresa un agradecimiento sincero tanto a los ganadores y realizadores de los Premios como a los exponentes de una de las más brillantes etapas del periodismo cultural colombiano, casi proscrito de la prensa hoy en día.

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Contenido 10 a 29 Salones Nacionales de Arte 12 14 17 19 21 22

Hoy se Inaugura el I Salón de Artistas Jóvenes Colombianos Abril Artístico Una muestra de arte que pretende ser diferente a las demás VI Abril Artístico: el salón que se abre camino ¿Qué fue del Abril Artístico? Salón de Artistas

30 a 77 Premio Nacional de Poesia por Concurso 32 33 34 35 35 36 37 38 38 41 41 44 45 50 52 52 53 56 57 59 59 61 61 63 63 65 67 67 69 69 71 72 73 74 76

La Gaceta y el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Por Gustavo Adolfo Garcés Ganadores 1979: Juan Manuel Roca, Víctor Gaviria, Rubén Vélez Recuento de una gratitud. Por Juan Manuel Roca Ganadores 1980: Rubén Vélez, Anabel Torres, Jaime Alberto Vélez El “hipopótamo” de las letras “Me cansé de acumular poemas” “Más vivencia que erudición” Ganadores 1981: Álvaro Miranda, Samuel Jaramillo, Jaime Alberto Vélez Buscar la verdad es una gran mentira. Por Ana María Villarraga Ganadores 1982: Alberto Vélez, Liana Mejía Ganadores creen que el premio se acabará Ganadores 1983: Jaime Jaramillo Escobar, Orlando Gallo La poesía es la que dicta las leyes en el corazón de los hombres, no el gobierno. Por María Cristina Arango de Tobón Ganadores 1985: Primer Puesto Desierto, Segundo Puesto Fernando Herrera Ganadores 1987: David Jiménez Panesso, Medardo Arias Mi poesía es intimista y nostálgica. Por Juan Carlos Pérez Este no es Cassius Clay: Es el negro Medardo Arias. Por Reinaldo Spitaletta Ganador 1988: Samuel Jaramillo El poeta tiene la obligación de la lucidez. Por Mariluz Vallejo Ganadora 1989: Gloria Moseley-Williams Gloria, con alma de poeta. Por Beatriz Mesa Mejía Ganador 1991: Rubén Darío Lotero Un Lotero en la Cima. Por John J. Villegas R. Ganador 1993: Flobert Zapata La conciencia del aprendiz. Por Yolanda Duque Ganadores 1995: Carlos Héctor Trejos Reyes y Omar Ortiz Forero Ganador 1997: Jaime García Maffla No lo puedo creer. Por Luz Estella Betancurt B. Ganador 1999: Nelson Romero Guzmán Nelson Romero o el poder de la palabra Ganador 2001: Winston Morales Chavarro Memorias de Alexander de Brucco Ganador 2004: Verano Brisas Brisas Verano Brisas Brisas, entre el mar y el pornoerotismo. Por Luis Javier Londoño Balbín Ganador 2008: Jorge Hernando Cadavid Mora

78 a 143 81 84 88 89 91 99 99 100 102 104 104 108 109 111 112 113 120 121 122 126 128 132

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Premio Nacional de Poesia por Reconocimiento

Ganador 1982: Luis Vidales Soy Luis Vidales y no he cambiado. Por Ana María Cano Ganador 1983: Álvaro Mutis Álvaro Mutis, 27 años sin venir al país, recibe el Premio U. de A. Ninguna proposición que descarte lo sagrado me interesa. Por Ana María Cano Ganador 1985: Jorge Artel Jorge Artel ganó Premio de Poesía U. de A. El negro Artel. Por Fernando Vera Ángel Mi poesía es la voz del pueblo. Por Mariluz Vallejo Ganador 1988: José Manuel Arango La poesía es celebración de la vida. Por Mario Escobar y Reinaldo Spitaletta José Manuel Arango. Por José Manuel Arango Nunca extravió el camino. Por Elkin Restrepo Recuerdo de José Manuel Arango. Por José Jairo Alarcón Arteaga Ganadora 1995: Meira Delmar Somos, sobre todo, sueños. Por Alberto González Mascarozf Ganador 1999: Rogelio Echavarría Ser poeta, además de una tragedia, es un privilegio que duele como una herida abierta Una poesía para nuestro tiempo. Por José Manuel Arango Memoria del poeta desmemoriado. Por Juan José Hoyos Perder la memoria es prácticamente perder la vida. Por Alberto González Mascarozf Ganador 2003: Fernando Charry


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Poeta mayor La vida en Colombia nos obliga a tener una actitud rebelde. Por Alberto González Mascarozf Ganador 2007: Giovanni Quessep Nunca tuve ni he tenido que ver con las vanguardias. Por Alberto González Mascarozf

144 a 152 Premio Nacional de Dramaturgia 145 145 146 146 147 150

Ganador 1999: Fabio Rubiano Orjuela “Mucho trabajo, disciplina, fe, constancia” Ganador 2006: José Domingo Garzón Garzón Premio de Dramaturgia para Emisiones de medianoche Aportes. Por José Domingo Garzón No dar el brazo a torcer hacia la comercialización del arte, ésa es la lucha de los artistas. Por Alberto González Mascarozf

153 a 161 Premio Nacional de Musica 154 155 155 156 157 157 159 161

Ganador 1997: Andrés Posada Saldarriaga Bálsamo de estrellas. Por Andrés Posada Saldarriaga Ganador 1997: John Fredy Ramos Ganador 2001: Darío Rojas Restrepo Ganadores 2004: María Eugenia Londoño Fernández, Jesús Zapata Builes, Alejandro Tobón Restrepo Etnomusicología. Hacernos visibles y descubrirnos a través de la música Un hallazgo, un reto. Por María Eugenia Londoño Fernández Ganador 2007: Carlos Eduardo Betancur Bustamante

162 a 177 Premio Nacional de Reportaje y Cronica Periodistica 163 163 165 168 168 170 170 171 173 173 175

Ganador 1998: Luis Felipe Atehortúa Siete años en el infierno La pesadilla que sacudió la vida de Jorge Argiro. Por Luis Felipe Atehortúa Ganadores 1999: José Luis Novoa, Juan Manuel Escamilla Al periodismo hay que meterle oficio Ganador 2000: José Rubiel Navia Magníficas historias mal contadas Los discursos de la ropa usada Ganadora 2008: Patricia Nieto La escritura periodística es un acto de amor. Por Patricia Nieto Salir a cazar un león. Por Carlos Mario Correa Soto

178 a 187 Premio Nacional de Cuento 179 179 181 181 182 183 184 185 185

Ganador 2000: Juan Manuel Roca Poner el cuento en el punto relevante que merece Ganador 2002: Octavio Escobar Un libro es una nueva manera de estar vivo. Por Octavio Escobar Ganador 2005: Rey Carlos Villadiego Mi deseo se ha cumplido Ganador 2008: Javier Ignacio Saldarriaga Cadavid Soy un desconocido para mí mismo cuando estoy narrando El cuento, una tarea apasionante y compleja. Por Óscar Castro García

188 a 191 Premio Nacional de Novela 189 189 190

Ganador 2000: Esteban Carlos Mejía Mentirás al prójimo como a ti mismo Ganador 2006: Albeiro de Jesús Patiño Builes

192 a 195 Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales 193 193 194 195

Ganador 2001: Álvaro Cadavid Al rescate del patrimonio audiovisual Ganador 2004: Desierto Ganador 2007: Orián Jiménez Meneses

196 a 199 Premio Nacional de Video 197 198 198

Ganador 2003: Ricardo Ramírez - UN Televisión Ganador 2006: Diego García Moreno El corazón herido de Colombia y sus cicatrices. Por Diego Garcia Moreno

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Salones Nacionales de Arte La Universidad de Antioquia dio inicio a las convocatorias de los Premios Nacionales con el I Salรณn Nacional de Artistas Jรณvenes, convocado por el Instituto de Artes Plรกsticas entre el 5 y el 20 de diciembre de 1968, el cual fue premiado mediante la Resoluciรณn Rectoral 29 del 15 de abril de 1969. El Salรณn conservรณ este nombre hasta 1976, y se convocรณ de manera paralela con el denominado Abril Artรญstico; posteriormente se convocรณ el Salรณn Anual de Artistas hasta 1996, cuando cambiรณ por el Salรณn Nacional de Artistas. Desde 1999 se conoce esta modalidad como Salรณn Nacional de Artes Visuales.

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EL COLOMBIANO, viernes 6 de diciembre de 1968, primera página

En diciembre de 1968, durante la rectoría de Lucrecio Jaramillo Vélez, se convocó el Primer Salón Nacional de Artistas Jóvenes organizado por el Instituto de Artes Plásticas. Dicho evento premió las modalidades de dibujo, pintura, grabado, escultura y cerámica, y contó con el aporte de la Gobernación de Antioquia, Turantioquia, la Alcaldía de Medellín y Coltejer. En 1970, gracias a la iniciativa del maestro Carlos Mejía Mesa, la Universidad ratificó su interés en apoyar a los creadores de las artes visuales al establecer el Abril Artístico, evento que durante casi una década se convirtió en un importante estímulo a jóvenes artistas que hoy gozan de reconocimiento nacional e internacional. En 1989, durante la rectoría de Luis Pérez Gutiérrez, y pensando en asumir nuevos retos y en incentivar la creación artística en la Universidad, se creó mediante la Resolución Rectoral 1306 del 19 de septiembre, el Salón Anual de Artistas Universidad de Antioquia, adscrito al Departamento de Extensión Cultural, el cual tuvo cobertura nacional a partir de 1997 y que hoy se conoce como el Salón Nacional de Artes Visuales. En 2002 se convocó la duodécima edición del Salón. Aunque en términos generales no varió, como parte de los Premios Nacionales de Cultura pudo alcanzar una cobertura más amplia. Desde entonces, el Salón se alterna con los

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Salones Especializados de Arte: dibujo, obra gráfica, escultura y arte figurativo, entre otros. Al apreciar las obras presentadas en los Salones convocados hasta ahora, se puede hacer un recuento histórico del panorama de las artes plásticas en los últimos años. Asimismo, los premios otorgados son el testimonio de cómo estas aproximaciones tienen variaciones en el tiempo, al demarcar las diversas tendencias y lenguajes seleccionados, y evidenciar reconocidas manifestaciones como la pintura figurativa, el arte abstracto, la fotografía y las instalaciones, entre otras. Igualmente, es importante destacar que los premios han sido entregados no sólo a artistas destacados, sino también a autodidactas y a nuevos valores. Para promover la escultura, y con el fin de aprovechar experiencias como la Bienal de Grabado organizada por la Facultad de Artes de la Universidad, se creó la Primera Muestra de Gráfica Artística mediante Acta 510 del 12 de mayo de 1993, del Consejo de dicha Facultad, de la cual se cumplieron cinco convocatorias. Por su parte, el Museo Universitario, como una forma de resaltar esta manifestación del arte, creó el Salón Nacional de Dibujo, del cual se realizó una sola edición. Posteriormente, la Universidad creó los salones especializados de Obra Gráfica, Dibujo, Escultura y Arte Figurativo, los cuales se convocan alternadamente con los Salones Nacionales de Artes Visuales, y gozan de la misma categoría de Premios Nacionales de Cultura. Afiche del Primer Salón de Artistas Jóvenes Colombianos EL COLOMBIANO. Viernes 6 de diciembre de 1968. Portada y página 9.

Hoy se Inaugura el I Salón de Artistas Jóvenes Colombianos

Más de 600 obras integran esta muestra nacional de pintura, escultura, cerámica y grabados, organizada por el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia. Quienes patrocinan el importante certamen. Mediante los auspicios del Ministerio de Educación Nacional, la Secretaría de Educación Pública del Departamento, la Extensión Cultural del Municipio de Medellín, la Corporación de Turismo de Antioquia y la empresa Coltejer, y organizado por el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia, a partir de las

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siete de la noche de hoy quedará abierto en la Biblioteca General de la nueva Ciudad Universitaria del Alma Máter el Primer Salón de Artistas Jóvenes Colombianos, con la participación de numerosos pintores, escultores, ceramistas y grabadores menores de 35 años de edad, de las distintas regiones del país. Se trata, pues, de un certamen


cultural de especial significación y trascendencia, el primero de este tipo que se realiza en Colombia. 600 obras Mas de seiscientas obras de las cuatro modalidades fueron enviadas a Medellín para competir en este torneo, muchas procedentes de la capital de Antioquia y las demás de Bogotá, Cali, Popayán, Ibagué, Manizales, Pereira, Bucaramanga, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Montería y otras capitales seccionales, en donde el desarrollo del certamen despertó general entusiasmo entre los nuevos artistas nacionales o extranjeros residentes en Colombia. Trabajos de elevada calidad estética y de muy depurada técnica han sido incluidos en esta muestra plástica, indudablemente una de las más interesantes de cuantas han sido presentadas en esta ciudad durante los últimos años. Las obras comprenden los más diversos estilos y tendencias expresivas. El éxito del Salón de Artistas Jóvenes ha sobrepasado todos los cálculos de los organizadores quienes ahora se muestran muy complacidos de los resultados obtenidos y del general interés con que fue acogido el certamen desde el momento en que se dieron a conocer las bases del concurso. Los premios Un jurado calificador de cinco miembros tendrá a su cargo la selección y evaluación de las obras remitidas para el primer Salón de Artistas Jóvenes Colombianos, a fín de otorgar posteriormente los premios de adquisición que fueron acordados para los dos mejores trabajos en cada modalidad, así: un primer premio de tres mil pesos donado por la división de extensión cultural del departamento; y un segundo premio de dos mil pesos, concedido por la empresa Coltejer para obras de pintura; para escultura figuran igualmente sendos premios, uno de tres mil pesos para el primer puesto, conferido por la Secretaria de Educación

de Antioquia, y el segundo, de dos mil pesos, donado por Coltejer. Para las obras de cerámica y grabado habrá sendos primeros premios, cada uno de dos mil pesos, donados por la división de extensión cultural del departamento de Antioquia; y dos segundos premios, de mil pesos cada uno, otorgados por la Extensión Cultural del Municipio de Medellín. Igualmente serán conferidas dos menciones honorificas para otras tantas obras de pintura, escultura, cerámica y grabado que ocupen los terceros y cuartos puestos en la clasificación final. Los premios no podrán ser divididos entre varias obras, y el fallo del jurado será inapelable. Dos semanas La exposición colectiva de este primer Salón de Artistas Jóvenes Colombianos permanecerá abierta el público hasta el día 20 de diciembre. Esto quiere decir que las gentes medellinenses amantes de las artes plásticas tendrán la oportunidad de visitarlas durante dos semanas. Entre los numerosos artistas antioqueños que toman parte en este certamen figuran ceramistas muy destacados, como las señoritas Rosana Mejía Vallejo y Ana Rivas Uribe y los señores Carlos Martínez y Fernando Echavarría, además de otros que han conquistado honrosas distinciones con distintas competencias nacionales realizadas en los últimos años, en Bogotá, Cali, Cartago y Medellín. Expectativa En los diversos medios culturales de la capital de Antioquia existe general expectativa ante la inauguración del Salón de Artistas Jóvenes, y por ello mismo se anticipa que millares de personas acudirán a la nueva ciudadela de la Universidad de Antioquia desde el día de hoy, con el objeto de conocer las obras expuesta y adquirir un conocimiento directo sobre las relaciones plásticas de los nuevos artistas de Colombia.

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Abril Artístico En 1970, gracias a la iniciativa del maestro Carlos Mejía Mesa, la Universidad ratificó su interés en apoyar a los creadores de las artes visuales al establecer el Abril Artístico, evento que durante casi una década se convirtió en un importante estímulo a jóvenes artistas que hoy gozan de reconocimiento nacional e internacional.

Primer Abril Artístico FERIA DEL LIBRO HOY EN LA U. DE A.

Con ocasión de la Semana Nacional de la Biblioteca, del “Día del Bibliotecario” y del Día del Idioma (23 de abril), el Departamento de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia, a cargo del doctor Luis Eduardo Acosta y Hoyos, con la asesoría de un comité organizador integrado por las señoritas Marta Alicia Pérez, Nora Elena López y Marina Gómez, ha programado dos certámenes de amplio contenido cultural bajo la denominación de “Tercera Feria Internacional del Libro” y “Primer Abril Artístico”, los cuales se cumplirán a partir de las seis de la tarde de hoy y se prolongarán hasta el sábado 22 de abril en la moderna ciudadela del Alma Máter. Bajo la dirección y coordinación del Departamento de Bibliotecas, alrededor de cien casas editoriales y librerías de Colombia y del exterior participarán en la Feria del Libro. Los servicios de extensión cultural de algunos consulados tendrán representación en este evento, mediante la exposición de las más recientes producciones literarias, científicas, históricas y de otros géneros bibliográficos, procedentes de sus correspondientes países. Esta muestra estará ubicada en sitios cubiertos de la Ciudad Universitaria y tendrá meramente un carácter de exhibición, mientras que en las casetas instaladas al aire libre se expenderán libros de todo tipo a precios favorables para los visitantes. Firmas editoriales de España, Alemania, Francia, Inglaterra, Argentina, Méjico, Ecuador y otros países, así como las más importantes casas editoras de Medellín, Bogotá y otras ciudades, han enviado sus colecciones de libros para la mencionada feria. Por otra parte, quedará abierto el “Primer Abril Artístico”, consistente en una Exposición de Artistas Antioqueños, muestra con la cual será oficialmente inaugurada la Sala de Exposiciones Transitorias del Museo Universitario. Para aprovechar la afluencia de gentes cultas durante los días de la Feria del Libro, han sido programados actos culturales muy variados y atractivos, los cuales se llevarán a cabo a partir de las seis de la tarde, desde hoy hasta el sábado próximo. En esta forma, los visitantes podrán disfrutar de múltiples manifestaciones artísticas en la presente semana. La “Feria Internacional del Libro” en la Universidad de Antioquia es un trascendental suceso cultural que continuará realizándose en los años sucesivos en la semana que comprenda la celebración del 23 de abril. Para los años próximos los organizadores tienen el proyecto de programar simultáneamente “Congresos de Escritores”, para así reunir en un solo sitio los tres artífices de la actividad intelectual: autor, editor y librero. EL COLOMBIANO, lunes 17 de abril de 1972, página 5

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Numerosas Exposiciones

Numerosas exposiciones, de diversa índole, han sido abiertas con motivo de la celebración del Congreso de Orquideología y, además, para conmemorar el Año Internacional del Libro… [Entre ellas están] exposiciones de grabado sobre Gutenberg y Marcel Proust, en los pisos primero y segundo de la Biblioteca de la Ciudad Universitaria (U. de A.); y una muestra de arte titulada “Primer Abril Artístico”, en la Sala de Exposiciones Transitorias del Museo Universitario. Además, debemos señalar que la Feria Internacional del Libro viene celebrándose en las instalaciones de la Escuela de Bibliotecología (Plazuela de San Ignacio). EL COLOMBIANO, domingo 23 de abril de 1972, última página


En la U. de A. II Abril Artístico

El próximo lunes dieciséis, a las cuatro de la tarde, se inaugura en el Museo Universitario, de la U. de A., el Segundo Abril Artístico en el que participan diez renombrados pintores jóvenes de Antioquia. Las técnicas incluidas en este evento especial, son el grabado, el dibujo, la pintura y el collage. Y los invitados que confirmaron su asistencia y enviaron sus obras, son los siguientes: Félix Ángel, John Hernández, Oscar Jaramillo, Yomaira Posada, Javier Restrepo, Luis Fernando Rojas, Francisco Valderrama, Marta Elena Vélez, Humberto Elías Vélez y Pascual Ruiz. Motivos El Primer Abril Artístico se llevó a cabo el año pasado, en la Universidad de Antioquia, y sus organizadores han querido continuar este certamen, por las implicaciones que tiene y por el sentido que se desea darle. En el mes de abril se celebra el día del idioma, y se quiere hacer recalcar que las artes plásticas también son otro medio de expresión importante, que refleja la situación y la EL COLOMBIANO, domingo 15 problemática del mundo actual. de abril de 1973, página 4 Además se quiere motivar a los estudiantes de la Universidad, y por ello el Abril Artístico se realiza dentro de sus claustros, pues ésta adquiere un valor que debe tener y toma conciencia de él. Porque si ha de ser un centro de discusión, de investigación, las manifestaciones artísticas y la crítica del arte deben estar comprendidas dentro de estos propósitos, para que su función real sea completa. Los artistas Por otra parte, dentro de las principales motivaciones de este Abril Artístico, está la unión de los artistas jóvenes, que dedican su tiempo a esta clase de investigación, sin tener en cuenta sus propios criterios personales frente al arte y cada una de sus manifestaciones y posibilidades. Y de esta manera, la exposición colectiva viene a tener un verdadero sentido de universalidad, de reunión de criterios, de estéticas, de enfoques personales que se reflejan en las obras participantes y que enriquecen los criterios de los espectadores, dándoles más puntos de vista y mejores bases para su apreciación. EL COLOMBIANO, sábado 14 de abril de 1973, página 6

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EL COLOMBIANO, sábado 18 de mayo de 1974, página 4 Notas Culturales Por Gabriel Villa Villa

Esta tarde, será inaugurada la muestra “III Abril Artístico” Desde hoy lunes y hasta el 15 de mayo quedará abierta en la Sala de Exposiciones Transitorias del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia la importante muestra plástica denominada “III Abril Artístico”, mediante el patrocinio de la Asociación de Profesores del mismo claustro, las directivas del Alma Máter y la Fábrica de Productos Zenú. La exposición ha sido organizada por Carlos Mejía Mesa, coordinador de Artes del Departamento de Medios de Enseñanza de la citada universidad, y por Pascual Ruiz Uribe, profesor de arte en varios centros educativos de Medellín. Durante el acto de apertura disertará la licenciada Beatriz Restrepo Gallego, profesora de Historia del Arte en el Departamento de Humanidades de la U. de A. En esta exposición colectiva participan sobresalientes figuras jóvenes de Medellín y de otras ciudades del país. Los artistas que exhiben sus obras son los siguientes: Jorge Abella, Félix Ángel, Renán Darío Arango, Rodrigo Callejas, John Castles, Jesús Gámez, Danilo Gómez, Jaime Hernández M., Armando Londoño, Jorge Alberto López, Álvaro Marín Vieco, Gustavo Pardo Sarmiento, Gonzalo Posada, Yomaira Posada, Javier Restrepo, Jorge Rocha, Ricardo Rueda, Pascual Ruiz, Mario Salcedo, Alberto Sierra, Francisco Valederrama, Aníbal Vallejo Rendón y Hugo Zapata. Algunos de los participantes en el “III Abril Artístico” son profesionales de Arquitectura, Ingeniería o Medicina, y los demás están dedicados plenamente a la pintura y a otras manifestaciones estéticas. Y todos ellos han presentado muestras individuales y han tomado parte en exposiciones colectivas realizadas en distintas ciudades de Colombia y de otros países, entre ellas la Bienal de Arte Coltejer de Medellín, la Bienal de Artes Gráficas del Museo “La Tertulia” de Cali, el Salón de Artistas Nacionales de Bogotá, el Salón de Ceramistas del Museo de Zea de Medellín, varios salones de artistas jóvenes y otros certámenes. Muchos de los expositores son profesores de Arte en diversos institutos de educación. EL COLOMBIANO, lunes 15 de abril de 1974, página 4

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EL COLOMBIANO, jueves 3 de julio de 1975, página 4

Abril Artístico Una muestra de arte que pretende ser diferente a las demás Bajo el título “El IV Abril: 58 artistas y 130 obras”, el diario EL COLOMBIANO publicó la siguiente entrevista en la edición del domingo 6 de julio de 1975, página 4.

del evento, Pascual Ruíz y Carlos Mejía. Estas son sus declaraciones: —¿Qué es el Abril Artístico? —Es una muestra de arte que pretende ser diferente a las demás. El nombre de Abril no se debe al mes en el cual se efectúa el hecho, sino al mes de descanso en el cual se inicia la primavera, o al mes de reposo en el primer semestre del año. —¿Cómo nació el Salón? —El Departamento de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia lo organizó en 1972, pretendiendo hacer de él un salón de artistas antioqueños. Debido al sabotaje que sufrió por el Instituto de Artes Plásticas, quien vetó los nombres, no así las obras, el Salón se salvó gracias a la colaboración del director del Museo, Luis Fernando Vélez, y del director del Departamento de Bibliotecas, así como con la colaboración de Carlos Mejía y Pascual Ruíz, actuales organizadores del evento. A pesar de que el II Abril fue el más bloqueado, hoy podemos apreciar un pujante IV Abril Artístico, como una muestra de altura y dinamismo joven.

Carlos Mejía Mesa

Quedó abierto el Cuarto Abril Artístico en el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia. Es sin duda, uno de los salones de más importancia en la ciudad, y por qué no, en el país. El IV Abril Artístico cuenta con la participación de cincuenta y ocho artistas, quienes enviaron más o menos unas ciento treinta obras. Entrevista Jorge Tabares Mesa interrogó a los organizadores

—¿Qué géneros de las artes plásticas cobija? —En primer lugar tenemos los lápices en todas sus modalidades (carbón, lápiz blando, esfumado), acrílicos, tintas, grabados (aguafuertes, litografía, serigrafía y relieves). Luis Fernando Valencia presenta un estudio fotográfico con nuevas técnicas. En escultura tenemos la piedra, acrílicos, aceros inoxidables y aluminios. Además, en escultura se empleó el desechable. También hay una buena muestra de cerámica. —¿Cuántos artistas participaron en la muestra? —Participaron un total de cincuenta y ocho artistas

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EL COLOMBIANO, lunes 24 de mayo de 1976, página 4

con ciento treinta obras aproximadamente, procedentes de Barranquilla, Cali, Manizales y Medellín. —¿Qué tipo de premiación se dará? —No tiene la muestra ningún tipo de premio, ya que es un evento sin ánimo de competencia. —La Universidad se quedará con obras de la exposición. ¿Cómo se seleccionarán? —Estas obras fueron solicitadas a entidades como la Asociación de Profesores de la Universidad, Asdua, la Rectoría y Colcultura. Estas entidades nombrarán un comité de selección, conocedor de esta clase de eventos, con base en la calidad artística y la representatividad del arte en el mundo actual. —¿Cuáles de los participantes han figurado en los otros salones? —Félix Ángel con sus dibujos; Francisco Valderrama con sus pinturas y grabados; y Pascual Ruíz con sus estudios. —¿En la exposición qué tendencia está más marcada? —La tendencia más marcada es la neo-figuración, y en cuanto a la técnica, los lápices en todas sus modalidades. —¿Qué criterio se siguió para la selección de los participantes? —Fueron invitados directamente por el Abril, con base en su trayectoria, y otros por la calidad de su trabajo, con miras a proyectarlos dentro del mundo de las artes.

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—¿Qué entidades participan en la organización del certamen? —El Museo de la Universidad, el Departamento de Medios de Enseñanza, la Editorial y la organización Abril Artístico. Y en general, la colaboración de toda la Universidad. —¿Quiénes participan en la muestra? —Todos merecen mención. Pero hablaremos de: María de la Paz Jaramillo y John Castles, premiados en el XXV Salón Nacional de Artistas; Jorge Abella y Héctor Fabio Oviedo, premiados en los salones de Artes Joven y Agosto; Augusto Rendón, con premio en un Salón Nacional; Ángela María Restrepo, con dos limpios grabados; Danilo Gómez, con una buena muestra de crayola; y Yomira Posada con sus cerámicas.


VI Abril Artístico:

el salón que se abre camino • La pantalla de TV en arte hace aullar o dar alaridos… • Las escaleras numeradas… arte conceptual • Muchas formas para atacar la sociedad de consumo… con estilo • La escultura entre la pobreza y el desconcierto • Interesante confrontación de técnicas: valores a la vista • Muy buena la organización: se cumplen los objetivos • El Abril Artístico se vigoriza año tras año Por Marta Botero de Leyva

No es un salón selectivo. Es un salón representativo del trabajo en las artes plásticas del país que pretende mostrar al público las técnicas de vanguardia trabajadas a nivel nacional e internacional y con ello promover la investigación hacia nuevos senderos. Estos son los objetivos principales del VI Abril Artístico Internacional que se viene proyectando al público desde el 19 del mes pasado. En el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia, al lado de artistas de reconocida trayectoria hay otros que apenas se abren camino. Gran proliferación de expositores y ausencia de algunos grandes nombres en el movimiento cultural del país –tal vez por temor a la heterogeneidad–. Por esta razón vale la pena destacar los que están presentes y son de fama nacional. Y los que participan para abrirse camino. En este sentido es una síntesis parcial. Es especial el esfuerzo de los jóvenes. Con cerca de sesenta mil visitantes al Museo Universitario que han acudido a apreciar la confrontación libre de técnicas, estilos y tendencias que se dan en el VI Abril Artístico entre los trescientos artistas –con participación de representantes de diez países– se puede valorar la importancia de este evento en su propósito de proyectarse a la comunidad. Más aún por el propósito que se tiene de efectuar una selección de obras para una exposición itinerante que será llevada a otros municipios como un aporte a la descentralización real de las actividades artísticas. EL GRAN ‘GANCHO’ Para el gusto de masas el arte lumínico-cinético de Hernán Vélez, por cierto primera vez que esta manifestación hace parte del salón, aglutina en torno al mismo, numerosas personas quienes presencian las oscilaciones de colores, convergencias de figuras y movimientos de luces al ritmo de la música. Sus cuatro caleidoscopios de profundidad y la Serie Cosmos deleitan a colegiales y jóvenes. Es la máquina: elemento de diversión. La electrónica, con sus limitaciones en nuestro medio. Sus estudios previos, abstraccionistas y constructivistas, son meritorios, en especial el “Ojo Biónico”. Su propósito de vincular el sonido del visitante a la pantalla de televisión mediante ondas, sólo logra hacer que el público se pase ratos enteros aullando o gritando para ver el resultado. Es una investigación ardua, sobre todo por la técnica. EN FOTOGRAFÍA En fotografía hay buenas muestras. La composición, en la serie de platos quebrados y rotos de Ramiro Isaza es, por su capacidad de volumen en la superficie plana, conceptualmente escultórica. Las expresiones infantiles naturales captadas por Guillermo Melo, muy valederas. Los estudios fotográficos de Camilo Becerra Cabrales de “Atomización y Desatomización” son de gran vitalidad y movimiento óptico. La técnica empleada por Miguel Ángel Zuluaga en sus copias de la incidencia de la luz y los efectos de sombra de objetos colocados sobre vidrio, de los cuales él apenas capta el reflejo, valen por la sutileza y el balance de la composición. Las series de Luis Fernando Valencia reafirman su calidad y sensibilidad.

Fotografía del artista antioqueño Pedro Restrepo, expuesta en el VI Abril Artístico.

DISEÑO GRÁFICO El noruego Herman Hebler exhibe dos obras que donó al Museo Universitario. De gran fuerza,

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vitalidad y equilibrio realizadas en la técnica de serigrafía; Gabriel Sencial, quien ha venido trabajando dentro de una línea de convergencia entre la pintura y la escultura, tiene varias obras gráficas de gran acierto en la realización y sobre todo en el color. Gustavo Sorzano, activo vocero de la participación universal y de un lenguaje colectivo ‘extrae’ sorpresa de lo clásico hasta lo cotidiano y las monta en su obra. Los ensambles de Julián Posada, “Sueños de una niña que quiso volar”, que algunos han catalogado de escultóricos, son un lenguaje-magia, un lenguaje-embrujo, con mensajes que cada cual puede interpretar y percibir a su manera. Sin imposiciones. O se acepta, o se rechaza, o se desconcierta. En la técnica de textiles es necesario destacar las obras de Anielka Gelemur de R. porque son de una autenticidad y claridad fruto del gran dominio que ella tiene sobre su lenguaje expresivo. Hay elocuencia en el color, en la forma, en la composición. Hay originalidad. En cerámica hay obras muy buenas y otras que indican búsqueda, y de momento se les reconoce esfuerzo. Sin embargo, sapos de María Cristina Sanín en el tratamiento del volumen y de los materiales hacen de ella una figura promisoria en este campo. ‘Introspección’, la obra de Maritza Jiménez Sánchez, contiene un estudio de rostros depurado en líneas y relieves. EN ESCULTURA Hay poca muestra escultórica. Escasa, controvertible y de discutidos valores. En algunas se aprecia una lucha abierta contra la estética y el equilibrio. Una ruptura con la armonía. Un afán de hallar un lenguaje liberado. Se acude a trucos, a efectos fáciles para denunciar mensajes o realidades sociales. Sin sutileza. A golpe de vista. Beatriz Echeverri en sus trabajos escultóricos en cuero, sin embargo, merece un lugar especial, porque sus obras están bien concebidas. También la ‘Marina’ de Germán Botero –arte conceptual–. En esta técnica hay por ejemplo una obra que se llevó fresca y se desintegra ante los ojos del público; el artista debe tener más cuidado y respeto frente al mismo. ARTE CONCEPTUAL En arte conceptual se tiene el salón con las escaleras numeradas y las dimensiones de las paredes; medición especial.

Unos trípticos de la Corporación Nacional de Artes Plásticas. El mural enorme en blanco de Efraín Enrique Arrieta de Barranquilla, para que el espectador participe y con luces y su sombra haga su arte. Y tenga la oportunidad de crear… que a propósito detiene a cada instante. Arrieta, en cambio, en pintura, su ‘Castillo de Salgar’ es una composición de gran belleza, por la nostalgia, el aire ausente, la soledad. Por la vivencia que transfiere. Álvaro Ruiz, por su parte, presenta el retrato de Arrieta, él también del grupo de Barranquilla. DIBUJO Héctor Fabio Delgado, caleño, exhibe dibujos sobre lo cotidiano, pero donde más se aprecia su valor es en la técnica del intaglio. Jorge Eliécer Martínez, también del grupo de Barranquilla, exhibe un dibujo con tres composiciones diferentes y un equilibrio perfecto en el mismo plano. El dibujo a lápiz de Pedro Pablo Lalinde, ‘Una pobre viejecita’, es estupendo. Por su realismo. Y aún se descubren en él más facetas con sus magníficas acuarelas de viejas y carcomidas puertas y candados. Jorge Iván Posada, quien próximamente representará al país en el ‘Colombian Center’ de Nueva York, se perfila en su obra como gran dibujante. Marina Varela presenta un dibujo sutil, suave. Muy valedero. En dibujo, definitivamente el Abril Artístico ofrece unas obras que merecen verse. Gustavo Zalamea Traba exhibe dos obras en la técnica de pastel en las que definitivamente hay búsqueda y nuevos cánones. Pero es más elocuente en sus grandes vinilos sobre tela de expresionismo abstracto por la fuerza de las manchas y las formas libres reforzadas en la vitalidad del color que irrumpe en forma agresiva sobre fondo negro. Son dos vinilos ‘que se toman’ el espacio. PINTURA En pintura se destaca la obra reciente de Rodrigo Callejas. A propósito, muchos expositores acuden con obras de vieja data. La de Callejas continúa dentro de su temática: el tratamiento de espacios metafísicos mediante la visión simbólica del paisaje. Excelente color. Hay armonía. Hay estilo. Las obras de Javier Restrepo, con la valoración que él le concede a la figura humana y al espacio arquitectónico, tienen carácter. El tratamiento del color es particular. Es cuando la simplicidad se hace elocuente y consigue la fuerza en la misma. Enrique Hernández, enaltecedor de los cotidiano en líneas y sin volúmenes, presenta en óleo sobre lienzo ‘Sellado, estampillado y rasgado’. Su temática. Pascual Ruiz también está presente con tres carboncillos dentro de su línea monástica, fantasmagórica y sombreada. Ethel Gilmour, con una trayectoria que la consagra, presenta una magnífica pintura, ‘Picnic con Matisse’. Los nombres de quienes están exhibiendo pinturas son muchos. No todas las obras son buenas. Pero es imposible mencionarlas. Hay bastante representatividad y debe apreciarse personalmente. Vale la pena. […] EL COLOMBIANO, sábado 21 de mayo de 1977, página 4-A

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¿Qué fue del Abril Artístico? Un evento que desapareció del panorama Durante cada uno de los años de la década pasada, la actividad cultural de la ciudad sufría una conmoción, la cual la convertía en irradiadora de cultura con proyección nacional. Se celebraba el “Abril Artístico de Medellín”, bajo la responsabilidad de una estructura compartida por su organización y la Universidad de Antioquia, en los salones del Museo Universitario del Alma Máter. DE JERARQUÍA Constituían una demostración incontrastable del sano propósito que animaba a sus organizadores, sus objetivos. Se trataba de un evento de jerarquía, con claras finalidades educativas, donde concurrían múltiples tendencias de las artes visuales contemporáneas. Extraía los elementos de las técnicas de vanguardia trabajadas a nivel nacional e internacional, en su sexta versión, como aporte a la juventud estudiosa de las artes plásticas. Incitó a la investigación de nuevas técnicas de expresión. PROYECCIÓN Realizó una serie de actividades, paralelamente, como medios de proyección hacia el espectador y en especial a la masa estudiantil. Efectuó con una selección de obras la exposición itinerante, a través de la provincia, procurando una descentralización real de las actividades plásticas. Mostró una excelente organización. Llevó, a pesar de su magnitud, la ilusión de estar asistiendo a una pequeña edición de la Bienal de Medellín. Y, simultáneamente, permitió al creador de esta última, pensar que, ya que la empresa privada no podía dar su ayuda a ese conocido certamen que convirtió esta ciudad en epicentro del arte latinoamericano, podría revivirse algo similar aunque más discreto, a partir del Abril Artístico de Medellín, contando con la colaboración de sus organizadores y de los artistas. MADURA Y FIRME Fue en 1977 cuando se celebró la sexta versión como el más maduro y firme de los efectuados anteriormente. Su carácter se torna, por primera vez, internacional, al acoger la participación de algunos artistas de Europa y América. Fueron 350 obras, expuestas por 200 artistas, las ubicadas en los salones de la sede, y 70.000 el número de visitantes. PRESTIGIOSO Era, pues, el salón cada vez más prestigioso, de mayor envergadura, respaldado por artistas consagrados y utilizado como oportunidad por los jóvenes valores. Las limitaciones de seguro y transporte habían sido superadas. El exceso de confianza en el evento era de admirarse. En fin, el Abril Artístico se vigorizaba año tras año. Era un evento que no se podía pasar por alto. ABRIL, SIN ABRIL Llegó el año siguiente, el de la realización de la séptima edición y de esa forma pasaban los años y los años hasta nuestros días, y siempre concluía abril sin Abril. Cuando mostraba su potencial proyección para el futuro y superada su etapa inicial, [el Abril Artístico de Medellín] desaparecía del firmamento cultural de Colombia, dejando un ambiente de desconcierto y de interrogación. DETERMINANTES Esa interrogación, como respuesta, dejó conocer determinantes:

Que todos los esfuerzos h u m a n o s f u e r o n superados por una desmedida ambición de la organización. Que elAbril Artístico como idea y esfuerzo autónomo, aceptado en un buen momento por la Universidad de Antioquia, EL COLOMBIANO, sábado 3 permitió a de mayo de 1986, página 5-B ésta mostrar al panorama nacional durante seis años consecutivos la máxima realización de las artes plásticas en nuestro medio, como una ejecución de su institución. A pesar de no asumir responsabilidades ni solucionar prioritariamente compromisos, por su forma tan especial de integrar la estructura de coordinación, dejando éstos en manos de la organización en donde las limitaciones eran ostensibles. Finalmente, los normales altibajos de este tipo de certámenes colectivos impedían la realización de una superior edición a la efectuada en 1977. IMPORTANTE Sirva este comentario para poner de presente la importancia de renacer en nuestro cultural el Abril Artístico de Medellín, teniendo en cuenta la vinculación de la Universidad de Antioquia con un verdadero compromiso de responsabilidades, y como espacio físico su edificio central, monumento nacional y origen del Alma Máter, ubicado en el sector de San Ignacio, en el cual realiza, actualmente, toda la acción cultural dirigida a la comunidad, por impedir el acceso al público, diferente a los estudiantes, a la Ciudad Universitaria. LA AYUDA Si esa vinculación se hace efectiva, además de la ayuda de entidades culturales de la ciudad, no es imposible resucitar el certamen colectivo, después de una ausencia de cinco años. Patético ejemplo tenemos entre nosotros cuando se dio nueva vida a la Bienal de Arte de Medellín, patrocinada inicialmente por una importante empresa textil, y ahora por otras no menos importantes empresas antioqueñas, luego de una ausencia de diez años. Texto por José Fernando García Ospina. EL COLOMBIANO, jueves 24 de junio de 1982.

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Salón de Artistas El primigenio Salón Nacional de Artistas Jóvenes Colombianos, que nació en 1968 y se convocó hasta 1977, lo mismo que el Abril Artístico (1972-1977), dieron origen en 1989 al Salón Anual de Artistas que a partir de 1997 pasó a denominarse Salón Nacional de Artistas Universidad de Antioquia. Durante el periodo 1978-1988 no se convocó este certamen (Ver cuadro general de ganadores al final de este capítulo)

IX Salón Nacional de Artistas 1998

Primer puesto: Omar Fernando Ruiz Hidalgo. Obras: No se lo digas a nadie, El encuentro y El escondido. Segundo puesto: Libia Posada. Obras: A golpe de timón y La importancia de los rayos X. Menciones de Honor: Sergio Giraldo Giraldo, Marlen González y Bayron Martínez. Jurado: María Teresa Cano Mendoza, Marta Ramírez Uribe y Juan Alberto Gaviria Vélez. Participaron 124 artistas, 24 de los cuales fueron seleccionados para la exposición final. X Salón Nacional de Artistas 1999

Primer puesto: Carlos Santa García. Obra: Transporte para Bogotá (escultura en hierro) Segundo puesto: Jim Fannkugen. Obra: Sudario II (de la serie Metalmorfosis) Menciones de Honor: Diego Cano, Marta Lucía Villafañe, Marcelo Villada y José Orlando Salgado. Jurado: Natalia Gutiérrez Echeverri, Alberto González Rodríguez y Carlos Arturo Fernández. Participaron 150 obras, de las cuales 33 fueron seleccionadas para la exposición final. “Desde el punto de vista utilitarista el arte no sirve para nada, sin embargo cumple con una de las tareas centrales: ennoblecer el alma de la nación y del planeta por su carácter universal… Veo muy interesante el movimiento de la plástica en el país tanto en volumen como en calidad y variedad de propuestas. Me parece que el alma del país está muy torturada y la participación de los jóvenes tiene que ser una garantía de la reconstrucción de Colombia”: Carlos Santa, en el acto de premiación. (Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 472, noviembre de 1999, página 7)

XI Salón Nacional de Artes Visuales 2000

Primer puesto: John Fredy Cardona Alzate. Obra: Desde el silencio Menciones de Honor: Diana Lasso Enríquez y María Mercedes López Jurado: Danilo Dueñas, Sofía Stella Arango y Juan Alberto Gaviria. Participaron 241 obras, de las cuales 25 fueron seleccionadas para la exposición final.

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Segundo puesto: Edith Arbeláez Alzate. Obra: Colombia + 5 GMT (Greenwich Meridian Time).


XII Salón Nacional de Artes Visuales 2001

Primer puesto: Grupo Humaneras (proyecto colectivo), Gloria Stella Jaramillo Quiroz, coordinadora. Obra: Tierra modelada. Segundo puesto: Carlos Edwin Rendón. Obra: Tierra reprimida I-II-III Jurado: Miguel Ángel González, Libia Posada Restrepo y Manuel Estrada. Participaron 221 obras, de las cuales 40 fueron seleccionadas para la exposición final.

Salón Nacional Especializado de Artes: V Premio Salón Nacional de Obra Gráfica 2002

Primer puesto: Gabriel Mario Vélez Salazar. Obra: Tourist-man (Eleven-Se&Veran).

Segundo puesto: Juan David García Velásquez. Obra: En la utopía del río muerto. Jurado: Umberto Giangrandi, Augusto Rendón Sierra y Juan Antonio Roda.

"La obra nos propone una mirada atónita frente a los más que publicitados sucesos del 11-S, pero a la vez con el manejo de unas temporalidades completamente paradójicas. Evidentemente se trata de una falsificación, pero, al tiempo, casi todos podemos dar fe de haber presenciado el suceso en el tiempo real que nos permitió el directo televisivo de la CNN", Gabriel Mario Vélez.

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XIII Salón Nacional de Artes Visuales 2003

Primer puesto: Óscar Roldán. Obra 24 cuadros. Un segundo “Más que una obra terminada este es un proyecto plástico que se complementa con el espectador y que se está haciendo en el tiempo, en la medida en que el espíritu del trabajo tenga esa mutalidad orgánica de habitar otros espacios”.

Jurado: María Teresa Cano Mendoza, Ángela María Restrepo Gutiérrez y Federico Londoño González. Segundo puesto: Víctor Andrés Muñoz Martínez. Obra: Niquitao. Hábitat 1

“El trabajo que refleja Niquitao no es un asunto nostálgico solamente, sino que es también un asunto de recuperación de la memoria de lo que nos pasa alrededor”.

Salón Especializado de Artes: I Salón Nacional de Escultura 2004

Primer puesto: José Ignacio Vélez Puerta. Obra: Trinidad “Fui primero pintor y dibujante y uno piensa que el arte está lejos de la realidad, pero en la cerámica es en donde encuentro la lectura más clara de que el arte está en lo cotidiano. Cuando hago una taza o un pocillo, esto también es cultura”, José Ignacio Vélez.

Jurado: Luis Fernando Peláez G., Fannor Hernández O. y John Castles.

“La obra reúne pensamiento y estética a través de la pureza de las formas, logrando a partir de la tradición y lo ancestral un orden contemporáneo”: concepto del Jurado.

Segundo puesto: John Mario Ortiz Urrego. Obra: Reserva. “Plantea un reto espacial y simbólico acerca del paisaje urbano, generando diversas lecturas en múltiples direcciones”: concepto del Jurado.

24


XIV Salón Nacional de Artes Visuales 2005

Primer premio: John Jader Bedoya Múnera. Tierra y cenizas (serie). “Pintura articulada en un dominio de los materiales y el color, de forma expresiva y autosuficiente”: concepto del Jurado.

Jurado: Martha Elena Vélez, Germán Londoño Vélez y Carlos Mario Vélez.

Segundo premio: Carlos Andrés Montoya Ruiz, estudiante de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia. Obra: Sin título.

“Un trabajo excepcional en su complejidad, tanto lineal como figurativo en su carácter lúdico y en la limpieza de su presentación”: concepto del Jurado.

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Salón Nacional Especializado de Artes: II Salón Nacional de Dibujo 2006

Primer puesto: Sebastián Antonio Restrepo Sierra, estudiante de Artes Plásticas de la Universidad Nacional. Obra: Pos (obra compuesta por 54 páginas que el autor deshojó para que el espectador se convirtiera en protagonista). Jurado: Lucrecia Piedrahíta, Óscar Muñoz Correa y Francisco Londoño Osorno.

Segundo puesto: Juan Carlos Londoño Mesa. Obra: Campo minado

XV Salón Nacional de Artes Visuales 2007

Primer puesto: Yosman Botero Gómez. Obra: Sin título.

Segundo puesto: Alonso Giraldo Santa. Obra: Flora de avenida.

Jurado: Gustavo Adolfo Ortiz Serrano, Helena Vargas Tisnés y Gabriel Mario Vélez Salazar.

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Salón Nacional Especializado de Artes: Arte Figurativo o Representativo 2008

Primer puesto: Angélica Cristina Castagna Siegert. Obras: Bang bang, I shot you down y Y a las tres “Me encantó el Salón porque era figurativo, es muy especial que esté pasando eso, después de que era muy conceptual. Se había dejado de lado el arte figurativo. El arte conceptual parte de una idea clara, el artista conceptual tiende a trabajar a partir de esa idea, en cambio uno tiene la imagen más intuitivamente”, Angélica Cristina Castagna.

Segundo puesto: Sara Herrera Fontan. Obra: Perra vida

Jurado: Óscar Jaime Jaramillo Vásquez, Eduardo Hernández Fuentes y Liliana Abaúnza Chagin.

“Yo siento que no soy buena para hablar y me cuesta mucho organizar las ideas por escrito. Definir una cosa en una frase me parece muy difícil, entonces por eso trato de hacer cosas de las cuales yo no tenga que hablar mucho, sino que las cosas se defiendan solas. Creo que la obra habla de mí en la medida en que yo investigo sobre temas que me interesan, que me importan, pero también habla de Colombia porque es un tema que uno se encuentra todo el tiempo en la calle, es el mismo perro que uno ve en el centro o cuando va a la costa…”: Sara Herrera.

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Ganadores del Salón Nacional de Artes Visuales Edición

I

I Salón Nacional de Artistas Jóvenes Colombianos I

I

Ganadores

Premio

Obra

Año

Germán Ruiz (Bogotá)

Primer premio: Pintura

Humanae Vitae

1968

Martha Helena Vélez (Medellín)

Segundo premio: Pintura

Bodegón

1968

Ever Astudillo (Cali)

Mención: Pintura

La comunión de los santos

1968

Luis Javier Restrepo (Medellín)

Mención: Pintura

Homenaje a Posadita

1968

Raúl Marroquín (Bogotá)

Primer premio: Dibujo

Proyecto para el monumento del Barón

1968

Fanor León (Cali)

Segundo premio: Dibujo

La llama olímpica

1968

Reynel Rendón (Bogotá)

Mención: Dibujo

Bodegón

1968

Desierto

Primer premio: Escultura

“Hincapié” (seudónimo) (Popayán)

Segundo premio: Escultura

El Hojarasquín del Monte

1968

“Bohórquez” (seudónimo) (Bogotá)

Mención

Escultura primitiva

1968

Desierta

Mención

Mariana Varela (Bogotá)

Primer premio: Grabado

La casa de la cucaracha

1968

Yomaira Posada (Medellín)

Segundo premio: Grabado

Usted

1968

Jairo (seudónimo)

Mención: Grabado

Esta soledad que me acompaña

1968

1968

1968

Estos salones se realizaron mediante invitación a los artistas y no fueron premiados Salón Nacional de Artistas Jóvenes Colombianos

Abril Artístico de Medellín

II (1972) – III (1973) – IV (1974) – V (1975) – VI (1976) – VII (1977)

I (1972) – II (1973) – III (1974) – IV (1975) – V (1976) – VI (1977)

Durante el periodo no se convocó esta modalidad (1978 – 1988)

Edición

Salón Anual de Artistas

Salón Anual de Artistas

Salón Anual de Artistas

I

II

III

Ganadores

Premio

Obra

Año

Armando Montoya (Medellín)

Primer premio

Serie: Caligrafía Urbana

1989

John Jairo Valencia (Medellín)

Segundo premio

Impresión I y II

1989

Ramón Pérez (Medellín)

Tercer premio

Cubo de hojas • Guerrero • Volcán

1989

Egda Rubi García (Medellín)

Mención

Mayor, menor o igual

1989

Francisco Londoño (Medellín)

Mención

Sin título

1989

Fernando José Restrepo (Medellín)

Mención

Sin título

1989

Hugo Hernán Ceballos (Medellín)

Primer premio

Sin título

1990

Nohemí Gómez (Sin información)

Segundo premio

Después del aguacero

1990

Mauricio Hincapié (Medellín)

Mención

Urbano I

1990

Deisy Salazar (Medellín)

Mención

Sin título

1990

Germán Arrubla (Medellín)

Primer premio

Trascendente I

1991

Mauricio A. Rivera (Medellín)

Segundo premio

Paisaje

1991

Compartido

1993

Adriana Lucía Cock (Medellín)

Sin título

1993

John Fáber Cuervo (Medellín)

Sin título

1993

Categoría: Aficionados Salón Anual de Artistas

IV

IV Muestra Gráfica Artística

Salón Anual de Artistas

28

I

V

Primer premio

Categoría: Profesional Elkin Úsuga (Medellín)

Primer premio

Sin título

1993

Juan David Higuita (Medellín)

Segundo premio

Sin título

1993

Elkin Úsuga (Medellín)

Mención

Sin título

1993

Harold Miranda (Medellín)

Mención

Sin título

1993

Reina Abad Mejía (Medellín)

Mención

Sin título

1993

Jorge Herrera (Medellín)

Primer premio

Un día en la vida de... Serie Dimensión del dolor

1994

John Jairo Arango (Medellín)

Segundo premio

La montaña y R.Wagner, Sinfonía Nº. 5, Gustav Mahler y Entre montañas

1994


Salón Anual de Artistas

VI

Muestra de Gráfica Artística

II

Salón Anual de Artistas

VII

Salón Nacional de Artistas

VIII

Muestra de Gráfica Artística

III

Salón Nacional de Artistas

IX

Salón Nacional de Artistas

X

Salón Nacional de Artistas

XI

Bienal de Gráfica Artística

IV

Salón Nacional de Dibujo

I

Salón Nacional de Artes Visuales

XII

Salón Nacional Especializado de Artes: Salón Nacional de Obra Gráfica

V

Salón Nacional de Artes Visuales

XIII

Salón Nacional Especializado de Artes: Salón Nacional de Escultura

I

Salón Nacional de Artes Visuales

XIV

Salón Nacional Especializado de Artes: Salón Nacional de Dibujo

II

Salón Nacional de Artes Visuales

XV

Salón Nacional Especializado de Artes: Arte Figurativo o Representativo

XI

Carlos Alberto Rúa (Medellín)

Primer premio

Conjunto de fotografía en colores, Incidente I, II y III

1995

Claudia Arbeláez (Medellín)

Segundo premio compartido

Para antes del olvido

1995

Stella Bustamante (Medellín)

Segundo premio compartido

Conjunto: Sin título I, II, II

1995

Diego Domínguez (Medellín)

Primer premio

Sin título

1995

Jorge Lenis (Medellín)

Mención

Sin título

1995

Juan Fernando Vélez

Mención

Sin título

1995

Laura Arenas (Medellín)

Primer premio

Centinela

1996

Jorge Lenis (Medellín)

Segundo premio

Interior y exterior (De la estación)

1996

Andrés González (Medellín)

Primer premio

Serie: Zócalos y balcones; Doña Elvira

1997

Camilo José Monsalve (Medellín)

Segundo premio

Gabinetes digitales

1997

Desierta Omar Fernando Ruiz Hidalgo (Medellín)

Primer premio

No se lo digas a nadie, El encuentro, El escondido

1998

Libia Posada (Medellín)

Segundo premio

A golpe de timón, La importancia de los rayos X

1998

Carlos Santa (Bogotá)

Primer premio

Transporte para Bogotá

1999

Jim Fannkugen (Medellín)

Segundo premio

Metalmorfosis

1999

John Fredy Cardona (Medellín)

Primer premio

Desde el silencio

2000

Edith Arbeláez Jaramillo (Medellín)

Segundo premio

Te-mor

2000

Guillermo León Taborda (Medellín)

Primer premio

Estrategas

2000

Ana Cristina Zuleta (Bucaramanga)

Segundo premio

Sin título

2000

John Mario Ortiz (Medellín)

Primer premio

Serie: Nubes domésticas

2000

Omar Fernando Ruiz Hidalgo (Medellín)

Primer premio

Serie: Fuga de sombrillas

2000

Grupo Humaneras. Gloria Stella Jaramillo Quiroz (Medellín)

Primer premio

Tierra modelada

2001

Carlos Edwin Rendón (Medellín)

Segundo premio

Tierra reprimida I-II-III

2001

Gabriel Mario Vélez Salazar (Medellín)

Primer premio

Tourist-Man (Eleven-Se&Veran)

2002

Juan David García Velásquez (Medellín)

Segundo premio

En la utopia del río muerto

2002

Óscar Roldán (Medellín)

Primer premio

Veinticuatro cuadros. Un segundo

2003

Víctor Andrés Muñoz (Medellín)

Segundo premio

Niquitao. Hábitat 1

2003

José Ignacio Vélez Puerta (Medelllín)

Primer premio

Trinidad

2004

John Mario Ortiz Urrego (Medellín)

Segundo premio

Reserva

2004

John Jáder Bedoya Múnera (Medellín)

Primer premio

Serie: Tierra y cenizas Nº.

2005

Carlos Andrés Montoya Ruiz (Medellín)

Segundo premio

Sin título

2005

Sebastián Antonio Restrepo Sierra (Medellín)

Primer premio

Pos

2006

Juan Carlos Londoño Mesa (Medellín)

Segundo premio

Campo minado

2006

Yosman Botero Gómez (Cúcuta)

Primer premio

Sin título

2007

Alonso Giraldo Santa (Medellín)

Segundo premio

Flora de avenida

2007

Angélica Cristina Castagna Siegert (Bogotá)

Primer premio

Y a las tres

2008

Sara Herrera Fontan (Popayán)

Segundo premio

Perra vida

2008

Edición Premio Nacional de Fotografía

1997

Ganadores

Obra

Año

I

Francisco Darío Eusse (Medellín)

Sin título

1996

II

Jesús David Isaza Gómez (Medellín)

Arqueología. Serie de tres fotografías en blanco y negro.

1999

29


La poesía entraña, como expresión del espíritu, una de las más preciadas formas literarias. Consciente de ello, en 1979 la Universidad convocó por primera vez el Premio Nacional de Poesía por Concurso, como una propuesta encaminada a estimular la creación literaria en jóvenes poetas y en consumados exponentes de las letras, quienes proponen rupturas y experimentan nuevos horizontes de la palabra. Posteriormente, se institucionalizó mediante la Resolución Superior 158 del 28 de octubre de 1983 y se reglamentó mediante la Resolución Rectoral 1071 del 3 de diciembre de 1985. El Premio Nacional de Poesía, al igual que las demás modalidades, se ha caracterizado a lo largo de su historia por un acertado manejo de parte de los prestigiosos jurados que han tenido bajo su tutela el juzgamiento de las obras. Además, la participación de un gran número de poetas da cuenta de la excelente acogida del Premio y reconfirma la importancia que la creación poética tiene en la vida cultural colombiana, al tiempo que se constituye en un ejemplo de continuidad en un país donde las buenas iniciativas en materia cultural corren siempre el riesgo de desaparecer tempranamente.

30


Edición I • Año 1979

• Ganador Primer Premio Juan Manuel Roca • Ganador Segundo Premio Víctor Manuel Gaviria • Ganador Tercer Premio Rubén Vélez

Edición II • Año 1980

• Ganador Primer Premio Rubén Vélez • Ganadora Segundo Premio Anabel Torres • Ganador Tercer Premio Jaime Alberto Vélez

Edición III • Año 1981

• Ganador Primer Premio Álvaro Miranda • Ganador Segundo Premio Samuel Jaramillo • Ganador Tercer Premio Jaime Alberto Vélez

Edición IV • Año 1982

• Ganador Primer Premio Alberto Vélez • Ganadora Segundo Premio Liana Mejía

Edición V • Año 1983

• Ganador Primer Premio Jaime Jaramillo Escobar • Ganador Segundo Premio Orlando Gallo

Edición VI • Año 1985 • Ganador Primer Premio Desierto • Ganador Segundo Premio Fernando Herrera / Santiago Mutis Edición VII • Año 1987

• Ganador Primer Premio David Jiménez Panesso • Ganador Segundo Premio Medardo Arias

Edición VIII

• Año 1988

• Ganador Samuel Jaramillo

Edición IX

• Año 1989

• Ganadora Gloria Moseley-Williams

Edición X

• Año 1991

• Ganador Rubén Darío Lotero

Edición XI

• Año 1993

• Ganador Flobert Zapata

Edición XII • Año 1995

• Ganador Carlos Héctor Trejos Reyes • Ganador Omar Ortiz Forero

Edición XIII

• Año 1997

• Ganador Jaime García Maffla

Edición XIV

• Año 1999

• Ganador Nelson Romero Guzmán

Edición XV

• Año 2001

• Ganador Winston Morales Chavarro

Edición XVI

• Año 2004

• Ganador Verano Brisas Brisas

Edición XVII

• Año 2008

• Ganador Jorge Hernando Cadavid Mora

31


La Gaceta y el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia Por Gustavo Adolfo Garcés

El deslumbramiento que me producía la revista de poesía Acuarimántima me hacía soñar con hacer mi propia revista. Era el año 1978, yo tenía 21 años y estudiaba Derecho en la Universidad de Antioquia, donde también trabajaba como profesor de tenis de mesa. Conocí entonces a Elena Correa, profesora de reporterismo gráfico en el Departamento de Comunicación. Ella estaba engomadísima con mi querido deporte, y aunque no era mi alumna regular, la veía jugar con frecuencia y le daba algunas instrucciones. Mi deseo de ser editor era un tema frecuente en nuestras conversaciones y lo asociábamos con el hecho de que no había en la Universidad una publicación literaria. Un día Elena habló del asunto con Gabriel Darío Restrepo, el director académico, quien se entusiasmó con la idea de una revista y nos dio su apoyo. En mayo de 1979 apareció el primer número de Gaceta. El contenido fue una muestra de 22 poetas jóvenes, hecha por Víctor Gaviria, que también escribió la nota introductoria; aparecieron igualmente poemas de Raúl Henao y Juan Manuel Roca, los primeros poetas con cierto reconocimiento que yo leía y conocía personalmente. Fue una aventura deliciosa publicar nueve números de Gaceta; el último salió en junio de 1981. Todavía me sigue gustando su formato sencillo, en papel periódico, y su diagramación fresca y espaciosa –todo esto mérito de Elena–. Su espíritu, en términos generales, fue reunir, en aproximadamente treinta páginas, a los poetas de la “Generación sin nombre” y a quienes con apenas veinte años estábamos empezando a escribir y a publicar. Cito, además de los ya mencionados, otros nombres: Samuel Jaramillo, Ricardo Cuéllar, Elkin Restrepo, Edmundo Perry, Juan Gustavo Cobo, Álvaro Miranda, Santiago Mutis, Anabel Torres, Jaime Alberto Vélez, Jesús Gaviria, Juan Guillermo Gaviria, Clara Lía Pérez, Telly Fleisacher, Luis Fernando Macías, Javier Naranjo, Orlando Gallo, Fernando Herrera, Rubén Darío Lotero, Eugenia Sánchez, Rubén Vélez, Gabriel Jaime Caro, Gabriel Jaime Franco, Fernando Rendón, Liana Mejía, Carlos Enrique Ortiz, Carlos Fajardo, Carlos Vásquez, Margarita Cardona… Por supuesto que en Gaceta también nos acompañaron poetas de otros países: Manuel Bandeira, Alejandra Pizarnik, Patti Smith, Carlos Latorre, Juan Calzadilla, Claudio Bertoni, Enrique Gómez Correa… Empezamos publicando 3000 ejemplares y terminamos en 5.000. La impresión siempre se hizo en la imprenta de la

32

Universidad, cuyos talleres Elena y yo visitábamos cotidianamente; era una verdadera fiesta gozar de la buena disposición y de la alegría con que el director y los empleados asumían el proceso editorial. Se distribuía gratuitamente en todo el país: universidades, bibliotecas, centros culturales, casas de la cultura, otras revistas. En estas lides administrativas nos ayudó con mucho entusiasmo Alicia Bejarano, funcionaria de la Universidad y también estudiante de derecho. Alicia es madre del joven poeta antioqueño Daniel Jiménez, quien dice que es “hijo de la Gaceta” porque casi que aprendió a leer en sus páginas. Una de las experiencias más ricas en torno a la Gaceta fue que de ella nació el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Quisimos llenar el vacío que había dejado el por entonces suspendido premio Eduardo Cote Lamus. En el número 2 –julio de 1979–, se convocó a la primera versión por concurso, que otorgó tres premios a autores de libros inéditos; los ganadores fueron en su orden Juan Manuel Roca, con Señal de cuervos, Víctor Gaviria, con La luna y la ducha fría, Rubén Vélez, con Turismo irregular. Eran jurados los poetas Luis Vidales, Raúl Henao y Fernando Garavito. En el número 5 –abril-mayo de 1980–, se convocó a la segunda edición. El premio de poesía, que luego se amplió con la modalidad por reconocimiento, además de servir de estímulo a los poetas ganadores en razón de la suma de dinero concedida y de la publicación de sus obras, propició la visita al país, en calidad de jurados, de importantes poetas extranjeros: Enrique Molina, Eugenio Montejo, Juan Calzadilla. Y recuerdo cómo durante los años a que alude esta nota –1979 a 1981–, Medellín y otras ciudades disfrutaron de sus lecturas, sus talleres y sus conferencias. Nacieron hace treinta años la Gaceta y el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Que otros, distintos a este cofundador, juzguen su importancia.


1979

Juan Manuel ROCA Segundo Puesto Víctor GAVIRIA Primer Puesto

El jurado del Primer Premio Nacional de Poesía convocado por la Universidad de Antioquia designó ganador del primer puesto al poeta antioqueño Juan Manuel Roca, por su libro Señal de cuervos, firmado con el seudónimo de Nosferato.

Tercer Puesto

Rubén VÉLEZ

De izquierda a derecha: Juan Manuel Roca, Víctor Gaviria y Rubén Vélez.

El segundo puesto fue para el poeta Víctor Manuel Gaviria González por la obra titulada La luna y la ducha fría, y la mención especial para el abogado Rubén Vélez González, quien presentó la obra Turismo irregular. Las tres propuestas poéticas serán editadas en forma de libro por la Editorial Universidad de Antioquia, en tanto que Roca y Gaviria recibirán, respectivamente, las sumas de 60 mil y 30 mil pesos. El jurado, integrado por Luis Vidales, Raúl Henao y Fernando Garavito, recomendó otorgar otras menciones y sugirió a la Universidad editar una antología con las obras de otros poetas concursantes, como Guillermo Fernando Martínez González, del Huila; Margarita Cardona Villa, de Medellín; Carlos Bedoya, de Medellín; J. Mario, de Cali; José Rubén, del Tolima; Nicolás Suescún, de Bogotá; Gabriel Jaime Franco, de Medellín y Jaime Manrique Ardila. Los organizadores del Premio Nacional de Poesía destacaron la acogida que tuvo la

convocatoria en todo el país, especialmente en los círculos de escritores más jóvenes. El jurado destacó el surgimiento de nuevos valores. La Universidad entregará los premios el viernes 26 de octubre, en acto solemne en el Paraninfo. La Rectoría anunció que pondrá en circulación las obras lo más pronto posible y aseguró la continuación de este certamen cultural el año entrante con la convocatoria del Segundo Premio Nacional de Poesía. El propósito es estimular el talento de los poetas colombianos y difundir sus creaciones.

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Recuento de una gratitud Por Juan Manuel Roca

H

e tenido la fortuna de ganar el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia (1979) y el Premio Nacional de Cuento Universidad de Antioquia (2000), en las dos primeras ediciones del concurso. Este aspecto inaugural, ese inusitado hecho de poner mi nombre y el de dos de mis libros –Señal de cuervos y Las plagas secretas y otros cuentos– al comienzo de una historia que ha sido fecunda y que ha ido incorporando nuevas obras y autores, me resulta algo muy grato y significativo. Cuando obtuve el primer premio en poesía, había publicado tres libros de poemas o de algo que pretendían serlo: Memoria del agua, mi ópera prima de 1973; Luna de ciegos, que habría de obtener el segundo premio en el Eduardo Cote Lamus en 1975; y Los ladrones nocturnos; es decir, intentaba montar mi batería desde un trípode que no me hacía tan reconocido como el insufrible Jorge Robledo Ortiz, fundador de una estética uribista, ni tan desconocido como el discreto y buen poeta José Manuel Arango. Así que ese reconocimiento a Señal de cuervos vino a reforzar mis obsesiones y mi entrega a algo tan azaroso como la poesía. Allí, en ese libro, están marcadas de manera clara algunas estancias de lo que he intentado escribir: la libertad y el sueño, la muerte y el erotismo, el descreimiento de los poderes y la reafirmación de la poesía. La frase del manoseado Hölderlin, “¿para qué la poesía en tiempos de penuria?”, me llevó a verla por el otro lado del catalejo: ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria? ¿Para qué diablos el esteticismo? Pensaba entonces y aún lo hago, en un aserto de Flaubert: “El arte, como el Dios de los judíos, se alimenta de holocaustos”. Cuando escribí Las plagas secretas, fatigado de los excesos tanto del realismo mágico como de un chato naturalismo, lo hice para calentar la mano y disponerla para la novela Esa maldita costumbre de morir, pero sobre todo porque me rondaban temas que sentía más afines con el contar que con el cantar. El premio que me otorgó entonces la Universidad me cayó en un momento de ampliación de mi escritura hacia la prosa. Ahora que se agota la segunda edición hecha por Alfaguara, vuelvo a mirar con gratitud a un premio instaurado por una Universidad que ha dado en materia editorial la lucha por dos géneros absurdamente excluidos del mercenarismo editorial: el cuento y la poesía que son, precisamente, los dos espacios más vigorosos en Colombia. Creo que este es un país de grandes cuentistas y de dudosos novelistas. Transcurrieron pues veintiún calendarios entre el Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia y el Premio Nacional de Cuento Universidad de Antioquia. Si es cierto lo que dice Carlos Gardel, aquello de que veinte años son nada, veintiuno serían, matemática y existencialmente hablando, una nada más un calendario. En términos presidenciales serían un poco más de cinco devastadores presidentes. Pero en materia vital, estos veinte años son para mí un paréntesis entre dos alegrías y dos gratitudes a la Universidad de Antioquia. Abril de 2009

34

E

l premio que me otorgó entonces la Universidad me cayó en un momento de ampliación de mi escritura hacia la prosa. Ahora que se agota la segunda edición hecha por Alfaguara, vuelvo a mirar con gratitud a un premio instaurado por una Universidad que ha dado en materia editorial la lucha por dos géneros absurdamente excluidos del mercenarismo editorial: el cuento y la poesía que son, precisamente, los dos espacios más vigorosos en Colombia.


1980

Rubén VÉLEZ Segundo Puesto Anabel TORRES Primer Puesto

Tercer Puesto

Jaime Alberto VÉLEZ

Dos antioqueños, Rubén Darío Vélez y Jaime Alberto Vélez, y una bogotana, Anabel Torres, resultaron favorecidos con el II Premio Nacional de Poesía por Concurso, certamen al cual concurrieron 142 participantes con una obra cada uno, y del que se dieron a conocer sus nombres en la tarde del viernes 20 de octubre. El jurado lo integraron los catedráticos colombianos Jorge Valderrama y Elkin Restrepo, y el venezolano Juan Calzadilla.

Rubén Vélez

Anabel Torres

Jaime Alberto Vélez

Por Ana María Villarraga M.

El “hipopótamo” de las letras

A

bogado a ratos, poeta a veces, pero siempre inconstante, Rubén Darío Vélez, es el joven que resultó ganador del II Premio Nacional de Poesía por Concurso de la Universidad de Antioquia. El mismo que el año pasado ocupó en este certamen el tercer puesto. Para este antioqueño la poesía es como un trabajo de lectura, que surgió después de cansarse de leer “carretas de los otros” y de anhelar hacer algo propio. “Creo que no soy poeta, más bien un hipopótamo, porque yo considero que uno tiene un zoológico personal y el mío es el hipopótamo, un animal torpe. Yo soy torpe en el sentido de que me cuesta acomodarme a la gente astuta, negociante que me rodea. Soy más metafísico. Como todo hipopótamo tiendo a dormitar. A hacer pereza”. El autor de la obra ganadora La gente es un caso señaló que, en su opinión, sus poesías son noticias profundas sobre la gente que conoce, pero contadas de una manera muy natural e irreverente. “Trato de recuperar a las personas a través de un fragmento. Soy un espectador, me siento en las tabernas y me parece que la gente es muy especial, que es un caso –no interesante porque odio esa palabra–”. “La poesía para mí no es un desahogo. Es la organización de impresiones. Darle coherencia al lenguaje que le da vueltas a uno en las calles, en la taberna. Todos los poemas son síntesis sintomáticas de un poema, de un libro que uno siempre anhela, y que creo, nunca llegará a hacer”. El jurado anotaba en la tarde del viernes que, como dato curioso, se había coincidido en la selección de las obras de una misma persona en las dos versiones del concurso (en el 79 ocupó el tercer puesto y ahora, el ganador.) A este respecto, Rubén Darío Vélez, quien confiesa ser inconstante para todo menos para la pereza, precisa que en estos momentos su obra ha evolucionado y es más consistente que antes. “Esto se debe al hecho de que me he vuelto más tranquilo para decir las cosas y las expreso tal como las veo y siento”.

35


“Me cansé de acumular poemas”

E

scéptica con respecto a los concursos, y sin esperanzas de que algún día le den la plata y le publiquen la obra del premio que le otorgaron en 1975 en un concurso convocado por la Universidad de Nariño, Anabel Torres conoció por boca de esta reportera su selección en el certamen auspiciado por la Universidad de Antioquia. Quien se firmara con el seudónimo de “Julia Ene” expresa con algo de tristeza y otro tanto de realismo, que desde hace un año no escribe poesía porque se cansó de guardar y acumular en un escaparate sus poemas en vez de tenerlos publicados. Fue así como a raíz “de una huelga conmigo misma me he dedicado de hace un tiempo para acá a la pintura, pues si quiero ver mis cuadros se los doy a alguien y que los luzca”. Anabel Torres cuenta hasta el momento con una obra “medio publicada” que tiene por nombre Casi poesía, con la cual participó en el Concurso de la Universidad de Nariño, donde jamás le han dado el premio estipulado. Con relación a La mujer del esquimal, obra con la que intervino en el certamen que nos incumbe, manifiesta que es una recopilación de “mis” últimos tres años. “Con esta obra participé en el Primer Concurso de Poesía de la Universidad de Antioquia y por terquedad volví a presentarme con la misma”. Para “Julia Ene” la poesía es como una “derrota mágica”, porque el poeta siempre anda en derrota, y mágica porque de pronto alguien me llama a las cinco de la tarde –así como usted– para decirme que me he ganado un premio”. “Por fin, ahora si veré publicadas mis obras. Me parece mentira, no puedo creerlo”, concluyó antes de que la comunicación telefónica se dañara. Se disponía a seguir en los preparativos para el día de las brujas con sus hijos. La comunicación ya no existía, mas sí la esperanza de ver convertida en realidad la publicación de sus vivencias.

36


“Más vivencia que erudición”

P

rofesor de Literatura Latina de la Universidad de Antioquia, Jaime Alberto Vélez es la primera vez que participa en un concurso de poesía.

