La Trini 07 - 15 mayo

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REVISTA CULTURAL I Año 1 I Número 7 I 15 DE MAYO DE 2022 PÁG. 4-5

FITAZ: EL TEATRO HA VUELTO Fernando Verdesoto y Mary Monje reseñan el FITAZ 2022 que se realizó después de cuatro años

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TULA MENDOZA: DESCUBRIMIENTO POÉTICO

LILIANA COLANZI: NUEVO LIBRO, NUEVO PREMIO

KUYUY: DANZA CONTEMPORÁNEA EN COCHABAMBA


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LOS AGENTES DEL OLVIDO A propósito del lanzamiento del libro Archivología. Fundamentos teóricos y praxis en los archivos de Bolivia de Irenia Chura, la autora de este texto reivindica la importancia de las bibliotecas y repositorios en nuestro país y evoca el triste destino de un “tesoro” cautivo.

JACKY MEJÍA

Hace más de 26 años inicié un camino de ida, enamorada, fascinada, sorprendida por esas piezas maravillosas que ocupan un lugar irremplazable en un estante, una mesita de luz, un escritorio, una mochila. Me refiero al libro: aquel objeto de deseo, de culto; el santo grial del conocimiento. Y también a las cartas, a los documentos personales de los escritores e investigadores que entregaron su vida a la creación del conocimiento, viejos mapas que representaban al mundo conocido hasta ese entonces. Durante las más de dos décadas que pasé rodeada de libros y documentos, cuyo olor me transportaba a lugares inimaginables, tuve la dicha de conocer en persona a grandes personajes de nuestras letras, historia y cultura. Estoy hablando de Werner Guttentag, Armando Soriano Badani, Julio de la Vega, Valentín Abecia y del gran Josep Barnadas. Nunca olvidaré la primera vez que entré a las bibliotecas y archivos personales de Barnadas y de don Werner: cada centímetro de su hogar estaba habitado por libros bien cuidados, bien leídos, y la cantidad de información que yacía en esos más o menos 250 metros cuadrados era imposible de aprehender o imaginar para alguien como yo. Leer el libro Archivología. Fundamentos teóricos y praxis en los archivos de Bolivia de Irenia Chura me evocó un sinfín de recuerdos de esas interacciones con aquellos grandes personajes que han contribuido al desarrollo de la

cultura de nuestro país, con proyectos monumentales de recuperación de memoria y construcción de conocimiento. La dedicación titánica de estos investigadores, que podían hallar maravillas en un simple pie de página o una anotación borrosa dejada en lápiz por un escritor o un diarista, alimentan o, mejor dicho, alimentaron cientos de investigaciones en distintas áreas del conocimiento.

“No deberíamos pedir permiso para acceder a nuestros fondos bibliográficos, al conocimiento que se nos heredó y que hemos producido durante décadas” Viajé, en mi memoria, al tesoro que son los fondos bibliográficos de Barnadas, Jesús Lara y Augusto Guzmán, a esos documentos fundacionales de la tradición literaria boliviana, y que tantos años de trabajo costó recuperar, reunir y organizar. Me perdí al pensar en todos esos libros que actualmente se hallan cautivos y lejos del alcance de otros eruditos, críticos e investigadores bolivianos: todo ese patrimonio que, en vez de ser leído, catalogado, aprovechado en beneficio de las generaciones actuales y posteriores, ahora es un tesoro bajo llave. Un tesoro que recolecta polvo por capricho de intereses privados extranjeros que no entienden que nuestro país precisa algo más que las migajas que nos dejan condescendientemente las fortunas de antaño. Un capricho de

Es una producción de Parque Astral Comunicaciones. Dirección: Vadik Barron Rollano Diseño Gráfico & Redes: La Trini Colaboran en este número: Fernanda Verdesoto / Mary Monje / Martín Zelaya / Gabriel Chávez / Jacky Mejia contacto: latrinicultural@gmail.com www.revistalatrini.com

los herederos y sus agentes que, más allá de tener un pasaporte boliviano, ignoran lo que Bolivia necesita. Me refiero a los libros y documentos custodiados por la Fundación Patiño en Cochabamba. Este patrimonio fue entregado en buena fe por sus albaceas o custodios para el provecho de todos nosotros: sin embargo, ahora se ha reducido a un ítem de inventario del que nadie se ocupa. Lo que debería ser un instrumento para la recuperación y preservación de la memoria, irónicamente, se ha consignado al olvido.

carecen de un digno custodio que debería velar por el resguardo y protección de la memoria histórica y literaria del país. Estoy segura de que la obra de Irenia habrá de jugar un rol importante en la valoración de estos recursos. También creo que su libro proporciona el argumento más importante a favor de, primero, instituir y promover la consciencia acerca de la importancia de tener una Ley del Sistema Nacional de Archivos que regule y proteja los fondos bibliográficos de los bolivianos.

