DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 2022 AÑO 2 - N°79 Págs. 6-7 Págs. 10-11Págs. 4-5 Págs. 8-9 Pioneros de la archivística nacional, al rescate de la historia Violeta y mis manos son lo único que tengo La efigie del escritor popular Antonio Paredes Candia Reencuentro con los ajayus y otros espectros // FOTO: JORGE MAMANI
Héctor Sánchez Caballero
El petróleo fue sujeto de la guerra, no como causa sino como consecuen cia del avance paraguayo sobre los pozos bolivianos. El enclaustra miento marítimo de Bolivia obligó a mirar hacia el Atlántico y buscar, a través de un puerto y la libre navegación sobre el río Pa raguay, una salida al océano. Por eso el Chaco se convirtió en una región estratégica, especial mente para los intereses transnacionales.
La disputa con el Paraguay, sobre el Chaco Boreal, se remonta a épocas coloniales. Varios tratados adjudicaban diferentes partes del te rritorio a uno y otro país, sometiendo ciertas zonas al arbitraje. La guerra estalló a raíz de la toma, por parte de tropas bolivianas, de la Lagu na Chuquisaca, o Pitiantuta que después fue re cuperada por el ejército paraguayo.
Se sabe, con certidumbre demostrada docu mentalmente, que los dos países consideraban al Chaco como parte integrante de su territorio, pero la disputa no comenzó por la posesión del preciado elemento. En el último año de la gue rra, Bolivia y Paraguay habían agotado sus ener gías vitales y el petróleo aparecía para ambos como una tabla de salvación. Así, aunque no pueda decirse que la guerra fue por el petróleo al comenzar, hacia fines del conflicto efectiva mente lo era. Los primeros beneméritos de am bos lados no fueron a conquistar ni defender pe tróleo sino por soberanía, pero hacia fines de la
guerra se había convertido en su razón de ser. Paraguay pensaba reconstruir su economía so bre la base del petróleo que aspiraba conquistar.
En el país aún se recuerda, con emoción pa triótica, que las más grandes concentraciones de tropas de fines de 1934 y el primer semestre de 1935 tenían como finalidad la posesión del petróleo que los combatientes disputaban has ta que sobrevino el cese de fuego, dejando en poder de Bolivia a casi la totalidad del petróleo existente bajo tierra. La guerra dejó un resultado terrible: Bolivia movilizó alrededor de 200 mil hombres, con un saldo de 50 mil muertos y 20 mil prisioneros (nuevos estudios hablan de nú meros menores). Su costo fue de 228 millones de dólares y una de sus consecuencias fue el ini cio de un duro proceso inflacionario.
LA GUERRA INVENTADA
Una contienda que enfrentó a pueblos que creyeron en sus gobernantes y obedecieron al ‘llamado de la patria’; fueron tres años (19321935) en que Bolivia y Paraguay se odiaron a mo rir; años en que las estadísticas de combatientes, huérfanos y viudas crecieron exponencialmen te, mientras la autoestima caía irremediable mente por las gradas de la insolvencia moral y material cada minuto que transcurría la furia bélica. Aquella guerra inventada y manejada por intereses y orgullos, donde ambos pueblos her manos perdieron el tesoro más grande de toda una generación: su vital muchachada, consumi da en odio y en sed, mientras extraños digitaban un final a la medida de sus conveniencias.
DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 20222
Lo que nos dejó la Guerra del Chaco EL CRUENTO EPISODIO COSTÓ AL PAÍS MILES DE VIDAS JÓVENES “Si naces hombre para vivir, no dejes que te hagan máquina para matar. La paz se la construye a lo largo de una larga lucha”. DIRECTOR Carlos Eduardo Medina Vargas EDITOR DE CRÓNICAS Estéfani Huiza Fernández COLABORARON: Luis Oporto Ordóñez Héctor Sánchez Caballero Víctor Montoya David Mendoza Salazar Marcelo A. Maldonado Rocha Ivert Elvis Fuertes Callapino CORRECCIÓN Ana Peñaranda Cueto José Maria Paredes Ruiz DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Gabriel Omar Mamani Condo FOTOGRAFÍA Gonzalo Jallasi Huanca Jorge Mamani Karita Redes Sociales www.ahoraelpueblo.bo La Paz-Bolivia Calle Potosí, esquina Ayacucho N° 1220 Zona Central, La Paz Teléfono: 2159313
Ese encuentro belicoso y cruento costó al país miles de vidas jóvenes, sacrificadas en aras de la defensa de un terreno hostil y deshabita do; 240 mil km2 de territorio totalmente des vinculado de centros urbanos, sin caminos ni comunicaciones, donde asistieron muchachos obedientes a mensajes patrioteros, sin entrena miento y mal equipados para hacerle frente a los ‘pilas’, pero especialmente a la hostilidad de una naturaleza agreste que les esperaba con una bo canada de calor bajo un sol infernal con 10 mil demonios azuzando la pelea y otras tantas ali mañas alimentando pesadillas.
Aquel conflicto sangriento, insensato e in justificado, dejó una profunda huella de frus tración en las generaciones posguerra cha queña; aunque por otro lado tuvo la virtud de descubrir todas las lacras de nuestra idiosin crasia. El pueblo combatiente sintió, en car ne propia, la irracionalidad de una parte de la sociedad boliviana, especialmente de sus go bernantes, de aquellos que impulsaron la idea de copar territorios para am pliar fronteras a cambio de mi les de muertos que abonaron manchas de tierra inútiles en el amplio desierto chaque ño para que germinaran oasis en memoria a entre gas sin retorno.
“Terminada la contien da no se encontraba una razón que justificara tan ab surda lucha. Fue así, que este pueblo combatiente, fue toman do conciencia de los supuestos y los prejuicios que amenazaban a la nación, entre los que se destacaba la incapacidad de un sistema que permanecía impasible frente al despojo de la heredad nacional tanto por par te de la oligarquía minera, como por la insolen cia de la Standard Oil. El objetivo inmediato era transformar y cambiar la sociedad vigente” [1].
Rafael Tapia Montaño sintetiza en dos pá rrafos aquel desastroso enfrentamiento: “16 de julio de 1932, inicio del conflicto con el Para guay por la posesión del Chaco. Sangre de gen te humilde se derramó en los tuscales del SE boliviano: ‘ciudadanos prominentes’ embosca dos negociaban con la guerra; ‘Altos Jefes’ muy a retaguardia, se dedicaban a menesteres im
propios, obligando a los subalternos jóvenes a comandar las unidades; ‘clase gobernante’, de desacierto en desacierto, entregaba el patrimo nio nacional, se exigió a las Fuerzas Armadas el cumplimiento de su misión. 14 de junio de 1935, cese de fuegos entre be ligerantes, ante una ‘Comisión de neutrales?’. Finalizado con un Tratado de Paz “sin venci dos ni vencedores”. La guerra ha sido perdida lamentablemente. Los conductores políticosmilitares, no estuvieron a la altura de esa prue ba suprema, buscada y provocada por un ciego afán de ‘pisar fuerte en el Chaco’.
