REVISTA CULTURAL I Año 1 I Número 5 I 01 DE MAYO DE 2022
E N I C L E D O D I L Á C O L L I V EL O PÁG. 4-5
azzini R a n li ta a C a r to La direc roceso habla sobre el p e su y el trasfondo d traje. primer largome
LA REUNIÓN DE PATEANDO AL PERRO EL HOMBRE TOCADO DE VIENTO ZUR: TRAS LOS PASOS DE LA CUECA HOMENAJE A DOS POETAS: ARAOS & CÁRDENAS
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¿Cómo sobrevivir a la muerte de un poeta, filósofo y maestro? ¿Qué sucede el día después de su ausencia? La muerte tiene tiempos y métodos caprichosos. La memoria anhela el reencuentro con la imagen de Juan Araos por los pasillos de la Facultad de Humanidades; escuchar el eco de sus pasos y sentir la presencia de ese gran maestro que siempre nos retó a pensar, a manejar la lógica y encontrar el tesoro infinito de la poesía. Resulta fértil recordarlo desde la singularidad del acento chileno, de sus bigotes que nos hacían llamarlo Azkargorta, recordar cómo le irritaban ciertos ruidos en el aula y cómo nos esforzábamos para entender los silogismos en su clase. “Todo hombre es mortal”, era la primera afirmación que lanzaba en la materia de Lógica. ¿Cómo estudiar un método en la locura?, nos preguntábamos los alumnos de la Carrera de Psicología, admirando la naturalidad que tenía para detectar y nombrar lo profundo, como buen creador de haikus que era.
Descubrir la poesía de Juan Araos fue ingresar a un mundo donde resuenan “frutos de la tierra” del paisaje que habita, sobrevuela y “recolecta sílabas audibles, escenas recién iluminadas”. Cómo no deslizarse por esa voz en la que la “mariposa ojo” sobrecoge con su presencia. Antes de que la comunicación virtual fuera la única alternativa, lo vi sonrojarse y conmoverse al leer un poemario en la sala de docentes. No me interesó el título del libro, porque entonces comprendí que los gestos son el mapa de las emociones, y supe también que tener a un Maestro y amigo con tal sensibilidad, era como encontrar un tesoro en el fondo del océano. Aún sigo leyendo sus sugerencias y correcciones. Juan Araos siempre estará presente con sus enseñanzas, vibrando en sus poemas, habitando en nuestra memoria como el infinito océano, iluminando nuestro recuerdo.
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11 La mariposa
Un deseo de viñas recién plantadas un aroma terrestre 6 Manos húmedas semillas tornasoles inmateriales 9 A la orillita de una gota de agua la hormiga bebe
LOURDES SAAVEDRA
inmóvil sobre la flor sus alas bate 31 Días de fiesta descalzas por los pastos lejos del pueblo 55 La lluvia lava los ojos de la tarde lloran de nada 84 La muerte ciega la noche iluminada sin una estrella
Extractos del libro Mariposa Ojo, Juan Araos Úzqueda, Editorial 3600, 2021.
JUAN ARAOS: ESCENAS RECIÉN ILUMINADAS
¡Adelante los faroles!
Las escritoras Lourdes Saavedra (Cochabamba) y Valeria Sandi (Santa Cruz) homenajean la memoria de dos grandes poetas que se marcharon este 2022: Juan Araos y Gustavo Cárdenas, ambos dueños de una obra y legado valiosos para la poesía boliviana y con una luminosa vocación de maestros.