“Lo que debería ser un instrumento No deberíamos pedir permiso para la recuperación y preservación para acceder a nuestros fondos de la memoria, irónicamente, se ha bibliográficos, al conocimiento consignado al olvido” que se nos heredó y que hemos producido durante décadas. El libro de Irenia habría llenado de orgullo a aquellos eruditos que ya no están con nosotros: su trabajo es minucioso, en extremo profesional. Pero también reabrió una herida que está cerca de mi corazón, en realidad, del de todos quienes alguna vez hemos consultado un libro o documento invaluable y que amamos el conocimiento. Pienso en aquellos fondos especializados en literatura, historia y arte a los que no podemos acceder y en la manera insensible en que entes extranjeros emiten discursos corporativos vagos y engañosos, asegurando que todo se halla en buenas manos, sin dar la mínima evidencia de que sea así. Estos archivos, documentos, bibliotecas personales y manuscritos

Neil Gaiman, uno de mis autores favoritos, señala: “Las bibliotecas tienen que ver con la libertad. La libertad para leer, la libertad de las ideas, la libertad de la comunicación. Tienen que ver con la educación, un proceso que no termina el día que dejamos la escuela o la universidad. Tienen que ver con el entretenimiento, con la creación de espacios seguros y acceso a la información”. Al igual que Gaiman, me preocupa que haya gente que no entienda el propósito de las bibliotecas y los repositorios. Estos son más que estantes con papeles y libros. Pero hallo esperanza en iniciativas como la de Irenia y otras de gente joven que, con seguridad, no permitirán que nuestros tesoros se queden en el olvido.


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KUYUY: LAS COSAS TIENEN MOVIMIENTO VADIK BARRON

Fotografías: mARTadero

Del 5 al 15 de mayo, artistas de Cochabamba y de todo el país, además de algunos invitados internacionales, se congregaron en el festival Kuyuy en busca de darle impulso a la danza contemporánea. La Trini conversó con Malala Sanz, coordinadora del encuentro. Kuyuy es “movimiento” en quechua. Ese sentido es también una consigna para el festival de danza contemporánea que se realizó en Cochabamba en los últimos días, con el apoyo del centro cultural mARTadero. Hubo una serie de presentaciones de compañías, proyección de video-danzas, conversatorios y talleres en diversos espacios de la ciudad. En dos fines de semana consecutivos se puso en escena las obras: Un poquito más de 60 de Patricia Sejas; Travesía de DanZur, Un cuerpo no cuerpo de Francisco Arrieta, Tattva de la compañía Melo Tomsich y Salvajemente feliz de la compañía La Lupa. Además, hubo proyecciones de videos en el ciclo Cuerpo Digital, un conversatorio con Carolina Morón y Paco Arrieta, un taller de improvisación con Valeria Bellott y Gerúndio, y ejercicios corporales a cargo de las compañías DanZur y La Lupa. La coordinadora de Kuyuy, la bailarina y performer Malala Sanz, comenta: “el objetivo es reactivar la movida artística local y nacional mediante la activación de espacios para presentaciones, conversatorios y encuentros de gestoras de estas disciplinas. La idea también es generar una fuerza colectiva para ver cómo las gestoras, creadoras y bailarinas pueden dar más movilidad a las artes vivas después del periodo de pandemia”. - ¿Cuál es el concepto del festival? - Tras varias reflexiones nos hemos dado cuenta de que las artes van ampliando sus límites. Artes vivas es un concepto que ahora funciona en relación al quehacer artístico, como funcionó en su momento el concepto de danza contemporánea. Consideramos que es oportuno ampliar la visión de las creaciones actuales. Por otro lado, el nombre de artes vivas amplia el panorama del concepto de danza o teatro, para acoger también a propuestas más performáticas e incluso instalaciones con acciones in situ. - ¿Cuál es el origen y trayecto del festival? - Este festival se viene movilizando como concepto desde hace casi un año. Nos reunimos varias creadoras cochabambinas para darle algún tipo de solución a las terribles consecuencias que sufrieron espacios de creación, de pedagogía de la danza, de la producción artística en sí, y de las artes escénicas y performáticas por la pandemia. En noviembre del año pasado, en el marco de otro festival muy importante para Bolivia, que es Danzénica, nos

dimos cuenta de que había producción artística y que podríamos hacer algo que nos reúna y nos vuelva a poner en movimiento. Esto se materializó en marzo cuando mARTadero impulsó el festival con el apoyo de la fundación Misereor.

que se encuentran gracias a la iniciativa de Carmen Collazos y Ana Cecilia Moreno, que son el motor de este encuentro. Como cierre del festival tuvimos Salvajemente feliz de la compañía La Lupa, obra que tuvimos el placer de ver en estreno.