Ese el corolario de un retazo de nuestra con vulsionada historia; de ahí para adelante se si guió y se sigue, aunque cada vez menos, comen tando la historia de la Guerra del Chaco; una guerra que enfrentó no solo a pueblos herma nos, sino también a pueblos pobres, en la que ninguno alcanzó sus principales objetivos, solo llenaron sus arenales miles de jóvenes muertos y sobre ellos millones de moscas con una cadena larga de alimañas y muchos intereses dañinos que ocultaran sus garras con gestos de media dores. Ralph Waldo Emerson, al referirse a las guerras dice: “Lo trágico de la guerra es que echa mano de lo mejor del hombre para emplearlo en lo peor de las obras hu manas: destruir”.
En ‘Memorias del fuego 3’, Eduardo Galeano, nombran do a Augusto Céspedes, Roberto Querejazu y Augusto Roa Bastos re lata, a su manera, en este pedazo literario, el sentimiento de los verdaderos protagonistas de un final no esperado, lo sucedido aquel 14 de junio: “1935. Camino de Villa Montes a Boyuibe. Después de 90 mil muertos, acaba la Guerra del Chaco. Tres años ha durado la guerra, desde que paraguayos y bolivianos cruzaron las primeras balas en un caserío llamado ‘Masamaclay’ —que en lengua de indios significa lugar donde pelea ron dos hermanos. Al mediodía llega al frente la noticia. Callan los cañones. Se incorporan los soldados, muy de a poco, y van emergiendo de las trincheras. Los haraposos fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos por campos de na die hasta que quedan frente a frente el regimien
to Santa Cruz, de Bolivia, y el regimiento Toledo, del Paraguay: los restos, los jirones. Las órdenes recién recibidas prohíben hablar con quién era enemigo hasta hace un rato. Solo está permiti da la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza el primer alarido y ya no hay quién pare la algarabía. Los soldados rompen la formación, arrojan las gorras y las armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los bolivianos, los bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos, gritando, cantando, llorando y abra zándose ruedan por la arena caliente”.
Solo un mes, pasado el cese de hostilidades, el 12 de Julio de 1935, se firma en la sede de go bierno el decreto expropiatorio de 300 hectá reas, aquel que le otorgaba carta de ciudadanía a Camiri cuando aún se olía y respiraba a pólvora y en todo el Chaco la sequía seguía matando a seres inadaptados y rezagados en el área de ope raciones. A esas alturas del tiempo, el ejército paraguayo estaba posesionado en muchas zo nas de interés petrolero y quienes negociaron su repliegue tuvieron que extremar esfuerzos para que los mediadores firmaran sobre los nuevos lí mites exigidos por Bolivia.
Para conocer y comprender la verdadera historia de la Guerra del Chaco, no es suficiente que la leas y/o te la cuenten; hay que recorrer buena parte del Chaco boliviano. Los canden tes e inmensos arenales, los garranchales y ca raguatales como almácigos, los gordos toboro chis con pulpa húmeda son parte de un paisaje hostil, duro, seco, despoblado, con temperatu ras extremas dependiendo de la estación, sin la presencia de núcleos humanos que defien dan la soberanía patria; no solo por lo que nos contaron excombatientes de aquella contienda que pudo evitarse y que tanto daño dejó en dos pueblos pobres; también por lo que conocimos muchos años después. Sin embargo, en medio de ese microcosmos complejo, ancho y plano, se mueve en la más absoluta libertad una varia da y amplia fauna silvestre; animales exóticos y especies endémicas: chancho silvestre lla mado solitario o jabalí (Catagonus Wagneri), el guanaco chaqueño, el tatú ciego (Chlamypho rus retusus), una especial variedad de la espe cie de mono nocturno (Aotus azarae) y otras tantas en peligro de extinción.
[1] Mariaca Enrique B. ‘Mito y realidad del pe tróleo en Bolivia’.
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FOTOS: RRSS
El coloso monumento de don Antonio Paredes Candia
Escribió con tesón en varios géneros literarios, su producción supera el centenar de obras que son leídas por niños, jóvenes y adultos. Algunos
lo recuerdan caminando por las calles y plazas de las ciudades y provincias, donde lo veían cargando libros como un ‘k’epiri’ (cargador), con el único propósito de llevar los conocimientos hasta los hogares más humildes de su “infortunada patria”.
Víctor Montoya
Un buen día, de paseo por El Mi rador de Ciudad Satélite en El Alto, me quedé sorprendido al ver el gigantesco monumento del escritor Antonio Paredes Candia, cuya figura se alzaba como un colo so contra el infinito sideral, entre las vertigi nosas pendientes de Llojeta, los edificios de ladrillos y un parque precipitándose hacia la hoyada de La Paz.
¡Qué carachos!, me dije, mientras lo se guía mirando bajo el sol que reverberaba en el manto añil del cielo. Me acerqué para verlo de cerca, muy de cerca; así fue como lo contem plé desde el pétreo pedestal, con la humildad y curiosidad de creador palabrero, para confir mar su grandiosidad como escritor del pueblo.
Grande fue mi sorpresa al constatar que el artista encargado de tallar fue nada más ni nada menos que el mismísimo escultor co rocoreño Gonzalo Jacinto Condarco Carpio, quien, cincel y martillo en mano, esculpió el monumento del escritor en piedra basal to, una magnífica obra que fue instalada en
la avenida Panorámica, justo en el tramo de ingreso hacia la zona Sur de la ciudad de La Paz, en febrero de 2007.
Desde entonces, es uno de los bloques de piedra que representando una efigie humana con una fuerte expresión artística, los peato nes miran desde diferentes ángulos, mientras los conductores, que circulan de ida y venida por la carretera de doble vía, no dejan de ob servar el monumento que parece avanzar a pasos agigantados, como si el escritor —con la mirada puesta en el horizonte, las patillas y los mostachos característicos, la cabellera y la chaqueta tendidas al viento, el paraguas como bastón en la mano izquierda y un libro abier to en la mano derecha— marchara hacia un te rritorio libre de analfabetismo y sembrando libros El Alto, la urbe que amó con todas las fuerzas de su corazón.