GUSTAVO CÁRDENAS, LA QUERENCIA EN SUS PASOS Meses de silencio desde su partida, para hacer el intento de dimensionar cómo es la ausencia de su cuerpo cuando las palabras, desde su voz, llegan tan cabales a habitar cada uno de estos días. Hablar del poeta y maestro Gustavo Cárdenas es no temer al reloj, porque la memoria resiste y cuenta en retrospectiva, uno a uno, los recuerdos para luego hacerlos parte fundamental de nuestra vida. En uno de los primeros poemas que escuché del maestro, dice: “Ese niño que jugaba / en el patio / con algún duende extraviado / es el mismo / que ahora / con todos sus fantasmas / transita por esta página baldía / jugando a esconderse en las palabras”. Los versos no aguantan nunca nada de manera gratuita. Parte de lo que él profesaba era retornar a la infancia desde nuestra escritura. Con memoria prodigiosa recordaba a Rainer María Rilke y aquello de que “la verdadera patria del hombre es la infancia”. Decía que no sabía si saldríamos poetas del taller, pero sí mejores personas. Era un tejedor de historias de las que siempre nos hacía partícipe. No perdonaba el
exceso de adjetivos. Cómo lo haría alguien que tenía precisión en sus versos, la musicalidad resonando dentro y fuera de sí. Su mirada transmitía emoción, su palabra preferida era querencia. Su labor fue invitarnos a escribir sobre lo que conocemos, sin grandes artilugios, desde la pulsión de la verdad. Nunca reconocí la distancia de su lado, pues una tarde nos reconocimos siendo lágrimas al escuchar Ne me quitte pas de Jacques Brel y Las nanas de la cebolla de Miguel Hernández cantadas por Serrat. Más bien, nos invitaba a caminar un largo trayecto entre palabra y palabra. Quisiera una revolución de palabras que le hagan mérito a quien nos llevaba desde Buenos Aires a La Habana, entre la Zamba del pañuelo, haciendo parada en El Ateneo Gran Splendid, para luego recorrer con tenues luces hacia Fresa y chocolate.
VALERIA SANDI
le contábamos que ya empezábamos a transitar. Cuando leía nuestros textos, decía que las palabras se escondían, que uno debería encontrar la correcta para el poema.
Otra infancia
Valiente como pocos, nos dio la bienvenida para morar en sus poemas, en sus cuentos, en las costuras de su mirada honda que se traduce en sensibilidad ante los pequeños y fugaces momentos de lo que estamos hechos.
es el mismo
Ese niño que jugaba en el patio con algún duende extraviado que ahora con todos sus fantasmas transita por esta página baldía
Que estas palabras sean ofrendas, jugando a esconderse en las palabras. sencillas como su espíritu poblado en De Las hojas de la madera (1998) crisantemos, maestro. Un poema Un poema es apenas el silencio
Vallegrande era lo que más nombraba en los últimos años; su lugar de origen, pero también de retorno a sus recuerdos. Tenía un exquisito sentido del humor, escuchar sus anécdotas, era encontrar un espacio más agradable en esta vida.
de todos los que ya se han ido.
Creía en la humanidad y celebraba con nosotros, los pequeños pasos que
De Con versos (2011) Fotografía: Fabiola Carrasco
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TRAS LOS PASOS DE LA CUECA
Zur es un proyecto musical que difunde la cueca en todas sus dimensiones: danza, música y poesía, a través de conciertos didácticos, investigaciones musicológicas, un documental y un libro en proceso, talleres y –recientemente– el videoclip de la canción original Carmen Pilar, que expresa la propuesta en música popular de dos músicos “zureños” de amplia trayectoria: Verty Bracamonte y Pablo Íñiguez. Acerca de este abarcador proyecto multidisciplinario conversamos con los músicos chaqueños. - ¿Cómo nace el proyecto? - Pablo Íñiguez. Nos conocimos compartiendo el gusto de hacer la música de nuestras ciudades natales: cueca, chacarera, zamba y músicas latinoamericanas. Verty, desde la perspectiva audiovisual, se encarga de asumir un rol de documentalista del género de la cueca desde las entrevistas a los máximos exponentes, con una mirada integradora de la cueca de nuestro país. Yo investigo desde el material existente hasta las raíces mismas de un género vivo en Bolivia, con más potencial del que creemos o conocemos. - Verty Bracamonte. Nace a partir de encuentros casuales con Pablo Íñiguez, Daniel Pérez (guitarrista y arreglista) y otros músicos en casa de Juan Bustillos (escultor), el Museo Búho Blanco. Cada cual venía con un camino recorrido en la música popular folklórica boliviana y latinoamericana, desde nuestras regiones y a través del repertorio popular del valle boliviano y del Chaco boliviano y argentino. Así logramos encontrarnos en una estética y elegimos para empezar canciones inéditas de autores populares y de autoría propia. Posteriormente, Zur pasó a formato dúo y comenzó al desarrollo en paralelo del concierto pedagógico “El viaje de la cueca”, que reúne el repertorio más representativo y revisa la historia de los patrones musicales antecesores en busca de encontrar en la audioperceptiva abordada en la pedagogía de Pablo Íñiguez, la configuración de nuestra cueca actual. - ¿Cuáles son los objetivos del proyecto multidisciplinario Zur? - P.I. Mostrar la historia de la cueca mediante un viaje sonoro desde sus raíces. El mundo se movía a otra velocidad hace cien años y la convivencia sonora nutría a las músicas emergentes. La cueca es landó, zamacueca, jota; es África, España y el nuevo mundo. La música no conoce fronteras por esa razón nuestra propuesta es un viaje a través de la historia mediante estos ritmos que conforman los genes del género. - V.B. Buscamos una nueva aproximación estética
Es una producción de Parque Astral Comunicaciones. Dirección: Vadik Barron Rollano Diseño Gráfico & Redes: La Trini Colaboran en este número: Lourdes Saavedra / Valeria Sandi / Martín Zelaya contacto: latrinicultural@gmail.com www.revistalatrini.com
al repertorio de la música tradicional boliviana, haciendo un énfasis particular en la cueca, con un enfoque actualizado, sin perder su esencia. Las tres dimensiones de la cueca: danza, música y poesía requieren un tratamiento integral; Zur nace para abordar estas dimensiones de manera profunda y accesible a la vez.