- ¿Qué artistas y compañías participaron?

- ¿Cómo ves el panorama de la danza contemporánea en Bolivia?

- En principio la idea era solo a nivel local, porque el presupuesto era muy bajo y, a diferencia de otros festivales, se quería incentivar también de manera económica a lxs creadorxs que habíamos sufrido las graves consecuencias de la cerrazón, con la poca o nula actividad que hubo durante casi dos años entre pandemia y crisis política. Pero tuvimos la suerte de contar con la presencia de Francisco Arrieta, que venía bajando por América del Sur y llegó a Bolivia con dos obras muy potentes: Cimarrón, cantos de resistencia, una profunda y hermosa investigación sobre la cumbia, su paso por México y sus profundas raíces africanas; y Un cuerpo no cuerpo, obra que penetra cada célula de la piel y habla sobre un cuerpo que recibe el no cuerpo de lxs 43 estudiantes desaparecidos forzosamente en Ayotzinapa, México hace casi 8 años, y de los sentires que esta desaparición dejó en muchxs artistas mexicanos. Ambas obras valen mucho la pena, porque son registro, memoria, historia, cuerpo y voces que tienen algo que decir. Además, tuvimos la suerte de contar con Germinal, semillero de investigación de las artes vivas de Bolivia que trabajó con el semillero de Pachuca, y ofreció una experiencia muy linda con una obra que se llama Traficantes de semillas. En el ámbito local, contamos con la presencia de Patricia Sejas, una gran bailarina que estuvo en la inauguración del festival con una pieza muy linda que habla de ser una bailarina de 64 años. Estuvo Carolina Morón con una pieza muy potente a nivel político, que cuestiona lo que significa ser una mujer mestiza en nuestra sociedad. También tuvimos la presencia del Colectivo DanZur, bajo la dirección de Patricia Sejas, con Travesía, pieza que habla sobre las vicisitudes de ser una persona migrante. Otras obras fueron Tattva de la compañía del Estudio de Danza Contemporánea Melo Tomsich, bajo la dirección de Liliana Navarro; Muyu de la antropóloga y escritora Valeria Bellot Andia; Gerundio, con Sofía Castro, Malala Sanz y la participación especial de Bianca Shallow, que unen dos procesos distintos

- Mi visión de la danza contemporánea en Bolivia viene de la perspectiva de llevar un año y medio de vuelta después de nueve años viviendo afuera. La verdad, siento que han pasado muchas cosas en este tiempo, puedo ver una apertura al concepto de danza contemporánea y trabajos que se relacionan más con otras disciplinas artísticas. Me apropio del concepto de “indisciplina” que plantea Francisco Arrieta. Indisciplina en el sentido de no obedecer las reglas y cánones establecidos por la danza contemporánea o por el teatro que, personalmente, siempre me costaron obedecer al pie de la letra. Tengo la impresión que, con este festival, pese a que hay mucho convencionalismo en lo que es la danza, hay un intento de apertura porque las propuestas en sí mismas son muy diferentes respecto a lo que estábamos acostumbradas, cosa que de verdad agradezco y me hace sentir que estamos avanzando, creo que por fin estamos entrando en otros escenarios en lo creativo. Me sorprendió ver que hay tanta producción artística en nuestro país, lo siento como una suerte de resiliencia motivadora por parte de lxs creadorxs que no se dejaron caer pese a las circunstancias y al aumento de la precariedad laboral. La idea del festival es hacer una fuerza colectiva para entre todxs reactivar al sector, pero siento un poco de decepción al ver que nos falta un poco de sentimiento de comunidad. - ¿Cómo fue la respuesta del público? - Estoy muy agradecida tanto con las compañías participantes como con la respuesta de un público con sed de cuestionarse la vida a través de estas propuestas. He sentido que estamos logrando generar público y por tanto queremos seguir con propuestas diferentes que generen curiosidad o simplemente ofrezcan variedad en el quehacer artístico. Intentamos también lo que siempre se ha planteado el Proyecto mARTadero: descentralizar la actividad artística de la zona norte de Cochabamba, labor que sigue siendo difícil.