ESCRITOR MONUMENTAL
El autor del monumento, que fue alum no de ese otro gran escultor, el “indio” Víc tor Zapana, respira arte por todos los poros de la piel, como si tuviera carne y huesos de piedra, un espíritu de piedra, un gran ímpe tu para realizar tallados y esculturas en un
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EL ESCRITOR POPULAR
Antonio Paredes Candia, óleo de Zenón Sanzuste, 1998.
elemento sólido, asido a la sensación de que la piedra le permite expresarse con mayor li bertad y autenticidad artística. Está claro que Gonzalo Jacinto Condarco Carpio, a la hora de tallar el monumento de don Antonio Pare des Candia, se inspiró en la singular persona lidad del escritor, quien daba sus paseos por las calles y plazas de la ciudad, casi siempre llevando un libro en una mano y un paraguas en forma de bastón en la otra.
Ahora bien, sin considerar a quién le gus te o no le guste, el monumento está plantado donde debe estar y, lo más importante, es un objeto que despierta senti mientos de celo pro fesional en aquellos que todavía creen que se merecen un monumen to por ser los mejores, aun cuando los lectores les vuel ven las espaldas y no los reconoce como a sus ver daderos autores, convencidos de que los doctores de la literatura pueden fallar allá donde jamás fallan los lectores.
Don Antonio Paredes Candia, como en esta estatua de piedra, se levanta con toda dignidad y con todas las de la ley, permitién dole ser un paradigma de las letras populares de la nación boliviana, un digno representan te de los que vienen desde abajo para cantar les sus verdades a los de arriba.
El escritor vivía como uno de los persona jes que él mismo rescató de la tradición oral y tenía una genuina pasión por los libros, tanto así que creó su propia casa editorial para publicar sus libros y los libros de otros autores que acudían a su amable personali dad para formar parte de Ediciones Isla, un sello conocido tanto dentro como fuera del territorio nacional.
LA BIBLIOTECA ANDANTE
Este monumento erigido en homenaje al escritor, editor y librero paceño es una prueba de que los seres queridos y admirados, quie nes contribuyeron con honestidad a la cultu ra de un pueblo, con lo que mejor sabían ha cer, no mueren nunca porque sobreviven al tiempo y a las adversidades, al menos en la memoria de una colectividad que alimentó sus conocimientos y su fantasía con las obras de quienes supieron entregarse con abnega ción a su quehacer cultural y literario. Don Antonio Paredes Candia correspondía a esa categoría de escritores, no en vano bautiza ron con su nombre un museo en la ciu dad de El Alto, varias unidades educativas y ferias de libros im pulsadas por editores y escrito res independientes del país.
Tampoco es poca cosa que los lectores lo conozcan y reco nozcan como a uno de los es critores más requeridos por sus obras dedicadas a las tradicio nes folklóricas bolivianas, in cluidas las leyendas, fábulas, mitos y narraciones de la tra dición oral, que don Antonio Paredes Candia supo atesorar como un indiscutible inves tigador de lo más profundo
de la identidad nacional, haciendo siempre su trabajo bien sin mirar a quién.
Este escritor, editor y difusor de libros era una biblioteca viva y una institución andante. Escribió con tesón en varios géneros literarios, y cuya producción supera el centenar de obras que son leídas por niños, jóvenes y adultos. Al gunos lo recuerdan caminando por las calles y plazas de las ciudades y provincias, donde lo veían cargando libros como un ‘k’epiri’ (carga dor), con el único propósito de llevar los cono cimientos hasta los hogares más humildes de su “infortunada patria”.
No conozco a un solo escritor boliviano cuya imagen haya sido inmortalizada en va rios monumentos como en el caso de don An tonio Paredes Candia. Cuando esto ocurre, es lógico pensar que los lectores lo tienen como a uno de sus escritores favoritos, pues, a dife rencia de los otros escritores que se sienten importantes, imprescindibles y laureados, don Antonio Paredes Candia fue un escritor popular, así sus obras no hayan sido conside radas en antologías literarias ni en la colección del bicentenario, elaborada por los “especialis tas” contratados por la Vicepresidencia del Es tado Plurinacional.
LA SABIDURÍA DEL PUEBLO
Este monumento de piedra basalto, que contemplé en la avenida Panorámica de la ciudad de El Alto, me llevó a pensar que los escritores amados por su pueblo no siempre son los escritores elegidos por los críticos lite rarios, como si el pueblo tuviese sus propios escritores, leídos y estudiados en escuelas y colegios, escritores que son rescatados y per petuados en las pinturas y esculturas de los artistas plásticos, como se constata en este monumento de piedra, donde el escritor pa ceño luce con todo el fulgor de su divulgada y excéntrica personalidad.
Don Antonio Paredes Candia asumía su grandiosidad como escritor popular, como aquel que no necesita los reconocimientos ofi ciales de los de arriba, consciente de que con taba con la venia y el respaldo de los de abajo, que son la inmensa mayoría en un país donde algunos suelen idolatrar a los letrados de las academias y no a los verdaderos narradores que tienen mucho que contar desde sus an cestros, desde su entrañable necesidad de ex presarse en absoluta libertad de pensamiento y creación, aunque sus obras, alimentadas con el aliento de una nación que es dueña de una larga tradición folklórica y cultural, sean “nin guneadas” por quienes se dedican, desde el punto de vista “científico”, a estudiar solo las obras de “relevancia literaria” y no a leer libros de los escribanos populares, así estos tengan mucho que aportar al acervo cultural de un país multilingüe y plurinacional.
Reflexiones más, reflexiones menos, lo úni co cierto es que el pueblo es tan competente que sabe a qué escritores se deben rescatar para la posteridad, independientemente de los juicios valorativos que ostentan los docto res de la literatura, quienes creen que los es critores que valen la pena ser leídos no son los mismos que prefiere el pueblo, aun sabiendo que los únicos jueces que determinan el desti no que tendrá una obra literaria son los ciuda danos de a pie, los lectores que deciden quién se queda y quién no se queda en la memoria y el corazón del pueblo que, después de todo, es el único sabio entre los sabios.
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¿POR QUÉ ESPERAR LA MUERTE PARA PREPARAR UN BANQUETE?
Viviendo con ajayus, almas, espectros y ñatitas
La ciudad de La Paz, en noviembre, será tomada por ancestros, ajayus, almas, ñatitas, fantasmas, espectros, condenados, brujas y personajes de terror de Halloween. En el mundo andino la morada de los ajayus está en las montañas, en el ‘wiñay marka’.
Entre el 31 octubre y el 8 de noviem bre se vivirá un tiempo sagrado y ri tual conocido como Todos Santos.