Bien al Zur
“Queremos contar la historia de la cueca con música e imagen, con danza y poesía”. También buscamos reconocer y respetar el trabajo de nuestros antecesores ya que allí existe una musicalidad particular y una narrativa identitaria que nos permite proyectarnos con responsabilidad hacia el futuro, pero hablando del presente, de lo que nos sucede ahora. Creemos firmemente que la sistematización garantiza una larga y sana vida a una cultura viva. Desde su práctica, tanto del baile y de la música, como desde la escucha atenta, podremos tener la oportunidad de orejear las historias de nuestros antepasados. - ¿Qué pueden adelantar de los primeros resultados de su investigación?
Verty Bracamonte es músico y comunicador audiovisual, nacido en Villa Montes (Gran Chaco, Tarija). Su carrera está vinculada al trabajo social desde la educación y el uso de tecnologías y el arte como herramientas de transformación. Vivió los últimos años en Argentina donde trabajó y se formó como músico y tallerista.
- P.I. La convivencia sonora del mundo afro, español y criollo indudablemente dieron lugar a la cueca actual; lo criollo y español están a la vista, pero el elemento que se perdió en el camino es el africano. Ir detrás de estas pistas es realmente apasionante, porque se encuentran dentro de las propias canciones del repertorio de la cueca latinoamericana. - V.B. Uno de los hallazgos etnomusicológicos interesantes es la migración de las narrativas y sus respectivos materiales melódicos, armónicos y rítmicos. Los viejos cancioneros revelan un mapa sonoro que nos muestra unos caminos que van desde Potosí hacia Charcas, y de allí hasta las actuales Tarija, Cochabamba y La Paz. Podríamos decir que las variaciones armónicas son muy escasas y tienen una clara influencia occidental. Las variaciones melódicas llevan en su genética rasgos españoles que acusan una jota, en ella ya habitaba un mundo negro de manera implícita, que vuelve a encontrarse en América. Con el surgimiento de las repúblicas aparece la samacueca, que hasta finales de siglo XIX se posicionó en casi todo el continente sudamericano dando paso a apropiaciones locales con pequeñas variantes en acento y velocidad que aún persisten. Las letras suelen cambiar solo en la primera estrofa y la repetición de los dos últimos versos da forma a una sextina o sextilla. La quimba es otra de las grandes particularidades de nuestra cueca boliviana. Podemos encontrar una clasificación actual en las competencias de guitarra clásica y popular que se realizan en Tarija.
Pablo Íñiguez nació en Bermejo (Aniceto Arce, Tarija), es baterista y percusionista formado en música popular, jazz y afrolatina. Realizó estudios en Argentina, con participación activa en festivales culturales de Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay y giras por Europa. Trabajó con artistas como Nito Mestre, Carlos Fischer, Adrián Barrenechea, Silvana Marrero, Altiplano, Andesol y Jenny Cárdenas. Participó en la Orquesta Sinfónica Nacional de Bolivia y en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Santa Cruz, dónde también fue docente. Actualmente es profesor de música en el Lycée Français de Santa Cruz y dirige el proyecto educativo y de medioambiente La Revuelta. Fotografías: Lucho Domínguez
LA TRINI
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CATALINA RAZZINI: “EL CINE CREA MEMORIA, REPRESENTACIÓN Y DISCURSO” Mientras Cuidando al sol –su ópera prima– se exhibe como parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de San Francisco, Estados Unidos (SFFILM) y aguarda su participación en más festivales nacionales e internacionales, Catalina Razzini ilumina el panorama con esta entrevista exclusiva para La Trini.