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PARTÍCULAS EN EL AIRE DEL FITAZ La pandemia interrumpió varios eventos y salidas, tantas expectativas. En 2020 estábamos listos para el inicio del FITAZ y la peste nos dejó en casa y a los teatros empolvándose. Me decepcioné porque estuve dos años esperando, sin saber qué era lo que se nos venía después. Hasta que llegó el FITAZ 2022 que realmente se hizo esperar. No fue en vano. FERNANDA VERDESOTO ARDAYA Fotografías: Prensa FITAZ. Fotos tapa: Mariana Bredow

1. La ansiedad Despertamos como niños en navidad. Esperamos cuatro años para una nueva inauguración. El festival retornó a su hogar, el Teatro Municipal, y empezó con mucha alegría, con tambores y una coreografía casi impecable de una manada preciosa de kusillos que mantuvieron nuestros ojos pegados al escenario. Inició con Alientos, obra de declamación de poemas de autores bolivianos y españoles, con un elenco y producción de lujo, pero le faltó más ritmo y movimiento para aumentarle vida a los poemas recitados. El festival retornó y nos volvimos a encontrar con los artistas, entre espectadores y con el ritmo loco de correr de un teatro a otro. 2. Entrando en calor Una brillante decisión de la gestión fue descentralizarlo todo. Si no se podía ir al Muni, se iba a los espacios del sur, del norte o del centro. Si no había tiempo, se iba a los conversatorios o a las exposiciones en diferentes horarios. Si alguien no estaba en la ciudad, podía acceder a las obras virtuales, que llegaron para quedarse. El teatro también se apoderó de las calles. Aproveché la mañana de sábado de jugar con mi perrita en la plaza Abaroa y juntas vimos YoGur, una obra donde la estrella es un conjunto de cajas de cartón. Carlo Mô entiende que las cajas son un mundo mucho más elaborado de lo que vemos en la realidad tangible. En horario tanda, Ratas de El AltoTeatro, una obra que saltó de un teatro a otro con el pasar de los años; es impresionante en su texto y su representación. Todos somos un saco de ratas en un país de alcantarillas y de ocasionales gobiernos dictatoriales. La obra hace reír y llorar, a veces ambos a la vez. Nos hizo entender por qué Freddy Chipana es y seguirá

siendo tan relevante en las artes escénicas en Bolivia.

una obra sobre la sangre en distintos elaboradas, la obra nos da un niveles, sin embargo, no muestra ni recorrido sobre lo que podría ser la muerte y nuestra memoria una vez En horario noche, Escuchando una sola gota de sangre. Radiohead te escupo mi corazón de Teatro Semillas de memoria es una que hayamos estirado la pata. Es Feroz. Es una obra sobre la depresión, representación sobre la última muy divertida y nos hace reflexionar qué significa y cómo nos puede dictadura militar argentina. Allá, es mucho sobre qué es lo que se viene transformar. En Bolivia hay teatro muy difícil encontrar a alguien que y cuándo será que nos volveremos a experimental que está volteando no tenga un familiar desaparecido encontrar con el mundo vivo. muchos paradigmas escénicos y esta o afectado. Anna Wolf retrata su Kory Warmis es un proyecto artístico obra es parte de ese fenómeno. El vivencia y qué significa “desaparecer” muy admirable y bello. Deja vu es una manejo que se hace del audiovisual que, como ella lo dijo, es “matar obra híbrida en la que vemos teatro es muy novedoso y brillante y, si hay a la muerte”. Este es un texto en popular y teatro contemporáneo alguien que trabaja bien el video en cuyas variantes puede verse el arte mostrando violencia hacia la mujer y teatro, es Samadi Valcárcel. argentino, porque es una historia los niños. Si bien pudo caer en lugares y testimonio común, “común” en comunes, esta obra dejó una postura 3. Domingo sin flojera tanto que no es una excepción y en clara: las mujeres dijimos “ya no más”. Empezamos por ver Palmasola y, que es la historia de la comunidad. 7. Hacia el final como su nombre lo dice, es sobre la cárcel cruceña. Esta obra es lo 5. La inolvidable La última horquilla es una experiencia más cercano a estar dentro de un Siempre hay al menos una obra tierna y a la vez impactante. Es documental. Montada en el garaje extranjera que se me queda grabada un diálogo sobre la memoria, de la Cinemateca, es un tour por los en la memoria. Este año fue Divino los recuerdos personales y sus espacios y las historias penitenciarias Anticristo. Por más que pasaron un par consecuencias positivas y negativas. de Bolivia. Nos hicieron mover de de días, sigo procesándola. El Divino De la forma más intensa, en una un lugar a otro y participar en cada Anticristo es un personaje de las calles escenografía que trabaja lo visual y uno de estos testimonios. A veces, el de Santiago de Chile que, por más lo auditivo con un detallado texto, los texto no se animó a decir más, pero la incoherentes declaraciones que haga, personajes nos llevan a reflexionar puesta en escena, además de ser poco siempre tienen sentido. El diálogo que sobre nuestros propios recuerdos, si común, nos hizo vivir el hacinamiento mantiene con Lili varía desde lo más nos construyen como personas o si del espacio gris y la violencia. gracioso y absurdo hasta la búsqueda nos destruyen como individuos. de la salvación de 8. El cierre Still Medea juega mucho vivir en la calle y en con lo documental y el la miseria, de morir. El FITAZ 2022 cierra con broche audiovisual. La obra Lili en sus monólogos de oro. El amor del desamor de Laura representa lo que es e intervenciones Derpic retrata los dolores, las el equilibrio en la vida fue esencial para contradicciones y las primitivas artística de La Paz, pero reconceptualizar sus sensaciones que experimentamos también el equilibrio historias y la mente ante una ruptura amorosa. Es una en la trayectoria de Pati de los espectadores. obra que a través de la metaficción y García, que es y será Una obra que es unas increíbles actuaciones nos hace una de las actrices más comiquísima, pero, al revisar nuestras propias experiencias. importantes de Bolivia. final, me hizo soltar un Perfecta para cerrar el festival. 4. Lunes, esta vez de teatro par de lágrimas y no de risa. Aquí no hay más que un pantallazo Wajtacha es sobre el sacrificio 6. Mitad de camino de algunas de las obras. No digo más humano en las minas. Sea mito, sea porque hay que ir a verlas. El arte está realidad, es algo presente en estos Tinkunakama es una adaptación de servido, depende de los espectadores espacios. Una obra que vincula lo El run run de la calavera. Hay un junte que las obras se mantengan vivas. sobrenatural, los conflictos humanos entre Todos Santos y la Commedia Otro FITAZ cierra, nos deja un en lo espiritual, político y económico, dell’ Arte que simplemente funciona. camino trazado y las insoportables y la relación madre e hijo. Esta es Con máscaras impecablemente ganas de volver en 2024.