Estas expresiones están enmarca das en un contexto cultural, religio so católico, cosmovisión andina, modernidad, religiosidad, leyendas y homenajes a las almas en el cementerio. Los paceños, en todos sus es tratos sociales, visitarán de acuerdo a sus creen cias sobre la vida y la muerte cementerios, bos ques, casas del terror, iglesias y montañas. Por eso noviembre es un tiempo sagrado cuando llegan las almas del ‘wiñay marka’, otras vienen del cielo, infierno o desde el limbo.
La Paz no cabe duda que es un espacio de encuentros culturales de diversas expresiones tanto nativos, sincréticos y modernos. Sin em bargo, estas costumbres, rituales y prácticas so ciales interpelan nuestra identidad y significa dos como humanos. ¿Acaso es lo mismo Todos Santos y el horror de Halloween? ¿Qué significa el culto de las ñatitas? ¿Por qué visitar el panteón paceño en una noche del cementerio? ¿Qué son los ajayus y las almas? ¿Es lo mismo rezar para las almas que pedir dulces o truco? ¿Cuál es la relación entre Todos Santos y las ñatitas? ¿En qué medida hay una celebración simultanea en tre Halloween y Todos Santos? ¿Por qué en To dos Santos nos afanamos tanto por celebrar a las almas y no cuando estaban con vida?
AJAYUN URUPA / DÍA DE LAS ALMAS
“En medio de un caos cósmico. Llegaran las al mas/ajayus. Con la energía de las montañas. Ca minarán por las calles de Chuquiago marka”.
La celebración de Todos Santos tiene una ge nealogía colonial, sin embargo fue reapropiada por los pueblos aymaras y quechuas que tenían la costumbre de momificar a sus difuntos, los preparaban con sus mejores atuendos, utensilios, joyas y alimentos para finalmente introducirlos en habitaciones llamadas ‘chullpares’ que se ubi caban en los alrededores del ayllu. En el mundo andino la muerte es considerada como descanso o ‘samaraña del jaqi’ (persona), que se marcha ba anticipadamente, mientras la ausencia del ser querido era superada por rituales mortuorios que celebran la familia y la comunidad.
En el mundo andino los ajayus de los muer tos no van ni al infierno ni al cielo, como su cede con las almas de los cristianos: la mora da de los ajayus está en las montañas, en el ‘wiñay marka’ (lugar eterno), de donde llegan en noviembre para encontrarse con sus fami liares en una convivencia entre los vivos y los muertos. Asimismo, es un tiempo de cambio a la época de lluvia o ‘jallupacha’, que simbólica mente es parcialidad femenina.
El 1 de noviembre llegan las almas con mu cha sed y hambre, por lo que se acostumbra preparar la Mesa de Altar con refrescos, dulces, galletas, frutas, guirnaldas multicolores, panes, bizcochuelos, cañas, comida, abundantes flores y símbolos católicos. El altar de la mesa nos in dica el tipo de muerto que se venerará: si el co lor es blanco, se trata de un alma de un niño o joven, si es negro se trata de una persona mayor o casada, si hay un aguayo se dice que el difunto fue una mujer de pollera.
El segundo día es cuando se despide a las almas, se recoge la Mesa de Altar y se va al ce menterio a preparar los altares con todos los alimentos que se usaron el día anterior. Des de el mediodía las familias llegan al cemente rio cargando ofrendas. Toda esta ceremonia es
acompañada con música moceños y ocasionalmente bre. El cementerio se transforma cio dantesco donde desbordan contenidos que evocan otros lenguajes. Se convierte donde se escuchan cuentos, garias, música y cantos. Desde del altiplano llegan ‘resiris’ ños, hombres y mujeres que ofrendas y pan ‘phuluran’ oraciones en honor de las
HALLOWEEN EN LA CIUDAD “Calles desiertas, esquinas Buscando el amor perdido solo es olor a Halloween se celebra el gen es europeo de expresión tiguo festival celta, en esa difuntos visitaban a sus máscaras y velas para alejar dos, asimismo se festejaba ción cálida a la estación invernal; lo largo de múltiples reelaboraciones hasta nuestros días. Esta caba un encuentro con los biada por los norteamericanos modos de vida de horror olvidemos que los países ductores de guerra, muerte, des y de la destrucción del En la ciudad de La Paz el de distintas maneras de acuerdo de los medios de comunicación que ofrecen muchas formas do del horror y el miedo. Los te son los que siguen esta frazarse de personajes de
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David Mendoza Salazar
(Sociólogo aymara)
de pinquillos, tarkas, ocasionalmente por bandas de co transforma de un espa desbordan sentimientos otros tiempos y otros en un paisaje sonoro cuentos, risas, llantos, ple Desde muchos lugares ‘resiris’ (los que rezan), ni que por un cúmulo de ‘phuluran’ (cantan/vociferan) las almas.
CIUDAD DE LA PAZ esquinas de odio y horror. perdido en el tiempo que muerte”.
el 31 de octubre, su ori expresión pagana, era un an noche las almas de los familiares y se usaba alejar los espíritus malva festejaba el cambio de la esta invernal; ha pervivido a reelaboraciones culturales expresión que signifi los ancestros fue cam norteamericanos que nos imponen y culto a la muerte. No imperiales son los pro muerte, pestes, enfermeda del planeta.
el Halloween se celebra acuerdo a las directrices comunicación y redes sociales formas de promover el mun Los niños generalmen esta moda foránea de dis películas de terror con
brujas, fantasmas, calabazas, vampiros, esquele tos y psicópatas con cuchillos, ensangrentados, con sierras en la mano en alusión a la violencia. También se abren casas del terror para asustar a la gente. Así recorren las calles de El Prado y las calles de la zona Sur; algunos niños van de casa en casa pidiendo dulces, que es casi muy poco. Halloween no es parte de la identidad cultural paceña, pero está ahí como una mercancía de consumo del horror a la vida y para promover la muerte, como si no viviéramos este hecho cada día. Acaso no es suficiente lo que pasó con las muertes de horror en el Covid-19.
UNA NOCHE EN EL CEMENTERIO
“Si mi amor te sofoca, es que te quiero solo para mí. No tengo miedo a que me dejes. Tengo miedo de tu olvido”.