- ¿Cómo se empezó a gestar el proyecto Cuidando al sol? - Cuidando al sol tuvo su origen en una imagen que es la que da el título a la película. Una mujer joven (muy joven) quieta, mirando, esperando, ¿cuidando? frente al enorme poder del lago Titicaca. Esta imagen se instaló en mí gracias a la lectura de una poeta uruguaya que admiro mucho, Marosa di Giorgio. Uno de sus poemas plantea precisamente esa imagen, de alguien que permanece quieta desde hace muchísimo tiempo. Ahí empecé a cuestionarme sobre la quietud, sobre qué es lo que hace que una actitud aparentemente pasiva pueda estar suscitando un mundo de movimiento interior. Desde ese lugar fue que empecé a desarrollar la historia de Lucía, primero en forma de relato, de cortometraje, de argumento y finalmente de guion de largometraje. Participé de varios talleres, laboratorios y residencias de escritura de guion para poder llegar a una versión que me satisfaga en cierta medida, y con ella lograr acercarme a la productora de la película, Paola Gosálvez, de Pucara Films. Es en ese momento, y con ella, que nace verdaderamente el proyecto como tal, con las dos llevándolo por delante, más o menos hacia 2017.
- ¿Qué detalles puedes compartir de los distintos procesos: escritura del guion, preproducción, rodaje y post producción? - El proceso de escritura ha sido el más largo. Muchos planteamientos vinieron y luego se fueron, para dar origen a otros y así, una cadena de cuestionamientos fue mutando. Empecé a visitar la Isla del Sol mucho más seguido y a quedarme por mucho más tiempo, sobre todo en la comunidad de Yumani, investigando, paseando y empapándome de todo aquello que tanto me atrapaba. Pasé mucho tiempo de escritura en la isla conociendo sus calles, su luz, sus paisajes, su gente, a las niñas que inspiraron a las protagonistas, al entrañable Albino… El proceso como tal terminó en la isla de montaje, donde los hilos se tejen, destejen y vuelven a tejer. De manera paralela se empezó el desarrollo en sí del proyecto, que tiene que ver con los presupuestos y la búsqueda de financiamiento. En un país como el nuestro, donde hasta ese momento no había ningún tipo de fondo o apoyo estatal para el cine nacional, apostamos a fondos internacionales. Ya con el proyecto encaminado, tuvimos la grata sorpresa de la apertura de convocatorias para el Programa de Intervenciones Urbanas (PIU), fondo de tremenda importancia para la
VADIK BARRON
cultura y para la cinematografía bolivianas. Fuimos uno de los proyectos beneficiarios, lo que llevó a acelerar nuestro proceso de pre-producción para entrar a rodaje listxs y cumplir con los plazos establecidos. Durante esta etapa fuimos y volvimos varias veces de la Isla con distintos miembros del equipo, para definir con exactitud las locaciones, para realizar el casting y para entablar todas las relaciones necesarias con la comunidad. El rodaje duró seis semanas en las que el equipo entero se trasladó a Yumani para vivir y convivir ese tiempo haciendo la peli. Ha sido un tiempo de mucho aprendizaje, trabajo e intercambio constante, con una entrega maravillosa por parte de todos. Las películas se hacen en equipo y hemos tenido la fortuna de contar con uno de los más generosos, profesionales y entregados. La post producción ha sido un proceso completamente distinto ya que la tuvimos que realizar en medio de la pandemia, con trabajo a distancia y en la virtualidad. Tanto el montaje como los primeros planteamientos de color y sonido fueron trabajados de esta manera, sin embargo, cuando hubo una pequeña baja en los contagios, aprovechamos para viajar a España (nuestro país coproductor y donde realizamos la post) para concluir con estos procesos tan importantes de manera presencial.