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CONTEMPLANDO EL FITAZ

MARY CARMEN MONJE DOMÍNGUEZ

Después de cuatro años de silencio volvió el Festival Internacional de Teatro de La Paz (FITAZ), y por supuesto que nos alegra. Sobre todo a nosotros los artistas, ya que es un espacio para reencontrarnos y por fin volver a los escenarios. Entendiendo que lo virtual ha sido una experimentación, para mí el teatro es carne y hueso, compartimento y convivio. Y la vuelta de la gran fiesta da una esperanza de que por fin se retomará la normalidad.

viaje en general es un disfrute, es un buen texto de Luis Miguel Gonzales Cruz. Una historia que no es una novedad: una mirada a la mina y sus duras realidades, con una crítica fuerte a los manejos del poder. En general, repito, un disfrute, aunque no se puede negar algo que causa un poco de ruido: hay momentos, casi al final, en que se siente la impresión de cierta ligereza de mirar al otro desde un lugar muy lejano.

Algo parecido sentí con Palmasola. Es una obra necesaria. Da a pensar que a veces estamos tan inmersos en nuestras realidades que ya no nos miramos. La obra también es una experiencia en la que el público se va desplazando por el espacio, un viaje a la cárcel que te mantiene con el corazón acelerado. Los personajes están muy bien planteados y las actuaciones de todos son más que destacables. Lo que muestra la obra no es más que la realidad cotidiana de ese espacio, pero hay momentos en los que En el FITAZ 2022 vi un festival igual no se puede evitar sentir una mirada hecho a pulmón, y no solo hablo de lejana que genera ruido. los organizadores, sino de los artistas. Asistí también a Divino Anticristo, del Las tarifas por función no fueron muy elenco chileno Teta Izquierda. Es una altas y en muchos casos los elencos puesta minimalista que te lleva a entrar son numerosos por lo que la ganancia en la locura de dos personajes de la es mínima o inexistente. Por eso me calle, dos personajes maravillosos, casi apenó ver algunas funciones con poco bufonescos. Es una obra filosófica repleta público. ¿Habrá que cuestionarse si es de metáforas. Cuando logras entrar en una falla de difusión? ¿O no estamos este código de locura casi inocente, es sabiendo llegar al público? ¿O hay inevitable la reflexión y cuestionamientos; una apatía del mismo respecto al lo más complicado es el esfuerzo por teatro? También cuestiono la poca comprender los modismos regionales, participación de artistas de otras ramas que a veces son complicados de entender y entidades artísticas de formación. y complican el seguimiento de la historia. Si bien no pude asistir a tantas obras Por lo demás, todo funciona. Los que estamos en este medio sabemos de los grandes esfuerzos y el tremendo trabajo que significan sacar adelante un festival. No es algo que se hace de un día al otro; implica tiempo y muchas manos trabajando juntas, por lo que no puedo dejar de observar el poco apoyo que se tiene de las instancias del Estado y de otras instituciones, evidencia de que aún no se reconoce al trabajo artístico y su tremendo aporte a la sociedad.