Este antioqueño, para quien la poesía basada en el conocimiento de la literatura latina no se queda en el plano de la erudición sino que bajo ese pretexto incursiona en sus propias vivencias, ocupó el tercer puesto en el premio de la Universidad de Antioquia con su libro Reflejos. Dedicado por muchos años a escribir cuentos y a recibir menciones en este campo, a Jaime Alberto Vélez le dio un día por meterse de lleno con la poesía. “Empecé a trabajar hace cuatro años con la poesía cuando me incliné por las versiones de la literatura latina y arranqué con la idea de trabajar sobre ideas de recreaciones, personajes y sentimientos de dicha literatura”. “Mi preocupación fundamental ha sido el estudio de la poesía como género y la técnica de la poesía latina, porque arrojan un gran conocimiento del lenguaje. Entonces, quise tomarla como estudio técnico y vi la oportunidad de considerar a Roma como una especie de metáfora, ocasión para decir con esos elementos cosas de esta época. Hay una implicación, una simbiosis, entre lo latino y el pensamiento moderno”. El autor de Reflejos considera que si no fuera por el conocimiento que ha alcanzado de la literatura latina a través de su cátedra, jamás hubiera podido realizar el presente trabajo. “Asumí la poesía como una manera de no distanciar demasiado el objeto de trabajo y la propia vida. Así se hace más vital, más vívida y no simplemente erudición”. “A través de la poesía –aunque no soy un poeta– he logrado una reflexión de la vida. A medida que vivo las situaciones, siempre aludo a una situación ética, a un libro lleno de datos humorísticos, amorosos”. “Este trabajo no se queda en el plano erudito. La literatura latina es un pretexto para insistir en cosas que he vivido”. El Mundo, Siempre en Domingo. Domingo 22 de octubre de 1980

37


1981

Álvaro MIRANDA Segundo Puesto Samuel JARAMILLO Primer Puesto

Álvaro Miranda

Tercer Puesto

Samuel Jaramillo

Jaime Alberto VÉLEZ

Jaime Alberto Vélez

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on la obra Los escritos de don Sancho Jimeno, el escritor samario Álvaro Miranda, quien concursó con el seudónimo de Enrique Román, ganó el III Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia. El acta del jurado afirma que la originalidad es una de las características de la obra premiada, aparte de estar narrada en un castellano antiguo que semeja, en alguna medida, a autores como el Arcipreste de Hita. El economista bogotano y actual profesor de la Universidad de los Andes, Samuel Jaramillo (seudónimo Alfil blanco) obtuvo el segundo lugar con la obra “Geografías de la alucinación”. Es autor de los libros Ásperos golpes y Habitantes de la ciudad y de la noche. Dirige la colección de poesía La caja de pandora. Al igual que el año pasado, el tercer lugar lo ocupó el profesor de la Universidad de Antioquia Jaime Alberto Vélez (seudónimo Ídem), por la obra Biografías. El jurado del III Premio lo integraron los poetas colombianos Juan Gustavo Cobo Borda y Juan Manuel Roca, y el argentino Enrique Molina. El fallo fue dado a conocer por el rector Antonio Yepes Parra, en desarrollo de una rueda de prensa en el Salón de los Consejos de la Ciudad Universitaria, la tarde del 31 de octubre.

Buscar la verdad es una gran mentira Por Ana María Villarraga

“Para mí la poesía es la oportunidad de mentir”, dice el samario Álvaro Miranda, ganador del Premio de Poesía Universidad de Antioquia, quien desde hace 20 años reside en la capital del país. “Sí, buscar la verdad es una gran mentira. Quien busca la verdad persigue lo real y lo concreto y es mejor el mundo de los símbolos”, adelanta el estudiante de Filosofía y Letras. Su tiempo lo emplea al lado de la revista Papagayo de cristal, a la par que está formando una escuela de arte para enseñar “locuras importantes” como cerámica, serigrafía, tarot, leer las cartas, la magia… Sus respuestas parecen una “mamada de gallo”. Sin embargo, él refuta tal apreciación y aclara: “Lo que nosotros hacemos es papagayear”. —¿Cuánto tiempo lleva dedicado a esta actividad? —A los 19 años descubrí que me gustaba la poesía, cuando escribí unos poemas como

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Santa Teresa de Jesús. Por ese mismo estilo. —¿Qué es para usted la poesía? —Son formas de expresión naturales. Son mis delirios naturales. Me relaja. No hago una poesía personal. La vida íntima no la cuento. Esa es la para las novias. Álvaro Miranda se confiesa gran lector de poesía, no de la contemporánea sino de la clásica. “Me apasiona el castellano antiguo, el clásico”. A este respecto tiene muy clara su posición:

El 9 de noviembre de 1981 se realizó en en Paraninfo la ceremonia del III Premio Nacional de Poesía por Concurso.

—Sí, leo poesía. Únicamente la clásica y la antillana. No manejo la contemporánea. Escribo con ritmo y métrica. La poesía en Colombia está bien, pero falta llegar a los clásicos. Mucha ingenuidad hace daño. Si el poeta no se estructura con lo clásico, jamás podrá hacer algo bueno. Es preciso pelear con el lenguaje, antes de que éste le gane a uno. —¿Alguna vez se ha inclinado por la narrativa? —No, no me gusta. Hay que crear toda una estructura. Es un trabajo objetivo. Tiene menos delirio. —¿Qué cuenta Los escritos de don Sancho Jimeno? —Este libro es la historia de un personaje cierto, defensor del Castillo de Bocachica. El peleó contra 10 mil hombres que venían de la armada francesa, mientras él sólo contaba con 30. Esto es en la primera parte. En la segunda, se comienza el 9 de abril y de ahí se arranca a echar mentiras. —¿Qué representa para usted este premio? —Mi trabajo con la poesía tiene 13, 14 años. Es cuando uno llega de caminar después de mucho tiempo y descansa. Este es el primer concurso en el que participo.

El jurado El lenguaje, la fuerza y la unidad con que está narrado Los escritos de don Sancho Jimeno son algunas de las virtudes que le valieron a Álvaro Miranda el Premio de Poesía Universidad de Antioquia 1981. El libro de este samario fue seleccionado entre un total de 170 obras en las que el jurado destacó un total de 10, que se encuentran en un gran nivel y que bien ponen en alto la literatura y la poesía en Colombia y que bien merecen la realización anual de este certamen. Ya el fallo está dado. Pero no sólo interesan ahora los títulos, sino que es conveniente enterarse de los

aciertos y desaciertos de las obras premiadas. Todo esto en boca del jurado calificador. Recopilamos entonces, los conceptos emitidos por Juan Gustavo Cobo Borda, Juan Manuel Roca y el argentino Enrique Molina.

Cuenta y canta una historia Juan Gustavo Cobo Borda opina que una de las cualidades que posee el libro ganador es su originalidad, aparte de la compaginación que establece entre un lenguaje arcaico con una recreación, tanto histórico como de imaginación y de tintes populares de diversas circunstancias colombianas. “Es un libro donde la historia de Colombia, que el autor la centra en Cartagena, sirve para contar y cantar una historia de lo que ha sido nuestro transcurrir histórico a través de ciertos personajes (Gaitán, Laureano Gómez) y que lo hace en un tono lírico e irónico. Recuerda al Arcipreste de Hita en su vitalidad y desenfreno”. Con respecto a Geografías de la alucinación, Cobo Borda agrega que es una obra uniforme, que posee una concepción más dependiente de la influencia de la imaginación y del surrealismo. Biografías es una obra valiosa porque la nostalgia de la gente de Medellín y de otros poetas se hace a través de un lenguaje muy sobrio y muy claro”. Al hacer alusión a la calidad general de las obras, Juan Gustavo Cobo remata diciendo que encuentra una tendencia nociva hacia una poesía confusa y profesionalmente surrealista, que utiliza más el lenguaje para sorprender que para servir de medio de comunicación. Se observa una inclinación a decir cosas absurdas, locas e incoherentes que no tienen poder de comunicación. “Este concurso ha servido para que la gente participe y para que los poetas puedan incluirse dentro de una publicación como Gaceta, que ha contribuido

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“Es interesante, aunque se me hace reiterativo, experimental y formulado”. Con relación a Biografías dice que se le hace un libro con bastante unidad, pero excesivamente trivial y anecdótico, como postales de nostalgia. En su lista de libros valiosos, Roca Vidales señala a Exilio visceral, el cual merecía haber quedado entre los tres primeros. Interesantes 24 horas, El jardín del durmiente, Aldea errante, Pequeña reina de espadas, Industria del ocio y Puentes levadizos, entre otros. En referencia al concurso, precisa que es un buen índice de lo que está ocurriendo en la poesía colombiana. “Se puede advertir que la gente está asumiendo con pasión el hecho poético. El nivel del concurso se ha elevado. La importancia que tiene el premio ha sido extraída de la publicación de la revista Gaceta, que ha sido un aglutinante para los nuevos poetas que siempre permanecen marginados de otro tipo de publicaciones”.

Tiene gran unidad El argentino Enrique Molina sostiene que a lo largo de las 170 obras se encuentran grandes altibajos, pero ya en lo que hace referencia a las 10 seleccionadas se encuentra un gran nivel: elaboración, cultura y un trabajo de lenguaje. Sostiene que se observa un gran interés por la poesía y ello ya es significativo de que en un país se inclinen por esta actividad. “En los libros se ve el instinto poético, la necesidad de inspiración. Esto ya indica que se están abriendo nuevas posibilidades”. a mantener la literatura colombiana y que además, es un gran síntoma de lo que está ocurriendo en nuestro país a este respecto”.

Existe una concepción poética Juan Manuel Roca, quien en el 79 ganara el Premio de Poesía Universidad de Antioquia, dijo que a través de las 170 obras presentadas se vislumbra muy buen nivel, el cual está demostrado en una gran unidad y en una concepción poética clara. En su opinión, el libro de mayor consistencia era el presentado por Samuel Jaramillo. “Creo que Geografías de la alucinación estaba a kilómetros de todos los del premio. Es un libro denso, con una gran imaginación, donde se tiene muy en cuenta el entorno nacional y la situación del país, sin caer en el panfleto”. Entre tanto, Los escritos de don Sancho Jimeno es un libro que trata de fabular dentro de una jerga antigua.

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Aclara que la cualidad particular del libro premiado radica en su originalidad. “Está narrado en un español antiguo que tiene una fuerza rotunda. Recuerda al Arcipreste de Hita. No es una recopilación de poemas. Es hecho con unidad. Está concebido sobre un mismo tema en un lenguaje muy singular que no le veo muchos antecedentes en la literatura actual”. Con referencia al segundo y al tercer premio sostiene que se ubican dentro de otra categoría. “Son más espirituales, gozan de mayor profundidad y refinamiento en la expresión. Estos tres indican que la poesía está en un alto nivel, a la altura de cualquier país de Latinoamérica y la Universidad de Antioquia es la única universidad que ha tomado esta tarea tan fructífera”. Con el título de “III premio de poesía U. de A.”, el periódico El Mundo de Medellín publicó esta información, el 1 de noviembre de 1981, página 3B, firmada por la periodista Ana María Villarraga.


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Alberto Vélez

Alberto VÉLEZ Segundo Puesto Liana MEJÍA Primer Puesto

Liana Mejía

Ganadores creen que el premio se acabará Por Marta Lucía Castaño

¡Cómo son las cosas de la vida! Quién iba a creer que dos libros descartados el año pasado, sin ningún reconocimiento, y pudiera decirse que pasaron casi desapercibidos, fueran a convertirse en los ganadores de este año. Eso fue lo que realmente le ocurrió a Alberto Periódico El Mundo, octubre 23 de 1982 Vélez y a Liana Mejía, primero y segundo lugar, respectivamente, del Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, versión 1982. Unos cuantos retoques, la exclusión de unos poemas y la inclusión de otros, una fusión de unas frases más acá o una supresión de otra más allá. Y listos para ser enviados. Aunque después, ambos, se hubieran arrepentido de haberlo hecho, tal vez por no haber logrado nada el año pasado. Pero llegaron como en la primera oportunidad: totalmente inéditos para los jurados.

Desconfianza en el jurado ¿La razón del arrepentimiento? Sencillamente un poco de desconfianza en el jurado. Este año, los organizadores del Premio en su cuarta versión eligieron como jurado a los ganadores del año pasado: Jaime Alberto Vélez, Álvaro Miranda y Samuel Jaramillo, con las obras Biografías, Los escritos de Don Sancho Jimeno y Geografía de la alucinación, respectivamente. A sus manos llegaron 111 obras participantes. Ni Alberto ni Liana confiaban en el veredicto por considerar que la poesía de aquellos no coincidía ni se identificaba, de ninguna manera, con la de ambos. “La poesía en Colombia, y en todas partes –comenta Alberto– está muy escindida en movimientos. Y aquí fundamentalmente existen dos: unos poetas que trabajan mucho con la imagen, y otros que son todo lo contrario, como con cierto prosaísmo, que es la antipoesía. Jaime Alberto Vélez me parece muy equilibrado. Me asusta su equilibrio, tal vez porque uno es todo lo contrario. Pero por cierto comentarios que le había oído, por ciertas cosas suyas que he leído, le gusta una poesía más bien escueta, muy moderada, muy concisa. Y yo no hago eso. Tampoco compartía ni comparto el mundo poético de Álvaro Miranda, y jamás pensé que mi obra le pudiera gustar. Samuel Jaramillo era, de todos, el que más me

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convencía para participar. Sabía que pertenece a la corriente que escribe en el mundo de la imagen. De todas maneras, el año pasado, cuando sí tenía verdadera confianza en el libro, no hice nada en el concurso”. Algo similar le ocurrió a Liana. Arrepentida también de haber enviado su trabajo por segunda vez, creía y se identificaba más con Samuel Jaramillo. “Veía al jurado tan distinto entre sí, que no me pasaba por la mente cómo era que iban a ponerse de acuerdo. La poesía de Álvaro Miranda es totalmente diferente a la nuestra, una poesía que casi uno no puede asimilar. Y de Jaime Alberto me gustaba su trabajo actual. De tres corrientes tan distintas, pensaba que iba a resultar una cosa muy rara” –dice Liana sonriendo-. “Pero que me hubiera apoyado Álvaro Miranda, cuya poesía no tiene que ver nada con la mía, me dejó completamente asustada”. “A mí también me desconcertó mucho eso”, agrega Alberto, todavía mostrando su desconcierto.

Dos poetas convencidos Alberto y Liana son apenas dos muchachos. Recién egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, actualmente Alberto cumple su año de judicatura en el municipio de San José de la Montaña. Liana cursa últimos semestres de medicina. Pareciera raro que con estos antecedentes se pudiera pensar en que fueran poetas. Pero es que, en el fondo, esa es su verdadera vocación. Temerosos de las entrevistas, pero sueltos y simpáticos en las respuestas, rebosan vitalidad e ideas. Y un claro y rotundo convencimiento de lo que están haciendo y diciendo. Pero veníamos hablando del jurado. Polémico siempre. Y como en todos los concursos, con un fallo que invariablemente, seas cuales fueren las circunstancias y los trabajos elegidos, es criticado. “Es que siempre ha habido problema con la elección del jurado”, acota Alberto. “A raíz del primer premio, cuando la decisión estuvo en manos de Luis Vidales –este año premio por Reconocimiento–, Raúl Henao y Jaime Valderrama, fue otorgado a Juan Manuel Roca, a Víctor Gaviria y a Rubén Vélez. Pero surgió la polémica alrededor de Juan Manuel Roca, de quien se dijo que lo había ganado porque Vidales era su tío y Raúl Henao su amigo. Como ocurría siempre, y como seguramente también pasó con nosotros, hubo inconformidad. Y la seguirá habiendo”. Para la segunda versión, el alma y el nervio del premio, Elena Correa, trajo un jurado internacional. Pero aun así no se evitó la polémica. “De todas maneras, la gente sería arbitraria si en esta versión habla de intrigas, resalta Alberto. Porque no conocíamos a ninguno de ellos ni ellos nos conocían a nosotros”. “Exacto, –recalca Liana–. Nosotros no estábamos en el ambiente. Y si a otra gente también le gusta lo que hacemos, maravilloso…”

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“Y si no le gusta, peor pa´ellos”, agrega Alberto sonriendo. —¿Alguna objeción a la organización del premio o al premio en sí? —“Me parece que el Premio por Concurso y el Premio por Reconocimiento no deberían darse juntos”, según Liana. “El uno le resta importancia al otro. Creo que el Premio por Concurso es el más importante, porque es el que está dando a conocer a la gente nueva”. Alberto está de acuerdo con ella. Se queja de que haya pasado prácticamente desapercibido, y de la “mezquindad” que con él tuvieron los medios de comunicación. Algo realmente cierto y de lo que también pecamos nosotros, los de la prensa. Y Liana tiene razón al decir que fue como si no hubiera pasado nada. “Donde escasamente salió algo, todo giró en torno a Luis Vidales y a su obra. Del Premio por Concurso, apenas una pequeña mención, cuando fue el primero que se creó”. Según ellos, ahí se ve la necesidad de separarlos. Y según Liana, “una cosa es que premien a un poeta de edad por la obra de toda una vida, alguien que prácticamente culminó ya su ciclo, y otra cosa es el premio para alguien que apenas está empezando. Integrarlos lo deja a uno por allá en el fondo, medio asustado… como que lo disminuye”. “Personalmente –reconoce Alberto– me gustó la elección de Luis Vidales. Sólo estaban él y Álvaro Mutis. Pero es un premio que en unos pocos años tendrá que extinguirse, porque no veo a nadie a quien premiar. Claro que hay gente nueva excelente, pero con una obra que no se puede entender como terminada”.

La mejor generación “Esta es la mejor generación poética que ha dado Colombia”, dice enfático y sin ningún temor Alberto. Y después se ríe abiertamente, como asustado por la osadía con la cual lo afirma. “Hacía mucho tiempo –continúa– o mejor, creo que nunca, se había dado tanto amor por la poesía, tanta calidad y tanto trabajo por parte de la gente joven”. Liana le sirve de cómplice: “No es el caso de otras generaciones, donde sólo hay unos dos o tres que sirven, sino que hay muchos en la brega que realmente quieren estar en ella”. Desafortunadamente, sostiene Alberto, existe un anonimato total. “La cultura a nivel colombiano es opresiva y pública y promociona sólo lo que le interesa. Colcultura es la que fundamentalmente ha hecho eso. Es una mafia que ya traspasó ciertas fronteras, para convertirse en un problema personal entre poetas, sobre todo entre los bogotanos”. Liana redondea la idea: “Se gira alrededor de los mismos, esos que uno ya conoce y reconoce en cualquier lado. Y se están olvidando de la generación actual, sin darle la importancia que se merece”.


El miedo a lo nuevo Y entre toda esa gente “requeteconocida”, Alberto se queja de lo malo que hay. No recuerda si fue EL MUNDO o El ESPECTADOR el que publicó un poema de Mario Rivero. “¡Que cosa tan mala! Primero, no me explico cómo él, que ha hecho cosas buenas, pudiera escribir algo semejante. Y segundo, cómo fue que lo publicaron. Lo que importa es la prestancia del nombre, simplemente. A los medios de comunicación les da miedo afrontar el riesgo y sacar cosas nuevas”.

La polémica está viva Nunca en el transcurso de esta charla, estos dos poetas habían hablado con mayor vehemencia y mayor convencimiento. Les tocaron la fibra, como se dice, y quieren destaparse, decir lo que piensan. Las quejas con la avaricia de los medios, el “casamiento” de las instituciones que tiene el poder con la promoción de las viejas generaciones y el olvido de las nuevas. Liana es la que sienta protesta otra vez: "¡Ahora todo se sustenta en un nombre, sin fijarse si lo que escribió es bueno o malo! Y a la larga, todos los días estamos viendo lo que están repitiendo, porque ya no pueden hacer nada bueno ni nada nuevo”.

La poesía, la peor parte “Es que nosotros –dice Alberto con cierta picardía, no exenta de resignación– nos metimos con la peor parte de la literatura, entre comillas: la poesía. Eso no se vende, eso no le gusta a nadie. A la gente le encanta Jorge Robledo Ortiz, que escribe lo que la gente quiere que escriba, con aquello de los arrieros, de la pujanza antioqueña, de la raza. El día que no hable de eso, van a creer que fue que se ‘dañó’. Eso es lo que todo el mundo cree que es poesía. Es verdad que todo es también cuestión de estudio y de disciplina. La gente está con la mentalidad de la escuela, donde le enseñan a uno que la poesía es lo que rime y suene bien bonito. Y si se acostumbró a leer la rimita clásica, un poema que no es en rima le va a exigir mucho mayor esfuerzo”. “Lo grave, agrega Liana, es que dicen ‘eso es muy malo, no lo entiendo, no me gusta’, sin hacer siquiera el esfuerzo de comprenderlo. Se quedaron en lo clásico. Pero no es de culparlos”. “¡Es que eso ni siquiera es clásico!, –interrumpe Alberto con toda la boca–. ¡Es viejo, pero viejo con todo el sentido cargado en el odio de lo viejo! Es algo que ya se murió. Un cadáver que todavía está respirando”.

El premio se acaba

Nacional de Poesía, en el cual volverían a participar, piensan que este premio se acaba. Así, lastimosamente. Alberto sostiene que es una quijotada de la Universidad, y que está condenado a morir. Como murió Gaceta y como murió el periódico universitario, los únicos medios con los cuales contaban los estudiantes. La disculpa seguramente será la misma: la falta de plata, que es la última que se invierte en la cultura, “porque es lo menos importante”, sostienen algunos de sus detractores. Ambos destacan la importante labor desplegada por Elena, su preocupación y su entusiasmo para la supervivencia del premio. El día en que ella se vaya, sostienen, ese día se muere. Si fuera por la Universidad y sus directivas, reitera Alberto, el premio no funcionaría. La desaparición de Gaceta se sustentó en principio en la crisis económica, pero nuestros personajes cuentan que esa no es toda la verdad. En cierta oportunidad se publicaron unos poemas donde se mencionaba una mala palabra. Los señores del Consejo Superior se ruborizaron y protestaron por ellos. Y, como dice Alberto, la inquisición de la Universidad funcionó a la perfección: Gaceta fue clausurada. Y agrega con cierto dejo de rabia que “donde la publicación hablara de Antioquia la grande, de las montañas verdes y de los signos verticales, en este momento estaría saliendo a color y empastada”. Pero fue un esfuerzo que dio cabida a todas las tendencias y por eso murió en el número 9. Ese es el gran conflicto de la poesía y de los poetas, además del que se mencionó antes: el desinterés de la gente. Liana cierra este dialogo con una frase que es dolorosamente una falsa creencia: “uno dice que escribe poesía y lo miran como a un bicho raro, como a un vago. Casi que poeta, entre nosotros, es sinónimo de vago…” El MUNDO, Medellín, Suplemento Semanal. Diciembre 4 de 1982

Liana y Alberto, primero y segundo puesto del Concurso

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Jaime Jaramillo Escobar

Orlando Gallo

El jurado del V Premio Nacional de Poesía por Concurso que auspicia la Universidad de Antioquia, declaró ganador al escritor nadaísta Jaime Jaramillo Escobar, conocido con el seudónimo de X-504, y otorgó el segundo lugar al novel poeta Orlando Antonio Gallo Isaza. Asimismo concedió mención a las obras Desahucios del otro de Óscar Torres Duque, y Veinte mujeres de Daniel Winograd.

El Colombiano, octubre 22 de 1983, primera página Foto ElESPECTADOR.COM

1983

Jaime JARAMILLO ESCOBAR Segundo Puesto Orlando GALLO Primer Puesto

Jaramillo concursó con la obra Poemas de tierra caliente que será publicada por la Universidad, más un premio de $150.000; Gallo presentó la obra Los paisajes fragmentarios, que también será editada, más $100.000. El jurado –integrado por María Mercedes Carranza, José Manuel Arango y Eugenio Montejo, este último de nacionalidad venezolana–, analizó 188 trabajos remitidos por igual número de concursantes. Carranza dijo que su participación en el premio fue de gran interés, “por lo caudaloso de los trabajos presentados, por el buen nivel y porque éste es quizás el principal certamen de esta naturaleza que se realiza en nuestro país, y, además, porque le sirve a uno, como jurado, para tomarle el pulso a la poesía actual”. Agregó que “la poesía en Colombia está muy bien de salud”. “Debo destacar dos aspectos –dijo–: uno positivo que se refiere al afán entre los escritores por buscar nuevos lenguajes, mayores aperturas, por abandonar las retóricas ya usadas y ensayar nuevas fórmulas poéticas muy saludables. Esa es la tendencia predominante. Dentro de lo negativo encuentro que, aunque el nadaísmo sigue presente, cosa que está bien, no se rescata lo más interesante de esta corriente, sino que suman al facilismo nadaísta, al prosaísmo excesivo, donde no aparecen trabajos con verdadera dedicación profesional”. Por su parte, José Manuel Arango dijo que “es

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Eugenio Montejo

María M. Carranza

reconfortante verificar que, por ejemplo en Medellín, existe un gran afán de los jóvenes por escribir poesía, y la presentada a consideración nuestra en este concurso, demuestra una gran calidad”. “Cerca de cuarenta obras, de las 188 presentadas, podrían considerarse buenos trabajos, sobresaliendo las mencionadas en el acta. Y, por ejemplo, para no hablar del libro ganador, el segundo, Los paisajes fragmentarios, es un bello texto de poemas”, explicó el escritor y profesor universitario José Manuel Arango. El COLOMBIANO. Octubre 22 de 1983, páginas 1-A y 6-B


La poesía es la que dicta las leyes en el corazón de los hombres, no el gobierno algo de su trabajo y entregar a los lectores del Magazín sus conceptos sobre la poesía de hoy, el movimiento nadaísta y la entraña de su trabajo literario. En 1968 el poeta X-504 ganó el primer premio en el concurso nadaísta de poesía, con el libro Los poemas de la ofensa. Después de ser el blanco de muchos comentarios y ser incluido en antologías de poesía colombiana, X-504 se sumió en el silencio por muchos años. Muy pocos sabían que Jaime Jaramillo Escobar era un poeta, ni siquiera sus padres. Como un lector de poesía, encargado por una empresa comercial, intimó con Ciro Mendía y León de Greiff en los últimos años de estos dos poetas, para editar sus últimas dos antologías, sin mencionarles siquiera que él también escribía versos. Poco a poco, sin mucho ruido, Jaime Jaramillo Escobar volvió a las letras en los Cuadernos de Poesía de Colcultura (1982) y en Golpe de Dados. Pero todos esos años de silencio culminaron en los libros ganadores de los premios Eduardo Cote Lemus y Universidad de Antioquia, en junio y octubre de 1983. Esto nos lleva a pensar que, Jaime Jaramillo está recuperando el tiempo perdido al acaparar premios importantes.

Por María Cristina Arango de Tobón

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ualquiera diría, al verlo, que es un recaudador de impuestos o un abogado. Viste impecablemente, come poco, no bebe, ni fuma. Triunfó en el anonimato y ha reaparecido triunfante con su propio nombre. Se inició leyendo suplementos literarios comprados por kilos. Afirma la vigencia del nadaísmo y cree firmemente que los poetas son algo así como unos alquimistas y transformadores a quienes hay que hacer más caso que a los políticos. Se sabe comprometido con su oficio y, aunque este año ha ganado los dos premios de poesía más importantes del país, dice que está apenas a punto de empezar a escribir poesía. Este joven de 50 años vibra como un adolescente y conserva al mismo tiempo la mesura de un adulto. Él, Jaime Jaramillo Escobar, conocido desde hace muchos años por su máscara X-504, se ha despojado de su timidez, ha dejado a un lado su deseo de ser invisible, para contar

“Después de años de haber estado alejado de la escritura, debido al trabajo, fui a Cali y por primer vez pude tener un año para mí, o sea un año para leer, escribir y pensar. Escribí rápidamente varios libros, entre ellos El sombrero del ahogado y Poemas de tierra caliente, ganadores de los premios a que te refieres. Inicialmente no pensé participar en concursos, pero algunos amigos me indujeron a participar en el de Cúcuta, más que todo lo hice por atención a la sugerencia de ellos. Después se presentó una discrepancia, o una mala interpretación con dos jurados, lo cual me obligó a participar en otro concurso para aclarar las cosas. El Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia me satisfizo por varias razones: por ser en Medellín, por ser de la Universidad de Antioquia y por la coincidencia por el reconocimiento al maestro Álvaro Mutis”. “Fueron como 20 años sin escribir nada –continúa diciendo Jaime Jaramillo Escobar– aparte de una columna en un diario de Barranquilla, porque el trabajo publicitario me había tenido absorto por completo y no había tenido tiempo de leer. Vamos a ver cuánto me dura esta vagancia para continuar otros libros que tengo empezados”. El poeta trabaja actualmente en más de 30 poemas.

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La ceremonia de entrega de los premios, presidida por el rector Darío Valencia Restrepo y el decano de la Facultad de Derecho, Carlos Gaviria Díaz, entre otros directivos, se realizó en el Paraninfo el viernes 28 de octubre. Es un proceso creativo simultáneo –de la misma forma que miró en sus cuadros–. “Los trabajo todos simultáneamente, porque se me van ocurriendo los temas y los voy empezando apenas se me ocurre una idea. Así me rinde mucho el tiempo”. —Bueno, ¿y qué pasó con X-504? ¿Por qué dejó ese nombre? “Dejé de serlo por claridad. El seudónimo realmente era muy raro y llega un momento en que uno entiende que el seudónimo de todos modos trata de ocultar algo. Cuando ya se logra ser uno mismo no necesita más el seudónimo. Yo lo usé porque cuando empezaba a escribir estaba trabajando en la Administración de Impuestos; después, cuando ya fui independiente pude usar mi nombre”. —¿Y qué incompatibilidad había entre un empleado de Impuestos Nacionales y el poeta X-504? “Porque de pronto me echaban”, dice entre risas el poeta. “Por eso –explica– debe ser, en cuanto sea posible, independiente y no pertenecer a ninguna entidad o empresa. Vale recordar el caso de Saint Jones Pers, que mientras fue diplomático no quiso publicar nada. Tenía toda su obra guardada, pero no es que X-504 haya muerto, yo soy el mismo, pero desenmascarado”.

Nadaísmo vigente María Mercedes Carranza, jurado en el V Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, anotó una marcada influencia nadaísta en la mayoría de las obras presentadas en este concurso. ¿Será –preguntamos a Jaime Jaramillo– que la nueva generación de poetas no tiene imaginación, o que el nadaísmo se ha vuelto tradicional? “Yo no creo que se haya vuelto tradicional en el sentido que entendemos por tradicional, sino que sigue vigente y por esa vigencia los jóvenes se interesan todavía en el nadaísmo. Yo he observado en Cali y Bogotá, en las conversaciones con gente joven, que el nadaísmo sigue

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más vigente en ellos que en nosotros mismos: está pasando el nadaísmo a otra generación y eso está bien, es una maravilla, es lo que se necesitaba: que el nadaísmo siguiera en otra generación”. —¿Pero el nadaísmo nació como una forma de rebeldía y cambio de conciencia? ¿Se tiene hoy el mismo pensamiento? “Simultáneamente con la protesta y la rebeldía el movimiento nadaísta fue fundamentalmente literario. Los principales integrantes del nadaísmo fueron escritores, artistas, poetas. Además en la literatura están los cimientos de rebeldía e incluso de revolución y de todo lo que tú quieras… Total que un movimiento literario es un movimiento ideológico, porque la literatura se hace con ideas; si no se hace con ideas es pura vagamundería, perder el tiempo. Por eso el nadaísmo le dice mucho a la juventud de hoy, lo cual es comprometedor también para nosotros con ellos, y en ese sentido estoy trabajando ya”. —¿Quiénes son esos “nosotros”? “Los que seguimos escribiendo del grupo: ahí está J. Mario, Amilkar, Eduardo Escobar que es un magnífico poeta –la Universidad de Antioquia va a editar un libro suyo muy pronto–”. —¿Y Elmo Valencia? “Él no ha vuelto a escribir, lo cual es una lástima; él escribió algunas de las mejores páginas, no sólo del nadaísmo sino de la literatura colombiana; escribió un Teatro para ser leído, excelente. Pero parece que quiere volver a escribir, según me decía en estos días, porque lo hemos acicateado mucho para que vuelva a pensar en escribir. Él tiene un bello estilo, muy fresco, muy interesante y novedoso”. Jaime Jaramillo anota que es muy difícil volver a editar una revista como Nadaísmo 70, de la cual circulaban hasta 50 mil ejemplares en los últimos números. “Poner


a circular una revista es muy difícil. Además se requiere un ambiente, un fermento que de todos modos ha cambiado; estamos viviendo en distintas ciudades lo cual hace muy difícil las reuniones. Por lo pronto no hay ningún proyecto en ese sentido”.

La poesía colombiana —Hace algún tiempo Jaime Jaramillo Escobar dijo que Colombia era un país cerrado para la poesía moderna. ¿Está aún vigente ese concepto? “Eso dijo en un artículo que se llamaba 50 años de atraso en poesía, que ya no tiene la misma vigencia porque en los últimos años, y a partir del nadaísmo, se ha creado un interés y ha habido la posibilidad de conocer la poesía de otras partes del mundo. Actualmente, entre los jóvenes poetas hay algunos que se destacan por ser modernos, por ser actuales, por estar informados de la poesía del resto del mundo; entre otras cosas porque no pertenecen tampoco a una corriente literaria, sino por ser individualidades que se afirman en la cultura. Hay muy buenos poetas, entre ellos puedo mencionar a Rafael Gómez, vive en Cereté y es un poeta muy bueno. Y así como hay uno en Cereté también hay otros muy buenos que viven en otros pueblos y ciudades. La poesía ha cambiado mucho en relación con el tiempo en que yo pueda decir eso y es muy comprensible porque toda la América ha aumentado su intercomunicación cultural y literaria, especialmente después de la Revolución Cubana, que se ha creado un sentido americano y los poetas han estado más despiertos y más abiertos a lo que ocurre en el mundo”. “Bueno, también hay unos poetas –y esto no contradice lo anterior– que están escribiendo para lectores que ya murieron hace años, en vez de escribir para los lectores futuros, están escribiendo para la gente de hace 20, 30 años y eso no debe ser así. Sus nombres son tan obvios que no es necesario mencionarlos". —¿Y qué opina de la producción poética femenina en Colombia como la de María Mercedes Carranza, Anabell Torres y otras? “María Mercedes Carranza se destaca por sus temas, por sus formas y porque, aunque tiene miedo, ese miedo no es a la poesía. Yo leí con mucho interés y con mucho agrado su último libro, porque desde el punto de vista poético es un libro valiente, un libro muy actual con un lenguaje moderno, lo cual quiere decir que le llega a la gente. Tanto Anabell Torres como otras niñas que están escribiendo poesía, lo están haciendo muy bien porque han logrado liberarse de toda esa tradición de las poetisas y ahora prácticamente les decimos poetas a ellas. En ese sentido, su liberación ha alcanzado un grado de expresión independiente, y aunque sigan tratando los temas tradicionales de la mujer, sin embargo dan paso a las demás inquietudes de las que se ocupa la poesía en este momento”.

De izquieda a derecha: Carlos Gaviria, Elena Correa, Darío Valencia, Jairo Gómez, Roberto León Ojalvo y Jaime Jaramillo.

La crítica A propósito de unos comentarios sobre la celebración del centenario del natalicio de Barba Jacob y el valor poético de su obra, Jaime Jaramillo Escobar se refiere a los críticos literarios y dice: “Los críticos son unos pocos; son los miles de lectores que compran libros y folletos literarios los que dicen si la poesía sirve o no. Estábamos enseñados a que anteriormente sólo servía lo que los críticos de Bogotá dijeran; ahora ya no es así, eso se acabó. Ahora es el pueblo el que dice si el poeta le sirve. Se ha demostrado desde Cali, desde Medellín y otras ciudades que no son los críticos de Bogotá los que nos deben regir. Y en cuanto a las conmemoraciones, la respuesta se encuentra muy clara en mi poema a Guillermo Valencia”.

La entraña de su poesía Los primeros poemas de Jaime Jaramillo contenían un fuerte acento de dolor, de soledad. Incluso en muchos de ellos se vislumbraba un gozo en el sufrimiento, como en aquel poema: “si el lobo os alcanza y os devora saboread al lobo pero no huyáis…” —¿Qué dice el poeta sobre este trasfondo pesimista de su obra? “Lo que quiero decir es que a las condiciones adversas hay que tratar de volverlas positivas. Decía un autor con respecto a los actores teatrales: que mientras más se les haga sufrir, mucho mejor trabajan. Es que en los artistas y en los escritores hay un poco de eso, de tratar de convertir el dolor y la adversidad en algo bello, como una especie de venganza contra lo malo”. “Eso se observa en la primera parte de mi obra, en el libro Los poemas de la ofensa, y corresponde no sólo a una situación personal, sino que refleja más bien la situación de la mayor parte de los colombianos. Lo que estoy haciendo ahora es distinto: estoy haciendo poesía optimista, inclusive beligerante, porque no podemos ensimismarnos en la tristeza y en la soledad. Ahora me ha resultado más fácil escribir con alegría,

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y que desprecian nuestros pueblos. Hay en el mismo poema una comparación con los que estuvieron en Rochester, en Manchester y en Stuttgart que en vez de preocuparse primero por lo nuestro, con tal de haber ido a Europa o haber leído una enciclopedia de esas que entregan por fascículos, tienen que poner los epígrafes en francés y en inglés”.

con humor inclusive y con optimismo, porque eso es lo que hay que transmitir”. “Pienso –continúa diciendo Jaime Jaramillo– que si alguna labor hace un escritor es tratar de ayudar a los demás a vivir, por tanto su tristeza, su soledad o sus dolores no importan absolutamente nada. Hay que hacer abstracción de uno mismo para pensar en lo colectivo y expresarlo. Ya estamos cansados de poetas llorones”. —En varios poemas menciona a la raza negra con admiración, ¿de dónde viene esa actitud? “Es, en primer lugar, un sentido de reivindicación y de justicia porque la raza negra ha sido, y es todavía, una raza explotada; en segundo lugar, siento admiración por sus valores culturales que tanto han influido en el arte moderno, empezando por la pintura. En el negro encontramos mucha vitalidad, mucha vida, mucha resistencia y valor para sobreponerse a situaciones adversas y, mucha alegría a pesar de su tristeza interior. Así como hablo del negro, también del indio y de todas las demás porciones étnicas que hay en Colombia, porque hay que hacer una unidad de todo y el negro está muy mezclado a nosotros”.

La lección de Granada En el "Multipoema", del libro ganador del premio de la Universidad de Antioquia, dice: “Fui de paseo a Majagual, anduve un tiempo por el Vichada Alegre, Vistahermosa, Coconuco, el Tonusco, no dejé de ir a Natagaima, Salamina, Cucunubá, Iscuandé…” ­—¿Ese viaje por Colombia es imaginario o real, a qué se debe? “El poema tiene por objeto resaltar la belleza de los nombres de las regiones colombianas, ante los poetas que escriben como si vivieran en París o en Londres

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“Es que hay poetas extranjerizantes, y yo pienso que si empezamos por despreciarnos, no vamos a ir a ninguna parte. Tenemos que valorar lo que tenemos porque si no, nos lo quitan. Es que estamos en mucho peligro. Yo sé que la mayor parte tal vez no lo comprende y no lo acepta de momento, pero quizá la lección de Granada les pueda enseñar algo. Por esa razón es que debemos acelerar nuestra coherencia como país, antes de que nos quieran quitar algún pedazo; ya nos han quitado mucho espiritualmente, no tenemos una cultura propia porque estamos colonizados por culturas extranjeras y hemos perdido la nuestra y nuestra identidad nacional”. A propósito de lo dicho anteriormente, traemos a colación el poema "12 de octubre". En él, Jaime Jaramillo Escobar dice: “Cambiamos de amo porque no sabemos quiénes somos… ¿Qué es la paz? Es lo que exigen de nosotros quienes nos atacan. El poeta habla así de este tema: “Ese poema fue escrito el 12 de octubre y fíjate lo que pasó después con Granada. Aunque el poema se refiere fundamentalmente a Colombia, también hace una proyección al resto de América, necesitamos tener una unidad continental porque nos están codiciando, estamos amenazados desde hace años. Yo creo que el poeta es quien tiene la voz para arengar y ayudar a crear una conciencia; los políticos no, porque ellos son capaces de vender un pedazo, y de hecho lo han vendido muchas veces, pero el poeta no lo hace porque no es negociante”. Entonces inquirimos, ¿cuál es la misión del poeta? “Ahora, a medida que los poetas se interesan más por los problemas del país –porque ya los poetas toman menos trago y sí estudian– se va creando una conciencia y se va expresando más a Colombia. Los poetas podríamos ayudar a crear una verdadera identidad nacional que nos está haciendo falta, y que solamente a través de la poesía se puede concretar. Porque es la poesía la que dicta leyes en el corazón de los hombres, no es el gobierno. Las leyes que el gobierno dicta se pueden desobedecer, pero las leyes –llamémoslas así– que la poesía inculca en el corazón de los hombres,


no se pueden transgredir, porque las llevamos muy arraigadas y las defendemos inclusive con la vida”. “Es el poeta –continúa con vehemencia Jaramillo– el que debe ayudar a saber quiénes somos, para dónde vamos y a darnos seguridad e identidad. La poesía lo puede hacer mejor que la política, porque la política para nosotros no ha sido sino un desastre y no ha producido sino muertes, e incluso guerras. La política no nos ha dado hasta el momento nada bueno”. Cambiando un poco de tono la conversación con Jaime Jaramillo, le pedimos nos cuente por qué afirma que el poeta es un transformador, un alquimista y, hasta un payaso. “Bien, el poeta transforma ideas en expresión poética, para hacerlas de una comprensión grata a su público. El poeta transforma un poco la realidad con el solo hecho de intentar transformarla; sabes que el mundo fue hecho con la palabra, de modo que el poeta contribuye también a transformar el modo de pensar de las personas como lo hizo el nadaísmo con todos sus poemas en Colombia, lo cual ha sido unánimemente reconocido”. Entre risas, Jaime Jaramillo dice: “El poeta tiene que ser de todo: hasta payaso”. —¿Y cuál es su payasada? ¿Será esa de leer con tono de colegial ingenuo, los metros de poemas, como ha sucedido ya varias veces en presentaciones públicas? “Bueno –responde todavía con la sonrisa en los labios–, a veces sí. Después de la lectura de poemas en Cúcuta se reunieron algunos en un grupo y estaban discutiendo si eso era poesía; tal vez allá los dije en una forma en que se prestaba para hacer esa aclaración. Ahí hay algo de payasada que se necesita para llegar más fácil a la gente. Depende como se lea: J. Mario ha leído unos poemas míos en la Teja Corrida y en programas radiales, y me cuenta que ha sido impresionante la recepción que ha tenido. De todos modos, si uno lee en público debe darle un poco de animación, para que la cosa no quede tan aburridora”. Cuando Jaime Jaramillo Escobar llegó a Medellín, para recibir el V Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, se encontró con unos carteles enormes, pegados en sitios estratégicos de la ciudad. En estos carteles se había impreso su poema "Levedad del visitante", del libro Poemas de Tierra Caliente. ¿Cuál fue su reacción al ver estos carteles? “Fue una grata sorpresa. Nunca me imaginé que fuera a encontrarlos. Además hay un antecedente: Hace años, el poema "Mamá negra" fue también impreso en carteles y pegado en las esquinas de Quibdó. El hecho que ahora haya ocurrido una cosa parecida, me alegró mucho. Esas son indicaciones que se me dan para saber si voy bien, si voy acertado o no, porque yo pienso que el poeta actualmente no es el que debe imponer su poesía; debe recogerla con humildad y con la mayor fidelidad posible. El poeta no tiene que inventar nada, todo lo que uno invente es falso. Yo no estoy inventando nada, estoy recogiendo lo que veo en mi país y lo estoy poniendo en unos versos, y si con ellos

hacen un cartel, y lo ponen en las calles, me indican que estoy recogiendo con cuidado; con ese mismo cuidado con que recogemos el café, el algodón y todas las cosechas. Ahora yo también quiero ser recolector de poesía para ponerla en ese mercado sin valores que es la circulación de poemas hacia la gente”. “Yo no quiero que en esos poemas la gente vea a Jaime Jaramillo. Mi aspiración es que se vean a sí mismos. Yo quisiera ser invisible y que sólo aparecieran los poemas; la persona del poeta no importa y a mí me da pena aparecer en público como portador de un mensaje. Naturalmente tengo que hacerlo por una circunstancia física, pero el poema en sí es el que importa”. “La mayor aspiración de un poeta es que el poema se vuelva anónimo, que desaparezca el nombre del poeta y que el pueblo incorpore el poema en su vida; incluso, lo utilice para otras cosas, que lo vuelva refrán, que hable con él, le quite y le ponga, que haga lo que quiera…” En sus años de silencio, X-504 trabajó incansablemente en el área de la publicidad. Tuvo su propia oficina y la dejó para dedicarse, otra vez, como Jaime Jaramillo, a escribir poemas. Bien sabemos que la poesía, así se ganen dos premios nacionales, no da suficiente para vivir. ¿Entonces de qué vivirá Jaime Jaramillo en el futuro? “No me preocupo por eso, vivo muy modestamente, vivo con muy poco: el poeta no tiene por qué aspirar a más. Dice J. Mario que un poeta con plata es un poeta completo, pero eso es un juego divertido de esos que hace J. Mario. Uno en realidad no puede escribir con el estómago muy lleno, por eso yo como poco. Además tenemos que participar también del hambre de nuestro pueblo y del trabajo. Yo siempre he trabajado en lo que he necesitado para vivir, porque el poeta no tiene que ser ningún privilegiado, ni especial. El poeta es un obrero más dentro de todos los del país, no sólo con su poesía: tiene que trabajar con sus manos para ganar su pan; además tiene que dedicarse a hacer poemas si verdaderamente quiere llegar a ser poeta. Y yo aspiro a llegar a serlo…” Intempestivamente cortamos la frase de nuestro entrevistado y decimos, ¿cómo?, ¿es que todavía no eres un poeta, después de 25 años de trabajo? “Yo pienso que apenas ahora voy a empezar a escribir poesía. Sí, después de 25 años, porque soy muy bruto y me he gastado tanto tiempo para aprender algo. Todavía me falta mucho, ahora sí pienso que puedo empezar a escribir…” Al cerrar el diálogo con Jaime Jaramillo Escobar, vienen a la mente los versos de su poema "Levedad del visitante". “…Déjale partir, a ese amigo fiel y ubicuo, tan discreto e impalpable, que se presenta con toda la sencillez y te da lo que trae. La esencia de poesía que estabas necesitando para reencontrar los motivos de tu vida”. EL ESPECTADOR, Magazín Dominical. Noviembre 13 de 1983, páginas 1, 10 a 14

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1985

Desierto Segundo Puesto Fernando HERRERA Primer Puesto

Luego de analizar 194 obras, el jurado calificar del VI Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, en la modalidad de Obra Inédita, decidió declarar desierto el primer premio y otorgar compartido el segundo premio. Éste le fue adjudicado a los libros titulados En la Posada del Mundo, firmado por Sebastián de las Gracias, seudónimo que corresponde al antioqueño Fernando Herrera Gómez, y a Soñadores de Pájaros, escrito por Santiago Mutis Durán, quien empleó el seudónimo de Federico Oquendo. El jurado, integrado por Darío Ruiz Gómez, Fernando Charry Lara y Giovanni Quessep Esguerra, afirmó que al proceder de esta forma se ha considerado la importancia del Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia. Y que éste debe siempre seleccionar una obra del más alto valor poético, lo cual, a juicio del jurado, no se dio en esta convocatoria. “Hay buenos trabajos, pero no para un primer premio. Se requiere que la calidad del trabajo presentado sea excelente, claro que esto no quiere decir que haya una crisis de poesía. Hemos tenido en cuenta la importancia del Premio Nacional de Poesía que debe ser concedido a una obra de primera calidad”, anota Charry Lara. Según el poeta, debe ser una obra representativa del trabajo poético colombiano de este siglo. Quessep dijo que las obras premiadas son radicalmente distintas y que ellas se diferencian de las demás porque emplean un lenguaje más claro y “no se ve ese caso, esa inexperiencia, esa falta de cultura que se nota en muchas obras que participaron en el concurso. El poeta debe conocer por lo menos la tradición poética de su idioma y en la mayoría de los libros se notó ese desconocimiento. Parece que la cultura fuese muy limitada. Muchos de ellos solamente tuvieron en cuenta a los últimos poetas, a las últimas corrientes; la tradición básica, que es tan importante, parece estar ausente”.

Malditismo rimbaudeano Darío Ruiz Gómez anota que las obras presentadas dan la idea de pertenecer a gente muy joven, porque “la temática que los identifica es emocionalmente sentimental con respecto a ciertos nombres utilizados. Son poemas maravillosos, que de pronto fallan en ese sentimentalismo, en ese "malditismo" rimbaudeano”. Darío Ruiz afirma que en no pocas obras se cita a ciertos poetas como Ciorán o Rimbaud, que no proponen nada dentro del contexto. Y reconoce que se dieron planteamientos intelectuales nuevos que tocan el tema de la naturaleza. “Los surrealistas trasnochados pierden fuerza frente a esta poesía decantada”. Finalmente, Charry Lara aconseja a los jóvenes poetas

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para que perseveren en su trabajo, “poniendo su fervor, inteligencia y pasión y formándose culturalmente”. Hablamos con Fernando Herrera Gómez, uno de los ganadores del segundo premio y nos dijo con respecto a su obra: “Son cosas que se han ido haciendo a lo largo de un rato más bien largo, no eran cosas escritas para un concurso, ni mucho menos, cosas que con el tiempo quisieron juntarse en un libro. El poema es una cosa que surge en el momento que menos se sospecha. Hay algo que dice Borges, en el prólogo de las traducciones que hace de Whitman, dice hablando de la poesía de éste, lo cual puede ser un paradigma para lo que uno ha escrito: no es la sencillez, no es nada sino una secreta complejidad”. [Herrera Gómez] había publicado antes en la revista Gaceta de la Universidad de Antioquia y allí estudio algunos semestres de Filosofía y Letras. Santiago Mutis es hijo del poeta Álvaro Mutis y trabaja en este momento en Procultura, en la ciudad de Bogotá. El jurado hizo esta anotación acerca de su obra Soñadores de pájaros: “Insiste en el ámbito de la pintura y con un surrealismo decantado logra muchas imágenes nuevas”. El 10 de junio será entregado oficialmente el Premio por Reconocimiento a Jorge Artel y el Premio por Obra Inédita a Santiago Mutis y Fernando Herrera. Por Beatriz Gómez Giraldo, El Colombiano, mayo 29 de 1996, página 1C


En el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, Fernando Herrera Gómez recibió de manos del rector Saúl Mesa Ochoa la distinción como ganador único del segundo lugar del Premio Nacional de Poesía, modalidad Obra Inédita

Descalificado ganador de premio de poesía MEDELLÍN, 3. (Oficina de redacción).– El poeta Santiago Mutis Durán, hijo del escritor costeño (sic) Álvaro Mutis, fue descalificado hoy del segundo puesto que alcanzó en el VI Premio Nacional de Poesía organizado por la Universidad de Antioquia al descubrirse que su obra había sido ya publicada en México. Según el vice-rector académico de la Institución, Freddy Salazar Paniagua, y el coordinador del premio, Luis Iván Bedoya Montoya, Mutis violó las bases del concurso que vetaban la publicación del libro concursante en más de su cuarta parte. Mutis Durán participó en el concurso con el libro titulado Soñadores de Pájaros y se adjudicó el segundo premio junto con Fernando Herrera Gómez, quien puso en consideración del jurado su obra En la Posada del Mundo.

La Universidad verificó que Soñadores de Pájaros fue publicada en Méjico por la Editorial Oasis en su colección Los libros del Fakir, N° 77, en el mes de enero de este año (sic) por la impresora Eficiencia, lo cual contraviene el reglamento del concurso. “En consecuencia –dijeron los funcionarios en un comunicado– la Universidad de Antioquia hará entrega del segundo premio en la modalidad por obra inédita como adjudicación única y total al poeta Fernando Herrera Gómez, autor del libro En la posada del mundo”. Al sexto premio de poesía intervinieron (sic) 14 obras (sic) que analizaron los poetas Giovanni Quessep Esguerra, Fernando Charry y Darío Ruiz. Éstos declararon desierto el primer premio. El TIEMPO, Bogotá, junio 4 de 1986, página 8A

Carta abierta de Santiago Mutis Bogotá D.E. Junio 4 de 1986 Universidad de Antioquia Concurso (VI) de Poesía. Medellín Hace cuatro años publiqué lo que sólo generosamente podría llamarse un libro: Tú también eres de lluvia. Trece poemas, que considero mi primera y única publicación, pues mi “primer libro”, publicado por la Universidad Pedagógica Nacional (juvenil y desordenado) tuvo la (buena) suerte de no alcanzar nunca la suave penumbra de las librerías, a pesar de los ojos de buen tigre de don Germán Vargas. Sólo salieron 80 ó 100 ejemplares; el resto de la edición la hizo reciclar un auditor por estorbar en una bodega (bien hecho). Esta es la historia que muchos podemos contar de las ediciones de nuestros libros, y es, en cierta manera, la razón de esta carta abierta sobre un premio (que nunca se dio). Hace dos años el poeta y amigo (mexicano) Francisco Cervantes, recientemente editado por el Fondo de Cultura Económica, publicó un par de poemas míos en el periódico del D.F. con la leyenda de un “nuevo poeta

mexicano”. Se trataba de Soñadores de Pájaros y esto se convirtió en la amable, incomprensible, solidaria y conmovedora invitación a publicar (¡el libro!) en una colección casera y linda llamada Los libros del Fakir (no creo que tenga que explicar el nombre de la colección). Pero con tan mala suerte (eran otra vez trece los poemas) que tampoco la pude celebrar por mucho tiempo. Un mes después de aparecida la edición mexicana tuvo que ser recogida (eran sólo 400 plaquettes, menos mal), es decir, comprarla clandestinamente, pues tenía tantos errores ajenos como propios. Así que busqué otra edición, y ante la negativa sonriente de mis amigos editores colombianos, la mandé a la única posibilidad de edición que había: esa forma pública, competitiva y a veces dolorosa y ajena a la poesía a que están obligados los poetas para publicar sus libros: concursar. Créame que si en Colombia existiera una forma normal de publicar hubiera preferido ese camino al de someter a tres jurados o buenos amigos o agobiados escritores a leer obligadamente y en voz alta lo que uno quiere que exista sólo en la sombra.

Espero que quede claro qué Soñadores de Pájaros no sólo es inédito en Colombia sino inexistente en México y, me temo, también en la poesía, y que no quise ni abusé de la buena fe de la Universidad de Antioquia contrariando las normas del concurso (del cual nadie me ha avisado formalmente el triste resultado de su sonoro vacío). Nunca un libro mío había tenido tantos (anti)lectores como en esta ocasión. Creo que aprovecharé esto para hacer una nueva edición en el Congo, si no me la rechazan por haber sido publicada en Medellín. Tal vez el único crítico verdadero sea el azar. Muy cordialmente, Santiago Mutis D.

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1987

David JIMÉNEZ PANESSO Segundo Puesto Medardo ARIAS Primer Puesto

El miércoles 20 de mayo de 1987, el rector de la Universidad de Antioquia, Eduardo Cano Gaviria, proclamó, en consonancia con el fallo emitido por el jurado, a los ganadores del VII Concurso Nacional de Poesía. El primer premio le fue adjudicado al poeta David Jiménez Panesso, por la obra Retratos, presentada con el seudónimo J.D.J.. Nacido en Medellín, Jiménez es egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, con especialización en Literatura. Es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional y de la Universidad de los Andes, en Bogotá. El segundo lugar lo obtuvo el escritor y periodista Medardo Arias Satizábal, nacido en el puerto de Buenaventura, quien participó con la obra Luces de navegación y el seudónimo Poseidón María. En la actualidad trabaja en el diario Occidente de la capital del Valle. El jurado lo integraron Aura López, William Ospina y Guillermo Alberto Arévalo, quienes acordaron entregar una mención a cada uno de los siguientes cuatro finalistas: Uriel Giraldo Álvarez, de Manizales, por el libro Al borde de la vía; Samuel Jaramillo, de Bogotá (segundo premio de este mismo concurso en 1981), por su obra Bajo el ala del relámpago; Jorge García Usta, de Cartagena, por su obra El libro de las crónicas; y Fernando Cruz Kronfly, de Cali, por su libro Trapos de tiempo y luz

Mi poesía es intimista y nostálgica Por Juan Carlos Pérez

Cuando alguien gana un premio de algo, de lo que sea, inmediatamente viene la curiosidad por saber algo sobre él, qué come, cómo se viste, qué hace. Y se olvida lo más importante: lo que hizo. El hombre opaca la obra. Sobre David Jiménez diremos que nació en Medellín, que estudió Filosofía y Letras, que enseña Literatura en dos universidades de Bogotá y que está casado con una señora que no pudo aguantar un grito de felicidad cuando supo lo del

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premio para su esposo. Lo demás, está un poquito en esta entrevista, en la voz del poeta. Y en su obra, sobre todo en su obra. —¿Qué es para usted la poesía? —Son ciertos momentos de soledad en los que, algo que no puedo decir de otra manera se va expresando en mis poemas. Lo que presenté al concurso son poemas muy personales y por eso tuve miedo de mandarlos. Muchos de ellos son historias familiares, un

poco íntimas. Lo que me interesaba no era la confesión individual sino, a través de ella, captar algo más general, que pudiera ser leído y sentido por el lector. —Los jurados notaron, sobre todo en los finalistas, una poesía intimista y muy nostálgica… —La mía es muy intimista y nostálgica. A veces me parece que la nostalgia es un camino equivocado, pero en mi caso no es una elección consciente, es una necesidad de


expresión. Pero no es un camino recomendable para nadie. —¿La poesía es para usted un oficio, o es de momentos únicamente? —Es de momentos. No me he propuesto trabajar la poesía como un oficio. Soy un lector obsesivo y tengo un conocimiento amplio de poesía en español, inglés, francés e italiano. Pero mis poemas fueron saliendo uno a uno en momentos casi aislados, nunca con el propósito sistemático de escribirlos. Algunos de ellos tienen más de veinte años, otros, dos meses. Muchos de mis poemas son poemas de lector. —¿Los poetas que más le agradan? —Entre los que más me interesan en este momento están algunos ingleses, con sus obras tengo un contacto muy personal: Robert Lowry, Elizabeth Jennings… Siempre he sido un amante de Rilke y en el libro hay unos poemas rilkeanos que tienen 20 o más años. En español me gusta mucho José Emilio Pacheco, es de los que más me entusiasman. —¿Y de la poesía colombiana? De la nueva poesía colombiana. —Tengo una gran predilección

por José Manuel Arango. Su poesía es muy íntima, muy mítica. Es una síntesis entre lo más cotidiano, lo más mítico y lo más sagrado. Tiene una gran capacidad de síntesis y una palabra certera, precisa. Tengo igual admiración por la poesía de Roca, en la que se da toda la intimidad que muchos de nosotros queremos pero con una gran preocupación por lo objetivo, por la historia. Es una poesía capaz de encontrarse en cualquier esquina con lo más real y lo más tangible. Es un poeta admirable”. Retratos Mi padre camina un pie firme sobre el suelo el otro se levanta y atraviesa los años. Desde la orilla florecida donde sonríe a una mujer joven que es mi madre avanza hacia lo oscuro. Fijo sobre el color ocre de la fotografía un marco lo retiene en el tiempo. Allí persevera apacible contra el gasto de los años en ese espacio y ese tiempo donde yo no soy posible.

Todos los días, al atardecer, se sumergía en el espejo como en un sueño y de allí surgía transformada en estrella de Hollywood. Como una concha de mar, atesoraba los sonidos de otras vidas y las vivía como propias. Soñó siempre con vivir en el lujo de la pantalla, adorable e imposible, entre la admiración de los hombres y la envidia de las mujeres, encajes, música y champaña. Los únicos hombres que conoció trabajaban todo el día como empleados de oficina y por la noche se emborrachaban con aguardiente en los bares del vecindario. Que c´est un dur métier que d´etre belle femme.

(Baudelaire)

EL MUNDO, Suplemento Semanal, sábado 23 de mayo de 1987

Escrito en el dorso de una fotografía.

Este no es Cassius Clay: Es el negro Medardo Arias Reportaje en ritmo de jazz, en el que se habla de Rilke, tigres y otras locuras Por Reinaldo Spitaletta

P

arece un boxeador de peso pesado, por esas espaldas a lo Cassius Clay y esos 1.95 metros de estatura. También semeja, ahí parado, un basquetbolista gringo, en descanso. Metido en un traje oscuro, camisa blanca y corbata. El negro ahora toma la figura de un trompetista de jazz que sueña con ritmos sincopados, aunque, observándolo bien, tiene más similitudes con un cantante de antiguos blues. El hombre se llama Medardo Arias Satizábal. Nació hace 32 años en Buenaventura, con las brisas saladas del Pacífico dibujadas en su epidermis. Escribe cuentos y poesías y crónicas periodísticas. Y tiene en su hoja de vida varios galardones importantes. Quizá a él no le interese mucho haber ganado en 1987 el primer puesto [En realidad fue el segundo] en el Concurso Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, con la obra Luces de navegación, o el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por una investigación sobre la salsa, o el más reciente, el

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Concurso Nacional de Cuentos Argemiro Patiño de la Universidad de Medellín, con el libro Juego Cerrado. No. Tal vez lo que más le interesa en la vida es escribir. Y escribir bien.

Monumental hipopótamo —Aunque la apariencia de un escritor es lo que menos importa, usted parece más un deportista que un narrador. ¿Cuándo comenzó a escribir? —Si lo de figura se lo hubiera preguntado a Balzac, que era enorme como un hipopótamo, seguramente no hubiera escrito nada. Tampoco Evtuchenko. Pienso que Cortázar era también monumental. Tengo unos antecesores que me respaldan bien en lo del monumentalismo (ríe). Empecé a escribir seriamente a los 18 años. A esa edad empiezo a sentir la imagen perfecta del sueño como concepción lírica.

El salto del tigre La llegada de un circo a un puerto. De un barco bajan unas cajas. De una de ellas salta un tigre, de súbito, como esas sorpresas con resorte que venden en las tiendas de bromas. Unos hombres orientales, tal vez chinos, persiguen al felino por el muelle. Llevan lianas en las manos. Parece como un encantamiento ocurrido hace siglos, quizá en algún muelle de Malasia, de Singapur, de Filipinas. Es uno de los últimos sueños que Medardo Arias anotó en su libretica, y del cual puede nacer un cuento, o una poesía, o alguna cosa maravillosa que tenga relación con la literatura. “Tengo sueños, ideas, conceptos, que generalmente, anoto para no olvidarlos, porque las ideas se fugan”, dice Medardo, cara sonriente, voz lenta, acariciando cada palabra. “Todo esto lo dejo en reposo, en conserva, hasta que decanto totalmente la idea y queda un mosto. Cuando tengo ese mosto, me doy a hacer mi vino”. Ahora habla como un poeta, de esos que le cantan lo mismo al mar que al río. “No acoso a la idea, no la persigo, no la pongo contra la pared, sino que la dejo que incube en mí, lenta. Luego la doy a conocer. La realizo como cuento o como poema, aun a costa de mis propios principios”.

Las Aventuras de Tom Sawyer Las primeras lecturas de Medardo se las hizo, hace muchos años, su padre: eran Las Aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, del norteamericano Mark Twain. Luego vinieron Hemingway, Talese, Mailer y Capote. “Pienso que éstos son maestros de la crónica periodística. Pero en mi base literaria está Twain”. El padre de Medardo, un empleado de compañía de seguros, era un contador de historias. “El viejo era un hombre de

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largas charlas”, dice el morocho escritor, dándole a su voz un timbre de nostalgia. “Lo recuerdo –agrega– como un charlador compulsivo, rico en imágenes, que se extasiaba y extasiaba a los demás con las palabras. Y aunque él jamás salió de Buenaventura, hablaba con propiedad de todas las partes del mundo. Pienso que de él aprendí a fabular de manera hermosa”. Medardo Arias nació a la orilla del mar, lo que en sí mismo no constituye un privilegio, pero tal vez sí una ventaja: la de tener al frente una visión hermosa y, en cierta forma, universal. Venir al mundo en un puerto es para él “una forma de compartir el mundo con cantidades de pueblos desconocidos”.

Un extraño barco inglés Los marinos están ahí, vestidos a la usanza hindú. En el puerto, un barco inglés: el Oakbenk. Los hombres, nacidos en la India, caminan por Buenaventura. Hablan en inglés. Conversan con un morochote llamado


Medardo y lo llevan hasta el barco a tomar té con galletas. Hay un intercambio de culturas. Nace una amistad transoceánica. “Con esos marinos aprendí mis primeras palabras en inglés. Caminábamos mucho por el puerto. Con ellos también aprendí de la pobreza infinita que existe en Oriente. Digo eso porque yo los invitaba a cocacola, y ellos se sentían ofendidos. Era como si les estuviera brindando un pan de oro. Me decían, sorprendidos, que yo no podía hacer ese gasto”. Medardo requisa su memoria y abre puertas en su recuerdo. Las imágenes, añejas, le bailan en la cabeza. Parece como si soñara. “Con los marinos hindúes –dice– sentí esa miseria triste de ellos. Uno de ellos se llamaba Mani Shandradas. No sé si ya murió. Jamás los volví a ver. Los hindúes oraban al atardecer, en la proa del barco. Se inclinaban delante del sol, con sus trajes talares y sus collares y sus historias”. —¿De esas experiencias portuarias con los hindúes quedaron cuentos, poesías, algún escrito? —Por ahí hay algunas referencias, pero no hay una historia concreta sobre ese hecho.

De Silva a Rilke En poesía, Medardo Arias comenzó, como casi todos, con las lecturas de José Asunción Silva, Guillermo Valencia y Epifanio Mejía, entre otros. “Luego marché –dice– hacia una síntesis poética más esencial. Ahora comparto mi gusto poético con Kavafis, Rilke, Borges. Pueden ser tres autores que me parecen eternos”. —¿Colombia es un país de poetas? —Bueno, yo no sé quien inventó esa frase. Pero ha hecho carrera. No creo que sea país de poetas. Existe una disposición natural del ser colombiano a trovar, a hacer versos. La trova no es propiamente la poesía. La diferencia es esencial. Medardo Arias, el negro del Pacífico, vibra con la música del Caribe. Especialmente con la salsa. Sin embargo, goza a plenitud con los boleros. Y tiene un afecto especial por el jazz, el cual influye en su literatura. La música de Nueva Orleans la siente. Y es posible escucharla en varios de sus cuentos, como aquel, al que algunos consideran “perfecto”: “El Jazz sensual de Sweet Emma”, que narra el drama de una pianista artrítica.

El lenguaje como totalidad Medardo es de aquellos que consideran que el trabajo literario debe asumirse como una totalidad. Como un absoluto. "El que trabaja con el lenguaje –dice– no debe estar de espaldas al ensayo, cuento, crónica, poema, novela. Hay, –según él–, que explorarlo todo". —Yo creo que el periodismo es uno de los peores enemigos de la literatura. ¿Usted como periodista, qué piensa sobre esto?

militar de la literatura. Si hay algo que desata los dedos, la sensibilidad, la agilidad en la escritura, es el periodismo. Cuando se está delante de la literatura sin periodismo, le toca a uno pensar más. Doce años de periodismo en Cali me han hecho veloz, objetivo, diestro. Alabo la destreza que da el periodismo. —Hemingway decía, a propósito de los escritores, que debían retirarse a tiempo del periodismo. ¿Qué cree usted? —Yo no pienso retirarme nunca, porque, pues (ríe) en este momento mi trabajo ha cambiado. Estuve unos 10 años trabajando de planta en los periódicos como reportero. Pero ahora estoy de Free lance. El periodismo no me asfixia ni me quita mucho tiempo.

Periodismo: olvido o memoria —Por su parte, Borges consideraba al periodismo como una disciplina para el olvido. ¿Usted qué dice? —Ocurre que el periódico es un documento que se hace viejo un poco después de las diez de la mañana. Ocurre que un diario es lo más trascendental y lo más intrascendente que hay. Un titular como, por ejemplo, guerra, guerra, guerra, es trascendental, pero a las doce del día deja de serlo. Por eso debemos de hacer del lenguaje periodístico un lenguaje más trascendente poéticamente, literariamente, humanísticamente. Que el periódico sirva como documento histórico y no como material para la caneca de la basura. El periódico debe ser un libro diario. —Un poeta colombiano… —Álvaro Mutis —Un narrador. —Haber… –piensa un rato–. Mira, lo que pasa es que esta respuesta la he pensado mucho porque es que se responde con un lugar común, siempre. Y el lugar común es García Márquez. Es inevitable. Es cierto que tengo que decirte que sí, que García Márquez es nuestro escritor. Independientemente de él me gusta mucho Álvaro Cepeda Samudio. El negro sigue ahí parado, muy alto. Ya no parece un basquetbolista gringo, ni un boxeador de todos los pesos. Se parece a un escritor nacido en Buenaventura, al que su padre, hace muchos años, le leía libros de Mark Twain, y al que, en otros tiempos, unos marinos de la India le enseñaron que la amistad no tiene idiomas ni barreras, sino un mar que hermana a los pueblos. El negro Medardo parece soñar ahora con un tigre de Malasia o con un puerto lejano del Pacífico.

EL COLOMBIANO, jueves 21 de abril de 1988, página 3C

—Creo que el periodismo ha sido mi aliado. El periodismo, como diría García Márquez, es el servicio

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1988

Ganador

Samuel JARAMILLO

Samuel Jaramillo El Colombiano, mayo 21 de 1988, página 6B El VIII Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia fue ganado por el economista y escritor bogotano Samuel Jaramillo por su libro titulado Selva que regresa. El rector de la Universidad de Antioquia, Luis Javier Arroyave, dio a conocer hoy en Medellín el fallo del jurado y anunció que el próximo 31 de mayo se entregará al ganador la suma de $400.000, en una ceremonia especial dentro del ciclo Martes del Paraninfo en la Biblioteca Pública Piloto. El jurado, integrado por los escritores Andrés Holguín, Juan Manuel Roca y Rogelio Echavarría, dejó constancia en el acta que la obra fue seleccionada por unanimidad entre 286 participantes, después de analizar detenidamente 10 libros que muestran un trabajo riguroso dentro de la mediocridad del resto de los participantes. Dijo el jurado que “el libro Selva que regresa es el más ambicioso, se trata de un conjunto de poemas con gran unidad, bien cosido, pleno de evocaciones y de ritmos. Se trata de un poeta que sabe lo que hace, donde el qué y el cómo expresarse no pueden divorciarse, como en toda buena poesía”. Samuel Jaramillo nació en Bogotá en 1950, es egresado de la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia y actualmente trabaja en la Universidad de los Andes como profesor e investigador en Economía. Ya en 1981 Jaramillo había sido merecedor del segundo lugar en el Premio Nacional de Poesía. Ha dirigido la colección Caja de Pandora de la Universidad Pedagógica Nacional y la revista Buziraco de la Universidad de los Andes. En el mes de octubre, durante las jornadas universitarias, el Alma Máter hará entrega del libro “Selva que regresa” en una edición de mil ejemplares, como ya lo ha hecho en años anteriores al publicar las obras ganadoras del Premio Nacional de Poesía. Cuando se cuestionó a los organizadores del Premio Nacional de Poesía el hecho de que en este año el ganador fuera un economista, dijo el director de la oficina de Publicaciones de la Universidad, Luis Fernando Calderón, que “ser poeta no lo exonera de sus responsabilidades en el mundo”. Por María Cristina Arango de Tobón. El Espectador, Bogotá, mayo 22 de 1988, página 9A

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El poeta tiene la obligación de la lucidez Por Mariluz Vallejo

El VIII Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia recayó en Samuel Jaramillo, economista que ha Samuel Jaramillo, poeta, ensayista y economista bogotano (1950), con la aprovechado su profesión para administrar sabiamente las palabras, se ganó el VIII obra Selva que regresa. Samuel Jaramillo recibirá su premio el próximo Premio Nacional de Poesía de la Universidad Martes del Paraninfo y el 1° de junio será el invitado especial del prograde Antioquia, al que le venía pisando los ma “Celebración de la poesía” que se realizará en Quirama… talones desde 1982 (sic) [en realidad es 1981] cuando quedó de segundo en el concurso con la obra Geografía de la Alucinación. También saco una conclusión: la poesía está en un momento de ocultamiento, de eclipse de la atención Samuel Jaramillo es un poeta bastante aterrizado, por ella. Hay poetas que se angustian por la falta que prefiere subvertir la realidad y no el orden. Que de interés en la poesía y por ello cometen bobadas, prefiere experimentar con la palabra y no escandalizar como hacer concesiones excesivas a cierto público, con la lengua como los nadaístas –que no fueron o cumplir cierto rol de un rebelde muy estereotipado, precisamente santos de su devoción– y por lo que de estar dando látigo, lo que le quita credibilidad se ha dedicado a estudiar la generación del posty autenticidad a la poesía. Es un poco el papel nadaísmo de la cual forma parte. que jugaron los nadaístas, aunque a la gente le ¿Cómo está estructurada la obra ganadora Selva que encantaban esos insultos y provocaciones. regresa?, ¿cuáles son los motivos que la alientan? ¿Qué herencia ha recogido usted de la poesía colombiana? –La obra fue escrita en los últimos cinco años y el –Después del nadaísmo que intentó negar cualquier título corresponde a la primera parte del libro que le da tradición, nosotros –y digo nosotros porque formo el tono general. Se trata de una reconstrucción de mi parte de una corriente poética– nos identificamos en infancia, porque yo pasé mi infancia en el Chocó. Es una el intento de tender un puente hacia la poesía que evocación de ese paisaje que me rodeó… (“De esta selva se hizo anteriormente en Colombia. Yo creo que la de mi niñez sólo me quedan los más huidizos recuerdos: es decir, poesía es una de las pocas expresiones culturales conservo la selva verdadera”). que tiene una tradición en Colombia. Y no es que sea Otra sección, “Inventario de pasiones imaginarias”, toca tradicionalista, pero creo válido capturar lo que se el terreno de lo afectivo, lo erótico, como componentes hizo en el pasado. Nosotros hemos subrayado mucho de la experiencia vital. En una tercera sección, “Las heridas la herencia de la poesía de la imagen, de la poesía de mi alma”, hago la autorreflexión existencial propia surrealista, sobre la que no hay gran tradición en del poeta. Otra sección es “Mi ciudad bajo el ala del Colombia. Y por eso nuestro aporte ha sido abrirle ese relámpago”, en la que hago una exploración de la sociedad frente a la poesía colombiana. desde el punto de vista histórico. ¿A qué movimiento, grupo o revista ha pertenecido usted? Y hay una sección dedicada a la poesía misma “El –Nosotros tuvimos una revista que se llamaba poema es nuestro viaje”. Allí tomo partido porque Buziraco, una revista que existió en los años 80-81y considero que el poeta contemporáneo debe ser que intentó nuclear una corriente de la poesía en reflexivo, debe ser testigo de su tiempo. Yo creo que el Colombia que relevaba la riqueza formal, en contra de poeta tiene la obligación de la lucidez, de la conciencia muchas otras. Sostuvimos una línea de poesía vitalista histórica. Y de alguna forma estas dos últimas secciones que intentaba estar en el centro de la experiencia son indagaciones sobre el papel del poeta.