5 Uno de los trabajos que más he disfrutado en esta etapa, ha sido el de la musicalización a cargo de Andrés Razzini, ha sido un tiempo de pensar, cuestionar y replantear ciertos elementos que la película traía y yo con ella. - ¿Cómo fue recibida la película dentro y fuera de Bolivia? - Cuidando al sol tuvo su primer estreno en Yumani, la comunidad donde fue filmada. Fue un evento maravilloso en el que participó toda la comunidad y nuestras protagonistas pudieron verse en pantalla grande rodeadas de sus familiares y compañeros de escuela. El recibimiento fue inimaginable, reconfortante y sobrecogedor. Después estrenamos en algunas salas de España donde las reacciones fueron gratificantes; la crítica ha sido siempre positiva y se nos ha dado mucho apoyo. El estreno a nivel nacional fue a finales de febrero de este año y la película aún está en cartelera de la Cinemateca Boliviana. Cuidando al sol participó de varios festivales como el Femì (Festival Regional e Internacional de Cine de Guadalupe), donde obtuvo el premio a Mejor Guion; fue selección oficial del Buff (Festival Internacional de cine infantil y juvenil de Malmö, Suecia); estuvo en el Festival Internacional de cine de Kerala, en India; en el festival Reflets de Lyon Francia; en el Festival Diablo de Oro, de Oruro, y este fin de semana (el último de abril) es parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de San Francisco. - ¿Qué piensas de la actualidad del cine boliviano? - Creo que estamos viviendo un momento privilegiado: hay gran cantidad de propuestas, voces y miradas nuevas que están poniendo el nombre de Bolivia en alto con su cinematografía. Temo mucho que este sea un punto alto y luego la caída nos vaya a doler y desportillar en lo más profundo. En este momento se está cosechando los frutos que un fondo como el PIU puede generar para una cinematografía y con ella para un país. Si no se le da continuidad, si seguimos sin reglamentar nuestra Ley del Cine, sin crear un fondo de fomento estatal digno, sin darle la importancia que se merece, creo que esa temida caída va a ser muy dolorosa. El cine es sumamente importante para un país, no solamente porque crea memoria, representación y discurso, sino también porque genera crecimiento económico y actúa de embajador ante el mundo dando cara y voz, haciendo crecer nuestra cultura y representatividad.
CUIDANDO AL SOL: CINEMATOGRAFÍA DEL ANHELO ADRIÁN NIEVE Hay una suerte de dolorcito en cada escena de Cuidando al sol, la ópera prima de Catalina Razzini. De pronto, tu empatía se siente aludida por el guion, pero sacudida por cómo la fotografía ilustra la soledad y el anhelo de Lucía (Belén Callisaya), una niña de 10 años que vive en la Isla del Sol y espera cada día el retorno de su padre. Lo digo porque Razzini y su cinematógrafo Santiago Racaj nos muestran escenas macro donde el escenario intenta robarle protagonismo a Lucía. La Isla del Sol desde el cielo, el lago Titicaca al atardecer, son paisajes hermosos y en pantalla Lucía a veces no es más que una manchita, una silueta, una niñita arrimada a la esquina de la pantalla. Pero es ahí donde nuestros ojos comienzan a comunicarle a nuestra mente que esa niña está sola y que no comprender su soledad la pone triste. Cuidando al sol es una historia de “crecer duele”, pero también es una historia de liberación. Lucía se la pasa anhelando a su papá, ese hombre que le hacía ver el lado fantástico de la vida, aquel “Hijo del Sol” que le hablaba de monstruos mitológicos, de secretos fantásticos en este paisaje que, ahora que él no está, muchas veces la devora. Es enternecedor ver cómo ella construye este mito mientras intenta ganar dinero para ir a buscarlo a la ciudad de La Paz, así como es desgarrador verla luchar con la idea de la ausencia mientras lanza objetos al agua para comprobar si es que realmente todo lo que se lleva el lago vuelve. Pero el punto clave, a nivel visual y de la trama, es cuando Lucía vive su primer periodo. No solo es el único momento en que su madre le muestra ternura, también es el instante donde su pequeña figura, toda vestida de rojo, le gana al paisaje, cimentando la
soledad de su personaje y el (casi) fin de su anhelo. Es un instante que demarca claramente un cambio interno en Lucía, justo al final del segundo acto del filme. Es en el tercer acto donde se da lo que menos me gusta de esta película: el retorno del padre. Que no está mal a nivel de trama, pues es perfectamente comprensible que el retorno desilusione a Lucía, esa tejedora de anhelos. Pero siento que el momento, así como la decepción de la niña, están construidos a la rápida. No soy cineasta, nunca hice una película, pero soy escritor y apasionado de las narraciones visuales, así que ver cómo este giro tan importante de Cuidando al sol no tiene esa detallada construcción que tuvieron el anhelo y la soledad de Lucía, me sacó un poco de ese gran sentimiento que hasta me hizo lagrimear en los momentos en que vemos cuánto le duele a esta niña tener que crecer. Por lo mismo, siento que el final pudo haber sido más poderoso. No solo sería más fácil dejar pasar el hecho de que esta niña logre pagar ese motor de barco con el que escapa de la Isla del Sol, sino que habría sido más poderoso, incluso catártico, ese momento de la última escena, cuando Lucía colma toda la pantalla con su sonrisa ligera, mirando al horizonte (al futuro), mientras escapa; léase: se libera. De sus anhelos, de su soledad, de sus decepciones y de las esperas. En todo caso, es un inspirador final para una historia íntima y tierna. Una película cuyas actuaciones convencen y cuyo equipo técnico triunfa, por lo que juntos logran crear un producto con mucho corazón.