El Cementerio General fue fundado en 1931, es patrimonio arquitectónico paceño, espacio sagrado y desolado donde pueden observarse monumentos, capillas, mausoleos y tumbas. Su configuración espacial y ocupación territorial desde el ingreso el gran arco de piedra, capilla y la disposición de sus áreas y el enterramiento de los difuntos muestra cómo era el imaginario re ligioso de la ‘aristocracia’ de esa época. Las dife rencias de clase e identidades étnicas que refle jaba el Cementerio en la primera etapa (s. XIX y XX) fueron superadas paulatinamente; hoy sólo es un dato histórico y lo que prevalece es su sen tido religioso y de la condición mortal a la que estamos sujetos todos. Ante la muerte somos iguales, no hay rico ni pobre, sólo la diferencia de los honores y la vanidad. El Cementerio es el recinto donde se plasma la memoria históri ca, cultural y política, el recuerdo de personajes, imaginarios, leyendas, ritos, fiestas y la presen cia de las almas que vagan por las noches en la ciudad eterna a la que todos llegaremos.
Desde hace doce años por iniciativa de la Se cretaria Municipal de Culturas y Turismo se pro mueve el programa de revitalización patrimonial y de memoria colectiva llamada Una Noche en el Cementerio. Este año se rindió homenaje a varios personajes hombres y mujeres que trascendie ron en la historia con pasiones, amor a la tierra y al arte a pesar de su condición de inmortales. Se evocó a las almas de Rafael Pabón Cuevas, avia dor de la Guerra del Chaco, Mayor Flavio Palen que y los cadetes de tres pasos al frente, al arte sano Mario Mancilla Flores y la Alasita, Gral. José Manuel Pando, Arturo Borda, Guillermo Viscarra Fabre, Ernesto Cavour Aramayo, Marcelo Quiro ga Santa Cruz y Luis Espinal Camps.
CULTO A LAS ÑATITAS
“¿Dónde están las virtudes? La esperanza, fe, amor y justicia. Acaso se perdió entre los hombres.”
La devoción a la ‘Ñatita’ (calavera venerada)
que se celebra en la octava de Todos Santos (el 8 de noviembre), posiblemente se haya origina do en la cosmovisión de pueblos andinos como los chipaya, aymara y quechuas que considera ban los huesos como divinidades denominadas ‘mallqui’ a las cuales adoraban como parte de la comunidad. Estos huesos y calaveras eran muy importantes porque representaban a sus ante pasados o a la filiación de su linaje y territorio, a sus protectores portadores de fertilidad agrícola.
En la actualidad, el culto a las ‘Ñatitas’ es cuestionada por la institución religiosa cató lica que considera como sacrílegas a las per sonas que manipulan restos óseos y pecan de ‘idolatría’ por las connotaciones ‘oscuras’ que conlleva el culto a la calavera. Sin embargo, hay muchas familias que poseen calaveras con dife rentes motivos, pero que siempre son movidos por la fe desde la fiesta de Todos Santos.
LA HIPERCULTURA EN EL TIEMPO DE ALMAS “Llegan del alaxpacha/cielo, las almas de siem pre. Bajan por la escalera de dulces. Aunque el camino de regreso no es tan dulce.”
La hipercultura es una práctica cultural exagerada de valores humanos. Este hecho de los rituales funerarios es, hasta ahora, típica mente humano y religioso. No hay sociedad donde el ser humano no haya reinventado los rituales funerarios para despedir y recordar a las almas. En el caso nuestro están el velato rio, luto, despedida, entierro, quitapenas, la vatorio, misa de ocho días, cabo de año y otras costumbres familiares, como el uso del co lor negro como luto. A veces muchas de estas prácticas se presentan como un enredo de cos tumbres híbridas. No podemos pretender que hoy la celebración de las almas como Todos Santos sea expresiones puras y esenciales.
Las tradiciones de la llegada de las almas y re cibirlas con panes, ‘t’anta wawas’, comida, vela das, música, ir al cementerio son prácticas recu rrentes que muchas veces pierden el significado y el sentido de encontrarse con las almas.
¿Será que llegan los ajayus con hambre? Si son seres etéreos, ¿cómo es que comen la co mida y toman bebidas? ¿Acaso los humanos no consumen estas ofrendas? Es cierto que es un tiempo de recuerdos y catarsis, por eso rezan, lloran, sienten, van al cementerio, se reúnen y hablan del difunto. Parece que todos estos ritua les como Todos Santos son reinvenciones para aplacar la conciencia humana por la carencia de amor, solidaridad, compasión, compresión, asistencia por los que se fueron. ¿Qué hicieron cuando los progenitores y parientes estaban en fermos y solos? ¿Acaso le llevaron flores, acom pañaron en su enfermedad y sufrimiento? ¿Por qué esperar hasta Todos Santos para preparar el banquete fastuoso en su ausencia?
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Para las almas: Julio Mendoza, Ignacia Mamani y Mario Mancilla
RESCATISTAS DE LA HISTORIA
Moreno, Calvimontes y Campero, pioneros de la archivística nacional
Los tres hombres rescataron documentos que hoy se constituyen en un tesoro bibliográfico para el país, su trabajo fue monumental. Los escritos se remontan desde la Audiencia de Charcas hasta la promulgación de la Ley del 18 de octubre de 1883, que instruye la creación del Archivo General de la Nación.
Luis Oporto Ordóñez
El18 de octubre de 1883 se promulgó la Ley de Creación del Archivo Nacional de Bolivia, proeza en la que intervie nen tres personalidades cuyas vidas paralelas motivan estas notas.
GABRIEL RENÉ MORENO RIVERO (1836-1908)
Nació en San Lorenzo de la Barranca, San ta Cruz. Falleció en Valparaíso, Chile. Se graduó como abogado por la Universidad Nacional de Chile (1868), escritor, bibliógrafo, erudito, histo riador, periodista, sociólogo, biógrafo, ensayista, crítico literario y papelista (archivista), profesor, director de la Biblioteca Nacional de Chile (18681869, 1883), catedrático del Instituto Nacional de Chile (1883-1908), secretario ad honorem de la Le gación de Bolivia en Chile (1873-1874), redactor y colaborador de la Revista Chilena, Revista del Pa cífico, Revista de Artes y Letras, Anales de la Uni versidad, El Mercurio y El Imparcial, fundador y presidente de la Academia Literaria (Academia Chilena de la Lengua); miembro fundador del Cír culo Amigos de las Letras; socio de varias institu ciones y cenáculos literarios de Chile.
Investigó en archivos y bibliotecas de Sucre, Santiago de Chile, Buenos Aires, Lima y Europa.