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histórica. Rescatamos la importancia de la poesía como fenómeno que ayuda a la interpretación de la sociedad, y buscamos una estética propia aunque algunos nos siguen llamando parasurrealistas. En Buziraco, –revista que vamos a revivir muy pronto– trabajamos Edmundo Perry, Juan Manuel Roca, María Candelaria Posada, Silvia Arango, entre otros de esta corriente de la poesía de la imagen que hemos llamado post-nadaísta. ¿Qué piensa de los premios literarios? ¿Los poetas también son corredores de fondo? –Yo estoy convencido de que hay que mandar a los concursos. No hay que mirarlos como una competencia en el sentido más riguroso. Por eso es antipático que existan segundos y terceros premios porque la gente cree que unos son mejores que otros. Y sí, me parece que tengo un poco de espíritu deportivo, entendida la competencia como una confrontación. ¿Qué opina de las revistas literarias en Colombia? –Lo más difícil es la sobrevivencia económica porque los poetas no somos hábiles en cuestiones administrativas, y una revista es una empresa desafiante. En este momento me parece que las revistas son importantes, y aunque tenemos un gran número de revistas son más bien una muestra de precariedad. No son revistas que estén orientando, no tienen ninguna perspectiva, no están registrando la continuidad de la vida cultural que es el papel de las revistas. No hay ninguna revista reconocida con un grupo que la respalde, aunque no niego que se hacen esfuerzos… Usted dice que los poetas no tienen mentalidad para administrar, pero ese no es su caso… –Más que un economista soy un investigador en economía. Estudio fenómenos de la sociedad relacionados con lo económico, y contrario a lo que la gente piensa, los economistas somos malísimos para nuestras estrategias personales. A mí a veces me molestan mis amigos poetas diciéndome que yo soy esquizofrénico, que tengo una doble vida. De todas formas, no creo que se pueda vivir solamente en ese rol tan peculiar del poeta en una sociedad como la nuestra. Creo que los poetas deben tener una experiencia histórica diversificada, centrada en el desarrollo histórico de una sociedad para poder cumplir el papel de expresarla. Para mí no es una cuestión dicotómica moverme en los dos terrenos. La tradición de la pobreza ¿Qué influencias ha tenido en su poesía?, ¿qué autores se han infiltrado en su obra? –Esa es la pregunta más difícil de contestar porque uno se siente tentado a citar nombres que aprestigien

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lo que uno hace. Creo que siempre la respuesta es un poco falsa y sofisticada. De la tradición colombiana aprecio mucho a Silva, algunos poetas de Mito como Gaitán Durán, Cote Lamus. Incluso personas con las cuales no simpatizo personalmente pero que son muy buenos poetas como Mutis, en fin… Yo no creo en la tradición de la pobreza sino de la riqueza formal. Yo creo que la poesía debe asumir los riesgos de la complejidad, de la poesía ambiciosa que necesariamente tiene que arrastrar una tradición, pero que también tiene que innovar en la imagen. ¿Cómo aborda esta corriente poética suya temas tan espinosos como el de la violencia? –Los poetas tienen el don de anticiparse a ciertas tendencias de la sociedad. Y esta capacidad de percepción hizo que comenzáramos a insistir en el tema de la violencia desde hace algunos años. Entonces nos criticaron por caprichosos y por panfletarios. Ahora, con el tiempo, se ha demostrado que esa no era una obsesión sino que los poetas estábamos captando una realidad que estaba en el aire. Sólo que caímos un poco en la retórica. Actualmente el tema es más válido que nunca y estamos en capacidad de abordarlo con mayor madurez. ¿Tiene algún libro en preparación? –El Festival de Artes de Cali hizo un concurso el año pasado para desarrollar un proyecto de crítica literaria y de eso me estoy ocupando ahora. Hace muchos años estoy interesado en hacer la revisión de lo que ha sido nuestra generación, la de la poesía post-nadaísta. Y entonces vengo haciendo un volumen basado en un estudio que tengo sobre Cinco tendencias en la poesía post-nadaísta en Colombia. EL MUNDO, Medellín, Suplemento Semanal. Mayo 28 de 1988, páginas 6 y 7


1989

Ganadora

Gloria MOSELEY-WILLIAMS

Gloria, con alma de poeta Por Beatriz Mesa Mejía

S

u voz suena menuda en el auricular cuando dice “estoy temblando”. Acababa de recibir la noticia: había ganado el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia. Y uno la imagina frágil y sensible, tan sensible que es capaz de sacarle poesía a esas arduas labores domésticas, esas que agotan con jornadas de 24 horas diarias. Así es ella, Gloria Moseley-Williams, conocida en Medellín como Gloria Tabares, su nombre de soltera, y quien firmó con el seudónimo de La pasajera para participar en el concurso.

Y su obra se ha nutrido de sus muchas experiencias. No sólo en la selva. Luego de vivir en El Bagre, su residencia fue Bogotá y desde allí se ha desplazado a diversos lugares del mundo.

De pronto se siente pasajera en el mundo. Pero está dejando huella, casi sin darse cuenta.

Además, como un hobby, que asume de manera muy profesional, tiene el piano, que se constituye en un aliado de su poesía.

Hace 26 años llegó de Uruguay, su tierra natal, directo a Medellín; ella recuerda que por esa época había ganado un premio en su país con la obra Semilla de árbol. Corría el año de 1973 y fue llamada por el Ministerio de Educación de Colombia para realizar un trabajo con los niños. Para algo le había servido su cartón como maestra de Jardines Infantiles. Y por eso también en Medellín fundó la Guardería Jardín Infantil del Ministerio de Educación, ubicada en todo Ayacucho con Bélgica. De eso hace alrededor de 15 años. Pero su destino por ese entonces no era precisamente la ciudad. Con su esposo británico se fue para la selva, se ubicó en El Bagre (municipio del nordeste de Antioquia) y allí vivió una nueva experiencia, deliciosa y también llena de aventuras. Su alma de maestra no la abandonó y fundó varias escuelas. Y a todas estas, se nutría de lo que veía, de lo que sentía y cada una de sus experiencias quedaron guardadas en su ser de poeta. “Esto de escribir es una lucha ardua y solitaria, por eso es tan alentador sentir que en un momento determinado hay un reconocimiento”, dice Gloria, refiriéndose a este nuevo premio que recibe en su carrera como escritora que, por cierto, inició hace varios años, lo que la lleva a decir que “llevo toda una vida escribiendo”.

Su obra es siempre cambiante, Semilla de árbol, fue un libro que nació a partir de sus recuerdos románticos de adolescente. Luego vino Donde vive el silencio es una casa, obra editada por Letras de Buenos Aires, que nace de su vida en común con la naturaleza. Habla de “trigales del alma” y “amapolas del viento”. Y sus nuevos poemas, los que envió al concurso de la Universidad de Antioquia resumidos con el título de El espacio habitado, se constituye en un “homenaje a las mujeres del mundo”. Ella dice “la vida de un hogar es sencilla, me interesó lograr un encuentro con la actividad femenina, un tema que casi no se trata, y menos en la poesía. Una actividad común a todas las mujeres del mundo”. Y ahora está preparando su nueva obra, con un tema muy distinto; ella explica “no tiene la unidad de ‘El espacio habitado’. Está ubicada fuera de la casa, pero dentro de mí”. Y finalmente indica que “uno no escoge ser escritor, más bien esto lo escoge a uno, hay un impulso interior tan fuerte, que es toda una provocación”.

Esto piensa el jurado Jaime García Maffla: “En cuanto a la calidad de las obras presentadas en el concurso de poesía, yo

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pienso que los libros finales fueron muy sostenidos, los 25 ó 30 que seleccionamos, pero los otros, la mayoría, presentó un estilo flojo, aunque eso también es obvio porque es imposible que haya 200 libros de poesía buenos. Sin embargo, los 25 que escogimos sí presentan calidad. El libro ganador se diferencia bastante por la conciencia que maneja la autora del lenguaje poético actual, de la modernidad y se destaca por una inmensa sensibilidad que se ve en toda su obra”. Miguel Méndez Camacho: “La calidad de los trabajos presentados fue irregular como en todo concurso; de los 204 libros, un 10% es el que tiene un buen nivel, el cual estudiamos más a fondo y analizamos con cuidado. El otro porcentaje fue más bien mediocre, libros apresurados. En general esos 25 libros tienen

Aprendizaje Fui principiante en fantasía Me gradué, más tarde, en altos vuelos con la habilidad que me dio el viento. El tapiz del alba me hizo centinela del mar. De la nostalgia. Ahora sazono mi vida con romero en polvo, menta picada y yerba buena. Limpio el círculo de las frutas. Desvisto naranjas y bananos. Recorro con el cuchillo el diámetro de las patatas. Comparto con mi alma un alarido. Despertar El día habituado a mi ventana comienza a ensancharse. Existe por todos lados. Ocres y azules crecen en la almohada. Verde y oro retozan en la silueta del gato. Pero ya es hora de agitar la mirada. De arrojar el último borde de la noche. Desatar al principio. Restriego memoria y deseo. El desayuno, sin ventana, espera.

grandes aciertos y bien pudieran publicarse. En el libro El espacio habitado se destaca la unidad poética, bien lograda, el lenguaje transparente, mesurado, lúcido sobre un mundo netamente cotidiano, un mundo doméstico, elemental, exaltado sin desgarramientos, en un universo propio muy poético”. Fernando Charry Lara: “En términos generales los 25 libros que seleccionamos son de calidad y revelan, que en el conjunto de la poesía hispanoamericana contemporánea, la obra poética colombiana sigue valiendo por su calidad. Estos 25 libros son dignos de consideración, de lectura. La obra ganadora deja entrever transparencia, sencillez en el lenguaje poético y una unidad, que maneja la idea centrada en el afecto cotidiano, de los objetos, los seres, el mundo doméstico. Esa unidad es merecedora de exaltación”.

Ascenso Entre cajones y listas viejas mi naturaleza de vuelo se fastidia hasta gemir. Sólo conversando en felicidad con el ascenso logro acurrucarme en el olvido. Recupero mi vida. La remolacha La remolacha manchó mi vestido Sumergida en su destino La primavera colorea los frutos. La flor Está por nacer en la madera lisa de la mesa. Una flor imprecisa.

Fragante. Que en mi corazón flotaba. El suceso familiar En esta mesa habitada rejuvenece el blanco mantel cada mañana Un racimo grande de uvas parece una promesa abierta. El sol que se junta con el oficio prepara un suceso familiar. Juego La jarra de agua reposa en el estante. Una abeja movediza entró por el hueco de la mañana. En círculos gira sin prisa. Sin perturbar el líquido.

El MUNDO, Medellín, Suplemento Semanal. Sábado 6 de mayo de 1989, páginas 6 y 7

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1991

Ganador

Rubén Darío LOTERO

“Se trata de un libro unificado y coherente, con una visión auténtica del mundo expresada en un lenguaje sobrio y diáfano, resultado de un lirismo personal”. Así conceptuó el jurado del X Premio Nacional de Poesía sobre la obra Poemas para leer en el bus, presentada al concurso por Rubén Darío Lotero, profesor del Idem Fe y Alegría del barrio La Cima, en la comuna nororiental de Medellín, y catedrático en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Con el seudónimo de El pasajero, el libro de Lotero fue seleccionado entre 183 trabajos enviados de todo el país, los cuales fueron evaluados por los jurados Juan Gustavo Cobo Borda, Gonzalo Mallarino y Orlando Gallo. “Yo decía un poco en broma y un poco en serio, que este concurso me alegró mucho porque veo que ya no se lee tanto a Mario Benedetti, sino que se prefiere leer a Jorge Luis Borges. Esto me da un punto de referencia en relación con una poesía que no deja de ser auténtica por ser culta, pero que la cultura le permite expresarse mejor”, opinó Cobo Borda.

Rubén Darío Lotero

Un Lotero en la Cima Por John J. Villegas R.

R

ubén Darío Lotero nació en Medellín en 1955… Es profesor de tiempo completo del Idem Fe y Alegría en el barrio La Cima en Medellín y de cátedra en la Universidad de Antioquia. Habla pausado, muy lento si se quiere, sorprende que sea maestro. Sólo cuenta con 35 años y lleva su cabello entrecano. Su trabajo le impone el afán por la lectura, aprende de sus alumnos en los talleres El director del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), Juan Manuel Ospina, felicita que acometen bajo su esmero. Durante al poeta Rubén Darío Lotero en el acto de entrega –en el Paraninfo– del X Premio Nacional estos días, ha estado leyendo dos libros de Poesía. La ceremonia fue presidida por el rector Luis Pérez Gutiérrez, el alcalde de de testimonios sobre jóvenes, en especial Medellín Omar Flórez Vélez, el representante del Gobierno Departamental Luis Fernando de Andrés Caicedo y Víctor Gaviria. En sus líneas reconoce el influjo de poetas como Múnera Díez y el Secretario de Educación Municipal Carlos Mario Londoño. José Manuel Arango, Helí Ramírez, Ernesto Cardenal, Walt Whitman y la prosa de José Asunción Silva. auténtica del mundo, expresada en un lenguaje sobrio y diáfano, resultado de un lirismo personal. Cada nueva Escribe desde el 70…. Cuando joven, solía copiar lectura lo ahonda y esclarece”. la letra de las canciones que más le gustaban y hoy reconoce esta práctica como vital en su formación, “La vida en el fondo es muy cotidiana. Yo creo que el valor incluso, le gustaría que sus poemas se musicalizaran. Para de la poesía de Lotero es precisamente que es muy atenta él, significa una garantía de permanencia entre la gente. a lo cotidiano, eso que nunca se muestra muy maravilloso pero siempre aparece muy constante y en ocasiones muy Lotero ya se quedó sin chance para participar en los intenso. Sus poemas pueden parecer insignificantes, que concursos literarios. Es suyo el Carlos Castro Saavedra, se fijan en cosas muy cotidianas, muy triviales, pero de las se anotó el primer puesto en el que organiza la Secretaría cuales emerge una luz que es lo que quisimos destacar”, de Educación y Cultura de Antioquia y ahora logró el X explicó Juan Gustavo Cobo Borda, jurado del premio, durante Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. la ceremonia de entrega en el Paraninfo de la Universidad. Si para él sus poemas no dejan de ser más que “meros […] Sus proyectos no son pocos. Quiere organizar apuntes urbanos”, el jurado del premio anotó que “se un archivo de películas sobre el maestro y el joven; está trata de un libro unificado y coherente con una visión

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terminando en la Universidad de Antioquia un posgrado en Historia de la Pedagogía en Colombia y, para recibirlo, piensa acometer un trabajo de revisión de archivos con una inquietud: cómo transcurría la vida de los maestros a finales del siglo XIX en Antioquia. Además piensa recoger en un libro cuentos de los abuelos, dirigido tanto a los niños como a los grandes, basado en historias que ha conocido a través de sus alumnos y los viejos que conoce […] Si alcanza a meterse en estas quimeras, dejaría un poco la docencia aunque mantendría algunos cursos, en la Universidad por ejemplo. Él sabe que el encarrete de la escritura requiere tiempo […] —¿Qué ciudad lleva usted a la poesía? —El pasajero es un momento de mi poesía, de hasta comienzos del año pasado. Es mi experiencia cuando caminaba por ahí o trabajaba en El Carmen de Viboral. Lo que últimamente he estado trabajando es poesía y cuento de los barrios de la comuna nororiental, La Cima, por ejemplo. Va a estar en la feria del libro, se llama Historias de la calle y responde a una ciudad más dura.

—¿Usted le ha temido a la ciudad? —Como todos, que nos sentimos afectados con el terrorismo, pero se continúa viviendo. Es muy particular esta ciudad, ocurren las cosas más terribles y continuamos viviendo, echamos mano de esa capacidad de olvido. Pero la ciudad son muchos personajes. —¿Cree que es una nueva voz en la poesía colombiana o un fenómeno pasajero? —Soy una voz entre otras voces, siento afinidades con otros poetas. La poesía quedará en cuanto se pueda leer y uno pueda reconocerse en ella. De lo que hablan los poemas es de lo que va a continuar existiendo, independientemente de ellos. Yo creo que si uno llega a las personas, permanece la poesía.

—¿Cómo definiría su poesía? —Son trazos, apuntes que se han hecho en el transcurrir, en el viajar. Son los apuntes de viaje, no en crónica o diario. Se trata de nombrar las cosas, no de adornarlas, que sea realista. Se suele pensar que lo lírico es lo que adorna pero lo lírico es el hecho mismo, las cosas como son y las palabras que nombran esas cosas. Eso hace de mi poesía sencilla, cotidiana, reconocible por el lector. Es una poesía que trata de dar imágenes. —¿Qué es la ciudad? —La ciudad es el lugar de encuentro de un grupo de personas en un momento determinado. Es un espacio construido. La calle, los árboles, las construcciones de los morros. Todas las experiencias se reúnen en sus habitantes. —¿Qué es la calle? —Un lugar, un mundo. Cuando uno está pela’o la vive mucho, en su barrio. Es donde aparecen los personajes, es un escenario. —¿Qué es el bus? —El bus es como un hilo que cruza un espacio. Que pone en comunicación espacios distintos. Uno se monta en un bus de Laureles, San Juan o La América y pasa por el centro y va hacia un barrio de la ladera en cuestión de minutos, se cambia muy rápido de paisaje urbano. Es poner en contacto partes de la ciudad. —¿Qué es el centro? —Donde se recoge todo, donde cruza la ciudad. Es el punto de encuentro, el cruce de caminos. —¿Qué o quién es El pasajero? —El que cruza, el que está ahí en un momento determinado, el que está pasando, el que se puede detener un minuto pero tiene que irse para otro lado, el que está andando siempre y a la vez está pasando en el presente.

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—¿Qué ventaja les reconoce a los talleres literarios? —La exigencia del grupo de escribir algo, por ejemplo. Tal vez el primer taller son los amigos con los cuales se comparten afinidades literarias. Pero el verdadero trabajo en el que se crea algo es individual, se realiza en la soledad. Este año no he iniciado taller. Algunos de los que estaban en el taller y escribieron van a salir en este libro Historias de la calle, muchachos que viven en las comunas. —¿Qué es educar? —Es crear las condiciones para que algo surja, que la persona descubra el mundo por sí misma. Es difícil, a veces son muchos rostros, muchos jóvenes esperando que uno les dé algo, pero eso requiere tiempo. —¿Qué es poesiar, qué es escribir poesía? —Estar con los ojos abiertos, es dejarse afectar un poco. Es estar siempre renovado, vivir mucho el momento presente. No es imaginar cosas, fantasear, sino ubicarse en el presente. Es sentirse, ser en un momento determinado, es una búsqueda de lo que es la poesía. EL MUNDO, Medellín, sábado 27 de abril de 1991


1993

Ganador

Flobert ZAPATA

Después del colegio, obra del escritor y educador caldense Flobert Zapata, fue ganadora del Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, en su versión número XI. Sus poemas que firmó con el seudónimo Tiza negra, fueron seleccionados como el mejor trabajo entre en los 148 enviados de todo el país. Por unanimidad el jurado integrado por los escritores Jorge García Usta, Mario Escobar Velásquez y Héctor Abad Faciolince, seleccionó el libro de Zapata: tiene alrededor de noventa poemas, [que] conservan cualidades como “su unidad temática, una regocijada y atrevida frescura en el lenguaje y el mundo de los amores adolescentes que se tejen”. El jurado destacó que entre los participantes había otros diez libros de gran calidad poética. Sin embargo, las bases del concurso impiden que se haga mención de sus autores y títulos de las obras. Héctor Abad Faciolince señaló que la temática de los poemas leídos por el jurado fue variada. Hubo libros con tendencias poéticas coloquiales reivindicando el lenguaje cotidiano, sonetos y, en particular llamó la atención sobre una obra de poesía mística, cuya tradición se encuentra en la literatura española. Flobert Zapata, de 34 años, recogió vivencias del colegio, a partir de su experiencia como profesor de literatura en el Liceo Isabel la Católica, durante diez años. Allí mismo ha coordinado talleres de escritores y ha publicado el libro Profecías del pasado. En 1992 resultó ganador del concurso regional Fernando Mejía Mejía con el texto Copia del insecto. Desde 1979 la Universidad de Antioquia viene convocando al Premio Nacional de Poesía, creado con el objeto de estimular la producción poética contemporánea y divulgar los escritos poéticos de autores vivos […] EL TIEMPO, Bogotá, abril 24 de 1993, página 7B

La conciencia del aprendiz Por Yolanda Duque

En el marco de Expouniversidad/93 se reunieron once poetas ganadores del Premio Nacional de Poesía que otorga la Universidad de Antioquia. Estuvo presente el último ganador, Flobert Zapata, con quien estuvimos conversando.

Flobert Zapata, un caminante de morral al hombro, con una filosofía simple de la vida; buscador de soledades, anhelante de otras tierras donde habita la bruma; poeta de tiempo completo; con una libertad impredecible. Un encuentro con él y su poesía: Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia [1993], con su obra Después del colegio; en el 91 primer premio en el concurso convocado por la Casa de Poesía Fernando Mejía en Manizales, con su obra Copia del insecto; ha publicado Retratos del frío (1989), No te vayas colegio (1991) y el libro de cuentos Profecías del pasado. —¿De cuándo le viene la fascinación por la palabra? ¿Qué memorias hay ahí? —Siempre, siempre la fascinación por la palabra, siempre fui

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un gran lector y siempre escribía, pero me decidí a escribir seriamente hace cinco años cuando sentí una necesidad profunda de expresarme y encontré que la poesía era el camino; entonces me dediqué ya muy seriamente a investigar, a estudiar los grandes poetas, a estudiar ensayística y a trabajar calladamente; curiosamente nunca había publicado poesía hasta hace dos años que obtuve un premio y de ahí en adelante me decidí a seguir publicando. Siempre tuve una ambición natural por la literatura, una fascinación natural que nunca perdí, un asombro que nunca perdí y que nunca me lo echa a perder ningún tipo de esquema. —¿También hay como una obsesión de la imagen? —Sí, una atracción por la imagen: Brueghel; este señor me encanta, ¿cómo es que se llama este señor? Chagall, me encanta Chagall; Paul Klee, los primeros pintores del Surrealismo. —¿Pero más ha sido como observación? —Sí, de degustación, no de experimentación. Con la poesía si me encuentro en una etapa de experimentación; yo tengo la conciencia del aprendiz y nunca la perderé, cada día reafirmo esa conciencia de aprendiz, nunca creeré que escribo bien ¡jamás! Ni cuando pasen veinte años. Siempre pienso que hay que aprender y sobre todo siempre hay que experimentar. Esa es la razón por la que hago como varios tipos de poesía, se puede decir. Este libro Copia del insecto es un libro de acidez, de la bruma, un libro en prosa. Después del colegio es un libro menos desgarrado. Dos posibilidades diferentes. Una de las posibilidades más lindas de la poesía es la de tener varias maneras y continuar siendo el mismo poeta, como ocurrió con Fernando Pessoa que era varios poetas al tiempo; tengo varias voces que me esperan y espero encontrar muchas más. —¿Qué es la verdadera poesía? —La verdadera poesía es la que tiene mucha esencia, mucho significado. Así como la define Pound: “La literatura es la palabra cargada de expresión al máximo. Cargada de significado al máximo”. Estoy de acuerdo con esa definición, la comparto. —¿Cuáles son los sueños de Flobert? —Los sueños míos son dos: poder vivir solo,

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la soledad para mí es una cosa muy importante. Interiormente y hacia afuera vivir solo siempre. Llevar una vida simple cada vez, y degustar a fondo todos los problemas de la existencia. Y el otro sueño es poder leer muchísimo, parecido al de Borges que se imaginaba el paraíso como una biblioteca. —¿Y el de Praga? —Y el otro sueño... es ir a Praga a conocer la tierra de Kafka, a la que he ido en películas, en televisión, en libros, pero a la que no he ido. Me gustaría ir a Praga. El gasto es muy difícil con un sueldo de maestro. Vamos a ver si algún día… —¿Por qué esa fascinación? —Por la belleza mítica de Praga de la que hablan los viajeros, del impacto de la belleza que produce Praga en el visitante y también por el hecho de que allá vivió Kafka que es una de mis obsesiones literarias; tanto la obra como la vida de Kafka son para mí alucinantes, obsesionantes. —¿Y ahora qué sigue después de ese premio? —Seguir escribiendo mucho y seguir leyendo mucho y seguir experimentando mucho y vivir siempre con la conciencia del aprendiz. Yo creo que el día que el poeta se crea que ya es poeta ahí comienza a dejar de serlo, hay que tener siempre la conciencia de que apenas se está acercando, de que apenas se está en una aproximación.

EL MUNDO, Medellín. Suplemento Imaginario. sábado 25 de septiembre de 1993


Carlos Héctor TREJOS REYES y Omar ORTIZ FORERO

Foto Corporación Encuentro de la Palabra de Riosucio

1995

Ganadores

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l XII Premio Nacional de Poesía, convocado este año por la Universidad de Antioquia en las modalidades “poeta menor de 25 años” y “poeta mayor de 25 años”, fue adjudicado por el jurado, respectivamente, a Carlos Héctor Trejos Reyes, de Riosucio (Caldas), por el libro Manos ineptas, y a Omar Ortiz Forero, de Bogotá, por la obra El libro de las cosas. El jurado lo integraron Luis Fernando Calderón, Claudia Ivonne Giraldo y Jairo Morales H. Manos ineptas, dice el acta, “alcanza una voz propia, con una búsqueda del lenguaje como llamado o interpelación”. Y el escritor Mario Escobar Velásquez, en el libro que editó la Universidad de Antioquia, conceptúa: Muy difícilmente hubiera podido creer, antes del libro Manos ineptas, de Carlos Héctor Trejos Reyes, que pudiera hacerse poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de salud o de cielo o de esperanza o de verde. Podido creer que entre los muchos cuarenta y tres poemas de un libro de poesía verdadera y honda, pudiera haber apenas un poema, solitario como un purulento de puses hermosísimas, que dijera nada más que tenuemente del amor. Y que ese leproso enamorado dijera apenas de la constancia y no del amor, de la vuelta desde la agonía hasta el rostro, la puerta y el puerto de una que, como imán, no suelta al aferrado. Podido creer que los otros cuarenta y doshablarandecosaslúgubres,solamente, como tinieblas, ahorcamientos, Judas de Kerioth, condenamientos a fracturas y amputaciones, y malos tinos de la vida, y destrucciones, y naufragios, y trampas y muertes y fantasmas y partidas y muertes –para los de las buenas venturas– y ebriedades y sentencias y herencias de

Carlos Héctor Trejos Reyes miserias y dolores y dolores y manos ineptas –como tullidas y engarabatadas–, e infiernos… Podido creer, digo que así y todo, ese báratro fuera poesía, es decir lo que hemos creído puro y celeste y elevado y luminoso. Pero es. Tremendamente es, y uno acabó aprendiendo que las tinieblas son luz y las puses belleza y las maldiciones edificantes. Eso lo logrado por Carlos Héctor, a quien Dios guarde. Trejos es licenciado en Español y Literatura, egresado de la Universidad de Antioquia, y es promotor de lectura y talleres de literatura en Medellín. Un libro suyo, La casa del frío, fue publicado en 1983 por la Biblioteca Pública Piloto de la capital antioqueña. Tiene dos textos inéditos: Cambio de escenario y Al filo de las palabras. «Hay una conmovedora seriedad en el oficio de Édgar

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Por su parte, en concepto del jurado, El libro de las cosas, de Omar Ortiz Forero, “apela poéticamente a la infancia y al recuerdo, convirtiendo lo cotidiano en algo maravilloso. Las imágenes y atmósferas que consigue el poeta acortan la distancia entre el hombre y las cosas”. Y, en opinión de Mario Escobar Velásquez, también en el libro que editó la Universidad de Antioquia:

los libros La tierra del éter, Que junda el junde, Las muchachas del circo, Diez regiones, Los espejos del olvido y Un jardínpara Milena. Fue juez civil municipal en Tuluá (Valle), entre 1977 y 1979, y en Riofrío (Valle) entre 1975 y 1977. Miembro fundador de la Fundación Cultural Tuluá (1978), contribuyó a la creación de la Casa de la Cultura de Tuluá en 1981. Gestor y codirector del Festival de la Imagen y la Palabra, en la ciudad de Tuluá, del cual se realizó la primera versión en 1993. Foto cortesía Omar Ortiz Forero

Trejos, una dedicación sin concesiones, una seguridad de que se llega cuando la búsqueda es dolorosa por honda y apasionada. Poemas que dicen la vida y dicen la soledad y dicen sin estridencias la pena como otro deber cotidiano», dijo el escritor Manuel Mejía Vallejo.

Úno nunca ha dejado de asombrarse de la poesía, que sabe ser más proteica que Proteo. Desde siglos antes de que los muchos homeros que escribieron La Ilíada y La Odisea enceguecieran o nacieran ciegos, la poesía se transformaba para ser otra en cada poeta. Otra y la misma, y distinta e igual, pero sin repetirse nunca. En cada poeta tenía una voz única, y unos ojos inquisidores que vieron como nunca otros antes vieron ni verán, así miraran las mismas cosas que han sido idénticas: manos, rostros, sonrisas, ojos, crepúsculos, muertes, idas definitivas y regresos inesperados. Una cosa puede decirse cierta: cada voz de poeta es única, irrepetible. Por eso no nos fatigan las miríadas de versos, ni los obstinados volúmenes que nos buscan los ojos y los aprisionan en cárceles de páginas que agradecemos, ni las músicas que deslíen en las orejas del alma. Hay una ternura casi inclasificable en estos poemas de Omar Ortiz Forero, porque se parece sólo a sí misma. Leyéndolos somos tiernos como el azul de alguna violeta que reseca y todo entre algún volumen no ha perdido su color, ni la esencia de la mano que la aprisionó. Como ella, estos versos serán por siempre la ternura. Leyéndolos úno agradece a toda divinidad que siga habiendo poetas de voces irrepetibles, y que la arcaica sensibilidad que se nos dio siga bendiciéndolos: a todos, a cada uno. Omar Ortiz Forero, egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Santo Tomás, además de poeta es ensayista. Ha publicado

La obra de Omar Ortiz Forero, según el jurado, “apela poéticamente a la infancia y al recuerdo, convirtiendo lo cotidiano en algo maravilloso. Las imágenes y atmósferas que consigue el poeta acortan la distancia entre el hombre y las cosas”.

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1997

Ganador

Jaime GARCÍA MAFFLA

A la derecha, Jaime García Maffla, en compañía de Fernando Charry Lara (izquierda) y Miguel Méndez (centro). La foto corresponde al acto solemne del IX Premio Nacional de Poesía por Concurso, cuando los tres poetas actuaron como jurados.

No lo puedo creer Por Luz Estella Betancurt B.

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edellín.- El asombro fue la primera reacción del poeta Jaime García Mafla al saber que su trabajo Vive si puedes, era el ganador del XIII Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. “Es que mi santa madrecita ha estado pegada del radio y no me ha dicho nada”, fue su razón. El veredicto lo había dado minutos antes el escritor Mario Escobar, representante del jurado, también integrado por Mario Rivero y Juan Manuel Roca. García Mafla, quien participó como Doncel, es “un poeta, sin ninguna duda, con un acento poético acendrado. De los 251 trabajos presentados, 40 o 50 son poesía, un volumen alto, pues el don poético es muy escaso. De esos, 15 fueron minuciosamente considerados, luego quedaron cinco, y en el tire y afloje, cuando parece que cualquiera puede quedar, resultó ganador Doncel, un nombre muy optimista”, dijo Mario Escobar.

“Me siento supremamente halagado, porque el concurso tiene gran tradición, si no, no hubiera enviado mi obra”, respondió el poeta. Y bien lo sabe, porque en la extensa lista de premiados figuran poetas de la talla del mismo Juan Manuel Roca, el primer ganador con Señal de cuervos, en 1979, Luis Vidales (1982), Álvaro Mutis (1983), y Jaime Jaramillo Escobar, entre otros.

Más Quijote que Doncel Jaime es caleño, radicado en Santafé de Bogotá. No es ningún jovencito (nació en Cali en 1940), y mucho menos en los poético. De su larga trayectoria se destacan tres libros publicados: En el solar de las gracias (1981), La caza (1984) y Las voces del vigía (1986), así como sus actuales desempeños como profesor en el Departamento de Literatura de la Universidad Javeriana y

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miembro del Comité de Dirección de la revista Golpe de Dados. Además, acaba de salir al mercado la primera edición colombiana de El Quijote, de Editorial Panamericana (de pasta dura y hojas de cebolla), cuyo prólogo y anotaciones pertenecen al poeta, quien confiesa tener una gran relación con este hombre de La Mancha y el Siglo de Oro español, tanto, que ha dictado varias veces la cátedra sobre él y fue representante de Colombia en el Coloquio Cervantino de Guanajuato (México), hace unos años. Justamente lo de Doncel le viene por asociación con esa época antigua, a la cual le dedica la segunda parte de su libro, que tiene mucho que ver con la canción medieval.

Sí ha podido vivir Vive si puedes/ ahora/ si puedes vive… empieza a cantar la poesía que da título al texto: “un gran esfuerzo de acercamiento al silencio, que habla de lo que sucede en el interior indeterminado cuando no hay una relación inmediata con la vida… Parece contradictorio, pero ese alejamiento hace que se profundice en el fenómeno de la vida… Es un sentimiento, no una meditación. Eso que nace cuando uno puede ensimismarse, pero el tema no es uno mismo sino la vida. Esos son los impulsos básico que dan forma a mi libro”. Vive si puedes es, según el autor, el trabajo de aproximadamente cinco años. “No es un agregado de poemas, sino una estructura completa, con sus secciones, con sus temas. Como libro, hace parte de unos motivos de poemas que quiero dejar atrás, por

De izquierda a derecha: Jaime Alberto Vélez, Miguel Méndez, Víctor Álvarez Morales, Luis Fernando Calderón, Fernando Charry Lara y Jaime García Maffla, en el Salón de los Consejos de la Ciudad Universitaria.

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haberlos cumplido ya… Este premio es una muestra de que realmente se cumplió”. Además de la publicación de su obra por parte de la Editorial Universidad de Antioquia, el poeta recibirá como reconocimiento dos millones de pesos. La entrega oficial será el próximo mes de octubre, durante las Jornadas Universitarias conmemorativas de los 194 años del Alma Máter. EL COLOMBIANO, junio 7 de 1997, página 5B


1999

Ganador

Nelson ROMERO GUZMÁN

Ataco nutre de gran contenido simbólico su obra y es el lugar en el que, al fin y al cabo, descubrió la poesía. Romero, quien ya obtuvo en 1993 el primer premio en el Concurso Nacional de Poesía Fernando Mejía Mejía, de Manizales (1993), dijo con respecto al premio de la Universidad de Antioquia que “siempre he sentido un gran respeto por dicho concurso, porque se ha manejado con mucha seriedad, porque es un premio con una gran trayectoria y prestigio, y por la importancia de los poetas que se lo han ganado”. “Yo mandé el libro con mucho escepticismo. Uno sabe que por este lado de Antioquia se escribe muy bien y que en el país se está escribiendo poesía maravillosa; sin embargo, en el fondo tenía mucha fe con el libro y realmente recibí el fallo con mucha alegría”, dijo el también codirector del Taller de Poesía de la Biblioteca Darío Echandía del Banco de la República en Ibagué. Hasta el momento Romero ha publicado los libros Días Sonámbulos (Editorial Mundo Nuevo, Bogotá, 1988) y Rumbos (Alcaldía de Manizales, 1993). Surgidos de la Luz será publicado el año entrante por la Editorial Universidad de Antioquia, 2000). Periódico ALMA MATER edición 472 Universidad de Antioquia, noviembre de 1999, página 5

Nelson Romero o el poder de la palabra Con el seudónimo de Leonides y el libro Surgidos de la luz, el poeta de Ataco (Tolima), Nelson Romero Guzmán, ganó el XIV Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia. A la versión XIV del Premio, correspondiente al año 1999, fueron enviados 130 trabajos. Como jurados participaron los escritores Juan José Hoyos Naranjo, María Mercedes Carranza y Mario Escobar Velásquez. Surgidos de la luz es “un libro de poemas escritos en torno de Van Gogh, pintor del siglo pasado por quien y por cuya vida y obra siempre he sentido una gran admiración”, según Romero, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. El autor vuelve poesía el sino trágico del pintor holandés y recrea en el lector los girasoles, los cuervos, los cipreses y las cartas entre Van Gogh y su hermano Theo. “Yo no trato tanto en mis poemas de mirar el espacio físico o rural de Ataco –precisó–. Mi poesía mira otros entornos, sobre todo la cotidianidad, la parte mística”. No obstante, dijo,

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l pasado jueves 14 de octubre [1999] fue de gloria para las letras tolimenses. Ese día el poeta de Ataco, Nelson Romero Guzmán, recibió en Medellín, el premio como ganador del XIV Concurso Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, por su libro El mensajero de la luz (sic). Este galardón, además de ser uno de los más importantes del país, viene a confirmar la vocación, el trabajo y la disciplina de un joven talento tolimense que ha encontrado en los versos una forma de encarar los desafíos y derrotar las inseguridades de la vida. Nelson, licenciado en Filosofía y Letras, catedrático de la Universidad Cooperativa, docente de un colegio de básica y ganador de varios premios nacionales de poesía, es un hombre extremadamente sencillo, con una timidez que oscila entre el retraimiento y el nerviosismo, sin embargo, cuando se trata de hablar de poesía desaparecen sus vacilaciones y una voz enérgica recaba cada concepto con envidiable precisión. Nació en Ataco en 1962 y recorrió sus calles

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empolvadas escuchando de sus mayores el orgullo que experimentaban por el poeta que en el pasado le había dado el renombre de villorrio. Martín Pomala fue una obsesión y más que eso, fue el padre literario que le abrió los ojos para que penetrara en los dominios del verso y pudiera expresar sus propias percepciones de la vida. Aquel adolescente que alternaba sus estudios con rústicos oficios del campo, como recolector de café, boga, pescador y buscador de oro, un día, a sus 18 años, pudo leerse "Sangre" y otros poemas y desde entonces los inscribió en su memoria como una especie de contraseña para el olvido y como la clave definitiva de su vocación de poeta. En ese pueblo perdido en los recodos del Saldaña, leía todo lo que llegaba a sus manos. Los domingos se daba un gran banquete con el Magazín de El Espectador y allí comprendió estupefacto que la poesía no era solamente esos versos formales que mencionaban las preceptivas literarias con sus rimas, métricas y acentos, sino también aquellos diálogos intensos que hablaban de la vida íntima de los hombres; así entró por los caminos de la poesía contemporánea y se dedicó a contarnos sus angustias, su dolor, sus íntimas reflexiones metafísicas y sus obsesiones religiosas, en unos versos libres que no se dejan encasillar en las formalidades clásicas. Fue expulsado del colegio de Ataco cuando estaba cursando su sexto bachillerato –por acumulación de faltas–, dice sonriendo, y cuenta cómo le fueron sumando las actitudes introvertidas, las salidas de la clase de química para leer poesía en la biblioteca, las posiciones irreverentes, el disfrute prohibido de las patillas de la huerta del colegio, hasta que se les rebosó la copa con el incendio que provocó al quemar un pasto seco en la zona verde que casi vuelve cenizas el claustro. Termina su bachillerato en un colegio de la capital. Ya lleva en su maleta un libro de poemas, cuatro de ellos han sido publicados en El Espectador. En Bogotá comienza tímidamente a relacionarse con escritores, artistas y dos años después publica su primer libro Días sonámbulos. El poeta Juan Manuel Roca hace la presentación del mismo en la Casa Silva y tiene elogiosos comentarios. La lucha por la sobrevivencia lo lleva a realizar distintas actividades. Con su hermano monta un supermercado, pero unos meses después fracasan, la mayoría de los clientes se quejan de que al llegar a preguntar por un producto, él, concentrado en la lectura de un libro o escribiendo un poema, ni siquiera los mira y les responde a todos no hay . Será después vendedor de licores, funcionario de una inspección de policía y un día cualquiera le dicen que en Purificación hay un juez que necesita un citador, pero que es requisito indispensable ser poeta. Una mañana Nelson llega a Purificación y se encuentra con el juez penal Luis Eduardo Gutiérrez, luego de una pocas preguntas, éste le solicita que le muestre el libro que escribió, pero Nelson lo ha dejado en Bogotá; sin embargo le puedo recitar unos, le dice para evitarle sospechas. Luego de escucharle dos poemas, se queda mirándolo fijamente y con una gran sonrisa agrega, queda nombrado. Desde ese momento Nelson afirma

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que encontró un hermano espiritual con quien ha compartido su pasión por los versos, esa búsqueda incesante de nuevas formas y lecturas, lo mismo que un crítico implacable de su trabajo, pues Luis Eduardo es su principal lector, el mismo que es capaz de echarle todo un libro de poemas al cesto de la basura y aconsejarle que escoja otra temática. Sin embargo, Nelson cree que gracias a ello ha podido avanzar en su proceso creador. Su paso por la rama judicial estuvo matizada por distintas sensaciones. En los primeros meses, sobre todo en Purificación, tuvo la posibilidad de leer bastante por el poco trabajo, pero cuando se trasladó a Ibagué, la labor excesiva convirtió a los juzgados en laberintos angustiosos y como si se tratara de Joseph K, se sintió atrapado en un mundo sórdido que no pudo soportar y del que tuvo que retirarse para dedicarse luego a la docencia. El libro con el cual obtuvo el premio tiene como eje temático la vida y la obra de Vincent Van Goh, un pintor holandés del siglo pasado, cuya atormentada existencia estuvo marcada por el dolor, pero también por una visión lúcida del arte. En estos poemas, Van Goh es evocado por la voz del poeta o se toma la palabra y él mismo expresa sus inquietudes, es un hermoso diálogo donde las imágenes visuales se confunden con la sonoridad de las palabras y la luz ilumina todo el poema para derrotar la sobriedad del escenario. Precisamente Nelson define el libro como un intento por aprehender la luz, el color y la palabra para fusionarlos en un nuevo género que pudiera llamarse un poema cuadrado. Cuatro años le llevó a Nelson escribir este libro, cuatro años pensando que la vida apasionante de Van Goh se parece a la de Martín Pomala, guardadas las proporciones, pero tal vez con la certeza íntima de que esas dos existencias son los rostros que se reflejan en el espejo del arte, donde él acude todos los días a contemplar sus propias angustias, dolores y timideces. Fuente: http://www.eltiempo.com/archivo/ documento/MAM-861212


2001

Ganador

Winston MORALES CHAVARRO

Winston Morales Chavarro, ganador del XV Premio Nacional de Poesía por Concurso es –dice– un hombre muy sencillo, supremamente elemental, arraigado a las cosas del ser, a las cosas fundamentales, un amante de la literatura, un poeta naturalista, de la escuela presocrática, de la escuela mística, metafísica, discípulo de Paracelso, de Cristian Rosencraux, de William Blake, de Artaud... Además, es un amante de las mitologías –egipcia, romana, griega, hebrea, indígena, esotérica, alquímica...– por eso sus poemas están cargados de metafísica, de esoterismo, de magia... Narrador, poeta y ensayista, estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Surcolombiana de Neiva, Huila, Winston Morales es director editorial del periódico Neiva, director de la revista Hojas sueltas de Literatura, y corresponsal de la revista española Alhucema. Ha publicado los libros de poemas Aniquirona (Trilce Editores 1998); La lluvia y el ángel (Coautoría - Trilce Editores 1999). Logró el premio por Memorias de Alexander de Brucco. El jurado resalta que la estética dialógica del libro “posibilita indagar textos fundamentales de nuestra cultura, a la vez que –mediante la reescritura creativa de los mismos– resignificar o resimbolizar dichos textos y sujetos. El conjunto de la obra apunta a estatuir nuevos lectores, como también a transformar la visión de lectores y lecturas tradicionales. Presenta una unidad temática y de tono que permiten advertir una reflexión poética alrededor de lo bíblico. De igual forma renueva ciertos mitos sagrados a través de un lenguaje habitado por la música y la imagen, elementos esenciales de la poesía de todos los tiempos”. “Se destaca por su unidad temática, estilística y conceptual, por la intensidad que logra en la develación de símbolos y arquetipos de la cultura occidental, revelando nuevos aspectos y relaciones que renuevan una tradición mítica; además, por la fuerza de su lenguaje, su cadencia y las relaciones significativas que produce”. La obra consta de 31 poemas de la mitología hebrea, en los cuales revalora y replantea el mito judeocristiano. “Lo curioso del libro es que tiene un orden espacial y cronológico y está concatenado de tal manera que pareciera que fuera la Biblia porque parte con Adán y Eva, Caín y Abel...”, explica el poeta. Allí, desmitifica y humaniza los personajes bíblicos, quienes hablan de sus cosas, del erotismo, del amor... “y llega un momento en el que hay unos poemas oscuros, una especie de Apocalipsis, pero el libro termina con el hombre, o sea, todos los personajes son bíblicos

pero el poema que cierra es el hombre, que es como el renacimiento luego del Apocalipsis”. Ha ganado los concursos de Poesía Organización Casa de Poesía 1996; José Eustasio Rivera 1997 y 1999; Concursos Departamentales del Ministerio de Cultura 1998; Concurso Nacional de Poesía “Euclides Jaramillo Arango”, Universidad del Quindío, 2000; segundo premio Concurso Nacional de Poesía “Ciudad de Chiquinquirá “ en el 2000. El jurado –compuesto por Carlos Vásquez Zawadzki, Federico Díaz-Granados y Gloria Posada– recomendó asimismo la publicación de la obra El color del blanco, de Álvaro Rodríguez Torres.

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n la introducción del libro Memorias de Alexander de Brucco, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia, dice el escritor Enrique Serrano López (Premio Juan Rulfo de Cuento). La mejor poesía abunda en desencuentros; nace en medio de contradicciones y, en no pocas ocasiones, las hace más hondas, produciendo estupor y consuelo a la vez: venir a este mundo valía la pena, después de todo, si puede embellecerse tanto! La obra de Winston Morales no huye de tal designio paradójico, pues quiere reflejar, pase lo que pase, una dulzura extrema, en medio de la implacable dureza de la vida. Sus poemas poseen un tono delicadamente sereno, pleno de luz, rarísimo en nuestros días, tan pródigos en el derroche de un escepticismo vulgar. Abordan con valentía la lucidez de entender lo vano y cándido del esfuerzo humano, pero no claudican ante la esperanzadora tozudez de un universo que sigue dándonos las mismas satisfacciones originarias, eternas, perfectas. Este solo hecho ya es extraordinario, porque nos trae a este mismo mundo, que creíamos tan lúgubre, sorprendidos de verlo tan distinto, tan plácido, tan digno de ser gozado: un paraíso presuntamente invisible localizado aquí, en la tierra de nuestros padres, en la misma que dejaremos a los que nos sucedan. El tono festivo de Winston es suave, acompasado, colorido, como lo son los objetos que lo inspiran, incluso en medio de la desazón y de la incertidumbre. No niega la horrible mezquindad de las cosas, pero afirma su hermosura escamoteada, y se deleita en exhibirla, en destacarla, en recomponerla. El bello relato de Alexander de Brucco irrumpe en el marco de nuestra poesía nacional con un acento tan íntimo, una dulce cantinela de buenos tiempos, y la certidumbre de que el poeta recorre confiado los laberintos de lo universal y vuelve a pisar en el terreno firme de la esperanza, aun a pesar de haber enfrentado mares de tormentas y desalientos. La incursión en el mundo sagrado de las formas elementales y los personajes arquetípicos, profetas y jefes de pueblos, patriarcas de vieja estirpe, hace que el lector oiga acompasadamente los ecos de la historia sagrada que oyó en la infancia y que los tiempos que corren no le habían permitido volver a oír. Hay aquí muchas tenues y profundas metáforas de antaño que humanizan a Moisés y a Abraham a nuestros ojos y le dan a Ruth y a Job las condiciones palpables que se requieren para comprenderlos y acercarlos a nuestras rutinarias vidas. La experiencia de lo sublime no es ajena a este conjunto de poemas luminosos y precisos, en los que cantan también los ecos de Schuaima y Aniquirona, sin dejar de vibrar emocionadamente también con algunos de los elementos esenciales de la poesía más clásica y cantarina del Siglo de Oro. También estos poemas se apropian de una personalidad poética avasallante que, como en los demás libros del autor, crea un mundo y defiende los rasgos de ese mundo, pasando por todos los matices del negro y del gris, hasta lograr la textura blanquísima, los giros sublimes, religiosos, místicos, que distinguen a los grandes poetas. En Colombia, un país sin duda difícil, hay poesía de gran altura, y esta es la prueba.

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Foto cucutanuestra.com

Memorias de Alexander de Brucco


2004

Ganador

Verano BRISAS BRISAS

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l dramaturgo, actor, escritor y poeta Verano Brisas Brisas ganó el XVI Premio Nacional de Poesía por Concurso que otorga la Universidad de Antioquia desde el año de 1979. Miembro del Taller de Escritores de la Universidad de Antioquia, dirigido por Mario Escobar Velásquez, y del Taller de Poesía de la Biblioteca Pública Piloto, dirigido por Jaime Jaramillo Escobar, Brisas participó con el libro León hambriento el mar, que, a juicio del jurado, “logra un tono de equilibrio entre la épica y la lírica, el profundo y sensible conocimiento del mar y el valor individual de los poemas”. El jurado lo integraron Darío Jaramillo Agudelo, Jaime Jaramillo Escobar y Giovanni Quessep. Cantos de verano es el título del primer libro de Brisas, publicado en 1987 por la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Poemas suyos han aparecido en las antologías Poetas en Antioquia y Taller de Escritores 10 años. Recibió mención especial en el Concurso Autores de Hoy, convocado por el Concejo de Medellín, con el libro de poemas El panteón incompleto, y el tercer premio de poesía en el XXXIV Certamen Literario Internacional Odón Betanzos Palacios, convocado por el Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, en 1998, con el libro de poemas La calle de las complacencias. Es miembro activo de la Asociación Colombiana de Estudios Astronómicos –ACDA–. Fue asesor literario, técnico y asistente de dirección de 1+1 Teatro. Actor en propuesta de “Poemas dramatizados”, de 1+1 Teatro. Actor en Rincón del cuento, Citurna Producciones. Actor en las películas El tren de los pioneros, Maya Televisión, (Medellín), y Entre risas y máscaras. Asimismo, coordinó talleres literarios para niños, jóvenes y adultos en la Biblioteca Pública Piloto y el Colegio Marymount, de Medellín.

León hambriento el mar “Este libro –afirma Jaime Jaramillo Escobar en el texto que publicó la Editorial Universidad de Antioquia– es excepcional por el tema y el tratamiento. La poesía colombiana poco ha tenido qué ver con el mar. Sólo Gregorio Castañeda Aragón ha sido llamado poeta del mar. León de Greiff y Rafael Maya escriben para decir que no conocieron el mar. Para los demás poetas el mar ha sido una entelequia, o una playita de vacaciones. O un atún enlatado. El autor de León hambriento el mar es un gran poeta desconocido. Su primer libro, Cantos de Verano, fue publicado por la Biblioteca Piloto de Medellín en 1987. Desde entonces ha acumulado catorce libros de poesía, un diccionario de términos marinos (Glosamar) y seis volúmenes en prosa de diversos géneros. Verano Brisas, ganador del XVI Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia no es, pues, un principiante, sino un escritor profesional. Ya lo conocerán”.

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En la presentación que Jaramillo Escobar hizo de Verano Brisas y su obra, con motivo del lanzamiento del libro Simonía de amor (Arquitrave Editores, primera edición 2007)*, afirmó: En la selección que incluye este libro intervino más el azar que un propósito definido. Y la edición también surge de modo imprevisto. Todo de acuerdo con la vida maromera del que firma como Verano Brisas. Los textos se tomaron de diversas obras inéditas, resultando una visión aleatoria con el interés de lo sorpresivo y la variedad de lo fortuito. El conjunto de la obra, por su diversidad y extensión, ofrece una solidez poco común. Ésta es sólo una muestra. La dificultad para reconocer lo insólito y la incapacidad de pensar por sí mismo induce al crítico improvisado a desconfiar de lo que no tenga previo aval, y así es como se forman los estereotipos literarios del ámbito académico. Cuando Álvaro Mutis declara que tardó veinte años en comprender a Aurelio Arturo, está demostrando a su modo, con sutil sonrisa, la dificultad de leer poesía. Nada más escaso que la buena poesía. No es para todos. Se necesita tener ángel. El ángel también es escaso. Del drama a la tragedia, de lo solemne a lo humorístico, de lo clásico a lo experimental, de uno a otro extremo del registro de los sentimientos humanos, el verdadero poeta ha de vivir en estado de inspiración permanente. El gran defecto del verso libre es que con él se borra la frontera entre verso y poesía. El poema desaparece en el versolibrismo. La poesía vuelve a ser la poesía, o se diluye definitivamente en la prosa. Verano Brisas encuentra una solución en el postmodernismo, porque éste es precisamente un retroceso, y así se define como reacción conservadora que preconiza la sencillez lírica contra el modernismo. Lo hace porque, al contrario de lo que suele suceder con los poetas, él sabe dónde está parado. Tiene una ética, un estilo definido, una firme personalidad. Ha dejado de ser el aventurero. Ahora tiene una conquista. Cuando las artes se ven en crisis por agotamiento, alguien tiene que tener la sabiduría y el valor de volver a las fuentes. Ésta es la épica lírica que Verano propone. Y es por unos pocos que se salva siempre lo que parecía un naufragio irremediable. Verano Brisas no es el teórico que se aísla en la abstracción. La praxis define en él una conducta vital, una filosofía para enfrentar la azarosa experiencia de la vida en Colombia. Define así su ideario: “Practicante del epicureismo, busco el placer sin la contraprestación del dolor, siendo consciente de la utopía que ello representa. Aunque no virtuoso, sé que aquél va más allá de los goces materiales. Procuro un estoicismo panteísta, haciendo residir mi bien en la razón, y teniendo presente que todo es pasajero. Por eso suspendo cualquier juicio afirmativo o negativo mientras carezca de pruebas concluyentes, sobre todo en cuestiones metafísicas. Mi estado anímico no acepta una adhesión ciega a las creencias mayoritarias. Pero, ¿qué me supliría con tan bellos postulados si no tuviera capacidad para la risa? Vivo de acuerdo con la

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El Vicerrector General, Martiniano Jaime Contreras, entrega el Premio al poeta Verano Brisas Brisas. Naturaleza, lejos de las convenciones sociales, luchando únicamente por lo básico para una existencia decorosa y digna, así parezca por ello impúdico y desvergonzado. Esa posibilidad puede ser mi honra”. Fuente: http://www.otraparte.org/actividades/ literatura/verano-brisas.html

Verano Brisas Brisas, entre el mar y el pornoerotismo Por Luis Javier Londoño Balbín

"Cambiarme el nombre también fue un acto de protesta. Yo no soy la persona que voy a tirar piedras, a quebrar ventanas o a echar bala, pero tengo mis actitudes contestatarias y me pareció que era una forma de rebelarme y de decir que no estaba contento con el entorno ni con los principios que me habían enseñado y no se cumplían, ni una serie de cosas que veía en la sociedad que no me funcionaban", dice Verano Brisas Brisas, autor de León hambriento el mar, el libro reconocido con el Premio de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia. Poeta desde el mismo nombre que lo nombra, aunque en su momento le valió maledicencias, malinterpretaciones y una que otra enemistad. Él se abstiene de revelar la identidad que algún día a sus progenitores se les ocurrió ponerle, pues entonces no haría ninguna gracia con habérselo cambiado. Eso pasó en aquel momento en que quiso expresar su rebeldía y, de tanto usarlo, al principio como seudónimo, se fue volviendo cotidiano y ya no tuvo más remedio que incorporarlo como la rúbrica que hasta hoy y hasta que se muera lo ha de distinguir. No fue una improvisación, fue una reflexión y una


asimilación lenta durante todo el tiempo que vivió cerca del mar de Bahía Solano. Va mejor con su personalidad, dice, mientras recuerda que sus padres lo bautizaron de muy buena fe, pero que nunca se sintió cómodo con el nombre que le acomodaron en la pila de agua bendita. Al que le queden dudas, puede inspeccionar su cédula, en la que reza, con la típica letra Courier de los documentos antaños, «Verano Brisas Brisas», natural de Salgar (Antioqia). Él es el ganador del Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia. Su poesía, vertida en quince libros inéditos, cubre un espectro temático que va desde el contenido épico y humorístico hasta las preocupaciones éticas, filosóficas y contestatarias. Por supuesto, tratándose de poesía, el erotismo no podía estar ausente en su producción, solo que él, jocosamente la califica de pornoerótica, «porque el lenguaje es directo, no es un erotismo suave como el de Silva, sino que yo digo las cosas de una manera muy cruda, pues no quiero traicionarme, soy franco y a veces brusco y pienso que la obra no debe ser otra cosa sino el reflejo de lo que soy como ser humano». ¿Hasta qué punto erótica, hasta qué punto pornográfica? Bueno, responde él, eso se puede confundir y mezclar, pero en todo caso el deslinde tiene que ver con la cultura, el medio, el lenguaje y la motivación. En su caso particular, lo que él llama pornoerotismo es un libro que fue premiado en un concurso internacional de poesía en Nueva York, por el Círculo Iberoamericano de Escritores y Poetas. «Pero no se trata de lenguaje crudo, ni de pornografía, ni de erotismo gratuito, sino que a través del libro hay un recorrido histórico de todo lo que ha sido el amor, la pornografía y el erotismo en toda la historia, en varias culturas y no solo en la occidental y eso le da al texto una consistencia y una causa para que se hable en esos términos». Al lado del pornoerotismo, el amor también ocupa la mente, el sentimiento y la escritura de Verano Brisas Brisas, pero no a la manera lírica, dice este poeta que también ha oficiado de teatrero, «porque yo no soy llorón, no soy lacrimógeno y no me siento bien haciendo ese tipo de poesía y cuando me quejo por alguna cosa dura que me ha pasado lo hago con rabia y se nota la brusquedad de mi manera de ser». Por eso asiente que la poesía es una forma de revelar y de rebelarse, es una catarsis en la que el poeta saca sus demonios «y se meten otros que estaban afuera», dice, mientras enuncia a Pessoa, a Whitman, a Shakespeare, a los clásicos antiguos, a Virgilio, a Horacio, las fuentes en donde bebe y se entretiene, aunque no descuida a los poetas modernos, porque, sostiene, hay que estar actualizado y no descalificar nada, sino mirarlo todo. No obstante, expresa que le gustaría más profundidad en la poesía que se escribe en el país, y que los cultores no se engolosinen con escuelas y modas como con la exigencia consigo mismo.

Verano Brisas Brisas Cree que el arte y la poesía deben estar ligadas a los acontecimientos del país, en tanto «uno es un ser social, no una ínsula, y sufrimos las consecuencias buenas y malas de lo que la sociedad es». De ahí que en su trabajo también se ocupe de Colombia, aunque no faltan los amigos que lo califican de europeizante, pero lo que pasa es que no conocen sus libros de poesía y novelas que no hablan más que de Colombia, libros enmochilados que llama él y que suman 22, «pues hay gente que corre con buena suerte en el mundo, sabe manejar muy bien sus relaciones públicas y comerciales y otros son mucho mejores que uno, obviamente». Al margen de esas consideraciones, Verano Brisas Brisas piensa que la labor de un artista, de un poeta, es simplemente trabajar y esforzarse por ser mejor cada día y que lo demás simplemente viene por añadidura, aunque no niega que el reconocimiento es necesario y estimulante. «Pero esa no debe ser la finalidad, sino que debe haber otros motivos más profundos, interiores, de sensibilidad y de necesidades espirituales que lo pongan a uno en la situación de pagar un precio alto, correr riesgos, ser audaz y producir». Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 527, noviembre de 2004, página 29

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2008

Ganador

Jorge Hernando CADAVID MORA

E

l lingüista, literato y poeta Jorge Hernando Cadavid Mora, natural de Pamplona (Norte de Santander), ganó el XVII Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia con la obra Tratado de cielo para jóvenes poetas, “un libro impecablemente concebido y escrito, que logra un equilibrio difícil de alcanzar entre poesía y pensamiento”, según el acta del jurado que en esta versión del certamen lo integraron Carlos Enrique Vásquez Tamayo, Pedro Arturo Estrada Zapata y Juan Felipe Robledo Cadavid. “La Naturaleza, a la vez que es contemplada de manera directa, es recreada en los poemas. Decir y mirar alcanzan aquí una sugestiva correspondencia. Se logra combinar fluidez y contención, notable virtud en una tradición que en ocasiones tiende al exceso verbal. Este poemario se enmarca de manera sugestiva en tradiciones tales como la sufí y la taoísta”, agrega el acta. Cadavid Mora, especializado en Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá y doctorado en Filosofía en la Universidad de Sevilla, España, es autor de los libros de poesía La nada (Universidad de Antioquia, 2000), Un leve mandamiento (Trilce Editores, 2002) Diario del entomólogo (Fondo Editorial Eafit, 2003), El vuelo inmóvil (Universidad Nacional 2003), con el que ganó el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 2003, El derviche y otros poemas, (Los Conjurados, 2006), y Herbarium (Edición de autor 2007). Asimismo publicó una antología del poema breve bajo el título Ultrantología (Cástor y Pólux, 2003). Es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Javeriana. Colaborador del

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El poeta es infinito escribiendo su poesía. Me gusta también el lenguaje poético a cambio de otros géneros porque me permite unir ciencia, filosofía y poesía en un solo discurso, entendiendo como los presocráticos griegos, como los eleáticos que poesía, filosofía y ciencia tenían una misma raíz.

El Rector Albero Uribe Correa entrega el Premio al poeta Jorge Hernando Cadavid Mora.

Boletín Cultural y Bibliográfico de la Biblioteca Luis Ángel Arango y de la Revista Universidad de Antioquia. Además de la publicación de la obra ganadora, Cadavid Mora recibirá de la Universidad de Antioquia la suma de diez millones ciento cincuenta y tres mil pesos ($10153000). En el acto de entrega del Premio, realizado en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, el 7 de octubre de 2008, Cadavid Mora dijo de sí mismo y de su obra poética: La poesía es un juego peligroso. El riesgo que juega el poeta es jugarse la casa del ser. Jugarse la casa del ser es jugarse el lenguaje. El lenguaje es el hombre. El lenguaje es la casa del ser. Pienso en un poema mío que se titula Lapsus donde yo pregunto en dónde estamos y respondo: en las palabras, perdidos en todas las palabras, en todas las palabras y en ninguna, uno se pierde a cada instante. La poesía es el género literario que más se aproxima a mi búsqueda personal, porque de alguna forma intenta capturar el instante, un instante que es eterno, el poeta busca no ir al pasado ni al futuro, yendo al pasado, al futuro, sería efímero. El tiempo poético es el tiempo de la totalidad, es el tiempo infinito.

Mi poesía habla de los insectos de Colombia, habla de las plantas de Colombia, yo hice en Herbarium mi propia expedición botánica, como lo hizo José Celestino Mutis, y Tratado de cielo para jóvenes poetas es mi recorrido por las nubes de Colombia, por las nubes de la sabana de Bogotá, que son unas nubes particulares; siento por tanto que mi poesía niega al autor, niega al sujeto que escribe los poemas. Creo en el borramiento del autor, creo en el borramiento de los contenidos de los poemas. El poema sirve para ver al otro que siempre va conmigo, es mi otredad, sirve para vernos a nosotros mismos y sirve fundamentalmente para robarle un poco de realidad a la realidad; a esta mezquina realidad que vivimos la poesía le roba una parcela de realidad, la poesía es esa búsqueda de realidad. Tratado de cielo Palabras simples para armar un cielo: No va a haber, no hay, no hubo un pájaro No hay, ni debe haber un astro No va a haber una nube Ni hubiese habido un ángel No hay, no va a haber, ni puede haber errores al construir un cielo. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 571, noviembre de 2008, página 30

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El Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento surgió en 1982 como resultado del interés de la Universidad por exaltar la vida y obra de los más destacados cultores del género poético en Colombia. Se institucionalizó mediante la Resolución Superior 158 del 28 de octubre de 1983 y se reglamentó mediante la Resolución Rectoral 1071 del 3 de diciembre de 1985. Se entiende por reconocimiento la designación de un ganador por la escogencia del Jurado del Premio. El ganador es un autor colombiano de merecida figuración y reconocimiento en la poesía del país. La Universidad convoca a los ciudadanos colombianos y a los extranjeros residentes en el país para que postulen los nombres de los poetas que consideren merecedores del Premio, a través de una carta donde se exalten sus méritos, se presente su obra, y se especifique la bibliografía editada e inédita del autor.

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Edición I

• Año 1982

• Ganador Luis Vidales

Edición II

• Año 1983

• Ganador Álvaro Mutis

Edición III

• Año 1985

• Ganador Jorge Artel

Edición IV

• Año 1988

• Ganador José Manuel Arango Pérez

Edición V

• Año 1989

• Fue convocado, pero no otorgado

Edición VI

• Año 1995

• Ganadora Meira Delmar

Edición VII

• Año 1999

• Ganador Rogelio Echavarría

Edición VIII

• Año 2003

• Ganador Fernando Charry Lara

Edición IX

• Año 2007

• Ganador Giovanni Quessep

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Premio Nacional de Poesía convoca la U. de Antioquia Por MARIA CRISTINA DE TOBON

La Universidad de Antioquia en su afán por estimular la creación literaria de los jóvenes y reconocer el trabajo de poetas de larga trayectoria, ha convocado al IV Premio Nacional de Poesía, evento que se ha venido realizando desde 1979. La doble modalidad de premio de este año permitirá conocer la creación poética de quienes apenas se inician publicando su obra, y además reconocer el quehacer poético de valores importantes del país que han sido olvidados por las casas editoriales.

será un reconocimiento a un poeta vivo que tenga ya trayectoria; para determinar quién es este poeta la universidad hará una consulta entre profesores de literatura, críticos, editores de revistas, lectores de editoriales, otros poetas y público lector de poesía; luego evaluará las respuestas y determinará el poeta digno al reconocimiento del premio de la Universidad de Antioquia. El reconocimiento consistirá en la edición de una antología de su obra –ojalá la no publicada– y doscientos mil pesos.

El rector de la Universidad de Antioquia, doctor Antonio Yepes Parra, anunció que a pesar de los cuestionamientos que se hacen a los concursos oficiales, le corresponde a la universidad estatal estimular a los trabajadores de arte y en este caso a los poetas; por eso continuará con el Premio Nacional de Poesía que en años anteriores ha premiado a Juan Manuel Roca, Rubén Vélez y Álvaro Miranda.

Los poetas jóvenes se estimularán en la modalidad de concurso. Se debe enviar un libro inédito entendiéndose como tal la publicación eventual en periódicos y revistas de uno o varios poemas pero no su edición completa. El material debe ir en tres copias separadas, a máquina y a doble espacio; firmado con seudónimo, en sobre sellado indicar nombre y dirección completa. El material debe enviarse antes del 17 de septiembre al Premio Nacional de Poesía, Universidad de Antioquia, apartado 1226 Medellín.

Doble Modalidad La primera modalidad del premio

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Los poetas Jaime Alberto Vélez, Samuel Jaramillo y Álvaro Miranda pertenecientes a diferentes corrientes de la poesía actual conforman el jurado y darán el resultado el 22 de octubre. Se seleccionarán dos obras ganadoras en esta modalidad por concurso: el premio será de 100 mil pesos y edición del libro para la primera y 80 mil y edición de la obra para la segunda. La Universidad de Antioquia imprimirá en su editorial universitaria 1.500 de cada una de las obras seleccionadas y de la obra en reconocimiento a un poeta. Actualmente se encuentra en proceso de edición los libros premiados de 1981: “Decires de Don Sancho Jiménez” de Álvaro Miranda; “Geografía de la alucinación” de Samuel Jaramillo, y “Biografías” de Jaime Alberto Vélez. Estas obras se entregarán posiblemente el 29 de octubre simultáneamente con la entrega de premios del concurso de este año. EL ESPECTADOR. Mayo 15 de 1982, página 2-B


Edición I

1982

Luis VIDALES

El poeta Vidales, la profesora Elena Correa Builes, el director académico Jairo Gómez Montoya y el decano de Derecho Carlos Gaviria Díaz.

o solo fue el acierto de crearle al Premio de Poesía la modalidad “Por Reconocimiento”, para exaltar la trayectoria de un poeta consagrado. A tan afortunada decisión se sumó el sano y sabio criterio del jurado de la primera convocatoria –en 1982–, que optó por reconocer la obra de Luis Vidales, el poeta septuagenario que tres años atrás –sospechoso de subversión y militancia comunista, según la mirada torpe del Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay–, conoció el ambiente sórdido de las mazmorras en los cuarteles de la Escuela de Caballería en la fría población de Usaquén, en el extremo nororiental de Bogotá.

N

La noticia en abril de 1979 de que tropas de asalto de la Brigada de Institutos Militares (BIM)

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habían ingresado de madrugada por la ventana de una de las habitaciones a la residencia de Vidales, en cumplimiento de una orden estatal de allanamiento, copó los titulares de los principales medios de prensa, dentro y fuera de Colombia, y generó una cadena de rechazo jamás prevista por quienes, al amparo del Estatuto de Seguridad, tenían la misión constitucional de frenar las causas de perturbación del orden público, que crean un estado de inseguridad general y degeneran en homicidios, secuestros, sedición, motín, asonada o prácticas terroristas. En ese entorno, gobierno y militares parece que juzgaron la vida y la obra de Vidales, como también la vida y la obra de la pianista Teresita Gómez, la directora de teatro Patricia Ariza, la escultora Feliza Burstyn, la cineasta Gabriela Samper y la bailarina Priscila Welton, entre otros personajes de la cultura, detenidos en operativos similares y sobre cuyas cabezas pendió un eventual Consejo Verbal de Guerra, por estar sometidos los civiles en aquellos tiempos a la jurisdicción penal militar, como lo ordenaban las disposiciones de Estado de Sitio. El escritor García Márquez, advertido de la pesadilla, logró la protección de la Embajada de México, país en el que se exilió y se quedó a vivir. El premio a Vidales tuvo el mérito de que fue producto de una consulta abierta a todo el país, en la que participaron poetas, escritores, académicos de literatura y consagrados lectores de poesía, configurándose de esta forma un espontáneo y cálido homenaje colectivo de desagravio al autor de Suenan timbres. La afrenta del gobierno Turbay a Vidales también buscó enmendarla Belisario Betancur tan pronto asumió el mando del país. Aprovechando la concesión del premio, Betancur no tardó en redactar el siguiente mensaje, publicado por el desaparecido Magazín Dominical del diario El Espectador (07/11/82): Bogotá, octubre 27 de 1982 Maestro LUIS VIDALES Apreciado maestro: Ha pasado más de medio siglo desde cuando su hermoso libro premonitorio Suenan timbres, introdujo un ademán y un acento radicalmente nuevos en la poesía colombiana.

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Durante esos años ha proseguido usted su magisterio estético y social; por eso, el premio que ahora le otorga la ilustre Universidad de Antioquia, y que expresa la voluntad de sus colegas en el campo de la creación literaria, no es sino un reconocimiento público a la dimensión y al significado de su tarea. Permítame adherir fervorosamente a esa determinación de la Universidad, y reciba con mi más cordial saludo, las sinceras felicitaciones de su compatriota y amigo, que lo admira y lo aprecia como uno de los Grandes de Colombia. Belisario Betancur Presidente de Colombia En la misma edición, además de dos poemas inéditos, El Espectador dio a conocer la respuesta del poeta: Bogotá, D.E., noviembre 3 de 1982 Doctor BELISARIO BETANCUR Presidente de Colombia Palacio de Nariño Señor Presidente: Le confieso, no me sorprendí por sus elogios con motivo de mi exaltación al Premio Nacional de Poesía 1982, promovido por la ilustre Universidad de Antioquia. Ya estamos acostumbrados a su generosidad como estilo de gobierno. ¿Qué mucho que eleve de impenitente aprendiz a súbito personaje? Me explico; al doctor Belisario Betancur le tengo por un ser de alma limpia, amante de lo colombiano. En esta hora turbia, ello está dando un incomparable brillo a su persona. ¿Cómo decirle que tal modo de ser nos agrada a todos? Y ahora le cuento: mi satisfacción por el triunfo, que su hermosa carta relieva, ha sido velada por la consideración de quienes merecen este galardón: Carranza, Carlos Castro, Pardo García, X 504, Roca, Fernando Charry, el querido y malogrado Arturo


De viaje vamos Adiós, la luz lo dice. No me detengas, dice el día. ¿Cómo es posible, hoja, no volar, si pies en polvorosa pasó el río de ayer? Se va lo mío. Nos vamos. ¡Qué bello desierto atrás tenemos! ¡Cuan bello! Mañana volveremos a él. ¡Mañana! (En Bogotá, a 28 de diciembre de 1967)

Volapié La rosa que aquí no estaba ¿en qué momento creó su copo de torbellino? La rosa vino olorosa y perfumó la mañana ¿cuál de las dos más hermosa? ¿cuál de las dos más lozana? la una fue cielo ido y la otra deshojada ¿cuál la una y cuál la otra? y mundo siguió su camino y aquí no pasó nada. (En Bogotá, a 30 de agosto de 1946)

Camacho. Por uno de ellos, complacido, hubiera yo depositado mi voto. Y por éstos, por el Presidente y por el pueblo, insustituible pilar de nuestra historia, amamos a nuestra fecunda Colombia. Lo abraza entrañablemente, Luis Vidales Los dos poemas inéditos que en las páginas del Magazín Dominical acompañaron las cartas de Betancur y Vidales, son:

Tiempo después se argumentó que el objetivo de los militares no era el maestro Vidales sino su hijo Carlos, militante de la organización guerrillera M19 –aún no legalizada mediante acuerdos de paz con el gobierno del presidente Belisario Betancur–. En la clandestinidad, el subversivo actuaba con el alias de Luis, razón por la cual, según adujeron los militares al dar explicaciones públicas sobre el equivocado proceder, confundieron las identidades. También admitieron, por boca del entonces comandante de la BIM, general Miguel Vega Uribe, que “no sabíamos que este señor fuera tan famoso”. Por Alberto González Mascarozf, Jefe del Departamento de Información y Prensa de la Universidad de Antioquia, y editor de MEMORIA Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia. 1968-2008

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Soy Luis Vidales y no he cambiado El Primer Premio dado a un poeta de trayectoria por reconocimiento unánime de los escritores colombianos, se lo ha concedido la Universidad de Antioquia a Luis Vidales... Aquí dice lo que es y lo que no….

Por Ana María Cano

S

e necesita ser Luis Vidales mismo para entrar con la misma digna serenidad a las caballerizas de Usaquén donde llevaban los detenidos de la represión, que al Paraninfo de la Universidad de Antioquia para recibir un homenaje de reconocimiento. Como si alguien adentro lo acompañara; como si él fuera el mismo para la muerte o para la vida. Después de haber iniciado un "Nuevo Testamento" de la poesía con su libro Suenan Timbres él está acostumbrado a las veleidades de la gente que da la mejilla o la espalda según el viento que esté soplando. El sigue impertérrito, en su punto, sonriendo y creyendo como nunca en lo que siempre ha creído. Él es Luis Vidales, poeta que desde el comienzo del siglo está dando todo de sí. Él es Luis Vidales, dos veces retenido por los militares después de allanarle la misma casa y leerle los mismos libros. Él es Luis Vidales, premio por reconocimiento del Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia 1982. En su casa de Bogotá, con una cálida acogida para todo aquel que llegue a capturar

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Luis VIDALES

su atención, Vidales contestó así a EL MUNDO SEMANAL. - ¿Quién es Luis Vidales hoy? - Soy el mismo de 1922. Todavía me llamo Luis Vidales. ¿Así para qué sirve la religión, la moral o las buenas costumbres? Últimamente se ha descubierto que por debajo de sus vestidos las mujeres están completamente desnudas. Yo digo ahora: “Mota de la avenida de mis sueños…” ¿qué ha cambiado: la moral de ayer o la mujer de hoy en la poesía? Han cambiado las dos cosas. Yo no he cambiado, ha cambiado el romanticismo. Por eso estoy cantando “tu breve cintura de taza de sanitario”. ¿No es lindo? - ¿Y qué opina de su poesía hoy? - Hay quienes andan diciendo que mi poesía de ahora es inferior a Suenan Timbres. Son los mismos que en 1922 atacaron rabiosamente a Suenan Timbres. Ahora, después de 54 años lo aplauden y no gustan ahora de La Obreríada. ¿Tendré que esperar 54 años para que me elogien esta última obra y la poesía que estoy haciendo? - ¿Tiene planeada una nueva publicación? - Publicaré pronto la obra poética de mi vida… unas dos mil páginas, en un solo tomo. Es una competencia con la Guía Telefónica. Algunos me dicen que haga una selección; como ve, si a éstos le nace un hijo mongólico, le aplican eutanasia. - ¿Qué le tachan a su obra actual? - Sí, hay otras objeciones a la poesía que estoy haciendo ahora. Me piden que no cite nombres. He tenido que hacer una lista de la gente que un mal poeta encontró en el infierno. Ese pésimo poeta se llama Dante, un lagarto que hizo típica poesía de cartel. Pobrecito! - ¿Y qué pasa con los nombres? - Efectivamente a veces no son necesarios los nombres… “por sus obras los conoceréis”. Los que dicen esto de mi poesía dan unos ejemplos de mi poema Hablo de un país lejano: ‘Aquí es un alto ejecutivo el maleante’ ‘El financista te acecha tras la esquina’ ‘Veo cuadrillas amantes de la limpieza en las aduanas’ ‘Por la cruces del muerto, al asesino le cuelgan una sobre el pecho’ ‘El perro no desfalca porque no es bípedo’ ‘El juez falla a favor de su bolsillo con una gran delicadeza’ ‘Es corredor olímpico el que huye con la plata’ ‘Se venden votos para votar por el que pierda’ ‘Procurador es el que procura pasarla lo mejor posible’

‘Estos altos burócratas los únicos cargos que rechazan son los que les formulan en contra’ ‘Se trata de un país lejano, a millones de años luz de la tierra. Luz pero no eléctrica’ - ¿Cuál debe ser la preocupación del poeta? - El poeta se acostumbró a cantar sus propias dolamas y olvida las de los demás. A mí me preocupan más éstas que las mías. Así fue en Suenan Timbres y así es ahora, en la nueva situación en la que vivimos. Por eso les pido a los poetas de hoy: “digan algo, por favor, que me muero de ganas”, o bien: “todos queremos saber cómo piden ustedes el desayuno”. Además Tejada dijo en 1922 algo que no se ha tenido en cuenta: “la poesía de Vidales es, en esta primera etapa de su obra, una poesía de ideas”. Pues sigue siéndolo. Ese es el germen de mi diferencia. ¿Qué otra cosa quieren que cante un poeta con los ojos abiertos al mundo que lo rodea? - En todo esto tiene usted una gran veta de humor… - Humorista, sí, según y cómo… fuera del humorista intelectual, es decir, de ideas, lo demás es degradante. ¿Acaso no está en la historia de la humanidad el humorismo cuando se vuelve contra el hombre la misma obra creada por él, con el sello de eternidad? Ello me está haciendo reír a mandíbula batiente ante el espectáculo del mundo contemporáneo que me hace recordar, entre carcajada y dolor, a Goethe cuando decía “todo cabe en la naturaleza”.