Fotografías. Pág. 4: La actriz Belen Callisaya y Catalina Razzini. Pág 5. Izquierda: Catalina Razzini y Santiago Racaj. Derecha: Equipo de rodaje.
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LA
MEMORIA SONÁMBULA
Un análisis de El hombre tocado de viento (Editorial 3600, 2022) de Guillermo Ruiz. MARTÍN ZELAYA
Faustino Figueroa y Felipe Lens, bohemios aspirantes a escritores, parten de la aún provinciana La Paz a un París casi irreal de 1950: el parnaso en su mejor momento, donde el destino los cruza ante los mismísimos Sartre, Rene Char, Camus, Cioran y más. De eso va El hombre tocado de viento (Editorial 3600, 2022) de Guillermo Ruiz. Por casi dos décadas los inseparables amigos comparten pobreza y aventuras, pero mucho menos dura la consigna común de triunfar como artistas o intelectuales en la mágica ciudad luz. Faustino lo logra a medias y termina al pie del cañón cuando las ideas (política, filosofía) sobrepasan su voluntad de escritor. Sin duda, sometido a la intuición del verdadero artista, no tenía la menor idea de lo que hacía. Se dejó llevar por el animal oscuro e insaciable que lo habitaba. No se cortó una oreja; hizo algo más radical: con una especie de fascinación morbosa, se deshizo a sí mismo progresivamente hasta el desvanecimiento total. (235) En cambio, Felipe, derrotado de antemano, sucumbe a lo mundano: mujer, hijo, estabilidad, sin poder, no obstante, huir nunca de ese largo episodio de su vida que mantiene encapsulado para siempre. En el ínterin, nos enteramos de que la “gran novela boliviana” se perdió para siempre no una sino tres veces: en las aguas del Sena, por torpeza del autor; en un mar de arbustos, lanzada por un furibundo Char; y en el furor de las calles del mayo del 68. Novela entre comillas, porque en realidad eran manuscritos iniciales, relatos y divagaciones de Faustino Figueroa, en boca de Felipe, “el mejor escritor boliviano de siempre”. A uno le dan ganas de seguir acompañando a este par de bolivianos por los cafés y buhardillas de París, pero la trama se bifurca con saltos al presente narrativo: los últimos días de la dictadura de Banzer, y a un punto intermedio, poco antes, en la quinta cruceña de la vejez de Lens. Ruiz recurre a un viejo y arriesgado recurso: narrar desde un personaje marginal que recuerda todo (la trama de la novela) en su hora final. Jairo León, ese narrador, juega un rol diseñado a partir de la
doble memoria: cuenta lo que otro le contó sobre una tercera persona. Al borde de la muerte, en la dictadura, rememora lo que Lens –ya viejo y perdido en el laberinto de sus recuerdos– le contó sobre Figueroa. …y al final emergió de su somnolencia con cara de placidez, dando la impresión de que no se había enterado de su conducta de sonámbulo. Bien mirado, había actuado como tal la noche entera, llevándolo de la mano por las calles de un París que ya no existía, resucitando a los muertos, exhumando un vasto y vívido territorio de cenizas. La memoria es una forma de sonambulismo, pensó. (124) El hombre tocado de viento aparenta a simple vista un par de tópicos: es una novela sobre escritores y literatura, peligroso eje del que pocos salen indemnes; es un homenaje más, entre tantos, al mito de la París cosmopolita y es otra novela boliviana con un fuerte sustento argumental en la dictadura militar. Pero no. Ruiz, literato, lector, conoce de qué van los novelistas y filósofos hechos personajes y a quiénes presenta en diálogos convincentes; conoce muy bien París y su historia reciente, como