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Fuego en el monte de venus

TODAS ENTENDEMOS desde pequeñitas que SÍ es SÍ, y que NO es NO. Al ir creciendo nos empiezan a liar con los síes y los noes, hasta que finalmente la mitad de la población puede creer que cuando una mujer dice NO, lo que quiere decir es SÍ. Décadas atrás, ante las pretensiones sexuales de los hombres, el NO de la mujer era obligado por decencia hipócrita cristiana. Padres y abuelos crecieron con estas convicciones. Pero los tiempos han cambiado, o ¿no? Es triste tener que legislar específicamente sobre la libertad sexual, tanto como si se legislara sobre el respeto o sobre el derecho a respirar o existir. Libertades que deberíamos tener interiorizadas sin cuestionamiento alguno. Más triste es que se arme revuelo con el tema y surjan quejas y temores masculinos porque la tortilla se ha vuelto.

Hasta ahora estábamos obligadas a probar que habíamos sido agredidas o violadas mostrando las señales que los golpes dejan en el cuerpo. Con la nueva ley nuestra palabra cobra valor, NO es NO y son ellos los que tendrán que demostrar que hubo consentimiento. Esto ya no gusta y el neomachismo esgrime sus temores a sufrir falsas denuncias. La sociedad patriarcal es lo que tiene. Nadie ponía el grito en el cielo cuando a nosotras se nos cuestionaba la palabra y el relato de los hechos. Ahora que son ellos quienes deben demostrar que hubo consentimiento, el patriarcado anda revuelto y no sabe si ha de pedir el SÍ verbalmente, por whatsapp, o por e-mail. ¿Acaso no podrían obligarnos a decir SÍ con un cuchillo puesto al cuello?

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Estrenamos Ley, pero el poder judicial no cambia. Los jueces machistas que culpan a la mujer de las violencias que sufrimos, siguen ahí. Justifican las agresiones y convierten al violador en un ser irracional de instintos irrefrenables que se desbordan al ver minifaldas o escotes.

Podemos preguntarnos si la formación obligatoria que introduce esta ley cambiará algo el panorama en los juzgados y en la sociedad. Quizás, a largo plazo sí, si la Ley tiene recorrido, prevalece en el tiempo y no la dan la vuelta los siguientes que entren a gobernar.

Nosotras sabemos que formar y educar en el respeto y la libertad es fundamental para lograr transformar la sociedad patriarcal que sufrimos, y no podemos para ello confiar ni en leyes ni en gobiernos, por muy buena pinta que tenga una ley.

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