Su trabajo bibliográfico y archivístico fue monu mental, pues recogió todo cuanto pudo referido a la historia patria, acopió y sistematizó los im presos bolivianos, con los que publicó obras fun damentales, entre ellas Proyecto de una estadísti ca bibliográfica de la Tipografía boliviana (1874) y la Biblioteca Boliviana. Sección de Libros y Fo lletos (1879), Epítome de un Catálogo de Libros y Folletos, 1879-1899’ (1900) y Libros y Folletos,
1900-1908 ’ (1908) y el Ensayo de una Bibliogra fía General de los periódicos de Bolivia, 1825-1905 (1905). Últimos días coloniales en el Alto Perú (1896), constituye un estudio clásico de la histo riografía boliviana, al que agregó los Documen tos inéditos de 1808 y 1809 (1901).
En 1876 denunció que el Archivo de Mojos y Chiquitos fue arrojado mayestáticamente a una “covacha y un cuarto oscuro que tienen a la vez de noria y de aljibe… Alcé del lomo un expedien te al parecer en buen estado, y cedieron desha ciéndose sus hojas anteriores y posteriores”. “¡Era el cuaderno número primero con las cuen tas documentadas de la revolución de 1809!”, acota Guillermo Ovando.
Moreno protagonizó la mayor hazaña archi vística del siglo XIX, al salvar los archivos de la Audiencia de Charcas. “El archivo fue traslada do en mantas y canastos a la biblioteca pública”, refiere René Arze. Levantó un minucioso censo archivístico en la capital de la República, identifi cando los diezmados archivos coloniales, a la par de los malhadados archivos de la Guerra de la In dependencia y la desgraciada suerte de los archi vos republicanos. En su dramático informe acu ñó el concepto de archivo como “el paraje donde yacen hacinados los que fueron en un tiempo ar chivos, o la gran bodega por excelencia de pape les coloniales”; construyó la célebre frase que ex presa la importancia de la memoria escrita: “si el dinero es el nervio de la guerra, bien pudiera aña dirse que las cuentas son el nervio de la verdad histórica”. Caracterizó la falta de conciencia de la sociedad ilustrada y jerarquizó como causas prin cipales de la destrucción, “a la violencia transito ria de los militares” y “el poder del ‘Ancucu’, que se comió lo esencial de la memoria colonial”. Al término del recuento de los daños, desa fió a la clase ilustrada y al Gobierno para salvar la
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memoria histórica colonial, logrando el apoyo de los ministros Casimiro Corral y Daniel Calvo, que dieron los pasos fundamentales para salvar el Archivo. Daniel Calvo instruyó el traslado de los documentos del Poder Judicial a la Biblioteca Pú blica. En 1876 Moreno publicó los resultados de su trabajo sobre la situación de los archivos pú blicos, proponiendo su célebre plan de siete pun tos para la organización del Archivo General de la Nación, que consistía en las medidas necesarias para “la ejecución de un acto breve, fácil y barato: poner en salvo los restos de los archivos históri cos contra el despilfarro y el aniquilamiento”. Allí ya se perfila el Archivo General sobre la base de la documentación colonial, plantea la organización de los fondos de archivo aplicando el respeto al principio de procedencia, enuncia criterios sobre el tratamiento de las documentaciones de carác ter nacional, departamental y local, el método de control de las transferencias, la responsabilidad funcionaria por la custodia de la documentación, los servicios de consulta, saca y de tipo fedatario.
René Arze afirma que Moreno “merece ser consi derado como el custodio número uno de la me moria del país y como el creador intelectual del Archivo Nacional de Bolivia, repositorio que fue fundado en la ciudad de Sucre en 1883”.
Seleccionó, organizó, ordenó y catalogó los 41 tomos del Archivo de Mojos y Chiquitos, lleván dose a lomo de mula hasta Antofagasta, desde allí por barco a Valparaíso y en ferrocarril a Santiago. Después contrató personal con su propio peculio y mandó imprimir el monumental Catálogo de Mojos y Chiquitos, al tipógrafo Nicolás Anrique, propietario de la Imprenta Gutenberg, en Santia go. En diciembre de 1888. los documentos fueron repatriados a Bolivia.
DEMETRIO CALVIMONTES
Abogado (1857), fue diputado por Potosí en la Asamblea que sancionó la Constitución de 1871. Integró en el Congreso de 1880 el ala “guerrista” que buscaba la reivindicación del Litoral perdido en la Guerra del Pacífico (1879-1880) por la vía de las armas, junto a Nataniel Aguirre, Belisario Sali nas, Fernando E. Guachalla, Nicolás Acosta, Elio doro Villazón y Pastor Sainz. En 1882 presentó al Congreso Nacional el proyecto de ley elaborado por instrucción del Gobierno para la organización de un repositorio que conserve ordenadamente los papeles oficiales del Gobierno de la Nación “re lativos al problema del Chaco, para la explotación y estudio del establecimiento de puertos sobre el río Paraguay y para poner en orden y clasificar to dos los documentos públicos de la República co
leccionando en sección especial los que directa o indirectamente se re fieren a límites nacionales, depar tamentales o provinciales”. Con los papeles de la época Colonial, con topes cronológicos fijados en 1537, se lo declaró Archivo Gene ral de la Nación por Ley de 18 de octubre de 1883.
NARCISO CAMPERO LEYES (1813-1896)
Nació en Tarija. Militar y polí tico. Estudió en la Academia Mi litar de Sain Cyr (Francia). Fue testigo del asesinato de Manuel I. Belzu; en 1871 Mariano Mel garejo lo nombra ministro de Guerra. En 1872 fue enviado a Europa como Ministro Pleni potenciario en Gran Bretaña, Francia e Italia. Recibió ins trucciones del gobierno de Agustín Morales, para buscar en los archivos del Museo Bri tánico y el Foreing Office, en Londres, “documentos que afianzaran los dere chos de Bolivia —especialmente al Chaco— con respecto a los de la Argentina y al Paraguay”. Con trató los servicios del Sr. Gárgolas, “aficionado es pañol a la búsqueda de papeles”, quien se dirigió luego a España, donde logró obtener copias lega lizadas de las Cédulas Reales de 1617 y 1618, “que separaban a Buenos Aires del Paraguay, y la Real Cédula de 1796 que aprobaba la fundación de la ciudad de Orán. Asimismo una certificación de los límites de la Audiencia de Charcas desde su fun dación, y un documento sobre la erección de Salta en 1806”. A tiempo de retornar a Bolivia, mandó “suscribir al país para cinco colecciones” relati vas al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Ocea nía, publicada por Pacheco, Cárdenas y Tórres de Mendoza entre 1864 y 1884, según Juan Siles. Durante la Guerra del Pacífico comandó la V División, que deambuló por el sur del país sin in gresar a combate. Posteriormente instruyó a su secretario, Severino Campuzano, a ordenar y pu blicar el Archivo de la V División. Llevó un episto lario y un Diario. Como presidente de la Repúbli ca, promulgó la Ley de 18 de octubre de 1883, que instruye la creación del Archivo General de la Na ción, con el que se logra resguardar los documen tos producidos por la Real Audiencia de Charcas y los de la República, desde 1825.