como me hubiera gustado, lo poco que vi me dejó feliz. Hablo de Wajtacha por ejemplo. Desde la entrada genera un viaje a la mina. Es una puesta en escena muy bien realizada: la distribución del espacio escénico, el público frente a frente, ese altar donde rápidamente distingues al Tío de la Mina… y la obra comienza con una interpretación maravillosa de Claudia Ossio que arranca lágrimas. En general las actuaciones son muy buenas y tienen mucha fuerza. Se nota que son actores maduros que te van sumergiendo en la historia y sus personajes y uno se va dejando llevar. Gran aplauso para todos. El

Auguro que las próximas versiones del FITAZ no harán más que ir en subida. Aún nos queda trabajo en la construcción de públicos para tener teatros llenos y confió en que a la larga no quedará más que unir fuerzas para seguir remando. Me parece un acierto del festival, su espacio extendido, para hacer esta fiesta más grande e inclusiva, además del espacio infantil tan variado que creo es un paso fundamental en el cultivo de nuevos públicos. Espero que las nuevas perspectivas de la organización realmente se conviertan en un espacio de replanteamiento para no olvidar que lo fundamental en esta gran fiesta es el convivio.


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UN ACTO DE AMOR

Noche de agosto

La familia Casazola Mendoza rescató y publicó Páginas de ayer, la obra de Tula Mendoza, un testimonio lírico de una era, y una evidencia más de la marginación y postergación sistémica e histórica de las mujeres en el arte. Reproducimos acá el prólogo del poemario.

De principio, sus descendientes queremos declarar que el rescate de los poemas de Tula Mendoza es un acto de amor. Y los actos de amor no deben explicarse. Pero, además, quienes la conocimos sabemos que publicar estos poemas es un acto de justicia. Nacida en una familia de tradición literaria y artística que había perdido su fortuna mas no sus talentos, era una mujer muy singular: aguda, inteligente, tenaz, de una apertura mental insólita para su época, heterodoxa en muchos sentidos y a la vez poseedora de una religiosidad firme y sencilla que oscilaba entre el catolicismo a lo andaluz y cierto panteísmo naturalista. Por sus aptitudes, merecía haberse dedicado a la música y la poesía, para las que parecía predestinada, y que sus creaciones se difundieran en vida. No fue así por elección suya, ya que en determinado momento – obligada por las circunstancias a fijar prioridades– escogió dedicarse casi por completo a criar a sus dos hijas y a las “labores de casa”, ese eufemismo que figura en el documento de identidad boliviano y que quiere decir (y callar) tantas cosas.

y extáticos siempre mirasen

su luz argentada en la noche,

la honda quietud de la tierra.

mostrando a las flores cual si fuesen inmensas estrellas

En el fondo del cielo azulado

que amables sonrieran

perfilan sus cumbres

a la bella tristeza de aquéllas

los cerros lejanos que piensan,

que irradian arriba.

los cerros lejanos que sueñan… ……………………………………

GABRIEL CHÁVEZ Es muy posible que el hipotético lector de este libro se esté preguntando ahora mismo qué sentido puede tener publicar los poemas, casi todos inéditos, de una mujer que vivió 86 años de un siglo que ha dejado caer ya sus hojas del calendario; los poemas de una mujer con muy breve renombre público como escritora y que pasó discretamente la mayor parte de su existencia en una casa solariega que envejecía junto a ella, en una ciudad pequeña de paredes encaladas y atardeceres magníficos.

La luna de agosto diluye

Nunca se arrepintió –al menos en público– de su opción existencial, pero se aseguró de estimular el talento artístico de esas hijas y, más tarde, de su único nieto, que es quien firma. Por supuesto, nunca dejó de leer, de tocar la guitarra (aunque debió vender su piano) y de componer música en silencio. Eso sí, abandonó la escritura de poesía, ella que siendo muy joven le había arrebatado el primer premio de un concurso nacional a la después célebre Yolanda Bedregal.

Los árboles forman extraños

Y la luna de agosto prosigue

dibujos de sombras

grabando en las sombras

que enormes

serenos destellos.

recortan el suelo plateado.

Lo distante y cercano se funden

Seméjanme filas

en los astros y flores,

de monjes

mientras duermen las aves

que estuvieran rezando

y vela el silencio.