para llevar al lector de la mano por sus barrios y callejuelas; además, maneja adecuadamente los momentos de la dictadura, sin caer en anacronismos o burdos llamados de conciencia. Lugares comunes incluidos, presenta una muy sólida novela, con momentos entrañables, memorables, de sus dos bien logrados protagonistas. Presenta, también, el autor paceño, una suerte de road movie, no solo por el correteo por las calles parisinas, sino por el transitado ida y vuelta en las vidas y memorias de sus protagonistas. En un momento en que Lens posterga, una vez más sus pretensiones personales (volver a Bolivia, reclamar su herencia y vivir bien con su familia) por no dejar desamparado a Figueroa, cavila…: …era un buen ejemplo de eso que algunos llaman el azar y que, en realidad, no es sino un nombre arbitrario para un orden superior, incomprensible y a la vez diáfano, que va improvisando nuestras vidas tal como lo
haría un jazzista fogoso, cansino, malévolo o inspirado según el momento. Algo así como el viento, que se parece tanto a nosotros, y cada día nos envuelve como si intentara meterse en nuestro cuerpo. El viento, que en realidad ya está aquí dentro, ya nos habita y nos inquieta y nos borra un poco más cada día. El viento, que no tiene cara. (147) Ruiz repite –con los mismos aciertos, además– una de las premisas de Días detenidos (Editorial 3600, 2019): la doble migración: el regreso a Bolivia tras toda una vida en París. La calidad de extranjero, la categoría de extranjería en todas sus dimensiones y alcances, y ahí viene bien el guiño con Camus: Se adentraron unos pasos en el puente y Camus recitó a media voz: “Vienne la nuit sonne l’heure / les jours s’en vont je demeure”. – Todo el misterio del tiempo cristalizado en dos versos, ¿no les parece? –dijo Camus–. El tiempo es lo que se va, pero también lo que se queda. (60-61) Guillermo Ruiz tiene 40 años. Su madurez es evidente en lo bien logradas que están sus dos novelas: correcta concepción (lo subjetivo) y buen diseño narrativo estructural (lo objetivo); y en la buena resolución de estos dos niveles (la habilidad, el trabajo). Los mejores narradores bolivianos actuales –grupo en el que se lo debe incluir– son en su mayoría contemporáneos suyos. Muchos de ellos, luego de sus exploraciones iniciáticas más ortodoxas, tienen últimamente horizontes y rasgos comunes: la realidad distópica, lo sobrenatural, lo gótico, lo fantástico. Otros tomaron otros caminos de inicio: lo barroco místico o la exhaustiva revisión histórica documental como base de la ficción. En ese contexto, Ruiz tiene una voz e impronta muy originales y reconocibles: no tiene miedo ni complejos a la hora de “caer” en los mentados tópicos (hechos políticos y sociales, manidos recursos narrativos) a los que muchos, y generalmente con razón, rehúyen a toda costa. El escritor paceño no ve, a la vez, la necesidad obsesiva de matar a los padres y diferenciarse. Por esa calma seguridad, claro que se diferencia.
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EL SONIDO Y LA FURIA VADIK BARRON
FOTOS: SERGIO SUXO
La formación que grabó los dos únicos –y ahora clásicos– álbumes de Pateando el Perro, los viscerales Disfrazados (1995) y Desmayo (2000), se reunió por primera vez en años. Gómez, Jaime, Nigro y Fox tocaron juntos y el tiempo parece haberles sentado bien. De la sensación del ensamble reencontrado, de lo que anduvieron haciendo estos años previos y de posibles planes futuros charlan aquí, con La Trini, estos señores del rock.