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Crecer disimulando todo sube Veo la nube Oh, la vela del tiempo De lunes a domingo Dele y dele A la baraja De ayer, de hoy y lo que sigue Me pregunto ¿tantas vueltas y revueltas para llegar dónde? Pero eso sí Lo que es la niña sube (oct. 1982) - ¿Le gusta viajar? - Soy muy sedentario. El ir de un país a otro me lo niegan. Viajar es horrible. Estar en otra parte es maravilloso. A través de mi vida busco una celda “No de cárcel” y en ella una mesa sin pulir, papel y lápiz, bolígrafo o, si se quiere, máquina de escribir y que me dejen quieto. Una y otra vez le he preguntado a la Pitonisa de Delos el por qué de mi sino tropezado. No me dice esta boca es mía. - ¿Y qué siente con el premio de la Universidad?

- ¿Tiene algún método especial de trabajo? - Mi método es el de la condensación. La poesía en síntesis, la novela, exposición. Dicen que son greguerías. ¿Y aquél que dijo "Las horas que limando están los días. Los días que royendo están los años"? Y el otro que dio esta definición de búho: "grave/ de perezosas plumas/ globo". Busquen los eruditos siglo y años de estos poetas, cuando Gómez de la Serna no estaba aún en el semen de su tatarabuelo. Y hay que ver a Jerónimo Bosch y a Brueghel el viejo en su pintura… Yo hago estos comprimidos desde los siete años, cuando Gómez de la Serna no había nacido. Es mi modo específico de expresión. Que los críticos pongan en función el radar de su oreja. - ¿Qué tipo de poesía hace usted? - Hago poesía rimada, verso libre, soneto, me gusta la ternura y el sabor amargo, el grave acento que es eso que llaman trascendente, pero con las palabras más elementales y humildes, a más grande sea la visión. Me tomo el pelo, no tengo cortapisas. Me río del gran político transnacional; gozo mirándole su rabo de paja. Le canto a la niña con mi amor por la nueva gente colombiana, como en este poema Punto Cardinal. Miro la chiquilla Asisto al lento

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- Sí, estoy muy contento con mi premio. Agradezco a quienes votaron por mí, en mi país, para obtenerlo. Solo que el banco después de casi un mes dice que no ha llegado la notificación del pago de mi cheque en Medellín. Mi libro de dos mil páginas espera impaciente. Me llenó de satisfacción el sobrio acto en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia. A esta doy las gracias. - Y el infaltable consejo al joven poeta… - Al poeta joven le digo: ¡abajo la adjetivación, viva el sustantivo! Tergiverse, haga lo que quiera, pero que su poesía sea memorizable. Si no, todo se irá a las pailas. - ¿Quién va sacar la edición de su vida poética? - Estoy recogiendo dinero para hacer yo mismo esa edición. Creo que quedará costando unos cinco mil pesos cada libro. - ¿Se siente ahora más tranquilo con su situación? - Soy muy tranquilo. Soy revolucionario, estoy curado de los nervios. Tengo la misma tranquilidad en los allanamientos que en el Paraninfo, estoy curtido y hasta hago amigos allá. Ahora, naturalmente, ha mejorado mucho la situación del país con el nuevo gobierno, según lo veo desde mi orilla de izquierda. Creo que el país espera un cambio fundamental. Lo que Belisario ha hecho como confianza para los ciudadanos es invaluable. Estamos esperando que se hagan integrales sus medidas.

EL MUNDO, Semanal. Diciembre 4 de 1982


Luis VIDALES

Siempre timbres

BOGOTÁ – El país colombiano le debe al Maestro Vidales dos extraños, insólitos y profundos estremecimientos. El primero tuvo que ver con esa llamada de atención con la que sus eléctricos timbres de 1926 llegaron como a subvertir la siesta melancólica y gris de una poesía que se había dormido a rumiar la intoxicación provocada por unos símbolos desdibujados y por las antipiruetas gramaticales de unas formas sosas y pesadas que le servían de marco perfecto y aletargado a ese mundo de castas, pudorosas y morbodepresivas, imágenes provincianas con las cuales deliberadamente se autoclausuró esa poesía para no contaminarse con el viento renovador de la historia ni con el ajetreo ruidoso y mecánico de un tiempo que ahora venía montado en tranvía y le peleaba el resplandor a la luna con el centelleo de las bombillas eléctricas. Con Vidales el siglo XX ocupa los espacios que el siglo XIX se negaba a desalojar en el vacilante edificio de la cultura colombiana. Sus versos venían a “cantar” y a dibujar el mundo con las líneas de los cuartos, de los asientos, de las mesas; venían vertiginosamente a instalar sus nuevos objetos, los prosaicos y elementales objetos de la época nueva en medio de esas salas retóricas, adornadas ingenua y tantas veces ridículamente con panoplias postizas, con candelabros de mal cobre y con polvorientas poltronas donde fingían desfallecer de tisis virginales doncellas olvidadas de Dios y del mundo, pero quizás de vez en cuando tentadas por las argucias del demonio y socorridas por el obispo.

de estar vivo. Con Vidales poema, poeta y poesía se integran a una “nueva teoría de los objetos” y hasta una nueva función de los sujetos, sin que ello necesariamente implique que sobre la cola del pavo real no se sigan abriendo en las mañanas los ojos de las mujeres muertas. Por otro lado un ciclo político, que como macabro elemento de “modernidad”, nos aproximó a las más sofisticadas, refinadas y elaboradas técnicas para la práctica de la tortura y la violación sistemática de los derechos humanos. El reconocimiento que la Universidad de Antioquia ha hecho en días recientes a la figura y a la obra del poeta Luis Vidales es también por eso doblemente significativo y enaltecedor. Pues por un lado es reconocer la poesía simple y pura, aquella poesía que convierte y sabe que la máquina de escribir es un piano de teclas redondas donde el gato se acomoda en el hueco del sueño y desde donde el verso lógico y sencillo puede decirnos las cosas que hay en el mundo. Y por otra parte, ese galardón premia la discreta y silenciosa vida de alguien dedicado con total lealtad a tejer en el espacio de las horas el sueño de un mundo más limpio y más amable para el hombre. – Víctor Paz Otero Magazín Dominical EL ESPECTADOR. Noviembre 7 de 1982, página 2

El segundo estremecimiento sobreviene cuando al poeta Vidales, en un acto despreciable que sólo se explica y se corresponde con esa “poética” de gendarmes que pareció querer implantarse en época bien reciente y todavía no olvidada en la memoria colectiva de los colombianos, fue conducido en un turbio amanecer “democrático” hasta los establos donde oficia y ejerce el pensamiento militarista. Ese vergonzoso episodio convocó de nuevo la atención sobrecogida del mejor país que nos queda, en torno a la vida y la obra de un hombre cuyo único delito es haber ejercido y combinado la poesía con el ritmo frenético pero inevitable de las cambiantes estadísticas. Con ese acto se quiso herir en lo más hondo el sentimiento de algo que relativamente habíamos respetado un poco: la dignidad y los derechos elementales de la persona humana. Curioso este azar que coloca al poeta Vidales en el inicio de dos ciclos que tienen una profunda y a veces no muy bien comprendida significación en el acontecer de la historia colombiana. Por un lado un ciclo poético, en donde la poesía desciende de nebulosas e irreales atmósferas y se pone a caminar por las calles, estrena ritmo y traje nuevo, se unta de mundo, toca los objetos y se monta en automóvil para pasar sobre sus ruidos. Ciclo donde el poeta pierde esas dudosas atribuciones míticas, para confundirse con el hombre común y corriente que en la calle, la fábrica, y hasta en la sórdida oficina, construye a verso limpio el tanta veces cotidiano e incomprendido poema

EL ESPECTADOR, octubre 31 de 1982, página 3-A

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Edición II

1983

Álvaro MUTIS

La División de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia informó que el Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento 1983 fue adjudicado al escritor bogotano Álvaro Mutis. El galardón fue creado el año pasado cuando lo ganó el poeta quindiano Luis Vidales. BOGOTÁ - El Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, en calidad de reconocimiento, será entregado el viernes en el Paraninfo del Alma Máter al poeta bogotano Álvaro Mutis… El reconocimiento que hace la Universidad a la obra poética de Álvaro Mutis es una muestra del interés que el medio universitario ha dado a la creación intelectual del autor de Los elementos del desastre, obra publicada hace ya 30 años y que es una de las más conocidas del poeta. Mutis recibirá 250 mil pesos como premio y además se editarán quinientos ejemplares de su antología.

“Me habría sentido muy mal si el año pasado me lo hubieran dado a mí y no al poeta [Luis Vidales] que tantos horrores le había tocado sufrir en el anterior gobierno”

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EL ESPECTADOR, octubre 28 de 1983, página 2B


Álvaro Mutis, 27 años sin venir al país, recibe el Premio U. de A. Sin haber podido cumplir la cita del Paraninfo el viernes último, por culpa de un avión confabulado, llegó a Medellín Álvaro Mutis para recibir su premio –luego de 27 años de haber salido de esta ciudad– de manos del rector Darío Valencia y con un puñado de admiradores que por fin podían conocerlo.

El poeta Álvaro Mutis recibe la felicitación del rector Darío Valencia Restrepo y del alcalde de Medellín, Juan Felipe Gaviria Gutiérrez.

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las once y treintaicinco pudieron comprobar que él se parecía mucho a la única fotografía que luego de 27 años de ausencia, siguen repitiendo en los diarios colombianos. Él estaba ahí, de carne y hueso, ante los anhelantes admiradores que el viernes pasado salieron furiosos del Paraninfo de la Universidad de Antioquia, por culpa del avión que en

Bogotá dejó al “poeta mayor” de este país, por “fallas mecánicas”. Pero ayer lunes en un recinto mucho más reducido y excluyente, pero igualmente emocionado, estuvo Álvaro Mutis, de cuerpo y alma, para recibir el Premio por Reconocimiento que este año le entregaba a él el Alma Máter. La gente: profesores, decanos, rector, alcalde, poetas, periodistas,

miraban alelados la figura que su obra y su distancia han hecho mítica y se resistían a creer que por fin hubiera roto esa fatalidad del exilio que comenzó para él saliendo por Medellín en 1956. Todos habían leído y repasado con devoción Los hospitales de ultramar, Los elementos del desastre, Suma de Maqroll El Gaviero y allí tenían en frente su autor: “Te acogerá la

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De izquierda a derecha: el poeta Orlando Gallo, ganador del segundo lugar del Premio de Poesía por Concurso; el secretario privado de la Gobernación de Antioquia, José Alberto Vélez; el poeta Álvaro Mutis; el rector Darío Valencia Restrepo y el alcalde de Medellín Juan Felipe Gaviria Gutiérrez

muerte con todos tus sueños intactos”, pero aquí era la vida y el sueño estaba intacto para todos en ese salón. El rector de la Universidad, Darío Valencia, con voz mesurada como hablando mentalmente, elogió la poesía de este hombre, su residencia entre nosotros en una obra que parece haberla leído con gran fruición y le entregó a Mutis la medalla, el diploma y el cheque, con la aprobación en aplausos de la gente que presenciaba ese acto simplísimo, familiar y contenidamente emotivo. Cuando Álvaro Mutis se paró, todos en el recinto sintieron la obligación de acompañarlo de pies y él tuvo que pedir –como los buenos predicadores- que se sentaran de nuevo. Comenzó a hablar sin énfasis, sin aspavientos, como si apenas hiciera días que no se viera con los presentes: que ningún premio de ningún lugar del mundo, le tocaría fibras emotivas sino éste. Que es éste un premio que le dan generaciones antioqueñas, cuya sangre comparte: Ricardo Ángel Jaramillo, Jerónimo Jaramillo Uribe, su abuelo, y su madre; que todos

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los gestos y conductas que acompañan su vida provienen de esta región. Que además el Premio se lo dan el buen juicio crítico que en la literatura tienen los antioqueños (mencionó las lecturas que León de Greiff le recomendó para que no aceptara monedas falsas) y la esperanza que para el país significaba el manejo del azar y la imaginación que, por encima del resto de los colombianos, tienen los antioqueños. Se quejó de la gran frustración que la compañía aérea le dio al no permitirle estar aquí el viernes; lo bien que se sentía entre los antioqueños, literalmente, como en su casa, y que no quería hablar más para no entrar en los balbuceos de la emoción. Varias veces alejó de los presentes cualquier sombra de retórica que siempre pasa en estas ocasiones, recordándoles que éste que vivía era realmente un momento del corazón. Quedaban represadas por el momento sus frecuentes y distendidas carcajadas, su explícita satisfacción por seguir a Luis Vidales en el Premio de Reconocimiento: “Me hubiera sentido muy mal si el año pasado me lo hubieran dado a mí y no al poeta que tantos horrores le había tocado sufrir en el ante-

rior gobierno”. Su petición de que el Premio fuera exclusivamente a su obra “porque la vida de los poetas casi nunca se puede premiar”, y cuatro o cinco expresiones non santas con las que adoba y acuña su conversación inatajable. Con el alcalde de Medellín, el rector y unos secretarios, se retiraron a mirar la universidad desde el balcón, con la fuente de Arenas Betancur en primer plano, donde las carcajadas y las anécdotas de prodigio, sustituyeron los discursos. Otra vez volaría a Bogotá y de ahí de nuevo a México, rompiendo el estigma de los 27 años de ausencia, con su diploma, su placa y sus dólares que le servirían para la vida grata con la que “el poeta mayor” de las últimas generaciones, balancea ciertos momentos de horror que ha vivido. Los asistentes se retiraron satisfechos de haber comprobado que aquella imagen repetida, correspondía a un ser vivo, intenso y mucho más cercano de lo que cualquiera se hubiera podido imaginar en Antioquia: Álvaro Mutis Jaramillo, certifica su cédula que se llama. EL MUNDO, noviembre 1 de 1983, página 13


Álvaro MUTIS

Ninguna proposición que descarte lo sagrado me interesa

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asta Gabriel García Márquez ha bebido de su fuente en este país: Álvaro Mutis, 60 años, autor de Los elementos del Desastre, Summa de Maqroll el Gaviero, Los hospitales de Ultramar, es el más grande poeta vivo colombiano en opinión de consenso. Desde hacía 27 años no venía a Medellín, –donde se siente atado por sangre materna–, y por su vida ha pasado tanta agua como por su obra. Lo sagrado y lo profano son los límites de esta entrevista, cálidamente concedida por Mutis, en compañía de sus amigos y admirados colegas Jaime Jaramillo Escobar, Darío Jaramillo Agudelo y Jaime Alberto Vélez. Ellos, con su silencio, sus precisas intervenciones y su atención, hicieron que la magia de Álvaro Mutis saliera a plenitud. Ana María Cano es la responsable de vertirla al texto escrito, tarea de titanes. (Alguien contesta el teléfono) —¿El señor Álvaro Mutis? (Responde inmediatamente una voz potente y modulada, como narrador avezado de películas de TV). —Sí, soy yo. (La periodista no da crédito a lo escuchado, sin embargo, prosigue hipnotizada por la idea de conocer un mito), —Quisiera hacerle una entrevista a usted. ¿Puede en este momento? (Silencio de segundos) —…Debe haber un error. Usted quiere entrevistar es a Álvaro Mutis, el poeta… (Segundos de desilusión) —¡Sí, claro! —Ah, no, él murió… (Ya en las redes de un tomapelo insigne, están dadas las primeras condiciones para el juego). —Bueno, me tranzaría por el que habla por teléfono… (Carcajada generosa y fuerte como caída de rocas) —Entonces, suba pues. (El primer acento internacional da paso en

Álvaro Mutis en la Plazoleta Central de la Ciudad Universitaria. Le acompañan, a la izquierda, el escritor Jorge Franco Vélez; y, a la derecha, el profesor Luis Fernando Calderon, director de la División de Extensión Cultural.

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este último segundo a una sutil y exacta imitación del deje antioqueño: pues…). Como para empezar, ya la escena está suficientemente dispuesta para un director ejecutivo de la Columbia Pictures para América Latina, acostumbrado hasta el cansancio a los hoteles, a los servicios, a la habitación, a la luz indirecta cuidadamente cinematográfica, al armario fugaz, a la compañía silenciosa y efectiva de los libros durante las interminables noches de los hoteles, al olor entre avión y discreto perfume estándar y a la atmósfera alfombrada. Ese es el ambiente que ha llegado a darle muchas oportunidades para escribir y leer en esos momento anónimos, lo mismo que en los aviones que tardan horas en depositarlo en ciudades que ya conoce muy bien pero con itinerarios de lectura por cumplir. Allí está un poco, solo un poco, al margen –sobre todo en Colombia, donde tiene tantos– de los lectores que ven en él y su poesía, al sabio, al guía. Sintiendo a muchos de ellos a su cargo, la periodista llega al piso 5 en el ascensor como si hubiera recorrido kilómetros. 518. Abierta la puerta. Ahí está. Una figura enérgica, los ojos expresivos que tanto dejan ver sus fotografías, la risa próxima a salir, vestimenta de ejecutivo europeo, una mano ya lista a apretujar cálidamente la mano desconocida, y detrás suyo la reunión: los conversadores que para la ocasión van a estar a la sombra de su frondosa charla. Si bien su pelo plateado dice claramente todo lo que ha vivido, la piel tensa y bronceada habla de una buena vida, de la vida de un hombre contento. ¡Qué gusto! Sentados ya, el hotel toma la forma de su casa temporal y funcional, y hasta el mesero que descarga los whiskies se siente tentado a quedarse oyendo, pero su trabajo ipso facto se lo impide. En cambio se quedan allí, extáticos, atentos, Jaime Jaramillo Escobar –interlocutor mayor y constante cita en la conversación de Mutis–, Darío Jaramillo Agudelo y Jaime Alberto Vélez –arrebatándole minutos para recordar nombres o formularle preguntas– y el propio Álvaro Mutis que ya con un cómodo carrizo explaya su figura y el vaso frío, puede entre historia e historia llevar a la boca. En el aire ha quedado una conversación interrumpida por el saludo sobre los hoteles, la lectura y la escritura, y hay que agarrarla. Mutis, que ha sido locutor, narrador y actor de tantas escenas, en la vida y el teatro, está esta vez y siempre habilitado para improvisar, amorcillar, citar, volver atrás o dar luces sobre lo que vendrá. Su papel, el de Álvaro Mutis, lo conoce muy bien, tanto que lo puede pasear por los negocios, la sociedad más banal o las tenebrosas circunstancias de un hombre intensamente dispuesto para la vida. Una luz atrás le da todavía más carácter de protagonista: y algo en él ilumina también de frente: los ojos, la risa. Continúa entonces plácidamente… AM: —Los hoteles tienen una tranquilidad muy especial, tienen la absoluta irresponsabilidad de donde no hay niños que estén estudiando bachillerato ni hay que pagar la luz y no hay que ocuparse de nada; entonces el tiempo se estira como un chicle y entonces lees… especialmente cuando te toca un fin de semana

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en Santo Domingo o en Tegucigalpa, ciudades que me gustan mucho pero a las que llevo 18 años yendo y ya en el trabajo las conocí. Mundo Semanal: ¿Y cómo organiza esas lecturas? AM: — Con una especie de azar organizado: si estoy leyendo un libro sobre Bizancio, que es un tema que leo mucho, y nombran a Sicilia, entonces quiero leer algo por ejemplo sobre los reinos aragoneses en Sicilia y de pronto de allí saltas a la novela. Lo que sí sabes muy bien es lo que no vas leer… Thomas Mann, por ejemplo. MS: — ¿Qué es lo que más lee ahora, entonces? AM: — Ahora leo mucha historia y poesía, muy poca ficción. Gabo dice que yo leo los ladrillos más espantosos y a veces me pide que los lea para que le cuente. Tengo un autor ahora que me interesa mucho: Álvaro Cunqueiro Gallego, español ya muerto, un narrador extraordinario (Ah, el de Merlín y familia, dice Jaime Alberto Vélez) lleno de monstruos y fantasías de mar, con una línea semejante a la de Gabriel García Márquez pero en el mundo Celta. Creo que ambos se conocieron. Tiene Cunqueiro también, una fantasía desbocada y profundamente lógica, usa galleguismos, arcaísmos y aquello queda como una tapicería. Estoy encantado con él. MS: — ¿Y cómo es eso de Thomas Mann, cuáles son los autores que ha tachado? AM: — Ya a los 60 años se cancelaron todos los que no se van a leer más: Thomas Mann, entre otros, porque no me dice nada, me parece pedante y sin nada que decir. Así mismo quiero crear una sociedad para matar a Julio Iglesias –ríe él y las carcajadas de todos quedan sepultadas bajo su carcajada de rocas cayendo– creo que vine a Medellín especialmente a dos cosas: a ver a Jaime Jaramillo Escobar –lo mira y el aludido sigue escuchando como hasta entonces ensimismado, sin percatarse de la importancia que le da el poeta Mutis– y por otro lado, a conseguir adeptos para liquidar a Julio Iglesias porque creo que todos los males de Latinoamérica vienen del él. MS: — A ver, ¿cómo es eso? AM: — Tengo ya una novela, aunque todavía me falta escribirla, sobre un pánico, una especie de fobia que yo tengo, a los tríos, de esos que hay en todos los hoteles de Latinoamérica y que no dejan hablar. El argumento es que un agente de la CIA recibe una misión delicada sobre un sabotaje soviético muy grave y debe hacer un viaje relámpago a varios países de éstos. Llega a México, hace las tres llamadas de rigor, las precisas, llegan los contactos, se van al bar para no levantar sospechas y en el momento en que empiezan a conversar llega el trío “Común rayito de lunaaa”… –canta con la misma melosa entonación–, llega a Guatemala, lo mismo, tres llamadas, al bar y el trío “amémonos mi bien quen este mundo….”, lo mismo en Quito y en todas las ciudades, hasta que el pobre agente llega a Washington y reporta: creo que esto va por aquí, aunque yo no puedo oír nada! Y se retira de la CIA para con toda la instrumentación


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engo una identificación absoluta con estas raíces (las antioqueñas) y este Premio (Nacional de Poesía Universidad de Antioquia 1983) toca en mí fibras afectivas, es como si me lo dieran mi mamá, Susana Ángel de Jaramillo, mi abuela y el juicio crítico de los antioqueños. A mi exilio salí por Medellín y temía el reencuentro con esta ciudad que significa tanto.

que le dio esa organización, ir a liquidar uno por uno, todos los tríos y de hecho acaba con ellos en todos los hoteles latinos, se va a Miami a descansar y comenta con alguien en la playa su plan diciéndole que toda la pobreza y la miseria latinoamericana es a causa de los tríos, pero el interlocutor recuerda que existe Julio Iglesias que reemplaza ampliamente a todos los tríos. La novela termina en el momento en el que el ex agente le está apuntando al cantante en el aeropuerto de Miami. Esa es la idea que tengo y además les encimo la muerte de los Menudos. MS: — ¿Cuáles son los males que esto representa? (La sonrisa no ha desamparado a nadie en la reunión lo que hace que comenzó el tema) AM: — Todo ese mundo de lamentación, de vencimiento, de negación e imposibilidad de actuar o de crear de Latinoamérica, viene de esa cosa quejumbrosa del bolero, que el trío representa perfectamente. En ninguna ocasión de esas he oído a uno que la mujer lo quiera, o que los hijos crezcan, además de que la música es de una pobreza lamentable.

MS: — ¿Qué música es la que sí le gusta? AM: — Adoro la música, soy melómano de toda la vida, me crié en la sombra de Otto de Greiff cuando fui locutor de noticias de la Radio Nacional en Bogotá y ya tengo tuberculosis de tanto oír a Chopin que es mucho menos lamentoso de lo que se cree, aunque el que yo veo es otro distinto del que muchos ven. Ahora, lo otro peor, es esa música impuesta para acabarte de embobecer que tienes en los ascensores, las librerías y algunos restaurantes. Eso es de un mundo idiota como éste y tiene que ser idiota un mundo al que no se le ocurrió sino dividirse entre derecha e izquierda, que ese sí es el apaga y vámonos. MS: — ¿Cómo fue aquello de la Radio Nacional?

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AM: — Tuve a los 18 años la “brillante” idea de casarme –el primero de tres matrimonios que lleva, esa vez con colombiana– tanto que Carranza decía que yo había confundido las ganas de casarme con las ganas de orinar. Por esa razón y en un exceso de generosidad, Jorge Zalamea que tenía en la Radio Nacional un programa de actualidad literaria, porque lo nombraron Embajador en México, me puso a mí. Aquello duró seis meses y se acabó, pero Bernardo Romero Pereiro que era director del Teatro Nacional y hacía radioteatro, Shakespeare y Casona a lo loco, se puso a actuar de radioactor. Luego se necesitaba un locutor y redactor y yo lo fui: en bicicleta iba a recoger las noticias, las redactaba y luego tenía que decirlas; eso era durante la Guerra y si hundían un acorazado y eso llegaba por los teletipos tenía que ir a los ministerios en la bicicleta para completar los datos. Fue allí donde oí toda la música grabada que existía entonces, en discos de 78 revoluciones y ahí nació la amistad con los De Greiff.

máquina hay algo aún no terminado, por eso no me gusta ser jurado de concursos. Y es que además nunca se termina un poema. En mi último libro me pasó con un poema llamado “Noticia del Hades” dedicado a Jaime Jaramillo Escobar: no se entiende por qué si lo trabajé intensamente, se me pasó un error en la máquina. MS: — ¿Cómo fue esa primera ayuda de alguien, esa primera publicación? AM: — Creo que Eduardo Zalamea es más importante de lo que se ha dicho y fue para mí la primera confrontación cuando me dijo: “Siento Álvaro que tú debes ensayar la prosa y cuando lo hagas te

MS: — Sigamos con ese capítulo AM: — Hice allí las compañías de León y de Otto de Greiff, que todavía continúan con éste último. Con León hablábamos de Apollinaire en el Automático, me recomendaba libros y me los prestaba. Un día me dijo –lo remeda con su voz de ultratumba y de antioqueño a la carrera, parecida a la de García Herreros– “Oiga Mutis. ¿Usted cuántos años dijo que tenía?”. 19, maestro, le contesté. “Imposible”, me dijo. “No se puede tener 19 años, o sea que olvídelo”. De la Radio Nacional pasé luego a un puesto de director de propaganda en la Compañía Colombiana de Seguros, también por generosidad de Rafael Guisao en ese caso. MS: — ¿Cuándo publicó su primera vez? AM: — Seguía casado para entonces y el primer poema que publiqué, que no fue el primero que escribí, claro, está en Los Elementos del Desastre y se llama “El miedo”. Lo publiqué cuando Alberto Zalamea tenía una página en La Razón. MS: — Hay un momento en que el escritor sabe que lo es y, si ese momento se da, ¿usted recuerda el suyo? AM: — Sí y se recuerda. Si todos los escritores que estamos aquí somos honestos tenemos que reconocer que uno sabe cuándo está escribiendo algo válido y cuándo está mintiendo. Como dijo Neruda, “Dios me libre de inventar cuando estoy cantando”. Cuando alguien le pide a uno que por favor lea esto, es porque el autor sabe que es malo y está esperando que de pronto le digan que es bueno. Hay que distinguir entre el poema que se le escribe a la novia, y lo que tiene validez, o si no se es un amateur. Claro que la publicación del poema es importante porque, me pasa también a mí, que hasta no verlo en letras de imprenta no veo el poema. En la

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staba en Córdoba viendo otra vez lo que dejó la dinastía de los Omeyas, cuando mi mujer, que es catalana, vino y me dijo: "Álvaro, que te dieron un premio –habla como ella– en Medellín". Cuál, pregunté. Algo de la Universidad de Antioquia, me dijo. Pensé entonces, es el de Vidales y me puse feliz. Fue precisamente un una revista de la Universidad de Antioquia donde leí por primera vez una antología de poetas surrealistas y me pasó como a Gabo cuando leyó Kafka; yo dije, si esto se permite…


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publico sin que me lo muestres”. Fue ahí cuando hice “El viaje”, ese texto en que el tren va bajando y efectivamente se publicó. Él me dijo, “eso me gusta, pero es poesía, no prosa”. Hoy lo veo claro y lo cuento tranquilo, pero entonces me estaba haciendo pipí de la confusión; lo cierto es que en esos días tuve la certeza: tengo algo que decir y lo voy a decir. Ya me vas a preguntar qué era eso que iba a decir y te podría contestar así aunque haya que reconstruir una historia larga. Don Jerónimo Jaramillo Uribe, mi abuelo, fue fundando fincas en el viejo Caldas, bajó sembrando cafetales y caña, porque cuando dejaba de producir el uno entraba la otra. Bajó al Tolima hasta la confluencia de dos ríos y allí tuvo una finca. Yo venía de Bruselas donde estaba estudiando –porque mi padre estaba entonces en el servicio diplomático– y llegué a “Coello”, así se llamaba la finca, donde me sumergí. Colombia me parecía invivible solo porque quería otra cosa, quería quedarme donde estaba, pero resulta que me encontré en esa finca y leyendo. Mi madre, que era bien antioqueña, me decía que si no estudiaba me iba a llevar el diablo –de eso se trata la literatura, apunta Jaramillo Agudelo en voz baja–. Esa tierra era la felicidad… si alguna certeza tengo es ésa. Como decían en mi casa, “oiga mija, pa’ que aprenda mija”, lo dice perfectamente Jaime Jaramillo Escobar: “La sabiduría se adquiere hacia los siete años de edad, el resto de la vida te la pasas desembarazando de ella”. Se trata todo luego del regreso a ese jardín perdido. Me acuerdo que entonces le dije a mi madre: “Yo tengo mucho que estudiar y no tengo tiempo de meterme a un colegio” y era verdad. Mis lecturas sobre Napoleón que era mi locura, al que yo vivía intensamente y otras lecturas. Otro estímulo fue mi profesor de literatura Eduardo Carranza que a través de su entusiasmo transmitía una devoción por la lectura. No recuerdo qué daba en las clases pero uno se sentía luego con pista para arrancar el vuelo; siempre me quedaba acelerado, pero más o menos solo. Tampoco terminé el colegio, creo que en realidad nunca terminé nada. MS: — ¿Cómo siguió su formación literaria? AM: — Me metí a los cafés porque era amigo de Jorge Zalamea, me sentaba allí de fresco. La primera gente con la que conviví en asuntos de lecturas fue con Eduardo Zalamea y Alberto Zalamea que era entonces un niño al que siempre vi como un hermano menor y aún esa relación está intacta. Fue Jorge Child el que me invitó a publicar en su revista Las armas y las letras. MS— ¿Cómo es su vínculo con lo colombiano? AM: — Yo si de alguna parte soy es de ese rincón del Tolima que levantó mi abuelo donde conozco cada piedra, cada cascada, cada… ¿cómo es que dicen los antioqueños que es más gráfico? –alguien le sopla: quebrada– cada quebrada, cada esquina. El otro día con Álvaro Castaño Castillo que se crió en otra finca y es hijo de antioqueños, le dije que podía ir allí como si ayer hubiera ido, aunque la violencia pasó por allí. Bebiendo aguardiente fuimos con Álvaro a Coello y lo

llevé al sitio exacto que describí en un poema, vas a ver que es idéntico al poema y nos vamos a bañar, le dije. –La Cascada se llama y dice: “Entró para lavar sus heridas y bañarse largamente en las frescas aguas de la cascada, protegida por altas paredes que chorreaban una parda humedad vegetal. Un malsano silencio se extendída desde el tumulto de las aguas que caían de lo alto, a través de un estrecho hueco cercado de plantas azotadas incansablemente por el torrente…”–. Pese a que ahora había allí una fábrica de arena que destruyó casi todo el paisaje, atravesé aquello como una brújula y empecé a pensar: “No era tan lejos”; pregunté a alguien del lugar por la cascada de la cueva y estaba allí mismo, la pared de piedra y ese recinto donde el agua cae en penumbra, aunque no estaba la mariposa negra del poema –a las que les tengo fobia–. Esa es mi tierra y eso es lo que yo soy, el resto es agregado: Bruselas, México, España. Ya no creo en Dios ni nada, pero antes de morir hay que saber bien las cosas: soy católico y de Coello. Ese país no tiene bandera pero sí tiene textos –señala con vigor el libro de Los hospitales de Ultramar– y constitución. La obra que hice no es fruto de un talento literario, eso fue hecho como una guía de turistas. Estoy exilado de ESE lugar y no es un esguince. Llevo 28 años viviendo en México y mi propósito es vivir alguna vez en España; en Colombia soy feliz y no tengo queja, pero soy de ahí y donde esté eso ahí estoy yo. MS: — ¿Y cómo ve en la distancia a los colombianos? AM: — Los colombianos vistos a través de la distancia, son curiosos, de mucho viajar los conozco tanto que soy capaz de reconocerlos entre muchos inmediatamente por la absoluta seguridad con que dicen las cosas más impresionantes, porque no se detienen ante nada y tienen siempre el gesto –enfatiza con la mano, asegurando– del que sabe absolutamente todo, del Concorde o de la economía en Hong Kong. Pero parecen saberlo todo. En cambio a Jaime –mira a Jaramillo Escobar– nunca lo he oído decir una afirmación rotunda sobre nada –él sigue guardando silencio, oyéndolo–, será porque llegamos al convencimiento de que nada es fácil. Los colombianos en cambio, tienen siempre la capacidad de explicarlo todo, mientras el resto de América Latina es de un pudor y un cuidado inmenso; solo conozco un argentino que me explicó el semáforo un domingo que lo invité a caminar por Wall Street, cuando es desolada y ves de pronto un gatito que pasa ta-ta-ta y el argentino seguía: este busto es el del Dante, el que escribió La Divina Comedia… (risas) pero la de hoy es una Colombia que no conocí, con la entrada al mundo de la mujer, porque cuando me fui sólo estaban Esmeralda Arboleda, Emilia Pardo y pocas más. Magnífico hoy porque ellas son menos arriesgadas y puede ser que no echen mano al Concorde y arreglan lo inarreglable. Jaime A. Vélez: —Es curioso que casi todos los escritores importantes han superado ese ser colombiano: usted incluido. AM: — Es cierto. Por ejemplo, el mundo de Rafael Maya de pastores y mármol, que no es muy tenido en cuenta, es válido, en este país de retórica aquello vale, son como frisos. Él no estuvo metido en el corsé

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musical en que los metió Valencia, pero la bisutería los demolió como a Barba Jacob, un vocabulario inaceptable en donde en el primer “plectro” se jode uno. Pero a Maya –mira a los poetas reunidos–, métanle la mano, que ese mundo de dioses y de reyes es muy particular en él que fue un profesor de literatura española toda la vida, que nunca pidió nada ni entró a ese mundo pútrido de la política; a veces es efímero, a veces casi banal, pero se sostiene. Es como una falsa antigüedad, un edificio de cartón piedra, precisamente en este país de retóricos en el que Juan Lozano hace un soneto a la Catedral de Colonia… D. Jaramillo Agudelo: —También Aurelio Arturo se sale de ese “ser colombiano”… AM: — Sí, claro, Aurelio Arturo, mi gran amigo, no es lo que puede llamarse un escritor colombiano, fuimos muy amigos y también él fue muy marginal; sin que caigamos, claro, en el maniqueísmo de lo colombiano. Ya no nacimos en Londres como creíamos en 1900 ni en París como se creyó luego y nos estamos matando como perros. Sí, yo siento referencias muy importantes en Castilla y beso esa tierra, pero no soy de allí, somos de aquí. Jorge Zalamea sería otro marginado de la lista que hemos hecho. En todos ellos sus obras son tan individuales que se salen del marco nacional, es un proceso inductivo que sale a otra dimensión como cuando Jaime Jaramillo nombra en un poema a Anzá, eso es Babilonia, se dispara la referencia. MS: — ¿Qué referencias colombianas tiene en su exilio? AM: — Cada vez giro más en torno a Aire de tango: ¿han releído esa novela de Mejía Vallejo? Esa obra tiene corrientes subterráneas y muchas claves secretas del subconsciente colectivo: no es que estemos matándonos porque sí, es algo sacrificial, cainita y todo eso está en ese libro, que cuando lo vas leyendo hueles que el narrador mató al héroe. Ese texto en manos de un Junguiano o de psicoanalistas post Jung da todas las claves de lo que está pasando aquí. (Todos miran fascinados y guardan un silencio que pide al poeta que siga) ¿Cómo un Presidente esencialmente antioqueño al que hubo razones políticas que lo eligieron, pero que da ejemplo de cordura, diálogo y mesura en un mundo demencial, jugándose entero, precisamente cuando su departamento se está desangrando? Es como si hubiese una conciencia secreta de que hay que parar el proceso destructor y por el otro lado un fatídico destino que tuviera que cumplirse. Claro que no es un dogma, pero es un problema que tenemos que resolver antes de morir. El mundo antioqueño que se dice nace de una represión sexual brutal, de esa relación estrecha con la madre, en este universo reprimido de matronas, pero al mismo tiempo donde a la mujer se le hacen 18 hijos y la matas, sin placer ni interés… podría decirse: el problema es represión, pero este departamento ha dado –y Caldas incluido, por eso estoy yo ahí– (ríe) la gente más inteligente de este país, gente que ha comprendido problemas, los

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que no han sido entontecidos por el mito religioso, con mentes más despiertas e imaginativas. MS: — Sigamos con Aire de tango… AM: — El tipo que se metía en Carlos Gardel, en sus gestos, en un mundo que vive el antioqueño que es el de la paradoja. Hay varios factores: el tahúr que hay adentro de cada antioqueño, su tentación por la fortuna fácil, por la guaca. Porque si fueran emprendedores de verdad, hubieran conservado las empresas, pero las feriaron, siempre están listos a vender instantáneamente: yo vi a mi abuelo cambiar en una mesa de café El Paraíso por una finca en los Llanos que no conocía, eso es de pésimo negociante. Es cierto que el antioqueño tiene capacidad de generar, de hacer el primer esfuerzo, como decía López Pumarejo: “Los antioqueños no son trabajadores, hacen trabajar”; son más vagos de lo que se piensa y están listos a mandar a la mierda todo en cualquier momento. Pero faltan al país elementos que están aquí. Tengo una identificación absoluta con estas raíces y este Premio –el que le dieron de la U. de A.– toca en mí fibras afectivas, es como si me lo dieran mi mamá, Susana Ángel de Jaramillo, mi abuela y el juico crítico de los antioqueños. A mi exilio salí por Medellín y temía el reencuentro con esta ciudad que significa tanto. MS: — ¿Dónde supo lo del premio? AM: — Estaba en Córdoba viendo otra vez lo que dejó la dinastía de los Omeyas, cuando mi mujer, que es catalana, vino y me dijo: "Álvaro, que te dieron un premio –habla como ella– en Medellín". Cuál, pregunté. Algo de la Universidad de Antioquia, me dijo. Pensé entonces, es el de Vidales y me puse feliz. Fue precisamente en una revista de la Universidad de Antioquia donde leí por primera vez una antología de poetas surrealistas y me pasó como a Gabo cuando leyó Kafka; yo dije, si esto se permite… Leí Bretón y me gustó, a Aime Cessaire lo leí y lo traduje, Saint John Perse me hizo un bien enorme. Enrique Molina… Estoy seguro de que todos los poetas nos vamos al cielo: eso espero al menos. Con Enrique me conocí a través de un poeta brasilero en uno de esos hoteles inverosímiles en México donde los cuartos destartalados dan al patio y donde hay medio putarronas medio familias… Lo invité a mi casa de México y pasó algo maravilloso… (Se espera a Jaramillo Escobar, que salga del baño, para contar la historia). Nos sentamos en el sofá y cuando miré vi un hermoso pájaro muerto entre los dos, pensé que él lo había traído momificado para sorprenderme. Cuando le pedí que me lo regalara me di cuenta de que no lo había traído y de que no podía entender ni su belleza ni por qué estaba ahí. Molina hizo luego un poema con él y yo, que detesto las explicaciones racionales –esas dejémoslas a los marxistas o a los jesuitas, que es casi lo mismo– supe seis meses después por un ruido y un nuevo pájaro herido que se daba contra las paredes de la casa, que venían volados de una jaula en que los tenían unos europeos vecinos. Eso le pasa siempre a Enrique Molina que es un iluminado realmente.


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ada vez giro más en torno a Aire de Tango: ¿han releído esa novela de Mejía Vallejo? Esa obra tiene corrientes subterráneas y muchas claves secretas del subconsciente colectivo: no es que estemos matándonos porque sí, es algo sacrificial, cainita y todo eso está en ese libro, que cuando lo vas leyendo hueles que el narrador mató al héroe. Ese texto en manos de un Junguiano o de psicoanalistas post Jung da todas las claves de lo que está pasando aquí. MS: — ¿Cómo es esa curiosa relación con España que ha enunciado varias veces en la entrevista? AM: — España… todo lo demás es un error. Es la última carga de mito, de locura, misticismo y verdad que queda en el mundo y por ella nos vamos a salvar, ¡o nos jodemos! En este último viaje un taxista español, al que le preguntamos si estaba muy peligroso aquello, como dicen, y él nos contestó esto: “El peligro está donde está el cuerpo”. ¡Ahí está todo Séneca y San Juan de la Cruz! Al mismo tiempo tiene aquella desesperanza, aquella noción de inutilidad que es uno de los temas míos. MS: — Hace un rato cuando hablaba de las cosas maravillosas que le suceden a Enrique Molina, pensábamos en lo que entre García Márquez y usted se debe dar en ese sentido, ¿o no? AM: — En mi amistad con Gabo las cosas así ya no son extrañas; es solo cuestión de pensar en alguna cosa de él para que me llame. En cuanto a lo que se dice de mi lectura de los originales de Gabo, esto lo hago por generosidad de él, pero siempre cuando la obra ya está redonda porque él sólo quiere verte la cara. Se trata de hablar, para no sacar –y voy a usar

una palabra que detesto– del contexto nada. Contexto, como el entorno –a Jaime Jaramillo le encontré un entorno por allá– a nivel de o se inscribe, dejémoslas a los pedantes que las han creado para un mundo idiota, el mismo de la música impuesta. La otra noche en un hotel me pasó lo peor: ¡se había dañado la perilla de la música y tuve que oírla aún en sueños! MS: — Volviendo sobre Gabriel García Márquez y usted, se pregunta uno cómo concilian sus diferencias ideológicas… AM: — Entre nosotros dos las palabras van sobrando ya; Gabo es un racionalista total y yo acepto totalmente lo mítico, eso explica por qué soy monárquico, porque no soporto que nos gobierne otro hombre como uno, tiene que ser un hombre ungido por Dios. Personalmente pienso que la política es una de las formas de frivolidad y ni Gabo ni yo nos hemos planteado nunca ese problema entre nosotros… ¡estamos tan imbricados en otras cosas! Desde que conocí hace 35 años a Gabriel tenía algo que aún le sigo admirando: una profunda vocación de lucha y una esperanza por un mundo mejor. Por mi parte, ese maniqueísmo miserable de derecha a izquierda, no lo vivo, no me interesa y así lo digo

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cuando me preguntan por qué trabajo para la Columbia Pictures que es de la Coca-Cola… Con Gabo ya la relación es de orden familiar y más bien hablamos de cosas nuestras, de nuestros hijos, por ejemplo. MS: — ¿Cómo es su vinculación (o afinidad, como prefiera), de este mundo con lo sagrado? AM: — (Sonríe complacido) Yo que creo en un mundo sacralizado y mítico, veo con horror que cada vez hay más computadores, que cada vez se acerca a esa literatura de ciencia ficción que no me gusta. Creo que es un mundo a medias: ninguna proposición que descarte lo sagrado me interesa, nada que parta de un asunto racional. MS: — Ya vamos terminando… (él sonríe y confirma que se siente tan cómodo conversando y que no le molesta que se extienda). ¿Cómo fue la generación de Mito, a la que perteneció? AM: — Fuimos Jorge Gaitán Durán, Cote Lamus, Castro Saavedra, Fernando Arbeláez, Rogelio Echavarría, Pedro Gómez Valderrama y yo… –Alguien pregunta por Castro Saavedra, y Álvaro Mutis dice–: Castro Saavedra se dedicó a una poesía circunstancial: no hay que olvidar que ya se dijeron todos los fusiles y todavía nos seguimos matando… Yo fui reaccionario desde chiquito para poder cantarle a los ángeles ahora ¡tranquilamente! (risas) La verdad es que la generación de Mito no tuvo como la de Piedra y Cielo una cohesión personal. Yo nunca conocí personalmente a Cote Lamus y Jorge Gaitán me era antipático por su forma de criticar. Mi amigo allí era Fernando Arbeláez, pero reconozco que Gaitán fue un gran promotor y un gran provocador; además fue él quien le envió mis poemas a Octavio Paz. La Revista Mito tuvo entonces una función de pensamiento y política con la que no estuve de acuerdo nunca, tal vez porque no me dio el sarampión de la izquierda, o a lo mejor es que todavía me falta… –guiña los ojos– Gaitán fue el gran difusor en un momento en que vivíamos el aislamiento de la violencia en Colombia…creo que el tiempo ha castigado la poesía de Gaitán Durán, pero admiro aún su capacidad de intercambiar. Yo viví marginalmente aquella generación, porque nunca viví plenamente la vida de un hombre de letras: ya tenía una responsabilidad (el matrimonio aquel de los 18 años) y por otro lado vivía la frivolidad de la vida social. MS: — ¿Un pequeño-burgués? AM: — (riendo) Pequeño-burgués no he sido nunca y eso sí lo detesto. He sido un buen burgués. MS: — ¿Cómo es la última obra inédita que nombró? AM: — Se llama “Los emisarios” y consta de unos poemas que ya hice: el funeral de César Borgia en Viana, uno sobre la última zarina rusa, uno sobre la visita de Maqroll El Gaviero (…), una presentación del mundo de los muertos que se llama "Noticia del Hades" y es el de Jaime Jaramillo Escobar. Me faltan otros dos, para uno de los cuales fui a Córdoba, por mi obsesión con la dinastía de los Omeyas y el mundo árabe en España. MS: — Después de demostrar hasta la saciedad

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el conversador que es, ¿quiénes han sido sus mejores contertulios? AM: — (Recuerda una anécdota de su madre que cuando niño le decía: abre la boca, dice que muchas saludes y que cómo están). Partimos de que los conversadores son los que saben escuchar, porque Diego Rivera lo es, pero Octavio Paz es mejor narrador de los episodios de su vida, porque en discusiones se exacerba. Gabo sabe escuchar y conversar, Nicolás Gómez Dávila, Fernando Botero y Folkening son extraordinarios. Son los que saben atizar la conversación… (Jaime Jaramillo Escobar, que no ha hablado una palabra, dice): — Pero a ti, si se te atiza, incendias la casa… (Todos ríen) Han transcurrido horas sin sentir: Álvaro Mutis se ha parado, sentado, gesticulado –de pie con los brazos abiertos parece dominar el aire–, sin embargo, su correcta corbata roja, su camisa crema y su chaqueta de ejecutivo internacional, se han mantenido en su punto, el pelo gris, como de protagonista ha sido repasado con su mano larga, sufrida pero plácida. No ha perdido el brillo en los ojos ni un minuto y detrás de él, del hombre que conocía de Medellín especialmente el Club Campestre y cierto pequeño jet set, del narrador y actor de cine, se agazapa pero convive el hombre desolado que ha vivido la pesadilla del “Palacio negro” de la prisión de Lecumberri donde la muerte estuvo posada sobre él, la desolación y desesperanza de sus poemas: un hombre que ha ido de la muerte a la vida en un rango inmenso. Su intensidad es comparable con la de su amigo Luis Buñuel, de quien fuera asistente en Nazarin y que un día en el que iban a compartir su pasión por la paella, hecha por el maestro español, y después de mucho vino y pausada cocción de la inmensa paila, Buñuel probó, lo botó con asco, trajo de arriba un revólver y tas, tas, tas arregló cuentas con su equivocación culinaria, comprando dos pollos asados para liquidar la conversación. El asombro de Mutis puede ubicarse en la noche de su niñez, en la que se levantó al baño en una hacienda antigua y se encontró en el camino un ataúd; olvidándose de su urgencia fue a despertar a su madre para consultar aquel espanto. Ella le aclaró, con esa lógica tan antioqueña, que una pariente enferma había sido desahuciada y por eso se había comprado el ataúd, pero que en vista de su mejoría, se le había dado un nuevo uso para guardar ropa sucia… que se tranquilizara. Él aún guarda el asombro y descarta entonces como ahora, las explicaciones lógicas.

EL MUNDO, El Mundo Semanal, sábado 5 de noviembre de 1983, páginas 5 a 8


Álvaro MUTIS

Edición III

1985

Jorge ARTEL

En el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, el rector Saúl Mesa Ochoa hizo entrega del Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento al escritor cartagenero Jorge Artel; y del Premio por Concurso al poeta Fernando Herrera Gómez, ganador del segundo puesto, puesto que el primer lugar fue declarado desierto. Al fondo, el escritor Luis Iván Bedoya.

Jorge Artel ganó Premio de Poesía U. de A.

J

orge Artel fue declarado ayer ganador del VI Premio Nacional de Poesía que convocó la Universidad de Antioquia, en la modalidad de reconocimiento.

Este poeta cartagenero, radicado a media hora de Barranquilla, se hace acreedor a 250000 pesos y a la edición de una antología de su obra. Seguramente estarán en primer plano sus poemas dedicados a la negritud. El premio se hará efectivo el próximo 10 de junio en solemne acto. El jurado estuvo integrado por Luis Vidales, Rogelio Echavarría, Mario Escobar Velásquez y Meira Delmar –quien reemplazó a Fernando Charry Lara-. En el acta hicieron constar que “su obra es expresión de sentimientos y vivencias de perdurabilidad y trascendencia ya que en ella canta desde adentro la raigambre de su pueblo”. El jurado estimó como urgente necesidad la de presentar una selección de lo más caracterizado del trabajo poético de Jorge Artel rescatándolo así para la memoria nacional y “esto se constituirá en el reconocimiento más eficaz para la obra del poeta” Desde la obra Tambores en la noche, Artel se consagró internacionalmente como poeta. Es reconocida internacionalmente siguiendo las directrices de los trabajos populares, marinos… Según Meira Delmar, “en

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Colombia la poesía negra, que tiene en el fondo no solo el colorido que hay en la música, en la danza… sino también la pena del negro, lleva el nombre de Artel. Es el verdadero representante de la poesía negra. Con su obra Tambores en la noche ganó una posición indiscutible en la poesía de América, además está su amistad con los poetas negros de Norteamérica, entre otros. L. Hughes dice como se le considera entre los grandes valores de la poesía de una raza y de un pueblo. Este premio que entrega la Universidad de Antioquia sienta en nuestro país un gran premio, como lo tiene España con el Cervantes y como lo tienen ya otros países. Es un paso de avanzada que merece el reconocimiento nacional”.

alusión a que el ganador fue seleccionado de las postulaciones recibidas, tal y como se estipula en los reglamentos del certamen. Se afirmó que hay otros poetas muy importantes que no fueron postulados y por lo tanto quedaron por fuera. El postulado mayor lo recibió la obra de Jorge Artel. En general, el evento tuvo mucha acogida en la Costa Atlántica de donde hubo más correspondencia con nombres de candidatos. Ni siquiera en Medellín se dio tal cantidad de propuestas, siendo esta la ciudad sede. Rojas Herazo fue postulado más de una vez y aunque no consta en el acta sí dijeron que él ya había recibido su homenaje hace poco.

Luis Vidales afirmó que su reconocimiento no excluye la última fase de su trabajo, donde hace una poesía social más manifiesta. “Considero que todo gran poeta en el mundo, no de ahora, desde Homero para acá, ha cantado a su tiempo. Cervantes ha hecho lo mismo y yo respeto mucho ese juicio como aprendiz de poeta. A veces la gente se asusta con eso. Pero la poesía política tiene su medida y su persona, no puede hacer panfletos, tiene que mantenerse en el plano lírico. Pero, cantar a los demás es hoy día, en este mundo estremecido, una de las exigencias de todo poeta. Ahí está Artel”. Entre su obra reciente se cuentan Poemas con botas y luceros y una novela: No es la muerte, es el morir.

Guillén: “Es una poesía popular… Hay en su obra drama humano, dolor, protesta, todo bajo un clima de ritmo cálido”.

En el acta se felicitó a la Universidad por auspiciar el reconocimiento efectivo y necesario de quienes dedican su vida a la creación poética, contribuyendo a extender la obra y el nombre de los poetas más connotados. Igualmente se dejó constancia de la participación de la personalidad y entidades culturales y literarias de todo el país que se hicieron presentes enviando sus candidatos para el certamen.

Gaitán Durán: “Significa su lírica un matiz distinto, pues se aparta casi siempre de la resonancia exterior y del juego verbal de palabras de argot, para lograr sus poemas en verso, llenos de sentido de su raza, pero escritos en un conciso idioma. Sin embargo, también ha trabajado poéticamente en el otro sentido, más de sonido y cercano obviamente a la música negra”. Carranza: “El mar se oye como perfecta música de fondo en la poesía de Jorge Artel. Un auténtico mar de labio devorante aparece con frecuencia, casi tangible, a flor de verso”.

En la reunión sostenida con los miembros del jurado se hizo

El negro Artel

Por Ofelia Luz De Villa EL COLOMBIANO. Mayo 6 de 1986

Por Fernando Vera Ángel

El Negro Artel se va acercando a sus ochenta años. Los aparenta en lo físico por sus quebrantos de salud, hasta el punto de tornarse para él una osadía los viajes que deba acometer en tal o cual razón. En lo intelectual, ni riesgos: se mantiene expectante y abierto a todas las manifestaciones del mundo y aunque sin la fortaleza de ayer, todavía en sus manos cabe el vaso de ron con algún mezclador. Aún tiene la capacidad de escribir una cálida y agarabatada dedicatoria a quien se la pide. Aún conserva por su Ligia sincero y espontáneo amor. Aún les dedica sentidos piropos a las mujeres que se le acercan. Aún puede gritar susurrando que la guerra tiene su razón de ser “sólo por la paz, por un mundo sin clases y una justicia social sobre la tierra”. En este 1986 nos volvimos a acordar de Jorge Artel. A la brava. Porque Rogelio Echavarría, Luis Vidales, Meira del Mar y Mario Escobar Velásquez, iluminados por la paloma de la lógica –no la de la paz, que tiene heridas letales en este siglo–, decidieron otorgarle el Premio Reconocimiento que concede la Universidad de Antioquia en conjunción con otras entidades estatales por su valía de poeta nacional. Pese a ser pocos sus poemas y su prosa, han quedado sus “Señales de humo” y nadie medianamente interesado en los asuntos de las letras podrá ignorar que, junto a Candelario Obeso, Nicolás Guillén o Luis Palés, alguien dijo: “Negro soy desde hace muchos siglos. Poeta de mi raza, heredé su dolor. Y la emoción que digo ha de ser pura en el bronco son del grito y el monorrítmico tambor… yo no canto un dolor de exportación”. Artel, por suerte, es testigo de este homenaje. No tuvo que morirse como hace unos años para confirmar el cariño que se le tiene y la circunstancia de que sea indeleble la huella de sus lindos cantos a la raza, a su tierra natal, a Colombia, a la mujer, al amigo, a la equidad. El nómada bohemio, coterráneo del Tuerto López, ancló hace varios años en Barranquilla. Allí le llega por conducto de personas que le son queridas un giro mensual que le paga el Municipio de Medellín, del cual es pensionado. Le resulta incómodo movilizarse de un lugar a otro como lo hizo hasta dos décadas atrás, cuando recorrió el mundo sin saberse cómo, pues ni el derecho ni la poesía le han dado un peso de más. La artritis lo tiene jodido y a duras penas cumple compromisos imperativos, como aquel de ir a la Casa de Nariño a leerle al presidente Belisario y a sus invitados muchos de sus versos, hace tres años. En la capital del Atlántico evoca sus épocas de La Habana, Nueva York, Panamá o de Santa Elena, en

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Jorge ARTEL

El jurado que evaluó la postulación del poeta cartagenero Jorge Artel estuvó integrado por los escritores (de izquierda a derecha) Meira Delmar, Rogelio Echavarría, Mario Escobar y Luis Vidales. Antioquia, en donde ejerció la inspección de policía a punta de canciones, tertulias y solidaridad, haciéndose al cariño de quienes eran sus vecinos y a donde concurríamos dispuestos al solaz que permitía un hogar en el que todo se mantenía en lindo desorden, hasta las ideas de quienes compartíamos la botella, salvo las de Miguel y Nazim, los muchachos de Artel y de Ligia, que actuaban y razonaban como si tuviesen muchos años más de los que en realidad tenían. Sobrio o ebrio le dedicaba, igual que hoy, horas enteras a las anécdotas vividas con sus amigos. Jamás ha olvidado a algunos que le tendieron la mano mientras la necesitaba, como Fernando Gómez Martínez, quien le envió un cheque por sus colaboraciones periodísticas justo cuando más lo necesitaba. Esta es buena hora para sacar de los anaqueles su Tambores en la noche, su Poesía negra, su novela No es la muerte, es el morir, para degustar su musicalidad, su rima peculiar, limpia y clara (El porro da la medida/ exacta de la pasión. / Tiene el ritmo de la vida, / late con el corazón…). Lo es también para conocer sus desgarradores cantos por las inequidades, por la violencia y por la discriminación que tanto les sirve a los gringos para sus oestes. Igualmente lo es para aprender de memoria sus palabras a una compañera, cuando le dice: “…hablas como si estuvieras abriendo surcos, / con un fervor agrario/ que convierte tu piel en barro y trigo. / Amo entonces esas palabras tuyas, /esos versos punzantes/ que te has ido arrancado como espinas…”.

En Medellín, en el año 81, la Biblioteca Pública Piloto, el Museo El Castillo y la U. de A. le rindieron un homenaje a Jorge Artel. La presentación estuvo a cargo de su amigo Carlos Castro Saavedra (a la izquierda). En el centro, la directora de Extensión Cultural, Luz Helena Zabala.

EL COLOMBIANO, Dominical. Junio 8 de 1986, página 2

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Mi poesía es la voz del pueblo Por Mariluz Vallejo

Esta semana estuvo en Medellín Jorge Artel, recibiendo el Premio de Poesía por Reconocimiento que le otorgó la Universidad de Antioquia.

C

on más de 75 años, tullido, reumático y achacoso, Jorge Artel está más aguerrido que nunca con su poesía social, y a falta de alientos para militar en la UP y hacer la revolución, escribe todas las noches y bombardea desde la Voz Proletaria “porque mi poesía es la voz del pueblo”. Hasta se da el lujo de decir cosas “Al oído de Rambo-Reagan”. Algunos dicen que Artel es el Guillén de Colombia por su poesía negra; otros dicen que es el último poeta socialista junto con Vidales, y más de uno piensa que su poesía está trasnochada. Pero él escribe con esta convicción desde los nueve años y luego hizo una combinación de abogacía, periodismo y poesía, que han sido sus tres oficios. “Porque el poeta debe denunciar las situaciones políticas y orientar al pueblo desde su campo estético”. Pero aclara que su poesía no es de cartel, panfletaria, porque precisamente su trabajo consiste en encontrar las imágenes y el tono perfecto para ventilar sus ideas políticas. Con Poemas de botas y banderas (72) logró escribir el libro de tesis, aleccionador, dice él, y comenta que su obra reciente es muy distinta de Tambores en la noche (41), el libro que lo consagró, pero “ya estoy dedicado a la poesía social, ya la etapa de Tambores en la noche culminó, todo quedó dicho”.

Más agresivo que nunca Es más, afirma que su obra actual es más agresiva que la anterior porque “antes yo buscaba la identidad cultural a partir de los ancestros de una manera pacífica. Pero ahora busco es la identidad cultural del pueblo y hay que decir las cosas como son”. Y a estas alturas no le tiembla la mano para nada.

En esos años veinte las inquietudes intelectuales se le juntaron con la picazón por la política y fue representante a la Cámara por la izquierda. Pero hay un episodio desconcertante en la vida de Artel, cuando aceptó declamar sus poemas en el Palacio, a invitación de Belisario Betancur hace tres años. Aclara que en esa oportunidad, como otra vez en que estuvo en la Cámara de Representantes, leyó sus poemas revolucionarios, sin hacer concesiones.

El negro Artel Cuando estaba joven su poesía le sonaba muy raro a la gente. Le decían El negro Artel. Nunca reconoció influencias directas de Guillén aunque han sido grandes amigos y han tenido dos encuentros en Cartagena. Hasta le regaló una vez una sortija-amuleto con una inscripción en lenguaje pretón que decía “Siempre fiel”, pero se le embolató en estos días. Explica que la poesía de Guillén es muy diferente a la suya porque aquel “siempre usó el método del son cubano”. En cambio reconoce que siempre le tiró la poesía del norteamericano Langston Hughes –en línea negra-sureña–, con quien se carteó mucho rato. Y paradójicamente, la poesía de Artel ha sido comentada en Estados Unidos, blanco de sus ataques más furibundos. También reconoce cierta familiaridad con Luis Mattos, en la misma línea negra, porque Candelario Obeso sí era folclorista. De Luis Vidales, uno de los jurados que lo escogió, es amigo y admirador hace años.

Un “cuadro” familiar El poeta Artel tiene un “cuadro” organizado en su propia casa. Su esposa costarricense Ligia Alcázar, –uno de los regalos que le dio su larga residencia en Panamá–, es poetisa

La característica fuerte de su obra anterior eran lo negroide y lo marino –porque el negro siempre está siempre al mar–, y en la obra actual el mar no está presente. “Aparece el dolor del hombre cercenado por la sociedad. El indio, el negro y el pobre como ciudadanos de tercera categoría que solo le sirven al estado para votar en las urnas. Eso es lo que el poeta no comprende y trata de explicarle al pueblo”. El humor también está en su canto, con mucha ironía. Artel se confiesa viejo militante desde niño, en el Barrio Getsemaní de Cartagena, donde nació. Cuando María Cano y Torres Giraldo llegaron a Cartagena, él fue quien pronunció el discurso de bienvenida por ahí en el año 24. Inclusive fue amigo personal de María Cano que le parecía “una mujer formidable, batalladora, soñadora y con una gran fe. Además, era muy bonita y chiquitica”.

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Juan Luis Mejía y Jorge Artel.


Jorge Artel

y está dedicada a escribir cuentos revolucionarios. Y sus hijos Jorge y Miguel escriben y militan. Jorge, de dieciocho años, es su mano derecha y su secretario. Es el que le refresca la memoria y sabe dónde están todos sus escritos. Viven en una casa de la organización El Concord que le regaló el presidente Betancur y se mantiene llena de gente que llega a consultar o simplemente a charlar con el maestro y a que les lea poemas (porque ya la memoria lo traiciona). Sobre todo con los grupos de jóvenes escritores y poetas de la Costa, los mismos que lo postularon para este premio de poesía. Eso sí, le tienen que avisar con tiempo las visitas para que no lo saquen abruptamente de su abstracción. Ahora viven sin sobresaltos pero apretados. Por eso el maestro piensa terminar unas ampliaciones en su casa con la plata del premio. Además, le quiere publicar un libro a su esposa. Ya él se sentirá pleno cuando salga una antología de su obra que nunca pudo sacar decentemente, con el sello U. de A. Artel el hombre, visto por su hijo, es bastante comprensivo, organizado y pendiente de los pequeños detalles. A propósito, escribió un poema que nos lee su hijo sobre la educación: Yo enseño a mis hijos a jugar con las palabras, para que no le tengan miedo a las palabras. / Yo refiero a mis hijos los cuentos de brujas, para que no le tengan pánico a las brujas. / Yo enseño a mis hijos a fabricar peleles, para que no los impresionen los peleles/. Yo enseño a mis hijos el teatro de títeres para que no olviden nunca que el que menos cree en los títeres es el de titiritero. “Soy un hombre común y sencillo que les ha enseñado a sus hijos a que sean auténticos. Por eso siempre recuerdo el pensamiento de Kempes: ‘Ni vales más porque te elogien ni menos porque te vituperen’. Éste ha sido un lema de mi vida”.

El Artel trotamundos Ahora porque tiene que andar de bastón, es que no se mueve, pero ya se había desquitado suficiente en su vida de trotamundos. Vivió más de diez años en Panamá –después de estar preso año y medio en la Base Naval de Barranquilla cuando el asesinato de Gaitán–; estuvo cuatro años en México y, en Santa Elena (Antioquia), vivió y trabajó como inspector de policía durante seis años. De allí su amor por esta tierra que le ha sido recíproco. En Santa Elena le tocó esa rutina prosaica de levantar cadáveres y resolver delitos menores. “Yo encontraba ese oficio muy distraído, además, era una inspección muy quieta”. Recuerda que alguna vez le tocó arrestar a unos caballos cabeciduros que pisaban predios extraños y les metió un gran susto y una multa a los dueños. Otro de los casos como abogado que recuerda Artel es el de la ruidosa defensa que hizo de un tipo que mató a su amante de diecisiete puñaladas. Y lo ganó argumentando que el hombre se cegó en un momento de intenso dolor y pasión ciega. Eso fue en Barranquilla en el año 72. Después de trajinar mucho rato en el derecho y el periodismo, lo que más mortifica al poeta es no haber podido conseguir las tarjetas profesionales,

por incomprensión de la burocracia del papeleo. Una paradoja para él, que durante cinco años consecutivos recibió el Primer Premio de Periodismo en Panamá, donde trabajó en distintos periódicos. Y toda esa obra periodística está por ahí dispersa. Otro sueño que conserva es el de seguir viajando. Después de recibir este Premio de Poesía de la U. de A., el poeta no ha tenido respiro. Primero creyó que le estaban tomando el pelo, pero luego se vinieron los homenajes de la Universidad Simón Bolívar que le da una pensión por ser una especie de Miembro Honorario de la Unión de Escritores y de la Asociación de Educadores, y lo tienen amenazado con más celebraciones. –Y muestra orgulloso el reloj y la máquina de escribir que le regalaron–. De todas formas Artel dice: “Nunca le he pedido nada a la vida. Soy un tipo conforme”.

EL MUNDO, Semanal. Junio 14 de 1986, página 4

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Edición IV

1988

José Manuel ARANGO

Zulma Orozco, directora de Extensión Cultural; Rogelio Echavarria, poeta homenajeado; José Manuel Arango, profesor del Instituto de Filosofía; Jaime Restrepo Cuartas, rector de la Universidad de Antioquia; Clara Inés Giraldo Molina, vicerrectora de Extensión; y Juan José Hoyos Naranjo, profesor de la Facultad de Comunicaciones.

La poesía es celebración de la vida Gente que escribe. Vuelven con sus entrevistas literarias Mario Escobar y Reinaldo Spitaletta. Esta vez el invitado es el poeta antioqueño José Manuel Arango, ganador del IV Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento, otorgado por la Universidad de Antioquia.

La revelación le llegó en quinto de primaria, allá, en su pueblo natal, El Carmen de Viboral. El profesor de español, don Luis Carvajal, les leía poemas a sus alumnos. Uno de ellos quedó fascinado para siempre. Y entonces, a partir de esos instantes, José Manuel Arango encontró algo que era suyo: la poesía. José Manuel Arango es un tipo de enormes brevedades y manifiestas timideces. Abunda en pensamiento y en profundidades, más no en palabras. Cuando los reporteros hacemos un balance de lo que sabemos de él, nos hallamos pobres de solemnidad: es un hombre modesto, de pocas opiniones. O tal vez se las evita. Establecer una semblanza suya es tarea harto difícil, pero grata. El creador de Este lugar de la noche esconde los ojos muy perspicaces atrás de unas gafas grandes, y el alma, extensa, en un cuerpo recogido, como si tuviera un frío perpetuo. No destaca en parte alguna por nada, pero en todas por su poesía, breve como él. Condensada como el mejor destilado.

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Pero cuando, a veces, habla en una reunión, tiene el don del acierto. Manipulador de mutismos, callador de opiniones desfavorables a alguien, observador pertinaz, facedor de poemas como gotas, ahorrador táctico de adjetivos, introversador de sí mismo, es todo muy poco por decir de quien ha sido merecedor, muy altamente, del mejor galardón poético que se otorga en Colombia, el de la Universidad de Antioquia: Poetas reconocidos por sus méritos y su obra. Nadie, por otra parte, nunca jamás ha oído en contra de José Manuel Arango –gran alto poeta, gran impoluto caballero, gran exquisito amigo– un dicterio, una imprecación, un pero. Desdeñando sus introversos silencios, así nos respondió en el añejo recinto que alberga al Paraninfo del Alma Máter de la raza: —¿Desde cuándo escribe poemas? —Desde que se me contagió el virus, por allá en la pubertad. —Parece de casi imposible respuesta, pero se puede intentar: ¿Qué es para usted la poesía? —Para mí la poesía es esencialmente canto, celebración de la vida. De ahí que haya circunstancias, como las que ahora estamos viviendo, en que se hace difícil hacer poesía. Cada vez hay menos que celebrar. —¿Admite usted alguna influencia de otros poetas en su obra? —Muchas influencias. No veo cómo uno podría leer la obra de un poeta que lo mueva sin quedar influido de algún modo. (Quizá nadie más informado que él en asuntos de poesía, ahora. Y hasta tiene cátedra sobre ella en un postgrado de una universidad: a este tono sus influencias serían ecuménicas. Desde sus tiempos de último año de escuela, se encontró él con la maravilla que deslumbra, y se ungió para siempre de poesía. Y también de joven, de algún tío escribidor de cartas líricas para gentecitas lueñes y enamoradas: alguno le dictaba hechos como “te quiero”, “me haces falta”, “me dueles”, y el tío sentimentalizaba esos hechos para conmover lejanías. Y también bebió de otro tío organista de iglesia y compositor, en El Carmen). —Todos tenemos, siempre, preferencias. ¿Cuáles son sus poetas favoritos? —La lista sería larga. A veces, durante años enteros, la compañía es un poeta. Después, alguno o algunos otros. Para nombrar solamente a los que están siempre: Antonio Machado, Fernando González, César Vallejo, William Carlos Williams. Y más recientemente conocida, pero que ya sé que estará, Emily Dickinson. —Su obra poética es de una extraordinaria concentración: ha venido yendo hacia ella con algo paulatino. ¿Hasta qué punto es premeditada esa concentración, o tal vez usted no ha sido consciente de ella?

—Tal vez no haya sido premeditada, pero sí es consciente. Trato, sencillamente, de no ser palabrero. ¿Si algo puede decirse en tres líneas, para qué escribir catorce? (Esta es también su filosofía de las conversaciones: a veces aporta monosílabos, lo cual no obsta para que no se sienta él, cálido). —En sus dos primeros libros especialmente, pero también en el último que ha publicado, la palabra “animal” (como un animal la noche, etc.) es casi una constante, o lo son los animales mismos. Nos gustaría saber de esa constante. —De eso si no soy enteramente consciente. Los animales son figuras o imágenes de fuerzas oscuras. El hombre ve figuras de bestias en las constelaciones, los animales totémicos vuelven en los sueños, en los símbolos religiosos, en la heráldica… —Su obra no es únicamente muy concentrada, sino también –diríamos– breve. ¿Es que escribe relativamente poco, o es que no publica todo lo que escribe? —Ambas cosas. Puedo pasar un año sin escribir una línea. Pero no puedo vivir sin leer poesía. Y cuando

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escribo, las herramientas de trabajo son papel, lápiz y tijeras. Y más que corregir, corto.

—Háblenos de sus lecturas. ¿Qué temas abarcan? ¿Son más de corte filosófico?

—¿Cuándo escribe poesía? ¿Cómo es su modus operandi para llegar al verso?

—Leo sobre todo poesía. Todos los días. Releo, ésa sería la palabra. Los poemas son como las canciones, terminan por grabarse de memoria. Leo también filosofía, y un poco novela, y cuento, tal vez muy poco.

—Silva decía que uno no hace los versos, que los versos se hacen dentro de uno y salen. A veces, hago un esbozo en el papel. O viene una imagen condensada en una frase y la anoto. Pero generalmente el poema se redondea en otro momento. Yendo en un bus, por ejemplo. Da vueltas y vueltas en la cabeza hasta que se hace —Con la excepción de la parte que, en Signos, usted subtituló “Erótica”, sus poemas están casi siempre despersonalizados de usted mismo. Usted escribe las cosas de afuera. ¿Puede darnos su versión sobre esto? —¿Despersonalizados? No sé. Procuro no hablar mucho de mí mismo, no es un tema interesante. Pero algo personal debe haber en cada poema. Los míos parten siempre de una experiencia. Aunque, es verdad, son experiencias cotidianas, momentos que todos alguna vez hemos vivido. Sí: cuando el yo aparece en el poema, se convierte, al decirlo el lector, en el yo del lector (Escribir es, también, según Augusto Roa Bastos, irse despegando de uno mismo hasta ser otro). —¿Cree en la inspiración? —No hay que creer en ella, porque es un hecho palpable. Como es un hecho la falta de inspiración. ¿Cómo se explicaría, si no, que uno a veces se afane y hasta se desespere sin conseguir nada, o tenga meses o años de aridez?. —¿Escribe algún otro tipo de literatura? ¿Quizá cuentos o novelas? —Escribí cuentos alguna vez. De hecho, lo primero que publiqué fueron un par de relatos. Pero después me convencí de que no soy un buen narrador. (No deben ser malos relatos. Uno de ellos se llevó en un concurso en Cúcuta un segundo premio, y el otro una mención, en Cali. Es curioso, además, que José Manuel haya empezado y terminado al contrario de casi todo cuentista o novelista, que se iniciaron con los poemas).