Gabriel René Moreno.
La crónica que se lee a continuación no busca reconstruir la vida de Vio leta Parra, sino adentrarse breve mente a la fase de investigación etnomusicológica vinculada a re cuperar los cantos, estilos y letras de los luga res más agrestes de Chile. Partiré de una de las canciones que más conmueve de su repertorio, aquella que canta y celebra los oficios, a través del cuidado de la mano. Sus múltiples oficios fueron por muchas especialidades del arte. Una vez remarcó, ante tanta insistencia, que la única expresión artística con la que se queda es la del contacto con la gente y con la pintura, pues “es el punto triste de la vida. Me esfuerzo por hacer salir de allí los aspectos más profun dos que hay en el ser humano”.
De manera que ahora nos enfocamos en una esfera que permitirá desentrañar el oficio de la Violeta que derivó de un viaje por distintos lu gares de Chile, me refiero al canto y a un am plio repertorio recuperado y recreado que tiene como temática los infinitos vaivenes de la exis tencia. Del amor al desamor, de la agonía al jú bilo y de la fidelidad al escepticismo. Vamos a adentrarnos en líneas muy reducidas y tomare mos fragmentos de su repertorio.
VIOLETA, EL TRABAJO ARTESANAL DE IN VESTIGACIÓN DE LA MÚSICA FOLKLÓRICA
La mano es el artefacto a través del cual se muestra la esencia del ser humano, por esta ra zón aprender es un trabajo artesanal que reúne la mano y pluma, al momento de escribir, por ejemplo. Al escuchar a Violeta Parra me pongo en situación de aprendizaje, así como el aprendi zaje del carpintero “se relaciona con las diferen tes maneras de la madera misma, él se corres ponde con las formas que duermen en la madera tal como ella penetra en el habitar del hombre” (Derrida, 2012: 379). Violeta, con guitarra y ma leta a la mano, libreta y pluma, se arrojó dentro los mundos marginales de Chile a fin de realizar un crónica estética, etnográfica y natural de la canción chilena. Violeta era una mujer con ofi cio, no por su utilidad ni por su valor de cambio o su disposición, sino por permitirnos encontrar la esencia de un mundo complejo, diverso y he terogéneo. Por esa razón, de ella se rescata esa “vocación firme, indoblegable, de rastrear raíces musicales en un pasado que no se detenía en la canción del siglo XIX, sino se mostraba mucho más allá, a las fuentes ancestrales de la rica he rencia indígena” (Casaus, 2015: 15).
Violeta era, lo que se diría, una investigado ra activa y comprometida. Su pretensión no era crear un manual de la música tradicional o del folklore de Chile, clasificación hecha por es
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Marcelo A. Maldonado Rocha
LA
MÚSICA ES LA LUZ
DEL PENSAMIENTO
Cántame una canción inolvidable Una canción que no termine nunca Una canción no más una canción
Es
lo que pido Qué te cuesta, mujer árbol florido Álzate en cuerpo y alma de sepulcro Y haz estallar las piedras con tu voz, Violeta Parra Defensa de Violeta Parra (fragmento) Nicanor Parra
Violeta Parra, y mis manos son lo único que tengo…
pecialistas, doctos y académicos. Al contrario, nuestra Violeta congregó diversas fuentes, ya sea el crujir de la madera, los ritmos del Maipo, las canciones y las voces del Ñuble, las vibracio nes del cultrún, los cantos de los pájaros y otros, para utilizarlas como artefactos de creación, dándoles figura, significado y reviviendo esos paisajes, imágenes, comunidades y objetos en imágenes y melodías estéticas, en bellas cancio nes y/o espacios de denuncia y protesta social. En su música se percibe que la vida está cargada de contrastes dialécticos.
De su búsqueda de investigación étnico-musi cológica, el peruano José María Arguedas (poeta, escritor, antropólogo y otros) enfatiza lo siguiente: El caso de Violeta Parra es uno de los más ex cepcionales e interesantes de cuantos se pue dan presentar en el arte de Latinoamérica (…). El arte que crean los negros, los indios, los mesti zos es considerado como un arte inferior. Por lo tanto, ese arte sirve para diferenciar a estos gru pos, para segregarlos e, incluso, para menospre ciarlos. Por otro lado, y es una de las característi cas generales del folklore, todo el arte que crea la gente que no ha conseguido llegar a las escuelas o a las universidades (…).
Ella es lo más chileno que yo tengo la posibili dad de sentir; sin embargo, es lo más universal que he conocido en Chile… porque en ella está conteni da esta amalgama formidable que es Chile.
Capaz, esa es la razón de por qué es un referen te para la canción chilena, puesto que, fiel a una apuesta de vida altamente estética, enfatizó en que el folklore se apaga repitiéndolo, conservando sus esencialismos, siendo su apuesta superar el reper torio por intermedio de la creación, el desmontaje y demás acciones que transmutan lo cotidiano.
Acompañando la sucesión de sonidos y voces viene la capacidad testimonial y de crónica de la música que denuncia a la patria las desigualda des de las clases sociales y (re)presenta los varios mundos naturales y humanos. Y las afecciones humanas, la música armoniza los calambres del alma con la posibilidad de enfrentar la existen cia con grandeza. La música es la luz del pensa miento, es la poesía pues está conectada a lo que se ve, a lo que se escucha y a lo que se habla.
LO ÚNICO QUE TENGO…
La mano está más allá de ser un órgano de prensión, Violeta recopila, escribe, canta y com pone, también teje, pinta, esculpe… ama, maldi ce y tiene una desmedida voluntad para decidir de su vida, “hasta que el 5 de febrero de 1967, se hizo el disparo que le costó la vida” (Casaus, 2015: 24). Y qué más se puede decir, al escuchar la letra de Maldigo del alto cielo, se habla, se escu cha y se ve todo, no obstante, uno se queda con tan poco o casi nada.