Tal vez si viviera hoy en día, Tula Mendoza no tendría que elegir entre la familia y la literatura o la música, aunque aún ahora es difícil dividirse (o multiplicarse) entre estas pasiones, en particular para las mujeres. Por todas estas razones, nos pareció un acto de justicia publicar la obra poética que no pudo seguir desarrollando en vida. Hay en Páginas del ayer poemas de hondo lirismo, que tienen un lenguaje y rasgos formales propios de cuando fueron escritos: la primera mitad del siglo XX, pero cuyos temas siguen conmoviendo y emocionando, pues no tienen fecha de caducidad. Son, en síntesis, poemas humanos con un no sé qué de búsqueda de lo divino. Espero que el hipotético lector de este prólogo pase adelante y lo compruebe por sí mismo. Mientras visita sus páginas, podría imaginar a Tula Mendoza viendo el atardecer en la huerta de su antigua casona, a la que cantó en un poema que celebra su primer día en ella: Una esplendente claridad bullía / entre el ropaje de sus muros. Coro / de los instantes por venir. Tesoro / de lo desconocido todavía. Lo propio puede decirse ahora de su redescubierta poesía.

Tula Mendoza Loza (Uncía, 1909 – Sucre, 1996), fue poeta lírica y música. Tula se trasladó muy niña, en 1915, junto a sus padres y hermanos, a la ciudad de Sucre, de donde era originaria su familia paterna. Poeta, compositora e intérprete de piano y guitarra, en su juventud se dedicó a la enseñanza de la música. Su poema “La balada de la rueca” fue premiado en 1932 en La Paz, y con “Canto al Soldado Desconocido”, obtuvo la medalla “Estrella de Los Andes”, en el concurso nacional convocado por el Ateneo Femenino en 1935, durante la Guerra del Chaco. El segundo premio correspondió a la después célebre poeta Yolanda Bedregal, y el tercero a Martha Mendoza, hermana mayor de Tula. Cuando formó familia en 1939, se dedicó por completo a esta, abandonando poco a poco la escritura y la enseñanza, aunque no el cultivo de la música ni de la lectura. Casada con el lingüista Juan Casazola, tuvo dos hijas cuyos talentos no dejó de estimular: Gabriela (1940), dibujante, cultora secreta de la poesía, y Matilde (1943), reconocida poeta y cantautora. Falleció en 1996 en Sucre.


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EL TIEMPO ES VELOZ

Una lectura de Ustedes brillan en lo oscuro de Liliana Colanzi

MARTÍN ZELAYA Pero no es posible echar de menos aquello que ya no se recuerda, y ella tenía prisa por convertirse en otra (75). Identidad y futuro. De eso va Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de Espuma / Nuevo Milenio, 2022) de Liliana Colanzi. Sin perder de vista que ambos conceptos involucran historia y contexto. Es, entonces, un libro político que plantea una dura reflexión en torno al cada vez más tóxico paso de la humanidad por el planeta. Con semejante horizonte, además, es un libro que se sirve de lo ficcionalsobrenatural en pos de hallar salidas y respuestas. La búsqueda de una identidad es, acaso la nueva “cuestión fundamental” en este ya entrado siglo XXI en el que la sociedad hiperglobalizada y condenada a la conexión se da cuenta, incrédula aún, de que mientras más conoce y “estalquea”, menos sabe; menos idea y sentido de vida tiene. No se puede evitar, tras leer cada uno de estos seis cuentos y el libro como un todo, una avalancha de preguntas. ¿Qué somos? ¿Qué habremos sido para tener ya vislumbrado semejante panorama? ¿Alguien es alguien si no conoce su origen, si no se conoce y acepta a sí mismo? ¿Seremos (algo aún) cuando se logre la tecnología total que tanto buscamos? Este es, también, un libro que advierte cuán peligrosamente cerca están los autoritarismos. No las dictaduras militares que ya vivimos y las escaramuzas que de cuando en cuando protagonizan civiles extremistas. Más bien esos regímenes totalitarios omnipotentes que George Orwell previó y Corea del Norte ya ejercita. Y no es fatalismo. Basta con abrir cualquier portal de noticias. Ola antiaborto y peligro inminente de retroceso en derechos civiles de las minorías sexuales en EEUU. Crecimiento veloz de la ultraderecha en Francia y España. Para no hablar de Afganistán y la guerra Rusia-Ucrania. La humanidad no aprende, por más que la historia se empeña en repetir sus lecciones. Por eso la proliferación de literatura de la distopía, literatura postapocalíptica o con sustento en lo fantástico y sobrenatural, no necesita mayores explicaciones. En pocos años nadie se acordaba de aquella ciudad ni de sus habitantes. Lo único que quedó de esta breve civilización fue su tejido, que se mantuvo vivo a través de las esclavas y pasó a formar parte de la cultura vencedora (20). Los cuentos En “La cueva” se da un viaje imaginario por el tiempo, con pistas en el pasado, pero con la mirada clara en el futuro. Son fragmentos de diferentes