—Ajeno a tertulias y a capillas literarias si soy. Lo de generación es ya otra cosa. Uno pertenece a una generación y se siente solidario, por no decir comprometido, con ella. La nuestra tiene ya su historia. Éramos jóvenes hace un cuarto de siglo en los años sesenta. Esos años nos marcaron. Podría decirse, medio en broma, que fuimos la generación de la marihuana: utopista, oscilante entre el hipismo y la revolución o la idea de la revolución. Nos siguió la del bazuco, más tesa. En fin, que uno en cierto modo escribe sólo para la gente de su generación, y va a buscar en la obra de ella lo que pueda iluminar una experiencia común. —Hablando de creación, sus poemas nacen de a uno. ¿Los considera aislados o escribe un libro en procura de una unidad? —Ha habido siempre un proyecto, una especie de crónica o relación, un poco a la manera de los cronistas de Indias, Bernal Díaz o Cabeza de Vaca. Muchos de los poemas son como fragmentos, casi virutas de esa crónica que no he podido escribir. —¿Recuerda sus primeros versos? —No, afortunadamente. —¿En dónde publicó la primera vez? ¿Qué sintió al ver impresa su obra? —Publiqué por primera vez en suplementos literarios. En el de El Colombiano, en Vanguardia Dominical de Bucaramanga, que dirigía Miguel Méndez Camacho. La sensación al verme en letra de imprenta no la recuerdo. Debí sentirme importante, supongo que en esa época todavía creía en la importancia. —Con otros poetas, usted creó a Acuarimántima, una muy buena revista de poesía. ¿Qué perseguía con ella?

—Me parece que filosofía y poesía tienen una misma raíz. Así lo siento. Se dijo que el origen de la filosofía es el asombro. Creo que no podría señalarse para la poesía otro más justo.

—Sí, éramos Elkin Restrepo, Jesús Gaviria, Orlando Mora, Miguel Escobar y yo. Después se nos fueron uniendo otros: Víctor Gaviria, Helí Ramírez, Jaime Alberto Vélez, Juan José Hoyos, Daniel Vinograd, Rubén Darío Lotero. Queríamos mostrar lo que se estaba haciendo en ese momento en poesía, en Antioquia y en el país, y divulgar a algunos poetas de Hispanoamérica y de otras partes”.

(José Manuel dicta cursos sobre pensadores latinoamericanos como Octavio Paz, Lezama Lima, Fernando González. Poetas y ensayistas. Solamente, según Arango, algunas escuelas filosóficas, como el positivismo, se apartan de la poesía. “La poesía es la madre de las filosofías”).

(Que recuerden los cronistas, no había entonces en Antioquia, ni tal vez en Colombia, otra revista de poesía. Ahora proliferan, y está muy bien que así sea. Acuarimántima se llamó aquella, con la palabra que elaborara Barba-Jacob para uno de sus ensoñares, y todavía su ausencia se nota. Casi siempre

—Usted es profesor de Filosofía en la U. de A., díganos acerca de su formación. ¿Se compaginan la filosofía y la poesía?

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—Creemos no equivocarnos si pensamos en usted como un ser solitario, ajeno a capillas, compromisos, clubes, tertulias, “generaciones”, grupos literarios… ¿A qué obedece esa actitud?


José Manuel ARANGO

encuadernada, la serie se ve en las bibliotecas de los conocedores. Y, por supuesto, no la prestan por los temores de los no regresos. Era casi un espaldarazo ser publicado en ella, porque mantuvo siempre la calidad de lo que imprimía. Sus páginas estuvieron ajenas a favoritismos). —¿Cuántas ediciones tuvo la revista? ¿Por qué se acabó? —Fueron treinta y tantos números, en cerca de diez años. Se acabó porque nos dimos cuenta de que ya había cumplido su papel. Creo que contribuimos a que la poesía, en este medio cada vez más hostil, tuviera un lugar. Pero todo debe desaparecer a tiempo. —Cambiando un poco de tema, ¿en qué tendencia, escuela o corriente clasificaría a su poesía? —Yo creo que la época de las escuelas y los ismos va pasando. Un manifiesto sonaría hoy un poco anacrónico. Cada quien tiene sus maneras, sus elecciones, cada quien hace lo suyo. Lo que no impide que el poema sea escrito entre todos, a mil manos. —¿Cuál es el poema ajeno que más le gusta? —Esa es una pregunta difícil. ¿Escoger un poema y dejar de lado todos los demás? Me parece que la pregunta se podría hacer cien veces y darle cada vez una respuesta distinta. Hoy, por ejemplo, me siento inclinado a decir que este haiku que es toda una visión del hombre, con elementos incluso que después ha propuesto el psicoanálisis: El niño ciego llevado de la mano de su madre frente al cerezo en flor —¿Y cuál considera usted mismo su mejor poema? —Cuando me han pedido una muestra de lo que escribo, siempre he preferido que otra persona haga la selección”. —Usted, además de poeta, es un traductor de poesía. ¿A quiénes ha traducido? —Principalmente, poetas norteamericanos. Conocí la poesía norteamericana de los sesenta, y en Acuarimántima teníamos una sección de traducciones. Así que traduje, para la revista, a Denise Levertov, Philip Levine, Kenneth Patchen y otros. También he traducido poetas anteriores como Georg Trakl, Thomas Merton y Emily Dickinson. —En Colombia ha habido dos tendencias de traducción: Guillermo Valencia, al traducir recreaba con mucho tino poético. Bernardo Arias Trujillo, por su parte, traducía literalmente. ¿En cuál de esas dos vertientes se sitúa usted? —Sigo el sentido lo más fielmente posible. Ya allí, se sabe, es mucho lo que se pierde: en connotaciones, en sugerencias. Pero lo que es intraducible, lo que definitivamente queda por fuera es la música. Hay que tratar pues de darles a las versiones un ritmo y una música que evoquen, así sea de lejos, los del original.

—Refiriéndonos de nuevo a su obra, la muerte es quizá una constante en sus poemas. ¿Por qué? —Una actitud ante la vida es también, necesariamente, una actitud ante la muerte. ¿La trivialización de la muerte a que se ha llegado en esta sociedad, no es la otra cara de una actitud mortecina ante la vida?. (El poeta volvió a sus silencios. A sus profundidades y timideces. Tal vez pensaba en su antiguo profesor de español, allá, en El Carmen. O en esos cuadernitos de Simón Latino donde él conoció a Silva, Barba-Jacob, Machado… Esa época, un poco lejana, fue la de la revelación. Ahora, la poesía está, por siempre, con José Manuel Arango). EL COLOMBIANO, Dominical. Domingo 16 de octubre de 1988

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José Manuel Arango Con el siguiente texto se inicia el libro José Manuel Arango. Poesía completa, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia en febrero de 2003.

N

ací en 1937 en El Carmen de Viboral, un pueblo del departamento de Antioquia, en el noroccidente colombiano. Tuve una niñez campesina. Mi abuelo materno era agricultor y me llevaba a acompañarlo en las labores del campo: la siembra, la cosecha, el harneado y trojeado del maíz, que vendíamos los domingos –yo jugaba a ayudarle– en la plaza del pueblo. Una vez terminados los estudios secundarios me fui para Tunja, una pequeña ciudad de ambiente colonial todavía, situada en el altiplano que fue asiento de la cultura muisca. El altiplano es una tierra de lagunas. Por el tipo racial que predomina, por las costumbres, por el paisaje, uno puede resentir, a pesar de la pérdida completa de la lengua, los mitos indígenas. La primera pareja viene del agua: una mujer sale de una laguna con un niño de la mano. El niño crece, cohabitan y crían a los primeros hombres. Después, convertidos en serpientes, vuelven a la laguna. Otro mito muy delicado, comparable al mito griego de Caronte, dice que las almas de los muertos se van al otro mundo en barcas de telaraña. En Tunja, en la Universidad Pedagógica de Colombia, estudié filosofía. Allí me casé y allí nacieron mis dos hijos mayores. En los años sesenta hice una maestría en literatura y filosofía en la pequeña universidad estadounidense de West Virginia, donde enseñé español para costearme los estudios. Era el tiempo de la guerra de Vietnam, de la desobediencia hippy, de la agitación contestataria en las universidades. Era sobre todo un tiempo de auge y florecimiento de la poesía norteamericana. Más que el movimiento beat, me atrajo otra corriente menos ruidosa: la que podríamos llamar neoimaginista porque reconocía por maestros a Pound, a Wallace Stevens, a William Carlos Williams. Los neoimaginistas admiraban y traducían a los grandes poetas españoles e hispanoamericanos del siglo, los mismos en los que uno se había nutrido desde la adolescencia: Machado, Vallejo, Juan Ramón, Neruda. De hecho, una de las antologías más conocidas en los Estados Unidos por aquella época tenía por título Naked Poetry, un título que se apoyaba en un verso de Juan Ramón Jiménez. Estas transfusiones –más que traducciones– son seguramente fecundas. La poesía donante es transformada y asimilada y el resultado es un diálogo enriquecedor. En las últimas décadas, me parece,

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la poesía hispanoamericana ha recibido a su vez un influjo benéfico de la norteamericana. También en los sesenta milité durante un tiempo en el partido comunista colombiano. Estábamos en los comienzos de la revolución cubana, queríamos tanto la revolución, sentíamos que era necesario ayudar contra la injusticia patente. Sin embargo nunca fui marxista ortodoxo, y en mi trabajo con los estudiantes de filosofía he preferido las preguntas a los dogmas. Después de los treinta años volví a mi región, y aquí he pasado la mayor parte de mi vida, como docente en la Universidad de Antioquia. Ahora estoy jubilado y sobrevivo en Medellín, donde tres o cuatro amigos publicamos la revista de poesía DesHora. *** Es difícil saber hoy lo que debe ser la poesía. Hubo tiempos en los que su lugar parecía claro. Hasta no hace mucho, en realidad. Los poetas se unían en movimientos y escuelas, se escribían manifiestos. Parecía haber una causa común, aun si se daban corrientes discrepantes y hasta contradictorias. La última vez que esto sucedió fue en los años sesenta, que como se sabe fueron de utopías. Ahora cada quien escribe desde el retraimiento, buscando solo su camino. La aparente riqueza que resulta de la diversidad de voces puede ser también un signo de orfandad. Quizá el poema nazca de la exploración de una circunstancia compartida, o como respuesta a una experiencia personal, dolorosa o alegre. Unas contadas palabras que serán reflexión, no del intelecto solamente, sino del ser todo de carne y hueso. Detrás de ellas estará por supuesto todo eso que se llama una visión del mundo: convicciones religiosas y políticas, aprendizajes o escarmientos. Desde allí se habla y se valora, tal vez dudando, otras equivocándose. Desde allí se trata de distinguir lo verdadero de lo falso, en la emoción y en la palabra, lo honesto de lo ficticio, o retórico, o sentimental. Pero el poema, más que de una visión del mundo, surgirá


José Manuel ARANGO

de lo que Unamuno llamó un sentimiento de la vida. Está hecho no sólo de enunciados, de afirmaciones y negaciones, sino de los verbos y sustantivos de una lengua que tiene su historia, de palabras que por sus sonoridades y cadencias despiertan ecos y asociaciones, está hecho de imágenes y de ritmos, de rupturas y silencios. Por eso es difícil decir en prosa, herramienta del intelecto, lo que dice o muestra un poema si es verdadero, lo que bregan por decir esos textos fallidos en los que generalmente nos quedamos. Creo que hay una manera más comprensiva de acercarse a las cosas y a los hombres, y que está justamente en la poesía. Hasta me empeño en no creer que no existan los dioses o que hayan muerto. Es un anacronismo, por supuesto, pero tal vez un

anacronismo necesario, en esta hora, para la poesía. Siempre me ha acompañado la convicción de que lo sagrado, lo que Lezama Lima llama sobrenaturaleza, no puede negarse impunemente. Solo que no es cosa del otro mundo. Son esas fuerzas que uno encuentra por todas partes: en un árbol, en un pájaro, en un niño. Hasta en los pícaros y tahúres y matones que ahora nos acorralan. Tales dijo hace ya siglos que todo está lleno de diosecitos... o de demonios. Yo quisiera, si fuera posible, ser su discípulo en esa especie de politeísmo, o polidemonismo, o pandemonismo. José Manuel Arango* * ]osé Manuel Arango, “Nota”, en: La sombra de la mano en el muro. Antología. Sevilla, Palimpsesto, 2002.

Nunca extravió el camino

El siguiente relato sobre José Manuel Arango es obra del poeta y profesor de Literatura de la Universidad de Antioquia Elkin Restrepo. Fue tejido, mediante preguntas y respuestas, durante una entrevista no publicada que éste le concedió a Luis Hernando Vargas Torres el 17 de noviembre de 2004, en Medellín. Esta versión se publica con la autorización del profesor Restrepo, quien puso el texto a disposición de esta memoria de los Premios.

Conocí a José Manuel en el año 1969, cuando me vinculé a la Universidad de Antioquia como profesor de Literatura en el Departamento de Humanidades de la Facultad de Ciencias y Humanidades. Allí lo encontré, o lo advertí, por una casualidad. Alguna vez, al entrar a la sala de profesores, él estaba sentado en su escritorio, leyendo el libro Los poemas de la ofensa, de Jaime Jaramillo Escobar, un texto que editó Tercer Mundo, y que él me regaló, supongo, porque aún lo tengo. Encontrar en la Universidad a alguien también interesado en la poesía no era muy común en aquel entonces. Yo ya había iniciado mi trabajo de poeta hacía algún tiempo y había comenzado a publicar. José Manuel era una persona muy silenciosa, discreta y reservada, pero con unas copas en las reuniones familiares y de amigos se tornaba muy efusivo y cercano, Elkin Restrepo, Santiago Mutis y José Manuel Arango. incluso conversador, lo que es casi un disparate. Existía en él un espíritu festivo que, cuando se daban las circunstancias, lo hacía un buen compañero de farras …En Bogotá… le hicieron un homenaje en la Javeriana con motivo de sus sesenta años… Lo recuerdo sentado en su cubículo, leyendo el libro; y mi curiosidad por alguien que, siendo profesor de Lógica, prestaba atención a la poesía. A partir de allí, se inició una amistad por más de treinta años. En aquel entonces José Manuel no había publicado. En el año 70, en Medellín, varios poetas editamos un pequeño libro: Juan Gustavo Cobo Borda, Darío Jaramillo, Henry Luque, Álvaro Miranda y yo, con el nombre de ¡¡Ohh!!, un título muy propio de la época. Una tarde le pedí que me acompañara a la editorial a recoger unos ejemplares. En algunas entrevistas él rememora –no sin cierto lirismo– ese momento: el olor de las tintas, del papel, el sonido de los linotipos; en fin, todo aquello que a un escritor le despierta la atmósfera de una imprenta. Igualmente, a mí me tocó acompañarlo, más tarde, sin tanta atmósfera, pues se trataba de una oficina común, cuando publicó su primer libro, En este lugar de la noche. Yo no sabía, ni sospechaba, que él escribiera. Nunca había dicho nada al respecto; hasta entonces su condición era la de un gran lector de cuanto libro circulaba. En esa discreción suya –no exenta de astucia–, no mostró nada a nadie hasta que no estaba bien seguro de lo que escribía… José Manuel tenía ya treinta y cinco años, no lo olvidemos. En todo caso, una mañana, mientras tomábamos un café en la

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Universidad, me entregó algunos escritos, pidiéndome la opinión. Para mí fue una sorpresa y un deslumbramiento. Uno de ellos lo puse como epígrafe de mi libro Lugar de invocaciones. Por primera vez este amigo con el cual compartía muchas cosas desde hacía algún tiempo me mostraba sus poemas. Luego me dijo que tenía ya un conjunto. Me los dio a leer, manifestándome el interés de hacerlos publicar. Recuerdo que una mañana del año 73 lo acompañé a las oficinas de la Oveja Negra, situadas en la Avenida Primero de Mayo de Medellín, donde por cinco mil pesos contrató la publicación del pequeño libro. Recuerdo que el diseño de la portada lo hizo Fernando Granda, quien era en ese entonces el director de la editorial acá, en Medellín. El libro, por supuesto, era En este lugar de la noche, tan sencillo y pulcro, pero cargado de un simbolismo hermoso, heredado de sus lecturas de los poetas de Black Mountain, Virginia, sobre todo de Denise Levertov, una escritora a quien guardó devoción hasta la muerte. José Manuel había estado en los Estados Unidos haciendo un postgrado en Lógica Simbólica en la Universidad de West Virginia y allí se interesó por este grupo de escritores nuevos que estaban muy interesados en una estética muy diferente a la que primaba en aquel entonces en EE.UU. Era el principio de los años setenta, una época muy contestataria, donde la poesía beatniks y el hippismo llevaban la vocería. Esta poesía, a diferencia de aquélla, estaba muy volcada a lo público. Eran famosos los grandes recitales que se hacían en los campus universitarios. Eran los años de la guerra en Vietnam y lo vanguardista, surreal y contestatario estaban al día. Los poetas de The Black Mountain atendían a otra estética: poesía recogida, intima, muy vinculada a cierto simbolismo, que José Manuel aprovechó y asimiló muy bien en este su primer libro. En este lugar de la noche es un libro simbolista. En él ya se establecen de una vez por todas las formas características de su poesía: el poema corto y sugestivo, lleno de revelación. Entonces, digamos, que ese año que José Manuel pasó en Estados Unidos, estudiando en West Virginia, fue muy rico, pues se decidió no solo a escribir poesía –antes había escrito algunos cuentos que él me envió e, incluso, con alguno de ellos concursó en Cúcuta, quedando de finalista–, sino también, a su regreso, a publicarla. Yo lo publiqué en la editorial de la Universidad de Antioquia, en la Colección Celeste, cuando ya habíamos desarrollado una amistad muy grande entre los dos y entre las dos familias. Él estaba recién casado; tenía sus hijos pequeños. Yo también estaba recién casado; tenía los hijos pequeños. Luego nos fuimos congregando con otros amigos, como Manuel Mejía Vallejo, Fernando González Restrepo, Miguel Escobar, Óscar Jaramillo, Juan José Hoyos, Víctor Gaviria, Helí Ramírez, Jesús Gaviria, Orlando Mora, Darío Ruiz... En fin...También, con algunos de ellos, nos agrupamos para sacar la revista Acuarimántima, en el año 73, una publicación que, pese a su inmensa y absoluta modestia, ha tenido un gran efecto, no solo en el medio local. La gente todavía la recuerda y pregunta por ella, pregunta si sigue saliendo, a pesar de que dejó de salir desde el año 83. Acuarimántima se publicó durante diez años. Con ella conseguimos algo que nos propusimos desde un comienzo: que fuera un espacio no solo para los nuevos escritores, entre los que recuerdo a Helí Ramírez, Víctor

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Gaviria, Héctor Abad Faciolince, Juan Diego Mejía, Santiago Mutis, Anabel Torres, Jaime Alberto Vélez..., sino también un espacio para autores en otros idiomas, contemporáneos y del pasado. José Manuel tradujo a Georg Trakl y a Ossip Mandesltan de algunas versiones del inglés, y a Philiph Levine, Kenneth Patchen y Thomas Merton; igualmente, Amilkar Osorio tradujo a Ezra Pound y Wallace Stevens, y hay traducciones de la poesía de Pasolini, René Char, Drumond de Andrade, en fin, de los poetas que más nos interesaban. Para el ambiente que se vivía en aquel entonces, de ebullición y de mucha inquietud intelectual (eran los años 70), Acuarimántima cumplió lo que se propuso. Como, además, despertaba el interés de un grupo amplio, la gente nos ayudaba con el patrocinio para realizarla. Nos daba dinero para pagar los costos de edición. Fue un trabajo muy bonito, muy comunitario, de un gran entendimiento y entrega entre los que la hacíamos. Vinculamos también a ella, por ejemplo, a los pintores, a la nueva generación de pintores antioqueños que se empezó a formar después de las bienales. La portada siempre la hacía alguno de ellos. Fue, pues, una revista que se fue haciendo paralelamente a nuestro trabajo de escritores y que nos permitió conocer a otras personas y vincular su trabajo al nuestro. [Después de Acuarimántima vinieron varias revistas] … intentamos con otra que se llamó Poesía. De ésta publicamos once números. Duró cinco años. José Manuel no estuvo al comienzo, pero luego le pedí que se vinculara, pues él fue siempre una persona cuyo espíritu generoso, nada egoísta ni egocéntrico, facilitaba mucho este tipo de trabajo… y por amor a la poesía, por supuesto, se unió después del tercer número, con traducciones de algunos poetas canadienses. A finales de los años noventa surgió la idea de hacer DesHora. En un comienzo José Manuel estaba escéptico pero después aceptó e invitamos a los escritores y periodistas Juan José Hoyos y Maryluz Vallejo, y al negociante Guillermo Baena, y juntos iniciamos la aventura de DesHora, que duró hasta la muerte de José Manuel. Después de que él murió ya no tenía sentido... Ya no quedaba con quien hablar de estas cosas. Conmemoramos el primer año de su muerte con la edición completa de sus poemas. Por supuesto, con la colaboración de la Universidad de Antioquia, que quería hacerle también un homenaje. Y también con la colaboración de Clara, su mujer, y sus hijos, que nos facilitaron el material. Reunimos todos los textos y también los poemas póstumos. Hicimos esa edición con la idea de que el lector, el investigador, el estudioso, tuviera a mano toda la obra escrita. Quisimos que la publicación fuera cuidadosa y respetuosa. José Manuel es un autor muy particular: examinando este libro da la impresión de que él sabía desde un principio los términos, procesos y formas de su obra. Como si la hubiera “visto” de antemano. Nunca extravió el camino. A José Manuel le doy un lugar primordial en la poesía colombiana. Pero la obra de un autor, su importancia y conocimiento, es también obra de las distintas generaciones que la leen y, a su vez, llegado el caso, la enriquecen y transforman. Yo espero –y todo lo indica así– que la obra de él irá ganando cada vez más reconocimiento, se irá ubicando cada vez mejor en el panorama general de la poesía colombiana e, inclusive, latinoamericana. …si a José Manuel se le hubieran quitado los zapatos en algún momento, habría asomado la pezuña del sátiro, del cabro dionisiaco. Ese era su verdadero ser. Además


José Manuel ARANGO

daba la impresión, no muy común entre los escritores, de sabiduría; una sabiduría que, aunque también se nutría de la lectura y los libros, no perdía su contacto con el mundo. La suya era una sabiduría de viejo maestro de escuela. En los últimos años, tenía como paradigma a don Antonio Machado… Entre los poetas, José Manuel también admiraba a Epifanio. Epifanio está muy vinculado a la tierra, a las montañas, a la selva, y es el primero que habla poéticamente de lo nuestro, de Antioquia. De una manera inocente, ingenua, si se quiere; pero él es el patriarca. Y para José Manuel creo que era muy importante, en los últimos años, reconocerse dentro de esa tradición de la poesía antioqueña que arranca desde allí, desde “el loco” Epifanio. [Nunca dejó de ser un campesino] Cada vez se afirmaba más en esto. De hecho vivió muchos años una vida campestre en Copacabana municipio de Antioquia cerca de Medellín… a donde regresó ya de adulto, con su mujer

y sus hijos, mucho antes de vender su casa en Medellín. Este hecho marcó su poesía de una manera muy grande. Ésta abandonó en mucho su simbolismo de un comienzo, para hacerse más desnuda, más “ñuda”, como él diría. Yo creo que a José Manuel no le importaba el reconocimiento –que lo tuvo, y que por supuesto nunca buscó–. A él nunca le interesó tener éxito, triunfar, ser alguien. Estaba por encima de eso. Quería cumplir lo suyo y su paradigma era Machado, el poeta de provincia, que no le hace el juego ni al poder ni a nada. En esto era ejemplar. Gloria, su hermana, una mujer muy inteligente, me contó que en el momento previo a la muerte de José Manuel, cuando lo llevaron de infarto a la clínica [y mientras] todo el mundo estaba preocupado, él volteó y le dijo: “Yo tengo las maletas listas, tranquila”. Enfrentó la muerte como enfrentó la vida: con valor y serenidad.

Recuerdo de José Manuel Arango “Quizá el poema nazca de la exploración de una circunstancia compartida, o como respuesta a una experiencia personal, dolorosa o alegre. Unas contadas palabras que serán reflexión, no del intelecto solamente, sino del ser todo de carne y hueso. Detrás de ellas estará por supuesto todo eso que se llama una visión del mundo: convicciones religiosas y políticas, aprendizajes o escarmientos. Desde allí se habla y se valora, tal vez dudando, otras equivocándose. Desde allí se trata de distinguir lo verdadero de lo falso, en la emoción y en la palabra, lo honesto de lo ficticio, o retórico, o sentimental” José Manuel Arango

Conocí a José Manuel Arango en la antigua Facultad de Ciencias y Humanidades [de la Universidad de Antioquia], cuando apenas empezaba la carrera de Filosofìa. Hoy, treinta y tres años después, esas imágenes son imprecisas, las palabras no aciertan a describir las impresiones porque la José Jairo Alarcón memoria también es un efecto del cuerpo. José Manuel aparecía como un hombre tímido, respetuoso y amable. Esas cualidades resaltaban más en una época de intensa comunicación gremial y política. Ahora logro recordarlo: en una reunión del claustro de profesores. Cierto escepticismo cálido y prudente, enemigo de las explosiones verbales. Irradiaba un aire de madurez y sabiduría. Poco hablaba de sus actividades intelectuales. También permitía que los jóvenes de entonces pidiéramos su opinión. Hablábamos de poesía. Yo estaba interesado en la obra de Borges, entonces él me daba su opinión sobre algunos libros, incluso una vez comentamos un poema. Ahora, la nave de la memoria llega a la revista Acuarimántima. Eso mismo

Por José Jairo Alarcón Arteaga

me enseñó que el deber del intelectual es la divulgación, apuntaló mi fe en estas instituciones intelectuales. Años después, el número veinticuatro de la revista Estudios de Filosofía consignó en sus páginas un “in memóriam” con una noticia biográfica y una selección de poemas que yo realicé. Es imposible borrar la imagen de este hombre silencioso, sonriente, avanzando por el corredor del tercer piso del bloque nueve: como un tránsito de la sombra a la luz. Su poesía es inspiración y develamiento. Cuando fumaba, las volutas de humo lo envolvían como en un ceremonial. Su mirada se tornaba triste. Nunca le oí hablar del pasado. Otros tuvieron ese privilegio. También recuerdo que el día de su muerte supimos que algo inefable se iba de la Universidad. Sí, lo decían los rostros atónitos de César Hurtado, de Guillermo Melo entre otros. Conservo en mi biblioteca dos libros: Signos y Cantiga. Su pequeña, nerviosa caligrafía sobre esos textos, alumbran mis días. Pero ahora quiero dejar al lector estos textos de su obra póstuma. Habla el poder Lo que importa una ostra más, Una ostra menos. También tú eres una calavera más, Una calavera de más. Dice el amante Éste es tu cuerpo, tuyo, ajeno y tuyo. Y ésta tu piel, tatuada de estrellas diminutas, que se abrirá en aromas

en la caricia. La piel que te hace tuya y sola. Y éste mi cuerpo, mío, ajeno y mío. Esta armazón que anda, que dulcemente pesa. El que engendró mi padre con gemido. El que mi madre dio desnudo y claro Polvo heredado, huesos heredados, sueños.

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Edición VI

1995

Meira DELMAR

Texto leído por la escritora Meira Delmar en el acto de entrega del Premio Nacional de Poesía

A veces, cuando Dios lo quiere, el destino suele hacernos el regalo de la alegría, el don de una hora en la que parecieran cifrarse nuestros sueños, si alguna vez nos atrevimos a forjarlos, nuestras esperanzas, si alguna vez las albergamos en secreto. Siento, con profundo sentir, que estoy viviendo ahora uno de esos momentos que he mencionado, pues invade mi espíritu un gozo nuevo, no exento de asombro. Si pienso en las razones valederas para justificar el galardón que me ha sido otorgado, encuentro que entre todas ellas destaca luminosamente la generosidad de quienes quisieron ver en mi labor poética, un motivo para el reconocimiento, una acción merecedora de apoyo y estímulo. Esa generosidad a la que aludo no es de fácil hallazgo en el camino, y mucho tiene de privilegio su presencia, símbolo de esplendidez y emblema de la más pura nobleza. He dicho en ocasiones, y hoy quiero repetirlo, que mi encuentro con la poesía se debió, sobre todo, a que ella quiso serme amiga. No la busqué con tenaz empeño, no perseguí sus huellas como sí lo hiciera Apolo con Dafne allá en las nebulosas del mito. Vino a mí por sus pasos contados, y me llevó, como en un juego, a descubrir el otro lado de las cosas, la clave del misterio del canto, que tan pronto puede hallarse en la parábola fugaz de la estrella que cae, como en el vuelo repentino de un pájaro, en una mirada acaso, o en el son innumerable del mar que está siempre de regreso. Yo, entre tanto, fui aprendiéndole modos y signos, y dejé que me llevara la mano en la escritura, sin prisas ni afanes, sencillamente, llegado que hubimos a ese mutuo entendimiento, cuanto me rodea nos pertenece por igual. De ahí que acepte esta alta distinción en su nombre y en el mío, y que declare con ella que es honrosa en grado sumo porque viene de la voluntad de los amigos que me rodean con el anillo de oro de la solidaridad, y trae como respaldo el nombre de una institución en la que se ha mirado siempre, con orgullo de buena ley, la inteligencia de la Patria: la Universidad de Antioquia. Desde un ayer que ya empieza a parecer lejano, desde este presente vibrante de emoción, expreso a la Universidad, a su rector insigne, doctor Jaime Restrepo Cuartas, y a sus directivos, a quienes creyeron en mi y avalaron mi nombre, a los señores miembros del jurado que decidió enaltecerme con el Premio Nacional de Poesía 1995, expreso, repito, mi gratitud del alma, mi conmovida gratitud sin tregua y sin olvido. Con el corazón colmado de un silencio palpitante ruego a todos los aquí presentes aceptar mis manos abiertas y con ellas mi entrañable amistad.

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Somos, sobre todo, sueños Por Alberto González Mascarozf

C

osas del destino. El 13 de febrero de 2009, cuando nos recibió en su casa con los brazos abiertos, Meira Delmar solo disponía de treinta y tres días de vida. Pero, ni el sol de Barranquilla que ese viernes salió raudo y brillante, ni el ánimo festivo de los barranquilleros que esperaban con afán las horas de la tarde para dar comienzo al carnaval, ni tampoco el ánimo de la misma Meira Delmar –reconfortada como nadie con la vida a sus 87 años de edad–, hacían presagiar siquiera que la muerte ya estuviese agazapada en uno de los rincones de su acogedora biblioteca o en la privacidad de su habitación, lugares donde concibió día y noche el poemario que legó a las letras latinoamericanas. De la muerte, Meira Delmar había dicho: "Lo malo es que no se puede dejar de pensar en ella porque está presente todos los días… le tengo una gran antipatía, no me gusta para nada, porque se presenta sin que uno la llame, sin que uno la espere, sin que uno la quiera. Es abusiva la muerte"1. Días antes, cuando le dijimos por teléfono que la Universidad de Antioquia quería publicar el libro MEMORIA Premios de Cultura, y le propusimos que aceptara unas horas de diálogo en el ambiente familiar de su residencia, con el objeto de enriquecer el contenido del texto, Meira Delmar, ganadora en 1994 del VI Premio Nacional de Poesía, le sumó a la aceptación una amable frase, propia del temperamento caribe: "Al final de la conversación quiero que compartamos un sancocho con todo el sabor costeño". El encuentro con esta mujer de modales refinados y de una ternura exquisita, corroboró en nosotros la razón inquebrantable de plasmar en esta Memoria el testimonio vivo de un ser que entendió que "gracias al espíritu, gracias a lo que se escribió un día, gracias a lo que se imprimió en una canción, en un poema, en una palabra, en una imagen, en una escultura, es lo que queda en la historia de la humanidad". “Soy hija de libaneses. Mis padres fueron inmigrantes de El Líbano. Siendo niña, yo viajé y conocí el país de mis padres. Es un bello país, con paisajes inigualables, con gentes de una generosidad impresionante”, dijo, al pedírsele que evocara a su familia, agregando enseguida: “Procedo de una familia pequeña compuesta por mi madre Isabel Eljach, mi padre Julián Elías Chams, y mis hermanos William y Alicia. Todos ya murieron. Mis hermanos y yo nacimos y nos educamos en Barranquilla. Mi vida, en términos generales, ha transcurrido

Meira Delmar, en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, en compañía de Luz Helena Zabala, Mario Escobar y Juan Manuel Roca.

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Meira Delmar, Juan Luis Mejía (actual rector de la Universidad Eafit) y Germán Vargas. en la Costa Atlántica. Yo no hice estudios universitarios. Después del bachillerato estudié música en la Escuela de Bellas Artes como se denominaba entonces, que está compuesta hoy por el Conservatorio de Música Pedro Biava y la Escuela de Artes Plásticas. Llegué a ser buena intérprete del piano. —¿Cuál considera que es el punto de partida de su poesía? —Desde muy temprano, tal vez desde los once o doce años, comencé a escribir y desde un principio me incliné por la poesía. Es curioso porque en realidad a esa edad no se busca mucho la poesía. Se buscan las novelas y aquellos libros en los cuales hay algún suceso que tiene un desarrollo y un final. En mi caso yo leía, principalmente, a las poetisas suramericanas que conformaron un grupo que no ha podido repetirse, un grupo que no puedo decir que admiraba sino que adoraba. Ellas fueron, nada menos, que Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustin. Mi lectura era siempre la obra maravillosa que ellas escribieron. Posiblemente eso pudo influir en la inclinación que desde temprano tuve por la poesía. Conservo todavía unos pequeños poemas de esa época. —Recuérdenos aquel momento de sus primeros poemas publicados. —Un día llegó el momento en que me atrevo a enviar unos poemas a la revista Vanidades que en aquel entonces se publicaba en La Habana y que tenía un carácter intelectual. Atraída por la posibilidad de que me

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publicaran algo en la sección de poesía, recuerdo que le dije a Alicia mi hermana, mi compañera de toda la vida, que iba a mandar unos versos a la revista Vanidades, y ella me respondió un poco extrañada: ¿Y tú si crees que te van a publicar? Yo le respondí que no sabía, pero que iba a probar. Y resulta que por primera vez ví en letras de molde poesía de mi autoría. Eso fue como ganarme el mayor premio del mundo. Leía y releía la presentación porque me sentí feliz. Pero no firmé con mi nombre Olga Chams Eljach. Me busqué un seudónimo: Meira Delmar. —Además de Alicia su hermana, los libros también fueron compañeros inseparables en el afán de los días —La imagen que yo tengo de mi padre y de mi madre es la de dos personas amantes de los libros. Los libros que leían estaban escritos en árabe, pero ambos, como habían llegado jóvenes al país, hablaban y escribían correctamente el español. Mi padre, después de que llegaba a la casa procedente de su almacén, se sentaba a leer en una mecedora al pie de una lámpara de luz fuerte y de una pequeña mesa con algunos libros. Él leía hasta la madrugada. Era una persona con una costumbre ancestral de leer, leer y leer. De mi madre tengo siempre presente un recuerdo. Ella, temprano en la mañana, entraba al dormitorio que yo compartía con mi hermana Alicia y se sentaba a orillas de mi lecho a leernos algo. "Oigan esto tan hermoso que trae este libro". Y nos leía poesía. Es algo curioso que la madre se acerque a las hijas pequeñas a leerles poesía. O sea que hay allí otro punto de mi destino, porque la poesía se me fue haciendo familiar. Leer y hablar


Meira DELMAR

Pública Departamental del Atlántico, esta designación les pareció a ellos una maravilla. Fue así como la Biblioteca también se convirtió en un lugar de cita y de encuentro. Permanecí en la dirección de la Biblioteca 36 años. Fueron años maravillosos. Fue mi único trabajo. En ningún otro lugar trabajé nunca. Por generosa iniciativa de algunos amigos, la Biblioteca lleva mi nombre. Eso me llena a mí de alegría porque me confirma que cuando me vaya, alguien, ojalá niños, me recuerden. Más o menos esa es la historia de mi trayectoria. —Por aquel entonces no era bien visto que una mujer asistiera a una cantina o bar y por eso usted nunca asistió a La cueva —No era posible. Se consideraba que la cantina era nada más para los hombres. En Además de otorgarle el Premio Nacional de Poesía, la Universidad de Antioquia acogió a Meira cierta forma, todavía sigue siendo Delmar como invitada especial en diversos actos culturales, entre ellos el Martes del Paraninfo. para los hombres, pero hoy en día no tiene nada de raro ni nada de espectacular que una mujer entre a una cantina con sus de poesía era algo muy sencillo, casi obligatorio en mi amigos. En ese entonces yo no podía acompañarlos a ellos a hogar. Así fui conociendo a todas las poetisas que acabo La cueva, pero ellos tenían su otra cueva en mi casa. Ambos de nombrar y a la gran poesía colombiana. De ahí viene, sitios se convirtieron en lugares de reunión intelectual, seguramente, la preferencia mía por el género. aunque La cueva fue inicialmente un sitio de encuentro de —¿Cómo fueron los años de colegio y el encuentro suyo con cazadores de la región. aquellos que siempre serán sus amigos del alma y que luego —¿Cómo dice el poema que usted le dedicó a sus amigos confluyeron en el Grupo de Barranquilla? del alma? —Muy pronto en mi vida conocí en Barranquilla a —Se llama "Se fueron los amigos", y dice así: Se un grupo de intelectuales que eran entre sí entrañables fueron los amigos./ Se los llevó la vida,/la implacable,/casi amigos. Fueron ellos Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, juntos,/como desprende el viento/ las hojas del otoño/ en una Gabriel García Márquez. Ese grupo siempre estaba junto, sola ráfaga./ Se fueron los amigos… –Meira Delmar guarda los unía el oficio de escribir y su amor por la literatura silencio, tratando de encontrar las palabras que se le y el arte. Generosamente ellos me admitieron a mí en acaban de refundir en un olvido momentáneo. Segundos el grupo, siendo yo la única mujer. Venían mucho a mi después reanuda el hilo del poema–… De cuanto fuera casa. Ellos se reunían por lo general en una cantina que mío/ en ese entonces,/nada queda./El encuentro de las manos,/ existía y ha vuelto a existir hoy con el nombre de La las palabras gozosas,/la alegría/ de ser cómplices una y otra vez/ cueva. Ese era el punto de reunión de ellos con algunos en el hallazgo/ de la belleza… –De nuevo guarda silencio otros amigos que llegaban o pasaban por Barranquilla. unos segundos–… Nada queda… –Con el pensamiento Conmigo, la reunión era siempre en mi casa. Allí nos ausente, pone fin a la desmemoria, al decir: Qué cosa sentábamos a conversar y nos encontrábamos luego en curiosa, se me ha olvidado. Se me escapó de la memoria la los puntos en que era natural que nos encontráramos: continuación. Y hace un momento lo dije. Que curioso–. conferencias, conciertos, reuniones intelectuales. De allí viene esta entrañable amistad con ellos. Con excepción —Lo que pasa, Maestra, es que la invocación surtió efecto: los de Gabo, hoy todos ya murieron. Ellos fueron un estímulo amigos están acudiendo en este momento a esta reunión. para mí. Una vez, este grupo resolvió hacerme lo que —¡Sí. Ellos están conmigo! ellos llamaban un homenaje radial. Se reunieron con otras personas a hacer un examen de lo que yo estaba [Para romper la reverencia que creó el encuentro de Meira escribiendo. Allí yo dije algunos poemas. Después de Delmar con sus amigos del alma, fue necesario esperar un este encuentro los invité a mi casa y en medio del diálogo instante e introducir con sutileza la siguiente pregunta] y de unas copas de vino salió la idea de mi primer libro. —Cuando usted recuerda a los amigos de la infancia y a Éste fue publicado en 1942 con el nombre de Alba del los amigos de la primera juventud, se le escucha decir que ya olvido. Cuando fui nombrada directora de la Biblioteca

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no tiene interlocutores. ¿Eso significa que siente soledad? —Muchas veces. Muchas veces. Por supuesto no voy a dudar, ni por un momento, de que existan y estén vivos hombres y mujeres que aman la belleza, el arte, la literatura, la poesía y que, entre sí, puedan estar muy pero muy cercanos de aquellos viejos encuentros de que yo hablo. Lo que sucede es que ya yo no soy interlocutora. Ellos deben existir pero no para mí. Los míos, los entrañables amigos, se me fueron. Hoy no están aquí, con excepción de Gabito que vive en México. Nos vemos cuando él regresa a Colombia. Lo recibo acá en mi casa. Nos queremos mucho. —Por problemas en la visión usted tiene dificultades para leer y para escribir… —Una mañana me desperté y ya no veía con el ojo izquierdo. No veía nada. De eso hace un año. Con el ojo derecho veo, pero poco. He tenido esa mala suerte. Hoy tengo quien me lea. Hablando con García Márquez le conté lo que me había pasado y me dijo: te voy a regalar un lector. Y se me presentó aquí en la casa un amigo mío y me dijo: "García Márquez me contrató para que viniera dos veces a la semana a leerte lo que tú quieras: revistas, periódicos, libros, lo que tú quieras. Tú escoges y yo vengo dos tardes en la semana". De eso hace ya un año. Por supuesto, yo ya suspendí el contrato. Como regalo era suficiente un año, pero como somos amigos él sigue viniendo. —Se ha referido usted, dentro y fuera de Colombia, al papel que juega la cultura, que juega el libro, que juega la biblioteca del barrio, como antídotos fundamentales frente a los momentos de barbarie en que se ha sumido no solo el país sino el mundo. —El mundo entero, dice usted bien. Nosotros, históricamente estamos viviendo una época materialista. Por más que tratemos ilusamente de disimularlo, en el fondo de nuestra conciencia sabemos que ésta es una época materialista. Entonces, ¿qué nos toca hacer? Seguir luchando por subsistir y por resistir la avalancha de materialismo que parece atropellante. Y, cuando menos lo pensamos, nos damos cuenta de que no son en vano los esfuerzos. Todo esfuerzo que se haga, y quiero señalar aquí como un ejemplo a la Universidad de Antioquia por destacar la creación, el amor por el arte, el amor por la belleza, el amor por el espíritu, merece el aplauso, la devoción, de todas las personas que piensan y sienten. Y, como el solo título de persona implica pensamiento y sentimiento, pues no son pocos los que tienen que

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Antesala de la biblioteca, en su casa de Barranquilla. apoyar estos sueños convertidos en realidad. Yo creo que la universidad no solo tiene que ser la casa matriz del saber. La universidad debe ser, también, el ojo vigilante porque la cultura continúe viva, porque la cultura tenga, retenga, el valor extraordinario que tiene en la historia de la humanidad. Si nosotros lanzamos una mirada al pasado, nos damos cuenta de que en los grandes puntos históricos donde la cultura floreció maravillosamente más que la obra material, lo que subsiste, resiste, reina, es el pensamiento. Y es el pensamiento trasladado a la obra literaria, a la obra de arte, a todo aquello que nos saca un poco del ropaje físico que nos envuelve el alma y nos hace continuar vivos a través de la muerte. Gracias al espíritu, gracias a lo que se escribió un día, gracias a lo que se imprimió en una canción, en un poema, en una palabra, en una imagen, en una escultura, es lo que queda en la historia de la humanidad. Entonces, luchemos por eso. Hay que invitar a los artistas a continuar teniendo fe en lo que hacen. No huir de la razón de soñar. Al contrario, hay que seguir soñando, porque nosotros los humanos no solo somos huesos, carne, sangre. Somos,


Meira DELMAR

Alba de olvido; Sitio del amor; Verdad del sueño; Secreta Isla; Poesía (antología bilingüe español-italiano); Reencuentro; Laúd memorioso; Alguien pasa; y Meira Delmar. Poesía y prosa, son los libros publicados de la escritora barranquillera.

sobre todo, sueños. Lo que nos hace vivir en otra forma es la capacidad de soñar y de creer en la belleza. —Frente a ese panorama materialista que usted pinta, ¿tienen razón algunos cuando dicen que la poesía está corriendo la misma suerte de las lenguas muertas? —Yo pienso que hay algo que debemos hacer. Las personas que tienen en sus manos, o que tenemos porque yo he sido docente también, la posibilidad de formar a la niñez y a la juventud, tenemos que despertar el amor por la belleza trasmutada en poesía. Yo recuerdo bien que en el colegio donde estudié tuve como profesor de español a un poeta de nuestra ciudad, Miguel Moreno Alba, poco conocido porque de su escritura lo único que queda es una breve selección en un libro que contiene diez poetas del Atlántico. Él fue mi profesor de español y en todas las clases de gramática él encontraba el lugar preciso para leernos poesía. Así que mi clase de español fue al mismo tiempo una antología de la gran poesía universal. Y pienso, porque me consta a través de mi conocimiento, que la gente sigue amando la poesía. Lo que tenemos que hacer es tratar de difundirla cada vez más… La mayor belleza de la literatura es la que puede encerrar un poema. —Háblenos de ese tema capital de la humanidad que es el amor y el desamor en la vida y en la poesía. —Si hay algo que justifique a la vida, es el amor.

Al decir esto, no estoy descubriendo ninguna verdad. Simplemente estoy repitiendo algo que todos sabemos. Pero, hay una cosa curiosa. Con todo y ser tan decisivo y tan importante, el amor no es muy común… El amor que yo tuve la suerte de sentir, es el amor esencial que te hace pensar que sin esa otra persona lo demás no vale la pena. Puede haber todo: días maravillosos, riquezas, viajes, simpatía, pero, aquella otra cosa que tú tenías en esa tal persona, no es lo que estás teniendo ahora. Suena escéptico, suena frío, decir que el amor verdadero no es muy común, pero es verdad. Un amor que resiste el tiempo, la muerte, no es muy común. Yo –y esto es una confesión que no hago con frecuencia, o mejor dicho, que nunca hago– sentí un gran amor que no pudo ser. ¿Por qué no pudo ser? Porque cuando yo encontré ese gran amor, era tarde. Ya no podía ser para mí. Me ha acompañado ese recuerdo de amor toda la vida. No me amargó la vida el no haber podido tenerlo. No. Gracias a Dios mi corazón ha permanecido fiel a la belleza, a la amistad, al amor, al cariño. No importa que este corazón no hubiera podido ser protagonista. Entonces, ustedes lo saben, yo estoy sola a través de mi vida. He vivido tiempos sin que me acompañe de cerca nadie, pero estoy bien. Creo en la belleza. Creo en el sentimiento. Nada me ha quitado la capacidad de soñar… Yo no me casé, pero nunca me sentí amargada o defraudada. Tal vez la poesía me llenó de tal manera la vida que nunca me sentí sola. —También en el tema del amor se ha referido usted al momento en que murió su madre. —Mi madre era una mujer muy sensible, muy fina, muy delicada. Yo recuerdo la manera discreta y noble como trataba a la gente. Amaba las cosas bellas. Ella alcanzó a conocer mis primeros libros y todo eso la hacía feliz. Su ejemplo me sigue llevando por la vida. Cuando hay algún motivo especial siempre pienso: mamá me habría dicho tal cosa, y la hago. Cuando murió me sentí muy sola. Fue un momento terrible, así ella viniese enferma y se presintiese lo inevitable. Cuando dejó de respirar, le anuncié la muerte a mi hermana y me desmayé. Pero ella está conmigo. Es una presencia siempre viva. —De usted dijeron en España que en el mundo de hoy es difícil que existan mujeres como Meira Delmar. ¿Dónde está la esencia de vitalidad suya y de ese amor por la vida? —Yo no sé. Yo no podría contestar. Pero es cierto eso que usted dice. Como todo ser humano, yo he tenido penas, he tenido dolores, he tenido desilusiones. Pero he salido adelante. Voy a decir algo de lo que me he ido convenciendo a través del tiempo, ¿y sabe por qué? Por la poesía. Sencillamente. El otro día, hablando con un amigo, le decía: mi vida, sin la poesía, no me la puedo explicar. ¿Qué sería de mi vida

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“Para María Adelaida Jaramillo, con la amistad de Meira Delmar. Barranquilla 2009”. La dedicatoria, escrita con el alma, quedó grabada en la primera página del libro Meira Delmar. Poesía y Prosa, publicado por Ediciones Uninorte y la Gobernación del Atlántico, bajo la orientación de María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo Mier. María Adelaida Jaramillo es la jefa de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia y una de las promotoras de Memoria Premios Nacionales de Cultura.

sin la poesía? No sé. Tal vez no habría podido vivir tanto tiempo. A mí me ha salvado la poesía. —Háblenos de Colombia, con todos sus defectos y con todas sus cualidades. —Yo nací en Colombia. Esta es mi patria. Colombia es la patria de mis sueños, como El Líbano es la patria de mi sangre. ¿Qué puedo decir de la patria de mis sueños? Yo no concibo haber nacido en cualquier otro lugar del mundo. Me siento tan de mi tierra, tan costeña. Colombia es mi cuna. Colombia es el aire que respiro. Colombia es todo. ¿Qué otra cosa puedo decir de mi patria? Colombia, como cualquier lugar del mundo en la vida actual, está más motivada por lo material que por lo intelectual y lo espiritual. Eso lo sabemos todos. Desafortunadamente la política que mueve las acciones humanas, parece haberse centrado últimamente en lo material. Se ha ido dejando un poco de lado la parte espiritual del hombre. —Como profesora que fue, si le tocara efectuar un acto reflexivo sobre su propia poesía, ¿que diría de ella? —Con mi poesía no he inventado nada. Cuando yo hablo

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del amor, del olvido, es porque los he vivido. Yo me doy cuenta de que lo que he escrito ha sido sencillamente trasladar a la página lo que siento. Más que intelectual, mi poesía ha sido sentimental. Nace del sentimiento más que de la cabeza. Las veces que me ha tocado decir los versos, la gente los recibe como propios. Y me han dicho muchas veces: eso que tú dijiste, lo he podido decir yo. Eso me da a mí la sensación de que lo mío no es sólo mío, sino que es universal. Y como mi poesía está basada sobre todo en el sentimiento, eso quiere decir que poco más o menos todos sentimos igual. —Cuando usted recita un poema no tiene que apelar al texto escrito ni tampoco a la memoria. Todo indica que éste brota de su alma. —Es curioso lo que usted dice. Yo nunca me he propuesto aprenderme un poema de memoria, repitiéndolo una y otra y otra vez. No. Tal vez por llevarlo muy adentro me lo aprendo rapidito, sin saber cómo. —¿Cómo ha sido la unión de la poesía y de la música en su vida? —Mi vida ha estado muy unida a la música. Estuve muchos años en la Escuela de Bellas Artes que se llama Conservatorio Pedro Biava, en honor a este maestro


Meira DELMAR

italiano que vivió y trabajó en Barranquilla. Allí me gradué en Teoría y Solfeo. En piano no recibí grado. No sé por qué abandoné el piano. Hay algunos compositores que le han puesto música a mi poesía. Por ejemplo el maestro Rodolfo Pérez le puso música cantable para coro masculino a quince poemas míos. Él dio un concierto aquí en Barranquilla. A él le envío un saludo muy cariñoso y un recuerdo muy grato de su presencia en Barranquilla. —El testimonio de respeto y de admiración por usted se expresa en las distinciones que se le han entregado a lo largo de su trayectoria. ¿Qué significa para usted el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, que el jurado le entregó en 1994? —Ha sido uno de los momentos más gratos y más importantes en mi trayectoria como escritora. Cuando tuve la noticia, por supuesto que hubiera querido gritar de alegría. Pero no está bien que una señorita grite de alegría. Entonces, la alegría se me convirtió en comunicarlo a mis amistades y en asistir a la entrega del Premio en Medellín. La Universidad de Antioquia me ha honrado con esta distinción. Y miren como permanece viva la trascendencia de esa distinción que hoy están ustedes aquí conmigo. Es una prueba de que la Universidad de Antioquia sigue siendo mi madrina. Mi madrina de bautizo literario. Estoy feliz de tenerlos a ustedes hoy aquí, en mi casa. —¿Y para la cultura colombiana que representa un premio como el de la Universidad de Antioquia con cuarenta años de creación? —Ese Premio es singular. No encontramos otro en el país con ese carácter de exaltación de la cultura. Eso quiere decir que los que hemos sido distinguidos con ese premio somos afortunados. Para mí, es uno de los motivos que me hacen sentir orgullosa de haber escrito. Y que haya sido la Universidad de Antioquia la que tuvo el gesto generoso de entregarme tal distinción, es un motivo de satisfacción grande porque siento que no he trabajado y que no he escrito en vano. Es para mí lo más sobresaliente de mi carrera literaria. Esto, quiero que lo lleven ustedes como un mensaje mío a la Universidad de Antioquia. Yo quiero mucho a Antioquia, a Medellín, a sus gentes. He tenido grandes amigos allá. Recuerdo siempre a Javier Arango Ferrer que fue un gran amigo a lo largo de muchos años.

[Terminada la conversación y antes de sentarnos a la mesa que estaba dispuesta con elementos propios de un ceremonial, Meira Delmar procedió a hacerle entrega del libro Meira Delmar. Poesía y Prosa a María Adelaida Jaramillo González, Jefa del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia. El texto fue editado por la Universidad del Norte, bajo la dirección de María Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y Ariel Castillo Mier. Pero si algo nos conmovió de este sencillo acto, fue el esfuerzo de Meira Delmar para escribir de su puño y letra, sin la ayuda eficiente de sus ojos, una corta dedicatoria que, por supuesto, salió del fondo de su alma. Un testimonio que refleja la condición amorosa de esta mujer inmortal].

1 “Aquí, la voz, la canción; el corazón a lo lejos”. Entrevista de Meira Delmar con Álvaro Suescún T., publicada por la Asociación de Escritores de la Costa en http://asoescritoresdelacosta. blogspot.com/2009/02/entrevista-con-meira-delmar.html

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Edición VII

1999

Rogelio ECHAVARRÍA

Uno de los actos centrales de las Jornadas Universitarias 1999 lo constituyó el acto de entrega de los Premios Nacionales a la Creación en las Artes y en las Letras, otorgados por la Universidad de Antioquia en las modalidades de Dramaturgia, Periodismo, Fotografía, Composición Musical, Poesía por Concurso y Poesía por Reconocimiento, este último adjudicado por el jurado al poeta antioqueño Rogelio Echavarría. La ceremonia se llevó a cabo en el Palacio de Exposiciones y Convenciones de Medellín, donde la Universidad de Antioquia realizó la feria Expouniversidad 99: Energía, Desarrollo y Calidad de Vida, a la que asistieron entre el 9 y el 18 de octubre cerca de 250000 personas. Las Jornadas Universitarias del presente año fueron el epicentro de la conmemoración de los 196 años del Alma Máter de Antioquia y antesala de la gran celebración del Bicentenario de la Universidad en 2003, efemérides a la que está convocada la comunidad académica y científica nacional e internacional.

“Cuando escribo un poema pienso que es el último y realmente es el último y pasan años y no vuelvo a hacer nada. Siempre digo que no voy a volver a escribir, como cuando uno está enguayabado que dice que no va a volver a beber”.

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Ser poeta, además de una tragedia, es un privilegio que duele como una herida abierta “Cuando supe quienes fueron los postulados me quedé aterrado y adolorido porque a todos ellos los admiro mucho, son grandes poetas y además mis grandes amigos”, dijo el escritor Rogelio Echavarría al recibir el VII Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento que le otorgó la Universidad de Antioquia, con base en el fallo de un jurado compuesto por María Mercedes Carranza, Juan José Hoyos y Mario Escobar Velásquez. En esta oportunidad también estuvieron nominados al premio Juan Manuel Roca, Giovanni Quessep, Darío Jaramillo, Fernando Charry Lara, Elkin Restrepo, Jaime Jaramillo Escobar y Mario Rivero. Echavarría, autor de un único libro –El transeúnte–, cuya séptima reedición será Rogelio Echavarría y Jaime Restrepo Cuartas, rector de la publicada por la Editorial Universidad Universidad de Antioquia. de Antioquia, recordó que cada vez que escribe un poema deja de lado la pluma por largo tiempo, convencido de que aquéllos serán los últimos versos y convencido también de que ser poeta, además de una tragedia, es un privilegio que duele “como una herida abierta”. No hay vida sin poesía, no hay vida sentimental sin los recuerdos de la infancia y de la juventud, dijo el poeta cuando evocó a su natal Santa Rosa de Osos, población al norte del departamento de Antioquia. “Y mi juventud fue el Liceo de la Universidad de Antioquia, donde comencé el bachillerato, pero desgraciadamente no lo terminé; o sea que la Universidad, sin haberme dado el grado de bachiller, me ha dado el grado de poeta como tres veces. Primero me hizo un homenaje muy grande, después me dio un botón de oro y después me publicó el libro y ahora…, bueno ya es un exceso, francamente no sé cómo agradecer, no podré nunca en lo poco que me resta de vida”. Conmovido por el reconocimiento a su obra, Rogelio Echavarría expresó que en sus tiempos de estudiante en Medellín se hubiera quedado en la Universidad de Antioquia, pero el bicho del periodismo lo llevó a Bogotá y, de paso, lo retiró del bachillerato. “En esa época no había carrera que me gustara y el periodismo para mí era la literatura. Después vi que eran distintos, pero en el fondo se unían, porque el periodismo debe ser muy bien escrito”. Según Echavarría, el poeta es un hombre con sensibilidad especial, a la cual deben sumarse las destrezas que proporcionan la cultura, la lectura y las experiencias vitales. “De todas maneras me parece que es un privilegio ser poeta, o por lo menos así se ve desde fuera, pero es un privilegio que duele mucho, como una herida abierta”. Anunció que publicará un nuevo libro de poesía, esta vez irreverente y burlesco. En el acto fue leído el poema “Lugar común”: Ya que todos podemos ser Poetas/ comprender lo sublime/ exaltar lo sencillo/ hablemos francamente/ confesemos nuestro fracaso/ de hombres sin alas/ de hojas muertas en el estío/ nuestros empeños ciegos/ sin metáforas vanas/ nuestra identificación con todos/ o con casi todos/ y si alguien nos entiende/ y fecunda nuestra impotencia/ eso también es poesía/ o por lo menos una gota/ en la sed del infierno/ cotidiano. Periódico ALMA MATER, Universidad de Antioquia, edición 472, noviembre de 1999, página 6

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Una poesía para nuestro tiempo Por José Manuel Arango

1 Gottfried Benn, que sabía de las exigencias que comporta escribir hoy poesía, hace hablar a la Moira, a la Parca, en su conferencia Problemas de la lírica: “… quiero decírtelo al oído: una totalidad voluminosa es un sueño arcaico, sin ninguna conexión con la hora actual”. Y hasta llega a hacer esta afirmación extrema: “Ninguno de los grandes líricos de nuestro tiempo ha dejado más de seis u ocho poemas perfectos; los restantes pueden resultar interesantes desde el punto de vista biográfico y evolutivo del autor, pero pocos son los que pesan por sí o fascinan por largas épocas. Y para esos seis poemas, pues, de treinta a cincuenta años de ascetismo, sufrimiento y lucha”. Es que escribir un poema no es un asunto fácil: “tras un poema se perfilan los problemas del tiempo, del arte, de las bases internas de nuestra existencia de forma más nítida y radical que tras una novela o incluso una obra dramática”1 Me parece que estas palabras de un poeta de la muerte, como es Benn, pueden traerse a cuento si se trata de decir algunas acerca de nuestro Rogelio Echavarría, autor de una obra medida y sopesada, rumiada y sufrida. De una obra parca, en fin: quizá ninguno de nuestros poetas haya llevado la parquedad a tal límite.

2 Rogelio Echavarría es, también, un poeta de la muerte. En su poema “Muerte reiterada” –un título que confiesa una de sus obsesiones, quizá la dominante–, nos dice justamente: El poeta es un hombre que vive y convive con la muerte El texto es reciente, escritura de hombre maduro. Pero ya en uno de los primeros de El transeúnte, es decir, en un poema de juventud, había dicho: Yo siempre duermo con mi única fiel compañera, que me acaricia el rostro con sus manos de hollín. (Dicho sea de paso: este par de versos son de los que

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O

tro de los asuntos de la poesía de Rogelio Echavarría es la soledad. No se trata, claro, de la soledad como tópico sino de la experiencia de la soledad. Cada época y cada hombre tendrán la suya, no es la misma la del místico que la del poeta de la naturaleza. Y la de hoy es la soledad urbana. golpean y quedan sonando en la memoria, de los que hacen que uno vuelva a la obra de un poeta). La vivencia de la muerte y la convivencia con ella son, pues, una especie de trato amoroso. La muerte es la única fiel compañera. Su frecuentación es la que mantiene los


Rogelio ECHAVARRÍA

ojos abiertos; la que, lejos de excluir, permite la ebriedad del canto. Cada hombre debería aceptar el no saber y la indefensión que su cercanía trae. Debemos mirar a cada hombre y llamarlo y tomarlo de la mano y preguntarle de dónde viene, desde cuándo, nunca hasta dónde va, porque lo mismo sabe que yo, que tú, que nadie. O si lo sabe es un loco como aquel que creía que lo sabía. O si canta viendo que los gusanos lo esperan entre su cuerpo, dejadlo… Dejadlo que siga cantando porque está ebrio.

3 Entre nosotros hay quizá una visión burlona de la muerte. Y tal vez nos venga –a nosotros, tan encerrados entre montañas– de la Edad Media, a través del medieval catolicismo barroco de la Contrarreforma. (El gran teatro del mundo, de Calderón, es sin duda una versión para auto sacramental de la vieja Danza de la muerte.) La muerte –la Pelona–, con su figura teatral, farsesca y festiva, es un ícono popular. Y, sobre todo, la actitud que supone tal representación, la postura entre estoica y gozadora, es muy del vulgo. Tomás Carrasquilla, en su transcripción de un

cuento tradicional, el cuento de la señá Ruperta, cuelga a la muerte en la horqueta de un árbol –la anula–, hasta que la pobre, flaca y con telarañas en las cuencas y con la guadaña oxidada, hace sentir su falta en el mundo. Jaime Jaramillo Escobar, por su parte, en la Aproximación a la muerte de Los poemas de la ofensa, se pone a bailar con ella en estas “Coplas de la muerte” (que sean coplas, aún si en ellas no hay ya consonancias sino una música áspera y disonante, es significativo): La Muerte me coge el pie, yo la cojo del cabello; si se queda con mi pie, me quedo con su cabeza. La Muerte me coge un brazo, yo la agarro con el otro; cuando amanezca estaremos dando vueltas en redondo. Y lo teatral está también en la retahíla que es su tremendo “Aviso a los moribundos”, donde habla una especie de pregonero o heraldo: Vengo de parte de la Muerte para avisaros que vayáis preparando vuestras ocultas descomposiciones. Esa tradición llega también a Rogelio Echavarría. Con un humor más delgado, porque la danza se ha interiorizado, se ha hecho lírica:

De izquierda a derecha: Juan José Hoyos, Mario Escobar, José Manuel Arango y Rogelio Echavarría, en el acto de entrega del Premio de Poesía a éste último.

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Cien pasos doy de para atrás pero la muerte los advierte. Es también, delicadamente, una burla: Con mi mañosa lentitud engaño a todos, no a la muerte. ¿Qué prisa tengo para ver abiertos ojos, ciega muerte? (…) Ojo por ojo, hueso por hueso, la muerte cobra vida.

4 En la poesía de Rogelio Echavarría hay humor. Ligereza de baile y música, juego verbal. Un humor tenue, que podríamos llamar metafísico. Como en esta “Biografia”: Ayer, sueño. Hoy, recuerdo. ¿Cuándo realidad? O en este chaplinesco “Artista”: El sombrero de copa y la almilla rota. ¿Y qué decir de este “Oscuro sueño”? Me asaltan en la noche y me ofenden fantasmas transparentes y fríos me toman por los cabellos me hunden en un pozo oscuro y febril. ¿O de estos versos escuetos, donde el “insecto sonriente” no puede ser otro que el animalejo capaz de risa? Este insecto sonriente

no sabe que hay un día y una noche siguiente. Era todo y es nada en la misma jomada.

5 Otro de los asuntos de la poesía de Rogelio Echavarría es la soledad. No se trata, claro, de la soledad como tópico sino de la experiencia de la soledad. Cada época y cada hombre tendrán la suya, no es la misma la del místico que la del poeta de la naturaleza. Y la de hoy es la soledad urbana. La soledad, mi solidaria en el teatro y en el parque, la soledad en la sopa fría y en los comensales del restaurante, la soledad a la mesa sentada en el bar. Como se ve, es una soledad que, igual que la muerte, se figura y se personifica. Que se sienta con nosotros a la mesa en el bar. Dice Darío Jaramillo Agudelo: “Diré tan sólo lo principal: Rogelio Echavarría es un poeta original en la poesía colombiana porque fue el primero que abrió los ojos a la poesía de lo cotidiano y de la ciudad: y lo hizo sin perder vuelo lírico, sin abandonar el misterio esencial de la poesía”2. Tiene razón. El poeta es hoy un otro entre muchos. Entre los que están acodados en la barra aislados solitarios entre los demás con los pies altos del suelo Porfirio Barba Jacob era todavía un genio. Es decir, tomaba todavía esa postura romántica. Cuando solo habían pasado seis años desde la muerte de Barba Jacob,

Rogelio Echavarría, Mario Escobar, Luis Vidales, Jorge Pérez y Meira Delmar.

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hacia 1948, la de El transeúnte es otra voz. Sus palabras sin énfasis suenan más cercanas a lo que hoy sentimos. “Soy el diseminado”, nos dice. Como una semilla más de las que derrocha la naturaleza, la madre loca. Y en otro lugar: Hablemos francamente confesemos nuestro fracaso de hombres sin alas de hojas muertas en el estío nuestros empeños ciegos sin metáforas vanas nuestra identificación con todos o con casi todos. También la vida en la ciudad es otra clase de muerte. El pasajero, el “camarada enemigo” –en otro poema en el que la vida es como un prosaico viaje en bus– no sabe de dónde viene aunque subió en la esquina adónde va aunque vaya aquí conmigo

El acto amoroso, a la vez que plenitud, es destrucción. Es intercambio de cuerpos, de materias. ¿Por qué destruye los cuerpos para luego rehacerlos tan perfectos que puedan sufrir nuevamente la muerte de que fueron salvados y a la que siempre viven condenados? Los amantes cambian sus cuerpos y el silencio los hace iguales... Cuando en la noche caen las altas torres y trabajan sonámbulos los lejanos correos con sus manos que buscan el lugar del reposo, te encuentro en mí, trocados los cuerpos transparentes y plenos de nosotros mismos en carne y hueso. Plenitud y destrucción. Desde ahí se puede –se debe– celebrar. La belleza está por todas partes. Aun las ferias están llenas hasta la hartura de belleza gratuita

El desarraigo es ley:

El poeta, el mirón de esa belleza gratuita, puede decir:

¿Qué importa dónde se nace ni dónde se muere, si con la muerte regresamos a la cuna y con el nacer aseguramos nuestra muerte?

Desde mi oscuridad veo todo tu cuerpo y tú, que estás iluminada, no ves mis ojos, ni siquiera mis ojos, ensombrecidos de luz tuya.

El poeta ya no se da ínfulas. Es uno más, otro de esos todos. Lo que dice sabe a palabra de todos los días: La ducha tibia, la afeitada lenta, la ropa limpia y el café fragante, el diario fresco, la ventana abierta... Sí, permanece en lo cotidiano sin perder intensidad. De modo que puede decir, como cualquier yo, como cada cual, que él es igual a todos y distinto a todos y distinto a mí mismo cada día.

6 El amor –cómo podría ser de otro modo– está también entre los motivos de esta poesía. Amor, sí, a una mujer concreta, de carne y hueso, pero que es, además, afirmación de la vida y de la poesía, búsqueda de la totalidad. En “Declaración de amor”, por ejemplo, título de un poema pero que bien podría ser el de la obra entera del autor, y hasta el de la gran obra en la que trabajan juntos todos los poetas, el poema que se escribe a muchas manos:

7 Mejor, sin duda, que hablar de los poemas de Rogelio Echavarría –y sospecho que ello pasa con todos los poetas– es volver a traer sus versos y oírlos, saborearlos y dejar que hablen por sí mismos. El lector encontrará en su breve obra versos tan saboridos como estos: Las mujeres lavan su cuerpo de la sombra del lecho (...) Todos engendramos nuestros lazarillos (...) Todos nacemos ciegos y morimos sin saber qué es la luz. Hay poemas enteros reducidos a dos líneas: Otro día perdido... ¡y la eternidad, intacta! O hasta a un verso, el primero ¡De suerte que este instante es la vida! que es ya el poema. No es necesario leer más. Uno lo dice y cierra el libro para paladearlo. Tan sencillo, tan sin pretensiones. Parece la exclamación de un cualquiera que se detiene cualquier día a mirar hacia atrás con asombro. Pero tan rotundo, dicho de qué manera: ¡De suerte que este instante es la vida!

Soy el diseminado, que tiene en ti el último centro. Busco una soledad que prolongue la mía. Quizá la pasión amorosa sea, en nuestro mundo desangelado, una de las pocas puertas que quedan para acceder a eso que Lezama Lima llamaba sobrenaturaleza. Aquí no es, sin embargo, un sentimiento religioso, o al menos no lo es de manera ortodoxa. El amor no es prenda de resurrección o de trascendencia. Sencilla y solamente es el amor, sobre el que nada tengo adquirido ni esperado. Amamos, como vivimos, únicamente

1. Benn Gottfried, Ediciones Júcar, colección Los Poetas. Traducción de José Manuel López Abiada, Madrid, 1981, p. 187 y 200 2. Echavarría Rogelio, El transeúnte y otros poemas, Ediciones Autores Antioquenos, Secretaría de Educación y Cultura del Departamento de Antioquia, Medellín, 1992, p. 16

Prólogo del libro El transeúnte 1948-1993, Editorial Universidad de Antioquia, febrero de 1994, páginas 9 a 19

hasta el día en que el fruto necesite nuestro agrio bagazo.

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Memoria del poeta desmemoriado

Por Juan José Hoyos

E

sa noche, Rogelio Echavarría estaba leyendo unos poemas suyos en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Ya no recuerda la fecha, ni el año. De pronto, hizo una pausa y levantó los ojos. El auditorio estaba lleno. Él se quedó mirando a la gente con un dejo de perplejidad. Por un momento se sintió como el hombre ausente de un poema de su libro El transeúnte, al que llaman, y toman de la mano, y le preguntan de dónde viene y desde cuándo. Luego, volvió con sus ojos al libro y permaneció callado. Pasaron dos, tres... diez minutos. Las caras de la gente ahora lo miraban a él con perplejidad. Un silencio misterioso se apoderó de la sala. Su hijo Juan Fernando se levantó de la silla, que estaba en la primera fila del auditorio, y fue hasta la mesa principal. — Papá— le dijo, tomándolo del brazo—. Salgamos juntos. Yo lo llevo. — ¿Adónde? — A una clínica. — Hijo: no recuerdo que me haya pasado nada... — Precisamente por eso —dijo Juan Fernando. Al día siguiente, él despertó en una cama de un hospital. Cuando abrió los ojos, no podía recordar qué había sucedido. El médico le dijo que había sido un episodio de ausencia, un nombre clínico de una falta temporal de la memoria. En un poema que escribió un tiempo después, el poeta recuerda el episodio: ¿Cómo llegué hasta aquí, si estoy ausente? Yo que luché por olvidar la lucha y para nunca recordar la ofensa, sólo tengo memoria del presente. Sé que es muy poca pero a veces mucha. Y el mañana no existe, pues si llega se aplaza a diario e infinitamente. Rogelio habla de esa historia como si hubiera sido una experiencia divertida. Esta

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Rogelio ECHAVARRÍA

noche está en Medellín. Va de viaje para Santa Rosa de Osos, el pueblo de Antioquia donde nació un 27 de marzo, hace ya ochenta años. Va, por decisión propia, a celebrar su cumpleaños, solo. Piensa recorrer las calles de su infancia. Va a visitar la casa donde vivió con su padre, un viejo hermoso y valiente al que todos llamaban Jesús Humilde: era un carpintero sereno y estoico que supo enfrentar con la mayor de las enterezas el hecho de quedar pobre, divorciado y liberal en un pueblo de conservadores, en la década de 1930. Jesús logró rehacer su vida y la de su hijo en medio de las peores humillaciones y penurias, como el más valiente y callado de los hombres. Por la tarde, Rogelio ha recorrido, también solo, las calles de Medellín, la ciudad donde pasó su primera juventud trabajando en el periódico El Pueblo, y en un radioperiódico de la emisora Ecos de la Montaña, mientras estudiaba los primeros años del bachillerato en el Liceo de la Universidad de Antioquia. Ha visitado los lugares donde vivió y trabajó y tuvo las primeras novias secretas. Era la década de 1940. Después tuvo que marcharse a Bogotá, donde trabajó durante más de cuarenta años en los periódicos El Siglo, El Espectador y El Tiempo, y en la revista Sucesos, que él mismo fundó con su amigo Felipe González Toledo. Por la noche nos juntamos a conversar y a ver un partido de fútbol en la televisión. Mientras el balón va y viene por la cancha, Rogelio me habla del Medellín de esa época, de su gente, de sus tranvías, de sus edificios y sus calles. Me parece estar viéndolos en una fotografía en blanco y negro. Después me dice que está perdiendo la memoria, y se acuerda de otros versos: No me defiendo ya ni me apercibo. Recuerdo que no soy pero que existo. Sólo queda el amor: su eterno instante y la quemada luz con que me ciega. Oyéndolo hablar, porque él jamás recita, recuerdo el día en que lo conocí en el viejo edificio del periódico El Tiempo, situado en la Avenida Jiménez con la Carrera Séptima. El pasado llega como una lluvia repentina: las casas de sus novias, ya casi olvidadas. Los viejos compañeros de oficio: Guillermo Cano, Álvaro Pachón de la Torre, José Salgar, Felipe González... Los mentores de su poesía cuando era un adolescente y nadie creía en él: Alberto Mosquera, Ovidio Rincón. Sus primeros maestros de la radio, como Hemel Ramírez. Los compañeros de copas y de versos del Café Automático, en Bogotá. El caricaturista Hernán Merino. Su paradigma de discreción y poesía, Aurelio Arturo. Pero antes, el niño de diez años huérfano que vivía en un hotel de Santa Rosa bajo el cuidado maternal de Ester González. La época en que Rogelio se vio obligado a abandonar con su padre el pueblo natal para irse a Yarumal, donde

aprendió a tocar el trombón y se convirtió en músico de la banda, a pesar de su edad. Las cartas a Ester, sobre todo en diciembre, cuando en la fría navidad no había juguetes, ni pesebres, ni alumbrados en su cuarto de soledades de una pensión barata de Bogotá. Los primeros versos a Mercedes Vélez, en Santa Rosa. Las elegías prematuras dedicadas a Maruja Mejía, su novia soñada.

Mientras lo escucho, pienso: ¿De modo que este instante es la vida? Rogelio insiste que está perdiendo la memoria. Dice que tuvo que ir a una clínica, de nuevo. Que a veces se le olvida dónde está. Que no encuentra las llaves ni los papeles. Sin embargo, recuerda sin equivocarse muchos versos suyos. Y yo me pregunto, ¿qué es la memoria? Por un momento, un poema de Rogelio me da una respuesta provisional como casi todas las respuestas de los poetas a estas preguntas: Ayer, sueño. Hoy, recuerdo. ¿Cuándo realidad? Ya es medianoche. Afuera llueve. Rogelio dice que para él todavía es muy temprano para irse a dormir. De pronto viene a su memoria un poema que escribió hace muchos años mientras volaba de noche, por los cielos de Europa, en un jet de Air France: “¡Cómo dormir si el cielo está despierto!” Luego se ríe y dice: “Pero para usted, joven, ya es muy tarde… ¡A dormir!”. Nos despedimos y, antes de cerrar la puerta de su cuarto, lo oigo preguntarse: “¿Tarde? ¿Temprano?” Los dos nos quedamos callados un momento. Entonces, Rogelio vuelve a recordar ese vuelo nocturno y dice en voz alta: Sobre el canto del pájaro del tiempo a la altura de Dios sube la noche mientras la luna cambia su semáforo. Y el sol que ya clarea en el oriente es el poniente para los que duermen y vivieron su día para siempre. Repite las palabras una a una, de memoria. Yo lo escucho maravillado y pienso: no está tan enfermo como dice el médico. Pero antes de apagar la luz de la lámpara de mi mesa de noche, vuelvo a preguntarme: entonces, ¿qué es la memoria?