Con ella aprendí a cuidar el oficio de las ma nos y entender que son algo más que objetos de prensión. No es acaso una existencia desbordan te la que cultiva su jardín a modo de salar las he ridas, La Jardinera es mi canción favorita. Y en una época en la que se pone demasiado énfasis en la técnica matemática y de preeminencia de la virtualidad, volver al cuidado de la mano, en realidad del oficio, es una decisión altamente humana. Aunque, de a poco hemos comenzan do a convivir con ese mundo que cada día nos convierte en seres virtuales. Me pongo unos au dífonos, escucho, veo y hablo, lo siguiente: Quién me iba a decir a mí Que yo me iba a enamorar Cuando no tengo un lugar Cuando no tengo un lugar en la tierra
Y mis manos son lo único que tengo Y mis manos son mi amor y mi sustento Y mis manos son lo único que tengo Y mis manos son mi amor y mi sustento
Miro mis manos ¿acaso tengo algún oficio? Me concentró en ver cada uno de mis dedos. El corazón es arqueado, no mira al horizonte sino al subsuelo. El anular es monstruoso y de una fi sonomía similar a la de mi abuela ‘Justi’, ella se lo golpeaba en una piedra para apaciguar su abul tada monstruosidad. Lo tengo así a causa de una fractura nunca curada, de ahí que mi articulación interfalangiana, entre la falange distal y el medial, tiene la forma de un tejido rígido, con la textura de un hueso. Cada uno de mis dedos tiene una ca racterística, pero en conjunto son horribles, están quemados, con callos, marcas por travesuras de la niñez, etcétera. Cierro la descripción, entre mis dedos discurren manchas de tinta negra y azul y tengo en la otra, el Libro mayor de Violeta Parra (un relato biográfico y testimonial), de Isabel Pa rra. Tomo mis dos plumas fuentes, la de color ne gro y la verde, pues creo que todo lo que me sale del corazón debe atravesar por mis manos, para por último llegar a la máquina.
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FOTOS: GABRIEL SÁNCHEZ / PIXABAY
EXPRESIÓN CULTURAL
Cuatro formas de celebrar Todos Santos en la Villa Imperial
Oki Orcko de Quillacas, Llallagua, Atocha y Potosí presentan costumbres singulares en la celebración de la festividad que se conmemora en todo el Estado Plurinacional de Bolivia.
bitos, en cánticos picarescos) esas son las costumbres de Todos Santos en esa pobla ción al sudoeste del departamento.
Todos Santos es una de las expre siones culturales más arraigadas de todo el departamento de Po tosí. En su amplio territorio la festividad es celebrada con par ticularidades muy características de cada región, desde la gastronomía hasta las ex presiones y elementos empleados en el em plazamiento de las tumbas; sin duda, los potosinos conmemoran la llegada de las al mitas que partieron de este mundo manifes tando las tradiciones costumbristas que, al parecer, el tiempo no la afectó. A continua ción, una breve descripción de cuatro regio nes del departamento sobre las formas de celebración de la festividad.
LAS COSTUMBRES EN SAN ANTONIO DE ESMORUCO
En la comunidad de Oki Orcko de Quilla cas en el municipio de San Antonio de Esmo ruco, la fiesta se celebra desde el día 31. Doña Adela Farfán relata que, para la actividad, primero se arma la tumba, “luego ponemos turcos (t’anta wawas), después ponemos ca lapurca, ají de maíz, ají de trigo, picante car ne, después dan oración a las almitas”, narró.
La señora Adela contó que en la noche del mismo día se amanece rezando, a la mañana siguiente cerca de las diez de la mañana todos los habitantes se dirigen al cementerio, lugar donde se arman las me sas, se reciben oraciones y cánticos. En la tarde se van a sus casas, bajan las tumbas, después cantan una ‘lojlian’ (es decir, ento nan cánticos en quechua con letras home najeadas al difunto, se sobresalta sus há
LAS TRADICIONES EN LLALLAGUA
Mientras que en Llallagua, los platos tí picos de Todos Santos son el ají de arveja y fideos uchu, según destaca Wilder Huanaco Fernández, quien cuenta que la gente acos tumbra decir: ’vamos a uchur’, refiriéndose a que van a ir a visitar a las tumbas o las ca sas de los dolientes.
“El 2 de noviembre la gente acostumbra bajar al cementerio a la tumba del difunto y armar una mesa para rezar por las almitas, unos arman grande y otros lo hacen peque ño”, cuenta Huanaco.
El tercer día se celebra el ‘Torochico’ que consiste en alegrar a las almas, para despe dirlos con alegría, bailes y cantos al son de los acordes del charango y la guitarra. Ade más, se sigue la costumbre de beber chicha en los denominados toritos, sin echar el con tenido al piso, cuenta Víctor Hugo Ordóñez.
TODOS SANTOS EN ATOCHA
En la población de Atocha, la mesa o al tar mortuorio no suele ser tan distinto al de otras regiones, la experta en turismo Prisci la Fernández Rojas menciona que se suele poner la t’anta wawa, masitas o fruta secas, agua, café o refresco de moqola con una pa jita, y como platillo principal una phisara de quinua. Los vecinos acompañan al doliente y también reciben macitas. Uno de los ele mentos que caracteriza a estos altares, es la escalera de pan que según relata Fernández permite que el alma pueda subir al cielo; al día siguiente, si se trata de un alma nueva, se tiran con ‘phisara’ y el día del Alma ‘Kachar
paya’, una de las tradiciones consiste en que mar en un bracero las principales comidas que fueron ofrendadas al difunto; posterior mente, se procede a la visita del cementerio para rezar por el alma.
LA FIESTA DE TODOS SANTOS EN POTOSÍ
En la capital potosina, las costumbres no son tan distintas, la tarde del día primero, la gente acostumbra visitar las casas donde se hallan tumbas, compuestas por una diver sidad de masitas en la que resalta la tradi cional t’anta wawa, el pan en forma de es calera, las frutas secas y los platillos como el ají de achacana, phisara, el misk’i plato y otros preferidos del difunto. Al día siguien te se acostumbra jugar al sapo, la panala y la t’oqola, la actividad permite alegrar a los presentes. Ese mismo día se procede al des ate de la tumba, una tradición singular es que las ‘t’anta wawas’ son distribuidas en tre los presentes más allegados a la familia, para que estos sean bautizados, como si se trataran de niños verdaderos, generándose un compadrazgo entre los dolientes y los padrinos de las t’anta wawas. Finalmente, el día del alma ‘kacharpaya’, se caracteriza por el juego del arroz con mixtura o ‘phisara’ con mixtura, se cree que esa jornada se debe despedir el almita con alegría.
Sin duda, la festividad de Todos Santos demuestra ser una de las más singulares del departamento, justamente porque cada re gión presenta importantes connotaciones respecto a la celebración de esta fiesta.
(*) Es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí – SIHP.
(**) Es docente universitario de la Univer sidad Autónoma Tomás Frías – UATF.
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Ivert Elvis Fuertes Callapino
(*)(**)