momentos en la historia de una caverna. Una mujer primitiva que pare gemelos y deja sus huellas y la de sus hijos talladas en sangre en las paredes; una civilización que prospera casi por azar debido a la mutación de murciélagos propiciada por una luz misteriosa; un escenario futuro en el que alguien se teletransporta y aparece en la cueva; y otro futuro mucho más lejano habitado por mutantes y signado por la soledad; y, finalmente, la involución: ya no hay humanos, ni mutantes, ni la cueva; solo hongos, larvas y la posibilidad de un nuevo inicio. Comparte con otros dos cuentos de este libro (“Atomito” y “Ustedes brillan en lo oscuro”) una estructura singular: un aire de novela: relatos breves, fragmentarios, a manera de capítulos; pequeñas ficciones dentro de la ficción general, e incluso una suerte de artículo de divulgación científica sobre las formaciones rocosas de la cueva, que da idea de la inconmensurabilidad del tiempo y de que no hay mejor manera de entenderlo que mirar su paso en la imperturbabilidad de las piedras. El personaje es una cueva, la humanidad es solo un mínimo suceso en una historia infinita; apenas una entre millones de posibilidades finitas. Cuando se acabe, no pasará nada. El ciclo de la vida cuyo eje es la mierda, el guano, el excremento generoso. El regalo que un ser vivo hace al otro, sin saberlo, y a través del cual la existencia continúa. La mierda como vínculo, como eslabón fundamental en el mosaico de las criaturas (21). “Atomito”. La Paz (Abajo) y El Alto en un futuro no tan lejano –hologramas, inteligencia artificial– bajo un sistema totalitario: drones que sobrevuelan controlando y un gobierno sometido a una mega transnacional nuclear: la Central. Estigmatizados como terroristas –como todo alteño– Kurmi Pérez y sus amigos sobreviven la pobreza bebiendo en su terraza que colinda con la Central y viendo cómo familiares y amigos enferman y mueren contaminados. Hasta que un rayo lo desencadena todo. Fugan almas a través de las chimeneas de la Central; cunde una epidemia de zombis bailarines y Atomito –el muñeco logo de la Central– cobra vida en forma de nube. Es un cuento político con muchos guiños al pasado reciente, a la actualidad y a las intemporales taras y prejuicios de la sociedad boliviana. Algunas veces los detienen y les revisan las mochilas en busca de cachorros de dinamita o bombas caseras, aunque cargar una whipala es suficiente para desencadenar un interrogatorio (33).

Son dos grandes cuentos. Los mejores junto a “El camino angosto”: una colonia religiosa en un futuro mediato en Bolivia. Represión e ignorancia, rebelión y locura. Ningún totalitarismo puede ser total. Siempre brota la libertad aunque sea por curiosidad o instinto. El “afuera” atrae demasiado y terminará imponiéndose. Qué bello es cuando la risa de la libertad “hace temblar los campos” (90). Hay, en este libro ganador del VII Premio Ribera del Duero, mucho de Plop de Rafael Pinedo, esa breve novela con la que el argentino abrió, ¿o consolidó?, la senda temática de lo apocalíptico y distópico en la literatura de la región. Las mujeres parían en cuclillas sobre el barro. Todos, todo el Grupo, toda la gente, todos los grupos. Vivían en el barro, morían en el barro. (…) Estaba cubierto de barro. El barro que estaba ahí. Y seguiría estando. Porque nunca había habido otra cosa que barro. Siempre había llovido. Siempre había hecho frío (…). Nunca existió otra cosa que barro. Solo figuras cubiertas de barro, como él. Y también de Klara y el sol (Anagrama, 2021), una conmovedora historia en la que el Nobel Kazuo Ishiguro indaga sobre la inteligencia artificial que, al menos al principio, estará al servicio del capricho y egoísmo humanos. …Que lo que dice podría ser cierto. Que la ciencia actual ha probado más allá de toda duda, que no hay nada único en mi hija, nada que los instrumentos de nuestra ciencia moderna no puedan extraer, copiar y transferir. Que los seres humanos llevan viviendo juntos muchísimo tiempo, siglos, amándose y odiándose, y resulta que todo se basaba en una premisa errónea. Una suerte de superstición que hemos ido manteniendo mientras nuestros conocimientos no iban más allá. Identidad-origen y futuro-historia, decíamos, son las claves de este libro. El tiempo.



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