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Perder la memoria es prácticamente perder la vida Por Alberto González Mascarozf

Una conversación previa que sostuvieron Rogelio Echavarría y la maestra María Adelaida Jaramillo González, jefa de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, hizo posible el diálogo para este reportaje, el 17 de febrero de 2009, entre el periodista Alberto González Mascarozf y el poeta Echavarría –refugiado en el sosiego de su hogar en Bogotá y en el amable silencio de su biblioteca personal–.

Sabíamos que figurar no fue siquiera una pretensión suya de juventud. También sabíamos de su desmemoria y timidez. Por eso entendimos los quites que le hizo a convenir una entrevista que, incluso, pidió aplazar cuando ya estábamos en Bogotá, rumbo al sitio del encuentro. Por teléfono aceptó las razones expuestas y a las tres horas ya dialogábamos en un rincón de su café preferido, en la zona norte. Aunque se trataba de nuestro primer encuentro nos saludó como a entrañables amigos, porque Rogelio Echavarría practica la amistad sin graduaciones ni adjetivos. Nada sabe de simulaciones protocolarias. Es auténtico. Se excusó por haber llegado tarde, dado que –insinuó–, las enfermedades llegan sin avisar y a partir de ahí la agenda de los días la determinan las visitas al médico y el horario de los medicamentos. Claro que por ninguna parte se le ve enfermedad o achaque físico alguno. Es ejemplo de lozanía a sus ochenta y tres años de edad. El fluir de sus respuestas se mantuvo siempre en tono bajo. A veces tan demasiado bajo que daba la impresión de estar musitando pecados de confesionario ante un cura inquisidor de su natal Santa Rosa. Por aquello de la desmemoria, nada más natural que los varios momentos en que frenó el hilo de la narración y, con la mirada ausente y una leve sonrisa ingenua en los labios, preguntaba: “¿En qué íbamos?”. Íbamos en que para usted “la poesía es

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una queja”, “una forma de quejarse uno de las carencias”. Íbamos en que en su vida “la carencia de la mamá” fue la primera “y después va uno arriando muchas otras carencias”. Íbamos en que “poetas optimistas yo conozco muy poquitos, aunque los hay”, porque “generalmente somos muy quejosos” y “a veces nos quejamos sin motivo”. Entre el punto de partida del diálogo y la estación en la primera desmemoria, el recuerdo de Rogelio Echavarría también surcó por “vivencias difíciles de entender para un niño”, como lo fue la quiebra económica (más no espiritual) de su progenitor y, a la par, la desintegración del hogar. “Mis padres se separaron estando yo muy niño. Tenía siete años. No había entrado ni a la escuela. Eso fue para mí fatal. Eso fue para mí muy grave. Yo


Rogelio ECHAVARRÍA

de ricos y donde además logró rehacer su vida y la de su hijo, abandonado en medio de las peores humillaciones y penurias…, según el relato del entrañable amigo de Rogelio Echavarría, el escritor y periodista antioqueño Juan José Hoyos Naranjo1. A medida que escribía los poemas de Canciones de un niño triste, Rogelio Echavarría desarrollaba la intuición por el periodismo. “A los diez años hice un periodiquito que se llama La voz del niño. Lo hacía a mano y con papel carbón para poder repartir copias a mi profesor y a mi madrina o madrasta”.

era un muchachito. Eso fue muy duro”. A partir de aquel entonces, comenzó a reconocerse como “un desplazado permanente, un verdadero transeúnte, un andariego, un trashumante”. Su relato fluido de repente se detiene por unos instantes y con la mirada fija sobre la mesa, exclama: “Lástima que se me quedó en la casa Canciones de un niño triste, un libro que tiene mis poemas de la niñez a la adolescencia. Yo los perdí pero un día descubrí que los tenía una persona en Santa Rosa y me dio las copias. Por eso pude salvarlos. Ese libro, publicado por la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, donde han sido unos amigos muy queridos conmigo, realmente tiene una carátula con la foto de un niño triste. Es una de las fotos que me quedó de cuando yo era pequeño, y es haciendo mi primera comunión [a los diez años]”. En las páginas de éste, que podría considerarse su primer libro no obstante haber sido publicado en el año 2005, está el poema Así sería mi madre, que le mereció en la escuela el primer premio de su vida como escritor. “Es un poema a la madre que no tenía. Al final dice ¡Así sería mi madre… si existiera! No dice si viviera, porque ella vivía”. El recuerdo del poeta recorre asimismo su vida de niño exiliado en el municipio antioqueño de Yarumal, a donde, arrastrando “la tragedia de la orfandad y el abandono”, lo llevó a vivir por un tiempo su padre, ese viejo hermoso y valiente que le dio la vida –al que todos llamaban Jesús Humilde–, que supo enfrentar con la mayor de las enterezas el hecho de ser pobre y liberal y carpintero en un pueblo de godos y

Luego de superar el trance de esa repentina primera laguna (“¿en qué íbamos?”), Rogelio Echavarría responde a la subsiguiente pregunta con ánimo renovado. Dice que la vida periodística fue la que le aplacó un poco la condición de “desplazado permanente”. En Medellín trabajó primero en el radioperiódico Adelante de la emisora Ecos de la Montaña, y, posteriormente, en El Pueblo, “un diario formidable”. Después, en Bogotá, trabajó un año en El Siglo, diez años en El Espectador y hasta la jubilación en El Tiempo. Cuando en la época de la dictadura cerraron los periódicos, fundó en la ciudad capital un semanario que se llamaba Sucesos, diferente a Sucesos Sensacionales que se imprimía en Medellín. “Tuvimos mucho éxito durante casi diez años. Eso fue muy bonito. No tuvimos censura porque nosotros no interveníamos en política. Solamente cuando cayó Rojas Pinilla lo único que hicimos en política fue un reportaje de actualidad con los quíntuples, o sea los cinco que quedaron reemplazando a Rojas en la transición”. La llegada de Rogelio Echavarría al periodismo, y sobre todo a diarios de circulación nacional, fortaleció en Colombia la información cultural como actividad permanente y no esporádica. “La cultura no era noticia”, afirma. Se volvió noticia en manos del poeta-periodista. La corrección de estilo también se hizo realidad –sólo existía la corrección tipográfica–, permitiéndole a la prensa escrita marcar diferencia con aquellas otras tareas que, por tener que hacerse de afán, carecen de la suficiente calidad. En cierta ocasión, su visión de los hechos noticiosos le acarreó una especie de llamado de atención cuando uno de sus jefes en El Tiempo le reclamó por haber publicado en primera página el otorgamiento de un premio a un poeta. “Yo le dije: la poesía también es noticia y mucho más si el que se lo gana es el más grande poeta colombiano de la época, Aurelio Arturo”. La afluencia de clientes a aquel café del norte

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bogotano se torna constante. El reloj marca la una de la tarde. El rincón donde sostenemos la charla adquiere un raro ambiente de privacidad, no obstante la intensa luz del reflector que ilumina las imágenes que capta una cámara de televisión. Con el dedo índice de su mano derecha en la sien o en los labios, donde es frecuente que lo mantenga, Rogelio Echavarría retoma el tema sobre Aurelio Arturo: “Es más grande que Carranza, porque Carranza era muy buen poeta pero se hacía su bombo porque dirigía el suplemento de El Tiempo y allí él era el que mangoneaba. En cambio Aurelio Arturo, un poeta silencioso, un poeta que no publicaba, es el gran poeta del siglo veinte, como Barba lo fue del siglo anterior”. A renglón seguido agrega: “yo no escribo como tarea de todos los días y menos en los últimos tiempos que he tenido una sequía”. Sequía no del todo estéril porque –dice– “me ha dado por hacer unos cuatro o cinco poemitas que los va a publicar Germán Santamaría en la revista Diners, publicación que él dirige”. Sin mediar pregunta alguna expresa, con cierto énfasis, que uno no debe “escribir bobadas”, aunque puede ocurrir que cuando uno escribe creyendo que todo está bien “puede que esté escribiendo bobadas”. “Yo soy muy escaso para escribir poesía –plantea– sobre todo en mi madurez. Uno madura en todo y madura también en no exhibirse mucho, en no exhibir sus complejos o sus disminuciones”. La poesía es espontánea –agrega– lo que no evita que “haya personas muy cultas que hagan poemas, pero carentes de aquello que es imprescindible para hacer poesía: ser poeta”, “como Barba, que era poeta en todo…” Por segunda ocasión –luego de haber retomado el tema de su expedición en el periodismo y entrelazarlo con pasajes deshilvanados de su vida familiar–, Rogelio Echavarría se ve envuelto en otro halo de desconcierto que lo lleva a decir: “¿Dónde íbamos?”, agregando enseguida a modo de explicación justificativa: “Es que yo soy un despistado”. Íbamos en que en diferentes momentos, por cuenta de la violencia partidista, le tocó presenciar las quemas de El Espectador y El Tiempo. Íbamos en

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que “en un incendio le salvé la vida a un amigo, o sea que de bombero también tengo algo”. Íbamos en que usted ha sido víctima hasta de las llamas del Perú, porque estando allí hubo una que lo carrerió. La forma de abandonar los predios de esta segunda estación de la desmemoria la propicia la pregunta sobre el significado real o ficticio de los premios. Con franqueza dice que en el campo cultural, literario y artístico, éstos tienen importancia porque no son los premios del azar que se compran como lotería. “Los premios culturales, y no es el caso mío –dice con la modestia auténtica que le caracteriza–, hacen justicia con la gente que ha trabajado con la literatura y con el arte en general. De manera que son unos estímulos que, aunque a veces llegan tarde, porque hasta la muerte nos llega tarde, siempre son justos, siempre son bienvenidos por el poeta y por sus amigos, y los amigos son aquellos que nos leen y con quienes vivimos en una permanente declaración de amor”. El Premio de Poesía que le otorgó la


Rogelio ECHAVARRÍA

El poeta Rogelio Echavarría con la maestra María Adelaida Jaramillo González y el periodista Alberto González Mascarozf, durante la entrevista el 17 de febrero de 2009, en Bogotá. Universidad de Antioquia, en 1999, significó algo especial en su vida personal y literaria, porque la Universidad de Antioquia –afirma– “es mi Universidad, es mi alma máter y páter y todo lo que sea familiar y hermoso”. En su Paraninfo, en el antiguo edificio de San Ignacio, la comunidad académica de este centro educativo le había rendido años atrás el primer homenaje que se le tributó en Medellín. “Eso fue muy lindo. Allí leí algunos de mis poemas. Eso me emocionó mucho porque, estando en primero de bachillerato, yo veía a los poetas recitar en el Paraninfo en unos actos que eran algo muy lejano en mi vida. ¡Y tocarme luego a mí! Eso fue una cosa fabulosa. Esas son cosas bonitas que tiene la vida”. Rememorar la obtención del Premio, lo mismo que aquel ya lejano acto en el aula máxima del Alma Máter de Antioquia –que, más que un acto académico, fue un homenaje a la amistad y a la hermandad que une a las personas–, hace que en las palabras de Rogelio Echavarría se acentúe un tono

de gratitud hacia hechos y personajes que describe con agrado porque marcaron trascendentales momentos de su vida. Pero las frases afables y pausadas que hilvanan sus respuestas, contrastan en extraña paradoja con el gesto siempre severo de su rostro. Gesto que se acentúa cuando, luego de retornar al territorio de su niñez, revive aquellos pasajes en que en la escuela tenía que aprenderse muchas cosas de memoria. “Yo era enemigo de eso. Pero de todas maneras la memoria hace mucha falta. Perder la memoria es prácticamente perder la vida”.

Notas 1. Y al final, el comienzo, texto de Juan José Hoyos Naranjo en Canciones de un niño triste, libro publicado en 2005 por la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, con el respaldo de la Alcaldía y el Concejo de Medellín.

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Edición VIII

2003

C

Fernando CHARRY

omo actividad central de la programación con motivo de su Bicentenario, la Universidad de Antioquia proclamó a los ganadores de los Premios Nacionales de Cultura 2003.

Entre las once postulaciones, el jurado del VIII Premio de Poesía por Reconocimiento, integrado por Piedad Bonnett, Rogelio Echavarría y Luis Iván Bedoya, otorgó por unanimidad el galardón al poeta Fernando Charry Lara, “quien –de acuerdo con el acta dada a conocer por la Rectoría el pasado 20 de agosto– ha logrado una obra sólida, que se constituye en una imprescindible referencia en el panorama poético en lengua castellana”. Rogelio Echavarría, homenajeado con la misma distinción en la anterior edición, expresó especial complacencia por el premio para Charry Lara, al considerar que el reconocimiento al autor de Los adioses (1963) y de Pensamientos del amante (1981) “es quizá el más merecido” de cuantos se han otorgado en esa modalidad. “Creo que batimos el récord al hacer la selección más rápida”, apuntó Echavarría y recalcó que es muy importante que se premie la trayectoria de un poeta, “sobre todo si se trata de un poeta mayor”, como el maestro Fernando Charry Lara, de quien Rafael Gutiérrez Girardot dice que: “Treinta y cinco poemas publicados y elaborados en 40 años son 35 ejercicios logrados de heroísmo sereno y silencioso. Son treinta y cinco pruebas de que la poesía no admite lo mediocre”. El mismo Rogelio Echavarría en su libro Quién es quién en la poesía, observa: “Vida entregada con la más alta fidelidad, dignidad y sobriedad a la poesía es la de este maestro contemporáneo, cuya conciencia es la de un verdadero esteta que, tanto en su depurada y escasa pero esencial, intensa, misteriosa y bella obra poética como en su lúcida y rigurosa crítica, deja un testimonio auténticamente representativo de la lírica de nuestro siglo”. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 514. Septiembre de 2003, página 28

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Poeta mayor

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ese a que sus poemas no superan las cuatro decenas, en todo el sentido literal y literario de las palabras Fernando Charry Lara, con 82 años de vida, es un poeta mayor, y esa condición, la de lírico superlativo, fue la que le reconoció el jurado que lo seleccionó en la VII versión del Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento. “Agradezco infinitamente el gesto de la Universidad, que me honra muchísimo y la solidaridad de muchos poetas amigos”, dijo en el homenaje que a instancias del Alma Máter le tributaron sus similares, los poetas y los lectores que lo postularon y eligieron. Eso sí, se abstiene de mencionar un solo de los vates que admira “porque son muchos”. Confiesa que no imagina su existencia sin la poesía, que ha sido compañera y una pasión a partir de la adolescencia. Desde la experiencia vital con la poesía dice que es tan esencial para tratar de comprender la vida, “para adentrarnos en el misterio de todas las cosas que son la vida”.

El solitario Quiero que entre mis brazos/ Lenta/ Oscura/ Desnuda surja/ La verdad del mundo/ Y no la eterna vibración de/ Labios/ De labios que jamás/ Una palabra/ Sueño/ Sueño de ser el/ Despierto contigo a solas/ A solas en secreto/ El pensamiento solitario.

La poesía tiene muy diversas manifestaciones y aparte de la escrita también intuye en la música y en la pintura, por ejemplo, que hay una profunda poesía. Al referirse a su estado de ánimo o al momento intelectual en el que concibe los poemas dice que es una especie de sonambulismo, pero también de mucha concentración y de mucho trabajo con el lenguaje, y en ese sentido descree de la inspiración como detonante de la creación poética. “Ya lo decía Baudelaire, la inspiración está en el trabajo cotidiano del poeta”.

dedicación del más depurado de los artesanos. “No puedo escribir rápido, no tengo esa habilidad que otros tienen –afirmó en entrevista con la escritora e integrante del jurado Piedad Bonnett–. Voy escribiendo lentamente y corrijo, corrijo mucho hasta encontrar la palabra exacta, lo que quiero decir. Así he hecho la poesía y veo que tal vez sería mejor hacerla de otra manera, pero no puedo. Ahora, hace ya bastante tiempo, he dejado de escribir poesía, infortunadamente”.

Trabajo diario que perfila con el cuidado y la

De profesión abogado, el maestro capitalino

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de la convocatoria 2003 del Premio de Poesía por Reconocimiento, junto con Piedad Bonnett y Luis Iván Bedoya. El autor de El Transeúnte afirmó que junto con la Casa Silva y otras cuantas instituciones, la Universidad de Antioquia se convierte en uno de los pocos espacios para los poetas. “Ya ni los literarios dominicales de los periódicos publican, con todo lo importante que es la poesía para enriquecer la lengua, la comunicación y la cultura”, dijo el poeta de Santa Rosa de Osos, para quien la poesía ha perdido espacio en los medios masivos de comunicación porque hay una falla cultural entre los periodistas y entre los mismos editores, “que no caen en la cuenta de que un libro de poesía no se vende tanto como un libro de fútbol, pero hace falta y le da más prestigio a una editorial un libro de filosofía o de poesía aunque se sabe que se va a vender poquito”.

considera que el aporte de la poesía a la cultura y al país ha sido muy importante. “Colombia ha tenido una buena tradición poética y la poesía es un factor espiritual que debe acompañar a la vida de la nación para contrarrestar la barbarie que nos rodea”, dijo, a la vez que estimó que el relegamiento de la poesía en los medios culturales del país obedece a que están dominados por intereses y por afanes comerciales. “Y la poesía no es asunto comercial”, sentenció.

Echavarría considera que el marginamiento de la poesía es un fenómeno global y a pesar de que hay poesía popular y para todos los gustos, “la poesía verdaderamente grande es la máxima expresión de la literatura, de la intelectualidad y del sentimiento del hombre y mientras más alta, menos personas acceden a ella”. Sin embargo, cree que lo que hay que hacer es estimular mucho la poesía, enseñar la forma y la buena poesía. Signo de la trivialización, de la cultura ligth que recorre el mundo, Echavarría consiente en que la misma poesía también se ha trivializado; señala, además, que ahora están de moda los cantautores, “lo cual quiere decir que hacen poesía para cantar y los hay notables porque creen que es la única forma de que la gente los reciba, no como poetas sino como cantantes”.

La poesía está prohibida “La poesía está prohibida, ya da pena ser poeta, por eso esta clase de concursos son salvadores de la poesía, por lo menos mañana hay una noticia en el periódico”, dijo en tono jocoso y a la vez melancólico el poeta Rogelio Echavarría, jurado

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Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 514, septiembre de 2003, página 28


Fernando CHARRY

La vida en Colombia nos obliga a tener una actitud rebelde

Por Alberto González Mascarozf

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n el momento de iniciar la conversación, a sus manos llegó como obsequio el libro de Aurelio Arturo editado por la Unesco y la Universidad de Antioquia. ¡Que bella edición!, exclamó, mientras la ojeaba por delante, por el lomo, por detrás, sin rasgar la transparencia plástica y brillante que lo envolvía. Es una bella edición, volvió a decir, y enseguida dio las gracias con un tono de voz un poco más audible. Su mirada bifocal volvió a posarse en el libro. La imagen del momento en algo llegó a parecerse a la del pescador que admira el trofeo atrapado en la profundidad marina por uno de sus colegas de faena. Tras finalizar el breve ritual del obsequio, los presentes se despidieron con reverencia: "Maestro, siéntase bien en la Universidad". Apoyado en la curvatura de su bastón, Fernando Charry Lara levantó levemente la cabeza y repitió por dos veces la palabra gracias. El libro lo introdujo en una bolsa donde había otros y algunos papeles. Estaba en Medellín la tarde del 10 de septiembre porque en la noche le entregarían en el Teatro Camilo Torres de la Universidad de Antioquia el premio de poesía que ésta patrocina desde hace 35 años y que en esta ocasión le fue adjudicado en reconocimiento a su obra de toda la vida. Al desentenderse del libro y sin necesidad de preguntarle nada, prosiguió con el tema que él mismo había iniciado antes. Aurelio Arturo –explicó- era un gran poeta y además de buen poeta un hombre discretísimo, menos con las mujeres. A todas se los pedía. La última anotación produjo sonrisas, sin que estas desviaran el hilo de sus comentarios: "Era un hombre bastante culto. Era un gran lector. Toda su poesía, diáfana, transparenta un mundo de cultura. Y no hay que olvidar que Aurelio era heredero del modernismo. Todos los poetas vanguardistas, aunque aparentemente ellos negaran toda influencia del modernismo, habían recibido la influencia del modernismo. Y en Aurelio a mí se me hace patente la influencia del modernismo. Su lenguaje. Su musicalidad. La poesía de Aurelio

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es extraordinariamente musical. Y ese mundo cultural también es una herencia modernista. Es obvio decir que Aurelio recibió la influencia de Porfirio Barba. En varios de sus poemas se nota esa influencia muy cernida, pero muy cernida". Por el tono tan bajo que le daba a la voz parecía hablando solo. Además, la mirada la dirigía hacia un punto fijo sobre la mesa. Luego de decir que Aurelio captó lo mejor de Porfirio, se quedó callado. Entonces surgió la pregunta más tonta y más obvia de todas: Además de Aurelio Arturo, ¿quién? "De las figuras rescatables de la poesía colombiana está José Asunción Silva. Seis u ocho poemas suyos son representativos del salto que dio del romanticismo al simbolismo. Asimismo, un León de Greiff, un Eduardo Carranza. Y antes de ellos está Hernando Domínguez Camargo, un poeta muy destacado en la época colonial. Pero no quiero seguir con una mención de otros nombres porque sé que olvidaría a muchos. Lo que sí veo es que dentro de la poesía en idioma español, tanto de España como del resto de países de Hispanoamérica, la que se escribe en Colombia por parte de los jóvenes y de los que ya no son tan jóvenes tiene muchas virtudes, tiene más personalidad, tiene una dicción que la enaltece, tiene un tono propio. Eso se debe en parte a algo temperamental y puede también ser una característica del lenguaje colombiano. Los otros países presentan una escritura muy uniforme de poemas. Pero eso habría que investigarlo más". Al quedarse otra vez callado y mirando al mismo punto fijo sobre la mesa, otra pregunta que surgió es cómo se define él mismo dentro de la poesía colombiana. "Pues es difícil saberlo", dijo de manera lacónica, dando quizás a entender que la pregunta era aún más obvia que las anteriores. No obstante pronunció algunas frases. "A mí me ha interesado mucho la poesía como conocimiento y como revelación del hombre, como revelación de todos esos aspectos misteriosos de la existencia humana. Yo hubiera querido ahondar en esa intención. Puede que no haya logrado gran cosa. Hubiera querido avanzar mucho en esa dirección, pues la poesía es avidez de vida, avidez

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de revelación de la propia existencia. De ahí los desvelos permanentes de la poesía por el amor, la soledad, la muerte, el vacío, el sueño, la noche". Como tal vez recordó que todo periodista pregunta enseguida qué es el amor, qué es la soledad, qué es la muerte, qué es el vacío, qué es el sueño, qué es la noche, a su última frase le agregó otra lacónica sentencia: "palabras todas indefinibles", dijo, mientras entrecruzaba los dedos de las manos y volvía a quedarse callado, como esperando que no hubiera más preguntas o que la próxima lo obligara a desenterrar la mirada de ese punto fijo sobre la mesa. Y la desenterró cuando escuchó la pregunta qué es para él vivir en Colombia. "Para los colombianos, la vida es bastante dramática. Es una vida que nos obliga a tener una actitud rebelde ante las formas sociales imperantes. Es indiscutible que hay mucha injusticia que se refleja en la pobreza, el desempleo, en la falta de educación, en la falta de cultura. Por eso uno no puede vivir contento con la vida tal como se vive en Colombia. Todos quisiéramos vivir una vida de condiciones mejores. Por eso forzosamente el poeta es rebelde. Estamos muy lejos de tener en Colombia una existencia humana satisfactoria". ¿Ve alternativas de solución?, es otro interrogante que responde con una expresión menos rígida en el rostro adusto y por momentos inexpresivo. "Por lo pronto no veo ninguna. Ojalá la clase dirigente pueda ofrecernos una solución al conflicto tan grave que vive el país. La aspiración de todos los colombianos es vivir en un país más libre, más justo y con mayores condiciones de seguridad". Saber que vino desde Bogotá a recibir el premio, es una señal de que para él los premios no son despreciables. ¿Le da alegría a un poeta ganarse un premio?: "Me satisface enormemente y me enorgullece mucho ganarme un premio que provenga de la Universidad de Antioquia, una institución dos veces centenaria y con muchos merecimientos en el terreno científico y en el terreno humanístico". ¿Y por qué son importantes los premios para los poetas?, es una de las inquietudes que pueden inferirse de su respuesta y que sin timideces ahora se pueden plantear porque Charry Lara se muestra contento: "Yo creo que estimulan la creación poética y al mismo


Fernando CHARRY

"…en la memoria está muy presente la juventud y para un viejo el recuerdo de la juventud es espantoso, porque es el recuerdo de la felicidad perdida…"

tiempo contribuyen a una mayor difusión de la poesía, que también es una aspiración de los poetas. Y, como antes de llegar a la Universidad estuvo almorzando con el ex presidente Belisario Betancur, no faltaron dos preguntas de cierre para no importunar más su silencio: ¿El de Betancur ha sido uno de los gobiernos más cercanos a la cultura? "Yo creo que todos los gobiernos se dicen amigos de la cultura, pero en el fondo…huummmmm… no sé. Sí, Belisario ha sido un hombre que ha estado muy cerca de la actividad cultural". ¿Por qué se le nota tan contento en Medellín? "Es muy grato para mí venir a Medellín. Las primeras publicaciones literarias las hice en el suplemento literario Generación, editado por el periódico El Colombiano por allá en los años cuarenta. O sea que desde un comienzo he estado vinculado con las gentes de letras de esta ciudad. Y sí, estoy muy complacido de volver a estar en Medellín". Periódico ALMA MATER, Universidad de Antioquia, edición 515, octubre de 2003, páginas 34 y 35

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a poesía es la palabra completamente desentrañada, moldeada, estudiada, enardecida y profundizada por el poeta. La poesía es eso, la expresión o el lenguaje llevado a su máxima expresión. El trabajo de la poesía resulta de la alianza entre la vida inmediata y el mundo de la imaginación. Por eso es un trabajo, porque hay que ir buscando las palabras que realmente expresen la intuición poética, y esas palabras no vienen de inmediato… La poesía siempre está emparentada con la realidad del poeta, con su vida inmediata, y creo que cuando es mejor tiene una actitud un tanto crítica ante la realidad que lo rodea. Eso es inseparable. La poesía sí es forzosamente un reflejo de la vida social dentro de la intimidad del poeta. (Tomado del libro Imaginación y oficio, de Piedad Bonnet. Editorial Universidad de Antioquia)

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Edición IX

2007 Giovanni QUESSEP

En el Paraninfo de la Universidad de Antioquia (Edificio de San Ignacio), el Vicerrector General Martiniano Jaime Contreras entregó al maestro Giovanni Quessep las distinciones correspondientes al IX Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento.

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n jurado integrado por los escritores Santiago Mutis Durán, Rómulo Bustos Aguirre y Luis Fernando Macías Zuluaga, concedió el viernes 14 de septiembre el IX Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, modalidad reconocimiento, al poeta Giovanni Quessep, nacido en el municipio de San Onofre (Sucre), el 31 de diciembre de 1939. El acta textual del jurado dice: "Después de considerar los nombres entregados por la organización y las listas de autores sugeridos por cada uno de los jurados, nos dedicamos al examen riguroso de las obras de dichos poetas, siguiendo el criterio de la más alta calidad de las mismas en el ámbito nacional e internacional, y llegamos –por unanimidad– al siguiente fallo: El ganador del Noveno Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad de Antioquia es el poeta Giovanni Quessep, nacido en San Onofre (Sucre), el 31 de diciembre de 1939. Autor de los siguientes libros de poesía: El ser no es una fábula (1968), Duración y leyenda (1972), Canto del extranjero (1976), Madrigales de vida y muerte (1978), Preludios (1980), Muerte de Merlín (1985), Un jardín y un desierto (1993), Carta Imaginaria (1998), El aire sin estrellas (2000), Brasa lunar (2004) y Metamorfosis del jardín -Poesía reunida- (1968-2006). A propósito

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Jurado: Luis Fernando Macías Zuluaga, Rómulo Bustos Aguirre y Santiago Mutis Durán.

de la obra de Giovanni Quessep queremos agregar que se trata de una poesía sostenida, sin fisuras, que florece en el silencio y que ha sabido labrarse el fervor de sus lectores, en la que sorprende su rara manera de ser moderna a partir de un milagroso “anacronismo” que expresa cabalmente las tensiones espirituales del hombre contemporáneo. Se trata de una obra rigurosa y de intensa belleza. Este premio se le otorga en un momento donde

todo constela en torno a su nombre en medio de un resplandor propio que se vuelve sobre la realidad del país como la posibilidad de elevar el espíritu hacia las regiones más ricas del mundo. Así mismo, con el fin de darle el curso debido a la divulgación del premio, sugerimos a la Universidad publicar una antología comentada de la obra del poeta ganador, para lo cual es conveniente que se contrate a un editor idóneo".

“Quiero agradecer a la Universidad de Antioquia, a todos sus directivos. Este es un premio que para mí es sumamente importante, es un gran honor, porque es un premio que está a la altura de los mejores de Latinoamérica. Lo recibo con gran afecto por esta institución y por todos aquellos que lo recibieron antes”, dijo el poeta Quessep en el acto de homenaje, al tiempo que evocó la memoria de Fernando Charry Lara y de José Manuel Arango, “dos queridos amigos y grandes poetas ya fallecidos, que también recibieron este premio”. Enseguida leyó "Consagración de las voces de lo invisible", el poema que cierra el último volumen que reúne toda su obra, publicada en once libros:

Tal vez nunca existió la voz de lo invisible ni el árbol de la vida, ni la fuente perpetua que manaba sueños y oro. ¿No es el Jardín la fábula del persa? Tal vez contado el cuento hay el olvido que les niega a los pájaros que el bosque no es el espejismo de su vuelo, que hay un reino lejano donde nadie vive, ni muere nadie, y un alcázar con una puerta que abren los bufones. Nos dijo alguien que la vida es bella y existen caballeros, piedras, duendes que tejen el destino y nadie sabe cómo turbar su antigua pesadumbre;

que vino un Rey de espuelas de rubíes y cantó: aquí el amor, aquí la muerte. Todo esto fue, y aun más. También se dijo: «–¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?, ¿cuándo somos de veras lo que somos?». La noche es una herida constelada, y por ella se asoma el desconsuelo de un salmo que se aleja y nos aleja. Cantar lo que no existe, lo imposible,

viene de la memoria de los sueños: Lo que no ha sido ni será, esa rama que mueven las alondras con su leve rumor de alas en las altas horas. Tal vez nunca existió lo que nos quema, ni un árbol de cristal y cornalina: El árbol, ya en silencio –hojas y labios–. Cerrado el libro se nos va la vida y se entra en un dibujo o luna inmóvil.

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Nunca tuve ni he tenido que ver con las vanguardias Por Alberto González Mascarozf

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a casa de habitación y el lugar de esparcimiento espiritual del poeta Giovanni Quessep es Popayán, en el suroccidente de Colombia. Allí reside desde 1989, luego de un vínculo estrecho con el municipio sucreño de San Onofre, su cuna y epicentro de su infancia; con Cartagena, etapa transitoria de sus estudios secundarios; con Sincelejo, donde se graduó de bachiller en el Instituto Nacional Simón Araújo; y con Bogotá, que le abrió las puertas a su formación superior y al ejercicio de las primeras labores profesionales en la Universidad Javeriana, institución que le otorgó la “Excelencia” como profesor de Literatura. Italia también forma parte del itinerario de su juventud, antes de establecerse en forma definitiva en la histórica capital caucana, donde, a sus setenta años, vive la cotidianidad de un ambiente desprovisto del tráfago y la impersonalidad de las grandes urbes, aunque reconoce que por las callejuelas empedradas, con caserones señoriales de fachadas blanquísimas a la lado y lado de las aceras, se han filtrado en las últimas décadas preocupantes signos decadentes que les hacen fruncir el ceño a los moradores y por momentos les estrujan el alma. Motivos le sobran a Quessep para querer a la ciudad que le adoptó como hijo ilustre y cuya centenaria y prestigiosa Alma Máter –la Universidad del Cauca– lo exaltó con el Título Honoris Causa en Filosofía y Letras, habiéndolo acogido previamente como miembro de su cuerpo docente. En un apacible patio de la Casa Mosquera –otros, con algo de razón, dirán patio fantasmal–, Quessep aceptó relatar para esta Memoria de los Premios de Cultura pasajes de su vida familiar, personal y poética. Diálogo convenido el 1 de abril de 2009, bajo el pretexto del Premio de Poesía que ganó en 2007:

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Mis abuelos paternos llegaron exiliados a Colombia a finales del siglo XVIII, debido a que la vida en el Líbano, bajo el imperio otomano, era sumamente dura. Tras huir de Beirut, entraron a Colombia por Cartagena, donde vivían del recuerdo de la tierra libanesa dividida en pequeños patios en los que se siembran uvas, manzanas, duraznos… Uno de mis tíos nació en Belén de Pará, Brasil; dos tíos en el Líbano; mi papá en Cartago, Valle, pero con un año de edad se lo llevaron para el Líbano; mi abuela Soledad, en Manizales, pero también se la llevaron para el Líbano. Uno de mis hermanos nació en Sincelejo, los otros y yo en San Onofre, y mi hermana Olga, que ahora vive en Medellín, nació en San José de Costa Rica. O sea que la vida de toda mi familia fue itinerante, con la mirada siempre puesta en dónde podía establecerse. Eso fue muy duro para ellos, como lo es para todo exiliado. Mi papá se casó con la bogotana Paulina Esguerra, quien le enseñó el español que aprendió a hablarlo muy bien. Mi infancia fue muy linda pero a la vez padecí una especie de purgatorio en San Onofre, donde, por fortuna, a los niños nos distraía un cine que tenía mi padre. Se llamaba Cine Sevilla. Él conseguía los rollos de las películas y también las proyectaba. Era muy versátil en todas sus cosas. No lo elogio porque haya muerto ni porque sea mi padre, sino porque es así. Además del cine, la versatilidad la demostraba cuando me hacía los juguetes de madera, en medio de unas cualidades extraordinarias de carpintero. En San Onofre viví hasta 1949 cuando nos sacó la violencia que se desató en el país por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Mi padre, un liberal militante, fue el primero en ser amenazado y la casa de la familia fue destruida por completo. A todos nos iban a matar. No nos asesinaron milagrosamente. Esa noche estaban en lista varias familias más. Y si no nos mataron fue por algo increíble. Una viejita que mi padre se encontró en una calle le dijo: "Señor Quessep, váyase esta noche de su casa porque a las


Giovanni QUESSEP

once lo van a matar". Papá no creía. Sin embargo, mi familia, con mi mamá a la cabeza le dijeron "salgamos de acá". Y salimos hacia Tolú, a punta de remo en bote de vela. He vuelto a San Onofre algunas veces, pero ya no me da ningún deseo de regresar porque, hablando muy sinceramente, la situación hoy en día por allá ha estado muy mal. San Onofre es un pueblo que infortunadamente ha sufrido mucho, pero tenemos la esperanza de que todo cambie. Mi familia se instaló en Sincelejo, tiempo durante el cual yo estudié interno unos años en el Colegio San Pedro Claver de Cartagena, un establecimiento muy difícil. La idea inicial de mi papá era vincularme al Seminario Conciliar de San Carlos, en el templo de Santo Domingo, donde por esas cosas del destino se hizo la presentación de mi libro Metamorfosis del jardín, en el año 2007. Recuerdo que cuando ya me había matriculado, el padre rector del seminario le preguntó a mi papá: "señor Quessep, ¿usted es liberal o conservador?" Mi papá dijo: "bueno, ¿y por qué me pregunta eso padre?" Y éste contestó: "porque a nosotros nos gustaría que el niño fuera de familia conservadora". De inmediato mi papá ordenó: "hágame el favor y cancela la matrícula de una vez". La falta de cupo en otros colegios, entre ellos La Esperanza, donde estudió Germán Espinosa, hizo que ingresara al San Pedro Claver. En este colegio, en diciembre de 1950, un profesor santandereano –que años más tarde encontré en una calle de Bogotá porque él me reconoció–, me dio de premio, por ser yo un buen estudiante, el libro La divina comedia de Dante Alighieri. Con mucho cariño aún conservo esta obra, editada en dos volúmenes, que leí en vacaciones en la puerta de la casa paterna en Sincelejo, sentado en una mecedora de mimbre, y también en el patio a la sombra de un almendro. Esa lectura comenzó a despertarme una gran cantidad de cosas ocultas. ¡Resonancias que uno tiene! ¡Cosas interiores profundas! De la mano de Dante Alighieri, el mejor poeta que ha dado el mundo, comencé a acercarme a la poesía. Fue una lectura fascinante y conmovedora. Recuerdo que me asustaba mucho la descripción del infierno por el que descendía Dante. Infierno que luego escuché en los sermones de semana santa de los sacerdotes jesuitas. Eran unos sermones

terribles sobre el infierno. Yo pienso que todos ellos se habían leído el gran sermón de uno de los sacerdotes de la obra Retrato del artista adolescente, de James Joyce. Y, hablando de temas infernales, cierto día –y éste es un recuerdo que no le he contado a casi nadie–, cuando yo iba de mi casa al parque arrastrando un carrito de madera, sonaron de pronto tres disparos. Mi madre me llamó inmediatamente. Resulta que un policía había asesinado a un señor italiano que tenía la casa más bella de San Onofre. Una casa blanca de madera, de dos pisos. Lo asesinó de manera miserable porque estaba elevando una cometa o un barrilete como decíamos nosotros allá. El señor italiano le había preguntado al policía que por qué le impedía elevar una cometa y él respondió que –el gobierno tiene prohibido que se eleven barriletes–. Enseguida con su fusil le hizo tres disparos y luego, con la bayoneta, causó un mayor desastre. Eso fue horrible, muy horrible. Alguien me preguntó que por qué yo no contaba eso en los versos. Esas son cosas muy profundas que no tienen por qué salir. Es mejor dejarlas ahí. Volviendo a La divina comedia, su lectura fue mi primer encuentro con la poesía y Dante mi primer maestro. En mi libro Metamorfosis del jardín, editado en el año 2007 por Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg, hay unos versos que son de Dante. Después de Dante vino Rubén Darío que, en mi concepto, es el poeta máximo de la lengua española desde el Siglo de Oro español, así otros digan que no. Enseguida conocí a los poetas del Siglo de Oro español que para mí son extraordinarios: San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Garcilaso, Quevedo. Viene luego Neruda y otros que no voy a mencionar. Recuerdo que en el bachillerato tuve un profesor antioqueño, Ernesto Panesso Robledo, quien nos decía "para mañana, de memoria, ustedes me traen estos sonetos de Garcilaso, o estos sonetos de Quevedo". Y nosotros teníamos que cumplir. Hoy la memoria es una facultad que se ha ido perdiendo mucho. Claro que recuerdo que antes de terminar el bachillerato tuve otra pasión: Las mil y una noches. Esta obra despertó en mí, como ya lo he dicho en otras ocasiones, un deseo de salvación por el arte y la escritura, como lo dice el mismo libro. Al leer Las mil y una noches descubrí la música de las

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todos nos iban a matar. No nos asesinaron milagrosamente. Esa noche estaban en lista varias familias más. Y si no nos mataron fue por algo increíble. Una viejita que mi padre se encontró en una calle le dijo señor Quessep, váyase esta noche de su casa porque a las once lo van a matar. Papá no creía. Sin embargo, mi familia, con mi mamá a la cabeza le dijeron salgamos de acá. Y salimos hacia Tolú, a punta de remo en bote de vela.

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palabras. Pero es necesario aclarar que el árabe que yo sé no es muy apropiado. Mejor dicho, yo no lo sé hablar. Mi padre me sentaba en sus piernas e intentaba enseñármelo. Él era un hombre muy ocupado y le tocó una vida dura. Él no persistió en eso porque no funcionó como debía funcionar. Después entré a la Universidad Javeriana a estudiar árabe. Tuve que suspender los estudios por alguna razón. Pero oyendo hablar a mi padre y a mis tíos, me di cuenta de que el árabe es un idioma sumamente musical, es de una gran belleza musical, de una música prodigiosa. Esa música, a pesar de las traducciones, se revela en cada uno de los cuentos de Las mil y una noches. Éste ha sido uno de los libros más prodigiosos para Occidente. Hasta Voltaire escribió imitando cuentos de Las mil y una noches. Cuando fue publicado este libro en 1702, eso fue una iluminación. Las mil y una noches tiene cosas eróticas muy subidas. Cosas que después verá uno en el Decamerón de Bocaccio. Ahora, a mí también me gusta la poesía arábigoandaluza de los siglos XI y XII. Se sabe que esos poetas podían desencadenar una guerra con poemas. Sin esos poetas no se hubiera dado una cosa muy importante para Occidente como fueron los trovadores. De los trovadores vendrá Dante Alighieri. También la poesía arábigo-andaluza influyó muchísimo en el amor ideal, en la amada ideal. Eso fue lo que llevó a Dante a cantarle a Beatriz y a ponerla al nivel de Dios. Y eso mismo hizo Don Quijote con Dulcinea. Aunque yo no pretendo asimilarme a Dante ni a ninguno de los poetas arábigoandaluces, sí idealizo mucho todas las cosas y por eso me critican tanto. Dicen que no estoy pegado a la realidad. Siempre hay un hilo que lo ata a uno a la realidad porque en el aire no se puede estar. Otra cosa es que uno idealice para una mayor significación y una mayor profundidad. Hay poemas donde uno plasma idealizaciones de las personas. Uno de los poemas míos, quizá el que tiene más renombre, titulado "Canto del extranjero", se lo escribí yo a una alumna mía cuyo nombre es el mismo que figura en el poema: Claudia. Obviamente que no voy a decir el apellido. Es un poema idealista de alguien que busca a una mujer amada. O sea que es un poema que está basado en la realidad. Pocas personas saben eso. Ahora que se ha publicado mi obra en España, espero que quienes me critican se hayan dado cuenta de que ese poema no es solo una invención mía como si fuera de ciencia ficción. No, él está basado en la realidad. Bueno, no voy a nombrar otras idealizaciones porque me van a decir después "éste está diciendo esas cosas para defenderse". Y yo no las digo para defenderme. Además, no tengo nada de qué defenderme. A mí no me molesta que digan cosas buenas o cosas que no son ciertas. Eso está bien. Todo el mundo tiene sus opiniones. Alguna vez dijeron que García Márquez es un irrealista. ¡Y si eso dijeron de García Márquez qué no van a decir de Quessep! Hay que tener en cuenta que ser irrealista es ser profundamente idealista, es ir a la esencia de la realidad. De mi poesía se dice que no está referida a la

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realidad y sí está la realidad allí. En mis poemas está toda mi infancia. Obviamente que yo no soy un narrador en mi poesía. Yo menciono cosas. Menciono una calle. Menciono la arena de una calle. Menciono un árbol. Menciono un parque. Menciono un puerto. Y ese puerto, esos árboles, ese parque son objetos y sitios de mi infancia. San Onofre es un pueblo lleno de almendros y los almendros abundan en mi poesía. ¿A qué almendros me estoy refiriendo en mis poemas? ¡A los de allá! Y el aljibe de mis poemas es el mismo aljibe de mi casa. Entonces, cada vez que yo hablo de esas cosas me estoy refiriendo al patio de mi casa. Lo que no puedo decir es que tales personas están en el patio de mi casa. Si yo dijera eso sería un realista. ¿Verdad? ¿Y que no estamos en la época de la idealización? ¡Hombre, quién sabe! Mire, me critican mucho dizque porque yo no soy un poeta que desacraliza las cosas. Esa es una crítica muy recurrente. Le voy a responder con Cesare Pavese, gran poeta, narrador, ensayista, filósofo y traductor italiano, suicida a los 42 años de edad. Lo cito porque me encanta Pavese. Él decía que la tragedia o el mal de Occidente es haber perdido lo sagrado. Esa frase no es cualquier cosa. Es que hoy día lo sagrado se perdió entre nosotros. Hay algo sagrado en las cosas. Hay un fondo sagrado en el universo y toda piedra pertenece al universo. Entonces, si yo no desacralizo las cosas es porque todavía creo en lo sagrado. Creer en lo sagrado no es creer necesariamente en algo religioso. Eso es otra cosa. Además, en el buen sentido de la palabra, hay algo religioso en todo el universo. En Occidente, dice Pavese, lo sagrado ha sido pisoteado. Yo creo en eso. Hay quienes no creen en eso. Piensan que el buen poema tiene que desacralizar todas las cosas. Que "Quessep cree en los mitos". Sí, creo en los mitos. "Que por qué Quessep habla tanto de los mitos". Mire, ¿qué cosa es el mito? El mito es algo que ordena la conducta de los hombres a través de los siglos. Muchos que atacan los mitos actúan de conformidad con los mitos, sin darse cuenta. Los mitos no son únicamente los consagrados por la tradición; los hay universales y personales. Ahora, los símbolos. Es claro que no estamos en la época simbolista. Pero, ¿quién ha dicho que las cosas no pueden ser símbolo de otras cosas? También se dice que la poesía de Quessep es conservadora. Lo que sí es cierto es que yo nunca tuve ni he tenido que ver con las vanguardias. Hoy ya no se puede hablar de vanguardias. Como todos los movimientos poéticos, se acaban y se acabaron. Yo no tengo por qué escribir sobre ciertos objetos preferidos por los vanguardistas. Yo prefiero escribir sobre un bello árbol. Yo no soy poeta de modas. Estoy en contra de todas las modas. No me interesan las modas. Las modas son absolutamente efímeras. He procurado que mi poesía sea atemporal –no anacrónica–. Dicen que "Quessep no usa el verso libre". Sí lo uso. Que "Quessep es un poeta que sólo busca el verso medido". ¿Y qué? ¿Tiene algo de malo? ¿En qué versos está escrito "Piedra de sol", que es


Giovanni QUESSEP

está influido por todo lo que ha leído, por todo lo que ha vivido. Sin darse cuenta, vienen resonancias muy profundas de la cultura, o resonancias de lo interior del hombre que han despertado aquellas lecturas. Todo escritor es él, más sus vivencias y su formación cultural. Es que no hay poeta que no tenga influencias.

uno de los poemas más famosos de Latinoamérica? Todos versos endecasílabos menos el último, siendo un poema tan largo. Quien no sepa escribir en verso endecasílabo que no se meta a escribir versos. No que lo aprenda, es que eso sale. La música la lleva uno por dentro. Infortunadamente hay poetas, y digo infortunadamente porque es un infortunio, que no tienen música por dentro. No digo que necesariamente los poemas tengan que ser música, medidos, rimados. No, de ninguna manera. Hay versos libres preciosos y altamente musicales. No hay que condenar una cosa por la otra. Hay que saber moverse en ambos lados. En cuanto a la pregunta que en este momento se me hace y que en otras oportunidades también me ha sido planteada, de quiénes son los poetas colombianos que yo más admiro, debo decir lo siguiente. Cuando digo admiro es porque de alguna forma han influido en mi obra. Ellos son Silva, Aurelio Arturo y Fernando Charry. Reconozco esas influencias. ¿Por qué no he de reconocerlas dentro de lo que uno busca como un lenguaje personal? De las influencias nadie se va a salvar y hay que saber asimilarlas. Es posible que haya otras influencias porque todo escritor, sea poeta o novelista, siempre

El anuncio de la publicación de mi obra completa en España me alegró y me sorprendió porque, para ser sinceros, la poesía ya no interesa como antes. También es cierto que la poesía no se hizo para un gran público. Aurelio Arturo, por ejemplo, era un poeta desconocido en España, e incluso León de Greiff a pesar de la antología muy buena que de él se publicó. Los únicos que han sido muy conocidos son Silva, porque fue don Miguel de Unamuno quien hizo el prólogo de la obra cuando se publicó; Valencia, Pombo y, de los últimos, Charry Lara, cuyo obra, así fuese prologada por don Vicente Aleixandre, premio Nobel de Literatura, no contribuyó a que fuese muy divulgado. Ahora es cuando se están publicando textos de estudio sobre la obra de Charry, lo mismo que de Aurelio Arturo, de quien algunos se atreven a decir, en forma equivocada, que nunca salió de Pasto. El que más se conoce de los colombianos en España es Álvaro Mutis, por muchas razones. Entre otras, es Premio Cervantes, es Premio Príncipe de Asturias, es Premio Reina Sofía. Bueno, he recordado lo que he dicho luego de aceptar esta invitación de la Universidad de Antioquia, prestigiosa institución que, por decisión del jurado que nombró la Rectoría, me otorgó en 2007 el Premio Nacional de Poesía. En Colombia, ésa es una distinción muy importante. Siempre lo ha sido. Cuando me informaron que lo había ganado yo sentí mucha alegría, aparte de una gran sorpresa. ¿Por qué a mí?, me dije. También siento agradecimiento por las personas que participaron en el jurado y por aquellas que me acompañaron en el acto bellísimo que realizó la Universidad en su Paraninfo. Cuando recuerdo esos momentos me pongo muy sensible. Estoy muy agradecido con la Universidad de Antioquia.

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Premio Nacional de Dramaturgia Mediante Acta 590 del 2 de noviembre de 1995, del Consejo de la Facultad de Artes del Alma Máter, se creó el Premio Nacional de Dramaturgia como un homenaje al desaparecido profesor universitario y dramaturgo antioqueño Luis Carlos Medina Carreño. La dramaturgia constituye una especialidad del trabajo escénico que aporta a la creación de obras de teatro que permitan armar la urdimbre escénica a partir de las realidades y contextos que alimentan el trabajo creador, en un esfuerzo que incorpora la investigación artística, antropológica e histórica, y la creación colectiva, y ratifica la estrecha relación existente entre la creación dramatúrgica y el hecho teatral. La Universidad aspira a que este premio contribuya a alimentar y transformar el lenguaje teatral colombiano, fortalecer los procesos de memoria colectiva, generar un diálogo entre los dramaturgos del país alrededor de las obras, y alimentar el surgimiento de nuevas propuestas que trasciendan la mirada endógena de las creaciones dramáticas.

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Edición I

• Año 1996

• Ganador Luis Alberto Sierra

Edición II

• Año 1999

• Ganador Fabio Rubiano Orjuela

Edición III

• Año 2006

• Ganador José Domingo Garzón Garzón


1999

Ganador

Fabio RUBIANO ORJUELA

“Mucho trabajo, disciplina, fe, constancia”

El actor bogotano de teatro y de televisión Fabio Rubiano Orjuela, con la obra La penúltima cena y el seudónimo Abril Valencia, ganó la segunda versión del Premio Nacional de Dramaturgia que otorga la Universidad de Antioquia desde el año 1996. Este certamen fue creado en homenaje al fallecido director de teatro y profesor de la Facultad de Artes del Alma Máter, Luis Carlos Medina Carreño. El jurado que emitió el fallo –compuesto por los directores Henry Díaz Vargas, Cristóbal Antonio Peláez y Mario Yepes Londoño– evaluó 56 propuestas de igual número de autores, que atendieron a la convocatoria.

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abio Rubiano estaba tranquilo en el ambiente de su rutina diaria en Bogotá. Al llegar por la noche a su casa, le dieron un mensaje que le transformó el ánimo. “Fabio, que el jurado lo declaró ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Universidad de Antioquia y que si usted puede viajar mañana a Medellín a recibirlo”. “La noticia me emocionó y aún hoy estoy muy emocionado”, dice con un aire de niño extraviado, al llegar al día siguiente al sitio de la ceremonia de entrega del premio –el Palacio de Exposiciones y Convenciones de Medellín–, con el maletín de viaje colgado en el hombro. “¡Uy hermano!, estoy metido de lleno en los ensayos para la obra que se estrena este 3 de noviembre en Bogotá, pero eso no

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me importó. Paré todo y me vine. Estas cosas, hermano, no suceden todos los días. Ojalá se dieran con más frecuencia. Son momentos muy especiales”. La obra que prepara lleva por título Cada vez que ladran los perros. Fabio Rubiano, cuyo rostro se transforma con facilidad de la alegría plena al desamparo o al escepticismo total –al fin y al cabo esa es una de las virtudes del actor–, lamenta que los actos que promueven el arte y la cultura encuentren tan poco eco en el país, y que el gobierno no tenga reparos cuando se trata de efectuar recortes presupuestales. “En Colombia trabajamos con exclusividad para la guerra, sin pensar que la cultura, la ciencia, la educación son fenómenos de pacificación permanentes”, dice. Y, justamente, el tema de Cada vez que ladran los perros es la guerra. “Es una obra sobre la guerra en general –explica–. No se plantea un espacio específico. Es una historia de perros que están en medio de un contexto de guerra. Es como una muestra de la no existencia de neutralidad”. Para Rubiano, Colombia es un país muy adolorido,

2006

Ganador

muy confundido. Es un país donde siempre la historia ha estado muy mal contada. “Aquí uno no sabe qué es lo que está pasando. La gente no cree que le estén diciendo la verdad, no cree si la paz se va a firmar, no sabe quién tiene la razón: si los gremios, si la guerrilla, si el Estado, si las fuerzas militares, si los paramilitares. Hay mucha confusión. Uno no sabe en quién confiar”, dice. “Si este país no ha caído en una depresión profunda es porque somos muy valientes”, afirma con un dejo entre el fastidio y la ironía, ratificando enseguida que esa es la razón por la cual los ingredientes de su trabajo profesional no son otros que “mucho trabajo, disciplina, fe, constancia”, elementos que el jurado considera están presentes en La penúltima cena, merecedora del Premio de Dramaturgia, y cuya estructura se desarrolla a partir de un diálogo entre María Magdalena y Judas. Un Judas que a Rubiano le gustaría representar. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 472, noviembre de 1999, página 8

José Domingo GARZÓN GARZÓN

Premio de Dramaturgia para Emisiones de medianoche

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a obra Emisiones de media noche, del catedrático y director teatral José Domingo Garzón, ganó el III Premio Nacional de Dramaturgia.

A juicio del jurado –el cual estuvo integrado por Santiago García, Fabio Rubiano Orjuela e Iván Barlaham Montoya Correa–, el trabajo de Garzón hace gala de calidad dramatúrgica y recupera lenguajes aparentemente antagónicos como los de la radio, el cine y la televisión, vinculándolos al idioma específico del teatro, mediante el desarrollo de la acción. Su contenido explora uno de los puntos más sensibles de la vida contemporánea como es el relativo a la información mediática, a la manipulación de los acontecimientos y la tergiversación de la “verdad”. Por sus virtudes, esta pieza contribuye al desarrollo de una verdadera dramaturgia nacional, señala el jurado, que recomienda no solo su publicación sino también su producción.

José Domingo Garzón

Iván Barlaham Montoya Correa, perteneciente al Bachillerato Artístico del Conservatorio de Bellas Artes en Cali, expresa que en esta convocatoria Colombia entera participó, dada la representatividad de las regiones y de los departamentos de donde llegaron las 56 obras, con un espectro de participantes desde quienes escriben teatro para aprender, hasta quienes ya se están pasando al cine, con obras que más parecen películas. Invita a los futuros participantes a tener en cuenta que, además de un argumento dramatúrgico, también la obra es literaria y por lo mismo deben cuidar el idioma para que ella sea entendida en su totalidad. Resaltó la heterogeneidad de las temáticas propuestas, con tendencias místicas, policiales, científicas y sociales. Para el director del Teatro La Candelaria, Santiago García, se necesita éste y muchos concursos en Colombia, que benefician el desarrollo del teatro en el

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país, y resalta la nutrida participación y la capacidad de convocatoria de la Universidad de Antioquia. Respecto de la calidad, señala que “ya se ve que el teatro en Colombia ha tomado cuerpo y desarrollo y no en vano hay nombres importantes en el ámbito internacional como Enrique Buenaventura, que es ya una figura en el desarrollo del teatro latinoamericano, o Carlos José Reyes, o los grupos en Medellín que han hecho que haya presencia del público como el Matacandelas”. Fabio Rubiano Orjuela –ganador del mismo premio en 1999– estima que es difícil que todas las 56 obras participantes sean buenas. “Algunos dicen que si hay una buena ya es suficiente, pero creo que hay unas cinco o seis que son de alto nivel y ganó la que tenía las bases más sólidas en la estructura y la temática”. En cuanto a las tendencias, anota que hay algunos dramaturgos extremadamente poéticos, “y no es un halago”, dice; hay otro vértice de obras estáticas, donde prima la palabra, “que es un grado de teatralidad”; otros que tienen indicaciones escénicas, como si se dirigieran desde el papel; “y otras que son desde mi punto de vista las más atractivas, que son las que provocan un hecho teatral, porque la dramaturgia es un hecho literario, pero también tiene que ser provocadora de hechos escénicos”. “Con la representación teatral se cierra el círculo de la creación dramática”, concluye.

Abrazo solidario y cómplice En el acto de entrega del Premio, realizado el 5 de octubre de 2006 en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, el profesor José Domingo Garzón leyó el siguiente texto: "Quisiera comenzar diciendo que soy egresado de esta casa de estudios, sin haber estado más de 24 horas en sus aulas ni en sus predios, sumando todas las pocas veces en las que he estado de visita. Soy hijo de esta Alma Máter, de esta madre, sin conocerla.

Pero no porque me haya negado su generosidad, por el contrario. En tiempos no tan lejanos en la historia, en los que decidirse por la opción del arte era una forma de marginalidad manifiesta, más que ahora, mucho más que ahora –marginalidad que por lo demás, por lo menos en mi caso, no era deseada, sino que se hacía manifiesta por las señales del entorno–, en aquellos momentos nadie, ninguna entidad formal de estudios quería embarcarse en dar estatus académico a nuestros estudios en la primera Escuela de Teatro que se fundó en el país, la extinta ENAD. Fue entonces cuando esta Universidad nos extendió, no un brazo, sino un abrazo solidario y cómplice, y nos certificó como Maestros de Arte Dramático, momento en el cual otro instante fugaz, conocí al Maestro Medina, a quien la vida no me dio la oportunidad de encontrar hasta ahora, cuando a su nombre esta Universidad, que ya era adoptiva, pero que ahora siento con más veras como mía, me da la oportunidad de volver a graduarme, ahora como hombre de las palabras para la escena. La obtención, entonces, de un Premio Nacional de Cultura de la Universidad de Antioquia, en su categoría de Dramaturgia, me da la oportunidad de saldar una deuda de gratitud acrecentada con esta Casa, proclamando públicamente mi agradecimiento por partida doble. Y me permite también, retomando las amargas pero no resentidas palabras de la marginalidad, señalar que son los estímulos de esta naturaleza los que abren oportunidades y otorgan recompensas a los planes de vida de tantos que, como yo antes, y muchos más por venir, abrazamos la creación de mundos imaginados a través del arte de la palabra escrita y hablada, del arte de todas las simulaciones, del arte de la luz y de la sombra, del arte de lo íntimo expuesto al público: del arte dramático". Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 548, octubre de 2006, páginas 34 a 36 y edición 549, noviembre de 2006, página 33

Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia

Por José Domingo Garzón*

1. Significar, significa Un premio de esta naturaleza, significa, desde al menos, tres lugares. El lugar de la vida personal, el lugar de la vida profesional y el lugar de la vida como artista. No son lo mismo ninguno de los tres tipos de vida enunciados, en especial, porque la obtención de

APORTES

estos premios conforta y oxigena un poco la disposición hacia el hacer, pero no es determinante en el sentido de que a uno “le cambia la vida” o le “abre todas las puertas”. No sé en los otros campos, pero no creo que en el de las escrituras teatrales sea factible todavía, siquiera, sospechar que existe la posibilidad real de asumirlo como proyecto de vida,

con lo que ello implica: un mercado para editar las colecciones, un lugar para que los grupos o las compañías contraten la obra dramatúrgica, un potencial para exportar, para vivir de ello. No al menos hoy, aquí, cuando todavía uno tiene que agradecer infinitamente que cualquier colega decida interesarse por una obra y llevarla a la escena. Pero para jugar un

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poco, habría que resaltar que en todo caso la escritura, tampoco, es un pasatiempo. Más bien, el pasatiempo es ganarse la vida, tal como lo dijera algún pensador teatral: uno tiene que pagar por el teatro que quiere hacer. Retomando, en el primer lugar de significación vital, en lo personal, muy seguramente que un premio como éste significa haber sido comprendido por alguien más que la solidaria familia y los incondicionales amigos. Significa que la comunicación habrá podido materializarse más allá del estrecho círculo de los afectos. Desde un punto de vista profesional, el galardón significa que los colegas, de alguna manera, permiten, autorizan, confieren autoridad para entrar a un consorcio, una logia. Una convocatoria ahora es como la invitación a un rito iniciático de la antigüedad. Prefiero esta equivalencia a la que algunos esgrimen como llamado a una confrontación, una lotería tanto más subjetiva, como subjetiva es la factura de la creación, dicen. Me quedo con el ritual que, de muchas maneras, se convierte como en la posibilidad de obtener una investidura, para estar convidado a esas secretas sociedades, a esas comunidades herméticas que se miraban de lejos cuando se había comenzado el ejercicio de una práctica artística. De alguna manera, cuando se empieza el ejercicio profesional, esa podría ser una referencia de llegada. En ese mismo territorio.

parezca que uno es una voz sola, original, propia… aunque uno, en la convicción, sabe que es crisol de muchas voces diversas y dispersas. Y eso es lo que puede que pase, tras la obtención de un galardón como este: que las bases, los fundamentos, la genética, aquello de lo que uno está constituido, quede aparentemente disuelto, mimetizado, camuflado en la voz que uno ahora puede presumir como propia. Entonces, la obtención de un premio es la mayor habilidad para aparentar, porque finalmente uno está aparentándole a los propios colegas, que ya han hecho recorrido suficiente, ya son también simuladores consumados.

2. La dramaturgia en Colombia, un eterno pretexto La dramaturgia en Colombia es un campo más bien de dominio del pensamiento mágico todavía. O cercano más que al pensamiento, al pecado original. Tenemos escasos referentes, y los que hay, están más asociados a espectáculos, a referentes visuales, que a la escritura propiamente dicha. Y no porque hayamos estado a las

vanguardias de la dramaturgia, en apelaciones a la contemporaneidad, donde hoy circulan paradigmas que “despoetizan” el texto, sino porque la dramaturgia pareció ser más un asunto de urgencias, un mecanismo accesorio, subordinado al escenario. Lo cual no es ni bueno ni malo, sino histórico. La dramaturgia, la escritura para el teatro como pretexto para direccionar el recorrido del verbo hacia fines puramente pragmáticos: se dice lo que se debe decir, se enaltece lo que hay que enaltecer. Poco espacio para los símbolos, para los subtextos. Se ha escrito, se escribe dramaturgia, en Colombia, por necesidad, por la necesidad de llevar a la escena, de teatralizar. Casi todos, diría yo que todos, los dramaturgos colombianos, hemos empezado haciendo el ejercicio al revés, es decir, hemos empezado por el teatro, por la preciosa vulgaridad de la escena, de los cables y las utilerías, de las improvisaciones. Después, de un momento a otro, nos hicimos dramaturgos. Para el común de los literatos, en nuestro país, la dramaturgia no es una opción, lo cual puede ser lógico. Entonces ¿quién podría abastecer los textos del teatro? La propia gente de teatro. De manera que un premio como éste lo que hace

Y en un tercer lugar, significa una legitimación de las técnicas y de las sospechas de forma y de estilo. Quiere decir que, en adelante, en la propia perspectiva artística, ya puedes aparentar, presumir, de no deber nada a nadie. Has tomado prestado durante toda la vida ingentes sumas de cosas: imágenes, advertencias, consejos inútiles, retóricas, anécdotas: préstamos de diversa sustancia, índole y materia que se han ido combinando, mezclando, confundiendo; tratando de tomar forma en una de esas cosas que se llaman discurso propio, pensar propio. Pero siempre, como el joven o el adolescente que trata de encontrarse en su estilo y termina convertido en un pastiche que es la mezcla de todas las incoherencias; cuando sucede esto, puede que termine el trauma, o que los referentes queden tan bien disimulados, que

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El profesor José Domingo Garzón recibió el Premio de Dramaturgia de manos del rector Alberto Uribe Correa.


es reconocer cómo el tránsito de la escena a la escritura, puede ser una posibilidad, no simplemente una necesidad del oficio del director o del actor de teatro. Yo mismo, después de diez obras escritas, sigo considerando la dramaturgia como un ejercicio accesorio. Nunca se me ha pasado por la cabeza que esa pueda ser mi profesión, que de ella derive mi sustento. Nunca, incluso después del galardón, porque no existe el suficiente reconocimiento ni el mercado para hacerlo. Parece demasiado frágil como tal, porque la dramaturgia se escribe para videntes y para escuchas, no para lectores. Infortunadamente, para el común de los mortales, la dramaturgia, la escritura para teatro comienza por los griegos, por Esquilo, y termina en Shakespeare. No hay más, ni siquiera en el intervalo de tiempo que hay entre uno y otro. Y esa dimensión prestada, hace de la dramaturgia, de la escritura para la escena, no algo en sí mismo, sino algo que es mediador, intermediador. La dramaturgia no aparece como estructura autónoma y poderosa. Y sin embargo, llama mucho la atención la extraordinaria saturación de piezas, de escrituras teatrales que acceden a las diversas convocatorias. Pero una rápida ojeada sobre ellas, nos habla de una tendencia todavía más subalterna del mismo teatro: se escribe para el diálogo. No si la dramaturgia o la escritura para el universo de la escena, del teatro, tiene su autonomía de lenguajes, sus significados, sus determinaciones de sentido. No. Se escribe por el diálogo, apenas, para el cruce de anécdotas. La existencia de carreras o programas de estudios ficcionales, que operen en forma de talleres desde donde compartir experiencias, así como la persistencia de premios desde entidades tan prestigiosas y laureadas como ésta [la Universidad de Antioquia], seguramente facilitarán la correlación de trabajos entre dos dispositivos tan independientes, como interdependientes entre sí: la escritura y la escena.

3. Constitución de un referente En el ámbito cultural se precisan referentes, se requiere institucionalizar iniciativas. Haber

permanecido durante este tiempo, solo significa que son necesarios los premios. La participación de los colegas de los distintos campos, la masiva atención a la convocatoria, los jurados que han hecho parte de ellas, son muestra inequívoca de la importancia de los eventos. Porque uno, también, se honra de quienes lo han honrado.

4. El futuro: visiones y revisiones Los premios deben seguir consolidándose como un referente, desde la academia, a la vida cultural del país. Es imprescindible que ello suceda. En una ventana, en la mejor dimensión de la metáfora, sirve para observar, para ventilar, para oxigenar, pero también para ser observado. Hay un afuera y un adentro. El afuera es determinante. Es decir, las áreas, los campos de las prácticas, los géneros, los referentes artísticos y culturales cambian. Muchos, entre los que me encuentro como hombre de teatro y como académico, auguran en la proximidad de los tiempos, la redefinición de los conceptos del arte y de la cultura. Seguramente las definiciones del Renacimiento, del Positivismo y de la fase burguesa de la civilización occidental, ya son insuficientes para contener el sentido, o los sentidos y los significados del arte, de los discursos del arte. Ni de la cultura, como síntoma apenas de la identidad. Es por ello que, desde la academia, lugar en el que tiende a institucionalizarse la transformación del pensamiento, será desde donde se deba reconocer, en un momento de cercanía probable, que cuando hablemos de arte, hablaremos de otras cosas que no son las áreas y los compartimientos de los que hoy hablamos. Ni de cultura, como los dispositivos políticos ni educativos para que las comunidades sean consumidoras de “lo culto”. Y ello hará que las convocatorias y las nominaciones de los premios, a estos Premios, interpreten esas nuevas posturas, en las que, por ejemplo y así como sucede con lo indisoluble que parecen ser la dramaturgia y el teatro, la música y la danza se vuelvan a juntar

en Occidente, después de haber sido escindidos por la presunción pecaminosa y libidinosa de lo corporal que contiene la danza. Indivisibles, como de hecho lo son en las culturas populares, un solo fenómeno, una misma actitud, una única condición en la que se enaltece la vida. Y el teatro y el drama, también, se saldrán de sus lugares de ritualización y cobrarán, como ya lo han hecho en otros momentos, los espacios de la vida cotidiana, de los espacios públicos. Y la poesía y la literatura captarán y asumirán esos lenguajes diversos y planetarios que hoy se van construyendo en esta magnífica babel, que para muchos es aterradora, pero que para otros es singular visión de los tiempos por venir que Joyce ya advirtió en su Finnegans Wake. La maravillosa babel ilustrada que desafía los límites de la escritura y de las concepciones de la comprensión mecánica. En este porvenir, los premios convocados por una Academia como lo es ésta, deberán estar a favor de la experimentación expresiva y de sentido de las Artes, como hasta ahora; nunca influenciada por los fenómenos mediáticos de las confirmaciones. Esos tienen sus espacios suficientes. Al ser epicentro del reconocimiento del pensamiento experimental de las Artes, expresado, materializado en obras o en conceptos que se van construyendo desde la demolición de los discursos y las miradas canónicas del arte, el futuro de los Premios Nacionales de Cultura de la Universidad de Antioquia, creo, encontrará su campo diferencial, su identidad y su relación estrecha con los propios devenires de la academia, como centro de los relatos transformadores en las sociedades.

*Pedagogo, autor y director teatral. Decano Facultad de Bellas Artes, Universidad Pedagógica Nacional. Premio Nacional de Dramaturgia, Universidad de Antioquia, 2006

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Santiago García No dar el brazo a torcer hacia la comercialización del arte, ésa es la lucha de los artistas

Por Alberto González Mascarozf

No habla de sí porque asegura que no se conoce. Tampoco de los proyectos que bullen en su mente porque “cuando uno habla de eso sobreviene la catástrofe”. Desde 1956 decidió enrutar su vida por los callejones y callejas del arte teatral, convencido de que “uno en la vida tiene que luchar por lo más esencial: el placer”. La determinación de abandonar en aquel entonces el espacio estrecho de una oficina donde trabajaba como arquitecto, la influyó una oportunidad feliz: haber conocido al maestro Seki Sano, quien llegó al país procedente de México donde sentó las bases del teatro moderno. Aquí vino a fundar una escuela de formación de actores para la naciente televisión colombiana. Con Seki Sano, la visión de su vida cambió, al punto de considerar que lo realizado hasta ese momento era tiempo perdido. “Me di cuenta de que mi cuento era otro completamente distinto”. Hoy, la “locura de hacer teatro” –desde 1957 con El Búho y a partir de 1966 en forma ininterrumpida con La Candelaria–, tiene para don Santiago García una explicación no solo valedera sino placentera y jubilosa. Con ocasión del fallo del Premio Nacional de Dramaturgia que auspicia la Universidad de Antioquia, este hombre, personificación de la honradez y la integridad humana –lo que hace que su obra artística sea imprescindible para comprender la tragedia colombiana de todos los tiempos–, dialogó con ALMA MATER tras leer ante los periodistas el fallo cuyo veredicto favoreció al director de teatro José Domingo Garzón. —Don Santiago, sea siempre bienvenido a ésta, su casa. —Permítame decirle que estoy muy agradecido con la Universidad de Antioquia por haberme invitado a participar como jurado de este certamen tan importante para la dramaturgia nacional. Con Antioquia y Medellín he tenido un vínculo muy fuerte porque desde 1956 cuando empecé a hacer teatro con El Búho he venido con agrado a estas tierras. —Si fuese a escribir un relato sobre su vida, ¿qué nos contaría? —Desgraciadamente, uno a la persona que menos conoce es a uno mismo.

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Además, la imagen que uno tiene de sí es al revés, porque, frente al espejo, lo que está a la izquierda uno lo ve a la derecha. También, la voz propia que uno se oye desde adentro no corresponde con la voz que queda grabada en un registro. Eso me ocurre a mí. Cuando me veo en las imágenes de cine tampoco me reconozco, ni cuando voy por la calle y de sorpresa veo en uno de esos espejos grandes un tipo todo viejito que a la postre resulta que soy yo mismo. Otro aspecto que uno no se conoce y que es bien importante es verse de espaldas. En fin, tenemos una imagen muy rara de nosotros mismos y en el caso mío tengo la conciencia de que no me conozco muy bien. De ahí que uno pueda dar apreciaciones y descripciones de todos los demás, menos de sí. Además, de los dos acontecimientos más importantes en nuestras vidas, el nacimiento y la muerte, las personas no pueden dar ningún testimonio. En el nacimiento, uno es testigo sin razón. Y, en la muerte, todo se le escapa. Entonces, por eso yo no hablo de mí. —La obra de teatro que se escenifica a diario en este suelo de Colombia, ¿qué concepto le merece? —Yo veo al país a través de las obras que hacemos. Y una de las obras que más hemos presentado es Guadalupe años cincuenta, con más de 1500 representaciones durante trece años, lo que constituye una especie de record Guinness. Allí se refleja el problema crucial del país, que desgraciadamente no pasa de moda: el problema del diálogo, el problema del acuerdo. No se llega a un acuerdo nunca y casi siempre en todo diálogo ha habido una traición, desde Gonzalo Jiménez de Quesada con el cacique Bacatá. En esa imposibilidad de un acuerdo en América Latina también están presentes Cortés con Moctezuma y Pizarro con Atahualpa. Siempre hemos estado en el conflicto de la imposibilidad de llegar a un acuerdo, porque de por medio hay una traición. —¿Estamos condenados a la tragedia? —Debe ser, desgraciadamente. En América llevamos más de quinientos años sin saber cómo solucionar el problema de la violencia. —¿Por qué razones la historia del teatro está atravesada por la lucha contra toda clase de penurias? —Eso se presenta en todas las artes, sobre todo hoy cuando el predominio se le ha dado a la llamada cultura del entretenimiento, según la jerga neoliberal. Esa cultura del entretenimiento sí tiene auspicios, sí tiene posibilidades y se le

brindan apoyos de toda naturaleza. El arte también entretiene, es muy bueno que entretenga, pero no debe abandonar un propósito profundo y necesario que es dar una visión de la realidad, una visión de cambio. Tal vez por eso es que no tiene una Coca-Cola que le brinde apoyos. En el caso de la música de alta calidad tenemos el ejemplo de uno de nuestros mayores compositores, Luis Antonio Escobar, quien tiene que pasar por muchas dificultades en la vida para salir adelante. Lo mismo se puede decir de otro gran músico, Blas Emilio Atehortúa. La de los artistas es una lucha de no dar el brazo a torcer hacia la comercialización del arte que es su muerte. —¿Qué se requiere para combatir el perjuicio de la comercialización? —Uno es testarudo y en el campo del arte no comercial goza con lo que hace. Claro que hay ejemplos de arte comercial, como el de Picasso, Dalí o Botero, que consiguieron grandes fortunas sin dejar de ser grandes artistas. Pero, la generalidad en el arte es al contrario: grandes artistas que mueren en muy malas condiciones económicas. —¿Cómo se gesta toda una vida de teatro? ¿Qué hay detrás y delante de Santiago García? —En el caso del Teatro La Candelaria que está cumpliendo cuarenta años, el secreto de que este proyecto aún perviva se debe al goce que le hemos puesto todos los integrantes que formamos este equipo de trabajo. Yo me he esforzado para que seamos un combo con unos objetivos muy claros. Por eso no hemos podido ser desbaratados, ni destruidos, ni diseminados, que es el destino de casi todos los grupos de teatro. Somos muy pocos los grupos estables en el mundo, porque su accionar encaja muchas dificultades. Dificultades que al sortearlas han contribuido en buena medida a que la mayor parte de nuestra dramaturgia esté compuesta por obras de teatro nuestras. En este momento tenemos 22 obras nuestras que en cuarenta años es un logro importante, varias de las cuales han ganado premios internacionales prestantes como el Premio Casa de las Américas, en tres ocasiones. Hoy somos 17 actores, tenemos ocho obras en repertorio y tenemos el proyecto permanente de seguir creando obras. —¿Qué visión piensan trazarle a La Candelaria a partir de estos cuarenta años? —El futuro y no el pasado es lo más importante para nosotros. El pasado es pasado. El pensamiento

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de un artista está siempre muy estrechamente vinculado a su tiempo futuro. Hoy estamos pensando en nuestra próxima obra, porque nosotros le pertenecemos al ímpetu de la creación. —¿Y qué tienen por hacer? —Desgraciadamente por agüero un artista no habla de lo que tiene por hacer. Eso trae mala suerte. Cuando uno habla de eso sobreviene la catástrofe. —¿Cómo describe el estado actual del teatro en Colombia? —A mí me ha tocado viajar mucho dictando talleres y por eso conozco el desarrollo del teatro en las regiones. Incluso estoy participando en un programa de escuela itinerante de teatro en Boyacá. Es muy interesante. Lleva dos años. Lo dirige Beatriz Camargo. En el programa participan cerca de treinta grupos de las distintas regiones boyacenses. El nivel es muy alto. Lo mismo sucede en el Eje Cafetero, en Nariño, en Cauca, en el Valle ni se diga, donde también hay una serie de grupos muy dinámicos. En Medellín hay agrupaciones de altísima calidad, empezando por el Matacandelas y otros de relevancia muy grande. Aun en regiones muy retiradas, como La Guajira, hay un movimiento fuerte. Es el caso de Riohacha, Dibuya y otros sitios a donde me han invitado a participar en talleres y encuentros. En otras palabras, hay una dinámica y una presencia de público y de artistas de teatro muy relevante en Colombia. —¿Qué le ha dejado el teatro a usted? —Uno en la vida tiene que luchar por lo más esencial: el placer. Recuperar el edén con el fin de superar la desgracia y ese castigo que nos dejaron Adán y Eva. Tenemos que buscar el fruto del edén o sea el fruto del conocimiento. Ese fruto perdido es el que nos insta a recuperarlo para probarlo. Esa necesidad de conocer y de saber, tratando de encontrar respuestas, tratando de encontrar caminos, tratando de encontrar visiones nuevas, es lo que nos produce placer tanto en la ciencia como en el arte, a sabiendas de que nunca vamos a saber qué es el universo ni qué es la felicidad,

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por mucho que estemos luchando por ella permanentemente. Así es como concibo mi gran satisfacción con el arte del teatro. Estar haciendo teatro es estar gozando. —¿Y el teatro qué le ha dejado al país? —El teatro le deja ese mismo sentimiento de buscar qué somos. De tratar de encontrar nuestra identidad sin dar respuestas definitivas. La nuestra es una identidad perdida. No nos reconocemos todavía. Y el arte, sobre todo el teatro, es lo que ayuda más a que la gente encuentre una imagen de sí misma, la imagen de su país, de su entorno. —¿Qué importancia le concede a los concursos y premios? —En el caso de los premios que auspician instituciones como la Universidad de Antioquia, éstos suscitan mucha convocatoria. En la categoría de dramaturgia concursaron sesenta y tres obras procedentes de muchos sitios del país. Hubo una participación muy activa de todos los teatreros, lo que es un indicio de que realmente en Colombia se está escribiendo teatro, se está haciendo una dramaturgia nacional no solo a partir de montar las obras de los clásicos, sino escribiendo obras propias. No olvidemos que la base del arte es la invención y la originalidad.