Más allá de la evidente ascendencia del rock argentino en nuestro país, hay rockeros argentinos que se arraigaron en Bolivia para proyectar su música y lograron una influencia hoy palpable. Un germen de este fenómeno es Pateando al Perro, banda cordobesa que, en su aventura primigenia allá por 1995, cruzó la frontera por tierra y después de pasar por Tarija se asentó en La Paz. De aquella patriada, muy en sintonía con la vieja escuela rockera de tocar y girar donde sea, se quedaron en La Paz dos músicos hoy fundamentales e ineludibles en la escena del rock boliviano: Gonzalo Gómez y Julio Jaime. El primero, luego de un lapso breve en su natal Oliva (Córdoba, Argentina), continúa viviendo en Bolivia y mantiene viva su banda Go Go Blues; el segundo está afincado en España desde hace algunos años, después de haber tocado y destacado en bandas nacionales como Lick Samba, Atajo, Llegas y, por supuesto, Go Go Blues El último fincho de abril la banda se reunió y se mandó tres sendos conciertos (dos en La Paz y uno en Tarija) que manifiestan la vigencia de su vitalidad y furia en escenario. A la formación de cuarteto se sumaron Freddy Mendizábal en teclados y Diego Murillo en guitarras y bajo. Más allá de la carrera de guitarrista y productor, Gonzalo Gómez –cuyos pasos, al contrario de los de sus compañeros, podemos seguir más de cerca– ya lleva 20 años al frente de Go Go Blues, como él mismo manifiesta: “muy feliz de estar allí”. Pero, ¿qué fue de la vida de los otros músicos de Pateando? Julio Jaime, muy recordado y querido en la movida rockera paceña, cuenta: “las bandas en las que he estado últimamente tocan rock en español y rock en inglés, trabajando en hoteles y en locales nocturnos en la isla de Mallorca”. Mientras que el batero Franz Fox ha consagrado estos años a su profesión de publicista, pero tiene clara su relación con la banda: “haber estado y seguir en Pateando al Perro, para mí es la música. He llegado al lugar donde me siento cómodo”. Enmarcados momentos La repercusión acerca de lo bien que sonó la banda en estos conciertos de reencuentro, no solo queda en la audiencia, que tuvo la oportunidad de verlos y escucharlos en vivo después de mucho tiempo, sino al interior de
la formación, que se entusiasma con el presente –y futuro– de Pateando: Gonzalo Gómez: “fue fantástico, extraordinario. Yo creo que la banda tiene un sonido bien poderoso, que hemos trabajado mucho para poder mostrar en estos conciertos la mejor performance posible. Me siento muy feliz por cómo escuché a la banda, creo que nunca sonamos tan bien”. Julio Jaime: “el sonido ha sido increíble. Había muchas ganas de tocar y eso ha sumado mucho para que la banda suene totalmente demoledora. Y el aporte de Freddy Mendizábal y de Diego Murillo ha sido un complemento y un fichaje puntual. Fue una cosa tremenda”. Franz Fox: “en resumen: increíble. Quizás se nota la edad y el crecimiento mental, emocional, y no sé si la banda [antes] sonó tan lindo como ahora. Después de tantos años de no vernos, hemos vuelto a sentir algo muy emotivo. Parece que el cuerpo tiene una memoria muscular: aunque no sabe qué viene en la canción, en milésimas de segundo lo siente y ya está, sale”. El presente Con la adrenalina arriba, en el amanecer de un fin de semana agitado, Pateando al Perro empieza a pensar –¿por qué no? – en nuevos conciertos y grabaciones, aun cuando, como apunta el Fox, no era el plan inicial: “en principio [la idea] era juntarnos y nada más, pero después de esto que nos ha pasado, han surgido muchas ganas e incluso propuestas de gente que nos dijo: ‘¿por qué no graban?’. Entonces, hay una gran posibilidad de que grabemos un nuevo disco, sería muy lindo de verdad”. El bajista Julio Jaime espolea la ilusión: “no hay todavía un proyecto confirmado para hacer un disco o volver a tocar juntos, pero hemos quedado muy contentos por la manera en que sonó y obviamente no faltan las ganas de seguir adelante, de seguir haciendo cosas”. Es el Gómez quien aterriza nuevamente en el presente: “hemos hablado, pero todavía no hemos concretado nada. Nos gustaría poder hacer un disco juntos, pero todo depende de cómo se puedan dar las cosas. Yo por ahora quiero disfrutar mucho este momento, estos shows que han sido increíbles y el documental; eso es en lo que yo estoy ahora enfocado, así que vamos a ir paso a paso”.