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 548, octubre de 2006, páginas 38 y 39


Premio Nacional de Musica Creado mediante la Resolución Rectoral 8690 del 20 de agosto de 1997, en las modalidades de Composición Musical, Interpretación Musical y Musicología.

Edición I

• Año 1997

• Ganador Andrés Posada Saldarriaga

Edición II

• Año 1999

• Ganador John Fredy Ramos

Edición III

• Año 2001

• Ganador Darío Rojas Restrepo

Edición IV • Año 2004 • Ganadores María Eugenia Londoño Fernández Jesús Zapata Builes Alejandro Tobón Restrepo Edición V

• Año 2007

• Ganador Carlos Eduardo Betancur Bustamante

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1997

Ganador

Andrés POSADA SALDARRIAGA

El concepto unánime de los maestros en música Teresita Gómez, Gustavo Arango Soto y Gustavo Yepes Londoño, consagró como ganador del Primer Premio Nacional de Composición Musical, convocado por la Universidad de Antioquia, al compositor medellinense Andrés Posada Saldarriaga. Actualmente profesor en el Departamento de Música de la Facultad de Artes de la misma institución, Posada Saldarriaga inició allí sus estudios de piano y teoría musical, obteniendo luego el título profesional y de maestría en composición en Mannes College of Music, de la ciudad de Nueva York, bajo la tutela de Leo Edwards y Peter Stearns. También en Nueva York adelantó estudios de dirección orquestal con Jacob Kreisberg. En diciembre de 1989 obtuvo una mención honorífica en el Concurso Internacional de Composición Valentino Bucchi, de Roma, Italia, con su obra Elegía Primera, para coro mixto. En representación de Colombia ha participado en festivales y encuentros de música en Latinoamérica: III Encuentro de Música Contemporánea: Compositores Latinoamericanos de Santiago de Chile (1989), I Encuentro Latinoamericano de Música de México (1990), Primer Encuentro Andino de Música Contemporánea de Quito (1993), Festival Latinoamericano de Música de Caracas (1991, 1992, 1994), Foro de Compositores del Caribe (Venezuela, 1992; Puerto Rico, 1993 y El Salvador, 1995). Desde su fundación en 1989 hasta 1992, dirigió el Laboratorio de Música Electrónica Jacqueline Nova, de la Universidad Autónoma de Manizales. Fue escogido por concurso para participar en el Taller Interamericano de Composición: Música y Palabra, que se realizó en la Universidad de Indiana, E.E.U.U., en 1994. Obras suyas han sido comisionadas por el ensamble New York Chamber Winds, la Compañía de Danza Contemporánea Aglaia, de la ciudad de Nueva York, y la Fundación Arte de la Música.

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Bálsamo de estrellas Por Andrés Posada Saldarriaga

Los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia han cumplido una labor fundamental en el país, cual es el apoyo continuo a sus creadores y gestores culturales. Es de destacar principalmente el Premio Nacional de Poesía, reconocido como uno de los más importantes en el país. El Premio de Composición se creó en 1997, cumpliendo once años ahora, y tengo el honor de ser el primer ganador de dicho premio, como obra retrospectiva. En aquella ocasión se hizo una grabación en disco compacto y un libro de partituras, Sonidos del Misterio, con una recopilación de algunas de mis obras, creadas entre 1979 y 1996, incluidas el ciclo de canciones Sonidos del Misterio, para soprano y piano, basadas en poemas de Vicente Gervasi, poeta venezolano. Gracias a este trabajo editorial y discográfico, parte de mi obra se ha hecho “oíble” más allá de las salas de concierto, en donde la música es pasajera, efímera. A su vez, me parece importante resaltar el hecho de que esta convocatoria de premios nacionales se haga desde la provincia, mostrando que Medellín ha estado siempre presente en las distintas manifestaciones culturales en Colombia. En un país que muchas veces desdeña su cultura y desprecia su patrimonio artístico, es un bálsamo de estrellas tener estos premios culturales de la Universidad de Antioquia y, especialmente que éstos se hayan logrado mantener por cuarenta años en contra de los vientos y las mareas corrosivas del las masas mediáticas, el inmediatismo, lo pasajero y lo superficial. Se constituyen, por tanto, no en un granito solitario de arena en el desierto, sino en un oasis en donde reencontrarnos con nosotros mismos en medio de las arenas del olvido y nuestra consabida falta de memoria. Medellín, marzo de 2008

1999

Ganador

John Fredy RAMOS

Con el bambuco Poeta de mar y tierra, John Fredy Ramos resultó ganador de la segunda versión del Premio Nacional de Composición Musical, el cual fue fallado por los jurados Carlos Viera, Gustavo Parra y Gustavo Yepes Londoño. Ramos, oriundo de Ciudad Bolívar, en el Suroeste antioqueño, se inició en la música con el maestro Carlos Fernando López Naranjo, y en la actualidad dedica sus esfuerzos a la formación de una banda musical en el municipio de Caramanta, para lo cual se ha empeñado en enseñar –a niños desde temprana edad– el manejo de los instrumentos de viento y de cuerda, lo mismo que la técnica vocal y la música en general.

Felicitación del rector Jaime Restepo Cuartas al maestro John Fredy Ramos.

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 472, noviembre de 1999, página 7

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2001

Ganador

Darío ROJAS RESTREPO

Con la obra Homenaje a Huidobro, el profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, Darío Rojas Restrepo, ganó el III Premio Nacional de Composición Musical. Con trabajos musicales orientados a la representación de obras teatrales, Rojas Restrepo describe la pieza que le ha permitido obtener la distinción como una obra para ser interpretada por un coro mixto a cuatro voces: sopranos, contraltos, tenores y bajos. El jurado que integraron los maestros Mario Gómez Vignes, Gustavo Adolfo Yepes Londoño y Luis Fernando Franco Duque, expresó en el acta que Homenaje a Huidobro “presenta cualidades como las siguientes: el tratamiento musical del texto literario resalta y perfila muy adecuadamente su sentido y prosodia; el lenguaje musical muestra exploraciones tímbricas de gran interés, a pesar del relativo monocromatismo del medio coral, por el uso de recursos idiomáticos y relativos a los rasgos vocales o tesituras; asimismo, por el logro de nuevas sonoridades y atmósferas y un lenguaje aleatorio en la parte final que da buena cuenta del texto repetitivo; su codificación y tabla de convenciones es clara y exhibe una notoria sobriedad en el uso de los recursos, en comparación con el efecto lúdico y variado, pero coherente del resultado final”.

Mis sentimientos esta noche [10 de octubre de 2001] son muy variados. Por una parte el halago personal, aquel calorcito que siente uno cuando le acarician el ego. Me siento honrado y muy agradecido, pero, por otra parte, yo quisiera interpretar este premio como otro aporte que mi Facultad, la Facultad de Artes, hace al conjunto de los logros científicos, humanísticos, académicos y artísticos de la Universidad de Antioquia. Pienso que la Universidad, por medio de los Premios Nacionales de Cultura, se integra a ese pequeño ramillete de instituciones que todavía creen en la creación, que todavía creen en la producción de nuevos pensamientos, en la generación de ciencia, en la producción de nuevas obras de arte, de cultura. Y en esa medida, pienso que si los logros y las personas galardonadas con los premios merecen un aplauso muy cálido, la Universidad merece una ovación”.

Darío Rojas Restrepo Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 493, octubre de 2001, páginas 25 y 26 y edición 494, noviembre de 2001, página 35

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2004

Ganadores

María Eugenia LONDOÑO FERNÁNDEZ Jesús ZAPATA BUILES Alejandro TOBÓN RESTREPO

María Eugenia Londoño Fernández, Jesús Zapata Builes y Alejandro Tobón Restrepo, en la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia 2004.

“Celebramos el Premio Nacional de Cultura como reconocimiento a la pluriculturalidad de nuestro país; como opción de hacer visible la Colombia marginal, la olvidada; como un homenaje a Ligia, Néstor y Rubén Castro Torrijos, quienes con su obra dieron vida y continuidad a la tradición popular del Atrato; como validación del trabajo colectivo, en el que creemos profundamente y en el cual nos hemos empeñado en los últimos doce años a través del Grupo de Investigación Valores Musicales Regionales; como un acierto de la universidad pública, institución llamada a ser artífice de la construcción de una sociedad más justa”.

Etnomusicología Hacernos visibles y descubrirnos a través de la música

A

través del Grupo de Investigación Valores Musicales Regionales, desde hace doce años se hace realidad en Colombia la apuesta por mantener vivos ritmos, melodías, armonías, maneras de decir y de ser a partir de la música. Y, es una apuesta, si se considera, por ejemplo, que son pocas las personas que en el país trabajan por esta causa, avasallada por la homogénea cultura que imponen los medios y el sistema educativo. Tratándose de una materia que irradia vitalidad, que está presente en el día a día de las comunidades, su trabajo también podría considerarse como de recuperación arqueológica, precisamente por el relegamiento de las manifestaciones musicales autóctonas que se expresan a lo largo y ancho de la geografía colombiana. Este esfuerzo, reconocido con el Premio Nacional de Música, en la modalidad Musicología, exalta la labor conjunta del maestro Jesús Zapata Builes y de los profesores María Eugenia Londoño Fernández y Alejandro Tobón Restrepo, responsables del trabajo investigativo Entre sones y abozaos. Aproximación etnomusicológica a la obra de tres músicos de la tradición popular chocoana. Esos músicos son los hermanos

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Ligia, Néstor y Rubén Castro Torrijos, que, al decir de los tres investigadores, “son músicos del siglo XX, portadores de tradiciones populares regionales muy antiguas, generadores de una obra poética y musical de gran valor cultural e integrantes de la vanguardia intelectual del Chocó”. Apuesta o recuperación, lo cierto del caso es que el país se ha demorado muchísimo para identificar y aprovechar su patrimonio multicultural, que, en la mayoría de los casos, es producto de un proceso histórico de centurias, ligado, en lo fundamental, a la memoria popular. Así lo estima la profesora María Eugenia Londoño, en tanto que el profesor Alejandro Tobón Restrepo señala que el trabajo que el grupo adelanta “es el cumplimiento de una obligación y de un compromiso vital, que nace de lo que somos como pueblo, como cultura, como nación. Es hacer visible, apropiarnos, descubrirnos a través de la música”. Y esto se evidencia en las investigaciones, las publicaciones y los discos compactos que han producido desde que se constituyeron como grupo en 1991 y de manera específica con los hermanos Castro Torrijos, cuya producción en buena parte estaba guardada en la memoria de algunos familiares y allegados, por lo cual en muchos casos los investigadores debieron juntar fragmentos dispersos para poder integrar el todo musical y literario que caracteriza la obra de los hermanos chocoanos y que será publicada en un libro. Colombia es un país que carece de memoria política, cultural, social, anota la profesora Londoño Fernández, y por eso concuerda en que lo de ellos es una reconstitución de la trama y de las estructuras musicales, además de poder explicarle al país cómo es que está hecha su música, e iluminar aspectos importantísimos del sentir y del ser colectivo, esenciales a la cohesión social y a la construcción del tejido social que tanto necesita Colombia. No nos alcanzarían treinta vidas para dar cuenta de la riqueza humana y de la diversidad cultural del país, apunta la profesora Londoño, no solo por lo dispendioso que resulta cualquier investigación como la adelantada con los Castro Torrijos, que retoma datos biográficos y el análisis de la producción musical y la contextualiza en su momento histórico, sino porque hay demasiados filones, diferencias y propuestas estéticas para comprender. Tobón Restrepo agrega que se tiene la imagen de que en el país hay cinco grandes regiones culturales; sin embargo, precisa, cada una tiene multiplicidad de subregiones y de localidades que se expresan desde el hecho musical. No es sino mirar las expresiones del alto, del medio, del bajo Atrato para encontrar que son diferentes, aunque compartan elementos comunes, complementa. Aspectos fundamentales, comunes a las culturas populares nuestras –explica la profesora Londoño– están referidos, en primer lugar, al uso libre de ese patrimonio musical: es de quien quiera transformarlo, gozarlo y vivirlo; en segundo lugar, es un espacio donde se reúnen generaciones, es decir, posibilita el encuentro generacional; en tercer lugar, abre caminos enormes a la creatividad porque no está sancionado por los derechos autorales ni por una cultura escrita. De otro lado, observa Tobón Restrepo, las regiones muestran una cierta homogeneidad en el uso de instrumentos musicales y de géneros. Por eso hablamos de pluridiversidad musical y más si consideramos que la música no es un fenómeno estático, sino dinámico, vivo.

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Pero, ¿qué tanto queda, qué tanto se ha perdido del patrimonio musical tradicional? Esa es justamente una de las cuestiones sobre las que toca seguir buscando respuestas. Aunque –anota la profesora Londoño– hay hechos particulares dolorosos, como por ejemplo la violencia liberal-conservadora –que es la misma que vivimos ahora, con otros matices y otros nombres–, que ha desintegrado comunidades enteras y fraccionado territorios. Tobón Restrepo afirma que hay muchas pérdidas, pero también permanencias y fusiones. Así lo pudieron constatar en Vigía del Fuerte y Bojayá, en un trabajo sobre recuperación cultural en el Atrato medio el año pasado, cuando constataban que al lado de las nuevas expresiones modernas, foráneas, a partir de las cuales los jóvenes de las localidades expresaban el dolor, la tristeza, la violencia, el desarraigo, se encontraban procesos tradicionales muy antiguos a partir de los cuales también le cantaban a la cotidianidad, es decir, "convive lo moderno global con lo tradicional arraigado en la cultura profunda. Los nichos de construcción colectiva a través de la música siguen presentes en la vida y en la cultura de la gente en su cotidianidad", precisa. Respecto de la disposición de las nuevas generaciones hacia esta música, la profesora María Eugenia Londoño considera que es muy generalizada la ideología que avala como inferior lo propio, pero existe un grupo minoritario, tal vez, el cual por razones de afecto, de vivencias, se siente implicado con la música tradicional y algunos artistas jóvenes empiezan a incursionar en estas expresiones con propuestas experimentales y novedosas con raíces originales, regionales. Por lo demás, "en el mundo académico no es común que haya personas que estén asumiendo este tipo de trabajo", anota la etnomusicóloga. Pero también hay que tener en cuenta –plantea Tobón Restrepo– que nadie puede disfrutar lo que no conoce, ni hacer suyo algo, así haga parte de su entorno, si no tiene elementos con qué discernirlo, con qué asimilarlo. "Esto es parte de lo que le ha pasado a la cultura musical del país, donde nos han vendido la idea de que lo foráneo es lo que tiene valor, pero al mismo tiempo hay regiones como la atlántica, en donde los jóvenes se identifican plenamente con las estructuras musicales del vallenato y las transforman, a veces, muy interferidas por estereotipos comerciales. Además, por el otro lado, géneros extranjeros como el rock, el rap, el tango, el bolero, el reggae, la salsa se han ido incorporando a la manera de ser y de sentir del colombiano y surgen con elementos que integran ese hacer y sentir musical propio de nuestras tradiciones". Lo grave, apuntan ambos investigadores, es que en el país existan tan pocos estudiosos e investigadores que den cuenta de lo que está pasando y que aporten para que los mismos actores que están viviendo y construyendo arte hagan conciencia, ni que tampoco los educadores –de música y demás– tengan los elementos para formar y devolver a la sociedad sus raíces musicales. La profesora Londoño exalta el hecho de haber captado la vida, la fuerza vital, la belleza y la originalidad de aquellas manifestaciones musicales y lo que ellas alcanzan a expresar sobre la capacidad humana de disfrute y de comunicación de las comunidades. "Lo otro, es la ligazón sicológica, afectiva y emocional al entorno, y la motivación última que tiene que ver con la conciencia de construir país, de aportar a ser nosotros mismos frente al mundo", reflexiona. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 526, octubre de 2004, páginas 35 y 36 y edición 527, noviembre de 2004, páginas 27 y 28


Un hallazgo, un reto Por María Eugenia Londoño Fernández Profesora Facultad de Artes Universidad de Antioquia

E

stablecer, en 1998, un premio de Musicología en Colombia constituye un hito histórico. Veamos. Aunque los dos primeros Congresos Nacionales de Música se realizaron en 1936 y 1937, el tercero solo se llevó a cabo setenta años después, es decir en 2006, y el cuarto en junio del presente año (2008). “De las cinco conferencias interamericanas convocadas por el Consejo Interamericano de Música –CIDEM–, únicamente la primera, realizada en Cartagen (Colombia) del 24 al 28 de febrero de 1963, contó con la participación de ponentes colombianos”, confirmaba el investigador Carlos Miñana en 2000 (p.146)1. Debe tenerse en cuenta, además, que es escasa la tradición académica en el campo de la investigación en artes en nuestro país y, si bien existe alguna trayectoria en los campos de las artes visuales y de la literatura, la música, en Colombia, va ingresando muy lentamente al escenario de las ciencias sociales modernas; mientras países como Argentina, Venezuela o Cuba cuentan con numerosas y extensas investigaciones en torno a sus expresiones musicales. “La música es para escuchar, para descansar. No le metamos más cabeza a eso, que lo dañamos”, me decía un reconocido empresario antioqueño recientemente. Y es que, insensible e inconscientemente hemos caído en la trampa de reducir la música a un objeto más de mercado; la introdujimos ya en la bolsa inescrupulosa del consumismo… Y ¡qué difícil ha sido ganar ese estatus científico!... Baste saber que diez años atrás, en 1998, la base de datos del Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología Francisco José de Caldas, –COLCIENCIAS– no incluía la musicología, tampoco la etnomusicología ni los estudios culturales en sus índices de campos científicos. Aunque ya se venía reconociendo institucionalmente la labor de compositores e intérpretes, a través de las becas de investigación que creara el Ministerio de Cultura desde 1987, es el Alma Máter la primera institución colombiana en hablar de un premio en Musicología, reconociendo explícitamente como objeto de análisis el quehacer teórico e investigativo del músico, situándolo como lugar del conocimiento y como espacio del logos. En este contexto, el Premio Nacional en Música: Musicología, rescata, no solo nuestro trabajo como investigadores, sino que devuelve a la conciencia de la sociedad el valor multidimensional de la música popular tradicional y estimula posibilidades diversas en el ámbito de los estudios interdisciplinarios. Espacios como éste invitan a valorar las expresiones musicales más allá de lo estético, es decir, invitan a comprenderlas como sistemas lógicos de selección, ordenamiento y articulación de los sonidos, unidades simbólicas con rasgos característicos particulares que constituyen la esencia, -o para decirlo de una manera más gráfica-, que ponen de manifiesto el sabor de cada sociedad. Y entendemos que sea ésta la razón que tiene el haber otorgado un Premio Nacional de Cultura a la obra Entre sones y abozaos. Aproximación etnomusicológica a la obra de tres músicos de la tradición popular Chocoana. Porque es, precisamente éste, el propósito que tiene una obra como Entre sones y abozaos: abrir un espacio para valorar el arte musical como comunicación plena de sentido; la música encarnada en una historia, en una geografía, en un territorio concretos; la música motivando conductas, alentando sueños, expresando, simbólicamente, la manera de pensar y de sentir el mundo de hombres y mujeres mestizos de una región determinada de nuestra patria; la música como cultura y como elemento por excelencia de afirmación de identidad social de gentes del Pacífico colombiano; y precisamente, de seres humanos de los más explotados y abandonadas por el Estado, la empresa, las instituciones… gentes, por cierto, con profundos nexos con Antioquia. Dos ejes, texto y música, se abordan como experiencia humana y artística, pero también como objetos de interés multidisciplinario. Se describen su estructura y estilo musical; las ideas e imaginarios que encierran se sitúan en el transcurrir de una historia social y económica de más de quinientos años, paradoja del oro y de la pobreza; se enmarca el entorno filosófico y estético que les pudo dar origen… Música y texto aparecen como símbolo y como comportamiento humano, como productos de identificaciones profundas y como testimonio vital que se convierte en memoria, en patrimonio y en recurso cultural y espiritual de uno de nuestros pueblos. Así, a través de la música, de los textos de las canciones y de la vida de sus portadores: Ligia, Néstor y Rubén

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Castro Torrijos, Entre sones y abozaos aporta elementos para hacer una valoración crítica de esa memoria. Pretende convertirse en estímulo para la reapropiación y reelaboración creativa de esa memoria; y dispone conocimientos e información específicos que favorecen su aplicación directa a la pedagogía musical, la composición, la interpretación y la recreación de públicos amplios. La obra, en el marco de los Premios Nacionales de Cultura propicia el diálogo intercultural e intergeneracional y, como “un canto a la vida”, en una región particularmente violentada… afirma la diversidad cultural desde la diferencia y propone un diálogo de saberes entre la cultura popular y la cultura académica. Pero, en nuestro caso, -hablo de Alejandro, de Jesús y yo-, el disco compacto y el libro objeto de este Premio Nacional de Cultura Universidad de Antioquia han significado algo más. Han sido una de esas oportunidades mágicas que “hacen posible devolverle a Colombia la risa, la palabra [la crítica picante y audaz], la melodía, el gesto que nace en la cotidianidad para luego transformarse en canción [en danza], o en poseía”2. Pero, además, las dimensiones que, como depositarios de ese premio experimentamos y describimos en párrafos anteriores, las vemos multiplicadas en el espacio y en el tiempo: cuarenta años que han llenado los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia; porque en verdad, cuando se observa su historia detalladamente, se advierte una riqueza insospechada. Si bien este espacio ha sido alimento del conocimiento, más aún lo ha sido de la espiritualidad, de la fantasía y de los sueños de una sociedad humana en deuda consigo misma: manera osada, creativa y creadora de compartir sus luchas y vivencias, sus experiencias vitales, sus intuiciones, sus aspiraciones más sentidas y sus miedos, sus amores y esperanzas... Maneras muy nuestras de sentir, entender, expresar y "re-crear" el mundo y la época en los cuales vivimos, espacio de “experimentación y de ruptura…” Su historia de cuatro décadas recoge la memoria de hechos y personajes; historia que sitúa, a través del arte, los aspectos más disímiles de la experiencia humana: expresión de la sexualidad, el erotismo, la afectividad, el mundo intrapsíquico; la familia, la religiosidad, lo mítico y las tradiciones; lo más cotidiano versus lo más abstracto; estados interiores, la naturaleza, la ciudad, la guerra, la paz, y el dolor; lo inefable y sublime, lo más sórdido y cruel; el miedo, lo privado y lo público; lo político, lo filosófico, lo ecológico y medioambiental, la flora, la fauna; la pobreza, el narcotráfico, la violencia, el cuerpo, la bohemia, la danza, la música, espacios, paisajes, lugares, el desierto, el infierno, el hotel… la denuncia, la verdad y la mentira… Si bien su connotación ha sido de carácter nacional, los Premios, sus autores, obras y publicaciones proponen un diálogo transnacional de carácter universalista; espacio abierto a la mirada global, a la circulación del pensamiento, de los objetos de arte, incluso a la economía y a la industria cultural. Efectivamente, como se señala en su presentación, los Premios han concretado en la práctica “nuevas maneras de construir sentido y de avanzar hacia el futuro de cara a una sociedad más justa y equilibrada”. Constituyen “un auténtico escenario de la diversidad y el diálogo intercultural, en el marco del respeto por el pluralismo y el ambiente”. (Universidad de Antioquia, 2008: 2).3 Expresión de la realidad "re-creada" a partir de lo imaginado, lo deseado, lo reprimido, lo liberado…; expresión de la realidad que reclama desde todos los ámbitos, una sensibilidad más humana, menos defensiva y egoísta, más lúdica y transparente, más compasiva y solidaria… Iniciativa afortunada, convertida en política cultural que supera, que trasciende los predios universitarios para ofrecerse a sectores mucho más amplios de la sociedad; oferta que, por un lado acoge sus realidades y sus voces hechas testimonio vital, hechas crítica, debate…, y por otro sus creaciones convertidas en arte, en belleza, en símbolo de… y en conocimiento. Política cultural de carácter democrático que concreta la Extensión del Alma Máter de manera comunitaria, mediante la co-participación, en diversas instancias, roles y momentos, de trabajadores de la cultura y el arte en general, estudiantes, empleados, profesores, investigadores y especialistas en campos muy diversos. Solo me resta desear que los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia, continúen siendo oportunidad y reto, en un país que añora equidad, justicia, reparación, protección del medio ambiente y calidad de vida digna para todos. Medellín, octubre 14 de 2008 Notas 1. MIÑANA BLASCO, Carlos. La investigación sobre la música popular tradicional colombiana: entre el folclore y la etnomusicología. p.141-165. En: Encuentro para la promoción y difusión del patrimonio folclórico de los países andinos. Memorias. Cartagena : Ministerio de Cultura, [et.al], 2000. 367 p. 2. TOBÓN RESTREPO, Alejandro, LONDOÑO FERNÁNDEZ, María Eugenia, ZAPATA BUILES, Jesús. Entre sones y abozaos. Aproximación etnomusicológica a la obra de tres músicos de la tradición popular Chocoana, 2006: XV). 3. Un Plan de Cultura para el periodo 2006-2016. Presentación de PREMIOS NACIONALES DE CULTURA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 1968-2008. 40 AÑOS

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2007

"Mi vida sin la música es difícil imaginarla. Desde pequeño he estado rodeado de música. En mi familia siempre se ha escuchado. Mi papá fue profesor de la Universidad de Antioquia en guitarra. Tocar piano me encanta. Me parece espectacular estar en contacto con las obras de compositores como Bach, Mozart, Beethoven, Hyden, que además hacen parte de las personas más importantes que han existido en la humanidad. Poderme acercar de una manera tan cercana a la obra de ellos, es un honor. La mezcla de la música y la docencia es un asunto sumamente interesante, porque uno tiene que mezclar tres aspectos importantes: el físico y técnico, el históricointerpretativo en el que hay que trabajar el estilo de cada una de las obras, y el aspecto musical-expresivo. Es un gran honor recibir este premio de la Universidad de Antioquia, una institución en la que me formé, en la que actualmente laboro y a la que le debo muchísimo".

Ganador

Carlos Eduardo BETANCUR BUSTAMANTE

El profesor Carlos Eduardo Betancur Bustamante se hizo merecedor del V Premio Nacional de Música, modalidad Interpretación Musical, de acuerdo con la valoración que hicieron de su obra Instrumental Piano los miembros del jurado Teresita Gómez, Rodolfo Pérez González y Gustavo Yepes Londoño. Betancur Bustamante es Máster en Música y Piano (Ohio, Estados Unidos) y Doctor en Arte Musical (Iowa, USA). La Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, donde labora en la actualidad, le confirió el título de Maestro en Piano. Desde 1996 ha ofrecido recitales en la Cámara de Comercio de Medellín, el Instituto de Estudios Hispanoamericanos en Sevilla (España), la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá, el Teatro Metropolitano de Medellín, el Museo de Arte de Toledo (Ohio, USA) y en Iowa City. Ocupó el segundo puesto en el Concurso Nacional de Piano Petrof (Bogotá-Medellín 1997), y recibió una mención de honor y fue finalista en el Concurso Nacional de Piano de la Universidad Industrial de Santander. También fue finalista en el Concurso Internacional de Piano Chautauqua (Nueva York, 2003) y ocupó el primer puesto en el Concurso Anual de Composición de la Universidad de Toledo (Ohio, 2003). Por su recital público para optar al título de Maestro en Piano en la Universidad de Antioquia, el jurado conceptuó que el país estaba “en presencia de un joven artista que posee un potencial sin límites”, “un músico maduro, de técnica depurada, que demuestra un entendimiento cabal de las obras, sus compositores y sus estilos”. Esta valoración conllevó al Consejo Académico –por solicitud del Consejo de la Facultad– a otorgarle la Distinción Mención Especial, creada para exaltar la excelencia de los trabajos de grado presentados por los estudiantes. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 559, octubre de 2007, páginas 36 y 37 y edición 560, noviembre de 2007, páginas 38 y 39

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Premio Nacional de Reportaje y Cronica Periodistica La Universidad reconoce en la prensa literaria y en la literatura periodística del país una evidencia del interés de los escritores colombianos por dar permanencia y vigencia a las historias de la cotidianidad. Como lo refiere Arturo Alape 1 “la crónica periodística está profundamente imbricada en las raíces de una realidad, que frente a nuestros ojos, vive a la espera de ser descifrada para que su piel se vuelva flexible ante las peligrosas y nefastas aventuras de olvidos fortuitos o los olvidos decretados históricamente [...].El reportaje extrae de la crónica sus hallazgos y profundidades sicológicas y rescata la ductilidad de sus atmósferas palpitantes [...].El reportaje se apropia de la entrevista como profunda conversación entre dos memorias enfrentadas y la convierte en género dramático, teatral, al penetrar el meandro del diálogo, que devela en las palabras, experiencias, reflexiones y vivencias”. Con el ánimo de incentivar la escritura periodística y de promover el rescate de los géneros periodísticos narrativos, la Universidad instituyó en 1998, como una de las actividades principales de la conmemoración de sus 195 años, el Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística mediante las Resoluciones Rectorales 9932 y 9933 del 20 de abril de 1998. 1 Alape, Arturo. Colección: Crónicas y Reportajes. Río de inmensas voces y otras voces. Bogotá: Planeta Colombiana, 1997. p.16-17.

Edición I

• Año 1998

• Ganador Luis Felipe Atehortúa

Edición II • Año 1999 • Ganadores José Luis Novoa Juan Manuel Escamilla Edición III

• Año 2000

• Ganador José Rubiel Navia Lame

Edición IV

• Año 2002

• Desierto

Edición V

• Año 2005

• Desierto (Modalidad Radio)

Edición VI • Año 2008 • Ganadora Gloria Patricia Nieto Nieto (Modalidad Escrita)

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1998

Ganador

Luis Felipe ATEHORTÚA

De manera unánime, el jurado del Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística, integrado por los escritores Germán Castro Caycedo, Juan José Hoyos Naranjo y Ernesto McCausland Sojo, decidió otorgar el primer puesto al periodista Luis Felipe Atehortúa Lopera, quien durante El Vicerrector de Investigación, Gustavo Valencia Restrepo, año y medio investigó y escribió en torno hizo entrega del Premio al periodista Luis Felipe Atehortúa. a la equivocación que cometió la justicia colombiana con el ciudadano Jorge Argiro Tobón Olarte, a quien sindicó y luego exculpó del crimen de don Guillermo Cano, director del diario El Espectador.

Recuperar el periodismo digno y creador “Lo que la Universidad de Antioquia intenta es recuperar el periodismo digno y creador, que hoy ciertamente anda extraviado en medio de una profesión que en ocasiones parece acercarse más a la cosmetología que a las letras y a la investigación… Colombia ha conocido a lo largo de su historia grandes hombres de letras que hicieron un periodismo que nos honra, así como tenemos el caso de grandes periodistas que incursionaron con éxito en la literatura. Los señores miembros de este jurado ejemplifican lo que queremos decir. El Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística hace parte de las nuevas dinámicas de la Universidad de Antioquia, las cuales buscan desarrollar de manera continua la investigación e incentivar la divulgación de los resultados en publicaciones nacionales e internacionales”.

Gustavo Valencia Restrepo, Vicerrector de Investigación.

Siete años en el infierno Por Alberto González Mascarozf

S

iete años en el infierno es la reconstrucción periodística del drama que vivió Jorge Argiro Tobón Olarte, luego de ser involucrado en el asesinato del director de El Espectador, don Guillermo Cano, como consecuencia de un caso de homonimia con el nombre del verdadero implicado, Jorge Elí Pabón.

"Ayúdenme. Yo no soy el culpable, están equivocados. Soy un homónimo del hombre que la justicia está buscando. Ustedes tienen que colaborarme". “Ustedes tienen que colaborarme”. Esta súplica, lanzada con desesperación, con angustia, con miedo, con tristeza y con muchas lágrimas, quedó en el recuerdo de quienes por los telenoticieros de Colombia y del mundo vieron la imagen de Jorge Argiro, rodeado de cámaras, luces, micrófonos, cables, grabadoras, periodistas acuciosos y agentes del Departamento Administrativo de Seguridad –DAS–. “Yo no soy el culpable, están equivocados”. A pesar de la contundencia con que fue pronunciada la

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de los hechos, fueron las razones principales que incentivaron al periodista Luis Felipe Atehortúa Lopera a hilvanar el pasaje más trágico de la vida de Jorge Argiro, un pasaje que éste jamás imaginó haría parte de su vida y, menos aún, que fuese a irrumpir de manera tan brutal y despiadada. Atehortúa Lopera tampoco imaginó que la redacción de esta historia, a la que se dedicó con fervor, le permitiría meses después obtener el Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística 1998, al que fueron presentados ochenta y tres trabajos de todo el país, y el cual contó como jurado calificador con un trío de destacados escritores colombianos: Germán Castro Caycedo, Juan José Hoyos Naranjo y Ernesto McCausland Sojo. “El jurado se lamenta y se regocija al mismo tiempo de que al menos cuatro de los seis trabajos finalistas, incluyendo el ganador, sean inéditos. Se regocija porque ello demuestra que hay excelentes cronistas y reporteros escondidos en Colombia. Se lamenta porque ellos no han tenido una oportunidad en los grandes periódicos”, dice en uno de sus apartes el acta del jurado, dada a conocer el pasado 9 de octubre, en el Paraninfo, durante el acto especial que la Universidad organizó para la entrega del premio en su primera versión.

Jorge Argiro Tobón Olarte frase, su contenido cayó en el vacío de la mente de millones de televidentes y oyentes radiales, para quienes no hubo más comentarios que: “ya para que llora”, o “si la policía lo detuvo, por algo será”. Pero ni la indiferencia ciudadana, ni la ligereza del periodismo, ni la injusticia de la justicia, ni la tremenda complejidad del caso, les impidieron a Jorge Argiro y a su esposa, Amanda, luchar sin descanso hasta demostrar que todo era un error. Otro más. Una paciente labor de reportería y la convicción de que el periodismo no puede quedarse en la superficie

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“Es apenas un acto de justicia que la gente sepa que Jorge Argiro Tobón, como por desgracia le ha ocurrido a mucha gente en el país, fue sindicado de un crimen que él no cometió; y es un acto de respeto y de honor a la verdad que la gente se convenza de que no puede emitir juicios con base en la información, errónea muchas veces, que suministran los medios de comunicación, ni con base en las versiones oficiales, ni con base en las actuaciones irregulares de la justicia que con el fin de mostrar resultados y dar una imagen de eficiencia, actúa a la ligera y sin profundizar en los hechos”, asegura Atehortúa Lopera, quien acaba de recibir de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia el título de Especialista en Periodismo Investigativo. De la mano de un narrador imparcial que deja que los hechos y los personajes con sus testimonios hablen por sí solos, sin apelaciones a discursos artificiales, Siete años en el infierno cuenta que, luego de saber que existía una orden de captura en su contra, Jorge Argiro comenzó a llevar una vida llena de contratiempos. Debió dejar su trabajo, marcharse hacia otro municipio y empezar las gestiones en Bogotá, en compañía de su esposa, para demostrar su inocencia ante las autoridades. “En esa misma época su esposa se vio en la obligación de marcharse hacia Europa, pues en una ocasión fue raptada por un grupo de desconocidos, quienes la


mantuvieron retenida durante un día mientras la amenazaban y le preguntaban por el mafioso”, cuenta Atehortúa. “La huida y el anonimato de casi nueve años de incertidumbre Germán Castro Caycedo Ernesto McCausland Sojo Juan José Hoyos Naranjo culminaron en la Jurado del Primer Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística. madru-gada del 21 de septiembre de 1994 cuando Jorge Argiro fue capturado sal salir de su casa en Sabaneta –municipio Fue necesario que entablara una tutela para que se cercano a Medellín– a trabajar en el taxi que venía diera inicio a su proceso y presionara una solución con manejando desde hacía algún tiempo. Los medios le una huelga de hambre. dieron un destacado despliegue a este hecho”. Pero, ¿cómo logró al fin ganar la libertad? Eso “A partir de allí se iniciaron trece largos meses de solo se sabe luego de la lectura completa del texto, desesperación, lentitud por parte de las autoridades y el cual será publicado por la Editorial Universidad de vicisitudes para su familia”. Antioquia. En las páginas siguientes, con el título La pesadilla que sacudió la vida de Jorge Argiro, ALMA MATER Este tiempo lo pasó en un principio en la cárcel ofrece fragmentos de uno de los capítulos. Bellavista de Medellín y luego en La Modelo de Bogotá.

La pesadilla que sacudió la vida de Jorge Argiro El miércoles 21 de septiembre Jorge Argiro se levantó a las cuatro de la mañana. Debía entregarle el taxi al señor Gonzalo Molina, quien lo conducía durante el día… […] Al salir de su casa, se encaminó hacia el parqueadero. Encendió el motor del carro y lo dejó así mientras se calentaba. En ese momento recordó que debía dejar un dinero de los turnos de la semana anterior y de los dos días pasados, así que se devolvió para su casa. Entró y encontró a Amparo dormida. Resolvió dejar el dinero sobre el televisor. El motor del carro continuaba encendido cuando Argiro volvió a subirse a él. En ese instante empezaron a aparecer varias personas, lo que le causó sorpresa y curiosidad. Observó extrañado: eran unos cuarenta hombres armados, vestidos de negro, con pasamontañas y sin ningún distintivo que los identificara. Parecía que no eran del Ejército, ni de la Policía, y no tenían ningún distintivo o brazalete del DAS. Desde el primer momento, Argiro tuvo la

premonición de que a quien buscaban era a él. Uno de ellos se acercó y le dijo: —Señor, deje el carro ahí que vamos a hacer un procedimiento. Argiro se quedó en el vehículo. Luego, por curiosidad, se acercó a la esquina donde tenía más visibilidad sobre el lugar donde iban a hacer el allanamiento y no tuvo ninguna duda: era en su casa. Impotente, en medio de la oscuridad de la madrugada, Argiro miraba cómo los hombres se apertrechaban por diversos sectores. Vio cómo aparecieron tres individuos: uno con una almadana, otro con una cizalla para romper candados y otro armado con una ametralladora. Cuando se aproximaban a la puerta de su casa, Argiro preguntó de un grito: —¿Qué van a hacer allá? Uno de los que estaban junto a él en la esquina, respondió:

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—Quítese de aquí que lo que va a haber es una plomacera muy dura. —¡Cuál plomacera, hombre, si ahí vive gente honesta!–, reaccionó Argiro. —¿Cómo así? ¿Usted cómo se llama? —Me llamo Argiro Tobón. —Hey, aquí tenemos el hombre—, gritó uno de ellos dirigiéndose hacia los demás. El que parecía ser el jefe del grupo se acercó a la esquina. —¿Usted cómo se llama?—, le preguntó, mientras lo iluminaba con una linterna. Argiro repitió su nombre y el superior afirmó: —No. Usted no es. —Yo sé que yo no soy, pero a mí es a quien están buscando, desgraciadamente. El hombre quiso cerciorarse y le pidió la cédula para compararla con la registrada en la orden de captura y vio que, efectivamente, se trataba del hombre que buscaban. Sin embargo, otro más dijo que ése no era: —Vamos, vamos a allanar la casa—, sugirió. Entretanto verificaban las datos y hacían otras consultas por radioteléfono.

Que dé buenos frutos “No espero que este premio dé buenos frutos para mi causa”, dijo Jorge Argiro Tobón luego de conocer la decisión del jurado del Premio de Periodismo, ceremonia a la que asistió como invitado especial en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia. “Espero que dé buenos frutos para la causa de muchos otros colombianos que están en iguales o peores circunstancias que yo. A mí, así haya quedado pobre, por lo menos ya me solucionaron parte de mi problema. Hay muchos en las cárceles a los que todavía no les han solucionado nada”. Hoy, Jorge Argiro se autodefine como un ciudadano que ejerce uno de los trabajos más peligrosos en Medellín: “todavía trabajo en la noche en el taxi y, a pesar de los riesgos que eso implica, tengo que hacerlo”. A la espera de una indemnización, recuerda los momentos previos a la captura como los más dramáticos, cuando estuvo escondido y no podía ir a la casa, ni hablar con la familia y los hijos. “Después el tiempo en prisión fue muy duro, pero también ha sido muy duro el tiempo que ha pasado desde que salí en libertad, hace ya tres años. A pesar de que el gobierno se comprometió a agilizar las indemnizaciones hasta este momento ni siquiera ha respondido una sola de las peticiones”. Aunque se declara capaz de perdonar a cualquiera, sin titubeos, también afirma su incredulidad con respecto a la justicia. “Es que yo no guardo rencor contra nadie. Ni siquiera contra la justicia, a sabiendas de que es mal administrada y mal manejada en este país. Creer en la justicia en Colombia es muy difícil. Ni yo ni el 98% de los colombianos creemos en la justicia porque es injusta, demorada y muy corrupta”. Renuente en un principio a colaborar con la investigación del periodista Luis Felipe Atehortúa, finalmente Jorge Argiro accedió a relatar su historia. “Cuando él me lo propuso, yo fui de pronto muy negativo a ese llamado. Recordar todos esos momentos me causa dolor, me da rabia, lloro, me pongo a pensar en todo lo pasado. Entonces no fue fácil, fue casi que recordar toda una vida de sufrimientos”.

Antes de entrar a la casa de Argiro, lo esposaron. En ese momento supo que eran miembros del Departamento Administrativo de Seguridad. Amparo continuaba dormida cuando los hombres ingresaron a su casa. Luego fue trasladada con los niños a una de las habitaciones. Al ingresar a su casa, Argiro vio que allí estaba Amparo recostada contra una pared, mientras los niños miraban asustados. Todo a su alrededor estaba revolcado, sin que ellos supieran por qué. Los habían estrujado, requisado y amenazado con armas. El dinero que Argiro dejó sobre el televisor despareció, así como algunas joyas…

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—Eh, aquí tienen que tener armas escondidas. Busquemos bien dónde está la caleta. —Pueden buscar por donde quieran que aquí no hay nada que esconder—, dijo Jorge Argiro, humillado. […] Después de dejar la casa convertida en un revoltijo, tras una hora de intensa búsqueda, y de decomisar el taxi, Argiro fue trasladado en una furgoneta hacia la sede del DAS, rodeado por unos veinte carros y siete motos. No hubo maltrato físico, pero sí verbal.

—¿Dónde están las armas?—, interrogaban a los menores.

Al llegar al DAS fue recluido en una pieza, solo. Allí permaneció hasta las ocho de la mañana, cuando lo sacaron para reseñarlo, tomándole las huellas digitales y las respectivas fotos.

—Aquí no hay armas. Nunca hemos manejado armas—, respondían ellos.

Hacia las nueve de la mañana fue conducido a la oficina del director y el subdirector, quienes le


estuvieron interrogando de manera informal. Argiro les comentó su problema: estaba enredado en ese lío por ser un homónimo del verdadero culpable. —Hombre, usted por qué no ha arreglado eso—, le preguntó uno de los funcionarios. Argiro trató de explicarles todos los trámites y los esfuerzos que había realizado para demostrar que estaban ante el hombre equivocado. —Vea, con ese problema ya usted se ganó una condena como de veinte años. Ya está condenado como reo ausente. —¿Condenado? ¿Y por qué si el juicio por la muerte de don Guillermo apenas está empezando?—, preguntó extrañado. —Es que no es por ese caso. Es por una masacre en Abejorral en la que aparece usted vinculado como paramilitar.

en blanco para concentrarse en otra cosa: su mayor dolor era recordar a sus hijos. Hacia las seis de la tarde los funcionarios del DAS fueron por él y lo entregaron a dos agentes que lo llevaron a un vehículo Mazda rojo, el cual se encaminó al Centro Administrativo La Alpujarra, donde está localizada la Fiscalía. Uno de los hombres, sentado en la silla delantera, se volvió hacia atrás y le dijo: —Présteme las manos—. Argiro levantó un poco los brazos y sintió un poco de alivio al verse libre de las esposas. Al llegar a la sede administrativa del Gobierno Departamental se encaminaron hacia la Fiscalía. En un ascensor subieron varios pisos. Al detenerse en uno de ellos presentaron unos papeles o unas cartas. Después escuchó que era necesario que esperaran porque debían trasladar al capturado a la cárcel de Bellavista.

—¿En dónde? Si yo ni siquiera conozco ese pueblo.

—Hombre, que falla. Nos vamos a perder el partidito de Nacional—, murmuró uno de los agentes que lo habían conducido hasta allí.

—Hombre, es muy grave su situación. Nosotros tenemos que mandarlo para la Fiscalía, a la que le compete este caso. Lo lamentamos mucho, no podemos hacer nada. De todos modos este problema se lo ganó usted por no arreglar las cosas a tiempo.

Una hora más tarde le dieron la remisión para que fuera recibido en la cárcel nacional de Bellavista. Ya con la orden en la mano, salieron hasta la plazoleta de La Alpujarra y allí Argiro les solicitó el permiso para hacer una llamada. Los agentes accedieron a la solicitud del detenido.

Desde ese momento, Argiro tuvo el convencimiento de que el DAS sabía que había cometido un error.

—Tranquilo. Hágala—, le dijo uno de ellos, mientras le regalaba una moneda de cien pesos. Argiro notó sorprendido que los dos agentes se quedaron en el carro.

Luego de esta conversación volvieron a encerrar a Argiro en la pieza donde estuvo inicialmente y ya en las horas de la tarde lo sacaron de allí. Argiro pensó que ya lo llevaban para la Fiscalía. Pero no. La experiencia que venía era una de las más dolorosas. Hasta ahora estaba tranquilo, pero fue grande su sorpresa al darse cuenta de que lo presentaban ante la prensa nacional. Estaba asombrado: el DAS sabía que el suyo era un caso equivocado y sin embargo lo mostraban como un criminal frente a los periodistas. Su reacción de rabia, dolor y desesperanza fue la de llorar ante las cámaras, luces, grabadoras y libretas de notas. Se sintió indignado. Pensó en sus hijos, en su familia. No se cansó de repetir que en su caso se estaba cometiendo una injusticia, que lo estaban confundiendo con otro hombre, que él era inocente. Realmente no supo ni qué dijo: —¡Ayúdenme!—, pidió repetidamente, ahogado por las lágrimas. Cuando le estaba explicando su situación a uno de los periodistas de Teleantioquia, uno de los funcionarios del DAS lo cogió bruscamente, le agachó la cabeza, le tapó la boca y lo entró. Argiro en ningún momento pensó que lo fueran a presentar ante las cámaras para anunciar la captura de un gran delincuente. Por eso su explosión de angustia y drama fue, incluso para él, inesperada. Al estar de nuevo recluido en la misma pieza de esa mañana, no hizo más que llorar mientras se dedicaba a pensar en su familia. Su mente estaba

Se encaminó hacia el teléfono público y se comunicó con su familia. Le contestó su suegra, doña Margarita. A ella le explicó que lo llevaban para Bellavista y le sugirió que estuvieran tranquilos, que él estaba bien. […] El mismo día en que capturaron a Argiro, la abuela de Amparo falleció en una clínica, a las tres de la tarde. A las nueve y veinticinco de la noche, Amparo llegó a casa para recoger a su hermana y a sus hijos con el fin de que todos estuvieran con su mamá. Estaba empacando la ropa cuando vieron la noticia sobre la captura de Argiro. Para los niños fue muy difícil asimilar la idea de ver a su padre ante las cámaras tratado como un peligroso sicario. Fue muy traumático. Lloraron durante largo rato. Sus amigos y conocidos leyeron sorprendidos las páginas de El Espectador del día siguiente donde en primera página aparecía una foto de Argiro y se decía que “el sujeto está condenado a 17 años de prisión por otro crimen… Alias El Pecoso, quien está sindicado de haber participado en otros crímenes, fue aprehendido en la casa #26 de la unidad residencial situada en la calle 61B sur del mencionado sector del Valle de Aburrá… Información de inteligencia advierte que el criminal, cedulado en Barbosa, había pertenecido a grupos paramilitares”. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 462, noviembre de 1998, páginas 12 a 17

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1999

Ganadores

José Luis NOVOA Juan Manuel ESCAMILLA

En el Paraninfo del Alma Máter, el rector Jaime Restrepo Cuartas hizo entrega del Segundo Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística a Óscar Manuel Escamilla Valderrama y a José Luis Novoa Santacruz, autores del libro La tragedia continúa –el terremoto del Eje Cafetero contado desde dentro–

Al periodismo hay que meterle oficio

E

nero 25 de 1999: un terremoto estremece el Eje Cafetero y causa la tragedia más grande en la historia de Colombia. Dolor, tristeza, críticas y juicios de responsabilidad, solicitud de ayuda y muchas otras cosas se ven y se escuchan por doquier. Noviembre 10 de 1999: un reportaje sobre ese terremoto sirve de pretexto para jalarles las orejas, por enésima vez, a medios y periodistas. Se entrega el II Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística Universidad de Antioquia. Al periodista y profesor universitario Carlos Uribe de los Ríos –uno de los jurados– el premio le gusta porque es un espacio para la crónica y el reportaje en un país donde cada día se olvidan estos dos géneros periodísticos, donde los medios no les dan el espacio que se merecen los lectores, y donde lo que prima es la noticia ligera y descontextualizada. A juicio suyo, la Universidad de Antioquia, con este premio, consolida un espacio importante, invita a los medios a que cumplan una de sus principales funciones, y les dice a los periodistas que hay un ente académico dispuesto a dar la pelea por el rescate de los dos géneros mayores de la escritura periodística.

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Los Hermanos Grimm (seudónimo con el que participaron los premiados), que no son hermanos, no se apellidan Grimm, ni escribieron cuentos infantiles, ganaron el galardón con el reportaje La tragedia continúa –el terremoto del Eje Cafetero contado desde dentro–. En realidad son Óscar Manuel Escamilla Valderrama y José Luis Novoa Santacruz, dos periodistas colombianos que más allá de relatar la tragedia hablando de listados de muertos, de ayudas que llegaban o no, o de desgreño por el manejo de la emergencia, le dieron una dimensión completa a los hechos en un libro que es una mirada global de lo que ocurrió en la tragedia, no solo con el testimonio de lo diario, sino que también juzgan responsabilidades, hablan del saqueo, el vandalismo, de cómo unos se aprovecharon de otros en esas circunstancias, y retratan a las víctimas con detalles muy humanos y estremecedores, según explica la profesora y jurado del premio, Mariluz Vallejo Mejía. “Los periodistas entraban y salían. Muchos simplemente miraban y volvían a escribir su crónica, pero ya en la comodidad de sus casas o en las redacciones. Pero ellos estaban allí, in situ, viviendo eso, perdiendo incluso


sus propiedades y sus bienes, sufriendo también pérdidas afectivas, estaban atravesados ellos mismos por la tragedia, y dan esa visión panorámica del drama que es bueno tenerla como testimonio porque en este país siempre estamos azotados por alguna desgracia”, afirma la profesora Vallejo Mejía. La tragedia continúa –el terremoto del Mariluz Vallejo Mejía Carlos Uribe de los Ríos Eje Cafetero contado desde dentro– la deja muy satisfecha, porque con esta obra Jurado del Segundo Premio Nacional de recuerda dos libros que considera Reportaje y Crónica Periodística. clásicos en el cubrimiento de tragedias: El diario del año de la peste, de Daniel Defoe, sobre la peste bubónica que hubo en Londres en 1665, y Avalancha sobre Armero, de Javier Darío Restrepo, “un testimonio muy respetuoso de lo que allí ocurrió, y donde el narrador da una lección de ética sobre el cubrimiento de una tragedia, sin aprovecharse de las víctimas y sin chuparle la sangre a los damnificados”. Vallejo Mejía recomienda a quienes participen en el concurso con colecciones de crónicas, pensar en la unidad temática. Y a quienes participen con reportajes, esmerarse en la verificación de datos, porque las imprecisiones históricas pueden demeritar un trabajo creativo, y con una estrategia de escritura original. Y agrega: “sobre todo hay que animar a muchos periodistas que en la rutina diaria van guardando cosas que les quedan, testimonios que no pudieron publicar, y entonces van acumulando, además de materiales, una frustración enorme. Yo les recomiendo a los periodistas que vayan almacenando y piensen cómo reelaborar un trabajo de esos, redimensionarlo y participar. Aunque no ganen, el ejercicio de unir materiales y darles una coherencia les sirve por lo menos para quitarse la frustración y para demostrar que la realidad del día a día queda fragmentada y ese trabajo con piezas fragmentadas es muy insatisfactorio. Pero cuando se unen esas piezas, se une ese rompecabezas y se ve un trabajo completo, eso es lo que debe darle mayor satisfacción al periodista”. A los futuros participantes, Uribe de los Ríos les dice: “la clave es el trabajo; obviamente hay una técnica que atender, una investigación que hacer. Sobre eso los periodistas en Colombia tienen suficientes destrezas, pero hay que trabajar la crónica, hay que meterle oficio, y ése es el secreto del asunto”.

Un reportaje sólido Sobre el trabajo ganador, el jurado consignó en el acta: "Se trata de un reportaje sólido, de gran actualidad, que narra de forma intensa el drama que se vivió en Armenia a comienzos de este año.

cronología de los hechos, recreación de escenas, uso de diálogos, selección de historias reveladoras, solvente documentación y reportería. Además, los autores no se limitan a dejar testimonio de los hechos, sino que desde una mirada crítica plantean un juicio de responsabilidad a quienes contribuyeron a agravar las consecuencias de la tragedia natural. Llama la atención, asimismo, la manera como los reporteros se involucran en el drama y se solidarizan con las víctimas sin caer en exceso de protagonismo y de sensiblería. En el fondo proponen una reflexión ética sobre la función social del periodismo en este tipo de cubrimientos, donde salen a flote todas las miserias y grandezas de la condición humana, como bien queda demostrado en este trabajo". Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 473, diciembre de 1999, páginas 28 y 29

El trabajo cumple con las condiciones del reportaje clásico por el empleo de diversas técnicas narrativas:

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2000

Ganador

José Rubiel NAVIA

Con la obra Los discursos de la ropa usada, el reportero del diario El Tiempo de Bogotá y especialista en Periodismo Urbano de la Universidad Pontificia Bolivariana, José Rubiel Navia Lame, ganó el Tercer Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística que auspicia la Universidad de Antioquia, José Rubiel Navia recibe el Premio de manos del Secretario a cuya convocatoria en el presente año General de la Universidad, Luis Fernando Mejía Vélez respondieron 21 participantes de diferentes regiones del país. El jurado lo integraron los periodistas, escritores y profesores universitarios Javier Darío Restrepo, María Elvira Samper y Patricia Nieto.

Foto Revista Cambio

Magníficas historias mal contadas

A

partir de la lectura de los 21 trabajos participantes “es posible reconocer la diversidad de temas para investigar que ofrece la convulsionada realidad colombiana, y señalar que el país necesita periodistas que se esfuercen por conocer y narrar nuestro Javier Darío Restrepo María Elvira Samper Patricia Nieto presente”. Con este planJurado del Tercer Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística. teamiento concluye el acta que dio a conocer el jurado del Tercer Premio Nacional y los demás hay una diferencia muy grande”, explicó de Reportaje y Crónica Periodística Universidad de Patricia Nieto. Antioquia –conformado por Javier Darío Restrepo, María Elvira Samper y Patricia Nieto–, cuyo veredicPor su parte, Javier Darío Restrepo resaltó que el trabajo to favoreció la obra L os discursos de la ropa usada, del premiado es una obra bien lograda, de alto nivel, que puede reportero del periódico El Tiempo de Bogotá José Rumostrarse como un ejemplo para periodistas y estudiantes biel Navia Lame. de periodismo, y que además, indica que la crónica y el Escoger el ganador fue fácil. “Esperábamos más competencia, que cinco o seis trabajos se pelearan el primer lugar, y no sucedió así. Entre el trabajo ganador

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reportaje no han muerto, que están vivos, con gente como la que participó en el concurso, y especialmente con el ganador, de quien destacaron en el acta sus aciertos en


cuanto a la definición del tema, el proceso investigativo, la estructura narrativa y los aportes que la obra ofrece a futuros trabajos que intenten indagar sobre fenómenos urbanos. Los jurados manifestaron preocupación por la calidad de los trabajos, en los cuales hubo historias magníficas pero escritas sin técnica o sin un manejo del lenguaje adecuado. “Tal vez es lo más preocupante, porque los colombianos estamos viviendo un momento lleno de acontecimientos dignos de ser recordados para que se aprenda de la historia. Pero muchos de esos episodios me temo que van a caer en el olvido por falta de quién los cuente y porque se están contando de una forma rudimentaria que indica que los periodistas no están leyendo. Uno aprende a contar un cuento escuchando a los contadores de cuentos o leyéndolos, y la forma tan elemental como se abordan unas historias apasionantes indica que no hay instrumentos para el periodista. Es la observación que más nos abruma: encontrar magníficas historias mal contadas”, dijo Javier Darío Restrepo. María Elvira Samper señaló que en esta versión del premio muy pocos trabajos reúnen las condiciones de un buen reportaje o una buena crónica y en la mayoría se evidencia falta de estructura, un pobre y elemental manejo del idioma, desconocimiento de técnicas narrativas y ausencia de recursos estilísticos. “Muchos trabajos dan la sensación de haber sido escritos a la carrera,

sin procesar, sin decantar… como si la acumulación de datos, hechos y testimonios, generalmente relacionados con la violencia que vive el país, pudieran suplir la falta de estructura por el impacto que puedan causar. Sin embargo, algunos de esos trabajos, si se repensaran y se reelaboraran, derivarían en una buena crónica”, anotó. En cuanto a la contribución del concurso al periodismo colombiano, no hay reparos. María Elvira Samper reconoció que “premios de periodismo como el de la Universidad de Antioquia son un estímulo para quienes aman el oficio de escribir”. Patricia Nieto resaltó que el premio reconoce el esfuerzo investigativo y narrativo de los periodistas, dado que en los medios no siempre se reconoce lo mejor, pues privilegian la imagen sobre el contenido. “Este premio –agregó– busca volver al oficio inicial y esencial del periodista que no es la fama, sino reportear y escribir, y tiene una función pedagógica: mostrar a las nuevas generaciones ejemplos de cómo un tema puede convertirse en un buen reportaje”. Para Javier Darío Restrepo “es un aporte grande para notificarle año tras año a los periodistas que la crónica y el reportaje no han muerto, para estimular a los periodistas a que trabajen estos géneros, y se convierte en una cátedra porque cuando se presenta un trabajo como ganador se está diciendo: mire cómo se hace un buen trabajo”.

Los discursos de la ropa usada El hombre, muy bien vestido y con portafolio, entra al almacén de ropa usada, se acerca al dependiente, se inclina y le pregunta en voz baja, como si fuera algo no permitido, secreto, por un traje de paño. Comportamientos como éste, de los cuales surge el concepto de clandestinidad o de semiclandestinidad en el uso y el intercambio de ropa usada, tuvo que "descifrar" José Rubiel Navia para elaborar Los discursos de la ropa usada. Al contemplar temas para el trabajo final de la Especialización en Periodismo Urbano de la Universidad Pontificia Bolivariana, Navia, que ya había tenido contactos con vendedores de ropa de segunda en Bogotá, se interesó por desentrañar los misterios y relaciones que se dan alrededor del comercio de esas prendas con las cuales la gente busca mecanismos de inclusión social, así sean fugaces, en fiestas, entrevistas de trabajo, o labores como vendedores puerta a puerta, ante la falta de poder adquisitivo para comprar ropa nueva, o "presentable", según patrones establecidos. Con base en el método etnográfico, Navia permaneció en el lugar poco más de un año hasta hacerse familiar. Aprendió todos los secretos y en la práctica se convirtió en un vendedor más. Participó directamente y con una metodología determinada, observó mucho, escuchó diálogos, entrevistó en los momentos apropiados y observó lo que ocurría más allá de lo evidente… El simbolismo de alguna actitud y los compradores, vendedores y usos de la ropa usada fueron entretejiendo sus discursos. Navia se declaró satisfecho al recibir el premio. La razón: las once crónicas premiadas no contienen ni una onza de plomo y en ellas no hay noticias ni personalidades de primera página o de abrir noticiero. De hecho, eligió el tema de la ropa usada porque le permitía desarrollar un concepto con el que ya había trabajado: el interés humano desligado de la gran tragedia y de la gran noticia. En esas crónicas “hay simplemente cotidianidades, malabarismos de seres humanos, comunes y corrientes, para sobrevivir en medio de una sociedad que intenta devorarlos”, dice. “Este es el interés humano relacionado con los pequeños dramas cotidianos de gente común y

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“Uno tiene que aprender a trabajar con humildad, quitarse la aureola de periodista y mirar a las personas de ser humano a ser humano, porque a veces el campesino, el indígena o el "ñero" terminan dándole a uno lecciones muy grandes de sabiduría”. José Rubiel Navia Lame corriente. Por ejemplo, el drama de Claudia, una usuaria de la ropa usada, es vencer el miedo a que el vestido de segunda que acaba de comprar le haya pertenecido a una persona fallecida; o le vaya a dejar malas energías o, quizás, a que la primera dueña se lo reconozca en la calle, o que sus amigos se vayan a dar cuenta de que Claudia, la creída, la ‘pinchada’, se viste de segunda”, dice Navia. La manera de abordar el trabajo evidencia una necesidad para los periodistas: la especialización. Según Navia, si el periodista no tiene las herramientas teóricas y conceptuales adecuadas, sólo con lo instrumental de la profesión, algunos fenómenos le pasan inadvertidos. En tal sentido, Navia invita a aguzar la mirada, a ir más allá de lo aparente, a detenerse en ese ritmo infernal que nos imponen las ciudades y a observar los personajes y las atmósferas que transcurren en la otra dimensión, en la orilla opuesta a los escenarios donde estallan las grandes noticias. “La noticia, el plomo, la sangre son muy fáciles de detectar, pero hay que llevar una lupa en el bolsillo para encontrar las tensiones diarias, el manejo de los espacios, la filigrana con la cual están tejidos muchos fenómenos sociales aparentemente invisibles”, explica. Sobre el periodismo colombiano opina que hay una división entre lo urgente y lo importante. “Hay quienes piensan que buen periodismo es lograr chivas, y muchísima gente logra eso, manejar el primer ritmo que llama García Márquez. Para otras personas

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el buen periodismo es trabajar el segundo ritmo: crónicas, cotidianidades”. Navia considera que en este segundo aspecto “estamos quedados porque nos termina arrollando el primer ritmo, los estallidos, que son los que registra la prensa, sin que a ésta lleguen los procesos, los fenómenos sociales”. “En eso sí estamos faltos de géneros de más análisis, de más trabajo desligado de la primicia y, por otro lado, hace mucha falta contar historias sencillas que expliquen quiénes somos nosotros”. Bajo las anteriores consideraciones, reconoce que el Premio de Periodismo de la Universidad de Antioquia es un estímulo importante para quienes persisten en escribir crónicas e historias cotidianas. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 482, octubre de 2000, página 29 y edición 483, noviembre de 2000, páginas 32 y 33


2008

Ganadora

Patricia NIETO

Después de haber sido declarado desierto en las versiones IV-2002 y V-2005, el jurado del VI Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística (Modalidad: escrita), otorgó el primer puesto a la periodista y docente universitaria Patricia Nieto Nieto, por la obra narrativa Llanto en el paraíso: crónicas de la guerra en Colombia. Del jurado hicieron parte los escritores y periodistas Juan José Hoyos Naranjo, César Alzate Vargas y Carlos Mario Correa Soto. La vicerrectora de Extensión, Margarita Berrío de Ramos, entrega el Premio a la periodista Patricia Nieto.

Fallo del jurado "Los integrantes del jurado analizamos los veintiún trabajos que nos fueron entregados. De ellos, por lo menos diez son producto de una labor cuidadosa de investigación y escritura, tratan temas diversas de interés público y se ajustan a los cánones del periodismo narrativo. Cuatro nos llamaron especialmente la atención por su rigor en la investigación y su propuesta narrativa. Después de examinar con detenimiento aspectos como el trabajo de campo, la estructura narrativa y el estilo de las obras, seleccionamos las dos que a nuestro juicio se destacaban. Luego, procedimos a elegir el libro ganador. Llanto en el paraíso: crónicas de la guerra en Colombia es

un relato que refleja una ardua labor de investigación periodística y una batallada y apasionada faena de escritura. La estructura narrativa del libro está soportada en tres historias mayores contadas por voces de mujeres que relatan episodios en los que se entrecruzan todas las formas de la violencia colombiana. Las voces acaban formando un coro trágico que estremece al lector. Sin embargo, en medio del dolor, la narración también rescata el heroísmo, el amor a la vida, la alegría y la transparencia del alma de estas mujeres". Integrantes del jurado: Juan José Hoyos Naranjo, César Alzate Vargas y Carlos Mario Correa Soto. Coordinador: Alberto González Mascarozf.

La escritura periodística es un acto de amor Si no se inspira en el propósito de ser un lazo entre los seres humanos no merece un lugar entre las artes Por Patricia Nieto Profesora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia

I Los ríos traen peces en abundancia. En los maizales despuntan los chócolos. Los jornaleros descansan a la sombra de los samanes. Las ubres

rebosan y los terneros las persiguen con sus hocicos jadeantes en el bozal. De la estancia viene el olor dulce que embriaga. La gallina se pasea seguida por su prole. El perro juega con la cola de la yegua. La mulada se prepara para cruzar la cordillera. Los niños toman el baño en la cascada. El gato dormita en el corredor donde se

seca el café. El mandarino parece en Navidad. Las presas de caza se curan al humo del fogón. En la radio suenan las guascas. La neblina corona la cumbre. Las azucenas iluminan el jardín cuando cae la tarde. Las mujeres contemplan su paraíso y sonríen.

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II La neblina corona la cumbre. El río parece un cabello de luna en el fondo del cañón. El viento persiste con su canto. Las mandarinas se descomponen entre la maleza. La mulada pasa su exilio en una finca vecina. El perro se pudre en el patio delantero. El gato se enmontó. El cuerpo de la tía cuelga de una soga en el cuarto de planchar. De la estancia viene el olor a humo del incendio. Algunas vacas pastan en los potreros de los nuevos dueños. Los terneros ya son presas congeladas. Los samanes están solos. La cascada golpea las piedras. Los niños salieron entre costales. El maíz es atacado por la plaga. Las azucenas se apagan. Manchas de sangre interrumpen el ritmo de las baldosas del corredor. El cuerpo del papá quedó enterrado en la raíz de una mata de plátano. Las mujeres han perdido el paraíso y lloran.

III El tinto alimenta la conversación. Unos recuerdos avivan otros y el hilo de la vida se prolonga. El duelo les impide, todavía, imaginar un hogar. El único posible es el perdido. Gastaron su fuerza y su imaginación en huir. El despojo las ha inmovilizado. Hoy han aceptado hablar y lo hacen sin parar. El lenguaje labra un vínculo que se afianza después de los adioses. Sus palabras me acompañan en el sueño, durante el insomnio. Sus relatos me visten de miedo. Sus recuerdos se me convierten en pánico. Llevo sus relatos dentro de mi cuerpo. Se me transfieren sus heridas. Yo he decidido escucharlas y hacerlo con tal vehemencia que respete la dignidad de su sufrimiento. Las mujeres están lejos del paraíso y lloran y hablan.

IV La guerra enmudece porque la gente no quiere escuchar a los que sufren. Entonces las víctimas

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De izquierda a derecha: César Alzate, Juan José Hoyos y Carlos Mario Correa, jurados. guardan sus relatos pecho adentro y un día se mueren. De pena moral, decimos. Y cerramos los ataúdes de los colombianos tristes. Se mueren de silencio, de indiferencia, de abandono, de soledad. Entonces, las cortes se acercan a Colombia y declaran que quienes mueren de esa manera deben ser reconocidos como víctimas y demás. La escritura periodística es un acto de amor. Si no se inspira en el propósito de ser un lazo entre los seres humanos no merece un lugar entre las artes. Esta noche mi escritura está dispuesta como vínculo. Las mujeres que han perdido el paraíso llegan a ustedes a través de mi voz y yo espero habitarlos con dulzura pero sin cuidarlos del dolor que nace de la historia de Colombia y que se hace necesario para reconocernos.

V La Universidad de Antioquia ha sido el hogar de mi escritura. Hoy exalta un trabajo construido a partir de la convicción de que en casa todavía hay lugar para trabajar en un proyecto cultural y político que no obedece al propósito de unificar el pensamiento de los colombianos.

Recibo este premio de manos de la Universidad donde he pasado más de la mitad de mi vida. Lo recibo por decisión de tres jurados que son mis pares en la escritura periodística y mis colegas en el trabajo de campo; uno de ellos mi maestro y los otros dos, egresados de mi Facultad. Lo recibo delante de mis alumnos de Periodismo a quienes he convertido, vaya a saber a qué horas, en mis mayores críticos y en mis grandes aliados para construir pequeñas obras. Recibo este premio con mi abuela, mis tíos, mis padres, mis hermanas y Elenita, quienes han sido cómplices silenciosos de mis búsquedas. Recibo este premio en la compañía de mis amigos y de Jota. Amigos y amores con los que crecí soñando con un país. El sueño no se ha hecho realidad, pero nadie nos puede negar el derecho a la utopía. Recibo este premio con regocijo porque viene de los míos y eso me hace sentir menos sola. A todos los seres que amo y que me aman, gracias.


Salir a cazar un león Por Carlos Mario Correa Soto Periodista Profesor Universidad EAFIT

En nuestras vidas “todos tenemos que cazar un león”, le dijo Gabriel García Márquez al periodista Plinio Apuleyo Mendoza, quien estaba escribiendo el libro Aquellos años con Gabo. Y puntualizó: “Algunos hemos llegado a hacerlo pero temblando”. El escritor colombiano recordaba un episodio de uno de los cuentos que más admira: “La breve vida feliz de Francis Macomber”, de Ernest Hemingway. García Márquez, no hay duda, atrapó a su león interior escribiendo Cien años de Soledad, El Otoño del Patriarca o El coronel no tiene quien le escriba; y a su león de las praderas escribiendo las cuatro mil páginas de artículos periodísticos que hasta ahora han sido recopilados por los comentaristas de su obra. No se escriben cuatro mil páginas impunemente. En Colombia incluso los estudiosos han olvidado que el acta del jurado del Premio Nobel de Literatura que García Márquez recibió en 1982, decía: “por su obra literaria y periodística”. Todos los periodistas tenemos una cacería pendiente. Todos. Algunos, los menos, atrapan a su presa; otros apenas logran identificarla; la mayoría solo la ve pasar o la deja ir. Pero quien no atrapa a su león –o a su tigre o a su fiera de cualquier pelambre que ésta tenga– corre el riesgo de ser devorado por él. Y la cacería periodística –como lo dice el reportero mexicano de Univisión, Jorge Ramos Ávalos– casi siempre implica un reto al poder, al conocimiento, a la irreverencia, al temor, a la timidez, al tiempo, a la falta de recursos o de espacio en los distintos medios… A veces la caza del león requiere conseguir una entrevista exclusiva, otras, denunciar la corrupción a través de una noticia o de un informe; o descubrir una trampa, una mentira, un complot…y a veces, aunque debería ser todas las veces, la cacería del león consiste en descubrir al ser humano que ocultan los datos noticiosos, las estadísticas y el mismo lenguaje cifrado, simple y simplificador, del periodismo informativo. Descubrir al ser humano que se desvanece en esas noticias estadísticas, decir quién es, qué hace y cómo hace lo que hace es la cacería más noble y más útil –quizá la única permitida para no alterar el equilibrio ambiental– que podemos hacer los periodistas. Y esa

cacería empieza cuando el periodista deja su casa o la sala de redacción y sale a la calle para empezar su jornada como reportero… “Reportero es lo único que volvería a ser en mi vida…Una de las ocasiones en las que más he lamentado no estar en Colombia fue cuando ocurrió el envenenamiento colectivo de Chiquinquirá, Boyacá –uno de los sucesos más patéticos de la historia de los plaguicidas en Colombia, ocurrió el 25 de noviembre de 1967–; yo hubiera ido gratis a cubrir ese acontecimiento”, destacó García Márquez en su autobiografía Vivir para contarla. **** Primero en los cursos de Juan José Hoyos en la Universidad de Antioquia, luego en el periódico El Mundo, después en La Hoja de Medellín, y desde hace

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una década como periodista independiente –exiliada en los libros como diría Alberto Donadío­– Patricia Nieto, esta mujer menuda y de apariencia frágil, ha tenido la gran oportunidad de ejercer como reportera y recibir una de las primeras y más importantes lecciones que deben conocer quienes pretendan dedicarse profesionalmente al periodismo como uno de los más importantes oficios del comunicador social. Una lección que quizás no se pueda tener de parte de los profesores en las aulas universitarias. A los periodistas, “esas moscas de la carne” como los define el escritor norteamericano Tom Wolfe, en general nadie los está esperando en ninguna parte para contar su vida. El periodista es quien debe acercarse a la gente y a su mundo; es quien debe tomar contacto, sumergirse en la cotidianidad y en el estilo de vida de los demás y desde allí dar cuenta de su complejidad. El otro ejercicio del periodismo, el que se hace a partir de las llamadas telefónicas, de los cuestionarios enviados por los reporteros y devueltos por las fuentes testimoniales de información vía fax o mail; el de los boletines de prensa, el de las ruedas de prensa, el de los portales de Internet, el de los balances empresariales y los sumarios judiciales, etc., no siendo fácil de hacer, está más al alcance de muchos…. Hacer periodismo no es solo escribir bien, con amenidad, inclusive con cierta sensualidad y colorido sobre lo que ocurre en el mundo y en el mundo especial de las personas, sino ese descubrimiento de cosas inadvertidas en la vida diaria donde el arte no es tanto de escritura sino de reportería. O de “repostería” como me escriben muchos estudiantes descuidados en sus análisis sobre la teoría periodística que les suelo pedir en los cursos universitarios, porque la palabra reportería no está en el diccionario que tiene la computadora y ésta –en su sabiduría de máquina– se las cambia de inmediato por “repostería” y como tal me la presentan. Pero bueno, más o menos, la labor de reportería se parece a esa de la “repostería”, puesto que viene a ser como el dulce que le da un sabor especial a una noticia, a una crónica o a un reportaje. Sin ese ingrediente, en el que el pastelero pone todo su amor y el periodista todo su sudor, pasteles y noticias tendrían la misma simpleza de una tostada como postre del almuerzo… Para no parecerse a otro periodista –lo cual es una fatalidad en un campo tan competitivo como el suyo– es necesario ser mejor reportero que los demás. Pues ahí es donde está una de las principales claves para sobresalir en su profesión siendo distinto, ya que en el periodismo hay escuelas, tendencias, estilos y métodos de escritura, como el noticioso, por ejemplo, los cuales son universales y uniformadores. Es una idea irrefutable en la práctica periodística: a una mayor reportería corresponde una mayor producción informativa, más auténtica y de mejor calidad. Ese contacto del periodista con las fuentes testimoniales de información es único e intransferible; define en gran parte la supervivencia laboral de un periodista. Es una ocasión en la cual se mezclan

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toda suerte de sensaciones: miedo, prevención, predisposición, prejuicio, preocupación… si el periodista no las enfrenta por sí mismo le será muy difícil llegar a un nivel de madurez que le permita alcanzar mejores oportunidades profesionales. “Antaño ser reportero era el principal referente de la profesión periodística, el máximo ideal a cumplir. Ahora las nuevas costumbres y medios han condenado a muerte a esta parte del oficio”, aseveró Riszard Kapuscinski, el periodista más importante del siglo XX. Una de las cosas que ha alterado el trabajo del reportero en detrimento de la calidad del periodismo es su total dependencia de las agencias y oficinas de comunicación y prensa. A muchos de ellos todo les llega listo a las salas de redacción y así lo publican. De tal manera que estos periodistas se convierten en el correo postal de los comunicados oficiales. Un buen periodista es un testigo que debe estar pegado a la gente y no a las instituciones y sus comunicados. Este trabajo esforzado de reportería, entonces, es el primer acierto y valor que tiene el libro de Patricia Nieto, Llanto en el paraíso: crónicas de la guerra en Colombia. Sus historias, no me quedan dudas, fueron reporteadas personaje tras personaje, hasta penetrar dentro de sus vidas de tal manera que los lectores los vemos desde adentro, igual que en las novelas. **** Como se estableció en el acta del jurado, la estructura narrativa del libro Llanto en el paraíso –y este es el segundo asunto que quiero destacar de éste como otro acierto de su autora y valor del mismo–, está soportada en tres historias mayores contadas por voces de mujeres del campo que relatan episodios en los que se entrecruzan todas las formas de la violencia colombiana. Las voces acaban formando un coro trágico que estremece al lector. Sin embargo, en medio del dolor, la narración también rescata el heroísmo, el amor a la vida, la alegría y la transparencia del alma de estas mujeres. Sus historias están zurcidas con fino cáñamo de origen literario y conforman un circuito de vasos comunicantes el cual, aunque es complejo en su polifonía, está elaborado con tal paciencia e ingenio que el lector no ve ni palpa las costuras y por eso se puede deslizar por el libro como por una pista de esquí… Lejos está el trabajo de Patricia Nieto de esa literatura de casette –esto es, grabar y desgrabar– que caracteriza a la mayoría de los libros de testimonio que se están publicando en el país… En el suyo, al contrario, hay una escrupulosa labor de edición y de narración; y además de traducción que de verdad le permite a las protagonistas de sus historias purificar sus muchas fatigas y dolores causados por la guerra que degrada al país en las narices de un gobierno obcecado con lograr la paz a los tiros… El trabajo de Patricia Nieto deja ver claramente una propuesta de negociación entre oralidad y


escritura que implica un complicado mecanismo de narración y transcripción textual, que sin duda, y esto es lo importante, problematiza las formas tradicionales del periodismo y de la literatura de ficción que buscan dar cuenta así mismo de muchas de las experiencias vitales en el mundo de hoy… en el que se advierte una hibridación de géneros en casi todas las expresiones artísticas y de una manera notable en el periodismo narrativo de crónica. **** El tercer asunto que quiero resaltar –entre otros que sobresalen de la forma y el contenido del libro– es el valor y la exclusividad de los testigos, en este caso mujeres, que contactó Patricia Nieto para reforzar la memoria de las víctimas de la guerra en Colombia y contrarrestar el impacto del discurso hegemónico de los victimarios, entre ellos el paramilitarismo, la guerrilla y las fuerzas armadas estatales…que cada cuanto se inventan una y otra influenza cual apocalíptica peste y cortina de humo para favorecer el olvido, enterrando o incinerando a la verdad y birlando reparación… “En la madrugada, recuerda Luz Marina Ruíz, en este pueblo no había alguien que no llorara, y nadie que no mirara horrorizado los letreros dejados por los asesinos donde se identificaban como un grupo de autodefensas campesinas: ‘Muerte a los sapos de la guerrilla’: Accu”. “Yo me acuerdo de tantas cosas, no sé por qué. Yo les pregunto a mis hijos por cosas y ellos dicen que no se acuerdan. Es como si no hubieran existido (…). Mi tío Virgilio muerto, mis primos muertos, mis familiares muertos. Yo estoy aquí sola, desprendida de mi Orobajo. Yo soy la única capaz de contar la historia porque a los viejos los mataron”. Dice la última descendiente del Cacique Nutabe, del norte de Antioquia. Son testimonios que mortifican como una marca de fuego contra la peste del olvido. Y aquí debo destacar la importancia de la capacidad verbal del testigo o informante. Hay experiencias únicas de personas que no tienen la capacidad verbal de contarlas, de transmitirlas. Pero las mujeres abordadas por Patricia Nieto tienen un don natural de “cuentistas”. Así que la selección tan acertada de sus testigos me lleva a una observación final: Gay Talese, el reportero de los reporteros, cuenta en su libro Vida de un escritor, que cree en la necesidad del contacto directo con los personajes de sus historias porque, además del diálogo, le interesa hacerse a una idea visual de los rasgos y gestos del entrevistado, así como tener la oportunidad de describir la atmósfera del lugar en que se da la reunión.

abierto camino a través del otro 80 por ciento que, en el análisis final, resulta inservible”. Es oportuno –especialmente en la enseñanza universitaria del periodismo– atender a la metodología de trabajo de Talese y de Patricia Nieto, en estos tiempos de periodistas sin raza y de periódicos saturados de opinadores, algunos de los cuales sin mucho rubor aseguran que “la opinión es noticia” tirando por la borda su propia historia de periodismo investigativo y de crónica, y la historia del periodismo informativo moderno. La multiplicación indiscriminada de los opinadores en los diarios y revistas, y de los conversadores, entretenedores, “botadores de corriente”, los chistosos y los chismosos en los noticieros y magazines de radio y televisión, así como en los ilimitados espacios de Internet, son un síntoma de la crisis de la reportería y la investigación periodística. Una metodología en la que tanto el padre de los reporteros norteamericanos, en sus grandes libros sobre los vencidos en muchas batallas, como nuestra reportera Patria Nieto en sus dolorosos y al mismo tiempo sublimes testimonios de las víctimas de la guerra en Colombia, se han gastado todos sus diamantes y la suela de todos sus zapatos en la cacería del león, para entregarnos reportajes en los que resaltan las que podríamos afirmar son las principales “con-diciones” para hacer periodismo investigativo de jerarquía, tanto en el contenido como en la forma: con-tactar, con-ocer, con-firmar, con-trastar y con-tar. Y es por esto que Patricia Nieto, en Llanto en el Paraíso, le devuelve el alma al periodismo.

Texto leído en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, el 19 de mayo pasado, durante la presentación de los textos ganadores de los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia 2008: Llanto en el paraíso (Periodismo) de Patricia Nieto; Lomos de sábalo y otros relatos (Cuento) de Javier Ignacio Saldarriaga; y Tratado de cielo para jóvenes poetas (Poesía, por concurso), de Jorge Hernando Cadavid.

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 570, octubre de 2008, página 29 y edición 571, noviembre de 2008, página 31

“He pasado –explica Talese– semanas enteras negociando entrevistas con personas reticentes que, cuando por fin hablan conmigo, no revelan nada informativo. He viajado cientos y miles de kilómetros siguiendo pistas que, al final, no me llevan a ninguna parte. Ochenta por ciento de la información que consigo a través de la gente termina en el cubo de la basura. No obstante, no podría haber descubierto el 20 por ciento que me resulta útil si no me hubiese

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Premio Nacional de Cuento El Premio Nacional de Cuento se creó y reglamentó mediante la Resolución Rectoral 12898 del 4 de noviembre de 1999, con el ánimo de recoger la diversidad de manifestaciones de la narrativa breve colombiana. Si bien el cuento tiene sus orígenes en relatos sumerios y egipcios de más de cuatro mil años de antigüedad, menciona el escritor argentino Mempo Giardinelli que “su consolidación literaria se alcanzó tardíamente”. La variedad de temas y de estilos, hace de este género literario un espacio para la “diversidad de casos, motivos, opiniones, sugerencias, posiciones estéticas y puntos de vista”. Para la Universidad de Antioquia, el Premio Nacional de Cuento abre una puerta a nuevas formas de escritura que permitan renovar la narrativa corta y estimular el desarrollo de un género de gran arraigo en el mundo de las letras colombianas.

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Edición I

• Año 2000

• Ganador Juan Manuel Roca Vidales

Edición II

• Año 2002

• Ganador Octavio Escobar Giraldo

Edición III

• Año 2005

• Desierto Rey Carlos Villadiego

Edición IV

• Año 2008

• Desierto Javier Ignacio Saldarriaga Cadavid


2000

Ganador

Juan Manuel ROCA

"La palabra es el elemento más extraordinario de que está dotado el hombre. Sin la palabra perteneceríamos a un reino inerte en el cual la exploración del mundo sería muy precaria: Juan Manuel Roca".

Poner el cuento en el punto relevante que merece

V

eintiún años después de que ganara el Primer Premio Nacional de Poesía (1979) auspiciado por la Universidad de Antioquia, el escritor Juan Manuel Roca suma a su hoja de merecimientos el Primer Premio Nacional de Cuento, y ha puesto de presente que una vez transcurra el mismo lapso espera ganar el de Ensayo.

Bajo el seudónimo de Nosferatu, Roca envió al concurso la obra Las plagas secretas que, en opinión del jurado –que integraron los escritores Fernando Cruz Kronfly, Roberto Burgos Cantor y Mario Jursich Durán– se destaca por la calidad de la prosa, lo inusitado de los temas y su rareza en el conjunto actual de la literatura colombiana. “Tiene la factura literaria que nosotros pedíamos como uno de los criterios más importantes”, dijo Cruz Kronfly. Burgos Cantor explicó que “al lado de un lenguaje poético con bastante elaboración y una búsqueda de la perfección en la imagen y del ritmo en la frase, es un relato pleno de referencias literarias y, de cierta manera, un libro de agradecimiento a los dioses tutelares del escritor”. “En este caso poetas como Baudelaire, Rimbaud, Rulfo”, complementó Jursich Durán. Éste, a la vez, comentó que buena parte de las historias del libro son ambientadas al final del siglo XIX, francés o colombiano, tienen una especie de atmósfera gótica y no son cuentos tradicionales, montados sobre la narración de una historia, sino cuentos montados sobre el lenguaje. “Hay una riqueza verbal muy grande e imágenes sorprendentes. Antes que relatos son pinturas con el tono de la pintura del siglo XIX, a veces con ambientes muy sombríos y desdibujados”. Entre las obras evaluadas, en total 159, el jurado observó dos temas recurrentes: el sicariato e historias juveniles relacionadas con la música. “En parte eso nos llevó a premiar Las plagas secretas y otros cuentos, libro que evidencia un trabajo formal bastante grande”, dijo Mario Jursich. El alto número de participantes fue interpretado como el reflejo del entusiasmo de una gran cantidad de gente que está trabajando en la creación literaria, aunque con serias deficiencias en la calidad. “Vimos problemas graves en la simple redacción –dijo Jursich– y muchas personas probablemente tienen un borbotón de historias por dentro,

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desconociendo que la literatura sin forma no existe, que la literatura esencialmente siempre ha sido escritura”. Jursich se declaró convencido de que el periodismo incide muy negativamente en la imaginación de los escritores, porque, según dijo, “se dejan arrastrar mucho por el día a día de las noticias y no por su imaginación, y eso lleva a que sean muy repetitivos los temas”.

Jurado del Primer Premio Nacional de Cuento. "Soy un admirador de la labor "La Universidad de Antioquia, "En Colombia son escasos que cumple la Universidad de al proponer estos concursos los estímulos a la cultura y Antioquia con estos premios, literarios, hace una inmensa es restringido el panorama porque propicia el encuencontribución a la cultura. Este para que un escritor entro en un momento donde esfuerzo debe ser aplaudido y cuentre apoyo y reconociopera el riesgo, la apuesta, apoyado, máxime viniendo de miento. Los premios de la la clarividencia poética y el una universidad tan importanUniversidad de Antioquia En concepto de rigor crítico. No he dejado de te como la de Antioquia. Los son un estímulo y un apoyo Burgos Cantos, “hay agradecerle a la Universidad concursos de cuento se hay se distinguen por la ocho libros [de los 159] de Antioquia porque cuando bían extinguido en Colombia, independencia que han donde es posible ver premió a poetas como Juan un nivel y un trabajo en especial los de carácter demostrado los jurados en arduo, cuyas felicidades Manuel Roca, David Jiménez nacional y con el requisito de el momento de premiar más notorias son la Panesso o Álvaro Mutis no presentar un libro. Esto último las obras que, en muchos presencia de la poesía y era el momento, por llamarlo hace que el autor se esfuerce casos de escritura, es el de un escritor-lector en de mala manera, de éxito o de por tener una obra" Fernanprimer libro que publican" intimidad con el mundo divulgación de esos poetas. do Cruz Kronfly Mario Jursich Durán de las artes, así como La Universidad les abrió una cierta concepción una puerta para el contacto del humor”. con los lectores y les dio un Roca se declaró satisfecho por el Agregó que en esos ocho libros impulso. Espero que con los resultado de ponerse a prueba en leyó una prosa reposada y reflexiva nuevos campos que ha abierun género que había explorado “donde indudablemente está la mano to, en cuento y novela, tenga antes de escribir poesía, lo mismo de escritores que vienen trabajando buena fortuna y le permita a que por recibir el aval de un jurado con pasión, voluntad y disciplina”. cuyos integrantes proceden de los lectores tantas felicidades De manera unánime, los tres vertientes literarias muy diferentes. como las que han ocurrido jurados criticaron la actitud de las con los concursos de poesía" “Me parece –dijo– que el cuento editoriales frente al cuento, género Roberto Burgos Cantor pertenece al orbe de la escritura en el que muchos escritores dieron sus primeras pinceladas literarias. “Aunque bello e importante y a la gente le gusta, parece no venderse y a las editoriales no les gusta mucho publicarlo”, observó Cruz Kronfly.

En Colombia –opina Jursich– es mejor el cuento que la novela. “La novela –afirma– es el gran género de la narrativa pero cuando uno lee cuentistas como Tabucci, Borges o Nabokov se reconcilia con el género y piensa que las editoriales deberían tener un criterio distinto frente al cuento”. En el discurso que pronunció tras recibir el premio, Juan Manuel

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que busca la esencia a través de las palabras, es decir, el ascetismo del lenguaje, la condensación de atmósferas y de episodios que me resultan mucho más interesantes que la novela”. “No tengo la disciplina para ser novelista. Un novelista, entre otras cosas, es un empleado de sí mismo que tiene que desgastarse horas enteras en la escritura y yo creo mucho en la intuición, en el rapto poético más que en el ejercicio permanente, aunque escribo constantemente”, confesó. No obstante, advirtió, que así como creía que iba a quedarse escribiendo

solo poesía “y resulté escribiendo un libro de cuentos que me apasionó, quizá en algún momento haya una historia de largo aliento y vaya a saber si me anime a escribir una novela”. Finalmente, Roca resaltó que lo importante del Premio de la Universidad de Antioquia “es que vuelve a poner el cuento en el punto relevante que merece”. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 483, noviembre de 2000, páginas 30 y 31


2002

Ganador

Octavio ESCOBAR

Los jurados abajo firmantes del Premio Nacional de Cuento, convocado por la Universidad de Antioquia, reunidos el día 19 de septiembre del presente año en curso en el Paraninfo de la Universidad, después de leer la totalidad de los libros presentados al concurso, y analizar y discutir los considerados finalistas, decidieron por unanimidad lo siguiente: 1. Otorgar el premio único a la obra Hotel en Shangri-La, correspondiente al código Luz Mary Giraldo José Libardo Porras Harold Kremer 075. 2. Reconocer en el libro Hotel en ShangriLa la unidad y agilidad narrativa, estructura coherente, buen manejo de la ironía y creación de un mundo sugestivo en correspondencia con la época actual. 3. Destacar el buen nivel del conjunto de las obras presentadas al concurso de cuento. 4. Resaltar la labor de la Universidad de Antioquia al estimular, apoyar y promover mediante los Premios Nacionales de Cultura, la creación literaria del país. Los Jurados: Luz Mary Giraldo, José Libardo Porras, Harold Kremer.

Un libro es una nueva manera de estar vivo Está mañana cuando llegué a Medellín, María Adelaida me recordó que en el acto de premiación del que estamos participando esperaban que pronunciara algunas palabras. No sé si fruncí el ceño pero me debí ver como si frunciera el ceño. Desde esa hora comencé a lamentar mi absoluta incapacidad para el estilo oratorio, esa suerte de subordinación de la literatura a la etiqueta y las buenas maneras. Como pasé la mañana de un lado al otro del campus universitario, y la belleza y el garbo de las estudiantes alejó de mi mente cualquier preocupación, llegué al mediodía sin ninguna idea en la cabeza. Mientras el mesero del restaurante en el que almorzamos nos advertía que solo podía servirnos punta de anca, pensé que si él se daba esos lujos, yo podía venir ante ustedes y decirles que sólo tengo palabras circunstanciales para ocasiones tan trascendentales como ésta, que los oropeles y las felicitaciones me abruman de una forma absurda a la que los psicólogos deben ser capaces de encontrar explicación en las etapas tempranas de la infancia. Después, con el estómago satisfecho, me arrepentí de mi espíritu deportivo y corrí a la librería que queda a la vuelta de la oficina de Extensión Cultural para que me prestaran la compilación El placer del leer, en la que hay un texto mío que se me ocurrió parafrasear, convencido de que nadie se daría cuenta. Mientras lo revisaba, recordé que me gusta más el ensayo de Héctor Abad Faciolince que el mío y me pregunté si alguien en Medellín se daría cuenta de que lo estaba plagiando. Concluí que sí y desde el fondo mismo de la desesperación decidí que si iba a plagiar lo debía hacer a lo grande, y opté por imitar a don Miguel de Cervantes Saavedra convirtiendo mi intervención de esta noche en un texto sobre las dificultades para escribir el texto que estoy leyendo, así como él escribió el prólogo de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, contando sus dificultades para escribir un prólogo. Pero no era suficiente. Necesitaba mencionar de alguna manera el respeto que me inspira la Universidad de Antioquia, lo significativo que es para mí formar parte de la galería de escritores, intelectuales y artistas que han obtenido sus premios de Cultura, el inmenso orgullo que siento al ser distinguido por una institución que ennoblece las tradiciones universitarias desde hace ya casi doscientos años y en la que la literatura siempre ha sido respetada y promovida. Todo esto quería decirlo sin decirlo, insinuarlo a través de una parábola, de una alegoría, de un rodeo conmovedor y elegante que me ganara el aplauso de ustedes, pero no lo logré. Por tanto, desnudo de artificios, me limito a expresarles mi satisfacción por formar parte de un hecho cultural que entiendo de todos, y a agradecer a la Universidad de Antioquia la posibilidad que da a escritores como yo de convertirse en la voz de ese proyecto a través de un libro. El poeta E.E. Cummings dijo alguna vez: “Un libro es una nueva manera de estar vivo”. Quiero pensar que reconocimientos como el que nos convoca hoy y que a través mío recibirán otros muchos aunque nunca lo reciban, es una forma muy bella de festejar la vida y de vivirla, es soñar con que un árbol talado y muerto, resucita merced a un montoncito de manchas negras sobre un fondo blanco, y que esa resurrección enriquece la vida de todos y cada uno de nosotros. Octavio Escobar. Ganador del II Premio de Cuento Universidad de Antioquia

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2005 Después de leer los libros de cuento [en total 54] presentados al Concurso, el jurado considera que los autores han trabajado temáticas muy amplias que van desde el mundo popular y los bajos mundos citadinos, elaboraciones sobre la violencia y su impacto en la vida privada y colectiva, y reflexiones de tipo filosófico sobre la cultura y los procesos de creación artística.

Ganador

Rey Carlos VILLADIEGO

Arturo Alape, Betty Osorio y Umberto Valverde.

Igualmente, se nota un trabajo riguroso con el lenguaje y la búsqueda de estructuras narrativas capaces de construir experiencias vitales y momentos críticos de la vida de los protagonistas y de los personajes. Sin embargo, en el contexto de las propuestas presentadas, la producción es desigual; hay obras que revelan una escritura profesional, mientras otras contienen cuentos cuyo nivel literario es a veces deficiente. Para la selección de la obra ganadora, el jurado acordó los siguientes criterios de evaluación: 1. Unidad temática y estructural como libro de cuentos. 2. Buena utilización de la lengua; esto es: economía, precisión y concisión del lenguaje, el cual debe revelar, además, una experiencia vívida de la realidad narrada. 3. Conocimiento del tema, profundidad y reflexión acerca de lo vivencial en los ámbitos humanos, culturales y sociales de la historia. 4. Tiempo narrativo preciso. 5. Nivel sostenido y articulado con los finales y la tensión y la trama. Luego de exhaustiva deliberación, el jurado resolvió por unanimidad seleccionar como obra ganadora el libro En la escuela de rumberos, identificado con el código PNC-060. En la escuela de rumberos consta de siete relatos que cuenta un narrador, que a la vez es protagonista de cada uno de ellos, unidos por la música popular, los excesos del alcohol y la droga, y las relaciones de pareja, expresados a través del erotismo. Los cuentos, que se unen en una sola y misma historia, recuperan la ciudad de Cali en los años setenta, retomando su oralidad y geografía citadina. Exploran las vivencias de un grupo de personas que desde el espacio de un bar y de la rumba, crean y desarrollan su propia ética a través de sus sentimientos y experiencias de vida. Es un libro que ahonda en el mundo de la noche, la salsa, y la gestualidad del lenguaje del cuerpo y del baile como hecho literario. En ese mundo de la noche se disuelven los imaginarios de una época, que reconstruyen la ciudad como metáfora imaginada. Para constancia, el jurado firma en Medellín, a los quince días del mes de septiembre del dos mil cinco: Betty Osorio, Arturo Alape, Umberto Valverde. Coordinador: Óscar Castro, profesor Facultad de Comunicaciones. Universidad de Antioquia.

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Mi deseo se ha cumplido

En el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, el rector Alberto Uribe Correa hizo entrega del Tercer Premio Nacional de Cuento al escritor Rey Carlos Villadiego.

El ganador de la tercera versión del Premio Nacional de Cuento, Rey Carlos Villadiego (seudónimo de Carlos Arturo Ramírez Gómez) –docente investigador en la Universidad de Nariño– afirma que su libro En la escuela de rumberos, está narrado en ritmo musical y en "clave" de salsa, porque lleva ese ritmo en la sangre, al que considera "parte de nuestra identidad y una de las pocas expresiones artísticas que hemos logrado generar como latinoamericanos". La salsa, dice, contrasta en la obra con la angustia que recorre su narrativa, reflejada en la entrega total de los personajes a la música, el baile, la droga, el sexo, la noche, el desprecio por el establecimiento. "Creo que esa entrega en cierta medida representa una agonía, pero también un grito de auxilio por no estar conformes ni sentirse insertados a una sociedad a la cual sienten que no pertenecen pero –que a la vez saben– de la cual es imposible escapar". Con 23 años de escritura permanente, Rey Carlos Villadiego ha ganado nueve reconocimientos en el ámbito regional, nacional e internacional, pero el Premio Nacional de Cuento Universidad de Antioquia representa para él, sin duda, su mayor logro, o por lo menos, el más deseado, como lo expresó en el momento de recibir el galardón por parte del rector Alberto Uribe Correa, el jueves 6 de octubre en el Paraninfo.

Rey Carlos Villadiego

"Cuando me enteré de la convocatoria deseé ganarme este premio como quizá no me había ocurrido en otra ocasión. Primero, porque representaba volver a la que fue mi universidad hace alrededor de treinta años; segundo, me permitía volver a la ciudad donde nací, donde marché muy niño y a la cual no visitaba hace casi quince años, y tercero, porque el premio lo recibiría justamente el día de mi cumpleaños". Por esas tres razones, expresó, le viene la emoción, como también por la publicación que de su trabajo hará la Editorial Universidad de Antioquia. “Publicar es la única forma de saldar cuentas con nuestros escritos", afirmó, y agregó que "el dios azar me ha cumplido esta gracia y hoy mi deseo se ha cumplido". Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 537, octubre de 2005, página 38 y edición 538, noviembre de 2005, páginas 32 y 33

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2008

Ganador

El Secretario de Cultura de Medellín, Jorge Melguizo –representante de la Alcaldía en la ceremonia– fue el encargado de entregar el Premio de Cuento y el libro sobre la Ciudad Universitaria al escritorJavier Ignacio Saldarriaga Cadavid.

El abogado antioqueño Javier Ignacio Saldarriaga Cadavid, ex integrante del Taller de Escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, ganó el IV Premio Nacional de Cuento con la obra Lomos de sábalo.

Fallo del jurado "A juicio unánime del jurado, se trata de un conjunto armónico de cuentos, en donde el escritor demuestra gran manejo de recursos técnicos y estilísticos (el uso de los diálogos, por ejemplo –tan caro a la tradición cuentística– no cae en obviedades: es depurado y está al servicio de la fuerza narrativa). La poética de Lomos de sábalo es percibida por el lector como unitaria y pertinente, sin detrimento de la complejidad de las tramas. Los cuentos evidencian sólidos criterios narrativos y cada elemento se constituye en indicio de las historias respectivas. El autor exhibe un lenguaje admirable y un conocimiento profundo de las temáticas trabajadas, sin los excesos de la erudición…" Integrantes del jurado: Enrique Serrano López, Pedro Badrán Padauí y Guillermo Bustamante Zamudio. Coordinador Pablo José Montoya.

De izquierda a derecha: Enrique Serrano López, Guillermo Bustamante Zamudio y Pedro Badrán Padauí.

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Soy un desconocido para mí mismo cuando estoy narrando Soy experimental en la forma de transmitir las emociones del tema, no en los temas, porque no creo que sea posible hablar con preciosismo, con capacidad estética de cosas que no se conocen, solo porque se estudian previamente. Pienso que el mejor sello de garantía de una buena historia es que quien la cuente conozca lo que está hablando, pero no lo conozca porque se sentó a estudiarlo, sino porque lo ha vivido. Yo mismo soy un desconocido para mí mismo cuando estoy narrando, porque jamás cuando me he sentado a escribir sobre una temática, –esencialmente las mías son tristes–, he podido medir a priori, en el momento de comenzar a narrar, cuál va a ser la intensidad de esa tristeza; siempre es capaz esa tristeza de avasallarme y de llevarme más allá, de mostrarme matices que yo jamás preconcebí. Más que enseñar, si alguien me preguntara ya qué tiene que hacer para empezar a narrar, lo primero que le diría sería sea franco con sus emociones, qué es lo quiere contar, "sea franco con usted mismo, qué es lo que siente; segundo, no le diga directamente al lector qué emoción

tiene ese señor o esa señora a la que usted está hablando: hágaselo sentir, ese es su compromiso como artista". Colombia también está allí, más que como las fotos lindas de los lugares lindos de los libros que venden en los aeropuertos, está como el lugar donde también vive gente que no necesariamente es ni mafiosa, ni prostituta, ni asesina, ni paramilitar, ni guerrillera. Allí habitan personajes de otra Colombia que viven sus dramas todos los días y a los que nadie les ha prestado atención y que viven unas cargas dramáticas muy intensas, pero que hasta ahora no nos han querido leer. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 570, octubre de 2008, página 29 y edición 571, noviembre de 2008, página 33

El cuento, una tarea apasionante y compleja Por Óscar Castro García

Treinta y un años después de iniciados los Premios Nacionales de Cultura de la Universidad de Antioquia, se crea el Premio Nacional de Cuento en 1999, con el objetivo de “recoger la diversidad de manifestaciones de la narrativa breve colombiana”. Por supuesto, este Premio busca cumplir los propósitos de los demás: “fomentar y difundir los procesos de creación cultural en el ámbito nacional, para contribuir así al desarrollo del arte y de la cultura en las áreas literaria, artística, audiovisual, de comunicaciones y de estudios culturales”. Al Concurso pueden enviar sus propuestas los ciudadanos colombianos y

extranjeros residenciados al menos por dos años en Colombia. El premio es atractivo y no exorbitante: el equivalente a veintidós salarios mínimos mensuales vigentes más la edición de la obra. En estos nueve años ha habido cuatro convocatorias que han premiado igual número de obras, de escritores moderadamente reconocidos como cuentistas, aunque uno de ellos se ha dedicado más a la poesía. Sin embargo, no se ha revelado un nuevo cuentista ni ratificado algún consagrado narrador. Esto no significa que el Concurso carezca de importancia. Incluso, la Universidad fue magnánima en la convocatoria inicial, puesto que dejó abierta la oportunidad para que cualquiera pudiera participar sin distingos de

edad o de trayectoria literaria, quizá con el ánimo de estimular a los jóvenes talentos y de propiciar el surgimiento de nuevos cuentistas. Sin embargo, ateniéndome a la experiencia, sabiduría y honestidad de los jurados, en realidad los libros ganadores no han mostrado alguna propuesta narrativa original, en la que se logre la síntesis poéticonarrativa de una historia; se exploran temas, realidades humanas y técnicas dinámicas e innovadoras; y se expresan otras experiencias con el lenguaje. En la mayoría de los cuentos premiados se ha quedado rezagado este género literario como creador permanente de nuevas propuestas narrativas. Es posible que el deslumbramiento que crean las nuevas editoriales con sus jugosos y amañados premios, y

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la rimbombancia que se le ha dado a algunos concursos extranjeros, haya llevado a los cuentistas en cierne a no enviar sus cuentos a estos Premios, en parte porque no se ofrece una jugosa bolsa de dinero, o porque hay escritores que sienten desconfianza de la academia y de lo que de ella proviene, o por la austera promoción y difusión, o por la ausencia de cámaras y de farándula posteriores. El estímulo del premio y la edición de la obra son las mejores satisfacciones que el Concurso puede producir en un autor que se prepara para asumir su papel de cuentista, y no en un autor ya consagrado. Pero como para casi todas las editoriales e, incluso, las academias, el cuento es apenas un “género menor” o “la antesala de la novela”; y como nunca o casi nunca se llevan cuentos al cine o a las telenovelas, entonces los escritores creen que escribir un cuento es apenas un ejercicio. En consecuencia, muchos desdeñan esas extraordinarias historias que sienten nacer en su interior y dejan morir sin la escritura, por lanzarse a la aventura de otros géneros que traigan entreverada una posible película o una edición espectacular. De los libros ganadores, tres se caracterizan por el escaso número de páginas, lo que sugiere un carácter ligero que produce la sensación de que el escritor poco tiene que contar; y en el cuarto, el exceso de digresiones, repeticiones y explicaciones innecesarias, deja la impresión de pesadez verbal. Aparte de esto, los conflictos y asuntos se acercan con mucha timidez a la realidad que ha caracterizado la historia de este país en la última década, o se devuelven a momentos de nuestra vida social cuyos referentes casi nadie puede hoy identificar o asociar por su extravagancia y obsesión. Si por el cuento se ha de conocer la situación de este país o se han de rescatar las peculiaridades de una condición humana específica, solo dos de los libros tocan tangencial o alegóricamente la realidad en que ellos se escriben. El Primer Premio Nacional de Cuento en el 2000 se lo lleva la obra Las plagas secretas y otros cuentos de Juan

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Manuel Roca. Obra bien escrita, con humor, ironía y realismo, mediante el juego de oposiciones y de alegorías que resaltan las contradicciones de la historia de nuestro tiempo en Colombia, especialmente en circunstancias particulares que se proyectan al mundo de injusticias, violencia y represión que ocurren en otros lugares del planeta. Algunos relatos se detienen en descripciones y olvidan la narración, como “En el café” y “Los muros tienen la palabra”; otros son alegóricos con trasfondo político, como “Las plagas secretas”, “El hombre que buscaba su sonrisa” y “La junta”; en unos predominan las contradicciones humanas, temporales o espaciales, como en “El diálogo de los antípodas” y también en “En el café”; el cuento “Los escritores no leen relatos policiales” resalta la ironía y la crueldad del escritor que mata para captar las últimas palabras del agonizante y así poder escribir; en “Los muros tienen la palabra” predomina la ironía en el grafitero bogotano que borra con cal los grafitis políticos de los muros de París; y hay cuentos en los que la obsesión lleva a sus personajes casi al delirio o a la muerte, como “Episodio del ubicuo”, “El hombre que buscaba su sonrisa” o “Las crónicas del olvido”. Entre todos se destaca “¿Quién le teme al líbero?”, por ser el que mejor realiza las características del género, y porque presenta a un narrador que se centra en el suceso sin alegorías ni juegos premeditados de contradicciones u oposiciones, para contar sin más la derrota del derrotado que ve acabado al hombre que va a matar porque en el pasado malogró premeditadamente su carrera de líbero. Hotel en Shangri-Lá de Octavio Escobar Giraldo gana el premio en el 2002. Es la segunda mejor obra del género descubierta en estas convocatorias. Se trata de seis relatos situados en un mismo lugar, tiempo y acaecimiento; y que confluyen al mismo final. Parece una obra concebida como totalidad, casi como una novella en el sentido italiano de la palabra, aunque no es necesario que un libro de cuentos deba tener un

tema o una situación específica que los una en una historia. En el libro de Escobar, familias de clase media acuden al recién inaugurado Megacentro Babilonia y a EL HIP, lugares donde se desarrollan todas las historias, o una sola. Tal vez por esto predominan las situaciones anecdóticas o simpáticas, sin verdaderos conflictos interiores o sociales que hagan explotar la significación en la mayoría de ellos, como se evidencia en “Níkel Odeon” y “El nombre del bar”. Obviamente, las actividades de vendedores y compradores permiten explorar su mundo interior, en el que se agitan pasiones, obsesiones, contradicciones, debilidades, secretos y miserias, como se sugiere en los cuentos “Hotel en Shangri-Lá” y “El diámetro de la cúpula de la Capilla Sixtina”; el cuento “Con Sandra en EL HIP” es representativo en este caso, además de bien narrado, con acertados diálogos e interesante situación. Sin embargo, como cuento logrado con atrevimiento y densidad solo me convence “543 minutos, 21 segundos”, el cual narra la manera como un grupo de personas sin identificación política e ideológica, atenta contra el megacentro el día de su inauguración. Todas las historias y los personajes de los cuentos mueren o quedan afectados por lo que ocurre. El plan se cumple a la perfección, y al lector le queda la sugerencia de que todo ese mundo ficticio, consumista, vanidoso y superficial prepara su propia catástrofe desde las bases de su fundación, para comprobar así lo efímero de toda empresa humana. En la escuela de rumberos de Rey Carlos Villadiego ganó en el 2005 la tercera convocatoria. De principio a fin se viven situaciones de locura, delirio, alcohol, cocaína, caos, infracción, desafío, lenguaje soez y rumba permanente. Sin lugar a dudas, la lectura del último cuento se puede utilizar como terapia para abandonar definitivamente los vicios del alcohol, la marihuana, la coca y hasta los excesos de trasnocho, sexo y diversión. Como lector, quedé exhausto al leer este libro; pero no por los temas y motivos, que de repetirse acaban insensibilizando


contra ellos mismos y el mundo que recrean, sino por los excesos de repeticiones, descripciones, interpolaciones, explicaciones, justificaciones y digresiones. Algo sucede en el inconsciente de los narradores ante la obsesión contradictoria, explícita o íntima, contra la ley, la moral y las costumbres, porque ella acaba siendo contraria al efecto buscado en forma explícita. “El de la rumba soy yo” presenta el bar alrededor del cual giran la mayoría de los personajes de los cuentos, en el alcohol, la cocaína, la salsa y otros asuntos, que dan como moraleja que el único principio es pasar bueno, rumbear hasta el exceso y volver a rumbear y desafiar todo control. El machismo, la seducción, la irresponsabilidad, el narcisismo y la traición que lleva a la muerte, caracterizan el cuento “Vengo a decirle adiós”, el cual puede mejorarse si se borran el exceso de descripciones intrascendentes y las anécdotas de personajes que no desempeñan papel significativo, porque en un cuento cualquier detalle debe estar conectado con otro nivel de significación, por lo que la repetición del mismo acaba bloqueando el efecto que el primero quiso despertar, si no encuentra otra conexión en otro lugar de la historia. Es lo mismo que sucede en “Solo un sueño que nos da calor”, en el que sobreabundan explicaciones, interpolaciones y digresiones, y en el que el narrador quiere justificar o explicar cada movimiento, lo que echa el cuento a perder. Se detiene tanto en la descripción y comparación de la vagina de Offir, que acaba en una especie de doctrina sobre el amor vaginal. A esto se agregan cierta apología del vicio del alcohol y la cocaína, lo que borra el acontecimiento y se vuelve pensamiento, postura ideológica. “Qué problema caballero” pudo ser el mejor cuento, pero no sólo reduplica los excesos arriba mencionados, sino que prolonga en forma innecesaria una solución que de tan obvia resulta intrascendente, para que el lector concluya con decepción: “¿Y todo esto por tan poca cosa?”, pues ya sabe, cosa que se repite hasta el paroxismo, que el personaje bebe y bebe y bebe,

tira coquéin y tira coquéin, desafía hasta la muerte, es irresponsable, se enreda con malevos, pierde la noción del tiempo y del espacio, y se enlaguna; entonces tiene que volver a repetir el mismo trayecto anterior para recordar dónde dejó el carro. Es una pequeña burguesía holgazana, sin responsabilidades de ningún tipo, que no se sabe de dónde saca el dinero y cuya única realidad es el alcohol, la rumba, el sexo, la temeridad y el abandono de la realidad. Quizá el mejor cuento es “Por las barriadas del cielo”, puesto que se trata del velorio de Chachi, la hija de Dolores, con el trasfondo de una realidad cotidiana: estereotipo del marido machista e irresponsable y el resultado consabido de la hija bella y malograda. Pero en este cuento hay menos obsesiones y menos intervenciones del narrador, la historia se desarrolla y el narrador se margina un poco para dejar que cada personaje se manifieste en su particularidad y en su identidad colectiva también. En fin, en el libro se dan una misma época, un mismo ámbito, personajes que comparten varias historias a manera de una novela, aunque el último no parece pertenecer a esa serie. El exceso de locura, droga, alcohol y malevaje deja un sabor acre y una desesperanza mayor, en una época ya casi irreconocible en las ciudades colombianas. Y en este año, la cuarta convocatoria la ganó el libro Lomos de sábalo y otros cuentos de Javier Ignacio Saldarriaga Cadavid. El mejor cuento del libro es “Sombras en el pasillo”, porque es tenso, intenso y sugerente, con ricos juegos para el lector. Nada le sobra, las descripciones y los diálogos son precisos, y se desarrolla una interesante historia que toca la situación histórica de Medellín. En los demás cuentos prevalece la descripción, como en “Un lugar que conocimos”, “Verde pálido” y “Debió haber sido la lluvia”; en éste también hay abundancia de diálogos intrascendentes e innecesarios, con tics de García Márquez y Mejía Vallejo. Lomos de sábalo parece emular The Old Man and the Sea (1952) de Ernest Hemingway,

con la diferencia de que en el relato de Saldarriaga nada pasa, solo el conocimiento del mundo marino, rico en descripciones que buscan lucir al narrador. También convencen por su factura, “Sombras en el pasillo” y “Mantis”; en éste, un secreto compartido entre los dos personajes adultos y la contradicción entre el niño y su tío, sugieren un enigma que el lector debe resolver; y “Por un minuto nada más”, a pesar de la simpleza se aleja de descripciones innecesarias y cuenta algo más trascendente, que pone a prueba la entereza del personaje, en lo que hay ironía, tragedia y resignación. En fin, en estos libros hay pocos cuentos que buscan el clímax que el género exige desde Poe, Chéjov, Quiroga, Maupassant y los demás grandes cuentistas de la historia, incluidos García Márquez, Cepeda Samudio, Mejía Vallejo y Téllez en Colombia, para nombrar solo algunos ejemplos; pero esto es explicable por los motivos arriba mencionados y, también, por la poca trayectoria que tiene el concurso en la Universidad, con el agravante de que hay otros concursos y becas atractivos en la ciudad, que pueden quitar fuerza o mermar, paradójicamente, el entusiasmo por el universitario. No obstante, considero que estas apreciaciones deben ponernos en guardia contra la pereza de narrar con la energía, la originalidad, el trabajo y la libertad que deben haber, sobre todo en tantos jóvenes que por motivos diversos no se atreven a la escritura o aún no han tenido la disciplina intensa y apasionada que esta actividad requiere, además del talento, la dedicación y las lecturas que el oficio exige. El reto es superar estos cuatro primeros libros, lanzarse a la tarea de escribir con fuerza, certeza, emoción, conocimiento y disciplina, únicas maneras de lograr un buen cuento. Y ese valor sí se encuentra en estos libros, pues cada uno puede exhibir al menos un cuento bien logrado, resultado que no es fácil de alcanzar. Medellín, 12 de noviembre de 2008

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Premio Nacional de Novela El desarrollo de la novela en el país configura no solo un acervo de tradición y de riqueza cultural, sino una propuesta múltiple de expresión estética y generación de significados, que en buena parte no se corresponde con mecanismos efectivos que la estimulen y difundan. Mediante la Resolución Rectoral 12898 del 4 de noviembre de 1999, la Universidad de Antioquia creó y reglamentó el Premio Nacional de Novela con el interés de ofrecer un estímulo a los novelistas colombianos.

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Edición I

• Año 2000

• Ganador Esteban Carlos Mejía

Edición II

• Año 2006

• Ganador Albeiro de Jesús Patiño Builes


2000

Ganador

El fallo del jurado fue unánime. También el reconocimiento a la Universidad de Antioquia por su contribución a las letras en Colombia. Asimismo fue unánime el reparo a la calidad de los trabajos que concursaron en este primer Premio Nacional de Novela que entregó el galardón a la obra Mentirás al prójimo como a ti mismo, escrita por el publicista de profesión, Esteban Carlos Mejía.

Mentirás al prójimo como a ti mismo Jurado del Primer Premio Nacional de Novela

U

n buen atajo que le agradece a la vida, es para Esteban Carlos Mejía, el premio de la Universidad de Antioquia a su obra Mentirás al prójimo como a ti mismo.

“Siendo mi primera novela debería haber empezado por buscar un editor, realizar el trabajo de autoedición y quizás de autoventa para lograr un reconocimiento. De alguna manera la vida premió mi esfuerzo de los últimos 25 años. Hago el atajo y llego a un punto donde debería estar si hubiera empezado mi intento de ser escritor a los 25”, explica. Mejía debutó como escritor de novelas y su obra dejó satisfechos a sus ahora colegas Ramón Illán Bacca, Evelio José Rosero y Juan Diego Mejía, quienes conformaron el jurado, y destacaron de esta ópera prima “el tratamiento del lenguaje, exquisito y moderno, la gran expresividad narrativa, el permanente manejo del humor, y un acertado reflejo de los años setenta en Medellín, que hacen de ella una sólida muestra de la actual literatura colombiana”. Para Mejía, Mentirás al prójimo como a ti mismo refleja un mundo para escapar de esta realidad y al mismo tiempo para tratar de entenderla e interpretarla. “Es un mundo que está lleno de amor, de ironía, de sexo, de buen sexo,

"Los premios de Colcultura y del Ministerio de Cultura ya no existen. La crisis del país creo que impedirá que se vuelvan a convocar. Por lo tanto, premios como los de la Universidad de Antioquia se consolidan como los paradigmas y como los puntos centrales a donde los escritores quisieran llegar". Juan Diego Mejía

"Antioquia, con el premio de la Cámara de Comercio de Medellín y con éste de la Universidad, se pone a la vanguardia de los premios literarios en el país". Ramón Illán Bacca

"Ojalá todas las universidades del país se interesaran en la cultura y en el arte literario. Los premios de la Universidad de Antioquia hacen un gran aporte a la escritura porque llenan el vacío de incentivos literarios en Colombia". Evelio José Rosero

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de sarcasmo y de inteligencia, no por mí sino por las criaturas que habitan ese libro, criaturas a las que hoy les agradezco más que a nadie”, explicó. El jurado recomendó la publicación de las novelas Indiferencia: Complicidad de Cristina Arias Flórez y Herencia de los abuelos de Jaime García Arbeláez. En los 41 trabajos que participaron los jurados observaron altibajos. “La ganadora y las mencionadas, son novelas con mucha altura y una propuesta nueva. El resto es lo que da el país. No podemos pretender que seamos una potencia novelística”, dijo Illán Bacca. Para Juan Diego Mejía, cuatro o cinco novelas podrían ganar en cualquier concurso, “pero el bajo nivel de las demás refleja falta de oficio y que los participantes escribieron pensando solo en el concurso”. La escritura, anotó, requiere dedicación de tiempo completo, y el escritor debe entender que “primero está la literatura y después el concurso, no lo contrario”. En los trabajos participantes, que abordaron temas diversos, los jurados observaron un reflejo de la realidad inmediata del país: la violencia. “Prácticamente es una

2006

fotografía del país. Todas están al tanto de lo que estamos viviendo los colombianos. Realidades de Urabá, Medellín, Bogotá, de pueblos y regiones afectados por la violencia”, dijo Rosero. Illán Bacca expresó que “la realidad es mucho más grande que lo que simplemente cabalga en la noticia”. Sobre la novela en el país, Rosero opinó que hay altibajos, pero dijo que la nueva novelística colombiana está activa, aportando cosas distintas a las que se plantearon enseguida de la obra de García Márquez. “Se están trabajando otros temas, de otra manera, con otras ambiciones. Hay escritores muy estructurados entregando obras muy sólidas, aunque desafortunadamente desconocidos”, anotó. Para futuros concursantes Rosero dejó un consejo: tratar de escribir cada vez mejor, con disciplina; afrontar el compromiso como algo realmente útil; “que jamás considere, como a veces ocurre con el creador en momentos de crisis, que la palabra es inútil”. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 482, octubre de 2000, página 29 y edición 483, noviembre de 2000, páginas 28 a 30

Ganador

Martiniano Jaime Contreras, María Adelaida Jaramillo y Albeiro de Jesús Patiño Builes.

Bandidos y hackers

A

lbeiro de Jesús Patiño Builes, oriundo del municipio de Bello (Antioquia), ganó el II Premio Nacional de Novela con la obra Bandidos y Hackers, descrita por el jurado como una novela “de originalidad temática y depurado trabajo en la escritura”, fundada en el universo de las computadoras y la informática. Entre sus libros publicados están Amplificadores operacionales y otros dispositivos especiales, Manual de principios de electricidad, y Electrónica básica. Y no puede provenir de otro campo su producción intelectual, pues al fin y al cabo Patiño Builes es ingeniero electricista de la Universidad Nacional, solo que también

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le saca tiempo a la literatura y de ahí el reconocimiento a la novela Bandidos y hackers, alrededor de una temática que tampoco le es extraña, porque todo el día trabaja con la tecnología y la informática.

Rodrigo Parra Sandoval

“Venía de trabajar unas temáticas bas-tante rurales y de pronto consideré abordar las urbanas y me fui al extremo, a lo contemporáneo y más allá, a lo postmoderno; quería explorar algo nuevo en la literatura”, dice, al tiempo que reconoce que cuando se sienta a escribir una novela lo único que quiere es practicar el ejercicio literario. “Cuando llevamos a cabo alguna tarea como ésta, que requiere tanta dedicación y tanta disciplina, estamos buscando algo, y pienso que hoy logro lo que quería y es el reconocimiento a una labor que ha durado bastante tiempo, y me parece muy importante que ese reconocimiento me lo haya dado precisamente la Universidad de Antioquia; tengo que decir que la novela es una obra terminada que se entrega al público para que sea interpretada”, explicó. Patiño Builes, quien ya ha recibido otros reconocimientos, expresa que la literatura, en su caso, se ha ido desarrollando como pasión y entretenimiento, leyendo, entre otros escritores, a Manuel Mejía Vallejo, Mario Escobar y Gabriel García Márquez.

Fallo del Jurado El jurado, conformado por los escritores Óscar Collazos, Pablo Montoya y Rodrigo Parra Sandoval, después de haber leído las cuarenta (40) obras participantes en el II Concurso Nacional de Novela Universidad de Antioquia, consideró por unanimidad que la obra ganadora es Bandidos y hackers. Para llegar a esta decisión, los miembros del jurado se basaron en las siguientes consideraciones: Bandidos y hackers es una novela original por su temática y su escritura literarias. Se trata, en resumen, de una modalidad civilizada y postmoderna del “thriller” fundada en el universo de las computadoras y la informática. La novela responde a un nuevo lenguaje. Y éste no es más que el reflejo acerado,

Oscar Collazos Pablo Montoya Jurado del Segundo Premio Nacional de Novela.

frío y sin alma del mundo moderno de los hombres que viven condenados al vértigo tecnificado de la cibernética. El papel del lenguaje en Bandidos y hackers es esencial. Es una especie de bolsa placentaria donde nadan cómodamente sus protagonistas, pero que llena de extrañeza e inquietud al lector. Y es que el mundo del crimen, en esta insólita novela, encarna en una comunicación encriptada que se transforma, poco a poco, en un enigma digno de ser interpretado. Bandidos y hackers es, por un lado, la historia de un hacker –Simon Temp–, pero también es un recuento de los hackers más célebres de la historia y, además, es un relato minuciosamente documentado de la informática. En esta novela, por otra parte, desfila una gélida soledad humana. Una herida ontológica, y por ello mismo irreversible y sin cura, atraviesa la vida de estos hombres para quienes solo importa una computadora portátil, un celular y la posibilidad de hacer el mal a quienes indefectiblemente realizan un mal mil veces peor: las ubicuas redes bancarias, las gigantescas y feroces multinacionales, los totalitarios aparatos de la inteligencia estatal. Finalmente, el jurado considera que la escritura de esta novela puede plantear una polémica en el medio literario colombiano. Polémica que, sin duda, es conveniente ya que una propuesta de este tipo abre nuevos caminos en la narrativa nacional contemporánea. Miembros del jurado: Óscar Collazos, Pablo Montoya, Rodrigo Parra Sandoval Medellín, 14 de septiembre de 2006 Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 548, octubre de 2006, páginas 34 a 36 y edición 549, noviembre de 2006, páginas 30 a 32

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Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales La Universidad convocó el Premio Nacional de Estudios Culturales mediante Resolución Rectoral 14372 del 23 de febrero de 2001, con el fin de incentivar y promover el desarrollo de la investigación en los diversos campos del hacer cultural, y generar de esta manera la construcción de un pensamiento crítico que permita el acercamiento, desde múltiples lecturas, a los fenómenos de la modernidad. Temas como la economía de la cultura, la globalización, la educación, la comunicación, la descentralización, el desarrollo, los fenómenos sociales producto de los tiempos de crisis y el medio ambiente, entre muchos otros, analizados a la luz de la cultura como variable que fundamenta los procesos de interacción entre los sujetos y el territorio que habitan, en un ámbito que trasciende de lo local al mundo globalizado, son algunas de las perspectivas que este Premio abre al sector cultural.

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Edición I

• Año 2001

• Ganador Gabriel Álvaro Cadavid Marulanda

Edición II

• Año 2004

• Desierto

Edición III

• Año 2007

• Ganador Orián de Jesús Jiménez Meneses


2001

Ganador

Álvaro CADAVID

Al rescate del patrimonio audiovisual

Álvaro Cadavid

M

emoria visual de la narrativa colombiana en el cine, un trabajo investigativo en el que el profesor Álvaro Cadavid Marulanda reflexiona acerca de la literatura y el cine nacional, a partir de la recopilación de las obras literarias que tienen versiones en el cine, ganó el Primer Premio Nacional de Estudios Culturales auspiciado por la Universidad de Antioquia. En concepto de la investigadora Ángela Inés Robledo, integrante del jurado y actual coordinadora de los posgrados de Género de la Universidad Nacional, resulta de vital importancia este tipo de convocatorias porque abren caminos de interpretación y de análisis fundamentales en la realidad colombiana. “Son estudios –agrega– que se ajustan a la noción multiétnica y pluricultural del país y abogan por una sociedad más plural y democrática”. Sobre la generalidad de las propuestas evaluadas –labor en la que también participaron como jurados José Jairo Montoya Gómez y Martha Elena Bravo de Hermelín–, la profesora Robledo afirma que “los temas propuestos no se piensan en sus determinados espacios sociales y en sus relaciones múltiples y complejas”, razón por la cual “varios de los trabajados presentados no podrían catalogarse como investigaciones sobre estudios culturales, lo cual revela una dificultad para entender en qué consisten, y esto se explicaría –según ella– en el hecho de que este campo es muy nuevo en Colombia”. Es necesario clarificar –opina el jurado– que los estudios culturales redimensionan la idea de cultura que se ha vuelto central en el mundo y que da cuenta, de manera transdisciplinaria, de los fenómenos culturales a la vez que reconoce múltiples actores e instituciones generadoras de significaciones sociales. Al profesor Álvaro Cadavid el premio lo sorprendió en

Diego Herrera Gómez (coordinador), José Jairo Motoya Gómez, Martha Elena Bravo de Hermelín y Ángela Inés Robledo, jurados del I Premio Nacional de Estudios Culturales los preparativos de un viaje a Québec, Canadá, donde expuso la ponencia “La Virgen de los sicarios, de la novela al film”, en el marco del VII Congreso Mundial de Semiótica Audiovisual, organizado por la Universidad de Laval. El trabajo es un desarrollo de la investigación premiada, y en él hace un análisis intertextual en el que se comparan y contextualizan los momentos de creación y lectura del texto literario y fílmico y las reacciones de los lectores y espectadores de ambas producciones. Esto permite mirar desde otro enfoque la situación de violencia endémica que vive el país y cómo la memoria audiovisual registra esta realidad. “Ver cómo reaccionamos o leemos esos textos –afirma– nos revela mucho de lo que realmente somos”. Señala que el patrimonio fílmico nacional yace perdido y disperso en depósitos y bibliotecas y expresa la necesidad de aprovechar dicho material en investigaciones multidisciplinarias e incorporarlo a la enseñanza: “Es nuestro imaginario fílmico. En la sociedad contemporánea la memoria visual es tan importante como la escrita. Un país que no tiene memoria audiovisual no va a tener parte esencial de su pasado. Antes, el conocimiento solo se acreditaba a través del texto escrito, hoy se acredita a través de los diferentes lenguajes”. Esto lo reconoce el jurado cuando destaca que “el trabajo realiza un buen inventario de la presencia de la narrativa colombiana en el cine, al mostrar cómo los discursos narrativos literarios son una fuente importante de muchos de los argumentos desarrollados en producciones cinematográficas que hacen parte de nuestra memoria visual. Esta memoria visual expresa elementos de un imaginario de nación al articular lenguajes literarios y

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cinematográficos que configuran un patrimonio cultural; y abre una serie de posibilidades teóricas y analíticas en un campo de la investigación poco explorado en nuestro medio y que representa un reto para los estudios culturales, los cuales son incipientes en el país”. Para el profesor Cadavid, la importancia de que la Universidad de Antioquia otorgue este tipo de premios radica en que, la universidad, como institución pública, debe trabajar donde el país la necesite, ya sea en el ámbito social, político, pedagógico, científico, investigativo o productivo. “Las universidades públicas, cuando publican un texto, gradúan un estudiante, hacen una obra de teatro o un concierto, o programan cine, sencillamente están cumpliendo con su deber social”, dice.

2004

Ganador

El trabajo académico e investigativo del profesor Cadavid en el tema ha sido constante. Obtuvo el doctorado en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid con un trabajo interdisciplinario que indaga acerca de la relación entre la literatura latinoamericana y el cine. Allí recoge las versiones fílmicas de obras de Cortázar, Borges, Rulfo y García Márquez, entre muchos otros escritores, y analiza la relación de estos autores con el cine y su desempeño como críticos cinematográficos. Este trabajo, que aún permanece inédito, recibió la mención cum laude. Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 493, octubre de 2001, páginas 25 y 26 y edición 494, noviembre de 2001, página 36

Desierto

T

ras haber intercambiado opiniones y valoraciones sobre el conjunto de trabajos presentados vía correo electrónico, y reunidos en la Oficina de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, los jurados del II Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales, ponen a consideración de la opinión pública su fallo: 1. Se examinaron ocho trabajos de los doce enviados al concurso, ya que cuatro fueron descartados por no cumplir con los requisitos establecidos. 2. En opinión unánimemente compartida Jesús Martín Barbero Eduardo Domínguez y Jorge Echavarría por el jurado, y a pesar de avizorar en algunos de los textos juzgados un interés para abordar desde la cultura explicaciones para nuestra condición contemporánea, que desplacen a las ya rutinarias, ninguno de los trabajos logra plantearse como ensayo, esto es, como un dispositivo que media entre el cientificismo de la investigación académica y su pretensión de verdad, y la hermenéutica abierta del texto literario. Es posible identificar en estos productos monografías, investigaciones académicas, tesis de grado o meros textos especulativos, que serían punto de partida para concretarse como ensayos. 3. Desde esta perspectiva, ninguno de los trabajos estableció ni sostuvo puntos de vista originales, que se destacaran por su capacidad para establecer nuevos puntos de partida, o que se destacaran por su calidad estético-literaria. 4. Así mismo, en el campo de los estudios culturales ya se ha consolidado una importante tradición latinoamericana, deslindada claramente del origen anglosajón de esta perspectiva. Esta tampoco se ha integrado como horizonte que permita evaluar la inscripción de las propuestas presentadas en este universo. 5. Hacemos un llamado a la Universidad de Antioquia para que persevere en esta convocatoria, pese a las dificultades presentadas, ya que desde allí es posible el encuentro multidisciplinario y el aporte de los jóvenes investigadores a la indagación sobre nuestras configuraciones contemporáneas de la cultura. Una pedagogía básica y una convocatoria más acotada, podrían ser los mecanismos que lleven a consolidar esta línea de trabajo. 6. Por decisión unánime, y en consonancia con lo anterior, el jurado declara desierta la asignación del II Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales. Para constancia se firma en Medellín, a los 16 días del mes de septiembre de 2004. Jesús Martín Barbero. Édgar Domínguez. Jorge Echavarría C. Medellín, septiembre 16 de 2004

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 526, octubre de 2004, páginas 35 y 36

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2007

Ganador

Orián JIMÉNEZ MENESES

El frenesí del vulgo…

E

l profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, Magíster en Historia de la misma institución y miembro del Grupo de Investigación Historia, Territorio y Poblamiento en Colombia –Categoría A en Colciencias–, Orián de Jesús Jiménez Meneses, ganó el III Premio Nacional de Ensayo en Estudios Culturales, que patrocina la Universidad de Antioquia, con el trabajo El frenesí del vulgo: fiestas, juegos y bailes en la sociedad colonial. La obra efectúa un detenido estudio sobre las fiestas religiosas y populares en la provincia de Antioquia durante el periodo colonial, haciendo énfasis en la fiesta de la Candelaria de la Villa de Medellín. El jurado estuvo integrado por los especialistas en el tema Germán Rey Beltrán, Edgar Rey Sinning y María Teresa Arcila Estrada. En el acto de entrega del Premio que tuvo lugar el 17 de octubre en el Paraninfo, Jiménez Meneses –cuyos intereses investigativos abordan como temática la historia de grupos subalternos, historia colonial, geografía histórica, etnografía, cartografía, política contemporánea, conflictos y actores armados, políticas de negociación y salidas pacíficas a la guerra, entre otros–, expresó: "La idea que tuve hace cinco o seis años era contrastar la tesis de los historiadores colombianos, a los que he leído por mi formación, quienes afirmaban que el mundo colonial era aburrido porque no había espacios lúdicos. Entonces me di a la tarea de buscar fuentes para revisar esa apreciación y me encontré con un mundo de cosas muy contrarias a las que había sostenido la historiografía tradicional, como que había tantas fiesta religiosas y cívicas, tantos espacios para el juego, para el baile, para el ocio y la diversión; que si bien la vida tenía tantas precariedades materiales, de todas maneras la gente se inventaba espacios para el regocijo y la expresión de sentimientos y de pasiones que hoy parecerían inimaginables.

Después del Premio de la Universidad de Antioquia, Jiménez Meneses publicó las obras Las Guerras del Magdalena Medio (Bogotá: Intermedio Editores, 2008, junto con la profesora Estefanía González, investigadora de la Universidad Nacional Sede Bogotá), y Asesinos en Tregua. Vidas cruzadas por la Guerra. (Bogotá: Círculo de Lectores e Intermedio Editores, 2009).

El nombre del ensayo lo tomé porque para el clero y para las autoridades interesadas en mantener el orden y la quietud de las poblaciones, el espacio en el que los negros, los indios y los mestizos se dedicaban a la diversión era un estado frenético, y algún cura de Popayán, cuando hizo una visita a Antioquia, al describir los bailes que hacían los esclavos negros y las fiestas en las que se bebía, se fumaba, se jugaba a los toros y se hacían carreras de caballos, afirmó que eran un momento propicio para el frenesí del vulgo. Este trabajo aporta en el sentido de que permite ver que hay algunas cosas que se mantienen, algunas continuidades en las celebraciones rituales de las fiestas, en los juegos, las apuestas de gallos, las corridas de toros; algunas se mantienen, aunque aparecen mimetizadas en el mundo contemporáneo, mientras que otras desaparecieron. También que cada región de Colombia construye sus propios espacios de diversión, a pesar de las adversidades de la existencia, y en el caso de Medellín, pasamos de tener una fiesta como la de la Candelaria que era muy bonita y que ya no existe, solo quedan los toros entre enero y febrero; y lo otro es la transformación de la fiesta de la Patrona de la Villa en el momento de mayor celebración, la feria de las flores, que nada tiene que ver con el pasado, sino que es una celebración moderna, más incrustada dentro del mundo de la extravagancia traqueta, por el derroche, los caballos, los lujos, y porque también es una fiesta de élite, y el pueblo como tal no aparece, cuando las fiestas antiguas tenían el carácter de carnaval, justamente porque se valoraba la participación de los sectores más bajos de la sociedad". Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 559, octubre de 2007, páginas 36 y 37 y edición 560, noviembre de 2007, página 39

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Premio Nacional de Video Con motivo de sus doscientos años, la Universidad de Antioquia convocó por primera vez, mediante la Resolución Rectoral 14372 del 23 de febrero de 2001, el Premio Nacional de Video, con el propósito de reconocer y estimular la creación de los realizadores, guionistas y otros creadores audiovisuales. Mediante el uso de las nuevas tecnologías, la narrativa audiovisual ha conseguido ampliar sus modos de expresión a los más diversos formatos creativos, los cuales propician la crítica, la reflexión, la investigación, y la búsqueda de testimonios que dan cuenta de la memoria social e histórica, entre otros. Esta convocatoria se extiende a las creaciones individuales o grupales nacidas de la cámara y de sus relaciones con el espacio, el tiempo, el movimiento, el sonido, las continuidades y transiciones, la exposición y el enfoque, entre otros. Se busca, por medio del video documental, el argumental, el video-arte, y el video educativo, entre otros, contribuir al desarrollo de la comunicación pública como estrategia para la creación de ciudadanía y de diálogo intercultural.

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Edición I

• Año 2003

• Ganador Ricardo Ramírez - UN Televisión

Edición II

• Año 2006

• Ganador Diego García Moreno


2003

Ganador

Ricardo RAMÍREZ - UN Televisión

Mente nueva La serie educativa y de divulgación científica Mente nueva, realizada por UN Televisión, ganó el Primer Premio Nacional de Video Universidad de Antioquia. “En cada capítulo propone una aventura de conocimiento, realizada con excelente calidad técnica, con tratamientos audiovisuales experimentales, y con una propuesta estética y narrativa coherente con su propósito pedagógico”, conceptuó el jurado, que integraron Berta Lucía Gutiérrez Gómez, Germán Franco Díez y Óscar Campo Hurtado. “Mente nueva es, además, una serie educativa que cubre con respeto las diversas regiones del país”, dice el acta de premiación. El grupo de realizadores del programa lo integran Ricardo Ramírez Hernández –productor general–, Sandra Rozo Villamil –directora–, Sandra Lucía Molano Torres y Jaime Augusto de Greiff Cabezas. UN Televisión se trazó como propósito difundir la diversidad académica y la riqueza investigativa que generan en Colombia las universidades, centros de desarrollo tecnológico, grupos de estudio y organismos de ciencia e innovación. Todo ello a través de un magazín que, en el caso de Mente nueva, está constituido por 32 programas orientados a “hacer comprensible el lenguaje de la ciencia y la tecnología, gracias a la comparación de los conceptos científicos con elementos y situaciones de la cotidianidad, el uso de un lenguaje audiovisual ágil y la corta duración de las notas –siete minutos en promedio–, en combinación con las cápsulas o animaciones cortas que aclaran o amplían un concepto al final de cada nota“. La serie –afirman los realizadores– se ajusta a las necesidades curriculares de la enseñanza básica, media y secundaria, puesto que las temáticas desarrolladas aluden a campos de interés escolar como las ciencias naturales, las matemáticas, el medio ambiente y la química. “La televisión educativa –afirma la directora de la serie, Sandra Rozo– tiene que abrirse campo en Colombia, porque es necesaria y las potencialidades son inmensas”. En tal dirección, en la actualidad UN Televisión realiza el proyecto Mente nueva educativa, que consiste en una serie de 32 programas en video, una cartilla que cumple la función de guía para el docente respecto de la utilización de los videos en el aula de clase, y un sitio web para la interactuación.

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 513, agosto de 2003, páginas 36 y 37 y edición 514, septiembre de 2003, página 30

La vicerrectora de Extensión, Lavive Rebaje de Álvarez, y la jefa de Extensión Cultural, María Adelaida Jaramillo González, presidieron la rueda de prensa donde se dieron a conocer los ganadores del los Premios en el año 2003.

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2006

Ganador

Diego GARCÍA MORENO

“Por su mirada ensayística para pensar la realidad nacional, por el acompañamiento cuidadoso que realiza de los personajes, por el uso narrativo de los diversos elementos del audiovisual –sonido, fotografía, diseño, entre otros– y por dialogar con una realidad cotidiana y subjetiva que está más allá de las imágenes a las que nos tiene acostumbrada la televisión”. Estos fueron los argumentos que consignó en el acta el jurado del II Premio Nacional Carlos A. López, Adelaida Trujillo y Omar Rincón, jurados del Segunde Video, para declarar do Premio Nacional de Video. ganadora por unanimidad la propuesta El corazón, presentada por el realizador radicado en Bogotá, Diego García Moreno. El jurado lo integraron Adelaida Trujillo, Carlos Alfonso López y Omar Rincón, quienes hicieron énfasis en los siguientes aspectos: • Llamar la atención a la comunidad de productores y realizadores audiovisuales por su escasa y desigual participación en el premio. • Producir textos reflexivos y ensayísticos que ayuden a transformar la formación en lo audiovisual con base en los trabajos presentados al premio. • Reflexionar en los procesos de formación sobre los modos de narrar y estructurar las historias. • Convertir el oficio del montaje en tema central de la formación y reflexión universitaria. • Transformar el Premio Nacional de Video en Premio Nacional del Audiovisual para reconocer la convergencia digital y poder abarcar la diversidad creativa que existe en el país en soportes como cine, televisión, video, multimedia y otros nuevos formatos.

El corazón herido de Colombia y sus cicatrices Por Diego Garcia Moreno

A

firmaban los egipcios que el corazón no miente. Y cada uno de nosotros íntimamente lo sabe. Ese tambor no deja de sorprendernos con su testarudo oficio de amplificador de nuestras emociones. Como ahora, aquí, en este recinto que por razones diferentes visité años atrás. Late y lo escucho. Ustedes tal vez lo sienten por el tembleque de mi voz. Late de nuevo, como latía en el joven piloto que se volaba en las noches a ensayar en este mismo edificio con un coro de la ciudad las melodías sublimes del réquiem de Mozart. Extraños reencuentros con los espacios que han moldeado el destino. Aterricé de pasajero en Medellín esta mañana para volver al Paraninfo a

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recibir un galardón que premia un largo vuelo; prefiero pensar, deseo, que sea más bien un aprovisionamiento de combustible en una apropiada escala. Vengo de un vuelo que se confunde con una cadena de traiciones y reinvenciones. Porque me fui de Medellín a buscar horizontes traicionando lo que en esa época era lo más preciado: la música, que en el fondo no era más que mi familia con todas sus melodías y armonías tantas veces disonantes; la poesía, que no era más que mi entorno, estas deslumbrantes montañas cargadas de torbellinos y sensaciones de encierro; y mis amigos, cómplices de un vértigo continuo de reflexión, admiración y protesta por el mundo que nos forjaba a guarapazos. Y vuelvo, aterrizo en mi ciudad, porque un extraño imán, el designio de un hado juguetón ha dispuesto espejos de música en el camino, y ha hecho que las voces de mi familia y de los habitantes de las montañas y los guarapazos de este mundo, se hayan transformado en un relato que sólo el corazón y sus sirvientes y dolientes podían elaborar. Los tormentos no han cambiado. Pero en vez de gritos, quien abrió el camino del retorno es el resultado del prodigioso fenómeno de la reinvención. Estoy aquí gracias a El Corazón. A esa voz colectiva que resume el músculo, el símbolo, la música, la poesía, el dolor, la historia de lo que nos ha tocado vivir, la pasión y la guerra, la injusticia y la voluntad asombrosa de amar y de gozar. Siquiera apareció en el camino el cine que me ha permitido descargar en sus corrales tanta dispersión juvenil. Que me ha regalado la fortuna de encontrarme con tantos seres intensos, tan reales y generosos, y de interactuar con su realidad en una aparente libertad simplemente por el placer de volverle a contar a las gentes lo que a diario ignoramos u olvidamos. En esta oportunidad por fortuna me topé con el doctor Francisco Gómez, simplemente Pacho y su compañera Silvia, mi hermana la poeta; con Ciruván y el Hospital San Vicente, con Gilberto Martínez y Alberto Bernal, esos médicos de la U. de A. que me enseñaron a descifrar los galopes del músculo vital y a ser capaz de mirar de frente sus heridas. Agradezco al destino que me hubiera puesto en frente de José Gregorio y Janeth y de toda esa familia tan humilde y tan bonita que sin ocultarme la cicatriz de la guerra me enseñaron a valorar los pequeños instantes de la ternura y la terca persistencia de la vida. Siquiera tuve como compañeros en esta aventura a Sally y su amor y su empuje y su rigor y su capacidad para mezclar músicas y sonidos; a Carlos Lopera y Carlos Marciales y Juan Camilo Uribe y Rolando Vargas y Yalile Giordanelli y a Javier Quintero, los compañeros de esta empresa que entregaron de corazón sus dones y sus esfuerzos para que el organismo de imágenes y sonidos, de tiempos y ritmos funcionaran.

Al Fondo de Promoción Cinematográfica que le dio el gran primer envión cuando este proyecto, más que un feto, era una pura intención. A Carlos Congote, a María Paulina Ponce y a Hugo Zapata, mil gracias, por haberme dado el empuje en la producción cuando el motor de la barquita parecía vararse en la mitad del camino a la eternidad. Y agradezco a esos productores inconscientes que son mis padres. Fueron tantos los almuerzos que alimentaron al equipo y ¡tantas las cenas espirituales que me han brindado en la vida! Y a Tomás, mi hijo: ese reflejo del mundo, el más cercano resumen de todas las pulsaciones del universo. El que ha sabido ir condensando el sentido de todos los latidos que tantas veces creí que se perdían en un deambular solitario. Agradezco a todos aquellos que me aterrizaron en el Medellín que tanto me azotaba de joven, y que me dieron la fuerza para construir un encadenamiento de imágenes, un relato que no pretende más que recordarles su propio corazón a los habitantes de un país que pareciera haberlo perdido, que osa mostrar el corazón herido de Colombia y sus cicatrices con el único propósito de invitarlos a reflexionar, a activar los botoncitos de la calma, del corazón tranquilo del que tanto deseamos para poder vivir en paz. Decía en la película que nací y he vivido siempre en un país en guerra. Pero no me resigno. Espero que algún día, sumados los gritos, las propuestas, las acciones de todos lo que queremos un mundo más justo, nos sea permitido saborear esa sensación desconocida: la paz. A lo mejor ese será el final del vuelo y podremos cantarle a la guerra, con toda la dicha y a viva voz, aquel réquiem con un coro al que pueda pertenecer. Y para terminar, agradezco a la Universidad de Antioquia que ha sido capaz de ver en este trabajo un aporte a la cultura colombiana. Ojalá que quienes controlan los espacios de distribución audiovisual entiendan que el lenguaje documental es un ingrediente necesario y que realizarlo es un esfuerzo largo y costoso. Sépanlo todos, lo único que hice fue ponerle todo el corazón. Muchas gracias.

Intervención en el Paraninfo, al recibir el Premio Nacional de Cultura Universidad de Antioquia, modalidad Video, el 5 de octubre de 2006.

Periódico ALMA MATER Universidad de Antioquia, edición 548, octubre de 2006, páginas 34 a 36 y edición 549, noviembre de 2006, página 33

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Segundo Premio

2006

Ganador

Diego GARCÍA MORENO

Agradecimiento especial al Ministerio de Cultura de Colombia por su contribución a los Premios Nacionales de Cultura Universidad de Antioquia, a través de los Programas Nacionales de Concertación y Estímulos.

200


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